Cabos Sueltos y Lagunas Pendientes La TR

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Cabos sueltos y lagunas pendientes: la transición y sus lecturas recientes1

José Antonio Castellanos López y Manuel Ortiz Heras (SEFT/UCLM)

Resumen:
Sobre la transición, en estos momentos, parece más fácil indicar los puntos de desencuentro que los
consensos historiográficos, lo que convierte al tema en uno de los más abiertos posibles para la
historiografía y las demás ciencias sociales. Su proximidad y sus visibles consecuencias complican
muchas veces lecturas que se aproximan a la militancia o al partidismo. Proponemos una revisión
historiográfica con la que plantear nuevas preguntas, analizar desde diferentes perspectivas los
resultados y procurar llegar a definir su propia naturaleza. Se trata de tomarle el pulso a un tema que
no es uno más en la secuencia natural de nuestra historia. Asimismo, formulamos un balance en el
que se distinguen y describen aquellas obras que pueden resultar más reveladoras o innovadoras
porque han contribuido a refrescar o poner en cuestión una versión sobre la transición que se ha
considerado oficial.

Palabras clave: Transición, elites políticas, movimientos sociales, democratización, consenso,


desencanto.

Abstract: About the transition, at this moment, it seems easier to indicate the points of
disagreement that the historiographical consensus, making the issue one of the most open for
historiography and other social sciences. Its proximity and its visible consequences often
complicate readings that sometimes approach to militancy and partisanship. We propose a
historiographical revision that raise new questions, analyzing results from different perspectives and
trying to define its nature. It’s about taking the pulse of a subject that is not one more in the natural
sequence of our history. We also formulate a evaluation in which distinguish and describe those
works that can be more revealing and innovative because they have contributed to refresh or to
question a version of the transition that has been considered official.

Key Word: Transition, political elites, social movements, democratization, consensus,


disenchantment.

1 Este texto forma parte del proyecto de investigación Movilización social, activismo político y aprendizaje
democrático en Castilla-La Mancha, 1975-1982. HAR2013-47779-C3-3-P financiado por el Ministerio
de Economía y Competitividad.
Este artículo está publicado en Historia del Presente, 27 (2016) pp-97-112.

1
Proponemos aquí un ejercicio saludable de revisión historiográfica, en el buen sentido del

término, que nos lleve a descubrir la principal tarea de la profesión: plantear nuevas preguntas,

analizar con diferentes perspectivas los resultados y procurar llegar a definir su propia naturaleza,

como ya se ha hecho y con fruición con periodos o procesos anteriores 2. Se trata de tomarle el

pulso a un tema que no es uno más en la secuencia natural de nuestra historia. No sirve de nada

perseverar en el afianzamiento de una lectura acrítica y laudatoria de un proceso que la mayoría de

españoles ya desconocen porque no lo vivieron y porque no lo han estudiado.

De entrada la transición tiene poco que ver con lo que muchos dicen recordar y cuentan.

Se fue construyendo sobre la marcha y con enormes dificultades y sobresaltos que no podemos

banalizar, especialmente ahora que corremos riesgos de embarrancar en la democratización al calor

de una crisis sistémica de impredecibles consecuencias. Se pagó un elevado peaje, aunque de

manera muy desigual, y aunque algunos no lo hayan sabido asumir o interiorizar porque se han dejado

recordar por unas memorias impostadas más cómodas que facilitan el olvido de las dificultades y los

innumerables traumas de aquel periodo. Echar al olvido se ha convertido así en una estrategia

loable que se prolonga en el tiempo y disipa cualquier lectura incisiva3. Ese acto voluntario,

consciente, serviría para tranquilizar las conciencias y despejar cualquier amago de autocrítica.

Cuando apenas se han cumplido tres décadas de su final, la transición española de la

dictadura a la democracia se ha convertido en el tema estrella de la academia y, también, de la

sociedad civil ávida de conocimiento después de haber ido sedimentando un buen número de

interpretaciones que se empezaron a dar a conocer antes incluso de su final. Se trata de un tema

capital de la historia del tiempo presente español –en afortunada expresión del maestro Aróstegui

con el que definir el procedimiento para historiar la coetaneidad-, un punto de inflexión que por su

enorme complejidad necesita de muchos enfoques y reescrituras. Debemos también trabajar con la

2 Aunque se pueda pensar que la iniciativa es más política y social que académica, entendemos que participar

del debate nos legitima y da sentido aunque sólo sea para recordar o enfatizar planteamientos más conocidos
en el gremio. Véase, LEMUS LÓPEZ, Encarnación, “Made in Spain, de la autocomplacencia a la crisis”, en
QUIROSA-CHEYROUZE Y MUÑOZ, Rafael (ED.), Los partidos en la Transición. Las organizaciones políticas en
la construcción de la democracia española, pp. 25-35, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013.
3 JULIÁ, Santos, “Echar al olvido: memoria y amnistía en la Transición a la democracia”, en Claves de Razón

Práctica, 129 (enero/febrero de 2003), Pp. 14-24. Frente a esta lectura véase el artículo de Ricard VINYES
sobre el establecimiento de una ideología de la reconciliación, “La buena memoria. El universo simbólico de
la reconciliación en la España democrática. Relatos y símbolos en el texto urbano”, en Ayer, 96 (2014) (4) Pp.
155-181.

2
consigna de evitar generalizaciones teóricas gratuitas o poco contrastadas aunque vengan de

modelos prestigiosos o de plumas con mucha jerarquía, porque es imposible construir una teoría

sólida sobre las transiciones y no vamos a encontrar ese supuesto modelo exportable ya que priman

las particularidades de cada caso, por más que podamos comparar y establecer tendencias y

supuestos4. Son muchos autores los que subrayan el carácter oculto, elitista, opaco al fin de su

construcción, que van aportando matices, interrogantes y lecturas alternativas a las que se han

venido haciendo con carácter hegemónico cargadas de muchas dosis de autocomplacencia.

Desde el principio fue primordial una interpretación que valoraba de manera muy positiva

el proceso. A esta lectura que se ha venido en llamar oficial se le han ido añadiendo adhesiones y

argumentos que han hecho muy complicado, desde una perspectiva de memoria colectiva, la

presentación de visiones críticas. Sin embargo, estas han sido legión desde el principio. Aunque su

trascendencia haya sido menor e incluso inocua frente a la preponderante, el reguero de

publicaciones que han ido cuestionando parcial o totalmente la transición ha sido constante y, por

su propia naturaleza, podríamos decir que esas dudas forman parte de su ADN. En todo caso,

algunas de estas investigaciones son redundantes y circulares por lo que va siendo ya hora de alentar

trabajos que apuesten por perspectivas casi ignotas, que tienen que vencer los tabúes preceptivos, y

que deben arrojar luz a un tema que desde luego no está cerrado ni mucho menos. Obviamente,

tampoco somos originales en esto pero no está de más insistir y tratar de persuadir a los recién

llegados en su necesidad. No por tópico sigue siendo cierto el aserto de que cada generación escribe

su historia. Así es, cada cohorte se formula sus preguntas al calor del presente y acumula un saber

que crece también por la aparición de nuevas fuentes que van abriendo posibilidades a los

investigadores que hace muy poco parecían inaccesibles. Capítulo reseñable al respecto es la

contribución de la oralidad a pesar de los detractores que manifiestan su rechazo por

manipuladoras.

Así las cosas, a esas alturas parece más fácil indicar los puntos de desencuentro que los

consensos historiográficos, lo que convierte al tema en uno de los más abiertos posibles para la

4PASTOR VERDÚ, Jaime, “Un balance crítico de la Transición política española”, en CHAPUT, Marie-
Claude y PEREZ SERRANO, Julio (Eds.), La transición española. Nuevos enfoques para un viejo debate, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2015, Pp. 295-304.

3
historiografía y las demás ciencias sociales. Su proximidad y sus visibles consecuencias complican

muchas veces lecturas que se aproximan a la militancia o al partidismo. A ello han contribuido los

medios de comunicación y, de forma muy intensa, los propios protagonistas políticos con sus

memorias cuando reivindican una autoría que en muchas ocasiones oculta medias verdades 5.

Especialmente se ha puesto de manifiesto con el obituario de dos de sus más importantes actores,

Manuel Fraga y, sobre todo, Adolfo Suárez, elevados, bien es cierto, uno más que otro, a la

categoría de mito fundacional del periodo y del proceso6. Resulta un tanto contradictorio descubrir

la relevancia de las tesis que ensalzan el protagonismo de las elites políticas que no concuerdan con

suficientes trabajos rigurosos sobre los líderes. La aparición de memorias no palía esta ausencia

aunque sus aportaciones son muy relevantes, siendo este un género en auge.

En este punto hay que romper una lanza en favor de la maltrecha biografía política de

personajes de la primera línea pero también de lo que podríamos calificar como clase media. La

extracción social de los diputados y senadores, así como la de alcaldes, concejales o líderes

sindicales y empresariales sigue mereciendo la atención de pocos especialistas. Aunque más tarde lo

recordaremos, es muy complicado valorar la democratización desde abajo sin conocer esos

procesos de cooptación que nos descubrirán también la complicada conformación de los partidos y

las candidaturas en circunstancias tan precarias como las elecciones de 1977 y 1979, tanto a nivel

general como municipal7. Lo que se consiguió fue un sistema político rígido que no contempla la

democracia interna de los partidos y que anima a la falta de afiliación y a la desafección que nos ha

llegado.

Las interpretaciones sobre la transición se pueden agrupar en dos grandes categorías: por

un lado, la que valora el proceso como modélico, por perfecto y exportable, que apenas deja

resquicio para la duda y que se ha convertido en canónica y se ha acuñado como oficial, porque se

han contado aportaciones al más alto nivel que han pretendido fijar una verdad absoluta que

5 La importancia de los medios para fijar esa imagen oficial en CASTELLANOS, José Antonio, “De
consensos, rupturas y nuevas historias: una visión de la transición desde la España actual”, en GONZÁLEZ
MADRID, Damián A., (Coord.), El franquismo y la transición en España, Madrid, Catarata, 2008, pp. 159.
6 JULIA, Santos, “Solo en lo más alto: poder y caída del presidente Suarez”, en Claves de Razón Práctica, 234

(2014), pp. 160-167.


7 QUIROSA-CHEYROUZE Y MUÑOZ, Rafael y FERNÁNDEZ AMADOR, Mónica, Poder local y

Transición a la democracia en España, Granada, CENCI, 2010.

4
defienda sin fisuras un final feliz e irreprochable. Este paradigma narrativo se ha enriquecido en

matices que han tenido como denominador común el rechazo de las críticas. Su debilidad o

inconcreción, sobre todo en determinadas parcelas, ha facilitado aportaciones que, a su vez,

podríamos agrupar en dos importantes grupos: uno revisionista, que se ha definido sobre todo por

su defensa numantina y la negación del disidente, de los críticos, por considerarlos

desestabilizadores de la propia democracia; el otro, podríamos denominarlo como evolucionista y

aporta como principal novedad la relectura del franquismo y del reformismo procedente de sus

filas, así como la etapa desarrollista de los años sesenta, como argumentos que la pretenden

reforzar.

La segunda, de manera muy genérica, sería la conformada por una gran pléyade de trabajos

que contemplan lecturas más interpretativas y, sobre todo, de algún modo críticas con la modélica y

canónica transición. Es también difícil datar su arranque cronológico aunque, como tantos otros

temas de nuestra historiografía actual, a finales del siglo XX, coincidiendo con el cambio de color

político en el gobierno de la nación, fueron apareciendo trabajos que, primero de forma parcial y

más tarde con rotundidad y afán global llegaban a cuestionar aspectos claves de lo que hasta ese

momento había sido incuestionable. Así, podríamos hablar de tesis alternativas basadas en la

debilidad de las propuestas iniciales que han analizado algunos aspectos como el sistema de

partidos, el bipartidismo imperfecto, el sistema electoral, las débiles políticas sociales, la

preponderancia de poderes como el financiero o religioso, el mapa autonómico, la existencia de la

discutible fórmula del consenso en las decisiones capitales, la condición pacífica del proceso o la

escasa relevancia concedida a poderes importantes como la justicia8, la diplomacia o el propio

ejército9. Por último, al calor de la problemática y conflictiva coyunta política y económica, la crisis

sistémica, han ido apareciendo lecturas presentistas, con no pocas dosis de oportunismo que

8 JIMENEZ VILLAREJO, Carlos y DOÑATE MARTÍN, Antonio, Jueces, pero parciales. La pervivencia del

franquismo en el poder judicial, Barcelona, Pasado y Presente, 2012.


9 La transición de la Iglesia, anterior a la propia del país, cuenta ya con un buen número de trabajos que

ponen en valor su contribución al proceso. Si bien los movimientos de base fueron prodemocratizadores la
cúpula jugó con una ambigüedad calculada que no siempre se reconoce y que tuvo mucho que ver con los
acuerdos signados en el nuevo concordato de 1979 de naturaleza claramente preconstitucional. LÓPEZ
VILLAVERDE, Ángel Luis, El poder de la Iglesia en la España contemporánea, Madrid, Catarata, 2013. Un tema
fundamental, por ejemplo, para seguir trabajando es el referente al tratamiento de la educación, en concreto,
al acuerdo por el que se desarrolló un importante ariete en favor de la enseñanza concertada que ha lastimado
poco a poco los cimentos de la enseñanza pública y sus valores.

5
proponen arrumbar con casi todo lo anterior, una auténtica enmienda a la totalidad que, por ahora,

debería de ser definida con más precisión y apoyo empírico, aunque aporten tesis muy bien

argumentadas en determinadas parcelas pero que omiten voluntariamente cualquier posibilidad de

acierto, dadas las circunstancias del contexto y presididas por una especie de paranoia malévola y

conspirativa que dominara todo el periodo10.

No ha faltado aquí lo que podríamos calificar como literatura del desastre, que recuerda al

inveterado arbitrismo patrio tan dado a emerger en época de turbulencias. Confluyen aquí las

lecturas más descalificadoras que irrumpen desde un inopinado complejo de inferioridad y, en las

antípodas y aunque pueda parecer contradictorio, las más chovinistas, patriotas para el caso, que

defienden algo así como la versión o vía española, única e irrepetible, de democratización11.

Sorprende descubrir que cuando a nuestro alrededor se habla de crisis sistémicas y globales nos

empeñemos en mirarnos el ombligo y tratemos de encontrar explicaciones autóctonas que anulen

las influencias externas. La historia comparada y el estudio de los factores democratizadores de los

años setenta deben de venir en nuestra ayuda como, afortunadamente, cada vez se plantea con más

contundencia. Aunque ciertamente se ha avanzado en este planteamiento seguimos adoleciendo de

estos enfoques que requieren la consulta de archivos y prensa extranjera12.

En estos últimos años han arreciado las críticas, después de que los pioneros hablaran de

transacciones, que apuestan por otra transición a partir de descalificaciones del mal llamado, por su

uso claramente despectivo, régimen del 78 y de la idea de fracaso de la democracia. Es curioso que se

utilice precisamente la Constitución para calificar al sistema político cuando constituye, a juicio de

un gran pléyade de especialistas, un texto adelantado a su tiempo y que ha jugado, por fin, un papel

clave en el afianzamiento de la democracia con todas sus taras, y abierto, aunque eso cueste ser

aceptado por muchos, a las reformas pertinentes necesarias al cabo de varias décadas de

10 RODRÍGUEZ LÓPEZ, Emmanuel, Por qué fracasó la democracia en España. La Transición y el régimen del ´78,

Barcelona, Traficantes de sueños, 2015.


11 PULIDO BEGINES, Juan Luis, La Transición incompleta, Madrid, Marcial Pons, 2012.
12 DELGADO GÓMEZ-ESCALONILLA, Lorenzo, “La diplomacia pública de Estados Unidos. Una

perspectiva histórica”, en Revista complutense de Historia de América, 40 (2014), pp. 277-301.

6
funcionamiento y ante retos totalmente nuevos13. Eso mismo podemos señalar con la idea del

fracaso porque desde luego es muy discutible esa valoración de conjunto, aunque tengamos en el

presente una gran cantidad de retos y dificultades, como en tantas otras ocasiones, y tampoco se

trata de un asunto exclusivo ya que es la propia democracia, como sistema político demoliberal, lo

que viene cuestionándose desde hace tiempo en tantos y tantos escenarios. Para una mejor

comprensión del tema ni podemos quedarnos sólo con los múltiples logros conquistados ni con las

innumerables carencias que se han ido manifestando, en suma, con un discurso que tenga que ver

más con las voluntades y los deseos particulares que son imposibles de contrastar: yo lo habría hecho

de otra manera. Treinta años de democracia plenamente consolidada han dado para muchas cosas que

no se han llevado a cabo, como por ejemplo la reivindicación más rabiosa de la actualidad, la

construcción de una cultura cívica democrática y plenamente participativa e inclusiva.

Las tareas pendientes

Sin ánimo de exhaustividad, nos proponemos hacer una selección de trabajos que

consideramos muy relevantes por su buen hacer metodológico y sus más que sugerentes

planteamientos y conclusiones. Está claro que faltan algunos, tal vez imprescindibles a pesar de su

aparición ya casi remota, si tenemos en cuenta la velocidad a la que circulan las interpretaciones del

caso. Somos conscientes de la dificultad y del riesgo que esta apuesta entraña. La cantidad de

publicaciones sobre el tema no hace fácil un control completo de todo cuanto se viene publicando

pero consideramos que los trabajos aquí reseñados son merecedores de nuestra atención por

muchos motivos. De todos ellos se van desprendiendo también sugerencias de cara a futuras

investigaciones que también queremos subrayar para que más pronto que tarde esas lagunas se

vayan rellenando con publicaciones importantes. Jugamos con una gran ventaja. En los últimos

congresos de Historia Contemporánea y de Historia del Tiempo Presente o Actual el interés por la

cuestión ha ido en aumento así como el número de especialistas que al tema nos dedicamos, por no

13 CLAVERO, Bartolomé, España, 1978. La amnesia constituyente, Madrid, Marcial Pons, 2014. “A la vista está
que en los ambientes constitucionalistas españoles, tanto en los políticos como en los académicos, recordar el
componente franquista del proceso constituyente se tiene por signo no sólo de mal gusto, sino también de
insolvencia ciudadana o de incompetencia profesional”. P. 64.

7
hablar del volumen de monografías y dosieres aparecidos en revistas de toda laya. Pero es que

además, la renovación profesional está asegurada si tenemos en cuenta la cantidad de trabajos de fin

de grado o de fin de master que se vienen presentando a raíz de los nuevos planes de estudio y, por

descontado, la caterva de tesis doctorales defendidas. Es decir, la cantera profesional está

completamente garantizada y es bueno reflexionar sobre aquellas líneas que tal vez merezca

abandonar por saturación o falta de resultados y, por el contrario, las que merece la pena sondear

por la escasez de iniciativas que hasta ahora se han podido contar. En todo caso, partimos de la idea

que ya hemos expresado en otras ocasiones, que la transición debe de ser explicada mejor sin

apriorismos o lecturas teleológicas que satisfagan intereses predeterminados. El objetivo no es

contarla mejor sino contrastar las diferentes versiones y construir una explicación plausible y

omnicomprensiva. No es tarea fácil pero nos sobran argumentos para intentarlo14.

No brilla el acuerdo precisamente, de entrada, cuando utilizamos el concepto. Es obvio que

el término transición alude a un periodo concreto de nuestra historia pero también a un

procedimiento de cambio de régimen político. Sin embargo, la expresión debería de ir precedida de

unas puntualizaciones imprescindibles que valoren correctamente los antecedentes. En concreto, la

experiencia democrática republicana del ´31 nos obliga a precisar que en realidad lo que se produjo

a la muerte del dictador fue la recuperación de las libertades democráticas que, además, no fueron

concedidas graciosamente por un puñado de visionarios, la elite política pilotada por el monarca,

sino que fue un proceso en el que no faltaron las imprescindibles aportaciones de la sociedad civil.

Un conocimiento riguroso y preciso de nuestra historia reciente, particularmente referida al

franquismo, nos ayudaría mucho a situar mejor estas claves explicativas en las que el fenómeno del

antifranquismo debe de jugar un papel estelar. Además, en estas precisiones cabe argumentar que

tampoco se puede seguir uniendo sin solución de continuidad el periodo de la transición con el

democrático ya consolidado a pesar de las evidentes continuidades15. En muchos casos se mezclan

argumentos y se confunden los vicios de la segunda etapa para proyectarlos sobre las virtudes, que

14 ORTIZ HERAS, Manuel, “La historiografía de la Transición”, en La transición a la Democracia en España.

Historia y fuentes documentales. VI Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos. Guadalajara, Anabad
Castilla-La Mancha, 2004. Pp. 223-240.
15 SOTO, Álvaro, Transición y cambio en España 1975-1996, Madrid, Alianza, 2005.

8
por descontado las hubo, de la primera como ya dijera Colomer y que nos han llevado a una

democracia de débil o baja calidad16.

Otro tanto, por seguir con precisiones iniciales, deberíamos hacer a propósito de la

cronología. Nada es definitivo, por el momento, a la hora de marcar sus inicios ni su final.

Establecer los hitos, los mojones indiscutibles, se plantea como tarea más compleja de lo que

pudiera parecer en un principio. Además de un buen acopio de información sobre el periodo

dictatorial precedente, un examen detenido del tiempo corto, de los meses cruciales posteriores a la

muerte de Francisco Franco, nos ayudarían a mirar el objeto de estudio con granangular17. Los

argumentos que muchas veces se utilizan se nos antojan poco satisfactorios –las muertes de Carrero

o del propio dictador- porque la búsqueda del hecho dificulta en extremo este punto. Más bien

habría que señalar procesos, tendencias que nos remontarían a los años sesenta, sin que por ello

tengamos que darles la razón a quienes piensan que la democracia es el resultado premeditado del

franquismo, ni mucho menos18. Tampoco esto debería caminar hacia un determinismo ciego, al

calor de las teorías de las olas democratizadoras, que tampoco explican nada por sí solas. Lo cierto

es que la idea del cambio desde dentro del régimen franquista, pero también buscado por sus

opositores, jugó un papel destacado para propiciar, en un contexto más favorable, las decisiones ya

irreversibles para que la democracia fuera posible19. Este planteamiento también debe presidir la

búsqueda de su data final. En estos momentos dos parecen ser las alternativas fundamentales: el

triunfo electoral por primera vez del PSOE, en octubre de 1982, o su reválida cuatro años más

tarde coincidiendo con la entrada de España en la CEE y en la OTAN, después de un azaroso

referéndum que también sería un punto de inflexión en las políticas socialistas. En este caso, nos

inclinamos por la segunda opción convencidos de que en aquella legislatura se cumplimentaron

algunos requerimientos de la construcción democrática como fueron las comunidades autónomas,

uno de los aspectos que a la postre se ha demostrado más destacable del proceso. Mucho es lo que

16 COLOMER, J. María, La Transición española: el modelo español, Barcelona, Anagrama, 1998. P. 181.
17 SARTORIUS, Nicolás y SABIO, Alberto, El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España.
Noviembre de 1975-junio de 1977, Madrid, Temas de Hoy, 2007.
18 RUIS-HUETA CARBONELL, Alejandro, Los ángulos ciegos. Una perspectiva crítica de la transición española,

1976-1979, Madrid, Biblioteca Nueva y Fundación José Ortega y Gasset, 2009.


19 PALOMARES, Cristina, Sobrevivir después de Franco. Evolución y triunfo del reformismo, 1964-1977, Madrid,

Alianza, 2006.

9
tenemos por delante aquí. El engarce de las nuevas estructuras en el mapa autonómico debe de dar

lugar a investigaciones con las que poder hacer una interpretación más ajustada a la realidad. Para

ello, la metodología que debe primar es el interés general y no sólo la voluntad de poner en valor lo

propio, lo particular. En todo caso, esta perspectiva no debería perder nunca el prisma global salvo

para matizar algunas prematuras categorizaciones que se han venido haciendo por ignorancia o

voluntad de menospreciar a determinados territorios frente a la omnipresencia de otros20. Poco es

todavía, por ejemplo, lo que se ha trabajado en la indiscutible relación existente entre el 23F y la

LOAPA para hacer avanzar el espinoso tema autonómico. El hecho de tratarse del gobierno de

Calvo-Sotelo tal vez haya jugado en su contra, un periodo demasiado oscuro a nivel de

investigación21.

A su vez, todo el periodo es susceptible de ser dividido en fases. La primera está claramente

marcada por el relevo de Arias y los intentos de tímida apertura del espíritu del 12 de febrero cerrados

simbólicamente en falso por el gironazo. Nada hacía predecir en esos cruciales días que la democracia

fuese a llegar a España en apenas unos meses. Luego vendría el comienzo de la mitificación a

propósito de la elección de Suarez, un personaje camaleónico sumamente ambicioso que

evolucionó a la velocidad de la luz para dirigir un proyecto de ley que garantizara la continuidad y la

legalidad. Desde luego ha prevalecido la imagen posterior, del éxito, que se queda en las grandes

decisiones, como el consenso constitucional, y que deja en segundo plano sus muchas zonas grises,

aunque más bien habría que decir azules, por sus orígenes inequívocamente franquistas 22. El

gobierno del abulense anterior a los primeros comicios generales está marcado por la octava ley

fundamental, la LRP, que refleja bien a las claras las condiciones del proceso23. Las últimas

investigaciones hablan también de un proceso incierto en el que el tópico del atado y bien atado queda

claramente cuestionado porque “las decisiones de los consejeros se tomaron no en función de

20 Véase el expediente coordinado por GRANDÍO SEOANE, Emilio, “La Transición en Galicia”, en Historia

del Presente, 25 (2015) (1), pp. 5-95.


21 El golpe de estado sigue siendo merecedor de no pocos comentarios especulativos y de enfoques originales

que alimentan su atractivo para la sociedad. PINILLA GARCÍA, Alfonso, El laberinto del 23-F, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2010.
22 ORTIZ HERAS, Manuel, “Nuevos y viejos discursos de la Transición. La nostalgia del consenso”, en

Historia Contemporánea, 44 (2012-I), pp. 337-367.


23
GIMÉNEZ MARTÍNEZ, Miguel Ángel, Las Cortes españolas en el régimen de Franco. Nacimiento, desarrollo y
extinción de una cámara orgánica, Madrid, Congreso de los diputados, 2012.

10
lealtades ideológicas, sino de un proceso de alineamiento colectivo en cada caso”24. Ha trascendido

la idea del consenso en el proceso, del acuerdo y del pacto. Sin embargo, aunque no acabe de calar

en el imaginario colectivo y en el discurso político hegemónico, las negociaciones entre gobierno y

oposición no existieron en la práctica hasta después del 15J de 1977.

A pesar de todo, la fase que comienza en junio del ´77 y que culmina con las elecciones

municipales del ´79 es la que ha marcado la impronta tan exitosa del sumario, la etapa de un

matizable consenso que se ha impuesto a todo el periodo como el modus operandi prototípico. El

abandono de la estrategia rupturista pudo ser prematuro pero tampoco hubo intención de retomarla

entre otras cosas porque la izquierda se había moderado y los más radicales habían sido

ampliamente derrotados y estaban muy divididos25. Dominó aquí la postura de un Fraga

clarividente para sus intereses que apostaba por una transición controlada que no se les fuera de las

manos, algo a lo que se ve, apostaron muchos.

Otro tema para abundar en el debate y la investigación, sin duda, es el de los

protagonismos. Aunque el concurso de los movimientos sociales ha ido creciendo en los últimos

años, sigue siendo hegemónica la idea de que se trató, fundamentalmente, de un proceso de

ingeniería política dirigido por elites reformistas procedentes del franquismo con la aportación de

aquellos pocos que dirigían a las fuerzas de la oposición 26. Aunque ya nadie puede ningunear la

importancia de la presión de la calle en los años finales de la dictadura que se incrementó

exponencialmente hasta, por lo menos, el año 1979, lo cierto es que sigue minusvalorándose por

diferentes motivos su concurso. Nos encontramos aquí entre la desmovilización social provocada

por el franquismo, la pasividad, el conformismo, etcétera, de la mayoría de la gente y la activación

de no menos un 20% de la sociedad que participaba muy activamente en huelgas, manifestaciones y

actos de todo tipo que acaban teniendo siempre una naturaleza política. No es tanto un problema

de cuantificación como de analizar los porqués de la gente cuando salía o no a la calle. Asimismo,

24 SÁNCHEZ-CUENCA, Ignacio, Atado y mal atado. El suicidio institucional del franquismo y el surgimiento de la

democracia, Madrid, Alianza, 2014. P. 151.


25 ANDRADE BLANCO, Juan Antonio, El PCE y el PSOE en (la) transición. La evolución ideológica de la izquierda

durante el proceso de cambio político, Madrid, Alianza, 2012.


26 PASTOR VERDÚ, Jaime, “Un balance crítico de la Transición política española”, en CHAPUT, Marie-

Claude y PÉREZ SERRANO, Julio (Eds.), Ob. Cit., pp.295-304.

11
deberíamos considerar con mayor atención los flujos y los ritmos de participación de los grupos por

su diferente ideología y procedencia geográfica. La activación o paralización de estos actores

sociales se encuentra muchas veces en acontecimientos puntuales que se pierden en valoraciones de

conjunto. Sólo así podríamos entender cómo los españoles pasaron con tanta rapidez por un

itinerario de activismo sostenido hasta llegar al famoso desencanto o desmovilización. Se trató, en

realidad, de la primera formulación crítica contra el proceso desde una perspectiva genuinamente

social. En esto, por último, también debemos analizar los comportamientos de las formaciones

políticas y sindicales que actuaron como garantes del orden y de la paz social favoreciendo así las

actitudes y estrategias más moderadas propugnadas por las elites gubernamentales. Desde luego, la

transición sindical se mostró como uno de los principales problemas de la transición y tampoco ha

sido bien o suficientemente interconectada con los problemas políticos y económicos hasta ahora27.

Un ejemplo también de mitificación del proceso al respecto es la veneración que se profesa a los

Pactos de la Moncloa, acuerdo social que debía apuntalar el político pero del que en la época no se

tenía tan buena consideración como ha trascendido a posteriori. De hecho, en la primavera de 1978

sólo un 25% de los encuestados consideraba que se trataba de pactos razonables frente a un 36%

que era claramente hostil y otro 40% que no tenía una idea clara de lo que se había acordado.

Sin duda, creemos que la historia social de la transición atesora un buen porcentaje de

lagunas pendientes. Cómo actuaron en cada momento los ciudadanos, qué reacciones se

produjeron ante los incentivos y frenazos que se daban desde el poder y desde las organizaciones

implicadas: el terrorismo, los convenios colectivos, la evolución del paro, la inflación, y las

consignas políticas de unos y otros28. Es preciso recuperar la sociedad civil porque no se entienden

aquellos años sin la participación de las asambleas en las fábricas o las asociaciones de vecinos en

los barrios, sin los debates en los cineclubs y las actividades universitarias, sin los continuos actos de

27 GÓNZALEZ MARTÍNEZ, Carmen, “Sindicatos y Transición en 1977: “libertad, trabajo y amnistía””, en

CHAPUT, Marie-Claude y PÉREZ SERRANO, Julio (Eds.), Ob. Cit., Pp. 149-162. Las huelgas del verano de
1977 destaparon la caja de los truenos y obligarían a los dirigentes de UGT y CCOO a atajar los que se entendía
era el radicalismo del asamblearismo.
28 GONZÁLEZ MADRID, Damián A., “Ciudadanía y democracia en el mundo rural manchego (1977-

1979)”, en Alcores, 14, (2012), pp. 117-138.

12
las asociaciones católicas de base o las protestas pacifistas, feministas, ecologistas y

sesentayochistas29.

La transición fue un proceso dialéctico, una pugna entre inmovilistas y reformistas, entre

partidarios de la dictadura y seguidores de la democracia. Esa lucha no fue resuelta de manera

natural, por evolutiva, como resultado de un programa preestablecido por las fuerzas de un régimen

que indudablemente estaba moribundo. Ya se ha señalado con indudable acierto la situación de

crisis que la dictadura tenía a comienzos de los años setenta 30. A pesar de la Ley Orgánica del

Estado, de los intentos por aprobar un incierto estatuto de asociaciones, dentro de la lógica

franquista, y de los maquillajes constantes llevados a cabo por quienes se presentaban como

promotores de unas estrategias lampedusianas, nunca se ha probado la voluntad democratizadora

de un régimen dictatorial que por encima de todo era autoritario y fascistizoide. Desde esta

perspectiva, la transición tiene poco de épica, de romántica lectura, de ensoñación. Todo lo

contrario, es algo más prosaico, más monótono y se aleja de las lecturas más encomiásticas. En

resumen, tiene poco que ver con las ilusiones y esperanzas depositadas en su momento frente a una

caduca dictadura criminal. Pero, el descubrimiento de la realidad nos ha llevado ahistóricamente a

posicionamientos hipercríticos marcados por una crisis de valores de la que también ahora

participamos los españoles. Frente a la idea de una España relevante y reconocida ahora es la marca

España la que no funciona o está en declive.

No está de más marcar los abundantes déficits detectados en las garantías democráticas de

realización, por ejemplo, con las primeras elecciones democráticas o, todavía más, con el

referéndum de la Ley para la Reforma Política. Debemos visualizar mejor las irregularidades en el

censo o los problemas de voto en los exiliados y emigrantes. Desde luego, otra aventura

apasionante tiene que ver con el estudio de la transición en el medio rural porque sin ser el motor o

la palanca del cambio a nivel nacional, afectó a una significativa cantidad de población que de una

manera muy precaria fue embarcada en el proceso de democratización siguiendo un aprendizaje

muy defectuoso. La utilización de las cámaras agrarias en su traslación al nuevo tiempo político nos

29 PÉREZ QUINTANA, Vicente y SÁNCHEZ LEÓN, Pablo (Eds.), Memoria ciudadana y movimiento vecinal,
Madrid, 1968-2008, Madrid, Catarata, 2008.
30 YSÀS, Pere, “La Transición española. Luces y sombras”, en Ayer 79 (2010), (3), pp. 31-57.

13
puede enseñar mucho al respecto como se viene haciendo en algunas escuelas historiográficas 31.

Dentro de esta misma parcela pero con rango propio también se van cubriendo nichos de

conocimiento manifiestamente imprescindibles como son los referentes a la situación de las

mujeres. En general las perspectivas de género no han merecido todavía la atención precisa pero

todavía más significativo es esta situación en el mundo rural, donde las investigaciones se han

empezado a efectuar más recientemente aunque con excelentes resultados32.

Uno de los mitos más arraigados en las memorias sociales es el de su condición pacífica.

No es sólo falsa a juzgar por el sinnúmero de atentados perpetrados por organizaciones de todo

tipo, sino que también hay que valorar el comportamiento de las fuerzas del orden público y el de

conflictos de diversa naturaleza que salpicaron en rojo la cotidianeidad del cambio. Los propios

españoles desconfiábamos entonces de alejarnos de la versión más cainita y sangrienta que de

nosotros mismos habíamos interiorizado. Una imagen de violencia y extremismos que compartían

no pocos extranjeros y que condicionaba las apuestas y apoyos exteriores 33.

Se han dicho también muchas vaguedades a propósito del papel de las fuerzas democráticas

y de sus renuncias, en el caso más positivo, o de sus traiciones, por parte de los más críticos. Hoy es

muy fácil hablar de claudicaciones y de errores de estrategia si no se conoce bien el contexto, la

situación del país y del entorno internacional, la guerra fría y la crisis económica –del estado del

bienestar, del comunismo y de las políticas socialdemócratas-. La izquierda política y sindical

evolucionó en muy corto periodo de tiempo y tuvo que adaptarse a un entorno francamente hostil.

Es preciso conocer la genética de aquellas organizaciones zaheridas por el franquismo hasta la

extenuación y con muy poca afiliación. La construcción de aquellas alternativas de participación

ciudadana se levantaron de manera apresurada sin que diera tiempo a edificar una cultura

democrática consecuente entre sus potenciales militantes. Si precaria era la formación de los líderes,

31 HERRERA GONZÁLEZ DE MOLINA, Antonio, La construcción de la democracia en el campo 1975-1988. El

sindicalismo agrario socialista en la Transición española, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación,
2007. LANERO TÁBOAS, Daniel (Coord.), Por surcos y calles. Movilización social e identidades en Galicia y País
Vasco (1968-1980), Madrid, Catarata, 2013.
32 ORTEGA LÓPEZ, Teresa María, “Democratizando la democracia. Estrategias de género de las

trabajadoras agrícolas españolas (1977-1990)”, en Historia Agraria: Revista de agricultura e historia rural, 61 (2013),
pp. 181-209.
33 SABIO ALCUTÉN, Alberto, Peligrosos demócratas. Antifranquistas vistos por la policía política (1958-1977),

Madrid, Cátedra, 2011.

14
en la mayor parte de los casos, imaginemos qué ocurriría entre una población que venía de un largo

periodo de analfabetismo y despolitización. Predominaba una vaga idea de transformación y

superación de la dictadura pero sin programa claro ni ideologías precisas. Por eso, se destaca mucho

el papel moderado y maduro de una población que a la vez es tildada de pasota, débil o inhibida.

Aquí también apostamos por investigar las razones de esos comportamientos y actitudes. La virtud

no está en contar cómo predominó la balsa de aceite en tantas y tantas localidades, aunque en la

práctica también se contaron un buen número de micro movilizaciones que tenían un elevado

significado político. Lo difícil pero muy necesario es explicar por qué la mayoría de españoles

rehuyó la participación o la significación. El control del orden público hasta los últimos momentos,

las detenciones y malos tratos en comisaria, los despidos patronales, las sanciones sociales y los

miedos acumulados –incluso al disfrute de la propia libertad- no son, en este sentido,

suficientemente conjugados como claves explicativas34.

De cara a las convocatorias electorales, desde el propio referéndum de la LRP, los

gobernadores y alcaldes, así como la Guardia Civil o la policía político-social, acosaron sin límites a

todos aquellos susceptibles de participar en algún tipo de protesta. Los riesgos de empeorar en una

situación ya suficientemente complicada más los temores de una crisis económica, que jugó un

papel también clave, llevaron a muchos a esas posiciones de aparente desmotivación. Cuando se

animaron a hacerlo y vencieron sus temores se encontraron con estrategias partidistas que los

alentaban a volver a sus casas, abandonar la calle y las asambleas, a ceder su protagonismo a las

organizaciones. El descrédito de aquellas propuestas y la desesperanza ante unas políticas que no

paliaban de manera inmediata sus múltiples problemas terminaron, otra vez, en la inhibición pero

esta vez consciente, en el desencanto y la abstención o las posturas más abiertamente nihilistas.

Desde el punto de vista económico, también se nos abre un inmenso mundo de

posibilidades para incardinar con precisión las políticas adoptadas y los intereses satisfechos. Se

trata de uno de los aspectos donde mayor continuidad se produjo, como lo demuestra el hecho de

que los siete bancos más importantes del país, incluidas las cajas de ahorro, concentraran en 1975 el

34MARTÍN GARCÍA, Oscar José, A tientas con la democracia. Movilización y cambio en la provincia de Albacete,
1966-1977, Madrid, Catarata, 2008.

15
75% de los depósitos y activos del sistema bancario español, que se confirmó en los años sucesivos

con una enorme concentración del poder económico en manos de los grupos financieros. Su

actuación sería decisiva para abordar la financiación de los partidos políticos y las campañas

electorales pero también para favorecer a los distintos candidatos de la confederación empresarial,

por no hablar de las políticas económicas que se dictaban desde Moncloa. Además, el impacto de la

crisis económica que acompañó al proceso transicional fue terrible e impidió una correcta

racionalización de la estructura productiva que se intentaría abordar más adelante, condicionando

también la necesaria reforma fiscal y la búsqueda de nuevos caladeros productivos que acabaría

dejando secuelas perniciosas a futuro35.

El rol desempeñado por los medios de comunicación se ha enfatizado normalmente de

manera positiva para destacar su favorable participación en el proceso de construcción de la

democracia. No obstante, también aquí prevalece la idea de un voluntarismo aquiescente y

colaborativo con la idea del cambio político36. Pero no todo fue tan bonito ni tan favorable. La

situación de los medios tiene mucho que ver con el dominio que el aparato franquista había tenido

y que dejó en herencia durante algún tiempo. Los propios reformistas, conscientes de la

importancia de su concurso, se preocuparon por dotarse de espacios para llegar a la ciudadanía con

discursos favorables a sus intereses. Se creó así una opinión pública, a partir de unas publicaciones

retroalimentadas, que mediatizó cuando no manipuló a la sociedad también en sentido muy

moderado, huyendo de planteamientos rupturistas. La defensa de la monarquía, de la legalidad, de

unas reglas del juego supuestas e indiscutibles, formó parte de un hipotético ideario que se debería

cumplir para evitar volver a las andadas, al guerracivilismo. En resumen se construyó también una

idea de reconciliación sin contenidos claros que banalizó el franquismo y lo normalizó hasta quitarle

sus rasgos más detestables. El lógico continuismo de las estructuras políticas y sociales se reforzó

con estos discursos poco proclives al enjuiciamiento del pasado y la explicación de

35 SUDRIÁ I TRIAY, Carles, “Ajuste económico y transición política (1975-1985)”, en LLOPIS AGELÁN,

Enrique y MALUQUER DE MOTES, Jordi (Coord.), España en crisis: las grandes depresiones económicas 1348-
2012, Barcelona, Pasado y Presente, 2013. Pp. 193-220.
36 DE LA CUADRA, Bonifacio, Democracia de papel. Crítica al poder, desde la transición hasta la corrupción, Madrid,

Catarata, 2015.

16
responsabilidades. Por esto, no debería extrañar la irrupción de la memoria en los últimos quince

años.

La tarea del primer gobierno era titánica si recordamos el punto de partida. El

empoderamiento de la sociedad democrática fue más un deseo, una retórica, que una

demostración37. Se utilizó el movimentismo social pero se le intentó neutralizar para evitar su

radicalismo, por ejemplo, el asambleísmo. Había que crear ciudadanía democrática, reconocer

derechos y modernizar las estructuras económicas en un contexto de crisis económica gravísima.

Había que responder a las reivindicaciones sociales, creación del estado de bienestar, y se hizo con

mimbres muy precarios y con costumbres muy arraigadas como la corrupción o el fraude fiscal.

En resumen y como adelantábamos al comienzo, todavía queda mucha tinta que verter

para desbrozar este campo de nuestra historia reciente. En estos últimos años se ha recordado

mucho el injusto sistema electoral –mayoritario proporcional corregido-, procedente del pactado

por Suarez y AP para la LRP que ha beneficiado a UCD, al PSOE y al PP así como a las minorías

nacionalistas. En realidad, esto es lo que menos se comentaba por desconocimiento pero haríamos

bien en recordarlo y contextualizarlo para evitar seguir cometiendo errores. A propósito de las

posibilidades que encierra el estudio de temas aparentemente menores pero que se revelan como

faros referenciales para una mejor comprensión del asunto, no queremos dejar de traer aquí el

mundo de la cultura porque creemos en “el papel social que la política cultural gubernamental tuvo

a la hora de transmitir e incentivar una transición culminada con éxito y fundada en la

reconciliación antiideológica de las diversas sensibilidades políticas”38. Es mucho lo que podemos y

debemos esperar de investigaciones que circunvalen estos planteamientos que a menudo se han

dejado en un plano muy secundario.

Se trataba se animar al debate y de abrir posibles campos a partir de esas visibles lagunas

porque debemos contribuir a que el sistema que hemos construido con no poca dificultad no sólo

sea democrático sino, por qué no, también democratizador, de esta manera no sólo haremos bien

37 RADCLIFF, Pamela, “El ciclo de movilización ciudadana en la Transición española”, en Alcores, 14 (2012),
pp. 23-48.
38 QUAGGIO, Giulia, La cultura en Transición. Reconciliación y política cultural en España, 1976-1986, Madrid,

Alianza, 2014. P. 21.

17
nuestro papel de historiadores sino de ciudadanos y cumpliremos nuestra indudable función

social39.

La relevancia de algunos trabajos

Mucho es lo que desde la disciplina histórica se ha escrito ya hasta aquí sobre el proceso de

Transición en España, hasta el punto de que como señaló ya hace media década Santos Juliá se ha

llegado a acumular tal cantidad de trabajos que “hay donde elegir para construirse algo más que una

idea de lo que en aquellos años estuvo en juego”40. La profusión de estudios y aportaciones ha sido

tal que muy posiblemente la Transición se ha convertido, tras la Guerra Civil, en el período de la

historia española que haya dado más trabajo a editores e imprentas 41. El caudal de textos

fundamentado en todo tipo de recursos heurísticos y con multiplicidad de perspectivas y lecturas de

cuestiones concretas o del conjunto del mecanismo de cambio, no parece que vaya a agotarse

nunca. Al contrario se siguen editando cada año obras cuya calidad es indiscutible.

Por este motivo la misión de efectuar un balance en el que se distingan y describan aquí

aquellas obras que puedan resultar más reveladoras o innovadoras en relación a todo lo estudiado

respecto al mencionado período es una tarea harto compleja42. Conscientes de esa dificultad, la

39 DUCH PLANA, Montserrat, “¿Una modélica transición a la democracia en España (1976-1982)? ¿(Nos)

conviene revisitar (resignificar) la transición española a la democracia?”, en QUIROSA-CHEYROUZE Y


MUÑOZ, Rafael (ED.), Ob. Cit., pp. 37-47.
40 JULIÁ, Santos, “Cosas que de la transición se cuentan”, en Ayer. Revista de Historia Contemporánea, 79

(2010:3), p. 297.
41 Oportuna y necesariamente de esos trabajos se han responsabilizado cada vez más los profesionales de la

Historia, pues como acertadamente recordaba no hace tanto Rafael Quirosa: “fueron otras disciplinas las que
aportaron sus propuestas en una etapa anterior”, pero continúa Quirosa “ni la sociología, ni la ciencia política,
ni la economía – muchos menos el periodismo- podían ofrecer una explicación global sobre el proceso.
QUIROSA-CHEYROUZE Y MUÑOZ, Rafael (coord.), Historia de la Transición en España. Los inicios del proceso
democratizador, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, p. 13.
42 Recientemente Gil Feito ponía de manifiesto como “en los últimos años se han realizado diferentes

trabajos que han propuesto contrapuntos importantes a la visión idealizada que de nuestro proceso
transicional han promovido algunos autores”. Trabajos que habrían realizado “una profunda revisión de
cómo se llevó a cabo el cambio político, del papel desempeñado por los distintos protagonistas, de la
desmitificación de la transición pacífica, o de los aspectos que la Constitución de 1978 dejó pendientes”. El
mismo autor indicaba oportunamente que “revisar todos los estudios que se han realizado en torno a la
Transición española resultaría a todas luces inabordable” para un trabajo que contará con un espacio
determinado. GIL FEITO, Félix, “De la transición modélica a la desmitificación. Visiones y percepciones
cambiantes del proceso transicional español desde la Historiografía reciente” en Pensar con la Historia desde el
siglo XXI, Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, UAM Ediciones 2015, p.
3214.

18
nómina de obras que aparecerá en estas líneas se guiará por un vector fundamental: determinadas

aportaciones han contribuido especialmente a, digámoslo así, traer un aire fresco capaz de poner en

cuestión una versión sobre la transición que aunque aceptáramos el no denominarla canónica,

oficial, dominante o hegemónica, sí creemos que pueda recibir el calificativo de mayoritaria, como

ha quedado explicado antes. Todos los trabajos que se notarán a continuación, se caracterizaron por

abrir nuevos caminos y planteamientos, configuraciones no frecuentadas con anterioridad que han

contribuido a hacer de la transición el gran objeto de debate historiográfico, también mediático y

político en el que en nuestros días se ha convertido43.

Algunas de estas aportaciones se han centrado en el análisis de un período concreto del

cambio político, que suele ser identificado como un espacio temporal con entidad propia, y en

consecuencia, es analizado con unos planteamientos y supuestos específicos. Tres de las obras que

aquí se van a mencionar cumplirían con esos requisitos. Este es el caso, en primer lugar, del libro

escrito conjuntamente por Javier Tusell y Genoveva G. Queipo de Llano y publicado con el título

Tiempo de Incertidumbre, Carlos Arias Navarro entre el franquismo y la Transición (1973-1976), Barcelona,

Crítica, 2003. Es este trabajo, además, un estudio que tiene como eje analítico la trayectoria de un

personaje: Carlos Arias Navarro. Figura normalmente oscurecida y aparcada por los especialistas, la

trayectoria del que fuera último presidente del Gobierno con Franco y primero de la Monarquía con

Juan Carlos I, sirvió a los autores para –partiendo de la indudable ventaja que supone un cauce

documental inédito– demostrar cómo desentrañar algunas de las pautas claves que, desde un

tardofranquismo aún sólido pero ya en determinadas partes de su anatomía agrietado, acabarían

conduciendo a la aceleración del proceso de cambio. Y es que como bien apuntó en su día el

coautor “sin la época de Carlos Arias la transición hubiera sido imposible", fundamentalmente

43 Con esto no pretendemos apuntar aquí que con anterioridad incluso a las fechas de las obras que aquí se

mencionarán no existieran trabajos que incluso podrían calificarse de clásicos en esa línea que podría
denominarse como iconoclasta. Dentro de esta lista Juan Francisco Fuentes Aragonés considera las
siguientes: “La España que bosteza. Apuntes para una historia crítica de la transición (1981) de Juan Luis Cebrián,
publicada en pleno «desencanto », y las de Gregorio Morán, Adolfo Suárez. Historia de una ambición (1979) y,
sobre todo, El precio de la transición (1991)” en FUENTES ARAGONÉS, Juan Francisco, “Lo que los
españoles llaman la transición. Evolución histórica de un concepto clave” en Melanges de la Casa de Velázquez,
núm. 36 (1), 2006, p. 145. Aún anterior a estas sería la obra de VIDAL-BENEYTO, José, Del franquismo a una
democracia de clase, Madrid, Akal, 1977.

19
porque continuaba señalando Tusell “aunque el resultado final hubiera sido el mismo, no se hubiera

llevado a cabo de la misma manera”44.

Sin duda es esta la gran virtud de esta obra que supo utilizar la línea de conducción

cronológica en que normalmente se constituye lo biográfico para analizar la descomposición del

engranaje político franquista y las razones que posibilitaron que el aperturismo y el reformismo se

fueran abriendo paso. Todo ello unido a que el momento de su aparición contribuyó en buena

medida para que este libro sirviera como línea de arranque para nuevos planteamientos críticos

respecto a la transición.

Otra de esas notables aportaciones que han sido capaces de configurarse en un análisis

profundo y penetrante de alguno de los períodos en los que se podría dividir el periodo ha sido el

libro de Ignacio Sánchez-Cuenca, Atado y Mal Atado. El Suicidio institucional del franquismo y el

surgimiento de la democracia, citado con antelación. Una obra que, casualmente, realiza ese ejercicio

intelectual con respecto a un tiempo que seguiría de una manera casi absolutamente secuencial al

analizado en el estudio de Tusell y Queipo de Llano, pues su análisis arranca justo en la última etapa

del gobierno Arias ya con Juan Carlos en el trono, y finaliza en junio de 1977 con la celebración de

las primeras elecciones democráticas.

Lo concreción metodológica del libro de Sánchez-Cuenca sin lugar a dudas se configura en

uno de los elementos esenciales que contribuyen a realzar su alcance: ¿por qué los procuradores

franquistas aceptaron suicidarse políticamente? Para el autor esta sería la cuestión fundamental de

la transición española. Para él, la aprobación de la Ley para la Reforma Política en las Cortes el 18

de noviembre de 1976, el día del famoso “haraquiri”, constituiría el momento capital de la

transición y es en torno a ese planteamiento sobre el que edifica una reflexión que llega a niveles de

profundidad y minuciosidad analítica pocas veces antes logrados. Y esto es posible en buena

medida por un elemento que convierte a esta investigación en un estudio auténticamente singular

entre la nómina de las que aquí se mencionarán, pues es el único trabajo escrito por un politólogo.

Sánchez-Cuenca elige el ir más allá de las barreras que dividen la disciplina de la Ciencia Política con

la Historia, para obtener de las dos todas aquellas herramientas analíticas que, combinadas con rigor

44 EL MUNDO, 03-V-2003.

20
y destreza, hacen posible que el autor trace planteamientos y elaboraciones enormemente

estimulantes para el mejor conocimiento del período.

Partiendo de presupuestos distintos y de concepciones bien diferentes alguna otra obra ha

tenido la habilidad de desentrañar las claves cardinales de la etapa que aquí nos ocupa, esas que se

enmarcan fundamentalmente entre la muerte del dictador y la celebración de las primeras elecciones

democráticas en junio de 1977. Justo ese período cronológico es el que estudian Alberto Sabio y

Nicolás Sartorius en su libro El final de la dictadura. La consolidación de la democracia en España. Noviembre

de 1975 – junio de 1977, también ya recordado, una obra de un impacto indiscutible en los estudios

sobre la transición pues supo acercarse con rigor al tan deseado análisis multifocal del proceso. Una

trascendencia que es capaz de superar un elemento paradójico al menos en lo conceptual, pues

ambos autores rehusaron utilizar el concepto de transición. Sartorius y Sabio –cuya colaboración

sirve para considerar la obra una mezcla poco frecuente de memorias, de egohistoria y de rigurosa

investigación académica– optan por hablar, como bien indica el título de este estudio, del final de la

dictadura y no de transición.

No hay nada de baladí en este hecho, pues nos situamos ante una circunstancia que toca de

lleno al registro fáctico analizado en el libro, a la perspectiva, al planteamiento metodológico y al

repertorio de conclusiones de este trabajo. Entre las fechas mencionadas a juicio de los autores no

hay todavía democracia en España, antes al contrario, lo que subsistían en esos meses eran

importantes restos del sistema franquista, modelo político cuyos responsables intentaron perpetuar

más allá de la muerte del dictador. La respuesta a por qué esta perpetuación no fue posible se

convierte en el gran mérito y aportación de esta obra y el motivo que en su día la diferenció de la

gran mayoría de la bibliografía existente sobre el período: la movilización de una sociedad española

que salía del letargo autoritario fue la que impidió el continuismo, fue la presión múltiple de amplios

sectores sociales la que consiguió ese logro. Fue el activismo en la calle un ingrediente fundamental

para traer la democracia, para poner en marcha la transición. Desde este punto de vista esta obra

contribuyó decisivamente a configurar una nueva visión sobre el período alejada de los

posicionamientos más mitificadores –cada vez más en manos del conservadurismo político– pero

también distante del revisionismo de izquierdas más radical, tan propio y en boga en nuestros días.

21
Además de las aportaciones que, independientemente de sus planteamientos y

componentes novedosos, han tenido como elemento definidor el secuenciarse a lo largo de un

período de tiempo concreto, nos encontramos dentro del repertorio de las investigaciones

confeccionado para este balance otras que han tenido como esencial característica el haber sido

capaces de considerar en profundidad, y desde nuevas perspectivas, a algunos de los protagonistas

fundamentales del proceso. Entre algunos de los estudios que cumplirían con estos requisitos, dos

de ellos merecerán aquí una especial atención.

El primero sería el libro de Juan Antonio Andrade Blanco, El PCE y el PSOE en (la) transición.

La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político, al que hacíamos alusión con

antelación. Dicha obra, entre otros muchos méritos, poseería uno especialmente sobresaliente: sirve

para comprobar como el cambio político que supuso la transición, debido al modo en el que tuvo

lugar y a los contextos que lo enmarcaron, no solo fue capaz de transformar el sistema político

español sino que también tuvo como consecuencia el impulsar la transmutación de algunos de los

principales actores políticos del proceso, en el caso concreto del que estamos hablando, el de los

principales partidos de la oposición.

La obra de Andrade profundiza justamente en el mecanismo de cambio ideológico de las dos

principales formaciones de izquierda del momento, PCE y PSOE, que acabaron experimentando

una transición propia en el rápido camino de acoplamiento a unos marcos políticos cambiantes que

terminaron por desubicar a ambos partidos. Una transformación que trajo consigo auténticas

rupturas ideológicas como fue el abandono del leninismo por parte del primero de los partidos

mencionados y del marxismo por parte del PSOE. Factores como un marco internacional marcado

por los efectos de la crisis de 1973, el modo en el que finalmente se desplegó el mecanismo de

cambio político en España y la propia estructura jerárquica de los partidos de izquierda, serían los

vectores clave que elucidarían y se situarían detrás de las mutaciones ideológicas que

experimentaron esas dos formaciones en aquellos años, y ayudarían a comprender el muy distinto

final de ambas llegado el decisivo momento que fue 1982 y celebradas esas elecciones disruptivas

que fueron las generales de octubre de ese año.

22
Análisis de una profundidad analítica que se despliega en todo momento a gran altura, en

esta investigación el autor es capaz de recoger las aportaciones y dar voz a cauces expresivos tan

distintos, pero siempre tan reveladores en la vida de los partidos políticos, como lo son los

intelectuales, los medios de comunicación e incluso –otra de las grandes aportaciones de lo escrito

por este autor– los propios militantes de base. El resultado del trabajo de Andrade fue una obra

referencial capaz de materializar y concretar como pocas la ruptura de los cada vez más discutidos

consensos políticos e historiográficos sobre el período de la transición.

Si el estudio de Andrade Blanco merece tal consideración por lo novedoso en muchos de

sus planteamientos y posicionamientos respecto al papel de algunos los partidos políticos clave

durante la transición, la obra colectiva editada por Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz en 2011 y

titulada La sociedad española en la Transición. Los movimientos sociales en el proceso democratizador, Madrid,

Biblioteca Nueva, alcanza semejante valoración por la temática que sirve de eje central a la misma.

Nunca antes en la producción historiográfica – o de otras disciplinas sociales – surgida al hilo de la

transición se le había dedicado tanta atención al que sigue siendo aún uno de los protagonistas más

desconocidos del proceso de cambio en nuestro país: la sociedad española.

En este sentido, este trabajo, uno más de los diversos frutos debidos al continuado

esfuerzo de su editor por la organización periódica de Congresos monográficos dedicados a la

transición en la Universidad de Almería, vino a cubrir un importante hueco. Este vacío se

relacionaba con el hecho de que aunque buena parte de las obras, cada vez más abundantes, que

revisitaban la transición desde postulados críticos -algunas de las que en estas líneas se están citando

sin ir más lejos- insistían en realzar el papel de la sociedad civil y el de los movimientos sociales en

el proceso por encima del que tuvieron de las élites políticas, eran escasísimas las que habían

convertido en su meta principal el dar una explicación global al papel de la sociedad española en

esos años de cambio. La obra diseñada y editada por Rafael Quirosa sí que afrontó ese reto, y con

éxito.

Esta contribución aunó en su seno un examen exhaustivo y concentrado del rol del

conjunto social en todo el Estado, y más específicamente el de los movimientos sociales durante los

años del cambio político, a través de varios niveles de análisis. En algunos casos estos niveles de

23
análisis aparecen parcelados en función de los diversos territorios del país, en otros se alude a

muchas de las formas a través de las cuales los colectivos sociales se vertebraron para luchar por la

instauración de la democracia, si bien es cierto que en este punto se presta una especial atención a

esos Nuevos Movimientos Sociales que vendrían a acompañar al más clásico movimiento sindical

que igualmente mereció en estas páginas una singular y extensa dedicación.

Aunque como se ha señalado con anterioridad, todas las obras que se están referenciando

en estas páginas se caracterizaron por abrir vías nuevas, o deficitariamente exploradas, en el análisis

de la transición, de las tres siguientes se podría señalar que han dejado una especial huella entre el

total de las aportaciones que se han aproximado al proceso de un modo más rupturista y crítico.

Ambos adjetivos casan perfectamente con la obra El Mito de la Transición. La Crisis del Franquismo y

los orígenes de la democracia (1973-977), publicada en la editorial Crítica en el año 2008 por Ferrán

Gallego. Libro de caracteres oceánicos -más de 700 páginas- de lectura densa hasta la espesura en

algunos momentos, es cierto que es un trabajo que se caracteriza además por una forma de relatar

ciertamente alambicada, y por la utilización recurrente de recursos literarios que no facilitan una ágil

secuenciación comprensiva por parte del lector.

No obstante todo ello, esta obra logró despuntar en su momento entre todas aquellas

lecturas que hasta ese momento habían sostenido perspectivas críticas respecto a la transición,

logrando distanciarse de la mirada mayoritaria que caía las más de las veces en un complaciente

determinismo a posteriori. Un determinismo que, a juicio de Gallego, estaba sustentado además en

la existencia y en la actuación de un segmento reformista procedente del régimen -en el que se

insertaría igualmente el Monarca o Adolfo Suárez- no tan dividido entre sí como se habría dado a

entender y cuyas aspiraciones democráticas son ampliamente puestas en cuestión por el autor. La

obra de Gallego sirvió para hacer más ancha la senda que mostraba las inseguridades del proceso,

que éste no fue sencillo, como tampoco los fueron los pactos alcanzados, condicionados muchos

de ellos por metas política muy alejadas entre sí.

El autor que despliega su obra desde finales de 1973 hasta las elecciones de junio de 1977,

se muestra igualmente crítico con algunas de las más destacadas fuerzas organizadas de la oposición

democrática, pues combina el reconocimiento del poder transformador de la movilización

24
democrática con la crítica hacia unos partidos de izquierda a los que se valora como fuerzas que

fueron incapaces de superponerse a un franquismo post Franco, en todo momento suficientemente

fuerte para evitar que el control del proceso se escapase de sus manos.

Un año después del libro de Gallego apareció publicado en la editorial Biblioteca Nueva el

trabajo de Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, Los Ángulos Ciegos. Una perspectiva crítica de la transición

española, 1976-1979, también referenciado ya, título suficientemente expresivo de las intenciones del

que fuera uno de los supervivientes de la matanza de Atocha en enero de 1977. En esta obra Ruiz-

Huerta ahonda desde posiciones severamente incisivas con el proceso de la transición en algunas de

las líneas de ruptura abiertas en estudios anteriores tomando como eje temporal lo que el autor

denominó “el corazón de la transición”, es decir el tiempo que transcurriría desde julio de 1976,

cuando tuvo lugar el nombramiento como presidente del gobierno de Adolfo Suárez, y la

celebración de los primeros comicios locales en abril de 1979.

Ruiz-Huerta en su obra resalta el papel protagonista de lo que él llama “los sujetos

colectivos”, es decir la importancia en el proceso de una sociedad civil que a su juicio habría estado

silenciada hasta el momento. Crudo con las formas en las que se desplegó el mecanismo de cambio,

el autor se interroga seriamente y pone en cuestión los que habrían pasado a consolidarse como

elementos modélicos de la transición, el pacto, el perdón, el consenso, la libertad, pues a su juicio

mucho más relevantes habían sido las intimidaciones, las coacciones, el miedo y las pulsiones

antidemocráticas, todo ello aureolado y presidido por la perniciosa tutela del silencio. Polémico en

algunos de sus planteamientos la obra de Ruiz-Huerta fue una de las que más contribuyó a la hora

de abrir el camino a todos aquellos que después han buscado en una transición defectiva y lastrada

por diversas imperfecciones algunos de los lastres autoritarios que supuestamente habrían pervivido

en la actual democracia.

Mucho más reciente en el tiempo, el libro colectivo, comentado en la primera parte, La

transición española. Nuevos enfoques para un viejo debate, (Biblioteca Nueva, 2015) editado por Marie-

Claude Chaput y Julio Pérez Serrano tiene la virtud de efectuar un amplio balance que revisita la

transición desde preguntas que se plantean desde nuestro presente más cercano. Un presente

marcado profundamente por la crisis económica, política e institucional que sacude a nuestro país

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desde hace ya unos años. Esta situación propiciaría el surgimiento de nuevos interrogantes y de

nuevos planteamientos y favorece la puesta en marcha de los estudios que se proyectan hacia

protagonistas arrinconados hasta el momento a la vez que reconfigura la visión respecto a

planteamientos historiográficos supuestamente finiquitados. Esta obra se vertebra en tres grandes

partes: los actores políticos y sociales, los discursos y las representaciones, y la memoria de los

protagonistas y sociales de la transición. En ellas los diversos autores –algunos de ellos muy

cercanos o incluso directamente implicados con los procesos sobre los que escriben– establecen un

sugestivo diálogo que toca a decursos históricos bien distintos: el período mismo de la transición,

los momentos en los cuales se han ido fraguando las versiones más extendidas sobre este episodio

histórico, y el presente más actual en el que todos estos planteamientos están siendo sometidos a un

serio y profundo escrutinio.

La que quizá puede considerarse como la principal dialéctica conceptual a la que se han

enfrentado la gran mayoría de las obras que han intentado abrir nuevos cauces reflexivos al análisis

realizado sobre la transición es sobre la que pivota el penúltimo de los trabajos que se van a

mencionar en estas líneas. Conflicto y consenso en la transición española lleva por nombre el libro

coordinado por Gutmaro Gómez Bravo y que fue publicado por la Editorial Pablo Iglesias el año

2009, siendo, por cierto, el resultado directo del seminario que con el mismo nombre fue celebrado

en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense en noviembre de 2007.

Este libro colectivo convirtió en su eje propositivo la confrontación entre dos ideas, dos

términos que han marcado como ningún otro la oposición entre una visión de la transición

supuestamente modélica, llamémosla dulcificada o tradicional si se quiere; y por el contrario una

visión crítica, impugnadora, acusatoria incluso del proceso. Estas dos ideas antitéticas serían por

un lado la del pacto, la del acuerdo, la del consenso como aparece reflejado en el título. Y de otro

lado, la idea de antagonismo, de confrontación, de conflicto, que es la palabra utilizada en este caso

para que aparezca en el encabezamiento de esta obra.

Así pues, a través de las nueve contribuciones que forman parte de este libro se busca

como meta general desentrañar el trayecto que, partiendo del supuesto básico que entendería como

condicionante previo al proceso la existencia de unas importantes cotas de confrontación y de

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indecisión a todos los niveles, logró concluir a pesar de todas las dificultades en la puesta en marcha

de un extendido contrato sociopolítico que posibilitó el afianzamiento de la concordia y la

implantación de un sistema democrático. Los diferentes capítulos que componen este trabajo

pusieron encima de la mesa algunos planteamientos que explicarían cómo fue posible que la

mencionada transformación pudiera producirse sin violencia, sin dejar a una lado, por otra parte

que la presencia más o menos tangible de esta última realidad, la de la violencia, fuese otra de las

constantes más definidoras del proceso, por mucho que esa presencia pueda haberse encubierto u

olvidado en muchas ocasiones.

La última de las obras que se citarán en estas líneas vio la luz en su día a modo de una

especie de balance. En 2006 en la editorial Península, y con una edición a cargo de la profesora

Carme Molinero apareció el libro La Transición treinta años después. De la dictadura a la instauración y

consolidación de la democracia, que como sucedía en el caso anterior también fue resultado de un

congreso científico, el organizado por el Centre d’Estudis sobre les Èpoques Franquista i

Democrática y el Centre de Cultura Contemporánia de Barcelona en octubre de 2005 y que llevó el

título de La Transición de la dictadura franquista a la democracia.

Trabajo tremendamente oportuno en el momento de su aparición y sobre todo por los

puntos de debate que fue capaz de plantear en su día. Pasadas tres décadas desde el arranque de la

transición, este conjunto de ocho trabajos diferentes escritos por indiscutibles autoridades en cada

una de sus materias tocaron a muy distintos planos compositivos del proceso de cambio que iban

desde el papel de los movimientos sociales a la cultura, pasando por los condicionantes económicos

o la cuestión de la memoria y los legados del franquismo. Una construcción que sirvió para

actualizar y poner al día todas estas cuestiones al tiempo que servía para demostrar que era posible

el anhelo enunciado por Pamela Radcliff –y que suscribimos totalmente, pues pensamos que hacia

ese horizonte es el que hay que dirigirse en todo momento– cuando advirtió de que lo que la

transición necesitaba “es un análisis pluricausal o un análisis multifactorial en el que puedan entrar

los elementos procedentes de distintas teorías”45.

45
RADCLIFF, Pamela, “Si ocurrió en España, ¿por qué no en cualquier otra parte? Evaluación del ‘modelo’
español de transición a la democracia”, en Pasajes de pensamiento contemporáneo, 29 (primavera 2009), p. 110.

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