Capítulo 8 - Herencia

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Introducción al Derecho

DERECHO 2021-I

Notas de Introducción al Derecho


Capítulo 8: Herencias

39. La sucesión hereditaria en general.

Noción y tipos de sucesión hereditaria.

No existe derecho ni obligación sin titular. En esta frase se cifra el problema del destino de
los derechos y obligaciones cuando muere el sujeto. Si los derechos se extinguieran, gran
cantidad de res nullius se harían apropiables, abriendo el camino a muchos
enriquecimientos sin causa. Si las deudas pereciesen, los acreedores se perjudicarían y
toda la economía se vería duramente golpeada. Por eso se necesita que alguien asuma la
titularidad de las relaciones jurídicas que sobreviven al sujeto. El ordenamiento cuenta
para ello con las normas sobre la sucesión hereditaria.

Pero la explicación del fenómeno no justifica por sí sola un sistema sucesorio


determinado. La justificación de la herencia privada se conecta con la de la propiedad. Si
en la base del ordenamiento civil están la organización familiar y la propiedad privada, no
se puede negar un derecho de sucesión, al menos en el ámbito de la familia. Y admitida la
sucesión privada, no es lógico negar a la autonomía de cada uno el derecho de disponer
de ella mediante el testamento. No admitir la sucesión a favor de la familia mataría la
iniciativa individual y el sentido de la previsión y del ahorro; disminuiría los incentivos para
el trabajo productivo, favoreciendo en su lugar el consumo y el despilfarro. No admitir la
sucesión testamentaria limitaría inoportunamente el poder de disposición del propietario y
sería fuente segura de innumerables actos simulados. Por eso coexisten la sucesión legal
y la testamentaria.

La sucesión testamentaria es aquélla cuyo título es un testamento que regula de manera


íntegra la transmisión de la herencia.

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La sucesión legal, llamada a veces intestada o abintestato, es la que, a falta de
testamento, o por ser éste incompleto o nulo, se regula por las normas supletorias que
para la sucesión hereditaria establece la ley. Las relaciones familiares dentro de las
cuales se produce la sucesión legal allí donde no hay, en todo o en parte, disposición
testamentaria son determinadas por la ley.

A veces se habla de sucesión mixta cuando el testamento, desde su origen o por alguna
invalidez parcial, regula de manera incompleta la sucesión, que resulta en parte
testamentaria y en parte intestada.

Alcances de la sucesión hereditaria.

La sucesión hereditaria no necesariamente se extiende a todos los derechos del difunto.


Con la muerte del titular se extinguen, y por lo tanto no se transmiten, todos los derechos
personalísimos, como las relaciones familiares y algunos patrimoniales. Los otros
derechos, reales y personales, en cambio, se transmiten. Los derechos obligatorios se
transmiten tanto en su lado activo como en el pasivo: el heredero adquiere tanto los
créditos como los débitos.

Ahora bien, la regla general es que el heredero sólo adquiere las deudas intra vires
hereditatis, es decir, hasta donde alcancen los activos, sin ver perjudicado su patrimonio
personal anterior. Para poner esto en práctica, la herencia permanece como separada de
los demás bienes del heredero hasta que se paguen los pasivos que la integran. Este
beneficio puede perderse, si el heredero intenta defraudar a los acreedores de la
sucesión, ocultando bienes hereditarios o simulando deudas.

El causante y los sucesores.

La sucesión mortis causa, como toda sucesión, se produce entre un causante, llamado de
cuius (expresión que abrevia la más larga is de cuius hereditate agitur, es decir, “aquél de
cuya herencia se trata”) o simplemente causante, y el sucesor o los sucesores, que
pueden tener la condición de herederos o de legatarios.

El sucesor a título universal, llamado heredero, sustituye al de cuius en la totalidad o en


una cuota de sus relaciones activas y pasivas. También hay sucesores en un derecho
determinado, llamados legatarios. Su derecho se llama legado.

Para ser sucesor la persona tiene que existir inmediatamente antes y después de la
apertura de la sucesión. El sucesor debe estar al menos concebido, pero entonces la
adquisición de la herencia se condiciona a que llegue a nacer vivo. Si el sucesor no
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sobrevive al causante (caso de premoriencia), la herencia pasa a quien corresponda en
ausencia de dicha persona. Si de dos personas muertas no se puede asegurar cuál murió
primero, se las tiene por muertas en el mismo instante, y entre ellas no hay herencia
(presunción de conmoriencia). También pueden ser sucesores las personas jurídicas,
pero sólo por vocación testamentaria.

La indignidad excluye de la sucesión de determinada persona al llamado a suceder que


haya incurrido en alguno de los supuestos taxativamente previstos en la ley, sea contra la
persona del de cuius, sus ascendientes, descendientes o cónyuge, sea contra su libertad
de testar o contra el propio testamento. El indigno puede ser rehabilitado expresamente
por el de cuius, por escritura pública, o en su testamento.

Apertura, vocación, delación y aceptación de la herencia.

La apertura de la sucesión es un efecto jurídico de un evento natural. La muerte de la


persona opera la separación de los derechos de su titular, de modo que desde ese
momento se dice que la sucesión está abierta. En realidad, desde el momento mismo de
la muerte del causante, los bienes, derechos y obligaciones que constituyen la herencia
se transmiten a sus sucesores. En otras palabras, una vez muerto el de cuius, la herencia
se transmitió a los herederos. Todo lo que viene después no busca sino traducir lo más
fielmente posible la distribución que correspondía hacer en ese momento.

Abierta la sucesión, hay que individuar el criterio que regulará la sucesión, y esto es la
vocación hereditaria (legal o testamentaria). La delación consiste en la llamada concreta
del nuevo titular a hacerse cargo de la herencia. Esto último se hace mediante la
aceptación de la herencia (también llamada adición), expresa o tácita, con efectos
retroactivos al momento de la apertura. El primer llamado puede renunciar a la herencia,
en lugar de aceptarla, o bien puede ser ineficaz la delación original (por premoriencia,
indignidad u otra causa). Entonces ocurre una segunda delación (llamada devolución) a
otro sucesor. El sistema sucesorio es cerrado: nunca falta un sucesor, pues en ausencia
de cualquier otro, la herencia se atribuye a las beneficencias públicas.

Masa hereditaria: indivisión y partición.

La masa hereditaria, llamada a veces simplemente herencia, es el patrimonio objeto de la


transmisión mortis causa, es decir, el conjunto de bienes y obligaciones de las que el
causante era titular en el momento de su muerte. Comprende por tanto un activo y un
pasivo. Pero la herencia o masa hereditaria que se puede repartir entre los sucesores es

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sólo la masa hereditaria neta, llamada acervo líquido o partible, una vez detraídas las
cargas y las deudas de la herencia.

Cuando hay más de un sucesor, como es lo habitual, la masa hereditaria constituye un


patrimonio colectivo, llamado sucesión indivisa. Mientras dure esta indivisión, se rige por
las reglas de la copropiedad, con ciertas peculiaridades (por ejemplo, el testador puede
establecer una indivisión forzosa hasta de cuatro años). Como toda copropiedad, la
indivisión termina con la partición, que también se rige en general por lo dispuesto
respecto de la copropiedad.

40. Susesión testamentaria.

Noción y clases de testamento.

Por el testamento una persona puede disponer de sus bienes, total o parcialmente, para
después de su muerte, y ordenar su sucesión dentro de los límites que señala la ley. Pero
el testamento puede incluir disposiciones no patrimoniales (como el reconocimiento de un
hijo extramatrimonial, por ejemplo), o limitarse a ellas, sin dejar de ser válido. En lo
patrimonial, puede imponer cargos a los herederos, señalar al beneficiario de un seguro
de vida, etc. Entre los legados, es muy frecuente el de suma de dinero, que el legatario
podrá exigir, aunque no lo haya en la herencia. También hay legados de deuda, legados
de alimentos, etc., que exceden todos del concepto de sucesión en los derechos del
muerto.

Lo que no cabe es que el sujeto declare eficazmente su voluntad en orden a la sucesión


por un negocio distinto del testamento. Éste es el único negocio jurídico dirigido a regular
la transmisión de los bienes del difunto, pero luego se le ha conferido a dicho acto de
última voluntad la función más general de contener diversas disposiciones para después
de la muerte.

El testamento es un negocio jurídico unilateral, unipersonal, formal y mortis causa, es


decir, destinado a tener efectos sólo después de la muerte del testador. Por eso mismo es
revocable en cualquier momento, pero sólo en cuanto a las disposiciones referidas a la
propia sucesión patrimonial. Las declaraciones de otra índole que contenga el testamento
siguen sus propias reglas.

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Todo testamento es solemne: debe celebrarse en la precisa forma establecida por la ley,
bajo sanción de nulidad. Pero la ley prevé varias formas, todas válidas, de hacer
testamento. Los testamentos ordinarios valen en cualquier circunstancia y son: el
testamento por escritura pública, que se otorga con especiales solemnidades en
presencia de un notario y dos testigos; el testamento cerrado, que el testador entrega,
sellado de modo que no pueda extraerse sin romper la cobertura, a un notario en
presencia de dos testigos; y el ológrafo, íntegramente manuscrito, fechado y firmado por
el testador. En cambio, los testamentos especiales se prevén sólo para circunstancias
muy particulares: el militar debe otorgarse en campaña; y el marítimo y el aéreo, durante
la navegación.

Legítima, porción disponible y desheredación.

La legítima es la parte del patrimonio de la que las personas no pueden disponer


libremente por testamento, cuando tienen herederos forzosos, entre quienes se reparte en
partes iguales. Son herederos forzosos los descendientes, los ascendientes y el cónyuge
(aunque si hay descendientes sólo heredan éstos y el cónyuge, excluyendo a los
ascendientes). Para los descendientes y el cónyuge la legítima es dos tercios, y para los
ascendientes la mitad del patrimonio. El que no tiene herederos forzosos puede disponer
libremente de todos sus bienes.

La desheredación permite al testador privar de la legítima (que acrece a los demás


legitimarios, salvo el caso de representación sucesoria) a su heredero forzoso por las
causas expresamente previstas en la ley. Fuera de esos casos, la exclusión del legitimario
(llamada preterición) es nula. Así, la solidaridad familiar no sólo justifica la sucesión legal,
sino que se impone incluso a la posible voluntad diversa del testador.

Como lógica consecuencia, los herederos forzosos deben ser instituidos de forma simple
y absoluta en el testamento. Los herederos voluntarios y los legatarios (ambos sobre la
parte disponible del patrimonio), en cambio, pueden ser instituidos de modo condicional, o
con cargo. El testador también puede designar sustituto, si el heredero voluntario o
legatario premuere, renuncia a la herencia o es indigno.

Albaceas.

El albacea o ejecutor testamentario es la persona natural o jurídica a la que el causante


encomienda en su testamento el cumplimiento de sus disposiciones de última voluntad. A
falta de albacea testamentario o si éste no puede o no quiere aceptar el cargo, hacen sus

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veces los herederos de común acuerdo. A falta de acuerdo, el juez nombra a una persona
idónea.

41. Sucesión intestada.

Supuestos de sucesión intestada.

La sucesión se rige por las reglas establecidas en la ley cuando el causante no ha dejado
testamento. También cuando el testamento que dejó es nulo, no instituye heredero, o la
institución que contiene es ineficaz por cualquier causa. La sucesión legal, en su caso,
sólo se refiere a la parte de la herencia de la que el testador no haya dispuesto en
legados eficaces.

Herederos legales.

Son herederos legales los comprendidos en los siguientes órdenes sucesorios:

1) Los hijos y demás descendientes.

2) Los padres y demás ascendientes.

3) El cónyuge.

4) Los hermanos.

5) Los tíos y sobrinos consanguíneos.

6) Los parientes del causante del cuarto grado de consanguinidad colateral (tíos abuelos,
primos hermanos y sobrinos nietos).

7) Las beneficencias públicas.

Los herederos de los órdenes anteriores excluyen a los posteriores, salvo el derecho del
cónyuge a concurrir con los herederos de los dos primeros órdenes. Dentro de los dos
primeros órdenes, los parientes más próximos en grado excluyen a los más remotos,
salvo, en el primero, el derecho de representación sucesoria. La herencia se distribuye
entre los coherederos en partes iguales, dividiéndose quienes componen la estirpe que
hereda por representación la parte que hubiera correspondido al representado. Sin
embargo, los hermanos de padre y madre heredan una doble porción que los medio
hermanos.

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En defecto de los seis primeros órdenes sucesorios, los bienes corresponden a la
Beneficencia Pública del último domicilio del causante, o a la de Lima, si su domicilio
estaba en el extranjero.

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