Salud Sexual y Dificultades
Salud Sexual y Dificultades
Salud Sexual y Dificultades
Salud sexual
y dificultades sexuales
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Psicología de la sexualidad
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Sin embargo, es necesario mantener una visión crítica acerca de las cla-
sificaciones. Estas deben ser entendidas tan solo como mapas de situación.
Un mapa permite orientarnos, dirigirnos hacia un lugar, tomar decisiones
en las encrucijadas. Pero tan solo es eso, un mapa, una representación de la
realidad. A través del mapa podemos anticipar el camino, podemos calcular
los recorridos, podemos intuir qué es lo que nos vamos a encontrar. La rea-
lidad, sin embargo, es otra cosa. A menudo, la realidad nos sorprende cuan-
do vamos siguiendo fielmente el recorrido que indica el mapa. El mapa es
una representación, la realidad está trufada de datos diversos como la tem-
peratura, el color, los aromas, el paisaje. En ocasiones la realidad nos en-
frenta a cuestiones no previstas en el esquemático mapa.
Algunos profesionales, sobre todo los neófitos, tienden a abusar de las
clasificaciones, forzando la realidad. No es posible introducir la realidad de
una persona en una casilla. La clasificación es una referencia para la com-
prensión del fenómeno, no es el fenómeno en sí.
En relación con las clasificaciones de los problemas sexuales, se han
producido diversas propuestas a los largo de los años, esencialmente en el
último cuarto del siglo pasado. Citaremos brevemente las más importantes:
Wolpe (1969), Masters y Johnson (1970), Annon (1974), Kaplan (1974,
1979) Schover, Friedman, Weiler, Heiman, LoPiccolo (1982). En nuestro
entorno más próximo cabe destacar el esfuerzo integrador de las propuestas
de los diversos autores, realizado por José Antonio Carrobles, bajo la deno-
minación de «Sistema clasificatorio integrado tipológico-funcional de los
problemas sexuales» (Carrobles, 1991), el cual no se circunscribe tan solo
al ciclo psicofisiológico de la respuesta sexual, sino que ofrece un amplio
espectro de las posibles dificultades sexuales.
En el ámbito de la psicología clínica, no podemos dejar de citar los gran-
des sistemas clasificatorios de los trastornos mentales como son el DSM IV-
TR propuesto por la American Psychiatric Asociation (APA) Y los criterios
de CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ambos incluyen
criterios diagnósticos para la evaluación de los problemas sexuales.
Teniendo en cuenta las principales propuestas clasificatorias, siendo co-
herente con el concepto de sexualidad que se ha defendido en este texto, se
expone a continuación una propuesta clasificatoria, que está fundamentada
en el «Sistema tipológico funcional» propuesto por Carrobles, aunque se
han introducido algunas modificaciones que, a mi modo de ver, actualizan
algunos conceptos. Obsérvese que en los epígrafes aparecen los conceptos
«trastornos» y «dificultades». El sentido de esta matización consiste en in-
tentar suavizar la tendencia de las taxonomías a calificar todas las modali-
dades como trastornos, cuando algunas no pasan de ser dificultades de inte-
gración de algunas realidades. Por ejemplo, una persona podría tener
dificultades en la integración de su identidad sexual y de género y sufrir por
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Categorías Modalidades
1. Trastornos relacionados con la identidad – Transexualidad
sexual –T ransgenerismo
En esta categoría se incluyen las dificulta- – D eficiencias en la identidad sexual
des y trastornos asociados con la identidad se-
xual. También se incluyen dificultades en rela-
ción a la integración y aceptación del modo en
que cada persona se siente mujer u hombre.
2. Trastornos relacionados con la configu- –P or su intensidad:
ración y gestión del deseo sexual –D eseo sexual hipoactivo (hipoactividad, inhi-
En esta categoría se incluyen los trastor- bición)
nos y las dificultades en relación con la inte- –D eseo sexual hiperactivo (sexo compulsivo,
gración del deseo erótico en el conjunto de adicción al sexo).
la personalidad y con la adecuada gestión –P or su orientación:
del mismo. El deseo sexual se puede alterar – Orientaciones atípicas del deseo sexual (para-
por su intensidad o por su orientación. filias).
–H acia objetos no humanos.
–H acia situaciones de sufrimiento o humilla-
ción propio o de la pareja.
–H acia niños o personas que no consienten.
3. Trastornos relacionados con el ciclo psi- – Trastornos de la fase deseo sexual:
cofisiológico de la respuesta sexual –D eseo sexual inhibido.
En esta categoría se incluyen las dificulta- –D eseo sexual hiperactivo.
des y los trastornos que se producen a lo lar- – Trastornos de fase de excitación sexual:
go del ciclo psicofisiológico de la respuesta – I nhibición de la fase de excitación en las mu-
sexual, utilizando el modelo trifásico de la jeres (dificultades de lubricación vaginal).
respuesta sexual, deseo, excitación y orgas- – I nhibición de la fase de excitación en los
mo. hombres (dificultades de erección).
– Trastornos de la fase de orgasmo:
– Orgasmo prematuro
– Orgasmo retardado
–A usencia de orgasmo
– Otros trastornos asociados al ciclo psicofisio-
lógico de la respuesta sexual:
–D ispareunia
– Vaginismo
–D ificultades de satisfacción sexual.
–D ificultades sexuales por déficits en la rela-
ción de pareja.
–D ificultades sexuales por déficits de informa-
ción o creencias irracionales.
–D ificultades sexuales debidos a trastornos psi-
cológicos y psiquiátricos, u orgánicos.
4. Trastornos producidos como resultado de – Trastornos derivados de agresión sexual:
agresiones sexuales –T rastornos producidos por relaciones sexuales
En esta categoría se incluyen aquellas di- forzadas con o sin violencia física.
ficultades o trastornos producidos a conse- –T rastornos relacionados con la violación se-
cuencia del trauma generado por una agre- xual en todas sus modalidades.
sión sexual. –T rastornos derivados del acoso sexual.
–T rastornos derivados del abuso sexual infantil.
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Psicología de la sexualidad
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1. A partir de los años 70, los cambios culturales favorecieron una ma-
yor permisividad hacia la sexualidad, generando actitudes más posi-
tivas respecto a su expresión. Al liberar el erotismo del estricto «dé-
bito conyugal», la potencialidad del erotismo se hizo patente, así
como la toma de conciencia de sus dificultades. Recordemos que en
esta época se libera el erotismo de su dependencia de la reproduc-
ción ya que la evolución técnica de los métodos anticonceptivos
hace que estos lleguen a ser realmente eficaces. Los avances de las
mujeres en el espacio social occidental influyeron decisivamente en
la comprensión de la dinámica del deseo erótico y, también, de sus
dificultades.
2. La consideración, en términos clínicos, de que la ausencia de deseo
sexual era la consecuencia de otra disfunción sexual y no de una dis-
función en sí misma impidió en su momento tener una mayor pers-
pectiva hasta la aparición del modelo trifásico de respuesta sexual
propuesto por Kaplan (1978)
3. Los estudios que evalúan los resultados de los tratamientos en terapia
sexual pusieron de manifiesto la tendencia a las recaídas en parejas
que habían recibido un tratamiento aparentemente exitoso, e induje-
ron a plantearse que las dificultades con el deseo erótico podrían ser
la causa de algunas disfunciones, cuyo fracaso terapéutico en el trata-
miento radicaba, por tanto, en un mal diagnóstico.
Es a partir de la década de los ochenta del siglo pasado cuando prolife-
ran estudios, tanto teóricos como empíricos, acerca del deseo sexual. Este
cúmulo de aportaciones ha permitido profundizar en el conocimiento de la
naturaleza del deseo erótico, su dinámica, su expresión y sus dificultades y
trastornos. Un ejemplo en este sentido es la monografía titulada Sexual
desire disorders de Leinblum y Rosen (1992). La comunidad científica se
ha hecho eco de ello y los integra en los manuales de diagnósticos de tras-
tornos psicológicos (DSM, CIE, etcétera).
En este sentido, si se considera el deseo sexual como una emoción, tal y
como se ha indicado en el capítulo 4, toda emoción debe ser regulada. En
consecuencia, las dificultades y trastornos del deseo sexual deben ser con-
siderados como alteraciones en la capacidad de regulación emocional. Es-
tas se pueden producir en el ámbito individual o en el sistémico.
Las alteraciones en el plano individual se relacionan con las dificultades
de integración emocional del deseo erótico en el conjunto de la personali-
dad, tal y como indica Levine (2003) en sus aportaciones expuestas ante-
riormente en el capítulo cuarto. Estas alteraciones tienen un carácter más
estructural y se manifestarían en la dificultad de aceptar, integrar y manejar
adecuadamente la activación erótica. Por ejemplo, las alteraciones con la
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1
Confrontar con el modelo trifásico de respuesta sexual de Kaplan, expuesto en el capí-
tulo 4.
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Las variantes clínicas del deseo sexual se derivan de los criterios esgrimi-
das anteriormente. Desde el punto de vista estructural se puede considerar
que las dificultades con el deseo preexisten antes de la interacción con otra
persona. Las alteraciones pueden aparecer atendiendo a la frecuencia e in-
tensidad y a la orientación.
En función de la frecuencia e intensidad, el deseo puede ser: a) hipoacti-
vo, b) hiperactivo. En función de la orientación, una organización disfun-
cional del deseo erótico se produce cuando la capacidad de regulación
emocional del mismo fracasa, derivando el deseo erótico a objetos o situa-
ciones inadecuadas. En este caso poseen un carácter más estructural. Desde
el punto de vista relacional las alteraciones en el deseo sexual pueden apa-
recer como un efecto del sistema de relación de pareja. En este caso cabe
considerar el deseo erótico como una fase del ciclo psicofisiológico de la
respuesta sexual2. La alteración se produce en el ámbito de la relación com-
partida y no el ámbito más íntimo y personal.
Un segundo nivel de análisis corresponde a cuatro dimensiones funcio-
nales descritas por diversos autores e integradas en el «Sistema integrado
tipológico funcional» propuesto por Carrobles (1991) y retomadas anterior-
mente en este mismo capítulo; nos referimos a las dimensiones, temporal,
etiológica, situacional y grado de severidad. De ellas nos parece importante
subrayar la que hace referencia al nivel de situacionalidad, que en los tras-
tornos del deseo tiene un significado especial, como veremos en la aproxi-
mación etiológica. Las variantes clínicas del deseo sexual son:
•
Deseo sexual hiperactivo o exacerbado. Se caracteriza por una alta
frecuencia de fantasías y de apetencia de mantener relaciones sexua-
les. Puede llevar asociada una elevada frecuencia de masturbación o
una búsqueda obsesiva de relaciones sexuales compartidas. La alta
frecuencia solo debe ser considerada un trastorno en la medida en que
suponga una clara alteración o desestabilización de la vida ordinaria.
Puede ocasionar dificultades de concentración y escapa al control vo-
luntario por parte del sujeto.
•
Deseo sexual hipoactivo. Para comprenderlo es necesario tener en
cuenta la dimensión etiológica. Cuando el deseo sexual hipoactivo se
debe a factores no psicógenos, o es la causa de trastornos de origen
orgánico, como disgenesias gonadales, trastornos endocrinos, o bien
es la consecuencia de enfermedades mentales como algunas formas
de psicosis o de depresión, que tiene una especial incidencia en el de-
2
Confrontar con el tema 7.
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seo sexual, etc., entonces lo denominamos, sin más, deseo sexual hi-
poactivo.
Cuando el origen es psicógeno, es decir, se debe a factores funda-
mentalmente psicológicos convenientemente diagnosticados, es en-
tonces cuando lo denominaremos Deseo Sexual Inhibido. Siguiendo a
Kaplan, se propone estas aclaraciones conceptuales:
– DSH (Deseo sexual hipoactivo): Cuando no se ha determinado la
etiología de la disminución del deseo (Kaplan, 1979). En estos
casos cabe sospechar una base orgánica que debe ser diagnosti-
cada con técnicas endocrinas apropiadas.
– DSI (Deseo sexual inhibido): Situaciones de deseo erótico anor-
malmente bajas en las que se ha hecho un diagnóstico etiológico,
es decir, cuando se ha establecido que el deseo sexual está inhi-
bido por factores psicógenos. (Kaplan, 1979)
3.2 Etiología
3.2.1 Causas de naturaleza orgánica
El papel jugado por factores orgánicos en los trastornos del deseo es bas-
tante controvertido; los resultados de las investigaciones son inconsistentes
y, en ocasiones, contradictorias (Rosen y Leiblum, 1995). En cualquier
caso, el papel de las hormonas sobre el comportamiento sexual está mejor
explicado que los circuitos sexuales cerebrales.
Existe bastante evidencia de que la testosterona es, especialmente, la
hormona del deseo. Bancroft (1982) observó la diferencia entre las ereccio-
nes nocturnas involuntarias (TNP) y las provocadas como respuesta a estí-
mulos externos a través de imágenes eróticas. Las primeras se relacionarían
con la noción de motivación, interés, deseo sexual, y las segundas con la
ejecución de la respuesta sexual. Los hombres hipogonádicos se caracteri-
zan por un bajo nivel de testosterona, cuyas consecuencias se manifiestan
en un bajo nivel de deseo sexual y baja frecuencia en TNP. La aplicación de
testosterona provoca un aumento de las fantasías e interés sexual, al tiempo
que aumentan las TNP. En la comparación con los grupos de control co-
rrespondientes, estos autores comprobaron que el aumento de testosterona
incidió sobre la motivación sexual, mientras que no influyó en las erec
ciones debidas a estimulación externa. Estos resultados sugieren que las
erecciones nocturnas involuntarias son la expresión de las manifestaciones
neurológicas del deseo reforzándose la hipótesis según la cual los andróge-
nos están más relacionados con el deseo que con el funcionamiento sexual
mismo.
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Cabría pensar, por tanto, que los niveles androgénicos podrían estar en
la base de los trastornos del deseo. Sin embargo, esta hipótesis tan solo
obtiene apoyo empírico en hombres hipogonádicos. Schiavi, Schreiner-
Engel, White, Mandeli (1988) evaluaron los niveles de hormonas pituita-
rias y gonadales, así como TNP en un grupo de 17 hombres físicamente
sanos pero con bajo deseo sexual, utilizando grupo de control de otros 17
hombres y emparejados según la edad. El grupo experimental obtuvo unos
niveles de testosterona en plasma significativamente inferiores respecto al
grupo control. También se halló una significativa correlación entre el nivel
de testosterona en plasma y un índice general de severidad del deseo se-
xual hipoactivo. Además encontraron una fuerte asociación entre la ampli-
tud y duración de las TNP y el grado dificultad en la erección en el grupo
experimental.
En general, y considerando diferentes estudios, existe evidencia empíri-
ca de que las personas, tanto hombres como mujeres, con niveles bajos de
testosterona en plasma cursan con deseo sexual hipoactivo y responden po-
sitivamente al tratamiento de restitución de andrógenos (Rosen y Leiblum,
1995). Sin embargo, si bien parece ser cierto que las personas hipogonádi-
cas padecen de un nivel reducido de deseo sexual, también lo es que la in-
mensa mayoría de las personas que presentan como queja la inapetencia o
bajo interés por la actividad sexual no presentan ninguna dificultad endo-
crina, por lo que la investigación etiológica debe apuntarse en otro sentido.
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Percepción de
Activación
SEGURIDAD
EVALUACIÓN
PSICOLÓGICA SISTEMA SEXUAL
DEL NEUROFISIOLÓGICO
CONTEXTO
Percepción de
Desactivación
INSEGURIDAD
283
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Deseo
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3.3 Parafilias
3
El heteroerotismo y el homoerotismo pueden estar presente, en distintas intensidades,
en cualquier persona, independientemente de su sexo.
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J. Money (1986) describió una gran cantidad de parafilias algunas de ellas su-
mamente atípicas. En realidad, cualquier tipo de objeto, de comportamiento atí-
pico o de situación especial, puede ser revestido de valor erótico y, por tanto, te-
ner capacidad de estímulo erótico. El que se convierta en un trastorno parafilico
dependerá de si los comportamientos asociados a este tipo de objetos o situacio-
nes responden a los criterios de la parafilia: exclusividad y compulsión. En el si-
guiente cuadro se exponen algunas de las parafilias indicadas por Money.
•A crotomofilia. La excitación viene dada por la realización del acto sexual con
un compañero sexual con alguna parte del cuerpo amputada.
•A potemnofilia. La excitación viene dada por ser uno mismo el amputado en la
relación sexual.
•A utagnofilia. La excitación se produce al ser grabado con una cámara mientras
se realiza cualquier acto sexual.
•A utanasinofilia. La excitación viene dada por la muerte de la pareja sexual en el
transcurso de prácticas sadomasoquistas.
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Así como los mecanismos de acción del orgasmo en la mujer no están sufi-
cientemente claros, la definición de lo que se puede considerar un trastorno
del orgasmo está sometida también a discusión. En todo caso, la anorgas-
mia, es decir, la ausencia de la experiencia del orgasmo, no presenta ningu-
na duda, en cualquiera de sus modalidades, primaria o secundaria, global o
situacional.
La cuestión más discutible es si se puede considerar como trastorno lo
que algunos denominan la anorgasmia vaginal, es decir, la ausencia de or-
gasmo en el coito, en mujeres que por otro lado obtienen orgasmos por
otras vías de estimulación. Para esta discusión es necesario tener en cuenta
el contexto cultural. Recordemos que hasta tiempos recientes no se consi-
deraba la capacidad de la mujer de disfrutar de la experiencia sexual, sien-
do su papel relegado a mero vehículo de la satisfacción masculina. La iner-
cia del predominio masculino ha diseñado unas formas de comportamiento
sexual que priorizan el coito y la genitalidad frente a otras formas de expre-
sión erótica, de tal modo que se considera el orgasmo en el coito, tanto para
hombres como para mujeres, como el fin último. Vistas así las cosas el or-
gasmo en el coito viene a ser la respuesta auténtica, mientras otras formas
de orgasmo son consideradas como sucedáneos. De hecho, muchas de las
mujeres que no lo alcanzan en el coito tienden a considerarse subjetivamen-
te disfuncionales, siendo una proporción de ellas las que acuden a consulta.
Respecto a la llamada anorgasmia vaginal, ¿se trata de una disfunción se-
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Psicología de la sexualidad
Los concomitantes fisiológicos de la angustia son siempre los mismos sea cual sea la
fuente, profundidad o intensidad, independientemente de cuál sea su relación con la ex-
periencia consciente y sea cual fuere el nivel de penetración psicológica.
Kaplan, 1979.
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Psicología de la sexualidad
El tratamiento de la terapia sexual puede llegar a ser tan extenso que mere-
cería toda una monografía. Por eso en este punto tan solo pretendo ofrecer
un par de pinceladas sobre este tema.
Los principales modelos específicos de tratamiento de las disfunciones
sexuales, como los propuestos por Masters y Johnson, Kaplan, Crepault,
etc., consideran como una de las características más relevantes de la terapia
sexual el hecho de centrarse en el tratamiento del síntoma sexual demanda-
do por la persona o la pareja. Es decir, se focaliza la atención en la dificul-
tad sexual demandada. No obstante, si consideramos una parte importante
de las disfunciones sexuales suelen ser sistémicas, debe determinarse si la
focalización del tratamiento debe realizarse sobre el síntoma sexual o sobre
el sistema de pareja. Por ello es importante que los psicoterapeutas posean
formación en ambos ámbitos.
En general, los formatos terapéuticos reconoce que las disfunciones
sexuales puede ser debida a múltiples causas de tipo intrapsíquico o inter-
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Ámbito de
Psicología individual Psicología individual
relación
con otras causas que se sitúan más allá del ciclo psicofisiológico de la res-
puesta sexual.
S.R.S. S.R.S.
percibido como Terapia sexual percibido como
insatisfactorio satisfactorio
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