Gaudin La Socioterminología

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I.E.S.

en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”


Traductorado en Francés - Residencia de Traducción

Traductora residente: Marcia Castro.


Solicitante: Georgina Fraser – Elementos de terminología y documentación (IES
en Lenguas Vivas “J. R. Fernández”).
Tutora de Residencia: Gabriela Villalba.
Texto original: Gaudin, François (2005). “La socioterminologie”, Langages, n°
157, pp. 80-92.

– 2016 –

La socioterminología

François Gaudin

Universidad de Rouen

La socioterminología1

Desde hace quince años, la disciplina denominada terminología


experimentó cambios doctrinales importantes. La influencia de aquella teoría que
había dado el fundador de la escuela austríaca, Eugen Wüster, en los años 30,
perdió magnificencia y seguramente podemos lamentarlo, en la medida en que esta
manifiesta que el horizonte de la terminología ya no se inscribe en el paisaje de las
generosas iniciativas de comienzos del siglo XX. Esto debido a que el ingeniero
austríaco creía en la terminología como en el esperanto, la expectativa de que
mejorara la comunicación nacida de una voluntad deliberada y concertada. La fe en
las lenguas internacionales auxiliares vivió; nuestros conocimientos progresaron;
la terminología ya no es totalmente wüsteriana.

1. CUATRO FACTORES DE EVOLUCIÓN

En el movimiento que condujo a revisar las teorías y las prácticas, podemos


distinguir cuatro fuentes principales: la sociolingüística teórica, la sociolingüística
de campo, la lingüística general, la lingüística de corpus.
La sociolingüística teórica permitió retomar, con renovados esfuerzos, las
concepciones en materia de discurso desde una perspectiva heredera de la
sociolingüística de la covariancia y de los trabajos sobre las interacciones verbales.
Inspiró los trabajos que se enmarcaron en la socioterminología.
La sociolingüística de campo condujo a enriquecimientos en materia de
política lingüística. Los lingüistas implicados debieron desarrollar, en el marco de
las iniciativas quebequenses, y luego catalanas, una práctica terminológica que

1El presente artículo continúa trabajos realizados desde hace quince años, las ideas aquí
contenidas han sido desarrolladas en un libro de reciente publicación (Gaudin, 2003).
Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.

respondiera al problema de eficacia del legislador y que estuviera en armonía con


una voluntad popular.
La lingüística general, a la que las terminologías sirvieron como curiosidad
o margen, permitió repensar el estatus del término como signo y cuestionar la
relación entre términos y referentes.
La lingüística de corpus impuso una reforma de los métodos y de las
concepciones a causa del desarrollo de la gestión informatizada de los escritos y de
la aparición de nuevas herramientas lingüísticas.

2. LA APARICIÓN DE LA SOCIOTERMINOLOGÍA

La socioterminología, nacida bajo la doble influencia de la sociolingüística


teórica y de la sociolingüística de campo, se fija como objeto el estudio de la
circulación de los términos en sincronía y en diacronía, lo que incluye el análisis y
la modelización de los significados y de las conceptualizaciones. Se trata de una
disciplina que posee una dimensión sociocrítica, como toda semántica del discurso,
en la medida en que une la producción de sentido de los términos con las
condiciones de su aparición. La circulación de los términos es enfocada desde el
punto de vista de la diversidad de sus usos sociales, lo que engloba a la vez el
estudio de las condiciones de circulación y de apropiación de los términos,
considerados como signos lingüísticos, y no como etiquetas de conceptos.
Los trabajos de terminología realizados con una orientación sociolingüística
fueron desarrollados desde dos perspectivas y dos contextos diferentes: en
Francia, por investigadores herederos de Louis Guilbert, quien fundó el laboratorio
ruanés al que pertenecían, en las décadas de 1980 y 1990, Yves Gambier, quien
introdujo la palabra, Louis Guespin, quien impulsó trabajos universitarios, y el
autor de estas líneas; en Quebec, con el impulso de lingüistas como Pierre Auger,
Jean-Claude Boulanger o Jean-Claude Corbeil, quienes pusieron en práctica las
sucesivas leyes lingüísticas. El enfoque adoptado en aquellos trabajos, sostenidos
por la voluntad colectiva de todo un pueblo, era de facto sociolingüístico. Luego la
palabra se propagó en las lenguas latinas.
El aporte de la sociolingüística había aparecido, muy claramente, ya en los
años ochenta, con trabajos pioneros, y aún hoy ejemplares, como los de Monica
Heller et alii (1982). La puesta en evidencia de las redes de comunicación en
determinado ámbito laboral, el análisis de los factores de resistencia y de su
importancia para la modificación de las prácticas lexicales, abría la vía para
trabajos innovadores. Denise Daoust (1987) o Jacques Maurais (1984)
introdujeron, a partir de la década de 1980, la dimensión diacrónica e insistieron
en el estudio del cambio en las terminologías, a menudo reputadas como
intangibles. Comprenderemos entonces la convergencia entre los terminólogos
quebequenses y los trabajos realizados bajo el nombre de socioterminología.

3. UN GIRO SOCIOLINGÜÍSTICO

La difusión del término socioterminología manifiesta la necesidad de


renovar la aprehensión por parte de los investigadores y los responsables de los
problemas encontrados. En efecto, el acceso a las técnicas, las tecnologías y las

2
Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.

ciencias establece desafíos terminológicos nuevos y obliga a repensar los modos de


intervención en las prácticas lingüísticas.
Esto vale para muchos países, “for the emerging African, Creole – and
Arabic-speaking countries and undoubtedly also for the majority of Asiatic
civilisations, the 'defence and establishment' of the national languages will
inevitably lead to a sociolinguistic orientation of terminology” (Rey, 1998/1999:
123). Ya en los años ochenta, estas cuestiones fueron abordadas por
sociolingüistas (Guespin y Laroussi, 1989) y los problemas que plantea la gestión
de las terminologías de las lenguas africanas2 necesitan de un enfoque
sociolingüístico.3 Si las naciones concernidas quieren asegurar un acceso
democrático a los saberes contemporáneos que sea compatible con el respeto de
sus identidades culturales, estas tomarán iniciativas respecto de la ordenación
terminológica. Esas situaciones reclamaban un cuerpo de doctrina alternativo, ya
que durante demasiado tiempo se había puesto el acento únicamente en la función
cognitiva, establecida como universal, debido a la dominancia de una lingua franca
anglosajona. Y ese giro posee una dimensión ética, ya que todo enfoque conceptual
corre el riesgo, al buscar racionalizar los contactos translingüísticos, de construir
un referencial nocional que solo sea el instrumento de una hegemonía lingüística y
cultural particular.
Esas preocupaciones se encuentran en América Latina, en Argentina, en las
problemáticas vinculadas con la traducción (Gentile, 2003), en Uruguay, donde el
profesor Mario Barite ha definido a la socioterminología en estos términos: “a.
Rama de la Terminología que se ocupa del análisis de los términos (surgimiento,
formación, consolidación e interrelaciones), considerándolos desde una
perspectiva lingüística en la interacción social” (Barite, 2000). En Brasil, Enilde L.
de J. Faulstich menciona a la socioterminología como “una disciplina que se
interesa por el movimiento del término en los lenguajes de especialidad”
(Faulstich, 1998/1999: 95). Citamos también los países nórdicos, donde, aunque la
influencia de la terminología tradicional sigue siendo fuerte, personalidades como
Johan Myking, en el caso de Noruega (2000), o Yves Gambier,4 en el de Finlandia,
contribuyen a enriquecer esta perspectiva. No se trata de buscar elaborar un
panorama exhaustivo, sino de señalar que la difusión geográfica del término y de
sus traducciones se hace en el mantenimiento de su sentido inicial, porque la
temática de los usos sociales de los términos, el estudio de su aparición, de su
circulación y de su implantación corresponde a la parte más importante de los
trabajos que fueron realizados bajo esta denominación desde los años noventa.

4. ALGUNOS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN

A esta extensión geográfica corresponde un factor de profundización, el


anclaje universitario que permitió desarrollar reflexiones independientes a las
tentaciones inmediatas de la práctica, ya sea de traducción, documental o de

2 Como el sango, para Marcel Diki-Kidiri (2000), o el wólof, para Chérif Mbodj (1994).
3 Tal como han sido descriptas por Amigou Maïga (1991) o Issoufi Alzouma Oumarou
(1994).
4 Véase la bibliografía en Gambier (2001).

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francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
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adaptación. Entre las publicaciones que salieron a la luz, algunas tesis


universitarias, realizadas en Francia o en Quebec en particular, como también en
trabajos de campo asiáticos (Vietnam, Laos, en particular), permitieron dar cuenta
de la instalación de un cuerpo de conocimientos y de herramientas metodológicas.
Citaremos aquí algunos de ellos, sin pretensión de exhaustividad.
Con un enfoque original en el plano teórico, Myriam Bouveret confrontó las
herramientas de la praxemática con el análisis de corpora orales y escritos,
analizando la producción de sentido del término en el marco de la neología
terminológica (Bouveret, 1996). La divulgación científica fue objeto de un estudio
socioterminológico minucioso, de Valérie Delavigne, dedicado a la difusión social
del vocabulario de la seguridad nuclear; este estudio se distinguía por el cruce de
métodos de análisis sociolingüísticos y la utilización de herramientas informáticas
características de la lingüística de corpus (Delavigne, 2001). Desde una perspectiva
algo alejada, se realizó una investigación basada en el análisis del discurso, referida
a los términos del vocabulario de la ecología (Périchon, 2001). Maryvonne Holzem
contribuyó provechosamente a precisar las relaciones entre documentación,
terminología y sociolingüística sentando las bases de una unificación de los
métodos descriptivos (Holzem, 1999). Pascaline Dury tuvo el mérito de cruzar un
análisis contrastivo del vocabulario de la ecología en francés y en inglés con un
enfoque diacrónico, teniendo en cuenta una dimensión muy frecuentemente
descuidada en terminología (Dury, 2000). Concederemos un lugar particular al
trabajo de Dardo Mario de Vecchi (1999), cuya contribución al estudio del habla
empresarial –sector de la sociolingüística muy poco frecuentado por los
investigadores– hizo hincapié en el análisis de la oralidad, a través de la
observación participante. Un importante estudio del vocabulario médico en
francés y en vietnamita constituyó una útil contribución para el equipamiento
terminológico del vietnamita (Tran, 1999).
Las diferencias de contexto sociolingüístico y dinamismo institucional
hacen que la dimensión de ordenación haya sido más trabajada en América del
Norte. En Quebec, pudieron publicarse trabajos como los de Pierre Auger (1999) y
Christiane Loubier (1994), que realizan una renovación de las problemáticas,
básicamente gracias a la actividad desarrollada por la Oficina de la Lengua
Francesa y su apoyo. Algunos fueron emprendidos dentro de un marco
universitario; por ejemplo, Jean Quirion brindó una síntesis de las investigaciones
de implantación terminológica, adaptada de su tesis de doctorado (Quirion, 2003).
Tal sinergia, duradera y fértil, que relaciona instancias de política lingüística con
instituciones de investigación, podría dejar perplejo a un lector francés.
En el conjunto de estos trabajos tomados como ejemplo, la afirmación de
una orientación socioterminológica permitió el surgimiento de conocimientos
relativos al funcionamiento discursivo y social de términos que un enfoque
tradicional habría ignorado. No se trata de fundar una crítica de la terminología de
inspiración wüsteriana, sino de extender el campo de la terminología, de superar
su idealismo, su voluntarismo y su logicismo, desde una perspectiva que tome en
cuenta diversas experiencias, desde la localización automática y sus implicaciones
en el plano de la descripción lingüística hasta los avances de la historia de las
ciencias y de la epistemología.

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Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.

5. EL MODELO GLOTOPOLÍTICO

Volviendo a las fuentes de los primeros trabajos franceses en


socioterminología, consideramos útil precisar el interés del modelo glotopolítico
que inspiró los análisis sobre la circulación social de los términos. Este concepto
fue desarrollado en los años ochenta por Louis Guespin (Guespin, 1985) y Jean-
Baptiste Marcellesi5 (Guespin y Marcellesi, 1986). Entre los investigadores que lo
aplicaron desde una perspectiva terminológica, uno de los adeptos más
convincentes es sin duda Loïc Depecker. En todo caso, ha expresado su adhesión
calurosamente: “Conocer a Louis Guespin cambió mi pensamiento”, escribía
(Depecker, 2000). Y la síntesis que él propuso de su experiencia en política
terminológica muestra que algunos conceptos propuestos por los investigadores
pueden modificar la aprehensión de lo real, ser comprendidos, aplicados y
modificar la práctica de los ordenamientos.6
Pero, cuál es exactamente el interés del concepto de glotopolítica, si la
terminología ya es abundante: ¿acaso no hablamos, según los casos, de política, de
planificación, de ordenación, de equipamiento, lingüístico o terminológico? Al
hablar de glotopolítica, lo que se intenta es neutralizar, recurriendo a la forma
griega gloto-, las oposiciones entre lengua, habla y discurso, ya que la sociedad
actúa en todos esos puntos, mientras que un término como política lingüística solo
considera las acciones más visibles. Sin embargo, en el circuito que une el habla
con la lengua, intervienen diversas decisiones. Se puede tratar de la opción de
desterrar la práctica de una lengua de inmigración en la casa, de la decisión de una
empresa de anglicizar su comunicación, de la selección de un lexicógrafo de
registrar o no formas nuevas, o el de organizadores de la opción de asegurar o no
la asistencia de intérpretes durante un congreso,7 etc. También se puede tratar de
decisiones políticas o de su ausencia.8 Al utilizar ese término, insistimos así, en la
pluralidad de los niveles de decisiones que, de aquel del individuo a aquel del
Estado, participan en la gestión, la evolución y la génesis continua de las lenguas.
Se trata de un modelo dinámico –nos atreveríamos a decir dialéctico– que permite
pensar la lengua y el habla no como dos hechos separados sino como dos polos: la
lengua es lo que permite las interacciones lingüísticas, mediante las cuales la
lengua se mantiene y se renueva a la vez. Y son esas dos racionalidades las que se
esfuerza por tomar en cuenta una actitud inspirada del modelo glotopolítico.

6. GLOTOPOLÍTICA, NORMALIZACIÓN Y NORMALIZACIÓN NO INTERVENTIVA

El enfoque relacionado con el análisis glotopolítico va unido a una actitud de

5 Las publicaciones colectivas más destacadas son las Actas de un coloquio (Winther A.
(ed.), 1985) y un número de la revista Langages (Marcellesi (dir.), 1986) dedicados a ese
concepto.
6 Cf. Depecker (2001).
7 Por ejemplo, el Foro Social Europeo de noviembre 2003 fijaba un número de 1.000

intérpretes, cuya presencia debía garantizar a numerosas minorías la posibilidad de


expresarse en su propia lengua.
8 Por ejemplo, la decisión de la Universidad de Montreal de armarse de una política

lingüística es una decisión glotopolítica significativa.

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Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
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consejo. El lingüista, el terminólogo o el “lingüístico” embebido en un enfoque


glotopolítico debe describir una situación lingüística particular, establecer un
diagnóstico y proponer soluciones. En lo que concierne a la terminología, las
descripciones pueden ser de tres grandes tipos: la observación de las prácticas
lingüísticas en toda su variabilidad; de la identificación de las redes de difusión de
los términos; la definición de los desafíos de la terminología en sus aplicaciones
sobre todo industriales.
Esas tareas de descripción provienen de la investigación, se hacen
necesarias para comprender los cambios lingüísticos en curso, ya sean
espontáneos o planificados, y para actuar. La realización de una política lingüística
necesita de las decisiones de ordenación lingüística que solo pueden ser exitosas a
condición de ser compatibles con las opiniones de los locutores y, por lo tanto, con
los sentimientos y las prácticas lingüísticas. En consecuencia, la negociación
terminológica, la información y la consulta a los actores concernidos son factores
favorables para que las decisiones deban ser seguidas de efectos. Para eso, es
necesario que se reúnan las condiciones de una adhesión social y, por lo tanto, que
las decisiones tomadas descansen en una descripción detallada de las prácticas y
una consulta previa de los usuarios.
Este aspecto es todavía más importante si consideramos a la lengua como
un conjunto de formas lingüísticas y de representaciones de esas formas. Hablo
una lengua y la representación que me hago de ella también forma parte de mi
práctica lingüística. No podemos, pues, si adoptamos esta perspectiva, razonar
sobre las unidades lingüísticas tomándolas de modo aislado, fuera de toda
interacción y sin tener en cuenta las tensiones que recorren las comunidades
lingüísticas ni las ideologías lingüísticas, ya que esas representaciones solo pueden
ser enfocadas en el marco de una concepción pluri-normada de las terminologías.
En efecto, las terminologías experimentan realizaciones, principalmente en la
oralidad, que son lugar de creaciones; se generan en los usos profesionales del
laboratorio, del taller, de la fábrica. La génesis de esas formas tiene lugar en las
prácticas lingüísticas y su estabilización les confiere el estatus de normas de
discursos que permiten la intercomprensión. Y es aquí donde podemos distinguir
dos tipos de procesos que conducen a la construcción de una norma, la
normalización y la normalización no interventiva:* “En resumen, podemos decir que
la normalización es el proceso que tiene por objetivo construir conscientemente
una norma unificada y la normalización no interventiva, el proceso responsable de
la lógica misma de todo sistema lingüístico.” (Guespin, 1993: 218). Ya sea nacional
o internacional, política o técnica, la normalización emana siempre de una
institución que fija los términos recomendados u obligatorios. En cambio, la
normalización no interventiva comprende lo que Teresa Cabré describe como “un
proceso mediante el cual un sistema terminológico determinado se autorregula
por acuerdo de sus usuarios” (1993: 435). La coexistencia de esos dos factores que
son la normalización no interventiva y la normalización también fue descripta en
otras lenguas, como la vietnamita (Tran, 1999).

* El término utilizado por Gaudin en el original francés es normaison con el que traduce el
sintagma “normalización no interventiva” utilizado por Cabré originalmente y citado unas
líneas más adelante en el texto. [N. de la T.]

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Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.

De hecho, podemos afirmar que la normalización no interventiva debería


ser una prioridad para los organismos de política lingüística. ¿Por qué? Porque hoy
el problema principal es, seguramente, de orden idiolectal. Las identidades se
afirman cada vez más en nuestras sociedades contemporáneas fragmentadas en
grupos sociales muy numerosos; sin embargo, estos grupos sociales hablan
idiolectos. Y ese movimiento general engloba a esas comunidades de habla
particulares que se ocupan de ciencias y de técnicas. Los locutores de las lenguas
especializadas también son miembros de comunidades de habla particulares. En
términos saussureanos, hay en la palabra una variación importante y la dificultad
reside en el pasaje del habla de un grupo particular a la lengua compartida por
todos. Esta dificultad se traduce en un déficit de gestión de la normalización no
interventiva, lo que facilita la dominación lingüística y la utilización de préstamos.9
El verdadero desafío reside entonces en la capacidad de inventar dispositivos que
faciliten la armonización de los vocabularios emergentes.

7. LA DIFUSIÓN SOCIAL DE LOS TÉRMINOS

Tales análisis suponen adoptar una visión dinámica de los términos, los
cuales ya no deben ser concebidos como etiquetas de conceptos, sino resituados en
el marco de los intercambios lingüísticos dentro de los cuales aparecen y se
mantienen. El otro aporte teórico importante a señalar fue el de la lingüística de la
interacción, que obligaba a considerar los términos, no solamente como signos
lingüísticos, sino como formas tomadas en intercambios lingüísticos reales y por
tanto vinculados a tipos de interacciones. Desde esta perspectiva, no hay palabra
justa en sí misma. Solo hay palabras apropiadas a interacciones definidas. El sueño
de la ortonimia es, así, puesto en su lugar justo de utopía eficaz: utopía, porque es
contraria al funcionamiento habitual del lenguaje; eficaz, porque orienta los usos
de la lengua y permite hacerla más precisa. Pero se plantea entonces el problema
de la estabilidad del sentido.
En efecto, el ideal de la monosemia solo puede constituir un objetivo
sostenible en un marco idiolectal. Tan pronto como la circulación de las formas
lingüísticas concernidas se extiende, el significado de los términos es sujeto a
nuevas negociaciones. Reconocemos fácilmente hoy, ya hemos hecho un poco de
semántica, que el término se caracteriza por el hecho de que su significado es
socialmente normado. Se trata de un control social del sentido, que se ejerce de
manera concertada, más o menos espontánea, o de manera planificada o
reglamentaria.10 Es con este espíritu como podemos definir provechosamente la
noción de “concepto”, central en terminología, como un significado normado, como
propone François Rastier. Pero tal definición, que presenta la ventaja científica de
repatriar la noción dentro de la lingüística, obliga a plantear de manera todavía
más central la noción de “norma”, noción eminentemente sociolingüística si las
hay.
En la difusión del término, el significante es la parte sobre la que es más
sencillo ejercer el control y, ante todo, retomamos una forma de significante. Por lo

9 Para una demostración más detallada, véase Gaudin (2003: 173-204).


10 Sobre este tema, véase Baggioni y Larcher (1997).

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tanto, la motivación relativa desempeña un papel importante: olvidamos que las


cajas negras no son de color negro, que las bolsas de aire no son bolsas. Es decir
que la suspensión de los principios lingüísticos de motivación relativa solo es
compatible con la intercomprensión en ese marco limitado en donde los locutores
son depositarios de determinada experticia, o de determinada experiencia del
referente que les permite ocultar el significado calculable de lo regular para
acceder al sentido en uso. Esta condición se puede reemplazar sencillamente en las
comunidades de habla muy restringidas. Es por esta razón que algunos científicos
adoptan una actitud desenvuelta al elegir sus términos, lo que solo ven allí son
herramientas puramente arbitrarias utilizadas de manera convencional en un
marco limitado. El matemático David Hilbert decía que podríamos reemplazar las
palabras punto, derecha, y plano, por mesa, silla y vaso de cerveza y seguir haciendo
geometría….
Por supuesto, todo cambia en cuanto nos preocupamos por la difusión
social de los términos, como hace la socioterminología, puesto que entonces nos
vemos conducidos a considerar la elección de los vocablos como determinante en
la construcción del sentido. Las reflexiones didácticas en materia de ciencias lo han
demostrado bien.11 Sin embargo, más allá de la sola enseñanza formal, el desafío de
la democratización del saber es facilitar su transmisión en diversas interacciones
con variados locutores. De este modo, el papel desempeñado por el control social
del sentido en interacciones más limitadas es ocupado por la motivación relativa,
que ayuda a la construcción del significado a partir del significante, ya sea que se
trate de palabras construidas acordes a una gramática léxica –la del francés común,
o la del vocabulario químico por ejemplo– o de la utilización de una metáfora
motivada. Se trata, pues, desde un punto de vista lingüístico, de preocuparse por la
inscripción cultural de las terminologías y de la calidad del equipamiento
terminológico.
Las afirmaciones precedentes pueden parecer muy generales. Un estudio, ya
mencionado, que trata sobre el vocabulario de la seguridad nuclear, nos servirá
para ejemplificar el interés de un enfoque socioterminológico (Delavigne, 2001).
Ese trabajo demostró que los términos utilizados, en ese sector de actividad, para
categorizar lo real, como accidente, residuo, incidente, riesgo, seguridad, fiabilidad,
son plenamente términos, en cuanto son utilizados de manera precisa en los
discursos expertos y poseen un significado normalizado, pero sin embargo no son
independientes de las tensiones entre grupos de enunciadores, de las luchas de
influencias, de las elecciones sociopolíticas, etc. El stock léxico disponible permite
que unos canalicen valores axiológicos positivos y construyan una visión
meliorativa de la energía nuclear, una especie de “divulgación de color rosa”,
mientras que los otros insertan los términos en redes discursivas fuertemente
polémicas y disfóricas, de tonalidad más bien negra. En su análisis, Valérie
Delavigne mostró cómo las estrategias de utilización de los términos y las
designaciones son profundamente marcadas por los desafíos que animan los
discursos. Al leer tales trabajos, se hace evidente que ya no podemos, en este tipo
de vocabulario, considerar los términos como nombres propios de conceptos.

11Véanse, por ejemplo, los trabajos de Stella Baruk –en particular su diccionario (1992)–,
ejemplares a nuestro entender, pero diversamente valorados por los matemáticos.

8
Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
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Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.

El enfoque adoptado es cercano al análisis de discurso, que también irriga


las reflexiones sobre la constitución de corpora desde otras perspectivas, como por
ejemplo la constitución de bases de conocimientos. Una de las preguntas que se
formula hoy este tipo de análisis es cómo mantener un enfoque cualitativo y no
cuantitativo utilizando recursos informáticos de la lingüística de corpus. Ahora
bien, los resultados obtenidos se obtuvieron a partir de un importante corpus
digitalizado que se explotó con programas informáticos12 cuya utilización permitió
delimitar los posicionamientos de los enunciadores y extraer los términos de la
energía nuclear presentes en el corpus. Esto muestra que el enfoque
sociolingüístico puede verse favorecido por la notable evolución técnica que
representan los progresos en materia de análisis automático.
En efecto, así como los trabajos de inspiración sociolingüística
acompañaron una revisión de los métodos heredados de Wüster, también
conocieron las consecuencias de la renovación metodológica que provocaron, de
manera más empírica, las herramientas de análisis automático cuyo desarrollo
igualmente puso en tela de juicio las nociones de “término”, “dominio”,
“biunivocidad”, etc. Y es muy interesante señalar que un enfoque empírico,
motivado por la satisfacción de las necesidades sociales, la de las industrias de la
lengua, y un enfoque más teórico, que descansa en principios teóricos, el de la
sociolingüística, pudieron desarrollarse y alcanzar resultados tan convergentes en
su preocupación por renovar el campo terminológico (cf. Bourigault y Slodzian,
1999).

8. VARIACIÓN, LINGÜÍSTICA DE CORPUS Y SOCIOLINGÜÍSTICA

Tanto la lingüística de corpus como la sociolingüística se plantean el


problema de la definición de los corpora. La novedad reside en el poder de análisis
que proponen los tratamientos informatizados de la lengua. Por eso, las cuestiones
de géneros –ya sea desde un punto de vista productivo o interpretativo–, de
diversidad lingüística y de variación se vuelven centrales. Sobre todo porque
parece claro que los corpora siempre son heterogéneos. Es por ello que la noción
de heterogeneidad, central en sociolingüística, se encuentra en el centro de las
preocupaciones de los lingüistas de corpus, incluso si no utilizan necesariamente
ese concepto. Desde ambas perspectivas, lo que en el fondo se encuentra en
cuestión son las condiciones de producción de los discursos, es decir, las razones
que explican las variaciones lingüísticas observadas, variaciones que por lo tanto
pueden relacionarse con variaciones que pueden ser sociales, históricas,
geográficas, etc. Y, en esos puntos, las adquisiciones de la sociolingüística pueden
ser revisitadas y actualizadas por la terminología y la lingüística de corpus.
En este tipo de trabajo, que se encuentra en los confines de la terminología,
la lexicografía informática y la sociolingüística, nos damos cuenta de la importancia
de las convergencias que enriquecen cada una de las perspectivas. Si queremos
tomarla en cuenta en los trabajos de la “nueva” lingüística de corpus, la variación

12Alceste (Analyse Lexicale par Contexte d’un Ensemble de Segments de Texte), software
de análisis textual, desarrollado por Max Reinert, y LeXTER (Logiciel d’EXtraction de
TERminologie, versión inicial del actual SYNTEX), puesto a punto por Didier Bourigault.

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Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
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social, que está en el centro de las lenguas, necesita de una reflexión teórica de tipo
sociolingüístico. Y, por otro lado, si quiere superar la fase en donde se contentaba
con garantizar “la promoción de una terminología puntual de conformidad con la
lingüística social”, según la fórmula de Pierre Lerat (1993: 13), la
socioterminología debe enriquecer los métodos más actuales del análisis de datos
terminológicos. Sin embargo, la convergencia entre socioterminología y lingüística
de corpus formula nuevas preguntas. Entre ellas señalamos el problema de las
hipótesis auxiliares, es decir, para el tema que nos ocupa, de la inclusión, dentro de
las herramientas utilizadas, de una teoría lingüística subyacente: al utilizar
programas informáticos de análisis lingüístico, ¿de qué parte de la hipótesis
seguimos siendo dueños?
La idea de aprehender el concepto terminológico como un “significado
negociado por una comunidad de locutores” (Gaudin, 1993: 99) podía sorprender
hace diez años, con la llegada de la informatización y la automatización de las
búsquedas en grandes corpora, esto dejó de parecer un postulado teórico para
pasar a ser de necesidad práctica. Se trata de consignar y de describir los
conceptos terminológicos como construcciones de conocimientos presos de las
variaciones, sincrónicas y diacrónicas. Sin embargo, el desafío hoy, tanto teórico
como práctico, ya no es presentar esta evidencia sino el de encontrar modelos,
lingüística e informáticamente pertinentes, que permitan articular conceptos y
producciones discursivas. Marie-Françoise Mortureux se preguntaba si podíamos
imaginar una socioterminografía (2000), la cuestión sigue siendo de actualidad.
Los recursos puestos a disposición de los analistas son hoy numerosos, lo
cual permite considerar nuevos enfoques de los problemas clásicos del análisis del
discurso, especialmente en materia de tipología. Pero es cierto que esto todavía se
limita a los datos escritos y siguen faltando trabajos sobre la oralidad. En efecto,
tanto el estudio de la difusión social prevista en la variedad de los escritos puede
desarrollarse sencillamente, en particular en vistas de la divulgación –temática
bastante familiar para los lingüistas y fácil de poner en obra–, como la circulación
real en las interacciones y los mecanismos del éxito de los neologismos siguen
siendo muy desconocidos. Los progresos tecnológicos facilitados por el poder de
cálculo de los programas informáticos no han sido acompañados por trabajos
sobre la oralidad (más costosos en recursos humanos y en tiempo), dimensión
crucial para comprender la génesis y la difusión de las terminologías y para
penetrar mejor el conocimiento de las ideologías lingüísticas en la materia. Al
poder contrastar los datos orales con el análisis de los escritos también podremos
esclarecer de manera más detallada la dimensión diacrónica.

9. TERMINOLOGÍA, DIACRONÍA E HISTORIA

En efecto, el análisis de los diferentes niveles en los que se construyen y se


perpetúan las normas lingüísticas necesita la consideración de diferentes modos
de socialización de los individuos: escuela, familia, grupos de trabajo, etc., en los
cuales se construyen las personalidades lingüísticas. Puesto que los parámetros
que determinan las personalidades lingüísticas son múltiples, como indica Anne
Condamines, al señalar que “nunca se han estudiado las variaciones en una
comunidad profesional dada entre un subgrupo que mantiene relaciones de

10
Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.

amistad regulares fuera del trabajo y otro que solo interactúa en el marco
profesional” (Condamines, 2003: 25). Los niveles a aprehender son muy diversos;
su pertinencia depende de los objetivos que uno se fije. El estudio de estos modos
de socialización lingüística necesita de la consideración de conceptos disciplinarios
diversos, como por ejemplo el de estructuras de sociabilidad, propio de los
historiadores. También debería conducir, en el nivel de las comunidades
lingüísticas, a resituar el análisis de las ideologías lingüísticas –que han sido
estudiadas– dentro de una dimensión histórica y, particularmente, dentro de la
perspectiva de la historia de las mentalidades, otro concepto histórico útil.
Esta dimensión, que es la de las estructuras mentales colectivas cuya inercia
es conocida, supone inscribir, en un tiempo prolongado, y en una descripción que
tenga en cuenta las prácticas y las ideologías, el estudio de las actitudes,
representaciones y sentimientos lingüísticos. La investigación archivística de la
literatura científica y la recopilación de testimonios, orales o escritos, permitiría
volver a trazar los contornos del imaginario colectivo fundador del sentimiento de
pertenencia a una comunidad lingüística. La resistencia al cambio (Vovelle, 1982),
así como la reticencia frente a la innovación, constituyen temas históricos
importables de pleno derecho en un estudio de las mentalidades lingüísticas. Este
aportaría una dimensión nueva al estudio del cambio lingüístico, cuyas
perspectivas, por interesantes que sean, siguieron siendo, en el fondo, bastante
filológicas. La noción de “neologismo” no es un concepto, como sabemos (Rey,
1976), pero las herramientas de las que disponemos para pensar la novación en
materia de terminología, ¿son suficientes?

10. EPÍLOGO

Este breve recorrido tenía por objetivo echar luz sobre algunos aspectos
que permitan comprender mejor la necesidad en terminología de una orientación
sociolingüística y destacar algunas perspectivas de investigación.
La dimensión social se ilustra muy particularmente en las preocupaciones
de política lingüística, pero el estudio de la circulación social de los términos
implica igualmente prácticas lingüísticas tales como las que designamos con el
nombre de divulgación. El modelo glotopolítico permite pensar ese tipo de hechos
de manera unitaria y dinámica. Dada la especificidad de las terminologías y de sus
usos sociales, la sociología del conocimiento, la de las ciencias o de la innovación13
constituyen todos aportes disciplinarios a un mejor conocimiento de la evolución
de las prácticas lingüísticas y de la sociogénesis de los términos. La ampliación de
las reflexiones hacia esas dimensiones todavía está, con frecuencia, demasiado
ausente.
El funcionamiento discursivo de los términos plantea problemas
básicamente semánticos, su enfoque necesita una abertura sin exclusividad a
modelos semánticos diversos, ya que nada prueba que la heterogeneidad de los
hechos léxicos los haga susceptibles de una modelización única. Las propuestas
teóricas que hoy se dan por necesarias obligan a reexaminar las nociones de

13 Cf.
las discusiones entre terminología y sociología de las ciencias dadas para el olvido Ad
Hermans (1991, 1995).

11
Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.

“ámbito”, “especialista”, “sistema conceptual”, a la luz de las adquisiciones de la


lingüística social y de la semántica, ya sea, según los autores, interpretativa,
referencial o cognitiva. El pragmatismo de los terminólogos los coloca en buena
posición para sobrepasar las querellas entre escuelas.
Por último, como la lingüística es una ciencia social, el hecho de reflexionar
sobre las terminologías como entidades culturales obliga a considerar su historia.
La historia de esos nombres, de sus sentidos, también es la historia de nuestras
ideas y de nuestras maneras de decirlas. Y, en esta dirección, los trabajos de
historia de las ciencias, técnicas y de sus vocabularios habían precedido las
investigaciones propias de lingüistas.14
Circulación social, discurso, historia: esos son los tres aspectos en los que se
formulan las cuestiones de géneros de textos y las condiciones de la comunicación,
producción e interpretación. Los términos son utilizados por locutores colectivos15
a los cuales sirven como denominaciones normadas y como marcadores
identitarios; circulan en sectores de la experiencia humana, en el seno de esferas
de actividad pocas veces limitadas a ámbitos de empleo circunscriptos. Son las
múltiples facetas de esos discursos reales y desconocidos, vinculados a la
producción de los conocimientos, las reglas y los objetos manufacturados, sobre
los que la socioterminología llama la atención a nuevas generaciones de
investigadores.

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14 Los trabajos de referencia tales como los de Roland Eluerd (1993) o Bernard Quemada
(1978) siguen siendo demasiado escasos.
15 El término, antaño emblemático de la lingüística social, es utilizado en la actualidad por

Anne Condamines, ya que la lingüística de corpus vuelve a encontrar problemas idénticos


a los que debieron enfrentar los sociolingüistas de los años setenta.

12
Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
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13
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