Teatro y La Recomposición Delirante Del Cuerpo
Teatro y La Recomposición Delirante Del Cuerpo
Teatro y La Recomposición Delirante Del Cuerpo
Tal pareciera ser el lema que atraviesa de punta a acabo los textos de
Gilles Deleuze y que debiera delinear, según nuestra perspectiva,
también un aspecto no normativo de la modernidad en el arte. La obra
de arte nada representa, nada quiere decir más allá de lo que por ella
misma es, objeto de producción, sensación, expresión directa o más
bien, violenta y exterior.
Lo que está en juego en la actividad teatral son esos movimientos. Es
en juego del teatro que la puesta en juego de movimientos, y también
la puesta en luz de las fuerzas, se muestran habitándonos. El teatro es
el movimiento real y de todas las artes que integra en la actualidad
como la danza, la escenografía, la acrobacia, la poesía, la multimedia,
de allí se nos aparece el movimiento. Deleuze propone acentuar lo
que el teatro pone en juego, que corresponde a la vida cuando
ponemos en juego al movimiento. Este movimiento, la esencia y la
interioridad de el, es la repetición, no la oposición, no la mediación. Un
teatro de la repetición se opondrá al teatro de la representación, pues
se prueban fuerzas puras, trayectorias dinámicas en el espacio que
actúan sobre el espíritu sin mediadores. Un lenguaje que habla antes
de las palabras, máscaras antes que las caras, espectros y fantasmas
antes que el personaje mismo y todo el aparato de la repetición como
una potencia terrible de fuerzas activas y en movimiento. El efecto de
ese movimiento consiste en hacernos experimentar fuerzas puras. El
teatro que ya no representa abre a una actividad, inmensa, “terrible”,
precisa Deleuze que es la de las fuerzas. Esta actividad “terrible”
consiste en exhibir fuerzas, en presentar movimientos,
fundamentalmente en repetir. Desplazar la lengua permite distanciarse
de los servidores de las palabras, los llamados por Artaud, “los peores
puercos”.
“Soy un abismo completo. Quienes me creían capaz de un dolor entero, de
un bello dolor, de angustias plenas y carnosas, de angustias que son una
mezcla de objetos, una trituración efervescente de fuerzas y no un punto
suspendido.”1
1
Véase,Artaud Antonin, El ombligo de los limbos, el pesa-nervios, (en Fragmentos de un
Diario de Infierno), Librerías los Cachorros, Buenos Aires, 2009, pág.49
palabras, consideradas como representación de..., mimesis de..., los
conflictos sociales o psicológicos, que hacen del teatro un campo de
batalla de las pasiones morales.
“Aquellos para quienes ciertas palabras tienen un sentido y ciertas maneras
de ser, aquellos que hacen cumplidos tan bien, aquellos para quienes hay
clases en los sentimientos y discuten sobre un grado cualquiera de sus
ridículas clasificaciones, los que creen aún en ‘términos’, aquellos que agitan
ideología que se han instalado en la época, aquellos cuyas mujeres hablan
tan bien e igualmente esas mujeres que hablan tan bien y que hablan de la
corriente de la época, aquellos que aún creen en una orientación del espíritu,
aquellos que siguen sendas, que agitan nombres, que hace gritar las páginas
de los libros.”2
4
Véase., Artaud Antonin, El arte y la muerte/otros escritos. Caja Negra Editora, Buenos
Aires, 2005, pág.82
encontramos versos con infinitos juegos de palabras, construcción de
palabras, sonoridades de la fusión fonética de ellas, espejos de
relecturas del sentido, que para Artaud no tienen sentido y no son
“soportables”-a su decir- y que solo se perciben en un “lenguaje de
superficie”.
Para Deleuze, se trata de concebir un libro-agenciamiento y no libro-
imagen, captar la tensión de fuerzas, interactuar, construir cruces
rizomáticos en cada lectura, donde sus límites se pervierten, se
rompen con ese espacio doble, esa idealización del mundo y de sus
figuras. Se trata más bien de hacer de la captación de fuerzas una
causal inmanente, que sería aquella cuyo efecto la actualiza, la integra
y la
diferencia.
Porque no hay libros, tan sólo un flujo energético, libidinal, que impulsa
el deseo del ser humano por poseer su entorno y configurarlo. Habría
que sustituir la historia de la literatura por el análisis de los dispositivos
libidinales que la ponen en movimiento, hasta el punto de negar la
creación de obras literarias y suplantarlas por impulsos dentro de la
maquinaria que comprende lo literario y que anula sus delimitaciones.
“Existe, pues, correlación, presuposición recíproca entre la causa y el efecto,
entre la maquina abstracta y los agenciamientos concretos (para éstos
Foucault reserva con frecuencia en nombre de ‘dispositivo’.” 5
5
Véase, Deleuze Gilles, Foucault, Paidos, Madrid, 1987, pág.63
podemos ver es el dispositivo un sistema complejo en tanto es el lugar
y el momento donde se inscribe el cambio entre un espacio mental y
una realidad material siendo su condición una operación y no una
forma de entender. Deleuze y Guattari rompen igualmente con esa
visión del lenguaje-unidad para ofrecer regímenes de signos en una
compleja maquinaria semiótica, con enlaces, intercambios,
discontinuidades. Describen multiplicidades de códigos, semióticas
emergentes, sin metalenguajes que cubran y conformen una unidad
con todo ese cúmulo de tensiones significantes. Los regímenes de
signos se suceden, forman espirales, acumulaciones y choques. Un
signo remite a otro, pero también a otra cadena, y así hasta el infinito.
Así la literatura en Deleuze es literatura que esta desterritorializada,
como los labios, los dientes, la lengua, el paladar, la garganta, la nariz
y todos los órganos del cuerpo. Deleuze toma de esa materia
constituída por signos aquello que lo abre de un corte nuevo o una
conexión nueva descubriendo su “ahí” de su propio pensamiento y en
este sentido creación pura. Como de esta creación, podemos entender
entonces que cada vez que se piensa, cada vez que se escribe, cada
vez que se habla, se actualiza un modo de comprender, de vivir el
lenguaje y en el lenguaje.
Por otra parte, Artaud, ataja la formación de códigos, emplea un
lenguaje no-constituido, informe, ligado aún a las fuerzas libidinales en
estado puro, al cuerpo y a sus signos no cauterizados por la razón
presa de sus dolencias. Lenguaje lógico frente a lenguaje esquizo,
juego de formas frente al no equilibrio con lo informe, lo intratable y lo
para-gramático de un conjunto de sonidos y palabras fundidas aún no
codificada. El lenguaje artaudiano parte de un desgarro interior, de una
ruptura que no alcanza aún a las lenguas formadas, a un lenguaje de
la tradición, sino que rompe con lo necesario para su instalación
definitiva: no hay superficies para el esquizofrénico, los límites se
pervierten, estallan y dan lugar a lo nuevo. La una imagen-cuerpo del
lenguaje representado generalmente como un cuerpo continuo, un
sistema de relaciones, una estructura, un objeto acotado y
perfectamente delimitado por ese enfrentamiento del lingüista entre un
lenguaje y otro, por un lenguaje que se mira a sí mismo y que se ve
obligado a reducirse, automutilarse. Artaud dice:
“Soy hombre por mis manos y mis pies, mi vientre, mi corazón de carne, mi
estómago cuyos nudos me aproximan a la putrefacción de la vida. Me hablan
de palabras, pero no se trata de palabras, se trata de la duración del
espíritu.”6
6
Véase, Artaud, El ombligo de los limbos, el pesa-nervios, (en Fragmentos de un Diario
de Infierno), Op.Cit., pág.77
la nuca encarnizada en sufrir, las sienes que se vitrifican o se marmolan, una
cabeza pisoteada por caballos. Habría que hablar ahora de la
descorporización de la realidad, de esta especie de ruptura aplicada, se diría,
en multiplicarse ella misma entre las cosas y el sentimiento que ella misma
entre las cosas y el sentimiento que ellas producen sobre nuestro espíritu, el
lugar que deben tomar.”7
7
Véase, Ibid., pág.18
8
Véase., Artaud, El arte y la muerte/otros escritos, Op.Cit., pág.81
corpórea. “(…) que el teatro, arte independiente y autónomo, ha de
acentuar para revivir, o simplemente para vivir: todo aquello que lo
diferencia del texto, de la palabra pura, de la literatura y de cualquier
otro medio escrito y fijo.”9
Deleuze ve todo esto como un sistema sin equilibrio donde acontece la
literatura como vida. Este desequilibrio no es sino las fuerzas que
interactúan en todo agenciamiento y que provocan movimientos
territoriales de los componentes. Podemos decir, que no es el eje el
tema tratado abierto a la lectura sino los temas inconscientes histórico-
sociales en que las palabras, los colores y los sonidos toman su
sentido de vida y su vida.
En el texto de Deleuze y Guattari, Kafka por una Literatura menor,
leemos:
“No hay sujeto, sólo hay dispositivos colectivos de enunciación; y la literatura
expresa estos dispositivos en las condiciones en que no existen en el
exterior, donde existen sólo en tanto potencias diabólicas del futuro o como
fuerzas revolucionarias por construirse.”10
9
Véase, Artaud, El teatro y su doble, Op.Cit., pág.120
10
“Véase, Deleuze, Guattari, Kafka pour una littérature mineure, Op.cit., pág. 24
un estilo previamente definido como ritmo o sintaxis que sería como un
estilo que no es otra cosa que el movimiento del concepto.
En este contexto, Artaud se levanta contra la condición que inmoviliza
desterrando la idea del museo-biblioteca o del documento-libro. La
escritura es una porquería, dice en sus poemas y arrastra consigo
flujos, heces, soplidos, restos de otros materiales, sedimentaciones de
piel, órganos mutilados, gritos.
“Se trata nada menos que de cambiar el punto de partida de la creación
artística, y de trastornar las leyes habituales del teatro. Se trata de sustituir el
lenguaje hablado por un lenguaje de naturaleza diferente con posibilidades
expresivas equivalentes a las del lenguaje verbal, pero nacidas en una fuente
mucho más profunda, más alejada del pensamiento.” 11
15
Véase, Ibid., pág. 113
16
Véase, Artaud, El teatro y su doble, Op.Cit., pág. 96-97
sueños, donde su gusto por el crimen, sus obsesiones eróticas, su
salvajismo, sus quimeras, su sentido utópico de la vida y de las cosas y
hasta su canibalismo desborden en un plano no fingido e ilusorio, sino
interior.”17
17
Véase, Ibid., pág.104