Sarno
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1. Geopolítica.I.Título
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permitido hoy que, además de la pesca, se extraiga petróleo, algas, minerales, y se
proyecten otras y nuevas explotaciones.
Ya en pleno siglo XX, se ha coincidido en determinar el nacimiento de un nuevo
período oceánico que ocurrió a partir de 1945, cuando el presidente Truman de los
Estados Unidos estableció la soberanía de su país en su plataforma continental -
sumergida - hasta 100 brazas de profundidad (una braza equivale a 6 pies: 1,82 m).
Este naciente período puede denominarse como “del apoderamiento del mar”, en el
cual cada país ribereño de mares y océanos, extiende su soberanía sobre el espacio
marítimo contiguo. La declaración del presidente Truman fue inmediatamente seguida
por las de otros países, aunque con diferentes criterios (algunos, en extensión
horizontal desde la costa, y otros en la dimensión vertical de la profundidad marítima),
como México, Argentina, Perú, Chile, Sudáfrica, Unión Soviética, etc.
Esta extensión de la soberanía hacia el espacio marítimo fue motivo de
conflictos, razón por la cual las Naciones Unidas trataron de disminuirlos y regularlos
jurídicamente estableciendo un “derecho del mar”, para ser aceptado por sus países
miembros. Esta fue la finalidad de la Primera (1958), Segunda (1960) y Tercera
Conferencia del Mar (1973-82).
d.1. Por la posición relativa. Está determinada por su ubicación respecto a los
continentes y a otros mares. Así tenemos:
d.1.1. Los mares mediterráneos: son los que están dentro de las masas
continentales o bien rodeados por ellas en gran parte. Entre ellos distinguimos el ‘mar
cerrado’, sin salida a otros mares. El típico ejemplo es el Mar Caspio, encerrado por la
naturaleza; no obstante, por medio de los canales construidos por la Unión Soviética,
tiene conexión fluvial artificial con el Mar Báltico para la navegación. Y el ‘mar
semiencerrado’, unido a otros mares y océanos por ‘estrechos’. Ejemplos: el Mar
Mediterráneo (unido al Océano Atlántico por el Estrecho de Gibraltar y desde 1869, al
Mar Rojo por la construcción y habilitación del Canal de Suez), el mismo Mar Rojo
(conectado al Océano Indico a través del Estrecho de Bad-El-Mandeb), el Mar Caribe
(unido al Golfo de México y al Océano Atlántico por los pasajes marítimos situados
entre las Grandes y Pequeñas Antillas, y desde1914 unido artificialmente al Pacífico
por el Canal de Panamá.
En los mares mediterráneos, los estrechos y canales de conexión al exterior
son los lugares geopolíticamente importantes. La historia registra que - con frecuencia
- cuando una gran potencia marítima es ribereña de un mar mediterráneo, ha
intentado incluirlo por completo en sus dominios.
d.1.2. Los mares abiertos: son los que tienen amplias conexiones con otros
mares y océanos. Ejemplos: el Mar del Norte, el Mar Amarillo. Ha sido más difícil el
control político de estos mares. Normalmente, la potencia que posee los mejores
litorales sobre estos mares, es la que está en mejores condiciones para controlarlos.
d.1.3. Los mares archipielágicos: como su nombre lo indica, son los espacios
marítimos ubicados dentro de un archipiélago. Por ello, están rodeados de islas y
además, tienen islas interiores. Ejemplos: el Mar Egeo; las aguas que se encuentran
dentro del extenso archipiélago de la República de Indonesia. Para el país que se
extiende en un archipiélago, estas aguas son indispensables para la conexión
marítima interior.
d.1.4. Los estrechos marítimos: son pasajes naturales entre dos mares u
oceános, ubicados donde los continentes y las islas dejan una angostura marítima. La
importancia geopolítica de los estrechos es obvia, tanto más cuanto no existan otros
pasajes de alternativa, como por ejemplo el Estrecho de Gibraltar o el Estrecho de
Ormuz. Algunos autores incluyen en esta clasificación a los canales construidos por el
hombre. Evidentemente, por ejemplo, el Canal de Suez no es lo mismo que el
Estrecho de Gibraltar, comenzando por el origen. Pero esos autores los han incluido
aquí por su semejante importancia geopolítica: todos son lugares de paso obligatorio
para la navegación.
d.2. Por la temperatura. Esta clasificación ha marcado claramente la historia
de la Rusia de los Zares y siguió marcando geopolíticamente a la Unión Soviética, por
las distintas características que tienen los ‘mares helados’ y los ‘mares libres de
hielos’. El ‘mar helado’ permanece así durante varios meses del año, y tanto más
tiempo cuanto mayor es su aislamiento y su cercanía al polo geográfico o al polo
térmico.
El límite entre los mares helados y los mares libres de hielos, varía entre los
50º y 70º grados de latitud, según las distintas regiones. En los océanos abiertos o
cruzados por corrientes cálidas, ese límite se acerca hacia los polos. En cambio, en
mares mediterráneos, se aleja de los polos. El ‘mar helado’ es el menos valioso
geopolíticamente: sus puertos quedan cerrados por los hielos gran parte del año, su
navegación requiere buques rompehielos, la pesca está limitada a la época del
deshielo, y la exploración y explotación de la plataforma continental es sumamente
difícil y muy costosa. Estas características significan que el ‘mar helado’ puede ser
considerado como cualquier espacio marítimo, sólo durante una parte del año.
En cuanto a la antigua Unión Soviética, hoy Federación Rusa y antes a la
Rusia de los Zares, al encontrarse cerrados por los hielos sus extensos litorales del
Océano Glacial Artico, siempre buscó accesos directos hacia los ‘mares libres de
hielos’ en el Mar Báltico, en el Mar Negro, en el Mar del Japón. En el Mar Amarillo lo
logró durante algunos años con Port Arthur, arrendado a China, e históricamente ha
procurado extenderse hacia el sur, aproximándose al Golfo Pérsico y al Golfo de
Omán.
También es posible clasificar los mares libres de hielos en los de aguas
tropicales, de aguas templadas y de aguas frías. En el hemisferio austral, el encuentro
de las aguas templadas con las aguas frías se produce en una zona llamada
‘convergencia antártica’. Su importancia reside en que es distinta la fauna al norte y al
sur de ella. Varios países se dedican a la captura de especies vivas en las aguas frías
antárticas. Esta es la razón por la cual los miembros consultivos (o contratantes) del
Tratado Antártico resolvieron en 1980 la “Convención sobre la Conservación de los
Recursos Vivos marinos antárticos” (Ley Nº 22.584 de nuestro país). En este
documento, se define dónde se encuentra la ‘convergencia antártica’, a saber:
f - El litoral marítimo.
g.1. Los recursos renovables: son los que admiten un consumo racionalizado
que no produzca su agotamiento, consumo que debe guardar relación con la
capacidad de renovación de cada recurso. Entre estos recursos se encuentran los
‘recursos vivos’ de la fauna y de la flora marinas.
La ‘fauna’ marina ha sido objeto de intensas capturas desde hace dos siglos.
Si bien la pesca es una actividad muy antigua, realmente desde el siglo XIX varias
especies han llegado al borde de la extinción por el exceso de captura: lobos, focas,
ballenas. En el siglo XX, con el progreso técnico de los medios de exploración y
pesca, y con las crecientes demandas de la alimentación y la industria, ha comenzado
a formarse una conciencia preservadora de la fauna marina que persigue como
objetivos: el primero, limitar o prohibir las capturas, según la situación de cada
especie; y segundo, prohibir la contaminación de los mares debido a sus
consecuencias desastrosas sobre las especies. Estos objetivos responden a la
finalidad de conservar los recursos vivos marinos a salvo de la depredación, no sólo
por razones humanitarias, sino además para enfrentar las actuales y futuras crecientes
demandas de alimentos.
Veamos algunos ejemplos: el aniquilamiento del lobo de dos pelos en los
mares australes, del cual quedaron escasos ejemplares; los accidentes navieros y la
consiguiente contaminación de las aguas, que ha provocado el nacimiento de una
tecnología de descontaminación marítima; la prohibición de la caza de la ballena en la
reunión internacional realizada durante 1984 en Buenos Aires. Estos temas llegan a
provocar conflictos políticos que se tratan por vía diplomática y normalmente, han
servido para clasificar a los países en conservacionistas y países de gran capacidad
pesquera.
Cada especie de la fauna marina tiene un régimen propio de reproducción que,
una vez conocido, permite estimar cómo crece la especie anualmente y cuánto puede
pescarse de ella por año y sin depredarla, en qué época del año y en qué regiones:
‘captura máxima permisible’.
En la década de los años 1980, se calculaba que el total de la pesca anual
osciló entre 70 y 90 millones de toneladas en todo el mundo, y se piensa que aún
puede aumentar. En la alimentación de la humanidad, los productos de la pesca no
sobrepasan un 3% del consumo alimenticio. El 80% de la pesca mundial se realiza en
las “zonas económicas exclusivas” de los países marítimos.
Los países que más se dedican a la pesca en los mares son los más
necesitados de alimento y los que poseen grandes industrias para transformar la
pesca en distintos productos (Japón, Noruega, y otros). El Japón es uno de los
grandes innovadores en el tema de esta fauna, porque ha organizado en sus costas
grandes estanques marinos que son verdaderos criaderos de peces, donde reciben
una alimentación y cuidados tales, que su reproducción es superior a la que la misma
especie tiene en estado natural.
Las naves que hacen grandes capturas son en realidad fábricas flotantes, en
las cuales la pesca es industrializada a bordo. Disponen de tecnologías avanzadas
para localizar los mayores cardúmenes.
Muchos conflictos pesqueros se originan por las capturas clandestinas en
jurisdicciones de los países marítimos. Las crónicas recuerdan lo que
periodísticamente se llamó la ‘guerra del bacalao’ entre Islandia y Gran Bretaña.
En la ‘flora’ marina encontramos las algas y el fitoplancton. La utilización de las
algas es múltiple: alimentación, abono, industria química, pinturas, plásticos,
medicina, etc. Las algas necesitan la luz solar y por ello se reproducen a escasa
profundidad y en aguas templadas. La cosecha de algas debe ser hecha, por
supuesto, sin depredaciones que perjudiquen su reproducción. Un conflicto podría
producirse si una nave extranjera contamina las aguas donde existen algas explotadas
por un país marítimo. El Derecho del Mar contempla estos casos.
g.2. Recursos no renovables: son aquellos que pueden ser agotados por la
explotación, porque no se renuevan o bien porque su renovación es sumamente lenta
a lo largo de siglos. Podemos clasificarlos en combustibles y minerales.
Como ‘combustible’, el petróleo es el más explotado (también el gas). Se lo
obtiene de las plataformas submarinas (que son la continuación geológica del
continente bajo el mar) y, por lo tanto, pertenece a los países ribereños. Su
explotación recibe el nombre de ‘off-shore’. Se considera que el petróleo obtenido de
las plataformas continentales (o submarinas) es mucho más caro que el que se
obtiene en tierra firme. Como excepción está el caso del Estrecho de Bass (entre
Australia y Tasmania), donde se ha logrado explotar petróleo a bajo costo.
El petróleo marítimo, aunque es caro, es utilizado en países que desean
disminuir su dependencia del petróleo extranjero, muy en particular luego de las crisis
petroleras que comenzaron en 1973. Tanto más caro es, cuanto mayor es la
profundidad de donde se lo extrae y donde más inhóspito es el mar. Se estima que
cuando esa profundidad es superior a los 300 metros (del lecho del mar a la
superficie), su explotación ya no es rentable (al menos con la tecnología disponible en
1992). El progreso de los medios de exploración y explotación, más el sucesivo
agotamiento de los yacimientos terrestres - y tal vez, nuevas crisis políticas que lo
encarezcan -, hacen posible la búsqueda de petróleo a mayores profundidades
mediante tecnologías sucesivamente perfeccionadas. Se cree que el petróleo de los
subsuelos marinos puede ser más abundante que el conocido bajo los continentes.
Recordemos que donde se extrae petróleo, normalmente también se extrae gas. Los
pozos ‘off-shore’ en producción en la década de 1980, sobrepasan la cantidad de
16.000 y el petróleo obtenido de ellos representaba el 17% de todo el petróleo
obtenido en el mundo, porcentaje que se cree seguirá aumentando.
En cuanto a los ‘minerales’, se los encuentra en la superficie de los fondos
marinos y en su subsuelo. Se ha establecido que desde el punto de vista económico,
los de mayor interés son los llamados “nódulos polimetálicos” (o “nódulos de
manganeso”). El manganeso se encuentra en ellos en un promedio de 24%; hierro
14%; silicio 9%; y otros (más de veinte). Si entre ellos consideramos solamente los
minerales metalíferos, los de mayor presencia son el ya citado manganeso, el hierro,
el níquel, el cobre y el cobalto.
Estos ‘nódulos’ fueron descubiertos por primera vez en el famoso viaje de la
fragata ‘Challenger’ (1872-76), que ya mencionamos. Se encuentran a gran
profundidad como sedimentos situados en la superficie de los fondos marinos. Las
exploraciones realizadas durante al año geofísico internacional (1957-58) han
comprobado que las mayores existencias de estos nódulos se encuentran en el
Océano Pacífico, aunque están esparcidos en todos los océanos. Se estima que
estos nódulos representan la mayor reserva mineral todavía inexplotada, suficiente
para satisfacer la demanda mundial durante muchos siglos, superiores en cientos o
miles de veces a las reservas comprobadas en los continentes. Ellos son los que dan
tanta importancia a los fondos marinos en el Derecho del Mar, que veremos en la
Segunda Parte.
En algunas investigaciones se considera que los nódulos son renovables, en la
hipótesis de que, al encontrarse como depósitos superficiales, serían originados por
aluviones arrastrados desde los continentes, o por la actividad volcánica, o bien por
reacciones biológicas o químicas. Si esto fuera cierto, los nódulos recibirían un aporte
anual (tal vez diez millones de toneladas por año) que los haría renovables. Por
ahora, esto no pasa de ser una teoría. Para explotarlos, se están estudiando hasta
ahora tres métodos: con dispositivos que ‘barrerán’ los fondos, aspirándolos por
succión hidráulica, o por un sistema de dragado a grandes profundidades.
g.3. Recursos inagotables: (sólo algunos autores consideran esta clasificación)
son aquellos que, considerando la explotación humana aun en el futuro, sería
prácticamente imposible agotarlos. Se considera como tales a la energía marítima y al
agua de mar como recurso.
La ‘energía marítima’ tiene diversas fuentes: la que ha comenzado a ser usada
es la que utiliza la diferencia de mareas, empleada para mover numerosas y pequeñas
turbinas que aprovechan la pequeña caída de agua retenida con la marea alta. Se la
explota en Francia. Se considera que el lugar de mayor capacidad en el mundo para
obtener esta energía ‘mareomotriz’, es el istmo de la Península de Valdez en la
Argentina, donde las mareas altas del Golfo Nuevo coinciden a la misma hora con la
marea baja del Golfo San José, y viceversa. Más al sur aún, si bien la morfología de la
costa patagónica no es tan favorable como en esa Península, las posibilidades están
dadas por la mayor diferencia entre la bajamar y la pleamar.
Otras explotaciones de energía marítima son las siguientes: energía del oleaje,
energía de los vientos marinos, uso del hidrógeno del agua como combustible y,
posiblemente, el aprovechamiento de las diferencias térmicas del agua.
La energía obtenida del mar tiene un futuro de desarrollo creciente, primero
porque es limpia (no contaminante) y segundo, por el agotamiento o por el
encarecimiento de otras fuentes energéticas.
El ‘agua de mar como recurso’ tiene, hasta el momento, dos empleos. Uno de
ellos consiste en la explotación de las sales que en ella se encuentran en disolución:
cloruros, bromuros, ioduros, y sales de potasio y magnesio. El segundo está
representado por la desalinización del agua para hacerla potable, explotación costosa
pero que la necesitan los países donde el agua es escasa e insuficiente para la
demanda. Arabia Saudita desaliniza agua del Mar Rojo y encabeza la estadística
porque produce el 30% del agua obtenida con este origen en todo el mundo. En
segundo lugar está Kuwait con el 11,5% (ambos sufrieron la contaminación de las
aguas del Golfo Pérsico en la ‘guerra del Golfo’ de 1991). Siguen los Estados Unidos
con el 10,9%.
h - La circulación marítima.
Ha sido el uso más frecuente del espacio marítimo y lo continuará siendo como
medio fundamental del comercio internacional.
La primera revolución en la circulación marítima fue producida por la invención
del buque con propulsión propia - a carbón - , que reemplazó a los veleros y permitió
usar las rutas directas, abandonando aquellas que eran navegadas para aprovechar
los vientos más favorables. La segunda revolución ocurrió a principios del siglo XX,
cuando la energía obtenida del carbón comenzó a ser reemplazada utilizando petróleo.
Se habla ya del reemplazo del petróleo (¿por energía atómica o por el hidrógeno?) o
de la combinación entre la propulsión mecánica y la eólica (buques motrices y veleros
a la vez).
Para Europa y Estados Unidos, el Atlántico sur era el espacio marítimo que
indispensablemente debía cruzarse para navegar hacia y desde el océano Indico y el
Pacífico. Por ello, la navegación entre el Atlántico Norte y el Atlántico sur era muy
frecuente. Esto cambió radicalmente desde la inauguración del Canal de Suez (1869)
y del Canal de Panamá (1914), que permitieron la navegación interoceánica Este-
Oeste. La guerra entre Egipto e Israel de 1967 interrumpió el uso del Canal de Suez
durante una década, obligando otra vez a circunvalar Africa, alargando recorridos y
aumentando fletes. Para abaratarlos se construyeron los ‘superbuques’. Pero se
prefiere el buque tipo ‘Panamax’, de las máximas dimensiones que puede cruzar el
Canal de Panamá (35 metros de manga, 45 pies de calado). Los buques gigantescos
han encontrado limitaciones: o bien no pueden utilizar los canales o bien pueden ser
admitidos solamente en pocos puertos.
(Segunda parte)
c - Paso en tránsito.
d.1. Ubicación: la ZEE comienza a partir del límite exterior del ‘mar territorial’
(es decir, incluye a la ‘zona contigua’) y se extiende hasta las 200 millas marinas de la
línea de base sobre la superficie del mar.
d.2. Derecho del Estado marítimo: su soberanía se reduce a la exploración y
explotación, conservación y administración de los recursos naturales, vivos y no vivos,
de las aguas, del suelo y del subsuelo marinos. Se incluye en estos derechos el uso
de la energía derivada de sus aguas, corrientes y vientos. Por lo tanto, la soberanía
del Estado ribereño en su ZEE es exclusivamente económica (y también de protección
del medio natural).
d.3. Jurisdicción del Estado marítimo: tiene jurisdicción en la ZEE para
establecer y usar islas artificiales y otras estructuras, realizar investigación científica
marina, y proteger y preservar el medio marino
d.4.Otros Estados: pueden navegar y sobrevolar la ZEE de un Estado
marítimo, tender cables y tuberías submarinas, y deben respetar los derechos y
jurisdicciones del Estado marítimo.
d.5. Recursos vivos de la ZEE: el Estado marítimo debe establecer la “captura
máxima permisible” de las especies y las épocas de captura de cada una. Por ello,
debe vigilar que no se realice un exceso de explotación. Si el Estado marítimo no
explota la totalidad de la ‘captura máxima permisible’ de su propia ZEE, dará acceso al
excedente a otros Estados, con prioridad a los Estados en desarrollo. Ello implica una
severa vigilancia sobre los buques pesqueros extranjeros, incluso con observadores
propios a bordo de los que hubieren obtenido licencias de pesca. Las disposiciones
del Estado marítimo deberán respetar las resoluciones de organizaciones
internacionales (por ejemplo, la que prohibió la caza de la ballena).
d.6. Estados mediterráneos: (sin litoral marítimo) tendrán derecho a participar
en los excedentes no capturados por el Estado marítimo en su ZEE, menos cuando
éste tenga una dependencia abrumadora de la explotación de estos recursos.
e - Plataforma continental.
f - Alta mar.
f.1. Ubicación: la ‘alta mar’ comprende las aguas situadas más allá de las 200
millas marinas de la ZEE, es decir, más allá de la jurisdicción que la Convención
otorga al país ribereño.
f.2. Libertades: en la ‘alta mar’ los Estados del mundo dispondrán de las
siguientes libertades: de navegación, de sobrevuelo, de tender cables y tuberías
submarinas, de establecer islas artificiales y otras instalaciones, de investigación
científica.
f.3. Pesca: si bien la pesca es una libertad más para todos, la Convención los
obliga a adoptar medidas para conservar los recursos vivos. Para ello, invita a
organizar instituciones regionales que administren las capturas para evitar la
depredación en las especies.
f.4. Utilización y jurisdicción: la Convención establece que la ‘alta mar’ será
utilizada exclusivamente con fines pacíficos y que ningún Estado puede pretender
legítimamente en ella exigencias ni ejercicios de soberanía.
f.5. Buques: navegarán en ‘alta mar’ con la nacionalidad del país que la ha
registrado y otorgado. La soberanía nacional queda reducida al buque mismo,
dejando establecido que todo buque - incluso de guerra - goza de inmunidad de
jurisdicción respecto a otros Estados.
f.6. Obligaciones: prestar auxilio.
f.7. Prohibiciones: además de las que surgen del texto de la Convención, se
prohíbe el transporte de esclavos, la piratería (acto ilegal de violencia o de detención
contra buques, aeronaves, tripulantes o pasajeros), el tráfico ilícito de estupefacientes
y las transmisiones no autorizadas.
Como una obligación para los Estados, esta Parte incluye temas como los
siguientes: la contaminación, las especies extrañas y nuevas que rompen el equilibrio
biológico, la investigación y asistencia técnicas, la vigilancia y evaluación ambiental,
las responsabilidades, entre otros temas.
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El voto argentino
La conciencia marítima
El expansionismo marítimo
Las grandes ventajas que los mares proporcionan a los países, han sido causa
de que muchos de ellos se hayan lanzado a una expansión geopolítica que, con
frecuencia, provocó luchas prolongadas por la supremacía en determinados espacios
marítimos.
En principio, se ha afirmado que la historia permite comprobar que los países
han tratado de poseer litorales marítimos propios y aptos para la navegación, y los que
lo tenían, de conservarlos. Pero lo que ha sido motivo de preferente atención, fue el
expansionismo marítimo de países poderosos, de cuyo análisis han surgido
conclusiones sintetizadoras que. algunos autores han tratado de convertir en leyes.
Nos detendremos en este tema para examinar lo que una ‘ley’ significa, no por
supuesto las leyes de las ciencias exactas, sino las leyes del comportamiento humano
(si las hubiera). Si la conducta de los hombres - y de los países - se rigiera por leyes,
ello significaría que frente a un mismo hecho - pongamos por caso, frente al atractivo
del mar - los países actuarían siempre igual - en el caso, expandiéndose en perjuicio
de otros países -, lo cual ha sido cierto sólo en algunos casos, ni aún en la mayoría de
los casos.
La conducta de los países no admite leyes, pues cada país es un caso único,
por su circunstancia y por su propia concepción de sus intereses. Podrá haber
semejanzas, pero sólo semejanzas. Y cada país es tan único, que puede cambiar o
puede no cambiar su conducta exterior a lo largo del tiempo. Las semejanzas sólo nos
permiten agrupar a los países por sus conductas marítimas agresivas o pacíficas,
expansionistas o conservadoras, y dentro de cada grupo existirán amplias variantes.
Veamos un ejemplo. En un conocido texto de geopolítica, leemos lo siguiente:
“Se analiza a continuación algunas leyes geopolíticas - el subrayado es nuestro -
deducidas de la influencia que ejerce el mar en los Estados”. Y más adelante, entre
esas ‘leyes’, se lee: todo Estado que sale a un mar tiende a ejercer dominio sobre las
costas opuestas”, y como “comprobación histórica” cita tres ejemplos, agrega tres
países más y un ‘etcétera’. En verdad, los casos que cita son correctos, pero son muy
pocos: no son suficientes para inducir una ley geopolítica. Creemos que en ese
mismo texto, la palabra “tiende” que utiliza el autor, es menos rígida que una ‘ley’ y
podría ser más apropiada. La conducta geopolítica de un país depende, primero de la
conciencia que se ha arraigado en él y de los objetivos que ella ha elaborado, y
segundo, de la voluntad que se pone al servicio de esos objetivos. Si hubiera leyes
geopolíticas, estaríamos en presencia de un ‘determinismo político’, si no de un
‘fatalismo’, lo cual está desvirtuado por la realidad.
El título de “expansionismo marítimo” que hemos puesto a este subcapítulo,
representa el tema predilecto de tantos estudiosos de la Geopolítica y, por predilecto,
ha logrado desplazar de la atención los casos donde en vez de expansionismo existe
“conservadorismo” de las condiciones marítimas, y aún de los casos donde hubo
pérdida de las condiciones marítimas, caso éste último tan interesante como los otros,
porque se trata de países que, o bien han desatendido sus capacidades marítimas por
una deficiente conciencia, o bien han sido víctimas débiles de la agresividad de países
poderosos y expansionistas, mientras que el aprendizaje exige analizar todos los
casos.
El análisis casi monopolizado sobre los países, reinos, e imperios más
poderosos de la tierra, es explicable. Ellos asumieron la iniciativa y se constituyeron
en motores históricos. Pero un conocimiento geopolítico completo, necesariamente
debe extenderse sobre los otros, sobre los que enfrentaron a los poderosos: cómo lo
hicieron, qué resultados obtuvieron, cuáles eran sus debilidades, qué podrían haber
hecho.
Lo que realmente interesa a cada país es identificar cuáles son los Estados
expansionistas, cuáles son sus objetivos y sus procedimientos, y en qué medida ese
expansionismo lo perjudica o puede llegar a perjudicarlo. Es necesario tener en
cuenta que el expansionismo marítimo tradicional, ha consistido en la ampliación de
los litorales marítimos del expansionista, en la negación de litorales marítimos a los
rivales más importantes, en la apropiación de los estrechos marítimos de paso
obligado y de las costas opuestas, en la superioridad naviera mercante en el comercio
marítimo, en la superioridad naval en las principales rutas marítimas o en ciertos
espacios marítimos.
Actualmente, sin incurrir en la imprudencia de afirmar que ese expansionismo
marítimo tradicional ha cesado, podemos agregar nuevos procedimientos para ejercer
control, para obtener preponderancia, o por lo menos para influir sobre las actividades
marítimas, por ejemplo: arrendar bases marítimas (incluso la concesión para
construirlas), por supuesto en otros países y con uso logístico, mercante y aeronaval;
arrendar fondeaderos; lograr una presencia superior en ciertos transportes (como de
petróleo, de cereales u otros); controlar los fletes y los seguros marítimos; satelizar
países que proporcionarán facilidades marítimas. En estos momentos, es tan intenso
el tráfico marítimo y tan numerosos los medios empleados, que no existe país ni grupo
de países que puedan lograr un control o una influencia marítima preponderante en el
mundo.
Existe una distribución de influencias. Y a ello debe agregarse la existencia de
grandes empresas, con bandera hasta de pequeños países, que se han convertido en
importantes factores de poder en los asuntos marítimos. Un país conservador
necesita estar presente en la actividad marítima, en la medida necesaria como para no
sufrir excesivas dependencias que graviten perjudicialmente sobre su soberanía y
sobre su desenvolvimiento.
Reflexión final.
En el siglo XX: primero, se han multiplicado las demandas para la vida de una
humanidad que crece al ritmo de una ‘estampida demográfica’; segundo, la revolución
científico-tecnológica ha multiplicado también la capacidad de explorar y explotar
espacios y recursos antes vedados; y tercero, ha crecido el daño provocado a las
condiciones geográficas y la depredación de las especies.
De poco serviría desarrollar el tema del espacio marítimo, exclusivamente en
sus antecedentes históricos y en su situación actual, si es que no se llega a tomar
conciencia de su evolución probable en el siglo XXI. Es que toda disciplina política
queda trunca si no abre el panorama del futuro, aunque sea incierto, que es lo que
queremos incluir aquí con pocas palabras.
Sentadas aquellas tres características del siglo XX, podemos señalar lo
siguiente para el siglo XXI:
Primero: Una demanda de recursos tan creciente, como creciente fuere la
cantidad de habitantes en el mundo. Algunas estimaciones mencionan cifras variables
entre 10.000 y 16.000 millones de seres humanos, si es que no ocurre una catástrofe
planetaria. En 1985 éramos 5.000 millones. Esa situación provocará una avidez cada
vez mayor de los recursos más necesarios.
Segundo: la alteración comprobada en los ambientes geográficos incluye a los
mares y océanos. Se confirma el derretimiento de los hielos polares y el necesario
aumento del nivel de las aguas, amenazando a los litorales de baja altitud. Se estima
además el cambio natural para la vida de la fauna y flora y la posibilidad de cambios
en las corrientes marítimas conocidas. Estas condiciones exigen una actualización
permanente del conocimiento oceanográfico y de las consecuencias futuras.
Tercero: Una situación que no podemos predecir todavía y que comprenderá
alguna alternativa en la que se combinarán: la aplicación de los progresos científicos y
técnicos para satisfacer grandes demandas, y el agotamiento y el daño a la geografía
y a sus recursos vivos y no vivos. ¿Será efectivo y prudente el uso de esos
progresos? ¿Podrán repararse los daños ya causados o empeorarán? Por el
momento no podemos saberlo, pero sí es necesario que nuestra juventud tome
conciencia de esta evolución incierta, y pueda reaccionar racionalmente cuando
reemplace a las generaciones precedentes, porque el siglo XXI, bueno o malo,
comenzará con los que hoy todavía son jóvenes.
Lo prudente consiste en no confiar en un futuro feliz y tranquilizante, no por una
predisposición pesimista, sino porque no hay garantías de que así ocurra y porque
existen probabilidades de que el futuro incluya rivalidades por los espacios geográficos
(incluso marítimos) y sus recursos, rivalidades en las que se pondrán en juego
diferentes gestiones y presiones, tanto más intensas cuanto mayores fueren las
demandas insatisfechas.
Esta situación futura probable abre otro interrogante más: cuando las
demandas insatisfechas fueren apremiantes, ¿será respetado el Derecho del Mar?
¿En qué medida será vulnerado por el estado de necesidad y por el poder?
Recordemos que en 1982 hubo países que se negaron a aceptarlo particularmente por
el tema de los recursos. Sin embargo, lo que ha logrado la situación civilizada de la
humanidad, aconseja contribuir solidariamente a dar auxilio a los estados de
necesidad y respaldar el “Derecho”.
No parece necesario insistir aquí otra vez sobre la importancia ganada por los
espacios marítimos, por cuanto ella surge claramente a través de este texto previo.
Sin embargo, parece necesario mencionar el significado particular que ese espacio
tiene para la Argentina.
Nuestro país cuenta con un extenso litoral marítimo mutilado desde 1833 en los
archipiélagos de Malvinas y posteriormente, el de Georgias del Sur y Shetland del Sur,
tema incluido en nuestra Constitución Nacional.
Sin perjuicio de esta situación, la magnitud de nuestro litoral exige primero una
mayor solidez de nuestra conciencia marítima, y además la necesidad de robustecer la
presencia en este espacio para impedir las capturas clandestinas y la depredación.
Nuestro país posee una política pesquera, sin embargo, nuestras flotas han
provocado depredación por capturas superiores a la “máxima permitida” para cada
especie. La fauna de nuestro espacio marítimo es posiblemente la última importante
que ha “sobrevivido” en el mundo. Y empleamos la palabra “sobrevivido” porque otras
regiones marítimas han sufrido una pesca excesiva y la nuestra es la que desde hace
varios años atrae la concurrencia de grandes flotas pesqueras del mundo ávidas de
nuestra fauna. Algunos analistas afirman que, todavía, nuestras especies marítimas
representan para nosotros “una segunda pampa húmeda” con otra clase de recursos
alimenticios esta vez no agrícolas.
Llega el “turno” de los hidrocarburos. La ‘meseta’ en la que está entrando la
oferta mundial está imponiendo la búsqueda de yacimientos de alternativa, lejos de los
del Cercano y Medio Oriente. Inexorablemente, los de nuestra plataforma atraerán
energías políticas de los grandes consumidores y de las grandes empresas
correspondientes. Una razón más para que nuestro país consolide su soberanía
neutralizando cualquier vulnerabilidad que pueda ser explotada para obligarnos a
ceder marítimamente.
Buenos Aires, enero de 2007.