Leprechaun

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Leprechaun

A las Madres de Plaza de Mayo A la Agrupacin de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Chile.

Jaime Casas

Era un da especial. La frescura de la maana, los ruidos, el rebote de la luz contra las hojas del limonero, las nubes rezagadas; todo haca pensar en el otoo y no en los primeros das de noviembre. Tambin la visita era extraordinaria, su expresin, la vestimenta, el tono de voz, el oficio. Y sobre todo el acompaante, un hombrecillo de barriga prominente, bigotes de galn mexicano de los aos veinte, zapatos muy lustrados, un maletn negro y otra caja tambin oscura, como su rostro. No habl mientras estuvo en casa. A cada pregunta, miraba al principal y bajaba la cabeza. Pens que si hubiese en la habitacin un buen director de cine, buscara en el decorado ambiental algn elemento para ayudarse en la descripcin del personaje. Lo encontr en la estantera, sobre las fotos de la familia: un fragmento de lava del volcn Quetrupilln. En el momento de la erupcin debi brotar incandescente, como salta el agua de la llave en cualquier lavaplatos, formando una trenza lquida que gira sobre su propio eje, de igual modo que ADN. Al caer sobre la nieve congelada se produce una nube de vapor, el chorro de lava se desplaza y de pronto se enfra. Este proceso, que empieza cuando la lava sale del tero y aterriza en el mundo exterior, es tan rpido que la materia volcnica conserva la

forma al endurecerse y puede confundir a quien no lo sepa. Este sujeto era un actuario. El otro ser era el juez, por supuesto. El magistrado, un hombre joven con menos de cuarenta y cinco aos, incluso menos de cuarenta, tena aspecto fundamental. Muy sobrio, cabeza altiva, voz impostada y lenguaje redactado (para copiar de inmediato), razonamiento silogstico y apellido inolvidable: Koch, como el bacilo. Haba anunciado su visita con unos meses de anticipacin y en el telfono su voz sonaba humana. Al natural, de cuerpo presente, tena el tono impersonal y fro de la ley. Sabiendo que somos tan diferentes, hasta en las huellas digitales, nos considera a todos iguales y nos habla por cumplir el trmite, pues si tuvisemos su ilustracin y conociramos su casustica, podramos entendernos por seas y se evitara el molesto movimiento de los orbiculares al modular. Mi casa es la entrada a la intimidad. Qu diablos! Si en la prisin consideraba a mi calabozo como territorio liberado, mi hogar es, por lo menos, la cueva ancestral donde se perpetra la continuidad de la especie. Nuestras pasiones van quedando estampadas en las paredes y la reproduccin del Monet indica no slo que nos falta dinero para el original, como a todo el mundo, sino que estuvimos impresionados por esa luz alguna vez. El juez se acerc a la mesa, la misma de los cumpleaos, los aos nuevos, despedidas, recibimientos, estudios, tertulias; la mesa con mil codos dubitativos, con puestos ganados por el cario y cedidos a los visitantes queridos; la mesa infinita: donde cabe uno caben dos, donde caben dos caben tres Puso Usa su notebook 486 con batera de litio donde antes hubo un puzzle de mil piezas y diecisis ojos buscando reconstruir a pedazos la forma original. Luego alz la cabeza y habl, perentorio. Usted va a tener que retirarse, seor. Este trmite es privado.

Nosotros tenamos un acuerdo. Aceptamos la visita del juez que estaba a cargo de la investigacin de los casos de desaparecidos en las comunas de su jurisdiccin, pero siempre y cuando estuviramos los dos presentes. Por qu? Por amor. Vivimos juntos aquella historia y, fuera de este sentimiento, no cremos que fuera posible entenderla. Tambin tenamos, despus de discutirlo en familia, ms razones para un acuerdo nacido en los das clandestinos, cuando, bajo mil identidades, seguimos siendo siempre los mismos. Y si lo pensamos bien, somos hijos y a la vez parteros de una locura que consiste en inventar el mundo en que hemos de vivir. Tenemos nuestros desaparecidos. Dolorosos los muertos, de seguro. Insoportables los desertores. Inolvidables aquellos nios ancianos en los campamentos de Lanalhue, por cuenta de la Vicara. Eran hurfanos de padres, de historia, trabajo, sueos, y se nos secaba el corazn tratando de hacerlos sonrer. Aprendieron a comer de rodillas el pan de Dios. Seor juez: esta mujer, la Negra, recin terminaba de enterrar a su madre Pascuala cuando llegaron a buscarla a su casa. Eran ms de veinte y la llamaban as, con la misma voz que usaba el amor para convocarla: la Negra. No hay luto que valga, la Patria est primero! En los das posteriores al golpe de estado ya haba pasado por la parrilla y la sola idea de repetirse el plato le descompona el genio. -

T eres la Negra! rugi un tiranosaurio en el corredor del pasillo. No. Soy mi hermana contest la Negra, para no rendirse en silencio. Si no la entregan las vamos a llevar a todas replic el ser. Era de noche. Que su Dios lo bendiga. Se lo merece. La Negra camin hacia el fondo del patio. Dice que le hablaba a

su madre. Salt el cerco y se perdi en alianza con las estrellas y la luna que aquella vez, muy discreta, salt al firmamento dos horas ms tarde.

Fueron ocho meses de sombra. Por un lado la dictadura, tratando de capturarla para obtener una presa poltica muy codiciada en aquellos tiempos: una funcionaria de la Vicara asociada con los terroristas. Pero fueron tambin meses de vigilancia interna en los escondrijos. Alguien deseaba saber cul era la lnea desconocida de infiltracin en la Iglesia. Se movieron todas las piezas del tablero y, como dicen los ingleses, los Bishops avanzaron raudos en diagonal. Finalmente lleg la noticia como resultado de todas las gestiones: la Corte Suprema haba concedido un recurso de amparo para la Negra. Entonces, protegida por la ley, podra comparecer ante la ley para que la ley juzgara si sus actividades ilegales eran punibles. Se le garantizaba la ausencia total de cualquier apremio ilegtimo. Has decidido salir de la zona y sumirte en la clandestinidad, Negra? S. Rechazars el recurso de amparo? S. Dnde te quedars? Saldrs del pas? Me quedar en Chile. Sabes bien que no tenemos fondos. Ser una desaparecida ms. Qu locura! Veinte aos despus, una hija despus, un mundo ms tarde, ha venido el juez a interrogar por mandato de la Suprema. Se dict un plazo para investigar todos los casos pendientes de desaparecidos. Los jueces de turno, asesorados por la polica de turno, se constituirn en los sitios de sus jurisdicciones y resolvern conforme a la ley. La Negra trabaj con familiares de detenidos desaparecidos, pero no tuvo a su cargo los casos que manejaban los abogados. Deber dar cuenta de las lgrimas, los tarros de Butter Oil, los campamentos, las ropas? Deber contar algo ms? Su probable declaracin no echar ninguna luz sobre las desapariciones.

Decidimos en familia. Vemos la resolucin de la Suprema como el ardid de siempre: se toma el caso, se lo envuelve en papel sellado y se lo archiva en expedientes. La declaracin de la Negra sera un aval a la maniobra. Acordamos no declarar. Esperamos la llegada del juez para decrselo. Pero Usa me ha ordenado que desaloje la sala. Los dos personajes me clavan sus ojos imperativos y la Negra sonre. El juez insiste. Su voz casi llega al tono de una relacin personal. Trato de comprender al letrado y a su acompaante, que lo sigue como su sombra. Creo que, en verdad, tiene menos de treinta y cinco aos. No s. Por qu no se dedica a cobrar cheques, estafar clientes desesperados, tramitar anulaciones, fundamentar legalmente movidas financieras y cosas como esas? La respuesta me llega desde su boca un cuarto de hora ms tarde: por vocacin, seor. El hombre cree en la justicia, segn dice. El actuario tiene la lengua paralizada detrs de los dientes. Le pregunto cmo se llama y le ordeno contestar o de lo contrario yo mismo lo empujar hasta la puerta de salida. En mi casa no hay extraos y nadie discute de pie. Debern sentarse. El hombre se identifica. Perdn. No recuerdo su nombre. Usa est alterado. Me indica, con claridad meridiana, que el trmite de investigacin es personal, privado, y nadie ms que la persona requerida puede estar en la sala. El proceso de investigacin est bajo secreto de sumario. Tambin me enojo. Le digo al juez, por si no lo ha notado, que se encuentra en mi casa y no en un tribunal. Hemos decidido hablar con l y no nos importa ningn sumario. Han entrado caminando hasta el hogar, pero siempre es posible salir por va area. La Negra suspira y mira al juez de manera compasiva. Los abogados, en cualquier forma que se materialicen, son seres que siempre hemos querido tener lejos de nosotros.

El magistrado ha comprendido nuestra situacin geogrfica, pero, aunque sin despedirme de mi casa, insiste en los trminos legales y no entiende la negativa a declarar. Se est cursando una investigacin y es la oportunidad de contar todo. Entonces le explicamos nuestros pareceres sobre la maniobra de encubrimiento en este punto final a la chilena. Parte de nuestra historia, especialmente la de la Negra, salta sobre la mesa. El entendimiento del juez est bloqueado o naufrag hace muchos aos navegando en papel sellado sobre ocanos de tinta. Nos habla de vocacin, de justicia y no acepta nuestros calificativos. Entonces la discusin se endurece. Lo llamo sepulturero de la memoria, enterrador. Insulto a las cortes de justicia. Le recuerdo el papel servil que cumplieron durante la dictadura. Y tambin el triste papel que cumplen ahora, persiguiendo escritores. Ms de medio siglo de girar en torno al sol con todo el planeta bastan para conocer la historia de los que gobiernan. Sabemos. Dnde estuvieron los jueces? Qu creen que pueden juzgar? Acaso los desaparecidos son cuerpos por encontrar? El magistrado me habla de ciertos logros conseguidos por l. Por desgracia no me los puede contar, porque tambin estn en secreto del sumario, pero pronto podr saber de torturadores que han confesado, con lgrimas en los ojos, sus crmenes. Quiero escupirlo. Encima, hasta puedo comprenderlo. No sabe lo que dice. Tiene aspecto de ser un juez til. Opino que es un pen de la Suprema y aspira a un premio por haber encontrado un chivo expiatorio. Me desafa: si hemos vivido tanto, entonces por qu no prestamos testimonio y contamos lo que sabemos? Trat de hacerlo comprender, pero no me consta haberlo logrado. Entienda, don juez: no somos testigos de una historia. Usted est hablando con protagonistas. Nuestro objetivo es distinto. Mire. Nadie nos paga sueldo. Ninguna organizacin internacional nos otorga ayuda. No tenemos previsin ni

seguro social o de salud de ningn tipo. No votamos en las elecciones, es decir, no somos ciudadanos. Qu ms le digo? Nos causa tanto malestar cualquier uniforme que desconfiamos hasta de los bomberos. El actuario est sentado en mi puesto de la mesa y tiene las manos en las rodillas. Mueve la cabeza para escuchar la discusin y parece estar mirando un partido de tenis. Es difcil. La ley se ha metido en la mdula de los huesos; sus servidores le reconocen un espritu y sus mandatarios, en una discusin muy dura, pueden volverse msticos. Como sea, una sociedad civilizada no puede vivir sin leyes y que stas supongan una igualdad de todas las personas mayores de edad, es decir castigables, es una negativa a todo privilegio. Contestamos que el poder es discreto. Los dueos no dan la cara. Para eso tienen jueces que persiguen a los pistoleros, pero jams a los amos. Insiste el letrado acotando que la ley no es perfecta, pero no hay nada mejor. Debi sentirse como Churchill al decirlo. La base de toda sociedad, seor le dicta a un escribiente imaginario es el conjunto de sus instituciones. Y ah vamos a navegar sobre mares borrascosos. Hay bases y tambin cspides, decimos. En fin. Cmo explicrselo? Tal vez: el sistema de procuradura de las instituciones se ha debilitado a tal punto que ya no se sostiene en hechos de la vida cotidiana. El discurso liberal individualista necesita las instituciones, pero quiere a los hombres en un enfrentamiento a solas y no colectivo. No. No hay qurum para este alegato. Entonces volvemos a las aguas calmas de la discusin inicial.
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Queremos justicia para los familiares de los detenidos desaparecidos. Tal vez no TODA la justicia, pero s la que sea posible lograr dice, ms o menos. En ese instante siento desde un tiempo remoto los consejos que

Allende daba al pueblo usando sus frases de batalla: con viril energa y serena firmeza, con la mente fra y el corazn ardiente.

El juez piensa en los familiares, pero qu ve cuando piensa? Ha escuchado confesiones espeluznantes, pero cundo se ocup la casustica del t con hojas de eucaliptos y los piojos flotando en las aguas del Lanalhue? O del Flaco torturador de rostro mortecino que nos espiaba los sueos hasta que decidimos caminar por las calles abrazados en un intento por explicar de este modo que nada temamos para que el monstruo creyera que nada hacamos? Sabemos donde estn los jueces, pero dnde los hombres? Dnde los hombres? El estado chileno, magistrado, mat a los padres, hacindolos desaparecer. Y esta ausencia prolongada hasta el infinito y multiplicada por todos los segundos del reloj, fue tambin ausencia de pan y luz. Dnde estn? No los padres tan slo. Dnde estn esos nios de entonces? Se los ha encontrado por ah, en el mundo? Los ha buscado? No cree usted que hayan desaparecido? Qu dicen las estadsticas? Cuntos a la prostitucin, la droga y la delincuencia? Cuntos y dnde? Dnde los hombres? Ahora el estado chileno no tendr piedad con ellos si delinquen, verdad? Somos iguales ante la ley. Queda poco por hacer en esta maana de noviembre. Tampoco tiene en cuenta nuestro visitante que hemos dejado de trabajar para atenderlo. En un gesto que debo contar como prepotente, el juez indica que si la Negra no declara, puede obligarla y citarla a su tribunal en la octava regin, ah mismo donde las heridas multiplicaron los panes y el cansancio, sumado a la desesperacin, baj las frentes y transform a los deudos en topos. La respuesta fue en el mismo tono que la amenaza. Hgalo. An no entiende Usa dnde est. Hgalo y constituir un hecho poltico de proporciones. Una contra amenaza. Esto es un duelo. El enterrador de la memoria contra nosotros. El con la ley en espritu y en letra, respaldado por la fuerza represiva del estado. Nosotros todava desde el corazn, pero

asociado con el cerebro. Le haremos un cuento. Tal vez se titule El sepulturero de la memoria. Ser personaje en prosa y su apellido una metonimia. Hgalo. Por la puta madre. Hgalo! Se bate en retirada el juez. Habla de literatura. Poquito. Le gusta leer. Entonces le obsequio dos libros. En una dedicatoria se podr leer: al sepulturero de la memoria, fulano de tal. Usando las mismas palabras hemos hablado idiomas distintos. No nos entendemos. Usa es prctico, realista. Nosotros somos fervientes, vehementes. Intento hablarle del dolor, de la corrupcin. Quiero meter de contrabando algn sentimiento, un otros, en el cerebro foliado del hombre. Pero su contestacin es una bofetada. Crame que me duele, seor, verlo tan amargado como est usted. La vida no es toda as me dice, sin mirarme. Ya habr ledo los libros que le regal. No puedo contestarle. Solamente le digo que nuestra hija est en el dormitorio. La invit a participar del debate, pero me contest que senta asco por el juez. Se llama Victoria. Podr entender por qu? Le digo que somos felices. No me cree. Le digo que somos felices. No puede creerlo. Le repito que somos felices. No est dispuesto a creerlo. Qu vamos a hacer! Se hace tarde. El hombre de ley explica que no puede dejar la diligencia pendiente o de lo contrario deber citar a la Negra a su tribunal. Le contestamos que haga lo que quiera y se atenga a las consecuencias. Aqu nadie va a declarar. Entonces propone una salida: puede declarar que no quiere declarar. Aceptamos. Se enciende el 486 y sale a relucir una impresora porttil. Declaramos algo ms o menos as: La Negra (datos legales) y su conviviente, declaran que no quieren declarar porque no desean convertirse en cmplices de una maniobra de encubrimiento. Firma y despedida.

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El juez dice que estas discusiones lo apasionan y quiere volver. Va a leer los libros. Me llamar cuando termine la investigacin para que vea su gran logro. No entiende! Le respondo que puede volver cuando quiera, pero slo si viene disfrazado de ser humano. Dice que l es juez en todas partes. Le recuerdo que esta vez no ha podido. Acepta y seala que jams haba sido objeto de un trato semejante. Respondo que si lo hubieran recibido de este modo en sus otras diligencias, estara cesante. Le prometo escribir el cuento, como un esfuerzo por hacerlo entender esta experiencia de algn modo. Tal vez en el arte de la literatura pueda encontrar otra respuesta.

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II

En la ciudad de Los Angeles se comentaba que Dios haba abandonado el prostbulo a su propia suerte, el diablo no se atreva a entrar, los santos espiaban desde el interior de los espejos y cada uno se las arreglaba como poda. Era un burdel como en los viejos tiempos. Cocina criolla y conversacin sin lmites para los clientes ms queridos en los cuartos reservados del fondo. Gran saln de baile, con chimenea, mesas bien dispuestas y seoritas de buena presencia para los nuevos. La msica brotaba sin cesar del gran tocadiscos estereofnico y, en algunas ocasiones, se presentaba un conjunto con un vocalista incansable que poda canturrear a pedido desde Jorge Negrete hasta los Beatles. Los parroquianos se acercaban a la fiesta permanente a meterse slo una cerveza por el esfago o a paladear un whisky que pareca tener imn para las rubias. A las once de la noche se cerraban las celosas, se clausuraba la puerta de calle principal y eran recibidos los clientes por la entrada del patio. La casa era grande y haba crecido con el xito del negocio. Al principio fueron dos pisos. En el primero, los servicios de bebida, comida y baile. Arriba, el amor. Despus hubo que construir ms piezas, comprar sitios

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que los vecinos vendieron gustosos con tal de cambiar de ambiente. Al cabo de siete aos la propiedad se empin a tres pisos, media cuadra, cuatro patios independientes y seis pasillos que recorran las entraas de esta serpiente arquitectnica en que se haba convertido el lupanar. Bautizado por el mismo pblico, el Laberinto era la casa de putas ms grande y concurrida del sur del pas. En el mercado de Chilln las longanizas, el pastel de choclo y las cazuelas de pava; los curantos en la isla Tenglo; las cholgas en Lirqun; las sandas en Paine; los limones en Santa Cruz; los pollos en San Rosendo; las tortas de Curic; el chancho en piedra donde el Guata Amarilla de Valdivia; los choclos de Coinco; las cerezas de Romeral; los tomates de Rengo; las putas del Laberinto. He aqu la geografa de la felicidad. Carmencita era la puta de ms prestigio en todo el batalln de mesalinas del Laberinto. Lleg al burdel desde Linares, a los dieciocho aos, y entr como ayudante de cocina. Traa un desastre familiar a cuestas, con padre muerto, padrastro impuesto, madre casquivana y mucha hambre. Hasta cumplir los veintin aos, estuvo pendiente de su hogar, deseando ser olvidada. Las muchachas le ensearon las artes del coito y pudo practicar sin restricciones recibiendo buenas propinas. Mimada por la cabrona, se transform muy pronto en la ms solicitada y el precio de sus noches subi a los cielos. Cuando fue mayor de edad, recibi una habitacin construida especialmente para ella en el tercer piso, la cumbre del Laberinto, con una ventana en el techo que se poda abrir a la bveda celeste para copular de cara a las estrellas. Nunca la busc ningn familiar y con el tiempo su vida pasada se transform en un plido recuerdo. Todos daban por hecho que heredara el Laberinto y morira forrada en billetes. Toms la conoci cuando la meretriz cumpli treinta aos. Hubo una gran fiesta y vinieron los msicos. Carmencita, parada sobre una mesa en el centro del saln, se fue despojando de la ropa mientras bailaba y le puso precio

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a cada prenda. Fue un remate memorable y los clientes enloquecieron firmando cheques por las ligas, las medias, los zapatos y el sostn, que super el precio de una jornada de mdico o abogado. Carmencita se sac los peines y la cabellera cay como una cascada negra sobre sus pechos rosados. La piel tena la tersura de la porcelana y la huella de un cuchillo cobarde que le dej una cicatriz de quince centmetros en el muslo derecho. La puta bailaba sacudiendo la imaginacin de los clientes con sus caderas y elevando la oferta por los calzones negros de encaje hasta niveles insensatos. De pronto, su mirada se tropez con los ojos de Toms. El tiempo se detuvo y el cuerpo de la hembra comenz a oscilar sobre el eje de sus talones, acelerando los movimientos de la pelvis. Toms descubri las ojeras en el fondo de la cara, detrs de la cabellera azabache. Contrastaban con la tersura y la plasticidad del cuerpo. Ms al fondo de los labios rojos, la sonrisa franca y las curvas del delirio, haba una mujer enigmtica que usaba el cuerpo como una mscara. Y los ojos de Toms le mostraron a Carmencita un tipo de hombre que no conoca, de esos impredecibles, locos. Todas las miradas estaban pegadas a las caderas femeninas, menos la de este hombre raro que buscaba los ojos. Sin pensarlo dos veces, Carmencita salt de la mesa y se acerc a Toms. Tras slo un segundo de verificacin, lo tom de una mano y lo sac de la sala en medio de aullidos, reclamos y amenazas. Esa fue la primera vez que el hombre de treinta aos recin cumplidos camin por los laberintos del prostbulo en una ascensin silenciosa a la cumbre del amor. Se abri la ventana en el techo y la luna ba los rostros. Era invitado de la reina y tal vez por eso tuvo que poner primero su historia sobre la colcha de dos plazas y media. Toms dijo estar ligado a la cosa campesina. Carmencita respondi que, entonces, ella trabajaba en la cosa sexual.

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El hombre, discreto, pidi disculpas por no poder ser ms preciso, pero dio a entender que sus labores eran delicadas en extremo, destinadas a un objetivo poltico muy estricto. Eres un revolucionario, Toms? pregunt la mujer, sin rodeos. Pues, s. Y eso temes decirme? No temo. Tengo respeto. Qu? Qu respetas? A la gente que trabaja conmigo y a tus ideas. No conoces mis ideas. Por eso mismo. No quiero pasar a llevar nada. Dime, Toms: t mataras por tus ideas? S, mujer. En determinadas circunstancias lo hara. Extraa vida. El contador del banco, que no sera capaz de matar la gallina para hacer una cazuela, haba amenazado con abofetearla si no aceptaba un coito anal. En cambio, Toms la trataba como a una amiga de la infancia y no se imaginaba que alguna vez pudiera levantarle la voz. A este hombre le regalara sus calzones. La meretriz se par sobre la cama y se quit las tirillas de encaje negro que le cubran el velln. Toms recibi la prenda y se la meti en el bolsillo interior de la chaqueta. Despus le pidi a la mujer que se sentara porque tena muchas ganas de conversar con ella. A medida que fue pasando el tiempo sin que las manos de Toms se lanzaran desbocadas contra su cuerpo, el corazn le fue latiendo con un ritmo desconocido y sinti que eso deba ser amor del bueno, gratis, voluntario. Conversaron hasta las seis de la maana, sin siquiera tocarse. Antes de bajar a la realidad, Toms se despidi con un abrazo y la mujer not que estaba armado. El contacto con la solidez de la culata le produjo una serenidad insospechada. Criada y educada en una de las formas ms duras de la

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violencia social, la puta se sinti reconfortada. El hombre que dialogaba con ella en lugar de tomarla por asalto o comprarla, sera capaz de matar o morir por un sueo. Ese sera su hombre. Toms volvi a la cumbre del prostbulo todas las semanas. Se tenda en la cama y disertaba de cara al universo. En la tercera visita mezclaron sus cuerpos y las ideas corrieron por el torrente sanguneo bombeadas por los corazones enamorados. Su puta era la mujer ms pura del planeta. Sin embargo, las ojeras no desaparecan y, entonces, sospech que un drama muy intenso le estaba robando el sueo. Hicieron un acuerdo. El jams le preguntara por otros hombres y ella respetara el silencio del revolucionario que observa severas normas de seguridad y no descompartimenta sus contactos. Tres semanas ms tarde, Toms quiso saber qu fantasmas le desfiguraban la mirada con esas bolsas en los ojos. Es porque sueo dijo Carmencita. Porque sueas? Qu sueas? La mujer dud en contestar, pero Toms quera saber y exigi una respuesta. Es que se me ocurre que t no crees en estas cosas. Dime y despus te responder en qu creo. Tengo sueos. Te digo que en las noches veo cosas mientras duermo. Las veo muy claras, como si estuvieran sucediendo de verdad. Eso no es nuevo, Carmencita. Todos los sueos son as. Las imgenes van asociadas con las emociones que les corresponden. Pero no es eso nada ms. Si al otro da cuento mi sueo, entonces ocurre. Qu dices? Ves? Ves? Ya saba yo que t no creas en estas cosas. No. Clmate. Dime cmo es aquello de que ocurren. Entonces la mesalina le cont a Toms lo que suceda con sus sueos. Y era lo que dijo, ni ms ni menos.

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T supiste lo del incendio de la bodega, cuando se cort el agua y se quem todo? Claro que supe. Pero eso no es tan grave. Se llaman sueos premonitorios, amor. A veces algunas personas suean o creen haber soado con algo que ocurre despus. No es para alarmarse tanto.

No, Toms. Escchame bien. Ocurri porque lo cont, igual que las otras veces. Carmencita se acomod en la cama y se dispuso a contar su

desgracia. Toms la escuchaba con la duda que enfra los ojos y arruga un poco la frente. Siempre le haba sacado el cuerpo a los reinados del misterio. No le gustaban las apariciones, las adivinanzas ni los hechizos. Prefera hablar de cosas concretas que se pueden ver, or y tocar; ojal objetos para oler y, en el mejor de los casos, degustar. Interesado en conocer las leyes cientficas que se esconden tras los hechos, no estaba para terminar descubriendo ngeles o fantasmas que gobiernen los procesos. Amando a una puta y, ms encima, metido hasta el cuello en la parapsicologa, terminara haciendo los anlisis de coyuntura con un bho y una bola de cristal. Pero la hembra pareca sincera y no le qued ms remedio que escuchar. Al principio fueron imgenes fugaces. No saba si las soaba o se le pasaban por la cabeza durante el da. Personas que aparecan en el lupanar despus de haber sido vistas en la mente y contadas. Otras que no llegaron nunca porque guard silencio. Objetos perdidos. Catstrofes, como la del incendio o el descarrilamiento del tren, la crecida del Bo Bo o el naufragio de los pescadores en Cobquecura. Tambin desgracias evitadas como la muerte de la cabrona o el asesinato del Presidente. Sueo contado, hecho realizado. Tambin soaba una infinidad de acontecimientos que no estimaba relevantes y que contaba o no segn sus estados de nimo. Nunca sabra si ocurrieron como los vio.

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Hasta qu punto una persona puede experimentar como verdaderos los contenidos de la ideologa dominante?, pens Toms. La clase oscurantista se regocija con estas historias que el pueblo cree como manifestaciones de la divinidad. Es el opio. Ahora sabra el punto preciso y tendra que enfrentarlo: si no contaba sus sueos por temor a que se realizaran, Carmencita tena pesadillas y eso no era lo peor. Ms grave era la consecuencia del silencio. Los sueos podan repetirse y desarrollarse. La realidad tena un espejo en el espritu de la puta. Crees en Dios, Carmencita? pregunt el hombre, de sopetn. No. Yo no creo. Adems todos saben que Dios se fue de aqu. Cierto. Qu podra contestarle? Carmencita, has hecho la prueba de no creer en lo que me ests diciendo? La respuesta vino como un latigazo. Vino de noches con dientes apretados, regateos, bofetadas, insultos y desilusiones. Dime, amorcito, qu haremos las putas en el socialismo? Yo no s hacer otra cosa que vender el culo. Busc Toms en las hojas de los libros y las discusiones de los clsicos. No se puede beber del agua de los charcos ni de los bordes grasientos de los vasos donde otros han bebido, deca Lenin. El compaero Lenin nunca fue un gran bebedor, dijo Stalin. Su mente lo llev hasta la Magdalena. El que no haya pecado que tire la primera piedra, dijo el hombre santo. Se poda hacer algo ms que perdonar a las putas o habra que esperar a que triunfara la revolucin para mandarlas a los campos, las minas o alguna fbrica como fuerza de trabajo? Crear una escuela especial para putas o encargarlas de la educacin sexual sin rodeos? La sociedad se conoce por sus presos, deca Dostoiewsky. Parece que un poco ms por sus putas. No. No saba, desgraciadamente, qu haran las meretrices en el socialismo, pero s saba qu

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hacer con una puta ahora, en lugar de lapidarla o perdonarla: poda enamorarse de ella. Te amo, mujer. Entonces me creers? Yo no creo, Carmencita. Yo conozco, nada ms, o ignoro. No creo. Lo siento tanto Toms. Creme que lo siento como si me fuera a pasar a m. Qu dices? Tuve un sueo. Fuiste atacado. Te salvaste. Qu tiene eso como para sentirlo? Carmencita lo abraz, lo desnud y lo am hasta que cantaron los gallos al amanecer. No quiso conversar ms de sueos y Toms se fue contento, pero con las dudas revoloteando sobre su cabeza, como una bandada de moscas sobre materia en descomposicin. Dos das despus, en una sala del hospital, con el cuerpo lleno de hematomas y dos compaeros de guardia en el pasillo, Toms abrazaba a su puta y lloraba en su hombro. La mujer no tena ojeras y el hombre no tena dudas. Haba estado pensando, pero quiso conversar de cara a las estrellas. Al cumplirse el sptimo da, lleg Toms hasta la cumbre con la cara sonriente y un discurso compacto. La materia, dijo, no aumenta ni disminuye, tan slo se transforma. El dualismo ha hecho estragos en la filosofa. Se abre paso la verdadera concepcin monista de la realidad y sta toma cuerpo en el materialismo dialctico. No hay un espritu y un cuerpo. Hay una realidad y est abierta al conocimiento. El hombre, en el curso de la evolucin, podr conocerla y usar las leyes que la gobiernan. El tomo, que antes era parte de la brujera, hoy es una dursima materia. Hasta la percepcin engaa porque depende de su sentido: antes veamos al sol orbitando en torno a la tierra todos los das. El fuego era un dios, tambin los relmpagos. Igual pasa hoy con los sueos. Pero son parte de la realidad, es decir, parte de la materia. Se

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materializan, qu s yo. Fjate: antes de surcar los cielos, los helicpteros fueron liblulas, despus espritus de liblulas hasta materializarse como vehculos areos. Son una parte misteriosa de la materia como toda idea. Un reflejo en la mente de la realidad objetiva. Pueden ser despus un reflejo del reflejo en la mente, pero en la realidad. Se vuelve al punto de partida, pero desde otro nivel. Es el desarrollo en espiral. Carmencita miraba extasiada a Toms. No entenda ni un verbo, pero su amor tena los ojos brillosos y sus labios, que humedeca con la lengua en medio del discurso, eran como las cerezas a comienzo del verano. En una de esas, el discurso del amado era tambin un sueo y podra cumplirse as mismo como l deca: en otro nivel o materializado de alguna forma. Entonces, amor mo, no hay muchas opciones. Una: cuentas y sucede. Dos: no cuentas, no sucede y tienes pesadillas con ojeras al otro da. Y tres: los materializamos de otra forma. Es lo que se me ocurre. S, s, pero dame un beso. Espera, Carmencita. No me prestas atencin. Te digo que podemos atrapar tus sueos para que no te hagan dao. Bueno, te escucho. Los materializamos de otra forma, en otro nivel, te fijas? No. No me fijo para nada. Los escribimos. Eso es. Los ponemos en blanco y negro. Ah quedan fijos. Las ideas, cuando se materializan, se quedan quietas por un tiempo hasta que el movimiento eterno de la realidad les ordena agitarse otra vez y evolucionar. Entonces los niveles suben en espiral y ya sabes. Y qu pasa si alguien los lee? Dime. Parece que no es tan simple. Y tampoco tan complicado. Si alguien llega a leerlos asistir a su materializacin. Has ledo algn cuento? S, claro...

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Ves? Ms fuerte y claro el sueo, mejor el cuento. Algunos se le pegan a la gente en la cabeza y tienen que vivir recordndolos siempre. Hay libros que cambian la vida, todos lo saben. Son las leyes del juego. Anotamos y guardamos.

Yo te cuento y t vas escribiendo, Toms. Algunos sueos fueron cosechados al pie de la fuente, casi en el

momento mismo de concebirlos. Otros, a los dos o tres das, hasta con algunas ojeras cuando eran terribles. Y Toms, pensando que no sera un problema, puso elementos de su propia imaginacin. Si Carmencita, por ejemplo, soaba con algn matrimonio en crisis, en el cual los esposos buscaban abogados y terminaban acuchillndose por los bienes, el escribiente no slo copiaba. Convocaba a un tribunal popular que redistribua las cosas y obligaba a los cnyuges a revivir el sentimiento prostitudo por la propiedad privada. La ley, escriba, es el nivel ms bajo en que pueden relacionarse los seres humanos. Por eso, cuando hay los tienen trabajo los abogados. Nosotros arreglamos los conflictos de otra forma. Pero una vez Carmencita so con el pasado. Al principio, Toms crey que era un sueo simple. No tenan por qu ser todos premonitorios. Entre tanta pesadilla transitando del da a la noche se haba colado un episodio sin importancia. Eso era todo. Sin embargo el sueo se present cuatro das despus. Y haba crecido como una laguna a punto del desborde. Primero fue una embarcacin antigua surcando el mar. No era posible saber de qu ocano se trataba ni qu destino tena, pero s eran inteligibles los gritos de los marinos en idioma espaol que volaban convertidos en nubes y cubran los bosques del continente. Entonces la puta despertaba con el corazn acelerado y volva a dormirse sobre la superficie del mar frente a la proa del barco. Nada ms. La prxima vez Carmencita despert hablando en mapudungun. Trafya pewman kie machi dijo, sin titubear.

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Cuando Toms supo que eso significaba anoche so con una machi, y que su amor en toda la vida jams haba pronunciado ni una sola oracin en esa lengua, se tom la experiencia en serio. La machi apareca en la costa donde hoy est Penco y a su alrededor haba un centenar y medio de brazos cortados con la sangre an fresca. La mujer mapuche cerraba los ojos y se meta en un sueo profundo, seguida por Carmencita. Donde estaba Penco no haba ninguna casa, tampoco calles. En el mar flotaba un barco navegando a petifoque con todas las dems velas destrozadas. En la cubierta se poda distinguir el yelmo de una armadura espaola con una cruz en la mollera y en los huecos de los ojos dos luces brillando como linternas. Se oy un gritero descomunal en mil lenguas incomprensibles y el barco se meci de babor a estribor hasta casi naufragar. En cubierta se libraba un cruento combate, a juzgar por el ruido de sables y el estallido de los arcabuces. Era un motn, sin duda alguna. De pronto, volando a diez metros sobre la cubierta, la machi y Carmencita pudieron ver a los insurrectos intentando terminar con la esclavitud a cuchillazos, mordiscos, golpes de puos o a palo limpio. Parecan haber escapado del mismo infierno o de las pginas de todos los libros que circulaban por el mundo. Faunos, gigantes, mirmidones, medusas, dragones, vampiros, profetas, sirenas, apstoles, brujas y cclopes, entre otros engendros, se batan a duelo con los hidalgos caballeros del rey Felipe II y saltaban al mar apenas lograban romper los cepos que los mantenan presos. Unos murieron en cubierta, pero otros lograron nadar hasta la playa y correr hacia los bosques buscando amparo en la naturaleza an intacta. Se perdieron entre los rboles. Vio Carmencita que algunos llevaban equipaje a cuestas y arriesgaban la vida por mantenerlo en su poder. Despus se volvi borroso el panorama y poco a poco fue apareciendo el puerto como lo conocemos ahora.

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No quiso Toms esperar la llegada de otra noche porque su amada senta que se le parta la cabeza de dolor y tena la frente caliente. Tom entre sus manos el cuaderno de los sueos y anot la narracin sin cambiar ni una sola imagen. Ya tendra tiempo para analizar e interpretar. El dolor de cabeza y la fiebre abandonaron a la prostituta en cuanto fueron amarradas las imgenes en la escritura, entonces los sueos volvieron a su cauce normal y el cuaderno sigui creciendo. Con el tiempo y el aumento del material onrico, el escribiente pens que poda influir en los probables lectores del futuro y comenz a cuidar la redaccin. Aparecieron dilogos. Y tambin las emociones que encienden la imaginacin para que el lector comprendiera el sentido del sueo y la materializacin fuera perfecta. Un efecto no esperado, pero festejado en toda su dimensin fue el cambio en la relacin del revolucionario con la puta. La escritura de los sueos termin con las pesadillas y dio lugar a un nivel superior en la espiral del amor. Toms comprendi que poda influir tambin en los sueos de Carmencita si era estimulante en su relacin con ella. Y comenzaron los anlisis cotidianos sobre la realidad poltica, con discursos matizados de besos y caricias. El amado pona las cartas sobre la mesa, las mezclaba, vea las variantes, las causas predisponentes, las desencadenantes y la prostituta soaba historias que eran como verdaderas novelas, pero siempre con races en la lucha de clases. Despus, la redaccin final pula las imperfecciones. Entonces Carmencita ingres al grupo selecto de Toms y conoci un par de compaeros de confianza. La cumbre del Laberinto se transform en un centro de operaciones, una especie de bola de cristal gigantesca en contacto directo con el cosmos. Estaban en el centro mismo del universo. La vida les perteneca. Era el amor en toda su celeste dimensin. No slo la lucha revolucionaria por el socialismo. Era el socialismo!

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Una noche lluviosa, antes de las once, entr por la puerta de calle un marino irlands. John Joe Joyce. Navegante de siete mares, era hombre de mirada profunda, piel curtida, sonrisa infantil y conversacin franca. Haba aprendido espaol en las Islas Canarias y, aunque no lo pronunciaba muy bien, saba hacerse entender a las mil maravillas, matizando con un poco de portugus, italiano y algo de francs. Le haban hablado del Laberinto y de Carmencita. La amistad con Toms fue inmediata, porque el hombre de mar quera conversar; mezclar las arenas con los tmpanos, las ciudades con la selva, el pasado con el futuro, como si buscara hacer crecer el mundo dialogando. Joyce vena de Galway y traa en las entraas un calorcillo que lo haca rezar el pedido de siempre en el pub de la Sherring St. despus de la misa de los das domingo. Volio una pinta de Guiness. Sorry, mais un piccolo mosto puedo ofertar a mesi contest la mesalina de mil hombres y siete lenguas mezcladas por el amor. Merci dijo el lobo de mar, mostrando los incisivos Anque cuatro glasses, por favor. Cuatro? Oui. Para ti, l, m y otro friend, also. Vendr alguien ms? May be. Toms le ofreci la diestra al irlands y le dijo su nombre. Quera a los isleos ms decididos del mundo. Carmencita, por su parte, tambin los conoca y esperaba que el marino supiese degustar el pipeo blanco de Coelemu, hecho de uvas pisadas por hombres sonrientes, con aquel movimiento incansable, tan parecido a la danza irlandesa, de manos prohibidas y pies enloquecidos. Careful advirti Toms.

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Por qu? fue la pregunta inocente. The summerwine. Es turbio y pone as la cabeza, you know what I mean? El marino agradeci la advertencia y alz un brazo tatuado para

brindar por las estrellas. Nombr todas las constelaciones y desapareci el primer botelln de tres litros. Estaba feliz. Reconoca en el mosto los rigores de la vendimia y llenaba tambin los vasos con las imgenes del ocano, por respeto al pipeo. Una hora y media ms tarde, las uvas pisadas empezaron a colgarse de los prpados. John Joe Joyce estir una mano, cogi el vaso virgen del friend fantasma y se lo bebi sin paladear. Despus explic que casi nunca se lo tomaba, pero que sta era una ocasin especial. El mundo ya no era el mismo. Haba crecido. Les contara una historia antes de dormir. A media lengua y con cuatro idiomas cruzados, Joyce narr para sus amigos la increble historia de su Leprechaun. What? exclam Toms. Leprechaun. Las palabras le llegaban a Carmencita desde un horizonte lejano, como empujadas por el oleaje en alta mar. Frase tras frase, se fue quedando dormida. Toms tena los ojos muy abiertos y haca esfuerzos por entender la narracin maravillosa. Un Leprechaun es un gnomo pequeo, barbudo, como un nio anciano, que se aparece a los irlandeses. Entonces es impulsivo y paciente al mismo tiempo. Sabio y atolondrado. Lento y veloz. Serio y travieso. Pero, sobre todas las cosas, obediente. Si uno se lo encuentra tiene suerte, pero hay que mirarlo siempre directo a los ojos para que diga la verdad. Tratar de confundirnos, de hacernos preguntas estpidas para que miremos a otro lugar. Debemos ser firmes y ordenarle que nos diga dnde nace el arco iris. El sabe. Ah est toda la riqueza del mundo. Salud por mi Leprechaun! Carmencita dorma. Toms pestaeaba luchando contra el cansancio para escuchar la historia. Joyce, ms sobrio mientras ms beba, dijo

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susurrando que el arco iris tena dos nacimientos y dos muertes simultneas, porque era eso antes que nada: un arco. Dijo que los irlandeses haban vuelto a la infancia despus de tantos aos de dominacin y que esto, como todas las cosas, tena un aspecto bueno y uno malo. El malo era evidente. Tenan hermanos mayores que daban las rdenes. El bueno: crean en el Leprechaun. Se haban envejecido y, despus de los siglos, eran nios. Nios ancianos. Cada uno era un Leprechaun. Y el arco? S, el arco. Nace en el fondo de cada par de ojos cuando los espritus dialogan, dijo. Hay que mirarse las pupilas al hablar. Despus de un rato, desde esa oscuridad, aparecer un nio. Ah est toda la riqueza del mundo. John Joe conoce, dijo, y as es como es. A continuacin se qued dormido. Cuando Toms y Camencita despertaron, todava estaban ebrios y el piso se les mova sacudido por el oleaje del pipeo. Joyce se haba marchado. John Joe is gone dijo la puta. S, y tambin el friend. Toms! Fue cierto o so con un leprecn? Cmo me duele la cabeza! Era chiquito, pero viejo y con barba. Apenas te escucho y tambin se me parte la cabeza. Vamos. Maana me contars. No terminaban de desvestirse cuando alguien toc a la puerta, con suavidad, con respetuoso pudor. Era algo muy inusual, pues se cuidaba con celo la intimidad de la cual dependa el negocio en el lupanar. Toms abri la puerta del dormitorio y se encontr con unos ojos pequeos, muy redondos, que lo miraban interrogantes. La frente pareca curtida por el viento de alta mar. La nariz era roja, la barba muy blanca, rizada, y la estatura de ochenta centmetros, no ms. T eres el Leprechaun susurr Toms, afirmndose en el marco de la puerta para no caerse.

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T eres Tomasso contest el gnomo, a media lengua. Pero, cmo? exclam Carmencita - Lo so o lo escuch? Lo escuchaste en sueos sentenci Toms, sin duda. No Joyce? pregunt el Leprechaun. John Joe is gone repiti Carmencita. Shit! Trataron de discutir con el Leprechaun acerca de su incierto

destino como creatura escapada de un semisueo, pero el cansancio los venci una vez ms. En la maana, mientras desayunaban, llegaron a un acuerdo. El Leprechaun se quedara con Carmencita, oculto en la cumbre del prostbulo y Toms buscara pistas del irlands hasta encontrarlo. No deba estar muy lejos. Adems, bastaba con hacer un viaje corto hasta Penco, el puerto ms cercano, y buscar algn barco extranjero. Cosa de algunos das. Toms se despidi de su amada y le dio un abrazo al Leprechaun. Cada vez que lo miraba vea el rostro de John Joe con ese gesto inconfundible de nio barbudo. Al da siguiente Toms fue detenido por los milicos. Le dijeron que haba violado la ley de control de armas. Lo bajaron del bus que lo conduca a Penco. Fue visto dos semanas despus en la isla Quiriquina desde donde desapareci para no volver nunca ms. Carmencita no tuvo mejor suerte que su amor. Dos das antes del golpe de estado, vinieron a buscarla, invocando la misma ley. Era de noche. Sinti los vozarrones y las pisadas en los pasillos del laberinto y corri hacia la cumbre. Tom el cuaderno de los sueos, se lo entreg al Leprechaun, abri la ventana del techo, se subi a una silla sobre una mesa, alz al gnomo y se lo entreg a las constelaciones que nombr John Joe mientras brindaba por la amistad y un mundo ms grande.

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Fui compaero de Toms y Carmencita, seor juez. Supongo que ellos tambin estn en sus expedientes. Pero no busco sus huesos. Podr entenderme? Busco al Leprechaun y el cuaderno de los sueos. Ambos continan desaparecidos. Espero encontrarlos. No importa cunto me demore. No pueden envejecer.

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