Alex

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Índice
Sinopsis ........................................... 4 Capítulo 17 .................................. 165

Capítulo 1 ....................................... 5 Capítulo 18 .................................. 176

Capítulo 2 ..................................... 14 Capítulo 19 .................................. 187

Capítulo 3 ..................................... 22 Capítulo 20 .................................. 199

Capítulo 4 ..................................... 31 Capítulo 21 .................................. 208

Capítulo 5 ..................................... 44 Capítulo 22 .................................. 217

Capítulo 6 ..................................... 53 Capítulo 23 .................................. 226 3


Capítulo 7 ..................................... 63 Capítulo 24 .................................. 234

Capítulo 8 ..................................... 72 Capítulo 25 .................................. 243

Capítulo 9 ..................................... 84 Capítulo 26 .................................. 252

Capítulo 10 ................................... 94 Capítulo 27 .................................. 262

Capítulo 11 ................................. 103 Capítulo 28 .................................. 272

Capítulo 12 ................................. 114 Capítulo 29 .................................. 283

Capítulo 13 ................................. 124 Capítulo 30 .................................. 292

Capítulo 14 ................................. 135 Epílogo ........................................ 302

Capítulo 15 ................................. 145 Sobre la Autora ............................ 310

Capítulo 16 ................................. 155 Próximo Libro ............................. 311


Sinopsis
La estrella del hockey Alexander Crossman tenía una reputación de jugador
despiadado dentro y fuera de la pista. Empujado al deporte por un padre alcohólico,
Alex no tiene miedo de dar a los fanáticos el proverbial dedo medio, saboreando su
papel como el jugador más valioso que les encanta odiar. Sin embargo, para la
administración no es tan divertido. Ahora Alex tiene una opción: arreglar su imagen
pública a través del servicio comunitario o quedarse en la banca. Pero Alex se niega
a ser moldeado en el chico del cartel de Carolina Cold Fury... ni siquiera por una
pelirroja tentadora con curvas asesinas.

Como trabajadora social, Sutton Price está acostumbrada a personas difíciles,


como Alex, a quien se le ha asignado ayudar para crear un programa de
concientización sobre el abuso de drogas para jóvenes en riesgo como parte del
esfuerzo del equipo para limpiar su imagen. Lo que ella no espera, es que la sonrisa
arrogante de sus labios perfectos despierte sus fantasías más acaloradas. Pero Sutton
no es alguien que cruce las fronteras profesionales, además, Alex no está interesado
4
en las relaciones... ¿o sí? Cuanto más ve detrás de la fachada de chico malo de Alex,
Sutton más anhela al hombre que descubre.
Capítulo 1
Alex
Flexionando mi mandíbula hacia adelante y hacia atrás, se mueve con un crujido
resonante, pero no hay dolor. Puede deberse a que realmente no hay dolor o lo he
bloqueado. De todos modos, me aparto de las tablas, incluso cuando ese idiota de
Talbot intenta empujar mi cara hacia ellas de nuevo. El disco está entre nuestras
piernas y luchamos por liberarlo.

Quedan menos de cuarenta segundos de juego para romper este empate, y quiero
hacerlo. Aunque no tengo ningún deseo de ser el centro de atención que vendrá con
hacer el gol de la victoria, es absolutamente preferible que estar atrapado en tiempo
extra o en una posible tanda de penaltis. Estoy listo para que este maldito juego
termine. 5
Dando un empujón hacia atrás particularmente fuerte, puedo liberar mi palo de
las tablas y poner la cuchilla contra el hielo. Debido a que estamos jugando en la
pista de hielo local aquí en Raleigh, Carolina del Norte, y conozco su velocidad y
consistencia como la palma de mi mano, solo se necesita un golpe breve en el disco
y se dispara entre nuestras piernas. Giro hacia la izquierda y cuando siento que
Talbot me sigue, giro hacia la derecha para patinar a su alrededor, agarrando el disco
justo cuando evita las cuchillas de sus patines y despego hacia la meta.

Uno de mis talentos naturales es congelar toda la pista en mi mente, analizar mi


mejor curso de acción y arrojar el disco lo más rápido posible al tipo con la mejor
oportunidad de anotar en nuestro equipo. Pero ahora, con solo treinta y cinco
segundos restantes en el período, y sí, vi que el reloj se agotaba en mi cuadro
congelado, no quiero dejar que uno de mis compañeros de equipo selle el trato. Finjo
un pase al lado cercano, luego deslizo un rápido tiro de muñeca hacia la portería,
mirando cómo navega limpiamente hacia la red, justo entre el poste superior y el
hombro izquierdo del portero.

¡Demasiado fácil, joder!

La luz roja detrás de la red se enciende y la arena estalla, diecinueve mil fanáticos
se ponen de pie como un cohete para gritar en éxtasis que Alexander Crossman ha
roto el empate y lo más probable es que haya ganado el juego. Por supuesto, todavía
quedan treinta y un segundos para que mi equipo lo arruine todo.

Mis compañeros levantan las manos en el aire, patinando hacia mí para celebrar
el gol. Hago un intento a medias por parecer satisfecho conmigo mismo, lo que
básicamente significa que dejo que mis compañeros de equipo froten la parte superior
de mi casco o golpeen mis piernas con sus palos. Pero eso es lo más emocionado que
me siento cuando marco un gol.

Odio esta puta mierda… la adulación, el centro de atención… todo.

Patinando de regreso a la banca, paso por la puerta abierta y tomo asiento.


Algunos de los chicos gritan sus felicitaciones y unos asienten con la cabeza; otros
me ignoran categóricamente. No soy un tipo querido por la mayoría.

Agarro la botella de agua, echo un poco en la boca, la agito y la vuelvo a escupir.


La multitud se vuelve loca de nuevo, sus vítores aumentan en crescendo mientras la
repetición de mi gol se muestra en el Jumbotron. Alzo la mirada, frunciendo el ceño.
Es una jugada bastante dulce y vencí a Talbot por completo, pero mientras la veo, sé
sin duda alguna que mi papá llamará esta noche porque encontrará algo que criticar.
Es físicamente imposible para él hacer otra cosa. 6
La voz del locutor llega por el sistema de megafonía, Gol de Carolina Cold Fury,
anotado por el número sesenta y siete, Alexander Crossman, sin asistencia…

Y la multitud estalla en más vítores, ahogando las estadísticas a medida que se


transmiten. Echo un vistazo rápido alrededor de la arena, sabiendo que los fanáticos
están tremendamente felices de que acabo de marcar al ganador del juego, pero
también muy consciente de que no pueden soportarme. Incluso me río cuando veo
un letrero en el hielo que proclama, Crossman para MVP, Más Valioso Pendejo.

¡Clásico! Soy el jugador que aman odiar y me importa un bledo.

Salgo, cumplo con mi deber, marco mis goles y obtengo mis asistencias, cobro
mi cheque de pago y más allá de eso, simplemente déjame en paz.

Si la vida fuera tan simple.

Durante el resto del juego, ni siquiera veo la acción en el hielo. Me siento en la


banca e inclino la cabeza hacia atrás contra el cristal, viendo cómo el tiempo pasa
lentamente para poder liberarme de esta mierda por la noche.
—Crossman… en mi oficina antes de que te vayas. —Oigo llamar a Dan Pretore.

Es el entrenador en jefe de Cold Fury, y aunque probablemente sea uno de los


mejores entrenadores con los que he jugado, también es duro. Sé, sin duda, que
incluso con dos goles y tres asistencias en la noche, me van a regañar.

Me pongo la chaqueta del traje, cierro la cremallera de mi bolsa de equipo y me


dirijo de regreso al área de personal debajo de la arena. Ninguno de mis compañeros
se despide, ninguno me felicita. Saben que no serviría de nada, porque no responderé.
Algunos de los chicos más nuevos piensan que solo soy distraído, pero los que han
estado aquí un tiempo saben que es porque soy un hijo de puta malo después de un
juego, sin importar si ganamos o perdemos. De hecho, cuanto mejor lo hago, más
malhumorado me vuelvo, que es como estoy... eso es una mierda y estoy seguro de
que un psicólogo se lo pasaría en grande.

Golpeo suavemente con los nudillos la puerta del entrenador e inmediatamente


me llama para que entre. No cierro la puerta detrás de mí, solo porque no me
importaría menos si alguien escucha cómo me patean el culo. Tomando asiento
frente a su escritorio, apoyo casualmente un tobillo sobre mi rodilla y miro alrededor
de su oficina sin interés real. Es un desastre… montones de papeles, carpetas y
envoltorios de comida rápida ensucian su escritorio. Tiene varios premios
7
enmarcados, pero todos están ubicados en su piso, apoyados contra la pared. He
estado con Carolina Cold Fury durante casi seis años, y su oficina se ve igual ahora
que cuando tuve mi primera reunión con él hace muchos años.

—Gran juego esta noche —dice, levantando la vista del iPhone del cual había
estado enviando mensajes de texto cuando entré—. Tu valor subió a cuarenta y siete.
Creo que eso significa que estás liderando la liga en este momento.

Lo miro sin ofrecer un “gracias” por el elogio. No lo necesito ni lo quiero y las


estadísticas nunca significaron mucho para mí. Algo así como todos esos premios
que el entrenador tiene en su piso… significan una mierda para mí. Respeto sus
habilidades de entrenador por lo que son, no por lo que otras personas dicen de ellas.

Espera a que diga algo… un reconocimiento, un parpadeo de ojos, un me importa


un carajo. No obtiene nada, por lo que suspira y continúa.

—Ese pequeño truco al final del juego fue innecesario —me dice.

Se refiere al hecho de que fui nombrado el jugador más valioso del juego, o el
Más Valioso Pendejo si te refieres a lo que dicen algunos fanáticos, que es un honor
que se conmemora al final del juego al hacer que el jugador patine sobre el hielo para
reconocerlo. En el momento en que estaban llamando mi nombre, estaba a medio
camino de regreso al vestuario, negándome a salir a dar mi estúpida vuelta alrededor
del hielo. Los abucheos de los fanáticos me siguieron todo el camino de regreso.

—Lo siento… tenía malestar estomacal… diarrea. Tenía que golpear la lata —le
digo, mi rostro es un estudio de genuina verdad a pesar de que él sabe que estoy
mintiendo a través de mis dientes.

Pretore se inclina sobre su escritorio y me muestra los dientes con un gruñido.

—¿Crees que soy jodidamente estúpido, Crossman? Te burlaste de la multitud y


de este equipo porque eres un imbécil y no hay otra razón. Te voy a multar con mil
dólares por esa treta.

Saco una pelusa imaginaria de mis pantalones y lo miro con indiferencia.

—Bien. ¿Algo más?

Reclinándose en su silla, Pretore me estudia por un momento. Colocando sus


manos frente a su rostro, me mira con interés.

—Sabes… no te entiendo. Eras el mejor jugador de los Quebec Juniors cuando 8


tenías dieciséis años, la selección número uno del draft de la NHL hace seis años y
tienes el potencial de ganar el Trofeo Art Ross todos los putos años si realmente
decides empezar a preocuparte por este juego. En cambio, haces lo mínimo para
sobrevivir, lo cual, por suerte para ti y tu carrera, todavía te hace jodidamente bueno.
Tienes el talento y la capacidad de capitanear este equipo, pero tienes la madurez
emocional del conserje del estadio. Eres un desastre según la mayoría de los
estándares, pero seguirás recibiendo tu paga y bonificaciones porque tienes más
talento en tu meñique que la mayoría de los jugadores en todo su cuerpo. Supongo
que lo que no logro entender es… ¿cómo te miras al espejo todos los días sabiendo
que estás desperdiciando tu vida?

Sé de dónde viene el entrenador. Lo entiendo… se supone que su pequeño


discurso es una bofetada al mismo tiempo que ser un refuerzo. Sabe que no respondo
bien a los lameculos y los elogios altivos, sino que respondo al desafío de demostrar
mi valía. Desafortunadamente, sus palabras de esta noche son una absoluta pérdida
de capacidad pulmonar en mí, porque ya escuché este discurso una docena de veces
de mi padre.

—Me miro en el espejo de la misma manera que usted, entrenador… todos los
días para afeitarme o cepillarme los dientes. Me siento cómodo con el chico que me
devuelve la mirada.
Pretore resopla ante mi respuesta y, aunque está enojado conmigo, también sé
que esa respuesta le divierte un poco, porque él también es un sabelotodo por
naturaleza.

—Sí, bueno, puede que te sientas cómodo con ese reflejo, pero los trajeados de
arriba no lo están. Están exigiendo una limpieza inmediata de tu actitud.

¡Aburrido! También tuve esta conversación… muchas veces antes.

—Veo la expresión de tu rostro —dice Pretore con un suspiro—. No están


bromeando esta vez.

—Déjame adivinar… van a exigir que vaya a la sala de niños del Hospital
Comunitario de Raleigh y firme autógrafos o algo así. Que demuestre que soy
realmente un oso de peluche por dentro.

—No es una mala idea, pero no. Quieren que te involucres un poco más.

Por primera vez en esta conversación, siento un pequeño hilo de aprensión


recorrerme, y solo porque la voz de Pretore ha pasado de estar cansada y frustrada
conmigo a realmente un poco temerosa. Lo que sea que los trajeados quieran que 9
haga, Pretore no cree que acepte hacerlo, así que supongo que se está preparando
para una gran pelea en sus manos.

—Escúpelo —digo en voz baja.

—Quieren que seas el portavoz del equipo para una campaña contra el abuso de
drogas.

—Puedo hacer eso —digo con cautela, porque puedo. No tengo ningún
problema en apoyar causas dignas y, aunque soy un idiota, sé cómo poner una
sonrisa en mi rostro cuando quiero… por el bien mayor, ya sabes.

—Específicamente, quieren que trabajes de cerca con el Centro de Crisis de


Drogas del Condado de Wake e implementes un programa para hablar con jóvenes
en riesgo en todo el estado.

—Está bien —digo, pero la aprensión aumenta porque esto suena un poco
demasiado fácil.

—Tienen requisitos muy específicos —dice Pretore con firmeza.

Arqueo una ceja, urgiéndolo a que simplemente lo suelte. Me está matando aquí.
Toma un trozo de papel de una carpeta en su escritorio y me lo entrega. Lo tomo
y lo escaneo, notando una lista detallada de cosas, pero solo lo miro de nuevo a él.

—En esencia, quieren que dediques al menos cinco horas a la semana durante la
temporada, en los días que no hay juegos, por supuesto. Fuera de temporada, veinte
horas a la semana.

—Jodido infierno —maldigo, porque me convertí en el equivalente a un


delincuente que salió en libertad condicional.

—Eso no es todo. Harán que su enlace les informe semanalmente sobre tu


progreso y tu actitud. Le darán a él o ella una lista de los criterios que debes cumplir.

—De ninguna maldita manera —gruño, pero Pretore me ignora.

—Si no estás de acuerdo, me han dicho que te enviarán a la banca


indefinidamente y perderás todas las bonificaciones.

—¿Tengo que usar un monitor de tobillo también? —gruño.

—Finalmente —dice, su voz aún más fuerte—, en cualquier momento que 10


consideren que te has portado del culo con el público o nuestros fanáticos, y “culo”
fue lo que ellos dijeron, no yo, van a multarte con cinco mil dólares por infracción.

Abro la boca para maldecir de nuevo, pero no sale nada. La frialdad me invade
cuando me doy cuenta de que mi empleador acaba de trazar una línea bastante
profunda en la arena. Tengo dos opciones: hacer lo que me digan o despedirme de
mi carrera.

Y lo jodido de todo esto: despedirme de mi carrera me parece la mejor opción en


este preciso momento.

Subiendo las escaleras hasta mi apartamento, saco las llaves de mi bolsillo,


ansioso por quitarme mi traje y beber una cerveza fría. Cuando llego al último
escalón, me detengo al reconocer quién está parada en mi puerta.

—¿Qué haces aquí? —pregunto con cansancio.

Cassie me mira con una ceja perfectamente formada, frunciendo sus labios
carnosos mientras me sonríe.
—Tuviste un gran juego esta noche, lo que significa que probablemente estás de
muy mal humor. Pensé en venir y ayudarte a descargar energía… “descargar” es la
palabra clave.

Sí, Cassie Gates da las mejores mamadas y probablemente no voy a rechazarla,


pero me molesta que haya venido sin que se lo pidiera. Ella ha sido mi relación casual
durante el último año, desde que se mudó a Raleigh con su hermana, Allie, cuyo
esposo, Kyle Steppernech, es un defensor de Cold Fury.

—No fuiste invitada —le digo mientras inserto la llave en la cerradura, sin
siquiera molestarme en mirarla.

Ella simplemente se acerca y baja una mano arreglada para acunarme entre las
piernas. Apoyando su barbilla en mi hombro, susurra:

—Vamos, Alex… sabes que te haré sentir bien.

Su mano me aprieta y, junto con el sexy ronroneo en su voz, funciona como por
arte de magia y empiezo a ponerme duro. Cassie es una puta maravilla con su cabello
rubio platino, piernas kilométricas y tetas fantásticas, así que sí… mi cuerpo
reacciona. 11
Abriendo la puerta, entro, soltando su mano, pero sabiendo que ella me seguirá
para terminar el trabajo. La escucho cerrar la puerta mientras camino hacia la cocina.
Dejo caer mi bolso al suelo, saco una cerveza del refrigerador y giro la tapa,
arrojándola al fregadero. Tomando un trago profundo, la veo entrar a la cocina,
paseándose como una mujer en una misión.

Sé que cree que me ha resuelto. Que puede abrirse camino en una relación
conmigo dándome mamadas geniales y sexo aún más caliente, pero está muy
equivocada. Ninguna mujer que se precie se pondría de rodillas por un idiota como
yo, solo para tratar de atraparlo.

Si yo tuviera más conciencia, podría sentirme culpable por el toma y daca de


nuestra situación, pero no tengo reparos en la parte en la que acepto lo que ella ofrece.
He sido directo, honesto con ella sobre cómo juego, y las relaciones no son parte de
mi conformación. Sabe que está ladrando al árbol equivocado si busca algo más que
los orgasmos inductores de Richter.

—No vengas de nuevo a menos que te invite —le digo después de tomar otro
trago de cerveza.
Acercándose a mí, desliza un dedo a lo largo de mi mandíbula, sonriendo en
tono de disculpa.

—Claro, cariño.

—No soy tu cariño —le recuerdo, solo porque me siento como un idiota aún más
grande de lo que soy normalmente.

—Entonces, ¿qué eres? —se burla de mí mientras comienza a trabajar en la


hebilla de mi cinturón.

—Soy el tipo que te folla cuando me conviene. Nada más.

Se ríe, porque no es la primera vez que escucha esas palabras de mis labios. Pero
siendo la glotona del castigo que es, simplemente dice:

—Vaya, vaya, vaya… estás de un humor de imbécil supremo esta noche. No


entiendo por qué tienes que ser tan cruel.

Alejándome de su agarre, entro a la sala de estar, tomo un cojín del sofá y camino
de regreso a la cocina. Vuelvo a ocupar mi lugar frente a ella y dejo caer el cojín a la 12
altura de sus rodillas.

—Ahí —le digo, señalando el cojín con una sonrisa malvada—. Para que no le
duelan las rodillas. Mira… puedo ser un buen chico.

Y como Cassie no esperaba algo diferente de mí, porque este es en realidad un


bonito gesto de mi parte, se ríe encantada mientras me abre la bragueta y mete la
mano en el interior. Con unas pocas caricias, estoy listo para más y empujo su cabeza
hacia abajo hasta que se arrodilla frente a mí.

Me mira con ojos grises ahumados que serían realmente hermosos si no supiera
acerca de todas las confabulaciones que esconde detrás de ellos.

—Veamos si puedo poner una sonrisa en tu rostro —dice y me da un fruncido


sexy de sus labios.

Levanto la mano y le paso los dedos con ternura por la mejilla. Me encanta el
tacto de la piel de una mujer, no importa si corre veneno por sus venas. Deslizando
mis dedos por el cabello en su sien, la sostengo suavemente mientras se inclina hacia
adelante y me toma en su boca, contento de dejarla hacer el trabajo y de que yo
disfrute del paseo.
Sí… ella pondrá una sonrisa en mi rostro. Pero eso es lo único que me dará que
valga la pena.

13
Capítulo 2
Sutton
Inclinándome en mi silla de oficina, tomo el marcador negro permanente y
coloreo la marca de desgaste en el tacón de mi zapato. He tenido estos zapatos desde
siempre y, sin duda, se ven un poco andrajosos. Desafortunadamente, van a tener
que durarme un poco más, ya que gano centavos y tengo cosas más importantes que
pagar, como la electricidad y la comida.

El teléfono de mi escritorio suena y lo recojo.

—Habla.

—Sutton, querida… tengo que correr a la farmacia para comprar un 14


medicamento para la alergia. ¿Puedes venir a cubrir la recepción por mí durante unos
diez minutos?

Girando mi muñeca, miro mi reloj.

—Claro. Mi cita de las dos en punto llega veinte minutos tarde, así que supongo
que no va a aparecer. Ya voy.

Volviéndole a poner la tapa a mi Sharpie, lo arrojo sobre mi escritorio. Agarro el


archivo superior de mi bandeja de correo, salgo de mi oficina y camino por el pasillo
hacia el área de recepción principal del Centro de Crisis de Drogas del Condado de
Wake. Amo mi trabajo, pero nuestro edificio es muy deprimente. No es más que una
caja cuadrada de bloques de hormigón y acero con pisos de baldosas opacas y pintura
gris institucional descascarada en las paredes. Aproximadamente cada metro y
medio, hay pegado un póster barato en la pared con un mensaje inspirador sobre
cómo encontrar la fuerza y la fortaleza para vencer la adicción. No puedo evitar
pensar en lo triste que es la contradicción entre los mensajes de esperanza y la
decoración deprimente.

Al llegar al final del pasillo, deslizo mi tarjeta de identificación a través del lector
al lado de la puerta de acero, escucho el chasquido de la cerradura y llego al vestíbulo.
Al menos aquí, la decoración es un poco más acogedora, con alfombras beige, sofás
de piel sintética y abundancia de plantas verdes. Nuestra recepcionista, Minnie, tiene
habilidad para la jardinería y se encargó de decorar el área como mejor le pareciera.
Por supuesto, Minnie es una institución en sí misma y ha estado cubriendo la
recepción de nuestro centro de crisis desde antes de que naciera Moisés.

—Eso fue rápido —dice Minnie a la vez que saca su bolso del cajón inferior de
su escritorio de acero expedido por el condado. Abre el bolso y espero pacientemente
a que saque su espejo compacto y se aplique polvo en la nariz. Luego saca un tubo
de lápiz labial rojo brillante y lo desliza sobre sus delgados labios mientras se mira en
el espejo. Finalmente, pasa sus manos por los lados de su cabello plateado, que está
recogido en un moño severo, y sonríe ante su reflejo.

Minnie es una vieja Raleigh y una mujer sureña nunca sale al aire libre sin lucir
lo mejor posible. Cerrando su compacto, lo arroja en su bolso y se pone de pie.

—¿Necesitas algo mientras estoy fuera?

—Estoy bien —le digo, aunque me muero por pedirle que me recoja una bolsa
Kisses de Hershey con almendras. Son mi adicción. Para decirlo en términos de crisis
de drogas, son mi droga… mi heroína… mi coca. Pero este año tomé la resolución
de reducir mi ingesta de chocolate y, diez meses después, no voy a quebrarme. Me 15
permito dos piezas al día y siempre las reservo para después de cenar en casa.

Minnie pasa a mi lado y se dirige hacia la puerta.

—Vuelvo en un instante.

—Tómate su tiempo. Mi próxima cita no es hasta las cuatro.

Ella grita un “ciao”, lo que me hace sonreír porque eso es tan Minnie, y me siento
en su escritorio para revisar el archivo que agarré. Es un caso común y corriente, que
por desgracia veo con demasiada frecuencia. Si bien mi trabajo en el centro es brindar
asesoramiento a cualquier persona afectada por la adicción a las drogas o al alcohol,
mi camino elegido es trabajar con jóvenes en riesgo y niños cuyos padres tienen
problemas de adicción. Si bien no puedo elegir mis casos, mi jefe, Ken Silver,
comprende mi interés y tiende a arrojar ese tipo de casos en mi dirección cuando
puede.

El expediente de este caso en particular es por una jovencita… una estudiante de


último año de preparatoria, que se topó con el alijo de metanfetamina de sus padres
y decidió darle una probada. Tuvo una sobredosis en su primer intento, y aunque
jura que no lo ha vuelto a intentar, la tentación sigue ahí, ya que sus padres siguen
consumiendo mucho. Su nombre es Mara y vendrá a verme esta tarde para nuestra
tercera sesión juntas. Nuestros servicios son gratuitos, pagados por los buenos
contribuyentes del condado de Wake, y lo mejor que le sucede a Mara en este
momento es que se asustó mucho cuando se despertó en el hospital conectada a una
vía intravenosa.

Desde entonces, ha venido diligentemente a cada cita, a tiempo y con muchas


ganas de hablar conmigo.

Lo cual es más de lo que puedo decir de mi cita de las dos en punto que no se
presentó, lo que me decepciona muchísimo. No porque fuera un caso fascinante, sino
porque era una oportunidad profesional que no debería ser dirigida a mí a una edad
tan temprana. Ken me había dicho a principios de semana que me iba a dar un
proyecto muy especial, sabiendo que sería cercano y querido para mi corazón. Al
parecer, el equipo de hockey Carolina Cold Fury quiere iniciar una campaña
antidrogas dirigida de forma local y posiblemente con llegada a nivel nacional.

¿La parte más cercana y querida para mí? Bueno, quieren apuntar a los jóvenes
en riesgo e iba a encargarme de eso.

Ken me dijo que iban a asignar a su mejor jugador, Alexander Crossman, como
portavoz y que trabajaría personalmente con él para crear e implementar el 16
programa. El sello distintivo sería un plan de divulgación para usar con todas las
escuelas del área local donde el señor Crossman y yo estaríamos hablando con los
estudiantes.

¡Yupi, yo!

Estoy muy emocionada porque, aunque me encanta la consejería, no la


cambiaría por nada del mundo, quiero tener un impacto mayor y la forma de hacerlo
es llegar a las masas. Ahora, no tengo idea de quién es este Alexander Crossman,
porque, francamente, no sé nada sobre hockey. Quiero decir… sé que tenemos un
equipo profesional aquí en Raleigh, pero además de saber que se llaman Cold Fury,
no sé nada más sobre ellos. Pero si él puede ayudarme a lograr mis objetivos de
apuntar a grupos más grandes de jóvenes, entonces se convertirá en mi nuevo mejor
amigo.

Así que el hecho de que su brillante jugador estrella no se haya presentado a su


cita me ha dejado un mal sabor de boca. Sin embargo, eso podría ser parte del curso.
Nunca he conocido a una celebridad o una estrella del deporte, pero supongo que la
arrogancia y el privilegio pueden ser parte del maquillaje involucrado. De hecho, esto
puede ser algo con lo que deba aprender a lidiar mientras intentamos establecer
límites en nuestra nueva relación de trabajo. Puede que sea una mujer joven, pero no
carezco de arrojo (esa sería la terminología de Minnie) y no carezco de un par de
cojones figurativos (mi terminología) cuando los necesito.

La campana sobre la puerta principal suena, indicando un visitante. No tenemos


mucho flujo de personas con la mayoría de las citas programadas, pero ninguno de
los otros consejeros muestra ninguna cita en este momento, por lo que es inusual que
alguien pase.

Cuando alzo mi mirada, me quedo momentáneamente aturdida y sin palabras


por lo que posiblemente sea un espejismo. Tiene que serlo, porque en serio… es
increíble.

Él es increíble.

De hecho, ni siquiera mi imaginación podría concebir algo así.

Un hombre entra, el sol de la tarde perfila un cuerpo enorme. Tiene que tener
por lo menos un metro noventa y ocho, dos metros con un pecho firme, cintura
estrecha y brazos bastante grandes colgando de sus hombros. Para ser un hombre tan

17
grande, me sorprende notar que se mueve con una gracia natural. Pantalones de
vestir gris carbón y un suéter negro liviano se moldean a su cuerpo, mostrando caídas
y valles de músculos que solo se ven en las revistas de salud para hombres.

Si pensaba que su cuerpo era increíble, casi me desmayo una vez que hago un
balance completo de su rostro. Es suficiente para hacer llorar a los ángeles y
conscientemente cierro la boca cuando me doy cuenta de que mi mandíbula se ha
abierto por la incredulidad.

Cabello oscuro, muy oscuro… casi negro, pero definitivamente el más profundo
caoba, lo lleva medio largo, cortado en capas alrededor de su rostro. La parte frontal
del flequillo se desplaza de izquierda a derecha a lo largo de su frente, mientras que
los mechones sobresalen de esta manera alrededor de toda su cabeza. Su rostro, si es
tallado, sería buscado por todas las mejores galerías de arte del mundo. Mandíbula
fuerte cubierta de barba incipiente oscura, pómulos marcados, nariz recta como una
flecha, e incluso a cinco metros de distancia y con el sol a sus espaldas, puedo ver los
ojos azules más cristalinos que he visto en un ser humano.

Lo último que noto de él, porque santo infierno, he notado bastante; es que sus
labios son carnosos, el de abajo un poco más grueso que el de arriba. Dichos labios,
que pueden ser los más perfectos que existen, ahora se arquean hacia arriba en una
sonrisa y lo primero que pienso es me pregunto qué podría hacer con esa boca.

¿Lo segunda que pienso?


Me está sonriendo porque lo estoy mirando tan abiertamente, incluso en este mismo
momento.

Tal vez porque mi cerebro ha sido confundido por tanta magnificencia, o tal vez
porque nunca he sido de las que se avergüenzan fácilmente, ni siquiera tengo una
pizca de decencia que me haga apartar los ojos con timidez o vergüenza.

Así que sostengo su mirada a medida que se acerca al escritorio, coloca las
palmas de sus manos sobre la superficie cubierta de formica y me golpea con una
sonrisa brillantemente sexy que casi me ciega y, sin duda, me provoca una punzada
en el vientre.

—Puedo ver que me reconoces —dice, su voz profunda y ligeramente acentuada.

Parpadeo con fuerza, sus palabras penetrando, pero no realmente. Todavía estoy
demasiado deslumbrada por la blancura de sus dientes y juraría que vi a un diente
realmente emitir un destello.

—Um… ¿disculpa? —digo, porque no tengo ni idea de quién es o por qué está
aquí, o por qué debería reconocerlo. Tal vez sea un modelo famoso o un actor, y me
devano los sesos tratando de ubicar su rostro. 18
Su sonrisa se convierte en una mueca y su ceño se frunce.

—No me reconoces, ¿verdad?

Por alguna razón loca, me siento terrible porque no sé quién es y parece que le
duele eso. No, no le duele… eso no es del todo correcto.

¿Le intriga?

Sí, quizás intrigado.

Poniendo mi cerebro a toda marcha mientras busca en mi memoria cada


película, telenovela o revista de moda que he leído, me esfuerzo por encontrar el
nombre de este hombre.

—Alex Crossman —dice, liberándome del aprieto—. Tengo una cita con Sutton
Price.

Hijo de puta.

¿Este es Alexander Crossman? ¿Jugador estrella de Cold Fury y potencial modelo de GQ,
mi nuevo socio en la creación de un programa de alcance para jóvenes con problemas y patán
en general por llegar tarde y no avisar? No sé si tener un orgasmo o estar enojada porque
llega treinta minutos después de nuestra cita programada.

—Llega tarde, señor Crossman —digo, con abierta desaprobación—. Alrededor


de media hora.

No parece en lo más mínimo disgustado, pero su sonrisa se vuelve aún más


brillante. Quitando sus manos del escritorio, coloca una cadera a lo largo del borde
y trago saliva cuando noto los músculos tensos del muslo mientras el material de sus
pantalones se estira contra su pierna. Me obligo, sin duda me obligo, inmediatamente
a alzar mis ojos hacia los suyos para no mirar sin darme cuenta lo que puede haber
entre esos muslos, porque de alguna manera imagino que tiene que ser tan magnífico
como el resto de él.

Asintiendo hacia el sofá en la esquina, digo:

—Si tomas un asiento, será un momento.

No se mueve del escritorio, solo me mira, su sonrisa ya no muestra el brillo del

19
blanco, sino que se inclina hacia mí con diversión.

—Te diré una cosa —dice mientras se inclina un poco más cerca y murmura—:
Me sentaré y esperaré pacientemente si me dejas prepararte la cena en mi casa esta
noche.

Los músculos de mi rostro se relajan y, sin medios de apoyo, mi mandíbula se


abre de nuevo. ¿Alex Crossman, jugador de hockey profesional y el hombre más
hermoso del planeta, no, del universo, me acaba de invitar a salir?

No, espera… eso no fue invitarme a una cita… eso fue invitarme a su
apartamento.

Para la cena.

Una cena privada… en un lugar privado.

Campanas de advertencia suenan en mi cabeza y me doy cuenta con absoluta


claridad de que el señor Crossman extendió esa invitación con la esperanza de
meterse en mis pantalones.

De todos los…
De acuerdo, de nuevo, no estoy segura de si llegar al orgasmo o sentirme
ofendida.

Elijo seguir siendo profesional, ya que todavía estoy trabajando, y me decido por
estar ofendida.

Entrecerrando los ojos hacia él, asiento hacia el sofá.

—No, gracias. Si vas a tomar asiento para que pueda trabajar un poco…

Mirándome un momento más, se encoge de hombros y veo cómo la sonrisa


divertida desaparece de su rostro.

—Nunca está de más preguntar —dice con un guiño antes de caminar hacia el
sofá y dejarse caer en él.

Intento concentrarme en el archivo del caso de Mara, pero no puedo evitar mirar
furtivamente al Sr. Hockey Sexy. Rayos, es completamente guapo, pero también
absolutamente arrogante.

Oh, no porque me haya invitado a salir. Quiero decir, eso fue un poco halagador, 20
aunque no esté interesada. De ninguna manera iría al apartamento de un sujeto a
cenar como primera cita. Pero claramente es muy engreído porque cree que su
tiempo es más importante que el mío. Es en este punto que espero que Minnie se
tome su tiempo al regresar de la farmacia para que el señor Crossman pueda calmarse
un rato y ver cómo se siente que alguien sea irrespetuoso.

Como si apareciera solo porque estaba pensando en ella, Minnie entra por la
puerta envuelta en una nube de perfume de Estée Lauder y sol.

—Regresé —chirría feliz—. Muchas gracias, querida.

Le sonrío.

—De nada, Minnie.

Poniéndome de pie, agarro el archivo de Mara y me giro hacia el sofá donde está
sentado Alex. Delibero sobre dejarlo aquí un poco más, pero luego decido no hacerlo.
Nunca he sido una persona muy vengativa.

—Señor Crossman, si viene por aquí…

Desenvuelve su gran cuerpo del sofá y cuando alcanza su altura completa,


escucho a Minnie detrás de mí dar un ligero grito ahogado y murmurar:
—Oh, Dios mío.

Sí, Minnie. Definitivamente es un oh, Dios mío.

A medida que Alex camina hacia mí con esas piernas inmensamente largas, sus
ojos recorren casualmente mi cuerpo y lentamente vuelven a subir hasta que me
inmoviliza con una mirada directa. El aprecio brilla fuerte y claro, y me hace sentir
cohibida.

Girando sobre mis talones, grito por encima de mi hombro:

—Sígueme.

A medida que camino a través de la puerta cerrada hacia la parte posterior, mis
tacones repiqueteando en el suelo de baldosas, puedo sentir sus ojos ardiendo en mi
trasero todo el camino. Solo estoy modestamente agradecida de que probablemente
esté comiendo mi cuerpo con sus ojos y no mirando los tacones desgastados y
cubiertos de Sharpie de mis zapatos.

Cuando llego a mi oficina, abro la puerta y le indico que pase delante de mí. Lo
hace y lo sigo dentro, cerrando la puerta detrás de mí. 21
Pasando junto a él, le digo:

—Por favor, toma asiento.

Rodeando mi escritorio, coloco el archivo de Mara en una de mis estanterías y


me siento en mi silla de oficina barata con ruedas desiguales que chirrían cada vez
que me muevo. Cuando finalmente lo miro a través del escritorio, me mira con
asombro e incredulidad.

—¿Eres Sutton Price?

—La misma —bromeo.

—Joder —murmura, pasando su mano por su largo cabello en una muestra de


irritación—. Pensé que Sutton era el nombre de un tipo.

—Probablemente lo sea —confirmo—. Y también es mi nombre.

—Cristo —murmura de nuevo, y por mi vida, no puedo entender por qué mi


nombre parece molestarlo.

Cuanto más conozco a Alex Crossman, más estoy segura de que no me agrada.
Capítulo 3
Alex
¡Maldita sea!

¿La mujer ardiente que está sentada frente a mí detrás del escritorio, la que me
imaginaba practicándome sexo oral esta noche, es la maldita consejera con la que
tengo que trabajar durante el próximo año para construir este programa de
divulgación?

No me parece divertido, porque si bien puedo ser devastadoramente encantador


cuando quiero serlo, odio tanto este trato caritativo que sé que probablemente no seré
más que un idiota con esta mujer. Sé que no se lo merece, pero es así.
22
Sí, sé que esta es una causa digna, y sí, como dije, estoy a favor de causas dignas.
Pero me está fastidiando que me obliguen a hacer esto como castigo y como un medio
para encarrilarme. El mero hecho de que me mandarán a la banca si me opongo a
hacer esto me enfurece más allá de mi actitud hosca normal, y tengo la sensación de
que esta pobre chica no sabrá lo que la golpeó cuando terminemos aquí hoy.

Si fuera solo una cuestión de alejarme de una carrera que odio, no estaría sentado
aquí en este momento. Le habría dicho al entrenador que se fuera a la mierda el otro
día y me iría. Pero desafortunadamente, esta carrera que odio tanto también es muy
necesaria, principalmente porque no tengo nada más en la vida en lo que sea bueno.
El buen y viejo papi se aseguró de que canalizara toda mi energía, esfuerzos y talento
para convertirme en uno de los mejores jugadores de hockey del mundo, tanto que
nunca he considerado ni una sola vez lo que haría cuando eso termine.

Como resultado, cuento cada centavo que gano y lo guardo para ese día en que
esta carrera ya no esté ahí para mí, así al menos tendré algo de dinero para vivir
mientras averiguo qué diablos hacer con mi vida. Por eso vivo en un apartamento
pequeño de dos habitaciones y conduzco un Chevy Suburban usado, mientras que mis
compañeros de equipo viven en mansiones y conducen SUVs de lujo. Porque mis
ganancias son mi boleto a la libertad lejos de un padre autoritario y abusivo incapaz
de amar a su hijo, y una carrera a la que vomitaría o a la que mearía como haría con
cualquier otra cosa.
Al mirar a Sutton Price, gruño por dentro por este desafortunado giro de los
acontecimientos. Esperaba tener otra oportunidad con ella antes de irme, bastante
seguro de poder convencerla de cenar en mi apartamento. Incluso haría algo
agradable… ciertamente no pasta de paquete. Pero no, esta es esencialmente mi
carcelera durante el próximo año, lo que también la convierte en mi enemiga.

Y no puedo follarme al enemigo.

Al menos no creo que pueda.

—¿Realmente eres una de las consejeras aquí? —pregunto, mi voz goteando con
escepticismo, porque realmente no estoy listo para creer que esta mujer no estará
acostada debajo de mí esta noche.

Simplemente me da una sonrisa suave y dice:

—Te lo puedo asegurar, soy consejera aquí.

—Ni siquiera pareces lo suficientemente mayor para estar fuera de la


preparatoria —murmuro.
23
—Tengo veintidós años y acabo de terminar mi maestría. Estoy calificada.

—¿Veintidós y una maestría? —pregunto con escepticismo.

—Comencé el curso de mi maestría cuando aún estaba en la licenciatura. Me


tomó alrededor de un año terminarla después de graduarme.

La estudio detenidamente, inmovilizándola con una mirada gélida. Ésta ha


hecho llorar a muchas mujeres y a algunos hombres temblar en sus botas. Ella se
limita a arquear una ceja y me devuelve la mirada.

—Mira, es mejor que sepas que estoy aquí bajo protesta.

—¿En serio? —pregunta, su voz suave satinada pero llena de sarcasmo—. Nunca
lo hubiera adivinado.

—Pronto descubrirás que no es fácil trabajar conmigo.

—He tenido experiencia con personas difíciles.

—Probablemente no apareceré la mitad de las veces que me esperes y la otra


mitad seré un idiota.
—Al menos me has avisado.

Cristo. ¿No sabía esta mujer cuándo sentirse intimidada por algo?

Suspirando con fuerza, me recuesto en mi silla y cruzo las manos sobre mi


estómago. Buscando en su rostro, busco algún signo de debilidad que pueda explotar.
Un desencadenante… una inseguridad… algo que puedo hacer para meterme debajo
de su piel de la forma en que ella, al parecer, se está metiendo debajo de la mía.

No obtengo nada más que una sonrisa agradable y un increíble par de ojos
verdes-dorados que resaltan porque están rodeados por una masa de cabello de color
cobrizo.

Maldición. Estoy más irritable de lo normal porque me atrae esta mujer, de una
manera que no recuerdo haberme sentido atraído por nadie en mucho tiempo. Eso
me desconcierta, me intriga un poco, pero sí, principalmente me enfada.

Metiendo la mano en mi bolsillo trasero, saco un sobre y se lo paso a través del


escritorio.

—Esto es de Walt Prestonwood, gerente general de Cold Fury. 24


Lo toma con curiosidad y la miro mientras toma un abrecartas y rompe el sello.
No sé qué hay dentro, pero tengo una muy buena idea. Observo su rostro con
atención cuando saca una sola hoja de papel. Puedo ver el logo de Fury en el frente
y las palabras tecleadas, pero más allá de eso, el contenido es un misterio.

Sus ojos van de un lado a otro de la página a medida que lee, sus cejas se inclinan
hacia adentro. Cuando termina, me sorprende enormemente y me entrega el papel a
través del escritorio. Tomándolo de su mano, lo leo rápidamente y es como pensé
que sería. Una carta para ella en la que le explica que el equipo espera que esta
oportunidad de divulgación se pueda utilizar para ayudar a limpiar mi imagen, que
estoy aquí bajo protesta y que el equipo desea que la Srta. Price informe, de forma
semanal, sobre mi comportamiento. Es básicamente su forma secreta de mantener su
pulgar encima de mí, y estoy absolutamente asombrado de que me dejara leerla.
Particularmente porque la última línea dice, le pediría que mantenga esta carta en privado
y no la comparta con el señor Crossman.

—No estoy feliz de tener que ser tu niñera —dice y mis ojos se fijan en los suyos.

—No estoy exactamente emocionado por eso tampoco —le digo con honestidad.

Entonces me mira, con la cabeza inclinada hacia un lado.


—Entonces, ¿cuál es tu problema? ¿Eres el chico malo del equipo o algo así?

—Algo así —murmuro, sin querer exponer las millones de razones por las que
estoy sentado aquí—. Aparentemente tengo un pequeño problema de actitud.

Entonces Sutton hace algo que creo que nunca olvidaré mientras viva. Me sonríe,
de una manera traviesa, sus ojos se tornan más dorados que verdes. Se ve tan
jodidamente hermosa en este mismo momento, que mi respiración realmente se
detiene.

—Puedo lidiar con la actitud —dice con un guiño—. Hace que las cosas sean
interesantes.

Empiezo a abrir la boca, para decir ¿qué? No sé, pero entonces dice:

—Pero en serio, señor Crossman…

—Alex —digo.

—Alex —dice, asintiendo—. Si realmente no quieres hacer esto, creo que solo
harás más daño que bien. Hablaremos con los niños sobre la adicción a las drogas. 25
Detectarán falsedad a un kilómetro de distancia. Necesitan creernos. Necesitan
confiar en nosotros.

Por primera vez en años, muchos años, siento que algo parecido a la vergüenza
sube por mi nuca. He sido un idiota, un imbécil y un cabrón en general para muchas,
muchas personas en mi vida, porque expreso mi ira y mis problemas de papá hacia
los demás. Pero ni una sola vez sentí vergüenza o incluso la más mínima culpa por
mis acciones.

Sin embargo, aquí estoy ahora, y Sutton Price me hace sentir jodidamente
pequeño.

El Alex Crossman que vive en Imbecilandia le habría respondido con un


comentario sarcástico, seguido de un golpe a su autoestima.

En cambio, digo:

—Estoy aquí bajo protesta porque me obligan a hacer esto. Pero dada la
oportunidad de ser voluntario para un proyecto como este, lo habría hecho en un
santiamén. Puede que tenga un problema de actitud, señorita Price…

—Sutton —dice con una sonrisa.


—Sutton —reconozco—, pero creo que esta es una causa digna. Si tengo que
hacerlo, debes saber que me esforzaré y será sincero. No haría nada para joder a un
niño, nunca.

Observo con asombro cómo sus ojos se vuelven cálidos y suaves, y me nuestra
una enorme sonrisa, lo que hace que mi corazón comience a latir como un loco.

Esa es una sensación extraña.

—Fantástico —dice con entusiasmo—. Porque tengo que decirte, estaba muy
emocionada de conseguir este proyecto. Ha sido mi sueño participar en un programa
de divulgación para jóvenes en riesgo y poder hacerlo a una edad tan temprana y con
el poder de un equipo de hockey profesional detrás de mí…

Me desconecto, sin escuchar una maldita cosa que dice después de eso. En
cambio, la miro, cautivado mientras asimilo las palabras que me lanza muy rápido,
porque está emocionada como una niña en Navidad, lo que me hace concentrarme
en su boca y en lo jodidamente sexys que son sus labios.

Es hermosa, sin duda, pero no de una manera clásica. Más bien de una manera
terrenal y casual. No usa mucho maquillaje, pero tampoco lo necesita. Su piel es 26
clara y suave, sus ojos y cabello son sus mejores rasgos por mucho. Cuando sonríe,
noto de inmediato que tiene un diente que está ligeramente torcido, pero por alguna
razón aumenta su atractivo general. El hecho de que no sea exquisitamente perfecta
la hace casi perfecta. También tiene una pequeña cicatriz justo debajo de la ceja
izquierda, pero una vez más, eso de alguna manera se suma a su encanto único en
general.

No voy a mentir, su cuerpo es impactante. Cuando caminé detrás de ella de


regreso a su oficina, sí, mis ojos estuvieron clavados en su trasero curvilíneo que
estaba moldeado por su falda estrecha y gris que solo rozaba la parte posterior de sus
rodillas y sus pantorrillas tonificadas. Junto con su vientre plano, es una obviedad
que hace ejercicio. Lo único que no pude leer bien fueron sus pechos, pero eso se
debe a que la blusa color crema sedosa que lleva tiene volantes en la parte delantera
que no dan mucha definición. No se ven demasiado grandes, pero apuesto a que son
de buen tamaño, lo que realmente me hace lamentar que no vaya a venir a casa
conmigo esta noche.

—... entonces, creo que si trabajamos duro, probablemente podríamos tener algo
listo para lanzar en unos meses, ¿no crees?

La sintonizo y asiento con la cabeza de arriba abajo, sin tener ni puta idea de lo
que acaba de decir.
—Suena bien para mí.

—Entonces, ¿con qué frecuencia quieres reunirte? Quiero decir, tu horario tiene
que ser mucho más complejo que el mío, pero soy bastante flexible. Puedo ocupar
noches o fines de semana si es necesario.

—Mi horario varía de semana en semana, dependiendo de si nuestros juegos son


de locales o de visitante. Tendremos que improvisar mucho.

—Claro —dice alegremente, pero puedo ver que es como un caballo de carreras
que muerde el bocado para salir por la puerta. Su entusiasmo es un poco contagioso
y me encuentro sacando mi iPhone del bolsillo—. Dime qué días tienes libres durante
la próxima semana y veré qué podemos arreglar.

Se vuelve hacia su computadora portátil y, con unos pocos golpecitos con los
dedos, comienza a contarme su horario. En unos minutos, tenemos una reunión
programada para el siguiente lunes por la mañana.

Metiendo la mano en un cajón del escritorio, Sutton saca una carpeta gruesa y

27
me la entrega.

—¿Qué es esto? —pregunto con sospecha.

—Tarea. —Sonríe—. En realidad, es un programa de divulgación que hacen en


California y que he estado estudiando. Creo que es un buen modelo y nos ahorrará
mucho trabajo.

Mirando la carpeta como si fuera un bicho en mi mano, no puedo evitar la forma


en que mi nariz se arruga.

—¿Por qué no lo lees y me das la versión resumida?

Sutton se ríe y mi estómago se aprieta por el sonido meloso puro que se derrama.
Sus ojos se arrugan, sus dientes se ven brillantes, incluso ese pequeño diente torcido,
y su voz es como música para mis oídos.

¿Y qué carajo? ¿Cuándo empecé a notar cosas así sobre las mujeres? Soy un
hombre de tetas y culos. Aunque, al parecer, ahora soy un hombre de ojos, cabello y
voz también.

Con la risa de Sutton aún resonando, niego con la cabeza y me quejo:

—No dije eso para ser gracioso.


—No, estoy segura de que no lo hiciste —dice mientras aún se ríe—, pero no voy
a hacer la tarea por ti.

Enderezándome en mi silla, me inclino hacia adelante, colocando mis codos en


mis rodillas y juntando mis manos. La miro con una mirada directa, toda la broma
dejada a un lado.

—No me vas a dejar en paz, ¿verdad?

—No.

—¿A pesar de que soy un jugador de hockey profesional de primera?

—Especialmente no por eso —dice, mirándome con fingida desaprobación—.


Además, no sé nada de hockey.

—Deberías no ser tan dura, seré menos idiota.

—¿No sabías que atrapas más moscas con azúcar?

—Entonces, si soy amable, ¿no serás tan dura? 28


—No. Ni siquiera entonces —dice con una sonrisa.

La miro por un momento, luego, antes de saber qué diablos está pasando, mi
cabeza se inclina hacia atrás y empiezo a reír.

Con fuerza.

Y se siente natural, divertido y… correcto.

—Entonces, ¿realmente no sabes nada sobre hockey? —pregunto, riendo.

—Se juega sobre hielo, ¿verdad?

—La última vez que lo comprobé —le digo con un bufido.

—Entonces ese es el alcance de mi conocimiento.

—Te diré una cosa, te conseguiré entradas para el juego de mañana por la noche
y podrás empezar a aprender sobre él.

—Oh, eso es muy agradable, pero tengo planes para mañana por la noche —
dice, sus mejillas se sonrojan ligeramente.
—Puedo conseguirte cuatro boletos, así si vas a salir con amigos o algo…

—En realidad, es una cita, así que no estoy segura de cuáles son nuestros planes.

Oh, sí, de ninguna manera va a cenar en mi apartamento esta noche. No sé


mucho sobre Sutton Price, pero puedo decir que no es del tipo que juega en el campo.
Estoy extrañamente decepcionado de que tenga una cita mañana, pero no tengo ni
idea de por qué. Más allá de la decepción de que ella no se retorcerá en mi cama, no
debería tener ningún sentimiento por ella de una forma u otra.

—Bueno, los boletos están disponibles en cualquier momento que quieras


intentarlo —le digo con una sonrisa.

Sutton me mira con el rostro lleno de interés.

—No estoy segura de por qué te etiquetaron como el idiota del equipo.
Simplemente no lo estoy viendo.

Mi risa se ha desvanecido por completo y estoy bromeando, algo serio cuando


digo:
29
—Acércame al hielo y mi actitud de idiota comenzará a brillar.

—¿Qué? ¿De verdad?

—De verdad.

—¿Quieres decir que te pones de mal humor cuando juegas al hockey?

—Quiero decir que jodidamente odio jugar al hockey, así que sí… me pongo un
poco de mal humor.

¿Qué. Demonios?

Por qué le acabo de decir eso, no tengo ni idea. Nunca se lo he admitido en voz
alta a nadie en toda mi vida, aunque es un mantra que me repito en silencio casi a
diario. Si la prensa alguna vez se enterara de eso, si los fanáticos alguna vez se
enteraran, estaría acabado: saldría corriendo de la ciudad más rápido que mi propio
tiro al aire, y las puertas de todos los equipos se cerrarían para mí.

Y, sin embargo, no puedo encontrar dentro de mí que me importe haberle


contado a una completa extraña ese pequeño secreto.
Espero que se burle de mí porque, francamente, tiene que ser increíble que un
jugador de hockey profesional odie jugar al hockey. Creo que somos una raza rara.

Demonios, cuanto más lo pienso, apuesto a que soy el único de la raza. Soy
como el pájaro dodo, al borde de la extinción.

En lugar de burlarse de mi afirmación o descartarla, los ojos de Sutton se ponen


tristes y dice:

—Lo siento… Eso realmente tiene que apestar.

No puedo soportar ver esa mirada en su rostro.

Lástima.

Puedes darme tu ira, tu odio o tu disgusto, pero nunca me des tu maldita lástima.
La agradable sensación de calor que tenía en el fondo de mi vientre momentos antes
se ha disipado por completo y ha sido reemplazada por hormigón frío.

Levantándome de la silla, arrojo la carpeta sobre su escritorio con un ruido


sordo. Ella retrocede y sus ojos se abren de par en par con sorpresa. 30
—Lo siento, hermosa, no hago “tarea” —le digo con una mirada de desdén
mientras señalo la carpeta—. Pero mi oferta sigue en pie: si quieres venir a cenar esta
noche, puedes darme un resumen de esa monstruosidad. O podríamos hacer otras
cosas.

Espero que mi observación mordaz golpee profundamente y la ofenda, tal vez


causando un pequeño temblor en su labio que me ayude a orientarme de regreso a
mi verdadero yo. Ella me decepciona una vez más, en lugar de eso, entrecierra los
ojos y frunce su labio superior con desdén.

—Ahh… ahí está el imbécil del que me hablabas.

—Acostúmbrese, señorita Price —le digo con una reverencia burlona—. Verás
bastante de él.

Dándome la vuelta, abro la puerta y salgo de su oficina, sintiendo sus ojos arder
en mi espalda hasta que doy la vuelta en la esquina y me dirijo por el deprimente
pasillo gris.
Capítulo 4
Sutton
—¿En serio conociste a Alex Crossman? ¿Y vas a trabajar con él?

—Sí —digo por tercera, tal vez cuarta vez, mientras pongo la lasaña en el medio
de la mesa.

—Jodida mierda. Eso es genial —dice Glenn, con los ojos llenos de emoción y
anhelo.

—Cuida tu boca —dice mi mamá con severidad, pero veo que mi padrastro Jim
se aleja de la mesa porque está a punto de echarse a reír.

Atrapo su mirada y le lanzo un guiño, pero trato de mantener mis rasgos suaves
31
para que mi hermano pequeño no sepa que pensamos que es jodidamente adorable
cuando maldice.

Los ojos de Glenn miran hacia abajo por un segundo con vergüenza por su
maldición, pero luego vuelven a mirarme, llenos de esperanza.

—¿Crees que puedes conseguirme un autógrafo, Sutton? No tiene que ser


mucho… solo en una hoja de papel o algo así.

Mi corazón da un vuelco, se agranda y luego se derrite por la simple petición de


Glenn. Es un niño increíble, once años menor que yo y nunca pide nada. Mi madre
y mi padrastro no ganan mucho dinero, pero se las han arreglado para darnos a
Glenn y a mí una vida muy buena. Es posible que hayamos crecido vistiendo ropa
de segunda mano y teniendo Navidades escasas, pero nunca nos faltaron nuestras
necesidades básicas, y nuestros padres nos brindaron tanto amor y devoción que
nunca extrañamos las cosas que prescindimos.

A los once años, Glenn tiene la edad suficiente para conocer los límites de las
habilidades de nuestros padres, incluso cuando ve a sus amigos luciendo ropa cara y
llevando lo mejor de los iPhones, iPads, dispositivos de juego y juguetes. No pide estas
cosas porque sabe que nuestros padres no pueden pagarlas, y nunca hace pucheros,
lloriquea o trata de hacerlos sentir culpables por ello. Pero mientras se sienta aquí
mirándome con ojos relucientes y brillantes, sabe que el costo de un autógrafo no es
más que una simple solicitud que le haga a Alex y no voy a negarle eso.

Estoy bastante segura de que Alex me daría un autógrafo si se lo pidiera. Fue


todo un idiota cuando salió de mi oficina, verificándome que, efectivamente, debía
ser el chico malo del equipo. Pero siento también que hay algo más.

Siento que hay una razón para su forma de ser. Llámalo mi intuición consejera,
o tal vez sea simplemente una ilusión para no tener que lidiar con un idiota que es
un idiota por la única razón de que le gusta ser así.

De cualquier manera, será interesante ver cómo se desarrolla esto.

—Claro, chico —digo mientras le alboroto el cabello—. Conseguiré algo de él la


próxima vez que lo vea.

—¡Sí! —grita Glenn y da un puñetazo en el aire—. Todos en la escuela morirán


cuando lo vean.

—Todos en tu clase hablarán de ti —dice mamá, sus ojos cálidos y agradecidos 32


mientras observa la exuberancia en el rostro de Glenn. Luego levanta su mirada hacia
la mía y su expresión hacia mí dice: ‘Gracias, cariño, por hacer feliz a Glenn. Él se lo
merece’.

Puedo sentir lágrimas en mis ojos, así que parpadeo rápidamente y digo:

—Está bien, ¿quién está listo para un poco de lasaña?

—Estoy listo para mi pastel de cumpleaños —dice Glenn con una sonrisa.

Empujando la espátula en la sartén, levanto una rebanada y la coloco en el plato


de Glenn.

—Primero lasaña, luego pastel —le digo.

—¿Luego regalos? —pregunta esperanzado.

—Lo discutiremos si comes toda tu cena —dice mamá.

Glenn toma su tenedor y come antes de que saque la segunda rebanada de la


sartén. Niego con la cabeza con una sonrisa en mi rostro, sacando otra porción.
—Aquí tienes, papá-Jim —le digo cariñosamente mientras coloco la pila de
queso en su plato.

—Gracias, bebé. Se ve genial —dice.

Mi padrastro es un ángel genuino de la vida real. Nos acogió a mi madre y a mí


cuando yo tenía nueve años. Habíamos estado viviendo en un refugio para mujeres
durante unos cinco meses, y aunque estábamos a salvo, cálidas y teníamos comida
en el estómago, nos sentíamos solas.

Mi madre, Penny, conoció a Jim Murdock cuando entró en la farmacia donde


ella trabajaba en la caja registradora. La historia ha sido cambiada y manipulada
tantas veces a lo largo de los años, que no estoy segura de qué sucedió realmente,
pero ambos afirman que fue amor a primera vista. Por supuesto, mi madre era
cautelosa, ya que había salido de una relación violenta con mi padre, pero no pasó
mucho tiempo antes de que mi madre cayera bajo la marca especial de magia de Jim,
y no tardé en sentir afecto por él tampoco.

En un año, mamá se había casado con Jim, y en otros seis meses, él se había
convertido en papá-Jim para mí. Otro año después había nacido mi hermanito y mi
vida era absolutamente perfecta. 33
Teniendo en cuenta que veníamos de una vida bastante infernal antes de eso, no
hizo falta mucho para darnos seguridad a mamá y a mí. Pero las amables palabras y
el tacto suave de Jim, el techo sobre nuestras cabezas y el conocimiento de que nunca
volveríamos a sufrir nos dieron a mamá y a mí la mejor existencia que podríamos
haber esperado.

—Cariño, me encanta lo que has hecho con tu cocina —dice mamá mientras
mira las cortinas que colgué el fin de semana pasado. Estaban de oferta en Wal-Mart,
y aunque eran un gasto que realmente no debería haber hecho, no pude resistir el
alegre patrón de limones amarillos que sabía que quedarían perfectos sobre la
ventana del fregadero. Acababa de pintar la cocina de un color similar de amarillo y
pinté los sucios gabinetes de roble en un blanco brillante con nuevos herrajes que
encontré en oferta. Compré esta casa hace apenas cuatro meses por prácticamente
nada. No está en la mejor sección de la ciudad, estaba en ejecución hipotecaria, por
eso la compré tan barata, y necesita muchísimo trabajo.

Pero es mía.

—Gracias, mamá. Creo que la casa va progresando bien.


Saco un poco de lasaña para ella y luego pongo un trozo en mi plato, sentándome
a disfrutar de nuestra cena de cumpleaños para Glenn.

—¿El lavabo del baño sigue funcionando bien? —pregunta Jim.

—Sí. Es una prueba positiva de que si alguna vez renuncias a tu trabajo


cotidiano, tienes una carrera en plomería —le digo con una risita.

Espero que algún día termine con todas las “reparaciones” para este lugar. Hasta
ahora, todo va bien y, afortunadamente, papá-Jim ha podido ayudarme con las
reparaciones más complejas. Pero yo sola, y con gran amor, lijé y restauré los viejos
pisos de madera que recorren toda la casa. Me tomó casi tres semanas hacerlo por
mi cuenta, pero valió la pena ahorrar el costo y fue un gran logro del que estoy
orgullosa.

Jim da un gran bocado de lasaña y mastica con una sonrisa en el rostro. Con una
breve mirada, contemplo sus amables ojos, su rostro bronceado y su barba
desaliñada. Es un hombre oso, mide más de un metro noventa y dos de alto y es casi
igual de ancho. Jim es mecánico de automóviles de profesión, y ha trabajado en uno
de los concesionarios Ford durante los últimos dieciocho años. Si bien los autos son
su especialidad, es uno de esos papás que pueden arreglar cualquier cosa. 34
Nos instalamos en la tradición de la familia Murdock de hacer bromas mientras
cenamos, resoplando y riendo entre bocados de lasaña y pan de ajo. Si bien mi
apellido es Price, debido a que mi padre biológico todavía es dueño de esa parte de
mí, me considero la hija de Jim y, por lo tanto, una Murdock.

Cuando terminamos, saco el pastel de cumpleaños de Glenn. Es tradición en


nuestra familia que el homenajeado del cumpleaños reciba su cena y su postre
favoritos. No tiene por qué ser un pastel, pero en el caso de Glenn lo fue.

Pastel red velvet casero con glaseado de crema de mantequilla.

Sus ojos se agrandan cuando ve la monstruosidad que he hecho. Es tan alto que
en realidad se inclina un poco hacia la izquierda, asemejándose ligeramente a la
Torre Inclinada de Pisa. Enciendo las once velas y luego todos cantamos una
entusiasta interpretación de “Feliz cumpleaños” mientras Glenn nos mira a cada uno
de nosotros con una sonrisa llena de dientes en el rostro. Para cuando se apagan las
últimas notas de la canción, todos llevamos sonrisas a juego.

Glenn cierra los ojos para pedir su deseo, luego da un fuerte soplido a las velas,
moviendo la cabeza hacia adelante y hacia atrás para darles a todos el mismo tiempo
de aire. Las apaga como un campeón, todas excepto la vela de truco que había
colocado en el medio. Todos nos reímos mientras inhala repetidamente, viéndola
volver a la vida una y otra vez.

Finalmente, apaga la vela de forma permanente, luego le sirvo el pastel. Glenn


devora el suyo en aproximadamente tres bocados enormes, lo cual no es
sorprendente. Sufrió una especie de crecimiento acelerado hace unos meses y parece
estar agregando centímetros y kilos a su cuerpo cada semana. Será alto como Jim y
tendrá la constitución de un camión Mack. Ya es una superestrella en su liga de fútbol
americano recreativo, y se lanza sobre jugadores que son dos y tres años mayores que
él.

Cuando se ha tragado la última migaja de pastel, mi madre bosteza mucho y


extiende los brazos.

—Eso fue simplemente fabuloso, Sutton. Te ayudaré a lavar los platos y te


dejaremos de molestar esta noche.

Miro a Glenn y su mandíbula está abierta, sus ojos no pueden creer lo que ha
escuchado.

—Buena idea, Penny —dice papá-Jim mientras la mira y se aparta de la mesa— 35


. Tengo que levantarme temprano para trabajar mañana y estoy agotado. Esta fue
una gran cena, Sutton.

Otra mirada a Glenn y está mirando boquiabierto a su padre. Sus ojos se dirigen
a los míos y me mira como, ¿hablan en serio?

No puedo dejar al niño colgando y mis labios se arquean hacia arriba.

—Esperen. Nos olvidamos del regalo de Glenn.

—Oh, es cierto —dice mi mamá, dándose una palmada en la frente—. ¿Cómo


pudimos haber hecho eso?

El rostro de Glenn se relaja y frunce los labios con diversión, echando los brazos
hacia atrás sobre la silla de la cocina en una postura que dice, realmente no estaba
preocupado. Supe todo el tiempo que estaban bromeando.

Levantándome de la mesa, camino hacia la pequeña despensa de mi cocina y


saco el regalo de Glenn, que mamá trajo más temprano ese día para esconderlo. Lo
había envuelto por ella en papel con temática de fútbol con un enorme lazo dorado
en la parte superior.
Mi corazón se detiene, en el buen sentido, cuando veo la expresión de sorpresa
en su rostro por el tamaño de la caja. Lo coloco frente a él y digo:

—Esto es de mi parte, mamá y papá-Jim. De todos juntos.

Sus ojos miran hacia los míos y traga saliva. Luego pasan a mamá y finalmente
a su papá. Colocando sus manos sobre el lazo dorado, dice en voz baja:

—Este es el mejor cumpleaños de todos.

Inclinándome, le doy un ligero coscorrón en su despeinada cabeza rubia.

—Ni siquiera sabes lo que hay en la caja, mocoso.

—No importa —dice con seriedad, mirándome a mí, luego a mamá, luego a
papá-Jim—. Sigue siendo el mejor cumpleaños de todos.

Los ojos de mamá se llenan de lágrimas de inmediato. El rostro de papá-Jim se


llena de orgullo por su hijo y miro fijamente la maravilla que es mi hermano y me
maravillo de que mis padres hayan criado a un niño tan bueno y amable.

Luego Glenn se lanza a la caja, rasga y destroza el papel que envolví con esmero
36
para que ni siquiera se note un borde. Cuando retira un gran trozo de papel y ve lo
que hay dentro, chilla, sí, chilla. Suena como un cerdo asesinado con un cuchillo de
mantequilla y hago una mueca. Retirando el último trozo de envoltorio, mira con
amor en sus ojos la Xbox frente a él.

Glenn nunca antes había tenido un dispositivo de juego electrónico. Oh, ha


jugado mucho cuando se queda con sus amigos, así que sabe todo sobre ellos. Pero
esto es lo que hace que este niño sea tan fabuloso. Ni una sola vez pidió uno. Glenn
es considerado con los límites de nuestra familia cuando se trata de lo que podemos
pagar, y siempre ha estado agradecido por todo lo que le han dado.

Ahora, observándolo con una mirada de adoración e incredulidad en su rostro,


deseo desesperadamente que mis padres y yo tuviéramos a nuestro alcance darle a
este niño todo lo que su corazón alguna vez deseó. Se lo merece, principalmente
porque no se lo espera.

Metiendo la mano debajo del gabinete de la cocina, saco dos artículos más
pequeños que había envuelto. Los ojos de Glenn se abren aún más cuando su mano
se extiende para quitarme los regalos.

—No se puede tener una Xbox sin juegos, ¿verdad? —le digo.
Glenn ni siquiera se molesta en desenvolver los regalos para ver qué le he
comprado; más bien, sale volando de su silla y lanza sus brazos alrededor de mi
cintura, presionando su cabeza contra mi hombro… porque sí, se ha vuelto así de
alto.

—Gracias, Sutton. Eres la mejor hermana del mundo.

—Así es, maldita sea, lo soy —le digo mientras me río, y luego lo aprieto aún
más fuerte.

Veo a mi familia subirse a la gran camioneta de trabajo de papá-Jim, luego los


despido con la mano mientras salen de mi camino de entrada. Tienen al menos
treinta minutos en coche por delante para llegar a su pequeña morada al otro lado de
la ciudad y yo tengo una cocina que limpiar.

Al regresar a mi casa, me doy cuenta de que todavía estoy entusiasmada al ver a


Glenn tocar el cielo con sus manos, proclamando que este es el mejor cumpleaños 37
de su vida. Animada por su alegría, guardo los platos y limpio los mostradores,
recordando la noche con una suave sonrisa en mi rostro. Doy una pasada rápida con
mi escoba al viejo piso de linóleo, que es mi próximo proyecto de mejora, y termino
mis tareas sacando la basura.

Finalmente, puedo servirme una copa de cabernet sauvignon y camino descalza


en la sala de estar, mi santuario. Después de tomar un pequeño sorbo de mi vino, lo
dejo en la mesa de café y me dejo caer en los grandes y mullidos cojines de mi sofá.
Hundiéndome en su comodidad, me tomo un momento para apreciar las paredes
azul pálido que pinté y admiro cómo complementan los pisos de madera oscura con
una serenidad relajante. Mis ojos deambulan por la habitación, tocando brevemente
las diversas fotografías enmarcadas, algunas descansan en las mesas laterales, otras
cuelgan de las paredes y aún más inundan la repisa de la chimenea. Estas son fotos
de todas las personas que son más importantes en mi vida, y realmente hacen que
esto no sea solo una “sala de estar” sino una “sala familiar”.

Poniendo mis pies en el sofá, estudio mis uñas de los pies, que acabo de pintar
de color azul acero el otro día. De hecho, me doy cuenta con perezoso interés, que
combinan con mi sofá, que está decorado con un patrón floral de azules y amarillos.
Si bien tengo que usar ropa profesional durante el día, me gusta ponerme toques de
locura que no se pueden ver mientras estoy en modo consejera. Eso significa esmalte
de uñas de colores no convencionales y lencería traviesa, ninguno de los cuales es
visto por nadie más que yo en este momento. No es que me importe.

Me río mentalmente, preguntándome qué pensaría Brandon de mi esmalte de


uñas azul. Estoy bastante segura de que arrugaría la nariz ante eso, proclamando que
no es profesional.

Suspirando, apoyo la cabeza contra el cojín del sofá y cierro los ojos. Mi cita con
Brandon es mañana por la noche. Al menos, creo que es una cita. Quería aclarar eso
con él cuando me llamó por primera vez a principios de semana, pero luego lo olvidé
porque me había desviado durante la conversación por su encanto natural.

—¿Sutton? —Había escuchado la voz de Brandon cuando contesté mi teléfono, un poco


vacilante pero clara como una campana.

—¿Brandon? ¿Eres tú? —pregunté con incredulidad, porque en un millón de años no


había esperado su llamada.

—Sí —dijo exuberantemente—. Estaba viendo nuestra película anoche antes de irme a la

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cama, y me hizo sentir nostalgia, así que me dije a mí mismo cuando me desperté hoy que te
llamaría para ver cómo estabas.

¿Nuestra película? ¿Estaba viendo Zombieland y eso le hizo sentir nostalgia por mí?

—Entonces, dime lo que has estado haciendo con tu vida —me instó Brandon, y luego me
sorprendió cuando dijo—: Conociéndote, estoy seguro de que has tenido un gran éxito.

No puedo mentir… sus palabras de orgullo y confianza en mí son lo que me


distrajo. La forma en que sonaba tan feliz de escuchar mi voz, y la forma en que
había estado pensando en mí solo por ver una película. Es como si nuestro tiempo
separados se derritiera en la nada y charláramos como viejos amigos.

Sí, rápidamente habíamos caído en los viejos tiempos, hablando de esto y


aquello, y todas las cosas que cada uno de nosotros había estado haciendo durante el
último año mientras estábamos separados.

Sí, separados.

Brandon había sido el amor de mi vida… o eso había pensado. Nos conocimos
en nuestro primer año de universidad en la Universidad Estatal de Carolina del Norte
en un grupo de estudio de matemáticas al que él ayudó como tutor. Estaba en el
programa de ingeniería y era bastante brillante en matemáticas. Yo cursaba una
licenciatura en artes, sociología, y básicamente apestaba en matemáticas.
Brandon tardó menos de dos meses en pasar de tutor a amigo, a buen amigo, a
novio a amante. Hicimos clic de inmediato y pasamos mucho tiempo juntos. Había
una atracción mutua subyacente que se hacía cada vez más fuerte cuanto más tiempo
pasábamos juntos.

En nuestro segundo año, estábamos enamorados y haciendo planes para pasar


el resto de nuestras vidas juntos. Era todo lo que había deseado en un novio y un
posible esposo. Inteligente, amable, cariñoso, considerado, atento, exitoso,
honrado… todas las cosas que son opuestas a mi papá biológico.

La lista podría seguir y seguir. Brandon estaba formado por una larga lista de
virtudes encomiables y era tan fácil amarlo. Demonios, incluso cuando rompió
conmigo, fue jodidamente encomiable y adorable.

Ahora, había oído hablar del viejo discurso de “Quiero vivir mi vida” antes.
Incluso conocí a algunas chicas que lo habían sufrido. Sin embargo, nunca pensé que
sería yo quien lo recibiría. Y Brandon, cuando me lo explicó, me dijo que quería estar
con otras mujeres, lo hizo de una manera tan amable y cariñosa que yo asentía para
cuando terminó.

—Sutton… lo siento mucho por hacerte daño de esta manera —fueron las primeras 39
palabras que dijo Brandon después de dejarme.

Sostuvo mi rostro suavemente en sus manos para que lo mirara y él pudiera hacer lo
mismo.

Para poder medir la veracidad de sus palabras.

—Sin embargo, te amo y respeto demasiado como para engañarte. Nunca podría ir a tus
espaldas, así que quiero ser honesto contigo en cuanto a por qué estoy haciendo esto.

—¿Hice algo mal? —pregunté en voz baja, buscando en sus ojos la razón detrás de sus
locas acciones.

—Dios, no —dijo, con tanta ferocidad en su voz y convicción en sus ojos que no tuve más
remedio que creerle—. De hecho, apuesto a que esto puede ser lo más estúpido que he hecho en
mi vida, y estoy seguro de que eventualmente puede ser uno de mis mayores arrepentimientos,
pero no puedo seguir adelante contigo cuando tengo estas dudas y estas curiosidades.

Asentí estando de acuerdo con lo que estaba diciendo, porque tenía sentido la forma en que
me lo estaba exponiendo.
A veces, cuando pienso en ese día, solo tres semanas antes de graduarnos con
nuestra licenciatura, quiero retroceder en el tiempo y darme una bofetada en la nuca.
A veces pienso que debo haber sido la mayor perdedora al mirar a un hombre que
amaba, un hombre que estaba rompiendo conmigo, y estar agradecida y amarlo
mucho más por la forma en que lo hizo. Ni siquiera tuve un sentimiento amargo
contra él. Maldita sea, lo felicité por el gran trabajo que hizo.

Gah, era tan patética en ese entonces. Sin embargo, creo que he cambiado mucho
en el último año, en el buen sentido, y en gran parte gracias a que Brandon me rompió
el corazón.

Sí, Brandon sintió que para ser absolutamente honesto y sincero conmigo, tenía
que hacerme saber que estaba pensando en cómo sería estar con otras mujeres.

—Eres la mujer más increíble con la que he estado, Sutton —me había dicho, casi
rogándome que le creyera—. Pero últimamente, me pregunto todo el tiempo cómo sería estar
con otra persona.

—¿Sexualmente? —pregunté desconcertada, porque todavía estaba conmocionada por lo


que me estaba diciendo.
40
Estaba cabizbajo, casi avergonzado, y admitió:

—Sí… sexualmente. Quiero tener la libertad de tener sexo con otras mujeres. Quiero saber
si me estoy perdiendo algo.

Oh, cómo habían dolido esas palabras, cortando y desgarrando mi corazón. Sin
embargo, no lloré y no discutí con él, lo cual es extraño porque no soy una mujer
pasiva.

—No quiero hacerte daño, Sutton —dijo mientras nos sentábamos en mi dormitorio—.
Estoy preguntando si podemos tomarnos un descanso… explorar el mundo separados por un
tiempo, asegurarnos de que no tengamos dudas antes de casarnos y tener hijos.

Me pareció que tenía sentido. Parecía ser lo psicológicamente saludable que


hacer en ese momento, a pesar de que no tenía dudas sobre pasar mi vida con él. No
estaba mirando a otros hombres, preguntándome si sus pollas eran más grandes o si
eran mejores amantes. Bueno, está bien, eso no es exactamente cierto. Mi mejor
amiga y compañera de piso, Shelley, y yo a menudo chismeábamos y codiciamos
secretamente a los chicos calientes que veíamos en el campus. Todo era diversión,
así que, aunque podría haber mirado e imaginado, definitivamente nunca quise
actuar en consecuencia.
Entonces Brandon dijo que quería tomarse un descanso, aunque sin un período
de tiempo específico, y solo asentí en señal de acuerdo, aunque mi corazón estaba
roto. Confié en que si Brandon y yo estábamos destinados a estar juntos, sucedería
algún día.

Y ahora tal vez ese día estaba aquí. Brandon y yo nos íbamos a encontrar para
cenar mañana por la noche, porque dijo que quería hablar conmigo… ponerse al
día… contarme todas las cosas que habían estado sucediendo en su vida. Me había
sonado como si hubiera tenido una especie de epifanía y me hizo preguntarme si yo
era parte de eso.

Analizo mis sentimientos, preguntándome qué es lo que realmente pienso de que


Brandon vuelva a entrar en mi vida. No tengo una oleada de emoción como pensaba.
Tengo algo de curiosidad, seguro, pero ¿recuerdas ese corazón roto que tuve? Bueno,
se curó bastante rápido. No me senté y suspiré por Brandon. Seguí adelante con mi
vida y aunque tuve muchos días de angustia inquietante, Brandon se convirtió en un
buen recuerdo mucho más rápido de lo que hubiera creído posible si estuviera tan
enamorada de él y lista para pasar el resto de mi vida con él.

Traigo la imagen de Brandon a mi mente, tratando de reavivar algún tipo de


sentimiento. Cabello castaño claro, ojos castaños suaves, complexión delgada,
41
apenas un poco más alto que yo.

Intento recordar la última vez que hicimos el amor… cómo se sentía tenerlo
dentro de mí. Me viene una imagen, el rostro de Brandon metido en mi hombro, sus
caderas empujando y tirando mientras se desliza hacia adentro y hacia afuera. Se
sentía bien… siempre se sintió bien con Brandon. En mi memoria, deseo
mentalmente que Brandon levante su rostro, que me mire para poder tratar de
recordar lo que había en sus ojos la última vez que tuvimos intimidad, justo antes de
que rompiera conmigo.

Su cabeza se levanta, la barba incipiente de su barbilla raspa mi hombro. Da una


embestida extra fuerte de sus caderas, y me golpea un poco más fuerte.
Definitivamente no es el estilo de Brandon, pero encuentro que a mi cuerpo le gusta,
al menos en mi mente.

Saliendo y entrando aún más fuerte, Brandon levanta la cabeza mientras lo veo
por encima de mí. Cuando su rostro se revela por completo, me sorprende encontrar
ojos azules como el cristal mirándome y labios carnosos inclinados hacia arriba en
una sonrisa triunfante. Cabello negro enmarcando el rostro de un ángel mientras me
mira con ojos llenos de lujuria.
Alex Crossman dentro de mí, retirándose con un control exquisito, solo para
golpear con fuerza, provocando que un gemido salga de mi boca.

Mis ojos se abren de par en par, buscando la realidad. Observo una mancha de
agua en el techo justo encima de mí y trato de desterrar de mi mente todas las
fantasías de Alex Crossman. Mentalmente tomo un cepillo y lo froto con fuerza sobre
mi cerebro, tratando desesperadamente de recordar la imagen de Brandon, o Barney
el Dinosaurio, o niños enfermos y hambrientos. Cualquier cosa menos Alex
Crossman.

Cierro los ojos tentativamente de nuevo, y ese hermoso rostro todavía se cierne
sobre mí al frente y al centro, lo que hace que los latidos de mi corazón se aceleren.
Abro los ojos de nuevo y miro la mancha de agua, mordiendo mi labio inferior con
los dientes.

¿Qué diablos?

Sentándome en mi sofá, me acerco a mi mesa de café y agarro mi celular. Le


envío un mensaje de texto rápido a Shelley. Ella sigue siendo mi mejor amiga, y no
estoy segura de si es una tontería o no, pero en realidad es mi única buena amiga. De
hecho, soy una persona bastante introvertida y no me va bien en multitudes, por lo 42
que nunca fui el tipo de mujer que tenía un gran grupo de amigas. Pero cuatro años
como compañeras de dormitorio en la universidad y mi vínculo con Shelley se selló.
Incluso cuando se casó el verano pasado y se mudó a Pittsburgh, el vínculo ni siquiera
se pudo romper. Hablamos, nos enviamos mensajes y hablamos por Facebook varias
veces al día.

Mis dedos vuelan sobre la pantalla. Recuérdame de nuevo, ¿por qué Brandon no era
el amor de mi vida?

No espero mucho. Son casi las diez de la noche, pero sé que me responderá.

Porque no te excitó lo suficiente. Lo más que hiciste cuando él rompió contigo fue soltar un
fuerte suspiro y luego seguiste adelante.

Correcto, pienso para mí. No hubo una conexión tan profunda como pensaba.

Aun así, Brandon y yo pasamos cuatro años juntos. Eso es mucho tiempo, y en
esos cuatro años hicimos muchos, muchos recuerdos maravillosos. Éramos
compatibles de muchas maneras. Es algo que no puedo dejar de considerar, y tal vez
la segunda vez sea el encanto. Tal vez ambos hemos crecido de maneras que
agregarían profundidad y excitación a los vínculos existentes que teníamos.
Sí, definitivamente debería mantener la mente abierta sobre esto.

Le envío un mensaje de texto a Shelley. Gracias, cariño. Te quiero. Buenas noches.

Luego me voy a la cama y espero por Dios que Alex Crossman no protagonice
mis sueños. No sé si puedo manejar ese tipo de excitación.

43
Capítulo 5
Alex
Es domingo por la tarde y aquí estoy, una vez más sirviendo a la entera
disposición de Cold Fury. Meto el regalo de cumpleaños bajo mi brazo y empiezo a
caminar por el camino de entrada hacia la modesta casa de ladrillo de dos pisos de
nuestro entrenador, Leo Getts. Hoy es el cumpleaños de su hijo menor y todo el
equipo ha sido invitado.

Yo, sin embargo, tenía la orden de asistir. Recibí un correo electrónico el viernes
por la noche del entrenador que me decía que si no me presentaba, sería una multa
de $5,000. Ahora, esto solo me hizo querer sacar la barbilla y aceptar la multa, porque
no me gusta que intenten encarrilarme. Pero el problema era que Leo en verdad me
agrada. Es un entrenador maravilloso y ha hecho un trabajo increíble ayudándome 44
a superar algunas lesiones menores y mayores. Decidí que vendría a la fiesta hace
semanas cuando recibí la invitación por primera vez porque era lo menos que podía
hacer por Leo.

Así que le pedí a Cassie que me comprara un regalo para el niño hace un tiempo
y que lo envolviera, y a cambio le di un par de orgasmos. Fue un intercambio parejo.

Cassie quería venir a la fiesta conmigo, incluso había intentado convencerme


mientras la estaba follando por detrás, pero la follé más fuerte para que le resultara
más difícil hablar. De ninguna manera vendría a esta fiesta conmigo. Eso gritaba
demasiado a una cita o una relación, y nunca querría que ella pensara que tenía
derecho a eso de mí.

Este es el asunto con Cassie. Ella hablará por un lado de su boca, asegurándome
que todo se trata del sexo. No puedo decir cuántas veces me ha asegurado que no
tiene relaciones. Esto funcionó bien para mí, porque claro, yo tampoco tengo
relaciones. Nunca las he tenido, probablemente nunca lo haré. Pero luego por el otro
lado hablará, tratando de abrirse camino sutilmente en mi vida fuera del dormitorio.
Esa es la Cassie que no me gusta mucho.
Cuando conocí a Cassie en una fiesta de Cold Fury el año pasado, nos tomó solo
unos veinte minutos después de que nos presentaron para dejar la fiesta juntos,
regresar a su apartamento y follar como campeones toda la noche.

En ese sentido, era la mujer perfecta.

Excepto que ahora ha cambiado. Lo veo en sus ojos, lo escucho en sus palabras,
lo sé por sus acciones. Quiere sus garras en mí de forma permanente y últimamente
se ha vuelto fuerte. Es algo que necesito detener para que ella no crea que esto irá
más allá de la liberación orgásmica.

Acercándome a la casa, puedo escuchar los sonidos de los niños chillando y los
adultos riendo desde el patio trasero, así que ni siquiera me molesto con la puerta de
entrada, prefiero rodear la casa.

Cuando doy la vuelta al lado este, me detiene una pequeña bola naranja volando
hacia mi cabeza. Afortunadamente, mis reflejos son buenos y puedo agacharme con
bastante tiempo.

—Mierda… lo siento, Crossman. —Escucho y veo a mi compañero de equipo,


Sergei Annikov, parado allí con una sonrisa sin disculpas en su rostro. 45
Sostiene un pequeño palo de hockey de plástico, y veo a un niño de unos cinco
años parado contra el exterior de ladrillo de la casa. El niño lleva una máscara de
portero, vestido con un guante de portero y un palo.

Caminando unos pocos pasos, recojo la bola de plástico liviana del suelo y se la
arrojo a Sergei.

—No hay problema.

Sergei deja caer la pelota al césped y dice:

—Está bien, Darius, mantén la vista en el balón.

Poniendo el pequeño palo en el suelo, que se ve ridículamente minúsculo en sus


grandes manos, lanza la bola naranja suavemente hacia su hijo. Al menos, creo que
es su hijo. De hecho, no sé prácticamente nada sobre la mayoría de mis compañeros
de equipo.

El niño intenta levantar su guante para atrapar la pelota, pero rebota justo en la
punta y rebota en la pared de ladrillos detrás de él.
—Buen intento —dice Sergei en afirmación ante el intento del niño—. Casi lo
tienes.

Mi cabeza da vueltas y me siento mareado, un recuerdo se abre camino hasta mi


conciencia y trato desesperadamente de aplastarlo. Sin embargo, es demasiado fuerte
y me ataca con fuerza.

—Nunca me había sentido tan avergonzado —gruñó mi padre cuando nos detuvimos en
el camino de entrada. Sacó un pequeño frasco del interior de su chaqueta, girando enfadado la
tapa y bebiendo un gran trago de licor. Dejando el frasco a un lado, volvió sus ojos azul hielo
en mi dirección y me miró—. Prácticas. Vístete.

—Papá… es tarde y estoy cansado —me quejé.

Era algo que sabía que era mejor no decirlo, pero estaba tan cansado que no tenía ganas
de jugar más esta noche.

—Ponte tu maldito equipo y mete tu trasero holgazán en el camino de entrada —me gritó.

Suspirando, abrí la puerta del auto y me abrí camino hacia la casa. Ni siquiera me molesté
en ir más allá del vestíbulo, donde metí la mano en la bolsa de mi equipo, que había estado 46
cargando, y me puse las almohadillas, todavía mojadas por el sudor del juego que acababa de
jugar. No me molesté en ponerme mi camiseta, pero sí me puse el casco con la protección facial
completa. Seguro que necesitaba esa protección.

Mi hermano mayor, Cameron, asomó la cabeza por la puerta del vestíbulo y susurró:

—¿Mal juego?

Tenía quince años y a papá no le importaba que se quedara solo en casa mientras me
llevaba a mis partidos de hockey; Cam nunca deseaba venir a mirar.

—Supongo —respondí, aunque pensaba que había tenido un gran juego. Dos goles y una
asistencia—. Papá quiere hacer prácticas.

Cameron me miró fijamente, con ojos tristes. Me vio ponerme el casco, agarrar mi palo y
salir. No dijo nada más, no salió a mirar, no ofreció palabras de aliento. No había forma de
que pudieras pintar una buena imagen sobre lo que estaba a punto de suceder.

Cuando salí a nuestro camino de entrada, suavemente iluminado por las dos luces que
flanqueaban la puerta del garaje, mi padre ya tenía su palo en la mano y el camino de entrada
estaba lleno de discos de hockey. Señaló la posición que quería que tomara y fui a pararme
frente al garaje.
—¿Por qué estamos haciendo esto? —preguntó, su voz todavía teñida de ira.

—Porque me equivoqué —respondí inexpresivamente.

—¿Y cómo te equivocaste? —preguntó, jugando con uno de los discos en el suelo con la
hoja de su propio palo.

—No hice el sacrificio —dije con cansancio.

—No hiciste el puto sacrificio —afirmó, su voz llena de disgusto.

No importaba que su hijo marcara dos goles. No importaba que su hijo consiguiera una
asistencia. No importaba que su hijo fuera el mejor jugador del equipo. Ni siquiera importaba
que ganáramos el juego. Lo único que le importaba, en ese momento, era que cuando uno de
mis oponentes disparó un abrasador tiro al aire a nuestro portero, yo me aparté del camino para
que mi portero pudiera ver venir el disco. Estaba parado directamente frente a él, bloqueando
su vista.

Es cierto. Nunca se me pasó por la cabeza dejar que el disco me golpeara. Apuntaba en la
dirección general de mi muslo derecho y me hubiera dolido si me hubiera golpeado. Sin
embargo, el miedo a que me golpearan con el disco no influyó en mi decisión en una fracción de 47
segundo de tirar mi cuerpo fuera del camino. No, no le tenía miedo al dolor, porque Dios sabe
que me había vuelto casi inmune a él. Estaba pensando en nuestro portero y esperaba darle una
fracción de segundo de tiempo de reacción para hacer la parada.

Tomé una mala decisión. El disco pasó a mi lado, pasó por encima del guante de nuestro
portero porque no pudo verlo venir y entró directamente en la red. Si me hubiera quedado quieto,
dejando que el disco me golpeara, no estaría parado aquí preparándome para hacer prácticas.

—Creo que veinte deberían servir —dijo mi padre en voz baja—. No debes defender y
seguro que es mejor que no te apartes del camino.

Tragando saliva, agarré mi bastón con fuerza y traté de relajarme. Mi instinto natural iba
a ser tratar de desviar el disco cuando se cruzara en mi camino. Pero eso me habría valido un
castigo mayor.

Sí, castigo. Mi papá lo llamaba prácticas, pero era un castigo. Maldito abuso era
más parecido.

Hizo girar su palo hacia atrás, con las piernas agachadas. No importaba que hubiera
estado bebiendo. Mi papá había jugado en las ligas menores y sabía hacer un tiro al aire. La
hoja hizo contacto con el primer disco con un crujido resonante y se precipitó hacia mí, tan
rápido que pude escuchar el silbido contra el aire.
Cerré los ojos y apreté los dientes, dejando escapar un pequeño grito cuando golpeó en las
almohadillas de mi pecho. No fue exquisitamente doloroso, porque mi papá no tenía la fuerza
que solía tener, pero, lo que es más importante, la bebida lo había vuelto un poco torpe con su
lanzamiento. Pero aun así dolió como el infierno.

El siguiente disco vino inmediatamente después del primero y lo tomé en el muslo derecho.
Mi papá levantó los brazos en señal de victoria y gritó:

—¡Dispara y anota!

El cabrón estaba orgulloso de haber golpeado a su hijo de diez años en el muslo derecho,
exactamente donde habría recibido el disco esta noche si me hubiera quedado quieto.

Mi papá se estaba divirtiendo demasiado esta noche. Apostaba que veinte se convirtieron
en cincuenta antes de que todo estuviera dicho y hecho.

—¿Estás bien, Crossman? —Escucho a Sergei preguntar, casi como si estuviera


en algún tipo de túnel.

Sacudiendo mi cabeza un poco, miro a Sergei y él se enfoca. Su rostro está


preocupado y me pregunto cuánto tiempo estuve desconectado mientras hacía un 48
viaje por el carril de los recuerdos.

—Sí. Estoy bien —digo con brusquedad y paso junto a él y su hijo.

Al doblar la esquina de la casa, de inmediato asimilo el color y el sonido, todo


ello provocando que un momentáneo estallido de pánico brote dentro de mí. Los
niños corren por todas partes, gritando y riendo. Hay un payaso con el atuendo verde
lima más brillante y horrendo que he visto en mi vida. De hecho, me duelen los ojos
al mirarlo. Globos multicolores están atados a todo, flotando y balanceándose con la
brisa de principios de otoño. Música de rock clásica resuena a través de los altavoces
instalados en el patio, y el balbuceo de los adultos en la fiesta me golpea.

Respiro hondo y lo dejo salir lentamente. Ha pasado mucho tiempo desde que
tuve un recuerdo vívido como ese, y a menudo descubrí que un lugar tranquilo y
oscuro me ayuda a salir del terror del recuerdo. En cambio, he entrado en un maldito
circo lleno de tanto color y sonido que me siento desorientado y mareado.

Sin duda, ver a Sergei y su hijo me hizo retroceder en el tiempo, pero estaba
preparado para ello. De camino a la fiesta escuché un mensaje de voz de mi papá que
había dejado anoche. Vi su número en la pantalla de mi iPhone pero no respondí.
Nunca respondo cuando llama, pero eso no lo detiene. Él llama, cumple con su deber
y deja un mensaje de voz, luego no sabré nada de él hasta mi próximo juego.
Este correo de voz en particular se quejó de mis cambios de línea. Dijo que me
vi descuidado y lento saliendo de la banca, perdiendo unos segundos preciosos que
podrían ser perjudiciales para el equipo. Hice lo que siempre hago y borré el correo
de voz mientras la ira corría por mis venas. Se quedó conmigo, incluso mientras
caminaba hacia la casa de Leo.

—Ahí estás —ronronea Cassie desde atrás, y siento sus dedos deslizarse por la
parte de atrás de mi camisa. Si bien normalmente reprendería a Cassie por cualquier
tipo de exhibición pública, el mero hecho de que alguien que conozco me esté
tocando y hablándome me está ayudando a aterrizar un poco.

Sabía que Cassie estaría aquí. Ella está en todas las fiestas de Cold Fury con su
hermana y Kyle. No soporto a ese hijo de puta. Es un imbécil pomposo que cree que
el mundo fue construido para servirlo. Su esposa Allie es una perra y se enorgullece
de gastar todo el dinero de Kyle en cuanto lo gana. Sin embargo, no puedo sentir
pena por el tipo. Folla a espaldas de Allie cada vez que puede, presumiendo de ello
en el vestuario. Son una jodida farsa juntos, y lo peor es que tanto Allie como Kyle
tienen en la cabeza que Cassie y yo haríamos una hermosa pareja.

—Tan tenso —murmura Cassie mientras se para detrás de mí y me mata que su


voz y su tacto estén ayudando a calmarme. No quiero depender de ella, ni de nadie
49
para el caso, para ayudarme a luchar contra mis demonios. Pero especialmente ella
no. Nunca la veré como otra cosa que no sea una follada caliente y cuanto más
intenta ser de otra manera, más me enfada. Teníamos un entendimiento de cómo
eran las cosas entre nosotros, pero ahora ella está superando los límites que establecí
y no me gusta ni un poquito.

Respirando hondo otra vez, doy un paso hacia adelante y sus manos se apartan
de mi espalda. Volviéndome para mirarla, trato de hacerme apreciar algo, cualquier
cosa, en ella que me permita verla como algo más que una simple diversión.

No se me ocurre nada. No importa lo hermosa que sea o lo talentosa que sea su


boca, no veo nada dentro de esta mujer que pueda hacer una maldita cosa por mí
más que aliviar la presión sexual.

Ladeando la cabeza hacia mí, evalúa mi estado de ánimo.

—¿Qué pasa, Alexander? ¿No estás de humor para mí?

—Nunca estoy de humor para ti —gruño, esperando alejarla firmemente.

Ella solo se ríe de mí, ahumada y profunda, pasando la punta de un dedo por mi
pecho.
—Eso es mentira, Alex. Me necesitabas de rodillas hace solo unos días.

—Sí, bueno… no iba a decir que no a esos servicios ofrecidos gratuitamente.


Pero te habría pagado si eso fuera lo que hacía falta.

Se estremece por mi comentario hiriente y en lugar de hacerme sentir mejor, me


hace sentir peor. De repente me doy cuenta de que la razón por la que tolero tanto a
Cassie es porque sus sentimientos me han parecido indestructibles en el pasado. El
mero hecho de que ella siempre toma la mierda que le doy y mantiene una sonrisa
en su rostro alivia mi conciencia… hace que esté bien que follemos sin otras
condiciones y que yo sea un idiota al respecto.

Pero ahora hay un destello de dolor en su rostro y hace que se me revuelva el


estómago.

—Mira… te alcanzaré más tarde —le digo, haciendo que mi voz sea lo más suave
humanamente posible. Es un tono que probablemente nunca ha escuchado de mí
hasta ahora en esta jodida existencia en la que vivimos, y de inmediato me doy cuenta
de que cometí un gran error, porque ahora la esperanza llena sus ojos y me da una
sonrisa radiante.
50
Mierda, necesito cortar los lazos con esta chica para siempre. Es una relación
patética y ninguno de nosotros está obteniendo lo que realmente quiere. Ella quiere
un marido de hockey y yo quiero… quiero…

No sé qué demonios quiero, pero es claro que no una relación casual de solo sexo
con Cassie.

En ese momento, una imagen golpea mi cerebro y casi me tambaleo hacia atrás
por su gloriosa naturaleza.

Sutton Price, con su cabello cobrizo flotando alrededor y sus ojos color avellana
brillantes. Me sonríe y hace que el calor se arremoline en mis venas.

Parpadeando con fuerza, la aparto de mi mente. Esa chica, en definitiva, no tiene


ninguna razón para apoderarse de mi materia gris. No importa que por primera vez
en como… nunca, tuve una conversación natural con una mujer que se sentía
relajada y segura. No importa que por primera vez en definitivamente siempre,
compartí un detalle íntimo de mi vida con esa mujer, y ella no me lo tiró a la cara ni
trató de explotarlo. No, ella me miró con simpatía.

No, lástima.
Hay una diferencia y eso es inaceptable para mí.

—Dejemos esta fiesta —dice Cassie mientras da un paso hacia mí.

¿Ves? Es un gran error haberle mostrado siquiera una pizca de bondad.

Doy un paso atrás, a punto de recordarle lo desagradable que puedo ser, cuando
alguien me mete una cerveza debajo de la nariz y dice:

—Ten, hombre, parece que te vendría bien una.

Mi mano se levanta y agarra la botella helada, volviéndome para ver a mi nuevo


compañero de línea y extremo derecho, Garrett Samuelson. Acaba de ser transferido
a Cold Fury y jugó en su primer juego con nosotros anoche. Ni siquiera había tenido
la oportunidad de hablar con él, aparte de decir “Buen trabajo” cuando marcó un gol
con un pase mío.

—Gracias —le digo y tomo un sorbo.

—¿Te importa si hablamos? —pregunta, justo cuando le lanza una mirada de


disculpa a Cassie. 51
—Claro —digo vacilante, porque no tengo ni idea de por qué quiere hablar
conmigo.

Mis demás compañeros de equipo saben que deben mantenerse fuera de mi


camino, porque soy un bastardo malhumorado, pero Garrett aún no ha tenido
tiempo de aclimatarse.

Así que haré la excepción y le prestaré un poco de atención, sobre todo porque
me aleja de Cassie. Estoy seguro de que después de cinco minutos, sin embargo,
correrá para alejarse de mí. Volviéndome hacia Cassie, le entrego el regalo de
cumpleaños. No tengo ni idea de qué es, ni me importa. Me lo quita sin decir una
palabra y estoy seguro de que se lo comunicará al hijo de Leo. Dándole la espalda,
sigo a Garrett a través del patio trasero.

Me lleva a un par de sillas vacías bajo un enorme árbol de sombra, lejos de los
niños que gritan y la música a todo volumen.

—Entonces —dice mientras se sienta—. ¿Qué tan tonta es esta fiesta?

—Bastante jodidamente tonta —concuerdo y tomo un trago saludable de mi


cerveza mientras observo a mi compañero de equipo.
Me sorprende con sus palabras. La mayoría de los miembros del equipo se
apoyan mucho unos a otros, e incluso si pensaran que era una tontería ir a la fiesta
de cumpleaños de un niño, nunca expresarían esos pensamientos en voz alta. Parece
que el señor Samuelson puede ser un poco rebelde.

—Parecía que necesitabas ser rescatado allí —dice, señalando con la cabeza
hacia donde Cassie está ahora junto a Allie, hablando de Dios sabe qué—. Pero si
no, mis disculpas, hombre, por arruinar tu juego.

No puedo evitar la risa que sale de mi boca, negando con la cabeza.

—Nah… me hiciste un favor. Ella puede ser un poco pegajosa.

—Excelente. Ahora me he congraciado contigo —dice Garrett riendo y golpea


su botella de cerveza contra la mía—. Hermanos antes que putas.

—Entonces, ¿cuál es tu historia? —le pregunto, sin importarme realmente, pero


sintiendo la necesidad de llenar el silencio.

—Sin historia. Me encanta jugar al hockey, me encanta follar con mujeres, me


encanta gastar mi dinero. Soy un tipo bastante sencillo. 52
Había escuchado algunos rumores sobre Samuelson cuando llegó la noticia de
que se uniría al equipo. Supuestamente es todo un mujeriego, y lo digo en serio, las
mujeres lo adoran. Al parecer, no solo por su buena apariencia, estatus de celebridad
y dinero, supuestamente es un héroe de libros románticos de hoy en día. Pero nunca
tiene a la misma mujer en su brazo más de una o tal vez dos noches seguidas, y
aunque supuestamente las trata como si fueran oro, se aburre fácilmente. Parece que
los rumores deben ser ciertos.

—Oye, hombre, ¿quieres salir de aquí, ir a tomar unas cervezas en algún lugar y
jugar al billar o algo así? —pregunta Garrett.

Mis ojos se deslizan de nuevo hacia Cassie y ella me mira con un hambre apenas
disfrazada. No hambre sexual… hambre de relación, y eso me pone los pelos de
punta.

Volviéndome hacia Garrett, digo:

—Claro. Estoy listo para largarme.


Capítulo 6
Sutton
Entro en la sección 110 de la arena de hockey de Cold Fury y mi primera visión
del interior me aturde por un momento. La pista de hielo se encuentra muy por
debajo de mí, los escalones que conducen a ella parecen alargarse una eternidad.
Todos los jugadores están patinando sobre el hielo y parece que están haciendo tiros
de práctica en las redes de cada extremo. Investigué un poco en línea antes de venir
al juego esta noche, y una de las primeras cosas que aprendí era que los colores del
equipo son el negro y el plateado. Más precisamente, sus camisetas son negras con
un tornado plateado nevado y arremolinado que se mueve por el frente. La palabra
Carolina está encima del tornado, y las palabras Cold Fury debajo, en negro
delineadas con ribetes plateados y blancos.
53
Para parecer una aficionada, seguí adelante y usé un simple suéter de cuello alto
negro con grandes aros de plata y un grueso collar de plata esterlina. Daba el perfil,
pero no lo sentía. No sé nada sobre el hockey y me pregunto ¿por qué estoy aquí?

Oh, sí, sé por qué. Porque ese idiota de Alex Crossman canceló nuestra reunión
esta mañana sin una buena excusa, pero luego envió un boleto para el juego de esta
noche junto con una nota de que nos encontraríamos después. Tenía la intención de
no venir, pero tres cosas me convencieron. Primero, le prometí a Glenn que le
conseguiría un autógrafo y me imagino que la mejor posibilidad es ser amable con el
bastardo irritante. En segundo lugar, en cierto modo, algo así, está bien… Realmente
me gustaría aprender sobre este juego. A Glenn le encanta Cold Fury y algunos de
mis amigos ven hockey, así que probablemente sea hora de que me suba al tren.
Finalmente, me muero por impulsar nuestro programa de divulgación y no puedo
hacerlo sin la participación de Alex.

Mirando mi boleto, veo que mi asiento está en la Fila A, número cinco para ser
exactos. Echando un vistazo a la fila de asientos junto a mí en la parte superior de la
sección 110, noto que comienzan en ZZ, por lo que parece que tendré que hacer el
largo descenso hacia la pista de hielo. Me pregunto si hará frío allá abajo y espero
que el blazer de cuero negro que me puse sobre el cuello alto sea suficiente.
Antes de hacer mi descenso, saco mi teléfono y me registro usando Facebook.
Tomo una foto rápida de la arena y publico: En mi primer juego de hockey… ¡maldita
sea, hace frío aquí!

Estoy segura que para cuando llegue a mi asiento, Shelley habrá visto esto y
habrá respondido. Probablemente con algún comentario pervertido acerca de que
mis pezones se están poniendo duros, lo que me hace reír para mis adentros. Dios,
extraño tenerla aquí y no sé qué haría sin la capacidad de hablar con ella todos los
días a través de medios digitales.

Mientras camino hacia la Fila A, no puedo evitar emocionarme por la energía


que zumba a mi alrededor. Las gradas están llenas y creo que leí en línea que este
estadio tiene capacidad para diecinueve mil personas y es el estadio más ruidoso de
la liga. La música rock fuerte resuena por los parlantes y los fanáticos gritan,
sosteniendo carteles y ondeando banderas mientras los jugadores hacen los
calentamientos. Solo me toma un momento darme cuenta de que mi asiento está casi
directamente detrás de la red del portero, y sí, también supe en línea que había una
red de portero, y que Cold Fury se está calentando en este extremo.

Entro en mi fila, pasando junto a una familia de cuatro… mamá, papá y dos
niños pequeños, todos ataviados con camisetas de Cold Fury. Mi asiento es el
54
siguiente, y a la izquierda se sienta una mujer joven que parece tener mi edad.
También lleva una camiseta de Cold Fury, aunque la suya es blanca con el mismo
logotipo de tornado y letras negras. Lleva una cerveza en una mano y un pompón
plateado y negro en la otra.

Cuando me siento, la chica, una rubia de cabello largo, rizado y hermoso, me


ofrece una cálida sonrisa y luego le grita a uno de los jugadores cuando pasan
patinando, a menos de un metro de nuestros asientos al otro lado del vidrio.

—Oh, Dios mío —exclama mientras me golpea con fuerza en el hombro con el
suyo y un poco de cerveza de su vaso se derrama sobre el piso de concreto—. Ese era
Garrett Samuelson. Es tan jodidamente sexy.

Echando un vistazo al hielo, veo al jugador del que está hablando y realmente
está sexy. Ninguno de los jugadores tiene sus cascos en este momento; él tiene el
cabello castaño oscuro que cae hacia abajo hasta más allá de su cincelada línea de la
mandíbula y puedo ver sus ojos verdes brillando intensamente. La chica grita más
fuerte hacia la pista de hielo: “¡Cásate conmigo, Garrett!” y empiezo a poner los ojos
en blanco ante un intento tan patético de llamar su atención.
Sin embargo, para mi sorpresa, los ojos de Garrett siguen el rastro de su grito y
se posan en ella. Él le da un destello de dientes blancos y le lanza un beso, y lo juro,
casi se cae al suelo desmayándose.

—Oh, Dios mío… ¿viste eso? Me lanzó un beso —chilla y tengo que resistir el
impulso de meter mis dedos en mis oídos para amortiguar el terrible ruido que está
haciendo.

El jugador de hockey sexy se aleja patinando y la chica se vuelve hacia mí.

—Hola, soy Monica. Estoy tan contenta de tener otra fanática de Cold Fury en
ese asiento. La mayoría de las veces nos quedamos atrapados con un fanático del
otro equipo y eso es una mierda.

—Uh… hola —digo sin convicción—. Soy Sutton.

—¿Sutton? Oh, me encanta ese nombre. Entonces, ¿quién es tu jugador favorito?

—Um… honestamente, no lo sé. Este es mi primer juego.

El rostro de Monica cae por un segundo y me mira con la mandíbula colgando. 55


—Estás bromeando, ¿verdad?

—No. De hecho, realmente no sé nada sobre hockey.

Parpadea un momento, y creo que podría estar preparándose para llamar a un


acomodador para que me saque, pero luego me da una sonrisa radiante y mientras
me señala grita a todo pulmón:

—¡Virgen del hockey!

Todos en un radio de seis metros me miran y solo quiero hundirme en mi asiento


y morir.

Entonces Monica pone su brazo alrededor de mis hombros y aprieta.

—No te preocupes. Te lo enseñaré todo. Serás una profesional al final del juego.

En ese momento, un golpeteo llama nuestra atención y nos volvemos hacia el


hielo. Siento que el cuerpo de Monica se congela junto al mío mientras nuestros ojos
se elevan hacia el jugador que está al otro lado del cristal, golpeando el extremo de
su palo contra él para llamar nuestra atención.
De acuerdo, ese sí que es jodidamente sexy.

Alex se para allí, su cabello un poco sudoroso alrededor de sus sienes, pero por
lo demás luciendo como un dios del sexo mirándome. Sus ojos azules están atentos
mientras me acarician, y siento mi respiración fallar dentro de mis pulmones. Es
absolutamente hermoso, haciendo que ese otro tipo, Garrett, parezca un marginado.

Dándome una pequeña sonrisa, Alex me guiña un ojo y luego se aleja patinando.
Lo miro fijamente, notando que el número en su camiseta es el 67 y me pregunto si
tiene algún significado.

—Santo cielo, chica. —Monica jadea como si no pudiera respirar—. Alex


Crossman acaba de follarte con los ojos frente a toda la arena.

—¿Qué? —prácticamente grito cuando sus palabras penetran en mi nebuloso


cerebro—. De ninguna manera.

—Sí, así es —murmura apreciativamente—. Podrías follártelo si quisieras.


Quiero decir, puede que sea el MVP de este equipo, pero yo lo haría en un santiamén.

—¿MVP? —pregunto sin convicción, porque no tengo ni idea de lo que eso 56


significa.

—El Más Valioso Pendejo —dice con total naturalidad—. Es un completo idiota
con los fanáticos. Se rumorea que también es un idiota con su equipo. Pero Dios, es
como el jugador más sexy de toda la liga, así que definitivamente podría pasarlo por
alto.

—Eh —es todo lo que puedo responder, mientras mis ojos encuentran a Alex de
nuevo y lo veo calentar.

Es fluidamente elegante en sus patines, su cabello volando detrás de él mientras


pasa a toda velocidad una vez más. No vuelve a mirarme, pero eso está bien para mí.
No puedo permitirme ser golpeada continuamente en la cabeza por su magnificencia,
particularmente con Monica sentada a mi lado lista para tener un ataque cada vez
que un jugador mira en nuestra dirección.

Finalmente, terminan los calentamientos, se toca el himno nacional y luego


comienza el juego.

Y estoy jodidamente enganchada.


Me siento en el borde de mi asiento todo el tiempo, mis ojos absorbiendo
hambrientos la acción. Es un juego superrápido y, a veces, me cuesta incluso seguir
el disco. La primera vez que Cold Fury anota, ni siquiera me doy cuenta de que el
disco ha entrado en la red, y no tengo ni idea de que es Alex quien efectivamente
anota. La única razón por la que llegué a descubrirlo es que Monica está gritando
que quiere tener sus bebés.

Si bien Monica pasa gran parte del juego gritándome al oído y gritándole
obscenidades a los jugadores del otro equipo, también se toma el tiempo para
explicarme el juego cuando puede. Ahora al menos entiendo lo que significa fuera
de juego y estoy empezando a entender el concepto de juego de poder. Todavía no
entiendo las sanciones, y con toda certeza no entiendo por qué se te permite pelear
en un juego que te penaliza por hacerlo, pero es emocionante ver cómo uno de los
jugadores de Cold Fury se quita los guantes y se enfrenta con un oponente en medio
del hielo. Los fanáticos se vuelven locos cuando comienza la pelea, poniéndose de
pie.

Y aunque tengo muchas ganas de ver la acción de la pelea, mis ojos no pueden
evitar vagar hacia Alex, que está sentado en la banca. Ni siquiera está viendo a su
compañero de equipo darle una paliza al otro jugador, sino que parece estar mirando
su regazo, completamente desinteresado en la pelea.
57
Aparto mis ojos de él, porque la tristeza brota dentro de mí cuando recuerdo
cómo me había dicho que odiaba jugar al hockey. Me duele demasiado mirarlo y
luego pensar que, aunque sea un idiota, puede tener una muy buena razón para serlo.
La sola idea me da ganas de envolverlo en un abrazo y calmar su dolor.

El juego pasa en un borrón, y mucho antes de que suene el timbre final y Cold
Fury esté a punto de celebrar una victoria por 4-2 sobre el otro equipo, estoy
oficialmente obsesionada con este deporte. Paso unos momentos saltando arriba y
abajo con Monica, nos abrazamos emocionadas por la victoria.

Muchos de los fanáticos comienzan a irse mientras algunos permanecen en sus


asientos, pero antes de que pueda preguntarle a Monica por qué, escucho la voz del
locutor venir por el altavoz.

El jugador más valioso del juego de esta noche, con dos goles y tres asistencias: el número
sesenta y siete, Alexander Crossman.

Los ventiladores estallan y veo a Alex salir al hielo y patinar lentamente


alrededor de la mitad inferior de la pista más cercana a nuestros asientos. Se ha
quitado el casco y tiene el cabello empapado. Patina sosteniendo su bastón en alto
en el aire saludando a los fanáticos y se vuelven locos por ello.
Cuando se acerca al cristal de nuestros asientos, aplaudo exuberantemente y
Monica vuelve a ofrecerle sus ovarios. Alex tiene la cabeza inclinada hacia arriba,
mirando a los fanáticos en las secciones sobre la nuestra, pero cuando llega a donde
estoy sentada, se detiene al otro lado del vidrio y lleva su mirada hacia la mía.

Monica chilla a mi lado, pero no me vuelvo para mirarla. Mis ojos están clavados
en los de Alex.

Me pronuncia las palabras ¿Treinta minutos? mientras señala un reloj imaginario


en su muñeca.

Asiento y él sostiene mi mirada un momento más, luego se aleja para completar


su vuelta y regresar al vestuario.

—Oh, perra —chilla Monica mientras me envuelve en un abrazo sofocante—.


Vas a ligarte a Alex Crossman. Estoy tan celosa.

—No, no lo haré —niego de inmediato—. Me reuniré con él en Hoolihan’s al


otro lado de la calle. Es una reunión de negocios.

Monica me mira con escepticismo. 58


—¿Reunión de negocios?

—Sí, estamos trabajando juntos en un programa de divulgación antidrogas. Me


dio el boleto para el juego, pero nos reuniremos solo por negocios.

Los ojos de Monica se iluminan a la vez que sus brazos se levantan,


empujándome para que salga del pasillo.

—Perfecto. Entonces puedes ponerme en contacto con él.

—¿Qué? Espera. No —protesté, volviendo la cabeza por encima de mi hombro,


incluso cuando Monica comienza a empujarme escaleras arriba—. Tengo una
reunión de negocios a la que asistir. No puedes venir. No voy a hacer que ligues con
él.

—Claro que lo estás —dice Monica, pisoteando toda mi justa indignación y


dándome otro empujón en la parte baja de la espalda para acelerar el paso—. Es lo
mínimo que puedes hacer después de que te enseñé todo sobre el juego.

Con un suspiro, me muevo un poco más rápido, preguntándome si puedo


comenzar a correr y perder a mi nueva sombra. Sin embargo, no importaría. Sin
pensarlo, le dije dónde me iba a encontrar con Alex, así que sé que solo aparecerá
llueva, truene o relampaguee.

Oh, bueno. Tal vez pueda hacer una presentación rápida, se enamorarán
instantáneamente e intercambiarán números de teléfono y luego podremos ponernos
manos a la obra.

Excepto… el solo hecho de pensar en Alex ligándose con Monica me hace gruñir
y me pregunto por qué. El tipo no ha sido más que un idiota conmigo. Claro, me ha
dado algunas miradas intensas y es como el espécimen más perfecto de hombre que
he visto en mi vida, pero eso por sí solo no debería hacerme sentir nada por él.

Además, necesito concentrarme en si realmente me quedan sentimientos por


Brandon a partir de los cuales podríamos construir algo nuevamente. La cena de la
otra noche fue agradable. Pasamos mucho tiempo poniéndonos al día sobre la vida
del otro, y la conversación fue ligera.

—Entonces, cuéntame sobre el trabajo que estás haciendo en el centro de crisis —había
dicho Brandon entre bocados del rollo de atún picante que estábamos compartiendo.

—Es realmente gratificante —le dije después de un sorbo de sake caliente—. El centro 59
ofrece asesoramiento gratuito para personas de bajos ingresos. Por supuesto, adoro a los niños
con los que trabajo.

—Claro que los adoras —dijo con una sonrisa afectuosa—. Es tu pasión.

Él me conoce… sabe todo sobre mi padre y lo que me impulsa a hacer lo que


hago. No teníamos secretos entre nosotros cuando estábamos juntos.

—¿Estás saliendo con alguien ahora? —preguntó casualmente, sin revelar nada sobre si
mi respuesta era importante o no.

Negando con mi cabeza, le dije:

—No. ¿Tú?

—Completamente soltero —me confirmó, un hecho que no provocó que un torrente de


placer me recorriera. De hecho, no sentí mucho en respuesta a su revelación.

No hablamos de nuestra relación, o la falta de una, pero al final de la noche,


Brandon me dio un cálido beso en la frente justo antes de abrazarme y me invitó a
salir de nuevo, a lo que dije que sí.
No tengo ni idea de lo que significa. En la cena, esperé ser golpeada por una
oleada de cálidos sentimientos basados en años de maravillosos recuerdos. En
cambio, no sentí mucho al final de la velada más que un cariño general por Brandon.
Fue mi primer amor, y sé que fue amor. Pero no estoy segura de que fuera el tipo de
amor que estaba destinado a durar a través del tiempo. Creo que tal vez fue más un
tipo de cosa de “amor juvenil”. Eso seguramente explicaría la forma en que lo superé
con bastante rapidez y por qué no me llena de alegría volver a ponerme en contacto
con él.

Por lo tanto, no tengo los sentimientos más fuertes por Brandon, pero
definitivamente no debería tener ningún sentimiento por Alex Crossman. No solo era
un pendejo, el más valioso, si hay que creer en los rumores, sino que podría tener la
oportunidad de reconectarme con un alma gemela perdida. De ninguna manera voy
a arruinar eso por un estúpido enamoramiento de celebridad.

No es un enamoramiento.

Una apreciación definitiva de la especie masculina, pero no un enamoramiento, me


corrijo.

Con Monica empujándome todo el camino, salimos de la arena y llegamos a 60


Hoolihan’s en diez minutos. Podemos conseguir una cabina en la parte de atrás y
pedir bebidas, a pesar de la gran multitud que ha llegado después del juego. Monica
está bebiendo una cerveza, yo un té dulce, esperando pacientemente a que aparezca
Alex.

—Entonces, ¿cuánto tiempo hace que conoces a Alex? —pregunta Monica,


volviendo la cabeza cada dos minutos hacia la puerta para ver si entra.

—Solo pocos días. Esta es apenas nuestra segunda reunión —le digo mientras
bebo mi té.

—No puedo creer que no vayas a golpear eso —dice maravillada—. ¿Ya tienes
un novio?

—No. Sí. Quiero decir, tal vez. Volví a ponerme en contacto con un antiguo
novio recientemente y estamos resolviendo las cosas.

—Ah —dice comprendiendo—. ¿Primer amor?

—Primero y único —le digo en voz baja—. Hemos estado en un descanso


durante el último año.
—Bueno, suerte para mí porque te juro que pensé que Alex te llevaría a casa esta
noche. Por la forma en que te miró desde el hielo.

—No me miró desde el hielo. Solo esa vez para saludarme y reconocerme —digo
con exasperación.

—Chica, o estás completamente despistada o estás completamente ciega —dice


mientras frota su dedo a lo largo del borde de su vaso de pinta.

—¿Qué quieres decir? —pregunto con escepticismo.

—Ese chico no podía apartar los ojos de ti. Te miraba cada vez que pasaba
patinando y la mitad del tiempo que estuvo en la banca siguió mirándote.

—Te equivocas —le digo con confianza.

Además, estaba viendo a Alex durante el juego. No me miró en absoluto.

Excepto… las únicas veces que lo estuve mirando fue cuando tenía el disco, y
además, no había forma de que pudiera mirarme porque estaba concentrado en la
jugada. Pero no lo miré más allá de eso. Seguí el disco y el juego, ni siquiera pensé 61
en mirar a Alex de la forma en que aparentemente lo estaba Monica.

—Hazte a un lado.

Escucho al hombre de mis pensamientos incluso antes de verlo, ya que he estado


mirando fijamente mi té dulce. Levantando la cabeza, veo a Alex de pie allí con un
traje gris oscuro combinado con una camisa blanca de negocios abierta en el cuello.
Supongo que se viste elegante para los días de juego, pero debe haber renunciado a
ponerse la corbata.

Es absolutamente espléndido, y mi lengua parece estar atada en un nudo dentro


de mi boca. Solo me mira fijamente, sus cejas arqueadas.

—Hazte a un lado, Sutton —repite, una pequeña sonrisa adornando sus labios.

—Oh, claro —digo, mi cerebro comienza a mover sus engranajes de nuevo.

Empujando mi bolso a un lado y tomando mi té, me acerco a la pared de la


cabina mientras Alex se desliza a mi lado.

Es un tipo enorme e incluso conmigo presionada todo lo que puedo, su pierna se


apoya cálidamente contra la mía, lo que hace que los latidos de mi corazón
comiencen a golpear con fuerza.
Alex me mira un momento más, luego gira la cabeza y mira a Monica al otro
lado de la mesa.

—¿Y quién es esta? —me pregunta, incluso mientras sostiene su mano sobre la
mesa para Monica.

Ella estrecha su mano y se ríe, enredando su cabello alrededor de la punta de su


dedo libre.

—Esta es Monica —murmuro—. La conocí en el juego.

—Así es —dice Alex con suavidad—. Estabas sentada al lado de Sutton. Es


difícil no notarlo.

Quiero poner mis ojos en blanco y hacer un movimiento de arcadas con el dedo
índice en mi boca, pero sí, eso pasó de moda en tercer grado, así que cierro los labios
con fuerza y miro mi té mientras Alex y Mónica charlan un poco.

62
Capítulo 7
Alex
La pierna de Sutton se siente jodidamente increíble presionada contra la mía y
por más que lo intento no puedo entender por qué.

Por otra parte, no puedo entender muchas cosas sobre esta mujer. Por ejemplo,
¿por qué le envié solo un boleto para el juego? Si soy sincero conmigo mismo, es
porque me dijo que tenía una cita la otra noche y no quería que trajera a otro chico.

O, ¿por qué me vi obligado a prestarle más atención durante el juego a ella que
al juego en sí? Quizás tuvo algo que ver con la primera vez que la vi esta noche,
bajando las escaleras hacia su asiento. Sabía exactamente dónde estaría sentada y
pensé que la vería en algún momento. 63
No pensé que habría una atracción mágica y magnética de mis ojos que me hizo
mirar hacia la escalera que dividía las secciones 110 y 111 a medida que ella bajaba.

Se veía increíble, vestida con un ajustado suéter negro, con su reluciente cabello
rojo brillando como un faro. Sus ojos estaban muy abiertos mientras miraba a su
alrededor, contemplando lo que era su primer juego de hockey. Casi podía imaginar
que estaría sintiendo la emoción de los fanáticos gritando y el ritmo bajo de la música
rock dentro de su pecho. De hecho, me dio un instante de emoción, saber que
probablemente estaba en una sobrecarga sensorial mientras contemplaba las vistas y
los olores de su primer evento de hockey profesional.

Casi me hace caer de rodillas cuando me di cuenta de que era la primera vez,
probablemente desde que era adolescente, que algo sobre un juego de hockey había
provocado una oleada casi vertiginosa dentro de mí. Traté de contener el
sentimiento, traté de dejar que se filtrara en mis sentidos, pero fue fugaz y luego
desapareció.

Luego me conformé con mirar a Sutton cada vez que podía echar un vistazo. No
esperaba que sus ojos estuvieran sobre mí todo el tiempo y, tal como esperaba, se
sumergió en la acción. Estaba al borde de su asiento o se ponía de pie para gritar
vítores, a menudo saltando arriba y abajo con una rubia, sus brazos envueltos una
alrededor de la otra.

No estaba feliz de ver a dicha rubia sentada en nuestra mesa cuando llegué a
Hoolihan’s. De hecho, tenía muchas ganas de hablar a solas con Sutton. Quiero
decir, sabía que solo se trataría de negocios, pero joder si ella no ha estado plagando
mis pensamientos los últimos días, y sé que hay algo en esta chica a lo que debo
prestarle atención. Un instinto, por así decirlo.

Había algo bueno en que Marissa… Melinda… no, espera, Monica se uniera a
nosotros. Significó que podía deslizarme en la cabina junto a Sutton y disfrutar de la
calidez de su toque contra mí mientras yo resistía dolorosamente el coqueteo que
Monica estaba repartiendo.

Echando un vistazo a Sutton, veo que sacó su iPhone de su bolso y parece estar
leyendo un mensaje de texto. Claramente la estamos aburriendo y no me gusta que
no me preste atención.

—¿Qué te pareció el juego, Sutton? —le pregunto, notando que se estremece un


poco cuando escucha su nombre.
64
Dejando su teléfono, dice:

—Fue increíble. Desafortunadamente, estoy enganchada.

—Puedo conseguirte entradas en cualquier momento que las desees —le digo—
. Ese asiento en particular si te gusta.

—Oh, eso sería increíble —chilla Monica de alegría, aplaudiendo.

Ni siquiera le echo una mirada, pero mantengo mis ojos enfocados en Sutton,
reprimiendo una risa por la forma en que se estremece cuando ese sonido profano
sale de la boca de Monica.

—Me encantaría —dice Sutton—, aunque me encantaría traer a mi hermano


pequeño alguna vez.

—Puedo conseguirte dos boletos en cualquier momento. Házmelo saber —le


digo y me ciega la sonrisa que me da.

—Gracias —dice—. Eso es muy amable.


Sí… yo y amable, eso no suena bien juntos, pero si puedo hacer que me sonría
así solo por ofrecer un par de boletos de hockey, seguiré haciéndolo.

—Oh. Dios. Mío —dice Monica dramáticamente, y tanto Sutton como yo


dirigimos nuestras miradas a través de la mesa hacia ella—. No puedo creer que haya
estado sentada aquí todo este tiempo y ni siquiera le he pedido un autógrafo a Alex.

Me mira con expectativa, pero no estoy seguro de qué espera que haga. ¿Sacar
papel y bolígrafo de la nada? Siento que Sutton se mueve a mi lado y la veo hurgando
en su bolso. Saca una pequeña libreta de papel y un bolígrafo y los empuja a través
de la mesa hacia mí.

—Yupi —chilla Monica de nuevo, y esta vez soy yo quien hace una mueca.
Luego se inclina sobre la mesa y dice—: Y no me opondría a que pusieras tu número
allí también.

Está bien, eso es incómodo, pero le doy una sonrisa de reprimenda mientras
rápidamente garabateo mi nombre y número, es decir, número de camiseta, en la
libreta de papel.

—Ya, ya, Monica, guarda el coqueteo pesado para otro momento. Sutton y yo 65
tenemos asuntos que discutir.

—Oh —dice ella, su voz pequeña y en un hilillo.

Gracias a Dios los chillidos parecen haber terminado por ahora.

Arranco el papel, se lo entrego a Mónica a través de la mesa y lo arranca con


avidez de mi agarre, sus ojos vagando sobre mi firma como si fuera un buen trozo de
carne o algo así.

En serio, mujer, es solo un poco de tinta en un papel.

Monica mete el papel en su propio bolso y luego vuelve su mirada hacia nosotros,
moviendo sus ojos entre Sutton y yo. Le devolvemos la mirada, ninguno de los dos
dice una palabra hasta que un silencio pesado e incómodo se interpone entre
nosotros.

—Odio hacer esto, Monica, pero ¿puedes disculparnos ahora? Realmente


tenemos algunos asuntos importantes que discutir y me estoy quedando sin tiempo
—digo finalmente.
La boca de Monica se abre, decepción prácticamente rezuma por sus poros. Pero
luego pone rígida un poco la columna, dándose cuenta de que efectivamente ha sido
echada de nuestra presencia.

—Monica… fue un placer conocerte esta noche —dice Sutton amablemente—.


Y espero volver a sentarme a tu lado durante un juego.

—Claro —dice Monica mientras se desliza fuera de la cabina, mirando a Sutton


brevemente y luego volviendo su mirada hacia mí—. Me quedaré pasando el rato en
el bar si terminas y quieres tomar una copa o algo, ¿de acuerdo?

—Lo siento, pero me reuniré con algunos compañeros de equipo un poco más
tarde y tengo que irme pronto —le digo, lo cual es una completa mentira que no
siento remordimiento en decir, y finalmente entiende el indicio de que no estoy
interesado.

Asiente y gira sobre sus talones, abriéndose paso entre la multitud hasta que su
cabello rubio rizado ya no es visible.

Respiro hondo, lo dejo salir y digo:


66
—Vaya. Simplemente vaya.

Sutton se ríe y me doy la vuelta para mirarla.

—Lo siento. Dejé que se me escapara a donde iba después del juego y no me
dejó en paz.

—No hay problema. Se ha ido ahora.

—¿Quieres pasar al otro lado de la mesa? —me pregunta, sus ojos color avellana
luciendo casi de un verde intenso en la luz ambiental.

Ciertamente no quiero pasarme al otro lado, ya lamentándome por la pérdida de


su toque contra mí, pero sería una tontería sentarse uno al lado del otro en esta cabina
y tratar de discutir la campaña antidrogas. Así que me deslizo hacia afuera, me quito
el abrigo del traje y lo arrojo en el asiento opuesto a Sutton antes de deslizarme detrás
de él.

Cuando estoy frente a ella, coloca sus manos sobre la mesa y empuja el bloc de
papel a través de la mesa hacia mí. Sutton asiente con la cabeza y dice:

—¿Puedes darme un autógrafo para mi hermano pequeño?


—No —le digo, empujando la libreta hacia ella.

Esos ojos ahora se iluminan, volviéndose dorados cuando la ira los atraviesa.

—Oh, ¿le darás un autógrafo a una mujer sexy que dormirá feliz contigo esta
noche, pero no a un niño pequeño? —me gruñe.

Riendo, levanto mis manos en defensa propia.

—Tranquila, tigre. Solo quise decir no en cuanto a un autógrafo en un miserable


trozo de papel. ¿Qué tal una camiseta firmada en su lugar?

La boca de Sutton se abre de par en par y sus ojos se agrandan.

—¿Qué? No, eso es demasiado. El papel está bien.

—Esto es para tu hermano pequeño, ¿verdad?

—Sí —dice en voz baja, su boca formando una sonrisa llena de ternura.

Hace que pequeños dedos calientes comiencen a masajear profundamente dentro


de mi pecho.
67
—Y por esa mirada en tu cara en este momento, creo que la camiseta
definitivamente no es demasiado.

—Yo… si estás seguro. No quería que le dieras algo tan extravagante. No puedo
permitirme una camiseta, pero es un gran niño. Y un gran admirador, y le compraría
una camiseta si no fuera tan cara, pero tal vez podrías firmar solo una foto o…

—Sutton, detente. La camiseta está bien. Tengo docenas de ellas en mi


apartamento. Y no la vas a pagar. El equipo nos las entrega para que las firmemos y
las entreguemos. No es la gran cosa.

Sin embargo, basándome en el brillo de sus ojos y la forma en que sus ojos están
húmedos en este momento, creo que he hecho algo parecido a ofrecerle el mundo.

Parpadea con fuerza y sus ojos se secan. Aclarándose la garganta, dice:

—Gracias. No puedes ni imaginar lo emocionado que estará.

—Es un placer —le digo con sinceridad, porque por alguna estúpida y jodida
razón, el hecho de que ponga esa mirada en su rostro me está causando un inmenso
placer en este momento.
Sin embargo, sé que el negocio es inminente, cuando su mirada pierde algo de
calidez y su voz sale fuerte.

—Entonces… ¿surgió algo importante esta mañana?

Se refiere a nuestra reunión que cancelé por mensaje de texto unos quince
minutos antes de que comenzara.

—No. Tenía demasiada resaca para levantarme de la cama.

Las cejas perfectamente arqueadas de Sutton se arquean aún más y frunce los
labios.

—Al menos eres honesto.

—Siempre. Dolorosamente honesto —concuerdo.

—Supongo que es una virtud, pero tengo que decirlo, me preocupa que tuvieras
demasiada resaca para venir a una reunión en un centro de crisis de drogas y trabajar
en un programa de divulgación para jóvenes en riesgo.

Parpadeo hacia ella varias veces, tratando de determinar si la censura que


68
escucho en su tono es real o no. Cuando me mira fijamente con sus ojos, que hace
un momento me mostraban todo tipo de cosas hermosas, me doy cuenta,
efectivamente, de que lo desaprueba.

Y, por supuesto, eso me pone los pelos de punta. He pasado toda mi vida con mi
padre criticando cada uno de mis movimientos, sin dar nada más que miradas de
decepción en mi dirección. Estoy harto de esa mierda.

—No eres mi consejera de drogas o alcohol —le gruño mientras me inclino sobre
la mesa hacia ella—. Entonces, puedes guardar tus opiniones para ti.

Espero que retroceda, tal vez incluso derrame algunas lágrimas por el veneno en
mi voz, pero solo sostiene mi mirada, mirándome suavemente como si pudiera ver
directamente hasta mi alma. Es desconcertante, por decir lo menos, pero no voy a
dar marcha atrás.

—Mira —dice Sutton con paciencia, su voz sin pretensiones, no amenazante,


pero aún muy seria—. Tengo derecho a estar preocupada por esto. Ya te lo dije, los
niños verán a un impostor a un kilómetro de distancia.

—No soy un maldito alcohólico —digo con los dientes apretados.


—Nunca dije que fueras alcohólico —me asegura suavemente—. Pero dejas que
el alcohol interfiera con algo que era importante. No te conozco, Alex, pero lo que
he visto hasta ahora… me preocupa.

Hijo de puta.

Sus palabras hacen que la ira me inunde, y al mismo tiempo, un pequeño hilo de
culpa se filtra. Es una emoción que he sentido en abundancia en mi vida, mi padre
siempre me hace sentir muy mal conmigo mismo. En lugar de hacerme evaluar el
hecho de que tiene razón, tal vez no estuvo bien cancelar una reunión porque tenía
resaca, me enoja aún más. Porque tal vez la verdad esté tocando demasiado cerca de
casa. Si hay algo que me hará volverme loco, es hacer una comparación entre mi
padre y yo. Sugiere que tenemos algo en común, una pequeña similitud, y eso hará
que te eche una bronca.

—No es asunto tuyo lo que haga en mi tiempo privado, siempre y cuando no


perjudique públicamente nuestro trabajo juntos. Salí con un compañero y me
emborraché. No lo hago a menudo, pero no me disculparé por ello y no me sentaré
aquí y escucharé cómo me regañas por ello.

—No te estaba regañando —dice en voz baja… en tono de disculpa—. Lo siento 69


si te sentiste así.

Jodidamente genial.

Sus palabras comprensivas me hacen sentir más culpable, y ahora la ira se dirige
hacia mí mismo porque dejé que el equipaje de mi niñez se entrelazara con mi edad
adulta para crear un nuevo equipaje. Mi pecho se contrae dolorosamente y siento la
repentina necesidad de tomar un poco de aire fresco. Agarrando mi abrigo, salgo de
la cabina. Buscando en mi billetera, saco un billete de cincuenta dólares y lo tiro sobre
la mesa.

—Tengo que irme.

—Alex, espera —dice, pero ya me estoy dando la vuelta—. Por favor —grita una
vez más y casi me detengo… casi.

Luego me abro paso entre la multitud y salgo por la puerta.

Para cuando llego a casa, la mayor parte de mi enojo se ha ido, pero me quedo
con un mar de culpabilidad revolviéndose en mi estómago. Considero brevemente
llamar a Sutton para disculparme, pero es tarde, así que no me molesto. Además, no
estoy seguro de lo que diría exactamente. No está en mi naturaleza disculparme, ya
que hace mucho tiempo que me convencí de que todos los males de mi mundo no
son culpa mía. Era la única forma que sabía cómo protegerme contra la
monstruosidad que era mi padre, poniendo todos esos males en su puerta.

Subo lentamente los escalones de mi apartamento en el segundo piso, con el


abrigo del traje colgado de mi hombro. Cuando llego arriba, se me eriza el vello de
la nuca, sabiendo de inmediato que alguien está parada frente a mi puerta. Mis ojos
se elevan y la ira me recorre de nuevo.

—Te dije que no vinieras aquí de nuevo sin ser invitada —le digo a Cassie,
notando la forma confiada en que está apoyada contra mi puerta.

Se aparta y se acerca a mí.

—No lo dices en serio y, por favor, no me hagas probar que estás equivocado.
No ayudará a tu autoestima.

Observo, casi aturdido, mientras sus manos se acercan a mi entrepierna,


extrañamente disgustado por las largas uñas rojas que luce. Las de Sutton, noté, eran
cortas y claras, sus manos parecían tan suaves como el satén.
70
Justo antes de que Cassie haga contacto con la hebilla de mi cinturón, me
despierto y aparto sus manos, dando un paso hacia atrás por si acaso.

—Sal de aquí, Cass. No me interesa.

Se ríe roncamente, dando otro paso hacia mí, sin creer completamente cada
palabra que he dicho. Estoy seguro de que es porque cada vez que ha hecho esto, lo
reconsidero y me pierdo en un estupor orgásmico con ella.

—Vamos adentro, cariño. Te haré sentir bien. Sabes que lo haré.

Pasando junto a ella, camino hasta la puerta de mi apartamento y la abro.


Empujo la puerta y entro, volviéndome abruptamente para detener su paso porque
sé que está caminando detrás de mí.

—Hemos terminado —le digo simplemente, notando solo por un breve


momento que sus ojos se agrandan y se vuelven inseguros. Pero eso es todo lo que
veo porque le cierro la puerta en la cara y la bloqueo.

Presionando mi frente contra la madera fría, me quedo ahí por un segundo, pero
luego ella patea la puerta, gritando desde el otro lado.
—¡Hijo de puta! ¡No puedes simplemente dejarme a un lado así!

Me doy la vuelta y me dirijo a mi habitación. Cassie se queda ahí afuera,


golpeando la puerta y maldiciéndome. La ignoro, me quito la ropa y me meto en la
cama. Escucho a uno de mis vecinos abrir la puerta y gritarle que se calle. Eso ni
siquiera la frena y renueva sus esfuerzos para patear y golpear mi puerta.

—¡Voy a llamar a la policía! —Escucho finalmente gritar a otro vecino y eso


parece funcionar.

Se queda completamente en silencio y luego no escucho nada más. Supongo que


se ha ido, pero de ninguna manera creo que sea lo último que escuche de ella. De
hecho, estoy seguro de que mañana recibiré una respuesta de Kyle en la práctica,
pero me ocuparé de eso entonces.

Me doy la vuelta sobre mi costado, mirando hacia la oscuridad de mi habitación.


Dejo que mi mente se aclare y pienso en Sutton. Me pregunto, ¿cómo puede esta
mujer hacer que mi corazón se apriete de placer en un momento y se vuelva negro
de ira al siguiente? ¿Está jugando a propósito con mis emociones, o es realmente
capaz de ver a través de mis demonios y confrontarlos?
71
Me incomoda… la claridad con la que parece verme.

Me da curiosidad saber qué más podría ver.

Me hace querer… algo, pero no estoy seguro qué.


Capítulo 8
Sutton
Oh, Mara… por favor, mantente fuerte, niña.

Ese es el mantra que sigo repitiendo en mi cabeza mientras escribo notas en su


archivo. Acabo de colgar el teléfono con ella hace unos minutos y no está bien. Ahora
que ha superado el miedo a la sobredosis, está obsesionada con la adrenalina que le
dieron las metanfetaminas. Me habló, casi con anhelo, de lo bien que se sintió la
euforia para ella. Me rompió el corazón cuando me dijo que sabía que se sintió tan
bien porque su vida es muy dolorosa. Era un escape de tener padres tan sumidos en
su propia adicción a las drogas que no les queda nada para darle a su única hija.

La insté a que viniera a hablar conmigo, pero se negó y no hay mucho que pueda 72
hacer a estas alturas. Mis conversaciones con ella son confidenciales, por lo que no
puedo pedir ayuda a nadie más. Ciertamente no puedo comunicarme con sus padres,
quienes son la causa principal de sus problemas. Todo lo que puedo hacer, y esto es
lo frustrante de mi trabajo, es hablar con ella, apoyarla y rezarle a Dios para que se
mantenga fuerte. Siempre estoy aterrorizada de decir algo incorrecto. Incluso con
todo mi entrenamiento, y habiendo vivido estas cosas yo misma, siempre estoy
sopesando dolorosamente mis palabras y tratando de evaluar si estoy yendo
demasiado lejos, o tal vez no lo suficiente. Es una batalla constante conmigo misma,
preguntándome si lo estoy haciendo bien por mis niños o si podría decir algo
incorrecto que los lanzará a una espiral. Tengo muchas noches de insomnio porque
nunca puedo dejarlo ir cuando llego a casa.

Esta noche será una de esas noches, puedo notarlo.

Alejándome de mi computadora, me recuesto en mi silla chirriante y froto el


puente de mi nariz. Estoy casi agradecida por la distracción que Mara me
proporcionó esta mañana, porque había estado obsesionada con Alex desde el
desastre de reunión de anoche. No es la primera vez en mi carrera profesional, que
me cuestiono. Estoy pensando que tal vez fui demasiado lejos con él anoche,
expresando una preocupación que tal vez no debería haber sido una preocupación en
absoluto.
No hay absolutamente nada de malo en tener resaca. Dios sabe que he tenido las
mías. Y según la reacción de Alex conmigo anoche, tengo la sensación de que el tema
del alcoholismo o la adicción de alguna forma puede tocar una fibra sensible. Es solo
una suposición, un instinto; tal vez incluso estoy reconociendo algo en él que veo en
mí o en los niños a los que aconsejo. Definitivamente hay algo ahí.

Pero, si soy completamente honesta conmigo misma, puede que no me haya


preocupado tanto el uso de alcohol por parte de Alex, sino que estuve un poco
enojada porque me dejó plantada porque tenía resaca. Así que tomé todo este
escenario jodido en mi cabeza y lo moví de una consideración profesional a una
personal, y no tengo ningún derecho a pensar en Alex desde un punto de vista
personal.

Lo cual es más fácil decirlo que hacerlo, porque hay algo en él que me fascina y
atrae absolutamente como mujer. Lo que me hace querer inclinarme hacia adelante
y golpear mi cabeza contra mi escritorio para ahuyentar esos pensamientos, porque
está absolutamente mal, mal, mal mirarlo así.

Primero, Alex y yo estamos trabajando juntos en un asunto profesional, un


asunto que es de extrema importancia para mí, y necesito mantenerme enfocada.
Además de eso, mi jefe me eligió para este proyecto y necesito hacer un buen trabajo
73
para que impulse mi carrera.

Levantándome de mi silla, camino hacia la ventana que da al pequeño


estacionamiento en la parte trasera de nuestro edificio. Apoyo mis manos en la
repisa, apoyo mi frente contra el vidrio frío y pienso en la razón más importante por
la que necesito alejar a Alex Crossman de mi mente.

Es porque puedo tener la oportunidad de reavivar algo con Brandon. Nos


veremos para cenar esta noche, y esto se produjo inmediatamente después de un
mensaje de texto de Brandon diciendo que quería tener “una discusión seria sobre
nuestro futuro juntos”. Ese mensaje debería haberme hecho suspirar de felicidad
pero, lamentablemente, solo sentí un pequeño “meh”.

El hecho de que no tenga sentimientos fuertes de una forma u otra con respecto
a Brandon me tiene perpleja. Sigo esperando que los cuatro años de felicidad que
tuvimos volverán a inundarme. En cambio, se siente como un recuerdo tan lejano
que me hace cuestionar si lo que teníamos realmente fue tan bueno. Estoy segura de
que lo fue, quiero decir, bueno para ese momento de mi vida. Joven, en la
universidad, experimentando el primer amor. Pero en el breve año que estuvimos
separados, cambié.
Comencé mi carrera, trabajando muchas horas con poca recompensa monetaria,
sin nada que mostrar por mis esfuerzos, aparte de algunos niños que puedo traer de
regreso del borde de la destrucción. Sin embargo, vivo por esos momentos y me
alimentan. Aprendí a cuidarme. Compré una casa y terminé muchas renovaciones
por mi cuenta. Y resulta que soy una administradora de dinero bastante decente,
porque después de pagar todas mis facturas, incluso me las arreglo para guardar algo
de dinero en mi cuenta de ahorros.

En otras palabras, he crecido mucho desde que Brandon y yo terminamos y


encuentro que la seguridad que una vez me ofreció ya no tiene el mismo atractivo.

Todas estas cosas pasan por mi mente, y como soy tan diferente, tengo que
preguntarme qué es exactamente lo que Brandon puede ofrecerme. Me pregunto,
¿por qué no siento una fuerte atracción hacia él? ¿Al hombre que una vez amé?

No creo que me haya roto, porque nunca me sentí rota después que terminamos.
No creo que esté amargada o enojada con él. Una vez más, abundan los sentimientos
de cariño.

La sensación que tengo es que tal vez no es suficiente para mí en este momento,
y eso me entristece, porque Brandon realmente es un buen hombre. 74
Cuanto más lo pienso, Brandon ha pasado el último año viviendo a lo grande y
aprovechando al máximo su vida de soltero. Probablemente ha estado con
innumerables mujeres y ha disfrutado, hasta cierto punto, de no tener
responsabilidades en una relación comprometida. No le envidio eso. Fue honesto
conmigo en cuanto a lo que necesitaba, y tengo que darle puntos por no engañarme.

Pero hace que me pregunte… ¿me he estado perdiendo algo?

Así que sí, realmente estoy cuestionando todo este asunto de Brandon y si es
inteligente volver a abrirme a él. Shelley y yo hablamos sobre eso anoche, y ella
nunca ha sido fan de Brandon después que me dejó. Obviamente, ella me está
presionando para que me mantenga lejos de él.

También cometí el error de contarle sobre Alex anoche después de llegar a casa
y llamarla, y ahora tiene en la cabeza que necesito concentrar mis esfuerzos allí. Eso,
por supuesto, fue después de que ella lo buscó en Google y vio su foto ya que, como
yo, no sabe nada sobre hockey.

Santo cielo. Mira esta foto que encontré de Alex, me había enviado por mensaje esta
mañana junto con una foto de él tomada mientras corría en el exterior. Parecía una
foto profesional porque la iluminación era perfecta y él miraba directamente a la
cámara con sus ojos azules brillando al sol. Llevaba solo un par de pantalones cortos
para correr que le llegaban hasta la mitad del muslo, y su pecho estaba desnudo pero
resbaladizo por el sudor. Llevaba su iPod en una mano y tenía los auriculares puestos.
Ligeramente húmedo por el sudor, su cabello se le pegaba a la frente y las sienes
mientras los mechones negros más largos rebotaban con su paso.

Dios, era impresionante.

¿Dónde encontraste esa foto? Le respondí el mensaje, porque estaba pensando en


conseguirla e imprimirla a tamaño real para montarla sobre mi cama.

Artículo sobre él en una revista de fitness. Tú y Alex tendrían hermosos bebés.

Tuve que reírme de ella… restarle importancia, porque es una tontería, de


verdad. Pero fue divertido reír y susurrar anoche con mi mejor amiga sobre lo sexy
que es Alex mientras ambas bebíamos vino con nuestros teléfonos pegados a nuestros
oídos, y fue divertido enviarle mensajes esta mañana sobre la foto que me envió.

Pero eso es todo, esto es… solo un poco de diversión.

Mi teléfono suena en mi escritorio y me llevo el auricular a la oreja. 75


—La fabulosa Sutton Price a su servicio.

—Oye, cara de muñeca —dice Minnie en el teléfono—. Tu cita para el almuerzo


está aquí.

—¿Cita para el almuerzo? —pregunto, confundida, incluso mientras abro mi


calendario en mi computadora y veo que no hay nada programado.

—Sí, alto, moreno y guapo, con bonitos ojos azules —dice y mi estómago da un
vuelco ante la imagen de Alex de pie en el vestíbulo—. Llega justo a tiempo.

—Él no está en mi agenda —digo patéticamente.

—No, pero llamó a primera hora esta mañana y quiso saber si estabas libre para
el almuerzo y le dije que sí.

—¡Minnie! —exclamo, molesta y complacida con ella a la vez.

Molesta de que se tomara tal libertad y complacida por alguna impía razón que
no puedo comprender de que vaya a ver a Alex pronto.
—Sube aquí tu trasero —dice, completamente imperturbable. Luego susurra al
teléfono—: Ah, y no te olvides de ponerte lápiz labial.

Minnie me cuelga y me quedo mirando fijamente mi computadora por un


momento. Coloco el teléfono de nuevo en la base, me levanto de mi escritorio y me
aliso la falda. Mis dedos suben para empujar detrás de mis orejas algunos mechones
sueltos que se han caído de mi coleta. Doy la vuelta a mi escritorio y me dirijo a la
puerta.

Me detengo.

Me doy la vuelta y agarro mi bolso.

Me dirijo a la puerta de nuevo, luego me detengo.

Busco en mi bolso y agarro un poco de brillo de labios, aplicándome un poco,


porque Minnie me dijo que lo hiciera y no quiero decepcionarla.

Sí, claro.

Cuando llego a la puerta del vestíbulo, mi corazón se siente como si estuviera a 76


punto de explotar de mi pecho ante la perspectiva de ver a Alex. Estoy muy nerviosa,
porque anoche claramente me pasé de la raya con él, y creo que pude haber herido
sus sentimientos. Pero también estoy emocionada ante la perspectiva de estar en su
presencia. Recuerdo la sensación de él presionado contra mí en la cabina de
Hoolihan’s, y me avergüenza lo mucho que me gustó esa sensación.

Me pregunto si alguna vez podré verlo sin sentir un pequeño puñetazo en el


estómago. Cuando entro al vestíbulo, me doy cuenta de que Minnie tenía razón: alto,
moreno, guapo. Su cabello luce elegantemente alborotado, sus ojos azules tan
brillantes que me cautivan desde el otro lado de la habitación. Está vestido con un
par de jeans desteñidos, zapatillas para correr y una camiseta negra de Cold Fury de
manga larga que se ajusta demasiado bien a su pecho y torso.

—Tengo entendido que tenemos una cita para el almuerzo —digo, caminando
hacia él.

Me ofrece una sonrisa, la más grande y cálida que he visto en su rostro hasta
ahora, y siento que se me derriten los huesos.

—Sí… espero que no te importe. Recluté a Minnie esta mañana para poder pasar
un rato contigo.
¿Cómo podría importarme? La forma en que dice que quiere pasar un tiempo
conmigo hace que mi cerebro se vuelva confuso y, por una fracción de segundo, me
olvido por completo de que en realidad tenemos algunos asuntos que discutir.

Sacudiendo mi cabeza para aclararla, miro mi reloj.

—Bueno, tengo aproximadamente una hora y media hasta mi próxima cita.


¿Adónde quieres ir?

—No soy quisquilloso con la comida. Elige tú.

—Tengo el lugar perfecto —le digo con una sonrisa y me giro hacia la puerta.

—Es un hot dog muy bueno, ¿verdad? —le pregunto a Alex después de tragar mi
último bocado.

Alex mastica con una sonrisa en su rostro y asiente. Cuando traga, se limpia los
labios con una servilleta y prácticamente puedo oír el papel raspando contra su barba
77
incipiente.

—Nunca pensé que querrías almorzar en un vendedor ambulante de hot dogs.

—Bueno, es un día demasiado agradable para evitar comer afuera —comento,


mirando alrededor del parque sombreado que se encuentra en medio del centro de
Raleigh, justo al otro lado de la calle del edificio del capitolio.

—Es una de las cosas que amo de Carolina del Norte —reflexiona Alex—. Clima
cálido a finales de octubre.

—Lo sé. Es genial, ¿verdad?

Alex asiente y le da un mordisco a su tercer hot dog, así que aprovecho la


oportunidad mientras su boca está llena para aliviar mi culpa.

—Siento mucho lo de anoche —le digo en voz baja—. No tenía por qué decir lo
que dije. Tienes toda la razón, no hay nada de malo en tener resaca y no debería
haberte juzgado de esa manera.

Sus ojos azules se agrandan un poco y traga su comida, limpiándose la boca de


nuevo.
—Curioso. Vine a llevarte a almorzar para poder disculparme contigo. No
debería haberme enojado tanto. Tenías derecho a estar preocupada.

—No, no lo tenía —le aseguro—. Creo que estaba más enojada de que me
dejaras plantada.

Los ojos de Alex se oscurecen, pero no de una manera enojada. No, es como
pura intensidad. Se inclina hacia adelante, pasando el brazo por encima del respaldo
del banco del parque en el que estamos sentados. Está tan cerca de mí ahora que
puedo oler su colonia, que es muy ligera y sutil, pero amaderada. Me dan ganas de
apoyar mi nariz en su pecho y oler… con fuerza.

—No te planté, créeme.

—Está bien —murmuro, mientras sus ojos me inmovilizan.

Nos miramos el uno al otro por lo que, en mi opinión, es una cantidad de tiempo
inapropiada. Estamos teniendo un momento, un momento extraño, pero un
momento de todos modos. Ahora tengo una loca necesidad de inclinarme hacia él,
de pegar mi rostro contra su cuello y frotarme contra él.
78
La idea es tan impactante para mí que me alejo unos centímetros, justo fuera de
la zona de su atracción magnética. Me mira parpadeando, como despejando la
neblina, y luego retrocede unos centímetros también.

Una risita se escapa de mis labios y me llevo la punta de los dedos a la boca para
sofocarla. Mis ojos se elevan para encontrar los suyos, y me miran divertidos.

—Um… entonces, ahora que las disculpas están fuera del camino… —digo,
callándome porque no tengo ni idea de por qué más Alex está aquí.

—De hecho, quería pedirte esa carpeta. La del programa de divulgación de


California.

—¿En serio? —pregunto, complacida y escéptica a la vez.

—En serio —dice con una sonrisa—. Me voy esta noche, ya que nuestros
próximos tres juegos son de visitantes. Pensé que podría leerlo en el avión.

—Guau, Alex Crossman realmente va a hacer su tarea —bromeo—. ¿Y sin ser


un idiota al respecto?

Alex toma su dedo índice y desliza una X imaginaria sobre su pecho.


—Lo juro.

—Está bien —le digo, mostrando mi mejor sonrisa de megavatios, y ¿es eso mi
imaginación, o su respiración se detiene solo un poco mientras mira mis labios?

No voy a mentir, si ese es el caso, me hace sentir bien como mujer y estoy
empezando a entender que simplemente no voy a poder desterrar estos sentimientos
que parecen aflorar alrededor de Alex. Como consejera, sé que lo mejor es
explorarlos y luego abordarlos… en algún momento.

—¿Cuándo quieres que volvamos a reunirnos? Leeré la carpeta para cuando


regrese el domingo.

—La semana que viene está bien. Tengo algunas citas, pero soy flexible.

—¿Quieres venir a ver nuestra práctica del domingo por la tarde? Luego,
¿podemos ir a comer algo y empezar a planear cómo vamos a salvar a los niños en
riesgo de todo el mundo?

Echo la cabeza hacia atrás y me río, porque me gusta este lado de Alex. El que
puede bromear incluso mientras se discute sobre algo serio. 79
—Tal vez deberíamos comenzar con el condado de Wake, luego podemos
construir desde allí.

Con mis ojos todavía arrugados por la diversión, veo que me está mirando, con
la cabeza un poco inclinada hacia un lado.

—¿Sabes?, eres extremadamente hermosa, pero cuando te ríes eres simplemente


deslumbrante.

Mi sonrisa vacila en mi boca y mis ojos se abren de par en par, incluso cuando
mi corazón comienza a latir con fuerza dentro de mi pecho. Sus palabras son dulces,
pero su tono es ligeramente erótico y hace que mi piel se erice de conciencia.

—Alex… —empiezo, pero me interrumpe.

—Te dije que soy tremendamente honesto —murmura, sus ojos se tiñen con
oscura intensidad de nuevo.

—No podemos… esto es profesional. No podemos cruzar esa línea —digo, sin
absolutamente ninguna convicción en mi voz.

Quiero que me diga que me equivoco y, en cierto modo, lo hace.


—Quizás. Quizás no.

—¿Quizás, quizás no? —pregunto, confundida por este enfoque filosófico que
está tomando—. ¿Qué tal “no”?

—Quizás —dice con una sonrisa traviesa.

—¿Eh?

Levantándose del banco abruptamente, Alex me quita la basura que había hecho
una bola en mi mano y camina hacia un cubo de basura cercano, depositándolo todo
dentro. Volviéndose hacia mí, dice:

—Vamos. Te acompañaré de regreso para poder conseguir esa carpeta y luego


tengo que ir a casa y hacer las maletas. ¿Estamos bien para el domingo?

Me limito a asentir, sin confiar en mí misma para hablar. Porque me temo que
si abro la boca, soltaré alguna clase de tontería como “Solo deberíamos vernos
durante el horario de oficina”.

Alex me muestra otra gran sonrisa, y nuevamente, ésta se filtra dentro y me posee 80
por completo. No debería querer ese sentimiento, pero Dios me ayude… hay una
parte de mí gritando que ceda y me someta.

Y… mi segunda cita con Brandon es algo así.

Llego diez minutos tarde al pequeño restaurante italiano que habíamos acordado
porque mi última cita de consejería del día duró hasta tarde. Le había enviado un
mensaje de texto a Brandon para hacerle saber que me iba a retrasar, a lo que
respondió: Llegué diez minutos antes, así que voy a esperar.

Hasta ese momento, había olvidado que Brandon era un fanático de la


puntualidad. No es que eso fuera algo malo, pero no agregues tu hora de llegada
anticipada a mi tardanza para medir tu descontento por tener que esperar.

No hace falta decir que ese mensaje amargó mi estado de ánimo, y cuando sigo
a la anfitriona de regreso a nuestra mesa, donde Brandon me espera, estoy lista para
una pelea. Brandon, siempre un caballero, se pone de pie cuando me acerco y me
ayuda a quitarme la chaqueta ligera que me puse porque el aire se había enfriado.
—Te ves bien —dice mientras hace un rápido movimiento de sus ojos sobre mí.

Como que palidece en comparación con Alex diciendo palabras como hermosa y
deslumbrante hoy.

—Gracias. Tú también.

Y se veía bien… con sus pantalones caqui, camisa azul. Creo que es el uniforme
estándar de los ingenieros o algo así, pero es tan… pulcro y arreglado. Su cabello está
perfectamente peinado, está recién afeitado y, oh, Dios, es exactamente lo opuesto a
todo lo que me atrae de Alex.

Miro fijamente a Brandon y trato de recordar qué fue lo que me atrajo de él.
Siempre fue tan amable y considerado, un verdadero caballero hasta la médula. Eso
era sexy para mí, ¿verdad?

No me llega ninguna respuesta, y antes de que el camarero pueda llegar a tomar


nuestra orden de bebidas, me pregunto si me arrepentiré hasta el día de mi muerte.

Me estiro sobre la mesa y tomo la mano de Brandon en la mía.


81
—Brandon… no estoy muy segura de qué es lo que estamos haciendo, pero no
sé si podemos tener una relación de nuevo.

Las cejas de Brandon se fruncen y sus labios hacen una mueca de tristeza.

—No puedo creer que esté listo para seguir adelante con una relación y tú no.

—Lo siento. Simplemente no lo siento. No me parece correcto —le digo con


sinceridad.

—¿No parece correcto? Sutton, pasamos casi cuatro años juntos. Estábamos bien
juntos.

—Estábamos es la palabra clave —le digo gentilmente… honestamente—. Eso es


el pasado y lo siento… pero parece que no encajas en mi futuro.

—¿Hay alguien más?

—No —le digo con firmeza, porque no lo hay. Las fantasías secretas sobre otro
hombre no cuentan—. Creo que he cambiado mucho desde que estuvimos juntos y
no sé si puedes darme lo que necesito.
—¿Cómo lo sabes hasta que lo intentas? Por favor, danos una oportunidad,
Sutton —dice con urgencia, su mano agarrando la mía con fuerza—. Déjame al
menos tener la oportunidad de recuperarte.

Oh, Dios… debo haber cambiado mucho. Hace un año, Brandon rogándome
que lo dejara cortejarme habría golpeado todos mis botones. Ahora, el tipo de cortejo
que me gustaría podría involucrar a un jugador de hockey sexy arrojándome sobre
su hombro y llevándome a su habitación. Lo cual es muy poco realista pero
ciertamente una perspectiva emocionante. Quizás debería tener la oportunidad de
vivir la vida. No me he esforzado mucho durante el último año para hacer eso, y
mientras reflexiono sobre por qué es así, ciertamente no es porque haya estado
esperando a Brandon. Rara vez se me cruzó por la cabeza.

No, me doy cuenta de que no he vivido porque no ha sido una prioridad para
mí. Tengo veintidós años, tengo una nueva carrera que adoro y que ocupa todo mi
tiempo, y no he tenido ningún deseo real de volver a tener una relación. He tenido
algunas citas casuales, pero no ha habido nadie que haya sacudido mi mundo. No de
la forma en que apuesto a que Alex Crossman podría hacerlo.

Eres una mal pensada, Sutton.


82
—Brandon… no lo sé —digo, porque tal vez necesito darle algún tipo de
oportunidad.

Fuimos felices juntos, y quizás estoy demasiado atrapada en esta extraña


atracción por Alex que probablemente no irá más allá de una relación comercial
mutua.

—Quédate a cenar… hablemos. Conozcámonos de nuevo. Lo tomaremos con


calma, seremos amigos si eso es lo que quieres.

Recorro con mis ojos el rostro de Brandon. Es sincero, sin duda. Quiere una
oportunidad conmigo, y aunque me rompió el corazón, lo hizo de la manera más
honesta y honrada que puede un hombre. Nunca me pidió que esperara y no lo hice.
Pero no seguí adelante. Quizás todavía estaba en el mismo lugar porque aquí es
donde se supone que debo estar, y tal vez Brandon es una oportunidad que se supone
que debo considerar.

Tratando de empujar los pensamientos sobre Alex firmemente al fondo de mi


cerebro, quito mi mano de la de Brandon y tomo mi menú.

—Está bien, me quedaré a cenar e intentaremos empezar como amigos y ver a


dónde va esto.
Brandon me muestra una sonrisa brillante y dice:

—No te arrepentirás, Sutton. Haré que te enamores de mí de nuevo.

83
Capítulo 9
Alex
Doy otro trago a mi cerveza y dejo la botella en la barra. Mirando a la morena
que ha estado sujeta a mi brazo toda la noche, trato de averiguar cómo deshacerme
de ella, cortésmente, por supuesto, porque, maldita sea, Sutton aparentemente está
inspirando lo bueno en mí.

Lo que empezó cuando Garrett y yo llegamos a un bar local en el centro de


Toronto se ha convertido en una orgía a la espera de suceder. No habíamos estado
aquí dos minutos antes de que tuviera un enjambre de mujeres encima de él, y por
supuesto, no le importó endosarme a la morena. Pero no salí esta noche para liarme,
lo cual es extraño, porque no sería nada para mí tener una aventura de una noche
durante un juego de visitante. No tengo compromisos formales con nadie y siempre 84
he sido sincero con Cassie en el sentido de que ella no era la única mujer en calentar
mi cama. Recuerdo que se rio de mí cuando dije eso, a lo que respondió:

—Sí, pero soy la más frecuente.

Eso era bastante cierto, así que no hubo necesidad de discutirlo.

En cualquier caso, le indico al camarero que me cobre. Soltando el agarre de la


belleza de cabello oscuro en mi brazo, me doy la vuelta y le doy una palmada en la
espalda a Garrett. Está inclinado, sus labios presionados cerca de la oreja de una
rubia, probablemente susurrando cosas dulces que no son tan necesarias para que
eche folle esta noche. Cuando vuelve los ojos en mi dirección, le digo:

—Oye, hombre, voy de regreso al hotel.

Sus ojos se mueven rápidamente hacia la morena y luego de nuevo a mí, así que
agrego:

—Solo.

Las cejas de Garrett se arquean hacia las nubes y se aleja de la rubia para volverse
completamente hacia mí.
—¿Cuál es el problema, hombre? ¿Tu pene está roto?

—No.

—¿Eres gay?

—No.

—Entonces, ¿por qué no llevar a esa chica detrás de ti? Está dispuesta.

Encogiéndome de hombros, noto que el camarero se acerca con mi cuenta y le


entrego mi tarjeta de crédito, sin siquiera molestarme en mirar el total. Solo tomé dos
cervezas y creo que también le compré dos tragos a la morena.

—Simplemente no estoy interesado —le digo.

—¿Qué te molesta? —pregunta, y de hecho me estremezco ante la pregunta.

Nunca antes un compañero de equipo me había preguntado algo personal. La


mayoría se toma en serio mi carácter hosco e introvertido, lo que significa que se
mantienen tan cautelosos como yo. Miro fijamente a Garrett y trato de averiguar cuál
es su juego.
85
Pero me devuelve la mirada y, si no me equivoco, hay un toque de preocupación
en sus ojos.

Jodidamente extraño.

—Nada. Solo una noche de mierda —es todo lo que ofrezco.

—Golpeamos a Toronto y tú anotaste un triplete esta noche. ¿Cómo puede ser


una mierda?

El camarero regresa con la cuenta de la tarjeta de crédito y garabateo una propina


y mi firma, y se la devuelvo mientras guardo mi tarjeta en el bolsillo.

Volviéndome hacia Garrett, lo miro a los ojos y le digo simplemente:

—Mi papá apareció. Nada bueno sale de eso.

Me doy la vuelta antes de que pueda siquiera medir la expresión de su rostro por
mi admisión. Nunca hablé de mi papá con nadie, y me sorprende haberlo dejado
salir. Pero definitivamente no voy a hablar más de eso, así que me alejo de Garrett,
la morena cuyo nombre no estoy seguro de haber recibido, y la cerveza medio vacía
que no me había molestado en terminar.

Fácilmente tomo un taxi en solo unos momentos, y luego estoy en la parte de


atrás con la cabeza apoyada en el asiento, los ojos cerrados. Odio jugar en Toronto.
Está a solo una hora de Hamilton, mi ciudad natal, lo que significa que mi papá
estará en el juego.

Tengo que sufrir a través de sus mensajes de voz después de cada juego,
criticando e hiriéndome con todas mis faltas. Luego tengo que sufrir mientras él habla
sin cesar sobre lo que tengo que hacer para mejorar. Tengo que sufrir cuando me
llama perezoso, arrogante, inútil, todas las cosas que escuché a medida que crecía,
pero joder… es agotador en un hombre, especialmente cuando prácticamente me fue
dicho a golpes cuando era más joven. Mi papá ya no puede usar sus manos sobre mí.
No tiene nada que decir sobre cómo entreno o qué hago. Así que la única forma en
que todavía intenta tener poder sobre mí es con esas malditas llamadas telefónicas y
las odio con toda mi alma.

Sí, tengo que sufrir eso todo el año, pero aun así no es tan malo como tener que
ver a mi papá en persona esas pocas veces que juego en Toronto.
86
Tuve mi boleto obligatorio esperándolo en Will Call esta tarde, así que sabía
exactamente dónde estaría sentado. Ni siquiera tuve que mirarlo cuando anoté mi
tercer gol y los sombreros cayeron sobre el hielo, para saber que simplemente estaría
sentado en su asiento, con el rostro pétreo. Nunca me animó. Esperaba lo mejor,
pero nunca se alegró cuando se lo di. Eso se redujo al mero hecho de que estaba
celoso de la criatura que había creado.

Mi padre ahogó sus penas en vodka desde que tengo memoria. Esas penas
incluían perder a su esposa y a mi madre a causa del cáncer cuando yo apenas tenía
tres años y Cam tenía ocho, además de no ser lo suficientemente bueno para ingresar
a la NHL. Dio pelea en las ligas menores durante unos años antes de que lo liberaran
de su contrato. Fue más o menos cuando papá decidió que Cameron y yo íbamos a
ser jugadores profesionales de hockey.

Afortunadamente para Cameron, sí, afortunadamente, no tenía talento natural,


y después de jugar solo una temporada, fue olvidado de inmediato y papá centró toda
su atención en mí.

Más allá de conseguirle a mi papá un boleto para el juego, la otra obligación que
tenía que cumplir era reunirme con él para cenar. Podría haber inventado alguna
excusa u otra para plantarlo, pero me obligué a ir. Me obligué a sufrir su presencia
durante una hora, para recordarme a mí mismo por qué nunca más lo dejaría entrar
por completo en mi vida.

La cena comenzó tan bien como era de esperar. Hablamos sobre su trabajo de
medio tiempo repartiendo periódicos, que estuvo bien durante unos cinco minutos.
Luego eso se convirtió en un festival de mierda, durante el cual bebió un tónico de
vodka doble. Esto lo llevó a quejarse de que no estaba enviando suficiente dinero
para vivir, a pesar de que prácticamente pagaba todas sus facturas. Su trabajo de
medio tiempo era para comprar licor, porque yo no estaba dispuesto a mantener ese
hábito. Me mantuve firme en mi negativa a enviarle algo de dinero extra cada mes,
lo que lo enfureció y provocó que tomara otro trago doble.

Cuando llegó nuestra comida y su tercer trago, nos pusimos manos a la obra y
hablamos sobre el juego.

—Tus patinadas en “C” se ven descuidadas —me dijo, sus palabras claras y
seguras.

No empezaría a arrastrar las palabras hasta el sexto trago y con suerte habríamos
terminado con la cena antes de eso.
87
—Debidamente anotado —dije, porque no servía de nada discutir con él.

—Y tu tiro de muñeca es débil. No estás transfiriendo tu peso lo suficientemente


rápido.

—Eso es exactamente lo que dijo mi entrenador —concuerdo, aunque el


entrenador no dijo tal cosa.

Mi tiro de muñeca es jodidamente perfecto. De hecho, conseguí un “triplete”


esta noche, pero tampoco me molesté en señalarlo.

—Deja de complacerme —gruñó mi papá—. Sé un hombre y admite tus


debilidades.

Observé a mi papá por un momento mientras me miraba con enfado. Arañas


vasculares rojas brillaban furiosas contra la piel pálida de su nariz, sus mejillas
enrojecidas como cereza por el vodka y su temperamento. Era un maldito alcohólico
que estaba enojado con el mundo y enojado conmigo porque desea lo que tengo.

Estas reuniones entre mi papá y yo nunca terminaban bien, porque siempre


llegaba un punto en el que me cansaba de su acoso y le daba su merecido.
Inclinándome sobre la mesa, hablé en voz baja solo para sus oídos.

—¿Quieres que sea un hombre, papá? ¿Qué te parece esto? Estoy jodidamente
cansado de que desquites tus aflicciones conmigo.

—¿Qué? —farfulló mi papá—. No estoy desquitando mis aflicciones contigo. Te


estoy convirtiendo en un gran jugador. Te hice lo que eres hoy.

—Sí, papá —dije con urgencia, inclinándome un poco más—. Me hiciste lo que
soy hoy. Un jodido jugador de hockey profesional que odia jugar al hockey. Pero
imagina lo que podrías haber creado si hubieras dado un poco de elogio… un poco
de afirmación. Me hiciste odiar este juego. Tú y solo tú.

—Te encanta el juego tanto como a mí —se burló mi padre, sorbiendo


pesadamente su cuarto vodka doble.

—No, papá, no me gusta. Me hiciste despreciarlo, de la forma en que desprecio


estar sentado aquí escuchando tu mierda borracha.

Mi papá nunca había sido de los que aceptaban las críticas. Sus mejillas ya
enrojecidas se llenaron de ampollas y se enfureció. 88
—Deberías agradecerme por todo lo que he hecho. Serías nada sin mí.

Miré a mi papá y traté de encontrar una pizca de simpatía por él, pero mi corazón
estaba negro de amargura y rabia. Me levanté de la mesa y tiré un par de billetes de
cien dólares.

—Soy nada, papá. Y eso es únicamente por ti.

Cuando llego de regreso a mi habitación de hotel, me desnudo hasta quedarme


en bóxer y me arrastro encima de la cama. Nuestro vuelo a Montreal sale temprano
y estoy agotado. No por el juego, no por la cerveza y media que tomé, sino por lidiar
con mi papá. Él toma de mí como ninguna otra cosa.

Llegando a la mesita de noche, agarro mi iPhone donde lo había dejado


cargándose antes del juego. Al encenderlo, veo que ya hay un mensaje de voz de mi
padre. Presiono el botón “Reproducir” y escucho.
Definitivamente debe haber tomado su sexto trago antes de llamar porque su voz
es entrecortada y casi ininteligible. Pero llevo años escuchando al borracho John
Crossman, así que pude traducir.

Alex… amigo. Lo siento. Intenté lo mejor que pude. Lo sabes, ¿verdad? Solo quería que
fueras el mejor. Y podrías serlo, si fuera un poco más severo. Dedica más horas a…

Aprieto el botón de borrar sin escuchar el resto. Esa cebra nunca cambiará sus
rayas. Mi papá nunca fue lo suficientemente bueno, no importa cuánto lo intentó o
cuánto practicó. Ahora ha proyectado eso en mí. Nunca seré lo suficientemente
bueno para las expectativas de mi padre, pero esa es su cruz, no la mía. Ojalá papá
se diera cuenta de que soy bastante bueno.

Quiero decir, hola… carrera NHL aquí.

Pasando a mis mensajes de texto, mi corazón comienza a latir con fuerza cuando
veo uno de Sutton. En realidad, es una serie de tres mensajes.

Acabo de enterarme de lo que es un triplete. ¡Felicitaciones!

Por si acaso, corrí a mi habitación, agarré mi gorra de béisbol de los Durham Bulls y la 89
arrojé al televisor.

Estuviste increíble esta noche.

Leí los mensajes dos veces más, mi boca involuntariamente tirando hacia arriba
en una sonrisa. Me la puedo imaginar tirando su sombrero a la televisión para
celebrar mi “triplete”.

Gracioso.

Mi pulgar roza distraídamente sus palabras en la pantalla y evalúo la calidez que


me aportan. Es la primera vez que tengo una amiga que se enorgullece de lo que
hago. Ciertamente nunca he tenido un miembro familiar que lo haya hecho. No
recuerdo que mi padre alguna vez me elogiara y ni siquiera estoy seguro de si Cam
ha visto uno de mis juegos.

Y Sutton… bueno, supongo que puede ser la primera amiga que haya tenido. A
pesar de que mis pensamientos en lo que a ella respecta se desvían mucho más allá
de lo que se consideraría amistoso.

Se está haciendo tarde y no tengo ni idea de si verá esto esta noche, pero sigo
adelante y le envío un mensaje de texto.
Gracias. Entonces parece que ahora eres una verdadera fanática del hockey, ¿eh?

Presiono el botón de enviar y luego balanceo las piernas fuera de la cama para
tomar agua del mini refrigerador. Antes de que pueda siquiera ponerme de pie, recibo
un mensaje de texto.

Sep. Mi jugador favorito es el número 67.

Recostándome en la cama, me olvido del agua y decido entablar una


conversación con la encantadora señorita Price. Sin embargo, antes de que pueda
responder, dice:

No entiendo por qué ese gol fue anulado.

¡Ah! Quiere aprender un poco de hockey, pero eso es demasiado complicado


para hacerlo por mensaje. Así que antes de que pueda convencerme de no hacerlo,
abro su nombre en mis contactos y marco su número.

Ella responde al segundo timbre.

—Hola, Sr. Triplete. 90


—Hola, Srta. Curiosa Sobre el Hockey.

—Jugaste increíble esta noche —dice efusivamente—. Estaba tan confundida


cuando la gente empezó a tirar sombreros al hielo. Tuve que ir a Google, qué
demonios era un triplete.

—Entonces me sorprende que no hayas buscado en Google tu pregunta sobre ese


gol anulado —digo, riendo.

—Nah. ¿Por qué haría eso cuando tengo una conexión interna con un jugador
de hockey profesional real en vivo?

—Buen punto —le digo—. Entonces, normalmente puedes lanzar un disco de tu


palo hacia la red, pero no estará permitido si levantas tu palo más alto que el
travesaño de la red.

—¿Cuál es el propósito detrás de eso?

—Un intento de mantener a los jugadores a salvo… mantener los palos lejos de
las caras. Pusieron reglas para hacernos mantener los palos bajos para ayudar a
prevenir lesiones faciales.
—Ah, eso tiene sentido —dice en voz baja—. Entonces, ¿qué estás haciendo
ahora?

—Acostado en la cama. ¿Tú?

—Igual —murmura y mi imaginación se echa a volar.

Puedo verla clara como el día, desnuda sobre una cama de satén con su cabello
rojo extendido alrededor. Mi polla se contrae ante el pensamiento y me pregunto si
podría mantener una conversación con ella mientras me masturbo con esa imagen
en mi mente.

Sutton interrumpe esos pensamientos lascivos cuando dice:

—Enséñame algo más.

—¿Cómo qué?

—Qué tal… enséñame sobre las diversas sanciones —sugiere.

Me acomodo contra la cabecera de la cama del hotel, la masturbación ya


olvidada, y hablamos durante los próximos treinta minutos sobre las sanciones de
91
hockey y las consecuencias resultantes. Solo cuando bosteza en el teléfono me doy
cuenta de que es pasada la medianoche y tengo que estar despierto en unas cinco
horas para prepararme para mi vuelo.

—Se hace tarde —le digo—. Deberíamos dormir un poco.

—Tienes razón. No puedo creer que hayamos hablado tanto.

Podría seguir hablando toda la noche con ella, pienso para mis adentros, y de repente,
me pregunto por un momento fugaz pero desesperado, cómo sería tener a alguien
como Sutton solo para mí. Tener a alguien que fuera mío y yo fuera de ella, y nos
quedáramos despiertos durante horas hablando por teléfono. Me pregunto porque,
lamentablemente, nunca he tenido una relación seria con una mujer en toda mi vida.
Ni siquiera he tenido una conversación de cinco minutos por teléfono con una mujer,
y mucho menos una conversación de media hora.

—¿Vas a venir a ver nuestra práctica el domingo?

—Estaré allí. ¿Terminaste de leer la carpeta?

—La mayor parte. He anotado algunas ideas de las que podemos hablar cuando
nos encontremos.
—Estupendo —dice—. Gracias por hacer eso, Alex.

—No hay problema. Gracias por no golpearme en la cabeza con esa carpeta. Te
he dado algunas razones para hacerlo.

Se ríe en el teléfono y joder, si ese no es el mejor sonido de todos los tiempos.

—Está bien, ve a dormir —me dice, su voz flota sobre mí como un suave
algodón—. Te veré el domingo.

—Buenas noches —le digo.

—Buenas noches, Alex.

Cuando desconecto la llamada, rápidamente configuro la alarma para


levantarme a las 5 a.m. y luego apago la lámpara al lado de la cama, sumergiendo la
habitación en la oscuridad.

Es curioso cómo mi noche había comenzado tan mal, pero terminó con una nota
tan positiva. ¿Cómo puede una conversación de treinta minutos con Sutton sacarme
de mi depresión? Y hablamos de hockey de todas las cosas. 92
¡Hockey! Ese deporte que detesto.

Pero, por alguna razón, siempre que le hablo de ello, es divertido. De hecho, me
hace feliz compartir mis conocimientos con ella. Incluso iría tan lejos como para
decir que la conversación me trajo jodidamente alegría esta noche.

Jodida alegría. No puedo creer que usaría eso y el hockey en el mismo


sentimiento.

Empiezo a comprender que tal vez deba quitarme un poco las anteojeras. Mi
padre me moldeó con músculos, huesos y talento en bruto, pero mientras me
presionaba hacia adelante, nunca me dejó mirar el mundo a mi alrededor. Nunca me
dejó formar mis propias opiniones. Nunca me dejó experimentar alegrías. Cuando
me fui de casa para siempre a la edad de dieciséis años para unirme a la Liga Mayor
de Hockey Juvenil de Quebec, la influencia de mi padre ya me había dañado
enormemente. Mi odio por el deporte ya se había cimentado y no sabía cómo
encontrar la felicidad en el hockey.

Eso es, hasta esta noche, cuando pasé media hora enseñándole a Sutton sobre el
juego. Ahora, de repente, estoy emocionado de que venga a verme practicar. Sé que
después tendrá un montón de preguntas y será un placer mostrarle todo sobre mi
deporte.

No sé qué tiene Sutton que la distingue. Tal vez sea la forma en que se negó a
juzgarme cuando la conocí en su oficina. O tal vez es la forma en que vive su vida
con tanto entusiasmo. Posiblemente incluso podría ser el hecho de que la chica es
superguapa y me siento muy atraído hacia ella.

Cualesquiera que sean las razones, me gusta Sutton Price. Me gusta mucho y
probablemente por un millón de otras razones. Probablemente me gusta más por el
hecho de que me está haciendo reevaluar la forma en que veo las cosas.

Cierro los ojos mientras una sonrisa persiste en mi rostro y me quedo dormido.

93
Capítulo 10
Sutton
Curiosamente, en realidad necesitaba un boleto para entrar a la sesión de práctica
del domingo de Cold Fury y Alex me había enviado uno a la oficina. No todas las
prácticas son a puerta cerrada. Cuando practican en el estadio Cold Fury real, suelen
estar abiertos al público. Pero cuando practican en esta pequeña instalación privada,
solo dejan entrar a las personas por invitación, por lo que necesitaba un boleto. Si no
hubiéramos planeado trabajar después, habría pedido un boleto adicional para
Glenn, pero espero poder conseguirle uno en otro momento.

Alex también me envió un correo electrónico con instrucciones para llegar a la


pista de práctica. Agregó una nota que decía: “Presta atención a nuestros ejercicios. Te
interrogaré después”. 94
Tuve que sonreír ante eso porque me divertí mucho hablando con él por teléfono
la otra noche, escuchando su voz paciente mientras me enseñaba todo sobre las
diversas sanciones. Nunca se frustró cuando interrumpí con una pregunta, y lo juro,
incluso el tono de su voz era el más despreocupado y ligero que había escuchado
desde que lo conocí. Una vez me dijo que odiaba el juego de hockey, pero no se podía
saber por nuestra conversación esa noche.

Shelley me llamó esta mañana y tuve que escuchar su queja durante diez minutos
por el hecho de que su esposo, Sean, no levantaría su ropa interior del piso. Sean está
en su primer año de la escuela de medicina en la Universidad de Pittsburgh y Shelley
está completando su maestría en patología del habla. Ambos están muy ocupados y
le sugerí que tal vez debería dejar pasar eso, porque en el gran esquema de las cosas
probablemente no sea tan importante.

Luego entramos en una conversación de una hora sobre Alex. Ambas nos
sentamos con nuestras computadoras portátiles abiertas y lo buscamos en Google sin
descanso. Shelley pasó tiempo comiéndose con los ojos sus fotos y yo pasé tiempo
leyéndole cositas de los artículos. Parece que, efectivamente, tenía la reputación de
ser un imbécil no solo para otros jugadores, sino también para los fanáticos de Cold
Fury. Al parecer, la única razón por la que era perdonado se debe a que es muy bueno
en lo que hace.
Sin embargo, no pude encontrar ninguna información sobre su vida personal.
No había menciones de sus padres u otros miembros de la familia. No había fotos de
celebridades de él con mujeres sexys de su brazo. Nada. Lo único que aparentemente
era de interés periodístico sobre Alex era el hecho de que es un jugador fenomenal.

No del todo extraño, pero ciertamente lo pintaba como algo que ya entendía: es
un solitario.

Una vez que entro al complejo, noto inmediatamente que ninguno de los
jugadores está todavía en la pista de hielo. El boleto acaba de hacerme entrar por la
puerta y no hay asientos asignados. El edificio no es mucho más que una enorme
pista de hockey con unas diez filas de asientos que se inclinan hacia arriba desde el
vidrio que rodea el hielo. Me acerco a un área llena de lo que creo que son miembros
de la familia, ya que hay muchas mujeres y niños, todos con ropa de calle normal.
La siguiente sección parece ser más para los fanáticos, ya que están vestidos con
camisetas de Cold Fury y otras prendas de la franquicia.

Tomando un asiento vacío en la primera fila, saco mi iPhone y hojeo


distraídamente mis correos electrónicos del trabajo. Entro en Facebook y publico un
mensaje que dice: ‘Viendo una sesión de práctica de Cold Fury. ¡Yuju!’.
95
Reviso mis mensajes y veo uno de Brandon. Hemos tenido algunas bromas
amistosas de un lado a otro a través de mensajes de texto y Facebook. Creo que está
haciendo un esfuerzo genuino por comenzar como amigo mío, entendiendo que no
estoy lista para buscar nada más con él en este momento.

Sus mensajes son graciosos, a veces dulces, pero de vez en cuando, dice algo que
puede sentirse como que me está presionando. Como ahora mismo.

Extrañándote hoy. ¿Alguna posibilidad de que volvamos a cenar?

¿Ves?… eso se sale de los límites de la amistad y me pregunto si debería decirle


algo, para cortar esto de raíz.

—Sabes que no puedes tomar fotos mientras estás aquí. —Una voz me hace
mirar hacia arriba y olvidarme de enviarle un mensaje de texto a Brandon.

Una mujer hermosa está parada allí, mirándome con ojos altivos. Tiene un
cabello rubio platinado que cae en una cortina lacia y sedosa más allá de sus
hombros. Lleva puesto un suéter afelpado rosa que parece estar pintado sobre ella y
jeans negros ajustados. Otra mujer que se ve casi igual a ella está detrás, mirándome.
—Oh, no voy a tomar fotografías. Solo enviando mensajes de texto —le digo en
tono de disculpa, aunque no estoy segura de por qué. No creo que sea parte de la
policía de la arena.

No responde, pero se abre camino hacia el pasillo en el que estoy, y


apresuradamente giro las piernas hacia un lado para que no me pisotee los pies. Se
mueve hacia abajo unos cuatro asientos más allá de mí, junto con la otra mujer, e
inmediatamente soy olvidada.

La miro un momento más, mientras ella inclina la cabeza hacia la otra mujer y
se susurran entre sí. Se parecen mucho, las estoy catalogando como hermanas.

Los ruidos de raspar y susurrar hacen que mi cabeza se vuelva hacia el hielo y
veo que los jugadores han llegado. No están usando las camisetas que tenían la otra
noche, sino que algunos visten camisetas blancas lisas y otros visten de amarillo, y
algunos de los jugadores tienen camisetas rojas.

Un jugador sale al hielo y reconozco a Alex de inmediato. Incluso con el casco


puesto, reconozco su constitución, su gracia, su arrogancia. Sus ojos se posan
directamente en los míos y me sostienen brevemente antes de alejarse para patinar
un gran circuito alrededor de la arena. Lo observo, admirando el largo y suave tirón 96
de sus piernas contra el hielo. Cuando dobla la esquina y se dirige hacia el área donde
estoy sentada, su mirada se desliza hacia mí y me sorprende que pueda reconocer el
azul de sus ojos desde tan lejos. A medida que patina más cerca, puedo sentir los
latidos de mi corazón acelerarse, casi igualando el ritmo con su patinaje. A medida
que se acerca a mí, extiende su palo y le da golpecitos al vidrio justo en frente de mi
cara. Luego gira sobre sus patines, ahora deslizándose hacia atrás, lanzándome un
guiño mientras se aleja más.

Sí, ahora tengo una gran sonrisa tonta en la cara. Ojalá pudiera tomar una foto
aquí, porque habría matado a un gatito para inmortalizar la expresión de felicidad en
su rostro cuando pasó. Luego se la mostraría más tarde y le diría: “Mira… todavía
hay algo de amor por el juego dentro de ti”.

—¿Cómo conoces a Alex? —Escucho desde mi derecha, y giro la cabeza para


ver que la rubia platinada se ha movido para sentarse a mi lado. La otra mujer la ha
seguido y se sienta justo a su derecha.

La pregunta no fue hecha por mera curiosidad y el tono gélido de su voz me dice
que ande con cuidado.

—Es un colega de negocios —le digo suavemente, porque eso es absolutamente


cierto.
Sus ojos me recorren de arriba hacia abajo con lo que creo que podría ser desdén.
No puedo evitarlo cuando mi propia mirada cae, haciendo una revisión rápida de mi
atuendo para asegurarme de que no usé por error algo que chocara.

No. Desgastados jeans oscuros, una camiseta gris claro de manga larga y mis
Converse Chuck-T’s negras. Estoy segura de que combino y, aunque puede que no esté
rezumando sexo y angora rosa y esponjoso por mis poros, creo que me veo bien.

—¿Colega de negocios? ¿Estás con Cold Fury? —pregunta.

—No. Alex y yo estamos trabajando juntos en un proyecto para Cold Fury.

—¿Cómo conseguiste una entrada para esta sesión?

Quiero decirle Justo al final de la calle, en una pequeña tienda que se llama “No es de
tu maldita incumbencia”, pero resisto la fuerte tentación.

En cambio, y por alguna razón que no puedo entender, le doy una dulce sonrisa
y le digo:

—Alex hizo que un mensajero me lo trajera a mi oficina la semana pasada. 97


Los ojos azules de la mujer se entrecierran y puedo decir en ese instante que tiene
algún tipo de interés de propiedad en Alex. No estoy segura de si ella lo desea, lo
tuvo o tal vez ambos, pero hay algo ahí y maldita sea si ese pensamiento no me irrita.

Estoy aquí por un asunto relacionado con negocios, me digo con firmeza.

No tengo ningún interés personal en Alex, me recuerdo de nuevo.

Necesito dejar de fantasear con Alex y conmigo desnudos, prácticamente le grito a mi


vagina.

Después de repetirme estas palabras de motivación, le doy a la mujer una cálida


sonrisa y le digo:

—Te lo aseguro. Esto es solo negocio. Estamos preparando una campaña


antidrogas que Cold Fury quiere patrocinar y Alex será el portavoz.

Un crujido contra el cristal hace que las tres saltemos, nuestras cabezas girando
hacia el sonido. Alex está ahí, mirando a la mujer de cabello rubio con enfado, su
dedo apuntando hacia el pasillo de sillas. En realidad, está señalando a la mujer para
que se aleje, de mí, supongo. Se ve furioso y eso me hace sentir tan incómoda que
tengo ganas de huir. Luego, su mirada se posa en la mía y me da una sonrisa
tranquilizadora antes de marcharse patinando.

—Saldría de aquí si fuera tú, Cassie. Alex no parece feliz. Podría hacer que te
echen de aquí en un abrir y cerrar de ojos.

Dándome la vuelta, veo a una mujer sentada detrás de mí. Tiene el cabello
castaño rizado de longitud media y sus ojos castaños oscuros están enfocados en la
mujer sentada a mi lado.

—Es un país libre —dice la Rubia con ira, lo que me hace girar la cabeza hacia
ella—. Puedo sentarme donde quiera.

La mujer detrás de mí dice en voz baja, pero con absoluta certeza:

—Estás actuando como una malcriada. No es de extrañar que Alex te haya


echado a patadas.

No me molesto en volverme para mirarla, mi pobre cuello no puede soportar la


tortícolis que le daría, pero veo que los ojos de Rubia se agrandan y luego se llenan
de rabia. 98
—¿De dónde has oído eso? Es mentira.

Esto es interesante… en una especie de telenovela.

La mujer de cabello castaño se ríe y eso hace que la mire.

—¿Qué quieres decir con, de dónde escuché eso? Lo escuché de tu hermana —


dice mientras asiente a la mujer sentada en silencio junto a Rubia—. Y, por supuesto,
lo escuchó directamente de ti.

Está bien, quiero ver esta reacción, porque fue impactante. Mi cabeza gira
sumamente rápido de regreso a mi derecha, y llego justo a tiempo para ver el rubor
subiendo por el cuello de Rubia, por sus mejillas y directo a la línea del cabello. Abre
la boca para decir algo, la cierra de golpe y luego se vuelve para mirar a quien ahora
comprendo que es su hermana.

—¡No puedo creer que le hayas contado eso! —acusa.

—Lo siento, Cass. No sabía que era un secreto —se queja la otra mujer.

Mientras las hermanas comienzan a discutir, una mano suave me aprieta el


hombro y me vuelvo hacia la mujer detrás de mí.
—Vamos… vamos a sentarnos unos asientos más allá de este espectáculo.

Inmediatamente agarro mi bolso y le sonrío. Me lleva a la siguiente sección, unas


filas más arriba y lejos de los fanáticos. Nos sentamos una al lado de la otra y se
vuelve para ofrecerme su mano.

—Soy Kelly Malone. Mi esposo Mike está en la segunda línea, extremo


izquierdo.

Después de intercambiar un firme apretón de manos, le digo:

—Soy Sutton Price.

—Lo sé —dice Kelly con una sonrisa—. Alex le dijo a Mike que estarías aquí y
él me lo contó. Creo que le preocupaba que Cassie hiciera algo si aparecía, así que
me pidió que mantuviera mis ojos en ti.

Mi mirada se desliza hacia el hielo y veo a Alex haciendo algunos ejercicios con
el equipo. Él y un compañero de equipo vuelan por el hielo, pasando el disco de un
lado a otro, aproximándose al portero. Alex tira hacia atrás su palo para disparar, y
justo cuando el portero se compromete con él, le da un rápido chasquido de muñeca 99
para pasárselo a su compañero, quien fácilmente lo mete en la red.

—Entonces, ¿de qué se trata todo eso? —le pregunto a Kelly, aunque mantengo
mis ojos en la acción.

Alex dijo que me interrogaría y no estoy muy segura de lo que eso significa, pero
no puedo soportar que me vaya mal en los exámenes.

—Oh, esa solo es Cassie. Ella y Alex tenían algo, pero aparentemente él rompió
con ella. Su hermana, Allie, está casada con Kyle Steppernech, uno de nuestros
defensores. Allie generalmente la arrastra a todo, por lo que siempre parece estar
merodeando. En realidad, no soporto a la perra.

—No estoy segura de que haya entendido el mensaje que Alex rompió con ella
—murmuro, mirándolo pararse junto a un compañero de equipo, mientras esperan
su turno en el siguiente ejercicio.

—Ella no es la bombilla más brillante del paquete —dice Kelly secamente, luego
baja la voz e inclina su cabeza hacia la mía—. Pero, cielos, fue divertido ver a Alex
ir como un hombre de las cavernas por ti.

—¿Qué?
—La forma en que patinaba y miraba con enfado a Cassie, apuntándole que se
alejara de ti. Hizo que mi corazón latiera con fuerza.

Miro a Kelly estupefacta, porque seguramente se equivoca. Ella ve la expresión


de mi rostro y ofrece una sonrisa compasiva.

—Entonces, esta es la cuestión con Alex —dice en voz baja—. Nadie en el


equipo realmente lo conoce muy bien. Es un solitario, realmente no interactúa
personalmente con los chicos. Entonces, Mike estuvo asombrado cuando Alex le
pidió que me pidiera echarte un ojo. No es propio de Alex pedir ayuda a nadie.

Mi mente comienza a acelerarse mientras considero lo que significa todo esto.


Probablemente nada. Quiero decir, Alex solo está siendo cortés porque tiene una ex-
novia loca que podría haber aparecido y podría haber causado problemas a
cualquiera. Pero podría significar algo, ya que aparentemente Alex salió de su zona
de confort y se acercó a otro jugador en busca de algo personal.

Entonces, tal vez Alex esté haciendo algunos cambios. Se está acercando… está
encontrando algo de alegría en su deporte. Todo esto coincide conmigo, ¿verdad? ¿O
es mi ego el que habla?
100
¿Y por qué estoy pensando en esto? Me reuniré con Alex en unas horas para
hablar sobre nuestro programa de divulgación y apenas he pensado en ello. Soy una
idiota, me doy cuenta con una oleada de culpa y vergüenza de que en realidad podría
estar más interesada en mis sentimientos personales por Alex que en ayudar a los
niños en riesgo.

A pesar de que estoy nadando en arrepentimiento en este momento debido a mis


pensamientos inapropiados, literalmente no puedo evitar preguntarme:

—¿Cuál es el problema con esa mujer… Cassie? Parece seria sobre Alex.

Kelly resopla tan fuerte que algunos de los fanáticos de la fila inferior se vuelven
para mirarnos. Se tapa la boca con la mano y me mira con ojos redondos llenos de
humor.

Cuando quita la mano, se inclina y ríe.

—Por favor, no me hagas reír. Esa mujer no busca nada más que conseguir un
marido de hockey. Su hermana tiene uno y ella también desea el suyo. Estoy segura
de que habla en serio sobre Alex solo en esa medida, pero puedo decirte que Alex
nunca se la tomó en serio.
—¿Cómo sabes… quiero decir… si no es tan partícipe?

—Porque siempre la ignora en las distintas funciones. Ella trata de aferrarse a él,
pero se nota que él no quiere tener nada que ver con ella.

Interesante. Y yo que suponía que habían tenido intimidad, pero me parece que
tal vez esta mujer es más una acosadora que cualquier otra cosa. Esto me hace sentir
inmensamente mejor y puedo sentir que mis hombros se relajan.

—Pero creo que durmieron juntos —continúa Kelly en un susurro más bajo—.
Al menos, eso es lo que dice Allie, y habla todo el tiempo. Creo que son como
“amigos con beneficios”, excepto que no son amigos. Solo tienen “beneficios”. —
Puntúa esa última declaración con otra risita.

Mi estómago se revuelve ante la idea, porque aunque parece que Alex pudo
haber roto las cosas con ella, tenía que haber sido bastante reciente ya que Cassie
todavía se siente apegada a él.

Sin embargo, este no es, ni debería ser, mi problema. Alex es un colega de


negocios y nada más.
101
Sí, sigue diciéndote eso, se entromete mi subconsciente.

—¿Qué sucede entre tú y Alex? —me pregunta Kelly. Su voz es un poco


vacilante, pero puedo decir que se muere por aprender más sobre él.

Miro brevemente por encima del hombro a Cassie y Allie. Ambas me miran con
las cabezas juntas mientras hablan. Volviéndome hacia Kelly, digo:

—No tengo nada que contar. Estamos trabajando juntos en una campaña
antidrogas y solo somos amigos.

—Bueno, los amigos pueden convertirse en algo más —dice Kelly con un guiño.

—No lo creo. No es una línea que debamos cruzar considerando que estamos
trabajando juntos en una capacidad profesional.

—Tonterías —exclama Kelly y, de hecho, pego un salto ante su exclamación—.


¿Dónde está escrito eso en alguna parte?

Parpadeando hacia ella, mi mente comienza a acelerarse y me pregunto… ¿está


eso escrito en alguna parte? En general, me parece inapropiado, pero luego me doy
cuenta de que no es como si trabajáramos juntos en el mismo trabajo. Esta es una
oportunidad de voluntariado para ambos, en esencia. De repente, me pregunto si
realmente existe una barrera.

—Puedo ver por esa mirada en tu rostro, que podrías pensar que también es una
tontería —dice Kelly con una gran sonrisa.

—Quizás —reflexiono, mis ojos buscando a Alex de nuevo en el hielo—. Pero,


en serio, no me ha dado ninguna indicación de que esté interesado. Quiero decir…
en realidad no empezamos con buen pie. Tuvimos un par de peleas.

—¿Algo así como el niño que tira de las trenzas de la niña porque le gusta?

Me río de esa analogía, porque podría tener mérito… supongo. Pero, por otra
parte, no quiero tener ninguna expectativa sobre lo que puede ser o no, así que lo
minimizo.

—Creo que es una firme amistad en este momento. Simplemente


improvisaremos.

—Bueno, si ustedes dos se lían, tenemos que salir en una cita doble. Mike y yo
somos la única pareja casada del equipo que no tiene hijos y nunca llegamos a pasar 102
tanto tiempo con los demás.

—Me suena como un plan —le digo, aunque creo que las posibilidades de que
eso suceda son escasas o nulas. Alex simplemente no parece el tipo de persona que
tiene citas dobles. Demonios, ni siquiera parece el tipo de persona que tiene una cita.

No hay duda de que me atrae Alex. Me refiero a realmente, realmente me atrae.


Quizás esto no sea más que química. Quizás, si pasa algo, no será más que un único
encuentro sexual.

Pero ese no es mi estilo. Soy del tipo de persona que se compromete, amor y
rosas. Quiero decir, no creo que tengas que estar casada o incluso enamorada para
tener sexo, pero sí creo que debes tener sentimientos fuertes por la otra persona.

No estoy segura de lo que siento por Alex. Me cautiva de una manera que no
recuerdo que alguna vez haya hecho Brandon. Usar un manto de soledad y enojo lo
hace parecer vulnerable para mí, y verlo abrirse un poco me intriga aún más.
Además, es sin duda el hombre más sexy que he conocido. Sí, no sé lo que siento por
él, pero hay algo.

La pregunta más importante es… ¿siente algo por mí?


Capítulo 11
Alex
Sacudiendo mi cabeza con consternación, camino hacia el vestíbulo de la pista
de práctica porque ahí es donde le dije a Sutton que la encontraría. Aparte de tener
que ahuyentar a Cassie al comienzo de la práctica, la pasé bastante bien allí. No estoy
seguro de si es porque Sutton estaba allí mirándome o por el hecho de que Garrett
estaba contando una broma tras otra mientras esperábamos el siguiente ejercicio. El
tipo tiene un suministro interminable de chistes que son terriblemente obscenos y que
solo eran adecuados para ser contados entre un grupo de chicos cómicamente
inmaduros. No importa si trato de mantenerme distante con él, no me dejará. Es
como si se negara a dejarme ser un idiota, y Dios me ayude, me está empezando a
gustar eso de él.
103
De hecho, es la primera sesión de práctica desde que me uní a Cold Fury que
puedo decir que disfruté, de principio a fin.

Lo que es aún más agradable es que, cuando salgo al vestíbulo con mi bolsa de
equipo al hombro, mis ojos buscan de inmediato y se fijan en Sutton. Está parada
junto a la puerta de vidrio principal, de espaldas a mí, mirando hacia afuera. Vestida
de manera muy informal solo con una camiseta, jeans y Converse negras, se ve joven,
fresca y adorable, de hecho, se ve comestible.

Adorablemente comestible y mi pulso palpitante parece estar de acuerdo.

Me dirijo hacia ella porque es como una luz al final del túnel, cuando algo me
agarra del brazo. Mirando a mi alrededor, veo a Cassie parada allí, mirándome con
ojos acalorados.

—Tenemos que hablar —dice con determinación.

Alejo mi brazo.

—No, realmente no tenemos que hacerlo.

—¿Qué diablos fue esa pequeña treta allí en el hielo?


—Eres tan distinguida como siempre —comento secamente, y me doy la vuelta
para alejarme.

Agarra mi brazo de nuevo, sus uñas clavándose. Arqueo una ceja hacia ella, mi
mirada le da unos dos segundos para alejarse de mí. Afortunadamente, hace caso y
me libera con la misma rapidez.

—¿Me estás dejando por esa chica? —dice en voz alta, moviendo la cabeza hacia
Sutton.

Giro mi mirada y sigo la mirada de Cassie. Sutton ha escuchado esta pequeña


jugada y nos devuelve la mirada, su rostro impasiblemente sereno a pesar de haber
sido mencionada a los gritos.

Volviéndome hacia Cassie, le digo en voz baja, con la esperanza de reducir un


poco el nivel de ruido:

—No te estoy dejando por ella. Te estoy dejando por mí. Simplemente ya no
estoy interesado y cuanto antes lo entiendas, antes superarás esto.

Le doy la espalda a Cassie sin darle la oportunidad de responder. En tres largas 104
zancadas, llego a Sutton y la tomo del codo, dirigiéndola hacia la puerta. Con mi
mano libre, la abro y la conduzco a través de ella delante de mí. No me ofrece
resistencia, confiando en mi dirección.

Salimos al sol del mediodía y noto que finalmente hay una frescura en el aire que
significa que tal vez el otoño realmente ha llegado.

—Entonces, ¿la vida de una estrella de hockey normalmente está llena de ex


novias acosadoras? —me pregunta Sutton cuando la puerta se cierra detrás de
nosotros.

Me vuelvo hacia ella con una sonrisa.

—Creo que es parte del currículum estándar. Y para que conste, ella no era mi
novia.

—Entonces, ¿qué era ella? —me pregunta con total confianza en su curiosidad.

No estoy seguro de que le guste mi respuesta, pero la doy.

—Fue un ligue. Nada más.


—Oh… está bien —dice Sutton rápidamente y estoy bastante seguro de que
acabo de perder varios puntos con ella.

—¿Dónde está tu coche? —le pregunto a Sutton solo para cambiar de tema.

—¿Mi coche?

—Sí… pensé que podrías conducir si no te importa. El mío está detrás del
complejo en el estacionamiento de los jugadores y el tuyo probablemente esté más
cerca.

—Está bien —dice vacilante y se dirige al estacionamiento—. Pero tengo que


advertirte… está un poco viejo. No estoy segura de que una celebridad de tu estatus
deba ser vista en él.

—Estoy seguro de que está bien —le digo con una sonrisa, aunque cuando se
detiene ante un cubo oxidado de coche para abrir la puerta, no estoy seguro de que
nos lleve a nuestro destino previsto.

—Funciona bien —me asegura, la expresión de mi rostro indudablemente delata


mi preocupación—. Podemos llevarnos tu coche si te preocupa. 105
—Sin duda alguna, no estoy preocupado —le digo mientras camino hacia la
puerta del pasajero y espero a que ella la abra.

Me lanza una sonrisa, abre la puerta del conductor con una llave y luego se sube
para alcanzar la cerradura del pasajero. Dios mío, ni siquiera tiene cerraduras
automáticas. No sabía que todavía existían coches así de viejos.

Ni siquiera estoy seguro de qué tipo de automóvil es, pero es pequeño, por lo que
tengo que doblar mi cuerpo prácticamente por la mitad para entrar en el asiento
después de arrojar mi bolsa con el equipo en la parte trasera. A pesar de que el
automóvil probablemente se fabricó hace varias décadas, está muy limpio y bien
cuidado por dentro.

Cuando Sutton gira el encendido, el motor se enciende y emite un ronroneo


vigoroso. Se vuelve hacia mí y sonríe.

—Déjame adivinar… probablemente conduces un auto deportivo, ¿verdad?


Rojo, tal vez convertible, ¿pasa de cero a sesenta en unos tres segundos directos?

—Me has clasificado mal —le digo con una mirada fingida—. Conduzco una
Suburban usada. Si bien no es tan vieja como este cubo, tiene su kilometraje.
—Vaya —dice, como si le acabara de contar la cosa más asombrosa del mundo
y pone su auto en marcha—. Considérame impresionada.

—¿Por qué te impresiona eso?

—Bueno, porque te acabo de colocar un estereotipo injusto. Simplemente asumí


que todas las estrellas deportivas adineradas gastaban dinero como si estuviera
pasado de moda.

No puedo evitar la carcajada que estalla.

—Entonces, probablemente te sorprendería saber que vivo en un apartamento


pequeño y ahorro mi dinero, aunque tengo una adicción a los grandes televisores de
pantalla plana.

—Definitivamente rompiendo mi estereotipo —concuerda—. Entonces, ¿por


qué el obsesivo ahorro de dinero?

—Así tengo algo a lo que recurrir cuando deje de jugar al hockey. No sé hacer
nada más.
106
—¿Y cuánto tiempo crees que estarás jugando al hockey?

Al volverme para mirarla mientras conduce, noto que la vista lateral de su rostro
es tan hermosa como la vista frontal. Su largo cabello rojo cuelga suelto con una
ligera ondulación, lo que hace que sus ojos brillen, que reflejan las brillantes motas
verdes del sol que se filtra a través del parabrisas. Noto por primera vez que tiene una
pequeña pizca de pecas en la nariz y las mejillas. Me fascina como ninguna otra
persona que haya conocido y eso me asusta un poco. También me emociona.

La respuesta a su pregunta debería ser fácil, pero en realidad no lo es. Decido


explicárselo honestamente.

—Hace apenas unas semanas, estaba a punto de renunciar. No me gustó que el


equipo me presionara… que intentara convertirme en algo que no era. No amaba el
juego lo suficiente como para dejar que me hicieran eso.

—¿Y ahora? —pregunta en voz baja, lanzándome una mirada rápida antes de
volver a poner los ojos en la calle.

—¿Ahora? Veo el juego de manera un poco diferente —le admito.

—¿A qué se debe eso?


Su voz es tan suave que absolutamente quiero rendirme ante ella. En lugar de
ocultar mis sentimientos como lo hago normalmente, quiero contarle todo.

Bueno, casi todo. Hay algunas cosas que nunca podré compartir con ella.

—Porque me has hecho ver las cosas con una luz diferente —le digo y su cabeza
gira para encontrar mi mirada.

Me mira fijamente un momento más de lo que es seguro antes de volverse para


mirar la calle.

—¿Eso es bueno o malo? —pregunta con una suave sonrisa en su rostro.

Tengo la insoportable necesidad de extender la punta de mis dedos y acariciarle


la mandíbula, pero me resisto. Probablemente me abofetearía si lo intentara.

—Bueno, creo. Todavía estoy probando las aguas, por así decirlo.

Sutton gira en un estacionamiento que alberga un centro comercial barato. Se


detiene frente a un restaurante de comida india y apaga el motor. Volviéndose para
mirarme, dice: 107
—Ya sea que sumerjas un dedo del pie o saltes de cabeza, me alegra que estés
probando las aguas. Experimentar cosas nuevas, crecer a partir de esa experiencia…
Me alegro de que lo intentes.

Me mira con calidez e incluso un poco de comprensión. Sí, ella entiende algo
sobre mí cuando ni siquiera yo estoy seguro de haberlo entendido. Es como si fuera
sabia más allá de sus años y siento que podría amenazar con derrumbar la misma
plataforma sobre la que he construido todo mi conocimiento del mundo. Es una
perspectiva aterradora, pero me parece desafiante en el buen sentido.

Tomando mi silencio como un indicio de que la conversación ha terminado, se


vuelve brevemente para mirar el restaurante y luego de nuevo a mí.

—Espero que te guste la comida india.

Ni siquiera le echo un vistazo al restaurante.

—Gracias… por tomarte el tiempo para tratar de conocerme. Y creo que tal vez
por entenderme cuando ni siquiera yo estoy seguro de poder hacerlo.

Toma un pequeño respiro y sus ojos se agrandan ante mi proclamación. Luego


me sonríe y está llena de cuidado y comprensión. Tengo tantas ganas de besarla, me
duele el pecho, pero no es el momento… no es el lugar. Me pregunto si alguna vez
lo será.

—Vamos, comamos —le digo mientras abro la puerta del pasajero y salgo del
pequeño asiento.

Después de que estamos sentados en una cabina y hemos hecho nuestros


pedidos, Sutton se pone seria, lo cual está bien. Después de leer la carpeta de
información que me dio, me siento muy emocionado con este proyecto.
Principalmente porque trabajaré muy cerca de Sutton, lo cual es una tontería de
admitir, pero también estoy entusiasmado con la perspectiva de ayudar a los niños
que pueden haber sufrido algunas de las mismas cosas por las que yo pasé. El solo
hecho de poder darles una salida para obtener ayuda es más que emocionante para
mí, porque siempre me sentí muy atrapado e impotente mientras crecía.

—¿Terminaste de leer todos los materiales?

—Sí. Y aunque no tengo otros programas con los que compararlo, el programa
de California es muy impresionante. Ni siquiera estoy seguro de que tengamos que
modificarlo tanto, suponiendo que toda la información sobre adicción sea precisa.
Sin embargo, esa es tu experiencia. 108
Sutton asiente, sus ojos brillan de emoción.

—Todo es exacto, y aunque no usaríamos su material literalmente,


definitivamente podemos seguir el esquema del programa. Tengo todos los
materiales necesarios que podemos convertir y que han sido producidos por nuestro
centro de crisis.

—¿Cuál quieres que sea mi papel?

—Bueno, eres el portavoz, por lo que la mayor parte de tu trabajo vendrá al final
cuando comencemos a viajar a las escuelas y eventos, pero aun así me encantaría
tener tu opinión mientras preparo el programa. Mientras redacto los materiales,
podría reenviarlos para que los revises, y necesitaremos que hagas algunas sesiones
de fotos para los folletos y panfletos, videos… ese tipo de cosas.

—¿Saldrás a cenar conmigo esta noche? —pregunto, las palabras salen de mi


boca tan repentinamente que no tengo ni idea de dónde vinieron. Claramente, mi
subconsciente decidió superar mi sensibilidad y darse a conocer.

Los ojos de Sutton se agrandan y sus labios se abren con sorpresa. Joder… Estoy
completamente sorprendido por haber preguntado eso.
—¿Como en una cita? —pregunta con cuidado—. ¿O para trabajar más en este
programa?

—Como en una cita —le digo mientras la miro fijamente a los ojos—. Por
supuesto, podemos hablar más sobre esto si quieres, pero te invito a una cita.

Los ojos de Sutton bajan a la mesa y juguetea nerviosamente con el tenedor. Se


chupa el labio inferior entre sus dientes y sus cejas se fruncen con consternación.
Espero pacientemente a que ella me responda.

Cuando vuelve a mirar hacia arriba, no me sorprende en absoluto cuando dice:

—¿Deberíamos cruzar esa línea? ¿La que separa lo profesional de lo personal?

—Nunca me han importado un carajo las etiquetas y las líneas, Sutton. Hago lo
que quiero y tengo muchas ganas de verte a nivel personal. Si tienes reparos en cruzar
una línea que es importante para ti, lo respeto y no intentaré disuadirte.

Vuelve a mirar hacia la mesa por un momento, luego sus ojos vuelven a
levantarse y me miran con una pizca de picardía.
109
—¿Qué pasa si quiero que me persuadas?

Mis labios se arquean mientras mi corazón se dispara de un extremo a otro.

—Depende. ¿Qué tanto convencimiento crees que necesitarás?

Sutton levanta su dedo índice y lo golpea contra sus labios mientras considera
mi pregunta.

—Mmm. Estoy bastante indecisa por esto. Puede que requiera un buen esfuerzo
de tu parte.

Se está burlando y maldita sea si no se siente bien. Si está esperando que


responda a sus burlas con algunas bromas propias, necesita una lección rápida sobre
el hecho de que Alex Crossman generalmente se lanza a matar con bastante rapidez.

Levantándome de la cabina, un paso rápido me pone a su lado. Sin dudarlo, me


inclino y deslizo mi mano alrededor de su cuello, jalándola un poco hacia mí. Un
pequeño grito de sorpresa sale de su boca, pero veo que sus ojos se llenan de desafío.

Que empiece el juego.


Inclino mi cabeza con decisión y acerco mi boca a la de ella. Mi beso es
confiadamente persuasivo y ella se abre a mí. Sin embargo, no saqueo su invitación,
dándole solo un momento en el que nuestros labios se tocan, se mueven uno contra
el otro en un susurro, luego me aparto y la suelto.

Poniéndome de pie, la miro y digo:

—¿Convencida?

Asiente hacia mí, sus dedos suben para tocar ligeramente sus labios y juro que
casi puedo sentir el toque contra los míos.

Regresando a mi asiento, coloco mi servilleta en mi regazo y vuelvo a preguntar:

—Entonces, ¿saldrás conmigo esta noche?

Me sonríe.

—Sí, me encantaría.

—Genial… —empiezo a decir, pero luego me interrumpe con una palmada en


su frente.
110
—Demonios, espera. No puedo. Ya tengo planes.

Inmediatamente se me erizan los vellos, porque supongo que es una cita que ella
ha planeado. Mi ira crece rápidamente, pero antes de que pueda decir algo, ella dice:

—A menos que… ¿quieres venir conmigo?

Parpadeando hacia ella un par de veces para asegurarme de entender lo que está
diciendo, le pregunto:

—¿Dónde sería eso?

—A la casa de mis padres. Cena familiar.

Mi instinto inmediato es decir que no y varias razones se filtran por mi cabeza.


Primero, quiero a Sutton para mí solo. No quiero compartirla ahora mismo. En
segundo lugar, parece un poco aburrido conocer a sus padres para nuestra primera
cita, y esta podría ser nuestra única cita, por lo que sé, y finalmente, ¿mencioné que
quiero a Sutton para mí solo?
Luego recuerdo que me voy mañana con una agenda extendida de juegos de
visitante y no regresaré hasta dentro de cinco días. De repente, me doy cuenta de que
tomaré a Sutton de cualquier forma que pueda.

—Está bien. Me sumo.

—¿En serio? —pregunta, mirándome con escepticismo.

—Sí, ¿por qué no?

—Es solo… parece un poco tonto, ir a la casa de mis padres para una primera
cita.

—Pensé lo mismo cuando lo sugeriste.

—Dolorosamente honesto, ¿verdad?

Le sonrío y asiento.

—Sí. Pero me di cuenta de que me gustaría pasar tiempo contigo, y si tus padres
son la mitad de geniales que tú, creo que esto será divertido. 111
—Son grandiosos. Te encantarán. Mi mamá y papá-Jim ya han alcanzado la
santidad en mi libro.

—¿Papá-Jim? —pregunto con una risa.

—Es mi padrastro. Me crio desde que tenía unos ocho años.

—¿Qué hay de tu verdadero papá?

—Papá-Jim es mi verdadero papá —dice, no con censura, sino con genuina


calidez y diversión—. Ahora, si estás hablando del donante de esperma que es mi
padre biológico, bueno, está flotando por Raleigh en alguna parte. En ocasiones entra
y sale de mi vida, dependiendo de si está limpio o no.

Mi boca se abre y la miro con incredulidad por lo que creo que acaba de dar a
entender, y la forma en que lo dijo con total aceptación y sin una pizca de amargura.

—¿Tu papá es un…?

—¿Adicto a las drogas? Sí. Definitivamente no es el padre del año, pero trato de
apoyarlo lo mejor que puedo.
—¿Y por apoyo te refieres a…?

—No financieramente. Me refiero a que trato de darle aliento y apoyo


emocional, pero es difícil cuando lo he visto ir y venir.

Me quedo callado por un momento, comparando su revelación con los


pensamientos de mi propio padre, que lucha contra el alcohol. No, eso no es del todo
correcto. Él no pelea. Eso implicaría que ha intentado dejarlo en algún momento,
pero que yo sepa, nunca lo ha hecho. Ha sucumbido, nada más.

—¿Es por eso que haces lo que haces? —le pregunto.

—¿Asesoramiento sobre drogas? Bastante obvio, ¿verdad?

—Bastante jodidamente impresionante, diría yo.

El rostro de Sutton se sonroja y desvía la mirada con una timidez inusual. Toma
el tenedor y comienza a jugar con él de nuevo mientras continúa.

—Mi vida fue muy mala cuando mi papá era parte de ella. Su adicción a las
drogas nos trajo mucho sufrimiento a mi mamá y a mí. Sin embargo, mi mamá me 112
salvó. Ella me sacó de ese entorno, lo mejor que pudo. Entonces papá-Jim nos salvó
a las dos.

Volviendo a dejar el tenedor, levanta los ojos para encontrarse con los míos y
sonríe en un momento de feliz reflexión y amor por su familia.

Quiero escuchar todo sobre su historia, pero en realidad tengo miedo. Tengo
miedo de escucharla por las comparaciones que haré con mi propia vida, y odio
pensar en mi infancia. Tampoco quiero escuchar su historia porque algo se revuelve
un poco en mi estómago. Parece que ambos tuvimos una infancia horrible, pero
Sutton parece haberse adaptado muy bien. Al menos por lo que puedo decir.

¿Yo?

No tanto. Dejé que mi pasado me convirtiera en algo con lo que hace unas
semanas me sentía bastante cómodo.

¿Pero ahora?

Ahora no estoy seguro de que me guste mirarme en el espejo y ver el reflejo.


Estoy bastante seguro de que, si bien Sutton ha sido un lugar hermoso y brillante en
mi vida recientemente, también podría causarme un mundo de dolor al quitarme las
costras. Me gusta, quiero conocerla, quiero pasar tiempo con ella.

Quiere follarla, sin duda.

Pero no quiero acercarme demasiado. Creo que eso causaría repercusiones que
probablemente no podría soportar a largo plazo.

113
Capítulo 12
Sutton
No puedo creer que esté en una cita con Alex Crossman. No puedo creer que
Alex Crossman acaba de cenar en casa de mis padres. No puedo creer que quiera que
me bese más de lo que nunca había querido que me besaran, y mis palmas están
sudando tanto por la perspectiva que sigo limpiándolas en mis jeans.

La velada ha sido perfecta hasta ahora. Alex me recogió en mi casa. Cuando lo


invité a pasar y le pregunté si quería un recorrido, me mostró una sonrisa y dijo:

—Más tarde. Cuando te deje.

Y fue entonces cuando salió a la luz mi lado locamente cachondo. Todo lo que 114
podía imaginar era él entrando en mi casa y empujándome contra la pared…
tomándose todo tipo de libertades indecentes conmigo, lo quisiera o no. La imagen
se grabó tan ardientemente en mi mente que seguí repasándola durante la cena.

A veces incluso me costaba concentrarme en lo que sucedía a mi alrededor, mi


mente vagaba hacia mis fantasías en lugar de mi realidad.

Y la realidad fue que la cena fue divertida y maravillosa, y la mejor parte fue ver
el rostro de Glenn cuando aparecí con Alex. Pensé que iba a perecer en el acto, y se
trabó tanto que apenas pudo saludar. Alex había sacado una bolsa de la parte trasera
de su Suburban cuando nos detuvimos frente a la casa de mis padres, y cuando le
pregunté qué había dentro, se encogió de hombros y dijo:

—Algunas cosas para tu hermano.

Algunas cosas resultaron ser una camiseta de Crossman firmada, cuatro boletos
para el próximo juego local para toda la familia, un póster de Crossman firmado y
un palo firmado por el portero de Cold Fury, Max Fournier. Tuve que volver la
cabeza y secarme los ojos en mi hombro cuando vi la forma en que se iluminó el
rostro de Glenn. Por una fracción de segundo, dudó de todos los regalos que tuvo
ante él, y miró a mamá para asegurarse de que estaba bien aceptar tantos obsequios
maravillosos. Entonces mi hermano pequeño, mi hermoso hermanito pequeño, miró
a Alex y dijo:

—Es demasiado.

Alex se estremeció levemente, luego su rostro se llenó de comprensión. Trazando


una línea muy fina entre el estímulo para aceptar y la comprensión de la sensibilidad
de Glenn hacia el dinero, Alex lo interpretó maravillosamente. Dijo:

—De ninguna manera, amigo. Tenía estas cosas en mi apartamento.

Que fue una mentira. El maldito palo estaba firmado por Max Fournier, por lo
que Alex se había tomado el tiempo de conseguir esto para Glenn. Quise lanzarme
sobre él con un abrazo de proporciones épicas, pero para sorpresa de todos, Glenn se
me adelantó. Se levantó de su silla y lanzó sus brazos alrededor de Alex mientras se
sentaba en el sofá a mi lado. No pude evitar sonreír cuando Alex lo atrapó en un
abrazo de oso y torpemente le dio una palmada a Glenn en la espalda, mirándome
por encima de su hombro con una suave sonrisa.

La cena fue increíble, gracias a que mi mamá es como la mejor cocinera del
mundo. A pesar del lado rudo y hosco de Alex que había visto en alguna ocasión, no 115
fue más que abierto y sincero con mi familia. Glenn le hablaba incesantemente, con
mi mamá y papá-Jim haciéndole preguntas de vez en cuando. Sin embargo, me di
cuenta de que se alejaba suavemente de cualquier pregunta sobre su infancia o sus
propios padres, y en cambio se centró en el hecho de que se había ido de casa de
forma permanente para vivir con una familia de acogida mientras jugaba en los
Juniors de Quebec. Esto fue interesante para mí porque se centró en sus inicios en la
carrera de hockey, cuando sé con certeza que no le importa demasiado dicha carrera
en absoluto. Mi lado de consejera sabe que está evitando algo que es más doloroso
que su disgusto por el deporte.

De todos modos, mi mamá lo abrazó cálidamente cuando nos íbamos, y papá-


Jim lo invitó a volver en cualquier momento que quisiera. Glenn fue un poco tímido,
su abrazo espontáneo previo estaba claramente relacionado con la emoción de los
regalos de Alex, así que Alex se inclinó y le tendió el puño a Glenn para que lo
golpeara, diciendo:

—¿Nos vemos la semana que viene, después del juego?

Glenn asintió con timidez, pero pude ver que estaba a punto de explotar ante la
perspectiva.

—Estás muy callada allí —dice Alex mientras conducimos hacia mi casa.
—Solo estoy pensando en Glenn. Realmente lo mimaste esta noche.

—De ninguna manera. Se nota que es un niño que merece ser mimado.

Sonrío porque eso es muy cierto.

—No ha tenido muchas cosas buenas en la vida. El dinero siempre ha sido muy
escaso, pero es el chico más agradecido que jamás hayas conocido. Así que sí…
supongo que se lo merece.

Alex se inclina sobre el asiento y toma mi mano entre las suyas. Es un


movimiento íntimo y no puedo detener el pequeño escalofrío que me recorre por el
contacto. Me aprieta la mano y dice:

—Creo que tú también mereces que te mimen.

Me vuelvo para mirarlo, la iluminación ambiental del sistema estéreo del auto
enfatiza los ángulos agudos de su rostro. Se vuelve para darme una breve mirada y
sus ojos son serios, atentos mientras observan mi reacción.

—Alex… —empiezo a decir, luego me doy cuenta de que no tengo ni idea de 116
qué decir. Sus palabras son tan sinceras, pero vacilantes, porque puedo decir que
nunca antes había dicho esas palabras.

Volviendo su atención a la calle, Alex tira de mi mano a través del vehículo y se


la lleva a la boca. Roza con sus labios el interior de mi muñeca y luego me suelta.
Ese toque… oh, ese toque de sus labios. Tan seductor pero lleno de cariño al mismo
tiempo, me siento prácticamente mareada por las abrumadoras emociones que me
atraviesan.

—Sutton… no sé qué es esto… entre nosotros. Pero sé que es algo. Sé que me


está atrayendo, y confía en mí cuando te digo… nada me ha atraído en mucho
tiempo.

—También lo siento —admito en un susurro.

—Entonces, veamos a dónde va esto —dice con confianza, y asiento incluso


cuando digo:

—Está bien.
Pero me pregunto… ¿a dónde estoy atrayendo a Alex exactamente? Lo sabría si
supiera en qué dirección me dirijo. ¿Tiene esto el potencial de ser algo serio? O
¿alguien como Alex se toma las relaciones en serio?

Por lo que sé, sus palabras esta noche no significan nada más que él quiere que
lo lleve directo a mi cama. Quizás esto sea solo sexo. Después de todo, esa otra chica,
Cassie, fue solo un ligue.

Tal vez yo solo sea un ligue.

Busco mis sentimientos para ver cómo me siento realmente al respecto y, por
supuesto, no me gusta. Aunque la otra noche pensé que tal vez mi falta de
sentimientos hacia Brandon tenía algo que ver con el hecho de que quería vivir la
vida como él lo había hecho, la simple verdad del asunto es que simplemente no
puedo tener sexo casual.

Mirando por el parabrisas, veo que Alex está entrando en mi camino de entrada,
y empiezo a asustarme, ¿y si está esperando echar un polvo ahora mismo?

—No puedo tener sexo contigo esta noche —suelto, porque necesito ser franca
con él. 117
Su cabeza se mueve bruscamente en mi dirección e incluso en la penumbra del
coche oscuro, puedo ver sus labios curvarse hacia arriba. Ignora mi declaración por
un momento. Cuando apaga el motor, se vuelve hacia mí y me dice:

—¿Quién dijo que quiero tener sexo contigo?

—Pero… dijiste… hay algo… y esa otra mujer… pensé que eso es lo que
querrías… —me callo patéticamente, porque ahora estoy, de repente, confundida y
siento que leí mal las señales.

Alex suelta una risa ronca.

—Te estoy tomando el pelo. Y no tenía la intención de tener sexo contigo esta
noche. Ahora, ¿vas a invitarme dentro para mostrarme tu casa, y luego tal vez
podamos quedarnos un rato? Tengo que llegar a casa dentro de no mucho tiempo
para hacer las maletas para mi viaje.

Gracias a Dios está oscuro en el auto porque mi rostro está encendido por mi
idea errónea del asunto.
—Está bien —murmuro en respuesta, y salto de su SUV antes de que pueda
llegar a mi puerta para abrirla.

Alex me sigue hasta el porche delantero y espera mientras abro la puerta.


Encendiendo las luces cuando entramos, espero a que entre y cierro la puerta detrás
de él. Después de dejar las llaves y el bolso en una de las mesas auxiliares, le pregunto:

—¿Quieres algo de beber?

—No —dice mientras se acerca y se sienta en mi sofá.

—¿Quieres un recorrido por mi casa? —pregunto, lo que parece ridículamente


estúpido.

—No. Quiero que vengas a sentarte a mi lado —dice a la vez que le da


palmaditas al cojín—. Creo que prefiero besarme contigo un poco antes de tener que
irme.

Ahí van las palmas de mis manos de nuevo, sudando un río; me las seco en mis
muslos cubiertos de mezclilla. Él, por supuesto, se da cuenta de ese movimiento y
me siento como una idiota. 118
—¿Estás nerviosa? —pregunta.

—Un poco —admito mientras camino hacia él lentamente.

Cuando llego al sofá, levanta una mano hacia mí y pongo la mía vacilante en la
suya, rezando a Dios para haberme limpiado toda la humedad. Me rodea
cálidamente y dice:

—No muerdo.

Algo de mi nerviosismo se desvanece y me relajo un poco, pero luego me da un


tirón en la mano y caigo hacia él con un grito. Aterrizo en su regazo, y expertamente
me gira hacia un lado para que mis piernas caigan sobre el sofá y su brazo apoye mi
espalda.

Alex me sonríe, por alguna razón disfruta de la tensión que he dejado crecer
debido a mis nervios. Su otra mano se eleva, rozando sus dedos por mi mandíbula.

—Eres adorable cuando estás nerviosa —dice—. Me gusta eso.

—Lo siento —mascullo, pero antes de que pueda decir otra palabra, se inclina y
me besa.
Y a pesar de que esta es la segunda vez que sus labios han estado contra los míos
este día, me doy cuenta de que lo que me hizo antes ni siquiera podría ser catalogado
como un beso. De hecho, no estoy segura de que los labios de ningún otro hombre
tocando los míos, y no ha habido tantos, pudieran haber sido siquiera considerados
un beso.

No estoy segura de si es la suavidad con la que me toca por primera vez, o la


forma en que mis labios parecen seguir los suyos cuando abre su boca para dejar que
su lengua se deslice dentro, pero cada nervio, tendón y músculo de mi cuerpo parece
prenderse fuego de placer. El contacto es tan explosivo, tan ricamente cautivador,
que de inmediato siento que me estoy ahogando en un mar de deseo.

Estoy completamente avergonzada de que con el primer toque de su lengua


contra la mía, gimo en voz alta en su boca y mis brazos le rodean su cuello para
acercarlo más. Para una mujer que acaba de proclamar ni hace dos minutos que no
iba a tener sexo con él esta noche, está claro que quiero desnudarme y subirme
encima de él ahora mismo.

Los brazos de Alex me rodean con más fuerza y nuestras bocas se mueven con
más insistencia una contra la otra. Mis dedos se deslizan por su largo cabello y me
maravillo por un momento de lo suave y sedoso que es. Entonces la boca de Alex se
119
separa de la mía y pasa sus labios por mi mandíbula y por mi cuello, la barba
incipiente de su barbilla provoca que chispas eléctricas atraviesen mi piel.

Me siento tan caliente y necesitada, y quiero que llegue más lejos. Al diablo con
lo que acabo de decir en el auto de Alex, quiero tener sexo con él, en este mismo
momento. Instando mentalmente a sus manos a moverse, a explorar, a desnudar,
casi le suplico en voz alta que me haga esas cosas.

Casi, y me alegro de no haberlo hecho, porque Alex termina siendo el cuerdo de


los dos, y se aleja de mí con un suspiro de frustración y mucha respiración
entrecortada.

Apoyando su frente contra mi sien, dice:

—Dios, podría hacer eso toda la noche.

—No podría —refunfuño y él levanta la cabeza para mirarme con curiosidad—.


Quiero decir… no podría solo besarnos toda la noche… me gustaría hacer otras cosas
—digo en voz baja mientras cierro los ojos con mortificación.

—Oye —dice Alex en voz baja mientras toma mi barbilla con una mano. Abro
los ojos y miro a los suyos, notando que en realidad tiene un círculo de color gris
oscuro alrededor de sus pupilas—. No te avergüences por eso. No hay nada más que
quiera hacer en este mismo momento que…

Se detiene rápidamente y suelta su agarre en mi rostro. Levantándome un poco,


me mueve de su regazo y me coloca a su lado. Girándose hacia mí, pasa un brazo
por el respaldo de mi sofá y pasa el otro por su cabello.

—Sutton, te deseo mucho y si no me hubieras dicho hace unos minutos que no


íbamos a tener sexo esta noche, ten por seguro que te follaría ahora mismo. Pero voy
a respetar eso y llegaremos allí cuando lleguemos.

—Podrías haberme tenido esta noche —le digo con cautela, parte de mí con la
esperanza de que lo tome como una invitación y comience a besarme de nuevo.
Capitularía en un santiamén si me besara de la misma manera.

—Lo sé —gruñe en voz baja—. Lo sentí… ese beso fue…

—Sí, lo fue, ¿no?

—Tan jodidamente bueno —dice y la forma en que sus palabras salen


retumbando de sus labios hace que temblores recorran mi columna vertebral. 120
—El mejor —murmuro, un poco avergonzada de admitir eso y espero que eso
no le quite el interés de ninguna manera.

—El mejor —concuerda y mi corazón se derrite un poquito porque en realidad


suena humilde por eso.

Nos miramos el uno al otro un momento más y puedo sentir un zumbido de


energía que comienza a construirse a nuestro alrededor mientras nos perdemos en
los ojos del otro. Alex también puede sentirlo, y, de repente, se siente peligroso estar
tan cerca el uno del otro. Se pone de pie abruptamente y dice:

—Probablemente debería irme. Creo que ambos sabemos lo que va a pasar si me


quedo.

Me paro detrás de él y prácticamente tengo que taparme la boca con la mano


para evitar decir: “Oh, al diablo con eso. Tengamos sexo”.

En cambio, sigo a Alex hasta la puerta, de repente un poco tímida ahora que nos
hemos alejado de la comodidad del sofá. Pero no me deja ser tímida por mucho
tiempo porque cuando llega a la puerta, se gira sobre mí y me toma en sus brazos,
abrazándome. Es entrañable, la forma en que está eligiendo un abrazo íntimo y
confortable en lugar de un beso lleno de lujuria para decir buenas noches.

—¿Me verás jugar cuando me vaya? —pregunta con cierta inquietud.

Retrocediendo para que pueda ver mi cara, le digo:

—Por supuesto. Estaré gritando por ti aquí en mi sala de estar.

—Te llamaré después de que regrese al hotel después de nuestro juego de mañana
por la noche —me dice, luego se inclina suavemente para colocar un beso suave
como una pluma en mis labios.

Estoy más que reconfortada por el hecho de que Alex está siendo un caballero y
completamente mortificada por no querer que lo sea.

Lo que me da curiosidad.

—¿A dónde se fue ese idiota que conocí ese primer día en mi oficina?

Los ojos de Alex se nublan un poco, a pesar de que me sonríe. 121


—Probablemente todavía está allí, Sutton. He sido un idiota mucho más tiempo
de lo que he sido encantador. Estás viendo un lado nuevo para mí, pero sabes que lo
viejo seguramente saldrá a la luz.

Ladeo la cabeza hacia un lado y digo:

—Todos tenemos días en los que salen nuestros monstruos, Alex. No me vas a
asustar si veo el tuyo.

—Tendré cuidado de no mostrarte mi verdadero monstruo —bromea mientras


sale del abrazo.

Volviéndome para alcanzar el picaporte de la puerta, coloco mi mano sobre su


brazo suavemente. Se detiene y me mira.

—Hablo en serio, Alex. No me asustarás… He visto muchas cosas.

—No me preocupa asustarte. Me preocupa lastimarte —dice con una mirada


angustiada en su rostro—. Pero no lo suficiente como para advertirte que te
mantengas alejadas. La parte bastarda de mí está bien con que corras ese riesgo.
—Siempre dolorosamente honesto —murmuro mientras él abre la puerta y cruza
mi umbral.

—Siempre —dice mientras se vuelve hacia mí para cerrar la puerta. Pero me da


una sonrisa y un guiño, y eso aligera el ánimo—. Cierra la puerta detrás de mí.

—De acuerdo. Que vueles seguro mañana.

Entonces se ha ido.

Cierro la puerta obedientemente y me arrastro de regreso a mi habitación,


revisando mi correo brevemente en mi iPhone. Me sorprende cuando mi teléfono
suena con un mensaje de texto de Alex.

Sentado en el camino de entrada, deseando no haberme ido.

Mis dedos teclean furiosamente hacia él.

Yo también. Soy muy mala.

No espero mucho por su respuesta. 122


La espera hará que sea mejor. Lo prometo. Y me gusta que seas mala.

Sentándome en mi cama, me recuesto contra ella, apretando mi teléfono contra


mi pecho. Quiero enviarle un mensaje de texto, no, llamarlo, y decirle que vuelva
dentro. No estoy segura de haber querido algo tan desesperadamente antes… excepto
que hubo un momento en mi vida en el que deseé mucho que mi padre dejara de
consumir drogas. Pero luego me di cuenta de que eso estaba más allá de mi control
y no era más que un deseo esperanzador.

Pasando mis pulgares por el teléfono, le respondo el mensaje.

Hará que sea mejor. Concuerdo. Y puedes ver mi lado malo en otro momento.

El mensaje de texto de Alex es breve.

Deseando que llegue. Mucho.

Sonriendo, dejo mi teléfono en la cama a mi lado y cierro los ojos… saboreando


esta noche.

Luego vuelven a abrirse con perspicacia y determinación.


Tomando mi teléfono de nuevo, llamo a Brandon y espero a que conteste. Voy
a decirle que él y yo nunca pasaremos de la amistad que hemos estado tratando de
construir de nuevo. No puedo dejar que siga creyendo que existe la posibilidad de
algo más. No puedo darle falses esperanzas de ninguna manera. Porque, después de
esta noche con Alex, no hay forma de que pueda tener algo con Brandon. Eso está
brutalmente claro para mí en este momento.

123
Capítulo 13
Alex
Sentado en el banco del vestuario de visitantes, contemplo enviar un mensaje de
texto a Sutton antes de vestirme para el juego de esta noche. Hemos tenido un exitoso
viaje por carretera hasta ahora, ganando tres de los últimos cuatro, y esta noche es
un juego muy importante. Si ganamos, asumiremos la clasificación por el primer
lugar en nuestra división. Es una posición que no significaba mucho para mí hace un
mes.

¿Pero ahora?

Ahora deseo mucho esta victoria.


124
Y creo que quiero esta victoria por Sutton. Cuando hablé con ella anoche, quiso
que le explicara cómo se dividía la liga y cómo los equipos ganaban puntos para la
clasificación. Se emocionó mucho cuando le dije que podíamos llegar al puesto
número uno en nuestra división, maldita sea si no quiero conseguir esa victoria para
ella.

También quiero conseguirlo para mí mismo, porque en un cambio milagroso,


me está comenzando a gustar el juego nuevamente.

¿Me encanta? No.

Y cada vez que recibo otro mensaje de voz de mi papá luego de un juego,
aumenta el odio y la amargura. El que recibí esta mañana es un excelente ejemplo.
Él es muy consciente de la importancia de este juego para Cold Fury. Entonces,
cuando llamó esta mañana, lo ignoré de inmediato y luego fui como un glotón por el
castigo al escuchar su mensaje.

Alex… esta noche es un juego importante. Necesitas superar tus insignificantes diferencias
conmigo. Sé que no escuchas como deberías, pero tu padre sabe un par de cosas sobre hockey.
No espero nada menos que la perfección de ti esta noche. No lo arruines.
Realmente, realmente deseo que llegue el día en que pueda escuchar estas perlas
de sabiduría y simplemente reírme de ello, pero ese día no se encuentra en el futuro
cercano. Quise lanzar mi teléfono al otro lado de la habitación y aplastar su voz
arrogante y degradante directamente de los procesadores del microchip del interior.
En cambio, hice lo que siempre hago. Presioné eliminar, me inquieté al respecto por
unas horas y luego lo dejé ir.

Es un proceso, uno que es solo un poco más fácil ahora que soy un adulto y mi
padre ya no tiene voz en nada de lo que hago. En este momento, no es más que aire
caliente y un doloroso recordatorio de mi terrible infancia.

Pero tal vez algún día… si las cosas siguen mejorando y mejorando como
parecen estar haciéndolo últimamente.

—Crossman… necesito una palabra —grita el entrenador desde la oficina del


entrenador visitante.

—Oh, no —se burla Garrett con voz cantarina—. Alguien está en problemas.

Tomo mi suspensorio mientras me levanto del banco, se lo arrojo a Garrett y me


río cuando lo golpea en la cara. 125
—¡Tira y marca! —grito con las manos levantadas en señal de victoria y varios
de mis compañeros se echan a reír.

Noto con diversión que algunos de ellos me miran como si me hubieran crecido
un par de astas de mi cabeza o algo así, sorprendido de que el Más Valioso Pendejo
en realidad pudiera tener algo de humor en lo profundo de sus huesos.

Caminando hacia la oficina que se encuentra junto al vestuario, entro y cierro la


puerta.

—¿Qué pasa, entrenador?

—Solo quería transmitirte que la Junta ha estado muy complacida con tu trabajo
en los últimos tiempos.

—Solo hago mi trabajo —digo, honestamente sin importarme si están


impresionados con mi juego o no.

—No se trata solo de cómo estás jugando. Están muy impresionados con tu
trabajo en la campaña de divulgación.
Miro impasiblemente a mi entrenador, porque por mi vida no puedo entender
cómo demonios saben lo que estoy haciendo. El entrenador decide ponerme al
corriente.

—Parece que la mujer con la que estás trabajando le envió un correo electrónico
a Walt Prestonwood, ensalzando tus virtudes o algo así. Incluso dijo algo como que
eras un modelo a seguir para otros jugadores —dice con una sonrisa divertida en su
rostro.

Tengo que bajar la cabeza y morderme la lengua para no reírme. Dios, amo a
Sutton y sus intentos de hacerme lucir bien ante los altos mandos.

Cuando levanto la cabeza, el entrenador todavía me sonríe.

—En serio, sin embargo, también he notado una diferencia. En realidad estás
“presente” durante los juegos y en la práctica, y con eso me refiero a que tu cabeza
está jodidamente presente. Antes eras un gran jugador, pero ahora estás en llamas,
Alex. Sigue con el buen trabajo.

De hecho, siento que mis mejillas se ponen un poco calientes por el elogio
descarado y en lugar de poner los ojos en blanco como lo hago normalmente cuando 126
siento que alguien está soplando un arco iris en mi trasero, siento un calor agradable
recorriéndome. Me levanto de mi silla y digo:

—Gracias. Lo aprecio.

Volviéndome para salir de su oficina, escucho al entrenador decir:

—Oh, y hazme un favor esta noche. Intenta patear algunos traseros y llevarnos
la victoria a casa.

Para cuando salgo de la oficina del entrenador y me dirijo al vestuario, no tengo


tiempo de enviar un mensaje de texto a Sutton. Rápidamente me desnudo y empiezo
a vestirme para el juego. Suspensorio, espinilleras, calcetines, pantalones, hombreras
y coderas, todos firmemente sujetos en su lugar. Me pongo el jersey por la cabeza y
me lo bajo, asegurando los extremos de las correas de lucha a mis pantalones.

Volviéndome a sentar en el banco, me pongo los patines y empiezo a atarme los


cordones.

—Entonces, ¿qué pasa contigo y Cassie? —Oigo preguntar a Kyle Steppernech


desde el banco frente a mí.
Levantando la cabeza, le doy una mirada superficial antes de volver mi atención
a mis cordones.

—No pasa nada. Lo terminé.

—¿Por qué, amigo? Ella es un trozo excelente.

—Eso es todo lo que es —refunfuño mientras termino el primer patín y dirijo mi


atención al otro.

—¿Y qué… el gran solitario, Alex Crossman, está buscando algo más? —se burla
Kyle—. Despierta, amigo. Lo tenías perfecto. Coño libre siempre que lo desees y sin
regaños ni quejas para acompañarlo.

Sacudiendo la cabeza, no respondo, pero termino de atar el segundo patín.


Cuando levanto la cabeza y miro a Kyle, él me mira con las cejas levantadas,
esperando que niegue lo que dijo.

—¿Qué pasa contigo, Steppernech? —pregunto, tratando de mantener la burla


fuera de mi voz—. Hablas de coño libre y sin ataduras, pero te encadenaste a una
mujer que gasta todo tu dinero y soltó un par de niños. ¿Quieres vivir indirectamente 127
a través de mí o algo así?

Kyle resopla y luego echa la cabeza hacia atrás con una carcajada.

—No necesito vivir indirectamente a través de ti, hombre. Obtengo todo lo gratis
que quiero cuando viajo con el equipo.

Lo dice con tanto orgullo, engañar a su esposa, que me da un poco de náuseas.


Quiero decir, no era monógamo cuando estaba con Cassie, pero fui sincero al
respecto. No intercambié anillos con ella ni le prometí que la invitaría a cenar.

—Las mujeres deben amarte de verdad. —Oigo a Garrett decirle desde mi


izquierda. Está mirando a Kyle con disgusto en su rostro, y ciertamente prevalece en
su voz.

Steppernech vuelve su mirada hacia Garrett y sus ojos se entrecierran.

—Eres de los que miran con superioridad, Samuelson. Pareces follar a muchas
extrañas.

Garrett solo le da una sonrisa tranquila a Kyle.


—Amigo, me gusta variado, sin duda, pero trato con respeto a todas las mujeres
con las que estoy. Inténtalo alguna vez. Estoy seguro de que tu esposa lo agradecerá.

—Maldito imbécil —gruñe Kyle mientras se lanza desde el banco.

De inmediato, me coloco frente a Garrett, supongo que para protegerlo, y es


jodidamente extraño que haga eso. Hace solo dos semanas, me habría sentado en el
banco y habría jugado un juego en mi iPhone mientras se destrozaban el uno al otro.

Por fortuna, algunos de los otros jugadores cerca de Kyle saltan y lo agarran por
los codos. Luca Brassard, el capitán de nuestro equipo, camina hacia el medio y grita:

—Ya basta y saquen la cabeza de su trasero. Estamos aquí para jugar al hockey,
no para tener una puta sesión de chismes.

Kyle se quita de encima las manos de sus captores y sale del vestuario. Me vuelvo
para agarrar mis guantes del banco y Garrett me da una palmada en el hombro.

—Me defendiste, hombre. Creo que voy a llorar.

Quitando su mano de mi hombro, lo miro. 128


—Cierra la boca —digo, pero luego lo sigo con una sonrisa—. Podrías hacerme
llorar.

Nos reímos todo el camino hacia la pista de hielo para nuestro calentamiento.

Ella contesta después del primer timbre, como si hubiera estado esperando mi
llamada, y ese conocimiento arde suavemente en el centro de mi pecho.

—¡Pateaste sus culos esta noche! —grita tan fuerte que tengo que alejar el
teléfono de mi oído.

Sí, pateé culos. Dos asistencias durante el tiempo reglamentario y anoté el


desempate en la prórroga, evitando la necesidad de una definición por penales.
Cuando el disco pasó por encima del hombro izquierdo del portero, levanté los
brazos en señal de victoria incluso antes de que se encendiera la luz roja. Mis
compañeros de equipo vinieron a toda velocidad de la nada, arrojando sus brazos
alrededor de mí en celebración, todos finalmente chocando contra el hielo en una
mezcolanza de brazos, piernas y palos de hockey. La sonrisa en mi rostro fue de una
kilométrica, y supe que la cámara estaba sobre mí… mostrándole a Sutton esa
sonrisa.

Ni siquiera sé qué decir sobre su elogio, de hecho, estoy un poco avergonzado


por su exuberancia.

—Deberías haber visto tu cara, Alex —murmura en el teléfono—. Después de


que anotaste ese gol. Parecía que el sol acababa de salir para ti.

Sus palabras me golpean en el estómago y mi pecho se aprieta. Así es


precisamente como se sintió: como un nuevo amanecer y sé que eso es exactamente
lo que reflejó mi rostro. Que ella comprendiera eso… que me entendiera. Eso es lo
que me golpeó en el estómago.

—Así es como me sentí —le admito—. Se sintió increíble.

—Me alegro —me dice con sinceridad—. Alguien tan increíble como tú se
merece sentirse así consigo mismo.

¡Wham!
129
Otro puñetazo… otro doloroso apretón en mi pecho. ¿Se supone que debe doler
de esta manera tan placentera cuando alguien se preocupa por ti? No estoy seguro,
porque todo esto es desconocido para mí.

—¿Cómo es que me haces sentir tan bien conmigo mismo? ¿Sobre lo que hago?
Cristo, Sutton, creo que he sonreído más en el poco tiempo que te conozco que en
toda mi vida.

Guarda silencio por un momento, y luego dice:

—Creo que también he sonreído más de lo normal desde que te conocí. Es una
calle de doble sentido.

Sé que mi habitación brilla más porque sus palabras me hacen sonreír como un
idiota. Acomodándome en las almohadas de mi cama, digo:

—Entonces… cuéntame cómo estuvo tu día.

—No fue tan emocionante como el tuyo, eso es seguro. En realidad… tengo un
caso difícil… una joven que realmente está luchando por mantenerse alejada de la
metanfetamina. Sus padres son adictos y la droga está al alcance de su mano. Hoy
pasé mucho tiempo hablando con ella.
Silbando entre dientes, digo:

—Es simplemente incomprensible para mí, de verdad. Que padres tengan esas
cosas en la casa.

—Demonios, su mamá se ofreció a hacerlo con ella —dice enfurecida en el


teléfono.

—¿Qué demonios? Necesita que la saquen de esa casa —gruño en el teléfono.

Sutton suspira con cansancio.

—Ella cumplió dieciocho hace unos meses y, como adulta, está más allá de la
ayuda de los servicios sociales. Todo lo que puedo hacer es aconsejarla, instarla a
que se mantenga fuerte. Estoy tratando de que se una a uno de nuestros grupos de
apoyo, pero se resiste.

—¿Ves esto mucho? —pregunto, sin querer saber la respuesta que estoy bastante
seguro de que llegará.

—Desafortunadamente, así es. Pero también veo muchos finales felices. He 130
podido ayudar a algunos niños a salir adelante.

Pienso en mi propia infancia horrible con un padre alcohólico que abusó de su


hijo con el pretexto de enseñarle a jugar al hockey. Desafortunadamente, no fue
como si nadie pudiera ver lo que estaba pasando. El abuso de mi padre fue variado,
pero bien jugado. Me lastimó solo donde no se vería, y nadie vio sus brutales
ejercicios que se prolongaban hasta las primeras horas de la mañana y me hacían
colapsar por el agotamiento y la deshidratación. No, no hubo nada clásico que
pudiera hacer levantar las sospechas de un profesor o entrenador cuando se trató de
mí. De hecho, John Crossman adoptó una actitud tan afable con los demás que nadie
creería en un millón de años que agotaría a su hijo pequeño hasta caer muerto para
convertirlo en una máquina.

¿Qué habría hecho si hubiera tenido un recurso como Sutton cuando era más
joven? ¿Habría escuchado su consejo? ¿Sus enseñanzas? ¿Habría ayudado tener a
alguien con quien desahogarse? ¿Saber que había alguien que me apoyaba?

Tengo que pensar que la respuesta es sí. Creo que le habría respondido bien a
alguien como Sutton, porque seamos sinceros, le estoy respondiendo bastante bien
en este momento.

—Tengo fe en ti —le digo—. Si alguien puede comunicarse con ella, eres tú.
—¿Sí? ¿Por qué tanta fe en mí? —bromea.

—Porque llegaste a este bastardo cascarrabias —le digo con una carcajada—.
Has logrado prácticamente lo imposible conmigo.

—Eres un zalamero.

—Sí… no soy un zalamero, normalmente no. Supongo que inspiras lo mejor de


mí.

Se ríe suavemente en el teléfono y quiero sumergirme en el sonido. Me pregunto


si se ríe así solo conmigo, esa risa rica y ahumada que proviene de un verdadero
deleite en el interior de una mujer extremadamente sexy. Me hace recordar algo que
había olvidado en el fondo de mi mente, pero que ahora vuelve a aflorar.

—Tengo curiosidad —le digo, esperando hasta que su risa muere por completo—
. ¿Qué pasó con la cita a la que fuiste cuando nos conocimos?

No estoy seguro de lo que espero que diga. ¿De verdad creo que va a decir: la
cancelé porque no podía pensar en nadie más que en ti?
131
Buen pensamiento, pero no, eso no va a suceder.

Se queda en silencio un momento antes de responder, y creo que podría haberle


tocado un nervio. Estoy a punto de decirle que olvide que incluso le pregunté, cuando
dice:

—La cita fue buena… estuvo bien. Incluso tuve una segunda cena con él, pero
no va a ninguna parte.

Mi interés se aviva.

—¿A qué se debe?

—Porque llegaste —me responde con sinceridad, y puedo sentir mi cabeza


hincharse a proporciones épicas y joder, mi pecho puede incluso estar inflado un
poco.

Ella continúa:

—Su nombre es Brandon y, en realidad, fue mi novio en la universidad. Salimos


durante casi cuatro años y rompió conmigo justo antes de la graduación.
Sus palabras son sencillas, sin amargura, sin dolor. Sin embargo, la rabia
comienza a crecer dentro de mí en su nombre.

—¿Por qué diablos hizo eso?

—Bueno, según él, porque quería difundir su amor un poco antes de establecerse
conmigo.

—¿Hablas en serio? —pregunto—. ¿De verdad te dijo eso?

—Sí… quiero decir, respeté su honestidad al respecto —dice—. Sabes… fue


dolorosamente honesto.

Dolorosamente honesto.

Un término que se ha discutido entre Sutton y yo en numerosas ocasiones. Es


algo que ella respeta, eso lo sé.

—Aun así, tuvo que doler —supongo.

—Mucho —dice ella—. Pero seguí adelante. Me contactó de la nada hace unas
semanas y quería volver a verme. Está listo para seguir adelante con nuestra relación.
132
—¿Así que tuvo la esperanza de que lo esperaras?

—No sé qué esperaba —dice con un suspiro—. Pero no esperé. Seguí con mi
vida. Salí con algunos, pero nada serio.

—Entonces, ¿qué pasó en esas dos citas? —pregunto, mi curiosidad está a punto
de matarme, y dependiendo de lo que diga Sutton, puede que quiera matar a este
imbécil.

—La primera cita estuvo bien, mucho para ponerse al día. En la segunda cita,
dejó en claro que quería que volviéramos a estar juntos.

—¿Y qué querías?

—No estaba segura en ese momento —dice en un murmullo—. Realmente solo


quería intentar ser amigos primero y fui honesta con él al respecto. Dolorosamente.

—¿Se te ha aclarado el asunto desde entonces?

—Creo que sí —dice, y puedo imaginarme la curva de sus labios por el tono
burlón de su voz—. Parece que ahora un jugador de hockey sexy tiene mi atención.
—¿Sí? Eso es irónico, porque estoy deseando a esta consejera de drogas sexy que
conocí.

—Suena como una pareja hecha en el cielo —bromea.

—Estoy pensando que podría serlo —concuerdo, mi mente se oscurece con


imágenes ardientes y abrasadoras de lo que le haría a Sutton cuando intentemos
recrear el cielo.

—Sin embargo, lo digo en serio —continúo—. ¿Sigue este tipo en la escena?


¿Sigues interesada en él?

Aguanto la respiración por su respuesta porque este tipo podría ser una gran
amenaza. Tiene historia con Sutton.

Yo tengo dos semanas.

—No importa —dice Sutton rápidamente—. Lo llamé la otra noche y le dije que
ni siquiera nos veía siendo amigos y que si él estaba abrigando esperanzas de algo
más, necesitaba hacerle saber que probablemente era una pérdida de tiempo. Le dije
que no quería que intentara demostrar que estaba equivocada. Le dije… 133
Se calla, casi avergonzada de decir lo que creo que se está preparando para decir.

—¿Qué le dijiste? —insto.

—Que estaba viendo a otra persona. Que estaba muy interesada en alguien más.

—Y para que quede claro el tema, estás hablando de mí, ¿verdad?

Se ríe alegremente en el teléfono, haciendo que mi sonrisa brille de nuevo.

—Sí, estaba hablando de ti.

—¿Puedo verte después del juego del sábado por la tarde? —le pregunto,
cambiando completamente de tema.

—¿Qué tenías en mente? —pregunta, su voz un poco ronca y sé que está


pensando en algo un poco indecente.

—Bueno, estaba pensando en invitarte a ti y a tu familia a cenar después del


juego. Luego tal vez podamos hacer algo… juntos.

—¿Como qué, juntos? —presiona.


—Mmm. Tengo algo específico en mente.

—Define específico —dice, su voz ligera y entrecortada.

—Creo que podría implicar poner mis manos sobre ti —murmuro, y me encanta
la inhalación que toma que es lo suficientemente fuerte como para poder escucharla
a través de nuestra conexión telefónica.

Se aclara la garganta.

—¿Algo más específico que eso?

Una risa baja burbujea en mi garganta.

—Tendrás que esperar y ver.

—No puedo esperar —susurra con un poco de frustración que hace que mi tarjeta
de hombre se eleve de oro a platino.

Hablamos un poco más, un poco de esto y un poco de aquello. Descubrimos que


tenemos un amor mutuo por las películas de terror clasificación B y los pepinillos
fritos. Somos muy divergentes en nuestros gustos musicales: ella es todo corazones y
134
pop dulce y yo soy heavy metal y grunge. Acordamos sencillamente que quienquiera
que conduzca podrá elegir la música. Lo que implica que estaremos viajando en el
auto del otro en el futuro, y probablemente en más de una ocasión.

No estoy exactamente seguro de lo que está sucediendo aquí, pero supongo que
un extraño diría que estoy desarrollando una relación con alguien.

Mi primera.

Lamentablemente, mi única, y espero no arruinarlo.


Capítulo 14
Sutton
—¿En serio quieres llevar a los chicos con nosotros? —le pregunto a Alex por lo
que creo que puede ser la tercera vez.

—Es un poco tarde para cambiar de opinión —dice, mirando por el espejo
retrovisor de su Suburban para ver cómo están Glenn y sus dos amigos en el asiento
trasero—. Ya los he invitado. Estoy bastante seguro de que se rebelarán si cancelo.

Mirando por encima de mi hombro izquierdo, no puedo evitar sonreír a Glenn


y sus dos amigos del vecindario, Mickey y Tyrone. Glenn está sentado en el medio,
vistiendo la camiseta de Cold Fury que Alex le regaló. Los tres están mirando los
programas de juego que recibieron cuando llegamos a la arena esta tarde para ver 135
jugar a Alex. Alex me había dado cuatro boletos y la idea original había sido traer a
Glenn, mamá y papá-Jim. Sin embargo, mis padres se echaron atrás en el momento
en que se dieron cuenta de que Glenn estaría más feliz de traer a dos de sus amigos,
un movimiento que seguramente le haría ganar puntos de genialidad y aumentar su
credibilidad en la calle, especialmente porque Alex Crossman le dio las entradas.
Alex sugirió que los chicos y yo tomáramos un taxi para ir al juego y él nos llevaría
después, una oferta que estuve demasiado contenta de aceptar, y Glenn y sus amigos
no se quejaron tampoco.

Glenn levanta la vista y me sorprende mirándolo con lo que debe ser una mirada
tonta en mi rostro, porque me devuelve una sonrisa con dientes y me guiña un ojo.
Poniendo los ojos en blanco, me doy la vuelta y miro hacia adelante.

Girándome ligeramente en mi asiento para mirar a Alex, percibo la seguridad


con la que conduce el enorme SUV, su muñeca izquierda descansa casualmente sobre
la parte superior del volante mientras apoya el codo en la consola central entre
nosotros. Su perfil es tan impresionante como su vista frontal, es una vista que nunca
me canso de mirar.

—Fue muy agradable invitar a los chicos. Espero que no haya estropeado lo que
sea que hayas planeado —le digo, volviéndome para mirar por la ventana.
Originalmente habíamos hecho planes para comer algo con él después del juego, pero
tan pronto como termináramos de comer, pensé que llevaríamos a los chicos a la casa
de mamá y papá-Jim porque Alex me había provocado con la perspectiva de poner
sus manos sobre mí. En cambio, Alex se inclinó sobre la mesa y dijo—: ¿Quieren
acompañarnos a Sutton y a mí el resto del día?

Y, por supuesto, los chicos gritaron emocionados de que lo hicieran.

Sí, eso fue lo más dulce de mi vida y todo lo que pude pensar fue: Simplemente
genial. ¿Cómo puede ponerme las manos encima con tres niños siguiéndonos?

—No fue gran cosa. No cambió mis planes para nada.

Mi cabeza se gira hacia él y no se pierde de mi movimiento repentino. Me mira,


sus cejas arqueadas con inocencia y los labios fruncidos con diversión.

—¿A dónde vamos? —pregunto con insoportable curiosidad. ¿A dónde nos lleva
que los chicos pueden acompañarnos y él puede aprovecharse de mí? Debo admitir
que el suspenso me está matando.

No responde, pero enciende su intermitente mientras reduce la velocidad para


girar a la derecha hacia el estacionamiento de la pista de práctica de Cold Fury. Supe 136
durante nuestra primera cita para almorzar después de ver la sesión de práctica de
Alex que esta es en realidad una pista de propiedad privada que está abierta toda la
semana para una variedad de actividades relacionadas con el hielo, como la liga
recreativa de hockey y patinaje artístico. Alex me dijo que se cierra solo cuando los
Cold Fury lo necesitan para practicar, aunque la mayoría de las veces practican en el
estadio del equipo.

El estacionamiento está lleno a la mitad y los chicos saltan de entusiasmo cuando


ven dónde estamos.

—Aquí es donde prácticas, ¿verdad? —pregunta Mickey.

—A veces —dice Alex mientras abre la puerta del coche y sigo su ejemplo. Una
vez que estamos todos parados frente a la SUV de Alex, pregunta—: Está bien, ¿todos
aquí saben cómo patinar sobre hielo?

Glenn, Tyrone y Mickey asienten. No sé sobre los otros dos chicos, pero sé que
Glenn ha estado patinando sobre hielo en una pequeña pista que uno de los centros
comerciales locales instala en Navidad.

Alex se vuelve hacia mí y me mira con seriedad en esos ojos azules.


—¿Y tú?

Negando con la cabeza, digo:

—Lo siento. Nunca lo he hecho.

La luz que se apodera del rostro de Alex con su sonrisa casi me ciega, pero no
puedo contemplarla por mucho tiempo porque me agarra de la mano. Justo antes de
volverse para tirar de mí hacia la puerta principal de la pista, se inclina hacia mí y
murmura:

—Es una pena. Supongo que podría tener que ponerte las manos encima para
evitar que te caigas.

Incrédula, me giro para mirarlo mientras le doy un codazo en las costillas y le


susurro:

—¿Así que ese era tu gran plan para ponerme las manos encima?

Alex se encoge de hombros y alcanza la puerta principal. La abre y los chicos se


apresuran bajo su brazo, y luego me hace un gesto para que avance. Justo antes de 137
pasar junto a él, baja el brazo y detiene mi avance. Su otra mano se levanta y toma
un mechón de mi cabello que cae sobre mi hombro. Frotándolo entre sus dedos, mira
mi cabello como hipnotizado, luego desliza su mirada hacia mí.

—Ese era mi gran plan, pero créeme cuando digo que también he pensado en
otras formas.

El tono de su voz es seductor, y una descarga eléctrica parece recorrer mi cuerpo,


directo hacia abajo hasta hacer que mis dedos hormigueen. Alex incluso da un paso
más cerca de mí y se inclina para que estemos casi nariz con nariz.

—¿Has pensado en formas? ¿Formas en las que te pondría las manos encima?

Tragando saliva, apenas puedo pronunciar la palabra porque mi boca se ha


secado.

—Sí.

—Bien —dice mientras retrocede y levanta el brazo para que pueda pasar—.
Compararemos notas sobre eso más tarde.
Mis piernas están tan gelatinosas por las palabras con las que Alex me seduce,
tengo la sensación de que va a tener que cortar su trabajo tratando de mantenerme
erguida sobre el hielo. De alguna manera, eso no me parece una propuesta perdida.

Sigo a Alex hasta un gran mostrador donde trabaja un adolescente. Cuando ve a


Alex caminando hacia él, sus ojos se agrandan como platos y traga saliva.

Alex saca su billetera del bolsillo de sus jeans y la abre.

—Dos adultos y tres niños, y todos vamos a necesitar patines.

Le decimos al chico nuestras tallas de patines y da traspiés en su prisa por


conseguir todo lo más rápido posible. Dice el costo total y Alex le paga, guiñándome
un ojo mientras los chicos toman sus patines y corren a los bancos en el área del
vestíbulo para ponérselos.

Alex toma su cambio y se da la vuelta, pero el chico detrás del mostrador dice
con voz tímida:

—Eh… ¿Señor Crossman? ¿Podría…?


138
Su voz se calla cuando sus ojos golpean el suelo. Alex lo mira con la cabeza
ladeada con curiosidad.

—¿Qué pasa, amigo?

Los ojos del chico se abren de nuevo por la tranquilidad en la voz de Alex y se
ensanchan aún más.

—¿Puedo conseguir tu autógrafo?

—Claro —dice mientras se acerca al mostrador y recompensa al chico con una


sonrisa. Empujando papel y un bolígrafo hacia Alex, el chico prácticamente vibra de
energía mientras espera el autógrafo. Cuando Alex se lo devuelve, el chico lo levanta
con reverencia y dice—: Gracias, señor Crossman. Eres mucho más amable de lo que
mucha gente cree que eres.

Veo como algo parpadea en el rostro de Alex y creo que puede ser culpa… tal
vez incluso un poco de dolor. Su sonrisa es un poco más tenue cuando asiente hacia
el chico, toma mi mano y me lleva a los bancos para ponernos los patines.

Apretando su mano, le pregunto:

—¿Eso te molestó?
—No —dice Alex, soltando mi mano y sentándose en un banco. Me dejo caer a
su lado—. El chico lo entendió al revés. De hecho, soy mucho más malo de lo que
acaba de ver.

Mi corazón se desgarra un poco por la amargura en la voz de Alex.

—No hagas eso.

Se vuelve para mirarme con sorpresa.

—¿Hacer qué?

—No caigas en el molde en el que te pone la gente. Solo eres lo que quieres ser.
Si quieres ser amable, sé amable. Si quieres ser malo, sé malo. Pero no lo hagas
porque alguien lo espere de ti. Hazlo por ti mismo.

Alex me mira fijamente por un largo momento, luego su mano sube para
agarrarme detrás de mi cuello. Aprieta suavemente, pero con suficiente esfuerzo para
llamar mi atención.

—Estás viendo un lado más suave de mí, Sutton, y me gusta que te guste. Pero 139
no cometas el error de endulzarme. También soy muy malo. Lo has visto una vez…
sé que lo volverás a ver. Estoy construido de esa manera.

Alzando la mano, mis dedos rodean su muñeca mientras me sostiene por el


cuello. No lo alejo, sino que lo aprieto para mantenerlo en su lugar.

—Dime, Alex, ¿qué se supone que debe hacer exactamente esta advertencia?
¿Asustarme? ¿Darme un aviso adecuado para que no te sientas culpable cuando me
lastimes en algún momento?

Las manos de Alex se mueven rápidamente para agarrar mi cara y me atrae antes
de que pueda siquiera protestar. Aprieta sus labios contra los míos, dándome un beso
fuerte y rápido antes de retirarse. Apoyando su frente contra la mía, dice:

—No quiero asustarte. Iría corriendo detrás de ti. Así que sí, te estoy dando una
advertencia para que pueda ser el primero en decir “Te lo dije” y para que sepas que
soy un hombre que está a la altura de las expectativas puestas en él.

—Eso es un problema, entonces —le digo suavemente mientras aprieto más


fuerte su muñeca para que comprenda la urgencia de lo que estoy diciendo—. Porque
no tengo esa expectativa de ti. De hecho, espero que lo superes y demuestres que te
equivocas.
Dándome un beso rápido en la frente, Alex me suelta y se gira para empezar a
ponerse los patines.

—Eres como el angelito bueno que se sienta en mi hombro diciéndome cosas


positivas y actuando como mi conciencia.

—¿Y eso es algo malo? —pregunto con una sonrisa mientras me quito las
zapatillas.

—Bueno, el pequeño diablillo corruptor suele vestirse con un atuendo realmente


sexy y eso es mucho más agradable de imaginar.

Resoplando, me pongo el primer patín y empiezo a tensar los cordones.

—También puedo corromperte, ¿sabes? Tengo capas.

—Espero poder pelarlas, entonces —dice Alex mientras se inclina, poniendo sus
labios cerca de mis oídos. Esas palabras salen en un gruñido bajo y hacen que se me
ponga la piel de gallina.

Si soy buena en el patinaje sobre hielo o no, es irrelevante. Ya planeo ser torpe e 140
intentar caer tantas veces como sea posible solo para que Alex pueda poner sus
manos sobre mí.

Alex se detiene en mi camino de entrada y apaga el motor. Fue un viaje tranquilo


desde la casa de mis padres, donde acabábamos de dejar a Glenn y sus amigos.

Sin decir una palabra, sale del asiento del conductor y camina a mi lado. Mi
corazón late salvajemente dentro de mi pecho porque estoy pensando que Alex va a
cumplir con su amenaza de poner sus manos sobre mí un poco más. Ciertamente lo
hizo en la pista de hielo, pero sus toques fueron suaves y castos, adecuados para la
exhibición pública. Puede haber sido simplemente sujetarme del codo para guiarme
alrededor del hielo, o agarrarme rápidamente por la cintura si comenzaba a caer. Una
vez, incluso tomó mis manos entre las suyas y patinó hacia atrás, guiándome
alrededor de la pista de hielo. Cometí el error de dejarme atrapar por su mirada
cobalto y perdí el equilibrio más de una vez, por lo que tuvo que envolverme con sus
brazos para evitar que me desplomara sobre el hielo.
Pero esos toques me dejaron dolorida y necesitada porque sabía que lo que fuera
que Alex me estuviera mostrando ahora sería solo una fracción de lo que podría
mostrarme cuando estuviéramos solos.

Mi puerta se abre y Alex extiende su mano y la tomo. Me acompaña a través de


la acera y sube por el porche, donde noto que la luz a la derecha de mi puerta está
apagada. Hace que la luz de la izquierda proyecte sombras oscuras en la mitad de la
entrada. Cuando llego al último escalón, Alex me suelta la mano y me coloco frente
a él para abrir la puerta.

Estoy tan nerviosa ahora que me tiemblan las manos, y es un milagro que saque
las llaves de mi bolso en el primer intento. Justo cuando estoy a punto de insertar mi
llave en la cerradura, siento que Alex se pone detrás de mí y mi mano tiembla más
fuerte. Se acerca aún más y coloca sus manos en la puerta, con las palmas planas y a
cada lado de mi cabeza, enjaulándome de manera efectiva.

No nos tocamos en ningún lado, pero soy profundamente consciente de todo. El


calor irradia de él y el sutil olor a frescura de su gel de baño golpea mi nariz.
Prácticamente puedo sentir los planos de su pecho y abdomen tocando mi espalda,
aunque todavía hay un vacío entre nosotros. Alex no se mueve, no dice una palabra,
y su quietud hace que mi pulso se acelere, mi imaginación se ponga a toda marcha.
141
¿Será suave o exigente conmigo?

Como si sintiera mi necesidad de algún tipo de respuesta, se acerca hasta que su


pecho se encuentra apenas contra mis omóplatos. El contacto hace que me recorra
un escalofrío, y sé que puede sentir mi reacción porque deja escapar una ráfaga de
aire contra la parte posterior de mi cabeza.

Muy suavemente y aun así muy silenciosamente, deja caer su mano derecha de
la puerta. Con total seguridad y sin cambiar de idea de cuánto estoy dispuesta a darle,
desliza los dedos por debajo del dobladillo de mi camiseta, rozando por encima de la
cintura de mis jeans hasta que su palma descansa plana y muy caliente contra mi
estómago.

Otro escalofrío me recorre, y mi respiración se libera a través de mis dientes en


un jadeo tembloroso.

Alex empuja suavemente mi estómago, obligándome a retroceder hasta que todo


mi trasero descansa contra su parte delantera. Ahora puedo sentir cada detalle de su
cuerpo, desde el grueso corte de sus músculos pectorales, hasta su estómago duro
como el hierro, hasta la erección que ahora está presionando mi espalda baja. Alex
deja escapar un suave gemido cuando nuestros cuerpos se tocan.
En el momento en que siento su dureza y entiendo cuánto me desea este hombre
magnífico, me siento completamente abrumada por la lujuria y el deseo. Mi cabeza
cae hacia atrás contra su pecho y susurro:

—Oh, Dios.

Espero… preparada para que Alex haga un movimiento repentino. La tensión


sexual entre nosotros es tan densa que es casi sofocante. Me siento tensa como una
banda de goma estirada, lista para romperse con el primer movimiento que haga. Es
un momento en el que dos personas pueden lanzarse el uno al otro en una furia de
lujuria y necesidad palpitante.

Pero en lugar de un ataque frenético para liberar la presión que parece haberse
acumulado en proporciones tensas, Alex inclina su cabeza hacia el lado de la mía,
colocando sus labios cerca de mi barbilla. Luego no hace nada más que retirarse,
pasando sus labios y la barba a lo largo de mi mandíbula, raspando deliciosamente
mi piel.

Cuando sus labios llegan justo debajo de mi oreja, presiona un ligero beso allí.
Con la palma izquierda aún apoyada contra mi puerta, presiona ligeramente mi
estómago con la otra mano, empujándome hacia atrás solo una fracción más fuerte 142
sobre su erección. Presionando otro beso en mi mandíbula, mueve sus labios hacia
mi oreja y dice suavemente:

—Buenas noches, Sutton. Hoy me lo he pasado genial contigo.

Antes de que pueda procesar sus palabras, Alex me suelta y retrocede un paso.
Me vuelvo rápidamente para enfrentarlo, casi alargando mis manos para agarrarlo y
traerlo de regreso. Me mira con ojos acalorados, pero con una sonrisa suave.

—Te llamaré mañana —dice, bajando un paso de mi porche mientras mantiene


sus ojos clavados en los míos—. Ahora entra y cierra la puerta detrás de ti.

—Pero… yo no… —titubeo con las palabras correctas, porque estoy tan
completamente aturdida de que se vaya después de prácticamente darme un orgasmo
solo con su mano en mi vientre—. ¿Hice algo mal?

El cuerpo de Alex realmente se estremece y sus cejas se alzan rápidamente. Con


una sonrisa suave, vuelve al porche y se acerca a mí, tomando mi rostro entre sus
manos. Concentrándose en mi mirada, me mira fijamente, asegurándose de que lo
esté mirando y escuche lo que se está preparando para decir.
—Estás haciendo todo bien, cariño —me dice y planta un suave beso en mi
frente.

—Pero por qué te vas… pensé que querías… quiero decir, solo asumí que sentías
lo mismo… —Mis palabras tartamudean y fallan, y nunca he estado tan confundida
o he tartamudeado en mi vida.

Bajando la cabeza y sosteniendo mi rostro con firmeza, Alex acerca mi cara a la


suya y me da un beso rápido con la boca abierta, empujando su lengua con rudeza
contra la mía. Me besa profunda, oscuramente, y mis músculos se contraen por todo
mi cuerpo. Cuando se echa hacia atrás, sus ojos están oscuros, pareciendo casi negros
en las sombras.

—Quiero follarte tanto que me duele físicamente, Sutton. Realmente duele. Pero
siempre he cedido a mis deseos básicos y he saciado mi lujuria sin preocuparme de
con quién estaba o de lo rápido y duro que se lo daría. No quiero eso contigo. Quiero
algo más.

—¿Y qué es eso? —murmuro.

—Quiero una conexión —me dice, y su voz tiene tanto anhelo, que sé que 143
cuando recuerde este momento más adelante en la vida, será un momento decisivo
porque es cuando decidí que mi corazón ya se había involucrado profundamente con
Alex Crossman.

—Ya tenemos una conexión —señalo, todavía queriendo que entre a mi casa
conmigo para que podamos hacer el amor. Y lo duro y rápido que mencionó antes
también me suena bastante bien. Estoy segura de que tenemos tiempo para ambos.

Presionando un beso en mi frente una vez más, Alex me suelta y baja los
escalones del porche. Cuando llega a la parte de abajo, esboza una sonrisa.

—Sí, tenemos una conexión. Y después de esta noche… se hizo aún más
profunda.

Un sentimiento cercano a la euforia me atraviesa ante su declaración y no puedo


evitar devolverle la sonrisa.

—Lo hizo, ¿no?

—Sí. Te llamo mañana, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.
Me quedo ahí mirándolo y me devuelve la mirada. Luego señala a mi puerta.

—Entra. Ahora. Cierra las puertas.

Poniendo los ojos en blanco, me alejo de él y abro la puerta. Le doy una breve
mirada antes de cerrar la puerta, pero no antes de verlo guiñarme un ojo.

Entonces se marcha.

144
Capítulo 15
Alex
Doce… trece… catorce… quince.

Cuento mentalmente mis repeticiones, exhalando un fuerte suspiro cada vez que
completo una. Hoy aumenté mi peso para el press de banco y requiere de mucho
esfuerzo terminar el último.

El rostro de Garrett se inclina en mi campo de visión y me da una sonrisa llena


de dientes.

—Buen trabajo —dice mientras ayuda a guiar la barra con peso hacia arriba los
últimos centímetros y de regreso a la base. 145
Me siento a horcajadas en el banco, me inclino a un lado y agarro mi toalla y mi
botella de agua.

—Gracias. Ese último me mató. Menos mal que estabas ahí de pie o
probablemente me habría estrangulado.

—Mucha gente pagaría por ver eso —bromea, y no puedo evitar reírme.

La nueva misión de Garrett en la vida es molestarme por mi mala actitud,


diciéndome una vez que simplemente no lo entendía. Descubrió que yo era tan cálido
y esponjoso como un conejito.

Levantándome del banco, tomo un gran trago de agua y me limpio la cara. El


entrenamiento de hoy fue brutalmente largo, y lo que lo hizo aún peor fue que todo
en lo que podía pensar era en el hecho de que iba a llevar a Sutton a almorzar hoy y
la vería en unas dos horas. Un hombre adulto, especialmente uno tan cínico como
yo, no debería sentirse tan atolondrado por una mujer, pero ahí lo tienes. Me estoy
convirtiendo en un marica.

Garrett me sigue de regreso al vestuario.


—¿Cuáles son tus planes para el resto del día? ¿Quieres ir a tomar unas cervezas
y ligar con algunas mujeres?

Arqueándole una ceja, le digo:

—¿Nunca haces nada más que ir de fiesta y perseguir mujeres? Son apenas las
diez de la mañana.

—Soy un hombre sencillo —dice Garrett encogiéndose de hombros—. No se


necesita mucho para divertirme.

Me río, porque no está bromeando. Es sencillo en sus gustos y actividades, y, a


veces, envidio la facilidad con la que afronta la vida.

—Bueno, tengo que pasar. Tengo planes para el almuerzo.

—¿Con? —pregunta de una manera prolongando la palabra.

No contesto, pero abro mi casillero y saco mi equipo de ducha.

—Hombre… vas a salir con Sutton otra vez. ¿No la viste ayer después del juego? 146
—Sí. Preparándome para volver a verla para el almuerzo. ¿Tienes un problema
con eso?

Garrett sabe lo de Sutton. Comenzó a sondearme en busca de información


después de la sesión de práctica a la que ella vino, porque claramente notó que yo la
notaba. Para mi sorpresa, le he hablado un poco de ella. Se burla de mí sin descanso,
principalmente porque no entiende el concepto de desarrollar un vínculo con alguien.

Yo tampoco, y si bien no tengo conceptos erróneos de que Garrett me vaya a dar


buenos consejos, porque seamos sinceros, él sabe una mierda sobre relaciones, es
agradable al menos dar voz a mis sentimientos.

—No hay problema, amigo —dice Garrett con una sonrisa mientras saca su
propio equipo de ducha de su casillero—. Ella es muy sexy. Intentaría follarme eso
también. Estás intentando follarte eso, ¿verdad?

—Vete a la mierda —le gruño, lo que básicamente es admitir que sí, estoy
tratando de follarme eso. Por qué demonios me alejé de ella anoche se me escapa, y
mi caso perpetuo de bolas azules me hace cuestionar mi cordura. Y aunque no quise
nada más que tomarla contra la puerta anoche, había algo en tenerla temblando en
mis brazos solo por rozar mis labios a lo largo de su mandíbula que me hizo
retroceder. Me hizo querer prolongar la forma en que se desarrolla esta seducción.

Sin embargo, no soy solo yo la que la seduce. Me está seduciendo por completo,
y no tiene ni puta idea de que lo está haciendo. Dado que esta es la primera vez en
mi vida que he experimentado algo como esto, quiero saborear la sensación. Quiero
memorizarla, porque estoy destinado y decidido a joderlo de alguna manera.
Probablemente todo esto sea demasiado bueno para ser una realidad a largo plazo
para alguien como yo.

Sacando mi iPhone, lo enciendo para revisar rápidamente mis mensajes. De


inmediato, veo un mensaje de texto de Sutton y mi corazón se hunde un poco.

Tengo que cancelar el almuerzo. Emergencia con uno de mis niños. SOBREDOSIS.
Tengo que ir al hospital.

Me quedo mirando el mensaje, contemplando cómo responder. Un terrible


sentimiento de preocupación por Sutton me invade y me siento perdido. No tengo ni
idea de qué hacer, qué decir. Por la forma en que he llegado a conocer a Sutton
durante las últimas semanas, sé que probablemente está abrumada por la
preocupación por este niño y probablemente muy asustada. 147
Y probablemente no haya nada que pueda hacer al respecto.

—¿Sucede algo? —pregunta Garrett.

Volviéndome para mirarlo, digo:

—Sutton tuvo que cancelar. Parece que uno de sus niños sufrió una sobredosis,
así que tiene que ir al hospital.

—Maldita sea. Eso apesta. Tiene un trabajo difícil —se compadece por encima
de su hombro mientras se dirige a la ducha más cercana.

Asiento distraídamente y le envío un mensaje de texto.

¿Qué hospital? Puedo ir allí.

Espero unos momentos por una respuesta, pero no llega nada. Veo que su
mensaje de texto original fue enviado no hace mucho, así que probablemente está
conduciendo. Regresando mi iPhone, decido no preocuparme por eso por el momento
y me dirijo a una ducha.
Mirando mi reloj por lo que puede ser la centésima vez en la última hora, miro
por la calle de Sutton, buscando alguna señal de su auto. He estado sentado en el
escalón de su porche durante aproximadamente una hora, esperando que vuelva a
casa en algún momento.

Ella y yo estuvimos enviándonos mensajes de texto de ida y vuelta durante unas


horas, pero ahora no he sabido nada de ella en varias horas. Está oscureciendo y me
estoy preocupando.

La oscuridad la puedo manejar. La preocupación es un sentimiento que en


definitiva puedo decir que no me agrada. No tengo ni idea de por qué Sutton no me
ha respondido. Escuché que la chica que sufrió una sobredosis estaba estable y que
Sutton se quedaría un rato para poder hablar con ella. Esperaba estar en casa a la
hora de la cena, pero ese fue el último mensaje que recibí de ella. Después de algunos
mensajes para preguntarle si podía verla esta noche, porque de nuevo estaba
preocupado y quería asegurarme de que estaba bien, me di por vencido después de
que no respondió al cuarto mensaje y simplemente decidí acechar su casa. 148
El motor de un coche ronronea a lo lejos y veo que se acercan los faros.
Levantándome del escalón inferior del porche, camino hacia su acera para ver mejor.
Cuando un automóvil deportivo Audi blanco entra en mi campo de visión, mi
corazón se hunde porque sé que definitivamente no es el balde de tornillos de Sutton.

En lugar de pasar, el auto blanco se detiene en el camino de entrada de Sutton,


pero con los faros encendidos y el crepúsculo convirtiéndose en noche, no puedo
decir quién está en el auto.

No tengo que esperar mucho porque la puerta del conductor se abre y sale un
tipo. Tiene el cabello castaño corto y está pulcramente vestido con pantalones caqui
y una camisa rosa. Rodeando la parte delantera del coche, camina hacia mí en la
acera.

—¿Puedo ayudarte? —pregunto, con la intención de afirmar mi posición en la


puerta de Sutton.

—¿Está Sutton aquí? Tengo que hablar con ella —dice el hombre casualmente
mientras se acerca a mí. Una vez que entra al resplandor amarillo de la luz del porche,
finalmente puede verme claramente y dice—: Mierda, eres Alex Crossman.
—La última vez que lo comprobé —respondo secamente—. ¿Y eres?

El chico me muestra una gran sonrisa y se inclina hacia adelante, extendiéndome


la mano.

—Soy Brandon James. El novio de Sutton.

Mis dientes se aprietan incluso cuando tomo su mano para estrecharla, y antes
de que pueda abordar el hecho de que se ha afirmado a sí mismo como el novio de
Sutton, continúa divagando.

—Bueno, en realidad ex novio, pero nos hemos vuelto a conectar y espero hacer
que algo haga clic de nuevo. Yo solo… no puedo creer que esté aquí hablando con
Alex Crossman. Sutton me dijo que estaba trabajando en algún tipo de proyecto
contigo, ¿verdad?

Empiezo a decirle que estoy aquí por asuntos personales, pero no me da una
oportunidad. Moviéndose a la velocidad del rayo y antes de que pueda protegerme,
el imbécil salta hacia mí, sacando su teléfono celular del bolsillo.

—Oye… tengo que sacarme una foto contigo. 149


Antes de que pueda protestar, coloca un brazo sobre mi hombro e intenta tirar
de mí hacia él, sosteniendo su brazo extendido con el teléfono en la mano.

—¡Selfie! —grita justo cuando se dispara el flash, y quiero estrangular al tipo.

Lo haría, si pudiera ver, pero el maldito flash me ha cegado temporalmente.

Parpadeando un par de veces, miro a Brandon mientras admira la foto. Su boca


se vuelve hacia abajo y prácticamente lloriquea:

—Mierda. La parte superior de tu cabeza fue cortada. Eres un hombre alto, muy
alto. La siguiente, si puedes inclinarte un poco…

Brandon se mueve hacia mí, con la intención de sacarme otra selfie. Extiendo
mi mano en defensa propia y si no se detiene, voy a hacer que bese el cemento.

Afortunadamente para él, escucho el auto de Sutton que viene por la calle,
traqueteando y farfullando. Debido a que el auto de Brandon está en el camino de
entrada, ella se detiene en la acera y apaga el motor. El auto resopla y gime, farfulla
e incluso tose una vez antes de quedarse en silencio.
Entonces, ella sale del coche y acecha a través de la hierba hacia los dos. Parece
enojada y no sé a quién va dirigido.

—Hola, cariño —dice Brandon afablemente, señalándome—. Mira quién está


aquí… Alex Crossman. ¿Puedes creerlo? Nos estábamos preparando para hacer otra
selfie.

Sutton desliza una mirada en mi dirección y la tensión dentro de mí se calma un


poco porque en esa breve mirada, en realidad veo una disculpa en sus ojos.

Volviéndose hacia Brandon, Sutton está calmada cuando le pregunta:

—¿Qué estás haciendo aquí, Brandon?

Caminando hacia ella, olvidándose por completo de su selfie conmigo, por lo


que estoy agradecido, dice en un tono apaciguador:

—Pensé que podríamos pasar el rato… tal vez podrías incluso hacer tu cazuela
de atún. Amo esas cosas. Entonces podemos hablar.

Suspirando de fatiga, Sutton coloca sus manos en sus caderas. 150


—Te dije por teléfono que hoy tuve un día difícil y que esta noche no era un buen
momento.

Interesante. ¿Hablaron por teléfono hoy?

—Sí… pero pensé que podríamos simplemente relajarnos… esa sería una gran
manera de relajarnos después de un día duro —dice, dándome una mirada de reojo.

No estoy seguro de qué es exactamente lo que enoja a Sutton, pero apuesto a que
podría ser el hecho de que él le pidió que le preparara la cena cuando estaba
claramente agotada. Su rostro se pone rojo mientras camina hacia él y lo golpea en
el pecho con su dedo, lo que hace que él dé un paso hacia atrás mientras sus ojos
brillan con sorpresa.

—No puedes ser tan idiota —dice furiosa—. He estado en un hospital todo el día
esperando que uno de mis niños no muera porque tomó una dosis letal de
metanfetamina, y llego a casa y te encuentro esperándome después de que te dije
explícitamente que no estaba de humor para vernos, y encima quieres que te cocine
la cena, lo que no me suena en lo más mínimo relajante. Es una absoluta ridiculez.
Ahora… estoy cansada, tengo hambre y voy a entrar a mi casa… sin ti.
La mandíbula de Brandon cae y sus labios se fruncen hacia adentro y hacia
afuera de nuevo, sin estar muy seguro de si debería decir algo. Pero Sutton no ve eso
porque se aleja de él y comienza a caminar hacia su casa. Ni siquiera me echa una
mirada, pero grita por encima de su hombro:

—¿Vienes, Alex? Podemos pedir comida china. Estoy hambrienta.

Mirándola fijamente por un momento, admiro la fuerza aún evidente en su paso,


a pesar de que parece que una pluma podría derribarla. Estoy completamente
excitado por la barra de acero que es su columna vertebral y la forma en que se
enfrentó a Brandon. Resisto la tentación de hacer un baile de fútbol de la victoria
alrededor de Brandon porque fui invitado a entrar mientras él era enviado a empacar.

—¿Él puede entrar, pero yo no? —grita Brandon patéticamente.

Sutton ni siquiera responde, pero abre la puerta y entra, dejándola abierta para
que la siga.

Volviéndome hacia Brandon, trato de parecer comprensivo.

—Lo siento, amigo. Pero un consejo: la próxima vez que una mujer te diga que 151
está cansada y que tuvo un día difícil, trataría de abstenerme de pedirle que cocine
para ti.

Mirándome inexpresivo, sus labios se fruncen hacia dentro y fuera de nuevo, sin
poder formular una respuesta. Encogiéndome de hombros, me doy la vuelta y subo
trotando los escalones del porche y atravieso su puerta, cerrándola silenciosamente
detrás de mí. No la veo y asumo que puede estar en su habitación cambiándose, pero
escucho el sonido satisfactorio del Audi de Brandon arrancando y saliendo de su
camino de entrada.

—Siéntete como en casa —dice Sutton desde la parte trasera de la pequeña


casa—. Voy a tomar una ducha rápida.

—De acuerdo —le grito. Al ver las llaves de su auto en una pequeña mesa cerca
de la puerta, agrego—: Voy a acomodar tu auto al camino de entrada.

—Sé amable con ella. Es un alma vieja —me advierte.

Riendo, salgo por la puerta y saco su cubo de óxido de la calle y lo pongo en la


seguridad de su camino de entrada. Cierro sus puertas, aunque estoy bastante seguro
de que nadie lo robaría y me dirijo al interior de su casa. Oigo correr la ducha, así
que me mantengo ocupado alrededor de su pequeña sala de estar.
La casa de Sutton es una contradicción. Es pequeña y se encuentra en un mal
barrio, no muy lejos del centro de Raleigh. Necesita un poco de trabajo,
especialmente en el exterior, pero una vez que entras, puedes ver que ella ha hecho
un esfuerzo real para arreglarla.

Su sala de estar tiene pisos de madera que tienen algunos rayones y abolladuras,
pero están limpios y relucientes bajo la suave luz de la lámpara. Su sofá es suave y
de aspecto acogedor, con un gran estampado de flores de color amarillo mantequilla
y azul pálido. Definitivamente femenino y, por lo tanto, no de mi gusto, pero por
alguna razón encaja con Sutton. Una alfombra grande y peluda se ubica en el medio
y mesas de roble sencillas pero resistentes terminan la decoración.

Sin embargo, lo que realmente me llama la atención es su repisa. Se encuentra


sobre una chimenea que no parece que se haya usado durante años, pero está repleta
de fotografías familiares. Acercándome, estudio cada foto una por una. Son de
Sutton y su familia. Algunas con Sutton y Glenn juntos, o solo Sutton y su mamá.
Hay una de Sutton y Jim donde parece que Sutton está vestida para el baile de
graduación o algo así. Y hay varias con todos ellos juntos, incluidas algunas de
Sutton con algunos amigos que parecen haber sido tomadas en la universidad. Todas
las fotografías se unen para contar la historia de una mujer que tiene una vida familiar
muy feliz y saludable, lo cual es asombroso dado que es hija de un adicto y abusador.
152
Ella tiene una fuerza y resistencia que hacen que me maraville y es una de las razones
por las que me ha cautivado.

—¿Admirando la locura de la familia Murdock? —La voz de Sutton llega


suavemente desde atrás.

Me vuelvo hacia ella, con la intención de hacerle saber que el tipo de locura de
su familia es realmente increíble. Pero las palabras se me atoran en la garganta.

Sutton está allí, recién salida de la ducha. Su cabello está recogido en la parte
superior de su cabeza en una masa ondulada de mechones tintados de fuego,
ligeramente húmedos alrededor de sus sienes y nuca. No lleva nada más que una bata
de seda blanca que tiene un cinturón ceñido en la cintura y apenas llega a la parte
superior de sus muslos. Este estado de vestir en sí mismo no es necesariamente
suficiente para hacer que el deseo surja a través de mí, pero el hecho de que se puso
la bata mientras estaba empapada, haciendo que se volviera prácticamente
transparente, casi me marea de lujuria.

El material traslúcido no deja nada a la imaginación. Puedo ver claramente sus


senos, que son más llenos de lo que originalmente le di crédito, y sus pezones rosados
están fruncidos contra el aire fresco de su sala de estar. Mi polla comienza a ponerse
dura con solo una breve mirada, y se pone aún más dura cuando ella camina hacia
mí y noto que sus pechos se balancean contra el material delgado.

Con los ojos ardientes con algo que no puedo identificar, camina a mi lado y se
dirige a su bolso, que se encuentra en la pequeña mesa junto a la puerta principal.
Metiendo la mano, saca una pequeña caja y se vuelve hacia mí, lanzándola en mi
dirección. La atrapo torpemente, moviendo un poco la caja, pero cuando mis manos
se estabilizan, noto con sorpresa que estoy sosteniendo una caja de condones.

Mis ojos se elevan para encontrar los suyos y me mira fijamente. Mientras parece
preparada, puedo sentir una urgencia vibrando a través de ella.

—Tuve un día realmente malo —comienza, su voz recorriéndome suavemente—


. Y realmente me gustaría no pensar en eso. Tenía la intención de llamarte cuando
llegara a casa… pedirte que vinieras, así que imagina mi sorpresa cuando te encontré
esperándome aquí.

Da un paso hacia mí y el aroma a flores de naranjo llena el aire. Me imagino que


se ha untado la piel con algún tipo de loción sedosa que ahora está impregnando el
aire a mi alrededor y mis dedos literalmente pican por tocarla.
153
Se inclina hacia la caja que sostengo débilmente en mi mano y pasa la yema del
dedo suavemente por la superficie brillante mientras la mira.

—Me detuve en la tienda de camino a casa… los recogí. Esto no es algo que
haría normalmente —dice en voz baja y escucho algo de nerviosismo en su voz que
contradice la seguridad de sus palabras—. Creo que sabes eso y espero que no pienses
menos de mí. Pero realmente, realmente me gustaría no pensar en el día de hoy y
realmente, realmente me gustaría llevar esto al siguiente nivel contigo.

Alzando sus ojos para encontrarse con los míos, da un paso más cerca y mi pene
se endurece aún más. Prácticamente me ronronea.

—¿Vas a ayudarme a olvidar el día de hoy, Alex?

Un anhelo como nunca antes había sentido en mi vida destella en mis venas y
tengo la viciosa urgencia de tirarla al suelo y embestirme dentro de ella. No tiene idea
del monstruo que ha despertado dentro de mí.

—Sutton —gruño en advertencia, esperando (no realmente) que se alejará de mí


antes de que pierda toda apariencia de control.
Ella no me hace caso y da un último paso hacia mí, la mano que estaba
acariciando la caja de condones ahora envuelve mi muñeca. Aparta mi brazo y
aplasta sus pechos contra mi cuerpo. Un estremecimiento de necesidad retumba a
través de mí y cierro los ojos para no poder ver la mirada lastimera en sus ojos.

Pero su voz aún se escucha fuerte.

—Por favor. Ayúdame a olvidar el día de hoy.

Liberando mi respiración contenida lentamente, abro los ojos y levanto mi mano


libre para rodearle su cintura. Jalándola hasta que mi erección está presionada contra
su estómago, la miro.

—¿Estás segura?

Asintiendo, dice:

—Estoy segura. Y no seas suave y dulce conmigo. Realmente hazme olvidar el


día de hoy.

154
Capítulo 16
Sutton
Sé que esta audacia proviene del día realmente horrible y estresante que tuve,
pero sé que quiero a Alex más de lo que nunca he deseado a otro hombre. Se ha
estado tomando su tiempo conmigo porque quiere desarrollar nuestra “conexión”.

Bueno, la conexión está desarrollada. Hecha. Completa.

Me di cuenta de eso en el momento en que me detuve junto a la acera de mi casa


y vi a Brandon y a Alex parados en la parte inferior de mi porche. La molestia
inmediata pasó a través de mí cuando vi a Brandon.

¿Pero Alex? 155


Una serie de emociones y sentimientos me abrumaron. Excitación, lujuria,
ternura, alegría, miedo.

Sí, incluso el miedo que sentía hizo que mi piel hormigueara de una manera
deliciosa, porque sabía que después de esta noche, las cosas iban a cambiar entre
nosotros. Sabía que la decisión apresurada que había tomado de recoger algunos
condones de camino a casa era probablemente la mejor decisión que había tomado
en mucho tiempo, pero eso no me impidió tener un poco de miedo al intentar seducir
a Alex a mi cama. Esta era la primera vez para mí y esperaba no hacer el ridículo.
Realmente esperaba no hacer el ridículo porque tengo que admitir que me gustó el
poder que tenía mientras le hacía saber mis deseos a Alex.

De verdad quería olvidar la horrenda naturaleza de hoy. De ver a Mara acostada


en una cama de hospital, con la piel pálida y ojeras manchando su piel. Odié ver el
desprecio por sí misma en su mirada cuando abrió los ojos por primera vez para
mirarme, justo antes de girar la cabeza para mirar fijamente a la pared. La estoy
perdiendo… puedo sentirlo, y necesito algo para limpiar la arenilla de desesperanza
que estoy sintiendo.

Necesito a Alex.
Su brazo es fuerte y seguro mientras me sostiene contra su cuerpo. Puedo sentir
su grosor caliente contra mí, sacudiéndose de vez en cuando anticipándome a lo que
viene. Sus ojos están oscuros mientras me miran, y siento una pequeña medida de
poder confiado de que creé esa mirada de necesidad en su rostro en este momento.

Inclinando su cabeza hacia abajo, sus ojos buscan los míos por un breve
momento antes de cerrar la brecha y rozar sus labios contra los míos. Suspiro, no de
satisfacción, sino un poco de frustración porque quiero más… más que solo el ligero
toque que me está dando ahora.

Abriendo mi boca, me presiono sobre él, deslizando mi lengua en su boca. Alex


deja caer la caja de condones al suelo y me palmea la nuca. Me sostiene en mi lugar
mientras nos besamos, su boca se mueve tan suavemente contra la mía. Su lengua se
mueve con movimientos lánguidos, avanzando muy deliberadamente.

Me causa una frustración aún mayor e involuntariamente me muevo contra él


para estimularlo. Sin embargo, no funciona, porque sigue besándome con perezoso
abandono, sin prisa por ir más lejos.

Alex mueve sus labios de los míos, rozándolos por mi mandíbula y bajando a mi
cuello, haciendo que mis dedos se agarren y se enrollen con fuerza en la tela de su 156
camisa.

—No así —me quejo mientras empujo contra su pecho, frustrada por los suaves
toques contra mi piel. Quiero… no, necesito más.

Dejando un último beso contra mi cuello antes de apartarse, Alex me mira, su


rostro mortalmente serio con la pregunta:

—Entonces, ¿cómo?

—No suave. Más rudo —susurro—. Más rápido. Solo… más.

El gemido que sale de Alex cuando comprende lo que estoy diciendo hace que
todos mis músculos inferiores se aprieten violentamente. Espero que me bese ahora
con una ferocidad que coincida con la expresión de su rostro en este momento. Sus
dientes están apretados pero su mirada está llena de lujuria hirviente.

Una pequeña sonrisa triunfante comienza a formarse en mis labios y me preparo


para el ataque de sus labios. Estoy dispuesta a corresponder con la misma fuerza.

En cambio, Alex deja caer su mano de la parte de atrás de mi cabeza y con una
velocidad que me deja parpadeando de asombro, la baja entre mis piernas. Pasando
el borde corto de mi bata, empuja la palma de su mano contra mí con brusquedad
mientras su dedo índice entra suavemente porque estoy empapada de necesidad.

Mi cabeza cae hacia atrás y mis ojos se mueven hacia arriba antes de cerrarse
poco a poco mientras siento la sensación de lo que me está haciendo.

—Cristo —gruñe Alex mientras saca su dedo y luego empuja dos de nuevo
dentro de mí.

Ni siquiera puedo responder; un sonido gutural sale de mí mientras mis caderas


se flexionan contra su mano.

—¿Es lo que querías? —jadea mientras envuelve su otro brazo a mi alrededor


aún más fuerte, sus dedos se mueven dentro y fuera de mí de una manera no tan
suave.

—Sí —grito cuando sus dedos se curvan hacia adentro, masajeando un punto
dentro de mí sobre el que había leído una vez, pero pensé que el mío se había
extraviado o algo así. Ahora sé que existe.

—Por favor, dime que baje la velocidad, Sutton —me ruega en voz baja, pero 157
puedo decir por el tono de su voz que lo quiere de esta manera: salvaje, loco, fuera
de control, tanto como yo.

—No —niego su petición, sintiendo mi sangre correr en respuesta al movimiento


de su mano contra mí—. Necesito más. Quiero más.

Alex finalmente me besa, apretando sus labios contra mí con brusquedad


mientras coloca sus dedos entre mis piernas. Puedo sentir los rugidos de un orgasmo
y esto me causa un poco de consternación porque todavía no estoy lista para dejar ir
este sentimiento. Necesito ver a Alex un poco más fuera de control conmigo.

—Alex —le suplico mientras me agarro a sus bíceps… pero no estoy segura de
lo que estoy suplicando.

Apartando sus labios de los míos, me mira fijamente.

—¿Qué? ¿Que necesitas?

No puedo responder, porque sus dedos nunca dejan de moverse, nunca dejan de
empujar y tirar de mí, haciendo que mi cabeza dé vueltas y mi sangre se enfurezca.
—¿Quieres que te folle ahora? —pregunta, su voz sonando tan peligrosa que casi
alcanzo el clímax solo por el tono sexy.

—Dios, sí —digo rápido y finalmente extiendo la mano para poder tocar esa
parte de él que quiero dentro de mí desesperadamente. Mi mano se mete entre
nosotros, mis dedos se envuelven duramente alrededor de su erección a través del
tejido de mezclilla. Es enorme en mi mano y no puedo esperar a sentirlo dentro de
mí.

Necesito sentirlo dentro de mí.

Empujando mi otra mano entre nuestros cuerpos, comienzo a trabajar en la


hebilla de su cinturón, pero parece que no puedo calmar mi coordinación. El sonido
de nuestra respiración agitada llena el aire, lo que se suma a la emoción y la
intensidad del momento.

Después de unos segundos de inútil tanteo, Alex saca sus dedos de mí y me


empuja. Aturdida, lo miro, pero él ya se inclina y agarra la caja de condones. Sus
manos están seguras y firmes mientras que las mías están temblando. Hace un breve
trabajo al abrir la caja y sacar un paquete de papel de aluminio.
158
Empujando el condón en mis manos, comienza a desabrocharse el cinturón. No
me muevo, solo lo miro mientras saca el cinturón de los lazos alrededor de sus jeans
y los desabotona. Mi pecho sube y baja, mi respiración es desesperada.

—Abre el condón —me ordena con brusquedad.

Parpadeo con fuerza, luego comienzo a rasgar el envoltorio, mis dedos se


deslizan dos veces antes de abrirlo. Mirando hacia Alex, veo que tiene sus jeans
abiertos y los está bajando por sus caderas hasta que su pene está libre. Lo agarra en
la mano y comienza a acariciarse, pero ya está duro y deliciosamente lleno. Lo miro,
fascinada por la forma en que se toca. Es absolutamente hermoso en su masturbación
y un escalofrío me recorre al verlo.

—Pónmelo —exige Alex y mis ojos se mueven brevemente hacia los suyos.

Su expresión es feroz, sus ojos brillan de deseo. Mi propia lujuria se agita espesa
y ya me siento a punto de explotar. Odio admitirlo, pero la forma en que está
tomando el control es tan emocionante como el toque de sus dedos dentro de mí hace
unos momentos.
Cuando da un paso hacia adelante, la mano de Alex cae y fácilmente enrollo el
condón, mis manos solo tiemblan levemente cuando hago contacto con el calor de
la piel sedosa de su eje, y escucho el gemido que deja escapar.

—Brazos alrededor de mi cuello —me dice Alex en voz baja, pero con no menos
autoridad de la que ha usado antes.

Ni siquiera lo dudo, y en el momento en que mis brazos se enrollan alrededor de


su cuello, él se agacha con las manos y agarra mi trasero desnudo, levantándome por
su cuerpo. Envuelvo mis piernas alrededor de él y siento la presión caliente de su
erección entre mis piernas.

No tengo ni idea de lo que Alex pretende hacer conmigo, pero no importa porque
mis pensamientos se dispersan mientras él ataca mi boca con la suya. Inclina la
cabeza para formar un ángulo perfecto, y su boca cubre la mía, su lengua toma
posesión por completo. Nuestros suaves gemidos llenan el aire y soy vagamente
consciente de que Alex camina; luego mi espalda está presionada contra la puerta de
entrada. Sus dedos se clavan en los músculos de mi trasero, una mano se desliza
hacia abajo para rozar sus dedos contra mi humedad, lo que me hace gritar de más
frustración.
159
Mis caderas se inclinan hacia adelante y hacia atrás, frotándome contra el pene
de Alex en un frenesí, ansiosa por meterlo dentro de mí.

Empujándome hacia la puerta, Alex usa una mano para ajustarse y sumerge su
pelvis ligeramente hasta que está perfectamente alineado. Se toma un momento y sus
labios se quedan quietos contra mí. Su frente cae hacia adelante hasta que toca la mía
y un aliento áspero sale de su boca a través de mis labios. Luego se flexiona hacia
adelante y empuja dentro de mí en un brusco movimiento, hasta la empuñadura…
muy profundo. El gemido que suelta Alex habla de un hambre que está a punto de
satisfacerse de una manera brutalmente rápida.

Gimo largo y bajo, una punzada de placer que se extiende entre mis piernas y se
abre camino serpenteando por mi columna. No duraré mucho… solo unos pocos
movimientos de Alex y habré terminado.

—Dios, Sutton… te sientes tan jodidamente bien —susurra, su frente aún


apoyada contra la mía.

Respondo apretando mis músculos alrededor de su pene y girando mi pelvis para


aplastarlo.
—Mierda —grita, respondiéndome saliendo y embistiéndome, haciendo que la
puerta se estremezca.

—Oh, Alex —gimo, porque creo que esa fue la mejor sensación del mundo
entero—. Hazlo otra vez.

—Te voy a follar tan fuerte —me advierte.

Asintiendo, reitero:

—Te dije que quería más duro.

Alex levanta su frente y me mira sombríamente por un momento.

—Intentaremos hacerlo suave y dulce más tarde, ¿de acuerdo?

—Está bien —concuerdo sin aliento, igual de ansiosa por verlo de esa manera.

Pero no se mueve, todavía mirándome.

—Habrá un más tarde, ¿verdad? 160


Mis cejas se fruncen, sorprendida por esta vulnerabilidad que estoy viendo de
Alex, especialmente después de su promesa de “follarme muy fuerte” hace unos
momentos.

Desenrollando uno de mis brazos alrededor de su cuello, toco su mejilla con las
yemas de mis dedos.

—Sí, habrá un más tarde. Muchos más tarde, espero.

Me recompensa con una sonrisa de alivio y agradecimiento, pero que luego es


reemplazada de inmediato por una determinación carnal.

—Entonces, agárrate.

Enrollo mi brazo alrededor del cuello de Alex, usando la palanca para


levantarme justo cuando él retrocede. Bajo justo cuando él empuja hacia mí, creando
una deliciosa fricción entre nuestros cuerpos.

Alex retrocede con un suspiro y se lanza hacia adelante con un gruñido, una y
otra vez. Mi propia respiración sale de mi pecho cada vez que golpea mi cuerpo, lo
que hace que mi pulso se acelere. Me está golpeando muy profundo y me siento
mareada por la neblina de pasión que impregna el aire. Los sonidos de nuestra follada
dura son pecaminosamente sucios, solo se suman a la emoción y nos impulsan a ir
más fuerte… más rápido… más profundo.

La puerta traquetea, nuestra piel golpea. Alex está gimiendo desde lo más
profundo de su pecho, y a veces me embiste con tanta fuerza que empiezo a hacer
pequeños gemidos porque se siente tan bien. Una gota de sudor cae de la sien de Alex
y cae hasta la parte superior de mi pecho, que todavía está elegantemente cubierto
por mi bata. Me quema, y mis piernas se aprietan con más fuerza a su alrededor
mientras él se adentra en mí más y más profundamente.

Como una avalancha retumbando por una montaña desprevenida, mi orgasmo


comienza justo en ese lugar donde su polla está golpeando dentro de mí, luego estalla
hacia afuera en una explosión cataclísmica que me toma con la guardia baja. No
tengo otra opción. No puedo evitar gritar el nombre de Alex porque este es el placer
más intenso que he experimentado en mi vida.

Ya sea que Alex estuviera listo o excitado de que gritara su nombre, me embiste
una vez más, golpeando en el punto más profundo imaginable y entierra el rostro en
el hueco de mi cuello.

—Me vengo —gime, y luego se echa hacia atrás y golpea hacia adelante de nuevo 161
con un gruñido—. Jo-o-o-der.

Puedo sentirlo flexionar las caderas hacia adentro mientras tiene un orgasmo, un
escalofrío de éxtasis recorre su cuerpo. Bombea dentro y fuera de mí unas cuantas
veces más, la fricción provoca que me atraviesen micro explosiones de placer.

Cuando finalmente se queda quieto, me abruma la emoción.

Esto fue absolutamente perfecto.

El momento más emocionante de mi vida.

Nunca me había sentido tan bien y me pregunto si esto se reproducirá alguna


vez.

Alex me dio exactamente lo que pedí. Exactamente lo que necesitaba. Y sin una
pizca de vergüenza, me doy cuenta de que quiero más de él.

Apretando su agarre debajo de mi trasero, Alex acaricia mi cuello y puedo


sentirlo latir dentro de mí de nuevo.

—¿Estás bien?
—Mmm-hmm —respondo mientras paso mis dedos por su cabello y arqueo mi
espalda—. Eso fue increíble.

Echando su rostro hacia atrás, me mira, todavía manteniéndome inmovilizada


en la puerta. Sus ojos son curiosos y cálidos.

—¿Eso era lo que necesitabas?

—Mmm-hmm.

Inclinándose para besarme suavemente, pregunta:

—¿Puedes decir algo más que “Mmm-hmm”?

—Tengo hambre —murmuro contra sus labios.

—¿Comida china?

—Mmm-hmm.

Cuando Alex sale de mí y me deja en el suelo, siento profundamente la pérdida


de su calidez dentro de mí, y me entristece. Mis piernas se sienten como gelatina, así
162
que me recuesto contra la puerta mientras lo veo quitarse el condón y anudar el
extremo.

—La primera puerta a la izquierda es la del baño —le digo, señalando el pasillo
mientras lo veo subirse los jeans con la mano libre—. Pediré la comida.

Me da una sonrisa suave y asiente. Justo antes de comenzar a caminar por el


pasillo, se vuelve hacia mí.

—Entonces, ¿puedes contarme cómo fue tu día?

—Claro —digo en voz baja.

Aunque no hace mucho tiempo no quería nada más que purgar los recuerdos de
hoy en un agujero negro de olvido, tengo un deseo abrumador de compartir mi
miseria con Alex. Siento la necesidad, casi dolorosa por naturaleza, de buscar
consuelo en él. Algo más que sexo duro y sudoroso.

Necesito escuchar su voz, y tal vez tener sus brazos alrededor de mí, mientras le
cuento todo sobre Mara y lo inútil que me siento en este momento.
Mucho después de que Alex me follara contra la puerta de mi casa, y mucho
después de que nos atiborramos con fideos de sésamo y arroz frito fríos mientras
estamos sentados en la alfombra de mi sala de estar, comiendo nuestra comida en mi
mesa de café, y solo después de que Alex me empujara hacia abajo a dicho piso de
la sala y me tomara en un frenesí de nuevo, finalmente le cuento lo que pasó con
Mara.

Me levanta del suelo y me toma en sus brazos, llevándome de regreso a mi


habitación, donde nos metemos en la cama y nos cubrimos con las mantas
cómodamente. Me sostiene mientras le cuento los detalles de la sobredosis de Mara.

Alex no dice una palabra mientras hablo, solo acaricia mi espalda con sus dedos
y de vez en cuando roza sus labios contra mi sien. Cuando admito con no poca
vergüenza que estoy aterrorizada de perder a Mara, y que estoy dudando de mis
propias habilidades como consejera, Alex toma sus dedos y los coloca contra mis
labios para silenciar mis palabras.

—No —dice en voz baja—. No dudes de ti… ni por un minuto.

Girando mi cabeza hacia un lado para sacar sus dedos de mi boca, discuto:
163
—Pero no creo que pueda alcanzarla. Deberías haberla visto en el hospital. Ni
siquiera me miraba. No quería hablarme.

—Algunas personas no quieren ser alcanzadas. Algunas personas aman la


miseria.

—No —niego rotundamente—. Ella no ama la miseria. Odia lo que las drogas
les han hecho a sus padres.

Alex se inclina y me besa suavemente.

—Pero ella tomó las drogas para evitar la miseria. Y le encantó cómo la hacían
sentir las drogas. Imagino que va a ser difícil alcanzarla ahora mismo. Las ha
probado dos veces… en ambas ocasiones no murió, pero experimentó el escape de
su miseria. No estoy seguro de que haya nada que puedas decirle, Sutton, que haga
que se detenga. Tendrás que seguir conectándote con ella y espero que finalmente
llegues a ella.

Dejo que mi mirada se deslice hacia la izquierda y miro la luna que se filtra a
través de mi ventana. Alex tiene razón… tengo que seguir presionándola y rezarle a
Dios para que tenga cuidado.
—Intentemos dormir un poco —dice Alex mientras continúa acariciando mi
espalda—. Tengo que levantarme temprano para encontrarme con Garrett en el
gimnasio.

—Está bien —susurro, moviéndome más fuerte hacia él mientras envuelvo mi


brazo firmemente alrededor de su cintura.

Escucho los sonidos de nuestra respiración tranquila y me calmo más. Justo


cuando mis ojos comienzan a caer, escucho a Alex decir:

—¿Sutton?

—¿Sí?

—Me alcanzaste. Cuando nadie más lo ha hecho.

Mis ojos se abren de par en par y los latidos de mi corazón saltan erráticamente
sobre sus palabras. Tienen como finalidad reforzar mi confianza, porque Alex
Crossman, según la historia admitida, tiene algunos demonios oscuros en su armario.
No tengo ni idea de qué son porque él no los ha compartido, pero sí sé que han dado
forma a la persona que solía ser. Y sé que, al parecer, no es la misma persona que era 164
antes de conocernos.

Inclinando ligeramente la cabeza, acerco mis labios a la piel de su pecho y le doy


un beso.

—Gracias —le digo con una sonrisa en mi rostro.

Me aprieta con fuerza y luego cierro los ojos y me quedo dormida.


Capítulo 17
Alex
—Esto está comenzando a convertirse en un hábito.

Sutton hace un puchero, pero no suena en lo más mínimo perturbada.

—Es un buen hábito, ¿no crees?

—Oh, sí. Estoy totalmente a favor de hacer de esto un hábito permanente.

Estamos sentados en el suelo de mi sala de estar, comiendo pizza a domicilio en


mi mesa de café. Sutton lleva una de mis camisetas y nada más. Me apresuré a
ponerme unos pantalones cortos de entrenamiento cuando el sujeto de la pizza tocó
el timbre.
165
Tenía la intención de prepararle la cena esta noche, algo que nunca había hecho
por otra mujer en mi vida. Demonios, ni siquiera he comprado la cena a otra mujer en
mi vida.

Sí, mi plan era cocinar la cena y luego ver si podía superar las alturas que
alcanzamos anoche cuando ella me enfrentó con una bata transparente y una caja de
condones. No sé si alguna vez me haya excitado tanto en mi vida.

Pero desafortunadamente, cuando Sutton apareció en mi apartamento esta


noche y la vi parada allí, luciendo increíble con su cabello ardiente en una coleta alta
y usando nada más que sus jeans clásicos y una camiseta de manga larga, me sentí
abrumado por tal lujuria, la jalé rápidamente y la empujé hacia abajo en el sofá de
mi sala de estar.

No se quejó ni me disuadió, no es que hubiera servido de nada. En cambio, solo


dio el suspiro más placentero que jamás haya escuchado cuando hice un breve trabajo
de desnudarla y enterrar mi cara entre sus piernas.

No le di misericordia y en cuestión de segundos ella estaba gimiendo y


retorciéndose sobre los cojines de micro-gamuza, sus manos agarrando mi cabello
como si su vida dependiera de ello. Sabía jodidamente divina y hundí mi lengua
dentro y fuera de ella sin piedad, alimentado por sus gemidos de placer y la forma en
que sus caderas se contraían con fuerza contra mi barbilla. Me excitó tanto, puede
que me haya vuelto un poco loco con ella. Puse mi lengua a trabajar de otras
maneras, lamiendo y chupando mientras mis dedos empujaban profundamente.

Se corrió rápido y fuerte, y volvió a gritar mi nombre, y juro que casi me vengo
solo de escuchar eso. Apoyé la barbilla justo encima de su hueso pélvico y la vi
recuperar la conciencia. Cuando la niebla se despejó de sus ojos y se centró en mí,
sonrió y dijo:

—Desnúdate.

Y luego me puse un condón y estaba embistiendo dentro de ella y fue tan bueno,
si no mejor, que anoche. Me instó a ir más fuerte, más profundo. Me clavó las uñas
en el culo e incluso me mordió el hombro, lo que a su vez hizo que me la follara un
poco más fuerte.

Y luego me corrí jodidamente duro, mucho más rápido que nunca antes. Tan
fuerte, tenía luces parpadeando en mi visión periférica, e incluso después de que los
escalofríos se habían silenciado dentro de mí, descubrí que la deseaba de nuevo. 166
Pero fue entonces cuando noté un olor a quemado en el aire, y cuando abrí los
ojos, vi una neblina de humo sobre nosotros.

—¡Mierda! —grité mientras me levantaba de un salto y corría completamente


desnudo hacia la cocina.

Abrí la puerta del horno, miré dentro y vi que la lasaña que había puesto debajo
del asador justo antes de que ella llamara al timbre se había quemado hasta
convertirse en un negro crujiente, el humo se alejaba de la sartén y se elevaba en el
aire.

—Supongo que vamos a pedir pizza, ¿eh?

Al darme la vuelta, vi a Sutton parada allí, tan desnuda como yo, con una sonrisa
en el rostro.

—Lo siento —murmuré con una sonrisa de disculpa—. Supongo que me distraje
cuando te vi en mi puerta.

Sutton se acercó tranquilamente a mí y me rodeó el cuello con los brazos.


Presionó su cuerpo cálidamente contra el mío, y sentí mi polla saltar ante el contacto.
—Me alegro que se haya quemado. Me gustó bastante la forma en que me
saludaste esta noche.

La besé entonces, suavemente, porque ni siquiera me había molestado en besarla


antes cuando la estaba follando en mi sala hace un momento. Su lengua se encontró
con la mía y movimos nuestras bocas una contra la otra con delicada suavidad.

Y aunque el beso fue dulce y sensible, de ninguna manera disminuyó mi lujuria,


que estaba creciendo por ella una vez más, como lo evidenciaba el hecho de que me
estaba poniendo duro de nuevo.

—¿Cuánta hambre tienes? —pregunté mientras me alejaba de sus labios.

—No mucha —susurró, sus dedos rozaron una de mis tetillas.

Joder, eso se sintió bien.

—Vamos a pedir pizza más tarde —le dije mientras me inclinaba y la levantaba
por encima de mi hombro.

Riendo, se apoyó con las manos en mi espalda baja. 167


—¿Qué vamos a hacer ahora?

Pasando mi mano sobre su culo mientras salía de mi cocina y me dirigía a mi


habitación, le dije:

—Segunda ronda. Luego comeremos.

Sí, lo hicimos igual de duro, y me encanta follar salvajemente y sin inhibiciones


con Sutton. A ella también le encanta, puedo decirlo. El solo pensarlo hace que mi
pene se estremezca de nuevo, así que saco otra rebanada de pizza de la caja para
volver a enfocar mi atención durante unos minutos.

—Entonces, ¿Brandon ha tratado de contactarte? —pregunto casualmente.

No me preocupa el idiota. No representa una amenaza para mí, pero no quiero


que moleste a Sutton si ella no está interesada en él. Ella no necesita el estrés.

—Sí, me llamó varias veces hoy, pero todavía no le he devuelto la llamada —


dice, agarrando un trozo de pepperoni de su rebanada de pizza y doblándolo
delicadamente con los dedos. Luego se lo mete en la boca, lamiendo la grasa.
Sí… mi pene salta de nuevo con solo verla hacer algo tan inocuo como comer
un trozo de pepperoni.

—¿Por qué tienes que devolverle la llamada? Solo ignóralo —digo simplemente,
tomando otro bocado de pizza.

Sutton se encoge de hombros con un movimiento rápido y frunce el ceño.

—Creo que siento que le debo una explicación o algo.

Dejo mi rebanada de pizza en mi plato de papel, me limpio las manos con una
servilleta, la hago bola y luego la tiro sobre la mesa.

—¿Por qué crees que le debes? Él te dejó, ¿verdad?

Mi pregunta no se formula con ninguna censura implícita. Tengo mucha


curiosidad por saber por qué se siente así.

—Supongo que porque hubo un tiempo en que lo amaba. Y porque una vez me
dio una explicación. No tenía que hacerlo, pero era importante para él hacerlo. Puede
que no me guste lo que me dijo, pero siempre he apreciado su honestidad. 168
Mi estómago se aprieta un poco al escucharla proclamar que amaba al tipo. Sé
racionalmente que alguna vez se amaron, pero escucharlo en voz alta, junto con el
hecho de que ella siente una obligación hacia él, no se siente tan bien. Un destello de
celos me golpea con fuerza y trato de controlarlo.

Y porque realmente necesito saber exactamente cómo se siente ella por mí, y
porque soy demasiado tonto para preguntarle abiertamente sobre eso, voy en una
forma indirecta.

—¿Aún sientes algo por él? ¿Quieres que me salga de la escena?

Hago la pregunta de una manera alegre, tratando de transmitir que su respuesta


no es realmente tan importante. Solo sé, en este mismo momento, lo jodidamente
importante que es, y supongo que es por eso que estoy conteniendo la respiración
esperando su respuesta.

Sutton toma su propia servilleta y se limpia los dedos. Después de dejarla en su


plato, se inclina hacia adelante sobre sus manos y rodillas y se arrastra hacia mí a
través de la alfombra y alrededor del borde de la mesa de café. Sin detenerse ni un
instante, se arrastra hasta mi regazo y se sienta a horcajadas sobre mí.
Mis manos pasan inmediatamente por debajo de su trasero desnudo, agarrándola
suavemente, y la semierección con la que he estado luchando desde que llegó la pizza
se vuelve una erección completa.

Envuelve sus brazos alrededor de mi cuello, inclina la cabeza hacia abajo y me


besa suavemente en el cuello. Cuando se aparta, me mira pensativa.

—No, no tengo sentimientos por él. Nada más allá de un vago cariño por lo que
tuvimos. Él fue mi primer amor, así que eso fue especial. Y con certeza no quiero
que salgas de la escena. ¿Alguna otra pregunta?

—En realidad… tengo otra pregunta —le digo. Es algo en lo que he estado
reflexionando desde anoche—. Estaba husmeando en tu botiquín de medicinas en tu
casa antes de irme esta mañana, buscando un enjuague bucal.

Sus cejas se elevan sobre mi confesión y me sonríe de buen humor.

—A escondidas.

—Lo sé —confirmo—. Encontré tu enjuague bucal, que espero haya sido un


mejor beso de despedida, pero también noté las píldoras anticonceptivas allí. 169
—¿Sí? —arrastra las palabras en cuestión sobre a dónde voy.

Dudo por un momento, lo cual no es nada parecido a Alex. Nunca dudo en


nada, lo cual es un testimonio del ego inflado que mi padre ayudó a crear.

—Ya no quiero usar condones. Quiero follarte desnudo, sin nada entre nosotros.

Dejo que mis palabras penetren, sin ofrecer nada más. Ella no tiene nada de qué
preocuparse por mí. Siempre he usado condón. También me han hecho pruebas
todos los años en mi examen físico de rutina, que es requerido por Cold Fury. Le
proporcionaré esa información, pero primero quiero ver cuál es su reacción.

Los ojos de Sutton se abren de par en par con asombro. Noto una mancha de
rubor en sus mejillas, y empiezo a pensar que tal vez he ido demasiado lejos en mi
deseo de poseerla de una manera que ha sido diferente a todas las demás. Pero luego
noto el calor que se filtra en esos hermosos ojos color avellana y se lame el labio
inferior. Ella nunca sería una jugadora de póquer en el dormitorio. Puedo ver
claramente que la idea la excita.

—Está bien —susurra, sus piernas inconscientemente agarrándose contra mis


caderas un poco más fuerte—. Nunca antes lo he hecho sin condón. Quiero decir…
las pastillas son para regular mi período. Las tomé mucho antes de tener relaciones
sexuales por primera vez.

—Siempre he usado condón antes —le aseguro apresuradamente—. Y me han


hecho pruebas. Puedo darte mis registros.

Sacudiendo la cabeza de inmediato, aprieta sus brazos alrededor de mi cuello.

—No, confío en ti…

—No me importa —interrumpo.

Inclinándose para besarme, para silenciarme, se aparta y me mira


profundamente.

—No… confío en ti, Alex.

La culpa me atraviesa porque tal vez ella no debería. Le estoy diciendo


completamente la verdad sobre mi historia sexual y el hecho de que estoy limpio,
pero el hecho de que ella confíe en mí de manera tan implícita significa que sus
sentimientos se están volviendo más profundos. Los míos también, pero seamos 170
sinceros, cualquier cosa más que un rasguño contra la superficie es prácticamente
subterráneo para mí.

Solo espero que no esté cayendo tan lejos como para que yo tenga el poder de
destruirla cuando mi naturaleza inherente tome el control.

—Está bien —le digo, en lugar de advertirle que se vaya, porque la quiero
demasiado de esta manera tan íntima como para escuchar mis propias dudas.

—¿Alguna otra pregunta? —cuestiona descaradamente.

Sonriéndole, froto mis dedos sobre su suave piel.

—No. Eso satisfizo mi curiosidad y me ha dado muchas ganas de follarte de


nuevo.

Empiezo a inclinarme para besarla, porque maldita sea, la deseo tanto. La idea
de no tener una barrera entre mi dureza y su suavidad hace que mi sangre se
enfurezca. Pero echa un poco la cabeza hacia atrás.

—Bueno, entonces tengo algunas curiosidades propias.

Alzo las cejas, arqueando los labios hacia arriba.


—¿De verdad? ¿Cuáles podrían ser?

—¿Alguna vez has tenido una relación seria antes? ¿Has estado enamorado?

Mantengo mi sonrisa, pero se atenúa un poco.

—No. Nunca.

—¿Ni siquiera en la secundaria? ¿O como se llame en Canadá?

Riendo, me agacho y tiro de sus piernas para que se envuelvan alrededor de mi


cintura, y ella se posa sobre mi erección sin nada más que el material de mis
pantalones cortos separándonos. Se retuerce un poco, pero espera mi respuesta.

Dándole una ligera inclinación de mis caderas para frotarme contra el calor entre
sus piernas, y solo para que sepa que eso me parece más interesante que esta
conversación, le digo:

—Allí también se llama secundaria, y no, ni siquiera en la secundaria.

—¿No tenías novia en la secundaria? ¿Un semental como tú? —bromea, y en


otras circunstancias, disfrutaría de la naturaleza bromista de esta conversación. Pero
171
se está acercando a un tema que no me produce buenos recuerdos.

—Estaba demasiado ocupado entrenando. A mi padre no le gustaba mucho que


yo saliera con alguien.

Sutton tiene la boca abierta y su sonrisa se desvanece un poco, pero puedo decir
que no está segura exactamente de lo que quiero decir con eso.

—¿No tenías permitido tener una cita? ¿Nunca?

—Nunca —confirmo.

Ella se mete el labio inferior entre los dientes y lo muerde pensativamente, lo que
siempre es un movimiento muy sexy. Contemplo inclinarme hacia adelante y
agarrarlo con mis propios dientes cuando ella me desvía.

—Recuerdo haber leído en Internet que te fuiste de casa cuando tenías dieciséis
años para jugar en los Juveniles de Quebec. Seguramente entonces…

Sacudiendo mi cabeza, la interrumpo.


—Entonces me fui de casa, pero mi papá todavía me controlaba. Me prohibió
salir o tener una relación con alguien. Demonios, me prohibió tener amigos. El
entrenamiento era mi prioridad número uno. Quería que yo fuera el mejor y para
eso, no tenía lugar en mi vida para nada más.

Sutton me mira fijamente con ojos tristes. Limita con la mirada de lástima que
pensé que me había mostrado antes, lo que me pone un poco los pelos de punta.

—Eso es terrible —dice en voz baja—. No tuviste infancia, ¿verdad?

La simpatía en su voz mata por completo mi erección, y de repente me encuentro


necesitando un poco de espacio. La levanto fácilmente de mi regazo y la dejo
suavemente en la alfombra a mi lado. Poniéndome de pie, me ocupo de recoger la
caja de pizza y los platos de papel de la mesa. Sutton hace lo mismo y me ayuda a
limpiar.

Mientras me giro hacia la cocina, intento aliviar la oscuridad del momento


diciendo:

—Fue hace mucho tiempo. He compensado con creces la diversión que me perdí
en ese entonces. 172
Siguiéndome a la cocina, Sutton pregunta:

—¿Cómo? ¿Cómo compensas perderte buenos momentos… tener esos


recuerdos?

—¿Quién dice que no tengo buenos recuerdos? —pregunto, con la esperanza de


sacarla del rastro de circunstancias trágicas.

Tirando los platos de papel a la basura, me doy la vuelta para tomar la basura de
la mano de Sutton y depositarla también en el bote. Camina hacia el fregadero y se
lava las manos.

—Bueno… dijiste que no saliste… no tenías amigos. Siempre tuviste que


entrenar. Suena solitario.

No lo confirmo ni lo niego porque estuve solo. Ella continúa:

—Quiero decir, ¿no tuviste un primer amor o un primer beso con alguien
especial?
Me gusta Sutton. Quiero decir, mucho. Más que cualquier otra mujer que haya
conocido. Pero veo la mirada soñadora en sus ojos, el romanticismo absoluto
filtrándose por sus poros mientras lamenta el hecho de que yo no tuve lo que ella
considera un rito de iniciación bastante importante. Creo que eso significa que ella
me encuentra roto de alguna manera, y aunque eso puede ser cierto, no me gusta ser
la víctima.

Así que decido recordarle que soy quien soy y que me ha ido bien con las cosas
como están. También quiero recordarle que todavía hay un lado oscuro en mí que
ella nunca puede dar por sentado.

—Tuve un primer beso, Sutton.

Sus ojos se iluminan, tal como sabía que lo harían, y me mira expectante para
que pueda darle una imagen pintada con suavidad de mi vida que la hará sentir mejor
por mi falta de una educación normal.

—Mi papá pagó a una puta para mí cuando cumplí dieciséis —le digo en voz
baja—. Quería invitar a una de mis compañeras a un baile de la escuela, algo que mi
padre tradujo en el significado de que quería tener sexo. Y quién sabe, quizás yo
también quería eso. Así que no fue una gran decepción después de que mi padre se 173
negó a dejarme ir al baile, sino que me llevó a una habitación de hotel… me empujó
adentro después de entregarme un condón. Me dio una palmada en la espalda y dijo:
“Diviértete”. Quiero decir… qué puede hacer un niño cuando entra y ve a una mujer
desnuda en la cama. Entonces, ya ves… tuve mi primer beso, Sutton. Simplemente
no fue muy convencional.

Instantáneamente me arrepiento de haberle contado a Sutton esa historia, porque


ahora su piel palidece y hay un ligero brillo de humedad en sus ojos. La historia la
ha enfermado, sin duda, pero presionó y yo la dejé tenerlo.

—Tu padre se equivocó al hacer eso —susurra.

—Estoy de acuerdo —le digo mientras doy un paso más cerca de ella—. Ha
hecho muchas cosas que lo colocan directamente en la categoría de monstruo.

—¿Cómo qué? —pregunta, sin vacilación alguna en su voz.

Doy un paso más y luego estoy cara a cara con ella. Levantando un mechón de
su cabello que cuelga sobre su hombro, lo tiro pensativamente. Cuando levanto mis
ojos hacia los suyos, me mira con claridad, y la expresión de náuseas ha desaparecido
de su expresión. Dejando caer su cabello y extendiendo las yemas de mis dedos, las
paso por su mejilla.
—No quieres saber esas historias.

—Tal vez sí —responde con valentía.

Dándole una sonrisa triste, deslizo mis dedos hacia la parte posterior de su
cabeza y agarro su cuello con firmeza.

—Bueno, entonces no quiero que escuches esas historias. Ya no tienen nada que
ver conmigo.

Sutton envuelve sus dedos alrededor de mi muñeca y pienso brevemente en alejar


mi mano de su cuello, pero ella me sostiene con fuerza en mi lugar.

—Tu pasado tiene mucho que ver con quién eres hoy.

Empiezo a señalar que le he advertido que puedo ser un idiota, pero mis palabras
se secan cuando ella da un paso y apoya su mejilla contra mi pecho. El movimiento
es tierno y cariñoso, lo que hace que mi corazón se tambalee en respuesta.

—Pero —dice con total desafío—. Estoy descubriendo que me gusta mucho
quién eres, así que tal vez tu pasado no te domine tanto como crees. 174
Mi estómago da un vuelco y un sentimiento vacío e insondable me recorre
porque ella está tan equivocada sobre eso. Mi pasado controla casi cada acción que
tomo y cada pensamiento que sale de mi cabeza jodida. Los brazos de Sutton se
envuelven alrededor de mi cintura y se acaricia contra mí, su mejilla caliente contra
mi piel. Es un movimiento calculado para mostrarme que se preocupa por mí, y la
sensación de vacío se llena de inmediato con algo cálido y reconfortante.

Ojalá no me gustara tanto ese sentimiento, porque me atrae más profundamente.


Me dan ganas de experimentarlo más, lo cual es muy peligroso para los dos. Para mí,
me hará susceptible a su bondad. Para ella, la hará vulnerable a mi oscuridad.

Mirando el reloj que cuelga en la pared de mi cocina, veo que se hace tarde.
Tengo que levantarme temprano mañana para practicar patinaje y luego una reunión
de equipo para prepararnos para nuestro juego de la noche. Pero la deseo de nuevo,
probablemente más de una vez, y tengo que dedicar tiempo a eso. Quiero que ella
también me explore, y esto podría llevar horas.

Así que es mejor que comencemos.


Estirando mis manos hacia mi espalda, aparto sus brazos del reconfortante
abrazo que me ofrece y entrelazo mis dedos con los de ella. Dándome la vuelta, la
llevo de regreso a mi habitación, ninguno de los dos necesita decir una palabra más.

Ambos sabemos que estamos perfectamente felices de perdernos el uno en el otro


por un tiempo. En particular, sé que la comodidad de sus brazos me proporciona una
paz que estoy empezando a apreciar, e incluso a desear.

Sí, sé que es peligroso para mí, pero nunca he sido de los que se asustan
fácilmente. Estoy más preocupado por el momento en que probablemente la
lastimaré, pero sigo siendo lo suficientemente egoísta como para dejar ese
pensamiento a un lado y aprovechar lo que ella me ofrece.

175
Capítulo 18
Sutton
Como era de esperar después de un partido de hockey, Hoolihan’s está lleno y
no hay mesas ni cabinas disponibles. Decido pedir una cerveza en la barra mientras
espero a Alex y a Garrett. Sé por la experiencia pasada de encontrarme con Alex aquí
después de un juego que pasará un tiempo antes de que él llegue.

Me tomo un momento para revisar mi teléfono. Brandon, por fin, dejó de


enviarme mensajes de texto y de llamarme. Finalmente lo llamé y me disculpé por la
forma en que le hablé de forma brusca. También se disculpó por no entender el día
horrible que había tenido y dijo que se dio cuenta de que era un poco de mala
educación aparecer así y pedirme que preparara la cena.
176
Una vez que las disculpas estuvieron fuera del camino, se puso incómodo cuando
Brandon inmediatamente me invitó a cenar. Fue en este punto que tuve que decirle
que esto nunca llegaría a donde él quería.

—Lo siento, Brandon —le había dicho gentilmente—. Pero no puedo salir a
cenar contigo. Ni ahora, ni nunca.

Se quedó en silencio por un momento, luego preguntó:

—¿Soy yo? ¿Qué te hice? ¿O es otra cosa?

En ese momento, supe que él lo sabía, así que le expuse la verdad.

—Es otra persona, en particular.

—Alex —fue todo lo que dijo.

—Sí. Pero incluso si Alex no estuviera en la imagen, no creo que tú y yo


pudiéramos haber comenzado de nuevo. Creo que terminamos para siempre.

Fue bastante comprensivo y hablamos un poco más. Hicimos vagas promesas de


mantenernos en contacto y continuar nuestra amistad, pero sabía que eso no iba a
suceder. Esas cosas nunca funcionan como esperamos.
Tengo un mensaje de texto de Shelley. Ahora le ha gustado ver el hockey, en
particular Cold Fury, así que podemos hablar sobre Alex. Ella piensa que es más que
emocionante que esté saliendo con un jugador de la NHL, pero nunca vi a Alex de
esa manera. Solo lo veo como Alex.

No un buen juego, me envió un mensaje de texto junto con una cara triste.

Le respondí, Lo sé. Me siento muy mal por Alex.

Ámalo bien. Eso lo pondrá feliz de nuevo.

Le escribí un último mensaje. Sal de la cuneta. Hablaré contigo más tarde.

Estoy nerviosa por el tipo de humor que tendrá. Los Cold Fury han estado en
una racha ganadora y el juego de esta noche fue solo el segundo que perdieron desde
que conocí a Alex. No se veía feliz después de la paliza por 3-2 que recibió del equipo
con el ranking más bajo en su división. No cambió la posición de Cold Fury, pero
incluso yo sé lo suficiente sobre deportes como para saber que una derrota no hace
felices a los jugadores.

Le envié un mensaje de texto a Alex tan pronto como sonó el timbre para 177
finalizar el tercer período, ofreciéndome a vernos en otro momento. No respondió,
así que no tuve más remedio que venir a Hoolihan’s como habíamos planeado
originalmente y esperarlo. Me había preguntado más temprano ese día si me
importaba si invitaba a Garrett y, por supuesto, no me molestaba. Estaba ansiosa por
saber más sobre el hombre que aparentemente se estaba convirtiendo en un buen
amigo del solitario admitido por sí mismo, Alex Crossman.

—¿Sutton?

Volviéndome hacia la voz femenina, veo a Monica parada allí, su cabello rubio
en un alboroto de rizos. Lleva una camiseta de Cold Fury, obviamente acaba de llegar
del juego. Cuando Alex me consiguió un boleto para esta noche, me sorprendió un
poco que no estuviera en el mismo lugar donde me había sentado anteriormente al
lado de Monica. Sin embargo, el cambio fue bueno porque me puso en The Fury
Club, que es una sección de los asientos del nivel superior que tiene lujosos asientos
de cuero, un buffet de comida y alcohol gratis. No es que participé de nada de eso ya
que me reuniría con Alex más tarde.

Aun así, los asientos eran increíbles y, aunque Cold Fury perdió, me lo pasé de
maravilla animando a Alex y su equipo. Incluso lucía con orgullo la camiseta de
Crossman que Alex me había dado esta mañana justo antes de salir de su
apartamento, justo después de que me hubiera arrancado dos orgasmos.
Suspirando profundamente por el recuerdo, le sonrío a Monica y le digo
amablemente:

—¡Hola! ¿Qué estás haciendo aquí?

Monica se inclina para darme un abrazo rápido.

—Vine a tomar una copa con unas amigas después del juego —dice, señalando
el área de la puerta principal donde esperan otras dos chicas—. Te vi parada aquí y
pensé en venir a saludarte.

—Me alegro verte —le digo afablemente, porque lo es. Realmente me divertí con
ella cuando vi mi primer juego de hockey.

Monica saluda a sus amigas para que se presenten y yo les doy una cálida sonrisa
a sus amigas, Amy y Carrie. Ellas también lucen camisetas de Cold Fury y lucen un
aspecto ligeramente abatido por haber sufrido una derrota.

—Sutton es amiga de Alex Crossman —dice Monica con una sonrisa traviesa
mientras envuelve su brazo alrededor de mis hombros, dándome un apretón.
178
Mientras Amy y Carrie chillan, sonrío para mis adentros y pienso: Sí, ahora soy
mucho más que su amiga.

Esto, desafortunadamente, trae recuerdos abrasadores del sexo increíblemente


estelar que tuvimos anoche y esta mañana, y si puedo recomendarlo a cualquiera que
esté considerando una relación monógama segura y saludable, el sexo sin condones
es la bomba. Lo juro, podía sentir a Alex dentro de mí con un detalle tan exquisito,
el recuerdo me hace apretar las piernas con fuerza para aliviar el dolor que comienza
a crecer. Doy un trago a mi cerveza para humedecer la sequedad de mi garganta y
sintonizarme con la conversación.

—¿Te vas a encontrar con él aquí esta noche? —pregunta Carrie.

—Um… uh… sí, supongo que sí —digo sin convicción, porque sé que
probablemente será imposible deshacerme de Monica y sus compinches ahora.
Supongo que una vez que vean a Alex y Garrett, toda esperanza de una velada
agradable con mi hombre y su amigo número uno volará por la ventana.

Las chicas comienzan a hablar sobre el juego de hockey y yo disfruto de los


comentarios. Me doy cuenta de lo lejos que he llegado como fanática del hockey
cuando realmente puedo contribuir a la conversación, uniéndome al lamento del
hecho de que nuestros chicos jugaron como una mierda esta noche. Alex pareció
extraño en su juego, un pensamiento que me preocupó un poco, porque soy lo
suficientemente insegura como para preguntarme si tengo algo que ver con eso. ¿O
tal vez soy yo con un ego demasiado grande?

Aun así, después de nuestra conversación de anoche sobre su “primer beso”, he


estado pensando mucho en Alex y las cargas que lleva en su alma. Me sorprendió y
disgustó que su padre le quitara su infancia y luego intentara reemplazarla con una
puta. Es despreciable y espero por Dios nunca tener el placer de conocer al hombre.
Por supuesto, la probabilidad de que eso suceda es mínima, porque aunque creo que
Alex está desarrollando sentimientos por mí, todavía permanece cerrado como una
almeja cuando se trata de gran parte de su vida personal.

Las chicas y yo pedimos una ronda de cerveza, la primera de ellas y la segunda


mía, y continuamos con nuestra jugada por jugada del juego. Me encuentro
disfrutando de su compañía, incluso de la exuberancia manifiesta de Monica por
todas las cosas que componen a los jugadores de hockey calientes. Ni siquiera me
molesta, tanto, cuando se pone poética sobre lo hermosos que son los ojos de Alex.
Tengo que estar de acuerdo con ella.

Después de una hora, mi segunda cerveza se acaba y estoy en la tercera. He


revisado mi reloj solo una docena de veces en los últimos diez minutos y mis
179
mensajes de texto con la misma frecuencia. No tengo noticias de Alex, y estoy
empezando a pensar que no se presentará. Espero que sea solo porque está
desanimado por el juego y no porque después de dos noches de sexo glorioso y
sudoroso, haya decidido dejarme.

Dios, espero que no lo haya decidido. El pensamiento provoca que mi estómago


duela, lo que me hace darme cuenta de que mis sentimientos son muy profundos en
lo que respecta a Alex.

Echando un vistazo a la puerta del bar una vez más, no veo a Alex y mi vejiga
está a punto de estallar, así que me inclino hacia Monica y le digo que me dirijo al
baño. Espero que si ve a Alex entrar mientras yo no estoy, le hará saber dónde estoy.
Alejándome de ella, comienzo a dirigirme hacia el baño cuando alguien me agarra
del codo y me empuja hacia atrás. Ni siquiera puedo girar mi cuerpo para ver quién
me tiene cuando brazos fuertes rodean mi cintura y me atraen hacia un cuerpo
masculino alto y duro que huele levemente a cítricos y eucalipto. Es el aroma del gel
de baño de Alex e inmediatamente me relajo hacia atrás en su abrazo, colocando mis
manos sobre sus brazos mientras me rodean por completo.

Me abraza… fuerte… posesivamente, y el alivio me atraviesa porque,


honestamente, tenía algunas dudas sobre cuán reales eran estos sentimientos entre
nosotros. Poniendo su boca cerca de mi oído, murmura:
—Te he echado de menos.

Girando mi cuerpo, serpenteo con mis brazos y los envuelvo alrededor de su


cuello.

—Yo también te extrañé.

—Siento llegar tarde —dice, su rostro se cierne sobre el mío—. El entrenador nos
dio una “charla de ánimo” después del juego.

Mis cejas se elevan en interrogación y Alex aclara.

—Eso significa “echarnos una bronca”.

—Oh —digo en voz baja, mis dedos frotando la parte posterior de su cuello—.
Lamento lo del juego. Pensé que tal vez estarías desanimado y no querrías pasar el
rato esta noche.

Frotando su pulgar a lo largo de la cintura de mis jeans, dice:

—Estoy desanimado, pero hay dos cosas que debes saber al respecto. Primero,
no importa lo fastidiado que esté por perder un juego, imagino que estar contigo hará
180
que todo sea mejor. Y segundo, ha pasado mucho tiempo desde que me entristecí
por una pérdida. Creo que eso dice algo, ¿no crees?

Sus ojos azules buscan los míos en busca de comprensión, porque quiere saber si
lo entiendo. Y, oh, lo entiendo. Comprendo lo que está diciendo. Entiendo que ha
vuelto a encontrar algo de pasión por su oficio, porque de lo contrario no le
importaría una mierda una pérdida. Es extraño que el hecho de que esté desanimado
por una pérdida me conmueva el corazón.

—Creo que dice mucho —le digo, poniéndome de puntillas para darle un beso.

Tiene que inclinarse ligeramente para encontrarse con mis labios, y cuando los
míos se encuentran contra los suyos, me deleito en lo suaves que son, pero aún firmes
contra mí.

Solo somos él y yo, parados aquí en este bar abarrotado, y se siente como si el
resto del universo estuviera a un millón de kilómetros de distancia. Desearía que el
resto del universo estuviera a un millón de kilómetros de distancia, y podríamos ser
Alex y yo, en este mismo momento, porque la ternura y el anhelo revelados en la
forma en que su boca toca la mía me hace querer recluirme en el sentimiento sin nada
más que desvíe mi atención.
—Dios, ustedes dos necesitan conseguir una habitación.

Oigo decir a un hombre.

Alex gime levemente en mi boca antes de retroceder y volverse para mirar a


alguien a mi izquierda. El leve movimiento de los labios de Alex me dice que está
divertido.

—Vete a la mierda, Samuelson —gruñe, pero no está realmente enojado. Libera


su agarre alrededor de mi cintura lo suficiente para girarme hacia un hombre que sé
que es Garrett Samuelson, Alex hace las presentaciones oficiales—. Garrett… ella es
Sutton. Sutton… este idiota es Garrett.

Sonriendo con calidez, extiendo mi mano para que Garrett la estreche. Alex se
pone un poco rígido a mi lado cuando Garrett toma mi mano y la lleva a sus labios,
rozándolos sobre mis nudillos. Con una sonrisa diabólica y una voz seductora y
ahumada, dice:

—Definitivamente es un placer. Cuando te canses de su trasero gruñón, te estaré


esperando, Sutton.
181
Cuando Alex gruñe por segunda vez, no lo hace tan divertido. Garrett se ríe y
suelta mi mano, después de besarla una vez más. Solo pongo los ojos en blanco.

—Te encanta torturar a Alex, ¿no?

—Es muy divertido tener una reacción de él, ¿no crees? —dice con un guiño.

—No tienes idea —le digo con complicidad, aunque mi definición de conseguir
una reacción y su definición son probablemente dos cosas diferentes.

Volviéndome hacia Alex, coloco mi palma contra su pecho. Puedo sentir el calor
de su piel a través de la camisa de vestir que lleva.

—Me dirijo al baño de mujeres. —Me mira con afecto, pero en el fondo de su
melancolía veo posesión y deseo. Mientras se inclina un poco más hacia mí, su voz
chisporrotea cuando dice—: No quiero quedarme mucho tiempo. Solo una cerveza,
¿de acuerdo?

—¿Por qué es eso? —pregunto suavemente, aunque sé la respuesta.

La veo en sus ojos.


Echando una rápida mirada a Garrett, se inclina aún más cerca, colocando sus
labios cerca de mi oreja.

—Porque te deseo tanto que puedo saborearlo. Ahora, ambos sabemos que eso
es solo mi imaginación en exceso. Entonces, lo que realmente quiero es la realidad
de tu sabor… en mi lengua… mis labios.

Él acentúa su seducción rozando sus dientes contra el lóbulo de mi oreja, y juro


que un mini orgasmo me atraviesa.

—Oh —exhalo suavemente.

—¿Alguna otra duda? —pregunta con brusquedad, luego se aparta para mirarme
con una mirada tensa en su rostro.

No hago nada más que negar con la cabeza, las palabras no parecen importantes
en este momento. Entonces me sonríe, radiante, triunfante… alegre. Tomando mis
hombros, me hace girar hacia el baño y me da un ligero empujón.

—Apresúrate. Cuanto antes regreses, antes podremos beber una cerveza, antes
podremos… bueno, ya sabes. 182
Me apresuro a orinar, completamente obsesionada con cómo puedo renunciar a
la cerveza que Alex debe haberse comprometido a beber con Garrett antes de que
pudiéramos salir. Considero brevemente fingir sentirme indispuesta, pero en lugar de
eso, rápidamente orino y opto por beber mi cerveza.

Mis piernas están abiertas, mis caderas levantadas del colchón porque Alex tiene
mis tobillos descansando sobre sus hombros. Está golpeando dentro de mí, haciendo
una pausa cada pocas embestidas para devastar mis labios, una vez incluso
mordiendo cuando me atreví a desobedecerlo y cerré los ojos en un abandono
placentero. Previamente me había ordenado que mantuviera mis ojos en los suyos,
pero eso resultó difícil cuando me sentí a punto de caer en un coma de lujuria.

Después de un beso particularmente fuerte en el que ambos intentamos empujar


los gemidos más allá de los labios del otro, Alex se echa hacia atrás y detiene las
caderas por un momento. Un brillo de humedad cubre su rostro y sus brazos están
bloqueados en el codo mientras soporta su peso sobre mí, haciendo que sus músculos
se vean marcados. Me mira con una necesidad tan ardiente grabada en su rostro, que
mi corazón da un vuelco cuando le devuelvo la mirada. Nunca había visto a nadie
tan hambriento de algo antes… como si estuviera hambriento y nunca habrá
suficiente sustento para llenar el vacío que lo está asolando.

Abre la boca como si fuera a decir algo, y sea lo que sea, puedo decir que será
profundo por la expresión de su rostro. Pero entonces algo le nubla el iris y menea
levemente la cabeza como si se despejara de las telarañas.

Sin previo aviso, Alex se aparta de mí, bajando mis piernas de sus hombros. Es
un hombre grande en todos los sentidos y siento profundamente la pérdida dentro de
mí. Antes de que pueda preguntar qué pasa, sus manos agarran mi cintura y me da
la vuelta sobre el colchón, inmediatamente tirándome sobre mis manos y rodillas.

Agacho la cabeza, dejando que mi cabello flote en una cortina a mi alrededor,


sin siquiera atreverme a mirarlo por encima del hombro. Me temo que si veo la
misma intensidad en su mirada que realmente puedo sentir vibrar en su cuerpo,
podría arder espontáneamente.

Las manos de Alex agarran firmemente mis caderas, sus pulgares rozan la piel
de mis nalgas. No pierde tiempo ni energía mientras tira de mí hacia atrás mientras
empuja hacia adelante, llenándome con un poderoso movimiento. 183
Con la respiración silbando entre sus dientes, Alex se mece profundamente
dentro de mí, a veces gimiendo cuando llega hasta la base. Mis propios pulmones
parecen a veces constreñidos; el placer que me da es tan grande que es casi imposible
respirar. Mantengo mi rostro hacia el colchón, mis ojos se cierran con fuerza, solo
imaginando cómo debe ser el enorme cuerpo de Alex mientras me toma por detrás
sin piedad.

No hay dulzura en él, pero todavía puedo sentir un mundo de cariño en su toque.
A veces puedo escucharlo en la forma en que gime, pero definitivamente lo delata
cuando habla mientras me folla.

Tan bueno.

Nunca me sentí así antes.

Solo tú, Sutton. Solo tú.

Cada palabra la dice con una espesa nostalgia en su voz, y aunque está
obteniendo exactamente lo que quiere en este mismo momento, me dice que anhela
aún más de mí.
Ese pensamiento me causa tanta euforia porque no estoy segura de que alguien
me haya necesitado realmente antes.

Creo que Alex de verdad me necesita, y cada minuto que paso con él, me temo
que el sentimiento se vuelve mutuo.

Nuestras respiraciones se vuelven más ásperas cuanto más rápido se mueve Alex
dentro de mí, la mía prácticamente jadeando fuera de mis pulmones. Clavando sus
dedos en mi piel, hace que lo quiera aun más cuando jadea:

—¿Estás bien?

—Más —es como le respondo, y él gime en respuesta.

También me da más.

Me salgo de control muy rápido y ni siquiera trato de contenerme. Me imagino


a mí misma levantando las manos en señal de rendición y cayendo en un vórtice de
placer alucinante cuando comienzo a tener un orgasmo. Alex siente que me rompo…
me escucha mientras me corro porque estoy llorando de desesperado alivio. Me
responde con una fuerte embestida en mi cuerpo, empujándome hasta el fondo del 184
colchón donde toda la longitud de su cuerpo duro descansa sobre mí.

Se corre maravillosamente mientras sus caderas continúan bombeando, su boca


descansando junto a mi oreja mientras murmura:

—Tan jodidamente bueno, Sutton. Tan jodidamente bueno.

Mi cabello cubre mi rostro mientras lo giro de lado para descansar sobre la


almohada. Puedo sentir los dedos de Alex cuando comienzan a apartar los largos
mechones para poder mirarme. Parpadeo cuando el resplandor de su lámpara de
noche me golpea, y veo su hermoso rostro cubierto de sudor y satisfacción mientras
me mira. Su rostro se nubla de preocupación y su pulgar pasa justo debajo de mi ojo
derecho.

—Estás llorando —susurra.

—¿Lo estoy?

Alejándose de mi espalda, Alex se acuesta a mi lado, mirándome más de cerca.

—Sí, lo haces.
—Lágrimas de alegría —le aseguro—. Lágrimas de éxtasis. Lágrimas del mejor
orgasmo de todos los tiempos.

Riendo, Alex me tira a sus brazos y yo ruedo un poco para que él pueda tirar de
mí con fuerza. Mi pierna exterior se desliza entre la suya y lo siento todavía
semierecto y empujando acaloradamente contra mi estómago. Me hace desearlo de
nuevo, ya. Enrollo mi brazo alrededor de su cintura y me acurruco más fuerte.

—¿Soy demasiado rudo contigo? —pregunta Alex en voz baja mientras acaricia
mi espalda desnuda.

—No —le aseguro apresuradamente, porque Dios me ayude, me encanta duro—


. ¿Por qué preguntas?

—Simplemente no conozco otra forma de ser.

Su padre lo privó de una infancia normal y le dio algo retorcido para


reemplazarla. Estoy pensando que quizás Alex nunca haya visto cómo son el amor
y el cariño. Supongo que sus primeras experiencias sexuales fueron frenéticas y
salvajes, porque no había amor ni ternura de por medio. Tiene sentido para mí, para
un hombre que nunca ha tenido una relación real… puede que no sepa otra forma de 185
ser.

Y aunque me encanta la forma en que Alex me toca, me posee, en la cama, me


entristece un poco que tal vez no vea más que su salvaje abandono.

Pasando mi dedo por la piel cálida de su pecho, le pregunto:

—¿Todavía hablas con tu padre?

Alex se estremece un poco ante mi pregunta, pero no duda en su respuesta.

—Algunas veces.

No me ofrece más y puedo decir por la tensión en su voz que hay mucho más en
la historia. Debido a que es mi trabajo escuchar a los demás, hacer que se enfrenten
a sus demonios, es inherentemente parte de mi naturaleza presionarlo.

—¿Qué tipo de relación tienes con él?

Suspirando, Alex rueda hacia su espalda, pero tira de mí con él de modo que
estoy recostada parcialmente sobre el lado derecho de su cuerpo.
—No estoy seguro de que lo llamaría “relación”. Critica mi juego y yo pago
todas sus facturas. Eso es todo lo que hay.

Creo que hay más, porque puedo sentirlo en el tono cansado de su voz, pero no
va a compartir más que eso.

—¿Algún hermano o hermana? —pregunto, cambiando de tema, pero todavía


concentrándome en la familia. Me muero por saber más.

—Hermano mayor… Cameron. Él es dueño de una ferretería de franquicia en


su hogar en Hamilton.

—¿Tiene una relación con tu papá? —pregunto, presionando… siempre


presionando.

Al parecer, demasiado lejos. Alex suelta su agarre, empujándome suavemente


fuera de su cuerpo. Saliendo de la cama, dice:

—Voy a buscar un poco de agua. ¿Quieres algo?

Sintiéndome cohibida ahora que el calor de su cuerpo se ha ido y estoy expuesta 186
a su vista, levanto la sábana sobre mí, anclándola debajo de mis brazos.

—Claro —digo en voz baja, mirando mientras sale de la habitación,


gloriosamente desnudo, asombrosamente desinhibido en su desnudez, pero
completamente cerrado en la mayoría de los otros aspectos.
Capítulo 19
Alex
Mirándome al espejo, paso mis dedos por mi cabello, sin importarme en absoluto
dónde puedan caer los mechones, y le doy a mi apariencia un vistazo rápido. Tengo
que irme pronto a recoger a Sutton para cenar y estoy ansioso por verla.

No pensarías que fuera así, considerando que hice una visita no programada al
centro de crisis para verla hace unas tres horas, cortesía de un complot con la señorita
Minnie, la recepcionista. Sí, había estado en un viaje por carretera hacia el oeste
durante los últimos cinco días y, aunque tenía planes de pasar la noche con Sutton,
descubrí que mi media tarde era muy deficiente y me encargué de ir a verla.

Después de que lo aclarara con Minnie, por supuesto. 187


Cuando llegué al centro, fui recompensado con una brillante sonrisa de Minnie.

—Hola, Alex —dijo cálidamente con esa suave voz sureña que rápidamente
llegué a apreciar. ¿Quién hubiera pensado que me encantaría una anciana de cabello
azul que huele a magnolias la mayor parte del tiempo?

Metiendo la mano en la gran bolsa de papel que había llevado conmigo, saqué
un pequeño jarrón con un arreglo de flores rojas y doradas. No tenía ni idea de qué
tipo de flores eran, ni me importaba. Las compré espontáneamente en la tienda de
comestibles para Minnie, para mostrarle mi agradecimiento por haberme ayudado
dos veces a ver a Sutton sin previo aviso.

—Estas son para ti —le dije con una floritura mientras se las entregaba a través
del escritorio.

Sus ojos se iluminaron de alegría cuando extendió la mano y tomó el jarrón.

—Oh, Alex… tú diablo, tú. ¿Cómo supiste que los crisantemos eran mi flor
favorita?
No tenía ni idea de lo que era un crisantemo, pero no desperdicié ni un segundo
cuando mostré mis dientes blancos nacarados y dije:

—Parecías un tipo de mujer de crisantemos. Elegante y clásica.

Mi cumplido fue profundo porque Minnie se sonrojó y batió las pestañas por un
momento. Luego su mirada se endureció un poco mientras me miraba directamente.

—¿E hiciste lo que te sugerí?

Agitando la bolsa de papel marrón para que el contenido del interior crujiera,
dije:

—Sí. Tal como lo sugeriste.

Sonriéndome con complicidad, Minnie se levantó de su escritorio y me condujo


hasta la puerta cerrada que lleva a la oficina de Sutton.

—Ese es un buen chico. Seguro que le robarás el corazón.

Ya tenía su cuerpo. Supongo que su corazón también estaba en juego, pero


¿realmente lo quería? Nunca antes había querido el de nadie más, pero no hay duda…
188
Sutton es diferente.

Minnie abrió la puerta y me hizo pasar mientras le di un breve adiós.


Prácticamente corrí por el pasillo hacia la oficina de Sutton, mis largas piernas
cerrando la distancia en mi ansia por verla. Cuando llegué a su oficina y miré, mi
corazón dio un vuelco cuando ella apareció a la vista. Llevaba el cabello largo y
suelto, mechones cobrizos colgando sobre su hombro y brillando contra el suave gris
de su blusa de seda. Llevaba un par de lentes y me quedé momentáneamente
conmocionado, porque no sabía que los usaba.

Mi presencia en la puerta la alertó y me miró, sus ojos se abrieron de par en par


con deleite. Se levantó de su escritorio y me dio una sonrisa deslumbrante.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Entré a su oficina, dejé caer la bolsa marrón sobre una silla y cerré la puerta.
Quería privacidad para lo que estaba a punto de hacer.

A los pocos pasos, estaba en mis brazos y primero la besé en la parte superior de
la cabeza.

—No podía esperar hasta esta noche para verte.


—Bueno, eso me alegra el día —murmuró con su rostro contra mi pecho antes
de echarse hacia atrás para mirarme, su sonrisa igual de radiante.

—¿Alguien te ha dicho alguna vez que te ves muy sexy con lentes?

Estaba jodidamente adorable cuando se sonrojó por mi cumplido y se estiró para


quitárselos.

—Caray… me veo como una idiota con ellos. Solo los uso cuando trabajo mucho
con la computadora.

—Te ves hermosa… con o sin ellos —le dije mientras tomaba los lentes de su
mano y los ponía sobre su escritorio. Una vez que mis manos estuvieron libres, las
levanté para colocarlas en su rostro, saboreando la sedosa suavidad de su piel. Me
había sorprendido claramente que nunca había tocado a una mujer así antes de
Sutton. Se sentía audaz e íntimo al mismo tiempo, y nunca me había sentido tan
dueño de algo como en ese momento.

No pude evitarlo, me incliné y reclamé su boca. Estábamos a plena luz del día,
en su lugar de trabajo, donde cualquiera podía entrar en cualquier momento.
189
No podría haberme importado menos.

Hundí mi lengua más allá de sus labios, buscando su calor húmedo, y continué
sondeando contra ella. Ella me respondió con igual pasión, sus dedos hundiéndose
en el borde delantero de mis pantalones para acercar nuestros cuerpos. Un pequeño
gemido escapó de su boca y lo chupé, besándola más fuerte.

Cuanto más la besaba, más me sentía hambriento por ella, casi como si mi vida
dependiera de ese contacto, y aunque era el sentimiento más asombroso y único, un
pequeño atisbo de miedo echó raíces.

Temí que Sutton se volviera necesaria para mí, y eso podría traducirse en una
debilidad. Había sido condicionado toda mi existencia para eliminar todo lo que
pudiera desviar mi atención… que pudiera reclamar cualquier parte de mi ser.

Y no es solo mi ser el que estaba en riesgo. Sutton podía amenazar con reclamar
mi alma; sabía que esto era cierto y, sin embargo, seguí besándola, sin querer dejar ir
la perfección que yacía contra mi lengua.

Cuando mi miembro alcanzó una dureza épica y comencé a considerar una


manera de subirle la falda y follarla en su escritorio, Sutton tuvo el sentido común de
retroceder y nuestro beso se rompió con un suspiro doloroso.
Abriendo los ojos, miré a mi chica. Cuando sus propios ojos se aclararon un
poco, me dio una sonrisa trémula y dijo:

—Dios, te extrañé.

Esas tres palabras me llevaron al límite y prácticamente le di un beso de


despedida a mi alma. Sé que es probable que todavía esté destinado a arruinar las
cosas con Sutton, pero he decidido, hasta entonces, que mi alma es su perra. Hasta
que lo arruinara, iba a ser egoísta y seguir adelante para poseer todo lo que pudiera
de ella.

Dando un paso atrás para que sus dedos se soltaran de mis pantalones, me
agaché y me ajusté, ganándome una risita sexy. Dándome la vuelta, agarré la bolsa
de papel de la silla y se la entregué.

—Te traje algo.

—¿De tu viaje al oeste? —preguntó emocionada mientras alcanzaba la bolsa.

—Tristemente no. De la tienda de abarrotes de la calle.


190
Me sonrió y metió la mano en el interior de la bolsa.

—Bueno, la intención es lo que cuenta.

Sus cejas se inclinaron hacia adentro cuando sus dedos hicieron contacto con su
regalo dentro de las profundidades del papel marrón. Cuando lo sacó, su rostro se
iluminó de alegría y me levantó para ver la bolsa de Kisses de Almendra de Hershey.

—¿Cómo diablos supiste que estos eran mis favoritos?

—Tengo mis conexiones —le aseguré con una sonrisa.

—Minnie —dijo enfáticamente—. Esa mujer me delató.

—Ella solo estaba tratando de ayudarme —dije en defensa de Minnie—. Estoy


tratando de estar bien contigo.

Dando un paso de vuelta hacia mí, se puso de puntillas para besarme, así que me
incliné para complacerla. Fue una dulce puesta de labios sobre los míos, breve y
suave, y luego dio retrocedió.

—Ya estás bien conmigo.


—¿Sí?

—Sí… me das orgasmos increíbles.

Contuve el aliento tan rápido con una risa inesperada que me atraganté, lo que
a su vez me provocó un ataque de tos. Sutton me guiñó un ojo con una sonrisa y
luego me entregó la bolsa de chocolates.

Los tomé con las cejas arqueadas.

—Tienes que quedarte con esta —me dijo—. Solo me permito dos al día. Si me
la quedo, me comeré todo en cuanto te vayas.

—Bien —le dije con un asentimiento mientras ponía los chocolates en la bolsa
de papel marrón—. Puedes tomar dos esta noche después de la cena.

—Mi héroe, mi carcelero —se lamentó—. Y antes de que lo olvide —dijo


mientras volvía a rodear su escritorio—. Terminé todo el material para el programa
de divulgación. Voy a programar una charla con una de las escuelas secundarias
locales y quiero saber si puedes ir conmigo. Es como una carrera de práctica.
191
—Absolutamente —le dije mientras su teléfono comenzaba a sonar en su
escritorio—. Trabajemos en torno a mi horario y elijamos un momento en el que
estaré aquí unos días.

Levantando su dedo índice para que esperara, alcanzó el auricular con una
sonrisa y dijo:

—¿Qué pasa, Minnie?

Vi como la luz de sus ojos se atenuó un poco y soltó un suspiró.

—Bien. Adelante, envíalo acá.

Colgó el teléfono y se volvió hacia mí.

—Mi papá está aquí para verme.

—¿Jim? —le pregunté con incertidumbre, porque sabía por la forma en que ella
hablaba de su padrastro que él prácticamente caminaba sobre el agua y no causaría
esa mirada en su rostro.

—No… mi papá biológico. A quien tendrás el placer de conocer en unos diez


segundos.
Su voz estaba cargada de resignación.

La perspectiva de conocer al padre drogadicto de Sutton debería haberme hecho


salir corriendo, no solo porque podría ser incómodo, sino porque podría recordarme
demasiado a mi propio padre. Pero un instinto protector surgió en mi interior y supe
que me quedaría para asegurarme de que Sutton estaba bien.

Un golpe en la puerta sonó tímidamente y Sutton dijo:

—Pasa, Cosmo.

Me volví para mirarla y articulé la palabra «¿Cosmo?»

Ella se encogió de hombros hacia mí como diciendo: Oye, no nombré al hombre,


luego puso una sonrisa en su rostro que parecía un poco plástica mientras se volvía
para mirar a su padre biológico.

El hombre que entró no se parecía a Sutton. Obtuvo su cabello castaño rojizo y


sus ojos color avellana de su madre, y Cosmo tenía el cabello rubio deslavado y
suaves irises castaños. Era de estatura media pero tremendamente delgado, la nuez
de Adán sobresalía casi grotescamente y sus mejillas demacradas hundidas. Llevaba 192
jeans manchados de suciedad en las rodillas y una camisa de franela marrón
descolorida que parecía dos tallas demasiado grande para él. Si bien su ropa se veía
sucia y raída, el resto de él se veía lo suficientemente limpio, aunque claramente no
se había afeitado en varios días.

—Ahí está mi niña —dijo mientras abría los brazos hacia Sutton.

Ella no se movió de detrás de su escritorio, pero permitió que sus ojos recorrieran
de arriba abajo a su padre. No me perdí la tensión de sus labios y el hielo que se
formó en su mirada.

—¿Qué quieres, Cosmo? —dijo, ignorando por completo su solicitud de un


abrazo.

Su voz no era exactamente mala, pero en definitiva sonaba distante. La sonrisa


en el rostro de él vaciló y sus brazos cayeron a sus costados.

—Estaba en la zona… pensé en pasar a ver cómo te estaba yendo.

—Lo estoy haciendo bien, gracias. Pero como puedes ver, ahora estoy con
alguien —dijo mientras me señalaba—, y no tengo tiempo para una visita.
Cosmo se volvió para mirarme y sus ojos se abrieron con sorpresa.

—Mierda, eres Alex Crossman.

Di un paso adelante con una sonrisa y le tendí la mano.

—Es un placer conocerte.

Tomó mi mano con las suyas y me estrechó con entusiasmo.

—Soy Cosmo… Cosmo Price. Papá de Sutton. ¿Sutton y tú se están viendo?

Dije “sí” en el momento exacto en que Sutton dijo “no”. La cabeza de su padre
giraba de un lado a otro entre nosotros dos, sin saber a quién creer. Miré a Sutton y
arqueé una ceja.

Cerró los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro reprimido.

—Quiero decir, sí, nos estamos viendo. También estamos trabajando en un


programa de divulgación sobre drogas.

—Eso es fantástico —dijo Cosmo, con una sonrisa radiante mientras miraba de
193
un lado a otro entre nosotros.

Sutton salió de detrás de su escritorio y abrió la puerta.

—Bueno, gracias, pero como dije, estoy ocupada. Alex y yo tenemos que repasar
los materiales del programa.

—Pero… pensé que podríamos hablar —dijo su padre, pero Sutton lo


interrumpió.

—Sabes que no puedes simplemente pasar por mi trabajo. Ya te lo dije antes,


necesitas concertar un horario —reprendió, y pensé que sonaba un poco dura.

—Pero necesito algo de dinero —espetó y pude ver el cuerpo de Sutton ponerse
rígido por la tensión.

—Sí, sé que es por eso que estás aquí. Estás consumiendo de nuevo.

—Solo necesito unos dólares para conseguir algo de comer… tal vez conseguir
una habitación de motel para quedarme esta noche.
—Necesitas dinero para tu próxima dosis —dijo ella, su voz se mantuvo
tranquila pero llena de hielo—. Puedes conseguir comida y refugio al final de la calle
en Savior Mission.

—No estoy consumiendo —dijo con urgencia, pero Sutton levantó la mano y él
cerró la boca de golpe.

—Tienes los ojos dilatados, falta el cordón de tus zapatos y te estás rascando el
interior de los brazos. Estás consumiendo —dijo enfáticamente—. Y no voy a
financiar tu hábito.

Cosmo me miró con ojos suplicantes y luego vi lo que vio Sutton. Sus pupilas
eran grandes y negras, superando la mayoría de sus irises.

—Alex… amigo… estoy seguro de que podrías gastar unos dólares por…

—Bien —interrumpió Sutton y tomó a su padre por el codo—. Tienes que irte…
ahora mismo, Cosmo. Y no vuelvas a aparecer aquí mientras estás drogado. ¡Trabajo
en un centro de crisis de drogas, por el amor de Dios!

Ella le dio un empujón rápido hacia la puerta y vi una breve mirada que me 194
lanzó, y luego la puerta se cerró y Cosmo se había ido.

Sutton se dio la vuelta y se apoyó contra la puerta con las palmas de las manos
apoyadas contra esta. Ella me dio una sonrisa irónica y dijo:

—Y ese era Cosmo Price.

—Mierda —le dije con sinceridad, mi corazón se apretó dolorosamente por su


miseria.

—Exactamente —estuvo de acuerdo y se apartó de la puerta para dar la vuelta a


su escritorio—. Ahora, déjame mostrarte esos materiales.

Mi brazo se disparó y rodeé su codo con los dedos, deteniendo su avance. Ella
se volvió para mirarme con interrogación.

—Lo siento. —Es todo lo que se me ocurrió decir.

Su sonrisa irradió cálida y tierna cuando puso su mano sobre la mía y acarició
mi piel.

—Está bien.
—No… no hay nada en eso que esté “bien”. Pero lo manejaste fenomenalmente.
Estoy asombrado, francamente.

—Es difícil dar amor duro, pero tengo que hacerlo no solo por él, sino por mi
propia cordura —dijo mientras se alejaba de mí, y pensé en ese momento que Sutton
tenía que ser una de las personas más increíblemente equilibradas que he conocido.

—¿Qué quisiste decir con los cordones de sus zapatos? —pregunté con
curiosidad.

—Oh, eso. Un drogadicto usará los cordones de sus zapatos para atarse alrededor
de su brazo para marcar una vena. Noté que faltaba uno de los suyos en los mismos
zapatos con los que lo vi por última vez hace aproximadamente un mes. Estoy segura
de que estaba tan drogado con la heroína que se quitó el cordón y lo dejó en un
callejón sucio donde se inyectó.

Mi estómago se encogió ante la idea. La vida de su padre era locamente fea y


ella tuvo que lidiar con una mierda que probablemente era mucho más loca que la
mía.

Sutton abrió un cajón del escritorio y sacó una carpeta. Dejándola en su 195
escritorio, comenzó a hojearla.

—Realmente no necesito que revises esto, pero si quieres, por supuesto.

Fue entonces cuando lo noté. Sus ojos no miraban realmente las páginas, pero
parecían empañados. Su mano derecha temblaba levemente mientras pasaba otra
página.

En dos zancadas estuve a su lado y la atraje a mis brazos. En el momento en que


la rodearon, un escalofrío recorrió su cuerpo y sus dedos se clavaron en mi espalda
desesperadamente.

—Lo siento —dijo—. No debería dejar que me afecte.

—Shh —murmuré con mis labios presionados contra la parte superior de su


cabeza—. No tienes nada que lamentar. Estuviste increíble por la forma en que
manejaste eso.

Con una respiración entrecortada, me apretó una vez y luego se apartó. Se veía
bien… tranquila y serena una vez más. Se pasó los dedos por el cabello y noté que su
mano estaba firme una vez más.
—Gracias. Estoy bien.

—¿Está segura? —pregunté con escepticismo.

Dándome una sonrisa genuina, dijo:

—Absolutamente. Tengo una cita caliente esta noche y una bolsa de chocolate
que esperar.

—Tienes solo dos piezas que esperar —le recordé.

—Bueno, eso también funcionará. Siempre que seas tú quien me los dé.

Saliendo del ensueño de mi tarde y pensando en haber conocido al padre


biológico de Sutton, me echo una última mirada al espejo y salgo del baño. Tomando
mis llaves y una chaqueta liviana, abro la puerta de mi apartamento y salgo, mi
emoción por ver a Sutton comenzando a construirse una vez más. 196
Justo cuando me acerco a la autopista, que es el camino más rápido a su casa,
suena mi teléfono. Activando mi Bluetooth, contesto la llamada a través de los
altavoces del coche.

—Hola.

—Hola, Alex. Es Cam.

La voz de mi hermano es vacilante, inseguro de cómo reaccionaré. Lo que


normalmente recibe de mí es indiferencia, porque no me importa si alguna vez me
vuelve a llamar. Nunca habíamos sido cercanos mientras crecíamos, y cuando
cumplió los dieciocho, rápidamente escapó de la regla de borrachera de nuestro padre
y nunca miró hacia atrás.

Nunca lo pensó dos veces antes de dejarme atrás con un monstruo. Nunca se
molestó en revisarme. Me llama un par de veces al año para ver cómo estoy, pero
nuestras conversaciones por lo general se apagan después de mucho silencio
incómodo o respuestas de una palabra de mi parte.

—¿Qué sucede? —pregunto, tratando de parecer interesado.


Tal vez lo esté… un poco. Parece que me preocupan todo tipo de cosas en estos
días.

—Es papá… está en el hospital.

A pesar de que mi padre hizo llover terror y abuso sobre mí, a pesar de que me
privó de una infancia normal, a pesar de que me torció en algo que a veces solo se
parece vagamente a un ser humano, una fisura de miedo me atraviesa al escuchar
esas palabras.

—¿Qué pasó? —pregunto, las palabras roncas de mi garganta.

—Me llamó anoche… estaba un poco desorientado. Fui a su casa y descubrí que
había estado vomitando sangre, así que lo llevé a la sala de emergencias.

—La misma mierda, diferente día —murmuro.

—Sí… pensé que deberías saberlo. Está estable ahora y es probable que lo den
de alta mañana.

—Está bien —digo con un suspiro—. Avísame si algo empeora. 197


Cam se queda en silencio por un momento y luego dice:

—Estaba pensando en ir a visitarte unos días. ¿Eso estaría bien?

Mi mente comienza a dar vueltas. Cameron nunca me ha visitado desde que me


convertí en adulto y comencé a jugar al hockey de las grandes ligas. Ni siquiera se
ofreció y ciertamente nunca lo invité.

Antes de que pueda responder, agrega:

—Creo que tenemos que hablar sobre papá.

Quiero decir: “¿De qué vamos a hablar?”

Papá se va a beber hasta la tumba. Esta hospitalización más reciente es la cuarta


en los últimos dos años. Tiene hepatitis alcohólica y probablemente cirrosis por el
abuso que ha sufrido su hígado. Sus médicos le han dicho que el único tratamiento
verdadero, la única esperanza de ralentizar los efectos, es dejar de beber. Nunca ha
seguido sus consejos.

Es difícil preocuparse por la salud de mi papá cuando él no lo hace. Pero, de


nuevo, antes de que pueda responder, Cam agrega:
—No quiero hablar de tratamiento. Necesitamos discutir lo que sucederá
después de…

Sus palabras se apagan y su voz se quiebra. Quiere hablar sobre lo que sucede
cuando nuestro padre muera, y la forma en que va, parece que podría ser en cualquier
momento.

—Claro —le digo en voz baja—. Te enviaré un correo electrónico con mi


itinerario de viaje y solo avísame cuando quieras que nos juntemos.

Nos desconectamos y me quedo pensando todo el camino hasta la casa de


Sutton.

198
Capítulo 20
Sutton
—Alex —prácticamente gruño mientras él me embiste—. Espera un minuto.

No me escucha o no me toma en serio, porque retrocede y golpea con la misma


fuerza. La sensación es tan deliciosamente placentera, mis dedos de los pies se curvan
y mis dedos se clavan en su trasero.

—Alex. Detente —prácticamente suplico.

No estoy segura si es el tono suplicante de mi petición, o si está emergiendo del


estado casi drogado que parece inducir nuestra pasión, pero levanta la cabeza, que
había estado enterrada en mi cuello, y me mira con ojos vidriosos, ojos llenos de 199
preocupación.

—¿Te lastimé?

—No —le aseguro e inclino mis caderas hacia arriba para que sepa que estoy
disfrutando totalmente la forma en que me está manejando. Pero quiero algo un poco
diferente—. Quiero estar encima.

Respondiendo a mis caderas flexionadas con un empujón hacia atrás que me


hace gemir, arquea una ceja hacia mí.

—¿Quieres ir encima?

—Sí —le digo con una sonrisa—. Estoy cansada de que tengas el control todo el
tiempo.

En un movimiento tan rápido que me siento como si estuviera en una montaña


rusa, Alex cambia de posición y cae de espaldas sobre el colchón mientras me
sostiene en su lugar. Me giro y me detengo encima de él, con su dureza todavía
profundamente incrustada dentro de mí. El nuevo ángulo hace que un hormigueo
recorra mi columna vertebral y mi respiración se detenga.
Alex le da a sexy un nuevo nombre mientras levanta las manos y las coloca detrás
de la cabeza, sonriéndome.

—Haz lo peor que puedas, Sutton.

—¿Qué tal si hago mi mejor esfuerzo? —ronroneo, usando los músculos de mis
muslos para levantarme lentamente. Me detengo y justo antes de que se suelte, me
hundo lentamente sobre él. La sonrisa divertida en su rostro se desvanece y sus ojos
se cierran mientras aprieta los dientes.

—Joder, eso se siente bien —dice de una manera casi quejosa.

Descanso las palmas de mis manos sobre su estómago duro como una piedra
para hacer palanca, me levanto de nuevo lentamente y empujo hacia abajo con la
misma fuerza. Me recompensa con un gemido y lo vuelvo a hacer.

Y otra vez.

Y otra vez.

Lo mantengo lento mientras veo su rostro registrar lo placentero que está 200
encontrando esto.

—Ve más rápido —me ruega mientras sus manos salen de detrás de su cabeza y
agarran mis muslos.

Da un ligero empujón mientras me muevo hacia arriba, aparentemente


ayudándome. Cuando empiezo a deslizarme hacia abajo lentamente, él intenta
empujarme, pero me resisto, los músculos de mis muslos tiemblan por la fuerza que
está ejerciendo.

Cuando está tan profundo como puede, su mirada me fija intensamente.

—Vamos, Sutton. Deja de jugar.

Le sonrío y aparto sus manos de mis piernas.

—¿Lo quieres más duro?

—Dios, sí.

—¿Más rápido?

—¡Sí!
—No —le digo enfáticamente y sus ojos se agrandan ante mi negación—. Tengo
el control ahora, así que recuéstate y déjame en paz.

El desafío arde en sus ojos azules mientras levanta un poco la cabeza de la


almohada, y puedo sentir que está a punto de darnos la vuelta para que pueda tomar
el control.

Le doy una mirada de advertencia y le digo:

—Ni siquiera lo pienses.

El desafío resuena en él, pero no mueve un músculo, aparte de recostar la cabeza


y darme una sonrisa tensa. No dice una palabra, pero vuelve a levantar las manos
para descansarlas en mis muslos. Su toque es ligero y complaciente, nace más de una
necesidad de tocarme en lugar de tener el control, y eso hace que mi corazón se
apriete de satisfacción.

Cuando Alex pasó por mí para cenar esta noche, sentí que algo andaba mal.
Estaba distraído, su mente definitivamente en algo más que yo o la deliciosa comida
peruana que estábamos comiendo. Le pregunté dos veces si sucedía algo y me dio
una sonrisa de disculpa y me aseguró que estaba bien… solo pensando en un próximo 201
juego contra un oponente clasificado en los primeros lugares. No lo creí ni por un
segundo, pero la segunda vez que se negó a darme información, decidí dejarlo por la
paz.

Después de la cena, Alex dijo que no tenía ganas de ver una película y,
francamente, yo tampoco. Habían pasado cinco días desde la última vez que
estuvimos juntos y cuando no estaba preocupada por su distracción durante la cena,
estaba fantaseando con todas las cosas malas que me haría una vez que nos
metiéramos en la cama. Nunca en mi vida había pensado tanto en el sexo como con
Alex. Me hacía sentir superficial, a veces, porque temía que quizás me estuviera
enamorando de Alex solo porque era un dios entre las sábanas. Pero no… había
muchas otras cosas sobre Alex de las que estaba enamorada.

Pienso en la amabilidad con la que trató a Glenn, o en cómo me atrajo a sus


brazos hoy temprano cuando Cosmo apareció. Pienso en cómo está disfrutando el
juego de hockey después de odiarlo tanto tiempo y en la paciencia con la que me
enseña al respecto. La forma en que me mira, la suavidad de su toque. La forma en
que soborna a Minnie con sutiles coqueteos y crisantemos para poder meterse en mi
agenda para verme. Sí, Alex Crossman es un imbécil autoproclamado, y me advirtió
que me hará daño.

Pero aún no lo ha hecho.


Hasta ahora no ha hecho más que hacer que mi sangre se acelere, mi corazón
palpite locamente y mi alma suspire de alegría.

La suavidad de los sentimientos que tengo en este momento por Alex exige que
continúe con el ritmo lento que he establecido mientras estoy encima de él. Siempre
hemos sido “de lleno” cuando hemos tenido sexo, la caracterización de Alex, no la
mía. Estamos tan consumidos por la lujuria y la sensación que siempre nos
esforzamos por ir más duro, más rápido, por más tiempo. Nuestros movimientos son
siempre frenéticos y la charla sucia. Es emocionante pero aún más, es intensamente
íntimo.

Pero ahora mismo, quiero ver si seguimos siendo tan combustibles a una
velocidad diferente.

Raspando mis uñas a lo largo de la piel de su estómago, monto a Alex con largos
empujes contra su polla, y cada vez que me hundo de nuevo sobre él, me da un
gemido de aprobación. Sus dedos se clavan ligeramente en mi piel, pero no intenta
apurarme de nuevo. Él capitula, incluso cerrando los ojos para poder saborear en
privado las sensaciones que le estoy brindando.

Lo miro con atención. Noto el ritmo de su respiración, la flexión de sus 202


músculos, los sonidos que salen de esos hermosos labios suyos. Para mí es una
maravilla… tener este tiempo para saborear la belleza de Alex. Ser la única
responsable del orgasmo que le voy a dar.

La idea de llevarlo a una finalización lenta me enciende enormemente. Estoy


buscando liberarme y puedo decir que Alex se está acercando por la forma en que
sus músculos se han endurecido a lo largo de la mandíbula, la línea de su cuello y la
crudeza de su respiración.

Un hormigueo brilla en mi vientre cuando mi propio clímax comienza a


liberarse, y tengo que obligarme a mantener el ritmo lento. Mi propia naturaleza
quiere impulsarme más rápido, porque Alex y yo somos mejores cuando estamos
fuera de control.

Sin embargo, este ritmo también se siente bien, y quiero demostrar que se sentirá
igual de bien cuando lleguemos lentamente… en silencio.

—Cariño —le susurro y Alex abre los ojos. Son oscuros, nublados por una pasión
silenciosa y se toman un momento para concentrarse—. Quiero que te vengas duro
por mí.
Gime a mi petición y sus ojos se cierran con fuerza de nuevo. No me da ninguna
advertencia cuando sus manos llegan debajo de mi trasero y me empuja hacia arriba
tan de repente que tengo que agarrarme de sus bíceps para estabilizarme. Luego me
tira hacia abajo con fuerza, tan fuerte que golpea algo más profundo de lo que he
sentido antes y dejo escapar una maldición de placer.

Entonces Alex simplemente me sostiene en mi lugar y flexiona sus caderas hacia


arriba, conteniendo la respiración cuando comienza a correrse. Ver la liberación
extrema de placer en su rostro es mi perdición y mi orgasmo se libera. Echando mi
cabeza hacia atrás, mi corazón se llena de inmensa ternura por esta experiencia. Me
trago el grito que quiero soltar porque no quiero ahogar las otras sensaciones
silenciosas que estamos experimentando juntos en este momento.

Un gemido bajo de Alex comienza a aflojarse y mi respiración se libera en un


jadeo explosivo, nuestros cuerpos se estremecen muy silenciosamente de alivio.

No colapso hacia Alex a pesar de que mi cuerpo está completamente exhausto.


En cambio, me quedo sentada con la espalda recta, su polla todavía dura dentro de
mí, y lo miro.

Su pecho sube y baja en breves ráfagas y su pulso martillea en la base de su 203


garganta. Sus ojos se abren lentamente y me mira, casi sin comprender, por un
momento. Entonces mi corazón se cae un poco cuando veo un toque de miedo
vidrioso sobre él. Lo comparte conmigo solo por un segundo, tan brevemente que tal
vez lo imaginé, pero luego sus manos agarran mis caderas y me levanta, girándome
hacia un lado para que esté acostada en el colchón. Él rueda sobre mí y creo que es
un movimiento para que pueda sentarse entre mis piernas para besarme, pero sigue
rodando, justo fuera de la cama.

—Necesito usar el baño —murmura y no me mira mientras sale de mi habitación


y se dirige al pasillo.

Es contagioso… miedo.

Se arraiga en mi corazón y luego se desliza hacia afuera a través de mis venas y


arterias, hasta que estoy completamente impregnada de él. Si bien Alex y yo siempre
hemos sido intensos en nuestra pasión, siempre, siempre, hubo abrazos después,
generalmente seguidos de una conversación tranquila. Nunca me ha dejado tan de
repente, con tanta frialdad.

Claramente, esta experiencia lo conmovió de una manera diferente a la que me


conmovió a mí. Posiblemente fue demasiado íntimo para él, o tal vez mi capacidad
para darle un buen orgasmo simplemente apesta. Quizás imaginé la ternura de esta
experiencia y Alex no la apreció. La duda me abruma y puedo sentir las lágrimas
pinchar mis ojos.

Balanceo mis piernas fuera de la cama, me tambaleo hacia arriba y afuera. Busco
mi ropa y me pongo la ropa interior, al revés, creo, pero no me detengo. La
pegajosidad del semen de Alex se escurre por el interior de mis muslos y pensar en
eso casi me da ganas de llorar de pérdida, porque creo que lo estoy perdiendo. Me
apresuro a ponerme la camiseta y alcanzar mis jeans, cuando Alex vuelve a entrar en
la habitación.

—¿Qué estás haciendo?

Cuando lo miro por encima del hombro, se ve deslumbrante a la luz azul de la


luna que entra por mis ventanas. Él es todo ángulos duros y valles ondulantes de
músculos. Su desnudez, aunque hermosa, me hace sentir incómoda por alguna
razón.

No respondo, pero me inclino una vez más por mis jeans. Justo cuando los
agarro, lo siento detrás de mí, tirando de mis hombros hasta que me enderezo. Luego
estoy envuelta en sus brazos, el calor de su piel casi arde en contraste.
204
—¿Por qué te vistes? —murmura en mi oído, y su tono sexy provoca una oleada
de anhelo que me recorre.

—Yo solo… pensé que tal vez te ibas a casa —le digo, aunque no tengo ni idea
de por qué me estaba vistiendo.

Claramente había una necesidad de escapar, porque el vacío que dejó en la cama
me estaba asustando.

—¿Casa? —pregunta confundido—. ¿Por qué habría de hacer eso?

Me encojo de hombros en respuesta, completamente reacia a contarle todas mis


inseguridades.

No acepta mi silencio. Girándome para que lo mire, envuelve sus dos grandes
manos alrededor de mi cuello y apoya sus pulgares debajo de mi barbilla. Luego
inclina mi cabeza hacia arriba para que tenga que mirarlo.

—¿Qué ocurre? —pregunta, la preocupación es evidente en su tono y expresión.


Mi miedo me dice que mantenga la boca cerrada, que cualquier confesión de mis
sentimientos lo hará huir. Pero la parte de mí que todavía es sabia con el mundo y
ha manejado las cosas mucho más aterradoras que esto, me insta a ser honesta.

—Saliste de la cama bastante rápido —le digo con voz firme, a pesar de que mi
estómago se aprieta por el malestar.

—Tenía que usar el baño —enuncia enfáticamente, como si estuviera hablando


con un niño que necesita ser tranquilizado, incluso cuando un indicio de culpabilidad
destella en sus ojos.

Sé sin duda alguna que me está mintiendo.

Abro la boca para decírselo, pero de repente se llena con su lengua cuando choca
su boca con la mía. Sus manos permanecen alrededor de mi garganta, sus pulgares
debajo de mi barbilla para mantenerme en mi lugar. Se sumerge profundamente en
mí, invadiendo carnalmente mi boca, incluso cuando un pulgar sube y me acaricia a
lo largo de la línea de la mandíbula. La naturaleza frenética de su beso, junto con la
tierna caricia de mi piel, hace que mi cabeza dé vueltas y la lujuria me atraviese.

También está atravesando a Alex, porque siento que se endurece contra mí. 205
Me está distrayendo, lo sé. No quiere hablar de las razones por las que se levantó
de la cama. Decido no seguir adelante porque estoy inmensamente agradecida de
que no se haya escapado de mi casa. Está de vuelta… en mi habitación, en mis
brazos, y todavía me desea mucho.

Bueno, desea mi cuerpo.

Alex es tan hábil en la forma en que me besa, y mi cuerpo es tan reactivo, lo dejo
tenerme.

Dejo que me distraiga, y elijo no preocuparme por todas las formas en las que
Alex todavía no se está abriendo conmigo.

Mientras nos acostamos en los brazos del otro, me sumerjo en la sensación de


seguridad que Alex me hace sentir en este momento. Nuestros cuerpos se han
calmado desde nuestra última ronda de sexo, que mostró a un Alex muy en control
que tenía la intención de hacerme recordar la gloria de la lujuria frenética.
Gruñó las cosas más sucias en mi oído mientras me embestía. Me besó
bruscamente, mordiendo y chupando mi tierna piel. Después de un orgasmo que casi
me levanta todo el cuerpo del colchón, incluso con el gran peso de Alex sobre mí,
casi grito de alivio cuando me atrajo a sus brazos y me abrazó.

No huyó, y tal vez solo me estaba imaginando la frialdad de antes en la noche.

Me estaba poniendo somnolienta, pero no quería quedarme dormida. Puede que


nos hayamos puesto al día con el sexo que nos habíamos perdido, pero quería hablar
con Alex.

—Se acerca el Día de Acción de Gracias —le digo mientras mi dedo traza
círculos alrededor de una de sus tetillas. Mi cabeza descansa en el valle acunado entre
su hombro y pecho, con un brazo sosteniéndome fuerte.

—¿Y esto qué significa para un canadiense? —bromea.

—Los canadienses celebran el Día de Acción de Gracias —le digo con firmeza.

—Sí, pero no en noviembre —argumenta.


206
—¿Lo celebraste este año?

—No —dice—. No es mi tipo de festejo.

—¿Y por qué es eso?

Encogiéndose de hombros, dice:

—Son unas festividades familiares y no soy cercano a mi familia.

—Bueno, el Día de Acción de Gracias no se trata solo de la familia. También se


trata de pasar tiempo con amigos. Entonces, vendrás a cenar con mi familia la
próxima semana.

—No puedo —dice con lo que estoy agradecida de notar que en realidad es un
poco de tristeza—. Tenemos un juego el Día de Acción de Gracias.

—Lo sé. Papá-Jim se dio cuenta de eso cuando mi madre sugirió que vinieras,
dijo que solo haremos Acción de Gracias el viernes en lugar del jueves.

—De ninguna manera —dice Alex de repente—. No se cambiará de fecha un


festejo familiar para acomodarlo a mi horario.
—Cállate —le digo con firmeza—. Ya está hecho y si quieres discutir al respecto,
debes llamar a mi mamá y discutir con ella.

Literalmente puedo escuchar a Alex cerrar los labios de golpe, a punto de discutir
conmigo, pero también siento que sus músculos se relajan aún más en nuestra dicha
poscoital.

—Bien —se queja, pero cuando inclino la cabeza para mirarlo, veo la sonrisa en
su rostro—. ¿Crees que también podamos invitar a Garrett?

—Absolutamente, aunque creo que tener a Alex Crossman y Garrett Samuelson


en su casa probablemente haga que Glenn sufra un derrame cerebral.

Riendo, Alex rueda hacia mí, desalojando mi posición sobre su cuerpo. Él pone
su brazo libre alrededor de mi cintura y me atrae hacia el calor de su cuerpo. Nuestros
rostros están separados por unos centímetros, en voz baja me dice:

—Tuve suerte cuando te conocí, Sutton.

Cierro los ojos brevemente, solo para poder memorizar la expresión de su rostro
en este momento y la reverencia en su voz. Parece disipar la mayoría de las dudas 207
que sentía antes, pero todavía soy cautelosa de que hay una parte de Alex que está
encerrada fuertemente. Sé que no imaginé el miedo en su rostro antes, después de lo
que fue un momento intensamente íntimo entre nosotros.

Sin embargo, por ahora… tomaré estas palabras y viviré de ellas.


Capítulo 21
Alex
—Creo que podría vomitar —dice Jim Murdock con un gemido mientras desliza
su silla hacia atrás de la mesa del comedor y estira las piernas—. ¿Es de mala
educación desabrocharme los pantalones delante de nuestros invitados?

—Es de mala educación desabrocharse los pantalones en la mesa, sin importar


si hay invitados aquí o no —dice Penny Murdock con severidad, a pesar de que tiene
picardía bailando en sus ojos.

Siento que también voy a vomitar, comí tanto, pero maldita sea, la madre de
Sutton sabe cocinar. No podía dejar de comer, y cuando Garrett gime al otro lado de
la mesa, puedo ver que se siente tan miserable como yo. 208
—Bueno, la comida estuvo increíble, Penny —le digo mientras empujo mi propia
silla hacia atrás y me estiro un poco—. Comí demasiado.

—Solo estaba tratando de mantenerme al día con esta pequeña basura a mi lado
—dice Garrett mientras empuja a Glenn con el codo.

El niño le da a Garrett una mirada de asombro y se ruboriza de color escarlata.

—De ninguna manera. Eres como diez veces más grande que yo y comiste
mucho más de lo que yo podría.

—Estás alucinando, chico —dice Garrett con ira fingida—. Comiste como cinco
platos de comida. Yo solo tuve dos.

—Cuatro —contraataca Glenn.

—Tres y lo llamamos empate.

—Trato —dice Glenn con una sonrisa y luego se aleja de la mesa para copiarnos
a su papá y a mí. Garrett sigue su ejemplo.
Echando un vistazo a Sutton, que se sienta a mi derecha, una oleada de calidez
me recorre. Ella está inclinada hacia adelante en su silla, un codo apoyado en la
mesa, su barbilla apoyada en la palma de su mano. Ella está viendo la interacción
entre Glenn y Garrett con una mirada tan soñadora en su rostro, completamente
enamorada de su hermano menor y sobre la luna por la atención positiva que está
recibiendo. Me encanta ver lo feliz que la hace eso, pero al mismo tiempo hace que
una pequeña punzada de dolor me atraviese porque nunca me miró así ningún
miembro de mi familia. La mirada de mi padre solía ser demasiado turbia y Cameron
estaba perdido en su propio mundo, tratando de ignorar la relación jodida que todos
teníamos.

Mientras miro a Sutton, brillando con serenidad y paz, en realidad siento un


poco de envidia de ella. Tuvo una vida de mierda para empezar, al igual que yo. Pero
su vida cambió y la mía no. No estoy seguro de si las cosas que tenemos en común
nos unieron, pero temo que las diferencias que tenemos puedan causar un vacío
porque tal vez no pueda estar realmente feliz por Sutton y la vida que ha hecho.

Sacudiendo mi cabeza por esos pensamientos y necesitando un poco de


distancia, me levanto de la mesa y agarro mi plato.

—Vamos, chicos. Limpiemos la cocina.


209
Glenn y Garrett se ponen de pie ante mi sugerencia y comienzan a apilar platos.
Penny hace un pequeño intento de intervenir mientras se pone de pie.

—Son invitados, Alex. Chicos, siéntense y lo haré más tarde.

Antes de que pueda siquiera decir una palabra, Garrett dice:

—Con el debido respeto, Penny, siéntate y déjanos limpiar. Te has ganado el


descanso.

Sutton comienza a levantarse para ayudar, pero la miro con dureza.

—Vuelve a sentar tu hermoso trasero también. Ayudaste a tu mamá a cocinar.


Los hombres nos encargaremos de la limpieza.

Miro a Jim, pero él solo me da una sonrisa.

—Oye, mi dinero ganado con tanto esfuerzo compró toda esta comida. Creo que
simplemente me sentaré y me relajaré.

—Muy bien.
Me río y luego nos ponemos a trabajar limpiando.

De acuerdo, dos hombres de veintitantos y un niño de once no son los mejores


en las tareas de la cocina, pero lo que no tenemos en eficiencia lo compensamos con
determinación.

Tardamos más de una hora en limpiar la mesa del comedor, poner la comida
sobrante en recipientes y lavar todas las ollas y sartenes. Para cuando terminamos,
estoy exhausto y esperando tal vez un rato para acurrucarme en el sofá con Sutton.

Garrett está en el comedor limpiando la mesa y mientras me seco las manos con
una toalla, miro a Glenn, quien acaba de poner el último recipiente en el refrigerador.

—¿Cómo va la escuela?

Metiendo las manos en los bolsillos y mirando al suelo, Glenn se encoge de


hombros.

—Está bien, supongo.

Reconozco el movimiento… es uno que hice repetidamente cuando los maestros 210
preguntaban cómo estaban las cosas en casa. Era un profesional en desviar la mirada
para que nadie viera la verdad en mis ojos.

—Oye, hombre —le digo mientras me acerco a él y le pongo una mano en el


hombro. Finalmente me mira, así que continúo—: Si necesitas hablar sobre algo…
algo de lo que no puedes hablar con tus padres o incluso con Sutton, puedes hablar
conmigo.

No estoy muy seguro de por qué ofrezco esto, porque honestamente, ¿qué tipo
de sabio consejo podría darle? No tengo una idea realista de cómo es una infancia
normal, y Dios me ayude si quiere hablar de niñas. Hasta Sutton, nunca traté a una
mujer decentemente en mi vida. Aun así, le doy una sonrisa tranquilizadora para que
sepa que mi oferta es real.

Echando un vistazo rápido a la sala de estar y satisfecho de que nadie esté


escuchando porque Sutton, Jim y Penny todos parecen estar profundamente
dormidos mientras se reproduce un partido de fútbol en la televisión, dice:

—Hay un niño en la escuela con el que todo el mundo se mete. Cuando viene a
la escuela, siempre está sucio y huele mal. Creo que él y su madre pueden estar sin
hogar.
Mi corazón da un vuelco cuando Glenn echa otra mirada furtiva a la sala de
estar, luego se vuelve hacia mí en un susurro.

—De todos modos, el otro día unos niños lo estaban empujando y les dije que
pararan…

Glenn hace una pausa y mira hacia abajo con una mirada de vergüenza en su
rostro.

—Oye, amigo, está bien. Me puedes decir.

Vuelve a mirar hacia arriba y sus ojos tienen un brillo intenso. Él vuelve a
susurrar mientras se inclina hacia mí.

—No paraban… y yo solo… me enojé tanto que me peleé con los otros niños.

De todas las cosas que pensé que Glenn iba a decir, no pensé que fuera eso. Mi
cerebro se acelera, tratando de pensar cómo sonaría un consejo de un adulto, pero
Glenn ni siquiera me da una oportunidad.

—Terminé golpeando muy fuerte a un niño y le corté el labio. 211


—¿Te metiste en problemas? —pregunto, fascinado por la perspectiva de que
Glenn estuviera involucrado en una pelea en el patio de la escuela.

Sacudiendo la cabeza, dice en voz baja:

—No… terminó cuando sonó la campana y el niño no me delató. Supongo que


tenía miedo de meterse en problemas por empujar al otro niño.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —le pregunto, sin saber de verdad por qué esto
debería molestar a Glenn. En mi forma de pensar, fue un pequeño héroe. Defendió
a alguien más débil.

Una mirada más a la sala de estar y me doy cuenta de que está mirando
directamente a Sutton. Entonces sus ojos vuelven a mí, llenos de pesar.

—Porque… Sutton dice que la violencia nunca es el camino. Dice que la


violencia engendra violencia.

Parpadeo hacia Glenn con fuerza, absorbiendo el tono casi bíblico de su voz
cuando cita a su hermana. Se siente avergonzado por golpear a otro niño.
—Pero seguramente ella entendería —digo, pero Glenn está negando con la
cabeza, interrumpiéndome.

—No… ella vivía en una casa violenta cuando ella y mamá estaban con Cosmo.
Ha pasado por cosas mucho peores y me ha dicho que siempre ponga la otra mejilla.

Casi retrocedo sobre esta revelación. Me sorprende, en primer lugar, que Glenn
conociera esos detalles de la vida de Sutton antes de que Jim la rescatara a ella y a su
madre, y en segundo lugar, me sorprende que la violencia fuera parte de la jodida
existencia en la que vivía Sutton con su padre drogadicto. De repente, deseo haberle
dado un puñetazo a Cosmo Price en lugar de estrecharle la mano la semana pasada.

—¿Qué te dijo Sutton exactamente de cuando vivía con su… con Cosmo?

—Nada de detalles reales porque cree que soy solo un niño, pero en general cosas
como golpear a otra persona no resuelven un problema. Me dijo que la habían
golpeado mucho y que a veces quería reaccionar de la misma manera, pero siempre
se decía a sí misma que debía ser la persona más grande. Quiero ser una persona más
grande como Sutton, pero tal vez soy tan malo como Cosmo.

Maldita sea, pero ese es un pensamiento confuso para cualquier niño que se le 212
pase por la cabeza. Agachándome en cuclillas para poder mirar a Glenn a los ojos,
le digo.

—Mira, Sutton tiene razón en lo que dice. La violencia no debe ser la respuesta.
Pero a veces… todos hacemos cosas en un momento de pasión. A veces tomamos
decisiones basadas en la emoción pura, y a veces se equivocan. Ahora, no sé si era
correcto o incorrecto que golpearas a ese niño. Una parte de mí quiere darte
palmaditas en la espalda por ello, porque fue maravilloso que diste la cara por alguien
más débil que tú. Pero lo que realmente importa es si piensas que fue un error,
entonces estás lleno de remordimientos por ello. Me parece que lo estás.

Glenn asiente con comprensión y, sí, hay alivio allí.

—¿Debería decirle a Sutton?

—Solo si sientes la necesidad, amigo. A veces los secretos están bien, pero estoy
seguro de que si se lo contaras, ella lo entendería totalmente.

—Sí —dice, su sonrisa se abre de par en par—. Ella es muy genial.

—La más genial —digo enfáticamente—. ¿Qué tal si te doy mi número de


teléfono y si quieres llamarme en cualquier momento, puedes?
—¿De verdad? —pregunta Glenn, sus ojos se agrandan.

—Seguro. No puedo prometer el mejor consejo, pero te ayudaré a resolverlo.

—Gracias, Alex —dice y me levanto, extendiendo la mano para despeinar su


cabello.

—¿Ustedes dos terminaron con su mierda de unión aquí? —dice Garrett mientras
regresa a la cocina—. Estoy listo para tomar mi siesta después de la comida.

—Metiche —lo acuso incluso cuando Glenn se ríe—. Y sin maldecir delante del
niño.

Garrett bufa hacia mí mientras pasa y luego agarra a Glenn en una llave de
cabeza mientras lo arrastra a la sala de estar.

—El niño ha escuchado cosas mucho peores que eso, te lo garantizo. También
le daré mi número, de esa manera tendrá un respaldo en caso de que no estés
disponible.

—Eso es malditamente impresionante —dice Glenn, incluso mientras trata de 213


retorcerse del agarre de Garrett antes de que llegue un coscorrón en la cabeza.

Poniendo los ojos en blanco, los sigo, porque estoy seguro de que Glenn ha
escuchado cosas peores que eso. Al menos soy sensible a ser un mejor modelo a
seguir que Garrett y trato de mantener mis maldiciones al mínimo cuando estoy en
su presencia.

Al entrar en la sala de estar, Glenn deja escapar un chillido porque Garrett de


hecho le da un buen coscorrón y todos los que duermen la siesta se despiertan con
miradas culpables en sus rostros por haberse dormido tan rápido.

—Vamos, mocoso —dice Garrett mientras suelta a Glenn y le da un ligero


empujón hacia la puerta principal—. Vamos a dar una vuelta a la manzana. Me temo
que entraré en coma ahora mismo si no lo hago.

El rostro de Glenn se ilumina como si acabara de recibir la Copa Stanley, y luego


salen por la puerta.

Parpadeando hacia mí con una sonrisa somnolienta en su rostro, Sutton se


levanta del sofá. Camino hacia ella y me empuja hacia abajo en su asiento, y luego
se arrastra a mi regazo.
Su madre, Penny, que está sentada en el otro extremo, me sonríe cálidamente.
Echo un vistazo a su padre sentado frente a nosotros en su sillón reclinable, pero Jim
tiene los ojos pegados a la televisión, aunque hay una pequeña inclinación hacia
arriba en sus labios. No estoy seguro de si eso es aprobación de nuestra muestra de
afecto o no, pero elijo ir con ello. Envolviendo mis brazos alrededor de ella, suspiro
casi con satisfacción cuando mete su rostro en mi cuello y coloca un brazo sobre mi
pecho.

Después de unos momentos, noto que la respiración de Sutton se ha ralentizado


y parece que se ha vuelto a dormir. Descanso mi mejilla en la parte superior de su
cabeza y veo el partido de fútbol. Estoy un poco somnoliento por toda la comida,
pero resisto la tentación de hundirme. Por ahora, solo quiero saborear mi existencia
en este momento.

Estoy sentado en una casa familiar, llena de gente amable y cariñosa. Acabo de
tener una comida maravillosa en la que hablamos y bromeamos. Ayudé a un niño
con un problema y tengo acurrucada en mi regazo a una mujer hermosa por la que
estoy loco.

Si me hubieras preguntado hace dos meses si podía imaginarme a mí mismo


aquí, te habría dicho que no existe la posibilidad de una bola de nieve en el infierno.
214
Me cuesta creer la realidad de la situación.

Ya sea que dure o no, no tengo una maldita bola de cristal. Así que lo máximo
que puedo hacer es disfrutar de estos momentos. Estoy tratando de abrirme a todas
las posibilidades.

La semana pasada, ciertamente me asusté cuando Sutton me hizo el amor. Y sí,


eso no fue follar ni sexo caliente… me estaba haciendo el amor. Ella me montó tan
lentamente, con tal esmero consumado, nunca había estado en sintonía con una
mujer en mi vida. Juro que podía sentir su sangre vibrando a través de sus venas y
sentir el calor que emanaba de su piel. Sus ojos eran tan lustrosamente cálidos, que
causaron que mi propia sangre se encendiera dolorosamente caliente en respuesta.

Estaba jodidamente abrumado por los sentimientos, y luego experimenté lo que


fue singularmente el orgasmo más explosivo e intensamente concentrado que he
tenido en toda mi vida. Se disparó en mí de manera tan inesperada y con tanta fuerza
silenciosa, que juro que casi me desmayo por la naturaleza feroz de los espasmos que
atormentaron mi cuerpo.

Cuando volví a la tierra y abrí los ojos, encontré a Sutton mirándome con
emoción desnuda en su rostro. Ella era tan abierta y de aspecto vulnerable, y creo
que estaba buscando esas mismas cualidades dentro de mí, para ver si quizás
podríamos haber experimentado un momento juntos que trascendiera las explosiones
normales de liberación que habíamos experimentado en el pasado. No pude soportar
la idea de que ella estuviera buscando algo dentro de mí que probablemente no estaba
allí.

Tenía miedo de defraudarla cuando profundizara y no encontrara nada. No


estaba preparado para ver el dolor en sus ojos, así que hice lo único que tenía sentido,
y eso fue salir de la cama y alejarme de su mirada inquisitiva lo más rápido posible.
Solo necesité un chorro de agua fría en mi rostro, una mirada seria en el espejo me
recordó que había una hermosa mujer desnuda en la cama esperándome y yo estaba
listo para regresar.

Cuando la encontré vistiéndose y me di cuenta de la naturaleza desigual de sus


movimientos, la incertidumbre de su postura, supe que la había herido al salir de la
cama. Sabía que ella sabía que estaba huyendo de los sentimientos profundos que
acababan de ser liberados.

La idea de que se desconectara de mí… la idea de que podría haber abierto una
brecha entre nosotros por alguna acción tonta, hizo que el miedo se agitara
profundamente en mi estómago. No estaba listo para dejarla ir. Siempre he sabido
que es probable que le haré daño al final, pero seguro que no estaba listo para dejarlo
215
todo en ese momento. Por suerte, me dejó besarla. Ella sabía que lo estaba haciendo
para distraerla, para redireccionar, y me permitió trabajar mis encantos en ella.

En unos momentos, estábamos de vuelta en la cama y arañándonos el uno al


otro, perdidos una vez más en la bruma del sexo y la lujuria que nos abrumaba.

—Ustedes dos son realmente buenos el uno para el otro. —Escucho a Penny
decir en voz baja.

Sacado de mis pensamientos, que rayaban en lo depravado, paso mi mirada


alrededor de la sala de estar y veo que Jim ha vuelto a sucumbir al sueño. Levantando
mi mano, acaricio la parte de atrás del cabello de Sutton y ella no mueve un músculo.
Está inconsciente.

Mirando a Penny le pregunto:

—¿Lo crees?

—Absolutamente, y sé un poco sobre las personas que son malas entre sí y las
personas que son buenas entre sí.

Asiento con comprensión.


—Conocí a Cosmo la semana pasada.

—Sutton me dijo que lo hiciste. Odio que tuvieras que verlo así. Es un hombre
decente cuando no consume. No me gusta que vaya así a Sutton.

—Ella lo manejó bien —le digo, para que sepa que su hija está bien.

—Sé que ella puede manejarlo. Solamente odio que tenga que hacerlo. Desearía
que acabara de cortar las ataduras por completo, pero no lo hará. Sigue siendo su
padre.

Puedo empatizar con ese sentimiento. He pensado mucho en sacar a mi padre


por completo de mi vida, pero nunca he podido hacer el cambio. Claro, todavía tengo
sentimientos amargos por lo que ha creado, pero en su mayor parte no nos tratamos
entre nosotros. Viene a algunos de mis juegos y me llama para quejarse de algún
aspecto de mi juego cuando está borracho. Aparte de eso, no nos comunicamos, pero
por alguna razón, no puedo imaginarme cortando lazos de forma permanente.

—Pareces entender lo que estoy diciendo —murmura Penny, y me doy cuenta


de que me he perdido profundamente en los recuerdos sin haberle respondido.
216
—Sí —digo después de dejar escapar un largo suspiro—. Sé algo sobre tener un
padre disfuncional.

—Lo siento —es todo lo que dice Penny y no presiona por nada más. Ella solo
me da esa misma sonrisa suave, apoyando su mejilla en la palma de su mano—.
Parece que Sutton y tú tienen algo importante en común y eso siempre es bueno.
Pueden apoyarse el uno en el otro.

No respondo porque odio decirle que no soy la mejor muleta en la que puede
apoyarse su hija. Si bien Sutton parece haber hecho limonada con los limones
amargos de su vida, todavía estoy nadando en la dura acidez de tener un padre
abusivo y alcohólico. No es algo de lo que haya podido dejar ir y no veo forma de
lograr la gracia sanadora.

Odio decírselo a Penny, así que no lo hago, pero Sutton y yo no tenemos nada
en común con respecto a nuestro pasado.
Capítulo 22
Sutton
Mi corazón late con tanta fuerza dentro de mi cavidad torácica, juro que Alex
podría escucharlo a través de la puerta. Mi sangre bombea tan rápido por mis venas
que tengo miedo de sufrir un derrame cerebral.

Estoy emocionada y asustada, una dualidad de emoción que hace que mi piel se
estremezca y mi garganta se apriete con anticipación.

Levantando mi mano, llamo a la puerta del hotel de Alex. Había estado


esperando con impaciencia a que Garrett me enviara un mensaje de texto después de
su juego contra los New York Vipers, que me decía que Alex estaba de vuelta en su
habitación. Volé a la Gran Manzana con la ayuda de alguna maquinación de Garrett, 217
como una sorpresa para el cumpleaños de Alex.

Alex nunca dijo una palabra sobre su cumpleaños, y éramos tan nuevos en
nuestra relación que nunca pensé en preguntarle cuándo era. Me sentí abrumada por
la culpa cuando Garrett me lo mencionó en Acción de Gracias. Me llevó a un lado
antes de irse y me preguntó si estaba planeando algo especial.

Parpadeé hacia Garrett, casi sin entender su pregunta, luego recuperé mis
sentidos. Prácticamente le siseé:

—¿Cuándo es su cumpleaños?

Garrett me dio una gran sonrisa y me respondió susurrando:

—La próxima semana, el trece de noviembre.

—¿Cómo lo sabes? —le respondí en un susurro, mirando a Alex mientras


hablaba con Glenn en los escalones del porche delantero mientras mamá lo cargaba
con las sobras.

—Porque esa mierda está en la lista del equipo y me doy cuenta de cosas así.

—Oh —fue todo lo que se me ocurrió decir, y le dije que pensaría en algo.
Excepto que a Garrett se le ocurrió una gran idea y me sugirió que volara a
Nueva York en secreto para sorprender a Alex después del juego. Iban a estar en
Nueva York durante dos días, ya que Cold Fury tenía partidos consecutivos con los
Vipers y luego con los New Jersey Wildcats.

Así que aquí estoy, mis nudillos hormiguean por el fuerte golpe contra la puerta,
y espero con la respiración contenida a que Alex se abra.

Cuando lo hace, podría patearme el trasero por no tener un video que recuerde
la expresión de su rostro cuando me ve. Parpadea un par de veces y luego se frota los
ojos, casi como si no confiara en la visión que está frente a él. Me mira interrogante,
los músculos de su garganta están trabajando, pero no sale ningún sonido.

—Feliz cumpleaños —digo tímidamente mientras mis manos desabrochan el


nudo suelto que mantiene cerrada la gabardina que estoy usando. Cuando el cinturón
se libera, abro el abrigo, revelando su regalo.

No es más que mi cuerpo escasamente vestido con retazos de encaje rojo sangre,
completo con ligas, medias de seda negra y un par de zapatos negros
pecaminosamente sexys, un atuendo que compré ayer antes de volar, que junto con
el boleto de avión, hizo una gran mella en mi exigua cuenta de ahorros. 218
Alex arrastra lentamente su mirada por mi cuerpo, su lengua se desliza sobre su
labio inferior cuando mira mis pechos, que apenas cuelgan del sostén que estoy
usando. Sus ojos se mueven sobre mí sin prisa, hasta los dedos de los pies, y luego
vuelven a subir lentamente. Cuando me mira a los ojos, me recompensa con un calor
nuclear que brilla intensamente en sus irises azules, y se acerca a mí.

Agarrando los extremos del cinturón que cuelga libremente a mis costados, me
jala hacia la habitación con brusquedad, directamente hacia su cuerpo duro, lo que
me hace jadear de sorpresa. Patea la puerta para cerrarla con el pie.

—¿Qué haces aquí? —pregunta, su voz gruñe en lo que parece ser ira, pero lo sé
mejor. Es lujuria en toda regla, y esto se verifica por la erección muy pesada que está
pulsando contra mi vientre en este momento.

—Sorpresa —digo con una risa suave, mis dedos comienzan a trabajar en su
cinturón. Debe haber entrado recién en la habitación porque todavía está en
pantalones de vestir y camisa, solo sus zapatos y calcetines han sido desechados.

Alex traga con fuerza mientras quito el cinturón y lo tiro al suelo. Mis dedos
luego van a los botones de su camisa, y trabajan con rapidez para retirarlo junto con
la suave camiseta blanca que tiene debajo. Cuando miro hacia él, su músculo de la
mandíbula está latiendo y su mirada me chamusca.

Bajo mi mano y palmeo su erección a través de sus pantalones.

—Te quiero en mi boca, Alex. Quiero chuparte hasta que grites mi nombre.

La mirada de Alex se oscurece cuando maldice:

—Joder… ¿cuándo aprendiste a hablar sucio?

Flexiona sus caderas hacia mi mano, instándome a acariciarlo a través del


material.

—Eso no es hablar sucio —le digo mientras le doy un apretón—. Eso es lo que
te estoy diciendo que va a pasar.

—Oh, joder, no, no lo es —gruñe mientras levanta las manos y me quita el abrigo
de los hombros—. No puedes presentarte en mi habitación, con lencería así, y
decirme que quieres darme una mamada, sin pensar que eso va a producir cierta
reacción. 219
Sus palabras son duras, guturales y me cortan profundamente con urgencia y
necesidad.

—¿Reacción? —susurro.

Alex me toma por los hombros, me da la vuelta y me empuja contra la puerta


por la que acababa de entrar. La madera está fría contra mi piel, pero Alex me
presiona con fuerza por detrás, proporcionando un calor abrasador para contrarrestar
la sensación.

—Sí… reacción. La reacción es que necesito follarte, ahora mismo, muy duro y
muy rápido.

Empiezo a discutir, porque tenía muchas ganas de hacerle una mamada por su
cumpleaños, pero mis palabras se ahogan en un gemido cuando Alex se agacha y
rasga mi ropa interior de mi cuerpo. Hay un mordisco agudo cuando el cordón se
clava en la piel de mi cadera y luego desaparece.

La urgencia intensa debe ser su juego porque tan pronto como me arranca las
bragas, su mano se enrosca alrededor de la parte delantera de mi cuerpo y hunde dos
dedos dentro de mí… con brusquedad.
Y maldita sea, se siente tan bien, no puedo hacer nada más que abrir más las
piernas y esperar a que cumpla su promesa de follarme, por Dios.

—Ya estás mojada, Sutton —murmura en mi oído mientras aprieta su erección


en mi espalda baja—. ¿Pensar en tener tus labios envueltos alrededor de mi verga te
hizo eso?

—Sííí —tartamudeo, apoyando mis palmas contra la puerta y empujando mi


trasero hacia atrás contra él.

—Bien, porque esa pequeña proclamación tuya me puso duro como una roca y
tengo tantas ganas de estar dentro de ti.

No necesita una respuesta mía y escucho el sonido de su cremallera bajando.


Cierro los ojos y contengo la respiración, preparándome para su deliciosa invasión.

Alex no me hace esperar. Tira de mis caderas un poco hacia atrás y supongo que
dobla las rodillas para alinearse, pero luego se abre camino hacia mí.

Estoy tan mojada en este momento… Puedo sentirlo, pero también estoy
apretada y no está obteniendo una entrada fácil desde esta posición de pie. Él 220
retrocede y empuja con breves ráfagas de energía, trabajando un poco más cada vez.

—¿Estás bien? —gruñe en mi oído.

—Sí —grito.

—Bien —gruñe mientras empuja más profundo—. Porque no me detendría si


me lo pidieras. No podría detenerme. Imposible.

Sonrío, apoyando la mejilla contra la puerta. Eso es una mentira absoluta. Alex
se detendría en un santiamén si pensara que me estaba lastimando, pero está
alimentando nuestra pasión con su propia forma de hablar sucio, y eso me pone más
resbaladiza y mi carne le da la bienvenida más profundamente.

Después de salir y luego dar una embestida más fuerte, Alex está acomodado
dentro de mí hasta la empuñadura y puedo sentir el pinchazo punzante de la
cremallera de su pantalón en mi piel.

Gime de satisfacción y escucho un matiz de triunfo en él. Sonrío aún más


brillante, porque hay algo inmensamente gratificante para una mujer saber que tiene
el poder de convertir a su hombre en un animal.
No tengo nada que hacer. Me concentro en mantenerme de pie con mis tacones
altos mientras Alex comienza a entrar y salir de mi cuerpo. Es implacable, me
embiste con tanta fuerza que me golpea contra la puerta. Cualquiera que camine por
el pasillo debe saber que alguien está teniendo sexo del otro lado.

Alex lleva una mano a un pecho y me toca el pezón mientras la otra va entre mis
piernas para acariciar con dedos seguros. Es tan enorme, y me concentro en la
sensación de él dentro de mí mientras embiste y sigue y sigue.

—Dios, te sientes bien, Sutton —gruñe Alex junto a mi oído, justo antes de
agacharse y morderme la piel suave entre la base de mi cuello y mi hombro.

Todo mi cuerpo se contrae contra la sensación, y él me calma pasando su lengua


por mi tierna piel.

—Me vuelves loco —jadea, golpeando mi cuerpo con más fuerza y exprimiendo
gruñidos para nada femeninos desde lo más profundo de mí.

De repente, todo se vuelve abrumador para mí. La febril necesidad que Alex
tiene de mí, la sensación de él enterrándose profundamente en mi cuerpo, el hecho
de que estamos haciendo mucho ruido y seguro que alguien nos ha escuchado, la 221
forma en que me habla sucio con una compulsión casi hambrienta. Todo se derrumba
sobre mis sentidos y todo mi cuerpo comienza a tensarse. Con solo un ligero golpe
de su dedo contra mi clítoris, caigo por el borde y grito en liberación mientras mi
orgasmo explota. Mis piernas se doblan y Alex rápidamente se agarra a mis caderas,
sosteniéndome.

—Joder, eso fue sexy —dice con asombro y choca contra mí una vez, dos veces
más, y luego se queda profundamente cuando dice—: Me vengo. Oh, joder… joder…
joder, Sutton.

Continúa murmurando maldiciones, puntuando cada una con otro empuje de


sus caderas dentro de mí. Parece llegar al clímax para siempre, y es emocionante para
mí sentir esta desinhibición que no había visto antes… al menos no hasta este punto.

Alex se dejó llevar por completo y es como si nunca hubiera querido nada más
en su vida que yo en ese momento, y me hace inmensamente feliz por dentro pensar
eso.

Cuando deja de estremecerse contra mí, Alex se echa hacia atrás y sale de mi
cuerpo. Siento que la ráfaga de su semen comienza a salir de mí y se desliza por la
parte interna de mis muslos. Lo escucho subirse la cremallera de los pantalones, pero
aún mantengo los ojos cerrados.
Al entrar al baño, Alex agarra una toalla y regresa. No me he movido, insegura
de si mis piernas temblorosas me sostendrían, así que mantengo las rodillas dobladas
y equilibradas mientras mis palmas me mantienen apoyadas contra la puerta.

Alex se arrodilla en el suelo y se limpia suavemente de mí, frotando con suavidad


entre mis piernas y haciéndome jadear porque todavía estoy muy sensible. Cuando
termina, deja caer la toalla al suelo y me levanta en sus brazos. Caminando hacia la
cama, me acuesta en ella y se para a mi lado.

Me mira fijamente durante un largo momento mientras estoy allí, su rostro casi
impasiblemente en blanco. Luego se arrastra a la cama, entre mis piernas, y sube por
mi cuerpo. Pero cuando su cabeza llega a mi estómago, se detiene y se deja caer sobre
mí suavemente, apoyando su mejilla contra mi vientre y doblando sus brazos debajo
de mí para abrazarme con fuerza. Frotando su barba incipiente contra mi piel
sensible, dice:

—El mejor regalo de cumpleaños de todos los tiempos.

Estiro mi mano pasando mis dedos por su cabello y me río.

—No recibiste el regalo que quería darte. 222


—Sin embargo, obtuve el regalo que quería —responde.

—¿Quieres decir que no querías una mamada? —bromeo.

—Todos los hombres siempre quieren una mamada —me aclara—. Pero
necesitaba tanto estar dentro de ti… No podía controlarme, Sutton. Nunca antes me
había excitado así. Me sentí como un animal.

Agarrando su cabello, tiro un poco para que gire la cara y me mire.

—Me gustas así. Me gusta el lado animal de Alex Crossman.

Me sonríe y luego se levanta, apoyando su peso en sus brazos.

—Vamos a darnos una ducha, entonces tal vez puedas darme mi regalo de
cumpleaños.

—Ahora estás hablando —le digo mientras empujo su cabeza hacia atrás,
instándolo a que se levante de la cama. Aunque no se levanta. En cambio, coloca sus
labios entre mis senos, justo en el centro de mi pecho.

Allí me da el más leve de los besos y luego me mira.


—En serio… que estés aquí es el mejor regalo que he tenido.

No puedo responderle. Me está mirando con tanta felicidad, tanta sinceridad,


que me temo, que si dejo que alguna palabra salga de mi boca, le diré que me he
enamorado de él. Sería una tontería hacerlo, porque sé que no siente lo mismo. Sé
que le importo mucho. Pero él todavía se está reprimiendo de mí, y hasta el momento
en que se abra del todo, sé que el amor no será parte de la ecuación.

Mucho después de que nos duchamos y mucho después de que las rodillas de
Alex casi se doblan mientras lamo y chupo cada centímetro de él, nos acostamos en
la cama uno frente al otro y hablamos. Le cuento a Alex cómo Garrett tramó
conmigo acerca de su cumpleaños, y puedo decir que está conmovido porque tenía
un amigo que se preocupaba lo suficiente por él como para llevar a su chica en avión
de visita.

Hablamos del juego esta noche. Estuve allí, Garrett también me había asegurado
un boleto. Alex estuvo espectacular esta noche, y de hecho me sorprende al decirme
lo emocionado que estaba antes del juego. Es un entusiasmo que es más fuerte que
cualquiera que haya escuchado antes de él, y me da el coraje de preguntar:

—¿Qué le pasó al tipo que odiaba jugar al hockey? 223


No me burlo de él cuando le hago esa pregunta. Sabe que hablo en serio.

Tomando un dedo y pasándolo por mi mandíbula, Alex parece sumido en sus


pensamientos mientras observa el camino que está haciendo. Desliza su dedo desde
mi barbilla, baja por mi garganta y llega hasta el centro de mi pecho. Golpeando
ligeramente con un dedo esa zona donde mi corazón late con más fuerza, dice:

—No lo sé. Solo sé que veo las cosas de manera diferente.

—¿Por qué? —pregunto, casi asustada por su respuesta.

Porque si bien creo que podría ser un factor de cambio en su vida, incluso si él
no reconoce que el cambio dolerá, sé que lo hará.

Su mirada deja su dedo, que todavía descansa sobre mi corazón, y se mueve


hacia arriba para encontrarse con la mía.

—Eres una fuerza, Sutton. Lo sentí desde el momento en que te vi cuando entré
al centro de crisis. Simplemente irradias esto, no sé cómo llamarlo, pero es como una
confianza que nunca antes había visto. Tienes el mando de tu vida. Amas la vida. Es
un poco intimidante, pero me atrae de todos modos.
—¿Por qué es eso intimidante? —le pregunto sin aliento, esperando con
impaciencia que me revele más de su alma.

Extendiendo la mano, agarra mi barbilla con su mano, sosteniéndome en mi


lugar para que no pueda apartar la mirada.

No lo haría… ni siquiera si pasara una manada de animales en estampida.

—Porque cambiaste tu vida. Tuviste un comienzo de mierda y, sin embargo,


conquistaste tu pasado. Lo usaste para darte fuerza y resistencia y, a su vez, les das a
otros fuerza y resistencia. Me hiciste ver las cosas de manera diferente, y al parecer
encontré algo de alegría por cosas que pensé que estaban muertas y enterradas para
mí.

—¿Todavía no entiendo por qué eso es intimidante? —pregunto, sin entender


exactamente cómo se conecta todo.

—Porque… —dice en voz baja, luego se inclina para besarme. Sus labios tocan
mi boca suavemente, deslizándose hacia adelante y hacia atrás con una pizca de
aliento susurrado, luego se retira—. Porque… yo también tuve un comienzo de
mierda, y creo que destruyó las mejores partes de mí. Dejé que destruyera lo mejor 224
de mí y, honestamente… a veces me enoja que hayas podido superarlo y yo no
puedo. A veces me enoja contigo.

Parpadeo un par de veces, insegura de lo que acabo de escuchar. Me está


mirando abiertamente y me ha dicho algo con una honestidad tan brutal que no dudo
ni una palabra de lo que acaba de decir. Pero desafortunadamente, en lugar de
expresar tiernas emociones que pensé que podría tener por mí, simplemente admitió
que hay una parte de mí que aparentemente no le gusta.

Porque le hace sentir mal consigo mismo.

Gah, eso es un pensamiento jodido.

Estoy ofendida y no puedo evitarlo. Me aparto y él suelta el agarre de mi barbilla.


Lo miro un momento y él me devuelve la mirada sin parpadear. Me aparto y salgo
de la cama, volviéndome para mirarlo de nuevo ahora que hay cierta distancia entre
nosotros.

—¿Estás enojado conmigo porque he hecho algo con mi vida? ¿Porque he


superado el trauma de mi pasado?

Sé que mi voz suena aguda, pero no puedo evitarlo.


Alex se mueve de la cama rápidamente y luego estoy en sus brazos.

—Solo estoy siendo honesto, pero no me dejaste terminar. Si bien me siento


enojado y te tengo envidia y es probable que una gran cantidad de otras emociones
negativas, eso solo constituye una parte muy pequeña de lo que siento cuando estoy
contigo. Palidece en comparación con el respeto que tengo por ti, por el deseo que
siento. Se vuelve más pálido cada día que paso contigo.

Siento que la tensión abandona mi cuerpo, sin darme cuenta de lo rígida que
había estado hasta que escuché esas palabras. Tirando de mi cara hacia atrás, que
había escondido debajo de su barbilla, lo miro.

—Alex… no tienes que estar atrapado por tu pasado. Ya has atravesado tantas
barricadas que tenías.

—Lo sé —dice mientras levanta una mano para acariciar mi cabello—. Lo estoy
intentando. No quiero la amargura que tengo por mi pasado. Quiero dejarlo ir.

Me duele el corazón por el anhelo en su voz. Me encojo contra su cuerpo,


envolviendo mis brazos alrededor de su cintura con fuerza. Siento el latido de su
corazón reverberando contra mí, y aprieto aún más fuerte. 225
Haré lo que sea necesario para alejar a Alex completamente de esa oscuridad.
Capítulo 23
Alex
Agarro mi cartera y la llave de la habitación y me las guardo en el bolsillo trasero.
Inclinándome en la penumbra de la mañana, beso a Sutton en la frente y ella se
mueve.

Abriendo los ojos lentamente, estira los brazos por encima de su cabeza y me da
una sonrisa somnolienta. Luego se acerca y toma una de mis manos.

—Eh, tú. ¿Por qué estas despierto tan temprano?

Irguiéndome de nuevo, agarro su mano y la aprieto.

—Tengo una reunión de desayuno. Regresaré en unas horas y podemos salir un


226
rato y caminar por la ciudad. ¿Suena bien?

Asiente con una sonrisa tonta en su rostro y bosteza.

—Está bien.

Llevando su mano a mi boca, doy un beso en el interior de su muñeca y lo suelta.

—Vuelve a dormir.

Ella se da vuelta ante mi orden, doblando su mano por debajo de su barbilla,


luego se apaga como una luz. La miro un momento más, mi corazón dando ese
apretón dulcemente doloroso que ocurre la mayoría de las veces cuando estoy
mirando a Sutton. Ella está precariamente cerca de convertirse en mi todo, un
pensamiento que me asusta. No estoy seguro de estar preparado para esa
responsabilidad, sobre todo cuando tengo tantos fantasmas que continúan
torturándome.

Alejándome de ella, porque más que nada, solo quiero arrastrarme a la cama con
ella y pasar el día allí, salgo de mi habitación de hotel. Nos quedaremos otra noche
en Nueva York porque tenemos un juego por la tarde al otro lado del Hudson con
los Wildcats. Tengo una práctica de patinaje por la tarde, pero eso me da unas horas
para pasar el rato con Sutton. Ella se quedará en Nueva York y verá el partido de
mañana, así que la tengo de nuevo esta noche también, el pensamiento hace que una
sonrisa se dibuje en mi rostro a medida que camino hacia el ascensor.

Después de un corto trayecto hasta el vestíbulo, me dirijo al restaurante del hotel,


que está sorprendentemente vacío, e inmediatamente veo a Cameron. Habíamos
hecho planes para encontrarnos en Nueva York porque era un viaje más corto para
él que ir a Carolina del Norte. Supongo que llegó anoche mientras conducía, y
planeaba regresar después de nuestra reunión.

Cameron me ve mientras camino hacia él y se levanta de la mesa. No lo he visto


en casi tres años, la última vez que hice un viaje corto a Hamilton en el verano
mientras visitaba a mi entrenador de hockey, que estaba enfermo. Nuestros rostros
se parecen mucho, pero él usa su cabello oscuro muy corto y está empezando a
desarrollar un poco de panza.

Fuera de su apariencia y sabiendo que es dueño de una ferretería en Hamilton,


realmente no sé mucho sobre mi hermano mayor. Me acerco a él y me mira
incómodo, sin saber si deberíamos darnos la mano o abrazarnos. Tomo la decisión
de sus manos, me agarro de la silla de enfrente de donde estaba sentado y la echo
hacia atrás. Lo miro brevemente y digo:
227
—Cameron. —Luego me siento.

Él hace lo mismo, toma la servilleta de su plato y la coloca en su regazo.

—Es bueno verte, Alex. Vi el partido anoche… en la televisión, por supuesto, en


mi habitación de hotel. Te veías genial.

Mi cabeza se levanta ante esa revelación, porque hasta donde yo sé, Cameron
no era un fanático del deporte y nunca me habló de mi carrera. Ni siquiera sé qué
decir, así que tomo un sorbo de agua que ya había sido servida y voy directo al grano.

—Entonces, ¿cómo está papá?

La cara de Cameron se enrojece un poco, y creo que está un poco molesto porque
no estoy participando en una pequeña charla.

—Está bien ahora mismo. Le dieron algunos esteroides para reducir la


inflamación y el sangrado se detuvo.

—¿Está bebiendo?
La mirada que me da Cameron lo dice todo, así que sigo adelante.

—¿Le has sugerido rehabilitación?

—Sí y no lo hará. Tal vez si hablaras con él…

—Él nunca escuchará mi consejo. La mitad del tiempo ni siquiera puede soportar
mirarme —le espeto.

—Creo que estás equivocado —dice Cameron—. Está orgulloso de ti. Admira
en lo que te has convertido. Creo que lo haría por ti.

Miro a Cameron como si acabara de caerse del árbol de los chiflados y golpeara
cada rama en el trayecto. ¿Está viviendo en un mundo de sueños? ¿Acaba de enterrar
la cabeza en la arena, fingiendo que los primeros dieciséis años de mi vida no fueron
traumáticos? ¿Cameron realmente ha olvidado las formas en que mi padre abusó de
mí, tanto física como mentalmente?

El pensamiento hace que la rabia se acumule y quiero destrozar a mi hermano.


Por el rabillo del ojo, noto que se acerca una camarera y le doy una mirada que la
hace alejarse. Pero ese momento fue suficiente alivio como para controlarme. 228
Con mi voz tan tranquila como pude, pero aún áspera y cruda, le digo a
Cameron:

—Sé que no dejaste de notar la tormenta de mierda que papá hizo llover sobre
mí durante la mayor parte de mi vida. Sé que eres consciente de ello, porque te
sentabas felizmente intacto mientras papá concentraba toda su atención en mí. Y por
atención, me refiero a usar el dolor para convertirme en una máquina de hockey.

—Alex… —dice Cameron en un tono de súplica, pero lo interrumpo.

—No… ya sabes por lo que pasé, y puede que no lo sepas ahora, porque no
hablamos, pero sigo pasando por eso con él. Todavía hasta el día de hoy está tratando
de controlarme y manipularme, es decir, cuando está lo suficientemente sobrio como
para esforzarse. Entonces, ¿qué te hace pensar, primero, que papá me escucharía?
pero, lo que es más importante, ¿qué te hace pensar que me importa una mierda si
va a rehabilitación o no?

Cameron retrocede por la vehemencia de mi voz, pero sus ojos se ven tristes
cuando dice:
—Porque es tu papá. Y sí… sé que era un monstruo para ti. Ojalá pudiera haber
hecho más… como tu hermano mayor, debería haber…

—Tienes jodidamente razón, debiste haber hecho algo —gruño mientras me


inclino sobre la mesa.

Cameron solo me mira con paciencia, con los ojos todavía tristes. Cuando me
recargo, continúa:

—Lamento no haber hecho nada, intervenir, redirigir su atención, lo que sea. No


puedo cambiarlo. Pero quizás debas considerar… mi vida con él no fue tan
grandiosa. Es posible que hayas recibido atención negativa de él, pero tuviste toda su
atención. Yo no tuve ninguna. Una vez que se dio cuenta de que no tenía talento
para el juego, me olvidó. Me crie en esa casa, y puedes decir todo lo que quieras sobre
lo terrible que era… pero también hubo buenos momentos. Los recuerdo. Recuerdo
a papá y a ti viendo hockey juntos en la televisión, riendo y bromeando. Recuerdo
que recibiste regalos adicionales en Navidad y recuerdo que papá les contó a todos
sus amigos lo orgulloso que estaba de ti. No de mí, sino de ti. Así que no creas que
fuiste el único que sufrió, Alex. Mi sufrimiento fue simplemente diferente.

Mi corazón comienza a latir con fuerza por las palabras de Cam y me sonrojo 229
pesadamente por la culpa. Mierda… ¿es posible que haya estado tan atascado en mi
propia amargura y autocompasión que no logré reconocer que no era el único al que
mi padre deformaba?

—Cameron… —digo en voz baja, inseguro, sin idea de qué decir.

—Escucha, Alex —me interrumpe—. No quiero repetir el pasado. No fue


bonito, está claro. Pero papá va cuesta abajo y de verdad quiero que estés preparado
para ello. Se va a morir si no deja de beber.

Respirando hondo, froto mi dedo alrededor de la base de mi vaso de agua.


Levantando los ojos hacia mi hermano, le pregunto:

—¿Qué crees que podría hacer para convencerlo de que vaya a rehabilitación?

—No sé si puedes —dice con resignación—. Creo que vale la pena intentarlo.
No escuchará al médico, no me escuchará a mí. Quizás te escuche, quizás no. Pero,
al menos, sabremos que lo intentamos todo.

Un pensamiento terrible echa raíces en mi cerebro, provocando que dedos


helados de terror opriman mi pecho. Tragando saliva, digo en voz baja:
—Debería haber hecho algo antes. En cambio, lo ignoré durante años, dejándolo
beber hasta morir porque lo odiaba. Si es demasiado tarde ahora, entonces es mi
culpa.

Cam se inclina sobre la mesa y agarra mi antebrazo con fuerza. Me niego a


mirarlo a los ojos, pero escucho lo que dice a continuación.

—De ninguna manera, Alex. Todo esto es culpa de papá. Nada de lo que hiciste
o no hiciste… nada de lo que hice o dejé de hacer, lo hizo de esta manera. Esto no
fue tu culpa.

Miro a mi hermano mayor y no encuentro consuelo en la intensidad de su


mirada. Sé que cree lo que acaba de decir, pero yo no, ni por un minuto. Alejando
mi brazo de su agarre, me siento más derecho en mi silla. Aclarándome la garganta,
le indico a la camarera que estamos listos y le digo:

—Vamos a desayunar y descubrir la mejor manera de hablar con él.

Cameron me mira fijamente por un momento, sus ojos buscando profundamente


para ver si estoy cargando con la culpa. La apisoné en lo profundo, pero todavía está
allí, aunque sé que él no puede verla. Le muestro al seguro, tranquilo y en control 230
Alex Crossman. Estoy acostumbrado a esta fachada y encuentro que vuelve a encajar
con facilidad.

Estoy exhausto y, por primera vez en semanas, no tengo una emoción de


anticipación corriendo a través de mí ante la perspectiva de ver a Sutton. El juego de
esta noche fue brutal, jugué como una mierda y no puedo dejar de pensar en mi padre
inútil, a quien me siento obligado a salvar para aliviar mi culpa. Por primera vez
desde que puedo recordar, hay un cierto atractivo en emborracharme completamente
y dejar que mis preocupaciones se ahoguen junto con mi miseria.

Al abrir la puerta de la habitación, anticipo que Sutton me recibirá con un abrazo


y una cálida sonrisa, y no me equivoco. Ahí está, con una de las batas y oliendo a
lluvia fresca de la ducha que acaba de tener.

—Oh, Dios mío, ¿estás bien? —pregunta mientras pasa las yemas de los dedos
suavemente sobre los ocho puntos en mi sien izquierda—. Vi que te lesionaste.
Retrocedo un poco, no porque duela, sino porque no quiero que se preocupe en
este momento. Salgo de sus brazos, camino hacia el frigobar y saco una cerveza.
Girando la tapa, la tiro a la basura y tomo un largo trago. Después de tragar, digo:

—Estoy bien.

Y lo estoy. Sutton prefirió quedarse en el hotel y ver el partido en la televisión,


así que sé que consiguió una vista de cerca y en cámara lenta del golpe con el palo
que me llevé a la sien de uno de los defensores de los Wildcats. Las heridas en la
cabeza sangran como una perra y la mía no fue la excepción. Pero eso no me impidió
lanzarme contra el cabrón, e inmediatamente dejé caer mis guantes al hielo para que
él supiera que estaba encendido.

Dejó caer los suyos con la misma rapidez y nos rodeamos el uno al otro en el
hielo, con los brazos en posición de lucha y los puños apretados para dar el máximo
de dolor. A pesar de que la sangre corría por el lado izquierdo de mi cara, por fortuna
se mantuvo lejos de mi ojo y tuve buena visión, además de ira. Estaba cabreado e
hice el primer movimiento, agarrando su camiseta con mi mano izquierda y
aterrizando tres golpes sólidos en su mandíbula con mi derecha.

Eso es todo lo que conseguí antes de que sus dos manos agarraran mi camiseta, 231
luchando para apalancarme. Traté de soltarme para dar algunos golpes más, pero
nuestros dos patines salieron disparados debajo de nosotros y estábamos en el hielo.

Todo terminó entonces cuando los oficiales entraron y nos separaron. Ambos
recibimos cinco minutos de penalización, pero salí del hielo y me dirigí de regreso al
vestuario para que nuestro médico del equipo pudiera coserme. Todavía nos quedaba
otro período y medio de juego y un pequeño corte no iba a detenerme.

Debería haberme quedado en el vestuario. Una vez de vuelta en el hielo, jugué


al hockey más horrible que he jugado desde que tenía diez años. No pude hacer un
pase limpio, mis tiros fueron desviados y mi patinaje fue vacilante. Algunos
espectadores echarían la culpa a mi lesión, pero eso no tuvo nada que ver con lo
ocurrido. Acababa de perder mi enfoque, simple y llanamente, y estoy seguro de que
tuvo mucho que ver con mi reunión con Cameron esta mañana.

Caminando hacia uno de los grandes sillones que adornan la habitación, me


siento con un profundo suspiro. Sutton me observa con cautela. Debo estar emitiendo
malas vibraciones, porque ella no se acerca más.

—¿Qué pasa, Alex? ¿Es el juego?

No puedo evitar el bufido que sale o la sonrisa irónica que le doy.


—Claro, diremos que es el juego.

Doy otro trago profundo a la cerveza y la miro. Es tan jodidamente hermosa, y


sé que está desnuda debajo de la bata. Pero en lo que me concentro, en este mismo
momento, es en la expresión de sus ojos. Están llenos de tanta preocupación y
cuidado por mí, que duele físicamente recibirlo. Me es ajeno, un concepto que no
entiendo. Me hace sentir débil y pequeño, y no quiero ser parte de eso.

—Deja caer tu bata —le ordeno, mi voz baja y ronca. Tomo otro sorbo de
cerveza.

—¿Alex? —dice, la incertidumbre resuena claramente, pero sus manos van al


cinturón para deshacer el nudo. Mi pulso se acelera cuando quita el cinturón y solo
veo un vistazo de su piel debajo.

—Ven aquí —le digo, y sé que no está escuchando el estruendo sexual normal
de pasión que me alimenta. Sé que sueno frío y controlador. Es el mismo tono que
he usado con Cassie una y otra vez, y ese pensamiento hace que se me cuaje el
estómago.

Sin embargo, eso no me disuade. Cuando ella me alcanza, sus pies se detienen 232
justo delante de los míos, simplemente me mira, sin entender lo que quiero o
necesito. Demonios, no sé lo que necesito. Pero sé que la deseo.

Quiero que me haga olvidar un poquito.

—Ponte de rodillas por mí, bebé —me burlo de ella—. Muéstrame lo que tienes.

Joder, estoy siendo un idiota y no puedo evitarlo. Mi propia polla se alarga y se


pone dura como una roca ante la perspectiva de su boca sobre mí.

Le sonrío, esperando a ver qué hace, pero no estoy preparado para el brillo de
las lágrimas que se forman en sus ojos. Siento como si alguien me hubiera golpeado
el estómago con un mazo.

—¿Qué sucede contigo? —pregunta en voz baja, su labio inferior temblando


levemente.

Joder, oh joder. ¿Qué demonios estoy haciendo?

Saltando de la silla y dejando caer mi botella al suelo, la tomo en mis brazos y la


abrazo con fuerza.
—Lo siento —le digo rápidamente, dándole un beso en la sien.

La aprieto de nuevo.

—Lo siento mucho. Solo estoy teniendo un día de mierda y me desquité contigo.

Me aparto un poco, la miro y parpadea con fuerza ante las lágrimas para que
resbalen por sus mejillas. Me alivia que ninguna más ocupe su lugar. Extiendo la
mano, limpio la humedad de su rostro y espero a que ella diga algo.

—Alex, por favor, dime qué pasa —suplica, sus manos ahuecando mi
mandíbula—. Háblame.

Siento el suave roce de sus dedos en mi piel y respiro profundamente el olor de


su cabello. Ella es todo lo que podría desear en la vida y, sin embargo, nunca he
estado más inseguro del camino que debo tomar.

Fue una maldita profecía autocumplida. Le dije que volvería a ver mi lado
imbécil, y acaba de recibir una buena dosis. Le dije que la lastimaría y lo hice.
Realmente no soy digno de ella cuando se reduce a eso.
233
—Necesito dar un paseo —le digo mientras me alejo, viendo cómo sus manos
caen a los costados, para que pueda volver a abrocharse la bata.

Se cubre la piel, elimina la visión tentadora y ayuda a empujar mi pared final en


su lugar cuando intenta una vez más hacer que me abra.

—Por favor, dime qué te pasa. Permíteme intentar ayudarte.

Me aparto visceralmente de su oferta de conversación y consuelo. No puedo


aceptarlo y no lo quiero. No está dentro de mí dejarla entrar más.

—Lo siento —le digo mientras me inclino y la beso en la coronilla—. Voy a salir
a caminar. Volveré, pero no me esperes despierta.

Sutton deja caer la cabeza para que no pueda ver sus ojos, y la dejo allí, mirando
al suelo mientras salgo de la habitación del hotel.
Capítulo 24
Sutton
Busco un lugar para estacionar y acomodo mi auto, dejando el motor encendido
porque llegué un poco temprano y tengo algo de tiempo. Como suele suceder
conmigo cuando mi cerebro tiene un descanso, pienso en Alex.

Han pasado dos días desde nuestro viaje a Nueva York y no he hablado con él.
Se supone que se reunirá conmigo aquí para nuestra primera charla como parte del
programa de divulgación y supongo que aparecerá. De hecho, voy a ser yo quien
hable y Alex estará allí para brindar un apoyo estrella, relegado en este punto a un
pequeño párrafo preparado que va a leer. Aún no hemos decidido los detalles de
cómo funcionará nuestro equipo cuando comencemos a viajar este verano para
lanzar el programa, pero pensé que sería una buena manera para que ambos 234
probemos las aguas.

No puedo deshacerme del sentimiento pesado que me ha rodeado desde Nueva


York. Hubo un momento en esa habitación de hotel en el que tuve mucho miedo.

Oh, no le tengo miedo a Alex en ningún sentido físico.

Tenía miedo de que se hubiera ido… perdido… borrado. Vi algo en sus ojos que
fue frío y fuera del alcance, y aunque no tengo idea de qué lo causó, sí sé que estaba
a punto de volver al Alex Crossman del que siempre me había advertido.

Por lo general, me emocionaría que Alex me pidiera que le hiciera una mamada,
pero ¿la forma en que me ordenó que lo hiciera? Estaba emocionalmente distante y
buscaba una liberación sin sentimientos involucrados. Seguro que no estaba
dispuesta a dárselo.

Necesitaba más y él necesitaba más.

Pero luego salió de ello, se disculpó y se fue a dar un paseo. Me acosté en la


cama, sin poder dormir y sin poder desconectar mi mente porque estaba muy
preocupada por él. Su caminata duró cuatro horas, y cuando llegó alrededor de las 3
a.m., ni siquiera dijo una palabra.
Al resplandor de la ciudad de Nueva York a través de las ventanas, contuve la
respiración mientras él se quitaba la ropa y se metía en la cama conmigo. Su primer
toque fue rozar con sus dedos mi cara y besarme muy suavemente. Abrí la boca para
preguntarle dónde había estado, e hizo que el beso fuera más profundo.

Luego se apartó y me miró.

—No digas nada.

Asentí y luego me besó de nuevo.

Y luego Alex Crossman me hizo el amor.

Me refiero al tipo que es lento, suntuoso y tierno. Nunca dijo una palabra… ni
una sola cosa sucia o traviesa. Sus manos sondearon suavemente, su toque en todas
partes se sintió como una caricia cálida. Esta naturaleza suave que me mostró era
casi insoportable y yo me retorcía en la cama buscando más, casi rogándole que me
tomara con más fuerza.

Pero no lo hice. Me mordí la lengua y le dejé hacer lo que quisiera. Y por alguna
razón, Alex quería tomarse su tiempo conmigo y quería hacerlo en silencio. No tengo 235
ningún concepto del tiempo, pero pareció extenderse eternamente y, sin embargo, en
mi mente nunca sería lo suficientemente largo. Me llenó de embistes tortuosamente
lentos que fueron profundos pero que nunca salieron a un ritmo pausado. La única
aceleración fue nuestra respiración, pero incluso eso tenía una cualidad más tenue.
Cuando llegamos, lo hicimos juntos con las manos entrelazadas y los labios unidos
mientras nuestro aliento corría cálido por la piel del otro.

Fue una experiencia inquietantemente hermosa, la experiencia sexual más


conmovedora de mi vida. No tengo ni idea de si me estaba mostrando que sus
sentimientos eran profundos o si me estaba dando algo que pudiera recordar antes
de cortar las cosas. Alex nunca me dijo lo que estaba mal, nunca habló de a dónde
fue a caminar, y cuando me desperté a la mañana siguiente, se había ido y todo lo
que tenía era una nota en la almohada a mi lado.

En su nota se disculpaba de nuevo por su comportamiento después del juego y


me decía que tenía que hacer un viaje rápido de regreso a Canadá para ocuparse de
algunos asuntos familiares, pero que me vería de regreso en Raleigh para nuestra
charla programada en la Secundaria Pope en dos días.

No lo llamé y él no me llamó. Me preocupé mucho por esto, pero sentí que


necesitaba algo de tiempo. Además, cualquier contacto casi garantizaba que lo
presionaría para obtener detalles sobre qué demonios había estado pasando con él.
Supongo que no me llamó porque lo sabía y no estaba de humor para compartir.

Entonces, mientras me siento aquí en este estacionamiento, todo lo que puedo


hacer es esperar que Alex aparezca, no solo físicamente, sino también
emocionalmente.

Echando un vistazo a Alex, le doy una pequeña sonrisa y luego vuelvo al podio
frente a mí. Tengo algunas notas anotadas, pero sé que probablemente ni siquiera las
miraré.

Apareció, fiel a su palabra, y justo cuando el programa estaba a punto de


comenzar. Ni siquiera tuve la oportunidad de saludar, pero presioné en sus manos la
hoja de papel que tenía tres párrafos que necesitaba que leyera cuando terminara,
anunciando el apoyo de Cold Fury para este programa de divulgación.

Mirando a la audiencia, trato de concentrarme en algunos de los estudiantes que 236


me devuelven la mirada. Algunos están interesados, otros envían mensajes de texto
en sus teléfonos celulares. De todos modos, sé que hay al menos una persona en esta
sala que encontrará interesante lo que voy a decir.

—Hola. Como el director Snyder me acaba de presentar, saben que soy Sutton
Price y que soy consejera en el Centro de Crisis de Drogas del Condado de Wake.
Sin embargo, lo que no les dijo es que fui criada, al menos durante una parte de mi
vida, por un padre que era adicto a las drogas.

Al salir del podio, verifico que el micrófono portátil esté encendido y salgo al
centro del escenario. Siempre me siento más cómoda hablando de esta manera, ya
que se siente menos formal. No estoy nerviosa por hablar con estos niños, pero saber
que la mirada de Alex está clavada en mi espalda me da cierto hormigueo.

—Mi papá era y sigue siendo adicto a la heroína. Mi mamá y yo nos quedamos
con él hasta que tuve nueve años y ella pudo separarse. Mi papá tiene sus buenos
momentos. Se ha mantenido limpio durante meses, pero lamentablemente siempre
ha recaído.

El auditorio está en silencio y veo más caras prestándome atención que las que
no.
—De lo que quiero hablarles hoy es de cómo pueden obtener ayuda… si tienen
un padre que está consumiendo. Verán, mi papá como adicto era bastante aterrador,
y pasaba mucho tiempo a solas con él porque estaba desempleado y me cuidaba por
las tardes cuando llegaba a casa de la escuela. Cuando estaba drogado con heroína,
casi siempre dormía, lo que significaba que me dejaba en paz. Cuando estaba
esperando su siguiente dosis y no podía conseguir sus drogas, se volvía malo.
Realmente malo.

Hago una pausa para lograr el efecto y doy unos pasos por el escenario.

—Me golpeaba… a veces con las manos, a veces con el cinturón… así es como
conseguí esta cicatriz —les digo, señalando mi ceja izquierda—. A veces me pateaba.
Una vez me arrastró por el suelo tomándome del pelo y solo escapé después de que
se me soltara un trozo de cuero cabelludo.

Alguien en la primera fila jadea, pero no miro. Me doy la vuelta y camino de


regreso por el escenario.

—Tuve una madre maravillosa. Ella trabajó para tratar de apoyarnos, pero
desafortunadamente no ganaba lo suficiente para mantenernos y a la adicción a las
drogas que tenía él. Eso hizo que mi padre fuera aún más malo. Ella es la mujer más 237
maravillosa del mundo y me ama más que a la vida misma.

Me doy la vuelta y me arriesgo a mirar a Alex. Sus ojos brillan intensamente


mientras me mira. Volviéndome hacia los niños, continúo:

—Pero a pesar de que me amaba y sabía que haría cualquier cosa para
protegerme, no le dije lo que estaba haciendo mi papá. Le dije mentiras sobre mis
cortes y moretones. Tenía miedo porque no quería que mi familia se separara.
Aunque mi papá abusó de mí, no lo hizo todo el tiempo. Quiero decir… él me amaba,
y siempre lo lamentaba mucho, después de lastimarme. Así que guardé silencio.

Dejo que entiendan esto durante unos segundos.

—Y al mantenerme en silencio, simplemente se aseguró de que siguiera


haciéndolo.

Subiendo al podio, apoyo mi antebrazo en él en una postura casual y coloco mi


otra mano en mi bolsillo.

—Fue una maestra de la escuela que notó un hematoma en mi brazo y me


preguntó al respecto. Tenía tanto miedo de contarlo porque no quería defraudar a mi
madre, y tenía miedo de perder a mi padre, porque a pesar de que él me hizo esas
cosas terribles… todavía me amaba.

Ahora, mientras miro a los niños, veo que varios se inclinan hacia adelante
mientras escuchan, y veo que uno asiente hacia arriba y hacia abajo en señal de
acuerdo. Todo lo que necesito hacer es llegar a uno… eso es todo.

Continúo con mi charla, insistiendo en la verdad de que necesitan pedir ayuda.


Que los profesores, los consejeros escolares… están todos preparados para ayudar a
afrontarlo. Les cuento cómo resultó mi historia con éxito. Mi maestra se acercó a mi
madre, quien a su vez hizo que mi padre fuera a rehabilitación por primera vez. No
lo endulzo; les cuento cómo fracasó en rehabilitación y cómo mi mamá y yo
estábamos sin hogar. Pero también les hablo de papá-Jim, de cómo cambió mi vida
y de cómo mi pasado es lo que alimenta mi deseo de ayudar a los demás. Lo más
importante es que me aseguro de que comprendan que la adicción se presenta en
todas sus formas, que el veneno de mi padre era la heroína, pero que hay una
variedad de drogas, sin mencionar el alcohol, el juego y el sexo, que pueden causar
estragos en la vida de las personas.

Al fin, termino mi charla con mi información de contacto, incluido mi número


de teléfono celular personal. Señalo algunos de los materiales del centro de crisis que
238
trajimos con nosotros y que están colocados en las mesas al fondo de la sala. Termino
con un sonoro aplauso, luego presento a Alex y los vítores se vuelven ensordecedores.
No puedo evitar sonreír, porque aunque tenía el mensaje personal, la estrella de Alex
aún brilla más que la mía. Seguro que lo escucharán.

Me siento en la silla de Alex y lo escucho. No lee del papel que le entregué


palabra por palabra, pero lo resume muy bien, dándole su propio sabor. Luego hace
algo que me sorprende.

—Antes de salir, quiero animarlos a que realmente escuchen lo que dijo Sutton
—dice mientras se vuelve y me señala con una sonrisa—. He llegado a conocerla
bastante bien durante los últimos meses y no hay nada más importante para ella que
ayudar a los necesitados. No tengan miedo de pedir ayuda. Podría marcar una gran
diferencia no solo en sus vidas, sino también en su ser querido que es adicto.

Alex agradece a los niños por escuchar y ellos le dan una ovación de pie. Quiero
poner los ojos en blanco, pero no lo hago. Estoy demasiado orgullosa de él, así como
de mí misma, porque creo que todo salió mucho mejor de lo que hubiera esperado.

No nos quedamos para hablar con los estudiantes. El director sugirió y


acordamos una salida rápida, porque como los niños serán niños, la mayoría
probablemente solo estaban interesados en la estrella del hockey en medio de ellos.
Aun así… apuesto a que hay al menos un niño aquí hoy que recibió el mensaje y se
acercará. Estoy segura de ello.

Salimos de la escuela y cruzamos el estacionamiento. Veo que Alex estacionó su


Suburban justo al lado de mi auto. El silencio entre nosotros es un poco pesado, pero
no sé qué decir. Al parecer Alex tampoco, porque no sale ni un pío de él.

Cuando llegamos a los coches, camina a mi lado hasta la puerta del conductor.
Cuando alargo la mano con mis llaves para abrirlo, me agarra del brazo y me detiene.
Volviéndome hacia él, dudo un momento, temerosa de mirarlo a los ojos. Ni siquiera
sé si tenemos una relación en este momento, dado el silencio de radio entre nosotros
los últimos dos días.

Finalmente tengo el coraje de levantar los ojos, y el alivio me recorre cuando veo
calidez y orgullo en su rostro, complementado con una gran sonrisa. Extiende la
mano y coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja, luego se inclina para darme
un beso suave.

—Estuviste increíble, Sutton —dice en voz baja—. Estoy realmente


impresionado.
239
Su mirada se vuelve un poco triste y luego me atrae para un abrazo.

—Lamento que hayas pasado por eso con Cosmo. No tenía ni idea.

Me encojo de hombros, como si no fuera gran cosa. Quiero decir, sé que es un


gran problema, pero he hecho las paces con eso. No quiero que él esté triste por mí,
porque yo no estoy triste por mí.

Me sostiene durante mucho tiempo y solo escuchamos el silencio. Finalmente,


me armo de valor.

—Te extrañé.

Alex me aprieta en respuesta y murmura en mi oído.

—Yo también te extrañé. Mucho.

Dando dos pasos hacia atrás, Alex me empuja con él y se inclina hacia atrás
contra su Suburban. Abriendo las piernas, me empuja hacia el medio y apoya las
manos en mis caderas.

—Lamento no haber llamado mientras no estaba.


Le doy una sonrisa que le dice que está bien.

—Yo tampoco te llamé.

—De hecho, me alegro de que no lo hayas hecho —admite con una mueca de
dolor—. Yo… um, estaba atrapado en un drama familiar y solo necesitaba algo de
espacio.

No quiere contar los detalles. Puedo decirlo por la expresión de su rostro y la


tensión en sus hombros, así que todo lo que pregunto es:

—¿Estás bien? Quiero decir, ¿todo salió bien?

—Sí, eso creo —dice, luego mira hacia el estacionamiento.

El sol de la tarde golpea sus ojos y los ilumina a un azul pálido, que aparece aún
más brillante debido a sus pestañas espesas y oscuras.

Cuando se vuelve para mirarme, dice:

—Quería disculparme de nuevo… por la forma en que actué en Nueva York. No


tengo ninguna excusa.
240
Me sorprende lo molesto que todavía está por eso. Él ya se disculpó conmigo, y
claramente lo acepté, porque lo dejé entrar en mi cuerpo después de eso. Pensé que
eso decía mucho, así que no estoy segura de por qué todavía siente la necesidad del
perdón.

—Alex… está bien… —empiezo a asegurarle, pero me interrumpe.

—No… no lo está. No está bien porque tengo miedo de que vuelva a suceder. A
veces siento que estoy en la cuerda floja, un acto de equilibrio que mantengo
constantemente para poder estar contigo. Pero siento que me inclino más y más
últimamente. Es un tira y afloja constante dentro de mí, y la mitad del tiempo siento
que debería romper las cosas contigo para evitar lastimarte más en el futuro.
Honestamente… es por eso que no te llamé en los últimos días. Estaba pensando en
terminar las cosas.

Respiro profundamente, tratando de expandir mis pulmones más allá del dolor
que crean esas palabras.

—¿Puedes compartir conmigo qué sucedió para causar esto? Quiero ayudarte.

Soltando mis caderas y llevando sus manos a mi cara, me mira fijamente.


—Los detalles no son importantes, solo algo de mierda con mi papá. Creo que
lo arreglé.

—Entonces, ¿dónde estamos? —pregunto vacilante, porque por lo que sé, sus
próximas palabras me van a romper el corazón.

Aun tomando mi rostro, Alex se inclina y me besa. Suave al principio, pero luego
su boca se abre y desliza su lengua dentro de mí, haciendo que todos mis problemas
se desvanezcan. Me acerco a él hasta que mi pelvis descansa contra la suya, y no
importa que estemos en el estacionamiento de una escuela secundaria pública, me
aprieto un poco contra él y siento que se pone duro. Es un movimiento desesperado
de mi parte, con la esperanza de que mi atractivo sexual lo mantenga inmovilizado
a mi lado.

Alex suelta un gemido profundo y me besa con más fuerza, por un momento,
solo para dejar claro su punto. Cuando se aleja, dice:

—No puedo dejarte ir. No quiero hacerte daño, pero tampoco quiero estar sin ti.
Lo he dicho antes… Soy un bastardo egoísta. Me arriesgaré a lastimarte solo para
poder tener otro día, otra semana, otro mes. Dime que soy un bastardo.
241
Sus palabras son urgentes y están llenas de necesidad. Necesita que lo llame
mentiroso y eso es lo que voy a hacer.

—No eres egoísta. El corazón quiere lo que el corazón quiere.

—¿Es mi corazón el que te quiere, Sutton? —pregunta en un murmullo bajo—.


¿O es solo mi pene?

—Solamente tú puedes responder a eso —le digo sin aliento—. Pero mi corazón
está involucrado, así que ya sea que me lastimes en este momento o me lastimes en
el futuro, dolerá de todos modos.

Alex me empuja hacia él con fuerza y me abraza de nuevo. Nunca hubiera


tomado a Alex por ser muy amante de los abrazos, pero parece encontrar una medida
de consuelo en la intimidad del acto.

Colocando sus labios contra mi mejilla, Alex me dice:

—Tengo tanto miedo de lastimarte que creo que es seguro decir que
definitivamente mi corazón está involucrado.

—Entonces, trata de no lastimarme.


—Lo intentaré —responde, y estoy agradecida de que su voz sea sincera.

242
Capítulo 25
Alex
—Crossman… a mi oficina… ¡ahora!

Garrett me da una palmada reconfortante en la espalda y una mirada de simpatía


mientras sale del vestuario, con su bolsa de juego colgada del hombro.

—Llámame más tarde, amigo, si quieres ir a tomar una cerveza o algo.

—Claro —le digo, pero sé que después de la regañada que me darán, no voy a
tener ganas de salir. Especialmente no además de esa miserable actuación que acabo
de entregar para mi equipo, y en especial, no después de que perdimos nuestro tercer
juego consecutivo. 243
Al entrar en la oficina del entrenador, tomo asiento y quito un trozo de pelusa
inexistente de mis pantalones. Cuando lo miro al otro lado del escritorio, me mira
con una mezcla de ira y preocupación.

—¿Cuál es el problema? —pregunta.

—No hay problema —respondo, el sabelotodo que hay en mí aparece temprano


en el juego.

—Vuelve a intentarlo, Crossman. Para un tipo que promedia al menos un gol o


una asistencia por partido, algo está jodidamente mal, no has tenido un punto desde
que regresamos de Nueva York. Ahora, quiero saber cuál diablos es el problema.

—Vaya, entrenador, realmente has estado trabajando en tus habilidades de


motivación —me burlo.

Pretore me mira por un momento, las cejas arqueadas ante mi audacia, luego me
da una sonrisa maliciosa.

—¿Qué es? ¿El coño que estás consiguiendo no es lo suficientemente bueno?


¿Dejaron de fabricar tu marca de helados favorita? Joder, tal vez tus bragas estén
demasiado apretadas. Tiene que ser algo.
No puedo evitarlo, me echo a reír, incluso me agacho y me agarro el estómago.
Cuando miro hacia arriba, el entrenador me está sonriendo, pero sus ojos están
preocupados.

—En serio, Alex. ¿Qué puedo hacer para que vuelvas a encarrilarte? Estabas
jugando tan bien… realmente tenías tus ideas claras.

La risa muere y la amargura brota dentro de mí.

—No sé. Mi enfoque está apagado.

—Bueno, no me digas, Dick Tracy. ¿Cómo conseguimos que vuelvas a


concentrarte?

—Trabajaré más duro —le digo rápidamente.

—No son tus habilidades y ambos lo sabemos. Tu golpe no necesita pulirse, tu


confianza sí.

—¿Crees que mi confianza se ha ido? —pregunto, sorprendido por su conclusión.


244
Todavía me siento tan arrogante y egocéntrico como siempre cuando salgo al
hielo. Por supuesto, me frustro fácilmente, y eso puede quitarme algo de
concentración y motivación, pero seguramente todavía tengo confianza.

Soy el jodido Alex Crossman… el Más Valioso Pendejo y todo eso.

—Mira, amigo —dice el entrenador, realmente adoptando un tono paternal


conmigo—. Necesitas evaluar tu vida… descubrir qué te está causando estrés y
deshacerte de él. Entras en un punto mental que es difícil liberarse. No lo ignores,
¿de acuerdo?

Sus palabras me causan una inmensa incomodidad porque hay un par de cosas
que me estresan, una de las cuales es mi preocupación constante de lastimar a Sutton.
Es algo en lo que pienso todos los días. El otro es mi padre. Me preocupa que deje la
rehabilitación, empiece a beber y se mate. Si eso sucede, no sé si podré sobrevivir a
la culpa, porque no importa lo que Cameron me dijo ese día en el desayuno, podría
haber intervenido hace mucho tiempo y pedir ayuda para él.

Eso fue probado por el hecho de que cuando fui a Canadá la semana pasada,
papá fácilmente lo aceptó cuando le sugerí rehabilitación. Lloró cuando le dije que
no quería que muriera, y luego hice sus maletas y lo llevé a una instalación que
Cameron ya había arreglado.
Sacudiendo la cabeza, me levanto y miro a Pretore.

—Me centraré. Lo prometo.

—Asegúrate de que lo hagas, chico. Espero grandes cosas de ti.

Genial… más presión. Ahora me preocupa decepcionar a mi entrenador.


Ciertamente, las cosas eran mucho más fáciles antes…

Antes me preocupaba por el juego.

Antes de conocer a Sutton.

Antes de intervenir para ayudar a mi papá.

Todo era más fácil y me encuentro resentido por las cargas repentinas colocadas
en mi puerta. Me hace desear tiempos más fáciles en los que podría ser un solitario
y, si quería follar con alguien, Cassie estaría allí para liberarme y luego irse
rápidamente.

Al salir de la oficina del entrenador, saco mi teléfono celular y veo un mensaje


de texto de Sutton.
245
Ven esta noche.

Eso es todo lo que dice, pero no hace falta decir más. Tampoco necesitaba la
invitación, porque a pesar de mi obsesiva preocupación por Sutton, ella es como mi
droga y no hay forma de que no vaya a recibir una dosis esta noche. Necesito que
ella mantenga cierto nivel de cordura, porque solo su voz me cubre con un bálsamo
relajante. Su toque me hace sentir en paz. Cuando me la follo, el mundo se derrite y
solo ella existe.

Al salir al estacionamiento de los jugadores, firmo algunos autógrafos para


algunos de los fanáticos que aún permanecen. Luego entro en mi coche y me dirijo
a la casa de Sutton.

Cuando abre la puerta y la veo por primera vez hoy, me siento inmerso en la
serenidad. Me olvido del juego de mierda y defraudar a mi equipo. Me olvido de mi
papá, de mi rabia y de mi resentimiento. Es tan fácil dejarlo pasar cuando ella está
parada allí luciendo aún más hermosa que cuando dejé su cama esta mañana.
Me sonríe en bienvenida y ni siquiera espera a que entre antes de rodearme con
sus brazos y abrazarme. De pie en el umbral de su casa, dejo que me consuele por el
juego de mierda, por decepcionar a mi equipo y el desastre que es mi padre. Ella no
sabe que me está consolando por todas esas cosas, pero me lo estoy tomando de todos
modos.

Luego me besa con un cuidado tan delicado que mi alma se retuerce, y eso solo
refuerza mi deseo de tenerla, cueste lo que cueste.

—Adelante —dice en voz baja y me toma de la mano.

Su sala de estar está brillando con una luz parpadeante mientras la chimenea
crepita con un pequeño fuego y su árbol de Navidad, que ella puso el Día de Acción
de Gracias, centellea con luces multicolores. Se ve mágico y romántico, y me hace
querer simplemente abrazarla en el sofá, lo cual es extraño porque mi primer
pensamiento normalmente sería que quiero follarla en el sofá.

Llevándome al sofá, me suelta la mano y tomo asiento. Se sienta y se acurruca a


mi lado, mientras yo envuelvo mi brazo alrededor de su hombro. Poniendo su mano
en mi pecho, me acaricia suavemente a través de la tela de mi camisa de vestir.
246
—Entonces, ¿qué te pareció el juego? —le pregunto, con curiosidad por saber
cómo abordará el hecho de que jugué como un aficionado en una liga recreativa
local. ¿Lo endulzará o me lo dará directamente?

Pasando ociosamente sus dedos sobre el centro de mi pecho, no se anda con


rodeos.

—No te ves concentrado.

—No me siento concentrado —le digo con resignación, y también con gratitud
porque ella me habla con sinceridad.

Dolorosamente así.

—Entonces eso significa que tienes algo que pesa sobre ti. ¿Quieres hablar de
eso?

¿Yo? ¿Quiero compartir mis demonios? ¿Lo entenderá o hará la misma


comparación inevitable que hice entre nuestras vidas, y me juzgará indigno porque
parece que no puedo arreglar mis cosas por completo?
El mero hecho de que esté preocupado por su reacción me dice que mi confianza
en general se ha visto afectada. Al menos, el imbécil que es Alex Crossman nunca se
disculparía ni pondría excusas por sus acciones o reacciones. El suave y tierno Alex
es una historia diferente, y mentalmente me burlo de mí mismo para que sea un
hombre y lo diga de una vez.

—Cuando fui a Canadá… fue para poner a mi papá en rehabilitación —le digo,
dejando que el impacto de mis palabras se hunda. Esto tocará muy cerca de casa con
Sutton.

Ella se sacude en mis brazos y se sienta derecha, soltando mi brazo de alrededor


de sus hombros. Por fortuna, su mirada es compasiva, no lastimera. También me da
una pequeña sonrisa de agradecimiento, que sé que es porque lo compartí con ella.

Levantándose sobre sus rodillas y volteando su pierna sobre mi regazo, Sutton


se sienta a horcajadas sobre mí, apoyando las palmas de sus manos en mi pecho. La
calidez de su toque se filtra con un efecto calmante, lo que me ayuda a relajarme un
poco.

—Oh, Alex —dice con suavidad—. Lo lamento. Eso es algo muy valiente de
hacer, pero también da mucho miedo. 247
Exactamente. Es aterrador.

—Su médico dice que, si no deja de beber, se va a morir.

—Entonces, él tiene una larga historia —supone.

—Desde que tengo memoria —digo con ironía.

Deslizando sus dedos hasta justo por encima de mi botón abierto en la parte
superior de mi camisa, roza sus dedos sobre la piel de mi clavícula. No es sexual,
pero habla más de la necesidad de tener contacto piel con piel, para promover más
cercanía, por así decirlo. Sin embargo, estaría mintiendo si no admitiera que mi pene
se movió un poco.

—¿Quieres hablar sobre eso… contarme los detalles? A veces ayuda compartir.

Mis manos, que anteriormente habían estado descansando en el sofá a ambos


lados de mis caderas, se mueven hacia arriba para agarrar sus muslos. Froto mis
pulgares sobre sus piernas, empujando hacia adentro para que pueda sentirlo a través
de la mezclilla gruesa de sus jeans.
Mirando la base de su garganta, porque no estoy seguro de poder revelar mi
historia mientras la miro a los ojos, le cuento todo sobre mi papá.

—Mi papá era jugador de hockey, pero no fue lo suficientemente bueno para
avanzar más allá de las menores, y ni siquiera fue lo suficientemente bueno para
quedarse allí por mucho tiempo. Cuando tuvo hijos, decidió que viviéramos su
sueño.

Tal vez porque es plenamente consciente de que esto es difícil para mí,
probablemente porque no la miraré a los ojos, Sutton se inclina y apoya la cabeza en
mi hombro, presionando su pecho contra el mío. Luego agarra mis muñecas y por la
fuerza quita mis manos de sus muslos, dirigiéndolas para que se envuelvan alrededor
de su espalda y se aferren a ella con fuerza.

Con ella pegada a mí, y mi mirada ahora enfocada en el fuego, continúo mi


historia.

—Mi hermano, Cameron, es cinco años mayor. No tenía talento, así que papá
básicamente lo ignoró toda su vida. Pero eso lo dejó para que canalizara toda su
energía en mí…
248
Mi voz se quiebra, no con una emoción abrumadora, porque estoy bastante
helado cuando enfrento estos recuerdos. En cambio, encuentro que mi boca está seca
simplemente porque me estoy preparando para contar mi pesada historia en la puerta
de Sutton y no tengo ni idea de cómo va a reaccionar.

Como si sintiera mi vacilación, murmura:

—Dímelo solo si quieres, Alex. Sin presión.

Sin darme cuenta de que mi pecho ha estado apretado, mis músculos se aflojan
un poco y puedo respirar mejor. Su insistencia en ir al ritmo con el que me siento
más cómodo hace que el miedo disminuya.

—Fue abusivo. Borracho la mayor parte del tiempo, pero abusivo verbal y
físicamente. No importa lo bueno que fuera yo, y Sutton, era jodidamente bueno, él
siempre encontraba fallas en mi juego. Y las fallas requerían castigo.

Aprieto mis brazos a su alrededor, un poco más fuerte, para mi consuelo y tal
vez también para ella.

—Estoy seguro de que fue para calmar su propia conciencia, pero mi padre
disfrazó el castigo como “práctica”. Disparaba discos a mi cuerpo y no permitía que
me defendiera. Tendría moretones por todas partes y me dolería como un hijo de
puta. O me obligaba a hacer repeticiones, a veces durante horas, a menudo hasta
altas horas de la madrugada. No me dejaba detenerme para beber nada, y solo
después de que colapsaba por el agotamiento se terminaba la “práctica”. Me
regañaba… constantemente y frente a los demás. Si me atrevía a responderle, o
incluso a suplicarle que me diera un descanso, usaría sus puños, o un palo de hockey,
o su cinturón… lo que fuera más práctico.

Una de las manos de Sutton, que todavía descansa sobre mi pecho, se clava en
mi piel con angustia y deja escapar un suspiro entrecortado.

—Era un monstruo —susurra.

—Sí —le digo—. La mayor parte del tiempo, pero no todo. Hubo algunos buenos
momentos.

—Lo sé —dice simplemente, y lo hace.

Lo mismo dijo el otro día, que hubo buenos momentos con Cosmo.

—Él robó tu infancia. 249


—Sí —estoy de acuerdo.

—Te hizo odiar tu carrera.

—Sí.

—No me gusta tu papá —dice, casi con petulancia, y eso me hace reír.

—A mí tampoco me gusta mucho —concuerdo de nuevo, dándole un ligero beso


en la cabeza.

—Pero estás preocupado por él. Al igual que me preocupo por Cosmo.

—Sí —le digo, pero no le digo todo.

No le hablo de la abrumadora culpa que estoy sufriendo, porque creo que es mi


culpa que él haya llegado a estar así de mal. Pasé los últimos ocho años de mi vida
adulta, fuera de su pulgar gobernante, simplemente mirándolo beber su vida por el
inodoro. Comí cena tras cena mientras él se servía vodkas dobles, casi deseando que
bebiera más rápido para que se desmayara y se olvidara de mí. Ni una sola vez se me
pasó por la cabeza que pudiera estar suicidándose.
Le permití seguir adelante, deseando a menudo que así fuera. Tal vez de forma
inconsciente quería que muriera, para que saliera de mi vida para siempre.

Esos pensamientos hacen que un violento estremecimiento me recorra y la bilis


suba por mi garganta. Esos pensamientos van a hacer que vaya al infierno, y no estoy
seguro de poder expiarlos alguna vez.

Sutton empuja hacia arriba de mi pecho donde ha estado acostada y cuando


nuestros ojos se encuentran, noto que los suyos tienen una ligera película de lágrimas
cubriéndolos. Ella está triste por mí… llorando por mí, y eso me toca más
profundamente que cualquier otra cosa antes.

Levantando una mano, enredo mis dedos a través del cabello en su sien y los
empujo hacia atrás. Cuando tomo la parte de atrás de su cabeza, le doy la más suave
de las sacudidas para que sepa que hablo en serio.

—No llores por mí, Sutton. No gastes tus lágrimas en esa historia. Tienes cosas
mucho más importantes por las cuales estar triste.

La propia mano de Sutton se levanta y agarra mi muñeca que sostiene su cabeza.


Su sonrisa es trémula. 250
—No puedo evitar llorar por ti. Te amo.

Una emoción como nunca la había sentido en toda mi vida brota dentro de mí.
Parece burbujear desde el centro de mi estómago, extendiéndose hacia afuera… por
mis piernas, mis brazos… por mi columna. Me cubre la piel con un cosquilleo cálido
y el centro de mi pecho parece que va a estallar en una fuente de tensión liberada.

Insto al sentimiento, esperando la euforia que siento que está lista para liberarse
debido a la revelación de Sutton de que ella me ama. Espero que expulse mi amargura
y me alimente de paz.

Lo espero, y lo espero, y lo espero.

Pero nunca sucede. En cambio, el hormigueo se atenúa y, mientras queda una


ligera sensación de calor, un dolor se centra en mi pecho, se pliega sobre sí mismo
hasta una intensidad concentrada y palpita con la precisión de un tambor.

Es el dolor de darme cuenta de que no amo a Sutton.

Al menos no creo que lo haga. De lo contrario, ¿por qué no se liberó la alegría?


¿Por qué, en cambio, me dolió el corazón?
Busco el sentimiento de nuevo, ¿volverá a la vida?

Me quedo vacío.

Sutton me mira fijamente, las luces parpadeantes del árbol de Navidad bailan en
sus ojos. Ella no está esperando que las palabras regresen a ella. Lo sé porque no veo
ninguna expectativa o decepción en su mirada. Solo veo amor, cuidado y ternura.
Solo la veo esperando que yo acepte su regalo sin ninguna suposición de que va a
recibir algo a cambio.

Es la persona más jodidamente asombrosa y desinteresada que he conocido, y


nunca ha sido más claro que yo soy la persona más indigna para ella.

Debería dejarla ir… ahora mismo, en este mismo momento.

Pero soy un bastardo egoísta y no lo voy a hacer. Me quedaré con ella hasta que
esté listo para destruirla, y luego agregaré eso al montón de culpa que ya estoy
sufriendo.

251
Capítulo 26
Sutton
—Deja de inquietarte —me dice Alex—. Te ves nerviosa.

—Tú también estás inquieto —señalo secamente.

—Eso es porque estoy nervioso. No hago cosas como esta.

Riendo, engancho mi brazo a través de su codo y nos abrimos paso entre los
invitados a la fiesta.

—Todo saldrá bien. Solo sonríe, charla un poco y bebe unas cervezas para
relajarte. 252
Es cierto que Alex está nervioso porque no socializa con sus compañeros de
equipo. O, al menos, no lo ha hecho en el pasado. En definitiva, estoy nerviosa
porque es la primera vez que me encuentro con el resto del equipo y sus seres
queridos, y siento que soy el centro de atención. Sobre todo, porque sé que la antigua
llama de Alex fue transparente en su búsqueda por conseguir un marido de hockey.
Simplemente no quiero que nadie piense eso de mí.

Kelly y Mike Malone están celebrando una fiesta de Suéteres Navideños Feos.
Al parecer, este es el segundo año que lo organizan y es solo para adultos. Según
Alex, es una de las pocas veces que el equipo se reúne sin niños y se divierte mucho.
Ya me ha asegurado que es el conductor designado, lo que no me sorprende, y me
ha dicho que me sume si quiero. Alex rara vez bebe más de dos cervezas, y me
pregunto si eso se debe a los problemas de su padre.

Nos abrimos paso a través de la multitud y entramos en la cocina, donde está


ubicada una barra completa de vino, cerveza y todos los licores sobre la faz de la
tierra. Kelly está parada allí con un grupo de mujeres y cuando me ve, su rostro se
ilumina.

Al dar la vuelta a la isla de la cocina, extiende los brazos para un abrazo.


—Sutton… me alegro mucho de que hayas venido. Y tu suéter es genial.

Miro hacia abajo brevemente y luego doy un paso en su abrazo, le doy una
sonrisa. Mi suéter es bastante horrible. Es de color rojo brillante y verde con un pastel
de frutas bordado en la parte delantera y un lazo rojo que está hecho de algún tipo
de material rojo peludo que me cruza el pecho. Alex me echó un vistazo cuando me
recogió y me exigió que me cambiara. Le dije que me besara el trasero, después de
todo, era una fiesta de Suéter Feo.

Después de soltarme, Kelly se vuelve hacia Alex y juguetonamente le da un


puñetazo en el bíceps.

—¿Cómo es que no estás usando un suéter, Alex?

—Uh… sí, no me gustan los suéteres feos —dice con seriedad y Kelly le da una
mirada burlona.

—Aguafiestas —dice ella y luego pone sus palmas sobre sus hombros y lo empuja
fuera de la cocina—. Vete. Encuentra a los chicos. Vayan a jugar y hagan lo que
hacen juntos. Voy a robarme a Sutton.
253
Alex no se mueve al principio y me lanza una mirada de pánico. Realmente no
quiere estar aquí, pero se esfuerza por ser sociable. Sé que se sentiría más cómodo
conmigo a su lado. Casi siento pena por él, pero luego me doy cuenta de que será
una buena experiencia de aprendizaje.

Dándole un pequeño saludo con mi mano, le digo:

—Shuu. Ve a jugar.

La mirada que me lanza Alex no tiene precio. Dice: Lo único que quiero jugar es
contigo… en el dormitorio.

Pero se lo toma como un hombre, me lanza una mueca mientras agarra una
botella de cerveza de un gran cubo de hielo en el piso de la cocina y se marcha.

Kelly me toma del brazo y me da la vuelta hacia la pandilla de mujeres que se


ciernen sobre mí. Hace las presentaciones y me alivia que todas sean amables y
cálidas. Está la esposa del capitán del equipo, Mely Brassard, una pequeña ex
animadora universitaria del Medio Oeste que tiene mucha energía y siente que es su
deber animar a todas las esposas y novias de los jugadores. Me gusta inmensamente
y puedes ver que es una especie de pegamento que los mantiene unidos. También
está Karen Algo-u-Otro, quien creo que dijo que su esposo es el portero suplente;
Becky no podría-pronunciar-su-apellido-si-lo-intentara, cuyo esposo es de la
República Checa; y Gina Toast, sí, Toast, que es como yo, solo la novia de uno de
los jugadores, pero que ha estado cerca durante mucho tiempo. Ha estado saliendo
con Zack Grantham, un ala izquierda de segunda línea, durante seis años y tienen
un hijo de dos años juntos.

—No puedo decirte lo feliz que estoy de ver a Alex saliendo —dice Mely con
una sonrisa brillante y una voz entrecortada y cantarina. Casi como si ella, lo
adivinaste, estuviera animando.

—Siempre ha sido tan retraído. Sé que parece enojado y un idiota la mayor parte
del tiempo, pero siempre lo encontré triste —agrega Kelly.

—Zack lo idolatra —dice Gina en voz baja—. Siempre lo ha hecho. Pero


últimamente, Alex realmente ha estado trabajando con él y lo ha apoyado tanto que
Zack cree que el sol sale y se pone sobre Alex. Ahora es una persona completamente
diferente.

—Creo que tenemos que agradecerte por eso —dice Mely.

—Absolutamente —dice Becky y luego se inclina hacia adelante y baja un poco 254
la voz. Todas las mujeres, incluida yo, se inclinan para escuchar su comentario—.
Además, esa perra Cassie era mala para él.

Todas las mujeres asienten vigorosamente con la cabeza de arriba abajo y estoy
empezando a comprender que la aversión por Cassie es bastante generalizada en todo
el equipo.

—Bueno, al menos ya no tendrás que preocuparte por ella —digo, esperando que
ahora que la mirada de Alex se ha vuelto hacia mí, Cassie sea cosa del pasado.

—Lo que sea —dice Kelly con fingida desdén—. Esa chica ya está al acecho de
nuevo. Todos los chicos solteros de nuestro equipo están en su punto de mira.

—Ella trató de coquetear con Zack esta noche —gruñe Gina—. Odio decírselo a
la perra, pero el hecho de que no estemos casados no significa que esté disponible.

—¿Ella está aquí? —pregunto, tragando saliva.

Ni por un minuto creo que esté lista para renunciar a Alex, al diablo con todos
los demás solteros. Tiene historia con Alex y recuerdo con toda claridad la
posesividad que mostró cuando tuve la desgracia de conocerla.
—Sí, la vi dando vueltas hace un rato —se lamenta Kelly—. Solo deseo haber
sido lo suficientemente perra como para insistir en que no viniera.

—Bueno, te puedo garantizar que la rechazaré de cualquier fiesta futura que


Zack y yo tengamos —dice Gina.

—¿Rechazar a quién?

Escucho detrás de mí y me doy la vuelta para ver a un hombre apuesto y rudo


entrar en la cocina. Es alto, pero, de nuevo, todos los de Cold Fury lo son, con ojos
color ámbar y cabello castaño cálido que usa bastante corto. Él está mirando
directamente a Gina con una mirada que dice que quiere comérsela para cenar, y una
sonrisa semi-licenciosa en su rostro.

Observo mientras camina alrededor del mostrador de la isla de la cocina,


directamente hacia Gina, y la inclina hacia atrás con un beso.

—¿A quién vas a rechazar, bebé?

Cuando Zack la deja levantarse, Gina tiene los ojos llenos de estrellas mientras
mira a su hombre, sus dedos agarrando con fuerza el suéter tremendamente feo que 255
está usando. Tiene una enorme cara de reno con dientes de gato, realizada en verde
brillante.

—Hablando de Cassie —dice Kelly, porque aparentemente Gina se ha quedado


boquiabierta por el beso de Zack.

—Esa mujer es un desastre —dice Zack con buen humor, ajeno a las miradas
maliciosas que el resto de las mujeres están dando mientras todas asienten.
Volviéndose hacia Gina, le pregunta—: ¿Estás lista para ir a casa?

—¿Qué? Acabamos de llegar —dice sorprendida.

—Lo sé —dice con un encanto sexy que rezuma de sus poros—. Pero como
tenemos una niñera toda la noche, pensé que podríamos… ya sabes, tener un tiempo
a solas.

El rostro de Gina se pone rojo como una remolacha, pero no duda en volverse
hacia la encimera de la cocina y agarrar su bolso.

—Nos vamos de aquí —nos dice a todas. Volviéndose hacia mí en particular,


dice—: Fue un placer conocerte, Sutton. Planeemos reunirnos pronto, ¿de acuerdo?
—Claro —le digo con una sonrisa, y pienso para mis adentros que no me
importaría si Alex viniera ahora mismo para llevarme. Si bien disfruto absolutamente
de estas mujeres, nada se compara con el tiempo a solas con Alex.

Hablando de eso, decido ir al acecho en busca de un demonio de cabello negro


y ojos azules al que siento la necesidad de besar. Mientras todas las mujeres se
despiden de Gina con abrazos, le susurro a Kelly que voy a ir a buscar a Alex y ella
me hace un guiño antes de marcharme.

Dejando atrás los sonidos de la suave música navideña, comienzo a dirigirme


hacia una cacofonía de fuertes gritos y risas masculinas, a través de una puerta del
pasillo principal y bajo un tramo de escaleras hacia el sótano. En la sala de
entretenimiento de Mike Malone, decorada con recuerdos de Cold Fury de arriba a
abajo, encuentro a Alex sentado en un bar con Garrett y algunos otros jugadores que
reconozco, pero cuyos nombres no puedo ubicar. Se ríe de algo que dijo Garrett, sus
ojos se arrugaron en genuina felicidad y camaradería. Me da un vuelco el estómago
al verlo tan suelto y relajado con sus compañeros porque sé que ha sido un trabajo
en progreso.

Me abro paso entre la multitud, con los ojos clavados en Alex. Cuando me acerco
a tres metros, es como si me sintiera porque gira las tres cuartas partes del camino en
256
el taburete en el que está sentado y me mira con sus ojos fijos en mí. Una comisura
de su boca se inclina hacia arriba y su mirada se desliza sobre mí como una cálida
manta.

Nos miramos mutuamente mientras camino hacia él, incluso cuando Garrett
está tratando de decirle algo a Alex, que lo está ignorando por completo. Vagamente
me doy cuenta de que Garrett golpea a Alex en el brazo para llamar su atención, pero
sigue distraído.

Entonces Alex se pone de pie y con un paso se encuentra conmigo el resto del
camino, y estoy en sus brazos. Se inclina para darme un suave beso en mis labios y
puedo escuchar a Garrett y los otros chicos haciendo comentarios sarcásticos en el
fondo. Incluso cuando los labios de Alex comienzan a separarse de los míos, su mano
se levanta y desliza sus dedos por el costado de mi cuello, su pulgar rozando mi
mandíbula.

Me mira con una sonrisa.

—¿Tuviste suficiente tiempo de vinculación femenina?

—Fue genial —le digo en tono burlón—. No es tan divertido como el tiempo de
vinculación contigo, pero sigue siendo agradable.
No tuve la intención de que mi comentario significara otra cosa que un ligero
empujón a nuestro insaciable deseo el uno por el otro. Pero Alex lo toma de otra
manera y lo sé por la mirada febril que me lanza.

—Tiempo de vinculación —reflexiona, su voz sexy, rica y llena de promesas, y


no quiero nada más que irme con él ahora mismo para permitirle cumplir dicha
confesión. Su pulgar continúa rozando mi mandíbula, y está perdido en sus
pensamientos en lo que supongo es una ensoñación de lo que podríamos hacer
durante un momento serio de vinculación.

—Mataría por saber qué está pasando por tu mente en este momento —le susurro
para que solo él pueda oírme.

Sus ojos buscan los míos, moviéndose de un lado a otro como si reflexionara
sobre el misterio más profundo.

—¿Qué tal si te muestro en su lugar?

Sin esperar a que responda, la mano de Alex se aparta de mi rostro y me agarra


del codo. Me aparta de sus compinches y me empuja con suavidad, pero
rápidamente, hacia la escalera que conduce al nivel principal de la casa Malone. 257
Pasamos junto a otros fiesteros, que nos regalan sonrisas y asentimientos de
cabeza. Una persona intenta detener a Alex para que nos hable, pero medio gruñe,
medio se disculpa y me empuja hacia adelante. Por un pasillo, subiendo otra escalera
hasta el segundo piso, y directo al baño en la parte superior del rellano.

Encendiendo la luz, me empuja hacia adentro y cierra la puerta detrás de él,


girando la cerradura con un clic. Cuando se da la vuelta, su mirada es prácticamente
lasciva y mi sangre comienza a hervir.

—¿Vamos a pasar un momento de vinculación? —bromeo, pensando que


seguramente él quiere una sesión de besos rápida y caliente en la que no nos
molesten.

Alejándose de la puerta, me acecha… me persigue. En solo un paso, me agarra


por los hombros y me atrae para darle un beso ardiente y castigador. Ahora, esto es
de lo que estoy hablando… tiempo de vinculación de calidad.

Alex me besa profundamente, mordiendo mi labio inferior antes de alejarlo. Me


hace girar rápidamente y me empuja hacia el lavabo hasta que mi pelvis descansa
contra éste. El movimiento me asusta y me miro en el espejo, jadeando ante su reflejo
mirándome.
Sus ojos son salvajes… su respiración ya es superficial. Esto es mucho más que
un beso.

Dejando caer los brazos, agarra la tela de mi falda larga y negra y lentamente
comienza a subirla por mis piernas. Observo el progreso en un estado casi de
ensueño, con la cabeza ladeada con curiosidad. El aire es frío cuando golpea mi piel
y cuando el borde del material golpea la parte inferior de mis bragas, levanto los ojos
hacia el espejo para mirar a Alex. Como si me sintiera, su propia mirada se eleva
para encontrarse con la mía en el reflejo y me da una sonrisa maliciosa que hace que
me recorra un escalofrío.

—¿Qué estás haciendo? —susurro.

Me mira enarcando una ceja, y sí, sé que fue una pregunta estúpida.

—Solo observa —es todo lo que dice.

Y lo hago.

Observo cómo me sube la falda por completo y me la pone alrededor de la


cintura. 258
Observo como su brazo se curva a mi alrededor y su mano se mete entre mis
piernas, frotándome a través de la seda húmeda de mis bragas. Aspiro una bocanada
de oxígeno y mi cuerpo se tensa por completo.

—Alguien podría venir —le advierto a Alex—. Necesitan usar el baño.

Él no responde, solo mira rabiosamente la forma en que su mano se mueve


contra mí.

Sin embargo, el contacto no es suficiente para él, y desliza su mano por la parte
delantera de mi ropa interior, hundiendo un dedo dentro de mí, al mismo tiempo que
aprieta su erección contra mi trasero.

—Oh, Dios —gimo y mi cabeza cae hacia atrás sobre su hombro, con los ojos
clavados impotentemente en su mano mientras su dedo entra y sale de mí.

—Necesito estar dentro de ti, nena —me dice con voz ronca cerca de mi oído y
mientras mi mente piensa, No, estamos en el baño de otra persona en una casa llena de
gente, mi cabeza comienza a asentir en señal de acuerdo.
Ni siquiera estoy segura de que Alex obtuviera mi asentimiento, pero él se
apresura a bajarme las bragas, levantando solo uno de mis pies con botas para sacar
rápidamente el material.

Con mis innombrables ahora agrupados alrededor de un solo tobillo, Alex se


levanta y me inclina sobre el lavabo. Lo miro, embelesada, mientras trabaja en su
cinturón y cremallera, sus movimientos rápidos y eficientes porque sabe exactamente
lo que quiere.

Cuando se libera, seductoramente duro y palpitante de necesidad, sus ojos se


cruzan con los míos en el espejo una vez más. Él me sostiene… no me deja ir, y nos
miramos el uno al otro. Tantas cosas pasan por ese espejo entre nosotros.

Necesidad.

Deseo.

Insaciabilidad.

No aparto la mirada… ni una sola vez. Ni siquiera cuando se hunde dentro de


mí con una embestida fluida y sus párpados se cierran en éxtasis. Se sostiene dentro 259
de mí profundamente, sus manos descansando suavemente en mis caderas y sus
pulgares acariciando mi piel. Alex deja escapar un suspiro entrecortado, y luego sus
ojos se abren, fijos intensamente en los míos.

Entonces comienza a moverse.

Lentamente al principio, pero en poco tiempo la fiebre se acumula entre nosotros


como un volcán antes de la erupción. Empujo mis caderas hacia atrás mientras él
golpea hacia adelante, y no puedo evitar los gemidos que ahora salen de mi boca. Me
pongo tan ruidosa que en un momento, Alex acaricia su mano por mi espalda y la
envuelve a mi alrededor, cubriendo mi boca con suavidad pero firmeza.

Con una mano en mi cadera y la otra sofocando los sonidos de mi placer, Alex
me monta… empujándonos a ambos más y más alto.

A la cima, donde los dos explotamos, casi catastróficamente.

Mi grito de liberación es bloqueado por la mano de Alex, pero no puede evitar


el gemido bajo de una maldición que estalla.

—Joder, eso se siente bien —susurra con sus caderas todavía bombeando hacia
adentro y hacia afuera mientras llega al clímax con fuerza.
Alex mueve su mano de mi boca y se inclina sobre mí, empujándome hacia el
lavabo con su pecho contra mi espalda. Sus movimientos dentro de mí se ralentizan
y finalmente se detienen. Nuestras respiraciones comienzan a ralentizarse y,
finalmente, Alex se empuja fuera de mí. Nuestros ojos se conectan una vez más en
el espejo y mientras el calor fundido en sus ojos se ha ido, hay un calor allí que me
hace sentir pegajosa por dentro.

Acabamos de tener sexo como animales en el baño de otra persona, pero fue
completamente íntimo, algo que solo nosotros dos podríamos compartir. No importó
dónde estuviéramos o en qué posición estuviéramos. Estábamos inmersos el uno en
el otro, sin espacio para el mundo exterior.

Sin preocuparnos por el mundo exterior.

Alex me ayuda a limpiarme, vuelve a poner mis bragas en su lugar con suavidad,
alisando mi falda hacia abajo. Pasa sus manos por mi cabello y luego me besa en la
frente.

—¿Lista para volver a salir? —pregunta, sus ojos brillando con saciedad y
picardía.
260
—No estoy segura de que mis piernas puedan moverse, pero seguro… lo
intentaré.

—Esa es mi chica —dice y luego abre la puerta del baño.

Sale rápidamente, sosteniendo mi mano, y lo sigo justo detrás. Tan pronto como
gira a la derecha para volver a bajar las escaleras, se detiene de repente y choco contra
su ancha espalda. Echando un vistazo a su alrededor porque estoy segura de que
alguien nos ha pillado, se me cae el estómago cuando veo a Cassie apoyada contra
la pared fuera del baño.

Me da una breve mirada antes de volver su mirada helada hacia Alex.

—Bonito. Follando a tu puta en el baño de Kelly y Mike. Muy elegante, Alex.

Empiezo a abrir la boca para desengañarla de la idea de que soy una puta, pero
Alex se me adelanta.

—¿Follando? No, no follamos. No como lo que hicimos tú y yo.


Mi cara se pone roja como una remolacha por su proclamación y casi me aparto
de su agarre. Pero él siente mi incomodidad y un pulgar roza mi nudillo para
tranquilizarme.

—No, Sutton y yo tenemos algo diferente —continúa Alex en voz baja—. Algo
que nunca podrías comprender. Demonios, estoy teniendo dificultades para
comprenderlo, pero sé que no se parece a nada que haya experimentado antes y
probablemente nada que realmente merezco.

Los ojos de Cassie se agrandan y se redondean, sin creer la convicción de lo que


Alex le está diciendo. Y es con convicción que dijo esas palabras.

Alejándose de Cassie, él me mira… solo a mí, dice:

—Tendrías tanta suerte, Cassie… de encontrar algo tan real… tan íntimo, como
lo que yo encontré.

Le sonrío y me lo devuelve por un momento, lleno de tanta emoción en lugar de


esas dos palabras que aún tiene que decirme, pero en mi corazón creo que lo siente.
Luego se vuelve hacia Cassie.
261
—Realmente espero que lo encuentres algún día. De verdad. Pero no te
equivoques… vuelves a hablar mal de Sutton, en su presencia o fuera de ella, y te
lloveré tanta miseria que desearás no haber escuchado nunca el nombre de Alex
Crossman. ¿Estamos claros?

Cassie solo lo mira por un momento, casi sin entender lo que está diciendo.
Luego la veo tragar saliva y una expresión de tristeza se apodera de su rostro.

—Estamos claros.

—Bien —dice Alex jovialmente. Tirando de mí, pasamos junto a Cassie y él le


lanza una sonrisa solícita—. Feliz Navidad, Cassie.

Ahora que hemos tenido un tiempo de vinculación a solas, Alex me lleva de


regreso a la fiesta y nunca se aparta de mi lado el resto de la noche.
Capítulo 27
Alex
Es Nochebuena y Sutton debería estar aquí en cualquier momento. Estaba
cenando en casa de sus padres, a lo que fui invitado y rechacé. Mi estado de ánimo
no era muy “familiar” esta noche, no con mi propia familia disfuncional plagando
mis pensamientos. A decir verdad, ni siquiera estoy de humor para que Sutton venga
esta noche, pero no es como si pudiera cancelar planes con ella en Nochebuena, en
especial cuando me voy mañana para un viaje por carretera de tres juegos.

Cameron me llamó tarde anoche para informarme que papá había salido de
rehabilitación después de solo diecinueve días y mucho antes de su fecha de
liberación. He oído hablar de él dos veces más hoy. Cada vez que llamaba estaba
bastante desesperado porque papá no había ido a casa. Él no puede ser encontrado 262
en ninguna parte.

Mi peor temor era que estuviera borracho y tirado en una zanja en algún lugar,
lo que en Canadá en diciembre es una sentencia de muerte. El escenario más
probable, y que tampoco presagiaba nada bueno, era que estuviera sentado en un bar
en algún lugar… borracho.

La idea de que él esté fuera de rehabilitación, de entrar en mi vida nuevamente


como nada más que un adicto fallido, hace que mi piel pique tanto que tengo que
contenerme para no arañarla. Justo cuando pensaba que tal vez… solo tal vez podría
tener una oportunidad de ser normal, mi padre se va y comienza a joderlo todo de
nuevo.

Suena el timbre y me levanto del sofá, limpiándome las manos húmedas en los
jeans. No entiendo por qué estoy tan nervioso por ver a Sutton, pero me siento un
poco mal… tal vez un poco fuera de control, desde que recibí la noticia de Cameron
anoche.

Respirando hondo antes de abrir la puerta, pongo una sonrisa en mi rostro y tiro
de la manija hacia mí.
Allí, luciendo en forma y saludable, está mi papá. Lleva una pequeña maleta en
la mano, pero eso no es lo que realmente me llama la atención. Es el hecho de que
su tez tiene un brillo saludable, ha ganado entre cinco y siete kilos desde la última
vez que lo vi y sus ojos son claros.

No puedo recordar la última vez que vi sus ojos claros.

—Parece que has visto un fantasma —me dice John Crossman.

Parpadeando fuerte, abro más la puerta y le hago señas para que entre.

—¿Qué haces aquí? Cameron llamó anoche… ¿dijo que habías salido de
rehabilitación?

Mi papá entra y cierro la puerta detrás de él. Deja caer la maleta y recibo el
mensaje no tan sutil. Él se queda.

Volviéndose hacia mí, comienza a quitarse el abrigo de invierno.

—Estoy muy bien, Alex, mi chico. Realmente tengo el control de las cosas.
Quería salir. Querían que me quedara unas semanas más. Pero es mi elección y decidí 263
que ya era suficiente.

Mi mente comienza a tomar frenéticamente todos los lugares donde tengo


alcohol en la casa. No soy un gran bebedor, pero tengo un alijo. Unas cervezas en el
refrigerador, una botella de vino en la encimera que me regaló uno de mis
compañeros por mi cumpleaños, y una botella de Jack Daniel’s en el armario de la
cocina. Empiezo a pensar en cómo puedo esconderlos subrepticiamente.

Ni siquiera sé qué decir. Quiero regañarlo por dejar la rehabilitación, pero


maldita sea, se ve bien y siento que debo elogiarlo. No estoy preparado para hacer
frente a esta situación, y mi primera reacción es llamar a Sutton porque ella sabría
qué hacer.

Joder… Sutton está de camino aquí, y no estoy preparado para que se


encuentren.

Y como si este día no pudiera ser más estresante, suena el timbre y no hay duda
de quién es.

Paso más allá de mi padre, abro la puerta y dejo que la belleza de Sutton me
infunda unos momentos de felicidad ilimitada. Lleva suelto el cabello color llamas,
y brilla contra el negro carbón de su abrigo de lana. Lleva una bufanda tejida de color
verde oscuro y una boina a juego, y sostiene una gran bolsa de aluminio roja que
supongo que contiene mi regalo de Navidad.

Solo la miro fijamente, queriendo tomarla entre mis brazos al mismo tiempo que
tengo el loco pensamiento de cerrarle la puerta en la cara para que ella y mi padre no
se encuentren.

No le gustará ella.

No le gustará ella por el mero hecho de que proporciona una distracción de mi


juego.

Ladeando la cabeza hacia un lado, Sutton debe ver la indecisión en mis ojos.

—¿Está todo bien?

Le doy una sonrisa tentativa y me alejo de la puerta para que pueda entrar.

—Por supuesto, es solo que… tengo una compañía inesperada.

Sutton cruza el umbral y cierro la puerta detrás de ella. Cuando me giro, ella y
mi papá están uno frente al otro. Sutton tiene una sonrisa abierta y fácil en su rostro
264
y la de mi papá está estoicamente en blanco.

Pasando mi mano por mi cabello y sintiendo como si estuviera marchando hacia


la horca, digo:

—Papá… me gustaría que conozcas a Sutton Price. Sutton… este es mi papá,


John Crossman.

Tengo que darle crédito. Sutton ni siquiera se inmuta. Ella sabe que se supone
que él no debe salir de rehabilitación, pero nunca revela la profundidad de su
conocimiento. En cambio, su sonrisa se vuelve aún más brillante y da un paso
adelante, extendiendo su mano.

—Es maravilloso conocerlo, señor Crossman. ¿Acabas de llegar?

Mi papá dirige su mirada hacia mí brevemente y puedo ver un mundo de


preguntas en esa mirada, pero al menos es cortés cuando se vuelve hacia Sutton y le
da la mano.

—También es un placer conocerte, y sí… Acabo de llegar de visita sorpresa con


Alex.
Si bien mi papá es cortés, el aire es un poco gélido por el tono de su voz y Sutton
puede leer las señales alto y claro. Supongo que es un poco de beneficio que sepa un
poco sobre mi historia con él, y nunca duda.

Volviéndose hacia mí, me dice:

—Mira… vamos a reunirnos tú y yo otro día para repasar el programa de


divulgación y tú simplemente disfrutas la Nochebuena con tu papá.

Ella miente maravillosamente porque no teníamos intenciones de hablar de


negocios esta noche. Mi intención era pasar unos momentos románticos abriendo
regalos y luego llevándola a la cama para follarnos tontamente.

Ella gira de nuevo hacia mi padre.

—Señor Crossman, fue un placer conocerlo y Feliz Navidad.

Él asiente con una sonrisa y se dirige al sofá para sentarse. Acompaño a Sutton
hasta la puerta y cuando la abro, me inclino para murmurar:

—Lo siento. Literalmente apareció como un minuto antes que tú. No tengo ni 265
idea de por qué está aquí. Debería estar en rehabilitación.

Me da una mirada comprensiva y palmaditas en el pecho. Sutton es una chica


inteligente y sabe, por lo poco que le conté sobre mi padre, que lo más probable es
que él no sepa nada de nuestra relación. Teniendo en cuenta lo que ella sabe acerca
de cómo él me disuadió en el pasado de tener cualquier tipo de relación, está jugando
con cuidado y no nos delata.

—No te preocupes. Llámame más tarde cuando puedas.

Asiento y luego la veo bajar las escaleras. No cierro la puerta hasta que no la veo,
pero luego lo hago con un suspiro y me vuelvo hacia mi padre.

—¿Amiga tuya? —pregunta mi padre con amabilidad.

—Sí —respondo, pero no aporto nada más.

—Parece algo más que una amiga.

—Ya la escuchaste… estábamos hablando de un negocio juntos.

—¿En Nochebuena?
Encogiéndome de hombros, digo:

—Claro, ¿por qué no?

—¿Por qué me mientes, muchacho? —pregunta mi papá en tono de censura.

—Porque si no lo hago, harás un gran alboroto acerca de que tenga novia —le
digo con exasperación.

—¿Novia?

De hecho, arruga la nariz con disgusto.

—¡Sí! Novia. Y no es asunto tuyo. Soy un adulto y tengo permiso para tener
citas.

Mi padre levanta las manos en señal de rendición, pero no me engaña. Puedo


verlo en sus ojos. Sin embargo, con aparente indiferencia dice:

—Tu vida, no la mía. ¿Tienes café para tu viejo?

Lo miro a los ojos, muriéndome por saber lo que realmente quiere decir, pero
266
temiéndolo de todos modos. En su lugar, solo asiento y me dirijo a mi cocina para
hacer una taza de café, haciendo una nota mental para llamar a Cameron más tarde
para decirle que he encontrado a nuestro padre descarriado.

Mientras me ocupo sacando el café y los filtros, trato de hacer un balance de mis
sentimientos. Estoy sobre todo enojado porque mi noche con Sutton fue cancelada.
A pesar de que antes había tenido algunos pensamientos oscuros, no hay duda de
que mi espíritu se rejuveneció en el momento en que abrí la puerta y la vi. Ella solo
hace cosas buenas para mi alma.

Sin embargo, estoy extrañamente aliviado de que mi padre esté aquí, porque
puedo darme cuenta de que parece estar bien. De hecho, no puedo recordar que
alguna vez se haya visto más saludable.

Sin embargo, la parte más enfermiza, lo que significa que debería internarme en
un hospital psiquiátrico solo por tener la idea, es el hecho de que hay una parte de
mí que quiere recibir el consejo de mi padre sobre mi juego. Es seguirle chupando el
culo al burro y aunque estoy anotando de nuevo, ciertamente no estoy jugando con
el potencial de la primera línea. Simplemente no he podido recuperar la convergencia
completa en mi juego, y parece que mis pensamientos están revueltos entre Sutton,
mi papá, mi hermano y el hockey. Sé, sin lugar a dudas, que mi papá ha estado
siguiendo mi progreso y estoy seguro de que en el momento en que le pregunte,
tendrá un montón de consejos para darme.

Sí, sé que será destructivo y negativo. Sí, sé que no debo escuchar una maldita
palabra de lo que dice.

Pero Dios me ayude, solo puedo pensar que este hombre me convirtió en el gran
jugador que era hasta hace unas semanas.

Hasta que entró en rehabilitación y salió de mi radar.

Hasta que dejó de dar dichos consejos.

Quiero darme un golpe en los huevos por pensar que tal vez la razón de mi juego
de mierda es porque no he tenido a mi papá sobre mí en las últimas semanas, pero al
diablo con eso… voy a ir allí. Necesito saber que diría.

Después de servirle una taza de café a mi papá, tomo una botella de agua para
mí del refrigerador y vuelvo a la sala de estar. Está sentado en el sofá, con la barbilla
apoyada en su mano y mira pensativo el fuego que encendí antes como un gesto
romántico para Sutton. Ahora todo lo que parece hacer es que mi apartamento se 267
sienta sofocante.

—Aquí tienes —le digo a mi papá mientras le entrego la taza.

Él me mira con una sonrisa mientras la acepta.

Me dirijo hacia mi sofá de dos plazas que se encuentra perpendicular al sofá,


principalmente por la distancia y así puedo enfrentarlo fácilmente mientras
hablamos.

—Entonces, ¿no crees que necesitas más rehabilitación?

—No realmente —dice—. Necesito ingresar a AA lo antes posible, pero no estoy


seguro de qué más puedo aprender allí.

—¿Por qué estás aquí? —pregunto sin rodeos, porque mi padre y yo hace mucho
que pasamos el punto de nuestra relación en el que tenemos que andar de puntillas
el uno con el otro.

Después de tomar un sorbo de café, papá deja la taza en mi mesa auxiliar y me


mira. Sus ojos son límpidos y suaves, y me está dando una mirada como nunca antes
había visto. Es casi cariñoso, tierno, y hace que se me apriete el vientre porque es
incómodo.

—Yo, um… necesitaba venir a verte. Cara a cara. Necesitaba disculparme


contigo…

Interrumpo a mi papá levantando una mano.

—No, no lo harás —le digo rápidamente, porque escuchar a mi padre sonar tan
considerado me está asustando un poco.

Está evocando una emoción dentro de mí que este mismo hombre me había
condicionado a ignorar, y siento que esto podría ser una trampa. Tal vez esté
haciendo esto para ver si demuestro ser el hombre débil y delicado que siempre me
acusó de ser.

—Sí, lo hago —dice mi papá con firmeza y con un tono que me dice que no
vuelva a interrumpir—. Esto es difícil para mí… admitirlo ante ustedes, pero es
necesario hacerlo. Me equivoqué en muchas cosas que te hice mientras crecías. Soy
alcohólico y mi forma de beber me llevó a hacer cosas de las que me avergüenzo
mucho. 268
—Papá… —trato de interrumpir.

Pero él habla justo sobre mí.

—Estoy aún más avergonzado de que algunas de las cosas que te hice…
probablemente las habría hecho incluso sin que el alcohol me quitara las
inhibiciones… tan desesperado estaba por convertirte en una estrella. Esa es
probablemente mi mayor vergüenza.

Me levanto abruptamente del sofá de dos plazas y empiezo a caminar. Esta


conversación es, en extremo, incómoda y quiero huir.

Directo a Sutton, para que pueda decirme cómo manejar esto.

Mi papá me mira, sus ojos brillan levemente por la humedad.

—Alex… necesito hacer las paces. Necesito que me perdones.

—¿Por qué? —pregunto, algo exigente.


—Porque no sé si me mantendré sobrio o no. Va a ser una dura batalla… eso me
dicen. Pero si no lo hago… si no puedo y me pasa algo, necesito tener la conciencia
limpia.

Mi papá no se ve muy vulnerable, pero está hablando directamente desde el


corazón, puedo decirlo. Una parte de mí quiere golpearlo, pero otra parte quiere
abrazarlo, por lo que sería la primera vez en mi vida.

Ninguno de los dos me parece correcto, así que digo las palabras que él quiere
escuchar.

—Te perdono, papá.

Mi papá y yo finalmente luchamos con un abrazo incómodo. Hablamos de que


dejó la rehabilitación antes de completarla y de las preocupaciones que yo tenía. Si
bien las entendía, no estaba dispuesto a regresar. Sentía que estaba equipado para
manejar su adicción y tenía grandes planes para unirse a AA tan pronto como 269
regresara a casa. Sin embargo, eso no me impidió esconder el alcohol cuando fue a
ducharse.

Sus planes son irse por la mañana a casa, porque yo me voy para mi viaje de
juego por carretera. Así que esta noche tenemos que empezar a forjar algún tipo de
relación nueva antes de tomar caminos separados.

Metí una pizza congelada en el horno y ahora la estoy cortando mientras él entra
en la cocina, con el cabello todavía húmedo. No pierde el tiempo, cortando al otro
elefante en la habitación.

—Entonces, ¿qué está pasando con tu juego? —pregunta mientras se sienta en la


mesa de la cocina.

Su disculpa, aunque sincera y aceptada, no hace nada para borrar los años que
me dictó sobre cómo debía modelar mi comportamiento, por lo que se me ponen los
pelos de punta.

—¿Qué? ¿Quieres decir que no me vas a decir cuál es mi problema? ¿No me vas
a decir cómo corregirlo?

Mi papá traga saliva.


—Te daré un consejo si gustas. Si quieres, dime cuál crees que es el problema.

Pongo un par de rebanadas de pizza en dos platos y los llevo a la mesa, dejando
el suyo frente a él. Después de tomar mi silla, lo miro mientras picoteo un pepperoni.

—No estoy concentrado —admito.

—No puedes enfocar tu cerebro en algo, tal vez esté enfocado en otra parte —
ofrece, y sé que esto es una bofetada directa a Sutton.

—Te refieres a mi novia —lo acuso.

—¿Qué más hay? —contraataca.

—Bueno, vamos a ver —le digo con sarcasmo—. Tal vez porque mi papá es un
borracho y se está suicidando. Tal vez porque mi papá estuvo en rehabilitación y yo
estoy lidiando con toda esa mierda.

Al menos mi papá tiene la gracia de sonrojarse con mis palabras, pero su tono es
de censura.

—No puedes culparme por todos los errores en tu vida.


270
—¿No puedo? —le lanzo.

Apartando su plato, mi papá apoya sus manos sobre la mesa.

—Mira, Alex… Sé que estás enojado conmigo y tienes todo el derecho de estarlo.
Me equivoqué. Pero también hice lo correcto. Eres una superestrella. Tienes una
carrera increíble y más dinero del que sabes qué hacer con él. Hay algunas cosas por
las que podrías agradecerme, tal vez.

Es surrealista cómo sus palabras tienen un aguijón de verdad, a pesar de que sus
métodos eran en su mayor parte completamente barbáricos.

Antes de que pueda responder, mi papá continúa:

—Mira… estoy seguro de que esa chica… Sutton es perfectamente agradable.


Pero tienes veintiséis años. Tienes, como máximo, otros cuatro o cinco años de juego
de alto nivel en ese cuerpo antes de que comiences a ser superado por el próximo
jugador joven y atractivo que existe. No es mucho tiempo, y no deberías
desperdiciarlo en cosas que no conducen a un enfoque intenso en el juego. Es un
suicidio profesional.
Sus palabras penetran profundamente y, por una vez, puedo decir que mi padre
está absolutamente cien por ciento correcto en su evaluación de la situación. Las
carreras de hockey son efímeras, particularmente porque es un deporte muy violento.
Solo tengo unos pocos años más para acumular mi camino hacia una jubilación
anticipada.

Aunque cada célula de mi cuerpo quiere oponerse a lo que dice, no puedo decir
que la idea no se me haya pasado por la cabeza. Que tal vez mi enfoque está
demasiado fracturado, entre mi nuevo amor por el juego, una nueva novia que está
enamorada de mí, pero por la que todavía tengo que descubrir realmente mis
sentimientos, y mi padre alcohólico, que podría morir.

Tal vez necesito aligerar la carga. Recortar algo.

Cortar el juego no era posible, porque después de todo, eso es lo único que puedo
decir que es mi mejor oportunidad de éxito.

Y no puedo dejar de lado a mi padre. No ahora… no después de que está


tratando de estar sobrio y tratando de hacer las paces.

Entonces, eso deja a Sutton, y solo darle crédito a esta idea hace que mi estómago 271
se revuelva con ácido amargo. Pero desafortunadamente, ella es lo más nuevo en mi
vida. Es la gran desconocida y, con mucho, el mayor riesgo.

A veces me hace sentir demasiado. Es un caleidoscopio de sentimientos con


patrones que se desarrollan a través de mi corazón, algunos redondos y
tranquilizadores, otros agudos y angulares, que causan un pequeño dolor.

Algunos dirían que sentir es bueno. Otros, como mi papá, y claramente esto
resuena con mi forma de pensar, podrían decir que podría distraerme. Quizá sea
mejor permanecer helado, como la superficie sobre la que juego.

Esto es algo en lo que necesito pensar.

Esto es algo sobre lo que debo tomar medidas.


Capítulo 28
Sutton
Han pasado quince días, seis horas y veintisiete minutos desde la última vez que
vi a Alex.

Han pasado quince días, seis horas y veintisiete minutos desde que me rompió
el corazón.

Y aunque mi corazón se está recuperando, todavía me duele mucho la mayoría


de los días y solo me duele molestamente los demás. Mi enfado al menos ha
disminuido, y aunque no acepto su razonamiento para romper con las cosas, lo
entiendo. El hecho de que lo entienda no significa que no sea doloroso.
272
Porque Dios… es tan doloroso.

Ojalá no entendiera por qué lo hizo, porque sería más fácil hundirme en el odio
y la amargura, lo que estoy segura detendría el dolor que emana del centro de mi
pecho. Pero lo entiendo, en formas que la mayoría de los demás nunca lo harían.

Hace apenas quince días y algunos cambios, mi día había comenzado


maravillosamente.

Tuve una sesión de asesoramiento increíble con Mara. Parecía saludable, aunque
no del todo feliz. Sin embargo, me había dicho las palabras que anhelaba escuchar,
que se mantenía fuerte para luchar contra su deseo de usar metanfetamina
nuevamente. Más importante aún, sus padres habían accedido a venir y hablar
conmigo la próxima semana. No tenía muchas esperanzas de que lo lograran, porque
sabía lo fácil que era hacer esas promesas, pero muy difícil cumplirlas. Aun así, me
sentía más segura de que Mara estaba tomando las medidas correctas para no
desviarse por el mismo camino destructivo que sus padres.

Mi día mejoró aún más a partir de ahí.

Cosmo me llamó.
Lo cual en sí mismo no es tan extraño. Me ha llamado a lo largo de los años por
una variedad de razones.

¿Pero ese día?

Ese día llamó desde el vestíbulo de Crested Pine, que es un excelente centro de
rehabilitación local a solo un condado de distancia. Se estaba preparando para entrar,
con la esperanza de que cinco veces fuera un encanto cuando se trataba de limpiarse.
Me llamó sabiendo que no habría forma de comunicarse durante los próximos treinta
días, pero consideró importante que yo supiera que estaba dando el paso.

Me dijo que estaba haciendo esto por sí mismo, pero más que nada, esperaba
que fuera yo quien realmente se beneficiara a largo plazo.

Eran las palabras perfectas y algo en el tono de su voz me hizo pensar que podría
hacerlo esta vez.

Pero ahí es donde se puso el sol y las nubes oscuras se abalanzaron sobre mí.
Dramático, lo sé, pero eso es exactamente lo que sentí.

Alex voló de regreso a la ciudad de su viaje por carretera del juego, que siguió a 273
la aparición inesperada de su padre en su apartamento. Nunca llegué a ver a Alex en
Nochebuena, pero me llamó para decirme lo que estaba pasando y que su padre había
salido antes de rehabilitación. Parecía estresado e hice todo lo posible para asegurarle
que existía la posibilidad de que su padre estuviera bien. En mi mente, sabía que lo
más probable era que recaería, ya que no había terminado el programa, pero no
quería preocupar más a Alex.

Así que le deseé una feliz Navidad, le dije que lo amaba y le deseé buena suerte
en sus próximos juegos. Me agradeció en silencio por los buenos deseos, ignorando
las palabras de amor que le di.

Recuerdo darme una mirada en el espejo del baño antes de que él llegara esa
noche, riéndome para mis adentros. Mis ojos brillaban y bailaban con entusiasmo
por ver a Alex, y casi podía imaginar cómo se debe sentir un drogadicto justo antes
de recibir su próxima dosis.

Sonó el timbre de mi puerta y casi chillé de alegría, pero no lo hice, porque era
una mujer profesional madura. Sin embargo, eso no detuvo la sonrisa kilométrica
que estaba en mi rostro mientras prácticamente corría por el pasillo hacia la sala de
estar.

Patinando hasta detenerme en la puerta, respiré hondo y la abrí.


Y sí, estaba tan impresionante como siempre. Más aún, si tuvieras en cuenta que
no lo había visto en cuatro días, a menos que cuentes verlo con hambre en la
televisión. Habíamos hablado por teléfono, no a menudo porque él había dicho que
estaba muy ocupado entre viajes, juegos y prácticas, pero lo suficiente para
mantenerme preparada y lista. Si parecía un poco distraído o distante, lo atribuí al
increíble estrés bajo el que estaba. Entre no jugar a la par y que su padre dejara la
rehabilitación antes de tiempo, sabía que tenía el peso del mundo sobre sus hombros.

Dando un paso adelante, envolví mis brazos alrededor de su cintura y apoyé mi


cabeza en su enorme pecho.

—Te extrañé.

Me dio un ligero apretón y luego me soltó, pasando a mi lado y entrando en la


casa. En mi línea de trabajo, la percepción es clave, e inmediatamente sentí una
energía tensa que rodeaba a Alex. Cerré la puerta en silencio y me giré para mirarlo.

—¿Qué pasa? —pregunté, sin siquiera necesitar la mirada nerviosa en su rostro


para confirmar mis sospechas solo basándome en ese abrazo superficial.

—Nada —dijo apresuradamente. 274


Demasiado apresuradamente, y el hecho de que no me miraba de frente hizo que
las campanas de advertencia comenzaran un coro de alarmas grado cinco.

—Alex —dije en voz baja y di un paso hacia él con mi brazo extendido—. ¿Qué
pasa?

Dio un pequeño paso hacia atrás y luego se alejó de mí, pasándose los dedos por
su cabello oscuro. Sus hombros estaban tensos cuando caminó y se sentó en el sofá.

—En realidad, creo que tenemos que hablar.

Alex giró su cuerpo en el sofá, así que cuando me senté junto a él, estaba frente
a mí. Puso un brazo sobre el respaldo del sofá, poniendo su mano cerca de mi cabeza.
Me animó brevemente cuando extendió la mano y acarició mi cabello con las yemas
de los dedos, y me entristeció igualmente cuando los apartó.

—Me estás asustando un poco aquí —traté de bromear, pero salió lleno de
pánico y necesidad.

Sus ojos se levantaron para encontrarse con los míos y estaban tristes y un poco
distantes.
—He estado pensando un poco —comenzó y mi estómago empezó a hacerse un
nudo—. Sobre nosotros. Sobre mi carrera… mi papá. Solo un montón de mierda que
he estado procesando en mi cabeza.

—Has tenido mucho estrés contigo —estuve de acuerdo, estirando la mano para
frotar mis dedos en su rodilla.

Su mirada se apartó de la mía y vio mis dedos jugar distraídamente en su pierna


cubierta de mezclilla. Tenía una mirada casi de dolor, que nunca abandonó su rostro,
cuando decidió mirarme de nuevo.

—Creo que tengo demasiado en mi plato. Y está afectando mi forma de jugar.


He perdido mi enfoque y realmente está comenzando a molestarme que estoy
decepcionando a mi equipo.

Mis palabras fueron medidas y cuidadosas.

—Puedo ver eso.

Alex me dio una pequeña sonrisa y luego se deslizó hacia adelante en el sofá
para sentarse en el borde del cojín. Esto efectivamente desalojó mi mano y la pérdida 275
de contacto con él me dejó fría. Apoyó los codos en las rodillas, con las manos
colgando mientras miraba al suelo. Dando una especie de risa impotente, dijo:

—Lo irónico es que… tú eres la que hizo que volviera a amar el juego. Es
únicamente tu crédito que incluso me importa una mierda estar decepcionando a mi
equipo.

Volvió su rostro hacia mí, dándome esa sonrisa triste de nuevo.

—Tú… que no sabías nada sobre el juego de hockey, sobre lo que se necesita
para triunfar en esta liga. La chica que tenía que buscar en Google qué era un triplete.
Renovaste mi espíritu a la hora de jugar al hockey.

Con sus palabras apagándose, Alex volvió a mirar hacia adelante para mirar al
suelo.

—Estoy sintiendo un “pero” ahí dentro —insté.

Necesitaba que lo dijera porque ya podía saber por el tono abatido en su voz y el
lenguaje corporal derrotado lo que vendría después.
—Pero —continuó donde lo dejé—, creo que tú puedes ser la que me está
distrayendo de mi juego.

De acuerdo, tal vez no sea ahí donde pensé que iba la conversación. Sentí que
estaba en medio de lo que iba a ser una ruptura muy dolorosa, pero no pensé que
Alex me culparía por su mala actuación. En todo caso, pensé que diría que esto se
estaba moviendo demasiado rápido, o que simplemente no estaba listo para una
relación comprometida.

El hecho de que pareciera estar poniendo sus problemas en mi puerta me molestó


un poco, así que sé que mis palabras salieron más duras de lo que pretendía.

—En serio, no puedes culparme por tus malas estadísticas.

—No es culpar, Sutton —dijo en tono de disculpa mientras se giraba para


mirarme de nuevo—. Se trata de la distracción.

—¿Distracción? —pregunté, un poco estridente mientras me levantaba del sofá—


. ¿Llamas a lo que tenemos… lo que hemos hecho… lo que hemos significado el uno
para el otro una distracción?
276
Sentándose derecho de nuevo, Alex se frotó el puente de la nariz.

—No, eso no es lo que estoy tratando de decir. Lo estás torciendo.

—Bueno, déjamelo más claro.

Puse mis manos en mis caderas y lo miré fijamente.

Levantándose lentamente del sofá, dio un paso hacia mí, pero no hizo ningún
movimiento para tocarme.

En cambio, metió las manos en los bolsillos.

—Tengo muchas cosas sucediendo en mi vida en este momento. Una carrera que
podría estar al borde del colapso, un padre enfermo y alcohólico y…

—Yo —le dije con enojo—. Me tienes. Para apoyarte, para ayudarte, para
amarte. Pero tú no me ves así, ¿verdad?

—Yo solo… —comenzó a decir, pero ya había escuchado suficiente.


—Dilo, Alex —le provoqué—. Dime que no me amas, porque seguro que nunca
me dijiste las palabras, a pesar de que te las he dado junto con mi corazón. Dime que
solo soy una distracción y que crees que estoy dañando tu preciosa carrera.

—¡Eso no es lo que estoy tratando de decir! —me gritó, sacando las manos de
los bolsillos y tirándolas a un lado sin poder hacer nada.

—Entonces, ¿qué estás tratando de decir? —pregunté desesperada, con lágrimas


en los ojos—. Porque esto es una ruptura, ¿verdad, Alex? Todo esto nos lleva a ir por
caminos separados esta noche, ¿verdad?

Tomando una respiración profunda y dejándola salir, me miró disculpándose.

—Sí, ahí es donde va.

Dándole la espalda, miré inexpresivamente a mi chimenea, y cuando parpadeé,


la primera oleada de humedad se deslizó por mis mejillas. Lo limpié rápidamente
con el dorso de mi mano.

—Bueno… al menos eres honesto —murmuro.


277
—Dolorosamente así —murmura con tristeza.

—No entiendo —dije, mi voz temblaba—. Pensé que teníamos algo especial.

Caminando detrás de mí, Alex puso sus manos sobre mis hombros y se inclinó
para besarme en la parte superior de mi cabeza. Su voz era suave pero el tono
resonante de finalidad atravesó mis tímpanos.

—Fue especial, Sutton. Muy especial. Pero necesito recuperar mi enfoque, y la


única forma en que puedo pensar en hacerlo es tomándome un descanso de ti ahora
mismo.

Dándome la vuelta para mirarlo, con incredulidad le pregunté:

—¿Tomar un descanso? ¿Algo así como Brandon quería tomarse un descanso de


mí? ¿Para que pudiera ir a vivir la vida? ¿Qué? ¿Quieres ir a vivir tu carrera mientras
estás soltero, para no perderte nada con un ancla atada a tu alrededor?

Alex parpadeó sorprendido y me di cuenta de que ni una sola vez consideró la


similitud entre lo que estaba haciendo y lo que hizo Brandon. Esto me enfureció aún
más, así que realmente se lo permití tenerlo.
—Eres un cobarde, Alex —le dije, un pequeño sollozo estalló en mi boca—.
Tienes demasiado miedo de correr el riesgo de que algo pueda ser realmente bueno
para ti. Estás demasiado asustado para salir del pequeño, protegido y jodido mundo
que tu padre creó para ti, y realmente arriesgarte en el amor. Eres tan cobarde que
con gusto me usas como tu chivo expiatorio, cuando lo que realmente está pasando
es que sigues siendo solo ese niño triste y asustado que tu padre retorció hace años.

Mis respiraciones eran superficiales y me había excitado hasta una furia latente.
Alex estaba empezando a enojarse como lo evidenciaban las manchas rojas en sus
mejillas.

Apuntándome con el dedo, dijo:

—No sabes cómo era…

—Guárdatelo —lo interrumpí—. Sé más de lo que crees que sé, así que no puedes
mentirme. No digo que sea fácil de superar, Alex, porque no lo es. Es jodidamente
duro como el infierno. ¿Pero sabes cómo lo superas?

Me miró sin comprender por un momento y luego negó con la cabeza.


278
—Lo superas con trabajo duro. Al no darte por vencido. Esforzándote por algo
mejor. Aprendes a perdonar y seguir adelante, y aprendes de tu dolor. No dejas que
te controle, y ciertamente no te escondes de él.

La mirada de Alex cayó al suelo, y me di cuenta por la forma en que sus hombros
se hundieron que mis palabras dieron en el blanco. Esperé ese momento crucial, en
el que tal vez él decidiera aceptar el desafío que le planteé y comenzara a reconstruir
su vida. Esperé con esperanza a que se diera cuenta de que una oportunidad de amor
vale la pena el trabajo duro y el dolor.

En cambio, me dio la espalda y caminó hacia la puerta. Tuve que contenerme


para no llamarlo. Cuando abrió la puerta, dudó un momento y luego dijo en voz
baja:

—Lo siento.

Nunca miró hacia atrás antes de salir de mi casa y de mi vida.


Parpadeando con fuerza, trato de disipar los recuerdos tristes mientras miro la
pantalla de mi computadora. Es casi la hora del almuerzo y no traje nada para comer,
así que tengo que salir corriendo. El único problema es que no tengo mucha hambre.
Prefiero atiborrarme y ahogarme con mi propia fiesta de lástima, que me ha
mantenido sorprendentemente llena las últimas semanas.

Suena el teléfono de mi escritorio y lo contesto. No tengo nada que decir como


de costumbre, así que solo respondo:

—Soy Sutton.

—Por supuesto que es Sutton —dice Minnie con exasperación—. Marqué tu


extensión.

Sí, Minnie ya ha tenido suficiente de mi desánimo, puedo decirlo. Entonces,


hago mi voz un poco más alegre.

—Lo siento. ¿Qué pasa?

—Tienes un dios del hockey aquí para verte.


279
Mi pulso se acelera ante la perspectiva de que Alex haya venido a verme, pero
luego Minnie me derrumba cuando dice:

—Un señor Garrett Samuelson. Quiere saber si tienes algo de tiempo para él.

Dejando escapar un suspiro reprimido de decepción, digo abatida:

—Claro. Saldré enseguida.

—Es asombroso, de verdad —dice Garrett mientras toma un gran bocado de


pizza y me mira a través de la mesa.

—¿Qué lo es? —digo, jugueteando con mi corteza, pero sin hacer ningún
esfuerzo por darle un bocado.

La visita de Garrett fue una completa sorpresa. Sugirió que comiéramos algo, así
que vinimos a una pizzería local que estaba a pocas cuadras de mi oficina.
—Ese aspecto de “alguien pateó a mi cachorro” que tanto tú como Alex llevan
estos días. Me deprime.

Mirándolo desde el otro lado de la mesa, le digo:

—Lamento arruinar tu estado de ánimo.

Se encoge de hombros y me sonríe.

—Solo digo…

—¿Por qué estás aquí, Garrett? —pregunto cansada.

Dejando su rebanada de pizza y limpiándose las manos con la servilleta, se


inclina sobre la mesa, apoyando los antebrazos en la parte superior de fórmica
agrietada.

—Porque estoy preocupado por Alex. No me dirá lo que pasó, solo que
terminaron.

—Eso es bastante cierto. Bueno, él rompió conmigo. No pareció que yo tuviera


nada que decir.
280
Mis palabras son frágiles y ni siquiera me atrevo a hacer el esfuerzo de aligerar
el estado de ánimo.

—Bueno, cometió un error —dice Garrett mientras se sienta y recoge su pizza.

—Entonces, ¿por qué no estás teniendo esta conversación con él?

—Tengo la intención de hacerlo —dice con una sonrisa maliciosa—. Solo quería
hablar contigo y ver cuánto tendría que humillarse para ganarte.

Parpadeo con sorpresa, porque seguramente no hay manera en el infierno de que


Alex Crossman, el Más Valioso Pendejo, alguna vez se arrastraría ante una mujer.
Además, no quiero que lo haga. No lo encuentro atractivo.

Sin embargo, mataría por que él se diera cuenta de que se equivocó. Que dejarme
ir, dejarnos ir, estuvo mal. Sería feliz con unas pocas palabras simples diciéndome
exactamente eso.

—Él no tiene que arrastrarse —expreso mis pensamientos en voz alta—. No soy
ese tipo de mujer.
—Me alegra saberlo —dice con la boca llena de comida.

—Es discutible de todos modos. Alex no cree que esto haya sido un error. Él cree
que necesitaba hacer esto en beneficio de su carrera.

—Tonterías —dice Garrett en voz alta y miro rápidamente a mi alrededor para


ver si alguien está mirando. Quiero decir, fuera de las miradas ordinarias que
recibimos cuando un jugador de hockey de Cold Fury entró en este pequeño
restaurante.

Bajando la voz para que haga lo mismo, digo:

—¿Por qué es una tontería?

—Porque creo que fuiste una de las mejores cosas que le pasó. Lo tienes jugando
mejor que nunca y amando el juego nuevamente. No soy ciego ni estúpido.

—Nuevamente, no importa lo que tú pienses o lo que yo piense… es lo que


piensa Alex.

—Importará una vez que termine con él —dice con picardía. 281
Me inclino sobre la mesa, pongo mi mano en su antebrazo y cuando tengo toda
su atención, con firmeza digo:

—No lo hagas. Simplemente no lo hagas, ¿de acuerdo? Déjalo ser. Tomó esta
decisión porque le dio algo de tranquilidad, y no depende de ti ni de mí quitarle eso.

—¿No lo sigues amando? —pregunta con escepticismo.

—Por supuesto que sí.

—Entonces cállate y déjame hacer mi magia.

—No estoy jugando, Garrett —le digo, inclinándome sobre la mesa y clavando
mis dedos en su brazo—. No está destinado a ser.

—Lo que sea —dice, casi como si hiciera un puchero.

—Hablo en serio. Esta es mi vida. Prométeme que no le dirás nada a Alex.

Garrett me mira por un momento, la mirada en su rostro pasa eventualmente de


la molestia a la aceptación.
—Bien.

—¿Lo juras?

—Todos los jodidos días —dice con un guiño.

—Garrett —le advierto.

—Bien. Lo juro. No le diré nada a Alex.

282
Capítulo 29
Alex
—Amigo —dice Garrett después de tomar un sorbo de su cerveza—. Tenemos
que hablar de Sutton.

Levanto las cejas hacia él y saco la etiqueta de mi botella.

—¿Qué pasa con ella?

—La vi el otro día, y me hizo prometer que no diría nada, pero al carajo… Soy
un asco cumpliendo promesas.

—¿Está bien? —pregunto con urgencia, porque todo tipo de cosas horribles
pasan por mi mente.
283
Está enferma de cáncer y solo le quedan unos días de vida.

O la despidieron.

O algo le pasó a Glenn. O Penny. O papá-Jim.

—Ella está bien —dice con un gesto desdeñoso.

Mi ritmo cardíaco cae en picada al escuchar eso y mis defensas entran en juego.

—Entonces no hay nada de qué hablar.

—Preocupado por ella, ¿eh? —pregunta con una sonrisa torcida.

—Nop. Acabas de decir que estaba bien.

—Antes de eso, pendejo. Estabas preocupado antes de eso.

—¿Y qué? Me preocupaba por ella… esa es una reacción natural.

—Te preocupas por ella —dice Garrett con firmeza.


—¿Qué?

—Tiempo presente. Te. Preocupas. Por. Ella.

El hijo de puta está empezando a irritarme de verdad.

—¿Y qué?

—Yyyyyyy —dice arrastrando la palabra—. Estoy cansado de que andes


deprimido con el corazón abierto. Recupera a tu chica.

—No —digo rápidamente—. Fue lo mejor.

—¿Mejor para quién? —pregunta Garrett con incredulidad.

—Para mí —digo con determinación.

—¿Sí… y cómo te está yendo con eso?

No contesto porque no sé qué decir. Mi vida se ha vuelto inmensamente más


mierda desde que salí de la vida de Sutton hace poco más de dos semanas. Mi juego
no ha mejorado, mi padre está sobre mi culo otra vez y sospecho que puede estar
284
bebiendo, y lo único bueno que tengo a mi favor no es más que un fantasma de un
recuerdo.

—Estoy bien —le digo, sin una pizca de convicción en mi voz.

Pero soy sincero con mi alma cuando pienso: Estoy lejos de estar bien. Soy miserable.

—Voy a contarte un pequeño secreto —dice Garrett mientras se inclina hacia


adelante—. Estás completamente perdido y me rompe el maldito corazón verlo.

—Eres un gran poeta —me burlo, solo para ocultar el hecho de que sus palabras
golpean profundamente.

—Hablo en serio, hombre. ¿Y cómo podrías no estarlo? Eliminaste de tu vida a


una mujer hermosa que ama tu trasero cascarrabias. Tienes que ser miserable, es la
forma en que lo veo.

—¿Qué sabes tú? —digo con la mirada más sarcástica que puedo reunir—. Sr.
Ámalas y Déjalas es ahora un filósofo del amor.

—No, en absoluto —responde suavemente—. Simplemente soy un hijo de puta


inteligente, y reconozco algo bueno cuando lo veo.
Recojo mi botella y tomo un saludable trago de cerveza. Tenemos dos raros días
libres seguidos y estoy matando el tiempo con Garrett en un bar porque de lo
contrario me sentaré deprimido en mi apartamento. Parece que todo el tiempo de
inactividad que tengo lo paso pensando en Sutton.

Es, sin duda, la cosa más tonta que he hecho en mi vida, soltarla. Estaba tan
envuelto en mi propia miseria que no podía ver lo que tenía justo frente a mí.

Y estaba asustado.

Asustado de renunciar a esa vida cuidadosamente controlada, de dejar entrar el


potencial de daño cuando ya había sido suficientemente lastimado.

Sutton tenía toda la razón. Soy un maldito cobarde.

La extraño mucho.

Tanto, jodidamente mucho, y mi cuerpo duele con el vacío.

Puse a Sutton en último lugar en mi lista de devociones cuando debería haber


sido la número uno. Sí, mis prioridades estaban jodidas, empeoradas aún más por el 285
hecho de que ella me llenaba más de lo que podría hacerlo cualquier carrera de
hockey, y ella era la única que realmente sabía por lo que estaba pasando con mi
padre.

Sin embargo, nada de eso importa. Porque tan seguro como que estoy sentado
aquí, no hay duda en mi mente que jodí esto sin posibilidad de reparación. Le hice
lo mismo que hizo Brandon. Dejé en claro que ella no era lo suficientemente buena
en ese momento. Brandon quería ir tras un poco de cola, y yo quería ir tras algún
tipo de paz que nunca estuvo en el camino que elegí.

—Amigo, ¿a dónde fuiste?

Garrett irrumpe en mis pensamientos, chasqueando los dedos frente a mi cara.

Sacudiendo la cabeza, murmuro:

—A ninguna parte.

—Sí… ¿Recuerdas esa parte en la que te dije que era un hijo de puta inteligente?
Bueno, voy a aventurarme aquí y decir que estuviste silenciosamente de acuerdo
conmigo en que hiciste un movimiento estúpido y que estabas dándole vueltas a la
idea de que realmente no podías solucionar el problema.
Mi mandíbula cae abierta solo un poco.

—¿Qué eres? ¿Como un jodido lector de mentes o algo así?

Garrett me sonríe y se toca la sien con el dedo índice.

—Inteligente. Hijo. De. Puta.

—Está bien, está bien. Lo admito. Cometí un error. Probablemente pasará a la


historia como la cosa más tonta que he hecho en mi vida. Pero ya está hecho. No
puedo arreglarlo.

—Mierda de gallina —es todo lo que dice.

—¿Qué pasa con la gente que cuestiona mi valor? —me quejo.

—Porque si no luchas por ella, es un movimiento de cobarde. También podrías


ponerte un suspensorio rosa el próximo juego.

Frotándome la sien y mirando fijamente a través de la barra, porque Garrett a


veces tiene una forma de inducir una migraña, trato de pensar en una buena
respuesta. Sin embargo, Garrett no me da la oportunidad.
286
—Además, sé de buena fuente que ni siquiera tendrás que arrastrarte para
recuperarla.

Mis ojos saltan a los suyos.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir, le pregunté a Sutton directamente qué se necesitaría para arreglar


esta mierda.

—¿Y? —insto.

—Y me aseguró que no sería necesario humillarte. Todavía te ama, amigo. Más


importante, te entiende. Ella entiende tu momento de debilidad, así que muéstrale
que no fue más que un momento.

Sus palabras son simples, pero causan que la euforia se hinche dentro de mí.
Seguramente pensé que lo arruiné todo con Sutton. En mi mundo, las cosas son en
blanco y negro, y el perdón es un concepto extraño y una píldora difícil de tragar.
—¿En serio? —pregunto, sonriendo por lo que apuesto es la primera vez en más
de dos semanas.

—Lo juro —me asegura—. Entonces, ¿cuál es el plan?

Recogiendo mi cerveza y bebiendo el resto, me pongo de pie y tiro algo de dinero


en efectivo en la barra. Dirigiéndome a Garrett, le digo:

—Bueno, dijiste que no es necesario humillarse, pero creo que Sutton se merece
algo más que una simple disculpa. Tengo algo en mente y necesito tu ayuda, y
también la de Glenn.

Poniéndose de pie, Garrett junta sus manos y las frota enérgicamente.

—Me encanta. Un plan tortuoso.

—Exactamente —digo con una sonrisa—. Vamos a ello.

287
Garrett acaba de salir de mi apartamento y hemos elaborado un plan sólido que,
en mi opinión, pondrá a Sutton en una posición en la que no tendrá más remedio
que aceptarme de nuevo. Tuvimos que llamar a Glenn primero, para asegurarnos de
que estaba a bordo, porque es fundamental para la trama.

El pequeño no estaba feliz de saber de mí, lo cual era más que adorable. Quiero
decir, soy su ídolo de hockey, pero él adora el suelo sobre el que camina Sutton
mucho más que mi tierra firme.

Cuando se puso al teléfono y le dije:

—Hola.

Me dijo:

—Lastimaste a mi hermana y no quiero tener nada que ver contigo.

Tuve que hablar rápido para que no me colgara, pero, por fortuna me escuchó y,
después de mucho servilismo de mi parte, finalmente accedió a ayudarme. Garrett
tenía asegurada su parte del plan y planeaba reunirse con Glenn mañana para el
traspaso.
Me dio un golpe de puño y una sonrisa antes de irse, diciendo:

—Esto va a ser tan jodidamente divertido. Y sabes que la gerencia te va a morder


el culo, ¿verdad?

—Valdrá la pena —le dije, y valdría mucho la pena.

Ahora lo único que me quedaba por hacer antes de reclamar lo que era mío y lo
que tan tontamente dejé escapar, era hacer una llamada telefónica muy importante.

Mi papá responde al segundo timbre y suena coherente, lo cual es excelente,


porque realmente necesito que escuche lo que tengo que decir.

—Hola, papá.

—Alex… amigo… ¿qué está pasando?

Suena jovial y claro, lo cual es una buena señal. Supongo que eso significa que
se mantiene sobrio, una preocupación que me inquieta todos los días desde que me
visitó hace unas semanas.

—Solo llamo para ver cómo estás. Entonces, ¿cómo van las cosas?
288
—Van bien —dice con indiferencia.

—No estás bebiendo, ¿verdad?

No tengo más remedio que preguntar a quemarropa. Espero poder detectar la


verdad de su respuesta.

—De ninguna manera. He estado sobrio treinta y cinco días ahora.

Estoy en silencio porque suena realmente feliz por eso. Y de verdad estoy feliz
por eso, pero eso no significa que haya ganado la batalla.

—Eso es fantástico, papá. ¿Es duro?

Puedo escuchar a mi papá tomar una respiración profunda y dejarla salir, luego
dice en voz baja:

—Lo más difícil que he hecho en mi vida.

—Puedes hacerlo —le aseguro—. Sé que puedes.


—Agradezco el voto de confianza —dice con una sonrisa—. Las reuniones de
AA realmente ayudan y mi padrino es un gran tipo. Lo llamo si las cosas se ponen
muy difíciles.

La opresión en mi pecho se alivia un poco y me permito dejar ir parte de esta


preocupación. Tengo que recordarme y aceptar que, sea cual sea el camino que elija
mi padre, está fuera de mi control. Todo lo que puedo hacer es sostenerlo cuando
está erguido y extender una mano si se cae.

—Escucha, papá… hay otra razón por la que llamé.

—¿Qué pasa?

—¿Recuerdas cuando me pediste perdón cuando viniste a visitarme?

—Por supuesto. —Sus palabras son suaves y apreciativas.

—No lo dije en serio cuando te dije que te perdoné —le digo sin rodeos y luego
contengo la respiración por su reacción.

—Ya veo —dice con tristeza, y puedo decir que está herido. 289
Antes de que pueda decir algo más, le digo lo que realmente necesita saber.

—Te dije esas palabras porque tú me las pediste. Porque necesitabas


escucharlas… no porque quisiera dártelas.

—Alex…

—Pero —lo interrumpo rápidamente, para poder darme prisa y pronunciar las
palabras y aliviar su dolor—. Quiero decírtelo de nuevo… ahora mismo… y hacerte
saber que te lo quiero dar. Necesito dártelo y lo digo en serio.

Puedo escuchar a mi papá respirar temblorosamente y su voz tiembla


ligeramente.

—Eso significa mucho, amigo. Y entiendo que hay una diferencia. Ahora me
has perdonado de verdad.

—Sí —le digo en voz baja—. De verdad te perdono por las cosas que me hiciste.
Quiero que tengas paz con eso, porque lo hago.

—Gracias, Alex —dice mi papá con sinceridad—. Haces que tu viejo se sienta
orgulloso. Has alcanzado algunos logros increíbles en la vida y no pensé que podría
estar más orgulloso, pero te has superado a ti mismo. Creo que esto muestra la
verdadera medida de qué tipo de hombre eres, y que Dios me ayude, no hice nada
para crear eso. Lo hiciste por tu cuenta y es lo más orgulloso que he estado de ti.

Puedo sentir que me pican los ojos porque mi papá me ha ofrecido palabras que
nunca pensé que escucharía. Mi corazón se oprime casi dolorosamente, pero luego
se relaja de inmediato, y juro que literalmente puedo sentir que la oscuridad se libera
hacia afuera.

—Gracias por decir eso, papá.

—Claro —dice simplemente y con eso, hemos creado tantos vínculos padre-hijo
como podemos manejar.

—Necesito decirte algo más —digo rápidamente porque quiero terminar esta
conversación con probablemente la razón más importante por la que llamé—. Te
equivocaste con Sutton… que sería una pérdida de tiempo centrar mi atención en
ella. Que mi carrera era más importante que cualquier cosa que pudiera tener con
ella. Es por Sutton que te perdono. Es porque ella es lo mejor que me ha pasado en
mi vida, y para tenerla, necesito superar mi dolor. Solo puedo hacer eso dejándolo
ir… perdonándote. Si no la quisiera tanto, probablemente no estaría teniendo esta 290
conversación contigo en este momento.

Mi papá se queda callado por unos momentos, pero luego dice:

—Parece que mi hijo se ha convertido en mi maestro ahora.

Trago saliva, porque esas palabras también tienen un gran impacto.

—Fui estúpido y la eliminé de mi vida, pero voy a recuperarla. Perdonarte era


solo uno de los pasos que necesitaba tomar.

—¿Arrastrarse es otro? —bromea mi papá.

Riendo entre dientes, le digo:

—Por fortuna, ella no es ese tipo de mujer. Pero tengo la intención de


sorprenderla con mi disculpa.

—Bueno, una cosa que sé de mi hijo… no hay nada que pueda impedir que
alcance el éxito cuando se lo propone.
—Así es —coincido en voz baja con mi padre—. Y eso es definitivamente algo
que tú me enseñaste.

291
Capítulo 30
Sutton
Estoy incómoda, sentada aquí en la primera fila, justo en el cristal a la izquierda
del banco de Cold Fury. No quería venir a este juego. Demonios, no quiero ir a otro
partido de hockey nunca más, porque los recuerdos son demasiado amargos.

Y maldita sea Garrett Samuelson. Le envió dos boletos a Glenn, lo cual pensé
que era el gesto más dulce de todos, y asumí que papá-Jim iría con él. Pero Glenn
me rogó que fuera.

Me resistí al principio, diciéndole que acababa de perder mi interés en el hockey.


Desde luego, no iba a decirle que tenía el corazón roto y que no quería estar cerca de
Alex Crossman. Pero se mantuvo conmigo, y finalmente me amenazó con regalarles 292
las entradas a amigos si no iba con él.

Y por supuesto, capitulé. No quería que Glenn perdiera esta oportunidad porque,
seamos sinceros, Garrett iba a desaparecer de la escena. Desarrolló un gran vínculo
con Glenn durante el Día de Acción de Gracias y ha estado en contacto con él varias
veces, pero ahora que Alex y yo terminamos, estoy segura de que la atención de
Garrett en Glenn se disipará.

Traté de averiguar subrepticiamente de Glenn si estaba molesto porque Alex ya


no estaba, y me sorprendió mostrando enojo. Le había sido sincera diciéndole que
Alex terminó conmigo y, al parecer, eso era todo lo que Glenn necesitaba saber para
cortar los lazos con su ídolo del hockey.

No entendía todos los problemas subyacentes. Simplemente me había dicho:

—Te lastimó, Sutton. Ya no me gusta.

Así que aquí estamos sentados en la arena de Cold Fury, con el rostro de Glenn
presionado contra el vidrio esperando que los equipos salgan para un calentamiento.
Solo para demostrar que realmente había cortado los lazos con Alex, ni siquiera usó
la camiseta que Alex le había dado, eligiendo en su lugar usar una simple sudadera
negra de Cold Fury para el juego.
Yo, en cambio, no tuve ningún problema en mostrar mi apoyo a Alex como
jugador y me puse la camiseta que me regaló. Estaba aquí para ver un partido de
hockey con Glenn y “cuando estás en Roma”…

La música rock a todo volumen resuena en los altavoces y una pequeña ovación
surge de los fanáticos de los visitantes cuando el otro equipo toma el hielo para los
calentamientos. Esto hace que mi pulso se acelere porque sé que dentro de unos
minutos, Cold Fury estará fuera y Alex estará a solo unos metros de mí.

Ni siquiera creo que pueda soportar mirarlo, y estoy absolutamente segura de


que espero que no me vea. Lo dudo. A pesar de que estamos sentados frente al cristal,
la mayoría de los jugadores de hockey ni siquiera miran a los fanáticos porque están
muy concentrados en su juego.

Aun así, me siento en mi silla y mantengo la vista en mi teléfono celular mientras


navego por Facebook y Twitter, tratando de no reconocer los latidos frenéticos de mi
corazón.

No lo mirarás, no lo mirarás, me digo una y otra vez.

Un rugido ensordecedor sale de los fanáticos de Cold Fury, y sé que eso significa 293
que el equipo está llegando al hielo. Desde la periferia, puedo ver a Glenn golpeando
el vidrio y gritando el nombre de Garrett, así que sé que al menos ahora está en el
hielo. Me las arreglo para no mirar hacia arriba, pero estoy segura de que no veo
nada en mi teléfono celular ya que mi visión está un poco borrosa por tratar de evitar
que mis ojos busquen involuntariamente a Alex.

Empiezo a darme cuenta de que algo no está del todo bien cuando Glenn se
queda quieto y ya no grita. Incluso mientras observo fijamente mi teléfono celular,
puedo ver que su cuerpo se gira para mirarme, así que debe haber algo mal si no está
concentrado en la acción del hielo.

Entonces escucho un sonido de golpe… es uno que he escuchado antes… un


palo golpeando el vidrio. Y si antes pensaba que mi ritmo cardíaco había estado
acelerado, ahora puedo escuchar el trueno de su latido latiendo profundamente
dentro de mis tímpanos.

Vuelve el sonido de los golpes, más rápido… más insistente.

En contra de mi mejor juicio, en contra de la promesa que me hice antes de no


hacerlo, arrastro mis ojos lentamente hacia arriba y veo a Alex Crossman parado en
el hielo directamente frente a mí.
Su mirada es suave y su frente está fruncida lo suficiente como para saber que
está preocupado. De verme, de comunicarse con un “fan” en lugar de calentar… No
estoy muy segura, pero se le ve incómodo.

Solo me mira, de una manera tan íntima, que los sonidos de la arena parecen
extinguirse y solo queda un bendito silencio que nos envuelve a los dos.

No tengo ni idea de lo que quiere. Busco la emoción en su rostro y trato de


descifrarlo, pero simplemente no lo entiendo. Es un enigma para mí, me desconcierta
tan profundamente que no puedo hacer nada más que devolverle la mirada.

El movimiento hacia un lado hace que nuestra mirada se rompa y deslizo mis
ojos para ver a Garrett patinar y detenerse a unos metros de Alex. Apoya los brazos
sobre su bastón y me mira con una sonrisa maliciosa.

Entonces Alex se mueve y mi atención vuelve a él. Arroja su bastón y sus guantes
al hielo y se inclina hacia el cristal, haciendo qué, no tengo ni idea. Por un breve
segundo, se ha ido de la vista y luego se pone de pie de nuevo. Patina hacia atrás
unos metros y me sorprende ver que tiene una pila de cartulinas en la mano.

Me sonríe y mi rostro se pone rojo cuando me doy cuenta de que se está 294
preparando para hacer algo en una arena muy pública frente a varios miles de
personas. Miro rápidamente a izquierda y derecha, y seguro como la mierda, todos
los que están cerca miran directamente a Alex con curiosidad.

Una breve mirada a Glenn lo muestra sonriendo como un tonto, y me doy cuenta
de que probablemente voy a asesinar a mi hermano pequeño más tarde. Mi mirada
se desliza de nuevo hacia Alex, y está claro que está esperando pacientemente a que
mi atención permanezca en él.

Sosteniendo las cartulinas frente a este pecho, tira la primera y la arroja al hielo,
revelando una debajo con algo escrito.

Dice, Lo siento por dejarte ir.

Mis ojos se disparan desde la cartulina para encontrarse con los de Alex y puedo
ver la disculpa nadando allí también. Retira esa, lanzándola al hielo, y leo la siguiente
debajo.

Robé esta idea de la película Love Actually.

Mis ojos se elevan de nuevo para encontrarse con los suyos, y ahora lo veo
sonriéndome. No puedo evitar que mis labios se curven hacia arriba en respuesta.
Me revela la siguiente cartulina y mi sonrisa se hace aún más grande.

Garrett, como un niño grande que es, había visto la película y recomendó esto como una
idea para recuperarte…

La risa de los fanáticos que están viendo esto estalla a mi alrededor y yo también
tengo que reírme. Miro a Garrett y él está lanzando dagas a Alex, quien le devuelve
una sonrisa tímida antes de volverse hacia mí.

Saca esa cartulina y la deja caer.

Mi corazón golpea dentro de mi caja torácica cuando leo el siguiente mensaje.

Te amo y fui un tonto al dejarte ir.

Ni siquiera puedo levantar la mirada para encontrarme con la suya, leyendo la


cartulina una y otra vez, absorbiendo con avidez el mensaje y vagamente consciente
de que los fanáticos comienzan a aplaudir.

Alex quita la cartulina, revelando la que está debajo.

Haré lo que sea necesario para recuperarte.


295
Los aplausos se hacen más fuertes y la gente empieza a vitorear. Ni siquiera tengo
tiempo para leer el mensaje por segunda vez o mirar a Alex antes de que revele la
siguiente cartulina.

Lucharé duro por ti.

Y la siguiente.

No me rendiré.

Y la siguiente cartulina.

Porque tú eres lo más importante en el mundo para mí.

Los vítores ahora han comenzado a recorrer la arena ya que todos están viendo
lo que está sucediendo. Miro hacia el banco de jugadores y los entrenadores están
mirando, no muy contentos con esta exhibición, pero no lo detienen.

Alex tira la cartulina al hielo y estoy mirando lo que creo que es el último
mensaje que tiene para mí esta noche.
Por favor, di que me darás otra oportunidad.

Antes de que pueda siquiera comprender la petición de Alex, Glenn se sumerge


debajo de su asiento y saca dos cartulinas, un poco más pequeñas que las que tiene
Alex en el hielo. Las tomo de sus manos, notando que su sonrisa está iluminada por
la emoción.

—Estás en tantos problemas —le gruño, pero él solo sonríe más ampliamente.

Mirando las cartulinas, veo que una dice “Sí” y la otra dice “No”.

Miro lentamente a mi alrededor y la mayoría de la gente me sonríe mientras


aplaude. Comienza un canto:

—Sí, sí, sí, sí.

Levantándome de mi asiento y mirando las cartulinas, asegurándome de tener


la correcta, la levanto para que Alex la vea.

Sí.
296
Su rostro estalla en una sonrisa llena de alivio y felicidad. Puedo decir por la
mirada que me está dando que esta es una elección de la que nunca me arrepentiré.

Sorprendiéndome aún más, Alex retira su último mensaje, revelando otra


debajo.

¿Todavía me amas?

Las lágrimas comienzan a llenar mis ojos. Asiento mientras vuelvo a levantar la
cartulina Sí, y la multitud ruge en señal de aprobación.

Me sorprende cuando Alex deja caer esa cartulina al hielo y la siguiente dice: No
te arrepentirás.

Antes de que pueda siquiera mirarlo para que sepa que ni siquiera es posible que
eso suceda, deja caer la cartulina al hielo.

¿No crees que Garrett es una niña grande por ver Love Actually?

La multitud se vuelve loca y es en este punto que veo que todo este escenario se
muestra en el Jumbotron de arriba. Le doy a Alex una mirada de desaprobación y
levanto la cartulina No para que la vea.
Para demostrar lo bien que Alex me conoce y sabía cuál sería mi respuesta, no
puedo decir que me sorprenda mucho cuando deja caer la cartulina y la siguiente
dice: Genial. Supongo que tendré que verla contigo en algún momento.

Asiento hacia él con una sonrisa, sin siquiera molestarme en mostrar una
cartulina para que la vea.

Alex patina hacia adelante, acercándose al cristal. Doy un paso adelante para
descansar mis manos al lado de mi cabeza y acercarme lo más posible sin empañar
la superficie lisa.

Antes de alcanzarme, deja caer otra cartulina y miro hacia abajo para leer la
siguiente, Tengo que ir a jugar al hockey ahora.

Está bien, gesticulo hacia él.

Deja caer la última cartulina y sus manos están vacías. Acercándose al cristal,
coloca sus manos frente a las mías y juro que casi puedo sentir su toque incluso a
través de la barrera.

Alex me mira con tanto amor que siento las piernas como gelatina. El sonido de 297
la multitud vuelve a apagarse, no porque hayan dejado de animar, sino porque he
elegido centrarme solo en Alex.

Elegí mirar a este hombre, que me ama y a quien yo amo a cambio, y me abruma
el conocimiento de que nada más importa excepto lo que tenemos.

Sosteniendo mi mirada por solo otro breve momento, Alex gesticula las palabras:
Te amo antes de guiñarme un ojo y salir patinando.

Ni siquiera puedo devolverle las palabras antes de que se haya ido.

Eso está bien. Lo compensaré esta noche después del partido.

—Oh, Alex —gimo mientras se hunde en mí con un empujón seguro, mis manos
agarrando sus hombros con fuerza.

Esto va a ser algo de sexo estelar, puedo decirlo. Alex y yo no solo nos hemos
reconectado y reclamado nuestro amor públicamente, sino que Cold Fury pateó
algunos traseros importantes esta noche, ganando 6-2. Alex tuvo dos goles y dos
asistencias, y sí, estoy muy orgullosa de él.

Inclinándose, me da un beso suave y luego se aleja lo suficiente para mirarme a


los ojos. Está alojado en lo más profundo de mí, pero no mueve ni un músculo.

—Te amo.

No me da la oportunidad de responder lo mismo, porque me está besando de


nuevo. Un poco más profundo esta vez, pero aún de manera pausada. De lo
contrario, no se ha movido ni un centímetro.

Me pruebo en sus labios, porque cuando le abrí la puerta de mi casa esta noche,
me llevó a mi habitación y me desnudó. Después de empujarme de vuelta a la cama,
metió la cara entre mis piernas y no volvió a salir a la superficie hasta que me hizo
correrme dos veces.

Luego se subió a mi cuerpo, se hundió en mi humedad y me dijo que me amaba.

Ahora sus besos se están volviendo un poco más urgentes y mucho más
profundos. Hace un movimiento tentativo de sus caderas y maldita sea… él va un 298
poco más profundo aún.

Retrocediendo una vez más, me mira de nuevo.

—Lo siento mucho.

—No lo hagas —susurro y coloco mis dedos contra sus labios—. Está todo
perdonado.

Me mira desde arriba, su cabello oscuro cuelga hacia adelante y sus ojos brillan
con el suave resplandor de mi lámpara. Inclinando sus caderas hacia atrás, sale de
mí y luego empuja hacia adentro lentamente… todo mientras sostiene mi mirada.

Lo vuelve a hacer... tirando más hacia fuera, empujando hacia atrás solo un poco
más profundo.

Cada vez, un poco de aire es expulsado de mis pulmones y mi corazón late en


respuesta.

Alex es amable con su ritmo, igualando la emoción en sus ojos. Cuando me


acerco… cuando mi cuerpo comienza a sentir un hormigueo y se tensa, y mis venas
laten con sangre, Alex va un poco más rápido para ayudarme a impulsarme al límite.
Un sonido estrangulado sale de mi boca cuando me deshago, justo cuando él se
hunde lentamente en mí una vez más, manteniendo su cuerpo inmóvil y mirándome
con ternura mientras se corre.

Apoyándose sobre sus codos por encima de mí, Alex me da una cálida sonrisa
antes de inclinarse y besarme en la frente. Luego rueda hacia un lado, llevándome
con él y arropándome para abrazarme.

—Te amo, Alex —le digo, porque él lo dijo por última vez y nunca me dio la
oportunidad de corresponder.

Apretándome más cerca, dice:

—No puedo creer que estés en mis brazos ahora mismo. Pensé que te había
perdido para siempre.

—¿Por qué cambiaste de opinión? —pregunto, inmensamente curiosa en cuanto


a lo que provocó su cambio.

—Creo que supe a los cinco minutos de salir por tu puerta que había cometido
un error, pero era demasiado terco para admitirlo. Cada día que pasaba, comencé a 299
aceptarlo más… que me equivoqué al dejarte ir. Pero cada día que pasaba, me
convencía de que habías seguido adelante. Que te había lastimado demasiado.

—Entendí por qué lo hiciste, Alex. No estaba de acuerdo con eso, pero lo
entendía.

—¿Qué entendiste? —me pregunta, con un dejo de inquietud, porque está


pidiendo que lo pongan bajo el microscopio.

—Entendí que estabas luchando con conceptos que te eran muy extraños,
especialmente después de haberte criado en un ambiente en el que debías evitar toda
interferencia externa en tu carrera. Estabas librando años de entrenamiento y
moldeado contra solo unas pocas semanas de tener un vistazo de lo que podría ser el
amor. Creo que a la mayoría de las personas les habría resultado difícil intentar el
amor y no simplemente volver a lo que conocían… la seguridad.

—¿Es por eso que aceptaste mi disculpa tan fácilmente?

—Eso… y el hecho de que te amo. Como locamente. No hubo vacilación de mi


parte, Alex.

—Garrett me dijo que no tendría que arrastrarme.


Empujándome fuera de los brazos de Alex, prácticamente grito:

—¿Garett te contó sobre eso?

—Sí —digo con una sonrisa—. Él admitió que incluso te prometió que no lo
haría, pero creo que sus palabras exactas fueron: ‘Soy un asco para cumplir las
promesas’.

—Ese idiota —murmuro antes de volver a hundirme y apoyar la cabeza en el


pecho de Alex.

—Deberías estar agradeciéndole, no maldiciéndolo, cariño. Me impulsó a la


acción.

—Habrías recuperado el sentido con el tiempo —le digo con convicción,


pasando mis dedos por el cabello que comienza un rastro oscuro justo debajo de su
ombligo.

—Sí, lo habría hecho. Pero al menos de esta manera, se hizo mucho antes.

—Supongo —mascullo. 300


—Tienes que estar enojada con Glenn también. Fue cómplice de todo esto.

Serpenteando mi mano más abajo, deslizo mis dedos sobre el pene de Alex, que
comienza a hincharse por el ligero toque.

—No hablemos de mi hermanito mientras estoy haciendo esto —lo amonesto


con una risa.

Alex extiende su mano hacia abajo, cubriendo la mía y obligando a mis dedos a
envolver su longitud. Cuando lo tengo a mi alcance, Alex me agarra con más fuerza,
lo que hace que lo apriete casi con fuerza.

Él gime por la sensación y eso me incita a comenzar un lento movimiento de


bombeo. Apenas le doy dos movimientos a mi hombre, cuando está rodando sobre
mí, separando mis piernas para dejar espacio.

Con un giro de sus caderas, se empuja dentro de mí, y siento un placer tan
exquisito que las lágrimas pinchan en mis ojos mientras un gemido sale de él.

—Nunca te decepcionaré de nuevo —murmura Alex cerca de mi oído—. Lo


juro.
—Te amo —le respondo, pero luego me pierdo, ya que comienza a hacerme el
amor con una ferocidad que aleja todo pensamiento racional de mi mente. En
cambio, me entrego a la sensación y dejo que Alex me muestre con su cuerpo todas
las formas en que me ama a cambio.

301
Epílogo
Alex
Todavía… tenía que enlistar la ayuda de Minnie. No me había costado nada
salvo escucharla gritar al teléfono cuando la llamé la semana pasada para discutir mi
plan. Era su trabajo asegurarse que el horario de Sutton para comer hoy se
mantuviera libre.

Este plan ha estado dos semanas haciéndose y se está preparando para descender
un poco. Sutton no tendrá idea de lo que la golpeó y no puedo esperar a ver su rostro.
Mientras abro la puerta del centro de crisis, Minnie me da una gloriosa sonrisa y un
guiño.

—¿Todo listo? —le pregunto. 302


—Absolutamente —dice ella con tono conspirador—. ¿Estás listo para que la
llame?

—Pongamos este espectáculo en marcha —le digo con una sonrisa.

Minnie levanta su teléfono y se comunica a la oficina de Sutton.

—Oye, muñeca… tienes a un hermoso jugador de hockey aquí para verte.

Minnie escucha a Sutton por un segundo, y me da un corto asentimiento


mientras sonríe y cuelga el teléfono.

—Viene para acá.

¿Cómo es que he estado con Sutton por casi ocho meses ahora y aun me siento
lleno de emoción nerviosa cada vez que me preparo para verla? ¿Por qué nunca se
vuelve aburrido, y cómo es que le puedo pertenecer a alguien tan completamente?

Realmente no quiero saber las respuestas a esas preguntas, porque en el gran


esquema de las cosas, ¿a quién demonios le importa? Lo que importa es que Sutton
es mía y me estoy asegurando que sea un asunto permanente.
La puerta del área posterior de la oficina se abre con un chillido y gemido, y
entonces Sutton pasa a través de esta. Ella está usando un ligero vestido sin mangas
y sandalias plateadas. Su cabello está peinado en una cola de caballo alta y es
absolutamente espectacular. Quiero decir, la vi así cuando vino al trabajo hoy, pero
verla de nuevo… ¡guau! Solo ¡guau!

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta con una sonrisa de bienvenida.

Se me acerca, inclinando la cabeza para un beso que sabe que viene. Agarro la
parte posterior de su cabeza ligeramente y toco su frente con mis labios. Sin lengua
enfrente de la Srta. Minnie.

—Es un día tan lindo afuera… pensé que podíamos salir a comer. ¿Te interesa?

—Absolutamente —dice, sonriendo brillantemente, y estamos fuera de la puerta.

Tomo su mano en la mía y caminamos por la calle South Saunders junto con los
demás trabajadores del centro de la ciudad para conseguir algo de comer. Mis nervios
están comenzando a encenderse y espero que mi mano no esté sudando.

Cuando llegamos al Café Lina, la anfitriona me está esperando, pero como lo 303
planeé, ella no muestra ni pizca de reconocimiento. Sutton habla alegremente de
hablar con Cosmo esta mañana y, aunque me interesa mucho cómo le va, mi mente
está más ocupada en asegurarse de que todo salga bien.

Nos indican una mesa en la acera exterior y supero el primer obstáculo, aterrado
de que Sutton insista en sentarse dentro. Si lo hubiera hecho… a fin de cuentas no es
gran cosa, pero habría hecho que esto no fuera tan perfecto como podría ser. Le
tiendo la silla que dará la espalda a Sutton a la calle y, una vez acomodada, tomo la
otra silla.

El almuerzo transcurre sin problemas. Puedo relajarme un poco y volver a


centrarme en lo que respecta a Cosmo. Le está yendo bien después de esta última
temporada en rehabilitación y él y Sutton hablan con frecuencia. Incluso ha venido
a cenar a nuestra casa algunas veces.

Fíjate en que he dicho “nuestra casa”. Eso es porque dejé mi apartamento de


mierda y me mudé con Sutton, por invitación suya, hace unos tres meses, justo
cuando la temporada de hockey estaba terminando. Llegamos a la primera ronda de
los playoffs, pero cuando nuestro portero estrella, Max Fournier, se lesionó en la
ingle, no pudimos aguantar en la segunda ronda y fuimos derrotados en cinco
partidos.
Estuve desanimado durante un tiempo, pero la mudanza con Sutton lo mejoró.
He estado ocupado esta temporada baja aumentando mi entrenamiento. Garrett y yo
entrenamos juntos todas las mañanas, y en algunas tardes soleadas de Carolina nos
encontrarás en uno de los campos de golf locales cortando la hierba. Los dos somos
pésimos, pero estamos convencidos de que mejoraremos cuanto más juguemos.

Mis noches, sin embargo, son las mejores de todas. Sutton llega a casa del trabajo
y a menudo tengo la cena preparada; sí, he aprendido a cocinar… bueno, a la parrilla,
sobre todo. Comemos en su terraza trasera y me cuenta su día de trabajo. Yo le
cuento los chistes verdes que me contó Garrett, lo que suele hacer que ella arrugue la
nariz con desagrado. A veces nos sentamos fuera y hablamos durante horas. En otras
ocasiones jugamos a un juego o incluso vemos la televisión. Sin embargo, nueve
veces y media de cada diez, terminamos la velada conmigo penetrando su hermoso
cuerpo y luego nos dormimos abrazados.

Joder, pero amo tanto a esta chica.

—¿Tu papá fue capaz de llamarte hoy? —pregunta Sutton y vuelve a enfocar mi
cabeza y lejos de las imágenes llenas de sexo que estaban a punto de invadir mi
cerebro.
304
—Sí —digo mientras le hago señas a nuestra camarera para que se acerque a la
mesa—. Pero pidamos nuestro postre primero, luego te diré todo sobre ello.

—No, gracias —dice ella justo antes de limpiarse la boca y luego colocar su
servilleta sobre su plato.

—¿No, gracias? —digo con una ceja alzada hacia ella—. Este es el Café Lina.
Ellos hacen tu postre favorito, el pastel de chocolate de diez capas.

—Lo sé, pero siempre me estás dando chocolate. Voy a parecer hipopótamo si
no me detengo.

Una imagen aparece en mi mente de Sutton embarazada, su vientre redondo y


su caminar bordeando el paso de un pingüino. Es algo en lo que he estado pensando
mucho últimamente, y espero que quiera más de un hijo. Pero no es momento de
pensar en eso ahora. Tengo que hacer que Sutton se vuelva a encarrilar sobre mis
planes hoy.

—Nena —digo y me inclino más cerca de su oído, mi voz bajando así la


camarera no puede escucharme—. Una rebanada de tu postre favorito en el mundo
no va a matarte. Además, te ayudaré a quemarlo esta noche. Puedes estar encima.
Los ojos de Sutton se abren más, sus fosas nasales se ensanchan un poco y su
boca se abre con un suave jadeo. No le doy el control tan seguido así que de hecho
este es un día especial.

—Está bien —dice con un rudo deseo, y mierda, quiero arrastrarla fuera de aquí
en este momento y llevarla a la casa.

Girándome hacia la camarera, alzo dos dedos.

—Dos rebanadas de su pastel de chocolate.

El pastel es traído rápidamente y la camarera me guiña un ojo mientras deja la


de Sutton frente a ella. Luego le cuento mi conversación con mi padre de esta
mañana. Ha vuelto a la rehabilitación, pero es algo bueno. Está entrando en su tercer
mes y se ha comprometido a completar el programa. Entiende que al salir antes de
tiempo la última vez, dejó atrás un montón de habilidades y tácticas de afrontamiento
útiles que no había tenido la oportunidad de aprender. Sutton y yo estamos
planeando volar en un par de semanas para verlo.

Me doy cuenta de que a Sutton solo le quedan unos pocos bocados de su pastel,
y está tan absorta en lo que estoy diciendo que no presta atención. 305
—Así que todavía podemos ir a visitarlo dentro de una semana, ¿no? —me
pregunta, y luego da el último mordisco a su pastel, sin apenas mirarlo mientras la
come con los ojos clavados en mí.

Asiento a su pregunta, pero luego le lanzo una mirada mordaz a su plato.

—Casi te lo has terminado.

Me sonríe con culpabilidad y luego mira su plato vacío. Este es el momento que
estaba esperando, y los ojos de Sutton se llenan de lágrimas mientras mira las migajas
que ha dejado. Porque el plato tiene un mensaje para ella. Es una pregunta muy
simple, en realidad.

Dice: ¿Quieres casarte conmigo?, y no puedo evitar contener la respiración hasta


obtener la respuesta.

Sus ojos se levantan hacia los míos y se le escapa una sola lágrima. Le sonrío
suavemente y se la limpio.

—Sí —dice a la vez que asiente.


Se levanta en silencio de su silla y mi corazón late tan fuerte que estoy seguro de
que todos los que pasan por la calle pueden oírlo. Se acerca a mí, Sutton gira su
cuerpo y se sienta en mi regazo. Mis brazos la rodean por la cintura y su cara se
hunde en el pliegue de mi cuello.

—Te amo —dice con tanta felicidad en su voz que casi me pongo a llorar—. Ser
tu mujer haría realidad todos mis sueños.

La abrazo durante unos segundos y trato de controlar mis emociones. Escucho


su respiración y huelo su dulce champú. Compartimos un momento de
tranquilidad… solo ella y yo.

Finalmente, le doy un pequeño empujón para que se siente en mi regazo y me


mire.

—Tenemos que ir a comprar anillos. Quiero que elijas lo que quieres.

Me sonríe emocionada y dice:

—¿Este fin de semana?


306
—No. Ahora —le digo y la hago girar en mi regazo para que mire al otro lado
de la calle.

La Joyería Finneman está cruzando la calle directamente enfrente de donde nos


sentamos, y la mandíbula de Sutton se abre cuando ella ve un enorme letrero que
está extendido. No estaba ahí cuando caminamos al restaurante más temprano, pero
fue colgado subrepticiamente por el maravilloso dueño, el señor Solomon Finneman,
mientras ella estaba comiendo su pastel.

El letrero dice: Cerrado para el Público, Demostración de Anillos Privada.

Sutton gira su cabeza lentamente hacia mí, su boca abierta. Empujo mi dedo
debajo de su barbilla para cerrarla.

—Cuidado… una abeja podría entrar ahí.

—¿Vamos a comprar el anillo ahora?

—Síp. Puedes elegir cualquier anillo en la tienda que quieras, sin embargo, he
hecho que el señor Finneman saque varios que me gustaron. Pero es completamente
tu elección.

—¿Justo ahora? —dice ella, todavía desconcertada.


—Acabo de pedirte que te cases conmigo y dijiste que sí, ¿verdad?

—Verdad —confirma.

—Entonces, vayamos —le digo mientras me pongo de pie, amablemente


dejando sus pies sobre el suelo.

No necesito pagar ya que arreglé todo con antelación con el restaurante. En su


lugar, salto la verja de hierro que separa los asientos al aire libre del resto de la
banqueta y la paso. No es un problema para mi estatura. Me inclino y recojo a Sutton,
con cuidado de que no se le suba el vestido, y la llevo al otro lado.

La tomo de la mano y esperamos a que haya una pausa en el tráfico, cruzando


dirigiéndonos hacia Finneman. Todavía tiene una sorpresa más y ésta va a ser mi
favorita por mucho.

Cuando entramos, el señor Finneman nos está esperando. Está impecablemente


vestido con un traje gris marengo y una pajarita. Es un joyero de tercera generación,
o al menos eso me dijo cuando entré a verlo ayer para asegurarme de que todo estaba
listo y elegir algunos de mis favoritos para poder exponerlos juntos.
307
—Señorita Price… señor Crossman… bienvenidos —dice y nos indica que nos
acerquemos a una de las vitrinas—. Tengo entendido que hoy van a elegir un anillo
de compromiso.

Sutton asiente con una sonrisa tonta en su rostro, y si tuviera que adivinar, creo
que podría estar un poco adormecida en el cerebro por todo esto. Se acerca a la
vitrina, donde el señor Finneman saca varios expositores de terciopelo con filas y
filas de anillos de diamantes.

—No —dice Sutton mientras levanta una mano—. Solo quiero ver los que le han
gustado a Alex.

Poniendo mis manos en su hombro y mis labios cerca de su sien, le digo:

—Sutton, puedes tener cualquier anillo de esta tienda. Puede que no te guste lo
que he elegido.

—Sí, me gustará —dice ella con firmeza. Luego, levantando los ojos hacia el
señor Finneman, reitera—. Solo los que le gustan a Alex.

El señor Finneman le dedica una amable sonrisa y sus ojos brillan. Saca el
expositor de terciopelo que tiene los anillos que he elegido. Hay siete en total y
ninguno de ellos tiene un precio inferior a cinco cifras. Oh, ¡bueno! No he gastado
nada de mi dinero en nada bonito en seis años, así que ya es hora de derrochar un
poco.

—Oh, Alex —dice Sutton maravillada mientras mira los anillos—. Son todos tan
bonitos. Son demasiado.

—En lo que a ti respecta, no hay nada que sea demasiado —le digo y la beso en
la cabeza—. Ahora pruébate cada uno.

Agarra el primero y se lo pone en el dedo anular izquierdo. Tiene un aspecto


impresionante: un óvalo de tres quilates con un engaste antiguo y diamantes
alrededor de la piedra central. Está engastado en platino, por otra parte, todos lo
están. A Sutton no le gustan las joyas de oro, así que supuse que no querría un anillo
de oro.

Extendiendo su mano, lo admira. Luego se gira para mirarme y dice:

—No sé cómo voy a elegir. Todos son espectaculares, y un poco abrumadores.

Sonriendo ante su gran sonrisa, le digo: 308


—Bueno, entonces, supongo que te vendría bien algo de ayuda.

En el momento justo, se abre la puerta detrás de la vitrina, que sé que es la del


despacho del señor Finneman, y salen Penny, Jim y Glenn. La boca de Sutton se
abre de nuevo, pero esta vez la cierra rápidamente, solo para abrirla de nuevo y decir:

—Dios mío. ¿Qué están haciendo aquí?

Su familia sale de detrás de la vitrina y entonces todo son abrazos, besos y


lágrimas. Su madre empieza a llorar con fuerza y Jim le palmea el hombro. Se vuelve
hacia mí y me tiende la mano para que la estreche. Glenn se apoya en la vitrina,
mirando los anillos.

Sutton se vuelve hacia mí y me echa los brazos al cuello.

—Eres demasiado.

—Todavía no he terminado —le digo y luego giro nuestros cuerpos hacia la


puerta por la que acaba de salir su familia. Se abre de nuevo y sale su mejor amiga,
Shelley.
Me encuentro con un grito desgarrador de Sutton, que se desprende de mis
brazos y prácticamente salta la vitrina para alcanzarla. Sé que no se han visto en más
de un año y medio, y sé que Shelley será sin duda su madrina de honor, así que sabía
que debía estar aquí para esta ocasión. La hice volar anoche y se quedará con
nosotros unos días.

Sutton y Shelley se abrazan, lloran y ríen. Sutton se vuelve hacia mí con las
mejillas manchadas de lágrimas y gesticula un Te amo. Yo solo le devuelvo la sonrisa,
porque esto no ha sido nada.

No hay nada que no haría por esta mujer. No hay nada a lo que no renunciaría,
nada que no sacrificaría por ella. Es la persona más importante de mi vida y siempre
lo será, porque me mostró que la vida consiste en superar las luchas y abrirse a las
posibilidades. Ella dio color a mi existencia, que de otro modo sería gris, y por eso le
debo todo.

Siempre será la primera.

Por encima de todo.

Para siempre. 309


Sobre la Autora

Desde el lanzamiento de su novela debut contemporánea, Off Sides, en enero de


2013, Sawyer Bennett ha lanzado muchos libros, varios de los cuales han aparecido
en las listas de mejores vendidos del New York Times, USA Today y Wall Street
Journal.
310
Una reformada abogada litigante de Carolina del Norte, Sawyer usa la
experiencia real de su vida para crear historias cercanas y sexys que atraen a una
amplia variedad de lectores. Desde romance nuevo adulto a contemporáneo erótico,
Sawyer escribe algo para todo el mundo.

A Sawyer le gusta su Bloody Mary fuerte, sus martinis secos y a sus héroes una
combinación de ambos. Cuando no está dándole vida a un romance ficticio, Sawyer
es chofer, estilista, chef, criada y asistente personal de una hija muy activa, como
también sirviente de jornada completa de sus adorablemente traviesos perros. Cree
en el bien de los demás, y que un mal día puede curarse con una gran ejercitación,
pastel o incluso mejor, ambos.

Sawyer también escribe ficción general y para mujeres bajo el pseudónimo S.


Bennett y romance dulce bajo el nombre de Juliette Poe.
Próximo Libro

La estrella de Carolina Cold Fury, Garrett Samuelson, no quiere perderse ni un


solo minuto de diversión. Ya sea jugando hockey, saliendo con sus amigos o
paseando por la alfombra roja con una nueva cita del brazo, vive cada día al máximo.
Cuando conoce a Olivia Case, ve a alguien que es exactamente su tipo: segura, sexy, 311
inteligente... su próxima aventura. Pero cuanto más la persigue, Garrett más
comparte una parte de sí mismo que otras mujeres no suelen ver.

Olivia ha estado guardando un secreto. Mientras Garrett vive para la siguiente


emoción, Olivia no está segura de que vaya a vivir para ver el siguiente día. Está
recibiendo tratamiento para algunos problemas médicos graves y no tiene tiempo
para una relación sin garantías, especialmente con un mujeriego que no acepta un no
por respuesta. Pero a medida que va conociendo al verdadero Garrett, Olivia no
puede evitar enamorarse de él... con fuerza. Revelar la verdad significaría arriesgarlo
todo, pero no se puede marcar sin dar los golpes difíciles.

Cold Fury #2
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