Cagliani Martin - Conspiracion Zombie
Cagliani Martin - Conspiracion Zombie
Cagliani Martin - Conspiracion Zombie
Martn Cagliani
RELATOS
Sherlock Holmes contra los Zombies .............................................................................................. 4
Jun 20 2009
Lovecraft contra los zombies .......................................................................................................... 16
Jul 11 2009
Freud y Charcot contra los zombies .............................................................................................. 27
Ago 09 2009
La granizada de los Muertos .......................................................................................................... 34
Oct 12 2009
Julio Verne y Allan Quatermain contra los Zombies ................................................................... 37
Nov 02 2009
Estbamos los dos solos, pero Holmes ocup casi por entero el coche con una pila de
peridicos. Uno a uno fue leyndolos detenidamente, tomando de tanto en tanto apuntes y
reflexionando sobre algunos detalles hasta que dejamos atrs la estacin de Reading. De
pronto hizo una pila con todos ellos y lo deposit en el portaequipajes.
Oy hablar algo del caso? me pregunt.
Ni una palabra. Hace das que no leo un diario.
Acabo de echar un vistazo a los peridicos ms recientes a fin de conocer los detalles, pero
la prensa londinense no ha dado un relato completo. Por lo que colijo, parece ser uno de esos
casos sencillos que resultan extremadamente difciles.
Eso suena un tanto paradjico.
Pero es profundamente cierto. Casi siempre lo singular constituye una clave. Cuanto ms
insignificante y vulgar es un delito tanto ms difcil es resolverlo. Un hombre ha
desaparecido, Watson.
Se trata de un asesinato?
Ya estaba muerto.
Un robo entonces.
No es tan simple, ya ve. Ha desaparecido tambin el cuidador del cementerio y unos
cuantos muertos con l.
Entonces son muchos los desaparecidos?
Segn los datos que poseo, querido Watson, el caso parece ms complicado que eso. Le
explicar en pocas palabras lo que s. El valle de Boscombe es una zona campestre, no muy
distante de Ross, en el Herefordshire. El principal terrateniente es un tal John Turner, que
hizo fortuna en Argentina. Una de las granjas de su propiedad, la de Hatherley, la arrendaba
al seor Charles McCarthy, quien tambin hizo algunos viajes a Argentina.
Turner particip comerciando activamente durante la Conquista de la Patagonia que realiz
Argentina desde 1879 y que ahora est terminando de pacificarse. Sepa, Watson, que
murieron muchos indgenas en esa campaa, para que los terratenientes pudiesen tener ms
tierras. Turner aprovech la ocasin y comerci bastante para traer alimentos a los
trabajadores industriales britnicos, y para vender suministros a las tropas. Pero ya hace seis
aos que retorn. Sin embargo McCarthy viaj nuevamente a la Argentina y volvi hace poco
de all.
Al parecer sali una maana y se dirigi a la laguna de Boscombe, un pequeo lago,
formado por las aguas que se desbordan del arroyo que recorre el valle. Fue con su criado, y
no volvi con vida del paseo.
Lo ms extrao es que se dej el cuerpo en el cementerio local a pasar la noche, para ser
enterrado al da siguiente. Pero cuando las familias McCarthy y Turner llegaron all a las seis
de la maana, no slo no estaba Charles McCarthy, sino que faltaba el cuidador del
cementerio, as como cuatro de los muertos ms recientes. La polica crey en un principio
que el cuidador haba huido con los cuerpos para venderlos a algn anatomista londinense,
pero al parecer los muertos no haban ido a ningn lado.
La laguna de Boscombe est rodeada por una espesa foresta, con una franja de pasto y
juncos en la orilla. Segn se recoge en el peridico del da de ayer, una nia de catorce aos,
llamada Patience Moran, hija del cuidador de la finca de Boscombe, se encontraba en uno de
los bosques recogiendo flores. De acuerdo con su declaracin, mientras se hallaba en ese lugar
vio al seor McCarthy del otro lado del lago caminar de forma espasmdica. No iba solo, sino
que lo acompaaban otros tres hombres, todos muy desaliados.
No estaba muerto? pregunt.
Justamente, querido Watson. La nia vio al supuestamente fallecido McCarthy, un da
despus de su desaparicin, caminando por la orilla del lago como haba hecho justo el da
antes de morir. Esta investigacin es como para algn cazador de fantasmas, pero la familia
Turner y la del mismo McCarthy creen que puede estar con vida, y me han llamado a que
solucione el misterio.
Fantasmas, Holmes? dije azorado.
Usted sabe, Watson, que disfruto las historias sensacionalistas. Pero veremos, noms llegar
a la regin, que todo tendr una explicacin racional. De sobra me conoce usted para creer
que alardeo cuando digo que confirmar o destruir la teora de los peridicos locales
valindome de medios que ellos son totalmente incapaces de emplear e inclusive de
comprender. Para citar el primer ejemplo que tengo a mano, percibo con claridad que la
ventana de su dormitorio, Watson, est a su derecha.
Cmo diablos...?
Mi querido amigo, lo conozco a usted bien. S la pulcritud militar que lo caracteriza. Usted
se afeita todas las maanas y en esta poca lo hace a la luz del da. Pero veo que el lado
izquierdo de su cara est menos bien afeitado que el derecho, lo que significa que esa mejilla
recibi menos luz que la otra. Lo digo a manera de ejemplo trivial de observacin y
deduccin.
Y cmo nos ayudar la observacin y la deduccin a desentraar este misterio de
desapariciones y muertos vivos? pregunt.
Ya veremos, Watson. La familia McCarthy y el mismo John Turner nos esperan en la
estacin de Ross. Podremos interrogarlos, y descubrir el misterio con una simple serie de
preguntas y respuestas. Para ms, Watson, mire en este peridico de aqu Busc entre la
pila, se dice que la polica local interrog al criado, un francs llamado Bergs, que pudo
escuchar las ltimas palabras del muerto y lo vio morir de un ataque al corazn. Le leo: el
seor McCarthy me pidi que tomase su frasco y que le untase entre los ojos con un trozo de
carne putrefacta que haba dentro.
Holmes ri suavemente por lo bajo y se recost sobre el asiento acolchado.
Pura supersticin continu. En otro lado deca que McCarthy no iba a ningn lado sin
ese frasco que haba trado de su viaje a la Patagonia. Segn pude deducir de diversos
detalles esparcidos en los peridicos londinenses y locales, el fallecido McCarthy haba vuelto
de su viaje el seis de julio. Ya que McCarthy antes de morir le cont a su criado sobre un
terremoto en el Ro de la Plata2.
Un terremoto en el Ro de la Plata? Segn tengo entendido no hay ni siquiera montaas
por all.
Usted es un hombre de mundo, Watson, pero si estuviese atento a la prensa, sabra que el
da 5 de junio ocurri un terremoto, aunque no lo crea, en esa regin de Sudamrica. Y en
diversos peridicos se dice que haca slo seis das que el muerto haba retornado de Buenos
El terremoto del Ro de la Plata se produjo el 5 de junio de 1888 a las 3.20 UTC-3, con una magnitud
de 5,5 en la escala de Richter. Su epicentro estuvo en 34360S 575359O, su hipocentro a 30 km de
profundidad, a 15 km al sur suroeste de Colonia del Sacramento y 41 km al este de Buenos Aires.
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Aires. Hoy es 12 de julio de 1888. Y el viaje entre Londres y Buenos Aires no suele durar ms
de un mes. Todo encaja.
Eran casi las cuatro cuando, despus de haber atravesado el ancho y resplandeciente Severn3,
llegamos por fin a la bonita poblacin campesina de Ross. Nos esperaba en el andn un
hombre flaco, con mirada furtiva. Su ropa color castao y polainas de cuero evidenciaban a
un poblador de la zona, segn coment Holmes.
Era un criado de la familia McCarthy. Nos llev hasta La espera, hotel donde se nos haba
reservado una habitacin. Luego de acomodarnos, bajamos al palier donde el criado todava
aguardaba para llevarnos al lugar de los hechos.
Pero cuando Holmes comenzaba a encender su pipa, se precipit en el hotel una de las
jvenes ms encantadoras que he visto en mi vida: brillantes ojos de color marrn; labios
delgados; y una nariz fina, todo en ella mostraba que su natural reserva haba sido vencida
por la agitacin y la preocupacin.
Oh! Seor Sherlock Holmes! exclam, mirndonos a uno y otro, hasta que finalmente su
intuicin femenina dio con mi amigo. Me siento muy feliz con su llegada. Vine
expresamente a decirle que estoy segura de que resolver este misterio. Y sin duda descartar
todas las barbaridades que se estn diciendo sobre la familia McCarthy, y sobre James en
particular.
Se trataba de la seorita Turner, quien tena una relacin con James McCarthy, hijo del que se
crea un muerto andante. Ante la consternacin de Holmes y ma, la joven nos relat de forma
apresurada y atolondrada todas las suposiciones que se haban hecho tan slo en el curso del
da. Algo que Holmes no haba podido leer en los peridicos matutinos.
Los pocos habitantes de la regin estaban convencidos de que el fallecido McCarthy haba
trado alguna especie de maldicin de su viaje por la Patagonia, y que haba lidiado con
malos espritus. Tambin acusaban a James de nigromante.
Podra ver a su padre, seorita Turner? pidi Holmes.
Temo que el mdico se lo impida.
El mdico?
S, no se ha enterado usted? En estos ltimos aos mi padre no se siente bien de salud y
este suceso lo ha quebrantado por completo. Ahora est en cama. El doctor Willows dice que
su estado es serio pues ha quedado con los nervios destrozados. El seor McCarthy era el
nico hombre de los que conocieron a pap en los tiempos de la Patagonia, que todava viva.
Pero igualmente James lo espera en el cementerio, donde ocurri aquello. Para que usted
pueda ver todo con sus propios ojos.
Gracias, seorita Turner.
Ahora tengo que irme a casa. Como le dije, mi padre est muy enfermo y me extraa
cuando lo dejo. Adis y que el Seor lo ayude en su empresa.
Sali del hotel en la misma forma impulsiva con que haba entrado. Omos el ruido del coche
que se alejaba calle abajo.
El barmetro est muy alto me dijo Holmes mientras mirbamos al criado, que ya se
haba puesto de pie y nos observaba con paciencia. Es importante que no llueva antes de
Ro Severn (Reino Unido), el ro ms largo ro del Reino Unido (354 km), que desemboca en el
estuario del Severn; es el ro que dio el nombre a otros ros en las antiguas colonias del Reino Unido.
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que podamos llegar al lugar del hecho. Por otra parte, cuando se est frente a un trabajo como
ste, conviene encontrarse en las mejores condiciones, y yo no quisiera ir ahora, cansado por
el largo viaje que acabamos de hacer.
Permtanme interrumpirlos, seor Holmes dijo el criado. Pero me ordenaron que le
dijera que es de suma importancia que est hoy mismo en el lugar, sino podra ser peligroso.
El seorito McCarthy lo espera.
Decidimos ir. El cementerio estaba bastante alejado del pueblo. Nos llev unos quince
minutos llegar hasta el lago, y otros quince rodearlo, ya que el cementerio estaba casi pegado
a la otra orilla. El camino estaba en mal estado, as que me alegr cuando por fin pudimos
descender del carruaje.
All nos esperaba un joven bien parecido, con pesadumbre en el rostro, pero con postura
erguida de caballero.
Seor Holmes, le agradezco muchsimo que haya venido. La polica no le presta atencin al
suceso, ya que lo han dejado en manos de Scotland Yard que est siguiendo una pista de un
vendedor de cadveres en Londres.
Nos hizo rodear el edificio de entrada al cementerio, que por lo que pareca haba sido alguna
vez una casa, ahora vaciada por dentro para oficiar los velorios. Atrs se extendan las
tumbas, sin orden aparente. Eran muchas para ser una poblacin tan pequea. El joven James
dijo que era por ser una regin muy antigua, y que en la plaga de 1637 haba muerto mucha
gente all.
Nos mostr las cinco tumbas vacas. Todas haban sido cavadas recientemente. Se vean los
cajones abiertos, como si los hubiesen arrancado. Al parecer los otros cuatro muertos
desaparecidos haban fallecido en los das anteriores, y todava no se haba rellenado las
tumbas.
Holmes no pareca prestar atencin al relato, estuvo observando de cerca las cinco tumbas y
los cajones.
Mire las tapas de los cajones, Watson. Estaban araados. Imagino que estar
familiarizado con el trmino catalepsia4.
Sin duda, es cuando una persona yace sin seales de vida en su interior, como si
estuviese muerto. Holmes! Est usted diciendo que estos cinco hombres en realidad
estaban vivos y fueron confundidos con muertos?
Es una posible explicacin, querido Watson. Pero igualmente nos deja afuera al
desaparecido cuidador, y tampoco explica por qu estos hombres vagan por el lago y no han
vuelto a casa.
La catalepsia es un estado biolgico en el cual la persona yace inmvil, en aparente muerte y sin
signos vitales, cuando en realidad se halla en un estado consciente, el cual puede a su vez variar en
intensidad: en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de conciencia, mientras que
en otros pueden ver y or a la perfeccin todo lo que sucede a su alrededor. Puede ser producida por
el mal de Parkinson, epilepsia, por efectos de la cocana, esquizofrenia, entre otros. Alternativamente,
el individuo podra presentar signos vitales, pero es incapaz de controlar sus extremidades. Los
sntomas pueden ser: rigidez corporal, el sujeto no responde a estmulos; la respiracin y el pulso se
vuelven muy lentos, la piel se pone plida. En gran nmero de casos, este estado lleva a creer que la
persona que padece un ataque de catalepsia ha fallecido. En un nmero de casos no determinado, este
fenmeno llev a enterrar a personas que an estaban con vida, pero no demostraban signos vitales.
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Seguimos explorando los alrededores. El valle de Boscombe era una regin alta, pero
igualmente el calor del verano nos estaba afectando, todos nos sentamos ya cansados. El
joven James nos hizo conocer que se nos esperaba a cenar en la residencia de los Turner a las
18.30, y ya eran casi las 18. As que decidimos continuar las pesquisas al da siguiente.
El viaje hacia la residencia Turner fue ms corto que hasta Ross, era la casa ms cercana a la
laguna. Durante el trayecto el joven James nos confirm las suposiciones sobre la vuelta del
fallecido McCarthy, el relato sobre el terremoto en el Ro de la Plata y algo sobre su estada en
Patagonia.
En la casa ya nos esperaba la mesa servida. En la residencia Turner slo vivan la seorita
Turner y su padre John Turner, junto con un gran nmero de criados. El anciano Turner
permaneci en la habitacin, al cuidado del doctor Willows, ya que al parecer estaba ya
agonizando.
Luego de la cena, la seorita Turner, muy amable a pesar de la tristeza que se le notaba en el
semblante, nos invit a fumar un cigarro y beber un brandi en el porche de la casa.
El sol se estaba ocultando bajo el horizonte, cuando lleg corriendo un hombre, que se detuvo
en el porche sin aliento. Miraba fijo al joven James.
Joven dijo, con el aire entrecortado. He visto a su padre, y a los otros Vienen hacia
aqu, ser mejor que entren todos!
Crowder est usted loco? pregunt James, y asum que sera el guarda de caza del que
ya nos haba hablado. Vamos a buscarlo.
Crowder, un hombre de edad avanzada pero de gran porte, se interpuso entre la escalera y el
joven James.
Joven James, por favor, hgame caso. No sabe usted No le recomiendo ir, eso ya Ya no
es su padre.
Pero qu dice, hombre, no sea supersticioso qu estuvo escuchando en el de pronto
dej de hablar, y tena la mirada clavada por detrs de Crowder. Todos miramos en esa
direccin.
Recortadas sobre el atardecer, se vean seis siluetas negras que caminaban de forma
espasmdica, y con lentitud. Dos de ellas iban rezagadas, y arrastraban los pies.
Su padre me atac, y tambin el pobre y buen Smith El cuidador del cementerio.
Queran morderme, joven James. Ser mejor que entremos.
Holmes y yo habamos permanecido al margen hasta ese momento, cando fue clara la visin
de esos seis no s si llamarlos hombres, ya que se notaba que la vida haba abandonado sus
cuerpos en la misma forma en que se movan. Les costaba hacer coordinar los miembros, y
parecan hacer un gran esfuerzo por mantener la cabeza quieta.
Holmes, esos hombres parecen tener alguna extraa enfermedad.
No! grit Crowder, al tiempo que se acercaba de espaldas a la puerta de la casa. Les he
disparado, le dispar a su padre, joven James. Tres veces, y mire usted. Sigue andando.
Padre dijo James, bajando la escalera del porche. Padre, qu sucede?
McCarthy estaba a slo seis pasos de su hijo, un poco detrs iba el cuidador y, como si de una
formacin de golondrinas se tratase, seguan los otros cuatro detrs.
Joven James, por favor, entre deca Crowder, casi con un hilo de voz. Levant la
escopeta, reemplaz los dos cartuchos vacos con dos nuevos, y apunt hacia la lnea de los
recin llegados.
James segua intentando hablar con su padre, mientras este se acercaba hacia l. Vi a Holmes
preparar su bastn. Ya en otras ocasiones haba visto de lo que era capaz con ese simple
bastn, gracias a su dominio del Bartitsu5.
Finalmente McCarthy lleg junto a su hijo y estir los brazos en lo que pareca un abrazo, al
menos as lo interpret el joven James. Pero enseguida el padre mordi el cuello del hijo. El
joven logr desembarazarse de su padre, y retrocedi de golpe. Se tomaba el cuello por
donde sala abundante sangre.
Crowder hizo fuego sobre McCarthy y lo arroj al suelo, luego dispar sobre Smith, y
tambin lo revolc sobre la tierra. Los otros cuatro ni se inmutaron, seguan con el paso lento
y convulsivo. Ante nuestro asombro, los dos hombres que haban recibido disparos certeros,
se levantaron como si nada hubiera sucedido y comenzaron a caminar nuevamente.
El joven James le gritaba a su padre, y no dejaba de tomarse la herida, que perda abundante
sangre. Yo corr junto a l y con la ayuda de Holmes lo subimos al porche y entramos a la
casa. Crowder nos sigui, trab la puerta, y empez a dar rdenes a los criados para que
cerrasen las ventanas.
La seorita Turner no poda creer lo que vea y lo que escuchaba de boca de Crowder, que no
dejaba de referirse a los muertos vivos.
Todos nos tranquilizamos una vez que logr estabilizar al joven James con un buen vendaje.
Ni un segundo descansaron los hombres de fuera, aporreando sin cesar la puerta, que por
suerte era maciza.
Holmes me ayud en un principio a curar al joven James, pero luego lo suplant la seorita
Turner. l entonces se sent y encendi su pipa como si no sucediese nada alrededor. Pens y
pens durante todo ese tiempo que habr sido casi una hora.
Una de las criadas, casi muerta temblando de miedo, nos trajo una copa de licor a cada uno.
Qu es eso que hay all fuera, seor Holmes? pregunt la seorita Turner.
Claramente, ya no es mi padre. Algo se apropi de su cuerpo dijo el joven James.
No saquemos conclusiones apresuradas cuando puede hacerse un anlisis racional, sin
inmiscuir a la supersticin dijo Holmes. Lo que hay all fuera son muertos vivos, o
muertos vueltos a la vida de alguna forma. Ya lo haba notado en los cajones, donde se vean
marcas de haber sido abiertos desde dentro. Estaban araados y arrancados. Imagino,
querido Watson que descartamos la catalepsia, ya que no creo que entre sus sntomas se
encuentre el resistir disparos de escopeta, no?
Para nada respond. Pero tampoco conozco razn alguna para que ningn ser vivo
pueda resistir semejantes disparos sin siquiera inmutarse. Esos hombres est claramente
muertos, Holmes. Pero por alguna razn, algo los mantiene vivos. Es como cuando se le pasa
electricidad a una rana, que sus miembros se mueven. He realizado ese experimento cuando
nio. Estos muertos vivos parecen moverse del mismo modo, como si fueran espasmos
elctricos.
Puede ser alguna bacteria, Watson? dijo Holmes. Su pregunta me sorprendi, no saba
que pudiese estar al tanto de los trabajos de Gottfried6 o Pasteur7 con las bacterias.
muy infecciosas, ya que tanto en el caso del mdico del seor Turner como con el joven
James, una simple mordida les ha ocasionado la muerte, y luego el ser convertidos en
zombies por estas bacterias.
Puede ser, Holmes. Pero si es as podramos estar ante una epidemia. Y si todos los
muertos comienzan a levantarse? Esto podra ser peor que la peste.
Por lo pronto sabemos que destruyendo el cerebro logramos desarticular a estos muertos
vivos dijo Holmes. Sugiero que subamos con armas los tres y nos ocupemos de los
muertos vivos de arriba, luego tendremos que lidiar con los de afuera.
Crowder fue en busca de ms armas, y trajo un rifle para mi amigo y un revolver para m.
Con l llegaron tres sirvientes que se ocuparon de la seorita Turner. Subimos lentamente la
escalera con Crowder a la cabeza, y Holmes detrs.
El primer piso estaba oscuro. Crowder tom una lmpara de aceite de una mesa cercana y la
encendi. Me la dio a m, que no necesitaba usar ambas manos para manejar mi arma.
Mientras l y Holmes corran el mueble de la puerta yo iluminaba y apuntaba.
Apenas se corri unos centmetros, asom una mano que recibi un disparo certero de mi
revolver. Pero no pareci sentirlo, siquiera, a pesar de que perdi un dedo. Segua metiendo
las manos y brazos, a medida que corran el mueble. En cuanto se vio la cabeza dispar, e hice
blanco en plena frente. El zombie se desplom como libro gordo.
Bien hecho amigo dijo Holmes, y se asom a la habitacin con el rifle delante. Vio al
anciano en el suelo, y le apunt. Pero Crowder lo detuvo.
Por favor, seor Holmes. Permtame. Serv a este hombre durante toda mi vida. Si algo se
ha apoderado de su cuerpo, quiero ser yo quien lo libere.
Dispar ambos cartuchos de la escopeta sobre la cabeza de su antiguo patrn, con tanto
ahnco que me hizo dudar si lo haca por fidelidad o por deprecio.
Los tres nos quedamos en silencio mirando a esos dos hombres de sociedad abatidos como
perros rabiosos. Tan absorto estaba que casi salt del susto al sentir la mano de la seorita
Turner sobre mi hombro. Me di vuelta apuntando con el arma, pero la joven slo lloraba y
lloraba ante la visin de su padre destrozado.
Terminemos con esto de una vez dije, recordando mis das de servicio militar en
Afganistn.
Tom la lmpara de aceite, y encabec la columna. Nadie prest atencin a la pobre seorita
Turner. Los tres hombres bajamos la escalera y nos dispusimos en derredor de la puerta de
salida.
Con un gesto indiqu a Crowder que abriese la puerta, mientras yo iluminaba y apuntaba. A
mi lado Holmes haca lo propio con el rifle. Apenas se abri la puerta, tres de los zombies se
abalanzaron sobre nosotros.
El difunto McCarthy se arroj sobre m, y me hizo trastabillar. Ambos camos sobre la
lmpara de aceite. Logr correrme y ponerme de pie al instante, pero McCarthy haba cado
de lleno sobre la lmpara y se estaba incendiando.
No pareca darse cuenta de que el fuego lo consuma, ya que se puso de pie como si nada
sucediese, pero tan slo unos segundos despus cay desplomado como si alguien le hubiese
disparado a la cabeza. Pero ciertamente yo no lo hice, y mis compaeros estaban ocupados
disparando sobre los otros zombies.
No tuve tiempo de reflexionar sobre el asunto, ya que era obvio que mi amigo necesitaba mi
ayuda. Un par de disparos despus, ya estaban los seis zombies muertos. Realmente muertos.
Con la ayuda de algunos sirvientes conseguimos extinguir el fuego que consuma al finado
McCarthy. Y todos quedamos como petrificados, respirando agitadamente, y mirando fijo la
cosa negra y chamuscada que yaca en el suelo. La seorita Turner baj lentamente la
escalera, y todos la seguimos con la mirada.
Este muri por el fuego, Holmes dije, sealando a McCarthy.
Eso agrega algunos datos que confirman la teora de la bacteria, Watson. No lo cree?
pregunt, pero de forma retrica ya que sigui hablando. Al parecer el fuego las mata, y
por eso el zombie McCarthy dej de estar activo, porque perdi a quienes se encargaban de
mantenerlo vivo.
Esto es muy serio, Holmes. Tendremos que avisar al gobierno. Podra desatarse una
epidemia. Quien sabe cmo se esparcen esas bacterias. Tal vez podran estar sobre nosotros
mismos, esperando a que muramos para activarnos.
Debemos partir inmediatamente a Ross, Watson. Me dijo en confidencia. Hay que
hacerle saber a la Scotland Yard lo que sucede, y lo que hay que hacer. Creo que lo mejor sera
que nos disemos un bao profundo todos y cada uno de nosotros, y Creo que no queda
otra solucin que incendiar toda esta regin. La casa, el cementerio, y los campos que rodean
a la laguna.
A la tarde del da siguiente Holmes entr en la habitacin del hotel con el rostro
apesadumbrado. Yo haba preferido no acompaar a los enviados del gobierno de su
majestad para lidiar con el asunto. No quera ver cmo incendiaran toda esa hermosa regin.
Mi amigo me cont que haban evacuado a todos los que vivan cerca de la laguna y a unos
seis kilmetros a la redonda del cementerio. Todos fueron tratados como si tuviesen la peste.
Aislados en una granja cercana, y baados como animales.
Luego se organizaron incendios controlados todo alrededor de la laguna. El valle Boscombe
se convirti en un infierno. Ardieron campos, montes, casas, y el cementerio.
La noche anterior nos cost convencer a los agentes de la Scotland Yard a cargo del caso, que
los muertos que ellos buscaban en Londres no se haban ido del valle, ni tampoco estaban
realmente muertos. Tuvieron que verlo con sus propios ojos.
Pasamos el resto de la noche y parte del da siguiente entrevistndonos con cada enviado del
gobierno de su majestad que iba llegando a Ross. Si bien Holmes y yo gozbamos de cierto
respeto en el mbito gubernamental, fue el hermano de mi amigo, Mycroft Holmes, quien
logr convencer a los enviados del gobierno. l dispone de una posicin nica en el servicio
civil, como oficial gubernamental.
Watson Holmes interrumpi mis pensamientos. Creo que este es el caso ms extrao
que hemos tenido. Pudimos explicarlo racionalmente, sin duda. Pero es aceptable la
explicacin? Si estas bacterias resucitadoras vienen de Patagonia, cmo es que all en
Argentina no tienen zombies? Yo me considero un hombre informado, y no he ledo nada
semejante. No pudimos averiguar cmo ni donde McCarty ha encontrado ese frasco o lo que
haba dentro. Ni qu era ese trozo de carne putrefacta.
Permaneci en silencio unos segundos, yo esper, saba que faltaba su cierre.
Querido Watson, si no fuese tan lejos. Le dira que para cerrar el caso tendramos que viajar
a Buenos Aires y a la Patagonia. Usted sabe, mi buen amigo, que no me gusta dejar ningn
caso abierto, y esta investigacin no ha finalizado satisfactoriamente.
Tal vez ms adelante, Holmes. Tal vez.
FIN
Hace seis aos llegu hasta la Universidad de Miskatonic buscando el libro Otra
humanidad?, del noruego Galning Forsker, quien fue catedrtico de folklore e historia
antigua all durante dieciocho aos. La universidad posea el manuscrito original, con partes
no incluidas en la versin comercial. Fue esa misma institucin la que financi su expedicin
de 1910 al volcn Gunung Lawu, durante la cual desapareci este excelente cientfico. Pero
esta historia no es sobre Forsker, sino sobre un caso que pude descubrir mientras exploraba la
biblioteca.
Se trata de una expedicin a la Patagonia cuyos resultados fueron de vital importancia para
los experimentos del doctor Herbert West8, conocido como el reanimador. Pero esto ocurri
mucho antes que West comenzara sus estudios de medicina en Arkham9. Los eventos que
Herbert West: Reanimador (ttulo original en ingls: Herbert West: Reanimator) es un relato de terror
en seis captulos escrito por H. P. Lovecraft en 1922. El segundo captulo, El demonio de la peste fue
publicado originalmente en una revista de la poca como relato corto autoconclusivo, pero
posteriormente fue seguido del resto de captulos, lo que explica que cada uno de ellos sea una
historia individual sobre las andanzas del protagonista. El relato narra los resultados de las
investigaciones del Dr. Herbert West sobre la muerte y la reanimacin de los cuerpos, desde sus
tiempos de estudiante en la ficticia Universidad Miskatonic hasta poco despus de la Primera Guerra
Mundial.
8
Sin ser uno de los relatos ms largos del autor, Herbert West: Reanimador ha servido de inspiracin
para, por lo menos, tres pelculas: Re-Animator (1985), La Novia de Re-Animator (1990) y Beyond
Reanimator (2003).
9 Arkham es una ciudad literaria imaginaria creada por el escritor Howard Phillips Lovecraft y situada
en Massachusetts. Otros autores, como August Derleth han seguido utilizando dicha ciudad. El
primer relato donde se menciona la ciudad es "La lmina de la casa" (En ingls: "The Picture in the
voy a relatar sucedieron en la noche del seis de julio de 1888, consecuencia de la trgica
Expedicin a la Patagonia de la Universidad de Miskatonic.
Sobre esta ltima, les citar un extracto del diario personal de Zavar Izgatott, en el que cuenta
de forma breve el viaje hasta la zona del desastre:
Noms llegar a Buenos Aires, el 6 de abril de 1888, nos dimos cuenta lo anticuados que
estaban nuestros datos y mapas de la regin. Con alegra nos enteramos que el tren ya llegaba
hasta Baha Blanca, de forma que nuestro viaje se acortara sobremanera. En esa regin se
encontraba la Fortaleza Protectora Argentina10. Pudimos enterarnos en el camino que la
incipiente ciudad, con unas seiscientas casas, tena una poblacin de lo ms cosmopolita.
Tambin nos cont un francs que viajaba con nosotros, que Baha Blanca no slo era el fin
del ferrocarril, sino tambin el final de la civilizacin.
Nuestro mapa de la regin, copiado por Forsker de un libro gals de la Universidad, databa
de 1862, y al parecer haban ocurrido muchos cambios y eventos histricos en la regin. El
gobierno local haba conquistado toda la Patagonia y se haba deshecho de los indgenas,
House")Escrito el 12 de Diciembre de 1920. Publicado por vez primera en verano de 1921( Con fecha
de Julio de 1919)
10 La Fortaleza Protectora Argentina o Fuerte Argentino fue fundada el 11 de abril de 1828 por el
coronel Ramn Bernab Estomba, siendo el origen de la ciudad de Baha Blanca en la Provincia de
Buenos Aires, Repblica Argentina.
dejando el camino casi desierto hasta nuestro destino. Pero esa regin estaba abandonada a la
buena de Dios.
En el hospedaje entramos en conversacin con un comerciante ingls de lo ms dispuesto. Su
nombre era Charles McCarthy. Luego de casi una noche entera que pasamos en vela
conversando con l, lo contratamos como gua, ya que haba participado en la Campaa del
Desierto, como llamaban all la guerra entre argentinos e indgenas.
Nos llev primero hasta una isla en medio del ro Negro llamada Choele Choel. Nombre
curioso, que en la lengua de los locales, los mapuches, significa espantajo de resaca, que haca
mencin a las formas fantasmales que adoptan los residuos que dejan las crecidas del ro.
All estuvo tambin Charles Darwin, en su viaje de 1833!
Nos reaprovisionamos en un pequeo pueblito de la isla, y seguimos el curso de los ros, que
era el camino ms seguro, segn McCarthy.
Nuestra idea, como lo haba planeado Forsker, era llegar hasta la zona del lago conocido
como Nahuel Huap. El primer lugar a explorar, segn los estudios de Forsker, era una isla
de ese lago donde crea que haba existido un punto telrico durante los tiempos de los
primigenios. Seguramente all habra algn resto arquitectnico de esa antigua raza.
Pero desde la llegada al lago ya no pudimos confiar en McCarthy. Descubrimos pequeos
engaos que nos haca, y cuando entramos en contacto con indgenas de la zona a orillas del
lago, ya no sabamos si realizaba una buena traduccin, o si estaba planeando algo. Fue una
noche, luego del primer encuentro con los locales, los pehuenches, en que McCarthy nos
mostr algo que un chamn de la zona le haba dado. Segn dijo lo haba conseguido en la
isla a la cual nos dirigamos. No le cremos.
No existe ms informacin de primera mano sobre la Expedicin a la Patagonia de la
Universidad de Miskatonic. Lo poco que se puede saber sobre esa aventura cientfica, lo
sabemos por los escritos de Forsker, y por los documentos que l guard en su coleccin
personal. Nada de esto se ha publicado. El extracto que acabamos de leer es una hoja
arrancada que est adosada a un manuscrito del mismo Forsker titulado Evidencias de la
Patagonia Ciudad de los Csares.
El manuscrito es muy desprolijo, seguramente notas que luego arreglara. Pero lo que se
rescata es que Forsker supona que los primigenios haban dejado una especie de altares en
diversas partes del mundo, que segn l , se superponan con puntos telricos. Como l crea
que los puntos telricos no permanecen en un sitio fijo ms que algunos siglos, era muy
complicado descubrir donde estaban esos altares. Justamente la meta de su vida era
investigar, en cuanto documento caa en sus manos, la posible existencia de ruinas
antiqusimas en cualquier parte del mundo.
La primera prueba posible le lleg de la mano de un compatriota mo, Domingo Faustino
Sarmiento11. Este argentino viaj por Estados Unidos en el ao 1847. Segn cuenta la historia,
fue a estudiar el sistema educativo estadounidense. Mientras recorra Massachusetts, visit la
Universidad Miskatonic. (Puede ser, esta, una explicacin de cmo lleg una copia del
Necronomicn a Buenos Aires).
Se destac tanto por su laboriosa lucha en la educacin pblica como en contribuir al progreso
cientfico y cultural de su pas. En 1947 la Conferencia Interamericana de Educacin estableci como
Da Panamericano del Maestro al 11 de septiembre en homenaje a su fallecimiento.
11
Al parecer Sarmiento no slo se llev algunos libros de all, sino que dej otros como
donacin. Se trata de una coleccin de crnicas de los padres jesuitas que realizaron diversos
intentos de crear misiones entre los indgenas pehuenches de la zona del lago Nahuel Huap,
en Patagonia.
Por estas crnicas Forsker se enter de la Ciudad errante de los Csares12. Una ciudad
legendaria que fue buscada durante siglos por todo tipo de exploradores, y que al parecer
nunca estaba donde se supona. Lo que llev a Forsker a suponer que se trataba de unas
ruinas de los primigenios relacionada con un punto telrico. Pas aos investigando y
elucubrando teoras, hasta que consigui pruebas casi fidedignas de que poda encontrar esas
construcciones.
Convenci al decano de la Universidad para financiar una expedicin a la Patagonia, algo que
no le cost mucho, ya que recientemente una familia de Insmouth haba donado mucho
dinero para investigaciones. Forsker plane detalladamente el viaje junto con Zavar Izgatott.
Cabe aclarar quin era Izgatott, porque su nombre ha desaparecido de la historia. Este
investigador haba llegado desde Hungra con su padre a la edad de seis aos. Al ser su padre
experto en manuscritos antiguos, el joven Izgatott se cri en la universidad, y termin siendo
arquelogo y catedrtico de historia antigua de Miskatonic.
Junto con Forsker plane a la perfeccin todo, con viajes contratados y equipos alquilados.
Pero Forsker cay enfermo. La expedicin no se poda retrasar, porque no era posible quebrar
los compromisos, se perdera mucho dinero. As que el decano decidi enviar al bibliotecario
Howard Armitage como organizador, si bien la expedicin estara a cargo de Izgatott.
Forsker protest, pero nada pudo hacer ms que pedir que Armitage tomase nota de todo. A
esos dos expertos los acompaaron seis estudiantes de folklore y geologa.
La leyenda de la Ciudad de los Csares o Ciudad Encantada de la Patagonia fue el ltimo gran mito
de la conquista americana. Tuvo una vida muy larga que sobrevivi a la conquista misma. Comenz
en 1529 y dur hasta fines del siglo XVIII.
La tambin llamada Ciudad Errante, Eleln o su nombre ms conocido, Ciudad de los Csares, es a
una ciudad de plana cuadrada, como Buenos Aires; de piedra labrada y edificios techados con tejas.
Sus templos son de oro macizo. El pavimento tambin. En algunas versiones est en un claro del
bosque; en otras, en una pennsula; otras dicen que sta en el medio de un lago, con un puente
levadizo como nica puerta que le da acceso. Abunda en ella el oro y la plata, de las cuales estn
forradas las paredes. Con estos metales tambin se hacen asientos, cuchillos y rejas de arado. Tiene
campanas y artillera, que se escuchan de lejos. Algunos dicen que al lado de ella hay dos cerros: uno
de diamante y el otro de oro.
Sus habitantes son altos, rubios y con una barba larga. Hablan una lengua extraa, aunque en algunas
versiones, es el espaol. Se dedican al ocio y no tienen enfermedades. O son inmortales o slo mueren
de viejos. Algunos dicen que son exactamente los mismos que fundaron la ciudad, ya que no nace ni
muere nadie en la Ciudad Encantada. Tienen indgenas a su servicio, y algunos custodian el camino
que lleva a ella. Algunas versiones dicen que son dos o tres ciudades (sus nombres son Hoyo, Muelle
y Los Sauces). Tienen vigas para detectar la proximidad de intrusos e impedirles el acceso. Tambin
se dice que es invisible para los que no son habitantes de ella; a veces uno la puede ver si es un
hombre justo, o al atardecer; o el viernes santo. Se la puede atravesar sin siquiera darse cuenta.
Algunos dicen que es errante, o sea, que para encontrarla hay que limitarse a esperarla en un sitio.
12
En 1764 el ingls James Burgh public una ficcin sobre la Ciudad de los Csares, en la que la
describa como una utopa, como el lugar ideal.
Los detalles del inicio de la expedicin ya los vimos en palabras de Izgattot, pero lo que resta
slo podemos rearmarlo a partir del manuscrito de Forsker.
Podemos conjeturar que algo sali mal, muy mal, all en las costas del lago patagnico. Lo
que el ingls les mostr, era algo que haba conseguido en la isla a la que se supona deban ir.
Algo que los mismos indgenas haban descubierto poco tiempo atrs. Pero al parecer no
quisieron compartirlo con los extranjeros, ni queran dejarlos ir a la isla.
Ese mismo da lleg a la zona una patrulla del ejrcito argentino. Mataron a todos, se limita
a escribir Forsker. Asumimos que se refiere a los indgenas, ya que de eso se trataba la
mentada Campaa del Desierto, una masacre sistemtica de los indgenas de nuestro sur.
Despus de todo ese amasijo de datos desordenados, Forsker cambia por completo el estilo, y
cuenta los eventos de la noche del seis de julio de 1888 con extremo detalle, tanto que me
limitar a reproducir sus palabras:
El da 5 de junio recibimos un telegrama desde Buenos Aires a nombre de Howard Armitage
diciendo: Tragedia. Han muerto todos menos Izgatott y yo. Estamos volviendo en esta
misma fecha. Un mes ms tarde llegaron los dos a Arkham, totalmente de incgnito. Casi
con vergenza. Se entrevistaron con el decano de la Universidad, y se resolvi que los
resultados de la expedicin se mantendran en secreto. Incluso desaparecieron todas las
publicaciones de la Universidad que haban mencionado la partida.
Recin al da siguiente, en la noche del seis de julio pude hablar personalmente con ellos. Me
hicieron llegar una nota a mis aposentos, a manos del cuidador nocturno, Phillip Misfortune.
En ella deca que nos encontraramos en la biblioteca. Phillip me acompa, y permaneci en
la primera planta, ya que no se supona que estuvisemos dando vueltas por la universidad
de noche.
La iluminacin elctrica de la biblioteca era defectuosa. Sub hasta la tercera planta, a la
oficina de Howard. All vi a mis amigos demacrados. Mi querido compaero Zavar haba
envejecido diez aos, presentaba canas en la cabellera que nunca le haba visto. Howard
estaba encorvado, pareca un luchador romano derrotado a punto de recibir el golpe final.
Qu ocurri? pregunt al tiempo que cerraba la puerta.
Howard fue detrs del escritorio, y se dej caer sobre el asiento. Mir a Zavar, l esquiv la
mirada. Zavar Izgatott, el que andaba siempre erguido, y miraba a los ojos de una forma que
denotaba altura y liderazgo, ahora estaba derrotado. Misfortune, el cuidador de sesenta aos
que esperaba abajo, tena mejor porte que l. Me entristeci, y se debi notar, por lo que dijo
Howard.
Forsker, ni se imagina usted lo que hemos visto apenas dijo, y pareci quedarse sin
palabras. Sin saber cmo decir todo lo que guardaba dentro.
Armitage, ser mejor que se lo mostremos Agreg Zavar. Antes de que el decano lo
encierre para siempre.
Sin responder a mis ruegos de que me contaran que era lo que bamos a ver, descendimos
hasta la primera planta de la biblioteca, y all reclutamos a Misfortune, para que nos abriese el
depsito de reencuadernacin del stano.
Sobre una de las mesas haba una pequea caja de madera. Tena manchas oscuras a cada
costado. Zavar se acerc y abri la tapa. Misfortune miraba desde fuera con curiosidad, as
que Howard cerr la puerta.
Esto, Forsker, no debes hablarlo con nadie Me dijo Howard. Debemos tener un pacto
de secreto sobre la expedicin y sobre esto que hemos trado. No puedes mencionarlo en tus
estudios.
Yo miraba la caja como perro hambriento, as que Zavar me sacudi.
Galning, amigo me dijo, sin soltar mi hombro. Esto es de vital importancia. Por favor.
Nadie en el mundo debe conocer esto, y debemos hacer todo lo posible para que nuestros
colegas de Argentina tambin respeten el secreto.
Qu secreto? S, juro no hablar sobre el tema. Por favor, ya cuntenme de una buena vez
qu ha ocurrido y qu es eso.
Me acerqu a la caja. Zavar me sealaba el interior. All no vi ms que un frasco de vidrio con
algo dentro. Mi amigo se coloc un guante de cuero en la mano, y tom el frasco. A la luz
pude ver que se trataba de un trozo de carne, tal vez carne reseca.
Qu es?
No lo sabemos respondi Howard, y habr puesto alguna mueca extraa, porque dijo:
Lo que s sabemos es lo que esto hace.
Levant los hombros.
Colegas, por favor. As nos pasaremos toda la noche sin poder comunicarnos. Va a ser
mejor que venzan sus reticencias y me cuenten de una vez qu ha ocurrido. Han podido
llegar hasta la isla?
No respondi Zavar, pero fue Howard quien tom la posta:
Un ingls nos llev hasta la orilla del lago. Y nos mostr exactamente esto. Tena dos
frascos, uno se lo llev consigo cuando escap. No sabemos nada de su paradero, pero
suponemos
Caballeros, si no van por orden, no comprender nada. Un ingls? Qu haca all en el
medio de la zona hispnica?
La Patagonia es cualquier cosa menos una zona con nacionalidad Sigui Howard. El
ingls nos dijo que eso que hay all dentro Seal el frasco, son muestras de trozos de
carne que los indgenas de la zona descubrieron en la isla en unas ruinas.
Lo saba! dije entusiasmado, en aqul momento slo pensaba en mis teoras sobre los
primigenios.
S, al parecer en la isla hay ruinas, pero no llegamos a verlas dijo, Howard, y mir a
Zavar, que se haba sentado, y no apartaba la vista del suelo. Y por lo que sabemos, nadie
las volver a ver nunca. Hemos pactado con la Sociedad Cientfica Argentina que sean
ocultadas para siempre. Si llega a repetirse lo que ocurri a escala ms grande No, sabemos
qu puede ser de nuestro mundo.
Sociedad Argentina?
Eso que ve all, Forsker sigui Howard, parece ser la carne de alguna criatura. Segn
los indgenas, estaba dentro de un cofre metlico que les cost muchos das abrir.
Me miraron, esperando que yo slo hiciera la asociacin. No me llev ms que algunos
segundos.
El Ehiztari dije. Las leyendas son reales!
Se confirmaba lo que yo haba podido armar a fuerza de unir detalles de mitos de diversas
partes del mundo. Mi rompecabezas sobre los primigenios. Era la carne del terrible Ehiztari,
el cazador. La criatura que haba sido la perdicin de los primigenios, en la eterna lucha que
llevaron a cabo los dos bandos, los basoan y medialdeko. En aquel momento slo quise ir a
ver esas ruinas, slo pens en poder confirmar mis suposiciones, poder probar al mundo que
no se trataba de historias que se repetan una y otra vez en la mitologa mundial en vano.
Pero Howard me llev a la realidad.
Esa carne puede revivir a los muertos, Forsker. Los convierte en muertos vivos. Muertos
caminantes. Vimos volver a la vida a los sesenta y seis pehuenches masacrados por los
soldados argentinos.
Necesit unos segundos para asimilar lo que me acababa de decir. Yo haba entrevisto en las
leyendas, que las guerras entre los basoan y los medialdeko se haban peleado con tcticas de
necromancia. As haban convocado por error al Ehiztari, quien reanimaba los cuerpos
muertos de sus vctimas, para que lo ayudaran en su cacera. Pero l cazaba tanto a basoan
como a medialdeko, a todos los primigenios. Pero una cosa era verlo en las leyendas, y otra
que mis amigos lo hubiesen vivido.
Tenemos que probar esto dije, tomando el frasco, podramos comprobar todo lo que se
ha dicho en leyendas sobre los primigenios!
Est loco! dijo Howard e intent arrebatarme el frasco, pero yo lo esquiv. Forsker,
deje eso en su lugar. Usted no ha visto lo que le hace a los hombres.
Pero podramos probarlo en algn animal, en una rata o un gato.
Forsker, deje eso ah segua repitiendo Armitage.
Galning, por favor, deja eso en la caja para que podamos seguir hablando me dijo Zavar,
al tiempo que se pona de pie.
Vamos, me van a decir que no tienen curiosidad sobre cmo acta este compuesto?
Podramos probar lo avanzada que estaba la ciencia hace millones de aos, cuando los
primigenios rondaban nuestro planeta.
No necesitamos pruebas! grit Armitage, lo vimos con nuestros ojos, Forsker. Deje eso
ah, por por agg.
No me respondi. Solt la cuchilla, todava clavada en el crneo del cuidador. Se mir las
manos ensangrentadas, y retrocedi dos pasos. Negaba con la cabeza, pero nada deca.
Zavar, tenemos que hacer algo. Llamar a la polica, al decano, a alguien.
Mi amigo continuaba mirando fijo al cuidador, mientras negaba con la cabeza. Me acerqu y
lo sacud por los hombros.
Esto Galning. Es un desastre dijo. Yo pasamos por el cementerio de camino hacia
aqu, mira si estas bacterias o enfermedad o lo que sea, no sabemos cmo acta. Y si se
levantan los muertos? dijo al tiempo que me miraba fijo a los ojos.
Creo que debemos llamar al decano.
Zavar asinti.
Entre los dos apilamos los dos cuerpos junto a una de las mesas. Tomamos el juego de llaves
de Philip, y cerramos el cuarto de encuadernacin. Acordamos en que Zavar esperara en la
puerta de la biblioteca mientras yo iba a buscar al decano. Pero cuando volvimos, l ya no
estaba. Nunca ms volv a ver a mi amigo Zavar Izgatott.
El decano no pareci horrorizarse al ver a los dos cuerpos, incluso retir la cuchilla del crneo
de Misfortune sin mostrar asco.
Hoy me lleg un telegrama dijo mientras depositaba la cuchilla ensangrentada sobre una
mesa. Es de la Sociedad Cientfica Argentina. Debe haberles costado una fortuna, ya que
son dos pginas con instrucciones para lidiar con quienes estuvieron en la expedicin, y con
lo que han trado de la Patagonia.
Me mir fijo, me tom por un hombro y me sac de la habitacin. Luego cerr con llave.
Aqu no ha pasado nada, Forsker. Jams podr hablar de esto en ni en pblico, ni en
privado. Entendi? yo asent. No s si se da cuenta que la humanidad entera podra
perecer si este mal del Ehiztari se esparce. Al parecer es una enfermedad infecciosa. Y hay
que lidiar como con la peste. Deberemos quemar todo, y nosotros mismos quemar nuestras
ropas, y darnos un bao profundo. Pero me refiero a bien profundo. Debo verlo con mis
propios ojos, Forsker.
Y Zavar?
Yo me encargar de buscarlo y limpiarlo. No se preocupe, usted vuelva a sus primigenios,
y olvdese de lo que ha sucedido hoy aqu.
Asent. Pero como el lector se habr dado cuenta, no cumpl mi promesa y lo he dejado por
escrito. No lo har pblico nunca, pero un da alguien llegar hasta aqu buscando respuestas,
y espero que las encuentre.
As termina todo. No escribi nunca nada ms sobre el tema, y en sus libros ni siquiera
menciona a la Patagonia. Mis averiguaciones sobre el papel de la Sociedad Cientfica
Argentina y sobre la malhadada Expedicin a la Patagonia sern material de otro captulo. El
nico cabo suelto, Zavar Izgatott, no creo que lo haya sido por mucho tiempo. No se supo
nunca nada de l, pero con los antecedentes del Decano de la Universidad de Miskatonic, no
dudo que lo haya encontrado y silenciado para siempre.
El cementerio de Arkham fue totalmente removido en ese ao de 1888, segn pude descubrir.
Y entre los pacientes del Asilo mental de la ciudad, ese ao entr uno sin nombre. Muri
pocos meses despus, y su cuerpo fue donado a la Universidad de Miskatonic para
experimentos. Sin duda debe haber sido el pobre Izgatott. Sobre el Decano mucho no puedo
decir, ni siquiera su nombre, porque sus manos son largas y fuertes, no es hombre con el que
uno pueda meterse, por ms que haya muerto ya hace dieciocho aos.
FIN
Del Cueto me llev por los corredores vacos hasta el estudio de Charcot, pero l no estaba.
Lo recorr con la mirada, lo recordaba ms amplio, o sera que ahora mi casa era un poco ms
grande que ese estudio. Mientras admiraba una extensa coleccin de libros de enorme
tamao, entr el maestro Charcot.
Estaba igual que como lo guardaba en mi memoria, slo que ahora tena unos 60 aos. Era un
hombre alto. Medio encorvado, pero vivaz, alegre. Segua con ese vigor fsico y lozana de
espritu que lo caracterizaban. Tampoco lo haba abandonado la larga melena sujeta detrs de
las orejas, ahora totalmente cana. Iba perfectamente rasurado.
Freud, amigo fiel. Le agradezco mucho que haya acudido a mi llamado con tanta premura
me dijo con esos labios carnosos y esas facciones tan expresivas. Nos estrechamos las
manos con fuerza.
Admito, Charcot, que lo que ms me apresur fue la curiosidad, que me carcome desde que
le su carta hace dos semanas. Cunteme qu tiene de extraordinario este caso del que me
habl? respond en un francs oxidado.
Ms que contar, se lo voy a mostrar Freud. Sgame dijo Charcot, pero se detuvo y dio
media vuelta. Qu modales los mos, imagino que ya se habrn presentado Seal a mi
gua. Del Cueto es un neurlogo excelente para su edad, hace algunos meses que est
trabajando conmigo en este proyecto secreto. Lo conoc gracias a un intercambio de cartas de
lo ms extrao que ya le ir contando junto con los pormenores del caso.
Inclin mi cabeza hacia Del Cueto en signo de apreciacin, y l me devolvi el gesto. Charcot
se encamin nuevamente, y nosotros lo seguimos. Me hizo acordar los tiempos en que
paseaba tras l en el Hpital de la Salptrire.
Freud, la mxima satisfaccin que un hombre puede tener es ver algo nuevo, o sea,
discernirlo como nuevo. Lo que tenemos aqu es algo extrasimo que podra traer
consecuencias increblemente benficas para el ser humano, como tambin terriblemente
nefastas.
Descendimos unas escaleras y entramos en un amplio stano, poco iluminado, y totalmente
inmerso en un olor ptrido que bien podra ser de varias ratas muertas.
Ya ve usted me dijo apuntando hacia delante con la mano.
Frente a nosotros haba tres mujeres. Dos de edad avanzada en muy mal estado, y una tercera
no tan mal, de unos veinte aos. Parecan adormiladas, los ojos cerrados. Estaban
inmovilizadas en brazos y piernas por anillas de cobre contra un fondo de madera. A cada
lado de sus cabezas haba un gran imn. Los rostros casi no se podan ver, ya que tenan la
boca cubierta por una ancha faja de cuero.
Acrquese, Freud me dijo el maestro.
Las mujeres estaran a unos seis pasos de nosotros, hice tres y los retroced enseguida del
susto. Las tres mujeres despertaron de su letargo y se movilizaron como si estuviesen
posedas, en un estado de histeria increble.
Qu caso de histeria es este, Charcot?
Antes de contarle lo que pude descubrir hasta ahora, me gustara escuchar su opinin sobre
lo poco que vio.
Volv a pasear la vista por las mujeres, que ahora me miraban con ojos vidriosos como quien
ha pasado mucho hambre y observa una suculenta comida a travs de una vidriera.
Veo que son muy agresivas, y que las est tratando con metaloterapia y magnetoterapia,
como para anestesiarlas, imagino. Por eso ese estado letrgico. La agresividad e
hiperactividad se podran tratar con cocana. Yo mismo inger un poco antes de venir, para
calmar mis nervios. Son pacientes catapljicas? Sonmbulas?
Cerca respondi Charcot. El problema aqu, Freud , es que todo en estas mujeres est
muerto a excepcin del cerebro.
Un caso de anestesia histrica general? Sera una cataplexia, entonces.
No estn literalmente muertas, Freud. No corre sangre por su cuerpo, ni hay clulas
vivas. Slo el cerebro se mantiene activo, al menos hasta que se descompone por completo.
Me qued perplejo. Mire con detenimiento a las supuestas muertas vivas. Si no fuese porque
tenan los ojos abiertos y se movan, bien podran pasar por cadveres. En dos de ellas se
notaban los signos de una descomposicin avanzada, ya la piel cuarteada y con coloracin
verdosa. Y el olor putrefacto que inundaba la habitacin era seal de que las bacterias ya
haban comenzado a hacer su trabajo. Pero una de las mujeres, la ms joven pareca lozana.
Charcot no era un hombre bromista, ni que gustase de tomarle el pero a la gente, pero lo
que me deca era extrao por dems.
Estn realmente muertas? Indagu.
Tcnicamente s, Freud. El corazn ha dejado de funcionar. Aquellas dos murieron hace
una semana, y esta hace dos das. Yo mismo las vi morir en el Hospital. Pero luego las traje
aqu, y las frot con aquello que ve all seal un frasco de vidrio Y volvieron a la vida, o
a algo parecido a la vida.
Charcot, qu es eso? Ha encontrado la forma de engaar a la muerte? La vida eterna?
Nada de eso, Freud. Es lo que tratamos de elucidar aqu. Cmo puede ser que esto suceda.
Tampoco es la fuente de la vida eterna, ya que como ve estas mujeres son altamente
agresivas, y no tienen ms nocin de la realidad que un letrgico o un sonmbulo. Parecen
hipnotizadas, no?
Asent.
Hace unos meses me trajeron a un hombre en este mismo estado. Tard en darme cuenta
que en realidad estaba muerto. Lo estudi a fondo. Pero el problema es que como las clulas
de su cuerpo han dejado de estar vivas, en l se generan todos los procesos de
descomposicin de un cadver, y terminan echndose a perder en un par de semanas. Lo
extrao es que por lo general, en un cadver normal, lo primero que se lica es el cerebro, en
slo algunos das. Pero en este caso es lo ltimo en descomponerse. Por alguna razn el
cerebro sigue vivo, y mientras puede comunicarse a travs de los nervios con el resto del
cuerpo, lo sigue haciendo hasta que las conexiones nerviosas van desintegrndose.
Hizo una pausa, tomndose el labio inferior, como sola hacer en sus magnficas conferencias.
Freud. Como le dije, esto lo puedo perpetuar, lo puedo reproducir en diferentes cadveres,
lo que me hizo pensar que estamos ante algn tipo de histeria parecida a la catapleja. Es una
hiperexitabilidad neuromuscular.
Pero en un muerto?
Hace poco, gracias a Del Cueto Lo mir y el hombre sali de entre las sombras, pude
leer un estudio escrito por el doctor Watson, de Londres. En l se hablaba de bacterias que
mantenan vivo el tejido muerto. Segn sus suposiciones lo hacan emitiendo descargas
elctricas imperceptibles. Lo que yo creo es que esas bacterias, si es que existen, lo que hacen
es actuar sobre el cerebro como los microbios de la rabia que ha descubierto el gran Pasteur.
Pero estas bacterias lo que hacen es sumir al cerebro en una hipnosis que modifica el tejido.
Abate Faria, o abate Jos Custodio de Faria, (1746-1819) fue un pintoresco monje indo-portugus, de
los primeros pioneros en el estudio cientfico del hipnotismo. Faria entendi, a diferencia de sus
predecesores, que el hipnotismo estaba basado en el poder de la sugestin, y en el siglo XIX introdujo
la hipnosis oriental en Pars.
14
de sangre importante podra volver sonmbulo, o sea hipnotizado, a cualquiera. O sea que
esas bacterias pueden llegar a causar este estado letrgico.
Mir a Charcot y este asinti, aprobando lo dicho por su discpulo.
Usted sabe dije, que yo me inclino por que la hipnosis es nicamente un estado
psquico, sin que afecte de forma fsica a ninguna parte del cuerpo. Pero creo que usted ha
encontrado finalmente la prueba que necesitaba para contradecir los postulados de Bernheim.
Aunque en realidad no estamos seguros de que esto sea una hipnosis, tal vez esas bacterias
actan de otro modo. Usted lleg a ver a las bacterias?
No respondi Charcot, con sequedad. Hemos estado llevando a cabo este estudio en el
ms profundo secreto con Del Cueto, nadie puede enterarse de esto, Freud.
Pero podramos ir a ver al gran Pasteur, que si bien ya est retirado, su sabidura es
inmensa con respecto a los microbios. Si descubri una vacuna contra la rabia, podr
descubrir cmo revertir este estado letrgico o hipntico de sus muertos vivos, Charcot. Esto
podra
No podemos, Freud. No puedo decidir sobre esto. El experimento me ha sido encargado
por alguien, quien me trajo los primeros casos, y me pidi secreto absoluto.
En ese momento se escucharon pasos por la escalera que conduca al stano. Entr un hombre
de bigote largo y barba bien cuidada. Tendra unos sesenta aos, como Charcot.
Quin es este hombre? dijo el recin llegado, sealndome.
Charcot se adelant y apoy una mano sobre mi hombro.
Este hombre es Sigmund Freud.
El recin llegado pareci tranquilizarse. Luego me enter que haba ledo mi estudio sobre la
cocana, y le haba ayudado a dejar su adiccin a la morfina.
Charcot, esto tiene que terminar ya dijo el hombre. Fui elegido concejal de Amiens, y
planeo tener ahora una vida tranquila, preocupndome nicamente por mi ciudad. Quiero
que estos experimentos se terminen, y yo sea desvinculado por completo de ellos. No voy a
ver arruinada mi carrera literaria y poltica por esto seal a las mujeres.
Charcot me mir.
Freud, este hombre es
No, nada de nombres dijo. Sac un revlver del bolsillo de su casaca y acto seguido se
acerc a las muertas vivas y les dio un tiro en la cabeza a cada una. Las mujeres parecieron
morir, por segunda vez. El hombre de bigote volvi a guardar el arma, y mir a Charcot
directo a los ojos.
Joseph Lister ( Upton, Essex, 5 de abril 1827 - 10 de febrero 1912) fue un cirujano ingls y 1er Barn
de Lister. Naci en una prspera familia cuquera de Upton, Essex, siendo sus padres Joseph Jackson
Lister (uno de los pioneros en el uso del microscopio) e Isabella Harris.
Joseph Lister se percat de que la putrefaccin de las heridas quirrgicas causaba una alta mortalidad
en los hospitales, equivalente a la contaminacin de las infusiones que Louis Pasteur intentaba evitar
en la misma poca. Para evitarlo, mientras trabaj en el Glasgow Royal Infirmary, desarroll mediante
calor la prctica quirrgica de la asepsia y la antisepsia, mejorando notablemente la situacin
postoperatoria de los pacientes.
Gracias al descubrimiento de los antispticos en 1865, Lister contribuy a reducir en gran medida el
nmero de muertes por infecciones contradas en el quirfano despus de que los pacientes fueran
sometidos a intervenciones quirrgicas.
15
ocurrirme por lo que pude averiguar que ocurri en Londres con Sherlock Holmes y en
Arkham, en la Universidad de Miskatonic. Sinceramente suyo, Freud.
Diciembre, 1888.
FIN
Lo sigo.
Usted sabe, querido amigo, que me gusta que me enven peridicos de los lugares ms
distantes, y por suerte tengo algunos conocidos en el puerto que me procuran material para
mi extrao pasatiempo. Hoy me acaba de llegar una pila de peridicos de la India. De
diversas ciudades, pero sin duda el ms interesante es el de la ciudad de Bareilly, a orillas del
rio Ramganga. All cuentan, querido Watson, que el da 30 de julio ha ocurrido una granizada
tan potente que ha matado a diecisis personas. Pero no se sobresalte, ya que eso no es lo
sorprendente, sino que dicen que en la vecina ciudad de Moradabad 17, a unas treinta millas,
el mismo granizo asesin a doscientas treinta personas.
Eso ms que sorprendente, parece casi increble. Usted presume invencin de parte del
periodista?
Me huele a algo oculto, Watson. Pero no por simple intuicin, ya que dentro de la pila de
peridicos he encontrado otro de una ciudad ms distante, que se refiere al mismo hecho,
slo que esta vez por boca de un supuesto testigo que pas por Moradabad dos das despus
de la granizada.
Y qu dice ese testigo?
Se lo voy a leer textualmente, Watson. Usted me dir luego qu opina antes de que yo le de
mis conclusiones, que seguramente estarn apoyadas por su opinin previa.
Dej el libro que tena entre manos, y tom un peridico muy amplio y amarillento.
Cito: El seor Saccai Bayavaha, mercader de variedades, estuvo en el lugar de la tragedia
dos das despus. Vio con sus propios ojos el desastre, y lo que vio fueron cuerpos
destrozados por todos lados. Nios, mujeres, ancianos. Brazos y piernas separadas del
cuerpo, con trozos faltantes como si hubiesen sido mordidos. Todos con las cabezas
despedazadas y a veces directamente decapitados. Segn dice ms adelante, al parecer tal
magnitud de heridas no se vio en Bareilly, donde los diecisis muertos pasaron a ese estado
por algn golpe muy fuerte en la cabeza. En Moradabad doscientas treinta personas fueron
masacradas por una tormenta. El broche de oro es que al da siguiente fueron todos cremados
por orden de la polica.
Holmes, dej el peridico sobre su escritorio y me mir fijo mientras encenda la pipa.
Realmente me resulta increble semejante cuadro, Holmes.
Hay suficientes testigos como para descartar un invento de los periodistas agreg, y solt
una bocanada de humo.
Siendo as, mi duda es sobre la magnitud del destrozo. La fuerza de la gravedad puede
hacer estragos sobre el dbil y suave cuerpo humano, pero no al grado de desmembrar y
decapitar a la gente, o arrancarles trozos de carne.
Note, querido Watson, el detalle de que todas las cabezas presentaban laceraciones
importantes. Asent con la cabeza para darle la razn, y dejarlo que siguiese con el hilo de
pensamiento. Usted sabe lo interesantes que me resultan los hechos que se presentan como
sobrenaturales, pero a veces sin que se los muestre como tales, lo parecen. En este caso, un
simple granizo, por ms grande y fuerte que fuese, no puede hacer semejante cantidad de
destrozos. La gente habra acudido a cubrirse. Est en la naturaleza de todo ser vivo el querer
mantener esa vida.
Se puso de pie y fue hasta mi escritorio, tom un documento que haba terminado de escribir
haca poco tiempo. Lo mir apenas, y luego vir hacia m con una sonrisa llena de astucia
infantil.
Algn da deberemos retomar esta investigacin, Watson. Creo que hoy hemos encontrado
un paralelo, y no creo que sea nico. Lo que ocurri en Moradabad es un brote similar al de
Boscombe. Slo que en el nuestro los muertos vivos eran apenas seis, y aqu doscientos
treinta. No se olvide que la corona ocult el brote de Boscombe, y la limpieza a la que se
someti la regin, con un par de excusas absurdas en los peridicos. Al parecer hicieron lo
mismo en la colonia de la India. La Patagonia y Buenos Aires nos siguen esperando, Watson.
Habra que empezar a planear el viaje, Holmes.
FIN
Como en todos mis relatos me disculpo por lo burdo de mi modo de escribir. La nica excusa
que puedo presentar es que estoy ms acostumbrado a manejar un rifle que una pluma, y que
no puedo aspirar a los altos vuelos y adornos literarios que observo en las novelas. Dice un
refrn kukuana que "una lanza afilada no necesita brillo", y basndome en el mismo argumento,
me atrevo a esperar que una historia verdica, por muy extraa que sea, no necesite el adorno
de las bellas palabras.
Fue curiosa la forma en que Julio Verne y yo nos conocimos. El encuentro ocurri dos meses
antes de que partisemos hacia la Patagonia. Estaba yo en Pars dando una conferencia en la
Socit franaise d'exploration sobre mi expedicin a las Minas del Rey Salomn sin saber que el
gran escritor Julio Verne estaba entre mis oyentes.
Haba terminado la exposicin, y me logr librarme de los curiosos que me llenaban a
preguntas. Caminaba cojeando ms que de costumbre, ya que cuando me pongo nervioso la
herida me duele ms que nunca. Pero cuando levant la vista, vena hacia m un hombre que
tambin cojeaba, estara cercano a los sesenta aos, como yo, y llevaba una barba prolijamente
cortada, no como la ma que llevo descuidada.
Lo vi con intenciones de hacerme preguntas, pero yo no poda ms de dolor, as que slo
quera sentarme, y le dije en un mal francs, mientras sealaba mi pierna:
Cuando se han matado sesenta y cinco leones en el transcurso de una vida, como es mi
caso, es triste que el len nmero sesenta y seis te mastique la pierna como si se tratara de un
trozo de tabaco.
Logr sacarle una sonrisa, pero no entendi la indirecta, sigui caminando a mi lado.
Seguramente a la vista de otros pareceramos veteranos de guerra, los dos arrastrando la
pierna. Luego me enter que su herida era de bala, y nada menos que producto del disparo de
un sobrino un tanto loco.
Luego de las presentaciones de rigor, Verne cort por lo sano como lanza zul.
Seor Quatermain, le voy a ser sincero. Conoca su expedicin de antes, ya que mi editor
en paz descanse, me facilit una copia de su libro, que estn por salir a la venta en francs, as
que no vine aqu a conocer su aventura, sino a invitarlo a participar en otra.
Me sorprend, ya que en el estado que me encontraba ese da no pens que nadie me viese
como un posible aventurero, y para ser sinceros, Verne no pareca poder caminar ms de
veinte metros sin pedir una mula a gritos.
Me cont que haba pasado muy malos momentos familiares, y que su carrera de escritor
estaba en peligro por haber perdido recientemente a su editor de toda la vida, y tambin a su
madre. Por eso quera partir a comprobar unos datos que le haban llegado sobre una ciudad
fabulosa en la Patagonia. Quera comprobar en el terreno esa historia, para utilizarla en una
novela que estaba tramando.
Pero no le alcanzaba con los relatos de capitanes y exploradores, como se haba manejado
hasta ahora, sino que esta vez necesitaba viajar en persona. Como lo haba hecho siete aos
antes en su amado velero Saint Michel.
No le cost mucho convencerme, a pesar de que ya con dinero no se me poda comprar, por
las innumerables riquezas que descubr en las Minas del Rey Salomn. Pero lo que Verne
quera buscar era la ciudad inmortal, la ciudad eterna, la ciudad errante de oro y plata de los
Csares.
A pesar de que mi vida transcurri en el continente negro de frica, algo conoca sobre las
leyendas de Amrica. Sin duda que descubrir esa mtica ciudad que innumerables
exploradores haban buscado por toda la Patagonia, me traera ms fama todava que las
Minas del Rey Salomn.
Verne tena datos fidedignos de que en un lago llamado Nahuel Huapi unos indios locales
haban descubierto una entrada secreta que daba a unas ruinas. El informante era un ex
chamn mapuche devenido en explorador del ejrcito argentino, y que haba perdido a toda
su familia en las guerras de conquista. Con l deberamos encontrarnos en Carmen de
Patagones, la ciudad en el confn civilizado de Argentina, la ciudad que abra las puertas a la
enigmtica Patagonia.
Partimos slo Verne y yo, acompaados por mi fiel Jikile, el criado zul que me vena
acompaando desde haca algunos aos. Sin olvidarnos de los tres rifles Winchester, mi fusil
para cazar elefantes y una colt 45 para cada uno. Jikile, insisti en llevar su lanza ceremonial.
El viaje desde Francia dur dos meses. Hicimos escala en Ro de Janeiro y en Buenos Aires,
para terminar el recorrido marino en Carmen de Patagones. Ciudad ubicada a orillas del ro
Negro, a unos veinte kilmetros de la desembocadura de este ro en el ocano Atlntico.
No puedo decir que haya disfrutado de ese viaje en velero, ya que fue una tortura. Verne casi
no emiti palabra en los dos meses, y Jikile habl el equivalente a veinte personas. Siempre
burlndose y mofndose de Verne, de los franceses, de m, de los ingleses, de los brasileos,
de los argentinos, de quien pudiese decir algo. Obviamente, siempre en su lengua zul, como
para que slo yo debiese sufrir sus diatribas.
Con Verne nos costaba comunicarnos, ya que su ingls era casi ininteligible, y mi francs
dejaba mucho que desear, pero si yo hablaba en ingls, el me entenda bien, y yo lo entenda
cuando l lo haca en su propia lengua. As que para el da en que llegamos a las costas de la
Patagonia, el Saint Michel era una Babel andante, cada uno hablando en un idioma diferente.
Lindo espectculo habremos dado cuando nos presentamos en el nico hotel del pueblo que
se haca llamar ciudad.
Segn me pude enterar, Carmen de Patagones haba sido fundada ms de cien aos atrs,
pero no pareca haber crecido mucho desde entonces. Es que hasta haca apenas algunos
aos, haba sido una avanzada de la civilizacin dentro de un territorio hostl. Porque antes
slo se poda llegar a la ciudad por mar, ya que estaba separada por cientos de kilmetros de
la poblacin argentina ms cercana. Pero en los ltimos diez aos, el gobierno argentino
haba conquistado toda esa vasta regin, aniquilando a las poblaciones indgenas de la zona.
Verne no estaba muy informado sobre la geografa de la zona. Sus lecturas tenan veinte aos
de antigedad, y tan slo en el transcurso de los ltimos cuatro aos el mapa por completo
haba cambiado.
l vena preparado para lidiar con los indgenas de la regin, y ahora resultaba que no haba
ni uno. Segn decan los soldados con los que pudimos conversar, o mejor dicho, con los que
Verne conversaba en su oxidado espaol, nos contaron que para llegar al lago Nahuel Huapi,
deberamos seguir el curso del ro Negro, que en algn momento se encontrara con el Limai,
y este nos llevara hasta el lago.
Antes estaba cubierto de indgenas hostiles, pero ahora ya no quedaba nadie, el camino
estaba tachonado de fuertes militares. Incluso casi a orillas del lago haba uno, que no se saba
bien si segua activo y si ya haba sido abandonado, ante la virtual desaparicin de los
indgenas de la regin.
Tuvimos que esperar seis das a que el gua e informante de Verne volviese de un viaje que
haba hecho a un fuerte cercano. Alquilamos una pequea habitacin para Verne y para m, y
Jikile dorma en el establo con los caballos y mulas que ya habamos comprado para la
expedicin.
Una noche, mientras yo intentaba conciliar el sueo frente a los ruidosos ronquidos de Verne,
un hombre entr en la habitacin. Me puse de pie de un salto, con mi colt 45 ya en mano
apuntando a la cabeza.
Quieto o tus sesos decorarn la pared le dije en ingls, sin esperar que entendiese mucho.
La luz de la luna se colaba por la ventana, y me dej ver al intruso. Una cicatriz le cruzaba el
rostro desde la frente hasta la barbilla, anulndole el ojo izquierdo en el camino, que brillaba
blanco y muerto. El otro ojo estaba fijo sobre m. Dijo algo que asum que era en espaol, as
que despert a Verne.
Es nuestro gua me dijo. Lo reconozco por la cicatriz. Mi informante Vazquez, me lo
describi bien.
Baj mi arma, y los escuch hablar, comprendiendo a medias. Algunas palabras del espaol
eran parecidas al francs, pero cuando uno crea estar comprendiendo algo, se daba cuenta
que no haba entendido nada.
Ella se refiri a estos antiguos como los Primigenios. Ese Libro de Dzyan, sera lo nico que
qued de ellos. Escrito en una coleccin de hojas de palma, resistente al agua, el fuego y el
aire.
Puro sinsentido, esa mujer es una mentirosa patolgica, si hasta dice comunicarse con gente
a la distancia por medio del pensamiento. Absurdo.
No insist. Minutos ms tarde vi por la ventana a nuestro gua, parado en medio de la calle de
tierra. Fui a buscar a Jikile, mientras Verne conversaba con Lampu. Se nos unieron poco ms
tarde.
Jikile no paraba de quejarse de la falsedad de Verne al haberlo hecho dormir en el establo, y
luego defender la igualdad de los pueblos. Pero yo le aclar que haba dormido all por
decisin ma. Sigui protestando igual contra Verne, cambiando las razones cada tanto, no se
call ni siquiera cuando Verne lleg, ya que me hablaba en zul.
Pasadas las nueve de la maana comenzamos la segunda parte de nuestro viaje. Tenamos
unos ochocientos kilmetros por delante, que nos llevaran unos diez das, segn Lampu.
Nos aclar bien de entrada que no podramos trotar, ni hacer correr a los caballos por ningn
motivo. Dijo que si haba que adelantarse lo hara l, pero que nosotros ni siquiera lo
intentsemos. Ante mis dudas sobre este tema, me aclar que era peligroso, porque estaba
repleto de pozos el camino, madrigueras, que los caballos no saban ver. As es que poda
terminar el caballo quebrado, y uno perdiendo la cabeza contra el suelo, si se iba a mucha
velocidad.
No lo puse en duda, ya que estaba en terreno desconocido. Casi que me senta de ms,
porque lo nico que estaba haciendo era organizar la expedicin en detalles sin mucha
importancia que podra haber hecho cualquiera. Me di cuenta que no saba nada sobre la
Patagonia, y que era tan diferente a mi frica, que casi se podra hablar de dos mundos
aparte.
No los voy a aburrir con detalles sobre el viaje bordeando el ro Negro, ya que no pas nada
digno de mencin, ms que al atardecer del sexto da en que vimos una manada de guanacos,
una especie de venados americanos. Verne me pidi que hiciera puntera con ellos, y mat a
tres antes de que los dems se hubiesen dado cuenta.
Eso me hizo ganarme el enojo de Lampu, que no estaba de acuerdo en matar por matar, as
que fue y les quit el cuero. Debimos comernos uno esa noche ante las reprimendas del
indgena. Era carne dura, pero se coma bien. Al menos era algo fresco.
Al atardecer del noveno da llegamos a un paramo que pareca mgico. Ya se vean las altas
montaas de los Andes al fondo, y Lampu nos haba identificado el ms alto pico como el
volcn Lann.
Era un espectculo realmente bello, el tringulo blanco del volcn nevado a veces pareca
flotar en el horizonte, sin que nada lo uniese a la tierra. Pero ese pramo al que llegamos era
como una avanzada de las montaas, con montes bajos, pero con formas tan variadas que
parecan altares tallados en la roca.
Lampu lo llam el valle encantado, en su lengua, que no retuve cmo se deca. Pasamos la
noche all, y a la maana siguiente llegamos a la orilla del lago. Era increble ver cmo ese
inmenso espejo azul pareca desagotarse por el ro Limay. Una fuerte corriente de agua
entraba desde el lago al ro, algo muy extrao de ver.
Algn da se va a quedar seco me dijo Jikile.
Verne no deca ms que dos o tres palabras por da desde el evento de los guanacos, que lo
haba entusiasmado, pero al da siguiente volvi a encerrarse sobre s mismo.
Escuch a Verne preguntar algo en relacin a la isla, palabra que ya haba aprendido en
espaol. Lampu habl un largo rato.
Qu dijo? pregunt.
Verne me respondi sin dejar de mirar a lo lejos, a las aguas del lago.
A unas horas de aqu deberamos encontrarnos con una familia pehuenche, los nicos que
viven por aqu. Al parecer el fuerte Chacabuco, que estaba por aqu cerca, est abandonado
ahora. As que iremos a quedarnos con esa familia que habitan en una pradera frente a la isla.
Tendremos que fabricar una balsa o un bote.
Vengo preparado para ello me dijo, y azot su caballo para seguir a Lampu, que haba
retomado la marcha.
Comimos rico esa noche gracias a la hospitalidad de los indios. Ante mi curiosidad, nos
contaron que todo estaba hecho a base o con algo del pehun, un rbol que crece por la zona
y es sagrado para ellos. Usan sus piones para todo tipo de alimentos, incluso para algunos
remedios.
Por la maana entre todos cortamos unos troncos y armamos una balsa. La hicimos con doble
fondo de troncos ante el consejo de Lampu, ya que el agua del lago era tan fra que segn l si
caamos de la balsa podra pararnos el corazn. Ellos, sin embargo, se baaban en sus aguas
sin problema, pero Lampu haba visto ahogarse a ms de un huinca, como le dicen ellos a los
blancos.
Despus del almuerzo probamos la balsa por all cerca, y funcion de maravilla. Verne ya
quera ir a la isla, pero lo convenc de esperar al da siguiente. Era mejor salir bien temprano,
junto con el sol, as dispondramos de todo el da para explorar la isla. El sol se ocultaba
temprano detrs de las montaas all, otorgando pocas horas de sol a la jornada.
A la maana siguiente, me despert con el ojo sano de Lampu observndome. Le pregunt
qu suceda en espaol, pero sin responderme dio media vuelta y fue hasta un fogn donde
estaba preparando caf. Verne tard en despertarse, pero luego estaba tan entusiasmado por
partir que ya resultaba molesto.
Cargamos las armas, comida, sogas, lmparas y una tienda en la balsa por las dudas que
tuvisemos que pernoctar en la isla.
El viaje sobre las aguas heladas del lago fue un poco accidentado, se haba levantado un
fuerte viento que levantaba olas grandes que nos dejaron bastante mojados y muertos de fro.
Por suerte el sol se mantuvo desvelado durante todo el da, as que entramos en calor a poco
de llegar a la isla.
No era muy grande, y la colina donde se supone que estaba la cueva estaba cerca. Lampu nos
gui entre los rboles y pequeas praderas, y all llegamos.
Soy un vido lector cuando estoy en Inglaterra, y el ltimo libro que le fue Las aventuras de
Alicia en el pas de las maravillas, si alguno de ustedes lo ha ledo les pido que recuerden la
entrada por la que Alicia se introduce. As igual era la que nos sealaba Lampu.
Este indio estaba borracho cuando estuvo ac me dijo Verne en francs.
Escuch que le preguntaba algo a Lampu, pero no comprend. Realmente debera haber
estado bebido, ya que ese hueco en las rocas, era tan pequeo que a cualquiera de nosotros
nos iba a costar mucho entra por all. Deberamos hacerlo gateando, y ni Verne ni yo
estbamos para esos trotes.
Verne discuti acaloradamente hasta que termin sealando la entrada. Lampu no esper
mucho y se meti por el hueco hasta desaparecer. Pasaron unos minutos hasta que volvi a
salir de cabeza. O sea que en algn lugar haba podido dar la vuelta. Eso nos convenci de
que adentro sera ms espaciosa la cueva. Le dimos una oportunidad.
Primero entr Lampu, y detrs fue Jikile, protestando por supuesto. Verne abus de su
estatus de jefe de la expedicin y me hizo entrar a m en tercero.
No necesitan que les diga que para un hombre que ha pasado toda su vida al aire libre, en
regiones en las que el horizonte se ve hacia cualquier lado que uno voltee, tener que gatear
seis metros con la roca casi rozando todo su cuerpo fue una de las experiencias ms
aterradoras que me ha tocado vivir, al menos hasta ese momento.
Recorrida esa distancia salimos a una oquedad que tena poco ms de dos metros de altura.
Era circular, con unos tres metros de dimetro. Una vez lleg Verne con nosotros, Lampu nos
llev por otro hueco que por suerte era ms grande, tendra un metro setenta de altura, ya
que yo apenas tuve que reclinar un poco la cabeza para no llevarme ningn saliente por
delante.
Lampu y Jikile llevaban cada uno una lmpara a queroseno, con abundante combustible de
repuesto cargado a espaldas de mi sirviente.
El tnel que seguamos iba en bajada, con partes un tanto empinadas y sin escalones. Mi
pierna sufri bastante ese trayecto, y tambin a Verne.
Luego de unos quince minutos de caminata llegamos a un pequeo recinto que daba a otras
tres cuevas. Pero ese lugar ya no era una simple cueva, estaba decorado. Estaba plagado de
dibujos tallados en la roca con una calidad artstica que nunca haba visto. Los dibujos eran
de calidad, s, pero horripilantes. Ni sabra decir si lo que veamos en las tallas eran criaturas,
o qu.
Lampu nos apresur para que entrsemos en la puerta de ms a la izquierda. Verne quiso
saber qu haba en las otras, a lo que Lampu respondi que slo haba trampas.
Esa cueva por la que entramos era perfectamente liza, con algunas tallas cada tanto que
parecan algn tipo de escritura o cdigo. Cada tanto haba algunos escalones hacia abajo,
pero no servan de mucho, ya que eran de un tamao desproporcionado para nosotros. Tan
altos, que era ms incmodo que bajar por la pendiente.
Luego de unos doscientos metros con bastantes curvas, llegamos hasta una parte repleta de
escombros. Con Verne los analizamos un buen rato a la luz tenue, y concluimos que eran
parte de una puerta que cubra la cueva por la que bamos.
La debe haber destruido algn terremoto dijo Verne, gracias al cual Lampu pudo
atravesarla, sino habramos necesitado una buena cantidad de dinamita para traspasarla.
Efectivamente pareca haber sido muy gruesa, y de roca maciza.
Al otro lado entramos en un recinto de al menos cuatro metros de altura. Era circular, de unos
seis metros de dimetro. En el centro haba una caja de piedra rectangular que tena casi dos
metros de altura, por tres de largo y dos de ancho.
Nada ms haba all. Las paredes eran completamente lizas, como si se tratase de yeso, slo
que eran de piedra negra. En ciertas partes haba ms de esas tallas que parecan algn tipo
de escritura. Por donde llegamos era la nica entrada y salida.
Verne se acerc al rectngulo de piedra del centro y lo estudi con la lmpara. Me acerqu y
lo estudi a l. Pareca absorto observando los grabados que haba en los cuatro lados del
rectngulo. Eran dibujos que parecan contar una historia.
En ellos se vean unos seres que parecan hombres, pero diferentes, como desproporcionados.
La historia pareca contar la lucha de esos seres contra otro que los doblaba en altura, y que
era realmente aterrador slo verlo. Las tallas tenan lujo de detalles, pero el rostro de los seres
desproporcionados estaba totalmente liso.
Qu es esto Verne?
No se me ocurre qu pueda ser. No es nada de lo que vinimos a buscar, creo yo. Pero es
magnfico. Quatermain, creo que estamos ante los restos de una civilizacin desconocida.
Totalmente ignorada.
Y esos seres raros que dibujan?
No es nada extrao, Qatermain, si ha visto los jeroglficos egipcios con sus criaturas con
cabeza de animales. Y si ha ledo a Owen o a Darwin No haba ledo a ninguno de los dos
, sabr que aqu en la Patagonia solan existir criaturas realmente enormes, ahora
desaparecidas. Esta gente habr vivido en la poca en que esos enormes animales estaban
vivos.
Y esto qu es? Toqu la roca y estaba tan helada que me quem los dedos.
Verne toc tambin, pero sin tanta presin como yo.
Esto es muy raro, Qatermain. Pero creo que se trata de alguna tumba. Una especie de
sarcfago como el de los faraones egipcios.
Traje dos cartuchos de dinamita, podemos volarlo si quiere.
Verne lo medit unos segundos, y luego habl un rato con Lampu. No pude prestar atencin
a lo que decan, porque tuve que soportar las quejas de Jikile que al parecer estaba
aterrorizado por ese lugar.
Primero me gustara ver qu hay arriba, ya que pareciera que tiene una tapa este sarcfago
gigante dijo Verne.
A pesar del clima de miedo y nervios que imperaba en esa cueva, fue bastante graciosa y
hasta pattica la forma en que hicimos que Verne llegase hasta lo alto del sarcfago. Jikile fue
el que ms sufri el asunto, ya que Verne le pisote la cabeza sin misericordia, e incluso le
volc un poco de queroseno encima ya que se haba llevado una de las lmparas arriba.
Esto es una tapa, sin duda, Qatermain. Y bien podramos meter esos cartuchos de dinamita
en el costado para volar una parte. Va a ser una lstima, ya que tambin est cubierta de tallas
y de eso que parece escritura, pero muero por ver qu hay dentro.
Si subirlo fue difcil, bajarlo lo fue ms, y esta vez no slo pisote al pobre Jikile, sino que me
hizo doler mi pierna herida como no lo haba hecho en toda la expedicin.
Tan agotados quedamos los dos viejos, que dejamos a Lampu y a Jikile que corrieran con el
trabajo de atar los dos cartuchos de dinamita en uno de los lados del sarcfago, mientras
descansbamos. Los colocaron justo en la juntura de la tapa, en una de las esquinas.
Bebimos agua los tres para calmar la sed, y luego unos tragos de whisky para recuperar las
fuerzas.
Lo mejor ser que salgamos lo viejos al pasillo y que Jikile encienda la mecha y corra, que
es el ms gil dije en ingls, que obviamente entendi Jikile y protest, pero en zul.
Protestas y todo salimos Verne, Lempu y yo hasta ms all de la puerta destruida. Cuando
estuvimos bien protegidos, Verne grit:
Fuego!
Jikile comprenda el francs, pero se debe haber hecho el sordo. As que repet la orden en
zul, y al instante lo vimos que llegaba corriendo. Los segundos que pasaron antes de la
explosin fueron eternos. Y el ruido posterior fue ensordecedor, seguramente potenciado por
la forma de la recmara.
Lampu y Jikile se quedaron clavados al suelo y no quisieron avanzar, pero Verne ni se detuvo
a esperarlos a ellos ni a m. Cuando llegu al recinto Verne estaba intentando trepar por los
escombros para asomarse al hueco que haba quedado en el sarcfago.
No era muy grande, apenas si habamos logrado crear un boquete de unos cincuenta
centmetros.
Qu hay dentro, Verne?
No veo nada, venga con otra lmpara.
Llegu hasta all, y me par al lado suyo, los trozos de piedra nos servan justo para llegar
hasta el agujero. Ilumin y dentro vimos algo tan horrible que nos hico caer de espaldas.
Jikile, con miedo y todo corri dentro del recinto al escuchar los gritos que dimos, y me ayud
a levantar. Lampu entr unos segundos despus y ayud a Verne.
Qu hay all dentro, seor? pregunt Jikile.
Mi rostro debe haber respondido, ya que vi el terror que yo senta por dentro en la cara de mi
sirviente. Mir a Verne, que pareca estar inmerso en sus pensamientos, sin mirar a nada.
Qu cosa horrible es esa, Verne?
No lo s, pero parece fresca.
Parece un cadver de algunos das, Verne. Cmo puede ser eso posible?
Se acerc al sarcfago y volvi a tocarlo.
No s si el fro y el hermetismo del sarcfago lo habrn conservado, o si la criatura es la que
le da tanto fro a la piedra. Subamos a ver otro poco, est conmigo, Qatermain?
Me cost, pero asent.
Volvimos a asomarnos, esta vez prevenidos. La criatura, o lo que quedaba de ella, era
realmente desagradable a la vista. Tena dos piernas muy retorcidas, como las de un avestruz,
pero con la carne al aire, no s si por descomposicin o porque era as. El tronco era largo y
fibroso, tambin en carne viva. Los brazos parecan estar articulados en dos partes, y no
terminaban en manos, sino en una especie de garras o prolongacin del hueso.
No tena cabeza, sino que en algn momento habra tenido una especie de rostro en lo alto
del tronco, o al menos es lo que pareca ser una boca, sin dientes a la vista. De lo ms alto del
cuerpo salan pas negras, seis de ellas. Toda la criatura pareca ser de un color verdoso
amarillento, al menos as era su carne, o lo que nos mostraba la luz amarillenta de la lmpara.
El olor que despeda era casi insoportable, as que no me sorprendi que Verne se alejara a
buscar algo en su mochila, que asum sera un pauelo. Pero lo que sac fueron seis frascos de
vidrio.
Qu es eso, Verne?
Los traje para recolectar insectos para mi coleccin, pero ahora servirn para tomar
muestras de carne de esa criatura, ya que seguramente no podremos llevarla toda con
nosotros.
Verne, qu est planeando? Quiere mostrarlo en un circo? Oiga, el plan, la idea era
encontrar la ciudad de oro, de plata y rubes, no una criatura horripilante y apestosa.
Abri uno de los frascos, tom la rama que vena usando de bculo, y mientras le ataba un
tenedor a la punta, me dijo:
Qatermain, s que le promet fama, y la tendr. Este ser debe ser sin duda el que tanto
teman los Primigenios. Segn especula Forsker, los Primigenios lo habran atrapado luego de
aos de lucha. En una poca estaban divididos en dos grupos, los mendialdeko y los basoan.
Ambos practicaban la nigromancia, o sea el revivir a los muertos y tambin la invocacin de
criaturas extraas.
No era que usted no crea en esas cosas? lo interrump. El sigui armando su
instrumento, y hablando sin prestarme atencin.
Lo hacan durante una guerra que mantuvieron entre ellos desde el mismo momento en
que llegaron a nuestro mundo, mucho antes de que nosotros existisemos como especie. Esto
que ha podido recopilar Forsker, es de mitologas, Qatermain, pero seguramente habr toda
una explicacin racional para lo que hacan. Sea como sea, este que tenemos aqu, muerto
ante nosotros es el temido Ehiztari. El ser que alguno de los dos grupos invoc por
equivocacin, y que luego no slo los caz a todos ellos, sino que l mismo haca levantar a
los Primigenios muertos y los haca perseguir a los vivos.
Verne, no se ha detenido a pensar que por alguna razn dejaron a esa criatura tan
sepultada aqu abajo?
Este es el altar de Handigo en el cual lo sepultaron, s. Forsker ya haba predicho su
existencia. Al parecer Handigo vendra a ser como el creador de los primigenios, y el que los
habra recluido en nuestro mundo. Eso cuentan las leyendas.
Qu leyendas, Verne?
Unas que segn Forsker se infieren dentro de los mitos de todas las culturas humanas,
especialmente los mitos de los vascos.
Los vascos?
Listo. Tiene que leer el libro, Qatermain, sino luego se lo contar. Ahora intentar tomar
algunas muestras.
Y lo logr. Con ese tenedor tom seis trozos de carne del Ehiztari y los puso uno en cada
frasco. Luego los cerr, y los guard en la mochila. Pareca tan satisfecho como si hubisemos
descubierto el tesoro ms valioso del mundo.
Peligroso entend que dijo Lampu, al tiempo que sealaba una grieta que haba
aparecido justo arriba del sarcfago del Ehiztari.
Eso no estaba all, ser mejor que salgamos antes que se derrumbe dije.
Hay una leyenda de los kukuana de Kania que dice que si uno dice las palabras con temor
estas se vuelven en contra del que las dijo. Eso ocurri, un inmenso trozo de roca cay sobre
el sarcfago, despedazando uno de sus lados. El Ehiztari qued a la vista de todos.
Corran! grit, pero un trozo ms pequeo de roca cay de lo alto y rebot de tal forma
que fue a dar a la cabeza de Jikile.
Lo volte como arma caza elefantes. No pareca ser una herida mortal, pero sangraba mucho
y lo haba dejado inconsciente. Lo cargamos junto con Lampu, y salimos. Verne ya haba
escapado con su mochila.
Caminamos sin parar lo ms rpido que pudimos. Sufr mucho ese trayecto, pero la accin
me permita ignorar el dolor. Detrs nuestro se escucharon algunos ruidos ms de derrumbe
pero luego ya nada, lo que nos tranquiliz un poco.
Cuando llegamos al recinto tallado descansamos un poco. Revis la herida de Jikile y not
que no sangraba. Le tom el pulso y era inexistente, tampoco sala aire de su nariz. El pobre
negro haba muerto. Mi fiel Jikile.
Verne, a todo esto, haba sacado los frascos de la mochila y los estaba envolviendo uno por
uno en trozos de tela, para protegerlos. Ni se haba preocupado por la noticia de que el pobre
africano haba muerto. Yo triste por mi compaero, fui a explorar el hueco por el que
habamos llegado, a ver si el derrumbe segua all a lo lejos, pero no se escuchaba nada.
Lampu se haba acercado a Jikile, y otra vez pude comprender una palabra suya en
castellano:
No muerto dijo.
Jikile! dije, exaltado al ver que haba abierto los ojos. Ests vivo!
No muerto repiti Lampu.
Corr como slo un cojo puede hacerlo, pero antes de llegar junto a l, not que algo iba mal.
Jikile me miraba como si fuese un apetitoso asado de gacela.
Jikile, qu sucede? dije.
Cuidado! grit Verne en francs. Puede ser un reanimado!
Un qu? pregunt al tiempo que Jikile se lanzaba sobre Lampu.
Lo mordi en el cuello, pero el indio se las ingeni para empujarlo contra la pared. Mis
reflejos pudieron ms que mi fidelidad, y le descargu dos balazos en medio del pecho.
Eso no lo detuvo, camin dos pasos tambaleante hacia Lampu otra vez. Pero antes de que
diese otro, le vol la cabeza de un tiro con el winchester que tena a mi espalda. Recin ah
qued muerto de verdad.
Salgamos de aqu dijo Verne, pero apenas hizo a tiempo a tomar uno de sus frascos
cuando escuchamos nuevamente cadas de rocas.
Verne quera guardar los dems frascos, pero me lo llev a empujones. Lampu no tena buen
aspecto, pero al menos se mantena en pie y diriga nuestra retirada.
El camino era ms costoso y doloroso de subida, pero el escuchar escombros cayendo
funcionaba como una buena anestesia. Nos llev un poco ms de tiempo que a la ida, pero
llegamos al recinto de tres metros de dimetro previo al estrecho tnel de salida.
Quiero descansar dijo Verne, y sin debatir el asunto se dej caer sentado. Le dola mucho
la rodilla, se evidenciaba en el rosto.
Me acerqu a Lampu que segua de pie, junto al tnel por el que habamos entrado.
Como est pregunt en un espaol lastimoso.
El indio tuerto asinti con la cabeza, queriendo decir que estaba bien, pero no era lo que
pareca. La mordida de Jikile haba sido salvaje, y no paraba de salir sangre de la herida, a
pesar que la presionaba con la mano y un trapo viejo.
Verne, debemos llevar a este hombre cuanto antes ante un mdico, o al menos con su gente,
que algn curandero tendrn.
El escritor estaba ms all, en su propio mundo. Haba destapado el nico frasco que haba
podido salvar, y lo miraba como si no se nos estuviese viniendo la montaa encima, como si
Jikile no estuviera muerto, luego de haber revivido, y como si el indo directamente no
existiese.
Lo traje a la realidad, y le ayud a levantarse. Lampu entr primero en el estrecho tnel, y yo
fui detrs. Habamos recorrido tres metros cuando Lampu se desplom. Si ya era aterrador
sentir que la roca lo aprisionaba a uno en ese tnel, encontrarse con que estaba tapado era la
peor pesadilla.
Qu est pasando, Qatermain? Haga que ese indio se mueva dijo Verne.
No era tan sencillo, al parecer se haba desmayado por tanta sangre perdida, y no responda a
ningn pellizco que le diese en las piernas. No lo poda empujar porque no haba espacio
suficiente para que hiciera fuerza, sin contar que faltaban como tres metros, y el indio haba
quedado medio trabado entre la roca.
Vamos a tener que retroceder, Verne, y arrastrarlo hasta el recinto.
Est loco, se nos cae el techo encima, pruebe de empujarlo.
Ya lo prob, y ya no se escuchan ruidos atrs. Vuelva, Verne, es la nica salida.
Refunfu y retrocedi. Le cost mucho, imagino que por la rodilla. Yo ya haba olvidado mi
dolor, de la misma forma que un guerrero sigue luchando a pesar de haber perdido un brazo.
Tard bastante tiempo en sacar a Lampu de all. Pareca pequeo, pero era macizo.
Lo examin y descubr que todava respiraba, no estaba muerto, pero pronto lo estara sino
logrbamos llevarlo fuera a que lo curasen.
Verne entr primero esta vez en el tnel, y se fue apresurado. Yo prepar a Lampu ante el
hueco de entrada con las piernas para arriba pegadas contra la pared de la cueva. Pensaba
arrastrarlo de las piernas, que sera ms sencillo que del otro modo.
Para no tener que entrar al revs y luego andar para atrs, le at una soga a los pies, y as
entre normal y tirone hasta que entr. Luego no me cost tanto como pensaba arrastrarlo por
la cueva. Slo que a mitad de camino despert, y no de buenos modos.
Intentaba levantarse, pero no haba suficiente espacio, as que se chocaba la cabeza contra la
roca de arriba una y otra vez. La forma en que me miraba y zarandeaba sus piernas atadas,
me hizo acordar a Jikile. Pero no estaba seguro, tuve que decidir en un segundo que hacer, y
opt por arrastrarlo igual, ya veramos afuera con qu nos encontrbamos.
Verne! Prepare un rifle, que me parece que tenemos problemas! grit, pero no tuve
respuesta.
Lampu me hizo muy difcil el trayecto, rasguaba las paredes al grado de arrancarse las uas.
Pero al fin sal y lo dej un rato adentro pataleando y movindose como un perro rabioso.
Verne estaba desmayado contra un rbol, abrazando su frasco de vidrio. Lo ignor. Saqu mi
colt .45 y con la mano libre comenc a tirar de la cuerda. El hueco de salida estaba a un metro
de altura, por lo que Lampu cay estrepitosamente en el suelo. Cosa que no pareci notar,
siquiera.
No s cmo hizo pero se las ingeni para ponerse de pie, aunque al tener atados los pies, no
poda caminar, as que volvi a caerse. Era obvio que tena un ataque rabioso como el que le
haba ocurrido a Jikile, pero Lampu al estar atado era inofensivo. Segua intentando
levantarse y cuando lo lograba, volva a caerse.
Fui a despertar a Verne sin dejar de vigilar a Lampu.
Dios mo, este tambin se volvi reanimado? dijo al ver el cuadro pattico de Lampu
arrastrndose por el suelo hacia nosotros, con el rostro desencajado, y la mirada muerta.
Verne, ser mejor que me diga qu es lo que sabe sobre esto, porque creo que me ha
ocultado informacin. Ni mi fiel Jikile, ni este indio se merecan una muerte como esta o lo
que sea que les ha pasado.
No le ocult nada, Quatermain. Es que simplemente encontramos otra cosa diferente. Algo
de lo que he ledo, pero que no esperaba encontrar.
Resuma, Verne Lampu segua asercndose.
Son muertos vivos. Como los que le cont que usaban los Primigenios, que revivan con sus
artes nigromnticas. Y lo mismo haca este Ehiztari. No s cmo acta, pero al parecer su
propio cuerpo, su cadver, funciona para despertar a los muertos. Quatermain, imagine lo
que tengo aqu Mostr el frasco, esta es la clave para una vida ms all de la muerte.
Verne, por nada en el mundo me gustara volver en este estado dije, sealando a Lampu
que apenas estaba a dos metros nuestro.
Debe haber alguna forma de controlar ese estado rabioso. Aljelo, Quatermain. Pero no lo
mate, me gustara que lo llevramos
No hice caso a sus palabras, y le met una bala .45 en la cabeza. Eso lo mat bien matado.
Qu hizo?
Ya tiene su frasco, ahora largumonos de aqu. No queda nada en este lugar por lo que
valga que nos quedemos un minuto ms. Me recorr medio mundo para llegar hasta aqu,
slo para encontrar muertos vivos. No creo que pueda salir nada bueno de esto, Verne. Pero
usted es libre de hacer lo que quiera.
Fuimos en silencio hasta la balsa, y cruzamos el lago todava sin intercambiar palabra alguna.
En la orilla de enfrente nos esperaban los pehuenches. El ms anciano de ellos estaba detrs
de los nios, y de las dos parejas. Tena el rostro serio, pareca intuir algo que lo que haba
ocurrido. Los dems slo parecan sorprendidos de que nuestros dos acompaantes no
hubiesen vuelto.
Nos ayudaron, pero la verdad es que no nos pudimos comunicar. Con algunas seas, les
hicimos entender que nuestros amigos todava seguan en la isla. Pero no eran tontos,
comprendieron bien que ya no iban a volver. Al menos eso not en las miradas que
intercambiaron entre ellos.
El anciano se acerc a m y me dijo algo, pero slo me qued grabada una de las palabras, ya
que la repiti varias veces: Witranalwe.
El camino de retorno no fue difcil de hacer sin la ayuda de Lampu. Slo haba que seguir los
ros. Verne intent reclutar a alguno de los pehuenches para que viniesen con nosotros como
gua, pero no lo logr. l se convenci de que no se hizo entender, pero yo creo que eligieron
no hacerlo.
Una vez en Carmen de Patagones alquilamos una habitacin y dormimos durante un da
entero. A la maana siguiente ya me haba decidido. No volvera con Verne en su barco. No
podra tolerar un viaje tan largo con alguien a quien haba dejado de respetar, y a quien haba
comenzado a temer por las locas ideas que estaba pergeando con ese trozo de carne
putrefacta que llevaba en el frasco de vidrio.
No pareci sorprenderse, y tampoco le cost mucho conseguir dos marineros que lo
acompaasen en su viaje: un gals y un francs. Me enter que en Baha Blanca tenan un tren
que iba hasta Buenos Aires, as que prefer ese viaje.
Contrat a un tehuelche de la zona para que me guiase en el viaje hasta Baha Blanca, que era
de unos tres cientos kilmetros. Result que mi gua, que se llamaba Aiush, saba algo de
ingls gracias a los galeses que estaban asentados en la Patagonia. Era todo un polglota.
Segn me dijo hablaba algo de ingls, bastante gales, su aoniken, o tehuelche, mapudungn
que era la lengua de los mapuches, y obviamente el espaol.
Apenas me dijo que dominaba el mapuche le pregunt por lo que me haba dicho el anciano:
Witranalwe. Su rostro se puso sombro, pero termin relatndome una leyenda de los
mampuches.
Este witranalwe era un ser malfico. El espritu reencarnado de una persona fallecida. Se
deca que asaltaban a la gente en los caminos cuando estaba sola. Eran flacos, altos y de ojos
chispeantes. Segn creen los mapuches, no es un cadver andante, sino que est formado con
las uas, dientes y otras partes de hueso del esqueleto del fallecido. Al parecer lo que buscaba
este ser en los vivos era apropiarse de algo de ellos, de su carne.
En Baha Blanca encontr un buque ingls que iba para Ciudad del Cabo, en el sur de frica.
Prefer ese destino que volver a Inglaterra. Necesitaba volver a mi frica, a mis elefantes,
gacelas y leones. Ya no ms muertos vivos, y jams volver a la Patagonia. Es otro mundo.
FIN