Gaudin La Socioterminología
Gaudin La Socioterminología
Gaudin La Socioterminología
– 2016 –
La socioterminología
François Gaudin
Universidad de Rouen
La socioterminología1
1El presente artículo continúa trabajos realizados desde hace quince años, las ideas aquí
contenidas han sido desarrolladas en un libro de reciente publicación (Gaudin, 2003).
Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.
2. LA APARICIÓN DE LA SOCIOTERMINOLOGÍA
3. UN GIRO SOCIOLINGÜÍSTICO
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Gaudin Francois, “La socioterminologie”, Langages, nº 157, 2005, pp. 80-92. Traducido del
francés por Marcia Castro en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en
Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2016.
2 Como el sango, para Marcel Diki-Kidiri (2000), o el wólof, para Chérif Mbodj (1994).
3 Tal como han sido descriptas por Amigou Maïga (1991) o Issoufi Alzouma Oumarou
(1994).
4 Véase la bibliografía en Gambier (2001).
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5. EL MODELO GLOTOPOLÍTICO
5 Las publicaciones colectivas más destacadas son las Actas de un coloquio (Winther A.
(ed.), 1985) y un número de la revista Langages (Marcellesi (dir.), 1986) dedicados a ese
concepto.
6 Cf. Depecker (2001).
7 Por ejemplo, el Foro Social Europeo de noviembre 2003 fijaba un número de 1.000
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* El término utilizado por Gaudin en el original francés es normaison con el que traduce el
sintagma “normalización no interventiva” utilizado por Cabré originalmente y citado unas
líneas más adelante en el texto. [N. de la T.]
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Tales análisis suponen adoptar una visión dinámica de los términos, los
cuales ya no deben ser concebidos como etiquetas de conceptos, sino resituados en
el marco de los intercambios lingüísticos dentro de los cuales aparecen y se
mantienen. El otro aporte teórico importante a señalar fue el de la lingüística de la
interacción, que obligaba a considerar los términos, no solamente como signos
lingüísticos, sino como formas tomadas en intercambios lingüísticos reales y por
tanto vinculados a tipos de interacciones. Desde esta perspectiva, no hay palabra
justa en sí misma. Solo hay palabras apropiadas a interacciones definidas. El sueño
de la ortonimia es, así, puesto en su lugar justo de utopía eficaz: utopía, porque es
contraria al funcionamiento habitual del lenguaje; eficaz, porque orienta los usos
de la lengua y permite hacerla más precisa. Pero se plantea entonces el problema
de la estabilidad del sentido.
En efecto, el ideal de la monosemia solo puede constituir un objetivo
sostenible en un marco idiolectal. Tan pronto como la circulación de las formas
lingüísticas concernidas se extiende, el significado de los términos es sujeto a
nuevas negociaciones. Reconocemos fácilmente hoy, ya hemos hecho un poco de
semántica, que el término se caracteriza por el hecho de que su significado es
socialmente normado. Se trata de un control social del sentido, que se ejerce de
manera concertada, más o menos espontánea, o de manera planificada o
reglamentaria.10 Es con este espíritu como podemos definir provechosamente la
noción de “concepto”, central en terminología, como un significado normado, como
propone François Rastier. Pero tal definición, que presenta la ventaja científica de
repatriar la noción dentro de la lingüística, obliga a plantear de manera todavía
más central la noción de “norma”, noción eminentemente sociolingüística si las
hay.
En la difusión del término, el significante es la parte sobre la que es más
sencillo ejercer el control y, ante todo, retomamos una forma de significante. Por lo
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11Véanse, por ejemplo, los trabajos de Stella Baruk –en particular su diccionario (1992)–,
ejemplares a nuestro entender, pero diversamente valorados por los matemáticos.
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12Alceste (Analyse Lexicale par Contexte d’un Ensemble de Segments de Texte), software
de análisis textual, desarrollado por Max Reinert, y LeXTER (Logiciel d’EXtraction de
TERminologie, versión inicial del actual SYNTEX), puesto a punto por Didier Bourigault.
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social, que está en el centro de las lenguas, necesita de una reflexión teórica de tipo
sociolingüístico. Y, por otro lado, si quiere superar la fase en donde se contentaba
con garantizar “la promoción de una terminología puntual de conformidad con la
lingüística social”, según la fórmula de Pierre Lerat (1993: 13), la
socioterminología debe enriquecer los métodos más actuales del análisis de datos
terminológicos. Sin embargo, la convergencia entre socioterminología y lingüística
de corpus formula nuevas preguntas. Entre ellas señalamos el problema de las
hipótesis auxiliares, es decir, para el tema que nos ocupa, de la inclusión, dentro de
las herramientas utilizadas, de una teoría lingüística subyacente: al utilizar
programas informáticos de análisis lingüístico, ¿de qué parte de la hipótesis
seguimos siendo dueños?
La idea de aprehender el concepto terminológico como un “significado
negociado por una comunidad de locutores” (Gaudin, 1993: 99) podía sorprender
hace diez años, con la llegada de la informatización y la automatización de las
búsquedas en grandes corpora, esto dejó de parecer un postulado teórico para
pasar a ser de necesidad práctica. Se trata de consignar y de describir los
conceptos terminológicos como construcciones de conocimientos presos de las
variaciones, sincrónicas y diacrónicas. Sin embargo, el desafío hoy, tanto teórico
como práctico, ya no es presentar esta evidencia sino el de encontrar modelos,
lingüística e informáticamente pertinentes, que permitan articular conceptos y
producciones discursivas. Marie-Françoise Mortureux se preguntaba si podíamos
imaginar una socioterminografía (2000), la cuestión sigue siendo de actualidad.
Los recursos puestos a disposición de los analistas son hoy numerosos, lo
cual permite considerar nuevos enfoques de los problemas clásicos del análisis del
discurso, especialmente en materia de tipología. Pero es cierto que esto todavía se
limita a los datos escritos y siguen faltando trabajos sobre la oralidad. En efecto,
tanto el estudio de la difusión social prevista en la variedad de los escritos puede
desarrollarse sencillamente, en particular en vistas de la divulgación –temática
bastante familiar para los lingüistas y fácil de poner en obra–, como la circulación
real en las interacciones y los mecanismos del éxito de los neologismos siguen
siendo muy desconocidos. Los progresos tecnológicos facilitados por el poder de
cálculo de los programas informáticos no han sido acompañados por trabajos
sobre la oralidad (más costosos en recursos humanos y en tiempo), dimensión
crucial para comprender la génesis y la difusión de las terminologías y para
penetrar mejor el conocimiento de las ideologías lingüísticas en la materia. Al
poder contrastar los datos orales con el análisis de los escritos también podremos
esclarecer de manera más detallada la dimensión diacrónica.
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amistad regulares fuera del trabajo y otro que solo interactúa en el marco
profesional” (Condamines, 2003: 25). Los niveles a aprehender son muy diversos;
su pertinencia depende de los objetivos que uno se fije. El estudio de estos modos
de socialización lingüística necesita de la consideración de conceptos disciplinarios
diversos, como por ejemplo el de estructuras de sociabilidad, propio de los
historiadores. También debería conducir, en el nivel de las comunidades
lingüísticas, a resituar el análisis de las ideologías lingüísticas –que han sido
estudiadas– dentro de una dimensión histórica y, particularmente, dentro de la
perspectiva de la historia de las mentalidades, otro concepto histórico útil.
Esta dimensión, que es la de las estructuras mentales colectivas cuya inercia
es conocida, supone inscribir, en un tiempo prolongado, y en una descripción que
tenga en cuenta las prácticas y las ideologías, el estudio de las actitudes,
representaciones y sentimientos lingüísticos. La investigación archivística de la
literatura científica y la recopilación de testimonios, orales o escritos, permitiría
volver a trazar los contornos del imaginario colectivo fundador del sentimiento de
pertenencia a una comunidad lingüística. La resistencia al cambio (Vovelle, 1982),
así como la reticencia frente a la innovación, constituyen temas históricos
importables de pleno derecho en un estudio de las mentalidades lingüísticas. Este
aportaría una dimensión nueva al estudio del cambio lingüístico, cuyas
perspectivas, por interesantes que sean, siguieron siendo, en el fondo, bastante
filológicas. La noción de “neologismo” no es un concepto, como sabemos (Rey,
1976), pero las herramientas de las que disponemos para pensar la novación en
materia de terminología, ¿son suficientes?
10. EPÍLOGO
Este breve recorrido tenía por objetivo echar luz sobre algunos aspectos
que permitan comprender mejor la necesidad en terminología de una orientación
sociolingüística y destacar algunas perspectivas de investigación.
La dimensión social se ilustra muy particularmente en las preocupaciones
de política lingüística, pero el estudio de la circulación social de los términos
implica igualmente prácticas lingüísticas tales como las que designamos con el
nombre de divulgación. El modelo glotopolítico permite pensar ese tipo de hechos
de manera unitaria y dinámica. Dada la especificidad de las terminologías y de sus
usos sociales, la sociología del conocimiento, la de las ciencias o de la innovación13
constituyen todos aportes disciplinarios a un mejor conocimiento de la evolución
de las prácticas lingüísticas y de la sociogénesis de los términos. La ampliación de
las reflexiones hacia esas dimensiones todavía está, con frecuencia, demasiado
ausente.
El funcionamiento discursivo de los términos plantea problemas
básicamente semánticos, su enfoque necesita una abertura sin exclusividad a
modelos semánticos diversos, ya que nada prueba que la heterogeneidad de los
hechos léxicos los haga susceptibles de una modelización única. Las propuestas
teóricas que hoy se dan por necesarias obligan a reexaminar las nociones de
13 Cf.
las discusiones entre terminología y sociología de las ciencias dadas para el olvido Ad
Hermans (1991, 1995).
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Bibliografía
14 Los trabajos de referencia tales como los de Roland Eluerd (1993) o Bernard Quemada
(1978) siguen siendo demasiado escasos.
15 El término, antaño emblemático de la lingüística social, es utilizado en la actualidad por
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