Polvo de Hadas

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P O L V O D E H A D A S

A LOS MUERTOS QUE PUEDO NOMBRAR

“TODA SUPERSTICIÓN NACE DE LA NECESIDAD DE DECIDIR


SIN LA FUERZA QUE SE REQUIERE PARA ELLO

Y POR ESO ES OBRA DEL DIABLO”

MICHAEL ENDE

I
ÁMBAR espera, mientras lo hace, para entretenerse, observa la manecilla de un
metrónomo que se mueve al ritmo “andante”, con un sonido vocal lleva el ritmo; salvo

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los labios, casi no se mueve. Entra AMATISTA, enciende un cigarro, su andar contrasta
con el ritmo del metrónomo. ÁMBAR marca el ritmo con los dedos sobre la mesa.
AMATISTA sujeta la manecilla para detenerla.

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AMATISTA- Me desespera.
ÁMBAR- No me importa.

ÁMBAR mueve la manecilla y lleva el ritmo con golpes en la mesa. AMATISTA avienta
una bocanada de humo al rostro de ÁMBAR. ÁMBAR como respuesta incrementa el
volumen de los golpes, AMATISTA vuelve a aventarle una bocanada de humo.

ÁMBAR- ¡Está bien! Detengo el metrónomo y tú dejas de fumar.


AMATISTA- Vale.

ÁMBAR detiene el metrónomo y AMATISTA apaga el cigarro. Ambas se quedan


calladas. El silencio les incomoda.

AMATISTA- Sigue con tu juguetito.


ÁMBAR- Y tú fuma, pero allá.
AMATISTA- Sólo la manecilla, sin sonidos ni golpes.
-------
AMATISTA- ¿Qué horas son?
ÁMBAR- No sé. Tarde.
AMATISTA- ¿Pero qué tan tarde?
ÁMBAR- No sé. Muy tarde.
AMATISTA- ¿Muy tarde?
ÁMBAR- Mucho muy tarde.
AMATISTA- ¿Pasada media noche?
ÁMBAR- Sí, pasada media noche.
AMATISTA- ¿Ya se habrá dormido?
ÁMBAR- Creo que no. Aún la escucho.

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AMATISTA- Azul se asustó mucho.
ÁMBAR- Yo también me asuste.
-------

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ÁMBAR- ¿Te canto una canción?
AMATISTA- No.
ÁMBAR- Será una canción bonita.
AMATISTA- De todos modos no.
ÁMBAR- De lo que te pierdes.
AMATISTA- No sabes como lo lamento.
-------
AMATISTA- Te dije que no me cantaras.
ÁMBAR- No te estoy cantando. Canto para mí.
-------
AMATISTA- Es la una.
ÁMBAR- Llevamos tres horas y ya tengo sueño. Quiero irme a dormir.
AMATISTA- ¿Queda café?
ÁMBAR- En la cocina.
Entra AZUL, lleva un pequeño recipiente con agua y una compresa. ÁMBAR y
AMATISTA voltean a verla, en silencio esperan a que deposite el recipiente y la
compresa sobre la mesa.

AZUL- ¿Y el café?
ÁMBAR- ¿Cómo está?
AMATISTA- ¿Se durmió?
AZUL- No, pero está más tranquila. ¿El café?

Se escucha el rasgueo de una cítara. AZUL toma el recipiente y va hacia el sonido.


AMATISTA apaga el cigarro sobre la mesa y va tras AZUL.

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AMATISTA- Será mejor que prepares más café.

ÁMBAR toma la manecilla y vuelve a accionar el metrónomo.

obra protegida por INDAUTOR II


Se escucha las risas de las tres. Entran; en una mano llevan un plato, en la otra un
tenedor. El plato contiene sandia en trozos, dan vueltas alrededor de la mesa antes de
colocar los platos y tenedores sobre la mesa. Por el pasillo salen riendo. Regresan cada
una con un vaso lleno de jugo, siguen las risas. Se sientan y comienza a desayunar.
Cada una mira el plato del que comen, se han quedado calladas, como si estuvieran
solas. Los movimientos con lo que toman un pedazo de sandia y lo comen están
perfectamente sincronizados, lo mismo los movimientos para tomar el jugo.

AZUL- ¡Cambio de lugares!

Se levantan, dan vueltas alrededor de la mesa, ríen. Cuando se sientan en lugares


distintos a los que estaban, callan y regresan a la sincronía de movimientos.

AZUL- ¡Cambio de lugares!


Se levantan, dan vueltas alrededor de la mesa, ríen. Cuando se sientan en lugares
distintos a los que estaban, callan y regresan a la sincronía de movimientos.

AZUL- ¡Cambio de lugares!

AZUL y ÁMBAR se levantan. AMATISTA se queda sentada y sigue desayunando.


AZUL y ÁMBAR la miran inquisidoramente.

AMATISTA- Ya me aburrí. Además quiero desayunar en paz.

AZUL y ÁMBAR se sientan y siguen desayunando. Los movimientos ya no son

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sincronizados. ÁMBAR sale.

AZUL- Por lo menos está tranquila. Creo que sería bueno que durmiera.

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AMATISTA- ¿Bueno para ti o para ella?
AZUL- Para todas.
AMATISTA- Sólo quieres que duerma.
AZUL- Así parece estar bien.
AMATISTA- “Parece” Parece que la mañana será cálida y luminosa, pero “parece”
porque en realidad está nublado. Qué importa sí duerme o no. Lo mejor es que ya no
sufra.
AZUL- Lo mejor no depende de nosotras. Lo mejor... Como si fuera tan sencillo. He
pasado dos meses deseando lo mejor y eso no basta. Si durmiera...
AMATISTA- Si durmiera, pero no duerme.
AZUL- Eso lo sé.
AMATISTA- Entonces no digas cosas que parecen ser y no son. Casi te estoy oyendo
decir que estas esperanzada.
AZUL- ¿Y qué si guardo una esperanza?
AMATISTA- Que te estarías volviendo ingenua y ella nunca deseó la ingenuidad para
nosotras.
AZUL- Apuesto que tampoco deseó estar así.
AMATISTA- Hay cosas que están por encima de los deseos.
AZUL- ¿Por qué te molesta que tenga esperanzas?
AMATISTA- Porque la esperanza ciega. Porque por eso empiezas tus oraciones con
“parece que”

Entra ÁMBAR con una jarra llena de café y tres tazas.

ÁMBAR- Es lo último que queda de café. Si esta noche no duerme, será mejor que
compremos.
AMATISTA- ¿Será mejor que compremos o esperamos a que esta noche no duerma?
ÁMBAR- ¿Qué?

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AZUL- No le hagas caso, está de payasa.
AMATISTA- Ustedes sólo juegan al parece, al como si...
ÁMBAR- ¿Qué le pasa?

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AZUL- Creo que su sandía está rancia.
AMATISTA- Rancia tu abuela.
ÁMBAR- Bernacia.
AMATISTA- ¡¿Qué?!
AZUL- ¡¿Qué?!
ÁMBAR- Bernacia. Bernacia se llama la abuela, no Rancia.
AMATISTA- ¡Objeción, Su Señoría!.

Cada una toma su silla y la ponen delante de la mesa. ÁMBAR y AMATISTA se colocan
en los extremos. ÁMBAR se sienta, AMATISTA de pie. AZUL pone su silla en el centro
y utiliza el respaldo como estrado.

AMATISTA- La defensa es muy estúpida.


AZUL- Objeción denegada. No estamos aquí para juzgar su estupidez. La defensa
puede continuar.
ÁMBAR- Quiero mostrarle a Su Señoría y al jurado el objeto que se presume utilizó mi
cliente. (Mira alrededor buscando algo, decide tomar un tenedor) Mírenlo bien, por
favor. Con esto... Con esto no se puede asar un conejo.
AMATISTA- ¡Pero sí se le puede sacar los ojos!
ÁMBAR- Los ojos sí, pero no asarlo.
AMATISTA- Primero se los sacó y después lo asó.
AZUL- ¡Orden! ¡Orden, en la sala!
ÁMBAR- Como decía, este objeto muestra la inocencia de esta pobre y dulce niña que
sólo quería seguir al conejo y no –enfatizo- no se lo quería comer.
AMATISTA- ¡Se lo comió!
ÁMBAR- Porque el lobo feroz la indujo a eso.
AMATISTA- El lobo estaba muy ocupado comiéndose a la abuela. Hay testigos.

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ÁMBAR- Este juicio es una farsa.
AZUL- No ponga en tela de juicio la calidad moral del juicio.
ÁMBAR- Mi cliente es inocente.

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AMATISTA- La defensa está perdiendo el juicio, Su Señoría. Está mezclando cuentos.
AZUL- Esta corte le pide a la defensa que mantenga sólo un cuento a la vez.
ÁMBAR- ¡Sólo un cuento! ¡Sólo un cuento! Por favor; Su Señoría.
AZUL- Un cuento a la vez.
ÁMBAR- ¡Protesto!
AZUL- ¡A lugar!
ÁMBAR- ¡Este es mi lugar!
AMATISTA- La acusada, premeditadamente, siguió al conejo y esperó, llena de malicia,
el momento en que el impoluto conejo mirara su reloj para asestar el fatídico golpe.
AZUL- Se le pide a la fiscalía que no exagere en sus declaraciones.
ÁMBAR- Mi cliente quiere saber si vamos a comprar el café o no.
AZUL- La pregunta que debe formularse el jurado es: “¿La sandía estaba rancia?”
AMATISTA- ¡Eso es difamación!
ÁMBAR- ¡Discriminación!
AZUL- ¡Distribución!
AMATISTA- ¡Dilatación!
ÁMBAR- ¡Inserción!
AZUL- ¡Infusión!
AMATISTA- ¡Inyección!
LAS TRES- ¡La inyección! ¡Ya le toca la inyección!
AZUL- (A AMATISTA) Tú tenías que inyectarla.
AMATISTA- Yo lo hice ayer, hoy le toca a Ámbar.
ÁMBAR- Yo ni siquiera sé inyectar.

Se escucha el sonido de la cítara.

AZUL- Alguien tiene que inyectarla.


AMATISTA- Yo la inyecto, pero que Ámbar vaya a comprar café.

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ÁMBAR y AMATISTA salen, cada una por un lado. AZUL se queda a acomodar las
sillas y recoger la mesa. Prueba la sandia de AMATISTA.

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AZUL- Sí esta rancia.

III
ÁMBAR- Capuchino.
AMATISTA- ¿Qué?
ÁMBAR- Debí de comprar capuchino en vez del tostado. Hace mucho que no tomamos
capuchino.
AMATISTA- Me conformo con que sea café.
ÁMBAR- ¿No crees que nos estamos haciendo adictas?
AMATISTA- Quizá... ¿Se te ocurre algo mejor?
ÁMBAR- Agua. Tomemos sólo agua.
AZUL- El café nos ayuda a no dormir.
ÁMBAR- Deberíamos de dormir.
AMATISTA- Díselo a ella.
ÁMBAR- Quiero decirle muchas cosas.
AZUL- Díselas.
ÁMBAR- No tiene caso.
AZUL- Te puede oír.
ÁMBAR- No quiero que me escuche, quiero escucharla yo. Hace mucho que no
escucho ni una sola palabra de ella.
-------
-------
ÁMBAR- Conejo.
AMATISTA- ¿Conejo?
ÁMBAR- Comamos conejo.
AMATISTA- El conejo tiene mucha grasa.
ÁMBAR- Conejo asado.

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AMATISTA- Aún así tiene grasa.
ÁMBAR- ¿Qué quiere comer, señorita anoréxica?
AMATISTA- Algo con menos grasa, señorita... ¡bulímica!

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ÁMBAR- ¿Menos grasa que un conejo, señorita anoréxica?
AMATISTA- Calabazas, señorita bulímica.
ÁMBAR- La calabaza es para el carruaje, señori...
AMATISTA- No soy anoréxica.
ÁMBAR- Pues pareces.
AMATISTA- En tanto que tú bulímica.
ÁMBAR- Yo soy delgada por naturaleza.
AMATISTA- También yo dado que soy tu hermana.
ÁMBAR- Tú, querida hermana, estás gorda.
AMATISTA- Peso 52.
ÁMBAR- Yo 50.
AZUL- ¡Ya cállense! Trato de leer, par de gordas.
ÁMBAR/AMATISTA- ¡¿Gordas?!
AZUL- Están por encima de los 50, gorditas.
AMATISTA- ¿Cuanto pesas?
AZUL- Peso 48.
ÁMBAR- Deberías de alimentarte mejor.
AMATISTA- Come carne.
AZUL- Quiero comer tártara-muri.
ÁMBAR- Me gusta comer tártara-muri.
AMATISTA- ¿Quién la sabe hacer?
ÁMBAR- ¡Ella!
AMATISTA- (A Azul) Ve y pregúntale, tú que le entiendes.
AZUL- Deberías entenderle también.
AMATISTA- Debería, pero...

Sonido de cítara. Las tres se ponen tensas.

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AZUL- Algo tiene.

Sonido de cítara más fuerte.

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AZUL- Le duele.
ÁMBAR- Me duele que le duela.

Sonido de cítara, más fuerte y más prolongado.

IV

Las tres llenan la mesa con instrumentos de cocina y alimentos. Se ponen delantales.
ÁMBAR vierte en un recipiente dos líquidos y comienza a batirlos. AMATISTA pica
verduras sobre una pequeña tabla. AZUL raya queso.

AMATISTA- ¿Estás segura qué así se hace la tártara-muri?


AZUL- Es su receta.
AMATISTA- No hay carne.
AZUL- Porque... esta es la versión vegetariana de tártara-muri.
AMATISTA- No existe versión vegetariana de tártara-muri.
ÁMBAR- ¿No estamos haciendo tártara muri?
AMATISTA- ¿Le preguntaste?
AZUL- Le pregunte.
AMATISTA- ¿Y?
AZUL- La estamos haciendo.
AMATISTA- Estás inventando.
ÁMBAR- ¿Ella te dio la receta?
AZUL- Sí... de alguna manera sí.
AMATISTA- ¿Cómo de alguna manera?
AZUL- Ya no habla, bueno si habla, pero...
AMATISTA- Sólo balbucea.

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AZUL- Sí, sólo balbucea.
ÁMBAR- Dijiste que iba a estar mejor y no es cierto. Mentiste. Todo el tiempo mentiste.
AZUL- No mentía.

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ÁMBAR- No esta mejor, cada día esta más...
AZUL- Quiero creer que mejora.
AMATISTA- ¡Deja de creer! No esta mejorando.

Cada una sigue en su labor. ÁMBAR sonríe. AMATISTA y AZUL la miran. ÁMBAR
mantiene la sonrisa. AMATISTA regresa a su labor, AZUL empieza a sonreír también.

ÁMBAR- Recuerdo la historia del pescador que murió de amor.


AZUL- Yo la del elefante que se disfrazó de camello para cruzar el desierto.
ÁMBAR- ¿Te acuerdas de las sirenas afónicas?
AZUL- ¿Las que tiraban piedras y se mordían la cola?
ÁMBAR- Sí, esas. Esa historia me hizo reír mucho.
AZUL- Me gustaba cuando nos dormía con un cuento. Podría pasar toda una noche
escuchando cuentos.
ÁMBAR- Pasamos más de una noche escuchándolos. Recuerdo su voz en la noche,
cuando nos contaba un cuento y al terminar decía “duerman” Nosotras no queríamos.
Ella insistía y para convencernos tomaba polvos brillantes, los esparcía sobre nosotras
diciendo: “Esto es polvo de hadas, para que duerman” Y como magia, nos quedábamos
dormidas.
AZUL - Éramos sus haditas.
ÁMBAR – Lo seguimos siendo.
AMATISTA- No. Ahora somos sus celadoras.

El sonido de la cítara. se escucha, es violento, estrepitoso.

AMATISTA- Y ella nuestra celda.

AMATISTA como autómata sale por la puerta.

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AZUL- (Empezando a recoger las cosas) Creo que mejor comemos conejo con
calabazas.

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ÁMBAR- El conejo asado y antes le quitamos la grasa.

V
AMATISTA esta hincada sobre el centro de la mesa, tiene los brazos extendidos y las
palmas hacia arriba; mueve lentamente los brazos hacia el frente hasta juntar las
palmas. Lleva las palmas hasta la mesa y mantiene los brazos en tensión. Durante
todos los movimientos mantiene la mirada hacia el frente. Entra ÁMBAR y observa
como AMATISTA repite la secuencia de movimientos.

ÁMBAR- ¿Buscas el mar?


AMATISTA- Busco respuestas.
ÁMBAR- Buscas el mar.
AMATISTA- El mar se tragó todo sin darme cuenta. Supongo que fue la noche en que
dormí todo un día.
ÁMBAR- Nunca has dormido todo el día.
AMATISTA- Desde hace tiempo vivo como si estuviera dormida. Vivo en el vaho de un
sueño... ¿Y Azul?
ÁMBAR- Duerme.

AMATISTA continua con los movimientos. ÁMBAR se sube sobre la mesa, se coloca
detrás de AMATISTA.

ÁMBAR- El viento puede ayudar; sopla con fuerza, si izáramos la vela pronto
llegaríamos.
AMATISTA- Es un viento que miente, no hay que confiar en él.
ÁMBAR- ¿En qué se puede confiar ahora que no hay estrellas?
AMATISTA- En la barca que construimos cuando éramos pequeñas.

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ÁMBAR con una mano se cubre la frente, como si se protegiera de la luz para ver en la
lejanía.

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ÁMBAR- He visto la barca dorada. Viene hacia nosotras.
AMATISTA- No la puedo ver.
ÁMBAR- Aún esta distante, pero se acerca rápidamente.
AMATISTA- Podremos alejarnos.
ÁMBAR- No tiene caso, la barca está tripulada por sirenas, las de más potente voz.
AMATISTA- Canta y que tu canción me haga olvidar la voz de las sirenas. Que la
tormenta nos ahogue, que nos convierta en espuma para deslizarnos por debajo de
toda embarcación.
ÁMBAR- Cantaré, cantaré con toda la fuerza de Orión.

ÁMBAR comienza a cantar; es una canción sobre pescadores. AMATISTA escucha la


canción y va saliendo del juego.

AMATISTA- Esa canción te la enseñó ella.


ÁMBAR- Nos la enseñó a las tres.
AMATISTA- Yo la olvidé.

AMATISTA rompe el juego definitivamente. Baja de la mesa y enciende un cigarro.


ÁMBAR se sienta sobre la mesa.

ÁMBAR- ¿No crees que estás fumando demasiado?


AMATISTA- ¿Cuándo dejamos de ser niñas? ¿Cuándo dejamos de ser hadas para
convertimos en fetiches de madera con alas de mariposas?
ÁMBAR- Aún somos hadas.
AMATISTA- Ámbar, no lo somos.
ÁMBAR- ¿Entonces qué somos? ¿Qué somos, Amatista?

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AMATISTA niega con la cabeza y sale. ÁMBAR se cruza de brazos y se balancea
suavemente mientras tararea la canción de los pescadores.

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Las tres están sentadas a la mesa, comen conejo asado y calabazas. Sólo se escucha
VI

el sonido de los cubiertos. ÁMBAR se siente un poco incomoda ante el silencio de las
otras. ÁMBAR marca el compás de alguna melodía golpeando un cubierto sobre la
mesa.

ÁMBAR- ¿De qué color son las alas de las hadas?

AMATISTA le dirige una mirada de fastidio y sigue comiendo, AZUL le sonríe.

ÁMBAR- Es un tema para conversar.

Se escucha el rasgueo de la cítara. Las tres evitan mirar en dirección a donde proviene
el sonido. Fingen que no lo escucharon y continúan comiendo. Es más despacio la
forma en que se llevan la comida a la boca. El silencio es pesado. AZUL cada vez está
más intranquila. ÁMBAR vuelve a marcar el compás, sólo que el sonido es más fuerte.
AMATISTA se levanta para quitarle el cubierto y regresa a su lugar. ÁMBAR va a
protestar pero AZUL le interrumpe.

AZUL- Turquesa.
AMATISTA- ¿Qué?
AZUL- Creo que las alas de las hadas son de color turquesa.

Nuevo sonido de la cítara. Ninguna voltea. Siguen comiendo, pero ahora es con
desgano. Se miran de reojo sin decir nada. Vuelve a escucharse la cítara. ÁMBAR
juega con el cuchillo. AMATISTA agita el agua del vaso. AZUL mira su plato.

ÁMBAR- Sí. Yo también creo que son de color turquesa. Pero algunas tienen alas

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moradas.
AZUL- Algunas. Las que son perversas.

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Se escucha la cítara. Las tres están tensas. El sonido de la cítara es lastimero. Ninguna
puede seguir fingiendo que no escucha.

AMATISTA- Nuestras alas son moradas.

El sonido de la cítara ya no es sólo acordes, es una melodía entre cortada que las
lastima. ÁMBAR empieza a tararear en voz baja queriendo ahogar el sonido de la
cítara. AMATISTA trata de seguir comiendo. AZUL cruza los dedos a la altura de la
boca. El volumen de la cítara incrementa.

AMATISTA- Quiero comer tranquila aunque sea una vez. ¿Es mucho pedir?
AZUL- Come.
AMATISTA- Haz que se calle.
AZUL- Sólo come.
AMATISTA- (Mirando a ÁMBAR) Sí. Desde que ella esta así me he vuelto anoréxica.
ÁMBAR- Y yo bulímica. Creo que voy a vomitar, me siento asqueada.
AMATISTA se levanta con furia y sale. ÁMBAR se levanta, va a vomitar. AZUL trata de
seguir comiendo, no puede tragar y escupe el bocado, comienza a llorar.

VII
ÁMBAR está de pie tras la mesa, juega con el metrónomo. Entra AZUL y mira a
ÁMBAR. ÁMBAR se siente observada y deja de jugar, coloca con cuidado el
metrónomo sobre la mesa.

ÁMBAR- Un sonido constante siempre relaja.


AZUL- Eso creía antes.
ÁMBAR- De verdad relaja. Todo depende de qué sonido sea. (Pone el metrónomo en

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un ritmo lento)
AZUL- Si escuchas una gota constantemente no te relaja, por el contrario es tortuoso.
ÁMBAR- En ocasiones el tormento está en el silencio. (Detiene el metrónomo para que

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se perciba el silencio) En su silencio. (Hace que el metrónomo este en un ritmo rápido)
AZUL- ¿Por eso todo el tiempo estás tarareando o haciendo ruiditos?
ÁMBAR- Trato de olvidar.
AZUL- Quizá Amatista tenga razón.
ÁMBAR- (Detiene el metrónomo) ¿Razón en qué?
AZUL- Ante la incertidumbre del final lo mejor es adelantarlo.
ÁMBAR- ¿Qué quieres decir?
AZUL- Ya no lo sé.
ÁMBAR- Siempre sabes lo que hay que hacer; tú nos has guiado.
AZUL- Los tuertos no deben guiar a los ciegos; aún cuando ven, todo es plano para
ellos. Ya no logro ver el fondo; sólo veo un cuarto en penumbra y una voz que dejó de
serlo para convertirse en un lamento que ni tú puedes callar con tus canciones.
ÁMBAR- Esa voz antes también era canción.
AZUL- Antes.
ÁMBAR- Mañana podrá ser canción de nuevo. Sí queremos podrá haber un mañana.
AZUL- Ya no hay mañana. El tiempo acabó y lo mejor es dormirnos y ya no despertar
ÁMBAR- ¡Azul!
AZUL- Lo siento, lo siento. Ya no puedo.
ÁMBAR- ¡¿Y crees qué yo sí?!
-------
ÁMBAR- Yo nunca pude, pero no importó. Sin poder he estado y seguiré estando. La
quiero y seguiré esperando la noche en que vuelva a contar un cuento.

Durante el último texto de ÁMBAR entro AMATISTA proveniente del pasillo.

AMATISTA- Los cuentos son para escucharlos, no para vivirlos.


AZUL- Finalmente cada una vive su propio cuento.
AMATISTA- Pues estoy esperando tu final feliz.

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ÁMBAR- Entre las tres podremos hacer ese final feliz.
AMATISTA- Eso no existe.
ÁMBAR- ¿Qué existe entonces?

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AMATISTA- Los lamentos, sólo los lamentos.

Irrumpe el sonido de la cítara.

VIII
AZUL- Deberías tener consideraciones para Ámbar, para ella es más difícil.
AMATISTA- (Fuera de escena) Azul.
AZUL- Llegará el día en que...
AMATISTA- (Entrando) En que ya no tendremos que soportar más.
AZUL- ¿A qué te refieres?
AMATISTA- Que esto terminará tarde o temprano.
AZUL- ¿Estás deseando...?
AMATISTA- No estoy deseando nada, sin embargo ocurrirá.
AZUL- Todavía no.
AMATISTA- No hay cura y menos milagros.
AZUL- Vendrán a verla y...
AMATISTA- Y cambiaran las inyecciones por otra cosa, y te dirán palabras de aliento, y
alimentarás tus esperanzas, pero en el fondo sabes perfectamente que no se puede
hacer nada.
AZUL- Lo intentaré todo.
AMATISTA- Ya lo intentaste.
AZUL- ¿Por qué eres tan cruel?
AMATISTA- Porque no me engaño.
AZUL-¿Y yo sí?
AMATISTA- Caíste en su trampa, sigues creyendo en sus cuentos. Sólo nos engañaba,
nos inventaba historias porque era su forma de diversión, porque sabía que no existen.
Se burlaba de nosotras cada noche después de que dormíamos. Ahora, ahí en esa
cama, se sigue burlando de nosotras.

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AZUL- No se burla de nadie. Realmente está sufriendo.
AMATISTA- No lo dudo, pero en el sufrimiento está la burla.
AZUL- Por favor, Amatista.

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AMATISTA- Estamos atrapadas en eso.
AZUL- Nadie te obliga a estar.
AMATISTA- Mientes. Estamos obligadas.
AZUL- Yo estoy porque la quiero.
AMATISTA- Y eso te obliga a estar.
AZUL- ¿Cuándo dejaste de creer que eras una hada?
AMATISTA- Cuando me di cuenta de que el polvo con el que nos dormía sólo era arena
fina de colores.
AZUL- Y a partir de ese momento olvidaste todo.
AMATISTA- A partir de ese momento me quite la venda de los ojos.
AZUL- Nosotras no tenemos ninguna venda, simplemente creemos en lo que nos
enseñó.
AMATISTA- Lo que nos enseño fueron cuentos que sólo sirven cuando estás en una
esfera, pero las esferas se rompen.
AZUL- Tú las rompiste.
AMATISTA- Sí, porque eran demasiado pequeñas para mí.
AZUL- Deja que Ámbar siga con su esfera.
AMATISTA- ¿Y qué pasará después? ¿Tú serás su esfera?
AZUL- Ámbar decidirá.
AMATISTA- Tú siempre decides por Ámbar. Quieres decidir por todas, incluso por ella.
AZUL- No digas estupideces.
AMATISTA- Deja de hacerlas. Deja de decirle a Ámbar que aún son hadas, que ella se
recuperará; deja de mentirle.
AZUL- No son mentiras.
AMATISTA- Son tus mentiras.
AZUL- ¿Qué quieres que haga?
AMATISTA- Que dejes de creer que esto es un cuento y admitas la realidad.
AZUL- Sé cual es la realidad.

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AMATISTA- ¿Y?
AZUL- ¿Y qué?
AMATISTA- Es el momento de hacer algo.

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AZUL- Lo estamos haciendo.
AMATISTA- Algo que no sea un paliativo.
AZUL- Ya decidí lo que haremos.
AMATISTA- Desde ese momento el Diablo ríe en esta casa.
AZUL- Tú eres la única que ríe.
AMATISTA- Porque no soy ingenua.
AZUL- Eres algo peor.
AMATISTA- Soy lo que decidí ser.
AZUL- Yo...
AMATISTA- Tú estas llenas de supersticiones y falsas promesas que creíste desde
pequeña.
AZUL- Estoy harta de ti y toda tu...

El sonido de la cítara, de manera violenta, interrumpe el texto de AZUL. Entra ÁMBAR,


está muy alterada.
ÁMBAR- Está muy mal. Muy mal y no sé que hacer.

AZUL sale rápidamente. ÁMBAR espera a AMATISTA, al ver que ella no tiene intención
de ir, sale.

IX
AMATISTA esta hincada sobre la mesa como en la escena V. Bajo la mesa esta
sentada AZUL, abraza sus piernas. Acostada boca abajo ÁMBAR manipula el
metrónomo. El sonido de la cítara es constante, monótono y durará hasta el final del
cuento de AMATISTA.

AMATISTA- El pescador estaba sentado sobre la arena, contemplaba la puesta del sol.

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Tenía sus redes llenas y se sentía tranquilo. Una gaviota cruzó el cielo. El pescador se
sintió fuertemente atraído por ella y la siguió con la mirada. La gaviota volaba sobre el
mar, cada vez era más difícil verla. El pescador, sin saber por qué, se subió a su

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pequeña embarcación y siguió a la gaviota por el mar. Remaba sin perder de vista a la
gaviota. Remó toda la tarde y toda la noche. No quería dejar de ver a la gaviota. Remó
hasta que ya no pudo más y el cansancio lo hizo dormir. Al despertar estaba mar
adentro, lejos de cualquier costa, lejos de toda playa, lejos de su casa. Sin estrellas, no
sabía como regresar. Nunca había navegado tanto. Lo peor de todo fue que ya no
estaba la gaviota. No la veía por ninguna parte. El sol, en lo alto, parecía quemarlo y el
infinito azul lo devoraba. Lo que lo angustiaba era haberse quedado dormido y perder a
la gaviota. La tristeza lo envolvió y por más que lo intentó, no pudo evitar ponerse a
llorar. Caminó hacia el extremo de su embarcación y las lágrimas cayeron en la mar.
Entonces una gran ola surgió frente a él. La ola lo cubrió destrozando su embarcación.
No se veían restos de la embarcación, tampoco del pescador, sólo había espuma y, de
la espuma salió una gaviota. Ahora los demás pescadores se sientan sobre la arena a
la puesta del sol y miran dos gaviotas volando sobre el mar.

El sonido de la cítara desaparece.


ÁMBAR- Creo que le gustó el cuento.
AZUL- Deberíamos ser nosotras las que ahora le contemos cuentos.
ÁMBAR- Sí. Contarle un cuento y después decirle que duerma. Como lo hacía ella.
AZUL- Como ella nos dormía.
AMATISTA- No sé cuál de las tres es más patética.

X
Las tres están a la mesa, juegan continental. AMATISTA fuma, ÁMBAR sostiene las
cartas con ambas manos, AZUL tiene una paleta.

ÁMBAR- ¿Por qué no jugamos con los comodines?


AMATISTA- Así es más divertido.

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AZUL- ¿Hasta cuál vamos a jugar?
AMATISTA- Hasta las cuatro corridas.
ÁMBAR- Esa es muy difícil. Mejor hasta las tercias.

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AMATISTA- Pero vamos a terminar muy temprano.
AZUL- Luego podríamos jugar canasta.
ÁMBAR- La canasta es más complicada.
AMATISTA- A ti, hasta la viuda se te hace complicada.
ÁMBAR- Lo complicado es sumar y ver corazones al mismo tiempo.
AMATISTA- Primero suma y luego ve los corazones.
ÁMBAR- Mejor primero veo los corazones y luego sumo.
AMATISTA- Por eso pierdes.
ÁMBAR- Lo importante no es ganar sino...
AMATISTA- Eso es un chiste de tercera mal contado.
AZUL- Tú ni siquiera sabes lo que es un chiste.
AMATISTA- Claro que lo sé. Tú eres un mal chiste.
AZUL- Y tú una mala jugadora. Ya gané. (Baja sus cartas)
ÁMBAR- ¿Completa?
AZUL- Sí. Cuenten.
ÁMBAR y AMATISTA cuentan los puntos de sus cartas. AZUL espera contenta con la
pluma en la mano. ÁMBAR y AMATISTA le indican los puntos. AZUL revuelve y reparte.

ÁMBAR- ¿Qué sigue?


AZUL- Tres tercias.
ÁMBAR- En las tercias siempre me va bien.
AMATISTA- Claro, siempre estás de mal tercio.

Siguen jugando en silencio por un rato.

AMATISTA- ¿Hablaste?
AZUL- Sí.

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AMATISTA- ¿Qué dijeron?
AZUL- Colgué.
AMATISTA- ¿Cómo?

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AZUL- Colgué. No quise que me dijeran nada.
AMATISTA- Quedaste en que ibas a preguntar.
AZUL- Lo sé.
AMATISTA- ¿Y por qué colgaste?
ÁMBAR- Porque no estamos de acuerdo.
AMATISTA- Lo habíamos acordado.
ÁMBAR- Ella se quedará aquí. Nosotros la cuidaremos.
AMATISTA- ¿Y cuando pensaban decirme?
AZUL- Cuando fuera necesario.
ÁMBAR- Sí, cuando fuera necesario.
AMATISTA- ¿Es decir?
AZUL- En la cena.
AMATISTA- Ya no podemos cuidarla. Lo que tenemos que hacer es...
AZUL- Nunca.
AMATISTA- Lo único que podemos hacer por su bien es procurar el nuestro.
AZUL- Prefiero mi malestar antes que...
AMATISTA- Ya no hay un antes que, ahora debería importarnos el después de
AZUL- Tomamos una decisión.
AMATISTA- Ámbar, sabes que no podemos cuidarla ya.
ÁMBAR- Lo sé, pero Azul cree que...
AMATISTA- Azul ya no sabe nada.
AZUL- No reprocharemos que te vayas.
AMATISTA- ¿Me estás corriendo?
AZUL- Ella se va a quedar aquí y la seguiremos cuidando hasta el final.
AMATISTA- No estoy de acuerdo.
AZUL- Lo sé, por eso no te pido que te quedes.
ÁMBAR- No tiene que irse Amatista, entre las tres...
AMATISTA- No conforme con destruir tu vida también destruirás la de Ámbar.

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AZUL- Lo hago por ella.
AMATISTA- Lo haces por tu terquedad.
ÁMBAR- No tiene que acabar así.

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AMATISTA baja sus cartas y se levanta.

AMATISTA- Ya se acabó. Mañana me iré.

AMATISTA sale por el pasillo. ÁMBAR revisa las cartas que dejó AMATISTA.

ÁMBAR- Quizá Amatista tenga razón.


AZUL- Quizá. (Revuelve las cartas)
ÁMBAR- ¿Tomamos la mejor decisión?
AZUL- (Sacando una carta al azar) Todo es obra del Diablo.

XI
El sonido de la cítara es fortísimo y lastimero. Entra rápidamente ÁMBAR, lleva un
recipiente lleno de agua y sale. AMATISTA fuma cerca de la ventana, mira la lluvia y
suelta el aire hacia el exterior. Vuelve a entrar ÁMBAR con un recipiente distinto al
anterior; tropieza y cae, el líquido del recipiente se derrama sobre el suelo. AMATISTA
no voltea. ÁMBAR se levanta lo más rápido que puede, no sabe si limpiar o ir por más
agua.

ÁMBAR- Ya no soporto más.


AZUL- (Fuera de escena) ¡Agua! ¡Más agua!

ÁMBAR va por agua. AMATISTA voltea y mira el líquido derramado. ÁMBAR pasa con
más agua. El sonido de la cítara va disminuyendo, permanece en un volumen bajo.
Entra AZUL, ve la ventana abierta y se dirige a ella a tomar aire. Entra ÁMBAR y se
sienta. AMATISTA sale.

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ÁMBAR- Está peor.
AZUL- Mejorará.
ÁMBAR- Nunca se había puesto así.

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AZUL- Mejorará.
ÁMBAR- Era mucha sangre, demasiada.
AZUL- Mejorará.
ÁMBAR- Nunca la había visto tan mal.
AZUL- ¡Mejorará!

Entra AMATISTA con una jerga y limpia el líquido. Sale. ÁMBAR se acerca a la
ventana, saca una mano para tocar la lluvia.

ÁMBAR- Ya nunca dejará de llover. Es la noche del diluvio y no preparamos un arca


capaz de resistir. Yo ya no resisto.
AZUL- Mientras ella resista, también lo haremos nosotras.

Entra AMATISTA con tres tazas de café y se sienta. Bebe de su taza. AZUL toma una
taza y también bebe. AMATISTA y AZUL miran la lluvia.
AMATISTA- Ha empezado el tiempo de lluvia. Vendrán los rayos, los truenos y
tendremos día grises, días sin refugio.
AZUL- Después de la tormenta saldrá el sol.
AMATISTA- No hay sol, no lo habrá nunca, tenemos un eclipse en ese cuarto.
AZUL- Nosotras seremos su luz.
AMATISTA- No se puede hacer algo por ella. Es el momento de hacer algo por
nosotras.
AZUL- No me daré por vencida.
AMATISTA- No es cuestión de vencidos o vencedores. Es cuestión de realidades.
AZUL- Esta es mi realidad.
AMATISTA- La puedes cambiar.
AZUL- No a ese precio. No podré dormir con ese tormento.

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AMATISTA- No puedes dormir con este tormento.
ÁMBAR- ¡Basta! Basta. Dejen de discutir como si ella fuera un bulto.
AMATISTA- Trato de que no lo sea.

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El sonido de la cítara se incrementa. ÁMBAR se horroriza.

ÁMBAR- Ya no quiero entrar. Ya no quiero verla así.


AMATISTA- Azul, deja de pensar sólo en ti.
AZUL- Ya tome una decisión.
AMATISTA- ¿Cuánto vas a durar así?
AZUL- El tiempo que sea necesario.
AMATISTA- El tiempo nos ha rebasado. Ya no es por nosotras ni por ella, es por todas.

Se quedan calladas. El sonido de la cítara es tormentoso. ÁMBAR ya no soporta el


sonido.

ÁMBAR- Las hadas si mueren.


AZUL- No, las hadas son eternas.
ÁMBAR- Esta eternidad nos consume.
AMATISTA- Nos consume porque es artificial.

El sonido de la cítara es muy elevado.

ÁMBAR- Azul, creo que Amatista tiene razón.


AZUL- También tú quieres que desaparezca.
ÁMBAR- No. No quiero que desaparezca, por eso creo que Amatista tiene razón.
Nosotras ya no podemos ayudarla. Lo hemos hecho todo, hasta engañarnos, pero
cualquier engaño, por muy bien construido, termina por desmoronarse.
AZUL- ¿Y los cuentos? ¿Y tu deseo de volver a escuchar un cuento?
ÁMBAR- Ya sólo quiero escuchar uno. Uno en el cual la reina de las hadas ve que su
luz se está apagando y, antes de ser parte de una fantasía que se olvide, prefiere verter

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sobre ella sus propios polvos para dormir por toda la eternidad y conservar la luz que
alguna vez tuvo.
AZUL-¿Qué sea polvo?

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ÁMBAR- Quiero conservarla en mi mente y no en el silencio.
AZUL- Sólo piensan en ustedes. Son egoístas. Nunca debí llamarles.
AMATISTA- Nos llamaste para este momento, para alejar al Diablo.

AZUL no cree en lo que escucha, el sonido de la cítara le lastima de sobremanera. Mira


a AMATISTA.

AZUL- Aún quedan opciones.


AMATISTA- Azul, sólo queda una y lo sabes.
AZUL- No sé nada.
AMATISTA- Entonces deja que yo actué.
AZUL- No.
AMATISTA- No seas terca.
ÁMBAR- Si ella pudiera también tomaría está decisión.
AZUL- No es verdad. Ella seguiría luchando.
AMATISTA- ¿Por qué no lo hace?
AZUL- Porque no puede.
AMATISTA- Nos queda a nosotras decidir.

El silencio entre ellas lo cubre la cítara.

AZUL- Yo no lo haré.
AMATISTA- Lo sé. Sé que tampoco Ámbar lo hará.
AZUL- Te vas arrepentir sí lo haces.
AMATISTA- Hay muchas cosas de las que podría arrepentirme más no lo hago. Sólo
me lamento. El arrepentimiento te ofrece la posibilidad de la redención; la lamentación
no. En la lamentación no hay escape, ni bendiciones, y no las pido.
AZUL- ¿Estás segura de lo que quieres hacer, Amatista?

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AMATISTA- Lo estoy.
AZUL- ¿Te lo dice el corazón?
AMATISTA- El corazón no habla.

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AZUL- No estoy de acuerdo.
AMATISTA- Es mi turno de intervenir.
AZUL- ¿No te da miedo equivocarte?

El sonido de la cítara alcanza el volumen más alto de toda la obra, es un grito de


inmenso dolor. AZUL se estremece, se siente impotente.

AZUL- Sólo quiero estar un rato con ella.


AMATISTA- Una última noche.
ÁMBAR- Un último cuento.

AMATISTA sale. AZUL se acerca a la ventana, toma de las manos a ÁMBAR.


AZUL- Siempre habrá un cuento más.
ÁMBAR- Con alas turquesa o moradas, siempre seremos sus pequeñas hadas.

AMATISTA entra con una pequeña caja. ÁMBAR se acerca a AMATISTA.

ÁMBAR- Si este fuera tu cuento sé que elegirías otro final.

ÁMBAR y AZUL salen. AMATISTA abre la caja y saca una jeringa y una pequeña
ampolleta.

AMATISTA- Siempre creí en ti, por eso esta noche seré yo quien esparza los polvos de
hada y te diré al oído... duerme.

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AMATISTA preparara la jeringa. El espacio se va oscureciendo El sonido de lluvia
permanece.

obra protegida por INDAUTOR DESDE LA TORMENTA DE UN MÚSCULO QUE NO TIENE SENTIDO.
2003

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