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Demencial Party

© Fernando Josseau, 2012


© Pehuén Editores, 2012
Brown Norte 417, Ñuñoa, Santiago
Teléfonos: (56-2) 2795 71 31 - 32 - 33
E-mail: [email protected]
www.pehuen.cl

Inscripción N° 149.053
ISBN 978-956-16-0575-6

Primera edición en Pehuén Editores, noviembre de 2012

Diseño y diagramación
Pehuén Editores

Impresión
Maval Impresores

Derechos reservados para todos los países de lengua castellana.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por
procedimientos mecánicos, ópticos, químicos, eléctricos, electrónicos, fotográficos,
incluidas las fotocopias, sin autorización escrita de los editores.

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE


Fernando Josseau

DEMENCIAL PARTY
Sobre el Autor
y la Obra
Fernando Josseau

Uno de los más destacados dramaturgos y novelistas chilenos, este director de teatro
—quien ha dirigido la mayoría de sus obras— ha sido también guionista cinematográfico
en México en colaboración con Raúl Zenteno (trabajando para María Félix, Angélica
María, Gloria Marín, Silvana Pampanini, el actor español Enrique Rambal, Mauricio
Garcés, Julio Alemán, entre muchos otros), empresario, crítico teatral de El Mercurio y
profesor de arte dramático.
En 1980 publica “Chez Pavez”, su primer libro de cuentos que causa asombro en la
crítica literaria nacional por su renovado ingenio.
Sus posteriores obras teatrales “Los Pianistas Mancos”, “La Muela del Juicio Final” y
“Su Excelencia el Embajador”, son adaptaciones de los cuentos tomados de este libro.
En el año 1995 aparece “La Posada de la Calle Lancaster”, relatos que obtienen gran-
des loas de la crítica especializada y que recibe, además, los galardones “Premio Munici-
pal de Literatura” y “Premio del Libro y la Lectura”.
10 Fernando Josseau

Posteriormente, se han publicado los


libros “Crónicas del Absurdo” (2003); la
reedición corregida y aumentada de su
obra teatral cumbre, “El Prestamista”
(2005); La serie de “Cuentos Selectos,
volumen 1” (2006) y “Cuentos Selectos,
volumen 2” (2008); las obras de tea-
tro “La mano y La gallina o las alegres
tragedias de la calle Cipreses” (2009);
“The Devil’s Resignation / La Renun-
cia del Diablo (2010); y “El Embajador”
(2012).
Actualmente trabaja en el que será
su libro-homenaje a Sergio Livingstone,
intitulado “La muerte de un futbolista”.

Las obras de teatro estrenadas a lo


largo de su carrera han sido:

• “César” y “Esperaron el amanecer”


(1 representación)

• “El Prestamista”
(20.000 representaciones)

• “La Torre de Marfil”


(280 representaciones)

• “La Mano” y “La Gallina”


(300 representaciones)

• “El Estafador Renato Kauman”


(140 representaciones)

• “Su Excelencia el Embajador”


(150 representaciones)

• “La Muela del Juicio Final”


(100 representaciones)

• “Demencial Party”
(60 representaciones)
Demencial Party 11

• “Alicia en el País de las Zancadillas”


(300 representaciones)

• “Los Pianistas Mancos”


(100 representaciones)

• “Al diablo con todo”


(550 representaciones)

• “No vote por mí”


(550 representaciones)

• “Tú te lamentas, de qué te lamentas”


(400 representaciones)

• “Con la camiseta puesta”


(500 representaciones)

“Demencial Party” tuvo su estrenó en el mes de octubre de 1983 en el Teatro La Co-


media. La obra, montada por la Compañía Teatro de Cámara, fue dirigida por su propio
autor, Fernando Josseau, mientras que su producción estuvo a cargo de Ana María Palma.
Por las características de esta pieza teatral se requirió de un selecto grupo de profesio-
nales en distintos campos artísticos. Así, la escenografía e iluminación estuvo a cargo de
Juan Carlos Castillo; el diseño de vestuario: Sergio Zapata; la realización escenográfica:
Fernando Suazo; coreografía: Héctor Ibazeta; realización de vestuario: Sergio Aravena;
realización de peinados: Patricio Araya. Ayudante de Producción fue Marion Soto y Di-
rector Técnico Fernando Suazo.
La obra contó con el siguiente elenco:

Anfitriona
: Ana María Palma
Anfitrión
: Carlos Matamala
Comensal 1
: Luis Alarcón
Comensal 2 : Juan Carlos Bistoto

Garzón 1
: Gregory Cohen
Garzón 2
: Álvaro Pacul
Bailarines
: Soledad Izquierdo
Paz Irarrázaval
Sergio Balbontín
Demencial Party 13

La Crítica

“Considerable interés tiene la obra estrenada por el Teatro de Cámara... La tortura aquí
es como un sinónimo de la vida...”.
Hans Ehrmann. “Ercilla”.

“El texto es muy bueno... El autor es excelente... Destaca en primer lugar Juan Carlos
Bistoto en una actuación dolorosa que lo pone al nivel de los mejores trabajos del año”.
Rigoberto Carvajal. “El Mercurio”.

Un nuevo aporte del autor-Director al teatro del desconcierto... El resultado: un magnífico


estímulo para el montaje y actuación del Teatro de Cámara. La actuación de Luis Alarcón
es excelente así como la de Ana María Palma, la mejor de su carrera”.
Yolanda Montecinos. “La Tercera” y “Radio Minería”.

Vital para los aires renovadores del teatro chileno, inadecuado para mentes paleolíticas.
Producción adecuadísima de nuestro teatro para mostrar en Europa”.
Andres Jouffe. “Revista Cosas”.

“No es una obra fácil que deje al espectador pasivo, sino que se verá directamente acosa-
do por la misma situación de los personajes”.
“El Diario de Cooperativa”.

“La actuación, el montaje y la dirección son especiales... son altamente meritorios”.


Sergio Palacios. “Revista Análisis”.

“Una obra angustiante cuya violencia interna y externa conduce al espectador a una re-
flexión sin escapatoria”.
Sonia Quintana. Periodista.

“El multifacético de Josseau demuestra una vez más su maestría teatral en una obra de
vanguardia”.
Gregorio Goldenberg. Director “Revista Pluma y Pincel”.

Es sin duda una obra importante y digna de ser vista”.


Lula Vargas. “525 Líneas”.
14 Fernando Josseau

“Una obra valiente. Muy interesante en su doble juego entre la realidad dramática y la
amenaza como elemento externo”.
Egon Wolff. Dramaturgo.

“En esta despampanante (y memorable) obra, los torturadores terminan por lo general
con los alambres pelados. Visítelos y sabrá lo que es electricidad. Y, además, le servirán
té con tridentes”.
Miguel Arteche. Poeta.

“Una obra aparentemente extraña pero cuyo tema central llega con profundidad a la con-
ciencia humana. El elenco principal desarrolla un trabajo de gran calidad”.
José de Gregorio. Abogado.

“Fue una tremenda impresión. La obra denuncia el fuerte contenido de determinación y


falsedad que existe en nuestra vida y el poco lugar que hay para la creación y la liber-
tad”.
Mario Zañartu. Sacerdote jesuita. Subdirector de ILADES.

“Interesante. Una forma de teatro muy fuerte. Los actores están fantásticos. Me gustó
mucho”.
Claire Duhamel. Agregada Cultural de Francia.

“Una obra valientísima que se requiere de gran coraje para mostrarla”.


Mónica Echeverría. Directora Centro Cultural Mapocho.

“¿Bajo que circunstancia la vida social llega a ser demente en su naturaleza y signifi-
cación? Josseau le responde en su obra teatral... Ahora es la tortura social, su discurso
incoherente, que transforma a las sociedades en paisajes radicalmente irracionales”.
Eduardo Palma. Cientista político.

“Me gustó mucho. Es una obra fuerte y obsesionante. Muy buen trabajo de actuación”.
Marta Rose. Cantante lírica.

“La puesta en escena es una extraordinaria recreación sobre el texto que conocí, donde
se conjugan afortunadamente actuación, escenografía, vestuario, iluminación y danza,
logrando el Teatro de Cámara una espléndida producción”.
Fernando Coloma. Abogado.

“¡Impresionante! Esta es una obra que hay que mostrar fuera de Chile”.
Moy de Tohá.
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Crítica de Hans Ehrmann


El infierno de Josseau

Considerable interés tiene la obra estrenada por el Teatro de Cámara

Esta vez, Fernando Josseau propone lo que podría ser una solución frente a la tónica
más discutible de su teatro, tan “universal” que carece de raíces y no transcurre en ningu-
na parte. No se trata de que Demencial Party esté específicamente ambientado en Chile,
Escocia o Nueva Zelandia, sino que esta vez el paisaje es interior, subjetivo, de angustia
cósmica
Más aún, esta obra (Teatro de Cámara, sala La Comedia) marca una evolución en
la obra del dramaturgo: desde los ya lejanos días de su primer éxito, El prestamista, se
ha dado en sus obras una segunda tónica a través de su distanciamiento, casi desapego,
frente a los personajes que crea. En otras palabras, éstas proyectan el oficio, sin pasión,
ni un mayor sello emocional del autor. La diferencia está en que ahora, como si hubiese
traspasado una inhibición casi crónica, aflora la vivencia personal del autor tras los per-
sonajes y la situación a que están sometidos.
El decorado de Juan Carlos Castillo da la nota justa de ambigüedad; aquello podría
ser un living o una cárcel o, incluso, si se considera, la vestimenta y la actitud de los
dos amenazantes garzones, una dependencia del infierno. Allí, un personaje sin nombre,
identificado en el programa como Invitado 1 (Luis Alarcón) es sometido a una sucesión
de torturas e interrogatorios por sus anfitriones (Carlos Matamala, Ana María Palma).
Ambos varones visten smoking y ella, un traje largo de fiesta. Trátase, al parecer, del
asesinato de un ascensorista, pero apenas el espectador se acomoda mentalmente para
seguir la historia en ese nivel policial, surgen detalles incongruentes, indicativos de que
el asunto no es tan simple.
No es cuestión de que el Invitado confiese a secas. El interrogador ya sabe cuál
debe ser la respuesta y, como si se tratase de un lavado cerebral, o de algún perro de los
experimentos de Pavlov, exige la réplica justa. En su defecto, vuelve a atormentar a la
víctima.
Pero también las preguntas parecen estar preestablecidas y, en más de una oportuni-
dad, su compañera advierte al Anfitrión que se está saliendo del libreto.
De pronto, los Invitados serán dos y la muy buena interpretación de esta pareja (Alar-
cón y Juan Carlos Bistoto) constituye el punto alto del espectáculo. En forma intermi-
nable, como un rito que se prolonga al infinito, ambos deben memorizar los libretos que
les entregan los anfitriones, someterse a los interrogatorios del caso, a ser atormentados
si fallan en las respuestas.
16 Fernando Josseau

Además, son drogados, para anular aun más su voluntad o cualquier afán de resis-
tencia. Cada cierto tiempo, se produce un remanso, en que los garzones sirven té y una
pareja vestida de etiqueta baila (en un segundo nivel al fondo del escenario) melodías de
antaño.
Mientras uno a estas alturas va cejando en su aguante, el otro Invitado aún conserva
algo de voluntad, personalidad, capacidad de oponerse. Los matices de actitud, tanto de
sometimiento como de resistencia, son como el eje del asunto.
Argumento, en el sentido tradicional, no hay en este Demencial Party, pero si se da
una clara estructura. Primero, parece tratarse de un simple caso individual; luego, con
los dos Invitados en escena, se trasluce que el fenómeno es más general y, con el vuelco
final, en que el atormentador se transforma en atormentado, se desprende que todos no
son más que eslabones en una cadena interminable en que los unos son títeres en manos
de otros. La tortura aquí es como sinónimo de la vida, la que a su vez se desarrolla bajo el
gran signo de un determinismo, casi sin fin, como una aterradora pesadilla. Esta es sólo
una de las posibles lecturas de la pieza.
En el trasfondo de la obra seguramente están El proceso, de Kafka, y algo de Sartre,
que forman parte del acervo cultural de la generación de Josseau, amén de que, en lo tea-
tral, se asoman Beckett y Pinter. Sin embargo, es una obra muy personal y, aunque quizás
no esté enteramente lograda, es lo más interesante que Josseau (quien también dirigió)
ha producido en mucho tiempo.

Comensal 2 - Juan Carlos Bistoto (izquierda) / Anfitriona - Ana María Palma (centro)
Comensal 1 - Luis Alarcón (derecha)
Demencial Party 17

Crítica de Luisa Ulibarri


Demencial Party, hermética obra de Fernando Josseau

Demencial Party, de Fernando Josseau, en el Teatro La Comedia. Con Luis Alarcón, Ana María
Palma, Juan Carlos Bistoto, Carlos Matamala.

Fernando Josseau está deviniendo cada día más en un autor experto en los malabares
del subconsciente, las pesadillas y un teatro del absurdo -a pesar de cierto realismo- que
bordea lo delirante. En Demencial Party, obra casi cinematográfica o cuarteto musical en
18 tiempos sobre el problema de la tortura, el autoritarismo y la culpa, estas característi-
cas hacen su agosto. La puesta en escena es inquietante; el texto, desesperado y circular.
Y la actuación cumple su cometido: agobia, asfixia, involucra y hace pensar tan profundo
que hasta casi da vértigo, como dice un amigo por ahí.
En un sofisticado escenario de baile —smoking, traje largo— un sujeto (Luis Alarcón)
es interrogado sin tregua por dos torturadores y/o agentes de una misteriosa organi-
zación. Esto, al compás pegajoso, dulzón y machacón de “Tea for two”, mientras una
pareja baila automáticamente, rodeada de estatuas de yeso. Dos guardias del penal, con
penachos y atuendos mitad dieciochescos, mitad renacentistas, ensartan como anticucho
al inculpado con unas lanzas.
A medida que el interrogatorio avanza —preguntas de mentira, respuestas mecánicas
aprendidas en un libreto—, la música se hace más estridente y la ceremonia se torna más
macabra. Al acusado (¿asesinó a un ascensorista?, ¿a un joyero?, ¿a nadie?) se suma un
“cómplice” (Bistoto) y es la presión del encierro, el sin sentido de la tortura, lo que hace
que estos dos seres pasen por todos los estados de ánimo que es dable imaginar. A los
interrogatorios se suman golpes brutales, matizados con champagne, caviar, masajes fa-
ciales, delikatessen y mucho “Tea for two”. Los torturadores (Ana María Palma y Carlos
Matamala) resultan elegantes, sádicos, contradictorios y ambiguos.
A pesar del tema, la obra no es contingente ni política per se: lo que importa no son
los hechos concretos, sino ciertos mecanismos de conducta en sus zonas límites.
La actuación de Luis Alarcón es buena, en sus exigencias físicas y psíquicas. Bistoto
entrega un personaje más humano, transparente y creíble en su dolor; en tanto que Ana
María Palma compone una torturadora finamente sádica y víctima también.
El texto de Josseau se densifica a medida que transcurre la obra, revelando el más
desencantado de los nihilismos y, aunque no parezca, un amor desesperado por la condi-
ción humana. La propuesta escénica, atrayente aunque reiterativa, engancha y produce
casi el mismo escalofrío que ese baile de cadáveres en la fiesta nocturna del filme El
resplandor de Kubrick.
18 Fernando Josseau

Con todo, en esta Demencial Party pasa lo mismo que en otros estrenos recientes
de Josseau: como que en cierto momento la tensión o la cuerda dramática se corta y se
produce la sensación de que la obra podría terminar ahora o nunca. No obstante, al final
se da el repunte necesario que nos permite concluir que, paseándose entre el absurdo, el
teatro de la crueldad y el realismo, el texto de Josseau es el más exigente, hermético y
en cierto modo ambiguo, al tratar un tema tan áspero como la tortura, maquillándolo de
excesivo onirismo.

Garzón 2 - Álvaro Pacul (izquierda) / Comensal 1 - Luis Alarcón (centro)


Garzón 1 - Gregory Cohen (izquierda)
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Demencial
Party

Ana María Palma - La Anfitriona


La acción transcurre en un lugar indefinido —podría ser un elegante
club nocturno: el piso es brillante, el muro del fondo del escenario es
de cristal ahumado o tal vez una plancha metálica, sólida,
ligeramente labrada, con su elegante superficie bruñida.
Una lámpara empotrada en el cielo raso, moderna, protegida de
pequeñas barras iguales, doradas. El mobiliario es sencillo: dos
grandes divanes (construidos ad hoc), estilo Luis XV cuya
longitud y amplitud les hace aptos para servir de camas.
El otro extremo del escenario —separado del primero por una
atmósfera negra e indefinida—, otro ambiente, el mobiliario
es también de época, muy chic, y es posible un gran piano de
cola donde uno de los comensales toca “Té para dos”,...
el resto se pierde en la atmósfera oscura.
Los invitados vestirán durante toda la obra de smoking; cuando
comienza la primavera les cambiarán de chaqueta, color crema
y al comenzar el verano, impecables chaquetas blancas.
Esta escena puede llevarse a efecto para Navidad.
De vez en cuando la anfitriona del extraño local, les pondrá una
flor en el ojal. También les limarán y teñirán las uñas.
Los anfitriones vestirán extraños e insólitos trajes que recuerdan
lejanamente un uniforme o, más bien, un traje de carnaval,
excéntricos, surrealistas, de coloridos vibrantes.
La anfitriona vestirá trajes de noche, hasta el suelo, sofisticados
y finísimos. Cada vez que desaparece y vuelve a aparecer en
escena, se ha cambiado de traje dejando, en el transcurso de la pieza,
una vaga sensación de desfile de modas.
Ella es fina, bella, femenina, encantadora, etcétera.
Con un gran spray inundará intermitentemente el local
con un penetrante perfume francés.
28 Fernando Josseau

Para que los comensales permanezcan lúcidos y recuerden con


exactitud sus parlamentos se les servirá tres o cuatro veces al día
varias tazas de té, en una vajilla impresionante, de plata labrada.
Estos actos constituyen una verdadera ceremonia (un ceremonial) y
la anfitriona y sus asistentes se desplazan con elegancia y majestad.
Este ceremonial irá acompañado de un fondo musical (música
ambiental) pero siempre la misma e idéntica melodía: “Té para dos”.
Entre escena y escena (a criterio del director de la pieza) los
anfitriones bailarán al compás de “Té para dos”, cheek to cheek,
como si se encontraran en un refinado club nocturno.
A veces los hombres bailarán entre ellos, enlazados de la cintura.
Para Navidad, la anfitriona colocará un gigantesco pino con
adornos, lleno de rutilantes estrellitas y luces multicolores,
y a los torturados impecables chaquetas blancas.
La violencia, procacidad y ordinariez de los diálogos debe
contrastar —deliberadamente— con este ambiente
mundano, extravagante y sofisticado.
En las noches, los comensales 1 y 2 deberán beber grandes copas de
champagne... sólo lo suficiente como para no perder su lucidez.

Se escucha levemente “Té para dos” mientras aumenta la luz suavemente.


En un extremo del escenario se ve bailando a una pareja (ÉL, DE
SMOKING, ELLA DE LARGO), que continúan bailando
en el transcurso de toda la obra, acentuándose o disminuyendo
su presencia por la inmensidad de la luz.
Entre los muebles, dos divanes Luis XV y en cada uno de ellos
sentados un invitado o comensal, también de smoking; a un costado,
la anfitriona de traje largo con copa en la mano y parada atrás de
un atril que contiene un texto. A veces, la memorización repetida
de los diálogos se multiplicará —reiteradamente acentuando la
locura y el extravío de la situación—.
Al otro costado el anfitrión, también de smoking, en igual posición.

ANFITRIÓN: ¿Qué número tenía el edificio?


COMENSAL 1: 369... ¡Perdón, 396! ¡Eso es!

(La anfitriona intercambia una dura mirada con el anfitrión, quien está con un libreto en su
mano derecha).
Demencial Party 29

ANFITRIONA: (Leyendo otro libreto). ¿Porqué eligió usted ese edificio y no otro?
COMENSAL 1: Porque... (haciendo memoria) ahí trabajaba el ascensorista.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). Entonces... usted ya había determinado su plan?
COMENSAL 1: Tenía un plan un tanto ambiguo. Necesitaba tiempo para que éste se fuese
precisando en mi cabeza.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¿Y sus cómplices?
COMENSAL 1: Se tomaban mis... mis... decisiones, eso es, sólo mis decisiones. Mis cómpli-
ces eran... subalternos míos. Nada más que subalternos.
ANFITRIONA: ¿Usted los eligió, personalmente?
COMENSAL 1: Yo los elegí personalmente.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¿En que se basó para elegirlos?
COMENSAL 1: Por sus... (Se interrumpe). ¿Como se pronuncia la palabra... currículum? Si,
bueno, por sus currículum...

(Los dos anfitriones intercambian otra mirada de irritación).

ANFITRIONA: ¿Cuales eran esos currículum?


COMENSAL 1: Preparación idónea fuera del país. Resistencia física fuera de serie. Karate.
Judo. Tiro al blanco, conocimiento de toda clase de armas de fuego, bombas incendiarias
y explosivas, granadas de mano, en fin. Todo lo necesario para un buen trabajo. Sistema
de ataque y de defensa personal.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¿Cuándo se integró usted al plan?
COMENSAL 1: (Haciendo un terrible esfuerzo para recordar). El... ocho... no, perdón, el siete
de enero de 1981.
ANFITRIONA: ¿Se considera Ud. un mercenario?
COMENSAL 1: ¡Por supuesto! ¡Un mercenario de tomo y lomo! ¿Quién escribió...

(El anfitrión se pone de pie como un rayo y grita con una voz estentórea y poderosa).

ANFITRIÓN: ¿Quieres que te arreglemos cuentas de nuevo, hijo de puta?


COMENSAL 1: Perdón. Perdón... me cuesta...
ANFITRIONA: (Que ha permanecido impertérrita, sigue leyendo las preguntas). ¿Cuántos tra-
bajos realizó en el país antes de el del ascensorista?
COMENSAL 1: Siete, siete. Exacto. Siete.
ANFITRIONA: ¿Cuántos asesinatos?
COMENSAL 1: Ninguno, señora.
ANFITRIONA: ¿Incendios?
COMENSAL 1: Ninguno, señora.
ANFITRIONA: ¿Chantaje?
COMENSAL 1: Ninguno, señora.
30 Fernando Josseau

ANFITRIONA: Corrupción de menores?


COMENSAL 1: Ninguno, señora.
ANFITRIONA: ¿Robos en grandes residencias y oficinas?
COMENSAL 1: Solo robos. Nada más que robos. Somos... especialistas en robos... y en de-
fensa personal. Pero el ascensorista fue asesinado por...
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¡Cállese!
COMENSAL 1: Si, señora.
ANFITRIÓN: ¿Y para robos... necesitan preparación en el extranjero, ser expertos en bom-
bas, en conocimiento de armas?
COMENSAL 1: Respondo de acuerdo a lo que Ud. me pregunta. No niego esos conocimien-
tos. Pero no los he utilizado. Sólo nos hemos limitado —yo y mis subalternos— a efectuar
robos en gran escala. Robos cuantiosos. Robos fuera de serie.
ANFITRIÓN: ¿Y las mercancías? ¿El dinero?
COMENSAL 1: Una buena ramificación de hombres de goma, señor. Ellos compraban todo
a muy bajo precio. El dinero... bueno, usted sabe... La buena vida se lo lleva fácilmente.
ANFITRIÓN: (Siempre leyendo). ¿Te puedes gastar en un año un millón de dólares en putas,
cabrón? ¿Te puedes gastar un millón de dólares?
COMENSAL 1: No, señor. No señor. Naturalmente que no señor.
ANFITRIONA: Piensas que somos...
ANFITRIÓN: ¿Idiotas entonces?
COMENSAL 1: No he dicho eso.
ANFITRIONA: No lo has dicho pero lo has pensado.

(Hay una pausa. El comensal está deshecho y tenso a la vez).

COMENSAL 1: ¿Puedo beber un sorbo de té?

(Música. Entran los dos mayordomos al llamado de la anfitriona y sirven).

ANFITRIÓN: No está en el libro.


ANFITRIONA: Lo sé muy bien, aquí estoy viendo lo que está y lo que no está en el libro. ¿O
también crees que soy una idiota? Todo esto me asquea.
(Silencio).
ANFITRIONA: Bebe un sorbo, si quieres, un sorbo. Hablaremos todavía unas tres o cuatro
horas. Y que no te falle la cabeza. ¿Entiendes?
ANFITRIÓN: Que no te falle la memoria porque te vamos a descuartizar de nuevo... A ti te
gusta robar... a nosotros hacer caricias en las bolas. ¿Entiendes?
COMENSAL 1: (Casi desmayándose). Si, claro. Entiendo.
ANFITRIÓN: ¡Está fuera del libro!
ANFITRIONA: (Al anfitrión). ¿Quieres dejar de molestarme con el libro? Tu y yo también
Demencial Party 31

estamos fuera del libro. (Pausa).

(Paso de tiempo marcado por la pausa y salen los dos garzones).

ANFITRIONA: ¿Y la memoria? ¿Cómo anda la memoria? Veo que anda mejor. No me con-
testes. En los primeros días vacilabas a cada rato, lagunas mentales una y otra vez. Es el
entrenamiento, ¿sabes? Es un músculo. Se desarrolla como un músculo. Como un Mr.
Atlas o algo así. Ahora puedes fijar nuestros diálogos. Eso me alegra. Podemos hablar co-
herentemente unos diez o quince minutos seguidos.
ANFITRIÓN: Antes de que cometas un par de errores gruesos y te ganes una buena zurra,
una de esas zurras que te provocan orgasmo, cabroncito, porque algo de “masoca” tienes.
ANFITRIONA: (Alegre). ¡Ah, la memoria! ¡Es algo extraño, prodigioso! ¿Has pensado en
eso? Un deseo minúsculo, una fracción de segundo y ¡ya!; ahí está la imagen. Ahí está el
recuerdo.
ANFITRIÓN: Ahí, ante tus ojos, está la mujer desnuda que tanto te excitaba o la víctima
tendida sobre una alfombra roja.
ANFITRIONA: Es algo fantástico. Cuando pienso en ella... me es difícil aceptar que existe.
Pero existe.
ANFITRIÓN: ¿Verdad muñeco?
ANFITRIONA: Y has ido progresando, no puede negarse.
ANFITRIÓN: Si te escaparas de esta... en cuatro o cinco años más —y si no enloqueces an-
tes— podrás presentarte a uno de esos concursos pendejos de “¿Cuánto sabe Usted?” O
algo parecido.
ANFITRIONA: (Interrumpiendo). Bien, quiero saber si te acuerdas de algo, de algo muy
especial.
ANFITRIÓN: ¿Cómo era el ascensorista?
COMENSAL 1: ¿El que se enfermó, señor?
ANFITRIONA: ¡No me vengas con estupideces! Sabes muy bien de quien estoy hablando.
ANFITRIÓN: El que estaba a cargo del ascensor el día del asalto, al que asesinaron ustedes.
A ese me refiero.
COMENSAL 1: Puedo describirle al anterior, señor.
ANFITRIÓN: ¡Ah, cabrón!
ANFITRIONA: Bueno, si insistes. A ver, ¿como era? ¿Tienes memoria visual?
COMENSAL 1: Era un hombre rudo, lo que se dice rudo. Uno podría preguntarse que
demonios hacía ese estibador de puerto adentro de un ascensor de cristal: era como un
elefante en una vitrina. Apenas cabía dentro de él. Tenía una respiración sonora, molesta,
irritante, que atormentaba a los pasajeros. Los ojos eran vidriosos, azules, deslavados, la
frente pequeña, el pelo entrecano, tieso, duro como alambre y las orejas muy grandes...
ANFITRIÓN: ¿Una especie de Alain Delon, eh?
COMENSAL 1: Así era, señor. Y siempre estaba haciendo un chasquido con la lengua y la
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saliva le corría por la comisura de los labios.


ANFITRIONA: ¿Chasquidos, eh? ¿Eran señales? ¿Eran advertencias disimuladas dirigidas a
cualquiera de los “inocentes” pasajeros?
COMENSAL 1: Podría ser, no lo había pensado.
ANFITRIÓN: Claro que no lo habías pensado. Si hubieses pensado algo en tu cochina vida
no estarías metido en este lío.
COMENSAL 1: Soy inocente, señor... de la muerte del ascensorista.

(Anfitriona ríe extrañamente, lee el libreto. Mira al anfitrión).

ANFITRIONA: Tu y yo también estamos fuera de libreto.

(El garzón con traje carnavalesco y máscara sirve, y luego a los invitados).

ANFITRIONA: (Con fatiga). Bien. Resumiendo; ustedes hicieron un gran asalto a una gran
oficina donde habían documentos, cheques y dinero en efectivo en cantidades industria-
les. (Siempre leyendo). La gran pregunta es una...
ANFITRIÓN: ¿Por qué esa oficina y no otras donde también hay grandes cantidades de di-
nero? ¿Facilidades? ¿Cuáles eran esas facilidades, muñeco, puede saberse?
COMENSAL 1: Un buen estudio del sector, señor. Un buen estudio del funcionamiento de
la oficina, horarios, personal, tipo de personal, psicología y hábitos del personal, vigilan-
cia, etc., etc. Todo.
ANFITRIONA: (Con una mueca en su rostro, siempre leyendo). Ese no es un argumento,
muñeco. Cualquiera de las otras grandes oficinas puede haber sido sometida al mismo
sistema de estudio, análisis y espionaje. ¡Esa no es una respuesta!
COMENSAL 1: (Al borde de una fatiga por el esfuerzo. Con voz más débil). ¡Es la única que
tengo, señora!
ANFITRIÓN: (Siempre leyendo). ¿Ah, sí? ¿Esa es la única respuesta? ¿Y tú quieres saber cual
es nuestra única respuesta, porque también la tenemos? Sacarte tres o cuatro uñitas de los
dedos que tu elijas, de las manos o de los pies: ¿Ves? ¿Ves que generosos somos?
ANFITRIONA: Te dejamos elegir libremente la mano derecha o la izquierda, el pie izquierdo
o el derecho.
ANFITRIÓN: Tres o cuatro uñitas. Las caricias en las bolas ya se acabaron. El repertorio es
largo, te lo advierto. Nutrido. Variado. Espeso. Interminable. Tenemos imaginación, mu-
ñeco... y una especie de erudición en la materia.
ANFITRIONA: Si, señor. ¡Erudición! ¡Como dice por ahí...! Bien. ¿Porque eligieron esa y no
otra oficina?
COMENSAL 1: Oh. Oh. Oh.
(El anfitrión se pone de pie. Se aproxima y está a punto de darle un bofetón, pero se contiene.
Lee, en cambio, en el texto, apuntándole).
Demencial Party 33

ANFITRIÓN: (Leyendo). Compramos un plan de asalto de segunda mano, señor.


COMENSAL 1: Compramos el asalto de segunda mano, señor.
ANFITRIONA: ¿Qué quiere decir con eso de segunda mano? ¿Me estás tomando el pelo?

(El anfitrión vuelve a su sitio y se concentra en el libreto).

COMENSAL 1: Ese asalto lo iba a realizar Benjamín, y tuvo que salir del país: nos dejó todo
el plan, mapas, estudios, señales, todo, por una suma muy módica. Por eso fue. Se lo juro.
No estoy mintiendo.
ANFITRIÓN: (Siempre leyendo). ¿No estás mintiendo?... ¿Entonces qué mierda estás hacien-
do, puede saberse? ¡Atraco de segunda mano! ¡Eres un tipo gracioso, después de todo...!
Yo te voy a dar un golpe de segunda mano en tu hocico, vas a ver! ¡De segunda mano!
COMENSAL 1: Benjamín es un experto en la preparación de la “fiesta”, señor, pero cuando
está en ella, se ‘marea’ muy rápido. ¿Me explico?
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). ¿Y tú te mareas también en la fiesta, hijito de perrita?
COMENSAL 1: No señora.
ANFITRIONA: Bien: volvamos a lo medular. Llevamos no se cuánto tiempo en esto y no
conseguimos aclarar el asunto del ascensorista. ¿Qué papel jugaba éste? Te lo pregunto por
enésima vez. ¿Sabes lo que significa la palabra “enésima”?
COMENSAL 1: No señora.
ANFITRIONA: Te lo pregunto por enésima vez. ¿Cuál fue?
COMENSAL 1: Se lo he dicho todo. Pero..., el ascensorista no tenía arte ni parte en el asunto.
ANFITRIONA: ¿Arte, ah? ¿Ahora eres un experto en arte?
ANFITRIÓN: ¿Una pateadura gótica te vendría bien?
ANFITRIONA: ¿O prefieres un neo-impresionista hasta dejarte las orejas como un Van
Gogh? ¿Sabes quien es Van Gogh?
COMENSAL 1: ¿De la banda de van Putran, señora?
ANFITRIÓN: Cabrón asqueroso!
ANFITRIONA: En las noches sueño contigo, ¿sabes?... Sueño que te saco los ojos uno a uno,
luego los cabellos de la cabeza...
ANFITRIÓN: Los sobacos, el culo, todo.
ANFITRIONA: ¡Y en seguida sigo con la piel, toda la piel, tu asquerosa, hedionda y sudoro-
sa piel de asaltante de mala madre! Sueño contigo no sabes cómo... y lo voy a conseguir
dentro de poco si sigues con el mismo cuento. (Pausa).
¿El ascensorista?
COMENSAL 1: No puedo inventar, señora.
ANFITRIONA: (Siempre leyendo). Ah, no puedes inventar, ¿eh? Llevas tres semanas inven-
tando cositas, mi querido Edison, ya te las vas a ver conmigo... apenas el reglamento me
lo permita. Entonces te quiero ver... vas a hablar más de la cuenta...
34 Fernando Josseau

COMENSAL 1: El ascensorista, señora, era nuevo. No era el que nosotros teníamos en el


plan. Tuvo un ataque de peritonitis el día anterior y lo cambiaron. ¡Se lo juro por mi
madre!
ANFITRIÓN: ¡Por la puta de tu madre, querrás decir! ¿Así que ahora “le hacemos” a la me-
dicina? ¿Eres experto en peritonitis? Te voy a sacar el apéndice a patadas, vas a ver...

(Hay un cambio de tiempo. Se escucha “Te para dos”. Los bailarines aparecen por breves mo-
mentos).
(Larga pausa).

ANFITRIONA: A ver, muchacho, piensa un poco. ¿Que es un ascensorista? Desarrolla tu


imaginación. Déjala correr.
COMENSAL 1: Ve el mundo desde arriba y desde abajo...
ANFITRIONA: En movimiento “casi perpetuo”. Sigue.
COMENSAL 1: Ve rostros, infinidad de rostros... que comienza a poder diferenciar, definir,
estudiándolos durante años...
ANFITRIÓN: Vas bien, muñeco. Sigue.
COMENSAL 1: Se especializa en estudiar estos rostros, estos cuerpos a veces elegantes, a ve-
ces gibados, erectos, prepotentes, caídos, derrotados, sumisos, humildes, enérgicos, en fin.
Observa los ojos, las miradas, los ojos vidriosos, los ojos mustios, muertos, fulgurantes,
asesinos, sospechosos, perspicaces, nostálgicos... en fin, todo lo que significan las miradas
del mundo. Es un especialista. Después vienen los labios...
ANFITRIÓN: Bien, muñeco. Esta noche te estás luciendo.
COMENSAL 1: Finos, sensuales, ordinarios, libi... libi...
ANFITRIONA: (Ayudándole). Libidinosos...
COMENSAL 1: Eso es, perdón: libidinosos, mezquinos, crueles, abúlicos. Y más abajo, las
quijadas... poderosas, pequeñas, insultantes. Y las narices mórbidas, sebosas, respingadas,
puntiagudas, fruncidas... en fin. Él, en realidad, tiene, dispone de dos pisos para una ob-
servación sagaz; de quince pisos para un análisis completo. De siete pisos para una mirada
de lince, señor. Es un técnico. Un experto. Un psicólogo. Un político. Un tipo astuto,
vertiginoso, increíble. Eso es, señor.
ANFITRIÓN: Te has ahorrado algunos golpes en el abdomen, algunos golpes de corriente
alterna y continua, muchachín. Puedes tomarte una copa de champagne.
COMENSAL 1: Y las frentes, señor, surcadas de arrugas, pequeñas, estrechas, amplias, lisas,
tersas, torturadas, inteligentes.
(Bebe un sorbo de té).
Y también están los pómulos: caídos, flácidos, rojos, sanguíneos, lívidos, salientes, puntu-
dos, informes...
ANFITRIONA: (Eufórica, feliz). Basta. Basta. Eso es un ascensorista: un hombre que sabe de
psicología —mientras sube y baja— ¡de problemas humanos y sociales! —mientras baja
Demencial Party 35

y sube— ¡de problemas políticos, estratégicos, antropológicos! —mientras vuelve a subir


y bajar—.
ANFITRIÓN: Un hombre que ve todo el mundo desde su pequeño recinto rectangular: es
como una gran lente, ¿sabes? Y el mundo desfila agigantado ante sus ojos siempre sorpren-
didos. ¿Entonces, carajo, cerdo de mierda, gran hijo de puta, por qué lo mataron?

(Disminuye la luz en el set central, aumenta la música y la luz en la pareja bailando. Luego
comienza a bailar la anfitriona con el comensal).

ANFITRIONA: Para serte sincera creo que nos pueden engañar sólo en un pequeño porcen-
taje: Te hemos estado siguiendo desde hace dos años, para que lo sepas; estabas en nuestra
lista.
ANFITRIÓN: (Tomándolo ligeramente del cuello y separándolo). Eres uno de nuestros predi-
lectos candidatos. Sabíamos que te íbamos a agarrar del pescuezo en cualquier momen-
to... y que íbamos a apretar fuerte hasta que cada vértebra quedase perfectamente fuera de
su lugar. ¿Me explico?
COMENSAL 1: Si, señor... Oh, perdón... el texto dice “¡Como no, señor!”. Ahora recuerdo:
“¡Como no, señor!”.
(Aumenta la luz en la pareja de bailarines y bailan “Té para dos”. Luz baja y sube. Entran
mozos con champagne).
ANFITRIÓN: (Siempre leyendo). Ahora seguiremos de dos en dos, para que te entretengas.
Es nuestra forma de jugar al luche. Pregunta: ¿Estabas ______ 335 de febrero 666 en el
bar ______ ascensorista?
COMENSAL 1: Solamente ______ de la calle mirando ______ estuve.
ANFITRIÓN: (Volviéndose a la anfitriona) ¡Este cabrón progresa! ¿No crees?
ANFITRIONA: Sí.
ANFITRIÓN: Pregunta: ¿El día ______ de este año ______ “El Pelicano” ______ con él?
COMENSAL 1: (Haciendo un esfuerzo atroz por recordar las palabras sin cometer errores). Es-
tuve ______ bar ______ él.
ANFITRIONA: ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Espléndido! ¡Eso es memoria! Veamos de nuevo: al
primer error, un golpe en el ojo izquierdo. Al segundo error, te tiraremos de las orejas con
este alicate... (Al anfitrión). ¿Lo tienes ahí? (El anfitrión lo muestra).
ANFITRIÓN: Al tercer error... te meteremos este fierro caliente por alguna parte. Es a pilas.
(El anfitrión levanta el fierro. El comensal está húmedo de sudor). ¿Y estabas ______ seco
con él ______ más?
(El comensal se queda en blanco; va a decir algo pero se contiene. El anfitrión se aproxima. Ha
dejado el libreto sobre su atril, esperando que hable. Por fin, balbucea:)

COMENSAL 1: (Perdiendo la memoria y el control). Estaba... estaba... estaba...


36 Fernando Josseau

(El anfitrión le propina un feroz golpe en el ojo izquierdo. El comensal se tambalea).

ANFITRIÓN: ¿No te gusta jugar al luche? ¿O prefieres que juguemos a la cuerda floja? ¿Ah?
COMENSAL 1: Como usted diga, señor,
ANFITRIONA: Está fuera del libro. Dejémoslo pasar. Pregunta: ¿Que ______ hacías con
______ ese tiempo?
COMENSAL 1: (Haciendo un esfuerzo supremo). Nada, señor. No lo conocía. Era el otro: el
de la peritonitis. Ese era, señor. Lo juro.
ANFITRIÓN: ¡Lo juras! ¡Lo juras! ¡LO JURAS! ¡¡¡LO JURAS!!! Llevas seis meses jurando
cada tres segundos. ¡Lo juro por Dios! ¡Lo juro señor! ¡Se lo juro! ¡Juro! ¡Juro! ¡Juro! ¿Lo
juras? ¡Se lo juro! ¡Yo te voy a jurar algo al oído para que se te incruste bien en el tímpano
y no lo olvides jamás! ¡Pedazo de juro! ¡Vas a ver! ¡Dentro de poco, te vas a arrastrar por el
suelo como jamás lo ha hecho cucaracha alguna en esta maldita tierra! ¡Sí, yo también te
lo juro! ¡Como te vas a arrastrar! ¡Te lo juro!

(Pausa. Bebe un sorbo de agua. Se aproxima al comensal y le propina un tremendo bofetón.


Éste va a parar a un rincón del recinto y se desploma. El anfitrión se vuelve a la anfitriona,
ella sugestivamente dice:)

ANFITRIONA: “Fuera de libreto”.


ANFITRIÓN: ¡Todos vamos a quedar fuera de libreto algún día! ¿Es que no te das cuenta?

(La anfitriona lo mira en silencio, dura. Se apaga la luz. Luego de una breve pausa, en que
escuchamos la música característica de fondo en primer plano, aparece bailando la pareja de
invitados. Los dos garzones en traje carnavalesco al comenzar la música recorren sirviendo
con bandejas de plata adornadas con faisán y exquisiteces. Luego, al compás de la música, van
desapareciendo, mientras la luz cae sobre los dos comensales exhaustos. Escena en que ellos se
han negado a memorizar).

COMENSAL 1: Has sentido otras voces, otros gritos?


(Escena a media luz).
COMENSAL 2: No. Nada.
COMENSAL 1: Es muy raro. ¿Es que estamos nosotros solos aquí? ¿Solamente nosotros?
COMENSAL 2: He oído los pasos de “ellos”, nada más. Sus voces roncas.
COMENSAL 1: ¿Es posible que seamos nosotros dos, nadie más?
COMENSAL 2: No lo sé. ¡No lo sé! Oye, cuéntame un chiste: quiero reírme un poco. Un
chiste fuerte, claro. (Muy serio). Quiero saber si podré volver a reírme alguna vez en mi
vida.
COMENSAL 1: ¿Un chiste? No puedo, no puedo contarte un chiste. No resultará. Me due-
len las mandíbulas... Me duele todo el cuerpo.
Demencial Party 37

COMENSAL 2: (Haciendo un esfuerzo). No puedo acordarme de ninguno.


COMENSAL 1: (De súbito, comienza a reír nerviosamente. Extrañamente, en forma muy baja
mientras dice:) Me acabo de acordar de uno pero no podré contártelo... porque... (sigue
riendo estruendosamente, sin detenerse. El otro lo observa serio e irritado. El comensal 1 ríe
hasta el paroxismo. Su risa va muriendo en espasmódicos estertores, hasta desaparecer. Silen-
cio).
No podría... decirlo en voz alta. Te juro que no podría. ¡No me mires así!
COMENSAL 2: Trata de no olvidarlo.
COMENSAL 1: Me duele toda la cara. No me jodas. No me jodas con chistes. No estoy de
ánimo.
COMENSAL 2: Pero te has estado riendo...
COMENSAL 1: ¡Te digo que no me jodas!
(Silencio).
COMENSAL 2: ¿Entraste una vez a una casa de locos?
COMENSAL 1: ¡Me obligas a memorizar, a trabajar más la cabeza... quiero descansar un
poco, estar vacío, completamente vacío! ¡Ya está bueno! Estoy pensando en otra cosa más
importante: ¿Hasta donde puede llegar nuestra resistencia? ¡En eso estoy pensando! ¡Y tú
me vienes con chistes...! ¡Oh!
¿Dos días más? ¿Dos semanas más? ¿Dos meses más? ¿Cuánto? ¿Cuánto? ¿Cuánto? (Silencio).
Al principio, ¿sabes? pensé que se trataba de una broma, de una broma estúpida y maca-
bra, pero las palizas, la electricidad, los golpes, los insultos, las vejaciones me convencie-
ron de que la cosa iba en serio.
Hay grandes bromistas —¿sabes?— tipos enfermos que se dedican a hacer toda clase de
bromas pesadas y que a veces terminan en verdaderas catástrofes. Bueno, pensé que era
algo así. ¡Pero no! ¡Esto no es una broma ni mucho menos!
(Silencio).
COMENSAL 2: Tenía un primo que se pasaba haciendo bromas, era muy estúpido. Yo lo
odiaba.
(Pausa).
COMENSAL 1: Ahora que me acuerdo, cuando niño, fui una vez al manicomio. Acompañé
a un tío... pero, es raro, no me acuerdo de los locos... fuera de uno que tenía los ojos enor-
mes y no decía una sola palabra. Daba la impresión de mirar siempre el infinito.
(Anfitriona canta).
COMENSAL 2 ¿Tú crees que puede haber... un acuerdo entre ellos?
COMENSAL 1: ¿Entre quienes?
COMENSAL 2: Los ascensoristas.
COMENSAL 1: No sé. No lo sé.
COMENSAL 2: Suponte... que los ascensoristas forman una secta...
COMENSAL 1: ¿Y?
COMENSAL 2: Y se hayan apoderado del mundo.
38 Fernando Josseau

COMENSAL 1: ¿Lo dices en serio?


COMENSAL 2: No sé si lo digo en serio o no. Empiezo a dudar de todo. Las ideas se me
confunden.
COMENSAL 1: En estos diálogos el ascensorista es el hombre clave. Y lo matamos nosotros
—segun ellos—. Y bien: los ascensoristas están en connivencia con...
COMENSAL 2: ¿Qué es connivencia? ¿Qué significa?
COMENSAL 1: Están de acuerdo con ellos. O son ellos mismos. Teóricamente, hemos ase-
sinado a uno de ellos.
Hasta ahí llegamos. Razonar más allá de este muro de cristal opaco o de música dorada es
simple especulación. No hay nada más.
COMENSAL 2: Hay mucho más.
COMENSAL 1: ¿Qué por ejemplo?
COMENSAL 2: No lo sé. ¡Eso es lo que no sabemos! ¡Pero hay mucho más! ¡Estoy seguro!
COMENSAL 1: ¿Mucho más qué?
COMENSAL 2: No sé. No lo sé.
COMENSAL 1: (Irritado). ¿Entonces por qué dices que estás seguro? ¿Se puede estar seguro
de que no se sabe algo que existe y...? ¡Oh, a la mierda!

(Los dos hombres guardan silencio. De nuevo “Té para dos” —canto).

COMENSAL 1: ¿Cómo era tu mujer?


COMENSAL 2: ¡No me hagas trabajar la cabeza! ¡No quiero cansarme! Tú me lo acabas de
decir. Te contradices a cada rato.
COMENSAL 1: Es cierto. Estoy confundido. ¿No lo comprendes? ¡Completamente confun-
dido! Veo nubes, sombras, abismos y... (Se calla). Tenemos que volver a memorizar.
COMENSAL 2: Espérate un poco todavía. Estoy cansado. ¡Estoy deshecho!
(Pausa).
COMENSAL 1: Debemos volver a memorizar si no queremos ganarnos otra zurra.
COMENSAL 2: No sé qué es peor.
COMENSAL 1: Todavía la cabeza puede resistir otro poco. Pero esos golpes de corriente...
¡Oh!

(Pausa).
(La luz se abre sobre el rostro del comensal 1. Después un silencio. Pausa. Se escucha “Té para
dos”).
COMENSAL 1: Óyeme una cosa... es raro, pero ya no siento hambre ni ganas de comer, ni
pienso en esos platos suculentos. Pero tengo ganas de dormir, tengo sueño, un sueño que
me parte la nuca. (Bosteza). Pienso despierto que sueño, pienso en que puedo dormir
tranquilo un par de meses. Me arden los párpados.
COMENSAL 2: No creo que hayas dormido más de una hora de promedio por día. No, no
Demencial Party 39

lo creo. (Contagiándose bosteza).


COMENSAL 1: ¡Es formidable! Antes podía dormir cualquier cantidad de tiempo... ¡Si hu-
biese sabido lo habría aprovechado, muchacho! ¡Pero no lo hice!
(Bosteza).
COMENSAL 2: ¡No me digas muchacho! ¡Sabes que no me gusta!
(Pausa).
Uno no aprovecha nada de lo que puede hacer o tener hasta que lo pierde. (Bosteza).
COMENSAL 1: ¿Quién dijo eso? ¿Platón? (Bosteza).
COMENSAL 2: Me suena a algo muy repetido. No tengo la más puñetera idea quién lo dijo
ni me importa si es repetido o no: lo importante es que lo siento en este momento. Lo que
importa son las ideas que uno tiene en el momento y que las motiva.
COMENSAL 1: No puedo pensar. ¡Déjame en paz!
(Larga pausa).
Mi último sueño... todavía puedo recordarlo. Dicen que los sueños son siempre olvida-
dos. Es cierto. Pero de ése me acuerdo... Soñé que... ¡A la mierda! ¡No voy a estar haciendo
esfuerzos “extras” para recordar!
(Entran bailarines. “Té para dos”).
(Silencio).
¿Cuántos ascensoristas crees tú que hay en el país? ¿En el mundo?
¿Cien mil? ¿Quinientos mil? ¿Un millón? ¿Lo habías pensado antes?
(El comensal 2 lo mira sin responder. Pausa).

(Entran dos garzones bailando).

COMENSAL 2: ¿No has pensado... cuándo comenzaremos a volvernos locos?


COMENSAL 1: ¿Cuándo? ¿Qué quieres decir...?
COMENSAL 2: Tenemos que volvernos locos en un momento. Ellos tienen que haberlo cal-
culado. ¿Sabe uno cuándo “eso” sucede? ¿Se da cuenta? ¿Uno? ¿O simplemente...?
COMENSAL 1: No; yo creo que uno no se da cuenta.
(Silencio).
COMENSAL 2: ¿Por qué me miras así? ¿Realmente crees que estamos locos?
COMENSAL 1: Los locos no razonan.
COMENSAL 2: Pueden razonar que están locos.
COMENSAL 1: ¡No digas disparates!
COMENSAL 2: ¡Los locos dicen disparates!
COMENSAL 1: ¿Qué quieres insinuar? ¿De que nada de esto que nos rodea existe?... ¿Que
estos garzones de mierda son producto de nuestra locura? ¿Que todos estos malditos y
condenados y mal paridos diálogos también son producto de nosotros mismos? ¿Acaso
estos adornos, muebles y monstruos son sólo sombras o sueños?
(Patea furiosamente en el suelo).
40 Fernando Josseau

¿Y esta puerta de metal, qué es? ¿Un trozo de tu propio cerebro?


COMENSAL 2: Tengo miedo... no sé explicarme.
COMENSAL 1: ¿Crees que el maldito ascensorista que han inventado para jodernos hasta las
masas no existe...? ¿Es sólo una ilusión, un sueño, un fantasma creado por ti? ¿Y cómo y
por qué estamos de acuerdo los dos en la misma locura?
¿O te imaginas que yo no existo tampoco? Tócame aquí, pedazo de imbécil, toca este
muslo. ¿Qué es? ¿Un hueso torturado o una siesta tuya?
(El otro calla).
(Larga pausa).
¿Nuestros propios gritos, nuestros propios dolores?
O no, estamos cuerdos y vivos... cuerdos para soportar con mayor claridad sus suplicios;
¡ellos están locos! ¡ELLOS ESTÁN LOCOS! ¡LOCOS DEGENERADOS CON SUS
ASCENSORISTAS Y SUS ASALTOS IMAGINARIOS Y SUS MALDITOS LIBRE-
TOS Y SUS DISFRACES Y TODA ESTA ENDEMONIADA MIERDA!
(Se acaba la música que ha ido in crescendo).
(Pausa. El comensal 2 mira al vacío).
Estás cansado. El cerebro no te resiste, eso es todo. Estás hecho una mierda, querido ami-
go, hermano... los dos, los dos... podridos, mutilados, desquiciados... ¡pero me niego a
estar loco! ¡Estoy lúcido, cuerdo y SOY TESTIGO, AÚN VIVO, DE ESTE MALDITO
CASTILLO. DE ESTOS MALDITOS CABRONES QUE NOS GOLPEAN Y TOR-
TURAN, SOY TU PROPIO TESTIGO...! ¿Es que no lo entiendes?
(El comensal 2 no responde. Larga pausa).
Yo también tengo miedo: nos han debilitado... estamos al borde de...
COMENSAL 2: ¡Cállate!
(El comensal 1 lo mira compasivamente y le acaricia el hombro).
COMENSAL 1: Sí. Un poquito de silencio, gocémoslo como si fuese caviar. Luego... hay que
volver al libreto.

(Zapateo americano. La luz desaparece de los comensales iluminando al bailarín y pianista.


Luego funde en los comensales, quienes están en la misma posición de parlamento, pág. 26);
¿No has pensado... cuándo comenzamos a volvernos locos? (Los comensales repiten toda la esce-
na hasta parlamento 7 pág. 26): tengo miedo... no sé explicarme.
(Vuelve la luz a fundir en bailarines que terminan su zapateo. Luego sigue la escena pág. 28
con comensales en nueva posición, ambos se callan y miran mudamente al suelo).
COMENSAL 2: ¿Crees en Dios?
COMENSAL 1: Sí. (Pausa). ¿Y tú?
COMENSAL 2: Sí. (Silencio).
COMENSAL 1: (Luego de una larga pausa). ¡Sádico! ¡Ahora me acuerdo de la palabrita: la he
tenido en la punta de la lengua todos estos días? ¿Sabes lo que significa?
Demencial Party 41

COMENSAL 2: No claramente.
COMENSAL 1: Bueno, alguien que goza con hacer sufrir a los demás. Alguien —mujer u
hombre— que se especializa en inventar maneras de hacer sufrir a la gente... a veces en la
forma más bestial o refinada, según el caso. Ahora estamos frente a un club de sádicos, una
especie de Club de la Unión de Sádicos Unidos, que han deliberado durante meses que
forma, que manera, con que método pueden joder mejor, más profunda y rotundamente
a dos tipos... ¡Y esos dos tipos, es claro, somos nosotros!
¡Sádico! ¡Sádico! ¡Sí, ahora me acuerdo! ¡No la volveré a olvidar!...
(Silencio).
... de torturarlos, de joderlos, de hacerlos papilla,... o si no, algo muy delicado, elaborado,
¿me explico? —algo puramente cerebral... como... como esto.
(De súbito, asustado). ¡Tienes un tic en la cara!
COMENSAL 2: ¿Un tic?
COMENSAL 1: ¿Es que no lo sientes?
(El comensal 2 se lleva las manos a la cara y se palpa).
COMENSAL 2: Sólo siento el cerebro que está a punto de estallar. (Con repentina desconfian-
za). ¿Me estás tomando el pelo?
COMENSAL 1: ¿Cómo crees? ¡Déjame ver!... ¡Ahí!, ¿ves?... ¿Cómo es que no lo sientes?
COMENSAL 2: (Efectivamente con un tic). ¡No lo siento! ¡No lo siento!
COMENSAL 1: A ver. Estira las manos y aprieta fuertemente una contra otra. Así. (Realiza
el gesto. El otro lo imita). Así, así. Con fuerza, una contra otra...
(Las manos tiemblan horriblemente).
Y ahora, trata de caminar con los ojos cerrados y las manos estiradas y colocando un pie
frente al otro, con pequeños pasitos... Así, ¿ves?
(El comensal 2 trata de imitarlo).
Un médico me hizo estos ejercicios, tienen algo que ver con la circulación, el cerebelo o
la cabeza, no me acuerdo bien.
(El comensal 2 ha perdido por completo el equilibrio y se ha derrumbado sobre el diván. La luz
comienza a declinar. El comensal 2 permanece inmóvil, silencioso, aterrorizado, con los ojos
cerrados.
La luz, ahora, ha enmarcado sólo el rostro del comensal 1, que dice:)
¿Que edad tenía el ascensorista? “Unos cuarenta años, señor”.
(Repite innumerables veces este parlamento mientras cae la luz).
Al iluminarse lentamente la escena y durante un instante —en la oscuridad aún— oímos
unos gritos terribles, penetrantes, salvajes...
Hay, después, una pausa.
Aparecen los dos garzones con trajes carnavalescos y arrojan sobre el piso al comensal 2, conver-
tido en un guiñapo humano.
El comensal 1 mira la escena con espanto. Los garzones desaparecen.
COMENSAL 1: (Inclinándose sobre su compañero). ¿Que te hicieron ahora? ¿Que te hicieron?
(El otro no responde, respira con dificultad, angustiosamente).
42 Fernando Josseau

¿Electricidad? ¿Siguen con eso?


(No hay respuesta).
(Le pasa un sucio pañuelo secándole la frente. El otro gime. Finalmente, permanece quieto, de
espaldas, inmóvil, como un cadáver. El comensal 1 le toma el pulso, le ausculta el corazón. Por
fin, se pone de pie y va a sentarse al diván.
Hay un gran silencio. Luego, comienza la música “Té para dos” y entra un garzón con un ca-
rro, con un gran juego de plata, de té. Entra el anfitrión.
Mira de hito en hito al comensal 1 y señalando al hombre desvanecido en el suelo, exclama:)

ANFITRIÓN: ¡Se olvido la letra el muy imbécil! ¡Cada día le falla más la memoria!
COMENSAL 1: (Sarcástico). Debe ser la sobrealimentación.
ANFITRIÓN: ¿También quieres un par de caricias, perrito?
(El comensal 1 guarda silencio. El anfitrión le pasa un fajo de hojas y exclama secamente:)
Los nuevos diálogos. ¡Y apréndanselos de una vez! No lo hiciste mal la última sesión, des-
contando un par de metidas de pata. Se diría que alguna vez fuiste actor.
COMENSAL 1: ¡Estoy harto! ¡Estoy harto de memorizar! ¿Lo oye? Prefiero una pateadura
como Uds. saben hacerlas. Por lo menos, éste perdió el conocimiento... ahora puede des-
cansar un par de horas... no tiene que memorizar nada... ninguna de las pelotudeces...
ANFITRIÓN: Tienes ocho horas para memorizar. El diálogo comenzará a las 6 de la mañana.
COMENSAL 1: ¡El diálogo! ¿A este suplicio le llaman Uds. diálogo? ¿Qué pretenden con este
disparate? ¿Qué pretenden, puede saberse?
(El anfitrión desaparece. El comensal se abalanza y grita:)
¿Qué pretenden con este absurdo? ¿Qué pretendes con este maldito y endemoniado siste-
ma? ¡Locos de mierda! ¡Malditos degenerados locos de mierda!...
(Respira hondo. Se fatiga. Se vuelve a su compañero. Vuelve a auscultarlo. Aún respira. Algo
aliviado, se sienta en el diván. Coge el libreto y lee:)
Anfitriona: ¿De modo que insistes en que el ascensorista era otro?
Comensal: Era el que había, nada más. No he dicho otro señora. Era el que estaba esa
noche de guardia. Ya se lo dije. El titular estaba en el hospital con peritonitis...
(De súbito, arroja el libreto a un rincón. Se lleva las manos a la cabeza. Solloza extrañamente.
La luz se apaga). Cuando vuelve a iluminarse la escena hay más luz en el salón. El comensal
1 está paseándose con el libreto en la mano, tratando de memorizar. El otro, extraviado, con
la mirada en el vacío, permanece ausente. Se le ve maltrecho por las torturas).
COMENSAL 1: (Paseándose de un extremo a otro del salón, memorizando el absurdo, reiterativo,
inmisericorde y machacón diálogo).
(Leyendo en voz alta):
Anfitriona: Te quiero dar un dato, para que te orientes o, mejor, para que no te hagas de-
masiado el idiota: el ascensorista era hombre clave para nosotros, ¿entiendes? Y el edificio
era clave también para nosotros. Y Uds., imbéciles, eligen precisamente ese edificio y ese
ascensorista para asaltar la oficina. ¿Quién se lo puede tragar? ¿Quién se lo puede tragar?
Demencial Party 43

(Se detiene, respira y comienza de nuevo; leyendo en voz alta:) Te quiero dar un dato, para
que te orientes o, mejor, para que no te hagas demasiado el idiota: el ascensorista era un
hombre clave para nosotros...”
(Cansados, extenuados, débiles, marchitos, se detienen. De súbito el comensal 2 comienza a
razonar en voz alta:)
COMENSAL 2: ¿No te das cuenta? ¿No te das cuenta? (Lleno de ansiedad). Hay mil mane-
ras de defenderse de la tortura, del vacío, de la presión perpetua! ¡Puedes pensar! ¡Puedes
reconstruir una y mil veces con el pensamiento tu vida pasada y volver a vivirla en la
imaginación! ¡Puedes volver a amar a tu esposa por primera vez y recorrer los parques que
te conoces de memoria! ¡Puedes volver a escuchar a Mozart nuevamente si te empeñas
y concentras, puedes invadir este maldito y perfumado salón con las mejores melodías
del mundo! ¡Pero ese muro nos lo han derribado también! ¡Nada de protección! ¡Que la
mente no descanse! Hay que memorizar siempre, sin detenerse, hasta la eternidad, esos
diálogos imbéciles, enloquecedores, desquiciados. Es una tortura simultánea, continua,
inexorable: el cuerpo y la mente al mismo tiempo.
(Se derrumba en el diván. Pausa).
Volvamos a trabajar. Tengo el cuerpo hecho una miseria. (Coge de nuevo su libreto y lee:)
Anfitriona: ¿Por qué eligieron un edificio con el numero trece y de trece pisos? ¿Es una
cábala?...
Comensal 2: No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso.
Anfitriona: Eligieron también un día 13. ¿Qué significa todo esto?
Comensal 2: Nada, señora. (Vuelve a comenzar).
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
(Sin el libreto, ahora de memoria:)
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
“No reparamos en ello, señora. Trece pisos... no soy supersticioso. Nada, señora.
(Se detiene).
Tengo un nudo en el cerebro. Cada vez me cuesta más. Cada vez me es más difícil.
COMENSAL 1: Y a ellos les es cada vez más fácil darnos una zurra al menor olvido. Todo
está bien planeado.
(Pausa. Los dos hombres se miran).
Si los dos éramos dos simples ciudadanos respetuosos de las leyes, ¿qué se traen entre ma-
nos? ¿Qué pretenden? ¿Hasta dónde piensan llegar? ¿Y esos trajes absurdos? ¿Qué mierda
significan?
COMENSAL 2: No son trajes. Son uniformes.
COMENSAL 1: ¿Uniformes de qué? ¿De porteros de hotel? ¿Es que los porteros de hotel han
dado un golpe en el mundo y se han tomado el poder? ¿Eso quieres decirme? ¿Trajes de
botones? ¿De mensajeros en bicicleta? ¿Qué son esos trajes de pacotilla? ¿O están droga-
44 Fernando Josseau

dos? ¿Es simplemente una banda de drogados, locos de remate, desquiciados sin concien-
cia ni clase? ¿Bomberos lunáticos?
COMENSAL 2: En los diálogos está la clave.
COMENSAL 1: ¡Qué diálogos ni que mierda! ¡Disparates! ¡Imbecilidades! ¡Lectores frustra-
dos de malas novelas policiales! ¿Un club de chiflados? ¡Ah, es imposible razonar! ¡Estamos
en un recinto más allá de la razón... y ni siquiera es una casa de orates. Una casa de orates
es más coherente, más razonable, más normal. ¡No! ¡No! Tengo que seguir pensando...
hasta que muera.
COMENSAL 2: Memoriza, memoriza... si no quieres otra golpiza más. Memoriza hasta la
agonía.
(Pausa).
(De súbito, el comensal 2 lanza un gemido, casi un grito y se arroja contra el diván. El otro
mira al vacío. Pausa)
¿Esos diálogos imbéciles, quién los escribe? ¿Qué clase de siniestro crumiro se ha prestado
para este sucio juego? ¿Has observado esas preguntas y respuestas que el debe creer carga-
das de ingenio o agudeza?
¿Qué clase de monstruo fracasado, frustrado y odioso se puede dedicar a semejante traba-
jo? ¡Oh, es inaudito! ¡Inconcebible! ¡Monstruoso!...
COMENSAL 1: Debe tratarse de una creación colectiva, sin duda alguna.

(Apagón).
(Se ilumina nuevamente el escenario. La misma ubicación de los anfitriones del comienzo de la
obra. Hay cambio de traje en la mujer, pero se repite todo el ceremonial del comienzo. Oímos
una voz desde un parlante, que dice:)
“Las visitas de los días primero de mes, sólo pueden permanecer con los comensales tres
minutos. Tres minutos, ni uno más”.

(Hay una pausa. La anfitriona mira al comensal 1 y le dice:)

ANFITRIONA: Siéntese.
COMENSAL 1: Gracias... señora. (Pausa).
ANFITRIONA: Puedes comenzar.
COMENSAL 1: Como te decía, mi amor, el trato no es tan malo. Nos dan mucho té.
ANFITRIÓN: ¿Y esa música?
COMENSAL 1: Oh, es música ambiental.
ANFITRIÓN: ¿Así es que tienen música ambiental?
COMENSAL 1: Sí, es una hermosa y antigua canción.
ANFITRIÓN: (Leyendo su libreto). Te ves pálido querido. Pero no tan mal como yo me ima-
ginaba.
COMENSAL 1: Es la falta de sol, de aire, en fin. Tú, en cambio, estás hermosa como siempre.
Demencial Party 45

¡Cuánto daría... (baja la voz y mira a su alrededor) por estar en tus brazos aunque fuese una
última noche! ¡Una última noche! ¿Me entiendes?
ANFITRIÓN: (Leyendo). ¡Oh! Si, te entiendo... mi cielo. Te traje unos cigarrillos pero me los
quitaron a la entrada.
COMENSAL 1: Está prohibido fumar... me conformo con sentir tu aliento, ver de nuevo tus
ojos claros y límpidos...
ANFITRIÓN: ¡Oh, vida, oh!
COMENSAL 1: Todo esto ha sido tan horrible. No puedo darte detalles; nos escuchan.
Graban.
ANFITRIÓN: No quiero que te arriesgues por mí. ¡Por favor, obedéceles en todo! Sé que vol-
veré a recuperarte. Entonces tendremos, mi amor, una nueva luna de miel en algún paraje
tranquilo, dulce y solitario. ¡Oh, como te amo!
COMENSAL 1: ¡Yo también! ¡Yo también!...
(De súbito se detiene y lanza un grito).
¡NO PUEDO CONTINUAR CON ESTA IMBECILIDAD. PÓNGANME TODA
LA ELECTRICIDAD QUE QUIERAN.
(La anfitriona mueve la cabeza compasivamente. La voz del parlante dice:)
“Han transcurrido tres minutos. Las visitas deben retirarse”.
(El anfitrión se levanta y exclama:)
ANFITRIÓN: (Leyendo). Adiós, cariño, mi vida. ¡Oh!
COMENSAL 1: ¡TODA LA ELECTRICIDAD QUE QUIERAN! ¿LO OYERON?...

(Salen anfitrión y anfitriona en la oscuridad.


La luz declina hasta encuadrar el rostro del comensal 2 solamente. Luego comienza nueva-
mente a abrirse... el comensal 2 está hablando quedamente, con voz asmática y débil. El otro
se pasea nerviosamente de un extremo a otro del salón).

COMENSAL 2: Esta vez fue en el ano.


(Largo silencio. El otro camina).
¿Qué soy yo? ¿Por qué a mi? Soy un simple tallador de muebles... volutas, laureles, co-
lumnitas, que se yo: me gusta mi trabajo, es fino, es para buenas casas y me pagan regu-
larmente. Me gusta el olor de la madera... Llevo una vida simple y normal: los dos niños
que van al colegio, tengo que llevarlos temprano e ir a buscarlos a las siete. Eso es todo.
Después, entretenerlos, cocinar; cuando su madre murió, pensé llevarlos donde su tia
Elisa, pero finalmente me quedé con ellos.
¿Cómo estarán? ¿Dónde? ¿Con quién? Tia Elisa se fue a vivir a Francia... Lo veo tan
claro... Vengo regresando del colegio a las siete, de repente un empujón en la columna
vertebral, una sacudida terrible y estoy metido a boca de jarro en un automóvil; mientras
éste arrancaba me vendaron la vista... y luego, el cloroformo o algo así... No sé bien. Perdí
el conocimiento. Entonces, me encontré en este lugar... contigo.
46 Fernando Josseau

(Entra la anfitriona con uno de los guardias con un árbol de Navidad iluminado. Luego entra
otro guardia con dos chaquetas blancas y se las cambian a los dos comensales. Finalmente, la
anfitriona les coloca una flor en cada ojal. Durante esta escena se escucha “Té para dos”).
(Silencio).

COMENSAL 1: Nos haría bien un cigarrillo. ¿Sabes?, a veces fumo mentalmente... Es decir,
me imagino que fumo... hecho el humo por la boca y todo y aprieto el cigarrillo entre los
dedos. Otras veces trato de recordar el sabor del chocolate.
COMENSAL 2: ¿Por qué cambias de tema?
COMENSAL 1: ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Todo es por qué en este maldito salón! ¡Y tu también: por
qué! ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué nos trajeron? ¿Por qué estos textos idiotas aprendidos
de memoria una y otra vez? ¿Qué pretenden? ¿Qué tienen en mente? ¿Qué persiguen?
¿Por qué nos torturan? A veces, creo que la cabeza me va a estallar. Tengo mala memoria,
siempre la tuve... y memorizar 8 horas de diálogo cada 3 días, después fue cada dos días,
mañana querrán que lo hagamos en un día... si no... vamos a la picota. ¡Maldita sea!
¡Maldita sea nuestra suerte!...
(Hay una pausa. El comensal 2 lo mira fijamente:)
¿Por qué me miras así?
(No hay respuesta).
¿Por qué me miras así? ¿Qué estás pensando?... ¿Que me han flagelado menos? Tengo
mejor memoria que tú, eso es todo. A pesar de que es mala, pero lo que es tú... bueno,
eres casi un amnésico: creo que se han inspirado en ti para torturamos... Además, ¿lo has
pensado bien? Esos diálogos están llenos de vacíos, de contradicciones. ¿Qué mierda de
ascensorista es ese? ¿Qué puede significar? ¿Un símbolo? ¿Qué es un ascensorista? Un po-
bre tipo que por cuatro pesos debe subir y bajar 30 pisos ochenta veces al día... ¡Ah! ¡Qué
imbecilidad!... Mira mis manos: ¿crees que son manos de espía, de intelectual, de policía
de escritorio? ¡Son las manos de un hombre que trabaja en una pescadería. Soy el dueño,
es cierto, no me quejaba, pero tenía también que ir al mercado en la mañana y ayudar a
cargar...! ¡Para que seguir! Fui al colegio hasta el sexto año de humanidades. Pensé, una
vez, hasta ser abogado... Para terminar en esto. Me pregunto qué estará haciendo mi mu-
jer. Qué estará pensando, con quién estará...
(Silencio)
Después de todo... ¿cuánto tiempo llevamos aquí? ¿Cuánto tiempo llevamos aquí, en este
loquerío? ¿Cuántos meses? ¡Es demasiado! En las noches, ¿sabes?...
COMENSAL 2: (Histérico) ¿Quieres callarte ya? ¿Quieres cortar esa cháchara? Me tienes loco
con tus historias, tus especulaciones, tus deducciones de pacotilla: nos están torturando la
mente y el cuerpo... Volvamos al diálogo... prefiero eso a escucharte.
(El otro lo mira con resentimiento. Luego coge el libreto cada uno. El comensal 2 hace de anfi-
trión en la lectura:)
Demencial Party 47

COMENSAL 2: (Leyendo el rol de anfitrión). ¿Crees que era homosexual?


COMENSAL 1: ¿Quién, señor?
COMENSAL 2: (Leyendo el rol de anfitrión). ¿De quién estoy hablando, pedazo de mierda?...
(Hay una pausa. El comensal 2 vuelve atrás en la lectura).
¿Crees que era homosexual?
COMENSAL 1: (Leyendo). ¿Quién, señor?
COMENSAL 2: ¿De quién estoy hablando, pedazo de mierda? ¿Crees que era homosexual?
COMENSAL 1: (Leyendo). ¿Quién, señor?
COMENSAL 2: ¿De quién estoy hablando, pedazo de mierda?
(Se detienen. Pausa. Comienza “Té para dos”).
COMENSAL 1: También yo podría sospechar que tus flagelaciones son sólo teatro, y que
todo esto es nada más que una inmunda mascarada para joderme...
(Hace un gesto el acusado dos).
No, no digas nada... electricidad, pura electricidad y unas cuantas pateaduras: las huellas
son fáciles de simular. Yo podría ponerme a cavilar día y noche cual es el juego en eso,
cual es tu participación, que papel real desempeñas, si eres una víctima como yo o un
espía dentro de un salón... pero estás jodido... porque no se nada de nada y si el cuento
escrito del ascensorista es para despistar, también están jodidos: me pueden hacer papilla
y encontrarán en el fondo a un modesto dueño de pescadería que sólo sabe distinguir una
trucha de un pejerrey, una jaiba de una ostra...
(El comensal 2 vuelve a hacer un gesto para interrumpirle, pero el comensal 1 prosigue:) No,
no digas nada: dudemos el uno del otro también. Así el juego es más redondo, más per-
fecto. ¿O.K.?
(El otro lo mira)
¿O.K.?
COMENSAL 2: No he sospechado de ti para nada. Temía —al revés— de que tú sospechabas
de mí. Ya ves: lo has dicho claramente.
COMENSAL 1: Aquí no hay nada “claramente”, hermano. Todo es “oscuramente”, “confu-
samente”, “cruelmente”, “gratuitamente”, “estúpidamente”...
COMENSAL 2: Bien, olvídalo.
COMENSAL 1: ¿No te parece irónico? Nos tienen encerrados aquí para “recordar día y no-
che, día tras día, semana tras semana, mes tras mes... y me pides que olvide. “Déjalo de
lado” se dice. “Déjalo de lado por ahora”, así se dice, hermanito.
(Silencio).
(En ese momento se escucha ruido. Los dos hombres, fatigados, histéricos, se vuelven.
Entra la anfitriona. Los mira sombríamente.

COMENSAL 1: ¿Qué pasa?


ANFITRIONA: Cambio de orden. Ha sido... una decisión de última hora. Tienen que apren-
derse este libreto. Devuélvanme los otros.
48 Fernando Josseau

(Los dos comensales obedecen y cogen los nuevos libretos. La anfitriona los mira significativa-
mente, después dice:)
¿Quieren un cigarrillo?
(Se los ofrece. Los comensales aceptan. Ella se los enciende y sale).
COMENSAL 2: (Fumando). ¿Qué significa todo esto?
COMENSAL 1: (Después de leer, gritando como loco). ¿Sabes que pasa? ¡Oh, Dios! ¿Sabes que
pasa?
COMENSAL 2: ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
COMENSAL 1: ¡No, no puedo creerlo! ¡Es demasiado!
COMENSAL 2: Cogiendo el libreto). ¿Qué sucede?
COMENSAL 1: (Cogiéndolo de las mangas). ¡El ascensorista ya no les interesa! ¡Dice exacta-
mente: “nos hemos equivocado”, el hombre que buscamos es un joyero! ¡Un joyero! ¿Qué
mierda? ¿Qué locura es esta? ¿Hasta cuándo, Dios santo?
COMENSAL 2: (Lee ávidamente el final y se deja caer en el diván).
COMENSAL 1: (Siempre gritando). ¡Llevamos meses, meses, día y noche memorizando la
historia de este maldito ascensorista, sus mafias; su psicología, sus amantes, sus juegos
sucios, sus misterios y cuanta mugre, puñetera y mierdoso trozo de su vida hayan podido
inventar, reinventar... y ahora, como si tal cosa, dicen: “el ascensorista no tiene nada que
ver. ¡Ah, no!...
COMENSAL 2: (Gritando a su vez:) ¿Y A TÍ QUÉ TE IMPORTA QUE SEA O NO EL
ASCENSORISTA? ¿QUÉ CARAJOS TE IMPORTA SI TENEMOS QUE MEMO-
RIZAR DURANTE CINCO O SEIS O SIETE MIL AÑOS MÁS CUALQUIER
PENDEJADA QUE SE LES PASE POR LA CABEZA, YA SEA UN ASCENSORIS-
TA O LA VIDA DE UN GATO? ¿ES QUE NO ENTIENDES?
COMENSAL 1: (Al borde de la histeria). ¡NO ENTIENDO, NO, ME NIEGO A ENTEN-
DER, ME NIEGO ROTUNDAMENTE A ENTENDER NADA MÁS. ¡EL CERE-
BRO YA ME ESTALLA!
(Por encima de la cortina, un garzón grita con un rugido).
¿Quieren dejarse de gritar, palomitas?
COMENSAL 1: ¡Vete al infierno, sabandija cabrona, degenerado mental; hijo de puta... gri-
taré hasta que me de puntada, gritaré hasta que se me revienten las venas, los pulmones,
la cabeza, no me vas a hacer callar, maldito cerdo!...
(De súbito, se detiene al borde de un colapso. Se derrumba en el diván y queda inmóvil, ja-
deando como un perro apaleado).
(Entra la anfitriona).

ANFITRIONA: Perdonen, muchachos... hubo un error en la numeración. Este es el libreto


de hoy.
(Y sale. Los dos comensales se miran mudamente, al borde de la locura. Silencio).
Demencial Party 49

COMENSAL 1: (Fumando). No es la primera vez que sucede. A ver, déjame mirar. (Se sienta
en el diván y abre el libreto. Lee echando volutas mientras fuma:)
Anfitrión: Ahora sí que vamos en línea recta. Nuestro hombre clave, el joyero, tenía que
desaparecer por alguna razón y Uds. la decidieron maravillosamente...”.
COMENSAL 2: Lee el final. ¡Sáltate todo hasta el final’.
(El otro nerviosamente busca en el libreto la última página):
“Por fin, muchacho. Por fin. ¡Por fin has hablado! Te has ahorrado todo lo concerniente a
las uñitas, a las ratas, a ver a tu mujer fornicándosela cuatro de nuestros fornidos hombres
simultáneamente... ¡Oh, Dios! ¡Oh. Dios!...
(Se interrumpe y no puede seguir. El otro se avalanza sobre el libreto y lee guturalmente: En un
grito):
¡Por fin confiesas! Todo fue un cuento, una mascarada para envolvernos, despistarnos,
asesinamos a nuestro hombre... y pasar por simples ladrones de edificios elegantes. Bonito
asunto. Te vas a ahorrar grandes penurias... por haber hablado, puedes creerme... porque
en tortura somos tipos exquisitos: es nuestro hobby. Nos gusta hacerlo. Nos gusta buscar
todas las variantes, las más inconcebibles, las inimaginables, las impensables. ¿Me explico?
La confesión... querido muchacho... significa sólo la muerte. Es decir, el descanso. La paz.
La eternidad... Hasta mañana a las siete... “Has confesado, ya estás muerto”.

(Los dos hombres, que están de pie, se dejan caer lentamente en el diván. Los cigarrillos les
están quemando los labios. Se miran el uno al otro... sin decir una sola palabra... mientras la
luz se apaga lentamente.
El escenario se ilumina, música de “Té para dos”: estamos en el salón. En él está la anfitriona,
con su extraño traje desgarrado, sucio, roto. Su cara refleja cansancio y está sucia. Está de pie
en medio del salón, murmurando algo irreconocible. De súbito, los garzones arlequines arrojan
violentamente al suelo al anfitrión. Se asoman por la puerta dos corpulentos hombres, cada
uno con un traje más extraño).

GARZÓN 1: Se le olvidó la letra al imbécil. ¡Ahí lo tienes!


(La anfitriona se inclina y reconoce a su compañero: está inconsciente).
ANFITRIONA: ¡Cabrones!
(Le pasa un sucio pañuelo por el rostro a su compañero del salón. Intenta reanimarlo pero éste
no recobra el conocimiento. Lo recuesta en el diván. Luego recoge su libreto y comienza a me-
morizar:)
Anfitriona: ¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego? ¡Par de cretinos!
¿Cuál era tu relación exacta con el joyero?
(Repite el diálogo):
Anfitriona: ¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego? ¡Par de cretinos!
50 Fernando Josseau

¿Cual era tu relación exacta con el joyero?


(Repite ahora de memoria.)
¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego?
¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego?
¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego?
¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego?

(La puerta ha comenzado a abrirse lentamente y por ella asoman dos matones vestidos con un
nuevo y extraño uniforme).

¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego?...

(La luz ha comenzado a declinar hasta la oscuridad total, mientras los garzones se llevan vio-
lentamente a la anfitriona. Oímos aún en la oscuridad:)

¿De modo que pensaban que se nos iba a escapar su juego?...

(Aumenta la música de fondo).

FIN
ÍNDICE

Sobre el Autor y la Obra ......................................................................................... 7

Demencial Party ....................................................................................................... 25

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