La Cenicienta Nodrm
La Cenicienta Nodrm
La Cenicienta Nodrm
G a b r iela M is t r al
Ilu str aci one s de Ber nar dit a Oje da
a Mu noz
Com ent ar io cr tic o de Ma nuel Pen
Cenicienta, Cenicienta,
pegada al fogón se pasa
y el hollín la va cubriendo
como penitente saya.
Gabriela Mistral
9 789568 209810
LA CENICIENTA editorial amanuta
LA CENICIENTA
Colección Poesía Ilustrada
Editorial Amanuta
Todos los derechos reservados
Mistral, Gabriela
La Cenicienta / Gabriela Mistral
Ilustraciones de Bernardita Ojeda
2° ed. - Santiago: Amanuta 2014
[32p.]: il. col.: 27 x 19 cm. (colección Poesía Ilustrada)
ISBN: 987-956-8209-81-0
1. POESÍA CHILENA
L a C e n ic ie nt a
G a b r iela M is t r al
Ilu str aci one s de Ber nar dit a Oje da
a Mu noz
Com ent ar io cr tic o de Ma nuel Pen
editorial amanuta
COLECCIÓN POESÍA ILUSTRADA
Cenicienta, Cenicienta,
pegada al fogón se pasa
y el hollín la va cubriendo
como penitente saya.
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Su madrastra sólo quiere
las hijas de sus entrañas;
las besa de sol a sol
y las tiene regaladas;
esclavos les dan masaje
y camareras las bañan
y entre sus brocados rojos
descansan congestionadas.
Mas son feas como el susto
de medianoche cerrada...
Y la pobre Cenicienta,
con una tierna mirada,
les anuda los cabellos
y arrodillada las calza.
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Un día el rey dio una fiesta
por ver gracia derramada.
Para asistir a la fiesta
se preparan las hermanas.
Está ya hace cuatro días
sobre ellas la Encenizada
depilándoles las cejas,
amasando sus gargantas,
enseñando reverencias,
corrigiéndoles la danza…
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Al fin se fueron al baile
y se apagó su rumor.
¡Ay!, qué callada la noche
para oírse el corazón,
¡la Cenicienta que llora
apegadita al fogón!
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Pero Cenicienta tiene
(¡ay!, ¡bendito sea Dios!)
hada que fue su madrina
y que se llama Esplendor.
Cuando los criados duermen
con silencio de ilusión,
va abriendo puertas y puertas
y llegando hasta el fogón,
–¡Ah!, mi Cenicienta –dícele–,
ábreme tu corazón.
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¿No quieres ir a la fiesta?
¿Lloras por eso mi amor?
Dícele la pobrecilla:
–Soy la hija del Tizón;
y la ceniza me cubre
hasta el mismo corazón.
El hada va sacudiéndole
con el aliento el hollín:
Cenicienta va quedando
desnuda como un jazmín.
La va mirando, mirando
y el mirarla es un cubrir
su cuerpo de velo de oro,
amaranto y carmesí.
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–¡Ay!, ¡madrina!, ¿y mi carruaje?
–Hijita, ya vas a ver.
–¡Ay!, ¡madrina!, ¿ y mis lacayos?
–Hijita, vienen también.
–¡Ay!..., ¿y mis palafreneros?
–Hijita, déjame hacer...
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–Mi ahijada Cenicienta,
¡acabaste de nacer!
No te reconoce tu ogro
de madrastra si te ve.
Ahora corres al baile
y bailarás como un pez:
pero por la medianoche
te despides sin volver,
porque el encanto termina
cuando el día alza la sien.
¡Cómo galopa el carruaje,
que en momentos no se ve
y la calabaza entra
en el palacio del rey!
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Está el baile en su comienzo:
la sala alumbra mil lámparas
y los tocadores hieren
misterios de cobre y plata.
Del resplandor del palacio
la misma noche se aclara;
el baile se va tejiendo
a lo largo de cien salas,
y parece que es la tierra
la desposada que danza.
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Aún vacilaba el príncipe
como el ciervo entre dos aguas.
Al verla sale a su encuentro
como quien entrega su alma.
Al sonar la medianoche
Cenicienta se separa
y sube al carruaje que
como jabalina escapa.
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Cuando ya llegaba el día
volvieron las hermanastras
y despertó el mundo entero
al escuchar su algazara.
Desde el profundo fogón
Cenicienta viene, cándida,
y pregunta cómo ha sido
el baile de las hermanas.
Y las ogresas le cuentan
de la noche iluminada,
de la música de fuego
y de la princesa extraña
que al salir dejó la fiesta
como novia amortajada.
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El rey renovó el convite
para la noche cercana,
y las ogresas partieron
en su carroza escarlata.
Y la pobre Cenicienta
en torno al fogón quedaba;
del fogón iba a la puerta
empinadita del ansia.
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Pasa como un torbellino
la pareja del amor
y los ojos de las damas
echan desesperación.
Al llegar la medianoche
no oyó sonar el reloj
y al bajar las escaleras
su zapatito saltó...
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Al otro día salieron
desde el palacio real
cuarenta heraldos voceando
pregón de Su Majestad:
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A casa de Cenicienta
golpeando ahora están
los heraldos. Y las mozas
con qué jadeante afán
prueban y prueban gimiendo
el zapato sin igual.
Y se van enmudeciendo
las ogresas, al mirar
que el piececito se queda
en el cuenco de cristal;
y se van poniendo rojas
y terminan por llorar
viendo que la Cenicienta
con el zapato echa a andar.
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La Cenicienta un personaje mistraliano
Gran lectora de los cuentos clásicos, Gabriela Mistral escribió sus propias
versiones, sin realizar concesiones a la infancia y respetando siempre la versión
original. No cambia ni dulcifica los finales como en muchas versiones de los hermanos
Grimm, ni infantiliza los textos que no recarga de diminutivos ni onomatopeyas como
suele hacerse erróneamente cuando se escribe para los niños a quienes la autora no
subestima. Escribe para ellos con un lenguaje lleno de matices, lo que hace que estas
versiones sean apreciadas tanto por el niño como por el adulto.
En el caso de esta versión, vemos que la autora se ciñó al cuento de Charles
Perrault pues la escena del baile se cuenta dos veces, en cambio en la versión de los
hermanos Grimm aparece reducida a una sola.
Este recurso del desdoblamiento fue muy utilizado en la estética barroca del
siglo XVII, cuando se tendía a recargar la obra artística empleando el juego de espejos
para multiplicar la realidad, creando juegos ópticos, tal como en el cuadro “Las
Meninas” de Velázquez en el que el propio autor se introduce en el cuadro y a la vez,
los reyes aparecen reflejados en un espejo. En esta versión, la autora narra dos veces
el baile, con lo cual se ha apegado a la raíz barroca del cuento.
Como en los relatos de este tiempo, hay “brocados rojos”, una calabaza
convertida en carruaje de “concha perla” y tocadores que “hieren / misterios de cobre
y plata”. Atención con esta dupla de metales: “cobre y plata”. Lo usual habría sido
“oro y plata” pero la autora reemplaza el oro por el cobre que es metal asociado a la
minería chilena, con lo cual, el cuento adquiere un tono americano. Así también en
el baile hay una orquesta “de cobres”, en circunstancias que hablamos “de bronces”
para referirnos a los instrumentos de viento. Aquí el baile barroco va adquiriendo un
tono mestizo, entre europeo y latinoamericano.
La autora tiene conocimiento de las civilizaciones antiguas. El hollín va
cubriendo a la Cenicienta “como penitente saya” con lo cual asocia la imagen a la
túnica que utilizaban los penitentes en las procesiones de Semana Santa. En esta
comparación aparece reflejado su pensamiento cristiano, es decir, tal como ocurre
en las expresiones del Modernismo literario, hay referencias bíblicas mezcladas al
mundo pagano y mágico de los cuentos de hadas.
Su pensamiento cristiano coincide con el de Hans Christian Andersen al valorar
al desposeído y al humilde. “El que se humilla será ensalzado”. La ternura y el amor
están puestos no solo en “la Encenizada”, sino también en “los criados”, en las “ratitas
blancas” y en “los lagartos azules” que se hicieron “dos lacayos fulgurantes”. En este
verso introduce estos reptiles que deslumbraron a los conquistadores españoles por
no haberlos en el continente europeo con lo cual americaniza otra vez el cuento.
La autora en sus poemas siempre sintió piedad por los humildes a quienes
defendió. No por azar se sintió atraída por esta Cenicienta desposeída. Es la Cenicienta
misma, un personaje mistraliano, del mismo modo que se sintió conmovida por esos
“piececitos de niño / azulosos de frío”.
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Un léxico muy rico y exótico nos sorprende. Cuando la Cenicienta entra al baile
“se paran las guzlas”. ¿Qué quiere decir? La autora nos obliga a ir al diccionario a
buscar sus palabras enigmáticas que anotaba en un cuaderno y que luego empleaba
en sus poemas para intrigarnos. Las guzlas son instrumentos musicales de una sola
cuerda con la que los antiguos acompañaban sus poesías recitadas, con lo cual nos
está diciendo que en ese baile de palacio había música relacionada con la poesía. Nos
ha abierto un mundo enriqueciendo el cuento con este detalle que pasaríamos por
alto si no analizamos su vocabulario.
Sorprendentes también son las comparaciones: la Cenicienta “baila como un
pez”. A la medianoche, “sube al carruaje que / como jabalina escapa”. ¿Corre tan
rápido como una jabalina en el aire? No. La jabalina es la hembra del jabalí que huye
en el bosque antes de ser sorprendida, del mismo modo que la Cenicienta huye del
palacio, a toda velocidad, cuando el reloj da las doce campanadas, temiendo que su
hermoso traje se convierta otra vez en “penitente saya”.
Estos detalles mistralianos hacen que el cuento sea más misterioso y nos
obligue a interpretarlo más profundamente, aunque conozcamos superficialmente la
anécdota que la autora recrea. Del mismo modo, nos señala que salieron “cuarenta
heraldos / voceando pregón de su majestad”. ¿Por qué cuarenta? Nuevamente la
autora emplea un recurso literario propio del Modernismo al fundir el mundo mágico
de los cuentos de hadas con la tradición judeo cristiana, ya que el cuarenta es un
número significativo en la cultura islámica. Cuarenta son los ladrones de Alí Babá, así
como cuarenta fueron los días en que flotó el arca de Noé y cuarenta los días que Jesús
ayunó en el desierto, de los cuales deriva el periodo de cuarenta días que preceden a
la Semana Santa, llamado Cuaresma.
Profunda lectora de la Biblia, la autora menciona que fueron cuarenta los
heraldos que salieron a anunciar el pregón del príncipe pidiendo que se presentaran
todas las muchachas casaderas a probarse el zapatito de cristal “más menudo que la
ampolla de la sal”. En este verso, la autora utiliza la figura literaria de la hipérbole,
al exagerar la pequeñez de un zapatito como un salero. Esto es pura originalidad
mistraliana, del mismo modo que la Cenicienta calza finalmente “su piececito de
almendra”. El cuento clásico que conocemos se enriquece así con muchos matices
literarios finísimos que pueden pasar inadvertidos si no leemos con atención.
El cuento “La Cenicienta” de Gabriela Mistral fue publicado en “Lecturas
Dominicales” del diario “El Tiempo” de Bogotá el 26 de diciembre de 1926. Es una
suerte que esta editorial lo publique casi noventa años después, en forma de libro
ilustrado para los niños de Chile.
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