Mitre Fernández
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Mitre Fernández
RESUMEN
Cuatro autores del siglo XV central, Nicolás de Cusa, Juan de Segovia, el hu-
manista Eneas Silvio Piccolomini –Papa Pío II– y el rey bohemio Jorge Podie-
brad, y otro de principios de la Edad Moderna –Erasmo de Rótterdam– muestran
correctamente la reacción occidental frente a la presión del Imperio Otomano,
desde la caída de Constantinopla en 1453 a la derrota de Hungría en Mohacs en
1526. Examinan dos formas de resolver el problema: el diálogo interreligioso que
busca convertir a los turcos al cristianismo y luego legitimar la conquista, por
ejemplo el pequeño libro de Nicolás de Cusa De pace fidei y, en parte, la Epistula
ad Mahumetem de Pío II; y la creación de una gran alianza de los príncipes cris-
tianos: vg. el proyecto paneuropeo de Jorge Podiebrad, inspirado en la vieja idea
de cruzada.
PALABRAS CLAVE: Nicolás de Cusa, Juan de Segovia, Papa Pío II, Jorge Podie-
brad, Erasmo de Rótterdam, Imperio Otomano, diálogo in-
terreligioso, conversión cruzada, alianza de los príncipes
cristianos.
1 E. MITRE y M. ALVIRA, «Ideología y guerra en los reinos de la España medieval», Revista de His-
toria Militar. Numero Extraordinario 2001, 292. Sobre esa tripartición (aunque el estudio se limite fun-
damentalmente al período que discurre entre el siglo IX y los inicios del XIII) sigue siendo básica la
obra de G. DUBY: Les trois ordres ou l´imaginaire du féodalisme. París 1978.
tinopla y la caída de la ciudad en manos otomanas con su Historia medii aevi a temporibus Constantini
Magni ad Constantinopolim a Turcis captam. Zeitz 1688. Un titulo del pasado siglo convertido ya en
clásico sobre este último acontecimiento lo constituye el de S. RUNCIMAN, La caída de Constantinopla.
Ed. española de Madrid 1973 sobre la versión inglesa de Cambridge 1965 (objeto de una reciente ree-
dición con prólogo del conocido historiador de la guerra A. Beevor). Posteriormente los aportes sobre
el tema han sido numerosos. Entre ellos vid. A. PERTUSI, La caduta di Constantinopoli. Verona 1976, o
la panorámica de M. CORTÉS ARRESE, «Imágenes de la caída de Constantinopla», Constantinopla 1453.
Mitos y realidades, P. BÁDENAS DE LA PEÑA e I. PÉREZ MARTÍN (Eds.). Madrid C.S.I.C. 2003, 469-478.
En adelante, Constantinopla 1453… Sobre la personalidad del conquistador, otro clásico pleno de eru-
dición es el de F. BABINGER, Mehmed der Eroberer und Seine Zeit. Munich 1953. Obra objeto de dis-
tintas ediciones y vertida a varias lenguas, en adelante por la edición inglesa Mehmed the Conqueror
and his time. Princeton U. P. 1978.
5 Una voz irenista como la de Erasmo de Rotterdam lamentaba las querellas que enfrentaban a los
príncipes cristianos más poderosos que ofrecían con ello un grato espectáculo a los turcos: «Mucho me
cuesta persuadirme que exista turco tan truculento que mayores males impregne a los cristianos que los
que ellos, cada cual a su vez, se inflingen a sí mismos». «Carta a Francisco I de Francia de 1 de di-
ciembre de 1523» recogida en Educación del príncipe cristiano. Querella de la paz. Lorenzo RIBER
(ed.). Barcelona 1985, 157.
6 Entre los múltiples trabajos sobre el ideal de cruzada, vid. el reciente de J. FLORI, La guerra san-
ta. La formación de la idea de cruzada en el Occidente cristiano. Madrid-Granada, 2003. Una idea,
como bien es sabido, extensible también al enfrentamiento ortodoxia-herejía. Entre otros trabajos al
respecto puede consultarse uno colectivo con bastantes años de antigüedad pero aún útil VV.AA: Paix
de Dieu et guerre sainte en Languedoc au XIII siècle, Toulouse, Cahiers de Fanjeaux 4, 1969.
7 Para el caso del cristianismo-islamismo pueden consultarse entre otros títulos P. SENAC, L´image
de l´autre. Histoire de l´ occident médiéval face à l´islam, París 1983, R. BARKAI, Cristianos y musul-
manes en la España medieval (el enemigo en el espejo), Madrid 1984. J. V. TOLAN, Medieval Christian
Perception of Islam. A Book of Essays, Londres 1996, R. FLETCHER, La cruz y la media luna. Las dra-
máticas relaciones entre el cristianismo y el Islam desde Mahoma a Isabel la Católica. Barcelona
2005, Emilio MITRE, Los credos medievales y el espejo de la herejía. Madrid 2006.
En ese mundo tanto las afirmaciones categóricas, como las dudas y, por su-
puesto, las ambigüedades se encuentran repetidamente entrelazadas. Hablamos
así de la dialéctica de las armas frente a la de las palabras cuando no –y ello
será lo más frecuente– del difícil equilibrio entre belicismo e irenismo.8
En medio de esta vorágine, el conciliarismo actuará como factor de tensión
añadido. Con él se relacionan prácticamente todos los autores a los que vamos a
referirnos ya que, en mayor o menor grado o en algún momento de su vida, co-
quetearon con la idea del concilio universal como la máxima autoridad de la
comunidad cristiana por encima de las veleidades papalistas.9 Casi todos ellos
nacieron entre fines del XIV e inicios del XV. Erasmo de Rotterdam –la excep-
ción– constituirá una suerte de estrambote.
8 Sobre este último vid. P. BREZZI, «Spunti di irenismo e di ecumenismo dopo la cadutta di Cons-
tribution of the Medieval Canonists from Gratian to the Great Schism. Cambridge 1955. Una síntesis
sobre el importante papel del conciliarismo en las turbulencias del Bajo Medievo se recoge en Emilio
MITRE, Iglesia, herejía y vida política en la Europa Medieval. Madrid 2007, 128-137.
10 Sobre esta posición vid. E. COLOMER, De la Edad Media al Renacimiento. Ramón Llull, Nicolás
12 Nicolás de CUSA, La docta ignorancia, M. FUENTES BENOT (ed), Barcelona 1984, 24. Con pos-
govia, Víctor SANZ SANTA CRUZ (ed.), Madrid 1999 3. Interesante el estudio preliminar a cargo del edi-
tor de estos dos textos
15 A vueltas con este tema, M. de GANDILLAC, «Nicolas de Cues et l´œcuménisme», Revue d´His-
17 Ibidem 7-9.
18 Ibidem 58.
19 Poco que ver, sin embargo, entre las bases de partida del Cusano y las del maestro de Königs-
berg. Este último considera que la paz perpetua es el resultado de la conjunción de los principios de la
política interior y exterior apoyadas en fundamentos estrictamente laicos: la constitución civil republi-
cana de los Estados; la federación de Estados libres y la hospitalidad universal que permite acoger sin
hostilidad a todo extranjero. I. KANT, Sobre la paz perpetua. Antonio TRUYOL y J. ABELLÁN (eds.), Ma-
drid 1991, 15-30
20 E. COLOMER, «Nicolás de Cusa, un pensador en la frontera de dos mundos», De la Edad Media
al Renacimiento… 138.
21 Nicolás de CUSA, «Carta a Juan de Segovia», La paz de la fe. Carta a Juan de Segovia… 62-65
22 Ibidem 66-67.
23 Ibidem 68.
24 Ibidem 68-69.
La misiva concluye con una reiteración del cardenal en el valor de las virtu-
des del diálogo ante un conjunto de desgracias que, de acuerdo con una tradi-
cional visión, cabía interpretar como pruebas enviadas por la divinidad frente a
la tibieza que domina la Iglesia. «Yo creo firmísimamente que la persecución es
permitida no para la muerte sino para la vida, no para suprimir la fe, sino para
su exaltación, pues es propio de la Iglesia resplandecer bajo la persecución».25
El interlocutor epistolar del Cusano, Juan Alfonso González de Segovia,
(más conocido como Juan de Segovia) nació en esta ciudad en 1393, fue profe-
sor de Teología en la Universidad de Salamanca (e «ilustre por su discreción y
sabiduría, puesto que igualaba en ciencia a los mas encumbrados teólogos»)26 y
delegado del monarca castellano en el Concilio de Basilea. Allí se manifestó
como destacado defensor de la preeminencia conciliar; hasta el punto que se
barajó su nombre en 1439, como sustituto de Eugenio IV, depuesto por los pa-
dres conciliares por trasladar las sesiones de Basilea a Ferrara. Apoyaría inclu-
so al antipapa Félix V, elegido por el Concilio, que le designó cardenal en 1440.
Liquidada la rebelión basilense bajo Nicolás V, Juan de Segovia acabó reconci-
liándose con la legítima autoridad papal que le compensó, por su desposesión
del cardenalato, con el título de arzobispo de Cesarea. Moriría en 1458 legán-
donos, entre otras obras, la Historia gestorum generalis synodi Basiliensis, tex-
to básico para conocer las peripecias de aquella turbulenta asamblea, y un breve
tratado bajo el título Relatio super materia Bullarum de Praesidentia compues-
to en 1434 a instancias de sus amigos conciliaristas.27
La actitud intelectual de Juan de Segovia ante el Islam28 es tema que tam-
bién le acerca a las inquietudes de Nicolás de Cusa. De las tres posibles vías
para la conversión de los musulmanes –la guerra abierta, el milagro y la predi-
cación– opta abiertamente por la tercera. Ella sería posible merced a una paz
25 Ibidem 69-70.
26 Eneas Silvio PICCOLOMINI, La Europa de mi tiempo (1405-1458), F. SOCAS (ed.) Sevilla 1998,
173.
27 Para el ambiente cultural en el que Juan de Segovia se mueve vid. las síntesis recogidas por M.
AVILÉS, «La teología española en el siglo XV»,Historia de la Teología española, Melquíades ANDRÉS
MARTÍN, (dir.), Madrid 1983, 511-516 y por Francisco Javier FERNÁNDEZ CONDE, «Los grandes proble-
mas y realizaciones de la vida intelectual: Teología, espiritualidad, Filosofía, Derecho», La época del
gótico en la cultura española (c. 1220-c. 1480) vol. XVI de Historia de España Ramón Menéndez Pi-
dal, J. A. GARCÍA DE CORTÁZAR (coord.), Madrid 1994. 437 y ss. Sobre Juan de Segovia conciliarista,
vid. J. M. MARCH, «Sobre el Concilio de Basilea y Juan de Segovia» Estudios Eclesiásticos 7 (1928)
116-121; G. VERA-FAJARDO, La eclesiología de Juan de Segovia en la crisis conciliar (1435-1447),
Roma 1968; y S. MADRIGAL, «Corpus Mysticum-Corpus politicum: primeros ecos de la crisis conciliar
en la obra de Juan de Segovia», Iglesia de la Historia. Iglesia de la fe (Homenaje a Juan María La-
boa), Madrid 2005, 67-298.
28 Cuestión que cuenta con una monografía algo antigua pero de indudable valor, la de D. CABANE-
29 Ibid, 110-118.
30 Vid. el artículo también D. CABANELAS, «Juan de Segovia y el primer Alcorán trilingüe», Al-An-
dalus 14 (1949) 149-173.
31 Espíritu que contaba, entre otros propagadores, con figuras de la talla de Fernando de Córdoba,
Rodrigo Sánchez de Arévalo, Juan de Torquemada o Alonso de Espina. Vid. M. AVILÉS, «La teología
española en el siglo XV», 526-527; V. CANTARINO, «Juan de Torquemada´s Crusade against Islam»,
Religionsgesprache im Mittelalter. B. LEWIS y F. NIEWOHNEN (eds), Wiesbaden 1992, 237-250. Para el
clima cruzadista en estos años J. HANKINS, «Renaissance Crusaders: Humanist Crusade Literature in
the Age of Mehmed II», Dumbarton Oaks Papers, 49 (1995) 111-207. Para el caso hispánico, hasta los
inicios de la Modernidad, J. M. FLORISTÁN, «Los últimos Paleólogos, los reinos peninsulares y la cru-
zada», Constantinopla 1453… 247-296. Sobre la irregular recepción de la noticia de la caída de Cons-
tantinopla en España, mayor en la Corona de Aragón que en Castilla, vid. P. DÍAZ MAS, «El eco de la
caída de Constantinopla en la literatura hispánica», ibidem 317-349.
32 R. FLETCHER, La cruz y la media luna… 154.
33 Vid. J. KRITZECK, Peter the Venerable and Islam. Princeton 1964 y el más reciente de D. IOGNA
PRAT, Ordenner et exclure. Cluny et la societé chrétienne face á la hérésie, au judaïsme et à l´Islam.
1000-1150. París 1998. Cabría incluir también para esta época la figura de Pedro ABELARDO caso de
que el filósofo del que nos habla en una de sus más populares obras fuera un musulmán. Cfr. Diálogo
entre un filósofo, un judío y un cristiano, A. SANJUÁN y M. PUJADAS (eds.), Zaragoza 1988. Un reciente
aporte sobre el dialogo entre religiones es el de José SÁNCHEZ HERRERO, «Dios es amor. Dios no puede
más que amar» El discurso interreligioso entre la espada y la palabra, siglo X al XII», Estudios Trini-
tarios XLI/3 (Salamanca, Septiembre-Diciembre 2007) 581-648.
34 Para esta temática, uno de los grandes especialistas es J. RICHARD con obras como la compila-
ción Croisés, missionnaires et voyageurs. Londres 1983. Sobre las influencias de Ramón en Cusa, vid.
E. COLOMER, De la Edad Media al Renacimiento… passim.
leólogo y un maestro persa musulmán en torno a 1394. Recientemente se ha vuelto a ella con motivo
de la polémica desatada por el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona el 26 de septiembre de 2006.
El monarca denuncia, entre otras cosas, la falta de originalidad de Mahoma que se limita a plagiar des-
caradamente las prescripciones legales del judaísmo. Manuel PALEÓLOGO, Diálogo con un musulmán
(VII controversia) Ed. de J. J. ESPARZA y M. A. ESPARZA. Barcelona 2006, 68.
38 Cfr. Emilio MITRE, Los credos medievales, passim
39 E. COLOMER, «Nicolás de Cusa, un pensador», De la Edad Media al Renacimiento, 138.
40 Sumario del opúsculo «De mittendo gladio» recogido en D. CABANELAS, Juan de Segovia y el
al destacar la labor de Juan de Segovia como traductor del Corán dice que, con ello, «desentrañó sus
Pocos papas como Pío II, Eneas Silvio Piccolomini antes de su elección, han
despertado tanto interés en los medios académicos.42 El que nos haya legado en
sus Comentarii un importante texto autobiográfico hace más atractivo aún al
personaje.43 Nacido en las cercanías de Siena en 1405, presumió de haber trata-
do personalmente a cuatro papas: Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calix-
to III.44 Condenados por el pueblo en vida y aclamados después de su muerte,
Eneas considera oportuno legar a la posteridad una autobiografía –cuya redac-
ción inició en 1462, dos años antes de morir– a fin de ser juzgado con la debida
objetividad.45
En su agitada vida de juventud y madurez alternó el estudio con aventuras
amorosas y misiones diplomáticas. Manifestó, asimismo marcadas veleidades
conciliaristas y, al igual que otros intelectuales de la época que compartieron
esa posición, Piccolomini acabaría reconciliándose con el papado legítimo. Ello
le permitiría en tan sólo doce años pasar del diaconado y presbiterado (1446) al
arzobispado de Siena (1452), al cardenalato (1456) y al pontificado (1458) to-
mando el nombre de Pío II. Desde esa privilegiada posición derivaría en ardien-
te partidario de la autoridad romana tal y como resumiría en una palinódica fra-
se: «Rechazad a Eneas, aceptad a Pio». Solicitaba con ello a los cristianos que
no hiciesen caso de sus escritos de juventud y declaraba herética la doctrina
que proclamaba la superioridad del concilio sobre el papa.46
El giro eclesiológico se acompañó de una abierta hostilidad hacia los turcos
tras la caída de Constantinopla. Éstos, escribe, habían convertido a los habitan-
tes de la ciudad «en esclavos; contaminan con la aberración de Mahoma el cele-
bre templo de Santa Sofía y todas las basílicas de la ciudad imperial».47 La mi-
estupideces (de Mahoma) con razones y fundamentos tan bien fundados como realistas». La Europa de
mi tiempo, 173.
42 Entre la abundante bibliografía sobre el personaje se puede destacar G. PAPARELLI, Enea Silvio
Piccolomini: Pio II. Bari 1950, B. WIDMER, Enea Silvio Piccolomini Papst Pius II. Biographie und
Ausgewahlte. Texte aus seinem Schriften Basilea-Stutgart 1963, A. ZIEGER, Enea Silvio Piccolomini
(Pio II). Trento 1965, Ch. E. NAVILLE, Enea Silvio Piccolomini: l´uomo, l´umanista, il pontifice. Locar-
no 1984, y las semblanzas de G. ARNALDI, «Ritratto di Enea Silvio Piccolomini», Terzo Programma,
Roma 3 (1965) 361-366 y de N. RITCHIE, «Aeneas Silvius Piccolomini: Humanist and Pope», History
Today 27 (1977) 434-444.
43 Lo citaremos en adelante por la adaptación castellana bajo el título Así fui Papa, Antonio CASTRO
48 J. HELMRATH «Pius II und die Türken«, Europa und die Türken in der Renaissance, B. GUTHMÜ-
LLER y W. KÜHLMANN (eds.), 2000, 79-137. La idea de poner en marcha una cruzada se la comunicó el
pontífice en marzo de 1462 a un grupo de seis cardenales de su confianza. F. BABINGER, Mehmed the
Conqueror… 233 y ss.
49 PÍO II, Así fui papa… 323 y ss.
50 Antonio CASTRO ZAFRA, «Muerte en Ancona» Epílogo a Así fui papa… 337-344.
51 Eneas Silvio PICCOLOMINI, La Europa de mi tiempo… 55.
52 A los estados hispánicos (los «cinco reinos») por ejemplo, dedica un reducido espacio, ibidem
183-187.
53 Ibidem 87-92. Sobre los horrores padecidos por la ciudad a su caída, volvería a insistir en Así fui
55 F. SOCAS, «Prólogo» a La Europa de mi tiempo… 38. Las distintas menciones a Alfonso V se re-
matan al final del texto con una recapitulación de sus logros que le convertían en «garante de la paz en
Italia y dueño y árbitro de la situación en las Hispanias», ibidem 262.
56 F. BABINGER, Mehmed the Conqueror… 409.
57 La misiva sería, así, «más una disertación que una carta», ibid. p. 199. Algunos autores interesa-
dos por los acontecimientos del momento y por el protagonismo de Pío II ni siquiera la citan. Sí lo ha-
cen, por el contrario, con la supuesta carta enviada por el sultán a Nicolás V. S. RUNCIMAN, La caída de
Constantinopla… 186. Para una evaluación de todas las posibilidades interpretativas de la carta de
Pío II, Vid. Domingo F. SANZ, «Introducción» a la edición de la obra de Eneas Silvio PICCOLOMINI,
Epístola a Mehmet II. Madrid 2003, 11-25. Por esta versión la citaremos en adelante. Se ha destacado
que, en los Comentarii, Pío II no hace referencia al envío de esta misiva. De haberla remitido no hubie-
ra tenido nada de particular, ya que se daban algunos precedentes, aunque lo fueran en relación con los
mongoles. como las cartas de Inocencio IV, de Urbano IV, de Juan XXII o de Benedicto XII entre 1245
y 1338. J. RICHARD, Croisés, missionnaires et voyageurs, 259-262. Sobre la posibilidad de envío de la
misiva se ha pronunciado recientemente B. WEBER, «Conversión, croisade et oecuménisme à la fin du
Moyen-Âge: Encore sur la lettre de Pie II à Mehmed II», Crusades 7 (2008), Publisher by Ashgate for
the Society for Study of the Crusades and the Latin East. 181-197.
58 Convergerían en este texto diversas tesis: la irenista que interpretaba alegóricamente el Corán y,
en consecuencia, le consideraba compatible con la revelación cristiana; el recurso a las armas dentro de
la ideología cruzadista; y la visión del Islam como instrumento sin valor intelectual pero útil para el go-
bierno del vulgo. L. D’ASCIA, «El pontífice romano y el emperador troyano. La carta de Pío II (Eneas
Silvio Piccolomini) a Mehmed II» en ‘Ilu, 3 (1998) 7. Con posterioridad a esta fecha el mismo autor ha
publicado un libro bajo el título Il Corano e la tiara: l´epistola a Maometto di Enea Silvio Piccolomini,
Bologna 2001.
59 F. BABINGER, Mehmed the Conqueror… 121.
60 Se ha jugado con el posible interés del sultán por la fe cristiana en cuyos rudimentos pudo ser
suo tempo, L. Rotonda SECCHI TARUGO (Ed.): Atti del primo convengo internazionale 1989, Milán, Isti-
tuto di Studi Umanistici F. Petrarca. Mentis Itinerarium, 1991, 301-312.
67 Eneas Silvio PICCOLOMINI, Epístola a Mehmet II… 65-67, citando especialmente los casos de
Constantino y de Clodoveo. Este monarca franco fue considerado por los apologistas católicos como
una segunda versión del primer emperador romano cristiano. Cfr. Gregoire DE TOURS, Histoire des
francs. I. R. LATOUCHE (ed.), París 1963 (reimpresión de 1999) 120-121. Una visión crítica de esta con-
versión en I. N. WOOD, «Gregorio de Tours y Clodoveo», La Edad Media a debate, L. K. LITTLE y B.
H. ROSENWEIN (Eds.), Madrid 2003, 125-153.
68 Con anterioridad a la misiva a Mahomet, Pío II se había hecho propagandista de la cruzada a tra-
vés de otros textos: La Oratio pro passaggio in Infidelibus de 1453, la Oratio de Constantinopolitana
clade de 1454 y la Oratio habita in conventu Mantuano de 1459.L. D’ASCIA, «El pontífice romano y el
emperador troyano»… 12. En la génesis doctrinal de la Epístola jugaría mucho sin duda el cardenal
Juan de Torquemada con su Tractatus contra principales errores perfidi Mahumeti. ibidem 13 y 16-18.
69 Eneas Silvio PICCOLOMINI, Carta a Mehmet II… 49.
70 Ibidem 55. El papa se está refiriendo a unas diferencias entre las sedes de Roma y Constantino-
pla (primacía romana, procesiones del Espíritu Santo, eucaristía y purgatorio) que parecieron saldadas
en 1439. Se trata del acuerdo firmado en el concilio de Florencia (prolongación papalista del manteni-
do por los rebeldes conciliares en Basilea) por Eugenio IV y los representantes del emperador bizanti-
no. Acuerdo rechazado por buena parte del clero y la opinión pública orientales.
dos obras: John Zizka and the Hussite Revolution, New York 1955 y George of Bohemia, King of Here-
tics, Princeton1965.
73 Desde la óptica de los historiadores del país, Jorge sería todo un restaurador del Estado checo. J.
pueblo culto pero inclinado a peligrosas innovaciones religiosas. PÍO II, La historia de Bohemia en ro-
mance. Sevilla 1509 f. V v.
75 Pasajes destacados de este documento se recogen en la importante antología de D. de ROUGE-
MONT, Tres milenios de Europa. Madrid 1963 74-79. Por ella citaremos en adelante.
en su seno ciento diecisiete vastos reinos y sacó de ellos tantos pueblos que
ocupó por mucho tiempo gran parte de los paganos al mismo tiempo que el se-
pulcro del Señor. No había entonces nación en el mundo entero que se atreviera
a atacar la dominación de los cristianos. Ahora, por el contrario, vemos cómo
todo está desgarrado, reducido, debilitado, despojado de todo su fulgor y
de todo su esplendor de antaño… (el Islam y después los turcos han sobrevenido)
reduciendo a su potencia primero el glorioso imperio de los griegos, después…
deportando fuera de los países cristianos un número de almas casi infinito».76
La estructura europea propugnada se basaba en la idea de naciones tal y
como se había procedido en los concilios bajomedievales. De entrada se conta-
ba con una nación germana, otra francesa y otra italiana, aunque cabía la posi-
bilidad de admitir (como en las asambleas conciliares) una hispana y otra britá-
nica. El concepto de nación era un tanto laxo ya que en el seno de cada una de
ellas se admitía la posibilidad de estar representados los distintos estados que
englobaban: la hispana los llamados «cinco reinos», Italia sus reinos y ciuda-
des-estado, Francia el potente ducado de Borgoña, Alemania sus ducados y rei-
nos circundantes, etc…77
Esa especie de sociedad de naciones avant la lettre dispondría de varios or-
ganismos.
Habría una Asamblea federal que se reuniría por primera vez en Basilea el
domingo Reminiscere de 1464 presidida por un príncipe alemán, sin duda
el emperador, durante un período de cinco años. El segundo quinquenio, la reu-
nión sería en una ciudad de Francia a determinar, bajo la presidencia, se supo-
nía, de Luís XI. El tercer quinquenio la Asamblea actuaría en Italia bajo la pre-
sidencia, presumiblemente, del dogo de Venecia dada la preeminencia naval de
esta ciudad. De incorporarse España al proyecto se otorgaría un lugar preferen-
te al rey de Castilla. A cada nación correspondería un voto, «pero si entre los
embajadores de los reyes de una sola y misma nación son emitidos votos con-
trarios sobre cualquier asunto, decidimos que lo que fuera hecho y concluido
por la mayoría será mantenido tan firmemente como si hubiese sido juzgado y
acordado por unanimidad de esa nación…».78
Como «la paz no puede ser cultivada sin la justicia ni la justicia sin la paz»
se crearía un tribunal o Consistorio con residencia en el lugar en que estuviese
la Asamblea la cual fijaría las normas para su funcionamiento. Ese organismo
solventaría las diferencias entre los integrantes de la confederación a los que, de
76 Ibidem 76.
77 F. G. HEYMANN, George of Bohemia… 293 y ss, en un capítulo bajo el título de «Grand design»
con el que se define el proyecto del rey bohemio.
78 Recogido en D. De ROUGEMONT, Tres milenios… 79. Algunas consideraciones en F. G. HEY-
138-139.
86 F. G. HEYMANN, George of Bohemia… 301.
Sin embargo ¿Qué tenía más peso entre los estados del Occidente: La exal-
tación de los elementos comunes (o complementarios) a todos los príncipes
cristianos o la expansión de sesgadas imágenes negativas del otro a fin de refor-
zar las virtudes y la identidad nacional propias? Caso de imponerse estas últi-
mas se trabajaba indudablemente a contrapelo de una predicada paz generaliza-
da en el conjunto del Occidente. Además, las cruzadas, que habían permitido
conocerse mejor a los distintos príncipes y pueblos de Europa ¿no habían con-
tribuido también con ese acercamiento a que se aborreciesen más a fondo unos
a otros?87 Y, en relación con el Islam ¿No se anteponían frecuentemente los
cálculos materiales a los ideales religiosos?88
Todo ello sin necesidad de extendernos en otro factor no desdeñable: la exis-
tencia de cierta corriente turcófila que se manifestaba de diferentes formas.
Bien porque se considerara que los turcos, como herederos de los teucros (tro-
yanos), hacían justicia por los pasados excesos de los griegos-aqueos (antepasa-
dos de los bizantinos) contra su ciudad.89 O bien porque se diera como bueno
un poder secular (aunque como en este caso no fuera cristiano) dotado del dere-
cho y el deber de intervenir para reformar la Iglesia limpiándola de todos los
elementos corrompidos.90 Desde un punto de vista pragmático, además, Maho-
met II y sus herederos no se limitaron a conquistar por conquistar, sino a crear
87 Muy conocida será la emulación suicida que en la Tercera Cruzada protagonizaron Ricardo Co-
razón de León y Felipe Augusto de Francia quienes trasladaron a Tierra Santa las rivalidades que les
enzarzaban en sus países de origen. El historiador Jacques de Vitry recuerda que «sus resentimientos,
sus odios y sus discordias llegaron a tal extremo» que se negaban la colaboración cada vez que uno de
ellos emprendía acción militar contra una ciudad. Historia de las cruzadas. Nilda GUGLIELMI, (ed.)
Buenos Aires 1991, 79
88 Es famoso el proceso, precisamente en 1452, contra el conocido hombre de negocios francés
Jacques Coeur acusado de tráfico fraudulento de armas con los sarracenos. P. ALPHANDERY y A. DU-
PRONT, La Cristiandad y el concepto de cruzada (II) Las cruzadas (siglos XII-XIII), México 1962. 172.
Eneas Silvio Piccolomini recuerda que a la paz de Lodi suscrita entre las principales potencias italianas
en 1454 se había llegado, entre otras razones, porque Venecia veía peligrar sus intereses mercantiles a
causa de la guerra con el turco. La Europa de mi tiempo, 197. Mahomet II, por su parte, aunque convir-
tiese Santa Sofía en mezquita, reconoció al patriarca ortodoxo Genadio la posesión de la segunda de las
grandes iglesias de la capital, la de los Santos Apóstoles. Asimismo, quedaron intactas, para los servi-
cios religiosos normales, otras como la de Pammacaristos, la de San Demetrio, la de Peribleptos o la de
San Jorge de los Cipreses. S. RUNCIMAN, La caída… 217.
89 Ibidem 185-186.
90 L. D’ASCIA: «El pontífice romano y el emperador troyano»… 22-23. Destaca el caso muy espe-
55-56
95 J. GIL, «El fin del imperio bizantino y su proyección escatológica», Constantinopla 1453… 49-
54.
(28 de agosto de 1526).96. El reino danubiano, que hasta entonces actuó de eficaz
barrera militar,97 vivirá bajo mediatización otomana durante casi dos siglos.
Occidente hubo de tomar de nuevo descarnada conciencia de lo que era un
peligro militar tanto en el valle del Danubio como en el Mediterráneo. Hablar
del levantamiento del sitio de Viena por Carlos V en 1529, del asedio de Malta
en 1565, de la conquista de Chipre por Selim II en 1571 o de la victoria cristia-
na de Lepanto en esa misma fecha sería llevar las cosas mas allá de lo que es in-
tención de este trabajo.98 Sin embargo no está de más recordar cómo ante la
amenaza militar turca hubieron de pronunciarse algunos intelectuales de la épo-
ca lógicamente influenciados por las opiniones de sus predecesores. En lugar
preferente se situará Erasmo de Rotterdam, nacido en los años finales del ponti-
ficado de Pío II y ordenado sacerdote en 1492,99 año en el que los Reyes Católi-
cos tomaban Granada; hecho considerado como revancha por la caída de Cons-
tantinopla casi medio siglo atrás.100
En justicia, Erasmo pasa por ser «el primero de los soberanos espirituales
del mundo moderno… (y) el último de los creyentes en un universo cristiano
que aboliese las guerras».101 La guerra era, a su juicio, un mal inherente a la hu-
manidad que, de darse dentro de la cristiandad –basta con remitirse a las misi-
vas enviadas a los príncipes europeos del momento– tenía el carácter de guerra
civil. Las diferencias nacionales no debían ser motivo de discordia como tam-
poco entre los primeros cristianos tenían que haberlo sido las existentes en Co-
rinto entre los discípulos de Pablo y los de Apolo.102
Sincero reformista y sincero católico, Erasmo no dudó, pues estaba dentro
de toda una tradición,103 en responsabilizar al pontificado de algunos de los en-
96 Para las líneas generales de la gran expansión turca en torno a 1500 vid la síntesis de R. MAN-
TRAN, Histoire de la Turquie, París 1975, 48-52.
97 Tras la caída de Constantinopla, la eficaz defensa en el Danubio de dos gobernantes húngaros
–el regente Juan de Hunyadi y su hijo el gran rey Matías Corvino– permitió entre 1456 y 1482 levantar
el cerco otomano de Belgrado y organizar, incluso, una contraofensiva en Bosnia, Moldavia, Valaquia y
Serbia. H. BOGDAN, Histoire de la Hongrie, París 1966, 28-31.
98 Un proceso para cuyo seguimiento sigue siendo útil el magistral estudio debido a la pluma de F.
en España. La recepción del humanismo en el primer renacimiento español. Madrid 2002. 2-7.
100 Sobre la guerra y conquista de Granada vid, entre otros trabajos de M. A. LADERO el solvente y
muy práctico Granada historia de un país islámico. (1232-1571) Madrid 1979, 183-214.
101 Lucien FEBVRE, Erasmo, la Contrarreforma y el espíritu moderno. Barcelona 1985 (original de
1957) 78-80.
102 Citado en M. BATAILLON, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI.
Lactancio y el Arcediano. Lamentaba éste el «saco de Roma» por las fuerzas del emperador Carlos V
en 1527 aunque eximía del desastre al monarca y responsabilizaba al papa Clemente VII por haber «le-
vantado armas contra él, haciendo lo que no debía, y deshizo la paz, y levantó nueva guerra en la cris-
tiandad». Diálogo de las cosas ocurridas en Roma. José Luis ABELLÁN (ed.), Madrid 1975, 63.
104 Citado en J. HUIZINGA, Erasmo. Barcelona 1987 (Original de 1924) 165.
105 Erasmo de ROTTERDAM, «Querella de la paz», Educación del príncipe cristiano. Querella de la
paz… 131.
106 Ya en la Educación… escrita en 1516 y dedicada al futuro Carlos V, se recuerdan las desgracias
que traen las guerras, incluso las más justas «si es que en puridad existe guerra que pueda llamarse jus-
ta», ibid. 103. Erasmo se sentía incompatible con el estilo de Maquiavelo que tomaba las guerras como
«ineludibles corolarios del poder político» A. G. DICKENS y R. D. JONES, Erasmo el reformador, Ma-
drid 2002, 107
107 Erasmo de ROTTERDAM, Enquiridion. Manual del caballero cristiano, P. RODRÍGUEZ SANTIDRIÁN
(ed.), Madrid 1995, 98. (Obra publicada por primera vez en 1503).
108 Recogido en A. G. DICKENS y R. D. JONES, Erasmo… 109.
109 Tomás MORO, «Utopia», en Utopías del Renacimiento, E. IMAZ y A. MILLARES (eds), México
A MODO DE CONCLUSIÓN-COROLARIO
nio del Evangelio de Lucas, expuesto a la cristiandad, miserable y digna de compasión para recuerdo
de sus errores. Ezequiel cap. 8», en Tratados y sermones. L. DUCH (ed.) (autor además de una intere-
sante introducción) Madrid 2001, 156.
118 Vid. para ello Jean DELUMEAU, La peur en Occident, París 1978.
119 Para este tema en general vid. el interesante trabajo de Eloy BENITO RUANO, De la alteridad en
también los sugestivos libros, polémicos en algunas de sus interpretaciones, de R. I. MOORE, La forma-
ción de una sociedad represora. Poder y disidencia en la Europa occidental, 950-1250, Barcelona
1989, y Josep FONTANA, Europa ante el espejo, Barcelona 1994, especialmente 39-88.
121 Las de 1577 fueron treguas que, según Braudel, contribuirían más a paralizar la iniciativa oto-
mana en el Mediterráneo que el golpe sufrido por la armada turca unos años antes. «Lo que no había
logrado completamente Lepanto lo rematará la paz en unos cuantos años. La paz se encargará de matar
a la flota turca». F. BRAUDEL, El Mediterráneo. T. II, 656.
122 Cfr. P. GARCÍA MARTÍN, La péñola y el acero. La idea de cruzada en la España del siglo de Oro,
Sevilla 2004.
123 J. M. DELGADO, «Maurofilia y maurofobia ¿Dos caras de una misma moneda? Introducción a la
No desechar tampoco las viejas consideraciones respecto a las influencias del pensador holandés en
España de Marcelino MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles. t. I. Madrid 1992, so-
bre la edición de 1910, 939 y ss,
125 F. BRAUDEL, El Mediterráneo t. II, 11-12.
126 La crisis de los imperios (continentales o transoceánicos) desde los inicios del siglo XX es, pre-
cisamente, el leitmotiv del voluminoso ensayo de N. FERGUSON, La guerra del mundo. Los conflictos
del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953), Barcelona 2007. Ello no ha obstado para que la ex-
presión «imperio» sea aplicada a las superpotencias surgidas de la derrota de los países del Eje en
1945. Así ha definido el ensayista Sebastian HAFFNER a los dos grandes bloques militares de la Guerra
Fría (OTAN y Pacto de Varsovia): imperio americano e imperio ruso. Anotaciones sobre Hitler, Barce-
lona 2002. 163.
127 N. FERGUSON, La guerra del mundo… 254-263. Un precedente esto último de las tristemente cé-
lebres limpiezas étnicas producidas en los Balcanes en los últimos años. La turquización de Constanti-
nopla-Estambul a lo largo del siglo XX eliminó prácticamente la presencia de fuertes minorías étnico-
religiosas que, en conjunto, suponían casi la mitad de la población. Vid. para ello la recreación algo
más que literaria de O. PAMUCK, Estambul. Ciudad y recuerdos, Barcelona 2006, 202-207.
128 Es en ese terreno en el que se acostumbra a plantear la idea de tolerancia. Cfr. Por ejemplo H.
KAMEN, Los caminos de la tolerancia. Madrid 1967,17-29 para la época aquí tratada.
129 Para los intelectuales del Imperio Romano de Oriente, la caída de Constantinopla supuso el ine-
ludible final del Imperio Bizantino pero, en el discurrir general de la historia ¿era el final del mundo en
el sentido más escatológico? o simplemente ¿el final de su mundo? P. BÁDENAS, «Los intelectuales bi-
zantinos ante la caída de Constantinopla» en Constantinopla 1453… 166-168. Desde el lado otomano
su entrada en la capital suponía la continuidad y perpetuación de la tradición mientras que para los cris-
tianos representaba una dolorosa ruptura. Miguel Ángel BUNES, «Legitimación y deslegitimación de la
toma de Constantinopla», ibidem 297-316.