Arauco Domado - Pedro de Ona

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El Arauco domado, poema épico compuesto por Pedro de Oña y publicado

en 1596, se ajusta a las convenciones de su género en el uso de la mitología


clásica, a pesar de que el tema es contemporáneo y americano y de que su
autor nunca salió de Sudamérica. El texto es, en primer lugar, un poema por
encargo. Hay certeza de que el gobernador García Hurtado de Mendoza, no
estando satisfecho con la caracterización que de él hizo Ercilla en La
Araucana, encargó a Oña la composición de Arauco domado. Retórico
también, debido a la descripción que en él se hace del pueblo mapuche, en
la que el título Arauco domado, se transforma en una construcción forzada
que se articula como objetivo para la grandiosa victoria sobre un pueblo, que
en el curso del poema es caracterizado como temible y salvaje en
contraposición con las huestes españolas sufrientes y abnegadas con tal de
lograr su dominación.
El exordio y los diecinueve cantos compuestos en octavas endecasílabas
(versos de once sílabas métricas en los que riman los versos primero, cuarto
y quinto; tercero y sexto; y séptimo y octavo) que dan forma a Arauco
domado se articulan sobre la base de, las ya mencionadas, caracterizaciones
indígenas idealizadas, los discursos araucanos estructurados de acuerdo a la
retórica latina, las descripciones de paisajes marcadamente renacentistas y
las alusiones a la mitología clásica.
Arauco domado comienza con el relato del viaje de García Hurtado de
Mendoza a Chile y las primeras campañas militares que este gobernador
dirigió. Contiene el relato ordenado de los acontecimientos que hasta esa
fecha se conocían. En ese sentido, no aporta muchos datos novedosos
desde el punto de vista histórico, ya que su objetivo era enaltecer la figura
del Gobernador García Hurtado, su principal protagonista. En ese afán, Oña
llegó incluso a compararlo con los dioses del Olimpo, quedando clara la
intención del autor y la influencia de Hurtado en el plan del poema.
La obra está llena de comentarios anecdóticos y fantásticos que la alejan de
lo meramente histórico. Las descripciones sobre las costumbres y vida de la
población indígena son producto de la imaginación del autor y lo mismo
sucede con los lugares que rodean a los sucesos relatados.

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Pedro de Oña

Arauco domado
ePub r1.0
Emiferro 07.03.14

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Título original: Arauco domado
Pedro de Oña, 1596
Edición original: Edición crítica de la Academia Chilena, Santiago de Chile, 1917
Ilustraciones: Edición crítica de la Academia Chilena, Santiago de Chile, 1917
Retoque de portada: Emiferro

Editor digital: Emiferro


ePub base r1.0

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EL ANOTADOR AL LECTOR
ESEOSA la Academia Chilena Correspondiente de la Real Academia Española
de divulgar las obras de los autores nacionales de cierta notoriedad,
ajustándose con ello al programa de trabajo que se trazó en sus Estatutos, en sesión
de 15 de junio del año próximo pasado acordó iniciar esa labor con la publicación de
las obras de Pedro de Oña, nuestro primer poeta, —el primero por la época en que
floreció y por la riqueza y abundancia de su numen, —designando al efecto a don
Julio Vicuña Cifuentes para la de El Vasauro, hasta ahora inédito; a don Manuel
Antonio Román para la de El Ignacio de Cantabria; a don Francisco Concha Castillo
para la de las poesías sueltas, y a nosotros para la del Arauco domado.
Hubo de darse la preferencia a la de este último, tanto por su valor histórico y
literario, cuanto por haber sido la primera labor que salió de manos del poeta. Vio la
luz pública ese poema en Lima, en 1596 , en un volumen en 4.º, adornado del retrato
del autor a la edad de veinticinco años, (que tal era la que entonces alcanzaba), con
tan mala estrella, que, a pretexto de haber aparecido sin la aprobación del Ordinario
Eclesiástico de aquel arzobispado, su autor fué procesado, sacado de a bordo a tiempo
que se hallaba ya embarcado en el Callao para partir a desempeñar el corregimiento
de Jaén de Bracamoros; se pidió que la edición fuese recogida cuando apenas se
habían despachado al público 120 dé los 800 ejemplares de que constaba la tirada; y
el impresor, asimismo, perseguido y que para escapar de la cárcel hubo de buscar
asilo en los claustros de un convento. La manera como el poeta había referido en esa
su obra la sublevación de Quito, ocasionada de la implantación de las alcabalas, hizo
provocar también las quejas de los capitulares de aquella ciudad y contribuyeron con
ellas en gran parte a impulsar la persecución de que resultaron víctimas el autor e

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impresor del poema.
Ya sea por causa de haberse detenido así el que circulara la edición íntegra, ya por
el transcurso de los siglos, el hecho es que de la obra del poeta chileno apenas si se
conocen hoy media docena escasa de ejemplares, llegando a constituir por tan
peregrina rareza una de las joyas más preciadas de la primitiva bibliografía
americana.
De seguro, por idéntica causa, Oña, que se veía de ese modo defraudado del justo
premio, —literario y pecuniario a la vez, —a que tenía derecho a aspirar, pensó desde
el mismo punto en que se detuvo en Lima la circulación de su poema en hacer de él
una reimpresión en España; a cuyo efecto, por medio de apoderado, obtuvo allí, en el
propio año de 1596 , la licencia para ejecutarla, y que sólo pudo efectuar en Madrid,
después de pasados nueve años y por motivos que para tal retardo no se conocen, en
1605 , por las prensas de Juan de la Cuesta, el mismo tipógrafo que en dicha fecha
sacaba también de ellas la Primera Parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha; no sin que, como en Lima, apoderados de la ciudad de Quito se presentasen
a contradecir la publicación y pretendiesen recoger la edición íntegra. Salió ésta,
después de los nuevos tropiezos que estuvieron a punto de relegarla también a algún
rincón de trastienda, en un grueso volumen en 8.°, con ciertas omisiones en los
preliminares, alguna estrofa reemplazada por otra, y con la supresión de las últimas
veintidós octavas del canto X: enmiendas y supresiones que demuestran, al parecer,
que si el autor no se halló presente a la corrección de las pruebas, por lo menos hubo
de entregar el ejemplar que sirvió para la reimpresión.
Valiéndose de ella, don Juan María Gutiérrez hizo la que apareció en Valparaíso
en 1849 , prestando así un positivo servicio a nuestra literatura al vulgarizar la obra
del poeta chileno, punto menos que olvidada o del todo desconocida entre nosotros
por la rareza de las precedentes ediciones; si bien, con tan poco cuidado, que resultó
plagada de todo género de errores.
Muy superior a ésta fué la que se hizo para la Biblioteca de Autores Españoles de
Rivadeneyra, bajo la dirección de don Cayetano Rosell, que tuvo el buen acuerdo de
guiarse para ella por la edición príncipe, modificando convenientemente la
puntuación y marcando las diéresis que exigía la cabal medida de algunos versos,
pero modernizando el texto al cambiar la forma de las voces usadas por el autor para
ajustarlas al lenguaje corriente hoy, salvo en alguna que otra ocasión en que por
olvido dejó la lección original cual salió de la pluma del autor.
Tal es el texto que hemos de seguir para la presente reimpresión, aunque
conservando siempre las formas usadas por nuestro poeta, pues si no nos ha sido
posible tener a la vista algún ejemplar de la edición limeña, —cosa que habremos de
lamentar en unos cuantos pasajes en que aparece dudoso lo que el autor escribiera, —
esa falta se suple casi en absoluto con la versión que nos ofrece el literato español.

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Así, por ejemplo, hemos de conservar las formas latinizadas en su escritura, como
collegial, proprio, sancto, sant, etc.; advirtiendo, a la vez, que, en este orden, el
escritor chileno, muy versado en el idioma del Lacio, emplea con frecuencia voces
que denuncian aquel origen, cuales son, verbigracia, almo, fido, planto, pluvia,
rábido, resoluto, ruga, superbo, tremer, tribulo, etc.
Muestras son ésas de la educación clásica que Oña había recibido, siendo de
notar, todavía, que su vocabulario aparece bastante rico en alusiones mitológicas,
derivadas especialmente de su lectura asidua de La Eneida de Virgilio, que, al par de
La Araucana de Ercilla, fueron, los modelos que se propuso imitar; a la vez que
copioso en frases tomadas de la náutica, cual era tan frecuente en los escritores de
esos tiempos, de ciertos juegos, y de caballos. Asombra, en verdad, respecto de esto
último, los términos que emplea al describir los en que se presentaron ciertos
capitanes en la revista militar que don García Hurtado de Mendoza pasó a su hueste
antes de emprender la marcha al interior del territorio araucano.
Asimismo es digno de observarse el empleo que hace de algunas palabras
indígenas, que con buen acuerdo ingirió en sus estrofas, no «por cometer
barbarismo», según lo advierte en el prólogo al lector, «sino porque siendo tan
propria dellos la materia, me pareció congruencia que en esto también le
correspondiese la forma;» cuidando, sí, de explicar muchas de ellas en una pequeña
tabla que puso al fin de la obra, sin tomar en cuenta aquellas con las que ya Ercilla
antes que él había hecho otro tanto. Lástima es que incurriese en la misma omisión
que su ilustre predecesor al no dar lugar en sus descripciones a los paisajes de la
naturaleza del país en que se desarrollaban las acciones de sus héroes, omisión ya
notada por Menéndez Pelayo, cuando al traer a cuenta la mezcla que Lope hizo en su
comedia El Nuevo Mundo de la fauna y flora europeas, dice que «ese fué, por otra
parte, vicio común en todos los poetas descriptivos de entonces, incluso en el mismo
Pedro de Oña, que no había salido de Chile y el Perú cuando compuso su Arauco
domado, donde, sin embargo, la vegetación es enteramente fantástica y aprendida en
los poetas italianos».
Con todo, el empleo de tales voces resulta de importancia muy secundaria
comparado con el que hizo de algunas de nuestra lengua, ya en acepciones no
registradas, como sucede, entre otras que en su lugar se verán, con mélode, sobrecejo,
tríbulo, ventola; ya, lo que es mucho más interesante aún, con otras nuevas, algunas
de las cuales ciertamente dignas de que sean admitidas en el léxico. Tales son:
alacrán, antegénito, asteria, astrologar, cegarrega, de coplada, cortadora,
culebresno, deshechar, embanderar, empacarse, empihuelar, encolmado, espumazón,
estalaje, filicida, génito, insólido, jacóbico, jacobino, lutoso, mádido, mariscoso,
obstupecer, plácito, regal, reptar, rívulo, sucidio, tábido, tépido y tresno.
Por esto bien se deja comprender que no era posible llevar a cabo una nueva

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edición del Arauco domado que resultase digna de su mérito y de lo que exige hoy la
crítica sin que la ilustrasen algunos comentarios en su aspecto lexicológico, no tan
extensos que pareciesen fatigosos, pero sí lo bastante para justificar y aclarar con
ejemplos el pensamiento y las frases del poeta; a cuyo intento hemos de invocar, por
haber sido su modelo, a la vez que lo es del lenguaje, La Araucana de Ercilla; en
segundo término, cuando la oportunidad se ofrezca, el Quijote de Cervantes, norma
insuperable del buen decir y modelo jamás sobrepujado, y su autor contemporáneo a
las derechas del chileno; y, por fin, alguna cita de escritor de este país, que pueda
servir para establecer cómo al través del tiempo se conservaron entre nosotros ciertas
voces y locuciones, o, por la inversa, se han ido olvidando hasta desaparecer del todo
de nuestra habla corriente.
Sin duda que comentos de la naturaleza que ofrecemos parecerán redundantes
para los que se hallan bien informados en el conocimiento de nuestra lengua, pero
creemos que serán de provecho para la generalidad de los lectores y estudiantes del
castellano, que podrán así disfrutar de la lectura razonada de una obra netamente
nacional y de no escaso interés histórico.
Por cierto que desde este último punto de vista había mucho que decir de la obra
del escritor chileno, que no se compadecería con el propósito que guía a la Academia
al reimprimirla; bástenos con recordar que es menos comprensiva que La Araucana,
puesto que termina con la relación de la batalla de Biobío, sin justificar así de modo
alguno su título de Arauco domado, que más podría convenir, en verdad, al poema de
Ercilla, del que con manifiesta injusticia se dijera por sus contemporáneos que en él
se había arrebatado al caudillo de los españoles la gloria del vencimiento al omitir la
relación de batallas campales y la fundación de siete ciudades; y que llevando por
norte el elogio de Hurtado de Mendoza, todo se subordina en ella a enaltecer su
figura con colores, que, por lo exagerados, rayan no pocas veces en manifiesta
adulación, y apenas si sucesos de un interés más general se recuerdan, agregando, sí,
de cuando en cuando, algún detalle que puede aprovechar el historiador diligente y
que se ha omitido en el poema ercillano. Por aquella su tendencia fué, sin duda, que
los posteriores apologistas de la persona y familia del Gobernador de Chile, a contar
desde Suárez de Figueroa, para seguir con los que llevaron su persona a las tablas,
como fueron, Gaspar de Avila, los siete ingenios que, en mal disimulado certamen y
en consorcio seguramente retribuido con largueza, se juntaron para hilvanar la
comedia que intitularon Algunos hechos de don García Hurtado de Mendoza hasta
Lope de Vega, que adueñándose del título de la obra del poeta chileno como
manifestación desde el primer momento ostensible del propósito que informaba su
pluma; así fué, decimos, como el Arauco domado fué la cantera de que todos ellos se
aprovecharon para sus obras.
Sin entrar, pues, en la apreciación de sus dictados generales, nos ha parecido

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conveniente ilustrarla en lo relativo a Chile, por lo menos con biografías
compendiosas de los personajes españoles que en ella figuran, dejando para escritores
peruanos o ecuatorianos las de los que a sus respectivas naciones tocan más de cerca,
y conste que hacemos tal prescindencia sólo porque carecemos de las fuentes de
información necesarias para esbozar aunque más no fuese las noticias de los
capitanes que allí descollaron. Y en esa parte sí que puede aseverarse que el Arauco
domado es digno de todo encomio por su verdad histórica. Oña, al dejar interrumpida
la relación de los hechos de Hurtado de Mendoza en Chile cuando apenas iniciaba su
campaña de pacificación, debió de llegar, con La Araucana en la mano, a persuadirse
de que continuar en ese campo, sobre parecer inútil, tendría que redundar en
desmedro suyo, comparado con lo que el poeta madrileño había realizado, y hubo,
por tal causa, de cambiar de rumbo, y valiéndose de una ficción, del deus ex machina,
abandonó de un salto los sucesos de Chile y trasladó la escena al tiempo del gobierno
de su héroe en el virreinato del Perú, en el cual no faltaba alguno digno de la trompa
épica, entrando a referir la revuelta producida en Quito por la implantación de las
alcabalas, con tal abundancia y exactitud en los detalles, que su testimonio ha sido
invocado como autoridad de primer orden por Amunátegui en Chile, y allá en el
Ecuador por el eximio historiador González Suárez, quien mejor que nadie estaba en
situación de aquilatarlos por su versación en los documentos originales; y, en seguida,
al referir también las correrías de Hawkins, que habían de terminar tan
favorablemente para las armas españolas comandadas por don Beltrán de Castro y de
la Cueva, deudo muy inmediato de don García, con la batalla naval en que fué
vencido el marino inglés, y que dejó, desgraciadamente, sin contar por entero, con el
propósito manifiesto, a nuestro entender, de tomar pie de la continuación del relato de
ese suceso glorioso y enhebrar así la segunda parte de su obra, que proyectaba
entonces y que nunca hubo de emprender al fin, a fe que con sobrada razón después
de los percances que tuvo que experimentar al sacar a luz la primera y el ningún pago
que por ella recibiera. Y en esa parte ningún elogio mejor cabe para nuestro poeta que
el del insigne Lope de Vega, que aplaudió en su Laurel de Apolo el Ignacio de
Cantabria, calificándolo de «dulcísimo», y que, llegado el caso de referir a su turno
aquella batalla naval en sú Dragontea dijo en el canto III, en conceptos al parecer
hiperbólicos para el chileno y demasiado humildes para sí:

La cual como pasó nadie se atreva


Contar mejor en verso castellano,
Aunque parezca en Chile cosa nueva,
Que Pedro de Oña, aquel famoso indiano,
Este dirá mejor de nuestra cueva,

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Que es monte de Helicona soberano,
Gran don Beltrán, que no mi vega humilde,
Que apenas soy de aquellas letras tilde.

Finalmente, algo hemos de consignar también respecto a los aprobantes del


Arauco domado,— a que tienen derecho por el concurso que allegaron con sus
pareceres a prestigiarlo; —y el de intentar traducir en castellano el significado de los
nombres de los personajes indígenas que el poeta nos presenta en su obra, algunos de
ellos con carta de naturaleza en la leyenda nacional, y cuyo conocimiento debe tratar
de esclarecerse por haber sido traídos al escenario histórico por quien dijo que de los
araucanos conocía como propios y nativos «su frasis, lengua y modo»; empresa más
dificultosa de lo que parece y en la que hemos sido auxiliados, justo es reconocerlo y
agradecerlo, por fray Félix José de Augusta, fray Luis Mansilla y don V. M. Chiappa.
Por último, para que el estudiante pueda encontrar fácilmente la consulta del
vocablo o locución que llegue a ofrecerle cualquier duda, va después del texto una
nómina de los que tienen en estas páginas algún comento. E irá también un registro
alfabético de nombres propios de personas, ya de los que se mencionan en el texto, ya
de los que se haya ofrecido ocasión de citar en las notas.
¿Y la biografía del poeta?, se preguntará. Pues ella saldrá de mano de algún otro
de nuestros académicos al frente de las Poesías sueltas, como complemento a la
noticia de sus obras, y para equilibrar así, en cuanto es posible, el número de páginas
de los volúmenes de la presente edición.

J. T. MEDINA.

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PRIMERA PARTE[1]
DE

ARAUCO DOMADO[2]
COMPUESTO POR EL LICENCIADO

PEDRO DE OÑA

NATURAL DE LOS INFANTES DE ENGOL[3] EN CHILE, COLLEGIAL[4] DEL REAL


COLEGIO MAYOR DE SANT FELIPE Y SANT[5] MARCOS,
FUNDADO EN LA CIUDAD DE LIMA

DIRIGIDO A

DON HURTADO[6] DE MENDOZA

PRIMOGÉNITO DE DON GARCÍA HURTADO DE MENDOZA, MARQUÉS DE CAÑETE,


SEÑOR DE LAS VILLAS DE ARGETE Y SU PARTIDO,
VISORREY[7] DE LOS REINOS DEL PIRÚ[8], TIERRA FIRME Y CHILE;
Y DE LA MARQUESA DOÑA TERESA DE CASTRO Y DE LA CUEVA.
HIJO, NIETO Y BIZNIETO DE VIRREYES.

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LICENCIA Y PRIVILEGIO DEL VIRREY AL AUTOR.
ON García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, señor de las villas de
Argete y su partido, Visorrey, Gobernador y Capitán General destos reinos y
provincias del Pirú, Tierrafirme y Chile, Presidente de la Real Audiencia que reside
en esta ciudad de los Reyes, etc. Por cuanto por parte de vos el Licenciado Pedro de
Oña, colegial en el Real Colegio de San Felipe y San Marcos, fundado en esta dicha
ciudad, me fué hecha relación que habíades compuesto un libro intitulado Arauco
domado, que trata de las guerras de Chile durante el tiempo que estuvo a mi cargo el
gobierno de aquellas provincias, el cual os había costado mucho trabajo, y que
entendíades sería provechoso, así por la noticia que en él dais de las condiciones de la
tierra y gente della, como porque contáis en él con limpieza de verdad los hechos
señalados de muchos caballeros y otras personas que gastaron el dicho tiempo en
servicio del Rey nuestro señor, y me pedistes y suplicastes os mandase dar licencia y
privilegio para poder imprimir y vender el dicho libro en estos reinos, por término de
veinte años, o como yo más determinase. Y por mí visto vuestro pedimiento, y
habiéndose hecho en el dicho libro las diligencias que la Real premática dispone
sobre la impresión de los libros, cometiendo su examen y aprobación acerca de si
contenía alguna cosa contra nuestra santa Fe y buenas costumbres, al padre maestro
Esteban de Avila, de la Compañía de Jesús, y lo tocante a su estilo y entereza de
verso, con lo demás contenido en el dicho libro, al licenciado don Juan de Villela,
alcalde de corte desta Real Audiencia. Y, visto por los dichos, y aprobado, acordé de
dar y di la presente; por la cual, en nombre de Su Majestad, y en virtud de los poderes
y comisiones que de su Real persona tengo, os doy licencia y facultad para que vos, o
la persona que vuestro poder hubiere y no otra alguna, podáis hacer imprimir y
vender el dicho libro que intituláis Arauco domado estos reinos del Pirú, Tierrafirme
domado, en todos y Chile, por espacio y tiempo de diez años, que corran y se cuenten
desde el día de la data desta mi cédula, so pena que la persona o personas que sin
tener vuestro poder lo imprimiere o vendiere, o hiciere imprimir y vender, pierda la
impresión que así hiciere, con todos los moldes y aparejos della, y más incurra en
pena de quinientos pesos de oro cada vez que lo contrario hiciere, aplicados por
tercias partes, para la Cámara de Su Majestad, denunciador y juez que lo hubiere de
sentenciar; conque antes que hayáis de vender el dicho libro, le traigáis ante el dicho

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licenciado don Juan de Villela, alcalde de corte en esta Real Audiencia, para que vea
si está conforme a su original y os tase el precio que habéis de llevar por cada
volumen: que para todo lo dicho le doy poder y comisión en forma, cual en tal caso
se requiere; so pena que, no lo haciendo así, incurráis en las penas que para esto
disponen las leyes y premáticas Reales. Y encargo a todas la Audiencias destos
dichos reinos, y mando a todos los corregidores, alcaldes ordinarios y otras
cualesquier justicias de Su Majestad que guarden, executen y cumplan y hagan
cumplir y guardar a vos el dicho Licenciado Pedro de Oña esta mi cédula de
privilegio, con todo lo en ella contenido, y no consientan ir ni pasar contra ello, ni
parte dello, en manera alguna, so pena, a las dichas justicias, de cada quinientos pesos
de oro para la Cámara de Su Majestad. Dada en la ciudad de los Reyes del Pirú, a
once días del mes de enero de mil y quinientos y noventa y seis años.— EL
MARQUÉS.— Por mandado del Virrey.— Alvaro Ruiz de Navamuel.

Aprobación del padre maestro Esteban de Avila, de la Compañía de Jesús.

visto este libro que se intitula Arauco domado, y no tiene error contra nuestra
E
santa fe: es libro provechoso, porque tiene muchas y graves sentencias, muy
importantes para la vida humana; y es muy aparejado para incitar, mediante su
levantado estilo, los ánimos de los caballeros a emprender hechos señalados y
heroicos en defensa de la religión cristiana y de su rey y patria, aunque sean con
riesgo de la vida: lo cual cuan necesario sea para la conservación y aumento de la Fe,
repúblicas y reinos, bien claro lo enseña la experiencia: todo lo cual arguye el grande
ingenio de que Dios dotó al autor. Por donde me parece que con justa razón se debe
imprimir. Fecha en el Colegio de la Compañía de Jesús de Lima, en diez de enero de
mil y quinientos y noventa y seis años.— ESTEBAN DE AVILA.
El P. Esteban de Avila, diputado por el Virrey para que viese si la obra de Oña contenía alguna cosa contra la
fe o buenas costumbres, fué uno de los jesuítas más notables por su saber que pasaron, a América, de lo que dan
testimonio los libros que escribió, publicados que fueron después de su muerte y cuya nómina y descripción he
dado en la Biblioteca hispano-americana. Había nacido en Avila, en 1519; hizo sus estudios en el colegio que allí
tenía la Compañía de Jesús, para ingresar en ella, después de terminarlos, a los 20 años de su edad. Regentó una
cátedra en aquella ciudad, y pertenecía al Colegio de Salamanca, cuando se embarcó para el Perú, el 1.° de
octubre de 157. En Lima, el provincial P. José de Acosta le confió la regencia de la cátedra de teología en el
Colegio Máximo de San Pablo, y en enero de 1601 pasó a servir la de Prima de esa misma facultad en la
Universidad de San Marcos, la que desempeñó durante breves días, pues falleció el 14 de abril de 1601. Fué
también examinador sinodal del arzobispado, calificador del Santo Oficio y delegado del Obispo de Santiago de
Chile al cuarto concilio provincial reunido en Lima por Santo Toribio.

Parecer del licenciado don Juan de Villela, alcalde de corte de la Real Audiencia de los Reyes.

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E visto por orden de Vuestra Excelencia este libro que compuso el licenciado
Pedro de Oña, en el cual, demás del nuevo modo en la correspondencia de las
rimas, muestra su autor una natural facilidad, un caudal propio y un no imitado
artificio, con que, levantado en sus propias fuerzas, descubre muchas lumbres de
natural poesía, tanto más dignas de estimación en un hijo destos reinos, cuanto (por la
poca antigüedad de la nación española en ellos) tienen menos de cultura y arte. Y así,
fuera de ser muy justo que se le dé la licencia que pide, merece ser muy estimado,
favorecido y premiado de Vuestra Excelencia, pues del ejemplo de Alejandro, en la
envidia que tuvo de Aquiles, se prueba que no es menor grandeza en un príncipe
estimar y amparar los buenos ingenios, que hacer obras heroicas. Fecha en los Reyes,
a diez de enero de 1596 años.— EL LICENC. DON JUAN DE VILLELA.
El doctor don Juan de Villela fué hijo de don Pedro de Villela, caballero de Santiago, señor de la Casa de
Villela, y de doña Constanza de Miaga y Estrada, y su ascendencia puede verse en López de Haro y en la Casa de
Lara de Salazar y Castro. Nació en Munguía, obispado de Calahorra, en Vizcaya. Su biografía hállase contada por
extenso en las pp. 446-451 de la Primera Parte de la Historia del Colegio Viejo de S. Bartholomé de Salamanca,
escrita por don Francisco Ruiz de Vergara, de donde Mendiburu (sin decirlo) sacó la siguiente nota biográfica, que
bastará a nuestro propósito «Estudió en el Colegio de Sancti Spiritus de Oñate, en cuya Universidad fué doctor y
catedrático de vísperas de cánones. En 6 de agosto de 1590 entró en el Colegio Mayor de San Bartolomé de
Salamanca. En 1591 fué nombrado alcalde de corte de la Audiencia de Lima, y estando sirviendo esta plaza
obtuvo una de oidor en la misma. Pasó luego de presidente a Guadalajara y en 1609 fué visitador de la Audiencia
de México. Volvió a España en 1612 de oidor de la Cruzada, y en breve lo fué del Consejo de Indias. Después,
miembro del Consejo Real, auditor y superintendente de los ejércitos de Flandes, con merced del hábito de
Santiago y tres mil ducados de ayuda de costa. A su regreso a España fué gobernador del Consejo de Indias, y su
presidente en 1623. En seguida se le nombró consejero y superintendente de las Secretarías de España, y tuvo a su
cargo el despacho universal de la monarquía. Negóse a admitir el arzobispado de Santiago de Galicia, por su
avanzada edad y no poder abrazar el estado eclesiástico. Fué conde de Lences y de Tripiana, y comendador mayor
de Santiago en el reino de Aragón. Murió en 1630».

Soneto del doctor Inígo de Hormero, Protomédico del Pirú, al Autor.

NGENIOculto de la inculta Chile,


Renuevo fértil que ella nos retoña,
Pimpollo del antiguo tronco de Oña,
Cuyo verdor no hay tiempo que aniquile.
A quien (por más que el fiero diente afile
La envidia, carcomida en su ponzoña)
Parias dará la cítara y zampona
De Mantua y del que más delgado hile.

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No sólo con tu bien cortada pluma
Tornas felice y bienaventurada,
(Si tanto bien merece), nuestra era,
Mas haces que en olvido se consuma
Aquella memorable edad pasada
Y se consagre a ti la venidera.

Falta en la edición madrileña de 1605.


Escapóse a la diligencia de Hernández Morejón, en su Historia de la Medicina española, el nombre de este
protomédico del Perú (como también a las investigaciones de Mendiburu), autor del presente soneto y de uno que
se registra entre los preliminares de la Miscelánea Austral de Diego de Avalos y Figueroa, impresa en Lima en
1602, escrito, según se advierte en su encabezamiento, «en razón de la censura que se dio al autor». Es de
sospechar que la que tuvo para contribuir con su parto poético a adornar el libro de Oña no fuese otra que la
honorífica mención que en éste se hacía al enumerar los guerreros que se alistaron para la campaña de Quito del
joven Ignacio de Hormero, hijo, probablemente, del protomédico; y más adelante, en el canto XIX, su
comportamiento en la batalla naval que se tuvo con Hawkins.

Al Marqués de Cañete, en alabanza del Autor, el doctor Francisco de Figueroa.

CANCIÓN

NVICTÍSIMO Príncipe, si tu hombro


Do estriba de ambos Mundos firme el grave
Peso, que al fuerte Atlas el hombro inclina,
Sacudir suele el regalado y suave
Son de las Musas el horrible asombro
Poderoso a oprimir fuerza divina,
Ahora suelte el pecho, y de la fina
Imán de aquellas obras
Con que al olvido y a la envidia sobras,
Quede en virtud colgado el universo,
Mientras en blando, en grave, en dulce verso
Las glorias oyes que te entona el suelo,
Con puro estilo, y terso
Cual ni descubre el sol, ni cubre el cielo.

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Sobre carro de máquina alta inmensa
De bronce vividor, vestido el bello
Cuerpo inmortal, del estrellado manto,
Claro, eterno, gentil, tirada al huello
De la memoria, y de la fama encienso
De cedro incorruptible en fuego santo
Ardiendo eternamente en cada canto;
Y con glorioso adorno
Del siglo, y de la edad cercada en torno
Sobre el olvido el pie, muerta la muerte,
Ciega la envidia, el tiempo en freno fuerte,
Entre inmortales triunfos y Vitorias
Sale en dichosa suerte
La eternidad a pregonar tus glorias.
Al clarín más sonoro el soplo aplica
Que hirió dulce orejas de las gentes,
Que Esmirna o Mantua conoció, o que Roma,
No escogido entre mil, en las prudentes
Aulas de Italia o Grecia, que en la rica
Bárbara fértil Chile, el metal toma
Y entre las manos lo quebranta y doma,
Y forja tal la trompa
Como ni el tiempo la consuma o rompa:
Que en mundo nuevo hazañas nunca oídas
De un nuevo Aquiles, sin igual nacidas,
Tengan nuevo el clarín, con voz de acero,
Nuevas dulces medidas,
Nuevo son, nuevo canto y nuevo Homero.
Oirás por él, que del arnés luciente
Y más de fortaleza armado, el suelo
Tiembla a tus pies, que no tembló a la mano
Del soberbio español, rayos del cielo
Escupiendo del brazo fiero ardiente
Sobre el bárbaro indómito araucano;
Y en tierna edad oirás el seso cano
Con que tal vez la espada,
Tal el bastón gobiernas en la armada
Escuadra de tus jóvenes gallardos,

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Hasta que a la nación feroz molesta,
Tras largos años tardos
Pones al yugo la cerviz enhiesta.
Oirás por él que cuando el gran Monarca
Que rige el freno a la valiente España
En tus hombros la carga deposita,
Donde atesora la riqueza extraña
Que el sol luciente en cuantas zonas marca
Ni igual la vio, ni queda al mundo escrita,
Que el muerto siglo de oro resucita,
Y saben las edades
Gobernar pueblos, ensanchar ciudades,
Domar rebeldes, dilatar las leyes,
Fundarles otros reinos a Hispanos Reyes,
Que, a perderse el de allá (nunca suceda)
Hallen las sueltas greyes
Otro mayor que su soberbia hereda.
Oirás por él cuando el audaz Britano,
Que el cuello angosto penetró del mundo,
Tus costas ricas infestaba exento,
La erizada melena del profundo
De su gruta espantosa hórrido y cano,
Sacar el dios del húmido elemento,
Como asombrado de tan gran portento,
Hervir viendo en sus aguas
Del negro hermano las ardientes fraguas,
Sonar tambores, tremolar banderas,
Partir escudos, desgajar cimeras,
Y el blanco manto de encrespada plata
Teñir tus gentes fieras
En sangre odiosa del Inglés Pirata.
Más cantará la eternidad gloriosa,
Pues vivirá su voz lo que ella viva,
Y tú, dichosos años, hasta tanto
Que con tu diestra vencedora altiva
Levante España, madre belicosa,
Sobre el Belga feroz el pendón santo:
Allí el clarín con voz de inmortal canto

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Subirá por el cielo,
Asido a tus hazañas, tanto el vuelo,
Que levantado al mismo peso dellas
Cuelgue tu nombre eterno en las estrellas
Do nazca al siglo envidia de tu nombre,
Y al vivo horror de vellas
El Turco fiero de terror se asombre.
Tú, que con dulce y sonoroso encanto
Suspenderás los reinos del espanto
Ya envidia moverás las más sutiles
Que el mundo celebró plumas gentiles,
Fía en tu voz que al siglo venidero,
Pues cantas de otro Aquiles,
Tu canto te hará segundo Homero.

A pesar de la identidad de nombre y apellido, de haber sido contemporáneos y ambos poetas eximios, no es
este Francisco de Figueroa el llamado el «divino», que pasó la mayor parte de su vida en Italia, no estuvo en
América, ni era graduado de doctor; ni debe confundirse tampoco con el sevillano Francisco de Figueroa, que lo
fué en medicina, autor de algunas obras de su profesión impresas en España y en el Perú, adonde pasó hacia los
años de 1614 , para regresar a su patria poco antes de 1630. El que escribió el elogio de Oña y su poema se hallaba
ya en Lima, según se ve, en 1596 y continuaba aún en esa ciudad en 1602 , año en que se dio allí a las prensas la
Miscelánea Austral de Diego de Avalos y Figueroa, que lleva entre sus preliminares un soneto suyo; con
reputación tan bien sentada, que en el Discurso en loor de la Poesía (escrito por aquella «heroica dama» que quiso
que se reservara su nombre), puesto al frente del Parnaso Antártico de Diego Mexía, al llegar a enunciar los
poetas que en su tiempo descollaban en estas partes de América, nombra el primero a Figueroa, diciendo:

Testigo me serás, sagrada Lima,


que el dotor Figueroa es laureado
por su grandiosa y elevada rima.
Tú, de ovas y espadañas coronado,
sobre la urna transparente oíste
su grave canto, y fué de ti aprobado.

Y es todo lo que sabemos de tan ilustre vate. Sospecho sí, que hija suya sería aquella poetisa de apellido
Figueroa, disfrazada con el nombre de Amarilis, nacida en Huánuco (a donde, por consiguiente, se habría radicado
Figueroa) que dirigió a Lope de Vega una espístola en verso para pedirle que escribiera la vida de Santa Dorotea,
y en la que, junto con hablarle de su hermana, casada entonces con un rico encomendero de aquel pueblo, le dice
de sí:

Yo, siguiendo otro trato,


Contenta vivo en limpio celibato
Con virginal estado,

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A Dios con gran afecto consagrado…

y que el insigne dramático le contestó en términos tan elevados como galantes, declinando el encargo y
aconsejándole que honrase su patria,

…………………propagando
De tan heroicos padres la memoria,
Su valor generoso eternizando.

Al Marqués de Cañete, un Religioso grave, en comendación del Autor.

CANCIÓN

RÍNCIPE excelso, que a la excelsa cumbre


Del alto Olimpo, do la vista humana
Apenas ha subido,
Subiste sin humana pesadumbre,
Dexando con memoria soberana,
A pesar de la muerte y del olvido,
Tu renombre esculpido
En los celestes polos
Para ti sólo dedicados solos.
El natural severo
De espantoso guerrero
Remite blandamente,
Gobernador prudente,
Los ojos graves y el oído entero,
Si puedes, inclinando de ese trono
A las ornadas sienes
Y al grave y dulce tono
Que en tu servicio, por tu dicha, tienes.
Si el franco cielo, Príncipe dichoso,
No más que en dulce paz y en cruda guerra
Te hubiera señalado
Por hombre recto, por virrey celoso,

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Por robusto varón, de quien la tierra
Tembló al hollarla tan feroz soldado,
Ya quien el mar hinchado
Se sujetó rendido
En oyendo tu nombre esclarecido:
Si esto sólo te diera
Y un Oña no hiciera,
El cual con vena rara
En verso celebrara
El todo más cabal que el mundo espera,
Ni eterno fueras con renombre eterno,
Ni el cielo soberano
Tus obras y gobierno
Dispuesto hubiera con perfeta mano.
Porque, famoso Príncipe, la gloria
Que el cuerdo espera y el audaz procura
Y sólo tú la alcanzas,
Más la conquista la acertada historia
De heroicos hechos y sagaz cordura,
Que agudas flechas y blandientes lanzas.
Y así las esperanzas
Tan justas que has tenido
De la gloria que en todo has merecido,
Las veo ya logrando
En este tiempo, cuando
A la fama parlera
La lengua vocinglera
Y las doradas plumas usurpando
Oña su libro de manera adorna,
Que al de Virgilio mengua
Ya la fama le torna
Ligeras plumas y discreta lengua.
Con estas plumas, Príncipe invencible,
Como esta lengua desde el bajo suelo
Tus glorias han volado,
Tu gran valor, en otros imposible,
Con tus heroicos hechos, hasta el cielo
Y en las remotas partes se ha cantado
Del Araucano estado,

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Nación tan belicosa,
De la Britana gente valerosa
Domar el cuello exento,
Con fácil rendimiento
Quedar el verde Quito
A tu sombra marchito,
Y otras victorias tuyas que no cuento:
En fin, el gobernar de tal manera,
Que a la nuestra imperfeta
Vuelves la edad primera.
¡Dichoso tú, que alcanzas tal poeta!
Dichoso, señor, eres más que el Griego,
De quien el Griego Magno envidia tuvo,
Y más afortunado
Que la reliquia del Troyano fuego,
Pues si un Homero para Aquiles hubo,
Si de un Marón fué Eneas celebrado,
Y un Horacio extremado
Se halló para Mecenas,
Venciendo en Roma la elegante Atenas:
En esta competencia
Tienes con eminencia
Del Homero y Horacio
Y del honor de Dacio
En Oña la dulzura y la sentencia;
Pero, mal digo: ¿qué ventura ha sido
Que quien excede tanto
Los Mecenas que ha habido
Goce de más sonoro y dulce canto?
Gózale, pues, oh!, gran Marqués Hispano,
Nestóreos años, con eterna fama,
Ya tu Oña excelente
La generosa mano,
Que tantos bienes al Pirú derrama,
Extiende largamente;
Y el bajo estilo de mi tosco labio
Disimula y perdona,
Si el perdón de un agravio
Suele sacar más rica la corona

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Este religioso grave es, sin duda, el mismo que con tal calificativo contribuyó con dos sonetos a elogiar la
Miscelánea Austral de Avalos y Figueroa. Aventurado sería emitir una hipótesis cualquiera para descubrir su
nombre.

De Diego de Ojeda al Autor, laureándole.

CANCIÓN

montes de Lima celebrados,


EGIOS
Que al fuerte Pindó y al membrudo Atlante
El oficio hurtáis, hurtáis la fama,
Cuyos valientes hombros empinados
Hacen al ancho cielo dura cama
De viva peña de inmortal diamante,
El grave ceño y áspero semblante
De esa frente horrible,
Tan desgreñada, cuan inaccesible,
Pobre de honor y falta de belleza,
Serenad con afable mansedumbre
De perfeta nobleza:
Y esa gran falda y poderosa cumbre
De mirtos coronad, cubrid de flores,
Cuyos ricos olores
Huelan allá los encubiertos Mauros,
Y componed una feliz guirnalda
Al sacro Apolo nuevo,
Luz de esa cumbre y honra de esa falda,
Y aun de Minerva luz y honor de Febo.
Tú, hondo Lima, caudaloso río,
En fama esclarecido, en agua puro,
De rubios trigos húmido alimento,
La cristalina gruta y vado frío
De tu cuerpo veloz ancho aposento
Y de tu dulce ninfa casto muro:

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Para el dichoso fin que te aseguro
Hazlo de plata fina
Y de aljófar menudo fértil mina,
De ganchoso coral bello tesoro
Y bello archivo de lucientes piedras;
Forja de sutil oro
Eternas palmas, inmortales yedras,
Gallardos pinos, álamos frondosos,
Y de esto forma la gentil corona,
Que tu grave persona
Debe ofrecer con ojos amorosos
Al que te da valor, te da memoria
Con su divino canto,
Escureciendo la suprema gloria
Del generoso Po, del Tibre santo.
Vos, pardas nubes de aterido invierno,
Denso tapiz del orbe refulgente,
Velo escuro del lúcido Planeta,
Que siempre llenas de un vapor interno,
Por alta fuerza de virtud secreta
No serenáis la remojada frente,
Mostrad el duro pecho más clemente
Al padre soberano
De aquel mancebo (por su mal) ufano,
Dejad que pase la divina lumbre
De su rubia guirnalda venerable,
Para ceñir la cumbre
Del perfeto saber con luz notable;
Dejad que ciña la cabeza noble
Al Séneca profundo, al Marón sabio,
Cuyo elegante labio
En doble acento y en vihuela doble
Consagra con mil versos numerosos
A vividoras famas
Blandos Cupidos, Martes belicosos,
Fuertes varones y gentiles damas.
Y tú, segundo Apó, noble García,
Del potente Filipo diestra mano,
Y de su grave peso firme Alcides,

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Escucha en apacible melodía
Tus bravos hechos en famosas lides
Y en edad tierna tu saber anciano;
Oye con faz alegre y pecho humano,
Alejandro dichoso,
Sin tener al de Grecia valeroso
De su poeta claro clara envidia,
Ni al grande Apeles de su gran pintura,
Ni al memorable Fidia
De aquella perfetísima escultura:
Oye, verás por este dulce canto
La voz de Homero falta de sonido,
Apeles encogido,
Ya Fidia lleno de amarillo espanto.
Y al que Homero se abate, rinde Apeles,
Y Fidia se sujeta,
Con plumas, con buriles, con pinceles,
Hazle corona de inmortal poeta.
Mas, tú, reino feroz, Chile indomable,
De la cruda Belona casa fuerte
Y duro campo de batalla esquiva,
Castillo de la Parca inexorable,
Infierno de la furia vengativa,
Trono de Marte, silla de la muerte,
Ya que no pudo a la razón moverte
La vencedora pompa,
La voz terrible de la hueca trompa,
La rebatida caja resonante,
La gruesa pica y el robusto dardo,
La espada rutilante,
La doble fuerza y ánimo gallardo,
Mueva, mueva tu pecho diamantino
El que puede mover ligeramente
Más intrépida gente,
Que mover pudo el músico divino,
Y dale por magnífica vitoria
Tu bélica guirnalda,
Ponía, para que viva tu memoria,
En su cabeza no, pero en su falda.

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Oña famoso y en virtud supremo,
Cítara, canto, péndola, escritura
De Tebas y de Tracia
Tu verso alaben, digan tu dulzura,
Que para tanto en mí faltó la gracia.

El autor de este elogio es nada menos que el de La Cristíada; pero, siendo así, ¿porqué aparece su nombre sin
el fray? ¿Acaso, no estaba ordenado cuando lo escribió? Sí que lo estaba desde 1° de Abril de 1591. ¿Fué,
entonces, omisión de la imprenta el no haber hecho constar su estado religioso?
Este fray Diego de Ojeda, u Hojeda, como después aparece escrito su apellido, es ni más ni menos, según
digo, que el autor de La Cristíada, a cuyo título es en realidad acreedor a una prolija biografía, que el cronista de
los dominicos del Perú fray Juan Meléndez ni siquiera bosquejó en sus Tesoros verdaderos de las Indias,
limitándose a decir que fué maestro en su Orden, «natural de Sevilla, prior del convento del Rosario de Lima, de
los primeros fundadores de esta santa casa, singular en letras y virtud, de grande espíritu y ternura, penitente, y de
oración perpetua delante de un santo Cristo. Murió, con fama de santo, en Huánuco, consumido de trabajos, que
sufrió con admirable paciencia». I, p. 73. Pero de aquella su grande obra, ni una palabra, ni siquiera, al consignar
su muerte, la fecha en que ocurrió.
Fueron los padres de Hojeda don Diego Pérez Muñoz y doña Leonor de Carvajal. Pasó muy joven a Lima,
donde profesó el 1.° de abril dé 1591. En su Orden fué lector de artes y teología, presentado y maestro, prior en el
Cuzco, Lima y Huánuco, y en este último pueblo falleció el 24 de octubre de 1615. Su poema se imprimió en
Sevilla, en 1611 , y entre sus preliminares lleva unas quintillas de Lope de Vega y otros versos del Doctor Mira de
Amescua en elogio del dominico. Ya en Lima le había antes aplaudido aquella ilustre dama autora del Discurso en
loor de la Poesía, inserto entre los preliminares del Parnaso Antártico de Mexía, asociando su nombre al de otro
religioso, también sevillano, en estos términos:

Ojeda y Gálvez, si las plumas vuestras


no estuvieran a Cristo dedicadas,
ya de Castalia tuvieran dado muestras.
Tal vez os las ponéis, ya las sagradas
regiones os llegáis tanto, que entiendo
que de algún ángel las tenéis prestadas.
El uno está a Trujillo enriqueciendo,
a Lima el otro, y ambos a Sevilla
la estáis con vuestra Musa ennobleciendo

Soneto de don Pedro de Córdoba Guzmán, caballero del hábito de Santiago, al Licenciado Pedro de
Oña.

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LMAfeliz, que al mundo por milagro
Sales en este bello cuerpo envuelta,
Donde con traza y mano tan resuelta
Mezclas a su sazón lo dulce y agro.
Tú, que cual otro joven Meleagro
Matas al jabalí de invidia suelta,
Ya quien Apolo ofrece a cada vuelta
La luz que yo en su nombre te consagro:
Gózate en paz, pues antes, alma pura,
Que libre de este cuerpo y su batalla
Subas triunfante al premio de la gloria,
Ya desde ahora, en prenda bien segura
De que te espera el tiempo de gozalla,
La gozas en el cuerpo de esta historia.

Don Pedro de Córdoba Guzmán era originario de Málaga y allí rindió en 1578 sus pruebas para cruzarse en la
Orden de Santiago, que faltan, desgraciadamente, en su Archivo. El cronista agustino fray Bernardo de Torres,
celebrándole por haber tomado a su cargo los gastos que originó el capítulo provincial de aquella Orden que se
verificó en la Nasca el 21 de julio de 1598 , dice que «por su generoso pecho corrieron por ambas líneas paterna y
materna caudales de la mejor sangre de España, derivada de muchos Títulos y Grandes, y en grados muy
propincuos». Y en este orden puede en efecto asegurarse que era deudo del Marqués de Cañete don Andrés
Hurtado de Mendoza, quien le eligió por capitán de la guardia de gentiles hombres que debía asistir cerca de su
persona como Virrey del Perú, cargo que, por lo que se ve, aun conservaba cuando desempeñaba aquel alto puesto
don García Hurtado de Mendoza. En su testamento dispuso que se le enterrase en la iglesia del Convento de San
Agustín de Lima. «Está su entierro, refería el P. Torres, en 1657 , en la capilla mayor de nuestra iglesia, al lado
derecho del presbiterio, en el hueco de un arco adornado exteriormente de un curioso retablo estofado de negro y
oro, colunas y capiteles de labor corintia, con la insinia roja de Santiago en la testera y en la tumba».

Del Doctor Jerónimo López Guarnido, Catedrático de Prima de Leyes en la Universidad de Lima, al
Autor.

sacar a luz de tal sujeto


ARA
Historia tan heroica en breve suma,
Tan caudaloso ingenio y rica pluma

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Fué menester y estilo tan discreto.
Vuestro talento oculto, en lo secreto
Ha sido bien que en sí no se consuma,
Sino que en otro gran Pompeyo Numa
Muestre (causando asombro) su conceto;
Pues Lesbia Safo, la decena Musa,
Con el que el oro y esmeraldas cria
Y todo el consagrado Pierio bando
El censo os dan, que daros no se excusa,
Porque en la perfeción de la poesía,
Oña divino, a todos vais sobrando.

«El doctor Jerónimo López Guarnido, era doctor en leyes en la Universidad de Lima cuando ésta se separó del
convento de Santo Domingo en 1572. Luego que se organizó la Real Escuela de San Marcos, y dieron principio
los estudios en ella el año 1577 , Guarnido fué el primer catedrático de Leyes. Ya había prestado importantes
servicios como rector en 1575 , y volvió a serlo en 1578. Aun se conserva su retrato en uno de los salones de la
Universidad. En 1591 , asistió como letrado jurista al cuarto concilio limense reunido por el Arzobispo Santo
Toribio».— MENDIBURU.

De don Pedro Luis de Cabrera, capitán de la guardia del Virrey, al Autor.

SONETO

Osé lo que me cause más espanto


este milagroso y bel poema,
Adonde (como yéndoles por tema)
Fortuna, Febo y Marte han hecho tanto;
O el joven, que con pecho fuerte y santo,
Domó la gente indómita y blasfema,
O tú, que en tierna edad con mano extrema
Eterna le celebras por tu canto;
Porque si en él la dura espada veo,
En ti la delicada pluma miro,
Que entrambas ponen límite al deseo:

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Por donde al fin confuso me retiro,
Y dando igual a entrambas el trofeo,
De entrambas por igual también me admiro.

Mis diligencias para encontrar algún dato de este soldado y, por lo que se ve, malísimo poeta, han resultado
infructuosas. La identidad del segundo de sus nombres y de su apellido, inducen en la sospecha de que bien
pudiera ser cuando menos deudo, si no hijo, de aquel don Jerónimo Luis de Cabrera que tanto figuró en las
Provincias del Plata.

De Cristóbal de Arriaga Alarcón al Autor.

SONETO

QUELque en el delfín salió seguro


Tocando su instrumento sonoroso,
Y el que entonando el canto milagroso
Canto a canto subió el tebano muro;
Aquel que sin temor del mar futuro
Bajó al profundo reino tenebroso,
Y el cantor cuyo símbolo frondoso
Su frente ciñe con el verde escuro:
Sólo al que aquí cantó en divino canto
Se rinden, y admirados de tal punto,
Confiesan con invidia que a este solo
Se le debe el laurel y el amaranto,
Pues en heroico tono y contrapunto,
Si hay Apolo que cante, es este Apolo.

Nada, ni en los documentos ni en los libros impresos de que he podido disponer, se halla de este Cristóbal de
Arrraga. Por uta momento me imaginé que podía ser deudo del célebre jesuíta de su apellido, autor de la
Extirpación de la Idolatría en el Perú; pero no hay tal, ni vale el trabajo de mayor investigación el poco mérito de
este soneto.

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Del Licenciado Gaspar de Villarroel y Coruña, abogado de la Cancillería Real de la ciudad de los Reyes.
Por la Academia Antartica, al Licenciado Pedro de Oña.

SONETO

agradecer a Engol, sagrado Lima,


I
Que al Oña primogénito te enviase
A que con voz angélica cantase
Del Príncipe que el cielo tanto estima.
Los ríos todos subditos al clima,
Al clima Antártico harás que venza y pase,
Pues si al Sebeto, al Arno, al Po llegase,
Inclinarían la soberbia cima.
Y por secretos del abismo inmenso
Conducirle podrás a la alta cumbre
De que la urna viertes cristalina,
Donde levante altar y queme encienso
Del margen tuyo, en pura ardiente lumbre,
A la sublime fábrica divina.

Villarroel, de familia oriunda de Sahagún, fué natural de Guatemala y cursó leyes probablemente en México;
licenciado en esa facultad era cuando hacia los años de 1587 le nació en Quito de su matrimonio con doña Ana
Ordóñez de Cárdenas, su hijo Gaspar, que llegó a ser obispo de Santiago de Chile y de Arequipa, autor de varias
obras de derecho eclesiástico y teología, varón de gran talento y de profunda erudición, que en una de ellas decía
de su padre que «le había dejado por herencia, no sus virtudes, sino su nombre, y que era (no importa que yo lo
diga), añade, de los mayores letrados que se vieron en las Indias. Hay hoy de él bastante memoria en las escuelas
y no se apagará su crédito si no se acaba el nombre de sus discípulos». De su afición a la poesía había dado ya
muestra en un soneto que salió entre los preliminares de las Elegías de varones ilustres de Indias, impresas en
Madrid en 1589, y de tal consideración gozaba en ese orden algunos años más tarde, que la autora del
Discurso en loor de la Poesía le dedicaba en él los siguientes conceptos:

Gaspar Villarroel digo, aquel hombre


que a pesar de las aguas del Leteo,
con verso altivo ilustra su renombre.
Aquel que en la dulzura es un Orfeo
y un griego Melígenes en ciencia
y en majestad y alteza un dios Timbreo:
Este, por ser quien es, me da licencia

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que abrevie aquí las alabanzas suyas,
que es símbolo el callar de reverencia.

Se hallaba, pues, por ese entonces (1604) en Lima, adonde había llegado por los días en que Oña daba remate
a la impresión de su obra, con el propósito dé atender a la educación de su hijo, a la vez que por su parte no daba
de mano a los estudios. Deseando graduarse de licenciado en cánones, en 5 de noviembre de 1596 presentó al
claustro de la Universidad una solicitud para que, en vista de su pobreza, se le exonerase de la mitad del pago de
las propinas que debía satisfacer por el grado, aunque sin lograrlo. Algún adelanto en su carrera obtuvo, sin
embargo, pues consta que fué justicia mayor en el Cuzco, en el desempeño de cuyo cargo le ocurrió haber tenido
que fallar como juez una causa, con resultas que le amargaron el resto de su vida por una apresurada ejecución de
su sentencia, y díjome a la postrera hora, cuenta su hijo el obispo, que todos sus pecados juntos no le hacían en
ella tanto peso. Sábese también que en 1606 se hallaba en Lima, habiendo obtenido en esa fecha licencia y
privilegio de la Audiencia para dar a la estampa el sermón predicado por el agustino fray Diego de Castro en las
honras del obispo de Quito, don fray Luis López; y que, muerta su esposa, Villarroel se entró de fraile,
seguramente en la Orden de San Agustín, a la que pertenecía su hijo.

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DEDICATORIA DEL AUTOR
A don Hurtado de Mendoza, primogénito de don García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, señor
de las villas de Argete y su partido, visorrey de los Reinos del Pirú, Tierra Firme y Chile; y de la
marquesa doña Teresa de Castro y de la Cueva. Hijo, nieto y biznieto de Virreyes.

O me pareció podía, ni era justo, acudir a otras manos que a las de Vuestra
Señoría con la primera labor que sale de éstas; porque, siendo todo el blanco de
ella no menos que alguna parte de las altas proezas del Marqués de Cañete, padre
dignísimo de Vuestra Señoría, estaba muy en razón que quien tan legítimamente le
hereda en todas ellas, que es lo más, le haya de suceder en esto, que es lo menos. Ha
días que lo tengo trabajado, y aun impreso, dilatando el sacarlo en público hasta que
el Marqués se fuese, como ya (por daño nuestro) se va de estos reinos, porque el
publicar sus loores en presencia suya no engendrase (a lo menos en dañados pechos y
de poca consideración) algún género de sospechas, cosa de que tan ajena está la
limpieza de la verdad que en todo este discurso trato. V. S. no se desdeñe de recibir
en él mi buen deseo, si no por éste (aunque es muy grande), por la grandeza de la
materia a que aspira: que haciéndole V. S. acogimiento a la sombra de sus alas, soy
cierto que se quebrarán las de todos aquellos que imaginaren atrevérsele, y a mí me
nacerán muy crecidas, para desplegallas adelante en el servicio de Vuestre Señoría:
cuya persona guarde el Señor con todo el aumento de estado que Vuestra Señoría
merece. De los Reyes del Pirú, a cinco de Marzo, año de mil quinientos y noventa y
seis.
Beso a V. S. las manos, su menor servidor y criado.

EL LICENCIADO PEDRO DE OÑA.

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PRÓLOGO AL LECTOR
OLICITADO de tan grandes temores, cuanto son las causas de tenerlos, pongo,
discreto lector, este mi libro en tus manos, porque demás del ordinario y justo
recelo con que todos sacan sus obras a la almoneda de tantos y tan varios gustos,
donde cada uno corta a la medida del suyo, tengo yo otros muchos particulares
motivos para encogerme y temblar de sacar a la luz de los altos y claros
entendimientos la escuridad[9] y bajeza del mío; así por ser en la hora de agora[10],
cuando todo y, en especial, el arte de la divina poesía con su riqueza de lenguaje y
alteza de concetos está tan adelgazado y en su punto, que ya parece no sería perfeción
sino corrupción el pasar del término a que llega,-como por suceder yo, si así lo puedo
decir, a los escritos de tan celebrado y bien aceto[11] poeta como don Alonso de Ercila
y Zúñiga, y escrebir[12] la misma materia que él, cosa que en mí, si aspirase a más que
a traer a la memoria lo que él dejó al olvido[13], preciándome mucho de ir al olor de
su rastro, parecería tan grande locura como envidia el no confesarlo: ultra de que mi
poco caudal y menos curso[14] me hacen abatir las alas, si algunas me hubieran
levantado los pocos años. Mas, todas estas dificultades atropello el solo deseó de
hacer algún servicio a la tierra donde nací —¡tanto como esto puede él amor a la
patria!— celebrando en parte con mis incultos versos las obras de aquellos que,
sirviendo en ella a su rey, dieron a costa de sus vidas, plumas y lenguas a la fama, y el
principal entre éstos, el marqués don García Hurtado de Mendoza, en el tiempo que
gobernó aquellas provincias, que es todo el sujeto deste libro. Acordé dalle título de
Arauco domado, porque, aunque sea verdad que agora, por culpas nuestras, no lo
esté, lo estuvo en su gobierno, pues trajo pacífico a todo el Estado[15] y demás tierra
generalmente en tres años que la tuvo a su cargo[16], habiendo dado a los indios siete
campales batallas, de que siempre salió victorioso, cosa de gran ponderación y estima
en un mancebo de veinte y un años, que éstos tenía cuando comenzó a gobernar. Fué,
pues, mi intento que hasta el nombre significase lo que sólo su valor y no otro, antes
ni después del, ha podido acabar; y aunque en esta Primera Parte no quede Arauco
domado, al menos dispone se, como se verá por el discurso, para que lo quede en la
Segunda. El nuevo modo de las octavas, por la nueva trabazón de las cadencias[17],
no fué por más que salir, no de orden, sino, del ordinario, comoquiera que sea de más
suavidad, aunque más impedidas para correr bien, por hacer en tres partes rima donde
parece que repara el concepto. Van mezclados algunos términos indios, no por
cometer barbarismo, sino porque, siendo tan propria[18] dellos Ja materia, me pareció
congruencia que en esto también le correspondiese la forma: déstos los más se
explican luego en una pequeña tabla que está al fin deste libro. Y el divertirme[19] del
intento principal, como es tratar las cosas de Chile, contando otras (aunque bien
mirado sin salir del), mucho después en Lima sucedidas, cual es la rebelión de Quito

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y la victoria que se alcanzó del inglés Richarte Achines[20], caúsalo el ser mi blanco
escribir las hazañas y felicidades del Marqués de Cañete; y como no ocupen éstas el
menor lugar entre aquéllas, no me pude excusar de engerirías[21], so pena de huir el
cuerpo a mi pretensión. Esto he prevenido, curioso lector, así por acudir a lo que pide
el nombre del prólogo, como porque más libre de dificultad entres a la lección desto
que te ofrezco; en lo cual, si por ventura hallares algo de consideración, lo podrás
atribuir, o al demasiado trabajo, o a la fertilidad de la materia, y las faltas solamente a
la estrecheza[22] de mi ingenio; si ya no quisieres recebir[23] en cuenta la priesa[24],
tan grande cuan forzosa, que en todo este discurso he llevado. Porque así habrás tú
cumplido con lo que a ti mismo debes, y quedaré yo de todas mis vigilias
bastantemente satisfecho. Vale.
Falta en la edición madrileña de 1605.

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EXORDIO DE ESTA PRIMERA PARTE
DE

ARAUCO DOMADO

Compuesto por el Licenciado Pedro de Oña, Colegial del Colegio del Rey nuestro señor.

I pluma y vista de águila tuviera,


Pluma con que romper el vacuo seno,
Y vista para ver al[25] sol de lleno,
Seguro de temor volara y viera;
O si tan remontada no estuviera
La soberana cumbre do me estreno,
Prestárame el trabajo sus escalas,
O me valiera entonces de mis alas.
Mas si para poder volar tan alto,
Y ver el resplandor dé mi sujeto,
Conozco de mis plumas el defeto[26],
Y cuanto soy de vista pobre y falto,
¿Qué miedo, qué temor, qué sobresalto

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Habrá que no me cerque en tal aprieto?
Adonde se me pone por delante.
Un amasado muro de diamante.
¡Oh cuan terrible empresa tomo a cargo!
¡Oh cuan difícil y ardua cosa intento!
¡Oh cuántos culpan ya mi atrevimiento,
Y acuden a ponérmele por cargo!
Mas hay una razón en mi descargo
Que en obras semejantes, el intento,
Haciéndose el deber por emprendellas,
Basta para llevar el premio dellas.
Ultra de que mirándose la obra,
Veráse la materia ser tan alta,
Que todo lo que en vista y pluma falta,
Sin falta en lo que ve y escribe sobra;
Por donde sobresalto ni zozobra,
No me zozobra ya ni sobresalta,
Porque me da motivo y osadía
Lo mismo que me daba cobardía.
Pues canto… mas cantar es devaneo.
Después de tantos célebres cantores,
En quienes conoció competidores
La resonante cítara de Orfeo;
Aunque la letra obliga y mi deseo
A sacudir solícitos temores,
Que si me llevan todos en el canto,
Yo solo a muchos llevo en lo que canto.
Con todo suena mal un ronco acento
Si el arte, gracia y crédito le falta,
Y la tonada es cónsona y tan alta
Para tan bajo y dísono instrumento;
Favoreced, señor, al buen intento,
Que bastará a suplir cualquiera falta,
No siendo necesario más abono
Que dar vuestros oídos a mi tono.
A solo vos favor en esto pido,
Pues dalle en todo a solo vos es dado;
De vos le tiene quien le da, Hurtado,

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Y debe ser a vos restituido;
Que siendo yo de vos favorecido,
De nadie puedo ser desayudado,
Porque si de mi parte a Jove llevo,
Conmigo se vendrán Minerva y Febo.
A vuestro ser consagro mi escriptura[27]:
Suplico la miréis, que más es vuestra,
Por ser labor sacada de la muestra
Que en vos dejó estampada su figura;
Porque con esto sólo va segura,
Y pone obligación a quien se muestra
De que mirado el blanco adonde tira,
Mire, si le mirare, como mira.
Que vista la grandeza del sujeto,
Y quien para cantársele me toca,
¿Quién hay tan recio y áspero de boca
Que no le tenga un freno tal sujeto?
O ¿quién habrá tan falto de respeto,
Que si un animalillo se coloca
Allá en lugar supremo y venerado
Toque, por derriballe[28], a lo sagrado?
Y pues que por mirar mis pies tan cojos
Es visto que la vista no se os mengua,
Haced que el invidioso[29] quede en mengua
Y que callando mire sus despojos;
Que donde vos pusiéredes los ojos
Ningún osado habrá que ponga lengua,
Mas antes le haréis que con asombro,
Estirando la ceja, encoja el hombro.
El vulgo fácil es el mar hinchado;
Es la barquilla frágil mi talento;
Yo soy el pobre Amidas tremulento[30],
Del recio temporal amedrentado;
Mas sedme vos el César, don Hurtado[31],
Pues mucho más tenéis de nacimiento,
Y no me detendrá temor de Scila,
Ni fiera boca rábida[32] y zoíla.

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Mirad, señor, que os pongo aquí delante
A vuestro claro padre por espejo,
Adonde bien podéis tomar consejo,
Dado que para darle sois bastante;
Para que viendo en él vuestro semblante,
Si al suyo no se iguala por parejo,
Con ansia de que igualen sus figuras,
Acometáis iguales aventuras.
Sabed agradecer al sancto cielo,
Con agradecimiento que le cuadre,
Haberos hecho hijo de tal padre,
Que de tenerle en sí blasona el suelo,
Y que para seguir su raudo vuelo
Os da bastantes alas vuestra madre:
Pues tales con el aire no las peina
El ave que de todas es la reina.
Mas, ¡oh sublime garza sant[33] García!
Que es nombre con que el bárbaro os honora,
Y bien os cuadra y viene desde agora,
Si en la virtud está la nombradla;
Perdonen vuestras plumas a la mía,
Que de su vivo lustre las desdora,
Si puede ser bastante a deslustrallas
El no saber, cual piden, alaballas.
Aunque resulta gloria más entera,
Según algunos dicen, de que alabe
El ignorante simple que no sabe,
Que si el discreto sabio lo hiciera[34];
Y dada esta opinión por verdadera,
En tan capaz sujeto sólo cabe,
Según es mi alabanza de crecida,
Teniendo mi simpleza por medida.
Al universo mundo satisfago,
Si ya no está, cual debe, satisfecho,
Que sin comparación es más lo hecho
Que, si lo hiciera Homero, lo que hago:
Entienda que el recibo es más que el pago

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Y que, si haber allá tan largo trecho
Del dicho al hecho, enseña el viejo dicho,
Aquí va mucho más del hecho al dicho.
No estriba ni se funda mi osadía
En ver que es todo vuestro lo que escribo,
Pues aunque sepa yo que es firme estribo,
Vos no os dejáis llevar por esta vía:
Ser tal por sí la grave historia mía
Es la probada fuerza donde estribo,
Y ser tan importante a todo el mundo,
Seguro firmamento[35] en que me fundo.
Otra razón también me hizo fuerza,
Que, si faltaran todas, ésta sobra,
Para poner las manos en la obra,
Por más que de mi estudio el pasó tuerza;
Es con que más el ánimo se esfuerza
Y aquel perdido anhélito recobra,
Ver que tan buen autor, apasionado,
Os haya de propósito callado.
Pensó, callando así, dejar cerrada
De vuestra gloria y méritos la puerta,
Y la dejó de par en par[36] abierta,
Dejando su pasión descerrajada:
Sin vos quedó su historia deslustrada
Y en opinión, quizá, de no tan cierta[37];
Mas, tal es un rencor, que da por bueno
El daño proprio[38] a trueque del ajeno.
¿Quién a cantar de Arauco se atreviera
Después de la riquísima Araucana?
¿Qué voz latina, hespérica o toscana,
Por mucho que de música supiera?
¿Quién punto tras el suyo compusiera
Con mano que no fuese más que humana,
Si no le removiera el pecho tanto
El ver que sois la pausa de su canto?
Pues ésta[39] ha sido casi todo el punto
De donde le tomé para cantaros

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Doliéndome que en cánticos tan raros[40]
Faltase tan subido contrapunto[41];
Mas, bien será que cese lo que apunto
Y que de vuestros hechos más que claros
A resonar comience alguna parte,
Que para lo demás ninguno es parte.

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CANTO PRIMERO
Que trata cómo el marqués de Cañete don Andrés de Mendoza, visorrey del Pirú, a pedimento del Reino
de Chile, y de la necesidad y aprieto en que estaba, le envió socorro y fuerza[1] de gente, así por mar
como por tierra, yendo por general della y gobernador de aquel reino don García Hurtado de
Mendoza, su legítimo y claro hijo.

ANTOel valor, las armas, el gobierno,


Discanto[2] aviso, maña, fortaleza,
Entono el pecho, el ánimo y nobleza
Del extremado en todo joven tierno:
Hinche la fama agora el áureo cuerno,
Apreste de sus alas la presteza,
Redoble su garganta el claro Apolo
Y llévese esta voz de polo a polo.
Las vengadoras Furias entre tanto
Y toda aquella mísera canalla
Que con eterna pérdida se halla
En el escuro reino del espanto,
Absorta en las grandezas de mi canto,
Suspenda, si es posible, su batalla;
El cielo, estrellas, mixtos elementos[3]

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Reciban con aplauso mis acentos.
A la sazón que Chile belicoso
Más levantado y más soberbio estaba
Y más mostrar al mundo procuraba
La fuerza de su brazo vigoroso;
Cuando más arrogante y orgulloso
La dura tierra el Bárbaro hollaba,
Con muestra tan gallarda y tal denuedo
Que al ánimo español causaba miedo;
Cuando la tierra estaba ya de suerte
Que no daba lugar al bautizado[4]
Adonde estar un punto asegurado
De la espantosa imagen de la muerte[5];
Postrado ya su muro y casa fuerte,
Valdivia muerto, Penco despoblado,
Aguirre y Villagrán sobre el gobierno
Alzando al cielo llamas del infierno;
Cuando por las vitorias alcanzadas,
Arauco amenazaba al mismo cielo,
Teniendo tan en poco lo del suelo
Para con el rigor de sus espadas;
Y cuando sobre picas levantadas,
¡Oh lúgubre espectáculo y señuelo!
Andaban las católicas cabezas
Cortadas de sus troncos hechos piezas;
De blancos huesos, blanca parecía
La verde superficie de la tierra
Ya las corrientes claras de la sierra
La derramada sangre enrojescía[6];
Cuando la guerra el Héspero temía,
Y el Bárbaro gritaba: «Guerra, guerra»,
Pensándola hacer a todo el orbe,
Sin que poder humano se lo estorbe.
Ya cuando su curtida y ruda planta
Pisaba el rojo círculo de Oriente,
Y él español sumido en Ocidente[7]
Mostraba ya el cuchillo a la garganta[8],

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Atierra Tucapel y Rengo espanta,
Brama Lincoya y muéstrase valiente
Por ver su fuerza idólatra crecida
Y la del fiel ejército perdida.
Tronaba el alto Júpiter tonante
Y en cólera bañado y furia brava
Al corazón hispánico arrojaba
Su poderoso rayo corruscante[9];
Aquel que viste planchas de diamante,
El acerado escudo se embrazaba,
Y con vibrar el asta por el cuento
Mostraba su feroz y crudo intento.
Entonces con sañuda vista horrible
Miraba la Belona nuestro bando
Y al indio con semblante ledo[10] y blando,
Regocijada todo lo posible,
Aquella diosa lúbrica y terrible,
Su voladora rueda volteando,
Al bárbaro en la cima colocaba
Y al Fido[11] allá en el centro sepultaba.
La sacra y evangélica dotrina[12]
Sembraba en el estéril pecho bruto,
No daba de virtud el rico fruto,
Que el vicio lo ahogaba con su espina:
Señales eran todas de ruina,
De lamentable voz y triste luto,
Y todo tempestad, sin esperanza
De ver jamás el rostro a la bonanza.
Entonces, pues, habiendo, como digo,
El reino triste a lo último llegado,
Ya casi de vivir desconfiado
Y de tener jamás algún abrigo,
La suerte se trocó, y el cielo amigo
De espesas nubes limpio y espejado,
Volviéndose con súbita carrera,
Las cosas ordenó de otra manera.
Pues desechado ya su duro ceño,

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La Palas descubrió su rostro afable,
Prestando la señora variable
También el suyo plácido y risueño,
Y oliendo la venida de su dueño,
Que a todo su pesar la tiene estable,
A su rodante globo dio la vuelta,
En ser de nuestro bando ya resuelta.
Lo cual se pareció[13] patente y claro,
Pues en adevinando[14] su partida,
Fortuna comenzó a enmendar la vida,
Quitándosela al mísero Lautaro:
Por vuestro padre vino aquel reparo,
Al cual bastó la voz de su venida,
Que el resplandor del sol, sin que él parezca,
Ya suele tener hecho que amanezca.
Bien como el ocupado en un oficio,
De lo que puede ensancha la conciencia
Cuando cercana vee[15] la residencia,
Se vuelve a la virtud, dejado el vicio;
Así Fortuna, viendo por indicio
Que el joven acercaba su presencia,
Del áspero castigo temerosa,
Anticipó la vuelta presurosa
Determinóse en darla más apriesa
Cuando la tierra, estando como cuento,
Pidió favor y mano al rico asiento
Que Rimac[16] con sus ondas atraviesa;
Entonces comenzó la gente opresa
A recebir, señor, algún aliento:
Y desde aquí principio yo la historia
Adonde[17] se origina vuestra gloria.
Estando, pues, así mi patrio suelo,
Despacha para Lima embajadores,
Un próspero lugar, de los mejores
Que cubre el ancho cóncavo del cielo;
Adonde gobernaba vuestro abuelo,
Aquel tan duro freno[18] de traidores

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Y espuela de los ánimos leales,
Cuyas memorias viven inmortales;
Aquel que con los santos al presente,
Ya lejos de cuidados y zozobras,
En galardón y premio de sus obras
A Dios está mirando claramente;
Aquel, de caridad tan excelente,
Que son como reliquias della y sobras
La puente, el hospital y monasterio
Que ilustran el Antártico hemisferio.
Llegados los de Chile a su presencia,
Le fué por breves términos propuesto
El término en que todo estaba puesto,
Para que tome el pulso a la dolencia,
Pidiendo, en conclusión, a su Excelencia
Le saque del peligro manifiesto
Por mano de su propio hijo caro,
Pues golpe tal requiere tal reparo.
Discreta petición, si ser podía,
Que cuando aquella tierra trabajosa[19]
Estaba de su vida más dudosa,
Pidiese su salud por don García:
Con sobra de razón por él envía,
Pues si la enfermedad es peligrosa
Y el alma está entre el uno y otro labio
Es bien llamar al médico más sabio.
No dilató la dádiva perplejo
El pecho del Marqués, a más bastante,
Que luego, pareciéndole importante,
A su demanda dio sabroso dejo,
Y de primero y último consejo,
Mostrándoles benévolo semblante,
Fué de su voluntad el hijo dado
Y en el tablero bélico arrojado.
Que ni el amor, con ser tan poderoso,
Es parte a que lo niegue ni suspenda,
Ni el ser fragosa y áspera la senda,

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Ni el trance a que lo pone peligroso,
Ni el golpe de sentirse congojoso,
Por empeñar así tan cara prenda
Le hace vacilar el firme pecho
Sobre dejar a Chile satisfecho.
Respetos amorosos atropella,
Aunque pudiera bien seguir tras ellos
Y dejarse llevar por los cabellos
Por ir a la razón, que es todo della;
Los ojos solamente pone en ella,
Quitándolos de quien es lumbre dellos,
Y quiere deste bien quedar privado,
Anteponiendo el público al privado.
Aquella luz que el mundo torna claro
Y con su curso rápido le mide,
De sí su rayo fúlgido despide,
A trueque de no ser al suelo avaro:
Así de sí despide al hijo caro,
Porque el aflito[20] reino se le pide;
Por donde bien el Bárbaro decía
Tener por hijo el Sol a don García.
Mas, harto diferente del hermano,
Cuyo desastre y mísera caída,
En álamo Lampecie convertida[21],
No menos que Fetusa[22] llora en vano:
Aquél soltó la rienda de la mano,
Este la tuvo siempre recogida:
Si aquél dejó de daño tanto hecho,
Veréis lo que éste deja de provecho.
Ya, pues, al grave y lícito mandato
Del orden paternal obedeciendo,
Se va por don Hurtado disponiendo
El militar oficio y aparato;
Ya suena todo a cosa de rebato,
Ya suena de las armas el estruendo,
Ya toda Lima es tráfago y bullicio,
Rumor confuso y áspero ejercicio.

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Ya desde los balcones descogidas[23]
Tremolan con el aire las banderas
Y quiérenlo abrazar de mil maneras
Con verse de sus manos sacudidas;
Mil aguas[24] hacen cotas enlucidas,
Rayos de fuego brotan las cimeras;
Ya la pajiza pluma y roja banda
Jugando por cabeza y pechos anda.
Ya salen de las tiendas los brocados
Y sedas mil, distintas en colores;
Ya sacan vistosísimas labores,
Vestidos y jaeces recamados;
Por otra parte petos acerados,
Y adargas, ya de cuadros, ya de flores;
Venablos, lanzas, picas y ginetas[25],
Mosquetes, arcabuces y escopetas.
Ya luchan con el viento los penachos
Encima de argentados morriones,
Y mozos levantados, fanfarrones,
Mirándose, retuercen los mostachos;
Ya todos echan velas y velachos
En sobrevistas, galas, invenciones,
Acero, plata y oro por doquiera
Espejos son, si Apolo reverbera.
El bélico frisón se lozanea
Del ronco taratántara[26] incitado,
Y el polvo con la pata levantado
El espumoso rostro polvorea;
En bello alarde, a guisa de pelea,
Se representa el platico[27] soldado,
Y el milite bisoño se señala
Para llevar la joya de la gala.
Por acullá la pieza reforzada
El cálido artillero pone a vista,
Y luego el ahumado polvorista
Refina su materia salitrada;
Acá los viejos dan en la jornada,

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Haciendo de palabra la conquista:
Allí veréis los sastres en sus cortes
Estar en esto mismo dando cortes.
Ya Lima con soberbia, fausto y pompa
Se hincha, se levanta, se engrandece
Y deshacer su fábrica parece,
O que de todo punto se corrompa;
Al son de caja, pífaro[28] y de trompa
El aire, el mar, la tierra se ensordece,
Y cuanto con sus términos encierra
Es un tumulto y machinas[29] de guerra.
El cano y turbio Rimac resonante,
Que de vejez en urna se recuesta,
Su ronca voz levanta sobre apuesta[30]
Con este son de guerra disonate;
Mas, aunque se desgañe[31], no es bastante
Para ganar el viejo lo que apuesta,
Porque el mormullo y bélico ruido
Le tiene su murmurio[32] ensordescido.
En esa gran ciudad que Dido funda
Para su albergue y último recurso,
No suena tal estrépito y concurso,
Tal trápala[33], tropel y baraúnda;
O cuando el ancho mar la tierra inunda,
Saliendo de sus límites y curso,
No vemos a la gente convecina
Con tal fervor y bulla en la marina.
Sonaba por las fraguas de Vulcano
La presurosa y dísona armonía,
Que el Cojo con los cíclopes hacía
Para forjar el fuerte arnés galano;
Mas, uno solo hizo de su mano,
Que presentó después a don García,
Adonde tal primor y gracia cupo,
Que hizo más en él de lo que supo.
Y no fué menester para hacello
Que Venus halagüeña intercediese,

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Ni que fingidas lágrimas vertiese,
Colgándose lasciva de su cuello,
Pues antes recibió pesar en ello
Y nunca fué devoto que se hiciese,
Rabiosa de que el Joven la desprecia,
Que para la mujer es cosa recia.
Mas, no le aprovechó con el marido
Aquel usado modo lisonjero,
Pues tuvo a todo fuerte[34], como herrero
Que tiene hecho a golpes el oído:
Más pudo que la madre de Cupido
El mérito y valor del caballero,
Y el interés también de dar Vulcano
Tan buen lugar a la obra de su mano.
Esotra ligerísima giganta,
Tan desigual engendro de la tierra,
Que, por hablallo todo, en mucho yerra,
Plumosa del cabello hasta la planta,
Rompiendo a gritos altos la garganta,
Extiende con su voz la desta guerra,
Y así, de mano en mano y gente en gente,
Por todas va sonando claramente.
Bajaron de la sierra y de los valles
Tal número de gente forastera[35],
Que dar lugar a tantos no pudiera,
A no tener el pueblo tantas calles;
Andaban por allí gentiles talles,
La gala y presunción por dondequiera,
Soldados valentísimos y nobles,
Mirtos en condición[36], en fuerza robles.
No acuden a la voz del padre vivo,
Por muerto, en larga ausencia reputado,
La madre, la mujer, el hijo amado,
Con paso tan ligero y sucesivo;
Ni al reclamar del pájaro cautivo
Tan presto llega el otro libertado[37],
Como al reclamo y voz de don García
Gente de todas partes concurría.

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No canto deleitoso de sirena,
Ni música del Músico de Tracia,
Ni piedra imán jamás fué de eficacia
Para llamar, trayendo a sí tan buena,
Cuanto la faz tan plácida y serena,
Aquella compostura, aquella gracia
Lo fué para mover las voluntades
De mozas y decrépitas edades.
Por donde tanta gente se le llega,
Tan plática, tan brava, tan lucida,
Que a los de menos ánimo[38] convida
A verse ya en alguna cegarrega[39];
El furibundo Marte no sosiega,
Que la conchosa[40] túnica vestida,
Despierta, solicita, sopla, enciende,
Y el fuego militar en todos prende.
Con esto, pues, la tropa congregada,
Haciendo las debidas prevenciones
De máquinas, pertrechos, municiones
Y cuanto se requiere a la jornada,
Despacha por la costa despoblada,
De bastimentos lleno y provisiones,
Un capitán[41] astuto y diligente
Con un copioso número de gente.
Ya con gallarda muestra va saliendo
La hueste militar que va por tierra,
Cuyo contorno y límites atierra
Del fulminoso Marte el son horrendo;
Van los ojos húmidos siguiendo
Aquellos flacos pechos do se encierra
Del falso Niño dios la dulce jara,
Que a todos suele ser costosa y cara.
Dellos también atrás los rostros vuelven,
Adonde amor frenético los lleva,
Y haciendo del dolor bastante prueba
El corazón en lágrimas resuelven;
Mas, a la fin[42], volviendo en sí revuelven,

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Tirados[43] del honor y sangre nueva,
En tiempo y larga ausencia confiados,
Que deste mal son médicos probados.
Julián, aquel famoso de Bastida[44],
Se parte para Chile con la gente,
Llevando los caballos juntamente,
Por Atacama, costa desabrida,
Adonde, en vez del pasto y la bebida,
No hay más que el ancho mar y arena ardiente
Y por la playa a trechos y pedazos
Ariscas peñas y hórridos ribazos.
Quedóse con el tercio más granado
Para surcar el campo cristalino,
Abriendo con las quillas el camino
El valeroso electo don Hurtado;
Pues ya que todo estuvo aparejado,
Y el tardó y perezoso tiempo vino,
Salió de la ciudad el nuevo Aquiles
Al son de claras trompas y añafiles.
Ya sale de su Roma el Africano,
Ya va de Tebas Hércules famoso,
De Grecia parte el Griego valeroso,
A Troya deja el célebre Trepano;
Del cielo baja Marte soberano,
De Limarse despide presuroso
Nuestro caudillo, él último y postrero,
Por ser de todos éstos el primero.
Y aunque tan mozo emprende tal jornada,
El padre en cometérsela no yerra,
Pues sabe ya el valor que en él se encierra
Y cómo corta el filo de su espada,
Por ser de sus pasados heredada
Y por haber halládose en la guerra
De Córcega, Rentín, de Sena y Flandes,
Que son para volúmenes más grandes.
Adonde como siempre dio la cuenta
Que al tronco de Mendoza sé debía,

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Creciendo como espuma cada día
En todo lo que el ánimo acrecienta;
Es claro que podrá sacar de afrenta
Al reino donde va y a quien le envía,
Pues es costumbre propia de los buenos
Que vayan siempre a más y nunca a menos.
No quiero yo negar que de ordinario
Para cualquiera empresa y aventura
Se tiene de buscar la edad madura;
Mas digo que no siempre es necesario,
Que en Alejandre[45] vimos lo contrario
Y se verá mejor en mi escritura,
Que al hombre, la prudencia y el consejo
Y no la mucha edad, le hacen viejo.
Partido, pues, de Lima el mozo bello
Encaminó sus pasos a la playa
Y en medio su escuadrón haciendo raya
De toda perfeción[46] echaba el sello:
Sumo placer causaba en todos vello,
Sumo pesar también de que se vaya;
Todo el Pirú su pérdida lamenta
Y Chile su ganancia representa.
No sale tal el Hijo de Latona
Al tiempo que mostrándonos su lumbre,
La verde cabellera de su cumbre
Con rayos fulgentísimos corona,
Cual muestra don Hurtado su persona
En medio la guerrera muchedumbre[47],
A la sazón que sale, como digo,
En busca del indómito enemigo.
Mírale el niño, el mozo y el anciano
Y desde su balcón la bella dama
A cuyo corazón helado inflama
Aquel fogoso término lozano;
Cudíciale[48] mirando, y en vano
Suspiros lanza, lágrimas derrama,
Y sigúele afectuosa con la vista,
Muriendo por hallarse en la conquista.

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Tal iba por su ejército el mancebo,
Que Sálmacis por Troco le tenía,
Y Clicie, por miralle, le volvía
El amarillo rostro como a Febo;
Aurora, arrebatársele de nuevo,
Teniéndole por Céfalo, quería;
Volvelle los acentos Eco quiso,
Por no diferenciallo de Narciso.
Esotra bella Dafne fugitiva,
Por apretalle el pecho, bien quisiera
Tomar la humana fábrica primera,
Dejando aquella faz vegetativa;
Mas ya que desto Júpiter la priva,
Espera, y no se engaña en lo que espera,
Que si por Dafne seca el pecho pierde,
La frente ganará por lauro verde.
No menos la selvática doncella,
Por quien el otro en ciervo trasformado
Fué de sus propios canes devorado,
No habiendo cometido[49] más que vella;
Tanto se ocupa en ver la traza bella
Del valeroso joven extremado,
Que dudo si con ser tan casta y pura,
De estímulo de amor está segura.
Así, de todos va mirado y visto,
Mas él ninguna cosa vee ni mira,
Que solamente pone en Dios la mira
Y en propagar la fe de Jesucristo:
Por esta sola causa, raudo y listo
Al proceloso mar derecho tira,
Do esperan cuatro naves artilladas,
Pendientes de las áncoras ferradas.
Lucidas van escuadras y cuarteles
Con tan hermosos visos y colores,
Cual suelen por abril estar las flores
En los amenos prados y vergeles:
Ya están a recebillas los bateles,

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Sonando dentro flautas y atambores[50],
Cornetas, sacabuches y clarines,
A cuyo son se duermen los delfines.
Al pedregoso límite llegados
La tropa y el caudillo don García
Con una religiosa compañía
De clérigos y frailes consagrados,
Empiezan nuevamente los soldados
A descubrir la gala y bizarría
Con otros vistosísimos arreos,
Airosos y gallardos contorneos.
Al espacioso mar y vega clara,
Por donde ya pretende abrir carrera
Está mirando el joven desde afuera
Y enamorando a Tetis con su cara;
A fe que si Calipso le hallara,
Cual anda por aquí, por su ribera,
Que nunca le agradara tanto Ulises,
Ni a Dido el primogénito de Anquises.
Mas, ya llegado el tiempo favorable,
Confusamente fueron apiñados
El nuevo General con los soldados
En la Nereida margen agradable:
Los barcos por el agua deleznable,
De mil pimpollos verdes coronados,
Al término marítimo vinieron,
Do a todos en sus vientres recibieron.
Y la marina estéril renunciando,
Con algazara, júbilo y contento,
A descansada boga y paso lento
Se van las aguas líquidas cortando;
Cual garza el vuelo raudo levantando
Si vee de la borrasca el mal intento,
Levanta agora el suyo don García,
Por ver la tempestad que en Chile había.
Caminan, pues, al son de varios sones
Y al paso de chalupas enramadas,

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Que de los bravos cesares preñadas
Los paren en soberbios galeones,
A do con salva espesa de cañones,
Con festivales voces y algaradas
Fueron del marinaje recebidos,
Ya de la dulce patria despedidos.
¡Cuan bien desde la tierra parecían
Las flámulas tendidas por el viento!
Y tantos gallardetes ¡qué contento
Causaban con las ondas que hacían
Parece que con ansia pretendían
Soltarse todos a una de su asiento
Por irse tras el aire libremente,
Llevados al amor de su corriente.
Bien como si el arroyo cristalino
A su raudal entrega la ramilla,
Que estaba remirándose en su orilla,
Sin ver por dónde o cómo el agua vino;
Veréis que por llevarla de camino
El hace su poder[51] por desasilla,
Y ella, según se tiende y se recrea,
Parece que otra cosa no desea:
Lo mismo hace el viento delicado
Con todos los gallardos tremolantes,
Llevándolos tan sesgos y volantes
Que no se mueven a uno ni otro lado:
Pues vista la sazón por don Hurtado,
De aquellos instrumentos rebombantes[52],
Mandó que a recoger tocasen uno
Para marchar a cuestas de Neptuno.
La gente, con el tiro recogida,
Por bordos y jaretas derramada,
Mira la dulce tierra y mar salada
Deseando la señal de su partida;
Pues no le fué más tiempo diferida,
Que con zalema[53] el áncora levada,
Y repitiendo el nombre de Cañete,
Largó la capitana su trinquete.

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Al punto comenzó la blanca vela
A recoger al Céfiro en su seno,
Y con el soplo del, hinchado y lleno,
Rompe el naval caballo por la tela[54];
El aire va sirviéndole de espuela,
El sólido timón en vez de freno,
Conque fogoso, rápido y lozano,
Seguramente corre el mar insano.
El cual agora está tranquilo y manso,
Alzando unas ampollas, no de fuego,
Que sin hacer espuma, quiebran luego,
Como si fuera el piélago remanso;
Parece Tetis cama de descanso
Cubierta con un plácido sosiego,
Según que manifiesta su bonanza,
Sin rastro ni sospecha de mudanza.
Así del puerto sale nuestra flota,
Dejando boquiabiertos los tritones
De ver los poderosos galeones
Y su feliz y próspera derrota;
La baja tierra ya se vee remota,
Ya rompen alta mar los espolones,
Y a más andar[55] Favonio refrescando
Va recio las escotas estirando.
Sacaron las cabezas prestamente,
Alzando sierras de agua por sus bocas
Delfines ferocísimos y focas,
Por ver y dar solaz a nuestra gente;
Y el gran señor del húmido tridente,
En cuya mano están las altas rocas,
Con Doris, Aretusa y Melicerta
La sale a recebir hasta la puerta.
Sesgando van así las mansas olas
Por medio de marinas potestades,
Que muestran sus alegres voluntades
Haciendo sobre el agua cabriolas[56];
Y no las que refiero vienen solas,

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Porque otras mil incógnitas deidades
Que en el cerúleo piélago se bañan
Las poderosas naves acompañan.
Pues vayan, como van, ganando tierra[57]
Por el salado mar y blanca espuma,
Que quiero adelantarme con la pluma,
Saltando desde aquí primero en tierra;
Diré lo que sucede en paz y guerra,
Haciendo de uno y otro breve suma;
Mas, porque estoy, señor, de aliento falto,
Dejádmele tomar para este salto.

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CANTO SEGUNDO
En que los araucanos, sospechosos del mal suceso por ver alguna declinación en su fortuna desde la
muerte de Lautaro, se juntan[1] en borrachera general, donde los agoreros por señales celestes
pronostican su vecina perdición, e invocando al demonio, les da cuenta de la venida del nuevo
Gobernador, el cual toma puerto en Coquimbo, ciudad de la Serena. Van aquí juntamente declarados
los varios modos que los indios tienen de festejarse y celebrar sus banquetes, y algunos extraños ritos
de que usan en sus invenciones[2] y diabólicas idolatrías.

Ohay cosa permanente ni segura


En esta corta y miserable vida[3],
Do la prosperidad aun no es venida,
Cuando para la vuelta se apresura;
En parte es desdichada la ventura,
Mirado lo que deja en su partida,
Y, en parte, la desdicha venturosa,
Pues parte sin dejar adversa cosa.
A los trabajos, lástimas y enojos
Su plazo, fin y término se llega;
Mas, del que en ocio próspero sosiega
Hace la diosa varia sus despojos;
¡Cuan claros tuvo y lúcidos los ojos
Aquel que a la Fortuna vido ciega!

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Y ¡qué de humanidad le cupo al hombre,
Que de divinidad le puso nombre!
Si ya salir quisiéramos de engaño
Y haber por infalible todo hecho,
Que en este mundo el día del provecho
Es la solene[4] víspera del daño,
Mucho mejor pasáramos el año
Y no nos alterara cosa el pecho;
Que si al venirlos males nos alteran,
Es porque no pensamos que vinieran.
El que prosperidad acá tuviere
Entienda que es depósito y empeño
Para después volvérselo a su dueño
Cuando el voluble tiempo lo pidiere,
Y así no sentirá lo que perdiere;
Mas, como quien despierta de algún sueño
En que feliz y próspero se vía[5],
Se olvidará de todo con el día.
Si esta verdad tan llana conocieran
Aquellos engañados naturales,
Sin miedo, sin agüeros ni señales
Sus daños esperaran y entendieran;
Porque de tantos bienes coligieran
En clara consecuencia muchos males,
Pues andan en su danza[6] tan hermanos,
Que siempre van asidos de las manos.
Tiene Fortuna varia la costumbre
De la pesada piedra sisifea,
Que el sin ventura Sísifo rodea
Con fatigada priesa hasta la cumbre;
De donde con su misma pesadumbre[7]
Hacia lo bajo súbito voltea,
Y sin que de parar allá se acuerde,
Apenas toma pie cuando le pierde.
La piedra del Estado[8] es ya llegada
A la felice cumbre de la rueda,
Y no pudiendo arriba estarse queda,

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Será forzoso lance la bajada;
Ha sido la subida acelerada
Para que revolver a tiempo pueda.
Que el curso de Hurtado se concluya,
A quien la gloria desto se atribuya.
Mas dello los idólatras inciertos,
Procuran ya quedar certificados
De todo lo dispuesto por los hados,
A fuerza de mayores desconciertos;
Porque juntando mágicos expertos,
Por únicos entre ellos reputados,
Que para la decrépita[9] caminan,
Su pérfida consulta determinan.
Es vieja en estos indios la costumbre
De consultar sus falsos agoreros,
Que quieren con pronósticos y agüeros
Mostrar que lo futuro se columbre;
Y así como les niega el sol su lumbre,
Hacen allá en ocultos agujeros
De torpes sabandijas escrutinio,
Ministras del nefando vaticinio.
Incítales[10] el ver que su fortuna
Con esquivez el rostro les ha vuelto,
Mostrándoles el suyo en ira envuelto
El cielo y cuanto miran sol y luna;
Y por saber si nueva causa alguna
Les ha su curso próspero revuelto,
Acuden a la mágica dañada,
Por ellos sumamente venerada.
Pues dentro de una plácida floresta,
Do nunca ofende sol ni daña sombra,
Ya do la natural y verde alhombra[11]
Al rey de los sentidos hace fiesta,
A la verdosa falda de tina cuesta,
Cuya sublimidad al cielo asombra,
Con sus cantares, bailes y placeres
Hicieron oblación a Baco y Ceres.

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Allí con duro y áspero tumulto,
Con sordo susurrar y son disforme,
Dispuso aquella cáfila conforme
Lo que era menester para el insulto;
De voces se levanta un grueso bulto
Al comenzar aquel abuso enorme,
Que como tan de atrás origen traiga,
Con gran dificultad se desarraiga.
Uno martilla el ronco tamborino,
Otro por flauta el hueso humano toca,
Otro subido en un horcón invoca
A su Pillán, espíritu malino[12];
No porque el vaporoso[13], alegre vino
Se les aparte un punto de la boca,
Pues no hay azar tan grande ni desdicha
Que no la pasen ellos con la chicha.
Ya hierve la cerveza trasegada,
Ya la turbada vista centellea,
Ya de liviano el cuerpo bambalea[14]
Y cáese la cabeza de pesada;
Ya con la bota[15] lengua mal mandada
Cualquiera ferocísima bravea,
Haciendo que al rumor la tierra gima
Y al que lo ve de fuera cause grima.
De trecho a trecho en corros se congregan,
El hombre y la mujer interpolados,
Y todos por los dedos enlazados
Cabezas, pies ni bocas no sosiegan;
Ya corren, ya se apartan, ya se allegan,
Atrás, hacia adelante y por los lados,
Con un compás flemático y terrible,
Confuso y ronco son desapacible.
Suelen bailar también de otra manera,
Y es, que las manos libres y los brazos
Sacuden unos huecos calabazos
Do tiene de sus guijas la ribera;
Y al gusto de esta música grosera

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Están los más haciéndose pedazos,
Sin recibir por ello más tormento
Que si este fuera el órfico instrumento.
Otras mujeres solas, en cuadrilla
Andan con sus hijuelos dando vueltas,
Todas en bacanal furor envueltas,
Desnudo el medio pecho y la rodilla,
Al modo que las yeguas en la trilla
Con sus potrancas chucaras a vueltas
Por la colmada parva escaramuzan
Y en granos las espigas desmenuzan.
Adórnanse de huinchas y de llautos[16],
Con piedras que deslumbran quien las mira,
Y con azules vueltas de chaquira[17]
Hacen mil contenencias[18] y más autos[19];
Ahí es donde a los jóvenes incautos
Penetra el dios alado con su vira,
Porque si Baco y Ceres andan juntos,
Es fuerza que ande Venus por sus puntos.
Ahí es do suele armarse la baraja,
Y do veréis el pleito mal parado,
Que vuelcan por aquel tendido prado,
El desfondado cántaro y tinaja;
Mas, presto aquella cólera se ataja,
Porque la corta un brindis emprestado,
Jamás de tibia gana recebido[20],
Y sobre toda ley obedecido.
La vaporosa exhalación es tanta,
Que denso el aire, raro se presenta,
Y cuando más mojada, más sedienta,
Como una esponja, queda la garganta;
El áspero alarido se levanta
De la furiosa turba alharaquienta,
Y el eco que en los cóncavos retumba
Por la más apartada oreja zumba.
Matan aquí gran suma de animales,
Desmiembran, descuartizan, despedazan,

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Los toscos tajadores[21] embarazan,
Y luego los estómagos bestiales;
Todos los siete vicios capitales
Aquí los libres bárbaros abrazan,
Que donde el de la gula se acomoda
Acude la demás canalla toda.
Duran en semejantes borracheras
Con un tesón y flema desmedida
Desde que el rubio sol con su venida
Ufana[22] sotos, montes y laderas,
Hasta que el mar lo acoge en sus riberas,
Quedándose la tierra oscurecida;
Y aun da la vuelta séptima y octava
Y aquella boda espléndida no acaba.
En la presente, pues, que agora cuento
Comienzan los fantásticos profetas
A contemplar los signos y planetas
Tomando estrecha cuenta al firmamento;
Mas, visto que con ímpetu violento
Están como tirándoles saetas,
Exclaman con dolor intenso y duro,
Profetizando así su mal futuro:
«¡Ay tristes de nosotros, engañados
Con la dichosa mal segura suerte!
Que ya la inexorable y fiera muerte,
Y la revolución de nuestros hados,
De prósperos en míseros trocados,
Quieren ejecutar castigo fuerte:
¡Guay, guay[23], amada patria, Arauco triste!
¡Cuan otro te verás del que te viste!
«Clarísimas señales muestra el cielo
De tu fatal y súbita ruina:
Saturno melancólico domina;
Su claro resplandor enturbia Delo;
Venir parece Júpiter al suelo;
Ardiendo Marte en cólera se indina[24];
El génito[25] de Maya no parece,

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Y Venus con la Cintia se escurece[26].
«El Escorpión y Cancro están sañudos,
El Tauro como atado al bramadero,
El Capricornio rígido y austero,
Llorando allá los Gemines desnudos;
Aries con cuernos ásperos y agudos,
El vedijoso León airado y fiero,
Colérico el biforme Sagitario,
Vertiendo sangre el cántaro de Acuario.
«Veese[27] la estéril Virgen desgreñada,
Mostrando faz terrible y enemiga,
Y desgranando la bermeja espiga
Con su furiosa mano arrebatada;
Libra, con roja sangre barnizada,
Nos hinche las balanzas de fatiga,
Y en su lugar los húmidos[28] pescados
Vemos estar comiéndose a bocados.
«Pues ved allá las Pléyadas nublosas,
Y cómo esotros astros van y vienen,
Esos escuros círculos que tienen
Esas constelaciones rigurosas;
Sobre Aquilón las nubes procelosas,
Amenazando lluvia, se detienen;
Armado el Orion mirad aparte,
Mirad en conjunción a Luna y Marte.
«Volved acá y veréis al bando Ursino
Cuan denodado y fiero que nos mira,
Y Arcturo, que le sigue ardiendo en ira.
Sin esperar a Bootes su vecino;
Aun Pólux de su Castor uterino
Parece que enojado se retira;
Encréspase el Dragón con sus escamas,
Y la polar Serpiente escupe llamas.
»Poned allí los ojos en el Ara,
Hechura de monóculos jayanes,
Adonde, para mal de los Titanes,
Juró, tendiendo Júpiter su vara;

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Veréis que el Escorpión en ella encara,
Haciéndole iracundos ademanes,
Y que la tiñe sangre desde arriba
Hasta la firme base donde estriba.
«Mirad a la Canícula con Leo
Ya la cometa[29] Nigra de Saturno,
Veréislo todo lóbrego y nocturno,
Todo con un aspecto horrible y feo;
Todo se viste el más lutoso[30] arreo
Y todo pronostica mal diuturno:
Todos, Olimpo, Télus, Juno y Glauco,
Han ya rompido[31] treguas con Arauco.
«Notado, pues, el diáfano elemento,
Se ve que por sus últimas regiones
Va tanto del vapor y exhalaciones,
Que basta para mísero portento;
Cometas van cuajándose sin cuento
Con varias y estupendas impresiones,
Que todas nos apuntan y amenazan
Y para breve tiempo nos emplazan.
«Ya no parece pájaro ninguno
Cuya sonora voz y alegre vuelo
Nos pueda ser motivo de consuelo,
Si en tanto mal se sufre haber alguno:
El cuervo y el morciélago[32] importuno,
El buho, la lechuza y el mochuelo
Son los que el aire ocupan de graznidos
Y de temor y asombro los oídos.
«Oíd, pues, cómo ronca el mar hinchado
Con la espumosa quiebra de sus ondas,
Y allá en las partes ínfimas y hondas
Notad aquel hervor apresurado;
El recio golpe de agua quebrantado
En lisas piedras, largas y redondas,
Aquella sucesión de la resaca
Agora con mas hórrida matraca.
«La madre a quien el piélago fecunda

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Se nos pretende alzar con el tributo,
Y en cambio de la hoja, flor y frutos
De zarza, espina y tríbulos abunda;
Ya no hay lugar por donde el mal no cunda
Con libertad y término absoluto,
Porque esto es lo que el mal de malo tiene,
Venir acompañado cuando viene».
Astrologando[33] estaba en tal manera
Aquella casta infiel supersticiosa,
Cuando pasó corriendo una raposa
Por medio de su junta y borrachera;
La cual, como se escape sin que muera,
Se tiene por adversa y triste cosa,
Mas, si le dan los bárbaros alcance,
Sin miedo se pondrán a todo trance.
Hicieron lo posible por cogella,
Pero quedóse atrás quien más volaba,
Porque el animalejo no dejaba,
Aun por el polvo, estampa de su huella;
Con esto su infeliz y mala estrella
De conocer la ciega gente acaba,
Y cuando vieron ya que se les iba
Tornaron a decir con pena esquiva:
«¡Ay!, cómo el bien se va con tanta priesa
Como esta desabrida y libre zorra!
¡Ay!, cómo no hay poder que ya socorra
Adonde tal prodigio se atraviesa!
¡Oh cielo injusto, y qué mudanza es esa,
Que con el mismo Arauco no se ahorra!
¿Quién ya fiará de ti, si el propio Estado
Quieres también que caiga de su estado».
Así se lamentaban y plañían
Aquellos embaidores hechiceros,
Y los ocultos males venideros
En voz doliente y pública decían;
Mas, otros, aunque absortos atendían,
Queriéndolo llevar a puros fieros,
Responden, sacudido el miedo todo,

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Con pródiga arrogancia deste modo:
«Por eso y mucho más que el mundo haga,
Aunque se desencase[34] de su asiento,
Y todo su voluble regimiento
En solo daño nuestro se deshaga,
No espere que a su gusto satisfaga,
Ni que ha de secutar[35] su crudo intento,
Pues él al fin hará lo que pudiere,
Y nuestra voluntad lo que quisiere.
«Mas, como el invencible patrio suelo
Acá en la baja tierra no hallase[36]
Potencia que a la suya contrastase,
Fué menester viniese la del cielo;
Pues venga, venga pues, que no hay recelo
Ni punta de temor que nos traspase,
Porque es el pecho nuestro un coselete
A prueba, por lo menos, de mosquete.
«Fuera de que será mayor la gloria
Que nacerá de darle su castigo,
Pues cuanto más potente el enemigo,
Tanto es de más estima la victoria[37];
Y siéndole su pérdida notoria,
Nos hace, a la verdad, obra de amigo.
Porque pretende a costa de su vida
Dejar la nuestra más esclarecida.
«Por tanto, no hay razón de entristecernos,
Habiéndola tan justa de alegrarnos,
Pues vemos ocasión para ganarnos
Adonde imaginábamos perdernos;
Sólo podrá ser causa de dolemos
Haber venido él antes a buscarnos,
Pues cuanto al cielo hiciéremos de ofensa,
Dirán que fué en razón de la defensa.
«Dirán, si le vencemos en la guerra,
Que fué por haber sido el cielo injusto
Y estar de nuestra parte el fuero justo
Que obliga a defender la propia tierra;

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Este es el daño y mal que aquí se encierra,
Y lo que de vencernos quita el gusto
Ver que el derecho tenga su pedazo
En lo que sólo hiciere fuerza y brazo».
El bravo Tucapel, ardiendo en ira,
De rábido furor el seso pierde;
Las manos de colérico se muerde,
Y con ardiente faz a todos mira,
Diciendo al nigromántico: «Es mentira
Eso que, como dices, te remuerde,
Pues no hay tan loco cielo que pretenda
Venir con araucanos a contienda.
«Que mientras Tucapel gozare aliento
Y vieren que revuelve la macana[38],
Ni en la divina fuerza ni en la humana,
Podrá caber tan gran atrevimiento;
Es todo lo demás hablar a tiento,
Es loca vanidad, locura vana,
Que no hay estrellas, signos ni embarazos,
Sino la pura fuerza de los brazos.
«Y si hay fortuna, y ésa favorece,
Como soléis decir, al más osado,
¿Quién como el indomable y duro Estado
Este[39] favor y título merece?
Puro temor helado es quien ofrece
A todo el mundo en contra conjurado;
Bien como al que de noche el miedo pasma,
Que un gato se le hace una fantasma[40]».
«Al gran Eponamón[41], a quien servimos,
Los magos le responden, presentamos,
Y su verdad auténtica citamos
En prueba de la mucha que decimos;
Sabed que de su boca lo[42] supimos,
Y llenos de su espíritu hablamos:
Llamalle será bien para que desto
Os muestre el desengaño manifiesto».
Todos en ello unánimes vinieron,

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Y habiéndose llegado el tiempo escuro,
Por ser el verde campo mal seguro,
En un galpón crecido se metieron;
Los mágicos en rueda se pusieron
Para el atroz y pérfido conjuro,
Quedando a las espaldas del buhío
La plebe y mal político gentío.
En medio de la rueda compasada,
Después que el suelo a soplos alisaron,
Aquellas manos pérfidas hincaron
Una ramilla luenga deshojada,
De cuya extrema punta doblegada,
Por un sutil estambre le colgaron
Un burujón[43] de lana de la tierra,
Que es donde su Pillán se les encierra.
De tal superstición y extraño rito
Usa la miserable gente vana,
Ya la vedija va de buena gana
El regidor perpetuo del Cocito;
De suerte que, cual pece en el garlito,
Le tienen con el átomo de lana,
Porque le llevarán donde es llamado.
Con sólo un hilo della maniatado.
Otro mayor abuso temerario
Y un género infernal de idolatría
Es fama haber entre ellos hoy en día,
Más especial y menos ordinario;
Que ya que no es al cuento necesario,
Pues del tan poco o nada se desvía,
Y todo lo que es nuevo aplace oillo,
Me pareció de paso referillo.
En hondos y secretos soterraños[44]
Tienen capaces cuevas fabricadas,
Sobre maderos fuertes afirmadas
Para que estén así nestóreos años;
Están de abajo arriba entapizadas
Con todo el suelo en ámbito de esteras
Y de cabezas hórridas de fieras.

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En esta gruta lóbrega y tremenda,
Do los piramidales[45] del Titano
Para poder entrar no tienen mano[46],
Por más que por el sótano los tienda;
Está sobre unas andas ¡cosa horrenda!
Tendido un ya difunto cuerpo humano,
Sin cosa de intestinos en el vientre,
Porque Pillán en él más fácil entre.
El nombre es ibunché[47] del insepulto,
Y cuando el dueño del y de la cueva
Quiere saber alguna cosa nueva
De mucha calidad y fin oculto,
Con gran veneración, respeto y culto,
(Que en esto el indio rudo nos las lleva)
Entra por senda angosta y desmentida[48]
Para que no le sepan la guarida.
Y allí por el idólatra invocado
El abismal diabólico trasunto,
Se mete en el cadáver del difunto
Por do responde, siendo preguntado,
Así de los negocios del Estado,
Si sube o si declina de su punto,
Como de los influjos celestiales
De buenos y de malos temporales.
Es este su ibunché, tenido entre ellos
Por una cosa allá como sagrada,
Con suma religión administrada,
Y la que por su Dios adoran ellos;
Helo sabido yo de muchos dellos,
Por ser en su país, mi patria amada,
Y conocer su frasis[49], lengua y modo,
Que para darme crédito es el todo.
Hay otra detestable circunstancia,
Que muda bien la especie del pecado,
Y es, que si lo por ellos preguntado
Es cosa de muchísima importancia,
Metidos en aquella escura estancia

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Degüellan al hijuelo más amado,
O la especiosa niña en sacrificio
Para tener al ídolo propicio.
En esto guardan todos tal secreto,
Que por ningún camino, maña o suerte,
Aunque les amenacen con la muerte,
Descubren el gentílico defeto;
Y cánsalo el temor, la fe y respeto
Que tienen con aquel armado fuerte,
El cual, por no soltallos de sus grillos,
Los hace así negar a pie juntillos[50].
Algunos suelen confesar de plano
Haber el ibunché, que les responde,
Pero si les pedís el sitio dónde,
Se excusan, remitiéndolo a Fulano;
Y así del uno al otro iréis en vano,
Que cada cual firmísimo lo esconde,
Y en ocultallo está la desventura,
Pues el oculto mal no tiene cura.
¡Oh ciega confusión del barbarismo!
¡Oh gente muchas veces desdichada,
Y más que muchas, bienaventurada
La que recibe el agua del baptismo[51]!
Mas, ¿dónde voy con esto, que me abismo,
Y prometí decillo de pasada?
Volvamos, pues, no diga quien me espera,
Que me reparo[52] mucho en la carrera.
Colgado, pues, el copo de la vara,
Con un susurro bajo y escabroso,
Como de negro tábano enfadoso
Cuando revuela en torno de la cara,
Apresta la infelice gente avara
Su pérfido conjuro tenebroso,
Haciendo que tomase en él la mano[53]
Quien de la facultad era decano.
Tomóla de derecho Pillalonco[54],
Un viejo descarnado formidable,

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De cuerpo retorcido como un cable,
Ramificado más que el pie de un tronco;
Y del sumido y magro pecho ronco
Sacó esta voz horrenda y execrable:
«A vos invoco, báratro profundo,
Escuro centro y cóncavo del mundo;
«A vos conjuro, bóveda tiznada,
Humoso Flegetón, estigio lago,
Do bebe para siempre acedo trago
La miserable gente condenada;
A vos, sulfúrea tártara morada,
Do hacen de las ánimas estrago,
A vos ¡oh Babilonia de tormento!
Comprado por ilícito contento;
«A vos, flamíneo príncipe del centro;
A ti llamamos, Hécate, su esposa,
A ti, mordida Eurídice llorosa,
Y los que estáis la casa más adentro;
A vos, con quien la Juno tuvo encuentro
En forma de nublado[55] mentirosa;
A vos, avaro Tántalo, a vos, Ticio,
En vuestro justo y áspero suplicio;
«Alecto, a vos, Tesífone y Megera
De ponzoñosas víboras crinadas;
A vos, sangrientas Górgones dañadas,
A ti cerbero Can, trifauce[56] fiera;
A ti, que en la aqueróntica ribera
Pasando estás las almas a barcadas,
A ti, Deirogorgon, a ti conjuro
Con todo el resto pálido y escuro:
«Por lo que aborrecéis al claro día,
Por el rencor malévolo con Febo,
Por las tinieblas densas del Erebo,
Por lo que en vos mi espíritu confía;
Por los que allá tenéis de mano mía,
Y por los[57] que procuro enviar de nuevo
Para que por hebdómadas eternas
Habiten vuestras lóbregas cavernas:

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«Por la caliente sangre que vertemos,
Con que el sulcado[58] rostro rociamos,
Y por la que a vosotros consagramos,
Después que así espumosa la bebemos;
Y por la humana carne que comemos,
Humildes todos juntos suplicamos
Que en este copo cándido se envuelva
Quien, de lo que dudamos, nos absuelva».
Con esto enmudeció de tal manera,
Y enmudecieron todos los presentes,
Que de los mismos bárbaros oyentes
El que escuchara mas, menos oyera;
Así estuvieron casi una hora entera,
Más pareciendo mármoles que gentes,
Tendidas las orejas como el gamo
En viendo que se mueve el débil ramo.
Pendiente del oráculo de lana,
Y alerta por si el ídolo venía,
Ni párpado ni ceja se movía
De la congregación perdida y vana;
Mas, viendo ya propincua la mañana
Y que el Eponamón sé detenía,
Así de nuevo el Mágico le invoca
Echando espumarajos por la boca:
«¿Qué es esto?, ¿cómo agora te detienes?
Espíritu infernal, ¿porqué te tardas?
¿No acabas de venir?, ¿a cuándo aguardas?
Sabiendo que te llamo yo, ¿no vienes?
Hola!, que se me quiebran ya las sienes,
Y el término debido 110 me guardas;
No quieras que de hoy más a tu estalaje[59]
Ninguna de estas ánimas abaje
«No heriré tu sótano con lumbre,
Ni las apolinares[60] áureas hebras
Ofenderán tus sapos y culebras,
Ni esotra serpentina muchedumbre;
Mayor te pienso dar la pesadumbre,

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Aunque ésta por tan grande la celebras;
Mas, otra es la que más te muerde y come
Y tus dañados hígados carcome.
«Haré que ya los cuellos no se aprieten
Con el desesperado ñudo y soga,
Que el cuerpo y no las ánimas ahoga,
Mas que por otro medio se quieten;
Haré que tus discípulos respeten
A la sacerdotal y sacra toga,
Tomando sus consejos y dotrina,
Que es para ti la más pungente espina».
En dando fin al fiero[61] necesario
Oyeron un terrible terremoto,
Que revocó[62] en el sitio más remoto
Con un rumor y estruendo temerario;
En rápido turbión trasordinario
Se revolvieron Euro, Cierzo y Noto,
Y en remolino el Ábrego violento
Arrebataba el rancho de su asiento.
Un proceloso y negro torbellino,
Distinto de la noche, en su espesura,
Y envuelto más que en agua en piedra dura,
Dejó turbado el cielo cristalino;
Con esta majestad y pompa vino
El Rey que siempre está en región escura,
Tomando la vedija por su trono,
De donde así les habla en bajo tono:
«Más presto vengo yo do soy llamado,
Si mi venida causa algún consuelo,
Y si detuve agora el sordo vuelo
Ha sido por no dar un mal recado;
Pues ya que está dispuesto por el hado
Que os venga tanto mal y desconsuelo,
Quisiera, por lo mucho que me toca,
Que nunca se supiera de mi boca.
«Sabed que ya las vitreas ondas abre
Con espolón herrado y raudo remo

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Uno, de quien con justa causa temo
Que mi cabeza dura descalabre;
Este será el que a fuego puro os labre[63],
Y quien os mudará de extremo a extremo,
En vuestra redución[64] haciendo tanto,
Que espante al mismo reino del espanto.
«Sabed que el hijo y nieto de virreyes,
Uno de Lima, y otro de Navarra,
Renuevo de la vid y fértil parra
Que tiene su majuelo en altos reyes,
Sobre poneros vínculos y leyes
Arrojará con tal vigor la barra,
Que no sé, amigos, yo, según lo miro,
Qué brazo le podrá llegar al tiro.
«Mas ¡ay! que ya pacífico el Estado
Ha de saber trataros de manera,
Que lo que fuere entonces y lo que era
Serán como lo vivo y lo pintado;
Lo que por fuerza fué, será de grado,
Lo que de pedernal, de blanda cera,
Y al que os hubiere dado mil enojos
Le lloraréis después con ambos ojos.
«Yo soy ¡ay! duro mal! ¡ay! grande afrenta
En quien está la pérdida notoria,
Porque a la fin[65] vosotros, su vitoria
Por propria la pondréis a vuestra cuenta;
Mas yo, que su virtud se me presenta,
Y siento aparejársele la gloria
De sus intensos méritos el pago,
Con entrañable rabia me deshago».
No dijo más, y a vista de la gente
Con un terrible trueno y estallido
Arranca en humo negro convertido,
Dejando allí una bomba pestilente;
Habló verdad en todo llanamente,
Supuesto que es mentira su apellido,
Porque es verdad tan clara y tan expresa,
Que la mentira propria la confiesa.

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Un súbito pavor y helado asombro
Los pensamientos bárbaros ataja;
El más altivo de ánimo le abaja,
Y el más enhiesto encoge más el hombro;
Aun yo de estar contándolo me asombro
Y la caliente sangre se me cuaja,
Por donde puede verse qué haría
Quien, fuera de los mágicos, lo vía.
Ya que pasó el fetor[66] abominable
Y que tranquilo todo y en sosiego,
La desterrada sangre volvió luego
A su canal purpúrea deleznable;
Saltó furioso Rengo el implacable,
Diciendo en voz soberbia: «Derreniego
Del rudo parecer y seso vano
Que en esto diere crédito a Pillano.
«Por sólo apoderarse de nosotros,
Temiendo por ventura mi potencia,
Ha dicho esta mentira y aparencia[67]
Y derramado miedo entre vosotros.
¡Oh falso Eponamón! Allá con otros
Que tengan de tus artes menos ciencia;
No pienses con tus frivolas razones
Obstupecer[68] tan bravos corazones.
«Si crédito algún tiempo se te diere,
Cuando con tu venida nos ofendas,
Tan sólo habrá de ser, y así lo entiendas,
En todo lo que bien nos estuviere;
En lo demás te siga quien quisiere
Haciendo mucho caso de tus prendas,
Que a mí la maza y brazo me asegura
De toda mala suerte y desventura».
No estaba Tucapel en esto ocioso,
Que como el vino y cólera hervía,
Llamaba cuerpo a cuerpo a don García,
Del ínclito enemigo cudicioso;
Andaba más que todos orgulloso

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Diciendo por la gente que venía:
«Granicen hombres, ande el juego grueso,
Que toda mi ganancia estriba[69] en eso».
Así desfleman unos y otros gritan,
Otros, mientras blasonan éstos, callan,
Y allí mayor peligro y daño hallan
Adonde más los bárbaros se irritan;
Unos aplacan, otros solicitan,
Ya rompen, ya deshacen, ya desmayan,
Ya con las voces dísonas se hunden,
Se atruenan, se ensordecen, se confunden;
Hasta que del crepúsculo y aurora
Los fértiles alcores luminados[70]
Mostraban los eriales[71] ocupados
Con las vistosas dádivas de Flora;
Que todos, como gente malhechora,
Cual suelen los ladrones recatados,
Huyendo de la luz, se dividieron,
Con que la gruesa junta deshicieron.
Esto, señor, sucede allá en la guerra,
Y en tanto, acá en la paz, los españoles
Ven ya bordado el cielo de arreboles,
De yerbas, flores y árboles la tierra;
El claro sol doblada luz encierra,
Alumbran las estrellas como soles,
El mar se muestra plácido y sereno,
Y el aire de parleras aves lleno.
Parecen mil prenuncios de alegría,
Mil bienes venideros se conciben;
Los desmayados ánimos reviven
Metiéndose en calor la sangre fría;
Saltando están los pechos a porfía
Del interior contento que reciben,
Y el más helado y lánguido se siente
Con un fogoso y bélico acídente[72].
En todos los estómagos se incluye
Una crecida hambre de pelea;

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El corazón más tímido desea
Hallarse en la ocasión que se le huye;
La favorable causa que esto influye
Sin duda que es el aire y la marea
De las hinchadas velas, que asomando
Al puerto de Cuoquimbo[73] van entrando.
Adonde ya las áncoras echadas,
Los nuestros deshaciéndose en contento,
Entregan las chalupas al momento
En manos de las ondas sosegadas;
Y de floridos jóvenes cargadas
Van todas a parar do yo me asiento,
Porque para tirar de un tiro tanto,
Es chico mi vigor y grande el canto.

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CANTO TERCERO
En que el Gobernador, visto el exceso con que los indios de paz eran tratados por sus encomenderos, y en
mucho desorden que en servirse de ellos había, trayéndolos sobremanera apurados, hace unas breves
ordenanzas, con que los alivia su grave carga; provee juntamente lo importante así a la quietud de la
tierra, desterrando sus inquietadores, como al aumento de nuestra religión y buen ejemplo de los
naturales. Llegada la gente y caballos que venia por tierra, se embarca con toda ella, sin tocar en
Santiago, para la ciudad despoblada de la Concepción, en cuyo viaje le corrió una grande y peligrosa
tormenta.

cuánto se requiere, cuánto importa


H
Haber moderación y medio en todo!
Pues lo[1] que va sin límite ni modo,
¿Qué limitada fuerza lo soporta?
Ni es bueno que la capa quede corta,
Ni que de larga frise con el lodo:
Virtud está en el medio como en quicio,
Y siempre en los extremos anda el vicio.
Jamás, si duermen tres en una cama,
Sucede que al de en medio falte ropa,
Ni al que por medio afierra de la copa
El líquido licor se le derrama;
Menos se mareará la tierna dama
En medio de la nao que en proa ni en popa;

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Mejor irá el discípulo de Marte
Donde es el batallón, que en otra parte.
Entre las zonas tórrida y helada,
Que el mirador cosmógrafo divide,
Aquella que el lugar de en medio pide
Es la más habitable y más templada;
De la celeste máquina girada,
El medio es donde Júpiter preside,
Y el que por Dafne rápido corría
Más franco da su luz al medio día.
En sólo amar a Dios ha de afirmarse
Que ni es ni puede ser el medio bueno,
Y[2] en esto sólo el tépido condeno,
Y en esto será lícito extremarse;
En todo lo demás el moderarse,
Y aquel saber usar espuela y freno[3],
El que descanso quiere lo procure,
Pues bien soléis decir, paso que dure[4].
El siervo no ha de ser tan mal tratado
Que siempre sus espaldas mida un leño,
Pues suele revolver contra su dueño
El animal doméstico apurado;
Quien ha la noche entera trasnochado,
Está después cayéndose de sueño;
Al fin conviene en todo tanto el orden,
Que la bondad es mala con desorden.
Esto conoce bien el joven sabio,
Pues visto el desigual que en Chile había
Sobre tratar al indio que servía,
Le satisface luego deste agravio;
Y dado que era viejo el mal resabio
Que acerca desto[5] el héspero tenía,
Sola su blanda mano, medio y modo
Bastó para quitársele del todo.
El fué moderador de tanto exceso,
De tanta libertad y exorbitancia,
Y el que redujo a temple y consonancia

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Lo que sonaba mal acerca de eso;
Aligeró a los pobres de su peso,
Solicitando en todo su ganancia
Por el mejor camino y fácil vía,
Que luego toparéis en esta mía.
Llegado a la cuoquímbica ribera,
Adonde los esquifes encallaron,
Las proras[6] en un punto se poblaron
De la gallarda gente placentera;
Mas luego que la vieron saltar fuera,
Desiertos ya la mira se quedaron,
Doliéndose de ver que ya la playa
Con tanto bien alzado se les haya.
Pues ya del mar los nuestros olvidados
Y llenos de placer y gloria llena,
Sellaron con sus plantas el arena,
Tendiendo allí los miembros mareados;
Quién mira las llanadas y collados,
Quién con el dedo apunta la Serena,
Y quién alaba el sitio, quién el puerto,
Al soplo de los aires encubierto.
Estando así la gente bulliciosa,
Oyó tropel confuso de caballos,
Que vienen ya batiendo con los callos[7]
La relucida playa mariscosa[8];
Porque es sobremanera cuidadosa
La próxima ciudad en despachallos,
Viniendo sus vecinos juntamente
A recebir al claro adoléceme[9].
Pero debajo desta adolescencia,
Aun al que más la vista se le cubre,
Como por velo diáfano descubre
Un vaso[10] y madurez por excelencia:
Mostrábalo su rostro y aparencia[11],
Que pocas o ninguna vez lo encubre,
Pues más abiertamente que en la palma[12]
Se suele por el cuerpo ver el alma.

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Recíbelos a todos gratamente
Con término cortés y grave acento
Y con templadas muestras de contento,
Que todo no se junta fácilmente;
De donde, acompañándole la gente,
Tomó el camino breve del asiento,
Que por la tiesa y húmida[13] marina
Dos leguas apacible se camina.
Entrado[14] en la ciudad de la Serena
El escogido tercio y nueva copia[15],
Conoce cada cual por casa propia,
Según se vee[16] tratar, la que es ajena;
Es tan cumplida gente, honrosa y buena,
Que tiene por afrenta y cosa impropia
No ser en su hospedaje él hospedado
Todo lo de potencia regalado.
Allí estuvieron todos dando cuerda
A la penosa y dura del quebranto,
Que la Serena dulce con su canto
Hace que todo el mal se olvide y pierda;
En tanto a nuestro joven se le acuerda,
Movido por un celo justo y santo,
De aprovechar el tiempo en lo siguiente,
Para que no se gaste vanamente.
Queriendo, pues, saber qué modo había
Sobre pagar el indio sus tributos
Y si conforme a sacros estatutos
El amo acerca desto procedía;
Echó de ver su mucha demasía
Y cómo andaban todos absolutos
Sin regla, sin medida, ley ni fuero,
Con el ansioso hipo del dinero.
No solamente echaban a las minas
Los diputados ya para este oficio,
Sino también el personal servicio,
Hambrientos por las vetas de oro finas;
Y contra humanas leyes y divinas,

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Que todo estaba entonces por el vicio,
Aun no eran reservados desta cuenta
Los viejos tremulosos[17] de noventa.
Tampoco el niño tierno se libraba,
A título de serlo, destos daños,
Que puesto en el doceno de sus años,
Con la barreta al hombro caminaba;
La madre con dolor le acompañaba,
Humedesciendo[18] bien sus pobres paños,
Y siempre que la carga le afligía,
En el trabajo della sucedía.
Hermosas dueñas, vírgenes apuestas,
Que era contento y lástima[19] el mirallas,
Llevaban el sustento y vituallas,
Por más que fuesen débiles, a cuestas;
Y por quebradas ásperas y cuestas,
Quebrados de subillas y bajallas,
Sus delicados pies iban rompiendo,
Y alguna vez de sangre el rastro haciendo.
Así cargadas viérades algunas
Los encolmados[20] vientres a las bocas,
Y fuera deste número, no pocas
Con sus recién nacidos en las cunas[21]:
¡Mirad qué cargas dos tan importunas,
Aunque las tristes fueran más que rocas!
Y más que no hay dejar ninguna dellas,
Por no dejar el ánima con ellas.
En vez de las diademas y guirnaldas,
Iba el pesado yole[22] y grave cesta,
Y en trueque de la llíqueda[23] compuesta,
El enchiguado[24] trigo a las espaldas;
En cambio de las perlas y esmeraldas,
Llevaban la inclinada frente honesta,
Bordada de un licor aljofarado,
A fuerza de fatigas destilado.
¡Oh qué desaforado desafuero
Usado con Jos pobres naturales!

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¡Oh qué de imposiciones desiguales
En gente que era al fin de carne y cuero!
¡Oh siempre viva hambre del dinero,
Disimulada muerte de mortales,
Polilla de las almas gastadora,
Hinchada sanguijuela[25] chupadora!
Pues como desta peste vio tocados
El médico tan sabio a los chilenos,
Y que los indios iban siempre a menos,
Ya más las insolencias y pecados;
Deliberó con medios acertados,
Que nunca los que puso fueron menos,
Sangrar aquella fiebre mal contenta[26]
Tanto de sangre prójima sedienta.
Y visto que los indios no tenían
En todo su caudal del cielo abajo
Sino su proprio[27] personal trabajo
Para lo que sus amos les pedían,
Y que con tanto peso no podrían,
So pena de venir con todo abajo,
Al eminente y grande mal previno,
Dictándole un espíritu divino.
Mas, era este negocio de consejo,
Y aunque pudiera bien a todos dalle,
Quiso de los teólogos tomalle
Para llevar su hilo más parejo;
Porque es como la dama sin espejo,
Es engolfada nao sin gobernalle,
Que naufragosamente da en la costa,
Quien corre sin consejo por la posta[28].
Habiendo, pues, el caso conferido
Muchas y muchas veces con letrados
De limpio celo y ánimo dotados,
Salió de la consulta difinido[29]
Todo en favor del mísero afligido,
Lo que dirán mis versos mal cortados,
Metidos en prolijas narraciones,
Donde es forzoso ir dando tropezones.

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Mas es también forzoso no dejallas,
Aunque mé son de tanto impedimento,
Así por ser verdades las que cuento
Y no querer hacer en esto fallas,
Como porque naciera de pasallas
Una contradición[30] de lo que intento,
Que es usurpar el mérito y la gloria
Del que la da tan gratis a mi historia.
Mandó que de los indios que tuviese
El ávido vecino encomendero
Para labrar el cóncavo minero,
El sesmo solamente se le diese;
Y que éste de varones sólo fuese,
Guardando al sexo tímido su fuero,
Los cuales a sesenta no llegasen,
Y que del sexto décimo pasasen.
Ordena juntamente que del fruto
De los veneros fértiles sacado,
También al indio el sesmo fuese dado
Como en retribución de su tributo;
Y que cualquier vecino al estatuto
Fuese para los suyos obligado,
Partiéndoles el sábado postrero
La dicha sexta parte del dinero.
Y para ejecución del mandamiento,
Por evitar escrúpulos y espinas,
Mandó que hubiese alcaldes en las minas,
Hombres de sano, justo y buen intento;
Hizo que las comidas y sustento
Llevado por las fuerzas femeninas,
A costa del vecino fuese en bestias,
Y así no fuesen tantas las molestias.
Mandóles dar comida cuotidiana
Que bien a cada un indio le bastase,
Y que una res o más se les matase
Tres días en los seis de la semana;
Con esto pudo hacer que por liviana

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La ponderosa[31] carga se juzgase,
Poniendo mil estímulos al tibio
Ya sus trabajos ásperos alivio.
Así dejó los pobres redimidos
De tantas insolentes vejaciones
Y de tan insufribles aflicciones
A llevadera vida conducidos;
Quedaron muchos años prevenidos,
Mudadas muchas fieras intenciones,
El indio con su carga moderada,
Y el amo su conciencia descargada.
¡Oh gran legislador del Nuevo Mundo,
Celoso de equidad y de justicia,
Primero en la barbárica milicia
Y en tu feliz estrella sin segundo,
Confuso asombro y pasmo del profundo,
Total perseguidor de su malicia!
Perdona el corto vuelo de mi pluma,
Que al pie no llega de tu cumbre suma.
Cuando mejor le sepa dar el corte,
Y si la Parca no me corta el hilo,
Yo cortaré, señor, con otro filo
Tus venturosos lances en la corte;
Mas, has de permitirme que los corte
En traje pastoril, mi proprio estilo[32];
Que en esto ni será él de corte sano
Ni bastará tampoco el cortesano.
Recibe si te place agora en tanto
Esta segura prenda que te empeño,
Que yo la sacaré de tal empeño
Volviéndote por ella sietetanto[33];
El vale sólo es éste y primer tanto;
Con que serás después del resto dueño
En viéndome al querer con otro punto,
Que agora será bien volver al punto.
Habiendo ya en los indios remediado
Lo que dejamos dicho el joven tierno,

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Puso los españoles en gobierno,
Y en orden los negocios del juzgado;
Era lo que trazaba lo acertado,
En cosa no mostrándose moderno[34],
Porque corrieron siempre a las parejas
Su madurez y juventud parejas.
Y como siempre fué de lance en lance
Haciéndolos mejores en su juego,
Aun no entabló la tierra, cuando luego
Se puso con el cielo en un balance[35];
Al rey de entrambos vino a dar alcance,
Por ser en el seguir un vivo fuego
Y ser sus pasatiempos y sus vicios
Seguir virtud y perseguir los vicios.
Faltaba en la Serena (¡ved qué falta
Para que tenga sobra en su descuento!)
El misterioso y alto Sacramento,
Adonde Dios y Hombre nunca falta;
Mas, con su caridad intensa y alta,
Haciendo a costa suya el ornamento,
Hizo que desde entonces no faltase
Para que el bien al ánima sobrase.
De suerte que por Dios, que es alfa, empieza
Ya Dios en todo lleva por delante.
¡Oh bienaventurado caminante
Que a sólo Dios sus pasos endereza!
Y pues lo que le lleva por cabeza
Va todo por el mismo semejante,
¡Considerad sus obras cuáles fueron,
Si al paso del principio el fin tuvieron!
No callarán mis versos una dellas,
Aunque de tanto son indignos ellos,
Pues éstos traigo yo por los cabellos,
Y al cielo por sus pies se van aquéllas;
Mas, ya que lejos voy de dar con ellas,
Y puedo bien sentarme junto dellos,
Dirélas por mi rumbo tropezoso
Y no las callaré como envidioso.

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El hecho fué que cuando el pan del cielo
En procesión al templo se traía,
Por dar ejemplo al indio que atendía,
Se derribó a medirse con el suelo,
Haciendo que el presbítero sin duelo
Por cima[36] del hiciese paso y vía,
Tratando con el pie su cuerpo humano,
Pues el de Dios trataba con la mano.
Fué un acto de humildad aventajada[37]
Para dejar al bárbaro enseñado,
Que en las personas altas de su estado
Es la virtud que más a Dios agrada;
Pues cuanto bien parece la llanada
En la sublime cumbre del collado,
Parece la humildad allá en la cima
Del hombre que es tenido en más estima.
Con el manjar angélico divino
Quedó la gente llena de consuelo
Y no se vido más barrer el suelo
El viento arrebatado en remolino;
Que como se deshace el torbellino
En asomando el Deifico en el cielo,
Así tranquilidad el pueblo tuvo
Al punto que este sol en él estuvo.
Mas, viendo que otros soplos más violentos
Y tempestad mayor furiosa y brava
A todo el reino junto alborotaba
Queriéndole volar por los cimientos
Y que la furia sola de dos vientos
Revueltos y encontrados lo causaba,
Da traza el verdadero dios Eólo
Cómo encerrallos por su mano él solo.
Los dos gobernadores eran éstos,
Que, sobre serlo, en Chile contendían,
Y a canto[38] de perdérsele tenían,
Pues a romper estaban ya dispuestos;
En Mapochó y Cuoquimbo varios puestos,
Los dos fortificados, atendían,

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Para venir, con ánimos insanos,
De encuentro de cabezas a las manos.
Estarse en la Serena Aguirre quiso,
Por ser allí el oráculo adorado,
Y Villagrán[39] desotro apoderado,
Estaba en Mapochó sobre el aviso;
Mirad agora el reino, en sí diviso
En víspera de verse desolado;
Mirad un monstruo aquí de dos cabezas,
Que está para topar y hacerse piezas.
Pero tan buena maña supo darse
Aquel varón sagaz en el remedio,
Que, como la virtud, se puso en medio
Primero que vinieran a encontrarse;
Y sin alborotar ni alborotarse,
Que para todo tuvo traza y medio,
Prendió primero al uno, y luego al otro,
Sin que supieran ellos uno de otro.
A Juan Ramón envió por una vía
Para que, sin que nadie lo entendiera,
A Villagrán do estaba lo prendiera,
Enviándosele preso el mismo día;
Ya Aguirre, que a la mano le tenía,
Aunque pensó que nadie le ofendiera,
Prendió por otra parte don Hurtado,
Poniéndole en el puerto a buen recado.
Adonde en un bajel con guarda estuvo
Hasta que Villagrán también llegase,
El cual, como a su daño caminase,
Bien poco en el camino se detuvo;
Pues luego que la nueva el joven tuvo,
Mandó que con Aguirre se juntase,
Y que sin parecer en su presencia
Viniese a parecer ante la Audiencia.
Salióle a Aguirre, en viendo que venía,
A recebir al bordo de la nave,
Y aun dicen que le dijo en tono grave

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Esta razón tan llena de energía:
«Ya, lo que en todo Chile no cabía,
Agora en una tabla sola cabe;
Mi fe[40], señor, un niño de la cuna
Nos muestra a la vejez lo que es fortuna.
No cuento por menudo todo el caso,
Aunque lo principal aquí va escrito,
Porque pararme a todo es infinito,
Teniendo senda larga y tiempo escaso;
Fuera de que si en esto voy de paso,
Es porque en lo que resta me remito
A lo que agora escribe el de Lobera[41],
En general historia verdadera.
Sólo, según por ella puede verse,
Quiero certificar en esta mía
Que en ello, como en todo, don García
Hizo lo que era lícito hacerse;
Porque, con madurez, para moverse
Miró muy bien qué causa le movía,
Y siempre vio la mira en este hecho
Enderezada al público provecho.
Pues embarcados ya los capitanes,
Mandó que los bajase luego a Lima
Pedro de Lisperguer[42], varón de estima,
Y gloria de los altos alemanes;
Limpió la tierra destos huracanes,
Metiéndolos en cárceles, y encima
Por más seguridad les puso un cerro,
Que tanto y más pesado es un[43] destierro.
Así como en soberbios torreones,
Y siempre sobre alcázares subidos,
Vienen a dar los rayos encendidos,
Dejando los humildes paredones;
Sobre estos validísimos varones,
En Chile por pirámides tenidos,
Asiento de ambición y de cudicia,
Cayó derecho el rayo de justicia.

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A mucho mal con ello puso atajo,
Y al reino, ya pacífico y tranquilo,
De más de tres gargantas quitó el filo,
Ya todas, por lo menos, de trabajo:
Por esto quiso enviallos mar abajo,
Y por seguir al padre en el estilo.
Que a los que en el Pirú[44] metían cizaña
Los arrancó de cuajo para España.
Con esto en la Serena se entretuvo,
Por no gastar el tiempo mal gastado,
Hasta que a los del seco despoblado
Ya su Bastida fiel consigo tuvo;
En ocio allí la gente se detuvo
Un delicioso mes, el cual pasado,
Con todos los caballos y bagaje
A Mapochó[45] tomaron el viaje.
Mandóseles que nada en él parasen,
Por ser tan regalado y abundoso,
Temiendo que en su vicio pegajoso
Los cuerpos hasta el ánima atascasen;
Sino que a Penco rápidos pasasen,
Lugar un tiempo rico y populoso,
Mas por entonces yermo y asolado,
De sólo cuerpos y aves ocupado.
Adonde a Juan Ramón también mandaba
Que en todo caso luego se partiese
Con todos los vecinos que tuviese
El pueblo[46] de Santiago, donde estaba;
Porque él a la sazón determinaba
Enderezar allá como pudiese,
Metiéndose en el mar embravecido
Con los que ya por él había traído[47];
Para que de esta suerte en la bahía
De Talcaguano, que es a Penco junto,
Se fuesen a juntar al mismo punto
La gente que por tierra y mar venía.
Con esta traza y orden los envía,

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Y él queda con su gente puesto a punto
Para desocupar aquel asiento,
Aunque lo contradicen mar y viento.
Llegada era del tiempo aquella parte
Opuesta por diámetro al estío,
Cuando con gafa mano, el yerto[48] frío
En pellas el carámbano reparte;
A la sazón, que ya por toda parte
Viene de monte a monte el raudo río,
Y al blanco amanecer se ven los prados
Envueltos en vellones escarchados;
Cuando camina todo con su funda
Para que el aguacero no lo moje,
Ya su chozuela el rústico se acoge
Soltando el manso buey de la coyunda;
La tierra de mil rívulos[49] abunda,
Que en sí la turbia ciénaga[50] recoge,
Y cuando por los cerros van a gatas,
Rompidas las celetes cataratas.
Está callada y mustia Filomena,
Itis se encoge, Progne se marchita;
Erízase el silguero[51] en la ramita,
Y de aterido, en dulce voz no suena;
Alcione sale ya sobre el arena,
La grulla por el aire sola grita,
Y la infeliz corneja está en su playa
Al marinero mártir dando vaya[52];
Desgájanse los árboles frondosos,
Rendidos al airado ventisquero;
Descarga con granizo el aguacero
Relámpagos y truenos espantosos;
Vulturno, Cierzo y Áfrico furiosos
Parecen aventar el mundo entero;
Entóldanse los cielos con nublados
De tempestades túrbidas preñados.
Mas, no por ser el tiempo riguroso
Y ver al mar entonces intratable,

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Dejó de renunciar la tierra estable
El fortunado[53] joven presuroso;
Porque para su pecho valeroso
No le parece cosa incontrastable,
Y porque el acudir, do va, con tiempo
Importa mucho más que el mismo tiempo.
Así que[54], su rigor menospreciando,
Como que ya le increpa la tardanza,
Partió sin esperar a la bonanza,
Que la necesidad no mira cuándo;
Pues ya con su lucido y grueso bando
De la Serena sale, dulce estanza[55],
Dejándola más triste en su partida.
Que Dido en la troyana despedida.
Pusiéronse en dos horas en el puerto[56],
A donde siendo todo aparejado,
Dejaron el estéril mar poblado,
Y al fértil campo huérfano y desierto;
El aire estaba lúcido y abierto,
Sólo soplaba el céfiro delgado,
Con que, las corvas áncoras levadas,
Se le entregaron velas desplegadas.
Ya el engañoso tiempo los aleja
De la arenosa playa y sus orillas,
Ya sulcan alta mar las bajas quillas,
Ya cada cual de espuma el rastro deja;
El cielo, por cubrir lo que apareja,
Se escombra y barre bien de nubéculas,
Bordándose de escamas y celajes,
De rubios arreboles y follajes.
Todo les favorece y da la mano,
El viento[57] es largo en popa, el mar bonanza,
Señales harto ciertas de mudanza
Y de que habrá desquite en otra mano;
Al puerto jacobino dan de mano[58],
Temiendo que si llegan a su estanza
Y dan entrada al ocio y fácil vida

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Será dificultosa la salida.
Pues como de arrecifes y bajíos,
Y más que de la fiera ladradora,
Tan por su mal, de Circe contendora,
De Mapochó se apartan los navios,
Albergue de holgazanes y baldíos,
Adonde el vicio a sus anchuras mora,
Y tierra do se come el dulce loto,
Que al filo de la guerra tiene boto[59]
Es la vadosa sirte donde encallan
O todos o los más gobernadores,
Y adonde, por hablar cosas de amores,
Las del guerrero adúltero se callan;
Do, como la dulzaina y rabel hallan,
No quieren son de trompa ni atambores,
Ni dar en cambio y trueque de una vela[60],
Amanecer dos mil en centinela.
Es una Circe pésima que encanta
Y en animales sórdidos transforma;
Es la cadena, grillo, cepo y corma
Que el brío y fuerza bélica quebranta;
Es la sirena mélode[61] que canta,
De quien sagaz el Itaco se informa,
Y atado al mástil, oye desde afuera,
Ensordeciendo a los demás con cera.
Huye como del fuego del regalo
El avisado joven, porque sabe
Que entre el bizcocho acedo y pan suave
Hay siempre más que lúcido intervalo;
Esa los cuerpos ágiles tan malo
Como el pequeño rémora[62] a la nave,
Que en su navegación la tiene a raya
Por más veloz y rápida que vaya.
El regalado es bestia que se empaca[63],
Un harto gavilán, bajel zorrero[64],
Y el ocio cenegal y atolladero,
Do con dificultad el pie se saca;

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Es arenal en que anda virtud flaca,
Y pasto donde el vicio enlucía[65] el cuero,
Boscaje y arcabuco mal distinto,
Difícil y entrincado[66] labirinto[67].
Y aunque metido en él, salir supiera
Con el prudente ovillo de Teseo,
No quiere andar en círculo y rodeo,
Sino seguir derecho su carrera;
Que el ánimo do está virtud entera
No sólo ha de vencer el mal deseo,
Sino quitar la causa de engendrallo,
Pues lo mejor del dado es no jugallo.
Por esto don Hurtado no se llega
Al peligroso vado con su armada,
Mas a la yerma Penco enderezada,
Con viento largo y próspero navega;
Neptuno está más llano que una vega
Asegurando en todo la jornada,
Por donde, aunque era larga, sin sentilla
Se ven a pique ya de concluilla.
Mas, porque nunca bien sin mal concluya,
Y no nos asegure el buen estado,
No bien el sol seis vueltas había dado,
Cuando también fortuna dio la suya:
¡Oh cuan de vidro[68] que es la gloria tuya
Caduco mundo, báculo cascado,
A donde bien lo paga quien se arrima,
Pues dando, al fin, en vago, se lastima!
¡Qué de horas malas das por una buena!
Por un granillo de oro ¡cuánta escoria!
Por el adarme y átomo de gloria,
¡Qué bien pesado va el quintal de pena!
Tu mano, ya se vacia, ya se llena,
Como los arcaduces de la noria,
Aunque por ser menor el del contento,
Sin agua suele estar la boca al viento.
O fuese rebelión de la fortuna,

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O ya por el rigor del crudo ivierno[69],
O porque ya de invidia el mismo infierno
Contra este gran varón se hiciese a una[70];
O ya por mal influjo de la luna,
O por la voluntad del Padre Eterno,
Que con la piedra toque[71] de combates
Quisiese descubrille los quilates;
De fusca nubécula mal cuajada
El velo celestial se vio mancharse,
Tras quien[72] corrieron otros a juntarse,
No pareciendo en su principio nada;
Mas, vese a pocas horas aumentada
Tenderse de manera y condensarse,
Que deja al cielo puro y espejado
Ya de escurana[73] lóbrega empañado.
Perdiéronle de vista en un instante,
Con que también los nuestros la perdieron,
Y solamente a costa suya vieron
Cuan presto se demuda el buen semblante;
Envueltos en furor desemejante
Los vientos de sus cárceles salieron,
Y al antes llano piélago lanzados
Hicieron promontorios levantados[74].
Que como tanto tiempo estuvo presa
Su furia procelosa y repentina,
Cuando la vieron suelta en la marina
Molieron todos juntos de represa;
Pues dánse en el rodezno tanta priesa,
Que el mar ya vuelto en cándida harina,
Sin que esparcirse pueda por el suelo,
A cada vuelta salta para el cielo.
El claro sol se fué, y la noche escura
Batiendo al mar sus negras alas vino
Con un desaforado torbellino,
Armado de granizo y piedra dura;
La grita, el alboroto, la presura,
La turbación, el pasmo, el desatino,

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La amarillez del rostro ya difunto
Se apoderó de todos en un punto.
Ya la menuda arena hierve abajo,
Y arriba las soberbias ondas braman;
Ya sobre lo más alto se encaraman,
Ya vuelven desgalgándose a lo bajo;
Parece que se arranca el mar de cuajo,
Y que sus aguas frígidas se inflaman,
Marchando en escuadrón de ciento en ciento
A dar asalto al cálido elemento.
Por medio del frenéticas pretenden
A todo su pesar abrir carrera
Para mezclarse allá en la nona[75] esfera
Con las parientas aguas que allí penden;
Porque del fabricado mundo entienden
Que quiere ya volver, ¡ay! tal no quiera!
Sin que le quede ripio sobre ripio
A la cantera tosca del principio.
Que como para el bien de los humanos
No sufre Dios al mar, por más que brame,
Que por el ancho suelo se derrame,
Quiere tomar el cielo con las manos[76];
Y sobre sus asientos soberanos
Pide que el bajo suyo se encarame,
Porque si no, según su vientre hincha,
Reventará por medio con la cincha.
Toda la culpa tiene el viento solo
En dalle avilantez, orgullo y alas,
Para que osado suba sin escalas
A remojar allá la crin de Apolo;
Gime tronando el uno y otro polo,
Y las espesas nubes, antes ralas,
Se vienen ya cerrando de manera,
Que al cielo calan toda la visera[77].
En una escuridad tempestuosa,
Y en una tempestad escura y fría
Se ve la atribulada compañía

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Ya de su fin más cierta que dudosa;
Ninguno por intrépido reposa,
Que el de mayor esfuerzo y osadía,
Como se ve en tan áspera tormenta,
Alista, para darla a Dios, su cuenta.
El duro y trabajado marinero,
Que nunca sosegó sin sobresalto,
Visto del temporal el fiero asalto,
Salta de entre sus cables el primero;
Ya trepa por el cáñamo ligero,
Ya súbito aparece en lo más alto,
Ya muestra por un cabo sólo asido
El cuerpo sobre el agua suspendido,
Envuélvese ya el aire escuro y vano
En voces del ¡amaina! tras el ¡iza!
Y el chafaldete, braza, troza y triza
Se cubren de curtido puño y mano;
Ya con la espada en ella el Euro insano
Hace con los demás estrago y riza,
Jugando y esgrimiéndola de suerte,
Que cada golpe suple el de la muerte.
¡A orza!, claman unos; ¡vira, vira,
Amura, que se vee la arena gorda!
Otros: ¡arriba, amaina, ten, zaborda[78]!
Que está el furioso mar envuelto en ira;
El uno sin color al otro mira,
La gente a puras voces está sorda,
Atónita, confusa, derramada,
La más temblando en pie y arrodillada.
Las yertas rocas miran por un lado
Con duro ceño y áspero semblante;
Por otro al mar soberbio y arrogante,
Revuelto, removido y elevado;
Arriba de rigor al cielo armado,
Abajo los abismos por delante;
¡Mirad la triste nave que está en medio
En que tendrá esperanza de remedio!

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Quién a la religión se ofrece en voto,
Quién el favor divino apriesa invoca;
Quién con el sacro símbolo en la boca
De todo corazón está devoto;
Cuál mira atento el rostro del piloto,
Por ver si su tristeza es mucha o poca;
Cuál en su estrecha cámara se esconde
Queriendo allí morir sin ver por donde.
Oye de allí las voces y lamentos,
Los golpes, los turbiones, las grupadas
Que del vulturno y cierzo reforzadas
Confunden los distintos elementos;
En vano suenan lúgubres acentos,
Zalemas[79], alaridos, algaradas,
Pues no las oye el mar embravecido
En sí de su fragor ensordescido[80].
Túrbase ya el piloto y marineros;
No saben dónde irán ni dónde acudan;
Por ayudarse, más se desayudan;
Pasan atropellando pasajeros;
Los aires más indómitos y fieros
De su tesón un punto no se mudan,
Hinchando al mar con soplos presurosos,
A echalle de su asiento poderosos.
Ni cabo ni filáciga[81] parece,
Cordel, amarra, cable ni atadura;
La escota quiebra, rómpese la mura,
Timón, entena y mástil desfallece;
La luz con que el aguja resplandece
No estaba en su bitácora segura,
Que todo lo volcaba y sacudía
El huracán furioso y travesía.
Creciendo va el temor, el viento carga
En la deshecha y rábida tormenta;
No hay más que de la dulce vida cuenta,
Según al ojo está la muerte amarga;
Ya gritan ¡alijar! ya se descarga,

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Ya Tetis queda rica y opulenta
Con mil presentes dados por soborno,
Mas ella da bramidos en retorno.
Ya va por las marítimas dehesas
En confusión y lástima volcando
El dote que dio Lima al fuerte bando,
Más rico que las dárdanas riquezas;
Blasones de mil célebres proezas
Se ven sobre las aguas ir nadando,
Con que se torna ya la mar insana
Una vistosa tienda y tarazana[82].
Parece desgarrarse el alto cielo,
Abrirse entre las olas el profundo,
Y la compuesta máquina del mundo
Deshecha derramarse por el suelo;
Sale con el escuro y negro velo
La blanca espumazón[83] del mar fecundo,
Que echando más centellas que una fragua,
En el impíreo[84] mete fuentes de agua.
Las jarcias con las gúmenas rechinan;
Cruje la tablazón y silba el viento;
Los mástiles se arrancan de su asiento,
Las gavias hechas arcos al mar se inclinan;
Relámpagos y truenos desatinan,
Encuentros de agua privan del aliento;
Al fin, el orbe todo está en discordia,
Y nuestra gente a Dios misericordia[85].
¿Por qué, Neptuno, agora tanto enojo?
¿Por qué tu furia llega a tal extremo?
Pues ¡guarte[86]! no revientes, que lo temo,
O mueva[87] tu preñez por sólo antojo:
Aquí no va quien hizo ciego el ojo
Del cíclope tu hijo Polifemo,
Mas otro, que por dar a ciegos vista,
Tus muros quiso entrara escala vista.
Y a ti, señor de la ínsula ventosa,
¿Qué bien de tanto mal se te acarrea?

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Ofrécete otra ninfa Deyopea
La vengativa Juno por esposa?
Y tú, del falso amor lasciva diosa,
A quien la Cipro en víctimas humea,
¿Quieres del Sol, en otro sol vengarte,
Por lo que publicó de ti con Marte?
Y tú, revuelto mar, ¿desde la arena
Presumes ir en esta nao metido,
Quien Dios, por no le haber obedescido,
Tuvo depositado en la ballena?
Pues sabe que la nave no va llena
Sino de aquel mancebo esclarecido,
Que de sujeto a Dios y al padre suyo
Se vino a sujetar al furor tuyo.
No cuando Troya en fuego se tornaba
Y la ciudad de Rómulo se ardía,
Ni cuando la violenta compañía
El un lugar y el otro saqueaba,
Tal confusión y estrépito sonaba,
Ni tanto daño y lástimas se vía,
Ni allí su llama y saco[88], a lo que siento,
Causaron lo que aquí la mar y viento.
Grande es la refracción, grande el ruido
Cuando los torbellinos procelosos
Sacuden gruesos árboles frondosos
En el opaco bosque entretejido;
Mucho alborota y saca de sentido
La vez que por lugares populosos
De noche un terremoto sobreviene,
Mas para comparallo corto viene.
No siento lengua humana que declare
La desigual borrasca rigurosa,
Ni en cuantas vi jamás he visto cosa
A que perfectamente se compare;
Mas, si comparación de fe bastare,
Y por común, acaso, no es odiosa,
El infernal tormento sólo alcanza
A ser de una tormenta semejanza.

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Porque el rebato, el tráfago, el ruido,
La priesa, confusión y gritería,
El pasmo, la congoja y agonía,
La pena deste daño, y de sentido,
El mar furioso, el viento embravecido,
El cielo que de escuro no se vía.
Era figura al vivo trasladada
Del Orco negro y lóbrega morada.
En esto, un cerro de agua levantado,
Que amenazando al cielo se venía,
Embiste al galeón de don García,
Cubriéndole del uno al otro lado;
Apenas, sumergido y anegado,
La punta de la gavia descubría;
Tragaron agua y muerte los de dentro,
Juzgando aquel por último recuentro[89].
Mas, pasa al fin el golpe y trago acedo,
Y sale sacudiéndose la gente,
Al tiempo que otro monte más potente
Le encara con más ímpetu y denuedo;
Espérelo su nao, que yo no puedo,
Por no tener costado suficiente
La rota navecilla de mi vena,
Menesterosa ya de dar carena.

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CANTO CUARTO
Declara el fin que tuvo la tormenta, y cómo don García, llegado a la bahía de la Concepción, toma puerto
en la isla de Talcaguano, adonde está dos meses esperando los caballos, hasta que, constreñido de la
necesidad, pasa a la tierra firme, haciendo en ella un fuerte, en el cual, recogido con su gente, aguarda
la que por tierra viene. En el ínter se junta contra él todo el infierno en consulta general, y de ella sale
Megera a dar aviso a Caupolicán de la oportunidad y buena coyuntura que tiene para dar sobre el
nuevo fuerte y destruille, antes que le llegue el socorro que espera.

INGUNOpor gastado que se sienta


Venda la saya verde a su esperanza,
Sabiendo que es la súbita mudanza
Manjar de que esta vida se sustenta;
No dude que tras ante[1] de tormenta
Ha de servirse postre de bonanza,
Y menos del favor celeste dude,
Pues cuando todo falta, Dios acude.
En dar trabajos tiene tal estilo,
Que como esgremidor[2] diestro y galano,
Al secutar[3] el golpe da de llano[4],
O toca blandamente con el filo;
Y bien que alguna vez alargue el hilo,
Por donde el hombre cuelga de su mano,

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Dejándole que estire de la hebra,
Pero jamás de parte suya quiebra.
Es la tribulación, si bien se advierte,
Un disfrazado bien por mal tenido;
En vez de ser amado aborrescido;
Es vida en traje y hábito de muerte;
Es muestra para el ancho pecho fuerte,
Alarde para el flaco y encogido;
Es una enfermedad que no inficiona,
Mas donde la virtud se perficiona.
La roca de las ondas azotada
Predica la firmeza que sostiene,
Y a descubrirse limpio el grano viene
Cuando la rubia espiga está trillada;
La cítara del músico tocada
En alta voz pregona las que tiene,
Y si el trabajo duro al hombre toca,
Se ve su fortaleza mucha o poca.
Así que, adversidades y aflicciones
Son guerras donde el Rey del cielo envía
A los que de su bando y compañía
Procura dar enseñas y blasones;
Y destos ilustrísimos varones
Es uno el generoso don García,
Que cuando más el piélago le cubre,
Su levantado pecho se descubre.
Bien que lo siente a veces apretado
Con ver que la tormenta va creciendo,
Y el ánimo a los suyos falleciendo,
Que es lo que más le aflije en tal estado;
Mas, cuanto más ceñido y estrechado,
Su corazón más alto va subiendo,
Como la fuente a manos fabricada
Por atanor estrecho encaminada.
Su capitana enhiesta en lo más alto
Taladra las estrellas con la punta;
Ya con el alto Júpiter se junta,
Ya con Pintón se pone en presto salto;

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Cual águila, que azores dan asalto,
Ligera da una punta y otra punta:
Así tan rauda sube y rauda baja,
Tratándola los vientos como paja.
Sobre el estremecido camarote
Sereno y firme el joven parecía,
Diciendo al cielo: «Si es por culpa mía
Tan áspero castigo y duro azote,
Sin que, Señor, el mundo se alborote,
Ni muera esta inocente compañía,
Que sólo va a plantar tu fe sagrada,
Descargue en mí la furia de tu espada».
Mas, cuando allá en lo hondo de su pecho
Al cielo desta suerte hablando estaba,
Aquel turbión, envuelto en ira brava,
Se vino al vaso trémulo derecho;
Cerró con él en ímpetu deshecho,
Rompiendo con la fuerza que llevaba
La escota del trinquete yerta y dura,
Con otro grueso cable de la mura[5]
No para en esto el golpe desmedido,
Que el rápido furor con que venía
Dejó sin el fiador que lo tenía
Al puño del trinquete desasido;
El cual, (suceso raro nunca oído)
Como sin orden suelto discurría,
Pasó por cima el ancla raudamente,
Trabando su tenaz y corvo diente.
Prestóle tal vaivén y fuerza el viento,
Que estando tan asida y amarrada,
Más fácil que sortija[6] a la pasada
Se la llevó arrancada de su asiento;
Y con arrebatado movimiento,
Ya de la vela el áncora colgada,
Por una y otra parte daña, ofende,
Quebranta, descoyunta, rompe, hiende.
Con ella Tramontana montantea,

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Haciendo a cada vuelta calle y plaza;
Esgrímela Aquilón como una maza
Que los maderos frágiles golpea;
El Ábrego furioso la voltea,
Y cuanto encuentra parte y despedaza;
Bóreas la juega, haciéndola que cimbre
Como delgado junco y flaca mimbre.
Cual anda la pelota sacudida
En rápido y recíproco meneo,
Saltando con furioso devaneo
De la pared y mano resurtida,
A fuerza del impulso rebatida,
De bote, de cotín y de voleo[7]:
Desta manera el áncora se andaba,
Haciendo buena chaza do llegaba.
No es fábula ni poética figura,
Fición[8] artificiosa ni ornamento,
Sino verdad patente la que cuento,
Que es de lo que se precia mi escritura;
Y débese entender que tal hechura
No solamente fué del mar y viento,
Sino de aquel diabólico vestiglo
Que siempre nos persigue en este siglo.
El por su mano el ancla desamarra
Y quiere hacer ya piezas el navio,
Mas Dios, que en el socorro no es tardío,
Con sólo su querer le pone amarra,
Haciendo que la dura y corva garra,
Llevada por aquel ventoso brío,
Afierre del bauprés tenacemente[9]
Perdiendo en él su furia delincuente.
Como el que estando ya para ahogarse
Con todos cuatro músculos batiendo
Y en vano el agua líquida hiriendo
Sin esperanza casi de salvarse,
Si a dicha topa un ramo en que trabarse,
Sosiega el cuerpo mádido[10] y tremendo[11];
Así fué nave y gente sosegada

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Después de vela y áncora trabada.
Con el dichoso caso repentino
Tan presto fué en salir el descontento
Ya entrarse por las almas el contento,
Que hubieron de chocar en el camino;
Y deste golpe atónita y sin tino
Estuvo nuestra gente en detrimento,
Hasta que vencedora la alegría
Del todo calentó la sangre fría.
Levanta el rostro al cielo soberano
El General, y en lágrimas, deshecho,
Refiere a Dios las gracias deste[12] hecho,
Reconociendo que era de su mano;
Y súbito[13], por más que el mar insano
Entonces levantaba el ronco pecho,
Comienza con la vela ya tomada
A gobernar la nave quebrantada.
A la vecina costa dieron lado,
Que peñascosa y hórrida se vía,
Ya orza enderezando recta vía,
Se vuelven a su rumbo comenzado;
El enemigo viento más airado
Y las preñadas ondas a porfía
De nuevo los combaten y contrastan;
Mas, contra las de Dios, ¿qué fuerzas bastan?
Que el joven, a pesar de todo el resto,
Navega el de la noche tempestiva,
Luchando con el aire y agua esquiva,
Al ímpetu de entrambos contrapuesto;
Hasta que el manto lóbrego y funesto
Del hombro de la tierra se derriba
Y deja descubierto aquel tocado
De perlas y de aljófares cuajado.
Entonces, cuando el gárrulo grumete
Cantando saludaba el claro día,
Se descubrió a los ojos la bahía
Que por la Concepción sus aguas mete;

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Cazaron luego a popa su trinquete
Con el debido gozo y alegría,
Y antes que el sol su luz hubiese abierto
Lanzaron las amarras en el puerto.
Surgió la rota armada en Talcaguano,
Isleta bien de sierras amparada,
De algunos pobres indios habitada,
De poco efecto en guerra y menos mano[14];
Adonde el espumoso mar insano,
Haciéndose una plácida ensenada,
A los navales huéspedes acoge,
Sin que mareta o viento los enoje.
Así como en la negra y dulce arena
El áncora hincó su duro diente,
Alzando mil albórbolas la gente
Se olvida del afán pasado y pena;
Mas, antes que saltasen, les ordena
El cauto General cristianamente
Que, como no los dañe el enemigo,
En todo se le haga trato amigo.
Con esto los bateles botan fuera,
Y dentro nuestros milites metidos,
De las seguras armas prevenidos
Saltaron en la sólida ribera;
Adonde por una áspera ladera
Los bárbaros isleños recogidos
Bajaron de tropel con mano armada
A defender su tierra salteada.
Mas era, como dije, triste gente,
De escuro nombre y número pequeño,
De estrecho corazón, al fin isleño,
Adonde el miedo está seguramente;
Y así, no bien llegaron frente a frente
A ver de la contraria el duro ceño,
Cuando, templado aquel orgullo y brío,
Quisieran verse lejos del navío.
Pues como el escuadrón llegase al puerto,

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Do estaba nuestra gente recogida,
En el primer furor y arremetida
Cayó de un arcabuz un indio muerto;
En viéndolo, sin orden, sin concierto,
Los otros se pusieron en huida,
Dejando a su despecho libre el paso,
En fe de su temor y pecho escaso.
Verdad es que en el tiempo de la bruma
Están los moradores de la tierra
Tan torpes para el uso de la guerra
Como para volar mojada pluma;
Y como no se entienda o se presuma
Ser interés crecido el que se encierra
En dar asalto entonces o batalla,
Jamás se moverán de ivierno a dalla.
A tal sazón los bárbaros sosiegan
En su galpón de paja o rudo rancho,
Do arriman la macana y el rodancho,
Y al elemento cálido se llegan;
Los vibradores arcos de que juegan
Ahorcan de la estaca o medio gancho,
Hasta que viene el tiempo del estío,
Con que entran en calor, esfuerzo y brío.
Los nuestros, en habiendo derramado
Aquella amedrentada compañía,
15,
Sacando de las naves lo que había,
Si alguna cosa el mar había dejado,
En fuerte puesto y sitio acomodado
Plantaron la tremenda artillería,
Haciendo el General que se soltase[15]
Para que el indio, oyéndola, temblase.
Mas los de Talcaguano, como vieron
La bélica nación allí venida,
Apercibieron luego su partida
En góndolas y balsas que tuvieron;
Sus hijos y mujeres los siguieron,
Dejando soterrada la comida,

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Y las desiertas chozas y moradas,
Ya de los proprios dueños saqueadas.
Algunos que en el pobre alojamiento
Nuestros exploradores alcanzaron,
En españoles pechos extrañaron
El blando y amigable tratamiento;
Venidos ante el grave acatamiento
Del nuevo Apó[16], que atónitos miraron,
Les dio comida, ropa y otros dones,
Moviéndolos con obras y razones.
La cifra dellas fué certificallos
Que sólo era su blanco y su motivo
Hacer que conociesen un Dios vivo
Que quiso con su sangre rescatallos,
Y que se confesasen por vasallos,
Con someter al yugo el cuello altivo,
Del sacro don Felipe sin segundo,
Monarca universal de todo el mundo.
Mostróles por el título y derecho
Que los cristianos esto pretendían,
En especial de aquellos que se habían
Apóstatas, después de fieles, hecho;
Propúsoles el público provecho
Que, dando al Rey la paz, recibirían,
Con los terribles daños que en su tierra
Causaba el uso fiero de la guerra.
Añade al fin que en nombre y en persona
Del sólo invicto rey de los hispanos,
Si más no toman armas en las manos,
Por las tomadas antes les perdona;
Mas que si, despreciando su corona,
Hicieren cruda guerra a los cristianos,
Se les habrá de hacer a sangre y fuego,
Sin dárseles minuto de sosiego.
Despáchalos con esto libremente,
Enviándolos en paz enriquescidos,
Y dello, al parecer, agradescidos;

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Mas, iba lo secreto diferente.
Los nuestros en el sitio competente
Al tiempo criminoso prevenidos,
Temiendo su rigor y sus ofensas,
Levantan ya reparos y defensas.
Quién, el desierto albergue trastornando
En término más breve que de un hora,
Cargado vuelve y crespo de totora[17]
Do están las camaradas[18] aguardando;
Quién, con la verde juncia minorando,
Quién con la seca paja cortadora[19],
Quién por allá, cubierto de carrizo,
Más erizado asoma que un erizo.
Al talle que en aquel festivo día
De palmas y de olivas coronado,
Cuando en Jerusalén a Cristo entrado
Celebra su Romana Iglesia pía,
Hierve el menudo pueblo por la vía,
Habiendo el bosque y selva despojado,
Ya costa suya espesos y ramosos
Al templo van en trulla presurosos;
Así los españoles van y vienen
Envueltos en aristas y[20] bullicio,
Haciendo de albañiles el oficio,
Ya que los materiales juntos tienen;
Otros, que nada en esto se detienen,
Por ser de tienda o toldo su servicio,
Se ocupan en lo que es más ordinario,
Sacando el aparejo necesario.
Cuál hiere el pedernal fogoso y duro,
Apacentando el fuego entre la yesca;
Cuál por coger del agua dulce y fresca,
Da la celada al claro arroyo puro;
Cuál, de la aguda hambre mal seguro,
El avecilla caza, el pece pesca;
Quién tuesta el trigo, quién el maíz confita
Y los agudos dientes ejercita.

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Lo más de su corpóreo nutrimento
Es húmida semilla mareada[21],
Del bravo mar apenas perdonada,
Por no la haber tenido a mano el viento:
Tan poco fértil es aquel asiento
Y avaro en sí, que no hay sacalle nada
Que sirva de refresco a la comida,
Aneja, y aunque poca, desabrida.
No sólo tiene falta de frutales
Adonde la silvestre fruta crece,
Mas aun de los estériles carece,
Ora plantados, ora naturales;
Ni allí se ven humildes matorrales,
Ni yerba levantada se parece[22],
Sino tan raso todo a la redonda,
Que no hay adonde un pájaro se esconda.
Es infecundo el sitio de manera,
Que Chile puede bien llamarle ajeno,
Y si es lugar legítimo chileno,
De su prosapia fértil degenera;
Adonde no hay quebrada ni ribera
En que Favonio y Céfiro sereno,
Parleras aves, árboles y fuentes
No tengan como en éxtasis las gentes.
Sola esta parte fué sin hermosura,
Porque faición[23] no tiene que lo sea;
Mas siempre oí decir que a la más fea
Le tiene Dios guardada su ventura,
Pues el de seso y no de edad madura
La quiere, la visita, la pasea;
Y mereció de todo aquel asiento
Ser la primera en dalle alojamiento.
Aunque ella, de este bien desconocida,
Como le tiene en casa, lo desdeña,
Mostrándosele esquiva y zahareña,
Seca, enfadosa, libre y sacudida;
Quiero decir cuan dura es la acogida,

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Pues no produce aun género de leña,
Que es falta grande, es un trabajo eterno,
Y más en la sazón del crudo ivierno.
Mas, como casi nunca en lo que hace
Naturaleza próvida cojea,
Y no hay necesidad que no provea
Por el camino y modo que le place,
La falta de la leña satisface
Con otra (¿quién habrá que me lo crea?)
Tan exquisita, rara y peregrina,
Que no sé yo si Plinio la imagina.
Hallóse toda la ínsula sembrada
En copia tal, cardumen y caterva,
Que en abundancia frisa con la yerba,
De un género de piedra encarrujada;
La cual, una con otra golpeada,
Produce vivo fuego, y lo conserva,
Sin que se mate en más de medio día.
Que tanto tiempo en sí lo ceba y cría.
Con éstos, pues, mejor que en fina brasa
De pacayales[24] trozos procedida,
Guisaba nuestra gente la comida[25]
Malsana, malsabrosa y bien escasa;
Mas todo este trabajo sufre y pasa
Y la brumal[26] crudeza desmedida,
Con ver que yendo en todos por delante
Les muestra el joven ledo su semblante.
En pruebas y ejercicios de la guerra
Los habilita, ocupa y entretiene,
Por engañar al tiempo mientras viene
El esperado ejército por tierra;
El cual, por el rigor que el cielo encierra,
Ya fuera de lo justo se detiene,
Mas, caminar tres leguas cada día
A todo reventar no se podía.
Los ríos, de sus madres arrancados,
Sus espaciosas márgenes bañaban,

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Y arrebatadamente se llevaban
Los gruesos troncos y árboles copados;
Por lodos y caminos esponjados
Las entumidas bestias atascaban,
Lo cual era disculpa conocida
Para la dilación de su venida.
Dos meses don Hurtado los aguarda
Sufriendo la escaseza[27] deste asiento,
Y al inclemente cielo turbulento
Envuelto en su aguadera[28] escura y parda;
Mas, viendo lo que el fido campo tarda,
Y que le va faltando bastimento,
Pasar a tierra firme determina,
Dejando aquella insólida[29] y mezquina;
Para que estando más la tierra adentro
Pudiese dar favor al bando amigo,
Si acaso con el bárbaro enemigo
Tuviese en el camino algún rencuentro[30];
Y devisar[31] el ánimo y el centro,
Poniéndose a la mira, como digo,
De lo que se tratase en el senado[32],
Que esto le daba entonces más cuidado.
Con este fin se embarca y toma tierra,
En fe de una cerrada noche obscura,
Y de su clara y próspera ventura,
En el riñon y fuerza de la guerra;
Ciento y ochenta el bando suyo encierra,
Y con tan poca gente se aventura
A acometer empresa no esperada
Ni menos que difícil arriscada.
Fué digna de su pecho tal hazaña
Y de que se eternice entre la gente,
Entrarse sin caballos libremente
Hollando al enemigo la campaña;
Mas, el valor que siempre le acompaña,
En corazón tan ancho no consiente
Verse recluso agora y estrechado,

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Y siendo el proprio[33] mar estarse aislado.
La exhalación del rayo, que encendida
No cabe en el angosto y pardo seno,
Le rompe al fin, y sale con el trueno
Tras una rauda furia desmedida;
Así, por no venir a la medida
Del joven el marítimo terreno,
Vino a romper con él dificultades,
Tronando hasta las últimas edades.
Pues no bien asentó en el suelo duro
Los pies, que ya volaron de la barca,
Cuando la tierra atentamente marca
Buscando sitio adonde alzar un muro;
Hallóle a su propósito seguro,
Y aun el mejor de toda la comarca,
Adonde quiso luego hacer el fuerte
Para esperar en él su buena suerte.
Sobre una verde loma, en cuya cumbre
Se forma una tendida mesa llana,
Que con el agua plácida y humana
Aconsejando está su pesadumbre;
Antes que difundiera el sol su lumbre,
Al fresco despuntar de la mañana,
Amanesció[34] subido nuestro bando,
Con árboles la cima coronando.
Por una parte el mar con su hondura[35]
La tiene defendida y amparada;
Por otra, el ser altísima y peinada,
La fortifica, guarda y asegura;
Y por la que se muestra mal segura,
Se hace un ancho foso y albarrada
De terraplén tupida por de dentro,
Que pueda rebatir un duro encuentro.
Por los robustos jóvenes reparte
El General cuidoso las tareas,
Con que ya van creciendo las trincheas[36],
Y suben la barrera y baluarte;

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Sirviéronle al mancebo en esta parte
Sus argentadas fuentes de bateas
Para sacar la tierra de la cava[37]:
¡Tan poco la cudicia le empachaba!
Unos el cerro sólido barrenan
A fuerza de las puntas aguzadas;
Otros, de gruesas vigas mal doladas,
Los huecos y capaces hoyos llenan;
Otros los bosques lóbregos atruenan
Con el pesado son de las espadas,
Cortando de los árboles espesos
La trama de fajina y troncos gruesos.
Al fuerte llevan ramas, trozos, vigas,
Siendo mejor la carga en los mejores,
Cual van los encolmados[38] segadores
A la era con las fértiles espigas;
O bien como las próvidas hormigas
Con granos mucho más que ellas mayores,
Van por carriles negros y senderos
Marchando en escuadrón a sus graneros.
El vigilante Apó no estaba ocioso,
Que, agora ya los suyos animando,
Agora ya con ellos trabajando,
No le vagaba punto de reposo;
Y viéndole solícito y cuidoso,
Se daba tanta priesa el fuerte bando,
Que no gozó otra vez del alborada
Sin acabar la cerca y albarrada.
En siendo, pues, del todo levantado
El basto muro y sólida barrera,
Arbolan de Filipo la bandera[39],
A vista y a despecho del Estado;
El prevenido joven don Hurtado,
Que como tenga tiempo, no lo espera,
Hace plantar seis piezas de campaña
En el mejor lugar de la montaña.
Adonde con su gente recogido,

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A sombra de su muro y honda cava,
Por horas los caballos aguardaba
Y cada punto al bárbaro atrevido;
Y así para el asalto apercebido[40],
Sin padecer descuido siempre estaba,
Ni perdonar trabajo que viniese,
Por desmedido y áspero que fuese.
No estaba allá en su muro tiberino
El bello Julio Ascanio tan alerta,
Mil veces asomándose a la puerta,
Cuando el gallardo Turno sobre él vino;
Ni el ver que tarda el padre en su camino
Le solicita tanto y le despierta,
Como al caudillo ilustre en este asiento,
Do no refrena un punto el pensamiento.
Pues déle rienda y corra, que entretanto,
Si su favor esfuerzo me concede,
Me importa declarar lo que sucede
Allá en el tribunal de Radamanto.
Sintiendo mucho el reino del espanto
El ver de la manera que procede
Tan en su daño el recto joven fuerte,
Intenta remediarse desta suerte.
El azufrado Rey del hondo averno
Mandó juntar en lóbrego concilio
A los que le juraron domicilio
Y están al disponer de su gobierno,
Para que contra el justo mozo tierno
Al bárbaro se dé favor y auxilio,
Haciendo su poder[41], porque le venza,
Y saque al Orco triste de vergüenza.
Manda que dé un baladro el Cancerbero,
Y al son de aquella horrísona bocina,
Viene la tropa reproba y mezquina,
Volando cada cual por ser primero;
Apriesa rema el sórdido barquero,
Dejando gran concurso a la marina,

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Que pide a sordos gritos el pasaje
Del infeliz y mísero estalaje[42].
Entró la yerta barba rebujada,
Cerdoso, inculto y hórrido el cabello,
Lanzando humo azul por el resuello,
Perfume de la fétida morada,
Su vil persona trémula y gibada,
Metido entre los hombros todo el cuello,
Y el remo por el uno atravesado
De gruesa y verde lama embanderado[43].
Entró con su peñasco ponderoso
Aquel parlero Sísifo rodando,
Y esotro con su rueda volteando,
Por ser ingrato a Jove poderoso;
Entró el jayán de amor libidinoso
Al buitre con el hígado cebando,
Y el filicida[44] Tántalo avariento
En medio del Erídano sediento.
Vino también deshecha en triste llanto
Aquella que por ser mirada presto,
Contra la condición y pacto puesto,
El galardón perdió del dulce canto;
Y aquel que aborreció la Juno tanto,
Siendo no más de envidia causa de esto,
Que trastornado el seso y el sentido
En forma de león su prole vido[45].
Vino Demogorgon, famoso mago,
Autor de las fantasmas y visiones,
Y el adalid insigne de ladrones,
A quien Alcides dio su justo pago;
Salieron del humoso y turbio lago
Cercado de diabólicas legiones,
La dama de Jasón y la del toro.
Con el que sus manjares eran oro.
Y vos también, frenético Tereo,
Cruel estuprador[46] de Filomena,
Que en la virgínea miel de su colmena

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Hartastes[47] como zángano el deseo,
Manifestando el crimen torpe y feo,
Culpa merecedora de otra pena,
Bajastes convertido en abubilla
A vueltas de la pésima cuadrilla.
Tampoco, tú, del cónclave faltaste,
Incestüosa hija de Cinira,
Que con cautela pérfida y mentira
La cama paternal contaminaste;
Ni tú, que a los troyanos engañaste.
Templando con tus lástimas su ira;
Ni tú, que por llegar a ver la fuente,
Viste ganchosos cuernos en tu frente.
El bando de las Bélides se muestra.
Que por haber al padre obedecido,
Cada una dio la muerte a su marido,
Excepto aquella célebre Hipermestra;
De su delito vienen dando muestra
Y de la pena y daño merecido,
Que es agotar el agua a Lete hondo,
Sacándola en un cántaro sin fondo.
También las tres Euménides furiosas,
Que de la Noche fueron engendradas,
De tábidas culebras enlazadas,
Entraron iracundas y rabiosas;
Y aquellas tres Gorgónides hermosas
De víboras mortales coronadas,
Que en esto se tornaron sus cabellos,
Después que se prendó Neptuno dellos.
Entraron Elo, Ocípite y Celeno,
A quien brotó la tierra y ondas frías,
Aquellas tres famélicas harpías,
Tan ávidas y amigas de lo ajeno,
Las que jamás se ven el vientre lleno,
Ni el pico y uñas pálidas vacías,
Entrando a su pesar también con ellas
El ciego perseguido tanto dellas.

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No dejan de venir tras esta tropa
Los tres que el reino juzgan del espanto,
El corvo Eaco, Minos, Radamanto,
Hijo del alto Júpiter y Europa,
La que dejó, embarcándose, por popa
La tierra de Fenicia, y pudo tanto,
Que de su claro nombre sin segundo
Le tiene la mejor parte del mundo.
Las que lo llevan todo por el filo,
De donde inexorables se dijeron,
Las últimas de todos acudieron
Con proceder severo y grave estilo:
Cloto la rueca, Láquesis el hilo,
Y las tiseras[48] Átropos trujeron,
Blasones de la muerte endurecida,
Ganados tan a costa de la vida.
Pues éstos, que es la gente más de cuenta
Por criminales hechos afamados,
Ocurren al rector de los dañados
A ver lo que de nuevo le atormenta;
Con otra multitud que no se cuenta,
Que por diversas culpas y pecados
Ocupan calabozos diferentes
En el batir eterno de los dientes.
Entrado el infernal ayuntamiento
Al cavernoso báratro quemado,
Y cada cual en orden asentado,
Si alguno puede haber en tal asiento;
El negro Rey del triste alojamiento
Sobre un sitial ardiente levantado,
Con duro aspecto y voz horrible y fiera
Del pecho la arrancó desta manera:
«Si con haberos visto no templara
Esta rabiosa llama de mi pecho,
Con que le siento ya ceniza hecho,
No sé, con ser Plutón, si reventara;
O si por mano vuestra no esperara

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Quedar de quien me agravia satisfecho,
En el humoso Lete me hundiera,
De donde para siempre no saliera.
«Ya veis cómo este próspero mancebo
En su gobierno va por tal camino,
Que, o yo seré malísimo adevino[49],
O él será el estrago del Erebo;
Pues ultra de que al fin es el renuevo
De aquel fecundo tronco Méndocino,
Le presta Dios auxilios eficaces
Y mueve sus ejércitos y haces.
«No sé por dónde pueda ser entrado[50],
Pues no hay en él resquicio ni repelo,
Ni agalla en que se trabe aquel anzuelo,
Que a sus antecesores ha trabado[51];
Porque del cebo en que ellos han picado,
Que es el metal del fértil indo suelo,
Tiene tan apartado el apetito,
Que no hay por él cogelle en el garlito.
«Y si con ambición le hacemos guerra,
O le queréis llevar por injusticia,
Ya veis con la equidad y la justicia
Que echó los ambiciosos de la tierra;
Pues presunción mirad si en él se encierra,
O si soberbia alguna el alma envicia
Del cuerpo, que se ajusta con el suelo,
Por el que se disfraza en blanco velo.
«Pues ya si por deleites sensuales
Quisiésemos entralle blandamente,
¿No vistes cuál huyó tan cautamente
Del Mapochó vicioso los umbrales?
Colijo, a mi pesar, destas señales,
Que no se lo estorbando prestamente,
Reducirá de suerte a todo Chile
Que mi corona y cetro se aniquile.
«Por esto en viva rabia estoy deshecho,
Y lo que hace más que me deshaga

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Es ver que un mozo agora en cierne[52] haga
Lo que granados viejos nunca han hecho.
Esta es la llama ardiente que en mi pecho
Con todo el lago Estigio no se apaga,
Y la que, como lámpara, se cría
A costa desta negra sangre mía.
«¿Quién de vosotros hay que no la tenga
Ya presa en lo interior de las entrañas,
Y allí, como en aristas y espadañas,
No la dilate, cebe y entretenga?
Decidme, ¿será bien que ahora venga
A derribar por tierra las hazañas
De todos los que estáis en el profundo
Uno que apenas ha salido al mundo?
«¡Cómo! ¿Que[53] ya, soberbio bando escuro,
El fuego, que me enciende, no os encienda?
¿Cómo podréis sufrir que el orbe entienda
Que os postra y supedita un hombre puro?
Por toda la infernal potencia juro,
Canalla infame, lóbrega y horrenda,
Si no ponéis silencio en mi cuidado,
De abrir a Febo el cóncavo cerrado.
«No se me esconde a mí que es imposible
Llevar al cauto joven por engaños,
Mas, han de remediarse nuestros daños,
Por el camino y término posible;
Porque es dolor intrínsico[54] y terrible
Que lo que vuestro ha sido tantos años
Lo tiranice agora el firmamento,
Alzándose con todo mi ornamento.
«De mí sabéis, tartáreas potestades,
Si en perseguille mínima[55] he faltado,
Pues yo en el fluctüoso mar salado
Le removí tan bravas tempestades;
Yo provoqué las húmidas deidades,
Haciéndole poner en tal estado,
Que ya tuviera yo seguro el mío,
Si un ángel no librara su navío.

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«Mas, ya que le sacó su buena suerte
Y la infelice vuestra de mis manos,
Con tal que de los pies andéis hermanos[56],
Agora es cosa fácil darle muerte;
En tierra firme tiene un flaco fuerte,
Do con pequeña parte de cristianos,
A pie, con hambre y sed está recluso,
Atribulado, tímido y confuso.
«Importa que se dé el aviso desto
Al hijo de Leocán[57] en todo caso,
Para que con su gente a largo paso
Sobre el reciente muro venga presto;
Primero que, según el orden puesto,
Llegue, para sacalle a campo raso,
El tercio[58], que por tierra veis que marcha,
Cubierto de carámbano y escarcha.
«Y si Caupolicán remiso fuere
En acudir él proprio al estacado[59],
Por le tener agora encadenado
El blando amor de Fresia, por quien muere,
Dirásele que al menos se requiere
Enviar allá la fuerza del Estado,
Para que más seguro tenga el hecho
Y vuestro escuro príncipe su pecho.
«Pues ¡alto! ¡sús[60]!, escuadra tenebrosa,
¿Qué me detengo más? ¿En qué me alargo?
¿Quién hay entre vosotros que a su cargo
Quiera tomar empresa tan honrosa?
¿Qué corazón, oyéndome, reposa?
¿A cuál no se le hace el tiempo largo
Para tomar por todos la demanda,
Cuando no mire más que a quien lo manda?
«¿Quién rabia ya por ir con fiera mano
Sembrando su[61] mortífero veneno
Por ese campo indómito chileno
Y embraveciendo el ánimo araucano?
¿Quién muere por meter al indio insano

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Mil cóleras y furias en el seno?
¿Quién arde por llover en sus estatizas
Discordias, iras, odios y venganzas?;
Así les habla el Padre del Abismo,
Y luego aquella infausta compañía
Promete en sordas voces a porfía
De revolverle todo el barbarismo;
Cada uno se le ofrece por sí mismo.
Mas, él, que bien a todos conocía,
Sólo escogió a Megera, furia brava,
Que sola para mucho más bastaba.
Salió de allá por un respiradero,
Cubierta de mil áspides la dama,
Y envuelta en humo azul y rubia llama,
Con paso más que rápido y ligero;
Consiéntela salir el Cancerbero,
Aunque de oler el huelgo que derrama
Arroja regañados estornudos,
Abriendo boquerones colmilludos.
Desembocó la Furia ponzoñosa,
Sus alas de serpiente sacudiendo
Con áspero, confuso y ronco estruendo,
Solícita en su cargo y cuidadosa;
Pasada, pues, la cárcel tenebrosa,
Y al aire con su vista escureciendo,
Enderezó su vuelo sordo y vano
En busca del infiel Caupolicano.
Devísale[62] de lejos, y al momento
Transforma aquella hórrida figura
En falsa y aparente hermosura[63]
Para poner en práctica su intento;
Mas, yo, que de la casa del tormento
Acabo de salir por gran ventura,
Es bien que a descansar me pare un tanto,
Pues no es como el de Sísifo mi canto.

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CANTO QUINTO
Recréanse Caupolicán y su querida Fresia en una floresta, adonde habiendo pasado[1] amorosas razones se
entran a bañar en una fuente. Llega Megera con su embajada, y efectuado su intento, se vuelve a los
abismos. Vienen veinte mil indios sobre el nuevo muro de Penco, donde se comienza el asalto con
mucho furor y sangre de ambas partes.

AMÁS al justo faltan enemigos,


Ni la virtud sin émulos estuvo,
Que, como el Unigénito los tuvo,
Es fuerza que los tengan sus amigos;
Comprueban esto el mundo[2] de testigos,
Pues hay agora, y siempre así los hubo,
Para uno solo bueno muchos malos,
Un Curio y más de mil Sardanapalos.
Y que los haya es cosa conveniente,
Pues hacen a los buenos recatados,
Y siendo por los ímpios apurados,
Descubren su pureza claramente;
Que nunca el sol se ve tan refulgente
Como cuando le cercan los ñublados[3],
Ni más alegre está la bella rosa

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Que cerca de la espina escrupulosa.
El malo está sirviendo al bueno de ayo
Para que nunca en él descuidos haya,
Ni pase el[4] mal un punto[5] de la raya,
Mas tras el bien se arroje como un rayo;
En flores de virtud le torna un mayo,
Y en todo más compuesto que una maya[6];
Esle acicate agudo en lo que es bueno,
Y para lo contrario duro freno.
Mal puede un hombre ser del todo justo
Si no le ciñe de uno y otro lado,
Trayéndole medido y ajustado
Con sus contradiciones el injusto;
Jamás al pie vendrá el calzado justo,
Si no viniere estrecho y apretado;
Ni el bueno lo es del todo, como digo,
Si no le está apretando el enemigo.
Por tanto, desengáñese el cristiano,
Y téngase por dicho, si lo fuere,
Que no le faltarán, mientras viviere,
Opuestos[7] que le carguen bien la mano;
Y cuando no los tenga en pecho humano,
Si tan feliz estrella le corriere,
Habrálos de tener en el infierno,
Como los tiene agora el joven tierno.
En cuyo daño vimos que Megera
Dejó la negra bóveda volando,
Y al General de lejos devisando[8],
Cambió para su fin la forma fiera;
Llegado por cénit entonces era
El tiempo, la sazón y punto cuando
A la cabeza el sol su rayo tira
Ya nuestros pies la sombra se retira.
A Eton, Flegono y Pírois encalmados
El Cintio dios latónico[9] tenía,
Y con el gran calor del medio día
De gruesa y blanca espuma encubertados;

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La fuerza de sus átomos dorados
A la del tiempo estivo parecía,
Poniendo al cuerpo estímulos y gana
De dar consigo en frígida fontana[10].
Estaba a la sazón Caupolicano
En un lugar ameno de Elicura,
Do, por gozar el[11] sol en su frescura,
Se vino con su palla[12] mano a mano[13];
Merece tal visita el verde llano,
Por ser de tanta gracia y hermosura,
Que allí las flores tienen por floreo
Colmalle las medidas al deseo.
Allí jamás entró el Septiembre frío[14],
Nunca el templado Abril estuvo fuera;
Allí no falta verde primavera
Ni asoma crudo invierno y seco estío;
Allí, por el sereno y manso río,
Como por transparente vedrïera[15],
Las náyades están a su contento
Mirando cuanto pasa en el asiento.
Tal vez del rojo sol se están burlando,
Que, por colar allí[16] su luz febea,
Con los tejidos árboles pelea,
Que al agua están mirándose, mirando;
Tal vez de ver que el viento respirando
A los hojosos ramos lisonjea;
Tal vez de que los dulces ruiseñores[17]
Cantando les descubran sus amores.
Entre una y otra sierra levantada,
Que van a dar al cielo con las frentes
Y al suelo con sus fértiles vertientes,
La deleitosa vera está fundada.
¡Oh, quién tuviera pluma tan cortada
Y versos tan medidos y corrientes,
Que hicieran el vestido deste valle,
Cortado a la medida de su talle!
En todo tiempo el rico y fértil prado

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Está de yerba y flores guarnecido,
Las cuales muestran siempre su vestido
De trémulos aljófares bordado;
Aquí veréis la rosa de encarnado,
Allí al clavel de púrpura teñido,
Los turquesados lirios, las violas,
Jazmines, azucenas, amapolas.
Acá y allá con soplo fresco y blando
Los dos Favonio y Céfiro las vuelven,
Y ellas, en pago desto, los envuelven
Del suave olor que están de sí lanzando;
Entre ellas las abejas susurrando,
Que el dulce pasto en rubia miel resuelven.
Ya de jacinto, ya de croco[18] y clicie,
Se llevan el cohollo[19] y superficie.
Revuélvese el arroyo sinuoso,
Hecho de puro vidro una cadena,
Por la floresta plácida y amena,
Bajando desde el monte pedregoso;
Y con murmurio[20] grato, sonoroso,
Despacha al hondo mar la rica vena,
Cruzándola y haciendo en varios modos
Descansos, paradillas y recodos.
Vense por ambas márgenes poblados
El mirto, el salce, el álamo, el aliso,
El saúco, el fresno, el nardo, el cipariso[21],
Los pinos y los cedros encumbrados,
Con otros frescos árboles copados
Traspuestos del primero, paraíso,
Por cuya hoja el viento en puntos graves
El bajo lleva al tiple de las aves.
También se ve la yedra enamorada,
Que con su verde brazo retorcido
Ciñe lasciva el tronco mal pulido
De la derecha haya levantada;
Y en conyugal amor se ve abrazada
La vid alegre al olmo envejecido,
Por quien[22] sus tiernos pámpanos prohija,

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Con que lo enlaza, encrespa y ensortija.
En corros andan juntas y escondidas
Las dríadas, oréades, napeas,
Y otras ignotas mil silvestres deas,
De sátiros y faunos perseguidas;
En álamos Lampecies convertidas,
Y en verdes lauros vírgenes Peneas,
Que son, por conocerse tan hermosas,
Selváticas, esquivas, desdeñosas.
Por los frondosos débiles ramillos
Que con el blando céfiro bracean,
En acordada música gorgean
Mil coros de esmaltados pajarillos;
Cuyos acentos dobles y sencillos
Sus puntos y sus cláusulas recrean
De tal manera el ánima[23] que atiende,
Que se arrebata, eleva y se suspende.
Entre la verde juncia en la ribera
Veréis al blanco cisne paseando,
Y alguna vez en dulce voz mostrando
Haberle[24] ya llegado la postrera;
Sublimes[25] por el agua el cuerpo fuera,
Veréis a los patillos ir nadando,
Y cuando se os esconden y escabullen,
¡Qué lejos los veréis de do zabullen!
Pues por el bosque espeso y enredado
Ya sale el jabalí cerdoso y fiero,
Ya pasa el gamo tímido y ligero,
Ya corren la corcilla y el venado;
Ya se atraviesa el tigre varïado,
Ya penden sobre algún despeñadero
Las saltadoras cabras montesinas
Con otras agradables salvajinas[26].
La fuente, que con saltos mal medidos
Por la frisada, tosca y dura peña
En fugitivo golpe se despeña,
Llevándose de paso los oídos;

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En medio de los árboles floridos
Y crespos de la hojosa y verde greña,
Enfrena el curso oblicuo y espumoso,
Haciéndose un estanque deleitoso.
Por su cristal bruñido y trasparente
Las guijas y pizarras de la arena,
Sin recebir[27] la vista mucha pena,
Se pueden numerar distintamente;
Los árboles se ven tan claramente
En la materia líquida y serena,
Que no sabréis cuál es la rama viva,
Si la que está debajo o la de arriba.
Titán, al tramontarse[28], lo saluda,
Tornando sus arenas de oro fino,
Y para descansar de su camino
No tiene otro lugar adonde acuda;
La verde yerba nace tan menuda
Orillas del estero cristalino,
Y toda tan igual por dondequiera,
Como si la cortaran con tisera[29].
Aquí ninguna especie de ganado
Fué digna de estampar su ruda huella,
Ni se podrá alabar de que con ella
Dejase su esplendor contaminado;
Tan solamente el Niño dios alado
En esta parte vive y goza della,
Y esparce tiernamente por las flores
Alegres y dulcísimos amores.
Aquí Caupolicano caluroso
Con Fresia, como dije, sesteaba,
Y sus pasados lances le acordaba
Por tierno estilo y término amoroso:
No estaba de la guerra cuidadoso,
Ni cosa por su cargo se le daba,
Porque do está el amor apoderado,
Apenas puede entrar otro cuidado.
Por una parte el sitio le provoca;

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La ociosidad por otra le convida
Para comunicar a su querida
Palabra, mano, pecho, rostro y boca,
Y al regalado son que amor le toca,
Le canta: «Dulce gloria, dulce vida,
¿Quién goza como yo de bien tan alto
Sin pena, ni temor[30] ni sobresalto?
«¿Hay gloria o puede habella que se iguale
Con esta que resulta de tu vista?
¿Hay pecho tan de nieve que resista
Al fuego y resplandor que della sale?
¿Qué vale cetro y mando, ni qué vale
Del universo mundo la conquista,
Respeto[31] de lo que es haberla hecho
Al muro inexpugnable de tu pecho?
«¡Dichosos los peligros desiguales
En que por ti me puse, amores míos!
¡Dichosos tus desdenes y desvíos,
Dichosos todos estos y otros males!
Pues ya se han reducido a bienes tales,
Que entre estos altos álamos sombríos,
Tu libre cuello rindas a mis brazos
Ya tan estrechos vínculos y abrazos».—
«¡Ay!, Fresia le responde, dueño amado,
Y como no es de amor perfeto[32] y puro
Hallarse en el contento tan seguro,
Sin pena, sin temor y sin cuidado;
Pues nunca tras el dulce y tierno estado
Se deja de seguir el agro y duro,
Ni viene el bien, si vez alguna vino,
Sin que le ataje el mal en el camino.
«De mí te sé decir, mi caro esposo,
(No sé si es condición de las mujeres),
Que en medio destos gustos y placeres
Se siente acá mi pecho sospechoso;
Mas, siempre del amor huye el reposo,
O al menos está preso de alfileres,
Que en la labor de un pecho enamorado

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Siempre es el sobrestante su cuidado».
Caupolicán replica: «¿Quién es parte,
Por más que se nos muestre el hado esquivo,
Para que desta gloria que recibo
Y deste bien tan próspero me aparte?
No hay para qué, señora, recelarte,
Que en esto habrá mudanza mientras vivo[33],
Y pues que estoy seguro yo de muerte,
Estarlo puedes tú de mala suerte.
«Sacude, pues, del pecho esos temores,
Que sin razón ahora te saltean[34],
Y no te dé ninguno de que sean
Menos de lo que son nuestros amores».
Con ésto se levantan de las flores
Y alegres por el prado se pasean,
Aunque ella, no del todo enajenado
Su cuidadoso pecho de cuidado.
Descienden al estanque juntamente,
Que los está llamando su frescura,
Y Apolo, que también los apresura,
Por se mostrar entonces más ardiente;
El hijo de Leocán gallardamente
Descubre la corpórea compostura,
Espalda y pechos anchos, muslo grueso,
Proporcionada carne y fuerte hueso.
Desnudo al agua súbito se arroja,
La cual con alboroto encanecido,
Al recebirle forma aquel ruido
Que el árbol sacudiéndole la hoja;
El cuerpo en un instante se remoja,
Y esgrime el brazo y músculo fornido,
Supliendo con el arte y su destreza
El peso que le dio naturaleza.
Su regalada Fresia, que lo atiende[35],
Y sola no se puede sufrir tanto,
Con ademán airoso lanza el manto
Y la delgada túnica desprende;

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Las mismas aguas frígidas enciende,
Al ofuscado bosque pone espanto,
Y Febo de propósito se para
Para gozar mejor su vista rara.
Abrásase, mirándola dudoso,
Si fuese Dafne en lauro convertida,
De nuevo al ser humano reducida,
Según se siente della cudicioso;
Descúbrese un alegre objeto hermoso,
Bastante causador de muerte y vida,
Que el monte y valle, viéndolo se ufana,
Creyendo que despunta la mañana.
Es el cabello liso y ondeado,
Su frente, cuello y mano son de nieve,
Su boca de rubí, graciosa y breve,
La vista garza, el pecho relevado;
De torno el brazo, el vientre jaspeado,
Coluna[36] a quien el Paro parias debe,
Su tierno y albo pie por la verdura
Al blanco cisne vence en la blancura.
Al agua sin parar saltó ligera,
Huyendo de miralla, con aviso
De no morir la muerte que Narciso,
Si dentro la figura propia viera;
Mostrósele la fuente placentera,
Poniéndose en el temple que ella quiso,
Y aun dicen que de gozo al recebilla
Se adelantó del término y orilla.
Va zabullendo el cuerpo sumergido,
Que ¡nuestra por debajo el agua pura
Del candido alabastro la blancura,
Si tiene sobre sí cristal bruñido;
Hasta que da en los pies de su querido,
Adonde con el agua a la cintura,
Se enhiesta sacudiéndose el cabello
Y echándole los brazos por el cuello.
Los pechos, antes bellos que velludos,

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Ya que se les prohibe el penetrarse,
Procuran lo que pueden estrecharse
Con reciprocación de ciegos ñudos;
No están allá los Géminis desnudos
Con tan fogosas ansias de juntarse,
Ni Sálmacis con Troco el zahareño,
A quien por verse dueña[37] amó por dueño.
Alguna vez el ñudo[38] se desata,
Y ella se finge esquiva y se escabulle,
Mas, el galán, siguiéndola, zabulle,
Y por el pie nevado la arrebata;
El agua salta arriba vuelta en plata,
Y abajo la menuda arena bulle;
La tórtola envidiosa que los mira,
Más triste por su pájaro suspira.
Estando en esto el uno y otro amante
Linfáticos[39], haciendo ya del agua
A costa del amor chisposa fragua,
Que a tanto[40] suele ser amor bastante;
Se les presenta súbito delante,
Con que el presente gusto se les agua,
La disfrazada furia de Megera,
Hablando al General desta manera:
«No es tiempo agora, príncipe araucano,
U e darte a pasatiempos y placeres,
Ni de rendirte al pie de las mujeres,
Pendiendo todo el reino de tu mano;
¿No ves el nuevo ejército cristiano,
Que, sin respeto alguno de quien eres,
Su huella imprime ya en la tierra tuya,
Con vana presunción de hacerla suya».
Quedó Caupolicán alborotado,
Oyendo novedad tan espantosa,
Y Fresia despulsada[41] y pavorosa,
Su blanco velo en pálido trocado;
El la miraba atónito y pasmado
Sin que decir pudiese alguna cosa,
Y ella entre sí, mirándole, decía:

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«¡Esto era lo que tanto yo temía».
La Furia, como tiempo ve oportuno,
De las que a mano están sobre la frente,
Dos víboras arranca prestamente,
Llenas de más que tósigo importuno,
Y escóndeles la suya a cada uno,
Que sin acuerdo están del acídente[42],
Allá en lo más intrínsico del seno,
Do siembren su mortífero veneno.
Deslízanse revueltas por los pechos,
Do la ponzoña pésima vomitan,
Y con aguda lengua solicitan
Mortales iras, rabias y despechos;
Con que en furor diabólico deshechos
Ya los infieles ánimos se irritan,
Ya rabian, ya se culpan, ya se afrentan,
Ya del veneno hinchándose, revientan.
Megera entonces, viéndolos dispuestos,
Prosigue: «Torna en ti, Caupolicano,
Que ser señor del mundo está en tu mano,
Si sabes acudir con pasos prestos;
Sabrás que cien cristianos descompuestos,
Que perdonó el furor del mar insano,
Han levantado en Penco un flaco muro,
Donde los tiene un joven mal seguro.
«Partióse del Pirú[43] con vano intento
De ser la confusión de tu reinado,
Y con desprecio loco del Estado
Ha fabricado a vista del su asiento;
Importa que, dejando atrás el viento,
Vayas a que te pague de contado
Su temerario y frivolo designo[44],
Ya de tu indignación y enojo digno.
«Pero conviene hacerse de manera
Que no le dé lugar la priesa tuya
Para que al espumoso mar se huya,
Haciendo de sus ondas talanquera[45];

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Mas antes que el ejército que espera
Tu gente desanime con la suya,
Abrevies tanto el tiempo de asaltalle,
Que aun para arrepentirse no le halle.
«Pues goza de tan buena coyuntura,
Que no la habrá mejor, según barrunto,
Y vuela con tu fuerza y poder junto
A do te está llamando la ventura;
Mira que la vitoria[46] está segura
Con sólo que perder no quieras punto,
Y que una dilación pequeña puede
Negarte lo que el cielo te concede.
«¡Cómo! ¿Que tu soberbia frente altiva
Podrá sufrir agora ver delante
Que con desprecio della la levante
Uno que en verdes años sólo estriba,
Y que con poca gente, apenas viva
Ose salir a puesto semejante,
A tiro de ponerse en tierra firme
Contigo rostro a rostro y firme a firme?
«¿De qué te sirve, ¡oh! gran Caupolicano,
Lo mucho que en tu gloria tienes hecho,
Si agora que subida está en el techo
Sufres que den con ella por lo llano,
Y que a pesar del crédito araucano
Un mozo advenedizo tenga pecho
Para que sólo en fe del tierno suyo
Se ponga al duro encuentro dése tuyo?
«Cuando otra cosa nunca hacer pudiese
Que haberse en el lugar que digo puesto,
Aunque después medroso en curso presto
Al mar por donde vino se volviese;
Le fuera de grandísimo interese,
Y a ti tan mal contado y mal honesto,
Que escurecieras bien con este solo
Tus hechos claros más que el mismo Apolo.
«En nombre de Pillán, te hago cierto[47]

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Que si padeces punto de tardanza,
Verás resuelta en humo tu esperanza
Y contra ti la suerte al descubierto;
Pues la cerviz enhiesta y cuello yerto,
Jamás a ley sujeta ni[48] ordenanza,
Verás al yugo dellás sometida,
Si a bien librar quedares con la vida.
«Por cuanto quieres verte deste modo,
Estando el remediallo a tu albedrío,
Sin hijos, sin mujer, sin señorío,
Sin dulce libertad, que es sobre todo;
Pues no te quieras ¡ay! poner de lodo,
Por dar al blando amor lugar vacío,
Ni de famoso rey, potente y bravo,
Venir a ser infame y triste esclavo.
«Mira, Caupolicán, que eres la base
Donde tan grande máquina se apoya;
No quieras que se pierda como Troya,
Por consentir que amor te desencase;
Traba de la ocasión antes que pase,
Porque si aquí te estás como la boya
En amorosas aguas sobreaguado[49],
Serás en las de Lete sepultado».
Con esto remató la Furia horrible
Su caviloso encanto persuasivo,
Dejando al pecho bárbaro y altivo
Nadando en puro fuego inextinguible;
Y haciéndose a sus ojos invisible,
Vuelve al Estado el paso fugitivo,
Adonde su furor, veneno y llama
Por las médulas íntimas derrama.
Ya con ardiente soplo turbulento,
Ya con sangrientas áspides[50] mortales,
Ya con la lengua y ojos infernales
Va corrompiendo en torno aquel asiento;
Hasta que casi calva y sin aliento,
Así de haber lanzado soplos tales,
Como de echar culebras de la frente,

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Se vuelve adonde está la triste gente.
Y en un volcán de fiera boca escura,
Por donde escupe horror la negra estatiza,
Dejado lo fantástico, se lanza,
Llevándose tras sí la puerta dura;
En tanto que del agua clara y pura
Caupolicán saltando se abalanza
A se vestir frenético el vestido,
Ya de furioso espíritu embestido.
De allí se parte luego acelerado,
Siguiéndole su Fresia presurosa,
Colérica, linfática, furiosa,
Con pecho de temor enajenado;
Y marchan hasta cuando el sol dorado,
Huyendo de la noche tenebrosa,
Que a más andar siguiéndole venía,
Al mar, como a sagrado, se acogía.
Llegado el Indio al rancho, aplica el cuerno
Al túmido carrillo y recia boca,
De do la voz horrísona revoca
Allá en lo más oculto del infierno;
Suena de mano en mano en su gobierno,
Y en breve casi todo se convoca,
Porque iban como en vuelo arrebatados,
De aquel furor diabólico llevados.
El hecho llanamente les declara,
Sin pompa ni artificio de razones,
Porque para mover sus corazones
Resobra que le miren a la cara,
Y ordénales que cuando el alba clara
Abriese los escuros pabellones,
Dejando cama y lado de su esposo,
Se embista el fuerte, lleno de reposo.
Pues cuando con sonido carrasqueño[51],
Que al órgano del oido destemplaba,
El importuno grillo aviso daba
De ser llegada y a la vez del sueño,

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Enderezando a Talca[52], sitio isleño,
Que a vista del vecino muro estaba,
Caminan veinte mil a sordo paso
Por entre muda noche y campo raso.
Venidos brevemente a Talcaguano
Cubiertos del capote y velo escuro,
Marcharon sin parar al nuevo muro
Orillas del ondoso mar insano;
Mas, con silencio tal, que el aire vano
Se estaba tan sutil, tan raro y puro,
Como si por allí nadie pasara
Que con aliento y voces lo espesara.
Debajo una barranca, al pie del monte,
Que en su cabeza tiene la albarrada,
Espera el fiero bárbaro en celada
A que el noturno tiempo se remonte,
Para que en argentando al horizonte
La matutina luz del alborada,
Que es cuando el sueño ocupa lo más alto,
Se dé con furia súbita el asalto.
Ya pues que el negro manto adelgazaba,
Abriéndose por todos sus dobleces,
Y limpio de neblina y otras heces
Aljofarado el valle se mostraba;
Rompiendo aquel silencio en grita brava,
Y con los alaridos que otras veces,
Asaltan el palenque y baluarte,
Ciñéndole por una y otra parte.
En tres formados gruesos escuadrones
Presenta el enemigo la batalla,
De cruda piel cubierto y fina malla,
Y tremolando enseñas y pendones;
Ya los de más fogosos corazones
Se van adelantando a la muralla
Con mil cabezas, colas y pellejos.
De tigre, de león, de zorros viejos.
Asómase a mirar su fiera traza

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Aquella clara sangre de Mendoza,
Que dentro de las venas le retoza
Por experimentar la dura maza,
Y no se turba punto ni embaraza,
Mas todo lo posible se alboroza
De ver que ya lugar se le concede
Para mostrar, en parte, lo que puede.
Previene con fervor, industria y maña
Aquello que no estarlo parecía,
Y en frente por la parte que venía
Arauco denodado contra España,
Seis piezas, como dije, de campaña
El adivino joven puesto había,
Que fueron casi todo el instrumento
Para que se cantase el vencimiento.
Quisiera bien saltar la palizada
Ya recebir al bárbaro saliera,
Si ser temeridad no conociera
Y cosa en generales reprobada;
Ya sube a toda priesa la emboscada
Con astas erizando la ladera,
Pero, con todo, el Hércules gallardo
Se mata porque viene a paso tardo.
No suele estar jamás lebrel de Irlanda
Si al jabalí cerdoso ve mostrarse,
Con tanta voluntad de abalanzarse
Tirando del collar y quien le manda,
Como de ver subir la espesa banda
Revienta el General por señalarse;
Mas la razón, que sola es quien le humilla,
Sabe tenelle corta la trailla.
Y como la visera no ha calado
Para que así mejor advierta y note
Cual viene por su mal y por su azote
El enemigo ejército formado;
Está como el azor empihuelado[53]
Antes de haberle puesto el capirote[54],
Que si pasar un ave se le antoja

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Mil veces de la alcándara se arroja.
Estando, pues, intrépido mirando
Al indio bravo el joven orgulloso,
No sé qué brazo idólatra nervoso
Desembrazó con ímpetu nefando
Una redonda piedra, que zumbando
Con más furor que el rayo impetüoso,
Su curso fugacísimo endereza
A la cabeza fuerte del cabeza.
Allí quebró la furia desmedida,
Y tanto, que con dar en la celada,
Por especial milagro la pedrada
Dejó de dar al blanco de la vida;
Pues con la frente el joven aturdida
Miró de abajo el muro y albarrada,
Mas no tocó la tierra, cuando luego
Se enderezó brotando vivo fuego.
No dudo que Megera de su mano
Hiciese el riguroso tiro fuerte,
Sabiendo que si al joven daba muerte,
Estaba lo demás rendido y llano;
Mas, el Eterno Padre soberano,
Que permitió acertalle desta suerte,
Por ser tan lleno el blanco y espacioso,
Previno, como Dios, lo más dañoso.
Después que firme el pie en la tierra pone
Y la esperanza y ojos en el cielo,
El cesarino espíritu novelo[55]
Su gente anima, exhorta y la compone;
No hay prevención ni ardid a que perdone,
Porque los halla escritos en el suelo
Su claro entendimiento y perspicacia,
Herido con los rayos de la gracia.
Ya la trabada cerca, y terrapleno,
Que al morro exento sirve de corona,
De espesa gente en orden se corona
Con hierro en mano y ánimo en el seno;

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Ya no hay lugar allí que no esté lleno
De quien por él arriesgue la persona;
Ya todos dan la suerte por echada,
Aunque la vida va de esta parada.
Ya con soberbios altos alaridos,
Estrépito confuso y ruido espeso
El pérfido escuadrón cerrado y grueso
Asalta los bastiones guarnecidos;
Los nuestros, al asalto apercebidos[56],
Con orden y valor en contrapeso
Del excesivo número contrario,
Resisten al encuentro temerario.
Los orgullosos bárbaros de fama,
Con los que la procuran, más se allegan,
Y al enemigo hierro así se entregan
Como pudieran toros de Jarama[57];
Unos echando tierra y otros rama
Para pasar el ancho foso ciegan,
Otros no esperan esto mal sufridos,
Salvándolo con saltos desmedidos.
Cuáles, para mejor poder hacello,
Se valen de las picas prolongadas;
Cuáles de correndillas atrasadas;
Cuáles del aire sólo del cabello;
Y cuáles, sin aquesto y sin aquello,
Apenas dan algunas braceadas,
Cuando de pies están en la otra parte
Y luego sobre el fuerte y baluarte.
Fué déstos el primero Gracolano,
Mozo gallardo, fuerte y atrevido,
Y fuélo por habello prometido
Al sumo general Caupolicano
De que ganando a todos por la mano[58],
En fe de su renombre esclarecido,
Al muro crespo de armas entraría,
Abriendo por entre ellas ancha vía.
En cumplimiento, pues, de su promesa,

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El animoso joven se adelanta,
Do sobre el foso puesta la una planta,
Con la otra por el aire lo atraviesa;
Y luego al agro muro y gente espesa,
Sin espantalle el ver que es tal y tanta,
Trepa furioso el bárbaro derecho,
Mostrando a duras armas duro pecho.
Al fin rompió con él por todas ellas,
Subiendo, aunque de sangre y golpes lleno,
Sus prestos pies al ancho terrapleno,
Y su valor y nombre a las estrellas;
Do haciendo ver a muchos muchas dellas[59],
A costa de los nuestros hizo bueno[60]
Su dicho tan infiel como arrogante,
Llevándolo con hechos adelante.
Tras él se arroja el bravo Tucapelo,
Siguiéndole Talguén su amigo grande,
Con Rengo, Leucotón y Lepomande
Y Engol[61], a quien sirvió mi patrio suelo;
Los cuales todos siete dando un vuelo,
Que no hay quien se lo impida ni demande,
Pasan de claro en claro el foso escuro,
Viniendo a dar de manos en el muro.
Quedó temblando en torno la barrera
Del poderoso golpe y duro encuentro,
Haciendo conocer a los de dentro
El ánimo y vigor de los de afuera;
Que luego, sin escala ni escalera,
Suben arriba en busca de su centro,
Sin ser a defendérselo bastante
Ver contra sí mil puntas de diamante:
Que de temor los bárbaros desnudos,
Como los que a vencer estaban hechos,
Mil armas desbaratan con los pechos,
Que son allí sus cóncavos escudos;
No bastan a tenellos golpes crudos,
Ni el granizar de rayos contrahechos,
Que por broncinas[62] bocas escupidos

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Retiñen[63] sordamente en sus oídos.
Del muro los impelen y rebaten
Con duras picas y ásperas espadas,
Unas a botes y otras a estocadas,
A cuyo ronco son los montes laten;
Mas, ellos, como rocas a quien baten
Las ondas por el cierzo reforzadas,
No sólo tienen fuerte en esta guerra,
Mas por el aire van ganando tierra.
El uno gateando por su lanza,
El otro a la contraria bien asido,
Arriban al palenque defendido
Y al peligroso fin de su esperanza;
Quién, luego su membrudo cuerpo lanza
Por el lugar de gente más tupido,
Y quién, sobre el bastón ñudoso y grueso
Sustenta de la guerra todo el peso.
Mas ¿quién podrá pintar a Tucapelo
De pies sobre la cerca y palizada,
En medio de la gente amontonada,
Soberbio despreciando tierra y cielo,
Armado un peto doble de su abuelo,
Y una marina concha por celada,
Con que la maza en mano se rodea,
Y haciendo campo el bárbaro campea?
A cuál de un golpe solo el cuerpo muele
A cuál con otro deja sin sentido,
A cuál, del muro abajo sacudido,
Hace que a su pesar sin alas vuele;
Nada le queda allí que no lo asuele
Su brazo de infernal furor movido,
Por donde hacia la parte que lo cala
Retira, lleva, arrolla y acorrala.
No lleva con paciencia don Felipe,
¡Oh justa indignación de sangre noble!
Que tanto golpe el pérfido redoble
Sin que él también alguno participe,

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Y no queriendo que otro se anticipe,
Se va para él tan fuerte como un roble,
Firme la espada rígida en la diestra
Y el acerado escudo en la siniestra.
El indio con la dura maza en alto
Y atrás el pie derecho le recibe;
Aguarda el español que la derribe,
Para, salvando el cuerpo, entrar de un salto;
Mas, de destreza el bárbaro no falto,
Al enemigo intento se apercibe,
Tirando el primer golpe blandamente
A fin de segundalle fácilmente.
Aciértale; mas, ved si fué tan blando,
Pues dándole en el canto del escudo
Y haciendo el caballero lo que pudo,
Se le llevó dos pasos trompicando;
Tras él entró la maza levantando
Para el segundo golpe, y fué tan crudo,
Que si lugar el nuestro no le hiciera,
Muerto a sus pies el indio se le diera.
Quedó entre dos horcones encajado
En la albarrada el leño, con tal fuerza,
Que aunque a librallo el dueño del se esfuerza,
Tiene primero tiempo el bautizado
De dalle, habiendo ya con él entrado,
Sin que el agudo filo se le tuerza,
Por el siniestro brazo una estocada,
Que le pasó con más de media espada.
Hallóse con el bárbaro tan cerca,
Que le hubo de ceñir sus fuertes brazos,
Creyendo hacelle entre ellos mil pedazos,
Doblando su cerviz tan dura y terca;
Mas, vuelcan ambos juntos por la cerca,
Envueltos en durísimos abrazos,
Que entrambos en la lucha son maestros,
Tan fuertes igualmente como diestros.
Apriétanse los huesos y costillas
A fuerza de los vínculos estrechos,

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Y con los pies izquierdos y derechos
Se valen de traspiés y zancadillas;
Ya tiemblan de cansadas las rodillas,
Ya dan ronquidos íntimos los pechos,
Ya laten los ijares, ya garlean[64],
Y los ardientes pulsos menudean.
Revuélvense por una y otra parte,
Arando con sus pies la tierra dura,
Y válense tal vez de fuerza pura,
Tal vez de su destreza, maña y arte;
La firme trabazón del baluarte
Se siente a sus vaivenes mal segura,
Y toda en torno tanto se estremece,
Que por algunas partes desfallece.
No hay quien a despartillos parte sea,
El uno porque a tanto no se atreve,
Y el otro porque haciendo lo que debe,
Acude en su lugar a la pelea;
Demás de que por toda la trinchea[65]
Tan a menudo flecha y bala llueve
Por nubes de materia salitrada,
Que, fuera desto, apenas se ve nada.
Por donde, sin saber de qué manera,
Andando cuál encima y cuál debajo,
El bárbaro de un salto vino abajo,
Dejando al español y a la barrera;
Y no cayó a la parte de hacia fuera,
Para que se librara del trabajo,
Sino en la plaza, en medio de enemigos,
Que de su gran valor fuesen testigos.
Arrójase tras él de la muralla
El presto don Felipe de Hurtado,
Ganoso de acabar lo comenzado
Y de ganar al indio la batalla;
Mas él, que en tales términos se halla,
Bramando más que el toro agarrochado,
Espumajoso y fiero en el semblante,
Embiste cuanta gente ve delante.

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Quita por fuerza a un indio la macana
Ya la primera vez que la voltea,
Hace subir más gente a la trinchea
De la que se le queda en tierra llana;
En esto la batida barbacana,
Vuelta de cana en roja, bermejea,
Ya más andar por una y otra parte
Aviva la batalla el fiero Marte.
Ya llueve el indio flechas en la plaza;
Graniza sobre el fuerte piedra dura;
Ya dellas la formada nube escura
Al claro cielo encubre y embaraza;
Ya el dardo arrojadizo desembraza,
Rompiendo la región sutil y pura;
Ya calla el mar furioso y bravas ondas
Al estallido espeso de las hondas.
Ya el español, a fuerza de tronidos,
Hace temblar el monte y la trinchea;
Ya el seco polvorín relampaguea,
Ya se disparan rayos encendidos,
Ya el cielo y aire están escurecidos,
Ya no hay debajo dellos qué se vea,
Si no se ve, que es vista dura y fuerte,
La temerosa imagen de la muerte.
Cual suele cuando el crudo invierno acaba
Venir la tempestad impetuosa,
Envuelta en gruesa lluvia pedregosa,
Con desigual horror y furia brava;
La cual al cielo, que antes raso estaba,
Viste de negra nube procelosa,
Que despidiendo lanzas a la tierra,
Maltrata el prado, monte, valle y sierra;
Cuando se ven el mar, el aire, el cielo,
Armados del rigor que están lanzando,
Y la rasgada nube retronando
Escupe fuego vivo contra el suelo;
El pájaro en su nido eriza el pelo,
Y todo se acorruca[66] tiritando;

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Debajo de sus madres los cabritos
Están temblando mudos y marchitos;
O como suelen dos discordes vientos,
Iguales en las fuerzas, encontrarse
Y en una opaca selva contrastarse
Con encontrados soplos turbulentos,
Haciendo que a sus ímpetus violentos,
Unos con otros vengan a trabarse
Los árboles del bosque entretejido,
Formando fragosísimo rüido;
Así las huestes bárbara y cristiana,
Dado que desiguales tanto sean,
Es tanta la igualdad con que pelean,
Que aun no se pierde tanto ni se gana;
Aunque con mano todos inhumana,
Así los duros golpes menudean,
Que van atropellando los postreros,
Por priesa que se dan, a los primeros.
En medio del estruendo y batería[67],
Enhiesto sobre el muro entre su gente,
Parece aquel magnánimo y valiente,
Aquel insigne joven don García,
Cual suele parecer al medio día
A vueltas de agua un sol resplandeciente, •
O como cuando el cielo está nublado,
Se ve por él un arco atravesado.
Su cuerpo bel[68] armaba por de fuera
Un blanco y limpio arnés de temple fino,
Y por de dentro al alma un diamantino,
Que al ímpetu de un monte resistiera;
Brotaba por su rostro y la cimera
Más luz que el sol en medio su camino,
Bastante a que mirándole de frente
Se deslumhrase el bárbaro insolente.
El vello de oro puro le apuntaba
Con suma perfeción[69] y gracia puesto,
Y el aguileño, rojo y blanco gesto,

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Envuelto en fina púrpura mostraba;
Ninguno de los suyos le miraba,
Por mínimo que fuera, que con esto
No concibiese un ánimo terrible,
Para poner el pecho a lo imposible.
Al fuerte corazón el fuerte escudo,
Como a seguro arrimo está arrimado,
Ya la derecha mano encomendado
El blanco, ya bermejo, filo agudo,
Que por su cuerpo el bárbaro desnudo
A su pesar mil veces paso ha dado,
Haciendo de la clara sangre nueva,
A costa de la suya, clara[70] prueba.
Solícito por todas partes anda,
En todo se interpone, a todo atiende,
Y aunque en furor colérico se enciende,
Con gran reportación ordena y manda;
A quien la mano muestra floja y blanda,
Con apretar la suya reprehende[71],
Y en el que con mayor esfuerzo lidia
Engendra generosa y justa envidia.
Con soberano estilo y modo grave
Anima a su escuadrón en tal estrecho[72],
Y sobre el alto dicho pone el hecho,
Cosa que en un sujeto apenas cabe;
Y menos cabe en mí que los alabe,
Faltándome la voz, el canto, el pecho,
Si no me presta el cielo para tanto
Voz nueva, pecho nuevo y nuevo canto.

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CANTO SEXTO
Prosiguese el asalto, donde en particular se cuentan hechos grandiosos, así de los españoles como de los
araucanos, y el mucho esfuerzo que unos y otros mostraron este día; hasta que por la mucha industria,
orden y valor del General, los indios se retiran, quedando los nuestros victoriosos. Refiérese la
refriega que una manga de los enemigos tuvo con la gente de la mar, que había quedado en los navios
y venía a socorrer el fuerte. Sale Tucapel de la batalla mal herido, y echándole menos su mujer
Gualeva, sabida la rota[1] de los suyos, hace un lastimoso y grande sentimiento.

Dios en dar de pecho tan hidalgo


S
Y tiene como tal tan rico modo,
Que, dado que a ninguno lo dé todo,
Al fin a nadie deja de dar algo;
Si yo para las letras nada valgo,
Veráse que a las armas me acomodo,
Y si otro no es valiente ni jurista,
Es músico, galán o romancista[2].
Mas, aunque más y menos, conocemos
Que tocios tengan parte en estos dones,
Quién obras participe con razones,
Dificultosamente lo sabemos;
Muchos valientes Héctores veremos,
Y muchos elocuentes Cicerones,

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Mas, pocos que con ánimo valiente
Imiten al retórico elocuente.
El otro que en el aire el pelo corta,
No sabe del escudo ni la adarga,
Y el otro que es maestro desta carga,
Al tiempo del hablar se turba y corta;
¡Oh cuántos hombres hay de mano corta,
Que tienen juntamente lengua larga,
Y cuan poquitos griegos hacen tercio[3]
Entre los dos el Ayaxy el Laercio!
No digo yo que es malo sólo el dicho,
Pues del podrá salir algún provecho,
Mas, digo que entre el dicho y entre el hecho
Se pone muchas veces entredicho;
Y aunque el predicador tan bien ha dicho,
Que al auditorio deja satisfecho,
Si bien como lo dice no lo hace,
Ni a Dios, ni a sí, ni al mundo satisface.
Mas, quien de sí da claro testimonio,
Que en hecho como en dicho resplandece,
Es nuestro General, y así merece
Tener por nombre Ulises Telamonio;
Pues siendo en sus palabras un Favonio,
En obras más que Bóreas se embravece,
Según veréis agora por mi canto,
Si a dicha, voz mortal pudiere tanto.
Con su luciente espada en sangre roja
Está sirviendo al muro de muralla,
Ya donde ve más viva la batalla,
Con más denuedo y ánimo se arroja,
Haciendo por do va que se recoja
El mísero que cerca del se halla,
Pena de que, esperando el golpe esquivo,
Podrá desesperar de verse vivo.
De una estocada a Pínguedo[4] barrena,
Y de otra punta al diestro Longo[5] ensarta;
Al alma de Copil[6] del cuerpo aparta,

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A Crin[7] de tajo un músculo cercena;
De bárbaros la cava tiene llena,
Aunque su hambrienta cólera no harta,
Que como crece dellos el enjambre,
Crece también sin término su hambre.
Lugar le hacen ya los más altivos,
Porque ninguno al fin de grado muere,
Y así para pasar adonde quiere,
Le estorban más los muertos que los vivos;
En el que ve más puesto en los estribos
Y que a esperar su encuentro se profiere[8],
En ese carga más la dura mano,
Haciéndole allanar de llano en llano.
Mas, no por ser el daño semejante,
Desmayan los enormes araucanos,
Antes revuelven más las duras manos
Y arrojan los curtidos pies delante;
El español denuedo no es bastante
A reprimir sus ímpetus insanos,
Dado que su poder ha puesto junto
Ya la fogosa cólera en su punto.
Ya cuerpo a cuerpo en medio de la plaza
Con el cristiano el bárbaro pelea,
Do, si la pica larga aquél florea,
Este revuelve bien la dura maza;
Para lo cual ya poco le embaraza
La cava honda, y menos la trinchea,
Porque ésta, rota en partes, va saltando,
Y aquélla de cadáveres cegando.
Los nuestros, viendo que es la propia vida
El premio y galardón de la vitoria,
Hacen eterna al mundo su memoria[9],
A costa del idólatra homicida;
Y así le dan la pena merecida,
Mas, 110 porque ellos queden con la gloria,
Que para nadie es tiempo de can talla
Hasta que llegue el fin de la batalla.

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Arauco lo procura por su parte,
Y España de la suya lo pretende,
Por do Fortuna varia se suspende,
Y en medio está neutral el fiero Marte;
Bien que mayor el daño se reparte
Por quien tan caro él caro suelo vende,
Pero supliendo el número crecido,
Su juego por igual está partido.
El capitán de Viezma[10] y el de Aguayo[11],
Gabriel Gutiérrez[12], Avalos[13] y Lira[14],
Martín de Santander[15], Martín de Elvira[16],
Don Pablo de Espinosa[17], Vaca[18] y Payo[19]
Hacen de parte suya lo que el rayo,
Cuando furioso Júpiter lo tira,
Cargando a los contrarios de manera,
Que juntos en montón los echan fuera.
Manrique[20], don Simón[21] y Santillana[22],
Verdugo[23], Luis Cherinos[24] y Murgía[25],
Juan de Villegas[26], Barrios[27] y Mejía[28]
Tienen de muertos ya la fosa llana;
Pues Lagos[29] de la sangre no cristiana,
Calientes y espumosos los hacía,
Y Bravo[30], respondiendo al apellido,
Defiende bravamente su partido.
Envueltos de coraje en blanca espuma
Están los dos Guzmanes[31] y Ahumada[32],
Y don Alonso[33] haciendo por la espada
Aun más de lo que dijo con la pluma;
Osorio[34] y Pacho[35] han muerto grande suma,
Riva Martín[36] y Pérez de la Entrada[37]
Tan bien al enemigo la defienden,
Que a precio de la vida se la venden.
Estaba déstos, parte en la muralla
Al ímpetu pagano resistiendo,
Y parte por la plaza combatiendo
En más reñida y áspera batalla;
Por donde, más de sangre que de malla

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Cubierto Tucapel, iba rompiendo
En los de su escuadrón, más señalado
Que entre[38] novillos toro madrigado.
Triste del español a quien su maza
En descubierto diere algún alcance,
Que sin remedio es mate[39] al otro lance
En el tablero angosto de la plaza;
No vale arnés tranzado[40] ni coraza
Para dejar de verse en este trance
El que con temerario desatino
Presume de atajalle su camino.
Trompica a Diego de Avalos ya Sierra[41],
A Zúñiga[42] y Teruel[43] saca de seso,
Muele a Molina[44] cuero, carne y hueso,
Haciéndole medir la dura tierra;
La llama que en su ardiente pecho encierra
Despide por los ojos humo espeso,
Con que en furor, en saña, en ira crece,
Y un infernal espíritu parece.
En esto don Felipe[45], que en su busca
Del muro y terraplén saltado había,
Abriendo por la turba le seguía,
Y por la polvorosa nube fusca;
Cual entre gente rútula[46] y etrusca
El valeroso Dárdano venía.
Siguiendo tras Mecencio el arrogante
Para vengar la muerte de Palante.
Mas, hubo de estorballe en su jornada
Ver en sangrienta lid al caro hermano
Con Rengo, Leucotón y Gracolano[47],
Haciéndoles probar su dura espada,
Que con la sangre dellos barnizada
Estaba de la punta hasta la mano,
Y el dueño con la déstos y aun de todos
Desde la propria[48] mano hasta los codos.
Al mozo Gracolán de un tajo había
Llevádole del asta un gran pedazo,

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Y al diestro Leucotón herido un brazo,
Que embarazoso y tardo le traía;
Mas, al potente Rengo no podía
Hacer algún estorbo ni embarazo,
Por ser sobremanera el indio suelto,
Desempachado, libre y desenvuelto.
Así se irrita desto don Hurtado,
Que sólo a Rengo busca, a Rengo quiere,
Hasta que de una punta al fin le hiere,
Saliéndole al encuentro por un lado;
El bárbaro, sintiéndose llagado,
(¿Qué pecho habrá de bronce que lo espere?)
Levanta el fuerte brazo y el madero
Tirándole un rabioso golpe fiero.
El diestro General, que ya no pudo
Hurtar el cuerpo del como querría,
Bajóse cuando el leño descendía,
Alzando en ambas manos el escudo;
Mas, no detuvo el paso al fresno rudo,
Aunque templó la fuerza que traía,
Porque con él y todo vino al yelmo,
Adonde apareció más de un Santelmo[49].
Quedó el valiente joven atronado,
Mas, sin hacer desdén, a poca pieza[50],
Brotando llamas de ira se endereza
El poderoso brazo levantado;
Bien quiere el indio presto dalle lado,
Temiendo no le parta la cabeza,
Mas, aunque se retira, no es de modo
Que salve desta vez el cuerpo todo.
Alcánzale de un lado en tal manera
Con la inclemente espada, recia y dura,
Que desde el hombro diestro a la cintura,
A no torcer el puño, le hendiera[51];
Que no iba para menos, aunque diera,
No digo yo en la débil armadura,
Sino sobre una yunque[52] o peña viva,
La rigurosa mano vengativa.

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Mas no dejó de ser el golpe tanto
Que al bárbaro, más fuerte que una roca,
No le pusiese en tierra pecho y boca,
Y allá en el corazón un grande espanto;
El mar del Sur, del Norte y de Lepanto,
El más pequeño pez y oculta foca
Sintieron claro el son del golpe avieso:
¿Qué sentirá quién sienta[53] encima el peso?
No pudo levantarse el indio fiero,
Ni desdoblar tan presto la rodilla,
Que recogiendo el brazo y la cuchilla,
No segundase el tiro el caballero,
Metiéndole una punta por el cuero,
Que le cosió en el suelo una costilla,
Clavando en él un palmo y más de espada
En la caliente sangre acicalada.
Agora Leucotón y Gracolano
Le embisten maldiciendo al hado fuerte
Y duro en permitir que desta suerte
Los trate un solo brazo, y ése humano;
Con tal despecho entrambos, a una mano,
Las alzan de manera, que la muerte
Se puso el viso alerta y en balance[54],
Pensando desta vez tener buen lance.
Mas, como Leucotón estaba herido,
Y Gracolán con sólo un trozo de asta,
El golpe de ambos juntos aun no basta
Para volalle el alma de su nido;
Pero bastó a sacalle de sentido
Con dar sobre el escudo y gruesa pasta,
Dejándosele roto y abollado,
Y al dueño a sombra del arrodillado.
Ya Rengo, sumergido en rabia nueva,
Del polvo, lleno del, se levantaba,
Y transformado en una tigre brava
Si ve robado el parto de la cueva;
Cuando a la par y aun antes que él se leva[55]

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El joven, que en un ancla sola estaba,
Las velas desplegando de su esfuerzo
Al Bóreas de su furia, Norte y Cierzo.
Aquí, señor, llegaba la porfía
De aquel que os dio por padre el cielo pío,
Cuando la vio su hermano y vuestro tío,
Que a Tucapel colérico seguía;
Pero torció de súbito la vía
Al talle que se tuerce el raudo río,
Que, por ajeno curso encaminado,
Se topa con su madre al otro lado.
Así, revuelve, yéndose derecho
Al arrogante mozo Gracolano,
Que alzaba a tal sazón la dura mano,
Y tírale una punta al duro pecho;
No fué el cerrado jaco[56] de provecho,
Que el filo abrió por el camino llano,
Y descubrió el tesoro de las venas,
De que sacó al salir las manos llenas.
Acude Leucotón en este punto,
Y viendo al compañero en tal trabajo,
A don Felipe tira un altibajo,
Poniendo en él su fuerza y poder junto:
Fué tal, que le dejó como difunto
Ya pique de ocupar el suelo bajo,
Por dalle en la cerviz de lleno en lleno[57],
Que no le pudo dar de bueno en bueno[58].
El Español, turbados los sentidos,
Quedó con ambas piernas vacilando
Y sangre mal cuajada reventando
A un tiempo por la boca y los oídos;
Su hermano, que a los otros dos erguidos
Estaba las cabezas inclinando,
Revuelve a Leucotón, que ya volvía
Sobre el que sin acuerdo le atendía[59];
Y al iracundo brazo dando vuelo,
Le dio tan estupenda cuchillada,

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Que le partió por medio la celada
Y dio con él rodando por el suelo;
Adonde, viendo estrellas en el cielo,
Creyó que el cerro, el muro, la estacada,
Con todo el escuadrón de romanía[60]
A sólo dar sobre él venido había.
Desta manera el joven satisfizo
El desmedido golpe del hermano,
Y le pagó el favor con larga mano,
Si alguno por la suya se le hizo;
Mas el bastón durísimo y rollizo
Alzaba Rengo ya para el cristiano,
Cuando vinieron Lagos[61], Hortigosa[62],
Domínguez[63], Arias Pardo[64] y Peñalosa[65].
Desotra parte Angol, Talgueno, Guado[66],
Con otro gran tropel llegaron luego,
Por donde el sanguinoso y duro juego
Forzosamente fué desbaratado;
Y don Felipe, habiendo en sí tornado,
Por todos ellos se entra con el fuego
Y licenciosa[67] llama de su enojo,
Cual ésta suele entrar por un rastrojo.
A cuál inhabilita en el sentido,
A cuál del alma priva y enajena,
Pagando muchos míseros la pena
De lo por uno solo cometido;
No menos va el hermano embravecido,
Dejando acá y allá la plaza llena
De la enemiga sangre que derrama,
Y de su voz la trompa de la fama.
Quedaba Gracolán con Arias Pardo,
Carranza[68] y otro en rígida batalla,
Ganando, aunque perdiendo sangre y malla,
Renombre de león y suelto pardo[69];
Pues con braveza de ánimo gallardo,
Aunque sin maza ni bastón se halla,
Con el pedazo de asta se defiende,

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Y aunque hayan de ofendelle, los ofende.
Mas, ya de tanto dar en las espadas,
En las cabezas, huesos y costillas,
Se le deshizo el trozo en mil astillas,
Que fueron por el aire derramadas;
Pero, con todo, a coces y puñadas
Andaba entre las ásperas cuchillas,
Sin desistir del vano presupuesto,
Con ser el daño del tan manifiesto;
Hasta que ya, sintiendo desangrarse,
Y visto, por lo mucho que perdía,
Lo mal que en este juego le decía,
Tuvo por bien el bárbaro de alzarse;
Mas, viendo mal camino de salvarse
Si por los enemigos no lo abría,
Salvando el ancho foso desde el muro,
Se aprovechó del medio más seguro.
Para lo cual, hallándole cercano,
De un salto con Martín de Elvira cierra,
A cuya lanza tanto el puño afierra,
Que se la arranca y lleva de la mano;
Y haciendo a fuerza della el paso llano,
Saltó para poner en medio tierra;
Mas la traidora Parca y su destino
Le dieron otro salto en el camino:
Porque antes de acabar el presto salto,
Su fin, que en una bala envuelto vino,
Atravesó las sienes del mezquino,
Cuando iba por el aire en lo más alto,
Cayendo ya de vida el cuerpo falto,
Como cayera un alto y grueso pino,
Sobre los otros cuerpos de la cava,
Y el alma donde el fuego la esperaba.
Quedó con Gracolán dentro del foso
La lanza por su lance bien ganada,
Un tercio della fuera y arrimada,
Como en señal del hecho vitorioso[70];

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La cual Pinol[71], un joven orgulloso,
Asió de sobre el muro, y alcanzada,
Quiso con tal honor saltar afuera,
Mas túvole también la muerte fiera.
Un rayo artificial, de plomo hecho,
Que despidió la pólvora tronando,
Le entró por las espaldas rechinando,
Y le sacó la vida por el pecho;
Otro cayó tras éste, que derecho
Hacia Peteguelén encaminando,
Le taladró de la una a la otra ijada,
Por donde entró la muerte acelerada.
Corrieron al despojo desta lanza,
Aunque tan cara ya costado había,
Itata, Curalemo y Levopía[72];
Mas nadie la alcanzó por su tardanza,
Que Guaticol más presto se abalanza,
Mancebo de grandísima osadía,
Y en el entrego[73] della no fué tardo,
Terciándola con término gallardo.
Arremetió con ella luego al muro,
Blandiéndola y jugándola, de talle
Que más de dos hubieron de enrubialle
A costa de su sangre el hierro duro;
Mas, si supiera el triste, a buen seguro,
Lo mucho que esta lanza ha de costalle,
Que nunca por habella se arriesgara,
Ni aun viéndola a sus pies la levantara.
Mas, quiso la fortuna que este engaño
Agora en Guaticolo fuese hecho,
Para que de su fuerte y alto pecho
Martín de Elvira diese el desengaño;
Que siempre de lo que es en unos daño,
Suele seguirse en otros el provecho:
Costumbre de este suelo y de sus heces,
Donde las cosas todas son a veces.
Pues viendo arriba el hecho don Hurtado,

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Volvió los graves ojos al de Elvira,
El cual quedó mirando quién le mira,
De vergonzosa púrpura bañado;
Y así, corrido, fiero y denodado,
Se sale del palenque, y luego tira
Derecho al escuadrón, sin lanza, y solo
En busca de la suya y Guaticolo;
Do por espesos bárbaros abriendo
Con más temeridad que valentía,
Las contrapuestas armas rebatía,
Siempre su pretendido fin siguiendo;
Hasta que en breve término viniendo
Donde la pica el bárbaro blandía,
Quiso cerrar con él trabando della,
Mas no le dieron tiempo de cogella.
Era robusto el indio y corpulento,
Como un jayán en fuerza y estatura,
Por donde con gentil desenvoltura
La pica floreaba[74] por el cuento[75];
Mas. para no alargarme en este cuento,
El español, por maña o por ventura,
O por valor a tanto suficiente,
Apechugó con él estrechamente;
Y luego sin que al indio le valiera
Tener, cual digo, fuerzas tan extrañas,
Ni ser probado y único en las mañas,
Le trabucó de golpe en la ladera,
Do echando una luciente daga fuera,
Se la envainó en las íntimas entrañas
Primera vez, segunda, cuarta, quinta,
Y siempre hasta la cruz en sangre tinta.
A la postrera, viendo al enemigo
Turbado ya el color, la faz difunta,
Sacó la roja daga, y en la punta
Colgando el alma ausente de su abrigo,
Y siendo todo el campo allí testigo,
Ganó su honor, su lanza y gloria junta,
Volviéndose, a pesar de todo el resto,

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A su lugar y gente, ufana desto.
En tanto que lo dicho acá pasaba,
La gente de las naves en oyendo
Aquel tumulto bárbaro y estruendo
Que bajo de las ondas rimbombaba[76],
Reconoció el asalto que se daba
A su Gobernador, y pretendiendo
Llevalle algún socorro en tanta guerra.
Cuan presto le es posible sale a tierra.
Cuál viene con el remo, y cuál no aguarda
Sino a partir la entena del trinquete,
Cuál con timón y cuál con guimbalete,
Cuál con gorguz[77] y cuál con alabarda;
Quién viste la tomada cota parda,
Quién la coraza y quién el coselete,
Poniéndose, aunque pocos, por la arena
En escuadrón formado y orden buena.
Apenas cada cual, como podía,
A la marina hubieron arribado[78],
Cuando una manga de indios por un lado
Los acomete en alta gritería;
Cuyo caudillo indómito venía
A todos los demás adelantado,
Con muestra desdeñosa y confiada
De atropellar el mundo por la espada.
Este era Fenistón[79], mozo valiente,
Criado en la marcial y dura escuela,
Muerto por verse dentro de la tela[80]
Con otro de no menos yerta frente;
Mas, viérase con él difícilmente
Si al peligroso encuentro, Valenzuela[81],
Señor de la destreza y de un navio,
No le saliera igual en gana y brío.
Trabóse entre él y el bárbaro membrudo
Una mortal, durísima batalla;
Mas, ni me dan espacio de contalla,
Ni cuento cada cosa por menudo;

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Sólo diré que el nuestro tanto pudo,
Que a vista del ejército y muralla,
Dio con el indio muerto en el arena,
Y luego a los demás la mano llena[82].
Los rudos marineros, como gente
Al ímprobo trabajo acostumbrada,
Con pecho argamasado y frente osada
Se contrapone a todo aquel torrente;
Aunque el soberbio bárbaro impaciente,
Que estima, por vencer, la vida en nada,
Les da por junto al agua tal encuentro,
Que alguna vez los lleva y mete dentro.
Adonde con las ondas a los pechos,
Que no hay en tal sazón tenellos fríos,
Sino de furias, cóleras y bríos,
Calientes, inflamados y deshechos,
A tanto punto suben sus despechos,
Que aspiran a tomarse los navios
Para con ellos irse viento en popa
A conquistar los fines de la Europa.
Con este fin los viérades que andaban
Cuál con macana, cuál con flecha y arco,
Muriendo por poder ganar un barco
Que algunos de los nuestros ocupaban;
Pero con tal esfuerzo lo guardaban,
Aunque de sangre estaba dentro un charco,
Que el que a llegar a bordo se atrevía,
Si no la mano, el ánima perdía.
Desta manera a vista de su muro
Se saben defender los de la arena,
Teniéndola de cuerpos casi llena,
Y aun de ánimas también el reino escuro;
Aunque por esto nadie está seguro,
Ni tinto solamente en sangre ajena,
A causa de tener en harta copia
Para poder teñirse de la propia.
También arriba estaba la refriega,

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Ya que según el bando rudo y fiero
No en el tesón y término primero,
Al menos bien furiosa, brava y ciega;
Talguén y Tucapelo no sosiega[83]
De dar en que entender al muro entero,
Ni Rengo, Lepomande, Angol y Guado[84]
Dejan de proseguir Jo comenzado.
Aunque Pineda[85], Barrios[86] y Lasarte[87],
Villegas[88] y Juan Alvarez de Luna[89]
Con estos seis encuentran su fortuna,
Probando lo que en ellos tiene Marte;
Y don Felipe, viendo desde aparte
La mano tan infiel como importuna
De Tucapel, que tanto codiciaba,
Cerró con él furioso como andaba.
Mas como del haber con tanta gente
Y tantas horas tanto combatido
Se viese desangrado y mal herido,
Andaba más rabioso que valiente;
Y aunque él de puro enojo no lo siente,
El áspero contrario lo ha sentido,
Por donde más los golpes apresura,
Y si decirse es lícito, le apura.
Velo Talguén su amigo, y aunque estaba
Con veinte y dos heridas penetrado,
Del aguijón de amor estimulado,
Se parte a donde nadie le[90] esperaba,
Llegando a coyuntura; que tiraba
El Español al Indio un golpe airado,
Conque a despecho suyo le hiciera
Que por mortal, muriendo, se tuviera.
Mas, al ejecutallo se atraviesa
Talgueno, rebatiendo la estocada,
Y dándole tal golpe en la celada,
Que, como el viento al ramo, le remesa[91];
Hizo el cristiano más de una represa,
Que fué, por verse en trance, tranceada[92];

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Mas luego la enmendó con otro doble,
Tirando al fiero bárbaro un mandoble.
Erróle; mas volvió con una punta,
Que del siniestro lado apoderada,
Falsando[93] el peto duro entró la espada,
Hasta que al espaldar salió la punta;
El Indio, que su muerte ya barrunta,
Propone de dejarla bien vengada;
Mas, ponésele Amor en este instante
Con su Quidora[94] bella por delante.
Cuya memoria tierna tanto pudo
Para movelle el pecho endurecido,
Que puesto su propósito en olvido,
Y el parecer primero enorme y rudo,
Antes que se rompiera el vital ñudo[95],
Y viendo su escuadrón casi rompido,
Tuvo por bien dejar el duro asalto
Saliéndose del muro en presto salto.
Y cuando el ferocísimo semblante
Volvió nuestro Español, de furia lleno,
Ni a Tucapel halló ni vio a Talgueno,
Pero pasó por otros adelante;
El General, que al ímpetu arrogante
Del bárbaro pretende poner freno
Y despegalle ya de la estocada,
Muestra de sí milagros por la espada.
No hace por do pasa tal estrago
El caudaloso, bravo y lleno río
Que fuera de su madre y vado frío
Al fresco valle envuelve en turbio lago,
Ya la dehesa, ejido, soto, y pago
Despoja de su adorno y atavío,
Volcando piedras, troncos y maderos,
Y alguna vez los árboles enteros.
Sonaban ya por dónde discurría
Rabiosas bascas, voces y gemidos
Que con mortales ansias despedidos

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Formaban dura y áspera armonía;
Mas veis en tal sazón por do venía,
Ensordeciendo a golpes los oídos,
Y haciéndose temer de cabo a cabo
El hijo de Leocán[96] furioso y bravo.
Habíase estado el bárbaro acá afuera
Sus fuertes escuadrones gobernando,
Y como de propósito aguardando
A cuando más su gente no pudiera
Para que a su valor sólo se diera
La gloria que se estaba asegurando,
Así como le viesen dentro el muro
Y levantar allí su brazo duro.
Del hombro solamente a la cintura *
De un grueso coselete viene armado,
Y lo demás del cuerpo desarmado,
Que su reputación se lo asegura;
No admite en las espaldas armadura,
Porque jamás su pecho levantado
Admite pensamiento de volvellas,
Aunque la vida esté librada en ellas.
Lleva de roble indómito cortada
Una robusta maza mal pulida,
Desastillada en partes y rompida,
Y aun de española sangre salpicada;
De limpio acero puesta una celada,
Con cintas de oro y plata guarnecida,
Y al ídolo Pillano por cimera,
En forma de serpiente horrible y fiera.
Desta manera va Caupolicano,
De polvo y de sudor el rostro lleno
Y de furor colmado el ancho seno,
Que a más andar[97] desagua por la mano;
Contados son los golpes que da en vano,
Sin cuenta los que da de lleno en lleno,
Hasta ponerse dentro de la plaza,
Rompiendo el muro a fuerza de su maza.

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En esto el vigilante don Hurtado,
Habiendo visto el daño que en su gente
Hace el bravoso bárbaro valiente,
En hechos y devisa[98] señalado,
De aquel fogoso espíritu llevado
Que semejante agravio no consiente,
Se va para él deshecho todo en ira,
Poniendo el viso[99] en él y en Dios la mira.
Llegóse, y embebiendo el brazo esquivo,
Antes que el indio alzase la ferrada[100],
Encaminó la punta de la espada
Al obstinado pecho vengativo;
Y sin valelle el peto defensivo,
Aunque de piel durísima y probada,
Entró por él más fácil que si fuera
De tierno cordobán o blanda cera.
Abrió la fiera punta el diestro lado,
Por donde entró corriendo el filo crudo
Hasta que ya, llegando donde pudo,
Juntó la guarnición con el costado;
Allí en la fiera boca don Hurtado
Tal golpe le asestó con el escudo,
Que sin poder abrilla, contra el cielo
Caupolicán de espaldas vino al suelo.
Cayó, que fué ventura, por do estaba
Abierto un gran portillo en la barrera,
Quedando con el medio cuerpo fuera,
Casi pendiente encima de la cava;
Y así, cuando deshecho en ira brava
A levantarse[101] fué la bestia fiera,
Sin advertir el puesto peligroso,
Consigo de cabeza dio en el foso;
La cual como de golpe recebido[102]
En la primera súbita caída
Estaba ya malsana y mal sentida,
Quedó de la segunda sin sentido.
El vitorioso joven como vido

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Haberse rematado esta partida,
Volvió gozosamente a la batalla
Con ánimo también de rematalla:
Do viendo cómo algunos indios fieros,
Que en las insinias[103], muestras y ademanes
Mostraban claro ser los capitanes,
Andaban en el daño delanteros,
Llamó escogidos veinte arcabuceros
Para que destos bárbaros guzmanes[104],
Que él mismo señalaba por su mano,
Algunos le pusiesen en lo llano.
El escogido bando, que desea
Mostrar su pulso firme y cierta mira
Al enemigo apunta, encara y mira
Que entre los otros más se gallardea;
Tan bien el plomo y pólvora se emplea,
Que apenas hay quien yerre adonde tira,
Y así, derriban déstos y desoíros,
Mas luego en su lugar se ponen otros.
Pues como tan apriesa a causa de esto
Jugase el arcabuz y artillería,
Gastóse al fin la pólvora que había,
Que era la que mejor guardaba el puesto;
Mas, dieron a las naves voces presto,
Que bien de allí la voz se percibía,
Pidiendo que a pasar se aventurasen
Y el salitrado polvo les llevasen.
Mas, como de enemigos la marina
Estaba a la sazón también cuajada,
Ninguno, habiendo pólvora sobrada
A ser el portador se determina;
Hasta que de la prora[105] más vecina
Saltó con voluntad determinada
Un clérigo animoso y esforzado,
Sacando una botija en cada lado.
Y en un pequeño esquife, en breve espacio
Llegado con su carga a la ribera,

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Al muro parte luego de carrera,
Que no era tiempo aquel para ir despacio:
Llamábase este el padre Bonifacio[106],
Y cuando tal renombre no tuviera,
Por este bien que hizo y bravo hecho
Hubiera para dárselo derecho.
Fué su ventura tal y atrevimiento,
Que por entre las armas contrapuestas
Pasó con sus vasijas dos a cuestas,
Subiéndolas allá sin detrimento;
A do mostrando aun más vigor y aliento,
En cómodo lugar las dejó puestas,
De donde siendo luego repartidas,
Sacaron de los indios muchas vidas.
El uno aquí y el otro allí se tiende
Del inmortal espíritu privado,
Y al arrancalle tuerce el rostro airado
Como que aun de la muerte se defiende;
A quién por la cabeza el filo hiende,
A quién la bala deja atravesado,
A quién le asoma ya por la cintura
El palpitante vientre y asadura;
Y cuál con vengativo y duro ceño;
Habiéndole embebido media lanza,
Por ella misma entrando se abalanza
Hasta cerrar a brazos con el dueño,
Queriendo que se abrevie el mortal sueño
Y no que se dilate la venganza:
¡A tanta perdición y daño llega
El daño y perdición de un alma ciega!
Las tronadoras seis hinchadas piezas
Apriesa disparadas de mampuesto,
Hacen destrozo y daño manifiesto,
Llevando piernas, brazos y cabezas;
Cuál muere de una vez partido en piezas,
Haciéndole favor la muerte en esto,
Ya cuál, estando ya el pie en el estribo[107],
Las ganas de morir le tienen vivo.

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¡Oh cuántos desfallecen de heridas
Por sólo no ligallas desangrados!
¡Oh cuántos cuerpos ruedan destroncados!
¡Cuántas cabezas vuelan divididas!
¡Oh qué de alientos, ánimas y vidas
Salen por vientres, pechos y costados,
Que ausentes de su tierra y patrio nido,
Van a gustar las aguas del olvido!
Con esto, a su pesar de la barrera
Dos veces a los indios retiraron,
Mas, tantas, hechos áspides tornaron
Y con doblada furia en la carrera;
Hasta que rebatidos la tercera,
De la vitoria al fin desesperaron,
Volviendo las espaldas parte dellos
Y luego todo el número tras ellos.
Porque de ver el daño desmedido
Que desde talanquera les hacía
El bélico español y artillería,
Y ver a su cabeza sin sentido,
Dieron lugar a un miedo tan crecido
Cuanto lo fué primero la osadía,
Mostrando a nuestro ejército las plantas
Por no mostrar al filo sus gargantas.
No Rengo y Leucotón, que sobre el muro
Quedaban iracundos peleando,
Mas, viendo a todos irse retirando,
Tuvieron el quedar por mal seguro;
Y aunque para ellos fué negocio duro,
La vida por entonces reservando,
Dejaron los postreros la estacada,
Llevando por delante su manada.
Caupolicán también, que larga pieza[108]
Estuvo amortecido allá en la hoya
Con infinita sangre que le arroya[109]
Y baña de los pies a la cabeza,
De muchos ayudado se endereza,
Y deja el nuevo muro y nueva Troya,

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Diciendo allá entre sí: «No hay fuerza alguna
Contra la voluntad de la fortuna».
El impar Tucapelo solamente
Quedó cual bravo toro dentro el coso,
Que mientras más herido más furioso
Embiste las barreras y la gente;
Defiéndese y ofende al más valiente
El bárbaro sangriento y corajoso[110]
De fieros enemigos rodeado,
Que ya le estrechan de uno y otro lado.
Pero con solamente media maza
De tal manera entre ellos se revuelve,
Que donde aquel sañudo rostro vuelve
Gran trecho de lugar desembaraza;
Hasta que viendo ya que en esta plaza
Es poca la ganancia, se resuelve
De renuncialla, aunque es a su despecho,
Pues quiere más honor que no provecho.
Mas, no le mueve al indio amor de vida
Para determinarse de salvalla,
Sino que echando gente a la muralla
Quieran cerralle el paso a la salida;
Y para demostrar el homicida
Que es por demás cerrallo ni cerralla,
Como él, a su pesar, abrilla quiera,
Hizo lo que pensar aun es quimera.
Porque por todas partes revolviendo
La temerosa vista encarnizada,
Y viendo la salida embarazada
De muro y gente, de armas y de estruendo,
Se fué su paso a paso retrayendo
Hacia donde la cuesta era peinada,
Y tiene de alto en buena perspectiva
De veinte y dos estados[111] para arriba.
De donde con las alas de su rabia
Se arroja en vuelo y furia arrebatado,
Bien como al mar tranquilo y sosegado

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Se suele el buzo echar desde la gavia;
Mas, luego le parece que se agravia
Y se arrepiente ya de haber saltado,
Sintiendo que de nuevo le llegaban
Mil tiros que siguiéndole bajaban.
Rabioso desto embiste con la cuesta,
Do tienta la subida inaccesible,
Probándola con ver que es imposible
De la primera vez hasta la sexta;
Y viendo que no puede ser por ésta,
Busca por otra parte si es posible,
Escudriñando en torno el paso y vía
Que sólo para pájaros le había.
Pues, como de luchar con el barranco
Halló que no sacaba más provecho
Que derramando sangre estarse hecho
A los que le tiraban cierto blanco;
Determinó dejar el puesto franco,
De donde a la marina fué derecho,
Queriendo emplear en ella su coraje
A costa del robusto marinaje.
Mas, viendo que también de allí su gente
Desbaratada y rota se volvía,
Siguiendo a la demás que ya subía
Por el recuesto arriba, torpemente,
Echó por otra parte él, impaciente,
No se dignando de ir en compañía
De los que huyendo van, sin ir tras ellos
Por no participar la infamia dellos.
Y así, bañado en sangre y mal herido,
Colérico, espumoso, bravo y fiero,
Bramando más que el toro al bramadero,
Y más desesperado que el vencido,
Se entró por un boscaje entretejido,
Sin que siguiese rastro ni sendero,
Que por aquella parte no le había
Mas del que desangrándose él[112] hacía.

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Llegado a la mitad de la espesura,
Por no poder tenerse ya en su estado[113]
Cayó con todo el cuerpo ensangrentado
Al pie de un roble duro, en tierra dura,
Do ni vivir curándose procura,
Ni el verse cual se ve le da cuidado;
Mas, puesto allí de rostro, muerde el suelo,
Pidiéndose razón de Tucapelo.
En tanto la femínea compañía,
Que estaba atrás dos leguas, aguardando
El buen o mal suceso de su bando,
Costumbre que la guardan hoy en día[114],
Sintiendo que el ejército volvía,
Ya por saberlo todo, reventando,
Salen a recebillos al camino
Con sus pintados cántaros de vino.
Tras ella va la bárbara hermosa,
De Tucapel amada tiernamente,
Llevándole refresco suficiente,
Aunque sobresaltada y pavorosa;
Sabida las demás la nueva odiosa
Y estrago lamentable de su gente,
Entregan a las uñas los cabellos,
Trayéndose con ellas parte dellos.
Quién llora su marido, quién su hermano,
Quién a su amado hijo, quién su amante,
Y quién al padre caro vigilante[115],
Que así la deja huérfana temprano;
Cuál tuerce de dolor la blanca mano,
Y cuál con ella hiere el bel[116] semblante,
Cuál humedece a lágrimas el suelo,
Cuál rasga con suspiros aire y cielo.
Gualeva[117], más que todas desalada,
Caído el corazón, la faz difunta,
Por Tucapel matándose pregunta,
Mas no hay quien sepa del decille nada;
Y viendo que de todos es mirada,

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Mil daños y desastres mil barrunta,
Que donde el amoroso fuego quema
No hay género de mal que no se tema.
A gritos llama y nadie le responde,
Que todos callan mustios y serenos,
Mirándola con ojos de agua llenos
Buscar su amado sin saber por dónde;
Y como no es persona que se esconde,
A la primera vista lo echa menos,
Mas, loca, no creyéndolo, a más priesa
Vuelve, revuelve, cruza y atraviesa.
Cual descuidada cierva que herida[118]
Del insidioso y cauto ballestero.
Ya sigue aquel, ya deja este sendero,
Vagando por la selva[119] entretejida;
O cual oveja triste y desvalida
Que sola va buscando su cordero:
Tal va moviendo a lástima Gualeva[120]
Por donde el poderoso amor la lleva.
Ya muestra envuelto en púrpura el semblante,
Ya en blanco, ya en mortal y escuro velo,
Ya fijo en tierra, ya elevado al cielo,
Ya para Ocaso, ya para Levante,
Ya vuelta contra cuantos ve delante,
Les dice: «¿Dónde está mi Tucapelo?
Decidme lo que el cielo del dispensa,
No me tengáis atónita y suspensa.
«Desengañadme ya si es muerto o vivo,
Si viene, si se queda o qué se ha hecho,
Pues no hay en dilatallo más provecho
Que dilatar la pena que recibo».
No dice más, que ya el dolor esquivo,
Queriendo proseguir le cierra el pecho,
Y si prosigo yo, cerrado el mío,
Dirán que canto mal y que porfío.

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CANTO SÉPTIMO
Donde Gualeva, no hallando a su marido, ni quien le dé nuevas del, se determina de ir en su busca. Quita
para esto la armas a un indio, partiéndose con ellas la vuelta[1] del muro. Cuéntase lo que le pasó con
Leucotón y Rengo, habiéndolos encontrado en su camino, y la extraña fuerza de sus amorosos
sentimientos, afectos y quejas, hasta que halló a Tucapel en medio del bosque.

DONDE luce más amor tirano


Con el poder intenso de su llama
Es el cerrado pecho de la dama,
Si ya una vez en él metió la mano:
El áspero camino le hace llano,
Sin que repare en bienes, vida o fama,
Que todo con su furia lo atrepella,
Hasta que en el barranco da con ella.
Tan bravo es el rigor con que procede,
Si se apodera del su mano cruda,
Que allí pretende el pérfido sin duda
Hacer ostentación de lo que puede;
Pues lo que más a toda fuerza excede
Es que en la cosa della tan desnuda,
Y tanto, que es lo sumo de flaqueza,

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Se muestre el chapitel de fortaleza.
Que el fuego en duro hierro introducido
Tan eficaz parezca y tan perfeto,
No es mucho habiendo fuerza en el sujeto
Para que le defienda su partido;
Pero, si en pajas débiles prendido
Hiciera con la llama tanto efeto
Que al mismo hierro duro deshiciera,
Actividad sin término arguyera.
Así no gana el crudo amor aleve
Tan extendido crédito y renombre,
Mostrando su potencia con el hombre,
Pues hay capaz materia en que la cebe;
Pero que en la mujer, que es paja leve,
Pueda causar efectos con que asombre,
Eso es con instrumento que es de nada
Hacer lo que Sansón con la quijada.
Aunque si vale en esto el voto mío,
La causa por qué más amor las hiere,
Es porque cuando entrar su pecho quiere
Le impelen con mayor esfuerzo y brío,
Que entonces, irritándole el desvío,
Por acabar de entrallas rabia y muere,
Seguro que después estando dentro
Le pagarán la fuerza del encuentro.
Mas, nazca de otra cosa o venga desto,
Que en juego al fin que tanto se platica,
Cuando la hembra tímida se pica,
Con pecho varonil arroja el resto.
Gualeva ha dicho ya lo que hay en esto,
Aunque mejor después lo testifica,
Volviendo a proseguir el triste llanto,
Con que los dos pusimos fin al canto.
Cortóse en la mitad de sus preguntas,
Pegando al paladar la lengua helada,
Y luego dio en las yerbas desmayada,
Haciéndoles doblar sus verdes puntas;
No con las delicadas manos juntas,

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Mas, una de otra aversa[2] y apartada,
Aunque los pies, más albos que la nieve,
Unidos por igual en trecho breve.
Jamás gozó Meandro en su ribera
De cisne que al herboso alegre seno
Mezclando el blanco propio al verde ajeno,
Tal gracia, tal adorno y lustre diera,
Cual por servirle allí de cabecera
Lo está gozando agora el prado ameno
En la nevada faz descolorida
De la traspuesta bárbara tendida.
¿Qué lilio[3], qué azucena o blanca rosa,
A quien[4], rompiendo el campo de pasada,
La reja descortés dejó cortada,
Cayó sobre la yerba más[5] hermosa?
¿Ni cuál adormidera granujosa
Inclina su cabeza coronada,
Cual reclinó Gualeva el rostro bello
Sobre el marmóreo[6], laso y débil cuello?
Hizo quedar atónita la gente,
Mirando cómo borda sus mejillas
Y parte de las varias florecillas
Con mal cuajadas perlas del Oriente,
Que el removido mar de su acídente[7],
Mejor que las antarticas orillas
En los conchosos[8] párpados[9] engendra,
Y amor allí las purifica y cendra.
Dueñas, casadas, vírgenes hermosas
Se derribaron[10] luego a socorrella,
En su dolor partícipes con ella
Aun las de su beldad más envidiosas;
Cuáles al agua corren presurosas,
Y cuáles por la faz le esparcen della,
Llamando, no Gualeva, sino Guale,
Que en la chilena frasis tanto vale.
Aquélla le compone el atavío
Si acaso con el aire se desmanda[11],

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Y ésta, con amorosa mano blanda,
Le limpia de la frente el sudor frío;
Los hombres, como género baldío,
En este menester se están en banda[12],
Dejando a la mujer que lo profesa,
Y en esto vale más de lo que pesa.
Haciéronsele, pues, remedios* tales,
Que con la multitud y fuerza dellós
A poco rato abrió sus ojos bellos,
Sus ojos dos lumbreras celestiales;
Mas, luego con suspiros desiguales
Hizo que padecieran los cabellos
La fuerza tan villana de sus quejas,
Dejando enmarañadas sus madejas.
En cuyas hebras Céfiro entregado,
Saca del daño ajeno su provecho,
Quedando en el despojo dellas hecho
Soberbio, caudaloso y prosperado[13];
Y si con los suspiros fué rasgado,
Le deja dése agravio satisfecho
Un solo pelo déstos, que aunque escuro,
Deslustra y escurece al oro puro.
Tampoco al gesto lánguido perdona,
Que, ya con puño, palma, ya con uña,
Lo hiere, lo sacude, lo rasguña,
Lo ofende, lo maltrata, lo abandona;
Y el planto[14] que en funesto punto entona,
En duro pedernal se imprime y cuña[15],
Haciendo que las turbas admiradas
La miren ambas cejas enarcadas.
Mas, poco estuvo queda en este asiento:
¿Cómo lo puede estar un triste amante?
Que súbito se puso en pie delante
De todo aquel confuso ayuntamiento;
Por donde con furioso movimiento
Y varonil denuedo en el semblante,
Arremetió a las armas de un soldado,
Quitándole la aljaba y un terciado[16].

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La cual echada al hombro menos fuerte,
Del ancho alfanje ornó la estrecha cinta,
Y luego por la gente mal distinta[17]
Se lanza dando voces a la muerte;
Porque desesperada de su suerte,
Según la mala nueva se la pinta,
Quisiera con la vida barajalla,
Pues no le dan lugar para trocalla.
Y así por todas partes impaciente
Se arroja, vista y cuerpo revolviendo,
Colérica, tal vez redarguyendo
A todo el escuadrón que está presente;
Tal vez con mansa voz y humilde frente
Al más plebeyo y mínimo pidiendo
Que al mar de sus fatigas dé algún vado[18],
Diciéndole si sabe dé su amado.
Mas, viendo cómo todos a una mano
No aciertan a decille qué se ha hecho,
Procura por Talguén, amigo estrecho,
Que Tucapel amaba más que hermano;
Porque él mitigará de llano en llano[19]
Con la verdad las ansias de su pecho;
Pero ni por aquella ni esta banda
Lo puede ver, ni yo decir cuál anda.
Amata con el tósigo importuno
No andaba por Italia tan furiosa,
Ni Dido en su Cartago más ansiosa
Haciendo grandes víctimas a Juno,
Ni en fiestas bacanales hubo alguno
Ü alguna tan solícita y fogosa,
Cuanto la triste bárbara lo andaba,
Sonándole las flechas en la aljaba.
Sus trenzas ondeando al aire sueltas,
Saltando el corazón desalentado,
El rostro envuelto en un sudor helado,
Las manos por el aire desenvueltas;
Desta manera anduvo dando vueltas,

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Hasta que, visto ya ser excusado,
Se puso con sus armas en la vía
Para la cual tomádolas había.
Por do, llevada ya tras su destino,
Con frenesí, furor y desatiento,
Se parte renunciando[20] aquel asiento,
Tan recia como el recio torbellino;
No hay quien allí le impida su camino,
Ni tenga de seguilla atrevimiento,
Ni aun ose preguntarle qué procura:
¡Tanto como esto puede la hermosura!
Poco después también partió Quidora
En busca de Talguén, su dulce amante;
Mas, della trataremos adelante,
Pues no me da Gualeva tiempo agora;
La cual con tierna planta voladora
Ya va de las escuadras[21] bien distante,
Enderezando al muro vitorioso,
Adonde está librado su reposo.
Corrido queda el viento por la espalda
De ver que su presteza no la coja,
Mas, aunque procurándolo se arroja,
Apenas la echa mano de la falda;
Y como no es la túnica de gualda,
Morada, verde, candida ni roja.
Mas negra, que es el hábito ordinario,
Sale mejor con ella su contrario.
Las fimbrias[22] recogidas sin alforza,
Que cubren cuando mucho la rodilla,
Descubren tal garganta y pantorrilla
Cual puede ser la masa de la alcorza:
Alguna vez las velas van a orza
Y asoma por entre una y otra orilla
Un no lo sé decir[23], que al sol deslumhra
Y en las tinieblas lóbregas alumbra.
Más tiempo sobre el aire van sus plantas
Que sobre las que toca por el suelo;

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Tú, Febo, que la ves desde tu cielo,
Apriesa los caballos adelantas
Y con el duro azote los quebrantas
Por más apresurallos en su vuelo,
Todo por alcanzalla y por habella
Antes que algún laurel se forme della.
Mas, piérdeste, perdiéndola de vista,
Pues en el mar contigo diste luego,
Quizá por mitigar con agua el fuego
Que en ti prendió el amor como en arista;
Y así la negra noche vino lista,
Dejando al hemisferio triste y ciego,
Y triste y ciego al campo en ver la dama
Que va más triste y ciega por quien ama.
No bien se cobijó la madre tierra
Su capa y la común de pecadores,
Cuando un tropel de angustias y dolores
De nuevo con el débil pecho cierra;
Al cielo comunica el mal que encierra
A fuerza de suspiros y clamores,
Que, revocando en montes y quebradas,
Las dejan, aunque duras, quebrantadas.
«Al tiempo, dice, ¡ay triste! que en el mundo
Los elementos, plantas, animales
Y los negociadores racionales
Reposan en silencio el más profundo,
Yo sola con mis duras voces hundo
Los mudos campos, breñas y jarales,
Haciendo que despierte a su gemido
La ya dormida tórtola en su nido.
«Yo sola me deshago en mi lamento
Y nadie puede en él acompañarme,
Que amor quitó, por más atormentarme,
De todos, para dármelo, el tormento;
Mas ¡ay! ¿a quién mis ansias represento,
O qué provecho saco de quejarme,
No habiendo quien responda a mis congojas
Sino el ciprés funesto con sus hojas?

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«Si tú me respondieses, Tucapelo,
¡Oh regalada voz al gusto mío!
Callara el monte, el prado, el valle, el río,
Y enmudeciera el mar, el aire, el cielo;
¿Dónde estarás, crisol de mi consuelo?
Dime si estás de espíritu vacío,
Para que lamentando no me canse,
Mas, de una vez, siguiéndote, descanse».
Más adelante fuera con sus quejas
A no cortalle el hilo de repente
Un súbito rumor como de gente
Que el órgano tocó de sus orejas;
Al cual, poniendo en arco entrambas cejas,
Escucha sin moverse atentamente
Lo que será, juzgando que ya tarda,
Costumbre natural de quien aguarda.
Apenas la ramilla se menea,
O mueve el manso viento alguna hoja,
Cuando su Tucapelo se le antoja,
En fe de ser la cosa que desea;
Mas, porque de ligero no se crea
La que de tan pesado se congoja,
Son Rengo y Leucotón, los dos guerreros
Al retirar del muro los postreros.
Ya la de nombres tres y tres lugares[24]
Sus argentadas trenzas descogía,
Ya consolar la bárbara salía,
Si cabe algún consuelo en sus pesares;
Cuando los dos varones militares,
Que acaso habían tomado aquella vía,
Su faz inopinadamente vieron
Y el paso atrás en viéndola volvieron.
Como el que estando en un lugar escuro
Si va a salir de súbito a lo claro,
No yendo con las manos al reparo,
Lo vuelve deslumhrado el rayo puro;
Así los dos que vienen de hacia el muro,
Viendo en Gualeva aquel semblante raro

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Y el rayo que[25] de luz sus ojos tiran,
Se ciegan, se deslumhran, se retiran.
No cuando apareció la Cipria diosa
Al Teúcro y a su Acates en el prado,
Con rica aljaba y borceguí argentado,
En hábito de ninfa nemorosa[26],
Fué vista por entrambos más hermosa,
Con ir a parecerlo de pensado,
Que la llorosa Guale descuidada
De Leucotón y Rengo en su jornada.
Ella rompió el silencio la primera,
Habiendo, mal su grado[27], conocido
Que de los dos ninguno es su marido,
Pues otro garbo y término trujera;
Y díjoles con ansia lastimera:
«Varones, si algún tiempo habéis querido,
Decidme: ¿en qué lugar de todo el suelo
Sabéis que viva o muera Tucapelo».
Los indios, aunque en vista y en lenguaje
Quisieron conocer la dama bella,
Tuvieron por extraña cosa en ella
El hábito y el verla en tal paraje;
Por donde, embarazados con el traje,
Apenas eran parte[28] a respondella,
Hasta que, conociéndola del todo,
Le dieron la respuesta deste modo:
«Perdónanos, bellísima Gualeva,
Lo que hemos suspendido el responderte,
Pues lo ha causado hallarte desta suerte,
Para la grande tuya cosa nueva;
Si amor de Tucapel así te lleva,
El es tan venturoso como fuerte
Y digno de que el mundo por tus ojos
Se ufane con ponérsele de hinojos».—
«Para que se le rindan los humanos,
Responde, a Tucapel bastan sus bríos,
Que no son menester los ojos míos

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Adonde está la fuerza de sus manos;
Mas ¿para qué son esos dichos vanos,
Y dignos de llamarse desvarios,
Pues que me respondéis tan diferente
De la pregunta y ocasión presente?
«Dejaos agora deso, nunca justo,
Y menos mucho[29] en tales ocasiones,
Porque es enderezar vuestras razones,
Dejando mi dolor al propio gusto;
De donde se me sigue más disgusto,
Por conocer dañadas intenciones.
No respondáis ¡oh faltos de celebros[30]!
A un corazón quebrado, con requiebros.
«¿Será razón que mi ánimo se fíe
De la que en vuestro noble pecho mora,
Y que esta sinrazón[31] me obligue agora
A que de vos huyendo me desvíe?
Mirad que no es aceto[32] el que se ríe,
Antes odioso, en casa del que llora,
Por ser tan natural cuan ordinario
Ser todo aborrecible a su contrario.
«Su tiempo tiene todo señalado,
Y pues que de llorar agora es tiempo,
Quererlo así gastar en pasatiempo,
¿No echáis de ver que es tiempo mal gastado?
Por Tucapel ha tiempo he preguntado;
Si del sabéis decir, decid con tiempo,
Primero que sin tiempo el ansia fuerte
Llegue mi vida al tiempo de la muerte».
Dorando como pudo el grave yerro,
Le dijo Leucotón: «Tu caro amigo
Saltó, rompiendo al áspero enemigo
El muro levantado sobre el cerro;
Donde con ver en torno tanto hierro
Con que iban ya cerrándole el postigo
Por do le fuera fácil retirarse,
No quiso el contumaz sino quedarse».—

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«¿Quedóse, dilo, acaba, muerto o vivo».
Gualeva replicó desalentada;
Mas Rengo dice: «Vivo en la estacada,
Y haciendo en ella más que el dios altivo;
Al menos cuando yo con ceño esquivo
El último seguí la retirada,
Vivo quedaba dentro peleando,
Ajena y propia sangre derramando.
«No tienes que dudar si te engañamos,
Porque esta es la verdad al descubierto,
Que cuando le dejamos no era muerto,
Si no lo fué después que le dejamos;
Mas, de su brazo indómito esperamos
Que habrá salido libre a campo abierto;
Enfrena, pues, tus lágrimas inciertas
Y hasta certificarte no las viertas».—
«¿Qué lo dejáis? decís. ¿Y con qué cara?
¡Ay, cómo en confesallo bien se muestra
Que no entendéis saliros a la vuestra
Haber dejado así la sangre cara!
A fe que Tucapel nunca os dejara
Hasta dejar el alma con la diestra;
Pero dejáis al mundo satisfecho
De lo que va del suyo a vuestro pecho.
«No sé, por cierto, a qué me lo atribuya[33],
Sino es a la desgracia propia mía,
Que a trueque de no hacelle compañía,
Tal vida permitáis que se destruya;
Y pues faltando a Tucapel la suya,
La vuestra y la de todos faltaría,
El propio bien o público siquiera
Para favorecelle ¿no os moviera?
«Mas ¡ay! no me acordaba con la pena
De cómo estáis con él enemistados,
Y en esas propias vuestras no fiado,
Os quisistes vengar por mano ajena;
Perdistes ocasión, por cierto, buena,

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En que de nobles fuérades loados,
Pues que de serlo no hay mejor testigo
Que dar la mano en tiempo al enemigo.
«¡Cuan bien contado, Rengo, que te fuera
Si se la hubieras dado al dueño mío,
Para que el aplazado desafío,
Hallándose con vida, te cumpliera!
Pero temiendo tú que te venciera,
Pues fuera no temello desvarío,
Tu vida rescataste con su muerte,
Mostrándote varón de baja suerte.
«Y si con esto aun quedas mal vengado,
Yo salgo (y empuñóse) a la demanda;
Sal, pues, infame, y échese a la banda[34]
Ya de una vez el tuyo y mi cuidado;
No te me pienses dar por excusado,
Diciendo soy mujer de mano blanda,
Que la razón que tengo me asegura
De que ha de parecerte mano dura.
«Pues no será mi padre Pangarcato[35],
Ni el magno Talcamávida mi abuelo,
Ni yo seré mujer de Tucapelo,
Ni Tucapel[36] será por quien combato,
Si en este juego pienso dar barato
Menos que de tu sangre al verde suelo,
Haciendo al que seguro en mí se anida
Un bajo sacrificio de tu vida».
Maravillado Rengo le responde:
«¡Oh pecho varonil aventajado,
Que para ser cual debes colocado,
No sé si puede haber lugar a dónde!
Ningún valor al tuyo corresponde
En todo lo que mira el sol dorado,
Y así será agraviar a lo que vales
Ponerte con mis fuerzas desiguales.
«Mas, aunque me aventajas y me sobras,
Sabe de mí que más me descalabras

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Y ofendes con tus ásperas palabras
De aquello que pudieras con las obras;
Indigno soy del odio que me cobras,
Y de que así comigo te desabras[37],
Pues con lo que de mí tu pecho piensa
A mí y a la verdad haces ofensa.
«Con vida quiera Dios que esté tu amado,
Que tanto como tú se la deseo,
Siquiera por el próspero trofeo
Que espero yo de habérsela quitado;
Y como soy en esto interesado,
Aunque le den la muerte, no lo creo,
Porque matar a un hombre de su brío
No es obra de otro brazo que del mío.
«De donde se colige claramente
Que yo pudiendo más no le dejara,
Porque otro por matalle no gozara
Lo que me viene a mí derechamente;
Mas, es de tal valor la nueva gente,
Y el nuevo capitán de sangre clara,
Que sólo para hacer los golpes vanos
Daba lugar y tiempo a nuestras manos.
«Él solo, confesémoslo, nos puso
A mí y a Leucotón en la pelea,
Después que le rompimos la trinchea,
En término y estado bien confuso;
En especial a mí me descompuso
De suerte, que jamás ni con Andrea[38]
Me vi tan afligido y apurado
Como con este joven esforzado.
«Así que, por tu esposo en esta parte
Yo puse lo postrero de potencia;
Mas, tanta fué después la resistencia,
Que para socorrello no fui parte;
En lo demás yo quiero acompañarte,
Si tú quisieres, dándome licencia,
Por más que me la[39] nieguen estas llagas,
Para que de quien soy te satisfagas».—

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«Satisfación[40], Gualeva dice a Rengo,
No la hay, sino es matándome contigo,
Y no viniendo en esto que yo digo,
Tampoco en lo que tú dijeres vengo;
Pues cuanto por honrada y fiel me tengo
En ir tan sola en busca de mi amigo,
Por falsa y deshonrada me tuviera
Si un falso y deshonrado me siguiera».—
«Para que así me trates y te quejes,
Responde Rengo, en poco te has fundado».
Mas ella le replica: «Es excusado
Que más sobre esto luches ni forcejes,
Pues no te he de llevar a que me dejes
Como al que busco dices que has dejado:
Baste lo que con él, traidor, usaste,
Aunque para mi daño nada baste».
No dice más, que luego, envuelta en saña,
Y retorciendo el rostro a Rengo esquivo,
Se va de allí con paso fugitivo,
La vuelta de una espesa y gran montaña,
Adonde piensa ver, si no la engaña
Su triste corazón apenas vivo,
Al rico dueño del que vive dentro
Como en[41] lugar nativo y propio centro.
Que nunca della pudo recabarse,
Por mucho que uno y otro le dijese[42],
Que por manera alguna consintiese
En tanta soledad acompañarse;
Ni pudo en su temor asegurarse
De que su Tucapelo vivo fuese,
Porque es dificultoso qué uno crea
En cosas de su bien lo que desea.
Dejólos con los ruegos en la boca,
Y la cerviz bellísima volviendo,
Al monte, como digo, fué corriendo,
No con velocidad ni pena poca:
Tan fuera va de sí como una loca,

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Con Tucapel hablando y respondiendo:
Que cuando amor al ánima lastima,
Más suele estar donde ama que do anima.
Dejáronla llevar de su destino,
Aunque con harta lástima de vella,
Los dos, que bien holgaran de ir con ella,
Si diera algún lugar su desatino;
Y prosiguiendo juntos el camino,
Se fueron parte del tratando della
Y repitiendo casi a cada paso
El punto y extrañeza deste caso.
Tal vez encareciendo justamente
Su grande fe y amor calificado,
Tal vez el pecho y ánimo esforzado,
De su delicadez tan diferente;
Tal vez a lo que llega el acídente
Del siempre Niño dios entronizado,
Si toma posesión de un pecho noble
Que se le defendió con arma doble.
«¡Oh, cuánto diera yo, Rengo decía,
Amigo Leucotón, y cuánto diera
Porqué este amor Millaura me tuviera,
Millaura[43], aquella luz del alma mía!
Y ¡cuan de buena gana tomaría
Que como Tucapelo me perdiera,
Con tal que me guardara vivo el hado
Hasta gozar de verme así buscado!»—
«No quieras tan costosa y cara prueba,
Le dice Leucotón, mas vive, amigo,
Pues como tengas vida, yo te digo
Que no es Millaura menos que Gualeva,
Sino que en la mujer no es cosa nueva
Tratara su amador como a enemigo
Hasta probar el celo con que viene,
Y es por el natural temor que tiene.
«Verás al descubrille el pensamiento
Aquella austeridad con que comienza,

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Que no parece hay cosa que la venza
Y que es imaginallo perdimiento;
Mas, todo aquel desdén y encogimiento
No es más que hacer la salva[44] a su vergüenza
Y un darnos a entender, cuando concede,
Que es porque defenderse más no puede.
«Otras razones tienen de esquivarse;
Mas, en resolución[45], por más que veas,
Jamás de la que bien quisieres creas
Que deja de quererte y abrazarse;
Sólo hay que saben más disimularse,
Al menos cuando ven que las deseas,
Lo cual conocen ellas claramente
Como si lo escribieras en la frente.
«Así que, no te aflijas desde agora,
Que el tiempo hará su curso si le place,
Y lo que en muchos años no se hace
Suele después hacerse en sola un hora;
¿Qué sabes de Millaura si te llora
Y en este mismo punto se deshace,
Sintiendo en lo interior del pecho suyo
Lo mismo que tú sientes en el tuyo?»—
«Quererme tú curar de esa manera,
Estando en este mal tan mal experto,
Responde Rengo, es duro desconcierto
Y solamente hablar de talanquera[46];
Al fin, como del mar te ves tan fuera,
Gobiernas bien la nave desde el puerto,
Mas si te vieras dentro en fusta[47] angosta,
Tú dieras, como todos, a la costa».—
«No pienses, Leucotón le dijo luego,
Que nunca el mar de amor he navegado;
Ya sus furiosas aguas me han cercado
Y entre ellas abrasádome su fuego;
Ya vi su vendaval, ya su gallego[48],
Y sé, de puro bien acuchillado[49],
Que nunca ni tormenta ni bonanza

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Dejaron de rendirse a la mudanza».
Así los dos amigos, altercando
Sobre éste y otros puntos, caminaban,
Con que la grave pena que llevaban
Camino y horas iban engañando;
Hasta que en largó término llegando
Adonde los demás les aguardaban,
Trataron de juntarse nuevamente
Para volver a dar en nuestra gente.
Pues quédense tratando agora desto,
En tanto que yo vuelvo do me llama
La vagarosa[50], triste y sola dama
A quien en tal estado amor ha puesto:
Prosigue sin parar su curso presto,
De que se queja bien la seca grama,
Pues puede, si parase un tanto en ella,
Su blanco y tierno pie reverdecella.
Mas no le da lugar, que bien quisiera,
La priesa de la vara y acicate
Con que el tirano amor la hiere y bate
Para que se repare[51] en la carrera;
Y aunque se canse, a descansar no espera,
Temiendo que el descanso no le mate,
Si muere, por buscalle con remanso[52],
Aquel en quien se libra su descanso.
Con todo, aconsejarse no sabiendo,
Ya del seguido rumbo desmentía,
O ya por él de nuevo revolvía,
Errática y furiosa discurriendo;
Ya sesga de tropel iba corriendo,
Ya, sin saber a qué, se detenía,
Enviando allá y acá la vista bella
Y mil suspiros íntimos tras ella.
Cual suele andar la vaca si ha perdido
El tierno becerrillo, prenda cara,
Que ya sin orden corre, ya se para,
Llamándole con hórrido bramido;

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Ya sobre alguna loma del ejido,
Si alguna cesa ve, con ella encara,
Alzando la cerviz y armada frente
Con un feroz denuedo y continente;
Así Gualeva andaba con la pena,
Agora en vaca fiera convertida,
Agora lamentándose afligida,
Ya rota de sus lágrimas la vena;
Como la querellosa Filomena,
Que cuando al nido fué con la comida,
No vido en él sino es algunos pelos,
Reliquias de los huérfanos hijuelos.
Llegada en fin al monte escurecido,
Se lanza en él, rompiendo su arboleda,
Do, sin semillo, a veces se le queda
De alguna rama algún cabello asido;
Porque como él es tal y va esparcido,
No hay árbol tan hermoso con que pueda.
Que alguna partecilla no le coja
Para el esmalte y lustre de su hoja.
Gran rato anduvo así por la espesura,
Pegando fuego al aire y a la rama,
En fe de los suspiros que derrama.
Bastantes a encender el agua pura.
«¿Adonde estás, clamaba, ¡oh muerte dura
Que nunca has de venir a quien te llama?
Si por llamarte agora[53] te detienes,
Ya no te llamo; ven: ¿por qué no vienes?
«Mas ¡ay! ¿qué pides, ánima perdida?
¿No ves que arguye pecho poco fuerte
Pedir que llegue el paso de la muerte
Por excusar los duros de la vida?
¿Qué sabes tú si aquel que en ti se anida
Aun goza de la luz? Mas si mi suerte
No lo permite así, salidme, fieras,
Y haced éstas mis sílabas postreras.
«¡Ay! como el no poder certificarme

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Es lo que me detiene y me refrena,
Para que, ya que falta mano ajena,
Con esta propia deje de acabarme;
Mas, pues que ya no acaba de matarme[54],
No debe ser tan áspera mi pena,
Aunque a razón de como yo la siento,
Eceda[55] toda suerte de tormento.
«Pues ¿cómo, siendo asú, viva me hallo?
No sé, sino es que al cielo injusto place
Que, como crece el mal[56] que me deshace,
Crezca la fuerza en mí para llevallo;
Mas, si en así querello y ordenallo
Algún favor entiende que me hace,
Engáñase, que es muerte más esquiva
Hacerme que muriendo siempre viva.
«Mas, déme cuanto mal quisiere el cielo,
Y si otro le quedare más terrible,
Aunque esto a mi pesar es imposible:
A todo estoy dispuesta, venga y délo,
Que siendo por tu causa, Tucapelo,
No dejará de ser en mí sufrible,
Con tal que, agora mueras, ora vivas,
En ara y holocausto lo recibas.
«Acaba, dime, pues, ¿a dó te escondes?
Mira que yo te busco, sal ya fuera.
¿No sales? Tu querida es quien te espera,
Gualeva es quien te llama. ¿No respondes?
Ingrata y duramente correspondes
A un puro corazón hecho de cera,
Que regalado en su amorosa llama,
Por estos ojos tristes se derrama.
«¡Oh selvas, campos, riscos, peñascales,
Y vos, sus moradoras bravas fieras,
Manchadas tigres, pardos y panteras,
Marinos peces, aves celestiales,
Arroyos claros, fuentes perenales[57],
Umbrosos valles, húmidas riberas,
Si percebís la voz que doy en vano,

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Llevádsela a mi bien de mano en mano.
«Obligación tenéis a lo que os pido,
Porque si estáis seguras y adornadas,
Sin ser de los cristianos infestadas,
Es porque os hace sombra mi querido;
Pues ¿dónde le tenéis, decí[58], escondido?
Guiad allá mis trémulas pisadas
Para que llegue a tiempo tan dichoso,
Que cause el suyo, el vuestro y mi reposo.
«¿Oísme por ventura? ¿Estáis comigo[59]?
Mas, ¡ay, qué gran locura y devaneo!
¡Al aire y a los árboles voceo!
No debo estar en mí, no estoy, bien digo,
Porque si estoy sin ti, mi dulce amigo,
Que eres el yo del ser que en mí poseo,
No puedo estar en mí como solía,
Y sólo estoy allá en la pena mía.
«Podráslo colegir, señor, de verme
Verter por estos páramos mis quejas,
Adonde nadie puede darme orejas[60],
O si las da, no sabe responderme;
Eco no más se cansa por valerme,
Corriendo con mi llanto a las parejas,
Mas como no me alcanzan sus alientos,
Responde con los últimos acentos».
Así la triste bárbara plañía,
Así con la menor de sus querellas
Tocaba las altísimas estrellas
Y el bosque resentido reteñía[61];
Sus ninfas en sagrada compañía,
Los faunos y los sátiros con ellas,
Al tierno y alto son de sus clamores
Llevaban tiernamente los tenores.
Mas, cuando estuvo ya de medio a medio
Tendido por la tierra el negro manto,
Gualeva en los extremos de su llanto
Antes que fin tuviera, tuvo medio;

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Porque cuando ella más de su remedio
Desesperaba, quiso el cielo santo
Que oyese, no muy lejos de do estaba,
Una cansada voz que se quejaba.
Paró de golpe a ver lo que sería
Y estúvose clavada en el asiento
Adonde le tomó el cansado acento[62],
Volviéndose al lugar de do salía;
En las intercadencias que hacía
La ronca voz, mostraba el poco aliento
Que ya gozaba el pecho enflaquecido,
De donde con dolor había salido.
Oyólo atenta, el viso cudicioso
Por los espesos árboles echando,
Hasta que Fébes[63] ya su luz prestando,
Le descubrió sangriento al caro esposo,
Que al pie del roble sólido y ñudoso
Estaba como el pece palpitando,
En una grande balsa de sus venas,
Ya de furor, y no de sangre, llenas.
Cual águila caudal[64], que desde el cielo,
En viendo al ballenato dar en tierra,
Prestísima con él en punta cierra,
Dejando roto el aire con su vuelo,
Y dando con las alas por el suelo
Encima del se arroja y del se afierra[65]:
Tal, sobre el cuerpo echado en sangre roja,
La bárbara frenética se arroja.
Allá la dama célebre de Sesto
Ligera se arrojó al galán de Abido,
En las arenas húmidas tendido,
Sólo por le pagar su amor con esto;
Mas, no es para frisar su curso presto
Con este de Gualeva desmedido,
Ni aquel de la pesada piedra cuando
A su nativo centro va llegando.
Llegó[66] con él, y habiéndose entregado

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Del que con tantas lágrimas buscaba,
Su pecho, rostro y boca le entregaba,
Diciéndole: «¿Qué es esto, dulce amado?
¿Quién fué el traidor que os puso en tal estado?
Y yo, traidora, ¿entonces dónde estaba,
Que no me pude hallar al trance crudo
Para que hubiera sido vuestro escudo?
«Pero volved en vos, mi bien, agora,
Y tomaréis en mí venganza desto,
Si no queréis que yo la tome presto,
Abriendo puerta al alma que os adora;
Porque la fe que en este pecho mora
Lo tiene ya comigo así dispuesto;
Porque si mi vida amáis como ella os ama,
Mostraldo[67] en responder a quien os llama».
En tanto que esto ansiosa le decía,
De su delgada túnica rasgaba,
Con que las grandes llagas le ligaba
Por do perder más sangre parecía,
Y la que en el afeado rostro vía
Al suyo hermoso y limpio la pasaba,
Sin procurar entonces hermosura,
Cosa que la mujer tanto procura.
Mas, no se disminuye della nada
Con las pegadas máculas sanguinas,
Porque parecen antes clavellinas,
Sin orden esparcidas por cuajada;
O lo que suelen ser al alborada
Cuando nos corre Febo sus cortinas,
O cuando quiera ya cerrar el velo,
Los rubios arreboles por él cielo.
Ninguna destas cosas ve el marido,
Porque de haberse tanto desangrado
A la sazón estaba desmayado,
Desde que su mujer le vio tendido;
La cual, en verle ajeno de sentido,
Se cubre de un mortal sudor helado,
Que le quitara pena y vida junto,

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A no volver el indio en este punto.
Volvió; mas de la rabia que tenía,
El seso trastornado en sus vacíos,
Y así diciendo extraños desvarios,
Que forma la revuelta fantasía;
Ella, sin entender que desvaría,
Le dice: «Lumbre destos ojos míos,
¿Qué es esto? ¿Qué es de vos? ¿Tan flacamente
Os desmayáis, teniéndome presente».
Apenas hubo dicho desta suerte,
Cuando responde el indio a sus endechas:
«¿Quién eres, que comigo[68] así te estrechas?
Paréceme que quiero conocerte;
Ya te conozco: ¿no eres tú la Muerte?
No es otra: ¿no la veis con arco y flechas?
Sin duda que es la Muerte poderosa;
Mas, no, que para muerte es muy hermosa.
«Pero será posible que lo sea,
Y como tanto ha ya que la deseo,
El gusto y afición con que la veo
Me la figure hermosa, siendo fea;
Acaba, Muerte, pues; tu jara emplea
Y goza de tan[69] próspero trofeo.
¿Qué dudas? ¿No te llegas? ¿No te mueves?
Aun con venir armada, ¿no te atreves?—
«¿Cómo? ¿Tan presto tanto desmerezco,
Dice Gualeva, en llanto derretida,
Que ayer me confesabas por tu vida
Y agora lo contrario te parezco,
Cuando por ti más duro mal padezco,
Haciendo prueba dello conocida?
Mas, ¡ay! que es condición del hombre loco
De quien le tiene en mucho darse poco».—
«Así que, ¿el hombre tiene esa costumbre?
Responde el trastornado Tucapelo;
Pues, mira cuánta lumbre da en el cielo
La luna en competencia de tu lumbre.

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¿No ves al Español allá en la cumbre
Ya Tucapel echado por el suelo?
Mas ¿cómo se arrojó de allí el cobarde
Para morir un hora o dos más tarde».
Con esto, que bastó por desengaño
De que era desacuerdo y desatino,
Gualeva comenzó a perder el tino,
Haciendo de sus lágrimas un baño;
Mas, como nunca viene solo el daño,
El compañero déste luego vino,
Que fué tornar el bárbaro sangriento
A suspender el curso del aliento.
No pudo ya su cara compañera
Dejar de hacerle cara compañía,
Quedando sin sentido en tierra fría,
Adonde así quedara quien la viera;
Y todos quedaremos con espera,
De que descansará la mano mía,
Pues bástale de ruda ser notada,
Sin que también la noten de pesada.

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CANTO OCTAVO
Vuelto en sí el llagado Tucapel de su desmayo y frenesí, conoce a su mujer, llamándola con extrañas
ansias, hasta que, hecho su poder[1], la torna también en si. Rehusa el indio la cura de sus llagas,
movido de su acostumbrada soberbia, hasta que, convencido por Gualeva, la consiente, recibiendo
con ella alguna mejoría. Oyen los dos un grande ruido, que venía rompiendo por lo más espeso de la
montaña, adonde el suceso queda suspendido por contar lo que don García hizo y le sucedió después
de la batalla. Concluye el canto con un razonamiento hecho a su gente y una espantosa nueva que un
mensajero le trujo, dándole aviso de cómo venía sobre él toda la tierra junta.

UÉpocos hay en esta edad presente,


Aun de los que se precian más de amantes,
Que tengan sentimientos semejantes,
O sepan qué es amar perfetamente[2]!
Los más se van al fin de su accidente,
Y llaman a los otros ignorantes,
Teniendo a cortedad lo que es pureza,
Ya la desenvoltura por fineza.
Ya no hay la sencillez y noble trato
Que allá en aquel dorado siglo había;
Ya va lo bueno a menos, cada día,
Y más que a más[3] lo malo cada rato;
Ya el mundo no es cual fué, sino un retrato

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De engaño, de traición, de alevosía,
Aunque esto no es lo malo del ni dello,
Sino preciarse ya de parecello.
¡Cuan lejos anda el hombre mal discreto
De procurar aquello que aprovecha,
Pues deja por el mal de su cosecha
El bien que ha de venille de acarreto[4]!
Apenas hay quien siga lo perfeto,
Ni atine por do va la senda estrecha,
Que como de tan pocos es andada,
Crece la yerba y tiénela cerrada.
Un tiempo los humanos, ¡tiempo bueno!
Trataban sin doblez verdad entera,
Sin que mostrasen más en lo de fuera[5]
De lo que estaba allá dentro del seno;
Mas, la malicia corre ya sin freno
Y la bondad corrida va trasera
Echando atrás más pasos que adelante,
Cual por la seca arena el caminante.
¡Oh bienaventurada aquella gente
De pecho limpio y ánimo sincero,
Do vive amor tan puro y verdadero,
Que no publica mas de lo que siente;
Que no le mueve ilícito accidente,
Que el interés con él no vale un cero,
Y es a querer de sólo un fin movido,
Cual es querer no más y ser querido!
Como Gualeva quiere, que no quiere
Sino por ser querida de su amado,
Y así de verle agora en tal estado
Casi para morirse, casi muere;
Pues, como el canto sétimo refiere,
Le da la pena un golpe tan pesado
Que la derriba y tiende por el suelo,
Envuelta en un mortal y turbio velo.
Estuvo sin sentido larga pieza[6],
Porque del gran extremo en que sentía

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En el de no sentir venido había,
Que así del fin de un mal otro se empieza;
Volvió su amante en esto la cabeza,
Que ya de su locura en sí volvía,
Cobrando aquel aliento de que agora
Por él está privada su señora.
Revuelve el cuerpo, vela, mira y para;
Los ojos clava en ella y se demuda;
Parécele que es Guale, pero duda
Que tanto bien le de fortuna avara;
Extiende el brazo y llégale a la cara,
Do siente que un sudor helado suda,
Mas, visto ser su bien, su mal conoce,
Y por la causa del se reconoce.
A levantarse va desatinado,
Después de haberse vuelto boca arriba,
Mas, aunque en una y otra mano estriba,
No puede alzar el cuerpo desangrado;
Forceja y vuelve de uno y de otro lado;
Mil veces prueba, y tantas le derriba
La falta de la sangre, que era mucha,
Y así no puede más, por más que lucha.
Pero Sacando fuerzas de flaqueza[7],
Que della habiendo amor puede sacarse,
Si no se levantó pudo sentarse,
Por más que lo estorbó naturaleza;
Y sobre aquel milagro de belleza.
Penadamente empieza a derribarse[8],
Cogiendo de sus labios, aunque helados,
Frutos en todo tiempo sazonados.
Do luego con la voz debilitada,
Que a fuerza del amor del pecho sale,
Le dice: «¿No eres tú mi amada Guale?
¡Oh luna! Y ¿esta no es mi Guale amada?
Pues ¿cómo estás así desfigurada,
Faltando en la figura quien te iguale?
¿O quién te dio lugar en este suelo,
Debiéndole tener allá en el cielo?

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«Si para estar, señora, desa suerte
Ha sido parte el ver que estoy yo désta,
¿No sabes que mi vida no está puesta
Al golpe, si tú vives, de la muerte?
Pues vive y torna en ti, que sólo el verte
Es lo que ya más siento y más me cuesta:
No más, no más, amiga; baste, baste;
No vuelvas a perder lo que hallaste.
«Responde a Tucapel que soy yo mismo;
Yo soy el que tú buscas, yo te llamo».
No dice más, y al eco deste bramo[9]
Torna Gualeva en sí del parasismo.
Estaba ya en las puertas del abismo,
Y vino, como el pájaro al reclamo,
Al poderoso grito de su amante,
Poniendo en él su pálido semblante.
Levántase, que el bárbaro la ayuda,
Diciéndole: «¿Qué sientes, mi señora?
¿No ves delante vivo al que te adora,
Aunque su vida has puesto en harta duda».
Ella con esto el muerto color muda
En el color más vivo de la Aurora,
Y no pudiendo hablalle de contento,
Le ciñe con sus brazos en descuento.
«¿Cómo? pregunta el Indio, mi querida,
Tan grande fué la pena que sentiste?
Mas ella le responde luego: «¡Ay triste,
En tal peligro vi, señor, tu vida!»—
«Pues si ésa ya no puede ser perdida,
Replica Tucapel, ¿porqué temiste?
¿Hay juego donde pueda yo perdella
Si en el de amor te di barato della?
«Debieras entender de Tucapelo,
Siquiera por ser tuyo, mi Gualeva,
Cuando tuvieras dello menos prueba,
Que es cosa superior a tierra y cielo;
Y así, lanzar el tímido recelo
Que a tan disparatado fin te lleva,

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Como es pensar que en este pecho fuerte
Tiene juridición la flaca muerte.
«¿Entiendes, por hallarme así deshecho
Y en sangre de mis venas anegado,
Que ya la precisión del duro hado
De mí pretende haber algún derecho?
Engañaste, que sólo a mi provecho
Aspira con ponerme en tal estado,
Y si él también entiende que me daña,
Entienda juntamente que se engaña.
«¿Hay quien me pueda a mí quitar el brío,
Fuera de tu querer, mi dulce amada?
Tan solo del mi vida está colgada,
Y todas las demás lo están del mío;
Y aun dése rostro y dése brazo fío
Que a cuantos alzan hoy en Chile espada,
Yo solo, pues en mí sólo me fundo,
Los he de alzar de Chile y aun del mundo.
«No pienses, pues, por verme desta suerte,
De sangre, aliento y fuerza enajenado,
Que el hilo de mi vida está arrimado
A los agudos filos de la muerte;
Pues nadie tocará mi brazo fuerte,
Que es el apoyo y base del Estado,
Por más que su vigor pongan a una
La muerte, el hado, el tiempo, la fortuna».
Así soberbiamente blasonaba,
Apenas alcanzándole el resuello;
Mas, a la bella bárbara, de vello,
Oyendo sus locuras, le pesaba;
Y en tanto que las pastas[10] le limpiaba
Con el sutil cendal de su cabello,
Le dice: «¡Ay! cómo no es el menos daño
No ver, señor, que estás en este engaño!
«Si no lo ves, da crédito a quien te ama,
Y sábete que estás como el que sueña
Que corre, vuela, salta y se despeña,

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Y al fin está tendido en una cama.
¿Qué importa, dime, el dicho de tu fama
Si el hecho lo contrario nos enseña?
¿Tú quieres que prefiera lo que creo
A lo que por mis propios ojos veo?
«Bien sé que tienes ánimo valiente
Y pecho sobre todos levantado,
Mas, no has de estar en eso confiado
Para tener en poco el mal presente;
Pues la mudable diosa no consiente
Que estén las cosas siempre en un estado,
Ni en tu poder y mano está su rueda
Para que a su pesar la tengas queda.
«Y cuando te asegures de tu parte,
Que te dará el favor que a todos niega,
De mí, cuya desdicha a tanto llega,
Dime, ¿con qué podrás asegurarte?
Concédote que quiera reservarte,
Pero si me concedes tú que es ciega
Y que los dos vivimos tan en uno,
¿A entrambos no dará por dar al uno?
«Si cuando sobre ti la decendiera[11]
Pudiera yo, señor, alzar la mano,
O procurara hacer el golpe vano,
O todo sobre mí le recibiera;
Mas, no pudiendo ser desta manera,
¿No ves que no será consejo sano
Asegurarte tanto de una cosa
Que cuando está más cierta es más dudosa?
«Y aunque es verdad que muestras en el talle
No ser agora tanto el mal presente,
Para que por descuido no se aumente,
Importa conocelle y remedialle;
Mas yo ¡que en tales términos me halle,
Tan falta del recaudo suficiente,
Tan sola y sin favor de cosa alguna,
Que sólo me le dé la blanca luna!

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«¡Ay! alma, que un cuchillo te atraviesa
De ver que así tu cielo en tierra yace.
«¿Cómo tanto dolor no te deshace,
Y más cargando en ti con tanta priesa?
¡Ay! cómo el más pequeño^pesar pesa
Más de lo que el mayor placer aplace,
Pues no he gozado bien siquiera un[12] hora
Que llegue, ni con mucho, al mal de agora.
Así Ja delicada y frágil hebra
Deste su lamentar Gualeva hila,
Hasta que poco a poco se deshila
Y al fin con un suspiro se le quiebra;
Con otros muchos íntimos celebra,
A vueltas de las lágrimas que estila,
El tierno proceder de sus razones,
Agora endurecido en mis renglones.
El bárbaro, por ver que se afligía,
La quiso en su temor dejar segura,
Viniendo en que le diese al fin la cura
Que recebir de bravo no quería,
Y con algún despecho le decía:
«Bien siento que esta cura es más locura,
Pero por ti no es mucho, sino poco,
Que un hombre como yo se torne loco».
Así diciendo, el verde suelo baña
De sangre, que en copioso flujo vierte;
Mas la mujer cuidosa[13] que lo advierte,
Ligándole otra vez se la restaña;
A todo sabe fácil darse maña,
No se poniendo a cosa que no acierte,
Porque necesidad y amor la incitan:
Dos cosas que cualquiera facilitan.
Curóle por su mano delicada
Catorce y más heridas que tenía,
Y por la más pequeña parecía
Poder salir el ánima holgada,
Con lauco[14], yerba dellos usitada,

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Que en Chile por cualquier lugar se cría,
Pero de tal virtud para este efeto[15],
Que el bálsamo con ella no es perfeto[16].
Echóle désta, pues, a mano llena
El estrujado zumo simplemente,
Que. sólo sin mixtión es suficiente
Para sanar la llaga menos buena;
Hipócrates, Galeno y Avicena
Con cuantos hay modernos al presente
Podrán a buen seguro de su fama
Venir a praticar[17] con esta dama.
La cual habiendo al Indio así curado
Y puesto ya en alguna mejoría,
Le comenzó a contar lo que en la vía
Con Rengoy Leucotón le había pasado;
Y Tucapel habiéndola escuchado,
Le refirió el asalto y batería,
Contento, no por verse fuera della,
Sino de ver allí su amada bella.
Estando los gentiles, como cuento,
Gentiles[18] en la fe y en la belleza,
Oyeron un rumor por la maleza,
Que les turbó su rato de contento;
Levántase la bárbara al momento,
Sin género de miedo ni pereza:
Que, como ya sabéis, al buen amante
Jamás temor le pasa[19] por delante.
La mano da a la espada, y el oído
Adonde ve moverse más la rama,
Sin apartarse un paso de quien ama,
Queriendo el bien o mal con su querido;
Mas, yo diré después lo sucedido,
Que el vencedor ejército me llama
Y tengo de acudir allá por fuerza
Antes que mi camino más se tuerza.
Es el discurso largo, el tiempo breve,
Cortísimo el caudal de parte mía,

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Y danme tanta priesa cada día
Que no me dejan ir como se debe;
Por donde, si a disgusto el verso mueve,
No yendo tal, señor, como podría,
Es porque va, cual sale de su tronco,
Así con su corteza rudo y bronco.
En obra de tres meses que han corrido
He yo también corrido hasta este canto:
Mirad si para haber corrido tanto
Es mucho no ir el verso tan corrido;
Mas yo con él quedara bien corrido,
Si no corriera todo lo que canto
Derecho a socorrerse de un Mecenas
Que bien hará correr las cojas venas.
Así que, no me angustia ni me aflige
El ver que todo lleve su defeto,
En viendo la grandeza del sujeto
Y aquél a quien mi pluma se dirige[20];
Por éste lo imperfeto se corrige,
Y en éste cobra nombre de perfeto,
Pues toma el ser la cosa mala o buena
De la materia y fin a que se ordena.
Bien puedo proseguir con tersa frente
Haciendo en esto pie[21] la grave historia,
Aunque de mí no quede tal memoria
Cual della ha de quedar eternamente;
Pues digo que en su muro nuestra gente,
Habida ya la próspera vitoria,
Quedó sin proseguir con el alcance[22],
Que estando a pie no fuera echar buen lance.
Dejólos bien cansados el asalto,
Ya muchos con muchísimas heridas,
Mas no porque en alguna de sus vidas
La muerte, ¡gran ventura! diera salto;
El joven ejemplar, al de lo Alto
Las gracias del suceso referidas,
Repara y adereza el roto muro
Para contravenir a lo futuro,

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Que en todo, y en la guerra mayormente,
Es el consejo más seguro y sano
Ganar a lo futuro por la mano[23]
Y no se embarazar con lo presente:
En esto don Hurtado fué eminente,
Pues siempre tuvo el rostro como Jano,
O como el tiempo lúbrico y ligero,
Mirando lo pasado y venidero.
Mandó limpiar la fosa[24], casi llena
De las cabezas bárbaras, de brazos,
De cuerpos divididos en pedazos,
Que, vistos ya sin ira, daban pena;
Refuerza más la parte fuerte y buena
Y quita de las flacas embarazos,
Alzando nuevos lienzos y cortinas
Por lados, por traveses, por esquinas.
Así con brevedad se rehicieron
Las ya deshechas partes mal paradas,
Quedando por aquellos levantadas,
Que tanto defendiéndolas hicieron;
Y los que estar heridos parecieron,
Llevados a sus tiendas y moradas,
Hizo curar al pronto[25] don Hurtado
No menos que con todo su cuidado.
El tiempo que gastó la batería
Fué desde que asomando retoñece
Aquella que los campos humedece
Vistiéndolos de gracia y alegría,
Hasta que ya la blanca flor del día,
De todo punto abierta, resplandece,
Y el coronado rey de Creta y Délo
Quiere quemar con ella las del suelo.
Quedaron de los bárbaros altivos
Seiscientos, poco más, en tierra muertos,
Ya parte dellos frígidos y yertos,
Y parte palpitando medio vivos;
De golpes crudelísimos y esquivos

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Unos desde la cinta al hombro abiertos;
Otros se ven rajadas las cabezas,
Y muchos de las piezas hecho piezas.
¡Oh cuánta compasión causara el vello!
Al uno todo un muslo cercenado,
Al otro por el pecho atravesado,
O[26] cuerpo trunco sólo con el cuello;
Cuál echar por las llagas el resuello,
Cuál ve su corazón por el costado,
Y cuál de los ajenos pies vecinos
Hollados sus bullentes intestinos.
Allí se vieran llagas y aberturas,
Aunque a los ojos puestas, no creídas,
Y al despedir las ánimas perdidas,
Visajes espantosos y figuras;
Mil fieros ademanes, mil posturas.
Sus ojos vueltos, bocas retorcidas
Hacer un espectáculo tremendo,
Horrible, pavoroso y estupendo.
Aquél está saltando con el pecho,
Este los pies y piernas levantando,
Esotro contra el cielo blasfemando,
Y al fin se estira tocio a su despecho;
Pero los más se ven en tal estrecho
Volverse boca abajo agonizando,
Que como allá los lleva su destino,
Se ponen desde luego en el camino.
¡Qué de caliente sangre que corría!
¡Qué de sangrienta carne que nadaba,
Y qué de hueso a vueltas blanqueabal
¡Qué de médula dentro del bullía!
¡Oh! ¡qué de mechas Átropos hacía,
De los vitales hilos que cortaba,
Para gastar su noche y tiempo eterno
En los candiles negros del infierno!
¿A do se vio jamás en el rebaño
De simples ovejuelas y corderos

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Por los hambrientos lobos carniceros
Hacerse tal matanza, riza y daño?
¡Oh locos araucanos! Grande engaño
Que pretendáis en guerra manteneros,
Allá, con el que habita las alturas,
Y acá con el señor de las venturas.
El cual aquella noche receloso
Y prevenido a todas las cautelas,
Puso las vigilantes centinelas[27]
En cómodos lugares por el foso;
Y él mismo, sin cuidar de su reposo,
Aunque le daba bien de las espuelas,
Después que requerido las había,
En vela sobre todas se ponía.
Su misma presunción les encomienda
Con suavidad y peso de razones,
Las cuales suelen ser a veces dones
De más estimación que la hacienda[28];
Y así no hay pecho allí que no se extienda,
Mostrando corazón y aun corazones:
Que tanto puede y es de tanto efeto
El hombre que gobierna, si es discreto.
Mas, como del haberse todo el día
Tan excesivamente trabajado
Estaba cada cuerpo más cansado
De lo que por de fuera parecía;
Mostró de tal manera su porfía
El sueño con los ojos de un soldado,
Valiéndose del sordo tiempo escuro,
Que le postró con ellos en el muro.
El General solícito que andaba
Sus postas[29] visitando a paso quedo,
Cuando llegó al lugar de Rebolledo[30],
Que así la muerta vela[31] se llamaba,
Halló que a la sazón ardiendo estaba,
Y fué, cual suele ser, que el mismo miedo, .
Que a don Hurtado en sueños aun tenía,
Le despertó soñando que venía.

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Mas, de le ver los ojos refregando,
Como quien dellos el dormir desecha,
El joven solertísimo sospecha
Que estaba por lo menos dormitando;
Pero de sólo indicios no fiando,
Le obliga, para ver si le aprovecha,
Diciéndole sagaz a la pasada:
«Con vos segura está la palizada».
El bueno del soldado, a poca pieza[32],
Seguro de que ya no volvería,
Sin ver que de los ojos del se fía
La vida, de sus miembros y cabeza,
No hace sino dando de cabeza
Permanecer pesado en su porfía,
Hasta que ya del todo en ella envuelto,
Se duerme sin temor a sueño suelto.
Cuidoso[33] don Hurtado torna y viene,
Que el indiciado es quien le solicita,
Y como sabio médico visita
Más veces al que más peligro tiene;
Llegado al fin, que mucho se detiene,
Según su natural fervor le incita,
Halló como un lirón al centinela,
Debiéndole hallar cual grulla en vela.
Llamóle en alta voz la vez primera
Para certificarse si dormía;
Mas, visto que roncando respondía,
Airado le llamó de otra manera;
Porque la secutiva[34] espada fuera,
De que era digna ya su letargía[35],
Le dio tan duro golpe en un molledo
Que de llevalle el brazo estuvo un dedo[36].
Hirióle, cuanto justa, malamente[37],
Mandándole colgar al punto luego;
Mas, alcanzó perdón mediante el ruego
Y la necesidad que había de gente;
Que en tierra como aquella tan reciente

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No ha de llevarse todo a sangre y fuego,
Como en las ya políticas famosas,
Donde tan en su punto están las cosas.
Usó con esto el joven de clemencia,
Sin cuyo acompañado, la justicia
Apenas es virtud, porque se invicia[38]
Con parecer crueldad o malquerencia;
Y es donde se requiere más prudencia,
Porque si deste medio el juez desquicia,
En un extremo viene a dar forzoso,
Si de remiso no, de riguroso.
De entrambos se apartó como prudente
Siguiendo el justo medio don Hurtado,
Por do ganó de justiciero el grado
Y no perdió la borla de clemente;
Cumplió consigo propio y con su gente,
Fuera de haberse bien con el soldado,
Si es bien perder el brazo por el codo
A trueque de ganar el cuerpo todo.
Curóse al recebido bien tan grato,
Como del hecho malo arrepentido,
Dejando a cada cual apercebido
Para vivir en todo con recato.
Mientras así pasaba lo que trato,
El cielo con la noche escurecido
Iba cogiendo el velo y la cortina
Para mostrar su lumbre matutina.
Ya las alegres aves garladoras,
Haciendo con sus cánticos la salva[39]
A los purpúreos átomos del alba,
Burlaban de las tristes negras horas;
Y envuelto en sus pirámides pintoras[40],
Allá por la cabeza lisa y calva
De la sublime sierra crespa y fría,
El hijo de Latona parecía.
Al tiempo que el insigne don Hurtado
Al blanco pabellón se recogía,

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Que de la disparada flechería
Estaba todo crespo y erizado,
Como el espín cerdoso y acosado
Por toda la montera[41] compañía,
Cuando se encoge, estrecha y comprehende
Armado de las puntas con que ofende.
Y recogido aquí después que Delo
Tendió los vivos rayos de su lumbre,
Habiendo tramontado[42] la alta cumbre
Que de robusto Atlante sirve al cielo,
Llamó su bando e] Hércules novelo
Para les[43] aliviar la pesadumbre
Con su razonamiento y vista junto,
Alzando el grave acento en este punto.
«Magnánimos varones, en quien veo
Lo más que conceder el cielo puede,
Cuyo valor a todos tanto ecede,
Que pone raya y límite al deseo;
Ya veis la fuerza, el garbo y el meneo
Con que el osado bárbaro procede,
Y veis también del modo que su diestra
Los pulsos ha tentado de la vuestra.
«Si en esta más que célebre vitoria,
Por esos altos ánimos ganada,
Pudiste gobernar tan bien la espada,
Que habéis eternizado vuestra gloria,
Conviene que tengáis en la memoria
Ser todo cuanto habernos hecho nada
Respeto de lo mucho que ha de obrarse
Y es justo de vosotros esperarse.
«¿Quién duda que el incrédulo, corrido
De verse a manos vuestras ya deshecho,
Y más, como se sabe, estando hecho
A ser el vencedor y no el vencido,
Querrá cobrar el crédito perdido,
Quedando deste agravio satisfecho,
Pues que de su denuedo bien se prueba
Que nada soltará que se le deba?

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«Es gente de cerviz en todo[44] altiva,
Tan dura de venir a la melena,
Que por llevar al cabo lo que ordena
No habrá qué se le haga cuesta arriba;
Y dado que su torre al fin estriba
En fundamento menos que de arena,
Estando vuestros brazos de por medio,
Con todo, es bien que vamos al remedio.
«Ya ven que sois tan pocos, aunque buenos,
Tras muro no muy fuerte reparados,
Y saben que estaremos bien cansados,
Aunque de lo que piensan mucho menos;
Por do querrán volver los campos llenos,
En esto falsamente confiados,
Creyéndonos echar del homenaje[45],
Ganada a pura fuerza de coraje.
«Por tanto, entienda el infido[46] enemigo,
Si ya no lo ha entendido a su despecho,
Que en ese valeroso y bravo pecho
Jamás podrá el temor hallar abrigo;
Y para cuando llegue el campo amigo
Nos halle ya corrido tanto trecho,
Que si quedar no quieren atrasados,
Procuren de ir en vuelo arrebatados.
«Que haber salido bien con lo presente
Ganancia, amigos, es, mas no bastante[47]
A que ese pecho y ánimo constante
Se pague de tan poco ni contente;
Antes será perder abiertamente
No la llevar con otras adelante,
Si pérdida se llama, por ventura,
Tener arrinconada la ventura.
«Fuera de que si en esto nos quedamos,
No dando a la vitoria compañera,
Dirán, y con razón, que la primera
Por yerro, y no por hierro la acertamos;
Así que, no es el puesto do llegamos

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El palio[48] que remata la carrera,
Para que a sombra suya descansemos,
TO Pues al partir apenas nos ponemos.
«Bien tengo de vosotros entendido,
Según vuestro valor aventajado,
Que cuando al fin hubiérades llegado,
Os pareciera poco lo corrido;
Y que el ganar tendréis por buen partido,
En cuanto se conserva lo ganado,
Pues no está la vitoria[49] en alcanzalla,
Sino, como sabéis, en sustentalla.
«Porque el haber vencido como agora
Es desgarrón a veces de ventura,
Mas, ir con ello a más, prudencia pura,
Que es de cualquiera bien conservadora;
¡Cuánto se gana y pierde en sola un hora,
Que en mil años apenas se asegura
Si el capitán prudente y buen soldado
No estiran bien la cuerda del cuidado!
«Heme alargado en esto, porque os juro,
Ilustre y valerosa compañía,
Que quien de lo presente se confía
No tiene que esperar de lo futuro;
Mas, desto y de vosotros tan segure
Estoy que dentro en Cuenca no estaría[50],
Con más seguridad ni más franqueza[51],
Que recogido en vuestra fortaleza.
«Sólo de vos quisiera y pido en esto
Que no con otro fin hagáis la guerra,
Sino de que se plante en esta tierra
La fe que en nuestras almas Dios ha puesto;
Porque con este blanco y presupuesto
Jamás el tiro falta ni se yerra;
Mas, si la mira deste fin desmiente,
Avieso ha de salir forzosamente.
«Y que tengáis por colmo de la gloria
Usar con el vencido de clemencia,

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De suerte que al furor no deis licencia
Para manchar con sangre la vitoria;
Que así resonará vuestra memoria
En cuanto ilustra el sol con su presencia,
Y no pondréis la mano en cosa alguna
Donde la suya os niegue la Fortuna».
Con esto pone fin a sus razones,
Dejando con la plática nervosa[52]
Dispuestos a emprender cualquiera cosa
Todos los circunstantes corazones;
Y muévelos de suerte en sus rincones,
Que el mínimo de todos no reposa
De dar apriesa saltos en el pecho,
Teniendo aquel albergue por estrecho.
Así estuvieron todos aguardando,
No lo que la Fortuna dispusiese,
Ni qué semblante o rostro les hiciese,
Seguros ya de que era ledo y blando;
Sino con vivas ansias aquel cuando
Segunda vez el bárbaro viniese
Para subir de punto sus hazañas
Y humedecer en sangre las campañas.
Estando, pues, del modo que refiero,
Al orden todo puesto y sobre aviso,
Veis donde al muro llega de improviso
Alborotado un indio mensajero,
Vestido de un peloso duro cuero,
Al hombro su carcaj y el arco liso
Sirviéndole de báculo en la mano,
En busca del famoso Apó cristiano.
Lleváronle a su tienda brevemente,
Adonde en su presencia arrodillado,
Abrió la puerta al pecho fatigado,
Diciendo en voz cortada lo siguiente:
«Yo vengo, ilustre joven floresciente[53],
2o Porque tu grande nombre me ha obligado,
A sólo que te salves de algún modo,
Que viene sobre ti el Estado todo.

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«Cuarenta mil y más…» Quedóse en esto,
Y atrás como turbado se desvía,
De ver que no se turba don García
Sino que está más grave y más compuesto;
Mas, quiérolos dejar en este puesto
Hasta que vuelva en sí la pluma mía,
Porque también, demás de estar cansada,
La siento con el bárbaro turbada.

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CANTO NOVENO
En que el Gobernador, sabida la nueva, despacha al capitán Ladrillero por la mar al río de Maule, en busca
de la gente de Santiago. Adelántanse cien hombres al socorro del fuerte, lo cual entendido por los
enemigos, que ya venían sobre él, se vuelven, no osando acometelle. Llega todo el resto del campo a
juntarse con don García, donde, pasados algunos días, se hace reseña general de toda la gente;
señálanse en ella algunos caballeros particulares, no por compañías ni orden, por no se haber
nombrado los oficios antes, sino después de la muestra[1], para cuyo efeto se hizo. Marcha todo el
campo a Biobío para pasar al estado de Arauco.

Lgeneroso, fuerte y alto pecho,


Con quien el miedo siempre anduvo a malas,
No sufre que le arrime sus escalas,
Ni llegue adonde está con largo trecho;
Porque jamás le viene del provecho,
Sino es al corazón quebrar las alas
Para que nunca suba do subiera
Con sólo que el temor lanzara fuera.
Cual es aquel Olimpo de alto nombre,
Que deja el aire abajo de su cumbre,
Sin que le den sus vientos pesadumbre,
Tal debe ser el ánimo del hombre;
Pues no ha de haber encuentro que le asombre

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Ni cosa que lo altere ni deslumbre,
Sino mostrarse tal a cuanto venga,
Que el propio miedo en verle se le tenga.
A cuanto mal Fortuna darle pueda,
A tanto ha de esperar el que es prudente,
Para que nunca venga de repente
Ni turbación le dé cuando suceda;
Ya las contrarias vueltas de su rueda
Debe mostrar igual y sesga frente,
De suerte que con rostro tan sereno
Reciba el mal suceso como el bueno.
Porque este es aquel don de fortaleza
De que los hombres más han de preciarse,
Y todo lo posible avergonzarse
De que les mire al rostro la flaqueza;
Mas, para ostentación de su grandeza
Conviéneles tener en qué arresgarse,
Que el toro no se muestra allá en el prado
Hasta que ya en el coso le han picado.
No quiero yo decir que el hombre sea
Un Icaro soberbio y temerario
Para que, dando nombre al mar Icario,
Entre sus ondas muerto al fin se vea;
Sino que si jamás errar desea,
A nuestro joven siga de ordinario,
Al cual, sin ser altivo ni arrogante,
No hay cosa tan terrible que lo espante.
Pues, aunque más el Indio le decía,
Como antes de prudente lo esperaba
Y tan apercebido[2] a todo estaba,
Ningún asombro dello recebía,
Ni del tranquilo aspecto desdecía;
Mas, tanto aquella nueva le agradaba,
Que habiendo de turbar su faz serena,
Más fuera de contento que de pena.
Aunque a mi ver la causa más es que una
De no se alborotar un punto desto,

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Y debe ser estar con Dios bien puesto,
Que el que lo está no teme cosa alguna;
Ni rinde vasallaje a la Fortuna,
Ni un tanto se le da por todo el resto,
Porque ese pecho está lleno de brío,
Que vive de pecado más vacío.
Por esto, pues, aquel de don Hurtado
Oye tan sin temor y tan entero
La nueva del amigo mensajero,
Que en el discurso atrás quedó turbado;
Pero después de haberse reportado,
Y no lo pudo hacer tan de ligero
Que no se detuviese alguna pieza[3],
Prosigue alzando el dedo a la cabeza:
«Cuarenta mil soberbios araucanos
De los que sobre todos se descuellan
Y causan terremotos donde huellan,
Os buscan, ¡oh! misérrimos cristianos!
Haced cómo libraros de sus manos,
No lo libréis por ésas, que os degüellan,
Mas, antes lo librad por pies ligeros,
Si libres y con vida queréis veros.
«Mirad que no volveros es locura,
Sabiendo ser buscados de una banda,
Que en dar con otros muchos a la banda
Bien poco de su crédito aventura;
Mejor es que apeléis de tierra dura,
Huyendo al[4] tribunal de la agua blanda,
Donde sus ondas pueden seros muros,
Y aun dudo si estaréis allí seguros.
«Mas, dado que es el último remedio,
Y no podéis tenerlo de otra suerte,
Huid extremos de prisión o muerte,
Poniendo con el agua tierra en medio;
Y no esperéis a veros en asedio
A sombra deste muro y flaco fuerte,
Que no está la vitoria en sólo habella,
Sino en privar al enemigo della.

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«Esto es a lo que vengo de mi parte
Y de la del cacique Curaguano[5],
Que en el distrito y término serrano
Tenemos una gruesa y culta parte;
Hanos movido a bien aconsejarte,
Hijo del Sol, tu nombre soberano,
Que no cabiendo ya en la baja tierra,
Nos busca en lo más alto de la sierra».
El raro General con un sonriso[6],
Que no le quita adarme de su peso,
Pronóstico del próspero suceso,
Le rinde bien las gracias del aviso;
Y lleno del que dalle el cielo quiso,
Que a ser en otro vaso fuera eceso[7],
Dos capas le hace dar de fina grana,
Aquélla guarnecida y ésta llana.
Con esto y el viático abundante,
Le dice que se vaya al caro asiento
Y diga a los demás cómo su intento
No es de volver atrás, sino ir delante;
Por donde, aunque la tierra se levante
Y se le contrapongan mar y viento,
Con sólo ver al cielo de su banda
No torcerá jamás de su demanda.
Mas, antes que Puchelco[8] se partiera,
Que desta suerte el indio se nombraba,
Quiso que a vista del su gente brava
En orden de batalla pareciera
Y que con su denuedo y armas viera
La prevención y aviso con que estaba,
Para que todo así lo refiriese
Doquiera que este bárbaro se viese.
El cual, por una inculta senda angosta
Con esto se partió lleno de espanto,
Y el providente joven, entretanto
Despacha a Ladrillero por la posta[9],
Que en un batel se vaya costa a costa,

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Rompiendo el mar cerúleo todo cuanto
La fuerza de los remos alcanzare
Hasta que en el canudo[10] Maule pare.
Adonde si la gente, como piensa,
Con Juan Remón[11] hubiera ya llegado,
Le dé razón allí de ló pasado
Para que acuda luego a su defensa;
Porque el poder inmenso y fuerza inmensa
Que encierra en sus entrañas el Estado
Se junta para dar en la albarrada
De boga, como dicen, arrancada[12].
Y caso que el ejército tardío
No hubiera ya llegado a la ribera,
Le manda que prosiga su carrera,
Buscándole agua arriba por el río;
De suerte que jamás esté baldío
El remo sobre el agua lisonjera,
Hasta topar la gente y avisalla
Del término y estado en que se halla.
Navegan Alarcón[13] y Ladrillero
Hasta llegar a Maule, su paraje,
Do ven ocupadísimo el pasaje
Por el amigo ejército zorrero[14];
El cual, habiendo visto al mensajero
Y la resolución de su mensaje,
Gran opinión del nuevo Apó concibe,
Ya socorrelle luego se apercibe.
De cuatrocientos bélicos soldados
Los ciento se adelantan orgullosos,
Labrando[15] los ijares cosquillosos
De fáciles caballos alentados;
Trastornan[16] cerros, lomas y collados,
Pasando mil esteros cenagosos
A vado hasta la cincha y la reata,
Y en góndolas a Nuble con Itata.
Con éstos y con más inconvenientes
Prosigue la centuria[17] su jornada,

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De más de treinta leguas prolongada,
Esquivas, intratables, inclementes;
Las cuales caminaron diligentes
Antes de la segunda luz dorada,
Llevados como en vuelo, sin pararse,
Tras la fogosa gana de mostrarse.
A vista, pues, de Penco en alto puesto
Divisan los ganosos castellanos
Algunos corredores araucanos
De los que al muro van con paso presto;
Espéranlos con ánimo dispuesto
Para venir con ellos a las manos;
Mas, visto su denuedo y lozanía,
Tomaron los infieles otra vía.
Mudaron el camino y el intento
A se llevar el muro enderezado,
Y esto a pesar del numero abreviado[18]
Que los siguiera viéndolos sin cuento;
Mas, frénanse los ímpetus, atento
Que están a vista ya de don Hurtado,
A quien quisieron más guardar la cara
Que el bien que de seguillos resultara.
A tal sazón se juzgan los del muro
Tan lejos del vecino campo amigo
Cuan cerca ya del bárbaro enemigo;
Pero mostrando a todo pecho duro,
Que cada cual se tiene por seguro
Teniendo en su defensa y en su abrigo
No la barrera fuerte ni ancho foso,
Sino el valor del joven milagroso.
Mas, quiere Dios que estando en tal espera,
Puesta la suya en Él tan solamente,
Asome de improviso nuestra gente,
Cubriendo el chapitel de una ladera;
Venia del muro, y a la faz primera,
Creyendo ser el bárbaro insolente,
Tocan ¡al arma! ¡al arma[19]! y a sus puestos
Acuden animosos y dispuestos.

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Mas, el dichoso engaño fué deshecho
Con más atentos ojos divisando
Cual vienen velocísimos cortando
De arriba abajo el áspero repecho;
Los unos se adelantan largo trecho,
Sus ágiles caballos arrojando[20],
Los otros por la playa los manijan[21],
Y todos de tropel al muro aguijan.
Alégranse los tristes corazones,
Extiéndense los pechos encogidos,
Ocúpanse de gozo los sentidos,
Responden al contento los cañones;
Explícase la gente con razones,
Las bestias con relinchos y bufidos,
Tanto, que el aire lleno de algazara
Rompiera si el placer no lo ensanchara.
No puede humanamente exagerarse
El sumo regocijo no pensado,
El darse el bienvenido, el bienhallado,
El nuevo conocerse, el abrazarse;
A recebillos quiso adelantarse
Fuera de la muralla don Hurtado,
Que, como el alma suya de alegría,
Su cuerpo así del término salía.
Pues sale como estaba en la barrera,
Tranzado[22] de la cima hasta la planta
Un blanco arnés, que esparce lumbre tanta
Cuanta nos da la deifica lumbrera,
Sobre la frente alzada la visera,
Con que su garbo al cielo se levanta,
A recebir y dar su pecho a todos
Por diferentes graves dulces modos.
Admíranse mirando al bello mozo
De aquel su proceder en todo bueno,
No menos que de ver el campo lleno
De la matanza y bárbaro destrozo;
Mas, luego prorrumpiendo en alborozo,
Sacan allá de lo íntimo del seno

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Los bravos y contentos corazones
Envueltos en políticas razones.
Después que lo posible celebraron
El desigual[23] contento del socorro,
Y algún espacio en rueda y ancho corro
Cosas alegres y útiles trataron,
En escogido sitio se alojaron,
De mucha yerba y agua, bajo el morro,
Armando luego tiendas y moradas
De valerosos pechos ocupadas.
Y habiendo ya llegado a pocos días
El rezagado resto de la gente,
Se renovaron más cumplidamente
Los júbilos, las fiestas y alegrías;
Mas, como el General por todas vías
Cudicia[24] que su campo se acreciente,
Despacha a la Imperial[25] por más soldados,
Frontera do los hay acreditados.
En tanto en el seguro alojamiento
Se estuvo con su escuadra belicosa,
Que estaba por extremo cudiciosa
De reprimir el bárbaro ardimiento
Y con las ansias ya de dar un tiento[26]
Al pecho de la varia y ciega diosa,
Culpando la tardanza mal sufrida
De verse una semana detenida,
Mas, quiso el cauto Apó que remitiese
Del trabajoso y áspero camino,
A fin de que el soldado y el vecino
Sus bestias y[27] rehiciese;
Pues como en este tiempo concluyese
Todo lo que al propósito convino,
Holgó de ver un viernes en la tarde
A su lucido ejército en alarde.
Sabido ya de todos el decreto,
El jueves precedente por un bando,
Los viérades andar aderezando

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Quién la celada, quién, el duro peto;
Ninguno tiene el ánimo quieto
En toda aquella noche, deseando
La tarda, perezosa y nueva lumbre,
Que ya mostraba un monte por su cumbre.
Salió con un riquísimo tocado
En perlas escondido y pedrería,
Que de su mal cuajada argentería
Ornaba el monte, el valle, el soto, el prado;
Adonde por haber participado
De aquellas tembladeras que esparcía,
Quedaban florecilla y yerbezuelas,
Sus cuellos adornados de arandelas.
Salió también con hábito de fiesta,
Para poder hallarse en la presente,
Filesio por las puertas del Oriente,
Rayando la corona de una cuesta;
La suya de oro fino saca puesta
Con mil piropos[28] nuevos por la frente,
Y dentro de un lustroso y nuevo coche
Triunfando más que nunca de la Noche.
Así de su palacio el rubio Apolo
A visitar la tierra y mar salía,
Enderezando el coche al mediodía
De donde hiere más a nuestro polo;
Cuando para que el sol no vaya solo,
Catad allí do sale don García,
Con tanto resplandor y luz tan rara,
Que no salir Apolo no importara.
Llegada es la sazón, Sacro Museo[29],
Que consagráis el monte de Elicona,
Poniendo vuestros pies en su corona,
De conspirar comigo[30] en mi deseo;
Porque según la altura en que me veo
Y el váguido[31] mortal de mi persona,
Forzoso habrá de ser precipitarme,
Si todas no venís a confortarme.

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Pero de vuestras alas confiado,
¡Oh Musas! echaré a volar mi pluma,
Diciendo, aunque en ceñida y breve suma,
Las cosas deste alarde señalado.
Pues, ya que vino el término aplazado,
Entró por donde el cano mar se espuma,
Delante de su gente, el nuevo Marte
Con el regal[32] católico estandarte;
Mandando que a un lugar de la ribera
Se ponga la veloz caballería,
Y en otro la valiente infantería,
Unos delante de otros, en hilera;
Paró su curso luego toda esfera,
Y Febo que en la suya se movía;
Echóse el viento, el mar se puso en calma,
Quedándose más llano que la palma.
A cuyo igual tablado preeminente
Subió, tras Doris, Glauco y Aretusa,
El amador tan caro, de Medusa,
Con un coral ganchoso por tridente;
Y el Padre universal de toda fuente,
Con quien de mil regalos Tétis usa,
Sube también, trayéndola de mano,
Sobre la haz del mar tranquilo y llano.
Sentáronse a mirar en altas rocas
Con Acis la hermosa Galatea,
Palemón y su madre Leucotea,
Que al itacense Rey prestó sus tocas;
Y esotro multiforme con las focas
Dejó su cavernosa gruta fea;
Dejaron por entonces suspendidos
Caríbdis y la Scila sus ladridos.
Cercado de una gruesa compañía
Llegaste de los últimos, Nereo,
Por ser tu habitación el mar Egeo,
Que tanto del Chileno se desvía;
Tritón, el de la concha, te seguía,

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A quien mató, dormido, el Tanagreo,
Y tus Nereidas hijas, la Melite,
Con Cimodoce, Glauce y Anfritrite,
Que esmaltan el estrado cristalino,
Mediante aquel color de sus cabellos,
Tan verdes, que las mismas ovas dellos
Debieron de tomar su verde fino;
Al fin ningún cerúleo dios marino
Quedó, ni el más humilde pez con ellos,
Que no saliese, a ruego de la nuestra,
Haciendo sobre el mar también su muestra.
Los cárcavos y cuevas se vaciaron,
Saliendo sus lamosos dueños dellas,
Y todas las selváticas doncellas
Subidas por los árboles miraron;
Las cumbres de los montes ocuparon
Sus moradoras ninfas, y con ellas
Salieron de sus lóbregos boscajes
Los sátiros, los faunos, los salvajes.
Cuanto camina y repta[33] por la tierra,
Cuanto sustenta el aire en fe del vuelo,
Cuanto produce el fértil rico suelo
En soto, en valle, en monte, en llano, en sierra;
Cuanto sostiene, influye, cuanto encierra
Ese convexo y cóncavo del cielo,
Tanto se enfrena, para y tiene a raya
Por ver esta reseña de la playa.
Mostróse, pues, de todos el primero
Aquel que puede serlo en toda parte,
Representando a Júpiter y a Marte,
No menos manso en paz que en guerra fiero;
Su rostro entre benévolo y severo,
Y el acabado cuerpo de tal arte,
Que claro por de fuera descubría
Al ánima que dentro lo movía[34].
Sobre un caballo rucio, poderoso[35],
De rodezuelas[36] cárdenas manchado,

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Que por el firme rostro y enarcado
Cuello sacude anhélito espumoso,
Midiendo con las manos de fogoso
Lo que desde las cinchas hay al prado,
Y tanto en los metidos pies estriba,
Que todo sobre el anca se derriba.
Oblígale sentir que lleva encima
El que es de ser y vaso todo el peso;
Armado va un arnés[37], lucido y grueso,
Con la visera de oro por la cima,
Donde grabado está por mano prima[38]
De todas sus hazañas el proceso:
¡Mirad con qué primor y sutileza
Pues tanto cupo en tanto de estrecheza!
Mostraba sobre el campo del escudo
A la Fortuna lúbrica rendida,
Ya la Ocasión por el copete asida
Con poderosa mano en ciego ñudo;
Esto es lo que forjar Vulcano pudo
Contra la voluntad de su querida,
Do el arte deja, yéndose de vuelo,
A la naturaleza por el suelo,
Llevaba su derecha y fuerte mano
El cuento de un bastón de plata pura,
Y fijo el otro cuento en la cintura
Con milagroso término lozano;
Así poniendo asombro al mar insano,
Y fuego en su región helada y pura,
Se muestra nuestro joven excelente,
Llevándose los ojos de la gente.
Detúvose en pasando un poco afuera,
Adonde puesto en frente de Neptuno,
Mandó pasasen todos uno a uno,
Para de cada cual juzgar quién era;
Y que después la banda caballera,
Sin reservar dellos[39] hombre alguno,
Probase en la marina sus caballos,
Por ver los que supiesen manijallos.

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Sale del cuerno diestro el hijo caro
De aquel que fué en Alcántara clavero[40],
Calado un morrión de limpio acero,
Con quien se pone a brazos[41] el sol claro;
Donde el metal, que es dios para el avaro,
Revuelve por cordón un drago fiero,
Y en leva[42] y diestra mano escudo y lanza,
Sobre su rabicano se abalanza.
Bien puesta en un peceño[43] la persona
Sucede Juan Ramón[44] al de Toledo,
Con tal demostración y tal denuedo,
Que satisface a Palas y a Belona;
Celada, cota y cuera[45] fanfarrona
Con fino pasamano por el ruedo,
Y haciendo de una lanza rehilete,
Que puede ser entena de trinquete.
Don Pedro, aquel del rostro ya nevado[46],
Blasón de Portugal, ilustre viejo,
No menos en la edad que en el consejo,
De una coraza fuerte sale armado;
Encima de un overo sosegado[47],
Y en obras tan galán como en pellejo,
De medio a medio el asta bien terciada
Sobre el derecho muslo atravesada.
Preséntase otro Pedro, aquel de Aguayo[48],
En la famosa Córdoba nacido,
Un jaco lucidísimo vestido,
Que brota cada malla un vivo rayo;
A la jineta en un castizo bayo,
Que al mar y al aire altera su bufido,
Y con oreja viva punza el cielo,
Barriendo con la cola todo el suelo.
Fertilizando aquella estéril playa
Con bello garbo y término elegante,
Gentil de cuerpo, grato en el semblante,
Se muestra don Felipe haciendo raya[49];
Podrá tener al cielo sin que caya[50]

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Cuando se cansen Hércules y Atlante,
Y aun es ligera carga la celeste,
Si la han de sustentar los hombros déste.
De escamas de metal resplandeciente,
Que hacen claros mil y mil escuros[51],
Guarnece los fornidos miembros duros
Y de templado yelmo su ancha frente;
Por asta lleva un mástil suficiente
A derribar de un golpe fuertes muros,
Que silba en las orejas de un tordillo,
Cimbrándole cual vara de membrillo.
El claro don Cristóbal de la Cueva[52]
En un rosillo, suelto más que un pardo[53],
Haciendo muestra de ánimo gallardo,
De nuevo su intención probada prueba;
Las aceradas armas todas lleva
Con círculos y esmaltes de oro y pardo,
Y por su rostro, aun antes que se acerque,
Se ve lucir la sangre de Alburquerque.
Procede el que de Córdoba se nombra,
Después de Capitán, Pero Fernández[54],
Cual veterano milite de Flandes,
Con un orgullo tal, que a Marte asombra,
Dando, como pariente, un aire y sombra
Al Grande Capitán entre los grandes;
El cual si engrandecerse más pudiera,
Por este gran varón se engrandeciera.
Siguióse don Alonso, aquel Pacheco[55],
Aquel de rico talle y rara vista,
Con una bien cuajada sobrevista
De cadenilla de oró, espiga y flueco[56];
Jugaba, en vez de lanza, un roble seco,
Como si fuera alguna seca arista,
Hollando en un picazo[57] la ribera,
Con un galán penacho en la testera.
Al celebrado Zúñiga de Ercila[58],
Eterna y dulce voz del araucano,

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Por cuya fértil pluma y fértil mano
Castálido licor Apolo estila,
Gozó de ver aquí la mar tranquila
Airoso, vistosísimo, galano,
Con plumas, martinetes, con airones,
Trencilla, banda, cintas y listones[59].
Armado de armas fuertes y lucidas
Y haciendo gentilezas con su lanza,
En un frisón melado[60] se abalanza
Ese que goza el nombre de Bastidas[61];
Bizarras plumas lleva, que teñidas
De celo, cautiverio y esperanza,
Sobre el crestón al aire se menean
Y el rostro blandamente le ventean.
Gabriel de Villagrán[62], de ilustre casta,
Asoma en un colérico morcillo,
Trepado y más redondo que el ovillo,
Con peto y morrión de fina pasta;
De quien el encendido aspecto basta
Para poner al[63] bárbaro amarillo,
Y basta su vigor, por más que pesa,
Para blandir un asta dura y gruesa.
Sacaron dos adargas embrazadas
En dos caballos candidos lozanos,
Vibrando dos entenas en las manos,
Dos armas cada cual, acuarteladas[64],
Dos crestas de penachos adornadas,
Aquellos dos Verdugos, dos hermanos
Mellizos, más iguales en el suelo
Que Pólux y Castor allá en el cielo[65].
Más firme en los arzones que un peñasco,
Batiendo los ijares de un sabino,
Con fuerte lorigón de temple fino
Y un duro capacete sobre el casco,
Se arroja aquel insigne de Velasco[66],
Terciando fácilmente un grueso pino
Y unido el ancho escudo al ancho pecho,

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Que siempre fué de Marte amigo estrecho.
Rodrigo de Quiroga[67] pasa luego
Con silla tachonada en un castaño
Feroz que, en arrimándole el calcaño,
Parece convertirse en vivo fuego;
Un argentado almete, dorde ciego
Se torna el natural autor del año.
De su loriga armado y fuerte escudo,
Y al hombro, ¡ved qué lanza! ¡un fresno rudo!
Con escamosa malla y doble cuera
Encima de un dorado castañuelo,
Que huella el aire vano más que el suelo,
Y apenas cabe en toda la ribera,
Parece don Marino[68] de Lobera
Aficionando a tierra, mar y cielo.
Varón ejercitado en la milicia
Y noble caballero de Galicia[69].
El frasco[70] atrás, al hombro la escopeta,
Armado una lustrosa coracina[71],
Y encima de oro, seda y lana fina
Una listada y corta camiseta,
En un soberbio zaino a la jineta,
Que pisa como en fuego en la marina
Y en su fogacidad[72] se abrasa y arde,
Gómez de Lagos[73] entra en este alarde.
Gallardo se presenta aquí Murguía
En hacedor[74] cuatralbo lista blanca,
Que la marina besa con el anca
Y con las manos della se desvía;
Sus armas dan la luz que al medio día
El Cintio suele dar con mano franca,
Y su denuedo, traza y apostura
Mil buenas esperanzas asegura[75].
Cerrado y puesto bien a la estradiota[76]
En alazán de huello tan liviano,
Que en resurtir del suelo con la mano
Ecede[77] a la recíproca pelota,

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Con un estofo[78] doble y fina cota
Sale por la ribera del mar cano
El capitán Reinoso[79] a su paseo
Con desdeñoso y libre contoneo.
Tras éste don Simón[80] ocupa el puesto,
Aquel de Lusitania respetado,
Las armas todas y hábito morado,
Creyendo que el Amor se paga desto;
Al cual, en el escudo lleva puesto
Y al sanguinoso Marte al otro lado,
Que entrambos, a la par, le dan favores,
Cubriéndole de palmas y de flores.
Sale del hierro asida la asta dura,
Que va dejando rastro por la arena,
Bernal[81], que en esta edad presente suena
Y sonará mejor en la futura,
Con una fuerte y lúcida armadura,
Do Febo da su luz a mano llena,
Y haciendo a un alazán tostado el pelo
Que sólo con los pies estampe el suelo.
En bayo cabos negros y frontino[82],
Que el freno espumosísimo tascando
De todos cuatro pies se va quemando,
Sale un ilustre y claro vizcaíno,
En armas, talle y garbo peregrino,
A quien el viejo Proteo contemplando
Dice a Neptuno vuelto: «Aquel Gamboa
En Chile dejará perpetua loa[83]».
La rienda y el escudo en la siniestra,
Sobre un furioso rucio plateado,
Compuesto, repulido y alheñado,
Y el asta de dos hierros en la diestra,
Hace de su valor y estirpe muestra
El caballero de Olmos, todo armado
Desde el bridón[84] estribo hasta la frente
De limpio acero y malla reluciente[85].
En un cuartago negro más que endrina,

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Con el copete, cola y crin tranzada,
El pecho y la cadera encubertada,
Va Lope[86] Ruiz hundiendo la marina,
Con un jubón de malla jacerina,
Cubierta de garzotas la celada,
Y la ñudosa lanza al diestro lado
Cogida con el codo entre el costado[87].
Juntando los extremos de tu lanza,
Ya la secreta barra de la silla
Como clavado el muslo y la rodilla
Con altivez y justa confianza,
Mostrando tu valor y tu pujanza,
Más para contemplalla que decilla,
Saliste a la reseña, Diego Cano[88],
Horror del indio y gloria del hispano.
Y tú, mi padre caro… mas, perdona,
Que no he de dar motivo con loarte
A que diciendo alguno que soy parte,
Ofenda mi verdad y tu persona;
Por esto callaré lo que pregona
La voz universal en toda parte,
Y perderás, por ser mi padre amado,
Lo que por ser tu hijo yo he ganado[89].
Sólo diré que en guerras te criaste,
En guerras, como en crédito, creciste,
En guerras tu principio recebiste,
Y en guerras hecho piezas acabaste;
Donde el servir al Rey sólo ganaste,
Y por mejor serville te perdiste,
Dejando a los que somos de tu casta
No más que el bien de serlo, y éste basta.
Dejemos lo demás, pues no aprovecha
Y siento que la oreja ya me zumba,
Aunque por ser verdad que así retumba,
Sospecho que carece de sospecha;
Pues, quede tu alma a Dios, por quien fué hecha
Hasta cobrar su cuerpo de la tumba,
Que yo me vuelvo al hilo de la historia,

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Casi quebrado ya con tu memoria.
Cortés, Riberos, Cácerés, Miranda,
Godínez, Bustamante y. Andicano,
Arana, Lira, Niebla, Santillanp,
Montiel, Villegas, Avalos, Aranda[90],
Con toda la demás lucida banda,
No menos se mostraron en lo llano,
Todos con sus adargas, y por ellas
El cielo, el sol, la luna, las estrellas.
No poco en este alarde señalados
Se vieron otros únicos varones,
En paso y plumas, gallos y pavones,
Y en la batalla tigres enojados;
Caballos ricamente encubertados
Con símbolos, empresas y blasones,
Gentiles, fuertes, bravos y galanes
En rostros, armas, cuerpos, ademanes.
Las bandas, los collares, las cadenas,
Lorigas, yelmos, cotas relucían;
Los visos y las aguas que hacían
Dejaban las del mar de envidia llenas;
Hirviendo se mostraban las arenas
Al fuego de los pies que las batían;
La tierra se apretaba con su centro[91]
Y el mar se retiraba más adentro.
En toda la reseña no hubo alguno
Que en algo no mostrase algún eceso[92],
Y de seiscientos que era el bando grueso,
De presentarse aquí dejó ninguno;
Quisiera yo acudir a cada uno,
Mas fuérase la historia toda en eso:
Baste que en otras partes puesto vaya
Quien puesto no se viere en esta playa.
Yo voy en lo que puedo tan sucinto,
Que poco habrá de ser lo que me aguarde,
Y adviértole, demás, que en este alarde
No van por orden todos los que pinto;

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Para que ni por cuarto ni por quinto,
Ni por llegar temprano ni por tarde,
Ni porque lo mejore ni empareje,
Ninguno lo agradezca ni se queje.
Si ya para salir en este día
Nombrados capitanes estuvieran,
Por orden todos ellos se pusieran,
Siguiendo a cada cual su compañía;
Mas, como en esta muestra don García
Para nombrallos quiso que salieran,
Poner particulares fué forzoso,
Y para mí no poco trabajoso.
Hiciéronse a una banda los piqueros,
Que un gran cañaveral de sí formaban,
Y en otra, donde menos ocupaban,
El hórrido escuadrón de arcabuceros,
Con mil amigos bárbaros, flecheros,
Que al dar el salto un pece, lo clavaban,
Poniéndose unos a otros con mirarse
Solícitos impulsos de estrellarse.
Gozoso los miraba don Hurtado,
Y allí nombrados ya los oficiales,
Personas beneméritas, cabales
De traza, de consejo, de cuidado,
Les hizo un parlamento[93] concertado
Con sólidas palabras sustanciales,
Como le hiciera aquel romano Julio
Con toda la retórica de Tulio;
Mostrándoles en él que quiere luego,
Pues tiene tal ejército delante,
Buscar al fiero bárbaro arrogante,
Ganándole de mano[94] en este juego;
Y pues en todos hay tan vivo fuego
Y en todo la presteza es importante,
Que el sábado siguiente marche el campo,
En viéndose con luz el verde campo.
¡Qué larga aquella noche les parece,

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Qué lerda, qué sin pies la clara lumbre!
No ven algún asomo de vislumbre
Cuando engañados piensan que amanece;
No temen el trabajo que se ofrece,
No hay cosa que los cause pesadumbre,
Sino es el detenerse tanto el día,
Que ya lloviendo aljófares venía.
Levántase el real en este punto,
Y bien cubierto de armas y rocío
Se va la vuelta luego de Biobío,
Por donde con el mar se ve más junto;
Pero descanse ya mi voz un punto,
En tanto que la gente llega al río,
Porque, según el paso y priesa della,
Cansado, mal podré tener[95] con ella.

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CANTO DÉCIMO
Llega el campo al río grande de Biobío, donde, contra el parecer de todos, el Gobernador se resuelve de[1]
pasarle, usando para ello de un maravilloso ardid de guerra, con que desvela al enemigo, que de la
otra banda le esperaba fortificado. Pasa toda la gente, y en vía don Hurtado a correr la tierra tres
leguas adelante para ver de[2] asegurar su alojamiento. Dan veinte mil indios en los corredores,
viénense retirando hasta el asiento de su real, donde se traba la batalla que llaman de Biobío, por
haber sido casi a su ribera. Cuéntase lo que pasó entre Orompello y Galbarino sobre la muerte de
Hernán Guillen, que los indios mataron por haberse desmandado del real a comer frutilla.

INGUNA buena suerte habrá segura


Habiendo en la milicia negligencia,
Pues, como dicen bien, la diligencia
Es madre de la próspera ventura[3],
Y aquel saber gozar la coyuntura
Es el sutil primor de la prudencia;
Mas esos que le saben son contados
Y sólo con el dedo señalados.
¡Con cuántas cosas sale fácilmente
El capitán solícito y mañoso,
Con que salir no puede el poderoso
En siendo descuidado y negligente!
Más vale mucho el flaco y diligente

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De lo que vale el fuerte y perezoso,
Que, al fin, como el vulgar proverbio suena,
No hizo la pereza cosa buena.
Ni menos hay alguna que se haga,
Como calor no lleve en compañía,
Sin quien el mismo fuego no sería,
Pues donde no hay calor presto se apaga;
Caliente sufre cura cualquier llaga
Con más facilidad que estando fría,
Y el hierro, mientras más calor tuviere,
Hará el martillo del cuanto quisiere.
Quiero decir por término más llano
Que en todo, y más en esto, es grande parte
Poner calor y[4] usar de industria y arte
Para que la Fortuna dé la mano;
El fuego que entendemos por Vulcano
Dicen allá que tiene preso a Marte,
Pero que el dios Neptuno lo desprende,
Por quien el agua frígida se entiende.
Enséñanos la fábula con esto
Cómo para entregarse de la guerra
Que dentro de su nombre Marte encierra,
Es menester calor y paso presto;
Mas, si interviene el dios Neptuno en esto,
Forzoso habrá de dar con todo en tierra,
Esto es, que donde ve tibieza alguna,
Allí se muestra tibia la fortuna.
¿Quién hizo al que por África se nombra
Scipión el Africano tan famoso,
Sino seguir al Peno fervoroso
Y nunca le dejar a sol ni a[5] sombra?
Y el César, cuyo nombre al mundo asombra,
¿Salió por otro medio vitorioso,
Sino porque su huella se estampaba
Donde Pompeyo fresca la dejaba?
Así que, lo que en esto más ayuda
Es ir a los alcances[6] del contrario.

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Trayéndole seguido de ordinario,
De suerte que no tenga donde acuda;
Pues como el joven ínclito no duda
Ser esto, sobre todo necesario,
Veloz para seguille parte luego,
Cual a su pura esfera el puro fuego.
En busca va del bárbaro atrevido,
En sí y en esta máxima fundado,
Que vale más buscar que ser buscado
Y acometer que ser acometido;
Y búscale en su tierra y propio nido,
Adonde el pajarillo desarmado
Aun con el animal más bravo rifa
Y opuesto a la defensa el cuello engrifa.
Mas, nada en su valor engendra miedo,
Ni cosa su cerviz enhiesta inclina;
Y así, con paso intrépido camina,
Mostrando como el ánimo el denuedo.
El padre de Faetón con rojo dedo
Rayaba el chapitel que más se empina,
Bordando cielo y nubes de arreboles
Y haciendo de las aguas tornasoles.
Al tiempo que el ejército pujante
Al arenoso término venido,
Y habiéndose el bagaje recogido
Para cortar el agua resonante,
Algunos con recelo malsonante
No tienen el pasar por buen partido
Sino por una cosa recia y dura,
Difícil, temeraria y mal segura.
Con éstos, otros pláticos varones
No tienen el pasar por sano hecho,
Probando que es ponerse en mucho estrecho
Con sobra de argumentos y razones;
Mas, contra sus indignas opiniones
Se opone aquel ardiente y bravo pecho,
Resuelto en que se pase el ancho río,
Resolución bien digna de su brío.

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El mísero suceso de Valdivia[7]
Le ponen los antiguos por delante,
Diciéndole que el bárbaro constante
Su natural ardor jamás entibia;
Mas que su cuerpo y ánima se alivia
Con el trabajo más desemejante,
Por donde está en razón que a la otra banda
Oculto espere a ver quién se desmanda.
Y siendo así, en pasando los primeros,
Que pueden, cuando mucho, ser cuarenta,
Saldrá con gana rábida y sedienta
De dar color de sangre a sus aceros;
Donde antes de pasar los compañeros
Habrán pasado a dar a Dios su cuenta,
Porque de haber en medio tal distancia
No se podrá esperar otra ganancia.
El agua, que las márgenes desvía,
De latitud alcanza tanta parte,
Que puesto un grueso toro a la otra parte,
Casi de sí ninguna especie envía[8];
Condénase el pasar por esta vía
Y en varios pareceres se reparte
El vario parecer del vulgo incierto,
Que alguna vez por yerro da en lo cierto.
Profundo[9] el capitán lo considera,
Y haciendo que un rubor su rostro tina,
Vuelve, revuelve, tienta y escudriña,
Advierte, mira y corre dentro y fuera;
Hasta que al fin hallando la manera,
Se cierra con su campo de campiña[10],
Diciendo que el pasar es necesario
Para cortar los pasos al contrario.
Con esto les ordena que al[11] momento
Comiencen a subir el agua arriba
Al son de su corriente fugitiva
Tres leguas poco más de aquel asiento:
Sin divisar el blanco de su intento

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Ni ver el fundamento donde estriba,
Se mueven sus escuadras obedientes,
Aunque los más plegándose las frentes.
Pasadas las tres leguas adelante
Mandó parar su gente presurosa,
Que estaba desabrida y congojosa,
Como del buen propósito ignorante;
Mas, el discreto joven al instante
La saca de su duda temerosa,
Ejecutando allí un ardid extraño,
Con que salieron todos de su engaño.
Fué, pues, que todo el tercio congregado,
Y habiendo descargádose el bagaje,
Da muestra de escoger aquel pasaje,
Fingiendo grande máquina y recado,
Para que el enemigo desvelado
Sólo por este puesto los ataje
Y deje abajo libre el precedente,
Por donde todos pasen francamente.
Y para que su ardid mejor saliese
Hizo que se ocupase la ribera
De carga de totora y de madera,
Como que por allí pasar quisiese;
Pues como todo a punto se pusiese,
La traza le salió de tal manera
Que vino a conformarse todo el hecho
A la medida justa de su pecho.
Gastaron el presente y otro día
En estos aparatos ardidosos,
A vista de los indios orgullosos,
Que ya esperaban llenos de alegría;
Mas. luego que llegó la noche fría,
Se va de allí con pasos presurosos
El joven con un tercio de su gente,
Ya los contentos bárbaros desmiente.
Al antes elegido puesto viene,
Adonde la ancha boca de Biobío,
Entrando en el amargo señorío

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Gran trecho de agua dulce lo mantiene;
Y aquí con la presteza que conviene
Capaces balsas hace dar al río
De gruesas vigas toscas mal doladas,
Con el bejuco y cáñamo trabadas.
También a la sazón habían llegado
Por orden del sagaz caudillo experto
Las barcas y bateles desde el puerto,
Seis millas destas aguas apartado;
Algunos, el temor aun no lanzado,
Le hacen el peligro y daño cierto;
Mas él a su demanda satisfizo
Haciendo lo que Alcides nunca hizo.
Oculto, porque nadie le estorbase,
Con un denuedo y ánimo valiente,
Se arroja en una barca diligente
Mandando que su rucio en otra pase;
Y sólo permitió le acompañase,
Pasando sus caballos juntamente,
Bastida, Juan Ramón y Diego Cano,
Bastantes a poner[12] mundo llano.
Al agua todos cuatro así se entregan
Y vanla encaneciendo con las palas,
Que siendo para el barco prestas alas,
A la marina en breve espacio llegan;
Donde tan solo un punto no sosiegan,
Mas de sus prestos pies haciendo escalas,
Dejan el bordo y prora por la silla,
Saliendo en sus caballos a la orilla.
Apriétanse en las frentes las celadas,
Arriman las adargas a los pechos,
Y con los puños fuertes y derechos
Las gruesas astas tienden[13] ya terciadas;
Así, por las arenas desechadas[14],
En belicosa cólera deshechos,
La tierra adentro arrojan[15] los caballos,
Que llegan a las cinchas con los callos.

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Dos millas el rebelde suelo pisan,
Y el enemigo sitio reconocen;
Mas, no topando cosa que destrocen,
Que todo raso y limpio lo devisan[16],
Volviéndose a los tímidos avisan:
Los cuales, cuando súbito conocen
Que el animoso joven ha pasado,
Están para pasar a pie y a nado.
Confusos, vergonzosos y corridos,
Ya su temor inútil despidiendo,
Atropelladamente van corriendo
Derechos a los barcos detenidos;
Adonde parte dellos conducidos,
Quedándose los otros, deshaciendo,
Con espumoso rastro el agua cortan
Y al bien asegurado puerto aportan.
Sin descansar los remos un momento,
Llegan, revuelven, tornan y carrean[17];
Las aguas se alborotan y blanquean
Heridas con el ímpetu[18] violento;
Los astros del sublime firmamento
Debajo de las ondas centellean,
Supliendo con su luz, aunque noturna[19],
La de la ardiente lámpara diurna.
Pues tanta[20] en esto fué la diligencia,
Que no era bien pasado el cuarto día
Cuando pasado ya también había
El Español con toda su potencia,
Sin que, por embarcarse en competencia,
Desgracia sucediese ni avería;
Mas, esto a aquella mano se atribuya
Que a la ventura tiene de la suya.
De aquellos que al engaño arriba estaban,
En ocupando el mundo el turbio velo,
Bajaban a pasar con raudo vuelo,
Y siempre la mitad allá quedaban;
De suerte que los indios que miraban

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Tuvieron de contino algún señuelo,
Con cuya vista y cebo detenidos,
Quedaron, como dije, desmentidos.
Es muy de encarecer que un mozo tierno,
No tanto de experiencia acompañado,
Usase de un ardid tan extremado,
Y en todo lo demás de tal gobierno;
No dudo que el espíritu superno
Estuvo siempre en él aposentado,
Pues mal pudiera[21] a tanto fuerza humana
Sin asistir allí la soberana.
Los rápidos caballos de Timbreo
Sus mádidos[22] copetes asomaban,
Que del profundo piélago sacaban,
Peinados por las hijas de Nereo,
Y de sus galas, hábito y arreo
Los valles ya sin luto se adornaban,
Al tiempo que dejando la marina
En orden el ejército camina.
Todos por sus cuarteles y escuadrones
A la vedada tierra van entrando,
Y con el fresco céfiro luchando
Banderas, estandartes y pendones;
Los tersos y lucientes morriones
Ya con la luz del sol se van alzando,
Que franco y liberal prestalles quiso,
Mas ya se ve del préstamo arrepiso[23].
Marchaba nuestro campo, como digo,
En buen concierto, forma y ordenanza,
Ganoso de medir su dura lanza
Con la mortal del bárbaro enemigo,
Cuando llegó el socorro y bando amigo
Que enviaba de Cautén la rica estanza,
Con tanta provisión y bastimento,
Cuanta señal de júbilo y contento.
Cincuenta de a caballo solos fueron
Los que de la Imperial aquí llegaron,

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A quienes sus lugares señalaron
Y por los capitanes repartieron;
Pues cuando todos juntos estuvieron,
Al bravo Andálicán enderezaron,
Cubriendo aquellos campos con el suyo
Alegres por la vista de su cuyo[24].
La delantera lleva don Hurtado
Para escoger el sitio y buen asiento
Adonde hacer seguro alojamiento,
Que siempre le mataba este cuidado;
Y habiendo media milla caminado,
Ordena que, dejando atrás el viento,
Reinoso con los suyos se adelante,
Corriendo algunas leguas adelante.
Los cuatro días atrás continuamente
Enviaba desta suerte corredores
En ágiles caballos voladores,
Que diesen el aviso brevemente;
Los cuales, de un cerrillo puesto en frente,
Bien como del otero los pastores,
La vista en ancho círculo tendían
Mirando si los lobos parecían.
Para lo mismo agora va Reinoso,
Que como a capitán su vez le vino,
Y en tanto marcha y sigue su camino
El español ejército vistoso.
Mas ya el celeste cirio luminoso,
De Venus y su adúltero vecino
Enviaba por igual su luz ardiente,
Partida entre el ocaso y el oriente,
Cuando el Gobernador la rienda coge,
Haciendo todos alto en parte buena,
Do, por estar de pasto y agua llena
Y no haber cosa en torno que la enoje,
Al campo da licencia que se aloje,
Antes que el sol abrase más la arena,
Tomando por mollido[25] lecho y cama
El delicado heno y verde grama.

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No lejos deste puesto, a la una mano,
Lavando el bajo pie de una alta cuesta,
En cuya cumbre el cielo se recuesta,
Se ve una grande ciénaga[26] y pantano,
Que de totora, juncia y junco vano
Tiene su margen húmida compuesta,
Adonde en importuno y ronco acento
La rana está enfadando aquel asiento.
No bien desde el estribo el pie derecho
Por el trasero arzón volado había,
Ya repelar[27] la yerba se tendía
El cuello del rocín mal satisfecho,
Cuando se oyó del sitio poco trecho
Confusa grita y alta vocería,
Estrépito, tropel, estruendo y turba,
Que súbito a los más osados turba.
Mas, luego saltan ágiles y prestos,
Sin esperar estribos, a las sillas,
Y en ellas, apretando las rodillas,
Se muestran más que mármoles enhiestos;
Repárteles el joven por sus puestos
Formando las hileras y cuadrillas,
Y en un proviso[28] a punto de batalla
Esperan a la bárbara canalla.
Mas, presto ven la causa del ruido,
Llegando tras los gritos y clamores
Reinoso con sus treinta corredores
De veinte mil sacrilegos corrido,
Que desde aquel otero referido,
Rasgando el cielo a gritos y clamores,
Le habían venido siempre dando caza
Y haciéndole probar la dura maza.
Estaban estos indios emboscados
No lejos de la cuesta Andalicana,
Para en llegando allí la gente hispana
Cercalla de repente por los lados;
Y viendo a solos treinta desmandados
Andar corriendo al pie, la tierra llana,

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Salieron con estruendo repentino,
Cerrándoles el paso y el camino.
Que como en el pasaje no hubo efeto
Su pretensión y frivola esperanza,
Mediante aquel tan digno de alabanza
Ardid no menos útil que discreto,
Quiso para suplir este defeto,
Moviéndole su vana confianza,
Ponerse en este paso peligroso,
De donde agora va contra Reinoso.
El Español que vio calar la gente,
Y della en tanto número cercarse,
Quisiera, mas no pudo, retirarse,
Que el paso le tomaron prestamente;
Mas. con despecho y ánimo valiente,
Por todos determina de arrojarse,
Abriendo, a su pesar, alguna vía
Para llevar la nueva a don García.
Pues hechos una pina, recogidos,
Y más que rocas firmes en las sillas,
Embisten con las bárbaras cuadrillas
Do son en duras picas recebidos;
Mas rompen, aunque rotos y heridos,
Tornándose las astas en astillas,
Y habiendo despachado del encuentro
Algunas almas pérfidas al centro.
Sin aguardar a más, a rienda suelta
Y alzando polvoroso remolino,
Tomaron a su ejército el camino,
Siguiéndolos la turba desenvuelta;
Alguna vez forzados dan la vuelta,
Haciendo rostro al bárbaro vecino,
Mas, viéndose con él en duro estado,
Revuelven al camino comenzado.
Arriman lo que pueden los talones,
Juzgándose feliz quien más los mueve,
Pero tras ellos tanta flecha llueve
Como palabras llenas de baldones:

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«Cobardes, esperad; teneos, ladrones,
Volved por el tributo que se os debe
Ya recebir la paz que os da la tierra,
Pues sois tan enemigos de la guerra».
Reinoso, en quien no reina miedo alguno,
Aunque es atrevimiento temerario,
Revuelve muchas veces al contrario,
Templando bien el ímpetu importuno;
Mas, como de los indios no hay ninguno
Menos que toro, león o sagitario,
Unido en escuadrón, le apura y carga[29],
Haciéndole tomar carrera larga.
Bien como la corriente arrebatada
Que fuera de su curso el valle abajo
Arranca gruesos árboles de cuajo
No habiendo quien estorbe su jornada,
Con flacos tajamares atajada,
Se ensaña más, llevándose el atajo;
Así con más furor el Indio lleva
A quien embarazar su curso prueba.
Tres leguas desta suerte los llevaron
Con furia grande y término insolente,
Hasta que a vista ya de nuestra gente
En medio la campaña los dejaron[30];
Adonde recogidos repararon,
Volviendo acá y allá la altiva frente,
Y puestos a la mira en ordenanza
Para si menester fuese la lanza.
Y estando así, la vista revolviendo
Por todo el espacioso verde llano,
Vieron hacia el ejército cristiano
A pie dos hombres solos ir huyendo;
Partieron Galbarino y Alcaguendo
Tras Orompello, Talca y Titaguano[31],
Con otros bravos indios orgullosos
De habellos a las manos cudiciosos.
No corren al venado los ventores[32],

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Teniéndose[33] cosidos con el suelo,
Ni el gavilán hidalgo[34] da tal vuelo
En viendo los zorzales silbadores,
Ni siguen los cernícalos y azores
Con tan batidas alas al mochuelo,
Cual todos estos van con pies livianos
Corriendo tras los míseros cristianos.
Los cuales el real habían dejado,
Y adelantados del como una milla,
Por ocupar los vientres de frutilla[35],
Andaban a cogella por el prado;
Do habiendo los estómagos colmado,
Sintieron a la bárbara cuadrilla,
Huyendo al mismo punto por salvarse,
Mas no pudieron ambos escaparse:
Que al triste Hernán Guillen[36] a poco trecho
Los fieros enemigos dan alcance;
Mas él, que ve su vida en este trance,
Donde mostrar espalda no hay provecho,
Resuélvese en mostrar osado pecho,
De su poder haciendo allí balance,
Y vuelto de través con presto salto,
La rígida cuchilla saca en alto.
Con Alcaguendo intrépido se junta,
Hallándole a su lado más vecino,
Y con rabiosa furia y desatino
Le cose entrambos muslos de una punta;
A Talca por el hombro descoyunta,
Señala de un revés a Galbarino,
Y luego de otro al fiero Titaguano
A cercén le derriba maza y mano.
Defiéndese y oféndelos de suerte,
Volviéndose furioso a todos lados,
Que de sus duros golpes redoblados
Aun huye con temor la propia muerte;
En sacudir se muestra un cierzo fuerte
Que remover parece los costados
Y abate gruesos líbanos al suelo,

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Llevándose los céspedes al vuelo[37].
Jamás se muestra el hombre más valiente
Que cuando está a morir determinado;
Entonces fuerza y ánimo doblado,
Hace sentir sus golpes y él no siente,
Y entonces viene a estar como el doliente
Por muerto de los físicos dejado,
Que no se guarda y come ya de todo
Sin orden, regla, término ni modo.
Así Guillen, la muerte ya tragada,
Se esfuerza mucho más con este trago,
Haciendo en los indómitos estrago
Y cosas memorables por la espada[38];
Aunque la tiene en sangre barnizada,
Y de la de sus venas hecho un lago
Que en abundante flujo y grueso hilo
Caliente va saliendo tras el filo.
Los indios su furor en él descargan
Con rabia desigual y saña horrible,
Y haciendo todos juntos lo posible,
De golpes pesadísimos le cargan;
Mas, si una vez se llegan, dos se alargan,
Llevados de aquel ánimo invencible,
Y sin poder llevar su intento al cabo
A causa de que siempre está más bravo.
Vinieron al principio de concierto
Para tomarle a manos preso y vivo,
Mas, juega de las suyas tan esquivo,
Que dieran algo ya por velle muerto;
Porque, como su fin tiene tan cierto,
O verse de los bárbaros cautivo,
Antes de ver su vida en tal miseria
Quiere vendella cara en esta feria.
Bien muestra que combate por la vida
Según con los incrédulos se aviene,
Pues dellos a sus pies tendidos tiene,
Y dellos para el Orco de partida;

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Mas, veis aquí con rápida corrida
Al joven Orompello, donde viene
Diciendo en alta voz: «Afuera, afuera,
Quien sabe así matar, no es bien que muera».
No pudo el noble pecho generoso,
De que el hidalgo mozo era dotado,
Y aquel su buen respeto, esmalte dado
Al oro de su esfuerzo valeroso
Juzgándolo por hecho vergonzoso,
Sufrir que allí muriese tal soldado;
Y así determinó de[39] darle vida,
Visto cuan bien la tiene merecida.
Gallardo, pues, se arroja con la maza
En medio del horrísono combate
Y los espesos golpes le rebate,
Haciendo en breve espacio grande plaza;
Con esto al Español desembaraza,
Cuyo vivir andaba ya en remate,
Diciéndole: «Cristiano vete presto,
Y paga a tu valor la deuda desto.
«La vida te concedo libremente,
Así porque supiste defendella,
Como porque también esté con ella
Tu poderoso campo más potente;
Y no por esto quiero que a mi gente
Ni a mí, pudiendo, deje de hacer mella,
Mas quiero, combatiéndome contigo,
Jactarme de que fuiste mi enemigo.
«Agora me estuviera mal hacello,
Por ser con un herido cosa baja,
Y acometer a nadie con ventaja
Ni fué ni es cosa digna de Orompello;
Después podrás, pagándome con ello
El darte mi favor en tal baraja,
Venir a mí, llamado en la pelea,
Adonde tu valor pagado sea.
«Pues vete luego en paz, y di a tu gen

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En lo que yo reputo su ardimiento,
Pues el poder y fuerzas le alimento
Dejándole un soldado tan valiente».
Confuso y grato al hecho extrañamente
Dejaba ya Guillen aquel asiento,
Cuando tras él se lanza en el camino
Con un bastón el impio Galbarino.
Alcánzale ¡oh traidor! a rostro vuelto
Y en medio la cabeza ¡oh dura suerte!
Descarga el poderoso brazo fuerte,
En furia desigual y en ira envuelto,
Haciendo que, del alma el ñudo suelto
Por la furiosa mano de la muerte,
Dejase ya sin vida el cuerpo helado
Entre su sangre y sesos revolcado.
Era este Galbarín de mal respeto,
De mala inclinación, enorme y crudo,
Así para lo bueno torpe y rudo,
Como en lo malo platico y discreto;
De quien jamás se tuvo buen conceto,
Doblado, contumaz y cabezudo,
Soberbio en condición, humilde en casta,
Ya todo bien ingrato, que esto basta.
Descúbrese lo dicho en este hecho,
De cuya atrocidad estremecido
Y en áspide[40] Orompello convertido,
Saltó en ardiente cólera deshecho;
Mas, con dificultad y a su despecho,
Fué de varones graves detenido,
Diciéndole excusase aquel enojo
Teniendo al enemigo tan al ojo.
Por esto comedido se repara,
Diciendo en fiera voz al homicida:
«¿Qué te movió a querer quitar la vida
Al que de tantos la compró tan cara?
¿Porqué no le saliste cara a cara,
Y fuera tu braveza conocida,
Sino como traidor de aleve pecho?

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¡Por cierto que emprendiste un grande hecho!
«Del cielo venga el áspero castigo
En esas manos crudas, aviltadas[41],
Que yo no dudo vértelas cortadas
A manos del hespérico enemigo;
Porque, si lo dudara, yo te digo
Que nunca fueran éstas estorbadas
A te sacar mil almas que tuvieras
Y encomendar tus carnes a las fieras».
El Indio le responde encarnizado:
«Pues, ¡alto! ¡sus! que filos tengo buenos,
Mas, para darte yo los puños llenos,
Es poca la ocasión que tú me has dado:
¿No miras, Orompello mal mirado,
Que de los enemigos, mientras menos,
Y que si en esto a mí no soy honroso
A todos habré sido provechoso».
Airado el sucesor de Mauropande[42]
Con obras a lo dicho replicara
Si a tiempo no viniera Tulcomara[43]
Mandando que ninguno se desmande;
Bastó, por ser de oficio y nombre grande,
A lo que todo el mundo no bastara,
Aunque dejó a los bárbaros insanos
Mordiéndose de cólera las manos.
El triste de Guillen quedó tendido,
Causando aun a los infidos mancilla,
Adonde presto fué de la abubilla
Y de funestos cóndores[44] comido;
Este es, ¡mirad qué acedo y desabrido!
El fruto que sacó de la frutilla.
¡Oh gula, cuan de atrás nos haces guerra!
¡Testigo es el que Dios formó de tierra!
¡Qué cosa tan culpable y arresgada
En los soldados es el desmandarse!
Pues el mayor desmán suele causarse
De ser una persona desmandada;

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La oveja que se va de la manada,
O presto la veréis abarrancarse,
O que el hambriento lobo da con ella
Donde el pastor no puede socorrrella.
Román de Vega[45], el otro desmandado,
Que con Hernán Guillen había venido,
Fué menos animoso y atrevido;
Mas, hízole el temor más alentado,
Y así llegó al ejército alojado,
Sin huelgo, sin color y sin sentido,
Poco después que allá Reinoso estaba,
Diciendo al General lo que pasaba.
El joven avisado manda luego
Que salga Juan Ramón[46] a ver lo que era,
Entresacando diez de cada hilera
De los que son más diestros en el juego;
Pues con cincuenta bravos como el fuego,
En polvorosa y súbita carrera,
Determinado sale a lo que digo
Y no para embestir al enemigo.
No bien estaba fuera de su asiento
Cuando cubierto mira el verde llano
Del orgulloso ejército pagano
Que con sus alaridos rompe el viento;
Repárase mirándolos atento,
Con gana de probar allí la mano[47],
Mas, a despecho suyo se detiene,
Por no pasar del orden con que viene.
Hasta que ya Hernán Peréz[48] mal sufrido
Les dice: «¿A qué venimos? ¿Qué hacemos?
¿No es esta la ocasión en que podemos
Sonar sobre las aguas del olvido».
Apenas hubo dicho el atrevido,
Cuando blandiendo al asta los extremos,
Bate con el caballo la campaña,
Diciendo: «¡Sanctiago! ¡Cierra! ¡España!»[49]
Los otros al tropel y voz amiga

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A un tiempo el riguroso hierro meten
Y al ventajoso número acometen,
Que ya con su arrogancia les obliga;
La gente de cristianos enemiga,
En viéndolos tan raudos, arremeten,
Abajan a un compás las astas gruesas
Como una espesa pluvia[50] y más espesas.
Al talle que al mover del viento airado
Las fértiles espigas levantadas
Derriban sus cabezas aristadas,
Haciendo rubias ondas sobre el prado;
Desa manera el colmo del Estado
Cala sus altas picas apiñadas,
Los cuentos apoyados del pie diestro,
Al súbito mover del bando nuestro.
Mas, no por ver las puntas de diamante
El Español del ímpetu desiste,
Pues antes con mayor coraje embiste
Al afrontado[51] bárbaro pujante;
El cual, con fuerza y ánimo arrogante,
Su rauda furia, firme el pie resiste,
Quebrando de las astas en sus pechos,
Cual si de pedernales fueran hechos.
Rompieron del encuentro la muralla,
Dejando los cincuenta, al diestro lado,
El pérfido escuadrón aportillado,
Aunque sembrando algunos sangre y malla;
Trabóse fiera luego la batalla,
Y comenzó a tremer[52] el monte y prado
De los terribles golpes y heridas
En los tronantes yelmos recebidas[53].
Miranda[54] y Juan Ramón osadamente
Por los tejidos bárbaros colaron,
Y todo el escuadrón atravesaron,
Hallándose bien lejos de su gente;
Mas, prestos al socorro conveniente
Acá por el vecino mar tornaron,
Metiéndose de nuevo en la refriega,

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Que ya de rubia sangre el campo riega.
El bravo Cadeguala[55] furibundo,
Que con mortal rigor la maza esgrime,
A la española cólera reprime,
Que no la reprimiera todo el mundo;
Y al golpe que descarga el iracundo
El aire hueco y dura tierra gime,
Haciéndose lugar abierto y llano,
Por donde tras el pie sigue la mano.
Tan duro golpe a Cáceres[56] asienta,
Que sin que el triste juzgue ni se acuerde,
A todo su pesar la silla pierde
Y sangre por los órganos revienta;
Con otro a Diego de Avalos avienta,
Haciéndole medir el campo verde,
Donde tendido el cuerpo quebrantado,
De mil y más al punto fué cargado.
Cual galgos o lebreles, que en cayendo
La tórtola, perdiz o gallareta
Que el cazador hirió con la escopeta,
Acuden velocísimos corriendo;
O como gaviotas, que en huyendo,
Revuelven tras el golpe de mareta[57],
Así la fiera turba amontonada
Aguija tras la caza derribada.
En cuyo cuerpo súbito descargan
Una montaña entera de asteria[58],
Poniéndole en congoja y agonía,
Con que el vital anhélito le embargan;
Mas, viendo que sobre él apriesa cargan,
Acude la cristiana compañía
Y esparce los espesos araucanos,
Sacándoles la presa de las manos.
Por otro lado Térpoco[59] gigante
De grande fuerza y ánimo arrojado,
Tras un furor diabólico llevado
Se lanza por los nuestros adelante,

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Con un gorguz de punta penetrante,
Que no perdona malla ni estofado,
Ni le contenta arnés templado y grueso,
Sino la blanda carne y duro hueso,
Tal vez un temerario bote arroja,
Volviéndose a Hernán Pérez delantero,
Que no le aprovechando el fino acero,
En la secreta sangre el hierro moja;
Ufana se asomó la punta roja
Rompiendo por la espalda cuera y cuero,
Y haciendo al Español que, mal su grado,
Trocase los arzones por el prado.
Trónchesele el gorguz al Araucano,
Torciéndole con ímpetu al sacalle,
Y así con medio sólo vino al valle
El penetrado cuerpo del cristiano;
Arroja el otro medio de la mano
El bárbaro, que es diestro en arrojalle,
Y dando a Salvatierra[60] en la espaldilla
Por poco le volara de la silla.
En tigre el de Cantabria convertido
De verse por un indio descompuesto
Y ver que está por él en tierra puesto
Quien siempre camarada suyo ha sido,
Enderezando el cuerpo mal torcido
Se va furioso a Térpoco dispuesto,
Los dientes apretados, y la espada
Al febrizánte[61] pulso encomendada.
Apenas con el bárbaro se junta
Cuando, encogido el brazo y la cuchilla,
La encaminó derecha a la tetilla,
Por donde al corazón entró la punta;
Mostróse luego allí la faz difunta,
Turbada, escura, triste y amarilla,
Y en un instante el ánima de Terpo
Al báratro bajó dejando el cuerpo.
De largo a largo el reprobo se tiende,

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Haciendo retemblar la firme tierra,
Y el animoso Andrés de Salvatierra
De su caballo súbito desciende;
Do, mientras más de gana se contiende
Y más el duro son de Marte atierra,
Llegado adonde el buen amigo yace,
A todo lo que debe satisface.
El íntimo gorguz le saca fuera,
Y casi no pudiendo levantallo,
Lo sube apenas vivo en el caballo,
Poniéndole los pies en la estribera;
Tras esto salta al suyo que le espera,
Y puesto en gran peligro por sacallo,
Lo deja fuera del, tornando luego
Adonde se abrasaba todo en fuego.
Entróse a la batalla tan sangrienta,
Y ya por ambas partes tan reñida,
Que está la muerte, a costa de la vida,
Pomposa, levantada y opulenta;
Alcanza muchas ánimas de cuenta,
Metiendo por la espesa mies crecida
Su cortadora hoz, que no perdona,
Y apriesa los manojos amontona.
Agrega tantos, pues, la cruda Parca
De las espigas bárbaras que siega,
Que cuando a Flegetón cargada llega,
Apenas el barquero las embarca;
Y como tan cargada va la barca,
En Lete la mayor parte se aniega;
Adonde, siendo tanta su hondura,
No es mucho que los deje mi escritura.
Mas, no se olvidará de Chilcomaro,
A manos de Ramón de un golpe muerto,
Y menos de Quipalco en dos abierto,
Con otro de Miranda sin reparo;
Ni del feroz Pucheo, ni Paylataro[62],
Que el capitán Quiroga, en todo experto,
Les hizo vomitar por dos heridas

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Dos almas, dos alientos y dos vidas.
Pacheco, Santillán, Osorio, Bravo,
Riberos y don Pedro de Lobera,
Cortés, Reinoso, Barrios y Barrera
Llevaban el osado intento al cabo;
Valdivia y don Martín[63] por otro cabo
Un escuadrón retiran de manera,
Que al próximo pantano se recoge,
Adonde no hay caballo que lo enoje.
El resto derramado se distrae
Con apariencia clara de vencido,
Que siendo por España conocido,
A los postreros términos lo trae;
Hasta que ya en la errada cuenta cae,
Siguiendo lo que esotros han seguido,
Y haciéndose en las negras aguas fuerte,
Que ya en color de púrpura convierte.
Allí, si algún caballo entrar pretende,
Atasca por lo menos hasta el pecho,
Hallándose, al salir, en duro estrecho,
Porque del cieno apenas se desprende;
Allí sin daño el bárbaro le ofende,
Y él se fatiga y cansa sin provecho;
Al fin allí se hiciera el juego maña,
Si allí no usaran della los de España.
Do, visto que las aguas los destruyen
Y presumir entrar allá es en vano,
Para sacar los indios a lo llano
Dan muestra cautelosa de que huyen;
Pues ellos, que a flaqueza lo atribuyen,
Arrancan luego juntos del pantano,
Saliendo como perros de su casa
Si ven que huye dellos el que pasa.
El que agua arriba siempre forcejando
Apenas con el pecho va delante,
Si vuelve las espaldas, al instante
Lo lleva el curso rápido volcando;

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Así los españoles, en quitando
Del enemigo y ciénaga el semblante,
Abajan lo subido raudamente,
Llevados de la bárbara corriente.
La cual con tanta furia da tras ellos,
Habiéndoles el ánimo crecido,
Que ya se ve el cristiano arrepentido
De haber así burládose con ellos;
Ya desde aquí de veras huye dellos
El que hasta aquí de burlas ha huido,
Y ya de fuerza corre por el prado
Quien comenzó a correlle de su grado.
Quisiera bien al ímpetu oponerse,
Mas el temor le lleva a su despecho,
Como el que se arrojó por un repecho,
Que ya no es en su mano detenerse,
Ni en ésta es ya dejar de suspenderse,
Así porque le queda largo trecho,
Como porque la mano, pluma y canto
No bastan para pies que corren tanto.

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CANTO UNDÉCIMO
Siguen los nuestros la retirada y los indios el alcance, hasta que, llegados a entrar casi por el campo,
mediante el orden y presteza del señor[1] Gobernador, son resistidos; y revolviendo sobre ellos, que
iban derramados, los hace recoger en la ciénaga[2], donde la arcabucería con e! principio de la noche
da fin a la batalla, dejando los más desbaratados y muertos. Señálanse en esta pelea algunos
particulares de los caballeros españoles con los más bravos de los araucanos.

AMÁS ha de tener temor cabida


Ni puerta para entrar al pecho humano,
Que siempre es a la entrada chico enano
Y altísimo jayán a la salida;
Su condición tan sólo es atrevida
En si le dais el pie tomar la mano,
De suerte que después no está en la vuestra
Dejarle de seguir por donde os muestra.
Ni en burlas parezcáis al temeroso,
Pues nunca fué seguro parecerlo,
Así como jamás dejó de serlo
El parecer valiente y animoso;
Y si estuviera el sello en ser medroso,
Tened aviso grande en conocerlo,
Que suele disfrazarse el miedo helado

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Alguna vez con máscara de osado.
No digo yo que fuese mal intento
Querer así burlar al enemigo,
Mas en las burlas, aun con el amigo,
Han menester los hombres ir con tiento;
Y deja bien probado el argumento
Lo que de nuestra gente arriba digo,
Donde, por dar al miedo puertas francas,
Trocó lugar el pecho con las ancas.
Quisieron, sin saber de burlas nada,
Prestar consentimiento a las primeras,
Juzgándolas entonces por ligeras,
De donde vino a serles tan pesada;
Porque, si no es la burla moderada,
Es llano que de burla salta en veras,
Como lo muestra bien la referida,
Adonde no iba menos que la vida.
Mas, como ya el temor había crecido,
Llevándolos sin orden por el prado,
Dábales priesa el bárbaro alentado,
Colérico, feroz, embravecido;
Porque de ver que el ánimo han perdido,
El suyo largamente se ha ganado,
Tomando de la ajena cobardía,
Avilantez, orgullo y osadía.
Huyendo van los nuestros por su daño
De la pesada mano y pie ligero
Como del enemigo carnicero,
Sin su pastor, el tímido rebaño;
Apriesa juegan todos de calcaño
Batiéndolos con todo el cuerpo entero,
Según sus alas bate la paloma
Si ve que el gavilán transido[3] asoma.
De tanto golpearse van quebrados
Ijares, pies, estómagos, arzones,
Y cual si no tuvieran corazones,
Robada la color y despulsados[4];

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Porque los pulsos todos derramados
Se juntan de temor en los talones,
Haciéndolos pulsar con más presura
Que el pulso de la recia calentura.
Pero por más apriesa que los batan,
Con mucha más los indios atrevidos,
Alzando fieras voces y alaridos,
Los corren, los aquejan, los maltratan;
Innumerables golpes malbaratan,
Que al aire y a la tierra van perdidos,
Mas el que bien aciertan es tan caro
Que no padece contra de reparo.
Millones de palabras afrentosas,
Injurias, vituperios, perrerías,
Envueltas en agudas ironías,
Despiden por sus lenguas venenosas:
«Volved acá esas manos hazañosas,
Que para agora son las valentías;
Tened, tened un poco la carrera,
Que nadie os llevará la delantera.
«¿Tan poca estima hacéis de vuestra gloria?
¿Triunfos tantos, lauros y guirnaldas
Tan presto las[5] echáis a las espaldas
Manchando, por la vida, su memoria?
Mirad que se os derrama la vitoria,
Volved a recogella en esas faldas;
Parad y no temáis nuestros poderes,
Que nunca hicimos daño a las mujeres».
Aquel enorme y duro Galbarino,
Más raudo y encendido que una bala,
Les va gritando: «Tente, ¡hala! ¡hala!
A ver si te valdrá el poder divino».—
«¿Por dónde vais? que es largo ese camino,
Les dice el orgulloso Cadeguala;
Hermanas[6] por acá, que, a ser hermanos,
En vez de pies usárades de manos».
Así diciendo el bárbaro se arroja,

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Y asido de un caballo por la pierna,
Casi le desconyunta y desgobierna,
Doblando al triste dueño la congoja;
Mas, no pudiendo más, la deja coja,
Y como si la cola fuera tierna,
Estira della el Indio con un brazo,
Tan recio, que le arranca todo el mazo.
Velo rabioso y muérdese la mano,
Mordiendo juntamente de las cerdas,
Y clícese frenético: «Así muerdas
El corazón infame del cristiano».
Con esto las entrega al aire vano,
Diciéndole: «Ten cuenta y no las pierdas,
Que, tantas como son, serán las vidas
Por estas crudas manos fenecidas».
Sin más decir, esquiva de la yerba
Su voladora planta el Indio fiero,
Siguiendo a nuestra gente el delantero
Con furia más que rábida y proterva;
No menos va la bárbara caterva,
Juzgándose por mísero el postrero,
Bien como los vaqueros tras las vacas,
Alzando mil confusas alharacas.
Con tal tesón, tal ímpetu y denuedo
Los contumaces bárbaros seguían,
Que ya los pocos nuestros no se vían
De la tisera de Átropos un dedo;
Hasta que al fin, llevados por el miedo,
Al campo, en breve término, volvían,
De donde, con vergüenza de su gente,
Hicieron rostro al pérfido insolente.
Cual galgo que de muchos perseguido
Por una y otra calle huyendo pasa,
En viéndose en la puerta de su casa,
Suele cobrar el ánimo perdido,
Y allí, del miedo torpe sacudido,
Revuelve contra todos, vuelto en brasa,
Mostrándoles colmillos regañados

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En vengativa cólera amolados;
Así volvió rabiando nuestra gente
Y ardiéndose en coraje de corrida
Por verse de los bárbaros corrida
A vista de su ejército potente:
El cual, como el contrario ve de frente
Entrársele con furia desmedida,
Movió su fuerza toda a recebillo,
Habiéndolo mandado su caudillo.
Mas, el furor y estrépito era tanto
Con que el poder incrédulo venía,
Que, salvo en el valor de don García,
En otros cualesquier causara espanto;
Estuvo por los suyos puesto a canto[7]
De peligrar su crédito aquel día
Por sólo haber tenido tal desorden,
A no le hallar los bárbaros en orden.
Si el que les dio guardaran los cincuenta,
Conforme le llevó Ramón, preciso
Para reconocer y dar aviso,
No los pusiera el Indio en tal afrenta[8];
Mas, como por su mal erró la cuenta,
Y luego acometer sin orden quiso,
Volvió forzosamente, cual[9] figuro,
Poniendo en contingencia lo seguro.
Aunque salió[10] tan bien el desconcierto,
Que vino a ser en parte necesario,
Para que, derramándose el contrario,
Fuese mejor vencido en campo abierto;
Sacó fortuna aquí del yerro acierto,
Porque ésta no tan sólo de ordinario
Humilla a don Hurtado la cabeza,
Mas lo que va torcido le endereza.
Movióse, pues, cual dije, con su gente
A resistir la bárbara violencia,
Y fué con tal valor la resistencia
Que el pérfido bajó la altiva frente;

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Porque retrujo luego la corriente,
Topando con la hispánica potencia,
Ya no regula el brazo mendocino
También se la llevara de camino.
Como las ondas túmidas que vienen
Sus vientres más que hidrópicos alzando
Y al trono celestial amenazando,
En dando con las peñas se detienen,
Y como allí les hacen que se enfrenen,
En su dureza el ímpetu quebrando,
Se ven así quebrar las indas olas
Llegadas a las peñas españolas.
Mas, bien como esas ondas, no pudiendo
Romper por las barreras peñascosas,
Revientan de coraje y espumosas
Están, aun siendo frígidas, hirviendo;
Así los enemigos no rompiendo
Las contrapuestas armas poderosas,
Comienzan a hervir con nueva rabia
Subiendo ya su cólera a la gavia.
Revuélvense los campos en un punto,
El poderoso Arauco y fuerte España,
Cuya mezclada sangre al suelo baña,
Nadando en ella el vivo y el difunto;
El humo, el fuego, el polvo, todo junto,
Al sol, al cielo, al aire, a la campaña
Ofusca, ciega, turba y escurece[11],
Y el mar de tanto golpe se ensordece.
Por todo el escuadrón a toda priesa
Con sus falcadas[12] ruedas hiende y parte
El fiero, belicoso y crudo Marte,
Alzando polvorosa nube espesa;
Y todo en sangre tinto se atraviesa,
Haciendo que por una y otra parte
Crezca[13] la furia y cólera en los pechos,
Las iras, los furores y despechos.
La furibunda y bélica Belona,

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En carro ardiente, rápido y ligero,
Y de lucientes láminas de acero
Armada su fortísima persona,
Con la sangrienta lanza no perdona
La malla, el escaupil[14] ni doble cuero;
Airada va la Némesis con ella,
Que contra el más soberbio se descuella.
En medio destas dos, vibrando el asta,
Con el aspecto duro y denodado,
Se representa[15] el joven don Hurtado,
Mostrando a todos bien que solo basta;
No tresdoblada[16] piel ni fina pasta
Es parte a resistir su golpe airado,
Pues cuando se le pone alguno a tiro,
Le hace dar el último suspiro.
Encuentra con el reprobo Chilcote[17],
Que velle blasfemando le provoca
A le ensartar el asta por la boca,
En pena de su culpa y justo azote;
De allí la saca recio y de otro bote
A Chaco[18], que soberbio al mundo apoca,
Le esconde el rojo hierro en el costado
Tendiéndole sin alma sobre el prado.
Desnuda luego en alto la cuchilla,
Y por la espesa hueste abriendo plaza,
Desmiembra, descoyunta, despedaza,
Cercena, corta, rompe y acrebilla[19];
Con lengua y mano exhorta a su cuadrilla,
Incita, mueve, rige, ordena y traza,
Y tanto menos cólera le ciega
Cuanto se mete más en la refriega.
Con tal ferocidad embiste y parte
Don Luis, aquel famoso de Toledo,
Que el pecho do infundiere poco miedo
Ha de tener infuso dentro a Marte;
Aguayo[20] y Juan Ramón por otra parte
Aplacan bien el bárbaro denuedo,

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Poniendo cada cual con brazo fuerte
Mil vidas en los brazos de la muerte.
Don Pedro[21], aquel Néstor de luengos años,
Habiendo ya llegado a la postrera,
Como en la juvenil edad primera,
Los golpes que descarga son extraños;
Asómanse intestinos y redaños,
Por donde va la espada carnicera
Del capitán Rengifo[22] y la de Ulloa[23],
Dignos de mucho más que desta loa.
No menos del eiército araucano
Se dan a conocer en daño nuestro
Lincoya[24] y Millanturo[25], mozo diestro,
Que nunca descargó la maza en vano;
El duro Galbarín, de rabia insano,
La clava juega a diestro y a siniestro,
Más fiero que la víbora pisada
Y que mujer por celos enojada.
Haciendo mil volcanes de la vista
Y tósigo mortal del[26] cuerpo y cara,
Se mete por los nuestros Tulcomara,
Sin que tan presto alguno le resista;
No hay hombre ni caballo que no embista,
Ni cosa que le oponga lo repara[27]:
Por todo rompe y va desaforado
De morir o vencer determinado.
Mancón[28] y Rengo siguen al Sargento[29],
Entrándose tras él por nuestro bando,
Y parte del hiriendo y maltratando
Con un furor indómito y violento;
Caballo que les pone impedimento,
Ninguno se va dellos alabando,
Pues, por armado y rápido que venga,
Mancón lo manca y Rengo lo derrenga[30].
El alto don Felipe, que los mira
Y vuelve a sus pasados la memoria,
Ganoso de apoyar aquella gloria

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Solo contra los dos derecho tira;
Alzó Mancón la maza envuelta en ira,
Contando ya por suya la vitoria,
Mas hizo errar la cuenta y golpe fiero
El español destrísimo y ligero.
Al salto da al través el suelto infante,
Y el ponderoso leño viene a tierra,
Adonde más del miedo se sotierra,
Embarazando al bárbaro arrogante;
Mas, antes que furioso lo levante,
El Español con él aguija y cierra,
La pica en ambos puños apretada
Y al enemigo vientre encaminada.
Rengo, que ve venir el bote fiero,
Le impide su camino con la maza,
Que el duro fresno quiebra y despedaza,
Sacando del peligro al compañero;
Y luego, más que un pájaro ligero,
Se arroja cudicioso tras la caza,
Enderezando un golpe temerario
A las herradas[31] sienes del contrario.
Mas, tuvo don Felipe tal ventura,
Por lo que tiene al fin de don García[32],
Que cuando Rengo el brazo decendía,
Bajaba ya Mancón su mano dura;
Y como cada cual por sí procura
Hacer un mismo efecto y una vía,
Por dar Mancón el golpe al enemigo
Le da sobre la clava del amigo.
Sobre la cual, cruzado el duro leño,
Hace probar su furia al verde llano,
Y líbrase de entrambos el cristiano,
Que deshiciera un monte el más pequeño;
¡Oh qué sañudo rostro y bravo ceño
Volvió por esto Rengo al Araucano!
Diciendo: «¿Qué se espera de nosotros,
Si ya nos impedimos unos a otros?

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«Pues aunque pese al cielo y a la tierra
Y pese al ancho mar y al hondo abismo,
Yo solo contra todo el cristianismo
Sustentaré la maza en cruda guerra;
Ya toda la infernal canalla perra,
Y al mismo Eponamón, si viene él mismo,
Haré, si me lo estorba, entre estos brazos
Mil piezas, mil añicos, mil pedazos».
En tanto el Español su espada fuera,
Y de la tierra alzando un roto escudo,
Contra Mancón levanta el filo agudo,
Enviándole derecho a la mollera;
Sobre la maza el bárbaro lo espera,
Mas, tanto el vigoroso brazo pudo,
Que el golpe, sin haber cortado el leño,
En tierra sin sentido puso al dueño.
Al estallido, Rengo se rodea,
Y viendo al compañero derribado,
Revuelve a don Felipe de Hurtado,
Con término de darle a la pelea,
Cogiéndole, por bien que se ladea,
Con la crugiente clava el diestro lado,
A cuyo son, por poco que le alcanza,
Entrambos pies hicieron su mudanza[33].
Bajara el fiero golpe a la cabeza,
Si menos ella del se desviara,
Y el casco con los hombros igualara,
Echando por su parte cada pieza;
Sentido el caballero se endereza,
Y del segundo golpe se repara,
Metiéndose debajo del escudo
Y cerca del contrario lo que pudo.
Guardóle el aguardar con tal postura,
A causa de que dio la dura maza
A bajo del codillo media braza,
Que es casi con Ja misma empuñadura;
Mas alcanzó a romper del armadura

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Con parte del escudo y la coraza,
Dejándole del golpe estremecido,
Cual roble por el viento sacudido.
Corvó[34] el erguido cuello y la rodilla
Por merecer el golpe tal crianza,
Mas presto se endereza a la venganza,
Tendiendo el cuerpo, el brazo y la cuchilla;
Ya Rengo que esperaba a rebatilla
Le engaña su reparo y esperanza,
Porque con ademán de darle un tajo,
Le hiere de una punta más abajo.
Por el derecho lado entró la espada,
Sacando un grueso caño a la salida,
De sangre, más en cólera encendida
Que del color nativo acompañada;
Mas fué tan al soslayo la estocada,
Que no sacó del bárbaro la vida:
El cual a la sazón está de suerte
Que tiene del temor la misma muerte.
Sobre las puntas últimas se empina,
La temerosa clava levantando,
Y viene con tal furia descargando
Que el aire sólo a muchos desatina;
A la cabeza el Indio la encamina,
Mas, don Felipe, el cuerpo desviando,
Remite el duro golpe al suelo duro,
Cuya respuesta dio en el reino escuro.
No pierde la ocasión el batizado[35];
Mas, viendo al fiero bárbaro impedido,
Se tiende con el diestro pie metido,
Tirándole un revés desatinado;
Llevárale con él sin duda un lado,
Si Rengo con un salto desmedido
De la corriente espada no huyera,
Salvando quince pies de la ribera.
El Español, hiriendo al aire vano,
Volvió por ver al Indio donde estaba,

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Que ya tornado en áspide tornaba
La maza y muerte en una y otra mano;
Cuando Maricón del verde y rojo llano,
Su derribado cuerpo levantaba,
No tanto en su bestial sentido vuelto
Cuanto en furor y viva saña envuelto.
Levanta su bastón ñudoso en alto
Y contra don Felipe salta presto,
Que, como está con Rengo, no está en esto,
Ni al enemigo ve, ni siente el salto;
Por donde le pusiera el nuevo asalto
Quizá do no quisiera verse puesto,
A no venir Bernal por esta parte
Haciendo de la suya lo que Marte.
Al punto, pues, que el bárbaro furioso
Llegaba a secutar[36] el golpe esquivo,
Emparejó Bernal, trasunto al vivo
De aquel Bernardo célebre y famoso;
Y visto el duro trance peligroso,
A su caballo arrima pie y estribo[37],
Bajando el asta y brazo firme al pecho,
Al de Maricón incrédulo derecho.
Tan súbito el Católico arremete
Y el Indio va de cólera tan ciego
Con el armado lance de su juego,
Que por la lanza él mismo se le mete[38];
Falso la punta al duro coselete,
Que no le falsara[39] el mismo fuego,
Y entrando por los pechos impelida,
Salió por las espaldas con la vida.
Quedó Mancón tan fiero y espantable,
Tan bravo, tan feroz y tan sañudo,
Que, con estar de espíritu desnudo,
Estaba, al parecer, incontrastable;
Tras cuya negra faz abominable,
El cuerpo laso, indómito y membrudo,
Cavó sin alma en tierra del encuentro,
Y el ánima sin cuerpo más adentro.

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Mas, no se fué Bernal sin pago desto.
Porque le dio tal golpe el brazo fuerte
Con la bascosa rabia de la muerte,
Que casi le dejó en sus manos puesto;
Pues mal su grado en éxtasis traspuesto,
Por tres o cuatro partes sangre vierte,
Dejando, sin acuerdo, larga pieza
Torcida sobre el pecho la cabeza.
Llevóle su caballo así dormido,
Sin que le despertase tanto estruendo,
Hasta que ya los párpados abriendo,
Echó de ver en sí lo sucedido;
Y más por ser de un bárbaro sentido
Que el fiero golpe rústico sintiendo,
Resuelve a señalarse en la batalla
Haciendo su blasón de cuanto halla.
A Rengo y don Felipe de Mendoza
Un punto en su combate no les vaga,
Porque si presta el uno, el otro paga,
Y si éste despedaza, aquél destroza:
Hierve el furor, la cólera rebosa,
Y el encendido fuego no se apaga,
La corajosa[40] fiebre no declina,
Ni la fortuna lúbrica se inclina.
Con fuerza, con tesón, con arte y maña
Se aguardan, se reciben y se tientan,
Se hieren, se quebrantan, se atormentan,
Creciendo más y más su cruda saña;
Aniégase en la sangre la campaña
Que los sensibles órganos revientan,
Y del espeso huelgo el aire vano
Está para tomarse con la mano.
Bien es verdad que el Indio ya gastaba
De sus hinchadas venas el tesoro
Y pródigo también por cada poro
Sudor caliente y grueso derramaba;
Mas no por esto mínima bajaba
Del entonado punto en su decoro,

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Antes, por ir subiéndole más alto,
Estaba a la sazón de aliento falto.
Pues como el enemigo así le siente,
No porque menos bravo el golpe tira,
Sino porque pesado se retira,
Procura darle priesa más ardiente;
Con que tornado Rengo una serpiente
Y del cabello al pie deshecho en ira,
No sólo el brazo válido no dobla,
Mas golpe, fuerza y ánimo redobla.
Con todo, lo pasara no sé cómo
A no venir Purén[41] a socorrello,
Y el valeroso joven Orompello
Con un bastón pesado más que el plomo,
Para que el Español abaje el lomo;
Mas hállanle tan lejos de hacello,
Que a recebillos va determinado
Y el cerro[42] más que nunca levantado.
En esto, Pedro Dolmos de Aguilera,
Don Pablo de Espinosa[43] y Diego Cano,
Cubriendo de cadáveres el llano
Por este lado tuercen la carrera,
Al tiempo que el valiente mozo espera
Alegre, contentísimo y ufano,
La suerte venturosa que le sale
Para mostrar al mundo lo que vale.
Pesóle de que en blanco le saliese,
Saliendo los que digo a la parada[44],
Por entender que al filo de su espada
Quitaban la mitad del interese;
Mas presto ve ser yerro que le pese,
Porque la mano pérfida y pesada
A su pesar le carga de manera,
Que dalle alguno el pésame pudiera.
Principiase el horrísono combate,
Soplando el belicoso vivo fuego,
Y entáblase tan bien el duro juego,

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Que lleva cada cual seguro el mate;
Mas, esles ocasión de que se empate
Llegar un gran tropel de gente luego,
Que el ajedrez armado desbarata,
Y los trebejos bárbaros maltrata.
Bien se desquita desto Cadeguala,
Que con macana rústica y maciza
Amaina presto al brazo que más iza,
Y al que es más señalado le señala;
Con ella quiebra, hiende, barre y tala,
En hombres y caballos hace riza,
2 o Pues nunca la levanta para el cielo
Sin que derribe alguno por el suelo.
Entre ellos va el infiel con saña esquiva,
Sin perdonar su cólera a ninguno,
Y al buen Rodrigo Palos[45] le da uno
Con que molido en tierra lo derriba;
A Pacho[46] y Perantón[47] del seso priva,
A Sancho de Esquibel[48] no deja ayuno,
Porque también probó su dura mano,
Y aun vino dando dellas a lo llano.
Encuentra con el mísero Tiruca,
Amigo, natural del fértil Guaseo[49],
Y asiéntale tal golpe sobre el casco,
Que envuelto con los sesos lo machuca;
A Pilmaiquén sin ánima trabuca,
Ya Levocán, más fuerte que un peñasco,
Lo estrella de otro golpe, y de otro a Güerpo[50]
Le desfigura y muele todo el cuerpo.
Al descargar la maza sobre Guebra[51],
Ligero se hurtó del golpe insano,
Y como con tal ímpetu da en vano,
Por tres o cuatro partes se le quiebra:
¿Qué víbora, qué sierpe ni culebra
Se puede comparar al Araucano?
Quemar parece al cielo con miralle,
Y helársele de miedo todo el valle.

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Luego la amiga turba congregada,
Por ver que está sin arma el Indio fiero,
Con ansias de le hacer su prisionero,
Lo embiste de temor asegurada;
Mas él entonces da tan gran puñada
En medio de las sienes al primero,
Que cual si fuera el casco de manteca,
Le sume dentro el puño y la muñeca.
Tras esto en el estómago de Guento[52]
Tal coz embiste el pie del Indio crudo,
Que puesto en la garganta un grueso ñudo
Dejó cerrado el paso del aliento;
Al punto los demás con escarmiento
Se apartan del y déjanlo sañudo,
Brotando por los ojos más que fuegos
Y desquiciando al cielo con reniegos.
Airado Julián de Valenzuela
De ver en los amigos tal matanza,
Enristra contra el bárbaro su lanza,
Jugando al mismo tiempo de la espuela;
Por la cerrada gente raudo cuela,
Y al crudo infiel, colérico se lanza,
Que espera exento, firme y temerario
Al temeroso encuentro del contrario.
El cual, caballo y asta junto envía
Al desarmado y áspero guerrero,
Mas el audaz, que sabe ser ligero,
De todo con un salto se desvía;
Con otro y con diabólica osadía,
Después de haber pasado el bote fiero,
Cual gato al enemigo se abalanza,
Echándole las presas a la lanza.
Y aunque la tiene bien la recia mano,
Más fácil que una mal asida estaca,
De los cerrados puños se la saca
Y contra su señor la vibra ufano;
El cual se aparta un poco a poner mano

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Y vale dando el bárbaro matraca,
Creyendo que de flaco no le espera,
Mas vele revolver la espada fuera.
Trabárase batalla tan reñida,
Que fuera bien de ver a costa dellos,
A causa de que son de erguidos cuellos
Y poco estimadores de la vida;
Mas, fué la furia de ambos impedida,
Llevándolos de allí por los cabellos
Un bárbaro escuadrón sobresaliente
Con otros diez o más de nuestra gente.
Quedó con tal vergüenza y corrimiento
Por la perdida lanza el fiero Hispano,
Que de cobralla él mismo por su mano
Hace, mirando al cielo, juramento;
No puede verse agora el cumplimiento,
Mas no es de presumir que jura en vano
Quien tiene ya de atrás en mil contiendas
Tan bien aseguradas estas prendas.
En esto ya la cosa está de modo,
Que en mar bermejo el campo se convierte,
Y tanto dan que hacer aquí a la muerte
Que dudo si podrá acudir a todo;
Arrolla cuerpos bárbaros a rodo[53],
Sin reservar humilde ni alta suerte,
Y de cortar apriesa tanto hilo
Tiene mellado ya su agudo filo.
Por donde el valeroso don García,
Con Juan Ramón, Bastida y Diego Cano,
Quiroga y don Simón el Lusitano,
Adelantado a Marte discurría[54];
El infido escuadrón se retraía
A las inmundas aguas del pantano,
Porque para librarse de su fuego
Al agua es menester que acuda luego.
Los otros en la resta van haciendo
Tal riza, tal matanza, tal estrago,

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Que ya también los van al hondo lago,
Por más que se detienen, recogiendo;
Mas, no por esto dejan de ir siguiendo,
Y porque allí no queden sin su pago,
De los caballos saltan al instante
Entrando por la ciénaga[55] adelante.
Donde el plebeyo bando a quien espanta
De la terrible muerte el duro encuentro,
Se mete la laguna más adentro
Hasta tener el agua a la garganta;
Mas, cuando la desdicha se adelanta,
Aunque se meta el hombre allá en el centro
Y en sus cavernas últimas se aloje,
Allá lo va a buscar y allá lo coge.
Allí la fuerte manga de herreruelos,
Por Pedro del Castillo[56] gobernada,
Les da tan presurosa rociada
Que ya no deja el humo ver los cielos;
Y aunque entre el agua esconden frente y pelos,
Al fin, para salvarse, todo es nada,
Pues bien no sé descubre un dedo dellas
Cuando la dura bala está con ellas.
Allí, como a los patos en el agua,
Apunta el arcabuz y el plomo asienta;
Allí con sangre el agua se ensangrienta
Y el puro humor sanguino allí se agua;
Ya hierve el negro lago vuelto en fragua,
Que la espumosa sangre lo calienta;
Ya el cuerpo en esta ciénaga se ahoga,
Y en la de Flegetón el alma boga.
Trasunto es este lago del averno,
Según está humoso y pestilente,
Y porque tiene en sí calor ardiente
Con el contrario efeto[57] del invierno,
Para que cuando baje al hondo infierno
A profesar tormento eternamente,
El Indio miserable y desdichado
Haya tenido aquí su noviciado.

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Por todas partes ya la muerte esquiva
Ha puesto a su vivir mortal atajo,
Agora con el agua por abajo,
Agora con el fuego por arriba;
Mas, esta gente indómita y altiva,
Aunque se ve en tan áspero trabajo,
Cercada de contrarios elementos,
No quiere desistir de sus intentos.
Tienen sus almas reprobas sujetas
A dura obstinación[58] de tal manera,
Que están, con ver la Parca y su tisera,
Diciendo, como dicen, tiseretas[59]:
¿Qué tienen que hacer los masagetas?
¿Qué los caribes fieros? ¿Qué la fiera
Criada en la arenosa Libia ardiente,
Con esta endurecida y cruda gente?
De allí, con ver su daño sin remedio,
Ya que dañar no pueden de otro modo,
Trabajan por cerrar a piedra y[60] lodo
La puerta de cualquier partido y medio;
Y aun con estar la muerte y agua en medio,
Queriendo algunos ya romper con todo,
Se vienen desalmados a la orilla
Midiendo con su maza la cuchilla.
El uno dellos es el bravo Rengo
Que tiene por afrenta retirarse
Y que por ello viene a deslustrarse
Su ilustre sangre, estirpe y abolengo;
Y así, con un ramón ñudoso y luengo,
Que pudo por su mano desgajarse,
Empieza a mantener de nuevo guerra,
Ganando por las mismas aguas tierra[61].
Tan junto vino a estar el Indio della,
Que a la rodilla el agua no le toca,
Y como no es de aquellos que en la poca
Se suelen ahogar, se va por ella;
Donde con dos, con tres, con más se estrella,

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Haciéndoles pensar que es una roca
Según las muchas olas que lo baten
Y lo poquito o nada que le abaten.
Un golpe descargó de tal manera
Encima del dispuesto Curalongo[62],
Que le dejó en el cieno como hongo
Con la celada sola y cuello fuera;
Y entrándole a herir en delantera
Hernando, un atrevido negro congo[63],
Con otro tan redondo lo derriba,
Que ya no da señal de cosa viva.
Un esforzado joven[64] que se afrenta
De ver pasar así fiereza tanta,
Por el estero arriba se adelanta
A Rengo, que de cólera revienta;
Mas, en llegando, el ramo se le asienta
Tan lleno de vigor, que como a planta
Que tiene ya su foso abierto a mano,
Le planta medio cuerpo en el pantano.
No puede tolerar el bravo Andrea[65],
Como de atrás estaba amordazado,
Aunque entendiera entrar con él a nado,
Que el Indio se sustenté en la pelea;
Y así, en la margen húmeda se apea,
Por acabar allí lo comenzado,
Poniendo escudo, espada y mano a punto,
Encaminado a Rengo todo junto.
Es tanto lo que el bárbaro se agrada
Y tiene desto el alma tan gozosa,
Que, con estar en agua cenagosa,
Se baña de contento en la rosada,
Y muéstralo en salille a la parada
Tres pasos de la ciénaga lamosa,
Poniéndose en peligro manifiesto
A trueque de topar con él más presto.
Encuéntranse, y el bárbaro gallardo
Es el primero en dar su golpe fuerte,

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Del cual se aparta y libra de la muerte
El de Levante, suelto más que un pardo;
Y en respondelle fuera menos tardo
Si el rudo leño diera de otra suerte,
Mas dio en el agua, alzando della un golpe
Que le cerró los párpados de golpe.
Con todo, le tiró tal punta a tiento,
Cosiéndole con ella una costilla,
Que si algo más encarna la cuchilla
Le priva del vital y dulce aliento;
Por donde tanto crece tu ardimiento.
¡Oh bárbaro soberbio! en la rencilla,
Que alguno por mirar las manos tuyas
Olvida lo que tiene entre las suyas.
Con su troncón el Indio se revuelve
Y acá y allá furioso lo rodea,
Mas, con su espalda rígida el Andrea
Metiendo puntas, entra, sale y vuelve;
El uno y otro en cólera se envuelve,
Y el agua a costa de ambos bermejea,
Mas nadie de su punto, punto baja,
Ni se conoce punta de ventaja.
Cual suele combatir el peje-espada
En medio el ancho mar con la ballena,
Donde, si con la espada aquél barrena,
Aquélla con la cola da colada,
Y el agua por entrambos alterada
En desacorde y ronco acento suena,
Mostrando el cano rostro enrojecido
Y el manto azul de púrpura teñido:
Así los dos se avienen en su lago,
Donde, si con la espada el nuestro acude,
Con su ramón el bárbaro sacude,
Y aun raras veces da con él en vago;
Mas no por esto queda sin su pago,
Porque le hace el ítalo que sude,
Y así padecen ambos de tal arte,
Que bien parecen mártires de Marte.

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Mas antes que les diese la corona,
Llegaron, suspendiendo su fortuna,
Gudínez y Juan Alvarez de Luna,
Pedro Cortés, Montiel y Barahona[66],
Poniendo cada cual por su persona
Sus hechos en el cuerno de la luna[67];
Mas, por subir los suyos sobre Apolo,
Espera a todos seis el Indio solo.
Jamás la tigre en África nacida
Al cenegal espeso retirada,
Cuando es por los monteros acosada
Y ve tomado el paso a la guarida,
Sacude tan feroz y embravecida
Al un ventor y al otro[68] manotada,
Como a los seis el bárbaro desnudo,
Al recio revolver del ramo rudo.
Mas, dale tanta priesa nuestra gente,
Que viendo lo que puede allí ganarse,
Determinó, guardándolos, guardarse
Para mejor sazón que la presente;
Y sin volver la altiva y dura frente,
Su paso a paso empieza a retirarse,
Entrándose algo más al hondo cieno,
De lodo, de sudor, de sangre lleno.
Abajo, arriba y dentro del pantano,
Revuelto ya también andaba todo,
Sin límite, sin término, sin modo,
Dañándose a pie quedo y mano a mano
Con todo lo que hallan a la mano,
A palo, a hierro, a puño, a diente, a lodo,
Después que rompen, baten, muerden, ciegan,
Con agua de la ciénaga se riegan.
Cuál tumba, cuál[69] impele, cuál arroja,
Cuál entra, cuál se hunde, cuál atasca,
Cuál sale, cuál se impide, cuál se enfrasca,
Cuál traba, cuál aprieta, cuál afloja;
Quién con su propia sangre se remoja
Y helados cuajarones della masca;

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Quién traga espeso lodo, quién la muerte,
Que sobre todos es el trago fuerte.
Bastida, Luis Cherinos, Hortigosa[70],
Valdivia, Pero Gómez, Castañeda,
Riberos, Lira, Cáceres, Cepeda,
Carranza, Payo, Córdoba, Espinosa,
Urbina, Diego Pérez, Hinojosa
Y el noble caballero de Pineda[71]
Han muerto por sus manos tanta gente
Que sirve ya en la ciénaga de puente.
Matienzo, Marcos Veas y Murguía,
Pan toja, San tillan y los Verdugos
Del Indio son tan ásperos verdugos
Que tienen hecha del carnicería;
Los fuertes Alvarados y Mejía
Deshacen cuerpos grandes en mendrugos;
De Villagrán, de Viezma, de Avendaño[72]
Recibe el enemigo sumo daño.
Vasco Juárez de Avila y Pacheco,
Manrique, Vaca, Zúñiga y Castillo,
Gaspar de la Barrera y Delgadillo[73]
Matando arrastran indios a lo seco;
Jamás el duro golpe dan en hueco
Aranda, Juan de Barrios ni Carrillo;
Pues Peñalosa y Peña[74], por ser hombres,
En medio de las aguas son sus nombres.
También acá en lo llano se oía
De golpes y caballos gran ruido,
Y era que del ejército esparcido
Alguna gente allí quedado había,
Que retirarse al lago no quería,
Ni darse, con ser pocos, a partido,
Sino morir primero en la campaña
Que oir cantar victoria por España.
Algunos y los más gozaron dello
Quedando sin las vidas en el prado,
Y los demás con ellas, mal su grado,

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Rindieron al cordel muñeca y cuello;
Excepto el enemigo de Orompello,
Aquel rebelde crudo y obstinado,
Aquel enorme y duro Galbarino,
Que quiso echar por áspero camino.
Pues este pertinaz, que más desea
La muerte del contrario que su vida,
Por más que ve a los suyos de caída
No pierde su furor en la pelea,
Antes mejor que nunca se rodea
Con la pesada porra descreída,
Tan fiero, espumajoso y emperrado,
Que es cuerdo quien procura dalle lado.
Alcanza con un golpe a Quiracolla
Y aprénsale los cascos sobre el pecho;
A Lleuto deja manco, a Chul contrecho[75]
Y toda la faición[76] a Rulco abolla[77];
Celadas, picas, bárbaros[78] arrolla,
Por todos va, llevándolos a hecho,
Sin que repare o mire quien le hiere,
Que ya morir, matando, sólo quiere.
Mas, visto lo que pasa, tres varones[79]
Con el divino autor de La Araucana,
Queriendo refrenar su furia insana
Batieron contra el Indio los talones
Y danle tan terribles encontrones,
Que a su pesar el bárbaro se allana,
Poniendo las espaldas con el suelo
Y las curtidas plantas en el cielo.
Cargaron cudiciosos al momento,
De los amigos indios maltratados,
Por verse del incrédulo vengados
Y desquitarse del a su contento;
Mas él se defendió de más de ciento
A coces, a puñadas y bocados,
Hasta que al fin al número[80] añadido
Dificultosamente fué rendido.

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En esto, esotra gente del pantano,
Que ya sufrir el daño no podía,
Del todo por las aguas se metía
Alzando del combate el pie y la mano;
Y, en fin, al bosque lóbrego y cercano
Tomaron por la ciénaga la vía,
Quedando su pestífera hondura
Hecha de muchos cuerpos sepoltura[81].
No fueron del Católico seguidos,
Por ser lugar tan áspero y fragoso
Y para entrar por él dificultoso
A causa de los árboles tejidos;
Fuera de que jamás con los vencidos
Usó del crudo filo riguroso
Sino del más suave y más templado
El noble corazón de clon Hurtado.
Demás de que, saliendo del tridente,
Entraba recogiendo los pastores
Aquella que confunde los colores
Y al trabajar enfrena la corriente:
Mostró con ella el prado mustia frente,
Quedando como lánguidas las flores,
Y era que luto el orbe se ponía
Por denotar las muertes deste día.
Los nuestros de la noche convidados
Y del trabajo duro constriñidos[82],
Privando del sentir a los sentidos,
Suspenden, sin descuido, sus cuidados;
En tanto, pues, que duermen los cansados
No es bien que yo despierte los dormidos,
Que desto servirán mis cantos muertos
Y no de que se duerman los despiertos.

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CANTO DUODÉCIMO
Hace Galbarino una invectiva, reprehendiendo a los indios amigos, que le traen preso para ser justiciado.
Mándanle cortar las manos, donde muestra el indio su crecido esfuerzo y obstinado corazón, instando
en que le den muerte; mas, envíanle vivo por ejemplo[1] a su tierra. Cuéntase lo que a Tucapel y
Gualeva sucedió en el bosque, prosiguiendo su extraña y maravillosa aventura. Parece Talgueno vivo
ante ellos, habiendo sido ya llorado por muerto; promete contar las grandes cosas que le han pasado.

el inmenso Apó[2] tan justiciero


S
Que no hay dejar amigo ni enemigo,
Aquél sin premio ni éste sin castigo,
Cumplido el plazo y término postrero;
A todos lleva Dios por un rasero,
Al grande, al chico, al próspero, al mendigo,
Que todos han de ser en esto iguales
Así como lo son en ser mortales.
¡Oh cuánto sufre, pasa y disimula,
Haciéndose del sordo[3], ciego y mudo!
No para que sospeche el hombre rudo,
Que su poder sin límite se anula,
Mas porque se aproveche desta bula
Y no lo espere hacer al punto crudo,

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Porque es como el pastor con su ganado
Que sabe usar del silbo y del cayado.
Procure, pues, el hombre estar alerta
Y mire que si el tiempo gasta en vano,
Cuando se juzgue en medio del verano,
Dará el invierno golpes a su puerta;
Y aunque éste llegue tarde, es cosa cierta
Haber de parecerle que es temprano,
Porque jamás lo espera ni previene
Y hasta que está sobre él no ve si viene.
Al paso que dilata Dios la pena,
Su culpa el hombre ingrato multiplica,
Con que su causa el uno justifica
Y el otro por la suya se condena;
Pues aunque la divina mano llena
No es menos franca y pródiga que rica,
No hay cosa tan menuda ni olvidada
Que no la tenga vista y apuntada.
¿Quién como nuestro Dios en lo criado,
Que allá sobre los ángeles reside
Ya nuestras causas mínimas preside
Como si no tuviera más cuidado?
El es quien al sayal como al brocado
Siempre con una propria vara mide,
Sin exceptar[4] linaje de persona
Desde el cayado al cetro y la corona.
Bien es verdad que, lejos de intereses,
Castiga Dios con mano más pesada
La conocida res de su manada
Que las que no conoce por sus reses;
Mas, como todos son sus feligreses
Y viven por el tiempo que le agrada,
A todos por su bueno y por su malo
Hace probar al fin del pan y el palo.
No teme verse Dios necesitado
Para que no castigue en su hacienda,
Aunque cual justo padre en la contienda

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Castigue más al hijo que al criado;
Mas, cuando vive el tal desenfrenado,
Y el hijo sujetándose a la rienda,
No quiere Dios, ni debe hacer tal yerro,
Que quite al hijo el pan por dallo al perro.
Mil pruebas tiene desto lo profano,
Y en el volumen sacro las tenemos;
Mas ¿para qué tan lejos las queremos,
Teniéndolas aquí tan a la mano?
Mientras sulcó el ejército cristiano
En Chile el mar del vicio a vela y remos,
Jamás gozó de próspera fortuna,
Porque sin Dios mal puede haber alguna.
Mas, cuando ya, mudándoles la guía
Con el piloto diestro mendocino
Dejaron su derrota y mal camino,
Tomando nuevo rumbo y otra vía;
Páseseles la noche y vino el día,
Soplóles el espíritu divino,
Ganando al enemigo el barlovento[5],
Como parece claro por mi cuento[6].
Dos veces los derriban de sus cumbres,
No porque agora fuesen menos fuertes,
Mas porque van trocándose las suertes[7]
Al paso que se truecan las costumbres;
Que aquél, por nombre el Padre de las lumbres,
De vidas es autor, que no de muertes,
Y así, no mata Dios, mas, bien mirado,
A cada cual le mata su pecado.
Bien se pensaba ser un fijo polo
Arauco en sus vitorias y blasones,
O por tener tan bravos escuadrones
Tener a su mandar la luz de Apolo;
Y el crudo Galbarino, por ser solo,
Bien se creyó pasar entre renglones[8],
No viendo, por estar de lumbre falto,
Que nada se le pasa a Dios por alto.

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Patente está el engaño del primero,
Pues ya en las dos batallas que ha tenido,
De siempre vencedor se ve vencido,
Y es porque va el Garzón[9] por otro apero[10];
Y para que sepáis el del postrero,
Cómo llevó también su merecido,
Oid, señor, un tanto, si os agrada,
Y entonaréis mi voz desentonada.
Ya debe estar alguno descontento
De ver lo que he tardado en este punto;
Mas no lo dice el hombre todo junto,
Por no tener angélico talento;
Ultra de que es el blanco de mi intento
Que entre estos cantos suene un contrapunto
De cosas del espíritu morales,
Para que tengan música los tales.
Siguiendo, pues, el hilo de la historia,
En lo que vino a ser de Galbarino,
Después que por su mísero destino
Cantaron los hespéricos vitoria:
Así como a Titán le fué notoria,
Apresuró por verla su camino
Y por tomar a Tetis residencia,
Que gobernaba el mundo por su ausencia.
No bien al trono claro del Oriente
A presidir el Deifico subía,
Y de miralle el prado se reía
Limpiándose las rugas[11] de su frente;
Cuando un crecido número de gente
Acompañando al bárbaro venía,
Así porque pudiesen con el preso
Como por ver el fin de tal suceso.
En medio viene el Indio maniatado,
Sirviendo a los demás de mofa y juego,
Y echando por los ojos vivo fuego
Su rostro ferocísimo y airado;
El cual, de golpes cárdeno, y manchado

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De polvo, sangre, y más de enojo ciego,
La tierra turba y fiero en torno mira
Y al techo celestial envuelto en ira.
Vestido de una rota camiseta,
Que deja el muslo casi descubierto,
Con arrogante paso y cuerpo yerto
Camina al ronco son de una corneta;
Grita le da la cáfila indiscreta,
Y todos gran lanzada a moro muerto[12];
Mas él encara en ellos de tal modo,
Que con mirar se paga bien de todo.
Estira por quebrar el atadura,
Que como está fortísima y revuelta,
No sólo no la rompe ni la suelta,
Mas antes apurándola se apura;
Y lleno de infernal desenvoltura,
A1 menos con la lengua que está suelta,
Los hiere, los baldona, los agravia,
Diciéndoles así, deshecho en rabia:
«¿Pensáis que por llevarme desta suerte[13]
Ya me tenéis vencido, vil canalla,
O que forzado voy a la batalla
Y riguroso trance de la muerte?
Pues, entended que el golpe menos fuerte
Y más a mi contento es el pasalla;
Por más pesado tengo y más esquivo
Quedarme de vosotros hombre vivo.
«Mas, aunque no lo puede hacer mi diestra,
No dejo de morir con alegría,
Muriendo por la dulce patria mía,
Que es una misma cosa con la vuestra;
Y no es mi voluntad llamarla nuestra,
Por no contarme en vuestra compañía,
Ni conceder ¡oh Chile! que te llames
Engendrador de hijos tan infames.
«¿De qué nación tan bárbara se sabe
Que ofenda su linaje y propria[14] tierra

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Por excusar el peso de la guerra,
Juzgando que el servir es menos grave?
¡Traidores!, en vosotros sólo cabe
Y en esos pechos pérfidos se encierra,
Según lo que tenemos hoy delante,
Atrocidad y crimen semejante.
«Por no sufrir el peso de la lanza,
Un peso para el hombre tan pequeño,
Sufrís cargar la leña y aun el leño[15],
Que suele ser la parte que os alcanza;
Ponedme cada peso en su balanza,
Veréis, si ya no estáis en torpe sueño,
Que al cielo va de leve la primera,
Y al suelo de pesada la postrera.
«¡Que deis la libertad, ¡indignos della!
Por ser contra nosotros, en batalla!
¿Qué más pudiera hacerse por buscalla
De aquello que habéis hecho por perdella?
Así que así[16] no veis que sin tenella
Andáis con el acero y con la malla,
Sin excusar trabajo de algún modo,
Sino que le tenéis doblado en todo.
«Pues, si pasáis la misma pesadumbre
Tan libres como siervos, gente dura,
¿No fuera más honor y más cordura
Pasalla en libertad que en servidumbre?
¿No veis que un libre tiene dulcedumbre
Para poder templar el amargura
Del áspero trabajo más acerbo,
Lo cual es imposible siendo siervo?
«La natural premática ¿no manda
Que por la cara patria los mortales
Padezcan todo género de males.
Aunque hayan de morir en la demanda?
Mirad que cometéis maldad nefanda,
Pues va contra las leyes naturales,
Y que es monstruosidad tan gran flaqueza,
Pues quita lo que da naturaleza.

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«¿Pareceos que es más lícita la guerra
Contra el pariente propio y el amigo
Que con extraño y áspero enemigo,
Tirano usurpador de vuestra tierra?
Y si temor el ánimo os atierra
Para seguir la causa que yo sigo,
Temed morir mil veces con deshonra
Y no una vez que muero yo con honra.
«Yo muero, casta vil, porque defiendo
La tierra que pisáis y os ha engendrado;
Vosotros, por haber degenerado,
Pensando que vivís, estáis muriendo;
Envidia me tenéis, a lo que entiendo,
Yo lástima y pesar de vuestro estado,
Y de que dejo carnes como aquestas
En suelo que tal gente sufre a cuestas».
Su justa increpación dejó con esto,
Y todos los amigos que escuchaban
Turbados y perplejos se miraban
Tan solamente hablando por el gesto;
Con que cesó el escarnio descompuesto
Y la confusa grita que le daban,
Quedando, a su decir, enmudecidos,
Y del vencido bárbaro vencidos.
Mil cosas en lo hondo de su pecho,
Sus rostros en el suelo, revolvían,
Que alzarlos al del Indio no podían
Por ver lo bien que ha dicho y mal que han hecho;
Hasta que ya pasado poco trecho,
Llegaron al paraje do venían
Para que fuese el preso justiciado
Según la gravedad de su pecado.
En cumplimiento, pues, de lo que digo,
Le sentenciaron luego los hispanos
En que se le cortasen ambas manos,
Para terror y ejemplo al enemigo;
Porque, temiendo el áspero castigo,

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Dejase de seguir intentos vanos,
Ya trueque de no vérselas cortadas,
Las manos a la paz viniese atadas.
En siendo pronunciada la sentencia,
No bien se las hubieron desatado,
Cuando con ademán desenfadado
Una tras otra ofrece en competencia;
Y sin indicio, rastro ni aparencia[17]
De temeroso, triste ni turbado,
Mas, animoso, alegre y con sosiego,
Pide que se las corten luego luego[18].
Encima de un tablón sentó la diestra
Con tanta voluntad y leda cara
Como si en la de alguno la sentara,
Teniendo ya en el aire la siniestra;
Y dijo así: «Cortad la muerte vuestra,
Cortad las que las vidas os cortara,
Que para mí es la gloria deste hecho,
Como para vosotros el provecho».
Saltó del crudo golpe la derecha,
Y con estar de vida ya privada,
Quedó tan bien impuesta y enseñada
Que al rostro de un cristiano fué derecha;
Mas, poco del encuentro satisfecha,
Se revolcó en la tierra ensangrentada,
Adonde haciendo araños y señales
La dio de sus espíritus vitales.
No se despide bien de su muñeca
Sin sombra de dolor la diestra fuerte,
Cuando la que es y fué siniestra en suerte,
Lugar con la truncada mano trueca;
Y cual si la tuviera el dueño seca,
O fuera de otro cuerpo de esa suerte,
Recibe en ella el golpe tan sin miedo
Cuanto con rostro firme y brazo quedo.
Y no tan presto vuela deslazada
Del corporal arnés la fuerte pieza,

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Cuan presto baja el Indio la cabeza
Tendiendo la cerviz jamás domada;
Y en el tablón de bruzas[19] arrojada,
La tiene sin moverse en larga pieza[20],
Diciendo: «Dadme aquí tercer herida;
Veremos si a las tres va la vencida[21].
«Meted el filo ya por ese cuello:
¿Por qué dudáis, malditos, de segallo?
Pues todo el bien os viene de cortallo
Y todo el mal a mí de suspendello;
Mirad vuestra ganancia en concedello,
Que si miráis mi pérdida en ganallo,
Vuestra pasión es tal, rencor y enojo,
Que por sacarme dos daréis un ojo.
«¿No me entendéis? Pues digo desta suerte,
Quizá mi petición será admitida,
Que por hacerme el mal de darme vida
Os quitaréis el bien de darme muerte;
Mas, si me dilatáis el trago fuerte,
Por sólo ver si quiero su bebida,
¿Qué prueba ni señal queréis más firme
De que la quiero yo, que no venirme?
«¡Oh! si acabar comigo[22] yo pudiera
Aborrecer la muerte aborrecible,
Porque, según mi suerte, es infalible
Que por el mismo caso me viniera.
¡Oh si fingillo lícito me fuera!
Mas esto, como esotro, es imposible,
Pues aunque más redunde en mi provecho,
No es para mí fingir cobarde pecho.
«Yo juro al potentísimo Pillano
Que si una mano sola poseyera,
Nunca las vuestras débiles pidiera
Que diesen a mi vida sacomano[23];
Mas no dejarme alguna fué más sano,
Si acaso pretendéis que nunca muera,
Porque si no es mi mano la homicida,
¿Qué mano me podrá quitar la vida».

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Tales bravezas y otras les decía,
Por sólo que los nuestros de escuchalle
Viniesen irritados a matalle:
¡Tanto el vivir amable aborrecía!
Mas, viendo ser inútil su porfía
Y que con vida al fin querían dejalle
Para que a todos fuese ejemplo vivo,
Estuvo por un rato pensativo.
Mas luego se levanta de la tierra,
Y puesto con desdén en pie derecho,
Les dice: «Agora sé que tenéis pecho
Con que poder sufrirnos en la guerra,
Pues ánimo y valor en él se encierra
Para tan atrevido y raro hecho
Como es dejarme vivo y agraviado,
Habiendo conocídome y probado.
«Debéis de sospechar que ya no puedo,
Estando así, dañaros de algún modo;
Pues mientras no me veis deshecho todo,
Yo os digo que podéis tenerme miedo;
Porque, si no pudiere alzar el dedo,
Alzar podré la voz y dar del codo,
Y aunque me falten manos, tengo mano
Con el cabildo y cónclave araucano.
«Allá les voy a dar este mensaje
Y breve os volveré con la respuesta».
Sin más decir, cual vira de ballesta[24],
Se parte el contumaz de aquel paraje
Y lleno de ardentísimo coraje
A cielo, a tierra y piélago denuesta,
Mirándose los troncos desangrados,
Que casi va comiéndose a bocados.
Aquí, señor, veréis abiertamente
Si fué profeta el joven Orompello,
Y como no es de esencia para sello[25]
Tener la crisma y bálsamo en la frente,
Que bien lo puede ser pagana gente,

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Pues testimonios hay en prueba dello,
Si vale aquel tan célebre de aquellas
Gentiles y proféticas doncellas[26].
Mas ¿para qué sin término metemos
La peligrosa hoz en mies ajena?
Allá lo trate el docto, enhorabuena,
Y acá del crudo bárbaro tratemos;
Aunque mejor será que lo dejemos
Y en tanto que desfoga tanta pena
A Tucapel, si os place, nos volvamos,
Que en el rumor del bosque lo dejamos.
En pie se puso intrépida Gualeva,
Cebando, cual dijimos, el oído
En la vecina parte del ruido,
Adonde su azorada vista ceba;
Y si adelante el ánimo la lleva,
La vuelve el casto amor de su marido;
Mas ella, que cumplir con ambos quiere,
Espera firme allí lo que viniere.
Estando, pues, la dama en tal paraje,
Alerta y puesta a punto la persona,
Que representa a Venus y a Belona
Al vivo en la belleza y en el traje;
Echó[27] de sí, rompiéndose el boscaje,
Una feroz y rábida[28] leona,
Espumajosa, fiera y enojada,
Las uñas y la boca ensangrentada.
La bárbara, que ve la salvajina,
No teme, no se turba, no se corta,
Mas todo lo posible se reporta,
Enviando al corazón la sangre fina:
A tal sazón la estrella matutina
Con sus alegres rayos la conhorta,
Y aun, visto de Gualeva el traje y traza,
La juzga por la diosa de la caza.
Mas presto la de Cipro ve que yerra,
Hallándola en su ser de humano velo,

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Porque Gualeva, viéndola en el cielo,
Se pone de rodillas en la tierra;
Aquellas blancas manos alza y cierra,
Por toda la cerviz tendido el pelo,
Y levantando voz y rostro junto
Invoca su favor en este punto:
«¡Oh tú, deidad sagrada, ¡oh Venus bella,
De aquel tercero polo moradora,
Alegre mensajera de la aurora,
¡Oh símbolo de amor, ¡oh clara estrella!
Pues sabes lo que puede su centella
Y el bien y mal de un alma que le adora,
No niegues tus favores a esta mía
En tan dudoso trance y agonía.
«Por atajar la muerte de mi amante
Quiero poner la vida en aventura[29],
Entrando en desigual batalla dura
Con esta bestia cruel que ves delante;
Pues, ¡oh! luz alma[30] y astro rutilante,
Renueva en tu memoria el amargura
Que un tiempo te causó tu dulce amado
Del fiero jabalí despedazado;
«Advierte lo que entonces tú sentiste,
Y siente lo que agora yo sintiera
Si al dueño de mi vida muerto viera
Según al de la tuya muerto[31] viste;
Excusa un espectáculo tan triste,
No pagues al amor de tal manera,
Y mira que pues eres madre suya,
La causa que defiendo es propia tuya».
Apenas puso fin al justo ruego,
Cuando el planeta amigo de repente
Lanzó de sí una luz resplandeciente,
Al talle que una flámula de fuego;
Con que se puso en pie Gualeva luego,
Sintiéndose ya de ánimo valiente
Y llena de alborozo y alegría,
Sin atinar de adonde procedía.

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El rústico animal, estando en esto,
De súbito volvió su vista brava
A la vecina parte donde estaba
La bárbara esperándole en el puesto;
Pues visto su despojo manifiesto
Y que tan buena presa le esperaba,
Bajándola, sacude su cabeza,
Y allá sus lerdos pasos endereza.
La Tucapela viéndola que viene,
El blanco pie no mueve temerosa,
Cual hizo la de Píramo famosa,
Según allá[32] su fábula contiene;
Mas al combate rígido previene
Su tierna mano candida y[33] hermosa,
Poniéndola con término extremado
Al cortador alfanje de su lado.
El fiero Tucapel, que vive apenas,
Y de su sangre corre un grueso río,
Del mismo aprieto saca fuerza y brío
Llenándose de cólera las venas;
Y con facilidad, estando llenas,
Levanta el cuerpo lánguido y tardío,
Mostrándose tan ágil y liviano
Como si ya estuviera bueno y sano.
Cual suele acontecer en un doliente
A tal flaqueza y término llegado,
Que ya para volverse de algún lado
Ha menester la mano del pariente;
Cuando le da una fiebre de repente
Veréis que salta recio y alentado,
Mandando[34] todo el cuerpo de manera
Cual si tuviese ya salud entera.
Así también el Indio con la fiebre,
Sólo del amoroso humor nacida,
Y agora más ardiente y encendida,
Saltó de allí cual galgo tras la liebre.
O cual frisón castizo del pesebre

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Si la guerrera trompa es del oída,
O, por hablar más propio, cual amante
Que el riesgo de su amada ve delante.
Llegóse, pues, diciéndola en voz clara:
«No temas, Tucapel está contigo,
Ni yo, pues que Gualeva está comigo[35],
Cuya memoria o nombre me bastara;
Con ese tu arco y flechas te ayudara
Si fuera de razón el enemigo,
Que para ti se viene, dulce amiga;
Mas, una bestia a palos se castiga.
«Y cuando no se viera en su figura
Ser animal, cual es, y bruta fiera,
Clarísima señal de serlo fuera
El no rendirse en viendo tu hermosura».
Así diciendo, aguija a la espesura
Y al más vecino roble que le espera,
El pie en su tronco puesto, con el brazo
Le quita a fuerza dellos un pedazo.
Con éste vuelve bravo Tucapelo
Adonde su querida le aguardaba,
A tiempo que la bestia ya llegaba
Alzando la cabeza y pardo pelo;
Mas, para acometer, la baja al suelo
Y su fogosa vista en Guale clava,
La cual con el espada firme espera
El acometimiento de la fiera.
Mas ésta, que la mira de postura,
Se muestra perezosa ronceando,
Con los traidores ojos acechando
La entrada por la parte más segura;
Y cuando le parece coyuntura,
Embebe el cuerpo y súbito saltando
La embiste por un lado ardiendo en ira,
Mas, Guale diestramente se retira.
Y dándole un revés con furia esquiva,
Al tiempo del pasar, en la pospierna[36],

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Más fácil que si fuera vara tierna
La carne y hueso a cercen le derriba;
Con que la bestia ardiendo en rabia viva
Y envuelta mucho más que la de Lerna,
Segunda vez embiste a desgarralla,
Mas, aunque más la busca, no la halla.
No estaba en esto el bárbaro baldío,
Que al revolver la coge por un anca,
De suerte que la deja medio manca,
Moviéndose con paso más tardío;
Ya por el muslo vierte un rojo río,
Que no se mengua mínima ni estanca,
Y menos su bestial furor se mengua,
Pues ya lo brota fuera con la lengua.
Al monte con bramidos atronaba,
Al cielo espuma en copos escupía,
Con que después, cayendo, se cubría
Su cuerpo sanguinoso y muestra brava;
La tierra con asombro la miraba,
Turbado estaba el aire que la oía;
Mas, juntos aire, tierra, monte y cielo,
Gozaban de Gualeva y Tucapelo:
Tras quien el animal encarnizado
Se lanza a devoralle sin remedio,
Si no se pone la India de por medio
Poniéndole a la boca su terciado[37];
Mas, como por extremo va enojado,
No espera ni repara a ver el medio,
Metiéndose furioso por la punta
Hasta que con la cruz la boca junta.
Aquí soltó la bárbara su espada,
Huyendo el bello rostro y brazo fuerte
De aquellas duras garras de la muerte,
Y no se vido dellas casi nada;
Porque la bestia en cólera bañada
Por el carcaj la traba de tal suerte,
Que la hace dar de espaldas en la tierra
Por sólo habellas vuelto en esta guerra.

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Allí la desmembrara y deshiciera
A no faltalle fuerza y vida junto,
Así porque el marido en este punto
Le descargaba el tronco en la mollera,
Como porque la punta carnicera,
Que sus entrañas cose, daba el punto
Con que el mortal vestido se acababa
Y el hilo de su vida se cortaba.
Tendióse con el último bramido,
Que estremeció las cumbres y los llanos,
Y habiendo ya estirado pies y manos,
Quedó sin movimiento ni sentido;
Con esto, asegurado su partido,
Gualeva levantó sus miembros sanos,
Corrida por extremo y vergonzosa
De haber al fin mostrádose medrosa.
Mas este corrimiento vergonzoso
El rostro le regó con sangre fina,
Sembrado de azucena y clavellina,
Tornándole, si pudo, más hermoso;
Y como del combate congojoso
Un tanto de sudor por él camina,
Parece fresca rosa no tocada,
Del matutino aljófar coronada.
Así tan enojada cuanto bella,
Cerró con el cadáver de la bruta,
En le quitar la vida resoluta[38],
Si a dicha le quedase rastro della;
Mas, viendo que del todo falta en ella,
En gozo y en contento desmedido
Volviéndose con él a su querido.
Echado por los hombros el cabello,
Y el corazón abierto, con los brazos,
Ya fuera de peligros y embarazos,
Le busca para echárselos al cuello;
Y como él iba en busca della y dello,
Halláronse con íntimos abrazos,
Donde se dan, tras guerra desabrida,

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Sabrosa paz mil veces repetida.
«Al fin había de ser tu mano fuerte,
Le dice Tucapel, aquella mano
Que a mi dudosa[39] vida dio la mano
Estando ya en las manos de la muerte;
No pude yo ser libre de otra suerte,
Y la razón, amiga, está en la mano,
Pues ésta sólo pudo libertarme
Que sola tuvo mano en cautivarme.
«No pude yo de nadie ser valido
Mejor que de tu mano valedora,
Ni tú ¿de quién pudiste ser fautora
Mejor que de quien has favorecido?
No fuera yo de menos defendido,
Ni fueras tú de menos defensora,
Porque esto ni tu punto[40] lo quisiera,
Ni mi valor esotro consintiera.
«Mas, como fué, señora, justo el hecho,
Han os venido todo tan al justo,
Que siendo tan conforme a nuestro gusto,
Parece que ha fundádose en derecho:
Si nace deste daño tal provecho
Y tanto gusto sale de un disgusto,
Quiero de hoy más comprar disgusto y daño,
Y no me llamaré jamás a engaño».—
«A ti se deben dar las gracias deso,
Su amada la responde placentera,
Pues sólo tu valor mató la fiera,
Comunicado al duro tronco grueso».
Mas, Tucapelo dice: «¿Cómo es eso?
¿Tu espada no le dio la muerte fiera?
Y haber quedado así, ¿no es buen testigo
Que está verificando lo que digo».
Ella replica en puro amor deshecha:
«Quedar así mi espada por memoria
Es más que haber mediado la vitoria,
Que fué por ti enterada y satisfecha;

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Pues medio ni principio, ¿qué aprovecha
Si dicen que se canta al fin la gloria,
Y nadie se corona si primero
No prueba ser legítimo guerrero?
«Por donde, si lo miras desta suerte,
La gloria del suceso a ti es debida,
Ya mí la justa pena merecida,
Por no permanecer en pecho fuerte;
Mas, cuando al bruto diera yo la muerte,
¿No es llano que me diste tú la vida?
¿Pues cuánto más es darla a mi persona
Que habérsela quitado a la leona».
El Indio en vivas llamas encendido
Le armaba nuevos lazos por el cuello,
Y viendo con el suyo el rostro bello,
A replicar tornaba enternecido;
«Ya yo me diera en esto por vencido,
Si en algo, dulce amor, pudiera sello;
Mas, aunque lo desdigan tus razones,
Y o digo que te quitas y me pones.
«Mas, dado que yo deje convencerme,
Y concediendo ya lo que he negado,
La vida, como dices, te haya dado,
¿Qué tienes dello tú que agradecerme?
Si quise en ese término ponerme
Es porque estoy a dármela obligado,
Y de la tuya sé, sabré y sabía
Que pende, penderá y pendió la mía».
En esta amorosísima contienda
Se están a la sazón los dos amantes,
Diciéndose conceptos elegantes,
Que amor les da larguísima la rienda;
Al fin ninguno dellos hay que entienda
Haber sus fuerzas sídole bastantes,
Mas cada cual se exime de la gloria
Atribuyendo al otro la vitoria.
Gualeva la sacude de su palma,
Y Tucapel la vuelve de su mano,

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De suerte que se estaban mano a mano
Jugando a la pelota con la palma;
Mas dése, pues entrambos son un alma
Y por igual han dádose la mano,
Matando entrambos juntos la leona,
A entrambos juntamente la[41] corona.
Al fin quedó por ambos la porfía,
Y en amorosos vínculos trabados,
Debajo de unos árboles copados[42]
Esperan el crepúsculo del día:
Do, al son de aquella mélode armonía
Enviada por los cuellos entonados
De los acordes pájaros gozosos,
Se mezclan sus anhélitos sabrosos.
Estando en medio desta mezcla y junta,
Brotó un suspiro intrínseco el amante
Y demudando súbito el semblante,
Al cielo con los ojos dio una punta:
Ella, de verle así, quedó difunta
Y llena de temor en un instante,
Porque, si bien se mira, los amores
¿Qué son sino solícitos temores?
Y con el accidente mal sufrida
Le pide la ocasión, desalentada,
De ver la novedad con ella usada,
Diciendo, ya celosa y desabrida:
«Tu alegre faz tan presto entristecida
Me tiene con razón maravillada:
¿Qué pudo en el sosiego desta gloria
Alborotar con pena tu memoria».
«¿Pesar te viene aquí, mi dueño y cuyo[43],
Estando con Gualeva labio a labio?
¿No ves que a nuestro amor se hace agravio
En preferir algún cuidado al suyo?
Pensaba yo tener domado el tuyo,
¿Y agora me descubres tal resabio?
A fe que está la tuya bien doliente,
Pues tienes mal, teniéndome presente».

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Dijo, calló, y quitándole del cuello
Los brazos, que ceñidos le tenía,
Con muestras de enojada se desvía,
Que poco han menester para hacello;
Y recogiendo el rostro en el cabello,
Al suelo al gamas lágrimas envía:
¡Mirad los que al amor habéis tratado
Qué no hará con esto de su amado!
Levántase a tenella y aplacalla,
Soldando con su fuego la cadena,
Que la mujer quebró de enojo llena,
Y aun quebrarán con él cualquier muralla,
Y dícele: «Mi bien, mi Guale, calla;
Que yo diré la causa de mi pena,
Si vuelves para mí tus ojos bellos,
Pues mal podré decírtela sin vellos.
«Levanta el rostro y mira que te miro,
Mírame, pues, que ya por verte muero,
Verás también el blanco y el terrero
Adonde fué tirado mi suspiro;
No pienses que con él te hice tiro,
Porque es dudar lo mucho que te quiero,
Y dello tienes hecha, mi Gualeva,
A costa de los dos bastante prueba».
Miróle ya con esto convencida,
Y no lo estaba menos de la gana,
Sino que la mujer, es cosa llana
Que quiere ser en todo compelida;
Y aunque su propio gusto la convida,
Si no la dan combate, no se allana,
Y es porque sólo tiene fortaleza
En ocultar al hombre su flaqueza.
Verdad es que la mueve causa buena,
Porque es por no romper con propria[44] mano,
El velo de vergüenza, si está sano,
Pudiéndole romper con mano ajena;
Pero si ya una vez se desenfrena,
No hay cosa que la pueda ir a la mano[45];

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Mas voyme yo, no digan, si echo el resto[46],
Que, a falta de materia, trato desto.
Tornando, pues, al hilo de mi cuento,
Así como Guale va alzó los ojos,
Al bárbaro, que ante ella está de hinojos,
La dijo así, sentándola en su asiento:
«Si estando en la mejor de mi contento
Y en medio de tan prósperos despojos
Me vino aquella súbita tristeza
No fué por inconstancia ni flaqueza;
«Mas fué por acordarme de un amigo,
Amigo a las derechas, fido[47] y bueno,
Y bueno, pues no es otro que Talgueno,
Talgueno, bien conoces al que digo;
Digo que me libró de un enemigo[48],
Un enemigo tal, que en lo terreno,
Terreno tan valiente no hay ninguno,
Ninguno llanamente, sino es uno.
«Y este es un tierno joven floreciente
Que apenas le despunta el vello bello;
Mas, aunque tal, encima de su cuello
Está la que es cabeza de su gente;
Y aun pienso que es el otro su pariente,
En el valor al menos puede sello,
Pues pudo, combatiéndose comigo[49].
Hacerme que dijese lo que digo.
«Mostraba un cuerpo casi giganteo,
Un ánimo y esfuerzo más que humano:
Y o tengo para mí que fué Pillano[50],
Porque pensar que es hombre es devaneo;
Pillano fué que tuvo algún deseo
De combatir comigo mano a mano,
A fin de que, faltándome en el mundo,
En él pudiese yo tener segundo.
«Estando, pues, con éste en lid trabada,
No poco de sus golpes apurado,
Con uno el diestro músculo pasado

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Y de otro media maza derribada;
Al tiempo de tirarme una estocada
Que, por estar con otros ocupado,
Entiendo te dejara sin tu amante,
Llegó Talgueno y púsose delante.
«Y la furiosa punta rebatiendo,
Al enemigo indómito retrujo,
Con que de muerte a vida me redujo,
La suya en el camino posponiendo;
Entonces, yo, los ojos revolviendo,
No vide al Español, mas vide un flujo
Que echaba de su sangre, penetrado
El mísero Talguén por el costado.
«El ver la llaga fresca me hizo cierto[51]
De haberla por mi causa recebido,
Sobre tener su cuerpo denegrido
Con otras crudelísimas abierto;
Miréle el rostro y vísele de muerto,
Mas luego con la trápala[52] y ruido
Se me despareció no sé por donde,
Ni agora sé que tierra o mar lo esconde.
«No tuve más lugar para buscalle
Que para respirar no me era dado,
Y aun pienso que si no me hubiera echado
Por el peinado cerro al hondo valle,
Nuestro partido andaba ya de talle,
Que no sé lo que fuera de tu amado;
Mas ojalá quedara allí tendido,
Porque pagara bien lo bien debido.
«Tuviera yo a Talgueno compañía,
Pues ya, según le vi, la Parca fiera
Habrá por él metido su tisera,
Y lo que siento más, a causa mía;
El suelo habrá perdido su valía
Y el cielo de Quidora[53] su lumbrera,
La cara madre Llámoca[54] su abrigo
Y el triste Tucapel tan buen amigo.

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«¡Oh prueba de amistad jamás oída,
Que quiso, con estar de aquella suerte,
Por atajar el filo de mi muerte
Atravesar la estambre[55] de su vida!
Paréceme que dices, mi querida,
Ser justo mi dolor y aun poco fuerte,
Pues yo me estoy entero entre estos brazos
Y Talgue dividido en mil pedazos.
«Esta, pues, fué la causa del suspiro
Y de ponerse triste mi semblante:
¿Parécete, señora, que es bastante?
De sólo imaginallo me retiro,
Y en regla de amistad le hago tiro
Con procurar vivir de aquí adelante,
Sin que se ponga en ello punto y pausa,
Muriendo tal persona por mi causa».—
«Por cierto, respondió Gualeva luego,
De gran fidelidad usó contigo,
Gran pérdida nos fué la de ese amigo,
Y tu razón es grande, no lo niego;
Mas, si me quieres bien, por mí te ruego,
Así jamás te apartes de comigo[56],
Que tiemples tu dolor y pena esquiva,
Pues por ventura puede ser que viva.
«Oírtelo decir me aflige tanto,
Que el triste corazón desde su asiento
Quiere salir en busca de[57] su aliento,
Y sale por los ojos vuelto en llanto;
Agora, Tucapelo, no me espanto
Que en medio de mi gloria y tu contento,
Rompiendo nuestros lazos y estrecheza[58],
Entrase a colocarse la tristeza.
«Mas, ésta siempre tiene, bien mirado,
En medio desas dos, lugar seguro,
Pues no se vio jamás placer tan puro
Que luego de pesar no fuese aguado;
A la fulgente luz del sol dorado

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Sucede el tiempo lóbrego y escuro,
Ya vueltas de las flores y azahares
Suelen estar los tríbulos[59] y azares».
Tras esto una agua rica destilaba
Sacada de la yerba de Cupido,
El cual con su calor había subido
El húmido vapor que en ella estaba;
Con éstas sus mejillas rociaba
Y al Araucano el rostro y el vestido,
Por donde todo aquel lugar oía
A cosa que de casto amor salía.
Mas, cuando el rubio padre de Faetonte
Con su copiosa luz había bañado
El soto, el valle, el risco y el collado,
Dando perfiles de oro al horizonte,
Gualeva por el pie de un alto monte
Vido venir un indio ensangrentado,
Que casi a cada paso se paraba
Y al cielo rostro y manos levantaba.
Llegó sea poco rato cerca dellos,
Mas conocer quien fuese no podían,
Porque su rostro cárdeno cubrían
Tupidos con la sangre los cabellos;
Hasta que al fin, estando ya sobre ellos,
Y no creyendo apenas lo que vían,
A dar a su Talgueno mil abrazos.
«¿Qué es esto? Tucapel al cielo clama:
¿Es cosa de fantasma lo que veo?
¿Eres Talgueno? dime. No lo creo,
Ni mi ventura a tanto bien me llama».—
«El es, responde atónita la dama,
El es, que no me engaña mi deseo,
Él es», y vuelven juntos a miralle,
Y juntos no se cansan de abrazalle.
Mil veces encarecen su destino,
Mil lágrimas derraman de alegría,
Mil cosas le preguntan a porfía,

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De cómo se escapó, de cómo vino;
Talgueno, que también está sin tino
De verse con aquella compañía
Y ver atravesada allí la fiera,
Sacó la voz así del pecho afuera:
«Amigos, el naufragio padecido,
En que, si pudo ser, me vide muerto,
A trueque de surgir en este puerto
Le tengo por feliz y bien sufrido;
Mas para responder a lo pedido,
Contando de mi suerte el desconcierto,
Demás de ser por sí cosa tan alta,
La lengua y el espíritu me falta.
«En especia], ¿quién hay tan alentado
Que diga en breve término las cosas
Extrañas, estupendas, milagrosas
Que esta pasada noche me han pasado?
Aun dudo si en habiendo descansado
Tendré para ello fuerzas poderosas».
Con esto se dejó venir al suelo,
Sentándose entre Guale y Tucapelo.
Razón será que yo también me siente
A descansar con ellos algún tanto,
Que para cosas altas y de espanto
No es ya mi bajo tono suficiente;
Callemos hasta cuando el Indio cuente,
Y empezaremos juntos cuento y canto,
Pues no es menor mi canto que su cuento,
Para que yo con él no tome aliento.

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CANTO DECIMOTERCIO
Pártense los dos amigos con Gualeva del bosque, guiándolos Tal gueno; cuéntales por el camino el
proceso[1] de su prodigiosa historia. Llegan al anochecer a la cabana de unos pastores, adonde, siendo
cariciosamente[2] albergados, después de cena, tratan un poco de la vida pastoril. Concluye el canto
con una vehemente sospecha entre los tres de que Quidora, mujer de Talgueno, estaba más adentro en
la misma choza.

gusto, qué descanso, qué consuelo,



Qué bien mayor, qué bienaventuranza,
Qué gozo, qué placer igual se alcanza,
Qué gloria frisa más con la del cielo,
Si alguna puede haber en este suelo
Que tenga con aquélla semejanza,
Salvo lo que es tener a Dios consigo,
Cual es sino tener un fiel amigo?
Él hinche de placer aquel vacío
Que tiene de pesar lo más interno,
Él sabe endurecer un pecho tierno
Y enternecer a tiempo el duro y frío;
El es la fresca sombra del estío,
El es el sol caliente del invierno,
Por quien[3] los grandes males son menores

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Y los pequeños bienes son mayores.
En suma, aquel que halla un buen amigo,
Riqueza que de pocos es hallada
Y casi de ninguno conservada,
Para cualquier borrasca tiene abrigo;
Y aun tiene más, que es poco lo que digo,
La vida tiene en parte duplicada,
Pues tiene quien por dársela infinita,
En siendo necesario, se la quita.
Depongan desto Pílades y Orestes,
Damón y Pitias, Pírito y Teseo,
Lelio, Scipión, Dimanta con Hopleo
Y aquellos que mataron tuscas huestes[4];
Mas, si queréis testigos más contestes,
Volved atrás, que poco es el rodeo,
Y oid su dicho al dueño de Gualeva,
Que solo bastará para la prueba.
Veréis en lo que dice de Talgueno
Cuan buen amigo debe ser llamado,
Si basta ser amigo y aprobado[5]
Para tener el título de bueno;
El cual, aunque ha sentádose en el heno,
Ser puede, sin escrúpulo, asentado
Con otra mejor pluma que la mía
Por uno de la estrecha cofradía.
Sentado, pues, el bárbaro sangriento
En medio del amante y de su amada,
Les dijo así con voz debilitada,
Cortando a cada sílaba el aliento:
«Mientras que yo descanso en este asiento
Os pido, si decírmelo os agrada,
Que me digáis el cómo aquí venistes,
Y desta salvajina os defendistes».
Gualeva le contó lo sucedido,
Por excusar al dueño del trabajo,
De cómo se arrojó del cerro abajo,
Entrando por el bosque entretejido;

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De cómo le halló después tendido
Al pie del roble grueso boca abajo,
Desfallecido el seso y la persona,
Y cuanto les pasó con la leona.
Tras esto, Tucapel también le cuenta
Todo lo que a la bárbara le avino
Con Rengo y Leucotón en el camino,
Que ya se habían de todo dado cuenta;
Talgueno con la mente y faz atenta
Oye el discurso raro y peregrino,
Manifestando bien lo que se admira
En la eficacia grande con que mira.
Después que le dejaron satisfecho
En cuanto preguntado les había,
Y Febo con sus jáculos hería
A la fecunda Télus fil[6] derecho;
Le dice: «Pues te habernos dado el pecho
Mostrando cuanto en él haber podía,
Razón será que tú nos des el tuyo
Y muestres el mayor secreto suyo».
Respóndeles el Indio: «Soy contento;
Mas, ha de ser dejando el monte escuro,
Que agora yo no tengo por seguro,
Estando, como estamos, este asiento;
Salgamos del sin más detenimiento
Y prevengamos bien al mal futuro,
Porque esperar aquí sin fuerza alguna
Será querer tentar a la fortuna.
«No lejos desta lóbrega montaña,
Si por ventura no he perdido el tino,
En frente de aquel álamo[7] vecino
Unos pastores tienen su cabana;
Importa que nos demos buena maña
Hasta que bien salgamos al camino,
Que luego, en abajando aquella loma,
Por parte menos áspera se toma».
Aprueba el parecer la bella dama;

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Mas Tucapel, con ánimo perplejo
Y echándose el capote y sobrecejo[8],
Responde, convertido en viva llama:
«Mi gran reputación, mi nombre y fama
Condenan, por salvarse, tal consejo;
Y tú, Talguén, con dármele has manchado
El resplandor del crédito ganado.
«¿Quién hay o puede haber si sólo es hombre,
Tan lejos de temer la muerte dura,
Que un paso quiera dar en la espesura
A do retumba el eco de mi nombre?
Y cuando tal zumbido no le asombre,
¿Quién ha de ver airada mi figura,
Que luego de pavor no caiga muerto,
O, si se queda en pie, no quede yerto?
«Por verme estos rasguños y señales,
Que no merecen nombre de heridas[9],
¿Pensáis que son mis fuerzas fenecidas,
Y al ánimo que muestro desiguales?
¡Oh! pese a cuantas furias infernales
Están en grutas negras escondidas».
Así diciendo, rásgase las vendas,
Abriéndose las llagas estupendas.
Cual hembra que del hombre maltratada[10]
A causa de la prenda más querida,
Aquel amor de madre a hijo olvida,
Por verse de su padre en él vengada,
Y arremetiendo a golpe ya puñada
Deshace al niño tierno endurecida:
Así sus llagas rompe el Indio bravo,
Creyendo que ellas son su menoscabo.
Comienzan a correr de cada una
Al punto mil arroyos por el prado,
Tornándole, de verde, colorado,
De tierra seca en húmida laguna;
Mas, Guale que lo ve sin sangre alguna
Y sin aliento, cierra con su amado,
Diciéndole: «Señor, ¿por qué te ofendes?

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¿Por qué mi muerte ¡ay mísera! pretendes?
«¿Así por desplacerme te desplaces?
¿Así por maltratarme te maltratas?
¿Así, para que muera yo, te matas?
¿Por sólo deshacerme te deshaces?
¿Por qué para tan poco tanto haces,
Y el todo por la parte desbaratas?
Si quieres que mi vida se concluya,
¿Por qué ha de ser a costa de la tuya?
«Acaba, Tucapel, y dime claro
Si quieres dar tu vida por mi muerte,
Para que lo disponga yo de suerte
Que a ti y a mí nos cueste menos caro;
Pues no me ha sido el cielo tan avaro
Que me negase mano y pecho fuerte
Para con ella abrírmele sin miedo.
Primero que por mí te falte un dedo».
Mezcladas estas cosas que decía
Con blandas persuasiones de Talgueno,
Pudieron ser antídoto al veneno
Que el bárbaro de cólera tenía;
Y poco ya este tósigo podía,
Estando el amoroso allá en su seno,
Porque éste deja mansos los leones
Y blandos los más duros corazones.
En fin, por agradalla, mal su grado[11],
Y por tomar las lágrimas que llora,
Dejó tomar la sangre a su señora,
Diciendo: «Lleguen ya, pues soy forzado;
Que pues me habéis el ánima ligado,
No es mucho que liguéis mi cuerpo agora;
Mas entended que sola aquella liga
Es quien a consentir en ésta obliga».
Calló con esto el Indio temerario,
Y habiendo segundádole[12] la cura,
Determinó salir de la espesura,
Mas no por parecelle necesario,

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Sino por no mostrar querer contrario
Del que su bien y cómodo[13] procura,
Ni ser ingrato al íntimo Talgueno,
Que sola[14] esta razón le pone freno.
No es poco de estimar que tal fiereza
Por freno de razón le lleve y rija,
Y más habiendo espuela que le aflija
Con puntas de arrogancia y de braveza;
Mas, donde hubiere punta de nobleza,
No es mucho que una fiera se corrija[15],
Que el pecho que regare sangre noble
Apenas puede ser ingrato y doble.
Aunque era Tucapel desenfrenado
Y de una condición tan escabrosa,
Era también de sangre generosa,
Que es freno de recísimo bocado[16];
Y ser de clara estirpe, bien mirado,
Jamás se ha de estimar por otra cosa,
Pues tal estima, en tanto al hombre es buena
En cuanto para el vicio le refrena.
Pues esto al desbocado Tucapelo
En medio de su furia tiene y para,
Porque si no con ella atropellara,
Según su parecer, al mismo cielo;
Mas, aplacado ya, desdeña el suelo
Y despedido el ceño de la cara
Se va con el amigo y su querida
Adonde la leona está tendida.
Y habiendo todos puéstose con ella,
Gualeva le sacó su cruda espada;
Talgueno de la piel ensangrentada
En breve y por entero la desuella;
El fiero Tucapel cubierto della
Comienza con entrambos la jornada,
Y el hijo de la Llámoca en su cuento[17]
Hiriendo a fuerza desta voz el viento.
«Después que con mortíferas heridas

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Y con la que me dio la dura mano
De aquel esforzadísimo cristiano[18],
Que solo a más de mil quitó las vidas,
Aquel de pecho y fuerzas tan crecidas,
Que las probó contigo mano a mano,
Aquel que, puesto encima la muralla,
Pudiera estar debajo y sustentalla;
«Después que ya labrado[19] a hierro puro,
De pica, dardo, alfanje y partesana,
Y sin tener mi cuerpo parte sana
Que de vivir me diese algún seguro;
Después que me arrojé del alto muro,
Rompiendo por su fuerte barbacana,
Abiertas mis entrañas y redaños
Y de mi sangre echando gruesos caños;
«Después que ya tratado desta suerte,
Siguiendo la cobarde retirada,
Me despidió de sí la palizada,
No por temer la imagen de la muerte,
Sino porque el amor no menos fuerte
Allí me presentó la de mi amada,
Tras cuya vista angélica llevado,
Por fuerza me aparté del estacado:
«Oí que ya el reloj se apresuraba,
Queriendo dar las doce de mi vida;
Sentí que ya la Parca endurecida
A dividir mis partes[20] se acercaba,
Y vi que como ciego el ñudo estaba
Que al alma con el cuerpo tiene unida,
Por no se detener en desatallo,
Llegaba con tiseras a cortallo.
«Pues como conocí llegar la hora
Y el punto postrimero de partirme,
Quise primero, amigos, despedirme
De aquella que no sé si vive agora,
Para satisfacer a mi Quidora
De que era mi probada fe tan firme,
Que le entregaba el cuerpo en la partida,

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Habiéndole entregado el alma en vida.
«Y porque yo sin esto pretendía,
Que viendo fenecer su dulce amigo,
La hiciese amor allí acabar consigo,
Hacerme en la jornada compañía,
De modo que su muerte me placía,
A trueque de llevármela comigo,
Y porque, siendo hembra, no quedase
A riesgo de que el tiempo la mudase.
«Confieso que era crudo pensamiento,
Como de quien estaba encarnizado,
Y que el amor fué entonces mal mirado;
Mas, ¿cuándo tuvo el Ciego miramiento?
Al fin, después que yo con este intento
Salté del rojo muro al verde prado,
Me vine para el monte medio a gatas,
Haciendo de las yerbas escarlatas.
«Fuílas regando bien por el camino
A costa de la sangre de mis venas,
Hasta que a ver las húmidas arenas,
Sudado de correr, Apolo vino:
Que al cóncavo pequeño de un espino
Llegué con este cuerpo a duras[21] penas,
Pagando el hospedaje a sus espinas
Con darles el color de clavellinas.
«No bien el tabernáculo pungente[22]
Estuvo con mis miembros ocupado,
Cuando sentí salirme por un lado
Con silbos temerosos un serpiente[23];
Víle venir moviéndose la frente,
Cabeza, cuello y pecho levantado,
Girando con la cola por el heno
Y echando por los ojos su veneno.
«A más andar[24] llegándose venía,
Jugando de su lengua tan ligera,
Que no sé yo por cierto si lo era,
Mas ella de tres puntas parecía;

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Y o triste, que moverme no podía
Ni sin dolor echar el huelgo fuera,
Por fuerza hube de estarme do me estaba,
Y con mi riesgo ver en qué paraba.
«Verdad es que jamás acá en mi pechó,
Después de aquel primero sobresalto,
El pálido temor me hizo salto[25],
Aunque pudiera en otro haberle hecho;
Debiólo de causar, según sospecho,
El verme ya de vida casi falto
Y estar sin esperanza de tenella,
Porque esto quita el miedo de perdella.
«O fué que el corazón me daba indicio,
Con su seguridad, de algún seguro,
Pues que decir por señas lo futuro
Bien vemos que lo tiene por oficio;
Al fin, para mí mal o beneficio
Y o estuve de la suerte que os figuro,
Sin que esperase ya salud ninguna,
Sino es que no esperalla fuese alguna.
Pues cuando el engrifado culebrezno[26],
Por serme ya tan próximo y vecino,
Me vino a ver debajo del espino,
Tendió su longitud al pie de un fresno[27];
De do, cual mansa bestia de buen tresno[28],
Reptando[29] mansamente a mí se vino,
Humilde con la parte que es suprema
Y haciendo mil arillos de la extrema.
«Llegóseme doméstico y tratable,
Mostrando con halagos y caricias
Haber librado todas su delicias
En deliciar[30] mi cuerpo miserable;
Y desudando el suyo deleznable,
Me estuvo allí pidiendo como albricias
De alguna buena nueva que me diese,
Como si para mí posible fuese.
«Tal vez de largo a largo se tendía

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Y el vario lomo liso me mostraba;
Tal vez en una Troya se tornaba[31],
Tal vez un solo círculo hacía;
Agora ya comigo se medía,
Agora ya por medio atravesaba,
Mi cuerpo sanguinoso paseando
Con tacto cosquilloso, mole[32] y blando.
«Mas, ya después de haber lo dicho hecho,
Me circundó tres veces blandamente,
Ya la tercera vuelta fieramente
Enarboló otra vez cabeza y pecho:
Por donde vino, así volvió derecho,
Silbando y sacudiendo cresta y frente,
Y con su vibradora lengua esquiva
Lanzando fuego y sangre por saliva.
«Quedé con un prodigio tan extraño
Gastando el pensamiento en mil quimeras,
Y aunque era cada cual de cien maneras,
Se conformaban todas en mi daño;
Mas, como yo dudaba el desengaño,
Viniéronme a nacer al fin esperas,
Haciendo ya mi cierto bien dudoso
Ya mí por esta causa temeroso.
«De suerte que, en viniendo la esperanza,
En ese mismo punto vino el miedo,
Mas hube de esperallos a pie quedo
Que cada cual probase en mí su lanza;
Si aquella fué señal de buenandanza[33]
Pensar, amigos, menos yo no puedo
De que el feliz agüero se ha cumplido,
Pues a los ojos vuestros he venido.
«Mas, atended agora, que esto es nada:
Contaros he por orden lo restante
Si yo tuviere espíritu bastante,
O si el prolijo cuento ya no enfada».
«Antes, en tanto grado nos agrada,
Que si con él no pasas adelante,
Gualeva le responde, con el cuento,

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Se quedará el camino y el contento».
Prosigue luego el bárbaro su historia,
Diciendo: «Pues estuve desta suerte
Comigo batallando y con la muerte
Por quien estaba cerca[34] la vitoria;
¡Oh! lo que fué revuelto en mi memoria!
¡Oh! lo que padeció mi pecho fuerte!
Sin dárseme de alivio ni un momento
En seis mortales horas de tormento.
«Su curso tenebroso había mediado
La negra libertada[35] de la noche
Que va en el pavonado y lerdo coche
De buhos y murciélagos tirado;
Y el celestial bohemio turquesado[36],
Adonde resplandece tanto broche,
A cuantos tienen ojos embozaba
Y al sueño más profundo convidaba.
«Callado estaba el aire, el mar, el suelo,
Y mudas aves, peces, animales,
En plácido silencio los mortales
Y solamente hablaba el claro cielo;
Las flores, por tener echado el velo
Encima de sus rostros virginales,
Negaban a la vista la belleza
Que para ver les dio naturaleza.
«Estando, pues, entonces y despierto
Y en medio de esperanzas y temores,
Despierto digo y vivo en mis dolores,
Que para lo demás dormido y muerto;
Oí que del silvestre y duro huerto
Salió, tras unos dísonos rumores,
Un triste y profundísimo gemido
Allá de lo más hondo procedido.
«Un ¡ay! que claramente parecía
Que tras de sí por fuerza se llevaba
Al ánima del cuerpo que lo daba
Y del que, como yo, lo recebía[37];

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Un ¡ay! (jamás pensé que tal había),
Al más delgado hilo semejaba
De las sutiles telas cordiales
Colados por las rimas[38] infernales.
«En dando el intensísimo gemido,
Que me dejó erizado todo el pelo,
Me apareció de súbito, ¿dirélo?
¡Oh caso de horror jamás oído,
Portento raro, inmérito de olvido!
No sé si te lo diga, Tucapelo;
Temblando te lo cuento amigo caro,
¿Qué digo? ¡Aparecióseme Lautaro!
«Lautaro fué, no error de fantasía,
No sueño, ni[39] quiméricos antojos,
Que yo le vi con estos propios ojos,
Y entonces más que agora no dormía;
No con gallardo término venía,
Ni lleno de los prósperos despojos
Que trujo cuando cerca deste llano
Metió la Concepción a sacomano.
«¡Cuan otro le vi yo de aquel Lautaro[40],
Que sólo su valor, si al cielo plugo,
Sacó nuestra cerviz del grave yugo,
En que estuviera agora el suelo caro!
Aquel que siempre fué nuestro reparo
Y de cristianos áspero verdugo,
Aquel que en la batalla de Valdivia
Así nos encendió la sangre tibia.
«!Oh cuan enajenado y diferente
De aquel por quien la cuesta Andalicana[41]
Agora y para siempre a gente hispana
Asombra con el nombre solamente!
¡Oh cuan distinto garbo y continente
De cuando sobre el muro y barbacana,
Enamorando a mil silvestres deas[42],
En Mataquito habló con Marcos Veas[43]!
«Acuerdóme de aquella lozanía,

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De aquel donaire del tan cortesano
Con que tomó del gran Caupolicano
El cargo que tan bien[44] se le debía;
De aquella tan insólita osadía
Con que le prometió de llano en llano[45]
Postrar a Mapochó y aun ambos polos
Él solo con quinientos hombres solos.
«¿Quién tal imaginara? ¿Quién dijera
Que aquel robusto cuerpo y rostro bello,
Que sin envidia nadie pudo vello,
Alguno ya con lástima lo viera?
Pues yo le vide así, que no debiera,
Por ser desde las plantas al cabello
De horrores y miserias todo junto
El más horrendo y mísero trasunto.
«Vi su cabeza casi un casco mondo,
Con cuál y cuál por ella largo pelo;
Sus ojos que alegraban tierra y cielo,
Sumidos en un triste abismo hondo[46];
Vi por las cuencas dellos en redondo
Un cárdeno color, un turbio velo,
Vi del mortal y pálido cubierta
Su faz desfigurada, triste y muerta.
«Su boca, ya de lobo y más escura,
Lanzaba espeso humo por aliento;
Sudaba un engrosado humor sangriento
Su laso cuerpo y lóbrega figura;
Y por la fiera llaga y abertura
Que tanto apresuró su fin violento,
Mostraba el corazón, que fué tan bravo,
Vertiendo, ya no sangre, sino tabo[47].
«Así le vi, y en viéndolo delante,
Un hielo temeroso[48] al mismo punto
Cayó sobre mi cuerpo y alma junto
Con un sudor helado en mi semblante,
Que luego por los huesos adelante
Se difundió, dejándome difunto,
Y con la sangre ya cuajada y fría,

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Si alguna en su lugar quedado había.
«Pegóse al paladar mi lengua helada,
Cerróme la garganta un grueso ñudo,
Huyeseme el sentido, quedé mudo,
Con toda la cabeza enerizada[49];
Pero la negra sombra, a mi llegada
No sé qué pudo hacer, mas tanto pudo,
Que luego me sentí con pecho fuerte
Para poder hablalla desta suerte.
«¿Quién eres? ¡oh espectáculo funesto!
Que aunque este corazón me dice claro
Tener ante mis ojos a Lautaro,
Lo contradicen ellos viendo el gesto[50]:
Así le dije yo; mas él, tras esto,
Soltó[51] la voz, diciendo: «Amigo caro,
No des agora crédito al sentido
Por ser al corazón mejor debido».
«Con esto, allá de lo íntimo del seno
Sacó segunda vez un ¡ay! prolijo,
Y luego en arrancándole, me dijo:
«Lautaro soy, ¿conócesme, Talgueno».
Entonces yo, sintiéndome ya bueno,
Aunque me tuvo un rato absorto y fijo,
Me levanté de allí por abrazallo,
Mas nunca pude ¡ay triste! Secutallo[52].
«Tres veces alargué mi cuello y brazos
Para ceñir el suyo macilento,
Mas tantas me dejó burlado el viento
Y di a mi pecho inútiles abrazos;
Conque estuviera haciéndome pedazos,
Al no cortar Lautaro el vano intento,
Diciéndome: «No tienes que cansarte,
Que en eso tú ni yo seremos parte[53].
«De mí te satisfaz[54], y ten por cierto
Que no te lo negué por serte esquivo,
Mas porque le es vedado al hombre vivo
Tratar de tal manera con el muerto;

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Por tanto, cese ya tu desconcierto,
Que sobre mis tormentos le recibo,
De ver que no te doy en todo gusto,
Por no me ser posible, siendo justo.
«Yo, visto ser aquel intento rudo,
Le dije todo en lágrimas bañado:
¡Oh muro defensivo del Estado[55]!
¡Oh tú, del Español cuchillo agudo!
¿Quién mancillar así tu rostro pudo?
¿Quién a tu fuerte cuerpo maltratado?
¿En qué lugar has hecho tanta mora[56]?
¿De donde, cómo, a qué veniste agora?
«El triste simulacro[57] respondiendo,
«¡Oh fiel Talgueno, dijo, caro amigo,
Esfuérzate y escucha lo que digo,
Que ha mucho que decírtelo pretendo;
Mas helo dilatado, conociendo
Que cuando te faltase todo abrigo,
Según y como agora te faltaba,
Entonces el decírtelo importaba;
«Porque de mi venida se siguiese,
Hallándote metido en tal estrecho[58],
Tu cura, tu salud y tu provecho,
Mi bien, mi salvación y mi interese[59];
Y porque haciendo yo lo que en mí fuese,
Pagado te dejase y satisfecho,
Si es paga suficiente darte sano[60]
Para lo que pretendo de tu mano.
«Diciéndome y haciendo, vase al prado,
De donde con sus manos descarnadas
Arranca ciertas yerbas desusadas,
Volviéndose a mi cuerpo desangrado;
Y con el zumo, habiéndolo estrujado
Por todas mis heridas mal contadas[61],
Se me cerraron luego todas ellas,
Dejándome, aunque débil, sano dellas.
«Pues hecha ya la cura desta suerte,

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Me comenzó a decir en tal manera:
«Tu peligrosa[62] vida ya está fuera
Del peligroso paso de la muerte;
Agora será bien satisfacerte,
Que estando cual estabas, no lo fuera,
De lo que yo pretendo y preguntaste,
Diciéndote de todo lo que baste.
«Sabrás que Catiray[63], aquel astuto
Cacique[64] principal, emparentado,
Fué causa de mi fin acelerado
Y de ponerse Arauco triste luto;
Llevóle su apetito como a bruto
Del freno de razón desenfrenado,
A dar consigo en un delito enorme,
De cuantos puede haber el más disforme
«El crimen fué traición, y causa della,
Si no lo fué mi propia desventura,
La célebre y costosa[65] hermosura
De mi Guacolda[66], un tiempo cara y bella;
Sus ojos este aleve puso en ella
Y no en mi voluntad sincera y pura,
Pues por asegurar su mal intento
Determinó privarme del aliento.
«No reparó siquiera en la privanza
Que siempre tuvo el pésimo comigo,
Ni haberle yo tratado como amigo,
Haciendo del en todo confianza;
Porque él, como traidor, me hincó la lanza[67],
Mezclado con el pérfido enemigo,
La noche del asalto sobre el fuerte
Y pudo bien hacello desta suerte:
«Salióse de su casa el alevoso,
Porque de amor en ella no cabía,
Y vínose frenético a la mía,
De me quitar la vida cudicioso,
Creyendo que la suya y su reposo
En mi temprana muerte consistía.

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Y que si yo no estaba de por medio
Se posibilitaba su remedio.
«El arco trujo y flechas en la aljaba,
Con la de amor temblándole en el pecho,
Y enfrente de mi puerta poco trecho
Se puso a ver si acaso yo asomaba;
A sólo que saliese me aguardaba
Para salir el crudo con su hecho[68],
Sacada ya la pública saeta,
Con que sacar pensaba la secreta.
«Y por tener en ellas tanta gracia,
Que siempre fué su tiro señalado[69],
Se vino en sólo flechas confiado,
Aunque mejor pudiera en mi desgracia;
Pues cuando ya, perdida la eficacia
Y de esperarme allí desesperado,
Volver para su tienda se quería,
Vio dar los enemigos en la mía.
«Entonces pudo bien, por ser escuro,
Mezclarse con aquella gente insana[70],
Que dando su favor a la cristiana,
Por una parte vino sobre el muro;
Y pudo juntamente a su seguro
Salir con su intención, que no fué vana,
Al tiempo que saltando de mi lecho,
Salí con el rumor, desnudo el pecho.
«Por él me penetró la jara fuerte,
Y dando en el asiento de la vida,
La derribó de allí desposeída,
Y en su lugar subió la fiera muerte;
¡Oh, cuan apriesa, vienes, dura suerte,
A quien recela menos tu venida,
Pues cuando ya la daba por incierta,
Estabas aguardándome a la puerta!
«¡Cuan cerca está del bien la desventura!
Y el acabar ¡cuan próximo a quien ama!
Pues fué sacar mis pies de la ancha cama

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Metellos en la estrecha sepoltura;
Y dar en los de aquella Parca dura,
Dejar los tiernos brazos de mi dama,
La cual, aunque de culpa estuvo ajena,
Fué causa de que pague yo la pena.
«Cumpliósele al infame su deseo
Matándome, cual ves, con asechanzas,
Mas no sus fementidas esperanzas
Fundadas en amor lascivo y feo;
Pues para más honor de su trofeo,
Adorno y esplendor de sus estanzas,
Llevaron a Guacolda los cristianos,
A ruego de los jóvenes lozanos.
«Siguióla Catiray disimulado,
A sombra de un amigo su pariente,
Y sigue a los cristianos al presente,
A trueque de seguir a su cuidado;
Mas, nada en su propósito dañado
Ha sido con Guacolda suficiente,
Aunque ella está del crimen ignorante,
Para que muestre al Indio buen semblante.
«Mas, ¡ay amor de hembra!: ¡burla y juego! .
¿De qué te sirve, di, mujer aleve,
Tener con uno el pecho tan de nieve,
Teniéndole con otro tan de fuego[71]?
¿Qué importa haber amádome, si luego
En viéndome acabar la vida breve,
Deseosa de hacer la tuya larga,
Buscaste nuevo amor y nueva carga?
«Al yugo de un hispano sometiste
El cuello, de que siempre me colgaste:
¿Así la prometida fe guardaste,
Y lo que aquella noche me dijiste?
En vida solamente me seguiste,
Y en muerte, como sombra, rae dejaste:
Que dura mientras luce el sol dorado,
Y acábase en habiendo algún nublado.

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«Si fué, que no pudiste, flacamente,
Acompañar mi muerte acerba y cruda,
Quedaras como tórtola viuda
Guardando soledad perpetuamente;
Mas fuiste golondrina diferente,
La cual, mudado el tiempo, se nos muda,
Pues viene con el mozo del verano
Y vase cuando ve el invierno cano.
«Mas, ¿para qué, Guacolda, te condeno
Si acudes a tu sexo femenino?
Perdóname, que es claro desatino
Pedir un fuerte roble al flaco heno;
Y tú también perdóname, Talgueno,
Que el ciego amor me saca del camino:
Dejemos, pues, tan áspera vereda,
Que es tiempo de decirte lo que queda.
«Ya te mostré quién es el homicida;
Agora es bien mostrarte lo que quiero;
Venganza del te pido por entero,
Si basta que Lautaro te la pida;
Sólo venganza puede darme vida,
Porque sin ella infausta muerte muero,
Pues sólo por estar aun no vengado,
Estoy de los Elíseos desterrado.
«Pues venga la venganza, caro amigo,
Y venga, si es posible, por la vía
De tu mujer y prima hermana mía,
Para que más confunda al enemigo;
Y della más agora no te digo
De que un destino próspero la guía
Por medio triste y áspero sendero
A fin alegre y dulce paradero.
«Segunda vez me dijo: Talgue, mira
Que venga por Quidora mi reparo,
Porque será más gloria de Lautaro
Y pena más terrible de Catira;
El tiene el rico llanto de chaquira[72]

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Que fué del venerable Pailataro[73]:
Devisa con que entre otra mucha gente
De lejos se devisa[74] claramente.
«Este es, Talgueno, el fin de mi venida,
Aunque el primero fué de remediarte;
No quieras, pues, en cosa descuidarte
Adonde va tu fe, mi gloria y vida;
Dirás lo que te digo a tu querida
Ya Tucapel darás de todo parte,
Al cual, en despuntando la luz nueva,
Verás en este monte con Gualeva.
«A todos encomiendo mucho el brío
Y que mostréis valor trasordinario[75],
Que bien es menester con tal contrario,
Y tal, que ya pudiera serlo mío;
Mas, donde están los vuestros, yo confío
Que no será mi brazo necesario:
Verdad es que no siéndolo al presente,
Ni fué ni lo ha de ser eternamente.
«Agora que la lúbrica fortuna
Al parecer os muestra mal semblante,
La resistid con ánimo constante,
Pues todo le trujistéis a la cuna:
Que su voluble rueda no es coluna,
Ni don Hurtado es Hércules ni Atlante,
Y aun dado que lo fuese, me consuelo
Con que pesáis vosotros más que el cielo.
«No tengo que decirte más, Talgueno,
Ni puedo, porque ya la sombra fría,
Queriendo hacer lugar al claro día,
Desembaraza el húmido terreno;
Pues vete, que ya estás, amigo, bueno,
Me dijo señalándome la vía,
Que yo me voy al sótano y estanza,
De do podrá sacarme la venganza».—
«Así dio fin el triste, y al momento
En exhalada forma convertido,

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Se arrebató de mí desvanecido,
Dejando con horror aquel asiento,
Ya mí con un extraño sentimiento,
Así de haber sus lástimas oído,
Como de no poder allí a sus ojos
Satisfacer su muerte y mis enojos.
«Catad aquí en sus términos la historia
Y el desigual suceso relatado
De lo que en esta noche me ha pasado,
Que no se pasará de mi memoria;
Ni pienso yo tener cumplida gloria
Hasta tener cumplido su mandado;
Ni es bien que tú, gallardo Tucapelo,
Recibas, hasta dársele, consuelo.
«Acuérdate, sí, debes acordarte,
De aquel amor intenso que te tuvo,
Y mira cuántas veces te detuvo
Cuando iba tu furor a despeñarte;
Advierte cómo siempre de tu parte
En trances tan difíciles estuvo,
No porque te faltase allí tu diestra,
Mas porque de su fe sobrase muestra.
«Mal hago en persuadirte, ya lo veo,
Teniendo visto ya tu pecho claro,
Mas el dolor que tengo de Lautaro
Me hace prorrumpir en devaneo;
Y tanto su venganza le deseo,
Que no me pareciera precio caro
Comprársela, no digo a puras penas,
Más aun a pura sangre de mis venas».
Aquí paró Talguén, poniendo punto
A la rodada[76] cláusula del cuento,
Quedándole su rostro macilento
En forma de tristísimo trasunto;
Y el duro Tucapel por el difunto
Se enterneció llorando (¡gran portento!)
¡Oh amor, aquí cifraste tus hazañas,
Domando tan indómitas entrañas!

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Bien vido su consorte la extrañeza
Por más que quiso el bárbaro encubrilla,
Causándole terror y maravilla
Que tanto se ablandase tal dureza:
Doblósele por ello la tristeza,
Y de rosada púsose amarilla,
Haciendo de sus ojos dos vertientes
De cristalinas lágrimas calientes.
Pasaron[77] largas pláticas en esto,
Mil cosas confiriendo sobre el caso,
Las cuales en silencio digno paso
Por no venir en todo a ser molesto:
Pues cuando y a Titán en curso presto
Hollaba los umbrales del ocaso,
Pusieron fin con él a su jornada,
Llegados a la rústica majada.
Adonde ya las mansas ovejuelas
Al paso del zagal se recogían,
Trayendo lo que ya pacido habían
De su doblado estómago a las muelas;
Y dentro de las trémulas chozuelas
Los encendidos fuegos relucían,
Cercados de pastores y pastoras,
Para engañar allí las negras horas.
A la verdosa falda de un repecho
Entraron los famosos peregrinos
Por entre dos arroyos cristalinos
Que cercan el primer pajizo techo:
Adonde con sencillo y ancho pecho,
Juntándose pastores convecinos,
Les dieron dulce albergue y acogida
Conforme a la miseria de su vida.
Tres blandas y lanosas pieles tienden,
Sentándolos en ellas junto al fuego,
Con que los encogidos nervios luego
Metidos en calor se les extienden;
Allí saber los rústicos pretenden
De cómo fué el asalto y duro juego;

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Mas, tan penoso aspecto en ellos miran,
Que yendo a preguntallo se retiran.
Convídanles humildes con la cena,
Que fué de un recental[78] cabrito grueso,
Con leche, requesón, cuajada y queso,
De que la ruda choza estaba llena;
Mas, como los guerreros con la pena
Del referido lúgubre suceso
Tienen un ñudo al cuello atravesado,
No pueden sin dolor pasar bocado.
Sacáronles piñones, avellanas,
Frutillas secas, madi enharinado[79],
Maíz por las pastoras confitado
Al fuego con arena en las callanas[80];
Y en copas de madera no medianas
Les dan licor de molle regalado,
Muday, pérper y el ulpo, su bebida[81],
Que sirve juntamente de comida.
De todo, más de fuerza que de grado,
Los huéspedes probaron casi nada,
Y siendo ya la mesa levantada,
(Si puede ser el suelo levantado),
Por desfogar un poco su cuidado
Talgueno levantó la voz cansada,
Diciendo al mayoral de aquella gente,
Con atención de todos, lo siguiente:
«Hermano, así jamás el enemigo
Y carnicero lobo te haga daño
En la menor cabeza del rebaño
Y siempre al cielo tengas por amigo;
Así se multiplique con su abrigo
El año venidero más que hogaño,
Nos digas, en lugar de sobrecena,
Si es esta buena vida y cómo es buena».
Guemapu[82], la pregunta apercebida[83],
Responde: «Puedes bien satisfacerte,
Que nadie está contento con su suerte

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Sino es aquel que goza desta vida:
Sin ella me parece que otra vida
Forzoso ha de tener sabor dé muerte,
Mas esta es una vida tan suave,
Que todo cuanto tiene a vida sabe.
«A vida sabe el son del caramillo
A sombra de la haya contemplando
Cual va la verde loma despojando
Del rico pasto el pobre ganadillo;
A vida ver tan lucio al cabritillo
Travieso con los otros retozando;
A vida ver los claros arroyuelos
Hacer al sol mil visos y espejuelos.
«A vida sabe andar por la floresta,
Y entresacando della varias flores
De varios y finísimos colores,
Tejer una guirlanda[84] bien compuesta;
A más que vida sabe allá en la siesta
Decir a la zagala sus amores,
Vencelle los garzones en la lucha,
Cazalle la perdiz, pescar la trucha.
«Pues ¿qué si el árbol vemos que retoña,
Prenuncio de la fértil primavera,
Aquel llevar al agua lisonjera
Y al pájaro el tenor con la zampona?
Pues ¿para si el ganado tiene roña,
Aquel sacar el cuerno de la miera,
Y untándole con ella, verle sano
Tundir seguramente el verde llano?
«Aquí no llega el fasto ni la pompa,
No cabe aquí soberbia ni cudicia;
Aquí no tiene entrada la malicia
Que nuestros simples ánimos corrompa;
Aquí no suena pífaro[85] ni trompa,
Perturbadora voz de la milicia,
Que nunca el manso Pan, custodio nuestro[86],
Gustó del iracundo Marte vuestro.

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«En fin, Cacique, ten por entendido
Que es gran ganancia andar con el ganado,
Y que ese solo puede andar ganado,
Pues mal podrá con él andar perdido».
Talgueno le responde convencido:
«¡Oh verdaderamente fortunado[87]!
Pues nada se te da por la fortuna
Ni por subir al cuerno[88] de la luna».
Mas Tucapel, que ya con ceño bravo
Aquellas alabanzas escuchaba,
Soltó[89] diciendo: «El hombre que esto alaba
No tiene corazón que valga un clavo;
Espantóme de ti, que estás al cabo,
Talgueno, de lo que es la guerra brava,
Haber sufrido tanto que se alabe
La vida que jamás a guerra sabe.
«A vida sabe, al gusto no estragado,
Arderse en un furor de viva saña
Y revolver la rígida guadaña
En medio del palenque y estacado;
A vida sabe el son de Marte airado
Y ver nadar en sangre la campaña;
A vida sabe y dulce vida encierra
Perdella por la patria en justa guerra.
«Igual, por cierto, fuera que esta gente
De tan inútil vida se dejara
Y de abultar siquiera aprovechara
Al belicoso ejército potente:
Que lo demás es cosa impertinente,
Porque el ganado él solo se guardara.
O cuando nó, común a todos fuera,
Teniendo más en él quien más pudiera.
En tanto que esto el bárbaro decía
Mostraba tan feroz y duro gesto,
Que de temor Guemapu con el resto
Quedó sin más decir, cual nieve fría;
Pero Talguén, que ya le conocía,

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No quiso replicalle más en esto,
Sabiendo que es unión de corazones
Saberse bien llevar las condiciones.
Demás de que, Gualeva recelosa,
Temiendo que el negocio se enconase,
Con tiempo le rogó que lo dejase,
Jurándole la vida[90] de su esposa;
Mudó Talguén la plática enconosa,
Y como a su Quidora le acordase,
Un íntimo suspiro dio por ella,
Que de su llama ardiente fué centella.
Entonces la pastora Chabraquira[91],
Que a un lado de Gualeva estaba junta,
Llegándose al oído, le pregunta:
«¿Quién es por quien el bárbaro suspira?» —
«Es una perfeción[92] que al cielo admira,
La huéspeda responde a su pregunta,
Es la preciosa prenda de su pecho,
Y el mísero no sabe qué se ha hecho».—
«Si fuese, dijo luego la pastora
Volviéndose a Guemapu, su marido,
Aquella que diez horas ha dormido,
Y aun duerme de cansada hasta[93] agora;
Hoy vino con los pasos de la aurora
A nuestra humilde choza y pobre nido
Una mujer tan triste como bella,
Que os diera compasión y envidia vella.
«Anduvo sin parar la noche en peso[94],
Según me dijo, en busca de su amado,
Y el bello rostro en lágrimas bañado
Testificaba el mísero suceso;
Su pena debe ser en mucho exceso,
Pues luego, sin poder tomar bocado,
Ahí dentro se arrojó tras esa puerta,
Y allí se está, no sé si viva o muerta».
Sin más poder sufrir, Talgueno salta,
El corazón saltándole en el pecho,

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Y Tucapel se pone en pie derecho,
Diciendo: «Si ella fuese, ¿qué nos falta».
Gualeva dice atónita, en voz alta:
«¿Qué tal tesoro encubre un pobre techo?
Sin duda que es Quidora; ¡vamos! ¡vamos!
¿Adonde está? Mostrádmela, ¡veamos».
Con esto se levantan al instante
Y todos juntos van en busca della:
Y o sólo me podré quedar sin vella,
Porque a moverme ya no soy bastante.
Y, pues llevar la voz tan adelante
Me tiene tan cansado como a ella,
Razón también será dormir un tanto
Y despertar con ella en otro canto.

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CANTO DECIMOCUARTO
Halla Talgueno a su Quidora; recíbense alegremente; danse cuenta de lo que a cada uno le ha pasado
después que se apartaron; cuenta la india las cosas extrañas que ha visto en sueños, profetizando las
felicidades de don García en los tiempos, respecto de entonces, venideros. Comienza a referir la
rebelión de la ciudad de Quito, sobre no querer admitir las alcabalas justamente puestas por el Rey,
nuestro señor.

Lbien que de propósito esperamos,


Que tarde o nunca llegue es cosa cierta,
Y si a llegar alguna vez acierta,
Es porque en el camino le encontramos;
Mas, cuando de esperalle no tratamos,
Entonces se nos entra por la puerta,
Causando, cuanto menos esperada,
Tanto mayor placer con su llegada.
No sé qué pueda ser la causa desto,
Porque si ya dijese que lo ordena
Fortuna para darnos gloria llena,
Trayéndonos el bien así tan presto,
Diránme que es engaño manifiesto,
Porque là varia diosa no es tan buena
Que para darnos gusto busque modos,

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Pues para le quitar los usa todos…
De donde por certísimo concluyo,
Que en esto nos enseña el gran Maestro,
No estar el bien o mal en querer nuestro,
Sino que solamente está en el suyo[1];
Porque si por la traza y medio tuyo
Y disponello todo como diestro
Hallases lo que buscas, pensarías
Que de tu mano sola dependías;
Pues para que en tan gran error no cayas,
Te niega Dios los fines a que atiendes,
Si sólo por tus medios lo[2] pretendes,
Que es como hacer en aire vano rayas:
Todo porque con El en todo vayas
Y acabes de entender, si no lo[3] entiendes,
Que si El en tu favor no da algún paso,
Por más que corras tú, no hace al caso.
Y no de lo que trato se me arguya,
Que puedes, según esto, descuidarte;
Haz tú lo que pudieres de tu parte,
Y Dios lo que quisiere de la suya;
Mas digo que el suceso se atribuya
A la mejor y más segura parte,
Porque, demás de ser forzoso hacello,
Obligarás al mismo Dios con ello.
Estáse cuanto digo tan probado,
Que lo experimentamos bien agora,
Y más lo que es hallar en sola un hora
Lo que en[4] mil años nó cuando es buscado:
Talgueno lo dirá, que descuidado
Estaba de hallar a su Quidora,
Y si con grandes ansias la buscara,
O menos breve o nunca la hallara[5].
Esto es lo que soléis llamar acaso,
Como si por abrir algún cimiento
Hallásedes un rico nacimiento
De venas que os hiciesen más al caso;

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Y entiéndese, digámoslo de paso,
Respecto del humano entendimiento,
Pues fuera temerario desatino
Poner fortuna o caso en el divino.
Porque si no es el caso bien mirado,
Sino venirnos algo sin sabello
Y menos entender la causa dello,
Por ser de entendimiento limitado;
Ponello en el de Dios ilimitado,
Fuera tocalle en más que en el cabello,
Pues es decille claro que no sabe,
Cosa que en su grandeza tal no cabe.
Demuestran esto bien los naturales,
Poniendo sólo el caso y la fortuna
En las que están debajo de la luna
Y no en las otras causas celestiales;
Mas eso lo podrán seguir los tales,
Aunque su oficio al nuestro no repuna[6],
Pues antes, donde no hay filosofía,
No puede haber legítima poesía.
Mas, vamonos de aquí, que ya me temo
No den tras mí las venas de romance[7],
Que, si me ven, es cierto darme alcance
Por ser de p¡es livianos en extremo:
Huir es menester a vela y remo,
Por no me ver con ellos en mal trance,
Y quiero más volverme a los pastores
Que dar en manos destos pecadores.
De súbito, cual dije, levantado
Talgueno con los otros en un punto,
En busca de su vida va difunto,
El rostro y corazón alborotado,
Y habiendo en el cancel pajizo entrado,
Do estaba aquel angélico trasunto,
La ve primero el bárbaro delante,
Que es muy ligero el ojo de un amante.
Sobre el derecho lado recostada,

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Y la siniestra en jaspe traducida,
Por el siniestro músculo tendida,
Sirviéndole la diestra de almohada;
Su faz de nieve y púrpura bañada,
La ropa honestamente recogida,
Y el sitio lagrimado por su dueño,
Estaba sumergida en alto sueño.
Su negro y sutilísimo cabello
Por la cerviz abajo se esparcía,
Que rasgos airosísimos hacía
En el papel bruñido de su cuello,
Tan albo y transparente, que el resuello
Al caminar por él se traslucía,
Y aun era necesario traslucirse
Para que así pudiera percebirse.
No estaba el Teucro joven avisado,
Por quien dejó sus términos Helena,
Con tan hermosa faz y tan serena
Al pie del verde aliso recostado;
Ni el terno de las diosas a su lado,
Gozó de vista, viéndole, tan buena,
Como la ven los bárbaros agora
En el dormido rostro de Quidora:
A quien el Sueño tiene entretenida,
Rogándola que duerma y no despierte;
Mas, ella en su dormir está de suerte,
Que nadie la juzgara por dormida;
Morfeo, como en casa conocida,
En sus cansados miembros se hace fuerte
Hasta salir, en viéndola despierta,
Volando por la dura y córnea puerta.
Mas. entretanto, él mismo la rocía
Con agua olvidadiza lisonjera,
Cubriéndola con flor de adormidera,
Que toma de su efeto nombradla;
Cualquier fingida forma le desvía,
Y toda se la imprime verdadera;
Fantasos con Icílon, sus hermanos[8],

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Andaban en servilla de las manos.
Suspéndense de ver su traza bella
Los valerosos subditos de Marte,
Y el rústico pastor por otra parte
Astrólogo se hace desta estrella;
Las de sus ojos tiene ocultas ella,
Y estar así debió de ser gran parte
Para que tan de espacio[9] la miraran,
Porque si no, los más se deslumhraran.
Tan fuera de medida fué el contento
Que recibió de súbito el amante
Con ver su vida y ánima delante,
Que estuvo por un rato sin aliento;
Y no fué menos prueba y argumento
De ser su pecho y ánimo constante
Sufrir el bien y gloria deste punto,
Que todo el mal pasado y pena junto.
Soltar la voz el bárbaro quería,
Mas no salió, probándolo, con ello,
Y fué que le estorbó para el hacello
Querer echar de golpe el alegría:
Bien como el vaso lleno de agua fría
De vientre muy capaz y angosto cuello,
Que no dará una gota sin quebralle
Cuando de golpe quieren derramalle.
Lo mismo agora al Indio le sucede,
Que como tiene estrecha la garganta,
Si quiere echar por ella gloria tanta,
Embaza, que pasar de allí no puede;
Mas, puesto que este paso se le vede,
Por otra parte cuela y se adelanta,
Y si salir hablando no le vale,
Al menos en color al rostro sale.
Por una parte quiere despertalla
Porque de verle goce más aína[10],
Por otra le parece cosa indina
De aquella tan serena faz turballa;

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Razones por entrambas partes halla,
Y así suspenso no se determina,
Hasta que, ya la bárbara despierta,
Las opiniones dísonas concierta.
Corrió Quidora el velo delicado
De sus inacesibles[11] ojos bellos,
Y tanto, que por no morir de vellos,
El mismo Amor los suyos ha vendado;
Y como los hubiese levantado,
Reverberó en su luz la lumbre dellos[12],
Mas ella, no creyendo el bien que vía,
Creyó que lo soñaba todavía.
Quedóse al mismo punto que le[13] vido
Los ojos tan abiertos y elevada,
Cual ave, con la luz encandilada,
Que la tomáis a manos en el nido;
No acaba de dar crédito al sentido,
Mas, viendo su persona ensangrentada,
Ser muerto en la batalla le parece
Y que por eso allí se le aparece.
No estuvo tan incrédula, mirando
Penélope la casta junto al fuego
A su tan esperado y cauto griego
En la postiza forma reparando,
Como Quidora, el viso levantando,
De ver al que del alma le hizo entrego[14],
Y es porque menos que ella no le amaba,
Ni con menores ansias le esperaba.
Mas, revolviendo al fin su lisa frente,
Al copo de la nieve preferida,
Y viendo a Tucapel con su querida
Entre la pastoral y simple gente,
Que todos a una voz, alegremente,
Le culpan cómo tanto está dormida,
Dice entre sí: «Verdad es lo que veo,
Mas tanto bien por junto no lo creo».
Todo esto sin moverse considera

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Y todo lo revuelve en un momento,
Por ser, como se sabe, el pensamiento
La cosa sobre todas más ligera;
Mas, ya que, bien mirado, vio lo que era,
A penas acabara de contento,
Que un súbito placer crecido y fuerte
Ño es menos que un pesar en dar la muerte.
Pues como a conocer su cielo vino,
Se levantó del suelo, do yacía,
A tiempo que Talgueno descendía,
Y así partieron ambos el camino.
¡Oh, quién tuviera ingenio peregrino,
Con pluma diferente de la mía,
Para sacar al vivo en fiel trasunto
El desigual contento deste punto!
Con vínculos recíprocos se traban
El pecho de alabastro y de diamante,
El de Quidora, digo, y de su amante,
Y con gozosas lágrimas los lavan;
De darse dulces ósculos no acaban
Por todos los espacios del semblante,
Ni de cruzar encima de los cuellos
Los rostros, y aun las ánimas con ellos.
No está la umbrosa vid tan abrazada
Al olmo retorciéndose lasciva,
Ni trepa por el viejo muro arriba
La hiedra tan revuelta ni enlazada;
Ni a la pendiente peña levantada,
Que casi sobre el agua se derriba,
Se arrima tanto el pulpo pegajoso,
Cuanto Quidora al pecho de su esposo.
El uno al otro mira y no se habla,
Mas esto no es aquí negocio bravo,
Porque si de contento están al cabo,
¿Qué mucho que también estén sin habla?
Demás de que mejor su juego entabla
Y lleva la ganancia más al cabo
Aquel que en estos lances nunca toca

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La mal segura pieza de la boca.
Estuvo sin moverse en larga pieza[15]
A causa de le haber cogido el freno
El demasiado gozo que en su seno,
Para salir de golpe, se adereza;
Reclina el cuello lánguido y cabeza
En el de su Quidora su Talguetio,
Y ella también del suyo suspendida,
Se queda, al parecer, amortecida.
Mas, ya que el mar del alma sosegado,
Por ser pasado el recio torbellino
Del íntimo contento repentino,
Dejó salir al fin la lengua a nado,
Dice Talgueno, el rostro levantado:
«¡Oh, más que ameno el áspero camino,
Pues tras la pena y mal de la jornada
Sois vos, mi bien y gloria, la posada!»—
«Felice yo, responde su querida,
En rematar mi sueño desta suerte,
Pues si perdí la imagen de la muerte,
En ti, señor, hallé la de mi vida[16];
Alegres y altas cosas vi dormida,
Pero, despierta, más lo ha sido verte:
Dichoso el sueño y mucho más la vela,
Aunque entre lo que en él se me revela».
No dice más Quidora al tierno amante,
Porque Gualeva en medio de alegría,
Y de los dos, al bárbaro desvía,
Juntando con el della su semblante,
Y dícele: «Aunque esté Talguén delante,
Te quiero yo abrazar, amiga mía,
Pues en estar conforme con la tuya,
Mi voluntad no es menos que la suya.
«Conténtese que en ser después le sigo,
Porque en amarte no hay a quien yo siga,
Que tan primera soy en cuanto amiga,
Como él lo puede ser en cuanto amigo».—

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«Yo, dice la de Talgue, así lo digo,
Aunque ninguno habrá que no lo diga,
Y así, Gualeva, tienes en mi seno
Tan íntimo lugar como Talgueno».
«También aquel indómito y altivo[17]
Llegarse y abrazalla bien quisiera,
Aunque es de condición esquiva y fiera,
Pero con la mujer no hay hombre esquivo;
Mas teme que es tocar en lo más vivo
A su mujer, celosa de que quiera,
Y no se quiere ver en tal presura,
Cual fué la del suspiro en la espesura.
Verdad es que amistad entre ellas vía,
Mas la envidiosa hembra, si entra el celo,
Da con la más amiga por el suelo,
Porque el amor no sufre compañía;
Y así, sin abrazalla cual querría,
Le dice desde afuera el Tucapelo:
«Con tal que así te hallásemos, Quidora,
Y o digo que te pierdas cada hora».
Ella responde: «Ya por mí lo hallo,
Y no sé si mi bien disiente dello,
Ser más la grave pena de perdello
Que la ligera gloria de hallallo;
Y como quieras bien considerallo,
Famoso Tucapel, no hay más en ello,
De que como este bien está presente
Y el mal es ya pasado, no se siente».
Llegóse, habiendo dicho desta suerte,
Al sanguinoso cuello de su amado,
Diciéndole: «¿Qué es esto? ¿Estás llagado?
Que yo lo estoy, señor, de sólo verte».
El dice: «Aunque me hubieran dado muerte, 25
Hubiera della ya resucitado
Con sólo haberos visto, vida mía,
Pues no hay morir en vuestra compañía.
Mas no ha millares de horas lo que digo,

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Ni es lejos do me vi la muerte al ojo,
No por haberme yo mostrado flojo,
Que Tucapel es desto buen testigo,
Sino por ser tan bravo el enemigo,
Que Marte se gobierna por su antojo;
Mas, ya de mis heridas, aunque tales,
Apenas me han quedado las señales».
Ella replica entonces: «yo te ruego
Me digas deso el dónde y la manera».—
«Salgamos, dice el bárbaro, acá fuera,
Que yo lo contaré por orden luego».
Salieron, y sentados junto al fuego,
La maliciosa gente y la sincera
Persuaden a la huéspeda que cene
Y con decir sus penas los despene.
La cual, condescendiendo fácilmente,
Que no la obliga a menos su contento,
Toma lo que le basta por sustento
A un cuerpo que su alma ve presente,
Y empieza a referir con sesga frente
El desigual discurso de su cuento
Desde que echando menos a su vida,
Anduvo sola, prófuga y perdida.
No canto por sus puntos el suceso,
Por ser el mismo casi de Gualeva,
Y en él no haberse visto cosa nueva
Mas que dolores y ansias en eceso[18];
Anduvo una prolija noche en peso[19],
Haciendo de su fe costosa prueba,
Hasta que al asomar del tardo día
Se vio con esta inculta compañía.
La cual atiende, en júbilo bañada,
De ver que aquella mísera tragedia
Se concluyese en próspera comedia
Allí en su tosca y rústica morada.
Duró la dulce historia en ser contada
Por los quidóreos[20] labios hora y media,
Y luego le pidió su alegre dueño

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Contase las grandezas de su sueño.
Mas, ella dijo: «Bien será que a veces
Lo sucedido a entrambos se refiera:
Y o quiero con mi sueño ser postrera,
Segura de que no serán las heces;
Y digan los que están como jueces
Si debes tú llevar la delantera
En esto del contar, que en ser amante
Y o voy con muchas leguas adelante.
«Que pues, Talguén, agora en este punto
Yo acabo de cantar[21] lo que he pasado,
Tú debes, como diestro y descansado,
Echar sobre mi voz tu contrapunto,
Cantando sin faltar en sólo un punto
Lo que después que faltas de mi lado
Has hecho y padecido como fuerte
Hasta luchar, cual dices, con la muerte».
Juzgaron luego todos que era justo,
Así por la razón que le sobraba,
Como porque a Talgueno le bastaba
Ver que a Quidora en ello daba gusto;
Rendido, pues, el bárbaro robusto,
En breve relató lo que pasaba,
Habiéndole primero referido
El caso de Gualeva y su marido.
Contóle[22] del asalto en la muralla,
Del nuevo General que estaba en ella,
De su valor y pecho en defendella
Y con tan poca gente sustentalla;
De cómo se salió de la batalla
Por acabar su vida en brazos della;
De la feroz culebra el trance raro
Y aparición tremenda de Lautaro.
Oyeron admirados los pastores
Tan grandes y estupendas maravillas,
Y aun daban solamente con oíllas
A veces dentelladas y temblores;

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Oyó Quidora, lejos de temores
Y sin mudar color en sus mejillas,
Como la que, sin ver, ha visto tanto,
Que nada ya le puede dar espanto.
Mas caúsale dolor en sumo grado
Oir aquellas lástimas del primo
Y ver que así la quiera por arrimo
Para quedar del pérfido vengado[23];
Con esto el corazón se le ha estrujado,
Bien como en su lagar[24] lo está el racimo,
De cuya compresión un agua sale,
Que cada gota más que perlas vale.
Protesta allá en lo hondo de su pecho
De trastornar la máquina del mundo
Y aun de bajar al báratro profundo
Para dejar su agravio satisfecho.
Yo desde agora ya lo doy por hecho,
Y es esta la razón en que me fundo:
Que la mujer ya puesta en una cosa
Hasta salir con ella no reposa.
Esto revuelve y esto determina,
Resuelta en que ninguno será parte
A que de su propósito se aparte
Ni tuerza un paso el pie de do camina;
Mas, encubriendo aquel dolor y espina,
Aunque la penetró de parte a parte,
Para ocasión mejor que la de agora,
Así responde al bárbaro Quidora:
«Apoyo de mi vida, bien entiendo
Qué piensas de mi frágil pecho blando,
Que ya de haberte oído estoy temblando,
Por ser de suyo el caso tan horrendo;
Pues sábete que he visto más durmiendo
Que lo que tú pudiste ver velando,
Y que es tu cuento extraño con el mío
Como con todo el mar un solo río.
«Mas ya estarán los huéspedes cansados

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Y es tiempo que Gualeva con su esposo
Y tú, mi amado, rindas al reposo
Los no rendidos miembros trabajados».—
«Estamos, dicen todos, tan cebados
Y cada cual por sí tan deseoso
De que nos cuentes ya tu rara historia,
Que no hay de sueño gana ni memoria.
«Lo que pudiera ser inconveniente
Fuera no haber, Quidora, tú dormido,
Que de nosotros ten por entendido
Ser el descanso oirte solamente;
Y cuando no durmamos al presente,
Haráse allá después de amanecido,
Que agora de la escura noche fría
Con tu presente luz haremos día».
Pues visto por la dama su deseo
Y cómo están colgados todos della,
Abrió para la voz la puerta bella,
Que cerca del coral lo deja feo;
Diciendo: «Fuerza es ésta, a lo que creo,
Mas yo quiero de grado padecella,
Si orejas me dais vos[25], y el cielo santo
Favor, si darle puede para tanto.
«Al mismo nuevo Apó, caudillo raro,
Que, como me pintáis, vosotros vistes,
He visto yo también como pudistes,
Y aun por ventura yo le vi más claro;
Mas hay un punto sólo en que reparo
Por donde conocerle no debiste,
Y es dalle verde edad vuestra pintura,
Habiéndole yo visto en la madura.
«Aunque, si no me engaño, en este instante
Acabo de entender la causa dello,
Que en mi revelación debí de vello
Según será los tiempos adelante;
Porque él estaba en reino bien distante,
Habiendo déste ya domado el cuello,
De donde, no sin causa conjeturo,

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Que han sido mis visiones de futuro.
«Virrey le vi del Reino Piruano[26],
Siguiendo en gobernalle tal camino
Como si algún espíritu divino
En todo le llevara de la mano:
Estaba aquel distrito tan ufano,
Que desde el mar del Sur al Ponto Euxino
Su próspero contento se extendía,
Ya más la clara voz de don García.
«Donde antes que él viniese andaba todo
Pestilencial, hambriento y miserable;
Después que vino anduvo saludable,
El mal escasamente, el bien a rodo[27];
En lo desmoderado puso modo,
A lo que vacilaba, en ser estable,
Y al fin, tocar sus pies aquel terreno,
Fué deshacer lo malo con lo bueno.
«El fué, tras el invierno, primavera,
Y tras escura noche, claro día;
Después de triste muerte yerta y fría,
Alegre vida, fácil, placentera;
En pos de tempestad horrible y fiera,
Bonanza dulce y llena de alegría;
Por secos arenales, fresco río,
Y sobre mustias flores el rocío.
«Bien como cuando va por alta cima
El claro sol por brújula saliendo,
Que luego los nublados van huyendo
Con miedo que su lumbre los oprima;
Así del propio modo vi yo en Lima
Al refulgente Apó, que en pareciendo,
Fueron las pestes, males y pecados
Deshechos con su luz como nublados.
«Los terremotos, antes temerarios[28],
Soberbios edificios humillaban,
Y los corruptos[29] aires penetraban,
Causando efetos mil trasordinarios[30];

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En gruesa multitud los males varios
A costa de la tierra caminaban,
Sin perdonar ninguno cosa alguna
De cuantos hay debajo de la luna.
«Trataban al servicio[31] de manera,
Que siempre andaba en casa el dueño insano
Con el rebenque y látigo en la mano,
Mas áspero que cómitre en galera;
Los miserables indios por doquiera[32]
Rodaban sanguinosos por el llano,
Ya bien librar, por montes y por cerros
Andaban garleando como perros.
«Cesaron luego todos estos males,
Y en cambio de los techos derribados,
Del suelo al cielo fueron levantados
Colegios, monasterios, hospitales;
Los pobres beneméritos leales
Eran en breve del remunerados,
Distribuyendo rentas y pensiones[33]
Por las humildes casas y rincones.
«A todos alivió su grave carga,
Y al Indio en especial, ¡difícil cosa!
Redujo a vida próspera y sabrosa,
De muerte más que mísera y amarga;
Entre ellos asentó con mano larga
Un modo de vivienda gananciosa,
Que a la delgada tierra en adelante
Dejó de bienes gruesa y abundante.
«Al fin lo puso todo en tal manera,
Que presto pareció la mejoría
De lo que en otro tiempo ser solía,
A lo que ya con el entonces era.
Parece, por difícil que ello fuera,
Que todo, al gusto suyo se medía,
Y que con libertad su dura planta
Hollaba a la Fortuna la garganta.
«Honrábale en común la ruda gente

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Con título de bien afortunado,
Y en esto, como vulgo, andaba errado,
Pues no es el ser dichoso ser prudente;
Quien hace algún buen lance de repente,
No habiendo para hacelle pieza[34] alzado,
Se dice venturoso en buen romance,
Mas no quien antes tuvo armado el lance.
«Así, cuando al que digo vez alguna
El[35] fin dichoso acaso le saliera,
Sin que los medios únicos pusiera,
Dijéramos causallo su fortuna;
Pero si cosa próspera ninguna
Le sucedió, mirándola de afuera,
Sino poniendo el medio conveniente,
¿Por qué ha de ser feliz y no prudente?
«Pues cuando, como digo, todo estuvo
Haciendo en punto música melosa,
Y puesta ya en el suyo cada cosa,
Adonde se extendiese más no tuvo;
Tres años en tranquila paz mantuvo
Al mar soberbio y tierra polvorosa,
Sin que sobre ésta polvo se hiciese
Ni viento sobre aquél se removiese.
«Mas yo no sé qué fué la causa dello,
Que cuando estaba el cielo de su estado
Más limpio, más sereno y espejado,
Para mirarse en él y para vello,
Salió, con presunción de escurecello,
Por donde no pensaban, un nublado,
El cual, según llevaba ya el camino,
Amenazaba recio torbellino.
«Ora la causa fuese muchedumbre
De túrbida materia vaporosa.
Que en la cabeza vaguida y temblosa[36]
Turbase a la razón su clara lumbre;
Ora lo fuese el hábito y costumbre
De que se precia el mundo en cada cosa,
Que es no tener sustén[37] en cuantas tiene;

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Ora que nunca un bien tras otro viene;
«Ora que su dichosa estrella quiso,
Poniéndole en peligro semejante,
Darle capaz materia y abundante
Adonde echase el resto de su aviso;
Y necesariamente fué preciso
Para mostrar su pecho de diamante,
Echando fuera el ánimo de dentro,
Tal golpe, tal borrasca, tal encuentro.
«En menos campo que éste no pudiera
Tirar de su valor la barra grave,
Y aun pienso, por el mucho que en él cabe,
Que si le echara todo, no cupiera;
Con todo, fué el negocio de manera,
Que a no saber, yo os juro, lo que sabe,
Causara tal pedrisco aquel nublado
Que hubiera ya perdídose el ganado.
«En esto, sí, diremos fué dichoso
Aquel gobernador por excelencia,
Que tuvo quien le hiciese resistencia
Para mostrar su brazo vigoroso;
Y como a sol, su signo venturoso
Le puso tal nublado en competencia,
A fin de que, teniendo a quien hiriese,
La fuerza de sus rayos descubriese.
«Fué como los que venden atriaca[38],
Que dejan de una víbora morderse
Para que su fineza pueda verse,
Pues luego el mal, tomándola, se aplaca;
Así Fortuna desta nube saca
Que venga el claro sol a conocerse,
Pues cuanto más de opaco hubiere en ella,
Arguye más virtud el fesolvella.
«Por donde me parece, y no me engaño,
Que fué su dicha causa deste hecho[39],
Para que la ganancia y el provecho
Corriesen con la pérdida y el daño:

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Indicio grande fué de amor extraño
Ponerle su fortuna en tal estrecho[40],
Sólo para que así desta manera
Más claro se pudiese ver quién era,
«Y no es en el varón pequeña gracia
Hallar así ocasión en que arrojarse,
Como por falta dellas el quedarse
Es en fogosos ánimos desgracia;
No descubriera el fuego su eficacia
Faltándole materia en que cebarse,
Ni fueran lo que son los araucanos,
Si nunca hubieran sido los cristianos.
«Así su fortaleza don Hurtado
Ni su saber tan claro demostrara,
Ni tanto su renombre levantara
Si no se hubiera Quito levantado:
Allí, pues, era el túrbido[41] nublado,
Mas para que la historia vaya clara
Y no trabaje nadie en percebilla,
Quiero tomar de atrás la correndilla.
«Soñaba, pues, ¿qué digo? No soñaba,
Mas verdaderamente así lo vía,
Que cuando aquel insigne don García
De todo bien pacífico gozaba,
Allá el remoto Quito se alteraba
Sobre pagar lo justo que debía,
Y por alzarse el mísero con ello
Del yugo de su rey alzaba el cuello.
«Mandaba el sumo Apó[42] que se cobrase
Por mil razones lícitas movido,
Y estaba el cumplimiento cometido
A quien por él en Lima gobernase;
Mas como largo tiempo se pasase
Sin que se hubiese a términos traído,
Porque ninguno a tanto se atrevía,
En prática[43] el que digo lo ponía.
«Para éste se guardaba tal empresa,

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Dignísima de un ánimo y un pecho
Que sólo por hallar un pasó estrecho,
Por infinitos anchos atraviesa;
Los hechos más difíciles profesa
Y todos se le deben de derecho,
Como éste, que por serle tan debido,
Por él y no por otro fué cumplido.
«Mas antes que el Virrey ejecutase
La cédula real y mandamiento,
Quiso para fundallo más de asiento
Que el grave caso en junta se tratase;
Y como allí sobre ello se altercase,
Hallóse de común consentimiento
Ser cosa razonable y conveniente,
Aunque era con algún inconveniente.
«Sin esperar a más, se pregonaban
En todo su distrito mil papeles,
Por donde mucha copia[44] de aranceles,
Haciendo algún estrépito, marchaban;
Los unos cuesta arriba lo tomaban,
Mas otros que vasallos eran fieles,
Anteponiendo el débito[45] al trabajo,
Rodaban, al cumplillo, cuesta abajo.
«Quién al común y público interese
El que es privado y propio prefería;
Quién pliegues en la frente se hacía
Porque su bolsa no los[46] deshiciese;
Cuál, como de maduro seso fuese,
Alegre aquella carga recebía,
Y cuál mostraba, echándose con ella[47],
El poco suyo más que el peso della.
«Según en lo interior estaba el seno,
Agora firme, agora vacilante,
Se daba a conocer por el semblante
Feroz, turbado, plácido y sereno;
Mas otros, a la lengua echado el freno,
¡Oh cosa tanto en éstas importante!
Manifestaban una por la frente,

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Quedándose con otra diferente.
«Es un profundo abismo de cordura
En tales ocasiones ser callado,
Y estando el corazón alborotado,
Fingir tranquila y mansa la figura:
El río, mientras tiene más hondura,
Veréis que va más sesgo y sosegado,
Disimulando, a causa de su fondo,
Aquel raudal que lleva por lo hondo.
«Algunos, con verdad o con mentira,
Brotaban mil palabras descompuestas,
Aunque después, lloviéndolas[48] a cuestas,
Las llamas apagaban de su ira;
Estaban otros muchos a la mira
En todas las demandas y respuestas,
Que ni eran bien traidores, ni leales,
Sino del tercio género, neutrales.
«Mas todos, cuál de fuerza, cuál de grado,
Cuál de vergüenza pura, cuál de miedo,
Pasaban con buen ánimo y denuedo
El desabrido gusto del bocado;
Y aunque por le tener tan estragado,
Les era por entonces bien acedo,
Ver el provecho grande que hacía,
Causaba ya menor el acedía.
«Como era tanta, pues, la diligencia
Con que[49] esto el Visorrey solicitaba,
Ya el dos por ciento en Lima se cobraba
Y en todo el territorio de su Audiencia;
Llevábanlo ya todos en paciencia,
Mas quien ajeno della lo llevaba,
Mostraba del vil ánimo las heces,
Y al fin al fin[50] llevábalo en dos veces.
«Pues, como tengo dicho, dado caso
Que la razón con muchos no valía,
El miedo tan a raya los tenía
Que nadie osaba dar un solo paso;

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Porque según el ánimo era escaso
En dar al Rey lo poco que pedía,
Lo andaba en cometer sus desatinos,
Que nunca son osados los mezquinos.
«Si alguno allá consigo retirado
Daba lugar a algún intento loco,
Se le representaba luego el coco[51]
Y con semblante fiero don Hurtado;
Que aun en su pensamiento asegurado
No le dejaba estar mucho ni poco:
Tal es entre las otras esta ofensa,
Que no hay seguridad en quien la piensa.
«Así que, por temor o miramiento
De aquel segundo César Africano,
No solamente se iban a la mano,
Mas, como tengo dicho, al pensamiento;
Cortaba su furor y atrevimiento
Tenerle, por su mal, tan a la mano,
Que no era levantada bien la dellos
Cuando la del estaba ya sobre ellos.
«Mas Quito, por estar tan apartado,
Jamás imaginó que llegaría
El radiante Sol de don García
A deshacer su túrbido nublado;
Pero quedóse el mísero burlado,
Pues cuando menos dello se temía,
Tan presto amaneció sobre su asiento,
Que no le diera alcance el pensamiento.
«Pues ya que en todo Lima y su distrito
En buen estado y punto estaba puesto
Lo por el Rey Católico dispuesto,
Soñé que su Virrey lo enviaba a Quito;
Y que por dar sabor al apetito,
Si hubiese desabrídose con esto,
Razones tan legítimas les daba,
Que si ellos fueran della, les bastaba.
«Mostrábales por término discreto

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Y con palabras graves y amorosas
Las causas necesarias y forzosas
Que tuvo el grande Apó para el efeto;
Y que era al fin tenerle más aceto
Para el despacho bueno de sus cosas
El acetar[52] de grado la presente
Con limpia voluntad y llana frente;
«Diciéndoles también que con hacello
En sí y en su interés cada uno hacía,
Pues el Hispano Rey no lo quería
Con fin de acrecentar sus proprios dello,
Mas para que la tierra y mar con ello
Pudiese estar seguro de avería,
Pues nadie, aun en su casa, lo estuviera,
Si a costa del Católico no fuera.
«Demás de que, en razón estaba puesto,
Cuando ésta no valiera, como vale,
Que diesen a su Rey siquiera el vale,
Habiéndoles él dado todo el resto;
De suerte que era lícito y honesto,
Pues que del justo límite no sale,
Quien trata con el subdito de modo
Que pide alguna parte por su todo.
«Rogábales con esto juntamente
Mirasen el solícito cuidado,
Que en todo lo demás habían mostrado
Con pecho fido[53] y ánimo obediente,
Y como no era bien que lo presente
Dejase de seguir a lo pasado,
Mas antes, pues caudal había bastante,
Llevasen su buen crédito adelante.
«Con un estilo y término tan bueno,
¿Qué bolsa tan de hierro no se abriera,
O quién tan corto de ánimo no diera
Le proprio y, si era lícito, lo ajeno?
¿Qué potro no tomara bien el freno,
Por mala y recia boca que tuviera,
Si para que sabroso lo tascara,

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Con esta sal envuelto se le echara?
«Oblígame, por cierto, a que me espante
Que no tomasen bien aquel bocado,
Por más que fuera tósigo y bocado[54],
Con esta sal y salsa por delante;
Mas toda la del mundo no es bastante
Para salar un ánimo dañado,
Como lo estaban muchos antes desto,
Aunque por ocasión tomaron esto.
«Achaque sólo fué de aquella gente
Y una malicia llena de ignorancia,
Que tan sin fundamento ni sustancia
Quisiese alzar el bélico accidente;
Ganar quisieron cetro llanamente,
Mas yo no les arriendo la ganancia[55],
Porque si de la sal no hicieron cuenta,
A fe que se les dio su salpimienta.
«Llevadas ya las cédulas a Quito,
Con cartas al Cabildo y a la Audiencia,
Que por su Majestad y su Excelencia
Para obligalles más se habían escrito,
Soñé que del olor el pueblo ahito,
Aun antes de llegar a su presencia,
Como tan mal estómago tenía,
Lanzaba lo que dentro del había;
«Y dando penosísimas arcadas,
Que aun referillo a vómitos provoca,
Su mal humor echaban por la boca,
A vuelta de parábolas preñadas;
Y en cónclaves y pláticas fundadas,
Mostrando su intención dañada y loca,
Trataban de que nadie permitiese
Que tal imposición se recibiese.
«La cual, no solamente procuraban
Que se contradijese dentro en Quito,
Mas toda su diócesis y distrito
Para el efeto[56] mismo convocaban;

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Y aun a los otros pueblos despachaban,
Queriéndolos meter en el garlito,
Al Cuzco, a Chuquisaca y a los Reyes,
De su Virrey diciendo las mil leyes.
«Y en especial pidiendo a cada una
Que en tanto que apelasen para España,
En resistir se diesen buena maña,
Aunque era la mejor hacerse a una[57];
Mas, cuando no bastase traza alguna,
Por ello se pusiesen en campaña,
Clamando libertad para hacello,
Y no lo fué pequeña el pretendello.
«A tal sazón venidos los recados[58],
Al removido y mal seguro asiento,
Mandó la Real Audiencia en cumplimiento
Que fuesen, como fueron, pregonados;
Mas, luego los del pueblo convocados,
Con mucha libertad y atrevimiento
Se fueron, ya dispuestos a violencia,
Con la suplicación[59] ante la Audiencia.
«La cual, habiendo visto la tormenta
Y determinación de aquella gente,
Puso silencio en ello cautamente
Hasta que al Visorrey se diese cuenta;
Pues, diósele, diciendo cuan exenta
Estaba la ciudad inobediente,
Y cómo, por entonces, mal su grado
Alzar la ejecución habían mandado:
«Que como la Justicia aquel denuedo
Y alborotado espíritu notase,
Temiendo que su vara se quebrase,
Le pareció tener el brazo quedo;
Pues cuando aquesta tiembla y tiene miedo,
Que es del sosiego público la base,
Ya el edificio y fábrica se inclina
Amenazando súbita ruina».
Contando iba del sueño así Quidora,

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Atentos los guerreros y pastores,
Cuando con dulce son los ruiseñores
Alegres nuevas daban de la aurora;
Mas, canten solos ellos, que yo agora
Quiero que se suspendan mis tenores,
Porque será locura y desvarío
Que suene con su canto el ronco mío.

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CANTO DECIMOQUINTO
En que, prosiguiendo Quidora su milagroso sueño, cuenta la ya declarada rebelión de Quito. Despacha el
Virrey al general Arana[1] con algunos soldados, para que, sin alboroto ni ser sentido, procure
entrar[2] la ciudad y sosegalla; sábese en ella, antes que llegue, su venida; retirase constreñido dos
veces, persistiendo el pueblo, y creciendo más cada dia en sus alteraciones y alborotos. Muere
Bellido[3], maese de campo de los rebeldes, por orden de Arana. Entran de noche los conjurados a
matar al presidente Barros en su casa, sospechando, que hubiese sido la causa desta muerte. Suspende
la India el cuento porque el auditorio duerma.

H,
cuánta fuerza tiene la justicia
Cuando la dejan libre y en su fuerza!
Mas, ¡cuan por el contrario, si por fuerza
De su lugar y quicio se desquicia!
Que entonces sin su freno la milicia
En su corrida rápida se esfuerza,
Y entrando por los términos vedados
Destruye libremente los sembrados.
Pues ved si la milicia tanto puede,
Estando la justicia desquiciada,
Cuando a sus pies la tenga derribada,
Qué tal será el tenor con que procede:
No hay paso ni lugar que se le vede,

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Porque por todos va desenfrenada,
Corriendo, socolor de bueno y justo,
Desaforadamente tras su gusto.
No porque la justicia de su esencia,
Siendo virtud, al vicio dé cabida,
Sino que, como del se ve oprimida,
A su pesar le da mayor licencia:
Como Quidora dice, que la Audiencia,
Temiendo aquella gente removida,
Dejó que se saliera con su hecho[4],
Perdiendo por la fuerza su derecho.
Y, en fin, si la maldad es tan bastante
Que sola puede aquello que le agrada,
Con sombra de virtud autorizada,
¿Qué habrá que se le ponga por delante?
Veráse por mis versos adelante,
Siguiendo con la historia comenzada,
Que el pájaro sin lengua con su canto[5]
Causó que la dejásemos un tanto.
Mas, ya que Filomena, de Tereo
Hizo cantando público el delito,
Publíquenos la bárbara el de Quito,
Y, aunque en diverso género, más feo:
Pues cuando el bel[6] semblante de Timbreo
Al de las flores lánguido y marchito
Tornaba en su color y lozanía,
Quidora desta suerte proseguía:
«Pues, como voy contando de mi sueño,
Al Visorrey la Audiencia despachaba,
Diciéndole cuan libre el pueblo estaba
Y rebelado ya contra su dueño;
Mas que para quitar el duro ceño
Con que el negocio en Quito se tomaba,
Enviase en testimonio declarado
Si en Lima estaba puesto y asentado;
«Porque con este ejemplo parecía,
Pues era, bien mirado, suficiente,

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Que el pasmo, aunque mortal, de aquella gente,
Sin más dificultad se atajaría;
Y visto que pagaban, pagaría,
Porque era al fin razón y causa urgente,
Si no miraran ellos otro norte,
Que fuese Quito al paso de la Corte.
«Envióles prestamente don Hurtado
La certificación y prueba desto;
Mas, no bastó el ejemplo manifiesto
Para quedar el pueblo sosegado,
Diciendo que hasta estar certificado,
Si la ciudad del Cuzco estaba en esto,
En ello por ninguna suerte o vía,
Aunque cayese el cielo, no vendría.
«Lleváronles volando la fe dello;
Mas, como estaban ellos mal con ella,
No fué ninguna parte venir ella
Para venir los pérfidos en ello;
Faltóles la palabra en el hacello,
Y no fué mucho haber faltado en ella,
Pues quien hiciere faltas en sus obras,
Es fuerza que en palabras haga sobras.
«yo tengo para mí por cosa cierta,
Sacada de razón, a donde estriba,
Que apenas puede haber palabra viva,
Si para obrar la fe estuviere muerta;
La boca me parece que es la puerta
Por do mientras el alma está cautiva
Se manda en este cuerpo, que es su casa
Diciendo muchas veces cuanto pasa.
«¡Excusas eran todas, con intento
De dar algún color a su pecado,
Que, ya de viejo, estaba deslavado,
Aunque tomaban este fundamento:
Achaque fué de un ánimo sin tiento,
De mucho tiempo atrás afistolado,
Pero fingiendo que era llaga nueva,
Cuya contrariedad el hecho prueba.

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«Porque, después de haberles acudido
El Visorrey con cuanto le pedían,
Al fin ninguna cosa le cumplían
De cuantas le sacaban de partido:
Que como en esto el mal era fingido
Y de otra parte y no de allí lo habían,
Era poner remedio en el calcaño,
Estando en la cabeza todo el daño.
«Bien claro lo que digo se mostraba,
Pues visto que el Virrey, habiendo dado
Cuanto le fué por ellos demandado,
A más andar los pasos les tomaba
Y que ninguna excusa les quedaba
Con qué dejar su crimen excusado,
Mostraron a la fin[7] su inicuo celo,
Echando la vergüenza por el suelo.
«Así que, para nada fué bastante
Tener del Cuzco y Lima certidumbre
De haberse puesto en ellas la costumbre,
Pagándose hasta el último cuadrante[8];
Mas, con su mal propósito adelante,
Ciega de la razón la clara lumbre
Y sin que vieran cuánta el Rey tenía,
Se fueron despeñando cada día.
«Pues, como yo lo vi, no solamente
Dejaban de cumplir lo bien debido,
Mas, ya con duro pecho pervertido,
Para contradecillo armaban gente;
Y hablando en los corrillos libremente,
Otro rumor no andaba ni ruido
Sino de levantarse con la tierra[9],
Resucitando allí la civil guerra.
«No bien contra Filipo y su corona
De pocos fué pensado el maleficio,
Cuando creció por muchos, ¡oh, malvicio[10],
Cuan presto a los mortales inficiona!
Como si la pared se desmorona,
Se va cayendo todo el edificio,

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Así para estas cosas de alterarse
No está el negocio en más que principiarse.
«El vulgo en especial y ruda plebe
Fué la que, sin propósito ni tiento,
Partió con el primero movimiento,
Que es fácil de mover la cosa leve,
Y es casi convertible con aleve,
Por ser de corto vaso[11] y poco asiento,
Y como cañaheja suspendida,
Al disponer del Céfiro traída.
«Pues desta popular y vil canalla
Era la que empezaba a declararse,
Que, como tal, no supo refrenarse,
Aunque pudieran otros enfrenalla:
Ya viérades limpiar mohosa malla
Y el arcabuz sin caja aderezarse,
Acicalar[12] alfanjes y terciados,
En larga y dulce paz de orín tomados;
«Ya viérades nombrarse para el hecho
Caudillos, adalides, oficiales,
Saliendo por cabezas principales
Los que mostraban más dañado el pecho;
Ya viérades fijados trecho a trecho
Por corredores, puertas y portales,
Pasquines mil y rótulos pesados,
Los más a los oidores asestados.
«Diversos conciliábulos hacían,
Y espléndidos banquetes a menudo
Para fortalecer su intento crudo
En los que enflaquecido lo sentían;
Allí sobre el negocio conferían
Con libertad y término desnudo,
Soplando Anesidora con Lieo
Las llamas de su ilícito deseo.
«El cual se fué encendiendo a mucha priesa,
Ya más en un convite celebrado,
Que vino a hacerse fuera de poblado,

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En medio un campo[13] fértil y dehesa:
Allí voló más alta la pavesa
Del pecho en ambiciones abrasado,
Determinando alzar del yugo el cuello,
No les moviendo más que el gusto dello.
«Ya todos desde allí distribuían
A discreción las casas y haciendas;
Ya daban provisiones de encomiendas
Y los repartimientos repartían;
Ya tras la diosa cálida corrían,
Tan sueltas con el ímpetu las riendas,
Que en la distribución de los haberes
Eran también contadas las mujeres.
«Y no llegaba sólo[14] la malicia
A repartir las que eran inferiores,
Que el pensamiento, alzándose a mayores,
Tocaba en los ministros de justicia;
Llegó la desvergüenza a su noticia,
Por ser efecto proprio[15] de traidores
Que venga su secreto a revelarse,
Así como pretenden rebelarse.
«Fué, pues, de los oidores entendido
Ser quien estaba más culpado en esto,
Más libre, más traidor y descompuesto,
Uno por nombre Alonso de Bellido:
No en vano tal renombre y apellido
Por sus progenitores le fué puesto,
Pues fué su condición y culpa enorme
A la del zamorano tan conforme[16].
«El cual, por no ver que era emparentado,
Y menos natural de aquel asiento,
Fué preso por el regio Ayuntamiento,
Mandándole poner a buen recado[17];
Mas luego que en el pueblo rebelado
Supieron su prisión y encerrramiento,
Juntaron contra el Rey su gente y fuerza,
Resueltos en quitársele por fuerza.

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«Y así, con multitud de arcabuceros
Y exenta voluntad arrebatada,
Se fueron a la Audiencia de coplada[18]
Para sacar el preso a puros fieros[19];
Mas, viendo los reales consejeros
Que darlo fuera cosa mal contada
Y dar avilantez al insolente,
Negaban al principio fuertemente.
«Mas, fué tan sin respeto su porfía
Y el desacato libre en tal eceso,
Que se les vino a dar en son de preso,
Y aun no se recebió por esta vía;
Pasóse en largas réplicas el día
Y la turbada noche casi en peso[20],
Instando en su demanda los tiranos
Con ganas de librallo por las manos.
«Llevarle al fin consigo no quisieron
Con título de preso ni culpado,
Ni hasta que como libre les fué dado
Jamás en su poder le recebieron;
Por donde a duros términos vinieron,
Hundiendo con sus voces al Senado
Y haciendo de palabra y por escrito
Más criminoso y grave su delito.
«Salieron con la suya, como cuento,
A pura libertad y desvergüenza,
Quedando los oidores con vergüenza,
Por no venir a todo rompimiento:
Que cuando[21] el popular atrevimiento
A ya salir de límite comienza,
Es contumaz, flemático y temoso[22],
Pesado, incorregible y enojoso.
«Bien es verdad que en esto de la Audiencia
No se me acuerda bien lo que sonaba,
Mas no sé que runrún y voz andaba
En contra y disfavor de su inocencia:
El tiempo dará en ello la sentencia,

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Como quien de aclarallo todo acaba,
Que yo, mientras está la causa escura,
Quiero seguir la parte más segura.
«Pues viendo los oidores el insulto,
La rebelión patente y desafuero,
Segunda vez hicieron mensajero
Al Visorrey, enviándolo en oculto,
Para que, conocido aquel tumulto
Y alteración del fácil vulgo fiero,
Pusiese en su quietud la diligencia
Que pregonaban del por excelencia;
«Diciéndole del modo que se vían
A padecer violencias constreñidos,
Por ser de los rebeldes oprimidos,
Que a su querer forzados los traían;
Pues visto el Visorrey lo que escribían,
Por excusar al reino de ruidos,
Retuvo en sí las cartas especiales,
Consejo conveniente en casos tales.
«La misma prevención discreta y rara
En esto le sirvió de allí adelante,
Y para el hecho fué tan importante
Que el reino de otra suerte se abrasara;
Pues a cualquiera pecho que llegara
Centella de alboroto semejante,
Hallando dentro al ánimo dispuesto,
Bien claro está si en él prendiera presto.
«Y bien se vio por obra lo que digo,
Pues sólo de un relámpago que vieron
De tal manera algunos se encendieron,
Que aun esto les bastara por castigo;
En el Callao, de naves dulce abrigo,
Tres hombres hechos cuartos perecieron,
Porque, tocados desta llama fiera,
Se alzaban ya con una real galera.
«Mirad la calidad desta centella
Y si hay poder que al fuego suyo iguale,
Pues aun estar en agua no les vale

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Para que libres queden éstos della;
Pues ¿qué diré del Cuzco? Sólo vella
O ver el resplandor que della sale,
Es causa de que cinco levantados
De luz de vida caigan deslumhrados.
«En Ariquipa[23] vi tras esto luego,
Que no le aprovechando el ser templada,
Se destempló con dos, que de pasada
A la vislumbre vieron deste fuego;
Dejaron, sin valer favor ni ruego,
La horca de sus cuerpos ocupada,
Y otro en Cavana dio por esto mismo,
Colgado, el postrimero parasismo.
«Tampoco Chuquiabo[24] con su tierra
Se pudo guarecer de aquesta llama,
Pues, aunque de la Paz también se llama,
En uno su calor le hizo guerra;
De suerte que, si al valle o a la sierra
Iba siquiera el eco de la fama,
Todo lo perturbaba y removía
Ya los helados pechos encendía.
«Pues si una sola chispa desde afuera
Deste candente hierro fué bastante
Para llevarse doce por delante,
Si todo se pegara, ¿qué pudiera?
Seguridad el suelo no tuviera,
Ni todo el mar del Sur ni de Levante,
Ni las veloces aves en su vuelo,
Ni los remotos astros en el cielo.
«Mas atajó la llama peligrosa,
Que a más andar llegándose venía,
Tapando este portillo, don García,
Por donde ya se entraba licenciosa[25];
Y para que dolencia tan dañosa
Tuviese por entero mejoría,
La quiso consultar con hombres cuerdos
En generales cónclaves y acuerdos.

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«De donde al fin salió determinado
Se despachase a Quito alguna gente
Con un caudillo platico[26] y prudente,
Solícito, mañoso y recatado,
Para que levantase aquel Senado,
Mediante su favor, la baja frente,
2 o Cumpliendo sin temor y con imperio
Lo que era de su cargo y ministerio.
«Hallóse de caudal para este efeto
Un hombre sustancial[27], por nombre Arana,
Varón de vida siempre limpia y sana,
De hecho y dicho en público y secreto;
Persona dondequiera de respeto,
De condición entre áspera y humana,
Envejecido en años y prudencia,
Doctor con borla blanca de experiencia.
«Debajo cuya enseña y estandarte
Se congregó una escuadra de cincuenta
Soldados escogidos y de cuenta,
Y para no negárselas a Marte,
Usados a romper el baluarte,
Su brazo revolviendo en lid sangrienta,
Y algunos, si mi sueño no fué vano,
Famosos corredores[28] deste llano.
«Si más tropel de gente se hiciera,
Quedara todo el reino alborotado,
Con entender que estaba Quito alzado,
De do mayor el daño se siguiera;
Y si también Arana solo fuera,
Pudiera ser que el pueblo libertado[29],
En viéndole en sus términos metido,
No le guardara el término debido.
«Consideró con esto don García
La antigua lealtad y fe de Quito,
Y cómo dentro del y su distrito
Muchos intactos ánimos habría,
Que dellos el menor acudiría,

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En dando por el Rey un solo grito,
Si no fuese corriendo como gamo,
Volando como el pájaro al reclamo.
«De todas estas causas convencido,
Aunque cualquiera dellas era urgente,
Enviaba don Hurtado solamente
El número que tengo referido:
De algunos en secreto fué mordido
Por no entender su fin enteramente,
Mas poco le importó, que Apolo bello
No pierde porque yo no pueda vello.
«Fué rica la invención por excelencia,
Y así salió conforme a su deseo.
¡Qué traza, qué discurso, qué tanteo,
Qué prevención, qué aviso, qué prudencia,
Qué vivo pensamiento, qué advertencia,
Qué dar en este medio de un voleo!
Sin duda qué la mano fué divina
De corte y eleción[30] tan peregrina.
«Mas, aunque nada desto le moviera
A que la poca gente despachara,
El ser tan escogida le bastara
Para salir con cuanto pretendiera:
Excepto la cerviz de Arauco fiera,
¿Qué cuello tan erguido no domara
Aquel heroico brazo poderoso,
De número tan breve y compendioso?
«Pudieran allanara todo el mundo
Los que en la cantidad eran cincuenta,
Mas en esfuerzo y ánimo sin cuenta
Y de un valor y espíritu profundo:
Fué tercio sin primero ni segundo,
Un tercio que valió por otros treinta,
Pues el temer los tercios[31] de su acero
Con el tirano fué el mejor tercero.
«Briosos eran todos por el cabo[32],
De corazón fogoso y atrevido,

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Y nadie que dejase de haber sido
Alférez, capitán, sargento o cabo;
Mostraba cada cual un pecho bravo,
Y dentro del un Hércules metido,
Que no se le sacaran con tenazas,
Estragos, muertes, fieros ni amenazas.
«Deciros, atendiéndome, quisiera
Los ilustrados títulos y nombres,
Los méritos y partes destos hombres,
Si todas nó, la mínima siquiera;
Que en sueños la Verdad, mi compañera,
Me declaró sus hechos y renombres,
La cual en cuanto vi y os he contado
No se apartaba punto de mi lado.
«Esta era una mujer, aunque pequeña,
Hermosa mucho, y bien proporcionada,
Aunque de estar malquista y maltratada,
Al parecer más flaca que cenceña,
Pero, con esto, fuerte más que peña;
Y cuando más seguida y apurada,
Entonces más entera y más constante,
Porque tomaba el serlo por avante[33].
«De condición austera parecía.
A quien de fuera y lejos la miraba,
Mas para quien de cerca la trataba
Afable y humanada[34] la tenía;
El traje y uso nuevo que traía
No ser de aquellas partes denotaba,
Y así como remota y extranjera,
Habiendo sobre qué, se compusiera.
«Pues ella iba diciéndome al oído
Los puntos que ignoraba yo en la historia,
El apellido, el mérito y la gloria
De cada cual del bando referido;
Mas muchos ha llevádome al olvido,
Aunque, eran todos dignos de memoria:
Así de cuál y cuál iré contando,
Según me fuere dellos acordando.

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«Figúraseme agora que le veo
Al joven que llevaba el estandarte:
¡Oh qué disposición, qué garbo y arte
Qué talle, qué apostura, qué meneo!
Parece que la gloria y el trofeo
Aseguraba él solo de su parte,
Por ser tan suyo el ser y esfuerzo de hombre,
Como don Diego de Avila[35] su nombre.
«Pues otro que jugaba una sargenta[36]
Con guarnición y borlas de oro y plata,
Nombrábase Francisco de Zapata,
El que de sí jamás dio mala cuenta,
Y siempre usó en trabada lid sangrienta
Teñirse hasta los codos de escarlata,
Habiendo estado siempre adonde Marte
Quitó la luz al sol con su estandarte.
«Mostróseme otro célebre guerrero
Que desde su niñez y tiernos años,
Aun antes de vestir mayores paños,
Vistió grabadas láminas de acero:
Su título era Ignacio y más Hormero[37],
Bienquisto con domésticos y extraños,
Y así, con mansos blando y convenible,
Como con bravos áspero y terrible.
«No menos orgulloso que valiente
Y de un gallardo y bélico denuedo,
Me señalaban otro con el dedo,
Maduro en seso, en años floresciente,
De cuya juventud y sangre ardiente,
Arauco había probado el fruto acedo,
El cual don Juan Rodulfo[38] se decía,
Pimpollo desta gruesa tierra[39] mía.
«Un bravo cántabras[40] con éstos iba
Por capitán, de nombre[41] Urtíaga,
De fieros enemigos, fiera plaga,
Y de un osado pecho y frente altiva;
Tampoco se le hizo cuesta arriba

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Ir a curar a Quito de su llaga
Al capitán Proaño[42] valeroso,
Relámpago de Marte fulminoso.
«También aseguraba su partido
Ulloa[43], fuerte y platico[44] gallego,
Que entre los enemigos era fuego
Por las aristas débiles metido;
Don Juan Velázquez, de ánimo atrevido
Y dado al militar y duro juego,
No menos se arrojó tras Marte airado,
De juvenil furor arrebatado.
«Acuerdóme; también que entre éstos vía
Un mozo en flor, de espíritu gallardo,
Por nombre de Verdugo don Bernardo[45],
Que en belicosa cólera se ardía:
Al fin, de toda aquella compañía
Que el General llevaba en su resguardo,
Ninguno pude ver con menos pecho
Del que era menester para este hecho.
«Mas ¡ay! que en este punto se me acuerda
Otra famosa banda desta gente,
Briosa, fogosísima y valiente[46],
Y siendo menester, templada y cuerda,
Que no será razón que olvido pierda,
Dejándolos llevar de su corriente,
Sus inmortales nombres a lo menos,
De tácita alabanza y gloria llenos.
«Manrique, Bobadilla, con Zuazo,
Cortaza[47], un atrevido y bravo mozo,
Que apenas le apuntaba el negro bozo,
Pero mostraba ser de lastre y vaso[48]:
Los cuales todos, visto el nuevo caso,
Con encendido pecho y alborozo
Iban a se ofrecer de propia gana
Para seguir al célebre de Arana.
«A quien con tan segura compañía
El Visorrey mandaba, se partiese[49],

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Sin que el menor estrépito hiciese,
Porque esto, cómo dije, convenía;
Y así, ni voz de trompa se oía,
Ni cosa que de guerra pareciese,
Mas, a la sorda[50] todo y encubierto,
A Lima repudiaban por su puerto.
«Adonde en un bajel, que a pique estaba,
Y fué por el fervor de don Hurtado
En más que breve término aprestado,
La bulliciosa gente se embarcaba;
Al céfiro las velas entregaba,
Habiéndose las áncoras levado,
Y de babor largada ya la escota,
A Guayaquil tomaban la derrota.
«Partióse, pues, Arana bastecido
Para cualquiera furor que se ofreciese,
Con orden del Virrey que, si pudiese,
Entrase en la ciudad sin ser sentido;
Y siendo de la Audiencia recebido,
Por su disposición se dispusiese,
Haciendo ejecutar lo que mandase
Si en el servicio regio redundase.
«Con esto, por los campos de Nereo
Partió la nave haciendo su jornada,
De más heroicos jóvenes preñada
Que el vaso de Jasón y de Teseo:
Cualquiera dellos iba con deseo
De enrojecer los filos de su espada
En la corrupta sangre de tiranos,
Con tal que lo librasen[51] por las manos.
«Pero la fuerte nao, al cuarto día,
¡Debió de ser del peso que llevaba!
Por cinco o seis junturas reventaba
Y al enemigo mar dentro metía;
La gente, del peligro en que se vía,
Mayores fuerzas y ánimo sacaba,
Haciéndose en la bomba mil pedazos
Con el contino[52] juego de los brazos.

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«Mas yendo el roto vaso desta suerte
Sin duda pienso yo que se perdiera,
Si no sé quién un grito no le diera
Bastante a redimillo de la muerte;
Diciéndole: «No tienes que temerte[53]:
Seguro puedes ir en tu carrera,
Que no podrá ofenderte cosa alguna
En fe de don Hurtado y su fortuna».
«Tan poderosa fué la voz que digo,
Que, siendo tal su riesgo y detrimento,
Llevó la frágil nave en salvamento
Cerca de Guayaquil hallando abrigo;
De donde, en abrazando al suelo amigo,
Sin detenerse punto ni momento,
Marchaban para el pueblo rebelado
Con todo aquel silencio encomendado.
«Mas no se pudo hacer con tal recato
Ni tan secretamente la partida,
Que, aun antes de llegar, no fuese olida
Del vulgo malhechor y pueblo ingrato:
Y es porque siempre son de grande olfato
Los que la vista tienen ya perdida
Y siempre están alerta a cuanto pasa,
Temiéndose del que entra y sale en casa.
«Bastárale por pena y por castigo
Al pérfido traidor y aleve pecho,
Cuando otra no tuviera por derecho,
Aquel afán que siempre trae consigo,
Aquel estar temiendo al más amigo
No quiera hacer con él lo que él ha hecho;
Aquel andar la barba sobre el hombro,
Y el aire que pasó causalle asombro.
«¡Qué descuidado vive y qué seguro
Un ánimo inocente y desculpado[54]!
Desnudo por las calles anda armado,
Y sólo en campo raso tiene muro;
Mas, al revés, el infido y perjuro,

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¡Qué lleno de sucidio[55] y qué azorado!
¡Apenas una espada resplandece,
Cuando tenerla encima le parece!
«No bien rumor alguno se levanta
Ni suena por el rey el menor grito,
Cuando se pone luego tamañito,
Cogiendo entre los hombros la garganta;
Por esto, con llevar cautela tanta,
Sintieron al de Arana los de Quito,
Que como malhechores se temían,
Y así ningún descuido padescían[56].
«Pero sintiendo Arana ser sentido
Del Atacunga[57] envió con diligencia
Sus cartas al Cabildo y a la Audiencia,
Como sagaz, astuto y prevenido,
Diciéndoles cómo él había venido
Por orden especial de su Excelencia
A sólo estar al suyo con su gente
En todo lo que fuese conveniente.
«Mas la ciudad, no bien considerada,
Sin atender su término modesto,
Ni a que su Visorrey por medio honesto
Le hubiese cometido la jornada,
Del todo en sus intentos aclarada
Y sin señal de púrpura en el gesto,
En armas, confusión y behetría[58]
Y en quintas con Hurtado se ponía[59].
«Pues para defender con todas veras
La entrada al General y su teniente,
Apriesa comenzaban a hacer gente,
Alzando con los pechos las banderas;
Y en práctica poniendo las quimeras
De aquella boda espléndida y caliente,
Nombraban sus cabezas o malsines
Al son de cajas, trompas y clarines.
«Sacaban juntamente el estandarte
Que era de la ciudad alborotada,

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Entrándose con él de mano armada
A dar a los Oidores desto parte,
Ganosos de que entrasen a la parte
De su intención frenética y dañada,
Con aprobar, aunque era a su despecho,
Cuanto ellos en sus juntas habían hecho.
«La cual aprobación sirvió de asilla
Para que luego allí de los oidores
Nombrasen, como zorros, los traidores
Por general de todos a Zorrilla[60];
El cual, con intención sana y sencilla
De componer al pueblo en sus furores,
Me acuerdo que aceptaba el nombramiento,
Mas antes[61] aumentó su atrevimiento.
«Porque con esto viérades que luego
Alardes y reseñas se hacían
Para alistar la gente que tenían,
Moviéndola con pagas y con ruego;
Y alborotando el público sosiego,
A punto de batalla se ponían,
Formando sus hileras y escuadrones
Con otras ardidosas prevenciones.
«¿Qué es esto? ¿Quién te asalta y sobreviene
Que así te estás ¡oh Quito! previniendo?
Y para tanta máquina y estruendo,
¿Qué poderoso campo es el que viene?
Mas ¡ay! que del que graves culpas tiene
Es cosa natural estar temiendo,
Que para el alma no hay en campo armado
Más áspero enemigo que el pecado.
«Todo iba ya de pérdida y de rota[62],
Todo era confusión, bullicio y trulla,
Todo era estar en vela como grulla,
Y todo acicalar la espada bota[63];
Jugaban con la Audiencia a la pelota,
Y entrando algunos canos a la bulla,
Autorizaban estos desatinos
Por diferentes rumbos y caminos.

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«Aun hasta las que tienen por oficio
El revolver la estambre por el huso,
Llevadas, como fáciles, del uso,
Andaban revolviéndose en el vicio
Y haciendo agravio al bélico ejercicio,
A más de alguna vide que se puso,
Como furiosa y libre, la librea
Que es propria[64] del varón en la pelea.
«Pero lo que de quicio me sacaba
Era llegar a tanto su malicia,
Que para alimentar a la milicia
Cualquiera libertad sus ojos daba:
Aquí se puede ver cuál todo andaba,
Pues la mujer tan llena de cudicia[65],
Llevada tras aquella furia loca,
No perdonaba el manto ni la toca.
«Por esto con razón demasiada
Dicen los hombres, dígolo de veras,
Que somos las mujeres noveleras
Y la de más sustén[66] arrebatada;
Pues nos parece el mundo entero nada
Para lo que es gastallo en ventoleras,
Y para lo que puede hacer al caso
No hay pecho menos fiel ni más escaso.
«Bien sé que escupo en esto contra el cielo;
Mas, aunque en daño propio yo la diga,
Soy siempre de decir verdad amiga,
Si puede habella bajo deste velo;
Las que en virtud son aves de alto vuelo,
Van fuera de prenderse en esta liga,
Mas entre multitud es cosa usada
Lo poco reputallo como a nada.
«Por esto, aunque es verdad que en Quito había
Algunas que en bondad brotaban lumbre,
Haber desotras tanta muchedumbre,
Como lanterna[67] oculta las cubría;
Mas, de los hombres muchos limpios vía,

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Que nunca se tomaron desta herrumbre,
Aunque del miedo algunos sojuzgados,
Andaban como a sombra de tejados[68].
«Tan solamente el número tirano
Era el barajador de la baraja,
El cual, por ser crecida su ventaja,
Lo nivelaba todo por su mano;
Y como había de buenos poco grano,
Habiendo de los malos mucha paja,
Apenas distinción se conocía,
Y así era todo paja y todo ardía.
«Pues ésta, que en espeso remolino
Fué de su vendaval arrebatada,
Así como se supo la llegada
Del General ya próximo y vecino,
Quiso, poniendo atajo a su camino,
No sólo rebatille de la entrada,
Mas que, necesitado[69], a rienda suelta
Al fresco Guayaquil diese la vuelta.
«Fingiendo, por mejor hacer su hecho[70],
Que si Pedro de Arana se volvía,
Pacífico el asiento quedaría
Y el aparato bélico deshecho;
Mas, todo el fin y blanco de su pecho,
Según mi compañera me decía[71],
Era ganalle, habiéndose tornado,
Los pasos fuertes que él había ganado.
«Instaron de manera sobre el caso,
Sacando provisiones de la Audiencia
Y enviándole personas de conciencia,
De grande autoridad, prudencia y vaso,
Que el General retrujo[72] atrás el paso,
Creyendo que el tumulto y diferencia,
Según le aseguraban, cesaría
En viendo que por esto se volvía.
«Mas, no por ver en Quito haberse vuelto
De allí del Atacunga[73], do llegaba,

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A un sitio que Riobarnba se llamaba,
Dejó de andar más libre, loco y suelto;
Pues antes, en mayor locura envuelto,
Delitos más enormes perpetraba,
Ensordeciendo el cerco de la tierra
Con más tropel y máquinas[74] de guerra.
«Aunque eran poca parte todas éstas
Para dejar su pecho asegurado,
Pues, con haberse Arana retirado,
Les parecía tener un monte a cuestas;
Y así, con más demandas y respuestas,
Siempre solicitaban al Senado
Que nuevas provisiones despachase
Para que más el paso retirase.
«Enviábanle a mandar que así lo hiciese,
Poniéndole para ello por delante
Ser medio por entonces importante
Con que mejor su intento consiguiese;
Pues, como el General obedeciese,
A Chimbo se volvió, lugar distante
Del rebelado asiento treinta leguas,
Por ver si desde allí pusiese treguas.
«Mas era por demás[75], que el pueblo ingrato
Del todo pertinaz y endurecido,
Y entonces más revuelto y removido,
Solicitaba el bélico aparato;
En medio destos ruidos y rebato,
El principal autor, que era Bellido,
Pagaba justamente con la vida
La deuda por mil títulos debida.
«Arana daba el orden de matalle
En una noche lóbrega y secreta,
Haciendo disparalle una escopeta[76]
Al tiempo del pasar por cierta calle;
¡Oh, frágil vida, nao sin gobernalle[77],
Do baten tantos golpes de mareta,
Y no hay seguridad de alguna suerte
Hasta llegar al puerto de la muerte!

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«Allí quedaba el mísero difunto,
Y allí con él sus frivolos intentos,
Sus fábricas, sus vanos pensamientos,
Sus torres, sus quimeras, todo junto;
Allí de sólo un golpe, en sólo un punto,
Mostraban la ruindad de sus cimientos,
Que lo que en semejante base[78] estriba,
Su misma pesadumbre[79] lo derriba.
«Debiera ser ejemplo el deste caso
Para que la rebelde compañía
Dejase el mal camino que seguía,
Sabiendo ya cuan malo estaba el paso;
Mas, no le pareció volver el paso,
Por bien que vio el suceso de su guía,
Que el hombre, hasta que en sí lo experimenta,
Por ver el mal en otros no escarmienta.
«Antes con esto el pueblo provocado,
Tocando ¡al arma! ¡al arma[80]! libremente,
Y al punto convocándose la gente
Para vengar la muerte del culpado;
Partió en tropel con ánimo dañado
De dalla luego a Barros, presidente,
Creyendo del que en dársela a Bellido
El principal autor hubiese sido.
«Figúraseme agora aquel estruendo
Con que en su casa entró la turba fiera,
Diciendo en altas voces: «¡Muera! muera,
Este que así nos anda persiguiendo».
Tras esto, denostando, maldiciendo
Al que de merecello estaba fuera,
Subieron por el cuarto en que vivía,
Cubiertos de la media noche fría.
A tal sazón, entrado ya en su lecho,
Hurtar algún reposo procuraba
Aquel que de juzgar cansado estaba
Y de guardar a todos su derecho;
Mas, de cuidados grandes lleno el pecho,

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Mil vuelcos a una y a otra parte daba,
Y entonces muchos más, adevinando[81]
El mal que se le estaba aparejando.
«Sintió la baraúnda, y puesto alerta,
Como sagaz, astuto y prevenido,
A la primera voz que dio el oído,
Vio la celada luego descubierta;
Saltó para salir por otra puerta,
Sin aguardar a ropa ni vestido,
Temiendo, con razón, venir a manos
De fieros enemigos y tiranos.
«Pero salir no pudo con su intento,
A causa de atajalle la salida;
Mas ¿dónde voy a dar? Que voy perdida,
Llevada tras el hilo de mi cuento;
El ver al auditorio tan atento
Me ha hecho, amigos, ser descomedida,
No viendo cual os tengo desvelados
Sin aflojar la cuerda[82] a los cuidados.
«Dormid, dormid, que ya el calor se siente,
Por ir en su carrera el sol tan alto,
Que yo os quiero dejar con sobresalto,
Quedando en la prisión del Presidente».
Obedeció a Quidora aquella gente,
Ya mí, que de reposo estoy bien falto,
Obedecella ya también me toca,
Siquiera mientras hablo por su boca.

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CANTO DECIMOSEXTO
Cuenta Quidora todo lo restante del suceso de Quito hasta su pacificación y castigo de los principales
agresores, mediante la entrada a tiempo del general Pedro de Arana, por la mucha industria, avisos y
prevenciones del Virrey. Acabado el sueño, arguyen Tucapel y Talgueno sobre si la fuerza ha de ser
preferida a la prudencia y maña. Quidora corta el argumento, proponiéndoles un enigma de otro sueño
que había soñado, tan breve cuan terrible y misterioso.

ROPOSICIÓN de pocos entendida,


Aunque de suyo clara, eterna y fuerte,
Que ha de pasarse el paso de la muerte
Al paso de los pasos de la vida:
Por la una tiene esotra su medida,
Y desta pinta sale aquella suerte,
Pues mal se graduará de muerte buena
Quien de la vida el curso mal ordena:
Que si a la vida tiene por sustento
La tragadora muerte, cruda arpía,
Gustando[1] siempre della noche y día,
Sin que bocado pierda ni momento;
¿No es claro que conforme al alimento
Habrá de ser la sangre que se cria?
Quiero decir, que el hombre como vive,

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Así para la muerte se apercibe.
Persuádete que no hay para que vayas,
Que arguye liviandad y seso vano,
A dar al quiromántico la mano
Para sacar la muerte por las rayas;
Pues ella, a la verdad, no mira en rayas,
Sino si va el vivir camino llano,
Porque, según llevares el sendero,
Has de tener el fin y paradero.
Lo cual en voces públicas declara
A sus secuaces pérfidos Bellido,
Mas, sordos, no le quieren dar oído,
Y ciegos no le miran a la cara:
Ninguno en él advierte ni repara
Para dejar los pasos que ha seguido,
Mas, yendo con los mismos adelante,
Prometen paradero semejante.
Bien presto se verá que ya Quidora,
Después que el rubio sol medido había
Lo que hay al caluroso mediodía
Desde la aljofarada y fresca aurora;
Comienza a levantar la voz sonora,
Diciendo a la despierta compañía,
De sus sanguinos labios ya pendiente,
Con término agraciado, lo siguiente:
«No pudo el Presidente, como digo,
Hallar desocupada la salida,
Que por la turba en esto prevenida,
Estaba ya tomado aquel postigo;
Por donde, preso fué del enemigo,
Para después privarle de la vida,
Llevándosele entonces con violencia
A casa del Fiscal de aquella Audiencia.
«Mas, no les pareciendo estar seguro,
Ni para sus intentos bien guardado,
A parte diferente fué mudado,
Haciéndole un indigno trato duro:
Era el asiento lóbrego y escuro,

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Do mucho tiempo estuvo molestado[2],
Con guarda rigurosa y modo esquivo,
Sin permitille hablar con hombre vivo.
«Tras esto, persistiendo todavía
En que Pedro de Arana se volviese,
Sacaban provisión por do lo hiciese,
Que, a su pesar, la Audiencia concedía;
Mas, parecer de Barros no le había
Que en tales desatinos consintiese,
Sino de los forzados senadores
Y de los mal regidos regidores.
«En todo por entonces cautamente
El General experto había venido,
Estándose en el sitio referido,
Sin alboroto alguno, con su gente;
Do, por estar mandado que al presente
No fuese de los pueblos acudido,
Pasaba trabajosa y triste vida,
Pagando a costa propria[3] la comida.
«Mas, como devisase al fin su blanco,
Que era de le ganar los pasos fuertes,
Para que por ninguna de las suertes
Pudiese, para entrar, tenelle franco;
Deliberó apartarse del barranco,
Astuto más que el hijo de Laertes,
Haciéndose rehacio al retirarse
Hasta tener sazón de adelantarse.
«También consideraba que la Audiencia,
Como oprimida en todo, procedía,
Por donde, no de término saldría
Si en esto le negase la obediencia;
Demás de ser ya tanta la insolencia,
Acrecentada en Quito cada día,
Que habían de procurar echarle presto,
Si no se rehiciese en este puesto.
«Por esto el Visorrey precisamente
Le encomendaba siempre no dejase

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Los sitios de importancia que ocupase,
Para poder seguro enviarle gente:
La cual, si el enemigo diligente
Los pasos[4] peligrosos le tomase,
Dificultosamente se enviaría,
Que no pequeño daño causaría.
«Mandábale que firme se estuviese,
Las manos por entonces en el seno,
Hasta tomar el pulso del ajeno,
Sin que pisada atrás de allí volviese;
Pues cuando entrar en Quito no pudiese,
Era tenerle a vista un duro freno
Para que no se fuese tan de boca[5]
En su desenfrenada furia loca.
«Sentida, pues, a tiempo la balada[6],
Y habiendo el General, como avisado,
Propuesto, requerido y protestado
Sobre contradecir la retirada,
No sólo no fué del ejecutada,
Mas, por seguir el curso comenzado,
Trató de convocar para este hecho
La gente comarcana de provecho.
«A Guayaquil y a Cuenca despachaba,
A Loja y otras partes prestamente,
Para que le acudiesen con la gente
Que cada cual entonces se hallaba[7]:
Todo, siguiendo el orden que le daba
Aquel Virrey magnánimo y prudente,
Por quien estaban antes prevenidos
Los pueblos y lugares referidos.
«En este tiempo Quito más insano
Y en todos sus designios[8] menos cuerdo,
Estando los oidores en acuerdo,
T5Entraba con furor y armada mano[9];
Donde, con libre término tirano,
Uno, de cuyo nombre no me acuerdo,
Con treinta arcabuceros a su lado,

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Se descompuso más con el Senado;
«Diciendo, en voz soberbia y arrogante,
Por todos los presentes senadores:
Acaben, mueran ya los embaidores[10]
De falso corazón y fiel semblante;
No lleven sus intentos adelante
A costa de manchar nuestros honores,
Trayéndonos a todos engañados
Y echándonos a cuestas sus pecados.
«El cónclave, con este sobresalto,
Dejados los asientos que tenían,
Para la plaza en fuga se ponían,
Llevados del temor en presto salto;
Do, alzada por el Rey la voz en alto,
Los más de la ciudad les acudían
Y aun parte de los pérfidos con ellos,
Llevados a la voz por los cabellos.
«El perdigón, que de otras alas era,
Aunque a la falsa madre va siguiendo,
La desampara súbito en oyendo
El silbo de su madre verdadera:
Algunos del común, en tal manera,
Por más que estaban sordos del estruendo,
Del natural señor la voz oída,
Dejaban al tirano fratricida.
«Por donde se llegaba a los Oidores
En medio de la plaza tanta gente,
Que ya pudieran bien seguramente
Segar algunos cuellos de traidores,
Al menos a los que eran agresores
Del crimen atrocísimo reciente;
Mas, ya encogido el ánimo en el pecho,
No fué para extenderse a tanto hecho.
«Llevóse al General aviso desto
Por el fiscal y oidor, nombrado Mera,
Con orden de que luego se volviera,
Antes que la ciudad echase el resto[11];

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Mas, aunque por escrito iban con esto,
Dijeron de palabra no lo hiciera,
Pues algo les dañaba que estuviese
A los que tanto instaban que se fuese.
«Estando, pues, en esto, le llegaba
De Guayaquil un tercio de cincuenta,
Que para deshacer cualquiera afrenta,
Al parecer el mínimo bastaba;
El capitán Cárreño[12] los enviaba,
Hombre de presunción, de estima y cuenta,
Nieto de aquel varón de tal gobierno,
Que supo gobernar al mismo infierno.
«Con éstos a Riobamba dio la vuelta
Para mirar de cerca en este puesto
Si daba en proseguir su presupuesto
La pérfida canalla desenvuelta;
Y para que, acudiendo a la revuelta,
Llegasen a juntársele más presto
Los que de los lugares comarcanos
Quisiesen por su Rey mostrar las manos.
«De Loja vi salir para este efeto
Al digno capitán que la regía[13],
Persona dondequiera de valía,
De bravo corazón y grato aspeto[14];
De proceder y talle tan perfeto,
Que la envidiosa lengua no podía,
Aun con su más sutil y agudo filo,
Cortalle de la ropa un solo hilo.
«Iba desde el estribo a la cimera
De un tigre la manchada piel vestido,
Y estábale tan bien aquel vestido
Como si con el cuerpo le naciera,
Tanto, que si en la piel instinto hubiera,
Al menos en lo bravo y atrevido,
No hiciera distinción del caballero
A la ferocidad del tigre fiero.
«Lorenzo era de Heredia el nombre déste,

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Hijo de aquel varón acreditado[15],
Conquistador del Inga y de su Estado,
Y aun hombre que pudiera serlo en éste;
A quien jamás tocó la fiera peste,
De que el Pirú dos veces fué tocado[16],
Para que, no pudiendo alacranalle[17],
Tuviese bien el hijo en que imitalle.
«Iban con él Juan Méndez de Parada,
Cadena, Sandoval y Barahona,
Pacheco y Santillán, a quien Belona
Por especial favor ciñó la espada;
Y Sosa, el de la cítara acordada,
Coria, Ocerín, que a Marte desentona,
Salazar, Avendaño, Dalvia y Pinto,
Digno de estar allá en el trono quinto[18].
«Eran, si bien me acuerdo, todos éstos
Gente, según la muestra declaraba,
De estimación en paz, en guerra, brava,
De honrosos cargos, títulos y puestos;
Otros le acompañaban[19] fuera déstos,
Que para el fin y blanco que llevaba
No les faltaban pechos valerosos,
Robustos, arrojados, animosos.
«Llevaba ciento y treinta desta gente,
Pagados a su costa los ochenta,
Y los que nombro, que eran más de cuenta,
A premio de seguille solamente;
Que un hombre así de pecho y grata frente,
Cuando con vendaval corre tormenta,
La fe debida al Rey es norte cierto
Que emboca muchas naves por el puerto.
«Quiero decir, que en tales turbaciones,
Un hombre de valor y buen conceto
A sola su opinión y su decreto
Reduce las vulgares opiniones:
Que el vulgo nunca pesa las razones,
Mas, como rudo en todo y mal discreto,
Y como pie del pueblo, está a la mira

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Por ver a la cabeza donde tira.
«Al generoso Heredia me remito,
Que prueba mis palabras con sus hechos,
Ya que si en Quito hubiera tales pechos,
No se dañaran tanto los de Quito;
Sino que vio la suya sobre el hito,
Haciendo tuerto[20] al Rey por sus derechos,
Sólo por no moverse a remediallo,
Algunos: agradézcanme que callo.
«No hay para qué culpemos la rudeza
Del bando popular, sino del grave;
Pues, aunque no entregó su fe la llave
Del homenaje proprio[21] y fortaleza,
Al menos dio lugar con su tibieza,
Que en tales tiempos no sé a qué se sabe[22],
Para que el pecho y ánimo plebeyo
A César inclinase y nó a Pompeyo.
«Pero volviendo a Heredia, en presta vía
Llegó do Arana estaba en grande aprieto,
Tan encogido, sordo y tan secreto,
Que entre su gente apenas se bullía[23];
Mas, luego que el socorro le venía,
Causaba en él y en ellos tanto efeto,
Que cada cual en sí sintió mudanza
Y con su fe, crecida la esperanza.
«También en Quito dio tal estampida[24]
El oportuno auxilio desta gente,
Que comenzó la rápida corriente
A retardar un tanto en su corrida:
Tan útil fué como esto la venida
Del noble capitán, y aun francamente
Al General prestó dos mil ducados,
Que fué de gran socorro a los soldados.
«Envió de Paita Hernando de Valera[25],
Famoso capitán, de osado pecho,
Que siempre tuvo a Marte satisfecho
De su valor y al mundo de quién era,

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Un bélico escuadrón de gente fiera,
Granada toda y toda de provecho,
Para que, dando desto el desengaño,
A Quito, por su mal, fuese de daño.
«No menos acudió de Cuenca luego
Una bizarra y fuerte compañía,
Con que sumado el número hacía
Trescientos hombres, todos como el fuego;
A tal sazón llegó de Lima pliego,
Por donde a los quitenses don García
Mandaba echasen tierra a lo pasado,
Con que tuviese fin lo comenzado;
«Diciendo por sus letras juntamente
Que su teniente Arana no pasase
De donde aquel despacho le tomase,
Por sosegar con esto aquella gente;
Pero de condición que, en lo siguiente,
A lo que Marañón[26] les ordenase,
Como a visitador se remitía,
Mediante la opinión que del tenía.
«Mas los de la ciudad, no haciendo caso
De provisión tan blanda y provechosa,
No echaban mano en todo de otra cosa
Sino de que frenase[27] Arana el paso.
¡Oh grande ceguedad! ¡Oh seso escaso
De gente para sí tan perniciosa,
Que de tan sanas cosas tome aquella
Con que forzosamente se degüella!
«El General, habiendo conocido
La pretensión del ánimo insolente,
Tuvo por lo mejor enviar por gente,
Diciendo al Visorrey lo sucedido.
Y cómo por lo que él había entendido
Era gastar el tiempo vanamente
Querer llevar por bien con celo santo
A los que por el mal se daban tanto;
«Porque era todo andar en dilaciones

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Para poder mejor fortalecerse,
Y apercibiendo ejército, ponerse
A praticar[28] sus crudas intenciones;
Por donde, el prevenir sus prevenciones,
Que apriesa comenzaban a tejerse,
Para atajar sus fines era el medio
Y al grave daño el único remedio.
«Pues al tenor y paso que llevaban
De crímenes que siempre cometían,
En breve tiempo al término vendrían,
Si tiempo más y término les daban;
Pero que si los pasos les cortaban,
De remediarse fáciles serían,
Pues nunca en el principio son las cosas
Como después al fin dificultosas.
«Por tanto, que le enviase su Excelencia
Doscientos escogidos mosqueteros
Y copia no menor de arcabuceros,
Con toda la posible diligencia;
Pues aunque la tiránica potencia
Juntaba en campo ya dos mil guerreros,
Con los que le quedaban y pedía
A entralles[29] fácilmente se atrevía.
«Podrá notar alguno con cuidado
Cómo teniendo Quito tanta gente,
Y el General tan poca, mayormente
Estando todo ya tan declarado,
No fué de aquellos pérfidos echado,
Que tanto cudiciaban verle ausente,
Con tal poder y ejército de hecho,
Pues en la fuerza estaba su derecho.
«Respondo que jamás se persuadían
A que el maduro viejo así viniese
Sin que bastante número trújese,
Por más que el desengaño desto vían:
Y era que, como gran temor tenían,
Forzoso había de ser les pareciese
Grande también la fuerza más pequeña,

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Que el miedo, y más si es justo, así lo enseña.
«De donde, es cosa llana y conocida
Cómo la culpa destos era grave,
Pues sólo en el lugar donde ésta cabe
La tímida pasión tiene cabida;
Aunque también estaba reprimida,
Por ser la escoria, el cisco y el relave,
Que apenas de sí misma se fiaba
La gente que para esto se juntaba.
«El ínclito Virrey, considerado
En cuánto riesgo estaba Quito puesto,
Y cómo por motivo y causa desto
Andaba el reino de uno y otro lado,
Habiéndolo primero consultado
El pro y el contra, medio y fin propuesto,
Hallaba por forzoso y conveniente
Enviar con brevedad fuerza[30] de gente;
«Al menos la que entonces parecía,
Que junta con el tercio valeroso
Del General solícito y mañoso
Para allanar a Quito bastaría,
Temiendo que de mal en peor iría
El aclarado vulgo sedicioso
Y que la sanidad de su dolencia
Estaba en acudir con diligencia.
«Mas porque el son de trompas y atambores
Contra el pariente pueblo batizado[31]
No perturbase súbito al ganado
Y escándalo causase en sus pastores,
A causa de que no eran sabidores
Del punto a que el traidor había llegado,
Le pareció al Virrey cauto y discreto
En junta descubrilles el secreto.
«Pues convocando mitras y coronas
De obispos y de graves religiosos,
Caudillos de sus órdenes famosos
Y célebres en todas cinco zonas,

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Con seculares pláticas personas,
De sanos pechos y ánimos celosos,
Les declaró su fin y causas dello
Para justificar la suya en ello;
«Pidiéndoles que en tales ocasiones,
Pues era tan conforme a sus oficios,
Al sumo Dios hiciesen sacrificios[32],
En cuya mano están los corazones;
Para que, no mirando las traiciones
Y siempre perpetrados maleficios,
Por sola su bondad y ardiente pecho
Les alargase el brazo en tal estrecho.
«Después que la sagrada compañía
Hubo las graves culpas escuchado,
Atónita miraba a don Hurtado,
Sintiendo luego bien de lo que hacía;
Porque, como las cartas detenía
Y Quito era lugar tan apartado,
Estaban casi todos ignorantes
De que tuviese causas tan bastantes.
«Pues con el parecer común resuelto,
Mandaba al mismo punto hacer la gente,
La cual se levantó ganosamente
Contra el perjuro bando desenvuelto;
Con el tumulto bélico revuelto
Turbaba Rimac[33] y a su cana frente,
Oyendo por aquella y esta parte
La ronca y fiera voz del fiero Marte.
«Maestre era de campo un caballero,
Don Francisco de Cárdenas llamado,
Varón de calidad, acreditado,
Y en estas ocasiones el primero,
A quien el bando y número guerrero
Para llevarle a Arana fué entregado,
Con bastimentos, armas, municiones,
En dos aparejados galeones.
«Todo lo cual, admiróme, se hacía

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Con suma brevedad y diligencia,
Por el conato grande y vehemencia,
Astucia y prevención de don García;
Demás de que llegaban cada día
Avisos cómo aquella pestilencia
Iba cundiendo a más andar[34] por todos,
Tanto, que ya los polvos eran lodos.
«Pues fuera de las culpas declaradas,
Llegaba a la ciudad Limense nueva
De haberle cometido la más nueva
Y grave sobre todas las pasadas.
¡Oh mísero de aquel que sus pisadas
Alguna vez por tal camino lleva,
Donde es incierta siempre la salida
Y cierta a cada paso la caída!
«Fué, pues, que cuando ya el botón se abría
De la cerrada noche tenebrosa,
Y la mañana, pura y fresca rosa,
Rompiendo su capullo parecía,
Ciega del todo cierta compañía
De aquella parte infiel y criminosa,
Se fueron a palacio con intento
De dar a los Oidores fin violento.
«Adonde, con la trápala y ruido,
Se puso incautamente a una ventana
Un triste mozo en flor, de edad lozana,
Pariente de Zorrilla conocido,
A quien del bando fiero y descreído,
Creyendo que era oidor, ¡oh gente insana!
Enviaron una bala en fuego envuelta,
Que le dejó del cuerpo el alma suelta[35].
«Los senadores, viendo aquel pedrisco,
Furioso temporal y turbulento,
Se retrujeron todos a un convento
Por nombre del Seráfico Francisco;
Donde, como el ganado en el aprisco,
Todo encogido, mudo y tremulento,
Estaban esperando a que llegase

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Quien desta gran ventisca los librase.
«El Visorrey[36], sabiendo lo pasado,
Marchaba para el puerto diligente,
Adonde, haciendo muestra de la gente,
La encomendaba luego al mar salado,
Habiendo al don Francisco el orden dado
Con instrucción[37] en todo conveniente,
Y aviso al General por tierra junto,
Para que así estuviese todo a punto.
«Y porque se entendió que en Quito andaban
Algunos sacerdotes[38] poco sabios,
Que al vulgo en sus siniestros y resabios
Con malos pareceres ayudaban;
De los que en Lima doctos se hallaban,
Por clara confesión de ajenos labios,
Enviaba las contrarias opiniones,
O, por mejor decir, demostraciones.
«Y sus prelados mismos daban orden,
Habiéndose entendido convenía,
Que el que tuviese cargo o prelacia
Quedase sólo subdito en su orden;
Y aun por el mal ejemplo y gran desorden,
Que en otros más castigo merecía,
Por ser los que atizaban a la guerra,
Eran echados luego de la tierra[39].
«Al General tras esto despachaba,
Aun antes que por él se le pidiese,
Licencia y facultad con que pudiese
Marchar a la ciudad, de[40] donde estaba;
Porque si con la gente que se hallaba
Buena sazón de entrar se le ofreciese,
No por habérselo antes impedido,
Dejase de aceptar el buen partido.
«Consideró que el pueblo, asegurado
Con que jamás Arana lo entraría,
Pues el Virrey vedado se lo había,
Pudiera ser abrirse de algún lado;

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Por donde, no viviendo descuidado,
Calase el General su compañía,
Teniendo llano a Quito, si pudiese,
Primero que el de Cárdenas viniese.
«La prevención le fué tan importante,
Que el punto del[41] negocio estuvo en éste:
Sin duda alguna espíritu celeste
Andaba disfrazado en su semblante,
Pues mal pudiera un hombre ser bastante
A prevenir así las cosas que éste[42],
Si solamente fuera acá del suelo,
Y no, como sospecho yo, del cielo.
«Mirad en lo que digo si lo era,
Que en siendo la licencia despachada,
Ya el presto General para la entrada[43]
Enviaba a suplicar que se le diera;
Así que, para cuando se pidiera,
Era por él cualquiera cosa dada,
Pues nadie por alguna de allá vino
Que ya no la tomase en el camino.
«Mas, no se contentaba solamente
Su ingenio solertísimo[44] con esto,
Ni con haber enviado así tan presto
El poderoso número de gente;
Porque para mostralle[45] más potente
Al reino removido y descompuesto,
Enviaba acá y allá copiosas listas
Para causar temor do fuesen vistas;
«Echando fama que iban municiones
Y tan extrañas máquinas de guerra,
Que al pecho donde más valor se encierra
Hiciera andar en flacas opiniones:
Todo para bajar los corazones
De aquellos que se alzaban de la tierra,
Abriendo en los de Quito puerta al miedo
Y en los del General a más denuedo.
«De suerte que en el fin que pretendía

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No le quedaba medio que pusiese[46],
Ni paso que tomado no le hubiese
Al tiempo que tomalle convenía;
Por do, si todo bien le sucedía,
Era razón que bien le sucediese,
Si está en razón que el fin se proporcione
Y diga con el medio que se pone.
«El último que puso echaba el sello,
Que echálle sobre todos solo pudo,
Y fué certificar al pueblo rudo,
Dado que no bastase todo aquello,
De que para segar su duro cuello,
Corriendo el riguroso filo agudo
En fe de su acusada rebeldía[47],
Él en persona raudo partiría.
«¡Oh voz tan eficaz y poderosa,
Que bien mostraba ser la voz postrera!
Hizo temblar a todos la contera[48]
Y comenzó la gente a estar dudosa;
Corrió la voz por ellos silenciosa,
Haciendo que allanaran la carrera
Y la torcida senda enderezasen,
Por donde al natural señor tornasen.
«No fué la voz dar voces en desierto,
Que ya de casa en casa discurría,
Y en una de secreto se decía
Cómo venía de gente el mar cubierto;
En otra, se trataba ya por cierto
Que Arana en la ciudad entrado había,
Creciendo el miedo en esta coyuntura
Aun más de lo que tiene de estatura.
«Ya el corazón más firme vacilaba,
Y al más enhiesto vierais cabizbajo;
Ya el que solía tirar revés y tajo
En todas sus razones se atajaba;
Ya el más placero[49] en casa se encerraba,
Do, hablando a su mujer en tono bajo
Ya hurto de los hijos, le decía

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Lo que por todo el pueblo se rugía.
«Los pérfidos confunde y los abisma,
Causándoles la voz crugir de dientes,
Y viste de unos ánimos valientes
A los que están desnudos deste cisma;
De suerte que la causa es una misma,
Y salen los efetos[50] diferentes,
Pues hace que se estrechen malos senos
Y vayan ensanchándose los buenos.
«Cual hace el trueno, a cuya causa queda
La densa y parda nube en rompimiento,
Que al inocente niño da contento
Y mata al gusanillo de la seda;
O como el que la clíptica[51] vereda
En caluroso y raudo movimiento
Ya tiene tan trillada con su carro,
La cera ablanda y endurece el barro.
«Decidme, ¿es el traidor sino gusano,
Que cuanto hila y teje de marañas
Lo tiene de[52] sacar de sus entrañas,
Muriendo al fin él mismo por su mano?
Y el ánimo no zaino[53], sino sano,
¿Es más que niño[54] dado a buenas mañas,
Pues cuanto va ni viene no le cuida[55],
Que en todo su inocencia le descuida?
«El fido que somete al yugo el cuello
Y va derechamente su carrera,
Es justo se compare con la cera,
Adonde imprime bien el rey su sello;
Mas, al que en la sazón de obedecello
Rehuye la cerviz erguida y fiera,
Podrá llamarse barro endurecido,
A polvo y luego a nada reducido.
«Y aquella voz terrible y espantosa
No es fuera de razón llamarla trueno,
Si luego que la echó el Virrey del seno
Rasgó la nube densa y procelosa,

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Pues, como digo, fué tan poderosa,
Que quien tiraba en Quito más del freno
Andaba ya compuesto en sus resabios,
Mordiéndose las uñas y los labios.
«Apoderóse el miedo afeminado,
Mediante aquel sonido bravo y fuerte,
En los rebeldes ánimos de suerte,
Que el más fogoso estaba más helado,
No revolviendo de uno ni otro lado
Sin encontrar la imagen de la muerte,
Ni ver seguridad en cosa alguna
De cuantas muda y vuelve la fortuna.
«Pues yendo así la voz de mano en mano,
A la cabeza vaguida llegaba
De un Vega, que las[56] otras gobernaba,
Caudillo del ejército tirano;
Adonde no haciendo el golpe en vano,
No sólo el trueno della le atronaba,
Mas dio sobre él con furia tan violenta,
Que, por su bien, al fin cayó en la cuenta.
«Estando, pues, cual veis que estaba Quito,
Tan sacudido, libre y descompuesto,
Jamás en proseguir el mal tan puesto,
Ni de querer tornar al bien tan quito;
Ya para hacer balance y finiquito,
Ya desta vez metido todo el resto,
Ya puesto en tres a punto de primera[57]
Y brujuleando ya con la postrera;
«Ya que la banda pérfida tenía
Dos mil, si no eran más, amotinados,
Todos a punto, ya determinados
Al venidero, triste y negro día
En que el civil asalto y batería
Se había de dar al Rey y sus aliados,
Por secutar mejor su mal intento,
Viniendo de una vez a rompimiento;
«Ya que la dura tierra estaba en punto

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A canto, a pique, a nada de hundirse,
Y en ocasión igual de destruirse,
El reino del Pirú[58], y aun éste junto[59];
Y cuando estaba ya, según barrunto,
Un falso rey no lejos de elegirse,
La fuerza del tronido fué de modo,
Que presto lo dejó deshecho todo.
«Porque, según os dije, el de la Vega,
De lícitos temores ocupado,
Al tiempo que el ejército aprestado
Ya no esperaba más que la refriega;
Aquella precedente noche ciega
Dejó secreto el bando conjurado,
Viniéndose do Arana residía
Con treinta de su lado y compañía.
«Llerena[60] se nombraba el uno dellos,
Maese de campo a falta de Bellido,
Y Castañeda el otro convertido,
Con otros no de tanto nombre entre ellos,
Que al General, mostrando humildes cuellos
Y haberse de su culpa arrepentido,
Rogaban que a merced los recibiese,
Si su enmendado fin lo mereciese.
«El cual, sagaz, a todos admitía,
Y visto que con esto fácilmente
Se le iba ya pasando alguna gente
Y en Quito a los Oidores acudía,
Habiendo echado cuenta que estaría
Vecino ya el socorro diligente,
Con el lugar, el tiempo y la ventura
Determinó gozar la coyuntura.
«Era, si bien me acuerdo, quien le instaba
Sobre que la ciudad entrada fuese,
Puesto que a su cuidado lo tuviese
El cauto General, que en todo estaba,
Heredia, y quien mejor el resto echaba
De todo su interés, sin intereses,
Mas que servir al Rey con limpio celo,

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Que es el que puede haber acá en el suelo.
«Pues, dando aviso Arana a los Oidores
Ya un bando de sesenta vizcaíno,
Con quien se carteaba[61] de contino,
Por ser sus conterráneos y fautores,
Para que, sin sen tillo los traidores,
Saliesen a una parte del camino
A franquealle un paso peligroso,
Marchaba a Quito, el viejo presuroso.
«Tal priesa[62] y buena maña supo darse,
Que cuando en la ciudad vino a entenderse,
De atónita no supo qué hacerse,
Ni en tanta confusión determinarse;
Sus brazos, no pudiendo levantarse,
Quedaban como yertos sin moverse,
Cual si tocados fueran del torpedo[63],
Mas tanto puede, y más, un justo miedo:
«Que como estaban todos tan dormidos
Y de que entrase Arana descuidados,
Quedaban con su luz encandilados
Y con la turbación amodorridos;
Los ágiles de miembros, entumidos,
Los de fervientes pechos, resfriados,
Cual queda el agua cálida que hervía
Echando en ella un golpe de la fría.
«De suerte que ninguno fué bastante
A detener el curso de su entrada,
Por se quedar la turba tan turbada,
Que atrás no daba paso ni adelante;
Entonces ya la Audiencia rozagante,
De gozo y de su gente acompañada,
Ya el cuello enhiesto y libre del cuchillo,
Salió de la ciudad a recebillo.
«¡Oh, cuan pomposamente vi que entraba
En medio de los graves senadores,
Al son de claras trompas y atambores,
Que dulce en fieles ánimos sonaba!

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En alto el estandarte tremolaba,
Y las banderas varias en colores,
En vigorosos brazos sostenidas,
Iban al blando céfiro tendidas.
«En siendo desta suerte recebido
Y del rebelde asiento apoderado,
Alzó cabeza el ínclito Senado,
Haciéndola bajar al más erguido;
Y comenzó a llevar su merecido
El ánimo inocente y el culpado,
Restituyendo el filo a la justicia,
Que tan mellado tuvo la malicia.
«Todo lo cual a sombra y al reparo
Del General entrado se hacía,
El cual en este tiempo no dormía,
Aunque era su velar a muchos caro,
Pues en la muda ausencia del sol claro,
En otra cosa apenas entendía
Que en adornar los altos corredores
Con estirados cuerpos de[64] traidores.
«¡Qué horcas eran dellos ocupadas,
Qué jaulas de cabezas bastecidas[65],
Qué de soberbias casas abatidas
Y por su corrupción de sal sembradas[66];
Qué prósperas haciendas confiscadas,
Qué plagas[67] de las honras y las vidas:
Castigo merecido y justa pena
Del que contra su rey se desenfrena!
«Con esto, ¡qué clamores, qué gemidos
Lanzaban de dolor mujeres bellas!
Parece que punzaban las estrellas
Sus penetrantes voces y alaridos;
Las bien casadas, ya por sus maridos,
Ya por sus caros padres las doncellas,
Al aire trenzas de oro repartían
Y bellas manos candidas torcían.
«Crece la pena, el daño y el tormento,

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Las lástimas de verlo apriesa crecen,
Los niños y las madres enternecen,
Moviendo los peñascos de su asiento;
Al suelo, al aire, al fuego, al firmamento
Esponjan, rasgan, queman, estremecen
Con llantos, voces, gritos, peticiones
Sus ojos, lenguas, pechos, corazones.
«Y aunque es verdad que el duelo se templaba
Con ver la calidad del maleficio,
Adonde la justicia de su quicio
Ni su nivel un punto se apartaba;
Con todo, sé decir que no dejaba
El tierno corazón de hacer su oficio,
Y más las que de suerte lo[68] tenemos
Que de cualquiera cosa nos dolemos.
«Mas, dado que todo me dolía
Y derramaba lágrimas por ellos,
Cargando sobre mí la pena dellos,
Como la que del mal también sabía;
Ninguna cosa más me enternecía
Que ver, como lo vi, morir entre ellos
Un viejo que acusaron por aleve[69],
Más blanco ya que el copo de la nieve.
«Mas, ¡que cayese aquél en ser perjuro,
Estando en lo postrero de su vidal
¿Quién esperara, entonces, tal caída?
Pero cayóse el triste de maduro:
¡Oh frágil ser humano mal seguro,
Pues en tu breve término y medida
No hay hora, cuanto y más[70] edad, segura,
Que verde se corrompe y aun madura!
«Quedaba el infelice viejo cano,
Después de estar decrépito, corruto[71],
Porque maduro bien se pudre el fruto
Si, en viendo que lo está, no le echan[72] mano;
¡Oh muerte! aquí era bien llegar temprano,
Pues si vinieras antes un minuto,
Él fuera en su sazón por ti cogido,

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Y no del pie del árbol, ya podrido.
«Mas estas, Parca, son tus mañas viejas,
Que para quien te espera nunca asomas:
Lo que era bien dejaras, eso tomas,
Y lo que bien tomaras, eso dejas:
Bien que en el fin a todos emparejas,
Mas, ¿no será mejor que siempre comas
Del fruto en su sazón y no en su verde,
Ni cuando de guardado se nos pierde?
«Como el tembloso viejo se perdía,
Estando a vista ya de la posada,
Por sólo que al salir de su jornada,
Se descuidó en torcer la recta vía:
Pues como tal castigo se hacía,
La tierra, al fin, quedó tan afrentada[73]
Y tan escarmentados sus vestiglos,
Que se gozaba en paz por largos siglos.
«Estaba cuanto digo ejecutado
Antes que don Francisco allí viniese.
Que como a la Puna llegado hubiese,
Daba noticia dello a don Hurtado;
De donde se volvió por su mandado,
Haciendo que la gente se estuviese,
Mas que pasase a Quito parte della
Para lo que quisiese Arana en ella.
«Yo, que en admiración me arrebataba
De ver cesar de golpe tanto estruendo,
Estaba preguntándome, durmiendo,
Si aquello era verdad o lo soñaba;
Que, visto cuan a canto[74] el reino estaba
De ser ceniza, al paso que iba ardiendo,
Era para causar espanto sumo
Que fuego tal se fuese todo en humo.
«¿Quién, viendo tanta máquina y quimera
Con tan soberbias torres levantadas
Y el cúmulo de cosas marañadas[75]
Venirse a deshacer en tal manera,

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A ley de buen discurso, no dijera
Cómo eran cosas más para soñadas,
Según el alboroto y el ruido,
Sólo con despertar desvanecido?
«Y, así, por una parte juzgo cierto[76]
Ser sueño lo que deste Apó he contado,
Pues mal pudiera, estándose sentado, .
Apaciguar tan bravo desconcierto;
Aunque, por otra, el ver con qué concierto
Y distinción me fué representado,
Me obliga y hace fuerza en que lo crea,
Dado que vanidad[77] y sueño sea.
«Al menos una cosa en esto hallo,
Que si, como me dan sospechas dello,
Saliere el joven célebre con ello
Y su valor viniere a secutallo[78],
El modo y proceder en revelallo
Habrá seguido el orden de hacello,
Pues lo que fuera sueño en el obrarse
Por sueño habrá venido a declararse».
Con esto dio la bárbara hermosa
Remate, conclusión y finiquito[79]
Al cuento o cuentas frivolas de Quito,
Que no debió de serle fácil cosa;
A mí me ha sido bien dificultosa,
Por ser de cuanto falta y queda escrito,
El reventón más áspero y fragoso,
Estéril, intricado[80] y peligroso.
Talgueno, que de gozo en sí no cabe,
«La cosa, dice, en esto más extraña
Es que saliese un hombre a pura maña
Con hecho tan difícil cuanto grave;
Ninguna es bien que tanto se le alabe
Como el haber deshecho tal maraña
Con mano tan sutil y tal estilo
Que no se le quebrase un solo hilo.
«¿Qué médico tan médico supiera

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Hacer que una postema tan hinchada,
Ya por algunas bocas reventada,
Con bien de la salud se resolviera,
Y sin que sangre o fuego interviniera,
Ni punta de lanceta ni lanzada,
Quién la dejara limpia y tan vacía
De cuanta corrupción en sí tenía?
«Con gran ventaja pienso yo que ecede[81],
Y no hay para qué en ello se litigue,
Lo que por arte y maña se consigue,
A lo que la absoluta fuerza puede;
Pues el saber, del ánimo procede,
Mas el vigor al cuerpo sólo sigue,
Por donde tanto más la industria vale
Cuanto es mejor la causa de do sale».—
«Yo, dice Tucapel, no tomo en cuenta
Las trazas ni los medios estudiados,
Que se los dan los hombres asentados,
Mirando desde el puerto la tormenta:
Que Arana se pusiese con cincuenta
Al golpe de dos mil determinados,
No siendo en ayudalle Tucapelo,
Eso es para asombrar a tierra y cielo.
«Y para mí, más pienso que hacía
En esperar que el pérfido viniera,
Que, si saliendo acaso, le rompiera
En parte que excusallo no podía;
Pues mucho más arguye de osadía
El que de intento al bravo toro espera,
Que quien sin intentar ponerse al trance
Hace necesitado algún buen lance.
«¿Podrásme tú negar, Talgueno hermano,
Quién hizo más: hablando Colocólo[82],
Oyo con toda España opuesto solo
Cuando perdí dos dedos desta mano?
No hay para qué dudar lo que es tan llano,
Porque será negar la luz de Apolo,
Querer que a los del coso se prefiera

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El que mirando está de la barrera».
Cortó Quidora en esto la contienda,
Por excusar la réplica del dueño,
Diciéndoles: «Aun falta de mi sueño
La cosa más terrible y estupenda;
Por quien[83] será mejor que se suspenda
El auditorio, en número pequeño,
Y no por disputar en vano agora
Si la cabeza al brazo se mejora.
«Aunque es tan misteriosa y tan escura,
Que no sé yo quien pueda percebilla,
Pero diré yo el sueño con decilla,
Y diga quien pudiere la soltura[84];
De mí será mostraros la figura,
Que, yo fiadora, os cause maravilla,
Y del que fuere en sueños más cursado[85]
Decir a los demás lo figurado.
«Por una gruta negra y espantosa
Adonde luz escasa parecía,
Un drago ferocísimo salía
Lanzándose en el mar con sed rabiosa;
Y una dañina banda cudiciosa
De voladores grifos le seguía,
Que reparando[86] el sordo y raudo vuelo,
Sacaban rica presa deste suelo.
«Mas, cuando se tornaba ya gozoso
El drago con el hurto y presa nueva,
Salió tras él bramando de una cueva
Un bravo león de cuello vedijoso,
Que contra el mar y viento proceloso
Iba de su vigor haciendo prueba,
Hasta que ya, cogiéndole en sus brazos,
Al ávido dragón hacía pedazos.
«Yo, que de la Verdad, mi compañera,
Saber qué fuese aquello deseaba,
Del sueño a vuestras voces despertaba,
Quedándome ignorante de qué era;

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No sé en el mundo cosa que no diera
A trueque de entender lo que soñaba,
Si no es haber hallado a mi Talgueno,
Dar todo lo demás, daré por bueno».
Lo mismo el auditorio suspendido
Estaba allí, señor, significando,
Al tiempo que de súbito ladrando
Un perro del pastor entró herido,
Que por entre los bárbaros metido,
Y su dolor por señas declarando,
No viendo en todos ellos la que busca,
Se parte a la recámara en su busca,
Guemapu, que lo ve, se altera tanto,
Y los presentes huéspedes de vello,
Que saltan luego a ver lo que es aquello,
Cesando de[87] la plática entretanto;
Donde podrá también cesar mi canto,
Pues ultra de faltarme ya el resuello,
Mientras hubiere tráfago y ruido
No puede ser el canto bien oído.

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CANTO DÉCIMOSÉPTIMO
Llega Pilcotur a la majada, enviado por Caupolicán, en busca de Tucapel y Talgueno. Dales cuenta de la
batalla de Biobio, refiriendo la arenga y persuasión que Galbarino hizo al Senado, mostrando sus
cortadas manos, y cómo, a causa desto, había resultado en todos nueva indignación para hacer la
guerra, aborreciendo todo lo que oliese a medios de paz. Descúbrese el encubierto bárbaro Molchén[1]
con el secreto de su nacimiento; ofrece Guemapu a su hija Llarea[2] para que declare el sueño.

Ofalta variedad, con frasis llano


Cualquiera compostura desagrada,
Que el obligado vale solo enfada
Si no se mezcla el resto a cada mano;
Si por quebradas vais, queréis un llano,
Y si por mucho llano, una quebrada,
Por dar en rostro un modo de camino,
Y aun el faisán comiéndose contino[3].
Si todo fuera Chile ensangrentado,
O turbación y estrépito de Quito,
O fábulas de amor, fuera infinito,
Un duro estilo y método cansado;
Mas, ir de todo junto entreverado,
Engaña y entretiene al apetito,

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Que el blanco de su gusto tiene puesto,
Cual dicen, en picar de aquello y desto.
Pues yo, que voy siguiendo historia larga,
Si nunca me apartase de un sendero,
¿Qué cuerpo bruto, qué anima de acero
Pudiera tolerar tan grave carga?
Que como la verdad desnuda amarga
Si no la viste el blando lisonjero,
Así cualquiera historia sale fea
Si con la variedad no se hermosea.
Y no hay para que nadie diga que ésta
En escritura auténtica no cabe
Porque su autoridad se menoscabe,
O porque en opinión[4] la deje puesta;
Pues va más adornada y más compuesta
La dama cuando tiene más de grave,
Que, sin adorno, falta el aire y brío,
Y la materia en carnes tiene frío.
No faltarán primeras intenciones
Que juzguen esta traza no por buena,
Mas esto[5] no me da ninguna pena,
Pues bien sé yo que en todo hay opiniones
Y más diversidad de condiciones
Que granos en el médano de arena,
Y que éstos aun es fácil que se cuenten,
Respeto[6] de que aquéllas se contenten.
Yo quise, sin que nadie me llevara,
Echar por esta parte mi carrera,
Y sé que así que así[7] lo mismo fuera
Cuando por otro rumbo navegara;
Mas ya me vuelvo a Chile, patria cara[8],
Que há mucho que salí de su ribera,
Andando vagaroso[9] y peregrino
Por mal abierto y áspero camino.
Sosiegue Quito y salten los pastores
De ver en su mastín la llaga cruda,
Porque es la historia llana imagen muda,

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Que habla, si la pintan de colores;
Y porque para tantos mordedores
Es menester un perro, y aun de ayuda,
Y recogerse el hombre a las majadas,
Huyendo de su corte y navajadas.
Aquí, señor, me pienso estar un rato,
Por ver en lo que para el alboroto,
Que a sitio tan pacífico y remoto
No deja de llegar algún rebato;
Visto el pastor[10] la guarda de su hato,
Entrar corriendo sangre, un muslo roto,
Airado salta y sale del pajizo
Para dañar al que este daño hizo.
Mas ve que viene un indio de corrida,
Parece que en alcance del resuello,
La cara polvorosa y el cabello,
Más triste que un amante de partida;
Con su listada manta retorcida,
Atravesada al cuerpo desde el cuello,
Y de sudor brotando gruesas gotas,
Que corren de la frente a las ojotas.
Carcaj de piel de tigre variado,
Que las plumosas flechas encerraba,
De los robustos hombros le colgaba,
Sonando ya de aquel, y a deste lado;
Y el arco más que grana colorado,
Que la nervosa cuerda sujetaba,
A quien su dueño sólo daba vuelo
Para clavar las jaras en el cielo.
Desta manera el bárbaro venía,
Ya medio trote, paso desta gente,
Al cual caminan todos largamente
Tres veces cuatro leguas en un día;
Talgueno conocerle ya quería,
Mas, porque le estorbaba el sol de frente,
La mano, como suelen, puso en ella,
Para favorecer la vista della.

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Reconoció mirando, y satisfecho
De que era Pilcotur[11], su primo hermano,
Desarrimó la frente de la mano,
Y dióse un golpe súbito en el pecho;
Tras esto, adelantándose algún trecho,
Se parte a recebir[12] al araucano,
Que luego fué de todos conocido
Y con solene[13] aplauso recebido.
Mas él, maravillado, se traspuso
De ver al que juzgado había por muerto
Ya surto en el vital y dulce puerto,
Sin que supiese cómo allí se puso;
Y no quedó Talguén menos confuso
De haber en tal paraje descubierto,
Sin entender el fin a que venía,
El que de sus parientes más quería.
En esto, ya en la casa de Occidente
Molduras de oro fino se labraban,
Que con su resplandor manifestaban
Querer entrar en ella el sol fulgente;
El cual sus ojos puestos en Oriente,
Que solos sobre el agua le quedaban,
Y haciéndole un humilde acatamiento
Se retiraba al húmido[14] aposento.
Apenas hubo puéstose Timbreo,
Cuando la madre triste de Megera
Echó con libertad el cuerpo fuera,
Que tuvo en su depósito Nereo;
Y en prendas o señal de su trofeo
Enarboló su lóbrega bandera,
A cuya sombra está la compañía
Que por su mal obrar desama el día.
Recógense a la choza todos luego,
Adonde refiriendo a lo que viene
El mensajero, atónitos los tiene,
Y helados, aunque estaban junto al fuego;
Espántanse de oir tan duro juego

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Y la sangrienta lucha tan solene,
Que así manchó de almagre el atavío
Y venerables canas de Biobío.
«Tres horas, dice el Indio, peleamos,
Con suspensión igual de la fortuna,
Hasta que de la próxima laguna,
Ya faltos de vigor, nos abrigamos;
Do tanto los alientos refrescamos,
Que sin poder valelle fuerza alguna,
Al Español ufano retrujimos,
Y por sus pabellones le metimos.
«Mas luego por el mucho esfuerzo y maña
Que el belicoso joven supo darse,
El campo nuestro vino a retirarse,
Perdiendo parte del con la campaña;
Y aunque ésta al fin quedó por los de España,
Bien poco les quedó de qué alabarse,
Pues de vencer llevaron sólo el nombre,
Dejando mucha sangre con un hombre[15].
«Con todo, fueron pérdidas dispares,
Pues tanto les creció la fuerza y bríos,
Que si ellos de la suya hicieron ríos,
Nosotros de la nuestra hicimos mares;
Por donde, ya sin almas, a millares
Andaban sobreaguados[16] cuerpos fríos,
Bebiendo cuanta sangre allí podían,
Según la sed que della padecían.
«Allí rindió Mancón[17] al duro hado,
Su espíritu y valor jamás rendido;
Allí, sin que pudiera ser valido,
Quedó del suyo Guérpoco privado.
¡Oh triste sol infausto y desdichado,
Que viste allí un estrago tan crecido,
Y más infausto yo, pues gozo aliento,
Estándome la muerte más a cuento[18]!
«Si entre ellos me la diera el cielo esquivo,
¡Oh cómo para mí se hubiera abierto!

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No porque yo quisiera, siendo muerto,
Salir de cuanto mal padezco vivo,
Pues éste ya no fuera buen motivo
A un hombre en las desdichas tan experto,
Sino porque siguiéndolos en muerte,
Participara yo su buena suerte.
«Si viérades, indómitos guerreros,
Los daños que yo vi ¡nunca los viera!
Aunque ninguno fué de tal manera
Como no ver allí vuestros aceros,
Pues nunca, si pudiera entonces veros,
Arauco a tales términos viniera,
Ni usaran de sus pies los araucanos,
Teniendo de la suya vuestras manos.
«¿A dónde o cómo habéis estado ausentes,
Gastando en ocio tanta valentía,
Sin ver las fieras muertes de aquel día,
Libradas en amigos y parientes?
En cargo sois, ¡oh pechos eminentes!
A vuestro grande esfuerzo y osadía,
El interés y gloria que ganara,
Si a tanto mal presente se hallara.
«Mas, aunque muchas cosas hubo, amigos,
Con que moverse un áspide pudiera,
Dejadas todas juntas, yo quisiera
Que de una sola fuérades testigos:
Fué tal, que aun a los propios enemigos,
Helada ya la cólera, doliera,
Pues mientras que la herida está caliente,
Aun el que la recibe no la siente.
«El caso fué, mas es tan duro el caso,
Que dudo si podré tener aliento
Con que llegar al fin de lo que intento
Primero que el dolor me corte el paso;
Pues yo no soy[19] cortado[20] del Caucaso,
Ni recebí de tigres alimento,
Para que no desmaye en el camino
De tus fragosidades, Galbarino.

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«Mas yo las pasaré ligeramente.
Por más que con razón te ofendas dello,
Templándome el pesar que siento en ello
La causa del placer que está presente;
Pues como el triste, a vueltas, de otra gente
A dura sujeción rindiese el cuello,
Sólo por ser la vida a su desgrado[21],
Fué sólo de la muerte reservado.
«Envióle del ganado alojamiento
El Español, sin manos, a su tierra,
A fin de que ella toda y cuanto encierra
Viniese de temor a rendimiento;
Y cuando en general ayuntamiento
Tratábamos las cosas de la guerra,
Contándole por muerto con los otros,
El mísero arribó sobre[22] nosotros.
«Entró de la manera que venía
Al tiempo que en el ínclito Senado
Sobre seguir o darse a don Hurtado.
Muchos y varios plácitos[23] había;
Mas, aunque parte del contradecía
Lo que es rendir el cuello no domado,
Los más, mirando el público interese[24],
Eran de parecer que se rindiese.
«Estando la consulta en este punto,
He aquí que Galbarino se presenta
Con sola media túnica sangrienta,
Sangriento el rostro, cárdeno y difunto;
Donde, sin alcanzalle el huelgo, junto
Con una voz cansada y tremulenta,
Echó del seno[25] a fuera los troncones,
Ya vuelta de la sangre estas razones:
«Si tal injuria y término inhumano
Contra mi honor privado sólo fuera
Y ser común a todos no entendiera,
Como lo entiende el impio[26] y crudo Hispano;
Antes, invicto cónclave araucano,

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Allá en el centro escuro me, escondiera,
Que haceros de mi acerbo[27] mal testigos,
Por no vengar con él mis enemigos.
«Mas, como en mí el tirano poderío
Quiere agraviar a todo Arauco junto,
Porque pongáis la mira en vuestro punto,
No reparé en quitarla yo del mío:
Que si, como de vuestras manos fio,
Tomáis el daño déstas por asunto
Para querer vengaros y vengarme,
De todo habré venido a desquitarme,
«Ejemplo os dan en mí de cruda pena,
Y muestra de rigor en lo que os muestro,
Enviándome a que os sirva de maestro
Por quien sepáis venir a la melena[28],
No viendo que aunque soy cabeza ajena,
Soy miembro principal del cuerpo vuestro,
Y no corrupto, inútil ni dañado,
Para que mereciera ser cortado.
«Mirad en el estado que me ha puesto
Ponerme a la defensa del Estado,
Pues yo me estoy cayendo de mi estado
Por sólo que él no caiga de su puesto;
Y bien pudiera yo excusarme desto
Si me quisiera dar por excusado,
Porque con mucho menos que hiciera,
A todos, y aun a mí, satisficiera.
«Mas nunca se le puso por delante
Su bien particular a Galbarino,
Del vuestro, sí, que tuvo de contino[29]
Acompañado el ánimo y semblante;
Pues con torcer su brazo algún instante,
Nunca viniera el triste a lo que vino,
Pero mirando a vos, por no torcello,
Entrambas manos dio y aun daba el cuello.
«yo puse el pecho al agua y aun al lodo
Por sólo el bien que a todos se endereza,

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Y o por guardar del golpe a mi cabeza
Le recebí[30] en las manos deste modo;
Y o he vuelto, como parte, por mi todo,
Hasta dejar partirme pieza a pieza:
¡Mirad si es bien que agora de su parte
El mismo todo vuelva por su parte!
«Mas, si esto no queréis tomar en cuenta,
Fingidme un hombre extraño aquí venido,
Por vuestra fama y nombre conducido,
Para que me venguéis de tal afrenta:
¡Mirad lo que delante se os presenta,
Mirad mi faz, mi cuerpo y mi vestido,
Mirad aquí mis brazos destroncados,
Y como troncos fértiles podados!
«Poned ante los ojos la nobleza
Por vuestros antegénitos[31] ganada,
Y tanto de vosotros sustentada,
Que aun añadisteis codos a su alteza[32];
Y no vengáis agora a tal bajeza,
Cual es dejar su sangre deslustrada,
Si no laváis las manchas de la mía,
Con sólo no mostrar la vuestra fría.
«Por cuanto sufriréis que España diga
Y que de vos el nuevo Apó discante
Que, si antes del, Arauco fué un gigante,
Agora, después del, es una hormiga.
¿Qué veis en él de nuevo? ¿Qué os obliga
A no llevar el crédito adelante?
Pues no son más sus fuerzas a lo menos,
Si vuestras voluntades no son menos.
«Y si ello fuere así, que nunca sea,
En vano hicisteis obras hazañosas,
Pues sirven de que siendo tan hermosas,
Descubran más las faltas de la fea;
Y hacéis que de vosotros no se crea
Haber llegado[33] al fin tan grandes cosas,
Porque por una mala, justamente
Las buenas son de dueño diferente.

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«Pesad con vuestro peso lo que digo,
Antes que algún pesar pueda causaros;
Mas, desto lo que más debe irritaros
Para vengar la injuria del amigo,
Es que imagine el áspero enemigo
Que por temor y mal ha de llevaros
Y que como a los niños con asombros
La carga ha de poneros en los hombros.
«¿De vos ha de tener el vil cristiano
Reputación tan soez y tan ratera?
¿Quién ¡ah! pensara ¡oh cielo! que viniera
A tanta baja el crédito araucano?
A no me haber ganado por la mano[34]
La desa[35] cruda gente carnicera,
Yo mismo, porque tal no imaginara,
Allí delante del me las cortara.
«¿Pensáis que haberme enviado deste modo
A diferente blanco se endereza
Sino a que escarmentéis en mi cabeza
Ya que vengáis, de puro miedo, en todo?
¿Pues sufriréis que os ponga tan de lodo
Un mozo que a nacer agora empieza,
Y que por dos batallas que ha vencido
Sé trate entre vosotros de partido?
«¿No veis que la fortuna, compelida
De su mudable pérfida costumbre,
Los quiere encaramar allá en su cumbre
Para que den allí mayor caída;
Y que les queda poco ya de vida,
Pues lanzan tan de golpe tanta lumbre,
Como la vela que echa llamaradas
Estando en las postreras boqueadas?
Y en los haber así favorecido
Nos hace la fortuna mil favores,
Pues por haceros altos[36] vencedores
Os pone con las nubes al vencido:
¿Qué gloria, me decid, hubiera sido

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Vencerlos, si en valor fueran menores?
¿O cómo se ha de ver el desta[37] diestra
Si el hado no se pasa a la siniestra?
«Pues, entender, gravísimos varones,
Que vienen estos falsos con intento
De propagar su ley o sacramento,
Es engañar los propios corazones;
Pues si ella es buena fe, tendrá razones
Con que convenza nuestro entendimiento
Y no querrá mover las voluntades
Con estas insolencias y crueldades.
«Porque es un manifiesto desvarío,
Que más nuestro derecho y causa esfuerza,
Querer que se reciba a pura fuerza
Aquello que consiste en albedrío;
Y si algo vale en esto el voto mío,
Vuestro robusto brazo no se tuerza
Por entender que al blanco, blanco[38] miran,
Pues no es sino amarillo adonde tiran.
«Este es adonde libran su tesoro
Y no en librar las almas de pecado;
Por éste de sus venas se han sangrado:
¡Tanto con ellos pueden las del oro!
Por éste, más que el turco, inglés y moro,
Sulca[39] la tierra y mar el baptizado[40];
Por éste negará sus padres mismos,
Y bajará por éste a los abismos.
«Por éste y no por más nos hace guerra,
Y si la paz pretende que le demos
Es sólo porque déste le saquemos,
Abriendo las entrañas de la tierra;
Por éste con castigos nos atierra,
Por éste, que es su fin, usa de extremos,
Y por tener sus manos déste llenas,
¡Mirad lo que secuta[41] en las ajenas!
«No sé que más os diga, ni lo siento,
Aunque para moveros, araucanos,

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Bastara verme, cual me veis, sin manos,
Que es el mayor motivo y argumento;
Sólo vuestro provecho es el que intento,
Y cuantos yo tuviere salgan vanos,
Si para mí no tengo que os alcanza
La parte principal de mi venganza.
«A todos toca más que a Galbarino;
Volved por el honor que en vos se encierra,
Haciendo al enemigo cruda guerra,
Que yo abriré sin manos el camino;
Y cuando nos faltare buen destino,
No faltará, a pesar de cielo y tierra,
Contra cualquiera daño y mala suerte
El último remedio de la muerte».
«En este punto el Indio, desangrado,
Quebró de su decir el tierno hilo,
Porque de sangre falto, y no de estilo,
Al duro suelo vino desmayado;
Nosotros, dando allí por apagado
De su vital antorcha ya el pabilo,
Saltamos condolidos a tenello,
Alzándole de tierra el laso cuello.
«Mas luego, restañándole de presto
Aquella poca sangre que tenía,
Sentimos que la llama revivía
En el calor, que dio señales desto;
Que para echarle el alma de su puesto
Golpe ninguno dado se le había,
Y así, fué darle vida fácil cosa,
Aunque la tuvo entonces peligrosa.
«Ninguno allí se halló tan duro pecho[42],
Con ser de todos casi aborrecido,
Que, viéndole, no fuese enternecido,
Y en interiores lágrimas deshecho,
Quedando con la crueza[43] deste hecho,
Todo lo que era trato de partido,
Por general sentencia y común voto,
Disuelto, cancelado, nulo y roto.

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«Y fué por todos juntos acordado
Que luego, sin que más se dilatase,
Contra el osado joven se juntase
Todo el poder inmenso del Estado;
Envió sus mensajeros el Senado,
Ya mí me cupo en suerte que os buscase,
Para que de camino juntamente
Pudiésemos venir haciendo gente[44].
«Háse cumplido bien de parte mía,
Sin permitir un punto descuidarme,
Ni en tan prolijo curso repararme
Un tanto a desfogar la fantasía;
Van acudiendo tantos cada día,
Que debe ya de estar, sin engañarme,
Ejército bastante en la campaña
Para llevarse en peso[45] a toda España.
«Y aun antes que a buscaros me partiera,
Al eco solamente del zumbido
Tal número de gente había venido,
Que en hombros al Olimpo sostuviera:
Toda tan arrogante, brava y fiera,
De corazón tan grande y atrevido,
Que el que las da menores, da señales
De hacellas con el dedo en pedernales.
«Mas entre todos sale y se descuella,
Se muestra, se descubre, se levanta,
Como con la pequeña humilde planta
El encumbrado cedro junto della,
Un mozo que no estima en lo que huella
Lo que a los más intrépidos espanta,
Ni piensa que hay poder en tierra o cielo
Para poder tocalle en sólo un pelo.
«Molchén se dice el joven descubierto,
Hijo, según algunos, de Lautaro,
O como quieren otros, nieto caro
Del ínclito Ainavillo[46], en Maule muerto;
Pero lo que se tiene por más cierto
Es que Peteguelén, el viejo claro,

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Le tuvo en la bellísima Glaroa[47],
De que ella misma dicen que se loa.
«Mas, ora le hayan otros engendrado,
Ora de alguno déstos lo haya sido,
A todos puede ser atribuido,
Honrándose con él el más honrado;
Y siendo tan de cuenta y señalado,
La causa porque del no se ha sabido,
Es por haber estado siempre Oculto,
Cubriendo de sus[48] padres el insulto.
«Porque la madre, es público en Arauco[49],
Que estando deste bárbaro preñada,
Fué con el viejo adúltero hallada
De su marido el príncipe de Rauco;
Y que, por ser su deudo Millalauco[50],
No fué por el paciente repudiada,
Que anduvo por matar al niño muerto
Aun antes que saliese el parto al puerto.
«Pero la astuta hembra tuvo modo,
Que nunca a la mujer le falta en esto,
Con que Molchén en salvo fuese puesto,
Y ella sacase libre el pie del lodo:
Que saben darse maña para todo,
Y en el mayor peligro, así tan presto
Se hallan el remedio que es más sano,
Como si le tuvieran en la mano.
«Y es que naturaleza en cualquier obra,
Con[51] la perfeción[52] que puede, esmalta
Lo que por una parte en ellas falta,
Por otro lo repara, suple y sobra;
Pues como en las mujeres flacas obra
Aquella inclinación de caer en falta,
Según habían de dar los tropezones,
Así las proveyó de los bordones.
«Crióse, pues, secreta la criatura
En un lugar bien lejos del nativo,
Hasta que el triste padre putativo

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Murió dos meses ha de pena pura;
Que entonces por la madre, ya segura,
Fué luego descubierto el mozo altivo,
Haciéndole ella siempre compañía,
Porque sin él no ve la luz del día.
«Mas como le informase un mensajero
Del apercebimiento bullicioso,
No pudo sosegarse de orgulloso
Hasta que se arrojó tras Marte fiero;
Llegó la madre casi a lo postrero
Sobre mudar su intento peligroso,
Mas no le aprovechando cosa alguna,
Le quiso acompañar en su fortuna.
«Hale seguido siempre en el viaje,
Y agora, yo presente[53], en el Senado
Se presentó el mancebo por soldado,
Sin interés de sueldo ni de gaje,
Mostrando estilo, término y lenguaje,
Tan rico, tan cortés y tan cortado,
Que al paso que llevaba en sus razones,
Iba trayendo a sí los corazones.
El veinte de su edad agora empieza,
Mas tiene de la cresta[54] al suelo un salto[55],
Que puesto con Lincoya aun es más alto,
Y saca de los otros la cabeza;
Pero mirado junto y pieza a pieza,
A nadie ha parecido en cosa falto,
Por ser de proporción tan acabada
Que puede por milagro ser mirada.
«No menos es airoso que derecho,
De rostro y pensamiento levantado,
De nadie, sino de hombros derribado;
Es de espaciosa espalda y alto pecho,
Ancho de voluntad, de cinta estrecho,
De pies y de razones abreviado,
De esquiva condición, de intento noble
Y de sencillo trato y fuerza doble.

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«Mas hay en tanto bien un mal terrible,
Que un mal, entre mayores bienes, cabe,
Y es que su mucho bueno se lo sabe,
Teniendo el ser mejor por imposible;
Fuera de que enojado es insufrible,
Porque si empieza, no hay hacer que acabe,
Y ora siga razón, ora la huya,
Ha de salir en todo con la suya.
«Es hombre de gratísimo semblante,
Mientras sin ira está; mas si se aíra.
Asombra con mirar a quien le mira,
Atropellando cuanto ve delante;
Tan duro, incorregible y arrogante,
Que donde ya una vez pone la mira,
Sin reparar adonde va la jara,
Aprieta los pulgares y dispara».
Talgueno, que con grata y sesga frente,
Al primo Pilcotur escucha atento,
Responde, interrumpiéndole su cuento:
«¿Qué cosa habrá perfeta[56] enteramente?
¿Qué tal salud se vio sin accidente?
¿Qué descansada vida sin tormento?
¿Qué cielo tan barrido y espejado
Do no parezca mancha de nublado?
«Sin duda aquel Autor, cualquier que sea,
Que da y ha dado ser a toda cosa,
Pintar ninguna quiere tan hermosa
Do no haya algún borrón o mota[57] fea,
A fin de que por esto el hombre vea
Cómo es su mano en todo poderosa,
Pues le limita el ser, la vida, el modo,
Y El solo, en sí, por sí lo tiene todo».
Así Talgueno dice, y al instante
El bravo Tucapel diciendo salta:
«No sé por qué razón te dan por falta
Ser ¡oh Molchén! soberbio y arrogante;
No siendo tu cimiento tan bastante,

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No fuera bien hacer torre tan alta,
Pero si tanto ahondas cuanto subes,
Seguro puedes ir hasta las nubes.
«Pues anda todo agora tan perdido
Ya tanta confusión el mundo viene,
Que un hombre en la figura que se tiene,
En ésa de los otros es tenido;
Y tanto ya la envidia se ha extendido,
Que quien de ajenas laudes[58] se mantiene,
No haciendo de las proprias su comida,
Ayuno se estará toda la vida.
«Así que, yo no culpo ni condeno
Al que, estribando en lo que el mozo estriba,
Tuviere condición de suyo altiva,
Que en quien lo puede todo, todo es bueno;
Antes me cuadra y llena tanto el seno
Un proceder soberbio y muestra esquiva,
Que su mayor desdén y confianza
Sustentaré por digna de alabanza.
«Holgara de tenerle por amigo,
Y procurara serlo, si no fuera
Por entender lo mal que me estuviera,
Habiendo sido el padre mi enemigo[59];
Y cierto me pesara si comigo[60]
En algo neciamente se pusiera,
Porque pudiendo ser tan buen soldado,
No fuera deste mundo malogrado».—
«Cesad agora deso, amado mío,
Le dice, regalándole, Gualeva,
Pues luego que de vos tuviere nueva,
A bajar a la cólera y el brío;
Y cuando ya con loco desvarío
Venir quisiere el mísero a la prueba,
Le pagaréis el daño de la muerte
Con dársela por ese brazo fuerte».
No dicen ambos más, que Pilcoturo
En gloria de Molchén, así replica:

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«Si es cierto lo que del se certifica,
Bien puede, perdonadme, estar seguro,
Porque jamás se ablande el pecho duro
De aquella que mis penas glorifica,
Si no pregonan del hazañas tales,
Que nunca las oyeron los mortales.
«De un hombre supe yo que lo sabía,
Que aun cuando de los quince no pasaba
Al tigre y al león desquijaraba
Y al bravo toro al yugo sometía;
Al potro más indómito que vía,
No con mayor industria sujetaba
Que con ponelle piernas y apretallo
Hasta que no pudiese meneallo.
«Pues no es menor la fama de ligero,
Antes publican serlo en tanto grado,
Que tiene con el ciervo y el venado,
Y aun va, si quiere, a veces, delantero:
¡Mirad si para ser tan buen guerrero
Como cuantos vinieren y han pasado,
Que merecieron ser llamados Martes,
Tiene el osado mozo buenas partes!
«Y si esto de sus tiernos años cuentan,
Mirad en la robusta edad presente
Lo que será: ¡un asombro de la gente
Y un pasmo a los que más se desatientan!
Bien puede ser que en algo desto mientan,
Y o digo lo que dicen solamente,
Mas, breve, quedaremos satisfechos
De si los dichos dicen con los hechos.
«Agora, pues, que ya yo tengo dada
La cuenta que por vos me fué pedida,
Manifestando el fin de mi venida,
Es justo me la deis de vuestra estada».
Calló con esto y fuéle relatada
La historia que yo tengo referida
De Tucapel, Talgueno y de Quidora,
Queriendo ser Gualeva relatora.

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Dejó maravillado al mensajero
El áspero discurso de la historia.
Aunque le fué después crecida gloria
Saber el venturoso paradero.
Callaban todos, cuando el ganadero
Les trujo, por su fin, a la memoria
El sueño del dragón y cueva escura,
Pidiendo que se viese la soltura[61].
A todos agradó lo que pedía,
Por ser a petición de su deseo,
Y más por entender, a lo que creo,
Que el sabio Pilcotur lo entendería:
Y así, determinado que otro día
Partiesen todos cuatro y el correo,
Instaron que de nuevo propusiera
Quidora lá visión que vio postrera.
Ella, por darles gusto, vino en ello,
Tornando a proponelles el problema,
Sobre que cada cual con ansia extrema
Mil cosas entendió sin entendello:
Hendieran de sutiles un cabello,
Pero el que más agora en esto rema,
Ese camina más a lenta boga
Y en mar de confusión al fin se ahoga.
Alguno en su discurso parecía
Haber interpretado alguna cosa;
Mas, cotejado el texto con la glosa,
En mucho de lo dicho desdecía:
Por donde en más en todos se encendía
La gana de saberlo cudiciosa,
Y es porque, mientras más en algo duda,
La hambre del ingenio es más aguda.
Guemapu, que los mira deseosos,
Y el que también extremo[62] lo desea,
Les dice: «Puede ser que mi Llarea,
Arrimo de mis años tremulosos,
Que suele, para sueños misteriosos,

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Tener una especial y viva idea,
Acierte, aunque mujer, en el sentido
De lo que tantos hombres no han podido.
«Aunque salir agora la muchacha
Sospecho que será a disgusto della,
Que como casi nadie suele vella,
En viendo en casa huéspedes, se empacha;
Lo cual entiendo yo que no es la tacha,
Sino la perfeción[63] de la doncella,
Y es porque la vergüenza en todo caso
Es la mejor vasera[64] de su vaso.
«Mas yo procuraré, como ello os cuadre,
Que el natural temor y su vergüenza,
Aunque le llegue al ánima, se venza,
Por acudir al gusto de su padre».
Rogáronselo todos, y la madre,
Dejando de las manos una trenza
Que para su pastor tejiendo estaba,
Ligera obedeció lo que él mandaba.
Fuese derecha al último aposento,
Adonde la zagala residía,
Que a la sazón un tierno llanto hacía,
Por ver a su Palquín[65] en detrimento,
Y por hacer menor su sentimiento,
Tendido en su regazo le tenía,
Donde, si de razón el perro fuera,
Su mal por tanto bien agradeciera.
Mas, luego que le dijo la pastora
Cómo su caro padre la llamaba,
Se levantó del suelo donde estaba,
Limpiándose las lágrimas que llora:
Ya sale, ya la ven, ya se colora,
Ya la serena vista en tierra clava,
Ya para, ya camina, ya tropieza,
Ya de puro corrida se endereza.
Llegóse al fin, haciendo su mesura[66]
A los guerreros bravos, que de vella

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Se quedan tan turbados como ella,
Por ver tan acabada hermosura;
Contemplan, elevados, su figura,
Y dicen entre sí, colgados[67] della,
Que tanta perfeción, belleza y gala
De más debe de ser que de zagala.
Las dos, Quidora y Guale, que en un punto
La miran y se miran sin hablarse,
Tornándola a mirar para gozarse
Y apacentar la vista en su trasunto,
Dicen callando: «¿Bien tan grande junto
En un rincón pajizo ha de encerrarse?
Mas antes[68] él es digno de tenerla,
Que dentro de la concha está la perla».
Alabánsela al padre dignamente,
El cual, de gozo el ánima bañada,
Dice a la hija el fin por que es llamada,
Habiendo ya besádola en la frente;
Mas ella en regalada voz doliente,
«¿Cómo estaré, le dice, para nada,
Habiendo trastornádome el sentido
El ver a mi Palquín tan mal herido».
Bajó, diciendo así, los ojos bellos
Para que se abrasase el suelo frío,
Dejando al aire diáfano vacío
Del lleno resplandor que daban ellos;
Y como por la clara aurora dellos
Vertiese algunas gotas de rocío,
Quedaba el fresco abril de sus mejillas,
Como al amanecer las florecillas.
Sintiólo mucho más la niña tierna
Cuando en su busca vido que salía
El perro, de quien tanto se dolía,
Gimiendo y arrastrando con la pierna;
Mas luego resonó la voz materna,
Hablando con aquella compañía,
Sobre que no les diese mucho espanto
De ver que su Liaré llorase tanto.

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«Porque sabed, les dice la pastora,
Que si es para las niñas este oficio,
No debe parecer en ella vicio,
Pues cumple, cuando más, los trece agora;
Fuera de que también mi hija llora,
El interés que pierde y beneficio
Si el tierno cachorrillo se muriera,
Que nunca tal desmán el cielo quiera.
«Pues él en todo tiempo la acompaña,
El, de los otros perros la defiende,
El, si la deja alguna vez, entiende
En trastornar el campo y la montaña;
De donde vuelve presto a la cabana
Con el zorzal o tórtola que prende,
Y aun más de cuatro veces le ha traído
Entero con sus pájaros el nido.
«Y cuando llega el tiempo del verano,
Que cogen ya los candidos panales,
El va con los pastores y zagales
Y se lo trae en la boca entero y sano;
El nunca ha de comer por otra mano,
Que si se pasa un sol y dos cabales[69],
Ayuno se estará, como él no vea
Que come por la mano de Llarea.
«Mirad si con razón la zagaleja
Hace por el cachorro sentimiento,
Que, como si tuviera entendimiento,
Agora de sus males se le queja».
Apenas acabó la simple vieja,
Cuando Talgueno les hace juramento
De no salir de allí sin que sanase,
Con tal que la visión interpretase.
Con esto la zagala satisfecha,
Pidió que el sueño fuese relatado,
Para que, siendo della declarado,
La escura cifra del fuese deshecha,
Mas porque ya la cena estaba hecha,
Les pareció a los padres acertado

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Que todo hasta después se difiriese
Para que al gusto nada interrumpiese.
Determinado así, por ver que es hora,
Comienzan a cenar, y en acabando,
Se pone en gran silencio todo el bando,
Atentos al enigma de Quidora;
La cual su voz levanta, mas ahora
La quiero yo bajar, considerando
Que ni es a la salud ni al gusto buena
La música pesada sobre cena.

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CANTO DECIMOCTAVO
Donde, con ocasión de interpretar Llarea el misterioso sueño, toma la mano[1] el autor, arrebatándole el
cuento de la boca, a cantar la felice Vitoria[2] que del inglés Richarte Aquinés se alcanzó en el Mar
del Sur, siendo ya marqués de Cañete y visorrey del Pirú[3] el Gobernador de quien la historia trata,
en cuyo tiempo fué ganada esta ' primer batalla naval en este mar. Llega el canto hasta que don
Beltrán de Castro y de la Cueva, a quien el Marqués encomendó la jornada, sale del puerto.

falso emperador, monarca indino,


H
Señor universal, común tirano;
¡Oh pérfido Interés y cuán temprano
Echas tu marca al pecho femenino!
¡Tan presto las enseñas tu camino,
Que, en viéndolas andar, les das la mano,
Porque de chicas hechas a tratarte,
No puedan, cuando grandes, olvidarte!
Pudiera yo en razón de confundirte,
Ponerte a medio mundo por ejemplo;
Mas yo no sé, Interés, por qué me templo,
Pues todo entero sé que da en seguirte;
No hay hombre que no guste de servirte
Y perfumar las aras de tu templo,
Teniendo en él colgados sus despojos,

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Ya ti sobre las niñas de sus ojos[4].
Pudiera, digo, pues, hacer probanza
De la verdad llanísima que digo,
Trayendo en esta causa por testigo
A cuanto con su vista Febo alcanza;
Mas bien me sacará de la fianza
El canto que dejé y agora sigo,
Adonde la bellísima Llarea
Temprano se vistió de tu librea.
Sin ti ninguna cosa fué bastante,
Ni el caro engendrador ni madre cara,
Para que la visión interpretara
Ni para alzar del suelo su semblante;
Mas luego que, Interés, te vio delante,
Con señas de placer mostró la cara,
Pues que por la salud del perro herido,
Bailó, cual dicen dé!, a tu sonido[5].
Alegre, pues, la bella pastorcilla,
(Al fin como mujer, interesada),
Después de estar la gente sosegada,
Atenta oyó la extraña maravilla;
Y luego con la mano en la mejilla,
Como en profundo sueño sepultada,
Y alguna vez moviendo la cabeza
Se estuvo trasportada grande pieza[6].
Pero después que vuelta en su sentido
Del arrebatamiento que tenía,
Frenó[7] la desbocada fantasía,
Que ya tan adelante había corrido,
Con rostro demudado y encendido,
Tanto, que no ser ella parecía,
Así soltó la lengua represada,
Tras un raudal profético llevada:
«Milagros nuevos, raras extrañezas,
Terribles casos, hechos prodigiosos,
Portentos inauditos y espantosos,
Hazañas peregrinas y proezas,

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Heroicos brazos llenos de grandezas,
Osadas manos, pechos valerosos,
Con otras grandes cosas hay cifradas
En esas breves sílabas preñadas.
«Por esa gruta negra se denota
Un ángulo del mundo, allá una tierra,
Llamada por las gentes Inglaterra,
Que en torno el ancho mar ciñe y escota[8];
La cual, porque le ponen cierta nota
De que en la falsa fe que sigue, yerra,
Estando en sus errores ciega y dura,
Se figuró tan lóbrega y escura[9].
«Por ese fiero drago ha de entenderse,
Quidora, un grande inglés, un gran pirata,
Que con la sed hiposa de oro y plata,
Por un estrecho mar querrá meterse;
Y muchos que tras él han de moverse,
Para matar la hambre que los mata,
Son los alados grifos que tú vías,
Más ávidos que vientres de arpías.
«Y habérsete, Quidora, figurado
En aves de rapiña solamente,
Misterio tiene, y es que aquella gente
Da siempre tras lo puesto a mal recado[10],
Que su alimento en eso está librado,
Y deso vive, aunque es costosamente,
Pues siempre traen las vidas al tablero[11],
Sobre una tabla frágil y madero.
«El venturoso lance y rica presa
Que hizo aquel dragón, parando el vuelo,
Es un despojo grande que este suelo
Dará, por su descuido, a gente inglesa;
Esto será, mas no con tanta priesa,
Que treinta y siete vueltas no dé el cielo[12]
De las con que se cumple cada un año,
Primero que nos dé la deste daño.
«Haráse en Mapochó la rica pesca,

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Porque será de veinte mil dorados[13],
Con otras diferencias de pescados;
Mas, no sabrá el inglés lo que se pesca,
Que allí estará perdiendo el aura fresca
Y dando larga cuerda a sus soldados,
Que no la dar le fuera más cordura,
Pues desto ha de nacer su desventura.
«De allí se irá después con tal reposo,
Que pueda en un pataj Valparaíso
Enviar quinientas leguas el aviso
Al Visorrey de Lima poderoso,
Primero que el cosario[14] perezoso,
De asegurado, intrépido y remiso,
Acabe de salir al mar abierto,
Por irse a su placer de puerto en puerto.
«Irá sin prevención de lo futuro
Sondando sirtes, vados y bajíos,
Y sin dejar quemados los navios,
Por dallos en rescate de oro puro:
Que si les diera fuego, bien seguro
Con pasos perezosos y tardíos
Y sin contradición[15] de cosa alguna,
Pudiera proseguir con su fortuna.
«Que si ha de ser su pérdida causada
De que se dé al Virrey aviso dello,
No les dejando vaso en que traello,
Tuviera la ganancia asegurada;
Pero su condición, de levantada,
Tendrá como en estima de un cabello
Que venga a sus orejas este robo
Hasta que se las haya visto al lobo.
«Parecerále al pérfido britano
Ser imposible haber en Lima fuerza
Que de su paso mínima le tuerza
O pueda hacer su curso menos llano;
Pues nunca habrá podido el peruano
Echalle de sus términos por fuerza,
Y ser, en general, su rica gente

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Para naval conflito[16] insuficiente.
«Esforzará el descuido, fuera desto,
Para que no apresure el lento paso
La torre y casa fuerte de su vaso,
Bastante a todo el mundo en contra puesto[17];
Y el entender que si hay en Lima puesto
Do alguna guarnición se encierre acaso,
Ni munición tendrá ni artillería
Que para ver su nao le dé osadía.
«Mas, dado que hasta entonces haya sido
Del modo que el inglés ha de entendello,
A la sazón irá engañado en ello,
Porque tendrá ya Lima otro marido,
Que sobre cuantos ha de haber tenido,
Así levantará cabeza y cuello
En componella toda y adornalla,
Que por milagro vengan a miralla.
«Este ha de ser el joven que al presente
Quiere tentar los pulsos del Estado,
Que habrá subido a más sublime estado,
A trono y a lugar más eminente;
Virrey será, de título excelente,
Y heredará un ilustre marquesado,
Aunque eso[18] y más en él tendrá por menos,
Según serán sus méritos de buenos. ¡
Así lo va explicando la pastora,
Cuando Talguén diciendo la detiene:
«¡Qué bien lo que del joven dices viene
Con lo que del soñaba mi Quidora!
Es a saber, que el cielo desde agora
Dispuesto para grande bien le tiene,
Pues ella en sueños dice que le vía
Cual tú le estás mirando en profecía».—
«Yo no reparo en eso, ni le envidio,
Responde Tucapel, su buena suerte,
Sino que por no darle yo la muerte
Se vaya desta guerra y su presidio[19]:

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Este es el pensamiento con que lidio,
Y para mí de todos el más fuerte,
Que salga vivo un hombre deste suelo
Do tuvo por contrario a Tucapelo».—
«Tú sientes, dice luego su querida,
Que se te escape a fuerza de los remos,
Ya mí me aflige el cómo quedaremos,
Si bien o mal después de su partida;
Mas téngolo por plática perdida
Que más sobre este punto platiquemos:
Mejor será dejallo por agora
Para que así prosiga la pastora».
Calló por esto el bárbaro atrevido,
Y todo a su callar quedó callado,
Mas yo que mientras todos han hablado
He solo sus razones atendido,
Por las de la zagala he colegido
Que lo que entonces fué profetizado
Es lo que agora acaba de cumplirse,
Si pudo bien tan grande predecirse.
Porque notado el tiempo adonde apunta,
Y en especial decir la profecía,
Que gobernando en Lima don García,
El drago había de dar aquella punta:
Parece que uno y otro bien se junta
Para sacarme adonde yo quería,
Hallando que el vencido inglés de agora
Es el que dijo entonces la pastora.
Por donde, solo yo, sin su concurso,
Ni haberla menester de aquí adelante,
Explicaré del sueño lo restante,
Llevando un apacible y fácil curso:
Que para no salir de mi discurso
Fué necesario enredo semejante,
Con que ni del Pirú las cosas dejo,
Ni de mi Chile, que es el fin, me alejo.
No quito yo que allá en su choza cuente
Y siga la zagala lo que toca,

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Mas quiero que lo diga por mi boca,
Si fuese para tanto suficiente;
Y que, mediante el suyo, mi torrente
Se lleve esta ganancia, que no es poca,
En pregonar la gloria, al mundo nueva,
De don Beltrán de Castro y de la Cueva.
Y pues que la ocasión se me ha venido,
Teniéndolas yo quedas, a las manos,
Los hechos de las suyas soberanos
Diré, conque, señor, me deis oído:
Que redundando en gloria lo que pido
Del joven que tenemos entre manos,
No hay para qué mostréis la vuestra escasa,
Pues cuanto en esto dais, se os queda en casa.
Mas, para no cansaros repitiendo,
Si hubiese de[20] empezar de nuevo agora,
Supuesto lo que dijo la pastora,
Iré como pudiese prosiguiendo:
No porque de mi ronca voz entiendo
Que puede ser más dulce o más sonora,
Mas porque de futuro no se cuente
Lo que podrá contarse de presente.
Demás de que se dice más a gusto
Y se refiere el caso por entero,
El cual, si se contara venidero,
No pienso que viniera tan al justo;
También me pareció que fuera injusto
Dejar en opinión[21] lo verdadero,
Pues era andar mirando con antojos[22]
Lo que se ve delante de los ojos.
Partido, pues, el tardo inglés pirata
Del ensenado mar Valparaíso
Con el despojo próspero que quiso
De muchos bastimentos, oro y plata,
Se despachó volando una fragata
Al ínclito Marqués con el aviso,
La cual en quince vino como un rayo,
A siete sobre diez del mes de mayo.

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El año es el[23] presente en que esto escribo,
De mil, que con quinientos y noventa,
Contando cuatro mas, remata cuenta,
A la sazón que sale el tiempo estivo;
Esto es acá en las partes donde vivo,
Que allá en la grande España es otra cuenta,
Adonde por abril entra el verano
Con su querida Flora de la mano.
Llegado al dulce término marino
El frágil y cansado navichuelo,
Envió las corvas áncoras al suelo
Ya Lima un alboroto repentino:
Do, cuando la turbada nueva vino,
Mostraba haber el rojo y claro Delo,
De donde con su viva luz[24] más arde,
Dos horas inclinándose a la tarde.
En esta coyuntura don Hurtado,
Ajeno de salud poblaba el lecho;
Mas, avisado súbito[25] del hecho,
Se levantó, teniéndose en su estado:
Que no ha de estar el hombre recostado
Cuando conviene estar en pie derecho,
Así por serle propia tal postura,
Como por ser más ágil y segura.
Hizo el Virrey llamar, como solía,
A cónclave y acuerdo sobre el caso,
Que nunca sin consejo daba paso,
Pues le llevaba en todos por su guía;
Do les mostró los daños que hacía
El robador inglés con sólo un vaso,
Corriéndoles[26] la mar de tiempo a tiempo,
Ya como por su gusto y pasatiempo;
Y como no era bien que se saliese
Ufano, haciendo siempre destos lances,
Porque después la tierra a muchos trances
En los que son más duros no se viese;
Mas que importaba mucho no se fuese

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Sin irle desta vez a los alcances[27],
Haciendo desta vez lo de potencia[28]
Por castigar su pérfida insolencia.
Mas que era conveniente y necesario
Enviar para este fin poder entero,
No obstante que dijese el mensajero
Ser de una sola vela el del cosario[29],
A causa de entenderse lo contrario
Por otro aviso y nueva que primero
La gente del Brasil enviado había,
Por donde ser más fuerza parecía.
Fuera de que era, bien considerado,
Que en esta mano todo el resto fuese,
Dado que al enemigo se creyese
En sólo haber dos naos[30] desembocado;
Porque llevar el hecho asegurado
Con algo más de costa que se hiciese,
Era mejor que, yendo en duda alguna,
Encomendallo todo a la Fortuna.
Pues vistas por aquel ayuntamiento
Las causas bastantísimas que daba
Para probar lo mucho que importaba
Se castigase tanto atrevimiento;
Salió, de general consentimiento,
Viendo que la ocasión les convidaba,
Resuelto que siguiesen al britano
Con presuroso pie y armada mano;
Porque con este medio se entendía,
Supuesto que no fuese el fin contrario,
Que desta plaga y mal tan ordinario
La costa deste Sur se limpiaría;
De suerte que no entrase cada día
Exento por sus puertos el cosario,
Haciendo en los que estaban sin defensa
Un daño cada vez sin recompensa.
Para lo cual fué el orden y concierto
A que el Marqués movió con sus razones,

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Que aparejase el Rey sus galeones,
Ociosos por entonces en el puerto;
Los cuales, por el ancho mar desierto
Con gente, bastimentos, municiones,
Y un digno general de esfuerzo y arte,
Saliesen en demanda de Richarte.
Así el audaz pirata se decía,
Y Aquines por blasón, de clara gente,
Mozo, gallardo, próspero, valiente,
De proceder hidalgo en cuanto hacía,
Y acá, según moral filosofía,
Dejado[31] lo que allá su ley consiente,
Afable, generoso, noble, humano,
No crudo, riguroso ni tirano.
Perdiéronse las naves de su armada
En la angostura y boca del Estrecho,
Quedándole una sola de provecho,
Tan bella, que la Linda fué llamada,
Para cualquier encuentro aparejada,
Por ser su gente plática[32] y de hecho,
Y ella, de bien armada y guarnecida,
Bastante a no temer y a ser temida.
Con ésta, falto ya de bastimento,
Y de otras cosas mil menesteroso,
Entró por el Chileno Mar ondoso[33],
Do se le hizo un buen acogimiento;
Porque en el Mapochote[34], rico asiento,
Halló lo que buscaba, más copioso
Que si por ello a Londres aportara
Y mucho tiempo atrás lo aparejara.
Allí tomó, sin serle defendidos,
Con un bajel a cinco descuidados,
De cables, jarcias, lonas pertrechados
Y de comida en colmo abastecidos,
Con muchos tejos, mal o bien habidos,
Que fué la rica pesca de dorados
Arriba figurada por Llarea,
Si bien aquel oráculo se crea.

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Estuvo regalándose en el puerto,
Que fué, para su infierno, paraíso,
Viniendo por el pueblo, que lo quiso,
Con las tomadas naves a concierto;
Mas fué de bien seguro y mal experto
Dejalles quien pudiese dar aviso,
Aunque su capitán astuto y sabio
Mil veces se mordió por ello el labio[35].
Mas como de su nao tan grande estima,
Y del Pirú, caudal tan poco hiciese,
Cosa no se le dio de que se diese,
Según que dije[36] atrás, aviso a Lima;
Pero la que entendió ser dulce lima,
Presto será tan agra[37], que le pese
Cuando se llegue el tiempo de proballa
Al estrujalle el zumo en la batalla.
Para lo cual no duerme don Hurtado,
Aunque de acuerdo sale entre dos luces,
Que luego van las lanzas y arcabuces
Al puerto del Callau por su mandado,
A fin de que le tengan bien guardado
Contra los enemigos de las cruces,
Mientras en la ciudad la trompa brama
Y al bélico furor incita y llama.
Señala luego tres capitanías
En tres valientes hombres señalados[38],
Para que, cada cual, de a cien soldados,
Levante tres lucidas compañías
Y que con ellas dentro de tres días
Se pongan en la mar aderezados:
Pulgar, Manrique y Plaza[39] son sus nombres,
Del arte militar famosos hombres.
Despacha sus domésticos tras esto,
Con los que su persona traen guardada,
Para que en la galera y naos de armada,
Haciendo guarnición, se embarquen presto;
Y cuando en curso lóbrego y funesto

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La media noche y más era pasada,
El mismo apresurándose camina,
Sin esperar la luz, a la marina.
La que le presta el cielo es tan escasa,
La noche tan espesa y tan escura,
Que no pudiera ver con su espesura
Sin hachas el lugar por donde pasa;
No lleva sino algunos de su casa,
Porque, para la priesa que procura,
Ya sabe que es forzoso inconveniente
Querer llevar tras sí tropel de gente.
En hora, poco más, allí se puso,
De donde siete millas hay mortales,
Estando con la gota y otros males,
Que siempre contra el bien el mal se opuso;
Allí, vigilantísimo dispuso
Y proveyó las cosas esenciales
Con que formar en breve armada gruesa
Para tomar los pasos a[40] la inglesa.
Y así, ni a las veneras[41] de la playa
Ni a sus encarrujados caracoles
El rubio sol tornó de tornasoles
Tejidos por la mano de su Aglaya;
Ni Doris se vistió cerúlea saya
Con guarnición de crespos arreboles
Picada con[42] las puntas del tridente,
Primero que él hiciera lo siguiente:
Ordena que un pataje[43] por la posta[44]
Vaya de puerto en puerto y cala en cala
A dar aviso desta nueva mala
Para que esté sobre él toda la costa;
Y luego, dando un salto de langosta,
A Méjico atraviesa y Guatimala[45],
Haciendo que se ponga todo alerta,
No salga el enemigo por su puerta.
A Panamá despacha otro pataje
Para que el cordubense[46] don Fernando

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No deje, puesto a punto con su bando,
Que por allí el inglés tenga pasaje;
Este es un señalado personaje,
El cual había partídose, llevando
Con suma brevedad la plata y quinto[47]
Al digno sucesor de Carlos Quinto.
Pues ya que todo el mar así previno,
Envió la costa arriba de la tierra
Por chasquis[48] a los Valles y a la Sierra,
Poniendo en todo el orden que convino;
De suerte que los pasos del camino
Todo lo que es posible toma y cierra,
A fin de que los sueltos[49] luteranos
Por pies[50] no se le vayan de las manos.
En tanto que en el puerto pedregoso
Previene don Hurtado lo que cuento,
Se desencasa[51] Lima de su asiento
Con el tropel y estruendo belicoso:
Do el iracundo Marte sanguinoso,
Queriendo secutar[52] su crudo intento,
Se viene de su alcázar en persona
Acompañado sólo de Belona.
Por toda la ciudad discurre luego
El acerado escudo en la siniestra,
Y sacudiendo el asta con la diestra,
Incita a su costoso[53] y duro juego;
Él mismo enciende, ceba, sopla el fuego,
Ya todos tan colérico se muestra,
Que el más helado y tibio, si le mira,
Le queda el corazón ardiendo en ira.
Por todos la furiosa llama cunde,
A todos llama el áspero ejercicio;
El más compuesto sale ya de quicio
Y en confusión tan grande se confunde;
La populosa fábrica se hunde
Con. el rumor, la priesa y el bullicio,
Y mar soberbio es ya la humilde tierra,

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Hinchada con los vientos de la guerra.
Ya están allá las últimas esferas
Con agua de estas ondas rociadas,
Y al retumbar de trompas atronadas
Ensordecido el mar y sus riberas;
Ya con los estandartes y banderas
Las anchurosas calles entoldadas;
Ya del cernido polvo tanto sube,
Que a Lima deja ciega con su nube.
El alboroto, el tráfago, el ruido,
La confusión, estrépito y tumulto,
El desacorde son y espeso bulto
De voces mal distintas al oído;
La trápala del vulgo removido,
La turbación de muchos en oculto,
Por toda la ciudad y partes della,
Uno con otro junto se atropella.
Mas, tanta polvareda[54] y baraúnda
N o es de manera que haya de ser parte
A que del justo límite se aparte
El orden de la guerra o se confunda;
Pues, antes, si se mira bien, redunda
En dalle lo que es suyo al fiero Marte,
Que mientras más y más la furia crece,
Mejor en medio della resplandece.
Y no es posible falte por la gente,
Porque la ordena, rige y acaudilla
No menos que el sagaz oidor Castilla[55],
A quien dejó el Marqués por su teniente:
Varón que en los estrados dignamente
Ocupa y llena bien la primer silla,
Siempre de la justicia firme atlante,
Y agora en esta guerra vigilante.
Encima de un caballo poderoso[56],
De cinta[57] y cabos negros, alazano,
Andaba el mismo Cónsul por su mano
Haciendo diligente al perezoso:

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Tan eficaz, activo y cuidadoso,
Como, cuando era tiempo, grave y llano:
Virtud que en un sujeto apenas cabe
Mostrarse por igual humano y grave.
Con esto la ciudad por todas vías
Se mete en más calor, se enciende y[58] arde,
Haciéndosele guarda cada tarde
De dos aseguradas compañías
¡Oh, cuánto se cudician estos días,
No solamente a fin de hacer alarde
De los gallardos ánimos fogosos,
Sino de varios trajes licenciosos[59]!
Tendido el pie, la mano en la sargenta[60],
Al paso de la caja resonante,
Tan desdeñoso va el caudillo infante,
Cual si de sí no más hiciera cuenta;
Su alférez, que en el tercio se presenta,
Abate la bandera tremolante;
Disparan sus cañones los soldados,
Que van por sus hileras ordenados.
Mas, entre los gallardos capitanes
Del número del pueblo señalados,
Hizo señal[61] con todos sus soldados
El fuerte Juan Bayón de Campomanes;
Porque él salió galán, ellos galanes,
Él ricamente armado, ellos armados,
El todo lleno de ánimo y de bríos,
Y todos ellos desto no vacíos.
Mostrólo bien a cierta coyuntura,
Que habiendo menester el puerto gente,
Marchó con sus infantes diligente
Camino largo, a pie, de noche escura,
Por donde arando va la tierra dura;
Mas género de bestia no consiente,
Porque para los suyos no hay caballos,
Y él quiere, no llevándolos, llevallos.
Fué hecho de vasallo al Rey tan fido,

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Que bien probó con él si procedía
Al paso de su padre, el cual tenía
Renombre de leal bien merecido;
Mas, al Callao volvamos, que me olvido
De lo que en él ordena don García,
Y el popular tumulto me ha estorbado
Para poder oir si me ha llamado.
El cual, después de tantas prevenciones,
Todas tan importantes como cuento[62],
Con otras que por no alargar el cuento
Forzoso han de pasarse entre renglones[63],
Apercibió en tres fuertes galeones
Cuanto era menester para el intento,
Poniendo en orden otros tres patajes,
Que puedan ir sirviéndoles de pajes.
Entre la del fanal[64] y su almiranta
Fueron sesenta piezas repartidas,
De bronce duro y sólido fornidas,
Cuya respuesta[65] al cielo se levanta;
Y de seguridad y fuerza tanta,
Que bien manifestaban ser fundidas
Por el famoso artífice Tejeda[66],
Digno de que esta gloria le suceda.
Otras catorce gruesas le metieron
Al galeón San Juan por los costados,
Ya cada, cuatro versos[67] asomados
Por proa en los patajes se pusieron;
Entre los cuales junto[68] repartieron
A veinte y cinco pláticos[69] soldados,
Todos con arcabuces y mosquetes,
Agudas picas, duros coseletes.
Ya estaban en el puerto recogidos
Pulgar, Manrique y Plaza con su gente,
Y, fuera désta, más de ciento y veinte,
De sólo caballeros ofrecidos[70],
Que, en otras ocasiones conocidos,
También lo quieren ser en la presente,

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Pues, mientras puede más el noble pecho,
Nunca remata cuentas con lo hecho.
Fué Lorenzo de Heredia[71] el uno déstos,
Que luego se embarcó con diez soldados,
Todos a costa suya sustentados,
Y todos a cualquier peligro puestos;
No menos acudió con pasos prestos,
Sin esperar a ser de los llamados,
Que sólo su valor le llama y lleva,
El claro don Francisco de la Cueva[72].
Por general se estaba ya escogido
Para[73] tan alta empresa ¿quién diremos?
Delante de los ojos le tenemos,
Aunque sobre ellos debe ser tenido[74]:
Aquel varón en todo esclarecido,
Hijo del gran señor Conde de Lemos,
Cuñado del Virrey, que es otra cuña
Para apretar mejor el bien que empuña.
Aquel que en otras muchas y esta prueba,
Deja, para seguille, al mundo rastro,
Ilustre don Beltrán, honor de Castro,
Y luz resplandeciente de la Cueva[75];
Aquel que por blasón y gloria nueva
Merece en vida estatua de alabastro,
Y en muerte, si la muerte al fin le llama,
Altares consagrados a la Fama.
No es esta esotra cueva de ladrones
Adonde tan escasa luz había,
Pues siempre el sol está en su compañía
Bañándole los últimos rincones;
Mas es la insigne cueva de leones
De donde aquel bravísimo salía,
Aquel de pelo pardo, vedijoso,
Que nos predijo el sueño misterioso.
Ni es el rugiente león de los del lago,
Mas el que con el mar a brazos puesto[76]
Ya trance de peligro manifiesto

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Siguió con tal tesón al fiero drago[77];
Pues éste, de quien digo y poco hago,
Aunque dijera más y más sobre esto,
Es el que en sí tomó de tal empresa
La carga principal, que tanto pesa.
Mas a sus duros hombros ya sabía
Que el mucho peso della no era nada,
Pues que llevaron otra más pesada
En tiempos que más tiernos los tenía;
Porque de veinte y dos aun no sería
Cuando se le fió una gran jornada
Y veinte mil guerreros a su cargo,
De que salió con todo buen descargo.
La del Final dijeron a esta guerra,
Y por su grave peso yo no dudo
Sino que quien con ése entonces pudo,
Agora no dará con éste en tierra;
Por donde, sin errar, que nunca yerra,
Le da el Virrey sus armas y su escudo,
Que, fuera de venille tan nacidas,
Le son por otros títulos debidas.
Pues uno fué también salir a ello
El propio don Beltrán ganosamente,
Por ser el más idóneo y suficiente
Y el que mejor podrá salir con ello:
Asió de la ocasión por el cabello[78],
Sabiéndose ofrecer a la presente,
A quien, si de las manos se le fuera,
No sé qué mano echársela pudiera.
A todos fué de gusto el nombramiento,
Por ser a todos gustos acertado,
Y apenas acabó de ser nombrado,
Cuando se echó de ver su acertamiento:
Que el natural orgullo y ardimiento,
En firme apoyo y basa sustentado,
Dio luego la señal y claro indicio
De cuan seguro estaba el edificio.

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Al puerto, en eligiéndole, camina,
Llevado raudamente de su gana,
Y allí, desde la tarde a la mañana,
No sabe qué es salir de la marina;
Allí con el fantástico se indigna,
Allí con el doméstico se humana,
Allí levanta el ánimo al humilde,
Y al fin de su deber no deja tilde.
Allí de viva espuela sirve al flojo
Y de calor al tépido[79] y al frío,
De mil ocupaciones al baldío,
De manos y de pies al manco y cojo;
Al soñoliento le hace abrir el ojo,
Al encogido y lasó pone brío,
Por donde a todos da lo necesario,
Curándoles el mal con su contrario.
En el honroso oficio de almirante
Fué uno de los más granados elegido
Un hombre en suerte[80] y sangre esclarecido,
Según lo testifica su semblante;
No menos arrojado que constante,
Ni menos caudaloso que partido[81]:
Su nombre es don Alonso, aquel de Vargas[82],
Aquel de lengua breve y manos largas.
Éste, con todo el lustre y ornamento
Que a su valor y término debía,
Y dos tan solas prendas que tenía,
Mancebos de gallardo pensamiento;
En un bajel hermoso, al mar y viento,
Haciendo plato[83] a cuantos dentro había,
Se dio, sin reparar en cosa alguna,
Dispuesto al disponer de la fortuna.
Cerca de don Beltrán al diestro lado,
Para tener seguro el mar[84] incierto,
Va siempre Miguel Ángel[85], hombre experto,
Magnánimo, capaz, acreditado;
En tales ocasiones tan probado,

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Que ya de su valor al descubierto,
Y de su clara estirpe dio la muestra,
Llevándola adelante con la diestra.
A quien de luengos años a esta parte
El Visorrey presente y los pasados,
De cargos y de títulos honrados
Han dado con razón la mejor parte,
Ya quien sobre Neptuno vido Marte
Ponerse a duros trances arriscados[86],
Saliendo muchas veces bien con ellos
Y siendo general en muchos dellos.
A cuya causa agora don García,
Hallándole varón de tanta prueba,
Le hace consultor del de la Cueva,
Por dalle aun más honor del que tenía;
Donde, como dirá la pluma mía,
Ganó renombre nuevo y gloria nueva,
Habiendo sido, a costa de Richarte,
En el suceso próspero gran parte.
Ya, pues, la playa toda centellea,
Según que don Beltrán la va encendiendo;
Ya todo a su calor está hirviendo[87],
Ya gente armada bulle y hormiguea;
Mas, cuando al respirar de la marea,
Se van las negras sombras[88] extendiendo,
Todo en silencio allí se trueca y muda,
Quedando la ribera sola y muda.
Mas ya que sobre el campo cristalino
El padre de Faetón su luz dilata,
Haciendo de las ondas fina plata,
Y a! arenoso margen, de oro fino,
Veréis con un tropel tan repentino,
Que el ánimo y sentidos arrebata,
Estar de gente ya la mar tan llena,
Que frisa en cantidad con el arena.
¡Oh qué se ve por una y otra parte
De gala, orgullo, garbo y gallardía!

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¡Qué de valor, esfuerzo y lozanía,
De Alcides envidiada y aun de Marte!
¡Oh descuidado apóstata Richarte,
Procúrate volver a quien te envía,
O[89] toma, si pudieres, otro rumbo,
Porque tu perdición está en un tumbo!
En daño tuyo un león se despereza,
Que ya la parda y crespa crin sacude,
A cuyo bramo[90] brava gente acude,
Asegurada en fe de su braveza;
Pues huye, que esperar será simpleza,
Aunque la tierra, el viento, el mar te ayude[91],
Porque si tienes mano[92] tú en el suelo,
El tiene manos y brazos en el cielo.
Da luego, pues, al céfiro las velas,
Y larga las escotas presto, ¡larga!
Carga de velamentos[93], ¡carga! ¡carga!
Que te darán alcance si no vuelas;
Mira que ya se calza las espuelas
Uno que corre bien carrera larga;
Pues bate, pica, rompe los ijares,
Y no por hacer piernas te repares[94].
No sé si a mis clamores das oído,
O si será posible haber llegado
Donde, con ser tan grande, no ha tocado
Este rumor del puerto y su ruido;
Mas sé que nunca da tan gran tronido,
Si no es que caiga rayo acelerado,
Y si éste a lo más alto se endereza,
¡Guarda, Richarte, guarda tu cabeza!
Y ¡guarte[95]! no repares con la mano,
Que te la cortarán a cercen[96] luego,
Sino con ambos pies, que en este juego
Más vale ser de pie que no de mano[97];
Aunque esto pienso yo que ya es en vano,
Por más que sobre el agua lleves fuego,
A causa de le haber acá tan vivo,

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Que ya está el pie de todo en el estribo[98].
Con una brevedad jamás pensada,
A lo que desta tierra se entendía,
Y aun a lo que en España ser podía,
Se puso a punto y orden el armada;
Pues para ser, cual digo, aparejada,
Aun era escaso tiempo de año y día,
Y no se vio el Marqués en el otavo[99]
Sin que de todo hubiera dado cabo.
La máquina artillada fué tan buena
Que deshiciera torres diamantinas:
Pedreros, esmeriles, culebrinas,
Con balas de navaja y de cadena[100];
El salitrado polvo más que arena,
Gorguces[101], lanzas, dardos, jabalinas,
Rodelas, petos fuertes, morriones,
Y, sobre todo, grandes corazones.
Ingenios van con esto juntamente
Para matar los fuegos del cosario
Y responder con ellos al contrario
En la sazón y tiempo conveniente;
Al fin, que todo va cumplidamente
Lo que es a tal jornada necesario,
Conforme a la persona que la guía
Y al crédito y honor de quien le envía.
Lleva también la armada religiosos,
Del alma y aun del cuerpo defensores,
Jesuítas dotrinales[102], redemptores,
Y aquellos de los pulpitos famosos;
Van muchos instrumentos sonorosos,
Van chirimías, cajas, atambores[103],
Van pifaros[104], clarines, van trompetas,
Van sacabuches, flautas y cornetas.
Y para gala, pompa y ornamento
Se ocupan gavias, topes, borriquetes[105],
De flámulas, banderas, gallardetes,
Llevados donde quiere el manso viento;

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De cuyo delicado movimiento
Están como colgados[106] los trinquetes,
Por verse ya la flota de manera,
Que solamente es aire lo que espera.
Vuelvo a decir que es cosa extraña y nueva
El ver acá en las Indias despachada
No más que a vuelta de ojos[107] una armada
Como ésta con la máquina que lleva;
¿Qué gloria, pues, habrá que no se deba,
Por más delgado estilo celebrada,
A quien por su cuidado fué bastante
Para salir con obra semejante?
Las gracias al felice don García,
Después de Dios, se deben solamente,
Que estuvo desde atrás, continuamente,
Haciendo munición y artillería;
Y como si por clara profecía
Le fuera este futuro mal presente,
Así con su prudencia lo previno,
Que el sabio tiene mucho de adevino[108].
Pues cuando, como digo, nuestra armada
Estuvo puesta en orden, esperando
Que ya el amigo tiempo fuese entrando
Para salille luego a la parada[109];
No permitió el Virrey fuese levada
Sin que tan generoso y fuerte bando
Gozase su presencia y faz augusta,
Bastante galardón y paga justa.
Entróse en un esquife, que a la orilla
Estaba de laureles encrespado,
Y con acorde música llevado,
Se va cortando el agua a remo y quilla:
Parece que el soberbio mar se humilla,
Reconociendo la honra que le han dado,
Pues más tendido y llano que la palma[110],
Le lleva, como en ellas, por su calma.
Llegado a los soberbios galeones,

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Envuelto con la salva en humo y grita,
Y aun en placer de vellos los visita,
Sin perdonar los últimos rincones;
Do a todos con altísimas razones
Alegra, favorece, mueve, incita,
Dejándolos por ellas más pagados
Que a mucha fuerza y colmo de ducados.
Con esto da la vuelta a la marina,
Y luego es una pieza disparada,
Llamando a recoger los de la armada,
Usanza militar y diciplina[111];
En tanto Apolo Deifico reclina
Su lúcida cabeza trasudada,
En el regazo fresco de Aretusa,
Dejando a Clicie huérfana y confusa.
Entró la virazón con mano larga,
Hiriendo los ondosos[112] gallardetes,
Con que largaron[113] luego los grumetes
Así como el piloto dijo ¡larga!
Hace gemir al mar la grave carga,
Y el viento rechinar a los trinquetes,
Que puesto ya en virar su amor y estudio,
… Al puerto dan libelo[114] de repudio.
Tan rauda por el mar la armada cuela,
Haciéndole escupir al cielo espuma,
Que ya por popa deja mano y pluma,
Sin que mi vuelo tenga con su vela;
Mas, fuera de ser poco lo que vuela,
Agora de cargada se embaluma,
Por donde hasta alijar del peso un tanto,
Mar en través[115] habrá de estarse el canto.

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CANTO DECIMONONO
Llega don Beltrán al puerto de Chincha, donde, siendo primero descubierto de Richarte, que estaba en
aquel paraje, se da a virar la vuelta[1] de la mar, huyendo a toda priesa. Síguenle los hasta que,
sobreviniendo de la noche le pierde nuestros un terrible temporal, con la escuridad[2] de vista, y las
naos, desaparejadas por el viento, arriban al Callao. Repáranse en él los dos mejores navío con toda
brevedad, dejando los demás, por ser uno solo el del enemigo, y salen en su busca segunda vez;
hállanle en Tacamez surto; donde se da principio a la espantosa naval batalla.

por algún camino sospechara


I
Que era, señor, tan áspero el que sigo,
No sé si voy errado en lo que digo,
Aun dudo si por vos lo comenzara;
Mas como descubrió tan buena cara,
Semblante grato, plácido y amigo,
Imaginé, engañándome, que fuera
Conforme lo de dentro a[3] lo de afuera.
Entré por valles, prados y florestas,
Como la misma palma de la mano[4],
Mas presto se acabó el camino llano,
Y comencé a trepar por agrias cuestas:
Causólo que me eché la carga a cuestas,

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Sin atentalla en una y otra mano;
Mas, buena me la dan por este yerro,
Pues, dando dellas, voy de cerro en cerro
Y si de la fragosa tierra esquiva
Al hondo[5] mar me fui, por más atajo,
El agua del me da mayor trabajo,
Pues sufro, ya la muerta, ya la viva,
Agora proejando[6] costa arriba,
Agora arrebatado costa abajo;
Tal vez con desgarrón[7], tal vez sin viento,
El frágil botiquín de mi talento.
Ya doy con él en una yerta roca
De rígido sujeto, duro y frío;
Ya encallo al mejor tiempo en un bajío,
Cuando hay materia buena pero poca;
Ya, cuando el viento del caudal se apoca,
En congojosa calma estoy baldío;
Ya si la tempestad[8] de cosas carga,
Alijo muchas buenas de la carga.
Mas, estos infortunios y contrastes
Espero que han de serme allá en el puerto,
Volviendo la memoria al mar desierto,
Lo que en la dulce lira son los trastes;
Que si como al principio me llevastes,
Con alentar mi voz, por campo abierto,
No me dejáis al fin, claro Mecenas,
Galernos[9] me vendrán a manos llenas.
Y si por falta del quedó mi nave
Sin ir en seguimiento de la armada,
Suspensa en alta mar atravesada,
Por alijar cansancio, peso grave;
Agora volará con alas de ave,
En fe de vuestro espíritu llevada,
Tan zafa, tan boyante y tan ligera,
Que a todas lleve ya la delantera.
Sulcando[10] van el mar a popa vía[11]
Las poderosas naves en conserva,

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No viendo ya las flores ni la yerba
Que nuestra generosa madre cría;
Sólo se ve la blanca sierra fría,
Por ser de cumbre altísima, superba[12];
Mas tan opaca, lóbrega y nublosa,
Que más parece nubes que[13] otra cosa.
Quisiéronse enmarar por más acierto,
Para si se enmarase el enemigo
Tenelle ya cerrado este postigo,
Que era, para escaparse, el más abierto;
Y si viniese ya de puerto en puerto,
Estaban avisados, como digo,
De suerte que al Virrey la nueva dada,
Se la llevasen luego a nuestra armada.
Mediante, pues, estar tan prevenido
Y haber en todo tal correspondencia,
Tuvo un aviso luego su Excelencia,
Después que don Beltrán hubo partido,
De cómo había el cosario parecido
Mostrando sobre Arica su potencia,
Que no era de un bajel ni vela sola,
Sino de tres, y más una ventola[14].
Adonde juntamente había tomado,
Sobre lo que de Chile se traía,
Un barco de un arráez[15], en que venía
Gran suma y diferencias de pescado;
Y el dueño del, habiéndose librado,
Fué él mismo que avisó de lo que había,
A quien, porque informarse más de cierto,
Enviaron los que mandan aquel puerto.
Por esta relación quedó creído
Que el descubrir Aquines vela tanta
Es por haber hallado su almiranta,
Que en Chile dijo habérsele perdido;
Mas, el Marqués a todo apercebido[16],
No de saber el número se espanta,
Antes le nace dello gusto y gloria,

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Por ser en más honor de la vitoria[17].
Acude con solícita presteza,
A luego prevenirse y guarnecerse,
Y siempre más y más fortalecerse
De toda guarnición y fortaleza;
Y aunque gastaba en esto con largueza,
De tal manera en ello supo haberse,
Que no hizo gasto al Rey sino tasado,
Con atención de verle tan gastado.
Si preguntáis que cómo fué posible
Gastar al Rey tan poco, haciendo tanto,
Responderé que yo también me espanto,
Mas puédese tener por infalible,
Que yo no sé decillo, aunque es decible,
Pues no cualquiera dicho cabe en canto:
Sólo sabré deciros en sentencia
Que tiene para todo la prudencia.
Por ésta, pues, que en él ha sido suma,
Apercebió segunda vez armada,
La cual en menos tiempo fué aprestada
Del que en decillo gasto con la pluma;
Y para no gastalle, digo en suma
Que así como la nueva le fué dada,
Se vio otra vez cubierta la marina
De gente brava y máquina broncina[18].
Con ésta pertrechó[19] la galizabra,
Hecha por orden suya en este asiento,
Y un bergantín, que en él está de asiento
Con otro galeón como una zabra;
Correspondiendo la obra a su palabra,
Y su palabra y obra al pensamiento,
De suerte, que era dicho y aun obrado
Casi con la presteza que pensado.
Previénese lo dicho para guarda
De treinta o más patajes y navios,
De bélica defensa tan vacíos,
Que los rindiera un tiro de bombarda;

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Y porque si el inglés audaz no aguarda,
Temiendo del católico los bríos,
Le puedan ir siguiendo en el instante
Antes de haber pasádose adelante.
Demás de que si arriba nuestra armada
(Suceso casual y contingente)
Desnuda del reparo conviniente[20],
Será con esto en breve reparada,
Para que así prosiga su jornada
Sin rebalsar un punto la corriente,
Hasta volcar en ella al enemigo,
Haciendo por llevársele consigo.
Despuéblase por esto el pueblo todo,
Poblándose de gente la ribera,
Y andan la costa arriba y por doquiera
Los prevenidos órdenes a rodo[21];
Pues como fué el cuidado, en este modo
Fué la corresponsión[22], de tal manera,
Que apenas el britano parecía
Cuando por cada puerto se sabía:
Que luego iba la voz de mano en mano
Con fuegos[23], avisando en cada parte,
Por do jamás el pérfido Richarte
A tierra osó salir del mar insano;
Temióse, con razón, de armada mano,
Reconociendo fuerza y baluarte,
Y gente de a caballo por la playa,
Que es la que a los cosarios más desmaya.
Así que, sin poder dañar, forzado
Se vino prosiguiendo su viaje,
Hasta llegar a Chincha, que es paraje
De Lima treinta leguas apartado;
Mas, dando aviso desto a don Hurtado,
Al punto despachó con el mensaje
Un volador chinchorro a nuestra armada
Para que fuese a Chincha enderezada.
Ya Febo doce veces en oriente

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Su luminosa faz mostrado había
Y armado la noturna[24] sombra fría.
Su negro pabellón sobre el tridente,
Sin que del enemigo nuestra gente
Supiera por alguna suerte o vía,
Causa para sus ánimos penosa
Y más sentida entonces que otra cosa.
Por donde, luego en dándoles la nueva,
Fué tan crecido el júbilo y tan lleno,
Que todo no cupiera en otro seno,
Sino es en el capaz del de la Cueva;
El cual, torciendo el rumbo que ora[25] lleva,
La vuelta va del término terreno[26],
De donde estaba entonces desviado,
Por ir, como dijimos, engolfado.
Privaba ya la negra noche fría
De su juridición al claro viso[27],
Cuando llegó a las naves el aviso,
Ya tierra don Beltrán tomó la vía;
Mas, al esclarecer del blanco día,
Antes de haber el rústico de Anfriso
Al mar su greña de oro descubierto,
Se descubrió Richarte sobre[28] el puerto.
Fué vista del primero nuestra armada,
Mas no con tan agudo movimiento
El temeroso gamo corta el viento
En viendo al cazador que está en celada,
Cuan presto comenzó la vuelta dada
Aquines a virar a barlovento,
Y aquel de Castro a dar de las espuelas[29]
Cargando, por ganársele, de velas.
Ganárale sin género de duda,
Porque se le iba apriesa ya ganando,
Si le durara más el tiempo blando,
Que respiraba entonces en su ayuda;
Mas, como luego el próspero se muda
A la mejor sazón se fué mudando,

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Y haciéndose, de manso tiempo afable,
Un recio temporal intolerable.
Ya no llevaba más el protestante
De su ligera lancha y nao altiva,
Porque las otras dos que dije arriba
De Arica no pasaron adelante;
Que, visto ser su carga no importante
Y que para el camino por do iba
Habían de ser forzoso inconveniente.
Le pareció dejallas cautamente.
Al un pataj mandó meter a fuego,
El cual de Chile sólo había sacado,
Y al otro, que topó en el mar salado,
Usando de piedad, largóle luego;
Mas del batel ganado en aquel juego,
Donde hizo la ganancia del pescado,
Formó la suelta[30] lancha el enemigo,
Que agora lleva rápido consigo.
El ínclito Beltrán le va siguiendo,
Por más que el mar hinchado se levanta
Y el desbocado viento se adelanta
Sin orden y con ímpetu corriendo;
Hasta que ya de término saliendo,
Su furia más que indómita fué tanta,
Que rotas las riendas, freno y todo,
Se desapoderó[31] de todo en todo.
La capitana rompe el masteleo[32],
Quedándose la gavia mal segura,
Y luego va tras él la obencadura,
Que deja al árbol flaco, mocho y feo;
El cual, rendido ya, sobre Nereo
Con gran vaivén arroja su estatura,
Haciendo que una nave tan ligera
Se quede reparada[33] en su carrera.
El galeón San Juan, que ya venía
Al de Bretaña más vecino y junto,
Se desaparejó de todo punto,

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Dejando a su pesar lo que seguía:
Vinieron a la mar de romanía[34]
Los árboles y velas todo junto,
De suerte que la fuerza[35] de fortuna
No le dejó siquiera con alguna.
Descuéllase de modo la tormenta
Que ya se pone en quintas[36] con el cielo,
Queriéndole cubrir de escuro velo
Más denso que en la noche turbulenta;
El piélago, de túmido, revienta,
Y con ventosas alas sube en vuelo,
Llevándose la nao para que tope
En el sidéreo techo con el tope.
Roncando se alza arriba el mar ondoso[37],
Y abajo están hirviendo sus arenas;
Escóndense tritones y sirenas
Allá en lo más oculto y cavernoso;
Al arreciar de Bóreas proceloso,
Rechinan jarcias, gúmenas, entenas,
Y cada golpe o súbita grupada
Da muestras de querer tragar la armada.
Eterno Dios, ¿no está de vuestro dedo
Esta globosa máquina pendiente?
Y el bramador del húmido[38] tridente,
¿A vuestra voz no está callado y quedo?
¿No está el abismo trémulo de miedo
Rendido a vuestro brazo omnipotente?
¿No sois el contador de las estrellas,
Y el que sabéis nombrar a todas ellas?
¿No sois el que dejáis con vuestro palmo
Al ancho mar Océano[39] medido
Y aquel en cuya palma sostenido,
El orbe todo está, según el psalmo[40]?
Pues ¿cómo, justo Dios, benigno y almo,
Si veis al mar furioso y removido,
Disimuláis con él, de tal manera
Como si vuestro subdito no fuera?

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Ya vemos que por vos en esa playa,
Viniendo con tal ímpetu, le enfrena
Un freno baladí de flaca arena,
Que a todo su pesar le tiene a raya;
Y para que de boca no se vaya[41],
No quiere más apremio ni otra pena
Que vuestro eficacísimo preceto[42],
Al cual está doméstico y sujeto.
Acuerdóme, señor, cuando dijistes
Que en una parte el mar se recogiese
Para que así la tierra pareciese[43],
Que en el lugar más ínfimo pusistes;
Y cuando allá en el Éxodo quisistes
Que el mismo mar sus aguas dividiese
Para que le pasasen a pie enjuto
Los que sacó Moisén[44] de su tributo.
Pues no es menor agora vuestro mando
Ni vuestra voluntad que entonces era,
Mas antes, si aumentarse en vos pudiera,
Se fuera por nosotros aumentando;
Ni van a menos bien los deste bando
Que los de la jacóbica[45] bandera,
Para que pasen ellos sin mojarse,
Y éstos estén a pique de anegarse.
Que si ellos van con íntimos deseos
De ya firmar[46] sus pies en vuestros llanos,
Los nuestros de poner, Señor, las manos
En riscos donde habitan Amorreos;
Y si ellos son idólatras hebreos,
¿Estos no son católicos cristianos?
Si allá por ley escrita en piedras viven,
¿Acá por gracia en almas no la escriben?
Y si ponéis los ojos en la guía,
¿Escóndeseos a vos que los guiaba
Allí Moisén[47], el hijo de la esclava,
Aquí Jesús, el vuestro y de María?
Tampoco por aquel que los envía

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Diremos que el favor se menoscaba,
El cual es, cuando menos, don Hurtado,
De vos en todo tiempo regalado.
Ni por el que los lleva me parece
Haber desmerecido vuestra mano,
Por ser un gran varón de pecho sano,
Que, como en lo demás, en virtud crece;
Pues ¿qué es lo que a los unos favorece
Y causa que a los otros deis de mano[48]?
Abismos son, Señor, del pecho vuestro,
Do pierde pie[49] el ingenio corto nuestro.
Por cuya cortedad es cosa injusta
Que vuestro ser sin límite se mida,
No siendo sino falsa tal medida,
Pues la que alcanza más, menos ajusta;
Y cosa que no fuese recta y justa
Ya fuera del justísimo sentida,
Si el hombre de las vuestras no sintiera,
Dejándose llevar de fe sincera.
Mas, a lo que el humano entendimiento
Según su corto número[50] rastrea,
Entiendo yo que toda esta pelea,
Y tal reventazón de mar y viento
Es para más entero cumplimiento
De todo lo que en esto se desea,
Pues sabe ya el de más estrechas sienes
Que siempre saca Dios de males bienes.
Si de dificultad no fuese llena,
¿Qué cosa hubiera digna de memoria?
¿Quién da su punto al dulce de la gloria
Si no probó el amargo de la pena?
Si la batalla no es de buena a buena,
Tampoco puede serlo la vitoria[51],
Ni gusta del verano, alegre y tierno
Quien no gustó del triste y duro invierno.
Fuera de que es costumbre recebida[52],
Por ser tan en razón fundada y puesta,

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El estimar la cosa en lo que cuesta,
Sin ser por otra causa en más tenida:
Que si es dificultosa la subida
Por un breñoso risco y agria cuesta,
Tan grande es el placer allá en la cumbre,
Como lo fué, al subir, la pesadumbre.
Pues quiero ya que el rústico me entienda,
No diga que disparo y desatino,
Si no declaro más por qué convino
Que el viento y mar saliesen de rïenda[53];
Y aunque metido voy por otra senda,
Y o volveré muy presto a mi camino,
Porque el bramar del túmido tridente
Podrá sacarme a tino fácilmente.
Quiero decir que vino la tormenta
Por especial favor del alto cielo
Para que don Beltrán acá en el suelo
Su mérito aumentase, si se aumenta;
Pues no fuera el vencer de tanta cuenta
Sino cubrir su lustre con un velo,
Según la suerte, al menos, del que digo,
Rendir con tal ventaja al enemigo.
Y de su noble pecho yo no dudo,
Sino que el General, en conociendo
Que el robador inglés iba huyendo
Con una sola nave por escudo,
En parte se gozó, si en parte pudo,
De que le fuese el mar contraviniendo,
Por sólo no poner pesadas manos
En quien así le muestra pies livianos.
¿Qué hazaña, qué proeza, qué alto hecho
Fuera ganar con seis un solo vaso,
Con tal facilidad, al primer paso,
Y sin haber pasado alguno estrecho?
No fuera cosa digna de su pecho,
Aunque pudiera en otro hacer al caso,
Y así, no quiere el cielo que le alcance,
Porque es humilde el mate al primer lance[54].

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Atájale esta llama y fácil vía
Llevándole por la áspera y sangrienta,
Porque como la costa se acrecienta,
Vaya subiendo el precio y la valía;
Y para su ganancia y granjeria
Quiere que a don Beltrán se tome en cuenta
La lucha de la mar y sus vaivenes,
Que es para más favor hacer desdenes.
Tropelle[55], rompa estorbos y contrastes,
Halle dificultad en la jornada,
Porque éstos en empresa tan honrada
Son como en fina piedra los engastes;
No suena bien la cítara sin trastes,
Ni brota olor el agua sosegada:
Forzoso es menester que se revuelva
Para que en suavidad al aire envuelva.
Por donde, el temporal que sobreviene
Tan rígido, tan recio y repentino,
Es un particular favor divino
De Aquél que siempre da lo que conviene;
Así que, cuanto para y se detiene
El claro General en su camino,
Tanto para su gloria se adelanta,
Que nunca de otra suerte fuera tanta.
Y el impedille el paso deste modo
No es más que un embargalle la hacienda[56]
Para después, pasada la contienda,
Volvérsela con réditos y todo:
Que nunca mete Dios el pie en el lodo,
Y más al que en sus manos se encomienda,
Sino para sacalle libre y sano
Poniéndoselos limpios en lo llano.
No es más la gran tormenta levantada
Sino querer de oficio[57] el mismo cielo
Hacer una probanza acá en el suelo
En honra del que hace esta jornada;
Y porque vaya más autorizada,

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Sin que sospecha quede ni repelo[58],
Cita primero al mar, que el daño causa,
Haciéndole fiscal en esta causa.
Pues donde el mismo Dios toma a su cargo
La honra de la Cueva y el provecho,
¿Quién duda que saldrá con su derecho
Aunque los pleitos vayan a lo largo?
Desfleme ese revuelto mar amargo,
Dé arcadas, dé ronquidos, alce el pecho,
Que todo es ya señal de dar el alma
Para quedar después en muerta calma.
No piensen que es lo dicho congruencia,
O sólo por lograr algún conceto[59],
Sino que Dios para este sólo efeto
Hizo que el mar hiciese resistencia:
Y ser esta la causa es evidencia,
Si se ha de colegir por el efeto,
Pues vino a ser feliz la costa abajo[60],
Después de haber costado algún trabajo.
Ultra de que jamás en tal paraje
Se levantó en la mar tormenta alguna,
Ni en el mudable rostro de Fortuna
Echó de ver mudanza el marinaje;
Mas quiero dar la vuelta a mi viaje,
Que ya la digresión será importuna,
Si llaman digresión, por un momento
Ponerme a dar razón de lo que cuento.
Y si me pide alguno estrecha cuenta,
Queriéndola mayor de mi tardanza,
Respondo que me vide[61] en la bonanza
Y que temí volver a la tormenta,
Hasta que agora, al son de ser violenta,
Juzgué que hubiera hecho su mudanza[62];
Mas, como al fin es mal, estáse entero,
Sin abajar un punto del primero.
Mas el valor de Castro se le opone
Constante en el peligro manifiesto,

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Y tanto muestra el ánimo compuesto
Cuanto el furioso mar se descompone;
No hay cosa de trabajo a que perdone,
Que todo a cada parte acude presto,
Siendo cabeza y manos para todos,
Por vérselas meter hasta los codos.
El removido piélago hirviendo
Acá y allá frenético se mueve:
Tal vez en tanto grado el cuerpo embebe,
Que la menuda arena se está viendo;
Tal vez tan sin compás le va extendiendo,
Que al firmamento ya sus aguas bebe,
Y con la espuma gruesa que le escupe
Su limpio y raro velo mancha y tupe.
Pues ¿qué diré del viento sibilante[63]
Y de le extraña furia con que vienta[64]?
A cada soplo tierra y mar avienta,
Y el cielo a resistille no es bastante;
Mas, don Beltrán, con pecho de diamante,
Así en la fiera lucha se sustenta,
Que, sin hacer desdén, se tiene fuerte,
Venciendo la contraria con su suerte.
No pierde para atrás un solo paso,
Ya que para adelante[65] no le gana,
Por ver la mar en contra tan insana
Y habérsele deshecho el fuerte vaso;
El Almirante sólo, en tal fracaso,
Porque su nao estaba entera y sana,
Sigue tras el inglés con un pataje,
Mas presto[66] el duro viento le hace ultraje.
Ya ya le daba alcance a toda priesa,
Ya ya[67] le estaba próximo y vecino,
Al tiempo que cerrándole el camino
La noche en medio del se le atraviesa:
Lanzóse al mar, tan lóbrega y espesa,
Y tempestad tan grande sobrevino,
Que derrotados[68] todos de su vía

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No se pudieron ver después al día.
Ni pudo el fugitivo de Richarte
Hurtar el cuerpo tanto a la tormenta,
Que al fin no le alcanzase, y aun de cuenta,
Porque le cupo della buena parte,
Y le trató Neptuno de tal arte,
Según lo que después acá se cuenta,
Que para mitigar su furia brava
Partió con él del robo que llevaba.
Mas, viendo cada nao de nuestra flota
A su fortuna en tanto desconcierto
Y que los enemigos era cierto
Seguir la costa abajo su derrota;
Después de verse ya deshecha y rota,
Tuvo por lo mejor volverse al puerto,
De donde, siendo en breve reparada,
Siguiese con la empresa comenzada.
Con este buen acuerdo fácilmente
Ya su pesar los nuestros arribaron,
Do sola su almiranta aderezaron,
Por ser la más entera y suficiente;
Desembarcóse el tercio[69] de la gente
Que con las otras naves se quedaron[70],
Dejándolas deshechas de su liga
Al ver que no es más de una la enemiga.
La galizabra sola se adereza,
Apercebida[71] ya por don García,
Para ir con la almiranta en compañía,
Que va por capitana y por cabeza;
Porque en razón de ser tan rica pieza,
Negársele este nombre no podía,
Ni a esotra que a seguilla se levanta
El título trocado de almiranta.
Con estas dos, que nadie las iguala,
Y una ligera lancha que pudiese
Reconocer los puertos que quisiese.
Entrándose en cualquier caleta y cala,

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Para que de ninguna hiciese escala
Por donde el enemigo se le fuese,
Partió segunda vez el de la Cueva
Con un orgullo nuevo y ansia nueva.
Quedóse don Alonso[72], mal su grado[73],
Por falta de salud y no de brío,
Y porque, como dije, su navio
Fué para capitana señalado;
Mas, el Virrey discreto y acertado,
Buscando quien hinchese este vacío,
Halló de mano larga y ancho seno
Un hombre que le dio colmado el lleno[74].
Heredia es el que digo, nuevamente[75]
A tan ¡Ilustre cargo promovido,
No menos a sus méritos debido
Que a su robusto brazo y pecho ardiente,
Pues dello dio señal tan evidente
En el tropel de Quito removido,
Fuera de haber probado ya la mano[76]
A costa de otro inglés en el Vallano.
Partióse, pues, con este buen arreo
Ligero don Beltrán la vez postrera,
Porque el haberse vuelto la primera
Fué de mayor espuela a su deseo;
El arribar entonces fué el paseo
Para pasar agora la carrera
Y hacerse atrás el toro de Jarama
Para embestir mejor a quien le llama.
A tierra va tan junto y arrimado,
Que raspa con las áncoras por ella,
Porque el inglés ha de ir varando en ella,
Si no desvara[77] el rumbo comenzado;
Y como no es su intento dalle lado,
Mas antes dar con él, se abraza della,
Siguiendo siempre el curso, el medio y traza
Que se endereza más a darle caza.
En vuelo da tras él con sesgas alas

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Por el desierto cano y ondas frías,
Reconociendo puertos y bahías,
Recodos, senos íntimos y calas:
Que si antes con el mar anduvo a malas
Le favorece ya por todas vías,
Mostrándosele fácil y tratable
Con viento largo[78], próspero y durable.
Ya pasa por Chancay la racimosa[79],
Ya de la fértil Guaura se adelanta,
Ya de Guarmey se aleja, ya de Santa,
Tierra por los mosquitos enojosa;
Ya de Trujillo apenas se ve cosa;
Por popa deja a Chérrepe y a Manta;
Cechura queda atrás y Sancta[80] Elena,
Tras Paita[81], donde hace luna buena.
Ya con la misma priesa pasa presto
El cabo de Pasao en su carrera;
Hacia la punta ya de la Galera,
Tomando relación en cada puesto;
De donde, sin hacérsele molesto,
Prosigue lo que nadie prosiguiera,
Dejando atrás los raudos espolones
Mil cabos, puntas, morros, farellones.
Apenas esta punta fué doblada,
Cuando a las dos y dos del medio día[82],
Tacámez les descubre su bahía,
De entonces para siempre celebrada;
Y en ella, ya de una áncora colgada
Para seguir su curso y larga vía,
Una pomposa nave rica y bella,
Con una presta lancha al bordo della.
En viéndola los nuestros, como digo,
Tan linda, que a los ojos se les viene,
Y que consigo lancha sola tiene[83],
Gritan alegres: «¡Alto! ¡el enemigo».
El cual sin alargarse de su abrigo
Así como los vee, no se detiene

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En despachar allá su lancha suelta
Para que reconozca y dé la vuelta.
Su capitán al punto salta dentro
Con otros diez intrépidos britanos,
Y viénense los once luteranos
Buscando nuestras naves al encuentro;
El impar don Beltrán, que está en su centro,
Por verse la ocasión tan a las manos,
Manda que luego al punto el Almirante
A recebir[84] la lancha se adelante.
Ordénale con esto diestramente,
Por ser su nao pequeña, que se vaya
Sin discrepar la vuelta[85] de la playa,
Y él toma la del mar encontinente[86];
Tan bien diciplinada va su gente,
Que sin salir un paso de la raya,
Obedeciendo acuden a sus puestos,
Ya para adverso y próspero dispuestos.
La lancha a remo y vela dividiendo
El aire delicado y crespas olas,
Vino a llegarse a tiro de las bolas[87],
Que el almiranta juega con estruendo;
De donde luego, alzando un son horrendo,
Salen por tres abiertas portañolas
Tres globos, que cosidos con el agua,
Más chispas van echando que una fragua.
Ninguno fué tan cierto que sirviese
Aun de tocar la lancha en frente puesta,
Sino de que en oyendo la respuesta[88],
Ser gente contra sí reconociese,
Y de que conociéndola volviese
En busca de su nao, veloz y presta,
La cual, en[89] viendo que era nuestra armada,
Salió con gran denuedo a la parada.
Y así, levando el áncora al momento,
Sobre que sola estaba de partida,
A todas velas parte, revestida

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De un ánimo gallardo y ornamento:
No sale con tan raudo movimiento
El agua rebalsada y detenida
Habiéndole soltado la represa,
Como la ya levada nave inglesa.
El espolón herrado y rostro encara[90]
En nuestra capitana fieramente,
Y con exenta y desdeñosa frente
Se viene a don Beltrán como una jara:
El cual, con un valor y muestra rara,
Sale a frenar el paso a su corriente,
Habiéndole ganado el barlovento[91],
Ganancia en estos juegos de momento.
El uno para el otro dejan irse
Así[92],de iguales ímpetus llevados,
Ya tiro de cañón los dos llegados,
Empieza su furor a descubrirse;
Mas antes que comiencen a batirse
Con versos[93], no por número hinchados,
Es fuerza dar espíritu a los míos
Ya para tanto lánguidos y fríos.
¡Oh coro de las nueve sacrosanto,
A cuyo son se mueve el fijo polo;
Y tú, planeta ilustre, claro Apolo,
Que llevas el compás en ese[94] canto,
Haced vuestro poder[95], si puede tanto,
Porque mi aliento agora pueda solo,
Subiendo otava[96] arriba cada punto,
Poner tan altas cosas en su punto.
Distaba tal espacio del poniente
El natural artífice del día,
Que para dar el término a su vía
Dos horas le faltaban solamente;
Cuando los dos bajeles frente a frente
Se llegan a poner en puntería,
Y los gallardos ánimos de dentro
Se van determinados al encuentro.

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Mirad aquí ya juntos y encarados
Al vedijoso león y drago[97] fiero,
Con más furor que el toro al bramadero,
Si ya se ve los pies dejarretados[98];
Jamás por esos aires delicados
Un águila caudal[99] y azor ligero
Se dejan ir las alas tan tendidas,
El corvo pico y garras encogidas.
Fué la cosaria nave la primera,
Que viéndose de cómoda postura,
Soltó una brava pieza de la amura[100],
Largando de su tope la bandera;
Mas no tan presto alzó la llama fiera
Cuan presto, removiendo el agua pura,
Le dieron la respuesta[101] repentina
Por boca de una y otra culebrina.
Con esto don Beltrán se va llegando,
Y el animoso inglés al mismo punto,
Hasta que a nuestra prora[102] casi junto,
Sobre babor la suya fué doblando;
Ya entonces de ambas partes levantando
Un infernal estrépito y trasunto,
Se comenzó a jugar la artillería,
Con que temblar el centro parecía.
La salitrada especie en humo vuelta,
Al cielo de los ojos arrebata,
Y el mar, que de antes era fina plata,
Muestra su faz en velo oscuro envuelta;
El agua con el fuego está revuelta,
Que ya como otras veces no le mata,
Porque él agora es mucho si ella es mucha,
Y así se tienen fuertes en la lucha.
El encumbrado monte se derrumba
Desvanecido al son que allá le toca;
Vacila de temor la firme roca
Cuando junto de sí la bala zumba;
En las cavernas cóncavas retumba,

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Por entre bosques hórridos revoca[103],
Resurte[104] de los valles y quebradas
El eco de las bocas disparadas.
Mas viendo la española capitana
Haber así revuéltose la inglesa,
Que por babor le pasa a toda priesa,
Llegándose a medir con su mediana;
A orza va buscándola, con gana
De verse ya las manos en la presa,
Y fórmase una cruz de los baupreses,
Pronóstico siniestro a los ingleses.
Por deshacella el pérfido se alarga,
Y el abordar sin tiempo rehusando,
Vuelve por estribor cañoneando,
Ya veces extendiendo pica larga;
Mas danle aquí los nuestros otra carga
Las piezas desta banda disparando,
Con que lo más granado de su gente
Bajó por entre el agua al fuego ardiente.
Ya de bermeja sangre se matiza
El cristalino campo de Neptuno;
Ya vuelan por el diáfano de Juno
Los cuerpos convertidos en ceniza;
Ya la encendida bala descuartiza
Y de los dos costados lleva el uno,
Ya muele, rompe cuero, carne y huesos,
Ya siembra el rojo mar de blancos sesos.
Éste deja tullido, aquél contrecho[105],
Allí no mata al otro a la venida
Y mátale después de recudida[106],
Volviéndole a buscar de[107] largo trecho;
Aquí veréis al uno abierto el pecho,
Al otro la cabeza dividida,
Allá tendido un cuerpo ya sin brazos,
Acá deshecho el otro en mil pedazos.
En esto, el Almirante, que seguía
La fugitiva lancha, no pudiendo

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Cogella al fin por írsele metiendo
A tierra todo aquello que podía,
Temiendo zabordar dejó la vía,
Y el rostro al mar sanguino revolviendo,
Viró para su nave a toda priesa,
Ganoso de abrazarse con la inglesa.
La cual por estribor la vuelta dada
Y habiendo de un picazo atravesado
Desde su bordo al nuestro un buen soldado
Que quiso abalanzarse a la pasada;
Pasó con una furia acelerada
Cosida bordo a bordo y lado a lado,
Hasta que, echando fuera cuerpo y punta,
Su popa con la nuestra quedó junta.
Aquí con sobra de ánimo Richarte,
Queriendo quebrantar el del cristiano,
Él mismo por las suyas le echa mano,
Valiéndose de un lazo, al estandarte;
Pero don Diego de Avila, que Marte
Aun no se le sacara de la mano,
Supo con otros cinco defendello
De suerte, que el inglés salió mal dello.
Están a su defensa Juan Manrique,
Don Juan Velázquez, Pedro de Reynalte,
Por quienes no hay recelo de que falte,
Aunque las vidas tengan tan a pique;
Y menos faltará por Juan Enrique[108],
Como la fiera muerte no le asalte,
Ni por Mondéjar[109], mozo de buen brío,
Hasta quedar de espíritu vacío.
En esto hay opiniones, ¡cosa dura!
Y caúsalo haber sido el hecho bravo,
Porque otros lo atribuyen a algún cabo
Que se trabó del asta por ventura;
Mas la que tengo yo por más segura
Es que ninguna dellas da en el clavo[110],
Y pues de vista nadie fué testigo,
Concédase al valor del enemigo.

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Fuera de que ninguno niega en ello,
Que padeciese fuerza el estandarte,
Y que esto fué en el tiempo que Richarte
Sacó de un arcabuz herido el cuello;
Y aun porque se alabase menos dello,
Un fiero pedreñal[111] por otra parte
A la misma sazón le dio en un brazo,
Dejándole sin carne gran pedazo.
Mas él con una bala suya gruesa
Que entró por la toldilla de la popa[112],
Rompiendo cuantas astas allí topa,
Con ellas ambos bordos atraviesa;
Pero sin que dejase cosa lesa[113],
Habiendo allí de gente mucha tropa,
Y fué milagro, viendo como vino,
El no llevarlos todos de camino.
Otra metió de punta diamantina
Por el amura de babor, tan brava,
Que mata un artillero donde estaba
Cargando una disforme culebrina;
Y con la misma furia se encamina
Derecha al infeliz que la zallaba[114],
Llevándose el quemado cuerpo en vuelo
Y haciéndole volar el alma al cielo.
Pasa por otro, y llévale al soslayo
La piel de todo el vientre, de manera,
Que parte de lo interno le echa fuera
El contrahecho, ardiente y vivo rayo;
Mas no sintiendo desto más desmayo
Que si por otro el daño sucediera,
El propio sin ayuda de vecinos
Recoge sus calientes intestinos[115].
Y habiendo ya ligádose la herida
Con apretarse en ella una toalla,
Vuelve Encinal tan recio a la batalla[116]
Como si aquello fuera darle vida;
Do luego, sin que nadie se lo pida,

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La ya cargada pieza impele y zalla,
Cumpliendo con su oficio tan entero,
Que nadie le llevó el lugar primero.
Aguirre, natural de Guipúzcoa,
Y digno capitán de artillería,
Por una y otra banda discurría
Corriendo sin parar de popa a proa:
Merece el cantabrés[117] eterna loa,
Pues, fuera del fervor con que regía,
Siempre los tiros hechos por su mano
Fueron los más dañosos al britano.
Al cargo de la pólvora preside,
Como persona a tanto suficiente,
Hormero, con Cherinos juntamente,
Cuyo trabajo esquivo no se mide:
Que como ponen todo aquel que pide
Su ministerio y la ocasión presente,
Y juntas ambas cosas piden tanto,
Es fuerza que trabajen con espanto.
Pues por el gran cuidado y la presteza
Que en éstos y en los otros se hallaba,
Richarte a su despecho mitigaba
El desigual ardor de su fiereza;
Aunque sacando fuerzas de flaqueza[118],
A más perder[119], más ánimo mostraba,
Y como ya picado en este juego
Brotaba por su rostro vivo fuego.
Entre su gente, encima de cubierta,
A los contrarios tiros descubierto,
Y de su misma sangre ya cubierto,
Los mueve, los anima, los despierta;
Promételes tener vitoria[120] cierta,
Aunque de lo contrario está más cierto,
Mas sábelo encubrir con el semblante
Para que siempre vayan adelante.
El claro don Beltrán por otra parte
Enhiesto, firme, grave y levantado,

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Descubre aquel valor aventajado
Que el cielo francamente le reparte;
Y, en cambio de la túnica de Marte,
De sólo natural esfuerzo armado,
Parece imagen del sacada al vivo,
De que se está preciando el dios altivo.
Solícito a su bando solicita,
Al falto ya de espíritu conhorta[121],
Al sin sazón colérico reporta,
Al que parece inhábil habilita;
Lo más dificultoso facilita,
Y estando todo en todo lo que importa,
De, su persona da tan buen descargo
Que colma las medidas de su cargo.
Con esto crece tanto la osadía
De nuestro generoso bando amigo
Y tanta priesa dan al enemigo,
Que sin poder sufrillo se desvía;
Mas cuando imaginó que ya tenía
Fuera de nuestra popa algún abrigo,
Ve cerca al Almirante, y en su talle
Los filos con que viene de abordalle.
Bien que se ve el apóstata deshecho,
Pero su presunción soberbia es tanta,
Que para recebille[122] se adelanta,
Poniendo sin temor al agua el pecho;
Mas, el que de cerrado y tan estrecho,
Apenas halla paso a la garganta,
Justo será suspenda libro y canto,
Que un libro y una voz no pueden tanto.
Es fuerza, y fuerza grande, que se quede
La comenzada historia en esta parte,
Pues ya me va faltando ingenio y arte
Y nadie puede mas de lo que puede;
Mas si el benigno cielo me concede,
Del todo que me falte[123] alguna parte,
Y o sacaré tras ésta la segunda
Con pie más lento y mano más fecunda.

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Queda lo principal y más granado
De lo que sólo a Chile pertenece,
Por donde lo de agora es flor que ofrece
El fruto para entonces sazonado;
Dejólo, pues, aquí, considerado
Que la materia y no la forma crece,
Y porque si han gustado de escucharme,
Quiero con tal ganancia levantarme[124].

FIN

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PEDRO DE OÑA (Los Infantes de Angol, Chile, 1570 - Calca, Perú, 1643). Poeta
chileno, considerado primer poeta nacional, célebre por su poema épico Arauco
domado. Hijo del valeroso capitán Gregorio de Oña, que murió en la conquista de
Chile, vivió los primeros años de su juventud en un ambiente de lucha y de guerra. El
mismo lugar en que nació no era más que un fortín adelantado de los españoles, en
los confines del territorio dominado por los indígenas.
El segundo matrimonio de su madre con una persona influyente benefició la
carrera del poeta, quien pasó a Lima para estudiar en el Real Colegio de San Martín
y, más tarde, en la Universidad de San Marcos. Fue apoyado y becado por Hurtado de
Mendoza, de modo que en el año 1596 se graduaba de bachiller en Lima; ese mismo
año se publicaba Arauco domado, su obra clave.
En ella, lejos del planteamiento de La Araucana de Ercilla, se alababa
desmedidamente el valor español y, especialmente, el de García Hurtado de
Mendoza. Se dice que fue este último quien encargó el poema para contrarrestar el
«olvido» que de él se hacía en La Araucana. Si no fue Hurtado quien realizó tal
encargo a Pedro de Oña, lo hizo alguien próximo a él.
Cuando el virrey Hurtado abandonó Perú, sus enemigos cargaron contra Pedro de
Oña; el poema fue prohibido y el poeta fue denunciado por algunos escritos, que el
deán del arzobispado de Lima, Pedro Muñiz, consideró difamatorios. Por si fuera
poco, enviudó y quedó con cinco hijos a su cargo. El nombramiento político de
corregidor de Jaén de Bracamoros, con que le había recompensado Hurtado de

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Mendoza, le fue suspendido y Oña tuvo que volver a Lima, donde procuró su
sustento como lancero y abogado, pasando graves apuros económicos.
En el año 1605 se reimprimió en Madrid Arauco domado. Cuatro años más tarde,
aparecía en Lima el poema El temblor de Lima, al tiempo que mejoraba su situación
personal, pues fue nombrado corregidor de Calca, lo que le animó a contraer nuevo
matrimonio con Beatriz de Rojas; en 1630 publicó Canción Real y en 1639 daba a la
imprenta una nueva obra dedicada a la Compañía de Jesús, titulada Ignacio de
Cantabria. Otro poema extenso escrito por él de aquellas fechas fue El Vasauro.
Pedro de Oña fue el más conspicuo representante, en Chile, del espíritu
renacentista y barroco, fundidos y sobrepuestos en su obra. Hombre de finísima
sensibilidad y artista de notable valor, fue, sin embargo, de carácter demasiado
oportunista, dado a la adulación interesada. Sus poemas de madurez evidencian la
influencia de Góngora.

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Notas

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[1] Al terminar esta Primera Parte, el poeta dijo:

Yo sacaré tras ésta la Segunda


Con pié mas lento y mano más fecunda.

Propósito, apenas necesito decirlo, que jamás llegó a cumplir. <<

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[2]En su prólogo al lector, Oña expresó: «Acordé dalle título de Arauco domado,
porque aunque sea verdad que agora, por culpas nuestras, no lo esté, lo estuvo en su
gobierno [de don García]»… <<

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[3]Engol: así se decía aún en Chile por Núñez de Pineda (Cautiverio feliz, p. 415 ) a
fines del siglo XVII, por Angol, con que se conoce hoy día. <<

www.lectulandia.com - Página 497


[4]Collegial, escrito en forma latinizada, de collegialis. Adviértase que colegial se
decía el que disfrutaba beca o plaza en un colegio, y se denominaba mayor o menor
según la categoría que éste tenía. En el caso presente, nuestro poeta era, pues,
colegial mayor. Con la beca de tal se le ve en el retrato que lleva esta edición, tomado
de la de 1596. <<

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[5]Sant, conservando su forma latina, conforme a la práctica seguida entonces; así, el
Obispo de Quito, en carta de 3 de octubre de 1594, decíale a Felipe II: «El día de Sant
Jerónimo se celebró»… El Arzobispo de Lima, en otra de 22 de Marzo de 1610 ,
todavía escribía: «… el rector del Collegio de Sant Martín»… <<

www.lectulandia.com - Página 499


[6]Don Hurtado, precediendo inmediatamente el don al apellido, que ocurre por
segunda vez en el Exordio, donde se halla nota. <<

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[7]
Visorrey, anticuado, por virrey, forma en la que se le halla aún en ambas partes del
Quijote. <<

www.lectulandia.com - Página 501


[8]
Pirú, como se decía antaño más o menos generalmente, ajustándose a su primitivo
nombre de Birú, que por evitar la sucesión de dos vocales débiles se convirtió
después en la única forma con que hoy se le conoce. Pirú escribían Ercilla y
Cervantes (La Araucana. 214-5-2; Don Quijote, P. I, cap. 42):

En el Pirú jamás acontecido…

«… mi menor hermano está en el Pirú»… El Inca Garcilaso advierte que el nombre


primitivo fué Berú o Pelú, que los historiadores más antiguos, como Cieza de León,
Zarate, López de Gomara, Diego Fernández y fray Jerónimo Román, escribieron
siempre Perú, pero «otros que presumen de más repulidos, y son los más modernos,
corrompen dos letras, y en sus historias dicen Pirú.» Comentarios reales, fol. 4 vlto.,
ed. príncipe. <<

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[9]Escuridad, escuro, escurecer, escribió nuestro Oña, y así también Ercilla y
Cervantes; hoy son voces anticuadas. <<

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[10]
Agora es asimismo anticuado, y en esa forma aparece siempre en La Araucana y
no pocas veces en Don Quijote. <<

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[11]Puesto que a Ercilla se alude con este calificativo de aceto, diré que por su parte
emplea con frecuencia el verbo acetar por aceptar, anticuado hoy, pero que se usaba
todavía en Chile en fines del siglo XVII. Núñez de Pineda (Cautiverio feliz, p. 137 ):
«… que acetaba el brindis que me hacía»… <<

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[12]
Escrebir, por escribir, asimismo empleado por Ercilla y Cervantes, y que aun se
conserva en el habla de nuestro pueblo. <<

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[13]La nota que Oña pone aquí a Ercilla carece en absoluto de fundamento, pues nada
que tocase a don García dejó por escribir, y si se comparan los dictados de uno y otro,
se verá que el poeta madrileño es más completo que el chileno en la relación que hace
de los hechos de aquel Gobernador; salvo que aluda a la relación de la campaña de
Quito y a la jornada naval contra Hawkins, que en tal caso tampoco le cuadra aquel
reproche u olvido voluntario, pues tales sucesos son posteriores a los de que se trata
en La Araucana. ¡Suum cuique! <<

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[14]Curso, que vale aquí ejercicio, práctica, de la acepción primera de cursar, que
importa «hacer con frecuencia alguna cosa». Así usa, asimismo, de esa voz Ercilla
(394-1-4):

Sin curso, disciplina ni experiencia… <<

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[15]¡Y tanto como no lo estaba! que por esos días comenzaba ya para Chile una de las
épocas más amargas de su historia, que había de concluir bien pronto con la
destrucción de todas las ciudades que los españoles habían fundado en el sur del país.
<<

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[16]Equivocó el poeta en un año lá cuenta del tiempo que duró el gobierno de
Hurtado de Mendoza en Chile, pues partió del Callao el 2 de febrero de 1557 y se
embarcó de vuelta para allá a mediados del mismo mes de 1561 <<

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[17]Bien explica aquí el autor la construcción nueva que daba a la octava real, con sus
ventajas e inconvenientes, haciendo rimar el primero, cuarto y quinto versos; y el
segundo con el tercero y sexto. Adviértase que al decir «repara el concepto», el verbo
reparar está tomado en la acepción, de «pararse, detenerse o hacer alto», muy
frecuente también en Ercilla, por ejemplo (183-2-4):

Y allí, por ver la noche, ha reparado… <<

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[18]Propria, a la latina, forma sobre todo frecuente en los documentos de aquella
época. <<

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[19]Divertir, en su antigua acepción de distraer, frecuentísima que fué y que en Chile
perduró por lo menos hasta los tiempos del P. Ovalle. El P. Mir observa que «es gran
lástima que por flojedad y dejamiento se vaya menoscabando el uso de esta preciosa
dicción». Hispanismo y Barbarismo, I, 619. A juicio de Baralt, tal desuso ha sido
debido a los asomos de galicismo que comporta esa voz, sin que en realidad los
tenga. <<

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[20]Achinés, por Hawkins, dijeron siempre los españoles; como el Draque, por Drake,
otro compatriota suyo que también surcó estos mares. Richarte, no hay para qué
advertirlo, es simple variación del Richard, inglés, es decir, Ricardo. <<

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[21] Engerir, por ingerir, forma anticuada, que se halla en Ercilla (47-3-2):

Y engerís en el tronco generoso…


Hierros otros en astas engerían…

y aun en el Bernardo de Valbuena (p. 167, ed. de Rivad.):

Era mudable, trascendido y sabio,


De sangre castellana y mora engerto… <<

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[22]
Estrecheza escribían los antiguos y no faltan modernos que también usen de esa
forma; tal como se decía también escaseza, por ejemplo. <<

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[23] Recebir, como acabamos de ver que se decía escrebir, y se dijo apercebir, etc. Tal
forma era aún corriente en Chile a fines del siglo XVII. Núñez de Pineda, Cautiverio
feliz, p. 238: «Y volviendo al permiso de los ministros en recebir los géneros»… Y
así pronuncia todavía nuestra gente del pueblo, bien sabido es. <<

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[24]Lo forzoso de la prisa o priesa, como autoriza aún el léxico, en que se veía Oña,
se debía al interés que tenía en que su obra se publicase antes de que su Mecenas se
ausentase del Perú, estando ya en vísperas de emprender su regreso a España. Cual
fuera esa priesa, lo expresó más adelante, diciendo que los siete primeros cantos de su
poema los había escrito en tres meses:

En obra de tres meses que han corrido


He yo también corrido hasta este canto… <<

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[25]El, por al, menos gramaticalmente: en la edición madrileña, construcción bastante
frecuente en los clásicos y de la cual tengo a mano el siguiente ejemplo de Tirso en
La Lealtad contra la envidia, p. 610 , ed. de la Nueva Biblioteca de Autores
españoles:

Sola una piedra arruina


el templo más soberano…

En Don Quijote: «Mira que el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le
niegue…» <<

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[26] Defeto, que vuelve a decirse más adelante, como perfeto, otras voces semejantes.
<<

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[27]Escriptura, a la latina, corregido en la edición de 1605 por la forma actual
escritura. Hoy en día aplicamos casi en absoluto la voz escritura a la que reviste el
carácter de pública, pero que en este pasaje como en alguno que ocurrirá después
(canto IV), se aplica en general a relaciones escritas, acepción vulgarísima en los
antiguos autores y que bastará comprobar con ejemplos de Ercilla, como cuando
escribe:

Digno de poner en escritura…


Hechos que no se han visto en escrituras…

y recordando que a la Biblia se la llama comúnmente Sagradas Escrituras. <<

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[28]Derribarlo, cambiando le por lo y la primera l en r, a la moderna, se enmendó en
la edición madrileña. Estaba bien el le, ni hay por qué alterar la forma en que antaño
se escribían ese y otros verbos en el infinitivo, como miralle, por mirarle, etc. «Pues
lo de trocarse unas con otras las letras, observa Garcés, (Fundamento del vigor y
elegancia de la Lengua Castellana, t. II, p. 215 , seg. ed.) sucede cuando siguiéndose
pronombre tras la primera voz de infinitivo, convertimos la r en l, así: “Tomaba tan a
su cargo el contentalle y no mentille, cual lo vería”. Quijote». <<

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[29]Invidioso, por contaminación de las íes que siguen a la primera, de que usaba aún
Cervantes: «… decir en sus versos mal de los invidiosos…» Don Quijote, P. II, cap.
16. Y así también Ercilla (455-3-1):

«Mas, presto el invidioso amor tirano…» <<

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[30]Tremulento, que el léxico da como equivalente de trémulo y que el poeta repite en
alguna ocasión más, cambiándolo también en tremuloso, según se verá. <<

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[31]Aunque no es frecuente que los apellidos pasen a ser nombres de personas, como
acontece, por ejemplo, con López (bien sabido es que el poeta Maldonado se
nombraba con este último), suele presentarse a veces el caso, de que nos ofrece
muestra Cervantes en la dueña doña Rodríguez; pero que Hurtado sea nombre aquí,
como Oña lo estampó antes en la portada de su poema, no parece admisible, siendo
que el propio del Gobernador era García. Pero el hijo de éste fué siempre llamado así,
dando motivo por ello en cierta ocasión a un juego de palabras no poco picante, que
Garibay refiere en sus Cuentos de la manera siguiente: «Proveyó el Rey de España
don Felipe II deste nombre por virrey de las Indias del Perú a don García de
Mendoza, hermano de don Diego de Mendoza, marqués de Cañete, y pasó al Perú
con su mujer, dejando acá un hijo que tenían, llamado don Hurtado. Estuvo en las
Indias por virrey muchos años. Él era muy cuerdo, y muy allegado, y de sus
acostamientos que ahorró, y mandas que algunos le hicieron, cuando volvió a España,
y sin mujer, que se le murió allá, trujo grandísima riqueza y grandísima cantidad de
plata labrada en cántaros, tinajas, braseros y otras vajillas; y por alegrar un día a su
hijo, que ya estaba con él, le dijo: —Todo esto, Hurtado, hijo, es para ti. Gentes
maliciosas que estaban presentes, glosáronlo como maliciosos, y uno de ellos dijo a
los otros: —Buena confisión ha hecho el Marqués de Cañete (que ya lo era por
muerte del don Diego, su hermano, sin hijos) sin que haya habido necesidad de
tormento. De lo cual rieron todos.» Paz y Melia, Sales españolas, II, p. 64. <<

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[32]
Rábido, sinónimo de rabioso, advierte el léxico. Ya se ve que en la forma
empleada por el poeta se ajusta a la derivación latina del vocablo: rabidus. <<

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[33]La edición de 1605 trae el vocablo sancto, puesto así en la príncipe, de su original
latino sanctus, cambiado en su actual forma santo, como antes ocurrió sant, por san:
y en aquella forma escribía en Chile ese adjetivo Núñez de Pineda, al finalizar el
siglo XVII: «nuestra sancta fe católica…» Cautiverio feliz, p. 304.
El hecho a que alude Oña para tributar a don García el apodo de santo, extremando la
nota de adulador, se hallará referido en el canto III del poema, donde tendré ocasión
de comentarlo. <<

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[34]No encuentro comprobado este aserto del poeta en textos de otros autores, y, por
el contrario, es vulgar sentencia la que Iriarte puso en la fábula del Oso, el Mono y el
Cerdo:

Si el sabio no aprueba, malo!


Si el necio aplaude, peor! <<

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[35]Firmamento en su acepción anticuada de «apoyo y cimiento en que se basa
alguna cosa», derivado de firmar, hoy afirmar. <<

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[36]De par en par, frase de todos conocida y que se dice de las puertas, por estimarse
que tienen dos hojas. Es frecuente aún en los poetas; así, Ercilla dice, al hablar de la
que tenía la cueva del mágico Fitón, que al llegar a ella «de par en par estaba
abierta». Y Cervantes, aun con más propiedad: «… ¿quién no abrirá de par en par las
puertas…»? <<

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[37]
Precisa aquí Oña con algún más detalle la nota que en el prólogo puso a Ercilla de
haber dejado en el olvido las hazañas de Hurtado de Mendoza, diciendo ahora que el
haberlas callado de propósito se debió a pasión de su parte, que desmentí en la nota
que allí puse. Los motivos que para ello tengo serían largos para contados aquí, y
sobre todo, redundante el repetirlos después de haberlos consignado por extenso en
mi estudio sobre la verdad histórica de La Araucana.
Con todo, he de advertir que otro poeta de la época de la colonia, el autor de Las
Guerras de Chile, participaba, aunque con reservas, de la opinión de Oña, al decir:

Poco más vino a prueba don García


Con la braveza indómita chilcana,
De cuyos claros hechos no es vacía,
Aun que calló su esfuerzo, el Araucana:
Tuya la culpa fué en aquel día
De escurecer la gloria soberana,
Pues con tan raro autor así te hubiste,
Que su sublime voz enmudeciste. <<

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[38] Proprio, nuevamente a la latina, corregido por propio en la edición madrileña. <<

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[39]El corrector de la edición madrileña de 1605 cambió ésta en esto. Resulta más
exacto y expresivo a la vez el femenino, puesto que se refiere a patita. <<

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[40] Raro en su valor de «insigne, sobresaliente o excelente en su línea», como define
el léxico. «Los dos al mundo raros», escribe Ercilla, y Cervantes: «raras y peregrinas
invenciones, del más raro y nuevo suceso…». <<

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[41] Contrapunto, es, según el léxico, «concordancia armoniosa de voces
contrapuestas», definición que no siempre cuadra al empleo que de tal voz han hecho
buenos escritores; así, Ercilla habla del «desapacible contrapunto» que forman con su
canto las chicharras, y Cervantes: «llevaban el contrapunto al chapín y a la escoba»,
en lo que no cabe armonía, como observa Rodríguez Marín comentando esa frase de
Rinconete y Cortadillo, y luego, en la aventura del rebuzno, «qué contrapunto se
había de llevar sino de varapalos». Don Quijote, V, 92. <<

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[1]Fuerza, que vale aquí, cantidad, abundancia, acepción sumamente usual antaño,
que el léxico no ha consignado, y de que es fácil citar ejemplos. Ercilla (178-4-4).

Y la fuerza que tiene de parientes…

Juan de Castellanos, Historia del Nuevo Reino de Granada, I, 143:

porque llegaron al de Guatabita,


de gran fuerza de gente pertrechado.

En Chile, el P. Ovalle (Hist. Rel., I, 92, 235 , seg. ed.) «… pero la mayor fuerza [de
las piedras bezares] viene de Cuyo…» «… quedando en Panamá don Diego de
Almagro para seguir después a su compañero con más fuerza de gente…». <<

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[2]Discantar, que vale lo que cantar en la acepción figurada y poética de «componer
y recitar alguna cosa», en cuyo caso se usa también como activo, según lo advierte el
léxico.
Diego Mexía (Parnaso Antártico, hoja 137):

A Hieremías dexo, aunque más cante


Sus trenos numerosos, que ha llegado
Al Nuevo Testamento mi discante.

Y en Chile, Núñez de Pineda (Cautiverio feliz, p. 99):

Que así Marcial elegante


Lo discantó en su laúd.

Y este mismo autor, hablando del discurso o arenga de un cacique, dice (pág. 490)
que discantó sobre algunas razones que se le ofrecieron; donde vale simplemente
razonar, como en este ejemplo de Cervantes: «… y aunque don Juan quisiera que
don Quijote leyera más del libro, por ver lo que discantaba, no lo pudieron acabar
con él…» P. II, cap. 59. <<

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[3] Con elementos, alude el poeta a la tierra, al agua, al fuego y al aire, que en la
filosofía natural antigua eran los principios que entraban en la constitución de los
cuerpos. Al decir mixtos, significa que a todos ellos invocaba <<

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[4]Con el sustantivo bautizado se da a entender el español, figura retórica de que usó
también Ercilla. <<

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[5] Verso que casi al pie de la letra se halla en La Araucana (265-53).

Que la espantosa imagen de la muerte …

y en el comienzo del más famoso de los sonetos de Lupercio de Argensola:

Imagen espantosa de la muerte… <<

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[6]Enrojescía, conservando la j, más tarde desaparecida de nuestra habla en voces que
antaño la llevaban, como parescía, ensordescía, etc. <<

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[7]Ocidente, por Occidente, como se decía antaño, según trae la edición de 1605 ,
apartándose en esto la lección de Rosell. <<

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[8]En la edición madrileña de 1605 deslizóse aquí una errata de bulto que deja sin
sentido el concepto, pues trae:

Mostraba ya sumido a la garganta,

errata que se ha producido, manifiestamente, porque el cajista repitió el sumido del


verso precedente. <<

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[9]Este adjetivo corruscante, que no recuerdo hallar empleado en otros autores, se
escribe hoy coruscante, p. a. poét. de coruscar, brillar. <<

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[10]Ledo, que vale alegre, del latín laetus, y que se usa solamen te en poesía; así,
Ercilla escribió (23-2-5):

Todos con leda faz se recibieron

Covarrubias le llama «vocablo castellano antiguo», y Mayáns y Sisear, dice por su


parte: «Ledo, por alegre, se usa mucho en verso, y así dice el Bachiller de la Torre:
triste, ledo, tardo y presto. También dice el otro: “Vive leda, si podrás”. En prosa no
lo usan los que escriben bien». <<

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[11]
Fido es anticuado. Del latín fidus, que vale fiel. Se usó con frecuencia en poesía,
tomándolo, al parecer, del italiano, como el Pastor fido de Guarini, traducido con el
mismo título al castellano por Cristóbal Suárez de Figueroa. <<

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[12] Dotrina, anticuado: doctrina. <<

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[13] Parecerse, usado como reflexivo, y así escribió Ercilla (573-17)

Que el valor más se muestra y se parece…

y de muy frecuente empleo en los clásicos. Cervantes en Don Quijote, I. cap. 41 : «…


mirando todos con atención si algunos parecía…» Y aun en nuestros días, Fernández
Guerra: «… las ventas y posadas… que por allí se parecen». Ruiz de Alarcón, p. 75.
Observaba Garcés, II, p. 239: «Todavía cuando usamos del en sentido de verse,
llevando accidentes de impersonal, puesto que sirve sólo de mostrarse con él las
terceras personas, usárnoslo, no ya con pronombre, sino con la cifra o nota de pasiva
española se, que podéis poner u omitir según lo requiere el número, deste modo:
“Quando es grave mal, él mesmo se queja… y luego se parece”. Santa Teresa. “Si no
eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía”». Cervantes, Quijote. <<

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[14]Adevinar escribía aún Cervantes en Don Quijote, (I, cap. 12 ): «Asimismo
adevinaba cuando había de ser el año abundante…». <<

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[15] Vee, como aparece muchísimas veces en La Araucana, en el canto en que Fitón va
mostrando a Ercilla los diversos sitios del globo terrestre: Vees la Hircania; Vees el
revuelto Cirro; Vees a Gogia…
Alguna reminiscencia a lo que era este procedimiento de la residencia que al acabar
su gobierno debían dar ciertos funcionarios públicos se encuentra (para no hablar de
las obras jurídicas que de él tratan) en lo que Sancho decía, estando en su ínsula,
irritado contra el doctor Recio de Tirteafuera: «… que se me vaya de aquí; si no,
tomaré esta silla donde estoy sentado y se la estrellaré en la cabeza, y pídanmelo en
residencia; que yo me descargaré con decir…». <<

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[16] Que Lima se lee en todas las ediciones, y que corrijo Rimac, porque tal es el
nombre del río que atraviesa la ciudad de Lima. Es errata parecida a la que se halla en
el Viaje al Parnaso de Cervantes, no enmendada en ninguno de sus textos publicados
hasta ahora, cuando al recordar a Sancho de Ribera, dice:

Las puras aguas de Limar gozando,


La famosa ribera, el fresco viento,
Con sus divinos versos elogiando
Venga… <<

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[17]Adonde, equivalente a «en lo cual», valor de este adverbio cuando se refiere a un
concepto anterior, según lo nota Cuervo, Dicc, I, p. 208. Diríamos hoy, más
acertadame me parece, de donde. <<

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[18]Seno, donde dice freno, se puso en la edición de 1605 , con lo que se da a
entender precisamente lo contrario de lo que el poeta quiso significar. <<

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[19] Trabajosa, en su acepción figurada de «hacer sufrir trabajos». <<

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[20] Aflito, por aflicto, como perfeto, por perfecto, etc. <<

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[21] Habla aquí el poeta aplicando a los araucanos las creencias de los indios
peruanos, y de tal concepto, tomado evidentemente de este pasaje, se aprovechó
Gaspar de Avila en su comedia El Gobernador prudente, poniendo en boca de uno de
sus personajes esta frase:

Sólo al inmenso poder


del Sol debemos creer,
como Autor divino y grave… <<

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[22]De propósito he de dejar sin comentarios o aclaraciones las alusiones mitológicas
de que tanto gustó nuestro poeta; pero pues esta de Lampecie la repite en más de un
pasaje y la de Fetusa es poco usada, diré que ambas eran hermanas, hijas de Apolo y
Neara, y se hallaban en Sicilia a cargo de los rebaños de su padre cuando Ulises
arribó a las costas de aquella isla. Según los dictados de Ovidio (Metamorfosis, 2, v.
348), Lampecie es una de las Helíades, que fué transformada en álamo a la muerte de
su hermano Faetón. <<

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[23]Descoger es anticuado en su acepción de escoger, pero no así en ésta en que se ve
aquí empleada, muy frecuente antaño, aunque menos hoy en día, en que nos valemos
de desplegar. Conservando el valor que tiene en los clásicos, dijo con elegancia don
Andrés Bello en su imitación de la oda de Horacio, O navis:

¿Qué? ¿No me oyes? El rumbo


¿No tuerces? Orgullosa
Descoges nuevas velas,
Y sin pavor te engolfas.

Y Rodríguez Marín en uno de sus hermosísimos Madrigales:

Cuando el rosado velo


la aurora descogía
bañando con suave luz el ancho cielo
a bañarse fué al mar la amada mía. <<

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[24]El léxico advierte que el plural aguas son los «visos u ondulaciones que tienen
algunas telas, plumas, piedras, maderas, etc.», pero no registra en la frase hacer
aguas, ésta de nuestro poeta, que se dice especialmente de los reflejos producidos por
ciertas piedras preciosas, y que por extensión aplica a las cotas bruñidas, que él llama,
muy castizamente, enlucidas, como en este verso de Ercilla:

Otros petos mohosos enlucían,

verso que el Diccionario de Autoridades invoca en apoyo del significado que


corresponde a ese verbo. <<

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[25]Gineta o jineta, que era una «lanza corta con el hierro dorado y una borla por
guarnición, en lo antiguo insignia de los capitanes de infantería», según nos enseña el
léxico. <<

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[26]Tarantántara en todas las ediciones, pero el léxico quiere con razón que esta voz
se escriba sin la primera n, de acuerdo con su etimología latina. <<

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[27]
Representar, en su valor de presentar lo declara anticuado el léxico: con aquella
forma se le halla dos veces en La Araucana (267-5-2; 410-2-2):

Representar en orden la batalla…


En formado escuadrón se representa…

El léxico trae plática, por práctica, como anticuado, pero se ha olvidado de este
adjetivo, de uso correntísimo antaño. Véanse algunos ejemplos. Entre los quince que
se hallan en La Araucana, es éste el primero (32-4-5):

Guarnecidos de pláticos soldados…

Cervantes en las redondillas que van entre los preliminares del Jardín espiritual, de
fray Pedro de Padilla:

porque en el mar deste mundo


es plático marinero…

y en La Tía fingida, sea o no obra suya: «… porque, siendo ellos pláticos en la


ciudad… no sabían que tal tía tuviese…».
Covarrubias define así esa voz: «Plático, el diestro en decir o hacer alguna cosa por
la experiencia que tiene, como soldado plático».
En lugar de plático, solía decirse también prático. <<

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[28]Pífaro, anticuado, hoy pífano. En aquella forma se halla en La Araucana, (218-
34):

De pifaros, trompetas y atambores …

Y en el Viaje al Parnaso, de Cervantes (cap. VI):

Y ti pifaro triste y la trompeta… <<

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[29]Machina y máquina usó indistintamente Ercilla, y así alternan ambas formas en
los antiguos escritores. <<

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[30]El léxico registra la locución familiar de apuesta, pero no ésta de sobre apuesta,
de que trató ya el P. Mir (II, 811 ) citando como ejemplo el verso de La Araucana:

Como si al palio fueran sobre apuesta…

al que podrían añadirse estos otros dos, también de Ercilla:

Y en quien más veces bebe sobre apuesta…


Antes cual correr suele sobre apuesta…

En Chile la usó, asimismo, Álvarez de Toledo (Purén indómito, canto XVII, p. 335):

Bebieron y comieron sobre apuesta…

Lope de Vega, en las Flores de poetas ilustres de Espinosa, p. 139 :

Y ella, como quien corre sobre apuesta…

El P. José de Acosta (Historia de las Indias, I, 155 , ed. de Madrid, 1792): «… en


cuya agua no se puede sufrir tener la mano por espacio de una avemaria, como yo lo
vi sobre apuesta…». <<

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[31] Por errata, en la edición de 1605 , desengañe, sin duda porque el corrector o
cajista no supieron que tal forma verbal desgañe viene del anticuado desgañirse, que
vale hoy desgañifarse. <<

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[32] En dos líneas inmediatas mormullo y murmurio, más comúnmente hoy murmullo.
<<

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[33]Trápala, voz onomatopéyica, que imita, según apunta Covarrubias, el «ruido de
voces o movimiento descompasado de los pies», frecuente en nuestro autor, y
también usada por Ercilla y Mendoza Monteagudo en las Guerras de Chile en varios
pasajes. Pues tan desconocida como es hoy esa voz entre nosotros, resulta corriente
su aumentativo trapalón, para designar a una persona falsa y embustera. <<

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[34]Tenerse fuerte es frase definida por el léxico y ocurre, con frecuencia en los
escritores del siglo XVI y principios del siguiente. Véanse estos ejemplos. Ercilla
(272-2-7):

Que (aunque falto de sangre) tuvo fuerte…

Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache: «… Aun quisiera la fortuna derribarme…


mas… como la contraria hace prudentes a los hombres, túveme fuerte con ella». La
tal frase corresponde de todo en todo a la que más vulgarmente empleamos hoy de
mantenerse firme. <<

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[35]
Caso en que un nombre colectivo de número indeterminado en singular concuerda
con el verbo en plural. Hoy diríamos, sin duda más correctamente, bajó, en lugar de
bajaron, que se puso, quizás, para ganar una sílaba y completar la medida del verso.
<<

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[36] Condición, en su valor de carácter, natural o genio de los hombies. <<

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[37] Libertado, que vale aquí libre, acepción corriente antaño. Ercilla (12-2-2):

No ha habido rey jamás que sujetase


Esta soberbia gente libertada…
Como Venecia, pueblo libertado… <<

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[38]Ánimos en la edición príncipe y en la de Rosell; ánimo, en la de 1605 , número
que más conviene al sentido de la frase, puesto que en este caso ese sustantivo
responde a valor o esfuerzo. <<

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[39]Falta en el léxico oficial esta voz cegarrega, que vale, según se desprende del
contexto de la oración, contienda, pelea, batalla. <<

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[40] Conchoso es anticuado; se dice hoy conchudo. <<

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[41] El capitán aquí aludido aparece nombrado tres estrofas más adelante. <<

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[42]Desorden, fin, observa Bello, «son hoy constantemente masculinos»; pero no así
antaño, aun en Chile, como puede verse por los ejemplos siguientes. Ercilla (222-5-
4):

La fin tuya y principio de mi llanto …

Alvarez de Toledo, Purén indómito, canto I, p. 7:

Porque a la fin vosotros, su victoria


Por propia la pondréis a vuestra cuenta …

Mendoza Monteagudo, Guerras de Chile, canto X, p. 213 :

Y entiendan a la fin los descreídos


Que estamos sin Dios, aunque afligidos …

Cervantes usaba tal voz en ambos géneros; Garcés, todavía del femenino: «Pláceme
aquí a la fin de poner en compendio…». Fundamento, etc., II, p. 123. <<

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[43]Tirado, si se empleara hoy en frases como ésta, de seguro que sería galicismo de
marca; pero en aquellos tiempos, tirar revestía también la acepción notada por el
léxico y hoy anticuada, de «sacar, hacer salir a uno de algún sitio, apartarlo,
desviarlo». «… y siguiendo el estilo de ella, será causa de tirar a los cazadores de
muchas y diversas y falsas opiniones y porfías…» Evangelista, Libro de Cetrería,
apud Sales españolas, I, 4. <<

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[44] Ercilla apunta este mismo hecho, pero sin nombrar a Bastida (219-1-4, 5):

Un caudillo salió luego por tierra


Llevando copia della encomendada …

En verdad, sólo trajo a su cargo los caballos, pues la gente vino al mando de don Luis
de Toledo.
Julián de Bastida, según su propio decir, «era hijodalgo, hombre de muy buena
condición y casta y persona de mucha calidad»; pasó al Perú con Hurtado de
Mendoza y no falta quien asevere que le sirvió en Chile de camarero, pudiendo en
todo caso asegurarse que gozó de su entera confianza, como bien lo atestigua no sólo
la delicada comisión de que aquí se hace mérito, el haberle elegido para que le
acompañase en el paso del Biobío y, por fin, despacharle a Lima desde la Imperial el
mismo día de su llegada a esa ciudad con su poder para que le representase en ciertas
gestiones judiciales y como su emisario para ser portador, cerca del Virrey, de las
noticias de su campaña en este país. Para remunerarle sus servicios le mandó librar en
las Cajas Reales una suma considerable de dinero y le concedió una encomienda de
indios cerca de Cañete, sobre puya posesión hubo de seguir pleito con Lilis de
Toledo, que la reclamaba como suya. Después de haber cumplido la comisión que su
jefe le confió para Lima, donde se le halla en marzo de 1561 , regresó poco después a
Chile, para tomar parte, en noviembre de ese^mismo año, en una expedición al golfo
de los Coronados, donde en tierra se tuvo una batalla con cinco o seis mil indios. De
regreso de ella quedó de guarnición en la casa fuerte de Araúco, encontrándose en el
ataque que los indios le dieron durante cuatro días consecutivos. Enemistado con
Francisco de Villagra, que había sucedido en el gobierno a Hurtado de Mendoza,
hubo de partir nuevamente para Lima desde Concepción, donde estaba avencidado,
en septiembre de 1563 , y desde allí dirigió a su antiguo jefe una larga y noticiosa
carta de las cosas de Chile, (que se halla original en el Archivo de Indias y que
publiqué en el tomo XXVII de la Colección de Historiadores de Chile) datada en
noviembre de aquel año. Permanecía aún allí en enero de 1566, y tal es la última
noticia de su vida que conozca. De su actuación en tiempo de Hurtado de Mendoza
no hay que hablar, pues ya se verá contada en la obra de nuestro poeta. <<

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[45]Rosell corrigió Alejandro; Alejandre, o mejor, Alexandre, se decía antaño más
frecuentemente. <<

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[46]Perfección enmendó Rosell, asimismo sin razón, pues la forma corriente
proscribía las dos c; así como en perficionar y perfeto. <<

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[47]Media aquí una elipsis de la preposición de, muy usada en poesía, y que permite
dar a la frase un giro elegante. <<

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[48]
Cudiciar, forma arcaica de codiciar, no puesta en el léxico, y de que nos ofrecen
ejemplos en abundancia Ercilla y Cervantes, mismo.

Con no menor cudicia y pies livianos,

escribe aquél (52-4-7); y el segundo: «… pero como la cudicia rompe el saco, a mí


me ha rasgado mis esperanzas»… Don Quijote, P. I., cap. 20.
Núñez de Pineda escribía todavía en Chile cudicia a fines del siglo XVII: «… a que le
respondí, que me daba mucho gusto de ver la cudicia y afición con que deseaba saber
las oraciones»… Pág. 155. <<

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[49]9. Cometer, en su acepción anticuada de «emprender, intentar». <<

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[50] Atambor, ant., tambor. <<

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[51]He aquí un modismo bastante frecuente y que Ercilla empleó con más
encarecimiento aún cuando dijo (1974-4):

Y hacer todo el poder en procurallo …

Hállase también en el P. Acosta: «… quedaron con determinación de hacer todo su


poder para destruir tan maldita carnicería de hombres»… Y el maestro Correas lo
registra al definir la frase «a banderas desplegadas», que es «hacer contra alguno a
todo su poder»… Corresponde a lo que hoy decimos vulgarmente «hacer todo lo
posible». <<

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[52]Rebombantes, en la edición limeña y en las españolas, como p. a. de rebombar,
que trae el léxico, si bien en Ercilla y otros autores la forma del verbo es ribombar
(rimbombar, sale en el léxico), dándole, según parece, un origen portugués, por más
que en italiano existe rimbombare. <<

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[53]
Corrijo zalema, apartándome de la lección zaloma, como aparece escrita esta voz
en todas las ediciones, pues en aquélla es la única en que se registra en el
Diccionario, tal como la escribió Cervantes; con todo, adviértase que en la comedia
de Lope intitulada El Brasil restituido, jornada II, p. 90 de la edición de la misma
Real Academia, se halla escrita tal voz en la propia forma en que aparece usada por
nuestro poeta:

Gime el mar al grave peso


Que le oprime las espaldas,
Y con alegre saloma,
Lienzo tiende, escotas larga… <<

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[54]Tela, tomada aquí en sentido figurado, por el «sitio cerrado dispuesto para fiestas,
lides públicas y otros espectáculos». Así, escribía Cervantes: «… pasar la tela en
alegres justas delante de las damas»… Don Quijote, P. I, cap. 17. <<

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[55]A más andar, modo adverbial que Correas define: «cuando uno va muy de prisa,
va a más andar». Muy frecuente en los clásicos y que en Chile hallamos empleado
también por el P. Ovalle (I, 356): «Iban muy orgullosos los indios ganando tierra,
tenían ya muy apretados a los nuestros y a más andar se mostraba por ellos la
victoria»… Y por Núñez de Pineda (pág. 71 ): «Respondió nuestro huésped que no lo
dudase, porque el norte iba, a más andar soplando con más fuerza»… <<

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[56]
Benot considera que esta voz cabriola es tetrasílaba. Diccionario de asonantes y
consonantes, p. 394, col. 2. <<

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[57]Ganar tierra, frase tomada del lenguaje de los marinos, en la que ganar reviste la
acepción que tiene en frases como «ganar la orilla, la cumbre». Nuestro poeta la usó
también en otros pasajes de su obra y se la halla, asimismo, en la del P. Ovalle en la
frase que acaba de verse: «Iban muy orgullosos los indios ganando tierra»… <<

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[1]Se juntaron aparece malamente enmendado en la edición de Rosell, puesto que la
frase está en tiempo presente. <<

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[2]Leo invenciones, que es lo que responde al sentido de la frase, donde todas las
ediciones traen intenciones, sin duda por yerro en la príncipe, que las demás
repitieron en seguida. <<

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[3]
En la edición madrileña de 1605 se alteró el orden de las palabras en este verso,
quedando así:

En esta miserable y corta vida. <<

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[4]Solemne ha leído Rosell, modernizando el vocablo, que casi seguramente estaría
escrito solene, (como se le halla en La Araucana no menos de ocho veces) y así
también todavía por Cervantes en Don Quijote. No aparece en el léxico tal forma
arcaica. <<

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[5] Ercilla, y hasta nuestro P. Ovalle, escribían también:

Donde se via el extremo y excelencia …

«… y comenzó la navegación con no menos confianza y aliento, que admiración de


los que de tierra le vían alejarse de ella…»; donde, por efecto de elisión en medio del
vocablo, se decía antaño vía por veía. Cfr. Hanssen, Gramática histórica, p. 45. <<

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[6]Diez estrofas más adelante, el poeta describe los bailes de los indios, anticipando
aquí este rasgo, perfectamente exacto y fácil de comprobar con las relaciones que de
ellos hace Núñez de Pineda en su Cautiverio feliz, discurso II, cap. XIII. <<

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[7]Pesadumbre, que hoy referimos a motivos o causas del pesar, pero que antaño se
aplicaba a pesantez, como aquel verso de «Las Ruinas de Itálica»:

Las torres que desprecio al aire fueron


A su gran pesadumbre se rindieron …

Así también en Ercilla, que, hablando de Tifeo, dice se imaginó

Lanzar de sí el gran monte y pesadumbre…

Es voz que en tal valor ocurrirá más adelante en el canto XV. <<

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[8] Con Estado se alude al pueblo araucano. <<

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[9] Decrépita, subentendido edad. <<

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[10]Incitarles trae Rossell, de acuerdo con la edición limeña, pero leo incítales, como
en la madrileña de 1605. <<

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[11]Alhombra, anticuado, por alfombra. «Alhombra, dice Covarrubias, es lo mismo
que tapete», y en tal forma se halla aún el vocablo en Don Quijote: «y haciendo mesa
de una alhombra y de la verde yerba del prado…» P. I, c. 50. <<

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[12]Malino, que escribían también Ercilla y Cervantes; forma que conserva aún
nuestro pueblo, por maligno. De Pillán trataré en el canto XII, donde esta voz lleva
nota del poeta. <<

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[13]Conviene notar el valor que concede aquí el poeta a este adjetivo vaporoso, que
suena, al parecer, como ligero, tenue, pero que debe tomarse precisamente en la
acepción opuesta, esto es, como que oscurece y perturba, tal como escribió también
Ercilla: (1262-5; 328-2-1):

Que no nos ciegan humos vaporosos…


Ni manjar de sustancia <<

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[14] Bambalear o bambolear, verbos neutros, usados más generalmente como
reflexivos y que vienen a significar lo mismo. Ejemplo de la primera de esas formas
se halla en el P. Acosta (Hist. de las Indias, I, p. n, ed. de Madrid, 1792): «Tú, que
fundaste la tierra sobre su misma estabilidad y firmeza, sin que bambalee ni se
trastorne para siempre jamás». <<

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[15]«Boto, contrario a lo agudo. Embotar los filos del espada o otro instrumento que
corte, es gastárselos… Proverbio: El saber no embota la lanza». Covarrubias. <<

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[16] Puso el poeta a este verso una nota que dice: «Tocados como diadema», sin
definir ninguna de esas voces que caían de lleno dentro de lo que en el prólogo había
llamado «barbarismo». A los chilenos no hay necesidad de explicarles lo que
significa huincha, que decimos y que en araucano suena vincha, escrito guincha en
las ediciones limeña y madrileñas. En cuanto a llauto, voz quichua, he aquí como la
define Ercilla: «Es un trocho o rodete redondo, ancho de dos dedos, que ponen en la
frente y les ciñe la cabeza; son labrados de oro y chaquira, con muchas piedras y dijes
en ellos, en los cuales asientan las plumas o penachos, de que ellos son muy amigos;
no los traen en la guerra, porque entonces usan celadas». Al definirla el poeta
soldado, ya se deja entender que está también en La Araucana. <<

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[17]Nota de Oña a la voz chaquira: «Granos azules menudos como aljófar». El
léxico, que ha dedicado artículo a esta voz, la define mal al decir: «grano de aljófar,
abalorio o vidrio muy menudo, que llevaban los españoles para vender a los indios
del Perú». <<

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[18]Contenencia en la acepción que aquí le corresponde, vale, según el léxico enseña,
cierta danza, «paso de lado, en el cual parece que se contiene o detiene el que danza».
<<

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[19] Auto, como si dijera acto, que es lo que significa en su acepción anticuada. <<

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[20] Recebido ha conservado la edición de 1605 , aunque no así Rossell. <<

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[21]No concede el léxico a tajador la acepción en que se halla aquí empleado este
sustantivo, por tajo, el palo o tronco que usan los carniceros para partir la carne, y
que se dice también tajón, forma en que aparece en La Araucana. <<

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[22]Ufanarse, reflexivo, usado como activo, accidente tan raro que el léxico no lo
registra. <<

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[23]Dice Garcés (I, 166): «Guay es otra partícula muy usadas de nuestros autores, así
en prosa como en verso:

Guay del triste


a quien tú para amar diste
inclinación de natura…
Castillejo, Rimas contra el amor.

«Equivale a la interjección ay». Hállasele todavía en el Quijote (V, 313 ): «… que si


entra el calor y estas nuestras barbas duran, ¡guay de nuestra ventura»! <<

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[24]Indina, suprimida la g, como ya vimos que ocurrió con malino, por maligno, y
cual pronuncia aún nuestra gente del pueblo. <<

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[25]Génito, por genitor, forma esta última anticuada, de su procedencia latina genitus,
nacido, engendrado. Alude el poeta a Mercurio, engendrado por Júpiter en Maya, una
de las Pléyades, y las más luminosa de las siete hermanas. <<

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[26]Corregido oscurece en la edición de Rosell, como oscuros por escuros en el tercer
verso de la tercera estrofa que sigue. <<

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[27]Vese, en la edición de Rosell, modernizando la forma hoy en desuso de veer, que
es la empleada también por Ercilla. <<

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[28]Húmido, adjetivo poético, por húmedo, según dice el léxico, pero que se halla
también en aquella forma en Don Quijote y de que ofrece ejemplo Cieza de León:
«… el cual [viento sur], aunque en otras regiones sea húmido…» Crónica del Perú, p.
4.13, seg. ed. Ercilla escribió como nuestro poeta (302-2):

Del temeroso albergue húmido y frío… <<

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[29]Cometa, según el léxico, es masculino en todas sus acepciones, pero antaño
revestía casi siempre el género femenino, tanto en prosa como en verso. Garcilaso en
su égloga II:

Y tan claro parece allá en la urna


Como en hora nocturna la cometa…

Ercilla (269-1-6):

Se vio hender una cometa el cielo …

Y así también Gutierre de Cetina, y Cervantes en Numancia, jorn. I; pero Alcázar y


Bartolomé Argensola como masculino. <<

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[30] Lutoso, adjetivo que no se halla en el léxico. <<

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[31] Romper, ya se sabe, es uno de los verbos que tienen dos formas para los
participios, una regular y otra anómala, y si hoy, como observa Rodríguez Marín
comentando un pasaje de Don Quijote en que se ve la primera, afearíamos el uso de
rompido, antaño era de uso corriente, tanto, en nuestro poeta, que de las diez veces en
que usó de él, en nueve emplea la regular y en una sola roto. <<

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[32]El léxico sólo registra murciélago, pero morciélago solía escribirse y así también
pronuncia todavía nuestro pueblo. Rosell modernizó esta voz, cambiando la lección
de los dos primeras ediciones del poema. <<

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[33]Astrologar, pronosticar los sucesos futuros por medio de la astrología, verbo de la
invención de nuestro poeta, no registrado en el léxico, que está bien formado y
responde a un hecho frecuente en aquellos tiempos. <<

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[34]Desencasar, anticuado, por desencajar, como se decía ya por ese entonces en
España. Cervantes (Don Quijote, P. II, cap. 63): «Pensó Sancho que el cielo se
desencajaba de sus quicios y venía a dar sobre su cabeza…» <<

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[35]Secutar, por ejecutar, no registrado por el léxico, y de que Oña usó no menos de
seis veces, como más adelante veremos que sale también secutivo. Tomando pie de
uno de los ejemplos que de esta voz nos ofrece nuestro poeta, Rodríguez Marín
demuestra (III, 337) que Cervantes al escribir secutoria, por ejecutoria, se ajustó al
uso de antaño, advirtiendo que el Diccionario de Autoridades registra, si bien como
anticuadas, las voces secutar y secutor. <<

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[36] Hay que aspirar la h para que el verso conste. <<

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[37] Pensamiento tomado, al parecer, de Ercilla (canto I):

Pues no es el vencedor más estimado


De aquello en que el vencido es reputado,

y que Cervantes trascribió casi al pie de la letra, citando de memoria estos versos, en
el cap. XIV de la P. II del Quijote:

Y tanto el vencedor es más honrado


Cuanto más el vencido es reputado…, <<

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[38]Oña puso esta voz macana en la Tabla que va al fin del poema, donde tendré
ocasión de comentarla. <<

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[39] Ese por éste en la edición madrileña de 1605. <<

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[40] Fantasma, masculino, y femenino en su valor de espantajo. <<

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[41]Eponamón es una de las voces indígenas que lleva nota de Ercilla en La
Araucana, y de ahí que Oña nada diga de ella. Baste con recordar aquí aquella
definición: «Es nombre que dan al demonio, por el cual juran cuando quieren
obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.» De su etimología araucana y del
empleo que de ella han hecho otros autores traté en la Ilustración XV de aquel poema.
<<

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[42] La, por lo, en la edición madrileña recordada. <<

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[43]Burujón, aumentativo de burujo, corregido en vedijón en la edición citada.
Lana de la tierra era la sacada del chilueheque, que los españoles llamaban carnero
de la tierra. <<

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[44] Soterraño, anticuado: subterráneo. <<

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[45]Piramidal, vale aquí los rayos del sol, pues, como advierte el léxico, en óptica se
llama pirámide «la que forman los rayos ópticos principales, que tiene por base el
objeto y por vértice el centro de cualquiera de los ojos». <<

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[46]Tener mano con uno, dice el léxico, es frase figurada, que vale «tener influjo,
poder y valimiento con él». Baste en comprobante de tal significado el siguiente
ejemplo de Don Quijote (P. II, cap. 33): «Los buenos tendrán conmigo mano…»
Usóla el poeta en dos pasajes más (cantos IV y XVIII). <<

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[47]Ibunché, dicho más generalmente hoy imbunche, o, como escribía Febrés,
ivunche, voz formada del araucano «ivum, animales pequeños cuadrúpedos, o
monstruos, y che, hombre, la gente en general,» y definida por aquel lexicógrafo:
«Los que consultan los brujos en sus cuevas, donde los crían desde chiquitos para sus
hechicerías o encantos; a esto llaman las indias ivùm coñi».
También Alvarez de Toledo en su Purén indómito, canto XXIII, hace recuerdo de este
mito indígena:

Uno de los catorce que murieron


Pereda fué, a quien estos hombres vanos
Por inmortal o mágico tuvieron,
O por el imbunché de los cristianos.

Datos copiosísimos sobre tal superstición hallará el lector curioso en el Diccionario


etimológico de Lenz (1, p. 422); en el Diccionario de chilenismos de Román (III,
178) y en los Mitos y supersticiones (p. 68) de Vicuña Cifuentes. <<

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[48] Desmentir, en su acepción de apartarse de la línea, nivel o dirección que
corresponde a una cosa, de que el P. Ovalle nos ofrece el siguiente ejemplo (I, p. 361
): «Entre éstos fué Caupolicán, que con diez soldados, desmintiendo caminos, se puso
en cobro». <<

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[49]El léxico da a frasis como anticuado, sinónimo de frase, y, como tal, femenino.
Antaño no fué siempre así, sin embargo, y por eso observa Rodríguez Marín (III, 331
) comentando el pasaje «Los cuadrilleros, que no entendían el frasis de don Quijote…
no querían sosegarse,» «que frasis como masculino, no sólo significa frase, sino
también, etimológicamente, habla, lenguaje». A los dos ejemplos que cita sobre el
valor de tal voz habría podido añadir el que aquí nos ofrece el poeta chileno y el
siguiente de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso (fol. 14 , ed. de 1609): «… y
me dixo: sobrino, yo te las diré de muy buena gana, a ti te conviene oirías y
guardarlas en el corazón (es frasis dellos por decir en la memoria).» <<

www.lectulandia.com - Página 641


[50]
A pie juntillas es el modo adverbial que trae el léxico, que vale «juntos los pies»,
que sin duda por exigencias de la rima cambió el poeta en juntillos. <<

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[51]Bautismo ha corregido Rosell, donde, quizás, la edición príncipe como la
madrileña de 1605 escribieron baptismo, a la latina, forma predominante antaño,
como escribían aún Cervantes y el P. Ovalle: «Luego ¿no es baptizada —replicó
Luscinda?»— «A estas fiestas generales se añaden entre año algunas particulares que
se hacen en casamientos y baptismos…» I, 295.
También se decía batizar, y en tal forma se halla varias veces esa voz en el poema. <<

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[52]Reparar, en su acepción de detenerse, que ya ocurrió en el Prólogo, poco usada
hoy, pero muy frecuente en otra época. Baste con este ejemplo de La Araucana, que
es el primero, entre los muchos que nos ofrece (49-45):

También habían sus gentes reparado… <<

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[53]
Tomar la mano, modismo sacado de lo que se usa en ciertos juegos, sumamente
acostumbrado en antiguos escritores y en Chile en alguna ocasión por el P. Ovalle:
«… Y así, viéndose preso y cautivo con su mujer, ofreció a los españoles que quería
tomar la mano con su gente y hacer que de una vez diesen la paz…» II, 155 <<

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[54] Pillalonco, que puede venir de pillu, ave parecida a la cigüeña, que llamamos
pillo, y de lonco, cabeza: cabeza de pillo; o bien, de pillán y lonco: cabeza de diablo.
<<

www.lectulandia.com - Página 646


[55]Era corriente antaño escribir nublado, nubloso, ñudo, etc, de que sería redundante
citar ejemplos. <<

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[56]
Trifauce, adjetivo poético, que, como advierte el léxico, es epíteto del fabuloso
Cancerbero. <<

www.lectulandia.com - Página 648


[57]
Lo, en la edición de Rosell, pero que estaba puesto correctamente los en la
madrileña de 1605. <<

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[58] Sulcado, anticuado, por surcado, y que en este caso vale arrugado. <<

www.lectulandia.com - Página 650


[59] No aparece en el léxico esta voz estalaje, que vale lo que estala, establo,
caballeriza. Rivodó (Voces nuevas, etc., p. 75) la propone en lugar de escaparate,
sacándola del francés, acepción que, por supuesto, no le cuadra aquí. El Diccionario
trae atalaje o atelaje, guarniciones de las bestias de tiro, en artillería. <<

www.lectulandia.com - Página 651


[60]
Apolinar, es adjetivo poético, más comúnmente empleado en su forma apolíneo,
«perteneciente o relativo a Apolo». <<

www.lectulandia.com - Página 652


[61]Fiero, generalmente usado en plural, de que nos ofrece el mismo Oña más de una
muestra en el canto XV, y así también en cuantos autores han empleado esa voz, que
yo sepa, que vale bravatas, baladronadas. De los modernos, encuéntrala en Quintana
(Españoles célebres, II, 39): «Los españoles avanzaron sin curarse de sus fieros…»
<<

www.lectulandia.com - Página 653


[62] Entre las acepciones que el léxico concede a revocar apunta la de «hacer
retroceder ciertas cosas. El viento revoca el humo;» pero no la de repercutir, que aquí
le corresponde y de que el poeta vuelve a usar en no menos de cuatro pasajes más de
su obra; y así también Ercilla (244-5-8):

Que revocó en los montes el sonido… <<

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[63] Sobre el valor de labrar hay nota en el canto IX. <<

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[64] Reducción ha enmendado a la moderna Rosell, donde la edición madrileña de
1605 trae redución, y así escribía aún en Chile a fines del siglo XVII Núñez de Pineda
(p. 337). <<

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[65] Fin, femenino, como ya se notó. <<

www.lectulandia.com - Página 657


[66] Fetor, que vale lo que hedor. <<

www.lectulandia.com - Página 658


[67]
Aparencia, anticuado, por apariencia, que usaba todavía Cervantes en el Viaje al
Parnaso y en Galatea, y en Chile Núñez de Pineda al finalizar el siglo XVII: «… que
verdaderamente estos encantadores no resucitaban los muertos, sino es que sólo eran
aparencias del demonio…» «No os dé cuidado, dije al enfermo, que teniendo esa
cruz en las manos, no os molestarán esas aparencias, que son ilusiones del
demonio…» Vocablo que el editor se creyó en el caso de poner seguido de un sic,
para manifestar que así estaba escrito en el original. Cautiverio feliz, pp. 157 y 179.
<<

www.lectulandia.com - Página 659


[68]Falta en el léxico este verbo obstupecer, del latino obstupesco, ere: «perder el
sentido, quedar insensible, quedarse pasmado, llenarse de admiración». <<

www.lectulandia.com - Página 660


[69] Enmiendo estriba, por estaba, que traen todas las ediciones. <<

www.lectulandia.com - Página 661


[70] Luminado, anticuado: iluminado. <<

www.lectulandia.com - Página 662


[71]Briales en todas las ediciones; pero, ¿qué significa briales?
Brial, según el léxico, es el vestido rico de seda u otra tela valiosa de que usaban las
mujeres, o el faldón de la misma especie que traían los hombres de armas: acepciones
ambas que de ningún modo convienen a lo que el poeta va describiendo, esto es, la
vista que ofrecía el paisaje al aparecer la aurora. He creído, así, que en el texto se
deslizó una errata: briales por eriales. <<

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[72]Enmiendo la lección de Rosell, cambiando accidente en acídente, tal como se
conservó en la edición madrileña de 1605. <<

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[73] Cuoquimbo, y cuoquímbico más adelante. <<

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[1]
La se corrigió en la edición de 1605, con manifiesto yerro, haciendo referir el la a
moderación, de la oración precedente. <<

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[2]En dicha edición, falta la Y con que comienza el verso, y en lugar de el, se
enmendó al, más gramaticalmente, pero apartándose del uso de antaño en
construcciones como ésta, en las que se prescindía del dativo, y de que luego han de
ocurrir otros ejemplos, que sería ya ocioso hacer notar. <<

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[3]También la edición madrileña de 1605 , añadió aquí, después de usar, la
preposición de. <<

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[4]El adagio «paso que dure», lo vierte así Hernán Núñez: «Paso a paso van a lejos»;
o bien: «poco a poco van a lejos y corriendo a mal lugar». <<

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[5]Desto, por de esto, puso la edición madrileña de 1605, y la sigo porque tal
contracción era de regla antaño. <<

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[6] Prora, forma poética, por proa. <<

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[7] Callos, en la acepción que aquí le corresponde, vale los extremos de las
herraduras. <<

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[8] Falta en el léxico este adjetivo mariscoso, es decir, abundante de mariscos. <<

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[9] Adoleciente, en la edición de Rosell, como participio de adolecer, siendo que se
trata, evidentemente, del adjetivo sustantivado adolecente (escrito sin s, conforme al
uso de antaño). <<

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[10]Vaso, por extensión, receptáculo natural, no ya, como quiere el léxico, «que
contenga algún líquido», sino, en general, aplicándolo, en sentido figurado, a las
cualidades del ánimo. Por no haberlo entendido así Rosell, puso coma después de esa
voz, refiriendo el «velo diáfano» a vaso, siendo que lo que Oña quiso decir fué, que la
capacidad y madurez de don García se traslucían como al través de un velo diáfano.
Ejemplo de tal uso de vaso nos ofrece en Chile Núñez de Pineda: «… San Juan
Crisóstomo nos manifiesta no haber cosa más torpe ni más fea que la mujer bebida,
porque cuanto más flaco y débil es el vaso, tanto mayor es la tormenta y el
naufragio». Obra citada, p. 137. <<

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[11] Aparencia, sobre cuya voz se puso ya nota. <<

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[12]. Palma, subentendido de la mano. <<

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[13] Corrijo de nuevo húmida, donde Rosell leyó húmeda. <<

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[14]También enmiendo aquí Entrado, conforme a la lección de la edición madrileña
de 1605 , donde Rosell puso Entrando, pues tal construcción con el llamado ablativo
absoluto era lo corriente antaño, dando, en verdad, cierta fuerza de expresión a la
frase, que no reviste con el gerundio. Quiere decir, pues, Oña: «habiendo entrado».
<<

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[15]Copia, subentendido «de gente». Copia ya se sabe que vale abundancia,
«refuerzo o cuerpo de soldados», en este caso. <<

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[16] Vee, en la edición madrileña de 1605 , que sigo, como en casos análogos. <<

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[17] Tremuloso, anticuado, por trémulo. <<

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[18]Conservo humedesciendo, como trae Rosell, que tal era la forma en que antaño se
escribían esta voz y otras semejantes. <<

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[19] Posiblemente, por errata, lástimas, en la edición de Rosell. <<

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[20]Encolmados, por colmados, que decimos hoy, y que el léxico no registra ni aún en
la del verbo de que procede este participio. Ya se sabe que la partícula en solía
preceder en la estructura de muchos verbos que hoy la desechan, como, por ejemplo,
enalmagrar, enangostar, enaspar, encercar, encobijar, etc. <<

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[21]
Puso nuestro autor a este verso una nota, que dice: «Cunas de tal hechura que las
puedan llevar a cuestas por do quiera que van». Las usan todavía. <<

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[22] Otra nota a la voz yole: «Una canasta tejida de bejucos». Lenz tráela en la forma
llol, del araucano llolle, pero advierte que con y es la primitiva. <<

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[23] No está en los diccionarios araucanos esta voz llíqueda (que castellana sin duda
no lo es). Se refiere, por lo que entiendo, a cierto utensilio, y, siendo así, acaso sería
alguna especie de red tejida usada por los indios peruanos e introducida por ellos en
Chile, pues en aimará existe llica, red para cazar, radical de otros vocablos como
llicatha, cazar pájaros. Digamos nuestra actual malla. De ella hace recuerdo González
de Nájera (p. 189, prim. ed.): «Traía la india a las espaldas un envoltorio dentro de
una red, de que se sirven como de mochila…». <<

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[24]
Nueva nota de Oña a este adjetivo enchiguado: «Chigua, es a modo de fardel
armado sobre aros de cañas verdes y trabado de tomizas de paja». <<

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[25] Sanguisuela, por sanguijuela, en la edición de 1605. <<

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[26] Contento, por contenido, es anticuado. <<

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[27] En dicha edición, corregido propio, por proprio. <<

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[28] Correr por la posta, es modo adverbial figurado, que vale «con prisa o
velocidad,» comparación muy socorrida antaño cuando sólo se conocía la posta o
correo. Volvió a emplearlo Oña en El temblor de Lima, fol. 17:

… Derribárse la manden por la posta,


o que se la derriben a su costa. <<

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[29]Difinido en todas las ediciones, cual se acostumbraba escribir esta voz y sus
afines difinir, difinición, etc. Así Ercilla (31-3-1):

El nuevo juego y pleito difinido…

y así todavía en Chile a fines del siglo XVII. Núñez de Pineda, p. 98:
«… cuando se difine, la mesma difinición se aumenta y crece …» <<

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[30]
Leo contradición, como en la edición madrileña de 1605 , forma que Rosell
modernizó en contradicción. <<

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[31] Poderosa, trae la edición de Rosell, y la de 1605, ponderosa, , que es el
calificativo más propio de carga en este caso, y como sin duda alguna estaba escrito
en la príncipe, valiéndose de la o portuguesa, que en la antigua ortografía castellana
vale on, cosa de que por no haberse percatado Rosell, le hizo poner una palabra
pirotra. <<

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[32]Habrá que creer en este caso bajo su palabra al poeta cuando afirma que su propio
estilo era el pastoril, pues ninguna, muestra de él nos ha quedado. <<

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[33]Sietetanto, que Rosell escribió en dos palabras, en que tanto se explica por lo que
dice Bello: «Formamos también numerales múltiplos dando al respectivo cardinal la
terminación tanto, como cuatrotanto». Véase también la correspondiente nota de
Caervo (n. 203, antiguo 103). <<

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[34]Moderno, empleado aqui en la acepción que nota el léxico, cuando «dícese de la
persona que lleva poco tiempo ejerciendo un empleo». <<

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[35]Ponerse con el cielo en un balance. Poner en balanza es frase figurada que vale
hacer dudar o titubear, dice el léxico. Balance, en sentido también figurado, de
vacilación o duda. Cervantes en Don Quijote, P. I, cap. 51: «… fué causa de
suspender y poner en balanza la voluntad del padre…» <<

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[36]Por cima, m. adv.: «en lo más alto». «Por cima de la peña donde se cavaba la
sepultura», escribía Cervantes (Don Quijote, P. I, cap. 14). <<

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[37]Apartándome de mi propósito de no comentar los hechos relatados por el poeta,
porque tal cosa nos llevaría demasiado lejos, he de observar en cumplimiento de lo
que ofrecí, que el de que aquí habla lo tomó de la Crónica de Marino de Lobera, y
que del poema lo sacó, a su vez, Suárez de Figueroa, y en gran parte debió de
concurrir a que se diese a don García el apodo de santo con que Oña le calificó más
atrás, según se recordará. El último de los autores citados dice a este respecto que era
«tal el miedo y respeto que le tenían los indios, que era honrado con el título de santo,
llamándole todos Apó y San García». <<

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[38]A canto, es modo adverbial anticuado, según el léxico, que vale «a pique, o muy
cerca de». Lo hallamos dos veces en La Araucana y otras tantas en el Purén
indómito; así, Ercilla dijo; (200-1-4; 491 2-7):

Que de perder el seso estuvo a canto…


Estando de perderse el reino a canto… <<

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[39]
Los chilenos sabemos de sobra que estos capitanes llevaban ambos el nombre de
Francisco. <<

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[40] Mi fe, o como más expresivamente aún, usando el estilo de los antiguos
escritores, decía Cervantes, mía fe, que vale «por mi fe». <<

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[41]Alude aquí el poeta a don Pedro Marino de Lobera y a su Crónica del Reino de
Chile, que terminó de redactar en vísperas de su muerte, ocurrida en Lima en 1594, Y
que retocó después el jesuíta Bartolomé de Escobar, en cuya forma permaneció
inédita hasta el año de 1865, en que se publicó en el tomo VI de la Colección de
Historiadores de Chile. <<

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[42] Don Pedro Lisperguer nació en Worms (Alemania) en 1529 y era descendiente
del Duque de Sajonia; pasó a España con el Duque de Soria, y después de haber
servido allí como caballerizo del Conde de Feria y del Marqués de Pliego, se embarcó
para el Perú en calidad de maestresala del Marqués de Cañete, y se vino en seguida a
Chile con don García, quien le confió, como afirma el poeta, el que condujese presos
a Lima a Villagra y Aguirre. Baste con esto como comentario a los versos en que aquí
se le nombra. <<

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[43] El, por un, en la edición de 1605. <<

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[44] Pirú, por Perú, como se decía antaño y se advirtió ya en la portada. <<

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[45]Nota de Oña a este verso: «La ciudad de Santiago». Mapochó, por causa del
ritmo, haciendo aguda esta voz, como en los versos en que anteriormente ha ocurrido.
<<

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[46] En la edición madrileña de 1605 , en lugar de «pueblo de», se lee próspero. <<

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[47]En la misma edición las dos últimas palabras de este verso dicen: «habían
venido». <<

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[48]
En la edición de Rosell, siguiendo a la príncipe, yerto; en la de 1605, con
manifiesta errata, hierro. <<

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[49]No está en los diccionarios esta voz rívulo, que significa, según el contexto,
arroyo, riachuelo. <<

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[50]Oña escribió casi siempre ciénaga, como enseña el léxico, si bien es de advertir
que tanto él como otros autores (Ercilla entre ellos) solían decir ciénega. Cuervo en
sus Apuntaciones, p. 493, se pronuncia porque el uso correcto exige ciénaga. <<

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[51]Silguero, muy frecuente antaño, y mantenido hasta hoy en el léxico, en el mismo
valor que jilguero <<

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[52]Dar vaya, que en Chile no acostumbramos decir, es mofarse o burlarse. Véase se
este ejemplo que tomo del Viaje entretenido de Rojas Villandrando, I, p. 80:

La vergüenza que pasé,


Los dichos que me dijeron,
Los apodos que me dieron
Y la vaya que me dieron… <<

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[53] Fortunado, anticuado, hoy afortunado. <<

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[54]Así que: «por lo cual, de suerte que». Significó en su origen «hasta tal punto que,
de tal modo que». Es menos común hoy que en épocas anteriores, Cuervo, Dicc. de
construcción y régimen, II, 697. Véanse estos ejemplos. Ercilla (81-1-1):

Así que por los pueblos y ciudades …

Cervantes (Don Quijote, P. I, cap. 24): «Así que para conmigo no es menester gastar
más palabras en declararme su hermosura …». <<

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[55]
Estanza, anticuado, por estancia. En aquella forma escribía aún esa voz en Chile,
Mendoza Monteagudo a mediados del siglo XVI:

Haré al Pillán que os eche de esa estanza… <<

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[56]
En todas las ediciones con el puerto, donde con paréceme una errata, por en,
como enmiendo. <<

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[57]Viento largo es, como define el léxico, «el que sopla desde largo, la dirección
perpendicular al rumbo que lleva la nave, hasta la popa». <<

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[58]
Puerto jacobino, como si dijéramos santiaguino, esto es, el de Valparaíso. Dan de
mano, figuradamente, dejarlo. <<

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[59]Alude aquí el poeta a lo que la mitología cuenta del fruto del loto, que hacía a los
extranjeros olvidarse de su patria. <<

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[60]Vela, tomado aquí en su valor del tiempo que dura en su puesto la guardia o
centinela que se ponía por la noche en las plazas fuertes o campamentos militares.
Fernández de Oviedo escribía en sus Quincuagenas, (p. 174) como comento al
siguiente dístico:

El que duerme siendo vela,


Meresce ser castigado;

«… así, pues, quien se durmiere en la vela de su ánima, si la perdiere por su culpa o


sueño, no dé la culpa a otro, sino a sí mesmo». <<

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[61]Mélode, por melódico, adjetivo de que el poeta usó también en otro pasaje del
canto XII, aproximándose a su forma latina melodus y que debe estimarse como
licencia poética. <<

www.lectulandia.com - Página 726


[62] Rémora, femenino, subentendiendo pez. <<

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[63]Empacarse, verbo que falta aún en el léxico y cuya derivación y significado puso
ya de manifiesto el P. José de Acosta seis años antes que saliese a luz el Arauco
domado: «Los pacos a veces se enojan y aburren con la carga, y échanse con ella sin
remedio de hacerlos levantar; antes se dexarán hacer mil piezas que moverse cuando
les da este enojo. Por donde vino el refrán que usan en el Perú de decir de uno que se
ha empacado, para significar que ha tomado tirria o porfía o despecho, porque los
pacos hacen este extremo cuando se enojan». El mismo autor, a renglón seguido, trae
también a cuenta el verbo desempacar. Para los chilenos bastará con esto, que el que
desee más pormenores sobre tal voz, los hallará muy por extenso en las pp. 51-55 del
tomo III de las Apuntaciones lexicográficas de don M. L. Amunátegui y en el
Diccionario de chilenismos de D. Manuel A. Román. <<

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[64]
Zorrero, ra, enseña el léxico, es adjetivo que se aplica a la embarcación pesada en
navegar, y, figuradamente, al que va detrás de otros o se retrasa en seguir a los demás.
<<

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[65]El léxico, al par que registra a enluciado, da, anticuado, por enlucido, no trae a
enluciar <<

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[66]Entricado, se decía antaño, por intricado. En la edición académica de La
Araucana, así como en la del Centenario, se conservó la forma acostumbrada por
Ercilla: intrincado. <<

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[67]Labirinto, puesto a la latina, de labyrinthus, tomándolo a su vez del griego; y
como escribía aún esta voz el Inca Garcilaso: «Y pues estamos a la puerta deste gran
labirinto, será bien que pasemos adelante a dar noticia de lo que en él había».
Comentarios Reales, ed. de 1609, hoja 13 vlta. <<

www.lectulandia.com - Página 732


[68]Conservo vidro, que trae la edición madrileña de 1605, pues así se escribía esa
voz en tiempos de Oña y aún en los de Cervantes, que decía: «es de vidro la mujer»:
«botones de vidro…». <<

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[69]Ivierno, (sin la h ni la b que puso Rosell) vale lo que invierno, según el léxico. Es
sabido que nuestro pueblo aun pronuncia ivierno. Hibierno escribia también Nuñez
de Pineda, (obr. cit., p. 126), ajustandose al origen latino de esa voz, hibernum: (…
que como era la fuerza del hibierno, apretaba con exceso el frio… <<

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[70] A una, modo adverbial, que vale «a un tiempo, unidamente o juntamente». <<

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[71]Piedra togue, suprimida la preposición de, como se dice en el común hablar.
el común hablar. <<

www.lectulandia.com - Página 736


[72]
Hoy día el uso invariable pide quien cuando se trata de personas, pero antaño no
ocurría así, práctica de que sería redundante citar ejemplos. <<

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[73] Escurana, anticuado, por oscuridad. <<

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[74] Verso que aparece corregido así en la edición madrileña de 1605:

Hicieron cordilleras y collados. <<

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[75]De ordinario como término de encarecimiento se usa de quinto, pero el poeta
extrema la hipérbole para hablarnos aquí de la nona esfera. <<

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[76]Tomar el cielo con las manos, frase figurada y familiar, que vale «recibir grande
enfado o enojo por alguna cosa, manifestándolo con demostraciones exteriores». <<

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[77]Calar la visera, frase tomada de lo que se acostumbraba cuando los caballeros
iban a entrar en combate, que bajaban delante del rostro esa pieza de la armadura. <<

www.lectulandia.com - Página 742


[78]Comunísimo era antaño en los poetas el empleo de voces náuticas, sin duda a
causa de que por el largo tiempo que duraban las navegaciones llegaban a serles
familiares; las que aquí recuerda nuestro Oña se hallan todas consignadas en el léxico
y las maniobras que apunta no necesitan comentarios. <<

www.lectulandia.com - Página 743


[79] Zaloma, en todas las ediciones. Véase lo que acerca de esta voz se dijo en el canto
I, p. 63. <<

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[80] Ensordecido, a la moderna, en la edición madrileña de 1605. <<

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[81] Filáciga, anticuado, hoy filástica. <<

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[82] Tarazana, más generalmente dicho atarazana. <<

www.lectulandia.com - Página 747


[83]No trae el léxico a espumazón, que debe estimarse como aumentativo de espuma,
significando el aspecto que ofrecía el mar con la abundancia de ella. <<

www.lectulandia.com - Página 748


[84]
Impíreo, por empíreo, forma aquélla no registrada en el léxico, y de que usaba aún
Cervantes:

Subiste alegre a las impíreas salas. <<

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[85] Subentendido pidiendo. <<

www.lectulandia.com - Página 750


[86]Guarte, imperativo de guárdate, sincopado, una de aquellas voces que Pedro
Espinosa aconsejaba que no se emplease, por ser de las «vulgares, mal sonantes,
humildes, mal significativas, impertinentes, sin decoro, sin gala, misterio ni
alusión…». Obras de…, p. 106. Hállasela, con todo, en La Araucana (480-2-1):

¡Guarte, Rengo, que baja, guarda, guarda …

Y empleada aún por Jovellanos en su Idilio a Anfriso. <<

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[87] Mover, en su acepción figurada de abortar. <<

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[88]Saco en su valor de saqueo, muy frecuentemente usado en «poner o meter a
saco». <<

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[89]Recuentro o reencuentro, como se dice hoy, más usado antaño en esa primera
forma. Ercilla, en el sumario del canto IV: «… con los cuales tuvieron un porfiado
recuentro…». Otras veces, como tambien nos ofrece de ello muestra La Araucana
(490-5-7), se decía rencuentro:

Otros muchos rencuentros de importancia… <<

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[1] El léxico dice que ante se llama en el Perú «una bebida alimenticia y muy
refrigerante, hecha con frutas, azúcar, nuez moscada y otros ingredientes»; pero más
probablemente tal voz está usada aquí como «plato o principio con que se iniciaba la
comida o cena», como bien se deja entender por su contraposición a postre. Quevedo
jugando de las dos acepciones de esta voz, en la Vida del Gran Tacaño, capt. 15:
«Porque tal destrozo como yo hice en el ante no lo hiciera una bala en el de un
coleto». <<

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[2]No trae el léxico ni como anticuada esta forma esgremidor cambiada la primera i
en e, por evitar la sucesión débiles iguales, como solía acostumbrarse, diciendo, por
ejemplo, escrebir por escribir. <<

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[3] Recuérdese lo dicho antes acerca de esta voz secutar: por ejecutar <<

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[4]De llano, que hoy decimos comúnmente de plano, de su origen latino planus. De
llano escribían Ercilla (245-3-5), y Juan de Castellanos (Elegías, p. 109):

El golpe fué de llano, y como muerto


Vino al suelo …
Pues (para no caer) nada le presta
Haber sido (según dicen) de llano…

Pérez de Montalván en su comedia La Monja Alférez, acto I, esc. 7:

Debió de dar de llano:


Como un pavo le parte, si la mano
Vuelve de filo… <<

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[5]Mura, forma que no se halla en el léxico, por amura, como se dice hoy. Ercilla
escribía también mura (255-3-7; 266-1-3):

Y la mura mayor fué casi rota …


Rompió de la gran mura un grueso cable… <<

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[6]Alusión al juego que se llamaba «correr sortija,» todavía en uso en algunos
pueblos de España y que suele verse también en nuestras haciendas de campo. <<

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[7] El empleo de tales voces está demostrando de la pelota, que el juego tan
frecuentado era por aquellos años en España, se había popularizado también en Lima.
Voleo, por lo demás es término que se halla en Don Quijote: «… más hay otra cosa
que también me admira… y fué que al primer voleo, no quedaba pelota en pie, ni de
provecho para servir otra vez…». P. II, cap. 70. <<

www.lectulandia.com - Página 761


[8]
Fición, como se decía antaño, por ficción, que enmendó sin fundamento la edición
madrileña de 1605. <<

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[9] Tenacemente, licencia poética, por tenazmente. <<

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[10]
No registra el léxico este adjetivo mádido, que Oña formó del latino madidus, a,
um: húmedo. <<

www.lectulandia.com - Página 764


[11]Cosa parecida ocurre con tremendo, que no vale aquí terrible, sino tembloroso,
sacado de tremer = temblar. <<

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[12]De éste, enmendó Rosell, salvando la contracción, que se ha conservado en la
edición madrileña de 1605, <<

www.lectulandia.com - Página 766


[13]
Súbito, que vale de súbito o súbitamente, muy usado antaño en esa forma; así, por
ejemplo, Ercilla dice (27-3 1):

Pues el madero súbito traïdo…;

y como en éste, en muchísimos otros casos.


«La voz súbito, observa Garcés (Fundamento del vigor y elegancia, de la Lengua
Castellana, I, p. 25, seg. ed.), ora adverbio, ora adjetivo, úsanlo Bartolomé Leonardo
de Argensola y Cervantes». <<

www.lectulandia.com - Página 767


[14] Tener mano con uno, locución sobre la que quedó ya nota. <<

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[15] Soltar la artillería, es dispararla; así lo decía también Ercilla(271-3-6,7):

Soltando con estrépito espantoso


La gruesa y reforzada artillería… <<

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[16]Apó, es voz definida por Ercilla, que vale «señor o capitán absoluto de los otros»,
digamos en buenos términos, gobernador. Parece que el vocablo se conservaba aún
entre los araucanos en la segunda mitad del siglo XVII, a lo que Núñez de Pineda (pág.
349) cuenta:
«El gobernador Loyola —prosigue Quilalebo— según la voz común, y lo que
nosotros llegamos a alcanzar, era muy buen Apo, que quiere decir gobernador». <<

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[17]Totora, decimos hoy, pero no estará de más advertir que en su origen esta voz se
escribía tutura. Garcilaso, Comentarios Reales, hoja 21 , prim. ed.: «… mandó que
trajesen orejeras hechas del junco común, que los indios llaman tutura…» y que
después se pronunciaba tótora, según consta de tres pasajes de la Historia natural y
moral de las Indias del P. José de Acosta, que tomamos de la edición madrileña de
1792 (I, 86, 152 , y II, 118 ), de los cuales nos bastará con conocer el primero: «Cría
gran copia de un género de junco, que llaman los indios tótora, de la cual se sirven
para mil cosas, porque es comida para puercos y para caballos y para los mismos
hombres; y de ella hacen casa y fuego y barco y cuanto es menester: tanto hallan los
indios en su tótora…». Hállase también esta voz en Alcedo, y Lenz la ha comentado
en su Diccionario etimolójico. Convendría que el léxico señalase su etimología. <<

www.lectulandia.com - Página 771


[18]Camarada, femenino antaño y hoy masculino, cual ocurre con centinela, por
ejemplo. <<

www.lectulandia.com - Página 772


[19]
Nota de Oña a la voz cortadora: «Especie de paja como cuchillos». Es la planta
que nuestro pueblo llama cortadera, en cuya forma la trae el señor Román en su
Diccionario de Chilenismos. Preferible me parece la que da nuestro poeta, aunque
más no sea por distinguir la planta del instrumento llamado cortadera. <<

www.lectulandia.com - Página 773


[20] En la edición en, madrileña de 1605 se repitió la preposición en, después de y. <<

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[21]
Mareado, en la acepción de descomponerse o echarase a perder una cosa por el
agua del mar; así también en La Araucana (270-3-7, 8):

Quién fuego enciende, y en el casco usado


Tuesta el húmido trigo mareado. <<

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[22] Parecerse, usado como reflexivo, sobre cuyo uso quedó ya nota. <<

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[23]Faición, y más generalmente fación, forma esta última que es la única que el
léxico da como anticuada, por facción. Escrita como en el poema hallo esta voz en el
Parnaso Antártico de Diego Mexia (hoja 77):

En todas las faiciones importantes


(Salvo en las de engañar) oh! cosa rara!
Son ambos a su padre semejantes. <<

www.lectulandia.com - Página 777


[24]Nota de Oña a pacayales: «Madera de que se hace el mejor carbón de las Indias».
El pacay es un árbol peruano parecido al algarrobo, que describió Alcedo con los
nombres de pachae o pacae {Mimosa Inga} y generalmente conocido en su tiempo
por el de su fruta guaba, una baya de media vara de largo, que en divisiones
cartilaginosas contiene semillas de forma de almendras, cubiertas de una materia
blanca, dulce y fibrosa parecida al algodón. Las he visto vender en los mercados de
Lima. <<

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[25] Variante de la edición madrileña de 1605: su comida. <<

www.lectulandia.com - Página 779


[26] Brumal, ant. fig. «Perteneciente o relativo al invierno». <<

www.lectulandia.com - Página 780


[27]Escaseza, anticuado, según el léxico, pero que usaba todavía Cervantes. Don
Quijote (I, cap. 47): «… donde reina la envidia, no puede vivir la virtud, ni adonde
hay escaseza, liberalidad…». Igual forma predominaba respecto de, estrecheza, por
estrechez. <<

www.lectulandia.com - Página 781


[28] Aguadera, sustantivado, por capa aguadera, la que llamamos hoy impermeable.
<<

www.lectulandia.com - Página 782


[29]Insólida, no por insólita, como pudiera creerse a vista, sino en su valor de «falta
de solidez,» adjetivo que está bien formado, como insoldable, inseparable,
insensible, etc., y que no se halla en el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 783


[30] Rencuentro, como poco antes vimos recuentro. <<

www.lectulandia.com - Página 784


[31]Devisar es forma anticuada en sus acepciones todas, según el léxico, que no da su
actual equivalente; pero en este pasaje lo es de divisar (que el léxico no apunta)
cambiada la primera i en e, cual ocurre con otros vocablos similares, y en devisa por
divisa, en e, correspondencia tampoco notada. <<

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[32]En Don Quijote, el titerero maese Pedro, dice Cervantes por donaire, que tuvo
«por senado y auditorio,» entre otros, a Sancho Panza y al ventero, pues tal voz se
aplica figuradamente a cualquier junta o reunión de personas graves; y así escribía
Ercilla (9-5-1):

Juntos, pues, los caciques del senado… <<

www.lectulandia.com - Página 786


[33] Propio, y no proprio, en la edición de Roseli. <<

www.lectulandia.com - Página 787


[34] Amanesció, enmendado por Rosell a la moderna: amaneció. <<

www.lectulandia.com - Página 788


[35] Para que el verso conste, hay que aspirar la h, como si se dijera fondura. <<

www.lectulandia.com - Página 789


[36]Trinchea anticuado, por trinchera, si bien, aquella es la única forma en que esa
voz se halla todavía empleada en Don Quijote y en Chile tiempos del P. Ovalle (I,
66): «… y hicieron una trinchea como media luna…». <<

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[37]Cava, por foso, es anticuado, según el léxico. Se la halla, sin embargo, en La
Austriada, en el Romancero de Lasso de la Vega, en el Passagero de Suárez
Figueroa, en Don Quijote y en La Araucana (188-1-6):

Salir un paso fuera de la cava…

La define in extenso Covarrubias. <<

www.lectulandia.com - Página 791


[38]Tropezamos de nuevo aquí con el adjetivo sobre encolmado, el cual hay que notar
en este pasaje que, quizás por no haberse percatado de su valor, se enmendó en la
edición madrileña de 1605 por encalmados, que no traduce lo que el poeta quiso
decir, esto es, que los segadores iban llevando a cuestas grandes gavillas de trigo. <<

www.lectulandia.com - Página 792


[39]Abandono por un instante mi propósito de no comentar los dictados históricos de
Oña, para llamar la atención hacia el hecho que aquí consigna, en un todo de acuerdo
esta vez con Ercilla (286-5-6, 7):

Siendo a vista de Arauco levantada


Bandera por Felipe, rey de España…,

pues viene a modificar cuanto los historiadores han dicho hasta ahora acerca del
momento y lugar en que fué proclamado en Chile aquel monarca. <<

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[40]Apercebido, forma usual antaño por apercibir, no puesta en el léxico, y que es la
única que emplean Ercilla, y Cervantes en la Primera Parte del Quijote. Se usaba
todavía en Chile a fines del siglo XVI, según un pasaje de Núñez de Pineda que citaré
al hablar de tal verbo en su valor de percibir. <<

www.lectulandia.com - Página 794


[41]No decimos hoy hacer su poder, sobre cuya frase algo se puso más atrás. Véase
ahora este ejemplo de Ercilla en que tal modismo aparece expresado aún con más
fuerza (197-4-4):

Y hacer todo el poder en procurallo… <<

www.lectulandia.com - Página 795


[42] Recuérdese, a propósito de esta voz estalaje, lo dicho más atrás (página 90). <<

www.lectulandia.com - Página 796


[43] El léxico no registra el verbo embanderar, ni ninguno de sus derivados,
embanderado, embanderamiento, tan usuales entre nosotros. En La Araucana (548-
57) se halla el participio formado de este verbo:

Entraron en la plaza embanderada…

El señor Román ha invocado tal cita en comprobante de que embanderar, verbo, por
lo demás, usado en toda la América Latina, hace falta en el Diccionario. <<

www.lectulandia.com - Página 797


[44] No está en el léxico este adjetivo filicida, que se dice del que da muerte a su hijo,
como bien lo indica su formación. Pues tenemos a homicida, parricida, fratricida,
suicida, ¿por qué no dar lugar a filicida y a uxoricida, añadiré, que tampoco figura en
el léxico? La denominación general de parricida es demasiado vaga. <<

www.lectulandia.com - Página 798


[45]Vido, por vió, en todas las ediciones; como no podía menos de ser por causa de la
rima. Hablando Garcés (II, 217 ) de los verbos anómalos que «doblan la voz con un
mismo poder», dice: «tales son los irregulares ver e ir, y hácelo el primero en su
pretérito perfecto de indicativo, doblando la voz en la primera y tercera persona del
singular, v. gr.:

Ni de tanto poeta vide alguno.— Viaje al Parnaso.»<<

www.lectulandia.com - Página 799


[46]Por efecto de una metátesis bastante corriente, en la edición de 1605 se puso
estrupador. <<

www.lectulandia.com - Página 800


[47]Hartastes, como luego bajastes, arcaísmos de conjugación por los plurales
equivalentes hartasteis, bajasteis. Cfr. Cuervo, Apuntaciones, etc., p. 163. <<

www.lectulandia.com - Página 801


[48] Tiseras, por tijeras, que ocurrirá luego después (Canto V), donde hay nota. <<

www.lectulandia.com - Página 802


[49] Adevino, como devisa, que notamos en otros pasajes. <<

www.lectulandia.com - Página 803


[50]Entrar, como verbo activo, en su significado de «invadir u ocupar a fuerza de
armas» un castillo, una plaza fuerte, una ciudad, comunísimo antaño. Ercilla (136-5-
5):

Entrar el pueblo con armada mano …

El obispo Villarroel (Historias sagradas, I, 37 v.): «Fué luego la ciudad entrada y la


reina cautiva…». <<

www.lectulandia.com - Página 804


[51]
Ha trabado, en la edición madrileña de 1605, y no han, como ha leído Rosell,
pues el sujeto es anzuelo. <<

www.lectulandia.com - Página 805


[52] En cierne, que se dice de ciertas plantas cuando sus frutos están aún en flor, y
figuradamente de las personas o cosas que se hallan muy a sus principios, cuando les
falta todavía mucho para llegar a su perfección. <<

www.lectulandia.com - Página 806


[53]A una larga disquisición se presta este como que Bello que, y su anotador Cuervo
llaman conjunción continuativa, y a la cual el P. Mir consagra nada menos que cinco
páginas de su Hispanismo y Barbarismo. Rodríguez Marín le dedica, asimismo,
algunas líneas al tratar de ella en los varios pasajes en que ocurre en Don Quijote,
para combatir las lecciones sustentadas por Clemencín y Cortejón, y por mi parte
algo he tenido que decir también en el pasaje de La Araucana (556-4-1, 2) en que se
la halla, aunque de significado un tanto diverso del que aquí reviste. El carácter de
estas notas no permite repetir semejantes opiniones, y así he de limitarme a decir que,
supuesta la elipsis de es posible, que envuelve la frase, leo como aparece la
puntuación del texto. Rosell la hizo toda interrogativa; a mi entender, creo que resulta
más ajustada al pensamiento del autor poniendo como admirativo el cómo y
comenzando la interrogación en que: en una palabra, que se trata de dos elementos
diversos. <<

www.lectulandia.com - Página 807


[54]La edición de Madrid de 1605 trae intrínseco, pero conserva intrínsico, como se
escribía antaño; así, en La Araucana (147-4-1):

Y de rencor intrínsico aguijados…;

forma que el léxico no registra ni como anticuada. <<

www.lectulandia.com - Página 808


[55]Mínima, «voz de la música,» como advierte Clemencín mentando un pasaje de
Don Quijote en que ocurre, término de comparación de uso frecuente en los escritores
de antaño. Ercilla (88-3-2):

Que no pierde una mínima su puesto …

Lasso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 41 ):

No por eso los bárbaros furiosos


Una mínima aflojan… <<

www.lectulandia.com - Página 809


[56]Con pies hermanos, esto es, «con ambos pies,» en contraposición a lo que se dice
de «andar en un pie». <<

www.lectulandia.com - Página 810


[57]El hijo de Leocán, perífrasis que Oña no aclaró en nota porque ya lo había hecho
Ercilla, diciendo que «Caupolicán fué hijo de Leocán, y Lautaro hijo de Pillán» y que
por no poner tantas veces sus nombres se valía de los de sus padres. <<

www.lectulandia.com - Página 811


[58] Tercio como término militar, significando tropa de infantería. <<

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[59] Dice Ercilla (169-1-8) hablando de uno de sus héroes:

Con grave paso entró en el estacado…

subentendiéndose «campo cerrado». Y como en éste en otros seis pasajes más en que
aparecen, ya estacada, ya estacado. Observa don Miguel Luis Amunátegui
(Apuntaciones lexicográficas, III, pp. 263-264) que el Diccionario de la Real
Academia «enseña que cercado, techado, sagrado, sembrado, poblado y despoblado,
pueden ser, no sólo adjetivos, sino también sustantivos. Mientras tanto, no dice igual
cosa de estacado, a pesar de hallarse en el mismo caso y de la autoridad de Ercilla.
¿Por qué? Aún hay más. La Academia no da al verbo el sentido correspondiente al
sustantivo estacado. Debo de advertir que según el Diccionario, el palenque o campo
de batalla se llama estacada. Así lo practican los escritores contemporáneos».
Véase también el Diccionario de Chilenismos del señor Román, t. II, art. Estacar. <<

www.lectulandia.com - Página 813


[60]«Ahora, sús». Frase calificada por Pedro Espinosa (Obras. p. 165) como mal
sonante o vulgar. Su uso fué muy frecuente en poetas y prosistas. Ercilla (24-4-1):

Alto, sús, que yo aceto el desafío …

Conserva el léxico como de uso familiar tal interjección, que dice venir de suso, y «se
emplea para infundir ánimo repentinamente, excitando a ejecutar con vigor o
celeridad alguna cosa». <<

www.lectulandia.com - Página 814


[61] En lugar de su, se lee con, en la edición madrileña de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 815


[62] Devísale, por divísale, que ya se notó antes. <<

www.lectulandia.com - Página 816


[63] Hermosura, que exige la aspiración de la h para que resulte el verso. <<

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[1] Pasar, usado aquí como impersonal en su acepción de «ocurrir, acontecer,
suceder,» al decir del léxico, pero mejor en su valor de tratar, de que Cervantes nos
ofrece varios ejemplos en Don Quijote, como éste: «¿qué coloquios pasó contigo?».
Clasifica Garcés este verbo entre los «que en propio sentido llevan por supuesto el
mesmo que otras veces es término de acción. I.— Tal es el verbo pasar en estos
textos: “en tanto que las damas del castillo esto pasaban…”». Fundamento etc., II,
245 <<

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[2]Mundo, en su acepción figurada y familiar, que vale, como muchedumbre,
multitud. Se nos presenta concertando aquí de nuevo el caso de un verbo en plural
con un sujeto en singular, por ser éste un nombre colectivo de especie indeterminada.
<<

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[3]
Ñublado, anticuado, según el léxico, forma que aun emplea pueblo y en la cual se
encuentra no menos de cuatro veces en La Araucana v. g. (72-2-7):

Así el negro ñublado turbulento


Lanza un diluvio súbito y violento. <<

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[4]Ni pase al mal, en todas las ediciones; prefiero el, tal como se lee en el verso
siguiente:

Mas tras el bien… <<

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[5] Un paso, en vez de punto, se enmendó malamente en la edición madrileña. <<

www.lectulandia.com - Página 822


[6]Maya en su segunda acepción, que vale: «Niña que en algunos pueblos visten
galanamente el día de la Cruz, en el mes de mayo, para que pida dinero a los
transeúntes, o lo pidan otras muchachas mientras ella está sentada en una especie de
trono». <<

www.lectulandia.com - Página 823


[7]Adjetivo sustantivado es aquí opuesto, que vale «impedimento, dificultad», y no se
halla considerado en el léxico de la Academia en tal carácter. Tráelo también Ercilla
(573-1-5):

Y los fuertes opuestos contrastando… <<

www.lectulandia.com - Página 824


[8]Varias acepciones concede el léxico a devisar como anticuado, pero no la que le
corresponde aquí de «ver, percibir aunque confusamente, un objeto», o sea la de
divisar. Algo se dijo ya anteriormente (pág. 146) acerca de semejante acepción. <<

www.lectulandia.com - Página 825


[9] Latónico, adjetivo, derivado de Latona, la luna. <<

www.lectulandia.com - Página 826


[10]Fontana, forma poética de fuente, tomada del italiano, y que se halla, sin
embargo, en tal forma en Don Quijote: «… por las señales que halló en la
fontana…». (I, 26). <<

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[11]Por gozar del sol se ha enmendado en la edición madrileña, pero está bien el texto
de la príncipe, como se comprueba por ejemplos de escritores del buen tiempo; así,
Cervantes dijo: «… comenzaba a gozar la gloria del vencedor». (I, 34). Advirtió por
eso, Salva que el régimen de gozar, tanto puede ser del como el. <<

www.lectulandia.com - Página 828


[12]Ya previno nuestro autor que a las voces indígenas aclaradas por él en su tabla,
debían agregarse las que constaban de la puesta por Ercilla a su Araucana, en la cual
se define a palla: «Es lo que llamamos nosotros señora, pero entre ellos no alcanza
este nombre sino a la nobel de linaje y señora de muchos vasallos y hacienda». Véase
para más detalles la nota que se halla en la página 484 de nuestras Ilustraciones al
poema ercillano. <<

www.lectulandia.com - Página 829


[13]Mano a mano, modo adverbial frecuentísimo en los escritores de antaño, tomado
de ciertos juegos y que se dice de los adversarios que no se llevan ventaja el uno al
otro. Los poetas no se han desdeñado de usarlo, desde Garcilaso acá, que escribía:

Contigo, mano a mano,


Busquemos otro llano …
Égloga I.

Véase este otro ejemplo de Cervantes (Don Quijote, II, p. 279): «… bien puedo a mi
salvo satisfacerme del agravio que me ha hecho, peleando con él mano a mano…».
<<

www.lectulandia.com - Página 830


[14] Habla aquí el poeta como si no estuviera escribiendo de Chile, donde, si puede
pasar lo de templado aplicado al mes de abril, de ningún modo el que diga septiembre
frío: anacronismo que hay que agregar a los no pocos en que incurre por no dar a su
poema el sabor local que le corresponde. <<

www.lectulandia.com - Página 831


[15]
Vedrïera para la medida del verso, como puso Rosell; y así como antaño se decía
muchas veces vidro, así también vedríera. <<

www.lectulandia.com - Página 832


[16]
Allá, por allí, se lee en la edición de 1605 , despojando al concepto de la precisión
que le corresponde. <<

www.lectulandia.com - Página 833


[17]Para los chilenos está de más la advertencia de que es falsa esta alusión a los
ruiseñores, puesto que aquí no viven, ni han vivido jamás; nuevo anacronismo, que
sube de punto en la estrofa siguiente, cuando al enumerar las flores de que el prado
estaba poblado, Oña sólo recuerda tierra. Nótese las europeas y ni una sola de las
peculiares de esta víola=violeta, en su forma latino-castellana. <<

www.lectulandia.com - Página 834


[18]Croco es anticuado, sinónimo de azafrán. Clicie es el nombre mitológico de
nuestra maravilla o girasol, forma en que es frecuente hallarla mencionada en los
poetas; así, Ercilla, personificando esa flor, cantaba (229-1-5):

Cuando la mustia Clicie se mejora


El rostro al rojo Oriente revolviendo… <<

www.lectulandia.com - Página 835


[19] Cohollo, que el léxico da como sinónimo de cogollo, sin otra advertencia. <<

www.lectulandia.com - Página 836


[20] Murmurio, e indistintamente murmullo. <<

www.lectulandia.com - Página 837


[21]En la edición de 1605 se han suprimido el segundo y tercer artículos, sin motivo
alguno, al paso que en el verso precedente se les conserva. Por yerro de la imprenta,
falta la coma después de nardo, en aquella edición. <<

www.lectulandia.com - Página 838


[22]El uso de quien por al cual, o reproduciendo nombres de cosas no personificadas,
era corriente en los antiguos clásicos, y sobre esto no hay necesidad de insistir. <<

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[23]Al ánima, se puso en la edición madrileña, más gramaticalmente sin duda; pero el
por al se decía. <<

www.lectulandia.com - Página 840


[24]Haberse, en la edición de Rosell y en la de 1605 , que enmiendo en haberle, que
es lo que más se ajusta al sentido. <<

www.lectulandia.com - Página 841


[25]Resulta con todos los caracteres de culteranismo este adjetivo sublime dicho del
cuerpo de los patos que lo mostraban por entero fuera del agua. <<

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[26]Si al autor hay que reprocharle el haber dado cabida en sus descripciones a las
plantas y flores de Europa tratándose de paisajes chilenos, no es menos censurable al
enumerar en esta estrofa al jabalí y al tigre; pase si se tratase de comparaciones, como
puede pasar también lo del venado y la corcilla, puesto que en este país habitan el
huemul, y el pudú, que son de la misma familia de esos animales, europeos. <<

www.lectulandia.com - Página 843


[27]Recebir, como dice aún nuestra gente del pueblo, voz en la que, contra lo que
debió suceder considerada su raíz latina reci, se cambió esta última letra en e, por
haber parecido, como observa Bello, «algo dura la sucesión de dos sílabas de vocal
débil». Así escribían también Ercilla y Cervantes.
Buen ejemplo paréceme éste para manifestar que dan pruebas de purismo exagerado
los que tan duramente censuran el empleo de valer la pena. <<

www.lectulandia.com - Página 844


[28]Observa el Diccionario que tramontar «dícese particularmente del sol, cuando en
su ocaso se oculta de nuestro horizonte detrás de los montes». Observa, asimismo,
que se usa más como reflexivo y que como activo vale «disponer que uno se escape o
huya de un peligro que le amenaza». Ya se ve que el poeta lo emplea aquí como tal,
conservando, sin embargo, su primera acepción. <<

www.lectulandia.com - Página 845


[29]Tiseras se dice todavía en Venezuela, forma anticuada de tijeras, no registrada en
el léxico de la Real Academia. Véanse estos ejemplos de autor americano: «…
usaban [los indios peruanos] de las navajas de pedernal, porque no hallaron la
invención de las tiseras…» «… dixo un Inca a un condiscípulo nuestro del leer y
escrebir: “si los españoles nuestros padres no hubieran hecho más de traernos tiseras,
espejos y peines, les hubiéramos dado cuanto oro y plata teníamos en nuestra tierra”».
Inca Garcilaso, Com. Rls., h. 20 vlta., ed. de 1609. <<

www.lectulandia.com - Página 846


[30] En la edición madrileña: Sin pena, sin temor… <<

www.lectulandia.com - Página 847


[31]Respeto, anticuado, por respecto; así como, a la inversa, decía respecto por
respeto: «para los casos que se pueden ofrecer, huéspedes de respecto…». Núñez de
Pineda, p. 249.171 <<

www.lectulandia.com - Página 848


[32]En la edición de Rosell, quizás por yerro de imprenta, perfecto por perfeto, como
se lee en la de 1605 y probablemente diría la príncipe. <<

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[33]Gramaticalmente, después del futuro, debió emplearse el subjuntivo: viviere, en
vez del presente vivo; pero tales construcciones, hoy en día anómalas, solían usarse
antaño. En el presente caso, tal empleo provino, evidentemente, de la fuerza del
consonante. <<

www.lectulandia.com - Página 850


[34] Saltear, en su acepción de asaltar, acometer. <<

www.lectulandia.com - Página 851


[35] Atender, en su valor de esperar, que Garcés (obra cit., I, 28) tanto encomiaba. <<

www.lectulandia.com - Página 852


[36]Coluna, que el léxico da como equivalente de columna. Coluna escribió, en
efecto, siempre Cervantes, si bien nadie lo haría hoy en esa forma. <<

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[37] Dueña, en su acepción anticuada de mujer que no era doncella. <<

www.lectulandia.com - Página 854


[38]Nudo, como añudar, que todavía anda en boca de nuestra gente del pueblo, y de
empleo frecuentísimo en los escritores del siglo XVI, v. g., Ercilla, que escribía
también ñudoso, por «contaminación con annodare o dialectal salmantino y del N.
O.,» a estarnos a la opinión de Cejador al hablar de la voz ñudo, usada por Cervantes.
<<

www.lectulandia.com - Página 855


[39]Suplo la coma después de linfáticos, que falta en todas las ediciones, y aun así,
para que se perciba el sentido de la frase, habrá que recordar que en poesía, linfa vale
agua. Lo que el poeta quiso decir, por tanto, fué que ambos amantes estaban ya del
todo mojados. <<

www.lectulandia.com - Página 856


[40]En la edición madrileña, por manifiesto yerro de los moldes, se lee atento, en vez
de a tanto. <<

www.lectulandia.com - Página 857


[41]Despulsarse, es anticuado y vale «agitarse demasiado por una pasión de ánimo».
Conforme a su formación de des y pulso, corresponde literalmente a lo que hoy se
dice sin pulso. <<

www.lectulandia.com - Página 858


[42]Accidente trae Rosell, y la edición madrileña acídente, que es la forma que
correspondía antiguamente a este sustantivo y en la que se halla aún en Don Quijote
dos veces por lo menos, y otras tantas en La Araucana, y que el léxico no saca. <<

www.lectulandia.com - Página 859


[43]
Pirú, como se notó ya, que aparece sin fundamento corregido en la edición de
Rósell. <<

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[44]Designo, como si en su formación no fuera irregular, empleado en alguna ocasión
así también por Cervantes (Don Quijote, IV, 167) y no consultado en el léxico. <<

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[45]Talanquera en su sentido figurado de defensa o reparo, de donde pasó a decirse
«hablar o mirar de talanquera,» frase que ocurrirá después (C. VII) y de cuyo uso
encontramos ejemplo en un escritor chileno de la colonia, contemporáneo de nuestro
poeta, al hablar de los araucanos: «… son tan variables, que viendo que tienen tan a
mano donde ponerse en salvo, y hablar (como dicen) de talanquera, no aguardan a
que los obliguen grandes ocasiones…». González de Nájera, Desengaño de la guerra
de Chile, p. 87, segunda edición. <<

www.lectulandia.com - Página 862


[46]Rosell modernizó, indudablemente, esta voz, que la edición madrileña conservó
en su forma usual antaño: vitoria. <<

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[47]Hacer cierto, que hoy diríamos asegurar, afirmar, pero que antaño era modo de
hablar corriente y castizo; así, don Quijote decía a Sancho: «… y esto se te hiciera
cierto, si hubieras leído tantas historias como yo …». <<

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[48]
Mi, en todas las ediciones, donde el sentido, manifiestamente, pide ni, como
enmiendo. <<

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[49]
Sobre aguado, así en dos palabras en las dos ediciones, lo que debe escribirse en
una, sin bien Fernández de Oviedo en el Sumario de la natural historia de las Indias
usó de la misma grafía. <<

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[50]Enseña el léxico que tanto vale áspid como áspide, y que en ambas formas reviste
el género masculino, y tal es el que le atribuye Ercilla (377-4-7):

Y la cola del áspide revuelta…

y los demás autores que el Diccionario de Autoridades trae a cuenta al definir esa
voz; pero no así en este ejemplo de Plinio, traducido por Jerónimo de Huerta (t. I, p.
408, ed. de Madrid, 1624, fol.): «En los grandes desiertos de África se crían las
serpientes llamadas áspidos»…, ajustándose así al que todos los sustantivos de esa
terminación, derivados del griego, les corresponde en castellano: cariátide, clámide,
pirámide, etc. Convengamos, pues, en que el hacer masculino a áspide sólo pudo
venir del evitar la cacofonía resultante de anteponer el artículo femenino delante de
voz que comienza por a, sin que pueda reprocharse a nuestro poeta, —y muy lejos de
eso— el que escribiera las áspides. <<

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[51] Carrasqueño en su acepción figurada y familiar de áspero o duro. <<

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[52] Talca, sinónimo aquí de Talcaguano, como consta cuatro versos más abajo. <<

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[53]Empiguelado en todas las ediciones, pero pues la voz procede de pihuela, «la
correa con que se guarnecen y aseguran los pies de los halcones y otras aves», o falta
en todas ellas la diéresis a la u, o hay que leer empihuelado, del verbo empihuelar,
que no registra el léxico. <<

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[54]El capirote que se ponía a las aves de rapiña empleadas en la caza era una
cubierta de cuero, que las obligaba a estarse quietas y que se les quitaba al tiempo de
largarlas. <<

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[55] Novelo, por licencia poética, en vez de novel. <<

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[56] Apercebir, como aun pronunciaba Cervantes, contaminación de dos letras
inmediatas, muy frecuente en voces de esa índole y que se conserva en el habla del
pueblo. Véase lo dicho más atrás: forma usual antaño por apercibir, no puesta en el
léxico, <<

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[57]Los toros de Jarama, como símbolos de bravura, es bordoncillo corriente en todos
los antiguos poetas castellanos, de quienes tomó sin duda la comparación nuestro
Oña, que, hasta entonces por lo menos, no los había visto lidiar. Recuérdese lo que al
respecto trae Ercilla (422-5-6, 7):

La cerviz yerta y frente levantada,


Asoma otro famoso de Jarama …

Celébranse en el Romancero (Madrid, 1604, hoja 443):

Seis hatos de gruesas vacas,


que las amenas riberas
del celebrado Xarama
con fértil pasto alimentan.
De a do el feroz animal
sale de armada guedeja,
de cerviz fuerte erizada,
de cola enroscada y luenga,
que para solaz del mundo
en las celebradas fiestas
con el hierro de Mendino
discurren por varias tierras. <<

www.lectulandia.com - Página 874


[58] Ganar por la mano, frase figurada: «anticipársele en hacer o lograr alguna cosa».
<<

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[59]Ver uno las estrellas es frase figurada y familiar, «que se dice por la especie de
lucecillas que parece que uno ve cuando recibe un gran golpe». En Chile reforzamos
más tal idea al decir que se ven las estrellas a medio día. <<

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[60]Hacer bueno, como antes dijo hacer cierto, en su sentido propio, y no en el que
reviste en «haberla hecho buena», que vale todo lo contrario. <<

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[61]Nada hay que observar de los nombres indígenas tales como Gracólaño,
Caupolicán, Tucapel, Rengo, Leucotón y Lepomande aquí mencionados, pues se
encuentran todos recordados en La Araucana: el de Talguén responde sin duda al de
Talcuén, también celebrado por Ercilla. De otros que no se hallan en ese caso se
hablará a su tiempo. <<

www.lectulandia.com - Página 878


[62] Broncino, licencia poética, por broncíneo. <<

www.lectulandia.com - Página 879


[63]Retiñen, de retiñir, «durar el retintín». Queda por ver si tal forma de conjugación
es correcta. Emiliano Isaza, en el Diccionario de la Conjugación Castellana,
apoyándose en la Academia y en Bello, conjuga el verbo reteñir, dando como
gerundio retiñendo.
Bello dice: «Reteñir, sea que signifique volver a teñir, o lo mismo que retiñir, se
conguja como teñir, aunque en este segundo significado no sea verdaderamente
compuesto de teñir, sino de tañer». (Gramática, § 546, pág. 143. París, 1905).
Cuervo rectifica así la etimología: «Retiñir nada tiene que ver con tañer: éste viene
de tangere (Non didicit chordas tangere, Ovid.), y aquel otro de retinnio, compuesto
de tinnio, voz seguramente formada por onomatopeya». (La misma obra, nota 77,
pág. 84).
Los diccionarios de la rima (Benot, Peñalver) no traen los gerundios.
Bello en la Oración por todos:

En las quejas del aura y de la fuente,


¿no te parece que una voz retiña,
una doliente voz que dice?: «Niña,
cuando tú reces, ¿rezarás por mí? <<

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[64]Define el léxico a garlar: «hablar mucho, sin intermisión y poco discretamente,»
y a garlear, como voz de germanía, que vale triunfar. En las tres ocasiones en que
Oña emplea tal verbo, equivale a acezar, «respirar con fuerza y dificultad», y así
también en este verso de La Araucana (4892-3):

Los pechos garleando levantados…

En Don Quijote, II, 187 , se nos ofrece también un ejemplo de tal significado. <<

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[65]Pudiera parecer a primera vista que trinchea es licencia poética, por trinchera,
pero no hay tal, pues así se decía antaño, aún en Chile. Alvarez de Toledo, en el
Purén indómito, canto XVI, p. 324:

Paran tapiales, puertas y trincheas…

En Cervantes era corriente el uso de tal vocablo, del cual se encuentran varios
ejemplos en Don Quijote, según queda dicho más atrás (página 148). <<

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[66]Acorruca en todas las ediciones, y en esa forma define Covarrubias:
«Acorrucarse, cogerse con la ropa, y ovillarse». En Don Quijote: «… y allí se
acorrucó, y se hizo un ovillo…» «… Don Quijote se acorruco y se cubrió todo…».
Alguna vez también en la forma actual: «se acurrucó, y durmió a sueño suelto…».
<<

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[67]
Batería es, propiamente, el destrozo que produce la artillería en los muros sobre
que se dispara; así, dijo Lope de Vega (Dragontea, canto VI, hoja 393 vlta., edición de
1604):

No hiciera más extraña batería


El pedrero mejor de artillería…

Y Ercilla (328-4-8):

Habían hecho gran riza y batería…

Todo conforme a su etimología de batir: golpear. <<

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[68] Bel, anticuado, por bello. Cervantes en el Viaje al Parnaso hace aparecer en
escena (cap. VIII) aquel «bel trotón» que mandó traer la Poesía. Me inclino a creer que
se trata más bien de un italianismo. Es voz que ocurre por segunda vez en el canto VI.
<<

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[69]
Perfección, en la edición madrileña.
No registra el léxico a perfeción ni como anticuado, aunque si a perfeto. En Ercilla
ocurren perfeta, perfeto y perficionar. Cervantes escribió siempre perfeción. <<

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[70]Juega aquí el poeta de las dos acepciones del adjetivo claro, que en el primero de
estos versos vale limpio, y en el segundo no hay para que decirlo. <<

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[71]
Reprehender, forma corriente en los escritores de aquel tiempo, por reprender.
Véase este ejemplo de La Araucana, entre los varios que ofrece (48733):

Me culpo, me castigo y reprehendo…

Y en la que se escribía aún a fines del siglo XVI en Chile: «… porque no habernos
visto a ninguno castigado ni reprehendido por sus robos y excesos». Núñez de
Pineda, pág. 237. Por lo demás, acostumbrada también en comprehender, cual podrá
verse en este otro pasaje del mismo autor (p. 332): «Estos naturales no tuvieron
voluntad de comprehender los sagrados misterios de nuestra fée santa…»; hoy en
desuso, si bien se conservó en aprehender, para distinguirlo de aprender. <<

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[72]«Estar puesto en estrecho, es estar en necesidad y en peligro,» define
Covarrubias; frase correntísima en los escritores de aquel tiempo y que en La
Araucana ocurre varias veces, por ejemplo (42-4-1):

Lo que jamás hicimos en estrecho… <<

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[1]Rota, por derrota, vencimiento, como escribía aún el P. Ovalle (I, 59): «… porque
en las rotas que les daban los nuestros tenían aquel seguro refugio…». <<

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[2] Romancista, que se decía del cirujano que no sabía latín. <<

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[3]Hacer tercio, como el léxico advierte, es frase que significa entrar en parte en
alguna cosa; completar el número de los que concurren a ella. <<

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[4] Pinguedo, que el P. Mansilla interpreta: Pin-hueda: «dijo cosa mala». <<

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[5]
Longo: «se llama así, dice el P. Augusta, un vaso tejido de quilas, de la forma de
damajuana más o menos, con cuello largo, que sirve para guardar harina tostada». <<

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[6] Copil. Kupil significa pelado, de kupiln, cortar el pelo a alguno. Id. <<

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[7]Crin. Parece ser el mismo nombre Crino, que aparece en La Araucana. Véase
nuestra ilustración XV. <<

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[8] Proferirse, en el sentido de «ofrecerse a hacer alguna cosa voluntariamente, como
yo me profiero a proveer de trigo la ciudad» (Covarrubias), enteramente desusado
hoy, pero muy frecuente antaño, y aun en boca del P. Ovalle en dos pasajes de su
Histórica Relación, uno de ellos el siguiente: «… Lincoya, que era de altura de
gigante, se profirió a dar más gente que ninguno…». Acepción de proferir que no
figura en el léxico ni aún como anticuada. Adviértase que muy frecuentemente
también, en vez de proferir, se usaba preferir, como en estos ejemplos. Ercilla (504-4-
6):

Y así graciosamente me prefiero…

Cañizares en su comedia de El pleyto de Hernán Cortes con Panfilo Narvaez, p. 16:

CORTÉS.— Bien decís, a hablar al Rey


voy, que en efecto ha de oir
mi razón aunque no quiera:
y pues vos os preferís
a sacarme de esta duda,
vuestra palabra cumplid. <<

www.lectulandia.com - Página 897


[9] Verso en el que, plus minusve, se halla repetido el de La Araucana:

Dejad de vos al mundo eterna historia… <<

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[10]Viedma, escrito en otras fuentes, o Biedma, como él se firmaba. Su nombre era
Juan. Fué natural de Ubeda, pasó a Chile con Hurtado de Mendoza, de quien tuvo el
cargo de capitán de su guardia de a caballo, y consta que vivía en Valdivia, donde era
encomendero, en 1565 , fecha en que probablemente se ausentó de Chile. Ercilla le
menciona entre los combatientes en Millarapue. <<

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[11]Pedro de Aguayo nació en Córdoba, hacia los años de 1521 ; vino a Chile en 1551
, en la expedición de ultracordillera que acaudilló Francisco de Villagra; se estableció
en la Imperial, y al año siguiente fué nombrado corregidor de Villarrica, cargo que
sirvió hasta el de 1554 ; regidor de la Imperial en 1555 y alcalde ordinario en 1556 ;
peleó contra Lautaro en Mataquito; Hurtado de Mendoza le dio una encomienda de
indios en Concepción y le nombró sargento mayor del reino; poco después de 1559 se
embarcó para Lima; allí ingresó en la orden de Santo Domingo, pero en 1565 se
hallaba en Santiago, ya profeso. Celébralo Ercilla en La Araucana. <<

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[12].Gabriel Gutiérrez de Aguilera nació en Toledo en 1535 ; pasó a Chile con
Hurtado de Mendoza, a quien acompañó en todas sus campañas, hasta radicarse como
vecino encomendero en Cañete, de cuya ciudad fué regidor en 1563 y alcalde
ordinario en 1569. Militó también a las órdenes de Martín Ruiz de Gamboa, habiendo
fallecido, sin dejar sucesión, hacia los años de 1580. Hurtado de Mendoza le
despachó a Lima para que fuese conductor de ciertos despachos al Virrey, y Ercilla le
nombra entre los defensores del fuerte de Penco. <<

www.lectulandia.com - Página 901


[13]Diego de Avalos nació en Ubeda en 1524. Desempeñaba en Potosí el cargo de
alguacil mayor, que dejó, gastando, además, una cuantiosa suma, para enrolarse en el
ejército que Hurtado de Mendoza trajo a Chile; peleó en la batalla de Biobío y en la
de Millarapue (como respecto de esta última lo atestigua Ercilla); hizo la campaña al
descubrimiento de Chiloé con aquel Gobernador y es casi seguro que regresara con él
a Lima, donde se le halla en mediados de 1561. <<

www.lectulandia.com - Página 902


[14]Diego de Lira Zayas, celebrado por Ercilla, y a quien éste sirvió de testigo en una
información que levantó en Madrid en 1578 , de la cual consta que pasó al Perú con
el Marqués de Cañete en 1555 ya Chile con el hijo de aquel virrey, habiendo servido
aquí con sus armas y caballos cerca de cuatro años. Decíase «caballero hijodalgo
notorio». <<

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[15]En todas las ediciones ha salido escrito Martín de Santarén, por Santander que
corrijo, pues de aquel nombre no hubo soldado alguno en Chile, y añadiré aún que su
verdadero apellido era Espinosa: Martín de Espinosa y Santander es, por
consiguiente, a quien alude aquí nuestro poeta. Fué «oriundo de Medina de Rioseco,
hijo del comendador Diego de Espinosa Velasco de los Monteros y de doña Catalina
Santander, nació en 1532 ; era montero de la guardia Real cuando pasó a América
junto con Alderete, premunido de una Real cédula de recomendación para que, en
atención a los servicios de sus mayores, se le hicieran condignas mercedes. Vecino
encomendero de Valdivia, donde vivía en 1580 , casó con doña María de
Montesclaros…». Thayer Ojeda, Los Conquistadores de Chile, III, p. 103. <<

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[16] Martín de Elvira, de quien Ercilla refiere por extenso la famosa hazaña que
realizó durante el ataque de los indios al fuerte de Penco, fué natural de Olvera, en
Cádiz, vino a Chile con Hurtado de Mendoza, para partir muy luego formando parte
de la columna que al otro lado de los Andes condujo Pedro del Castillo. Fué uno de
los fundadores de la ciudad de Mendoza, donde se radicó y vivía aún en 1590. <<

www.lectulandia.com - Página 905


[17]El que Oña llama don Pablo de Espinosa parece ser Pablo Arévalo de Espinosa,
oriundo que fué de la villa de Martín Muñoz de las Posadas, hijo de Pedro de
Espinosa y de Teresa Alonso, y sobrino de uno que fué presidente del Consejo Real
de Castilla, parentesco que vendría a justificar el don que Oña le atribuye. Pasó al
Perú con la gente que traía para Chile Jerónimo de Alderete y consta que vivía aún en
este país en 1567. Es probable que este sea el Espinosa que Ercilla celebra entre los
defensores del fuerte de Penco. <<

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[18]Lorenzo Vaca de Silva pasó a Indias en 1548; se halló en Panamá de parte del
Rey en la intentona de Hernando de Contreras, y en la sublevación de Francisco
Hernández Girón peleó en las avanzadas al lado de Jerónimo Costilla. En el paso del
Apurimac logró distinguirse atravesándolo a caballo. Vino a Chile con Hurtado de
Mendoza, a su costa, trayendo un español, un negro y cuatro caballos, y después de
servir en la guerra en una compañía de arcabuceros, regresó al Perú. A fines de
noviembre de 1561 rindió en Lima una información para pedir que se le gratificasen
sus servicios. Diez años más tarde se le encuentra avecindado en Badajoz, su patria,
de tránsito en Madrid. Había nacido en 1530. <<

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[19]El nombre de Payo, que omite Oña, lo trae Suárez de Figueroa en sus Hechos de
Don García Hurtado de Mendoza, p. 36, seg. ed., citándole entre los capitanes que se
distinguieron en la defensa del fuerte de Penco, pero no aparece para nada en los
documentos de la época. Adviértase, con todo, que los nombres que da el cronista del
Gobernador de Chile son en muchas ocasiones de pura fantasía, como para muestra lo
veremos en el caso siguiente. <<

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[20]Oña menciona a un Manrique, que Suárez nombra Diego, siendo que se llamaba
Francisco y por segundo apellido de Lara. Pasó al Perú con don Andrés Hurtado de
Mendoza y a Chile con don García, habiendo hecho esta jornada por tierra. Figuró en
gran parte de la campaña, y después de dos años de permanencia en este país se fué a
Tucumán con la gente que se envió de socorro a Juan Pérez de Zurita. En mayo de
1561 , se hallaba en Lima, provisto con el cargo de alguacil mayor de aquella
provincia y contaba entonces sólo 22 años de edad. <<

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[21] Ocurre con el don Simón de que habla Oña yerro parecido en Suárez de Figueroa
al llamarle Osorio, pues su verdadero apellido era Pereira, como el poeta lo dijo más
adelante al enumerar los soldados que figuraron en la reseña que don García hizo de
su gente, donde apunta el dato, ya consignado en La Araucana, de que era portugués.
Era uno o dos años menor que Ercilla y juntos habían estado en Inglaterra en calidad
de pajes del príncipe don Felipe, y juntos también pasaron a Indias con Jerónimo de
Alderete, provisto de una cédula de recomendación en la que se le llama
gentilhombre del Rey, y tanto por su edad como por su situación social y por aquellas
sus antiguas relaciones, fueron durante la campaña de Chile amigos inseparables.
Hizo la jornada de Chile hasta encontrarse en la acción del fuerte de Quiapo, para
volverse al Perú muy probablemente con el mismo Ercilla, pues juntos se les halla en
Lima en 1560. <<

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[22]Oña no da el nombre de Santillana, y, por tal causa, su referencia tanto puede
convenir a Diego como a Hernando de Santillana, su hermano, sevillanos. Ambos
hicieron la campaña con don García, Diego estuvo en Lima en 1561 y al año
siguiente figura como encomendero de los Confines; en 1574 era ya muerto.
Hernando, el hermano mayor, se hallaba ya en la Serena en 1554 , en octubre del
siguiente se casó en Arequipa, para regresar luego a Chile en la hueste de don García.
En 1562 residía en Concepción. <<

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[23]Con Verdugo ocurre igual cosa que con Santillana; Suárez de Figueroa equivoca
su nombre llamándole Pedro, y, en realidad, hubo dos de ese mismo apellido, ambos
hermanos y todavía gemelos, Baltasar y Gaspar, a quienes igualmente puede convenir
la cita de Oña. Hidalgos notorios, oriundos de Bañares, como dice Thayer Ojeda o de
Madrid, según apuntamiento mío. Baltasar se estableció en Osorno, de cuyo cabildo
fué alcalde y regidor, y pereció en 1580 a manos de los indios. Gaspar pasó al Perú
con el Marqués de Cañete y a Chile con don García, para regresar en seguida a Lima,
de donde volvió nuevamente a Chile con Jerónimo Costilla en 1565. Después de
continuar sus servicios en la guerra, ya como capitán de la casa fuerte de Arauco en
1567, ya como encargado por la Audiencia de levar gente, y en algunas funciones de
guerra de que hablaba al Rey el gobernador Rodrigo de Quiroga en carta que en su
recomendación le escribió en 6 de Mayo de 1577 , se estableció como encomendero
en Villarrica y de allí partió a Lima en 1582 , con el cargo de representar al Cabildo
de Santiago, en unión de don Francisco de Irarrázabal, ante el concilio que reunió allí
el arzobispo Santo Toribio, y se hallaba aún en esa ciudad en mediados de 1584. Es
posible que después de regresar a su vecindad, volviese otra vez a Lima, pues se le ve
figurar como de paso en esa ciudad en 1593 , cuando contaba más de setenta años.
Ercilla celebra también a uno de estos hermanos Verdugo, pero no indica cuál. <<

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[24]Luis Chirinos (y no Cherinos, como escribe Oña) de Loaisa, fué un hidalgo
natural de Cuenca y nació en 1527. «Hizo toda la campaña en compañía de don
García y fué uno de los descubridores de Chiloé. Vecino fundador y encomendero de
Osorno; privado de su repartimiento por Villagra. Alcalde ordinario en 1585. Murió
días antes de la destrucción de Osorno en 1600». Thayer Ojeda, obra citada. <<

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[25] El nombre de Murguía lo dio el poeta más adelante en una nota. Se llamó, pues,
Pedro, y en cuanto a su apellido, adviértase que en La Araucana se le da,
equivocadamente, el de Monguía, al citarlo entre los soldados españoles que se
distinguieron en la batalla de Millarapue. Consta que pasó al Perú en 1547, sirviendo
allí al Rey durante diez años, hasta que se vino a Chile con Hurtado de Mendoza. Se
radicó en Villarrica, donde obtuvo una encomienda de indios, de que le despojó
después Francisco de Villagra. Vivía aún allí en 1565. <<

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[26] Juan de Villegas vino a Chile con Hurtado de Mendoza fué uno de los soldados
que acompañaron a Pedro del Castillo en jornada al otro lado de los Andes, hasta
fundar allí a Mendoza, cuya ciudad fué alcalde en 1561, 1566 y 1583. Había ya
fallecido en enero de 1591. Estuvo casado con la hija de Alonso de Reinoso, quien
tan larga mención se hace en La Araucana. <<

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[27]Juan de Barros, o Barrios, como escribía también este apellido Ercilla, nació en
Tuy, en 1524 , y fué hijo de Juan de Barros, señor del lugar y coto de Tortores, en
Galicia, y de Inés de Vega. Después de haber servido en Italia y Alemania y en el
Perú contra Gonzalo Pizarro y avecindádose en Lima, pasó a Chile con Hurtado de
Mendoza, con sus armas y caballos, y se halló, si no en toda, en alguna parte de su
campaña contra los indios. El ventajoso matrimonio que contrajo con doña Inés de
Alderete a poco de llegar a este país, le alejó bien pronto de la guerra para radicarse
en Santiago, de cuyo cabildo fué alférez real en 1565 , y regidor en dos ocasiones y
alcalde en 1576. Falleció poco después del 12 de enero de 1586, fecha en que otorgó
su testamento. <<

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[28]El Mejía aquí aludido, cuyo nombre equivocadamente dijo Suárez de Figueroa
haber sido el de Baltasar, parece ser Sebastián Ruiz Mejía, que acompañó a Chile a
Hurtado de Mendoza; se avecindó en Concepción y contrajo matrimonio con una hija
de Alonso de Reinoso. Consta que era ya muerto en 1598. <<

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[29]Gómez de Lagos, cuyo nombre indica Oña más adelante y que Ercilla celebra en
su poema, era extremeño, nacido hacia los años de 1527. Se hallaba en Panamá
cuando allí llegó don Pedro de la Gasea en julio de 1546; siguió en su
acompañamiento al Perú, peleó bajo sus banderas en Xaquixaguana y militó en
seguida en la jornada contra Hernández Girón. Pasó a Chile con Hurtado de
Mendoza, sirviendo en toda la campaña, habiendo obtenido que le nombrase alguacil
mayor del reino en 1558. Después de la partida de ese gobernador, continuó
militando a las órdenes de Francisco y Pedro de Villagra, asistiendo a casi todos los
hechos de armas en ese tiempo verificados y que sería engorroso detallar. Tuvo su
vecindad primeramente en la Imperial, luego en Cañete y finalmente en Concepción,
de cuya ciudad fué en una ocasión corregidor (1565)Se ahogó en julio de 1578 , en el
curso de un viaje que hacía de allí
a Valparaíso. <<

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[30]A varios soldados del apellido Bravo puede responder la mención de Oña, aunque
no al que Suárez de Figueroa llama Clemente, que parece no haber existido; casi con
seguridad a Rodrigo, oriundo de Trujillo, en España, nacido hacia los años de 1528 ,
que pasó al Perú con el Virrey, padre de don García, y con éste a Chile, para regresar
al Perú concluida la campaña de Arauco y en seguida a su ciudad natal, donde consta
que vivía en 1571. <<

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[31]Los dos Guzmanes mencionados por el poeta, como lo es tan también por Ercilla,
fueron don Hernando y don Martín, sevillanos, hijos del veinticuatro Alvar Pérez de
Esquibel y de doña Aldonza Puertocarrero; ambos pasaron a Chile con Hurtado de
Mendoza, y del primero casi nada se sabe, pero de don Martín se tienen algunos
detalles de su actuación en la guerra araucana; consta que en 1561 se hallaba en Lima
y a principios de 1565 figura nuevamente en la guerra de Arauco. Tuvo su vecindad
en Villarrica y fué casado con doña Juana de la Cueva. <<

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[32] El Ahumada aquí citado, bien puede ser Agustín, hermano de Santa Teresa de
Jesús, o Juan, nacido en Rioseco, en 1534, pues ambos vinieron a Chile con Hurtado
de Mendoza y actuaron en la guerra araucana. Suárez de Figueroa le da por nombre
Rodrigo, inventándolo de su cosecha.
Agustín de Ahumada pasó al Perú en acompañamiento de La Gasca y le tocó hallarse
junto con dos de sus hermanos en la batalla de Xaquixaguana, y en el servicio del
Rey durante la rebelión de Hernández Girón. Vino a Chile, como decía, con Hurtado
de Mendoza, con sus armas, tres esclavos y ocho caballos. Se halló en la fundación
de Cañete, donde tuvo encomienda de indios y de cuyo cabildo fué regidor en 1560 ,
alcalde ordinario en 1563 y 1565. Hizo la expedición al descubrimiento de Chiloé y
sirvió en seguida como capitán en un cubo del fuerte de Arauco y durante dos años
(15661568) de teniente del gobernador Rodrigo de Quiroga en el pueblo de su
vecindad, gastando en todo ocho años en Chile y seis mil pesos de oro. Marchóse
después al Perú a fin de que se le remunerasen sus servicios en la guerra, tocándole
allí pelear en Vilcabamba contra las huestes de Tito Cusí, a cuyo general Curipaucar
hizo allí prisionero. Acompañó a la visita del distrito de la Plata al Virrey, quien le
despachó contra los chiriguanos y le nombró después visitador de los indios de
Charcas y Lima. Desempeñó más tiempo de tres años el gobierno de los Quijos, de
que le despojó el licenciado Pedro Venegas de Cañaveral; y yendo a quejarse a Lima,
le alcanzaron en el camino, a cerca de 50 leguas de distancia, y le hicieron volver
para meterle en la cárcel, en la que hubo de permanecer por cinco meses. El
Licenciado, en carta al Rey, fecha 24 de abril de 1584, le dice que le desposeyó del
gobierno por cosas graves que había hecho contra su oficio, a petición de los vecinos,
que ofrecieron pagar las costas, y que, por fin, Ahumada se huyó de la prisión. Murió
en Lima, en 1591 , «muy quitado de ruidos, por haberlos dejado muchos años antes».
Por real cédula de 18 de enero de 1589 había sido nombrado para suceder a Juan
Ramírez de Velasco en el gobierno de Tucumán.
González de Barcia (col. 686, del tomo II de su Epítome de la Biblioteca Oriental y
Occidental) cita una carta de Ahumada al Virrey del Perú, fecha 23 de septiembre de
1582 , en la que le daba noticia de una provincia que parece ser la llamada de El
Dorado. Hállase en la Biblioteca Nacional de Madrid, donde he podido leerla.
Juan de Ahumada salió de España para el Perú en el séquito del Marqués de Cañete,
el año de 1555 , cuando contaba 22 de su edad, y vino a Chile, según advertí ya, con
don García, a su costa y aderezado de armas y caballos, continuando el real servicio
durante los gobiernos sucesivos de los dos Villagra, Quiroga y Bravo de Saravia. Con
Juan Jufré fué al descubrimiento de la provincia de Conlara, del otro lado de la
Cordillera de los Andes, donde no se pobló por carecer de suficiente gente los

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expedicionarios. De esta manera enteró Ahumada 17 años de servicios (cuya relación
he publicado en extenso en mi Colección de documentos inéditos para la historia de
Chile), en remuneración de los cuales, Quiroga le dio una protecturía de indígenas,
que al cabo de seis meses le quitaron los Oidores. Habiendo vacado en ese tiempo el
repartimiento que había poseído Francisco de Villagra, Ahumada lo solicitó para sí,
pero el gobernador Bravo de Saravia se lo dio a su hijo Ramiriáñez; visto lo cual,
pasó a España a dar cuenta de sus servicios, mereciendo que el Consejo de Indias, por
decreto de 11 de octubre de 1574 , mandase quitar tal repartimiento a Ramiriáñez y
que de sus productos se le asignasen mil quinientos pesos de renta. Fué también
nombrado regidor perpetuo de Santiago por real cédula de 12 de diciembre de aquel
año, cargo de que se recibió el 16 de noviembre de 1576 , muy poco después de su
regreso a Chile; fiel ejecutor y alférez real de Santiago en 1578 y alcalde en los años
de 1580 , 1585 y 1596 , en cuya última fecha declaró tener más de sesenta años de
edad. <<

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[33] ¿Se necesita advertir que este don Alonso es el autor de La Araucana? <<

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[34]Don Francisco Osorio y Acevedo, a quien Ercilla llama «el valiente Osorio», era
un «fijodalgo de Salamanca», que se distinguió en el asalto del fuerte de Penco y en
la batalla de Biobío. Radicado después de la campaña como encomendero en Cañete
en 1562 , pereció en la batalla de Catiray el 16 enero del año siguiente. <<

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[35]Melchor Pacho nació en 1525 , y después de haber recorrido buena parte del Perú,
pasó a Chile con Hurtado de Mendoza; se halló en las campañas de ese gobernador y
más tarde con Pedro de Villagra en el famoso combate de Reinoguelén. Deseoso de
protegerlo Villagra, le nombró alcaide de Concepción, con un peso de salario al día,
«sin haber fortaleza, ni ser necesario dar salario alguno con ella». En 1567 residía aún
en esa ciudad. <<

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[36]Juan de Riva Martín fué natural del valle de Tobalma, en las montañas de Burgos,
y nació en 1520. Después de haber servido en Nueva Galicia, pasó al Perú, peleando
en las filas realistas contra Gonzalo Pizarro y don Sebastián de Castilla, y en seguida
se vino con Hurtado de Mendoza a Chile. Fué alcalde en Cañete (1558-59) al tiempo
de su fundación y conservó la ciudad a su cargo y el mando de 70 soldados en los
días en que se libró el asalto al fuerte de Ouiapo. Se sabe que en 1557 tuvo un desafío
con Diego Pérez Payan, y que en 1561 estaba de regreso en Lima. <<

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[37]Diego Pérez de la Entrada, (voz está última que, por no haberse percatado Rosell
que era el segundo apellido de Pérez, la puso con minúscula), había pasado a Chile,
en unión de su mujer, en 1555 ; cuando Hurtado de Mendoza llegó a Chile se le juntó,
logrando captarse su voluntad, hasta el punto de que le mandó librar, indebidamente,
cierta suma de dinero; y, por lo demás, sólo se sabe de su persona que vivía en
Santiago en 1565. <<

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[38]En la edición príncipe, que sigue Rosell, está: Que en los novillos… Tengo por
acertada la corrección hecha en la madrileña de 1605: entre por en los. <<

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[39]Mate, alusión al juego del ajedrez. Ya veremos que más adelante (canto XIX) el
poeta recordará también el mate pastor. <<

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[40]Arnés transado: «El compuesto de diversas piezas con sus junturas, para que el
hombre armado con él pudiera hacer fácilmente todos los movimientos del cuerpo,»
define el léxico. Es voz que ocurre también en el canto IX, y en el capítulo 52 de la
Segunda Parte de Don Quijote (t. VI, p. 63 , ed. cit.) y que ha motivado una larga
disquisición de Rodríguez Marín, para llegar a la conclusión de que la definición del
léxico es acertada. <<

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[41]De este Sierra citado aquí por el poeta, no se halla el menor rastro en los
documentos, ni aun siquiera el de su nombre. <<

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[42] Ercilla habla de cierto joven Zúñiga, que fué herido al terminar la batalla de
Biobío, y en dos pasajes de otro Zúñiga, sin dar en ninguna ocasión sus nombres, cual
sucede en este verso; y pues no se trata de aquel joven, y no hubo soldado otro alguno
del apellido Zúñiga, debemos referir la mención del poeta a Alonso Ortiz de Zúñiga,
nacido en 1528 , soldado que fué en Italia algunos años y que pasó a Chile con
Francisco de Villagra. Se distinguió en la guerra de Arauco, alcanzó el grado de
capitán, y hallándose nombrado corregidor de Osorno, fué denunciado a la Audiencia
de que con achaque de visitar el territorio de su jurisdicción, iba juntando de secreto
alguna gente para pasarse con ella al otro lado de la cordillera, donde se tenían
noticias de que existían tierras muy ricas. «Cometióse este negocio, dice un cronista
de aquel tiempo, al licenciado Egas Venegas, que andaba muy cerca de Osorno en su
visita, el cual, por quitar inconvenientes, envió a este corregidor a la ciudad de
Concepción, donde estaba la Audiencia». Ortiz de Zúñiga radicóse poco más tarde en
Santiago, y en 1579 , después de haber dejado de ser regidor, salió elegido por alcalde
de la ciudad. <<

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[43]
El Teruel aquí citado es Martín Alonso Teruel de Montemayor, paisano de don
García y maestresala de su padre el Virrey. Trae noticias suyas Thayer Ojeda, Los
Conquistadores de Chile, III, 78. <<

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[44]La referencia del poeta a un Molina parece convenir a Cosme de Molina, hijo de
Hernando de Molina y Elvira de Herrera, vecinos de Almagro, en Extremadura, y
hermano del doctor Antonio de Molina, en cuya compañía, probablemente, pasó a
Indias, primeramente al Nuevo Reino de Granada y de ahí a Panamá y Lima, para
seguir a Chile en la hueste de don García y hallarse con él en las batallas de Biobío y
Millarapue y luego en la sustentación de Cañete. Se avecindó en Valdivia, donde fué
factor real en 1577 , y corregidor en 1578 , y murió en abril de este último año en un
encuentro que se tuvo con los indios en las inmediaciones de esa ciudad. <<

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[45] Don Felipe de Mendoza, hermano natural de don García, una de las figuras más
simpáticas de esa época de la conquista, aquel que en un soneto que dedicó a Ercilla
le recordaba:

Felice fué aquel tiempo bien gastado,


En que a los dos Belona nos llevaba
Cuando el furor en Chile suelto andaba
Contra el invicto Carlos rebelado.

Había nacido en 1530 y se vino al Perú en el acompañamiento de su padre el Virrey,


y allí sirvió en ayudar a la pacificación del país, que lo tenían todavía inquieto los que
habían sido secuaces de Pizarro y Hernández Girón, y cuando su hermano don García
fué nombrado gobernador de Chile se vino en su compañía, para hacer a su lado la
campaña de pacificación de los araucanos. Don García le nombró corregidor de
Cañete y le señaló allí una encomienda de indios, a la que Francisco de Villagra le
añadió, en enero de 1562 , la de Elicura, pero de la cual hubo de despojarle después,
en virtud de una real cédula. Casóse aquí con una hermana del obispo de la Imperial
don Agustín de Cisneros, pasando a ser así concuñado de Villagra; pero cuando todo
parecía sonreirle, las graves acusaciones hechas a don García por sus actos de
gobernante, le alcanzaron también a él, pues por disposición del monarca se le mandó
que pasase luego a España, como hubo de hacerlo en fines de 1564, en circunstancias
tales, que tenía a su mujer casi ciega y se hallaba tan pobre, que no tenía dinero para
pagar su pasaje. Su residencia la tenía entonces en la Imperial, quizás al amparo del
Obispo, su cuñado. Para obtener alguna remuneración en la Corte, levantó en
Concepción, poco antes de su partida, una información de sus méritos, que le valió en
efecto una real cédula, fechada en 11 de diciembre de 1569 , para que se le diese una
renta de ocho mil pesos de minas en algún repartimiento del Perú. Allí en Madrid
tuvo ocasión de encontrarse con don Alonso de Ercilla, a quien en prueba de su
amistad y admiración, le dirigió el soneto de que hemos copiado más arriba un
estrofa, y que se insertó en la edición príncipe de la segunda parte de La Araucana,
que el poeta dio a la prensa en los primeros meses de 1578. Es probable que muy
poco después regresase a Chile por la vía del Perú, donde sin duda no logró que se le
hiciese efectiva la Real merced que llevaba. La última noticia suya que se tenga es
que se hallaba en Osorno en 1585. <<

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[46]
Con gente rútula, alude aquí el poeta al pueblo del Lacio que hizo la guerra a
Eneas. Hablan de él Plinio, Ovidio en sus Metamorfosis y Virgilio en el libro VII de la
Eneida:

Sanguine Troiano et Rutulo dotabere, virgo …


Dum Turnus Rutulus animis audacibus inplet… <<

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[47]
Rengo, Leucotón y Gracolano, apenas necesito recordarlo, son también héroes de
La Araucana. <<

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[48]
Leo propria, a la latina, como trae la edición madrileña, por propia, que dice la de
Rosell. <<

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[49]Esta figura de un Santelmo, o sea, fuego de San Telmo, como vierte el léxico, no
escasea en los escritores de antaño. Véase el siguiente ejemplo, entre varios que
pudiera citar, que tomo de la comedia de Tirso Todo es dar en una cosa, (pág. 521 de
la edición de la Nueva Colección de Autores Españoles):

Tarde el San Telmo ha llegado


de vuestro conocimiento… <<

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[50]A poca pieza, donde pieza, reviste la acepción de tiempo, como en este verso de
Ercilla, entre muchos otros que pudiera recordar (103-3-8):

Llegaron a lo bajo en poca pieza…

También revestía esa voz el significado de espacio, trecho, v.g., «Cayó Rocinante, y
fué rodando su amo una buena pieza por el campo…». <<

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[51] Hendiera, con aspiración de la h para que el verso conste. <<

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[52]Como femenino se usaba yunque en tiempos de Oña, y también en la forma
ayunque, como puede verse en este ejemplo de Don Quijote (Parte I, cap. 33): «…
tomar aquel diamante, y ponerle entre un ayunque y un martillo».
Véanse ahora estos ejemplos de yunque, femenino, que nos ofrece Ercilla (36-5-6;
234-4-4):

en las vulcanas yunques fatigarse …


Baten en dura yunque los herreros… <<

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[53] Siente, por sienta, en la edición madrileña de 1605. <<

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[54].Poner en balance, que ya ocurrió antes: es frase figurada que vale hacer dudar o
titubear. Viso, en su valor de vista, es anticuado. <<

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[55] Levar, en su valor de levantar, es anticuado, salvo en su acepción náutica. <<

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[56]
Jaco, enseña el léxico, en la acepción que aquí tiene, vale «jubón de tela tosca
hecha con pelo de cabra, que antiguamente usaron los soldados». <<

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[57] De lleno, o de lleno en lleno, que valen lo mismo. <<

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[58]De bueno a bueno, que es la forma en que aparece la frase en el léxico,
enmendada así en la edición madrileña de 1605 , donde Rosell, siguiendo la de Lima,
leyó de bueno en bueno. <<

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[59]
Atender, en su valor de esperar, aguardar, poco usado hoy por el sabor galicado
que reviste, pero corriente antaño, como por ejemplo [La Araucana, (475-2-2):

Que la tarda señal sólo atendían…;

o en este de Don Quijote: «… el cual tampoco hablaba palabra, atendiendo a ver el


paradero de su desgracia…». Véase p. 172 , nota 27. <<

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[60]Por no entender Rosell el valor de la frase de romanía, puso esta última voz con
mayúscula, que le bastara abrir el Diccionario para saber que andar uno de romanía
significa andar de capa caída. En el presente caso, diríamos de vencida.
Vuelve el poeta a usar de ella más adelante (canto XIX). <<

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[61] Ya di noticia de Lagos. <<

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[62]Francisco Ortigosa (él se firmaba con H y en esta forma está su apellido en el
poema) de Monjaraz fué natural de la villa del Espinar, o de Villacastín, según otros,
y aun no falta quien le señale por patria a Madrid; «hidalgo de solar conocido, criado
antiguo de la Casa de Cañete^ virtuoso, sin interés, verdadero y de bastante
suficiencia», como lo califica Suárez de Figueroa. Se explica, por todo esto, que
Hurtado de Mendoza cuando vino a Chile le confiara el cargo de su secretario y el de
escribano mayor de gobernación. Tenía entonces 21 años. Hizo la campaña militar, y
en premio de sus servicios, Don García le concedió una encomienda de indios en
Concepción, que más tarde (1562) le quitó Francisco de Villagra. Con la partida de su
antiguo jefe, no por eso abandonó Ortigosa la milicia, habiendo escapado, aunque
herido, de la derrota de Catiray que las armas españolas sufrieron el 16 de enero de
1563. Es probable que falleciera a causa de sus heridas, pues consta que a fines de ese
año «era pasado de esta presente vida». <<

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[63].
No se halla en los cronistas ni documentos rastro alguno de este Domínguez, ni
Thayer Ojeda le saca tampoco entre los conquistadores de Chile. <<

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[64] Arias Pardo Maldonado, celebrado por Ercilla y amigo suyo, fué natural de
Ledesma en Salamanca, de donde partió para el Perú casi un niño, pues habiendo
nacido en 1534, ya estaba en Lima en los días del alzamiento de Hernández Girón, y
le tocó pelear en la batalla de Pucará (agosto de 1554). Tres años después se
embarcaba para Chile con Hurtado de Mendoza, como «caballero hijodalgo e con tan
buen lustre como uno de los principales hombres que en su compañía trajo». Hizo la
campaña con él, y en seguida se regresó al Perú, donde residían dos hermanos suyos,
en la expectativa de obtener allí alguna recompensa, y como no la lograra, aceptó el
ofrecimiento que Francisco de Villagra, nombrado sucesor de Hurtado de Mendoza,
le hizo para que volviese a Chile como alférez general de los 200 hombres que traía,
llegando, en efecto, en su compañía a Santiago a principios de julio de 1561. Militó
activamente en Arauco contra los indios, que en el ataque al fuerte de Mareguano casi
le matan a causa de haberle asaltado allí un repentino ataque de parálisis, que le tuvo
postrado en Concepción más de medio año y de que perdió el uso de un brazo y de
una pierna. Pedro de Villagra le nombró su teniente y alguacil mayor de la
gobernación y le despachó a Lima para que fuese a pedir socorros al virrey Conde de
Nieva. En Lima se hallaba, en efecto, en diciembre de 1565 , para verle de nuevo en
Concepción en marzo de 1570 , y con el cargo de corregidor de Villarrica, donde
tenía su vecindad, en los años de 1575 y 1576; en 1586 vivía en Santiago, casado en
segundas nupcias con hija del célebre capitán Lorenzo Bernal de Mercado; y, por
último, figura otra vez en Lima a principios de 1590. <<

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[65]Martín de Peñalosa, fué un hijodalgo, nacido en 1521 , y se hallaba ya en el Perú
cuando el Presidente La Gasea proveyó a Pedro de Valdivia por gobernador de Chile
(abril de 1548). Se vino a Chile en el destacamento que capitaneaba Juan Jufré, y
llegado a Santiago, partió, en enero de 1550, para acompañar a Valdivia en su
expedición al Sur; peleó en la batalla de Andalién, tenida como la más peligrosa de
las que en Indias se libraron; asistió a la fundación de la Imperial y se radicó allí
como vecino. Fué uno de los soldados que lucharon heroicamente en el combate que
los antiguos cronistas llamaron de los Catorce de la Fama. No aparece en los
documentos la figuración que tuviera Peñalosa en tiempo del gobierno de Hurtado de
Mendoza, si bien un contemporáneo suyo asegura que «le ocupó en negocios de
importancia, en que dio buena cuenta de sí, mostrándose valeroso soldado». En 1562
tenía el grado de capitán, avecindado siempre en la Imperial, de cuyo cabildo fué
regidor en dos ocasiones (1559 y 1561 ). Viéndose pobre, procuró en secreto allegar
alguna gente para marcharse del otro lado de la cordillera en demanda de cierta tierra,
muy rica, según se decía; pero descubierta su intentona y considerándola grave delito,
fué aprehendido y luego ajusticiado en Valdivia el 4 de marzo de 1562. <<

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[66] Angol aquí y Engol en la portada y en algún otro lugar del poema, más
aproximado en esta forma a la de Encoln, que tiene en araucano. De Talcuén o
Talguén, como se llama a éste en La Araucana, he dicho lo bastante en mis
Ilustraciones a ese poema. En cuanto a Guado, tal nombre viene, probablemente, de
huada, calabaza. <<

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[67]Licencioso se dice, según el léxico, del «libre, atrevido, disoluto», pero antaño
este adjetivo se aplicaba más generalmente a las cosas, en su valor de suelto, sin
freno; como, por ejemplo, en el presente caso y en uno que se verá en el canto XV. <<

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[68]Ni Ercilla, ni Oña, dan el nombre de este soldado, que era el de Diego, y como no
figura antes, tengo por muy probable que viniese a Chile con Hurtado de Mendoza.
Por lo demás, todo lo que de él se sabe es que fué corregidor de Villarrica en 1562 y
de los Confines en 1563. A principios de este último año, Juan Pérez de Zurita le
despachó a Santiago para solicitar algunos refuerzos, acreditándole como «caballero
de mucha actividad, a quien se debía dar entero crédito en todo lo que dijere».
Regresó a fines de ese mismo año al Sur y le tocó hallarse en la derrota sufrida por
aquel caudillo cerca de Concepción en enero del siguiente. <<

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[69]Esta comparación del «suelto pardo», llegó a ser bordoncillo obligado de los
poetas del siglo XVI, tomando a suelto, participio irregular de soltar, como adjetivo
figurado, en su valor de ligero, velos. Véasela empleada por Ercilla (325-3-7, 8):

Cayendo abajo el bárbaro gallardo


Como una onza ligera o suelto pardo. <<

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[70]
Enmiendo vitorioso, como trae la edición madrileña, por victorioso que puso
Rosell. <<

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[71] En La Araucana el nombre de este indio está escrito Pinol. <<

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[72]Los nombres de Peteguelén, Guaticol, Itata y Lebopía (escrito con b), son también
ercillanos; el de Curalemo (cambiada la u final en o para españolizarlo) es de la
invención de Oña, y en araucano vale «piedra del bosque», de cura y lemu. <<

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[73] Entrego, enseña el léxico, es p. p. irreg. ant. de entregar. <<

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[74]
La expresión florear la pica o la espada, es término de esgrima, que Ercilla
empleó también, diciendo (315-4-6):

La gruesa y larga pica floreando:

verso que ha motivado la nota de Cuervo (Apuntaciones, p. 342), criticando el uso de


florear por florecer, pues florear, dice, es verbo transitivo, «que vale adornar o
guarnecer con flores, vibrar la punta de la espada»… En sentido militar, nota
Covarrubias, floreo es «el preludio que hacen con las espadas los esgrimidores, antes
de acometer a herir el uno al otro, o cuando dexan las espadas, que llaman asentar».
<<

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[75]En lugar de cuento, se dice hoy contera o regatón. En aquella acepción se la haya
en La Araucana (359-3-6):

Y, el cuento entre la tierra y pie afirmando …

Es voz definida por Covarrubias y que sale dos veces en Don Quijote. <<

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[76]Rimbombaba aquí y no ribombaba como aparece escrito este verbo en otros
pasajes del poema y en La Araucana; en aquella forma se le halla también en el Viaje
entretenido de Rojas Villandrando, I, p. 71 , ed. de Bonilla:

Cuál, la bandera al viento tremolando,


ya en sus manos, ya al aire enarbolada;
cuál, pifaros y cajas, rimbombando
con sonoroso son en la estacada,
aguarda… <<

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[77]Gurguz, en el texto, pero debe ser gorguz, como trae esta voz el léxico, y como se
halla en La Araucana (415-3-3):

Lanzas, gorguces y armas enastadas…

El gorguz era un arma arrojadiza a modo de dardo. <<

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[78]Ejemplos de semejante concordancia han ocurrido ya varios y pronto veremos
otro. <<

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[79]Este indio Fenistón aparece también en el poema de Ercilla con los calificativos
de «mozo suelto y atrevido». <<

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[80] Tela, sobre cuyo valoren esta acepción quedó nota (63-13). <<

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[81] El nombre de Valenzuela lo trae Ercilla (319-4-7):

El diestro Julián de Valenzuela,

calificativo que Oña tradujo de manera más encomiástica al llamarle «señor de la


destreza», esto es, de la esgrima. «Es la destreza, definía Jerónimo Sánchez de
Carranza, un conocimiento y hábito que enseña a dar herida y a defender la del
contrario», autor de quien dijo Cervantes en su Canto de Calíope:

Que la destreza en partes dividida


La tiene a ciencia y arte reducida,

aludiendo a su obra.
Todo lo que se sabe de este valiente soldado es que fué hijo de Alonso Pérez de
Valenzuela, rico mercader avecindado en Lima, y hermano de Francisco Pérez de
Valenzuela, dueño, asimismo, que fué de varias naves que en diversas ocasiones trajo
a Chile, una de ellas en tiempo de Don García, nombrado por éste proveedor mayor
de su armada. <<

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[82]
Dar la mano llena, o como se dice generalmente «a manos llenas», como modo
adverbial figurado, que vale con liberalidad.

Que no te piense dar las manos llenas,

escribía Ercilla (275-3-5). <<

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[83]Con alguna frecuencia se encuentra en los clásicos el empleo de un verbo en
singular cuando debía ir en plural, cual en este verso, que en buena gramática exigiría
sosiegan. Salva, Bello y su anotador Cuervo han tratado de semejante caso, y sobre él
observa Rodríguez Marín que «antaño no se podía reprochar el decirlo como
Cervantes [en algún pasaje del Quijote] y como Arguijo en su famoso soneto Al
Guadalquivir»:

Tú, a quien ofrece el apartado polo


………………………………………
Preciosos dones y luciente plata
Que envidia el rico Tajo y el Pactólo.

Más de una vez se nos ofrece semejante concordancia en La Araucana. Véase este
ejemplo (310-2-3,4):

Y a mirarme parece la inclinaba


Su estrella, su destino y mi ventura… <<

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[84]Todos estos indios, con excepción de Guado, según se notó ya, figuran, asimismo,
en La Araucana. <<

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[85] Este Pineda es aquel don Juan de Pineda con quien Ercilla tuvo la famosa
pendencia al salir para la justa que debía celebrarse en la Imperial, que les costó a
ambos el ser condenados a muerte por Hurtado de Mendoza, hecho ya muy estudiado
y generalmente conocido. El poeta, olvidado de todo rencor, celebróle después con
encomio en La Araucana, sin dar siquiera su nombre cuando llegó el caso de recordar
en ella aquel desgraciado lance.
Pineda había nacido en Sevilla, y sus padres fueron don Juan de Pineda, escribano de
cabildo de aquella ciudad, y doña Juana de Mendoza. De carácter brioso y de
«condición precipitada», que sus padres trataron de enmendar sin lograrlo, abandonó
al fin su casa para marcharse a las Indias, «refugio y amparo de los desesperados de
España», como decía Cervantes, en una época sin duda muy posterior a la que los
cronistas agustinos del Perú apuntan, siendo lo más probable que a Chile se viniese
con Don García. Salvo su actuación en la batalla de Millarapue y la que tuvo en esa
parte del asalto al fuerte de Penco, si hemos de creer a Oña, y el incidente de la
Imperial ya recordado, nada más puede decirse con certidumbre de su permanencia
en Chile. Preso, sin duda, como Ercilla, ambos salieron poco después del país, casi de
seguro, desterrado también, y ya desde que navegaba en dirección al Callao, concibió
Pineda el proyecto de meterse fraile, que puso en ejecución el 27 de marzo de 1560,
tomando el hábito agustino en la ciudad de los Reyes, para profesar, junto con su
amigo don Diego de Arana, que regresaba, igualmente, de Chile, el 6 de abril del
mismo año. Desempeñó varios cargos en su Orden, hasta su muerte, acaecida en el
convento de la Nasca, en 1606. <<

www.lectulandia.com - Página 975


[86] Ya di noticia de Barros o Barrios. <<

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[87]Lasarte, cuyo nombre también calla Ercilla al citarle como uno de los soldados
que se distinguieron en Penco, Biobío y Millarapue, y que Suárez de Figueroa indica
haber sido el de Cristóbal, que no aparece en documento alguno; si bien para admitir
la presencia de Juan, (que es el que le corresponde), en el asalto del fuerte de Penco,
en que Ercilla y Oña le suponen presente, hay que aceptar la posibilidad de que
hubiese hecho el viaje de Valparaíso hasta allí en compañía de Juan Gómez, pues
consta de manera irrefutable que Juan de Lasarte, después de militar a las órdenes de
Juan Núñez de Prado en Tucumán, se vino a Chile con Francisco de Villagra y que en
su compañía peleó contra Lautaro en Mataquito, combate que se verificó antes de la
llegada de Hurtado de Mendoza a Chile.
Del resto de su vida se sabe que fué regidor de Villarrica en 1555 y de Cañete en
1559 y 1560, y que hallándose después de corregidor de esa última ciudad y al día
siguiente de empuñar la vara, allá por febrero o marzo de 1563 , salió en persecución
de los indios que habían hecho cierto robo de ganados, y habiéndosele cansado su
caballo, le mataron a lanzadas en unión de otros cinco soldados. Lasarte había nacido
en Toledo, en 1525. <<

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[88]Jerónimo de Villegas fué oriundo de Chinchón, hijo del Licenciado Zurita y de
doña Beatriz de Villegas. Nació en 1527 ; salió de España con Alderete y vino a Chile
con Hurtado de Mendoza, quien le encargó la repoblación de la ciudad de
Concepción, confiándole para ello ciento ochenta hombres, que verificó el 6 de enero
de 1558. Fué también contador mayor y visitador de la Real Hacienda en Chile. Se
hallaba de regreso en Lima en 1560. Vuelto poco después a este país, donde parece
haber perdido la razón, dice Thayer Ojeda, y vagando por los llanos de Angol,
pereció a manos de los indios en 1563. «Hombre noble y de toda satisfacción, así
para cosas de guerra como para el gobierno de la paz», le llama el P. Rosales. <<

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[89]Juan Alvarez de Luna era montañés, había nacido en 1530 , y después de servir en
el Perú, llegó a Chile a principios de 1554 , trayendo un galeón cargado con
mercaderías de su propiedad, que sirvió a Francisco de Villagra para transportar al
Sur al guia gente de socorro a las ciudades de Imperial y Valdivia. Hizo la campaña
araucana con Hurtado de Mendoza, hallándose en las batallas de Biobío y Millarapue,
en la expedición a Chiloé y de regreso de ella en la fundación de Osorno. Y aquí es
de notar, que ni él, ni los testigos que presentó en la información que de sus servicios
levantó en 1577 dicen palabra de que se hubiese hallado presente en el asalto del
fuerte de Penco, como lo afirma nuestro poeta; de tal modo, que su aserto lo tenemos
por errado. Sería largo de contar La actuación militar posterior que tuvo desde ahí en
adelante Alvarez de Luna hasta llegar a ser maestre de campo general del reino en
1581 por nombramiento de Martín Ruiz de Gamboa, quien, cuando al año siguiente
se marchó de la frontera de la guerra a Santiago, le dejó en su lugar.
Fué regidor de Villarrica en 1560 y conservaba allí su vecindad en 1571 ; corregidor
de la Imperial en 1577 y alcalde de Angol en 1599.
Vivía aún en mayo de 1628, en cuya fecha hizo donación a los agustinos de varias
estancias que poseía en Maule. Su mujer, doña María Cortés y Zapata, que fué
cautivada por los indios, logró ser rescatada en 1606. <<

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[90] Lo por le, en la edición madrileña de 1605. <<

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[91]
Nótese lo que dice don José Manuel Marroquín en su Diccionario Ortográfico, a
propósito de remecer, que sus inflexiones no deben confundirse con las de remesar,
que es el verbo que aquí ocurre, y que vale arrancar los cabellos con las manos. <<

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[92]Oña usa aquí el adjetivo tranceado, da, derivándolo de trance, formación irregular
y en verdad poco feliz. Para poder llegar a percibir el sentido de la frase en que lo
emplea, pongo coma después de fué y de trance. Habría querido expresar, pues, a mi
entender, que la parada o detención, —represa, como la llama, —del soldado español,
fué de ocasión, causada de un accidente fortuito y adverso, cual era el trance en que
se veía. <<

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[93] Falsar, anticuado, por falsear. Falsar escribía también Ercilla (542-33 4):

Falsó su historia y castidad preciada… <<

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[94]Quidora, uno de los nombres indígenas del poema que se han hecho populares, es
de los más difíciles de interpretar. El P. Augusta no atina con lo que signifique; el P.
Mansilla cree que puede venir de quidudùm: «hacer su propia voluntad»; y Chiappa,
que de cùdu, vestido de indio, y ran, lo que depositan o apuestan cuando juegan; o
bien de quidugen, mocetón, solo, soltero, sin familia, y estar así; ruun, «jurar, o
apostar al juego», y también arriesgar: se toma por jurar. Valdivia, y Febrés. <<

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[95]Ñudo, ñudoso, son formas que se hallan frecuentemente en según se La
Araucana, según se notó ya: por añudar, como ñublado, voz esta última que el léxico
da como, anticuada, aunque no así aquéllas. <<

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[96]La nota que Oña había omitido antes al hablar del «hijo de Leocán», la pone
ahora aquí: «Caupolicán». <<

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[97]A más andar, modismo sobre el cual quedó ya nota: modo adverbial que Correas
define: «cuando uno va muy de prisa, va a más andar». <<

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[98] Devisa aquí, y que veremos todavía como antes devisar. <<

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[99]Viso en su acepción de vista, que ya ocurrió antes; pero se halla aún en el Inca
Garcilaso (hoja 47 vlta.): «… y estas grandes servían de guardar y dar viso…», es
anticuado. <<

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[100]Ferrada, subentendido masa: sinécdoque que se encuentra también empleada
por Ercilla en varios pasajes; en éste, por ejemplo:

Y con él la ferrada gobernare…:

verso este último que el Diccionario de Autoridades cita para definir a ferrada «maza
de hierro», y el actual léxico «maza armada de hierro, como la de Hércules»; a la vez
que dice del adjetivo ferrado, da «guarnecido, reforzado o cubierto con hierro».
Paréceme que en ambos versos ferrada, aunque sustantivado, no pasa de ser adjetivo.
<<

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[101]Al levantarse, en todas las ediciones, sin duda por repetición mecánica de la l
que sigue en la voz inmediata, y que suprimo porque el artículo resulta improcedente.
<<

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[102]Recebido, como percebido, etc., que aun dice nuestro pueblo, forma que no
considera el léxico, por más que se halla a cada paso en los escritores del buen
tiempo, entre ellos Cervantes. <<

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[103].
Insinias, como antes hallamos malino, formas vulgares, que no están ya ni en el
americano Garcilaso ni en Cervantes. Hablando Cuervo (Apuntaciones críticas, etc.,
p. 568, ed. de París, 1907) de la reacción erudita contra la pronunciación popular
antigua, advierte que entre las voces con el grupo gn, vueltas a su forma primitiva,
como benigno, digno, etc., hay que contar también insignia. <<

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[104]El léxico nos dice que se llamaba guzmán al «noble que servía en la armada real
y el ejército de España con plaza de soldado, pero con distinción». <<

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[105] Prora, sustantivo poético, por proa, que ya ocurrió. <<

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[106]Luis Bonifacio nació por los años de 1517 ; fué chantre de la Catedral de Chiapa,
en Nueva España; pasó a Chile desde Lima por vicario general del campo de
Francisco de Villagra, y llegado a Valdivia dos años más tarde, quedó allí con el
mismo cargo de vicario de la ciudad, donde aun permanecía en 1558 ; chantre de la
Catedral de Santiago en 1563 , fué nombrado por Pedro de Villagra para desempeñar
los curatos de San Juan y Mendoza, y en este último pueblo se hallaba en 1565. <<

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[107]Estar uno con el pie en el estribo es frase figurada, que falta en el léxico, que
vale, bien sabido es, hallarse de próxima partida, y de que usó Cervantes en la
dedicatoria de los Trabajos de Persiles y Sigismunda al Conde de Lemos,
recordándole aquellas coplas antiguas que fueron en su tiempo celebradas…:

Puesto ya el pie en el estribo… <<

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[108]Pieza, en la acepción que ya se notó de duración o espacio de tiempo. Pieza, dice
Garcés, II, 94 , «a más de valer lo mismo que arma corta y cañón, puede significar
distancia y tiempo». <<

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[109] Lo arroya, en la edición madrileña de 1605. <<

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[110] Corajoso, anticuado, por animoso, valeroso. <<

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[111]Un estado era medida de altura, estimada en siete pies, por la que de ordinario
tiene el hombre. No andaba muy distante el cómputo hecho por Oña de la altura de la
cuesta de la que le señalaba Ercilla (325-2-6 a 8):

Quel cerro era peinado y muy derecho,


Sin muro de aquel lado, donde un salto
Había de más veinte brazas de alto.

Una braza equivalía a dos varas. Oña le señalaba 51 y Ercilla 44 <<

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[112] En la edición madrileña se suprimió en este verso el pronombre él. <<

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[113] En su estado, es decir, en pie. <<

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[114]
Compárese este aserto de Oña con lo que Ercilla afirma de las mujeres araucanas
de aquel tiempo en las cuatro estrofas que a pintar su participación en la guerra les
consagra al principiar el canto X, la última de las cuales principia así:

Vienen acompañando a sus maridos,


Y en el dudoso trance están paradas… <<

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[115] En la edición madrileña se lee así este verso:

Y quién al caro padre vigilante. <<

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[116] Bel, la, es adjetivo anticuado, por bello, nota en la página 193. <<

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[117]
Gualeva, que Oña escribe a veces, sobre el cual quedó Guale, del araucano huala
ave acuática del género fúlica, que en Chile suele llamarse también tagua:

Llamando, no Gualeva, sino Guale,


Que en la chilena frasis tanto vale. <<

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[118] Herida, con aspiración de la h, para que conste el verso. <<

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[119]La edición de Rosell trae senda, por selva, que es lo que responde en este pasaje
al pensamiento del autor. <<

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[120] Aquí media también otra corrección de la edición madrileña de 1605 ,
sustituyendo la por le, que trae Rosell. <<

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[1]La vuelta de, enseña el léxico, es locución que vale «hacia o camino de», mucho
menos usada hoy de lo que lo fué antaño. «Querían pasar la vuelta de la España»,
escribe Ercilla, hablando de los araucanos; «y se fuesen la vuelta del jardín», decía
Cervantes.
«Nos dan clara idea de esta preposición, [hacia] que corresponde a la latina versus, el
verbo de movimiento volver, y el substantivo que de él se deriva, la vuelta, según lo
usan los buenos autores, que es de este modo. “Dio Sansón la vuelta a su lugar, y los
dos tomaron la de la gran ciudad del Toboso”». P. II, cap. V. Garcés, I, 94. <<

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[2] Averso, sa, ant.: adj. ant, .que vale en este frase, «opuesto y contrario». <<

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[3] Lilio, ant.: lirio <<

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[4]Ocurre de nuevo aquí el uso de quien, por cual, todavía en singular, donde hoy
debiéramos emplear el plural, pero que antaño no ofrecía reparo, como en estos
versos de Ercilla (591-5-4, 5):

Cercado de domésticas barquillas,


De quien me iba por puntos informando…

En tiempo de nuestro poeta, y aun mucho más adelante, el quien era invariable y
podía reproducir nombres de cosas no personificadas. (Cfr. Bello, Gramática, p. 329
y nota, pp. 53-54, ed. de Bogotá, 1881).
También era no menos corriente, como decía, escribir quien por quienes.
Cosas son éstas bien sabidas y que comprobaré, sin el ejemplo ya recordado de
Ercilla, con sólo tres del príncipe del habla castellana: «… que vienen a formar cuatro
largas y apacibles calles, a quien hacen pared de todos lados, altos e infinitos
cipreses…». Galatea, libro IV.

¿Quién son, le repliqué, si es que te es dado


Decirlo…
Por vida de Lanfusa la discreta,
Que si no se me dicen quien son estos
Togados de bonete y de muceta…
Viaje al Parnaso, cap. VII. <<

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[5] Tan, por más, en la edición madrileña de 1605. <<

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[6]
Suplo la coma después de marmóreo, que falta en la edición de Rosell y que debe
ponerse para el recto sentido de la frase. <<

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[7]Acídente, donde Rosell, siguiendo su práctica de modernizar la ortografía de
ciertos vocablos, escribió accidente. <<

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[8] Conchoso, anticuado, por conchudo, que ocurrió ya. <<

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[9]Párpados llamó el poeta a las dos valvas de los moluscos, porque se abren y
cierran. <<

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[10]Derribar, reflexivo, que en tal caso vale, como define el léxico, «tirarse a tierra,
echarse al suelo por impulso propio o por otro accidente involuntario», harto más
usado antaño que ahora, cuando aun tenía una acepción mucho más lata que la que el
léxico le concede; así, por ejemplo, Ercilla escribía derribar el puente de un castillo,
derribar el brazo atrás, derribar el cuchillo; y Cervantes: «… al entrar, los
estudiantes derribaron sus bonetes»; «volvía y derribaba la cabeza sobre el hombro
izquierdo…». <<

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[11] Desmandar, como reflexivo, y en sentido figurado, por desordenarse. <<

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[12]Estar en banda, es frase náutica, que vale estar en el aire cualquier cosa sin
sujeción, esto es, en la presente frase, figuradamente, sin hacer nada. <<

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[13]El Diccionario de Autoridades dice: «Prosperado. El así acrecentado de bienes y
riquezas, hecho feliz y afortunado», citando en apoyo de esta definición el pasaje de
fray Luis de León: «hacer buenos y prosperados a los suyos». Hállase también esa
voz empleada en el Doctrinal de Privados del Marqués de Santillana, en, de Rufo
Gutiérrez, y por el Príncipe de Esquilache y, para ahorrarnos otras citas, en La
Araucana (53847):

Dándonos con el tiempo prosperado…,

donde hay que considerarlo como sinónimo de próspero. En la quinta edición del
Diccionario de la Academia, prosperado figura sólo como p. p. de prosperar, y falta
del todo en la última. Observa Ducamin que prosperar puede usarse transitivamente
aún hoy día, y, en efecto, se le halla empleado por Rodríguez Marín en su prólogo a
Rinconete y Cortadillo: «ni lució tanto como Sevilla que, sobre ser muy prosperada
por su suelo… habíase engrandecido…». <<

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[14] Planto, del latin planctus, llanto con gemidos y sollozos, hoy anticuado. <<

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[15] Cuñar, que vale acuñar, según advierte el léxico. <<

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[16]
Terciado, sustantivo, que era cierta espada ancha y corta, un tercio más que la de
marca; y de ahí que dijera el poeta dos versos más adelante:

Del ancho alfanje ornó la estrecha cinta;

donde cinta, vale cintura, anticuado en tal significado. <<

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[17]
Mal distinta, esto es, que se diferenciaba poco entre sí, y no que se distinguiera
mal por la distancia, según entiendo. <<

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[18]«Dar vado a las cosas, dice Covarrubias, es dejarlas pasar cuando ellas van
caminando con furia, y aguardar tiempo y sazón, como el que ha de pasar el río le
dexa correr hasta que pase la furia y vuelva a su madre y se descubra el vado». Es
modismo que fué de muy frecuente uso antaño. Ercilla (525-46):

Dando algún vado a su dolor, quería…

Mexía en su Parnaso Antártico, hoja 84:

Espera al mar, ya tu rencor da vado…

Cervantes en Galatea: «… poned por agora silencio a vuestras tiernas lágrimas, y dad
algún vado a vuestros dolientes sospiros…». <<

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[19] De llano en llano, modo adverbial figurado, que vale «clara y llanamente». <<

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[20] Renunciar, en su acepción de abandonar. <<

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[21]Escuadra, que antaño se decía por lo que hoy más frecuentemente llamamos
escuadrón, frecuentísimo en Ercilla en una y otra forma; así (12-5-4):

Movieron sus escuadras


Otro espeso escuadrón adelante…
de gente brava… <<

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[22]
Fimbras, quizás por yerro de imprenta, en la edición madrileña de 1605. Fimbria,
enseña el léxico, es el «canto más bajo de la vestidura talar». <<

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[23] Rosell no entendió el valor de esta frase un no lo sé decir, y puso coma después
de un. Rodríguez Marín (Don Quijote, II, 388 ) comentando un no sé qué que ocurre
allí y luego más adelante: «Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite
consigo…» P. II, cap. 8: (ejemplos a que podría añadirse el siguiente de Las obras de
Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega, Alcalá de Henares, 1575 , 8.°, hoja 134 v:

Abaxó los ojos blandamente


Con una pura y virginal vergüenza
Que luego se extendió toda en su rostro
Y un no sé qué le puso de hermosura
Por encima de aquel que ya tenía;

trae a cuenta la opinión de Juan de Valdés, que en su Diálogo la Lengua sostiene que
la tal frase no entra entre aquellas «partecillas», que son «bordones de necios», y
copia la presente de nuestro poeta con un no lo sé decir, que no puede menos de
aplaudirse también. <<

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[24]Los tres nombres son: Diana, Latona y Febes; y los tres lugares: Montes de la
Luna, en África; monte de Lusitania, hoy sierra de Cintra; una ciudad de la Etruria; y
aun podía añadirse un río de la provincia de León y una villa en la de Zaragoza. <<

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[25]Rodríguez Marín al comentar la frase del Quijote (I, p. 169) «que yo juro por
todos las órdenes que de caballerías hay en el mundo …», observa: «Para Clemencín,
más natural y más claro sería: “por todas las órdenes de caballerías que hay en el
mundo”. Cierto; pero, el erudito anotador puede añadir que no era raro en el tiempo
de Cervantes anticipar ese que». Y cita en comprobante este verso de nuestro poeta.
<<

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[26]
Nemoroso, sa, adjetivo poético, sacado de nemorosus, perteneciente o relativo al
bosque. Nombre arcádico usado por Garcilaso. <<

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[27] Mal su grado, como hoy en sentido opuesto se dice de buen grado, esto es,
voluntaria o gustosamente; frase que el poeta empleó en dos ocasiones más (cantos
XIII y XIX) y correntísima antaño. Baste con estos ejemplos de Garcilaso (Égloga II):

Todos venían al suelo mal su grado…


Hace morir la yerba mal su grado… <<

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[28] Parte, sustantivo, que vale ayuda, eficacia, muy usado antaño y que hemos
desterrado sin motivo. Empleado en la frase ser parte para, la hemos de hallar
todavía más adelante; así también en Ercilla: «espero que será parte para poder
sufrir…» y en no menos de otros tres pasajes del poema. <<

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[29] Inversión de mucho menos que resulta curiosa. <<

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[30]
Celebro, que el léxico da todavía como equivalente de cerebro, y que solía
también escribirse cerbelo, formas ambas en que se encuentra esa voz en La
Araucana. Véase este ejemplo de la primera (5327):

Y apuntando a Valdivia en el celebro…

Y así se decía en Chile a fines del siglo XVI: «… me hago echar en la cabeza y en el
celebro un cántaro de agua serenada…». Núñez de Pineda, pág. 157. <<

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[31]
Sinrazón, que debe escribirse en una sola palabra, y no en dos: sin razón, como la
pone Rosell. En el Romancero de 1604, hoja 395 v.:

Cercado de sinrazones,
que son las que le hacen parte,
perdida ya la paciencia
de ver sinrazones tales. <<

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[32]
Aceto, por acepto, anticuado, de uso muy frecuente en La Araucana, según queda
advertido (pág. 25). <<

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[33]Atribuir, usado como reflexivo. «Quiero atribuirme a mi la culpa de tu
impertinencia», se lee en Don Quijote. P. I, cap. 34. <<

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[34]
Echar a la banda, frase que no está en el léxico, y que vale echar a un lado, no
hacer caso, olvidarse. <<

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[35]
Pangarcato, nombre indígena de la invención del poeta, que significa, según el P.
Mansilla, «león de otro dueño» pange-cate; o, según interpreta Chiappa: «lugar de
donde se saca pangue»: Pangalcadtun=pangal, y cate, heredad. <<

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[36]Talcamávida, Rengo, Tucapel y Leucotón, que luego se verá, son nombres que
figuran en La Araucana. <<

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[37]Desabrir, en sentido figurado, que vale disgustar. Por errata, dasabras, en la
edición de Rosell. «El más despechado y el más desabrido hombre del universo
mundo», escribió Cervantes (Don Quijote, P. II, cap. 23): pasaje que comenta Cejador
manifestando la etimología de aquel adjetivo, de desabor-ido o de des-sabor. «No
dejaba de haber algunos mal contentos y desabridos», escribía en Chile Núñez de
Pineda, p. 331. <<

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[38] Nota de Oña: «Léase el canto XV de La Araucana». <<

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[39] En dicha edición, le, por la. <<

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[40] Satisfacción, por satisfación, id. id. <<

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[41]
Suplo la preposición, que está en la edición madrileña de 1605 y falta en la de
Rosell. <<

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[42]En rigor, el verbo debía ir aquí en plural, para concertar con el sujeto «uno y
otro», que se refiere a personas; de tal modo que esta concordancia, como observa
Bello, acarrea para la frase por lo menos la nota de inelegante y desaliñada. <<

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[43]
Millaura, nombre indígena de la invención del poeta, y que significa «oro
amontonado»; milla-aullin o millahue, mina de oro. M. y Ch. <<

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[44].«Hacer la salva, dice Clemencín, comentando un pasaje del Quijote en que se
halla empleado este modismo, es empezar la comida o bebida. Se tomó esta expresión
de la antigua etiqueta usada en los palacios de los príncipes y magnates de que el
maestresala o pregustator probase los manjares y bebidas antes que sus señores; y se
llamaba hacer la salva porque daba a entender que aquella ceremonia los ponía a
salvo de alguna traición». Es corriente la tal frase en los escritores de antaño. Ercilla
dice (467-4-5):

Donde fuimos con salva recibidos…

y por su parte, de este sustantivo salva, formó el verbo salvar, por saludar, (484-4-5):

Todos humildemente le salvaron…

¡Cosa curiosa! Un poeta de la época de la colonia cuenta que entre los araucanos se
usaba de la misma práctica y por idénticos motivos que entre los señores feudales:

Pero es entre ellos ley o mandamiento


Que el señor del convite esté obligado
A hacerle la salva al convidado.
Para que se carezca de sospecha
Que no les dan veneno con la chicha,
Fué aquesta ley expresa entre ellos hecha
Hacer la salva que ya tengo dicha.
Alvarez de Toledo, Purén Indómito, canto X, p. 427.

Práctica que recordaba también el P. Ovalle: «… porque es costumbre entre estos


indios nunca beber uno solo lo que le dan, sino que, habiendo hecho la salva el que
brinda, bebiendo primero un poco, bebe luego el brindado, y sin acabar éste el vaso,
lo da a otro…». <<

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[45]En resolución, m. adv. de sabor netamente clásico, que se encuentra en La
Araucana más de una vez y no pocas en Don Quijote, y de qué usaba también Núñez
de Pineda en Chile (ob. cit, p. 375 ): «En resolución,… este fué el sueldo y socorro de
un maestro de campo general…». Equivale a en conclusión. <<

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[46]
Hablar de, o desde, la talanquera, frase figurada y familiar, enseña el léxico, que
da a entender la facilidad con que algunos, estando en lugar seguro, juzgan y
murmuran de los que se hallan en algún conflicto o peligro. Recuérdese lo dicho en la
nota 27, p. 176. <<

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[47]La fusta era una embarcación ligera, de remos, de dos palos, que se empleaba
especialmente en el servicio de exploración de la armada que la llevaba. <<

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[48] No trae el léxico este viento gallego de que habla Oña. <<

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[49]«Como bien acuchillado. (Por escarmentado).» Correas, Vocabulario, p. 597.
Frase metafórica harto expresiva y que Ercilla se la aplicó a sí, con sobrada razón
(4542-5):

Que yo de acuchillado en esto, siento…

También la trae Mateo Alemán en Guzmán Alfarache: «Hízose así como lo trazó el
maestro, y como aquel que de bien acuchillado sabía…». <<

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[50]«Intonsos aprendices de poetas, observa Cuervo, (Apuntaciones, p. 494 ) dicen
vagoroso en vez de vagaroso, derivado de vagar,» citando en comprobante un verso
de «Al sueño,» de Quintana. Con todo, notaremos que en dos de las ediciones de La
Araucana del siglo XVI salió vagoroso, y así se halla también en el Purén indómito
(canto I, p. 5). <<

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[51]Reparar, sobre cuyo significado en expresiones como ésta, quedó nota más atrás
(pp. 27 y 87). <<

www.lectulandia.com - Página 1061


[52]Remanso, en su acepción figurada de «flema, pachorra, lentitud». «Y con gran
flema y remanso se volvió a echar en la jaula». Don Quijote, P. II, cap. 17. <<

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[53] Ahora, por agora, en la edición de Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1063


[54]Posiblemente por yerro del cajista, donde dice el verso acabarme, puso matarme,
y viceversa. <<

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[55]Exceda, modernizando el vocablo, leyó Rosell; eceda, en la edición madrileña y
casi seguramente en la príncipe. <<

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[56]En la edición de Rosell, sol, por mal, que es como se lee en la madrileña de 1605
y lo que corresponde al sentido de la oración. <<

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[57]Perenal, que tanto puede escribirse con una o con dos enes, y que es como
perenne. <<

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[58] Decí, dicho en forma familiar. <<

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[59]
Contigo, pronombre personal anticuado, en la edición madrileña de 1605 y sin
duda en la príncipe, enmendado conmigo por Rosell. En ambas formas se le halla en
La Araucana. <<

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[60]Dar orejas, frase que hoy diríamos dar o prestar oídos: forma aquella que era la
corriente en tiempos de Oña y aun más tarde, y que se halla en Garcilaso, Ercilla y
Cervantes. <<

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[61] Reteñir, como retiñir, que ocurrió antes. <<

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[62]En la edición de Rosell, aliento, por acento, que hay en la madrileña de 1605, que
sin duda es lo que mejor cuadra al sentido de la frase y se evita con ello la repetición
de una palabra que aparece tres versos más abajo, y empobrece la rima. <<

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[63]
Febes, nombre que se daba también a Diana o la Luna, por el brillo de este
luminar. <<

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[64] Águila caudal se dice de la real. <<

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[65]
Ercilla empleó siempre la forma afierra, y así también en El Bernardo, La
Mosquea, etc. La Academia autoriza esa forma irregular, que no aceptan Bello,
Cuervo, Benot e Isaza. <<

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[66] Llegar, como activo, que vale juntar. <<

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[67]
Enmendó también Rosell aquí mostradlo, por mostraldo, que pone la edición
madrileña, haciendo caso omiso de que tal metátesis era corriente antaño. <<

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[68] Tercera enmienda de Rosell, de conmigo, por comigo. <<

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[69]
La edición madrileña, que sigo en esto, lee tan, donde Rosell trae tu, pues resulta
mucho más expresivo el adverbio que el pronombre. <<

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[1]
Hacer su poder, frase sobre la cual quedó nota: Corresponde a lo que hoy decimos
vulgarmente «hacer todo lo posible». <<

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[2]Perfectamente, por perfetamente, que se lee en la edición madrileña, puso Rosell,
siempre enmendando a la moderna. <<

www.lectulandia.com - Página 1081


[3]No se halla en el léxico este modo adverbial más que a más, de gran
encarecimiento y no menos elegancia. <<

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[4]Acarreto, viene de acarrear, llevar cargas de una parte a otra. Es voz que se halla
en La Araucana (116-2-4):

Y andan en acarretos ocupadas…

En Acosta (Historia natural y moral de las Indias, I, 283, ed. cit.): «De este ganado
sacan comida y vestido… y sacan más él trajín y acarreto de cuanto han menester,
pues les sirve de traer y llevar sus cargas…». Fué muy usado en Chile; así, González
de Nájera escribía: «… porque es tanta la abundancia de comidas y tan buenas…, que
no tiene necesidad de esperar a ser bastecida de otras partes por vía de acarreto».
Desengaño, etc., p. 87, seg. ed. El P. Ovalle habla del hilo de acarreto. El sentido de
la frase es, por tanto, que el bien demoraría en llegar, por ser necesario que se le
trajese de lejos y con tardanza. <<

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[5] Leo fuera, como pone la edición madrileña, y no afuera, que trae la de Rosell. <<

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[6]
Queda ya indicado el valor que en frases como ésta corresponde a pieza, que tanto
puede hacer a espacio como a tiempo. <<

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[7]«Sacar fuerzas de flaqueza. (Esforzarse, hacer de las tripas corazón». Correas,
Vocabulario, p. 566. Expresión correntísima y que se halla en un pasaje más del
poema y asimismo en La Araucana (248-3-8):

Sacando nuevas fuerzas de flaqueza…

También en Chile Núñez de Pineda (p. 81) decía, hallándose en un trance apurado:
«Saqué fuerzas de flaqueza para mostrarme placentero, alegre y gustoso…». <<

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[8]Derribar, ya notado antes: reflexivo, que en tal caso vale, como define el léxico,
«tirarse a tierra, echarse al suelo por impulso propio o por otro accidente
involuntario». <<

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[9] Bramo, por bramido, es, según el léxico, voz de germanía. <<

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[10]Pasta, en su significado de hoja, lámina o plancha de metal, es anticuado según el
léxico. En tal acepción ocurre frecuentemente en La Araucana; así, por ejemplo (244-
3-7):

Y no de fuerte pasta bien templado… <<

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[11] Decender, por descender, anticuado, que se halla también en Ercilla. <<

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[12] Un por una, cambio de género frecuente en poesía, como se halla en la edición
madrileña de 1605 y que Rosell no conservó. Más elegante y más rítmica me parece
la lección que trae la edición madrileña. <<

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[13]Cuidoso, que la Academia da como anticuado, por cuidadoso; adjetivo que en
aquella forma se halla en el poema cuatro veces y aun en más en La Araucana y
alguna en Fernando de Herrera (Elegí al, lib. I):

Mi afán cuidoso causa y mi tristeza…

Con todo, a juicio de Quevedo era una de las voces empleadas por el bachiller
Francisco de la Torre que debía notarse de culpable. <<

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[14]El lanco (Bromus stamineus), que en Chile es más conocido hoy con el nombre
de «yerba de los perros», fué también recordado por Alvarez de Toledo en su Purén
indómito:

Los caballos sin frenos sueltos pacen


La verde grama y granujento tunco,
Yerbas que dondequiera en Chile nacen.

Hablan también de las virtudes de esta planta Marino de Lobera y el P. Rosales. <<

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[15] Efecto, en la edición de Rosell. <<

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[16] Perfecto, por perfeto, en Rosell. <<

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[17]Practicar puso Rosell, por praticar, como se decía; si bien el léxico sólo trae el
sustantivo prática, anticuado, por práctica. El poeta usó también más adelante (canto
XVI) de praticar por practicar. <<

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[18]Juega aquí el poeta del vocablo gentiles, en su doble valor de sustantivo y
adjetivo. <<

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[19] Para en todas las ediciones: entiendo que el contexto pide pasa. <<

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[20]En la edición de Rosell, no sé si por yerro de imprenta o siguiendo la príncipe, se
lee corrige, por dirige; de cualquier modo que sea, la enmienda que trae la madrileña
de 1605 se impone para que resulte el sentido recto de la frase. <<

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[21]«Hacer pié. (Cuando uno sienta los pies estando en agua, y también cuando uno
se asienta y toma vivienda en algún lugar)». Correas, Vocabulario, p. 631. Modismo
que se halla no menos de tres veces en La Araucana, y de que en Chile usaba todavía
el P. Ovalle (1, 64): «… porque como no tienen en todo aquel inmenso archipiélago
donde hacer pie, por no tener ningún puerto en él, han pasado de largo la vuelta de
Filipinas…». <<

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[22]«Ir en los alcances: ir en seguimiento del enemigo que huye o se retira… Juan
López de Velasco dice que alcance se dixo de calce, y alcanzar. Por manera que,
según esto, sería llegar siguiendo a otro a poner el pie o el calcañal en la mesma
huella; y no rae descontenta la etimología». Covarrubias. Hállase frecuentemente en
La Araucana, como no pudo meros de ser, dada su índole militar; por ejemplo (98-
47; 357-5-4):

El alcance sin orden proseguía…


Iban en el alcance y seguimiento…

Verso este último que Mir (Hispanismo y barbarismo, I, 11 ) citó como comprobante
del recto uso de esa voz. Oña volvió a valerse de ella en el sumario del canto XI:
«Siguen los nuestros la retirada y los indios el alcance;» y en Chile todavía por el P.
Ovalle (I, 349) y el obispo Villarroel (Historias sagradas, etc., t. I, hoja 38 v.):
«Siguióse con tanto coraje y valor el alcance, que, muertos casi todos…». <<

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[23]Ganar a uno por la mano, es frase figurada que ocurrió ya: frase figurada,
«anticipársele en hacer o lograr alguna cosa». Véase este ejemplo, que tomo de La
Austríada de Rufo Gutiérrez, (canto XXIII, 414 vlta.):

Y también porque quiso el Otomano


Ganamos (como dicen) por la mano… <<

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[24] Fosa, en su valor de foso es anticuado. <<

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[25]Al punto, por al pronto, en la edición madrileña de 1605. Más expresiva resulta,
sin duda, aquella primera frase; pero no deja de convenir al contexto el modo
adverbial al pronto, que vale «en el primer momento», y que parece llevar también
envuelta la idea de provisional, de una curación hecha conforme a lo que las
circunstancias del momento permitían. <<

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[26] Como si continuara la frase admirativa, Rosell leyó aquí Oh!, cambiando en
interjección lo que en realidad es una conjunción disyuntiva. <<

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[27]Observa Rodríguez Marín (Don Quijote, III, 240) que centinela, de femenino en
los siglos XVI y XVI, ha pasado a ser masculino. Es voz que viene del italiano. Como
femenina se la halla también en La Araucana (545 1-1):

La centinela en esto, descubriendo… <<

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[28] Hacienda, con la h aspirada, para que el verso conste. <<

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[29]Estar de posta, dice Clemencín, comentando un pasaje del Quijote, Parte I, cap.
38, «vale lo mismo que estar de guardia o centinela, en el lenguaje de nuestros
autores de los siglos XVI y XVI; a veces se llama posta al mismo centinela». <<

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[30]El doctor Suárez de Figueroa ha referido bastante a la larga este incidente
ocurrido a Rebolledo con don García, y la figura del centinela dormido y sorprendido
por su jefe, pasó a recurso obligado de los dramáticos que llevaron al teatro las
hazañas del Gobernador de Chile. Llamábase Antonio y de él traté en mi Diccionario
biográfico colonial de Chile, vela, p. 724. <<

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[31]Sobre la voz vela, quedó ya nota: tomado aquí en su valor del tiempo que dura en
su puesto la guardia o centinela que se ponía por la noche en las plazas
fuertes o campamentos militares. <<

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[32]
Pieza, en su valor de tiempo, que ya ocurrió antes.
Bueno, en su acepción un tanto despectiva, como cuando decimos «este buen
hombre». <<

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[33]Cuidoso, también notado en un pasaje anterior: que la Academia da como
anticuado, por cuidadoso. <<

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[34] Secutiva, por ejecutiva, como secutar ya indicado. <<

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[35] Letargía, anticuado, por letargo, según advierte el léxico. <<

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[36]El léxico registra la locución familiar a dos dedos de, pero no ésta, que resulta
más expresiva aún, y en la cual, elegantemente, o en un dedo de, se suprimió la
preposición. <<

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[37]Malamente, que no vale aquí sin razón o fundamento, sino gravemente. Contando
este combate de Penco, dice Suárez de Figueroa: «Hallábanse muchos soldados
heridos malamente, aunque falto de vida ninguno». <<

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[38]
Envicia, en la edición madrileña de 1605 , abandonando la lección de la príncipe,
que trae invicia, como invidia y otros vocablos semejantes y que Rosell, por rara
excepción, conservó esta vez. <<

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[39] Hacer la salva, modismo de que se habló en la pág. 265. <<

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[40]Pintoras, usado como adjetivo, que no trae el léxico, y que vale en este caso lo
que de varios colores, según entiendo. Con las pirámides se alude a las que «forman
los rayos ópticos principales, que tiene por base el objeto y por vértice el centro de
cualquiera de los ojos», según define el léxico. <<

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[41]
Suplo el artículo, que falta en la edición de Rosell y que está en la madrileña de
1605. Montero, a, adj. Ant.: montés. <<

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[42]Trasmontar, se dice más generalmente hoy, pero su forma usual antaño fué
tramontar, de cuyo uso bastará con recordar, entre muchos otros ejemplos que
pudiera citar, el siguiente de Ercilla:

Al tramontar del sol llegó al Estado …

Véase también lo dicho, en la página 169, nota 9. <<

www.lectulandia.com - Página 1121


[43]Este dativo de plural les se explica aquí por referirse a un nombre, colectivo de
número indeterminado. Sabido es, por lo demás, que el uso de ese pronombre, en uno
u otro número, revestía en los clásicos no poca arbitrariedad. <<

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[44] Toda en la edición de Rosell, sin duda por errata. <<

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[45]Media en homenaje la elipsis de torre, de donde procede que vaya seguido de
ganada, femenino. Llamábase torre del homenaje «aquella en que el castellano o
gobernador hacía juramento de guardar fidelidad y de defender la fortaleza con
valor». <<

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[46]Infido, como su simple fido, meros italianismos, pasan hoy por anticuados. Véase
lo dicho más atrás de fido: del latín fidus, que vale fiel. <<

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[47]Suprimo, por redundante y pedestre, el segundo es que precede a bastante y
conservó Rosell, siguiendo en esto la lección de la edición madrileña de 1605. <<

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[48]El palio era un paño de seda u otra tela preciosa que se colocaba al extremo final
del sitio señalado para la carrera, para adjudicarse al primero de los campeones que
llegaba hasta él. Era juego muy usado antaño y de él hace mención Ercilla en tres
pasajes de La Araucana, v. g., en este (336-2-3):

Para correr el palio acostumbrado… <<

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[49] Como otras veces, en Rosell, victoria, por vitoria. <<

www.lectulandia.com - Página 1128


[50]Nota de Oña en Cuenca: «Donde tiene su casa». Sobre cuyo aserto bastará con
recordar lo que Mártir Rizo trae en su Historia de la Ciudad de Cuenca, Madrid,
1629, fol. <<

www.lectulandia.com - Página 1129


[51] Franqueza, en su acepción de libertad, exención. <<

www.lectulandia.com - Página 1130


[52] Nervoso, sinónimo de nervioso. <<

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[53]
Rosell conservó floresciente, enmendado sin razón en floreciente en la edición de
1605, siendo que antaño se usaba la s en voces como ésta en que entraba la
combinación se: pertenesciente, etc. <<

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[1]Muestra en su acepción de reseña, revista, muy frecuente en los autores de aquel
tiempo; así, Ercilla, en uno de los varios casos que nos ofrece (347-2-1):

el primero que empezó la muestra


El cacique Pillilco… <<

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[2] Rosell, conforme a lo que acostumbró, puso apercibido. <<

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[3] Pieza, que vuelve a ocurrir en su valor de tiempo o espacio. <<

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[4]
En la edición madrileña de 1605 , que sigo, al, por el, que trae la de Rosell, con lo
que se cambia por completó el sentido de la frase, puesto que si el caudillo español
debía retirarse de tierra, no podía huir sino a sus naves y no de ellas. <<

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[5]Curaguano, nombre de la invención del poeta, que en araucano significa: cura,
piedra, y huenu, arriba: «piedra de arriba», o «cielo de piedra». Hay apellidos
araucanos, en efecto, compuestos de huenu o wenu, «cielo, arriba». <<

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[6] Sonriso, de sonrisar, sonreír, anticuado en esa forma. <<

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[7]Eceso, como eceder, que vimos anteriormente, enmendado por Rosell en su forma
actual. Recuérdese lo dicho de vaso. <<

www.lectulandia.com - Página 1139


[8]En La Araucana figura el cacique Puchecalco, que en araucano significa «pequeño
brujo». Como tal se le ha hecho figurar en las comedias españolas. <<

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[9] Por la posta, frase con la cual se indica que se va corriendo como la posta o
correo, comparación muy frecuente en los escritores de antaño. Cervantes (Don
Quijote, P. I, cap. 15): «… había de venir por la posta, y en seguimiento suyo…».
Véase, además, la p. 104.
Juan Ladrillero, «uno de los diestros hombres en la mar que había en todos estos
reinos», le llamó don Luis de Toledo, que le trató de cerca; nació en Moguer, en 1504
, y después de haber efectuado once viajes a Indias, obtuvo el título de piloto en 1535
; por los de 1540 , anduvo con Pascual de Andagoya en las provincias del Río de San
Juan; hallábase en Quito cuando entró allí Blasco Núñez Vela, que iba huyendo de
Gonzalo Pizarro, habiéndole acompañado hasta la provincia de Pasto, para seguir con
el hermano de aquel virrey hasta el puerto de Buenaventura, donde fueron presos por
los capitanes de Pizarro. Allí estaba ocupado en hacer un barco, cuando aportó el
general Pedro de Hinojosa, que con la armada de Pizarro se dirigía a Panamá, quien,
por traición del compañero de Ladrillero, se apoderó de éste, del hermano del Virrey
y de otros soldados, llevándose los hasta Panamá. De esta ciudad se marchó a la
pesquería de perlas del Cabo de la Vela, de donde regresó a ella trayendo a su cargo,
en unión del capitán Saritillaña, la gente que iba a reunirse con La Gasea. Poco más
tarde se juntó con éste, y después de hallarse en la batalla de Xaquixaguana, se volvió
a Lima. Vino a Chile con Hurtado de Mendoza, quien le despachó, como refiere
nuestro poeta, a que se dirigiera por mar hasta el Maule para apresurar la llegada de la
caballería, y le envió en seguida en una expedición de descubrimiento al Estrecho de
Magallanes, que salió de Valdivia, el 17 de octubre de 1557 , compuesta de tres
naves, y que resultó tan penosa, que sólo pudo volver con 809 hombres de los 40 ó 50
que la formaban, cuya relación escrita por él ha sido publicada varias veces. Debe
haberse regresado a la encomienda de indios que poseía en Viacha; consta que era
aún vivo en 1574 , y que su mujer Francisca de Cabrera estaba avecindada en la Paz y
era ya viuda en diciembre de 1584. <<

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[10]Canudo, adjetivo anticuado, por canoso, en su acepción figurada, no de anciano,
sino de blanco por las espumas que forma el río en su corriente. <<

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[11]Juan Remón, o Ramón, como suele también llamársele, nació en 1520 , y fueron
sus padres Francisco de Cañel y Francisca Jiménez, vecinos de Licantes. Si no hay de
por medio alguna homonimia, habría pasado de Sevilla a Nueva España en marzo de
1538 ; se halló con Benalcázar en la pacificación de Popayán, hasta que por la noticia
que allí se tuvo de la sublevación de Gonzalo Pizarro, en compañía de otros doce
soldados, se fué a reunir con el virrey Blasco Núñez Vela, pero no habiéndolo logrado
por haber sido éste ya desbaratado, tuvo que permanecer oculto en Lima más de tres
meses para que no le apresaran los secuaces de Pizarro, siendo al fin obligado por
Carvajal, el maestre de campo de éste, a que le siguiese; consiguió al cabo de poco
huirse, hasta que pudo juntarse con el campo de La Gasea, para pelear de su parte en
la batalla de Xaquixaguana entre los soldados de la primera fila. Avecindóse en
Charcas; le tocó contribuir a sofocar varios de los motines que se produjeron por ese
tiempo en el Perú; fué corregidor de la Paz por los años de 1554 y 1555 , y al cabo de
seis de permanencia en aquella provincia, acompañó a Chile a Hurtado de Mendoza,
quien le nombró por maestre de campo de su ejército y le dio poder en la Serena, a 26
de abril de 1557 , para que a su nombre se recibiese del gobierno en Santiago.
Después de la campaña araucana se volvió al Perú en 1561. Al año siguiente se le
encuentra en Madrid. Felipe II, por cédula de 28 de diciembre de 1560 le recomendó
al Virrey para que le concediese un repartimiento de indios, como en efecto lo hizo
por decreto de 11 de diciembre de 1563 , dándole el de Chuquiabo en Charcas.
Consta que vivía en la Paz en 1583. <<

www.lectulandia.com - Página 1143


[12]
«Ir de boga arrancada. (Símil de las naves)». Correas, Vocabulario, p. 54.
Término de marina de que nos ofrece ejemplo La Araucana (400-5-5):

Salióle de través, boga arrancada…;

y que se halla también en otros poetas que vivieron en América, como fueron, Gaspar
de Villagra, Mendoza Monteagudo, etc., y en el Viaje entretenido de Rojas
Villandrando (I, p. 100):

Favorable viento llevan,


el mar sesgo y con bonanza,
todos gozosos y alegres,
navegan, boga arrancada… <<

www.lectulandia.com - Página 1144


[13] Con este Alarcón, el poeta alude a Alarcón de Cabrera, deudo o allegado de
Hurtado de Mendoza, que había pasado con él al Perú y en seguida a Chile,
sirviéndole de maestresala. La mención que de él hace el poeta procede,
evidentemente, de tal causa, pues Cabrera «es un hombre, decía uno de los que le
conocieron de cerca, e siempre lo fué, que tiene vahídos en la cabeza, e nunca le han
visto, después que entró en estas provincias, correr a caballo, porque no es hombre de
a caballo, antes una vez que corrió, cayó del e ha estado a punto de muerte». «E aun
en la habla, contaba otro, parece mujer más que hombre». Docs. inédts.., t. XVI, p. 10.
Don García le dio un repartimiento de indios en Osorno, de que después le privó
Francisco de Villagra. Vivía aún allí en 1566. <<

www.lectulandia.com - Página 1145


[14] Zorrero, en la acepción que ya se vio de rezagado. <<

www.lectulandia.com - Página 1146


[15]
Labrar la bestia, es término de albeitería y operación que hierro ardiente. En la
misma acepción que Oña, empleó este verbo Ercilla (273-4-2):

Labrando a mi caballo los costados…

Volviólo a usar nuestro poeta en su Temblor de Lima, esta vez en sentido figurado:

Parad, Canción, aunque el furor os labre


ambos ijares, pues el freno os tira…

También Alvarez de Toledo (Purén Indómito, pág. 466 ), en términos del todo
análogos a los del verso que comento:

Dejando el viento atrás, labrando apriesa


a un caballo morcillo los costados…

En el léxico no se halla tal acepción. <<

www.lectulandia.com - Página 1147


[16]Trastornar, esto es, pasar, atravesar, acepción que el léxico no concede a ese
verbo. <<

www.lectulandia.com - Página 1148


[17]
Centuria, en su acepción que le correspondía en la milicia romana, esto es, una
compañía de cien hombres. <<

www.lectulandia.com - Página 1149


[18]El léxico sólo concede a abreviar las dos acepciones de «hacer breve, acortar,
reducir a menos tiempo y espacio»; o «acelerar, apresurar», ninguna de las cuales
cuadra a lo que el poeta quiso significar aquí con ese calificativo, que vale «corto,
reducido, pero cabal», como se dice del resumen de una obra cualquiera del
entendimiento, que en pocas palabras encierra el conjunto; de lo cual ofrecen
repetidos ejemplos los buenos escritores de antaño, como Cervantes, el P. Ojeda y
Ercilla, que escribió (28773-4):

El abreviado ejército cristiano…;

y aquél (Galatea, libro IV): «… pero lo que más los admiró y levantó la consideración
fué ver la compostura del hombre, tan ordenada, tan perfeta y tan hermosa, que le
vinieron a llamar mundo abreviado»… <<

www.lectulandia.com - Página 1150


[19]«Tocar al arma, dar señal de que han sobrevenido enemigos». Covarrubias. De
donde nuestro actual «grito de alarma». En cuanto al género que corresponda a esta
voz, ya está consagrado que sea el femenino. De alarma ha salido alarmar, nunca
usado por los clásicos, según lo demuestra el P. Mir. <<

www.lectulandia.com - Página 1151


[20] Escribía Ercilla (62-2-8):

Arrojan los caballos adelante…,

donde arrojar, como en el pasaje de nuestro poeta, es verbo transitivo, que tiene el
valor de «hacer salir o arrancar con ímpetu y presteza», según lo define Cuervo,
apoyándose en el verso citado de Ercilla y en ejemplos de otros autores. <<

www.lectulandia.com - Página 1152


[21]No autoriza el léxico la forma manijar por manejar, por más que sea formado de
manija. Manijar pronuncia nuestro pueblo y así escribía esa voz Núñez de Pineda
(pp. 87 y 415 ): «… después que manijamos nuestras armas, ninguno se sujeta a
servidumbre»… «… adonde tenían una canoa a modo de barquilla, por adonde se
manijaban los pasajeros». <<

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[22]Recuérdese lo dicho acerca de arnés tranzado: «El compuesto de diversas piezas
con sus junturas, para que el hombre armado con él pudiera hacer fácilmente todos
los movimientos del cuerpo». <<

www.lectulandia.com - Página 1154


[23] Desigual, en su valor de excesivo, extremado, que cae hoy bajo la nota de
anticuado. <<

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[24]Cudicia en todas las ediciones, forma sobre la cual quedó ya nota: forma arcaica
de codiciar, no puesta en el léxico. <<

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[25]
Por no haber sabido Rosell que en Chile hubo y hay una ciudad llamada Imperial,
puso esta voz con minúscula. <<

www.lectulandia.com - Página 1157


[26]Dar un tiento a una cosa, «es reconocerla con prevención o advertencia, física o
moralmente», según la definición del léxico; frase figurada que se halla varias veces
en La Araucana (17-3-1):

Dieron señal primero y nuevo tiento… <<

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[27]Servicio, voz que, tratándose de los indios en sus relaciones con los españoles,
revestía caracteres bien marcados por las leyes y la práctica, y que es acreedora a que
en tal acepción (personal) se le dé lugar en el léxico.
En La Araucana (180-5-7, 8):

Los caciques le ofrecen francamente


Servicio, armas, comida, ropa y gente.

Núñez de Pineda (p. 252): «… porque su amo era el mejor español que había en
nuestro distrito, y trataba a su servicio con diferente modo y agrado que los demás»…
<<

www.lectulandia.com - Página 1159


[28]Piropo tiene aquí el valor de su acepción primordial: «variedad de granate, de
color rojo de fuego, muy apreciada como piedra fina». <<

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[29]Museo, llama aquí Oña a las Musas, por más que a primera vista pudiera
entenderse que aludía al poeta griego de ese nombre, colocado por Virgilio en los
Campos Elíseos, y diverso del autor de Hero y Leandro. <<

www.lectulandia.com - Página 1161


[30] Conmigo en la edición de Rosell, y comigo en la madrileña de 1605. <<

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[31] Váguido, esdrújulo, como leyó Rosell, para los efectos del ritmo. <<

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[32]
Regal, italianismo, no sabría decir si usado por algún otro poeta de aquel tiempo,
y que no se halla en el léxico. <<

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[33]El léxico trae a reptar, anticuado, por retar; pero no en la acepción que reviste
aquí de arrastrarse, sacado del supino reptum, como reptil. <<

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[34] Nota de Oña, en la que dice: «El Gobernador». <<

www.lectulandia.com - Página 1166


[35] Ercilla dijo (102-1-2):

Estaba en un caballo derivado


De la española raza poderoso…

Cervantes y otros escritores dieron en ocasiones el mismo calificativo de poderoso a


un caballo para significar la idea de fuerza, pero que hoy, en Chile al menos, se usa
sólo cuando se aplica a las calidades del ánimo, de la riqueza o a las colectividades,
como cuando se habla de un ejército poderoso. <<

www.lectulandia.com - Página 1167


[36] Rodezuela, femenino, diminutivo de rueda. <<

www.lectulandia.com - Página 1168


[37]Armado va un arnés, frase en la que vemos empleado lo que se llama en latín
acusativo común, régimen que también adoptó el castellano, especialmente en poesía.
Felipe II (apud Gachard) en carta de 26 de Junio de 1581 , escribía: «… y son los de
aquella galera cerca de trecientos, todos rapados la barba y la cabeza».
Más adelante veremos que el poeta se expresa en forma análoga, diciendo «en medio
un campo». <<

www.lectulandia.com - Página 1169


[38] Por mano prima, como cuando Ercilla dijo (505-3-7):

Y un grueso mazo de chaquira prima…;

adjetivo que vale primoroso, excelente.


Dándole ese valor, escribía Cieza de León: «… dentro dellos [aposentos] hay un
estanque de piedra muy prima…» Pág. 386, ed. Rivadeneyra. Y don Diego Hurtado
de Mendoza: «Pues entráis en España, sed curioso en conocer las gentes della, porque
en Aragón, por donde primero habéis de pasar, veréis que la gente es muy prima».
Paz y Melia, Sales españolas, I, p. 171. <<

www.lectulandia.com - Página 1170


[39]Dellos, en plural, refiriéndose a banda, singular: concordancia que procede de ser
este último nombre colectivo de personas. <<

www.lectulandia.com - Página 1171


[40]Advierte el poeta que esta descripción reza con don Luis de Toledo, celebrado
también por Ercilla por su comportamiento en la batalla de Millarapue.
Hijo del Clavero de Alcántara, y nacido en 1522 , había pasado al Perú en una fecha
que no consta, pero se sabe que sirvió allí en el bando de Gonzalo Pizarro, como
alférez general de su armada; hallábase en Lima cuando arribó el Virrey, padre de don
García, y recibió de éste el cargo de conducir por tierra los caballos a Santiago, en
unión de Julián de Bastida, decorado con el título de coronel del ejército; hizo la
campaña araucana, incluso el viaje de descubrimiento a Chiloé, y asistió, al regreso
de ella, a la fundación de la ciudad de Osorno; nombrado primeramente corregidor de
Concepción en 1559 y en 27 de agosto de ese mismo año, teniente general de
Santiago y la Serena, y en enero del siguiente, del reino todo, pero regresó muy poco
después a Lima, donde consta residía en julio de 1561. <<

www.lectulandia.com - Página 1172


[41] Ponerse a brazos con uno, es luchar, advierte el léxico. Ejemplo de Don Quijote.
P. I, cap. 34: «… que nadie se ha de poner a brazos con tan poderoso enemigo…»
«… y vílos andar a brazos, mordiéndose en los pescuezos el uno al otro…». Hurtado
de Mendoza, Sermón de Aljubarrota, en Sales españolas, I, 163.
Quien, por el cual, de que ya ocurrió ejemplo. <<

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[42] Leva, adjetivo, que vale aquí izquierda o siniestra, no figura en el léxico. <<

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[43] Peceño, advierte el léxico, se aplica ordinariamente al caballo de color de la pez.
<<

www.lectulandia.com - Página 1175


[44]Más atrás quedan consignadas algunas noticias de Remón, que en este verso está
escrito Ramón. <<

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[45] La cuera, enseña el léxico, era una especie de jaquetjlla que se usaba en lo
antiguo sobre el jubón. Covarrubias la define «el sayete corto de cuero», adelantando
así la materia de que estaba hecha. Ercilla habla (179-43) de una «cuera de malla
guarnecida», que no podría decir si tal era la que Oña llamaba fanfarrona. <<

www.lectulandia.com - Página 1177


[46]Nota de Oña a este verso: «Don Pedro de Portugal cuando andaba en la guerra,
siendo de ochenta años».
Ercilla le recuerda con sólo el apellido de Navarra entre los combatientes de
Millarapue. Pasó en la expedición de don Pedro Fernández de Lugo a Santa Marta, en
1535 ; y debió de haber llegado al Perú muy a los principios dél a conquista, pues allí
figura como uno de los hombres de confianza de Francisco Pizarro, de cuya parte
estuvo en sus diferencias con Almagro. Peleó también en Guarinas, y juntándose al
presidente La Gasea en Andaguailas, le siguió hasta hallarse en la batalla de
Xaquixaguana. Pacificado el Perú con la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro, recibió
la comisión de visitar los indios de Carangas (1550). A pesar de sus años, que no eran
tantos, sin embargo, como nuestro poeta afirma, pues había nacido hacia los de 1509 ,
abandonó su casa y encomienda de la Plata y se vino a Chile con Hurtado de
Mendoza con el grado de alférez general, y terminada la campaña se regreso a su
vecindad en 1559. Se le halla en Lima en mayo del siguiente año. <<

www.lectulandia.com - Página 1178


[47]Rossell puso coma en sosegado, con lo que resulta que lo dicho en este verso se
refiere a don Pedro, siendo que toca al caballo que montaba, pues sólo así se explica
aquello de que fuera galán en pellejo, esto es, en pelo, o sin ensillar. <<

www.lectulandia.com - Página 1179


[48] De Aguayo se habló ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1180


[49]
Nota de Oña: «Don Felipe de Mendoza». De quien di noticia antes.
Hacer raya, dice el léxico, fr. fig. «Aventajarse, esmerarse o sobresalir en una cosa».
Frase de uso corriente entre nosotros. <<

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[50]Caya, por caiga, y más adelante (C. XIV) se verá también cayas, por caigas; como
se decía también trayo por traigo, y oyó de oir. En Don Quijote, P. I, cap. 34: «…
pero ya cayo en la cuenta…». <<

www.lectulandia.com - Página 1182


[51] En la edición de Rosell, escudos, por escuros. <<

www.lectulandia.com - Página 1183


[52]Nota del autor: «Don Cristóbal de la Cueva, de la Casa de Alburquerque».
Bien de cerca tocaba a Oña este personaje, tanto, que era nada menos que su
padrastro, pues se casó con doña Isabel de Acurcio, viuda de Gregorio de Oña, padre
de nuestro poeta. Era también, seguramente, don Cristóbal deudo de doña Teresa de
Castro y de la Cueva, mujer del virrey don García Hurtado de Mendoza. Había
nacido en 1522 , y llegó a Chile en 1548 ; Pedro de Valdivia le con taba entre sus
mejores capitanes; fué regidor de Concepción en 1550 , y de Angol en 1553 en el año
siguiente, alcalde de esa misma ciudad, y en el de 1558 , de Concepción, donde tuvo
encomienda de indios, para avecindarse nuevamente en Angol y desempeñar en su
cabildo las funciones de alcalde ordinario en 1560 , 1563 y 1580. Consta que vivía
aún en marzo de 1592. De su matrimonio dejó once hijos y en una india tuvo a
Esteban de la Cueva, que fué hecho prisionero por los indios de Valdivia en enero de
1579 y que poco después le desollaron. <<

www.lectulandia.com - Página 1184


[53]Díjose ya el significado y frecuencia con que los poetas usaron en otro tiempo de
esta comparación del «suelto pardo» (página 220). <<

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[54] Nota del autor: «Pedro Fernández de Córdoba, Casa del Gran Capitán». Había
nacido hacia los años de 1527 y no hay datos para precisar la fecha de su pasada al
Perú y a Chile, pero se puede de cierto afirmar que se hallaba en Santiago en
noviembre de 1554, año en que partió de aquí con Francisco de Villagra en socorro
de la Imperial, al regreso de cuya jornada le tocó hallarse en la derrota de Lautaro en
Mataquito. A Hurtado de Mendoza se le unió en el fuerte de Penco, cuando ya se
había producido el asalto de los indios, y desde este punto le acompañó en la
campaña hasta que se fundó la ciudad de Cañete, en cuya sustentación se quedó. A
pesar de que Villagra le despojó de la encomienda de indios que le había dado don
García, siguió militando bajo sus órdenes y luego bajo las de Pedro de Villagra, que
le nombró corregidor de Valdivia a mediados de 1565 , cargo de que los vecinos le
depusieron no sin que mediaran cuchilladas y de que él fuera encarcelado y tuviera
que refugiarse en una iglesia. Siguió tomando participación activa en la guerra,
hallándose en el primer cerco del fuerte de Arauco, donde en una salida que hizo, en
febrero de 1563, le dieron una lanzada de que estuvo a punto de muerte. En abril del
año siguiente, fué encargado por Villagra de apresar a Martín Ruíz de Gamboa, que
se dirigía a la Corte como procurador de algunos Cabildos; sirvió también Con
Rodrigo de Quiroga, y avecindado de tiempo atrás en Villarrica, fué allí corregidor y
justicia mayor en 1575. Posteriormente, en 1582 , el mismo Ruiz de Gamboa, a quien
antes había apresado, le nombró para desempeñar igual cargo en Angol. Fué casado
con Inés de Aguilera, que se hizo célebre por su conducta heroica en el sitio de la
Imperial en 1599, y en ella tuvo lucida descendencia. <<

www.lectulandia.com - Página 1186


[55]Don Alonso Pacheco fué natural de Plasencia, «caballero muy principal», sobrino
del Marqués de Cerralvo. Tuvo el cargo de capitán de infantería en el campo de
Hurtado de Mendoza, con quien vino a Chile. Dióle una encomienda de indios, que le
quitó más tarde Villagra, por haberse negado a casarse con una cuñada de éste, según
se dijo. Después de vencer los estorbos que se le pusieron para que pudiera salir de
Chile y de escapar a duras penas con vida antes de lograr ese propósito, arribó por fin
a Lima, de donde siguió al cabo de algunos años hasta su patria. Consta que era ya
fallecido en 1.° de marzo de 1586.
Fué regidor de Cañete en 1559. <<

www.lectulandia.com - Página 1187


[56] Flueco, se decía, y aun se dice, por fleco. <<

www.lectulandia.com - Página 1188


[57]Falta en el léxico este adjetivo picazo, que se dice del caballo de color oscuro con
algunas manchas blancas, tomado sin duda de los que tiene la picaza. <<

www.lectulandia.com - Página 1189


[58]Nota de Oña: «Don Alonso de Ercilla». Ercila le llama en el texto, variante del
apellido del poeta, empleada en este verso por causa de la rima, pero que suele
también verse escrito así en obras y documentos. <<

www.lectulandia.com - Página 1190


[59] Lista, dice Covarrubias, es una cinta de color angosta, y la que es ancha llamamos
listón. Hállase la voz en La Araucana (2844-4) y con alguna especificación en el
siguiente pasaje de las Amazonas en las Indias, de Tirso de Molina. Al notar
Menalipe que su contendor Gonzalo Pizarro se hallaba herido en una mano y
manando sangre, le dice:

Ponte en ella este listón


con que restañarla puedas,
que, a falta de vuestras sedas,
las teje acá el algodón.

Tal especie de tejido era bien conocido en Chile hasta fines del siglo XVI, y, como
basto, solía obsequiarse a los indios; así, Núñez de Pineda refiere (p. 218) que «en los
tiempos antiguos, sabemos y es notorio que para haber de baptizarse [los indios], los
obligaban con dádivas, y regalos de chaquiras, agujas, listones, añil y otras
menudencias que para ellos eran de alguna estimación…». <<

www.lectulandia.com - Página 1191


[60] Melado, enseña el léxico, significa «color de miel». Los caballos frisones, que
desde no hace muchos años se han comenzado a ver en Chile, eran en esa época bien
conocidos en España. El que Tosilos, el lacayo del Duque, sacó para medirse en
combate singular con don Quijote, «mostraba ser frisón», decía Cervantes. «Los
frisones, definía Covarrubias, son unos caballos fuertes, de pies muy anchos, y con
muchas cernejas; algunos son para silla; otros, para los coches y carrozas; y por
traerlos de Frisia se llamaron frisones». <<

www.lectulandia.com - Página 1192


[61] Nota de Oña: «Julián de Bastidas». <<

www.lectulandia.com - Página 1193


[62]Gabriel de Villagra, o Villagrán, como escriben Oña y otros, había nacido en 1519
, se le daba título de caballero hijodalgo, y era primo hermano de la madre del
gobernador Francisco de Villagra; pasó a Tierrafirme en la armada de Blasco Núñez
Vela y de allí se dirigió a la provincia de Veragua con el general Alvaro de Torres, a
quien escapó de ser muerto por su gente amotinada, concertándose todos en que se
habían de regresar a Tierrafirme, como lo hicieron por tierra de guerra y por un
trayecto montuoso y no traficado, hasta llegar a Panamá, donde se embarcó para el
Perú, arribando a Lima cuando estaba en poder de Francisco de Carvajal, maestre de
campo del amotinado Pizarro, a cuyas órdenes se negó a servir, vagando por sitios
despoblados, hasta reunirse con Antonio de Ulloa, que traía un refuerzo de soldados
para Chile, en cuya compañía siguió hasta Atacama, de donde se regresó para unirse
a los leales que encabezaba Diego Centeno, para hallarse así en la batalla de
Guarinas, en la que le mataron el caballo, y él salió mal herido, para ser de allí
conducido ante Carvajal, quien le condenó a ser ahorcado, y estando ya confesado, le
perdonó Pizarro por la intercesión de algunos valedores que tuvo. Después de la
batalla de Xaquixaguana, en la que no consta que se hallara, se vino a Chile con
Pedro de Valdivia, para volver de nuevo al Perú con Francisco de Villagra, encargado
por Valdivia de reclutarle gente, quien, a su turno, le encomendó que lo hiciese en
Arequipa. Después de varias incidencias que le ocurrieron en el camino, llegó a
Santiago, de donde, llevando algunos soldados, se dirigió a la Imperial; ayudó a
poblar a Villarrica, atravesó de allí los Andes en busca de ciertas minas de plata;
muerto Valdivia, fué uno de los encargados de ir a llamar a Francisco de Villagra a las
regiones del Lago; quedóse a la vuelta en Valdivia, saliendo de allí dos veces por mar,
llevando socorros a Concepción, donde quedó a cargo de la ciudad cuando el
Gobernador fué a combatir a los indios. Por la derrota que éste sufrió en Marigueñu y
el consiguiente despueble de aquella ciudad, se retiró camino de Santiago a cargo de
los que iban delanteros; de allí volvió a la Imperial, y al regresar otra vez a Santiago,
le tocó hallarse en la derrota de Lautaro en Mataquito. Sirvió en seguida con Hurtado
de Mendoza y se radicó en la Imperial, donde poseyó un buen repartimiento de indios
y fué corregidor en los años de 1562 1564. En este último año, Pedro de Villagra le
nombró su teniente general, en cuyo carácter pasó a Valdivia a reclutar gente,
habiéndose negado el Cabildo a reconocerle como tal. Fué alcalde ordinario de la
Imperial en los años de 1567 Y 1575, y esta es la última noticia que se tiene de él, si
bien consta que diez años más tarde era fallecido. <<

www.lectulandia.com - Página 1194


[63]El, por al, enmendó aquí el corrector de la edición madrileña de 1605 , como en
otros casos análogos que ya ocurrieron. <<

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[64]El léxico trae cuartelar: «dividir o partir el escudo en los cuarteles que ha de
tener;» pero no concede tal acepción a acuartelar. <<

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[65]
Nota del autor. «Gaspar y Baltasar Verdugo». De ambos hablé ya en la página
204. <<

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[66]Nota del autor: «Don Luis de Velasco». Los documentos no hacen mención
alguna de personaje de este nombre, de tal modo que me inclino a creer que media un
yerro de imprenta en el nombre de Velasco: Miguel, por Luis; pues aquél tuvo larga
figuración en la historia de la conquista. <<

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[67]Nota del autor: «Rodrigo de Quiroga, que fué después del hábito de Santiago».
Completaré esta noticia de Oña diciendo que Quiroga fué admitido en la Orden de
Santiago en 1573.
La circunstancia de haber sido Rodrigo de Quiroga dos veces gobernador de Chile,
nos excusa de dar detalles de su vida, que no se compadecerían con la brevedad de
estas notas. <<

www.lectulandia.com - Página 1199


[68]El uso del don antepuesto a un nombre gentilicio resulta hoy despectivo, pero
considerado el apellido como nombre, —si bien no lo es en este caso, —no tenía nada
de anormal. Baste recordar lo que se dijo antes, en la nota 19, pág. 32. <<

www.lectulandia.com - Página 1200


[69]Nota de Oña: «Don Pedro Marino de Lobera».
Nació en Pontevedra, en 1528 , hijo de Hernán Rodríguez de Lobera y de Constanza
Marino. Fué su padre regidor perpetuo de aquella ciudad y capitán general en su costa
de mar por nombramiento de Carlos V. Sirvió, siendo niño, en la guerra entre España
y Francia, desde el año 1538 hasta el de 1542 ; en el de 1545 se embarcó para
Nombre de Dios, y desde allí se volvía a España, cuando se encontró en la Habana
con don Pedro de la Gasea, que iba por presidente al Perú, quien le envió a Nueva
España con ciertos avisos de importancia para don Antonio de Mendoza, virrey de
ese reino, dando tan buena cuenta de sí en tal negocio, que pasando aquél con el
mismo cargo al Perú, le llevó en su compañía hasta Lima, donde se estableció. De allí
siguió a Chile en 1551 , sirviendo en la guerra con Valdivia y escapádose por una
circunstancia casual de haber muerto con él en el desatre de Tucapel, en que aquel
gobernador y todos los que le acompañaban perecieron. Aunque herido, escapó de la
derrota que Villagra sufrió en Marigueñu, habiendo contribuido con su industria a que
las reliquias del ejército español lograsen vadear el Biobío. Hallóse también en el
asalto que aquel caudillo dio a Lautaro en Mataquito y se alistó en seguida entre los
soldados de Hurtado de Mendoza, quien le envió junto con otros, a las órdenes de
Jerónimo de Villegas, para que repoblasen a Concepción, en enero de 1558. Allí se
estableció como encomendero y poco después con el mismo carácter en La Imperial
(1560); pero despojado muy luego de sus indios por Villagra, hubo de trasladarse a
Lima para gestionar el que se le devolviesen, al parecer sin lograrlo, porque ya en
1562 se le ve avecindado en Valdivia. Hallándose de corregidor en esa ciudad, se
distinguió por su celo en la inundación sobrevenida allí en 1575 , y en la cual perdió
gran parte de su hacienda. No se sabe cuando se ausentara de Chile, ni cuando fuera
nombrado corregidor de Camaná, en el Perú, pero sí que habiendo ido desde allí a
Lima, «sin haber sacado aún a su mujer del distrito de su corregimiento, por haber
poco tiempo que había dejado el tal oficio», falleció en aquella ciudad a fines del año
de 1594. Dejó en borrador una Crónica del Reino de Chile, que se encargó de retocar,
poniéndola en nuevo estilo y añadiéndole algo de su cosecha, el jesuíta Bartolomé de
Escobar, en cuya forma fué publicada en la Colección de Historiadores de
Chile, en 1865. <<

www.lectulandia.com - Página 1201


[70]
El frasco era un utensilio, generalmente de cuerno, como el que hasta ahora, poco
usaban los cazadores para llevar la munición, y que en aquel tiempo servía para
guardar la pólvora. <<

www.lectulandia.com - Página 1202


[71] Más atrás se notó ya una construcción análoga a ésta, en que, por causa de la
elipsis, falta la preposición, accidente que no es raro en poesía y que procede del
latín. Véase este ejemplo del Viaje entretenido, de Rojas Villandrando, II, p. 245 :

La nave te presento
del alma, y si de ausencia el mar la casca,
en medio mi tormento,
no temeré tu frivola borrasca… <<

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[72]Fogacidad, en todas las ediciones, forma que no se halla indicada en el léxico,
por fogosidad. <<

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[73] De Gómez de Lagos di noticia en la página 206. <<

www.lectulandia.com - Página 1205


[74]
Hacedor, anticuado, por hacedero, que vale aquí manejable, dócil a la rienda.
Cuatralbo se llama el caballo que tiene las cuatro patas blancas. <<

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[75] Nota de Oña: «Pedro de Murguía». Véase acerca de él la nota de la página 205.
<<

www.lectulandia.com - Página 1207


[76]A la estradiota es modo adverbial, que el léxico nos enseña significa que es
«manera de andar a caballo con estribos largos, tendidas las piernas, las sillas con
borrenes, donde encajan los muslos, y los frenos de los caballos con las cañas largas».
<<

www.lectulandia.com - Página 1208


[77] Ecede, en la edición madrileña, y excede, en la de Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1209


[78]Estofo, que el léxico no da en su valor de estofado, dicho más generalmente,
(tampoco consignado), y que Covarrubias define: «Estofado, jubón, cuasi estofado,
porque lo hinchan de estopa, y los curiosos, de algodón, y comúnmente de lana». Así
se halla en Ercilla (245-5-1):

Pasa al Andrea de un golpe el estofado… <<

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[79]Nota del autor: «Alonso de Reinoso».
Natural de Torrijos en Toledo, o, según otros, de la villa de Maqueda; hijo de Diego
de Reinoso, mayordomo que fué de la reina doña Juana y del Duque de Maqueda; y
de Mari González Candelas. Nació por los años de 1515 , se embarcó en Sevilla en
dirección a Cartagena de Indias el 3 de junio de 1535 , y de ahí, en compañía del
adelantado Francisco de Montejo, a la gobernación de Higueras y Honduras, en cuya
conquista se ocupó durante los años de 1536 a 1539, a su costa, con sus armas y
caballos, hallándose en la población de Gracias a Dios (donde tuvo su casa y la
encomienda de indios del pueblo de Arcataos) y en las de las villas de Comayagua y
San Pedro. Acompañó desde allí a Pedro de Alvarado en su jornada al Perú, para lo
cual hubo de vender malamente su encomienda, y, concluida, se volvió a su vecindad.
Montejo, a pesar de que le había abandonado para irse con Alvarado, le nombró su
teniente de gobernador para la pacificación de la provincia de Yucatán, de donde
volvió después a Honduras. Se hallaba en Panamá a tiempo que pasó por allí La
Gasea, en cuya compañía peleó en Xaquixaguana; desde Potosí partió con Francisco
de Villagra, con el cargo de maestre de campo, para la expedición ultra andina del
Yungulo, que duró dos años; y llegó a Santiago en 15.51, desde donde partió al Sur y
fué a juntarse con Pedro de Valdivia a tiempo que este conquistador fundaba la
ciudad de su nombre. Hallóse en la de la Imperial y se avecindó al cabo en la de
Villarrica y más tarde en Concepción. Hurtado de Mendoza le confió el mando de la
recién fundada ciudad de Cañete, como lo refiere Ercilla en su Araucaria, donde,
mediado el año de 1558 , hizo empalar al gran Caupolicán «con más rigor y priesa
que advertencia». Francisco de Villagra le nombró su maestre de campo, y Pedro de
Villagra, su teniente en Concepción, cargo que renunció a poco. En 1560 vivía en esa
ciudad, pero al año siguiente pasó a servir el mando de la casa fuerte de Arauco.
Desempeñó el corregimiento de Angol en los años de 1553-1554 fué en el siguiente,
alcalde ordinario de Concepción y corregidor en 1562. Se hallaba en Santiago cuando
arribaron a Valparaíso (1567) los oidores que debían fundar en Concepción la
Audiencia Real, y tantas instancias le hicieron para que les acompañara, «por ser un
caballero tan noble y de tan gran entendimiento», que hubo de hacerlo así, y habiendo
naufragado el barco en que iban en el puerto de la Herradura de Concepción, Reinoso
pereció ahogado. Su nombre figura repetidas veces en La Araucana y ha pasado a la
historia, marcado por el poeta con los colores de la más repugnante crueldad. <<

www.lectulandia.com - Página 1211


[80]Nota del autor: «Don Simón Pereira».
Lusitano, como lo advirtió también Ercilla al mencionarle entre los que se
distinguieron en el asalto del fuerte de Penco. Era uno o dos años menor que Ercilla y
juntos habían estado en Inglaterra en calidad de pajes del príncipe don Felipe; juntos
también pasaron a Indias con Jerónimo de Alderete, provistos de una cédula de
recomendación, por gentiles-hombres del Rey, y, tanto por su edad, como por su
situación social y por sus antiguas relaciones, fueron durante la campaña de Chile
amigos inseparables. En la guerra de Arauco se distinguió en Millarapue y en el
asalto al fuerte indígena de Quiapo. Es probable que en unión de Ercilla se volviera
también a Lima, porque se le halla en esa ciudad en 1560. Y tal es la última noticia
suya que tenemos. <<

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[81] El nombre de este soldado, que falta en el texto, lo da Oña en nota: «Lorenzo
Bernal de Mercado, que fué después maese de campo». Nació en Cantalapiedra, en
1529 , y pasó al Perú en 1544 en acompañamiento del virrey Blasco Núñez Vela, y
allí permaneció durante seis años, habiéndole tocado servir contra Gonzalo Pizarro y
sus secuaces. Fué de los primeros que en Potosí se alistó bajo las banderas de
Francisco de Villagra, cuando reclutaba gente para Chile, haciendo con él la campaña
de dos años en el Yungulo y los Comechingones, hasta llegar a Santiago en los
últimos días de octubre de 1555. Se halló con Valdivia en el descubrimiento y
población de la Imperial, Valdivia y Villarrica. En la provincia del Lago andaba con
Villagra cuando les llegó la noticia de la muerte de Valdivia, quedándose a su regreso
de allí en la Imperial; se vino después a Santiago, de donde salió a combatir a
Lautaro, para resultar herido en el combate que con él tuvo Pedro de Villagra en
Peteroa. Hizo la campaña con Hurtado de Mendoza; asistió a la fundación de Osorno,
a la reedificación de Concepción, a la de Angol y población de Tucapel. Sería cosa de
llenar muchas páginas si pretendiéramos seguirle en toda su carrera militar; bástenos,
pues, con saber que Rodrigo de Quiroga le nombró maestre de campo general en
1565 , cargo que había desempeñado ya durante un año por designación del virrey
don Francisco de Toledo; el corregimiento de Concepción en el tiempo que el
gobierno estuvo a cargo de la Real Audiencia, y en el segundo gobierno de Quiroga,
otra vez el puesto de maestre de campo general; el presidente don Alonso de
Sotomayor, mientras permaneció en Cuyo, le designó para que, en unión de otras seis
personas, tuviese a su nombre el gobierno del país, y en ese tiempo desempeñó el
corregimiento de Santiago, del cual se recibió el 19 de julio de 1583. Hubo un
momento en que la Corte pensó en nombrarle para gobernador del reino, a lo que se
opuso el Virrey del Perú, diciendo «que no era para ello». Después de haberse
hallado, según se lo escribía, al Rey, en más de cien batallas y escaramuzas, murió en
Angol, en septiembre de 1596.
Oña vuelve a celebrarle más tarde por su comportamiento en la batalla de Biobío,
según se verá. <<

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[82] Frontino, na, «dícese de la bestia que tiene alguna señal en la frente», enséñanos
el léxico. <<

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[83]Nota del autor: «El mariscal Martín Ruiz de Gamboa, que fué después gobernador
de Chile». Y con esto se está dicho que no será posible dar aquí el detalle de sus
hechos como tal. Nació en 1533 , según su propio aserto, y a la edad de 16 entró a
servir en las galeras de don Bernardino de Mendoza en la mar de Levante; pasó al
Perú, y después de dos años de permanencia allí, llegó a Chile en 1552 , con sus
armas, caballos y criados, sirviendo en la guerra. A la llegada de don García se
hallaba en la Imperial; hizo con él la campaña; Pedro de Villagra le tuvo preso cuatro
meses por haber pretendido ausentarse del país sin su licencia; Rodrigo de Quiroga le
nombró por su teniente general, en cuyo carácter pasó al descubrimiento de Chiloé y
fundó allí la ciudad de Castro, ya su regreso fué comisionado, por orden de la Real
Audiencia, para ir a atacar a los indios que se habían hecho fuertes en Lincoya, lo que
efectuó con pleno éxito; Bravo de Saravia le proveyó por general y justicia mayor de
las provincias de Arauco y Tucapel (1568) y al año siguiente le tocó hallarse en la
derrota de Mareguano, en la que perecieron 45 españoles y muchos salieron heridos.
Pasando por alto muchos de sus demás hechos militares, diré que Rodrigo de
Quiroga, su suegro, al tiempo de su muerte le nombró para sucederle en el gobierno
del reino en 16 de febrero de 1577 , cargo que le fué confirmado por el virrey Toledo
en 26 de abril de 1581 , y en el que permaneció hasta la llegada de don Alonso de
Sotomayor en 1583. Durante el tiempo de su gobierno publicó la tasa de indios que
lleva su nombre. Vivía en Santiago en 1594. <<

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[84]El léxico habla del bridón, cierta especie de freno que se pone a los caballos; pero
tal voz como adjetivo, debe entenderse que se aplica al estribo de la silla del jinete
que va montado a la brida, o sea en silla rasa con estribos largos. <<

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[85]Nota del autor: «El capitán Pedro Olmos de Aguilera».
Nació en Córdoba, hacia los años de 1524 , y fué hijo del capitán Lope de Ayala y de
María de Acosta. Pasó al Perú con intento de servir al Rey en la rebelión de Gonzalo
Pizarro, y desbaratado éste en Xaquixaguana, se vino a Chile con Pedro de Valdivia, a
quien acompañó en sus campañas; asistió a la fundación de la Imperial y allí se radicó
en vista de haberle concedido aquel gobernador una encomienda de indios en marzo
de 1552 halló en la fundación de Villarrica; pasó los Andes con Alderete para ir al
descubrimiento de ciertas minas de plata; asistió a la fundación de Valdivia y a la
primera exploración de las regiones llamadas del Lago; peleó junto con Villagra en
Marigueñu, donde salió herido de tres lanzadas y su caballo con más de veinte.
Despoblada Concepción, hubo de seguir a Santiago, desde donde regresó en 1554
vecindad deja Imperial, para ejercer en ese año y en el siguiente el cargo de alcalde.
Hizo viaje al Perú en demanda de socorros para este país, y de allí volvió con
Hurtado de Mendoza, con quien hizo la campaña araucana y que le nombró su
teniente en Valdivia (1557 1558), como lo fué después a nombre de Rodrigo de
Quiroga en la Imperial, en 1565 , cargo que ya había tenido allí dos años antes; fué
también corregidor de Angol y en 1570 , hallándose de nuevo en aquella ciudad,
alcalde ordinario en ella. En 1575 pretendía se le diera «la entrada» que se había
concedido a Juan Pérez de Zurita. Por condescender a sus instancias, el corregidor
que entonces era de la Imperial, le permitió salir a defender a sus indios que se veían
asaltados de sus enemigos los alzados, y en la consiguiente escaramuza que tuvo con
ellos le mataron el 30 de enero de 1599 , cantando victoria con su cabeza enarbolada
en una pica, a vista de los moradores de la ciudad.
Ercilla fué amigo suyo y probablemente su huésped mientras residió allí. <<

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[86]
López, en la edición de Rosell, por Lope, como enmienda correctamente la
madrileña de 1605. <<

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[87] Nota de Oña: «Lope Ruiz de Gamboa».
Oriundo de Vizcaya y hermano mayor de Martín. Pasó al Perú hacia los años de 1547
y allí anduvo en compañía del capitán Alonso de Mercadillo en el descubrimiento de
la provincia de los Bracamoros y en otras expediciones contra los indios; llegó a
Chile con su primo don Martín de Avendaño y sirvió con Valdivia, para partir luego a
Tucumán en 1552 y regresar nuevamente a Chile en 1554 ; acompañó a Francisco de
Villagra en su viaje a la Imperial cuando fué en su socorro después de la muerte de
Valdivia, y de allí a Villarrica, en cuya sustentación se distinguió; hallóse con don
García en las batallas de Biobío y Millarapue y en la fundación de Cañete, donde se
radicó como vecino encomendero, desempeñando los cargos de alcalde ordinario y
regidor (1558-1560) y en seguida de corregidor (1560-1562). Fué herido en un
combate contra los indios, y con motivo de la despoblación de Cañete, hubo de
retirarse a la casa de Arauco. De allí, por el mes de Febrero de 1563 , salió a combatir
a los indios que se presentaron a atacar el fuerte, «y con grande ánimo y esfuerzo,
según se cuenta en un documento, se metió solo entre un escuadrón de los dichos
indios, rompiendo en ellos, de tal modo que los iba retirando, hasta que le faltaron las
cinchas del caballo, y con los muchos encuentros de picas que en su persona y
caballo recibió, cayó con la silla en tierra, y aunque se levantó con mucha presteza y
con la espada en la mano, como valeroso capitán hizo todo lo que pudo, por ser muy
muchos los indios y no tener ningún socorro, le hicieron muchos pedazos y le
pusieron en las puntas de sus lanzas, con grande alarido y contento de haber muerto
tan valeroso capitán». <<

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[88]Nota de Oña: «Diego Cano, gran soldado».
Diego Cano nació en 1522. De los cronistas que han dado el lugar de su nacimiento,
uno dice que fué Málaga; otro, que Madrigal. No se sabe cuando pasara al Perú, pero
sí que se hallaba en Potosí hacia el mes de mayo de 1550, cuando se juntó allí con
Villagra, para hacer con él la campaña del Yungulo; una vez en Chile, siguió
militando en el Sur; peleó en Marigueñu, que es donde Ercilla le presenta
combatiendo cuerpo a cuerpo con el indio Curiomán; después de esa célebre acción
de guerra, se distinguió nuevamente por su osadía para adelantarse a ir a reconocer,
cuando Villagra se dirigía desde Santiago a socorrer a la Imperial, si aquella ciudad
estaba realmente destruida, como lo aseguraban los indios; de regreso otra vez en
Santiago, Villagra le comisionó para que con 14 jinetes saliese a combatir a Lautaro;
y si bien Ercilla nos lo presenta luchando cuerpo a cuerpo con Picol y hasta
gravemente herido por Rengo en el asalto que se dio a aquel caudillo indígena en
Mataquito, parece que Cano no tomó parte en esa acción de guerra. Luego veremos
que Oña le presenta también entre los tres únicos soldados que don García eligió para
que le acompañasen en el vadear del Biobío, y Ercilla le celebra por su
comportamiento en la batalla de Millarapue.
Cano fué vecino y regidor de Angol (1555). Consta que era ya muerto en 15 de junio
de 1568, fecha en que la Real Audiencia concedía a Lorenzo Bernal de Mercado el
repartimiento de indios que había tenido en los términos de aquella ciudad. <<

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[89]Nota del autor: «El capitán Gregorio de Oña, padre del autor, que murió peleando
en la guerra de Chile».
Fué natural de Burgos.
No se sabe cuando pasara a Chile donde se le halla por primera vez en 1553; en la
Imperial, y luego como vecino de los Confines 1559, de procurador de su cabildo en
1562 y de regidor en el año siguiente. Fué muerto, en unión de otros 27 soldados, el
año 1570 , entre Angol y la Imperial, en Curaupe, valle de Termallén, en una sorpresa
que les dieron los indios. <<

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[90]Oña, imitando en esta parte a Ercilla, y dando con ello origen a dudas, se limitó a
consignar aquí los apellidos de estos soldados, que debo suplir, aunque prescindiré de
apuntar sus hechos, por no alargar demasiado las notas.
Cortés, cuyo apellido bien puede convenir a Pedro o a Leonardo Cortés; Riberos
(Alonso de); Diego García de Cáceres; Alonso de Miranda; Juan Godínez; Diego de
Bustamante; Pedro González Andicano; Diego o Pedro de Arana; Diego de Lira
Zayas; Francisco de Niebla; Diego de Santillán (ya se ve que el Saniillano del poeta
es efecto de la rima); Antonio de Montiel; Jerónimo de Villegas; Diego de Avalos;
Hernando o Pedro de Aranda Valdivia. <<

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[91] La figura que envuelve este verso está tomada de La Araucana (415-2-8):

La tierra se apretó contra su centro. <<

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[92]Exceso, por eceso, cotrigió Rosell, apartándose de la lección de la edición
príncipe, probablemente, y con toda seguridad de la madrileña de 1605. <<

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[93]Esta voz parlamento se aplicó más tarde en Chile, como es bien sabido, a las
juntas que españoles e indios concertaban para tratar de la paz: acepción que no se
halla en el léxico. <<

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[94]De mano, esto es, por ser mano, tocarle primeramente su vez. No se halla en el
léxico esta locución ganar de mano. <<

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[95] Tener, como reflexivo, cual si se dijera en este caso: tenerse fuerte, poder resistir.
<<

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[1]El régimen de resolverse en, observa Salva, era corriente antaño; y así, añadiré,
escribía siempre Cervantes; no habla ese gramático de que alguna vez ocurra, como
en este pasaje, con de, donde hoy decimos invariablemente a. <<

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[2] Ver, con de, que lleva implícito modo: modo de. <<

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[3]¡Cosa curiosa! Núñez de Pineda pone en boca de un araucano del siglo XVI este
mismo concepto: «… a que me respondió, que tirásemos el estero abajo, porque sería
peor que nos estuviésemos sin hacer alguna diligencia, que suele ser madre de la
buena fortuna». <<

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[4]En la edición madrileña de 1605, se suprimió la primera y, poniendo coma en su
lugar. <<

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[5]En la edición madrileña, que sigo, a sol ni a sombra, que es la forma en que el
léxico registra esta frase figurada. <<

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[6]Ir en los alcances, frase sobre la cual quedó ya nota: ir en seguimiento del
enemigo que huye o se retira… <<

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[7]A los chilenos no hay para qué advertirles que el poeta alude aquí a Pedro de
Valdivia, primer gobernador de Chile, ya la muerte que los araucanos le dieron
después de vencido en Tucapel. <<

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[8]O toro tiene aquí algún significado que no alcanzo, o la comparación es demasiado
alambicada, sobre todo si especie está tomada por bramido. <<

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[9] Profundo, adjetivo, en su valor de adverbio: profundamente. <<

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[10]Cerrarse uno de campiña, dice el léxico, es frase figurada y familiar, que vale
cerrarse a la banda, y ésta, a su vez, «mantenerse firme en un propósito, negarse
rotundamente a todo acomodamiento o a conceder lo que se pretende o desea». <<

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[11] La edición madrileña trae del, por al. <<

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[12] Ejemplos de este empleo de el por al ya se dijo que eran frecuentes en los
clásicos. <<

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[13] Tientan, por tienden, en la edición madrileña de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1240


[14]Desechadas, en todas las ediciones, pero que en este caso me parece que significa
lo que desecho, o mejor deshecha, pues el poeta quiso expresar con esa voz que los
españoles habían acortado en lo posible el camino de la arena, tomando un atajo o
sendero más breve que les permitiera salvar aquel estorbo que se les presentaba para
la marcha rápida que necesitaban hacer. Dado el prurito de Oña de valerse a cada
paso de juegos de palabras, la acepción que propongo se aviene así mejor con el
deshechos empleado en el verso inmediatamente siguiente.
Tomando Cuervo por punto de partida el verso de La Araucana (101-2-5):

No tiene aquel camino otra deshecha…,

dice: «Desecho tan común entre nosotros en el sentido de atajo, sendero, no aparece
en el Diccionario [de la Academia] con tal acepción; en Ercilla, no obstante, se
encuentra con el mismo significado deshecha». Apuntamientos, p: 104.
Tenemos, pues, así, que nuestro poeta usa del verbo desechar, o, si se prefiere la
ortografía de Ercilla, deshechar, en su valor de buscar o seguir desechos o
deshechas. <<

www.lectulandia.com - Página 1241


[15]Aludía en nota a la página 311 a ejemplos de otros autores, además de los allí
citados, del uso de arrojar como transitivo, y pues la ocasión lo permite, no debo
olvidar los siguientes que nos ofrece
Cervantes en el Viaje al Parnaso, cap. III:

Por el monte se arroja, y a pie viene


Apolo a recebirnos…
Ancoras echa, y en el puerto para,
Y arroja un ancho esquife al mar tranquilo… <<

www.lectulandia.com - Página 1242


[16] Divisan, en la edición de Rosell, y devisan en la madrileña de 1605. <<

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[17] Carrear, anticuado, por acarrear, que se puso en la edición de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1244


[18]En la edición de Rosell, ímpeto, que tengo por yerro de imprenta, como que muy
luego después ocurre en su forma correcta. <<

www.lectulandia.com - Página 1245


[19] Así escribía también Ercilla (327-3-7-8):

Dando lugar a las noturnas horas,


Del personal trabajo aliviadoras. <<

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[20]En la edición de 1605 , tanto, por tanta, quizás no parando mientes en que,
deshecha la inversión, aparece claro que la frase requiere el femenino. A <<

www.lectulandia.com - Página 1247


[21]En la edición madrileña se ha suprimido la preposición, sin considerar que en
pudiera está subentendido alcanzar o llegar. <<

www.lectulandia.com - Página 1248


[22]No está en el léxico, repito, este adjetivo mádido, que ya ocurrió antes: que Oña
formo del latino madidus, am um: húmedo. <<

www.lectulandia.com - Página 1249


[23]Arrepiso, p. p. irreg. De arrepentirse define el léxico, que lo da, al parecer, como
corriente. <<

www.lectulandia.com - Página 1250


[24]
Cuyo, sustantivo, que vale galán o amante de una mujer, sentido que sólo puede
cuadrarla aquí figuradamente. <<

www.lectulandia.com - Página 1251


[25]Mollido, por mullido, por asimilación de vocales y huir de dos débiles inmediatas,
como solía escribirse esta voz y otras de la misma índole. Por no entendero asi, el
corrector de la edición madrileña de 1605, enmendó molido, alterando el todo el
contexto de la frase. <<

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[26] Ciénaga en la edición príncipe, y ciénega en la madrileña de 1605. <<

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[27] Repelar la hierba, es cortarle las puntas. <<

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[28]
Proviso, (Al) m. adv., empleado aquí como sustantivo, del latín proviso,
que vale al instante. <<

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[29] Les exigía aquí la concordancia; pero el poeta se olvidó de que en el verso
antecedente no hablaba ya del bárbaro en general, (figura de que luego sigue usando
refiriéndose al Indio) si no de indios y dio lugar así a esta distracción. <<

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[30]Ocurre de nuevo aquí la elipsis de la preposición de, elegancia que ya vimos en
dos pasajes anteriores del poema (pp. 318 y 329) y que procede del latín. <<

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[31]Exceptuado el de Alcaguendo, en La Araucana aparecen también los nombres de
estos indios: «Alcahuendo, dice el P. Autusta, será Alka-wenu (gallo arriba), o Alka-
wenchu (gallo hombre), lo que es mucho más probable, poerte hay también Wenchual
= Wenchu-alca, que es apellido del hombre». <<

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[32]Ventor, usado aquí como sustantivo, que se dice del perro que sigue la caza por el
olfato y viento. <<

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[33]Tendiéndose en la edición madrileña de 1605, quitando con esto la fuerza que
reviste el teniéndose. <<

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[34]
Hidalgo, aplicado al gavilán, tomado de la expresión proverbial, hidalgo como el
gavilán, que se dice de la persona desagradecida a sus bienhechores. <<

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[35]El Diccionario dice, al definir la voz frutilla: «En algunas partes de América, la
fresa»: definición que está equivocada, pues la frutilla es muy diversa de la fresa,
cosa que sabemos bien los chilenos. González de Nájera escribía: «No comparo esta
frutilla a otra fruta de España, en lo que toca a su regalado sabor…, ni hay otra que
sea con ella semejante». Hay nota más extensa en la Tabla. <<

www.lectulandia.com - Página 1262


[36]De Hernán Guillen no hay otra noticia que la de que estaba ya en Chile en 1554.
Ercilla no le nombra, limilándose a decir respecto del incidente que viene refiriendo
Oña, contando aquella retirada de los españoles (356-4-7-8):

Dejando a veces muerta y tropellada


Alguna de la gente desmandada. <<

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[37]La edición madrileña trae en vuelo, que tanto vale, según define el léxico, como
al vuelo. <<

www.lectulandia.com - Página 1264


[38]Ercilla declaró en la primera estrofa de su poema que se proponía celebrar a los
españoles que pusieron a los araucanos «duro yugo por la espada»; donde por, el
medio de ejecutar una cosa, como en el verso del texto, denota <<

www.lectulandia.com - Página 1265


[39]Léase a propósito de este determinarse de, lo que dice Salvá: «Determinar de
juntarse. Así leo en la Guerra de Granada por Hurtado de Mendoza, y así suelen
decirlo los naturales de Castilla; pero lo corriente es no poner la preposición». Así,
con de, escribía también Cervantes (P. I, cap. 2 de Don Quijote): «determinó de
hablarle comedidamente …». <<

www.lectulandia.com - Página 1266


[40] Áspid, escribió el poeta en un pasaje anterior, donde quedó nota. <<

www.lectulandia.com - Página 1267


[41] Aviltar, por envilecer, es anticuado. <<

www.lectulandia.com - Página 1268


[42]Nota de Oña: «Orompello, hijo suyo primogénito». También figura Mauropande
por en La Araucana. <<

www.lectulandia.com - Página 1269


[43]Tulcomara, nombre de la invención del poeta, y que puede significar «diez
churcos» (nombre indígena de la planta Oxalis gigantea, o diez padrastros: Mari-
thùlcùn. <<

www.lectulandia.com - Página 1270


[44] Nota de Oña a la voz cóndor: «Ave inmunda de Chile». <<

www.lectulandia.com - Página 1271


[45]Román de Vega llama también a este soldado Suárez de Figueroa. El señor
Errázuriz (Don García, p. 152) añade el segundo apellido que tenía: Sarmiento; pero,
en realidad, Román lo era asimismo, según lo afirma Thayer Ojeda, Los
Conquistadores de Chile, III, p. 184. Fué hijo del factor Rodrigo de Vega Sarmiento y
de María de Castro, que llegaron a Chile con don García en unión de otros cinco de
sus hijos, entre ellos, Diego Román de Vega y Hernando Román de Vega. ¿A cuál de
estos dos toca la referencia del poeta? No es seguro afirmarlo, pero me inclino a
pensar que a este último. <<

www.lectulandia.com - Página 1272


[46] Nota del autor en Ramón: «El maestre de campo». <<

www.lectulandia.com - Página 1273


[47]Probar la mano es modismo definido por el léxico y de frecuente empleo en los
autores de antaño y que perdura en nuestra habla corriente en Chile. Véase este
ejemplo de Ercilla (188-5.4):

Quiere probar segunda vez la mano… <<

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[48]Hernán Pérez de Quesada, que Ercilla nombra con sólo su primar apellido, tal
como lo hace Oña. Había nacido en Sevilla, hacia los años de 1528 , y vino a Chile
desde Potosí en la expedición de Francisco de Villagra, en 1551 ; sirvió con Valdivia,
hallándose en la fundación de la ciudad de ese nombre; peleó contra Lautaro en
Mataquito; en la de Biobío, en la cual salió herido de una lanzada que le atravesó de
parte a parte,

Quedando el cuerpo ya descolorido


Fuera de los arzones suspendido,

según lo que refiere Ercilla. Sin duda por pausa de haber salido allí tan mal herido, no
pudo continuar la campaña, hasta que en 1568 le vemos de nuevo sirviendo con
Pedro de Villagra; sábese también que se hallaba en el fuerte de Arauco en 1577 y
que en 1582 fué alcalde ordinario de Santiago, donde residía aún al tiempo de su
muerte, acaecida antes de octubre de 1598. <<

www.lectulandia.com - Página 1275


[49]Bien conocido es este antiguo grito de guerra de los españoles, que aparece
siempre escrito más o menos en esta forma. Rodríguez Marín demuestra que España
es en tal frase un vocativo, que debe ir, por tanto, precedido de una coma. En nuestro
autor, nótese que Sanctiago está escrito a la latina. <<

www.lectulandia.com - Página 1276


[50] Pluvia, en su forma latina, hoy anticuada, por lluvia. <<

www.lectulandia.com - Página 1277


[51]Afrontado, anticuado, que vale, como define el léxico, «estar en peligro o
trabajo». <<

www.lectulandia.com - Página 1278


[52]
Tremer, del latino tremeré, temblar, más usado antaño, quizás, que éste; así, en
uno de los varios pasajes en que este verbo ocurre en La Araucana (50-1-5):

Treme y gime la tierra del horrendo… <<

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[53] Falta desde aquí todo lo restante de este canto en la edición madrileña de 1605.
<<

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[54]Se indicó ya que el nombre de Miranda era Alonso, y pues el poeta hace aquí
mención especial de sus hazañas, daré algunos datos biográficos de su persona. Nació
en Ciudad Rodrigo en 1530. Casado con Mencía Marañón y avencidado en Burgos,
llegó a Chile en 1552 y se estableció en la Imperial. Figuró en el asalto de Mataquito
en que pereció Lautaro y en la guerra araucana durante mucho tiempo; en 1563 era
vecino encomendero de Cañete y regidor de su cabildo, cargo que desempeñó
nuevamente en 1565 y 1569; a la Imperial después de despoblada volvióse aquella
ciudad, de cuyo cabildo fué regidor en 1570; estaba otra vez en Cañete en 1577 , y en
1593 se le halla en Santiago, decorado con el mismo cargo. Consta que tres años más
tarde era ya muerto. <<

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[55]El nombre de este indio figura más tarde con gran resonancia en la guerra
araucana, sobre todo por cierto singular desafío que tuvo con el gobernador Alonso
García Ramón, pero parece difícil que fuese el mismo que aquí menciona nuestro
poeta. Su nombre significa en araucano (Kadù-wala) huala o tagua, ave acuática del
género Fulica, y kadu, de color gris. <<

www.lectulandia.com - Página 1282


[56]Queda ya dicho que con el soldado de este apellido el poeta alude a Diego García
de Cáceres, de quien habré de dar también alguna noticia biográfica. Nació hacia los
años de 1513 , seguramente en la ciudad de su segundo apellido; allá por los de 1534
fué con Felipe Gutiérrez al descubrimiento y conquista de la provincia de Veragua;
fracasada por completo, llegó a Nombre de Dios y de allí se encaminó al Perú en
socorro de Pizarra, que se veía en grande aprieto por causa del levantamiento del
Inca, y dominada la revuelta, se enroló con Pedro de Candía para la expedición de los
Guinchos, asimismo tan desastrosa como la de Gutiérrez; de Tanja se encaminó a
Tarapacá, sabedor de que Pedro de Valdivia esperaba allí que se le reuniese alguna
gente para seguir su jornada a Chile. Hizo en su compañía gran parte de la campaña,
y le comisionó para ir al Perú en busca de socorros, —viaje lleno de accidentes y en
el que estuvo a punto de perder la vida, —hasta hallarse de regreso en Santiago en
noviembre de 1547. Volvió al Perú con aquel caudillo, quien lo despachó desde allí a
cargo de una nave, y a su regreso le nombró su mayordomo y luego por su albacea.
Fué de nuevo al Perú (1556) en busca de socorros después de la muerte de aquel
Gobernador; regresó de Lima con Hurtado de Mendoza, y después de haber militado
algún tiempo a su lado, le nombró su teniente en Valdivia. Durante el gobierno de
Villagra continuó sirviendo en la guerra y al fin se radicó en Santiago. En esta ciudad
desempeñó el cargo de regidor perpetuo, por nombramiento que Valdivia le hizo en
1550 ; fué regidor por elección en los dos años inmediatos siguientes y en los de 1555
y 1556 ; alguacil mayor en 1553 ; alcalde en 1562 ; alférez real en 1556 , y
procurador de la ciudad en 1568. El Presidente don Alonso de Sotomayor le
comisionó para que a su nombre se recibiese por él del mando (1583 ). Falleció
después del 1.° de marzo de 1586. García de Cáceres fué «tenido en voz, título y
nombradía de hijodalgo notorio». <<

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[57]Mareta se dice de la marejada que forma el viento que poco a poco comienza a
soplar más y más fuerte, o la que queda después de pasada la tormenta. Es término de
que el poeta usó más adelante (canto XV) y que se halla también en La Araucana
(267-2-3):

Y los continuos golpes de mareta… <<

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[58]No trae el léxico este sustantivo asteria, formado de asta, lanza, o pica; como
piquería, salió de pica. <<

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[59]Térpoco es nombre de la invención de Oña y veráse muy luego nombrarle
simplemente Terpo. «Poko, se llama cierto sapo en araucano, dice el P. Augusta, pero
no sé explicar la voz tér». <<

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[60] Andrés de Salvatierra Narvaja nació en 1532 y se hallaba ya en Chile por lo
menos desde 1554 , habiéndole tocado pelear contra Lautaro en Mataquito, y cuando
arribó Hurtado de Mendoza, se juntó a su ejército; consta que asistió a la repoblación
de Concepción y que se hallaba accidentalmente en Lima en 1562. <<

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[61] Febrizánte, escribe Oña, voz que el léxico reconoce sólo en su forma febricitante.
<<

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[62] Chilcomaro, Quipalco, Pucheo y Pailataro son nombres que aparecen por
primera vez en los fastos araucanos. De este último, o mejor dicho, quizás de uno que
así se llamaba, hizo después larga recordación la crónica de la conquista. Su nombre
significa «traro (cierta ave de rapiña) tendido de espaldas». Es apellido entre los
indios.
Chilcomaro, vale «diez chilcos: mari, diez; chilco, el arbusto así llamado (Fuchsia
coccínea)».
Quipalco, probablemente kitpal-ko (de kupaln, traer, y ko, agua).
Pucheu «se parece algo a Pitreu, la oruga», dice el P. Augusta. <<

www.lectulandia.com - Página 1289


[63] De los capitanes aquí nombrados, réstame por dar a conocer sus rasgos
biográficos; pero, en vista del poco espacio que me queda disponible para no abultar
más de lo conveniente este volumen debo limitarme a indicar los nombres de esos
soldados, remitiendo al lector curioso a mi Diccionario biográfico colonial de Chile,
o a la obra de Thayer Ojeda ya varias veces citada.
Se habló ya de don Alonso Pacheco (p. 323); de Santillán (Diego o Hernando de), p.
204; de Osorio y Acevedo (Francisco), p. 208; de Bravo, que con el nombre de
Clemente aparece en Suárez de Figueroa, pero de quien nada se sabe (p. 206),
referencia que parece convenir a Rodrigo Bravo; de Alonso de Reinoso, p. 330; de
Barros o Barrios (Juan de), p. 205; y del don Martín aquí vuelto a nombrar, se
advirtió que era su apellido Guzmán (p. 206). Quedan, pues, de esta lista, Alonso de
Riberos; Pedro o Leonardo Cortés, que a ambos puede convenir la referencia del
poeta; Gaspar de la Barrera Chacón, soldado de Flandes e Italia; y Hernando o Pedro
de Aranda Valdivia, hermanos que habían militado también en aquellas guerras y en
las de Orán. <<

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[1] Falta señor en la edición madrileña de 1605. <<

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[2] En la misma, ciénega, por ciénaga, que trae la príncipe. <<

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[3]Transido, advierte el léxico, dícese particularmente del que padece hambre. Es
participio pasivo anticuado de transir. Así dijo Ercilla (492-1-1, 2):

No habíamos aun los cuerpos satisfecho


Del sueño y hambre mísera transida… <<

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[4]Literalmente, conforme a su estructura, sin pulso; anticuado, según el léxico, y que
define: «agitarse demasiado por una pasión de ánimo». Recuérdese lo dicho en la p.
175, nota 15. <<

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[5]La gramática exigiría los por las, puesto que se alude no sólo a guirnaldas, sino
también a triunfos y lauros, y, por tanto, el artículo iría en masculino; pero debe
advertirse que semejantes faltas de concordancia no eran raras antaño, aún en los
clásicos. <<

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[6]Hermanos corrigió en la primera palabra de este verso la edición madrileña de
1605 , quitando así a la frase del indio todo el sabor picante que tiene. <<

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[7]A canto es modo adverbial anticuado, según el léxico, que ya ocurrió: modo
adverbial anticuado, según el léxico, que vale «a pique, o muy cerca de» y se verá
todavía más adelante (canto XVI). <<

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[8]
Afrenta, en la acepción de «peligro, apuro o lance capaz de ocasionar vergüenza o
deshonra», es anticuado. Ercilla decía así, (I5-I-30):

Pero Dios le acorrió en aquella afrenta…

Cervantes en un pasaje de Persiles y Sigismunda (Colee. Rivad., t. I, p. 639) ha


deslindado la diferencia que hay entre afrenta y agravio. <<

www.lectulandia.com - Página 1298


[9]
La edición madrileña de 1605 añadió una impertinente a entre forzosamente y
cual, dejando sin sentido el concepto. <<

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[10] Otro yerro de la misma edición, al cambiar salió por solía. <<

www.lectulandia.com - Página 1300


[11]Pasa sin inconveniente que vaya el verbo en número singular, pues los varios
sujetos están resumidos en todo junto. <<

www.lectulandia.com - Página 1301


[12] Falcar, en su acepción de cortar con la hoz, es anticuado. <<

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[13]Crezcan, exigiría hoy la gramática, y es de dudar si no estará así escrito en la
edición príncipe, con tilde en la a, cuyo valor se traducía en an, abreviatura muy
frecuente, sobre todo en verso, cuando éste por el número de palabras de que
constaba no siempre cabía dentro de la medida de la forma tipográfica. <<

www.lectulandia.com - Página 1303


[14] Sobre esta voz escaupil de origen mexicano, hay nota en la pág. 446 de las
ilustraciones de La Araucana, en la que figura (359-4-3):

Pasando el escaupil doble estofado…

De Nueva España llevaron esa voz al resto del Continente Americano, cual sucedió
con varias que oyeron en las Antillas. <<

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[15]. Ya se advirtió que representar, en su valor de presentar, es anticuado. <<

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[16] Comentando el siguiente verso de Ercilla (88-5-5):

Pásale un fuerte peto tresdoblado…,

observaba: «según Antonio de Nebrija, el verbo de que se deriva tresdoblado sería


trasdoblar; pero Covarrubias advierte que más de ordinario se dice tresdoblar.
Pudiera también sostenerse que en este caso y en otros semejantes en que suele
ocurrir ese adjetivo doblado, el tres es un simple explicativo, puesto que se dice
cuatro doblado y cien doblado, como en este ejemplo de Zapata», (Miscelánea, p.
402):«Y llegó a él un hombre con un refrán, que le dijo que se lo diría, si le pagaba
por él cien doblado de los que por otro solía pagar…». También lo escribió así el P.
Ovalle (I, 123): «… porque tendrían las ropas y cosas en España más baratas que
llevándolas por tierra firme, porque serían doblado, y aun tres doblado menores los
costos…». <<

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[17] Chilcote, nombre araucano de la invención del poeta, que significa «de los
chilcos»: chilco, el arbusto así llamado; te, cualquier cosa propia, o lo que se posee,
según define el P. Febrés. <<

www.lectulandia.com - Página 1307


[18]Chaco se halla en el mismo caso, pero tal voz parece de procedencia extraña al
araucano, si bien en este idioma existe chacu, que Febrés vierte «la telilla de ojos o
sesos». <<

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[19] Acrebillar, como escrebir y otros vocablos que así se pronunciaban. <<

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[20] Pedro de Aguayo, de quien se trató ya. <<

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[21] Don Pedro de Portugal y Navarra, ya mencionado más atrás. <<

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[22] Francisco Rengifo había nacido, de familia hidalga, unos cuatro años antes de
expirar el siglo XV; pasó a Nueva España en 1527 , sirviendo en Chiapa y Guatemala,
y de allí al Perú, en el socorro que Alvarado llevó al Cuzco sitiado por los indígenas;
asistió a la fundación de La Plata; con Diego de Rojas hizo la entrada de los Juríes y
Diaguitas; peleó de parte del Rey en los sucesivos alzamientos de Gonzalo Pizarro y
Hernández Girón. A Chile se vino por tierra en la expedición de Hurtado de
Mendoza, y trajo consigo a su hijo Pedro de Rengifo; llevó a su cargo una nave hasta
Penco en socorro de aquel caudillo; se halló en las batallas que luego se siguieron, en
algunas de las cuales salió herido; asistió a la fundación de Cañete y a la repoblación
mensajes de don García de Concepción y se regresó a Lima con para su padre el
Virrey. Avecindóse después en la Paz. <<

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[23]Francisco de Ulloa fué natural de Toro, pasó con Francisco de Montejo a Yucatán
en junio de 1527 , y como teniente de Hernán Cortés hizo varios descubrimientos por
mar hacia el norte de México, en 1539 , y en seguida tomó parte en la segunda
expedición de Francisco de Orellana al río de las Amazonas, y después de su fracaso
se dirigió a Nombre de Dios y de ahí a Panamá y luego al Perú, donde La Gasea, en
1548, le confió el mando de una columna de soldados que traía Pedro de Valdivia a
Chile, con la cual alcanzó hasta Copiapó, donde Juan Jufré, por un audaz golpe de
mano, le sustituyó en el mando. Permaneció en la frontera araucana en 1551 al año
siguiente Valdivia le confió y 1552, y una armadilla para que fuese a reconocer el
estrecho de Magallanes y viese modo de pasar al Atlántico, habiendo al intento
partido de Valdivia en uno de los últimos días de octubre de 1553 , para hallarse de
vuelta en Concepción en fines de enero del año inmediato, sin haber logrado cruzar el
Estrecho. Volvióse al Perú y de allí regresó otra vez a Chile con Hurtado de Mendoza,
con quien hizo la campaña de Arauco; en 1558 fué elegido alcalde de Concepción,
donde permaneció el siguiente año; en el de 1559 le halla en Lima, y en 1561 como
alcalde ordinario de Angol y dueño de una encomienda de indios; en principios de
1563 trató de marcharse por tierra al Perú, pero en Copiapó le detuvieron los
paniaguados de Francisco de Aguirre para quitarle las cartas de que era portador, por
lo cual hubo de regresarse a Concepción. Consta que litigando con don Miguel de
Velasco acerca de la propiedad de la encomienda de indios de Voquilemu, pendiente
el juicio, falleció, sin dejar mujer ni hijos, probablemente en 1567 y de seguro antes
de noviembre de 1568. <<

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[24]
Lincoya es el nombre de un cacique que suena en La Araucana, y también mucho
más tarde en la guerra araucana, pero parece diverso del que Oña recuerda aquí. <<

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[25]Millanturo vale en su lengua «traro dorado»; de millán, ser de oro; y traro, ave de
rapiña bien conocida en Chile. <<

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[26] En la edición madrileña de 1605 , de, por del. <<

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[27] Reparar en su valor de detenerse, que ya se vio antes. <<

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[28] Mancón: de mancún, patear, dar coces: pateador. <<

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[29]Con el Sargento se alude a don Luis de Toledo, que desempeñaba el cargo de
sargento mayor del ejército. <<

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[30]. Ercilla escribió (169-34):

Que el lomo quebrantado lo derrienga…

Y comentando este verso, observa Ducamin: «En la época clásica, la lengua vacila
sobre muchos de estos verbos en -e- y con precisión no sabe con certeza si debe o no
hacer la diptongación en las formas fuertes, esto es, en las que llevan el acento en el
radical; por eso es que en el siglo XVI se decía indiferentemente aferra y afierra: por
el contrario, se decía siempre derrienga». Cfr. Cuervo, Notas, p. 77. <<

www.lectulandia.com - Página 1320


[31]
Herradas, es decir, cubiertas o protegidas por el hierro, digamos por el casco de la
armadura. Responde en su valor en un todo este adjetivo a ferrado, que el poeta
empleó en un pasaje anterior (P. 234). <<

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[32] Alusión a su calidad de hermano de don García. <<

www.lectulandia.com - Página 1322


[33] Mudanza se refiere aquí a lo que en Chile llamamos «cambio de figura» en
ciertos bailes; así, dijo Ercilla (84-1-1):

Usando de mudanzas y ademanes…

En la danza que Cervantes pinta en las bodas de Camacho, Cupido, habiendo hecho
dos mudanzas, alzaba los ojos y flechaba el arco. <<

www.lectulandia.com - Página 1323


[34] Corvar, anticuado, por encorvar. <<

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[35]Batizado, forma que nuestro poeta empleó en varios pasajes, y que otros autores
de aquel siglo escribían en forma latinizada baptizado. <<

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[36] Secutar, por ejecutar, que ya ocurrió antes. <<

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[37]En la edición de 1605 , por yerro del cajista, aparece trocado el orden de estos dos
versos. <<

www.lectulandia.com - Página 1327


[38] Y no se diga que se trata aquí de un encarecimiento poético. Sin varios
testimonios que pudiera citar para comprobar el aserto de Oña, baste con el siguiente,
emanado de un viejo soldado de la guerra araucana: «A otros he visto atravesados con
una lanza el cuerpo y entrarse por ella halándose con sus propias llegar a echar mano
al que se la había dado, y manos hasta echado del caballo abajo, con tal cólera y
rabia, que a no haber llegado otros a socorrerlo, le quitara la vida con su misma
espada, pues se la tenía ganada y en sus manos». Núñez de Pineda, Cautiverio feliz,
p. 123. <<

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[39]
Pongo falsara, como trae la edición de 1605 , y no falsaria, que se lee en la de
Rosell, para conservar la medida del verso. <<

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[40]Corajoso, anticuado, que ya vimos usado en un pasaje anterior: animoso,
valeroso. <<

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[41]
Purén, nombre de un cacique y de una región que ocurre frecuentemente en La
Araucana. <<

www.lectulandia.com - Página 1331


[42]Como esta voz cerro, en la acepción que aquí reviste, es menos que desconocida
en Chile, conviene advertir que vale lomo o espinazo.
P. Ovalle decía «andar en cerro» por el que cabalga en pelo, según hoy
acostumbramos: «… los mataron en a todos, menos al capitán Gonzalo de los Ríos y
un negro, que a uña de caballo, en cerro escaparon…» I, 300. <<

www.lectulandia.com - Página 1332


[43]
Don Pablo de Espinosa, o Pablo Arévalo de Espinosa, como se advirtió ya que era
como en verdad se llamaba. <<

www.lectulandia.com - Página 1333


[44]Parada en su valor de «sitio o lugar donde se recogen o juntan las reses», término
de cazadores, de que Ercilla usó en dos pasajes, v. g., en éste (365-4-8):

Le sale de través a la parada. <<

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[45] Rodrigo Palos nació en Badajoz, en 1524 , compatriota y deudo de Juan Núñez de
Prado, en cuya compañía se hallaba en Tucumán cuando Francisco de Villagra llegó
allí en 1549 y le hizo someterse a lá jurisdicción de Pedro de Valdivia; fué regidor del
Barco en 1550 y alguacil mayor hasta 1554 ; al año siguiente, regidor de la Serena, y
de Santiago del Estero en 1556 ; de regreso nuevamente en Chile, hizo la campaña
con Hurtado de Mendoza y se radicó en Cañete, donde era regidor en 1560; en el año
siguiente pereció en una refriega que se tuvo contra los indios a las márgenes del río
Pilmaiquén. <<

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[46] Melchor Pacho, recordado también por Ercilla, aunque igualmente sin dar su
nombre, nació en 1526 , y después de haber recorrido buena parte del Perú, pasó
Chile con Hurtado de Mendoza e hizo con él la campaña; le tocó hallarse en el
famoso combate de Reinoguelén con Pedro de Villagra; quien, deseoso de protegerle,
le nombró alcaide de Concepción, con un peso de salario al día, «sin haber fortaleza,
ni ser necesario dar salario alguno con ella». En 1567 residía en aquella ciudad. <<

www.lectulandia.com - Página 1336


[47]Antón Pérez nació en 1517 , pasó a Chile en 1549, desde el Perú con Pedro de
Valdivia, a cuyas órdenes sirvió en el descubrimiento de las provincias del Sur,
hallándose en la batalla de Andalién, reputada como una de las más peligrosas que se
libraron en Indias; quedóse en la defensa de Concepción; Francisco de Villagra le
concedió un repartimiento de indios luego después de la muerte de Valdivia, en cuyo
tiempo se hallaba en la ciudad de este nombre establecido desde seis meses después
que se fundó y donde aun permanecía en 1568. <<

www.lectulandia.com - Página 1337


[48]Sancho de Esquibel, fuera del hecho de armas en que el poeta le hace figurar, sólo
se sabe que vivía en Osorno en 1559. Por esto es de creer que acompañase a Hurtado
de Mendoza en su expedición de descubrimiento a Chiloé y que asistiendo a la
fundación de aquella ciudad se radicase en ella. <<

www.lectulandia.com - Página 1338


[49] Nota de Oña: «Indios amigos que sirven a los españoles; llámanse yanaconas».
<<

www.lectulandia.com - Página 1339


[50]Tiruca Levocán y Guerpo son nombres de la invención del poeta; a Pilmaiquén se
le menciona en La Araucana, y acaso a Tiruca por Tirúa. Debe ser en araucano: chi
lo que se toma por principio de cualquier cosa (Febrés); y ruca, casa, rancho,
vivienda.
Levocán puede ser Leufu-kaniu (rio-cresta); o Lefi-kaniu (corrió cresta). P. Augusta.
El P. Mansilla traduce Guerpo: Huerpavcun, «dar golpes, eco de la voz»; y el señor
Chiappa: Huellpu, de huell, nones, sin compañero, y pu, lejos, «lejos de todos,
aislado». <<

www.lectulandia.com - Página 1340


[51]Guebra, al parecer, «cosa mala»; de huera, hueig, huida. Así opina el señor
Chiappa, invocando a Febrés. <<

www.lectulandia.com - Página 1341


[52]Guento: «tal vez es wentru o wenchu: hombre. En Wapi hay un indígena que tiene
el sobrenombre de Wenchu, y el mismo término figura en el apellido Wenchu-milla y
en otros compuestos». P. Augusta. <<

www.lectulandia.com - Página 1342


[53] A todo, en vez de a rodo, en la edición de Rosell, tal vez por errata. <<

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[54]Descurría en la edición madrileña de 1605 , forma que no es aceptable, puesto
que los componentes del verbo son dis (y no des) y currere. Ercilla escribió siempre
discurrir. <<

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[55]Ciénega, como en otros pasajes y en uno que ocurre dos estrofas más adelante, en
la edición madrileña. <<

www.lectulandia.com - Página 1345


[56]Pedro del Castillo (sin el don con que el poeta le decora) y que Ercilla nombra
con sólo su apellido, había nacido en 1520 , en Villalba del Rey en la Rioja, y pasado
a las Indias en 1537 ; en el Perú sirvió contra los indios y en la rebelión de Gonzalo
Pizarro le cupo andar más de un año oculto por despoblados; peleó en Guarina y en
Xaquixaguana; contribuyó a dominar el alzamiento de don Sebastián de Castilla, por
cuyos servicios se le concedió el repartimiento de Macha en los Charcas, que dejó
para enrolarse en la expedición que traía a Chile Hurtado de Mendoza, quien,
conocedor de sus méritos, le nombró por capitán de una de las compañías que debían
hacer el viaje por tierra, y luego como su abanderado o alférez de su propia escolta, y
al cabo de poco, su lugarteniente de Villarrica, cargo que desempeñó durante los años
de 1557-1559. Y después del pueblo de Los Infantes, que reedificó, trayendo de paz
los indios de sus vecindades; y, finalmente, por título que le despachó en 20 de
noviembre de 1560, llamándolo en él «caballero y buen cristiano» le designó para
que fuese al descubrimiento de las regiones del otro lado de los Andes, hombres, para
llevando a su cargo unos sesenta hombres para fundar allí el 2 de marzo del año
siguiente la ciudad que llamó de Mendoza, en homenaje de su jefe. Cuando éste hubo
de abandonar el gobierno de Chile, fué relevado de aquel cargo; volvióse a Chile y
siguió a Lima, donde se le halla a mediados de diciembre de 1562. <<

www.lectulandia.com - Página 1346


[57] Efecto enmendó Rosell, siguiendo su sistema de modernizar los vocablos
anticuados. <<

www.lectulandia.com - Página 1347


[58]Este editor conservó o puso ostinación, forma que no es aceptable, dada la
etimología de esa voz, que pide ob en su primer componente. <<

www.lectulandia.com - Página 1348


[59] Tisera, se decía en aquel tiempo, y, por tanto, tisereta como su diminutivo. Decir
tijeretas es, enseña el léxico, frase figurada y familiar, que vale «porfiar necia y
tercamente sobre cosas de poca importancia». <<

www.lectulandia.com - Página 1349


[60] Por omisión del cajista, falta la y en la edición madrileña de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1350


[61]
Ganar tierra, modismo que ya ocurrió: frase tomada del lenguaje de los marinos,
en la que ganar reviste la acepción que tiene en frases como «ganar la orilla, la
cumbre». <<

www.lectulandia.com - Página 1351


[62]Curalongo, nombre indígena formado de cura, piedra, y lonco, cabeza «cabeza
dura como piedra». <<

www.lectulandia.com - Página 1352


[63] El léxico da a congo, adjetivo, como equivalente a congoleño, que es la forma que
parece indica debe preferirse.
Los negros de África fueron conocidos y designados antaño con muchos y diversos
nombres, según la región de que procedían, nombres que por su mayor parte faltan en
el léxico. Sin ir más lejos, recordaré que Ercilla (444-178), habla de los:

Mandingas, monicongos y los feos


Zapes, biafras, gelofos y guineos,

que, con excepción de este último, se hallan allí olvidados. <<

www.lectulandia.com - Página 1353


[64] Alude Oña en esta estrofa al «joven Zúñiga» recordado por Ercilla (362-5-5 a 8):

Y contra el joven Zúñiga endereza


El tercero con saña y furia tanta
Que, como clavo en húmido terreno,
Le sume hasta los pechos en el cieno. <<

www.lectulandia.com - Página 1354


[65]Este Andrea es el mismo que Ercilla celebra una y otra vez por sus proezas contra
los araucanos, y, sobre todo, por las fuerzas hercúleas de que estaba dotado. Como el
poeta dice, había nacido «de Genova al Levante» y tuvo el fin que era de esperar de
su arrojo y de la confianza en sus fuerzas, pereciendo a manos de los indios en el
asalto al fuerte de Catiray, el 16 de enero de 1563. <<

www.lectulandia.com - Página 1355


[66]Esta simple enumeración que el poeta hace, no es bastante para que me autorice,
—so pena de alargar las notas biográficas más allá del límite conveniente, —a entrar
en pormenores, debiendo, así, limitarme a dar los nombres omitidos de esos soldados,
a saber: Juan Godínez (escrito Gudines en la edición de Rosell); Antonio de Montiel;
Juan de Barahona. <<

www.lectulandia.com - Página 1356


[67]Expresión hiperbólica, que data, por lo menos, de los tiempos de Virgilio, y que
se encuentra también en Ercilla (381-4-7, 8):

Los ha puesto su próspera fortuna


En el más alto cuerno de la luna. <<

www.lectulandia.com - Página 1357


[68] En la edición príncipe y al otro, suprimido al en la madrileña. <<

www.lectulandia.com - Página 1358


[69] En esta última, falta el segundo cuál. <<

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[70]Pudiera pensarse que la coma puesta después de Luis, lo estaba correctamente en
la edición de Rosell, considerando que vivieron en efecto en aquel tiempo que dos
individuos que llevaban el apellido de Luis; mas, la circunstancia de que uno de ellos
fuera mercader y el otro carpintero, y que el Cherinos, como escribe Oña, o Cimillos,
cual era su verdadero apellido, que le sigue en la enumeración que hace el poeta, se
llamase Luis Chirinos de Loaysa, inducen a afirmar que tal coma es impertinente.
Francisco Hortigosa, u Ortigosa, de Monjaráz; Pedro o Hernando de Aranda Valdivia;
Pedro Gómez, que es difícil sea el maestre de campo de Valdivia, cuyo segundo
apellido era de Don Benito, pues por ese entonces se hallaba en Santiago; ni menos
Pero Gómez de las Montañas, que pereció en 1555: únicos de ese nombre y apellido a
quienes pudiera convenir la referencia del poeta por lo que consta de los documentos;
de tal modo, que me inclino a creer que esa alusión más probablemente toca a Juan
Gómez de Almagro, el que aprobó La Araucana. <<

www.lectulandia.com - Página 1360


[71]Mateo o Gregorio de Castañeda, que a cualquiera de los dos puede convenir la
referencia del poeta; Alonso de Riberos; Diego de Lira Zayas; Diego García de
Cáceres; Juan de Cepeda; de Carranza; Agustín Payo, cuyo nombre da Suárez de
Diego Figueroa, pero del que es de dudar por las inexactitudes en que muchos casos
análogos incurre, tanto más, cuanto que los documentos no mencionan para nada a
este soldado, y, así, me inclino a creer que se trata de Melchor Pacho; Alonso de
Córdoba o Pedro Fernández de Córdoba; Pablo [Arévalo] de Espinosa; Francisco de
Urbina; Diego Pérez Payan; Juan de Hinojosa; don Juan de Pineda. <<

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[72]
Juan de Matienzo; Pedro Pantoja; Hernando y Juan de Alvarado; Bernabé Mejía,
que bien puede también ser Sebastián Ruíz Mejía; Gabriel, Juan o Pedro de Villagra,
que a los tres puede convenir el dato del poeta; así como al indicar simplemente a un
Avendaño, tanto puede referirse a don Miguel de Velasco y Avendaño, como a don
Pedro de Avendaño y Velasco. <<

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[73]
Don Alonso Pacheco, o Juan Ortiz Pacheco; don Francisco Manrique de Lara;
Lorenzo Vaca de Silva; Alonso Ortiz de Zúñiga; Pedro Ordóñez Delgadillo. <<

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[74]
Aranda, que antes designó con su segundo apellido Valdivia; Julián Carrillo;
Martín de Peñalosa; Francisco de la Peña. <<

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[75]
Contrecho, dice Covarrubias, el lisiado de su cuerpo, quasi contrahech». Hay nota
más extensa en el canto XIX. <<

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[76] Fación o faición, de que ya vimos ejemplo: por facción. <<

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[77] Quiracolla, Lleuto, Chul y Rulco son nombres indígenas de la invención del
poeta, y en araucano significan:
Rulco, de rulu, las vegas o llanos húmedos, y co, agua: Gulleo, «de la parte
occidental del agua». Febrés.
Chul: «la voz figura en tulkuq, o chull-kuq “padrastro del dedo” (pero kuq no es dedo,
sino mano)». P. Augusta.
Lleuto: el señor Chiappa propone tres etimologías:
- lleutùn, retoñecer el árbol. P. Valdivia.
- Cheuto, labihendido, torcido, etc.
- Llauto, paja de adorno para la cabeza
Quiracolla, tal vez la misma voz Quilacoya que se ha conservado en un lugar de la
provincia de Concepción. En la forma escrita por el poeta puede, acaso, cambiado
quira en quila, cuatro: significar «cuatro comadrejas» (Kuya). También el primer
componente pudiera ser Kèrako, cierta flauta. <<

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[78] Nota de Oña en bárbaros: «Entiéndese indios amigos». <<

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[79]
Los tres varones aquí aludidos y uno más aparecen nombrados por Ercilla en
La Araucana (4305-7, 8):

Comencé de romper y aventurarme,


Siguiéndome Arias Pardo Maldonado,
Manrique, don Simón y Coronado.

Adviértase, que al decir del poeta, que debía saberlo mejor que Oña, tal incidente
ocurrió al terminar la batalla de Millarapue. <<

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[80] En la edición madrileña de 1605, en número. <<

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[81] Sepoltura, dicho a lo vulgar, como pronuncia aún nuestro pueblo. <<

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[82] Constriñir, anticuado: constreñir. <<

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[1]Por ejemplo, donde la preposición tiene el valor de acepción que el léxico le
concede cuando precede al infinitivo de algunos verbos: «por no incurrir en la
censura,» y a la que habría que añadir el caso en que indica el fin que se persigue. <<

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[2]Nota de Oña: «Dios, porque Apó es lo mismo que Señor». Falta a esta definición
la otra acepción que tiene esa voz, que consignó Ercilla, diciendo que vale: «señor o
capitán absoluto de los otros». <<

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[3]Haciéndose del sordo, frase en la que hacer cae dentro de la acepción consignada
por el léxico: «Usado como neutro o con el pronombre se, y seguido en el primer
caso de la partícula de y artículo, y en el segundo de artículo o solamente de voz
expresiva de alguna cualidad, fingirse uno lo que no es. Hacer del tonto…». <<

www.lectulandia.com - Página 1375


[4] Leo exceptar (ant., por exceptuar), donde todas las ediciones traen aceptar. <<

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[5]Ganar el barlovento es frase figurada y familiar, que vale «estar de fortuna
respecto de otro». <<

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[6]Cuento, en el sentido de contar, o sea de relación de un hecho o acaecimiento,
acepción muy frecuente en los escritores de aquel tiempo; así, Ercilla (268-2-2):

Mas cierta historia y verdadero cuento… <<

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[7] Nota de Oña: «Porque les ha vencido el Gobernador dos batallas juntas». <<

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[8]Dejar, o quedarse, entre renglones, se lee en el Diccionario de Autoridades, es
frase que, además del sentido recto, vale olvidar se, o no acordarse de alguna cosa
que se debía tener presente; pero también de paso, por incidencia, como si dijéramos
entre paréntesis. Así, D. Luis Zapata manifestaba a Carlos V, al traer a cuenta sus
hechos, que referiría, además,

Quien las Indias halló, en breves razones:


Que creo que será historia muy amada
Ver su descubrimiento entre renglones… <<

www.lectulandia.com - Página 1380


[9]Garzón, del francés garçon, según dice el léxico, voz no poco usada antaño en su
valor de «mancebo o joven bien dispuesto», o del que «solicita, enamora o corteja».
En América la hallamos empleada también por Ercilla (15456):

Y esgrímela el garzón sin más fatiga…

y por el P. Hojeda (La Cristíada, hoja 281 vlta.):

Y el uno, la parábola piadosa


Contaba del garzón pródigo y vano… <<

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[10]Nota del autor: «Don García, que hace la guerra con otro intento más justificado
que los demás;» por lo cual se viene en cuenta del valor que el poeta concede aquí a
la voz apero y que no se compadece con ninguna de las que el léxico señala, aun en
su significado anticuado de «rebaño o hato de ganado». <<

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[11] Ruga en su forma latina; y que el léxico dice que vale tanto como arruga. <<

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[12]
A moro muerto, gran lanzada, refrán, dice el léxico, «con que se hace burla de los
que se jactan de su valor cuando ya no hay riesgo». <<

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[13] Nota del autor: «Increpación de Galbarino a los indios amigos». <<

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[14]De nuevo, propia, en la edición de Rosell, por propria, que conservó la madrileña
de 1605. <<

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[15]Juega aquí el poeta de los vocablos leña y leño, tomada este último en su valor de
varilla para dar azotes, a que ya se refirió antes, al decir:

El siervo no ha de ser tan maltratado


Que siempre sus espaldas mida un leño… <<

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[16]Así que así es modo adverbial que significa de cualquiera suerte, dé todos modos.
El léxico lo da como equivalente de así como así. <<

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[17]
Aparencia, que ya ocurrió antes, cual se acostumbraba escribir esa voz antaño, ha
conservado la edición madrileña de 1605 , enmendada por Rosell en su forma de hoy:
apariencia. Aparencia se encuentra no menos de trece veces en La Araucana, por
ejemplo (131-3-1):

Con graciosa aparencia le ha tratado…

y aun en tal forma se le halla empleada por Cervantes en el Viaje al Parnaso y en


Galatea, como ya se advirtió. <<

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[18]«La duplicación del adverbio luego, observa Amezúa, comentando un pasaje de
Cervantes, denota vehemencia, rapidez, calor y energía,» como en este otro ejemplo
de Ercilla (519-4-1):

Así la triste joven luego luego…

y claro es que adquiere más fuerza aún cuando llega a triplicarse, caso de que se
conoce alguna muestra. <<

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[19]Bruces o bruzas daba el Diccionario de Autoridades como equivalentes, y, en
efecto, de ambos modos aparece empleada esta voz en los autores de antaño. Véase
este ejemplo de la forma usada por nuestro poeta: «… al primer paso deslizó y calló
de bruzas en una vaçinada». Carta II de Eugenio de Salazar, Apud Sales Españolas, I,
219. <<

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[20] Pieza, en su valor de tiempo, que ya ocurrió antes. <<

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[21]A las tres, a la tercera, o a tres, va la vencida, refrán con que se da a entender,
dice el léxico, «que repitiendo los esfuerzos cada vez con mayor ahinco, a la tercera
se suele conseguir el fin deseado». <<

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[22]
Comigo, que ya vióse antes, conservó la edición madrileña de 1605, trocada por
Rosell en su forma actual de conmigo. <<

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[23] Sacomano, anticuado, por saqueo. <<

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[24]
Nota de Oña: «Porque lo dijo cuando mató a Guillen que le habían de cortar las
manos. (Canto X)». <<

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[25]
Sello, forma de serlo, cambiada la r del infinitivo en l, según se advirtió ya en un
caso análogo. <<

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[26]Alusión a lo que se refiere de las sibilas, y así escribía el P. Ribadeneira: «…
dejando aparte los oráculos de las sibilas tan sabidos, que fueron como profetisas de
los gentiles». <<

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[27]Echar, en su primera acepción, conforme a su etimología, ejectare, arrojar: se
arrojó, se lanzó, que diríamos. <<

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[28] Rábido, a, de su forma latina rabidus, rabioso. <<

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[29]
Poner en aventura es frase clásica, que se halla varias veces empleada en Don
Quijote, y vale en peligro, al azar de perderse. <<

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[30]
Almo, a, adj. poét., del latino almus, que vale vivificador. Alma Ceres, se dijo;
como Virgilio: alma tellus. <<

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[31]
Muerta, quizás por yerro de imprenta, en la edición de Rosell; enmendado en la
madrileña en el género que corresponde a dueño, al cual se refiere. <<

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[32] Allá, como adverbio de tiempo, denotando el remoto o pasado. <<

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[33] Falta en la edición madrileña de 1605 la conjunción y. <<

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[34]
Mandar en la acepción que aquí le corresponde de gobernar, servirse de, se halla
también en La Araucana (23-1-6):

A ver si es menester mandar las manos…,

y más claramente aún en este ejemplo del P. Acosta: «Industriábanlos en exercicios


de guerra, como tirar con flecha, fisga o vara tostada a puntería, a mandar bien una
rodela y jugar la espada…». Historia natural y moral de las Indias, II, p. 142 , ed. cit.
<<

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[35]De nuevo en Rosell, conmigo, donde el texto decía comigo, cual se conservó en la
edición madrileña de 1605. <<

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[36] Pospierna, según el léxico, «en las caballerías, el muslo». <<

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[37]
Terciado, ya usado por el poeta en un pasaje anterior, y que vale cierta espada de
hoja ancha y corta de unos sesenta centímetros. <<

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[38]Resoluto, que deja trascender a las claras su origen latino resolutas; en tal forma
lo usó varias veces Ercilla, y así también Cervantes. Hoy es anticuado. <<

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[39]
En dos pasajes de La Araucana se halla empleado este adjetivo dudoso, sa, en el
mismo significado que le corresponde en el presente verso, a saber (370-53; 527-2-5):

Retuvo luego la dudosa vida…


Y al mar dudoso y vientos entregada…,

y que es diverso del de las dos acepciones que le concede el léxico, en el cual falta,
por consiguiente, ésta de incierto, problemático, que usaron también Herrera, que
habla del «dudoso Marte», refiriéndose a una batalla, y el P. Hojeda, de una victoria
dudosa. <<

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[40]
Punto, en su acepción de pundonor; el punto de honra, de que se habla en Don
Quijote. <<

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[41] Lo, por la, en la edición de Rosell y en la de 1605 , quizás por errata. <<

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[42]Copado, sinónimo de coposo, tratándose de árboles. Copado dijeron Ercilla,
Cervantes (alguna vez acopado) y el P. Ovalle: «y la mostaza crece y engruesa tanto,
que he visto mucha como el brazo y tan alta y copada que parece árbol…». I, p. 9. <<

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[43] Recuérdese a propósito de este cuyo, lo dicho anteriormente. <<

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[44] Propia, en la edición de Rosell. <<

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[45]Ir a la mano a uno, frase figurada y familiar, bien conocida. Véase, con todo, este
ejemplo de autor chileno: «… que si éste obra mal y es llevado de la cudicia con
extremo, no hay quien pueda irle a la mano…». Núñez de Pineda, obra cit., p. 337.
<<

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[46] Echar el resto, otra frase de la misma índole, no menos vulgar aún hoy día. <<

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[47] Fido, que ya ocurrió antes, anticuado, por fiel. <<

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[48] Nota de Oña: «De don Felipe de Mendoza, hermano del Gobernador». <<

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[49] Comigo, por conmigo, que puso Rosell aquí y en la estrofa siguiente. <<

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[50] Nota de Oña en Pillano: «El demonio». <<

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[51]
Hacer cierto, que se halla en Don Quijote, como tener cierto, por manifestar,
convencer, probar, que ya ocurrió antes. <<

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[52]También se halla en La Araucana dos veces esta voz trápala, una de ellas en el
siguiente verso (218-5-2):

El grande estruendo y trápala crecía…

Según el Vocabulario de Juan Hidalgo (apud Mayáns y Sisear, Orígenes, p. 265),


trápala y trápana son voces de germanía, que valían por cárcel.
Rodríguez Marín trae a cuenta el verso citado de Ercilla para decir, como
Covarrubias, que responde a una onomatopeya. <<

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[53] Nota de Oña en Quidora: «Mujer de Talgueno». <<

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[54]Llámoca vendría, según el P. Díaz, de llamecán, cantar cuando se está moliendo
el maíz al sonido de la piedra; Chiappa, que de llamun-ca, otro cangrejo, o bien de
llami, estera, y cad, muy, mucho: muy envuelto de tejidos. <<

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[55] Advierte el léxico que estambre es ambiguo. <<

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[56]
Otra vez en Rosell, conmigo, por comigo, que conservó la edición madrileña de
1605. <<

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[57] Del por de, en la edición de 1605. <<

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[58]Estrechesa, por estrechez, que el léxico da como anticuada. En la misma forma
que nuestro poeta escribían esa voz Ercilla y Cervantes, y éste en prosa y verso.
Léase el siguiente ejemplo que se halla en Don Quijote: «… que es una de las
mayores señales de miseria que un hidalgo puede dar en el discurso de su prolija
estrechesa…».
No faltan hoy en día escritores de España y América que la han rehabilitado en esta
forma. <<

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[59]El léxico sólo concede a tríbulo como anticuado el valor de pésame; según este
pasaje, el poeta lo hace sinónimo de tribulación. <<

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[1]Hallamos en el sumario de uno de los cantos de La Araucana: «Cuenta Tegualda…
el extraño y lastimoso proceso de su historia». Mateo Alemán en Guzmán de
Alfarache: «… te he dicho todo el proceso de mi historia…». El P. Mir alega muchos
pasajes de escritores clásicos en abono del significado de progreso, continuación,
adelantamiento que corresponde a esta voz. Cfr. Baralt sobre su uso afrancesado. <<

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[2]Rosell leyó cariñosamente, apartándose de lo que consta de la edición de 1605 y
seguramente también de la príncipe, pues antaño se decía caricioso, que procede de
caricia, cuando hoy decimos cariñoso. El Diccionario de Autoridades trae dos
ejemplos de caricioso, a los cuales puede añadirse éste de Ercilla (252-1-1):

Donde un caricioso acogimiento,

refiriéndose al que los vecinos de la Serena hicieron al ejército de Hurtado de


Mendoza a su llegada. <<

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[3]
Porque, en la edición de Rosell, dejando con esto la frase sin su recto sentido. Por
quien, en la de Madrid de 1605 , que sigo en esto. <<

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[4]
Otro yerro hay aquí en la edición de Rosell, al poner turcas, por tuscas, huestes,
donde hay nota marginal en la edición madrileña de 1605 , diciendo que se alude a
Euríalo y Nise. <<

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[5]
El léxico da como única acepción de aprobar, «calificar o dar por bueno». Al
comentar el siguiente verso de Ercilla (83-4-6):

Las celadas y grevas bien aprueban…,

cité otros pasajes del mismo autor y muchos de españoles y americanos de los siglos
XVI y XVI en los cuales vale lo que probar: y así opina también Cejador al llegar a la
frase del Quijote «andar por el mundo, como en aprobación,» al decir «como de
prueba, dando pruebas». <<

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[6] Bajo la expresión fil derecho, el léxico trae la descripción de cierto juego de
muchachos, así llamado; y en cuanto a fil solo, lo da como anticuado y sinónimo de
fiel de romana. En ese valor parece, en efecto, empleado por Cervantes al decir que
«estaban en un fil las razones de condenarle o absolverle…». Y así también Lope de
Vega cuando sostiene (Peregrino en su patria, I. i.) que filo es la media noche,
«tomado de la proporción del peso que estando en igual balanza se llama filo».
Cejador en su comentario a esta voz alega varios otros ejemplos para probar esto
mismo, «cual si viniera de fiel = fidelis».
Mas, en el caso del verso de nuestro poeta, ya se deja ver bien claramente que se trata
del filo de la espada y de una suerte de su manejo así llamada, aplicada
metafóricamente, en cuya forma se encuentra también en Ercilla. <<

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[7]
Poco feliz anduvo el poeta en la referencia a un álamo que pone en boca del indio,
puesto que no los había entonces en Chile, ni los hubo hasta siglos después. <<

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[8]Falta en el léxico la acepción que corresponde aquí a sobrecejo, cierta pieza del
vestido muy semejante al capucho. <<

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[9] Heridas, con la h aspirada, para que el verso conste. <<

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[10] En la edición de Rosell, por yerro de la imprenta, maltrada, en vez de maltratada.
<<

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[11] Mal su grado, frase que ocurrió ya y sobre la cual quedó nota. <<

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[12]Segundar, que también se usaba en su forma asegundar, como lo hizo, por
ejemplo, Alvarez de Toledo en su Purén indómito, P- 133 :

Pero al que en lleno un golpe alcanza a darle


No es menester con otro asegundarle.

Segundar vale lo que repetir, y es totalmente diverso del secundar, seguir el mismo
intento o propósito, favorecer, único de que usamos en Chile y que Baralt y Salva
tienen por galicismo, por más que esté autorizado por el Diccionario de la Real
Academia. <<

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[13]
Cómodo, sustantivo, por comodidad, que decimos hoy. Muy frecuente antaño en
aquella forma. Ercilla (270-2-6):

A su provecho y cómodo podrían… <<

www.lectulandia.com - Página 1444


[14]
Solo, en la edición de Rosell; sola en la madrileña de 1605 , que resulta mucho
más expresivo. <<

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[15]Corregir en su sentido figurado de enseñar, amaestrar, de muy frecuente empleo
en La Araucana y en los clásicos, que no corresponde, me parece, al que el léxico le
señala de «disminuir, templar, moderar la actividad de una cosa». Ercilla, en una de
las veces a que aludo, dijo (15-42):

De ver en animales corregidos


Hombres que por milagro y caso extraño
De la región celeste eran venidos… <<

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[16]
Bocado es aquí la parte del freno que entra en la boca de la caballería. Tómase
generalmente por el freno mismo. <<

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[17]La edición madrileña de 1605 trae aquí una nota marginal para decir que la
alusión toca a Talgueno. <<

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[18] Otra nota marginal de la misma edición: «Don Felipe de Mendoza». <<

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[19] Labrar, en la acepción que ya se vio antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1450


[20]Nueva nota marginal en la edición madrileña de 1605, en partes: «alma y
cuerpo». <<

www.lectulandia.com - Página 1451


[21] En la edición de 1605, puras, por duras. <<

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[22]¿Qué es lo que el poeta quiso decir con esta expresión tabernáculo pungente?
Pues, alambicando el concepto, y tomando a tabernáculo en su valor figurado de
albergue, por la tienda así llamada en que habitaban los hebreos, que el indio entró al
hueco del espino; de donde, pungente, punzante, por las espinas de que está revestido
ese árbol. <<

www.lectulandia.com - Página 1453


[23] Serpiente, masculino, por licencia poética. <<

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[24]A más andar: modismo muy frecuente antaño, que hoy reemplazamos por a toda
prisa, y que ya ocurrió en dos pasajes anteriores. <<

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[25]Hacer salto, dar salto, tomar de salto, son expresiones muy corrientes en los
escritores del buen tiempo, en las que salto está usado por asalto. Baste con este
ejemplo de Juan de Castellanos, Historia del Nuevo Reino de Granada, I, 389:

Anduvieron después haciendo saltos


por una y otra banda del gran río… <<

www.lectulandia.com - Página 1456


[26] No registra el léxico esta voz culebrezno, que Rosell escribió con s. <<

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[27]Del fresno, trae la edición de Rosell; De un fresno, la madrileña de 1605 , que
sigo en esto, puesto que no se ha hecho antes mención de tal árbol. <<

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[28]No se halla en el léxico la voz tresno, derivada del anticuado tresnar, que vale
arrastrar, y en el presente caso, paso o marcha de la caballería. <<

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[29] Reptar, por arrastrarse, que ya ocurrió antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1460


[30]Deliciarse, verbo reflexivo, anticuado, por deleitarse, trae el léxico; pero no como
activo, cual se le ve aquí empleado.
En el verso que sigue, el poeta emplea el verbo desliciar, que no figura en el
Diccionario y que por el contexto vale lo opuesto a deliciarse, esto es, mortificar,
castigar, azotar contra el suelo, diríamos aquí. <<

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[31]La comparación envuelta en esta frase está tomada de la forma que revestían las
murallas de Troya, con entrantes y salientes, •como lo son las fortificaciones de las
plazas fuertes. <<

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[32] Mole, adjetivo, que vale muelle, blando, suave. <<

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[33]
Nota del autor: «Es buen agüero entre los indios ver una culebra». Dato curioso,
que no encuentro declarado en algún otro autor de antaño ni ogaño. <<

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[34] Cierta, por cerca, se lee en la edición madrileña de 1605. <<

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[35] Libertado, a, adjetivo a que el léxico atribuye la acepción anticuada de
desocupado, ocioso, y que aquí vale desenfrenado, sin sujeción, como en muchos
otros casos que pudiera citar de autores de aquel tiempo, Ercilla uno de ellos, según
se notó ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1466


[36]Pues ¡no es nada!, ¡llamar a la noche bohemio turquesado! Bien está que se diga
turquesado o turquí, azulado, pero ¿porqué bohemio? Aplicado a personas vale
gitano. ¿Querría el poeta aplicar tal calificativo al cielo por su aparente y continuo
movimiento? <<

www.lectulandia.com - Página 1467


[37] Recibía, enmendó Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1468


[38]
Puesto que se trata de un hilo, debe darse aquí a rima, el valor de rimero, en su
acepción figurada, alusiva a las deidades del averno, y acolar, como neutro, el de
«pasar por lugar o paraje estrecho». <<

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[39] No, por ni, en la edición de 1605. <<

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[40]Nota de Oña: «Imitación de Virgilio, libro II de La Eneida». El pasaje a que se
alude por el poeta es este:

Hei mihi, qualis erat!, quantum mutatus ab illo


Hectore, qui redit exuvias indutus Achilli,
Vel Danaum Phrygios iaculatus puppibus ignis! <<

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[41]Alude el poeta a la batalla de la cuesta de Andalicán o Marigueñu, llamada que
fué también de Villagra, por la derrota que sufrió allí el gobernador Francisco de
Villagra. <<

www.lectulandia.com - Página 1472


[42] Dea: diosa, en poesía. <<

www.lectulandia.com - Página 1473


[43]La conversación que Lautaro tuvo con Marcos Veas se halla consignada por
Ercilla muy a la larga (pp. 192 y siguientes); pero no tuvo lugar en Mataquito, como
dice Oña, sino en el sitio fortificado que ocupó en su anterior excursión hacia el
norte. <<

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[44]
También, en la edición de Rosell; tan bien, que es lo que cuadra al concepto, en la
madrileña de 1605. <<

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[45]De llano en llano, modo adverbial figurado, que se halla asimismo en Don
Quijote, (P. II, cap. 64): «… la cual verdad, si tu la confiesas de llano en llano…»,
esto es, llana y lisamente, como nota Cejador y advierte el léxico. Es modismo que
ocurrió ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1476


[46]Hondo, que suena fondo, como aparece escrito en este verso de La Araucana
(286-5-3):

De fondo y ancho foso rodeada… <<

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[47]Oña, o el corrector de la edición de 1605 , se creyó en el caso de poner la
siguiente nota a la voz tabo: «sangre corrupta o sangraza». No se halla en el léxico, y
procede del latín tabes, is. <<

www.lectulandia.com - Página 1478


[48] Temeroso en su valor clásico de cosa que infunde temor. «La presta y temerosa
artillería,» escribía Ercilla (86-2-1). <<

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[49] Enerizar, que el léxico da como equivalente de erizar. <<

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[50]Gesto, por rostro o semblante, que ocurrió ya (canto V), cual lo dijeron de los
araucanos Ercilla (12-1-1):

Son de gestos robustos, desbarbados…,

y González de Nájera (p. 39): «Digo, pues, que no son aquellos indios de tan robustos
gestos o rostros… como algunos han creído». <<

www.lectulandia.com - Página 1481


[51]
Soltar, en su acepción de echar de sí, cual decimos hoy soltar la risa, el llanto.
Muy frecuente antaño aplicado a la voz; así, Ercilla (122-4-8):

Así soltó la voz Caupolicano… <<

www.lectulandia.com - Página 1482


[52] Secutar, por ejecutar, ya notado antes. <<

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[53] Parte, sustantivo, como en este verso de La Araucana (204-5-6).

Ni tu gente y amigos serán parte…

esto es, podrán contribuir, ayudar a tal y tal cosa. Hemos desterrado, sin nada que la
reemplace, como ya advertí, esta voz sumamente comprensiva en su alcance, que es
frecuentísima en los clásicos. Observa Garcés [Fundamento, etc., II, 104): «Otro
sustantivo tenemos que para mantener el sentido de causa pasase al ser de adjetivo,
pero indeclinable, cuando decimos: “No fueron parte ruegos para moverle”, esto es,
no fueron capaces, etc., voz de que hace gran uso Miguel de Cervantes». <<

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[54]Como advierte Bello, satisfacer «imita las irregularidades de hacer; pero en el
singular del imperativo se dice satisfaz o satisface…». <<

www.lectulandia.com - Página 1485


[55] Nota de Oña: «Virgilio, libro II de La Eneida». Guarda inmediata correlación con
la siguiente. <<

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[56]
Nueva nota del autor: «frases latinas». Está el pasaje, en efecto, imitado de La
Eneida, libro II:

O lux Dardaniae, spes o fidissima Teucrum,


quae tantee tenuere moras?…

Mora es término forense: caer en mora, hallarse en mora, que vale demora en el
lenguaje vulgar. <<

www.lectulandia.com - Página 1487


[57] Simulacro, en su acepción de «especie que forma la fantasía». <<

www.lectulandia.com - Página 1488


[58] Hallarse uno en estrecho, frase sobre cuyo valor quedó ya nota. <<

www.lectulandia.com - Página 1489


[59] Interese, que no es forma poética de interés, como pudiera pensarse, sino
simplemente anticuada, y así aparece, por ejemplo, en La Conquista del Perú, de
Agustín de Zarate (p. 528, ed. Rivad.): «… pretendiendo con ellos más particular
interese, que el servicio de su Majestad…». <<

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[60]Dar por sano, como se dice dar por quito o libre, subentendida en este caso la
preposición por. <<

www.lectulandia.com - Página 1491


[61]La expresión «No ser bien contada, o ser mal contada, a uno una cosa, dice el
léxico que vale tener malas resultas con él. Serle censurada o afeada»: en cuya
definición no se comprende el significado ordinario que en Chile, al menos, le damos,
de número incompleto o tomado por mayor, sin entrar a detallarlo. <<

www.lectulandia.com - Página 1492


[62]Peligroso, por estar en peligro, acepción frecuentísima en los clásicos, de la que
Ercilla nos ofrece estos dos ejemplos (223-3-2; 549-3-1):

No porque yo me juzgue peligroso…


Mas, viéndose apretado y peligroso… <<

www.lectulandia.com - Página 1493


[63]Catiray, o Catirai, nombre del indio que Oña supone haber sido el que dio muerte
a Lautaro, y que se aplicaba a un sitio del territorio araucano que se hizo célebre por
los combates que en él se libraron en tiempos de la conquista, sería, en realidad,
propio de mujer, según cree el P. Augusta, quien lo interpreta: Katrü-rayen, «corta
flores». <<

www.lectulandia.com - Página 1494


[64]
En cacique, nota marginal de la edición de 1605 : «señor de vasallos,» palabras
copiadas de la definición que de esa voz había dado Ercilla y que no necesitan de
comentario. <<

www.lectulandia.com - Página 1495


[65]Costoso, dice el Diccionario de Autoridades, es «lo que cuesta mucho y es de
gran precio;» pero en este verso y en el que sigue de La Araucana (315-1-7):

De la costosa lanza no trabaje…,

tal voz está empleada en sentido figurado, esto es, al decir del léxico, que «acarrea
daño o sentimiento». <<

www.lectulandia.com - Página 1496


[66]Guacolda, la heroína indígena celebrada por Ercilla y que tantas veces aparece en
las comedias del teatro antiguo español a que sirvieron de base los dictados de La
Araucana. <<

www.lectulandia.com - Página 1497


[67]Oña sostiene aquí, pero sólo figuradamente, que Lautaro fué muerto de una
lanzada, apartándose, al parecer, de lo que refiere Ercilla, que lo fué por una flecha
(230-5-7, 8):

Del toldo el hijo de Pillán salía,


Y una flecha a buscarle que venía.

Y tal es también la versión exacta del hecho, que sería ocioso probar aquí, y que
nuestro poeta, dos estrofas más adelante, entrando y a detallar el suceso, sigue
también. <<

www.lectulandia.com - Página 1498


[68]
Era corriente antaño hacer o salir con su hecho, como en este ejemplo de Ercilla
(202-1-7):

Hiciéramos un hecho y una suerte…,

frase de que el P. Ovalle usaba todavía entre nosotros: «… Caupolicán… hizo alto y
dio trazas de espiarlos y saber la disposición que tenían para hacer mejor su hecho»;
donde se ve que vale tanto como «lograr su propósito, realizar su intento». <<

www.lectulandia.com - Página 1499


[69]Señalado, en su valor de derivado de señalar como reflexivo: «distinguirse o
singularizarse». <<

www.lectulandia.com - Página 1500


[70]Acotación de la edición madrileña: «los indios, amigos que ayudan a los
españoles». <<

www.lectulandia.com - Página 1501


[71]Otra acotación de dicha edición: «En este tiempo se había ya Guacolda casado
con un español;» circunstancia expresada también por el poeta en la estrofa que
sigue, y de la que tomaron pie los dramaturgos españoles para llevar tal suceso a las
tablas. Véase en La Bellígera Española de Rejaule la escena última, en que se
disputan a la india Ortiz y Hurtado, pero que al fin es dada en casamiento a Rengo.
<<

www.lectulandia.com - Página 1502


[72]Rosell no entendió, evidentemente, lo que significaba un llanto de chaquira, pues
escribió tales palabras con mayúsculas, sin tener presente que se hallaban en La
Araucaria (505-3-6, 7):

Le dio un lucido llanto de oro puro


Y un grueso mazo de chaquira prima…

De llanto y chaquira traté en mi ilustración XV a ese poema. Baste, pues, con recordar
la definición que Garcilaso trae de la primera de esas voces: «Trayan los Incas en la
cabeza por tocado una trenza que llaman llautu; hacíanla de muchas colores y del
ancho de un dedo, y poco menos gruesa. Esta trenza rodeaba a la cabeza, y daban
cuatro o cinco vueltas, y quedaban como una guirnalda». Comentarios Reales, hoja
20 vlta., primera edición. <<

www.lectulandia.com - Página 1503


[73].Pailataro, nombre de un cacique que viene a sonar mucho más tarde en la historia
de las guerras de Arauco, como ya se advirtió. <<

www.lectulandia.com - Página 1504


[74]Juega el poeta del vocablo en sus dos significados: divisa y divisar, sustantivo y
verbo, ambos en su forma anticuada, de que ya antes ocurrió ejemplo. <<

www.lectulandia.com - Página 1505


[75]Trasordinario, anticuado, que conservó la edición de 1605 , cambiada en
extraordinario por Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1506


[76] Rodado, da, enseña el léxico, «aplícase al período, cláusula o frase que se
distingue por su fluidez o facilidad». <<

www.lectulandia.com - Página 1507


[77]Pasar, usado como impersonal, que vale ocurrir, acontecer, suceder, no poco
usado antaño, según ya se notó antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1508


[78]Cordero recental, dice el léxico, o cabrito en este caso, es el que no ha pastado
todavía. Hernán Núñez en sus Refranes trae el siguiente: «Cabrito de un mes, recental
de tres»; con esta nota: «Recental llaman al cordero los pastores». <<

www.lectulandia.com - Página 1509


[79] Nota del autor: «Comidas propias de los indios». <<

www.lectulandia.com - Página 1510


[80]Otra nota del mismo: «Cazuelas de barro». Callana es voz quichua, pero tan
corriente en Chile, que Febrés en su Calepino araucano la da como castellana; es
corriente en el Perú y en Colombia y la registra Zerolo. <<

www.lectulandia.com - Página 1511


[81]Tercera nota de Oña: «Bebidas. Véase la tabla». Es curioso que después de tal
llamada y cuando el poeta describió efectivamente esas voces, Rosell las pusiera con
mayúsculas. <<

www.lectulandia.com - Página 1512


[82]Guemapu, nombre de la invención del poeta, que en araucano vale,
probablemente, Wé mapu: tierra nueva. <<

www.lectulandia.com - Página 1513


[83]Apercebido, como escribía Ercilla y aún todavía Cervantes; pero que en este caso,
más que tal observación, merece la del valor que el poeta le atribuye de percebir tal
como tantos en España y en América, Ercilla mismo, entre ellos, de que Amunátegui
en sus Apuntaciones, t. I, p. 138 y siguientes, presenta numerosos ejemplos,
advirtiendo que la equivocación pudo venir de que muchas veces la agregación o
supresión de la a no altera el significado de las palabras, cosa que no resulta en el
presente caso. Véase este ejemplo que nos ofrece un escritor chileno de fines del siglo
XVI: «Esto que he referido, les expliqué con el mejor modo y estilo que pude, con
razones vulgares, y ejemplares, que no dejaron de apercebir y comprehender…».
Núñez de Pineda, p. 166. <<

www.lectulandia.com - Página 1514


[84] Guirlanda forma que el léxico da tan correcta como guirnalda. <<

www.lectulandia.com - Página 1515


[85]Pífaro, hoy anticuado, pero que antaño alternaba con la forma pífano, y ambas se
hallan en Cervantes; voz que ya ocurrió antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1516


[86]
Rosell no entendió, sin duda, la frase cuando puso Pan (el dios Pan) con
minúscula, sin entrecomar custodio nuestro, con lo que resultó un disparate. <<

www.lectulandia.com - Página 1517


[87]
Fortunado, anticuado, que ya se notó: afortunado, forma esta última con la que
aparece en el canto siguiente:

Con título de bien afortunado. <<

www.lectulandia.com - Página 1518


[88]
La medida del verso forzó al poeta a escribir cuerno en singular, que Ercilla pudo
hacer al hablar del «más alto cuerno de la luna». <<

www.lectulandia.com - Página 1519


[89]Soltó, mediando la elipsis de voz; soltó la voz, como ya había escrito en otro
lugar. <<

www.lectulandia.com - Página 1520


[90]Jurándole la vida, esto es, jurando por vida de. En Don Quijote: «… haz una
cosa, Sancho, por mi vida, porque te desengañes…». «Por vida del Duque, dijo la
Duquesa, que no se ha de apartar de mí Sancho». De tal frase ha nacido la
interjección, sustantivo a veces, porvida. <<

www.lectulandia.com - Página 1521


[91]
Chabraquira, nombre inventado por el poeta, cuya interpretación sería: chabra o
chaura, arbusto de la familia de las Ericáceas, que forma apellidos, v. g.:
chaurapangui. «Lo que ha de significar quira, advierte el P. Augusta, no lo sé. Hay
kürar, especie de sapo; pero entonces se tendría que pronunciar chabraquira, esto es,
cuando hay supresión de la i terminal». <<

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[92] Perfección, siguiendo su sistema, puso Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1523


[93] Hasta, que deberá leerse fasta, para la medida del verso. <<

www.lectulandia.com - Página 1524


[94]Peso vale aquí enteramente o del todo, según enseña el léxico, citando la frase «la
noche o el día en peso». «Toda la noche en peso,» modo adverbial que Pedro
Espinosa, Obras, p. 195 , reprueba como una de aquellas «vulgares y mal sonantes,
humildes, sin decoro, sin gala, etc.». Nuestro poeta volvió a usar de ella en el canto
siguiente, y en América la hallo empleada por Henrique Garcés en sus Sonetos y
canciones de Petrarca, soneto 10 :

Y el ruiseñor, que con su melodía


La noche toda en peso se lamenta…

Ercilla (88-3-1) usó también de este modismo en peso:

Villagrán la batalla en peso tiene…

Y en otro pasaje de más adelante (248-5-7), con elegancia:

Que sostiene en un peso aquella guerra…,

donde tal modismo vale «en el aire», que es la segunda acepción que alcanza.
Muchos otros ejemplos pudiera alegar de ambas, pero baste por ahora con este del
Viaje entretenido, de Rojas Villandrando, III, p. 20:

Cardenales, arzobispos,
reyes, príncipes, monarcas,
que tienen al mundo en peso… <<

www.lectulandia.com - Página 1525


[1] En la edición madrileña de 1605 , estos dos versos aparecen así:

No estar el bien en solo querer nuestro,


Sino que pende más del alto suyo:

variante hecha, según parece, para conformar el texto con el de las Sagradas
Escrituras, que dice: Deus est enim qui operatur in nobis velie et perficere.— Philip.
II. 13. <<

www.lectulandia.com - Página 1526


[2] Lo, por los, que enmendó el corrector de la edición madrileña de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1527


[3] Lo, en la edición príncipe, seguida por Rosell; le, en la de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1528


[4] La edición de 1605 suplió la preposición en, que falta en la de Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1529


[5] Haliara, aspirada la H, para que el verso conste. <<

www.lectulandia.com - Página 1530


[6]Por resultar muy fuerte la combinación de la g con la n, el vulgo hasta hoy
pronuncia repuna. En el verso de que se trata, media aún la exigencia de la rima para
hacer tal supresión. <<

www.lectulandia.com - Página 1531


[7]Las venas de romance, esto el valor que tiene aquí la frase es, los barruntos de
novela, según figurada y familiar, de «darle a uno la vena». «Excitársele alguna
especie que le inquieta o que le mueve a ejecutar una resolución impensada o poco
cuerda», según enseña el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1532


[8] Acotación marginal de la edición de 1605 en la palabra hermanos: «del Sueño».
<<

www.lectulandia.com - Página 1533


[9]Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana define: «Ir de espacio, o de
priesa una cosa. Caminar de espacio. Hablar de espacio». Como se ve, espacio,
completado con preposición, se ha convertido después de el adverbio despacio. En
aquella forma ocurre frecuentísimamente en los clásicos, y para prueba baste con este
ejemplo de Ercilla (30-1-1):

El bárbaro sagaz de espacio andaba… <<

www.lectulandia.com - Página 1534


[10].Aína, al decir de Covarrubias, «es palabra bárbara, muy usada, con que damos
priesa a que se haga alguna cosa; vale lo mismo que presto». «Mas aína toman al
embustero que al cojo». Correas, Vocabulario, p. 447. Cuervo, en sus Apuntaciones,
enuncia algunas opiniones sobre la etimología de tal voz, que se usa malamente en
Colombia, y que en Chile es del todo desconocida.
En La Araucana se la halla empleada una sola vez, con duplicación, lo que le da
mucha fuerza al concepto (357-1-14):

¡Arma, arma! enfrena! enfrena! Aína! Aína! <<

www.lectulandia.com - Página 1535


[11]
Siguiendo la norma que se impuso en materia de vocablos usados antaño, Rosell
puso inaccesibles. <<

www.lectulandia.com - Página 1536


[12] Acotación marginal de la edición de 1605 : «Entiéndese su marido». <<

www.lectulandia.com - Página 1537


[13] En la de Rosell, aparece suprimido le, con lo que no resulta el verso. <<

www.lectulandia.com - Página 1538


[14] Entrego, anticuado, por entrega. <<

www.lectulandia.com - Página 1539


[15] Pieza, en su valor de espacio de tiempo, ya notado. <<

www.lectulandia.com - Página 1540


[16]Pensamiento tomado de Ovidio, según se advierte en acotación marginal de la
edición de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1541


[17] Acotación de la edición madrileña de 1605: «Tucapel». <<

www.lectulandia.com - Página 1542


[18] Exceso, por eceso, en Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1543


[19] Recuérdese lo dicho más atrás acerca del valor de esta frase en peso. <<

www.lectulandia.com - Página 1544


[20]Quidóreo, adjetivo que el poeta formó del nombre de su heroína Quidora, como
Ercilla, que de Elicura dijo, en igual caso, licúreo. <<

www.lectulandia.com - Página 1545


[21]
Cantar, que no es yerro de la imprenta, como pudiera creerse a primera vista, por
contar; lo que se comprueba advirtiendo que tres versos más adelante vuélvese a ver
cantar: verbo que está tomado aquí en su valor figurado y familiar de «descubrir o
confesar lo secreto». <<

www.lectulandia.com - Página 1546


[22] Contóle del asalto, construcción que equivale a tratar o hablar de, que era
corriente antaño; así, Cervantes puso en el sumario del capítulo XXXIV de la Parte II
del Quijote: «Que cuenta de la noticia que se tuvo …»; y en el LIX: «Donde se cuenta
del extraordinario suceso …». <<

www.lectulandia.com - Página 1547


[23]Acotaciones de la edición madrileña de 1605: «el primo, Lautaro; el pérfido,
Catiray». <<

www.lectulandia.com - Página 1548


[24] En la edición de Rosell, por manifiesto yerro tipográfico, lugar, en vez de lagar.
<<

www.lectulandia.com - Página 1549


[25]
Dar orejas, que se usaba antiguamente en los clásicos, por dar o prestar oído, que
acostumbramos hoy. <<

www.lectulandia.com - Página 1550


[26]
Piruano, conforme a la forma primitiva, Pirú, y así hallamos ese adjetivo en
Galatea de Cervantes:

De un Enrique Garcés, que al piruano,


Reino enriquece… <<

www.lectulandia.com - Página 1551


[27] A rodo, m. adv. En abundancia. <<

www.lectulandia.com - Página 1552


[28]Contra los augurios del poeta, los terremotos se repitieron en Lima, habiendo sido
tan de cuenta el de 1609, que hubo él mismo de coger de nuevo la lira para deplorar
sus destrozos en un poema que imprimió en Lima en 1605, edición hoy rarísima y
que reimprimí en facsímil en 1909. <<

www.lectulandia.com - Página 1553


[29]Adviértase que corrupto, adjetivo, es anticuado sólo cuando vale dañado,
perverso. Ya veremos que más adelante Oña dijo corruto. <<

www.lectulandia.com - Página 1554


[30]Rosell se descuidó aquí y conservó la forma trasordinario, que en un pasaje
anterior cambió en extraordinario, y no hizo otro tanto con efeto, que trocó en efecto.
<<

www.lectulandia.com - Página 1555


[31] Al servicio, esto es, a los indios de servicio. <<

www.lectulandia.com - Página 1556


[32]
En lugar de doquiera (que Rosell escribió en dos palabras) la edición de 1605 trae
que quiera. <<

www.lectulandia.com - Página 1557


[33]Pinsiones, en la edición de 1605 , no sabría decir si por hallarse en tal forma en la
príncipe, escrito a lo vulgar, como lición, o si por yerro de la imprenta. <<

www.lectulandia.com - Página 1558


[34]
Pieza, en su significado de res, de donde a alzar o levantar, le corresponde el de
hacer que salte la caza del sitio en que estaba. <<

www.lectulandia.com - Página 1559


[35] En, por El, que se puso en la edición de 1605, trae la de Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1560


[36]
Váguida, como esdrújulo, por causa del ritmo. Tembloso, que vale lo mismo que
tembloroso. <<

www.lectulandia.com - Página 1561


[37]
Sostén, en Rosell, donde la edición de 1605 conservó sustén, y así se halla
también en La Araucana (1875-5):

Viendo el poco sustén del mal regido…

No trae el léxico de la Academia ni como anticuado este sustantivo sustén y sólo la


forma analógica de sustenido, por sostenido, en el valor que le corresponde en
Música. Zerolo registra a sustener, empleado por Pedro de Rúa en una de sus cartas al
Obispo de Mondoñedo. <<

www.lectulandia.com - Página 1562


[38]Atriaca, anticuado, hoy triaca. «Su uso, dice el Diccionario de Autoridades (que
advierte que es voz que se halla en Covarrubias y Nebrija) es contra la mordedura de
animales e insectos venenosos, y que metafóricamente vale “remedio de algún mal
prevenido con prudencia, o sacado del mismo daño”». <<

www.lectulandia.com - Página 1563


[39] Hecho, aspirando la hache, para la medida del verso. <<

www.lectulandia.com - Página 1564


[40]Vuelve a ocurrir aquí el modismo poner a uno en estrecho, de que ya se habló
antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1565


[41] Túrbido, en su forma del latín, turbidus, adjetivo, que hoy decimos turbio. <<

www.lectulandia.com - Página 1566


[42] Acotación marginal de la edición de 1605 , en «sumo Apó»: «El Rey». <<

www.lectulandia.com - Página 1567


[43] Prática, que Rosell modernizó; pero prática y prático se decía en aquel tiempo;
testigo Ercilla (5Í56-3-2; 494-2-7):

Con prática y lucida compañía…

Lenguaz, ladino, prático, discreto… <<

www.lectulandia.com - Página 1568


[44]Copia, en su valor de número o cantidad. Este arancel, impreso en Lima, lo he
descrito, con facsímil de la portada, bajo el número 5 de La Imprenta en Lima. Está
datado en esa ciudad el 27 de abril de 1592. <<

www.lectulandia.com - Página 1569


[45]Débito, define el léxico que vale lo que deuda, sin otra acepción especial que
cuando se aplica a los cónyuges. En el presente verso, en los dos de Ercilla que van a
continuación (5-4-4; 9-5-7) y en un pasaje del Diálogo militar del maestre de campo
Francisco de Valdés (Madrid, 1578 , 4, hoja 19) se verá que reviste la fuerza de
«obligación en general, cumplimiento de un deber»:

Puede por fuerza al débito apremiallos,

refiriéndose al servicio personal que los araucanos prestaban a sus caciques;

No puede en cuanto al débito eximirse:

el indígena, cuando ya sus jefes han tomado alguna resolución, «… y así es fuerza
que… siempre sean rotos, si de la parte de los caballos se hace el débito». <<

www.lectulandia.com - Página 1570


[46]Lo, en la edición de Rosell; los, en la madrileña de 1605, refiriéndose a pliegues,
del verso precedente. <<

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[47]En lo de echarse con la carga, media la alusión a lo que acostumbran las llamas o
alpacas, o pacos, que en sintiendo que la carga que les han puesto es superior a sus
fuerzas, se echan con ella, sin que nada baste a conseguir que se levanten. <<

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[48] Lloviéndolas, en Rosell; lloviéndoles, en la edición de 1605. <<

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[49] Por omisión del cajista, falta el que en la edición de 1605. <<

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[50]
Al fin al fin, que Cervantes (Don Quijote, P. II, cap. 47) empleó también: «… de la
que al fin al fin ha de ser mi hija…». <<

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[51] Coco, en su acepción de «fantasma que se figura para meter miedo a los niños».
<<

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[52] Acetar, enmendado por Rosell en aceptar. <<

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[53]
En la edición de Rosell, quizás por yerro de imprenta, fino, por fido, que es lo que
cuadra mejor al sentido de la frase. <<

www.lectulandia.com - Página 1578


[54] Juega aquí el poeta de las dos acepciones de bocado, como freno y tósigo. <<

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[55]«No le arriendo la ganancia, es expresión, dice el léxico, de que se suele usar
para dar a entender que uno está en peligro, o expuesto a un trabajo o castigo a que ha
dado ocasión». <<

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[56]
Efecto, por efeto, en Rosell, siempre ajustándose a la norma de alterar las palabras
para ponerlas en su forma actual. <<

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[57] A una, modo adverbial, cuyo valor se advirtió ya. <<

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[58]Recados, cuya acepción de documentos, órdenes, mandatos, aparece de
manifiesto cuando a renglón seguido se habla de su cumplimiento. <<

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[59]Suplicación, término forense, que vale «apelar de segunda instancia del auto o
sentencia de vista, dada por el tribunal superior y ante él mismo». <<

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[1]Como ya advertí, no es de mi incumbencia entrar en detalles biográficos de los
personajes que figuran en esta parte del poema. De Pedro de Arana advertiré que en
20 de diciembre de 1598 dirigió al virrey don Luis de Velasco una exposición de lo
acaecido durante su campaña a Quito. <<

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[2] Entrar, en la acepción que ya se vio antes. <<

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[3] El nombre de Bellido lo da el poeta algunas estrofas más adelante:

Uno por nombre Alonso de Bellido… <<

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[4]Salir con su hecho, o hacer su hecho, vale tanto como «lograr su propósito,
realizar su intento», notado también ya. <<

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[5] Nota marginal en la edición de 1605: «El ruiseñor». <<

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[6]En la edición de Rosell, probablemente por errata, del, por bel, que se conservó en
la de 1605. <<

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[7] Fin, femenino, como anteriormente. <<

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[8] El cuadrante era una moneda romana de cobre, que pesaba unas tres onzas. <<

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[9] Tierra, en su valor de país, nación, que ocurrirá luego otra vez, muy usada en los
tiempos de la conquista de América y mucho después.
Así el P. Ovalle, refiriéndose a Chile, escribía (I, 14): «… es gran riqueza de la
tierra…»; en Ercilla (374-5-1):

Mi tierra es en Arauco, y soy llamado…

Y en Don Quijote, P. I, cap. 18: «propuso en su corazón de dejar a su amo y volverse


a su tierra…». <<

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[10] Entiendo que malvicio escribió el poeta, por maldad. <<

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[11]Vaso, en su valor que ya se notó más atrás: por extensión, receptáculo natural, no
ya, como quiere el léxico, «que contenga algún líquido», sino, en general,
aplicándolo, en sentido figurado, a las cualidades del ánimo <<

www.lectulandia.com - Página 1595


[12]Acicalado, en su acepción propia de limpio, y que en Chile sólo empleamos en la
figurada. Tal adjetivo se halla usado también por Ercilla (459-2-1):

Y sacando una daga acicalada… <<

www.lectulandia.com - Página 1596


[13]En medio un campo, frase de la misma índole de varias otras que han ocurrido ya
y han sido notadas. <<

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[14]Pongo sólo, como en la edición de 1605 , en lugar de sola, que trae la de Rosell,
adverbio y no adjetivo, para traducir la idea solamente, que es lo que cuadra al recto
sentido de la frase. <<

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[15]Proprio, como en otros pasajes del poema, enmendado también aquí por Rosell,
en propio. <<

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[16] Apenas necesito decir que la alusión toca a Bellido Dolfos, aquel que cercada
Zamora por Sancho II de Castilla, para quitársela a doña Urraca, su hermana, le mató
a traición. Su figura ha pasado, del Poema del Cid, a los romances y al teatro y en
ocasiones se halla también aludida de pasó, como en este pasaje de La Lealtad contra
la Envidia, de Tirso de Molina, en el que, hablando de la conducta de Almagro para
con Pizarro, la pinta así uno de los interlocutores:

para que no se distinga


de un Conde don Julián,
de un Bellido, un Galalón… <<

www.lectulandia.com - Página 1600


[17]Recaudo, advertía el Diccionario de Autoridades, se toma también por recado,
que es como ahora se dice. Así lo escribió también Ercilla (116-1-3):

Si no se pone en salvo a buen recado…

A buen recado, vale «en seguridad» y es modo adverbial de frecuentísimo uso en los
documentos de aquella época. <<

www.lectulandia.com - Página 1601


[18]No registra el léxico la voz de coplada, ni menos este modo adverbial de coplada,
que por el valor que tiene copla, en su acepción de pareja, debe entenderse que
significa lo que hoy llamamos de a dos en fondo. <<

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[19] Quedó nota sobre el valor de fieros <<

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[20]. Díjose más atrás lo que valía pasar la noche en peso. <<

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[21]
Por manifiesto yerro de imprenta, en la edición de 1605, Quedando, por Que
cuando. <<

www.lectulandia.com - Página 1605


[22]De este adjetivo temoso nadie se acuerda en Chile, si bien hay aquí mucha gente
que pretende salirse con su tema, como descendientes de vizcaínos. Vale, así,
porfiado, tenaz en sostener un capricho, empecinado, cual en estos ejemplos de La
Araucana (296 5 7; 602 1-3):

Con temoso coraje y porfiado…


Provocando al temoso y porfiado… <<

www.lectulandia.com - Página 1606


[23] Ariquipa, por Arequipa, que ha predominado; como Perú, por Pirú. <<

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[24]Chuquiapo, en la edición de Roséll y tal vez en la príncipe, cambiada en todo
caso por yerro de la imprenta la b en p. <<

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[25] Licencioso, adjetivo, sobre cuyo valor conviene recordar aquí lo dicho
anteriormente: se dice, según el léxico, del «libre, atrevido, disoluto», pero antaño
este adjetivo se aplicaba más generalmente a las cosas, en su valor de suelto, sin
freno. <<

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[26]Rosell cambió plático (que respetó la edición de 1605) en práctico. Ya se vio el
empleo de prático, por práctico, y ahora ocurre en el mismo significado, platico, más
usual aún en esta forma que en aquélla, en los escritores del siglo XVI, y definido por
Covarrubias: «platico, el diestro en decir o hacer alguna cosa por la experiencia que
tiene, como soldado platico». Y así lo escribía Ercilla en muchísimos pasajes de su
poema, v. g., en éste (32-4-5):

Guarnecidos de pláticos soldados…

Y Cervantes (Don Quijote, P. I, cap. 34 ): «… y túvola por más plática en las cosas de
amor, que ella decía».
El léxico sólo trae plática, sustantivo, como anticuado. <<

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[27] Sustancial, en su valor figurado y familiar, que vale juicioso y maduro. <<

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[28]
Nota de Oña en corredores: «Porque fueron soldados de Chile con Arana».
Corredor se llamaba al soldado «que salía con otros a hacer correrías en tierra de
enemigos,» advierte el léxico; corresponde así de todo en todo a lo que hoy llamamos
exploradores o de descubierta, avanzada. En cuanto a los soldados a que se refiere
Oña en su nota, él mismo advierte poco más adelante, que de ellos fueron don Juan
Rodulfo, cuyo apellido era Lisperguer, Antonio de Ulloa y Bernardo Verdugo. <<

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[29]Libertado, en su valor del que no respeta leyes, según la definición que de este
adjetivo vimos que daba Ercilla, cuando más atrás ocurrió. <<

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[30]
Eleción, en la edición de 1605, enmendado por Rosell en elección. Eleción, decía
Ercilla (32-1-2):

Para que la eleción se dilatase…

Y así también Cervantes (Don Quijote, P. I, cap. 14): «… él pensar que tengo de amar
por eleción es excusado». <<

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[31]
Ya se ve el juego que el poeta hace en éstos versos de la voz tercio, en su triple
acepción de cuerpo de infantería, los fardos en que se divide la carga de una
caballería, y la parte de la espada más próxima a la punta. <<

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[32] Por cabo o por el cabo, es frase que vale extremadamente, dice el léxico. <<

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[33]Avante, adverbio de 1. y t., anticuado, salvo como término marítimo, y que vale
adelante. Aquí está usado como sustantivo, y corresponde a lo que decimos norte o
guía. <<

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[34]Humanado, a, de humanar, «hacer a uno humano, familiar y afable», adjetivo que
no registra el léxico. He aquí ejemplo de su uso por un escritor americano: «Entre sí
unos con otros decían que el Inca, no contento de haberlos sacado de fieras y
trocádolos en hombres, ni satisfecho de los muchos beneficios que les había hecho en
enseñarles las cosas necesarias para la vida humana, y las leyes naturales para la vida
moral…, se había humanado a darles sus insignias reales»… Garcilaso, Comentarios
Reales, hoja 22, ed. 1609. <<

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[35]Don Diego de Avila: celébrale también don Luis Antonio de Oviedo y Herrera en
su Vida de Santa Rosa de Santa María (Madrid, 1711 , 4.°, hoja 384 v.), crónica
rimada religioso-política, en la cual se encuentran no pocos apuntamientos históricos
de la campaña naval de que más adelante se trata:

El gran don Diego Dávila, arboladas


Las Armas Reales de las dos Castillas,
Subir quiere el Católico Estandarte,
No sólo al tope: ¡adonde habita Marte!

Con lo que alude, ya se comprenderá, al cargo de alférez Real de que Avila iba
investido, llevando su estandarte en el castillo de popa, «con el cual asistían don Juan
Velásquez, Pedro de Reynalte, Juan Manrique y Juan Enríquez …». Balaguer de
Salcédo, Relación de lo sucedido etc., Lima (1594), fol. <<

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[36]Sargenta, dice el léxico, se llamaba «la alabarda que llevaba el sargento,»
definición, en verdad, muy poco satisfactoria y que no responde a la de un arma
especial, como bien claro se deduce del presente verso y de los que voy a citar.
Ercilla, (6-46) hablando de las armas que en su tiempo usaban los araucanos, dice que
eran, entre otras:

Dardos, sargentas, flechas y bastones…

Laso de la Vega, Cortés Valeroso, hoja 180 vlta.:

Las manos de arcos, picas ocupadas,


De pedernal sargentas enastadas…

A mi juicio, se trata en tales casos de pedernales más grandes que los de las flechas,
de la forma y tamaño, más o menos, de las puntas de las lanzas españolas. <<

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[37]Ya dije que éste era, probablemente, hijo del protomédico doctor Hormero, autor
del soneto que figura entre las piezas laudatorias del poema. <<

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[38] Don Juán Rodulfo Lisperguer y Flores fué hijo de don Pedro Lisperguer, natural
de Worras, en Alemania, y de Águeda Flores, hija natural del capitán Bartolomé
Blumen, alemán también, más conocido por su apellido castellanizado en Flores, y
nació, en efecto, en Chile, hacia los años de 1570. Según la aseveración del poeta, su
nacimiento debió de haber sido en Angol, pues le llama «pimpollo desta gruesa tierra
mía». Después de haber servido varios años en la guerra de Arauco, el presidente don
Alonso de Sotomayor le ascendió a capitán; hizo la campaña de Quito, como capitán
de infantería, y de regreso a Chile, García Oñez y Loyola le nombró por sargento
mayor del ejército, habiéndose distinguido especialmente en la defensa de Angol, y
quizás nacido en ese pueblo, pues, como decía le califica el poeta de pimpollo de su
tierra, —que era aquélla— donde venció a los indios en más de 22 encuentros.
Alonso de Ribera le despachó a Cuyo a que fuese a recibir, la gente que traía
Francisco Martínez de Leiva, la cual condujo a Santiago, después de sofocar cierto
motín intentado durante el viaje. Estando sitiado en la Imperial, hizo de allí una salida
al frente de ciertos soldados y en ella le mataron los indios el 29 de septiembre de
1600. «Fué, dice Rosales, de gallarda disposición, discreto, cortés, liberal, de ánimo
generoso, intrépido en las batallas, prudente en las disposiciones, noble de condición,
por serlo tanto en linaje». Otro poeta de la colonia, —me refiero a Hernando Alvarez
de Toledo—, en su Araucana, hoy perdida, le pinta así en cierto combate:

Delante de los suyos, cual un Marte,


Mostraba al enemigo los aceros
Del juvenil furor y la braveza,
Del ánimo gallardo y fortaleza. <<

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[39]Tierra gruesa decimos en Chile por la que es rica, fértil; pero aquí gruesa, vale
tosca, inculta, y según el léxico, como anticuada, «fuerte, duro y pesado» que no es
lo mismo; ni tampoco en su acepción figurada, que consigna de «obscuro, poco
agudo,» aplicada al entendimiento. <<

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[40]Cantabrés, (escrito con s por Rosell), adjetivo de la invención del poeta, pues,
como el léxico enseña, al natural de Cantabria se llamaba antaño cantabrio y hoy en
día cántabro. <<

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[41] Renombre en la edición de 1605 , por de nombre, que trae Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1625


[42]
El único escritor que da el nombre de este capitán, que se llamaba Francisco, es
D. Pedro Ordóriez de Ceballos en su Viaje del Mundo, Madrid, 1614 , hoja 216 :
«Envió [el Virrey]… por capitán de a caballo a don Francisco Proaño». <<

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[43]Nota del autor: «capitán de Chile». Este es el Antonio de Ulloa, de que ya se
habló antes. <<

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[44]Platico, en la edición de 1605 , cambiado en práctico, por Rosell, como en un
pasaje anterior. <<

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[45]Nota de Oña: «Natural de Chile». Era, según todas las probabilidades, hijo del
capitán Gaspar Verdugo, de quien se dio noticia más atrás. <<

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[46] En la edición de 1605, falta la conjunción. <<

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[47]En ninguno de los historiadores de aquellos sucesos he podido hallar los nombres
de Bobadilla, Zuazo y Cortázar. El de Manrique era Juan, como ya se dijo. Cortaza,
por licencia poética. <<

www.lectulandia.com - Página 1631


[48]
Vaso, que no se halla en el léxico en la acepción figurada que aquí tiene de
capacidad, de que ya ocurrieron anteriormente ejemplos. <<

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[49]Se partiese, en la acepción de empezar a caminar, ponerse en camino, muy
corriente antaño. Don Quijote, P. I, cap. 17: «… quiso partirse luego a buscar
aventuras…». Ercilla (142-4-1):

Muy alegres los cuatro se partieron… <<

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[50]A la sorda, a lo sordo, o a sordas, modos advs. figurados, dice el léxico, que
valen «sin ruido, sin estrépito, sin sentir». <<

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[51] Ercilla (24-4-4) puso en boca de uno de sus héroes esta frase:

Que más quiere librarlo por la espada…;

donde, como en el verso de Oña, la acepción de librar se acerca a la que trae el


Diccionario de Autoridades, de que «por extensión,» vale poner al cargo y confianza
de otro la execución o consecución de alguna cosa, que, en buenos términos, equivale
así a resolver o definir, como en no pocos pasajes que nos ofrece Cervantes y en éste
de nuestro P. O valle: «… y si no lo he hecho antes, ha sido sólo por librar en vuestro
consejo, ayuda y valentía al mejor acierto». (II, 50). <<

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[52]Continuo, puso Rosell, donde la edición de 1605 trae contino, como ocurrió ya
antes, forma corriente en Ercilla (6-52):

Que el contino ejercicio y el cuidado…

y en otro de nuestros poetas de la colonia, Mendoza Monteagudo (Guerras de Chile,


p. 124):

Que aqueste de contino fue mi oficio


Y este ha de ser continomi ejercicio…

Observa Cuervo (Diccionario, II, 475) que contino no pertenece hoy al lenguaje
común, con ejemplos de La Araucana en que este adjetivo aparece empleado
adverbio, cual ocurre en el que acabo de recordar. Garcés (Fundamento y elegancia
de la Lengua Castellana, t. I, p. 11.6, seg. ed.) daba por corriente en su tiempo tal
vocablo: «En la prosa y mayormente en el verso úsase contino…». <<

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[53]
No tienes que temerte. El te, de temerte es el llamado dativo ético o moral por los
gramáticos. <<

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[54]Desculpado, conservando la forma de la preposición inseparable des (del latino
dis), denotando negación del significado del simple, que antaño se usaba todavía en
algunos verbos y que más tarde se cambió en dis. <<

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[55]No trae el léxico esta voz sucidio, pero se halla en el Diccionario de la Lengua
Española de Rodríguez Navas, en la forma susidio, que dice ser voz americana y la
traduce por «inquietud, sobresalto, desasosiego», tal como se la emplea en Chile.
Hállase también en los de Salva y Zerolo, y Pichardo la registra igualmente en la
forma susidio, derivándola de subsideo. En Costa-Rica dicen desusidio que doña
Angela Baldares interpreta «angustia, inquietud». (Estudio sobre Aquiles J.
Echeverría).
En La Araucana aparece en dos pasajes (17-2-6; 180-1-7):

Reprobando el subsidio padecido…


Diciendo que el subsidio padecido…

Donde se ve que vale lo mismo que sucidio, como escribió Oña y así igualmente
Baldomero, que Rivodó, «de acuerdo con la francesa soua». «No creemos, agrega,
que sea tal provincialismo [de la América Meridional, según Salva] sino una voz
correcta y castiza, afine contraria de acidia, que literalmente significa sin cuidado».
Voces nuevas, etc., París, 1889, 8.°
Se acerca un tanto al reconcomio español, pero no al subsidio definido por el léxico,
en su valor de socorro extraordinario o contribución impuesta al comercio. Véase
sobre tal voz a Cuervo, Apuntaciones, p. 444, quinta ed. <<

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[56]Padescían, que por olvido conservó Rosell y que en la edición de 1605 se cambió
ya en su forma actual: padecían. <<

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[57]Del Atacunga, en todas las ediciones; pero Latacunga (en dos palabras), se decía
ya por los escritores de la época de la conquista, como estampó esa voz Cieza de
León, por ejemplo: «Capítulo XLII.— De los más pueblos que hay desde La Tacunga,
hasta llegar a Riobamba …». Que luego se escribió en una sola; cual la traen López
de Velasco (Geografía y descripción universal de las Indias, p. 434) y Alcedo. <<

www.lectulandia.com - Página 1641


[58] Behetría en su acepción figurada de confusión y desorden. <<

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[59]No se halla en el léxico este modismo ponerse en quintas, que parece estar
tomado de la acepción de quintar: pujar la quinta parte en los remates de
arrendamientos o compras. <<

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[60]Zorrilla llamábase Pedro. Su verdadero nombre lo da Ordóñez de Ceballos, Viage
del Mundo, hoja 215 vlta. <<

www.lectulandia.com - Página 1644


[61] Mas antes, que ocurrirá otra vez, canto XVI, donde hay nota. <<

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[62]Rota vale lo que derrota; pero el modo advervial de rota tiene el alcance de
completa destrucción, según lo establece el léxico, y alcanzó después el valor de
refrán, como lo apunta el maestro Correas, p. 541. Ercilla (160 3-4):

Que iba de rota el castellano bando…

Y en esta forma lo escribía aún nuestro P. Ovalle, según se dijo ya.


Hablando Garcés de ciertas locuciones lacónicas y de gran énfasis, dice: «También es
muy vigorosa la que os da este lugar del Maestro Pérez del Castillo en el Teatro del
Mundo, lib. 2:«Van hoy día por nuestros pecados las cosas tan de rota que no estamos
seguros, ni nos valen los templos y lugares sagrados». Fundamento del vigor y
elegancia de la Lengua Castellana, I, p. 79, seg. ed. <<

www.lectulandia.com - Página 1646


[63]El Diccionario de Autoridades justifica el uso de boto, a, con el siguiente verso
de Ercilla (76-31):

Unos botas espadas afilaban…;

a que habría podido añadir el siguiente (87-1-4):

A probar si la lanza lleva bota…

Véase lo indicado más atrás respecto a acicalar. <<

www.lectulandia.com - Página 1647


[64] Propia en Rosell; propria, en la edición de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1648


[65] Cudicia, enmendado en codicia por Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1649


[66]Sustén, que ya ocurrió antes: No trae el léxico de la Academia ni como anticuado
este sustantivo sustén y sólo la forma analógica de sustenido, por sostenido, en el
valor que le corresponde en Música. Zerolo registra a sustener, empleado por Pedro
de Rúa en una de sus cartas al Obispo de Mondoñedo. <<

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[67]Lanterna, como se decía antaño, por linterna: «… llegáronle a los ojos dos o tres
lanternas, a cuyas luces descubrieron un rostro…». Don Quijote, P. II, cap. 49. <<

www.lectulandia.com - Página 1651


[68]Observa el léxico que la frase adverbial y figurada a sombra de tejado, o de
tejados, que vale encubiertamente, a escondidas, de ordinario se usa con el verbo
andar. Con traer, lo hallo usado en Chile por Núñez de Pineda (p. 208): «… y era
forzoso traerme oculto de rancho en rancho y a sombra de tejado, (como dicen)…».
<<

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[69]«De crédito y honor los necesita… el peligro le necesita; la razón nos necesita,» y
en otros muchos pasajes de La Araucana en que ese verbo está empleado como
activo, en su valor de obligar, compeler. <<

www.lectulandia.com - Página 1653


[70] Hacer su hecho, que ya se vio antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1654


[71] Nota marginal de la ed. de 1605: «Entiéndase la Verdad». <<

www.lectulandia.com - Página 1655


[72]Observaba Bello que «no hace mucho tiempo que los verbos… como traer y sus
compuestos… se conjugaban con la raíz truj en las formas de la quinta [familia] truje,
trújese… La plebe, añade, suele todavía conjugar así estos verbos». <<

www.lectulandia.com - Página 1656


[73] Repítese aquí del Atacunga, por de Latacunga. <<

www.lectulandia.com - Página 1657


[74]Adviértase que esta voz máquina se escribía antiguamente machina, como se
halla en la edición de 1605 , siguiendo la forma griega de que procede. <<

www.lectulandia.com - Página 1658


[75] Por demás, modo adverbial: en vano, inútilmente. <<

www.lectulandia.com - Página 1659


[76]He aquí lo que respecto a este hecho refiere Ordóñez de Ceballos: «En este
tiempo dieron un arcabuzazo a el maese de campo Bellido, y le quebraron una pierna,
y como no murió, quiso curarlo un médico portugués, y lo acabó con una purga.
Díxose que todo había sido por mandado del general Pedro de Arana y que fué su
grande amigo Olmos el que se la tiró, porque de secreto hacía grandes servicios, y
para lo público se halló después con cartas del Pedro de Arana, en que decía él se lo
mandaba, y por eso se libró». <<

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[77]
Nao sin gobernalle: voces que el léxico da como sinónimas de nave y timón, sin
que caigan en la nota de anticuadas. <<

www.lectulandia.com - Página 1661


[78] Basa en la edición de 1605, que para en este caso tanto da como base. <<

www.lectulandia.com - Página 1662


[79] Pesadumbre en su valor de pesantez, ya notado. <<

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[80] Tocar al arma, frase sobre la que hay nota. <<

www.lectulandia.com - Página 1664


[81] Adevinando, que ya ocurrió anteriormente. <<

www.lectulandia.com - Página 1665


[82]Aflojar la cuerda, frase figurada que en este caso vale «descansar de un trabajo o
tarea». <<

www.lectulandia.com - Página 1666


[1] Por manifiesto yerro de imprenta, Gastando, por Gustando, en la edición de 1605.
<<

www.lectulandia.com - Página 1667


[2]Este verso es pura reminiscencia de otro que se encuentra en La Araucana
(603-4-6):

Ni la larga prisión impertinente


Do estuve tan sin culpa molestado. <<

www.lectulandia.com - Página 1668


[3] Propia, en Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1669


[4] Casos, por pasos, en la edición de Rosell, tal vez por errata. <<

www.lectulandia.com - Página 1670


[5]Irse uno de boca, enseña el léxico, es frase figurada, que vale «dejarse llevar del
vicio». <<

www.lectulandia.com - Página 1671


[6] Balada, nos dice el léxico, como voz de germanía, vale concierto, convenio. <<

www.lectulandia.com - Página 1672


[7] Hallaba, aspirando la hache, para la medida del verso. <<

www.lectulandia.com - Página 1673


[8] Designo por designio, ya notado antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1674


[9]Con armada mano es modismo corriente, dicho hoy más generalmente a mano
armada. Con aquella preposición se le halla en los escritores del siglo XVI, Ercilla
entre ellos, que dijo así (136-5):

Entrar el pueblo con armada mano… <<

www.lectulandia.com - Página 1675


[10]Embaidor, usado como sustantivo, que vale embustero. Es voz de uso muy
frecuente en el lenguaje inquisitorial. <<

www.lectulandia.com - Página 1676


[11]
Echar el resto, frase figurada, vulgar, que vale «hacer todo el esfuerzo posible».
Había ocurrido ya antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1677


[12] Nota del autor: «Bartolomé Carreño, que era corregidor de Guayaquil». <<

www.lectulandia.com - Página 1678


[13]Otra nota del autor: «El capitán Lorenzo Fernández de Heredia, caballero nacido
en estas partes, corregidor de Loja y Zamora». <<

www.lectulandia.com - Página 1679


[14]
Aspeto, por aspecto, para evitar el sonido que parecía demasiado fuerte de la
combinación ct, como ocurría con la de gn y otras. <<

www.lectulandia.com - Página 1680


[15]
Sigue Oña en nota: «El maese de campo Gonzalo Fernández de Heredia, de la
Casa del Conde de Fuentes». <<

www.lectulandia.com - Página 1681


[16] Alude el poeta a las revueltas de Gonzalo Pizarro y Francisco Hernández Girón.
<<

www.lectulandia.com - Página 1682


[17]Alacranar, verbo de la invención de Oña, sacado de alacrán, y que vale así,
envenenar, inficionar, contaminar. <<

www.lectulandia.com - Página 1683


[18] En forma análoga escribió Ercilla tal encarecimiento (325-1-6):

Allá en su quinto trono el fiero Marte …

Y así también Lope de Vega (El Brasil restituido, Obras de…, XIII, 110):

Si tiene bandera alguna


En su quinta esfera Marte…

Cervantes en el Canto de Caliope, lib. VI:

Será de poco fruto mi fatiga,


Aunque le suba hasta la quinta esfera.

Este valor de superlativo damos al ordinal quinto en varias locuciones familiares,


como los quintos infiernos, la quinta esencia de los caballeros andantes, como lo era
don Quijote, al decir de Cervantes. <<

www.lectulandia.com - Página 1684


[19] Acompañan, por errata, en la edición de Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1685


[20]Hacer tuerto, más usado en plural, tuertos, y, sobre todo, empleado con deshacer,
y no entuertos, según observa Rodríguez Marín. Hacer tuertos y enderezar tuertos,
escribió Cervantes en Don Quijote. Tuerto, comenta Cejador: «Agravio, mal hecho,
como tort en francés, propiamente torcido, lo opuesto a derecho, de donde enderezar
tuertos». <<

www.lectulandia.com - Página 1686


[21] Propio, en Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1687


[22]Saber en su significado de sapidez, y así, diríamos hoy a qué sabe; pero como en
su sexta acepción ese verbo vale también parecerse, de ahí la forma analógica de su
empleo con se. <<

www.lectulandia.com - Página 1688


[23]
Bullir, verbo neutro, usado aquí como reflexivo, sin duda por analogía con
menearse, observa Cuervo, con vista de este verso de Ercilla (207-1-8):

Que, aunque muerto (de fresco) se bullía…

Y en tal valor se le halla también empleado en Don Quijote: «… pero viendo que el
que tenía asido no se bullía ni se meneaba, se dio a entender que estaba muerto…». P.
I, cap. 16. <<

www.lectulandia.com - Página 1689


[24] Estampida y estampido valen lo mismo. Ercilla (271-5-1): usó de aquella forma:

Sintióse en el Estado la estampida…

y también uno de nuestros poetas de la colonia, Mendoza Monteagudo, Guerras de


Chile, p. 193:

Donde el feroz caballo de estampida


Dio con el dueño fiero gran caída.

Estampido es la forma que ha predominado, y según el léxico de la Academia,


estampida se ha convertido en estampía, y éso, sólo con partir, salir, embestir, de
estampía, cual en el último de los pasajes que dejo citados, y significa «hacerlo de
repente, sin preparación ni anuncio alguno». <<

www.lectulandia.com - Página 1690


[25]Nota del autor: «El capitán Fernando de Valera, corregidor de Paita, valeroso
soldado de Flandes». <<

www.lectulandia.com - Página 1691


[26]
Nueva nota de Oña: «El licenciado Marañón, visitador y oidor más antiguo de la
Audiencia de Quito». <<

www.lectulandia.com - Página 1692


[27] Ercilla escribió (169-3-4):

Otras frenan el paso y lo detienen…

y en varios lugares del poema habla de «frenar el furor, frenando a la osadía», en los
que frenar vale moderar, muy corriente antaño, en la milicia especialmente.
Frenar, en su forma figurada, equivalente a refrenar, es anticuado, según el léxico.
<<

www.lectulandia.com - Página 1693


[28] Praticar, que por rara excepción conservó Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1694


[29]Entrar, en la acepción que ya se notó más atrás: como verbo activo, en su
significado de «invadir u ocupar a fuerza de armas» un castillo, una plaza fuerte, una
ciudad, comunísimo antaño. <<

www.lectulandia.com - Página 1695


[30] Fuerza, que vale tanto como abundancia, cantidad, según se advirtió ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1696


[31] Batizado, que ya ocurrió antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1697


[32]Falta en la edición de 1605, que en esto sigo, el dativo le, en realidad pleonàstico,
supresión que resulta elegante, a la vez que deja el sentido de la frase perfectamente
claro. <<

www.lectulandia.com - Página 1698


[33]Lima, en todas las ediciones, donde yo leo Rimac, pues mal se aviene con el
nombre de esa ciudad el calificativo de su cana frente, que, por el contrario, cuadra
perfectamente aplicado al correntoso Rimac. La errata ha provenido, a mi juicio, de
que suena más Lima que Rimac en la historia del Perú. Es yerro que ya se notó antes.
<<

www.lectulandia.com - Página 1699


[34]
A más andar, modo adverbial sobre el cual quedó nota y que ha ocurrido en otros
dos pasajes del poema. <<

www.lectulandia.com - Página 1700


[35]Cuenta así este suceso, revelándonos el nombre del muerto, Ordóñez de Ceballos
en su citada obra, hoja 217 vuelta: «Otra vez fueron tocando al arma, y cercaron las
casas Reales, todo a no más de decir que no las cerrasen, y que saliesen, y no los
hiciesen traidores; y un soldado, visto que por una ventana, descubría una cabeza a
mirar, le tiró, y pasó la bala por la frente y mató a un honradísimo mozo, llamado
Hernando Lagarto, sobrino del Oidor General». <<

www.lectulandia.com - Página 1701


[36] Visorrey, aquí, anticuado, y en su forma actual en el sumario de este mismo canto.
<<

www.lectulandia.com - Página 1702


[37] Instrución, que Rosell puso en su forma actual. <<

www.lectulandia.com - Página 1703


[38]Hay en este verso una enmienda de bulto en la edición de 1605, pues en la
príncipe, seguida por Rosell, se lee Algunos sacerdotes, y la frase se cambió en
Algunos de la toga. <<

www.lectulandia.com - Página 1704


[39]Otra enmienda de más consideración aún media en esta estrofa, que se suprimió
en la edición de 1605 , y en su lugar se puso:

Que cuando ya una vez pierde la rienda


En el demás razón el apetito,
Querello detener es infinito,
Y más si tiene ya metida prenda:
Mas el Marqués en esto puso enmienda
Haciéndolos echar luego de Quito
Para que no sirviesen sus razones
Al encendido fuego, de tizones. <<

www.lectulandia.com - Página 1705


[40] De en su valor de desde, como en este verso de Ercilla:

Canten de hoy más los que tuvieren vena… <<

www.lectulandia.com - Página 1706


[41] Leo del, como está en la edición de 1605 , en vez de de, que trae Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1707


[42]En la edición de Rosell, déste; con lo que parece referirse a «cosas de este
hombre,» en la de 1605 , seguida por mí: que éste, «las cosas que este hombre
previno». <<

www.lectulandia.com - Página 1708


[43]
Recuérdese lo dicho acerca del valor que corresponde a entrar en la acepción que
aquí tiene. <<

www.lectulandia.com - Página 1709


[44] Solertísimo, superlativo de solerte, del latino solers, -ertis: sagas. <<

www.lectulandia.com - Página 1710


[45] Mostralle, que Rosell cambió en mostrarle. <<

www.lectulandia.com - Página 1711


[46]
Por yerro de imprenta, al parecer, pudiese, por pusiese, en la edición de Rosell.
Pusiese es lo que conviene al sentido y lo que se lee en la de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1712


[47]Término forense es éste de acusar rebeldía, que se dice del litigante que no
responde o no comparece en juicio dentro del término que le fué asignado por el juez.
<<

www.lectulandia.com - Página 1713


[48]Temblarle a uno la contera, es frase figurada que se halla en el léxico y vale
«sentir gran temor». <<

www.lectulandia.com - Página 1714


[49]Placero, en su acepción figurada, se dice de las personas que andan por las calles
y plazas sin tener nada que hacer en ellas. Hernán Núñez trae el siguiente refrán: «La
mujer placera dice de todos, y todos della». <<

www.lectulandia.com - Página 1715


[50]
Efeto, en la edición de 1605 , como en tantos otros lugares del poema, que Rosell
cambió en su forma actual. <<

www.lectulandia.com - Página 1716


[51]Clíptica, en todas las ediciones, adjetivo que el poeta formó, por licencia poética,
del latino eclypticus, a, um. <<

www.lectulandia.com - Página 1717


[52]Lo tiene que, se lee en Rosell; lo tiene de, en la edición de 1605, que sigo en esto,
pues tal era el régimen corriente de ese verbo antaño, cuando valía precisión,
obligación forzosa, de que nos ofrece muchos ejemplos Cervantes en Don Quijote; v.
g.: «que tengo de venir;» «pues qué más tengo de ver;» «que me tengo de armar;»
«tengo de caminar,» etc. <<

www.lectulandia.com - Página 1718


[53]Animo zaino, esto es, oscuro, tomado el símil del caballo zaino, que se dice del
castaño que tira a negro, sin otro color. <<

www.lectulandia.com - Página 1719


[54]Un niño en la edición de Rosell; suprimo el artículo indefinido, siguiendo la de
1605 , pues ni lo requiere la medida del verso, ni le presta elegancia, ni hace falta
alguna. <<

www.lectulandia.com - Página 1720


[55]Cuidar, en su valor de dar cuidado; contrapuesto a descuidar, que va en el
siguiente verso; ambos como neutros. <<

www.lectulandia.com - Página 1721


[56]De un Vega, dice Oña. Llamábase Juan, según lo apunta Ordóñez de Ceballos
(hoja 216 vlta.), advirtiendo que fué uno de los tres capitanes de infantería elegidos
por los rebeldes.
En la edición de 1605 se puso que a las, donde Rosell, siguiendo la lección de la
príncipe, conservó que las, pues no hace falta la preposición. <<

www.lectulandia.com - Página 1722


[57]Alusión al juego de la primera, cuando ya el jugador tiene tres cartas de distinto
palo y espera sólo una con el cuarto para ganar la partida. <<

www.lectulandia.com - Página 1723


[58]De Pirú, en la edición príncipe, seguida por Rosell; del Pirú, en la de 1605, como
se decía ya en tiempos de Cervantes, que en el Quijote conservó la prístina forma
Pirú y le añadió el artículo: «Mi menor hermano está en el Pirú»… P. I, cap. 42. <<

www.lectulandia.com - Página 1724


[59] Nota marginal en la edición de 1605 a la última frase de este verso: «Chile». <<

www.lectulandia.com - Página 1725


[60]Llerena era contador de la Real Caja y se llamaba Pedro (Ordóñez de Ceballos,
hoja 216 vlta.). Este autor no hace mención alguna de Castañeda. <<

www.lectulandia.com - Página 1726


[61]
Por evidente yerro de imprenta, acarreaba en la edición príncipe, seguida por
Rosell; carteaba, que es lo que tiene sentido y lo que trae la de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1727


[62] Priesa en la edición de 1605; prisa en la de Rosell, que valen lo mismo. <<

www.lectulandia.com - Página 1728


[63]Torpedo, nombre de un pez, de que tomó nombre la actual arma de guerra así
llamada. <<

www.lectulandia.com - Página 1729


[64]Pongo de, siguiendo la edición de 1605 , en lugar de los, que leyó Rosell, pues no
eran los traidores los que adornaban con cuerpos los corredores, sino que, muy al
contrario, estaban adornados con sus cuerpos. <<

www.lectulandia.com - Página 1730


[65] Bastecido es anticuado, por abastecido que se usa hoy. <<

www.lectulandia.com - Página 1731


[66]Sembrar de sal, es frase que se dice de los edificios arrasados por castigo, como
lo advierte el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1732


[67]Plagas se lee en la edición de Rosell, voz que está en singular en la madrileña de
1605. En el valor que tiene aquí es voz anticuada, por llaga, como se la ve empleada
por Ercilla (47-2-3) en la famosa arenga de Lautaro:

Yengerís en el tronco generoso


Una incurable plaga, una dolencia… <<

www.lectulandia.com - Página 1733


[68] Le, se enmendó en la edición de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1734


[69]También trae Ordóñez de Ceballos noticias de este hecho, dándonos el nombre de
ese viejo: «Aquel Lunes Santo amaneció colgado el buen viejo Arcos, y Martín
Ximeno, por las cartas arriba referidas, que fué un espectáculo grandísimo ver un
viejo, con la coleta como la nieve, de noventa y tres años, y que tanto había servido al
Rey, y un mozo gentil hombre, muy galanamente vestido y de lo más granado de la
ciudad, y Lunes Santo amanecer así». Hoja 219 vlta. <<

www.lectulandia.com - Página 1735


[70]Cuanto y más, como se decía antaño, menos frecuentemente, sin embargo, que
cuanto más, que es la forma en que se halla en Don Quijote esta frase adverbial; pero
en la que aquí tiene la empleó Cervantes mismo en El Rufián dichoso (p. 45 , ed. de
las Comedias y entremeses de…, Madrid, 1749 , 4.º):

VISIEL.— En un instante
Nos quita de las manos Dios el alma
que se arrepiente y sus pecados llora:
cuanto, y más, que ésta estaba enriquecida
con las gracias del Fraile, hi de bellaco. <<

www.lectulandia.com - Página 1736


[71] Corruto, forma vulgar de corrupto, que vimos antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1737


[72]Echa, en la edición de Rosell, posiblemente por no haber considerado el valor
ortográfico que en otro tiempo tenía la a, equivalente a an; Echan, enmendó la
madrileña de 1605 , y el plural es lo que exige aquí la gramática. <<

www.lectulandia.com - Página 1738


[73] Asentada, por afrentada, en la edición de 1605. No había necesidad de tal
enmienda, pues el valor de afrentado, como si se dijera avergonzado, cuadra mejor al
pensamiento del poeta, al manifestar que la vergüenza y el escarmiento fueron los
factores que produjeron la larga duración posterior del estado de paz. <<

www.lectulandia.com - Página 1739


[74] A canto, modo adverbial anticuado, que ocurrió ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1740


[75] Marañadas, de marañar, anticuado en esta forma. <<

www.lectulandia.com - Página 1741


[76] Cierto, adverbio afirmativo, por ciertamente. <<

www.lectulandia.com - Página 1742


[77]Vanidad, en su acepción de «vana representación, ilusión o ficción de la fantasía»;
así también vano en este verso de Ercilla (175-5-1):

En gran silencio vuelto el rumor vano…

La vanidad de las cosas humanas es frase corriente entre los moralistas. Un escritor
chileno de fines del siglo XVI, echándolas de teólogo, decía: «… el que pone su
cuidado, su ánimo y su corazón en la vanidad de dioses falsos, se transforma en
ellos». Núñez de Pineda, obr. cit., p. 219. <<

www.lectulandia.com - Página 1743


[78] Secutar, por ejecutar, que ya ocurrió en varios pasajes notados anteriormente. <<

www.lectulandia.com - Página 1744


[79]Dar finiquito, es frase figurada y familiar, nota el léxico, que significa «acabar
con el caudal o con otra cosa». <<

www.lectulandia.com - Página 1745


[80] Intricar, que tanto vale como intrincar, según advierte el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1746


[81] Ecede, puesto por Rosell en su forma corriente hoy: excede. <<

www.lectulandia.com - Página 1747


[82]
Colocólo: figura bien conocida del poema ercillano.
Nota del autor: «Araucana, canto IX». Precisando la alusión, diré que ella se
encuentra en 149-5 a 8:

No sé cual fué la espada señalada


Ni aquel brazo pujante y provechoso,
Que el mástil cercenó del araucano
Y dos dedos con él de la una mano. <<

www.lectulandia.com - Página 1748


[83] Quien, refiriéndose a cosa, cual solía usarse antaño, según se notó ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1749


[84] Soltura, en su valor de solución, es anticuado, nota el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1750


[85]Cursado, que en Chile sustituímos por versado, y que vale también práctico,
ejercitado. Ercilla (509-1-1):

Como el cursado cazador, que tiene …

«Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las
aventuras». P. I, cap. 8. <<

www.lectulandia.com - Página 1751


[86] Reparar, en su valor de suspender, detener, notado antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1752


[87] Cesar, con el régimen de, donde hoy emplearíamos en. <<

www.lectulandia.com - Página 1753


[1]Molchén, que viene, quizás, de mol, cierta paja que comen los caballos; y gen,
partícula que, pospuesta a los adjetivos, los hace abstractos, y a los verbos, nombres.
(Febrés). Sería entonces, «nacido en el pasto». Chiappa. <<

www.lectulandia.com - Página 1754


[2]Llarea, probablemente, de llareta, nombre indígena de una umbelífera, cuya
verdadera grafía, de su procedencia quichua, debe ser yareta. <<

www.lectulandia.com - Página 1755


[3] Contino, que ya ocurrió antes, donde quedó nota. <<

www.lectulandia.com - Página 1756


[4] Poner en opinión: frase que ocurrirá luego, y vale poner en duda, en disputa. <<

www.lectulandia.com - Página 1757


[5] Eso, por esto, en la edición de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1758


[6]Respeto, anticuado, por respecto, como escribía aún Cervantes en la Segunda Parte
de Don Quijote, (cap. 6): «… como lo es la punta de la pirámide, que respeto de su
basa o asiento no es nada». <<

www.lectulandia.com - Página 1759


[7]Que así que así, frase que ocurrió ya: modo adverbial que significa de cualquiera
suerte, dé todos modos. El léxico lo da como equivalente de así
como así. <<

www.lectulandia.com - Página 1760


[8]Nuevo recuerdo de Oña a su nacimiento en Chile. Por los datos que hasta ahora
tenemos, no es posible señalar con exactitud la fecha en que se trasladara desde su
patria al Perú, y lo único que al respecto puede afirmarse, es que se hallaba en Lima a
mediados de 1590. Véase la nota 12 del prólogo que puse a la reimpresión de El
Temblor de Lima de 1609.
Muy digna de tomarse en cuenta es también la declaración que aquí estampa de haber
andado hasta entonces «vagaroso y peregrino,» circunstancia de su vida que no ha
sido notada hasta ahora y que merece algún esclarecimiento para quien rehaga la
biografía de nuestro poeta. <<

www.lectulandia.com - Página 1761


[9]Vagaroso, voz sobre la que hay nota: vagoroso en vez de vagaroso, derivado de
vagar. <<

www.lectulandia.com - Página 1762


[10]Visto el pastor: ejemplo de ablativo absoluto a la latina, en que media la supresión
del verbo haber: giro que es corriente en escritores de ese tiempo y de que algún
ejemplo se nos ha presentado ya en el Poema. <<

www.lectulandia.com - Página 1763


[11]Pilcotur: su traducción del araucano sería, según el P. Mansilla, «beber con
bombilla,» y su forma recta en esa lengua Pilcotue, y entonces podría interpretarse:
pilco, color rojo, y tue, la tierra, como uno de los elementos. Chiappa. <<

www.lectulandia.com - Página 1764


[12] Recibir, enmendó Rosell, poniendo el vocablo a lo moderno. <<

www.lectulandia.com - Página 1765


[13]Solene y solenisar, son voces que se hallan en La Araucana y en autores que
escribieron después que Ercilla y Oña. González de Nájera: «De la manera que
celebran los indios sus más solenes bailes y fiestas». Suárez de Figueroa, El Pasajero,
hoja 205 : «Sé decir que la burla fué solene…». <<

www.lectulandia.com - Página 1766


[14]Húmido, en la edición de 1605 y sin duda en la príncipe, que Rosell enmendó en
su forma actual. A los ejemplos que de tal forma apunté en la p. 76 , añadiré que así
seguía escribiéndose en América, v. gr., por el P. Hojeda, aún mucho después que
nuestro poeta lo hizo (La Cristíada, hoja 53 ):

Dixo, y postrado el húmido semblante… <<

www.lectulandia.com - Página 1767


[15]Ya queda dicho que el español que pereció a manos de los indios fué Hernán
Guillen. <<

www.lectulandia.com - Página 1768


[16]Rosell no entendió, al parecer, lo que significa sobreaguado, pues en su edición
puso sobre agudos, gazapatón que habría podido evitar si hubiese consultado el texto
de la edición de 1605, o siquiera recordado que yá había ocurrido antes en el poema
ese mismo adjetivo. (Canto V). <<

www.lectulandia.com - Página 1769


[17]Mancón, probablemente, de man, lado y mano derecha, y de cum, cosa colorada;
diríamos entonces: «el de la mano derecha colorada». Interpreto valiéndome de
Febrés. <<

www.lectulandia.com - Página 1770


[18]A cuento es modo adv., que el léxico define: «al caso, al propósito». Así,
Cervantes escribía (Don Quijote, P. II, cap., 17): «… cuando querían o cuando les
venía a cuento…». <<

www.lectulandia.com - Página 1771


[19] En la edición madrileña de 1605, en lugar de yo no soy: no soy yo. <<

www.lectulandia.com - Página 1772


[20]Cortado del Cáucaso, esto es, formado de una materia tan dura como la de
aquellos montes. Cortado, en su valor de esculpido, que le señala el léxico, es
anticuado. <<

www.lectulandia.com - Página 1773


[21] Desgrado, por desagrado, cae hoy entre las voces anticuadas. <<

www.lectulandia.com - Página 1774


[22]Arribar sobre, es régimen que no consulta Salva ni como anticuado, cual sucede,
con acudir y venir, pero que, sin ir más lejos, lo hallo empleado en pasajes como
éstos de La Araucana: «… Caupolicán viene con un poderoso ejército sobre la ciudad
Imperial…».

Al socorro sobre ellas acudieron…

(unas naves sobre otras) (396-3-6): frases en las que hay que considerar el valor de la
preposición sobre. <<

www.lectulandia.com - Página 1775


[23]Plácito, es voz que no se halla en el léxico, y que vale, según el contexto de la
frase en que se la ve empleada, tanto como aceptación; del latino placitus y que en
nuestra habla entra como segundo componente de bene-plácito. Formóla, quizás, el
poeta del placet, providencia que antaño se ponía en recursos judiciales o
administrativos, equivalente al actual como se pide. <<

www.lectulandia.com - Página 1776


[24]Interese, por interés, lo da el léxico como anticuado, de modo que no media
licencia alguna poética en este verso para la rima.
Interese escribía también Ercilla (598-1-4):

Desnudo de interese y pretensiones…

Añádase a esto lo dicho en la nota 14 de la p. 463. <<

www.lectulandia.com - Página 1777


[25]
En la edición de Rosell, freno, por seno, yerro que, sin duda, provino de haber
tomado la s en su forma antigua por la f. <<

www.lectulandia.com - Página 1778


[26]
Otro yerro manifiesto de la misma edición al poner puro (¡después de haber dicho
impío!), donde la madrileña leyó correctamente crudo. <<

www.lectulandia.com - Página 1779


[27]Y aquí ocurre un tercer yerro de imprenta en la misma estrofa; pero esta vez en el
texto de la edición madrileña, que puso acuerdo, por acerbo. <<

www.lectulandia.com - Página 1780


[28]Venir a la melena, que en nuestro vulgar chileno decimos venir a las mechas, por
acalorarse en una disputa hasta llegar a trabarse del pelo, frase que en ninguna de sus
dos formas se halla en el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1781


[29] Contino, ya notado antes, por continuo. <<

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[30] Recebí, enmendado por Rosell en su forma corriente hoy. <<

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[31]No registra el léxico ni como anticuada esta voz antegénito, y del simple, sólo a
genitor con ese dictado. Diráse, pues, que vale antepasado, ascendiente, literalmente:
de los antes engendrados. <<

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[32]Alteza, sinónimo de altura en sus tres primeras acepciones, al decir del léxico, y
figuradamente «elevación, sublimidad, excelencia». Así empleaba también esa voz
Ercilla (19-1-2):

A la engañosa alteza desta vida…,

y Cervantes en unos versos de Galatea, en los que se pone bien de manifiesto el valor
que tiene:

¡Oh pastoral bajeza,


Más alta que la alteza
Del cetro más subido y levantado!
<<

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[33]
Ya se notará que llegar tiene en esta frase el mismo valor que llevar, y así resulta
también del siguiente ejemplo de Ercilla (170-1-7):

Llegar la empresa al cabo comenzada… <<

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[34]Ganar por la mano, frase figurada de que el poeta usó también en ocasión
anterior, donde quedó nota. <<

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[35]
Desa, en la edición madrileña de 1605 , que prefiero a désla, que se halla en la de
Rosell, pues el araucano alude a los españoles, <<

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[36] Juega aquí el poeta de las dos acepciones de alto, en su sentido figurado
refiriéndose a los españoles, y en el propio, al aludir a las nubes. <<

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[37]
Conservo aquí desta, como Rosell, donde la edición madrileña enmendó desa,
pues Galbarino habla de su propia mano. <<

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[38]Otro juego del vocablo blanco, como sustantivo la primera vez, y como adjetivo
la segunda, en su valor de en blanco, esto es, sin lograr el objeto que se persigue. <<

www.lectulandia.com - Página 1791


[39] Sulcar, anticuado, que ya se notó, por surcar, que se dice hoy. <<

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[40]
Balizado, en la edición madrileña, que tanto se empleaba como en su forma latina
baptizado, según se dijo. <<

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[41] Secutar, que ya ha ocurrido en varias ocasiones anteriores, por ejecutar. <<

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[42]Tan duro pecho, frase de ablativo absoluto, en la que se suprime la preposición
de, a la latina. <<

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[43]Crueza, que algunos preceptistas dan como licencia poética, suprimida la d de
crudeza, y que otros, como el P. Mir, consideran efecto de descuido o rareza en los
clásicos que la emplearon en esa forma, y que, si bien es, indudablemente, anticuada,
cual lo dice el léxico, no vale lo que crudeza, sino crueldad, según creo haberlo
demostrado al comentar los dos versos de La Araucana en que se halla esa voz (88-2-
5; 190-1-2). <<

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[44]Hacer gente, frase que trae el léxico como ejemplo de que hacer vale en tal caso
juntar, convocar, y que es correntísima en los documentos y cronistas de la época de
la conquista en América. Bástenos con este ejemplo que Pedro de Valdivia nos ofrece
en su carta de 4 de septiembre de 1545 a Carlos V: «Como esta tierra estaba tan mal
infamada como he dicho, pasé mucho trabajo en hacer la gente que a ella truje…».
<<

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[45] En peso, modismo sobre cuyo valor quedó nota más atrás. <<

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[46] Ainavillo, cacique de quien trata Ercilla en su poema, llamándole:

Honor de los pencones y caudillo. <<

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[47]Glaroa, que bien pudiera ser nombre de aquella Glaura, inmortalizada por
Ercilla, escrito en forma más próxima al idioma araucano. <<

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[48]
Los, trae la edición de Rosell; prefiero sus, que enmendó la de 1605, que resulta
más determinado. <<

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[49]
Rauco, o Arauco, que vienen a ser lo mismo, si bien la primera forma se ajusta
más a su procedencia araucana Ragco, que significa «agua gredosa». <<

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[50] Millalauco es nombre indígena de La Araucana. <<

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[51]Como, en todas las ediciones, donde, evidentemente, lo que corresponde es con
para el recto sentido de la frase, y, por tal motivo, para que el verso conste, <<

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[52]leo perfeción, forma que Rosell cambió en perfección, modernizando esa voz.
Edad perfeta, escribió Ercilla; y Cervantes, perfeción, en varios lugares de Don
Quijote. <<

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[53] Yo presente, cual dijo también Ercilla (364-5-2):

Puso la diestra mano (yo presente)…

frase en la cual se ha suprimido el estar o hallarse, que el mismo Ercilla no omitió en


el siguiente caso (280-5-2):

Hallándome con otros yo presente…:

construcción que corresponde, como lo nota Rodríguez Marín comentando una frase
del Quijote, en la que se lee «él ausente», al ablativo absoluto de los latinos. <<

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[54] Cresta, en su valor de copete, el cabello que se trae levantado sobre la frente. <<

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[55]
Salto, como si dijera medida de lo que hay entre el punto de donde se salta y
aquel a que se llega. <<

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[56] Volvió Rosell a cambiar aquí perfeta por perfecta. <<

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[57]
Mota, que, figuradamente, vale, como enseña el léxico, «defecto muy ligero o de
poca entidad que se halla en las cosas inmateriales». <<

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[58] Laude en su valor de alabanza tiene hoy la nota de anticuado. <<

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[59]Acotación marginal en la edición de 1605 : «Peteguelén, con quien siempre
anduvo encontrado Tucapel.— Araucana, canto XVI». <<

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[60] Corrección de Rosell, conmigo, donde el texto dice comigo ya notado antes. <<

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[61] Soltura, en su acepción de solución, se advirtió más atrás, es anticuado. <<

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[62]Extremo, extremadamente, por extremo, suprimida la preposición por licencia
poética. <<

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[63] Perfección en Rosell, siempre modernizando los vocablos. <<

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[64]Vasera, dice el léxico, vale en una de sus acepciones, «salvilla grande y con asa,
en que llevan los vasos las aguadoras y vendedores de refrescos». <<

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[65]Nota del autor en Palquín: «El nombre del mastín». Los chilenos comprendemos
luego que tal nombre procede de palqui, voz incorporada ya en el Diccionario de la
Real Academia. <<

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[66]Mesura, anticuada en algunas de sus acepciones, no lo es en la que aquí reviste,
de reverencia, cortesía. «Mesura, dice Covarrubias, es un género de reverencia que
se hace a la persona venerable,» y en tal valor aparece dos veces en Don Quijote, una
de ellas ésta: «… y haciendo mesura con la cabeza al Visorrey…». <<

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[67] En el canto siguiente hay nota sobre el valor que tiene aquí colgar. <<

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[68]No consulta el léxico este modo adverbial mas antes, que, metafóricamente, dice
Cuervo (Dice, de Construcción y Régimen, I, p. 489 ), «una vez que significa
preferencia, puede ésta referirse a los términos, a los conceptos que acaban de
expresarse; y cuando esto sucede, por el hecho de denotar la preferencia que se da a
lo que sigue con respecto a lo que precede, asume fuerza correctiva. Más bien, mejor
dicho, por el contrario;» citando varios ejemplos en que tal es el valor de antes como
adverbio. <<

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[69]Acotación marginal en la edición de 1605: «Frasis propio de estos indios, contar
los días por el sol,» aserto sobre cuya exactitud no faltaría qué observar. <<

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[1]
«Tomar la mano (para negociar o hablar)», Correas, Vocabulario de refranes, p.
161. Ercilla nos ofrece varios ejemplos de este modismo, v. g., (25-1-8):

A razonar así tomó la mano…

y ocurre también algunas veces en Galatea de Cervantes. <<

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[2]Vitoria, que Rosell cambió en victoria, al paso que dejó felice, adjetivo poético, al
decir del léxico, por más que frecuentemente se le halle en tal forma en prosa y en
sólo ella en Don Quijote: «… con otros sucesos dignos de felice recordación…» «…
tan felice y no tan vista imitación…». Parte I, caps. 8 y 25. <<

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[3] Visorrey y Pirú, ya notados antes como formas anticuadas. <<

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[4]Sobre las niñas de los ojos es frase figurada que consigna el léxico, y la define
«sobre los ojos,» y bajo esta locución, que con «el verbo poner y otros se usa para
ponderar la estimación que se hace de una cosa». Ocurre varias veces en Don
Quijote, v. g., (I, cap. 33): «… le pondré yo sobre las niñas de mis ojos…». <<

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[5]No consigna el léxico este refrán, que se halla en los del Comendador Griego
expresado así: «Por el dinero baila el perro». <<

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[6] Pieza, en su valor de tiempo, que ya se vio en otros lugares. <<

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[7] Frenar, ant, por refrenar, que ocurrió antes. <<

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[8]No se halla en el léxico la acepción que corresponde en este verso a escotar, que
parece ser la de rodear, como en otro verso de La Araucana (349-4-2):

Que ciñe el mar su tierra y la rodea,

y del cual semeja una imitación. <<

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[9] Escura, forma que por excepción conservó Rosell. <<

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[10] A mal recado, o recaudo, como antes ocurrió a buen recado, de que se puso nota.
<<

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[11]
Poner, o traer, al tablero una cosa, dice el léxico, es frase figurada, que vale
aventurarse. <<

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[12]Acotación marginal de la edición de 1605 : «Porque treinta y siete años pasaron
del cumplimiento desto cuando lo profetiza». <<

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[13]
Nota del autor: «Los pesos de oro que robó en Santiago [Valparaíso] y otras
muchas cosas de comidas y aparejos de navios». <<

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[14]Corsario, donde la edición de 1605 y seguramente la príncipe, traen cosario.
«Cosario, define Covarrubias, el que anda a robar por la mar, pirata,» y en tal forma
aparece escrita esa voz en Don Quijote, y cosario escribía aún en Chile, mediado el
siglo XVI, el P. Ovalle, aplicando tal voz a un indio araucano: «… solicitando a esto el
gran cosario y rebelde enemigo de los cristianos Pailamacho…;» donde cosario
equivale al que hace incursiones por tierra para robar. Cosario se dice en Andalucía
del emisario que acostumbra llevar de un pueblo a otro encargos o encomiendas. <<

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[15]
Contradición, como escribía aún Cervantes (Don Quijote, P. II, cap. 44): «…
implicaría contradición muy grande…». <<

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[16]Conflito, escribió Oña y así está este vocablo en la edición de 1605 , cual se decía
antaño, y así aparece en La Araucana (388-1-6):

Deste naval conflito el rompimiento…

En tal forma la usó también nuestro poeta en su Temblor de Lima fol. 9 vlto.:

Solas murieron seis en tal de conflito…

«Conflito, define Covarrubias, el aprieto y necesidad en la guerra, cuando cierra un


campo con otro, del verbo latino confligo… y de allí llamamos conflito cualquier
aprieto o trabajo en que nos vemos con angustia y peligro». Hizo mal, pues, Rosell en
poner en su edición conflicto. <<

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[17]En contrapuesto, puso Rosell, como si se tratara del participio pasivo irregular de
contraponer, siendo que ocurren la preposición contra y el adjetivo puesto, cual en
este ejemplo de Garcilaso:

No las francesas armas odiosas


En contra puestas del airado pecho… <<

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[18]Eso trae la edición de 1605, lección que sigo con preferencia a la de Rosell, donde
se halla esto, aplicando la regla de Bello que dice: «Cuando una de las personas que
conversan alude a lo que acaba ella misma de decir, lo señala con este, esto; cuando
alude a lo que el otro interlocutor acaba de decirle, se sirve de ese, eso…». <<

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[19]Presidio, en la acepción de una fortaleza ocupada con guarnición de soldados, o
de la guarnición misma, cual se halla esta voz frecuentísimamente empleada en los
antiguos cronistas, y que en Chile hemos olvidado para referirla sólo al lugar
destinado para reclusión de ciertos delincuentes. <<

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[20]Si hubiese que, en la edición de Rosell; por mi parte, sigo el texto de la de 1605,
que trae de, que es lo que pide el contexto, pues es el propio autor quien va haciendo
la relación. <<

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[21] Ercilla había dicho (120-3-8):

Y les ponga el honor en opiniones…,

que equivale como decir en duda, sospechoso de limpio; modismo de frecuentísimo


uso antaño, de que para muestra bastará el siguiente ejemplo de Cervantes: «… cuyas
pruebas hicieron poner en opinión la ninguna culpa que los peregrinos tenían».
Persiles y Sigismunda, p. 631 , t. I, de la Colección Rivadeneyra. Es frase que registra
el léxico. <<

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[22]Antojo, por anteojo, se decía antaño, en cuya forma es anticuado. En aquélla lo
escribía aún Cervantes, v. g., (Don Quijote, P. II, cap. 48): «… los ojos, a quien
cubrían unos muy grandes antojos…». <<

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[23] En la edición de 1605 se suprimió el segundo el: El año es presente… <<

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[24]Parece que en la edición príncipe la frase estaba escrita: De donde con su viva
voz, y así se puso también en la de 1605 , pero con nota marginal a ese último
vocablo, traduciéndolo en luz, que es lo que corresponde al sentido. <<

www.lectulandia.com - Página 1846


[25] Súbito, por súbitamente, que ocurrió ya. <<

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[26]Correr, en la acepción de recorrer en son de guerra territorio enemigo, de donde
los corredores o exploradores del campo, que ya se notó antes.
En tal acepción se le ve usado todavía en Chile a fines del siglo XVII: «… porque yo,
con grandes afanes y trabajos, corro la costa con mi navichuelo, soy llamado
ladrón…». Núñez de Pineda, página 236. <<

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[27]
Los alcances, pero más generalmente dicho en singular: seguir el alcance, como
sucedió en un pasaje anterior que se notó ya. <<

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[28]Lo de potencia, esto es, cuanto se pudo; como cuando se dice «lo último de
potencia»; «todo el esfuerzo de que uno es capaz». <<

www.lectulandia.com - Página 1850


[29] Cosario, anticuado, por corsario, que acaba de notarse. <<

www.lectulandia.com - Página 1851


[30]Nao, que el léxico da como sinónimo de nave, o navio, según advierte el
Diccionario de Autoridades; pero antaño predominaba la forma empleada por nuestro
poeta, que ya se notó en el canto IX; nao, escribió Ercilla, y el doctor Diego García de
Palacio publicó en México, en 1587 , un libro que intituló Instrucción náutica para el
buen uso y regimiento de las naos… <<

www.lectulandia.com - Página 1852


[31]
Dejando, en la edición de Rosell; dejado, en la de 1605, que sigo, pues así resulta
más elegante la frase y se evita el empleo del gerundio. <<

www.lectulandia.com - Página 1853


[32]
Gente plática, esto es, ejercitada o veterana, como queda dicho más atrás.
Hombre de hecho, dice el léxico, vale, en sentido figurado, «el instruido o versado en
una facultad;» pero en este caso me parece que más bien debe traducirse hecho por
acción: hombres de acción o de empresa, que decimos. <<

www.lectulandia.com - Página 1854


[33]
Ondoso, anticuado, por undoso, forma esta última en que se halla ya esa voz en
Cervantes (Don Quijote, P. II, cap. 20): «… en el ancho mar undoso…». <<

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[34]Por manifiesto yerro de la imprenta, al Mapochote, en la edición de Rosell.
Nótese la forma de este adjetivo inventado por el poeta. Apenas necesito decir que
con Mapochote se alude a Valparaíso: referencia bien manifiesta cuando en el
segundo verso de la estrofa subsiguiente, Oña dice:

Que fué para su infierno, paraíso… <<

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[35]El léxico registra esta frase figurada de morderse uno los labios, que vale
«violentarse para reprimir la risa o el habla». <<

www.lectulandia.com - Página 1857


[36]
Se dice, en la edición de Rosell; que dixe, en la de 1605: lección que resulta más
expresiva y conforme a la relación que el poeta va haciendo. <<

www.lectulandia.com - Página 1858


[37] Agro, a, que vale como agrio, a. <<

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[38] Señalado vale insigne, famoso, y así Ercilla llamó a Jerónimo de Alderete (215-2-
3):

Hombre en estas provincias señalado…;

adjetivo que en otro pasaje (581-4-5) aplicó también a las cosas:

Noté dellos las cosas señaladas…; <<

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[39]Pulgar (Pedro Alvarez del), Manrique y Plaza, cuyos nombres se dan en la
Relación de Balaguer de Salcedo, según se advirtió antes al hablar de D. Diego de
Ávila. <<

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[40]Los pasos de, se halla en la edición de Rosell; los pasos a, en la de 1605 , que
sigo, pues tal es la preposición que cuadra al recto sentido de la frase; tomar los pasos
de, sería seguir; tomar los pasos a: estorbar el paso, atajarle, que es lo que el poeta
dijo. <<

www.lectulandia.com - Página 1862


[41]Venera es la concha de un molusco, muy abundante en las costas de Galicia, que
los peregrinos que volvían de Santiago acostumbraban traer cosidas en sus
esclavinas. Es la misma que aparece en el escudo de armas concedido por Carlos V a
la ciudad de Santiago de Chile, restablecido hoy con muy buen acuerdo. <<

www.lectulandia.com - Página 1863


[42]Picada por en la edición de Rosell; pero si la acepción que corresponde aquí a
picar es la de «recortar o agujerear papel o tela haciendo dibujos» y se va
describiendo la saya de Doris, parece mejor poner con, como trae la edición de 1605.
<<

www.lectulandia.com - Página 1864


[43] Pataje o patache, sinónimos, según el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1865


[44] Por la posta, modo adverbial que ya se vio en un pasaje anterior. <<

www.lectulandia.com - Página 1866


[45] Guatimala se decía antaño. (Véase el n. 3 de mi Imprenta en México). <<

www.lectulandia.com - Página 1867


[46] El cordubense don Fernando de Córdoba. <<

www.lectulandia.com - Página 1868


[47]El quinto del rey era un derecho que se pagaba de las presas, tesoros, y del oro y
de la plata que se llevaba a fundir, que era, como su nombre lo indica, la quinta parte
del valor de esas especies. <<

www.lectulandia.com - Página 1869


[48]Nota del autor en chasquis: «Indios correos de a pie». Es voz que se incorporó en
el Diccionario de la Real Academia. <<

www.lectulandia.com - Página 1870


[49]Suelto, participio irregular de soltar, que, como adjetivo figurado, vale, ya ligero,
veloz, ya libre, atrevido, si sujeción. Se halla empleado varias veces en La Araucana:
ánimos sueltos, suelta vida, suelto vencedor, etc. <<

www.lectulandia.com - Página 1871


[50]Por pies es modismo que ocurre dos veces en La Araucana, una de ellas ésta
(100-1-2):

Los bárbaros por pies los alcanzaban…

Véase este otro ejemplo. Tirso de Molina, (Lealtad contra la Envidia, р. б0б, Nueva
Colec. de Aut. Esp.):

pero si ignoran quien es


el que así su opinión mengua,
esta espada será lengua,
si no se me van por pies…

Alcanzar por pies, dice el maestro Correas (Vocabulario, p. 511 ) «corriendo los
toros, el que huye».
A propósito del valor que corresponde aquí a por como preposición causal, recordaré
que Cuervo dice que «es notable este uso de un complemento con por para significar
como medio empleado para el alcance una circunstancia especial en que se lleva
ventaja al que va delante». <<

www.lectulandia.com - Página 1872


[51] Desencasar, ant., que se vio ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1873


[52] Secutar, que ocurre nuevamente, por ejecutar. <<

www.lectulandia.com - Página 1874


[53] Costoso, que ya vimos también empleado en su acepción figurada. <<

www.lectulandia.com - Página 1875


[54]Polvoreda, escribía Ercilla y así se halla esa voz en todas las antiguas ediciones
de su poema, conforme a su derivación de polvo; pero el léxico no acepta semejante
forma. <<

www.lectulandia.com - Página 1876


[55]
Nota del autor: «El doctor Alonso Criado de Castilla, oidor más antiguo de la
Audiencia de Lima». Por no haber entendido Rosell que Criado era aquí apellido,
cometió el disparate de decir; «Alonso, criado de Castilla…». <<

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[56]Caballo poderoso, sobre cuyo adjetivo quedó nota: Cervantes y otros escritores
dieron en ocasiones el mismo calificativo de poderoso a un caballo para significar la
idea de fuerza, pero que hoy, en Chile al menos, se usa sólo cuando se aplica a las
calidades del ánimo, de la riqueza o a las colectividades, como cuando se habla de un
ejército poderoso. <<

www.lectulandia.com - Página 1878


[57]Cinta vale aquí lo que en veterinaria se llama «corona del casco,» que el léxico
define: «En las cabalgaduras, extremo de la piel del pie o mano que circunda el
nacimiento del casco, o la parte de él más inmediata a la piel». <<

www.lectulandia.com - Página 1879


[58]
Falta la y en la edición de Rosell, y la pongo siguiendo a la de 1605 , pues sin
duda alguna que con ella el verso resulta más conforme al ritmo, a la vez que más
expresiva la frase. <<

www.lectulandia.com - Página 1880


[59] Licencioso, adjetivo, sobre cuyo valor conviene recordar aquí lo dicho
anteriormente: se dice, según el léxico, del «libre, atrevido, disoluto», pero antaño
este adjetivo se aplicaba más generalmente a las cosas, en su valor de suelto, sin
freno. <<

www.lectulandia.com - Página 1881


[60]
Ocurre de nuevo este sustantivo sargenta, cuya definición por el léxico ya se vio,
que no corresponde al significado de esa voz en Ercilla y nuestro poeta. <<

www.lectulandia.com - Página 1882


[61] Hizo señal, esto es, se señaló, en su significado de sobresalir. <<

www.lectulandia.com - Página 1883


[62] Cuento, en su valor de relación cierta, que ya se vio. <<

www.lectulandia.com - Página 1884


[63] Entre renglones, modismo que se ofreció antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1885


[64]La nave que llevaba el fanal, esto es, la capitana, que ostentaba en su popa el gran
farol, como insignia de mando. <<

www.lectulandia.com - Página 1886


[65]No se halla en el léxico la acepción que aquí corresponde a respuesta, cual es, la
de detonación o estampido; pero sí en la de responder, como verbo neutro, que vale
«corresponder, repetir el eco». <<

www.lectulandia.com - Página 1887


[66]
De este artífice Tejeda no se encuentra mención alguna en los documentos que he
podido consultar. <<

www.lectulandia.com - Página 1888


[67]Verso se llamaba una pieza ligera de artillería, de mitad del tamaño y calibre de la
culebrina. <<

www.lectulandia.com - Página 1889


[68] Junto, esto es, por junto, suprimida la preposición por licencia poética. <<

www.lectulandia.com - Página 1890


[69] Platico, cuyo valor se indicó antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1891


[70]En la última acepción que el léxico señala a ofrecer está la de «entregarse
voluntariamente a otro para ejecutar lo que quisiere,» acepción que se aproxima a la
que aquí tiene ofrecidos, pero que no es del todo la misma, pues se nombraban antaño
soldados o caballeros ofrecidos, los que en otros términos solían llamarse
aventureros, entretenidos, voluntarios, que diríamos hoy. <<

www.lectulandia.com - Página 1892


[71]«El capitán Lorenzo Fernández de Heredia, que siendo corregidor en la ciudad de
Loxa, había servido a S. M. muy lucida y provechosamente en la rebelión pasada de
Quito, y en esta ocasión va continuándolo con seis camaradas a su costa, a quien por
su valor y cuerdo proceder se había nombrado…». Balaguer de Salcedo, Relación
citada. <<

www.lectulandia.com - Página 1893


[72]Don Francisco de la Cueva, también le nombra Balaguer, advirtiendo que iba al
lado de don Beltrán, de quien, probablemente, sería deudo, por el calificativo de
claro, aplicado a su prosapia, que el poeta apunta. <<

www.lectulandia.com - Página 1894


[73]Por, en la edición de Rosell; para en la de 1605 , que es lo que pide el recto
sentido de la oración y la medida del verso. <<

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[74]
Tener a uno sobre los ojos, o sobre las niñas de sus ojos, frase sobre la que quedó
nota poco más atrás. <<

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[75]Don Beltrán de Castro y de la Cueva, después de D. García, el héroe de los dos
últimos cantos del poema, no ha tenido hasta ahora biógrafo. Las noticias que de él
dan Suárez de Figueroa, el Conde de la Granja y Mendiburu son sumarísimas y en
nada adelantan a las que consigna Oña. <<

www.lectulandia.com - Página 1897


[76]
Ponerse a brazos es frase que vale luchar, según lo advierte el léxico, y se notó
más atrás. <<

www.lectulandia.com - Página 1898


[77]De las dos alusiones a los leones que se encierran en estos cuatro versos y en los
últimos de la estrofa precedente, nada he podido sacar en claro, por más que he
registrado los comentadores de la Biblia, donde me imaginé que pudiera hallarse
algo.
En cuanto a la de la cueva de ladrones, que ha servido al poeta de punto de partida
para traerlas a cuenta, me inclino a pensar que se refiere a lo que pone el Ariosto en
los cantos XI y XII de su poema, cuando Isabel refiere a Roldan el amor y voluntad
que tiene a Zerbín «y cómo ciertos salteadores la habían metido en una cueva». <<

www.lectulandia.com - Página 1899


[78]
Asir la ocasión por el copete, por la melena, o por los cabellos, es frase figurada y
familiar, que vale, bien sabido es, «aprovechar con avidez de una ocasión o
coyuntura». <<

www.lectulandia.com - Página 1900


[79]Tépido, adjetivo formado por el poeta, del latino tepidus, ardiente. No figura en el
léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1901


[80]Por no haber caído en cuenta Rosell de que la s se escribía antaño como la f
aunque sin la virgulilla, escribió disparatadamente «un hombre en fuerte …».
Suerte vale aquí lo que estado o condición, y es voz frecuente entre los escritores de
la época de la conquista en América. Ercilla la empleó tres veces en su poema, y para
no citar más de un ejemplo (337-4-6), al hablar de Crepino, dice que era hombre de

Valor, suerte y linaje conocido …

Tal acepción de suerte perduraba en Chile hasta fines del siglo XVII. Núñez de Pineda,
(obra cit., p. 191 ): «… esto se acostumbra con los hombres principales y de suerte».
<<

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[81]Este adjetivo partido, da, en su valor de «franco, liberal, que comparte con otros
lo que tiene», lo da el léxico como anticuado. Sin contar con los ejemplos que de su
uso nos ofrecen los escritores de la época de la conquista en América, y en Chile en
tiempos posteriores por González de Nájera, que hablando de los araucanos,
observaba que «son muy partidos en lo que comen y beben» (obra citada, p. 48), se le
halla dos veces en La Araucana (455-3-8; 575-3-6):

Que no era tiempo aquel de ser partido…


No habiendo entre los dos cosa partida…

Y aun por Cervantes (La ilustre fregona, ed. Rivadeneyra, I, p. 183): «… a tiro de
escopeta en mil señales descubría ser bien nacido, porque era generoso y bien partido
con sus camaradas». <<

www.lectulandia.com - Página 1903


[82]Nota del autor: «Don Alonso de Vargas Carvajal, señor de Tarapacá,» esto, es,
dueño de la encomienda de indios de ese nombre. De él refiere Balaguer de Salcedo:
«Llevó por su almirante a don Alfonso de Vargas Carvajal, vecino encomendero,
cuyos son los indios de Tarapacá, que es un muy principal y honrado caballero y de
muchas y muy buenas partes, y ha servido a S. M. en otras muchas ocasiones». <<

www.lectulandia.com - Página 1904


[83]Hacer plato, es frase que campea a cada paso en las informaciones de servicios de
los conquistadores de Chile; el léxico la define: «Servir o distribuir a otros en la mesa
la comida», que es lo que en efecto significa hoy, pero antaño se decía por el que
convidaba a otros a su mesa. Así, Leonardo Cortés, en memorial al Consejo de
Indias, fechado en 1580 , decía, al hablar de sus servicios, que estuvo en ocasiones
«sustentando y haciendo plato a muchos soldados que andaban en aquella conquista»
[de Chile]… Medina, Colec, de docs. indédts., t. XIX, p. 365.
Núñez de Pineda, p. 484: «… y que sólo para su plato y mesa les tiene dedicados los
corregimientos…». <<

www.lectulandia.com - Página 1905


[84]Al mar, en la edición de 1605 , más gramaticalmente si se quiere, pero
apartándose en eso del uso corriente antaño. <<

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[85]En nota marginal de la edición de 1605 , se suplió el apellido que falta en el texto:
Felipón. <<

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[86] «Arriscar, “ponerse a gran peligro”. Está tomada la metáfora del que por los
riscos anda buscando la caza, porque va a condición de precipitarse. Arriscado, el
atrevido en casos peligrosos». Covarrubias. El Diccionario de Autoridades, al paso
que considera aceptable tal etimología, sugiere también que puede venir del verbo
arriesgar, sincopado, mudada la g en c y suprimida la e. Es voz de uso corriente en los
escritores del tiempo de Oña y aun en otros de época muy posterior en Chile mismo;
así, Ercilla, al hablar de los que le acompañaron a pasar en una piragua el canal de
Chacao, dice (583-5-4) que eran

Gente gallarda, brava y arriscada…;

y el P. Ovalle, escribía: «… con no menos aliento y osadía que el más arriscado


soldado de los suyos…».
Como lo advierte el léxico, arriscar vale lo que arriesgar. <<

www.lectulandia.com - Página 1908


[87] Hirviendo, con la h aspirada, para la medida del verso. <<

www.lectulandia.com - Página 1909


[88]Hay aquí una grave errata en la edición de Rosell, pues donde la de 1605 trae
sombras, en ella se lee hondas, voz que no corresponde, ni por su ortografía, ni por su
significado, a lo que el poeta quiso decir, ni aún escribiendo ondas, que no pueden
merecer el calificativo de negras, ni irse tampoco extendiendo para dejar todo en
silencio. <<

www.lectulandia.com - Página 1910


[89]Y, en la edición de Rosell; O[h], en la de 1605 , y es la que sigo, porque la oración
es admirativa. <<

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[90] Bramo, que ya se vio antes: por bramido, es, según el léxico, voz de germanía. <<

www.lectulandia.com - Página 1912


[91]Ayude, en singular, a pesar de que va precedido de varios sujetos y sin ninguna de
las circunstancias que autoricen semejante concordancia. <<

www.lectulandia.com - Página 1913


[92] Tener mano, modismo que ya ocurrió antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1914


[93] Velamento, por velamen, voz de la invención de Oña, que implica una licencia
poética.
Cargar velas, es término náutico, que vale «cerrar o recoger sus paños, dejándolas
listas para ser aferradas». <<

www.lectulandia.com - Página 1915


[94] Reparar, siempre en su acepción de detenerse, que ya se vio antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1916


[95]
Guarte, ya notado también en otro lugar del poema, y que pongo entre
admirativos por su valor de interjección. <<

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[96] Cércen, grave, como puso Rosell, por respeto del ritmo. <<

www.lectulandia.com - Página 1918


[97]Alusión manifiesta al juego del hombre, llamado así antaño por el que decimos
hoy tresillo y rocambor en Chile, en el cual ocurren, en efecto, muchos lances en que
es preferible ser de pie que no de mano. <<

www.lectulandia.com - Página 1919


[98]Nuevo ejemplo de la frase figurada hallarse con el pie en el estribo, que ya
ocurrió antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1920


[99] Otavo, otava, como se decía antaño, y suele aún pronunciar el vulgo. <<

www.lectulandia.com - Página 1921


[100]
El léxico habla de la bala de cadena o encadenada, que era la que se partía en
dos mitades unidas por una cadenilla y se empleaba para romper la arboladura; pero
no de esta de navaja. <<

www.lectulandia.com - Página 1922


[101]Ya se dijo antes que esta voz se escribía generalmente gorgus, como se la halla
en el léxico, y no gurguz, según aparece en el texto. <<

www.lectulandia.com - Página 1923


[102]Dotrinales, suprimida la c, como acaba de verse con otavo, y en tal forma
escribía Ercilla dotrina (5-4-8):

Que son maestros después desta dotrina…

El poeta, en la enumeración de las personas del estado eclesiástico que se embarcaron


en la armada, considera a los jesuítas, a los redemptores, es decir, mercedarios, a los
dominicos (aquellos de los pulpitos famosos), designados generalmente como
predicadores; agregaré que doctrinales son los encargados especialmente por su
instituto de enseñar la doctrina, y que Balaguer de Salcedo apunta que «en la capitana
fueron dos religiosos de la Compañía de Jesús, y en la almiranta dos de la orden de
Sancto Domingo, y en el galeón Sant Juan, otros dos de la Merced». <<

www.lectulandia.com - Página 1924


[103] Atambor, anticuado: tambor, ya notado. <<

www.lectulandia.com - Página 1925


[104] En la misma nota cae pífaro, por pífano, que también ocurrió antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1926


[105] Burriquetes, en el texto, por borriquetes, que es la única forma que trae el léxico.
<<

www.lectulandia.com - Página 1927


[106]Juega aquí el poeta de la acepción de colgar, refiriéndolo a los trinquetes, que,
colgados materialmente, se hallaban en ese momento en espera del viento; tal como
se dice hoy, en Chile al menos, de una persona que aguarda una resolución colgada de
los labios de alguien. Colgar, en tal sentido figurado, en su valor de depender de la
voluntad o dictamen de otro, según define el léxico, es anticuado en España. <<

www.lectulandia.com - Página 1928


[107]A vuelta de ojos, según aparece aquí este modo adverbial figurado, tal vez por
efecto de la medida del verso, o de ojo, como quiere el léxico, vale «con presteza y
celeridad». <<

www.lectulandia.com - Página 1929


[108]Adevino, en la edición de 1605, como en pasajes anteriores, mudado en adivino
por Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1930


[109] Salirle a uno a la parada, frase que se notó más atrás. <<

www.lectulandia.com - Página 1931


[110]
Palma, subentendido de la mano: modo adverbial figurado de correntísimo uso y
que se halla en el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1932


[111] Diciplina, que es hoy anticuado. En esa forma se halla en La Araucana (31-46 ):

De tan gran diciplina y pulicía… <<

www.lectulandia.com - Página 1933


[112] Ondoso, anticuado, por undoso, que ocurrió ya. <<

www.lectulandia.com - Página 1934


[113]Largar, en este verso y en el siguiente, en su doble acepción náutica de
desplegar, soltar una cosa, como la bandera o las velas, y la de «hacerse la nave a la
mar o apartarse de tierra o de otra embarcación». <<

www.lectulandia.com - Página 1935


[114]Dar libelo de repudio a una cosa, enseña el léxico, es frase figurada: «Renunciar
a ella; darle de mano». <<

www.lectulandia.com - Página 1936


[115]No se halla consultada en el léxico esta frase mar en través, que entiendo
corresponde a lo que en términos náuticos se dice estar o estarse a la capa, que en
sentido figurado, cual el que aquí tiene, vale «estar en observación, esperando tiempo
oportuno para lograr alguna cosa». <<

www.lectulandia.com - Página 1937


[1] Quedó ya nota sobre el valor de este sustantivo vuelta: La vuelta de, ensena el
léxico, es locución que vale «hacia o camino de», mucho menos usada hoy de lo que
lo fué antaño. <<

www.lectulandia.com - Página 1938


[2] Escuridad, anticuado, por oscuridad, que ocurrió en otros pasajes del poema. <<

www.lectulandia.com - Página 1939


[3] En la edición de 1605 se suprimió la preposición a. <<

www.lectulandia.com - Página 1940


[4]
Liso o llano como la palma de la mano, loc. adv. fig. y fam. «con que se exagera y
pondera que una cosa es muy llana y sin embarazo ni tropiezo». Acababa de ocurrir
poco antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1941


[5]Hondo, con la h aspirada, y que para la medida del verso equivale a fondo, como
se halla esta voz en una ocasión en La Araucana, según se notó ya; y fondo por
hondo solía también escribirse en prosa. Ruy González de Clavijo, Vida del Gran
Tamorlán: «… e de la otra parte había un valle muy fondo en unas peñas…». <<

www.lectulandia.com - Página 1942


[6]
Proejar, que antaño muchas veces aparece escrito prohejar, pero que hoy el léxico
quiere que sea sin h. <<

www.lectulandia.com - Página 1943


[7]Con desgarrón, es decir, con tal fuerza de viento, que producía roturas grandes en
las velas de las naves. <<

www.lectulandia.com - Página 1944


[8]
Tempestad, en su valor de abundancia, multitud. «Una tempestad de cosas». (Por
muchas, en abundancia). Correas, Vocabulario, p. 546. Así en Ercilla (479-3-7):

Con tempestad de golpes presurosos…,

y en otros muchos autores del buen tiempo.


No registra el léxico a tempestad en tal acepción. <<

www.lectulandia.com - Página 1945


[9] Galerno, o galerna, como se dice más generalmente. <<

www.lectulandia.com - Página 1946


[10] Sulcar, anticuado, por surcar, que ya ocurrió antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1947


[11] A popa vía, esto es, viento en popa. <<

www.lectulandia.com - Página 1948


[12] Superbo, ba, del latino superbus, adj., ant., por soberbio. <<

www.lectulandia.com - Página 1949


[13] De, por que, en la edición de 1605. <<

www.lectulandia.com - Página 1950


[14]Ventola, según el léxico, es el «esfuerzo que hace el viento contra un obstáculo
cualquiera» sin otra acepción. Ya se ve que la que aquí tiene corresponde a la de una
embarcación así llamada. <<

www.lectulandia.com - Página 1951


[15]
Arráez, tomado aquí en el significado que antiguamente se le daba en Andalucía,
«de capitán o patrón de un barco». El acento de esta voz debe ir en la segunda a,
según observa Cejador, haciendo notar que en una comedia de Lope de Vega rima
con Narváez. Este arráez se llamaba Pedro Hernández. <<

www.lectulandia.com - Página 1952


[16] Apercebido, que por rara excepción Rosell conservó en esa forma, que es
corriente en los escritores de aquella época, Ercilla entre ellos (28-1-7):

Pero en esto Lincoya apercebido… <<

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[17] Vitoria, como en otros pasajes, modernizada por Rosell en su forma actual
victoria. <<

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[18] Broncina, por licencia poética, en vez de broncínea. <<

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[19]
También se escapó a Rosell este peltrechar, por pertrechar, que es la única forma
que registra el léxico. <<

www.lectulandia.com - Página 1956


[20] Conviniente, como solía escribirse, por conveniente. <<

www.lectulandia.com - Página 1957


[21] A rodo, es modo adverbial, que vale en abundancia, que ya ocurrió. <<

www.lectulandia.com - Página 1958


[22] Corresponsión, anticuado: correspondencia. <<

www.lectulandia.com - Página 1959


[23] Con fuegos, es decir, con las fogatas que se iban encendiendo en la costa. <<

www.lectulandia.com - Página 1960


[24]Noturna, dicho a lo vulgar, como se oye todavía hoy en día, y que ya ocurrió
antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1961


[25]Ora, por ahora, si bien apartándose del uso corriente cuando se repite en la
afirmación o disyuntiva del concepto. <<

www.lectulandia.com - Página 1962


[26] Terreno, adjetivo, que vale terrestre. <<

www.lectulandia.com - Página 1963


[27] Viso, ant., por vista, que se notó en dos pasajes anteriores. <<

www.lectulandia.com - Página 1964


[28]Acerca del valor de la preposición sobre en casos como éste, advierte el léxico
que importa «cerca de otra cosa, con más altura que ella, dominándola». <<

www.lectulandia.com - Página 1965


[29]Dar de espuela, o de espuelas, es frase que el léxico registra sólo en su valor de
«picar a la caballería para que camine,» y ya se ve que aquí tiene un sentido figurado,
que debe notarse. <<

www.lectulandia.com - Página 1966


[30]Recuérdese lo dicho acerca del valor de este adjetivo figurado suelto: Participio
irregular de soltar, como adjetivo figurado, en su valor de ligero, veloz. <<

www.lectulandia.com - Página 1967


[31]El léxico concede a desapoderar, dos acepciones, la de desposeer, despojar, a uno
de lo que se había apoderado, y la de revocar uno el poder que tenía conferido; falta,
pues, la que le corresponde aquí, enunciada bajo el adjetivo desapoderado, de
furioso, violento, desenfrenado, en sentido figurado. Es adjetivo que en tal valor se
halla en La Araucana (85-5-1):

Hiende el caballo desapoderado… <<

www.lectulandia.com - Página 1968


[32]
Masteleo no es, como pudiera pensarse, licencia poética, por mastelero, sino voz
que así se decía antaño, hoy anticuada. <<

www.lectulandia.com - Página 1969


[33] Reparada, en su acepción de detenida, que ya se vio en otros pasajes. <<

www.lectulandia.com - Página 1970


[34]Andar uno de romanía, frase familiar, que se notó anteriormente. Se la halla
empleada por Balaguer de Saicedo en su citada Relación precisamente en este mismo
punto: «… y el galeón Sant Juan que iba más cerca del enemigo, se desaparejó todo,
de suerte que cayeron las velas de romanía…». Servirá también esta cita para
manifestar cuánto se ciñó nuestro poeta a la verdad histórica en su relato de la
campaña naval que va contando. <<

www.lectulandia.com - Página 1971


[35]Fuerza, en su significado, que ya se notó, de abundancia, número o cantidad: y
fortuna, como «borrasca, tempestad en mar o en tierra». <<

www.lectulandia.com - Página 1972


[36]Ponerse con uno en quintas es frase figurada, que no se halla consignada en el
léxico, y que parece provenir de lo que ocurre a veces en el juego de los cientos, de
que habla aquél, cuando uno de los jugadores alcanza la quinta mayor o la real, que
es un punto de primer orden. Valdría, pues, lo mismo que supeditar, vencer,
sobreponerse. En un pasaje anterior tuve ocasión de formular también otra hipótesis
acerca del valor de esta frase. <<

www.lectulandia.com - Página 1973


[37] Ondoso, ant., por undoso, que ya ocurrió dos veces. <<

www.lectulandia.com - Página 1974


[38] Húmido, por húmedo, que Rosell se olvidó de trocar, y que ya se vio antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1975


[39]Occéano, en la edición de 1605; conservo con Rosell la forma Océano, porque así
se halla escrita esa voz en Ercilla y en Cervantes. <<

www.lectulandia.com - Página 1976


[40]
Psalmo, escrito a la latina, de psalmus. El pasaje bíblico aludido es este: Quia in
manu ejus sunt omnes fines terrae: et altitudines montium ipsius sunt. Salmo 94, v. 4.
<<

www.lectulandia.com - Página 1977


[41]Irse uno de boca, frase figurada que ya ocurrió, que vale «dejarse llevar del
vicio». <<

www.lectulandia.com - Página 1978


[42]Precepto, forma preceto, se puso en la edición de 1605; Rosell conservó la como
se la halla aún en Don Quijote y en La Araucana (113-5 7):

Con órdenes estrechas y precetos…

Adviértase, sin embargo, que ya desde esa época solían alternar una y otra forma.
El pasaje bíblico a que el poeta alude se halla en él Libro de Job, c. 26, v. 10:
Terminum circundedit aquis usque dum finiantur lux et tenebríe. <<

www.lectulandia.com - Página 1979


[43]
Este tercer pasaje bíblico procede del Génesis, cap. I, v. 9:
«Dixit vero Deus: Congregentur aquas, quae sub ccelo sunt, in locutn unum: et
apareat árida. Et factum est ita». O bien el v. 16 del Salmo 17 : Et apparuerunt fontes
aquarum, et revelata sunt fundamenta orbis terrarum. <<

www.lectulandia.com - Página 1980


[44]Otro pasaje de las Sagradas Escrituras familiar hasta a los estudiantes, y en el cual
sólo tócame notar que en la edición de 1605, y casi de seguro en la príncipe, se lee
Moisén, por Moisés, que hoy se dice. Moisén escribió Ercilla, recordando
precisamente el pasaje bíblico de que aquí se trata (441-2-4):

Que abrió Moisén sus aguas con la vara…,

y así también Cervantes en El Casamiento engañoso, ed. Amezúa, p. 352. <<

www.lectulandia.com - Página 1981


[45]Jacóbico, adjetivo de la invención del poeta, formado del latino jacobeus y
correspondiente al castellano santiagués:
«perteneciente a Santiago de Compostela». Con los de la jacóbica bandera quiso, así,
Oña designar al bando castellano. <<

www.lectulandia.com - Página 1982


[46]Firmar, por afirmar, anticuado, pero de muy frecuente uso antaño en esa forma,
en la cual se la encuentra en no menos de seis pasajes de La Araucana, v. g., (47-5-7):

A lo menos firmad el pie ligero…

o en este otro (251-5-2):

Salidos de las naos el pie firmamos…

Y así también, en Don Quijote: «firmados, pues, en este parecer…». <<

www.lectulandia.com - Página 1983


[47] De nuevo Moisés, por Moisén, en Rosell. <<

www.lectulandia.com - Página 1984


[48] Dar de mano, frase que, dicha del trabajo, observa el léxico, vale dejarlo,
suspenderlo. Véase este ejemplo muy expresivo, en que vale olvidar, preterir, de un
autor chileno: «Y en los tiempos de mayores riesgos me solicitaron para el trabajo y
peligro, y después de mejorada la tierra, me dieron de mano, porque no supe
acomodarme a lo que se usa». Núñez de Pineda, Cautiverio feliz, p. 214. <<

www.lectulandia.com - Página 1985


[49]Perder pie, dice el léxico, es frase figurada, que vale «confundirse y no hallar
salida en el discurso». <<

www.lectulandia.com - Página 1986


[50]Límite, se puso en la madrileña de 1605 , donde la edición príncipe, que sigue
Rosell, trae número: con lo que se manifiesta que el poeta, si fué de él la corrección,
quiso dejar más en claro el contexto, o si provino del corrector, que no entendió el
significado de número en la acepción en que aquí está empleada esa voz, que el
léxico enseña vale «condición, categoría o clase de personas o cosas». <<

www.lectulandia.com - Página 1987


[51] Victoria, en Rosell, por vitoria, como en otros pasajes anteriores. <<

www.lectulandia.com - Página 1988


[52] Recebida, que Rosell conservó, forma notada también antes. <<

www.lectulandia.com - Página 1989


[53]
De su rienda, se ha suplido de letra manuscrita en el ejemplar de la edición del
poema de 1605 que poseo, evitando así la diéresis en esa última voz. <<

www.lectulandia.com - Página 1990


[54]No necesito decir que la alusión toca a lo que en Chile los jugadores de ajedrez
llaman mate pastor, expresión que el léxico no consulta. <<

www.lectulandia.com - Página 1991


[55]
Tropellar, forma anticuada de atropellar, que se la halla varias veces en La
Araucana, por ejemplo (37-4-5).

Rompen por él, hiriendo y tropellando…

y que se conservaba en Chile por lo menos hasta mediados del siglo XVII, como puede
verse en Las Guerras de Chile, p. 198:

Tropella por el medio y llega presto


Adonde, aunque orgulloso, más trabaja. <<

www.lectulandia.com - Página 1992


[56] Hacienda, con la h aspirada, para que el verso conste. <<

www.lectulandia.com - Página 1993


[57]
De oficio es término forense, muy propio de la profesión del autor, que significa
proceder judicialmente, sin instancia de parte. <<

www.lectulandia.com - Página 1994


[58]Repelo, en su sentido figurado y familiar: «sin que quede repugnancia o
desabrimiento». <<

www.lectulandia.com - Página 1995


[59] Conceto, efeto, formas anticuadas, registradas por el léxico, de concepto, efecto.
<<

www.lectulandia.com - Página 1996


[60]Trae el léxico la frase cuesta abajo, para decirnos que vale «en dirección a lo que
está más bajo respecto de lo que está más alto». Según esto, ¿qué es lo que debe
entenderse por costa abajo? El punto inicial para fijar la altura tiene que ser en este
caso el polo, conforme al dictado astronómico de altura de polo, y un sitio se hallará
tanto más abajo de él, cuanto más distante; así, escribiendo Oña en Lima, tendremos
que esta ciudad está más abajo que Santiago, según sus respectivas distancias al polo
sur, que rige la altura de este hemisferio; y bajo tal concepto es que nuestra gente del
campo llama abajo a la parte del norte, y arriba a la del sur, habiendo llegado hasta
formar los adjetivos gentilicios de abajino y arribano. A pesar de todo, en el caso de
que se trata, abajo se refiere a lo que se halla al sur del Perú, pues, como observa
Ducamín comentando un pasaje análogo de La Araucana, se llamaba la parte de
abajo de la tierra la que demora al sur, por la costumbre de colgar los mapas
colocando arriba el hemisferio norte. <<

www.lectulandia.com - Página 1997


[61] Vide, como vido, en un pasaje anterior. <<

www.lectulandia.com - Página 1998


[62]
Recuérdese lo dicho acerca del valor que corresponde aquí a mudanza: se refiere
aquí a lo que en Chile llamamos «cambio de figura» en ciertos bailes. <<

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[63]Sibilante, adjetivo poético, o mejor dicho, puro latinismo, de sibilans, -antis, que
silba o suena a manera de silbo. <<

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[64] Ventar, o ventear, sinónimos en las dos primeras acepciones de este último. <<

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[65]En la edición de 1605 estos adverbios atrás y adelante aparecen sin la a inicial,
haciendo así preposición a tras, y dejando delante en su forma anticuada. Para tal
cambio es casi seguro que haya mediado simplemente la supresión de la vocal por ir
precedida inmediatamente de la misma en final de la palabra anterior, caso
frecuentísimo en el sistema tipográfico de aquella época y de que en el Quijote se
hallan a cada paso ejemplos, tanto menos de extrañar en la edición de 1605 , cuanto
que fué impresa por el mismo Juan de la Cuesta, de cuyos talleres salió también la
obra de Cervantes. <<

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[66]Puesto, por presto, que ha corregido la edición madrileña, salvando la errata de la
príncipe, que no enmendó Rosell. <<

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[67]Esta repetición del adverbio hace elegante al par que expresiva la frase y se la
halla también en Don Quijote (P. I, cap. 48): «Ya ya te entiendo, Sancho…». En la
edición de 1605 se suprimió la coma que lleva en la de Rosell entre ambos adverbios.
<<

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[68]Derrotar, como reflexivo, en su acepción marítima de «apartarse la embarcación
del rumbo que lleva, impelida de los vientos y tormentas o de otra cualquier causa».
<<

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[69]Tercio, que no vale aquí la tercera parte, sino la totalidad de la gente, esto es, los
soldados de infantería, conforme al valor que tiene tercio, ya advertido anteriormente:
como término militar, significando tropa de infantería. <<

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[70]Quedaron, en plural, que tiene por sujeto a gente, en singular, por ser nombre
colectivo de especie indeterminada y no formar el verbo una misma proposición con
aquél. <<

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[71]Sigo la lección de la edición de 1605 , poniendo apercebida, en la forma que
revestía esta voz antaño, y no apercibida, como enmendó Rossell. <<

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[72] Pues, Alonso dijo el poeta al nombrar a Vargas, conservo, con la edición de 1605,
tal forma, que Rosell trocó en Alfonso. <<

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[73]
Mal su grado es modo adverbial, donde grado, en su valor de voluntad, gusto, se
usa sólo en frases como ésa. Recuérdense los ejemplos que cité del autor de La
Araucana y otros (p. 257). <<

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[74]Lleno en su acepción figurada de «perfección o último complemento de una
cosa». <<

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[75]Nuevamente, que no vale segunda ves, sino recientemente, significado que tenía
siempre o casi siempre antaño, como puede verse en este pasaje del P. Ovalle: «… el
libro que ahora nuevamente ha impreso el P. Andrés Pérez…». Hist. Rel., I, p. 229.
Nota marginal de la edición de 1605: «Almirante la segunda vez, Lorenzo Fernández
de Heredia».
Y a propósito de esta acotación, advertiré que en el verso a que corresponde, se
cambió nuevamente, en dignamente, enmienda que no tiene razón de ser y que resulta
impertinente, cuando a renglón seguido se traen a cuenta los méritos del recién
nombrado. <<

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[76]
Probar la mano es modismo que ocurrió ya y de que se halla ejemplo, asimismo,
en Don Quijote: «… acordó de probar otra vez la mano, resucitando antiguas
pendencias…». <<

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[77] Desvarar vale, según el léxico, resbalar, desusarse, y en términos náuticos,
«poner en movimiento la nave que estaba varada;» en este verso corresponde a
alterar, cambiar, mudar, torcer. <<

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[78]Se vio más atrás lo que significa viento largo: «el que sopla desde largo, la
dirección perpendicular al rumbo que lleva la nave, hasta la popa». <<

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[79]Con el adjetivo racimosa alude el poeta a las muchas viñas que en aquel tiempo
se cultivaban allí. <<

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[80]
Sancta, en su forma latina, en la edición de 1605 y seguramente en la príncipe,
que Rosell enmendó en Santa, como ya se vio en un pasaje anterior (p. 34). <<

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[81]Manifiesta alusión a la frase «estar a la luna de Paita,» correntísima en Chile y,
según creo, también en el Perú, de donde procede. El léxico registra A la luna de
Valencia y haría bien en agregar la que el poeta recuerda aquí, que vale exactamente
lo mismo que aquélla. <<

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[82]A las dos y dos del medio día, frase que en la edición de 1605 aparece con coma
después del primer dos, con lo que pudiera entenderse que debían contarse dos horas
antes del medio día, y el hecho haberse verificado a las dos y media de la tarde; pero
no puede caber duda de que tal cuenta resultaría errada, pues en la Relación de
Balaguer de Salcedo se dice literalmente: «Jueves, último de
Junio, como a las cuatro de la tarde. <<

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[83]Tiene, en la edición de 1605, que prefiero a viene, que se lee en la de Rosell, para
enriquecer la rima y puesto que en nada altera el sentido ni valor de la frase. <<

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[84] Recebir, en su forma de aquel tiempo, y que conservó Rosell. <<

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[85] Vuelta, ya indicada más atrás, en su valor de dirección. <<

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[86]Encontinente, anticuado, por incontinenti, que decimos hoy. Adviértese que en un
solo vocablo aparece escrito en aquella forma en La Araucana, (458-1-1):

Fueron sobre él los dos encontinente…,

pero que así en dos, en y continente, se le halla en Don Quijote (Parte I, cap. 21):
forma que Rodríguez Marín considera que debe conservarse, cosa que no parece ya
hacedera y que no ofrece sino inconvenientes. <<

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[87]Bola, significando bala, por la forma esférica que en aquel entonces tenían. De
ahí también, que cuatro versos más adelante las llame globos. <<

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[88] Respuesta, sobre cuyo significado aquí y en otros pasajes que ya ocurrieron y se
ofrecerán de nuevo, quedó nota: la acepción que aquí corresponde a respuesta cual
es, la de detonación o estampido; pero sí en la de responder, como verbo neutro, que
vale «corresponder, repetir el eco». <<

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[89] En la edición de Rosell, falta la preposición antes de viendo. <<

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[90]
Encarar, usado como verbo activo, y con el régimen en:
todo a causa del valor que concede el poeta a ese verbo, de enderezar arremetiendo.
<<

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[91]Ganar el barlovento, frase náutica sobre la cual quedó ya nota: que
vale «estar de fortuna respecto de otro». <<

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[92]Casi, en la edición de 1605, por Así, que escribe Rosell y conservo por más
expresivo; pero la coma que aquel editor trae en irse, la pongo en Así, como creo
debe ser para el recto y cabal sentido de la frase. <<

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[93]Juega aquí el poeta de la acepción de verso, en su sentido corriente, indicado
claramente por el complemento «no por número hinchados», y verso, cierta especie
de cañón, de que ya se hizo mención. <<

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[94] Ese, por este, que parece lo correcto, en la edición de 1605. <<

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[95]Hacer uno su poder, frase que ya ocurrió y se notó: Corresponde a lo que hoy
decimos vulgarmente «hacer todo lo posible». <<

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[96]Otava, que conservó también Rosell, dicho a lo vulgar, como hasta hoy se
acostumbra en Chile. <<

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[97]
Drago, anticuado en tal forma, y en la que se le halla también en La Araucana
(503-3-3):

Con un drago escamoso relevado… <<

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[98] Dejarretado, anticuado: desjarretado. <<

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[99] Caudal vale aquí lo que real. Es voz que ocurrió ya. <<

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[100]
Mura, en todas las ediciones, por amura, en virtud de omisión mecánica de la
misma vocal con que termina la palabra anterior. Véase también p. 134 , n. 11. <<

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[101]
Respuesta, que ocurrió unas cuantas estrofas antes: vale «corresponder, repetir el
eco». <<

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[102]Prora, en su forma latina y relegada al lenguaje poético, según se notó en dos
pasajes anteriores: forma poética, por proa. <<

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[103]El viento revoca el humo es frase que trae el léxico para manifestar la acepción
que corresponde a ese verbo de «hacer retroceder ciertas cosas,» advirtiendo que se
usa también como neutro, cual en este pasaje de nuestro poeta, donde es evidente que
vale resonar, retumbar, de lo que ya se pusieron otros ejemplos. <<

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[104]Resurtir, en su valor de rebotar, y que el léxico da como anticuado en su simple
surtir. <<

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[105] Contrecho, es participio pasivo de contraer y contrahecho procede de
contrahacer; si bien contrecho y contrahecho viene a significar lo mismo en su
calidad de adjetivos: baldado, tullido, que tiene torcido el cuerpo. Hállase tal adjetivo
en dos pasajes de La Araucana, uno de los cuales es este que se sigue, sobre el cual
resulta calcado el verso de Oña (235.5.3):

A cuál deja contrecho, a cuál tullido…

«Verdad es que si mi señor don Quijote sana desta herida y yo no quedo contrecho
della, no trocaría mis esperanzas con el mejor título de España.» Así hablaba Sancho.
<<

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[106]De recudida es modo adverbial anticuado, que vale de rebote, según enseña el
léxico. <<

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[107] De, en su valor de desde, que ocurrió en un pasaje anterior. <<

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[108]De Juan Enrique no se halla mención ni en Balaguer de Salcedo, ni en el Conde
de la Granja. <<

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[109] Mondéjar, cuyo nombre no aparece tampoco en los autores citados. <<

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[110]Dar uno en el clavo: frase fig. y fam. «Acertar en lo que se hace…» Que en
Chile completamos, diciendo: y ciento en la herradura. <<

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[111] Pedreñal, dice el léxico, era una especie de trabuco que se disparaba con
pedernal, y Covarrubias: «arcabuz pequeño o pistóleta que se dispara con pedernal.
Desta arma usan los foragidos:» detalle que repite al definir arcabuz:
«otros arcabuces, de que usan los foragidos, se llaman pedreñales, porque no
encienden con mecha sino con pedernal, de donde tomaron el nombre.» Como se ve,
tal arma correspondía de cerca a lo que llamamos hoy pistola o trabuco de chispa.
Cervantes, al describrir (Don Quijote, p. II, cap. 60) al célebre bandido Roque
Guinart, dice que se presentó ante don Quijote y Sancho «sobre un poderoso caballo,
vestida la acerada cota, y con cuatro pistoletes (que en aquella tierra se llaman
pedreñales) a los lados.» <<

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[112]
Ropa, con manifiesto yerro de imprenta, en la edición de Rosell, por popa, que
enmendó la de 1605. <<

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[113]Leso, a, del latino laesus, dañado, ofendido, de tan poco uso hoy, como lo es de
frecuente ileso, digo, en tal significado, pues en Chile se le da otro usualísimo. <<

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[114]Zallar, término de marina, que vale «hacer rodar o resbalar una cosa en el
sentido de su longitud y hacia la parte exterior de la nave».
Es voz que vuelve a ocurrir en la estrofa subsiguiente. <<

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[115] Nota del autor: «Buen ánimo de un artillero de sesenta años.» <<

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[116]Por yerro de imprenta en la edición príncipe, seguida por
Rosell, «tan recia la batalla», enmendado en la de 1605: tan recio a la batalla, que es
lo que pide el recto sentido de la oración. <<

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[117] Cantabrés por cántabro, que ya ocurrió antes. <<

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[118] Sacar fuerzas de flaqueza, frase que ya vimos empleada en el canto VIII. <<

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[119]A más perder, frase formada como la de a más andar, muy corriente antaño, y
las muy usuales hoy a más tardar, a más no poder, y en las que hay que notar el valor
del modo adverbial a más, que denota lo último del aumento del significado del verbo
a que se antepone. <<

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[120] Vitoria, forma anticuada de victoria, que se vio. <<

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[121]Conhorta, en la edición de 1605, y casi seguro así también en la príncipe, que
Rosell trocó en conforta, sin razón, pues conhortar, del latino conhortari, se decía
antaño, y valía animar, esforzar. <<

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[122]Recibille, puso Rosell, apartándose de la forma recebille, como se escribía
antaño esta y otras voces semejantes, que es la que trae la edición de 1605 , y
seguramente se leerá también en la príncipe. <<

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[123]Falta, en tiempo presente, en la edición de 1605 , por falte, optativo, en Rosell.
La cláusula exige para su recto sentido, que se ponga coma después de concede, a fin
de que resulte el que corresponde a la frase incidental que sigue, pues de otro modo
habría que entender que es el cielo el que le concede el que del todo falte alguna
parte, siendo que tal es lo que el poeta afirma desde luego. <<

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[124]Falta en el léxico esta acepción de levantarse, en sentido figurado, que se dice de
los jugadores que dejan el juego cuando se ven gananciosos, y que no corresponde de
modo alguno a la de levantarse con una cosa, en él consignada, que es «apoderarse de
ella con usurpación o injusticia.» <<

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