Educa C Ional
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Trilla
1- Caracterización de la escuela
Realidad colectiva:
La historia de la pedagogía escolar (a nivel técnico: organizativo y didáctico) es la historia
de cómo se va organizando el espacio, las relaciones, los roles, el material… para hacer
eficaz la enseñanza colectiva.
Tales técnicas, a la par que posibilitan la eficacia instructiva, permitirán, según el análisis de
M. Foucault, la economía en el ejercicio del poder disciplinario.
El hecho colectivo que implica la escuela, se puede asumir aprovechando y potenciando las
ventajas que en sí mismo tiene el hecho colectivo. Los sistemas de clasificación y
jerarquización de los escolares, los castigos con funcionalidad ejemplar, la emulación en el
régimen jesuítico, los uniformes y distintivos, y, por otro lado, los sistemas de trabajo en
equipo, el autogobierno, las cooperativas freinetianas, etc., son métodos, dispositivos y
técnicas, que muestran la asunción consciente del hecho colectivo y las formas peculiares
de asumirlo
La escuela es ante todo un sitio, un lugar, un edificio. La función expresa de este lugar es
que en él tenga lugar la enseñanza: “Escuela es el local donde se instruye y educa a varios
niños a la vez.”
La escuela define dónde se debe aprender y dónde se puede enseñar. La escuela se define
a sí misma como el lugar privilegiado y legítimo para realizar el tránsito del conocimiento. La
existencia de la escuela anuncia, además, que el sitio idóneo para traficar el saber es
alguna parte donde no existen los referentes reales del mismo; tampoco será ámbito idóneo
ni el lugar de producción del saber ni el lugar de su aplicación. La función de la escuela no
es crear ni aplicar conocimientos, es reproducirlos. La escuela es por definición un lugar
aparte; asumir una vocación contraria a ello representará, en última instancia, su negación.
Escolarizar la realidad:
En la mayoría de nuestras escuelas no existe ningún contacto, ni con el mundo real ni con
cosas reales, ni con personas de verdad.
Queremos aquí ir más lejos de la afirmación de Holt: el contacto parcial que se puede
establecer en la escuela o en algunas de las escuelas con la realidad tiene lugar a pesar de
la escuela; o lo que es lo mismo: la escuela, por ser precisamente lo que es, niega la
posibilidad de tal contacto.
Podemos suponer dos maneras de vincular escuela y realidad: una, haciendo que la
realidad se introduzca en el espacio de la escuela; otra, extendiendo la escuela en la
realidad
De fuera a dentro:
El aprendizaje ya no puede fundarse o iniciarse solo y exclusivamente en representaciones
símbolos o signos; sí, de alguna manera, aprender es dar significación a las “cosas”, estas
deberán ser su precedente necesario. Entonces, la escuela, institución cuya pretensión es
servir de marco donde se realice el aprendizaje, deberá salir en busca de las cosas de la
realidad o bien incorporarlas en su interior, sobre todo a partir de la “Escuela Nueva”. Su
cumplimiento pleno o es una imposibilidad o la negación de la escuela.
Las cosas, los procesos, los referentes, la realidad, no pueden entrar en la escuela:
simplemente porque no caben y porque en cuanto los movemos nos transforman.
De dentro a fuera:
Si no sirve escolarizar la realidad en el propio espacio de la escuela, deberá intentarse
escolarizar la realidad allá mismo donde se encuentre. Ello supone la negación de la
exclusividad instructiva del espacio específico de la escuela; no es, sin embargo, la
negación de la escuela: se trata simplemente de proyectar al exterior elementos típicamente
escolares.
La propuesta más “ambiciosa” en este sentido es la de la “Ciudad Educativa”: “Se trata (...)
de renunciar a limitar la educación solo al espacio escolar, y de utilizar fines educativos
todos los tipos de instituciones existentes, educacionales o de cualquier otra clase, así
como múltiples actividades económicas y sociales”. Aparte de que la educación nunca ha
estado limitada al espacio escolar -esto sólo ha sido la pretensión de cierta pedagogía; la
educación nunca ha estado en todas partes-, en esta propuesta, en apariencia casi
desescolarizadora, en el fondo es de lo más escolarizador.
Uno de los espacios que, dentro de esta perspectiva, deberá escolarizarse con mayor
urgencia e intensidad es la empresa.
De “hijo” a “escolar”:
La parcelación del espacio social y la segmentación del tiempo global que establece cierta
pedagogía en forma de escuela, implica un status específico para sus usuarios. Tales
usuarios propios y legítimos son los niños y el rol que ejercen cuando se encuentran dentro
de este tiempo y el lugar es el de “escolares”. El otro rol que adopta la infancia es el de
“hijo”, que resulta de su dependencia de la otra institución fundamental: la familia. El niño es
alternativamente “hijo” y “escolar”, y tal alternancia se repite periódicamente: por lo general,
diariamente, varias veces al día.
Recordemos las tribulaciones de la despedida del hijo en su primer día de escuela y la
bienvenida que ésta le depara. Son momentos casi iniciáticos; el niño adquiere una nueva
dimensión.
En la medida en que la institución vaya pareciéndose cada vez menos a sí misma, en la
medida en que se quieran diluir sus límites de espacio tiempo, en la medida en que quiera
dejar de ser un lugar heterogéneo y una interrupción del continuum vital del niño, los roles
se diluyen y los ritos desaparecen.
“Unidades de análisis para la
construcción de conocimientos e
intervenciones en escenarios
educativos” - Erausquin Cristina y D
́Arcangelo Mercedes
Por otra parte, en este marco de comprensión, en lo que se denominó tercera generación
de la Teoría de la Actividad, Engeström (2001b) plantea que no podemos pensar en un
sistema de actividad aislado, encapsulado, sino en dos sistemas de actividad en interacción
como unidad mínima de análisis, lo cual nos permite situar, no sólo las tensiones y
contradicciones internas de un sistema de actividad (intra-sistema), sino también, aquellas
que se generan inter-sistemas. Pensemos como ejemplo los diferentes sistemas de
actividad que confluyen en el seno de lo escolar: escuela común, escuela especial,
profesionales externos - psicólogos; psicopedagogos; fonoaudiólogos - que acompañan las
trayectorias educativas de los alumnos, para señalar algunos de los más comunes. Cada
uno de estos sistemas, cuando su actividad se dirije a un mismo objeto u objetivo, un
alumno con "necesidades educativas especiales", por ejemplo, provee instrumentos
diferentes, reglas y una división del trabajo particulares, lo cual, inevitablemente será fuente
de potenciales conflictos y tensiones inter-sistemas. La unidad de análisis inter-sistema o
inter-agencial aparece como una herramienta potente para analizar las prácticas de los
agentes en el “cruce de fronteras” (Engeström, 2001) entre diferentes escenarios
institucionales, a la luz de su complejidad, integrando los diversos aspectos
inter-institucionales, históricos, políticos y sociales que las atraviesan. A continuación, el
gráfico con el que Engeström (2001) representa la Unidad de Análisis en la Tercera
Generación de la Teoría de la Actividad.
Experiencia es... lo que nos pasa, no sólo lo que hacemos, no sólo lo que decimos, no sólo
– inclusive – lo que reflexionamos sobre nuestras prácticas, no sólo lo que logramos
cambiar.... Experiencia no es sólo saber....sino sentir, no es sólo cognición, sino pasión, con
todo lo que el término connota de deseo, impulso, amor, pero también de padecimiento,
malestar. La experiencia no habla en el lenguaje de la razón pura, pero tampoco es
irracional. La experiencia es subjetiva, intersubjetiva, y es también fundamentalmente
situacional, contextualizada. Es lo que soy, pero en lo que me pasa, con y entre los otros, en
tal o cual escenario o situación, en ese aquí y ahora. El lenguaje de la experiencia no es el
lenguaje de la ciencia, especialmente no el de la ciencia moderna, que la transformó en
experimento.
Ya en la filosofía clásica, la experiencia era entendida como un modo de conocimiento
inferior, tal vez un punto de partida o inicio, cuando no un obstáculo para el verdadero
conocimiento: es la distinción entre mundo sensible y mundo inteligible en Platón, como fue
más tarde, entre doxa y episteme. La experiencia es... de lo que cambia, la ciencia es ...de
lo que es, lo inmutable, lo eterno. La experiencia es de lo singular, la ciencia es de lo
universal. La experiencia, siempre confusa, impura, demasiado ligada al tiempo y a las
situaciones concretas, particulares, y a nuestro cuerpo, a nuestras pasiones, se opone a la
ciencia de las ideas claras y distintas. En la ciencia moderna, positivista, la experiencia fue –
y aun es - objetivada, homogeneizada, controlada, medida y fabricada, es decir, convertida
en un experimento.
Es Jorge Larrosa (2003, 2004) quien, en el marco del desarrollo de una o varias disciplinas
– cercano a la filosofía de la educación -, nos convoca a volvernos sobre la experiencia de
ser profesor o de ser alumno, de habitar un espacio escolar, y preguntarnos si se le podría
dar un sentido a esa experiencia que vivimos, si nos podemos animar a enfrentar también la
falta de sentido que hallamos cotidianamente en lo escolar.
Como indica Perrenoud (1990), desde la perspectiva crítica en educación, es necesario
discernir que el proyecto escolar no es un proyecto de los niños, sino un proyecto atribuido
a los niños; y sin embargo, se actúa, en lo escolar, como si ellos lo hubieran creado para sí
mismos, cuando fue impuesto sobre ellos por la cultura adulta.
La naturalización justifica el encierro – “por su propio bien” – de la niñez, no sólo en la
escuela material concreta, sino en las categorías creadas para construir social y
epistémicamente a esa niñez como heterónoma, dócil, vacía, que trueca obediencia a
cambio de protección.
Seguimos necesitando reflexionar en que se creó un cierto tipo de “infancia” para sostener
un cierto tipo de “escuela”, y se creó una escuela, obligatoria y masiva, para posibilitar el
gobierno y control del desarrollo de poblaciones. Y que hoy necesitamos y podemos dejar
de considerar ese camino como “natural”. Que los derechos del niño a la educación no nos
hagan olvidar ni desvirtuar el carácter político del proyecto escolar, que involucra decisiones
sobre la vida de los sujetos, sobre sus márgenes de acción, sobre su identidad, y que puede
también vulnerar esos mismos derechos.
Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo
creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán bastaría esta ausencia de
camellos para probar que es árabe. J. L. BORGES,"Discusión"
Un profundo cambio pedagógico y social acompañó el pasaje del siglo XIX al XX: la
expansión de la escuela como forma educativa hegemónica en todo el globo. En ese
entonces la mayoría de las naciones del mundo legisló su educación básica y la volvió
obligatoria
La escuela es un epifenómeno de la escritura —como plantean algunas lecturas derivadas
de Marshall McLuhan—, pero también es "algo más'; La escuela es un dispositivo de
generación de ciudadanos —sostienen algunos liberales—, o de proletarios —según
algunos marxistas—, pero "no sólo eso"! La escuela es a la vez una conquista social y un
aparato de inculcación ideológica de las clases dominantes que implicó tanto la
dependencia como la alfabetización masiva, la expansión de los derechos y la entronización
de la meritocracia, la construcción de las naciones, la imposición de la cultura occidental y la
formación de movimientos de liberación, entre otros efectos.
Con el fin de aclarar por qué triunfó la escuela, podemos presentar dos cuestionamientos a
estas explicaciones. En primer lugar, muchas de las interpretaciones sobre el proceso de
escolarización lo funden con otros procesos sociales y culturales como la socialización, la
educación en sentido amplio, la alfabetización y la institucionalización educativa.
En segundo lugar, la mayoría de estas lecturas ubican el sentido escolar fuera de la
escolarización, en una aplicación de la lógica esencia/apariencia o texto/contexto. Así, la
significación del texto escolar está dada por el contexto en que se inscribe. Son los
fenómenos extra-escolares —capitalismo, nación, república, alfabetización, Occidente,
imperialismo, meritocracia, etc.— los que explican la escuela, que se vuelve "producto de"
esas causas externas. Pero históricamente es demostrable que si bien estos "contextos"
cambiaron, el "texto escolar" resistió. Durante el período de hegemonía educativa escolar se
alzaron nuevos modelos sociales, se erigieron nuevos sistemas políticos y económicos, se
impusieron nuevas jerarquías culturales, y todas estas modificaciones terminaron optando
por la escuela como forma educativa privilegiada. La eficacia escolar parece residir
entonces —al menos en buena parte— en su interior y no en su exterior, ya que este último
se modificó fuertemente durante su reinado educativo sin lograr destronar a la escuela.
En síntesis, resumiendo ambas críticas, pareciera ser que, como en el epígrafe de Borges
que encabeza este trabajo, a los educadores modernos les (nos) es muy difícil ver la
escuela como un ente no fundido en el "paisaje" educativo, lo que probablemente sea la
mejor prueba de su construcción social como producto de la modernidad.
Su condición de "naturalidad" es también una construcción históricamente determinada que
debe ser desarmada y desarticulada.
A partir de estas críticas, queremos ensayar en este trabajo otros abordajes que permitan
comprender ese "plus" de significación que encierra el triunfo de la escuela y que escapa a
la enumeración de sus finalidades.
Plantearemos como hipótesis que la consolidación de la escuela como forma educativa
hegemónica se debe a que ésta fue capaz de hacerse cargo de la definición moderna de
educación. Para ello nos serviremos como guía de la imagen borgeana. En primer lugar,
buscaremos despegar la escuela del paisaje educativo moderno —esto es, buscaremos
describir el camello—, a partir de analizar sus particularidades e identificar una serie de
elementos que provocan rupturas en el devenir histórico-educativo, para luego reubicarlo en
el paisaje —esto es, analizar cuál es nuestra condición de "arabidad" que no nos permite
ver el "camello escolar"— y sostener que la escolarización es el punto cumbre de
condensación de la educación como fenómeno típico de la modernidad.
Esquema de un sistema de
actividad, según Engestrom, 1987
Los elementos se definen por su posición relativa y recíproca, aunque se articulen indefinida
y dinámicamente con otros múltiples. Por ejemplo, utilizando este diagrama para
caracterizar la práctica escolar, el sujeto puede ser un alumno y el objetivo algún saber o
contenido. En la situación están presentes, definiéndolas, una comunidad de referencia, que
de acuerdo con el tipo de fenómeno puntual puede recortarse en la institución, en el grupo
de clase, etc.
En la situación operan herramientas que permiten significar mutuamente tanto las
identidades subjetivas como la comprensión, compartida o no de la experiencia con relación
al “mundo objetivo”. Pueden estar operando múltiples representaciones de un
acontecimiento o de aspectos de él o, como ocurre, precisamente en las experiencias de
“transmisión”, ciertas herramientas (modelos teóricos, estrategias, etc.) pueden ser
ofrecidas por la comunidad y utilizadas (con diversos grados de dominio o apropiación, ya
se verá) por el sujeto implicado en la actividad.
La acción humana, aun la más solitaria o íntima como la de pensar reflexivamente, es
inexplicable sin su origen y agenciamiento social, sin su utilización de las herramientas
semióticas de las que se apropian los sujetos en su desarrollo, desarrollo que, leído desde
el nivel de análisis del sujeto, consiste en buena medida en tal apropiación de herramientas
y prácticas.
EL DESARROLLO, EL APRENDIZAJE Y LAS PRÁCTICAS EDUCATIVAS EN LOS
ENFOQUES SITUACIONALES:
Cómo interpretar la categoría vigotskiana de Zona de Desarrollo Proximal (ZPD). Alude a la
distinción propuesta por Vigotsky entre un nivel de desarrollo real o actual (definido por lo
que los sujetos son capaces de resolver en forma autónoma) y un nivel de desarrollo
potencial o proximal (definido por lo que un sujeto es capaz de hacer en colaboración con
un adulto o un par más capaz). La ZPD se define como la distancia entre ambos niveles
(Vigotsky, 1988). a su vez, es precisamente la actividad conjunta colaborativa la que
produce un pasaje del nivel real al potencial. Esto es: es la actividad intersubjetiva la que
produce desarrollo, actividad intersubjetiva que presume la mediación semiótica: el habla.
El uso e interpretación de la categoría de ZPD provocó un impacto teórico y práctico más
interesante en el campo educativo general o, claro está, en el terreno psicoeducativo. Estas
derivaciones tuvieron tres tipos de sesgos. Un sesgo de tipo “instruccional”, esto es, como
señalaría Hatano, el autor que citamos al enumerar las condiciones de una enseñanza
“constructivista”, un primer énfasis —por lo menos para la lectura actual “pos piagetiana”—
de resituar y legitimar el lugar del docente y las prácticas instruccionales, —luego de una
relativa confusión por ciertas aplicaciones de las ideas de Piaget (Coll, 1998; Díaz Barriga,
eí al., 1998)—, a la manera de una suerte de reacción o reflujo del predominio piagetiano en
la discusión psicoeducativa de ciertos ámbitos. Un segundo tipo de trabajos estaría más
atento a los aspectos constructivos y menos repetitivos o reproductivos de los procesos de
construcción de conocimiento, pero conservando un énfasis relativo en la acción docente.
Es en el tercer tipo de derivación donde, a juicio de Hatano (1993), se estaría operando una
“extensión radical” de los planteamientos iniciales configurando una propuesta
genuinamente constructivista.
Un eje en torno al que gira la polémica sobre el sesgo de las derivaciones más o menos
deseables —ante una sospecha de sesgo instructional— es el de los mecanismos por los
cuales se promueve el desarrollo. La categoría canónica es la de interiorización. Es, en
verdad, la categoría explicativa que daría lugar a ese “pasaje” del nivel de desarrollo
potencial al real, es decir, del funcionamiento conjunto al “autónomo”. Como se sabe, para
Vigotsky (1998) los procesos de interiorización ocupan el lugar de una ley del desarrollo
ontogenético, un proceso central, como podría serlo el de la equilibración en el modelo
piagetiano. Según la célebre afirmación de Vigotsky, en el desarrollo cultural del niño todo
proceso psicológico (superior) aparece dos veces en la vida del sujeto. Una, en el plano
interpsicológico o social; otra, en el plano intrapsicológico o individual. Todo proceso
psicológico de tipo superior (como la atención voluntaria, la conceptuación, etc.) se
originaría como relaciones entre personas, esto es, reconocerán un primer momento de
constitución en el plano social.
Los reparos mayores puestos a esta categoría provinieron, obviamente, y en lo que nos
ocupa, de la metáfora del “pasaje” del plano social al individual, temiendo, efectivamente,
que constituyera una invitación a la tesis de reducción del plano individual al social y de
reproducción de la cultura. En verdad, como se sabe, Vigotsky define la interiorización como
un proceso de reconstrucción interior mediante el uso de signos, de las operaciones
constituidas en el plano interpsicológico. Tal reconstrucción, que implica un largo, trabajoso
y contingente proceso evolutivo, variará —como en el paradigmático caso del “pasaje” del
habla social al habla interior— tanto la estructura como la función de la operación
interiorizada. A tal punto, dice Vigotsky, que resulta hasta un cuanto abusivo seguir
aludiendo a la “misma” operación que se interioriza. Esto es: la idea de “pasaje” es
metafórica, ambigua.
Barbara Rogoff (1997) ha planteado con claridad esta posible ambigüedad. Rogoff
sostendrá un acuerdo con los planteamientos en cuanto se enfatice el aspecto de
transformación que conlleva la interiorización y que hemos mencionado recién. Pero
mostrará distancia de aquellos usos o interpretaciones que generen una fractura o escisión,
al fin clásica, entre las esferas del “individuo” y lo “social”, como si los niveles de lo social y
lo individual fueran interpretados literalmente como momentos “temporales” y escindidos en
su funcionamiento. La variación profunda de las unidades de análisis a la que venimos
aludiendo con insistencia implica entender lo social y lo individual como co-presentes y
mutuamente constitutivos. El concepto de apropiación participativa de Rogoff pondría en
cuestión, como hemos señalado, la frontera misma de lo externo e interno: la apropiación es
un proceso de transformación y no un prerrequisito para la transformación. Por eso uso el
término apropiación para referirme al cambio que resulta de la propia participación de una
persona en una actividad, y no para referirme a la internalización por parte de una persona
de acontecimientos o técnicas ‘externos’
Contra la ilusión de que las prácticas educativas deberían tener como norte potenciar,
acompañar o no obturar el despliegue centrífugo de una subjetividad que guarda una cierta
dirección inmanente en su desarrollo, la noticia “alarmante”, para ciertos presupuestos
modernos, es que el desarrollo es potencialmente multidireccional.
2. Crisis de la autoridad:
Uno de los síntomas centrales de esta época: el cuestionamiento del principio de autoridad.
corresponde a una crisis de los principios que fundan las relaciones entre adultos y jóvenes.
El mantenimiento de ese conjunto de principios, que permitían al adulto educar y proteger al
joven, hoy está seriamente en peligro. Sin embargo, no podemos educar ni curar de la
misma manera en una sociedad estable que cree en el futuro que en el seno de una
sociedad en crisis, que le teme a ese mismo futuro.
Kojève y el reconocimiento:
En la perspectiva de Kojève, la autoridad no se impone, no requiere gestos grandilocuentes
ni la fuerza de la violencia o la explicación convincente. Sus acciones se sostienen en un
reconocimiento de quien recibe la autoridad, sin reconocimiento ella no existe.
Kojève remarca estos rasgos fundamentales:
● La autoridad es siempre una relación social. Por tanto, imposible de autoinstituirse
sin un espacio de relación con otro, que a su vez se incluye en un marco social e
institucional más amplio
● La autoridad supone acciones sobre otros que las aceptan y que renuncian a
reaccionar en su contra, a oponerse, por voluntad propia y libremente
● La autoridad tiene siempre un carácter legal o legítimo, se le otorga legitimidad por
vía del reconocimiento; a su vez, la autoridad le da “vida” a la legalidad de una
norma
● El reconocimiento ocupa el lugar de la sumisión o de la obediencia, reconocer es
aceptar la autoridad de alguien porque ofrece un espacio para vivir, proyectarse,
construir con otros, formar parte de
● El ejercicio de la autoridad excluye la fuerza y la coacción
● El ejercicio de la autoridad incluye la renuncia, aceptar cambios en uno mismo,
perder algo anterior, dando lugar a otra cosa.
Rancière y la emancipación:
Un sujeto emancipado es aquel que “sale de la minoridad”, se hace cargo de pensar por sí
mismo y asume por sus propios medios: miradas, inteligencia, palabra, escritura, voz, una
posición desde donde hacerse escuchar y “tener parte”. Esta posición emancipada no alude
a un desligamiento de los otros en ámbitos sociales e institucionales, pero coloca
continuamente en tensión, su lugar de igualdad con otros y los lugares habituales a los que
se lo confina en posiciones de desigualdad.
La emancipación reside, en el pensamiento ranceriano, en un modo de ver, pensar, actuar y
hablar desde la propia capacidad de percibir el mundo “con otra mirada” y, desde allí,
reconfigurar las líneas divisorias de lo que se comparte y reparte, de lo que es común a
todos y a cualquiera y lo propio que se vuelve impropio. La emancipación sería ese proceso
por el cual nos damos la posibilidad de salir de lo cristalizado y fijo, en tanto lugares que a
cada uno le “corresponden” supuestamente por nacimiento, herencia o destino e
interrogarlos en el pensar y hacer cotidiano. En ese retrazado de divisiones y
reconfiguración de un mapa de nuevas relaciones, se juega el trabajo político de educar.
Es posible cuestionar la ignorancia del alumno y la sabiduría del maestro, el lugar de los
explicadores y los explicados. Cuando estas posiciones se cuestionan, necesariamente el
lugar de autoridad se reconfigura, no para destituirlo sino para reubicarlo en un nuevo
marco en el trabajo de educar.
Mirar es también una acción que confirma o transforma esta distribución de posiciones. El
espectador también actúa, como el alumno o el sabio. Observa, selecciona, compara,
interpreta. Relaciona lo que ve con muchas otras cosas que ha visto en otras escenas, en
otro tipo de lugares. Compone su propio poema con los elementos del poema que tiene
enfrente. (2010)
La educación suele pensarse desde el punto de vista de la relación entre ciencia y técnica
o, a veces, desde el punto de vista de la relación entre teoría y práctica. Si el par
ciencia/técnica remite a una perspectiva positivista y cosificadora, el par teoría/práctica
remite más bien a una perspectiva política y crítica. De hecho, sólo en esa última
perspectiva tiene sentido la palabra "reflexión"
Si en la primera alternativa, las personas que trabajan en educación son construidas como
sujetos técnicos que aplican con mayor o menor eficacia las diversas tecnologías
pedagógicas diseñadas por los científicos, los tecnólogos y los expertos, en la segunda
alternativa, esas mismas personas aparecen como sujetos críticos que, armados de
distintas estrategias reflexivas, se comprometen con mayor o menor éxito en prácticas
educativas concebidas la mayoría de las veces desde una perspectiva política.
Lo que voy a proponer aquí es la exploración de otra posibilidad digamos que más
existencial (sin ser existencialista) y más estética (sin ser esteticista), a saber, pensar la
educación desde la experiencia.
Y eso desde el convencimiento de que las palabras producen sentido, crean realidad y, a
veces, funcionan como potentes mecanismos de subjetivación. Yo creo en el poder de las
palabras, en la fuerza de las palabras, en que nosotros hacemos cosas con palabras y,
también, en que las palabras hacen cosas con nosotros. Las palabras determinan nuestro
pensamiento. Y pensar es sobre todo dar sentido a lo que somos y a lo que nos pasa. Por
tanto, también tiene que ver con las palabras el modo como nos colocamos ante nosotros
mismos, ante los otros, y ante el mundo en el que vivimos. Y el modo como actuamos en
relación a todo eso. Todo el mundo sabe que Aristóteles definió al hombre como zoon lógon
échon. El hombre es palabra, todo lo humano tiene que ver con la palabra, se da en la
palabra, está tejido de palabras. Cuando hacemos cosas con las palabras, de lo que se
trata es de cómo damos sentido a lo que somos y a lo que nos pasa, de cómo ponemos
juntas las palabras y las cosas, de cómo nombramos lo que vemos o lo que sentimos, y de
cómo vemos o sentimos lo que nombramos.
Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por
la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son
luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras, algo más que sólo
palabras.
La destrucción de la experiencia:
Comenzaré con la palabra "experiencia". Podríamos decir, para empezar, que la experiencia
es "lo que nos pasa".
No lo que pasa, o lo que acontece, o lo que llega, sino lo que nos pasa, o nos acontece, o
nos llega. Cada día pasan muchas cosas pero, al mismo tiempo, casi nada nos pasa.
En primer lugar por exceso de información. La información no es experiencia. Es más, la
información no deja lugar para la experiencia, es casi lo contrario de la experiencia, casi una
antiexperiencia. Lo primero que me gustaría decir del saber de experiencia es que hay que
separarlo del saber cosas al modo de tener información, de estar informados.
Además, seguramente habrán oído ustedes eso de que vivimos en la "sociedad de la
información". Y se habrán dado cuenta de que esa extraña expresión de "sociedad de la
información" funciona a veces como sinónimo de "sociedad del conocimiento" o, incluso, de
"sociedad del aprendizaje". No deja de ser curiosa la intercambiabilidad de los términos
"información", "conocimiento" y "aprendizaje". Como si el conocimiento se diera bajo el
modo de la información, y como si aprender no fuera otra cosa que adquirir y procesar
información. Lo que yo quisiera dejar apuntado aquí es que una sociedad constituida bajo el
signo de la información es una sociedad donde la experiencia es imposible.
En segundo lugar, la experiencia es cada vez más rara por exceso de opinión. El sujeto
moderno es un sujeto informado que además opina. Es alguien que tiene una opinión
presuntamente personal y presuntamente propia y a veces presuntamente crítica sobre todo
lo que pasa, sobre todo aquello de lo que tiene información. Para nosotros, la opinión, como
la información, se ha convertido en un imperativo. Después de la información, viene la
opinión. Pero la obsesión por la opinión también cancela nuestras posibilidades de
experiencia, también hace que nada nos pase.
El periodismo destruye la experiencia, no es otra cosa que la alianza perversa de
información y opinión.
El periodismo es la fabricación de información y la fabricación de opinión. Y cuando la
información y la opinión se sacralizan, cuando ocupan todo el espacio del acontecer,
entonces el sujeto personal no es ya otra cosa que el soporte informado de la opinión
individual, y el sujeto colectivo, ese que tenía que hacer la historia según los viejos
marxistas, no es otra cosa que el soporte informado de la opinión pública. Es decir, un
sujeto fabricado y manipulado por los aparatos de información y de opinión, un sujeto
incapaz de experiencia.
El par información-opinión es muy general y permea también, por ejemplo, nuestra idea del
aprendizaje, incluso de lo que los pedagogos y los psicopedagogos llaman "aprendizaje
significativo". Desde bien pequeños hasta la Universidad, a lo largo de toda nuestra travesía
por los aparatos educativos, estamos sometidos a un dispositivo que funciona de la
siguiente manera: primero hay que informarse y, después, hay que opinar, hay que dar una
opinión obviamente propia, crítica y personal sobre lo que sea.
Eso, la opinión, sería como la dimensión "significativa" del así llamado "aprendizaje
significativo". La información sería como lo objetivo y la opinión sería como lo subjetivo,
sería como nuestra reacción subjetiva ante lo objetivo. Además, como tal reacción subjetiva,
es una reacción que se nos ha hecho automática, casi refleja: se nos informa de cualquier
cosa y nosotros opinamos. Y ese "opinar" se reduce, en la mayoría de las ocasiones, a
estar a favor o en contra. Con lo cual nos hemos convertido ya en sujetos competentes para
responder como Dios manda a las preguntas de los profesores que, cada vez más, se
parecen a las comprobaciones de información y a las encuestas de opinión. Dígame usted
lo que sabe, dígame con qué información cuenta, y añada a continuación su opinión: eso es
el dispositivo periodístico del saber y del aprendizaje, el dispositivo que hace imposible la
experiencia.
En tercer lugar, la experiencia es cada vez más rara por falta de tiempo. Todo lo que pasa,
pasa demasiado deprisa, cada vez más deprisa. La velocidad en que se nos dan los
acontecimientos y la obsesión por la novedad, por lo nuevo, que caracteriza el mundo
moderno, impide su conexión significativa. Impide también la memoria puesto que cada
acontecimiento es inmediatamente sustituido por otro acontecimiento que igualmente nos
excita por un momento, pero sin dejar ninguna huella. Al sujeto del estímulo, de la vivencia
puntual, todo le atraviesa, todo le excita, todo le agita, todo le choca, pero nada le pasa. Por
eso la velocidad y lo que acarrea, la falta de silencio y de memoria, es también enemiga
mortal de la experiencia.
En esa lógica de destrucción generalizada de la experiencia, estoy cada vez más
convencido de que los aparatos educativos también funcionan cada vez más en el sentido
de hacer imposible que alguna cosa nos pase. No sólo, como he dicho antes, por el
funcionamiento perverso y generalizado del par información-opinión, sino también por la
velocidad. Cada vez estamos más tiempo en la escuela (y la Universidad y los cursos de
formación del profesorado forman parte de la escuela) pero cada vez tenemos menos
tiempo.
En cuarto lugar, la experiencia es cada vez más rara por exceso de trabajo. Este punto me
parece importante porque a veces se confunde experiencia con trabajo. Existe un cliché
según el cual en los libros y en los centros de enseñanza se aprende la teoría, el saber que
viene de los libros y de las palabras, y en el trabajo se adquiere la experiencia, el saber que
viene del hacer, o de la práctica como se dice ahora. Cuando se redacta el currículum, se
distingue entre formación académica y experiencia laboral. Mi tesis no es sólo que la
experiencia no tiene nada que ver con el trabajo sino, más aún, que el trabajo, esa
modalidad de relación con las personas, con las palabras y con las cosas que llamamos
trabajo, es también enemiga mortal de la experiencia.
El trabajo es toda la actividad que se deriva de esa pretensión. El sujeto moderno está
animado por una portentosa mezcla de optimismo, de progresismo y de agresividad: cree
que puede hacer todo lo que se proponga (y que si no puede, algún día lo podrá) y para ello
no duda en destruir todo lo que percibe como un obstáculo a su omnipotencia. Siempre está
deseando hacer algo, producir algo, modificar algo, arreglar algo. Independientemente de
que ese deseo esté motivado por la buena voluntad o por la mala voluntad, el sujeto
moderno está atravesado por un afán de cambiar las cosas. Nosotros no sólo somos
sujetos ultrainformados, rebosantes de opiniones, y sobreestimulados, sino que somos
también sujetos henchidos de voluntad e hiperactivos. Y por eso, porque siempre estamos
queriendo lo que no es, porque estamos siempre activos, porque estamos siempre
movilizados, no podemos pararnos. Y, al no poder pararnos, nada nos pasa.
La experiencia requiere un gesto de interrupción, un gesto que es casi imposible en los
tiempos que corren: requiere pararse a pensar, pararse a mirar, pararse a escuchar, pensar
más despacio, mirar más despacio y escuchar más despacio, pararse a sentir, sentir más
despacio, demorarse en los detalles, suspender la opinión, suspender el juicio, suspender la
voluntad, suspender el automatismo de la acción, cultivar la atención y la delicadeza, abrir
los ojos y los oídos, charlar sobre lo que nos pasa, aprender la lentitud, escuchar a los
demás, cultivar el arte del encuentro, callar mucho, tener paciencia, darse tiempo y espacio.
El sujeto de la experiencia:
Vamos ahora con el sujeto de la experiencia, con ese sujeto que no es el sujeto de la
información, o de la opinión, o del trabajo, que no es el sujeto del saber, o del juzgar, o del
hacer, o del poder, o del querer. Si la experiencia es lo que nos pasa, el sujeto de
experiencia sería algo así como un territorio de paso, de pasaje, algo así como una
superficie de sensibilidad en la que lo que pasa afecta de algún modo, produce algunos
afectos, inscribe algunas marcas, deja algunas huellas, algunos efectos. Si escuchamos en
francés, donde la experiencia es "ce que nous arrive", el sujeto de experiencia es un punto
de llegada, como un lugar al que le llegan cosas, como un lugar que recibe lo que le llega y
que, al recibirlo, le da lugar. Y en portugués, en italiano y en inglés, donde la experiencia
suena como "aquilo que nos acontece", "nos succede" o "happen to us", el sujeto de
experiencia es más bien un espacio donde tienen lugar los acontecimientos, los sucesos.
En cualquier caso, sea como territorio de paso, como lugar de llegada o como espacio del
acontecer, el sujeto de la experiencia se define no tanto por su actividad como por su
pasividad, por su receptividad, por su disponibilidad, por su apertura. Pero se trata de una
pasividad anterior a la oposición entre lo activo y lo pasivo, de una pasividad hecha de
pasión, de padecimiento, de paciencia, de atención, como una receptividad primera, como
una disponibilidad fundamental, como una apertura esencial.
El sujeto de experiencia es un sujeto ex-puesto. Desde el punto de vista de la experiencia,
lo importante no es ni la posición (nuestra manera de ponernos), ni la oposición (nuestra
manera de oponernos), ni la im-posición (nuestra manera de imponernos), ni la pro-posición
(nuestra manera de proponernos), sino la exposición, nuestra manera de ex-ponernos, con
todo lo que eso tiene de vulnerabilidad y de riesgo. Es incapaz de experiencia aquél a quien
nada le pasa, a quien nada le acontece, a quien nada le sucede, a quien nada le llega, a
quien nada le afecta, a quien nada le amenaza, a quien nada le hiere.
La palabra experiencia viene del latín experiri, probar. La experiencia es en primer término
un encuentro o una relación con algo que se experimenta, que se prueba. La palabra
experiencia tiene el ex del exterior, del extranjero, del exilio, de lo extraño, y también el ex
de la existencia. La experiencia es el pasaje de la existencia, el pasaje de un ser que no
tiene esencia o razón o fundamento, sino que simplemente existe de una forma siempre
singular, finita, inmanente, contingente. Tanto en las lenguas germánicas como en las
latinas, la palabra experiencia contiene inseparablemente la dimensión de travesía y de
peligro.
Experiencia y pasión:
Si la experiencia es lo que nos pasa, y si el sujeto de experiencia es un territorio de paso,
entonces la experiencia es una pasión. La palabra "pasión" puede referirse a varias cosas.
Primero, a un sufrimiento o a un padecimiento. En el padecer no se es activo, pero tampoco
se es simplemente pasivo. El sujeto pasional no es agente, sino paciente, pero hay en la
pasión como un asumir los padecimientos, como un vivir, o experimentar, o soportar, o
aceptar, o hacerse cargo del padecer que no tiene nada que ver con la mera pasividad.
Como si el sujeto pasional hiciese algo con el hacerse cargo de su pasión.
"Pasión" puede referirse también a una cierta heteronomía o a una cierta responsabilidad en
relación con el otro que sin embargo no es incompatible con la libertad o con la autonomía.
Aunque se trata, naturalmente, de otra libertad y de otra autonomía que la del sujeto
independiente que se determina a sí mismo. La pasión funda más bien una libertad
dependiente, determinada, vinculada, obligada incluso, fundada no en ella misma sino en
una aceptación primera de algo que está fuera de mí, de algo que no soy yo y que por eso
justamente es capaz de apasionarme.
Y "pasión" puede referirse, por último, a la experiencia del amor, al amor-pasión occidental,
cortesano, caballeresco, cristiano, pensado como posesión y hecho de un deseo que
permanece deseo y que quiere permanecer deseo, pura tensión insatisfecha, pura
orientación hacia un objeto siempre inalcanzable. En la pasión, el sujeto apasionado no
posee el objeto amado sino que es poseído por él. Por eso el sujeto pasional no está en sí,
en lo propio, en la posesión autártica de sí mismo, en el autodominio, sino que está fuera de
sí, dominado por lo otro, cautivado por lo ajeno, alienado, enajenado.
En la pasión se da una tensión entre libertad y esclavitud en el sentido de que lo que quiere
el sujeto pasional es, precisamente, estar cautivado, vivir su cautiverio, su dependencia de
aquello que le apasiona. Se da también una tensión entre placer y dolor, entre felicidad y
sufrimiento, en el sentido de que el sujeto pasional encuentra su felicidad o, al menos el
cumplimiento de su destino, en el padecimiento que su pasión le proporciona. Lo que el
sujeto pasional ama es precisamente su propia pasión. Es más, el sujeto pasional no es otra
cosa y no quiere ser otra cosa que pasión. De ahí, quizá, la tensión que la pasión extrema
soporta entre vida y muerte. La pasión tiene una relación intrínseca con la muerte, se
desarrolla en el horizonte de la muerte, pero de una muerte que es querida y deseada como
verdadera vida, como lo único que vale la pena vivir y, a veces, como condición de
posibilidad de todo renacimiento.
El desarrollo de los procesos
psicológicos superiores. México: Ed.
Grijalbo. - Vygotsky, Lev. S. (1998).
Capítulo 4 INTERNACIONALIZACIÓN DE LAS FUNCIONES PSICOLÓGICAS
SUPERIORES:
Al comparar los principios que regulan los reflejos condicionados e incondicionados, Pavlov
utiliza el ejemplo de la llamada telefónica. La llamada tiene la posibilidad de conectar
directamente dos puntos a través de una línea especial. Esto corresponde a un reflejo
incondicionado. Otra posibilidad de la llamada telefónica es la de transmitir a través de una
estación central especial con ayuda de conexiones temporales y sin límites. Esto
corresponde a un reflejo condicionado. El córtex cerebral, órgano que cierra el circuito de
reflejo condicionado, desempeña un papel importante en esta estación central
El mensaje fundamental de nuestro análisis de los procesos que subyacen a la creación de
signos (señalización) puede expresarse mediante la misma metáfora, aunque de forma más
generalizada. Tomemos, por ejemplo, el caso de hacer nudos para recordar algo o de echar
suertes para tomar una decisión. En ambas situaciones, no hay duda de que se ha formado
una conexión temporal condicionada, es decir, del segundo tipo descrito por Pavlov. No
obstante, si deseamos comprender los mecanismos esenciales de lo que está sucediendo
nos vemos obligados a tomar en consideración, no sólo la función del mecanismo del
teléfono, sino también la del operador, que enchufó y conectó la línea. En nuestro ejemplo,
la conexión la efectuó la persona que hizo el nudo. Este rasgo distingue las formas
superiores de conducta de las inferiores.
La creación y utilización de signos como método auxiliar para resolver un problema
psicológico determinado (recordar, comparar algo, relatar cosas, elegir, etc.) es un proceso
análogo a la creación y utilización de instrumentos en lo que al aspecto psicológico se
refiere. El signo actúa como un instrumento de actividad psicológica, al igual que una
herramienta lo hace en el trabajo.
Apoyándose en el significado figurativo del término, muchos psicólogos han utilizado la
palabra “herramienta” para referirse a la función indirecta de un objeto como medio para
realizar una actividad. Expresiones tales como “la lengua es la herramienta del
pensamiento” o “aides de memorie” suelen estar despojadas de cualquier contenido
concreto o difícilmente significan algo más de lo que realmente son: simples metáforas y
maneras distintas de expresar el hecho de que ciertos objetos u operaciones desempeñan
un papel auxiliar en la actividad psicológica.
Igualar el signo con la herramienta. Al borrar la distinción fundamental entre ambos
términos, esta aproximación pierde las características específicas de cada tipo de actividad,
dejándonos con una forma psicológica general de determinación
La analogía que propongo entre signo y herramienta es, un significado incierto y confuso
que suele acompañar al uso figurativo de la palabra “herramienta”.
Las distinciones entre herramientas como medio para el trabajo, o para dominar la
naturaleza, y el lenguaje como medio para el intercambio social, quedan anuladas en el
concepto general de adaptaciones artificiales.
Lo que nosotros pretendemos es comprender el papel conductual del signo en toda su
unicidad. Este objetivo ha motivado nuestros estudios empíricos sobre el método en que
están unidos el uso del signo y la herramienta, que en el desarrollo cultural del niño están
separados. Como punto de partida hemos adaptado tres condiciones. La primera hace
referencia a la analogía y puntos comunes que existen entre ambos tipos de actividad, la
segunda clarifica las diferencias básicas y la tercera trata de demostrar el vínculo
psicológico real que hay entre una y otra, o por lo menos dar a entender su existencia.
Como ya hemos señalado, la analogía básica entre signo y herramienta descansa entre la
función mediadora que caracteriza a ambas. Por ello, pueden ser incluídas, desde la
perspectiva psicológica bajo una misma categoría. Podemos expresar la relación lógica
entre el uso de signos y herramientas utilizando el esquema de la figura 4, que muestra
cada concepto incluido bajo otro concepto más general de actividad indirecta (mediata)
Dicho concepto fue investigado por Hegel con un sentido más amplio y general, pues vio en
él un rasgo característico de la razón humana: “la razón”, escribió, “es tan astuta como
poderosa. Su astucia consiste principalmente en su actividad mediadora que, haciendo
actuar a los objetos y reaccionar los unos con los otros de acuerdo con su naturaleza, sin
ninguna interferencia directa en el proceso, lleva a cabo las intenciones de la razón”. Marx
cita esta definición cuando habla de las herramientas de trabajo, para demostrar que el
hombre “utiliza las propiedades mecánicas, físicas, químicas de las cosas para hacerlas
actuar sobre otras cosas como medios de poder y de acuerdo con sus fines”
En ambos casos la función indirecta (mediata) aparece en primer plano.
En el plano puramente lógico de la relación entre ambos conceptos, nuestro esquema
representa los dos medios de adaptación como líneas divergentes de actividad mediata.
Dicha divergencia es la base de nuestro segundo punto. Una diferencia esencial entre signo
y herramienta, y la base para la divergencia real de ambas líneas, son los distintos modos
en que orientan la actividad humana. La función de la herramienta no es otra que la de
servir de conductor de la influencia humana en el objeto de la actividad; se halla
externamente orientada y debe acarrear cambios en los objetos. Es un medio a través del
cual la actividad humana externa, aspira a dominar y triunfar sobre la naturaleza. Por otro
lado, el signo no cambia absolutamente nada en el objeto de una operación psicológica. Así
pues, se trata de un medio de actividad interna que aspira a dominarse a sí mismo; el signo,
por consiguiente, esta internamente orientado. Dichas actividades difieren tanto la una de la
otra que la naturaleza de los medios que utilizan, no puede ser nunca la misma en ambos
casos.
Por último, el tercer punto hace referencia al vínculo real existente entre estas actividades, y
de ahí, al lazo real de su desarrollo en ontogénesis y filogénesis. El dominio de la naturaleza
y el de la conducta están sumamente relacionados puesto que la alteración de la
naturaleza, por parte del hombre, altera, a su vez, la propia naturaleza del hombre.
Así como la primera utilización de las herramientas rechaza la noción de que el desarrollo
representa el simple despliegue del sistema de actividad orgánicamente predeterminado del
niño, la primera utilización de los signos demuestra que no puede haber un único sistema
de actividad interno orgánicamente predeterminado para cada función psicológica. El uso de
medios artificiales, la transición a la actividad inmediata, cambia fundamentalmente todas
las funciones psicológicas, al tiempo que el uso de herramientas ensancha de modo
ilimitado la serie de actividades dentro de las que operan las nuevas funciones psicológicas.
En este contexto, podemos emplear el término de función psicológica superior, o conducta
superior, al referirnos a la combinación de herramienta y signo en la actividad psicológica.
En la fase inicial, resulta de suma importancia para el esfuerzo del niño, la confianza en los
signos externos. Sin embargo a lo largo del desarrollo de estas operaciones se producen
cambios radicales: la operación entera de actividad mediata (por ejemplo, el acto de
memorizar) empieza a asentarse como un proceso puramente interno.
En los niveles superiores parece haber abandonando toda confianza en los signos. No
obstante, esta apariencia, no es más que ilusoria. El desarrollo, como suele ocurrir, avanza,
no en círculo, sino en espiral, atravesando siempre el mismo punto en cada nueva
revolución, mientras avanza hacia un estadio superior.
Llamamos internalización a la reconstrucción interna de una operación externa. Un buen
ejemplo de este proceso podríamos hallarlo en el desarrollo del gesto de señalar. Al
principio, este ademán no es más que un intento fallido de alcanzar algo, un movimiento
dirigido hacia cierto objeto que designa la actividad futura. El niño intenta alcanzar un objeto
situado fuera de su alcance; En este estadio inicial, el acto de señalar está representando
por los movimientos del pequeño, que parece estar señalando un objeto: eso y nada más.
Cuando acude la madre en ayuda del pequeño y se da cuenta de que su movimiento está
indicando algo, la situación cambia radicalmente. El hecho de señalar se convierte en un
gesto para los demás. El fracasado intento del niño engendra una reacción, no del objeto
que desea, sino de otra persona. Por consiguiente, el significado primario de este fracasado
movimiento de apoderarse de algo queda establecido por los demás. Únicamente más
tarde, cuando el niño es capaz de relacionar su fallido movimiento de agarrar con la
situación objetiva como un todo, comienza a interpretar dicho movimiento como acto de
señalar. En esta coyuntura, se produce un cambio en esta función de movimiento: un
movimiento dirigido a otra persona, en un medio de establecer relaciones. El movimiento de
asir se transforma en el acto de señalar. El movimiento mismo queda, físicamente
simplificado, y lo que de él resulta es la forma de señalar que denominamos gesto. Se
convierte en un verdadero gesto solo después de manifestar objetivamente todas las
funciones de señalar para otros y de ser comprendido por los demás como tal.
El proceso de internalización consiste en una serie de transformaciones:
a) Una operación que inicialmente representa una actividad externa se reconstruye y
comienza a suceder internamente. Es de especial importancia para el desarrollo de los
procesos mentales superiores la transformación de la actividad, que se sirve de signos,
cuya historia y característica quedan ilustradas por el desarrollo de la inteligencia práctica,
de la atención voluntaria y de la memoria.
b) Un proceso interpersonal queda transformado en otro intrapersonal. En el desarrollo
cultural del niño, toda función aparecidos veces: primero, a nivel social, y más tarde, a nivel
individual; primero entre personas (interpsicológica), y después, en el interior del propio niño
(intrapsicológica). Todas las funciones superiores se originan como relaciones entre seres
humanos.
c) La transformación de un proceso interpersonal en un proceso intrapersonal es el
resultado de una prolongada serie de sucesos evolutivos. El proceso, aun siendo
transformado, continúa existiendo y cambia como una forma externa de actividad durante
cierto tiempo antes de internalizarse definitivamente. Para muchas funciones, el estadio de
signos externos dura indefinidamente, es decir, es su estadio final de desarrollo. En cambio,
otras funciones se desarrollan mucho más y se convierten gradualmente en funciones
internas. No obstante, sólo adquieren el carácter de procesos internos como resultado final
de un desarrollo prolongado. Su internalización está vinculada a cambios en las leyes que
rigen su actividad y se incorporan en un nuevo sistema con sus propias leyes.
La internalización de las formas culturales de conducta implica la reconstrucción de la
actividad psicológica en base a las operaciones con signos. Los procesos psicológicos, tal
como aparecen en los animales, dejan de existir; se incorporan a este sistema de conducta
y se desarrollan y reconstruyen culturalmente para formar una nueva entidad psicológica. El
uso de signos externos se reconstruye también radicalmente. Los cambios evolutivos en las
operaciones con signos son semejantes a aquellos que se producen en el lenguaje. Los
aspectos del lenguaje externo o comunicativo, así como los del lenguaje egocéntrico, se
«internalizan» para convertirse en la base del lenguaje interno.
Perspectivas teóricas sobre el
aprendizaje escolar - Baquero
La teoría socio-histórica de Lev Vigotsky:
En el caso de la psicología socio-histórica podemos señalar la existencia también de un
programa más vasto, aunque vinculado a los intereses de Lev Vigotsky (1896-1934) por la
agenda de una filosofía de la cultura, de una semiología o de una teoría de la subjetividad
(Riviére, 1985)
El interés central de la psicología de Vigotsky pasará por dar cuenta del surgimiento de las
formas conscientes y voluntarias de regulación de la actividad psicológica específicamente
humana, la que juzgaba posibles gracias al uso de instrumentos semióticos, como el
lenguaje, en el seno de sistemas de interacción social como la crianza o la educación
formal.
Deben notarse aquí dos cuestiones centrales. Por una parte, los procesos de tipo superior,
como se ve, aparecen clasificados, a su vez, en “rudimentarios” y “avanzados”. Los
primeros serán aquellos constituidos en cierta medida en forma universal en todos los
sujetos por el sólo hecho de pertenecer a una cultura. Es decir, estarían sentando las
características de la subjetividad, de la ruptura con lo natural. Estarían ejemplificados por la
adquisición del habla y el desarrollo de formas de conceptualización cotidianas. Los
procesos “avanzados”, en cambio, no se presume sean universales en tanto las condiciones
de su aparición requieren de desarrollos históricos y prácticas culturales específicas. Sería
el caso de la escritura y las formas científicas de conceptualización.
Ahora bien, la segunda cuestión que se desprende del diagrama presentado es el tipo de
relación que puede establecerse entre desarrollo natural y cultural y, a su vez, entre las
formas rudimentarias y avanzadas del desarrollo psicológico. Es importante advertir que los
procesos de tipo elemental, motorizados por procesos de desarrollo naturales, poseen su
propia línea de progreso. Es decir, los procesos de tipo elemental no se transforman en
procesos de tipo superior. Constituyen, sí, una condición necesaria para su aparición pero
no son una condición suficiente.
El desarrollo, en esta concepción, está lejos de ser un proceso continuo, lineal y
homogéneo para las distintas funciones psicológicas. En palabras de Vigotsky:
Nuestro concepto de desarrollo implica un rechazo de la opinión generalmente sostenida de
que el desarrollo cognoscitivo resulta de la acumulación gradual de cambios
independientes. Por el contrario, nosotros creemos que el desarrollo del niño es un proceso
dialéctico complejo caracterizado por la periodicidad, la irregularidad en el desarrollo de las
distintas funciones, la metamorfosis o transformación cualitativa de una forma en otra, la
interrelación de factores internos y externos, y los procesos adaptativos que superan y
vencen los obstáculos con los que se cruza el pequeño (Vigostky, 1988d, p.116)
Los procesos psicológicos superiores poseen, como se vio, otro origen genético: surgen en
la vida social, en el funcionamiento intersubjetivo mediado por signos
La pregunta al fin sería: los mecanismos responsables del desarrollo espontáneo o
cotidiano, ¿son idénticos a los que explican el desarrollo de las formas avanzadas, aquellas
que se promueven en las prácticas de escolarización? En líneas generales la teoría
vigotskiana responderá por la negativa, es decir, afirmando que las condiciones de
adquisición no son idénticas y de allí la necesidad de escolarizar a los sujetos.
En la obra de Vigostky se encontrarán tanto descripciones de la particular demanda
cognitiva que plantea del desarrollo de los procesos avanzados como alusiones a la fuerte
relación que poseen con los procesos cotidianos. Es decir, la discontinuidad sólo indica que
los procesos de tipo rudimentario no se transformarán en avanzados pero sí colaborarán y
sentarán las condiciones de su posibilidad.
Ahora bien, ¿qué caracteriza a estos procesos avanzados, además de su origen en estas
prácticas como la escolarización? En líneas generales el hecho de que demandan mayor
control voluntario y consciente que las formas rudimentarias y, centralmente, que implican
un uso crecientemente descontextualizado de los instrumentos semióticos, de los signos.
El término “descontextualizado” en psicología cognitiva y educacional alude a una cualidad
“positiva” de ciertas formas de funcionamiento cognitivo que logran quebrar la dependencia
de contextos iniciales, puntuales o, incluso, cotidianos. Alude, por ejemplo, a los procesos
de representación bidimensional de objetos tridimensionales, al enunciado de algoritmos
aplicables a distintas situaciones, al uso crecientemente abstracto del lenguaje, etc.
El principio de descontextualización de los instrumentos de mediación se expresa en la
ontogénesis, pero como recuerda Wertsch, “reemplazaría al principio darwiniano de la
evolución. La descontextualización de los instrumentos de mediación es el proceso
mediante el que el significado de los signos se vuelve cada vez menos dependiente del
contexto espacio-temporal en el que son utilizados”
Estas formas avanzadas requieren, a su vez, mayor dominio consciente y voluntario de los
procesos psicológicos. Esta cuestión en parte se relaciona con el hecho de que los
procesos avanzados requieren cierta toma de conciencia de las construcciones
espontáneas o previas. Según vimos, la escritura obliga a cierta toma de conciencia de sus
diferencias con respecto al habla.
En tal sentido, aún cuando no tenga la repercusión global sobre el desarrollo infantil que
atribuye Vigostky al juego, la escuela no promueve meramente la incorporación de nuevos
conocimientos sino, en verdad, genera formas de desarrollo específicas en el plano
cognitivo y aún más allá de él. Genera de hecho nuevas formas de motivación e incrementa,
como se vio, la posibilidad de trabajo consciente. De esta manera las formas avanzadas de
los procesos superiores expresan un vector del desarrollo orientado hacia un mayor dominio
del entorno físico y social de sí mismo.
El proceso central que explica la constitución de los procesos superiores a partir de la vida
social es el de interiorización. Se trata de un proceso evolutivo complejo que no debe
confundirse con el traspaso de un contenido o habilidad de un exterior a un interior
preexistente. Esto por dos motivos de suma importancia: en primer lugar, no se trata de una
“copia” de un proceso sino que, en verdad, “la internalización de las formas culturales de la
conducta implica la reconstrucción de la actividad psicológica en base a las operaciones con
signos”. En segundo término, no se trata de un traspaso de un plano externo a uno interno,
sino, en verdad, del proceso mínimo de construcción de ese plano interior.
Se trata de una reconstrucción, por el hecho de que varía tanto la estructura como la
función de la operación psicológica en desarrollo.
Intentemos sistematizar algunas de las características de los procesos de interiorización.
● Implica una organización en el plano intrapsicológico de una operación
interpsicológica
● Implica una reorganización interior de una operación previamente externa
● Se trata de un proceso evolutivo (implica lapsos extensos y constituye un proceso de
desarrollo)
● Implica una reconstrucción interior, variando la estructura y la función de la
operación interiorizada.
● En la reconstrucción que opera se vale del uso de signos.
● Generalmente implica una abreviación de la operación interiorizada.
● Debe ser entendido como un proceso de creación de un espacio interior.
Como se advierte, vuelve a estar planteada aquí la cuestión de la definición de unidades de
análisis para el abordaje del desarrollo humano. Nuevamente se destaca la prioridad
genética otorgada al funcionamiento intersubjetivo en la explicación de la constitución de los
procesos de tipo superior. En tal dirección, la categoría de Zona de Desarrollo Próximo
(ZDP) abordará la cuestión de las características que parecen guardar ciertos sistemas de
interacción para promover el desarrollo subjetivo.
En su versión más divulgada la ZDP es definida por Vigotsky como:
[...] la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver
independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de
la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración de un compañero
más capaz
Se califica a la Zona de Desarrollo “Próximo”, por el hecho de que lo que hoy el sujeto
realiza con ayuda -lo que constituye su nivel potencial-, en el futuro lo hará sólo -será así
expresión de un nivel de desarrollo real. Y esto será así como efecto de la asistencia
recibida, por el hecho de haber participado en actividades colaborativas o guiadas con
sujetos de mayor capacidad en ciertos dominios, como es claro que sucederá en el
aprendizaje escolar.
En el tratamiento general dado a la ZDP se encuentran condensadas varias ideas cruciales
sobre el aprendizaje y el desarrollo cultural de los sujetos:
● Aprendizaje y desarrollo guardan una relación de inherencia :”aprendizaje no
equivale a desarrollo; no obstante, el aprendizaje organizado se convierte en
desarrollo mental y pone en marcha una serie de procesos evolutivos que no
podrían darse nunca al margen del aprendizaje”; de este modo el aprendizaje resulta
“un aspecto universal y necesario del proceso de desarrollo culturalmente
organizado y específicamente humano de las funciones psicológicas”
● No todo aprendizaje produce desarrollo. El aprendizaje de habilidades simples o
técnicas no posee la mínima incidencia sobre el desarrollo que el aprendizaje, por
ejemplo, de la escritura.
● El tipo de enseñanza/aprendizaje que parece capaz de generar ZDP es aquella que
se sitúa en los niveles más altos de desarrollo -el nivel potencial- de los sujetos. Por
el contrario, una enseñanza diseñada de manera ajustada al nivel actual del
desarrollo no implica a los sujetos en prácticas intersubjetivas que desafíen y
promuevan su desarrollo. Ese parece ser un riesgo, a juicio de Vigotsky, frecuente
en la educación especial.
Proyectos y políticas:
Aún hace falta recorrer un amplio camino de experiencias que involucren a distintos actores
sociales en estas problemáticas, en tanto la sola existencia de leyes de “avanzada” no
garantiza el ejercicio efectivo de los derechos. Muchas veces los textos de las leyes quedan
en letra muerta porque no se traducen en políticas públicas que efectivicen su aplicación,
cumplimiento y seguimiento
Debemos generar prácticas escolares institucionalizadas (no ligadas al espontaneísmo o
voluntarismo) que posibiliten el ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos, en
el sentido de avanzar en una mayor autonomía de las personas en las decisiones acerca de
sus sexualidades, géneros, y en lo concerniente a la reproducción. Prácticas que pongan en
vigencia -a través de distintas normativas y de la eficaz implementación de las existentes-
una política antidiscriminatoria por razones de géneros (mujeres, varones, travestis,
transexuales, intersex), sexualidades (lesbianas, gays), nacionalidades, etnias y clases
sociales. Asimismo, debemos promover acciones pedagógicas que garanticen una
ciudadanía sexual plena, libre de violencia material y simbólica para quienes estudian y
trabajan en todos los niveles del sistema educativo.
Proponemos que la educación para la sexualidad en la escuela pública se aborde teniendo
en cuenta:
● Un enfoque de género, que historice y problematice las expectativas sociales en
cuanto a los cuerpos sexuados de mujeres y varones, los estereotipos y las
desigualdades que conciernen a lo femenino y lo masculino
Esto permitirá concluir que mujeres y varones somos educados/as en la escuela bajo
normas patriarcales y heteronormativas. Analizar los cuerpos, las sexualidades y los
géneros de acuerdo con una perspectiva histórica y política nos desplaza de la idea tan
extendida de que mujeres y varones nos diferenciamos sólo por razones naturales. Este
enfoque puede permitirnos comprender que aprendimos a ser mujeres y varones en
distintos contextos históricos y sociales, contextos que han definido la existencia de una
sexualidad buena y una mala, y han determinado qué es lo “normal” y lo “anormal”, dejando
afuera posibilidades de elecciones eróticas tildadas de antinaturales y perversas.
Existe una distancia entre la Teoría Genética (TG) sobre el aprendizaje y una teoría sobre el
aprendizaje en contexto escolar. La TG ha sido utilizada para fundamentar la enseñanza, y
a pesar de que se lo hizo desde una perspectiva reduccionista, es necesario conocerla
mejor para comprender su participación en la producción de formas específicas de
enseñanza escolarizada.
Un aspecto central para iniciar la revisión es repensar la relación entre teorías psicológicas
y educación a lo largo del siglo XX, y más específicamente de la TG en tanto que es la que
tuvo mayor impacto. Esta historia nos muestra lo que algunos investigadores han
denominado aplicacionismo de la psicología al campo educativo. Se refiere a aquellas
teorías que se originaron en determinado campo de la ciencia y se transfirieron a uno
distinto de aquel donde se creó, sin la consecuente reformulación o cambios necesarios.
Este es el caso de la TG en educación.
Esta situación implicó haber pensado durante décadas que la escuela era un contexto
donde el niño desarrollaba su actividad operatoria, y que el rol del docente era crear
condiciones para que los niños desplegaran su actividad intelectual. En este sentido, el
punto central de muchos planes de estudio. Buscaban como objetivo privilegiado que la
práctica educativa girase en torno al desarrollo intelectual espontáneo de los niños,
colocando al docente como promotor e incentivador de ese desarrollo, situación que generó
una psicologización de la práctica docente y educativa.
Se desconoció desde la TG, la naturaleza política como social de los contenidos escolares y
de las prácticas educativas, al ignorar cuestiones situacionales centrales. Se sostiene
erróneamente que la psicología se relaciona de forma directa con la educación, de modo tal
que la psicología del desarrollo y la psicología del aprendizaje son factibles de ser aplicadas
de modo directo a la práctica educativa.
Por lo tanto, la meta de la TG consiste en estudiar cómo pasan los sujetos de estados de
menor conocimiento a estados de mayor conocimiento, dilucidando los procesos de
formación. Por esta razón, su interés está centrado en los mecanismos de producción del
conocimiento, más que en las estructuras —estadios— o estados específicos de esas
etapas.
La tesis básica de la TG es que el conocimiento se construye a partir de la acción
transformadora sobre el mundo, perspectiva muy diferente a la sostenida por la postura
empirista, que concebía al conocimiento como el resultado de la impronta del objeto sobre
el sujeto. A la inversa, desde una posición idealista, se consideraba que el objeto no era
otra cosa que una proyección a partir de las estructuras de conocimiento ya dadas desde el
principio en el sujeto, constituyendo una especie de relación especular entre el sujeto y el
objeto. En estas diferentes posturas el problema filosófico subyacente es quién determina a
quién, el objeto al sujeto o el sujeto al objeto. Tanto las posturas empiristas como idealistas
consideran que el conocimiento está predeterminado ya sea por el objeto externo, ya sea
por la estructura interna del sujeto.
Desde la perspectiva de la Epistemología Genética, en cambio, no se supone la existencia
de un objeto dado, y frente a él un sujeto dado —con autoconocimiento de sí mismo— y que
ambos están enfrentados en una relación de conocimiento. Para la TG en un comienzo no
hay objeto ni hay sujeto, como entidades contrapuestas, sino que hay una actividad práctica
sobre el mundo que progresivamente se va a ir diferenciando en un polo objetivo y uno
subjetivo —o un polo llamado objeto y un polo llamado sujeto.
La forma en que el mundo se constituye como objeto independiente del sujeto, y este en un
sujeto con respecto del mundo, supone toda una historia de formación a partir de una
relativa indiferenciación, donde hay una actividad transformadora sobre el mundo, sin
distinción de sujeto-objeto. Esta diferenciación progresiva solo puede lograrse a partir de la
acción. Vale decir que, cualquiera sea el conocimiento, se trate del conocimiento de un bebé
sobre su entorno o el de un adolescente, se trate de percibir el mundo o de resolver una
operación matemática, en cualquiera de los casos el punto clave del conocimiento está en
la acción transformadora sobre el mundo.
Actuar sobre el mundo alude a otorgar significación. Si una cierta actividad del sujeto sobre
el mundo externo tiene intencionalidad, y si ese mundo externo adquiere un sentido en
virtud de la propia acción llevada a cabo sobre él, en este sentido estricto es que podemos
hablar de acción y no meramente de un movimiento corporal que podría ser fisiológico.
Alguien puede moverse mucho y no conocer nada, y al revés, alguien puede no moverse y
tener una intensa actividad cognitiva desde el punto de vista de esta teoría.
En síntesis, aunque parezca trivial, es importante que quede claro que la acción de la que
habla Piaget no se refiere a una acción corporal, a un movimiento cualquiera, sino que se
refiere a una acción desde el punto de vista psicológico.
Las principales tesis que subyacen entonces a la Epistemología Genética son las
siguientes:
● Constructivismo: ningún conocimiento humano, salvo las formas hereditarias muy
elementales, está preformado en el sujeto ni en las estructuras de los objetos
mismos. Tanto el objeto de conocimiento como el sujeto mismo se construyen en el
marco de la relación epistémica.
● Interaccionismo: el sujeto interactúa continuamente con el objeto, postulándose
como relación epistémica básica el movimiento dialéctico: S / O.
● Los esquemas de acción constituyen la unidad de análisis del proceso de
construcción de conocimiento.
● Realismo crítico: Piaget acepta que existe el objeto como tal, pero no implica que
conozcamos al mundo tal como es, en tanto los objetos son observables que cobran
significado para un sujeto solo cuando se asimilan dentro de sus esquemas.
La concepción de aprendizaje:
Piaget introduce en 1959, el concepto de aprendizaje en sentido estricto, definiéndolo como
el resultado de la experiencia que se desarrolla en el tiempo. Este aprendizaje permite
asimilar informaciones, contenidos específicos, mediante una actividad denominada
abstracción simple o empírica, por la cual el sujeto extrae propiedades —peso, tamaño,
forma— e identifica los objetos. Es un conocimiento de naturaleza física que modifica las
condiciones de funcionamiento intelectual.
También se refiere al aprendizaje en sentido lato o amplio, caracterizándolo como el
resultado de la unión de los aprendizajes —en sentido estricto— y los procesos de
equilibración. Este conocimiento remite a los cambios cognitivos cualitativos que suponen
una nueva forma de estructurar la realidad, no refleja propiedades de los objetos sino las
propiedades de los esquemas de acción aplicados a los objetos y sus relaciones. Es un
conocimiento de naturaleza lógica y matemática, que provoca modificaciones en el
desarrollo, cuya actividad es la abstracción, vale decir, que el sujeto extrae propiedades de
sus propias acciones.
El aprendizaje para la TG es una adquisición en función de la experiencia, que se desarrolla
en el tiempo, que es capaz de acelerar procesos de desarrollos posibles, es decir
conformes con las líneas de desarrollo, pero no de inventarlos. Es un proceso provocado
–por oposición a espontáneo–, y limitado a una sola estructura o a un solo problema, que
puede producir progresos sobre el desarrollo solo si el sujeto se encontraba ya bastante
próximo a la adquisición de una noción. Para Piaget, en la dupla desarrollo / aprendizaje, el
desarrollo resulta preeminente y determinante respecto del aprendizaje, porque el desarrollo
cognitivo es el que crea las condiciones de posibilidad, dado que son decisivas las
estructuras previas del sujeto para lo que es capaz de aprender, en tanto podrá asimilar solo
aquello que sus esquemas previos le permitan.
Para finalizar nos parece relevante, y muy vigente, remitirnos a una expresión de Jean
Piaget que hace años afirmaba:
El problema de la educación me interesa vivamente porque tengo la impresión de que en él
hay una enormidad de cosas para reformar, pero pienso que el rol del psicólogo es antes
que nada dar los hechos que puede utilizar el pedagogo, y no ponerse en su lugar para
darle consejos. Al pedagogo le toca ver cómo puede utilizar lo que uno le ofrece (Bringuier,
1977, p. 225).
RELACIONES ENTRE APRENDIZAJE Y
DESARROLLO: MODELOS TEÓRICOS E
IMPLICANCIAS EDUCATIVAS. AGENDA DE
PROBLEMAS EPISTÉMICOS, POLÍTICOS,
ÉTICOS EN EL CRUCE DE FRONTERAS
ENTRE PSICOLOGÍA Y EDUCACIÓN
- Cristina Erausquin y Verónica Zabaleta
Acerca de la predicción:
Por último, Baquero, (2016) propone aproximarnos al difícil tema de la predicción o el
pronóstico de la educabilidad de los sujetos, que las autoras del presente trabajo
diferenciamos de la prevención y promoción de calidad de vida - también en educación y a
través de educación -, entendidas como la importancia de generar prácticas estratégicas
para favorecer, facilitar y producir desarrollo de potencias de aprendizaje, libertad,
convivencia, lazo social, creatividad, ética, en y con los sujetos escolares.
Recordemos que hay tres concepciones acerca del fracaso escolar masivo (FEM). La
primera, históricamente, es la que sitúa ese fracaso en la naturaleza de la incapacidad
individual de los sujetos, y concibe al FEM como la suma de las individualidades de los no
educables, o de los que, para ser educados, se requiere separarlos y ubicarlos en un
sistema educativo especial. La segunda concepción, ubica la causa del fracaso, ya no en la
naturaleza deficitada– de modo congénito o hereditario – del individuo que fracasa, sino en
el contexto social o familiar del que los sujetos que fracasan provienen y del que son parte.
Esta segunda acepción del FEM parece eludir la mirada patologizante del sujeto individual.
Por eso aparece el error de considerarla “contextualista”, porque habla de un contexto y no
de un individuo, aunque significativamente quede fuera de consideración el contexto
escolar. Es necesario recordar que contextualista no es sólo el foco de la mirada o de la
perspectiva con que se mira, y que puede ensancharse, como en un zoom, del individuo al
contexto. Es también la implicación del que mira el problema, o en este caso, la
des-implicación de la escuela, que sitúa la causa del fracaso en el contexto que está “fuera
de la escuela”, des-responsabilizándose de su parte en la interacción sujeto-escuela, como
lugar productivo del éxito y del fracaso escolar. Según Baquero (2016):
“Lo que ha cambiado es que de cerebros inadecuados pasamos a considerar familias,
orígenes sociales, modos de habla, inadecuados. Inadecuaciones, esto es lo importante,
que portan los sujetos a título individual frente a una lógica escolar que no aparece aún en
escena en la explicación del no aprender” (p. 21).
Finalmente, una tercera concepción insiste – y resiste - en comprender el Fracaso Escolar
Masivo desde la interacción de los niños/alumnos con la escuela. Aparece aquí – ¡por fin! -
la escuela, componente curiosamente no ponderado en la gran mayoría de indagaciones
acerca de las razones del no aprender, justamente, en la escuela. Es la concepción que
situamos en relación al “giro contextualista en las concepciones sobre el aprendizaje”
(Pintrich, 1994, en Baquero, 2002) y la única que intenta no incurrir en la “falacia de
abstracción de la situación” (Baquero, 2000, Terigi, 2009). Aun en la segunda concepción, el
sujeto está des-contextualizado en relación a la escuela en la cual fracasa. Los contextos
escolares, lejos de constituir espacios naturales para aprender, han sido históricamente
concebidos como normalizadores
Valsiner y van der Veer (1993) afirman, que Vygotsky habría tenido que reconocer que el
desarrollo próximo de los sujetos no puede ser predicho, toda vez que es el resultado de la
interacción del niño y el contexto social. Ese contexto, variable sin duda, forma parte de la
síntesis dialéctica del impredecible desarrollo de las funciones psicológicas superiores. No
pueden efectuarse pronósticos precisos sobre el desarrollo futuro, sobre la base de un corte
sincrónico del estado de los sujetos y contextos, precisamente porque el desarrollo futuro se
produce en la diacronía de una combinatoria de situaciones, actividades intersubjetivas,
trabajo intrasubjetivo, presencia o no de mediadores, imposible de prever.
El desarrollo futuro aparece, en la obra vygotskiana, ligado al problema del libre albedrío
(Valsiner & van der Veer, 1993). En palabras de Baquero (2016):
“Si nuestros pronósticos psicoeducativos se cumplen con tanta frecuencia, sobre todo los
negativos, no es como se piensa una buena noticia para nuestro instrumental diagnóstico.
Es, en verdad, la mala noticia de que los escenarios escolares tienen escasos grados de
libertad en las posibilidades de ofrecer combinatorias felices frente a la diversidad de
sujetos” (p. 21)
Este “encapsulamiento”, usando la expresión clásica de Engeström sobre lo escolar (1991),
explica que los pronósticos se cumplan. Pronósticos que, para ser ciertos, deberían
explicitar condiciones de su concreción a futuro: “estos alumnos no aprenderán en los
tiempos, modos de trabajo y ritmos esperados por la escuela, ya que la misma no
modificará de modo sustantivo sus prácticas‟. “El problema se desliza de uno psicotécnico a
uno claramente político” (Baquero, 2016, p. 24). Y agregamos: a un problema ético, ya que
se vincula al derecho a una educación inclusiva y de calidad, en la que todos y cada uno
construyan y expandan significados y sentidos.
“Una virtud indudable del legado vygotskiano ha sido el de poner al desnudo el carácter no
natural, histórico, por tanto político, de los contextos de producción de desarrollo subjetivo”
(Baquero, 2016, p. 24)
Estudiar las prácticas. Perspectivas
sobre actividad y contexto. - Seth
Chaiklin y Jean Lave.
9. Un estudio de caso en la política de la representación.
Hugh Mehan.
Los acontecimientos del mundo son ambiguos. Con frecuencia no hay acuerdo respecto de
la manera correcta, apropiada o preferida de representar los objetos, los acontecimientos o
las personas. Aunque existen muchos modos posibles de representar el mundo y de
comunicarlos a la gente, el curso de la historia puede concebirse como una serie de intentos
por lograr que un modo de representación prevalezca sobre otro.
Si triunfan se constituye una jerarquía, en la que un modo de representar el mundo (sus
objetos, acontecimientos, personas, etc.) predomina sobre los demás, transformando los
modos de representación, de un despliegue en un plano horizontal a una clasificación en un
plano vertical. Esta competencia por atribuir un significado a los acontecimientos, las
personas y los objetos ambiguos del mundo ha sido llamada «política de la representación»
En las escuelas se desarrolla cotidianamente una disputa, similar sobre el significado de un
grupo cuando los docentes tratan de decidir si un niño es «normal» o «anormal», y si debe
estar en un «programa de educación regular» o en un «programa de educación especial».
Decidir si los alumnos son «normales» o «especiales» es una cuestión práctica que se
plantea rutinariamente en las escuelas estadounidenses. Aunque esta actividad es tan
antigua como las escuelas, en la actualidad está sujeta a formalidades establecidas por
leyes federales y estatales recientes. Hoy en día existen procedimientos fijados por ley,
Lo que me interesa, en general, es examinar el proceso a través del cual, a partir de la
ambigüedad de la vida cotidiana, se llega a la claridad de hechos sociales tales como la
«inteligencia», la «anormalidad», la «salud» o la «enfermedad». Lo que me pregunto es:
¿cómo se produce la identidad de los alumnos? ¿Cómo se convierte un alumno en alumno
de «educación especial» o de «educación regular»?
Este planteo encuadra mi investigación en la tradición del «construccionismo social» que se
ocupa de las maneras en que las características estables y duraderas de nuestro mundo
cotidiano se reúnen a través de los procesos históricos y en entornos sociales concretos. Al
constructivista le interesa determinar de qué manera las características estables de las
instituciones sociales, tales como la educación
La ciencia, la medicina, la política y la familia se generan y al mismo tiempo se revelan en el
lenguaje de quienes participan en esas instituciones.
La idea de estructuras se maneja en un sentido durkheimiano, es decir, se entiende que son
«exteriores a la situación social inmediata y que la restringen». Además, estas estructuras
no pueden modificarse como un acto de la voluntad individual
Las inferencias acerca de la estructura social, sólo son permisibles cuando el
funcionamiento de esta puede ser localizado en la interacción de las personas.
Un hecho social del sistema escolar: los alumnos discapacitados.
«Hechos sociales» del sistema escolar se construyen en el trabajo práctico de los docentes
en su interacción de persona a persona y de persona a texto. Las prácticas de rutina de los
docentes en su trabajo cotidiano construyen un estudiante «discapacitado». Los principales
pasos de este proceso son «la derivación», «la administración de tests para escolares» y
«la decisión sobre la colocación».
Cómo se construye un alumno con discapacidad de aprendizaje: el caso de Shane.
Descubrimos que el proceso de clasificación de los alumnos en el distrito tenía varios
componentes. La clasificación comenzaba casi siempre en el aula, proseguía con la
evaluación psicológica y culminaba con la evaluación realizada por el comité de E y C. Tal
como lo ha señalado Collins (1.981), una «estructura social» —la cantidad total de alumnos
enviados a diversos programas educativos o su identidad corno alumnos «especiales» o
«regulares»— se genera en una secuencia de acontecimientos interaccionales
organizacionalmente predecibles (aula, sesión de administración de tests, reuniones).
El discurso originado en una de las etapas del proceso de derivación se convierte en el
texto que servirá de base a las discusiones en la etapa siguiente. Por ejemplo, después que
un maestro y sus alumnos han interactuado en el aula (discurso), el maestro llena un
formulario (texto). La administración de un test escolar constituye una interacción cara a
cara entre el examinador y el alumno. Basándose en ese discurso, el examinador escribe un
informe. Ese texto es enviado al comité de colocación y se incorpora al legajo del alumno. El
legajo, dado que representa al alumno, se convierte en la base de la decisión final sobre la
colocación. Esos textos, cada uno de los cuales se originó en un acontecimiento particular
del proceso secuencial (por ejemplo, en una sesión de evaluación psicológica), constituyen
la base de la interacción en el siguiente paso de la secuencia (por ejemplo, una reunión del
comité de colocación). A medida que avanzan en el sistema llegan a estar divorciados de la
interacción social que los creó, institucionalmente aislados de las prácticas interaccionales
que los generaron en los acontecimientos previos.
Conclusiones:
Además de referirme a la investigación que he realizado sobre la construcción institucional
de la identidad, en lo que sigue haré algunas observaciones más generales sobre el modelo
constitutivo de discurso que está implícito en este trabajo y analizaré las razones por las
que el lenguaje psicológico tiene tanta influencia en la toma de decisiones en educación.
Obsérvese que no negamos que, por la razón que sea, algunos niños aprenden más
lentamente que los otros o de una manera diferente. Se trata solo de que, sin los arreglos
sociales que atribuyen importancia a los ritmos diferenciales de aprendizaje, la discapacidad
de aprendizaje no existiría (McDermott, 2001).
Introducción:
La escolarización de los/as jóvenes presenta desafíos importantes ante el avance normativo
que asegura la obligatoriedad del nivel medio en nuestro país.
En términos generales existe el acuerdo en la interpretación de los datos que indica que hay
mayor ingreso de la población joven a la escuela secundaria, pero este aumento no se
correlaciona con un equivalente porcentaje de egreso en el nivel, si bien hay más jóvenes
que logran acceder a la escuela secundaria, éstos/as encuentran muchas dificultades para
avanzar en ella, o incluso no llegan a culminarla. Todo parece indicar que la escuela
asegura una experiencia de fracaso para muchos/as jóvenes y adolescentes.
Hoy entendemos que la interrupción, el detenimiento o el abandono de una trayectoria
educativa refiere menos a la supuesta incapacidad personal o los avatares de una historia
de vida en particular y más a la dificultad de las instituciones para romper con la
homogeneización y atender a la diversidad de trayectorias necesarias, ancladas en cada
niño/a o adolescente o adulto/a, dando respuesta a cada sujeto, a partir de su
reconocimiento efectivo.
Las transformaciones en las políticas educativas cursadas en Argentina, se guían por el
paradigma de la inclusión; la educación se confirma como un derecho que el Estado debe
garantizar para toda la población. Por lo tanto uno de los desafíos centrales de estas
políticas, en todos los niveles, es el sostenimiento y acompañamiento de las trayectorias
educativas de todos/as los/as niños/as, adolescentes y adultos/as.
La organización por niveles delimita los tiempos para cada etapa de escolarización.
Comprendemos que si bien se trata de rasgos de carácter centenario del sistema educativo,
sus límites temporales no son inamovibles y su delimitación responde a fundamentos
racionales, sean estos adecuados o no, de políticas educativas específicas.
La gradualidad es una de las disposiciones que más estructuran las trayectorias educativas.
Recordemos que las propuestas curriculares ordenan una selección específica de
contenidos en una secuencia particular definiendo grados de instrucción. Estos regulan los
aprendizajes y las expectativas de logro en cada trayecto escolar. Mientras que la
anualización da cuenta de las temporalidades en juego en el itinerario planteado.
Se trata de aspectos arbitrarios de la organización escolar. Esto queda claro cuando uno
compara cómo estas determinaciones establecen regímenes de trabajo diferentes variando
sus condiciones. Por ejemplo: en los regímenes universitarios gradualidad y anualización no
se encuentran vinculadas. Si aL iniciar el año, a usted, le indican que debe cursar diez
asignaturas, seguramente renegará por las condiciones impuestas. Pero si además le
aclararan que de esas diez asignaturas debe aprobar por lo menos siete, ya que de no
aprobar tres materias deberá recursar todas nuevamente (si, incluyendo las siete que ya
aprobó), seguramente evaluaría cambiar de institución y buscar alguna que proponga un
plan de estudios más coherente.
Sería posible cursar la experiencia ajustado a reglas, siguiendo las secuencias y
temporalidades propuestas. Sin embargo, observamos que muchos/as jóvenes realizan
itinerarios no ajustados a la cronología propuesta, con avances, salidas, suspensiones o
reiteraciones.
Un primer paso es comenzar a pensar las trayectorias como historias de vida anudadas,
entrelazadas, al recorrido que las instituciones educativas y sus modalidades de
organización habilitan para llegar a destino.
Conclusiones abiertas:
Las trayectorias educativas hoy no pueden pensarse sin una articulación de sentido con las
trayectorias de vida de los/as estudiantes. Escuelas y estudiantes, escuelas y familias se
acercan cuando repiensan los modos de acompañar a los/as niños/as y adolescentes en su
formación como sujetos. Acompañar es fundamentalmente, ofrecer posibilidades, buscar
recrear situaciones y crear condiciones donde se vuelva vivificante conocer, aprender,
construir con otros/as, convivir democráticamente, debatir, hacer escuchar la propia voz,
escuchar a otros/as.
Necesitamos para ello concepciones diferentes a las habituales de lo que implica aprender y
convivir en la escuela, enseñar, ejercer la autoridad, intervenir ante problemáticas
específicas, acompañar a otros/as en sus procesos de subjetivación, construir espacios
democráticos e igualitarios, potenciadores de las diferencias y creadores de "algo en
común". Es allí donde la psicología educacional, en un giro que mira los contextos
constituyendo a los sujetos, puede implicarse en un cambio profundo que la escuela y sus
actores demandan. Es éste un trabajo político, colectivo y complejo que nuestro tiempo
histórico requiere.
La construcción de Legajos Escolares:
Una decisión en torno al destino
escolar de los niños - Ana Gracia
Toscano
Introducción:
A medida que pasa el tiempo y las repitencias del alumno se acumulan, las dificultades se
tornan aún más complejas. En estos momentos, los actores educativos comienzan a tener
la percepción de que han agotado todas las opciones que podrían brindar al niño desde la
escuela común. Y allí, se consolida la hipótesis de que el alumno estaría mejor en una
oferta educativa especial. Así, las expectativas depositadas en el niño y en su futuro escolar
se transforman, lenta e institucionalmente, en sospechas, en sospechas sobre su
educabilidad.
La opción de derivar a un alumno al circuito de Educación Especial se presenta en las
instituciones educativas como un “último recurso”. Esta decisión no constituye un evento
banal o de poca relevancia para la vida institucional. La apertura de un documento,
exclusivo para el alumno, que evalúa si permanece o no en la escuela, moldea
profundamente al niño, en tanto sanciona institucionalmente su posición como sujeto en
relación al saber y al conocimiento, sellando su recorrido por los dispositivos escolares y, en
parte, su destino. Institucionalmente, la decisión involucra a diferentes actores e implica
poner en marcha procedimientos y mecanismos especificados en la normativa. En las
escuelas, estas acciones se apoyan en procedimientos de intervención y en criterios de
evaluación psicológicos y pedagógicos.
Anatomía de un legajo:
Un legajo es una carpeta individual que lleva el nombre del alumno como título. En él se
encuentra un conjunto heterogéneo de documentos
En el legajo confluyen un conjunto heterogéneo de miradas, propias de los integrantes de
los equipos y profesionales externos que intervienen. Pero se pueden identificar cuatro
miradas disciplinares específicas: una psicológica, una pedagógica, otra desde una
perspectiva social, y la que se corresponden con el enfoque médico o neurológico.
El cuadro intenta ponderar que miradas prevalecen en la evaluación del alumno.
Conclusiones:
El mito de Procusto con el que se inicia el presente texto es una metáfora frecuentemente
utilizada en el contexto educativo, cuando lo que se discute, a fin de cuentas, es el
problema de la diversidad. Brinda una metáfora para pensar las condiciones que establece
la acción educativa frente a la diversidad de sujetos. La escuela parece poseer más
herramientas para “medir” el desajuste de los sujetos en torno a las expectativas esperadas,
que herramientas para pensar cómo ajustar las propias condiciones que establece su propia
acción para trabajar con sujetos diversos.
Las prácticas escolares se apoyan en supuestos concretos sobre lo que comprenden por
educabilidad y esta se encuentra ligada a las unidades de análisis empleadas para definir
los procesos de aprendizaje y desarrollo, como así también las dificultades que se
presentan en el curso de los aprendizajes escolares. En esta encrucijada, la estructura
misma de los legajos se presenta en mayor consonancia con aquella acepción de
educabilidad que la considera una capacidad sustantiva del individuo, más que una
característica potencial de los sujetos en situación. Sus registros realizan una recopilación
de información de la historia familiar, aunque fragmentada, estandarizada. También
recopilan la historia escolar del alumno, también de manera descontextualizada. Realizan
una descripción de las capacidades centrada predominantemente en el niño, donde las
condiciones sociales, familiares y escolares son definidas como factores externos que
inciden de manera negativa en el desempeño normal y esperable (Baquero, et al, 2005) y
dónde la escuela, sus formas y sus tiempos, sus ritmos y demandas no son consideradas.
Es en este encuentro donde el terreno de la negociación se configura. Esta negociación se
presenta de manera asimétrica, ya que quien evalúa interpreta desde un universo de
representaciones específico la palabra de quien es evaluado y de quienes colaboran en el
proceso (padres y maestros). En este proceso el discurso técnico profesional presenta una
mayor jerarquía que la del discurso de padres y docentes, en parte porque se encuentra
institucionalmente legitimado y porque la mediación de los instrumentos permite formalizar
los hechos observados en categoría ajenas al resto de los actores. En este proceso se
impone una mirada psicologizante y descontextualizadora de los hechos educativos.
La psicología aporta sus instrumentos y las unidades de análisis que codifican e interpretan
los comportamientos escolares, estableciendo en estos regímenes de visibilidad,
estándares, pautas y tiempos esperados que colaboran, a su vez, en la construcción de los
criterios de normalidad y anormalidad.
Este tipo de evaluación produce un saber descontextualizado que, si bien puede otorgarnos
un elemento comparativo del rendimiento de un sujeto, -sobre problemas propuestos por la
técnica de evaluación con el rendimiento de otros sujetos en las mismas condiciones-, no
nos arroja información acerca de las dificultades que tiene el niño en relación a las tareas
escolares específicas. En realidad, estos instrumentos operan instalando cierta sospecha en
torno a las capacidades “naturales” del niño, sin brindar pistas que permitan analizar y
evaluar las condiciones educativas. Con la ilusión de capturar a este sujeto ‘natural’, se
obtura la pregunta por el propio sujeto y su singularidad. Se omite en este análisis la
especificidad característica del aprendizaje en contextos escolares, es decir del aprendizaje
escolar como un fenómeno específico y diferenciado del aprendizaje en términos generales.
Es decir que, más allá del perfil “natural” del sujeto que puedan arrojar las herramientas
psicométricas esto no resuelve el problema específicamente pedagógico que inicia el
pedido de ayuda, del cual, el rendimiento escolar, es su manifestación individual. O, si lo
resuelve, opera en forma drástica buscando alternativas en otro circuito escolar.
Los enfoques socioculturales.
Unidades de análisis y categorías que
aportan nuevas miradas sobre la
relación contexto-aprendizaje escolar.
Sus implicaciones en las prácticas
psicoeducativas. - Mg. Adriana Sulle.
Los estudios en cultura y cognición. Una nueva mirada sobre la relación contexto-
aprendizaje escolar.
Kozulin (1994) ha influido en la labor de teóricos e investigadores de la cultura y la
cognición, quienes comenzaron a analizar la ejecución cognitiva en términos de procesos
sociales, culturales e históricos, haciendo visible una perspectiva de no generalidad de la
actividad cognitiva superadora de las visiones reduccionistas y estáticas de la cultura y la
cognición.
Las habilidades cognitivas aprendidas en situaciones cotidianas no necesariamente se
transferían al escenario escolar y viceversa.
La acción posee una dimensión individual, pero no es independiente ni aislada del contexto
sociocultural, lo individual es solo un momento de la acción. La acción humana es una
acción mediada. La mediación, consiste en el proceso por el que las herramientas y los
signos desarrollados y existentes socioculturalmente se incorporan a la acción humana. Con
la unidad de análisis acción mediada, hace visible la dialéctica mediadora de la acción,
entre “los agentes y sus herramientas culturales”. La acción humana es definida por diez
características o propiedades de la acción mediada que son las siguientes:
5) Restricciones y recursos
El desarrollo de nuevas herramientas culturales, puede liberar y potenciar los
recursos, pero también impone restricciones.
9) Consecuencias laterales.
En este caso plantea la necesidad de analizar en forma más amplia la producción y
uso de los modos de mediación, expandir la escena.
Las herramientas culturales en general no son diseñadas para los propósitos que
han llegado a tener y suelen ser adoptadas y provenir de diferentes contexto
sociocultural
Barbara Roggoff.
El evento - acontecimiento, como unidad de análisis:
Su producción conceptual se dirige a la articulación de una teoría participativa del desarrollo
como proceso sociocultural.
La perspectiva sociocultural, plantea que los procesos de desarrollo cognitivo en los niños y
niñas involucran las actividades que estos desarrollan en tareas o prácticas socio culturales
y toman en cuenta la variación como aspecto esencial del funcionamiento humano.
Barbara Rogoff, toma la categoría de contexto desde un punto de vista teórico y
metodológico. Argumenta que “niños y niñas disciernen (“transfieren) las relaciones entre
géneros de actividades a través de contextos, mientras que en conjunto con otros,
participan y contribuyen a producir dichas actividades” (Rogoff y Chavajay, 1995:144).
Adopta como unidad de análisis el evento que recupera de Gibson (1979)10 y la actividad
(Vigotsky, .1979). El evento lo define en relación a un lapso de tiempo real y con un
propósito. Propone estudiar cómo las cosas cambian a través del tiempo, no en una
instantánea de algo que está sucediendo, sino con un comienzo, un intermedio y un fin.
Discrimina el episodio como un segmento del evento (La Casa, 1988)
Desde la perspectiva de un enfoque sociocultural, observa y analiza el desarrollo en tres
planos inseparables, interdependientes y mutuamente constituyentes. Los procesos de
desarrollo de actividades, se pueden focalizar en cada uno de estos tres planos, pero no
prescindir de Ios otros dos como fondo de una actividad. Los tres planos de análisis son:
Comunitario (aprendizaje); interpersonal (participación guiada) y Personal (apropiación
participativa)
Etiqueta y determinismo.
Comprendemos ahora que verse revestido de una etiqueta equivale a ser encerrado en una
suerte de destino determinado. Uno se encuentra, a pesar suyo, en una configuración de
determinismo social o individual: nuestros deseos, nuestro devenir y lo que podemos
esperar y construir en nuestras vidas forman parte de un saber y de una estadística
preestablecidos, que nos exilian de nuestra propia incertidumbre, condición de la libertad de
todo ser humano o grupo social
El determinismo significa claramente una violencia muy fuerte ejercida contra la gente
arrojada por el etiquetamiento al campo de lo visible. Se verifica, efectivamente, que el
saber y el eso a ver sobre una persona son finalmente compartidos y aceptados por esa
persona que es objeto de la mirada y del saber. Explícitamente o no, esa persona sabe que
la sociedad espera de ella una identificación con su etiqueta.
Pero la historia muestra que es sobre todo la acción colectiva lo que permite escapar al
determinismo de la etiqueta. Esto es claro para las diversas minorías sociales que han
cambiado de lugar en el dispositivo de la norma social por medio del juego de la resistencia-
construcción.
En este sentido, la integración social de los sordos no debe pensarse como un favor de
parte de los normales para con los pobres deficientes. Se trata más bien de una ampliación
del mundo por obra de una sensibilidad conceptual, artística y humana suplementaria:
combinada con la cultura dominante no sorda, la cultura sorda enriquece a la sociedad. Así
es como la etiqueta sordo, que condenaba a la persona a un determinismo estrecho (en el
sentido de que, a la pregunta ¿qué es lo que un sordo desea?, la respuesta normalizadora
era desea oír), da lugar a una multiplicidad nueva y profusa. Allí donde el eso a ver, a
propósito del sordo, nos hacía creer en un saber sobre él, aparece una opacidad creadora.
A través de estos ejemplos, se comprende de qué modo la etiqueta social es parte de una
disciplina, de un esfuerzo permanente por un ajuste a la norma, por una normalización.
El saber y el eso a ver se refieren a prohibiciones fundantes de cada cultura.