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La Química del correr1

Cuando suena el disparo que da comienzo a la carrera, un mar


de corredores avanza lentamente. Es el comienzo oficial del Maratón de
Columbus del 2007. Más de 3000 corredores comienzan una jornada
que irá del agotamiento al júbilo, por supuesto, sin olvidar el inevitable
dolor. Este es mi quinto maratón y mi meta es clasificar para el Maratón
de Boston. A los 45 años, un tiempo de tres horas y 30 minutos son mi
pasaporte para la clasificación.

Los primeros kilómetros


Recorro los primeros kilómetros lentamente… lo cual no es malo. En maratones anteriores, he
cometido el error de empezar muy rápidamente. Por cada minuto que avanzo demasiado rápido en la primera
mitad pierdo cuatro minutos en la segunda mitad. En este preciso instante, la adrenalina invade mi cuerpo.
Esta hormona es segregada por las glándulas suprarrenales que se encuentran sobre los riñones. Su función
es transportar más azúcar a la sangre y descomponer grasas. La liberación de adrenalina es como pisar el
acelerador de un auto a fondo. Si bien recibes un pequeño estímulo te quedarás sin gasolina muy pronto.
Afortunadamente, este torrente de adrenalina es de corta duración y la presión de cuerpos que avanzan codo
a codo evita que use demasiada energía al comienzo. Hoy el clima es ideal para un maratón: está soleado y
hace apenas 12°C. Antes de llegar a la marca de 1600 metros, ya siento calor, así que me quito el viejo suéter
que me mantenía abrigado desde la línea de partida. Al igual que un automóvil quema combustible para
avanzar, mi cuerpo quema energía para correr. Con una masa de 72 kg, quemo alrededor de 100 kilocalorías
por cada 1600 metros que corro (lo que comúnmente llamamos calorías- con la letra C- en realidad son
kilocalorías).

Si mantengo mi ritmo actual, habré quemado más de 3000 kilocalorías durante el maratón, lo que
equivale a perder unos 500 g. ¡Es mucho esfuerzo para perder sólo eso! ¿De dónde viene mi energía? Estoy
respirando más fuerte de lo normal para incrementar el consumo de dioxígeno. En este preciso instante, mi
cuerpo combina dioxígeno con combustible para producir energía. El combustible se obtiene de tres
nutrientes: proteínas, lípidos (grasas) y glúcidos (también llamados carbohidratos, que en su gran mayoría son
almidones y azúcares). Por lo general, la proteína representa sólo del 2 al 5 % del gasto total de energía del
cuerpo, que tal vez ascienda a 8 % durante el maratón. Las grasas contribuyen al 60 % de la energía que se
produce cuando nuestros cuerpos están en reposo, pero sólo el 15 % de la energía que necesitamos cuando
corremos viene de la grasa. Por lo tanto, durante las próximas horas, mi cuerpo recibirá la mayoría de su

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Material extraído del portal Uruguay Educa: La química de correr un maratón.pdf (anep.edu.uy)
energía de la glucosa (C6H12O6), un azúcar simple (monosacárido) que se forma cuando se descomponen la
mayoría de los glúcidos. El combustible que prefiere el cuerpo a la hora del maratón es la glucosa.

Durante la respiración aeróbica, la glucosa se combina con el dioxígeno para liberar energía de la
siguiente manera:

C6H12O6 + 6 O2 → 6 CO2 + 6 H2O + energía

Para los corredores, la fuente de glucosa más efectiva es una gran molécula llamada glucógeno que se
almacena en el hígado y en los músculos. Una persona tiene almacenadas alrededor de 2000 kilocalorías de
glucógeno, suficiente para correr alrededor de 32 kilómetros. Durante los primeros tramos de la carrera, mi
cuerpo obtiene la mayor parte de la glucosa del glucógeno que se encuentra en mis músculos. Luego, cuando
disminuye la cantidad de glucógeno en los músculos, recibirá más glucosa del glucógeno en el hígado. Para
aumentar mis reservas de glucógeno, consumo gran cantidad de glúcidos, como pasta, pan y cereales, tres
días antes de la carrera, mientras entreno intensivamente. Esta combinación de dieta y entrenamiento
estimula la producción de glucógeno en los músculos. Mientras corro, mi energía también proviene de un
proceso que no necesita del dioxígeno. Durante este proceso, llamado respiración anaeróbica, la glucosa se
descompone en ácido láctico (C3H6O3) y energía como se muestra a continuación:

C3H6O3 → 2 C3H6O3 + energía


En la etapa del precalentamiento, obtengo la mayor parte de la energía del proceso anaeróbico. Pero luego de
algunos kilómetros, cuando mi ritmo cardíaco acelera y mi sangre recibe más dioxígeno, el proceso aeróbico
se convierte en la fuente principal de energía. Sin embargo, a lo largo de toda la carrera obtendré energía de
ambos procesos, aunque el proceso aeróbico será más fuerte cuando logre un estado estable

Permanecer hidratado
Logro pasar la primera de las estaciones de asistencia y trato de beber 0,2 litros cada 3 kilómetros.
Prefiero el Gatorade en lugar del agua, ya que contiene azúcar—en forma de sacarosa y glucosa—que me
proveen de un estímulo de energía constante. Luego de pocos minutos, el azúcar será transportada a través
del estómago hacia el intestino delgado, donde será absorbido por el torrente sanguíneo. Es indispensable
permanecer hidratado al correr un maratón, ya que el cuerpo se mantiene fresco gracias a la evaporación del
sudor. Cuando los glúcidos se convierten en energía, se pierde hasta medio litro de agua a través de la
transpiración. Por eso, necesito beber por lo menos esa cantidad de líquido por hora para mantener una
buena hidratación.

Chocando contra paredes


Alrededor del kilómetro 15, recibo un pequeño paquete con gel energético. Estos geles contienen una mezcla
de glúcidos simples (compuestos por una o dos moléculas de glucosa) y glúcidos complejos (compuestos por
largas cadenas de moléculas de glucosa), que otorgan un estímulo de energía, el que probablemente
empezará a sentirse alrededor del kilómetro 16 ó 17. Llegué a la mitad de la carrera. Mi tiempo es de una hora
con 44 minutos.

Alrededor del kilómetro 25, siento como si me hubiera tropezado con una pared, lo cual es una mala señal, ya
que no debería pasar hasta por lo menos el kilómetro 32, según mi rutina de entrenamiento. Probablemente,
en ese momento mis reservas de glucógeno disminuyen seriamente y mi cuerpo debe valerse de otros
combustibles para poder continuar. Posiblemente no sea "la" pared, porque en ese caso no podría lograr los
17 kilómetros restantes. Alrededor del kilómetro 29, siento que tropecé con otra pared, y recibo una nueva
dosis de gel energético, que bebo de un trago y con desesperación. Al kilómetro 32, siento que tropecé
nuevamente con otra pared. A partir de ahora, podría decirse que siento puro dolor.

Glúcidos al rescate
En todo momento, utilizo glucosa como combustible. Al comienzo del maratón, alrededor del 75 % de mi
combustible proviene del metabolismo de glucosa y 25 % de la grasa. A medida que avanzo, esta proporción
se invierte. En el kilómetro 32, siento que se acabaron las reservas de glucógeno en mi cuerpo. En realidad, el
glucógeno nunca se acaba — sólo disminuye. Paso por todas las estaciones de asistencia y es lo único que
me mantiene firme en la carrera. Bebo Gatorade de un sólo trago, como si fuera oro, codiciando los pocos y
valiosos glúcidos que aporta al organismo. Cuando las reservas de glucógeno escasean, mi cuerpo depende
de las grasas para quemar energía. A primera vista, parecería que éstas son una fuente de energía mucho
mejor; aportan 9 kilocalorías por gramo, mientras que los glúcidos aportan 4 kilocalorías por gramo. Pero al
cuerpo le agrada su grasa y no está dispuesto a renunciar a ella tan fácilmente. Incluso el corredor más flaco
tiene suficiente grasa en su cuerpo como para correr 1000 kilómetros. Entonces, ¿por qué se me hacen tan
difíciles los últimos diez kilómetros? Sucede porque, aunque una cierta cantidad de grasa genera más del
doble de energía que la misma cantidad de glucosa, descomponer cada molécula de grasa requiere cuatro
veces más moléculas de dioxígeno que descomponer cada molécula de glucosa. Por eso, mi cuerpo no puede
incorporar dioxígeno y transportarlo con la rapidez necesaria para convertir suficiente grasa en energía.

El trecho final
De alguna manera, logro hacer los últimos kilómetros. Mi tiempo
final es de 3 horas, 46 minutos, 41 segundos, lo cual no es tan
bueno para el Maratón de Boston, ¡pero no deja de ser el mejor
tiempo que he hecho en todos los maratones hasta el momento!
Me dan una frazada brillante y liviana, que me devuelve el calor
de mi propio cuerpo. Recibo un panecillo, una banana y una
Gatorade. No quiero sentarme por miedo a no poder pararme
nunca más. Si bien hace algunos pocos metros me juraba que nunca volvería a hacer esto otra vez, ya estoy
planeando mi próximo maratón. Boston, ¡allí voy!
Preguntas
1. ¿Cuál es la fuente más efectiva que tenemos de combustible almacenado en nuestros músculos y el
hígado?

2. ¿Qué diferencias hay entre la respiración aeróbica y anaeróbica? ¿Cuándo ocurre cada una de ellas?

3. ¿Por qué el corredor prefiere tomar Gatorade y no agua? ¿Qué cantidad de Gatorade consumió el corredor
si demoró 3 horas 46 minutos en realizar toda la carrea?

4. ¿Qué ocurre cuando las reservas de glucógeno disminuyen?

5. ¿Por qué el cuerpo prefiere la combustión de glúcidos y no de grasas, siendo que éstos últimos aportan el
doble de energía al cuerpo?

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