Unknow
Unknow
Unknow
Joel
Nathan se deja caer en mi cama sin hacer.
—Fiesta en la casa Theta esta noche, ¿te apuntas?
Lanzo mi celular sobre la cama, ignorando los tres
mensajes de Shelly, también conocida como la gatita.
—No sé. Podría quedarme.
Él levanta ambas cejas.
—¿Estás enfermo?
—Nah, simplemente no se me antoja.
Mi amigo se apoya en un codo esperando una
explicación. Si fuera cualquiera de mis otros compañeros de
casa, obtendría un pase. Wes está demasiado atrapado en
Blair y Z opera metiendo presión agresivamente. Solo los
más agresivos y decididos superan su frente intimidante,
que lo es totalmente. El tipo tiene un osito de peluche
debajo, pero no le digas que lo dije.
—¿Alguna vez has ido al café?
—No, no me gusta el café. ¿Esto sobre Blair? —Su
rostro palidece y parece legítimamente nervioso—. Por
favor, no me digas que te acostaste con ella. Wes te matará,
así como matarte de verdad. Joder, sería entretenido ver a
ese tipo ponerse todo enojado por algo que no sea
baloncesto, pero me gusta mucho nuestra casa aquí. Es
mejor que vivir en un dormitorio.
Nunca tuve el privilegio, y sí, lo digo con sarcasmo, de
vivir en los dormitorios. Mis padres viven a unos veinte
minutos de la universidad y cuando se convencieron de que
yo era capaz de manejar la universidad y el deporte sin
reprobar, compraron esta casa justo al lado del campus.
Miro alrededor de mi habitación, que es unas tres veces más
grande que los dormitorios que he visto. Tengo la suite
principal, pero todas las habitaciones son grandes. Todo el
mundo la llama La Casa Blanca. Aparte de lo obvio, es
blanca y grande, mi papá es el rector de la universidad.
Podría ser peor. Podrían llamarlo Moreno Hall o algo así.
—Hay una chica allí llamada Katrina. Nunca la había
visto antes.
—Estoy seguro de que Blair la conoce.
Asiento lentamente.
—Probablemente. De todos modos, la invité a salir
hoy.
—Ah, así que tienes una cita esta noche.
Una ráfaga de aire cálido hace que mi cara se sienta
como fuego y mi garganta se tensa. ¿Es así como se siente
la vergüenza?
—Me rechazó.
El hijo de puta se ríe.
—¿No jodas? —me dice asombrado, tratando de evitar
reírse más, falla.
—Lo que sea, fue solo una chica. —Camino hacia mi
armario.
—No te preocupes, amigo, tenía que suceder
eventualmente. Las chicas son raras. Tal vez ella está en
esos días.
Examino las camisas en mi armario. Agarra una, me la
pongo. Saco otra. Empiezo a volver a ponérmelo, pero
carajo, ¿por qué estoy estresado por qué ponerme?
—Podrías sonar menos feliz—digo mientras salgo del
armario—. Además, mi promedio sigue siendo mucho mejor
que el tuyo.
—Creo que me gustas más dudando un poco. ¿Cuál es
el nombre de esta chica? Quiero invitarle un trago.
—Olvídalo. Olvídate de toda esta conversación o les
contaré a los chicos sobre la mierda que estás vendiendo
para Frank. No son estúpidos, hombre. Se correrá la voz.
—Es solo hasta que ahorre lo suficiente para el
próximo año.
—Hay otras formas de ganar dinero. —Lo miro a los
ojos. Me siento mal por el tipo. No sé lo que es no tener
dinero, pero sé que vender drogas es una idea terrible—.
¿Sigues manteniendo esa mierda fuera de la casa? No nos
lleves a todos contigo.
Sacude la cabeza y fija su mirada en la mía.
—Yo nunca lo haría. Tú lo sabes.
Cierto, pero es bueno escucharlo.
—Está bien, hagamos esto.
—Pensé que te ibas a quedar. —Me dice las cosas
como son, se pone de pie, y lo sigo fuera de mi habitación y
bajo las escaleras. Cuando llegamos a la sala, solo estoy
medio sorprendido de ver a Blair aquí, con los pies
apoyados en el sofá, los audífonos puestos y el cuaderno en
el regazo.
Cuando nos ve, se quita un audífono.
—Hola…
—¿Dónde está Wes? —Nathan pregunta mientras
toma asiento en una tumbona.
Blair se encoge de hombros, pero Z entra desde la
dirección de la cocina, bebida de proteínas en la mano, y
dice—: Estaba hablando con Terapia Física.
Agita el vaso en su mano recordándome que necesito
tomar algo para comer antes de ir a la fiesta. Y asegúrate
de que Nathan lo haga. El chico tiene una tendencia a
saltarse las comidas cuando no tenemos comida en casa. Mi
madre lo sabe y trata de mantenernos abastecidos, pero
eso es una hazaña casi imposible. Nada más Z come lo
suficiente para alimentar a una familia de cuatro. Es un tipo
grande incluso para los estándares de los atletas, lo que
significa que ingiere muchas calorías adicionales para
mantener el músculo que lleva. Estamos cerca de la misma
altura, pero Z está construido como un cruce entre un
defensa y un fisicoculturista.
—Blair, ¿qué piensas de esta camisa?
Ella mira a cada uno de los chicos, quienes se ríen,
antes de responder.
—Bueno… Está bien.
—Mierda. Debería cambiarme, ¿verdad?
Su risa continua es la única respuesta. Nathan me
lanza un balón. Él no dice nada, pero leo el mensaje escrito
en su rostro.
Pero no puedo. Katrina me sacó de mi juego.
Palmeo el balón para consolarme y miro de nuevo a
Blair.
—¿Bien?
Se sienta hacia adelante y me mira con cuidado.
—Date la vuelta.
—¿Perdón?
Ella me hace un gesto con el dedo para que gire.
Jóder.
Sin soltar el balón, me giro con los brazos extendidos.
La voz de Wes es divertida cuando entra y pregunta—:
¿Qué diablos está pasando aquí? ¿Un desfile de modas?
Le lanzo el balón a la cabeza y me arrepiento de
inmediato porque ahora soy un tipo parado dando vueltas.
—Blair me está ayudando a elegir una camisa para
esta noche.
—¿Por qué la obsesión por el atuendo de esta noche?
—me pregunta mientras toma asiento junto a Blair.
—Porque lo rechazaron esta tarde al tratar de
conseguir un número telefónico. y ahora está fuera de
forma. —Le disparo a Nathan una mirada que le recuerda
que tengo sus secretos. Aunque es demasiado tarde. Mi
rechazo está ahí fuera.
—Pobre, pobre idiota —dice Wes, sin sonar en lo más
mínimo arrepentido.
—Eso no es de lo que se trata. Era una chica. Una
chica. —Muevo mi dedo en el aire para enfatizar—. Que se
jodan todos.
No tengo suficientes dedos para contar sus rechazos.
Miro hacia abajo a mi camisa y pantalones y luego decido
enrollarme las mangas. Está muy agradable afuera.
—Entonces, ¿esta está bien?
Blair mueve la cabeza con entusiasmo esta vez.
—Te ves sexy. El negro es un buen color para ti. Te da
toda la cosa oscura y misteriosa con tu tono de piel y
cabello oscuro.
—Bueno, pero ¿qué es esto? —Wes suena celoso y eso
me hace más feliz de lo que he estado en toda la tarde.
Le tiro un guiño.
—Muchas gracias, bonita.
—Sí, definitivamente haz eso. —Sus ojos se iluminan.
—¿Hacer qué?
—Hablar en español. No todo el tiempo… pero déjalo
caer casualmente. Los acentos son sexys.
Muestro una sonrisa en agradecimiento por la
información. No es la primera chica que me dice eso, pero
supongo que lo había olvidado. He estado usando mi
estatus de atleta y de regalo de Dios para las mujeres en
general para ligar con chicas y ahora no tengo ningún juego
cuando cuenta.
Blair y Wes hacen planes para ver un partido de
béisbol local más tarde esta noche, lo que me hace
cuestionar su idea de romance, pero luego ella lo mira con
ojos de corazón, así que, ¿qué demonios sé yo? Se despide
del grupo, se va a estudiar o a alguna otra cosa muy
aburrida. Espero hasta que la puerta se cierra detrás de ella
antes de aprovechar la oportunidad para apuntar los golpes
a otra persona.
—Así que… —pregunto inocentemente—. ¿Tú y Blair…
las cosas se ponen serias?
El rostro de Wes palidece.
—¿Qué? No, es que…
—Si estás teniendo sexo, entonces se está poniendo
serio. No estarías mezclando negocios con placer a menos
que sea serio. —Wes no ha tenido citas desde que lo
conozco, y sus acostones de una noche han sido pocos y
esporádicos. Le gusta Blair. No estoy seguro de por qué no
puede admitirlo. Todos lo sabemos.
—No estoy mezclando, ¿sabes qué? Ni siquiera voy a
ir allí. —Parece que va a estar físicamente enfermo. Bueno,
mierda, él no la ha follado.
—Espera, espera, espera. ¿No te has acostado con
ella?
—¿Es eso realmente tan ridículo? Solo la conozco
desde hace unas pocas semanas.
—Uh, huh. Uh, huh. —No estoy seguro de por qué de
repente me siento esperanzado y romántico de que estos
dos se vayan a acostar, pero estoy completamente
emocionado ante la perspectiva.
—Entonces, ¿eso significa que esta noche es la
noche?
—Vamos a un juego de béisbol del bachillerato, no
buscamos pasar tiempo en la cárcel por exposición
indecente —responde Wes. No lo estoy comprando. Disculpa
tonta.
—No me jodas. Esta noche es la noche.
—Ella te completa —agrega Nathan. Acabamos de ver
a Jerry Maguire hace unas semanas en la búsqueda de Z
para ver todas y cada una de las películas de Tom Cruise.
—Váyanse a la mierda, los dos. —Wes lanza el balón
de mano en mano.
—Tengo que ducharme —anuncia Nathan.
—Apresúrate. Me voy en quince y necesito hacer una
parada para comprar condones. —Miro a Wes—. ¿Estás
bien? ¿Necesitas que ponga algo en tu mesita de noche?
Me tira el balón de vuelta.
—Bien, vale. Me calmaré. Probablemente necesites ir
a ocuparte de eso. Ya que ella abandonó la cena, tienes
tiempo para masturbarte una antes y después de la ducha.
—Por el amor de Dios —gime él.
—¿Qué? Por favor, dime que no planeas presentarte al
juego sin despejarte la cabeza. Amigo, entras allí sin
ocuparte de los negocios, te avergonzarás a ti mismo y a
toda la población masculina.
Sacude la cabeza y la deja colgar.
—¿Qué demonios te pasa? —Quiero decir,
honestamente, ¿el tipo no tiene sexo en meses y aparecerá
completamente cargado? Se correrá en los pantalones para
cuando le quite la ropa. Movimiento de novato.
Se pone de pie y camina hacia las escaleras.
—Sabes que tengo razón —lo llamo. No parece
convencido. Saco mi teléfono de mi bolsillo trasero y pongo
una alarma para más tarde esta noche. Menos mal para él,
me tomo los orgasmos, incluso cuando no son míos, muy en
serio. Le enviaré un mensaje más tarde para asegurarme de
que preste atención a mi consejo.
De hecho, yo estaría haciendo lo mismo si no me
hubiera masturbado tratando de sacar a Kitty de mi
sistema. Esos ojos azul y café me persiguieron mientras me
corría tan fuerte que vi estrellas. Dos veces. Incluso al
imaginarla ahora, puedo sentir que me pongo duro de
nuevo. El hecho de que Kitty no sólo dijera que no, sino que
lo hiciera con tanto desdén tiene que ser la razón por la que
pensar en ella hace que mi pulso se acelere y una sonrisa se
dibuje en mi rostro.
Suelto un suspiro y abro mi historial de mensajes. Una
chica sexy es igual a cualquier otra, al menos por lo que
busco. No hago gestos románticos ni largos paseos por la
playa. Bueno, a menos que por largas caminatas te refieras
a sexo. El sexo en la playa es increíble.
Mientras espero a Nathan, me desplazo a través de
las chicas que me han enviado mensajes sobre tener sexo
esta noche. Dijeron pasar el rato, pero cada vez que una
chica me envía un mensaje para vernos más tarde, ella
termina desnudándome. A las chicas no les gusta salir y
pedir sexo.
¿Rubia tetona? ¿Pelirroja atrevida? ¿Buena chica de
primer año que busca salir de su caparazón? Las opciones
son infinitas, pero estoy aburrido.
—Toc, toc —grita la voz de mi hermana desde la
entrada trasera.
Me apresuro a saludarla. El olor que sale de la
cacerola que lleva hace que mi estómago gruña.
—Eso huele increíble —le digo, tomándolo y retirando
el papel de aluminio.
Agarro un tenedor y un plato, me doy una porción
generosa, pruebo un bocado y luego miro hacia arriba.
—¿Noche de juego? —pregunto con la boca llena de
pasta y apunto mi tenedor hacia su camiseta verde de
Valley High y la huella de una pata verde a juego pintada en
su mejilla.
—Jugamos contra Pinnacle esta noche. Son más
grandes y malos que el año pasado.
—Ten cuidado con ellos —digo con humor
entrelazando mi tono porque incluso desde las gradas,
Michelle es una fiera. Ella es la definición de aficionada
enloquecida, apasionando a jugadores y entrenadores por
igual. A ella le encanta ver baloncesto tal vez tanto como a
mí me encanta jugarlo. Y lo hace con tanto estilo como yo.
—Hola —llama Nathan entrando en la cocina y
sacándose una camisa limpia por la cabeza—. Me alegro de
verte, Apestosa.
Michelle pone los ojos en blanco. Odia que mis amigos
hayan adoptado el apodo de mi infancia para ella. Ella está
en esa edad en la que quiere que todos piensen que es
madura y capaz en lugar de la niña ingenua de dieciséis
años que es.
Empujo un plato y un tenedor frente a Nathan, y él se
sirve la comida.
—¿Qué van a hacer ustedes dos esta noche? —
pregunta Michelle, sacando una cerveza de la nevera,
abriéndola y bebiendo un largo trago.
—Dame eso.
Tomo la cerveza para mí.
—¿Quieres una? —le pregunto a Nathan.
—Fiesta Theta esta noche —responde Nathan por
nosotros y se sacude la cerveza.
—¿Sólo ustedes dos? —Ella hace un gesto entre
nosotros con el ceño fruncido—. ¿No se supone que debes
estar saliendo con alguien o algo así?
Oh, inocente Michelle.
—Joel lo intentó y lo rechazaron.
Se ríen y les disparo a ambos una mirada furiosa.
Michelle me estudia.
—Vaya, alguien realmente rechazó al gran Joel
Moreno. ¿Qué sucedió? ¿Cómo le preguntaste?
—Sólo le pregunté si podía darme su número para que
pudiéramos salir luego. —Me encojo de hombros—. Ella dijo
que no.
Déjame decirte que volver a hablar de eso no me
hace sentir mejor.
Mi hermana gime exasperada.
—Vamos, finalmente sucedió.
—¿Qué cosa? —pregunto, seguro que me voy a
arrepentir de preguntar.
—Tu ego creció tanto que olvidaste cómo esforzarte
para invitar a salir a una chica de la manera correcta.
—Oh, mierda. —Nathan se tapa la boca, pero no
oculta la enorme sonrisa en su rostro.
—Quiero decir, ¿Pensaste algo en ello o simplemente
lo improvisaste y esperabas que ella cayera a tus pies?
Nathan se dobla de la risa. Me alegro de que se haya
divertido.
Mirándome seriamente, la voz de Michelle está llena
de simpatía.
—No todas las chicas son mentirosas, traicioneras,
malas…
—Está bien, creo que es hora de que te vayas —le
digo, cierro mis párpados y espero haber cortado su
perorata para siempre. El hecho de que mi hermanita sepa
lo mal que las relaciones pueden estallar en tu cara
depende de mí. Pero al menos no parece haberla hecho
menos romántica.
Se ríe suavemente y abro los ojos y suspiro de alivio
mientras se dirige hacia la puerta. Gracias a Dios.
—Espero que tu ego herido no afecte el juego este fin
de semana —agrega ella, se despide y desaparece.
—Ella tiene razón —dice Nathan. —¿Cuándo fue la
última vez que alguien te hizo hacer algo más que
preguntar amablemente antes de que se ofrecieran como
voluntarias para rebotar en tu pene?
—Trabajan para ello —digo, sobre todo para mí
mismo. Lamentablemente, la idea ni siquiera se me había
ocurrido. Maldita sea. Bueno, acepto el reto. Honestamente,
¿qué tan difícil podría ser convencer a una chica que sé que
ya me desea, de salir conmigo?
Capítulo Tres
Joel - En la actualidad
El sonido de un mensaje entrante es mi segunda alarma
del día. El primero llegó hace cinco minutos cuando Z
golpeó todas las puertas de nuestra casa.
El segundo, eso sí, llega siempre precisamente a las
cinco y media en forma de texto. En concreto, un meme.
Nathan los ama. Juro por Dios, el tipo me manda como diez
al día. Debe pasar una buena parte de su tiempo libre
revisando Imgur para encontrar los mejores. Son muy
divertidos, así que no le digo que se detenga, aunque diez
mensajes de otro tipo al día es demasiado.
Deslizo mi dedo sobre la pantalla y le doy clic en el
mensaje. Entrecerrando los ojos a través de la brillante luz
de mi teléfono, quito la manta y pongo una mano detrás de
mi cabeza. El meme dice ¿Cómo duermo por la noche
sabiendo que soy un imbécil? Las palabras blancas están
sobre un fondo negro liso. La decepción parpadea porque
prefiero las imágenes divertidas a una pared de texto, pero
sigo leyendo de todos modos. Desnudo con el ventilador
encendido.
Esto provoca una risa áspera y tomo una foto de mi
paquete, en ángulo para que el abanico negro al lado de mi
cama sea visible. El tipo me conoce demasiado bien.
Presiono enviar y salto de la cama. Me pongo calzoncillos,
shorts y una camiseta. Me lavo los dientes mientras orino,
haciendo múltiples tareas como un profesional. Una vez que
he terminado en el baño, tomo calcetines y zapatos y bajo
las escaleras. El resto de los chicos ya están en la cocina
desayunando. Z es el único que está sentado. Su
corpulencia en la mesa del comedor con un plato y un vaso
frente a él, usando modales que el resto de nosotros
reservamos para compañías mixtas. Por algún acuerdo
tácito, nos turnamos para hacer el desayuno y por los panes
ligeramente quemados extendidos sobre el mostrador con
varios condimentos: mantequilla, mermelada, Nutella y
crema de cacahuate, sé que esto es obra de Wes.
—El desayuno está servido —dice Wes mientras saca
cuatro rebanadas más de pan ennegrecido de la tostadora y
las deja en el mostrador. Luego agarra una mano llena de
cuchillos para mantequilla de nuestro cajón de cubiertos y
los pone al lado.
—¿Vienes a entrenar hoy? —pregunto, y todos menos
el hombre con el que estoy hablando disparan dagas en mi
dirección.
Un gruñido y un movimiento de cabeza son mi
respuesta. Después de una lesión que puso fin a la
temporada, el hombre clave del último año recientemente
comenzó a regresar al entrenamiento. Es muy bueno tenerlo
de vuelta, aunque solo sea al margen. Sin embargo, no es lo
mismo sin él en la cancha con nosotros.
Me pongo los calcetines y los zapatos, luego agarro un
vaso y la lleno de agua. Vierto una cucharada de proteína
en polvo y mezclo con un cuchillo porque eso es lo que hay
en el mostrador para el pan tostado.
Levanto el vaso a mi boca justo cuando Nathan se
pone a mi lado, agarrando otro pan tostado mientras mete
lo que queda de su último en su boca.
—Amigo, ¿no sabes que cada vez que envías una foto
de un pene, se encoge un octavo de pulgada? —dice, con la
boca todavía llena. Luego procede a abofetear mi paquete.
Gimo instintivamente antes de que el dolor se registre.
Derramo mi bebida en mi camiseta y en el suelo—. Eso es
por la imagen que no puedo quitarme de la cabeza.
—No es gracioso —gruño—. No es para nada gracioso.
Ahueco mis bolas a través de mis pantalones cortos y
les doy un apretón protector.
—La oportunidad era demasiado buena, hombre. Y si
mi pene es pequeño, entonces el tuyo es microscópico.
—Es hora de irse —dice Z mientras se pone de pie y
lleva los platos sucios al fregadero.
Agarro dos panes tostados para el camino y me trago
lo que queda de mi bebida de proteínas. Me limpio la boca
con el dorso de la mano y sigo a los chicos hasta la puerta.
Está tranquilo afuera. Temprano, oscuro y frío. Nos
movemos rápidamente al otro lado de la calle hasta Ray
Fieldhouse, donde entrenamos y hacemos ejercicio. Es mi
lugar favorito en todo el campus. El hecho de que no tenga
mi apellido pegado por todas partes es definitivamente una
ventaja.
Puede ser un nuevo semestre, pero estamos en lo
más profundo de la temporada. Faltan menos de dos meses
para llegar a los cuatro finalistas y todos sienten la presión y
la emoción. El entrenador Daniels no necesita gritarnos por
ser flojos o descuidados, aunque lo hace, porque somos tan
duros con nosotros mismos como él. Queremos esto. Quizás
más que nunca ahora que hemos visto a Wes salir con una
lesión.
Practicamos durante dos horas antes de las clases y
luego, la mayoría de las noches, volvemos al gimnasio para
hacer ejercicios o practicar jugadas. Tenemos un gran
partido el domingo, por lo que el entrenamiento de hoy es
particularmente agotador. Ejercicios de tiro, maniobras uno
a uno, juego agresivo en toda la cancha, acondicionamiento
y luego más ejercicios de tiro. Para cuando terminamos, casi
estoy deseando que llegue la clase solo para poder
sentarme y relajarme.
Al entrar al vestidor para darme una ducha rápida
antes de salir, hago una pausa cuando el entrenador grita
desde la puerta abierta de su oficina—: Moreno, ven a
verme antes de irte. —Levanto la cabeza en reconocimiento.
Después de ducharme y cambiarme, me detengo en la
oficina del entrenador según lo solicitado.
—Entrenador —Me desplomo en la silla en el lado
opuesto de su escritorio y tomo dos barras de granola de mi
bolso. Estas cosas no valen nada. Necesitaría comer como
doce para saciar mi hambre, pero dos es todo lo que me
queda. Necesito decirle a mi mamá, la santa que mantiene
nuestra despensa surtida, que compre algo más sustancioso
la próxima vez para bocadillos.
El entrenador mira su teléfono, una mezcla de
confusión y emoción en la forma en que su boca se curva en
una sonrisa, pero sus ojos se entrecierran.
—Un segundo.
Me divierte cuando él procede a hacerme esperar
mientras él está perdido por lo que sea que esté pasando.
Me rindo y comento sobre sus extrañas acciones
cuando el hombre en realidad se ríe al escuchar un mensaje
entrante.
—¿Enviando mensajes durante el horario de oficina?
Pasa un momento antes de que levante la cabeza y
encuentre mi mirada.
—Lo siento, ¿qué?
—Nada. ¿Quería verme? —Levanto una mano para
que vaya al grano.
Deja el teléfono en el escritorio y luego se recuesta en
su silla.
—Cierto. Quiero cambiar un poco las cosas el domingo
y tenerte en la parte superior de la zona en lugar de atrás.
Shaw todavía está encontrando su ritmo y vamos a tener
que jugar el balón de manera más agresiva si queremos
ponerlos nerviosos.
Tiene sentido. Soy más alto y rápido que las otras
opciones y Z es una bestia desde abajo.
—Está bien. ¿Algo más?
Su teléfono suena de nuevo y mira hacia abajo antes
de contestar.
—Sí, ¿qué tal unas sugerencias de restaurantes
locales? Algo bueno sin ser demasiado pretencioso.
Siento mi ceja izquierda arquearse en cuestión.
—¿Cena de equipo?
—No. —Él niega con la cabeza—. Pensé que podrías
conocer algún lugar bueno. Desde que me mudé a Valley
hace cinco años, me temo que la mayoría de las veces que
como fuera lo hago en el autoservicio.
—¿Estamos hablando de restaurantes románticos?
La vergüenza que se extiende por sus rasgos me
desconcierta. El entrenador Daniels no es el tipo de persona
que esperaba que estuviera buscando consejos sobre citas.
—Dije bueno, no romántico.
—Cuando se trata de cenar, esas dos cosas son
sinónimas. —Decido sacarlo de su miseria—. Araceli. Tiene
excelentes vistas, buen menú, pero no es exagerado.
—Araceli —repite el nombre lentamente como si
estuviera tratando de recordarlo.
Tiro los envoltorios de las barras de granola a la
basura y saco mi teléfono.
—Le estoy enviando un mensaje con los detalles. No
debería necesitar una reserva para un jueves, pero si tiene
algún problema, solo dígales que es un amigo y que quiere
mi mesa en el patio.
—¿Tu mesa en el patio?
—Tengo una reserva permanente para el jueves por la
noche.
Ladea la cabeza hacia un lado y me mira como el
chico de veintiún años que cree que soy.
—Es mejor que espere que esta noche no sea la noche
en que finalmente lo necesite. —Me levanto y sonrío y lo
dejo antes de que pueda preguntarme más.
Capítulo Cuatro
Katrina
Nunca me han gustado las mañanas. Mirando hacia
atrás, eso parece ridículo. Quiero decir, ¿qué tan difícil es
levantarme sola y salir por la puerta? Las mañanas ahora,
sin embargo, son una tortura. Alguien debería advertirte
antes de tener hijos que levantarte antes del sol dura
mucho más que los años del bebé. Y esos pequeños conejos
Energizer no entienden el concepto de no hablar hasta que
hayas tomado una taza de café.
No, Christian entró en mi habitación antes de que el
sol siquiera pensara en salir y no ha parado desde entonces,
parloteando todo el tiempo.
—Christian, nos vamos en dos minutos. —No sé por
qué le doy una advertencia que de alguna manera lo va a
apresurar. Mi hijo de tres años no tiene concepto del tiempo.
Agarro mis libros y mi computadora portátil y los meto
en mi mochila haciendo una lista de verificación mental
para asegurarme de que tengo todo para la escuela y que él
tiene lo que necesita para un fin de semana con su papá.
—No se olviden de agarrar su balón de fútbol en caso
de que vayan al parque. —Muy poco probable, pero si lo
toma, existe al menos alguna posibilidad de que Víctor se
sienta obligado a pasar algún tiempo con su hijo. Estoy
mucho más allá de la manipulación sutil en este punto.
—Está bien, vamos a subir todo. —Tiro mi mochila
sobre mi hombro y agarro el balón de soccer que veo tirado
en el piso de la sala. Quiero decir, honestamente, no es
como si no fuera a tener que cargarlo de todos modos.
Christian sale corriendo de su habitación, cabello
rubio desordenado y una sonrisa que no entiende que su
madre no es una persona madrugadora.
—¡Necesito empacar algunas golosinas para Rex!
—Ya lo hice. Están en tu mochila. ¿Te has cepillado los
dientes?
En lugar de responder, mira hacia arriba como si
estuviera tratando de recordar eso muy atrás. Eso es un no.
—Vamos, vamos a cepillarlos muy rápido. —Dejo mi
mochila y el balón de fútbol en el suelo y él sale corriendo
por el pasillo. Lo sigo detrás, recogiendo juguetes y ropa
sucia en su camino. Puedo escuchar el grifo abrirse y luego
el sonido inconfundible de él cortando el agua con su cepillo
de dientes. Me resisto a levantar la voz, no sirve de nada,
pero lo corrijo suavemente mientras entro al baño.
—No juegues con el agua. Haces un desastre,
¿recuerdas?
—Es solo agua. Se secará.
Muy cierto.
Sin palabras, lo ayudo a cepillarse los dientes, limpiar
el agua con su toalla de baño y luego tomo mis cosas de
nuevo. Por lo general, se necesitan dos o tres intentos para
salir por la puerta. Planeo esto agregando un búfer de
quince minutos.
—¿Crees que la abuela Nadine dejará que Rex duerma
en mi habitación esta vez? —Christian pregunta mientras
me dirijo a la puerta, con la esperanza de que esta vez
lleguemos al otro lado.
Me muerdo una sonrisa por lo mucho que ama a ese
perro tonto. Estoy seguro de que lo compró para Christian,
pero la dura de Nadine nunca lo admitiría. Christian ama a
los animales. Siempre lo ha hecho, pero se convirtió en una
obsesión en toda regla durante el último año. No podemos
tener mascotas en nuestro edificio, pero incluso si
pudiéramos, no hay forma de que pueda darle a un perro el
tipo de atención que se merece.
—Puedes preguntarle cuando lleguemos allí, ¿de
acuerdo?
Él asiente emocionado.
—Papá vendrá tarde esta noche, así que podrás verlo
este fin de semana también.
Corre de regreso a su habitación por un juguete que
tiene que tomar. Me siento mal porque está más
emocionado de ver al perro que a su papá, pero en su
defensa, el perro es mucho más confiable.
Está a menos de una hora en carro de mi pueblo,
donde los padres de Víctor y los míos aún viven. Cuando
llegamos a la casa de Nadine, ella sale por la puerta
principal, Rex pisándole los talones, antes de que pueda
sacar a Christian de su asiento de seguridad.
—Ahí está mi nieto favorito.
—El abuelo me dijo que soy tu único nieto.
—¿En serio? —Ella pone su mejor voz falsa e incrédula
—. Bueno, eso te hace aún más especial entonces.
Se las arregla para recibir un abrazo rápido antes de
que él se escape y comience a perseguir a Rex por el frente
de la casa.
—Aléjate de la carretera, amigo —grito mientras
agarro su maleta y se la entrego a Nadine.
—Gracias.
Ella hace un gesto con la mano.
—No es necesario que me agradezcas por cuidar a mi
nieto. Nos encanta tenerlo aquí.
Y sé que lo hace, pero, aun así, estoy agradecida por
el papel que ha jugado en la vida de Christian.
—El sentimiento es mutuo —digo mientras veo a mi
hijo correr despreocupado y feliz. Los niños son resistentes.
Eso es lo que me dijo el médico cuando le pregunté cómo le
afectaría ser criado principalmente por uno de los padres.
Víctor, el padre de Christian, baja un fin de semana
aproximadamente una vez al mes para verlo. Para mi hijo
esto es normal, no ha llegado a la edad de comparar su
situación con la de otros, pero sé que llegará. Está en una
guardería y comenzó el preescolar el otoño pasado y,
aunque ha visto a un grupo diverso de niños de todo tipo de
familias, eventualmente mi hijo me hará preguntas difíciles
sobre su padre.
Aun así, Nadine lo lleva cada dos fines de semana,
incluso cuando Víctor no viene, y ha ido más allá de lo que
podría haber imaginado. La mujer no era mi mayor
admiradora cuando se enteró de que Víctor me dejó
embarazada, pero nunca se lo reprochó a su nieto.
—Felicidades por tu obra. —Mi mirada se dispara
hacia la de ella con sorpresa—. Vi a tu madre en el
supermercado. Está muy orgullosa.
—Gracias.
Ella asiente, y nos quedamos allí de pie torpemente.
—¿Quieres que venga a buscarlo el domingo? —
ofrezco.
—Disparates. Bill y yo lo llevaremos de regreso
después de que Víctor se vaya, como siempre lo hacemos.
—Ella resopla como si mi ofrecimiento fuera la verdadera
imposición—. Y, además, a Christian le gusta ir a ese lugar
de panqueques en Valley, así que lo llevaremos a comer
panqueques y luego lo dejaremos. ¿A menos que quieras
unirte?
Ese lugar de panqueques es IHOP, pero se niega a
llamarlo por su nombre, otra peculiaridad de Nadine.
Reflexiono sobre su invitación. Nunca sé si la respuesta
correcta es sí o no. Tenemos una relación decente, pero no
quiero entrometerme en su tiempo. Christian corre a mi lado
y lo agarro para abrazarlo antes de irme.
—Creo que les dejaré la fiesta de panqueques.
Él salta a mi lado.
—¿Vamos a IHOP?
Ups. Le disparo una mirada de disculpa.
—Iremos el domingo, pero si entras, encontrarás
muffins de arándanos esperándote. Dile adiós a tu mamá
primero.
Ella da unos pasos hacia la casa para permitirnos
despedirnos.
—Sé bueno con la abuela y el abuelo, ¿de acuerdo?
Asiente una vez, pero sus ojos ya se están dirigiendo
hacia Rex.
—Oye, mirarme. —Lo hace, aunque de mala gana—.
Lo digo en serio. Escucha a la abuela y prométeme que te
divertirás mucho con papá cuando llegue, ¿de acuerdo?
Puedes mostrarle tus nuevas habilidades futbolísticas.
—¿Tú qué tal? No te divertirás sin mí cerca.
Me duele el pecho ante la idea de que se preocupa
por mí mientras se supone que se está divirtiendo con su
padre.
—Prometo intentarlo si lo haces, ¿acuerdo?
Él sonríe y asiente, y yo doy un paso atrás.
—Te amo. Te veo el domingo.
—Adiós —grita mientras corre hacia la casa—. Te
amoooooo.
Lo observo desaparecer dentro de la casa antes de
subirme al carro, ya lo extraño. Sé que el tiempo que pasa
con su padre y sus abuelos es bueno para él, pero para mí
es un fin de semana largo.
¿El único lado positivo? Es jueves, mi día favorito de la
semana.
Capítulo Cinco
Katrina
Trabajo en el café del campus dos veces por semana,
martes y jueves. Con mis becas y algunos préstamos
estudiantiles para ayudar a cubrir el resto de nuestros
gastos de manutención, es suficiente dinero para cubrir las
necesidades sin alejarme de Christian por la noche. Y
honestamente, me gusta el tiempo para mí. Especialmente
los jueves.
Exactamente a las diez y cincuenta y tres, él cruza la
puerta de University Hall. Todos los jueves es lo mismo y
todos los jueves lo espero con ansias. Sus ojos encuentran
los míos y una sonrisa arrogante levanta las comisuras de
su impresionante boca. Su paso confiado es largo pero
pausado.
No me permito mirar su cuerpo con los ojos porque
eso sería ceder a la batalla de voluntades en la que hemos
estado involucrados durante meses. Pero sé lo que vería si
lo hiciera.
Cabello negro, piel morena clara, un cuerpo delgado
pero musculoso que cubre con ropa que abraza su cuerpo y
parece que ha sido seleccionada por un maldito estilista.
De alguna manera, siempre está totalmente
organizado y aún se las arregla para exudar masculinidad y
destreza para derretir bragas. No es justo que un chico se
vea tan guapo sin esfuerzo.
Joel Moreno. Jugador de baloncesto de Valley, en
realidad, borra las otras palabras, es solo un jugador
completo. Y ni siquiera puedo culparlo. Si yo fuera un chico
y me viera así, también estaría durmiendo entre alumnas.
Lo que no daría. Me resisto a hacer ese ruido que
hacen los chicos cuando ven a una chica que creen que es
súper sexy. Ese ruido es exactamente como me siento.
Mira, no he tenido sexo en cuatro años.
Así es. Cuatro años. Ah, y la última vez que tuve sexo,
me quedé embarazada. Buenos tiempos. Eso te hará
disparar feliz. Y te dejo con un regalo que asusta a los
veinteañeros para siempre.
Me rindo y me encuentro con su mirada, de lo cual me
arrepiento de inmediato porque su sonrisa se vuelve
increíblemente más amplia y burlona. No tengo que mirar a
mi alrededor para saber que todos los ojos en University
Hall se han vuelto en su dirección. Él es un imán.
Me enderezo detrás del mostrador del café de la
universidad y ocupo mis manos volviendo a atar el delantal
azul alrededor de mi cintura. Mi cuerpo se sobrecalienta
cuando se acerca. Incluso si estuviera ciega, creo que su
presencia encendería cada neurona de mi cerebro y me
alertaría del peligro. Porque eso es exactamente lo que es
este tipo: peligroso.
No dice una palabra mientras se acerca a la caja
registradora y pone una mano sobre el mostrador.
Mirándole la barbilla, digo—: Hola, ¿qué puedo
ofrecerte?
—Ah, no seas así, Kitty, ya sabes cómo me gusta.
Siempre Kitty, nunca Katrina o incluso Kat. El apodo
me debería irritar. Debería, pero no es así. Hay algo en la
forma en que lo dice como si supiera que es ridículo y
quisiera sacarme de quicio.
Cuando no reconozco su comentario, y sí, sé
exactamente cómo le gusta: grande, crema, dos de azúcar y
un lado de tetas y culo para llevar, pronuncia su orden—: Un
café grande con crema y dos de azúcar.
Sin decir una palabra, tomo un vaso y lo lleno con
café, dejando una pulgada para la crema y el azúcar que
agrego a continuación. Sé que me está mirando mientras
termino la tarea y sé que cuando me dé la vuelta será
apreciación lo que veo en sus ojos. Esa mirada me ayuda a
pasar la semana.
Cuando me giro, sus ojos oscuros se levantan
lentamente hasta que está estudiando mi rostro.
—¿Algo más?
—¿Qué tal salir a cenar esta noche, Kitty?
Directo y al grano. Enfoque interesante. Tengo que
admitirlo, ha sido mucho más persistente de lo que jamás
predije. Mi corazón late rápidamente contra el buen juicio de
mi cerebro. Mi cuerpo canta, pero levanto un hombro sin
comprometerme.
—Lo siento no estoy interesada.
Jugamos a este juego todas las semanas. Él me
coquetea y lo rechazo. Él piensa que estamos jugando el
juego más largo de la historia.
No lo estamos.
O, yo no lo estoy de todos modos. No tengo ninguna
intención de jugar. Los intentos de invitación, que en cierto
modo me encantan, nunca serán lo suficientemente buenos.
Quiero decir, si las cosas fueran diferentes, probablemente
lo habría tirado por encima de la caja registradora la
primera vez que hablamos. Estar con Joel sería divertido y
loco, estoy segura. Pero las cosas no son diferentes. No soy
el tipo de chica con la que sale Joel Moreno, si es que él sale
en serio. Casual parece ser todo lo que le interesa y mi vida
está programada, es rutinaria y no se presta exactamente a
los rapiditos en el almacén.
Pero durante dos minutos todos los jueves, finjo que
solo soy una chica universitaria normal que coquetea con el
chico más popular del campus. Y estaría mintiendo si dijera
que no me permito soñar despierta un poco
inofensivamente sobre cómo podrían ser esos rapiditos en
almacenes, baños, callejones (oye, son fantasía).
No estoy segura de por qué sigue viniendo cuando no
le he dado ninguna indicación de que voy a cambiar de
opinión, pero creo que en este momento solo quiere
demostrar que puede tener a cualquier mujer que quiera.
Claramente no está acostumbrado al rechazo.
Probablemente piense que estoy haciendo de esto un
desafío por el bien del deporte, pero si realmente diera un
paso atrás y lo pensara, se daría cuenta de que ni siquiera
quiere que diga que sí. Tal vez ya se haya dado cuenta de
eso. Él nunca empuja, nunca me pregunta dos veces o me
llama con mis excusas tontas. Subconscientemente creo
espera que lo rechace todas las semanas.
Soy muy posiblemente el último bastión que mantiene
su ego bajo control. La próxima vez que se acueste con una
chica, lo hará con una satisfacción que no podría encontrar
si no tuviera mi no semanal para anclarlo a tierra. Cuando
ganas todo el tiempo, el juego no es divertido. Soy la
molesta derrota de cada semana que lo hace trabajar más
duro y apreciar mucho más las victorias.
Mi legado en Valley U bien puede ser la motivación
que instó a Joel Moreno a conquistar a todas las demás
chicas del campus. De nada, señoritas.
Asintiendo, me entrega su tarjeta de crédito para el
café. Me tomo mi tiempo, alargando el proceso para
retrasar su partida.
—Nos vemos la próxima semana.
Mientras se aleja, finalmente lo observo, cada
hermoso centímetro, y me permito creer que todo es real.
Que realmente me invitó a salir con la esperanza de que
dijera que sí y que va a pasar los próximos seis días
reflexionando sobre cómo derribarme. Quiero que él
fantasee conmigo de la misma manera que yo fantaseo con
él. Eso es todo lo que puede ser. Todo lo que puedo ser para
él. Estoy bien con eso. La fantasía casi siempre es mejor
que la realidad y Joel Moreno es mi fantasía perfecta. ¿Para
qué echarla a perder?
Después de mi turno en el café, corro a toda velocidad
por el campus hasta el Teatro Adams. Es el primer día de
ensayos para la obra de primavera. Cada semestre, el
departamento de escritura de guiones se une al
departamento de teatro para realizar una presentación
original escrita e interpretada en su totalidad por
estudiantes para una presentación de primavera. Este año
es la primera vez que se selecciona una obra de teatro
juvenil. Mi obra original, La trágica historia de amor de
Héctor e Imelda, se representará en unos pocos meses y
estoy tan nerviosa que siento que voy a vomitar cada vez
que me quedo quieta el tiempo suficiente para pensar en
ella. Lo cual, afortunadamente, no es frecuente.
Mi asesor, el profesor Morrison, el jefe del
departamento de escritura de guiones, está parado justo
adentro y me saluda.
—Katrina, estaba hablando de ti. Te presento a Brody
Bradley.
Brody Bradley. Su trabalenguas de nombre funciona
porque es el tipo de persona que no podría tener un nombre
normal. Algún día estará en Broadway o protagonizará una
película nominada al Oscar y las multitudes se volverán
locas por él.
—Encantada de conocerte. —Muevo mi mochila más
arriba en mi hombro y ofrezco mi mano.
—Brody va a ser tu Héctor.
Mi Héctor.
Ansiedad en lo alto, me estremezco cuando su gran
mano encierra la mía y sus brillantes ojos verdes me
observan. Si no lo hubiera visto actuar, estaría preocupada.
Su personalidad es grande y encantadora, ruidosa. Nada
como el atractivo discreto de Héctor. Pero he visto a Brody
volverse más loco. El semestre pasado interpretó al
fantasma en una nueva versión del fantasma de la ópera y
me hizo llorar a mí y al resto de un espectáculo con
entradas agotadas.
—Los dejo a los dos para charlar. Discúlpenme. —El
profesor Morrison pone una mano en su cintura en un gesto
casi similar al de una reverencia y se aleja de nosotros.
—Entonces, eres la guionista, ¿eh?
—Aspirante. Sí.
—Ya no aspiras. He leído el guion, es bueno. Estoy
muy emocionado por eso.
—¿En serio?
Un lado de su boca se levanta y ladea la cabeza hacia
un lado como si estuviera tratando de entenderme.
—Por supuesto. Vamos, déjame presentarte a todos
los demás.
La siguiente hora es un torbellino cuando Brody me
presenta a todo el departamento de teatro. Rostros que he
admirado y algunos otros que funcionan detrás de escena.
Estoy asombrada y totalmente inspirada. Y la sonrisa en mi
rostro es grande y genuina cuando intercambio números
con Brody y Tabitha, que hace de Imelda.
—Un grupo de nosotros solemos salir los viernes por
la noche después de los ensayos —dice Tabitha cuando nos
vamos—. ¿Vienes?
—Oh, yo… —Mi voz se apaga mientras busco una
excusa y me doy cuenta de que no tengo ninguna. Las
pocas veces que me han invitado a fiestas he tenido que
decir que no por Christian. No tenemos familia en Valley, lo
que significa que no hay salidas nocturnas de mamá a
menos que se proporcione una guardería. Eso no es algo
que se ve en el tablón de anuncios del campus.
Pero no hay Christian este fin de semana y Tabitha me
mira con una emoción tan contagiosa ante la perspectiva de
pasar el rato. Me sorprendo a mí mismo diciendo—: Eso
suena divertido.
Y es cierto.
Capítulo Seis
Katrina
Me siento al frente del escenario con mi cuaderno en mi
regazo y el guion impreso frente a mí. Brody y Tabitha están
corriendo a través de la escena inicial donde Héctor e
Imelda se encuentran en el Día de los Muertos. Es un guiño
a la película Coco, donde surgió mi inspiración, pero
también la elegí porque sabía lo hermoso que podía verse el
escenario iluminado con velas falsas como telón de fondo
para el comienzo de una épica historia de amor.
El equipo de escena está trabajando en la creación del
gran lienzo que eventualmente se pintará y tendrá luces
colgadas y ya es más hermoso de lo que jamás podría haber
imaginado.
—Necesita algo.
Miro a Willa después de esas palabras y la encuentro
estudiando el escenario atentamente, jugando con su
piercing en el labio. Ella continúa—: No estoy captando la
vibra histórica o de México.
Mi estómago se cae ante sus palabras, que son dichas
con amabilidad, pero no me hacen sentir menos pánico. Ella
me empuja con el codo.
—Oye, es una gran historia y va a ser increíble. Estoy
segura de que el vestuario y la utilería lo unirán todo.
Suspiro.
—No, tienes razón. Se siente contemporáneo y
estadounidense porque eso es lo que conozco.
—¿Qué te hizo decidir escribir una obra histórica?
Muerdo la comisura de mi labio y me pregunto lo
mismo, pero no lo digo en voz alta. Solo puedo encogerme
de hombros. Honestamente, no fue intencional. Nunca soñé
que sería tan difícil traducir la cultura y la época de México
a principios del siglo XX. Aparentemente, estaban
sucediendo muchas cosas en México, en todo el mundo, en
realidad, que no tuve en cuenta.
—Lo que tenemos que hacer es investigar. —Ella junta
las manos—. Ooooh, planeemos un viaje a Cabo. Podemos
broncearnos y preguntar sobre historia y todo eso.
Sonrío ante su entusiasmo con los ojos muy abiertos.
Willa escribe las palabras más bellas y perspicaces,
principalmente poesía y cuentos, pero habla como una chica
de los noventa, lo que me hace reír. La adoro.
También es probablemente lo más cercano que tengo
a una amiga de la universidad. Estamos en las mismas
clases y ambas somos parte de un grupo de crítica que se
reúne una vez a la semana para compartir nuestros escritos
e intercambiar ideas. Su entusiasmo y creatividad la
convierten en una excelente compañera para la crítica y la
lluvia de ideas, pero me pregunto cómo es capaz de
plasmar sus pensamientos en el papel de manera tan
poética cuando termina las oraciones con cosas como “y
todo eso”.
—Creo que tendré que resolver este problema en
Valley, pero no es una mala idea. Tal vez podamos charlar
con el departamento de español y ver si tienen algunas
recomendaciones. Mientras tanto, necesito trabajar en el
final. No puedo entender la última escena en la que Imelda
recibe la última carta de Héctor un mes después de su
muerte.
Llevo la punta de mi bolígrafo a mi boca mientras
trato de visualizarlo. Quiero que sea perfecto.
Cuando termina el ensayo, Tabitha baja del escenario.
—Oye, Katrina, ¿todavía estás disponible para esta
noche? —Su mirada se dirige a Willa—. Hola, soy Tabitha.
—Lo siento. Tabitha, esta es Willa, también me
especializo en escritura de guiones.
—Bueno, ambas deberían venir. Solo necesito pasar
por mi casa y cambiarme.
Willa se pone de pie.
—Estoy fuera. Tengo que trabajar.
—¿Katrina?
—Ay, yo…
Willa me da un codazo.
—Vamos. Tienes que ir.
Tiene razón, pero de repente estoy más nerviosa de lo
que esperaba.
—Está bien, sí voy.
La emoción de Willa es mucho mayor que la mía
cuando empacamos y seguimos a Tabitha fuera del teatro.
Ella sabe lo poco que salgo y estoy segura de que el lunes
estaré bajo un intenso escrutinio para obtener cada detalle.
—Que te diviertas. Emborráchate, besa a chicos o
chicas… besa a alguien. —Ella frunce sus labios de color
púrpura oscuro y lanza un beso.
—No creo que eso vaya a pasar. —Resoplo una risa
nerviosa, pero la emoción de lo desconocido hace que las
mariposas bailen en mi estómago.
—Te veo luego. —Willa se despide—. Encantada de
conocerte, Tabitha.
Tabitha le devuelve el saludo y luego se gira hacia mí.
—¿Por qué no me sigues a mi casa y podemos tomar
unos tragos y luego conseguimos un aventón con Brody a la
fiesta? Le toma más tiempo prepararse que cualquier otra
persona que conozca, así que deberíamos tener mucho
tiempo para tomar una copa o dos.
Esta suciedad un poco vergonzosa sobre Brody de
alguna manera me tranquiliza y un trago antes de entrar a
mi primera fiesta universitaria suena genial.
El apartamento de Tabitha está a pocas cuadras del
campus. Es más pequeño que el lugar que alquilo para
Christian y para mí, me entran los celos mientras observo su
linda decoración: sofá blanco, cojines de color rosa claro. La
idea de un sofá blanco en cualquier lugar cerca de mi hijo
me hace temblar. Y los juguetes y las cosas de los niños que
siempre parecen llegar a la sala, sin importar cuántas veces
le diga que las ponga en su habitación, no contribuyen a
hacer el espacio muy elegante.
—¿Qué quieres tomar? Tengo vino, tequila, vodka, ron,
un montón de mezcladores.
—Lo que sea que estés tomando está bien. Nada más
necesito hacer una llamada telefónica muy rápido.
—No me estás abandonando ya, ¿verdad?
Niego con la cabeza.
—Tengo que llamar y ver cómo está mi hijo.
—Es enserio, ¿tienes un hijo?
—Sí— digo, y ella no parece sorprendida o extrañada,
nada en realidad. Solo aceptando—. Un niño, Christian.
Tiene tres.
—Bueno, llámalo, haz lo que tengas que hacer. Voy a
servirnos dos vasos muy fuertes de ron con coca cola.
Sirve los tragos mientras me acomodo en su sofá.
Dejando caer mi vaso sobre la mesa auxiliar, lleva el suyo
hacia una puerta abierta que supongo conduce a su
dormitorio.
—Voy a cambiarme. Grita cuando hayas terminado.
Quiero escuchar tu historia, Katrina Phillips.
Tomo un pequeño sorbo del ron y coca. No recuerdo si
he tomado ron antes, pero me complace descubrir que no lo
odio. Presionando llamar, tomo un trago más grande con la
esperanza de que me alivie los nervios. Nadine responde al
segundo timbre.
—Hola, Katrina. Christian estaba preguntando por ti.
Bueno, ya sabes, antes de que se lanzara a lo siguiente que
llamó su atención.
—¿Sí? —Sonrío al teléfono—. ¿Cómo ha estado?
—Ocupado. Como siempre lo fue su padre. Siempre le
decía a Víctor que esperaba que algún día tuviera un hijo
tan ocupado como él. Por supuesto que supuse que estaría
allí para criarlo.
Ella se queda callada, lo que es más alarmante que su
diatriba.
—¿Víctor no está ahí? Pensé que iría a verlo.
Ella suspira, mientras yo tomo aire por la nariz y lo
dejo salir lentamente tratando de borrar la irritación que
siento.
—Tuvo un ligero cambio de planes, pero estará aquí
mañana. Christian está afuera con Bill llenando los
comederos para pájaros. ¿Quieres que lo llame para hablar?
—No, está bien. ¿Puedes simplemente decirle buenas
noches y que lo amo y que lo llamaré mañana a primera
hora?
—¿No quieres que llame antes de acostarse?
—Bueno, en realidad me estoy preparando para salir
con una amiga, así que no estoy segura… —Sé que no es lo
mismo, pero de repente siento que los dos padres de
Christian lo han dejado esta noche—. Mejor sí, que me
llame.
—¿Qué tal si hago que te llame a primera hora de la
mañana? Realmente debería estar yendo a la cama pronto.
—Oh. Bueno. Si, eso está bien.
—Disfruta de tu noche, Katrina —dice, y creo que es
lástima lo que escucho en su voz.
Nos despedimos y tiro mi teléfono en mi bolso como si
fuera un símbolo de las responsabilidades de mi vida real.
Tabitha está en su habitación sosteniendo dos
vestidos cuando entro.
—¿Qué piensas? —Mueve el que tiene en la mano
derecha delante de ella—. ¿Vestidito negro?
Es un vestido sencillo, corto, escotado. Es más, un
vestido apenas visible que resulta ser negro, pero con las
piernas largas y la cintura pequeña de Tabitha, no tengo
dudas de que podría lograrlo.
—¿O el rosa? —Por la forma en que prácticamente
chilla de emoción puedo decir cuál prefiere. Y cuando se lo
acerca a la cara, complementa su tono de piel pálido y su
cabello castaño rojizo. Ella es como una versión mixta más
sexy de Molly Ringwald en La chica de rosa.
—Ese— digo y luego echo un vistazo a mi atuendo.
Opté por una blusa con hombros descubiertos, leggins y
botas. Me veo bien, pero al lado de Tabitha estoy mejor
preparada para enseñar a niños de preescolar que para ir a
una fiesta universitaria—. De repente me siento realmente
mal vestida.
Ella sostiene el vestido negro hacia mí.
—Es todo tuyo. Quiero decir, ya te ves sexy. Siempre
lo haces. Te he visto un par de veces en el campus y en el
café, siempre estás tan arreglada.
En este caso, creo que arreglada significa que no
muestro suficiente piel.
Tabitha tenía razón sobre Brody y ya hemos terminado
nuestro segundo trago y le he contado más sobre mi vida
que nadie excepto Willa antes de que me envíe un mensaje
diciendo que está en camino. Ella hace un intento más para
ponerme el vestido diminuto.
—Última oportunidad.
—No lo creo.
Ella rueda los ojos dramáticamente.
—También podrías hacer que esta noche cuente. Si va
a tomar otros tres años sacarte por una noche…
—Sólo ha pasado un año —digo mientras me rio—.
Willa me llevó a una lectura de poesía local.
—Oooh, una noche loca, sin duda —se burla Tabitha,
pero su tono es juguetón.
—Está bien, está bien. Me pondré el vestido, pero te
prometo que no te irás de mi lado. Tengo la sensación de
que me voy a sentir muy expuesta.
Ella sonríe víctoriosa.
—Prometo no alejarme de tu lado, pero eso es solo
porque si me paro a tu lado, hay una pequeña posibilidad de
que los chicos me noten después de que hayan terminado
de checarte.
Cuando finalmente llega Brody, reímos hasta que nos
duele la barriga y nos amontonamos en su camioneta
destartalada. Es bueno que Brody sea un tipo tan popular
porque este carro no le otorgaría ningún punto con las
damas. No es que el mío, cubierto de migas que parece que
nunca puedo aspirar y completo con el asiento para niños,
pase tan bien.
—Katrina, vaya. —Las cejas de Brody se disparan
cuando me ve—. Te ves… vaya.
—¿Muy poca ropa? —pregunto con una risa nerviosa.
—¿Es eso una pregunta con trampa? —Su sonrisa es
tranquilizadora—. Te ves preciosa.
—¿Adónde vamos? —pregunto desde el asiento
trasero mientras Tabitha y Brody pelean por la radio.
—Central deportista. —Tabitha aplaude y se gira hacia
mí—. Los muchachos del béisbol van a tener una fiesta esta
noche y sus fiestas siempre atraen a los otros equipos del
campus.
—Su récord es una mierda, pero son buenos
muchachos y se llevan bien con todos, por lo que sus fiestas
siempre son increíbles. ¿Has estado?
Sacudo la cabeza y respiro profundamente con la
esperanza de que eso calme mi corazón que late
rápidamente. Veo gente caminando hacia la fiesta antes de
ver la casa en sí. Se encuentra justo al final de la calle y al
otro lado de la calle del campo de béisbol, lo cual tiene
sentido, aunque no lo había pensado mucho antes.
Brody estaciona en una calle lateral y apaga el motor.
Las mariposas que revolotean en mi estómago con
entusiasmo y luego se sumergen en picada con ansiedad
intermitente me quitan cualquier resto de falsa calma del
alcohol. Los sigo en silencio mientras caminamos hacia la
casa de béisbol en un flujo constante de personas. Lo estoy
haciendo. Solo tomó tres años, pero finalmente asistiré a
una verdadera fiesta universitaria. La idea de cerveza en un
vaso de plástico nunca sonó más atractiva.
Nadie parece mirarme raro, así que tomo eso como mi
adaptación. Pero donde todos se mueven con propósito y
facilidad como lo han hecho un millón de veces, dudo y
observo a Brody y Tabitha de cerca para imitar sus
movimientos.
Atravesamos una sala y llegamos a una pequeña
cocina que tiene botellas de licor alineadas en un mostrador
con vasos y mezcladores. Veo el barril plateado y hago una
pequeña danza mental al ver mi primer barril en acción.
Observo a un grupo de chicos riéndose y turnándose para
servir cerveza del bidón.
Acepto el vaso que Brody empuja en mi dirección
mientras dice—: Elige tu veneno.
Tabitha mira las botellas cuidadosamente antes de
señalar el ron.
—No voy a mezclar mi alcohol.
Brody le entrega la botella.
—Voy a dar una vuelta, ver quién está aquí antes de
comprometerme a tomar una copa.
Se aleja mientras Tabitha vierte ron y coca en su vaso.
—¿Qué hay de ti Katrina? —Ella se detiene—. ¿Cómo
te dicen? ¿Kat? ¿Trina?
Levanto un hombro y lo dejo caer mientras niego con
la cabeza. Cuando era más joven, mis amigos trataron de
llamarme de diferentes maneras, pero nunca se me ocurrió
nada.
—¿Apodos?
El único que se me ocurre es…
—Kitty. —Su voz, esa voz, es ronca pero suave y
cuando dice mi apodo, el ridículo apodo que hace que mi
cuerpo se estremezca, se siente como una marca.
Capítulo Siete
Joel
—Kitty. —Su nombre sale antes de que mi cerebro
reconozca por completo que es ella.
Podría derribarme con una pluma. Tal vez sea una de
esas extrañas disonancias en las que tu mente no logra
asociar a una persona fuera del lugar habitual en el que la
ves o tal vez solo estoy abrumado. Nunca me he encontrado
con Katrina en ningún otro lugar que no sea el café, pero
está claro que también estoy borracho porque es la única
razón por la que estaría usando palabras nerds como
disonancia. Incluso en mi cabeza.
El vestido que lleva puesto muestra unas piernas
largas y tonificadas, y las tetas que he estado admirando
bajo las capas de tela que suele llevar puestas no son el
resultado de un sostén milagroso. Su perfil está para mí,
pero la veo reaccionar a mi voz. Ella se queda quieta y sus
labios se separan cuando se gira hacia mí. Ella no responde
hasta que la chica a su lado, una pelirroja oscura que me
mira con una mezcla de confusión e intriga, le da un codazo.
—Joel Moreno. —La forma en que dice mi nombre es
como un trago doble de la botella de Jack que tengo en una
mano. Quema fuerte.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Levanta una ceja y una mano va a su cadera. Es la
misma mirada y postura burlona que me da todas las
semanas, pero esta noche se ve nerviosa sin el mostrador
entre nosotros.
—Es una fiesta. ¿Qué crees que estoy haciendo?
—Buen punto. —Le doy a su amiga, que parece
familiar pero afortunadamente no en la forma en que la he
visto desnuda, un pequeño movimiento de cabeza y me
acerco a Katrina. Agarro tres vasos y lleno cada uno de ellos
con un trago saludable de la botella que casi he terminado.
Le entrego un vaso a Katrina y a su amiga y luego levanto el
otro hacia ellas.
—Salud por hacer lo que la gente hace en las fiestas.
Su amiga sonríe y nos mira a Kitty y a mí. Katrina se
lleva el vaso a los labios rosados, pero hace una pausa
antes de beber. Ella hace una mueca por el olor, procede a
tomar un sorbo, tose y luego obliga a tragar el resto como
una campeona.
—Eso es asqueroso.
—Los tragos suelen serlo —dice la pelirroja y toma el
suyo todo a la vez. Ella consolida los vasos en su mano y
sigue con el trago de lo que sea que esté bebiendo.
Kitty observa y hace lo mismo.
—¿Cuál es el punto de beber algo que sabe mal? —Su
rostro se sonroja—. No bebo muy a menudo.
Guardo ese dato.
—En primer lugar, no hables así de mi amigo Jack. En
segundo lugar, depende de lo que quieras de la noche.
Diferentes tipos de alcohol hacen que las personas se
sientan de diferentes maneras. Beber vino es emocional.
“Oh, Dios mío, te amo tanto” —le digo con una voz fingida y
aguda que arranca una pequeña risa de su amiga. Beber
cerveza es ruidoso y detestable—. Muevo mi mano hacia el
barril en el comedor. Los muchachos a su alrededor
empujan y empujan mientras se turnan para llenar sus
vasos, hablan tan fuerte que puedes escuchar sus burlas
por encima del resto del ruido en la casa.
—Y esto. —Ella levanta su vaso vacío—. ¿Qué tipo de
borracha seré?
—Divertido e invencible.
La chica a su lado resopla.
—Hasta mañana por la mañana.
—Algo de verdad en eso —admito.
—Tabitha —se presenta la pelirroja.
Katrina mira entre nosotros.
—Lo siento, pensé que tal vez ustedes dos ya se
conocían.
—Joel, encantado de conocerte. —Extiendo una mano
a Tabitha.
Antes de que pueda sacudir mi mano, Nathan
interviene—: Tragos, tragos, tragos —canta en su mejor
imitación de Lil Jon, que es jodidamente terrible.
Tiene una caja de pizza vacía que está usando como
bandeja para servir y está llena de vasos de chupito de
cualquier brebaje para fiestas que haya creado.
Primero se lo ofrece a Tabitha y Katrina, quienes
toman uno.
Levanto una mano para pasar. Conozco mis límites.
Me gusta tambalear justo al borde. Estoy siguiendo la línea
como está. La mezcla de alcohol y la adrenalina bombeando
a través de mí al ver a Katrina justo aquí, cuando menos lo
esperaba, me ha encendido.
—Cállate la boca. No te vas a saltar esto. Son las diez.
La fiesta recién comienza.
—Me estoy controlando —digo, molesto, pero tomo
uno de todos modos. Me lo llevo a la nariz y olfateo, intento
hacerme una idea de en qué me estoy metiendo. Todo lo
que huelo es un ponche afrutado de algún tipo.
—¿Qué es esto?
Su sonrisa es rápida y malvada.
Joder.
—¿Eso tiene Everclear?
A la mierda eso. Pongo el trago de nuevo en su
bandeja. Y de ninguna manera voy a dejar que Katrina beba
esto. La chica se emborrachará antes de darse cuenta.
Demasiado tarde. Miro a tiempo para ver su bonita
cara contraerse en una mezcla de confusión y repugnancia.
—Oh Dios, ¿qué es eso? —ella pregunta después de
haber tomado la mitad del trago.
Lo quito de su mano y bebo el resto antes de
responder. Capto solo el más mínimo indicio de la
graduación alcohólica ridículamente alta, pero mi cuerpo se
estremece como si supiera que lo acabo de joder.
—Oye, iba a beber eso.
—Confía en mí. Te hice un favor.
Tabitha deja su vaso todavía lleno y mira a Nathan.
—¿Qué hay en eso?
—Relax. —Nathan golpea mi hombro—. Sólo tiene un
poco de Everclear.
—Esa mierda te arruinará tan rápido que ni siquiera te
darás cuenta.
Me complace cuando Katrina no hace ningún
movimiento para tomar otro vaso de la bandeja de Nathan,
sino que levanta su vaso vacío y dice—: Voy a buscar una
cerveza.
Nathan ya está en su búsqueda de pongo a todos con
cara de mierda, así que sigo a Katrina hasta el barril.
—No puedo creer que estés aquí. Nunca te había visto
en las fiestas.
Ella intenta un vertido. El flujo es débil y ella juega
con el grifo y lo sacude como si eso ayudara.
—Necesita ser bombeado.
—¿Cómo? —Ella lo deja caer y me mira impotente.
—Estoy empezando a pensar que esta podría ser tu
primera vez sirviendo de un barril. —Doy un paso adelante y
doy al barril un par de bombeos lentos—. La clave es no
bombear en exceso. Bombeas demasiado y estás haciendo
mucha espuma.
Le hago un gesto con la cabeza inclinada y extiendo la
boquilla. Ella pone el vaso debajo y yo la lleno como un
profesional.
—Estás mirando —ella dice mientras le entrego el
vaso y, de hecho, sigo mirándola.
—Lo siento. Solo estoy… sorprendido de verte. Vamos,
salgamos. Está más tranquilo ahí fuera y podemos hablar.
Hablar, besar, lo que sea.
—Yo debería volver con Tabitha. —Ella hace un gesto
con la cabeza y miro para ver a su amiga mirándonos con
atención—. Vinimos juntas.
Las chicas son muy raras a la hora de quedarse con
sus amigas en las fiestas. Por lo general, esto es cuando
ofrezco que ambas se reúnan conmigo afuera, pero no estoy
de humor para un trío. Mi atención se centra únicamente en
Katrina. Pero ella tampoco se va a perder de vista. Tengo
miedo de que sea una alucinación o tal vez ya me haya
desmayado y esté soñando.
Pongo un brazo alrededor de sus hombros, disfrutando
cada centímetro de piel desnuda que calienta mi antebrazo.
—Tabitha —llamo mientras nos acercamos—. ¿Qué tal
te va jugando a beber?
Su expresión no parece ni un poco escenificada o
desanimada por mi dominio sobre sus planes.
—Me encanta.
Dejo caer mi brazo y agarro la mano libre de Katrina.
Su pequeña palma está floja por un breve momento antes
de que se relaje y enrolle sus dedos alrededor de los míos.
Los llevo a la mesa en el medio de la cocina y agradezco al
karma, o a Dios, o simplemente a la suerte que hay tres
asientos vacíos.
Mario y Vanessa están sentados con otros chicos que
reconozco como habituales de la casa de béisbol.
—Oye, Mario, ¿está bien si nos unimos a ustedes?
Él gime cuando Vanessa dispara una moneda de
veinticinco centavos en el vaso de chupito frente a ella y
levanta ambos brazos por encima de la cabeza en señal de
victoria—. ¡Imbécil, bebe de nuevo!
—Advertencia justa, Vanessa es anormalmente buena
disparando cuartos —dice mientras llena su vaso de chupito
con la botella del Capitán Morgan frente a él y toma el
chupito.
—Es verdad —dice Vanessa con orgullo. Sus ojos se
posan en Katrina y su sonrisa se amplía—. Oye, eres
Katrina. Trabajas en el café con Blair… o bueno, lo hacías
antes de que ella renunciara.
Katrina asiente.
—Pensé que te reconocí. Eres su compañera de
apartamento, ¿verdad? No es lo mismo sin ella.
Vanessa es sexy pero despiadada. No la traicionaría
por ninguna cantidad de dinero, pero en este momento
sonríe tan dulcemente mientras le indica a Katrina que se
siente a su lado que estoy totalmente perdido. Mi Kitty
parece tener un efecto extraño en todos. Los asientos
restantes están al otro lado de la mesa, así que saco una
silla para Tabitha y luego tomo la que está directamente
frente a Katrina. Al menos así puedo observarla con más
atención. Demasiado para ponerse práctico, sin embargo.
Jugamos a cuartos y Vanessa nos destroza como
predijo Mario. Mis ojos se quedan pegados a Katrina que
observa y copia los movimientos de todos los demás. No
puedo obtener una lectura sobre ella. No es una fiestera
porque nunca la he visto salir, pero parece estar
divirtiéndose, si no más tímidamente que los demás.
—Está bien, me voy —dice Mario después de verse
obligado a tomar otro trago.
Vanessa lo mira y arruga la nariz.
—Buena decisión.
—Demasiada Información, V —digo con una risita y
veo como Mario baja la cabeza y murmura algo entre
dientes.
—¿Qué hay de Drunk Jenga? ¿Todavía tienes ese? —
pregunto, sin ningún interés en tocar nada, pero de repente
siento que necesito ser Martha-jodidamente-Stewart
haciendo de anfitriona y asegurándome de que todos la
pasen bien. Bueno, no todos, solo Katrina.
—Buena decisión —dice la cazadora de camisetas a
mi lado con más entusiasmo del que Jenga merece.
—¿Qué es Drunk Jenga? —Katrina pregunta vacilante
y tranquila, dirigida a mí.
—Te gustará —lo prometo. Y así será. Que la pase bien
se ha convertido en mi único objetivo de la noche. Bueno, y
llevarla a casa conmigo.
Preparamos el Jenga y Katrina se ríe mientras lee
algunos de los mosaicos.
—Muestréaselas a los de la mesa.
Uno de mis favoritos.
—Haz una regla para la mesa. Y Reta a dos personas a
besarse.
Leo la mirada en su rostro que pregunta si en serio
vamos a jugar un juego tan ridículo que podría haber sido
inventado por chicos de bachillerato. Sí, cariño, la
universidad es como la pubertad con esteroides. Jugar
juegos como Gira la Botella, Verdad o Reto, Yo Nunca Nunca
y cosas así, porque hay alcohol involucrado. Mañana la
gente culpará de sus acciones de esta noche a estar
borrachos cuando la verdad es que estaban súper
cachondos y buscando sexo.
—Iré primero —dice la chica a mi lado, mirándome de
reojo. Diablos. No había considerado que podría tener que
participar en las festividades. Quiero decir, normalmente lo
hago, pero con Kitty aquí, de ninguna manera estoy
perdiendo el tiempo besándome con otra chica.
—En realidad, ¿qué tal si dejamos que Kitty vaya
primero, ya que es su primera vez? —Me pongo de pie y me
muevo alrededor de la mesa. Con una mano en el respaldo
de la silla, me inclino.
—Sé cómo jugar Jenga —ella dice con una sonrisa.
—Quiero asegurarme de que eliges sabiamente. —
Señalo un mosaico en el medio de la torre.
Me mira con desconfianza, pero tira del que elegí de
todos modos. Trato de ocultar la sonrisa tirando de mis
labios mientras ella lo lee para sí misma.
—¿Qué dice? —alguien pregunta, pero ni Kitty ni yo
respondemos.
Finalmente mira hacia arriba y alrededor de la mesa y
casi puedo escucharla sopesando sus opciones. Doy un paso
atrás y espero. Cuando casi pierdo la esperanza, ella
suspira, se vuelve hacia mí, se pone de pie y dice—: Esto no
cuenta como una cita.
Hay risas en la mesa cuando Vanessa lee en voz alta
la ficha descartada.
—Siete minutos en el cielo.
Cuando estamos arriba en la habitación de Mario,
finalmente enuncia—: No estoy segura de sí debería
sentirme insultada o impresionada de que me hayas metido
en un dormitorio una hora después de mi llegada a la fiesta.
—Impresionada. —Entro todo el camino, esperando
que me siga, pongo la botella de Jack que todavía llevo
sobre el escritorio. Se cierne en la entrada, y doy un paso
atrás hacia ella y le retiro el cabello de un lado de su cuello.
Inclinándome, presiono un beso justo debajo de su oreja
antes de murmurar—: Definitivamente impresionada.
—No voy a acostarme contigo —susurra con voz
temblorosa. Me retiro. Guerra de indecisión en sus ojos. Ella
me desea, siempre lo he sabido, pero algo todavía la
detiene. Incluso aquí, sin nadie más y sin barreras entre
nosotros, está lanzando una señal de alto con la forma en
que se ve casi culpable.
De alguna manera, me las arreglo para alejarme. Su
olor me sigue, y trato de encontrar algo parecido a la
cordura mientras tomo la botella de Jack.
—No tenemos que hacer nada excepto permanecer
aquí durante siete minutos.
Me acomodo en la cama de Mario con el alcohol y le
doy palmaditas para que me siga.
Mira alrededor del espacio que está limpio y no es en
absoluto lo que imaginaba a juzgar por la expresión de su
rostro. Tendré que agradecer a Vanessa por eso. Veo toques
de ella por toda la habitación, incluida la cama que ha sido
hecha y las sábanas que huelen como si hubieran sido
lavadas recientemente.
—Vamos. Te he estado invitando a salir durante cinco
meses. Dame algo.
Me lo he ganado, a pulso.
—Está bien, pero la puerta permanece abierta y no
voy a tocar esa cama.
Ella entra en la habitación y se pone de pie, con los
brazos cruzados, los ojos vigilantes.
Mi cabeza está pesada, probablemente por el alcohol,
pero me devano los sesos en busca de una idea. Cualquier
cosa para mantenerla aquí y todo para mí.
—¿Qué tal si hacemos algo más para pasar el tiempo?
Podríamos llegar a conocernos. Siete preguntas en el cielo.
—Mírame todo inteligente. Sin embargo, no agregará
exactamente este al juego. Siete minutos en el cielo
normalmente no deberían alterarse. Tiempos drásticos y
todo eso.
Ella parece considerar esto—. ¿Puedo preguntarte
algo?
—Por supuesto. Mientras pueda hacer lo mismo.
Sus brazos van a sus costados y se mueve hacia la
cama y se sienta en el borde. Progreso.
—De acuerdo.
Le lanzo una pelota de softbol.
—¿Qué estudias?
—Escritura de guiones. ¿Y tú?
—Comunicaciones —respondo y luego respondo para
que el juego continúe—. ¿Qué te hizo decidir salir esta
noche?
Ella se encoge de hombros.
—Tabitha me invitó.
—Sí, está bien, pero nunca te he visto salir, así que
¿por qué esta noche y no antes?
Sus labios se abren y su pecho sube y baja antes de
responder. —Supongo que las estrellas simplemente se
alinearon. Yo estaba libre y ella preguntó. Sinceramente, no
me invitan a tantas fiestas. Y esas fueron dos preguntas.
Extiendo la palma de mi mano en un gesto de que es
su turno.
—¿Cuántas chicas has traído aquí? Aproximadamente.
Me complace que esta sea una pregunta que pueda
responder honestamente y para mi crédito.
—Ninguna.
Ella entrecierra la mirada.
—No te creo.
—Es verdad. El espacio oficial de Siete Minutos en el
Cielo es en realidad el armario de abajo.
Poniendo los ojos en blanco, su postura se cierra un
poco. —Sabes lo que quise decir.
Sí, por supuesto que sí.
—No sé. Muchas. ¿Importa?
—No, supongo que no. Son cuatro preguntas. —Ella
sostiene tres dedos en el aire con una sonrisa—. ¿Por qué
sigues viniendo al café invitándome a salir todas las
semanas? Tienes que saber que nunca voy a decir que sí.
—Ahí es donde te equivocas —argumento—. Quieres
decir que sí. No sé por qué sigues diciendo que no, pero sé
que no me equivoco acerca de que la atracción entre
nosotros es mutua.
—¿Y tú qué? ¿Esperando agotarme comprando café?
—Los ganadores quieren el balón.
—¿Perdón?
—Me escuchaste.
—No entiendo cómo encaja eso en este escenario.
¿Soy yo el balón?
Estirando la mano, dejo que las yemas de mis dedos
rocen su brazo, del codo a la muñeca. Dejando un rastro de
piel de gallina con mi suave caricia, pero ella no retrocede.
—Significa que estoy dispuesto a arriesgarme a que
me rechaces todas las semanas porque siempre existe la
posibilidad de que digas que sí. Podría fallar noventa y
nueve veces antes de tener éxito, pero voy a seguir
intentándolo porque te quiero. No eres el balón, Kitty, eres
la meta.
Ella arruga su nariz.
—¿La meta? Puedes ‘puntuar’. —Ella cita al aire la
palabra—. Con cualquier chica que quieras. Entonces, no
estoy segura de comprarlo. Si sólo soy un objetivo…
—No tergiverses mis palabras. No eres cualquier cosa.
Nuestros ojos se cruzan y el aire cambia. No me
atrevo a moverme, aunque me muero por saborearla, para
mostrarle lo bien que podemos estar juntos.
Ella deja escapar un largo suspiro y niega con la
cabeza.
—¿Puedo tomar un trago de eso?
Le entrego la botella y la observo mientras la inclina
hacia atrás y procede a hacer una mueca cuando el licor se
encuentra con su lengua. Ella se lo devuelve con una tos.
—Gracias.
—Lo que tú quieras, hermosa.
Abre los ojos como platos.
—¿Hablas español?
Maldita sea. ¿No le he sacado el español a ella? En
todos mis intentos de conseguir que saliera conmigo, había
olvidado el consejo de Blair de que desechar mi habilidad
para hablar español era lo último en fracasos. Es cierto que
no suele llegar a eso. Mi hermosa cara y el cuerpo que viene
con los entrenamientos y las prácticas de ser un atleta
universitario hacen prácticamente todo el trabajo por mí.
—Mis padres querían que pudiéramos comunicarnos
con nuestra familia en México.
Ella se mueve para estar completamente sentada en
la cama.
—¿Tus padres crecieron aquí o en México?
—Ambas cosas. La familia de mi padre se mudó aquí
cuando él era un bebé. Mi madre vino con su hermana
después del bachillerato.
Cualquiera que sea la vacilación y el bloqueo que ha
estado arrojando, desaparece cuando se inclina hacia
adelante y hace la siguiente pregunta.
—¿Cómo se conocieron?
Sacudo la cabeza y chasqueo la lengua contra el
paladar dos veces.
—Ni creas, has agotado tus siete preguntas. Es mi
turno.
Ella extiende su mano hacia la botella.
Se lo paso, mirando hipnotizado mientras toma otro
pequeño trago y me lo devuelve.
—Estoy lista. Dispara.
—Admite que te atraigo.
—Esa no es una pregunta.
—Está bien. ¿Te gusto?
Su cara se sonroja. Si lo hubiera estado dudando, cosa
que no he hecho, ahora estaría seguro. Katrina se siente
atraída por mí, pero necesito oírla decirlo. Necesito que ella
lo admita a sí misma. Ella rueda los ojos.
—Sabes que eres sexy, no me necesitas para
alimentar tu ego.
—Eso no es lo mismo. Te pregunté si tú te sientes
atraída por mí.
Ella lanza sus manos hacia arriba, la exasperación
rebota en ella.
—Claro que lo estoy. Estoy segura de que toda la
población femenina se siente atraída por ti. —Más ojos en
blanco.
Tomo un trago para ocultar la sonrisa arrogante que
amenaza con extenderse por mi rostro. La quemadura del
alcohol y la emoción de su admisión me tiene mareado.
—Última pregunta.
—Estoy segura de que todavía te quedan al menos
dos.
¿Esa sonrisa arrogante que estaba tratando de
ocultar? Sí, no la escondo ahora. Me cruza la cara y, gracias,
Dios, esta noche está a punto de ponerse buena. Buena y
sucia.
—Sólo necesito una.
Ella arquea una ceja, mirándome con sospecha.
Inclinándome hacia adelante, escucho la inhalación de
aire cuando mi pulgar se mueve hacia la comisura de su
boca y trazo su labio inferior lleno antes de moverme hacia
el centro de su perfecto arco de Cupido. Los ha cubierto con
un rosa claro brillante, y quiero probarlo y untarlo en partes
iguales. Ella tiembla bajo mi toque y es una reacción tan
honesta que mi pulso se acelera.
Dejo caer mi mano desde su rostro hasta su cuello y la
paso por su cabello, observando el camino y admirando la
piel de gallina que se levanta sobre su piel de marfil.
—¿Puedo besarte?
Cuando me encuentro con sus hermosos ojos
multicolores, están muy abiertos y oscuros, como si tal vez
ella estuviera tan ansiosa porque esto finalmente sucediera
como yo.
—Tus ojos…— Sus labios se abren cuando me acerco y
su mirada se lanza de mi boca a mis ojos—. Tienes los ojos
más bonitos que he visto.
Todavía no responde con palabras, pero asiente muy
levemente mientras me muevo tan cerca que nuestras
respiraciones se mezclan. Sus ojos permanecen fijos en los
míos hasta que nuestras bocas se encuentran. Las pestañas
se cierran y se encuentra tentativamente con mi beso.
Quiero devorarla jodidamente, pero me contengo,
negándome a apresurar este momento. Su beso es suave y
sin pretensiones, como si también estuviera tratando de
saborear este momento. Tal vez estoy proyectando.
Se abre más y muevo la lengua para saborear el licor
persistente y una dulzura que quiero embotellar y tragar. De
hecho, mi cabeza da vueltas y cuando mis manos
encuentran sus caderas y se clavan, el beso se vuelve
frenético. Sus gemidos se encuentran con los míos. ¿Cuándo
me convertí en un gemido? Siento la oscuridad
arrastrándose mientras rechazo todas las preguntas y trato
de aferrarme a ella y al momento, sin querer que termine.
***
Joel
—Relájate, hablé con el dueño. Está bien.
Wes parece inseguro a pesar de mis palabras cuando
entramos en el bar. Es la primera vez que volvemos desde
que se peleó con el exnovio de Blair el mes pasado.
Llamaron a la policía, todo fue muy dramático, pero pagué
por los daños (un par de sillas y vasos rotos) y prometí que
nos comportaríamos lo mejor posible a partir de ahora.
Blair sigue detrás de Wes luciendo igual de nerviosa.
Su mirada se dirige a la barra y escanea la longitud de esta.
Vanessa le da un codazo.
—El cantinero bombón ya no trabaja aquí.
—¿Cómo lo sabes? —Mario pregunta con suficiente
mordedura en su tono que me hace reír.
Ella envuelve su brazo a través de él como
tranquilizador.
—Escuché a los otros cantineros hablar sobre cómo
los dejó con poco personal justo antes del Torneo de Marzo.
Esperan que la participación sea grande con todos
siguiendo al equipo de baloncesto este año.
Los cinco nos acomodamos en una mesa cerca de la
barra. Z optó por no participar como lo hace normalmente, y
Nathan lo hizo dar a entender como si quisiera descansar
para mañana, pero estoy seguro de que simplemente no
tenía los fondos para pagar la cena.
El lugar está lleno y todavía es temprano. Demasiado
temprano para la multitud de bebedores del sábado por la
noche. Tenemos un partido fuera de casa mañana, por lo
que tendrá que ser una noche temprana para nosotros.
Mientras esperamos a que alguien tome nuestro pedido,
miro alrededor del lugar sopesando mis opciones. Ser la
quinta rueda apesta. No me malinterpreten, no envidio a
Wes ni a Mario, pero son una mierda de compañía cuando
sus chicas están aquí.
Me pregunto qué estará haciendo Katrina esta noche.
¿Llegó bien a casa? ¿Qué hace en un típico sábado por la
noche? Me molesta que todavía esté pensando en ella.
Cualquier idea que tenía sobre follarla hasta sacarla de mi
sistema se ha ido. La besé anoche y todo en lo que puedo
pensar es en hacerlo de nuevo. Esta chica tiene mi
curiosidad rogando ser satisfecha. Mi polla también.
—Oye, Blair, ¿puedo tomar prestado tu teléfono por
un minuto?
Está distraída con Wes, que tiene una mano tan alta
en su muslo que me pregunto si tal vez deberían saltarse la
cena e irse a follar. Buena suerte y todo. Pero funciona a mi
favor que ella esté aquí y distraída porque desbloquea la
pantalla y lo empuja hacia mí sin pensarlo.
Me desplazo a través de sus contactos, conteniendo la
respiración hasta que veo su nombre. Katrina Philipps.
Bingo. Transfiero su número a mi teléfono y luego me pongo
de pie.
—Vuelvo enseguida— anuncio y me dirijo hacia el
pasillo que conduce a los baños.
Hago clic en un montón de mensajes, lo pienso
demasiado y finalmente decido ir directo al punto.
Katrina
Veo el final del partido de Valley en la televisión. Nunca
he estado en persona en un partido de la universidad, pero
desde que nuestro equipo de baloncesto llegó a los Cuatro
Finalistas el año pasado, creo que me he dejado atrapar por
la emoción tanto como el resto de la universidad.
Y no duele que el objeto de todos mis pensamientos
este usando la camiseta número treinta y tres y bailando al
margen como si no tuviera ninguna preocupación en el
mundo. Me refiero a que Valley ganó, pero el resto de su
equipo parece serio y concentrado a pesar de la victoria.
Joel se ve tan cómodo como si estuviera celebrando un
partido improvisado en el parque local.
Mi mente vaga por la noche del viernes y ese beso.
Ese beso. Nunca en mi vida me habían besado tan… con
tanta pasión. Joel besa como me imaginaba. No es mejor.
Mis labios hormiguean y acerco mis dedos a ellos deseando
poder traer el recuerdo a la vida. Mi cara se calienta y
sacudo la cabeza con la esperanza de despejarla. Un millón
de cosas por hacer y mi cerebro reproduce la mirada de
deseo unos segundos antes de que me besara. Me miró de
esa manera. Como si besarme fuera tan importante como
tomar su próximo aliento.
La imagen de Joe en la lista de jugadores de
baloncesto de Valley aparece en la televisión y los locutores
discuten su temporada y las estadísticas diarias. Continúan
hablando de él hasta que se ven obligados a hacer una
pausa comercial y finalmente consigo un segundo sin la
grandeza de Joel Moreno en mi mente.
Me ocupo en el apartamento, doblo la ropa, lavo los
platos y recojo los juguetes hasta que mi mente se
concentra. Agarro mi computadora portátil y me siento en el
sofá para terminar de editar el diálogo en la última escena
de la obra cuando suena mi teléfono. Lo alcanzo
distraídamente, lo acerco a mi cara y miro hacia abajo lista
para descartar cualquier notificación o alerta de noticias
que haya interrumpido mi escritura.
Y me detengo en seco.
Con la boca abierta.
Mi cuerpo en llamas.
Es el segundo día consecutivo que me sorprende al
comunicarse.
Cuatro palabritas me golpean el corazón mientras leo
la notificación: JoelMoreno33 quiere enviarte un mensaje.
Mis cuentas de redes sociales son privadas y nunca me he
sentido tan feliz.
Mentiría si dijera que nunca he visto las suyas, que
son muy públicas. Sus publicaciones e interacciones son tan
entretenidas como él. Y ni hablemos de las fotos en las que
está etiquetado. Hay una página de fans de Joel Moreno.
Mi pulgar se desliza sobre la notificación y antes de
que pueda darle demasiada importancia, presiono aceptar y
abro el mensaje. Es un video de un chico duchándose. No
puedes ver nada más que las piernas del tipo hasta que un
gato entra en la ducha y comienza a frotarse contra él,
empapándose, pero claramente feliz por la atención y sin
inmutarse. Estoy segura de que hay algún tipo de mensaje
aquí, pero en lugar de participar, cierro sin una respuesta.
***
***
Joel
—Dijiste que tu madre vino a los Estados Unidos después
del bachillerato. ¿Qué la hizo decidir irse de México?
Miro a Katrina durante cinco segundos completos sin
comprender las palabras que han salido de su boca. Para
empezar, ¿cuándo le conté que mi mamá venía de México
después del bachillerato? Y luego los seguimientos obvios
como ¿por qué diablos quiere saber información personal
sobre mi familia? Pensé que se trataba de un trabajo
escolar.
No estoy orgulloso de que mi primer pensamiento sea
que ella venda información sobre mí a algún tabloide o tal
vez haya comenzado su propio blog sobre mis horribles
frases para ligar, pero sus seguidores se aburrieron y ahora
quieren más detalles jugosos.
—Lo siento, ¿qué tiene esto que ver con que yo te
ayude?
Ella mira fijamente antes de responder—: Todo.
Su mirada se estrecha mientras sigo luchando por
saber qué carajo está pasando. Pienso en la otra noche.
Está borroso, pero está bien, sí, solté el español y recuerdo
vagamente que ella quería saber más sobre mis padres y su
inmigración a este país, pero pensé que este trato era solo
una farsa. Pretendería que la ayudaría durante una o dos
horas y luego la convencería de que viniera a casa conmigo.
¿En serio espera que la ayude con el español?
—No te acuerdas. —Se cruza de brazos y se inclina
hacia atrás.
—Lo siento. —Nunca he estado más avergonzado de
haberme emborrachado con la niebla de la memoria—. Bebí
mucho antes de que llegaras allí y luego tomé ese trago de
Everclear… todo está borroso después de que subimos las
escaleras.
Ella se ríe, tomándome por sorpresa y ganándose
algunas miradas molestas de las mesas cercanas.
—Ay, Dios mío. Eso es tan… —Ella mira hacia arriba
como si estuviera buscando la palabra correcta—.
Serendipia.
—¿Cómo es eso?
—Has estado tratando de hacer que salga contigo
durante meses y finalmente lo hago, y ni siquiera lo
recuerdas.
Me paso el pulgar por la sien.
—Lo recuerdo.
Ella no parece convencida.
—Recuerdo que me alegré de verte y lo pasamos bien,
creo. Recuerdo que besarte fue agradable.
Ella sonríe dulcemente.
—Excepto esa cosa rara que hiciste con tu lengua. —
Luego mira su entrepierna y se encoge como si estuviera
recordando el peor sexo oral de su vida.
La mano en mi rostro se detiene y juro por Dios que
mi corazón se detiene. ¿Esta chica acaba de decir que mis
habilidades orales son raras? Y maldición, realmente
desearía recordar haberle dado sexo oral.
—Estoy totalmente jugando contigo.
—Entonces, nosotros no…
Hace un gesto entre nosotros con el bolígrafo en la
mano.
—No follamos.
Asiento.
—De cualquier tipo —agrega.
El alivio y la decepción se disparan a través de mí. La
quiero, pero maldita sea, también quiero recordarlo.
La diversión brilla en sus ojos.
—¿Quieres decirme lo que hicimos?
—¿Quieres decir que te dejé llegar más allá de la
primera base?
—Deporte equivocado, Kitty.
Ella piensa por un momento.
—¿Cuál es el equivalente a la primera base en la jerga
del baloncesto?
—En el baloncesto, es todo o nada. Anotas o no
anotas.
Sus labios se abren y sus mejillas sonrosadas. Cuando
habla, su voz es tensa.
—Nadie anotó.
—Qué pena. Aunque, probablemente sea lo mejor.
Ella arquea una ceja.
Me inclino.
—Cuando marque contigo, voy a estar completamente
sobrio y voy a recordar cada segundo.
Dejando escapar un suspiro, rompe el contacto visual.
—Ooookey. Tal vez deberíamos volver a las preguntas.
—Espera. Primero, quiero saber a qué acepté. ¿Estás
escribiendo un artículo revelador sobre la familia Moreno?
—¿Leería eso la gente? —Ella parece incrédula.
—Maldita sea, claro que sí.
Lo harían.
—No. Escribí una obra de teatro que tiene lugar en
México a principios del siglo XX. —Ella se detiene y saca un
par de libros que parecen haber sido impresos en ese
período de tiempo—. Obtuve estos libros de historia de
México, pero, sinceramente, la historia no es lo mío y creo, o
espero, que aprender más sobre tus padres me ayude a
comprender un poco cómo sería crecer en México.
Cuando termina de explicar, la decepción estropea su
rostro como si acabara de darse cuenta de que es una
posibilidad remota. Lo es, pero tengo una idea.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo? —me pregunta esperanzada.
Dejo escapar un suspiro como este va a ser difícil, una
verdadera imposición de mi parte.
—Te ayudaré lo mejor que pueda. —Esto va a ser fácil.
Ni siquiera puedo tratar de ocultar mi sonrisa—. Admítelo.
Estabas buscando una excusa para salir conmigo.
Ella rueda sus hermosos ojos.
Me recuesto en mi silla.
—Terminemos con esto entonces. Estoy capitalizando
mi cita inmediatamente.
—Es domingo.
Ella mira fijamente. Me importa un carajo qué día es o
incluso a qué hora. Estoy cobrando ahora.
Sacando su cuaderno, vuelve a hacer la pregunta sin
levantar la vista—. ¿Por qué tu mamá decidió irse de
México?
Pienso por unos segundos. La respuesta obvia es más
oportunidades, pero no quiero darle una respuesta de
mierda que podría haber obtenido sin mi ayuda. Realmente
debería estar preguntándole a mi mamá.
—¿Qué tal si almorzamos y puedo darte tus
respuestas al mismo tiempo?
—¿Esto cuenta como tu cita?
Niego con la cabeza.
—No.
—Eso es hacer trampa. Estás tratando de sacar dos
citas de esto.
Me encojo de hombros.
—No tiene nada de malo comer mientras hablamos.
Además, el lugar que tengo en mente es rico en cultura
mexicana.
Sus ojos se iluminan y sé que la tengo.
Poniéndome de pie, alcanzo su bolso y lo lanzo sobre
mi hombro.
—Vamos.
Ella se queda en silencio mientras caminamos hacia el
estacionamiento detrás de la biblioteca. Me dirijo
directamente a mi carro y abro la puerta del lado del
pasajero. Ella se detiene en seco y me mira.
—Estoy allí. —Ella señala al otro lado del lote.
—Pero no sabes a dónde vamos.
Sin movimiento.
—Prometo devolverte a tu carro.
—Tengo que estar de vuelta a las dos.
Sonrío de acuerdo y agito una mano para que se
siente. Semántica. Súbete al carro, mujer, así puedo llamar
a esta cita tan pronto como sea posible.
—Cuando quieras.
Una vez que salimos del estacionamiento, finalmente
me doy las porras que merezco por transformar esta sesión
de estudio en una cita. Maldita sea, soy bueno. Almuerzo
rápido con mi familia donde ella puede hacer sus preguntas
y luego la convenceré de una cita de verdad que, con
suerte, terminará con nosotros desnudos.
Puedes darlo por hecho.
Capítulo Once
Katrina
—¿A dónde vamos? —Trato de sonar curiosa, pero tengo
un poco de pánico cuando Joel se detiene en un camino que
parece no llevar a ninguna parte más que a la montaña.
Aquí es donde muero. De acuerdo, eso es dramático, pero
mis palmas están sudorosas, y creo que tengo un contacto
alto por estar encerrado con Joel de esta manera.
—Almuerzo.
—¿Vamos a cazar serpientes de cascabel y leones de
montaña? —Me rio torpemente mientras agarro mi bolso
como un salvavidas en mi regazo. No estoy segura acerca
de la recepción celular aquí, pero tal vez pueda obtener un
mensaje para pasar. No tengo idea de a quién llamaría en
mi hora de necesidad. Esa es una realización de mierda.
—Hoy no, Kitty, hoy no.
Cuando la casa aparece a la vista, una ola de alivio
me inunda y luego me golpea.
—Ay, dios mío. ¿Estamos en la casa de tus padres?
Una sonrisa arrogante levanta un lado de su boca y
pone su gran mano en mi pierna y la aprieta. Estoy segura
de que está destinado a ser tranquilizador, pero mi cuerpo
hormiguea y se aprieta ante el contacto que se ha ido antes
de que pueda disfrutarlo adecuadamente.
—Esta es la mejor manera que conozco para obtener
tus respuestas.
—¿No podríamos haber llamado a tu madre y
preguntarle? Esto parece una exageración. No puedo
irrumpir en su casa y entrevistarlos.
—Relájate. Toda la familia ha venido a almorzar. Lo
hacemos todos los domingos. Cuantos más seamos, mejor.
—Él guiña un ojo.
Como parece que no voy a salir de esto, observo la
hermosa casa de estilo español. Joel estaciona bajo el
portón cochera y apaga el motor. Miro por la ventana y bajo
la montaña mirando hacia el valle.
—Esta vista es increíble.
Asiente sin mirar y abre la puerta.
—¿Lista?
—¿Algo que deba saber? Ha pasado un tiempo desde
que conocí a los padres de un chico. Y no por lo general
antes de que hayamos tenido nuestra primera cita.
Él se encoge de hombros como si no fuera gran cosa.
—No dejes que Dylan te parta a la mitad. —Le doy
una mirada burlona—. Ya verás.
Me conduce a través de una casa que en silencio
catalogo con asombro como si estuviera en un episodio de
MTV Cribs.
—Mi mamá estará en la cocina —él dice mientras
caminamos hacia el sonido de las voces.
Es en ese momento que me doy cuenta de que
probablemente debería haber revisado mi cabello y
maquillaje, tal vez hacer que pasara por mi apartamento
para que pudiera ponerme algo además de los leggings y
una camiseta con la espalda abierta. Sin embargo, ahora no
hay tiempo para nada de eso. Me empuja a un lugar y todos
los ojos están puestos en mí antes de que pueda pensar en
qué es lo que me habría puesto si lo hubiera sabido.
Hay al menos diez mujeres ahí y una por una notan a
la chica al lado de Joel. Desafortunadamente, esa chica soy
yo. La cocina se siente demasiado tranquila y concentrada
en mí durante dos segundos completos antes de que Joel
rompa el silencio.
—Hola, ma —dice y nos lleva hacia una hermosa
mujer que está de pie al otro lado de una enorme isla en la
cocina. La mamá de Joel es sexy. Nunca he llamado sexy a
la mamá de nadie, pero es la mejor manera de describirla.
Cabello exactamente del mismo color que el de Joel, es alta
y en forma como su hijo, pero de una manera femenina. Sus
ojos son un poco más claros y su sonrisa no tiene la
arrogancia de él.
Deja caer las tijeras que estaba usando para cortar los
tallos de lo que parecen dos docenas de rosas blancas. El
resto del lugar ha vuelto a lo que sea que estaban haciendo
e ignorándome, gracias a Dios.
Madre e hijo se abrazan y luego Joel le da un beso en
la mejilla. Su rostro se ilumina con tanta felicidad que me
hace extrañar a mi propia madre.
Estoy congelada viendo la interacción cuando Joel da
un paso atrás y vuelve a poner su mano a mi lado.
—Ma, esta es Ki…Katrina.
—Qué gusto conocerte, Katrina.
—Es un placer conocerla también, señora Moreno.
Tiene una hermosa casa.
—Gracias cariño. Llámame Isa. —Ella le lanza a su hijo
una mirada que no puedo descifrar.
—Katrina está trabajando en un proyecto escolar y
tenía algunas preguntas sobre México a principios del siglo
pasado, ya sabes sobre la época en que naciste.
Ella lo golpea, pero su sonrisa permanece intacta.
—Eso es maravilloso. ¿Qué tipo de proyecto escolar?
—Oh, yo… —No estoy preparada para dar mi discurso.
¿Qué pasa si piensan que es la idea más tonta de la
historia?
¿Todavía me ayudarán?
—Escribí un guion basado en los tatarabuelos de la
película Coco: Héctor e Imelda, y fue seleccionado para ser
la actuación de la presentación de la primavera de este año.
—No me dijiste esa parte —dice Joel, asombrado en su
tono.
—Eso es increíble, Kitty.
No capta que el apodo que sale de su lengua.
—Me encanta esa película.
—¿De verdad?
—Dylan hizo que todos la viéramos muchas, muchas
veces —agrega Isa.
—Mi hijo hizo lo mismo. De ahí es de donde saqué la
idea.
Mi rostro se calienta y siento que el hombre a mi lado
se convierte en piedra. Mierda. Bueno, ciertamente no es
así como me imaginaba decirle a Joel que tengo un hijo. Lo
miro con lo que espero sea una sonrisa de disculpa.
Él se aclara la garganta, pero cuando habla, es brusco
y rígido.
—Katrina, estas son mis tías, Lupita, Opal y Bonnie, y
mis hermanas Bree y Michelle. Esas tres de allá son mis
primas Karla, Anita y Celeste —él dice como si hubiera
alguna posibilidad de que pudiera recordarlas a todas. Cada
una sonríe y dicen hola.
—Es tan agradable conocerlas a todas ustedes.
¿Puedo ayudar con algo?
Su mamá mira a Joel, quien señala hacia la parte
trasera de la casa—. ¿Papá afuera?
—Sabes que lo está. —Saca dos vasos con agua del
refrigerador y se los da a Joel. —Asegúrate de que no arroje
otro palo de golf a las montañas.
—¿Estás bien? —él me pregunta en voz baja, dándole
la espalda al resto de las mujeres en la cocina y
protegiéndome de sus miradas.
Asiento, pero él no se mueve. La mirada en sus ojos
es intensa mientras me estudia como si realmente me
estuviera viendo por primera vez. Todo de mí. Katrina
Phillips, estudiante universitaria y madre soltera a mis
veintiún años.
—Ve. Cuidaremos bien de ella. —La voz de la madre
de Joel atraviesa el momento.
Sus dedos rozan los míos mientras da un paso
vacilante hacia la puerta.
—Estaré afuera si necesitas algo.
Isa grita órdenes mientras lo veo irse.
—Katrina, puedes ayudarme con los buñuelos tan
pronto como termine este arreglo.
Lupita, el único nombre que recuerdo porque Joel la
presentó primero, da un paso adelante y le tiende la mano.
—Déjame terminar la pieza central. Estás cortando
esas rosas demasiado cortas para el jarrón. Un desastre.
La mamá de Joel le entrega las tijeras y me indica que
la siga mientras camina hacia una despensa.
—He estado esperando que ella se hiciera cargo
durante la última media hora. Me temo que soy terrible con
las flores. —Me pasa un molde lleno de hileras de bolitas de
masa y toma otras dos—. Pero cocinar lo puedo hacer. Y
esta es una vieja receta familiar, así que es perfecto que
estés aquí para ayudar.
—Gracias por la ayuda. No tenía la intención de
entrometerme en su almuerzo familiar, pero Joel insistió en
que sería más fácil si se lo preguntaba directamente.
—Cuantos más seamos, mejor —dice repitiendo las
mismas palabras que hizo Joel en el carro.
Llevamos las bandejas a la otra habitación y, sin
preguntar, las hermanas de Joel toman las bandejas y
comienzan a estirar la masa en círculos delgados de
aproximadamente una mano de ancho. No puedo anotar
esto exactamente en mi cuaderno mientras ayudo, así que
mentalmente lo catalogo todo. Incluyendo la forma en que
sus hermanas trabajan como si lo hubieran hecho un millón
de veces, a pesar de parecer unos años más jóvenes que
yo. De hecho, toda la cocina funciona de esta manera. No
hay que chocar entre sí y preguntar qué se debe hacer a
continuación. Todas han estado aquí en esta cocina todos
los domingos como dijo Joel y se nota en la facilidad de su
rutina.
—¿Cuánto hace que conoces a Joel? —Una de las tías
cuyo nombre no puedo recordar pregunta con un brillo de
complicidad en sus ojos.
—No mucho tiempo.
Espero que sea una respuesta segura. Todavía no
conozco realmente a Joel. Pero cuando nadie responde, sigo
divagando.
—Quiero decir que viene al café del campus donde
trabajo, así que he hablado con él muchas veces, pero me
encontré con él la otra noche y fue entonces cuando me
enteré de tu familia. Él aceptó ayudarme y aquí estoy.
Estuvo de acuerdo parece una forma más agradable
de decirlo que el trueque porque quiere meterse en mis
pantalones. Sin embargo, por la mirada que me dan estas
damas, creo que están bien familiarizadas con los motivos
de Joel.
—Eso es muy amable de su parte —dice la tía
parlanchina. Desearía poder recordar su nombre porque
tengo la sensación de que ella es la que tiene la suciedad
sobre cada miembro de esta familia.
—Demasiado, ¿no crees Michelle? —interviene la
mayor de las hermanas de Joel, mirando a la otra. Bueno,
ese es un nombre más a la lista. Realmente necesito un
repaso sobre quién es quién.
—Creo que es irremediablemente romántico. Se
encontraron y casualmente estás escribiendo una obra de
teatro basada en la cultura mexicana. —Michelle mira a su
alrededor como si estuviera esperando que todos estuvieran
de acuerdo. —Y somos una familia mexicoamericana.
—Eso difícilmente nos hace únicos —responde la
hermana mayor.
Michelle no se desanima, y quiero abrazarla con la
esperanza de que me contagie algunas de sus opiniones
idealistas.
—Pero fue Joel con quien se topó en el momento justo.
Quiero decir, de todas las personas con las que te
encuentras todos los días, es increíble que una de ellas
tenga justo lo que estás buscando.
No discuto que se ha estado topando conmigo a
propósito durante meses. Me gusta que ella piense mejor.
—En este caso, creo que lo que estaba buscando
era…
Estoy segura de que me sonrojo con las palabras que
van a salir de la boca de la hermana mayor de Joel, pero su
madre, Dios la bendiga, interviene—: Destino o no, estamos
felices de tenerte aquí. —Mira de mí a las hermanas—. Bree,
trae los buñuelos aquí. Michelle, tú y Katrina pueden
espolvorear el azúcar y la canela.
Michelle se mueve a mi lado con una sonrisa
complacida.
—Eres muy bonita. Tus ojos son tan geniales.
—Gracias.
—Tú y mi hermano tendrían hermosos bebés. ¿Te
gusta el baloncesto?
Me ahogo con mi propia saliva hasta el punto de que
todos me miran preocupadas. No creo que hayan escuchado
a Michelle porque nadie interviene para decirle lo loco que
es decirle eso a un casi extraño.
—Lo siento —dice cuando casi me he puesto bajo
control—. Tengo la mala costumbre de decir lo que pienso.
Pero es verdad, lo harías. No estás casada, ¿verdad? Quiero
decir que busqué un anillo, así que estoy pensando que no.
El primer buñuelo se pone frente a nosotras y yo sigo
su ejemplo y espolvoreo una cantidad generosa de la
mezcla de azúcar y canela en ambos lados.
—No, no estoy casada —confirmo, y ella me
recompensa con una gran sonrisa que delata sus visiones
de sobrinitos—. Y me gusta el baloncesto, pero tu hermano
y yo apenas somos amigos. Él ni siquiera sabía que yo
tengo un hijo hasta hoy.
Ella me ignora.
—Joel ama a los niños. Él… —Hace una pausa, se
muerde los labios y luego repite—: Ama a los niños.
A todo el mundo le encantan los niños cuando pueden
devolverlos. Tener un hijo o salir con alguien que tiene un
hijo es algo completamente diferente. O eso creo. No he
salido con nadie que tenga un hijo o realmente no he salido,
desde que tuve a Christian, así que supongo que en el mejor
de los casos. Se siente cierto.
Estamos sacando la comida a un patio cubierto antes
de darme cuenta de que me he olvidado por completo de
hacer ninguna de mis preguntas planeadas. Estar en la casa
de los Moreno es un poco como me imagino que sería andar
en una alfombra mágica. Es estimulante, genial y tan
mágico que te olvidas de hacer otra cosa que no sea vivir el
momento. Bueno, bueno, eso es lo que parecía para Jasmine
de todos modos. Realmente necesito ampliar mi visión de
películas más allá de los dibujos animados.
Veo a Joel cruzando el patio hacia mí. Las piernas
largas cubiertas con pantalones deportivos se comen el
espacio y me transporta a los tiempos en que entró por la
puerta en University Hall. Excepto que ahora no hay
barreras entre nosotros. No hay mostrador de café para
ocultar todas las verdades que tenía miedo de decir.
Él me gusta. Lo he admitido. Es un poco dulce bajo
todo ese encanto, y aunque no tengo ninguna expectativa
de que quiera algo más que sexo, no estoy tan desanimada
como lo había estado al principio. Puede que sea un jugador
total, pero ha sido respetuoso y atento, y la cantidad de
esfuerzo que ha puesto para que salga con él muestra un
nivel de compromiso que nunca antes había tenido en un
chico.
Un niño pequeño de la edad de Christian pasa junto a
mí a toda velocidad y se lanza a los brazos de Joel. Observo
fascinada y me doy cuenta de que es exactamente lo que
quiero hacer. Joel lo lleva hacia mí mientras el niño se
agarra a su cuello y parlotea alegremente.
—Tío Joel, aprendí un nuevo truco. ¿Quieres verlo?
—Después del almuerzo, ¿de acuerdo? —El niño
parece absolutamente desanimado—. Dylan, esta es mi
amiga Katrina.
Él me mira con atención y le doy un pequeño saludo.
Joel se inclina y susurra algo al oído de Dylan y él
asiente con entusiasmo antes de llegar a la espalda de Joel
y sacar una rosa blanca aparentemente de la nada. Me lo da
y estoy, con razón, impresionada.
—¿Para mí? Gracias.
—Soy un maguio —él afirma, tan seguro de la palabra,
pero diciéndola de manera tan práctica que sé que lo mejor
es no reírme.
—¿Qué otros trucos te sabes?
Una sonrisa torcida se extiende por su adorable rostro.
—Puedo cortarte por la mitad.
Joel se ríe.
—No cortes a la gente hoy, hombrecito. Ve a lavarte
las manos antes de comer.
Joel hace señas hacia la comida.
—¿Lista para comer?
Sigo su ejemplo y lleno mi plato con todo, con ganas
de probarlo todo y experimentar cada parte de su mundo.
Todos se sientan afuera y para la cena casi estilo buffet,
sigue siendo íntimo y hogareño.
El gran patio trasero tiene una piscina, una parrilla al
aire libre, un televisor, y una gran área de césped donde se
han abandonado varias pelotas de fútbol y aros de hula. Los
adultos de la familia se sientan en una mesa de comedor al
aire libre y los niños optan por tomar sus platos y sentarse
en el césped. Joel nos lleva a la mesa.
—¿Obtuviste respuestas a tus preguntas?
—Oh, um…
Realmente manejé mal mi tiempo.
—Creo que me envolví un poco en la preparación de la
comida. —Tomo un buñuelo—. Esto está buenísimo.
El padre de Joel aparece junto a Isa. Lo sé incluso
antes de que él se incline y la bese suavemente en la boca
y diga—: Todo se ve increíble, mi reina. Como siempre.
El padre de Joel tiene la presencia y el mando que
tiene su hijo, pero donde el encanto de Joel parece
deliberado, el de su padre no lo es. Simplemente tiene un
aire de importancia y carisma.
—¿Tú debes ser Katrina? —él pregunta cuando me ve
sentada junto a su hijo.
—Sí, señor.
Sus ojos se arrugan con una sonrisa que me hace
repensar las diferencias entre su hijo.
—Llámame Dax. Cuéntanos más sobre este guion que
has escrito. ¿Cuál es el título?
Respondo a sus preguntas. Toda la conversación del
almuerzo gira en torno a eso y parecen realmente
fascinados. Tanto es así que se me olvida estar nerviosa.
Incluso responden algunas de mis preguntas, pero estoy
disfrutando demasiado de nuestra conversación fácil como
para entrometerme demasiado en sus vidas.
Me entero de que Isa y Opal son hermanas. Isa es la
más joven y vinieron de la Ciudad de México a los Estados
Unidos tan pronto como Isa tuvo dieciocho años porque
Opal había conocido a Joe, un agricultor de nueces
convertido en hombre de negocios que viajaba entre la
Ciudad de México y el pueblo por trabajo. Opal y Joe tienen
tres hijos: Lucas, Will y Karla. Karla es la única aquí hoy con
su esposo Pete, Dylan el mago es su hijo.
Dax tiene dos hermanas, Lupita y Bonnie. Se mudaron
aquí con sus padres a una edad mucho más temprana. El
razonamiento exacto es un poco confuso, pero el consenso
general parece ser más oportunidades. Lupita está casada
con José y tienen dos hijas, Anita y Celeste, ninguna de las
cuales está casada. Bonnie también es la hermana de Dax,
pero por lo que sé, tampoco está casada.
—¿Cómo fue que los dos se conocieron? —le pregunto
a Isa y hago un movimiento entre ella y Dax. Es difícil saber
cuál es la diferencia de edad. Isa podría pasar por treinta
años, pero si tengo la línea de tiempo correcta según las
diversas fechas que han descartado, tiene alrededor de
cuarenta. Creo que Dax es mayor, tal vez hasta diez años
mayor, pero por la forma en que se miran, no creo que
nadie pueda llamarlo a un sugar daddy o a ella una
cazafortunas.
—La conocí primero —anuncia Lupita con orgullo.
Isa y Lupita comparten una sonrisa que insinúa años
de complicidad.
—Solicité un trabajo en la universidad.
—No sabía que también trabajabas allí.
—Nunca trabajé ahí —ella dice entre risas—. No
conseguí el trabajo, pero conocí a Lupita y ella me consiguió
un trabajo en la empresa de bienes raíces de José.
El hombre que solo puedo suponer es José levanta su
bebida hacia ella. —La mejor agente que he tenido.
—Conocí a Dax en la fiesta del trigésimo cumpleaños
de José unos seis meses después.
Isa se acerca y pone una mano en la mejilla de Dax y
el momento es tan íntimo que fuerzo mi mirada a otra
parte. Mirando a Joel, observa a sus padres con tanto amor
y aprecio que es difícil reconciliar este lado de él con el tipo
que me ha estado lanzando frases cursis durante meses.
—¿Cuándo es la obra, Katrina? Me encantaría ir a
verla. —La sonrisa y la voz de Lupita son sinceras.
Tengo la fecha memorizada, por supuesto, pero me
tropiezo con mi respuesta porque no había anticipado ese
nivel de interés.
—En abril.
—La noche de apertura es el cuatro de abril —agrega
Dax—. Isa y yo asistimos a la presentación de primavera
todos los años.
El miembro más joven de la familia se acerca a la
mesa, con la cara cubierta de canela y azúcar.
—¿Puedo mostrarte mi nuevo truco ahora? —Mira a
Joel con grandes ojos suplicantes.
—¿Se trata de cortar o fuego? —Joel pregunta en un
tono serio.
Dylan niega con la cabeza.
—No. Mamá dice que no más magia que requiera algo
afilado o inflamable. —La última palabra la dice en el tono
de su madre y con total desprecio por el significado.
Lanzo una mirada a Karla, quien me da una mirada de
Oh, las historias que podría contar que trato de devolverle.
—Tío Joel, necesito tu reloj. Voy a hacer que
desaparezca.
Dylan agita una varita que ha estado agarrando en su
mano derecha y Joel se quita el reloj que parece muy caro y
se lo entrega sin protestar.
Sosteniéndolo en una palma extendida, Dylan cierra
sus dedos alrededor de él tanto como puede y luego agita la
varita tres veces antes de abrir su mano ahora vacía.
—¿A dónde se fue? —pregunto.
—En tu muñeca.
Miro hacia abajo para descubrir mi muñeca recién
adornada. El reloj no está abrochado, pero está colgado en
mi mano derecha.
—Oh Dios mío. ¿Cómo hiciste eso?
—Magia —responde simplemente.
Joel alcanza mi muñeca y me toca el pulso justo
debajo de la banda de metal.
—Ladrona.
Observo los movimientos de su pulgar extasiado por
la forma en que su toque calienta todo mi cuerpo.
—Es un buen reloj —digo finalmente y de mala gana
me muevo para quitármelo, viendo la hora en el proceso—.
Oh, no. No.
Me pongo de pie y saco mi celular de mi bolsillo
trasero para verificar.
—Voy tarde. Voy muy tarde. —Le envío un mensaje a
Víctor.
Joel pasa a la acción ante el tono urgente de mi voz.
—Mamá, tenemos que correr.
Calculo el tiempo que creo que tardaré en volver a la
universidad a buscar mi carro y luego a mi casa. Uf, ¿cómo
pude ser tan descuidada?
Apresuradamente, pero forzando tanto aprecio y
sinceridad en mi tono como sea posible, me despido de
todos en el camino sintiéndome genuinamente arrepentida
de dejar este almuerzo familiar.
Estoy perdida en mis propios pensamientos mientras
regresamos. No puedo evitar comparar la familia de Joel con
la mía. Mi embarazo ejerció presión sobre nuestras familias,
la mía y la de Víctor. Las familias nos apoyaron, por
supuesto, pero no ha sido un camino fácil. Hay una pérdida
de sueños que enfrentan los padres cuando se dan cuenta
de que su hijo tiene que crecer y ser un adulto antes de que
deba hacerlo.
Y luego, con Víctor mudándose tan pronto después del
nacimiento de Christian, se sumó a la carga que sentían
nuestras familias. Y ni siquiera estoy triste por las formas en
que me cambiaron, solo quiero que Christian tenga lo mejor.
Es un niño tan especial y solo desearía que Víctor pudiera
ver la forma en que sus acciones impactan a Christian. Sé
que no puede extrañar lo que nunca ha tenido, pero quiero
que tenga más. Por primera vez desde que apareció en mi
puerta esta mañana, me pregunto si debería ser más suave
con él. No puedo cambiar el pasado y si él aparece ahora
para Christian, ¿no es eso todo lo que realmente importa?
Lanzo una mirada a Joel, que mira hacia el camino
abierto perdido en sus propios pensamientos.
—Gracias por hoy. Tu familia es increíble.
Sonríe de oreja a oreja antes de preguntar—:
¿Conseguiste lo que necesitabas?
Considero lo que aprendí hoy. No escribí una sola
nota, pero siento que pude echar un vistazo a sus vidas.
—No estoy segura —respondo honestamente—. Me
entusiasmé tanto con tu mamá y tus tías que me encontré
escuchando más que hacer cualquiera de las preguntas que
pretendía.
—Envíame las preguntas y se las puedo enviar por
correo electrónico a mi mamá, o siempre puedes volver la
próxima semana. Invitación permanente.
—¿Ustedes realmente hacen eso todos los domingos?
—Sí. No lo hago todas las semanas. Los
entrenamientos y los partidos fuera de casa a veces
interfieren, pero todos los domingos al mediodía se sirve el
almuerzo en la casa de los Moreno para cualquiera que se
presente.
Mi teléfono suena y leo el mensaje de Víctor
diciéndome que está bien que vaya a llegar unos minutos
tarde.
—¿Tarde para recoger a tu hijo?
Es la primera vez que menciona la bomba que dejé
caer, y no extraño la tensión en su voz. Me pregunto si está
decepcionado porque tengo un hijo o porque no se lo dije.
Es mejor no preguntar. La primera opción es aplastante y la
segunda es completamente válida y depende de mí.
Debería habérselo dicho y evitar toda esta incómoda
tensión.
—Sí, se supone que debo estar en casa en…—
Compruebo la hora. —Tres minutos.
—¿Dónde vives?
—Lado oeste de la ciudad. Columbia y Main.
—¿Los apartamentos de West Lot?
—Sí —respondo.
Noto el aumento de velocidad, pero parece tener un
buen dominio del carro, así que no lo menciono.
—Me gusta esa zona. Crecí a pocas cuadras de allí.
—¿En serio? —Estoy sorprendida. No es un mal
vecindario, pero tampoco es tan agradable como donde
viven ahora sus padres.
—Sí, nos mudamos al otro lado de la ciudad cuando
estaba en el bachillerato. Mi primo Lucas vive allí ahora. Te
llevaré a tu apartamento y si me das las llaves, te devolveré
el carro esta noche.
—Eso realmente no es…
—¿Necesitas tu carro antes de esta noche?
Niego con la cabeza.
—¿Quieres llegar a tiempo o no? —Él sonríe.
—¿Vas a llevarme allí en tres minutos? —Compruebo
mi teléfono. —Dos minutos.
El asiente. —Más o menos dos minutos. Menos de
cinco no es tarde.
Si mi estómago no estuviera revuelto por llegar a mi
hijo, estaría impresionada con su arrogancia incluso en un
momento como este. Recorre las calles laterales hacia mi
barrio con una seguridad y una facilidad que prueban aún
más su conocimiento de la zona.
A pesar del increíble momento que pasé hoy, es alivio
y felicidad lo que siento cuando Joel se detiene en la acera
frente a mi edificio de apartamentos. Abro la puerta antes
de que se detenga por completo.
—Muchas gracias. —Salto del auto y luego me
detengo antes de cerrar la puerta. —Hoy fue realmente
genial. Tu familia es fantástica. Gracias por todo. Y por
traerme a casa impresionantemente rápido.
Con su sonrisa arrogante impresa en mi cerebro,
cierro la puerta y corro hacia mi hijo.
Capítulo Doce
Joel
Después de entrenar en la tarde, me ducho y luego me
dirijo a la sala de cine. El domingo por la noche es una
noche de cine con los compañeros de cuarto y espero con
ansias una noche de Tom Cruise y relajarme.
—¿Qué película vamos a ver? —le pregunto a Z
mientras me dejo caer en la primera fila con mi teléfono y
tomo el refresco que me pasa.
—La momia.
Le doy un movimiento de cabeza. Realmente no me
importa la película. Estoy cansado y quiero relajarme.
Bless, Blair y Wes, hacen su entrada. Es el nombre de
su pareja y es un nombre mucho más genial de lo que se
merecen, pero se me ocurrió, así que nadie debería
sorprenderse de que sea genial.
Me hace pensar en qué tipo de nombre de pareja
podríamos tener Katrina y yo.
Katel. No.
Jina. Joder, no
Hombre, según los posibles nombres de pareja, no nos
vemos bien. Borra eso, basándonos en todo, no nos vemos
bien. No tengo relaciones serias. ¿Y un hijo? Eso realmente
me desconcertó. No esperaba eso. Sin embargo, tiene
sentido ahora, su vacilación, por qué no la he visto en las
fiestas.
Katrina
Christian está saliendo de la bañera cuando suena el
timbre.
—Sécate y ponte tu pijama —le digo mientras camino
hacia la puerta principal. Estoy contando los minutos hasta
la hora de acostarme y al mismo tiempo me siento culpable
por querer que mi hijo ya esté dormido. Los lunes son los
días más largos. Tres clases, grupo de crítica y Christian
tiene entrenamiento de fútbol. He estado yendo sin parar
todo el día y estoy tan cerca del maravilloso silencio y un
puñado de galletas de animalitos (¡esas cosas son
adictivas!) mientras miro la televisión sin pensar.
Abro la puerta, esperando que mi vecino necesite
azúcar o harina o lo que sea que pidan los vecinos. Como
referencia, ninguno de mis vecinos ha hecho esto, pero
siempre es lo que espero cuando suena el timbre. No soy
buena en muchas cosas, pero tengo azúcar y harina listas.
Una repartidora de FedEx está al otro lado de mi
puerta con una caja y uno de esos escáneres electrónicos.
—Hola. ¿Eres Katrina Phillips?
—Sí.
Empuja el escáner electrónico hacia mí.
—Firma aquí.
Una vez que he garabateado algo parecido a mi firma
en la pantalla, empuja la caja en mis manos y me desea
buenas noches.
No reconozco la dirección de devolución, pero se
envió el mismo día, por lo que tiene que ser algo increíble.
Tomo la caja adentro y la dejo en el mostrador, retrasando
la emoción de descubrir lo que hay dentro.
Camino por el apartamento recogiendo juguetes,
tomo el cartón gigante de galletitas y una lata de Coca-Cola
Light y lo pongo en la mesa de café para más tarde, todo
mientras vigilo la caja como si mirarla de alguna manera me
diera una pista de lo que es.
—Christian, ¿estás listo para ir a la cama?
En el momento justo, sale corriendo a la sala todavía
empapado con una toalla sobre su cabeza.
—Se supone que debes secarte antes de salir del baño
—le recuerdo mientras tomo la toalla y lo envuelvo
alrededor de él y luego lo abrazo con fuerza—. ¿Te has
cepillado los dientes?
En lugar de responder, sonríe a lo grande mostrando
sus pequeños dientes y dándome una bocanada de pasta de
dientes con menta.
—Ve a ponerte el pijama, estoy justo detrás de ti.
Robo otra mirada a la caja y sigo a Christian a su
habitación.
El apartamento es pequeño, pero Christian tiene su
propia habitación al otro lado de la mía. Según nuestro
contrato de arrendamiento, no podemos hacer nada con las
aburridas paredes blancas, pero su habitación está
decorada con tareas del preescolar, dibujos que coloreamos
juntos y algunas fotos estilo Hobby Lobby que mi mamá
compró para ayudar a decorar su habitación cuando era
pequeño.
Lo ayudo a ponerse el pijama y meterse debajo de las
sábanas, y me acuesto a su lado en la cama del tamaño de
un niño pequeño.
—¿Qué fue lo que más te gustó de lo que pasó hoy?
Su carita sonríe y sé que ya ha pensado en su
respuesta.
—El fútbol.
—Hiciste un gran trabajo. Estoy muy orgullosa de ti.
—¿Crees que papá vendrá a verme?
—No estoy segura, pero podemos llamarlo mañana e
invitarlo.
Él asiente vigorosamente.
—¿Cuál fue tu cosa favorita?
—Hoy comí el muffin de limón más delicioso. —Cierro
los ojos y froto mi estómago dramáticamente, lo que hace
que Christian se ría.
—Eso es tonto.
—Está bien, amigo. Te amo. Duérmete ya.
—Buenas noches, mamá.
Mientras cierro la puerta de su dormitorio, dejo
escapar un verdadero suspiro, sintiéndome contenta por
primera vez en todo el día. Lo hice. Sobreviví un día más. Tal
vez eso parezca melodramático, pero la maternidad es dura.
Ir sola no me hace sentir toda una mujer independiente y
dura. Me hace sentir cansada y mayor de lo que soy.
Agarro la caja misteriosa y la llevo al sofá. Enciendo el
televisor y busco un viejo episodio de Salvados por la
campana para escuchar el ruido de fondo antes de que
finalmente rompa el paquete.
Lo primero que me llama la atención es la fragancia.
Hierbabuena, cedro y cuero. He tenido meses para separar
los olores de Joel y cuando retiro el papel de seda, es su olor
el que flota con las finas hojas blancas. Alcanzo
ansiosamente y saco dos grandes botellas azules. ¿Champú
y acondicionador?
Sostengo las botellas frente a mi cara completamente
perpleja. ¿Por qué diablos me enviaría…? ¡Oh, Dios mío!
Cuando me golpea, no puedo evitar suspirar un poco. Una
de las primeras excusas que le di fue que necesitaba
lavarme el cabello. Dos puntos por la originalidad. Volteando
la parte superior del champú, inhalo. Huele increíble. Esto
no vino de una tienda departamental. Se ve y huele
demasiado caro. Vale, bien, tres puntos.
Yo: Gracias por el champú y el acondicionador,
esto me será útil la próxima vez que necesite dejarte
boquiabierto.
Joel: De nada Además, una idea, ¿otro plan podría
ser que te laves el cabello, te vistas y me dejes
llevarte a cenar?
¿El jueves en Araceli a las siete?
Yo: No puedo.
Joel: ¿De verdad no puedes o me estás rechazando
de nuevo?
Yo: Realmente no puedo. No tengo niñera.
Joel: Estoy seguro de que podría encontrar a
alguien para eso.
Yo: Soy un poco exigente con quién dejo a mi hijo.
Sólo se ha quedado con la familia por la noche.
Joel: ¿Y la familia no puede cuidarlo el jueves?
Yo: No.
***
Joel
—¿Dónde estabas anoche? —Nathan enciende un
cigarrillo mientras caminamos desde el gimnasio de regreso
a la casa.
—En casa.
—¿En casa? —Él levanta una ceja y luego su rostro
cambia cuando capta el mensaje—. Ya veo. Interesante.
¿Shelly?
—Diablos, no. —Sacudo la cabeza como si eso me
librara del recuerdo.
—¿Tara?
Otro movimiento de cabeza.
—¿Quién fue? Si te escondiste en tu habitación con
ella toda la noche, debe haber sido delirante.
—En realidad, estaba solo. Mas o menos. —Me aclaro
la garganta—. Tuve una cita virtual.
Exhala una larga bocanada de humo.
—¿Eso es algún tipo de relación en línea?
Nervioso, una risa ansiosa retumba en mi pecho.
—No, hombre. Al estilo de la vieja escuela, hablando
por teléfono.
—No entiendo. ¿Solo hablaste con una chica por
teléfono? Parece que llevarla a una cita real sería mucho
más fácil.
—Es complicado —admito.
—¿Desde cuándo te gusta complicado? —Él me mira
de reojo mientras da otra calada.
—Yo… —Considero mis palabras—. A mí no me gusta.
De verdad que no. Hice un trato con una chica, me debía
una cita, pero no podía salir de su casa. Improvisé.
—Eso suena como lo opuesto a sin complicaciones.
Dime, ¿qué hace uno en una ‘cita virtual’? —Él usa comillas.
—Vete a la mierda. —Empujo su hombro—. ¿Qué hay
de esta noche?
Hacemos planes para invitar a la gente y cuando
regresamos a la casa, Nathan y yo nos separamos para
ducharnos y hacer llamadas.
No he tenido noticias de Katrina hoy, no es que
esperara, pero me pregunto qué está tramando y si pensó
en mí. Parece que no puedo tener suficiente de ella y estoy
a punto de dejar de fingir siquiera intentarlo.
Mientras me seco, agarro mi teléfono. En lugar de
enviar el mensaje grupal de que vamos a invitar gente,
busco su número. Mi dedo se cierne sobre su nombre y
decido llamar en lugar de enviar un mensaje. Escuchar su
voz anoche, suave y sin pretensiones, fue agradable.
—¿Hola? —responde sonando apresurada y agitada e
inmediatamente me siento como un idiota por llamar.
¿Quién llama sin avisar estos días?
—Uh. Hola. Lo siento, ¿te atrapé en un mal momento?
Hay una pausa.
—¿Joel?
—Sí. ¿No aparecí en el identificador de llamadas?
—Mierda —exclama en voz baja lejos del teléfono—.
No verifiqué antes de responder. Supuse que era una de las
otras mamás que llamaba para saber el tiempo de espera.
Estoy completamente fuera de mi juego. Ella parece
ocupada y desinteresada y ahora me siento como un tonto.
Decido ir con corto y conciso.
—Vamos a invitar gente esta noche y me gustaría que
vinieras.
—Vaya. Eso está bien, pero no puedo. Tengo veinte
niños hambrientos y sus mamás enojadas porque olvidé que
era mi turno de comprar la merienda para el entrenamiento
y si no encuentro algo sin gluten, nueces y lácteos y lo llevo
a Russell Field en la próxima hora, me van a poner en la lista
negra.
Siento su exasperación a través del teléfono y puedo
imaginarla perfectamente de pie en la tienda de
comestibles paseando por los pasillos.
—Me tengo que ir. Gracias por la invitación.
Ella cuelga dejándome, sosteniendo mi teléfono en mi
oído y sintiéndome como un idiota. No ha hecho nada más
que decirme lo poco disponible que está y yo sigo
insistiendo. No sé qué tiene esta chica que no puedo
aceptar que no estemos en puntos similares en nuestra vida
para tener algo más que coquetear con un café. Ha pasado
mucho tiempo desde que me preocupé lo suficiente como
para perseguir a alguien así y el conocimiento de cómo eso
terminó solo debería hacerme correr hacia el otro lado.
Me visto rápidamente y luego envío algunos mensajes
para invitar a más personas. Los chicos ya están abajo
cuando me dirijo a la cocina. Agarrando mis llaves y una
manzana del mostrador, hago una inspección rápida del
licor que hay en la mesa.
—Voy a buscar provisiones. ¿Alguna preferencia?
Z y Wes niegan con la cabeza. Nathan habla.
—Creo que estamos bien, hombre. Probablemente
podamos arreglárnoslas con lo que tenemos.
—Nunca está de más tener demasiado —digo
mientras salgo por la puerta.
No es hasta que llego a Russell Field que empiezo a
reconsiderar mi decisión de interferir. Observo a los niños
corriendo, mientras sus madres observan a los niños
atentamente. Me siento en mi carro y me pregunto si esta
es posiblemente la peor idea que he tenido. Casi me he
convencido de dar la vuelta al carro cuando la veo. De pie
por su cuenta mirando fuera de lugar e incluso desde mi
carro puedo decir que la ansiedad sale de ella en oleadas.
Me muevo a la acción, tomo las bolsas del asiento
trasero y cruzo el campo como un hombre con una misión.
Las otras mamás me ven primero. Niños olvidados de
repente, sus miradas me recorren como si fuera Superman.
Creo que deben ser los comestibles o tal vez el hecho de
que estoy aquí. El único otro tipo en el campo es el
entrenador. ¿No vienen los papás para este tipo de mierda?
Ignoro sus miradas curiosas, enfocado solo en llegar a
Katrina. Puedo decir el momento en que ella me nota. Antes
de que su mirada se encuentre con la mía, se queda quieta
y abre los ojos como platos mientras explora la cancha.
Como si pudiera sentir mi presencia antes de verme. Una
miríada de emociones cruza su rostro mientras me observa.
Confusión, felicidad, sorpresa. Ella da un paso adelante
lentamente. Todos los ojos están puestos en nosotros.
—¿Qué…?
—Lo siento, llegué tarde —digo lo suficientemente alto
como para que las mamás entrometidas que están
escuchando cada una de mis palabras me puede escuchar
con claridad cristalina. Levanto las compras a mi lado—.
¿Dónde los quieres?
Abre la boca y la cierra, mira a nuestra audiencia
cautiva y vuelve antes de responder—: Justo allí.
La sigo hasta una mesa plegable con una bolsa de
pasas en caja individual y un galón de jugo de naranja con
vasos de papel al lado. No puedo evitar sonreír ante su
selección de bocadillos de última hora.
—Tuve que improvisar —murmura en voz baja.
Le tiro un guiño mientras dejo las bolsas.
Desempacamos los artículos en silencio, pero siento que
observa cada uno de mis movimientos.
Sus ojos no son los únicos que siento en mí. El grupo
de mujeres que la había estado ignorando cuando me
detuve, ahora camina hacia nosotros. Su líder lleva
pantalones de yoga y una camiseta sin mangas con una
sudadera con cremallera abierta en la parte superior para
que se vea su escote. Cuando habla, su tono es Splenda,
dulce, es decir, falso como una moneda de cuero.
—Katrina, no creo haber conocido al padre de
Christian.
—Oh, no, él es… —La cara de Katrina se sonroja y
está claro que está incómoda, pero no sé si es porque estoy
aquí o porque el padre de Christian no está. De cualquier
manera, quiero borrar esa mirada.
Dando un paso adelante, extiendo una mano.
—Joel. Mucho gusto.
—Samantha. La madre de Bryson.
Suena un silbato y los niños corren hacia las líneas
laterales a toda velocidad.
Miro a Katrina.
—Probablemente debería irme.
Pero mi despedida se interrumpe cuando una cabecita
rubia se lanza alrededor de las piernas de Katrina.
—Mamá, ¿lo viste? Lo pateé en la portería.
—Buen trabajo, amigo. —Ella le ofrece la mano y él le
da una palmada baja.
Me quedo boquiabierto. Ni siquiera puedo evitarlo.
Saber que tiene un hijo es una cosa. Verlo, verlos
interactuar, me deja sin aliento.
Los ojos marrones se encuentran con los míos. Se
parece tanto a Katrina que no puedo evitar sonreír. Nariz
chata, ojos grandes, pestañas oscuras y un desorden de
cabello rubio.
—Christian, este es mi amigo Joel.
Inclina la cabeza hacia arriba para realmente
captarme.
—¿Qué pasa, hombrecito? —Saco mi puño y él lo
estudia con cautela antes de chocar su pequeño puño
contra el mío.
—¿Qué hay de comer? —Uno de los niños grita y eso
llama toda su atención. Manos ansiosas se extienden y
empujan más allá de nosotros.
Sigo el ejemplo de Katrina y nos movemos al otro lado
de la mesa y ayudamos a los niños a llenar sus platos.
Durante diez minutos trabajamos en silencio, sirviendo la
comida, limpiando desorden, volviendo a llenar los platos
después de que la mitad de los niños derraman su comida
en el suelo. Estoy a punto de sudar cuando el entrenador
hace sonar el silbato y los niños regresan a la cancha.
Tiramos la basura y Katrina finalmente rompe el
silencio.
—No necesitabas hacer esto.
—Iba camino a la tienda de todos modos. —Observo a
las otras mujeres que han vuelto a escudriñar cada uno de
nuestros movimientos—. ¿Siempre les gusta eso?
Ella se encoge de hombros.
—Realmente no encajo con las otras mamás.
Puedo decir por su tono que ella piensa que esto es de
alguna manera su culpa.
—Christian se parece a ti. —Me giro para ver la acción
en el campo. Que lío caliente. No hay forma de saber quién
está en ataque o en defensa, es solo una masa de pequeños
cuerpos corriendo alrededor del balón—. ¿Esas son tus locas
habilidades futbolísticas exhibidas ahí también?
Christian irrumpe frente a la manada y patea el balón
hacia la red. No lo logra del todo, pero no se inmuta y sigue
corriendo hacia adelante, hacia el área del portero para
patear el balón nuevamente. Levanta los brazos en señal de
victoria y mira a su madre. La sonrisa en su rostro es
orgullosa y salta y aplaude como si acabara de ganar el oro
en los Juegos Olímpicos.
—Yo debería irme.
Después de que ella termina de animar, se gira hacia
mí.
—No tenías que hacer esto. El entrenamiento dura
una hora, no es como si se fueran a morir de hambre —dice
molesta y admiro que no se doblega para cumplir con las
expectativas de la otra mamá.
—¿Kitty?
—¿Mmm?
Me inclino, mis labios rozan su oído.
—Nada más tienes que decir gracias.
Capítulo Quince
Katrina
Tengo su café listo y dos muffins de canela en una bolsa
para llevar cuando Joel se acerca a la cafetería.
—Buenos días, Kitty.
Deslizo la bolsa y el café por el mostrador.
—Gracias.
Una sonrisa tira de sus labios.
—De nada. ¿Cómo está nuestra estrella de fútbol?
Mi corazón se acelera por la forma en que dice
nuestra, pero parece completamente inconsciente de que lo
ha hecho y no voy a hacer un gran problema por eso. Sé
que no lo dijo en serio de la forma en que sonó, pero se
siente bien hablar de Christian con alguien como si nos
perteneciera a los dos. He ido tanto sola que he olvidado lo
bueno que es ser parte de un equipo. Que Joel apareciera
por mí me recordó que necesito dejar entrar a más
personas. No todos me van a defraudar.
Cuando se trata de ser padres, la responsabilidad
siempre ha recaído sobre mis hombros. Víctor pasa tiempo
con Christian, pero no toma decisiones y no está aquí todos
los días. Y todavía estoy frustrada porque después de su
gran discurso el domingo, no pudo molestarse en
presentarse a el entrenamiento de fútbol de Christian.
—Me abstendría de los sueños olímpicos, pasó la
mayor parte de la última mitad del entrenamiento dando
vueltas en círculos hasta que se mareó tanto que se cayó. —
Su risa baja me pone la piel de gallina—. De todos modos,
café y muffins a cuenta de la casa esta mañana.
Él asiente, la sonrisa nunca sale de sus labios.
—¿Tienes libre mañana por la noche para otra cita
virtual? El equipo está de viaje, así que probablemente no
podré hablar por teléfono durante el viaje, pero ¿pensé que
podríamos ver una película y enviar un mensaje?
Por la forma en que mi corazón late contra mi pecho,
uno pensaría que me acaba de pedir que volara a París.
—Ya tuviste tu única cita. Además, ¿no tienes que, no
sé, estudiar jugadas o prepararte mentalmente o algo así?
—Muevo mis manos en el aire.
—No. Normalmente veo Netflix o duermo. Subiremos
mañana por la noche, pero el partido no es hasta el sábado
por la tarde. Sin embargo, es bueno ver que estás
preocupada por mí, Kitty. Te escribo a las siete. Incluso te
dejaré elegir la película esta vez. —Golpea el mostrador dos
veces con los nudillos y luego se aleja.
***
Joel
Dejo caer la mesita y apoyo mi iPad en ella antes de
enviarle un mensaje a Katrina.
Me resisto.
***
***
Katrina
—Eres mi amuleto de la buena suerte —dice Joel y señala
con una sonrisa arrogante a la pantalla.
Lleva audífonos y está apoyado contra la ventana del
autobús. Todavía hay luz, pero apenas, y el suave brillo de
su teléfono proyecta una sombra a su alrededor, lo que
dificulta ver algo más.
—Lo dudo mucho, pero estoy dispuesta a tomar el
crédito. ¿Hay algún tipo de pago por mis servicios? —Le
lanzo el sarcasmo antes de haber pensado en mis palabras
y puedo decir por la enorme sonrisa que estalla en su rostro
que he jugado directamente en su mano.
—En realidad, sí. Una cita conmigo. Una real, no se
requiere teléfono. Quiero decir, no me malinterpretes, me
encanta usar mi teléfono para algo además de enviar
mensajes y memes, pero creo que está obstaculizando mi
encanto. Me aprecian mejor en persona.
Me rio en contra de mi buen juicio. Dios, es ridículo.
—No tengo una niñera hasta el próximo fin de
semana. —Me detengo y espero a que conecte los puntos,
ya lo he comprobado y el próximo fin de semana no es
bueno, tiene un partido—. Tienes un partido, así que…
—Deja que yo me encargue de los detalles.
La inquietud se asienta en la boca de mi estómago.
Estoy segura de que cree que puede pedirle a alguien que
cuide a Christian, pero eso no va a funcionar. Puedo contar
con los dedos de una mano a las personas en las que
confiaría con Christian y la mayoría de ellos viven
demasiado lejos para poder ayudarme.
—No te preocupes —dice como si leyera mis
pensamientos—. Tengo a alguien en mente que creo que
aprobarás, pero no quiero decirlo hasta que lo verifique.
Mientras tanto, muéstrame lo que llevas puesto.
Mueve la cabeza como si estuviera tratando de ver
más allá de la parte inferior de mi pantalla. Me rio, pero la
inclino hacia afuera y hacia abajo para que pueda ver los
leggings y la camiseta de Valley que llevo puesta.
—Tengo espíritu de equipo —digo y agito mi mano
alrededor con un pompón imaginario.
—A la mierda el espíritu de equipo mientras tengas el
espíritu de Joel Moreno.
Dios, la forma en que lo dice suena tan sexy y sucia
que mi sexo se aprieta.
—¿Qué hiciste esta noche? —él pregunta, inclinando
su cabeza hacia atrás en el reposacabezas, su cabello negro
aún húmedo por la ducha.
—Christian y yo vimos el partido y comimos pizza. Se
durmió temprano porque se perdió la siesta dos días
seguidos, así que estaba trabajando en cosas para la obra.
—¿Cómo va eso?
—Bueno. Creo que el guion está casi finalizado. Me
están dejando sentarme en los ensayos, lo cual es increíble.
Él sofoca un bostezo.
—Creo que estás cansado.
Sacude la cabeza en señal de protesta.
—Debería irme de todos modos. Christian no entiende
que los fines de semana son para dormir.
Colgamos y me acuesto en la cama viendo pasar
treinta minutos, luego una hora. Luego dos. Estoy dando
vueltas y dando vueltas y a punto de dejar de dormir por
completo cuando un mensaje enciende mi teléfono.
Joel
—Tengo un favor que pedirte.
Blair entrecierra la mirada.
—No te voy a emparejar con ninguna de mis
hermanas de la fraternidad.
—No necesito tu ayuda para conseguir una cita, pero
gracias por pensar tan bien de mí. —Pongo los ojos en
blanco y tomo una de las donas de las dos cajas que trajo—.
¿Puedes cuidar un niño el jueves por la noche?
—¿Puedes repetir eso?
—Me escuchaste, bicho raro.
—¿A quién voy a cuidar?
—Oh. —Froto mi mandíbula. No le he mencionado a
Blair que estoy hablando con Katrina en parte porque ella es
la única que parece conocerla, y ya sé lo mucho que Blair
piensa de mí por su constante recordatorio de que no soy lo
suficientemente bueno para sus amigas—. El hijo de Katrina,
Christian.
—¿Por qué? —Ella se cruza de brazos y maldita sea,
siento que estoy a punto de obtener la ira de Blair. Su nada
de cinco pies me está poniendo más nervioso de lo que me
gustaría admitir.
—Katrina y yo hemos estado hablando y…
—Oh, no. Jooeeel —se queja, y rechina los dientes
porque puedo decir por su tono que no lo aprueba—. Katrina
no es alguien con quien puedas joder.
—Nuevamente, muchas gracias por el voto de
confianza. ¿Puedes cuidarlo o no?
—¿Ella accedió a salir contigo?
Suspiro.
—Está preocupada por una niñera. Por lo que
deduzco, no tiene mucha gente aquí en la que confíe, pero
creo que confiaría en ti.
Se muerde el labio inferior estudiándome
cuidadosamente.
—¿Por favor?
—Tengo estipulaciones.
Por supuesto que sí.
—¿Cuáles?
—Quiero hablar con ella primero.
Pongo los ojos en blanco de nuevo.
—Ella es muy consciente de mi reputación. No
necesitas advertirla.
—Pero parece que está dispuesta a salir contigo. —
Ella niega con la cabeza—. Eso no es negociable. Me pasaré
por el café y hablaré con ella.
—¿Algo más?
—Sí, en realidad. Gabby se mudará el próximo mes.
Yo sonrío.
—¿Sí? Eso es genial. —Solo la he visto un par de
veces, pero por lo que sé de la mejor amiga de Blair, Gabby,
es un pequeño milagro que finalmente se mude a Valley—.
¿Va a tomar clases este semestre?
—Ella terminará el semestre con sus clases en línea y
luego tomará un par de clases de verano para ayudar a
establecerse antes del próximo año.
—Eso es increíble —repito.
Ella sonríe.
—Lo es, y quiero hacer una fiesta en su honor.
—Claro, eso no es problema.
—Una gran fiesta. Piensa que el baile de graduación
se encuentra con la fiesta de la espuma. Gabby se perdió el
baile de graduación y se le ha metido en la cabeza que
tenemos fiestas de espuma todos los fines de semana. —
Blair frunce el rostro—. No sé de dónde sacó eso, pero no
importa, esos son mis términos.
¿Una fiesta de graduación con espuma? Ambos
suenan super patéticos. Combinarlos no ayuda. Las cosas
que un chico haría por un buen polvo. Mierda, eso ni
siquiera es cierto. Podría tener sexo ahora mismo si eso
fuera todo.
—Está bien. Podemos resolver los detalles de la fiesta,
pero tiene que ser después de la temporada.
Ella asiente con firmeza como si fuera la directora
ejecutiva del comité de planificación de fiestas.
—¿Hablarás con Katrina hoy?
—Oh sí. —Ella se ríe—. Tengo tantas preguntas que
quiero hacerle.
***
Katrina
—Hola, Blair, me alegro mucho de verte —le digo
mientras me desato el delantal y salgo de detrás del
mostrador.
—A mí también me da gusto verte —responde en un
tono que me dice que sabe lo de Joel.
No es del todo sorprendente teniendo en cuenta que
Joel y Wes son compañeros de cuarto, sin mencionar mi
encuentro con Vanessa.
—¿Tienes tiempo para charlar unos minutos?
—Por supuesto —gorjeo alegremente a pesar del
sudor que ahora me gotea entre el escote.
Ella levanta un dedo.
—Solo necesito buscar unos muffins para los
muchachos primero.
Después de que pide dos docenas de muffins, nos
sentamos en una mesa en University Hall.
—Entonces, ¿cómo va el nuevo trabajo? —le pregunto
sobre su nuevo trabajo en el centro de tutoría.
Ella sonríe.
—Va muy bien, aunque algunos días extraño el café.
—Nosotros también te extrañamos. No es lo mismo
sin tus citas. —Garrett trata de hacerse cargo de las citas en
el turno de la tarde, pero se dio por vencido rápidamente
cuando la gente comenzó a corregir su ortografía y
gramática.
Ella se ríe.
—¿Y tú, algo nuevo contigo?
—Supongo que te refieres a Joel por esa mirada en tus
ojos.
Sus ojos se agrandan y su sonrisa se ensancha.
—¿Cómo y cuándo? ¡¿Y cómo?!
—Vino al café el semestre pasado y me invitó a salir…
—¡¿Lo has estado viendo desde el semestre pasado?!
—No. —Niego con la cabeza—. Lo rechacé, pero siguió
viniendo todas las semanas.
—¿En serio? Eso suena… tan diferente a él.
—Estoy segura de que su ego no descansaría hasta
que dijera que sí.
—Bueno, obviamente finalmente lo hiciste porque me
pidió que cuidara de Christian para ti el jueves.
—Oh, no tienes que…
Ella pone una mano sobre la mía.
—Me encantaría verlo. Honestamente, eso no es
problema. Solo quería asegurarme de que no habías perdido
la cabeza. Joel es genial, no me malinterpretes, pero…
Mientras sus palabras se apagan, solo puedo asentir.
Sus dedos aprietan los míos.
—Debe gustarte mucho.
—Así es. Quiero decir que a todo el mundo le gusta
Joel, es fácil que le guste, pero también es diferente de lo
que esperaba. —Miro a Blair a los ojos y tiene una sonrisa
tan grande que siento que necesito retroceder para que no
se haga una idea equivocada—. Es sólo una cita.
—Una cita que le está costando mucho conseguir.
Algo me dice que podría haber encontrado su pareja en ti.
—No, No me parece. Realmente no soy su tipo.
—El tipo de Joel son las mujeres hermosas.
Definitivamente eres su tipo.
—Gracias.
—Entonces, hablemos de los detalles, ¿quieres que
vaya a tu casa? La casa de una fraternidad de mujeres
probablemente no sea el mejor lugar para cuidar niños.
Hacemos planes para el jueves y finalmente me
permito sentir lo que había estado postergando: emoción.
Capítulo Dieciocho
Katrina
Joel lo asimila todo. Sus largas piernas se estiran frente a
él y apoya su cabeza en una gran palma. Debería haber
escrito una historia sobre Joel Moreno. Se vería muy bien en
el escenario con un foco en su rostro ridículamente
cincelado.
Escucho a Brody y Tabitha, pero es a Joel a quien
observo mientras ellos se abrazan y recitan las palabras que
he escrito. Es surrealista haber escrito algo en el silencio de
tu apartamento y luego ¡puf! mirar a dos personas hacer
que cobre vida.
Cuando termina la escena, lo dejo para charlar con
Brody. La expresión que usa me dice que todavía no lo
siente y quiero asegurarme de capturar cualquier idea que
tenga.
—¿Crees que la escena necesita más diálogo? —
pregunto cuando me acerco a él.
—Nah, no creo que sea eso. Le falta algo. La conexión
no está allí. ¿Por qué Imelda se siente tan atraída por mí? ¿Y
viceversa? No digo que necesariamente tengamos que
contarle a la audiencia la historia de fondo, pero quiero
saber, así que lo siento en mis huesos. ¿Tú sabes?
Asintiendo, trago un nudo en mi garganta. Dejo que
mis hombros caigan sintiéndome inadecuada y como un
fraude total. ¿Por qué pensé que podía hacer esto? No sé
nada sobre el amor que todo lo consume.
Brody se va, el resto del elenco y el equipo ya están
empacando, y yo vuelvo con Joel.
—Es una historia asesina —dice.
Compruebo su expresión, pero solo encuentro
sinceridad.
—Gracias. Brody quiere que lo ayude a comprender la
conexión entre Héctor e Imelda. Esa primera escena es
crítica.
Es la única escena íntima con Imelda y Héctor en toda
la obra. Pasamos rápidamente el feliz cortejo y luego todo el
segundo acto se cuenta a través de un escenario dividido.
Imelda viviendo su vida cuidando a Coco mientras
extrañaba a Héctor y luego Héctor recorriendo el mundo
escribiendo canciones. Es una forma única de mostrar su
vida juntos y poderosos, eso espero, pero significa que esta
escena en la que se encuentran tiene que ser increíble.
—Oye. —Se inclina para atrapar mi línea de visión—.
Lo resolverás.
—Necesita más angustia y pasión. Establece el tono
de toda la obra. Si la audiencia no lo compra aquí, no
sentirán el dolor y la angustia más tarde.
—Dolor y angustia, ¿eh? —Frunce los labios—. Pensé
que esto era una historia de amor.
—Lo es… pero uhh… no tiene un final feliz.
—¿Las historias de amor no suelen requerir un final
agradable?
—No, no en todos los casos. El Fantasma de la Opera,
Bajo la misma estrella, Yo antes de ti, y básicamente todo lo
que Nicholas Sparks ha escrito.
El escenario se despeja dejándonos solos a Joel y a mí.
Caminamos hacia el frente y apoyo una mano en él. Un
recordatorio táctil de lo que está en juego. Mis palabras, mi
visión cobrarán vida. Es una oportunidad única en la vida.
—Cierra los ojos —me dice, enlazando nuestros dedos
en una mano y alcanzando mi otra en el escenario.
—¿Por qué?
—Hazlo sin preguntar.
Bufo—: De acuerdo.
—Me pediste ayuda. Este soy yo ayudando.
Dejo que mis párpados se cierren. Las sensaciones me
abruman, él me abruma.
Me pica la piel y siento su cálido aliento en mi mejilla
antes de que hable.
—Dime cómo lo ves. No trates de hacer que las
palabras sean bonitas, solo cuéntamelo todo. ¿Que ves?
Me toma un momento concentrarme en la escena y no
en la forma en que se siente estar tan cerca de Joel. ¿Qué es
lo que veo?
—Están parados lejos de la multitud, el festival está
de fondo: luces, risas, música, pero no se dan cuenta de
nada.
—¿Qué ve Héctor?
Cambio mi enfoque, me imagino mirando a Imelda
desde el punto de vista de Héctor. —Él ve a una mujer joven
que es fogosa y decidida. Se siente atraído por su belleza y
espíritu, quiere escribir música sobre ella y la forma en que
lo hace sentir.
—¿Y ella cómo lo hace sentir?
—Vivo —susurro—. Como si la vida nunca hubiera
importado hasta ahora.
—¿E Imelda?
En mi boca se dibuja en una sonrisa cuando imagino
al adorable Héctor.
—Eso es fácil. Imelda se siente atraída por su encanto.
Él la hace más ligera y le recuerda que se detenga y huela
las rosas.
Abro los ojos, sintiendo la magia del mundo
extraordinario que he creado chocando con la vida real. La
sonrisa de Joel es exactamente como imagino la de Héctor
en esta primera escena y si mi interior coincide con el
exterior, entonces lo estoy mirando como Imelda miró a su
hombre.
Las luces del escenario se apagan rompiendo la
magia.
—Parece que están cerrando por la noche.
Deja caer mis manos y da un paso atrás.
—Va a estar genial, Kitty.
Recogemos nuestras cosas y él me lleva a través del
teatro y afuera.
—Agradécele a tu mamá por mí. Las preguntas que
respondió fueron realmente útiles.
Él me despide.
—Ella estaba feliz de hacerlo.
Nos quedamos en silencio por un momento mientras
lucho por dejar de pensar en la obra. Quiero que sea
perfecto. Algo que hice por mi cuenta y contra viento y
marea.
—Sé que dijiste que tu hijo te dio la idea, pero ¿qué
fue lo que te inspiró a escribir una trágica historia de amor?
¿A las chicas no les gusta el felices para siempre?
Sonrío.
—La escena de Coco donde canta Imelda. Su historia
es trágica, pero también es tan hermoso pensar que el amor
puede conquistar cualquier cosa. Incluso la muerte.
—Eso es hermoso.
Me encojo de hombros.
—Bueno, es sólo una historia, pero es bueno soñar
con eso.
—¿No crees que el amor puede conquistar cualquier
cosa?
—Digamos que soy escéptica. ¿Tú qué tal?
—¿El amor venciendo a la muerte? No. —Él niega con
la cabeza—. Pero trato de vivir mi vida de una manera que
hace innecesario conquistar la muerte.
Tal respuesta de Joel. Solo se vive una vez. Excepto
que esa expresión solo funciona cuando eres lo
suficientemente valiente y arrogante como para perseguir
todo lo que quieres.
—¿Christian está entusiasmado con la obra?
—Él no la entiende del todo, pero está emocionado de
que le haya permitido ver a Coco un puñado de veces más
este mes mientras intentaba hacer el guion correctamente.
Hablar de Christian, aunque sea de pasada, se siente
tan extraño. No recuerdo la última vez que un chico de mi
edad hizo algún esfuerzo por preguntar por él. Y nunca lo
menciono porque eso asusta a los muchachos más rápido
de lo que puedo decir su nombre.
—Y el padre de Christian, ¿es él la razón por la que
seguías rechazándome?
Una risa se filtra en la noche cuando llegamos a
nuestros carros, estacionados uno al lado del otro en el
estacionamiento. El mío confiable y práctico y el destello y
la arrogancia del Tesla de Joel. Esta noche puedo
deshacerme de la practicidad y fingir que pertenezco a su
mundo.
—No. —Levanto la cabeza y observo la forma en que
su rostro reacciona ante la noticia.
¿Es deleite o sorpresa lo que veo?
—No estamos juntos. En realidad, nunca lo estuvimos.
—Ya veo. —Se pasa la lengua por la parte delantera
de los dientes y mira hacia el estacionamiento desierto.
—Bueno…
—Entonces, ¿por qué?
Sé exactamente lo que está preguntando, pero me
hago el tonto.
—¿Que por qué?
—¿Por qué me rechazaste trece veces?
Mi interior se calienta. No sé si su cuenta es precisa,
pero la idea de que ha rastreado la cantidad de veces que
me invitó a salir me marea.
—Porque eres Joel Moreno.
Él sonríe.
—Eso suele ser un punto en la columna profesional.
—No actúes como si te hubieras esforzado tanto para
convencerme de que cambiara de opinión.
Su boca se abre.
—Te invité a salir todas las semanas durante casi
cinco meses. He peinado más líneas para ligar que un chico
de catorce años. Tuve que recurrir a ayudarte con tu obra, lo
cual estoy disfrutando, no me malinterpretes, pero sé que lo
estoy haciendo para meterme en tus pantalones.
—Ay, Dios mío. —Mi indignación no es convincente
mientras me río de su sincera declaración.
Se encoge de hombros.
—Estoy siendo honesto. Esto va a terminar con
nosotros desnudos.
Quiero saltar sobre él. Quiero decirle que he querido
acostarme con él desde el primer momento en que me
dirigió la sonrisa de Joel Moreno, pero me acobardo.
—¿Qué es lo siguiente?
Me lleva al lado del pasajero de su carro y abre la
puerta.
—A continuación, te doy de comer.
Cuando nos detenemos en Araceli, el estacionamiento
está repleto y hay una fila en la puerta.
—Realmente no me importa si vamos a otro lado —
insisto mientras abre la puerta y toma mi mano.
—Disparates. Este lugar es el mejor.
Sostiene mi mano sin apretar y yo lo sigo mientras
camina hacia el puesto de anfitriona.
—Joel Moreno —le dice a la chica detrás del podio. Su
agarre se aprieta en mi mano. —Tengo una reserva
permanente para el jueves.
Su voz tiembla.
—Lo siento mucho, señor Moreno, pero ya dimos su
mesa. —Ella se mueve incómodamente—. Entró un
caballero y dijo que no la necesitaría esta noche y que le
había dado su visto bueno.
—Ya veo. Esperaremos en el bar por una mesa —él
dice, sin esperar a que la anfitriona responda, pasa por
delante del podio hacia el bar.
La chica se ve nerviosa o tal vez avergonzada cuando
Joel tira de mí para pasarla. Le doy una sonrisa de disculpa,
con la esperanza de aliviar un poco sus nervios. Todavía
estoy tambaleándome con la información que acabo de
obtener. ¿Joel tiene una reserva permanente todos los
jueves?
No debería molestarme. Sé que esto es lo que hace:
sale con chicas, muchas chicas, pero supongo que esperaba
ser diferente de alguna manera. O que al menos me llevaría
a otro lugar. Pero, por supuesto, no lo haría, es su juego por
una razón.
En lugar de detenerse en la barra, me empuja afuera
y envuelve un brazo alrededor de mi cintura. Lo escucho
reírse suavemente mientras caminamos hacia una mesa en
la esquina trasera.
—Entrenador Daniels, pensé que era usted.
No habría reconocido al entrenador en jefe de
baloncesto de Valley aparte del equipo, pero cuando nos
acercamos a la mesa, el entrenador Daniels se pone de pie
y él y Joel se ponen de frente torpemente.
—Joel, me sorprende verte aquí.
Joel sonríe.
—Entrenador, está es Katrina, acabamos de pasar a
cenar, lo vi y quería saludarlo. —La mirada de Joel se vuelve
hacia la mujer sentada en la mesa y la mía la sigue. Es
joven, demasiado maquillada y parece más emocionada por
mi cita que por la de ella. Sus ojos se mueven entre todos
nosotros tratando de comprender la situación.
—Ah, Mindy, este es uno de mis jugadores, Joel.
—Encantada de conocerte.
Le ofrezco una sonrisa que no me devuelve. En
cambio, ella se pone de pie.
—Necesito ir al baño. Con permiso. —Su mirada
recorre a Joel una vez más mientras arroja su cabello sobre
su hombro y se aleja.
El rostro del entrenador Daniel se suaviza cuando
todos la vemos alejarse de la mesa. Cuando ella desaparece
de la vista, él mira a Joel, con una expresión de culpabilidad
en su rostro.
—Gracias. Ya casi hemos terminado si quieres tu
mesa.
Joel niega con la cabeza.
—Disparates. Disfrute. Esperaremos por otra mesa.
El entrenador asiente y su mirada se desliza hacia mí
y sonríe antes de volver a mirar a Joel.
—Finalmente necesitó esta reservación permanente,
ya veo.
Joel me atrae hacia él, y me apoyo en su lado duro
demasiado feliz.
—Nos vemos mañana por la mañana, entrenador.
—¿Qué fue eso? —pregunto mientras me lleva a la
barra. Solo hay un asiento y me hace pasar a él y luego
desliza una pierna entre las mías mientras se amontona
entre las sillas altas de la barra.
—¿Qué fue qué? —él pregunta, sin mirarme a los ojos.
—Eso. —Señalo hacia donde acabamos de dejar su
entrenador y fecha—. ¿El equipo tiene una mesa o algo así?
—Uhh, no. —Él se ve avergonzado y no puedo esperar
a escuchar esto. Debería ser bueno—. Yo…
—Joel Dax Moreno —interrumpe la voz de una mujer y
me doy vuelta para encontrar a una deslumbrante morena
que se acerca desde detrás de la barra con una sonrisa que
solo puede describirse como el efecto Joel Moreno—. Casi
hiciste llorar a mi anfitriona.
Ella se inclina sobre la barra y se encuentran mejilla
con mejilla e intercambian un beso. Cuando retrocede, sus
ojos se encuentran con los míos y Joel sigue sus ojos hacia
mí. Sí, amigo, todavía estoy aquí. Estoy molesta y enfadada
porque estoy molesta. Él no ha hecho nada, y yo ya sabía
que había dormido con todo Valley, así que no es como si
pudiera reprochárselo.
—María, esta es Katrina.
María extiende una mano y enuncia—: Gusto en
conocerte.
Plasmo una sonrisa y le doy la mano.
—Encantada de conocerte.
Toma un vaso y comienza a llenarlo como si lo hubiera
hecho un millón de veces. Se siente cómoda detrás de la
barra, pero no está vestida para el trabajo con una blusa y
una falda lápiz.
—Han sido meses. ¿Qué has estado haciendo?
—Entrenar, estudiar —él responde levantando y
bajando un hombro. Interesante. No lo había notado antes,
pero a Joel no parece gustarle hablar de sí mismo. Cuando
María y él se ponen al día, pienso en todas nuestras
conversaciones y me doy cuenta de que esto es cierto. Por
muy arrogante que sea, está perfectamente contento de
mantener la conversación fuera de sí mismo.
María desliza el vaso frente a Joel. Él no lo cuestiona,
lo que me apuñala un poco más en el corazón. Ella conoce
su bebida preferida.
—¿Qué puedo ofrecerte, Katrina?
Me sonrojo cuando ambos me miran. Una bebida.
Mierda. No tengo una bebida de elección. Apenas bebo
nada. Estoy en silencio demasiado tiempo y finalmente Joel
habla—: Deja que pruebe el Reisling. —Me mira en busca de
confirmación.
Asiento y María agarra una botella de vino y una copa
y la llena antes de dármela. Tomo un sorbo vacilante,
empeñada en odiar cualquier cosa en este momento, pero
el vino frío y dulce baila en mi lengua.
El sonido de cristales rompiéndose en algún lugar del
restaurante hace que María se enderece y dé un paso atrás.
—Fue bueno verte. No te desaparezcas. —Ella vuelve
sus grandes ojos marrones hacia mí—. Gusto en conocerte.
La atención de Joel vuelve a mí con una sonrisa
juguetona.
—¿Cómo está el vino?
Su habilidad para convertir el encanto de una mujer
en otra me irrita. Giro en mi silla, obligándolo a retroceder.
—Necesito ver cómo está Christian. Vuelvo enseguida.
No espero una respuesta mientras salgo del
restaurante. El sol se ha puesto, pero un toque de rosa y
naranja todavía atraviesa el cielo mientras camino hacia el
lado del restaurante fuera del tráfico que entra y sale.
Envuelvo mis brazos alrededor de mi cintura y me obligo a
respirar. Dios, esto fue un error. Todo esto fue un error. Tenía
razón al querer mantener a Joel como una fantasía. La
realidad duele demasiado. Cada vez que me doy la vuelta
habrá alguien con quien se ha acostado y luego
terminaremos antes de que pueda disfrutarlo. Me había
equivocado convenciéndome de que podía divertirme al
estilo Joel Moreno. Pretender estar de acuerdo con eso y
esperar que me trate de manera diferente porque lo hice
trabajar un poco más por eso es ridículo.
Saco mi teléfono y veo que ya tengo un mensaje de
Blair.
Joel
No planeé esto muy bien. Dejamos su automóvil en el
campus, así que no tengo ninguna razón para dejarla en
casa para poder entrar y llevar esto al siguiente nivel. El
siguiente nivel es sexo en caso de que no haya quedado
muy claro.
—Oh, Dios mío, eso fue increíble. No me extraña que
traigas a todas tus citas aquí —dice Katrina mientras
salimos del restaurante. Ya no suena desanimada por la idea
de que traje a otras chicas aquí y dudo en aclarar.
—Nunca traje a nadie más aquí, Kitty.
—¿Pero tienes una reservación permanente? —Ella me
estudia cuidadosamente—. Y nunca me dijiste por qué tu
entrenador estaba en tu mesa.
—He tenido una reservación permanente todos los
jueves desde octubre. —Espero a que ella haga la conexión
sintiéndome bastante expuesto por esa declaración.
—Tuviste una reservación permanente cada… —Sus
palabras se apagan y su sonrisa se extiende lentamente
como si estuviera sopesando la verdad en onzas.
—Quería tener un lugar al que llevarte cuando
finalmente dijeras que sí.
—¿Y nunca trajiste a nadie más incluso después de
que te rechacé todas las semanas?
La miro hacia arriba y luego hacia abajo, abro la
puerta del carro y la cierro antes de sacudir la cabeza en
respuesta.
Gimo mientras camino alrededor del carro. Debería
haber mentido. Sueno como un tonto. ¿Qué tal si la
honestidad me impide tener sexo? Maldita moral.
Me deslizo dentro del carro y nos dirigimos de regreso
al campus en un pesado silencio.
—Así que. —Se aclara la garganta—. Te metiste en
muchos problemas por mí.
—No fue ningún problema.
Le disparo lo que espero sea una sonrisa juguetona,
pero encuentro su rostro serio y considerado.
Maldita sea. Esto es lo que viene de esforzarse
demasiado. Parezco un tonto total.
—Gracias. —Gira en su asiento tanto como le permite
el cinturón de seguridad—. He estado cuestionando cada
uno de tus movimientos porque tenía todas estas nociones
preconcebidas sobre ti, pero eso no es justo. Lo siento por
eso y realmente aprecio esta noche y toda la ayuda con la
obra.
Genial, ahora ella piensa que soy una especie de buen
tipo.
—De nada, Kitty. ¿Puedo convencerte de quedarte
conmigo un rato más?
—Debería irme a casa. Sé que él está durmiendo y es
irracional, pero no quiero estar fuera por mucho tiempo.
—No es necesario ninguna explicación. Pensé que
dirías eso, ¿pero estaba pensando en tal vez un poco de
helado y Salvados por la campana?
—No tengo helado, pero tengo algunas paletas.
—Se escucha perfecto.
Llamo a Wes después de dejar a Katrina en su carro.
Dejo que ella me guíe hasta su apartamento, aunque yo
conozco el camino probablemente mejor que ella.
—Hola —responde Wes sonando aturdido mientras
susurra al teléfono.
—Ahora vamos de camino al apartamento. ¿Todo
bien?
—Sí, todos nos desmayamos temprano. El niño es
genial, pero hombre, está lleno de energía.
Oigo a Blair de fondo.
—Pregúntale sobre la cita.
—¿Escuchaste eso? —pregunta Wes.
—Sí, la escuché. La cita fue bien, la sigo de vuelta al
apartamento, vamos a comer helado.
Él se ríe.
—Apuesto que sí.
No corrijo su suposición. Hijo de puta gruñón.
—Estaremos allí en cinco.
Me detengo en el apartamento, apago el carro y abro
la consola donde guardo mis condones. Saco uno. Luego
tomo cinco más. Tal vez estoy siendo demasiado entusiasta,
pero tengo grandes planes para follar a Kitty hasta que sea
físicamente imposible volver a hacerlo. No quiero
exactamente sacarla de mi sistema, pero espero que
después de esta noche, la sensación de pesadez que siento
en mi pecho cada vez que la veo o hablo con ella
desaparezca.
Wes y Blair ya han salido por la puerta mientras yo
subo corriendo las escaleras hacia el apartamento del
segundo piso de Katrina. Parece que han pasado por el
escurridor.
—Ustedes dos se ven como una mierda.
—También se siente así —dice Wes, frotándose la
mandíbula con la mano y mirando con adoración a Blair—.
Deberías aguantar mucho más la próxima vez que te
obligue a cuidar al niño.
—Sí, sí. Te lo agradezco.
Paso a toda prisa junto a ellos, pero Blair me llama
detrás de mí.
—Trátala bien, Moreno.
Blair solo usa mi apellido cuando estoy en problemas.
Como si quisiera recordarme quién soy, y mi apellido de
alguna manera represente eso.
Llamo a la puerta en silencio y escucho a Katrina ir
arrastrando los pies. La puerta se abre un momento
después y ella es la viva imagen de la comodidad. Se quitó
el vestido, lleva leggings y una camiseta holgada colgando
de un hombro, el cabello recogido en la parte superior de su
cabeza. Normalmente me molestaría que una chica se
pusiera ropa cómoda, lo que indica que no podría meterme
en sus bragas, pero mi pene se contrae en apreciación
confundida porque esos leggings solo muestran cómo se
balancea su cuerpo. Una chica que puede lucir Spandex es
una verdadera joya.
—Me cambié —dice ella, tirando del dobladillo de su
camiseta.
—¿Querías ponerte algo más cómodo para mí?
Ella resopla, ignora mi comentario y se acerca al
soporte del televisor para tomar el control remoto.
—¿Quieres continuar donde lo dejamos? No
terminamos del todo el episodio en el que están tratando de
salvar a The Max.
Yo quiero y luego comienza a sonar el tema principal,
pero estoy seguro de que no digo eso.
—Suena bien.
Duda cuando me muevo hacia el sofá como si no
estuviera segura de dónde sentarse o qué hacer. Ella se
sienta en un extremo y enrosca los pies debajo de ella
tomando lo más pequeño posible de espacio. Se ha doblado
hasta el tamaño de un bolsillo para evitar que la toque. Eso
no pasará, Kitty.
Me siento en el medio y pongo sus piernas en mi
regazo. Se ríe nerviosamente cuando tomo sus delicados
pies en mi mano. Un mechón de cabello rubio se ha soltado
y cuelga en el rabillo del ojo. Me inclino hacia adelante, rozo
la yema de mi pulgar sobre su suave piel y le pongo el
cabello detrás de la oreja sin pensar.
El simple movimiento me transporta a un millón de
años atrás y me congelo del pánico.
Capítulo Veinte
Katrina
Él está tranquilo durante dos episodios. Aparte de
sostener mis pies en su regazo, no hace ningún movimiento
para tocarme desde que puso mi cabello detrás de mi oreja.
Sé que tiene práctica por la mañana, así que pensé que
estaría ansioso por entrar y salir… por así decirlo. Dentro y
fuera.
—¿Quieres ver otro? —pregunto, mirando el control
remoto y sin mirarlo a los ojos.
—Probablemente debería irme.
Me sorprende su respuesta, aunque no estoy segura
de por qué. Ya es tarde. Supongo que pensé que el sexo
estaba más arriba en la lista de prioridades que el sueño.
¿Lo perdí con los leggings? Mierda, sabía que debería
haberme quedado con el vestido sexy.
—Cierto. Tienes entrenamiento mañana temprano.
Su pulgar acaricia mi pie.
—Sí. Tenemos un gran partido el sábado. Hablando de
eso, ¿Les gustaría a ti y a Christian venir al partido? Puedo
dejarte boletos cuando quieras.
—Oh, vaya. Eso es muy amable de tu parte, pero no
necesitas hacer eso. Normalmente vemos los partidos aquí.
—Entonces, ¿realmente miras? ¿No me estabas
engañando?
Me rio. De todas las cosas sobre las que mentir, esa
nunca se me pasó por la cabeza.
—Sí, realmente los vemos.
—Ven al partido. No hay nada como estar en Ray
Fieldhouse el día del partido y es el último partido en casa
de la temporada.
—De acuerdo.
Él sonríe, luciendo más relajado y como él mismo, y se
sienta hacia adelante.
—Debería irme para que puedas dormir un poco antes
de que el hombrecito se despierte.
¿Es por eso por lo que se va o es solo una excusa? No
puedo obtener una lectura sobre él. Si de repente no le
gusto, ¿por qué me invitaría al partido? Buen Dios, este no
puede ser él tratando de ser un tipo decente y yendo lento
para mi beneficio. ¿O sí?
Muevo mis pies para que pueda ponerse de pie y
luego lo sigo hasta la puerta principal, sopesando mis
opciones y tratando de decidir qué es lo que yo realmente
quiero de él. He estado tan atrapada en lo que él quiere o
no quiere que apenas he considerado mis propios deseos.
Él se gira cuando está en la puerta y se acerca a mi
mano. Dejo que junte nuestros dedos y lo miro tratando de
leer cada pensamiento o emoción que pueda estar allí. No
me ha dado ninguna razón real para dudar o cuestionarme y
eso es lo más sorprendente de todo. Joel Moreno tiene
corazón. O al menos una conciencia.
Hace una mancha más al tigre.
—Podrías quedarte —ofrezco y luego me estremezco
ante las palabras totalmente directas—. Quiero decir,
mañana es viernes y no trabajo ni tengo clases, así que
estar cansada no es el fin del mundo.
Él sonríe, pero no dice nada arrogante que me haga
arrepentirme instantáneamente de mi decisión. En cambio,
pasa una mano por mi cabello y acerca sus labios a los
míos.
—¿Tú quieres que me quede? —Su pregunta vibra
contra mis labios. Suena serio y esperanzado como si mi
respuesta cambiara la suya.
—Sí, pero…
Mi respuesta se interrumpe cuando él cierra sus labios
contra los míos en un beso que me quita el aliento y hace
que mi cabeza dé vueltas. Me retiro. Necesito decirle mis
condiciones antes de que me deje llevar por su toque.
—Espera.
Captura mi rostro con sus dos enormes manos y me
mira fijamente.
—¿Él pero cambia algo de lo que podría suceder en las
próximas dos horas?
—No, pero…
—Dime más tarde entonces.
Sus manos van a mis caderas y se inclina y me
levanta. Su intención es clara, y salto a sus brazos
demasiado feliz.
—¿En qué dirección? —pregunta, rompiendo el beso
solo lo suficiente para pronunciar las palabras.
Respondo haciendo un gesto con la cabeza y Joel se
mueve en dirección a mi dormitorio. Nunca he estado más
agradecida de que la habitación de Christian esté en el lado
opuesto de nuestro apartamento. Proporciona un
amortiguador para el ruido, que nunca antes había sido un
problema, pero estoy pensando que podría serlo esta noche.
Nada de dulces palabras. No hay comentarios
engreídos sobre cómo finalmente me estoy rindiendo ante
él. Nada de lo que esperaba cuando me acuesta en la cama.
Es pesado cuando se acomoda encima de mí. Un peso
tranquilizador de que esto es real. Él está aquí y esto está
sucediendo.
Besos que encienden mi cuerpo en llamas y
encienden mi alma en llamas, toques y caricias que son
duras y ásperas pero suaves y cariñosas. Las emociones
vertiginosas que me recorren en espiral me hacen romper el
beso y enterrar mi rostro en su cuello.
—¿Estás bien?
Bajo la cabeza, desconfiando de mi voz. Estoy
nerviosa. Muy nerviosa. Quiero esto, pero tampoco quiero
que sea el final. Si duermo con él, eso será todo. Yo se esto.
Yo lo he sabido. Y lo quiero más que mi próximo aliento,
pero no estoy tan lista para renunciar a él.
Rueda hacia un lado y me acerca a él para que mi
espalda quede contra su pecho. Presiona besos en mi cuello
y cepilla mi cabello detrás de mi oreja.
—Estás asustada —susurra.
Mi cuerpo se amolda al suyo y puedo sentir cada
centímetro duro de él. No puedo evitarlo, con nervios o no,
muevo mi trasero contra su entrepierna. Él gime y eso me
hace sentir más valiente. Lo rodeo y lo tomo a través de sus
jeans y él gime tan desesperadamente justo antes de tomar
mi mano y envolverla, con la suya, en mi estómago. Muevo
nuestras manos conectadas hacia abajo y el calor de su
palma y el contacto, tan cerca de donde quiero, me hace
retorcerme.
—Me estás matando, Kitty —él prácticamente gruñe
mientras mueve su mano más arriba y la envuelve
protectoramente alrededor de mi cintura.
—Pero yo pensé…
—No estás lista y por mucho que quiera esto, no
quiero que haya dudas cuando destroce tu lindo cuerpecito.
Él tiene razón y odio no poder encogerme de hombros
de mis inhibiciones para ser la chica con la que Joel tiene
sexo ardiente y sucio, sin tener que parar antes de que él
siquiera se sienta.
Ah, y puedo sentir lo mucho que quiere hacer
precisamente eso.
—¿Oye, Joel?
—¿Sí?
—Christian se despierta a las cinco. Si te ve aquí, te
hará preguntas y… —Mi voz se apaga porque, ugh, esto es
difícil.
—Me iré antes de que se despierte.
—¿Joel?
Él suspira—: ¿Sí?
—Gracias.
Sé que está sonriendo mientras me abraza con más
fuerza.
—De nada, Kitty.
Capítulo Veintidós
Joel
Mi teléfono vibra en mi bolsillo y me doy la vuelta y lo
saco abriendo mis ojos lo suficiente para ver la pantalla. Mi
mensaje diario de despertar de Nathan. Mierda, eso significa
que me perdí la primera alarma de despertador. ¿Cómo
diablos dormí mientras Z golpeaba las puertas?
Abriendo los ojos por completo, mi atención cae en mi
entorno y recuerdo dónde estoy. Mierda, son más de las
cinco, lo que significa que no falle en salir antes de que
Christian se despertara. Me siento en la cama y paso una
mano por mi cabello. Mientras trato de decidir si
arriesgarme a escapar, Katrina abre la puerta y se desliza
dentro.
—Hola —susurra, y mis ojos recorren su cuerpo y
regresan al plato que lleva—. Te traje el desayuno.
—Lo siento, me quedé dormido. Tenía la intención de
salir de aquí antes de que Christian se despertara.
—Está bien. Estabas durmiendo tan profundamente
que no me atreví a despertarte. Además, Christian está
comiendo cereales y viendo dibujos animados, así que estás
escondido aquí atrás.
—Tengo que ir a practicar.
—Voy a crear una distracción. —Ella deja el plato en la
mesita de noche y alcanzo su mano y tiro de ella hacia
abajo. Ella se ríe mientras cae encima de mí. La expresión
cautelosa que tenía anoche se ha ido.
Rodando con ella, murmuro contra su piel—: No
recuerdo la última vez que alguien me ofreció el desayuno
en la cama. —Dejo que mis manos deambulen por sus
caderas y debajo de su camiseta, estoy explorando su piel
suave como quería anoche. Bonificación, ahora puedo ver
que hay luz afuera. Deteniéndome en la parte inferior de su
sostén, espero cualquier señal que indique que no, pero ella
me acaricia con la nariz y me muevo más alto hacia la tierra
prometida.
Poniéndola sobre su sostén, mis dedos se enganchan
en algo y tiro de su camiseta para investigar mejor.
—Kitty, ¿te pusiste esto para mí?
Se ve un poco avergonzada cuando miro su sostén
blanco de encaje que tiene un pequeño lazo rosa en cada
tirante. Parece un regalo a la espera de ser desenvuelto.
—Me encanta —digo mientras paso mis pulgares
sobre sus pezones a través del sostén. Ella se estremece y
llevo mi boca a un pico y lo muerdo.
Tengo toda la intención de tomarme mi tiempo hasta
que mi teléfono suena con un mensaje. Sabiendo que es
Wes sin siquiera mirar. Ella se retuerce debajo de mí,
moviendo sus caderas hasta que me muevo a su lado y
deslizo una mano hacia su coño, tomándola a través de sus
leggings. Dios bendiga el material delgado que no hace
nada para amortiguar el calor que emana de ella. Sus
dulces sonidos sexuales llenan el aire y no puedo esperar
para adorar adecuadamente cada centímetro de ella.
Me arrepiento seriamente de haber sido un buen chico
anoche porque no hay tiempo suficiente para hacer las
cosas que quiero hacerle antes de ir a el entrenamiento o
antes de que Christian venga a buscar a su madre.
Encontrando la cinturilla de sus leggings, deslizo mi
mano por debajo y hacia abajo. Dios, ella no está usando
ropa interior. Lo que significa que ella tampoco estuvo
anoche.
—¿Qué no hay bragas a juego? —bromeo.
Ella atrapa su labio inferior entre los dientes y ahora
estoy jodidamente curioso.
—Tienen un lazo en la espalda, pero parecía que tenía
un trasero respingón, así que me las quité.
Riendo ante la imagen de ella mirándose el culo antes
de que yo llegara, le muestro mi aprobación retirando mi
mano y poniendo dos dedos en sus labios.
—Chupa —le insto.
Ella duda, pero se abre lentamente para mí. Una vez
que estoy dentro, su lengua acaricia mis dedos y sus
mejillas se ahuecan.
—Buena chica —digo, liberándolos y luego guiando mi
mano hacia abajo, encontrando su clítoris y frotando
lentamente.
Sus caderas se elevan para darme un mejor acceso y
no pierdo el tiempo dándole lo que quiere. Continúo con
movimientos perezosos que se vuelven más rápidos a
medida que ella muele dentro de mí. Me folla la mano con
tal abandono que me pregunto adónde fue mi Kitty
tentativa. Tal vez la entendí mal.
Me alejo lo suficiente para apreciar por completo la
vista de Katrina tumbada debajo de mí y parece que va a
morir si no hago que se corra. Soy un tipo generoso, feliz de
ser el que reparte orgasmos además de recibirlos, pero
nunca había disfrutado tanto ver a alguien obtener los
suyos sabiendo que me iré a casa con las bolas azules.
—Eso es todo, Kitty. Córrete para mí.
Rodeo su clítoris más rápido y deslizo un dedo dentro
de ella mientras ella grita. Abre los ojos como platos y se
fijan en los míos. Mi corazón martillea en mi pecho cuando
siento que ella se deja llevar por completo y cabalga el
placer.
Cuando se relaja, muevo mi mano y ruedo sobre ella
dejándola sentir lo excitado que estoy. Mi polla se retuerce y
me ruega que no me mueva.
—Eso estuvo jodidamente sexy, Kitty. Te sientes tan
bien —le digo y digo en serio cada palabra—. Voy a tener
que solicitar una vista de esas bonitas bragas que
descartaste cuando tenga más tiempo. Te llamo más tarde,
Trasero de Burbuja.
Le doy un beso en la boca y me levanto de un salto,
tomo un trozo de tocino del plato de desayuno que me trajo.
Mientras lo llevo a mi boca, aspiro el olor de ella en la punta
de mis dedos, meto el tocino y luego lamo mis dedos. —
Gracias por el desayuno.
Tocino cubierto de coño… mi nuevo favorito.
Se arregla la ropa y se sienta con un aspecto
adorablemente desaliñado y tímido.
—Dame dos minutos para distraer a Christian y luego
estarás libre para correr fuera de aquí.
***
Katrina
Soy toda sonrisas mientras llevo la caja de la puerta a la
sala.
—Christian, tienes correo.
Sus ojos se iluminan en la caja con su nombre escrito
en grandes letras negras.
—¿De quién es?
Yo lo sé, pero no estoy segura de cómo explicarlo
exactamente, así que ignoro su pregunta distrayéndolo.
—¡Veamos qué hay dentro!
Mientras trata de romper la caja, sin poder pasar la
pesada cinta postal, agarro unas tijeras de la cocina y luego
me reúno con él en el suelo.
—Ven, déjame ayudarte.
Unos cuantos cortes rápidos y el aroma de Joel
impregnan el aire.
Christian se lanza hacia la caja abierta, saca una mini
pelota de baloncesto y un dedo de espuma con la marca
Valley U. No puedo evitar reír.
Mientras él está ocupado sacando suficiente
mercancía de baloncesto de Valley para vestir a toda una
multitud que lo anima, le envío un mensaje a Joel.
Joel
Por lo general, después de un partido, nos dirigimos
directamente al vestidor, pero como es el último partido en
casa, nos quedamos en la cancha para que los del último
año absorban el momento. Intento hacer lo mismo por si
acaso. Realmente no creo que pueda renunciar a otro año
de esto, pero si la oportunidad correcta aterrizara en mi
regazo… bueno, no sé qué haría.
Z y Wes se abrazan en media cancha. Es un momento
agridulce para ellos como los del último año y por toda la
mierda por la que Wes ha pasado este año.
Nathan golpea mi hombro.
—¿Listo para la fiesta?
—Sí, primero tengo que hacer algunas cosas. —
Asiento hacia la sección donde se sientan mis padres y sé
que asume que me refiero a pasar el rato con la familia. No
me molesto en corregirlo—. Te veré en la casa más tarde.
Trata de mantener las cosas bajo control.
Miro hacia los costados buscando a Katrina y Christian
para hacerles saber que me voy a duchar antes de salir,
pero no están a la vista. Mi familia se mantiene al margen,
papá hablando con el director deportivo y mi mamá
observándome.
—Oye, mamá. ¿Has visto a Katrina? Se suponía que
me reuniría con ella después del partido.
Frunce el ceño.
—Se despidió y subió las escaleras. Tal vez ella
pensó…
Pero no me quedo para escuchar el final de esa frase.
—Te llamo más tarde —digo por encima del hombro y
subo las escaleras hacia las salidas tan rápido como la
multitud lo permite. Me dan palmaditas en la espalda y la
gente me llama. Murmuro mi agradecimiento y sigo
adelante con un enfoque singular. Corro un círculo alrededor
del nivel superior, pero no están a la vista. Finalmente me
rindo y me dirijo al vestidor donde puedo tomar mi teléfono
y enviarle un mensaje, pero ya hay uno esperándome.
***
***
Katrina
—Esta pizza tiene un sabor raro. —Christian aparta su
plato. La pizza está bien, pero está molesto porque nos falta
una persona. Aparentemente, sin que yo lo supiera, Joel le
había dicho a Christian que nos llevaría a comer pizza.
Habría hecho lo que hice de cualquier manera, pero si
hubiera sabido que Joel ya le había contado a Christian
sobre nuestros planes para después del partido, habría
llevado a Christian a comer tacos o algo más en lugar de
nuestra pizza habitual.
—Lo siento, amigo. Joel tenía muchas personas que
querían ayudarlo a celebrar esta noche y no sería justo si se
lo perdía.
Christian me considera por un momento.
—Pero dijo que estaba emocionado de comer pizza
con nosotros. Se iba a comer una pizza entera él solo. —Los
ojos de Christian se abren así, es una hazaña que vale la
pena ver de primera mano.
Suspirando, saco mi teléfono. Joel no me ha
respondido y el partido terminó hace dos horas, así que
estoy seguro de que ya ha visto mi mensaje. Ojalá haya ido
a la fiesta con sus amigos. Ahí es donde debería estar.
Pero dejarlo a él también se siente horrible.
—Vamos. Vamos a llevar esto a casa, veremos una
película y podrás dormir en mi cama esta noche.
Lo convenzo. Rara vez lo dejo dormir en mi habitación,
pero creo que esta noche podría ser tan reconfortante para
mí como lo es para él.
De camino al apartamento, revivo las últimas
semanas tratando de aclarar mis sentimientos por Joel.
Creo, no, lo sé, hay un tipo realmente bueno debajo de su
exterior arrogante, pero eso no significa que esté listo para
mi vida. Las partes reales, feas y agotadoras. Entrar en
picada y jugar al tío divertido es una cosa, ser una figura
paterna es otra completamente diferente. Realmente no hay
término medio para mí. No puedo salir con un chico y
esperar que Christian no sea parte de eso. Eso no sería justo
ni para mí ni para Christian. Y no es justo que Joel renuncie
a las cosas que ama, ir de fiesta y salir con amigos, porque
yo no puedo.
Mi vecina de abajo está parada afuera de su puerta
cuando llevo a un Christian dormido junto a ella mientras
equilibro la caja de pizza. Ella me da una mirada de
desaprobación.
—¿Cuál es su problema? —murmuro mientras subo las
escaleras.
Recibo mi respuesta cuando veo a Joel sentado y
apoyado en la puerta de mi casa.
Le sonrío a mi vecina que continúa parado allí.
—Que tengas una buena noche— digo, esperando que
capte la indirecta.
Con un gruñido de molestia, se dirige a su
apartamento y sigo subiendo las escaleras. Puedo oler el
alcohol en él. Excelente. Justo lo que necesito, otro
hombrecito para cuidar.
Lo empujo con el pie mientras abro mi apartamento.
—Hola, Kitty —dice, abriendo ligeramente los ojos.
—¿Qué estás…? —Escucho que la puerta de mi vecina
se vuelve a abrir abajo.
—No importa, entra, prepararé café.
Lo dejo en el escalón, llevo a Christian a mi habitación
y lo acuesto en la cama. Con un poco de suerte, dormirá la
siesta lo suficiente como para llevar a Joel a su casa.
Cuando cierro la puerta y vuelvo a la sala, encuentro a
Joel parado al final de la encimera de mi cocina observando
el lugar como si acabara de darse cuenta de dónde está.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Me dejaste plantado —dice y, aunque trata de fingir
que su tono es juguetón, puedo escuchar el dolor.
—No te dejé plantado —insisto—. Blair me dijo que
iban a tener una fiesta para celebrar el último partido en
casa de la temporada y pensé que no deberías perderte
eso.
Él asiente.
—¿Por qué no me dijiste eso?
Me encojo de hombros y él se balancea.
—Ve a acostarte en el sofá y te haré un café. No
condujiste hasta aquí, ¿verdad?
—Uber —dice mientras se deja caer en mi sofá, con
las piernas colgando del extremo.
Pongo la pizza en el refrigerador y luego sirvo dos
tazas de café y cruzo a la sala. Me siento en la mesa de café
y le ofrezco una taza.
—Toma.
—Gracias, Kitty.
—¿Por qué estás aquí, Joel?
Toma un trago y luego echa la cabeza hacia atrás. —
Quería mostrarle a Christian que podía comerme una pizza
entera y ganarte uno de esos animales de peluche de la
grúa en la pizzería.
No puedo evitar reírme y cuando lo hago, los ojos de
Joel se abren y me sonríe. —Soy un hombre adulto, Kitty.
Puedo tomar decisiones por mi cuenta. No necesito que los
hagas para mí en función de lo que creas que quiero.
Trago el nudo en mi garganta porque tiene razón. En
lugar de dejar que él decidiera, le quité una opción y lo
obligué.
—Lo siento. Está bien. No estoy acostumbrada a que
la gente, especialmente los chicos, nos elija en lugar de
fiestas o lo que sea. Es más fácil mantener a la gente a
distancia que seguir decepcionados.
Abro los ojos para encontrar a Joel observándome
cuidadosamente. Con demasiado cuidado. Como si pudiera
ver más allá de mi guardia.
—Bébete tu café y Christian y yo te llevaremos de
regreso a tu casa cuando se despierte de su siesta.
Me pongo de pie y levanto sus pesadas piernas para
hacer espacio para sentarme a su lado. Con un poco de
ayuda de él, logro ubicarme con sus piernas sobre mis
muslos. Su respiración comienza a equilibrarse y yo echo la
cabeza hacia atrás y cierro los ojos.
—¿Oye, Kitty?
—¿Sí?
—Me gustas.
Me río porque suena muy serio. Sin embargo, no me
atrevo a encontrar su mirada. Tengo miedo de que mis
sentimientos estén escritos en mi cara.
—Además, tengo muchas ganas de tener sexo
contigo.
Abro los ojos y capto la sonrisa en su rostro ante mi
sorpresa. Le lanzo un almohadón y él lo usa para taparse los
ojos justo antes de quedarse dormido.
Nos despertamos con los gritos felices de Christian.
—¡Joel! Joel! ¡Estás aquí! Mamá mira, Joel está aquí.
—Mierda —exclamo mientras trato de atrapar a
Christian antes de que salte sobre Joel. No lo logro, pero Joel
solo se ríe cuando mi hijo salta sobre su pecho.
—Tranquilo, Joel no se encuentra muy bien.
Christian se queda en silencio por un momento y su
dulce rostro se pone serio—. ¿Es por eso por lo que no
pudiste comer pizza con nosotros?
—Eh, no. Eso fue mi culpa, amigo.
Joel niega con la cabeza mientras trato de explicar, el
movimiento más pequeño como si no quisiera que Christian
lo viera.
—Tenía que hacer algunas cosas primero. Siento que
me lo haya perdido, hombrecito.
—Trajimos la pizza a casa para comer en la cama.
Mamá me dejará dormir con ella esta noche.
—Bueno, no eres un tipo con suerte —dice Joel y me
sonríe por encima de la cabeza de Christian.
—Ven a ver mi habitación. —Christian tira de la mano
de Joel y él se pone de pie y sigue a mi hijo por el
apartamento hasta su habitación.
Me pongo de pie y llevo las tazas de café al fregadero
y las enjuago. Puedo escuchar a Christian señalar cada
elemento de su habitación con orgullo y mi corazón se
aprieta por la paciencia de Joel. Joel me hace querer cosas
que no tengo por qué querer de él, pero no le estoy
haciendo ningún favor a Christian al mantener a las
personas fuera de su vida por si acaso también nos
decepcionarán.
—Mamá, ¿puede Joel quedarse a comer pizza y ver
una película?
Joel permanece en silencio mientras Christian suplica
con grandes ojos marrones.
—Claro que puede. ¿Te sientes a la altura? —pregunto,
incapaz de mirarlo a los ojos.
—Me encantaría.
—Llevaré todas mis cosas a tu habitación, mamá —
dice Christian mientras corre de regreso a su habitación.
Joel da la vuelta al mostrador.
—¿Estás segura de que estás de acuerdo con esto?
—¿Y tú? Hace una hora pensé que te habías
desmayado por la noche.
Se frota una mano sobre su mandíbula desaliñada y
alrededor de la parte posterior de su cuello.
—Sí. Sin embargo, creo que podría necesitar otra taza
de café o dos.
—Eso puedo hacerlo.
—Ahora, ¿puedes responder una pregunta muy
importante? —Saco la caja de pizza del refrigerador—. ¿Fría
o caliente?
—Fría. —Toma la caja y yo agarro platos y servilletas y
lo llevo a mi dormitorio.
—Voy a preparar el café —digo mientras pongo todo a
los pies de la cama.
—No tan rápido. —Toma mi mano y me atrae hacia él
—. ¿Estamos bien?
Como si pudiera seguir enojada con él, pero necesito
que entienda que hay reglas para estar cerca de Christian.
—Sí, pero no aparezcas borracho de nuevo.
—Entiendo. —Se ve avergonzado mientras asiente—.
¿Algo más?
—No le hagas a Christian ninguna promesa que no
puedas cumplir. Le caes muy bien.
—Me agrada él también.
—Lo digo en serio. No está acostumbrado a que
alguien aparezca así y…
Detiene mi frase acercando sus labios a los míos. Me
retiro solo un poco. —No me dejaste terminar.
—Lo entiendo, Kitty. Nunca haría nada
intencionalmente para lastimarlos a ninguno de ustedes.
Le creo, pero intencionalmente o no, las posibilidades
de que me lastime a mí o a mi hijo parecen altas.
En mi silencio, Joel captura mi boca y ahueca mi rostro
posesivamente. Sabe a café y alcohol y un ligero toque de
menta. La forma en que me besa me recuerda sus palabras
anteriores. Tengo muchas ganas de tener sexo contigo.
Dios, yo también.
Los pasos de Christian se registran cuando entra
corriendo en la habitación y yo retrocedo cuando salta sobre
la cama con sus animales de peluche a cuestas.
—Bien. —Trato de aclarar mi mente mientras Joel y
Christian toman sus lugares en mi cama haciendo que el
colchón king parezca pequeño.
Los tres comemos pizza y vemos La vida secreta de
las mascotas. Christian comienza la película a los pies de la
cama, mientras Joel me sostiene contra su pecho, pero
finalmente Christian se mueve entre nosotros y los únicos
lugares en los que estoy tocando a Joel son los hombros y
las piernas.
—Está rendido —susurro mientras pasan los créditos.
Christian está acurrucado contra el pecho de Joel, con la
boca abierta y los ojos cerrados—. Lo voy a mover.
—Yo puedo. —Se pone de pie, sosteniendo a Christian
de forma segura mientras retiro las sábanas. Joel lo deja en
el suelo y lo envuelvo con las mantas y acomodo a su perro
de peluche favorito junto a él.
Hago un gesto hacia la puerta y Joel me sigue hasta la
sala donde tomamos nuestros lugares en el sofá de antes.
—¿Duerme toda la noche?
—Sí. Se esfuerza mucho durante el día, pero duerme
bien.
—Es un gran chico.
—Gracias.
—No hablas del padre de Christian. ¿Está presente en
su vida?
—Visitaba una vez al mes cuando iba a la escuela en
Phoenix, pero se acercó más, así que espero que Christian lo
vea más ahora. Ha sido difícil para él ver a Christian con
regularidad, pero Christian espera con ansias su tiempo
juntos de la misma manera. Funciona para ellos.
—¿Y eso funciona para ti? Tienes mucho que manejar
por tu cuenta.
—Suenas como mi mamá. —me quejo—. Tomé la
decisión de ir a la universidad como lo había planeado antes
del embarazo sabiendo que también estaría criando a un
niño. Eso depende de mí y no me arrepiento.
—Aun así, tiene que ser difícil hacer malabarismos con
todo.
—Mi mamá tuvo a mi hermana cuando ella tenía
dieciséis años y lo dejó todo. Ella tenía grandes planes para
ir a la universidad y nunca lo hizo. No quería que eso me
pasara a mí.
Él asiente con una expresión seria en su rostro.
—De todos modos. Es un punto de discordia para ella.
Ella piensa que mi decisión de venir a Valley fue egoísta.
Quería que me quedara en casa donde pudiera ayudar a
cuidar a Christian mientras yo tomaba clases en la
universidad comunitaria local.
—Christian, viéndote apresurarte, es bueno para él e
incluso por el poco tiempo que he estado con ustedes dos,
sé que no eres egoísta.
—Gracias. —Dejo que mi cabeza caiga hacia atrás
contra el sofá y lo miro—. Dime algo sobre ti. Algo que te
hace menos perfecto.
Se ríe suavemente.
—Hay una larga lista para probar ese hecho.
—Dime uno.
Él tira de su labio inferior detrás de sus dientes como
si estuviera sumido en sus pensamientos.
—Lo tengo —dice finalmente—. En quinto grado
engañé a Mallory Sinclair. Muchos de nosotros lo hicimos y
yo fui el único que no fue atrapado porque accedí a besarla
después de la escuela a cambio de que no le dijera a la
maestra.
—Ay, Dios mío. Usar tu encanto y buena apariencia
comenzó a una edad temprana, por lo que veo.
Muestra una sonrisa irónica.
—¿Tuviste muchas novias en el bachillerato o siempre
has sido…? —Lucho por encontrar la palabra correcta y Joel
levanta las cejas.
—Curioso cómo vas a terminar esa oración, Kitty.
Pongo los ojos en blanco.
—Eres un jugador. sabes que lo eres ¿siempre lo
fuiste?
La sonrisa arrogante desaparece y sus labios forman
una línea recta. —No, no siempre.
—¿Alguien te rompió el corazón, Joel Moreno? —Mi
corazón late salvajemente en mi pecho porque la expresión
estoica en su rostro me hace pensar que eso es
exactamente lo que sucedió.
Sin embargo, se ríe, lo que me hace dudar de mi
teoría.
—Estas asumiendo que tengo un corazón.
—No es justo que uses español. ¿Tal vez solo eres un
cínico cuando se trata de amor?
Sacudiendo la cabeza, se inclina más cerca. —No, solo
sé qué es qué y vivo mi vida en consecuencia. La gente no
me ve, las chicas no me quieren, quieren lo que puedo
ofrecer: un buen momento, dinero, un poco de atención, y
les doy eso, nada más. No les rompo el corazón porque no
me los dan y viceversa.
Leo la sinceridad en su rostro.
—Oh, Dios mío, realmente crees eso, ¿no? —Me mira
con expresión desconcertada. —Joel, las chicas están
dispuestas a aceptar cualquier cosa que les des porque en
silencio esperan más. Todas las chicas quieren ser las que te
hagan cambiar de opinión y capturen tu corazón, las que te
hagan querer más.
Se ve divertido, sus labios perfectos se estiran en una
sonrisa y los ojos marrones se iluminan con humor.
—Lo digo en serio. Eso es lo que hace que las grandes
historias de amor como Crepúsculo o Cincuenta sombras de
Grey sean tan románticas. Pueden tener a cualquier mujer
que quieran, pero solo una mujer los cambia de verdad. Las
chicas quieren ser tu Bella o Anastasia.
Levanta las cejas.
—¿Acabas de decir que Crepúsculo es una gran
historia de amor?
—Lo digo en serio. De acuerdo, tal vez para algunas
chicas se trata de dinero o fama o de lo increíblemente sexy
que eres, pero la gran mayoría se arriesga a que le rompan
el corazón con la esperanza de ser la que capture la tuya.
Pasa su pulgar por mi mandíbula, levantando mi
barbilla.
—¿Tú qué tal? ¿Víctor te rompió el corazón?
Niego con la cabeza. —No, pero a veces creo que
rompió mi capacidad de confiar.
Las palabras salen antes de que pueda detenerlas.
Lamento, tristeza, lástima, tantas emociones cruzan su
rostro y me siento como la Debbie Downer más grande del
mundo. Con sus manos todavía en mi cara, me arrastro
hasta su regazo. No soy lo suficientemente tonta como para
creer que soy yo quien va a robar el corazón de Joel, pero
mantengo mi teoría porque sonreír y reír, y simplemente
pasar el rato con él, se siente casi igual de bien.
—Cuando estoy contigo, tengo un poco más de
esperanza de poder superarlo —le digo en voz tan baja que
no estoy segura de que me escuche al principio.
Siento que su pecho sube y baja y me susurra—: Yo
también, Kitty.
Capítulo Veintisiete
Joel
Me duelen las entrañas y mis labios están agrietados.
Besé a Kitty durante casi dos horas y luego la obligué a
correrse con mis dedos. Tengo el peor caso de bolas azules
en la historia de la humanidad. Estoy empezando a pensar
que hay algo mal conmigo. Si fuera otra persona, me la
habría follado en el sofá o en el baño. Estoy noventa y
nueve por ciento seguro de que el niño habría dormido
durante todo el tiempo, pero ese uno por ciento me jodió y
no me sentí bien con Christian durmiendo en la otra
habitación. Es un milagro que los padres alguna vez tengan
relaciones sexuales.
Dormí en el sofá en lugar de tomar un aventón de
regreso a mi casa, que es donde estoy cuando Christian se
cuela en la sala y se sube al sofá conmigo. Un vistazo al
reloj me dice que son las cinco en punto. Estoy cansado,
pero no tengo el corazón para despedirlo.
—Buenos días, hombrecito. ¿Tu mamá sigue
durmiendo?
Él asiente.
—Tengo hambre.
—Yo también. —me siento—. ¿Qué es lo que suelen
desayunar?
—Los domingos tenemos panqueques.
—Panqueques, ¿eh? —Froto la parte de atrás de mi
cuello. —Eso podría ser un poco demasiado avanzado para
mí. ¿Qué tal un poco de cereal?
Abro algunos gabinetes hasta que localizo las cajas de
cereal y saco Cheerios y Lucky Charms.
Abre los ojos como platos.
—¿Puedo desayunar Lucky Charms?
Mierda. ¿Está bien que tenga tanta azúcar a las cinco
de la mañana? no tengo ni idea
—¿Tu mamá te deja?
Se muerde el labio y duda antes de responder.
—Una vez a la semana.
—¿Y ya comiste esta semana?
Se encoge de hombros.
—Parece que desayunaremos Cheerios. —Localizo dos
tazones, dos cucharas y la leche, y Christian y yo nos
sentamos juntos en la mesa del comedor para comer
nuestro cereal. Me recuerda a cualquier otra mañana
desayunando con los chicos, excepto que Christian me mira
con atención e imita cada movimiento. Cuando levanto el
tazón vacío a mi boca para beber la leche, él hace lo mismo
y casi derrama todo el tazón sobre sí mismo.
Christian quiere dibujos animados después del
desayuno, así que enciendo la televisión para él mientras
lavo los platos. Sigo esperando a que Katrina salga y se
haga cargo, pero no tengo el corazón para ir a despertarla.
Quiero decir, ¿cuándo fue la última vez que durmió hasta
tarde?
No tengo entrenamiento hasta esta tarde, pero me
siento lento y con un poco de resaca. La cura a la que me
he acostumbrado es hacer ejercicio, así que hago lo que
puedo en el suelo de la sala alternando abdominales y
flexiones. En algún momento, Christian se une y así es
exactamente como nos encuentra Kitty. Me encuentro con
su mirada en medio de una sentadilla. Sus ojos recorren mi
pecho desnudo y las semanas de besos y conversaciones no
son suficientes.
—Hola, mamá. Mira mis músculos —dice Christian con
orgullo, haciendo una pausa para flexionar un bíceps.
—Impresionante —dice Katrina y luego niega con la
cabeza—. No te preocupes por mí. Sólo necesito café.
Ella se dirige a la cocina y escucho que se prepara el
café, pero aún siento sus ojos en mí.
—Muy bien, hombrecito, ¿crees que puedes ayudarme
con el siguiente?
Christian salta y me pongo boca abajo.
—Súbete a mi espalda.
Si ella va a mirar, también podría hacer un buen
espectáculo.
Le toma algunos intentos equilibrar su peso, pero
eventualmente, él se acuesta encima de mí y envuelve sus
brazos alrededor de mi cuello mientras empujo hacia arriba
y hacia abajo desde el suelo. Después de las diez, encuentro
a Katrina de pie, con la cadera apoyada contra el costado
del mostrador entre la cocina y la sala, bebiendo su café y
sin siquiera fingir que está haciendo otra cosa que mirarme.
—¿Te gusta lo que ves, Kitty?
Se humedece los labios con la lengua. Ella no se
encuentra con mi mirada, sino que continúa mirándome
como un trozo de carne. No estoy ofendido. Ni siquiera un
poquito.
—No estoy segura de lo que estás hablando, estoy
viendo a Christian —responde, pero su voz es tensa y
ambos sabemos que está mintiendo.
Mierda, tal vez esto fue una mala idea. Kitty
queriéndome y mirándome así tiene mi cuerpo listo para
darle todo y hay un tornado de tres años en mi espalda.
Acostado en el suelo, miro por encima del hombro a
Christian y levanto mi puño hacia él.
—Gracias por la ayuda.
Golpea sus nudillos con los míos y luego salta.
—Mamá, ¿puedo bañarme?
Me siento de rodillas y observo a Katrina tratar de
controlarse. Estoy acostumbrado a que las chicas se pongan
nerviosas y me miren con dulces ojos, pero la forma en que
Kitty me mira es mucho más sexy. Ella no es alguien que se
deje impresionar tan fácilmente, debería saberlo, y es la
señal que he estado esperando de que me quiere.
Realmente me quiere.
Se aclara la garganta y finalmente aparta los ojos de
mí.
—Ummm, seguro. Sí, vamos a meterte en el baño.
Me pongo de pie y me ajusto. Creo que eso es lo que
necesito. Una ducha. Una ducha muy fría. Regreso a la
habitación de Katrina y al pequeño baño adjunto y me quito
los jeans y los calzoncillos.
—Vaya. —La voz de Katrina detrás de mí se sobresalta
y me giro para encontrar sus ojos muy abiertos por la
sorpresa, pero eso no evita que se quede congelada
mientras revisa mi paquete.
—Voy a darme una ducha rápida —le digo y no intento
cubrirme.
—Yo, eh… toalla.
Veo las toallas blancas apiladas en la parte superior
de un estante sobre el excusado y toma una para ella.
Todavía está parada allí con una toalla en la mano y me
hago más grande ante la mirada hambrienta en sus ojos y
los destellos de cada cosa sucia que quiero hacerle.
Ella sale del baño tan despacio que tengo que
contener la respiración y contar hasta cinco para evitar
acercarme y detenerla.
—Pronto, Kitty. —Le guiño un ojo y ella se sonroja
antes de darse la vuelta y desaparecer de la vista.
***
Katrina
Estoy más que nerviosa cuando estaciono en el camino
de entrada a la casa de Nadine.
—Christian, estamos aquí.
Agarro su bolso de la parte de atrás antes de
desabrochar a un Christian de ojos somnolientos.
Víctor y yo siempre hemos mantenido una relación
civilizada, pero eso no hace que verlo sea más fácil. Nunca
lo amé, y él nunca me amó. Fuimos una aventura corta que
tuvo repercusiones largas.
—Aquí, yo lo cargo —dice Nadine, y me muevo para
que pueda levantar a Christian de su asiento de seguridad.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que el carro
de Víctor no está aquí—. ¿Dónde está Víctor?
Una mirada de culpa cruza su rostro antes de educar
su expresión.
—Uno de sus amigos le pidió que lo reemplazara en
una liga de softbol ahora que se mudó a casa. Volverá más
tarde.
Increíble. Me muerdo la lengua, pero Nadine lee mi
expresión.
—Traté de hablar con él.
Asiento porque estoy segura de que lo hizo. Ella no es
perfecta, pero nunca tiene problemas para decir lo que
piensa.
—Creo que tal vez es hora de que hable con él al
respecto. —Dejo escapar un largo suspiro—. ¿Estás segura
de que quieres quedártelo toda la semana?
Técnicamente, esta vez es de Víctor, pero ambos
sabemos que ella es la que realmente lo estará cuidando.
—Sí, estoy segura.
—Muy bien, toda una semana. ¿Estás emocionado? —
Miro a mi hijo que no está más que emocionado. Nunca he
estado lejos de Christian durante una semana entera, e
incluso sabiendo que lo veré el miércoles en el
entrenamiento de fútbol, me siento muy mal.
—Víctor lo va a llevar de un lado a otro para el
entrenamiento de fútbol el miércoles. Le enviaré un
mensaje para recordarle la hora y el lugar. Sabes que
puedes llamarme en cualquier momento y estaré aquí tan
pronto como pueda.
Ella se ríe.
—Lo sé querida.
—Lo voy a extrañar —admito mientras le retiro el
cabello de la frente.
—Eres una buena madre, Katrina.
Me pican los ojos, pero antes de que pueda
agradecerle las palabras más bonitas que me ha dicho, da
un paso hacia la puerta.
—Ahora sal de aquí y llamaremos más tarde esta
noche para reportarnos contigo.
Conduzco hasta la casa de mis padres todavía
molesto por Víctor y tratando de decidir cómo voy a
manejarlo. Nunca he ocultado lo que siento por su esfuerzo
de crianza a medias, pero tampoco he hablado con él al
respecto.
Mi madre, su mejor amiga Lisa y mi hermana se
sientan afuera en el porche cuando llego. Vino tinto en
mano, una copia de bolsillo de Pequeñas Mentiras se sienta
entre ellos.
—¿Club del libro? —Sonrío mientras subo las
escaleras.
Se ríen como adolescentes.
—Déjame adivinar, ¿ninguna de ustedes terminó el
libro?
—Bueno, lo intentamos —dice Lisa.
Mi mamá se pone de pie para saludarme y me aprieta
contra su pecho.
—Esperaba que trajeras a Christian.
—Tuve que dejarlo en casa de Nadine para su visita de
una semana con Víctor.
—Toma, probablemente necesites esto más que yo
entonces. —Ella empuja el vaso hacia mí, tomo un trago y
luego toso.
—Es un gusto adquirido —ella dice tomando el vaso
de vuelta.
—¿Estaba Christian emocionado de ver a Víctor?
Me siento en el columpio del porche y envuelvo una
mano alrededor de la cadena que lo sujeta al techo.
—Él no estaba allí.
—¿Qué?
Niego con la cabeza.
—Él está aquí, jugando en un partido de softbol esta
tarde.
Pisoteo mis pies y hago un gruñido molesto en mi
garganta. Me miran como si hubiera perdido la cabeza
porque nunca pierdo la cabeza frente a ellos. Llámalo
autoconservación, pero no quiero mostrarles cuán acertados
podrían haber estado acerca de que necesitaba más ayuda.
—Lo siento, estoy tan frustrada. Pensé que volver aquí
sería bueno para Christian, pero es la misma mierda. Lo
invité a el entrenamiento de fútbol de Christian y me dijo
que estaba ocupado.
—Por todos los medios, grita, grita, solo hazlo con él
—dice mi mamá mientras agita la mano que no lleva su
vino.
—¿Qué?
—Has estado dejando que se salga con la suya
durante demasiado tiempo si me preguntas.
—Pero nunca has dicho nada.
—No era mi lugar. Todavía no lo es. Esto ha estado
sucediendo durante tres años. Más que eso, en realidad, ni
siquiera pudo asistir a la mayoría de las citas con el médico.
—Es posible que no le haya hablado de algunos de ellos,
pero se siente improductivo compartir eso ahora. —Sabías
que Víctor no era el joven más confiable desde el principio.
Pensé que en algún momento te enfrentarías a él por el bien
de Christian en lugar de tratar de ser una súper mamá. No
se puede ser todo para todos.
Mi madre resopla como si Víctor realmente la
molestara a ella. —Voy a buscar más vino.
—Creo que ayudaré —dice Lisa, dejándome sola con
mi hermana.
Pateo del suelo para poner el columpio en movimiento
cuando la puerta mosquitera se cierra de golpe.
Mary se mueve para sentarse a mi lado.
—Sé que mamá no sale directamente y lo dice, pero
está de tu lado en este caso.
—Ella tiene una manera extraña de mostrarlo. Desde
que me fui a la universidad, ella me ha hecho sentir como si
yo fuera la que se equivocó al huir con Christian a cuestas.
—¿Estás bromeando? —Ella se ríe—. Ella está muy
orgullosa de ti. Ella y Lisa estaban hablando de cómo,
cuando tenían tu edad, ambas estaban sentadas a
horcajadas con niños en cada cadera deseando haber
cumplido sus sueños.
Pongo los ojos en blanco porque Lisa solo tiene un hijo
y para cuando mi madre tenía suficientes hijos para tener
en cada lado de la cadera, María tenía quince años. Sin
embargo, entiendo la expresión.
—Ella se preocupa por ti, quiere lo mejor para ti. De la
misma manera que quieres para Christian.
Mi madre y Lisa reaparecen con otra botella de vino y
una copa extra. Mi madre me la da—. ¿Te quedas?
Después de dos copas de vino y la peor discusión en
un club de lectura de toda la historia, me dirijo a mi antigua
habitación y me dejo caer en la cama. Mary tenía que llegar
a casa con su familia y mamá y papá salieron a cenar. Opté
por quedarme en casa y estofarme en mi miseria. Christian
me llama y me cuenta todo sobre su tarde y me complace
saber que incluye a Víctor jugando al fútbol con él. En un
momento de debilidad, le envío un mensaje a Joel.
Katrina
Blair, Gabby y yo salimos del estadio arrastrando los
pies. Valley derrotó a ASU y estoy a minutos de que Joel
sepa que vine hasta aquí para verlo jugar.
—Entonces, ¿no le dijiste que vendrías? —Gabby
pregunta con ojos grandes.
Nos subimos a un taxi y le damos al conductor la
dirección de nuestro hotel.
—¿Debería haberlo hecho?
—No, está bien. Va a estar muy emocionado de verte
—insiste Blair.
Dios, eso espero.
—Él lo estará. —Blair me da un codazo en la rodilla—.
¿Qué vas a hacer el martes? Gabby se va a mudar a un
apartamento y vamos a disfrutar de la velada. Desempacar,
beber y charlar de chicos.
—Eso suena bien. Christian se ha ido toda la semana
con su padre.
—¿Cómo es él? Nunca lo mencionaste, y siempre tuve
miedo de preguntar.
Hago una mueca ante la idea de que podría haberme
visto un poco como cerrada. —Es un buen tipo, un poco
raro. Tuvimos una sesión de estudio juntos y salimos un par
de veces, pero quedé embarazada después de que
estuvimos juntos solo una vez, así que tampoco sé mucho
sobre él. Quiero decir, hemos tratado de ser amistosos y
civilizados, pero es difícil.
—Maldita sea. ¿Una vez?
Asiento a Gabby, que se ve horrorizada al saber que
ese tipo de cosas realmente suceden. —Sí. Primera y última
vez que tuve sexo.
—¡¿Qué?! Blair grita ganándonos una mirada del
taxista en el espejo retrovisor
Mis mejillas arden con calor. —Sí, ha sido un período
de sequía.
—Mierda santa. ¿Todavía no te has acostado con Joel?
—Ummm…
Blair se ríe y Gabby hace lo mismo.
—¿Qué?
—Esto es demasiado precioso. Joel le dio a Wes mucha
lata sobre cuánto tiempo nos tomó tener sexo después de
que comenzamos a salir y eso fue sólo unas pocas semanas.
—No ha pasado tanto tiempo y con Christian
alrededor realmente no ha habido una oportunidad.
Hasta ahora.
Gabby abre el bolso en su regazo y entrega un
paquete de condones. —Muchas oportunidades esta noche.
El taxi se detiene en el hotel y meto los condones en
mi bolso antes de salir detrás de Blair.
—Espera, ¿por qué llevas condones? —Blair le
pregunta a Gabby mientras las tres tomamos el ascensor
hasta nuestra habitación.
Gabby tiene la costumbre de dejar caer su largo
cabello rubio sobre las cicatrices en el lado izquierdo de su
cara cuando está nerviosa o insegura, lo cual hace ahora.
—Sólo quería estar preparada para cualquier cosa.
¿Qué pasa si conozco a un chico sexy esta noche? —Sus
ojos se iluminan.
—O tal vez pueda convencer al entrenador Daniels
para que me deje entrar en su habitación —ella dice y
sonríe maliciosamente.
—¿El entrenador, en serio? —pregunto—. Es atractivo,
no me malinterpreten, pero tiene como cuarenta.
—No estoy buscando casarme y tener bebés, sólo
echarme un buen polvo.
Blair niega con la cabeza y me mira. —Esto es lo que
sucede cuando pasas demasiado tiempo sin sexo. Toma esto
como una advertencia, ve y ten sexo o terminarás como
Gabby.
Gabby la golpea juguetonamente.
—¿Más de cuatro años? —pregunto.
—Prueba veintiuno —ella susurra a pesar de que
estamos solas en el ascensor.
Llegamos a nuestro piso y me quedo boquiabierta
cuando se abren las puertas—. ¡¿Eres virgen?!
Un grupo de chicos jóvenes entra en el ascensor y el
rostro de Gabby se vuelve carmesí ante sus sonrisas de
complicidad.
Pasamos corriendo junto a ellos, pero uno de los
muchachos grita—: Feliz de ayudar más tarde en la
habitación tres quince.
Gabby prácticamente corre por el pasillo. Blair y yo la
seguimos, las risas resonando por todo el piso cuando
entramos a nuestra habitación.
—Lo siento —digo cuando puedo forzar la risa. —
Simplemente no tenía idea.
Muevo una mano delante de ella.
—Eres hermosa. No sé cómo te las has arreglado para
conservar tu virginidad.
—Después del accidente, no salía mucho de casa —
ella admite.
Blair toma su mano y entrelaza sus dedos. No sé
mucho sobre el accidente automovilístico que dejó a Gabby
con las cicatrices que estropean su hermoso rostro, pero
vislumbro sus inseguridades y espero que su mudanza a
Valley sea buena para ella.
El teléfono de Blair suena y ella suelta la mano de
Gabby para levantar su teléfono. —Los muchachos se están
subiendo al autobús ahora para dirigirse al hotel. Tenemos
unos quince minutos para prepararnos.
Mi estómago se retuerce en nudos.
—¿Debería enviarle un mensaje a Joel?
—Digo que te pongas el atuendo más sexy que hayas
empacado y los esperaremos abajo. Ataque sorpresa. —Blair
aplaude—. Prepárate.
***
Joel
—¿Quieres tomar un trago en el bar? —pregunta Wes,
viéndose demasiado feliz para él. Su preferencia habitual
después de un partido fuera de casa es ir a su habitación y
relajarse con Z.
Me encojo de hombros, decidiendo no cuestionar su
repentino interés en pasar el rato. —Claro, déjame dejar mis
cosas en mi habitación primero.
—Y tal vez tú también deberías ducharte.
—Amigo, ¿qué te pasa?
Es todo sonrisas cuando sale del autobús delante de
mí. Le envío un mensaje a Kitty de camino a la habitación.
***
Katrina
Él no me baja hasta que estamos en la habitación. Es un
hombre con una misión. Se quita los zapatos, se saca la
camiseta por la cabeza. Me río mientras lo veo desvestirse
como si estuviera cronometrado.
—¿Vas a dejar algo de eso para que te quite?
Sus manos aún en sus jeans. Aprieta el botón, pero no
los empuja hacia abajo—. ¿Quieres desnudarme?
Asiento y doy un paso adelante. Los nervios que tenía
sobre este momento se disipan cuando sus ojos se
oscurecen y su pecho sube y baja mientras dejo que mis
manos se deslicen por su estómago. Sus abdominales están
recortados y un rastro de cabello oscuro desaparece en sus
calzoncillos.
Sus manos se cierran en puños a sus costados como si
se estuviera absteniendo de tocarme.
—Déjame tener este momento. —Engancho mis dedos
debajo de la mezclilla, empujo hacia abajo llevándome sus
calzoncillos con ellos. Me muevo más abajo con su ropa
calzándola en sus piernas. Ya lo he visto desnudo, pero es
tan impresionante como lo recordaba y mi núcleo palpita.
Lo miro, lo encuentro mirándome con tal deseo que
me hace extrañamente audaz. Su longitud se contrae
cuando acerco mi boca a él y le doy un suave beso en la
cabeza. Un gemido escapa de sus labios y sigo besando y
adorando cada glorioso centímetro.
Sus manos no se mueven de sus costados hasta que
lo llevo a mi boca. Suavemente, sus dedos se enroscan en
mi cabello y aplica la más mínima presión guiándome
mientras chupo y lamo.
Sé que se está conteniendo, pero al diablo con eso,
quiero todo lo que está dispuesto a dar. Lo tomo más
profundo hasta que golpea la parte posterior de mi garganta
y miro hacia arriba para encontrar su mirada torturada.
Trato de sonreír a su alrededor, diciéndole con la mirada de
pura felicidad que sé que debe estar en mi rostro que está
bien dejarlo ir.
Responde tirando de mi cabello con más fuerza hasta
que el más mínimo pinchazo en mi cuero cabelludo envía
ondas palpitantes de placer a través de mi cuerpo. Toma mi
boca hasta que las lágrimas brotan de mis ojos y lucho
contra mi reflejo nauseoso, pero es el momento más
ardiente de mi vida.
Un estruendo sale de su pecho y cuando creo que se
va a correr, me sorprende dando un paso atrás y tirando de
mí para ponerme de pie. Estoy descoordinada y un poco
mareada mientras me sostiene en posición vertical y pasa
un pulgar por mis labios limpiando la saliva acumulada
alrededor de ellos.
—Tu boca es perfección, Kitty, pero cuando me corra,
quiero estar enterrado hasta las pelotas profundamente
dentro de ti.
Mi cuerpo zumba con anticipación y me siento en el
borde de la cama, tan lista para eso y más.
Da un paso hacia mí con una sonrisa maliciosa y se
agacha, tomando mis piernas y arrojándolas sobre sus
hombros. Mis bragas se han ido en un instante, el vestido
ahora está amontonado alrededor de mis caderas, y su boca
se encuentra con mi sexo.
Santa mierda.
La vibración de su risa contra mi carne sensible gana
otro gemido. Supongo que lo dije en voz alta.
—Eres jodidamente adorable por censurar tus malas
palabras cuando tengo mi lengua en tu coño.
—La fuerza de la costumbre. —Apenas logro
pronunciar las palabras antes de que sus dientes se unan a
la acción y grito, no de dolor sino de puro éxtasis.
Me guía boca abajo y levanta mi culo en el aire,
continuando con la dulce tortura en mi clítoris y trayendo un
dedo a la fiesta.
—Dios, estás tan mojada.
Su dedo se desliza suavemente dentro y fuera
mientras deja caer besos con la boca abierta en mis muslos
y mi trasero. Mi rostro se calienta cuando abre mis nalgas y
sigue besándome. Dios mío, me va a lamer el culo. Me doy
cuenta demasiado tarde y no tengo tiempo para ser tímida,
o voltearme antes de que su lengua empuje dentro de mi
agujero en sincronía con sus dedos debajo.
—Joder. —No sirve de nada censurar mis palabras
cuando obtengo mi primer beso negro. ¿Es así como lo
llaman los chicos en estos días? ¿O alguna vez? No lo sabría
ya que nunca lo he discutido. Y mucho menos lo había
realizado.
—Relájate —dice Joel en voz baja—. ¿Confías en mí?
—Sí— se lo digo. y lo hago Dios me ayude, realmente
lo hago.
—Bueno. —Golpea mi trasero juguetonamente. —
Deberíamos hablar del condón.
Me río de su franqueza. Probablemente deberíamos
haberla tenido hace diez minutos, pero mejor ahora que
mañana. —Estoy tomando la píldora, pero creo que aún
deberíamos usar un condón por si acaso.
—Estoy limpio. Nos extraen análisis de sangre cada
dos meses, y resultó que me tocó el mes pasado —dice todo
esto, mi, bueno, mi todo, todavía en el aire en exhibición.
—Está bien, pero desde entonces podrías haber
entrado en contacto con algo. —No estoy segura de si es
más humillante que tengamos esta conversación o que
básicamente lo esté teniendo con mis partes femeninas.
Camino a cuatro patas por la cama y me dirijo a la mesita
de noche para buscar mi bolso. Saco los condones que
Gabby me dio antes, los dejo en la cama todavía
negándome a mirar hacia arriba mientras me siento sobre
mis rodillas. Vaya, ser adulto es difícil. Pero, de nuevo, la
otra opción es una ETS o un niño y bueno, aprendí mi
lección sobre el sexo seguro de la manera más difícil.
—No he estado en contacto con nada, pero si quieres
que use uno, por supuesto que lo haré. —Me sigue a la
cama y tira de mi vestido por encima de mi cabeza. No
estoy usando sostén y él ahueca mis senos en sus grandes
manos—. Maldita sea, Kitty. Tus tetas son fantásticas.
Agrega moto navegación a mi nueva lista de pasatiempos.
—No es como si pudieras saber mirando cada ETS —le
digo antes de perder este momento y mi última oportunidad
de expresar todas mis preocupaciones.
Aparta la mirada de mis pechos y sacude la cabeza
lentamente, de lado a lado. Una amplia sonrisa se apodera
de su hermoso rostro y sus ojos se clavan en los míos. —No,
lo malinterpretas. No es posible. No he estado con nadie
desde entonces. Me he centrado únicamente en ti, muñeca.
—Vamos. No puedes esperar que crea eso. —Pongo
los ojos en blanco y empujo juguetonamente su pecho
desnudo.
—Es verdad.
—¿Por qué? —La pregunta sale antes de que pueda
detenerla. No quiero que mienta o finja que somos algo que
no somos, pero necesito saberlo.
—La misma razón por la que tenía una reserva
permanente en Araceli. Sabía que eventualmente ibas a
decir que sí.
—Vaya. Eres bueno.
Me lleva a la cama con él, rueda sobre mí, acunando
mi cabeza con sus manos mientras me mira.
—Kitty, no tienes idea.
La atención y el amor que le da a mi cuerpo es muy
Joel. Completo, dedicado y ardiente como el pecado.
Es rudo, pero de alguna manera sigue siendo gentil.
Ni un solo centímetro de mi cuerpo se pierde. Él me da todo
menos la única cosa por la que me muero. Estoy moliendo
debajo de él, rogándole con mis caderas que me saque de
mi miseria.
—¿Estás lista, Katrina?
Sin burla ni alegría en su tono. Se está asegurando de
mi consentimiento. Estoy muy lista. Cuatro años…
demasiado tiempo lista, pero no puedo imaginarlo de otra
manera. Aquí con Joel, así es perfecto.
—Muy lista.
Besa la parte superior de mi nariz y se mueve, agarra
un condón y se cubre antes de alinearse en mi entrada.
Observo con fascinación cómo se desliza dentro de mí tan
dolorosamente lento que trato de deslizarme hacia abajo
para ayudar. Me inmoviliza en el lugar manteniendo mis
caderas inmóviles.
—Estás tan apretada.
Mi cuerpo sube y mi corazón late tan rápido que sé
que son tanto mis sentimientos por el hombre como lo es
este momento. Él me llena tanto, pero no es solo su enorme
ego o incluso su pene más grande (totalmente la palabra
correcta para este momento), es mi corazón recordando
cómo es dejar que alguien entre en mente y alma.
Completamente a su merced, dejo que finalmente me
tenga. Que tenga todo de mí.
Capítulo Treinta
Joel
Kitty está desnuda en mi cama. Bueno, no mi cama, pero
no voy a obsesionarme con los detalles. Ella está aquí y
desnuda y es jodidamente mía.
—¿A qué hora sale el autobús mañana? —pregunta,
trazando círculos en mi pecho mientras se acuesta a mi
lado.
—Temprano, pero puedo dormir en el autobús.
—¿Podemos pasar el rato cuando vuelvas? —Su voz es
cautelosa e insegura.
La tiro encima de mí.
—Sí. Planeo robarte todo el tiempo que me dejes esta
semana.
Ella presiona su sonrisa contra la mía.
—¿Finalmente podré ver tu guarida?
—Oh sí. Hay muchos más estragos por hacer. —Ya me
estoy imaginando una semana llena de Katrina desnuda y
en todos los lugares y posiciones que puedo soñar cuando
recuerdo que tengo una reunión con Sara Icoa mañana—.
Tengo algunas cosas que hacer con el equipo y el domingo
es una noche de cine con los compañeros de cuarto, pero
ven. Blair va la mayoría de las veces, así que puedes ser mi
acompañante.
—Pensé que prometías arrasar. Suena
sospechosamente como pasar un rato vestidos.
Lo dice de una manera burlona, pero mierda, tiene
razón. Tuvimos sexo y en lugar de seguir adelante, quiero
anotarla en cada minuto libre que tengo. Y diablos, sí,
planeo destrozarla con la mayor frecuencia posible, pero
eso no es todo lo que quiero hacer con ella.
Supongo que estoy callado por mucho tiempo porque
ella cambia—. ¿Estás bien? Lo siento, solo estaba
bromeando. Me encantaría pasar el rato.
Planto un beso en su sien y la acerco a mi lado. —
Simplemente cansado, supongo. Ha sido un día largo.
Ella bosteza de acuerdo.
—Buenas noches, Kitty.
***
Katrina
—Este lugar es una locura —le digo a Blair mientras me
guía por la Casa Blanca. Los chicos están organizando una
noche de cine mientras yo hago la gran gira. Es el lugar más
genial que he visto en mi vida, y no estaba tan preparada
después de ver el agujero de mierda en el que viven los
muchachos del béisbol.
—La familia de Joel lo compró y lo convirtió en una
versión mini de los dormitorios de baloncesto de algunas de
las universidades más grandes. Escuché que Kansas tiene
una barbería en la suya.
—Parece un poco exagerado.
—¿Cierto? Pero a los chicos les encanta. Incluso tienen
ropa de cama personalizada, no es que les importe eso,
pero creo que es increíble. Wes está triste por mudarse el
próximo año. Supongo que Z también lo hará, así que quién
sabe quién se mudará y tomará su lugar.
—¿Qué pasa cuando Joel se gradúe? —pregunto.
En respuesta, se encoge de hombros.
—No estoy segura. Si termina volviéndose profesional
el próximo año en lugar de jugar su último año, Nathan sería
el único que quedaría.
Mi corazón cae. ¿Si Joel se convierte en profesional el
próximo año? Ni siquiera sabía que esa era una posibilidad.
Para ser justos, no he preguntado. He evitado
cuidadosamente cualquier conversación sobre el futuro. Ni
siquiera me he permitido preguntarle cuáles son sus planes
para el próximo fin de semana porque no quiero parecer
pegajosa. Pero por la forma en que mis manos tiemblan, sé
que mi corazón ha comenzado a desear y esperar más a
pesar de todo.
Nos detenemos frente a la última puerta.
—Y esta es la habitación de Joel. Yo nunca…
—No tan rápido. —Joel corre desde lo alto de la
escalera y salta frente a ella—. Acceso denegado. Las únicas
chicas permitidas aquí son las que se lanzan.
La sonrisa en su rostro cae como si se hubiera dado
cuenta del chiste malo.
Duele pensar en cuántas chicas ha dejado pasar por
estas puertas, no voy a mentir, pero me obligo a reír y
poner los ojos en blanco y pongo una mano en mi pecho
dramáticamente.
—Tan encantador.
—Yo, eh, nos saqué de la noche de cine —dice.
—Suertudos. Wes está entusiasmado con la nueva
Misión Imposible. Te veo luego.
—Gracias por el recorrido —grito.
Ella desaparece por el pasillo y Joel me atrae hacia él.
—Lo lamento. No tenemos que quedarnos aquí si no
quieres.
—No seas ridículo. —Ante la idea de que me nieguen
la experiencia completa de Joel Moreno, me doy cuenta de
que esto es exactamente para lo que me inscribí. Sexo
ardiente y diversión, sin ataduras—. Definitivamente quiero
quedarme.
Muerde mi labio superior.
—Antes de eso, te tengo una sorpresa. —Él abre la
puerta y tira de mí detrás de él—. Vamos.
No enciende las luces, pero no necesita hacerlo. Toda
la pared trasera de la habitación son ventanas del piso al
techo que dejan entrar el sol de Arizona y dan una vista del
patio trasero. Las puertas francesas conducen a un pequeño
balcón y hay una sola silla donde trato de imaginarme a Joel
sentado solo. ¿Por qué no dos sillas? Sé la respuesta a eso
sin preguntar, pero me entristece un poco.
Su cama es enorme, y veo la ropa de cama
personalizada de la que hablaba Blair, blanca con rayas
azules y la mascota del Correcaminos.
—Vaya. Mi apartamento podría caber en tu habitación.
Mira a su alrededor como si nunca se hubiera dado
cuenta de lo grande que es y se encoge de hombros.
Agarra una computadora portátil de un escritorio, la
lleva a la cama y la abre.
—Pensé que podríamos tener nuestra noche de cine.
Intrigada, me muevo para sentarme a su lado en la
cama y me rio cuando veo lo que ha seleccionado para este
momento íntimo.
—¿James Bond, en serio?
—Dijiste que nunca la habías visto. Considéralo una
parte crítica de tu educación como guionista.
Creo que preferiría que me destrozara de nuevo, pero
soy completamente incapaz de decir que no a lo que
obviamente planeó como un gesto romántico. Todos esos
meses de contención y ahora prácticamente me ofrezco en
bandeja y un poco decepcionada de que no nos vamos a
desnudar de inmediato, pero también conmovida porque
quiere compartir algo tan simple como su película favorita.
Gah, estoy en conflicto. Liderar con el corazón es
demasiado arriesgado. Dejar que mi cuerpo haga todo el
sentimiento parece una misión más segura y placentera.
Se pone de pie rápidamente.
—Olvidé la comida. Vuelvo enseguida.
—¿Baño?
Señala una puerta detrás de mí y luego se inclina y
roza un beso en mis labios antes de irse.
Atravieso un vestidor impresionante, mis ojos se
posan en suficientes zapatos como para poner celosa a
cualquier mujer. Y el baño. Dios bueno. Inhalando, puedo
olerlo y sentirlo en todas partes. Está más limpio de lo que
esperaba, gabinetes de madera oscura y encimeras
blancas. Hago pipi, me lavo las manos y luego me meto en
la ducha.
Que es donde él me encuentra.
Me envuelve con los brazos y me sobresalto.
—Me asustaste. ¿Y si estuviera haciendo pipi?
—¿De verdad crees que eso me habría detenido?
—Límites.
—No es necesario —dice, y lo golpeo—. ¿Qué estás
haciendo en mi ducha?
—Me pregunto qué habría pasado si hubiera dicho que
sí la primera vez que me invitaste a salir.
Me giro para observar su expresión, que es pensativa,
y asumo que no se acuerda.
—Me dijiste que me dejarías usar tu ducha.
—Ah, lo recuerdo—. Presiona un botón y todas las
luces del baño se apagan excepto una luz en el medio de la
ducha, que también funciona como cabezal de ducha. El
agua llueve frente a nosotros y alrededor de una docena de
chorros de agua salpican desde todas las direcciones.
Incluso hay música.
—¿Te arrepientes de tu respuesta sobre ahora?
Sí.
—No.
Aprieta el botón de nuevo y la ducha se apaga. Mi
camiseta y leggings no están empapadas, pero estoy
incómodamente mojada.
—Vamos a sacarte esta ropa mojada —murmura.
—Has estado esperando toda tu vida para usar esa
línea, ¿no es así?
Él no responde mientras tira de mi camiseta por
encima de mi cabeza.
—¿Qué pasa con Bond?
—Creo que aprobaría mis prioridades.
Señalo los controles de la ducha.
—Bond no es nada sin sus dispositivos.
—No es verdad. Eso es lo mejor de James Bond: no
necesita dinero ni destellos. —Presiona el botón y la ducha
vuelve a encenderse—. Pero igual le gustan.
Capítulo Treinta y Uno
Katrina
—Ay, Dios mío. ¿Realmente murió? —Estoy llorando y Joel
se está riendo.
—Bueno sí. Su muerte es lo que hace a Bond, Bond.
Lloro más fuerte, cubro mi rostro, pero no puedo
ahogar su risa.
—Pensé que te gustaría. Una trágica historia de amor
y todo eso.
—Me gustó. —Otro sollozo se libera.
Cierra la computadora portátil y me atrae hacia él.
Normalmente no soy tan tonta. Quiero decir, está bien, lo
soy totalmente, pero no estaba planeando llorar frente a él
de todas las personas. No estaba preparada para la
profundidad de la película. O el hombre a mi lado.
—¿Qué hace a Joel, Joel?
Después de la ducha, me puse una de sus camisetas
sin mi sostén y él tiene una mano debajo acunando mi seno
izquierdo. Lo hizo la primera vez durante la película y
resultó en más besos que también requirieron reiniciar la
película, pero ahora ni siquiera estoy segura de que sepa
que lo está haciendo. Su palma simplemente descansa allí
como si mi seno izquierdo fuera su bola antiestrés personal.
No responde, así que pregunto de nuevo.
—La muerte de Vesper hace a Bond, Bond. ¿Qué te
hizo, a ti?
Siento que su cuerpo se tensa y me apoyo en un codo
para poder verlo.
—Nada tan trágico como eso. Mi vida ha sido fácil. —
Sus palabras serían convincentes si no fuera por el tono
brusco. Se encoge de hombros y continúa—. Mis padres
eran estrictos pero amorosos y dieron un buen ejemplo de
trabajar duro para lograr mis sueños.
—¿Jugando en la NBA? —pregunto, recordando el
comentario de Blair sobre él jugando profesionalmente.
Él asiente y entrelaza nuestros dedos. Su gran palma
hace que la mía parezca tan delicada en comparación.
—Sí, desde que era un niño. Realmente no sé cómo o
cuándo comenzó, pero siempre quise ser el próximo Kobe
Bryant y jugar para los Lakers.
—Blair dijo que podrías abandonar para irte antes.
Contengo la respiración mientras responde.
—Me reuní con un agente hoy temprano. Hay pros y
contras de cualquier manera. Mis padres realmente quieren
que obtenga mi título, pero no lo necesito para ser un
jugador de baloncesto.
—¿Qué hay de después?
—El plan es usar mi carrera como jugador de
baloncesto para ingresar a la transmisión deportiva. Una
buena parte de los locutores en estos días son viejos
profesionales. —Se aleja y pone una mano debajo de su
barbilla—. Quiero decir, con esta hermosa aza, me imagino
que pertenezco a la televisión de una forma u otra.
—Es por eso que te estás especializando en
comunicaciones —le digo.
—¿Tú qué tal? ¿Qué quieres hacer después de la
escuela?
—Ya no sé. Cuando era más joven, me imaginaba
mudándome a Los Ángeles y tratando de conseguir un
trabajo como guionista, pero con Christian y nuestras
familias aquí, realmente no veo que eso suceda. Ya es
bastante difícil estar a una hora de distancia.
—Los Ángeles está a sólo seis horas en carro.
—Ese es un largo camino para transportar a un niño
de un lado a otro cada semana.
La conciencia de cómo tener un hijo hace que mi vida
sea diferente finalmente amanece en su rostro. No puedo
simplemente recoger y marcharme. Christian tiene un padre
que, aunque no sea el más confiable, merece poder ver a su
hijo. Sin mencionar que tiene un derecho legal.
—¿Cuándo tienes que decidir sobre el próximo año?
Suelta un suspiro.
—Finales de abril, oficialmente, pero necesito decidir
pronto para que mis padres se acostumbren a la idea si me
salteo mi último año.
Está callado y perdido en sus pensamientos por un
momento antes de mirarme y sonreír. Siento que el estado
de ánimo desaparece con esa sonrisa, pero me quedo en
silencio con la esperanza de que comparta más sobre sus
esperanzas y sueños. Lo que quiere para su vida.
Literalmente cualquier cosa. Él da tan libremente y, sin
embargo, también retiene con tanta fuerza. Espero,
conteniendo la respiración por más palabras que ni siquiera
estoy segura de que importen, pero que quiero de todos
modos.
***
Joel
—¿Cómo está tu horario hoy?
Los ojos de Katrina se mueven a nuestro alrededor
mientras caminamos por el campus hacia el edificio de
inglés.
—¿Perdón qué?
Tomo su mochila que ella insistió en cargar sola, de su
hombro y la pongo en el suelo frente a nosotros. Tomando
sus manos, me detengo y la obligo a mirarme.
—Te pregunté cómo era tu horario hoy. ¿Qué está
pasando contigo? Has estado actuando raro desde que
estacioné el carro. ¿Te da vergüenza que te vean conmigo,
Kitty?
Su mirada previamente enfocada más allá de mí, se
ajusta a la mía.
—¿Qué? Eso es ridículo. No.
—¿Entonces que es eso? Prácticamente estás
corriendo a clase y mirando alrededor como si tuvieras
miedo de que alguien te vea.
—La gente nos está mirando —dice y señala con la
cabeza a un grupo de chicas que, de hecho, nos miran. Uno
de los muchachos de béisbol, Clark, pasa y levanta la
barbilla a modo de saludo—. Corrección. Todo el mundo nos
está mirando.
—No nos están mirando. Me están mirando. —Me
encojo de hombros. Estoy acostumbrado a eso. Quiero decir,
cuando eres tan alto como yo, no puedes caminar sin que la
gente te mire. Además, soy un chico sociable, así que he
estado con la mayoría de ellos o he hablado con ellos; los
demás simplemente saben quién soy.
Ella mira a su alrededor como si estuviera verificando
mi afirmación.
—Dios, qué vida llevas —dice con una sonrisa.
Soltando sus manos, envuelvo las mías alrededor de
su espalda y la acerco más.
—No voy a mentir, es una buena vida, Kitty. Mejor
cuando te quedas a pasar la noche y te acompaño a clase.
Tengo que agacharme para poner mis labios sobre los
suyos. Ella duda y la idea de que tal vez no esté interesada
en muestras de cariño cruza mi mente hasta que escucho
suspiros y presiona su cuerpo contra el mío. No tengo
ningún problema con las exhibiciones públicas de cualquier
cosa, así que dejo que mis manos viajen hasta su trasero y
la atraigo con fuerza hacia mí mientras deslizo mi lengua
dentro de su boca.
Cuando finalmente rompe el contacto, tiene los
párpados pesados y sin aliento.
—Voy a llegar tarde.
Ella no se mueve y me río mientras mira fijamente mis
labios. Su lengua se lanza para humedecer sus labios y en
lugar de hacer lo que quiero hacer, continuar besándola,
tomo su bolso.
—Vamos, Kitty.
Después de mi clase de la mañana, me dirijo a casa.
Katrina tomó un turno extra en el café y no tengo que volver
al gimnasio hasta más tarde, así que estoy aburrido.
Encuentro a Z haciendo tiros al aro en el gimnasio de
nuestra casa. Que sorpresa.
Tomo una pelota del estante y me uno a él. Es solo
media cancha, así que no es como si no me viera, pero el
único reconocimiento que recibo es su movimiento hacia el
lado izquierdo de la canasta dándome el otro lado.
Por lo general, no presiono a Z para que hable, pero
hoy necesito a alguien con quien rebotar mis pensamientos.
—¿Crees que estoy perjudicando mis posibilidades de
ser reclutado si me quedo y termino la universidad?
No deja de disparar mientras responde.
—¿De ser reclutado? No. Si te mantienes saludable y
tus números son tan buenos como ahora, alguien te
seleccionará. Cuando ganemos el torneo este año, habrá
mucha prensa y eso podría ayudarte a conseguir un mejor
trato, pero…
Sus palabras se apagan y las reflexiono. Z siempre
habla con certeza de que ganemos. Es como si tuviera el
oído de Dios o tal vez solo está jodidamente seguro de sí
mismo y de su capacidad para llevarnos a la victoria.
¿Necesito un trato mejor? Quiero decir, obviamente, quiero
un contrato dulce, pero el sueño siempre fue jugar en la
NBA, no firmar un contrato multimillonario.
—¿Todavía indeciso?
Asiento y tomo un tiro que rebota alrededor del borde
y sale.
—Sería bastante dulce si ambos comenzáramos
nuestras temporadas de novatos el próximo año.
—¿Vas a salir el año que viene, tal vez tener una cita o
al menos entablar una conversación con una chica?
Él gruñe.
—No va a ser más fácil distinguir las buenas de las
cazadoras de camisetas. Tal vez quieras considerar sentar
cabeza antes de ser millonario.
Ni siquiera estoy seguro de que sea por eso por lo que
ha evitado a las chicas hasta ahora y su rostro no revela
nada.
Deja de disparar y me mira fijamente.
—¿Eso es lo que estás haciendo con Katrina?
Inclino mi cabeza hacia un lado. Difícilmente llamaría
a un par de citas establecer.
Levanta ambas cejas y me mira fijamente con una
mirada que llama tonterías.
—Una parte de mí está listo para renunciar a todo
esto y seguir adelante, pero la otra parte siente que estoy
tomando el atajo. —Como siempre he hecho. Fácil, sin
complicaciones, lo que sea que me dé más satisfacción en
el momento. Eso resume bastante bien mi vida. Sobre todo,
mis relaciones. He trabajado duro en el baloncesto y en la
escuela, pero nunca con mujeres. No desde Polly. Me
atormenta pensar en Katrina y en lo difícil que es todo para
ella. Busco el camino de menor resistencia debido a una
curva en el camino. De acuerdo, era más como un jodido
sumidero, pero la forma en que dejé que me cambiara…
Dejé que me cambiara como si Polly fuera mi Vesper. Y a la
mierda eso.
Sí, me estoy comparando con James Bond. Carros,
dinero, mujeres. No soy un asesino, pero soy mortal desde
la línea de tres puntos, así que lo llamaremos básicamente
lo mismo.
Desde el momento en que entré en la vida de Katrina,
he hecho cosas que me sorprenden. He tomado el camino
difícil. De acuerdo, más difícil de lo habitual, pero para ser
justos, he disfrutado cada momento, así que no es
exactamente una carga. He cambiado desde que la conocí y
puede haber comenzado como un juego para conquistarla,
pero dejó de ser eso hace mucho tiempo.
—Creo que me quedaré un año más —digo, y las
palabras se sienten bien. Terminar mi carrera, seguir
trabajando y convertirme en profesional cuando sea mi
momento.
—¿Katrina no tiene otro año también? —pregunta,
sonriendo tan grande que sus dientes hacen acto de
presencia.
Pero no se trata de ella, al menos no del todo. Él tiene
mis defensas altas y busco la primera respuesta que me
llega.
—Eso me da otro año antes de tener que
preocuparme por las serias cazadoras de camisetas. Por
otra parte, nunca he discriminado a las chicas que solo
están interesadas en mí por el balón.
Él sonríe y yo me río, pero se siente mal mientras me
sacude el pecho. Las palabras son ciertas. Nunca me ha
importado si una chica solo me perseguía por lo que soy y lo
que significa para su lista de deseos sexuales. No importaba
porque las estaba usando de la misma manera. Fácil, sin
complicaciones. Pero ahora… no tiene el mismo atractivo
que antes.
Capítulo Treinta y Dos
Katrina
La casa de Gabby está cerca del campus en un lindo
desarrollo de casas adosadas. Blair y Vanessa planean
mudarse con ella al final del semestre, por lo que la casa de
tres habitaciones parece vacía con solo las cosas de Gabby.
Los muchachos van a mover las cosas pesadas y las
cuatro estamos fingiendo guardar los utensilios de cocina.
Vanessa sirve vino en cuatro vasos de plástico que
dicen Valley.
—Necesitamos copas de vino.
—No. —Blair niega con la cabeza—. Tengo esas y
algunos vasos de margarita. Están en la casa de mis padres,
pero los mencionaré la próxima vez que los visite.
Levanto la vista a tiempo para ver a Joel y Z entrando
por la puerta con una gran silla redonda que es lo
suficientemente grande como para acurrucarse y dormir. La
tensión del peso obliga a los músculos de Joel a abultarse
alrededor de la manga de su bíceps.
—Tienes un poco de baba. —Vanessa me da un
codazo y se limpia la comisura de la boca.
—Cállate.
Cuando el camión de mudanzas está vacío,
empujamos a los chicos por la puerta. Wes mira a Blair con
grandes ojos de cachorrito cuando le dice que se quedará
con Gabby esta noche.
—¿Tú qué tal? ¿Puedo convencerte de que te escapes
más tarde? —Joel me susurra al oído.
—Te enviaré un mensaje en un momento.
Roza sus labios sobre los míos.
—Sabes a vino y a malas decisiones.
—Alguien me dijo una vez que el vino emociona a la
gente —bromeo y trato de calmar los latidos de mi corazón.
Mis emociones ya estaban a toda marcha antes de tomar un
sorbo.
Con un lento movimiento de cabeza y una sonrisa, se
aleja.
—Bien. Esperaré que me cuentes todos tus secretos
más oscuros más tarde.
Sé que está bromeando, pero estoy tentada de
mantenerlo cautivo y forzar el vino por su garganta.
—Te mostraré el mío si me muestras el tuyo.
Su mirada me recorre y mi cuerpo se estremece.
—Hasta luego, Kitty.
Resulta que solo se necesita una hora para que el vino
tenga el efecto deseado. Estoy borracha y de repente todo
lo que quiero hacer es hablar con Joel y decirle que me
estoy enamorando tanto de él.
Gabby se recoge el cabello en un moño desordenado
en la parte superior de la cabeza mientras escuchamos a
Vanessa contar historias sobre Mario y su pene gigante. La
expresión de Blair es de asombro, así que estoy segura de
que esto no ha sido algo que Vanessa haya compartido
antes de esta noche. Maldita sea, el vino realmente es
bueno para sacar secretos.
—En serio, debe de tener copas atléticas hechas a
medida para proteger todo eso. —Ella hace un gesto hacia
su entrepierna y luego mueve su mano por su muslo y se
detiene un buen pie hacia abajo como para darnos una idea
de qué tan bajo cuelga el pene de su novio.
—Ya no puedo oír más —dice Blair y se tapa los oídos
—. Nunca podré volver a mirarlo a los ojos.
Estoy escuchando, pero sigo viendo a Gabby. Todo ese
cabello rubio recogido sobre su carita la hace parecer más
joven. Me pilla mirándola y baja la cabeza como si pensara
que estoy mirando sus cicatrices.
—Tu cabello es precioso— digo—. Deberías llevarlo
más recogido. Te pareces a Campanita.
Ella se burla.
—Más como Dos Caras de Batman, pero gracias.
—Tus cicatrices no son tan malas. De hecho, creo que
se han aligerado mucho en los últimos meses —insiste Blair
y la abraza—. Eres una Campanita increíble.
Nos echamos a reír. Lloramos de tanto reír.
—¿Por qué nos reímos, ni siquiera es tan divertido? —
Vanessa pregunta entre risas.
Otra hora y la conversación vuelve a los chicos. Mis
dedos se ciernen sobre el número de Joel en mi teléfono.
Escribo los textos en mi cabeza alternando entre divertidos,
sexys o simplemente casuales.
—Toma mi teléfono —le suplico a Blair y lo empujo en
su dirección—. Nunca entendí los mensajes borrachos hasta
ahora y estoy segura de que estoy cerca de volverme una
completa idiota.
Vanessa se lo arrebata a Blair y toca la pantalla con
los pulgares. —Tengo esto.
—¿Qué estás diciendo?
Ella se ríe y gira el teléfono hacia mí.
Yo: Quiero tu P en mi V.
Mi teléfono suena.
***
Joel
Kitty está borracha. Supuse que estaba borracha por el
mensaje, pero cuando dejo a Vanessa en casa de Mario y
vuelvo a la Casa Blanca con ella y Blair, están alternando
apuestas. entre ataques de risa y fóllandome con los ojos.
Blair sale del asiento trasero antes de que haya
apagado el motor.
—Gracias por el aventón, Joel. Buenas noches,
Katrina.
—¿Tu carro tiene nombre? —ella pregunta mientras
pasa una mano por el tablero seductoramente.
Estoy obsesionado con sus movimientos, curioso
como el infierno de lo que hará Kitty borracha a
continuación.
Me desabrocho.
—No.
—Di algo en español. —Ella aplaude y yo me río del
tema aleatorio y su emoción.
—Eres linda cuando estás borracha.
—¿Qué dijiste?
—Dije que eres linda cuando estás borracha.
Desabrochándose, ella se gira hacia mí. Todavía
estamos sentados en el carro estacionado en el garaje, pero
tengo miedo de moverme porque una vez que la lleve a mi
habitación, es probable que se desmaye. Y esto es mucho
más divertido.
—¿Alguna vez has tenido sexo aquí?
—Uhh. —¿Es esta una pregunta con trampa? Nunca le
he mentido a una chica, pero siento que decir la verdad aquí
podría estropear seriamente el estado de ánimo.
—Lo has hecho—dice, pero está sonriendo, así que no
me molesto en negarlo—. Nunca antes he tenido sexo en un
carro.
Ella suspira como si eso la decepcionara.
—¿Quieres tener sexo en mi carro?
—No sé lo que dijiste, pero suena sexy.
—Eres sexy, Katrina.
Se muerde el labio luciendo insegura, pero de alguna
manera todavía seductora y no puedo soportarlo.
—Ven aquí, Kitty.
—Dímelo en español —me pide tímidamente.
—Ven para acá.
El asiento ya está lo más atrás posible, así que cuando
se sube a mi regazo y se sienta a horcajadas sobre mí, no
hay mucho espacio. No es que lo vaya a necesitar. Solo la
sensación de ella encima de mí me tiene listo para dejarlo ir.
Sus ojos se cierran cuando mi pene empuja contra su coño.
Dios bendiga los leggings. El material delgado que usa casi
a diario no solo brinda una vista que evita que tenga que
usar mi imaginación, sino que me permite sentir el calor de
su coño y las suaves curvas de sus piernas y su trasero.
—Probablemente debería haberme quitado los
pantalones primero —dice ella. —No hay suficiente espacio
aquí para deslizarlos hacia abajo.
Capturo su boca y ella se frota contra mí mientras
levanto mis caderas para ofrecerle más fricción. Moviendo
mis manos a sus caderas y tomando el control, la deslizo
sobre el bulto en mis pantalones. Lento y fuerte hasta que
sus gemidos llenan mi carro.
La última vez que follé a alguien en seco
probablemente estaba en secundaria, pero maldita sea, es
lo más caliente que me ha pasado en mi carro. En mi…
cualquier cosa.
Katrina arquea la espalda y su cabello rubio cae por
su espalda. Palmeo ambos senos, y ella echa la cabeza
hacia atrás y se ve tan jodidamente feliz y sexy mientras
me folla a través de nuestra ropa.
—Oh, Dios mío, me corro —dice ella, abre los ojos
como platos y se ve atónita cuando el orgasmo la
estremece.
Está en la punta de mi lengua decir algo inmaduro
como puedes llamarme Joel, pero lo pienso mejor.
Probablemente tengo suficiente mojo de séptimo grado aquí
solo con la follada en seco. Me estoy dando a mí mismo un
cinco mentalmente por mi madurez cuando el orgasmo de
Kitty me excita y me corro en mis pantalones.
Capítulo Treinta y Tres
Katrina
La mayor parte de los cuatro días he estado encerrada
en la habitación de Joel. Escuela, trabajo, ensayos y Joel. Si
no extrañara tanto a Christian, sería una bendición.
Me detengo en el campo de fútbol, observo los carros
y luego saludo con la mano cuando veo a Christian y Víctor
parados frente al carro de Víctor.
La sonrisa de Christian me dice que quiere lanzarse
hacia mí, pero Víctor lo detiene tomándolo de la mano.
Me apresuro hacia él y él se libera de Víctor y corre a
mi encuentro a mitad de camino.
—¡Mami!
Me acerco a él y lo abrazo ferozmente, sintiéndome
completa por primera vez desde que lo dejé.
—Te extrañé.
Víctor se acerca, con las manos en los bolsillos y
mirando como si se sintiera como la tercera rueda.
—Gracias por traerlo —le digo—. El entrenamiento es
sólo una hora y tengo un ensayo justo después. ¿Te quedas
o quieres que nos veamos en algún lugar antes de mi
ensayo?
—Sobre eso.
El entrenador hace sonar el silbato y Christian y los
otros niños corren al campo.
Me cruzo de brazos, la piel ya erizada.
—Conseguí un trabajo de noche cargando camiones.
Comienzo esta noche.
—¿No podrías haberme avisado?
—Lo siento. No pensé que sería gran cosa. ¿Qué
sueles hacer con él cuando tienes clases nocturnas?
—No es una clase, es… —Cuento hasta tres antes de
responder—. Está bien. Lo resolveré.
—Pero lo traerás este fin de semana, ¿verdad?
Aprieto los dientes. —Sí, es tu fin de semana.
—¿Tal vez podamos sentarnos y hablar, proponer un
nuevo horario una vez que tenga mi horario de trabajo?
Solo puedo asentir. Hablar resultará en que diga algo
de lo que me arrepienta más tarde. O gritando frente a los
niños y sus madres perfectas.
—Lo siento, Katrina.
Escucho el crujido de la grava bajo sus zapatos, lo que
indica su partida. Saco mi teléfono y coloque el cursor sobre
los contactos. Estamos a menos de un mes de la noche de
estreno de la obra y este es el último ensayo en el que
puedo hacer grandes cambios de diálogo o guion.
Podría llevarlo conmigo. Las imágenes de Christian
atravesando el teatro como un tornado me dan escalofríos.
Esa no es una opción.
***
Joel
Christian habla sin parar mientras lo llevo a mi carro.
Charlando sobre el partido de baloncesto al que él y su
madre asistieron, preguntando si Ray el correcaminos estará
en mi casa y diciéndome cómo espera llegar a ser tan alto
como yo. Le estoy abriendo la puerta cuando la voz de Kitty
grita—: Oye, espera.
Me giro para verla trotar por el estacionamiento. Tetas
rebotando y cabello balanceándose de un lado a otro. Soy
directamente adicto a esta chica. No puedo tener suficiente,
que es la única explicación para que me presente aquí para
cuidar a su hijo.
—Él necesita un asiento para el automóvil —ella dice
sin aliento cuando está frente a nosotros.
—Vaya. Cierto.
—Puedo darte el de mi carro o… —La mirada traviesa
en su rostro hace que mis cejas se disparen.
—¿Quieres cambiar de carro?
—Es más fácil y rápido que desengancharlo del mío,
arrastrándolo hacia el tuyo… —Ella agita sus manos como si
mover el asiento del carro fuera un asunto de todo el día.
Veo más allá de su lógica apenas velada. Se muerde el labio
en un intento de evitar que se muestren su esperanza y su
entusiasmo.
Dejo escapar un suspiro, viendo cómo mi cordura se
aleja flotando con él.
—Está bien. Me llevo tu carro.
—¡Sí!
Me pasa las llaves y ya me arrepiento de esta
decisión.
—Ten cuidado —le advierto.
—¿Preocupada por mí?
—Preocupada por mi carro —murmuro mientras
Christian y yo nos dirigimos a su carro.
Cuando llegamos a la Casa Blanca, me detengo en el
estacionamiento y veo a los muchachos afuera tirando en el
viejo aro. Wes tiene una erección por el viejo tablero
oxidado y el borde que estaba unido a un viejo poste de
teléfono hace aproximadamente un millón de años por lo
que parece.
Nos miran divertidos al carro y a mí. Es la emoción de
Christian lo que me obliga a salir del carro.
—Buen vehículo —llama Nathan.
Z le da un codazo en las costillas.
—Trajiste a un doble.
Christian toma mi mano. Una cosa tan simple que me
pilla completamente desprevenido. Aprieto su mano
suavemente.
—¿Recuerdas a los chicos?
Él asiente, pero aún se contiene. Un lugar extraño,
gente que solo ha visto una vez, sí, tal vez este no fue mi
plan mejor pensado. Arrodillándome, me encuentro con su
expresión asustada pero curiosa.
—¿Nervioso?
Otro asentimiento.
—Sé que estos tipos son un poco grandes y feos —
digo lo suficientemente alto como para que los chicos
puedan escuchar. Se burlan con indignación fingida y
Christian esboza una sonrisa. —Pero son geniales.
Él los mira y da un pequeño paso hacia adelante.
—¿Qué dices si les mostramos a estos muchachos tus
locas habilidades con el balón otra vez? —Lo levanto y lo
pongo sobre mis hombros.
Wes le pasa el balón a Christian.
—Ten cuidado con nosotros.
Todos los muchachos son buenos deportistas, rebotan
el balón una y otra vez para Christian y lo animan tiro tras
tiro. En algún momento, Z me quita a Christian y nos
sorprende a todos con lo bueno que es con él. Christian
sonríe, tanta felicidad irradiando del pequeño. Él y el
hombre grande se unen contra el resto de nosotros,
hablando basura todo el tiempo, clasificación G, por
supuesto.
Esto es divertido. Se siente bien y correcto. Me hace
imaginar una vida con ellos. Ella maneja todo tan fácilmente
y cuando estoy con ellos, no deseo estar en ningún otro
lugar. ¿Cómo sería si Katrina y Christian fueran una parte
permanente de mi vida? Sacudo la cabeza y descarto la
idea. Ni siquiera puedo considerar eso. Ella se merece a
alguien que pueda darlo todo y yo simplemente… no puedo.
No lo haré No otra vez.
Mis pensamientos se interrumpen cuando los
neumáticos chirrían y Katrina se detiene en el camino de
entrada. Conduciendo mi carro como si lo hubiera robado.
Los chicos se ríen.
—Maldita sea. No puedo creer que la dejes conducir tu
carro —dice Nathan—. Estás colado.
Capítulo Treinta y Cuatro
Katrina
Conducir el carro de Joel me hace sentir poderosa.
O tal vez es una combinación de eventos. Joel
apareció para apoyarme, un ensayo increíble, Joel me dejó
conducir su automóvil, que es casi tan emocionante como
conducirlo a él, y me detuve para ver la escena más
increíble.
Mirando a través del parabrisas, Zeke tiene a Christian
sobre sus hombros y el resto de los muchachos parecen
estar tratando de evitar que anoten, sin entusiasmo.
Honestamente, no tenía idea de qué iba a hacer Joel con
Christian cuando se ofreció a traerlo. Ni siquiera lo había
pensado, estaba tan contenta de que él hubiera aparecido.
Estoy enamorada de él. No sé cuándo sucedió
exactamente, pero finalmente lo admití en el momento en
que lo vi poner a mi hijo bajo el brazo y alejarse como si
fuera lo más natural.
Zeke levanta a Christian de sus hombros y lo deja en
el suelo mientras salgo del carro. Él corre hacia mí, abraza
mis piernas y luego dice maldita sea como si estuviera
probando una nueva palabra y quisiera escuchar su propia
voz decir algo que ha escuchado. Arqueo una ceja hacia
Joel, cuya cara se vuelve presa del pánico. Los chicos se
ríen, lo que solo incita a Christian.
—Maldita sea —dice de nuevo.
—Muy bien, chicos.
—Mi culpa —dice Nathan mientras Joel le da un
puñetazo en el brazo.
Me pongo en cuclillas al nivel de los ojos.
—Esa es una frase de adultos.
—Vaya. —Sus ojos se vuelven grandes y redondos.
Siento a Joel a mi lado antes de que se incline. —Lo
siento amigo. Nathan dijo una mala palabra, pero lo siente.
¿Verdad, Nathan?
Miro hacia arriba para ver a Nathan parado allí,
frotándose la parte posterior de su cuello y luciendo
avergonzado.
—Lo siento por eso, Katrina.
Mira a Christian.
—Sólo los tipos tontos como yo usan esa palabra. Eres
demasiado inteligente para eso, ¿verdad? —él ofrece su
puño y Christian lo golpea.
Satisfecho, Nathan se aleja dejándome con Joel y
Christian.
—Lo siento —dice en voz baja, inclinándose y
besándome suavemente en los labios.
—Ni siquiera puedo pretender estar enojad. Todavía
estoy demasiado emocionada por conducir tu carro. Puede
que nunca lo devuelva.
—Ni siquiera lo pienses, muñeca.
Christian tira de nuestros brazos y lo balanceamos
entre nosotros.
—Debería llevarlo a casa. Gracias por esto.
Nos arrastramos torpemente, ninguno de los dos se
aleja.
—¿Vendrás? —Christian pregunta, finalmente diciendo
lo que yo soy demasiado cobarde para preguntar.
Un lado de su boca se levanta y asiente.
—Sí, si eso está bien con tu mamá. —Ambos se giran
hacia mí como si hubiera una pregunta real.
—Sí, por supuesto.
Una sonrisa en toda regla se extiende en su rostro.
—Entrené por la mañana y un partido fuera de casa
este fin de semana, así que probablemente sea la última
oportunidad de pasar unos días juntos. Nada más necesito
agarrar mis cosas. Estaré allí en unos minutos.
Me muerdo la lengua para evitar expresar mi emoción
de que esté hablando en términos futuros. De acuerdo, no
es exactamente un compromiso de por vida, pero el hecho
de que piense que seguiremos saliendo la próxima semana
es suficiente para mí. Pequeños pasos.
Sonrío y me giro para irme, sintiéndome lo mejor que
he tenido en tanto tiempo. Me sorprende lo fácil que se
siente. Realmente hay algo en la vida de Joel Moreno,
supongo.
Joel se aclara la garganta detrás de mí, y giro la
cabeza para encontrarlo sonriendo con su mano tendida.
—Oh bien —digo y le entrego sus llaves—. Vamos,
Christian.
Todavía estoy flotando, preguntándome cuándo la
vida se volvió tan jodidamente buena cuando Joel entra a mi
apartamento. Christian corre hacia él y abraza sus piernas
como si todo fuera parte de nuestra rutina antes de regresar
corriendo a su pizza.
Tratando de no pensar demasiado, hago lo mismo.
Atrapándome, pero riéndose de la sorpresa cuando salto a
sus brazos, Joel me levanta como si no pesara nada. Podría
acostumbrarme a este tipo de bienvenida.
—Nos veo un buen futuro —espeto.
Siento sus brazos tensarse cuando me pone en el
suelo.
Me apresuro, tratando de poner lo que siento en las
palabras correctas.
—Sólo quiero decir que pasar tiempo contigo, y pasar
tiempo los tres, tú, yo y Christian, me gusta y quiero seguir
haciéndolo. Estoy totalmente a favor de lo que sea que sea
esto. Admito que no esperaba sentirme así, pero estar
contigo me hace feliz. Hace feliz a Christian. Sé que todo
sucedió un poco rápido y no hemos hablado de nada,
bueno, en realidad, pero creo que me estoy enamorando…
—Detente.
Me encuentro con su mirada. En mis divagaciones,
evité el contacto visual para sacarlo todo, pero ahora estoy
pensando que debería haber mirado antes. Veo el pánico y
el remordimiento en esos profundos ojos marrones.
Niego con la cabeza, sintiéndome tonta.
—Lo siento. Pensé…
—Mamá, pon tu plato junto al mío —grita Christian
desde el comedor, interrumpiendo mi humillación.
Joel se ve dividido entre huir o unirse a Christian. Me
doy la vuelta y me muevo a la cocina tratando de recuperar
algo de compostura. Poniendo una mano en mis labios
temblorosos, cierro los ojos y deseo que las lágrimas no
caigan.
Puedo escuchar a Joel moverse por el apartamento y
tomar asiento junto a Christian, pero físicamente no puedo
unirme a ellos. No puedo sentarme frente a él y fingir que
no acaba de aplastar el corazón que le ofrecí en una
bandeja de plata. O casi ofrecido. No estoy segura de si es
más o menos humillante que en realidad no dije las
palabras. ¿Qué clase de chico evita que una chica le diga
que se está enamorando de él?
Siempre supe lo que era esto. Sabía quién era él, pero
una cita se convirtió en otra y en otra, y en algún momento
mi corazón dejó de recibir la nota de que esto era casual.
Estar con Joel es fácil, demasiado fácil. Solo eso debería
haberme puesto en guardia. Mi vida no es fácil, y me
enorgullezco de hacer lo mejor a pesar de eso.
Me quedo en la cocina, lavo los platos hasta que
puedo ver mi reflejo, limpio los mostradores, limpio las
puertas sucias de los gabinetes, básicamente cualquier cosa
que me mantenga ocupada.
—¿Terminaste? —Oigo que Joel le pregunta a
Christian.
Él entra en la cocina con sus platos y los de Christian,
los lava y los enjuaga antes de volverse hacia mí. Christian
ya pasó a lo siguiente, empujar carros alrededor de la pista
instalada en la sala.
—Lo siento —me dice. Ningún intento de suavizar las
cosas. Sin falsas promesas. Sólo sus disculpas por no
amarme.
—No, lo siento. Me enredé en todo. Me haces feliz, mi
hijo es feliz. La forma en que te presentas ante nosotros es,
bueno, es difícil no enamorarse de ti.
—Creo que tú y Christian son geniales y me
encantaría pasar más tiempo contigo, pero el amor y las
relaciones son simplemente… simplemente no son algo que
hago. Ustedes dos merecen mucho más de lo que yo puedo
darles. Supongo que estaba siendo egoísta al forzarme a
entrar en tu vida cuando no puedo ser lo que necesitas. Es
que… —Él se pasa una mano por el cabello y murmura al
suelo—. No estoy listo para rendirme.
Se me cae una lágrima y la limpio con furia.
Pone un dedo en mi barbilla y acerca sus labios a los
míos en el beso más suave que dice el adiós que sé que
viene.
—No llores por mí, Kitty. —Él da un paso atrás, los ojos
atormentados pero la mandíbula apretada—. Yo debería
irme.
Asiento, desconfiando de mi voz. Aplastando aún más
mi corazón, se dirige a Christian, se agacha y habla para
que yo no pueda escucharlo. Christian sonríe y luego golpea
los puños de Joel con los suyos. Mi hijo ignora por completo
que este hombre se está yendo de nuestras vidas para
siempre y trato de estar feliz por eso. Mejor ahora que
dentro de seis meses o un año cuando Christian esté más
apegado.
Sigo a Joel hasta la puerta. Me envuelve en un abrazo,
juntando nuestros cuerpos y pasando una mano por mi
cabello. Quiero quedarme así para siempre. Retroceder en el
tiempo y mantener mis sentimientos guardados en el lugar
al que pertenecen.
—Lo siento. Lo siento mucho.
Capítulo Treinta y Cinco
Joel
—Moreno, ¿qué diablos te pasa hoy?
Sacudo la cabeza y me limpio el sudor de la frente.
La boca del entrenador forma una línea firme y señala
hacia la línea lateral.
—Toma asiento. Johnson, tú vas.
Parece que Wes va a hablar cuando paso junto a él
parado en la parte superior con su puto portapapeles de
borrado en seco en la mano, pero lo desvío.
—Ahórratelo.
Estoy enojado. No, a la mierda, estoy encabronado.
Conmigo mismo. Con la vida. Con todo.
Katrina me ama o se está enamorando de mí. Estoy
seguro de que son sinónimos. ¿Cómo no vi venir esto? Es la
razón exacta por la que dejé de dejar entrar a las chicas
más allá de mi cama. Desde el día en que Polly destrozó mi
creencia en el amor y la confianza, yo había cambiado. Me
aseguré de que mis intenciones fueran claras: solo sexo,
solo diversión, deja tus emociones en la puerta. Había sido
más fácil de lo que pensaba hasta que entré en ese maldito
café.
Me había estado engañando, pensando que podía
bailar alrededor de las líneas con ella y Christian, pero en el
segundo en que las palabras salieron de su boca no me
sentí feliz, me sentí jodidamente aterrorizado. Si le diera mi
amor y ella lo tratara tan imprudentemente como lo había
hecho Polly, me destruiría. Me cambiaría más allá de la
reparación.
Mierda.
Lanzando el balón a Johnson, doy otro paso hacia el
banco y me quedo quieto. Congelado en el lugar cuando el
peso de la realización me golpea.
Polly no era mi Vesper. Katrina lo es. Katrina es mi
Vesper.
Mi pecho ya está apretado ante la idea de no verla a
ella ni a Christian. Esa chica se ha metido debajo de mi piel
tanto como ella. ¿Y si cambiaba de opinión en un mes o un
año? No, no qué, cuándo. Al igual que antes, no tendría
control: se irían y yo estaría destrozado. Perder a Polly me
cambió, pero si le doy mi corazón a Katrina, me arruinará
cuando finalmente se aleje.
Saber que no puedo ser lo que necesitan, que están
mejor sin mí, jodidamente duele. Saber que no estoy
dispuesto a arriesgarme a intentarlo me hace sentir como
un cobarde.
Cuelgo mi cabeza y me cubro con una toalla,
envolviéndome en la oscuridad. Mi propio infierno sudoroso
personal.
Alguien se acerca y miro el suelo frente a mí, y veo los
Jordan de la vieja escuela del entrenador. El hombre tiene
buen gusto para los zapatos, le concedo eso.
—Sal de aquí. Ve a clase, vete a casa, no me importa
lo que hagas, pero ponte en forma.
—Estoy bien —digo entre dientes, molesto por ser
enviado a casa como un niño.
—No era una pregunta, hijo. No quiero verte hasta
mañana por la mañana. Tenemos siete días hasta el torneo
y necesito que arregles cualquier cosa que tengas en la
cabeza.
Con un suspiro, me levanto y me dirijo hacia el
vestuario.
—Moreno —me llama el entrenador y hago una pausa
—. Mañana espero que tu cabeza esté en orden o no te irás
de aquí hasta que lo esté.
***
Katrina
Todo el campus está hablando del partido de esta noche.
Azul y amarillo inundan el University Hall. El café ha estado
ocupado, tanto los estudiantes como los profesores tomaron
su cafeína antes de pasar la noche viendo la primera ronda
del torneo.
Una semana. Siete días. Días largos e
insoportablemente vacíos sin Joel. No me ha enviado
mensajes, no es que yo esperara que lo hiciera. La fantasía
ha terminado oficialmente.
Es el primer jueves, aparte de las festividades y las
vacaciones escolares, que Joel falta, y no puedo evitar
preguntarme si habría venido, aunque no estuviera en Salt
Lake City.
Gabby aparece al final de la fila y saluda. Estoy tan
feliz de verla que me concentro y termino rápidamente los
cuatro pedidos que tiene delante.
—¡Hola! —digo cuando finalmente está en el
mostrador—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Ella no está tomando clases en el campus, por lo que
su presencia significa que ha venido a verme.
—Quería invitarte al bar esta noche. Es mi primera
noche trabajando sola y Blair, Vanessa y algunos de los
muchachos de béisbol vendrán a ver el partido. —Ella me
mira esperanzada—. Y por apoyo moral. ¿Por favor?
Necesito al menos una mesa que sepa que no me gritará.
Gabby tiene una manera de sacar sonrisas de las
personas sin siquiera quererlo y siento el primer chasquido
de una sonrisa sincera con Dios desde que Joel me rompió el
corazón.
—Por supuesto, estaré allí. Christian está con Víctor
este fin de semana.
Y me vendría bien la distracción. Sé que no podré no
ver el partido y mirar el juego solo puede llevarme a pensar
en Joel. Como si hubiera hecho algo más que eso la semana
pasada.
—Excelente. Gracias. —Se inclina sobre el mostrador y
abraza mi cuello—. Mi turno comienza a las seis.
El resto del día pasa sin pensar demasiado en mi
semana de mierda, y cuando empieza el partido y estoy
sentada entre Blair y Clark, un amigo de Mario del equipo de
béisbol, casi me siento bien.
Casi.
Una parte de mí incluso está emocionada de ver a Joel
en las pantallas planas pegadas en cada pared. Excepto que
no es el verdadero Joel. Es un imitador solemne y derrotado.
Cuando suena el timbre del medio tiempo y los locutores
comienzan a hablar sobre la primera mitad del juego, me
doy cuenta de que él está tan miserable como yo y se nota
en su actuación menos que estelar.
Tal vez sea estúpido de mi parte no estar saltando de
un lado a otro al saberlo, pero si Joel no va a estar conmigo,
quiero que vuelva a ser el chico encantador y tranquilo que
anhelaba. No quiero ni necesito su dolor. Ciertamente, tener
compañía no hace que mi propia miseria se sienta mejor.
—Se suponía que este era un partido fácil —dice Mario
mientras Gabby trae una nueva jarra a nuestra mesa.
Todavía me sorprende que Gabby aceptara un trabajo
en el lugar de reunión universitario más popular. La mitad
del tiempo se esconde detrás de su cabello con la
esperanza de que nadie la note, pero no se puede ocultar su
hermoso cabello rubio y su —trasero notable—. Eso de Clark
quien, Dios bendiga su corazón, trató de decirlo como un
cumplido, pero envió a Gabby corriendo detrás de la barra.
El resto de la mesa opina sobre el partido, pero dejo
de escuchar y saco mi teléfono.
Sé que hay muy pocas posibilidades de que los
muchachos pasen el medio tiempo revisando sus teléfonos,
pero conozco a alguien que podría darle un mensaje a él.
***
Joel
La chaqueta del entrenador está tirada sobre una silla y
actualmente se está tirando de la corbata. Que mierda de
primera parte. Florida Gulf está jugando la mitad de sus
vidas, pero, aun así, deberíamos estar destruyéndolos.
Shaw, nuestro hombre clave novato, está abrumado en su
primer partido de torneo y estoy lanzando ladrillos.
Dejar de lado las distracciones y concentrarse en el
presente es algo que los atletas aprenden a hacer cuando
alcanzan un nivel competitivo. Es una necesidad para
algunos jugadores, cambian de marcha y pueden dejarlo
todo fuera de la cancha, algunos usan los días malos para
alimentar su motivación. Para ser honesto, nunca necesité
desarrollar un mecanismo de afrontamiento. Después de
Polly, apagué esa parte de mi cerebro, no solo cuando
estaba jugando a el balón, sino todo el tiempo. Hasta
Katrina.
—Moreno —la voz del entrenador me saca de mis
propios pensamientos. —Te dejaré comenzar la segunda
mitad, pero tengo a Johnson en espera si no puedes
arreglarlo.
Espectacular.
Z me da un codazo, dándome una charla de ánimo en
silencio con su mirada seria.
El entrenador nos da nuestras órdenes de marcha
finales para el plan de ataque, y nos ponemos de pie para
regresar a la cancha.
—Oye —Wes hace un gesto con la cabeza y yo me
quedo atrás.
—Amigo, te juro por Dios que, si me das otro discurso
de ánimo sobre el corazón, voy a perder la cabeza.
Él se ríe. —Maldita sea, necesito material nuevo. —Me
pasa su teléfono. —Creo que esto es mejor que cualquier
cosa que se me haya ocurrido.
Confundido, pero intrigado, tomo su teléfono y veo un
mensaje de Katrina.
Wes me da palmaditas en la espalda. —Nos vemos ahí
fuera, hombre.
Me siento en el banco frente a los casilleros y paso
una toalla por mi frente. Dejo escapar un suspiro y leo.
Joel
En autobús al aeropuerto todo es silencio. Sacamos la
victoria, pero fue una llamada de atención sobre lo rápido
que podría terminar la temporada. Incluso si por algún
milagro logramos regresar aquí el próximo año, sé que no
será lo mismo sin Z. Me ha hecho trabajar de manera más
inteligente y esforzarme más. Jugar con un tipo de su
talento nos hace ver mejor a todos porque nos esforzamos
por ser mejores.
Wes me da un codazo cuando estoy a punto de cerrar
los ojos.
—Buen trabajo.
—Sí, tú también. Sé que te doy una mierda por ser
entrenador, pero todavía tienes que guiarnos. Y ni siquiera
tuviste que dar una charla de ánimo al corazón.
—No tenía que hacerlo, alguien más se me adelantó.
Katrina.
Wes y yo casi siempre nos sentamos uno al lado del
otro en los viajes en autobús. Wes nunca lo admitiría, pero
creo que le gusta que no me quedo sentado y cavilando
como él o Z. Nunca he tenido problemas para decir lo que
pienso, para desahogarme. Pero esta noche, estoy perdido
en mi cabeza y él parece sentir eso.
—Entonces, ella es tu amuleto de la suerte, ¿eh?
Hijo de puta, leyó el texto.
Como si leyera mis pensamientos, dice—: Tenía que
asegurarme de que no te iba a molestar la cabeza. Me gusta
la chica, pero no lo suficiente como para jugarme un
campeonato nacional con sus sabias palabras.
—Sí, supongo que ella lo es.
—¿Sabes cuál es tu problema? —Wes inclina su
cuerpo hacia mí y gimo. Justo lo que esperaba, una revisión
crítica de mi actuación de mierda.
—¿Qué es eso? —pregunto secamente, siguiéndole la
corriente porque sé que la forma más rápida de avanzar es
no resistirse.
—Crees que el tiro en suspensión es tu único
movimiento. No lo es.
—Bien, voy a morder. ¿Qué demonios significa eso?
—Significa que eres uno de los mejores jugadores de
baloncesto que conozco. No tienes que apegarte a tus
movimientos característicos. Prueba cosas nuevas, toma
riesgos. Estuviste increíble esta noche.
—Gracias, hombre.
—Mientras estoy dando consejos, me siento obligado
a decir que creo que podrías hacer lo mismo fuera de la
cancha.
Ahí está. Sabía que esta charla de ánimo se prestaría
a una intervención personal.
—Parecías feliz el mes pasado. Realmente no me di
cuenta hasta que no lo estabas. Me refiero a que siempre
has sido despreocupado y el alma de la fiesta, pero desde
Katrina, pareces… feliz. Joder, no sé cómo explicarlo. Lo
siento si no te apoyé al principio. Estaba equivocado.
He sido feliz. Un tipo más profundo de felicidad que
había olvidado que existía, si soy honesto. Pero eso no
significa que quiera inscribirme en la inevitable bola de
demolición en un mes o seis cuando las cosas se estrellen y
se quemen.
—Sea lo que sea lo que estés resolviendo, no creo que
tirarte a toda la población femenina del Valle vaya a ayudar.
Especialmente no ahora.
Me resisto a poner los ojos en blanco. Apenas. —No es
terapia sexual. Simplemente me gustan las mujeres.
—Déjame preguntarte, ¿con cuántas mujeres te has
liado en el último mes?
Muelo las muelas.
—No significa nada.
—Está bien. Pero ahora eres libre, ¿verdad?
Obviamente, Katrina y tú están fuera de juego a juzgar por
tu humor de mierda.
¿Puedo suponer que has enviado mensajes a un
puñado de chicas para ver quién está disponible cuando
volvamos para chocar los cinco con tu pene? Ya que ustedes
dos no son una cosa, no debería ser un problema.
Es cierto que eso es lo que habría hecho en el pasado
y el imbécil sabe que no le he enviado mensajes a nadie.
Apenas he tocado mi teléfono en los últimos días porque
cada vez que lo hago, quiero enviarle un mensaje a Katrina
y sé que no puedo. Y los textos de las cazadoras de
camisetas vienen en una sucesión constante, pero no he
leído ni uno solo. Dios, odio cuando él tiene razón.
—¿Terminaste? —pregunto y saco mis audífonos para
poder bloquear cualquier otro intento de charla.
Él sonríe demasiado dulcemente como si supiera que
ha hecho su punto.
Capítulo Treinta Nueve
Katrina
Joel y el equipo se han ido más de lo que han estado en
la escuela desde que comenzó el torneo. No lo he visto, y
solo hemos intercambiado algunos mensajes, todos ellos
sobre los partidos. Este fin de semana es la semifinal. Es el
fin de semana de Víctor con Christian, pero Christian
realmente quería que viéramos el partido juntos, así que
estoy en la casa de Nadine entre mi hijo y su padre en el
sofá de la planta baja. Honestamente, nunca pensé que
vería el día.
Cuando la cámara se acerca a Joel, Christian salta y
vitorea. Los locutores hablan sobre cómo su actuación de
esta noche será clave para una victoria de Valley y mi
estómago está hecho un nudo.
Víctor me ofrece el tazón de papas fritas y niego con
la cabeza.
—No, gracias, no me gustan.
—¿De verdad? No sabía eso.
Hay mucho que no sabemos el uno del otro, pero
señalarlo apenas parece productivo. Víctor se ha estado
esforzando más. No ha llegado tarde ni se ha perdido una
reunión y, de hecho, vino a uno de los partidos de fútbol de
Christian. Desde que Christian estuvo enfermo y lo llamé
para pedir ayuda, ha sido diferente. Tal vez ver a su hijo tan
vulnerable finalmente lo conmovió.
—Tengo una idea —digo, viendo a Joel en la televisión.
Cuando lo miro, Víctor me mira con sospecha. Justo ya
que no he sido la persona más fácil para compartir la
paternidad. Mi enojo y amargura por su ausentismo no
carecen de mérito, pero ciertamente no he ayudado en las
cosas manteniéndolo sobre su cabeza y actuando como una
reina de hielo a su alrededor.
—Juguemos a siete preguntas. Hazme las siete
preguntas que quieras y yo haré lo mismo.
Tirando de un movimiento de Joel Moreno. Funcionó
para nosotros, tal vez ayude con Víctor, menos los besos y
las caricias. No hay absolutamente ninguna química entre
Víctor y yo ahora. Todavía es atractivo, cabello rubio y ojos
azules con pestañas largas y oscuras por las que las
mujeres matarían. Pero él no es realmente mi tipo. En ese
entonces no me di cuenta de que tenía un tipo. Víctor había
sido agradable.
—Bien. Sí, es una buena idea.
Nos miramos el uno al otro por un minuto, sin hacer
un movimiento para ir primero.
—Voy a conseguir algo de alcohol para esto. ¿Te gusta
la cerveza?
—Sí, gracias.
Víctor desaparece escaleras arriba y tiro a un
Christian que se retuerce en mi regazo.
—¿Cómo está el equipo?
—Bien. —Él sonríe de oreja a oreja—. ¿Tal vez si
ganan, podemos volver a comer pizza con Joel?
Está tan concentrado en la idea que no me atrevo a
hacer nada más que asentir mientras salta de mi regazo
para pararse frente al televisor.
—Está bien —dice Víctor, bajando las escaleras con
cuatro cervezas, dos en cada mano—. ¿Lista?
Nos acomodamos en el viejo sofá de cuero, uno frente
al otro. Yo recostada contra el reposabrazos y Víctor en el
otro lado con el pie apoyado sobre una rodilla.
—¿Comida favorita? —pregunto y tomo un sorbo de
Bud Light.
—Pizza.
—A Christian también le gusta.
Mira a nuestro hijo y sonríe.
—¿Tuya?
—Hamburguesas con queso. ¿Banda favorita?
—Tupac. —Muestra una W con la mano izquierda en el
símbolo del lado oeste y me río. No lo había considerado un
rapero de la vieja escuela.
Disparamos preguntas de un lado a otro, ninguno de
nosotros cuenta y solo nos detenemos ocasionalmente para
seguir el partido. Valley lidera y Joel luce bien. No, se ve
genial. Christian salta entre pararse un pie frente al
televisor animando y saltando en el sofá entre nosotros.
—Tengo una pregunta —dice Víctor, desviando mi
atención de la televisión—. ¿Qué está pasando contigo y el
tipo del equipo baloncesto?
Señala hacia la televisión.
—Nada.
—Vamos, estamos compartiendo.
—Me estaba ayudando con mi obra y salimos en
algunas citas. Eso es todo. Estamos en diferentes lugares. Él
no está buscando una relación y yo sí. Fue una tontería. —
Me encojo de hombros—. ¿Tú qué tal? ¿Estás saliendo con
alguien?
Él niega con la cabeza.
—No. Conocí a alguien en la escuela, pero nada serio.
Caemos en un cómodo silencio, mirando la televisión
a pesar de que es el medio tiempo y realmente no hay nada
que ver. Valley está arriba por diez y los locutores parecen
seguros de que pueden ganar siempre que no pierdan la
cabeza en la segunda mitad.
La cámara enfoca a Joel y Z caminando de regreso a
la cancha.
—Creo que te equivocas con él —dice Víctor—. El tipo
casi me dijo que necesitaba dar un paso al frente. Él no
haría eso si no tuviera un interés personal.
—¿Espera qué? ¿Cuándo? —Eso no suena como Joel. O
bueno, lo hace, en realidad, pero todavía estoy sorprendida.
—Ese día en tu apartamento. Antes de irse me dijo
que te dijera adiós y que no me pedirías ayuda, pero la
necesitabas.
Me estremezco porque Víctor y yo finalmente estamos
hablando, y no quiero que esto agite las cosas antes de que
apenas hayamos progresado.
—Él estaba en lo correcto. Quiero decir, estaba
enojada al principio, por eso no lo mencioné antes, pero lo
pensé, luego recibí la misma charla de mi madre, así que
pensé que probablemente no estaba hablando como un
loco.
Me río torpemente y él se une.
—Lo siento —digo, aunque no estoy segura de por qué
me estoy disculpando exactamente, ¿por dejar que llegue a
un punto en el que otras personas necesitaban intervenir?
Debería haber sido yo quien hablara con él al respecto.
—No yo lo siento. —Juega con la lengüeta de su lata
de cerveza, empujándola hacia un lado y luego hacia el otro
—. Lamento haberme ido. Cuando nació Christian, sentí que
ustedes no me necesitaban. Incluso cuando estaba aquí,
mamá lo adoraba principalmente. Ella se hizo cargo y la
dejé. Luego, a medida que crecía, apenas lo conocía. No
sabía lo que le gustaba o necesitaba, y lo intuía.
Estamos en silencio y no puedo pensar en qué decir.
Yo no sabía nada de esto. No había preguntado, siempre
supuse que era puramente egoísmo lo que lo mantenía
alejado.
—Christian es un buen niño— digo y ambos miramos a
nuestro hijo que ha perdido interés en el partido y está
haciendo rodar la pequeña pelota de baloncesto de Valley
que Joel le regaló—. Ambos necesitan más tiempo juntos. Lo
está consiguiendo ahora y creo que ha sido bueno para él.
—Sí, es un buen niño. No puedo tomar ningún crédito
por eso. Fuiste todo tú. Gracias por eso y por un millón de
cosas más.
Tal vez eso es todo lo que necesitaba escuchar: el
reconocimiento de que lo he hecho bien y que él se ha dado
cuenta porque todo el resentimiento persistente al que me
he aferrado durante los últimos tres años desaparece con
esa declaración. Tengo la esperanza de que esto realmente
sea un nuevo comienzo para todos nosotros.
—Además, por lo que vale, creo que deberías darle
una oportunidad real al chico. Definitivamente tiene el sello
de aprobación de Christian.
—¿Qué quieres decir con una oportunidad real?
Víctor sonríe.
—No lo descartes al primer error. Parece que ya has
decidido por él. —Levanta las manos a la defensiva mientras
abro la boca para protestar. Joel dejó muy claro su mente y
sus sentimientos—. Mira, sé que no tengo espacio para
hablar cuando se trata de desarrollo personal, pero tu
tendencia es cerrarte, morderte la lengua y hacer esto en
silencio. Eso y mi falta de agallas es la razón por la que esta
es la primera vez que tenemos una conversación real en
tres años.
—No puedo obligarlo a sentir algo que no siente. E
incluso si él sintiera lo mismo, ¿y si no puede ser lo que
necesito? —Expreso mis verdaderas preocupaciones en voz
alta. Ser responsable de un pequeño ser humano significa
que no puedo conformarme o aceptar menos de lo que
merezco, incluso si creo que estaría dispuesto a aceptar las
migajas que Joel me daría si las cosas fueran diferentes.
—Entonces al menos puedes seguir adelante sabiendo
que lo diste todo. Pero ahora mismo, mirándote, sé que
todavía estás esperando que él cambie de opinión. Tal vez él
está teniendo las mismas reservas.
El partido termina tarde y ante la insistencia de
Nadine, me encuentro en la habitación de invitados pasando
la noche. Valley ganó, y sostengo mi teléfono sobre mi
rostro debatiendo si enviarle un mensaje a Joel. No puedo
creer que esté a punto de seguir el consejo de Víctor, de
todas las personas.
Joel
Las lágrimas de Z se mezclan con las mías. Estoy
llorando como un bebé y ni siquiera me importa. Ganamos.
Valley tiene su primer trofeo de campeonato de baloncesto
de la NCAA y nuestro equipo ha hecho algo con lo que todos
hemos soñado.
Nos turnamos cortando la red, hay entrevistas tras
entrevistas. Es el mejor tipo de locura. El mejor momento de
toda mi vida, uno que nunca olvidaré. Mis padres y
hermanas están mirando desde sus asientos y hay una
sensación de comodidad y satisfacción que fluye junto con
la emoción.
Es tarde cuando la multitud se despeja, nos duchamos
y nos dirigimos a la mesa de mezclas para los jugadores, la
familia y cualquier otra persona que se considere lo
suficientemente importante.
—Felicidades. —Michelle se mueve hacia mí primero y
me abraza con fuerza. Está cubierta de pies a cabeza de
azul y amarillo. Tanto orgullo de Valley corre por su sangre
que no hay duda de que será una estudiante orgullosa de
Valley tan pronto como se gradúe del bachillerato.
Bree no me abraza, pero sonríe y me dice buen
partido, que es todo lo que puedo esperar de ella. Ella se
graduará del bachillerato este año y ya dijo alto y claro que
irá a cualquier parte menos a Valley. Ella no se ha postulado
en ningún otro lugar, así que estoy llamando su mentira.
—Estamos muy orgullosos de ti. —Mi madre pone
ambas manos en mi rostro antes de acercarme a ella—.
Estamos muy orgullosos de ti. Siempre.
Recuerdo que Nathan está detrás de mí, su familia no
podría estar aquí, y me doy cuenta de lo mucho que debe
apestar no tener a nadie aquí. Me giro hacia él, envuelvo un
brazo alrededor de sus hombros y tiro de él hacia el círculo
antes de dejar caer mi brazo.
—Y tenemos otra oportunidad de volver aquí el
próximo año.
—Fue un infierno de año. Uno del que ambos deberían
estar realmente orgullosos —dice mi padre con su voz oficial
de presidente de Valley, pero luego se suaviza cuando dice
—: No pases demasiado tiempo celebrando antes de volver
al trabajo para la próxima temporada.
Nathan sonríe ante eso, levanta el brazo y chocamos
los puños. Hacemos las rondas, saludamos a los
compañeros de equipo, las familias y cualquier otra persona
que quiera un momento de nuestro tiempo, que parece ser
todo el mundo.
Cuando puedo escabullirme, reviso mi teléfono.
Todavía nada de Kitty. Con alrededor de un millón de
personas dándome palmaditas en la espalda y felicitándome
por mi contribución a la victoria, son sus palabras las que
quiero más que nadie. Me había enviado un mensaje de
buena suerte antes del partido, sus rostros y los de Christian
estaban juntos, y me di cuenta de que ambos vestían sus
camisetas de Valley.
Nathan se acerca mientras miro la foto y deseo que
Kitty llame o envíe un mensaje.
—¿Estás listo para la fiesta?
Asiento.
—Sí, listo para salir de aquí, seguro. Necesito
despedirme de mi familia.
Nathan señala a Shaw y Malone que están junto a la
puerta.
—¿Quieres que te esperemos?
—No, continúen. Al rato los alcanzo.
Mi mamá y mis hermanas no están a la vista, pero veo
a mi papá y me dirijo hacia él.
—Estamos yéndonos. Gracias por venir. Significa
mucho.
Él pone una mano en mi hombro.
—Te has convertido en un buen hombre. Trabajador,
inteligente, leal. En ningún otro lugar preferiría estar
presidente de Valley o no.
Conmovido por sus palabras, pero sintiéndome
incómodo como el infierno por toda la atención que mi
talento y mi carácter han recibido esta noche, cambio de
tema.
—¿Adónde fueron mamá y las chicas?
—Al baño. Si se parece al viaje que hicieron en el
medio tiempo, no esperaría que regresen pronto. Anda —
hace un gesto con la cabeza—. Nos vemos en casa.
No se necesitan más indicaciones, salgo y llamo a
Katrina tan pronto como estoy lo suficientemente lejos del
ruido, que creo que podré escucharla.
—¿Hola? —ella responde con voz ronca, obviamente
despertada del sueño.
—Hola.
—Felicidades. —Puedo escuchar la sonrisa en su voz.
—Gracias.
Hay silencio durante demasiado tiempo, pero estoy
totalmente perdido. Para alguien que la llamó, estoy
haciendo un trabajo de mierda al hablar. Todas las cosas
que quiero decir y ninguna se siente bien por teléfono.
—Iba a enviar un mensaje o llamar, pero pensé que
estarías celebrando con el equipo. —Bosteza.
—Todavía podrías haberlo hecho. Siempre puedes
llamar.
—Christian te hizo un dibujo. Yo, eh, le prometí que te
lo daría cuando volvieras.
De alguna manera eso se siente mejor que el trofeo
que aceptamos antes. Y gracias, hombrecito, por darnos
una gran excusa para verla.
—¿Tú qué tal? ¿Me hiciste un dibujo?
Su suave risa hace que mi sonrisa se haga más
grande.
—No, pero tengo café y muffins cuando quieras.
—Eso suena bien. —Excepto que no es suficiente.
Relegar nuestro tiempo juntos al café donde el mostrador
sirve como un límite literal y metafórico entre nosotros no
es suficiente. Es lo que merezco, lo que le dije que quería,
pero ya no es lo suficientemente bueno. Los ganadores
quieren el balón. Quiero el balón.
Quiero a Katrina.
***
Katrina
Bostezo mientras lleno otro vaso de café. No fui la única
que se quedó despierta hasta tarde para ver el partido a
juzgar por la larga fila que ha sido constante desde que
abrimos.
Tabitha es la siguiente en la fila y da un paso adelante
con lo que parece el maquillaje de ayer corrido debajo de
los ojos.
—Tú también, ¿eh? —Obtiene mi primera sonrisa real
del día porque sonreír requiere demasiada energía para
aquellos que no la necesitan hoy. —Parece que toda la
universidad está funcionando con tres horas de sueño.
—Menos de tres —ella dice y se desploma en el
mostrador. —Brody y yo estuvimos despiertos la mayor
parte de la noche ensayando. Hablando de eso, estaba
pensando en ti en el camino.
Agarro un vaso grande de café y ella asiente.
—Dos.
Tomo un segundo café y lo lleno mientras pregunto—:
¿Por qué estaban pensando en mí?
—Brody y yo queríamos asegurarnos de que llegarías
mañana por la noche a las pruebas de vestuario. Deberían
tener los escenarios listos entonces también. Dios, no puedo
creer que el espectáculo sea tan pronto.
—¿Crema o azúcar?
Ella niega con la cabeza y pongo los vasos en el
mostrador y les aseguro las tapas.
—Por supuesto. Estoy más que emocionada. Ya es
mucho más de lo que podría haber soñado.
Estoy cobrando sus cafés cuando University Hall
estalla en aplausos y vítores. Mirando hacia la puerta, lo
veo. Él lleva una camiseta de baloncesto de Valley y
pantalones deportivos que muestran unos tobillos sexys, sí,
tobillos sexys, es una cosa. Una cosa de Joel Moreno.
La gente se amontona a su alrededor, le da
palmaditas en la espalda y dice cosas que no puedo
entender. Se lo toma todo con calma, sonriendo y
agradeciendo a la gente, pero sin detenerse mientras
camina desde la puerta hasta el mostrador. Escucho a
Tabitha reírse mientras le devuelvo su tarjeta sin mirar.
—Hablando de sueños que se hacen realidad —me
dice y luego mira a Joel—. Felicidades.
—Gracias. —Su mirada vuelve a mí y sonríe—. Hola,
Kitty.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—No podía dejar de pensar en ti y en Christian
anoche. Me preguntaba qué estabas haciendo y deseaba
poder celebrarlo comiendo pizza y viendo la imagen que me
dibujó el hombrecito.
Tabitha toma uno de los cafés y toma un sorbo, lo que
llama la atención de Joel sobre el hecho de que tenemos
una audiencia.
—Oh, no te preocupes por mí —dice ella. —O las otras
cincuenta personas pendientes de cada una de tus
palabras.
Él se ríe y luego salta el mostrador. Mi boca se siente
como si hubiera tragado arena y la abro para decir algo,
preguntarle qué está haciendo, o tal vez simplemente
debería besar la sonrisa ridícula de su rostro como si
realmente quisiera. Pero soy incapaz de hacer ninguna de
esas cosas. La mirada que me da alcanza y
simultáneamente tira de mi corazón y excita mis partes
femeninas.
—Creo que estás retrasando la fila, Joel Moreno. —
Como si me importara.
—Yo pago el café —dice lo suficientemente alto como
para que lo escuchen, pero primero…
Observo su boca, esperando las dulces palabras que
estoy segura vendrán cuando sus labios se estrellen contra
los míos.
Duro. Engreído. Posesivo.
Durante medio segundo, considero dónde estoy: en mi
maldito trabajo con una fila de personas, pero cuando su
lengua entra y agarra la parte posterior de mis muslos para
levantarme y acercarme, lanzo mis brazos alrededor de su
cuello y lo beso como quiero.
Como he querido hacerlo desde el día en que entró
por primera vez en este café.
Solo cuando siento que su boca dibuja una sonrisa
contra la mía, me doy cuenta de que no solo nos observan,
sino que nos animan.
Se aparta y apoya su frente en la mía. —Será mejor
que te acostumbres, Kitty. Si vamos a estar juntos, las
muestras de cariño son un requisito. De ninguna manera
puedo mantener mis manos y mis labios para mí cuando
estoy cerca de ti, sin importar dónde estemos.
—¿Si vamos a estar juntos? —Mi voz tiembla.
Él asiente y me baja, toma mis manos y me mira a los
ojos. Tiene esa forma de mirar de ojo en ojo como si
quisiera desentrañar el misterio de cada iris, como si cada
color tuviera sus propios secretos que contar.
—Te amo. Amo a Christian ¿Dame una segunda
oportunidad para demostrar el novio que puedo ser?
—Mejor di que sí o yo lo haré —dice Tabitha.
—Yo también —grita alguien más.
Joel entrelaza nuestros dedos y me atrae hacia él.
—¿Qué dices, Kitty? ¿Sales conmigo?
Digo que sí, como quise hacerlo desde la primera vez
que me lo pidió.
Capítulo Cuarenta y Uno
Joel
La trágica historia de amor de Héctor e Imelda se cierra
con una ovación de pie. Christian y yo estamos en la
primera fila junto con Blair y Gabby y un grupo de amigos
guionistas de Katrina. La familia de Katrina y todo el clan
Moreno vendrán mañana a la presentación del viernes por la
noche y yo estaré de regreso aquí, donde pertenezco, para
ver a Kitty convertirse en una estrella. El número de
personas que vienen a ver a la guionista probablemente
supere al de los actores y eso me hace muy feliz. Mi chica
ha trabajado muy duro y lo ha logrado.
Sostengo a Christian en alto mientras Katrina sube al
escenario para su reverencia. Agita las rosas que le
compramos y ella nos sonríe. Cuando los aplausos se
apagan, baja las escaleras laterales del escenario y
Christian y yo la encontramos a mitad de camino. Levanta a
Christian, lo abraza con fuerza y acepta el beso que le dejo
en los labios.
—Felicida… —Christian me mira. Practicamos la
palabra una docena de veces antes del espectáculo porque
quería hacerlo bien.
—Felicidades —le digo en voz baja cerca de su oído.
Él sonríe.
—Felicidades, mami.
—Gracias, amigo. ¿Qué pensaron ustedes?
—Fue increíble —digo sin dudarlo. Ella lo hizo genial.
Señalo hacia donde Blair y Gabby se quedan atrás—. Las
chicas están esperando para colmarte de elogios. Voy a
llevar al hombrecito afuera para que conozca a Karla.
Karla no tiene idea de lo que le espera. Predigo que
Dylan y Christian serán uña y mugre en poco tiempo. Y es
posible que Karla nunca vuelva a aceptar ser niñera.
Ella besa a Christian y lo vuelve a abrazar.
—Diviértete esta noche y sé bueno.
Él asiente.
—¡Dylan me va a enseñar magia!
Me río cuando Katrina y yo levantamos nuestras cejas
al unísono. Ella lo entrega y dice—: Nos vemos en el
vestíbulo cuando termine.
—Tómate su tiempo.
Una vez que pongo a Christian en el carro con Karla,
llamo a Wes.
—Es hora de hacer sonar la torre.
Silencio.
—Amigo. ¿Top Gun? No importa. Ya basta.
Cuando la limusina se detiene junto a la acera, abro la
puerta trasera y me rio. Wes y Z están vestidos, algo raro.
Salen, Wes luciendo gruñón y Z fuera de lugar.
—Te ves bien, Z.
Hace un ruido estrangulado y áspero.
—Esa mirada en tus ojos es un dolor en mi trasero, lo
sabes, ¿verdad?
Me mira fijamente y niego con la cabeza.
—Misión imposible. ¿Qué les pasa a ustedes dos esta
noche?
—Nada, solo, ¿por qué estoy aquí de nuevo? —
pregunta Z, tirando de los puños de su camisa, una
cartulina metida debajo de un brazo enorme.
—Porque eras tú o Nathan y yo lo necesitaba para
poner en marcha la fiesta. Todo lo que tienes que hacer es
quedarte ahí y tal vez sonreír. Bueno, y sostener el cartel.
Wes me entrega una caja transparente, que coincide
con una que él y Z llevan, y sonrío.
—Hagámoslo.
Nos dirigimos al vestíbulo. El teatro se ha vaciado,
solo unas pocas personas aún se quedan hablando con el
elenco y el equipo. Las chicas están acurrucadas en un
rincón hablando y riendo animadamente de la forma en que
las chicas hacen con las manos y las expresiones faciales.
Gabby nos ve primero y le doy un codazo a Z.
—El cartel.
Él gime, pero despliega el letrero de cartón con forma
de bomba brillante que dice—: ¿Irían al baile de graduación
con nosotros? —Y lo sostiene frente a su pecho. Oigo la risa
de Wes, pero me concentro en el rostro de Gabby mientras
observa la escena. Su boca forma una pequeña O y se pone
roja. Los alcanzamos cuando las otras chicas se dan cuenta
de que estamos aquí y se giran hacia nosotros.
—¿Que está pasando? —pregunta Blair.
—Repetición del baile de graduación, muñeca— yo
respondo y luego miro a Katrina—. ¿Qué dices?
—¿De verdad?
Le entrego el ramillete en la caja.
—De verdad.
Las chicas chillan mientras las llevamos a la limusina
estacionada afuera.
Abro la puerta mientras Blair me estudia.
—¿Cómo lograron esto sin que lo supiéramos?
—Tuve algo de ayuda. —Señalo el interior donde
Vanessa y Mario están sentados esperándonos.
Nos apilamos y abro el champán.
—Esto es increíble. —Katrina me mira como si
estuviera lista para recompensarme por mi buen
comportamiento. Emocionado por eso, pero primero…
vamos al baile de graduación.
—Tienes una especie de brillo… por todas partes. —La
voz de Vanessa me distrae temporalmente de todos los
planes sucios que tengo guardados para más tarde.
Miro a tiempo para ver a Gabby conteniendo una
sonrisa mientras trata de limpiar el brillo del hombre
grande.
Esta noche va a ser genial.
La Casa Blanca es una locura. Los ocho salimos de la
limusina hacia una fiesta ya salvaje. Una fiesta de jueves
por la noche normalmente no atraería a tanta gente, pero la
próxima semana nos vamos de vacaciones de primavera,
por lo que todos buscan relajarse antes de salir de Valley
por una semana. Además, los chicos y yo lo chuleamos
muchísimo para asegurarnos de que cumpliera con todas
las expectativas que Gabby y Kitty podrían haber tenido.
Agarrándome del brazo, Kitty sonríe a su ramillete y
me vuelve a mirar.
—¿Elegiste el más grande que pudiste encontrar?
—Pedido personalizado, Kitty. Nada más que lo más
grande y genial para el baile de graduación de mi chica.
—¿Qué es exactamente lo que espera dentro? —
pregunta Gabby.
Es ese momento en el que un grupo de chicas
chillonas corre desde la parte trasera de la casa cubiertas
de espuma, quitándose la ropa como si estuvieran a punto
de atravesar el patio.
—Es posible que esta no haya sido la idea más
brillante que hayas tenido —dice Wes mientras dos chicas
se paran en el patio delantero en sostén y ropa interior.
—No me mires. —Yo me rio—. Todo esto fue idea de tu
novia.
—¿Una fiesta de espuma? —Gabby chilla y salta con
tanta emoción que incluso Z esboza una sonrisa.
Gabby se quita los tacones y sale corriendo, Blair la
sigue y Wes y Z no tienen más remedio que hacer lo mismo.
—Impresionante —le dice Katrina a Vanessa y ni
siquiera trato de tomar el crédito por esto porque mientras
esa sonrisa permanezca en su rostro, es discutible.
—Oh no, esto fue todo Joel. Solo lo mantuve en
secreto para poder ver la expresión de sus rostros cuando
llegáramos aquí. —Ella sonríe y tomados de la mano, Mario
y ella, se alejan.
—¿Vamos?
En lugar de seguir a los demás, la llevo por la puerta
principal y subo las escaleras hacia mi habitación. Está
callada, pero tiene una sonrisa que me dice que cree que
vamos a follar. Quiero decir, tal vez eso también si hay
tiempo, pero no es por eso por lo que la llevo a mi
habitación.
—Sé que no es tan genial como el baile sorpresa de
Zack Morris, pero…— Abro la puerta y observo su expresión
cuidadosamente.
—Oh, Dios mío, ¿qué hiciste, Joel? —Ella entra en la
habitación iluminada por velas, con las manos cubriendo su
rostro sorprendido. Se detiene en medio de la habitación y
se vuelve hacia mí—. Esta es mejor. Mucho mejor.
—Hay más. —Tomando su mano, la llevo al balcón. La
música suena y tenemos una vista de la fiesta de espuma
que se lleva a cabo a continuación. La acerco y envuelvo
mis brazos alrededor de su cintura—. Este momento no
estaría completo si no pudieras ver mis increíbles pasos de
baile.
Ella pone los ojos en blanco, pero pongo sus brazos
alrededor de mi cuello y nos balanceamos con la música.
—¿Siempre fuiste así de arrogante?
—Siempre.
Ella apoya su cabeza en mi pecho y me pregunto si
puede sentir mi corazón latiendo por dentro.
—Gracias por esto. Es mejor de lo que podría haber
sido cualquier fiesta de graduación.
—Solo una cosa que podría hacer que esta noche sea
mejor. —Ella deja escapar un pequeño resoplido, claramente
pensando que quiero decir mejor al incluir mi pene en la
ecuación, pero no, ya mencioné que no la traje aquí para
eso. Reuniendo más coraje del que se necesita para hacer
un giro en Z, caigo sobre una rodilla de forma dramática.
—Qué vas a…
—Relájate, cariño. Tengo una propuesta para ti, pero
no del tipo que estás pensando.
Al menos no todavía. Zack Morris tardó cinco
temporadas en sellar el trato con Kelly, no tengo ninguna
intención de esperar tanto, pero primero quiero ese contrato
de la NBA. Preferiblemente en Los Ángeles. No solo porque
los Lakers son mi sueño, sino porque es donde ella también
quiere estar. Todavía no estoy muy seguro de cómo vamos a
resolver eso, pero tengo un año entero para resolverlo y
creo que mi dedicación para obtener lo que quiero es clara.
—De acuerdo. —Mi chica intrépida se ve nerviosa.
—Baile de graduación esta noche. —Saco la llave de la
casa de vacaciones de mi familia en Puerto Vallarta de mi
bolsillo—. ¿Viaje de vacaciones de primavera mañana
después de la obra?
—¡¡¿¿De verdad?!!
Esperaba una gran cantidad de preguntas sobre
logística para Christian, y he pensado en todas, pero es
emoción lo que ella demuestra mientras salta como resorte.
Un montón de cosas a las que renunció para ser la madre
más increíble y seguir trabajando para alcanzar sus sueños.
Pero se los voy a dar todos, un jueves a la vez.
Y todos los días en el medio.
FIN
Sobre la Autora
Rebecca Jenshak es una de las autoras más vendidas del
USA Today que escribe novelas románticas para adultos y
deportivas. Vive en Arizona con su familia. Cuando no está
escribiendo, puedes encontrarla asistiendo a eventos
deportivos locales, con familiares y amigos, o con la nariz
enterrada en un libro.
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de libros y lanzamientos.
www.rebeccajenshak.com