Er (TPT#1) Sotbk

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2
CONTENIDO 3 9 55 22 141

SINOPSIS 4 10 63 23 151

MAPA DEL 11 72 24 157


OLIMPO 5
12 76 25 165
REINOS DEL
OLIMPO 6 13 83 26 170

1 8 14 88 27 176

2 12 15 97 28 180

3 15 16 102 29 184

4 23 17 105 30 192

5 30 18 115 SURRENDER OF
THE BRUTAL
6 39 19 120 KING 196

3
7 46 20 128 ELIZA RAINE 197

8 51 21 135
Mi hermana se está convirtiendo en piedra. Ha estado
dormida por ocho años, la misma cantidad de tiempo que
yo he sido la secreta y exiliada esposa del Rey del Océano.

Poseidón es feroz, implacable y aterradoramente


poderoso.

Yo solo soy una rota ninfa del mar que su magia nunca
salió a la superficie.

Pero la única manera de salvar a mi hermana se encuentra


en su palacio bajo el agua, y no tengo nada más que perder.

Esperaba que escapar del exilio y meterme al palacio fuera


difícil. Lo que no anticipé fue el batallar contra un
torrente de inesperado deseo por Poseidón cuando me
atrapa.

El devastadoramente hermoso dios del oceáno tiene


secretos. Olas salvajes chocan y atraviesan sus ojos cuando
me mira, y pronto me doy cuenta de que él podría estar tan 4
roto como yo.
5
Z Aries – Ares Y Z Libra – Atenea Y
Un peligroso reino en una isla Un reino en el cielo, industrial y
gobernada por reyes y reinas de tribus hecha de plataformas y puentes.
feroces.

Z Tauro – Dionisio Y Z Escorpión – Hefesto Y


Un salvaje reino de bosques con Un reino prohibido, encerrado
casas de árboles gigantes. dentro de una serie de volcanes.

Z Géminis – Hermes Y Z Sagitario – Artemisa Y


Islas gemelas juntas, prósperas y Un reino prohibido, santuario para
ricas, con influencia azteca. los centauros.

Z Cáncer – Hera Y Z Capricornio – Apolo Y


El reino más griego de todos, Un reino en una isla con clima
pacífica y orientado a la familia. extremos y cambiantes.

Z Leo – Zeus Y Z Acuario – Poseidón Y


Un reino en el cielo al centro del Un reino bajo el agua hecho de
mundo, rodeando el Monte Olimpo. domos dorados.

Z Virgo – Hades Y Z Piscis – Afrodita Y


Un reino prohibido, conocido Un reino prohibido,
como el Inframundo. paraíso tropical. 6
7
Nunca subestimes a un bibliotecario.

Me ardían los pulmones. Mis pies golpeaban el suelo de madera, pero podía ver
las enormes puertas ornamentadas que se acercaban. Me esforcé en que mis músculos
resistieran, soportando el dolor y corriendo por el vestíbulo del museo hacia la
escalera que conducía a la libertad.

—¡Para! ¡Vuelve aquí!

Pensé que tenía suerte de que los archivos del museo no tuvieran guardias de
seguridad. No sabía que no los necesitaban, porque los bibliotecarios estaban hechos
como malditos atletas olímpicos. Si no estuviera tratando desesperadamente de
escapar con el libro de tres kilos que había robado, podría haberme tomado un tiempo
para admirar los bíceps del tipo que me perseguía. Así con las cosas, seguí
concentrada en el frente y rebusqué en uno de las muchos bolsillos de mi cinturón de
cuero. Saqué una pequeña esfera de plástico y, sin darme la vuelta, la tiré sobre mi
hombro, aplastándola al hacerlo.

El olor apenas me alcanzó cuando me alejé de la bomba fétida. Oí toses y


balbuceos detrás de mí y, al llegar a las puertas de la escalera, me arriesgué a mirar
por encima del hombro. Ahora eran tres, dos chicos y una chica, y lanzarles un mal
olor no les había frenado.

Subí las escaleras de dos en dos, tratando de respirar profundamente, con el libro
8
pesado en mi mano.

Va a valer la pena, Lily. Merece totalmente la pena, pensé.

La amplia escalera en espiral se abría a un nuevo pasillo en la parte superior, y


justo al final del pasillo estaban las grandes puertas de salida.

Metí la mano en otra bolsa y saqué un puñado de rodamientos. Una vez que me
separé unos metros de la escalera, los arrojé al suelo enmoquetado detrás de mí. Un
segundo después, oí un grito y luego un golpe seco. Esta vez, no me arriesgué a mirar
hacia atrás. Me imaginé la cara de mi hermana durmiendo y corrí tan rápido como
mi desnutrido trasero me permitía.
Llegué a las puertas, girando el cuerpo y lanzando el hombro contra ellas para
mantener el mayor impulso posible. Parpadeé mientras me tropezaba con la luz
brillante, desorientada momentáneamente antes de que la vista de la calle de Oxford
en un día soleado se instalara ante mí.

—¡Deténganla!

La voz de la bibliotecaria era lo suficientemente fuerte a través de las puertas


abiertas como para que unas cuantas personas que pasaban por allí se detuvieran y
me miraran. Giré, tratando de encontrar la dirección de la calle en la que había
aparcado mi mierda de coche.

Una mujer alta con pantalones de yoga y chaleco se volvió hacia mí, frunciendo
el ceño. Sus ojos se dirigieron al libro encuadernado en cuero que llevaba bajo el
brazo y se acercó un paso más. Desde mi visión periférica, capté el movimiento de
una figura que salía de las puertas del museo.

Recurrí a las pocas fuerzas que me quedaban y corrí por el camino hacia mi
derecha.

Por favor, que sea el camino correcto, por favor, que sea el camino correcto, canté en mi
cabeza, demasiado sin aliento para hacer la súplica en voz alta.

Una visión de mi hermana con su cara de desaprobación llenó mi cabeza.


¡Deberías recordar estas cosas, Almi! ¡Siempre te estás complicando la vida!, habló con
firmeza la imagen mental de Lily, y chupé toda la fuerza que pude de ella mientras
me lanzaba por la frondosa calle.

Todas las calles de la zona universitaria de Oxford me parecían iguales, y no


tenía ni idea de si estaba corriendo por la que realmente había aparcado mi coche.
Rezando por ello, busqué en otro bolsillo de mi cinturón y saqué las llaves del coche.
Podía oír los pasos detrás de mí.

Podría ser el momento de usar la artillería pesada, dijo Lily en mi cabeza. Coge el 9
proyector de elefantes.

Mostré los dientes entre mis jadeos. De mala gana, saqué del cinturón el arma
más cara que tenía. Era una pequeña caja de plástico, no mucho más grande que una
tarjeta de crédito, y me había costado días averiguar cómo usarla en mi pequeño y
estrecho remolque. Por no hablar del esfuerzo que supuso robarla en primer lugar.

Mi atención se fijó en algo que estaba a diez metros delante de mí. Un pequeño
Ford amarillo oxidado. Mi coche.
No había forma de desbloquearlo, entrar en él y ponerlo en marcha sin que los
guapos bibliotecarios me alcanzaran, reconocí. Tendría que usar el proyector de
elefantes.

Apretando el pequeño botón del mismo, lo lancé por encima de mi hombro. Oí


el repiqueteo del plástico sobre el asfalto, y luego un pequeño grito. Los pasos se
detuvieron y me lancé hacia la puerta de mi coche. Introduje la llave en la cerradura,
maldiciendo el hecho de que mi viejo coche no tuviera cierre a distancia. Ni siquiera
tenía un certificado que dijera que estaba en condiciones de circular. Cuando la
manilla se abrió con un chasquido y me lancé al asiento del conductor, vi a dos
bibliotecarios que miraban perplejos un enorme holograma de un elefante que
lanzaba su trompa al aire y se levantaba sobre sus patas traseras.

Solo les distraería durante unos segundos. Si hubiera podido colocar unos
altavoces decentes en el pequeño aparato, lo habría mejorado. Pero no tenía dinero
para altavoces. Diablos, no tenía dinero para nada.

Giré la llave en el contacto, cerrando los ojos y suplicando que el cubo oxidado
arrancara. Solté un chillido involuntario de alivio cuando el motor cobró vida, y los
dos bibliotecarios dejaron de entrecerrar los ojos al elefante electrónico para dirigirlos
a los míos a través del parabrisas. Tragué saliva, metí la marcha y pisé el acelerador.

—Mierda. Ha estado cerca —dije en voz alta mientras entraba en la autopista.


La adrenalina me recorría y mis pulmones aún ardían. Estaba acostumbrada a tener
hambre, pero no estaba acostumbrada a tener hambre y hacer una mala imitación de
un atleta. 10

Demasiado cerca. Deberías haber recordado dónde habías aparcado el coche, dijo Lily.
Siempre la veía en mi mente con el pelo azul intenso y la piel brillante. La forma en
que se había visto antes.

Antes de que cayera inconsciente. Antes de yo fuera enviada y fuera escondida


en el mundo humano.

Sin embargo, mi exilio no me había impedido intentar despertar a mi hermana.


Y tras años de investigación, por fin sabía dónde podría encontrar las respuestas para
curar su enfermedad.
Este libro era la clave. Este libro me iba a decir lo que necesitaba para salvarla.

11
Casi había anochecido cuando entré en el parque de remolques al que llamaba
hogar a regañadientes. En Inglaterra lo llamaban parque de remolques, pero cuando
me abandonaron por primera vez en el mundo de los mortales, me encontré en
California, Estados Unidos, y allí fue donde intenté aprender a encajar en un mundo
sin magia.

Había nacido en el Olimpo, un mundo donde gobernaban los dioses griegos, y


la magia y la mitología eran tan reales, y tan peligrosas, como podían serlo.

Mi hogar era el reino submarino de Acuario, y lo primero que había hecho


cuando me encontré varada en América, fue tratar de encontrar un camino de vuelta
allí. Un camino de vuelta a mi hermana, para poder curar su enfermedad del sueño.

En aquel entonces, en mis momentos más bajos, me había preguntado si había


inventado mi mundo natal, solo para escapar de la realidad de mierda de mi vida.

Fue entonces cuando Lily empezó a hablarme en mi cabeza. Al principio, había


asumido que me estaba volviendo loca por la pena y la frustración. Pero empecé a
preguntarme si realmente era ella la que me hablaba a través de algún vínculo místico
entre hermanas.

Después de todo, antes de caer inconsciente, Lily había sido una de las ninfas
marinas más poderosas que conocía.

Esto es todo, Lily. Esta vez, estoy segura, le dije mientras apagaba el contacto.

Cogí el libro y mi mochila, salí del coche y entré en mi remoque. La llamaba


Betty Blue, porque tenía una franja azul alrededor de la parte superior de su casco de 12
fibra de vidrio descascarillado. La puerta de Betty Blue tenía seis cerrojos que había
que abrir, todos ellos instalados discretamente para que mis vecinos no vieran que
había algo que valiera la pena robar.

La verdad es que había muchas cosas que merecían ser robadas, la mayoría de
ellas robadas por mí en primer lugar.

Tenía una brújula moral decente, pero mi necesidad de llegar a casa y salvar a
mi hermana era mayor que mi disgusto por romper las reglas. Solo había robado
cosas que realmente necesitaba, y nada de valor sentimental para nadie, o que no
pudiera ser reemplazado. Y solo cosas que nunca podría permitirme, por muchas
horas que echara en cafeterías, bares, supermercados... y en cualquier otro lugar en
el que una chica pudiera conseguir un trabajo ocasional sin cuenta bancaria.
Compraba comida y pagaba el alquiler de Betty Blue con dinero en efectivo, pero el
resto...

Había tardado unos años en encontrar mi primer artefacto del Olimpo en el


reino humano, que posteriormente había robado.

Miré la brújula de metáfora que colgaba de una percha en la pared después de


cerrar la puerta del remolque tras de mí y de encender las luces. Me permitía
moverme entre el reino humano y el Olimpo, y valía una fortuna. No es que vaya a
desprenderme de ella.

Solamente tenía tres usos, y solo me quedaba uno.

Me acerqué a la cama del fondo del remolque y saqué mi cuaderno de dibujo de


debajo de la almohada. En realidad no era mi cuaderno de dibujo, sino el de Lily.
Pero, aparte de la brújula, era lo más valioso que tenía.

Al dibujar en el librito se transfería un recuerdo, que se podía revivir como y


cuando uno quisiera, y Lily lo había utilizado cuando yo era una niña para poder
mostrarme sus recuerdos de nuestra madre. A través de él, había podido ver
exactamente cómo había sido nuestra madre, al menos a través de los ojos de Lily.

Había llevado el libro conmigo cuando me exiliaron del Olimpo como una
forma de estar más cerca de ella, pero me había encontrado tan abrumada por mis
propios pensamientos que también había empezado a dibujar mis recuerdos en el
libro.

Mis bocetos eran una mierda comparados con los suyos, pero parecía que
funcionaba igualmente.

Pasé las páginas hasta que vi un boceto a lápiz de una mujer tumbada en una
cama. Manchas que antes habían sido lágrimas embadurnaban el dibujo, pero eso no 13
impedía que funcionara. Tragando saliva, toqué el dibujo.

Se calentó bajo la punta de mis dedos y ya no estaba en el remolque. En su lugar,


estaba en un pequeño dormitorio de una casa que no era mía.

Era una imagen que sabía que no había sido proyectada por una parte de mi
psique afectada por el dolor. Esta imagen era real; mi propio recuerdo de la última
vez que había visto a mi hermana.

Allí, tumbada en una estrecha cama, estaba Lily. La observé un momento. No


salía aliento de sus labios y no había brillo en su piel cetrina. Su pelo azul estaba
apagado y sus ojos estaban cerrados. Sabía que si pudiera alcanzarla y tocarla, estaría
tan fría como el hielo. Para todos los efectos, podría estar muerta.

Pero estaba viva. El Oráculo lo había dicho antes de que me arrastraran de allí.

“La Nereida dormirá, hasta que los dioses lloren”.

Lágrimas de frustración ardían en el fondo de mis ojos mientras miraba


inútilmente la imagen de Lily.

—Maldito Oráculo —escupí, y la imagen se desvaneció, volviendo el remolque


a mi alrededor.

No es su culpa, dijo suavemente mi proyección mental de Lily.

—La culpa es de alguien.

Tal vez.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla y me la limpié con rabia. Antes de que
pudiera detenerme, estaba pasando las páginas del cuaderno de dibujo.

No necesitas verlo de nuevo, dijo Lily.

—Puede que haya algo que se me haya pasado por alto antes.

Había un toque de desesperación en mi voz.

Almi...

La voz de Lily se desvaneció cuando toqué el boceto de una plataforma que


flotaba en el mar, una línea de figuras de palo indistintas y mal dibujadas que se
encontraban sobre ella. Sentí los dedos calientes, y entonces volví a tener dieciocho
años.

14
HACE OCHO AÑOS,

EN EL REINO DE ACUARIO DE POSEIDÓN

—¿Dime otra vez por qué estamos aquí? —le siseé a mi hermana en voz baja.

—Shhhh.

Lily miró al frente, evitando mi mirada.

Fruncí el ceño. Lily se había pasado toda la vida diciéndome que pasara
desapercibida, que me asegurara de que nadie supiera que estaba... rota. Sin poder.
Capaz de no hacer nada con la magia. Ni siquiera podía sentirla.

—Podría ser tu muerte si alguien lo descubre —me había dicho—. Debemos hacer lo
que sea necesario para mantener el secreto. Nadie debe saberlo.

Y sin embargo, allí estábamos en mi decimoctavo cumpleaños, alineadas con


otras doscientas ninfas del mar en un gigantesco estrado flotante en medio del mar,
siendo inspeccionadas por el mismísimo rey del océano. El todopoderoso, y
totalmente aterrador, Poseidón.

Me incliné hacia adelante solo un centímetro, mirando más allá de las otras
mujeres de la fila, para mirar al dios.

Medía dos metros, por lo menos, y tenía una larga melena blanca suelta sobre
los enormes hombros. No pude verle la cara, pero sí pude ver que llevaba una túnica 15
que parecía el océano, con olas de color aguamarina y turquesa que se estrellaban
sobre la tela mientras avanzaba solemnemente por la fila de mujeres.

—Esto es una mierda —le susurré a Lily.

—¡Almi! Cállate —Ella finalmente rompió su mirada hacia adelante y me miró


fijamente—. Esto es serio. Poseidón nos ha llamado aquí, y tenemos que responder.
Ahora, compórtate.

Ella cargó la orden con tanta, e inusual, autoridad, que cerré la boca.
Lily había hecho el papel de mi madre desde que tenía uso de razón, pero no era
muy estricta. Sobre todo, me dejaba en paz para que metiera la pata con cosas que
encubrieran el hecho de que no tenía magia, mientras ella perfeccionaba su propio y
considerable poder en la Academia. Lily era todo lo que yo no era. Era hermosa, con
el pelo azul brillante, una piel que brillaba como el nácar y un tatuaje de una concha
de nautilo en el pecho de colores tan vivos que no me cansaba de mirarlo. Y tenía
una magia casi divina sobre el agua. Era una verdadera representante de nuestra
especie. De las nereidas.

Yo, en cambio, tenía el pelo oscuro con un mínimo toque de azul, la piel pálida
de tanto estar dentro, y mi tatuaje de concha era solo un fino contorno negro. No
tenía ningún color. Sin color y sin magia.

Suspiré y me asomé para ver de nuevo a Poseidón.

Se me cortó la respiración cuando giré la cabeza y miré directamente a los ojos


más azules que jamás había visto.

No solo eran azules... Eran todos los tonos del océano, y la plata se arremolinaba
entre los verdes y los azules, atrayéndome, llevándome a lo más profundo...

—¿Tu nombre? —ladró el dios del océano.

El poder se apoderó de mí cuando Poseidón se acercó, pero a diferencia del


poder de Lily, que se sentía como una ligera brisa a través del océano, llevando el
tenue sabor de la sal, su poder era pesado, incluso opresivo. Los remolinos se
arremolinaban en mi mente, olas oscuras que arrastraban todo lo que encontraban a
su paso, mientras me destrozaban la cabeza.

Oh, dioses. Oh, dioses.

Había olvidado mi propio nombre.

Poseidón dio un paso hacia mí, sosteniendo mi mirada de pánico, y sentí que
16
Lily se ponía rígida a mi lado.

—Lily —jadeé, tirando del único nombre que podía recordar.

—¿Le mentirías a tu rey? —Su voz era el eco de un trueno sobre un océano
tormentoso, y yo no podía respirar bien.

Se detuvo ante mí, la tela de su túnica fluyendo, los hombros musculosos


ensanchándose. Unos ojos azules y cautivadores, llenos de energía volátil.

—Yo… —Me atraganté. Pero su magia era abrumadora. El cielo pareció


oscurecerse detrás de él.
—Es joven —dijo Lily, con su voz calmada cortando la tormenta. La vi inclinar
la cabeza en mi visión periférica mientras intentaba aspirar aire—. Mis disculpas, mi
rey.

Poseidón finalmente retiró su mirada de mí, y el aire fluyó más fácilmente en mi


pecho.

—¿Qué clase de ninfa eres? —le preguntó a mi hermana.

Ella dudó un segundo antes de responder.

—Una nereida.

Esta vez, Poseidón se puso rígido. Levantó la mano, sus dedos revoloteando
como si sintiera su poder en el aire.

—Dices la verdad —murmuró. Sus ojos volvieron a los míos, pero esta vez mi
garganta no se cerró.

Cuando continuó mirándome fijamente, asentí con la cabeza. Sus ojos eran
hipnotizantes y me costaba concentrarme en cualquier otra cosa.

—¿Conoces la profecía del Oráculo de Apolo en Delfos? —Su voz era un ronco
susurro.

Miré a Lily, confundida, y ella negó con la cabeza.

—No, mi rey.

Agitó la muñeca y una llama blanca brotó de su mano. Cuando se apagó, quedó
una imagen. Una mujer de piel oscura, envuelta en capas y capas de tela, y que solo
mostraba su rostro juvenil, entonaba palabras sin sentido. Sus párpados se abrieron
para revelar unos ojos blancos y puros. Instintivamente cogí la mano de mi hermana
y sentí que me devolvía el apretón en la mía.
17
—Quien posea el corazón de una nereida, poseerá el corazón del océano. El amor
verdadero no es necesario, la posesión pura sellará el trato.

Los ojos de la mujer giraron en su cabeza, y zarcillos de rojo comenzaron a


sangrar y a extenderse por el blanco lechoso.

Apreté más la mano de Lily.

—Pero estáis advertidos. El amor verdadero nunca pasará desapercibido. Debería...


Poseidón volvió a mover la mano y la imagen desapareció antes de que la mujer
terminara la frase.

Lily respiró hondo y sentí que su mano temblaba alrededor de la mía.

—¿Nunca has escuchado esta profecía antes? —preguntó Poseidón.

—No, mi rey.

—Tú eres lo que he estado buscando.

Su tono se había vuelto acerado, y Lily me agarró la mano con tanta fuerza que
me dolió. El miedo se extendió a través de mí mientras miraba su rostro asustado.
Lily nunca tenía miedo.

—¿Cómo se posee el corazón de alguien?

No pude evitar que la pregunta saliera de mis labios, aunque mi voz era apenas
un susurro. Seguramente Poseidón, uno de los tres dioses más poderosos de todo el
Olimpo, no iba a arrancarnos el corazón.

El dios volvió a fijar sus ojos en los míos.

—Matrimonio —dijo, finalmente.

Pensé que eso habría disminuido el miedo de mi hermana; el alivio de que


nuestros corazones se mantuvieran firmes dentro del pecho me recorría. Pero su
mano siguió temblando.

—¿Ese era el propósito de hoy? —preguntó Lily—. ¿Encontrar una Nereida?

—Quedan muy, muy pocas de ustedes. De hecho, ustedes dos podrían ser las
últimas.

La tristeza me recorrió al oír sus palabras. Lily siempre se había mostrado 18


evasiva cuando le preguntaba por nuestra especie, pero no creía que supiera que
éramos las últimas.

—¿Y ahora?

—Se dirigirán a mí como vuestro rey.

Sus palabras eran firmes, pero el poder letal que impregnaba su voz cuando se
había acercado a nosotros por primera vez había desaparecido.
Volvió a levantar la mano y todas las demás mujeres que nos miraban
embobadas en la plataforma de mármol flotante desaparecieron.

—Volveré mañana. Y me casaré con una de ustedes. No me importa cuál.

Hubo un destello de luz y volvimos a nuestra casa.

—¿Qué acaba de pasar? —Me quedé mirando a mi hermana, con la mente en


blanco, mientras ella se tambaleaba hacia atrás y se desplomaba en uno de los
mullidos sillones de nuestra pequeña sala de estar. Tenía los ojos muy abiertos por el
miedo y me acerqué a ella, agachándome para rodearla con los brazos. Se quedó
rígida por un momento, pero luego me rodeó con los brazos y me apretó contra ella.

—Oh, Almi. Lo siento. No deberíamos haber ido.

—¿Sabías lo de la profecía?

Me aparté y la miré a los ojos. Estaban empañados por las lágrimas no


derramadas mientras ella negaba con la cabeza.

—Sabía que las mujeres de nuestra especie fueron cazadas durante años, pero
nunca supe por qué. Sabía que nadie podía saber que eran vulnerables, y que
teníamos que ser fuertes para defendernos. No sabía que la posesión de nuestros
corazones era la razón —Parecía enferma al pronunciar la palabra posesión—. Pero...
Pero no hay defensa de Poseidón. Es un rey y un dios.
19
Y no cualquier dios.

El Olimpo estaba dividido en doce reinos, cada uno gobernado por un dios
olímpico, y los tres más fuertes eran los hermanos que gobernaban el Inframundo, el
Cielo y el Mar.

Hades, Zeus y Poseidón.

—¿Realmente dijo matrimonio? —Respiré.

Lily asintió.
—Sí.

Fruncí el ceño, tratando de entenderlo.

—¿Eso haría que quien se casara con él fuera una reina?

—Sí. Una reina en una jaula dorada.

—Las reinas tienen poder y riqueza. Estaríamos protegidas.

Intentaba ver el lado positivo, pero cuando recordé cómo me había hecho sentir
el dios, las oscuras, tormentosas y ahogadas olas de poder que había enviado a través
de mí, me estremecí.

—¡Almi, deberíamos casarnos por amor, no ser forzados a ello! ¿Y qué hay de
compartir la cama? ¿Le darías eso a alguien que no amas, para toda la vida?

—No —dije, negando con la cabeza. Todavía no había experimentado ningún


tipo de amor físico, pero sabía que quería ser yo quien eligiera.

—Estaríamos en deuda. Atrapadas. Las criaturas del océano no están hechas


para estar atrapadas —Exhaló largamente y se levantó de la silla. Comenzó a recorrer
la pequeña habitación en la que habíamos vivido la mayor parte de mi vida.

—No soy una criatura del océano —dije, consciente de lo pequeña que era mi
voz. Intenté hacerla más fuerte—. Yo lo haré.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Lily mientras se volvía hacia mí.

—Por supuesto que no.

—Lo haré. No hay diferencia para mí. No tengo ningún futuro en Acuario de
todos modos. No sin ninguna magia. No siento la llamada del océano como tú, ni
tengo el potencial de cambiar el mundo —Forcé una sonrisa en mi rostro—. Yo lo
20
haré.

—Almi, es precisamente porque no tienes poder que no puedo dejarte hacer eso.
Si se enterara, no sé qué haría.

Tragué saliva, sabiendo que no podía retener la pregunta que salía de mi


garganta. Era la misma pregunta que le hacía a mi hermana cada vez que no entendía
por qué estaba rota.

—¿Soy... soy realmente una nereida?

Lily me recogió en sus brazos de nuevo.


—Ya hemos pasado por esto. Claro que sí. ¿Crees que yo te he puesto ese tatuaje
de concha en el pecho, tonta?

—Podrías haberlo hecho —murmuré en su hombro.

—Bueno, no lo hice. No sé por qué no tienes tus colores o tu magia. Pero algún
día llegarán. Y no serás la esposa trofeo de un dios arrogante y con privilegios, lo
juro —Me besó en la parte superior de la cabeza, su pelo azul cayendo sobre mi
marrón.

—Te quiero, Lily.

—Lo sé. Yo también te quiero.

—¿Qué vamos a hacer?

—No podemos huir. No de uno de los tres seres más poderosos del mundo.

—Entonces...

Suspiró contra mi cabeza, toda la respiración abandonando su cuerpo.

—Entonces, me caso por la mañana.

La apreté.

—Lo digo en serio, Lily. Lo haré. Podrías hacer mucho bien con tu magia.

—No, Almi. Él nunca puede saber que no tienes tu poder. Ese es nuestro secreto,
¿de acuerdo? Y nunca se sabe, tal vez pueda hacer más bien desde el palacio. Y tal
vez Poseidón no resulte tener un corazón de hielo —Su voz se volvió amarga, y me
eché hacia atrás para mirarla a la cara.

—¿Es ahí donde viviremos? ¿En el palacio?


21
Ella asintió.

—Supongo que sí.

—Iré contigo, ¿no?

Sus suaves rasgos se endurecieron.

—Esa será mi única estipulación.

—¿Y si dice que no?


Las lágrimas llenaron mis ojos ante la idea de separarme de Lily.

Me rozó la mejilla y sonrió.

—Nada nos separará, lo prometo.

22
El remolque apareció a mi alrededor, el recuerdo desvaneciéndose antes de que
pudiera sentir el dolor de revivir lo que sucedió a continuación.
¿Alguna novedad?, preguntó Lily.

—No. Poseidón sigue siendo un imbécil.

Lo dices siempre. No sé por qué te lo haces a ti misma.

—No puedo evitarlo —murmuré. Tal vez era un masoquista. Tal vez necesitaba
el ardor constante de la ira para seguir adelante. Después de todo, él era quien me
había exiliado, y era la razón por la que tenía que esconderme en el mundo mortal.

—Libro —dije con firmeza, sacudiendo la cabeza y arrastrando la mano por la


cara.

Sacándolo de la banca, me puse en el regazo el libro que casi me habían pillado


robando.

Mi corazón latía rápidamente y las mariposas revoloteaban en mi estómago


mientras pasaba las yemas de los dedos por encima. Por favor. Por favor, que sea la pieza
final.

Después de encontrar la brújula metafora, pasé los cinco años siguientes


buscando cualquier cosa que pudiera ayudar a Lily. Era increíble la cantidad de
artefactos del Olimpo que se habían escondido en el mundo humano, al igual que
yo. Finalmente, seguí las migas de pan de los objetos mágicos hasta Oxford,
Inglaterra, y a este libro.
23
Cuando abrí la tapa de cuero, vi el dibujo que esperaba que estuviera allí. Un
mapa del Olimpo.
24
Lo reconocía de mi propia infancia. No había podido asistir a la Academia para
aprender a usar mi poder o ser educada en los caminos del Olimpo, pero Lily sí, y
había compartido conmigo mucho de lo que había aprendido, incluido este mapa.

El sentimiento de culpa me recorrió al recordar lo malcriada que había sido a


veces con mi hermana, amargada por mi falta de magia... y celosa de la suya. Si
alguna vez Lily se había resentido por tener que asumir el papel de mi madre y lidiar
con mi mierda, nunca lo había demostrado.

Siempre había estado demasiado ocupada jugando con artefactos y productos


químicos y cosas que creía que encubrirían mi roto ser, para apreciar realmente lo
que ella hacía por mí.

Volví a centrarme en el mapa que tenía ante mí y mi dedo se movió por voluntad
propia para tocar la pequeña representación de Acuario. Había otro reino acuático:
el mundo del volcán submarino de Hefesto, Escorpio. Había dos reinos que flotaban
en el cielo, Libra de Atenea y Leo de Zeus, y el resto de los reinos de los dioses eran
islas.

Ojeé el mapa una vez más para asegurarme de que no veía lo que estaba
buscando.

Un reino secreto.

Un reino que no aparecía en ningún mapa, pero que las escrituras que había
encontrado en Alemania sugerían que era el lugar de nacimiento de mi especie. Y no
solo las Nereidas. Si las escrituras eran creíbles, y no tenía ninguna razón para dudar
de su autenticidad, el legendario reino era el lugar de nacimiento de muchas de las
criaturas que vivían en el Olimpo y, lo que es más importante, el lugar de una
increíble magia curativa.

Las escrituras decían que el reino estaba oculto por los dioses para que no
pudieran abusar de él los que tenían poder. Todavía no sabía qué significaba eso, 25
pero también habían dicho que la única forma de encontrar el reino era con un libro
dedicado a navegar por el mundo de los dioses.

El libro lo acababa de robar de un museo en Oxford.

—Por favor, por favor, dime cómo curar a mi hermana —supliqué en voz alta,
antes de pasar la página y soltar un suspiro de alivio al ver que el texto garabateado
a mano estaba en un idioma que podía leer.

»El conocimiento es poder, bla, bla, bla —murmuré mientras hojeaba lo escrito,
ansiosa por llegar a algo útil.
»¡Ah! —apreté el dedo en la cuarta página, con el pulso acelerado—. La Fuente
de Zoi en el reino de la Atlántida fue la fuente de una gran cantidad de vida en el
Olimpo y conserva el poder de curar todo tipo de dolencias.

Seguí leyendo:

»Si la fuente se utiliza con fines ilícitos, los implicados sufrirán graves
consecuencias.

Asentí. Hacía dos años había encontrado un escrito que sugería que los
artefactos de curación podían ser tan contraproducentes como útiles, a menudo
debido a la intención del usuario. Las intenciones oscuras equivalían a la magia
oscura.

»Una magia como ésta debe ser controlada, ya que con la suficiente fuerza y
compromiso, podría crearse una nueva vida, quizás con consecuencias desastrosas.
La Fuente de Zoi solo debe utilizarse para crear vida si una especie está en peligro
mortal.

Un poco mareada por la esperanza, sigo leyendo.

»Esta es una magia peligrosa e involucrada, solo posible en ciertas


circunstancias. Ver más en el libro de mageía.

Siseé mi decepción. Ese era un libro del que nunca había oído hablar.

Hojeé las páginas, buscando algo sobre la Atlántida. Había un gran grupo de
páginas sobre los cuatro reinos prohibidos del Olimpo, y luego un largo capítulo
sobre la colosal montaña que rodeaba el reino del cielo de Zeus. Después encontré
unos cuantos capítulos interesantes pero poco útiles sobre el clima y la estacionalidad
en los distintos reinos. A continuación, la sección sobre los dos reinos oceánicos. Me
encontré con que me ralentizaba cuando leía la parte sobre Acuario, murmurando
las palabras mientras leía.
26
»Acuario está formado por cúpulas submarinas que, en la mayoría de los casos,
brillan débilmente con oro. El grueso del reino está formado por unas doscientas de
estas cúpulas conectadas por túneles transparentes, pero hay muchas partes de
Acuario que están separadas del cuerpo principal. El Palacio de Poseidón, por
ejemplo, está en su propia cúpula, y solo se puede llegar a él cruzando el océano
claro.

Fruncí el ceño ante la mención del dios del océano.

»Algunas cúpulas tienen torres que se elevan tanto que penetran en la superficie
del océano, con establos en la parte superior para albergar a los pegasi. Creados por
Poseidón, estos caballos alados prefieren vivir cerca de las olas, pero necesitan poder
volar, por lo que las torres de los establos se lo permiten.

Había habido una torre de pegasos cerca de donde Lily y yo habíamos vivido, y
Lily me contó que una vez ofrecieron clases de vuelo en la academia. A ella no le
había interesado volar, pero no recordaba haber estado nunca más celosa de ella.

»También hay muchas criaturas confinadas en las profundidades del océano,


muy por debajo de las ciudades cúpula. Estas criaturas son gigantescas, mortales y,
según algunos, tan horribles de ver que podrían volver loca a una mente débil.
Poseidón es el único dios que puede mantenerlas a raya. Este autor cree que el dios
del océano ha puesto a estas criaturas a trabajar para proteger el reino de la Atlántida.

Por un segundo, estuve segura de que mi corazón había dejado de latir por
completo.

Vuelvo a leer la línea.

¿Las criaturas de las profundidades de Poseidón protegían el reino perdido?

La excitación luchaba con el miedo. ¿Cómo, en nombre de todos los dioses, iba
a superar a los monstruos marinos de Poseidón?

La ironía era que Lily, con su feroz magia de agua, podría haber tenido una
oportunidad. ¿Pero yo? Apenas era una nadadora decente, por el amor de Dios.
Mientras que Lily podía aguantar la respiración durante casi media hora bajo el agua,
como una ninfa del mar debería ser capaz de hacer, yo luchaba después de cinco
minutos. La ira y la frustración brotaron dentro de mí, y respiré profundamente.

Centrándome en la página, sigo leyendo.

—La razón de esta creencia es que Poseidón fue testigo en dos ocasiones de
llevar a seres menores muy, muy por debajo de su reino, a profundidades a las que
no debería ser posible sobrevivir, y sin embargo regresaron sanos y salvos. Poseidón 27
emprendió estas aventuras en su barco, el okeánios ánemos. Tirado por caballos hechos
de agua encantada, el suyo es el único barco del Olimpo que puede moverse a través
del agua, y así, nadie más que el propio dios del océano puede llegar a las oscuras
profundidades bajo Acuario. Esto lo convierte en el escondite perfecto para el reino
de la Atlántida.

Mis ojos se desviaron más allá de la página, pero el autor pasó al tema del resto
de las naves del Olimpo, que a diferencia de las naves humanas no navegaban por la
superficie del agua, sino que volaban por el cielo para desplazarse entre los reinos.
Volví a leer el pasaje correspondiente hasta que se me nublaron los ojos y se me
aceleró el pulso.

—Lily, parece que voy a tener que mejorar mi juego —respiré finalmente—.
Tengo que robar una nave.

Respiré profundamente mientras miraba alrededor de mi pequeño remolque una


hora más tarde.

Con un poco de suerte, ésta sería la última vez que vería su interior con
corrientes de aire. Sin embargo, había sido mi hogar, y una pequeña parte de mí
estaría triste por no volver a verlo. Una parte mucho más grande de mí no podía
esperar a volver al Olimpo.

Llevaba todo en la bolsa y tenía la brújula metáfora en la mano.

El pequeño objeto de bronce se parecía a una brújula normal, salvo que en lugar
de Norte, Este, Oeste y Sur en la cara, la aguja podía moverse entre varias palabras
griegas. No sabía el significado de todas ellas, pero conocía la más importante.

Spíti. Casa.

28

La última vez que había estado en casa fue hace seis años, cuando encontré la
brújula por primera vez. No había podido resistirme a ver a Lily. Solo había pasado
unos días allí, y había estado aterrorizada de ser atrapada por el despiadado Poseidón
todo el tiempo.
No le conté a nadie mi regreso, ni siquiera a mi mejor amigo, que mantenía la
forma inconsciente de Lily a salvo en su casa. Pasar por delante de él para verla se
había sentido como una traición, pero no sabía lo que Poseidón haría si me hubiera
pillado, y no quería arriesgar la seguridad de mi amigo.

Había usado la brújula para volver al mundo humano, empeñada en encontrar


una forma de curar a Lily antes de usarla para volver con ella.

Y ahora tenía una.

Estaba cien por cien segura de que confiaba en la información que había sacado
del libro. Y si soy sincera, no tenía ninguna otra pista.

Este era el último viaje que haría con la brújula.

Y esta vez, no podía tener miedo de Poseidón.

Iba a robar su maldito barco, navegar hasta las profundidades de Acuario y


encontrar Atlántida y su magia curativa. Todavía no había resuelto cómo iba a
superar a los monstruos marinos o a utilizar la magia curativa, pero lo primero era
lo primero, tenía que encontrar el barco. Y eso significaba entrar en el Palacio de
Poseidón.

Eso sería una hazaña para la mayoría de la gente. ¿Pero para mí? Casi imposible.
El Palacio era el hogar del dios que me había desterrado del Olimpo, y la única
persona que sabía quién era realmente. El Palacio de Poseidón era literalmente el
último lugar del Olimpo al que debería ir, pero eso era exactamente lo que iba a
hacer.

Tan pronto como vea a Lily.

—Gracias por todo, Betty Blue —dije, tocando la encimera de formica con
cariño. Agarré la brújula de bronce, con el estómago revuelto por la excitación—.
Spíti —dije en un suspiro. Llévame a casa. 29

Apenas tuve tiempo de terminar el pensamiento antes de que el mundo entero


desapareciera a mi alrededor.
Sentí que la brújula de bronce se me caía de la mano, y luego oí su estruendo
cuando el viento helado que acababa de azotar a mi alrededor desapareció. Tenía el
pelo revuelto delante de la cara y era vagamente consciente de que me había
arrodillado. El parloteo y las voces fuertes se filtraron en mí cuando la sensación de
giro disminuyó lo suficiente como para poder ponerme de pie y apartar el pelo de mis
ojos.

Ya no estaba en Betty Blue.

De hecho, ya no estaba en el reino de los mortales.

Lentamente incliné la cabeza hacia atrás, mirando hacia arriba. Rezando,


rezando, rezando para que no viera el cielo sobre mí, sino que viera...

—Agua —jadeé.

Acuario.

Por encima de mi cabeza había un velo dorado que brillaba tenuemente, y más
allá, kilómetros de océano azul. La silueta de una manada de ballenas era visible
contra la brillante luz de la superficie, y más cerca del escudo dorado que había sobre
mi cabeza podía ver a los delfines jugando mientras se movían a toda velocidad por
el agua.

Estaba en una reluciente y dorada cúpula submarina de Acuario.

Bajé la mirada, obligándome a respirar profundamente pero con la cabeza


mareada por el alivio y la emoción.
30
Los edificios de arena de color óxido se mezclaban con estructuras de piedra
blanca más grandes y brillantes hasta el borde de la cúpula dorada en la distancia.
Justo delante de mí había un gran claro lleno de un bullicioso mercado. La gente se
movía entre los puestos de lona y yo me quedé mirando. No todos eran humanos.
Algunos tenían alas. Otros tenían cola. Algunos tenían la piel azul.

Me giré lentamente, buscando cualquier cosa que confirmara que ésta era la
ciudad-mercado en la que había crecido. La temperatura era perfecta y, a pesar de
estar bajo el agua, había una ligera brisa salada que aspiré con agradecimiento
mientras observaba los alrededores.
“Curtidores de Fyki” se leía en un pequeño tablero de madera fuera de un edificio
con rieles de cuero colgados en el exterior. Las lágrimas ardían en el fondo de mis
ojos.

—Estoy en casa —respiré.

Para bien, esta vez.

—Se te ha caído esto, querida —dijo una voz femenina y ronca, y me giré para
ver a una mujer mayor con una hermosa bata dorada que me tendía la brújula.

Parpadeé un par de veces y ella frunció el ceño.

—¿Estás bien?

—Sí —respondí, alcanzando la brújula—. Sí, gracias. ¿Estoy... estoy en Fyki?

Sabía que lo estaba. Pero quería escuchar a alguien decirlo.

—Sí, querida. ¿Necesitas un lugar para quedarte? Hay una taberna encantadora
aquí, o una más barata en la siguiente cúpula.

Sus ojos escudriñaron mis feas ropas cuando mencionó la taberna más barata,
pero apenas la oí.

—¿La panadería sigue aquí?

Levantó una ceja.

—Hay dos panaderías en Fyki.

—La panadería de Silos.

—Allí, más allá de esa fila de puestos.


31
—Gracias —respiré, y entonces mis piernas se movieron. Antes de darme cuenta
había echado a correr.
Irrumpí por la puerta de la panadería, con el corazón palpitando y la mente
acelerada.

Estaba de vuelta. Estaba en el maldito Olimpo.

—¡Estamos cerrados! —gritó una profunda voz masculina—. Vuelva mañana.

Me acerqué al mostrador, viendo a duras penas los estantes vacíos donde debería
estar el pan.

—¿Silos? —llamé, dirigiendo mi voz a la puerta que llevaba a los hornos.

Oí golpes y luego una maldición.

—He dicho que hemos cerrado —espetó el hombre.

—Es Almi.

Se oyó otro fuerte golpe, y luego unos pasos. Un segundo después, un hombre
alto y moreno, con un delantal de cuero y el pelo revuelto, apareció en la puerta.

Se quedó con la boca abierta y luego formó lentamente una sonrisa incrédula.

—¡Almi! ¿Dónde, en nombre de los dioses, has estado?

Una oleada de emoción me invadió mientras sonreía al chico que había sido mi
mejor amigo durante toda mi infancia.

—La tienes a salvo, ¿verdad?

—Por supuesto.

Se precipitó hacia delante, limpiándose las manos en el delantal, y levantó una


parte abatible del mostrador. Cuando me abrazó, volvió el ardor de las lágrimas
detrás de mis ojos. 32

Puede que ya no se parezca al niño que había dejado atrás, pero olía como el
mundo del que me habían sacado. Familiar y seguro.

—Llévame hasta ella —dije, apartándome de él.

—No puedo creer que hayas vuelto —respiró, y luego asintió, con su pelo
demasiado largo cayendo sobre su frente—. Vamos.
Silos me condujo por la parte trasera de la panadería y subió un estrecho tramo
de escaleras. Contuve la respiración cuando pasamos por dos puertas en la parte
superior, y él empujó para abrir una tercera.

Ni siquiera intenté evitar que las lágrimas se derramaran cuando vi a Lily en la


pequeña cama.

Estuve a su lado en un santiamén, las emociones desbordantes tiraban de mí en


diferentes direcciones. Alegría por estar a su lado. Devastación por verla tan sin vida
como mi recuerdo en el cuaderno de dibujo.

Su piel estaba tan helada como sabía que estaría cuando pasé mis dedos por su
cara.

—Lily. Oh, Lily, voy a arreglar esto —Apreté mi frente contra la suya, mis
lágrimas derramándose sobre sus mejillas—. Ya he vuelto. He vuelto contigo.
Estamos juntas de nuevo.

No estaba segura de cuánto tiempo me quedé con ella, pero finalmente oí a Silos
toser suavemente. Me volví hacia él.

—No puedo decirte lo agradecida que estoy contigo, Silos. Por cuidar de ella
todos estos años.

Se encogió de hombros torpemente.

—Quiero decir, no necesita mucho —Su expresión cambió y agitó las manos
vigorosamente, como si hubiera dicho algo ofensivo—. Ah, mierda, no quise decir,
ya sabes, solo que ella es... —Se interrumpió, haciendo una mueca de dolor.

—Está bien. Lo sé.

—Hay, em, algo que quizás no sepas —Su voz era grave, y parecía aún más
incómodo que cuando atravesó la puerta y entró en la habitación. Yo estaba sentada 33
en el suelo junto al jergón elevado que funcionaba como la cama de Lily, y él se
agachó a mi lado.

Extendió la mano y movió las mantas hacia atrás. Estaba completamente


vestida bajo las sábanas, y ambos sabíamos que las mantas no suponían ninguna
diferencia para su bienestar, pero se sentía bien tenerlas allí.

—Lo siento, Almi. Pero me di cuenta de esto hace unos meses.

Rastreé mis ojos sobre ella, buscando algo malo.


—Sus manos...

Me quedé mirando, con el estómago caído. La piel de Lily solía brillar como el
nácar. Pero ahora... Ahora su piel se estaba convirtiendo en piedra.

Entre lágrimas, me obligué a mirar sus dedos, a tocarlos.

Fría, dura, de piedra.

—¿Qué le pasa?

—No lo sé. Sus pies son los mismos. Yo... —Silos tragó—. No he revisado nada
más, no estaba seguro...

Le corté, apoyando una mano en su hombro mientras lágrimas calientes


recorrían mi rostro. Me miró con ojos oscuros llenos de compasión.

—No sabía si ibas a volver, pero si lo hacías, esto no era a lo que quería que
volvieras —dijo en voz baja.

—Voy a arreglar esto —dije, obligándome a ponerme de pie.

Silos se quedó conmigo.

—¿Sabes cómo?

Sacudí la cabeza.

—No. Pero sé por dónde empezar.

34

—Bien. Lo primero es lo primero —dijo Silos mientras colocaba dos jarras en la


mesa de la cocina y se sentaba frente a mí.

Tomé un trago de la bebida, haciendo una mueca de asombro y placer por el


sabor.

—Hombre, había olvidado lo bueno que es esto —dije.


—¡No importa el hidromiel, dime dónde has estado! Todo lo que sé es que un
día te presentas con el puto Rey del Océano, me dices que tu hermana está en un
sueño mágico, me pides que me encargue de ella, ¡y luego desapareces!

Le miré.

—Tú estabas allí. Sabes que no elegí desaparecer.

Dio un trago a su propia bebida.

—He repetido la conversación que tuviste con Poseidón muchas veces en mi


cabeza.

—Tú y yo —gruñí. Lo había visto cientos de veces desde entonces.

—¿Por qué te envió Poseidón? ¿A dónde te envió? ¿Cómo terminó Lily… así?

Exhalé un suspiro.

—No puedo decirte por qué me envió lejos. ¿En cuanto a dónde? Al mundo
humano.

Los ojos de Silos se abrieron de par en par.

—¿Sin magia?

Sacudí la cabeza.

—Sin magia.

Silos no sabía que yo tampoco tenía magia. Nadie, excepto Lily, lo sabía.

—Bueno, eso explica lo que sea que llevas puesto.

Frunció el ceño ante mi atuendo y yo bajé la mirada. Supuse que unos vaqueros 35
y una camiseta de los Rolling Stones no iban a ayudarme a encajar en Acuario.

—¿Tienes ropa que me puedas prestar?

—Puedo encontrar algo, seguro —dijo—. ¿Y Lily? ¿Cómo se puso así?

—No lo sé —Miré fijamente mi bebida y luego bebí un gran trago.

Silos también dio otro trago a su bebida.

—Almi, de verdad, estoy muy contento de verte.


La verdad de sus palabras se reflejaba en sus ojos, y me tragué mi emoción. Si
dejaba que surgiera, me abrumaría. Me encontraba en un precipicio: la alegría
absoluta de haber vuelto al Olimpo frente a la concentración y la determinación de
salvar a Lily.

No podía partirme en pedazos. Todavía no. Sobre todo ahora que ella parecía
estar convirtiéndose en piedra. Aplasté las náuseas que me producía la idea y bebí
más hidromiel antes de responderle.

—Me alegro de estar de vuelta. Y quise decir lo que dije, sobre que la
mantuvieras a salvo. Me ha hecho seguir adelante, todos estos años. Gracias.

—Eso es lo que hacen los amigos —Sus ojos me recorrieron, como si aún no
estuviera del todo seguro de que yo fuera real—. Te ves diferente.

Me reí.

—Tú también.

Su piel oscura adquirió un color más intenso.

—Sí. He crecido un poco más.

—Solo un poco.

—Pero tú... Tu pelo ya no es azul.

—No. Se volvió completamente oscuro cuando entré en el mundo humano.

Tal vez se volviera, ahora estaba en el Olimpo de nuevo, pero nunca había sido
tan vibrante como el de mi hermana.

—¿Tienes algún sitio donde quedarte?

Sacudí la cabeza. 36

—¿Podría quedarme aquí con Lily? Solo hasta que se me ocurra algo.

—Claro.

Dudé un momento y luego hice mi propia pregunta.

—¿Dónde está tu padre?

Los ojos de Silos se iluminaron.


—Consiguió un trabajo en el palacio.

—Eh. Eso es genial.


Estupendo si quieres estar cerca del imbécil que es Poseidón, añadí en mi cabeza.

—Sí, le encanta. El mejor pan de Acuario, digno de la realeza —sonrió Silos


con orgullo.

Le devolví una sonrisa genuina.

—Tu familia siempre hizo el mejor pan.

—Sí. Al principio fue difícil dirigir este lugar yo solo, pero ya estoy bien.

—Estoy seguro de que lo estás haciendo muy bien.

Y lo decía en serio. Silos era tan ingenioso como yo. De hecho, nos habíamos
conocido asaltando la misma basura en busca de pedazos de chatarra que
pudiéramos convertir en algo increíble.

—Gracias. ¿Fue Poseidón quien te trajo de vuelta?

—No, por supuesto.

—Entonces, ¿cómo has llegado hasta aquí?

—Una brújula metáfora.

Silos me miró fijamente.

—¿Cómo te has permitido una de esas?

—Yo, erm, no lo hice.

Silos se rio. 37

—No digas más.

Me bebí el resto de mi hidromiel, tratando de calcular cuánto debía contarle. Sin


embargo, mi cerebro estaba nublado y empezaba a sentir el primer golpe de fatiga.
La adrenalina que recorría mi cuerpo estaba desapareciendo y cada vez era más
difícil luchar contra mis emociones.

—¿Te importa si subo?


—Por supuesto que no. Te traeré unas mantas y una almohada. ¿Hay algo más
que quieras?

Le sonreí.

—¿Tienes pan?

38
—Almi, no puedes hablar en serio. ¿Le quieres robar a Poseidón?

Silos estaba trabajando en el mostrador, amasando la masa y lanzándome


miradas incrédulas por encima del hombro mientras trabajaba a la mañana siguiente.

Había dormido, mal, en el suelo de la habitación de Lily, incapaz de seguir


revisando sus extremidades, sus dedos de piedra y de los pies me hacían sentir mal.
Casi había llegado demasiado tarde. No podía apartar el horrible pensamiento de que si
hubiera tardado solo unos meses más en volver a casa, ella podría haber sido una
maldita estatua de sí misma.

La mayor parte de mis momentos de vigilia los había pasado luchando contra
mi culpabilidad en la determinación.

Ahora estaba en casa, e iba a salvarla. Volverse loca, llorar o revolcarse en el


remordimiento no haría nada por ella. Robar la nave de Poseidón y encontrar la
Fuente de Zoi la ayudaría.

—Hablo muy en serio —le respondí a Silos—. Es la única manera de curar a


Lily.

De la noche a la mañana me había dado cuenta de que tendría que dejar que
Silos participara al menos un poco en mi plan, ya que él sabía mucho más que yo
sobre Acuario y el palacio. Me estaría entorpeciendo si no le pidiera ayuda.

—¿Me vas a decir qué es lo que quieres robar?

—No —Sacudí la cabeza—. Cuanto menos sepas, mejor. Si tu padre trabaja en


39
el Palacio, entonces debes poder entrar a visitarlo...

—No, nunca he ido a verlo al Palacio. Papá viene de visita aquí cada tres meses.
Almi, Poseidón te mandó fuera, no deberías arriesgarte a que se entere de que has
vuelto, y mucho menos a que te pille robándole. Es despiadado con los criminales.

Me encogí de hombros, el movimiento fue mucho más casual de lo que sentía.


Poseidón era despiadado, y punto. Lo sabía de primera mano.

—El Palacio es enorme. Estoy segura de que Poseidón ni siquiera sabría que
estoy allí.
Excepto que yo tenía historia con el dios, y estaba bastante segura de que me
reconocería al instante, con pelo azul o sin él.

Sin embargo, tendría que arriesgarme. Tenía que averiguar dónde guardaba su
barco. Sabía que no podría entrar y tomarlo sin más, habría que hacer planes.

—¿Cómo puedo conseguir un trabajo en el Palacio? —pregunté.

Silos me miró por encima del hombro, con las cejas levantadas.

—No puedes. Quiero decir, a menos que te presentes al concurso para ser su
guardia personal —resopló mientras dejaba más masa sobre la encimera y empezaba
a batirla.

—¿Qué?

—Nada. Era una broma.

—Dime.

—Cada veinte años, organiza las Pruebas de Poseidón, para reclutar miembros
para su guardia personal. La competencia comienza en un par de días.

—¿Un par de días?

Lentamente, Silos se volvió hacia mí.

—Almi, la gente muere en las Pruebas de Poseidón. Somos demasiado jóvenes


para recordar la última, pero mi amigo me dijo el otro día que todos los participantes,
excepto dos, murieron.

Como no le contesté, sacudió la cabeza y se limpió la frente, pasándose harina


por la cara.

»Solo entra la élite. Los más fuertes de los fuertes, los más mágicos de los 40
mágicos. Los héroes.

Me quedé mirándolo, con mi mente dando vueltas. No tenía magia. Estaba


desnutrida y fuera de forma. Élite no era una palabra que usaría para describirme.
Pero era inteligente. Y tenía unos días para armarme con artilugios y artefactos que
me ayudaran.

Además, no tenía que ganar. Todo lo que tenía que hacer era permanecer viva
el tiempo suficiente para encontrar la manera de robar el barco. Por lo menos, yo era
una hija de puta tenaz, podría sobrevivir unos días, seguramente. Si tenía suerte, su
barco mágico estaba en algún lugar del palacio.

—Almi... Ni siquiera te dejarían entrar en la competición. Tienes que tener una


razón. Una conexión con Poseidón, o una magia acuática muy fuerte, o ser
patrocinado por otro dios.

—Tengo una conexión con Poseidón —dije en voz baja.

—Sí, y me gustaría que me dijeras cuál es —dijo Silos, con una expresión oscura
y seria ahora.

—¿Cómo me inscribo?

—No puedes.

Silos cruzó los brazos sobre el pecho.

Yo doblé los míos para que coincidieran.

—Mírame.

Salí de la panadería, con la mochila al hombro y una camisa de lino apropiada


para Acuario. No pude evitar las ondas de emoción que sentí al llegar a la plaza del
mercado, el gran océano azul en lo alto y los bordes de la cúpula brillando en oro a
la distancia. 41
Había pasado los últimos ocho años rodeada de tecnología humana, que nadie
podía negar que tenía muchas ventajas, pero aquí en Acuario... Los productos que se
vendían en los puestos por los que pasaba eran mágicos. Y la magia era justo lo que
necesitaba.

No había duda de que la natación y la magia acuática serían necesarias para


sobrevivir a las Pruebas de Poseidón. La verdad era que incluso llegar al palacio de
Poseidón era un dolor de cabeza para mí. Podía nadar, pero solo tan bien como un
humano promedio. Lo cual no era lo suficientemente bueno para cruzar la extensión
de agua abierta helada entre la ciudad principal de cúpulas y la que albergaba el
castillo submarino en el que vivía el imbécil dios.

Afortunadamente, Acuario tenía habitantes humanos, y no nadadores, por lo


que había varias formas de ayudarles a maniobrar entre las cúpulas que no estaban
conectadas por túneles. El problema era que tenía que convencer a todos de que era
súperpoderosa, y eso sería difícil si no podía cruzar medio kilómetro de agua por las
mías.

Si quería causar una buena impresión y ocultar mi absoluta falta de magia,


tendría que encontrar la manera de llegar al palacio con estilo. Y eso significaba
encontrar una forma de respirar bajo el agua y nadar mucho mejor de lo que podía
hacerlo actualmente.

Me detuve en un puesto a mi derecha, escudriñando los polvos brillantes y los


frascos de líquidos efervescentes.

—Aquí hay todo tipo de curaciones, querida —me dijo el hombre que estaba
detrás del puesto. Le miré y me di cuenta de que no era un hombre, sino una especie
de híbrido de grifo, con un pico en lugar de nariz y unas alas de aspecto curtido detrás
de él. No podía ver sus piernas, pero sabía que parecían como las de un león.

—¿Tienes algo... destructivo? —pregunté con esperanza.

Me sonrió, con los ojos arrugados por encima del pico.

—Ah, sí. ¿Qué tenías pensado?

42

Tardé una hora en cargar todos los suministros que necesitaba. Me alivió
descubrir que algunos de mis artilugios humanos eran lo suficientemente raros en el
Olimpo como para poder cambiarlos por algunos de los artículos mágicos más caros.
Un móvil roto por dos kilos de raíz de agua era un buen trato para mí, dado que tenía
pocos dracmas. Consideré la posibilidad de cambiar mi brújula metáfora, ahora
inútil, para que otra persona pudiera tener sus tres turnos con ella, pero no me atreví
a desprenderme de ella. No sabía muy bien por qué, pero algo me hacía querer
aferrarme a la pequeña brújula de bronce.
Además, no había nada en el mercado que lo igualara en valor, por lo que habría
sido un desperdicio económico.

Sabía que tenía que volver a la panadería y empezar a convertir mi botín en algo
útil, pero me encontré dirigiéndome hacia el borde de la cúpula. La ciudad en la que
había crecido estaba conectada a otras seis cúpulas, y había un túnel para llegar a
cada una de ellas. Cuando era niña, solía estar dentro de uno de los túneles mientras
Lily se deslizaba por el agua más allá, creando anillos de burbujas que se
arremolinaban alrededor del tubo transparente como un tornado acuático. Me
encantaba.

Me detuve al llegar al túnel de la siguiente cúpula. A ambos lados había


pequeños estanques de agua que se pegaban al borde de la cúpula. Una mujer se
metió en uno de los estanques y observé con nostalgia cómo sus piernas se
transformaban en una brillante cola. Hubiera sabido que era una sirena antes de ver
sus piernas transformarse en cola por su piel azul y su pelo blanco. Todas las sirenas
tienen el pelo negro o blanco como la nieve. Su ropa desapareció mientras su cuerpo
cambiaba, y luego se sumergió en el agua de la piscina. Segundos después, emergió
fuera de la cúpula, y una figura cerró la distancia, nadando hacia ella. Un tipo con
su propia cola brillante. Se cogieron de la mano y se dirigieron hacia la superficie
brillante.

Piscinas como ésta existían junto a todos los túneles de Acuario y eran la única
forma de atravesar la cúpula y llegar al océano más allá: los lugares donde el agua se
encontraba con el agua. Miré fijamente la piscina, deseando que algún poder latente
surgiera dentro de mí y me hiciera querer sumergirme.

Pero no pasó nada. Al igual que nunca había sucedido cuando era niña. El agua
me gustaba bastante. Disfrutaba de la ingravidez, disfrutaba de la sensación
refrescante de moverse por el líquido. Pero no me llamaba como sabía que debía
hacerlo. En el mejor de los casos, describiría mi sentimiento por el océano como un
asombrado respeto.

Solté un suspiro y me dirigí al túnel. Una vez dentro, apoyé las manos en el 43
cristal y cerré los ojos, intentando evocar mi imagen de Lily. No había visto la
vibrante representación de ella en mi mente desde que había visto la versión de la
vida real: la chica incolora convertida en piedra, sin vida en una habitación solitaria.

Tal vez la evitaba deliberadamente, sin querer afrontar la culpa que sentía por
haberla dejado sola tanto tiempo.

—Me gustaría que estuvieras aquí, ahora, haciendo anillos de burbujas —le dije.

Mi corazón dio un pequeño golpe de alivio cuando su imagen se materializó en


mi cabeza, sonriendo.
Lo haré, pronto. Si puedes llevar a cabo este loco plan tuyo.

—Lo haré. Tengo que hacerlo.

¿Cómo vas a respirar bajo el agua? Ese va a ser tu mayor reto.

—Tengo raíz de agua. Y un montón de otras cosas que puedo convertir en algo
útil.

Bien. Ponte a ello entonces, en lugar de quedarte parada junto a los túneles.

Me reí a carcajadas mientras ella me lanzaba su mirada más severa.

—Sí. Buena idea.

—Almi, por favor, no hagas esto.

—Silos, tengo que hacerlo.

Mi viejo amigo me miraba suplicante mientras yo estaba en la puerta de la


panadería. Había montado un pequeño taller en la habitación de Lily y había
trabajado sin descanso para fabricar lo que necesitaba.

Y ahora, estaba lista.

Es decir, no había probado nada, y tenía un sesenta por ciento de confianza en


mi trabajo, pero eso era todo lo que iba a estar de lista. No tenía tiempo para hacer 44
más.

—Ni siquiera sé por qué me preocupo —dijo el gran hombre, sacudiendo la


cabeza—. No es que te vayan a dejar competir. Ni siquiera has vivido en Acuario, ni
en el Olimpo, durante ocho años. No es como si fueras a poder llegar sin más y
participar en una de las competiciones de magia acuática más letales de todos los
reinos.

Sus ojos se tornaron acerados al hablar, y el miedo me revolvió el estómago ante


sus palabras. Pero levanté la barbilla y puse las manos en mis caderas.
—Me lo tomaré como que me deseas suerte —dije—. Y saludaré a tu padre de
tu parte si lo veo.

Giré sobre mis talones, tratando de rezumar un desafío seguro mientras salía de
la panadería.

—Almi —Sentí la mano de Silos en mi hombro y me detuve. Me giró lentamente


para mirarle, la dureza desapareciendo de sus ojos marrones—. Si por alguna impía
equivocación llegas a entrar en las Pruebas, por favor, por favor, sobrevive.

Impulsivamente, le abracé.

—Por supuesto que lo haré. Cuida de Lily por mí.

Dejarla, tan pronto después de volver con ella, era lo más difícil. Pero no tenía
otra opción. Era lo único que podía hacer para salvarla.

—Siempre. ¿Quieres que te acompañe?

Sacudí la cabeza mientras daba un paso atrás.

—No, tienes que abrir la panadería. Recuerdo el camino.

—Buena suerte.

—Gracias. Puede que lo necesite.

45
Subestimé el tiempo que me llevaría recorrer las diez cúpulas y túneles que
necesitaba para llegar a mi destino. Cuanto más me alejaba de mi único amigo, y de
Lily, más aumentaba mi inquietud. El enorme cinturón que me rodeaba la cintura
era cómodo, pero pesado, y podría haber prescindido de gastar tanta energía justo
antes de la travesía a nado que iba a tener que hacer.

Tuve que fabricar el cinturón yo misma porque mi antiguo cinturón no podía


soportar el peso de tantas bolsas cargadas. Además, esperaba que la camisa de Silos,
demasiado grande para mí, no se hinchara como una tienda de campaña cuando me
metiera en el agua. En conjunto, la camisa de gran tamaño, el enorme cinturón de
cuero, el collar de conchas y el pañuelo azul que había utilizado para atarme el pelo
me hacían parecer, y sentir, un poco como un pirata. Decidí aceptar el parecido.

—Vamos, amigos —murmuré, mientras caminaba por un sendero pavimentado


en una cúpula mucho más rica que la cúpula de ciudad de mercado en la que había
crecido. Cuanto más me acercaba al palacio, más bonitas eran las cúpulas, y ésta era
la última. Las casas de aquí estaban hechas de elegante piedra blanca, en lugar de la
dura arena, y algunas incluso tenían jardines. La hierba era rara en Acuario. Los
edificios también estaban más repartidos, lo que significaba que podía moverme entre
ellos. Allí, como un faro brillante en el gran azul del más allá, estaba el palacio de
Poseidón. Ya casi había llegado.

El borde de la cúpula, justo enfrente de la cúpula del palacio, estaba repleto de


piscinas, cada cien metros más o menos. Me acerqué a la más cercana, y los nervios
me hicieron revolotear el estómago mientras miraba entre la piscina y el palacio en
la distancia. Esta piscina era diferente de las más pequeñas que flanqueaban los
túneles de las otras cúpulas. Era tres veces más grande, y en las esquinas se alzaban
columnas de mármol blanco, con una hiedra de color verde intenso que crecía a su 46
alrededor. Amplios azulejos brillantes de mármol a juego bordeaban el agua.

Agradeciendo que no hubiera nadie más, respiré hondo, rebusqué en una de mis
bolsas y saqué una de las pequeñas cápsulas que había preparado la noche anterior.
La raíz de agua serviría para dos propósitos, si la había preparado correctamente. Me
permitiría contener la respiración durante unos quince minutos y evitaría que me
mojara. Había sido capaz de crear un líquido que hacía que cualquier cosa que
sumergiera en él fuera impermeable, y eso había sido algo fácil de probar, así que
confiaba en que mis pertenencias se mantuvieran secas y seguras. Con suerte, la raíz
de agua haría lo mismo con mi cuerpo.
Hice una última comprobación del inventario de las bolsas de mi cinturón,
sabiendo que solo estaba procrastinando.

—Cápsulas de raíz de agua… listo. Bombas de tinta… listo.

Esas habían sido fáciles de hacer con las granadas que me había vendido el grifo.
Había cargado la mitad de ellas con tinta mágica que se multiplicaba y actuaba como
un pegamento bajo el agua, y la otra mitad con pequeños gránulos que hacían estallar
cualquier cosa que golpearan con una descarga de electricidad. Ninguna de las dos
cosas me haría parecer adepta a la magia acuática, ni heriría a nadie, pero eran lo
mejor que podía hacer.

—Proyector de elefante, listo —Era el último que me quedaba, y no había tenido


el valor de cambiarlo en el mercado, aunque no podía imaginar un uso para él en
Acuario—. Libro, listo.

Una fina bolsa de lona en la que había gastado una buena parte de mis fondos
disponibles hacía que todo lo que se pusiera dentro pesara poco más que una pluma,
y no mucho más que una. La había apodado la “bolsa Tardis”, y tenía el libro bien
guardado dentro de ella.

—Cuaderno de bocetos, listo. Brújula, lista. Daga, lista.

La pequeña arma no tenía nada de mágica, pero cuando la había visto en el


puesto del mercado, me habían encantado las pequeñas tallas de conchas en el mango
de madera, y su precio era bajo. Un arma de cualquier tipo parecía una buena idea.

Cerré la última bolsa, satisfecha de tenerlo todo. Lamentablemente, no había


conseguido encontrar o crear nada que mejorara mi capacidad de nadar o moverme
por el agua. Tendría que confiar en mi patética capacidad atlética para cruzar la
extensión hasta el palacio. Con suerte, antes de que la raíz de agua cediera. Cerré los
ojos y me puse a pensar en la imagen de Lily.

—Voy a hacerlo —le dije—. Ahora. 47

Sí, lo harás. Y lo harás como un as, me respondió, utilizando una de mis expresiones
americanas favoritas y sonriendo.

—Maldita sea, lo estoy haciendo.

Abrí los ojos y me acerqué al borde de la piscina mientras tragaba una cápsula
de raíz de agua. Antes de que pudiera asustarme, bajé al agua.
La temperatura era cálida y me sorprendió lo bien que me sentí al soltar el borde
y dejar que el líquido soportara mi peso. Había evitado el agua en el mundo humano.
Me recordaba demasiado al mundo del que había sido arrebatada.

Pateé las piernas de forma experimental, abriendo los brazos. Se sentía bien.

Tomé aire y agaché la cabeza bajo el agua. Esperé un momento, dejando que
desapareciera la oleada inicial de pánico que sentía al estar sumergida. Sabía que no
debía sentir pánico al estar bajo el agua; era una ninfa del mar. Pero lo había sentido
toda mi vida, y hoy había aún más motivos para estar nerviosa. Iba a ir al palacio de
Poseidón. Si me atrapaba, me enviaría directamente al mundo humano, o algo peor.

Detuve los pensamientos negativos en el camino, sacudiendo un poco la cabeza


bajo el agua.

Es hora de irse, dijo Lily en mi cabeza.

Ella tenía razón.

Nadé lentamente hasta el punto en que el agua se unía al borde de la cúpula y


empujé suavemente la mano contra el material de vidrio. Hubo un poco de
resistencia, pero luego mis dedos se deslizaron a través de él. Reuniendo mi
determinación, di una fuerte patada y el resto de mi cuerpo se adentró en el océano.

Estaba más helada que la piscina. Mucho más helada. Pateé las piernas y empujé
con los brazos, con el brillante palacio fijado en mi vista. Se veía alarmantemente
lejos.

Canté en mi cabeza, en un esfuerzo por detener mi cerebro tratando de


convencerme de que era demasiado lejos para nadar en quince minutos. Ni siquiera
estaba segura de que mi estado físico pudiera mantenerme en movimiento durante
quince minutos. Era totalmente posible que me ahogara por agotamiento antes de
llegar al palacio.
48
Has comido toda la comida de alta energía que has podido conseguir, estarás bien, me
dijo Lily, interrumpiendo mi canción.

Canté más fuerte en mi cabeza, tratando de mantener un ritmo constante. Una


sensación de claustrofobia me acorralaba en la conciencia, el conocimiento de que
estaba bajo toneladas de agua, sin nada más que un vacío negro e interminable debajo
de mí me aterrorizaba si dejaba que me afectara.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero sabía que estaba empezando a sentir
frío. Era vagamente consciente de las formas que se movían en mi visión periférica,
pero todo estaba muy lejos, así que me mantuve centrada en el palacio. Cuenta las
torres, sugirió Lily. Será una buena distracción.

El palacio era enorme. Realmente enorme. Parecía un castillo que hubiera


tenido un hijo con un antiguo templo griego. Del cuerpo principal de la estructura se
alzaban agujas y torres, todas a diferentes alturas y la mayoría coronadas con tejados
triangulares, claramente griegos. Las propias torres tenían columnas que iban desde
el suelo hasta la cima, y al principio pensé que los espacios entre las columnas eran
de cristal. Pero mientras me acercaba, pude ver que algunas estaban completamente
abiertas. Otras sí tenían vidrio entre ellas, formando las paredes de las habitaciones
circulares, pero las pinturas se movían a través del vidrio. Una torre cerca de la parte
trasera del palacio se extendía tan alto que penetraba en la parte superior de la cúpula
y alcanzaba la superficie del océano en lo alto. La segunda torre más alta era la
central, que era más ancha que las demás y casi llegaba al techo de la cúpula. Estaba
dispuesta a apostar que allí estaba la sala del trono de Poseidón.

Al acercarme, pude ver bien el pequeño grupo de edificios que rodeaba la base
del palacio, y supuse que eran casetas de guardia y talleres que flanqueaban enormes
puertas de reluciente piedra negra. Patios con césped verde, árboles y arbustos bien
cortados llenaban los espacios entre los edificios.

Un fuerte ardor en el pecho me hizo centrar mi atención en el interior.

El ardor se hizo más fuerte.

Oh, mierda.

La raíz de agua se estaba agotando.

Pateé con más fuerza, me dolían los músculos de las piernas. Me faltaban pocos
minutos, pero estaba a seis metros de altura. Me incliné hacia abajo, el ardor de mi
pecho empeoró y una irresistible necesidad de tomar aire se apoderó de mí. Estaba a
solo quince metros de la cúpula. Podía lograrlo.
49
Algo duro se estrelló contra mi costado y grité involuntariamente mientras daba
vueltas en el agua. Me agarré salvajemente al cinturón, mis instintos obligándome a
proteger mis baratijas.

Cuando conseguí orientarme, me giré, pateando en el agua, tratando de ver qué


me había golpeado. Me costó todo mi esfuerzo no tomar aire, mis instintos
trabajaban en mi contra.

Algo venía hacia mí a través del agua. Algo mucho más rápido que yo.
Me lancé hacia el oro resplandeciente de la cúpula, pero no estaba cerca de la
piscina que me permitiría entrar. Intentando mantener a raya el pánico, nadé con
toda la fuerza que me permitía mi agotada energía. La temperatura del agua que me
rodeaba descendió en picado y me arriesgué a mirar por encima del hombro.

Mi mente se quedó en blanco mientras el miedo me envolvía.

Tiburón. Tiburón. Tiburón.

La única palabra que mi mente fue capaz de formar resonó en mi cabeza


mientras el depredador avanzaba por el océano hacia mí.

La criatura parecía estar hecha de un líquido podrido, con el negro y el rojo


intenso arremolinándose en la superficie de su piel curtida, y sus enormes ojos negros
y sólidos se fijaron en mí. Abrió la boca al acercarse, mostrando una segunda fila de
dientes aún más grandes y afilados que los que había visto primero.

Rebusqué en mis bolsas, intentando desesperadamente recordar dónde estaban


las granadas. No es que fueran a servir de nada contra una bestia de este tamaño.

Mis dedos tantearon, y fui incapaz de apartar los ojos del tiburón.

Iba a morir.

Iba a ser comida por un maldito tiburón demoníaco.

Lo siento, Lily.

Hubo un destello de algo azul y blanco, que se movió por el agua como un rayo,
y luego el tiburón explotó. Un líquido rojo y negro cayó en cascada por el agua como
un grotesco fuego artificial. Mi boca se abrió involuntariamente y, en medio de mi
conmoción, fui vagamente consciente de que mis pulmones me traicionaban. El agua
fría me llenó la boca mientras respiraba y luego bajó por mi garganta.

Mierda. El tiburón no me atrapó, pero me iba a ahogar. 50

Un rostro apareció frente a mí. Un rostro hermoso y temible. Un rostro que


había detestado durante los últimos ocho años.

La furia en los ojos intensamente azules de Poseidón fue lo último que vi antes
de que el mundo se volviera blanco.
Mi espalda se estrelló contra algo sólido y sentí que unas manos ásperas me
daban la vuelta. Mi pecho se agitó y la luz me nubló la vista por completo mientras
me levantaban sobre las manos y las rodillas. Y entonces vomité.

Cerré los ojos con fuerza mientras todo el agua que había inhalado abandonaba
mi cuerpo, la desorientación y el dolor en el pecho me impedían pensar con claridad.
Cuando por fin dejé de tener arcadas, me senté sobre mis talones, me limpié los ojos
con la manga de la camisa y traté de encontrarle sentido a lo que acababa de suceder.

Miré a mi alrededor, con todo el cuerpo temblando de cansancio.

El palacio. Estaba arrodillada frente a las puertas del palacio. A lo largo de ellas
había tres guardias, ninguno de ellos humano. Delante de ellos había una mujer
vestida con un traje de cuero azul ceñido, con los brazos cruzados sobre el pecho y
unas diez armas atadas a varias partes de su cuerpo. Llevaba el pelo blanco recogido
en un nudo apretado en la parte superior de la cabeza y me miraba con lo que yo
creía que era curiosidad.

—En nombre de Zeus, ¿qué crees que estás haciendo? —gruñó una voz detrás
de mí.

Lentamente, me obligué a ponerme en pie, antes de girarme para mirar a


Poseidón. No había forma de que me enfrentara a él de rodillas.

Aunque me haya salvado la vida.

¿Era eso lo que había pasado?

Tragué saliva al verle, y mi bravuconería se marchitó. 51

Santo infierno, era... magnífico.

La última vez que lo había visto, yo era joven y no tenía ningún interés en los
hombres ni en el poder.

Ahora, sin embargo... Era igual de alto y ancho, con el pelo blanco suelto detrás
de los hombros. Pero no llevaba la bata oceánica. Estaba sin camisa. Unas correas y
cinturones de cuero cruzaban su musculoso pecho y sujetaban armas similares a las
de la mujer, y tenía su propio par de pantalones de cuero azul ajustados. Me obligué
a mantener la mirada por encima de su cintura, enfadada conmigo misma por querer
mirar. Esta era la persona responsable de separarme de mi hermana durante ocho
años. Él era la razón por la que no había encontrado ya una cura para ella.

Pensar en Lily me centró, y finalmente encontré mi voz.

—Hola, esposo.

—Se supone que estás en el mundo de los mortales —gruñó, mientras oía a la
mujer hacer un pequeño ruido de sorpresa.

Mi estómago se contrajo. Iba a enviarme de vuelta. Un movimiento de su


muñeca, y yo estaría de vuelta allí, sin poder ayudar a Lily en absoluto.

—Se supone que estoy con mi hermana.

Me pareció verle retroceder, pero me sentía inestable y mi visión era borrosa.


No podía confiar en mucho de lo que veía.

Se acercó, como si supiera que no podía verle bien.

—¿Por qué estás aquí?

Me encogí de hombros, el movimiento me hizo tropezar.

—He oído que había un concurso. He venido a inscribirme.


52
Sus cejas se alzaron y luego su mirada se intensificó.

—¿Por qué quieres competir en las Pruebas de Poseidón?

Le miré fijamente, buscando una respuesta que pudiera creer.

—Pensé que si podía probarme a mí misma, podrías ayudarme —dije


finalmente.

—Te escondí por una razón —dijo, su voz baja mientras se acercaba aún más a
mí—. No quiero pruebas de nada de ti.
—¡No puedes casarte con alguien y luego esconderla!

—¿Así que estás aquí para reclamar el lugar que te corresponde como Reina del
Océano? —dijo extendiendo los brazos—. ¿Una simple chica que acaba de ahogarse?

—¿Así que me has salvado, solo para dejarme de nuevo en el mundo de los
mortales, donde puedo esperar a que mi hermana muera sola?

Cargué mis palabras con todo el veneno que pude manejar, pero estaba tan débil
ahora que mis palabras se arrastraban ligeramente.

—Sabes por qué te he salvado —siseó, con la voz baja y tranquila.

—El maldito Oráculo —murmuré. Me balanceé sobre mis pies, y la ligera


pérdida de equilibrio me produjo una sacudida de sorpresa. Me enderezó—. No me
envíes de vuelta. Deja que me quede con Lily en Fyka.

Podría encontrar otra manera de entrar en el palacio, de robar el barco.


Encontraría otra manera.

Poseidón me miró fijamente y yo le devolví la mirada. Los colores del océano


se arremolinaban en sus ojos, y una brisa que llevaba el aroma de la sal y del mar
pasó por delante de mí. Mi visión volvió a ondularse, pero esta vez, cuando se aclaró,
jadeé. Todo el lado derecho de su cara estaba cubierto de piedra gris pálida, que se
extendía por la mandíbula y el cuello.

—Tu cara... —Di un paso hacia él, extendiendo la mano sin pensarlo.
Retrocedió bruscamente, su expresión se endureció.

—¿Qué con mi cara? —ladró.

—Se está... convirtiendo en piedra.

Oí otro grito ahogado, y entonces apareció la mujer del cuero azul, de pie junto
53
a Poseidón. Se miraron el uno al otro, antes de que ambos pares de ojos se posaran
en mí.

—Lily también se está convirtiendo en piedra —Mi cerebro se nubló y la


frustración me hizo apretar los puños. Esto era importante. Si tanto Poseidón como
Lily se estaban convirtiendo en piedra...

—Llévenla al palacio —dijo Poseidón—. Antes de que se derrumbe.

Parpadeé al ver que la mujer asentía.


—El palacio —intenté repetir, pero mi boca había dejado de funcionar
correctamente, y en su lugar salió un extraño ruido burbujeante. Mi rodilla izquierda
cedió, y mi otra pierna no era lo suficientemente fuerte como para soportar mi peso.
Mi trasero se estrelló contra las baldosas con un doloroso golpe, y todo se volvió
negro por un momento cuando mi torso lo siguió.

—Demasiado tarde —oí decir a la mujer, todo lo que me rodeaba sonaba a


tinieblas—. Señor, no debería ser capaz de ver la piedra.

—Lo sé.

—¿Es... es realmente tu esposa?

—Llévenla adentro, y asegúrense de que no sea reconocible por lo que es.

—¿Qué es?

—La última de las Nereidas.

54
Me desperté en una cama. Una cama mucho, mucho más agradable de la que
había dormido antes.

Mi cerebro era lento mientras parpadeaba mirando a mi alrededor, el dolor me


recorría la cabeza cuando me movía. Me encontraba en una especie de cámara, una
habitación redonda amueblada como un dormitorio. Me esforcé por sentarme y me
encontré palmeando mi cintura. El corazón me dio un vuelco cuando me di cuenta
de que me faltaba el cinturón.

Toda la niebla se desvaneció cuando me subí a la cama, mirando a izquierda y


derecha por la habitación.

—¿Buscas esto?

Giré, la mujer de cuero azul sosteniendo mi cinturón con una ceja levantada.

—Eso es mío.

La tiró sobre la cama y la busqué a tientas. Justo cuando empezaba a abrir las
bolsas, se me ocurrió que podría revisar mis pertenencias cuando no tuviera
compañía. Me obligué a recostarme sobre las almohadas.

—¿Quién eres?

—Soy la general de Poseidón. Galatea.

—Oh —Miré la miríada de armas que llevaba encima. No me cabía duda de que
podía utilizarlas todas. Su rostro severo era bello, y su mirada tenía un claro “no 55
jodas conmigo”—. ¿Eres humana?

Ella resopló.

—Por supuesto que no.

Ocho años de convivencia con los humanos provocaron un destello de emoción


defensiva en mi interior.

—¿Qué tienen de malo los humanos? —Le fruncí el ceño.


—Nada, a menos que vivas a medio kilómetro bajo el agua y comandes el mayor
ejército oceánico del Olimpo.

Incliné la cabeza en señal de concesión. Tenía razón. Eso sería difícil para un
humano. O para una ninfa del mar sin ningún poder.

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? —pregunté en su lugar.

—No estoy segura de lo que ha pasado —dijo en voz baja, con sus ojos
evaluando—. En cuanto a dónde estás, estás en el ala de invitados.

—¿Del palacio?

—Sí.

Tragué antes de hacer mi siguiente pregunta y noté que la garganta me dolía


mucho.

—¿Dónde está Poseidón?

—No tengo ni idea. Ahora, este no es mi trabajo habitual, pero me han


encargado que te haga ver... —Se interrumpió y me miró de nuevo— …diferente.

Volvieron a mi mente fragmentos de la conversación que había escuchado antes


de desmayarme.

—Se está convirtiendo en piedra —dije, y el recuerdo de la cara de Poseidón me


golpeó con fuerza. Me agarré a las sábanas mientras la urgencia se apoderaba de
mí—. También mi hermana.

—Sal de la cama. Tenemos que encontrarte ropa que te quede bien.

—¿Por qué se convierte en piedra? Debe ser capaz de detenerlo. Es un dios.

Si Poseidón, uno de los tres dioses más fuertes e importantes del Olimpo, 56
necesitaba encontrar una cura, seguramente la encontraría.

Galatea me miró y luego dejó escapar un largo suspiro.

—Puedo darme cuenta que vas a ser un dolor de cabeza.

Asentí con la cabeza.

—Es posible.
—Bien. Nadie, excepto yo, sabe de la maldición de la piedra. Debería ser
invisible para ti.

—¿Cómo es que puedes verlo entonces?

—No puedo. Poseidón me lo dijo.

—Oh. ¿Entonces por qué puedo verlo?

—No lo sé. Tampoco lo sabe el rey. Por eso estás aquí, en el ala de invitados,
irritándome.

—¿Sabe cómo detenerlo?

Galatea me miró como si fuera estúpida.

—¿No crees que ya lo habría hecho, si lo hiciera?

Me senté de nuevo, con más dolor en el cráneo.

—Buen punto. Me duele la cabeza.

Me froté la frente, tratando de ordenar mis pensamientos. Mi esperanza se


desvanecía rápidamente y el miedo la sustituía. Si ni siquiera Poseidón podía detener
la piedra...

Cerré los ojos e invoqué la imagen de Lily. Lentamente, ella se hizo realidad,
bloqueando parte del dolor de cabeza. Sonrió, y mi corazón se calmó un poco. Plan
A, Almi. Nada es diferente. Robar la nave, encontrar Atlántida.

Asentí con la cabeza.

—¿Qué estás haciendo? Tal vez debería llamar a un médico... —La voz
preocupada de Galatea me hizo abrir los ojos.
57
—No, estoy bien. Solo un poco lenta.

Eso me valió otra mirada que no me dejó ninguna duda de lo que pensaba de
mi capacidad mental. Suspiré y balanceé las piernas sobre el borde de la cama.

—Para que quede claro, ¿no me van a enviar de vuelta al reino humano?

—No.

El alivio me golpeó en las tripas. Poseidón sabía que estaba aquí, y no me iba a
enviar de vuelta. Esto era algo bueno.
—¿Y cuánto tiempo me quedaré aquí en el palacio?

—Hasta que las Pruebas de Poseidón terminen, y el rey pueda resolver qué hacer
contigo.

¡Las Pruebas! Lo había olvidado por completo.

—Yo... ¿no tengo que competir en las Pruebas?

Galatea resopló.

—¿Competir? Te ahogaste tras quince minutos en el océano. No sobrevivirías ni


cinco minutos en las Pruebas de Poseidón.

—No fue como si me hubiera ahogado al azar —protesté, llevándome una mano
a la cadera mientras me levantaba—. Hubo un tiburón demonio involucrado.

—Ese tiburón demoníaco se llama sápio aíma y hay muchos peores en las
Pruebas.

—¿Se llama qué?

—Los sangre-podrida.

—Bueno —dije—. Puedes decirle a Poseidón de mi parte que estos sangre-


podrida no deberían atacar a sus visitantes. Es de mala educación.

Esperaba una respuesta sarcástica, pero su rostro se tensó.

—No deberían estar tan cerca del palacio ni de la ciudad —murmuró. Sus ojos
volvieron a encontrar los míos y ladeó la cabeza—. Eres realmente su esposa —dijo.
No era una pregunta. Más bien una declaración de incredulidad.

—Sí, si puedes llamar matrimonio a unas pocas palabras delante de Hera, y


luego a llevarme a otro mundo para pasar casi una década sola. 58

Algo en sus ojos se suavizó durante una fracción de segundo.

—Me lo cuenta todo. Pero no sabía nada de ti.

Levanté las manos.

—Mira, si ustedes dos son una cosa... —Me cortó con una cara que no esperaba
ver en una tan severa como la suya. Parecía que se había tragado una babosa.
—Poseidón es como un hermano para mí. No puedo pensar en nada peor que
participar en... un congreso sexual con él.

—Eh. Bueno, yo tampoco sabría sobre un congreso sexual con él.

—¿Nunca te llevó a su cama?

—Me llevó a un altar, luego a la costa californiana, y me dejó allí. Sin ninguna
cama de por medio.

Algo que agradecía. El hombre pudo haber arruinado mi vida y alejado de mi


hermana, pero nunca me quitó nada más.

Galatea me miró un momento más. Tenía unos ojos que me daban la sensación
de que sabía exactamente lo que yo estaba pensando. Eran de un azul tan pálido que
casi parecían plateados, y me encontré estudiándolos tan profundamente que cuando
ella tosió, mis mejillas se sonrojaron.

—¿Vamos?

—Sí, claro. ¿Ropa, dijiste? —respondí avergonzada.

—Ropa. ¿Llevas ropa de hombre?

—Sí. Un amigo me las regaló. Mis ropas humanas llamaban demasiado la


atención en Acuario, y he estado fuera durante ocho años. No tengo nada aquí.

Puso los ojos en blanco.

—Si vuelves a decir “ocho años”, habrá repercusiones.

Desplazó su peso, y una espada larga de aspecto letal rozó su muslo en la vaina.

Tragué saliva.
59
—Bueno, estoy un poco amargada, pero haré lo que pueda.

Me dejó sola para que me preparara, y en cuanto se fue comprobé el contenido


de mis bolsas. Saqué la bolsa Tardis y saqué el libro y el cuaderno de dibujo, y suspiré
de alivio al ver que ambos estaban a salvo y secos.

Al abrir el pequeño libro de recuerdos, pasé los dedos por las páginas mientras
mi mente daba vueltas a los pensamientos, con una imagen que los dominaba a
todos.

Poseidón.
Le había visto, fiero y furioso, por primera vez desde aquel horrible día.

Mis ojos se concentraron en los bocetos, mis dedos pasaron por las páginas
inexorablemente hacia el boceto que más evitaba.

Apoyé la mano en el dibujo manchado de lágrimas de la habitación de mi


hermana, una taza destrozada en el suelo y una mala representación de mí de
rodillas.

La imagen se calentó, y entonces volví a estar allí, viendo la habitación como


mi yo de dieciocho años, llevándole a mi hermana un café en la mañana que debía
ser el día de su boda.

Ella estaba tumbada en su cama, con los ojos cerrados, y supe al instante que
algo iba mal.

—¿Lily? —Dejé caer la taza y me precipité hacia ella, jadeando al tocar su piel.
Estaba helada.

»¡Lily! —Mi voz se volvió frenética. No salía aliento de sus labios—. ¡Lily! ¡Lily,
por favor!

Dejé caer mi cabeza sobre su pecho, con lágrimas desesperadas inundando mis
ojos mientras me esforzaba por escuchar un latido.

Nada. No podía oír nada. Un sollozo salvaje brotó de mi pecho mientras


abrazaba a mi hermana, el mareo inundándome. Esto no podía estar pasando. Lily
no podía estar muerta, simplemente no podía.

Un destello cegador de luz blanca me hizo gritar, y el olor del océano se abatió
sobre mí. Intenté girarme, pero mis brazos no soltaron a Lily.

Sentí la presencia masiva y divina de Poseidón, y luego estaba siendo arrastrada


hacia atrás, lejos de mi hermana. Maldijo mientras bajaba la mano, tocando el brazo
60
de Lily y retrocediendo.

—¡Déjala en paz! —grité la orden entre mis sollozos y volví a su lado. En mi


dolor, no me importaba en absoluto a quién estaba gritando. El dios todopoderoso
podría haberme hecho cualquier cosa en ese momento, y no me habría importado.
La forma sin vida de Lily era todo lo que podía ver, todo lo que podía pensar.

Poseidón me miró, con los ojos llenos de ira, y luego dio una palmada.

—¡Oráculo! Explícate —gritó.

Una lírica voz femenina llenó la habitación.


—La Nereida dormirá hasta que los dioses lloren.

—¿Qué? —Miré fijamente a Poseidón, y todo parecía estar quieto a mi


alrededor, incluso mis sollozos—. ¿Dormirá?

—Malditas deidades —siseó Poseidón.

—¿Está dormida? —dije más alto.

—Sí.

El alivio me recorrió con tanta fuerza que sentí que mi cuerpo se hundía.

Estaba viva. Lily seguía viva.

Poseidón alargó la mano para agarrarme el codo y yo grité dándole un


manotazo.

—¿Qué estás haciendo?

—Debemos casarnos. Ahora.

Mi alivio de que Lily estuviera viva se detuvo momentáneamente cuando me


quedé con la boca abierta.

—¿Qué? ¿Hablas en serio?

—Mortalmente.

Me levantó de un tirón y empezó a dirigirme hacia la puerta de mi casa.

—¡Déjame ir! ¡Tenemos que ayudar a mi hermana!

—Ella está más allá de tu ayuda.


61
Un fuerte golpe en la puerta me sacó del recuerdo, y respiré con fuerza mientras
el dormitorio ajeno volvía a enfocarse a mi alrededor.

Una lágrima rodó por mi mejilla y la aparté cuando la voz de Galatea atravesó
la puerta hasta llegar a mí.

—¿Estás casi lista?

—¡No! —Aspiré otra vez una respiración temblorosa mientras miraba fijamente
el libro.
»Voy a hacerlo, Lily —susurré—. Él sabe que estoy aquí y no me ha enviado de
vuelta.

Tienes esto, respondió Lily en mi cabeza.

—Sí. Dejaré que me recoloquen y, con suerte, me alimenten, y luego, en cuanto


me dejen en paz, averiguaré dónde guarda su barco —Asintiendo con firmeza para
mí, cerré el libro y me puse de pie—. Jodidamente lo tengo.

62
Seguí a Galatea por un pasillo que tenía columnas a lo largo de cada pared y
hermosos dibujos dorados que formaban olas entre ellas. Extendí la mano por la
pared para ver si era pintura o magia. Las olas doradas se movían cuando mis dedos
las rozaban, y el olor del océano me bañaba. No pude evitar la sonrisa que se me
dibujó en los labios.

Mi pequeño llanto-slash-canto-de-ánimo había ayudado, la emoción causada


por ver la cara de Poseidón por primera vez desde que creí que había perdido a Lily
para siempre, ahora se estaba forjando en una dura determinación. Estaba en el palacio.
Que era exactamente donde quería estar.

Cuando Galatea atravesó un arco y abrió una puerta, me arriesgué a hacerle una
pregunta.

—Entonces, ¿qué piensa hacer Poseidón con lo de la piedra?

Me miró con dureza por encima del hombro cuando entramos en una nueva
habitación.

—No hables de ello cuando no estemos en una habitación privada —siseó. Miré
a mi alrededor y no vi a nadie. Estábamos en un gigantesco vestidor, con espejos,
bancos y encimeras de mármol en todos los lados de la habitación, excepto en uno,
que parecía ser un gigantesco vestidor.

—No hay nadie aquí... —Empecé a decir, pero ella se giró hacia mí, con un
rostro feroz.

—No pondrás en peligro la intimidad del Rey —me espetó. Hice lo posible por 63
no retroceder ante ella, pero emanaba tanta ira que era difícil.

—Vale. Lo tengo —dije, levantando las manos.

—Tendrás la oportunidad de hablar con él directamente sobre el tema, en las


circunstancias que él elija. Después de las pruebas.

—Circunstancias que él elija —repetí. Cielos, sonaba muy exigente.

—Él es el Rey. Y un dios. Es en su manera, o de ninguna manera.


—Material de marido ideal —murmuré en voz baja con sarcasmo.

—Como estoy segura de que eres el material perfecto para una esposa —dijo,
arqueando una ceja.

—¡Nunca quise ser una esposa!

Se balanceó sobre sus talones y señaló uno de los bancos.

—Siéntate. Espera. Las ninfas vendrán a atenderte en breve. No les digas quién
o qué eres. Te alterarán la piel para que pierda su brillo, y tu pelo tendrá que cambiar
de color.

—¿Mi piel? —pregunté. Mi piel solía tener un ligero brillo, nada que ver con el
brillo nacarado de mi hermana, pero no había brillado desde que estaba en el mundo
humano. Y mi pelo era castaño.

Señaló de nuevo el banco.

—Siéntate. Espera. No hables con nadie.

Hice lo que me dijo, y se me cortó la respiración al ver mi reflejo en el


ornamentado espejo del tocador.

Mi pelo era un poco azul. Azul polvo. Y mi piel tenía un ligero brillo, como
cuando era niña. Tiré del cuello de la camisa y miré mi tatuaje, casi con miedo a
respirar.

Por favor, por favor, que tenga algo de color.

Nada. Un contorno negro de una concha de nautilo, nada más.

Cuando volví a mirar mi reflejo, tenía la cara desencajada y Galatea me miraba


con el ceño fruncido, divertida.
64
—¿Por qué acabas de inspeccionar tus partes íntimas?

Resoplé una carcajada al oír las palabras “partes íntimas”.

—Eso es cosa mía, muchas gracias —le dije.

—Eres muy extraña. Puedo entender por qué Poseidón no te mantuvo en el


palacio.

La ira burbujeó en mí.


—Me ha echado porque es un imbécil, no porque sea rara.

Su rostro palideció.

—Blasfemas.

—Es la verdad. No me conoció más de cinco minutos. No podía saber lo rara


que era. Se casó conmigo por mi especie y esa estúpida profecía de mierda, y luego
me dejó donde nadie sabía de mí, para poder vivir la vida de un hombre soltero.
Puede que yo sea rara, pero no voy a cargar con la culpa de que sea un tarado.

—Deberías cuidar tu boca.

El peligroso brillo volvió a aparecer en sus ojos, y casi me sentí aliviada cuando
el olor ácido del océano inundó la habitación, y la voz del propio dios sonó tras él.

—Galatea, te necesito en mi sala del trono —Las palabras retumbaron a través


de las paredes.

Me miró un minuto y luego giró sobre sus talones, cerrando la puerta tras de sí.

Me volví hacia el espejo, hirviendo. Una oleada de miedo a que el dios me


hubiera escuchado mágicamente llamarle imbécil y tarado me asaltó las entrañas.

No te echó porque eres rara, sonó la voz de Lily en mi cabeza. Su vívida imagen
cobró vida mientras la duda me inundaba.

—Sin embargo, soy rara.

Ella se rio. Sí, lo eres. En todas las mejores formas.

—¿Por qué me envió lejos?

Así nadie podría arrebatarte de él. ¿Recuerdas la profecía? Quien posee el corazón de una
nereida posee el corazón del océano. 65
Había repasado esto con Lily muchas veces en mi cabeza y sacaba la misma
conclusión ahora que siempre.

—Ni siquiera tiene sentido. En primer lugar, ¿qué es el corazón del océano? Y
en segundo lugar, ni siquiera soy una nereida propiamente dicha.

Lily frunció el ceño. Eres una nereida auténtica.

Antes de que pudiera responder, la puerta detrás de mí se abrió de golpe.


Entraron dos ninfas, con la piel del mismo color azul empolvado que mi pelo y las
túnicas blancas y brillantes.
—Hola. Estamos aquí para asegurarnos de que encajes en la corte y parezcas un
humano —dijo la más pequeña con una tímida sonrisa.

—Genial —respondí—. ¿Hay alguna posibilidad de que este cambio de imagen


venga con comida?

Resultó que el cambio de imagen venía acompañado de comida. Una enorme


bandeja de frutas, pasteles y embutidos siguió rápidamente a las ninfas. Devoré todo
lo que pude mientras me cubrían de polvos mágicos y me hacían cosas extrañas en
el pelo. Al cabo de un rato, dejé de mirarlas en el espejo y aproveché el tiempo para
elaborar mi plan.

Decidí que seguiría todo lo que me dijeran que hiciera. Cuanto menos molesta
fuera, más probable sería que me dejaran en paz. No sabía cuánto tiempo durarían
las pruebas. Suponía que tal vez una semana. Y deberían mantener a Poseidón y a
Galatea ocupados.

—¿Todos los competidores de las pruebas se quedan en el palacio? —le pregunté


a la ninfa que me cubría el pelo con una especie de sustancia viscosa brillante.

Me sonrieron y asintieron con entusiasmo.

—Sí. Ha sido muy interesante trabajar con tantas especies diferentes.

Eso era bueno. Si había varios extraños alojados en el palacio, eso solo facilitaría
el deambular. Decidí probar mi suerte. 66

—¿Llegó alguno en barcos?

—Lo siento, no lo sé. Por favor, cierra los ojos para que podamos maquillarte.

Hice lo que me pidieron, hundiéndome de nuevo en mis pensamientos. Una


duda empezaba a aflorar sobre el resto, y me esforzaba por ignorarla. Si el libro era
creíble, entonces Poseidón conocía la Atlántida, y la Fuente de Zoi. Y si ese era el
caso, ¿por qué no la había utilizado él mismo para curar su maldición de la piedra?
No había caído en un coma mágico antes de convertirse en piedra como lo había
hecho Lily. ¿Era la misma enfermedad? ¿O acaso Lily tenía ahora dos cosas que debía
arreglar?

Si la Fuente de Zoi era tan poderosa como insinuaba el libro, entonces debería
ocuparse tanto del sueño como de la piedra. Lo que significaba que no valía la pena
esperar hasta después de las Pruebas para ver qué planeaba hacer Poseidón con su
propio problema. Lo mejor sería salir del palacio tan pronto como pudiera, antes de
que cambiara de opinión y me enviara de nuevo.

—Hemos escogido algunos trajes para la ceremonia de esta noche, y tu pelo y


tu maquillaje están hechos —dijo la ninfa pequeña. Abrí los ojos de golpe y vi a la
ninfa más alta de pie frente al armario, con dos vestidos colgados a ambos lados de
las puertas.

—Guau —respiré.

Nunca había tenido un vestido. No porque no me gustaran, sino porque eran


poco prácticos para alguien que rebuscaba en la basura o robaba cosas regularmente.

Pero si alguna vez tuviera un vestido, los dos que tenía delante iban más allá de
lo que podía esperar. Eran completamente hermosos.

Uno era de color azul tinta, con una enorme parte inferior abullonada y largas
mangas drapeadas. El otro era mucho más entallado, de satén verde pálido, con un
escote pronunciado y una espalda aún más baja.

—Erm, ¿cuál les gusta más? —pregunté, mirando entre las dos ninfas.

—Tu contextura es muy delgada, y el vestido más pálido puede adaptarse a una
silueta más voluptuosa —respondió pensativa la ninfa más pequeña.

Una forma educada de decir que necesitaba engordar mis huesos, pensé.
67
—Vamos con el azul oscuro.

—¿Cómo te llamas? —pregunté, mientras me ayudaban a ponerme el vestido,


sorprendentemente pesado. Tenía un corsé y las dos ninfas tuvieron que ayudarme a
ajustarlo.

—Soy Mov, y ella es Roz.

—Soy Almi.

—Lo sabemos. ¿Estás lista para verte?


—Claro.

Mi respuesta despreocupada no coincidió con mi cara cuando Roz deslizó una


puerta para revelar un espejo de cuerpo entero.

Me quedé con la boca abierta.

No me parecía en nada a mí. Es decir, mis ojos verdes profundos eran los
mismos, y mi nariz y mi boca no parecían muy diferentes. Pero aparte de eso... Mi
piel, antes pálida, estaba bronceada, como si hubiera pasado mucho tiempo al sol. El
maquillaje de mi cara me hacía parecer mayor, más distinguida. Tal vez incluso...
bonita. Pero la mayor diferencia era mi pelo. Castaño y largo hasta los hombros, mi
pelo solía estar atado en un nudo en la parte superior de la cabeza. Pero ahora, los
largos mechones caían en suaves ondas alrededor de mi cara, la mayor parte en un
complicado peinado trenzado. Sin embargo, el peinado no era lo que me dejaba
boquiabierta. Era el color.

—Mi pelo es morado.

—Más bien un lavanda, creo —dijo Mov—. Es un color muy popular en la corte
ahora mismo. Pareces una humana que quiere formar parte de la élite de Acuario.

Ellas asintieron con la cabeza, satisfechas.

Me giré hacia un lado, tratando de ver más. Había hebras de azul, malva y
lavanda, que se entretejían por todas partes.

—Me encanta.

—¿Sí? —Mov parecía satisfecha.

—Realmente lo hago. Parezco una estrella de cine.

Di una pequeña vuelta con el vestido, haciendo que la falda se abriera. Sin
68
embargo, un pequeño pánico se apoderó de mí cuando me enfrenté de nuevo al
espejo.

Mi tatuaje.

Debería ser visible por encima del escote corazón del corsé, pero no podía verlo
en el reflejo. Me miré a mí misma, aliviada al ver el contorno de la concha bajo el
esternón, las líneas que rozaban mi pecho.

Como no quería suponer que las ninfas conocían mi tatuaje, o que significaba
lo que yo era, no dije nada. Le preguntaría a Galatea por qué no podía verlo en el
espejo la próxima vez que la viera. Un ceño fruncido se apoderó de mi boca al pensar
en la severa general. Tenía que dejar de ser tan antagónica con ella. Y con el acuático
imbécil todopoderoso.

Como si fuera una señal, la puerta del camerino se abrió con un golpe, y cuero
azul y pelo blanco aparecieron.

Galatea me echó una mirada rápida y luego asintió.

—Encajarás bien. Fuera —le dijo a las ninfas. Las dos se fueron corriendo.

—Mira, solo quería disculparme por ser tan... —empecé a decir, pero ella
levantó la mano.

—Poseidón te necesita.

—¿Qué? No me ha necesitado durante...

Dejé de hablar antes de decir ocho años, bajando los ojos a su espada. Juraría que
casi sonrió.

—Vas a asistir a la ceremonia de las Pruebas de Poseidón esta noche, bajo la


apariencia de ser una reportera.

—¿Una reportera?

—Sí. Tienes una gran boca y te gusta hacer preguntas. El personaje debería
encajar, y es una razón válida para que un humano esté en un evento así.

Mantuve deliberadamente mi gran boca cerrada.

—No le digas a nadie quién o qué eres realmente. Para todos los demás, eres
humana. Poseidón se ha asegurado de que tu tatuaje sea invisible para todos los
demás. Nadie en el palacio, aparte de nosotros tres, sabe la verdad. Debe permanecer
así.
69
—Lo has dejado muy claro —dije.

—Bien.

—¿Puedo mantener mi propio nombre?

—Sí.

—¿Puedo llamarte Gala? ¿O Tea?

Dejó escapar un largo suspiro.


—No. No deberías tener que interactuar con Poseidón esta noche, ni tampoco
durante las Pruebas. No te metas en líos y los próximos días deberían pasar sin
problemas.

—Entendido.

—Entonces podremos averiguar por qué puedes ver la piedra, cuando nadie más
puede. Si tienes planes de vivir como la esposa de Poseidón cuando esto termine, con
una corona y un lugar como reina, entonces me temo que puedes estar decepcionada.

Su voz era sorprendentemente suave, y tuve la impresión de que me decía esto


no para ser rencorosa, sino para manejar mis expectativas.

Eso no impidió que la indignación a la defensiva subiera por mí como un fuego


artificial.

—¿Crees que quiero ser una maldita reina? ¿Casada con él?

Sus ojos helados se clavaron en los míos.

»Mira, no necesito un hombre. Cuando cure a mi hermana, tendré toda la


compañía que necesito. Estoy bastante feliz de permanecer bien lejos de su señorío
acuático.

La verdad es que me había asustado mucho la primera vez que lo vi. Cuanto
antes pudiera distanciarme de él, mejor.

—Te creo —dijo finalmente Galatea—. Y creo que debe ser difícil que te
obliguen a casarte contra tu voluntad.

Me quedé helada, sus palabras tan inesperadas.

—Sí —Luego me encogí de hombros—. Bueno, estar casada con él es fácil, en


realidad. Me ha ignorado completamente todo el tiempo. A lo que me opuse fue a
70
que me separara de mi casa.

Y de Lily.

Galatea asintió.

—Vamos. Es hora de dar la bienvenida a los competidores.

Di un paso adelante, ligeramente desequilibrada con el pesado vestido. Una vez


más, me sorprendió cuando extendió un brazo para estabilizarme.

—Gracias.
—Agradéceme portándote bien esta noche —dijo.

71
Seguí a Galatea por más pasillos decorados con las encantadoras pinturas de
ondas doradas, mientras mi mente rebotaba entre pensamientos como una especie
de juego de ping pong. No podía evitar imaginarme cómo sería realmente ser una
reina, viviendo con tanto lujo. Viviendo en las circunstancias de mierda que tuve
durante años, había volcado toda mi concentración en volver, y nunca había pensado
en el hecho de que era técnicamente una reina. Yo era una transacción comercial
para Poseidón, nada más, y eso había sido fácil de aceptar para mí.

Hubo un periodo en el que me interesaron los hombres, momentos en los que


me sentía sola y mi cuerpo hacía peticiones que mi cabeza no estaba segura de querer.
Pero nunca había actuado sobre ellos. No por lealtad a Poseidón, sino porque no veía
qué sentido tendría. Si hubiera encontrado a un hombre, si hubiera estado con él, si
me hubiera enamorado de él, ¿qué podría haber hecho al respecto? Hera era la diosa
del matrimonio en el Olimpo, y sus reglas eran claras. Una pareja. No más. Podría
haber sido capaz de traer a un amante humano conmigo, pero entonces ¿qué? No
podría casarme con ellos. Y no conocía al dios del océano, mi esposo, lo
suficientemente bien como para saber si habría ignorado que su esposa tuviera un
amante.

No, había aceptado una vida sin amor poco después de mis votos matrimoniales
forzados. Pero nunca, nunca había aceptado una vida sin mi hermana.

El sonido de los cascos sobre las baldosas me hizo volver a la realidad y miré
por encima del hombro.

Una centauro avanzaba por el pasillo detrás de nosotros, alcanzándonos


rápidamente. Llevaba una armadura en su torso humano, ballestas colgando de sus
caderas y cuchillos atados a su pecho revestido de armadura. Su pelo castaño colgaba 72
alrededor de su severa cara en apretadas trenzas, y su poderoso cuerpo de caballo
tenía símbolos afeitados en el pelo de color castaño. Era magnífica.

—Galatea —asintió la general al pasar junto a nosotros. Su cola estaba trenzada


de la misma manera que su pelo. Galatea asintió a su vez, y una ola de emoción me
invadió. Realmente había vuelto. Años sin magia y ahora... centauros en los pasillos.

Entramos en un pasillo más amplio, con nada más que aire entre las columnas,
y pedestales que exhibían bustos de luchadores de aspecto feroz de todas las especies.
Muchos eran criaturas marinas. El pasillo se inclinaba hacia arriba, y miré hacia fuera
mientras avanzábamos por él. Me di cuenta de que nos movíamos entre dos torres,
y a lo lejos se veía el azul infinito del océano. Las formas se movían en el agua,
demasiado lejos para distinguirlas.

Al final del pasillo había unas puertas dobles blancas y ornamentadas, y Galatea
se dirigió hacia ellas. Se abrieron al llegar a ellas y sonó una voz.

—Bienvenida, Galatea de Acuario, General de los Ejércitos de Poseidón.

Hubo un pequeño murmullo de aplausos cuando entró en la sala. Tomé aire y


la seguí.

—Dios mío —murmuré.

La habitación era circular, y supuse que se trataba de un piso entero de la torre


en la que habíamos entrado. Al igual que el pasillo, tenía columnas que lo rodeaban,
sosteniendo el techo, con espacios abiertos entre cada una. Pero, a diferencia del
pasillo, la vista no daba al resto del palacio ni al océano más allá. En su lugar, había
una especie de arrecife de coral encantado que rodeaba la habitación. El color y la
vida florecían por todas partes. Cientos y cientos de peces de todos los colores y
diseños que pudiera imaginar revoloteaban entre enormes abanicos de coral color
pastel, y altas hierbas marinas verdes se agitaban en las suaves corrientes mientras las
anguilas neón se deslizaban entre ellas. Corrientes de burbujas que brillaban con
partículas doradas se deslizaban por el agua como estrellas fugaces. Era hipnotizante.
Tan hipnotizante que me detuve en la puerta.

—Oh, lo siento —murmuré, cuando alguien chocó con mi espalda. La mujer se


limitó a rezongar y siguió adelante antes de que pudiera verle la cara.

Me sacudí el asombro por el espacio y me adentré más en él. Una ninfa como
las dos que me habían vestido apareció de la nada, ofreciéndome una bandeja con
delicados vasos. Un líquido pálido burbujeaba en su interior, y esperé que fuera
alcohólico mientras tomaba uno con gratitud.

Intenté concentrarme en los otros huéspedes de la sala, en lugar de en el increíble 73


entorno, mientras daba un sorbo a la deliciosa bebida.

La centauro que se había cruzado con nosotros estaba allí, y también dos
minotauros, las criaturas de los toros, corpulentas y oscuras en una sala en la que la
mayoría de los invitados estaban vestidos de forma brillante o tenían la piel azul. Mi
mirada fue atraída por figuras sin que yo lo quisiera, y supuse que los que tenían más
presencia eran los propios dioses del Olimpo. De niña, había visitado eventos donde
los dioses presidían, pero nunca había estado tan cerca de uno. Aparte del imbécil
acuático, por supuesto.
Sin duda, el premio a la mayor presencia en la sala sería para el dios de túnica
negra, ojos plateados y zarcillos de humo bailando sobre su piel. Hades. Pero nunca
lo había visto en forma humana; siempre se había presentado como un ser de humo
etéreo en público cuando yo vivía en el Olimpo. Levanté las cejas mientras lo
observaba desde el otro lado de la sala, con la boca torcida en una sonrisa mientras
conversaba con el Minotauro más grande y con Galatea. ¿Desde cuándo el dios de
la muerte va a fiestas y sonríe? Se movió hacia la derecha, y vi que una mujer a su
otro lado le cogía del brazo. Estaba vestida con un vestido verde, con su largo cabello
blanco trenzado con flores doradas. Lo miraba como si fuera agua en un desierto, y
de pronto comprendí por qué Hades sonreía.

Había encontrado el amor.

Aparté mis ojos de la pareja, buscando más dioses. En concreto, Zeus y


Poseidón. Deberían rezumar tanto poder como Hades. Pero no pude ver, ni sentir,
ninguno de los dos. No había muebles en la sala, pero había pequeños estanques con
grandes fuentes doradas decoradas con caballos y delfines, y la mayoría de los
invitados se agrupaban en torno a ellos. Reconocí a Dionisio: sus icónicos pantalones
de cuero, su camisa hawaiana abierta y las dríadas del bosque semidesnudas que lo
cubrían lo delataron de inmediato. Era un dios de la fiesta, lo que supuse que era
apropiado para un dios del vino. También pude ver a Atenea, con el búho níveo en
el hombro, tan seria como ella, mientras hablaba con una mujer pequeña con un
tocado con una luna creciente. Hera y Afrodita estaban ausentes, pero Apolo y su
hermana gemela Artemisa estaban juntos, hablando en voz baja en una de las
fuentes. Ambos vestían túnicas blancas y tenían el pelo de color miel brillante.

Como si sintiera que estaba mirando, Apolo se volvió hacia mí. Incluso a veinte
metros de distancia, sentí su poder cuando sus brillantes ojos dorados se encontraron
con los míos. Sonrió y me dio un vuelco por dentro. Era hermoso. Hermoso como
un modelo masculino. Me obligué a apartar la mirada, dando unos pasos en
dirección contraria. No quería la atención de más malditos olímpicos, muchas
gracias. Suponía que había tenido suerte de que Poseidón tuviera tan poco interés en
mí, más allá de poseerme en matrimonio.
74
Me di cuenta de que estaba pisando ligeramente mientras mis pensamientos se
oscurecían, y relajé los hombros y suavicé el paso.

Asimílalo todo. Aprende lo que puedas. La voz de Lily sonó en mi cabeza, y di un


profundo trago a mi vaso, vaciándolo. Ella tenía razón. Estaba aquí para llevar a
cabo un atraco, y toda y cualquier información sería útil.

Había criaturas en la sala que nunca había visto antes, y me encontré haciendo
todo lo posible para no mirar de reojo mientras me movía tan despreocupadamente
como podía entre la multitud. Algo que pensé que podría ser una arpía estaba
metiendo una mano arrugada en una de las fuentes, y me acerqué para ver que estaba
tratando de atrapar a las carpas que nadaban en la piscina. Era bajita, con unas alas
desgarradas y coriáceas que sobresalían de su espalda y se plegaban alrededor de su
cuerpo arrugado. Su rostro era deforme y enojado, sus ojos depredadores. Avancé
rápidamente.

Había muchas especies marinas, y aunque al menos había oído hablar de todas
ellas, era la primera vez que veía algunas. Lo más interesante para mí fue una criatura
que parecía estar hecha completamente de espuma de mar gris. Cuando me acerqué
a ella, sentí un intenso deseo de lanzarme al océano y no volver a ver la superficie,
así que decidí darle esquinazo, tragándome la curiosidad. Me hubiera gustado que
Galatea se quedara conmigo, solo para poder hacerle preguntas. Pero cada vez que
la veía estaba enfrascada en una conversación, y yo me había prometido no molestar,
así que me vi obligada a limitarme a hacer mis suposiciones.

Justo cuando me acerqué a un grupo de sirenas, todas ellas con piel de varios
tonos de verde a azul, y cabezas llenas de pelo blanco o negro, sonó la voz del locutor.

—¡Presentando a Poseidón, Dios del Mar y Rey del Océano!

El olor a salmuera salada llenó el aire y me giré hacia el centro de la sala, donde
se estaba formando un resplandor blanco. Los invitados aplaudieron con fuerza
cuando la luz brillante se desvaneció para revelar a Poseidón.

75
Llevaba las túnicas que recordaba de aquel fatídico día en la plataforma, unas
túnicas que parecían el propio océano. Llevaba el pelo blanco trenzado hacia atrás,
fuera de la cara, y sus anchos hombros estaban bronceados. Parecía un Adonis
vikingo, y una vez más me maldije por haberlo notado. Levantó la mano que sostenía
su tridente hacia la sala en señal de reconocimiento, pero no apareció ninguna sonrisa
en sus labios. Lentamente, sus ojos recorrieron la sala. Cuando se posaron en mí, se
detuvieron.

Mi conciencia de todo el agua de la habitación se intensificó, y oí las olas


rompiendo en la lejanía. Galatea se acercó a él, haciendo que apartara la mirada de
mí, y la sensación se desvaneció.

Sacudí la cabeza, engullendo el líquido efervescente de mi vaso refrescado. ¿Por


qué me afectaba tanto?

¿En serio?, respondió Lily en mi cabeza. Es un dios.

—Mmm —murmuré—. No estoy segura de que tenga este efecto en todos los
presentes.

—¿Por qué hablas sola?

Me giré al oír la voz grave y derramé mi bebida de lo sorprendida que estaba.

De cerca, la presencia de Poseidón era aún más abrumadora, sus ojos brillaban
tan intensamente que no podía mirar a otro lado. Saqué todo el descaro que pude
reunir y levanté la barbilla.
76
—Porque me he visto obligada a vivir sola durante años. No ha habido nadie
más con quien hablar.

Su expresión se tensó, y me encontré con que era completamente incapaz de


imaginarlo con una sonrisa.

—¿Así que hablas sola?

—Soy una excelente compañía, muchas gracias.

—¿Por qué estás aquí?


—Ya te lo he dicho.

—Querías probarte a ti misma para que pudiera ayudarte —Su tono no dejaba
lugar a dudas de que no me creía.

Me moví incómoda.

—Esta es tu fiesta, ¿no deberías estar hablando con tus invitados? —Aparté los
ojos de su cara y miré a nuestro alrededor. Ni un alma más miraba hacia nosotros.
Ladeé la cabeza, sorprendida de que todos los ojos no estuvieran puestos en el
anfitrión y en el don nadie humano con el que hablaba, cuando me di cuenta de que
estaba mirando a todo el mundo a través de una especie de película brillante.

—Estamos en una burbuja.

—¿Una burbuja?

—Nadie puede oírnos. O vernos. Así que dime. ¿Por qué estás aquí?

No sabía si estaba haciendo una amenaza, su comportamiento por defecto era


tan distante que era imposible de decir.

—Galatea dijo que te evitara esta noche.

Desafiando a la ciencia, su boca se tensó aún más. Parecía tallado en piedra. Ese
pensamiento me hizo darme cuenta de algo.

—Ya no puedo ver la piedra —medio murmuré.

—No importa la piedra. ¿Por qué estás aquí? ¿Cómo llegaste al Olimpo?

—¿No te importa la piedra? —repetí incrédula—. Pensé que era la única razón
por la que no me habías enviado ya al reino humano.

—Dioses, me haces enfadar —ladró, y di un paso atrás mientras sonaba el 77


estruendo de un trueno—. Responde a mi pregunta —gruñó.

Me crucé de brazos, tratando de mantener a raya mi creciente miedo. Sus ojos


se dirigieron a mi pecho tan brevemente que casi no lo vi. Suponiendo que podía ver
mi tatuaje, en lugar de suponer que me estaba examinando, traté de sopesar mis
opciones.

Podría ser mansa y obediente y tratar de ganar su confianza. Es poco probable que
funcione. La mansedumbre no era realmente mi opción.
O podría ser tan irritante que se enfadaría y me dejaría en paz.

—Sabes, tu tridente es menos impresionante de lo que pensé que sería —dije,


tan casualmente como pude. Miró el tridente y sus cejas se movieron.

Juro que vi olas reales en sus ojos, espuma plateada moteando el azul brillante.

—Sabes, podría hacer que me respondieras —siseó.

Un verdadero y frío miedo me recorrió ante eso. ¿Podría obligarme a decirle la


verdad? O peor, ¿mirar dentro de mi cabeza?

—¿Sí? Bueno, podría decirle a todo el mundo quién soy realmente. ¿Qué
pensaría el Olimpo de un rey que se casó con una mujer en contra de su voluntad y
luego la ocultó del mundo?

—El Olimpo tiene estándares bajos —gruñó—. Dudo mucho que a alguien le
importe una mierda con quién me case.

—¿Y tú?

—¿Y yo qué?

—¿Te importa una mierda con quién te casaste?

La pregunta que salió de mis labios me sorprendió tanto como a él. Se hizo un
silencio incómodo mientras me miraba fijamente. Las olas de sus iris habían cesado,
pero su expresión severa permanecía.

—Debo tener el corazón de una nereida —dijo finalmente.

Una inesperada oleada de emoción surgió en mi interior.

—¿Y habrías dejado a Lily en el mundo humano, sola, si hubieras tenido la


oportunidad de casarte con ella? 78

—Sí.

—¿Por qué?

—Eres demasiado valiosa para estar en este mundo, donde cualquiera puede
verte —espetó.

—¿Valiosa? No soy una puta pieza de joyería —Me di cuenta de que estaba
gritando y no tuve el autocontrol para parar—. ¿Qué demonios es el corazón del
océano, de todos modos, y qué mierda tiene que ver conmigo y con Lily? ¿Quién
demonios te crees que eres para separarme de la única maldita familia que me queda
en el mundo y dejarla morir sola?

Ni siquiera me había dado cuenta de que había dado un paso adelante hasta que
mi dedo se clavó con fuerza en su sólido pecho. El dolor me recorrió la muñeca, pero
ya era demasiado tarde. Nada detendría la diatriba de furia que salía de mi boca. El
resultado de casi una década de ira que culminó con el descubrimiento de que, si
hubiera vuelto más tarde, mi hermana podría haber sido de piedra, brotó como un
maremoto de odio.

—¡Eres un monstruo! ¡Un maldito imbécil, sin compasión ni bondad en un solo


hueso de tu cuerpo! Me obligaste a dejarla —Me atraganté con las últimas palabras,
con el calor ardiendo en el fondo de mis ojos y todo mi cuerpo temblando—. Me
obligaste a dejarla —La frase fue un susurro esta vez, y una lágrima se escapó,
caliente mientras rodaba por mi mejilla.

Me sobresalté cuando una de sus manos me agarró por el hombro. La furia ardía
en sus ojos mientras se alzaba sobre mí con una ferocidad que hizo que todo mi
cuerpo se debilitara.

La había cagado.

La había cagado de verdad. Había aprovechado mi única oportunidad de ayudar


a Lily y la había utilizado para gritar y maldecir a la única persona que me alejaría
de ella de nuevo.

—Tú... —dijo en un respiro. Todo su ser pareció hincharse, y más truenos


retumbaron en la distancia—. Tú...— Su agarre se hizo más fuerte en mi hombro, y
aspiré una respiración estremecedora por el dolor.

Al soltarse, retrocedió bruscamente y yo tropecé. Se alejó de golpe y el ruido de


la fiesta me golpeó. Respiré hondo, apartando las lágrimas de mis mejillas y sin
atreverme a apartar los ojos de la espalda del dios del océano. Dejó de avanzar por
la sala cuando llegó a Galatea, y le espetó algo. La sonrisa desapareció de su rostro 79
cuando se volvió hacia él.

—¿Estás bien? Te ves un poco... pálida —Arrastré mis ojos desde Poseidón para
ver a la mujer de pelo blanco con el vestido verde que había estado con Hades.

—Yo, erm... —Parpadeé. La adrenalina de haber perdido la cabeza me recorría,


y mis piernas se sentían mal.

—Aquí —dijo la mujer, y me condujo a una fuente. Ella se sentó primero en el


borde de mármol y yo la imité, asegurándome de que Poseidón seguía en mi línea de
visión.
—Soy Perséfone —dijo la mujer—. Todos aquí me llaman Persy.

—Almi —respondí, dirigiendo brevemente mis ojos hacia ella.

—Conoces a Poseidón, ¿eh? Parece que le está dando a Galatea una reprimenda
bastante dura —Tenía un tono de voz cómplice y lo que me pareció un acento
neoyorquino.

Finalmente me centré en ella.

—¿Eres del mundo humano?

—Sí. Bueno, no. Nací aquí, me desterraron durante casi treinta años y luego
volví —Se encogió de hombros y tomó un sorbo de su bebida—. Pero al final salió
bastante bien.

Miró a Hades con atención. Parecía que intentaba no reírse de algo que decía
un hombre con barba roja.

—¿Treinta años?

—Sí. ¿Supongo que no fuiste espectadora de las Pruebas de Hades?

Sacudí la cabeza. Ella me dedicó una sonrisa de pesar.

—Entre tú y yo, estos dioses están hechos un lío. ¿Pero Poseidón? No es tan
malo como todo el mundo cree.

Mis sentimientos debieron quedar claros en mi cara, porque se rio.

—Vale, es tan gruñón como todo el mundo dice que es. Pero su corazón está en
el lugar correcto.

Era mi maldito corazón lo que le interesaba a Poseidón, pensé. Poseer el corazón


de una nereida. 80

Sus palabras volvieron a mí. Eres demasiado valiosa. La idea de que yo fuera o
tuviera algo de valor para alguien me hacía girar la cabeza.

Dejé escapar un largo suspiro.

¿Por qué no me había enviado de vuelta? ¿Por qué me había dejado hablarle así?
Es decir, todo lo que había dicho era cierto, y se merecía totalmente que le gritara.
Pero no podía creer que todavía estuviera aquí, en el palacio.
Mis ojos volvieron a encontrar su espalda, y se quedó inmóvil, como si supiera
que le estaba mirando.

—¿Eres del mundo humano? —preguntó suavemente Perséfone.

—Sí —respondí distraídamente.

—¡Olímpicos, ciudadanos, y todos los que están mirando a través del Olimpo!
—rugió la voz del locutor.

¿Todos los que estaban mirando? Así que las Pruebas estaban siendo
transmitidas. Eso tenía sentido, dado que se suponía que estaba disfrazada de
reportera.

—¡Permítanme presentarle a sus competidores!

No pude ver a nadie a quien parecía pertenecer la voz, pero las puertas dobles
se abrieron de golpe. Todos los invitados se callaron y miraron a las figuras que
entraban en la sala. Poseidón se dirigió hacia la puerta, con Galatea flanqueándole.

Una procesión de cuatro personas entró a grandes zancadas, deteniéndose en


una fila ante el dios del océano. Me acordé con inquietud de haber sido una de las
mujeres alineadas en el andén hace tantos años.

Poseidón caminó a lo largo de la fila de competidores, asintiendo a cada uno de


ellos. Había un hombre mayor de buen aspecto, con pelo oscuro, piel pálida y
armadura de cuero, que podría haber sido humano por su aspecto. Junto a él había
una mujer de piel azul marino, con trenzas negras y una escasa túnica negra. Llevaba
una lanza de aspecto letal en la mano y sus labios mostraban una ligera mueca de
desprecio. Junto a ella había un hombre alto y feo, de piel verde, sin pelo y con una
mirada vagamente enfadada y vacía. Por último, había una mujer que tenía un
aspecto... equivocado. No había otra forma de describirla. Era como si no encajara
en su cuerpo de alguna manera, sus miembros eran ligeramente demasiado largos o
cortos. Tenía la piel azul y el pelo blanco de una sirena, pero sus ojos eran oscuros y 81
todo su cuerpo estaba crispado. Poseidón se detuvo al llegar a ella, con los ojos
entrecerrados.

Tras un breve momento, se dirigió a la sala.

—Las Pruebas de Poseidón comenzarán al amanecer. Disfruten.

Con una breve, pero penetrante, mirada hacia mí, giró sobre sus talones y
atravesó las puertas, con su hermosa túnica ondeando al salir.
Galatea me lanzó una mirada y se apresuró a seguirle. ¿Era una mirada para
decir que debía ir con ellos? ¿O una mirada para decir “ya has hecho bastante”?

—Bueno, supongo que Poseidón está de buen humor —rio Perséfone mientras
se levantaba—. Si me disculpas —Me dedicó una sonrisa sincera—. Disfruta de la
fiesta.

La vi girar hacia Hades, cuyos ojos brillaron al verla acercarse. Un destello de


emoción se encendió en mí y cerré los ojos un segundo.

—Lily, ayúdame. Necesito controlarme —murmuré.

Sí, lo sabes. No puedo creer que le hayas gritado así, Almi.

—Lo sé. Pero, por alguna razón, seguimos aquí. Y él hizo que la piedra se fuera.

Había estado tan atrapada en mi ira que lo había olvidado. La piedra no se había
apoderado de su cara. ¿Tenía algún tipo de magia, o cura, que pudiera mantener la
piedra a raya? Si era así, necesitaba algo de eso. Si podía comprarle a Lily algo de
tiempo, lo tomaría.

Miré alrededor de la sala. Todos los invitados se habían adelantado para hablar
con los competidores. Nadie me miraba. Dejé mi vaso en el borde de la fuente, me
recogí la falda y me dirigí lo más rápido posible hacia las puertas dobles.

82
Me apresuré a cruzar el puente-corredor, sin querer perderlos, y casi grité de
sorpresa cuando llegué al final y Galatea salió de detrás de uno de los pilares de
mármol.

—Jesucristo en una galleta, ¿qué estás tratando de hacer? —jadeé, agarrándome


el pecho.

—Podría hacerte la misma pregunta. ¿Quién es Jesucristo?

—Un tipo del mundo humano. Pensé que querías que te siguiera —mentí.

—Se supone que eres una reportera. Deberías entrevistar a los competidores.

—No quiero. Quiero saber por qué no pude ver la piedra en la cara de Poseidón
esta noche.

Galatea suspiró y se pasó una mano por la cara.

—Dioses, denme fuerzas.

La miré expectante.

—¿Sabe cómo curarlo?

—No, o no estarías todavía aquí —gruñó a medias—. Te diría que se lo


preguntaras tú misma, pero dado que de alguna manera te las arreglaste para ponerlo
del peor humor que le he visto en años durante una discusión de cinco minutos, tal
vez no sea la mejor idea. 83

—Oh.

—¿Qué le has dicho? —preguntó, y luego pareció reponerse—. No es de mi


incumbencia —dijo ella, sacudiendo la cabeza y enderezándose.

—No me importa que lo preguntes —dije, encogiéndome de hombros—. Le dije


que su tridente era poco convincente.

Galatea me miró fijamente, y no pude saber si estaba tratando de no reírse, o


tratando de detener el tic de su ojo.
—¿Qué demonios te pasa?

—Nada que no pueda atribuirse a su alteza real —sonreí.

—¿Le culpas de tu aparente deseo de enfadar a todos los que entran en contacto
contigo?

—Le culpo de muchas cosas.

—Bien —dijo ella—. Creo que es mejor que te acompañe a tu habitación.

Parpadeé.

—Pero quiero hablar con Poseidón sobre la piedra.

—No. No vas a hablar con nadie más esta noche.

Abrí la boca para protestar, pero la volví a cerrar. Tal vez sea prudente no tentar
a la suerte con Poseidón esta noche. Puede que incluso olvide lo que le he dicho y
decida ser más servicial.

Sí, y tal vez me despierte mañana y tenga poderes mágicos, pensé con desgana. Es poco
probable que alguna de esas cosas ocurra.

Aun así, ir a mi habitación era mejor. Por fin me dejarían sola, y sería libre de
salir a escondidas y explorar el palacio.

Seguí a Galatea, tratando de no perder de vista las vueltas que dábamos.


Finalmente, llegamos a una sencilla puerta blanca, idéntica a la mayoría de las que
habíamos pasado, y ella se detuvo.

—Aquí tienes. Volveré antes del amanecer para acompañarte a las pruebas.

Extendió la mano y dejó caer algo pequeño en un agujero de la puerta. Las llaves
y cerraduras en el Olimpo solían ser orbes que encajaban en los agujeros. Se oyó un 84
clic y la puerta se abrió para revelar el mismo dormitorio en el que me había
despertado.

—Gracias —dije. Señaló hacia la habitación—. ¿Me das la llave? —pregunté,


extendiendo la mano.

Mi estómago se hundió al ver que su cara se tensaba.

—No.

—No puedes encerrarme.


—Sí, puedo.

Sentí como si me echaran agua helada encima.

—¿Así que soy una prisionera?

—No, eres una invitada. Una invitada que no tiene nada que hacer fuera de esta
habitación durante las próximas seis horas.

—No quiero estar atrapada —dije con los dientes apretados.

—No lo harás. El palacio es mágico, si hay una emergencia la puerta se abrirá.

Estaba segura de que podía oír la reticencia en su voz, y me aferré a ella.

—Galatea, por favor. Te prometo que no saldré de la habitación, pero por favor
no me encierres.

—Lo siento, Almi —Suave pero firme, me agarró por el hombro y me llevó al
dormitorio—. Te veré en unas horas.

La puerta se cerró tras ella con un fuerte clic.

En cuanto se fue, intenté empujarla. Como era de esperar, no se movió.

—¡Esto es una puta broma! —le grité a la puerta. No me hizo sentir mejor—.
¿Qué demonios se supone que debo hacer ahora?

Me tiré en la enorme cama, tratando de no notar lo suaves que eran las sábanas.

¿Podrías dormir? La voz de Lily era tranquila, silenciosa. Lo contrario de mi


cerebro furioso.

—Si hubiera sabido que me iban a encerrar, me habría quedado en la maldita


fiesta —espeté. 85

Tienes días. Descansa un poco.

Gruñí y me puse de nuevo en pie.

—No me gusta estar atrapada en espacios pequeños.

Este no es un espacio pequeño. Cálmate. Echa un vistazo.

Ella tenía razón, reconocí, mientras empezaba a pasear por la habitación.


Era un dormitorio enorme. El techo brillaba con una cálida luz dorada que
iluminaba todo el espacio y lo hacía acogedor. La cama estaba en el centro, bajo una
ventana con cortinas azules y doradas. Mi cinturón y todas sus bolsas estaban
exactamente donde las había dejado, encima de la excesiva pila de almohadas. Una
gran librería con estantes llenos de libros y baratijas se apoyaba en la pared de mi
derecha, y un armario aún más grande ocupaba el resto de la pared. En la pared
opuesta había una puerta que supuse que conducía a un cuarto de baño y un tocador,
con un espejo adornado encima. Me vi reflejada en él, sorprendida por mi elegante
aspecto.

Me toqué el pelo morado y sentí que mi rabia se calmaba un poco.

Tal vez necesitaba unas horas para reagruparme. Podía quitarme este loco
vestido y tomarme un tiempo para pensar en todo lo que había pasado.

Solo necesitaba un poco de aire. Miré la ventana que había sobre la cama y me
subí al colchón. Apartando las cortinas, recé para que se abriera.

La vista hizo que mi respiración se detuviera por un instante. Podía ver todo el
palacio ante mí. El océano que nos rodeaba estaba oscuro, lo que hacía aún más
hermoso el brillo dorado de la cúpula. Alrededor de la torre en la que me encontraba
sobresalían agujas, torretas y columnas, y podía ver a la gente moviéndose por más
puentes pasarela como el que había llevado a la fiesta.

Recordando por qué estaba en la ventana, busqué un pestillo o una manilla. No


encontré ninguno, pero sí una pequeña depresión en el centro del cristal. Apreté la
mano con curiosidad. Con un pequeño brillo, el cristal desapareció por completo.

—¡Oh!

Empujé mi brazo con cautela fuera del hueco y sentí una brisa fresca que lo
atravesaba. Me incliné, mirando hacia abajo, y el vértigo hizo que se me revolvieran
las tripas.
86
Salir por la ventana no era una opción. Estaba demasiado alto, y la pared de la
torre debajo de mi ventana era escarpada. Probablemente por eso no estaba cerrada.
Volví a entrar en la habitación, dejando las cortinas abiertas.

Respirando profundamente, me acerqué al tocador y estiré la mano para liberar


algunas de las horquillas que me mantenían el pelo hacia atrás.

Los mechones morados me rodearon los hombros al sentarme y me di cuenta


de que había acertado al pensar que, de alguna manera, tenía más pelo que antes. No
pude evitar tomarme un momento para admirarlo. Era precioso.
—Esas ninfas saben lo que hacen —murmuré, mientras echaba un vistazo a los
adornos del gran espejo. El marco del espejo era del mismo mármol del que parecía
estar hecho la mayor parte del palacio. Había pequeñas criaturas marinas talladas en
la piedra, y me adelanté en el taburete para verlas mejor. Había algunas que reconocía
del mundo humano, como las tortugas y los delfines, y la gran estrella de mar de la
esquina superior. Y había otras que reconocía del Olimpo, como el hipocampo mitad
pez y mitad caballo, y Caribdis, el monstruoso gusano marino devorador de
hombres.

Una brisa procedente de la ventana abierta llevó el olor del mar a la habitación,
e inhalé profundamente. Estaba en casa. Me incliné hacia delante, deseando que mi
conexión con el mar diera vida a mi magia como había hecho tantas veces antes.
Recorrí con los dedos las criaturas marinas talladas en el espejo.

—Yo también soy una criatura de Acuario —susurré—. Entonces, ¿por qué no
me siento como tal?

Sentí algo húmedo bajo mis dedos y me quedé helada. El movimiento


acompañó a la humedad y aparté la mano del espejo.

—¿Qué m...?

Me quedé con la boca abierta cuando la piedra empezó a cambiar de color, el


mármol blanco se volvió de un rojo intenso donde estaba tallada la estrella de mar
que acababa de tocar. El agua goteaba por el marco y se acumulaba en la cómoda.
Me quedé boquiabierta cuando uno de los brazos de la estrella de mar se separó de
repente del marco. Se agitó un poco y luego, con un chapoteo, la estrella de mar
entera se desprendió, cayendo del espejo.

87
—¡Auch! —dijo una voz al aterrizar en el tocador.

El corazón me latía en el pecho mientras miraba. Nada del resto del marco había
cambiado, las otras criaturas marinas seguían fijadas en mármol sólido. Pero la
estrella de mar roja...

Se oyeron más chapoteos al caer sobre la cómoda de caoba.

—¿Acabas de decir auch? ¿O es que por fin he perdido la cabeza? —Mi voz salió
como un susurro, y la estrella de mar se congeló.

—Erm... —La voz era aguda, y definitivamente venía de la estrella de mar.

—Mierda. ¡Lo hiciste! ¡Acabas de decir auch!

—Bueno, tú también habrías dicho auch si te hubieras caído de bruces.

Me puse en pie de un salto y me alejé de la cómoda. La estrella de mar seguía


agitándose, con las ventosas hacia el techo.

—¿Podrías al menos girarme hacia arriba? —preguntó la voz aguda.

—¿Qué demonios está pasando? —Mis piernas estaban pegadas al suelo


mientras mi mente recorría las posibilidades. ¿Era la estrella de mar un espía? ¿Todos
los adornos de este palacio cobraban a la maldita vida?

—No sé qué pasa, porque estoy al revés —respondió la voz—. Te agradecería


mucho que me dieras vuelta. 88

Lentamente, volví a acercarme a la cómoda y miré a la emproblemada estrella


de mar. Era del tamaño de la palma de mi mano. Tan rápido como pude, agarré el
extremo de uno de sus brazos y lo volteé. Oí cómo sus ventosas se aferraban a la
mesa cuando retiré la mano.

—Así está mejor. Gracias.

—De nada. ¿Quién eres y por qué estás en mi habitación?

—Ah, esperaba que pudiera decirme eso. De hecho, tengo varias preguntas.
Respiré profundamente varias veces.

—¿Empezamos con los nombres? Soy Almi.

—No tengo ni idea de cómo me llamo —me respondió la voz—. Ni siquiera sé


cómo he llegado aquí.

—Estabas en mi espejo. Y de repente... cobraste vida.

—Qué extraño —chilló la voz.

—Extraño se queda corto —murmuré. Aunque había estado lo suficientemente


alejada de la magia como para suponer que no estaba realmente calificada para
juzgar—. ¿Qué sabes de ti?

—Sé que no soy un guerrero temible —La voz sonaba orgullosa, y la estrella de
mar se aplastó sobre la madera de la cómoda.

—Está bien. No eres un guerrero temible —Dado que era blando y pequeño, eso
no era una sorpresa—. ¿Algo más?

—Soy hombre, y muy inteligente.

—Inteligente, ¿eh?

—Para esconderme de mis enemigos.

—¿Inteligente para esconderte? —Fruncí el ceño—. ¿Quizás te estabas


escondiendo en mi espejo entonces? ¿De tus... enemigos? —sugerí.

—No tengo ni idea. Pero parece probable —Me acerqué más, y él se quedó
inmóvil—. Eres grande.

—Soy de tamaño normal —protesté.


89
—No eres humana —No era una pregunta, y levanté las cejas.

—¿Cómo lo sabes?

Su parte media se levantó un poco, como si se encogiera de hombros.

—Ni idea. ¿Puedo tocarte?

—¡Ew, no!

Todos sus brazos se erizaron.


—Grosera —dijo.

—Lo siento, es que... tienes un aspecto baboso.

—Creo que, como no estoy bajo el agua, necesito la baba para respirar.

—Por supuesto. ¿Por qué quieres tocarme?

—Estoy obligado.

—¿Por qué?

—Por todo mi ser.

Me pasé la mano por la frente, mirando la estrella de mar.

—Me gustaría que tuvieras una cara. Siento que podría confiar más en ti si
tuvieras una cara.

—¿Por qué no confías en mí?

—Soy la cautiva de un dios, y me preocupa que seas su espía —admití.

La estrella de mar se estremeció.

—¿Cautiva de un dios? Eso suena peligroso. Tal vez deberíamos escondernos.

Sacudí la cabeza.

—¿Alguna idea, Lily?

La imagen de mi hermana se formó en mi cabeza. Deja que te toque.

—¿Por qué?
90
Es lindo.

—¿Con quién estás hablando? —me preguntó la estrella de mar.

—Conmigo. Bueno, con mi hermana. Excepto que ella ha estado durmiendo


durante mucho tiempo, así que estoy bastante segura de que es solo mi imaginación
realmente.

La estrella de mar se aquietó, luego sus piernas volvieron a ondularse.

—¿Cuál es su consejo?
Cerré los ojos, me armé de valor y puse la mano sobre la cómoda, con la palma
hacia arriba. Abriendo los ojos, hablé:

—Ella dice que debo confiar en ti. Porque eres lindo.

—¿Lindo? Pensé que era baboso.

—Supongo que se puede ser lindo y baboso.

Lentamente, la estrella de mar se movió, cada una de sus ventosas haciendo un


pequeño estallido al desprenderse de la madera, para luego volver a succionar en la
superficie.

Entorné los ojos cuando el primero de sus brazos fríos y húmedos tocó mi dedo.
Sin embargo, el frío desapareció casi al instante. No era para nada viscoso y, mientras
seguía moviéndose, sentí sus pequeñas ventosas en mi piel como pequeños y suaves
susurros. Había algo extrañamente reconfortante en su presencia una vez que se
había instalado completamente en mi mano.

—¿Y? —le pregunté, cuando había permanecido en silencio durante demasiado


tiempo.

—Me gustas —dijo.

Ladeé la cabeza.

—La mayoría de la gente no lo hace.

—No soy gente.

—No. Supongo que no —Uno de sus brazos se enroscó hacia mi muñeca, y una
sonrisa acudió sin proponérselo a mis labios. Se sentía cálido y correcto de alguna
manera—. Sabes, necesitas un nombre.
91
—Debes nombrarme por mis habilidades.

—¿Cuáles son?

—Te lo dije. Esconderme de mis enemigos.

—¿Quiénes son estos enemigos?

—Todavía no lo sé. Pero cuando lo sepa, estoy seguro de que podré esconderme
de ellos.
—Bien —Me revolví en el cerebro, tratando de recordar la palabra olímpica
correcta para “esconder”—. Kryvo —dije, cuando la palabra vino a mí.

Un pulso de calor salió de la pequeña estrella de mar, y su color rojo se


intensificó por un momento.

—Ese me gusta mucho.

—Me alegro.

Me moví hacia atrás, sentándome en la cama y levantando la mano para mirarlo


más de cerca.

—¿Cómo te escondes exactamente? No te mueves muy rápido.

Mientras lo observaba, su piel cambió de color, mezclándose perfectamente con


la mía. Con la boca abierta, levanté la mano y la giré con precaución. Kryvo se aferró
a mí, completamente camuflado. Si una persona no sabía que estaba allí, era
imposible que lo viera.

—Guau. Eso es realmente cool —Volvió a sonrojarse cuando bajé la mano.

—Si cool significa bueno, entonces sí. Soy hábil para esconderme. También para
ver cosas en otros lugares.

—¿Eh?

—Estoy viendo cosas que creo que son a través de los ojos de otra estrella de
mar.

Me incliné hacia delante, acercándolo a mi cara.

—¿Cómo qué?

¿Tal vez estaba destinado a ser un espía, pero se había golpeado la cabeza y 92
había olvidado para quién trabajaba?

—Puedo enseñarte, pero tienes que confiar en mí —dijo.

Los nervios me recorrieron.

—No quiero ser grosera, pero literalmente acabo de conocerte.

—Estamos unidos.

—¿Qué? ¿Cómo?
—No lo sé. Pero estoy seguro de que puedo mostrarte lo que veo. Solo necesito
acceso.

—¿Acceso?

—Sí. Con tu permiso. Puede doler un poco.

Incliné la cabeza hacia atrás, alarmada.

—¿Doler? Eres pequeño, ¿cómo puedes...? —Me interrumpí cuando un dolor


agudo me atravesó la palma de la mano—. ¡Ay!

—Ese es el nivel de dolor al que me refiero. ¿Tengo tu permiso?

—¡Bueno, no tiene mucho sentido preguntar después de que me hayas herido!


—protesté—. ¿Tienes aguijones en esos chupones?

—Sí.

Detuve mi mano y le miré con más recelo.

—¿Te gustaría ver lo que ven las otras estrellas de mar?

Estaba a punto de decir que no, pero la curiosidad me venció. La curiosidad


siempre se apoderaba de mí.

—Sí —dije a regañadientes.

Me dolió más la mano, pero no tan intensamente como para que hiciera algo
más que estremecerme. Sentí una extraña sensación de carga en el brazo y, justo
cuando pensaba que ese mierdecilla me había inyectado veneno, se me nubló la vista.

Se despejó casi al instante y apareció una habitación. No era mi habitación, sino


una que había visto antes.
93
La sala de trono de Poseidón.

Era otra sala redonda, con columnas rodeando el espacio. Pero estaba tan alto
sobre el resto del palacio que podía ver toda la ciudad de Acuario en la distancia, los
cientos de cúpulas doradas se veían magníficas contra el azul. También era más
brillante, supuse, ya que estaba más cerca de la superficie, y donde los agudos rayos
de luz caían sobre el mármol blanco, éste cambiaba de color a un brillante azul
pálido.

El techo estaba abovedado y pintado con una impresionante escena oceánica.


Representaba un arrecife cubierto de vida marina, todas las criaturas que había visto
ayer en el arrecife, combinadas con bestias tenebrosas que podrían perseguir las
pesadillas de una persona.

En el centro de la sala había un trono con la forma de una enorme ola en cresta,
y sentado en él, inclinado hacia delante y tenso, estaba Poseidón.

—Mi Rey, si ella puede ver la piedra, entonces debe ser útil para usted —decía
Galatea desde donde se encontraba frente a él.

—¡Es demasiado peligroso mantenerla aquí! —le espetó Poseidón. Ya no


llevaba su túnica oceánica con el pelo trenzado hacia atrás. De hecho, parecía que
acababa de nadar. Llevaba sus correas de cuero, pero su pelo estaba mojado y suelto,
y el agua brillaba en su enorme pecho. El control de la ira en su rostro había
desaparecido, y una emoción diferente, muy real, jugaba libremente en sus rasgos.

—Me gustaría que me dijera por qué, señor.

—Lo he hecho —gruñó—. Si otros saben que la última de las Nereidas está aquí,
entonces pueden intentar tomarla. Quien la posea, es dueño del corazón del océano.

—Pero, señor... Se casó con ella, y no pareces poseer el corazón del océano. Si
lo tuviera, sería capaz de detener esta maldición.

Poseidón se levantó y golpeó un cuenco de fruta que estaba en el pedestal a su


lado. La fruta cayó al suelo.

—¡La profecía era clara! Solo tenía que casarme con ella. No lo entiendo.

—Si ella tiene algo que ver con nuestros problemas, tenemos que averiguar qué.
Los sangre-podrida están atacando todos los días ahora. Nuestras defensas se
debilitan. Si perdemos la confianza en la capacidad del palacio para expulsar a los
enemigos...

Se interrumpió cuando los ojos de Poseidón se fijaron en los suyos. 94

—¿Tú también lo sentiste?

Ella asintió.

—Los competidores. Al menos dos de ellos.

Poseidón levantó un brazo, echando el pelo mojado hacia atrás, con el bíceps
abultado.
—Esperaba estar siendo paranoico. Creo que hay algo raro en los cuatro. Pero
el palacio no los ha identificado como enemigos.

Galatea tosió.

—El palacio no ha sido capaz de alertarnos sobre los tiburones. O mantener a


raya la maldición que nos aqueja.

Poseidón no dijo nada por un momento, desapareciendo de mi vista. Oí su voz


cuando respondió.

—Mañana, después de la primera prueba, hablaré con ella. Sobre la maldición


de la piedra.

Galatea dejó escapar un suspiro de alivio.

—Bien. Gracias, Mi Rey. Acuario le necesita.

No escuché toda la respuesta de Poseidón cuando la visión se desvaneció, pero


estaba seguro de haber captado las palabras “maldito milagro”.

Parpadeé repetidamente mientras mi habitación volvía a estar enfocada, con


Kryvo de color rojo intenso en la palma de la mano.

—Yo... —Levantando la mano para acercar la criatura a mi cara, entrecerré los


ojos—. ¿Eso era real?

—Sí. Creo que puedo ver a través de los ojos de las otras estatuas de estrellas de
mar del palacio.

Intenté ordenar mis pensamientos. La forma en que Poseidón y Galatea habían


hablado del palacio sugería que tenía una magia propia. ¿Quizás de ahí había salido
Kryvo?
95
—¿Estaban hablando de ti? —me preguntó la estrella de mar.

—Sí.

—Corrígeme si me equivoco, pero ha sonado como si estuvieras casada con el


Rey del Océano.

—Sí.

—Entonces, ¿por qué estás cautiva? ¿Y por qué no estás con tu marido?
Me burlé de la palabra marido. Tan sucintamente como pude, puse al día a la
estrella de mar sobre la profecía, lo que había sucedido con mi hermana, y mi
posterior boda y destierro.

—Entonces, ¿por qué has vuelto al palacio?

Hice una pausa antes de responderle. Si era un espía, no podía decirle que había
venido a robar el barco de Poseidón para llegar a un reino de fábula enterrado en el
fondo del mar que podría curar a Lily.

—Quería la ayuda de Poseidón —mentí.

—Dado que estás casada con él, creo que debería ayudarte —dijo Kryvo con
indignación.

No pude evitar sonreír.

—Exactamente.

—Sin embargo, parece que estar casado contigo no le da este corazón del
océano. ¿Eres realmente la última de las Nereidas?

Su pregunta picó más de lo que podía saber que lo haría. Tragué saliva.

—Creo que la profecía probablemente se refería a mi hermana. No a mí.

No podía admitir ante él que no tenía poder. Pero ese vistazo robado a la
conversación de Poseidón y Galatea había confirmado todo lo que había sospechado.
No era una Nereida. O si lo era, realmente estaba rota.

96
Pensé que tardaría mucho en dormirme, pero debía de estar más agotada de lo
que pensaba porque me desmayé en cuanto mi cabeza golpeó las almohadas
excesivamente mullidas. Lo cual agradecí cuando un fuerte golpe me despertó apenas
cuatro horas después.

Me levanté de la cama y busqué inmediatamente a Kryvo. Estaba donde lo había


dejado, sobre su propia almohada en la cómoda. Me acerqué a la puerta y la abrí un
poco. Galatea estaba al otro lado, con las manos en la cadera.

—Vístete —dijo.

La saludé y cerré la puerta de golpe.

—Buenos días a ti también —refunfuñé, dirigiéndome al armario y esperando


que hubiera algo adecuado allí para ponerme.

—Buenos días —La voz chillona era la de Kryvo, pero me hizo saltar
igualmente.

—Hola.

Abrí las puertas del armario y vi un conjunto de ropa, de dos tipos distintos.
Cosas utilitarias negras, blancas y marrones, y vestidos de baile. Levanté una ceja.

—Será mejor que no me presente a la primera prueba con un vestido de baile.

Seleccionando unos pantalones negros y una camisa blanca, me dirigí al baño.


97
—¿Adónde vamos? —preguntó Kryvo cuando volví a salir limpia y vestida.

—Nosotros no vamos a ninguna parte. Yo tengo que ir a ver el inicio de las


Pruebas.

Y luego hablar con Poseidón pensé, recordando la conversación que le había


espiado.

Habría mentido si hubiera dicho que no estaba nerviosa por estar cerca de él.
Pero cualquier información sobre la dolencia de la piedra, o la maldición, como él la
había llamado, podía ser importante.
El hecho de que él debía conocer la fuente de curación y no la había utilizado
me atormentaba, pero no estaba dispuesta a darle importancia en mi mente.
Principalmente porque, si lo hacía, no tenía ningún plan, y no podía soportar eso.

—¿Qué son las Pruebas?

—Una competencia mortal para ver cuál de los cuatro poderosos competidores
es lo suficientemente fuerte para estar en la guardia personal de Poseidón.

—Oh, sí, eso no parece apropiado para una estrella de mar de mi constitución
—dijo, con los brazos ondulados—. Me quedaré aquí.

Ladeé la cabeza hacia él mientras me ponía el cinturón.

—Sabes, en realidad, podrías ser útil.

Dejó de moverse.

—¿Cómo es eso?

—Si te llevo conmigo, podrás ver cosas que yo no puedo. O escuchar cosas que
yo no puedo.

—No. Creo que debería esconderme. Quiero decir, quedarme, aquí.

—Demasiado tarde, amigo. Te vienes conmigo. Vaciaré un bolsillo.

Se sonrojó de un naranja intenso.

—No me voy a meter en uno de esos bolsillos. Si voy a ir contigo, me quedaré


al aire libre y me esconderé usando mis habilidades superiores.

—De acuerdo —Me encogí de hombros. Me acerqué al tocador y me recogí el


pelo de la cara con el pañuelo—. ¿Dónde quieres ir?
98
Me había dejado la camisa desabrochada sobre el chaleco bandeau y metida en
el cinturón. Me remangué y le mostré los antebrazos.

—¿Izquierda o derecha?

—No me sentiré seguro en tus frágiles miembros —Fruncí el ceño, pero


continuó—. Me adheriré a tu cuello.

—¿Mi cuello?

—Sí.
Me miré el pecho. Cabía entre mi hombro y mi clavícula, y todavía podía ver
hacia fuera.

—Bien.

Lo cogí, teniendo de nuevo una agradable sensación de corrección al tocarlo.


Con cuidado lo coloqué sobre mi piel. Sentí una pequeña presión mientras se pegaba
a mí.

—Sabes lo raro que es esto, ¿verdad?

—No.

Observé en el espejo cómo se ondulaba y luego se desvanecía.

—Supongo que estamos listos para ir.

Casi esperaba que Galatea mirara directamente a la estrella de mar y me


preguntara qué demonios hacía allí, pero se limitó a echarme una mirada superficial
cuando abrí la puerta y luego se alejó por el pasillo. Me apresuré a seguirla.

—Me gusta tu cinturón —dijo.

La miré sorprendida.

—Oh, gracias. Lo hice yo misma.

—No te metas en el camino de nadie, y Poseidón te verá después de la Prueba.

Recordé que debía parecer que no estaba al tanto de los planes del dios del mar.

—¿Lo hará?

—Sí.
99
Seguí a Galatea hasta la salida del palacio a un gran patio que se extendía hasta
la reja de entrada.

Miré hacia arriba, todavía asombrada por el océano sobre mí después de tanto
tiempo lejos de Acuario. Una manada de ballenas pasó por encima de la cúpula, sus
siluetas oscuras contra la luz brillante de la superficie, y sonreí. Nos abrimos paso a
través de un laberinto de setos y árboles intrincadamente podados hasta que la gente
estuvo a la vista, de pie frente a las puertas.

Una hilera de guardias de Poseidón, todos con el pelo blanco o negro y con
cuero azul puesto, estaban con lanzas a intervalos a lo largo de la entrada del palacio.
Frente a ellos estaban los cuatro competidores que habían sido presentados la noche
anterior. A lo largo de cada lado del patio ajardinado estaban los invitados del baile,
Hades y Perséfone incluidos. Una vez más, escudriñé los rostros en busca de Zeus y
Hera, o Afrodita, pero no pude verlos.

Una multitud se había reunido al otro lado de las puertas, aplaudiendo y


gritando, presumiblemente espectadores del resto de Acuario y del Olimpo.

Hubo un destello de luz blanca y apareció Poseidón. Iba vestido como sus
guardias, y sostenía su tridente en alto mientras la mirada de todos se dirigía a él.

—Bienvenidos a las Pruebas de Poseidón —dijo. Observé a las cuatro figuras,


en busca de signos de arrogancia o nerviosismo. Uno de ellos ganaría esta
competición. Tal vez no todos sobrevivirían. Me tragué el malestar que me hacía
sentir.

Recordando lo que tanto Poseidón como Galatea habían dicho durante la


conversación que yo no debía haber oído, miré con más atención a los competidores.
La sirena era la que más me hacía coincidir con sus sospechas de que algo andaba
mal en ellos. Algo en ella me hacía sentir inexplicablemente incómoda.

—Empezaremos con una ronda de calentamiento. Una pequeña prueba de


vuestras habilidades. El ganador obtendrá una ventaja sobre los otros tres —dijo
Poseidón, recorriendo la fila de competidores.

El chico guapo del extremo se adelantó y Poseidón se detuvo.

—Su Majestad —dijo el hombre, inclinándose.

Un escalofrío helado recorrió mi piel al oír su voz. No era una voz normal.
Sonaba con una fuerza profunda e inconfundible, aunque no había hablado en voz
alta.

Casi imperceptiblemente, Galatea sacó su espada a mi lado. 100

—¿Te atreves a interrumpirme? —dijo Poseidón, enfrentándose al hombre.

—Pero debo interrumpirte —respondió, enderezándose. Tenía una sonrisa en


su hermoso rostro, y vi que algo parpadeaba en sus ojos—. Me temo que está
trabajando con falsos pretextos, mi rey.

Poseidón se acercó un paso, con la furia bailando en sus ojos. El trueno retumbó
en la distancia.

—Ilumíname —gruñó.
—Por supuesto. Debo admitir un poco de... engaño.

Sus ojos volvieron a brillar, y de repente tenía la misma altura que Poseidón. Su
armadura de cuero oscuro se desvaneció y fue reemplazada por correas de plata
brillante que parecían metal líquido, ajustadas sobre músculos enormes. Su piel
cambió de color, volviéndose casi blanca como el alabastro, y su pelo creció,
transformándose en negro azabache al caer por su espalda.

Un emblema en el cinturón de sus pantalones negros se iluminó. Era un globo


terráqueo, formado por anillos interconectados. Me quedé boquiabierta, al igual que
todos los presentes. Ese emblema era famoso. Era el emblema del Titán derrotado
hace tiempo, Atlas.

Poseidón gruñó y Hades apareció junto al dios del océano en un destello de


humo negro.

Atlas se rio.

—Ah, veo que al menos uno de tus hermanos sigue a tu lado.

—¿Dónde has estado? —dijo Hades—. Te dimos por muerto después de la


Titanomaquia.

Los recuerdos de mi hermana contándome todo sobre la guerra que Zeus y los
olímpicos libraron contra los antiguos titanes pasaron por mi mente.

—Presumiste mal. Simplemente estaba dormido. Hasta que me despertó un dios


de lo más inesperado —Atlas miró entre Poseidón y Hades—. Su díscolo hermano.

—¡Mentiras! Zeus nunca despertaría a un Titán —ladró Poseidón. Pero Hades


parecía menos convencido.

—Bueno, lo hizo. Y me dio un regalo. La manera perfecta de vengarme del


único dios que desprecio con cada fibra de mi ser inmortal —Sus ojos brillaron de 101
nuevo mientras se clavaban en Poseidón—. Zeus tenía a su hermosa esposa, Hera,
con él. Eres consciente de los poderes de Hera sobre el matrimonio, ¿verdad?

Poseidón se congeló.

—Por supuesto —dijo Hades.

—Es hora de pagar por tus pecados, Poseidón —dijo Atlas, acercándose al dios
del mar—. Mataste a mi esposa. Y ahora, te devolveré el favor.
Galatea se paró frente a mí exactamente al mismo tiempo que los ojos de
Poseidón se posaron en mi dirección.

Atlas rugió en triunfo, y de repente fui levantada de mis pies, volando por el aire.
Reprimí un grito cuando me detuve, muy por encima de la multitud de abajo.

—¡Tu problema es conmigo, no con ella! —rugió Poseidón—. ¡Déjala ir!

Mi corazón estaba golpeando contra mi pecho, el sudor brotaba


instantáneamente de cada maldita célula de mi cuerpo mientras me agitaba en el aire.
¿Qué mierda estaba pasando?

—¿Quieres salvarla?

Pateé y luché mientras flotaba hacia el borde de la cúpula dorada. Mi mente en


pánico vaciló cuando vi lo que había más allá de la cúpula.

Seis sangres podridas, alineados, con sus ojos de ónice fijos en mí.

—¡Déjala ir!

—Quiero el control de las Pruebas. Y el premio ya no es formar parte de tu


lamentable ejército. El premio es tu tridente. Tu reino. Tu corona.

La bilis subió por mi garganta a medida que me acercaba al borde del domo, el
miedo hacía que mi piel se sintiera como hielo. Era vagamente consciente de un dolor
en mi hombro y del ligero chillido de la voz de Kryvo, pero mi sangre latía demasiado
102
fuerte en mis oídos para concentrarme.

Las únicas palabras que se filtraban eran las de los dioses debajo de mí.

Iba a morir.

No había forma en el Olimpo de que Poseidón renunciara a su tridente, reino y


corona para salvarme.

—¿Puedo competir? —La voz de Poseidón era de granito, y estaba tan


sorprendida que mis extremidades dejaron de agitarse. Estiré el cuello, mirando hacia
abajo.
—Por supuesto. Sería justo darte una oportunidad de pelear para defenderte. —
La voz de Atlas era burlona, como si Poseidón no tuviera esa oportunidad.

—Lo haré.

Podría haber jurado que mi corazón se detuvo por una fracción de segundo,
luego estaba dando tumbos a través del aire limpio hacia el mármol. Hubo un destello
blanco, el fuerte olor del océano, y luego me encontré de culo a los pies de Galatea.
La furia se alineaba en cada centímetro de su rostro, pero apenas la vi. Mis ojos
fueron directamente a Poseidón.

—Excelente. —Sonrió Atlas, frotándose las manos—. Déjame presentarte a tu


competencia. —Hizo un gesto a los otros tres competidores, y con un fuerte crujido
y un brillo, la mujer se transformó ante mis ojos.

Me puse de pie, sintiéndome enferma y mareada el tiempo que trataba de


entender lo que estaba pasando.

No se parecía en nada a lo que era hace unos segundos.

Como de un metro ochenta de altura, llevaba un vestido negro que tenía una
forma similar a la que yo había rechazado debido a mi falta de curvas. Esta mujer no
tenía tales problemas. Se veía deslumbrante con él, la tela colgaba de las caderas y
los senos voluptuosos, su piel oscura brillaba. Pero eso no fue lo que la hizo destacar.
Su cabello estaba hecho de agua. Podía ver directamente a través de él, y se movió
cuando ella se detuvo, girando alrededor de su rostro perfecto, sus ojos azules helados
parecían brillar del mismo tono.

—Calipso, Titán diosa del agua —tronó Atlas, haciéndole un gesto. Mi


estómago se desplomó. ¿Calipso? Mi hermana me había contado historias de la
legendaria Titán del agua. Si había que creerles, entonces ella era tan despiadada
como poderosa. Mirando sus ojos fríos, me incliné a creerlo.

Las baldosas de mármol retumbaron bajo mis pies, luego el siguiente hombre en 103
la fila brilló y se transformó.

—Polibotes, hijo gigante de la mismísima Gaia. —Sonrió Atlas.

Con el doble de la altura de Calipso y con la constitución de un roble, el gigante


pataleó, haciendo que las tejas retumbaran de nuevo. Su rostro parecía golpeado en
tiempos pasados y nuevos, pero sus brillantes ojos azules estaban alertas. Y enojados.

El brillo comenzó de nuevo y la sirena comenzó a cambiar.


Contuve la respiración cuando el miedo primario me hizo querer darme la vuelta
y correr lejos, lejos de la criatura más aterradora que jamás había visto.

Tenía el torso de una mujer, musculoso, pero la mitad inferior de un pulpo. Los
tentáculos se deslizaron por las baldosas del patio, cubiertos no de ventosas sino de
púas espinosas. Ella era de un color rojo intenso, ondas de un rojo más oscuro y
negro moviéndose constantemente a través de la superficie de su piel, haciéndola
parecer como si estuviera cubierta de líquido. Sus ojos eran como los de un tiburón,
negro ónix y sin pestañear, y no tenía ni un cabello en su cabeza esquelética.

—Ceto, diosa de los monstruos marinos.

Santa mierda. Los niños de todo el Olimpo tenían pesadillas con esta diosa.
Diablos, sus padres también. Casi todas las criaturas mortales del océano podrían
llamarla su creadora.

—Y, por supuesto, para aquellos que aún no la conocen, ¡nuestra competidora
final, Almi! ¡La última de las Nereidas y la esposa de Poseidón!

Mi corazón tartamudeó en mi pecho, y una nueva ola de mareo me robó el


aliento cuando todos los ojos en el patio se posaron en mí.

Todos los ojos excepto los de Poseidón. En un segundo, estaba en la garganta de


Atlas, con los dedos envueltos alrededor de su cuello.

—Acabamos de hacer un trato —gruñó.

—Sí. Estuve de acuerdo en no darla de comer a los sangre-podrida. Nunca dije


nada más. —Los ojos de Atlas eran tan duros como los del dios del mar—. He
pensado en la mujer que me quitaste todos los días durante siglos. Lo pagarás,
Poseidón. Sentirás el dolor que he soportado.

Poseidón enseñó los dientes y levantó su tridente. Pero fue como si su mano
estuviera metida en el barro. Miró su brazo confundido, luego el tridente flotó en el 104
aire. Soltó a Atlas, alcanzando su arma, pero se salió de su alcance.

Atlas se rio de nuevo.

—¡Tu premio! —gritó, señalando el tridente y enfrentándose a la fila de dioses y


monstruos hambrientos y letales—. Control de todo lo que Poseidón tiene. Para que
lo tomen como suyo.
—Nos vemos en una hora para saber quién de ustedes tendrá la ventaja.

Hubo un destello de luz y Atlas se había ido, y el tridente con él.

Poseidón lanzó un rugido de rabia, dio un golpe con el pie y se giró para encarar
a los competidores.

—¿Se atreven a desafiarme por mi reino ganado con sangre?

Calipso se encogió de hombros mientras daba un paso adelante.

—La sangre no significa nada en el Olimpo, Poseidón. Si crees que el reino


debería ser tuyo, puedes ganártelo. Demuestra que eres lo suficientemente fuerte. —
Inclinó la barbilla, agitó su cabello de agua sobre su hombro, luego pasó junto a él,
de regreso al palacio.

Polibotes enseñó los dientes antes de hablar, su voz incómodamente profunda.

—Tiene razón, Poseidón. Tú y yo tenemos una historia y tengo la intención de


verte aplastado. —Golpeó un puño contra su otra palma abierta, luego partió detrás
de Calipso.

—¿Y tú? ¿Después de todo lo que les he dado a ti y a tu hermano, y después de


servirme lealmente durante siglos? —dijo el dios del océano, volviéndose hacia Ceto.

—¿Esperas que renunciemos a la oportunidad de gobernar? —Su voz era un


silbido terrible, lo que me hizo estremecer—. Tengo tanto derecho a competir como
105
los demás —dijo—. Y, poderoso Rey, tengo tantas posibilidades de ganar.

Sin otra palabra, se desvaneció en el aire, dejando una nube turbia a su paso.

A mi lado, Galatea se movió y la agarré del brazo.

—¿Qué está pasando?

Me fulminó con la mirada.

—Estás a punto de competir con Poseidón, un titán, un gigante y un monstruo


marino por el control de Acuario.
—¿Por qué Poseidón estuvo de acuerdo con esto? —Mi voz era un susurro.

Antes de que pudiera responder, la voz de Poseidón resonó con fuerza, haciendo
que ambas nos volviéramos.

—¡Ciudadanos del Olimpo! Parece que tendrán un espectáculo mejor de lo


previsto. No teman. Aplastaré a estos oponentes indignos en las profundidades y más
allá. Atlas y sus campeones no serán una amenaza para Acuario. —La multitud
reunida rugió cuando Poseidón levantó los puños, sus feroces ojos llenos de pasión—
. Saldré de las Pruebas de Poseidón como el gobernante indiscutible de los océanos.
—Hubo más vítores y gritos—. ¡Nos vemos en una hora!

Juntó las manos y todo brilló en blanco.

Cuando la luz se desvaneció me encontré en su salón del trono. Y no solo


Galatea todavía estaba de pie a mi lado, sino Hades, Perséfone, Atenea y Apolo
estaban todos en un círculo alrededor del trono.

—Hermano, ¿cómo entró Atlas en tu palacio? —preguntó Hades de inmediato.

—Zeus debe haberlo ayudado —espetó Poseidón. No estaba sentado en el trono


sino paseando frente a él.

—Si Zeus se está haciendo amigo de los titanes, debemos preocuparnos.

Apolo asintió y Atenea habló en voz baja.

—Parece que finalmente ha llevado a Hera a su forma de pensar.

—No hay mucho más tiempo en el que pueda luchar contra su esposo —dijo
Hades con fuerza.

Traté de seguir lo que decían, pero mi mente estaba acelerada, tanto con
información como con emoción.
106
Parecía que Zeus ya no estaba del mismo lado que los otros olímpicos, pero eso
estaba tan abajo en mi lista de cosas por las que preocuparme en ese momento que
no podía importarme menos. Solo quería que los otros dioses se fueran, para poder
hablar con Poseidón.

Perséfone me miró y luego habló.

—No sabíamos que estabas casado, Poseidón.

Todos, excepto el dios del mar, me miraron.


—No —fue todo lo que dijo.

Perséfone tosió.

—¿Qué le hiciste a la esposa de Atlas que lo hizo buscar esta venganza?

Me concentré en el rostro de Poseidón, desesperada por saber la respuesta a esa


pregunta yo misma. Pero sus ojos estaban fríos y su boca apretada.

—Eso es asunto mío.

—Hermano, podría ayudar... —comenzó Hades, pero Poseidón lo interrumpió.

—No me veré débil, y no me inclinaré ante el comando de un imbécil como


Atlas. Voy a vencer a los demás.

—¿Y Almi? —La voz de Perséfone era más dura ahora—. Perdóname —dijo,
volviéndose hacia mí—. No sé nada sobre las Nereidas, pero ¿eres lo suficientemente
poderosa como para competir con dioses tan fuertes como los que participan en estas
Pruebas?

Mi piel pareció tensarse sobre mis huesos, y mis oídos comenzaron a zumbar
fuertemente.

No, quería gritar. No. Moriré en cinco malditos segundos.

¿Seguramente que otros sabiendo mi secreto era menos letal que seguir
fingiendo?

Abrí la boca para admitir que no lo era, pero Poseidón habló primero.

—Ella sobrevivirá.

Perséfone frunció el ceño.


107
—¿Pero no ganará?

—¡Yo ganaré! —Se golpeó en el pecho y mis ojos se agrandaron.

La piedra estaba de vuelta.

Se deslizó por su cara, por su hombro y a lo largo de su brazo. Mis entrañas se


enroscaron con miedo y duda.

Poseidón estaba enfermo. Nadie más lo sabía, pero él estaba enfermo.


¿Y si no podía ganar?

Por mucho que lo odiara, ¿realmente merecía perder su tridente y su reino?

¿Y si ganara esa aterradora monstruo Ceto? ¿O la cruel Calipso?

Atenea volvió a hablar.

—Ha sido desafiado en público y aceptó. Creo que no hay nada que podamos
hacer ahora más que terminar con esto.

Hades gruñó y la temperatura en la sala del trono subió.

—Esto es parte del plan de Zeus. Está usando a Atlas. No debemos permitir que
esto siga adelante.

—Es precisamente por eso que debemos dejar que esto siga adelante. Durante
demasiado tiempo, el rey de los dioses ha estado en silencio. Es hora de que haga su
movimiento.

—¿Y dejarías que Poseidón corriera el riesgo?

—Si respaldamos a Atlas, en lugar de luchar contra él, entonces deberíamos


poder mantener una medida de participación en todo momento. Con los olímpicos
apoyando las Pruebas, habrá menos posibilidades de trampas y anarquía.

—Estoy dispuesto —dijo Poseidón. Se enderezó, y la piedra se extendió por su


cadera, fuera de la vista debajo de sus pantalones. ¿Cómo podrían los otros dioses no
verlo?

Hades se inclinó hacia adelante, agarrando su brazo.

—Gana, hermano. Acuario es tuyo por derecho, no puede pertenecer a ningún


otro.
108
—¿Qué hará Atlas si Poseidón gana? —preguntó Apolo.

—Con un poco de suerte, llamará a Zeus —respondió Atenea—. Y entonces


tendremos la oportunidad de razonar con nuestro rey descarriado. Adiós. —Asintió
a los otros dioses a su vez—. Gana, Poseidón. O un gran peligro podría caer sobre
todo el Olimpo. —Luego desapareció.

—Sin presión. —Sonrió Apolo, luego él también desapareció.

—Buena suerte, hermano. —Hades asintió y Perséfone me miró.


—Si necesitas algo, házmelo saber —dijo, luego asintió a Poseidón antes de que
ambos se fueran en un destello blanco.

—Señor —dijo Galatea—. ¿Qué...?

—Por favor, déjanos.

Ella se congeló. Después de una pausa dolorosamente larga, dijo:

—Sí, señor. —Y se dio la vuelta para salir de la habitación.

Mi cuerpo estaba tan tenso que mis músculos temblaban cuando Poseidón se
volvió lentamente hacia mí. Clavó sus ojos en los míos.

—¿Por qué hiciste eso? —solté.

—Tienes que mantenerte fuera de mi camino. Solo sobrevive y déjame


encargarme del resto —dijo, su voz más tranquila que sus ojos salvajes.

—¿Por qué entregaste tu tridente para salvarme?

—¿Hubieras preferido que te dejara ser alimento de los tiburones? —Su ser brilló
con poder, y una ola de debilidad se apoderó de mí. Sus ojos se suavizaron
instantáneamente—. Necesitas sentarte.

Un raspado sonó detrás de mí y vi que una silla había aparecido de la nada. Pensé
en protestar, pero mis débiles rodillas sacaron lo mejor de mí. Me desplomé hacia
atrás, dejando que los cojines aguantaran mi peso.

Frotándome la cara con la mano, lo intenté de nuevo.

—¿Por qué renunciaste a tu tridente para evitar que Atlas me matara?

Poseidón se acercó, su olor llenó mis fosas nasales. Era el océano personificado,
fresco, brillante y poderoso. Abrió la boca, la indecisión brillando en sus ojos. Con 109
un chasquido, la cerró de nuevo y extendió su brazo.

—¿Ves esto?

—Piedra —respondí. El granito gris se movió con él.

—Ni siquiera los olímpicos pueden ver esto. Sin embargo, tú puedes.

—¿Es por eso que me salvaste?


—Entre otras razones —gruñó—. Cuando terminen las Pruebas, tenemos que
arreglarlo.

Levanté mi mano.

—Espera. En primer lugar, ¿qué crees que yo puedo hacer que tú, un dios
olímpico, no puedas? —El miedo hizo que se me encogieran las tripas ante su
admisión de que no podía arreglarlo por sí mismo. Esas eran muy malas noticias.

—Eso es lo que pretendo descubrir.

Dejé escapar un largo suspiro.

—De acuerdo. En segundo lugar, ¿por qué estamos esperando hasta que
terminen las Pruebas para arreglarlo? ¿No va a…? —Traté de averiguar cómo
formular mi pregunta sin enfadarlo—. ¿Ralentizarte un poco?

Su expresión se volvió tormentosa, y echó el brazo hacia atrás.

—No. Tú me retrasarás —espetó.

Me eché hacia atrás, cruzando los brazos.

—Yo no pedí nada de esta mierda.

—¡Regresaste! Si te hubieras quedado fuera del camino, donde te dejé…

—¡Entonces mi hermana habría muerto sola! —grité por encima de él.

Dio un paso aún más cerca de mí, su propio temperamento claramente al borde.

—Tu hermana no es lo más importante en el Olimpo.

—Lo es para mí —respondí, apuñalando mi pulgar en mi pecho.


110
Algo brilló en sus ojos, algo que no era su temperamento oscuro.

Respiró hondo y una brisa fresca bañó mi piel de la nada.

—Apenas puedes ponerte de pie. Esto no es propicio para sobrevivir.

Parpadeé ante el rápido cambio de tema.

»Estás desnutrida.

—¿Y de quién es la culpa?


Juntó las manos y cuando las separó estaba sosteniendo un vial.

—Bebe esto. Te dará suficiente energía para mantenerte fuera de mi camino y


dejarme ganar esto.

—Supongo que perder tu tridente no te ha hecho perder nada de tu encanto —


murmuré mientras tomaba el vial mágico de él.

—No es verdad.

Levanté las cejas mientras olfateaba el líquido del vial. Olía a humo de leña y
sal.

—¿Nunca tuviste ningún encanto para empezar?

—El tridente es mi conexión con las criaturas del océano. —La ira había
desaparecido de su voz y una tristeza tensa la había reemplazado—. Así es como los
encanto.

Lo miré al tiempo que él miraba hacia el techo, sus ojos recorriendo toda la vida
marina representada allí.

—Entonces... ¿ya no puedes controlar a los animales marinos?

Sacudió la cabeza, mechones de su cabello blanco cayeron a lo largo de su dura


mandíbula.

—Ni siquiera puedo comunicarme con ellos, y mucho menos controlarlos.

—¿Eso incluye monstruos marinos?

—Sí.

—Mierda.
111
Volvió a mirarme, con los ojos brillantes y salvajes.

—Estoy de acuerdo.

—Eh. Es bueno que podamos estar de acuerdo en algo.

—Bebe —dijo.

Lo hice. El líquido sabía increíble, como un rico té ahumado. El calor inundó mi


cuerpo y sentí que mis músculos se contraían. El cansancio desapareció, e incluso mi
mente parecía más alerta.
—Eso es bueno —murmuré—. Gracias.

—Simplemente no te mueras —Frunció el ceño.

—Todavía no entiendo por qué te preocupas tanto por mi vida.

—Te lo he dicho, repetidamente. Necesito poseer tu corazón, como predijo la


profecía, y necesito averiguar si tienes alguna conexión con esta maldita maldición
de piedra.

Me contuve de señalar que poseer mi corazón no iba a lograr nada. Solo lo sabía
porque espié su conversación con Galatea, y no tenía intención de admitirlo.

—¿Qué es el corazón del océano?

—Deja de hacer preguntas tontas y vete.

—No. Tengo muchas más preguntas.

—No me importa. ¡Galatea! —rugió el nombre de su general, y ella atravesó las


puertas de la sala del trono en segundos.

—Señor.

—Acompaña a Almi a su habitación.

Parecía enfadada, pero asintió.

No me molesté en discutir. Estaba claro que Poseidón había terminado de hablar


y, además, me vendría bien unos momentos a solas. Tenía mucho que procesar y
hablar de ello con mi hermana imaginaria en público podría levantar las cejas
equivocadas.

112

—No sabía que eso iba a pasar —dije, mientras seguía a Galatea por los pasillos
del palacio. Incluso su espalda parecía enfadada.

Ella no me respondió.
—Honestamente, no sabía nada sobre Atlas, o incluso Zeus, he estado fuera
demasiado tiempo.

Aún sin respuesta.

—¿Qué pasó con Zeus, Hades y Poseidón? —pregunté esperanzada.

—Se pelearon. El Olimpo está pagando el precio —escupió.

—¿Oh?

—Hades y Perséfone, luego Ares y Bella... ahora Poseidón. —Negó con la


cabeza y luego me miró por encima del hombro—. No estoy segura de confiar en ti.

Extrañamente, aprecié su honestidad. Y francamente, ella no debería confiar en


mí.

—No sabía que eso sucedería —repetí—. No le pedí a Poseidón que renunciara
a su tridente.

Me fulminó con la mirada un poco más, luego se dio la vuelta.

—El palacio debería haber mantenido alejados a los enemigos. Alguien dejó
entrar a Atlas.

No pude evitar mi resoplido.

—¿Y crees que fui yo? —No era como si pudiera decirle que no tenía magia, pero
la idea era absurda de todos modos.

—¿Esperas que crea que es una coincidencia que tu regreso y este motín
ocurrieran con dos malditos días de diferencia?

—Es una coincidencia —espeté—. Atlas interrumpió tus Pruebas, y no fijé las
fechas para esas, ese fue tu rey. ¿Cómo se supone que el palacio mantendrá alejados 113
a los enemigos? ¿Está vivo? —pregunté, pensando en Kryvo cobrando vida en el
espejo. Sabía que todavía estaba escondido en mi hombro, porque podía sentir su
presencia cuando me movía. Esperaba que estuviera bien.

—No te voy a decir nada que puedas usar contra el rey.

Suspiré.

—Bien.

Llegamos a mi habitación y ella abrió la puerta con demasiada fuerza.


—¿Me vas a encerrar de nuevo?

—¿Qué opinas?

114
Fui directo a la cómoda cuando la puerta se cerró detrás de mí, sentándome en
el taburete.

—¿Estás bien, Kryvo?

Con una lentitud alarmante, la pequeña estrella de mar se volvió roja y visible de
nuevo. Sostuve mi mano en mi pecho, y él avanzó lentamente desde mi clavícula
hasta mi palma.

—Ocultarme no me ayudó —dijo en voz baja.

—Por supuesto que sí. Nadie te vio —dije, con una alegría muy falsa en mi voz.

—Si te hubieran dado de comer a los sangre-podrida, también me habrían


comido a mí.

—¿Podrías haberte separado de mí y haber nadado invisible a través del océano?


—sugerí.

Hizo una pausa en su lento movimiento hacia mi mano.

—Esa es una posibilidad.

—Bien.

—¿Estás bien?

Su pregunta me tomó por sorpresa. 115

—Oh. Erm, no, en realidad no.

—No te culpo —respondió—. Debes competir con un titán, un gigante, una


monstruosa diosa del mar antiguo y el mismo Poseidón en una serie de Pruebas
letales. ¿Puedo ofrecerte un consejo?

—Creo que puedo adivinar lo que será.

—Deberías esconderte.
Asentí.

—Por mucho que me encantaría, no estoy segura de que Atlas me dé esa opción.
Parece que soy clave para su venganza —Arrugué la cara—. ¿Por qué ese jodido
Oráculo no pudo haber elegido una especie de ninfa marina diferente? ¿Por qué
diablos tengo que casarme con ese imbécil?

—¿Deseas que pierda las Pruebas?

Kryvo estaba completamente sobre mi mano, así que lo bajé sobre la cómoda.

—No sé. No he pensado tan lejos, para ser honesta.

—Claramente lo odias. Perder su tridente y a Acuario sería un castigo apropiado


para alguien que te ha tratado tan mal a ti y a tu familia.

Ladeé la cabeza, pensando.

—¿Lily? ¿Qué opinas?

Su imagen apareció en mi mente.

Acuario pertenece a Poseidón. No debería ser de otra manera. Él y sus hermanos son el
núcleo sobre el que se basa el Olimpo.

—Pero es miserable, mezquino, egoísta y, bueno, solo un imbécil.

Es un gobernante justo.

—¿Justo? ¿Qué diablos es justo en lo que nos ha hecho?

Nos separó, pero nunca nos hizo daño. Muchos dioses lo habrían hecho mucho peor.

Dejé escapar un resoplido enojado. Pero cuando dejé que el pensamiento diera
vueltas un poco más en mi cabeza, comencé a preguntarme si ella tenía razón. 116

No se trataba de que Poseidón no fuera un imbécil, eso no estaba en discusión.


Sino sobre él siendo el gobernante indicado de Acuario. Atlas tenía algunas malas
vibraciones. Me di cuenta de que había asumido que quienquiera que ganara
gobernaría junto a él, pero ese puede no ser el caso. Tomé nota mental para averiguar
por qué Atlas no estaba compitiendo y consideré a los demás. Calipso era fuerte y
poderosa. Podría ser una buena gobernante. Pero las historias sobre ella eran todas
de un ser sin piedad y de temperamento explosivo. Polibotes, el gigante, era
desconocido para mí, así que no podía adivinar qué haría como gobernante. Pero
Ceto... la diosa de los monstruos marinos y su hermano, Forcis, el dios de las
profundidades, habían creado la mayoría de los peores monstruos del océano. Me
asustaban solo de mirar. No quería pensar en qué convertirían a Acuario si
gobernaran.

—Calipso es muy poderosa —dijo Kryvo, sorprendiéndome.

—¿La conoces?

—No. Pero hay pinturas en el palacio que cuentan historias. Donde hay estatuas,
puedo verlas. Te mostraré.

Volví a la cómoda y lo levanté, colocándolo con cuidado sobre mi clavícula.

—¿Estás cómodo allí? —le pregunté.

—Tan cómodo como puedo estar. Aunque no estoy seguro de que poder ver
fuera sea muy agradable, dado lo que estás a punto de enfrentar.

—No me lo recuerdes.

Cuanto más pensaba en lo que realmente iba a tener que hacer, más sentía que
iba a vomitar. Competir con dioses en Pruebas letales. ¿Qué estaría involucrado?
Recordé lo que Silos me había dicho sobre las personas que murieron en las últimas
Pruebas, y las imágenes de jaulas submarinas y monstruos marinos enormes y feroces
flotaron en mi mente. Mi estómago dio vueltas y más vueltas, aparentemente
haciendo todo lo posible para que me sintiera más inquieta.

—¿Lista? —dijo Krivo.

—Sí.

Sus pequeños aguijones se adhirieron a mi piel, causando una sensación aguda


que se desvaneció rápidamente, entonces la visión vino a mí.
117
Como la última vez, estaba mirando desde lo que supuse que era una estatua en
el palacio. Pero en lugar de mirar la sala del trono de Poseidón, esta vez estaba
mirando un mural en una pared. Todo en diferentes tonos de azul, a excepción de
los reflejos dorados, la pintura era impresionante.

Mostraba a Calipso luchando contra Zeus. Parecía furiosa, su cabello acuoso era
un torbellino de furia combinado con sus ojos mientras levantaba los brazos, las olas
gigantes se elevaron detrás de ella en respuesta. Zeus estaba sobre ella, las nubes se
arremolinaban a su alrededor, los ojos eléctricos y los relámpagos brotaban de las
yemas de sus dedos, atravesando las defensas de Calipso.
La visión se desvaneció y dejé escapar un largo suspiro.

—No creo que los otros olímpicos dejarían que sucediera algo tan malo —dije,
con una falsa esperanza en mi voz—. Así que no nos preocupemos por eso. Solo
necesito concentrarme en mantenerme con vida.

Me puse de pie y comencé a hurgar en mis bolsas. Saqué mi raíz de agua y volví
a cargar mi alijo en la parte superior de una bolsa para poder acceder a ella más
rápidamente si lo necesitaba.

El vial, en efecto, recuperó mi energía, todos los problemas de cansancio y


temblor en las extremidades que había tenido anteriormente desaparecieron. Estaba
segura de que podía nadar durante quince o veinte minutos.

—Esta no es una Prueba real —me dije mientras revisaba mis pequeñas granadas
por centésima vez.

Exactamente. Solo una prueba, lo llamó Poseidón. Una prueba que pasarás, dijo Lily en
mi cabeza.

—Solo una prueba. Estaré bien.

Me sentía enferma.

Una voz masculina sonó en mi cabeza, haciéndome gritar de sorpresa.

—Prepárate en un minuto.

Era la voz de Atlas, y sonaba como si apenas pudiera contener su alegría. Me


apresuré a mi cinturón, ajustándolo con fuerza en mí mientras mi pulso aumentaba
un poco.

—¿Te quedas allí, o quieres esperar aquí en la cómoda? —le pregunté a Kryvo,
rezando en secreto para que viniera conmigo. No sabía si él podría ayudar de alguna
118
manera, pero la inquietud estaba causando que sudor fresco corriera entre mis
omoplatos, y no estar completamente sola era atractivo.

Hizo una pausa antes de responder.

—¿Estás segura de que no puedes esconderte?

—Muy segura.

—Entonces supongo que tendré que ir contigo.

—Gracias, Kryvo.
Apenas pude pronunciar las palabras antes de que el mundo se volviera blanco.

119
Me encontré en una cúpula dorada bajo el mar dominado por una sola
estructura. Una arena.

De forma ovalada, me recordó a un coliseo, excepto que, en el medio, donde


normalmente habría arena o un escenario, había un templo. Excepto... que no era un
templo en absoluto. Había columnas de estilo griego en cada esquina, y había un
techo de estilo triangular encima de las columnas, pero los lados eran de vidrio
transparente, convirtiendo todo en algo que recordaba a una pecera gigante.

Entrecerré los ojos para asegurarme de que estaba viendo correctamente.

Lo estaba.

La cosa estaba llena de agua. Una gran cueva rocosa se elevaba desde el fondo
de un lado del tanque, su entrada en ángulo hacia el cuerpo principal de agua. Peces
pequeños, blancos y negros, se movían entre pastos altos y ondulantes, pero la
vegetación era escasa, y quizás solo para decoración. A Kryvo no le gustaría, pensé
mientras miraba. No había ningún lugar donde esconderse excepto la cueva. Y tuve
la clara sensación de que era el último lugar al que alguien querría ir.

Filas de bancos se alineaban a los lados de la arena, y el tanque del templo era
tan grande que no creía que hubiera ningún lugar donde pudieras sentarte y no tener
una buena vista de lo que estaba sucediendo dentro. Y chico, había mucha gente
mirando. Las gradas se encontraban llenas de espectadores. Cientos y cientos de
ciudadanos olímpicos, todos vitoreando y ondeando pancartas, habían acudido al
espectáculo.
120
Estaba de pie en la fila superior de los asientos, que parecían haber sido
reservados para los dioses y los competidores.

—¡Buenos días, Olimpo! —rugió la voz de Atlas—. ¡Saluden, a su vez, a sus


campeones!

Observé cómo una luz brillante se elevaba frente a mí al otro lado del estadio,
como un rayo láser. Calipso se iluminó y ella saludó. El vestido negro se había ido,
reemplazado por un traje de combate ajustado de cuero negro.
Otro rayo de luz subió a su derecha, iluminando a Polibotes. Observé cómo la
luz rodeaba el estadio, iluminando a Ceto, Poseidón y luego a mí misma.

Poseidón se veía tan enojado como nunca lo había visto, armas atadas a su pecho
y caderas, y una armadura dorada cubriendo sus hombros. No pude evitar pensar
que se veía mal de alguna manera sin su tridente. Sin embargo, la multitud rugió por
él, mucho más fuerte que por cualquiera de los otros competidores. Yo misma
incluida. Apenas había recibido un puñado de aplausos.

—Este es un juego para ganar ventaja en las Pruebas. Un calentamiento, por así
decirlo —retumbó la voz de Atlas. Lo busqué a mi alrededor, pero no pude ver
ninguna señal del Titán. Los dioses del Olimpo, menos Zeus, Hera y Afrodita,
estaban sentados en un palco a mi izquierda, pareciendo como si estuvieran
asistiendo a un espectáculo de gladiadores—. Déjenme contarles más sobre la
primera Prueba.

Una llama del tamaño de un edificio brotó del techo triangular del tanque, de un
blanco brillante y feroz. Cuando se extinguió, apareció una imagen en el cuerpo de
la llama. Era una concha. Una concha de nautilo, las curvas geométricas como la
que tengo tatuada en el pecho.

—Las Pruebas de Poseidón serán ganadas por el concursante con la mayor


cantidad de estas al final. La primera Prueba será una carrera. —La imagen cambió
y apareció un barco con relucientes velas doradas—. Para ganar tanto su barco como
sus posiciones iniciales en la carrera, cada uno de ustedes ahora se enfrentará a una
criatura marina mortal. El tiempo que les lleve recuperar la bandera del barco de la
guarida del monstruo es el tiempo que tendrán que esperar antes de comenzar la
carrera.

Tragué.

No podía derrotar a una criatura marina mortal.

No tenía armas, ni velocidad, ni magia. 121

—Mierda. Mierda. Joder, maldición y mierda. —El sudor frío había regresado,
y cambié mi peso entre mis pies, luchando por un plan—. ¿Alguna idea, Kryvo? —
siseé.

—¿Esconderse?

Apreté los dientes. Compañía, puede ser, pero la pequeña estrella de mar no iba
a ser útil en una pelea.

La voz de Atlas sonó de nuevo.


—¡Primero, Calipso!

Hubo un destello de luz, luego Calipso estaba en el tanque. Ni siquiera tuvo que
patear las piernas para mantenerse a flote, su cuerpo simplemente flotaba en el
líquido como si fuera la cosa más natural del mundo.

Habría esperado que su cabello se volviera invisible una vez que estuviera bajo
el agua, dado que estaba hecho del agua misma. Pero no desapareció en absoluto.
En cambio, se volvió violeta brillante, moviéndose hacia arriba y alrededor de su
rostro como cabello real.

—¡Se enfrentará a un pulpo gigante!

El agua se agitó frente a ella, luego brilló. Apareció un pulpo gigante, con largos
tentáculos musculosos que azotaban y agitaban el agua a su alrededor. De sus
ventosas sobresalían garras perversas y afiladas como dagas y sus ojos eran
despiadados orbes rojos. Noté que un tentáculo tenía una ventosa de forma extraña
en el extremo, con un punto rojo brillante, pero luego la criatura atacó y toda mi
atención se centró en Calipso.

Esquivó fácilmente el primer golpe, moviéndose a través del agua como magia,
sin mover ni patalear sus extremidades en absoluto. Se abalanzó y se agachó bajo
cada latigazo de los tentáculos letales, colocándose debajo del monstruo y más cerca
de la entrada de la cueva.

En la arena del fondo del tanque, directamente debajo del pulpo, había una
bandera verde brillante que ondeaba suavemente en la corriente. Cuando Calipso lo
alcanzó, el pulpo emitió un sonido chirriante, sacudiendo el tentáculo con el extremo
brillante hacia ella. Levantó la mano y vi una lanza corta en ella. Ignorando la
bandera verde, arrojó la lanza al pulpo sobre ella. Aterrizó directamente en el punto
rojo brillante, y la cosa chilló aún más fuerte. Calipso aceleró y nadó sobre una
segunda bandera a solo medio metro de la entrada a la cueva, esta amarilla. El pulpo
se movió rápido, tratando de regresar a la entrada de lo que supuse que era su
guarida, antes de que Calipso la alcanzara. 122

El movimiento de la enorme criatura envió más corrientes a través del agua y vi


una bandera azul brillante ondeando justo dentro de la entrada.

Calipso se movía tan rápido que lo alcanzó justo antes que el pulpo, pero no
agarró la bandera azul. En cambio, siguió moviéndose, entrando en la cueva.
Líquido oscuro brotó de las ventosas del pulpo y uno se precipitó en la oscuridad tras
ella.

Contuve la respiración por un segundo, luego el pulpo chilló por última vez,
brilló y desapareció.
Calipso salió nadando de la cueva, ondeando triunfalmente una bandera roja.

—Calipso alcanzó la bandera más difícil en un minuto y cuatro segundos —rugió


Atlas—. La bandera roja equivale a que ella tenga un barco de clase Whirlwind para
la carrera. ¡Felicitaciones, Calipso!

Agitó la bandera un poco más, luego brilló en blanco, desapareciendo del tanque
y reapareciendo en la fila superior de bancos donde había comenzado.

La multitud vitoreó en voz alta cuando me senté con fuerza en el banco detrás
de mí.

—Voy a morir.

—Es posible —dijo Kryvo.

El pánico se estaba apoderando de mí, haciendo que las yemas de mis dedos se
sintieran extrañamente entumecidas.

—¿Qué diablos voy a hacer?

—Sugeriría no ir por la bandera que está dentro de la cueva, sino por una más
cercana.

—No jodas —murmuré—. ¿Qué es un barco de clase Whirlwind de todos


modos?

—No lo sé, pero probablemente pueda averiguarlo.

Me pasé la mano por la cara, luego de nuevo por el cabello, tirando de mi trenza.

Traté de imaginarme en el tanque con el pulpo. ¿Qué hubiera hecho?

—¡El siguiente, Polibotes!


123
Hubo un destello y el gigante apareció en el tanque.

Me puse de pie, retorciéndose las manos mientras esperaba ver a qué se


enfrentaría el gigante.

—¡Debe pasar por encima de un sangre-podrida!

El tiburón demonio brilló para estar frente a él. Escalofríos helados ondularon
sobre mi piel, pero el gigante no tenía ese miedo.
Se golpeó el pecho y parecía como si se estuviera riendo. ¿Cómo respiraba bajo
el agua? Sabía que Poseidón era el creador de los gigantes, pero no sabía que ninguno
de ellos tuviera magia de agua.

Polibotes era casi tan grande como el tiburón, y él atacó, con los ojos negros y
sin alma fijos en su garganta. Polibotes levantó un enorme puño. Fruncí el ceño con
incredulidad cuando el sangre-podrida se lanzó hacia delante y él echó el brazo hacia
atrás.

—Él no va a…

Un jadeo cortó mi oración cuando el gigante aterrizó un puñetazo en el extremo


del hocico del sangre-podrida. Giró hacia atrás a través del agua, y el gigante pateó,
bajando en ángulo hacia la cueva. Sin embargo, el sangre-podrida era rápido, girando
y golpeando los talones de Polibotes. Me mordí el labio cuando el tiburón atrapó una
de sus enormes botas de cuero. Casi esperaba que la pierna del gigante se
desprendiera cuando el tiburón sacudió la cabeza de un lado a otro, pero Polibotes
se enroscó y asestó golpe tras golpe en la cara del tiburón. Eventualmente, la cosa
soltó su bota.

—Recuérdame que descubra de qué diablos está hecho su calzado —murmuré,


mientras él pataleaba hacia las banderas.

Me sorprendió igualmente cuando el gigante no fue a la cueva, sino que levantó


la primera bandera verde. Levantándola en alto, le dio al tiburón el dedo antes de
que desapareciera.

—¡Polibotes obtiene la bandera Zephyr en dos minutos y quince segundos! —


bramó la voz de Atlas.

—¿Zephyr?

Sentí un pequeño pinchazo en la clavícula y una visión descendió sobre la mía.


124
—Encontré algo —dijo Kryvo.

Estaba a punto de decirle que necesitaba mi vista en la arena, pero una imagen
se formó ante mí y no pude evitar mirar.

Era otra pintura, en colores brillantes esta vez, y mostraba cuatro barcos con
letras cursivas debajo.

El barco más grande tenía escrito Whirlwind debajo. Estaba completamente


revestido con armadura de metal y tenía tres mástiles altos. Junto a él había un barco
etiquetado como Typhoon, que me pareció un barco largo vikingo. Tenía dos
mástiles y una punta puntiaguda en el frente. El siguiente era un Zephyr, que era
enorme en comparación con los demás, y tenía una piscina real en el medio de la
cubierta en la pintura. Tal vez por eso Polibotes optó por el Zephyr, pensé. Era el
único barco lo suficientemente grande para él. Por último, había un barco pequeño,
de madera y sencillo. Un Crosswind, de acuerdo con la descripción debajo.

—¡El siguiente, Ceto! —La voz de Atlas llegó a mis oídos, y la visión se
desvaneció, el tanque del templo y la arena volvieron a enfocarse.

—Gracias, Kryvo —susurré.

—¡Y ella se enfrentará a una enchelys!

La voz de Poseidón resonó alrededor de la cúpula de la arena, y clavé mis ojos


en él.

—Ceto es la madre de las enchelys —retumbó—. Esto no parece justo.

—A los efectos de estas Pruebas, Ceto y su hermano han renunciado a su poder


sobre las criaturas que los llaman sus creadores —respondió Atlas—. ¿No es así,
Ceto?

La diosa del mar habló, y sonó como si estuviera bajo el agua, un gorgoteo en
cada sílaba que instintivamente me hizo pensar en ahogarme.

—Efectivamente, Atlas. No deseamos nada más que una victoria justa.

—¡Comienza!

Con un destello, la mujer mitad monstruo marino estaba en el tanque.

El agua entre ella y la cueva brilló, y luego apareció una serpiente en el agua. Y
no cualquier serpiente. La maldita serpiente más bestial que jamás había visto.
125
Tenía una melena de púas alrededor de su cara escamosa, y destellos de color
verde neón latían a lo largo de su increíblemente larga longitud. Dos tentáculos
sondeadores que sobresalían de detrás de sus fauces probaron el agua, moviéndose
amenazadoramente.

A diferencia de las dos últimas criaturas marinas, los brillantes ojos verdes de
esta cosa parecían tener una mirada de complicidad, y me pregunté qué tan
inteligente sería.
Parpadeé y casi pierdo las dos embestidas el uno para el otro. La cola y los
tentáculos se deslizaron y salpicaron el líquido, y luego se enroscaron entre sí,
mientras la boca de la serpiente mordía el torso humano de Ceto.

Un rojo oscuro rezumó a su alrededor, y no sabía si era un líquido como la tinta


que tenía un pulpo o magia, pero el movimiento de la serpiente pareció ralentizarse.
Ella levantó las manos en alto y comenzó a retorcerse, sus tentáculos aún encerrados
en un violento abrazo con la cola de la serpiente. Juntó las manos y la cosa de color
rojo oscuro se expandió como fuegos artificiales, llenando el tanque. La serpiente
sufrió un espasmo, luego se aflojó y se desenrolló mientras flotaba hacia el fondo del
tanque.

Ceto se movió a través del agua como un dardo, levantando la bandera azul justo
dentro de la boca de la cueva.

—¡Ceto gana un Typhoon, en un minuto y cuarenta segundos!

Volví a sentarme, aspirando aire.

No podría golpear a un tiburón en la cara o envenenar a una serpiente marina.


¿Qué carajo iba a hacer?

—¡A continuación, su gobernante defensor, Poseidón!

La multitud lanzó un rugido ensordecedor cuando Poseidón fue arrojado al


tanque. Su cabello blanco se levantó a su alrededor mientras flotaba en el agua, los
músculos abultados bajo las correas de cuero y su rostro ferozmente confiado.
Sostenía una lanza en su mano derecha en lugar de su tridente, y su mano izquierda
brillaba.

Me levanté de nuevo, inclinándome hacia adelante involuntariamente.

—¡Se enfrentará a una canosa!


126
Me estremecí cuando la criatura apareció frente a él. Otro monstruo reservado
para las pesadillas de los niños, las canosa eran una especie de sirena. Era casi
translúcida, de color gris, como un espectro acuoso. Sus huesos y órganos eran
visibles, brillando en rojo dentro de su cuerpo de sirena y las alas en su espalda
revoloteaban en el agua mientras movía su cola. Su cara era bonita hasta que
lentamente abrió la boca. Su mandíbula pareció desconectarse del resto de su cráneo,
y un agujero oscuro y abierto apareció en su rostro. El agua ante ella onduló, y supe
por las historias que estaba enviando un sonido letal a través del agua hacia Poseidón.

Pero la mano izquierda del dios del mar se elevó por encima de su cabeza, brilló
intensamente y luego explotó con lo que parecían cuerdas hechas de agua. Giraron
y giraron hacia la sirena, envolviéndola en segundos, girándola una y otra vez en el
tanque hasta que estuvo rodeada por espirales de líquido agitado. Poseidón se movió
a través del agua más rápido que cualquiera de los otros y estuvo dentro de la cueva
antes de que la sirena dejara de girar.

Un latido después salió, con una bandera roja en la mano. La sirena desapareció.

—Poseidón obtiene un Whirlwind en cincuenta y seis segundos —dijo Atlas, su


alegre auge claramente ausente.

La bilis subió por mi garganta cuando me di cuenta de que era la única


concursante que quedaba. Metí un poco de raíz de agua en mi boca tan discretamente
como pude, mis manos temblaban.

—La siguiente es nuestra entrada comodín —anunció—. ¡Almi, esposa de


Poseidón!

La alegría estaba de vuelta en su voz. Apenas tuve tiempo de tomar aire, antes
de que el mundo se volviera blanco

127
El agua estaba tibia, y aunque tuve que patear mis piernas para mantenerme a
flote, no noté ningún cansancio en mis músculos. El vial mágico de Poseidón estaba
funcionando.

Puedo hacer esto. Puedo hacer esto, canté en mi cabeza, enfocándome debajo de mí,
donde estaban las banderas. La bandera más cercana. Eso es a todo a lo que tenía
que llegar, y luego volvería a salir del tanque.

—Por favor, no te mueras. —Escuché decir la voz aterrorizada de Kryvo.

—¡Almi se enfrentará a un saraki!

¿Un qué? Ni siquiera había oído hablar de un saraki. Sin embargo, Kryvo
claramente lo había hecho, porque dejó escapar un chillido de dolor.

El agua ante mí brilló, luego reveló una criatura que no podría haber soñado
aunque lo hubiera intentado. El miedo hizo que todo mi cuerpo se convulsionara
mientras trataba de asimilarlo.

Del tamaño de mi viejo auto de mierda, parecía un pez, pero la mitad de su


maldito cuerpo era boca. Cientos de dientes tan altos como yo sobresalían de sus
mandíbulas en todos los ángulos, y no pude evitar ver su garganta expansiva. Me
podría tragar entera.

Un largo brazo salía de la parte superior de su cabeza, un orbe brillante colgaba


de su extremo, frente a la monstruosa boca.
128
Tuve tiempo de recordar algo sobre el diablo negro que atraía a sus presas con
una luz colgada frente a sus bocas, cuando de repente todo se oscureció.

Todo lo que podía ver era el orbe brillante. Parecía un poco lejano, y una suave
niebla nubló mi mente.

¿Dónde estaba? ¿Y por qué estaba oscuro?

La luz me ayudaría. Solo necesitaba alcanzar la luz, y sería capaz de ver lo que
estaba pasando.
Pateé mis piernas, moviéndome hacia la luz.

Un ligero dolor punzante en la clavícula me hizo detenerme.

Podía escuchar un chirrido distante, pero el tirón de la luz y la bruma


amortiguada en mi cabeza hicieron imposible averiguar qué era.

Negué con la cabeza, tratando de despejarla, pero no pasó nada.

La luz pulsó y volví a concentrarme en ella. Era tan bonita. Un cálido resplandor
naranja que prometía seguridad.

Di otra patada con mis piernas. Necesitaba alcanzar la luz.

Detente.

Una voz masculina retumbó a través de la niebla en mi cabeza. Nada hacia abajo.
Ahora.

Reconocía la voz. ¿Quién era? Mi memoria no funcionaba correctamente. Nada


estaba funcionando correctamente, me di cuenta, un pequeño hilo de alarma se
deslizó en mi calma.

Nada hacia abajo. Ahora. Busca una bandera amarilla.

Pero... pero la luz. Necesitaba llegar a la luz.

¡La bandera amarilla! ¡Ahora!

Casi en contra de mi voluntad, cambié mi ángulo, inclinando mi cabeza hacia


abajo a través del agua. Parte de la oscuridad retrocedió cuando el orbe abandonó mi
línea de visión. Un tenue resplandor verde estaba debajo de mí, y un poco más allá,
amarillo.

Bien. La bandera amarilla. No mires la luz. 129

El agua se agitó a mi alrededor, y más de la serenidad que me había invadido se


escapó.

El miedo lo reemplazó. Cuando la bandera verde estuvo a mi alcance, la neblina


se disipó por completo y la conciencia de mi situación se apresuró a mí.

Cristo en una puta galleta, casi nadé directo a la boca de la cosa.

Instintivamente, estúpidamente, miré hacia el pez gigantesco bajo el cual estaba


nadando. Tan pronto como la luz se enfocó, todo a mi alrededor se atenuó de nuevo.
¡Almi!

Apartando la mirada de un tirón, pateé mis piernas con fuerza. Alcancé la


bandera verde.

La bandera amarilla. No podrás navegar un Zephyr, ladró la voz.

¿Poseidón?

Era la voz de Poseidón, ahora me di cuenta de que la niebla mental se había


desvanecido.

Vacilante, retiré mi mano de la bandera verde.

Él me estaba ayudando. Sería comida para peces si él no me hubiera hablado.


No tenía ninguna razón para no confiar en él.

Pateé mis piernas con fuerza, dirigiéndome a la bandera amarilla en su lugar. El


agua a mi alrededor se agitó de repente, desviándome de mi curso. Rodé en el agua,
el pez encima de mí apareció a la vista.

Aparentemente, había renunciado a tratar de atraerme suavemente.

Me tragué un grito cuando sus aletas desproporcionadamente pequeñas


zumbaron y avanzó a través del agua hacia mí, sus aterradoras mandíbulas
chasquearon violentamente. La luz osciló ante él, y todo a mi alrededor se atenuó y
se agudizó cuando mis ojos traicionaron mis instrucciones y trataron de seguirla.

Usé mis brazos para empujarme a través del agua, lo más cerca de la arena y
fuera del alcance de la cosa como pude.

La bandera amarilla estaba a solo un par de metros de distancia y me instigué


hacia adelante cuando mi pecho golpeó el fondo arenoso.
130
Me abalancé sobre la bandera y, cuando cerré los dedos alrededor de ella, el dolor
me atravesó el tobillo. Mis labios se abrieron cuando vi estrellas, el agua entrando
rápidamente en mi boca y bajando por mi garganta.

—Almi consigue un Crosswind en cuatro minutos y cuarenta segundos. —


Escuché vagamente decir a Atlas, y luego estaba en las gradas, jadeando por aire y
ahogándome con el agua mientras me desplomaba en el suelo.

Jadeé, el agua se aclaró de mis vías respiratorias, mis ojos lloraban. El dolor en
mi tobillo era tan intenso que pensé que podría desmayarme.
—Te mordió, oh, dioses, te mordió —chillaba Kryvo repetidamente.

Me sequé los ojos y rodé sobre mi costado, antes de mirarme el tobillo.

Si no hubiera vomitado un montón de agua, probablemente habría vomitado. La


sangre brotaba de un corte en la parte baja de mi pantorrilla, la piel estaba desgarrada
por el diente aserrado de la cosa. Estaba bastante segura de que podía ver el hueso, y
mi cabeza daba vueltas. Miré hacia otro lado, inclinando mi cabeza hacia atrás en el
banco y cerrando los ojos. Una profunda fatiga se apoderó de mí, el dolor se apagó.
En algún lugar de mi cabeza, sabía que eso era algo muy malo. Pero no pude luchar
contra la oscuridad tirando de mí hacia abajo.

Escuché pasos, luego una voz femenina.

—Mierda, eso es desagradable. Buen trabajo, solo te rozó. Déjame resolver esto.

Me obligué a abrir los ojos con esfuerzo y vi la figura de cabello blanco de


Perséfone sentada en el banco encima de mí.

Enredaderas fluyeron de sus palmas hacia mis piernas. Estaba demasiado fuera
de mí para responder, y cuando se envolvieron alrededor de mi muslo, un agradable
calor salió de ellas. La oscuridad comenzó a disiparse.

Entonces el dolor volvió con toda su fuerza y dejé escapar un suspiro sibilante.

—Dejará de doler en un minuto —dijo Perséfone en tono de disculpa. Después


de un segundo, el dolor se desvaneció y sentí que mis hombros se hundieron de alivio.

La voz de Atlas resonó en la arena, haciéndolos tensarse nuevamente.

—¡Es todo por hoy! Mañana seremos testigos de la primera Prueba de tres, para
decidir quién ganará el tridente de Poseidón y su reino.

—Puedes mirar ahora —dijo Perséfone.


131
Lo hice, arrugando mi cara con miedo.

La herida se había ido. En su lugar había una gran cicatriz blanca y el charco de
sangre aún se extendía por el suelo arenoso, pero la herida ya no existía.

—Vaya. —Me apresuré a sentarme y me di cuenta de que mi fatiga también


había desaparecido—. ¿Cómo hiciste eso?

—Soy una diosa de la vida. Soy buena curando. —Me sonrió, las enredaderas se
desenvolvieron de mi muslo y regresaron a sus palmas—. Aquí. Déjame ayudarte a
levantarte. —Me tendió la mano y la tomé, apoyándome en ella a medida que me
ponía de pie. Cautelosamente, probé mi tobillo. Me dolía un poco, como si me lo
hubiera torcido o algo así, pero eso era todo.

—No puedo agradecerte lo suficiente —dije—. ¿Por qué me ayudaste?

—Tuve mis propias Pruebas, y casi muero un montón de veces —dijo, con una
mirada arrepentida en su rostro—. No podré ayudarte durante las Pruebas reales ya
que eso no está permitido, pero haré lo que pueda de otra manera.

La gratitud brotó a través de mí, la emoción hizo que mis ojos ardieran. Nadie
me había cuidado desde que perdí a Lily.

—Gracias —dije, tratando de proyectar mi sinceridad.

—No es nada —dijo—. Y bien hecho. Pasaste la primera prueba.

—Mierda, tienes razón. —Una sonrisa brotó de mis labios—. ¡Sobreviví!

Se rio.

—Sí. ¿Qué magia tienes? Habría adivinado el agua, pero el saraki tiene magia
psíquica y te resististe. Eso no es fácil.

Ladeó la cabeza hacia mí y tragué saliva. Difícilmente podía decirle que no tenía
magia en absoluto, y que me había resistido a la maldita cosa malvada porque
Poseidón me había ayudado.

¿Por qué? ¿Por qué me había ayudado?

Miré hacia donde había estado parado, pero no había nadie allí. De hecho, toda
la arena casi se había vaciado.

Volví a mirar a Perséfone y se me ocurrió una idea.


132
—¿Puedes curar cualquier cosa?

Sacudió su cabeza.

—No. Soy bastante nueva en mis poderes, y solo recientemente aprendí a hacerlo
con heridas. Ahora soy bastante buena con los venenos, pero eso es todo hasta ahora.

Me mordí el labio.

—¿Tú... crees que podrías echarle un vistazo a mi hermana?


La esperanza crecía dentro de mí. Una diosa sanadora. ¿Qué no habría dado
antes por tener acceso a una diosa sanadora?

—¿Está enferma?

Abrí la boca para responder, pero la voz de Poseidón sonó detrás de mí.

—Ella está en un sueño inducido por una poderosa magia. No podrás ayudarla.

Giré y vi a Poseidón unas pocas filas más abajo en los bancos.

—No sabes que ella no puede ayudar —protesté.

—Sé que no puede ayudar.

Sus ojos eran duros, su postura resuelta.

Perséfone me tocó el brazo, atrayendo mi atención hacia ella.

—Tengo que irme. Si me necesitas, usa esto. —Me pasó una diminuta rosa
dorada.

—Gracias —dije, y ella desapareció con un destello de luz.

Me volví hacia Poseidón, pero habló antes de que pudiera.

—Perséfone no puede saber de la maldición de la piedra —dijo.

—¿Por qué no? ¿Y si puede curarla?

—No puede.

—No puedes saber eso sin que ella lo intente.

La ira brilló en su rostro. 133

—Te olvidas de quién soy —gruñó—. Sé muchas cosas.

—¡Entonces ya es hora de que compartas algo de eso! —No había querido


gritarle. Quería darle las gracias por salvarme la vida por segunda vez. Pero aquí
estaba él, siendo un idiota absoluto otra vez—. Puedes comenzar con qué poderosa
magia puso a Lily a dormir y por qué esta cosa de piedra tiene que ser un secreto.

Puse mis manos en mis caderas, luego tropecé cuando él se puso casi medio
metro frente a mí.
Pasé de mirarlo desde el banco inferior a tener que inclinar la cabeza hacia atrás
para mirarlo a los ojos.

Su enorme cuerpo todavía goteaba agua, y olía a... libertad. La palabra apareció
en mi cabeza espontáneamente, y no la entendí. Este hombre representaba lo opuesto
a mi libertad, en todos los sentidos.

Sus ojos eran tormentosos con esa mirada salvaje, y tan cerca, estaba segura de
que podía ver olas reales rompiendo en ellos, chispas de espuma plateada del océano
rodando por sus iris.

—Me pones a prueba —gruñó. Su voz incluso sonaba como olas rompiéndose
cerca.

—Solo dime. Dime lo que sabes sobre Lily. —Mientras lo miraba fijamente, el
recuerdo de su voz severa y sólida alejándome de la luz del saraki volvió a mí—. Por
favor —agregué suavemente.

Su pecho se tensó y su dura mandíbula se contrajo.

—Aquí no.

—¿Qué?

—Te diré lo que quieres saber. Pero no aquí.

—¿Lo harás?

—Sí. —Para mi sorpresa, me tendió la mano. La miré con recelo y me enseñó


los dientes—. Si quieres que te cuente secretos, entonces tenemos que estar en algún
lugar donde nadie los escuche —dijo con los dientes apretados—. No puedo
destellarte hasta allí sin contacto.

Frunciendo el ceño, puse mi mano en la suya. La electricidad subió por mi brazo,


134
explotó en mi pecho y jadeé. No fue doloroso, fue... delicioso. Era rápido, poderoso,
feroz, libre y…

—¿Estás lista? —La voz de Poseidón era ronca, y escaneé su rostro en busca de
algún indicio de que había sentido lo que yo acababa de sentir, pero solo tenía su
expresión normal de enfado. Salvaje, o enojado. Esas eran las dos únicas miradas
que veía en su rostro. Era una fuerza furiosa que vivía al borde del control.

—Sí. Estoy lista —respondí.

Estrechando los ojos hacia mí, gruñó, luego todo se volvió blanco.
Lo primero de lo que me di cuenta cuando la luz se aclaró fue del viento. El aire
fresco del océano azotó mi cara, liberando mi cabello de su bufanda.

—¿Dónde estamos? —jadeé y giré en un círculo lento. Era un espacio similar a


la sala del trono de Poseidón, ya que era redondo y tenía columnas que sostenían el
techo. Pero la vista... Estábamos afuera. No bajo el agua en una cúpula dorada, sino
sobre la superficie del océano.

Me acerqué al borde para mirar. El océano lamía los costados de la torre y los
pájaros cantaban en la distancia. Todo lo que podía ver por kilómetros era el mar
azul contra un cielo pintado de nubes de color pastel. Otra ráfaga de aire salado del
océano sopló entre las columnas y respiré profundamente.

—Estos son mis establos privados.

—¿Establos? —Me volví hacia él con sorpresa, luego escaneé el espacio. No vi


animales, solo el área abierta en la que estábamos parados, y nada más que una
pequeña escalera de caracol que conducía al techo liso.

—Querías saber sobre la maldición —Su expresión era tensa y controlada—. Y


del sueño que se apoderó de tu hermana.

Instantáneamente dejé de preguntarme sobre los establos y retrocedí hacia el dios


del mar.

—Sí.
135
—La maldición ha estado afligiendo a todo Acuario. Durante algún tiempo. Lo
he estado ocultando a los ciudadanos.

—¿Por qué?

—Esperaba ponerle fin antes de que el miedo causara problemas. No creo que
mi gente se comportaría favorablemente si pensaran que podrían convertirse en
piedra.

—¡Merecen saberlo! ¿Y si pudieran ayudar a detenerlo?


Rechinó los dientes.

—He intentado muchas cosas para ponerle fin. Cosas mucho más poderosas que
la magia curativa de Perséfone. Ninguna ha funcionado. Y ninguna lo hará.

—¿Cómo lo sabes? No puedes simplemente perder la esperanza.

—Lo sé, porque el Oráculo de Delfos me lo dijo.

Fruncí el ceño, el odio rezumando a través de mí.

—Maldita Oráculo.

Poseidón se estremeció.

—No la culpes.

—¿Por qué diablos no? Te dijo que te casaras conmigo. ¿Es ella responsable de
la enfermedad de Lily?

Poseidón vaciló antes de responder.

—No. Pero estoy empezando a sospechar que está conectada de alguna manera
con todo lo que está sucediendo. —Su mirada se agudizó—. Y que tú también estás
conectada.

Puse mis manos en puños.

—Solo soy un boleto de venganza para un dios al que enojaste —espeté—. ¿Qué
hace la maldición? Estás viviendo con eso.

Incluso cuando le hice un gesto, la piedra se deslizó por su piel, bajando por un
pectoral. Arrastré mis ojos hacia arriba de su pecho torpemente.

—Pude visitar a un sanador lo suficientemente poderoso como para mantenerlo 136


a raya, pero su magia desaparecerá.

Levanté mis cejas.

—¿Y luego?

—Y entonces no importará quién gane estas Pruebas para mí. Seré tan sensible
como una estatua.

—Mierda.
Me miró.

—Estoy de acuerdo.

—¿Qué dijo esa imbécil de Oráculo cuando la viste?

Sus ojos se movieron de los míos para mirar hacia el océano.

—El corazón del océano es lo único que puede salvarme y acabar con la
maldición.

Se me hizo un nudo en el estómago. Por eso pensó que Lily y yo estábamos


conectadas con la maldición de piedra.

—¿Qué es el corazón del océano? —Cuando no respondió, tosí—. Si es un zafiro


grande y una viejecita lo tiró al mar, no tiene nada que ver conmigo.

Se volvió hacia mí parpadeando.

—¿Qué?

—Supongo que no has visto Titanic. —Me encogí de hombros.

—Tú eres… —Se calló, y un destello de ese salvajismo brilló en sus ojos, pero
esta vez no estaba enojado.

—¿Extraña? —ofrecí—. Eso es lo que piensa Galatea. Pero también cree que
estoy conspirando para derribarte, así que...

—¿Lo estás?

—Solo quiero curar a Lily. Eso es todo. —Y robar tu barco para hacerlo.

Ladeó la cabeza hacia mí, su cabello cayendo a lo largo de su mandíbula. Casi


me superó el impulso de apartarlo y me obligué a dar un paso atrás. 137

—¿Por qué me ayudaste hoy?

—Habrías muerto si no lo hubiera hecho.

—Realmente te preocupas por mi vida, ¿eh?

Su expresión se tensó.

—Ya hemos pasado por esto.


Pero sabía que estar casado conmigo no le había dado su mítico corazón del
océano. Entonces, ¿por qué no se dio por vencido conmigo y trató de encontrar una
manera de despertar a Lily y casarse con ella?

—Correcto. —Fue todo lo que dije—. Bueno, basada en el día de hoy, tendré
suerte si sobrevivo las próximas veinticuatro horas. ¿Algún consejo?

Mantuve mi voz casual, pero la realidad era que mi confianza en sobrevivir a la


carrera era cero.

No tenía magia, ni fuerza, ni velocidad. Me estaba quedando vacía, sin nada que
me respaldara. Si no fuera por Poseidón, habría nadado directamente hacia las fauces
de ese maldito pez, y ni siquiera habría sabido lo que sucedió.

Tenía que haber seguido el consejo de Kryvo. Tenía que largarme del maldito
palacio tan pronto como pudiera. Si no podía encontrar el barco antes de la primera
Prueba, tendría que encontrar otra forma de llegar a Atlantis.

—¿Has navegado un barco antes?

Fijé mis ojos en los de Poseidón.

—No. Pasé mi infancia bajo el agua —mi pulso se aceleró un poco cuando
agregué—: Y los barcos vuelan por el cielo. No funcionan bajo el agua. —Excepto el
tuyo.

—No. Funcionan a través de velas solares. Las velas de los barcos absorben la
luz y eso alimenta la magia del barco. Son dirigidos y controlados por el
pensamiento. Cuanto más estrecho sea tu vínculo con el barco, mejor será tu control.

—¿Algún barco trabaja bajo el agua? —pregunté.

Él frunció el ceño.
138
—No. No a menos que yo los haga. Ganaste un Crosswind, y es la clase de barco
más pequeña. Debería ser más fácil de manejar para ti. —Su rostro se arrugó en una
mueca mientras estudiaba mi rostro—. Estás planeando irte —dijo lentamente.
Había certeza en sus ojos mientras se acercaba a mí.

¿Cómo era posible que él supiera eso?

—Yo… —Levanté mis manos. ¿Tenía sentido mentirle?—. Lo estoy


considerando —dije finalmente.

—No llegarás lejos.


—¿Es eso una amenaza?

Ladró una carcajada sin humor.

—Si solo fuera eso. Atlas es un titán antiguo y poderoso, y estas son pruebas
públicas. Nos guste o no a alguno de nosotros, esta carrera y las siguientes dos
Pruebas están ocurriendo.

Mierda.

—¿Estás seguro?

Su expresión era sombría cuando levantó un brazo, apartándose el cabello de la


cara. Parecía un gesto tan humano, en lugar de divino, y me encontré un poco menos
intimidada por él.

—Estoy seguro. —Sus ojos escandalosamente azules dejaron los míos de nuevo
y vagaron sobre el océano—. Atlas no se detendrá ante nada para asegurar tu muerte.

Un escalofrío me recorrió.

—¿Qué le hiciste a su esposa?

Sabía que no me respondería, pero tenía que intentarlo.

—Esos son mis asuntos.

—¿Cambiaría las cosas si Atlas supiera que no te importo?

Cuando sus ojos volvieron a los míos, el salvajismo estalló inconfundiblemente,


y el poder salió de él, crudo y apenas controlado. Por un segundo, quise saltar desde
el borde de los establos y sumergirme en el mar, vivir para siempre en su mundo
desenfrenado e ilimitado de puro poder. En la libertad que ofrece el océano. Y quería
hacerlo con él.
139
Parpadeé hacia él, y el sentimiento se disipó. Nunca, nunca había sentido una
conexión con el agua como esa. Y… Y nunca había querido un hombre así.

—Eres débil.

—¿Qué?

—Eres débil —repitió Poseidón, con naturalidad—. Físicamente —agregó,


como si eso ayudara a suavizar el insulto. No lo hizo.

—Sí. Supongo. No me he adaptado bien. —Cambié mi peso.


—Deberías comer más.

No pude evitar reírme.

—Me encantaría comer más. Dame comida, oh, rey poderoso, y obedeceré tu
terrible orden. —Le hice una reverencia burlona, luego di un salto de sorpresa cuando
me enderecé. Estaba a centímetros de mí, con una estructura musculosa cerniéndose
sobre mí.

—¿Sabes cuántas personas se burlan de mí?

Abrí la boca para decir algo inteligente, luego la cerré de nuevo. Negué con la
cabeza, mi corazón latía con fuerza contra mis costillas. Una poderosa ráfaga de
viento sopló sobre nosotros, y un susurro de esa sensación de libertad me envolvió.

»Muy pocos que viven después —gruñó.

—Sigues salvándome la vida —susurré—. Sería una pena matarme por una
pequeña broma ligera.

Por una fracción de segundo podría haber jurado que vi una chispa de diversión
en sus ojos. Entonces, las olas rompieron en sus iris, la mirada salvaje regresó. Salvaje
y feroz como el mismo océano. Dio un paso atrás, y maldita sea, casi estiro mi mano
para agarrar las correas de su armadura y acercarlo de vuelta.

¿Qué diablos estaba mal conmigo? Es un dios, me dije. Se supone que tiene ese efecto
en las personas.

—Tengo algo para ti. —Su oración fue entrecortada e inesperada.

—¿En serio?

—Para ayudar a mantenerte con vida.


140
—¿Entonces, no vas a matarme?

Su mirada se clavó en la mía y me retorcí.

—Hoy no.
Seguí a Poseidón escaleras arriba, mi corazón latía demasiado rápido en mi
pecho.

Salimos a un espacio redondo idéntico al de abajo, excepto que estaba rodeado


de enormes puertas de establos de media altura entre columnas empotradas. La
emoción hizo que mis pasos se aceleraran al dejar el último escalón de las escaleras.

—¿Es aquí donde se guardan los animales?

—Los pegasos. Sí.

Miré hacia el puesto más cercano, con la esperanza de echar un vistazo a uno,
pero la mitad inferior de la puerta era demasiado alta.

—Nunca he visto uno —susurré.

—No asististe a la academia, donde podrías haber aprendido a montar uno. —


No dijo ni una palaba como si fuera una pregunta, y una punzada de miedo hizo que
mi pecho se apretara.

—¿Cómo sabes eso?

Me ignoró, caminó hacia una puerta y la abrió, revelando el puesto más allá. No
había ningún animal en él, pero pude ver que el otro lado estaba completamente
abierto al aire, por lo que el pegaso podía entrar y salir cuando quisiera. Una gran
cantidad de heno cubría el suelo, y comederos de hierro de aspecto ornamentado
contenían comida y agua.
141
—No pueden vivir en cúpulas submarinas, ya que necesitan poder volar a
voluntad, por lo que la torre se extiende lo suficientemente alto como para romper la
superficie del océano.

Asentí.

—Leí sobre ellos.

Poseidón respiró hondo.


—Durante la duración de las Pruebas, puedes pedir prestado un pegaso del
palacio. —Un pequeño chillido escapó de mis labios—. Estos animales son mis
creaciones personales y, a diferencia de la mayoría de los pegasos, pueden moverse
bajo el agua, así como por el cielo. Creo que podrán ayudarte a volar barcos y
cualquier prueba debajo de la superficie.

Sentí que se me abría la boca.

—Tú... ¿De verdad me dejarías tener un pegaso?

—Solo durante la duración de las Pruebas —repitió, con tensión en su voz—. Y


estos animales son realmente especiales. Tienen voluntad propia. Sin mi tridente, no
puedo obligarlos a hacer nada. Si no les agradas, no harán nada para ayudarte.

Asentí con fervor.

—Bien. ¿Cómo encuentro a alguno que me quiera?

—Debes sentirlo. Cierra los ojos, extiende tu poder y ve al puesto que te atrae.

Oh, mierda. ¿Usar mi poder? Bueno, estaba jodida.

Tragando, cerré los ojos. ¿Lily? ¿Kryvo? ¿Algunas ideas? Envié el pensamiento al
éter. La imagen de Lily apareció en mi cabeza.

Solo usa tus sentidos normales. Amas a los animales. Siente a los pegasos y elige un puesto.

La pequeña estrella de mar permaneció en silencio.

Una fuerte corriente de aire del océano sopló a través de la puerta abierta del
establo, e inhalé profundamente, tratando de ponerme a tierra.

Elige una puerta, cualquier puerta.

Un pequeño sonido me llamó la atención. ¿Un relincho? Me volví, con los ojos 142
aún cerrados. Allí estaba de nuevo, seguido de un resoplido distante. Me moví hacia
él. Si no podía usar magia, mis oídos tendrían que hacerlo.

Abrí los ojos y me encontré frente a tres puertas. Cada una tenía un símbolo
pintado en la madera, pero no reconocí ninguno de ellos. Me esforcé por escuchar
algo que indicara qué puerta tenía un pegaso detrás. El ligero golpeteo de los cascos
me llegó, y extendí la mano, moviéndome rápidamente.

—Este —dije, poniendo mi mano sobre la madera. Un fuerte relincho se elevó


desde el otro lado, y retiré mi mano.
Para mi asombro, Poseidón sonrió. Y diablos, era una sonrisa. Todo su rostro
cambió, la energía constantemente enojada o fuera de control fue reemplazada por
la de un hombre que no tenía preocupaciones en el mundo. Parecía el surfista
despreocupado y bañado por el sol con el que todas las chicas darían cualquier cosa
por pasar la noche del sábado, con los ojos llenos de la promesa de diversión sin fin.

Lo miré y su sonrisa se desvaneció, como si se hubiera dado cuenta de lo que


había hecho, pero no quisiera retractarse.

—Ese es galázies apochróseis tou okeanoú. Mi animal más salvaje.

—Oh. Ese es un nombre bastante salvaje.

—Significa tonos azules del océano.

Se acercó y levantó el pestillo. Un ligero pánico se apoderó de mí.

—¡Espera! ¿Necesito saber algo? ¿Cómo le hablas a un pegaso?

Poseidón simplemente abrió la puerta y retrocedió.

Dos ojos, que brillaban como estrellas de cobalto, se clavaron en los míos y me
quedé sin aliento.

Nunca había visto nada tan magnífico como la criatura moviéndose lentamente
fuera del establo hacia mí.

Era del tamaño de un caballo grande y, aunque su pelaje era blanco como la tiza,
su crin y cola eran como los ojos de Poseidón. Espuma plateada y un azul océano
degradado corrían por el pelo, haciendo que pareciera que estaba cubierto de ondas
mientras el pegaso se movía.

Con un fuerte relincho, la criatura tensó sus alas y yo jadeé de placer. La luz
onduló a través de ellas, un brillo de oro cubrió cada pluma como si una capa de
143
metal líquido los cubriera. Levantó la cabeza, las fosas nasales dilatadas mientras yo
estaba de pie frente a él.

—Hola —dije nerviosamente, cuando escuché a Kryvo dar un chillido apenas


audible. Por favor, no comas estrellas de mar, pensé mientras daba un paso tentativo
hacia el Pegaso. Fui consciente de los ojos de Poseidón sobre mí mientras extendía
lentamente una mano hacia la criatura. Su cabeza estaba treinta centímetros por
encima de la mía, así que levanté mi brazo en alto.

Resopló, haciéndome saltar, luego pateó. Me mantuve firme y traté de mantener


mi mano firme.
—No tengo nada que darte, como una manzana o… lo que sea que coman los
pegasos —dije—. Pero puedo decirte que eres lo más hermoso que he visto en mi
vida.

El pegaso hizo una pausa en su pisoteo y giró un poco la cabeza para poder fijar
un ojo en mí.

Con la esperanza de que pudiera entenderme y fuera susceptible de halagos,


continué.

—Tus alas son más que hermosas. ¿Y Poseidón aquí me dice que puedes volar
por el agua, así como por el cielo? Eso es épico.

El pegaso susurró sus alas en lo que esperaba que fuera apreciación de mis
palabras.

—Soy, erm... —Miré a Poseidón, pero su rostro no reveló nada—. Débil,


aparentemente. Y necesito un poco de ayuda con algunas situaciones que, bueno,
probablemente me matarán. —Levanté las manos como si dijera qué-puedes-hacer y
las fosas nasales de la criatura se ensancharon de nuevo. Luego inclinó la cabeza y
se acercó un par de pasos. Mi pulso se aceleró—. Tenía la esperanza, si no tienes
nada más planeado, de que podrías ayudarme por unos días.

El pegaso se congeló, luego resopló, sacudiendo la cabeza.

—Obviamente, no me gustaría ponerte en peligro —dije rápidamente. Levantó


el hocico y se volvió hacia Poseidón. Observé mientras el dios miraba los ojos
brillantes de la criatura durante un largo momento.

Finalmente, habló.

—Lo siento, mi amigo. No puedo comunicarme contigo.

Había tanta tristeza en la voz de Poseidón, y el pegaso soltó un relincho 144


igualmente triste. La compasión por la pérdida del dios me invadió
espontáneamente.

No te gusta, ¡recuerda!, me reprendí en silencio. ¡Ha hecho de tu vida un infierno! ¿A


quién le importa si ya no puede hablar con sus amigos animales?

Pero cuando Poseidón bajó la cabeza respetuosamente hacia el Pegaso y la


criatura hizo lo mismo, supe que sí me importaba. Podía sentir su conexión con la
asombrosa criatura, y su dolor era tangible.
Puede que trate a las Nereidas como basura, pero el hombre claramente cuidaba
de sus animales.

Con otro relincho, el pegaso se volvió hacia mí.

—Oh. Hola de nuevo —dije, dando un pequeño saludo tonto. Reprimí un grito
cuando la cosa se movió más rápido de lo que esperaba y golpeó su nariz fría contra
mi mano.

Una impresión de viento arremolinado, fuerte, fresco, rocío del océano y olas
rugientes llenaron mi mente, y la risa burbujeó de mi boca espontáneamente.

—Blue —dije, la palabra resonando en mi cabeza.

—Te ha dicho su nombre elegido. Te ha aceptado. —La voz de Poseidón


permaneció suave, pero no me volví hacia él.

Blue había retrocedido, levantando y dejando caer sus hermosas alas en una
especie de espectáculo, y mi atención encantada estaba clavada en él.

—Blue, ¿eh? Eso es mucho más fácil de decir que tu nombre real. —Saltaba
arriba y abajo, moviendo la cola y relinchando, y aplaudí—. ¡Eres increíble!

—Espera hasta que veas el océano desde su punto de vista.

Esta vez me volví hacia Poseidón, el tono melancólico de su voz casi doloroso
de escuchar. Le fruncí el ceño.

—¿Por qué dices eso como si no pudieras?

—Mis deberes me mantienen en el palacio. Contener esta maldición y las


personas a las que afecta es un trabajo que requiere mucho tiempo.

—Tú eres el rey, ¿seguro que puedes salir a dar un paseo en pegaso?
145
—No quiero arriesgarme a transmitir la maldición —dijo, después de una larga
pausa.

Me quedé quieta, al igual que Blue.

—¿Es así como se contrae?

—No lo sabemos. No hay evidencia de que se transmita a través del contacto


físico, pero no puedo arriesgar la vida o la salud de estas criaturas.

Más respeto no deseado por él se deslizó dentro de mí.


—Mi amigo que ha estado cuidando a Lily no lo tiene. Y estoy segura de que ha
estado en contacto con ella.

La idea de ella sola en la panadería de los Silos hizo que algunos de los
sentimientos más suaves que parecía tener hacia Poseidón retrocedieran un poco.

Asintió.

—Aquellos en la ciudad que se han enfermado no parecen tener ningún vínculo


entre sí.

—¿Qué has hecho con ellos?

Su expresión se volvió amarga y enojada.

—Están en el palacio.

—¿Y sus familias?

—Hemos tenido que usar magia —dijo.

Ladeé la cabeza hacia él, la inquietud se apoderó de mí.

—¿Qué quieres decir?

—Hasta que sepamos cómo curar a los enfermos, las familias de los afligidos
deben permanecer en la ignorancia.

—Define “ignorancia”. —Escuché que mi propio tono se volvió amargo.

—Tuve una opción —espetó el dios—. Aislar a aquellos que conocen la


maldición o quitarla de su memoria. Tomé lo que creo que es la opción más justa.
Eliminé sus recuerdos.

—¿De la maldición? 146

—De la persona afligida.

El horror me recorrió.

—¿Hiciste que la gente se olvidara de sus seres queridos?

—Solo temporalmente. Incluso los dioses no pueden eliminar los recuerdos de


forma permanente, no sin beber del río Styx. —Su tono era de granito ahora, y sabía
que no toleraría mi insolencia por mucho más tiempo, pero no pude evitar mi
indignación.
—¡No tienes derecho a hacer eso!

Había vivido con el recuerdo de mi hermana como mi única compañera durante


tanto tiempo que la idea de ni siquiera saber que existía me hacía sentir enferma.

—Es temporal —gruñó—. No sienten tristeza y sus vidas no se ven afectadas de


ninguna manera.

—¡Solo porque no lo saben no significa que no se vean afectados!

—¿Preferirías que les hubiera dicho que sus seres queridos estaban muertos? —
rugió, haciéndome estremecer con la repentina pérdida de los estribos—. ¡Decirles
que no son más que estatuas sin vida que no pude salvar!

Blue relinchó y retrocedió hacia el establo mientras Poseidón avanzaba hacia mí.
Sus palabras resonaron en mi cabeza. Que no pude salvar. Estaba enojado, porque no
había podido salvar a su pueblo.

—¿Por qué tienes que mantener la maldición en secreto? ¿Por qué no


simplemente decirles a los ciudadanos y hacerles saber que estás tratando de
arreglarlo?

—Porque —gruñó, llegando a detenerse a medio metro de mí y elevándose sobre


mi cuerpo más pequeño—, si el mundo supiera que no puedo curarlo, sería desafiado.
No es posible mostrar debilidad cuando eres el rey del océano y el hermano de Zeus.
—Su voz era venenosa, y necesité todo mi coraje para mantenerme firme. Toda la
torre retumbó con truenos distantes y la lluvia había comenzado a azotar el mar más
allá, haciéndolo agitarse. Respiré temblorosamente mientras él continuaba—. Pensé
que mi hermano me desafiaría si descubría que yo, o mi reino, estaba enfermo. No
esperaba a Atlas. —La emoción brillaba en sus ojos. Emoción que no era ira, era algo
más profundo, algo intenso, algo crudo—. No se suponía que fueras parte de esto.

Mis propias emociones reflejaban las suyas, creciendo dentro de mí, alimentadas
por su fiereza. 147

—¿Por qué te importa? —Pude verlo en sus ojos y escuchar en sus palabras, que
lo hacía.

Y no lo entendía.

La furia de la creciente tormenta me recorrió.

»Casarte conmigo no te ha dado tu estúpido corazón de océano. ¡No soy nada


para ti!
El trueno estalló y el viento azotó, golpeándonos donde estábamos, cara a cara
e inexplicablemente furiosos.

—¡Tú! —gritó Poseidón, luego apartó sus ojos de los míos, extendiendo un
brazo. Las olas surgieron detrás de él, tan altas que bloquearon el cielo.

—¿Yo qué? Por amor a los dioses, ¿qué?

Levantó otra mano y un maremoto del tamaño de un rascacielos se estrelló


contra los establos. Tomé aire, todo mi cuerpo tenso, listo para ser lavado. Pero ni
una gota de agua entró en los establos.

—¡Me vuelves jodidamente loco! —bramó Poseidón, luego con un destello de


luz blanca, se fue.

Mis extremidades temblaban mientras miraba el lugar del que se había


desvanecido. El océano todavía se agitaba a mi alrededor, la lluvia caía a cántaros
para ser instantáneamente absorbida por el mar interminable.

—¿Es esto lo que sucede cuando el rey del océano hace una rabieta? —murmuré,
mirando la tormenta y tratando de calmar mi acelerado corazón.

Una risita silenciosa me respondió, y me volví lentamente hacia el puesto de


Blue. Casco a casco cauteloso, se movió hacia mí.

—¿Lo has visto perder su mierda antes? —le pregunté al pegaso gentilmente.
Blue sacudió su impresionante melena—. Voy a tomar eso como un sí. —Me acerqué
y sentí un pequeño pinchazo en la clavícula—. Mierda, Kryvo, lo siento —dije,
llevándome la mano al hombro. Me había olvidado por completo de él—. ¿Estás
bien?

—No. —La voz de la pequeña estrella de mar era tan temblorosa como yo me
sentía—. No, no estoy bien. No sé qué es peor, ese saraki o Poseidón.
148
—Sí —dije, pero no lo decía en serio. Miré hacia el mar tumultuoso mientras la
estrella de mar chupaba su camino lentamente hacia mi palma. Fuera lo que fuese lo
que acababa de pasar, había cambiado irrevocablemente mi opinión sobre el dios del
mar.

Se preocupaba por su gente. Estaba haciendo lo incorrecto, seguro, pero no por


las razones equivocadas. También se preocupaba por sus animales, y no creo que
lamentara la pérdida de su tridente por el poder que le había costado, sino por la
eliminación de su capacidad de hablar con las criaturas de su reino.
Y... realmente estaba empezando a creer que él se preocupaba por mí. Su sonrisa
cantó en mi mente, una imagen, tan completamente en desacuerdo con su
personalidad normal, pero tan perfectamente correcta de alguna manera.

—No puede preocuparse por mí —dije en voz alta, mientras Kryvo se


acomodaba en mi palma, rojo brillante de nuevo.

—¿Poseidón?

—Sí. Ni siquiera me conoce. ¿Cómo es posible que se preocupe por mí?

—Seguro que se enfada contigo por alguien que no te conoce —dijo,


estremeciéndose un poco.

Blue relinchó y yo lo miré.

—¿Comes estrellas de mar? —le pregunté. El pegaso golpeó con los pies,
agachando la cabeza—. Mmm. Creo que eso es un no. Pero por si acaso, no te comas
este. Es mi único amigo.

Kryvo se calentó en mi mano mientras me acercaba al Pegasus.

—¿Soy tu amigo?

—Acabas de enfrentarte a un monstruo marino letal conmigo. Por supuesto que


eres mi amigo.

—Yo no hice nada. Sin embargo, lo intenté. Te estaba diciendo que te


mantuvieras alejada de la luz, pero mi voz era demasiado baja. —Parecía tan abatido
que mi corazón se llenó de simpatía por él. Sabía lo que era sentirse inútil.

—Sobrevivimos. Y aprecio mucho que lo intentes.

—Eso es verdad. Sobrevivimos. —Sonaba un poco más alegre.


149
—Y ahora, tenemos un nuevo amigo. Este es Blue.

Lo sostuve frente al Pegaso, quien abrió las fosas nasales y resopló.

—Apesta —anunció Kryvo.

Blue estampó sus cascos, y jalé a Kryvo hacia mi pecho.

—Tal vez no debas insultarlo —le susurré a la estrella de mar, antes de decirle a
Blue en voz alta—: Hueles increíble. —Extendí mi mano vacía, esperando que él la
empujara de nuevo. Después de una pequeña vacilación, lo hizo.
—Blue suele odiar a todo el mundo. —Me giré ante la voz de Galatea.

—Eh. Entonces, somos una buena pareja —le espeté. No estaba de humor para
su mierda.

—Lo hiciste bien hoy.

—¿Qué?

—Honestamente, no pensé que sobrevivirías. Hasta ahora, no he visto evidencia


de que tengas algún poder. Si no fuera por la insistencia de Poseidón en que lo
tienes…

—¿Por qué estás aquí? —La interrumpí. Miré mi palma para ver que Kryvo se
había camuflado perfectamente, pero no sabía cuánto tiempo me había estado
observando.

—Poseidón me envió para llevarte de vuelta. ¿A menos que quieras intentarlo tú


misma?

Consideré sus palabras, solo me llevó un segundo darme cuenta de que estaba
totalmente atrapada en la plataforma en el océano.

—Bien. —Me volví hacia Blue—. Si pudieras ayudarme mañana, estaría muy
agradecida. —Fijó sus brillantes e inteligentes ojos en los míos y resopló—. Gracias.
—Le sonreí y recé a cualquiera que estuviera escuchando para que el hermoso caballo
volador apareciera si lo necesitaba.

150
Aquí me esperaba un maldito festín cuando Galatea me depositó de nuevo en mi
habitación.

—¿Esto es todo para mí? —La miré boquiabierta.

—Sí. Y Poseidón ha decidido que no necesitas estar encerrada. —Parecía como


si ella pensara que era una idea terrible, pero sabía por qué. Había dejado muy claro
que no tenía sentido correr—. La Prueba es mañana al amanecer, así que puedes
pasar el resto de esta noche en el palacio como quieras.

Una emoción infantil azotó dentro de mí ante la idea de explorar el edificio


épico. Y tal vez encontrar el barco.

—Bien. Gracias.

Con una última mirada sospechosa, me dejó sola con mi festín ridículamente
grande, pero bien merecido.

Cuando mi estómago estuvo lleno de pastelería y carne, seguido de generosas


raciones de chocolate, me abroché el cinturón y salí a explorar el palacio. Y con
suerte tener una idea de dónde Poseidón mantenía su barco.

Solo pensar en el dios del mar hizo que mi cabeza diera vueltas, y una molesta
mezcla de emociones se revolvió en mi estómago.

—Kryvo —dije con firmeza, tratando de no pensar en Poseidón y concentrarme


en la tarea que tenía entre manos—. ¿Alguno de tus amigos estatuas sabe dónde se
151
puede guardar un barco en este palacio?

La estrella de mar estaba de vuelta en mi clavícula. Su pequeño chillido me


alcanzó.

—No. Sin embargo, puedo ver algunos jardines bonitos.

—Está bien. ¿Cómo llego hasta ahí?


Caminé por el pasillo hasta que llegué a una gran escalera bordeada de estatuas.
Se curvaba suavemente hacia abajo, y más pinturas doradas adornaban
delicadamente las paredes. Mientras descendía, noté pequeñas estrellas de mar de
piedra en muchas de las estatuas, ya fueran bustos de personas o representaciones de
criaturas marinas.

—¿Son estas a través de las que puedes ver? —le pregunté a Kryvo, estirando la
mano y tocando una que estaba montada en la espalda de un delfín que estaba
saltando.

—Sí.

Seguí bajando la escalera hasta que se niveló en un enorme salón redondo. Había
puentes-corredores que salían de él por todos lados y supuse que debía haber estado
en una bonita torre central. En el centro del atrio había una fuente, una semejanza
de Poseidón sosteniendo su tridente alto de seis metros de altura, mientras el agua
saltaba y jugaba alrededor de sus piernas en una especie de danza.

Me acerqué a él, con el ceño fruncido.

—Un poco egocéntrico —murmuré—. ¿Cómo salgo?

—Hay otra escalera, a lo largo del pasillo con la estatua de la mantarraya —


respondió Kryvo. Seguí sus instrucciones y encontré una escalera que bajaba al final
de un corto puente-pasillo. En la parte inferior había un conjunto de puertas, y 152
cuando las empujé, me encontré al comienzo de un camino con altos setos verdes a
cada lado de mí. Miré hacia arriba y vi las altísimas agujas blancas del palacio a mi
alrededor y el oro del techo de la cúpula brillando contra el azul del océano.

Seguí mi camino por el pasillo, que se curvaba suavemente a izquierda y derecha,


los altos setos bloqueaban mi vista de cualquier cosa en el nivel del suelo hasta que
llegué a un arco.

—Vaya —murmuré, mientras pasaba. Jardín era una palabra demasiado


educada para el espacio. Era impresionante. Estaba parada en la parte superior de un
área escalonada que conducía a una enorme piscina. En lugar de encontrarse con el
borde de la cúpula para sacar a la gente, esta piscina parecía ser para nadar. Rodeada
de azulejos dorados, el agua era de un azul brillante poco natural.

Los arcos hechos de madera torcida y cubiertos con flores moradas enmarcaban
los escalones que serpenteaban a través de las gradas. Los macizos de flores
mostraban casi exclusivamente flores moradas y amarillas, muchas de ellas
enredaderas que serpenteaban alrededor de bancos y estatuas de criaturas acuáticas.

El césped verde cubría el suelo por todas partes, y el color era de alguna manera
energizante cuando me estaba acostumbrando a ver el fondo azul del océano.

Caminé por los senderos, tratando de averiguar qué podía hacer a continuación.

Dibujé la imagen de Lily y ella se materializó en mi mente.

—No sé dónde buscar el barco —le dije.

Si el barco es tan especial como dice el libro, es probable que lo mantenga escondido.

—Pero este es su palacio, ¿por qué necesitaría esconderlo aquí?

Cientos de personas viven y trabajan aquí. Incluido el papá de Silos, me recordó.

—Mmm.

¿Has considerado contarle lo que sabes sobre la Atlántida? Puede que te lleve
voluntariamente.

—La idea se me había ocurrido. —Poseidón creía que yo tenía algo que ver con
todo esto, y dijo que lo “arreglaríamos” después de las Pruebas. Preguntarle sobre la
fuente curativa podía ser mucho más fácil que tratar de encontrarla por mi cuenta—
. Si fuera probable que funcionara, entonces ya lo habría intentado —dije—. Dijo
que había probado muchas cosas poderosas para curar la maldición.
153
Debe haber una razón por la que no lo ha hecho.

—O lo ha hecho, y no funcionó —dije con tristeza—. O tal vez el libro es ficción


y la Atlántida no existe. —Le di una patada a un mechón de hierba que se arrastraba
entre las losas bajo mis pies—. Hacer todo esto por nada.

Querida hermana, creo que eventualmente habrías terminado aquí, independientemente.

—¿Por qué?
Atlas. Él quiere venganza. Te habría encontrado, solo para lastimar a Poseidón. La
venganza es un motivo muy poderoso.

Fruncí el ceño.

—Me pregunto qué le hizo Poseidón a su esposa. ¿La mató? ¿Se acostó con ella?
¿La dejó sola en el mundo humano durante años?

No importa ahora. Lo que importa es sobrevivir a estas Pruebas. Luego, pueden trabajar
juntos para encontrar una cura y salvar a Acuario.

—¿Salvar a Acuario? Te estoy salvando a ti, no a todo el maldito reino.

Prefiero pensar que ahora son el mismo objetivo.

—Mierda. —No lo había pensado así. Pero tenía razón. Gruñí—: Sabes, Lily, el
destino realmente jodió esto. Deberías ser tú quien haga todo esto. Apuesto a que
podrías derrotar a un pez pescador demoníaco, pilotar un barco, respirar bajo el agua
y…

Basta, Almi. Tienes lo que necesitas para superar esto. Y ahora tienes una estrella de mar
cobarde, pero inteligente y un pegaso un poco aterrador para ayudarte. Su imagen mental
me sonrió, y un poco de confianza se coló a través del pantano de la duda.

—Esto es verdad.

—¿Con quién estás hablando? —La profunda voz me sobresaltó, y me giré


cuando la reconocí.

—Atlas.

Estaba de pie junto a una estatua de una sirena desnuda, con los brazos
levantados por encima de la cabeza y los ojos cerrados.
154
—Almi. Esposa de Poseidón. —Dio un paso más cerca de mí, y mi pulso se
aceleró. Llevaba túnicas, formales y negras y sujetas con su emblema. Su piel era tan
pálida que parecía una estatua, y rezumaba un poder hormigueante que no se parecía
en nada al mar.

—¿Sabe Poseidón que estás aquí?

Extendió sus manos ampliamente.


—Todos estamos aquí ahora. Todos los concursantes residen dentro de esta
cúpula. —Su sonrisa no llegaba a sus ojos, que estaban duros. Los iris oscuros
estaban rodeados de rojo, me di cuenta cuando se acercó aún más.

—¿Por qué no estás compitiendo?

Resopló.

—No quiero el control de este reino de mierda y anegado.

La actitud defensiva brilló a través de mí.

—Acuario es demasiado bueno para ti —le espeté.

Su sonrisa se ensanchó, incluso cuando sus ojos se endurecieron.

—Poseidón es responsable de un dolor que ni siquiera puedes imaginar. Él


mismo lo sentirá, lo juro.

—¿Qué hizo él? —Retrocedí un paso mientras él trataba de cerrar la brecha entre
nosotros.

—Pregúntale tú misma. —Levantó las cejas—. ¿A menos que ya lo hayas hecho


y él se haya negado a decírtelo?

Abrí la boca, pero la verdad debió haber estado escrita en mi cara.

Atlas se rio.

—Buena suerte mañana, pequeña Almi. La vas a necesitar. —Un manto de calor
me envolvió, un zumbido de advertencia de poder lo atravesó, y sentí que mis rodillas
comenzaban a doblarse.

—Pronto honrarás a los dioses correctos —siseó, mientras mis rótulas tocaban el
mármol y el resto de mi cuerpo se doblaba en una reverencia involuntaria—. 155
Mientras estés viva, al menos. —Su poder era masivo, su presencia se volvió
dolorosa, y arrugué mi rostro mientras trataba de resistirme a él. Su mensaje fue muy
claro. Era tan poderoso como Poseidón. Posiblemente incluso más.

La presión sobre mi cuerpo y el opresivo calor eléctrico desaparecieron, y levanté


la cabeza con alivio. Me lanzó una última mirada llena de odio y luego se fue,
atravesando el patio a grandes zancadas.

—¿Qué diablos fue eso? —susurré.

—No me gusta —chilló Kryvo.


—Ya somos dos.

¿Qué le había hecho Poseidón a su esposa?

156
Me desperté con un sobresalto, el pesado libro sobre mi pecho me hizo entrar en
pánico.

Un golpe sonó en mi puerta, fuerte e insistente, y parpadeé a mi alrededor.

Me había quedado dormida leyendo sobre barcos voladores, me di cuenta. ¿Ya


amanecía?

—¿Quién es?

Esperaba que Galatea respondiera, pero la voz ronca de Poseidón ladró:

—Abre la puerta.

Arrastré mis piernas fuera de la cama, mis músculos rígidos por quedarme
dormida en una posición tan incómoda. Sin embargo, los nervios me quitaron el
sueño cuando abrí la puerta.

—¿Por qué tocar? ¿Seguramente puedes entrar? —Le fruncí el ceño. Estaba
vestido con su atuendo de lucha de cuero, y gotas de agua brillaban en su pecho
desnudo. Me obligué a recordar que no nos llevábamos bien—. Después de todo, es
tu palacio, y eres bueno tomando lo que quieres sin preguntar.

Me enseñó los dientes.

—Tenemos una hora antes de que comience la Prueba. Vine aquí para mostrarte
qué hacer con el barco, pero si vas a ponerte difícil…
157
Levanté mis manos, cortándolo.

—Puedo ser difícil, pero no soy estúpida. Dame diez minutos para prepararme.

Él solo gruñó y se cruzó de brazos. Tratando de no darme cuenta de lo que eso


le hizo a sus bíceps, cerré la puerta de golpe.

Tan rápido como pude, me duché y me vestí con ropa idéntica, pero limpia del
armario.
—Kryvo, sé que no querrás venir, pero me ayudaste la última vez, ¿y
honestamente? Agradecería la compañía. —La estrella de mar ondulaba roja en su
cojín sobre la cómoda.

—Pensé que podrías decir eso. ¿Estás absolutamente segura de que no podemos
escondernos?

—Cien por ciento, amiguito.

Dejó escapar un suspiro chillón.

—Haré lo que pueda para ayudarnos a sobrevivir. Aunque desearía nunca


haberte conocido.

—Encantador. —Lo dejé aplastar su camino hacia mi palma, luego lo levanté a


mi hombro. Abrochándome el cinturón, miré mi reflejo en el espejo—. Ay, Lily. Esta
realmente deberías ser tú. —Suspiré, mi estómago se anudó con temor.

Hubo otro golpe en la puerta, apreté la mandíbula con fuerza y negué con la
cabeza.

Pero era yo. Tenía que hacerlo, por las dos.

Poseidón me dio una mirada superficial cuando salí por la puerta de mi


habitación, luego, sin previo aviso, todo se volvió blanco.

—¡Oye! —farfullé cuando la luz se desvaneció y tropecé—. ¡Podrías haberme


dicho que estabas a punto de hacer eso!

—Tranquilízate.

Me enfurecí, pero mi entorno me llamó la atención antes de que pudiera


responder.
158
Estábamos parados en un muelle y había barcos reales frente a mí. Barcos
realmente grandes.

Estábamos afuera también, sobre la superficie del océano, y la brisa era cálida
cuando soplaba sobre nosotros.

—¿Dónde estamos?

—Esto es Sagitario. —Señaló detrás de mí y me giré para ver que el muelle en el


que estábamos parados estaba unido a una isla.

—¿El reino de Artemisa? ¿No es Sagitario un reino prohibido?


—Ningún lugar está prohibido para alguien tan poderoso como yo.

Hice una mueca.

—Cierto. Por supuesto que no, oh, poderoso. —Él gruñó bajo en su garganta, y
traté de parecer vagamente mansa—. ¿Por qué estamos aquí?

—Aquí es donde comenzará la carrera. Es la costa más cercana a Acuario.

—¿Cómo sabes que aquí es donde comenzará la carrera?

—Es donde yo la empezaría. Y originalmente diseñé estas Pruebas. Aunque


estoy seguro de que Atlas hará algunas modificaciones.

—Oh.

—Esto es un Crosswind. —Se volvió hacia el muelle y señaló el barco más


pequeño.

El casco de madera se cernía sobre mí y lo miré.

Algo se agitó en mis entrañas, algo revoloteando y fuera de mi alcance.


Atribuyéndome al temor de que todo esto se estaba volviendo muy real, y que estaría
a punto de enfrentarme a una prueba que probablemente me mataría, miré a
Poseidón.

—No puedo ver nada excepto el casco —dije.

Todo volvió a brillar en blanco, pero esta vez no me tropecé cuando nos
materializamos en tablones de madera.

—Gracias por avisar —dije sarcásticamente.

Para mi sorpresa, me lanzó una mirada que definitivamente era un igualmente


sarcástico “de nada”. 159

—Este es el mástil principal.

Miré hacia donde estaba gesticulando, y el aleteo en mi estómago se intensificó.


Las velas eran gloriosas.

Gloriosas.

No había otra palabra para ellas. Eran como una tela hecha de metal, brillando
con plata y oro mientras ondeaban en el viento, la luz se movía sobre ellos casi como
llamas líquidas.
Siguiendo mi mirada, Poseidón habló en voz baja.

—Absorben y utilizan la luz. Son bastante dignas de ver.

—Son unas jodidas campeonas —susurré.

—No sé qué significa eso, pero tomaré tu mirada de asombro como una reacción
positiva.

Asentí en acuerdo.

—El puente de mando está aquí, y ahí es donde está el timón del barco.

Arrastré mis ojos de las velas a donde estaba señalando. Pero mi mirada no se
deslizó más allá de él como pretendía. Me quedé sin aliento, mi estómago casi se
revuelve en su ferocidad nerviosa.

Se veía como la mayoría de las veces que lo había visto antes; botas y pantalones
de cuero, correas de armas que se entrecruzaban en su cuerpo poderoso, su cabello
ondeando alrededor de su cara dura y feroz. Pero en el barco, enmarcado como
estaba por la madera de ricos colores de los tablones, la luz que se reflejaba en las
velas y las ondulantes olas del océano más allá...

Se veía adecuado. Tan condenadamente adecuado, que no podía quitarle los ojos
de encima.

—Perteneces aquí —dije, sin querer.

Titubeó, la emoción brillando en sus ojos.

—¿Qué? —La palabra era suave, incluso cautelosa.

—Tú solo… solo te ves bien aquí. Sobre la cubierta.

Cada plano duro de su cuerpo me atrajo, la piel bronceada de sus abdominales 160
desapareciendo en su cintura tan repentinamente, deslumbrantemente,
deliciosamente. Las imágenes de nosotros juntos en el barco, el viento rugiente y el
océano feroz a nuestro alrededor, nada comparado con la pasión en sus ojos
tormentosos mientras su boca tomaba la mía.

—No. Pertenezco a Acuario, bajo el mar, con mis hermanos.

—Entonces, por qué… —No sabía cómo terminar mi pregunta. ¿Por qué se veía
tan absolutamente perfecto aquí, al aire libre?

¿De dónde diablos venían esos pensamientos?


Sentí que mi cara se sonrojaba y bajé los ojos hacia las tablas.

—Timón de barco —dijo lentamente.

—Timón de barco —repetí, mirando hacia el puente de mando.

—Para la mayoría es más fácil guiar el barco con el timón. Si estás unido al
barco, puedes tocar la madera del mástil. Pero la vinculación lleva tiempo. Tiempo
que no tenemos.

—Cierto —dije, aunque apenas estaba escuchando. Estaba demasiado ocupada


regañando a mi ridículo cerebro aparentemente hambriento de romance.

—Para dirigir, solo piensa hacia dónde quieres ir.

—Suena fácil —dije, forzando una falsa alegría en mi voz.

—No es fácil —dijo—. Sin duda, tendremos que hacer algo más que dirigir el
barco. Tendrás que concentrarte tanto en eso como en lo que sea que Atlas nos arroje.
—Hizo una pausa—. ¿Por qué no me miras?

¿Porque mi cerebro sigue amenazando con quitarte mentalmente los pantalones desde que
subimos a este estúpido barco?

—Solo estoy nerviosa.

—Deberías estarlo. Ven. —Caminó hacia el pequeño conjunto de escalones que


conducían al puente de mando, y lo seguí. Cuando comenzó a escalar, me aseguré
de que mis ojos estuvieran completamente alejados de su trasero en cuero apretado,
mirando distraídamente a la isla de Sagitario. En su mayoría parecían matorrales,
nada más que malas hierbas resistentes que se asomaban de la arena en la orilla
estrecha—. Dije que vinieras.

—Cierto. —Volviendo la vista, vi que Poseidón había subido los escalones.


161
Los subí rápidamente y me tomé un segundo para estudiar el barco
correctamente.

La cubierta se extendía frente a mí, las velas solares dominaban mi vista.


Aparentemente, los mástiles y las velas no necesitaban aparejos, ya que no pude ver
cuerdas. El barco se estrechaba en la parte delantera, que estaba segura de que se
llamaba proa, y vi una sola arma montada allí, posiblemente un arpón.

En la parte trasera del puente elevado había una gran silla de madera, atornillada
a la cubierta, y una especie de artilugio con cables: una caja grande. Todo el barco
estaba hecho de una madera profunda y rica en colores, y las barandillas que
envolvían toda la cubierta estaban a la altura de la cintura y talladas de manera
bastante intrincada en forma de olas.

—Toca el timón.

Me llevé la mano a la sien a modo de saludo.

—Sí, señor.

Me moví hacia el enorme timón del barco. No podía contar los radios, tenía
tantos. Cuando puse mis dedos sobre él, la madera era cálida y acogedora. Cerré los
dedos alrededor de dos radios con mango.

—Imagina el levantamiento del barco.

Cerré los ojos e hice lo que me dijo. Sentí una ligera sacudida, luego me di cuenta
de un suave movimiento bajo mis pies. Abrí los ojos y una sonrisa saltó a mi rostro.
Nos estábamos moviendo, elevando más alto en un movimiento vertical.

—Bien. Ahora para.

Deseé que el barco se detuviera, y lo hizo.

—Vaya.

Poseidón caminó hacia los rieles y miró por encima. Incapaz de contener mi
curiosidad acerca de qué tan alto había llevado el barco, solté el timón y me uní a él.

Mirando por encima del borde, mi sonrisa se amplió. Ahora estábamos a treinta
metros sobre el muelle, y los otros barcos parecían pequeños. Miré hacia la isla y vi
que la orilla cubierta de matorrales era engañosa, ya que solo unos metros más hacia
el interior había una rica pradera verde.
162
—¿Puedo hacer que vaya rápido?

Poseidón me miró, una ceja levantada y un atisbo de algo en sus ojos.

—Sí, creo que probablemente puedas. Es inusual que el control llegue a los
principiantes tan fácilmente.

Me encogí de hombros con indiferencia, mientras fuegos artificiales de emoción


estallaban en mi cabeza.

—Tal vez sea porque soy una nereida —dije, aprovechando la oportunidad para
reforzar mis poderes de fantasía.
—Lo dudo.

Le fruncí el ceño.

—¿Por qué? —Instantáneamente deseé no haber preguntado.

Suspiró y apoyó los codos en la barandilla.

—Sé que no tienes magia.

Un miedo helado me empapó.

—¿Qué? No.

—Por eso pensé que tendrías problemas con el barco. Me complace ver que ese
no es el caso. De hecho, podrías sobrevivir a esto. —Estaba mirando hacia el mar,
sin mirar mi rostro nervioso.

—Yo… —Me apresuré por cualquier razón por la que podría no tener mi magia,
cualquier mentira que pudiera decir. La voz de Lily diciéndome toda mi vida que
debo mantener mis poderes rotos en secreto sonó en mi cabeza.

Lentamente, Poseidón se enderezó, girándose hacia mí.

—Soy el rey del océano. Siento la magia del agua en lugares que ni siquiera
sabrías que existen. ¿De verdad pensaste que no sabría que no tenías poder? —Su voz
no era dura ni enfadada. Era cuestión de un hecho.

—¿Por qué no lo dijiste antes? ¿Por qué me dejaste fingir?

Me miró.

—No es importante. Tu tatuaje —dijo abruptamente, señalando mi pecho. Mi


camisa estaba abierta sobre mi chaleco bandeau, el caparazón transparente.
163
—¿Qué pasa con eso?

—Se supone que los tatuajes de nereida son de colores vibrantes.

—El mío está roto. —No pude evitar la amargura de mi voz.

—Si yo sé esto, Atlas también lo sabrá. También Calipso. Ambos son dioses
poderosos. —Miró mi cinturón—. La raíz de agua y los artilugios no te ayudarán a
superarlos.
El bochorno y la vergüenza hicieron que mis mejillas ardieran y la ira se apoderó
de mis pensamientos.

—Hacerme sentir estúpida y débil no me ayudará a sobrevivir —dije con los


dientes apretados.

—Almi, esa no es mi intención. —La sinceridad se entrelazó en su tono, el


control mesurado aún gobernaba su expresión—. Estoy tratando de prepararte.

—Soy tan buena como un humano. ¿Cómo diablos se supone que debo
prepararme para esto?

De alguna manera, no tener que mantenerlo en secreto lo hizo más real, y las
lágrimas picaron en mis ojos mientras mi estómago continuaba anudándose.

Poseidón extendió su mano, apareciendo un vial en ella.

—Esto ayudará. Y tienes una habilidad natural con el barco. Eso bien podría ser
suficiente.

—¿Esto es lo que me dio fuerza ayer? —dije, tomando el vial de él.

—Sí. Es lo mejor que puedo hacer. Eso y esperar que venga Blue.

—¿Por qué me ayudas?

—¿Por qué sigues preguntándome eso?

—Estoy rota. Te casaste con la nereida equivocada. Entonces, ¿por qué te


importa si vivo?

Finalmente, algo del control se deslizó de su rostro. Sus hombros se tensaron


mientras su mandíbula se movía.

—¿Quieres morir? 164

—No.

—Entonces deja de cuestionarme, y solo haz lo que te digo. —Abrí la boca para
responder, pero habló de nuevo—. Practica con el barco —ladró, y luego se alejó.
—Lo sabe, Lily. Lo ha sabido todo el tiempo. —Agarré el timón del barco,
mirando el lugar donde Poseidón había desaparecido.

Eso es bueno. Debería haber sabido que él sería consciente.

Una ráfaga de viento sopló sobre mí mientras trataba de controlar mis emociones
turbulentas.

La voz chillona de Kryvo llegó hasta mí.

—¿Pensaste que él no sabía que no tenías magia?

Cerré mis ojos.

—Tú también lo sabías, ¿eh?

—Bueno, sí.

Es una cosa menos de qué preocuparse. Practica con el barco.

Abrí mis ojos.

—¿Por qué no me lo dijo?

No creo que me creas, pero creo que no quería avergonzarte.

—¿Qué?
165
No puedo pensar en otra razón más para que haya seguido el juego con tu mentira.

Negué con la cabeza y el pañuelo que sujetaba mi cabello hacia atrás se soltó. El
viento levantó mechones de mi cabello, el color púrpura azotó frente a mis ojos
haciéndome mirar fijamente.

Por supuesto que lo sabía. Ni siquiera parecía una nereida adecuada.

Practica con el barco.


—¿No puedo tener cinco jodidos minutos para sentir pena por mí misma? —me
quebré.

Absolutamente no.

—¡Bien!

Até mi cabello hacia atrás con enojo, luego apreté la madera del timón. Deseé
que el barco avanzara. Mi ira debió haberse derramado en el comando, porque nos
tambaleamos hacia adelante tan rápido que inmediatamente me caí. Aterricé de
costado, mi rodilla se llevó la peor parte del impacto, y maldije en voz alta.

Concéntrate, dijo Lily.

—O escóndete —ofreció Kryvo.

Con una profunda bocanada de aire limpio del océano, traté de concentrarme.
Toda esta mierda con Poseidón tendría que esperar. Lily tenía razón. Necesitaba
concentrarme en sobrevivir a la carrera. Y si lo hiciera, podría recompensarme
gritando al desconcertante imbécil acuoso todo lo que quisiera.

Tuve diez minutos para practicar con el barco antes de que Poseidón apareciera
en la cubierta a mi lado.

—Es hora —dijo, y no me dio oportunidad de responder.

Con el siguiente destello de luz, estábamos de vuelta en el muelle.

Calipso, Polibotes y Ceto también estaban allí. La orilla cubierta de matorrales


estaba ahora llena de una multitud de espectadores y, para mi completo asombro, vi
a Silos entre ellos, de pie junto a su padre. Cuando me miró, sonrió y gritó con el
resto de la multitud, levantando una pancarta en alto.

“Almi hacia la victoria”, decía.


166
Gritó algo que para mis habilidades promedio de lectura de labios parecía: “Lo
estás haciendo increíble”. Y lo saludé con la mano agradecida.

Hubo un estallido resonante, y los vítores de la multitud se callaron. Todos los


barcos en el muelle habían desaparecido. Con una ráfaga de remolinos brillantes,
aparecieron cinco nuevos, flotando a unos pocos metros sobre la superficie del agua.

—¡Calipso y su Whirlwind! —rugió la voz de Atlas, y los fuegos artificiales


brotaron de la cubierta de algo que parecía que podría sobrevivir a un holocausto
nuclear, sin importar una carrera. El casco estaba revestido con una brillante
armadura plateada, y cientos de puntas de cañón asomaban por los ojos de buey que
recubrían ambos lados. Tres mástiles sostenían gigantescas velas solares y un arpón
estaba montado en el puente de mando alto.

Calipso saludó a la multitud, luego un chorro de agua brotó de debajo del muelle.
Dio un paso con gracia en él, y salió disparado hacia arriba para depositarla en la
cubierta del buque de guerra.

El ácido quemaba en mi pecho, los nervios me hacían retorcerme las manos.

—¡Poseidón y su Whirlwind! —Con una mirada hacia mí que fue tan breve que
podría haberla pasado por alto, Poseidón apareció en la cubierta de su barco—.
¡Polibotes y su Zephyr!

El barco del gigante era tan grande que parecía tener un puente en ambos
extremos, alto y con ruedas deportivas tan grandes como automóviles. El gigante
pisoteó el muelle, se agachó y luego se lanzó por los aires. Nunca hubiera imaginado
que un ser tan grande pudiera saltar tan alto. Me quedé boquiabierta cuando se agarró
a un ojo de buey a la mitad del casco y luego saltó hacia el siguiente. En segundos,
estaba saltando por encima de la barandilla. La multitud abucheó y vitoreó mientras
él saludaba.

—¡Ceto y su Typhoon!

La diosa del mar inmediatamente se zambulló por el costado del muelle. Un


segundo después, vi su forma deslizándose por el costado del casco del único barco
que parecía un bote, con una pequeña vela extra y una enorme punta adornando el
frente.

¿Cómo diablos iba a subir a la cubierta del último barco, el pequeño y sencillo
Crosswind?

Me sentí mareada por los nervios cuando sonó la voz de Atlas.


167
—¡Y Almi y su Crosswind!

Levanté un pie, tratando desesperadamente de pensar en un camino hacia el


barco, cuando escuché la voz de Poseidón en mi cabeza.

La caja en la parte de atrás.

Aceleré, trotando más allá de los enormes cascos de los otros barcos, sus
ocupantes me miraban mientras pasaba. Cuando llegué al Crosswind, vi la caja con
cables en la parte trasera, solo que esta vez estaba bajada sobre el borde de la
barandilla en lugar de estar sobre el puente. ¿Era como una especie de ascensor?
Se llama transportador. Entra en él.

Vi que uno de los lados era en realidad una puerta y entré en la caja. Cuando no
sucedió nada, puse mi mano sobre la madera de la caja y me obligué a levantarme.
Con un crujido siniestro, la caja se elevó.

Cuando se detuvo, abrí la puerta con nerviosismo. El puente de mando del


Crosswind apareció a la vista, el timón se erguía orgulloso en el medio.

—Maldita sea, gracias por eso —murmuré mientras me apresuraba. Agarré los
radios—. Hola, barco. Soy Almi, y realmente espero que me ayudes hoy.

La madera se calentó bajo mis manos y un zarcillo de confianza me atravesó.

Yo podría hacer esto.

Puedes hacer esto, estuvo de acuerdo Lily.

—Es demasiado tarde para esconderse ahora, ¿verdad? —dijo Kryvo.

—¡Ciudadanos del Olimpo! —Hubo otro fuego artificial de luz roja, alto en el
cielo, luego la cara de Atlas se formó en las chispas—. Déjenme decirles a ustedes y
a los competidores las reglas de la carrera. Verán anillos como este —Un aro rojo
brillante apareció en el cielo junto a su rostro—, a lo largo del recorrido. Cada uno
por el que vueles tu barco revelará más del mapa hasta la línea de meta. Solo una vez
que hayas volado a través de los nueve anillos, sabrás dónde terminar la carrera.
Encontrarás los anillos en juegos de tres. El primero en cruzar la meta recibirá cinco
conchas. El competidor que quede segundo recibirá cuatro, el tercero tres, el cuarto
recibirá dos y el último recibirá una. —La imagen de su hermoso rostro sonrió y
apareció su mano, sosteniendo una reluciente concha de nautilo. La malicia brillaba
en sus ojos—. Y confíen en mí cuando les digo que necesitan estas conchas.

El número de conchas no me importaba. Todo lo que tenía que hacer era seguir
con vida. 168

—Si tu barco sale del límite de la Prueba, serás alertado. —Sus ojos brillaron aún
más perversamente, y supuse que sería una alerta dolorosa—. Los ayudaré a todos a
comenzar. El primer anillo está a un kilómetro y medio al oeste de Sagitario.
Poseidón, ganaste la última prueba, así que empieza. ¡Tres, dos, uno, adelante!

El Whirlwind se elevó por los aires y se me retorció el estómago cuando lo vi


alejarse a toda velocidad hacia el oeste de la isla. Después de un momento, Atlas
habló de nuevo.
—Se acabó el tiempo. Calipso, ¡puedes irte! —Su Whirlwind aceleró tras el de
Poseidón.

Polibotes fue el siguiente, luego Ceto. Cuando mi déficit de cuatro minutos y


medio terminó, mis manos estaban sudando en los radios.

—¡Por último, Almi! —Su imagen desapareció del cielo cuando deseé que el
Crosswind estuviera en el aire.

169
Un poderoso alivio me atravesó cuando el barco se elevó, las velas
resplandecientes brillaron intensamente. Mientras espoleaba el barco en la dirección
en que se habían ido los demás, me atravesó una inesperada oleada de júbilo. El
viento era cálido mientras volábamos por el cielo, y todavía podía oler el aroma del
océano debajo.

Tal vez no era Poseidón el que se había sentido bien en el barco, pensé mientras el
Crosswind corría a través de las nubes. Tal vez fui yo.

Los otros barcos estaban demasiado lejos para que pudiera ver algo de ellos, pero
no pasó mucho tiempo antes de que pudiera ver algo más, brillando en rojo sobre el
agua.

Aros gigantes y llameantes.

—Hagamos esto —dije. La agilidad era algo en lo que incluso podría ser mejor
que algunos de los otros, dada la aparente voluntad del barco de seguir mis órdenes
mentales.

El barco se dirigió hacia el primer anillo.

Un chorro de agua brotó del océano debajo, cortando el costado de mi barco


mientras navegábamos por el aire.

Reprimí un grito de sorpresa e incliné el barco hacia el otro lado. Si no hubiera


mirado hacia arriba, me habría perdido el segundo chorro, estallando en mi otro lado.
Maldiciendo, tejí el barco entre ellos, deseando tener más ojos. 170

—¡Kryvo! ¿Puedes vigilar mi izquierda?

—¡Ponme en el timón!

Con una mano, arranqué la pequeña estrella de mar de mi clavícula y la puse


sobre el timón, todo mientras trataba de evitar los chorros de agua. Más de la mitad
de ellos me estaban golpeando, quitando toda la velocidad del barco mientras se
balanceaba de izquierda a derecha.
—¡Estoy en ello! ¡En nueve metros, tienes uno grande! —Su voz chillona apenas
me llegaba, pero fue suficiente.

Con su ayuda, reduje la tasa de aciertos de los chorros a menos de la mitad, y


ninguno de ellos dio en el blanco.

Nos acercábamos rápidamente al primer anillo cuando un chorro se disparó a


nuestra derecha y me di cuenta de que había algo diferente en él. Que era de color
rojo.

—¿Qué…? —comencé, luego me congelé de horror.

Cangrejos. En los chorros. Cangrejos gigantes, de ojos saltones y aspecto vicioso.

—Oh, mierda —siseé, mientras comenzaban a saltar del chorro de agua a la


cubierta del barco. Uno aterrizó en el puente de mando y comenzó a deslizarse hacia
mí. Le di una patada, el movimiento me hizo soltar el timón.

Sentí que el barco se detenía bruscamente cuando mi bota chocó con el cangrejo
escarlata brillante que me llegaba a la rodilla. La cosa salió volando hacia atrás
cuando salté de vuelta al timón.

—¡Al aro! —insté al barco, mientras dos cangrejos más corrían hacia mí. Los
que estaban en cubierta todavía tenían que descubrir cómo subir los escalones,
gracias a los dioses.

Pateé a los cangrejos cuando venían hacia mí, pero no tenía suficiente poder para
hacerlos pasar por encima de la barandilla, así que simplemente se enderezaron y
regresaron. Otro chorro de agua estalló a la izquierda, Kryvo gritó algo sobre
escucharlo y no hacer que nos maten. Más cangrejos inundaron mi barco, y otros
cuatro llegaron al puente de mando.

Mierda. No podía lidiar con siete y controlar el barco.


171
Me di cuenta de un cambio en la luz, y levanté la vista de los cangrejos que
chasqueaban las garras justo a tiempo para ver el barco atravesando uno de los
anillos.

—¡Sí! —Giré mi cabeza alrededor, buscando un mapa.

—¡La vela! —chilló Kryvo.

Allí, en la vela mayor, aparecía un dibujo a tinta oscura. Sin embargo, no tuve
tiempo de inspeccionarlo. El dolor atravesó mi pie, y miré hacia abajo para ver un
cangrejo justo enfrente de mí, mordisqueando mis botas. Lo pateé tan fuerte como
pude, y salió volando a otros dos. Casi como bolos, chocaron y patinaron por la
cubierta.

—¡Al siguiente aro! —le grité al barco. No sabía si ordenarlo vocalmente hacía
alguna diferencia, pero las palabras salieron de todos modos.

Metí la mano en una bolsa que llevaba en el cinturón y saqué la misma cajita que
me había salvado el culo en Oxford. Con una pequeña oración, presioné el botón y
lo arrojé sobre las tablas. El elefante holográfico cobró vida y la luz parpadeó
mientras levantaba la trompa.

Todos los cangrejos se congelaron. Los observé el tiempo suficiente para


asegurarme de que el holograma los distrajera y luego me volví hacia la vela.
Afortunadamente, los chorros habían amainado.

La esquina de un mapa había aparecido en el mástil principal, su negrura


contrastaba con la superficie metálica reluciente.

Traté de darle sentido, pero no había suficiente para resolver nada.

En cambio, me concentré en el siguiente aro mientras el Crosswind avanzaba


hacia él.

Estaba lista esta vez, cuando un chorro se disparó cuando nos acercábamos. Este,
sin embargo, era verde.

Esperando que hubiera cangrejos verdes esperando en el chorro de agua, me


desvié bruscamente del camino. Los cangrejos que ya estaban en la cubierta chillaron
enojados mientras se deslizaban, y tuve una idea.

Arrodillándome y recogiendo el chip de holograma, agarré el volante con fuerza.

—Agárrate, Kryvo —dije, y luego le pedí mentalmente al barco que se inclinara.


Obedeció, y los chirridos de los cangrejos se convirtieron en pequeños chillidos 172
metálicos cuando la cubierta se movió en un ángulo de noventa grados. Envolví mis
brazos alrededor del timón y me aferré, agradecida por la fuerza que me había dado
el vial de Poseidón. No había manera de que pudiera haber aguantado de otra
manera.

Cuando todos los cangrejos estaban escarbando en las barandillas ahora


horizontales, contuve la respiración, agarré el timón y deseé que el barco volcara
sobre el borde lo más rápido posible.
Con una sacudida, el barco hizo exactamente eso. Mis pies resbalaron en la
cubierta y por un momento aterrador estuve colgando solo con mis brazos, pero se
enderezó rápidamente, dejándome jadeando mientras caía de rodillas.

—Buen trabajo —jadeé, acariciando la madera—. Barco inteligente.

Otro chorro verde estalló a mi izquierda, y estaba tan absorta en recuperarme de


girar el barco de lado que no tuve tiempo de reaccionar.

Me puse de pie de un salto mientras los animales saltaban del agua a mi barco.

Y no eran cangrejos esta vez.

Eran langostas. Enormes cosas verdes, con garras aún más ágiles y colas que se
enroscaban sobre sus espaldas como escorpiones.

—Oh, hombre. Kryvo, ¿tienes un buen agarre allí? —le pregunté mientras
pateaba a una langosta-escorpión que se acercaba rápidamente.

—¡Sí! —chilló.

—Aquí vamos de nuevo, entonces.

En el momento en que pasamos por el siguiente aro, me sentía enferma por tanto
rodar. Los músculos de mis brazos comenzaban a dolerme cada vez que aguantaba,
pero estaba funcionando. El barco arrojaba a las viles criaturitas fuera de la cubierta 173
cada vez que se lo ordenaba.

No estaba segura de cuándo había decidido que el barco era un ella, pero estaba
segura de que lo era.

—El último —jadeé, dirigiendo el barco hacia el último anillo rojo brillante. A
medida que el barco se acercaba, me di cuenta con un rayo de esperanza de que podía
ver otro barco. ¿Realmente había alcanzado a alguien?
A medida que el Crosswind se acercaba, pude ver que el otro barco no se movía.
Era el Zephyr, y uno de sus puentes se estaba ahogando en moluscos gigantes rojos
y verdes.

Mientras pasábamos zumbando, vi un enorme puño salir volando del mar de


garras, y cangrejos y langostas-escorpiones volaron por el aire. Sentí una punzada de
lástima por el gigante, el instinto natural me hizo querer detenerme y ayudar antes
de que el hombre resultara herido.

Pero mi objetivo era seguir con vida, y no era como si realmente hubiera algo
que pudiera hacer para mejorar su situación.

Seguimos acelerando, y mantuve mis ojos bien abiertos y alerta, lista para los
próximos chorros que saldrían del océano. Sin embargo, no llegó nada. La superficie
del mar estaba engañosamente tranquila, el cielo claro y brillante, cubierto de nubes
de color coral.

Volamos a través del anillo sin problemas, y nuevas líneas de tinta se extendieron
por las hermosas velas, llenando más del mapa. Podría haber sido el tercio inferior
de una isla. Traté de recordar el mapa del Olimpo, para ver si era Sagitario.
¿Seguramente no estaríamos yendo demasiado lejos de donde habíamos comenzado?

Sentí que el barco disminuía la velocidad y fruncí el ceño alarmada.

Mierda. No sabía a dónde ir. Ese era el próximo obstáculo, me di cuenta.


Mirando a izquierda y derecha, traté de distinguir alguna señal de barcos en la
distancia. Todo lo que podía ver era el verde de Sagitario a mi derecha y el océano
abierto a mi izquierda.

Encogiéndome de hombros, dirigí el barco hacia la izquierda. Después de todo,


estas eran las Pruebas de Poseidón, por lo que el océano era una buena opción.

Me arriesgué a quitar mis manos del timón, lanzándome a la barandilla para


mirar por encima. Nada más que un mar azul brillante, olas espumosas bailando en 174
la superficie. Volví al timón y mantuve la guardia en alto, buscando señales de
anillos.

Estaba empezando a preocuparme de haber ido en la dirección equivocada


cuando el dolor atravesó todo mi cuerpo. Kryvo comenzó a chillar y me giré,
tratando de averiguar qué estaba pasando. Todo el barco vibró, y la advertencia de
Atlas volvió a mí: si sales de los límites de la carrera, serás alertado.

Apenas tuve la sensibilidad para dirigir el barco en la dirección opuesta, la


presión en mi cráneo era tan mala. Sin embargo, tan pronto como emprendimos el
regreso a la isla, el dolor disminuyó y finalmente se desvaneció.
—¿Estás bien, Kryvo?

—N-n-n-o.

—Lo siento.

—Esta es una mañana muy estresante. —Su voz era pequeña, y me sentí mal por
hacerle pasar por esto. En un esfuerzo por hacerlo sentir mejor, o al menos distraerlo,
señalé la vela.

—¿Alguna idea sobre ese mapa?

—Voy a echar un vistazo —dijo tembloroso.

—Gracias.

No sabía cuánto tiempo había perdido navegando en la dirección equivocada,


pero llegar la última no era realmente un problema, así que traté de no dejar que me
molestara. Manteniendo mis ojos bien abiertos en busca de anillos rojos, deseé que
el barco se elevara sobre el océano. Mis ojos se fijaron en una mancha oscura de cielo
hacia el norte de Sagitario. Se destacaba del resto de la brillante vista, y puse el barco
en ángulo hacia él. Era una tormenta, me di cuenta a medida que nos acercábamos.
Una pequeña tormenta aislada que estaba agitando una parte del océano en una masa
de poder agitada y turbulenta.

Pero brillando y atrapando la luz de vez en cuando, había destellos rojos. Los
anillos.

Con un ataque de temor casi debilitante, le ordené al barco que volara hacia la
tormenta.

175
En cuanto el barco se adentró en la lluvia, supe que estaba en problemas. El
viento, tan fuerte como un ariete, golpeó el casco y el barco se tambaleó.

—¿Almi? —La voz insegura de Kryvo apenas se oía por encima del sonido de la
lluvia que golpeaba la cubierta—. ¡Esto no es bueno!

—¡Pasaremos por los anillos y saldremos de aquí! —le respondí. Pero apenas
podía dirigir el barco, la lluvia y el viento eran tan potentes. El mar era medio
remolino debajo de mí, era tan salvaje. Quería elevar el barco para evitar las
turbulentas olas, pero los anillos estaban peligrosamente cerca de la superficie.

Por supuesto que lo estaban, pensé, gruñendo.

No podía evitar que la lluvia me azotara la cara, dificultando la visión sin tener
que limpiarme constantemente el agua de los ojos.

Con una lentitud dolorosa, nos acercamos al primer aro. La parte inferior del aro
prácticamente rozaba las agitadas olas.

—¡Ya casi ahí! —grité a Kryvo, tanto para animarme a mí misma como a él.

Parpadeé a través de la lluvia torrencial cuando un relámpago iluminó mi


entorno. Allí, frente a mí y avanzando por el anillo más lejano, había un barco. Una
nave con casco de metal.

¿Era Poseidón o Calipso?


176
En cualquier caso, no podía creer que hubiera alcanzado a uno de ellos. Los dos
Whirlwind comenzaron la carrera primero.

Estimulada por la revelación de que posiblemente no era tan mala como creía,
guie la nave a través del primer anillo. Algo golpeó contra el casco y nos sacudimos
hacia un lado.

—¿Qué fue eso? —El chillido aterrorizado de Kryvo llegó hasta mí.

—No lo sé, y no quiero saberlo.


Insté al barco que él se elevara, para poner algo de distancia entre nosotros y la
superficie del mar antes de que llegáramos al siguiente anillo, que estaba fácilmente
a otros ochocientos metros de distancia, pero se estaba volviendo muy difícil de
controlar. Era como si la tormenta fuera arena movediza, y me estaba costando toda
la concentración conseguir que el Crosswind se moviera a través de ella. En el
momento en que me distraía con algo, la nave disminuía su velocidad, cayendo
lentamente hacia el agua.

Volvió a sonar el golpeteo contra el casco y rogué que el barco se moviera más
alto sobre el mar.

—¡Vamos! ¡Vuela, y vuela tan bien! ¡Sube!

Mi apremiante petición pareció funcionar y nos elevamos más, disminuyendo la


atracción del mar.

Di un pequeño suspiro de alivio mientras nos movíamos con más libertad hacia
el siguiente anillo, pero mi alivio duró poco. Nos habíamos elevado lo suficiente
como para poder ver lo que salía de las olas debajo de nosotros, y se me apretó el
estómago.

Sangres podrida. Eso era lo que había estado golpeando el costado del barco. Sus
ojos malignos se fijaron en el barco mientras entraban y salían del agua, chasqueando
sus enormes mandíbulas. Al menos tres de ellos eran visibles en las olas, siguiendo
nuestro ritmo.

—Oh, mierda. No queremos arriesgarnos a estar cerca del agua por mucho
tiempo.

Más lluvia azotó, y yo estaba empezando a sentir frío. Tenía las manos
entumecidas alrededor de los radios del timón y me castañeteaban los dientes
mientras maldecía en voz alta.

De mala gana, hice bajar el barco mientras nos acercábamos al siguiente anillo. 177
El estruendo comenzó al instante. Mientras los tiburones golpeaban los lados del
casco, el viento frenético tiraba de la vela, obligándome a dar todo lo que tenía para
mantener el barco firme con la mente.

Con una oleada, la lluvia se espesó, un torrente de agua que caía a borbotones
sobre nosotros mientras avanzábamos por el brillante anillo rojo, apenas visible
ahora en la tormenta.

Más relámpagos iluminaron el horizonte y busqué el Whirlwind, pero ni siquiera


podía ver el siguiente anillo.
Temiendo perder la orientación y volar a través de uno que ya habíamos
completado, me limpié la cara con rabia, deseando que mi vista fuera mejor.

—¡Kryvo! ¿Sabes dónde está el siguiente anillo?

—¡No!

Un destello azul y dorado me llamó la atención en el gris, y me fijé en él.

—¡Blue!

La lluvia azotaba al pegaso mientras sus alas batían con fuerza. Sus ojos se
fijaron en los míos y supe al instante que no podría permanecer mucho tiempo en la
tormenta. Giró en el aire y voló rápidamente.

—¡Sigue a Blue! —ordené al barco.

Mi ráfaga de energía de agradecimiento debió de verterse en el barco, porque


esta vez fue más fácil levantarse de las olas imantadas y avanzar a través de la
tormenta.

Cuando el último aro apareció a la vista, estaba entumecida por el frío. El último
anillo estaba realmente tocando la superficie del mar, las olas furiosas chapoteando
sobre el fondo curvo. El rojo de los sangre-podrida parpadeó y vi que ellos mismos
saltaban por el aro, casi como una burla a nuestra tarea.

Con la cara erguida, hice que el barco bajara, apuntando al aro.

Esperaba el martilleo de los sangre-podrida contra el barco, pero no hubo nada.


Mientras descendíamos, perdí de vista el mar debajo de nosotros y me concentré en
el anillo brillante a través de la lluvia.

Una furiosa ráfaga de viento se abalanzó sobre el barco y las velas se desplegaron,
arrastrándonos fuera del rumbo. Todo el barco se inclinó de forma alarmante, y me
178
aferré a él, tratando desesperadamente de mantenerlo en posición vertical.

Observé casi a cámara lenta cómo nos balanceábamos hacia el otro lado, y una
ola se abalanzó sobre nosotros, más alta que el casco. Era demasiado tarde para
desviarse y, además, habíamos llegado al anillo.

—Agárrate, Kryvo —grité, mientras la ola se estrellaba contra la cubierta.

El agua estaba helada mientras me mojaba de pies a cabeza, intentando


arrancarme del timón. Jadeé mientras la ola se iba, mi concentración se cortó y el
barco se ralentizó. Otra ráfaga de viento despiadado se apoderó de nosotros y nos
sacudimos con fuerza. Apenas tuve tiempo de ver cómo el mástil se inclinaba hacia
el borde del anillo rojo antes de que una segunda ola se abatiera sobre nosotros. La
fuerza de la segunda ola fue tan grande que arrastró todo el barco, lo suficientemente
bajo como para que pudiera ver las formas de los tiburones demoníacos. Por eso no
golpeaban el barco. No lo necesitaban. Estaban esperando a que me arrastrara desde
la cubierta hasta el océano mortal.

Y estaban a punto de conseguir su deseo.

Fui vagamente consciente de que la parte superior del mástil se enganchaba en


el anillo, y luego fui arrojada del timón cuando otra ola se abalanzó sobre el
Crosswind.

Mis dedos entumecidos gritaron en señal de protesta al ser arrancados de los


radios, y no tuve tiempo de gritar antes de rodar por la cubierta, ahora vertical. Me
golpeé contra las barandillas y, por un segundo, pensé que podría salvarme, pero
entonces el agua helada subió a mi alrededor y me di cuenta de que las barandillas
se estaban hundiendo. El barco se estaba volcando.

179
Intenté ponerme de pie en las barandillas laterales, pero la lluvia torrencial hacía
imposible que me agarrara a nada.

—¡Kryvo! —grité, pero estaba demasiado lejos de él para oír nada, y el viento
aullaba.

Unos destellos rojos me llamaron la atención y supe que no era el anillo. Me


arrastré por la barandilla mientras se hundía, tratando de subir a la cubierta, pero
estaba imposiblemente en vertical. Si no me quitaba de en medio, me arrastraría
completamente bajo el barco. Pero lanzarme al océano con los tiburones era una
muerte tan segura como ahogarse.

¡Controla el barco!

La voz de Poseidón bramó en mi mente, tan fuerte que dolía.

¿Controlar el barco? ¿Podría hacer que me obedeciera así?

Agarrando los listones de madera de las barandillas le rogué al barco que se


elevara.

—¡Sube! ¡Sube! Llévate el maldito anillo si está atascado —le grité al barco.

Una ola se estrelló sobre mi cabeza, sumergiéndome por completo, y me aferré


a las barandillas mientras mi cuerpo se levantaba de ellas. La cubierta se puso vertical
detrás de mí, atrapándome, y vi a los sangre-podrida que se dirigían a toda velocidad
por el agua hacia mí.
180
Tenía menos de un segundo antes de que me alcanzara.

El agua se arremolinó entre el tiburón y yo, y entonces Poseidón estaba allí, de


espaldas a mí y de cara al depredador. Levantó una lanza y la lanzó contra el tiburón.
Girando, se movió por el agua como un rayo, con sus ojos azul eléctrico en el agua
gris. Me agarró del brazo, tirando de la barandilla mientras una corriente de agua
empezaba a empujarnos desde abajo. Atravesamos juntos la superficie, montando la
ola como si fuera una especie de tabla de surf. Apretándome contra su cuerpo,
seguimos volando por el aire, y por encima de su hombro pude ver cómo una segunda
ola se levantaba bajo el Crosswind y lo sacaba del océano. Con una oleada, se liberó
del anillo, y luego se lanzó tras nosotros en su propia ola. Atravesamos el borde de
la tormenta y respiré con dificultad cuando la lluvia desapareció, con un cielo
brillante de color pastel en calma sobre nosotros.

La ola sobre la que cabalgábamos se desvió y nos depositó en la cubierta del


ahora enderezado Crosswind.

Poseidón se movió, me agarró por los hombros y me mantuvo a distancia,


revisando cada centímetro de mi cuerpo.

—Gracias —jadeé. Tenía tanto frío que apenas podía mover las extremidades, y
estaba segura de que la conmoción me estaba afectando.

—Casi mueres —gruñó Poseidón. Nunca había visto sus ojos tan desorbitados,
una versión vívida de la tormenta de la que acababa de rescatarme. Le miré fijamente.
El calor empezaba a filtrarse en mi interior desde donde él me agarraba, y ahora que
estábamos fuera de la tormenta podía sentir que mis fuerzas volvían lentamente.

—Me salvaste. Otra vez.

—Almi. —La emoción ahogaba sus palabras y parpadeé. Parecía todo un dios,
feroz y sólido y rezumando un poder cegador y letal. Pero, al mismo tiempo, parecía
totalmente indefenso—. Siempre te salvaré.

Antes de que pudiera procesar sus palabras, me atrajo hacia él, tomando mis
labios con los suyos. El deseo estalló en mí mientras me besaba como un hombre sin
nada que perder, un hombre hambriento. Un hombre que nunca había deseado tanto
algo.

Y yo le devolví el beso, con mi propia ferocidad igualando la suya. Me apreté


contra él, desesperada por sentir cada parte de su cuerpo, por que estuviera tan cerca
de mí como fuera físicamente posible.

Tenía razón. Tenía razón en todos los sentidos, y no sabía cómo no había sabido 181
que esta sensación era posible.

Con un tirón se apartó, rompiendo el beso. Me cosquillearon los labios y me


quedé boquiabierta mirándolo, sonrojada y mareada, con el deseo palpitando en mi
cuerpo y acumulándose entre mis piernas de la forma más extraña e increíble.

—No, esto no puede... Pensé que te iba a perder. Lo siento. Lo siento, Almi.

—¡Espera...! —Pero llegué demasiado tarde. Con un destello de luz blanca, se


había ido.
—¡Qué demonios!

El improperio salió de mis labios, y me llevé las manos a la cabeza en señal de


frustración, con los miembros temblando.

Un chillido llamó mi atención, y miré hacia el puente.

—¡Mierda, Kryvo!

Di los pasos de dos en dos, asombrada de haber tenido la energía para hacerlo,
y vi la estrella de mar roja aún aferrada al timón.

—Kryvo, cielos, lo siento.

—¿Sobrevivimos?

—Lo hicimos. Poseidón nos salvó. —Sacudí la cabeza—. Luego me besó como
si fuera su verdadera esposa y nunca hubiera deseado tanto a nadie en su vida, y
luego se largó.

La estrella de mar hizo una pausa en su temblor.

—¿Lo hizo?

—Sí.

Me desplomé sobre las tablas, necesitando un segundo para sentarme.

—¿Seguimos en la carrera?

—Sí. Pero casi nos ahogamos y somos comidos. —Y fui besada por un hombre que
creía odiar y que me odiaba—. No me importa si llegamos los últimos. Necesito un
momento.

Oí el sonido de unas alas batiendo, y entonces Blue aterrizó en el puente a mi 182


lado. Agitó su melena mientras yo lo miraba.

—Hola, Blue. Gracias por tu ayuda ahí.

Relinchó.

—¿Te deja aturdido los cambios de humor de Poseidón? — le pregunté al pegaso.

Él dio un pisotón.

—Sí, tal vez solo yo. Ese hombre es complicado.


No sabía qué decía de mí el hecho de que pareciera estar más agitada por el beso
que por el hecho de que el barco zozobrara en la tormenta y me entregara a los sangre-
podrida.

—Deberíamos terminar con esto —dije, tratando de recomponerme. Era


claramente consciente de que evitaba traer la imagen de Lily a mi mente, casi como
si no estuviera preparada para su opinión sobre lo que acababa de suceder.
Necesitaba que mis emociones siguieran siendo privadas, que me pertenecieran solo
a mí, un poco más. Solo hasta que pudiera darles sentido. Y no podía hacerlo aquí,
sabiendo que tenía que sobrevivir a este estúpido juicio.

Me levanté, arrastrando mi culo tembloroso y confuso fuera de las tablas. La


necesidad seguía palpitando en mí, y podía sentir la presencia del dios en mis labios,
su mirada salvaje grabada a fuego en mi cerebro.

Sacudí la cabeza, apretando la mandíbula con fuerza.

—Más tarde —me dije en voz alta—. Ocúpate de esto más tarde. Ahora mismo,
tienes que concentrarte.

Miré a mi alrededor, al cielo despejado. Blue estampó sus pezuñas y resopló.

—¿Sabes a dónde vamos ahora, Blue?

Corrió unos pasos por los tablones y luego se lanzó al aire, con sus alas doradas
deslumbrando a la luz.

—Sigue al pegaso —le dije al barco, mientras retomaba mi posición al timón,


tratando de encerrar mis pensamientos en espiral sobre Poseidón donde no pudieran
distraerme de la tarea letal que tenía entre manos.

183
Después de un par de minutos, estábamos volando sobre la costa oeste de
Sagitario, una cadena montañosa formada por solo tres montañas a mi derecha. Pero
vaya si eran grandes. Unidas más abajo, se extendían como una enorme cresta en el
paisaje, y habría esperado que estuvieran cubiertas de nieve en el mundo humano,
pero aquí estaban cubiertas de una sábana verde.

Blue se sumergió delante de nosotros, y ordené al barco que bajara y aumentara


su velocidad mientras lo perseguíamos. Respondió de inmediato, y el viento me picó
los ojos mientras íbamos más rápido. Navegar por tierra no tenía la misma sensación,
los mismos olores o la misma apertura, que navegar por el agua.

El pegaso hizo una repentina picada, sus alas doradas atraparon la luz del cielo
mientras desaparecía de la vista.

Solté el timón y me acerqué a la barandilla, el barco redujo su velocidad al


hacerlo. Allí estaba Blue, dando patadas con sus pezuñas en la arena de la playa que
teníamos debajo. En la arena también había tres enormes cofres del tesoro, separados
por altas palmeras. Una sensación de inquietud me invadió ante la tranquila calma
de la escena de abajo.

—¿Tengo que bajar a la playa, Blue? —grité cuando el barco se detuvo


suavemente.

No pude oír al pegaso, pero movió la cabeza, agitando la crin, y pisó la arena.

—Oh, cielos. —Realmente, no quería bajar del barco. Pero si eso era lo que pedía
la Prueba, entonces eso es lo que tendría que hacer—. Vamos, Kryvo —dije, 184
recogiendo la pequeña estrella de mar.

—Prefiero quedarme aquí —chilló.

Lo levanté hacia mi cara.

—¿Y si necesito tu ayuda?

Dio un chillido ondulante que me pareció su equivalente a un suspiro.

—Te acompañaré —dijo de mala gana.


—Gracias, amigo.

Lo dejé sobre mi clavícula y me dirigí al transportador situado en la parte trasera


del puente. Me introduje en el desvencijado cajón de madera, tiré de la persiana que
lo cruzaba y le pedí que bajara. Lo hizo inmediatamente.

La arena estaba a unos metros por debajo de mí cuando dejó de moverse, el


Crosswind se cernía a la altura de una persona sobre el suelo y el transportador caía
justo por debajo de su casco.

Con cuidado, salté hacia abajo. La arena blanda y fina sacó el golpe del aterrizaje
y me enderezó. Blue trotó hacia mí y luego se giró hacia los cofres.

Ahora que estaba aquí abajo, parecían aún más grandes. También parecían
colocados deliberadamente, con palmeras entre ellos y grandes rocas que sobresalían
de lo que parecía la selva detrás de ellos. El viento me atravesó la cara, llevando el
olor del mar, y me giré instintivamente para comprobar si había cangrejos
demoníacos o tiburones o cualquier otra cosa que saliera del agua para comerme.

No había nada más que suaves olas lamiendo la orilla de arena.

Me volví hacia los enormes cofres del tesoro y caminé con precaución hacia uno
de ellos. Mi pie chocó con algo duro en la arena y miré hacia abajo.

Un hueso. Era un hueso largo, limpio y brillante como el marfil.

—Eh. Por favor, que no sea de ninguno de los otros concursantes —murmuré—
. Excepto tal vez Ceto.

—No estoy seguro de que tenga siquiera huesos —dijo Kryvo.

Miré al cielo, comprobando si había otros barcos, aunque estaba segura de que
estaba muy por detrás de todos los demás después de la tormenta. A no ser, claro
está, que Polibotes no haya escapado de los cangrejos. 185

Blue relinchó, atrayendo mi mirada hacia abajo.

Me armé de valor y me dirigí con decisión hacia el primer cofre, mirándolo con
recelo.

Era casi tan alto como yo y estaba hecho de una madera rica y brillante. No
parecía tener ninguna edad. Cuando me moví, la luz se reflejó en la madera y vi un
tenue brillo azul verdoso. Las bandas de hierro bordeaban la parte superior
redondeada, y todo parecía indicar que podría haber salido del set de una película de
piratas.
Excepto en el lugar donde debería haber estado el candado. Allí, solo había una
placa de bronce brillante con una palabra grabada. “Stingray”.

Fruncí el ceño y retrocedí con cuidado de no tocar nada. El segundo brillaba en


rojo a la luz, y la placa de la parte delantera decía “Seagrass”. El último baúl brillaba
en color púrpura y tenía escrito “Seashell”.

—Bien —dije en voz alta, mordiéndome el labio mientras me agarraba la


barbilla—. ¿Qué demonios se supone que tenemos que hacer ahora?

—¿Hay algo más aquí? —chilló Kryvo.

Me giré en un círculo lento, con los ojos agudos.

—¡Sí! —Allí, clavada en una palmera, había una hoja de papel, su ligero aleteo
en la brisa llamó mi atención. Me apresuré a acercarme a ella, arrancándola del
alfiler.

Mira aquí, ante ti, cofres en número de tres

Cada uno es diferente, y solo uno te liberará

Todo lo que los otros dos contienen es una muerte segura

Si te equivocas, morirás

La rabia y el fuego se encuentran dentro de la caja equivocada

Evita que tu cuerpo arda en las rocas

Selecciona con cuidado el cofre que no contiene la perdición

Seguramente eso te alejará de una tumba temprana 186

Parpadeé al leer las palabras, y luego las leí en voz alta para Kryvo.

—Entonces, ¿tenemos que abrir uno de los cofres?

—Sí. El que no nos mate.

—Y... ¿cómo demonios se supone que vamos a saber cuál es?


La estrella de mar volvió a suspirar.

—Podemos resolverlo. Dice que cada uno es diferente, ¿no?

Asentí.

—Sí.

—¿Qué tienen de diferente?

—Todos brillan de un color diferente, y tienen diferentes palabras escritas en


ellos. “Seashell”, “stingray” y “seagrass”.

Miré el acertijo en mis manos, buscando algo que se me hubiera pasado por alto.

—Furia y fuego. Eso suena...

—¿Como algo que queremos evitar a toda costa? —ofreció Kryvo.

—Sí. —Un ligero pánico empezaba a inquietarme. Esto no era algo de lo que
pudiéramos alejarnos. Había una posibilidad entre tres de que nos equivocáramos y
muriéramos. Y a diferencia de los géiseres y la tormenta, no podía simplemente
ponerme los pantalones de niña grande y volar directamente hacia ella, esperando lo
mejor. Este desafío me daba tiempo para pensar, para cuestionar. Tiempo para que
el miedo se instalara.

—Léelo una vez más —dijo Kryvo.

Lo hice, mirando fijamente las palabras, deseando que nos dieran más.

—Me gustan las conchas marinas —dije, sin ayudar.

—Me gustan las rayas —respondió la estrella de mar, igualmente sin ayudar.

Exhalé un suspiro, mirando de nuevo entre los tres cofres. Solía hacer 187
rompecabezas en mi teléfono cuando me aburría en mi remolque. Seguramente
podría resolver este.

—Quizá sea un juego de palabras —murmuré, volviendo a mirar el acertijo,


intentando algo nuevo.

Mira aquí, ante ti, cofres en número de tres

Cada uno es diferente, y solo uno te liberará

Todo lo que los otros dos contienen es una muerte segura


Si te equivocas, morirás

La rabia y el fuego se encuentran dentro de la caja equivocada

Evita que tu cuerpo arda en las rocas

Selecciona con cuidado el cofre que no contiene la perdición

Seguramente eso te alejará de una tumba temprana

Lo vi en un instante, dejando escapar un grito de triunfo.

Kryvo chilló sorprendido.

—¡No hagas eso! —me amonestó.

—¡Pero Kryvo, mira! —Levanté el papel—. Es un juego de palabras. Mira la


primera letra de cada línea.

La estrella de mar leyó lentamente cada letra.

—Deletrea “seagrass”.

Sonriendo como una idiota, me dirigí hacia el cofre que tenía la placa en la que
se leía “seagrass”.

—¿Quién necesita ser salvada ahora? —Sonreí.

Puse la mano sobre el cofre y miré a mi alrededor, sin saber cómo hacer mi
selección.

—Este —dije en voz alta. No tenía ni idea si debía hacerlo así, pero valía la pena
intentarlo. 188

Se oyó un fuerte chasquido y, con una lentitud dolorosa, el cofre se abrió. Justo
cuando creía que no iba a pasar nada, saltaron chispas rojas en el aire, saliendo a
toda prisa del cofre abierto. Bailaron en el cielo un momento, y luego subieron,
formando tres grandes aros.

—¡Sí! —Me volví hacia Blue, sonriendo, y sonó un fuerte estruendo. El pegaso
relinchó y luego emprendió el vuelo, batiendo las alas con fuerza para compensar su
falta de carrera.

Un latido más tarde deseé poder volar yo también.


La arena bajo mis pies se movía. Se hundía.

—Mierda.

Corrí, impulsando mis brazos y deseando que mis piernas fueran fuertes. Sin
embargo, cada paso parecía una batalla, la arena intentaba succionar mi cuerpo hacia
abajo. Eché una mirada por encima de mi hombro, el miedo golpeando a través de
mí cuando vi que los cofres estaban medio sumergidos en las arenas movedizas.

Había empezado a moverme lo suficientemente pronto como para que mi


impulso me llevara, pero mi barco parecía estar a un maldito kilómetro de distancia
mientras la succión de la arena aumentaba.

Blue se abalanzó frente a mí, agitando su cola, y no cuestioné su intención.

Estiré la mano para agarrarla y él batió sus alas, su fuerza ayudó a moverme más
rápido por la arena.

—¡Eres una puta leyenda, Blue! —le grité, haciendo trabajar furiosamente mis
piernas mientras nos acercábamos al transportador que colgaba de la parte trasera
del Crosswind. Con un salto desesperado, me solté de la cola de Blue y me lancé
contra el cajón. Al aterrizar con fuerza sobre mi hombro, oí el chasquido de la
madera y pensé que el fondo podría ceder bajo mi peso. Conteniendo la respiración,
esperé a caer en la mortífera arena de abajo.

—¿Almi? —chilló Kryvo cuando no pasó nada—. P-p-p-por favor, llévanos al


puente.

—Buen plan —dije exhalando con fuerza, mi corazón latía tan rápido que pensé
que podría escapar de mi caja torácica—. No estoy hecha para correr tan rápido.

Me sentí enferma mientras deseaba que el trasportador nos subiera, pero mis
náuseas fueron rápidamente sustituidas por el alivio cuando salí temblorosamente a
los robustos tablones del barco. 189

Me acerqué al timón del barco y cerré los dedos en torno a los radios, sintiendo
que las manos me temblaban un poco menos por el calor ya familiar que me daba el
barco.

—Llévanos a través de los anillos, por favor —susurré al barco. Giramos


mientras nos elevamos, y luego navegó a través de los relucientes anillos, uno por
uno. Estaba tensa mientras volábamos, esperando la siguiente bola curva que se nos
presentara, pero parecía que las arenas movedizas habían sido consideradas
suficiente desafío por el momento. No tuvimos problemas al pasar por los anillos.
Observé cómo se extendía la tinta de las velas solares y ladeé la cabeza cuando
aparecieron las tres últimas secciones del mapa, que luego se convirtieron en algo
legible.

—¿Alguna idea, Kryvo?

—Sí. ¿Ves esas tres formas alrededor de la cruz?

Miré el mapa mientras la vela se tensaba, como si intentara ayudarme. El mapa


parecía como si alguien hubiera acercado el foco a una sola parte del Olimpo, y había
una cruz gigante en medio de tres formas más o menos redondas. Algo se movía bajo
la cruz, la tinta se arremolinaba en el tejido brillante de la vela.

—Sí.

—Creo que esos son tres pequeños volcanes al otro lado de Acuario, la parte
noreste de Escorpión.

—¿Sí?

—¿Quieres que te enseñe el mapa del Olimpo que estoy viendo en el palacio a
través de mis amigas estrellas de mar?

Sacudí la cabeza.

—No, confío en ti.

Blue llevaba ya demasiado tiempo con nosotros como para haber visto dónde
había ido alguien antes que nosotros, así que supuse que no podría ayudarnos. Pero
la pequeña estrella de mar lo había hecho todo bien hasta ahora, y no tenía ninguna
razón para retrasarnos más.

Le pedí al barco que se moviera hacia el oeste. La tinta se movió de nuevo en el


mapa, como si se acercara más a la cruz. ¿Significaba eso que íbamos en la dirección
190
correcta?

Lo que se movía bajo la cruz era cada vez más grande.

Cuanto más volábamos, las frescas ráfagas de aire del océano calmaban más mis
nervios fritos. Me negué a pensar en el beso o en cualquier otra cosa relacionada con
Poseidón, concentrándome únicamente en llegar a nuestro destino. Un par de veces
el mapa empezó a alejarse en lugar de acercarse, hasta que ajusté nuestro rumbo. Sin
embargo, cuanto más nos acercábamos a la cruz, más se enfocaba lo que había debajo
de ella.
Era una calavera, me di cuenta, una vez que la mayor parte del mapa estaba
dominada por la cruz y las tres representaciones de los volcanes.

—¿Qué crees que significa la calavera?

Kryvo balbuceó.

—¿Qué crees que significa? Hay algo ahí que intentará matarnos.

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Solo unos pocos momentos después, brillando en la distancia, vimos la línea de
meta. Era una larga línea brillante hecha de las mismas chispas que todos los anillos,
las puntas de tres volcanes visibles en la distancia.

Entrecerrando los ojos, pude distinguir tres pequeños puntos que flotaban al otro
lado de la línea roja. Barcos que ya habían terminado la carrera, supuse. Y solo había
tres, lo que significaba que alguien estaba detrás de mí. O muerto. Me encontré
deseando que uno de los barcos del otro lado fuera el Whirlwind de Poseidón.

Resistí el impulso de propulsar el Crosswind hacia adelante, tomándome mi


tiempo para escudriñar el mar debajo de mí en busca de cualquier señal de lo que
Kryvo creía que podía estar acechando estas aguas. No tenía prisa. Y, francamente,
me sorprendió no ser la última.

Aunque ni siquiera habría sobrevivido si no fuera por las intervenciones de


Poseidón. Otra vez.

—Tengo que aprender a rescatar mi maldito culo —murmuré.

—O esconderse.

Puse los ojos en blanco ante la estrella de mar. Un profundo gruñido llegó a mis
oídos, y Blue se abalanzó sobre nosotros.

—¿Qué fue eso? —preguntó Kryvo con indecisión.

Hice que el barco se moviera un poco más alto, y un poco más rápido.
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—No lo sé —respondí, mientras el gruñido se hacía más fuerte. Los truenos
sonaron de repente, y entonces algo surgió del agua ante nosotros. Tablas de madera,
me di cuenta, mientras desviaba el Crosswind instintivamente.

Me quedé con la boca abierta al ver cómo los pedazos de un barco saltaban en
un arco ante nosotros, antes de caer de nuevo a las olas.

—Dios mío —susurré, tratando de resistir el impulso de correr y mirar por


encima del borde del barco—. ¿De quién es el barco destruido?
—¿Y por qué? —La voz de Kryvo se tambaleaba por el miedo, y salté asustada
cuando las pezuñas de Blue aterrizaron ruidosamente en la cubierta.

Me volví hacia él y vi que movía los pies con inquietud, sacudiendo la cabeza y
resoplando continuamente.

Una profunda sensación de inquietud se apoderó de mí.

—¿Qué pasa, Blue? —Relinchó con fuerza, el sonido era doloroso.

No podría decir cómo supe lo que estaba tratando de decirme, pero lo supe.

Poseidón. Es el barco de Poseidón.

Soltando el timón, corrí hasta el borde de la barandilla y miré por encima.

A pocos metros bajo el agua cristalina estaba el dios del mar. Y enroscada
alrededor de él estaba la cola de algo que parecía haber salido directamente de una
película de Parque Jurásico.

El terror hizo que se me congelaran los músculos, y vi con horror cómo Poseidón
se elevaba por encima de la superficie del mar, para luego volver a caer con una
fuerza que habría matado a un humano.

La criatura era más grande que mi barco y tenía la forma de un cocodrilo en su


mitad inferior, con su cola llena de púas envolviendo a Poseidón. Su mitad superior
era similar a la de un dinosaurio, con su largo hocico de reptil repleto de enormes
dientes y sus ojos brillantes y ferozmente inteligentes. Seis brazos como patas de
cangrejo, articulados y terminados en púas de aspecto feroz, sobresalían de su
cuerpo, agitándose hacia Poseidón, y zarcillos azules que casi parecían plumas se
alineaban en su cuello y espalda, brillando.

—¿Qué hacemos? —medio chillé, rebuscando en mis bolsas.


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Lancé una granada, viendo cómo daba un pequeño puf y enviaba tinta que se
extendía por el agua de forma totalmente ineficaz.

Blue galopó a mi lado, agitando sus crines y relinchando. Miré al pegaso, con la
mente acelerada.

La meta estaba a cien metros. El monstruo que la custodiaba no estaba para nada
interesado en mí. Sabía lo que tenía que hacer.
El monstruo volvió a levantar a Poseidón, esta vez tirando de él hacia su torso,
los brazos con púas se doblaron para apuñalarlo. La luz brotó del cuerpo de
Poseidón, haciendo retroceder las púas, pero solo por un momento.

Con un chillido agónico, la criatura se movió más rápido de lo que creí que
podría, precipitándose a través del océano. La perdí de vista mientras se movía bajo
el barco, y corrí hacia el otro lado del barco justo cuando salía del agua. Se arqueó
mucho al saltar, una grotesca parodia de delfines jugando, con su presa agarrada a la
cola.

El corazón me retumbó, el pecho se me contrajo, cuando vi la cara de Poseidón.


La mitad era del color del granito.

—No —susurré, con el miedo enroscándose en mis entrañas inexplicablemente.


Los ojos de Poseidón se encontraron con los míos durante una fracción de segundo,
antes de ser arrastrado de nuevo bajo la superficie.

Me incliné, buscándolos bajo el agua. Se oyó un chapoteo descomunal y luego


la voz de Poseidón resonó en el aire.

—¡Vuelve a las profundidades de donde viniste!

Y entonces estaba allí, tres veces su tamaño normal, feroz y fuerte e imparable,
un maremoto que lo levantaba del océano mientras se formaba un remolino de agua
ante su imponente forma. La criatura se azotó y sacudió en el agua agitada, y
Poseidón levantó ambas manos, cerrando los ojos.

Con un brillo turquesa tan intenso que apenas podía ver, rugió. La luz se
abalanzó sobre el monstruo y éste sufrió un espasmo cuando la magia inundó su
cuerpo. Con una sacudida, explotó en una masa de luz y escamas.

El alivio se apoderó de mí, y todo mi cuerpo se hundió contra las barandillas.

—Gracias a Dios. 194

Poseidón se giró en su onda, sus ojos se fijaron en los míos, y todo mi alivio
desapareció.

La luz abandonaba su cuerpo, sustituida por completo por la piedra. El horror


se apoderó de mí mientras la tristeza llenaba su expresión, antes de que la luz
abandonara sus ojos. Lentamente, con una lentitud aterradora, su forma de piedra se
inclinó y cayó de la ola que se desplomaba.

—¡Poseidón! —grité su nombre mientras veía su forma de granito hundirse bajo


la superficie.
Cientos de emociones se apoderaron de mí. La cara de Lily llenó mi mente. Sentí
que me acercaba al frenético pegaso que estaba a mi lado.

—Lo siento, Lily —medio sollozaba, mientras me subía torpemente al lomo del
caballo alado—. Lo siento, tengo que hacerlo. No sé por qué. —Todo lo que sabía
era que no podía dejar que se hundiera en el fondo del mar.

Tenía que salvarlo.

Ve.

Una ráfaga de viento oceánico me levantó mientras Blue sacaba sus alas y saltaba
en el aire.

Tuve tiempo para un gran suspiro antes de sumergirnos en el océano tras


Poseidón.

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Entré al palacio de Poseidón con una intención: robar un barco
legendario y navegarlo hasta las profundidades más oscuras y
peligrosas del océano para intentar salvar a mi hermana.

Y ahora estoy luchando por mi vida en una serie de pruebas


mortales diseñadas para dioses del agua y monstruos marinos, no
para ninfas rotas e impotentes.

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No estaba preparada para Poseidón ni para la conexión profunda


que tengo con él. Su tenue control se acerca al límite cuanto más
tiempo paso con él, y que los dioses me ayuden, estoy empezando a
tener esperanzas de que caiga y me lleve con él.
Eliza Raine escribe fantasía inspirada en la mitología
griega que es rápida, está lleno de nuevos mundos y criaturas,
y espolvorea una dosis saludable de romance. Vive cerca de
Reading en Inglaterra con su esposo, tres gatos y un
escandalosamente tierno perrito. Tiene un bachiller en
Historia y tiene una pasión profundamente arraigada por la
mitología y las historias sobre mujeres que no necesitan ser
rescatadas.

La puedes encontrar usualmente leyendo historias


inspiradas en los cuentos de hadas, jugando juegos de mesa o
haciendo maratones de series de Netflix.

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