El Estudio de La Biblia Según Sus Temas
El Estudio de La Biblia Según Sus Temas
El Estudio de La Biblia Según Sus Temas
A. El Tema Biográfico
B. El Tema Histórico
C. El Tema Profético
D. El Tema Teológico
E. El Tema Devocional
3) Y el tercer peligro grave consiste en estudiar la Biblia olvidando que fue escrita
concierto propósito primordial: revelarnos a Jesucristo como Salvador del hombre. El
apóstol Pablo declara que el evangelio de Dios es “acerca de su Hijo” (Ro 1:1, 3); y
especialmente el ministerio del Espíritu Santo se encuentra enfocado en este mismo
fin. Cristo declaró: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío y os lo hará saber” (Jn
16:14). Todas la Escritura apuntan a Jesús resucitado. “la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda creación; en él fueron creadas todas las cosas…; Todo fue
creado por medio de él y para él, y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en
él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él es el principio, el
primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col
1:15-19). Los métodos deben ser herramientas para acrecentar nuestra destreza en
la labor de descubrir al Hijo de Dios en las páginas de la escritura. La monotonía y la
confusión se desvanecen, y la Palabra de Dios cobra vida y eficacia cuando
entendemos que nos fue dada para que por medio de ella lleguemos a conocer a
Jesucristo.
A. El Tema Biográfico
Alguien ha dicho que éste es el método más sencillo de estudiar la Biblia, y que la
prueba de ello es que así se procura enseñar a los niños. Tal vez sea verdad, pero si
tenemos la intención de hacer un estudio a fondo, no resultará tan fácil como se piensa.
Lo que sí podemos asegurar, es que este puede resultar un estudio altamente
provechoso e inspirador. Se ha calculado que la Biblia menciona cerca de tres mil
personajes diferentes, cada uno de ellos con sus características específicas.
Quizá una de las razones por qué resulta tan fructífero este sistema, sea debido a la
variedad de los personajes bíblicos. Se habla tanto de hombres como de mujeres y
niños; los hay valientes y cobardes, perversos y santos; algunos alcanzaron gran
renombre, otros permanecieron en la oscuridad; de algunos se narran extensas e
interesantes biografías, mientras que otros prácticamente se pierden en el anonimato.
Pero lo que de ellos se narra, constituye una rica fuentes de conocimiento en relación
con el plan de Dios para la humanidad.
Existen algunos puntos clave sobre los cuales debemos basar el estudio de un
personaje bíblico. No en todos los casos lograremos la información necesaria
correspondiente a cada aspecto, pero sí debemos hacer un esfuerzo por buscarla,
puesto que ello completaría la información biográfica. Los pasos son los siguientes:
6. Carácter. Lo que más importa de un hombre no es lo que hace, sino lo que es;
por lo tanto, su carácter es un aspecto clave del estudio. El Diccionario de la Real
Academia Española define el carácter como? !Conjunto de cualidades psíquicas y
afectivas, heredadas o adquiridas, que condicionan la conducta de cada individuo
humano distinguiéndose de los demás”. No debemos por tanto abrigar ninguna
esperanza de conocer a un personaje bíblico, hasta que hayamos considerado su
carácter - sus virtudes, sus hábitos, su influencia sobre los demás, las características
que le permitieron vencer las dificultades a su paso, etc. Y también los defectos, las
hábitos negativos y cualquier otro rasgo de carácter que nos ayude a conocerlo
mejor.
7. Su vida espiritual. En gran parte elegimos a un personaje para estudio por las
lecciones que su vida espiritual nos pueda ofrecer. El beneficio en este caso lo
podemos derivar al estudiar en detalle su relación con Dios. Encontraremos
elementos positivos, como su obediencia, su madurez, su vida de oración, su fe en
Dios, su testimonio, su dedicación, etc. En algunos, sus experiencias con Dios,
sueños, visiones, manifestaciones, etc. Y algunas de las más importantes lecciones en
el plano espiritual, las constituirán ciertos elementos negativos opuestos a los
anteriores.
8. Influencias en su vida. Aquí dedicaremos tiempo a la consideración de todas
aquellas influencias ejercidas sobre la vida de nuestro personaje por individuos,
circunstancias y fuerzas que modelaron su vida, y al final jugaron un papel definitivo
en sus decisiones. Ejemplo de esto sería la influencia que Eva ejerció sobre Adán; la
de Dalila sobre Sansón; la de Elías sobre Acab; la de Moisés sobre Josué; o la de
Cristo sobre sus discípulos.
9. Su influencia sobre los demás. Los hombres no son sólo receptores pasivos de
los efectos de circunstancias, fuerzas o personas, sino que voluntaria o
involuntariamente ejercen también una influencia definida sobre quienes los rodean.
De gran provecho será estudiar, por ejemplo, la influencia de Acán o de Abraham
sobre sus respectivos hogares; la de Moisés o Samuel sobre el pueblo; la de Pedro o
Pablo sobre el mundo de su época. Su conducta y palabras dejaron huellas dentro de
su esfera de acción, y por medio de las Escrituras nos legaron valiosas lecciones.
10. El pecado en su vida. Parte de la experiencia espiritual del individuo es, claro
está, sus luchas con el pecado. De algunos aprendemos cómo evitarlo y vencerlo,
mientras que de otros son advertencias solemnes de lo que acarrea ceder a él y
encubrirlo. Debemos observar cuál fue el mayor pecado en su vida, los pasos que le
llevaron a él y sus consecuencias, y otros pecados que también hayan influido en él.
No es difícil darse cuenta de que este método puede resultar altamente provechoso.
Pero lo más admirable es que al estudiar los diversos personajes, llega uno a encontrar
súbitamente en las páginas de la Biblia, con un individuo igual a nosotros mismos.
Alguien con experiencias luchas y circunstancias similares; y llegamos a entendernos
mejor a nosotros mismos a la luz de las maravillosas enseñanzas de la Palabra de Dios.
B. El Tema Histórico
En su extenso prefacio a Historia del Cristianismo, Kenneh Scott Latourette dice: “No
nos sorprende que los cristianos eruditos repetidas veces durante siglos , se hayan
dedicado a la historia de su fe y que a la luz de la historia hayan tratado de entender la
naturaleza del hombre y el curso de la peregrinación de la humanidad”. La Biblia se ha
constituido en un infalible libro de historia para esos estudiosos. No fue escrita con ese
fin, pero sus narraciones se han verificado a través de los siglos, encontrándoseles
siempre veraces.
2) Del nacimiento de Moisés (Ex 1), a la conquista de la tierra prometida (Jos 24).
3) Del período de los jueces (Jue 1), al exilio en Babilonia (Jer 39).
Cada una de estas secciones se pueden dividir en otras más pequeñas. Para facilitar la
comprensión del desarrollo histórico de las narraciones bíblicas.
Terminado esto, y auxiliados por un diccionario bíblico y por libros sobre historia
universal antes de Cristo, podremos elaborar una armonía entre la historia bíblica y la
historia de la humanidad durante los mismo períodos. En esta forma sabremos, por
ejemplo, qué naciones ocupaban la primacía mundial durante el tiempo en David y
Salomón reinaban en Israel, o que circunstancias imperaban en Palestina durante la
época cuando los filósofos Platón, Sócrates y Aristóteles vivían en Grecia, etc.
Una vez que contemos con el cuadro histórico general, podremos realizar un estudio
más detallado. Este se puede efectuar de tres maneras principales. Primera,
dedicándonos al estudio de un período específico de la historia bíblica. Por ejemplo, el
tiempo de los jueces. Aquí es posible adentrarse en los detalles y circunstancias de este
lapso de la historia de Israel. El reino de Salomón sería otra época rica en enseñanzas.
C. El Tema Profético
Para muchos cristianos hablar de profecía significa perder el tiempo. A algunos no
solo les interesa estudiarla, sino que aún le huyen, temerosos de caer en sutiles trampas
de interpretación que los lleven a exageraciones y distorsiones en su comprensión de las
Escrituras. Sin embargo, indiscutiblemente cada año que pasa nos acercamos más y más
a la consumación de los tiempos. Por lo tanto, sea cual fuere nuestra interpretación
profética, es importante y aún urgente, que nos entreguemos a un estudio serio de la
profecía bíblica. Además, no menos que una tercera parte de la Biblia está dedicada a
asuntos proféticos, de tal manera que si en verdad nos interesa llegar a conocer la
Palabra de Dios, irremisiblemente nos veremos obligados a dedicar una buena parte de
nuestro tiempo a ellos.
Por otra parte, es seguro que el temor y la desconfianza que generalmente se tiene a
los pasajes proféticos, se basan en un concepto equivocado de la naturaleza, el
propósito y los fines de la profecía. Hay quienes creen, por ejemplo, que la profecía es
puramente la predicción de acontecimientos futuros, lo cual es una estimación
incompleta, pues ello es sólo una parte de su contenido. Más correctamente, profecía es
lo proclamación de la voluntad de Dios para los hombres y en ocasiones incluye el
anuncio de algún evento futuro como parte del cumplimiento de esa voluntad. Robert
Ross dice: “La profecía no es la bola de cristal de Dios dada a los hombres para saciar su
curiosidad. Es la proclamación de su voluntad soberana y amorosa para toda la creación
y su llamamiento a un pacto de fidelidad con el pueblo que es llamado por su nombre y
el cual está listo para seguirlo sin el conocimiento previo de hacia dónde le lleva. La
esperanza que se ve, no es esperanza (Ro 8:24). Hoy día, la iglesia necesita la profecía
más que nunca, no para condenar a los paganos, ni para satisfacer una curiosidad necia,
sino para despertar un sentimiento de insatisfacción con nuestra propia situación y para
encender los corazones tibios con una esperanza vital en el glorioso mundo futuro de
Dios, el cual será dado a conocer en la aparición de nuestro Señor Cristo Jesús”.
Un elemento muy importante en la comprensión adecuada de la profecía, es la
ciencia de la interpretación o hermenéutica, la cual equipa al estudiante con las
herramientas básicas, a fin de que logre formarse un criterio sobre el significado del
mensaje profético. La falta de espacio y el propósito diferente nos impiden adentrarnos
en una amplia orientación sobre las reglas de la hermenéutica, pero no titubeamos en
recomendar muy enfáticamente, que para estudiar la profecía bíblica, el estudiante se
documente primero sobre las normas de esta ciencia, especialmente por lo que toca a la
interpretación de los pasajes proféticos.
Estudiar la Biblia siguiendo este método significa la lectura repetida del libro o
porción deseada. Aun cuando en la primera lectura parezca un confuso laberinto de
ideas, personas, lugares, etc., no debemos desmayar, sino seguir leyendo hasta lograr
organizar su contenido. El estudio habrá de seguir los siguientes pasos:
1. Las primeras veces que se lea, hay que buscar asiduamente lo que el pasaje
dice sobre las circunstancias reinante. Es de gran importancia ubicarnos en el medio
ambiente del profeta: esto nos ayudará a entender por qué dijo lo que dijo.
2. En el principio se buscan también los temas principales del pasaje - los temas
en que el autor pone énfasis. Estos se determinan observando las palabras y las ideas
que repite con mayor frecuencia.
6. Se deben buscar también los propósitos que Dios haya tenido para enviar a su
mensajero. ¿Cuál era el plan de Dios? ¿Cómo pensaba lograrlo? ¿Se lo revela al
pueblo? ¿Qué alternativas les presenta Dios en caso de que ellos no acepten seguir
sus caminos?, etc.
8. El siguiente paso será comparar cada mensaje con pasajes similares o paralelos
en otras partes de las Escrituras. Hay que observar las diferencias en los varios sitios
donde aparece. Un buen ejemplo es el mensaje profético de Cristo en Mateo 24, el
cual narran también Marcos y Lucas, pero en distinta forma.
10. Una vez formado un criterio sobre el mensaje de la profecía, resta solamente
elaborar las conclusiones y aplicaciones personales. No podemos olvidar que el
estudio persigue un propósito de carácter personal y no puramente literario ni
científico, por tanto, lo que logremos oír de la voz de Dios a través de la
investigación, redundará en edificación y madurez propias.
D. El Tema Teológico
Tarde o temprano, la tarea del estudiante bíblico le llevará a considerar las
afirmaciones teológicas en las Escrituras. Como en el caso de la profecía, a muchas
personas les espanta tener que enfrentarse al problema de lo teológico. Pero no existe
razón para ello. Después de todo, la teología no es más que el estudio de las enseñanzas
contenidas en la Biblia. Frecuentemente se le denomina también como la ciencia que
estudia a Dios. Sobre este particular Myer Pearlam explica: “¿Por qué es que definimos
la teología o doctrina con el nombre de “ciencia”? Se denomina ciencia al arreglo
sistemático y lógico de hechos autenticados. Se denomina ciencia a la teología porque
consiste en hechos o verdades relacionadas con Dios y las cosas divinas, presentadas en
forma lógica y ordenada. ¿Qué relación existe entre la teología y la religión? EL vocablo
“religión” se deriva de una palabra latina que significa ligar; en otras palabras, la religión
representa aquellas actividades que ligan al hombre a Dios en cierta relación. La teología
es conocimiento acerca de Dios. De manera entonces que la religión es una práctica,
mientras que la teología es conocimiento. La religión y la teología deben marchar unidas
de la mano en la experiencia bien equilibrada; empero en la práctica son separadas a
veces, de manera que uno puede ser teólogo sin ser verdaderamente religioso y por otra
parte, uno puede ser verdaderamente religioso sin poseer un conocimiento sistemático
de las verdades doctrinales.
Para estudiar la Biblia de acuerdo con este sistema, se ponen en práctica cuatro
pasos definidos. Cada uno de ellos, a la vez que es progresivo, pretende llevar al
estudiante a la médula doctrinal de la porción elegida.
1. El Descubrimiento. No es raro que leamos muchas veces algún pasaje bíblico sin
percatarnos de que contiene profundas enseñanzas doctrinales. Tómese por ejemplo,
las palabras de Pablo a los efesios con relación a la actitud del esposo hacia su mujer:
“Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como
también Cristo a la iglesia” (Ef 5:29). Por concentrarnos en la enseñanza sobre el
matrimonio, a veces pasamos por alto la clara indicación sobre Cristo, quien también
cuida y sustenta a la iglesia. Por eso decimos que el primer paso del estudio consiste en
descubrir las declaraciones teológicas del pasaje.
Existen tres tipos de enseñanzas doctrinales que hay que descubrir. Primero las
explícitas; es decir, aquellas que obvia y claramente aparecen ante nuestros ojos. ¿Quién
puede pasar por alto, por ejemplo, las instrucciones doctrinales de Pablo sobre la
resurrección en 1 Corintios 15? Observemos cómo en el versículo 20 se declara que el
Cristo resucitado “primicias de los que durmieron es hecho”. En el 21, que así como la
muerte entró al mundo a través de un hombre, “también por un hombre la resurrección
de los muertos”. Y el 22, que así como todos los hombres mueren en Adán o por culpa
de Adán, “también en Cristo todos serán vivificados”. Este tipo de enseñanzas las vamos
entresacando del texto para agruparlas en una lista. Cuando se estudia un libro entero
de la Biblia o un pasaje extenso, es preferible separarlas así, puesto que interesa
localizar los principales temas teológicos. Esta forma de trabajo nos llevará, por ejemplo,
a descubrir que el tema central de la segunda carta a los Tesalonicenses consiste en una
explicación acerca del retorno literal y visible de Cristo al mundo. O podemos encontrar
varios temas dentro de un solo libro. Por ejemplo, la primera carta de Pablo a los
Corintios, imparte enseñanzas sobre las divisiones en la iglesia (1:10-4:21), los
escándalos dentro de la iglesia (5:1-6:20), el matrimonio (7:1-40), la libertad cristiana
(8:1-11:1), el atavío de las mujeres (11:2-16), la comunión del Señor (11:17-34), los
dones espirituales (12:1-14:40), la resurrección (15), y la ofrenda para los santos (16:1-
4).
La investigación nos debe llevar, en tercer lugar, a los elementos teológicos que
aparecen en el libro o pasaje, representados en palabras claves, y que en realidad
representan temas enteros de interés doctrinal. Tómese, por ejemplo, las palabras
gracia, fe, ley. pecado, mundo, amor, justicia, etc. Cada uno de estos términos no
solamente encierra un profundo significado, sino que constituye un eslabón en la
prolongada cadena de enseñanzas doctrinales sobre el particular, que Dios ha
desparramado por toda la Biblia. Preciso será entonces seguirle el rastro a estos
vocablos, tratando de encontrar todo lo que sobre ellos se enseña.
I. Sus Nombres
A. Personalidad
1. Creador, 1:16
2. Hijo 1:13
4. Perdonador, 2:13
B. Omnisciencia
C. Santidad
3. Él es perfección, 1:28.
Se conoce este método con el nombre “devocional”, porque acentúa el estudio con el
fin de producir la edificación de la vida espiritual del cristiano, llevándole a una
experiencia más real de su conocimiento de Dios y de su entrega personal a Él.
Naturalmente que a través de los otros métodos ya explicados, también podremos
derivar inspiración y edificación interior, pero los demás nos auxilian más para
comprender diferentes aspectos del texto bíblico o para poner atención a detalles que
de otra manera pasarían desapercibidos, mientras que en éste, el objetivo único es
producir una mayor devoción de nuestro ser a Dios y a su Hijo Cristo Jesús.
Parece ser quienes así estudian la Biblia han adoptado el plan de leerla en un año y
de allí su interés de continuar leyendo regularmente sin interrupciones todo los días. El
plan es bueno, mientras no nos impida profundizar los más posible en las Escrituras. Por
lo tanto, si el estudiante practica este tipo de lectura, se recomienda cualesquiera de
estos dos procedimientos:
a) Que el tiempo que se dedica cada día para la lectura, se divida permitiendo la
oportunidad tanto de continuar la lectura regular, como de regresar al pasaje que
hemos elegido para estudiar.
El Dr. Billy Graham constantemente dice a los cristianos en sus cruzadas, que hace
muchos años se formó al hábito de estudiar una porción de los Salmo, además de su
lectura o estudio en alguna parte de la Biblia. Ha encontrado produce la invariable
edificación del alma y les exhorta a que hagan los mismo. Naturalmente que otros libros,
además de los Salmos, se prestan también para un estudio de esta naturaleza. Entre
ellos están Deuteronomio, 1 y 2 de Samuel, Nehemías, Proverbios, Isaías, Jeremías,
Oseas, los Evangelios y las Epístolas; y de esta últimas particularmente la dirigida a los
Hebreos.
Este tipo de estudio puede realizarse, por ejemplo, observando y clasificando todas
las promesas contenidas en un pasaje. Es conveniente en ocasiones asignar diferentes
categorías como promesas personales; para la familia; para la nación; en relación con
necesidades económicas, persecución, enfermedad, etc. También resulta provechosa la
observación y el estudio de las oraciones o la vida de oración de los personajes en el
libro bajo estudio. Resulta de gran utilidad escribir las oraciones enteras como aparecen
en el texto bíblico y sujetarlas a un meticulosos examen. Naturalmente que al finalizar
nuestra investigación, concluiremos formando las aplicaciones pertinentes a nuestra
vida personal.
4. Personal. Las Escrituras serán a nuestro corazón “dulce como la miel”, solo en la
medida en que logremos localizar entre sus páginas a Jesucristo, el Hijo muy amado del
Padre, en el cual él tiene su contentamiento. Este tipo de estudio devocional consiste en
la consideración de la persona de Jesucristo y no de aplicar la Biblia a nosotros en lo
personal. El himnólogo escribió: “Cristo es el tema de mi canción”. Y también es el tema
central, principal y supremo de las Escrituras. Decía Robert Murray McCheyne: “La única
medicina para un corazón frío es una mirada al corazón de Cristo”. Y el escritor de
Hebreos nos instruye diciendo: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de
pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (He
12:3). Será preciso entonces estudiar lentamente cada versículos, cada frase, cada
palabra, en busca de alguna sombra de la persona de Cristo sobre las páginas sagradas.
Una vez elegida la porción que deseamos estudiar, la cual puede ser un libro,
capítulo,párrafo o un versículo, procedemos a establecer primero la similitud entre las
circunstancias en que vivían los personajes y las de los tiempos de Cristo. También
podemos anotar las características personales del Señor Jesús que se encuentran
reflejadas en las vidas de los personajes que nos encontramos estudiando. Y por último,
es posible establecer paralelos entre los acontecimientos en la vida de Jesucristo y los
de la porción bajo estudio.