El Malestar en El Orden Meritocrático Managerial
El Malestar en El Orden Meritocrático Managerial
El Malestar en El Orden Meritocrático Managerial
Abstract
Unrest in the managerial meritocratic realm:
an issue in big companies in Argentina
The classical assumptions of Labor process theory (Braverman, 1975; Panzieri, 1960) have as-
signed managers a dichotomist fate in which they would finally take part of working class or
either would join the “capitalist class”. In the last ten years, we’re witnessing a new phenomenon
in big transnational companies in Argentina: a process of wage overlapping between middle man-
agement and unionized workers, which is giving back managers to their salaried condition and
compelling firms to search strategies to recompose their power. This way, new and varied resis-
tance practices will emerge among a social group who used to be emblematic during the 90’s of
the last decade and who also used to be aligned to the interests of big corporations.
Keywords: Managerial work / transnational companies in Argentina / resistance practices / wage
overlapping / meritocracy.
Diego Szlechter: Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sar-
miento, Argentina. Investigador docente del Instituto de Industria de dicha universidad.
Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Ar-
gentina. E-mail: [email protected]
1 Una versión preliminar de este texto fue presentado en las iv Jornadas Interdisciplinarias del
Programa Acumulación, Dominación y Lucha de Clases en la Argentina Contemporánea. Con-
trol del trabajo hoy: a cuarenta años de Trabajo y capital monopolista de Harry Braverman.
Universidad Nacional de Quilmes, Provincia de Buenos Aires, 4-6 de junio de 2014.
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Introducción
Este trabajo está basado en una investigación llevada a cabo, entre los años 2008
y 2012, en veinte empresas transnacionales establecidas en Buenos Aires de di-
ferentes rubros de la actividad económica y de una diversidad de orígenes del
capital. La estrategia metodológica adoptada fue de carácter cualitativo y las
fuentes de información se basaron en entrevistas en profundidad a gerentes
de línea y de recursos humanos, así como a consultores y “cazadores de talen-
tos”. Asimismo, se ha recurrido a fuentes secundarias, tales como manuales de
evaluación del desempeño y fuentes documentales corporativas. Por último,
se realizaron observaciones en eventos relacionados con el ámbito managerial.
En el recorrido que haremos en este artículo, presentaremos una breve
historia de los principales debates en los países desarrollados en torno a la
posición que ostentó el mánager en el seno del proceso productivo. Desde la
irrupción de las teorías del proceso de trabajo hasta las perspectivas herme-
néuticas que incorporan la visión de los actores —sin soslayar las tramas más
amplias en las cuales estos están insertos—, es posible observar una paulatina
inclusión de miradas menos dicotómicas en las relaciones de clase. Posterior-
mente, analizamos la manera en la cual recientemente se incorporaron estas
discusiones en las ciencias sociales argentinas, alrededor de un actor que ha-
bía logrado cierto protagonismo en el mundo del trabajo con el surgimiento
y la expansión de las clases medias con la llegada del peronismo al poder,
pero que, sorprendentemente, había sido invisibilizado de las relaciones del
trabajo, siendo incorporado de manera casi automática a la “clase capitalista”
—tanto desde vertientes marxistas como las de corte funcionalista—. Es en
este contexto que presentamos a continuación el debate sobre el solapamiento
salarial que se está produciendo en nuestro país, entre los trabajadores sindi-
calizados y los que se encuentran fuera de las convenciones colectivas de tra-
bajo, como es el caso de los mánagers —adoptando el léxico anglosajón, tan
difundido entre las grandes empresas—. Esta problemática sirve de excusa
para complejizar la mirada dicotómica que primó en nuestro país alrededor
de este actor. Esta perspectiva crítica que abordamos nos llevará a interpelar
en el siguiente apartado los principios que rigen la distribución de puestos
en la escala jerárquica gerencial, así como las diferentes formas de resistencia
que los cuadros medios de conducción adoptan. Esta discusión desembocará
en la propuesta de un modelo que intenta explicar la sostenibilidad del con-
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Q
La teoría del proceso de trabajo
A partir de la segunda posguerra mundial, las corrientes del marxismo clá-
sico, que estudiaban el ascenso de las clases medias y el concomitante de-
sarrollo de una clase de trabajadores no manuales dentro de la estructura
ocupacional del trabajo, comenzaron a ocuparse de la evolución ulterior de
actores que Marx ya había identificado al estudiar la estructura de clases de
la sociedad capitalista del siglo xix. Desde entonces, se han empeñado en
considerar a los estratos intermedios como temporales y epifenoménicos en
relación con la dicotómica estructura de clases propuestas por el pensador
alemán. De acuerdo a la dinámica del sistema, las corrientes marxistas se abo-
caban a mostrar la manera en que aquellos actores, considerados por Marx
como delegados del poder patronal, estaban destinados a asimilarse, ya sea
a la clase obrera (proceso de proletarización) o a la clase capitalista (proceso
de incorporación). El reconocimiento de este hecho llevó a los analistas mar-
xistas (Braverman, 1975; Carchedi, 1977; Panzieri, 1960) a adoptar diversos
enfoques para enfrentar el problema, pero en esencia compartían la visión
sobre los cuadros medios de conducción como subordinados leales y agentes
de transmisión del ejercicio del control, con el objetivo de que la alta direc-
ción no deba confrontar sin protección alguna con una “masa indiferente y
hostil” de trabajadores (Braverman, 1975). En este sentido, la caracterización
del trabajador managerial se centraba en catalogarlo como correa de trans-
misión, agente de encuadramiento (Benguigui, 1967), meros representantes
del capital en el seno del proceso productivo (en los análisis marxistas más
ortodoxos), etcétera. En este esquema analítico, estaba claro que el estudio
del control del proceso de trabajo quedaba en manos de los gerentes o má-
nagers, quienes podían supervisar la labor de sus subordinados sin estar bajo
sospecha de forjar alianzas con la población obrera, mientras perdurase su
posición dentro del trabajo de “concepción” —en contraposición al trabajo
de “ejecución”, reservado a los obreros—. La mirada dicotómica de los autores
marxistas clásicos mostraba algunas “grietas” cuando reconocían su ambiva-
lente posición en la estructura de clases, ante la emergencia de las “nuevas
clases medias” a partir de la segunda posguerra mundial. Estos autores ubi-
caban a los mánagers en una posición intermedia, no porque se encontrasen
fuera del proceso de acumulación de capital, sino debido a que, como parte
de este proceso, adoptaban las características de ambas partes. Era necesaria
una perspectiva que diera cuenta de la ambigüedad a la que se enfrentan estos
cuadros medios de conducción en el seno del proceso productivo.
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Q
El retorno al actor (managerial)
Rápidamente, la teoría del proceso de trabajo fue resignificada por autores
como Friedmann y Burawoy con el fin de reinsertar al sujeto en el centro de la
escena, sea como fuente de oposición al capital —abonando al paradigma del
control/resistencia—, como fuente de creatividad —sin la cual el capital no
puede transformar la fuerza de trabajo en trabajo rentable— o como fuente
de consentimiento —a través de la participación del trabajador en los jue-
gos y rutinas del proceso de trabajo— (Smith y Thompson, 1998, p. 560). Es
así como casi de manera contemporánea a Braverman, la sociología francesa
estuvo atenta a estas visiones dicotómicas, lo que le ayudó a desarrollar pers-
pectivas más matizadas acerca del rol de los mandos medios en el proceso de
trabajo. Uno de estos intentos tiene su origen en el marxismo francés de la
década de los sesenta con Belleville (1963), Mallet (1963) y Gorz (1967). Estos
consideraban que los empleados de cuello blanco, altamente calificados y en
proceso de expansión, no se proletarizaban en el sentido marxista conven-
cional, sino que pasaban a conformar una “nueva clase obrera”. Sin embargo,
estos enfoques aún ponían sus esfuerzos en verificar en qué medida la labor
de encadrement podía ser considerada como un trabajo obrero pero inserto
en una nueva etapa histórica en el proceso de acumulación capitalista. Es así
como fueron surgiendo debates fructíferos en el campo de la sociologie des
cadres (Bouffartigue, 2001), que partieron de trabajos seminales tales como
los de Benguigui y Monjardet, 1970; Tréanton, 1960; Naville, 1960; Maurice
et al., 1967; M. Durand, 1972 y Boltanski, 1982. Estas discusiones lograron
resituar al mánager en su posición de asalariado que, si bien cercano a los
objetivos empresariales, no dejaba de detentar una condición ambigua dentro
de las estrategias de acumulación capitalista.
Una tesis rival de la francesa y contemporánea de la de Braverman fue
la adoptada en Estados Unidos en la década de los setenta por Ehrenreich y
Ehrenreich (1979), la cual parecía apartarse de manera más pronunciada de
la ortodoxia marxista, al no tratar de mantener el modelo dicotómico de la
estructura de clases. Estos identificaban la emergencia de una nueva Clase
Profesional y Directiva (cpd) como formación específica del estadio mono-
polístico del capitalismo. La cpd se caracterizaba por ser una clase de traba-
jadores no productivos, cuya función consistía en asegurar la reproducción
de las relaciones culturales y de clase. Esta clase se alzaba en oposición a la
clase obrera, pero a su vez se la consideraba como opuesta a la clase capi-
talista en cuestiones de propiedad y control, e incluso formando una reser-
va permanente de radicalismo. Sin embargo, se admitía en última instancia
que se haya seguido imponiendo el modelo dicotómico, ya que se esperaba la
conformación de una alianza anticapitalista compuesta por esas reservas de
radicalismo en unidad con la clase obrera.
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Diferencias de
Empleo 2013
ingresos
Grupos socio-ocupacionales
Estructura Base 03=100 2003 2013
(%)
Empresarios grandes y medianos
0 145 3,89 2,07
(+ de 40 empleados)
Directivos y gerentes de nivel alto 1 124 3,75 2,34
Profesionales autónomos 2 143 2,56 1,52
Empresarios pequeños (6 a 40 empleados) 1 100 3,31 2,13
Funcionarios y directivos de nivel medio 1 159 3,58 2,32
Profesionales asalariados 5 163 2,59 1,81
Jefes intermedios y supervisores de trabajadores
2 83 2,21 1,82
no manuales y manuales
Microempresarios (1 a 5 empleados) 3 138 2,34 1,34
Cuenta propia con equipo propio 11 121 1,10 0,85
Técnicos, docentes y similares 13 138 1,53 1,27
Empleados administrativos 10 168 1,36 1,27
Obreros calificados 25 160 1,00 1,00
Obreros calificados de la industria manufacturera 7 169 1,14 1,19
Obreros calificados de los servicios asociados
6 164 1,21 1,17
a la industria
Trabajadores del comercio y los servicios
8 132 1,15 1,03
personales calificados
Obreros calificados de la construcción 4 224 0,93 0,97
Trabajadores manuales por cuenta propia
6 115 0,59 0,58
con oficio (sin equipo propio)
Obreros no calificados 13 141 0,80 0,77
Servicio doméstico 6 120 0,48 0,35
Trabajadores por cuenta propia
1 66 0,41 0,47
no calificados, vendedores ambulantes, otros
Fuente: Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de Argentina.3
3 Agradecemos al Lic. Héctor Palomino del Ministerio de Trabajo por habernos facilitado los
cuadros y gráficas que elaboró junto con el Lic. Pablo Dalle.
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80
75%
70
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50
39%
40
30 29%
22%
20
12%
10 7% 8% 8%
5%
1% 2%
0
Ninguna
Lump sum
Mínimo incremento
en pesos
Extensión elegibilidad
compensación variable
Planes de retención
Otros
Revisión e incremento de
los beneficios
Mismo incremento
en porcentaje
Ajustes selectivos
(Nota: Las categorías no suman 100% dado que las empresas pueden tomar más de una acción).
Fuente: Elaboración propia en base a encuesta de solapamiento 2012 de Mercer (2013).
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Conductas asociadas en el
marco de una relación de
reciprocidad asimétrica
Q
La racionalidad estratégica
La crítica —que suscribimos— a la teoría del actor racional, movido pura
y exclusivamente por la relación costo/beneficio, muchas veces soslaya que
el cálculo forma parte de las acciones de los agentes individuales, si bien de
ninguna manera esto constituye la explicación a la totalidad de la acción
social, mucho más compleja que la que pretenden ilustrar los defensores de
los postulados, generalmente tributarios de la economía neoclásica. En este
sentido, Wright y Burawoy describen la racionalidad estratégica como el
proceso cognitivo en el cual la acción social es resultado de una evaluación
individual de costo/beneficio en torno a las posibles consecuencias de op-
ciones alternativas. Dentro de esta lógica, los trabajadores se esfuerzan en
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Q
Normas no estratégicas
Cuando la obediencia es resultado de normas no estratégicas, los individuos
no se esfuerzan como corolario de un cálculo racional, que mide los costos
y beneficios de sus acciones, sino porque sienten que deben esforzarse, dado
que es lo que “moralmente” se debe hacer.
En el caso de las normas comportamentales, el principio normativo en
cuestión se aplica directamente a la propia conducta. El sentido del deber y de
la responsabilidad en el trabajo está emparentado con un sistema de valores,
una suerte de ética laboral que, no por estar alineada a veces con los objetivos
empresarios, necesariamente proviene de un alineamiento subyacente entre
el empleado y la firma. En efecto, se podría decir que estas normas preceden
al contrato laboral y pertenecen más bien al plano cultural, en el que se ven
involucrados todos los dispositivos de socialización por los que va atravesan-
do el sujeto a lo largo de su historia.
En el caso de las normas evaluativas, el juicio normativo es aplicado a la
conducta de los otros (pares y superiores). Las normas evaluativas, referidas
a las nociones de justicia, legitimidad y confianza, son expuestas por estos
asalariados de diferentes maneras. La percepción de justicia, si bien subjetiva,
juega un rol clave en la sostenibilidad del consentimiento. El empleado debe
sentir que se le dispensa un trato justo en términos de recompensas mate-
riales y simbólicas. Por su parte, la legitimidad muchas veces tiene que ver
con la confianza depositada en el jefe inmediato superior pero, otras veces,
la búsqueda del “bien común” y el aporte a una “sociedad más justa” son en-
cauzados a través del involucramiento en actividades benéficas o caritativas
de todo tipo. Lo central radica en que el gerente necesita percibir “su mundo”
a través del prisma de la justicia. Esto redundará en su alineamiento con los
“valores” de la compañía y en el sostenimiento del “modelo de hegemonía
productiva”.
En general, Wright y Burawoy sostienen que la acción social involucra
tanto consideraciones estratégicas como no estratégicas. Así, la estabilidad
y la eficacia de prácticas sociales, dentro de las cuales opera la racionalidad
estratégica, depende en parte de la presencia de normas no estratégicas que la
complementen (Wright y Burawoy, 1990, p. 74).
La hegemonía en el espacio de trabajo no sólo explica la sostenibilidad
del consentimiento, sino también la aceptación de conductas y prácticas con-
trahegemónicas presentes en cualquier relación laboral. ¿Cuáles son esas ma-
nifestaciones en el caso de empleados que suelen ser vistos conviviendo “ar-
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Q
Los focos de resistencia
La reciprocidad asimétrica constituye un tipo ideal. La racionalidad estratégi-
ca, que subyace al consentimiento bajo condiciones de reciprocidad asimétrica,
tiende a ser más estable en presencia de fuertes normas de responsabilidad en
el desempeño laboral, la creencia en la justicia de los jefes y el despliegue de
focos de resistencia respecto del sometimiento que la relación laboral impone.
En nuestro modelo de generación de consentimiento, los focos de resistencia
se pueden expresar a través de tres vías: en el trabajo, alrededor del trabajo y en
contra del trabajo. A continuación describiremos cada uno de los focos.
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Conclusiones
El derrotero de los debates teóricos en torno a los mánagers planteado al co-
mienzo de este artículo da cuenta de la necesidad de establecer una nueva
agenda de investigación centrada en actores con posiciones ambiguas en el
seno de las relaciones de clase. Así como en los países desarrollados, las teo-
rías del proceso de trabajo cedieron su lugar a la sociologie des cadres en el
marco de abundantes investigaciones empíricas que comenzaron a indagar a
los propios actores, en Latinoamérica en general y en Argentina en particular,
se está produciendo un paulatino “retorno al actor” que busca analizar el rol
de asalariado que ostenta el mánager dentro de un proceso de jerarquización
que no puede asegurarle a todos una posición privilegiada en el acceso a la
cima de las burocracias corporativas.
Rara vez los mánagers son considerados portadores de intereses opues-
tos a los objetivos de los capitalistas o de la alta dirección. Sin embargo, de-
bemos salir de las determinaciones dicotómicas en la relación capital/trabajo.
¿Dónde radican las contradicciones entre el capital y el trabajo en asalariados
aparentemente alineados con las estrategias empresariales? No se trata de sa-
ber cómo las fuerzas represivas mantienen el orden del trabajo o cómo la
empresa gobierna a través del miedo, sino que se trata de analizar por qué un
trabajo heterónomo en su esencia es tan “fácilmente” aceptado, al menos en
apariencia. ¿Por qué la restricción es tan fácilmente soportada y la moviliza-
ción subjetiva es tan ubicua? (J. P. Durand, 2004).
La ambigüedad de la posición que detenta el mánager dentro de la es-
tructura de las firmas tiene como resultado un vínculo “esquizofrénico” con
el capital, lo que se nos revela como una consecuencia casi natural del vínculo
zigzagueante que se genera entre estos dos actores. El modelo de hegemonía
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Referencias bibliográficas
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