La Glandula Pineal
La Glandula Pineal
La Glandula Pineal
Introducción
Las teorías sobre el enclaustramiento anatómico del componente espiritual del ser humano
anclan sus raíces en las primeras manifestaciones del pensamiento filosófico y en el
nacimiento de las religiones, aunque la comunidad científica tampoco ha sido ajena a este
desarrollo discursivo. Precisamente, una de las hipótesis más curiosas y elaboradas de la
historia sobre el asiento corpóreo del alma humana se debe a uno de los grandes pilares de la
reforma científica del periodo moderno, el filósofo francés René Descartes (1596-1650) 1. En
este ámbito de la fisiología, Descartes nos dejó la mayor parte de su legado en su obra
póstuma, El tratado del hombre (1664), tal vez la obra que más influyó en la concepción de la
neuropsicofisiología humana durante todo el siglo xvii y que puede ser considerada como el
primer libro de texto europeo de esta materia2.
Por su parte, para Aristóteles (384-322 a. C.), el alma (psykhé) constituía la forma sustancial o
el principio más importante del ser vivo, siendo co-extensiva con el cuerpo, por lo que todos
los seres vivos estarían dotados de alma. Aristóteles, heredero pues de los conceptos
platónicos, continúa situando el centro de la vida psíquica y de la percepción sensorial en el
corazón, y en concreto en la región llamada phren (conexión pericardio-diafragmática).
La doctrina humoralista del Corpus Hippocraticum fue cuestionada por los integrantes de la
Escuela de Alejandría, básicamente Herófilo de Calcedonia (325-280 a. C.) y Erasístrato de
Ceos (310-250 a. C.), quienes trataron de construir una nueva fisiología antihipocrática basada
en el legado estoico del neumatismo9. Erasístrato comenta cómo el aire (pneuma cósmico),
una vez transportado de los pulmones al corazón, es transformado en el órgano cardiaco
en pneuma zootikon (spiritus vitalis, en latín), para ser, posteriormente, vehiculizado, a través
de la sangre, al cerebro, donde se transformaría, dentro de los ventrículos cerebrales,
en pneuma psychikon (spiritus animalis, en latín). Para Erasístrato, el centro coordinador de la
vida psíquica (hegemonikon) se situaría en el cerebelo(parenkephalis) y las meninges,
mientras, por su parte, Herófilo fija la sede del alma en el kalamos10. Precisamente, en opinión
de Ariëns-Kappers11, hay que atribuir a Herófilo, en el marco de la cultura occidental, la
primera mención expresa a la glándula pineal. Herófilo propuso que este órgano ejercía
funciones de control valvular, a modo de esfínter, regulando el flujo del pneuma
psychikon desde el ventrículo medio al ventrículo posterior12.
Claudius Galeno (131-200) modifica la teoría neumática y elabora una doctrina fisiológica que
perdurará hasta la época de Descartes14. Siguiendo a Platón, el maestro de Pérgamo divide el
alma en tres partes: concupiscible, irascible y racional (localizadas respectivamente en el
hígado, el corazón y el cerebro) y habla de facultades humanas (dynamis), que se
corresponden con los tres órdenes de espíritus o pneumatas (físico o natural, vital y psíquico).
Estos espíritus serían sustancias materiales muy sutiles que circulan en los distintos líquidos
del cuerpo. Así, la sangre neumatizada en el corazón es conducida a la rete mirabile del
cerebro y origina, en los ventrículos laterales (a los que Galeno considera un único ventrículo
pareado, que denomina ventrículo anterior), el pneuma psíquico ospiritus animalis. Este
pneuma pasaría a la médula espinal y a los nervios (considerados huecos) como agente
inductor de la dynamis psykhiké, de la que resultaría una acción muscular.15, 16 Precisamente,
Galeno es el autor que efectúa la primera descripción detallada del órgano pineal que ha
pervivido hasta nuestros días18 y se debe a su pluma el nombre de konareion («piña», en
griego;conarium, en latín). Galeno describió con gran detalle la anatomía del conarium en
su De anatomicis administrationibus. Según Galeno, y muy acertadamente, la glándula pineal
sería un órgano extracerebral carente de motilidad propia, por lo que no podría ejercer labores
valvulares.
Con el auge del cristianismo, primero durante el periodo patrístico y seguidamente durante el
escolástico, las propiedades teológicas del alma cobraron una mayor preponderancia,
relegando a las propiedades operativas a un segundo nivel de interés. Finalmente, sería Tomás
de Aquino (1225-1274), en un elevado ejercicio de sincretismo, quien readaptara los
conceptos de alma de Aristóteles20, sirviendo de base doctrinal a las conclusiones del Concilio
de Trento (1545-1563), donde se estableció la existencia de tres tipos de alma en el ser
humano (intelectiva, sensitiva y vegetativa) y dos en los animales (sensitiva y vegetativa). De
esta forma, el alma intelectiva estaría dotada de tres propiedades: la inmortalidad, el libre
albedrío y el raciocinio, que se manifestaría en tres facultades rectoras (imaginativa, intelectiva
y rememorativa) (Figura 1).
Figura 1. Diagrama ilustrativo de las potencias del alma racional (figura S), contenido en la
edición latina de Maguncia (1722) de la obra Arte demostrativa (1283) de Raimundo Lulio
(1232-1316).
Con respecto a las interpretaciones fisiológicas, los médicos medievales occidentales, en líneas
generales, acabaron efectuado una compleja elaboración de las teorías galénicas, de forma
que el cerebro constituía el asiento del alma y mediante el pneuma operaba las facultades
animales, las sensaciones y el movimiento, así como las tres potencias superiores o rectoras
(fantasía, entendimiento y memoria). En esta interpretación, el obispo Nemesio de Emesa (c.
390) localiza esas tres facultades en los ventrículos anterior, medio y posterior,
respectivamente, dando lugar a la denominada «teoría de las tres celdas» 21. En la misma línea
se posicionó San Alberto Magno (c. 1193-1280) en su obra Philosophia pauperum, sive
Philosophia naturalis, donde localiza el sensorium commune en el primer ventrículo y la
facultad de la memoria en el tercero (el actual cuarto ventrículo) (Figura 2).
Figura 2. Ilustración relativa a las tres celdas ventriculares y la localización de las funciones
cerebrales en una edición de 1490 de la Philosophia naturalis de San Alberto Magno.
A pesar de las teorías galénicas y del modelo de enclaustramiento de las facultades superiores
del alma en las tres celdas cerebrales, desde la perspectiva filosófica y teológica, la doctrina
aristotélica de las facultades del alma prevaleció durante toda la Edad Media, llegando a ser el
pilar indiscutible sobre el que se apoyaron la mayor parte de los científicos del Renacimiento.
El papel de los espíritus animales como herramienta de comunicación entre los estratos
superiores del ser y la corporalidad constituyó una fuente de discusión científica que se
prolongó hasta los albores del periodo moderno. De hecho, numerosos científicos coetáneos
de Descartes compartían su visión fisiológica, e incluso le precedieron en su difusión, como el
español Andrés Velázquez (1553-1615) o el inglés Robert Burton (1577-1640). Velázquez, en
su Libro de la melancolía (1585), defiende que «los espíritus vitales son propios instrumentos
del alma: todos los movimientos y afectos del alma se representan y lo venimos a entender
por el movimiento de los espíritus» (p. 313)26. Por su parte, Burton, en su célebre The Anatomy
of Melancholy (1621), afirma que «el espíritu es un vapor sutil que se produce de la sangre y
es el instrumento del alma para realizar sus acciones, un lazo común o medio entre el cuerpo y
el alma» (p. 49)27.
Del mismo modo, la teoría del órgano pineal como «guardián» del flujo de los espíritus
animales continuó siendo defendida por numerosos autores, algunos de la talla de Giacomo
Berengario da Carpi (c.1460-c.1530), Jean Fernel (1492-1558) e incluso el propio William
Harvey (1578-1657). Berengario publicó en 1522 sus Isagogae breves, obra en la que describe
los ventrículos cerebrales, los plexos coroideos y la glándula pineal, a la que denominó
«apéndice del pensamiento»28. Sin embargo, finalmente sería el gran Vesalio, a quien se debe,
según Bargmann29, la primera representación gráfica de la historia de la glándula pineal
humana (Figura 3), quien rechazara definitivamente este concepto valvular de la glándula
pineal, así como de otras estructuras anatómicas, como la vermis superior cerebelli
La ortodoxia escolástica que los jesuitas enseñaron a Descartes fue parcialmente rechazada
por el filósofo francés, quien no compartía unos planteamientos tan abiertamente holísticos 32,
como se pone de manifiesto en la sexta de sus Meditaciones Filosóficas (1641): «... puesto que
de un lado tengo idea clara y distinta de mi mismo, en tanto que soy solamente una cosa
pensante y no extensa, y, de otro lado, tengo una idea distinta del cuerpo, en tanto que es sólo
una cosa extensa y no pensante, es cierto que yo, es decir, mi alma, por la que soy lo que soy,
es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo y que puede ser o existir sin él» (p. 192) 33.
Sin embargo, a pesar de todo lo comentado, el declive científico de las hipótesis cartesianas
comenzó inmediatamente después de ser publicadas
Pero sería a mediados del siglo xix , precisamente con el triunfo del método anatomoclínico,
en el que se ha querido ver la influencia del propio Descartes45, cuando se deseche
definitivamente la teoría cartesiana en relación con el papel fisiológico de la epífisis. En
el Dictionnaire des Sciences Médicales publicado en 1829 por Antoine Jacques Louis Jourdan
(1788-1848) se dice de la glándula pineal: «... con respecto a la función del órgano pineal, nada
es asumible de la ficción de Descartes, concebida en un momento de abuso del racionalismo y
de la imperfección de las ciencias naturales... Hoy, nosotros no necesitamos estas quimeras,
aunque todavía no conozcamos las funciones del conarium...» (p. 460-461)46. De esta forma, el
papel espiritual de la glándula pineal, desde la vertiente de la ciencia, acabó sus días. (Nota
personal (Isi): Curiosa tendencia, pues parece ser que cuanto más se sabe a nivel científico,
mas se pueden llegar a emborronar las evidencias ya conocidas. Es muy común subestimar la
ciencia y la sabiduría de las grandes escuelas antiguas. Según va avanzando la ciencia, se
vuelven a recoger hechos, teorías e hipótesis olvidadas en el tiempo. La historia está plagada
de ejemplos. Con el paso del tiempo se sorprenden de la sabiduría que muestran las
civilizaciones antiguas. Unas veces en el saber ancestral que engloba el conocimiento, y otras
en la precisión sumamente exacta para la época. Al no tener todas las respuestas, la ciencia
suele "descartar" cualquier cosa no probada científicamente. Ese conocimiento siempre pasa
por ciertos filtros que por ignorancia o falta de pruebas físicas se catalogan como filosofía,
mitología o leyenda. Desde que la ciencia se desligo del conocimiento espiritual, aparece
como autoridad todopoderosa y descartista ante cualquier cosa no probada por ensayo y
error. Con esta dinámica chocaran con infinidad de muros que con el tiempo y su propio
avance se caerán por si solos. Esto siempre hará que su avance sea lento y a veces erróneo.)
En cualquier caso, a pesar del amplio recorrido histórico que culminó en las teorías
cartesianas, y del enorme avance científico acaecido durante el siglo xx , el nexo íntimo entre
el espíritu y la corporalidad continúa, en la actualidad, estando en la sombra.
Buscar:
Herofilo y la pineal
Descartes
Bibliografía
http://www.elsevier.es/es-revista-neurologia-295-articulo-la-glandula-pineal-como-
instrumento-90122726