La Nueva Vida de Kendall Liam 1 Aitor Ferrer

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 129

Primera edición.

La nueva vida de Kendall. Trilogía Liam nº1


©Aitor Ferrer
©Agosto, 2021.
Todos los derechos reservados. Esta
publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en
o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma
ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético,
electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por
escrito del autor.
ÍNDICE
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Mis
redes sociales
Capítulo 1

Si tres meses antes me


hubiesen dicho lo que iba a cambiar mi vida, no me lo habría creído…
Con veintiséis años
estaba viviendo un momento de desconcierto total, todo mi mundo se había puesto
patas arriba y sin sentido, así que me encontraba en un vuelo en el que
esperaba que fuese mi escapatoria y el comienzo de una nueva vida lejos de todo
el caos que se había formado a mi alrededor.
Me presento, mi nombre es
Kendall y hasta antes de suceder todos mis males yo era una chica muy feliz…
Tenía un novio de muchos
años, desde que teníamos diecisiete años, Jorge, un chico que nadie podía
predecir que nueve años después, por capricho de su madre, me mandara a freír
espárragos.
Aquello me dejó echa polvo, pero no tanto como cuando un mes después en el
que aún no había superado ni lo más mínimo aquello, mi madre, la única persona
que tenía en mi vida, murió en una operación de corazón, ahí fue cuando me di
cuenta de que, ya no me quedaba nada a lo que aferrarme.
En ese momento, llevaba
tres años publicando novelas románticas en una famosa plataforma y la verdad es
que tenía mogollón de seguidoras y mis novelas se vendían perfectamente, en ese
aspecto estaba muy feliz ya que sacaba un buen sueldo al mes, no una millonada,
pero sí que me daba para vivir desahogadamente, además, hacia mi otra pasión
dos veces en semana, esos días que iba a la academia de baile de un gran
bailaor flamenco con el que llevaba desde pequeña y es que bailar era mi
pasión.
Eso que por ahora iba a
quedar en un segundo plano, no me veía en Miami
bailando flamenco, pero bueno, alguna que otra “pataita”
sí que me echaría.
Sí, iba rumbo a Estados
Unidos y ahora os explicaré que me llevaba hasta allí.
Resulta que una de mis
primeras lectoras era puertorriqueña, Alexandra, afincada desde hacía muchos
años en Miami y casada con un cubano
llamado Luis, que era representante de actores.
Alexandra y yo, siempre
hablábamos por privado y eso llevó a las videollamadas,
se convirtió en mi confidente, mi gran amiga y jamás nos habíamos conocido en
persona, pero os puedo garantizar que éramos como dos hermanas.
Cuando pasó lo de mi
madre, me dijo bien claro que me fuera a su casa una temporada o el tiempo que
quisiera, además en su jardín tenía un pequeño apartamento de invitados que me
dejaba gustosamente para vivir allí. Después de mucho pensarlo accedí y ahora
estaba volando hacia aquel lugar de la Florida.
Lo más fuerte de todo es
que yo estaba enganchada a una serie americana de acción que, era un equipo de
polis de investigación donde había un actor llamado Liam Jones, de cuarenta y un años, rubio, de ojos azules, cara
angelical y la locura de todas las féminas, incluida yo, que cada vez que
escribía lo hacía pensando en él, era toda mi inspiración y como se dice, mi
amor platónico, ese con el que siempre fantaseaba y seguía en las redes, pero
sin seguirlo, vamos que entraba directamente cada día para ver si había una
actualización, eso sí, no le daba ni un me gusta, yo solo cotillear.
De Liam, la gracia es que su representante era Luis, el marido de
Alexandra, con lo cuál me prometió que cuando
volviera a Miami de los rodajes me lo
presentaría, yo con tirarme una foto con él, ya era como si me tocara la
lotería, así que esperaba que algún día sucediera aquello.
La casa de mi madre la
vendí para poder pagar la parte de impuestos de la herencia y lo poquito que me
sobró lo dejé en el banco para cualquier cosa que me hiciera falta, así que en
España solo me quedaba el banco de la plazoleta donde yo vivía, en el que me
senté tantos años, en el que me reí y lloré a partes iguales, por lo demás,
nada, todo iba en mi maleta.
Durante el vuelo me
enganché a una de las tantas pelis que ponen para que elijas, como no, cogí una
peli de Liam, además de esa serie tan
famosa que ya iba por la cuarta temporada, el chico había hecho mogollón de
pelis y bien buenas, era un pedazo de actor como la copa de un pino y el hombre
con la mirada más seductora del planeta.
Y lo bueno de todo, es
que sabía que algún día iba a tener la oportunidad de saludarlo, aunque fuera
un solo minuto, pero tenía la absoluta convicción de que tendría esa suerte y
la verdad es que me hacía mogollón de ilusión, fantaseaba hasta con qué ropa
ponerme y como saludarlo.
Aterricé en Miami y a pesar de lo muy afectada que
iba con todo, me salió una sonrisa, era como que ese cambio iba a ser
importante en mi vida.
Si mi Alexandra era
bonita por video y fotos, en persona era espectacular, era glamur en estado
puro, tenía clase, era pura clase.
Nos fundimos en un abrazo
que duró una eternidad, luego lo mismo con su marido al que le tenía mucho
cariño, solía aparecer en medio de las videollamadas de nosotras para saludarme, incluso alguna que otra noche nos
quedamos los tres
charlando muertos de risa, era de lo más simpático y bromista.
Llegamos a la casa y
aunque la conocía por esas llamadas, verla en persona era una pasada, todo era
a lo grande, habitaciones, cocina, salón y cuartos de baños.
Además, dicha cocina y
salón daban al patio donde estaba el balancín, mesas, sofás, neveras, piscina,
barbacoa y hasta tele, además del apartamento que iba a ser mi hogar por un
tiempo, que, por cierto, era muy coqueto. Tenía dos habitaciones, baño, cocina
y un salón que daba al patio ese que quedaba en común.
Me duché e instalé
colocándolo todo, un rato después apareció ella para decirme que ya estaba la
cena.
Fue una velada llena de
confidencias, lloros, risas, abrazos y que duró muchas horas antes de que, con
un abrazo de verdad, me despidieran los dos antes de dormir, fue un abrazo en
conjunto, pero de esos que sientes de verdad, me estaban arropando de corazón y
eso se notaba, era evidente.
Los siguientes días puedo
jurar que fueron un cambio total, me despertaba y desayunaba con Alexandra,
siempre estaba levantada la primera, luego ella se ponía con su portátil a
trabajar y yo con el mío a escribir en aquel porche que tenía una zona medio
cerrada con aire acondicionado, una pasada, nuestro rincón donde pasábamos
tantas horas.
Me sentía querida, no me
sentí un estorbo en ningún momento, ella se meaba al ver que ponía media
pantalla con el Word en el que
escribía y en la otra, una foto de Liam,
ese que ella conocía bien, es más, eran amigos por la relación que tenía
laboral tan estrecha con su marido, ni más ni menos que su representante.
Eso sí, como dije, Liam era un amor platónico, pero lo de
Jorge, era un amor de verdad y no me lo podía quitar de la cabeza. Había sido
una decepción muy grande la que me había llevado y eso que sabía que su madre
nunca me pudo ver, vamos, que no hizo nada por ocultarlo, todo lo contrario.
El primer mes allí fue un
soplo de aire fresco, escribía cada mañana, salíamos alguna noche de cena y
copas, fuimos a la playa de Miami beach y los cayos, donde precisamente tenían allí un
barco y navegamos en él, en varias ocasiones, además de las barbacoas que se
hacían en su casa y a las que venían muchos amigos a los que ya les había
cogido cariño en ese tiempo.
Capítulo 2

Estaba muy emocionada con el avance de la novela, la verdad es que me había pillado
inspirada ese mes, a pesar de la tristeza que soportaba.
Esa mañana llevaba escrito un montón y apenas eran las doce, iba a dejar de escribir cuando
llegaran sus amigos, Ernesto y Milano, dos modistos que eran sus mejores amigos y como decían
cada vez que me veían, los míos también.
Ese día tocaba barbacoa, además era viernes, día en que nunca faltaba una, la verdad es que
me lo pasaba genial con aquellas charlas y risas que nos pegábamos, todos eran latinos,
puertorriqueños o cubanos.
Me había dado un ataque de risa mientras escribía la escena de una pija que era más repelente
que todas las cosas, pero la estaba bordando.
—Kendall, perdona que te corte la escena esa tan graciosa que debes estar haciendo —dijo
Alexandra, asomando la cabeza por el salón y aguantando la risa y yo que la conocía sabía que
me iba a soltar un disparate, era lo más cómica del mundo.
—Nada, dime —le dije con tono de que soltara alguna de las suyas.
—Qué llegó Liam para la barbacoa —se echó a reír agarrada al quicio y poniendo sus manos
entre las piernas.
—Dile que pase que le voy a enseñar el dicho de “poner mirando a Cuenca” —solté una
carcajada.
—¿Cuenca? —preguntó el mismísimo Liam arqueando la ceja y saliendo al porche.
Pensé en ese momento dos cosas: o me tiraba a la piscina y no sacaba la cabeza, o corría hacia
la salida sin mirar atrás, otra no me quedaba.
—Kendall, él es Liam —reía Alexandra, y yo seguía sentada sin reaccionar.
—Hola, Kendall —extendió su mano por encima de la mesa viendo que no me iba a levantar
para darle un beso.
—¿Estás bien? —preguntó Alexandra, al ver que no atinaba ni a darle la mano.
—Creo que me dio un golpe de calor y me estoy mareando —murmuré, sintiendo que mi
tensión debía estar por los suelos, además de verdad, que notaba que me estaba quedando lacia.
—Túmbate que te pongo las piernas en alto —dijo Liam, viniendo directo a tumbarme en ese
balancín donde yo me ponía a escribir.
—No, tú no —murmuré cayendo hacia atrás, mientras pensaba que por Dios él no me tocara.
—Tú sí —fue lo último que escuché decir a Alexandra, mientras perdí la conciencia unos
segundos.
Y fue cuando abrí los ojos que vi que tenía los pies encima de un puf que pusieron en el
balancín y Alexandra me hablaba mientras Liam me echaba el aire en la cara con un cartón.
El problema es que al verlo de nuevo tan cerca de mí yo no me quería levantar, quería volver a
perder el conocimiento, ese tío impactaba demasiado y a mí me temblaba todo.
—Kendall, bebe un poco —dijo Luis, dándome una lata de Coca Cola.
—Échame un poco de ron —murmuré apretando los dientes y causando una carcajada en
todos, mientras me notaba hasta sudores fríos.
—No —dijo Liam en voz baja, mientras sonreía mirándome.
—No hables, que no se repone —soltó Alexandra, causando una carcajada a Luis y una risa
floja en Liam.
Me incorporé y di un trago a la Coca Cola, tan patosa yo que me cayó por encima de la
camiseta.
—Ay, Dios —me puse la mano en la cara mientras negaba.
—Es muy guapo el chico del fondo de pantalla —murmuró mirando mi portátil y viéndose él.
—¿Ese quién es? ¿Qué hace ahí? Alexandra joder, que graciosa eres —dije tirándole los
balones a mi amiga y cerrando el portátil a toda leche.
—Mira que ponerme en el portátil de la chica —dijo Liam, a modo de reprimenda a
Alexandra, obvio que bromeando.
—Es que quería que tuviera presente a mi amigo y mejor actor de los Estados Unidos —
sonrió con ironía, yo me fui levantando sin querer ni mirar y recogiendo las cosas para irme a
cambiar, estaba hecha un cristo con ese lamparón de Coca Cola.
—Bueno, voy a cambiarme —sonreí abrazada al portátil y pasando por su lado.
—No te has presentado —murmuró Liam, cuando pasé junto a él.
—Ya otro día —dije caminando directa al apartamento.
¿Otro día? ¡La madre que me parió! Más imbécil y no nacía.
Me reí al entrar a la vez que me tumbé en la cama pensando que así no había imaginado jamás
mi encuentro.
Me duché de nuevo mientras intentaba relajarme y pensar como solucionar la que había liado
en un momento ¡Me mareé! ¿Se podía ser más gilipollas? Y encima la Coca Cola, su foto y eso
de “otro día” ¡Qué me tragase la tierra!
Quería ponerme mona, pero sin parecer que iba a salir, o sea, de barbacoa, pero algo que me
quedara bien, y es que él estaba tan mono, aunque ese de todas las hechuras lo estaba.
Liam llevaba un pantalón corto vaquero, unas zapatillas “Vans” y una camiseta de una firma
de surf en color blanca y es que se le veía con una planta que impresionaba, hasta así urbano, el
tío tenía una percha increíble.
Me decanté por un vestido de punto blanco de tirantes, tipo camiseta, debajo me puse un
bikini en color negro.
Estuve como media hora detrás de la puerta santiguándome y rezando para no tener ni una
metedura más de pata, pero conociéndome, capaz era de liarla a más no poder.
Dos golpes en la puerta me sobresaltaron.
—Kendall ¿Estás bien? —preguntó Alexandra, esperé un poco e hice la que iba a abrir.
—Sí, es que me llamó una amiga de España que hacía mucho que no sabía de ella.
—Pero si te has dejado el móvil fuera —se echó a reír.
—Da igual, nosotros hablamos por telepatía —solté una carcajada.
—Venga sal, que Liam está esperando.
—¿A mí o a Ernesto y Milano?
—Esos dos han dicho que no pueden venir, les surgió un compromiso, solo estaremos los
cuatros.
—Yo paso de salir, ahora sí qué me da —cerré las piernas con mi mano en medio, mientras
lloraba de la risa nerviosa.
—Venga vamos —me jaló del brazo y tiró de mí hacia fuera, luego cerró la puerta.
—Te mato —murmuré detrás de ella.
Capítulo 3

—Hola, me llamo Liam —extendió su mano al verme aparecer, repitiendo la jugada y


arqueando su ceja aguantando esa media sonrisa.
—Hola, Kendall, me llamo Kendall —le di la mano mientras negaba riendo.
—Por cierto —se sentó a mi lado en el balancín cuando me vio sentarme —, me encantan tus
novelas, Alexandra me habló de ellas y en los ratos libres comencé a leerte y al final, me devoré
todos tus libros.
—Sí, claro —respondí con ironía.
—Pregúntame lo que quieras, me leí desde el de los gemelos pelirrojos que se enamoraron de
la misma mujer, hasta el de la isla donde los camareros se conocieron, crearon un resort y se
fueron haciendo con las tierras —dijo dejándome a cuadros —. Es más, me rio mucho con tus
posts en las redes, eres muy graciosa.
—¿Lees mis posts?
—Te puedo decir todos los que has puesto desde que estás aquí…
—Madre mía —me reí poniendo mi mano en la cara —Y tú, ¿a qué te dedicas? —le pregunté
haciéndome la sueca y con ironía.
—Yo soy piloto de aviones —murmuró causando una carcajada en los tres, sobre todo en
Luis, que se le saltaron hasta las lágrimas.
—Entonces te has recorrido el mundo de cabo a rabo —le seguí el rollo a pesar de que no
podía ni sostenerle la mirada.
—Hombre, dicho así suena un poco feo —me miraba esperando mi respuesta.
—Bueno, Alexandra —cambié de tema porque me iba a dar algo —¿En qué puedo ir
ayudando?
—Nada, tú entretén al niño —se refirió a Liam —que Luis y yo, nos encargamos de preparar
la comida.
—¿Al niño que me saca quince años? —me reía mientras negaba.
—Casi podría ser tu padre —murmuró Liam, apretando los dientes.
—Liam —dijo Alexandra, con la sonrisa que sabía que iba a soltar un disparate —, si tú
fueras su padre, su madre dormía debajo de la cama.
Nos echamos a reír y yo me quería morir, estaba tan nerviosa y cohibida, que pensaba que iba
a estar torpe durante todo el tiempo y como yo no era patosa…
—Así que ves la serie…
—¿Qué serie? —pregunté mirando hacia la barbacoa donde estaban Alexandra y Luis.
—La mía.
—¿Haces series? —aguanté la risa.
—Eso parece —carraspeó.
—Pues no, de verdad, ni siquiera me suenas —puse la boca de forma como diciendo que no
tenía ni idea.
—Ya… —Me encantaba esos gestos que ponía tan seductores, sensuales y que tan naturales le
salían.
Nos tomamos un vino mientras charlábamos y la verdad es que hablar con él era algo
alucinante, pese a la repercusión que tenía y lo admirado que era, tenía los pies en la tierra y era
de lo más cercano, eso sí, a mí me salían las palabras a cuentagotas, me costaba decir dos frases
seguidas, me imponía muchísimo.
Comimos entre bromas que no dejaban de gastar los tres mientras yo, contestaba con mi arte,
pero avergonzada.
—Entonces, ahora que tengo unos meses libres, me la llevaré unos días a mi casa.
—Ni que yo fuera un jarrón que vais colocando donde os de la gana —le contesté a Liam,
provocando unas risas.
—¿Jarrón? Serías como las flores de mi jardín que las cuido con mucho mimo.
—No voy a tu casa ni, aunque haya un intento de secuestro, vamos que no salgo por esa
puerta —me reí.
—¿Y qué le pasa a mi casa con lo limpita que la tengo?
—Partamos de la base de que tu casa tiene que ser como Las Vegas, en versión despiporre —
me reí.
—Uy lo que te ha dicho.
—No calientes, Luis —le regañó Alexandra, bromeando.
—Explícame eso —dijo Liam, con esa medio sonrisa y mirándome con esos ojos perlas que
me ponían a temblar las piernas.
—¿Lo qué? —Me hice la sueca.
—Lo que acabas de decir.
—Liam Jones, casa, éxito, mujeres… ¡Despiporre!
—¿Sabes que en mi casa aún no entró ninguna mujer?
—No, no lo sabía y no me lo creo.
—Bueno, demuéstrame una imagen que salga entrando una chica a mi casa.
—Las llevas en el maletero del coche.
—No, eso no lo haría con nadie —reía.
Lo que más me gustaba de Liam, es que él no era latino, era americano de abuelo escocés y
madre holandesa, casi nada, pero su español era bastante bueno, aunque lo mezclaba con
palabras inglesas.
Si de algo me estaba percatando es que la capulla de mi amiga lo tenía al día de toda mi vida,
vamos, que no me había dicho ni lo más mínimo, pero a él, le había estado hablando de mí desde
hacía bastante tiempo.
De la comida pasamos a la piscina donde nos metimos con cuatro mojitos, yo estaba muy
nerviosa, notaba que clavaba la mirada en mí y era como si me desnudara, me ponía con
taquicardia.
—Mira para otro lado —le dije tocando su cara y girándosela.
—¿Me has tocado?
—La cara, hijo, la cara —me reí negando.
—Me debes dos besos a lo español.
—¿A lo español? —me reí.
—Sí, allí dais dos besos cuando os presentáis.
—Pues tú te has llevado la mano y es lo que hay.
—Bueno, si me tengo que llevar la mano, algo podré hacer con ella.
—Espero que no sea lo que me imagino —me eché sobre el borde de la piscina a reír.
—Entonces ¿Te vas a venir unos días a mi casa? —preguntó apoyándose a mi lado.
—¿Para qué? ¿Acaso me vas a contratar para que la limpie?
—No creo que te haga falta eso.
—Hombre, no tengo los millones de dólares que tú tienes en tu cuenta, pero con lo que gano,
para mantenerme mensualmente me llega —me reí —De todas formas, puedes hacer como la
peli esa antigua que le ofrece a la chica un millón de dólares por pasar la noche con él —me reí.
—Una proposición indecente…
—Eso, eso.
—Vendrás conmigo y no pagaré ni un duro.
—Tú no has conocido bien a ninguna española por lo que veo.
—¿Difíciles?
—Con dos cojones, hasta el infinito y más allá.
—Nunca le robé un beso a una española.
—Suerte, campeón —le di un golpe en el hombro.
—Seguro que la tendré.
—Di que sí, Liam puede con todo —me reí.
—No, no soy como me pintas —sonreía.
—Y, ¿cómo eres?
—Hogareño, cuando estoy fuera de rodaje tengo una vida de lo más casera, me gusta la
tranquilidad, soy muy familiar, cariñoso, amigable y me gusta perderme por lugares del mundo
donde no vaya casi nadie, no como en tus novelas, no sales de los típicos lugares turísticos —
carraspeó.
—Sí claro, un angelito caído del cielo y que suda agua bendita.
—Pues eso es más parecido a lo que tú piensas.
—Ya, ya, claro que sí.
—Según como tú me ves, soy un tipo de esos de irse con mil mujeres, pero déjame decirte
que, según tú, teniendo miles de mujeres queriendo estar conmigo, aquí estoy convenciéndote a
ti para que te vengas a mi casa —me hizo un guiño.
—Eso es porque sabes que las demás te venderían.
—¿Y quién me dice que tú no lo harías?
—¿Lo ves? Te contradices tú solo.
—No, para nada, pero no me conoces como soy realmente, solo sabes del actor que ves en la
pantalla y lo que aparenta por su exposición en las redes, ya que todo el mundo se cree con
derecho a decir lo que le dé la gana.
—Se te cambió la cara.
—Me da pena que se piense de mí lo que no es.
—Hijo, es que te has puesto en la primera línea de la guerra, si hubieras sido el chico del
supermercado, no tendrías tanta repercusión.
—Eres escritora, también puedo pensar que…
—Me leen chicas por norma general y poco más, muy normal todo.
—Yo te leí y soy chico, además, algo moviste en mí, que aquí estoy.
—Claro, como que es la casa de tu representante y amigo.
—Ya, pero no tengo que convencer a sus amigas para que se vengan a la mía, sin embargo…
—Liam, para, que sé te ve de lejos —me reí.
—Te quiero dar una vuelta en el barco…
—Ah no, que yo me mareo —bromeé.
—Tengo pastillas para eso.
—Debes de tener pastillas para todo —miré a Alexandra, que estaba en el escalón de la
piscina hablando con el marido, pero disimulando, estaba al loro de todo y muerta de la risa.
—Te lo has buscado, hoy duermes conmigo.
—No te lo crees ni tú, Superman.
—No soy Superman —hizo un carraspeo.
—Te jodes, le dieron a otro el papel —me reí.
—Tampoco lo quería para mí.
—Ya, ya —lo miré negando y riendo, pero poco, no le podía sostener la mirada.
Capítulo 4

Pasamos una tarde de lo más divertida, bebimos un montón de mojitos, cosa que me extrañó
de Liam, que se veía que era un tipo que se cuidaba a diario, siempre leí que le apasionaban los
deportes, pero ya tenía claro que tomar algún día también.
Y siguió con lo de que me fuera esa noche con él, me buscaba con esa media sonrisa, con esas
indirectas y con esas armas de seducción que sabía gestionar de lo más bien.
—Sabes que no voy a ir.
—Bueno, pues duermo aquí contigo.
—Conmigo no, en la otra habitación.
—No, voy a dormir contigo.
—Liam, te he dicho que no —reí.
—Y yo te he dicho que sí —se sentó a mi lado en el balancín.
—¿Tú te crees que vas a hacer conmigo lo que te de la gana, chavalín?
—Hombre, si hiciera contigo todo lo que me diera la gana, nos lo íbamos a pasar genial, pero
no, solo pretendo quedarme a tu lado esta noche.
—Tienes una colleja, lo sabes, ¿verdad?
—Si me das una colleja, te doy un beso.
Ese último mojito me había sentado de muerte, así que le di una colleja, me tiré hacia un lado
del balancín y con mis piernas intenté evitar que se acercara.
Pero nada, se estiró un poco hacia mí, agarró mis manos y se vino para darme el beso, pero yo
me puse a mover la cabeza como loca y a pedir socorro, mientras reía a más no poder.
—Chica que te dé el beso y te deje en paz, que no te va a preñar por la boca —murmuró Luis,
desde el sofá de la terraza.
—Pues mira, una barriga de este sería como un seguro de vida —dije consiguiendo que todos
rieran, mientras aún peleaba con Liam, que estaba casi encima de mí.
—Ya te la has buscado —rió levantándome por las manos —. Luis, tráeme una cuerda que la
voy a maniatar y me la llevo unos días para mi casa.
—Ahora mismo —dijo Alexandra riendo como si se lo hubiera pedido a ella ¡La madre que la
parió!
Y trajo la cuerda mientras yo gritaba todo el vocabulario de insultos que conocía.
—Alexandra, prepárale una maleta con una parte de su ropa que creas que más usará y
además mete el portátil por si tiene que escribir mirando al mar.
—¡Qué no me voy! —gritaba riendo.
—Que sí mujer, que te lo vas a pasar muy bien —decía Luis tan tranquilo y yo sabía que
estaba aguantando la risa —Además, me parece que mañana me voy a ir a Nueva Orleans con
Alexandra unos días a ver unas cosas que tengo allí pendientes.
—Pues me quedo aquí sola, pero yo no me voy con el putón este —dije mirando a Liam y
riendo mientras intentaba soltarme, pero nada, me había atado las manos y las piernas. Tan
pancho el tío.
—No, hija, te vas con él, que tiene una casa de ensueño —dijo Alexandra, apareciendo con
una maleta que había hecho en nada, la muy capulla —, yo me iré con Luis unos días como
escuché que te dijo y aquí todos contentos.
—Pues yo no me quiero ir con este —murmuré, aunque no me lo creía ni yo, vamos que
estaba deseando que comenzara el secuestro, no me había visto en otra mejor.
Me cogió en brazos, me llevó a su coche mientras yo reía y chillaba, me sentó en el asiento
del copiloto, me puso el cinturón, metió mi maleta y la bolsa con el portátil en el maletero y ahí
que se quedó Alexandra y Luis, diciendo adiós con la manita y muertos de risa.
—No pienso follar contigo —dije cuando arrancó el coche.
—Ya quisieras —murmuró con media sonrisa y me hizo un guiño.
—¡Será chulo! —negué pegando mi cabeza al cristal y sin dejar de reír.
—No, pero es que aspiras a mucho en muy poco tiempo y, claro, un hombre como yo, hay que
ganárselo —otro guiño con esa medio sonrisa.
—En cuanto me sueltes, te llevas la colleja del siglo. Además, no eres mi tipo —le hice una
burla.
—¿Ah no? —se rió.
—No, eres un cuarentón y encima pareces el Ken de la Barbie, a mí me gustan morenos, más
cachas aún y con cara de malo.
—Pues suerte, aquí en Miami seguro que encuentras uno así — me apretó la rodilla y miré su
mano y luego a él, como dándole a entender que no se pasara.
—Voy a tener que salir más, pero claro, si me tienen secuestrada, poco voy a ligar.
—O te callas, o saco de la guantera el bozal del perro y te lo pongo todo el camino.
—No tienes huevos, Mr Bean.
El coche derrapó cuando se echó hacia un lado de la calzada y abrió la guantera, sacó un bozal
que fue el momento que aproveché para meterle un bocado en la mano para intentar defenderme.
—¡Kendall! —gritó riendo, pero con cara de dolor y sacando su mano.
—Como me pongas el bozal, te juro por mi vida, que te destrozo el chalé o la mansión o lo
que quieras que tengas, incluso las cortinas esas que seguro son de la época tuya, la de “Lo que
el viento se llevó”.
—Claro, me las colgó el cochero de Drácula —me guiñó el ojo —. Tienes la última
oportunidad, como me vuelvas a desafiar, te pongo el bozal y llegas desnuda a mi casa.
—Sin problema, vengo con la depilación definitiva, pero créeme, que tú definitivamente vas a
perder la mano y te la amputarán por la altura del codo.
—Te lo has buscado… —Volvió a parar el coche.
Se quitó la camiseta y me la lio por la boca, mientras yo le decía sutilmente que me cagaba en
todos sus ancestros.
—Y da gracias, que no te puse el bozal —dijo volviéndose a abrochar y sacando el coche del
arcén.
Su casa estaba en una isla artificial de las de Miami Beach, de las más exclusivas, entrabas y
ya se presenciaba la seguridad que había.
Pasamos por delante de casas que parecían sacadas de películas de ricachones, la que más me
impactó fue una a la que nos fuimos acercando y, ¡bingo!
Y las puertas de la casa se abrieron para recibir a Kendall y su secuestrador.
Llegamos a la parte trasera de la casa donde solo cabría una docena de coches, eso a un lado y
al otro, era como un club lleno de mesas impecables de madera blanca y pufs alrededor, que no
creo que cupiesen más de quinientas personas.
—¿Y eso para qué es? —pregunté cuando me quitó la camiseta de la boca.
—Para hacer eventos familiares y no tener que exponernos en la calle —me hizo un guiño.
—Que soso, con lo bonito que es que te llenen de flases —bromeé, pues era algo que lo veía
una putada para todas aquellas personas que tenían que soportarlo.
—¿Tú quieres ser el centro de atención del mundo?
—Claro, como la Sharon Stone en su día.
—Tranquila, que de escritora pasas a influencer y no te va a hacer falta ni el cruce de piernas
—contestó, causándome una carcajada.
Me quitó las cuerdas y me dejó por fin liberada, no es que hubiera estado mal, incluso me
acordé de alguna de las escenas de mi novela en la que sucedía algo por el estilo.
Entramos a la casa y al fondo se veía una gran cristalera que daba a un jardín con piscina, un
solárium, un chiringuito privado y el embarcadero, justo debajo de este, le quedaba un trozo de
playa privada.
Yo no quería ver más nada de la casa, yo quería salir ahí y echarme un chupito de algo, corrí
tanto para salir que pensando que un trozo estaba abierto, me lo comí.
Caí en redondo hacia atrás, lo siguiente que recuerdo, es un dolor en un lado de la cabeza
increíble y él, echándome aire con una revista.
—Segunda vez que propicio que te desmayes.
—Mira, que la primera fue por el golpe de calor, no te me vengas tan arriba y la segunda,
porque en mi vida vi unos cristales tan limpios, así que bájate de la nube, Mr Bean y ábreme esto
—señalé a la cristalera.
—¿No vas a ver la casa?
—No, lo que quiero ver es el yate que imagino que como mínimo tendrá mi nombre.
—Claro, no podía ser menos —abrió la puerta.
Salí corriendo hacia el embarcadero y me desmayé de nuevo, lo último que vi, mi nombre en
un lado del barco, bueno, en el yate.
—Nos vamos al hospital —escuché decir mientras me echaba aire en la cara —. No es normal
tres veces en un día lo mismo.
—Eso solo fue una bajada de azúcar, tráeme una caja bombones y verás como se me pasa —
dije mirándolo mientras con su otra mano me sostenía la cabeza.
—No, vamos a ir a que te hagan una analítica.
—Yo lo que quiero es cenar y un mojito —dije levantándome como si se me fuera la vida en
ello.
—Tú hoy no bebes más.
—Bueno, eso lo decidiré yo, encima que he sufrido un secuestro, me vas a decir que puedo
beber o no.
—Venga, vamos a colocar tu ropa dentro.
—Ni de broma, yo pienso dormir ahí —señalé una cama balinesa que tenía mirando al mar.
—Me parece perfecto, así hablaremos con las estrellas, ahora vengo, dejo tus cosas en la
habitación.
—Que sea en la de invitados —grité mientras me iba a la barra a servirme una copa.
Hielo, vaso y… ¡Ron cola! A lo duro, que los mojitos no hacían mucho.
Capítulo 5

Apareció con una camiseta blanca que le marcaba los brazos un montón, parecía que venía
buscando guerra, además de unos pantalones de lino blanco y venía descalzo, se notaba que se
había duchado y todo, además, tiempo le había dado que con la tontería ya iba por el tercer ron
cola.
—Pareces Popeye —murmuré soltando una carcajada —. Nada más que te falta la pipa.
—¿Voy a tener que esconder todas las botellas?
—No, lo que deberías es encargarte de que no falten para reponer.
—En nada llega comida que pedí a domicilio.
—Me lo hubieras dicho y hago una tortilla española con Ali olí.
—Tranquila, ya me la haces otro día —entró y sacó una botella de vino blanco.
—Yo quiero.
—¿Vas a rebujar esto también? —me miró riendo.
—Pos claro, ya por la mañana me tomaré un ibuprofeno tan grande que habrá que rellenarlo
con Nutella. Por cierto, que mañana me llevas a casa de mi amiga.
—Mañana saldremos en barco.
—Muy gracioso lo de la pegatina con mi nombre, pero eso lo puedes poner y quitar cuando
quieras, seguro que lo haces con todas tus presas.
—Dame un beso y me tatúo tu nombre en la muñeca.
—Si te doy un beso, me tienes que llevar por lo menos a una isla paradisíaca en un lugar
remoto del mundo.
—Trato hecho —extendió la mano.
—Qué trato ni trato, ya quisieras tú —me reí.
—Pues te vas a llevar el beso a cambio de nada, por española.
—Eso es por chulilla, ¿no? —me reí.
—Más o menos.
—Pues para un beso, le tienes que poner al yate las letras en oro por lo menos y cada una de
ellas, del tamaño de la M del McDonald’s.
—Pides poco —se giró riendo y dando un trago a su copa.
En ese momento sonó el timbre exterior y fue a recoger el pedido que había hecho de la cena,
momento que aproveché para coger una jarra de medio litro de esas de cerveza y me la rellené de
vino.
Cuando apareció con esa bandeja de marisco y vio la jarra se echó a reír mientras negaba.
Nos sentamos en una mesa de fuera que tenía banquetas alargadas a los lados.
—¿No se mueve el suelo? —pregunté teniendo esa sensación.
—En tu estado, lo raro es que no se mueva hasta la casa, anda come —reía.
—¿Estado? Ni que estuviera embarazada.
—Todavía no…
—¿¡Qué dices, Mr Bean!?
—Qué todavía no…
—Yo no pienso parir un gremlin de esos en mi vida —vi como escupía el vino sobre la mesa
—. Ay, Dios —me puse la mano en la frente —, qué poco nos ha durado la mariscada —pasé la
mano a mi boca.
—Es por tu culpa, de todas formas, es un poco de vino nada más, puedes comer —negaba
riendo a más no poder, pero no de forma exagerada, hasta para eso era fino el gachó.
—Tranquilo, ni, aunque eches la primera papilla, no me pierdo esa langosta ni de broma —
cogí un trozo con los dedos y me la llevé a la boca.
—No, mujer, no le chupes la cabeza así —se puso la mano en la cara mientras yo absorbía por
si quedaba algo por ahí —. Eso es toda una provocación.
—Hubieras traído una pizza —seguí chupando con más intensidad.
—Mira que he pasado por las noches, horas hablando con Alexandra, mientras llorando ella
de la risa me contaba el arte que tenías, pero te juro que te has superado, creo que hacía
muchísimo tiempo que no me pasaba un día de risas como el de hoy.
—¿Te me estás declarando? —me chupé los dedos mientras esperaba su respuesta.
—Casi lo haces tú en tus redes durante mucho tiempo, que siempre me nombras diciendo que
soy tu inspiración y que cualquier día me raptabas y no me encontraba ni Dios.
—Eso era para darle juego a las niñas, ya sabes que tienen pasión contigo, cosa que no
entiendo —dije sin reírme —. Ni que fueras para tanto —cogí otro trozo de langosta, la otra
parte de la cabeza que venía troceada.
—No, Kendall, otra cabeza no chupes, si lo llego a saber te hago una tortilla liada.
—¡Déjame! Esto es mejor que un orgasmo.
—Eso es entonces porque no te lo supieron hacer bien.
—Bájate de la nube, machito —chupé con todas mis fuerzas y se me fue un trozo de cascara
para dentro y por poco me ahogo, se tuvo que levantar, agarrarme, meterme los dedos y sacarlo
—Joder, ya me podrías haber echado medio litro de vino para bajarlo, no que me has hecho una
gastroscopia manual —le empujé para que volviera a su sitio.
Tras la cena cogimos dos copas de vino y nos fuimos a la cama balinesa donde había traído
hasta unas sábanas, nos sentamos ahí a tomar esa última copa, o no, ya se vería.
Sacó su móvil y me echó el brazo por encima sujetando su copa y tiró una foto.
—¿¿¿Qué haces??? ¿Te quieres aprovechar de mi fama? —pregunté haciéndome la chulilla,
aunque realmente yo quería esa foto en mi móvil.
Ni me contestó, hizo algo y de repente mi teléfono ardía, pero como jamás lo había hecho
antes.
Entré y tenía miles de notificaciones, me puse morada al comprobar que me había etiquetado
con esa foto y puesto un estado que decía:
“Leí de ella que yo era la fuente de su inspiración y lo que no sabía es que yo con sus novelas
la convertí en parte de mi vida”
—¿Vida? —Lo miré queriéndolo matar, aunque en el fondo se me podían hasta exprimir las
bragas —Vida es lo poco que te queda de ella, te pienso matar —le di una colleja, pero bien dada
mientras él se reía.
Los comentarios de mis lectoras entremezclados con sus seguidores fueron brutales, eso sí,
mis niñas no dejaban de decir cosas graciosas y se las notaban de lo más alucinadas y felices, se
habían venido arriba, como yo al leer el post.
Lo miré sonriendo y pensando que ponerle en el post como comentario y se me encendió la
bombilla.
“Estamos preparando nuestro enlace, os mantendremos informados de todos los detalles de
la boda del siglo”
La risa que le entró a Liam al leerlo fue monumental, al igual que a mis chicas que me
conocían tanto que sabían que estaba bromeando, sin embargo, sus fans, no, esos comenzaron a
felicitarnos que daba miedo leer todo lo que estaban poniendo.
Nos echamos hacia atrás riendo mientras nos tapábamos, ahí que nos íbamos a quedar toda la
noche, además de que estaba perfecta.
Liam se puso de lado al igual que yo, mirándome de frente.
—Dame el beso, anda, que lo estás deseando, voy a hacer un sobre esfuerzo —dijo
mirándome con esa intensidad que me ponía con taquicardia.
—Ya quisieras, Mr Bean —me tapé la cara muerta de risa.
Liam me incorporó un poco sin previo aviso y metió su mano por debajo de mi nuca y me
echó la cabeza hacia su hombro.
Me fui a quitar, pero no me dejó y la verdad que, a fuerza, poco tenía yo que hacer.
—Puedes quedarte tranquila de que no voy a intentar hacer nada que no desees, aunque no me
creo que no lo hagas, pero ahora puedes relajarte y dormir, que con lo que has bebido ni te hace
falta mirar al cielo para ver las estrellas.
Me eché a reír y en medio de ese abrazo que me dio, no sé si me desmayé de nuevo, entré en
coma o me quedé dormida.
Solo sé que, por fin, el entorno dejó de dar vueltas…
Capítulo 6

Me levanté con un dolor de cabeza impresionante y ese Sol dándome de lleno en la cara.
—Buenos días —escuché la voz de Liam y abrí los ojos de forma inmediata —. Toma —me
puso un vaso de zumo natural de naranja en la mano y me dio una pastilla.
—Buenos días, Mr Bean. Gracias —me tragué la pastilla de inmediato.
—¿Una ducha?
—¿Me estás llamando guarra? —le di el vaso tras beberlo.
—Para nada, pero lo mismo quieres desayunar fresquita y te vendrá bien para aliviar ese dolor
de cabeza que se percibe a leguas.
—Por tu culpa —me tiré hacia atrás y me tapé la cara con las sábanas.
—Vamos —me apretó la pierna en plan cariñoso.
—No me levanto, si lo hago es para que me lleves a casa de Alexandra.
—Nos vamos a ir en el barco —volvió a apretar mi pie.
—Yo me quiero ir de aquí, esto es como la mansión de Play Boy.
—¿Qué dices? —Jaló de la sábana mientras reía y me la quitó.
—Joder, quiero dormir.
—Pues vamos a desayunar —sonreía jalando de mis pies hacia él, que estaba fuera.
—Si lo sé no vengo.
—No tuviste opción, te recuerdo que fue un secuestro.
—Es verdad, ya decía yo que era raro que estuviera aquí por mis propios méritos —murmuré
agarrándome a su cuello cuando se puso entre mis piernas y me levantó a su cintura.
¿Y qué hacía yo dejándome coger por él? ¡Ay, Dios que me moría! Su olor era fresco y de lo
más apetecible, vamos que me daban ganas de darle un bocado en el cuello y llevarme un cacho
en la boca, pero no, no sería yo quién cayera en sus redes y ser una más para la colección,
demasiado tocada y hundida había venido ya de España.
Me dejó en su habitación donde estaba mi ropa y me indicó que me duchara en ese baño que
debía ser el más grande que había visto en mi vida.
Saqué de mi maleta un vestido playero de redecilla y un bikini, me duché y salí de nuevo a la
terraza donde estaba ya terminando de preparar un desayuno muy cuidadoso en detalles, joder,
aquello parecía la mesa de un restaurante de lujo.
—¿Mejor?
—Lista para desayunar y regresar a casa de Alexandra —sonreí con ironía.
—Sabes que no te vas a ir —rió con ese tono flojito y tan… ¡sexy!
—Bueno, ya lo veremos, escaparé y listo.
—Suerte, suerte —sonreía.
—Te la estás buscando, Mr Bean, te la estás buscando.
—¿Sí?
—No me pongas esa cara de tonto, que ya te voy calando pese a la resaca que tengo.
—Ayer te lo pasaste muy bien conmigo.
—¿Perdona? Yo me lo paso bien todos los días y el que te reíste hasta decir basta fuiste tú —
ladeé la cabeza dando por obvio lo que yo estaba diciendo.
—Me debes un beso.
—No me cambies el tema, además ayer me dijiste en resumidas palabras, que “mis ganas”.
—Eso fue a lo de acostarnos, por decirlo en la versión educada, que tú me lo soltaste a lo
bruto.
—Lo solté en la versión real, follar es cuando se folla por follar y hacer el amor es cuando hay
sentimientos.
—Y tú los tienes por mí.
—Joder, ya veo que la nube te sienta bien, no eres capaz de bajar de ella —me reí.
—Eso debe ser —me hizo un guiño con esa media sonrisa que, joder, una no era de piedra y
tener delante al tío que más me hizo fantasear a mí y a medio mundo, no era moco de pavo.
Lo bueno fue cuando nos dio por mirar los móviles y comprobar que por la foto que colgó el
día anterior, estábamos en todas las revistas y periódicos del mundo donde se anunciaba la foto
que subió y donde se decía que estábamos preparando la boda ¡Había que joderse!
Nos reímos, pero en el fondo me cagué viva, me di cuenta que de repente había adquirido más
de dos millones de seguidores esa noche.
—Soy influencer —murmuré riendo.
Y no, no me podía creer que mi última novela se había colocado en todas las plataformas, la
número uno del mundo en habla hispana de comedia romántica.
Tras el desayuno comenzó a meter cosas en el barco y nos subimos a él, ¿para que iba a
hacerme la dura si me iba a agarrar y hacer subir a bordo de todas maneras?
Aquello era una maravilla a la que no le faltaba detalle, pero, ¿qué podía esperar de una
estrella como él? Lo raro sería que me diera una vuelta en una patera.
Dos camarotes cada uno con su baño, cocina, salón, solárium, porche con un pedazo de mesa
y sofás, aquello era un yate y lo demás eran tonterías.
Comenzó a navegar y solo de verlo ahí llevándolo casi tengo un orgasmo mental ¿Cómo se
podía ser tan guapo y tenérselo tan poco creído? Y sí, la verdad es que Liam no era arrogante ni
nada por el estilo, todo lo contrario, me llamaba mucho la atención esa faceta fuera de pantalla.
Me quité el vestido de redecillas y me puse a su lado a escuchar la música que sonaba en el
barco y que me sorprendió que fuese Kizomba, esos bailes latinos tan sensuales.
—Ven, coge el timón —jaló de mí y me puso las manos sobre el.
—Me muero, por tu vida y la mía, no me dejes con esto en las manos que podemos liarla —
me reí nerviosa al verme entre sus brazos que tampoco soltaban ese timón.
—Tranquila, conmigo, nada malo te puede pasar.
—Eso decía el Di Caprio y mira donde fue a parar el Titanic.
—¿Te gustaría que fuera él, el que estuviera aquí? —escuché un carraspeo en mi oído.
—Mira, si fuera en la época del Titanic, no me importaría, montaríamos un trío de lujo —lo
escuché reír en mi oído.
—Te estás buscando que te lleve al camarote rojo —murmuró causándome una carcajada.
—No tienes pinta de saber ni donde está el punto g, cuanto más tener un cuarto de esos —me
eché a reír, pero en el fondo estaba morada, a mí me daba una vergüenza brutal y aunque yo era
así de risueña y contestona, con él no podía llegar a ser totalmente yo, vamos, que me imponía
muchísimo.
—Si crees que no sé donde está, te propongo que hagamos una prueba y si no lo encuentro, te
dejo que te vayas de nuevo a casa de Alexandra, pero si lo encuentro, terminamos la faena y la
repetimos todos los días.
—¿Qué días? A ver si te crees que me voy a quedar a vivir contigo.
—Eso nunca se sabe, además, vamos a estar varios días navegando.
—Estás de coña, Liam, a mí una vueltecita y nos volvemos, además, no llevo ropa.
—Si la llevas, me encargué de mientras hablabas por teléfono de meter tus cosas, pero no te
preocupes, haremos paradas en la civilización si te portas bien, incluso nos vamos a comprar
ropa.
—¡Que no he traído pastillas para el mareo! Dime que es broma, por favor, que tengo que
terminar la novela.
—No te preocupes, también metí el portátil.
Solté el timón y me fui riendo hacia abajo, a la cocina, cogí dos cervezas y subí.
—Toma, vengo a hacer las paces —le puse una en la mano —. A las diez quiero estar de
vuelta.
—No suelo beber cuando estoy navegando, pero le daré un trago, en eso te complaceré, pero
te prometo que también, a las diez de la noche estarás de vuelta, lo que no sé es que día.
—Ah no, tú a mí no me puedes hacer esto, tú no me mangoneas —le señalé con la cerveza.
Además ¿Qué te hice yo para ser tu presa?
—Me metiste en tus novelas, te inspiraste en mí, me nombraste en tus posts cientos de veces
hablando con tus lectoras y lo reconozcas o no, te mueres por besarme. Creo que el problema lo
tienes contigo misma, que no quieres reconocer, que estás viviendo tu sueño más ansiado.
—Cágate, San Blas, que va hacia arriba San Liam, hay que tenerlos bien gordos para soltar
eso y quedarse con esa media sonrisa —crucé las piernas pensando que me meaba encima ¡Qué
arte tenía!
—Elige primera parada, Cuba, Jamaica, Cancún o Punta Cana.
—¿Te estás quedando conmigo?
—Para nada…
—Primera parada, en casa de mi amiga, que allí es donde tengo que estar.
—Pues listo, vamos para Punta Cana, un poco de ron y fiesta.
—Y luego volvemos a casa de Alexandra —me reí.
—No, luego para otro de los destinos que te he dicho.
—¿Tú quién te crees que eres, mi padre o Willy Fog? —me eché a reír y él también.
—Soy tu chico hasta el día en que te suelte en casa de Alexandra.
—Pues que sea esta noche, porque el único chico que tenía lo he dejado en España con su
puñetera madre, bueno que me dejó él a mí, pero ahí que se queda.
—Ese no sabía lo que se perdía, no seré yo quién te deje como hizo él.
—¡Qué dices! Si por tu edad, lo único que puedes hacer es adoptarme —era para ver su
carcajada suave cada vez que le soltaba una de las mías.
—Pues te repito, que bien que te inspiras en mí para escribir tus novelas…
—Ahora te voy a decir la verdad —le iba a decir una mentira como un templo, pero me tenía
que poner en modo chulilla —. A mí, jamás me inspiraste, bueno sí, mucha lastima, pero es que
a mis lectoras sé que les pones, entonces tenía que dar juego contigo para que me leyeran. Cada
uno tiene su estrategia y a mí, me salió de lujo —me eché a reír.
—No te creo, solo tienes que mirarte al espejo y ver lo que yo veo.
—Un cuerpazo —me miré de arriba y abajo — y una cara que ya la quisiera tu productor para
sus películas.
—Eso no te lo discuto, en algo estamos de acuerdo.
—Una cosa —me puse ya seria, aunque me quería reír —¿Me estás diciendo en serio que nos
vamos a ir a todas esas islas del Caribe?
—Ajá —me miró de reojo aguantando la sonrisa.
—¿Por qué a esos sitios y conmigo?
—No me apetece mucho estar por Miami, allí tengo siempre alguien encima cuando salgo de
paseo o a cenar: los medios, las personas que me siguen y que, por supuesto, se merecen que me
pare y no hacer ningún feo a nadie, pero es eso, allí es todo más mediático, sin embargo, en esas
tres islas y en Rivera Maya, tengo acceso a lugares donde no hay turismo y todo es mucho más
íntimo, más cuidadoso, totalmente diferente.
—¿Y por qué quieres intimar conmigo? —di un golpe con la pierna en el suelo, me crucé de
brazos dando taconazos y resoplando mientras él negaba riendo.
—Tienes la mejor edad del mundo —reía.
—¿Y tú te acuerdas? Hace un siglo que la pasaste —volteé los ojos.
—Solo con verte a ti, se puede ver que estás en la mejor edad.
—Te lo pasas pipa conmigo —le quité el botellín y los bajé para el cubo de la basura.
Capítulo 7

Me quedé un rato sin subir, no podía, estaba apoyada en el quicio del camarote muerta de risa,
no tenía cuerpo para digerir que ese hombre con el que tanto fantaseé, ahora lo estuviera
chuleando de esa manera, pero eso eran los nervios, no podía evitar estar así todo el tiempo y es
que Liam, imponía muchísimo, sobre todo, esa mirada cristalina y tan llena de vida.
Lo vi aparecer por las escaleras, venía sonriendo, eso era que debía escuchar mis chillidos de
la risa desde arriba.
—¿Qué te pasa a ti? —preguntó riendo.
—Que me lo estás poniendo a huevo para hacer la novela del siglo, de esta me la compran
para la gran pantalla y hasta me compro una casa aquí.
—Si te la compraran, ¿te casarías conmigo?
—¿¿¿Qué dices, que has fumado??? El balanceo del barco te afectó, pero bueno, ya puestos, si
compran una de mis novelas para el cine, por supuesto que me caso contigo, que más me dará a
mí separarme a los dos días si me voy a ir con dinero y unas cuantas alegrías en mi cuerpo —
noté que me escapó un poco de pis al soltar esa última carcajada —¡Ahora vengo! —comencé a
andar con las piernas cruzadas y diciendo adiós con la mano mientras él, me miraba riendo.
Me metí en la ducha sin quitarme ni las chanclas, le eché hasta gel al bikini, madre mía la que
había liado, por Dios que en el suelo no hubiese nada o me moría.
De repente escuché un golpe que parecía un estruendo enorme, me lie la toalla y salí hacia
fuera y me lo vi en el suelo bocarriba.
—¿Qué te pasó, alma de cántaro? —Le tendí mis manos para levantarlo.
—El suelo, que estaba mojado —sonrió mirándome con cara de creer saber el qué tenía la
culpa. La mayor vergüenza de mi vida.
—Eso seguro que chorreó de las cervezas fresquitas —quise tener una última oportunidad de
escapar bien de esta.
—Posiblemente —negaba riendo.
—Bueno, voy a cambiarme —señalé hacia el camarote y la toalla se cayó al suelo por
completo —¡¡¡No mires!!! —dije, agachándome a toda leche para cogerla y taparme.
—Una cosa, que cambio el rumbo y nos vamos para Asia, del barco no te dejo bajar en un
mes — carraspeó.
—Un mes dice —me reí —conmigo aquí en el barco no duras vivo ni cinco días, al sexto está
ardiendo todo el yate del jeque de las novelas —me refería a él.
—Anda, cámbiate y te espero arriba, vamos a comer —se fue negando y riendo, manchón de
orina en el bañador blanco de cuadros celestitos de lo más mono, pero tipo surfero. Casi me da
algo al verlo así.
Esto lo pones en una novela y dicen que tienes más cuento que Calleja, pero claro, todo es
desde la visión del mundo de cada uno, obvio, pues en la vida todo es posible, lo digo yo, que
voy en el yate de ese hombre de moda que tiene babeando a medio mundo, entre ellas, yo.
Me puse un bañador blanco y fui arriba, menos mal que se había dado un baño en el mar, ya
que había fondeado cerca de la costa, su bañador se lo iba a agradecer y yo también. Escuchaba
la música desde una parte de la playa.
—Nos vamos en Zodiac.
—¿A dónde?
—A comer allí —señaló un restaurante precioso sobre la arena del mar.
—Joder que guay, voy a cambiarme.
—No, estás perfecta con ese bañador, no necesitas ni chanclas.
—¡Mola!
Cogió una mochila, nos fuimos a la Zodiac y de ahí a esa playa de arena blanca, no habían
más de seis personas comiendo, todos con sus barcos fondeados en frente del restaurante, como
nosotros.
Se fue a saludar a alguien a una mesa que se levantó y le dio un abrazo, luego la que se
suponía que era su mujer.
—Eran los directores de una serie en la que trabajé.
—Aquí acabáis todos los tontos —apreté los dientes sonriendo.
—Estas fatal —me tiró con una bola de una servilleta de papel.
—Yo estoy fatal, pero tu por lo visto no tenías a más nadie que te acompañara en esta travesía
—le hice una burla.
—Sabes que eso es mentira —se giró para saludar al camarero, pedir vino y la comida.
—Si bebes no conduzcas —le saqué la lengua.
—Si bebo, nos llevan en mi Zodiac hasta allí, no te preocupes —me hizo un guiño.
—Y, ¿qué se vuelven, a nado?
—No, va otra Zodiac detrás de nosotros para coger al chico.
—¿Y la patera? —pregunté refiriéndome al yate, que aquello era una casa en el mar.
—Nos quedamos fondeados ahí.
—¿Y cuando vamos para Punta Cana?
—Cuando queramos ¿Tienes prisa?
—A las diez tengo que estar en casa de mi amiga —sonreí mientras nos servían el vino y él lo
probaba.
—¿De que año?
—No me seas chulo que en cualquier momento te tienes que ir a rodar.
—¿Quién dijo que no te ataré y llevaré conmigo?
—¿Y hasta cuando me vas a tener secuestrada? —le di tal trago a ese vino, que por poco me
ahogo.
—Hasta que te compren los derechos de la novela para una película y entonces nos
compremos la casa a medias y nos casemos. Pasaremos a ser marido y mujer y ahí ya estarás
liberada.
—¿Y si nunca me compran los derechos?
—Serás mi rehén —sonreía mientras yo reía a carcajadas, que sus dos amigos eso millonatis,
se giraron y todo a ver que pasaba, eso sí, les levanté la mano a modo de saludo, que yo educada
era bastante —. Aunque siempre te puedes casar conmigo y venirte a mi casa.
—No, no, yo no soy la ocupa de nadie, y menos de alguien como tú —cogí una aceituna y me
la metí en la boca mientras le hacia un gesto chulesco con la cabeza.
—Pues recemos porque un alma bondadosa te compre los derechos —me lanzó el hueso de la
aceituna que se había comido.
Y yo que si algo tengo es que me fallan los nervios cuando me entran, pues metí la mano en el
cuenco de las aceitunas, me llené la mano y se las lancé, luego recapacité y puse mi mano en la
boca.
—Te vas a salvar ahora por la edad que tienes —decía recogiéndolas de la arena para echarla
al cacharro y que se la llevaran —, pero cuando subas al yate, vas a pagar lo que acabas de hacer.
—Pues no subo, además, a mí no me amenaces que te montó un tablado flamenco en el
barquito, que vas a cantar como los de Chanquete.
—No sé quiénes son.
—Mejor, te iba a sorprender mucho —solté una carcajada.
Cogió su móvil y habló para que le buscara la canción de Chanquete. Cuando ese video
comenzó con todos ellos en el barco cantando el no nos moverán, lo que se rió fue poco.
—Muy bueno, sí señor —se rió —. Debo de reconocer que cuando comencé a leer tus
novelas, tuve que buscar muchas canciones y frases por Internet pues no tenía ni idea de lo que
hablabas, pero luego al descubrirlo me tenía que echar a reír.
—Eso te juro que cuando me lo dijiste y vi que era verdad, me causaste un trauma, no me lo
esperaba para nada.
—Para que veas, es que eres mujer de muy poca fe.
—Ya, ya, como si encontrarse al actor más de moda fuera lo más usual del mundo.
—Tú tenías la llave con Alexandra.
—Y tú el candado, porque bien que me cogiste y no me soltaste.
—Aún no te cogí.
—Bueno, bueno —eché la botella hacia mi lado —. Tú no bebas más que te está afectando y
luego no quiero ser la responsable.
—No dije nada malo, el problema es que tú imaginas lo que te da la gana —me quitó la
botella y rellenó las copas.
—¿Tú estás seguro de querer continuar este viaje conmigo? Mira que aún estás a tiempo de
dar la vuelta y soltarme en Miami Beach.
—Ni loco, contigo al fin del mundo —me hizo un guiño —a pesar de que me has dejado la
camiseta con lunares por culpa del lanzamiento de aceitunas —hizo un carraspeo.
—¿A quién se le ocurre lanzarme un hueso? —Me encogí de hombros.
—También es verdad, pero bueno, no lo vuelvas a hacer.
—Ya veremos, papá.
—No soy tu padre —sonreía negando.
—Pues lo pareces, me tienes teledirigida.
—¿Por qué no reconoces que estás viviendo la aventura de tu vida?
—Eso sí —me reí —, pero nadie me preguntó si quería vivirla.
—¿Y no quieres?
—Te vas a quedar con las ganas de saberlo.
—Ya me has contestado.
—Para nada, pero lo mejor es que hasta tú dudas de lo que tenías tan claro.
—Eso si que no, cada vez lo tengo más.
—Ya, ya —afirmé riendo.
—Eres muy cabezona.
—¿¿¿Yo??? —Me señalé haciéndome la sorprendida, pero vamos que lo era y mucho.
Nos bebimos dos botellas de vino, nos dimos un baño y nos fuimos en la Zodiac para el yate,
la llevó él, ya que decía que estaba bien.
Iba que me caía de sueño, quería echarme una siestecilla de esas a la española, las que tanto
me gustaban.
—Quiero dormir un rato —me dirigí a la hamaca, pero no me dio tiempo a dar dos pasos
cuando me había cogido en brazos y me llevaba al camarote —. Que no duermo contigo ahí ni
muerta —grité riendo mientras pensaba que no podía estar en un lugar mejor que en sus brazos.
Me dejó caer en la cama y se puso entre mis piernas, se echó sobre mí.
—Dame un beso.
—No, Liam, no quiero, no me obligues.
—No te voy a obligar, lo deseas tanto como yo.
—¡Que no! —me puse las manos en la cara riendo y fue cuando me las quitó y me tapó la
boca con un beso de esos que te dejan sin sentido.
Y caí ante aquel beso, sí, la renegada, la que no quería ser una más de su colección. Me dejé
llevar y nos besamos no sé por cuanto tiempo, pero fue bastante.
Besos en los que las sonrisas, miradas cómplices y abrazos no dejaron de sucederse.
Era diferente, yo tenía veintiséis años, él cuarenta y uno y mi ex, era de mi edad, así que, en
estos brazos estaba descubriendo algo que jamás había sentido, no sabría explicarlo, pero era una
sensación de esas que te hacen sentir más protegida en todos los sentidos.
—Solo te voy a pedir algo —murmuré avergonzada con esa sonrisilla de nervios que me salía
cuando estaba nerviosa, y es que lo estaba y mucho.
—Dime —puso mi flequillo detrás de mí oreja.
—No me desnudes, ni me metas mano que me muero —me reí pegándome a su pecho.
—Lo he podido intentar hace rato y ya ves que no, soy consciente de muchas cosas, así que,
tranquila —me pellizcó la mejilla y me volvió a besar —antes de que pase eso, te daré por lo
menos un par de días.
—¡Vete a la porra! —me reí tirándole un pellizco en la cintura.
Me abrazó fuerte y nos quedamos así un par de horas, más que nada porque echamos esa
siesta que tanto necesitaba después de ese vino.
Desperté echada sobre su hombro, me miró y sonrió antes de darme un beso en los labios.
—¿Qué tal?
—Fatal, creo que ese vino estaba en mi contra.
—Bebes muy bruta.
—No bebo, es solo que me junto con las personas inadecuadas.
—Eso debe de ser —me besó de nuevo.
Tras una ducha nos fuimos a la cocina y preparamos unos sándwiches mientras Liam me
colmaba de abrazos, besos y atenciones.
Era un ser de luz, cariñoso, amable, atento, caballeroso y muy protector, además sabía y
entendía mi forma de ser tan bromista, me seguía el rollo en todo y eso nos hacía pasarlo muy
bien, a pesar de que era más americano que todas las cosas, pero bueno, por su descendencia
tenía esa parte de Europa del norte, nada que ver con España y el sur de esta, pero algo tenía
también, su carácter risueño…
Puso el barco en modo navegación y comenzó a explicarme el, por qué navegaba solo y no
nos chocábamos, además de esas emisoras que estaban continuamente encendidas para dar
avisos y tal, vamos que me hizo un cursillo rápido, pero intenso, muy bien explicado, cosa que
me quedé asombrada con ese mundo tan desconocido para mí.
Estuvimos fuera sentados charlando hasta altas horas, yo entre sus piernas y él, me rodeaba
con sus brazos, nos reímos poco contando anécdotas, a mí las de él me encantaba escucharlas,
aunque hablaba porque yo le preguntaba, vamos que no era como yo que iba soltando conforme
me acordaba, él era más prudente y comedido.
Esa noche dormimos en el camarote, la verdad es que me encantó estar abrazada a él bajo esas
sábanas…
Capítulo 8

Me levanté y no estaba a mi lado, aproveché para asearme y salir a su encuentro, estaba


fondeando el barco.
—Ya estamos en República Dominicana —sonrió, echándome el brazo por el hombro y
dándome un beso.
—Joder, que bien, que bonito sé ve.
—Vamos a preparar el desayuno y luego bajamos a tierra.
—¡Sí! —Levanté las manos de lo más emocionada.
En ese momento al bajar a la cocina me di cuenta que mi móvil estaba sonando, era
Alexandra, estuvimos charlando un rato no tan bien como yo quisiera, ella me preguntaba y yo
respondía sí o no.
—¿Os habéis liado?
—Sí, claro todo buenísimo —contesté para que no se diera cuenta Liam.
—¿Pero lo habéis hecho?
—No, eso no, acabamos de llegar a Punta Cana, imagino que eso será entre Cuba, Jamaica o
México —me eché a reír.
—Es muy buen tipo.
—No lo dudo, me está gustando todo demasiado, el color del mar turquesa, el entorno que
envuelve todo.
—Vamos, sus ojos y todo su cuerpo.
—Eso es, para perderse y no encontrarse —reí y vi que Liam sonreía preparando el desayuno,
aunque no sabía de lo que estábamos hablando.
—Estamos pensando en irnos para daros el encuentro y subirnos al barco.
—Veniros para Punta Cana y os esperamos aquí.
—Sí —dijo Liam feliz.
—Pero llegaríamos mañana, hoy compraríamos los vuelos.
—¿Pero ya habéis regresado de New Orleans?
—No fuimos, realmente estuvimos un día en los Cayos, te mentimos para que te fueras con tu
actor favorito.
—¡Cacho perra! —grité muerta de risa.
—Bueno, todo lo que quieras, pero te lo estás pasando bien.
—Sí, sí, pero veniros.
—Ok, cogeremos vuelo para mañana.
—Me vas informando.
—Claro.
Miré a Liam con cara de asesina.
—¿Qué? —preguntó aguantando la risa.
—Sabías que no habían salido de allí, me habéis engañado.
—Fueron ellos, yo solo me limité a guardar el secreto.
—Me las vas a pagar, soy muy vengativa.
—¿Cómo de vengativa?
—Ya lo verás.
—Bueno, me tiraste un puñado de aceitunas encima, creo que ahí no me lo merecía,
deberíamos de estar en paz.
—No habrá paz para los malvados —me eché a su pecho cuando me abrazó.
Subimos el desayuno y nos sentamos en aquel maravilloso entorno, mirando hacia la isla,
aquello era una maravilla.
Estuvimos charlando y luego nos tiramos al mar, era una pasada la sensación, eso sí, nos
dimos un morreo que solo nos faltó desnudarnos y que me la metiera, estábamos desatados, pero
la verdad que pasar de eso a hacerlo, para mí era un paso muy grande y me daba mucho respeto
con alguien como él, me imponía una barbaridad, así que intentaba que eso no llegara a suceder,
al menos por ahora, necesitaba más confianza para llegar a tal punto.
Salimos en Zodiac hasta la playa donde comimos en un lugar precioso, lleno de columpios en
la orilla, hamacas, todo en madera blanca, aquello era lo más parecido al paraíso, no creía que
existiera algo igual.
La verdad es que jamás había salido de España hasta que vine a Miami y ahora con Liam,
parecía que me iba a conocer el Caribe de una forma que si no fuera con alguien como él, jamás
conocería, lo máximo a lo que podía aspirar era a coger un viaje combinado de esos de avión con
un “todo incluido” donde va el turismo, pero llegar a sitios así, esto era la oportunidad de mi
vida, de esas que solo se te dan una vez en la vida y encima con alguien como él, eso era lo
mejor de todo.
Estuvimos tirados en unas hamacas tomando el sol mientras disfrutábamos unos zumos
tropicales y dándonos unos baños, luego comimos en una de las mesas que había por la arena
repartida y con su techado de paja, allí se estaba de lujo, además tan cerca del mar corría una
ligera brisilla.
—Este vino está de vicio, además, entra y no te das cuenta.
—Luego vienen los dolores de cabeza —arqueó su ceja con esa media sonrisa, que estaba para
comerle hasta las muelas de esa dentadura perfectamente alineada y blanca.
—Dolores de cabezas los que tengo desde que te conocí, así que tú calladito que estás mucho
más guapo.
—¿Quieres que hable menos aún?
—Es verdad, que no hablas por no gastar saliva, menos mal que ya lo hago yo por los dos.
—Me encanta escucharte. Por cierto, tengo que verte bailar flamenco, no te imagino en
absoluto.
—Pues tengo un arte, además, de modo profesional, nada de eso que vas a una academia dos
años y ya te crees la Sara Baras.
—¿Quién es Sara Baras?
—Una gran bailaora, pero mi profe también lo es, vienen de una saga de artistas que para qué,
más arte imposible.
—Y bailas desde pequeña.
—Yo nací haciendo una patadita de bulerías.
—Patadita de bulerías…
—Ya te bailaré, pero eso sí, cuando me dé la gana, no cuando me lo digan —me reí.
—Cuando quieras, pero estoy deseando verlo.
—El día que nos casemos entro bailando bulerías —bromeé —y tú entras con una pistola
como en la serie —me eché a reír.
—Si te casas conmigo, yo entro como tú quieras.
—Encima parece que hasta lo dices en serio.
—A veces, la realidad supera a la ficción y puede que tú me vieras como algo inalcanzable,
pero lo que no sabes es lo que eras para mí desde el día que comencé a leer tus novelas y ver tus
publicaciones en las redes.
—No te enamores de mí, que no te convengo —reí a carcajadas y su risa era la más bonita del
mundo y más sabiendo que mis tonterías eran el motivo de ella.
—¿Sabes? He tenido en mi vida varias relaciones, las consideraba serias, no he sido hombre
de ir con unas y con otras, pero créeme que jamás me reí con nadie como lo hice contigo en dos
días.
—¿Te estás declarando?
—No, eso ya otro día, pero sí que te estoy diciendo que no me importaría pasar una vida a tu
lado, iba a ser de lo más divertida.
—Bueno, bueno, una vida —carraspeé y ladeé la cabeza —. Te recuerdo que ya has
consumido media de ella, que no es que te quede mucho —vi cómo escupía el vino sobre la
arena.
—Lo peor de todo es que creo que cuando lo dices lo haces totalmente convencida de ello,
vamos que me llamas viejo, te quedas tan ancha y encima me quieres hacer creer que ya no me
queda apenas margen de vida.
—Claro ¿En qué me equivoco? Ya te has comido cuarenta años, lo normal si no pasa algo raro
es que dures una media de ochenta. Yo te llevo muchos años de ventaja, así que a mí sí que me
queda vida.
—Bueno, pues lo que me queda de vida no me importaría pasarla a tu lado —hizo un
carraspeo.
—Y el resto de la mía, me quedo con mi dinero y el tuyo mientras te comen los gusanos.
Trato hecho —le extendí la mano por encima de la mesa.
—¿Nos casamos?
—Si compran una de mis novelas para película —me reí apoyando mi cabeza sobre mi brazo
que aun estaba unido al suyo en ese apretón de manos.
—Ya hablaré yo con algún que otro contacto.
—Por favor, ya estás tardando —me reí.
Terminamos de comer y nos fuimos a las hamacas, se estaba de muerte en aquella playa a la
que solo se llegaba en barco, así que no había apenas nadie y el ambiente era inmejorable con esa
música bachata que sonaba.
Liam era muy cariñoso, siempre estaba haciéndome alguna caricia, me daba abrazos, me
colmaba de besos y me hablaba con esa voz tan increíble que tenía, a la que acompañaba un tono
dulce y simpático. Es que era para babear y formar una piscina, encima me estaba pasando a mí,
obvio que lo nuestro iba a durar unos días, todo era broma y él lo estaba pasando bien, yo, no
digamos, pero bueno, al menos me quedaría con un recuerdo tan bonito a su lado y el saber que
había estado con el hombre que tanto había fantaseado. También había que añadir, que a su lado
ni me acordaba de mi ex, cosa que agradecía, demasiado había sufrido ya.
Pasamos un día precioso, nos quedamos ahí sin movernos hasta cenar, que también lo hicimos
en el lugar y luego nos fuimos al yate.
Liam se quería duchar conmigo y la que tuve que liar para sacarlo de allí fue enorme, además
de darle con el bote de champú en la cabeza y amenazarlo con darle con el de perfume que era de
cristal y bien duro.
Eso de que me viera en pelotas como que no, que me moría y ahí sí que no iba a ser un
desmayito de esos, esto iba a ser un paro cardíaco en toda regla, como Dios manda.
Me puse una camiseta que me llegaba a medio muslo y era suelta, salí y Liam entró a
ducharse, no sin antes darme un apretón en la nalga que me la debió de haber dejado tatuada. No
veas la fuerza que se gastaba el cuarentón.
Me metí en la cama y me recosté sobre la pared, me puse a mirar el móvil un rato hasta que de
repente me entró un mensaje que no me esperaba.
Jorge: Eres una puta, te follas a un viejo que le importas una mierda, hoy eres tú y mañana
será otra zorra como tú. No sabes lo que me alegro de haber dejado a alguien que solo vale
para abrirse de piernas.
Tenía claro que lo sabía por los medios de comunicación en los que fuimos noticia por esa
foto que subió, o que lo vio en mi muro. Me daba rabia que me dijera algo así cuando sabía que
yo no era esa persona a la que se refería. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, estaba
en shock, no dejaba de hacerme daño, no tenía bastante con haberme dejado y volver a estar con
alguien de la que chuleaba en todas las redes, no, el tenía que seguir dando en la yaga y con
palabras tan feas como las que usaba hacia mi persona, aun sabiendo que, a él, lo quise con todo
mi corazón y me desvivía por él.
Levanté mi cabeza y vi que Liam tenía puesto los ojos en el mensaje.
—Dame el móvil —me pidió en un tono que ni dudé en dárselo.
Fue en ese momento que apretó el mensaje de voz y comenzó a hablar en un tono no muy
amigable.
—Mira, te voy a contestar yo, que creo que seré más clarito. Primero: aquí el único que se
alegra de vuestra ruptura soy yo, Kendall no se merece estar ni de lejos con un tiparraco como
tú, alguien que le habla así a una mujer no merece ni estar vivo. Lo segundo: este viejo será lo
que le dé la gana ser, no lo que tú quieras hacer ver, pero ten seguro algo, tengo valores de los
que tú careces y que ni siquiera creo que conozcas, así que no te preocupes que este viejo en una
hora la hará más feliz de lo que tú la hiciste en mucho tiempo. Tengamos la fiesta en paz, que
ella no está sola. Si contestas a este mensaje, hago una llamada y duermes esta noche en el
calabozo por violencia hacia Kendall y créeme que lo es, cuidadito, mucho cuidadito con volver
a molestarla, porque seré yo quien responda y no me hará falta hacerlo mucho.
Joder, por su tono no sabía yo si el otro iba a contestar, aunque a Jorge cuando se le iba la
pinza, se le iba, pero bueno, solo esperaba que esto quedara aquí y sí, me había encantado que
alguien sacara la cara por mí, que lo hubiera hecho como lo hizo, me había emocionado y ahora
estaba llorando doblemente.
Vi que apagaba mi móvil y lo puso en su mesita de noche, se metió en la cama, se sentó
metiéndome entre sus piernas y abrazándome, yo estaba de espaldas a él.
—No permitas que nadie te hable así —me decía en tono suave y triste —. No eres eso que
dice y él, no es quién tú creías que era, ni mucho menos te merecías.
—Gracias —dije con la voz entrecortada.
—No derrames ni una lágrima más por culpa de él, suelta ahora las que quieras y que jamás
vuelva a tener el poder de causar esto en ti.
—No digas más nada, por favor —escucharlo hacía que se me encogiera más el corazón y me
entrara más pena.
—Bueno, ven —me recostó frente a él, apagó la luz y me abrazó fuerte.
Estuve un rato llorando en silencio mientras él me abrazaba con mucho cariño, respetando ese
momento que sentía, pero tenía razón, había que soltar todo de una vez y dejarlo atrás, no podía
permitir que Jorge siguiera ocasionándome un daño innecesario y menos que me jodiera los
momentos tan bonitos que estaba viviendo, no solo por Liam, sino por lo que estábamos
haciendo y yo conociendo, las maravillas de aquellos lugares que tanto había descrito en mis
novelas.
No sé en que momento me quedé dormida, pero estaba agotada de llorar y no podía parar.
Capítulo 9

Me desperté y estaba sobre su hombro de lado, él acariciando mi cabeza.


—Buenos días, Rocky —murmuré intentando poner un poco de humor a lo de la noche
anterior.
—Buenos días, Cenicienta —sonrió dándome un beso en los labios.
—Yo soy más de Pocahontas —reí.
—Luis me escribió y aterrizan a las doce, sobre la una estarán aquí, vienen en taxi.
—Tengo ganas de verlos, los echo de menos, se han convertido en mi familia.
—Ella siempre habló maravillas de ti y fue cuando supe que te venías a Miami que ahí me
picó la curiosidad por leerte y ver tus perfiles, me enganché por completo.
—Estábamos hablando de que se han convertido en mi familia —carraspeé riendo.
—Aproveché para recordarte lo importante que eres también para mí.
—¿Te digo la verdad?
—Siempre.
—Es muy difícil creerte. A ver, me dices que me leíste y que revisaste mis posts, vale, pero
eso de engancharte a mí como mis lectoras, de tener ganas de conocerme y raptarme, no sé, me
parece todo tan surrealista…
—Si fuese el mecánico de tu ciudad sería más creíble, ¿no?
—Sí.
—Pues los actores también tenemos corazón y sentimientos —me mordisqueó el cuello
poniendo toda mi piel de gallina.
—Lo sé, pero es que es todo tan…
—…de novela de mi Kendall —rio abrazándome.
—Eso es —me reí.
—Vamos a desayunar ¿Barco o tierra?
—Patera —reí levantándome con su ayuda.
Preparamos el desayuno y me tomé el primer café mirando hacia el mar y fumándome un
cigarrillo, tenía la mente perdida, realmente me sentía como un náufrago que no sabía donde iba
a terminar, todo era demasiado bonito para ser cierto.
Liam me colmaba de atenciones y mimos, era todo eso que a cualquier persona le gustaría
retener para siempre, pero claro, todo tenía un tiempo, hasta él, que tendría que viajar para grabar
otra temporada de la serie, solo de pensarlo me ponía triste, aunque tal vez ni diera tiempo a eso,
en cuando acabase este viaje me soltaba en casa de Alexandra y desaparecía como un mago.
Los chicos llegaron y fuimos a por ellos en la Zodiac, me agarré a Alexandra y nos abrazamos
hasta llegar al yate, me hacía tan feliz que estuviera ahí que sentía que era algo mutuo.
Colocaron todo en el otro camarote y nos fuimos a comer a la playa, bebimos vinos por
doquier y nos reímos de lo lindo, luego Alexandra y yo nos fuimos al agua.
—Me estoy enamorando —dije con cara de tristeza.
—Lo estabas antes de conocerlo, lo sabes.
—Bueno, eso era una fantasía como tienen miles de tías con él.
—Lo tuyo era pasión por ese hombre y él, cuando comenzó a verte por las redes cayó rendido.
—Y no me dijiste nada —negué echándole la mano por el hombro y apoyando mi cabeza en
la suya.
Le conté lo vivido desde que me llevó a su casa hasta ahora, incluso lo de Jorge, ella no
dejaba de decir que jamás vio a Liam de esa manera con nadie.
Luego estuvimos todo el día en la playa, bailé con Alexandra hasta que nos temblaron las
piernas, bebimos, reímos. Liam y yo, estábamos como una pareja, como ellos, nos besábamos,
abrazábamos, jugueteábamos diciéndonos cosas, era increíble la sensación tan bonita que tenía.
Por la noche nos llevaron una mariscada al barco, cenamos allí charlando hasta las tantas, al
día siguiente queríamos ir a perdernos por la civilización, quería llevarme un recuerdo de aquel
lugar y de todos los que pisáramos.
Nos fuimos a la habitación y me estaba duchando cuando…
—¡¡¡Sal de aquí!!! —grité al ver aparecer a Liam.
—No estoy mirando —dijo quitándose la ropa, no me lo podía creer.
—Aquí no entras, porque te meto el grifo de la ducha por el culo, avisado quedas.
—No creo —se rió entrando y yo cuando vi lo que tenía entre las piernas, por poco me
desmayo.
Me quedé paralizada, él se puso detrás y comenzó a enjabonarme los hombros mientras los
masajeaba.
—No me creo que me hayas hecho esto. No quiero que me mires, así que ni se te ocurra
ponerte delante de mí.
—Tranquila —lo sentí sonreír tras de mí.
—No te rías que esto es una ilegalidad en toda regla.
—¿Qué más da que estemos desnudos si nos deseamos con ropa y sin ella?
—Liam, por favor, a mí no me corras tanto que yo soy muy sensible y una niña a tu lado —me
reí y fue el momento que aprovechó para ponerse delante de mí riendo y me abrazó.
—No quiero que me mires.
—Eres preciosa, no debes sentir vergüenza.
—No me quiero desmayar en estas circunstancias —me puse las manos en la cara y me dejé
caer en su hombro.
—¿Sabes? Me pasaría horas acariciándote sin necesidad de hacer más nada.
—¡Ole ahí! Tú a la espaldita y no me mires.
—No seas tonta —levantó mi cara y me besó.
Nos duchamos entre besos, risas y caricias, yo temía el momento en que su mano se fuera a mi
zona, pero se portó, sabía como ir llevándome poco a poco a su terreno, la edad, era la edad.
Nos liamos en las toallas y nos fuimos a la cama, bueno, me dijo que ni me vistiera, que no lo
iba a permitir, que hoy íbamos a dormir desnudos, tal cuál éramos y a pesar de que le dije de
todo, nada, al final terminé desnuda y abrazada a él bajo esas sábanas.
Y claro, un beso llevó a otro más intenso, a una caricia por los pechos y terminó poniéndose
entre mis piernas y mientras nos besábamos pues los roces consiguieron sacar a la anaconda y
mis partes comenzaron a flaquear…
—No me lo puedo creer —murmuré riendo al notar el campamento que se le había levantado.
—Se despertó —me mordisqueó el labio sonriendo.
—Ni se te ocurra meter eso en mi cueva que puede haber un derrumbe y termine en mil
pedazos.
—Todo es cuestión de saber cavar el túnel —me besaba sin dejar atrás esa preciosa sonrisa.
Se echó a un lado y llevó su mano a mis partes.
—No, por Dios —reí queriendo cerrar las piernas, pero no me dejó.
—¿Te quieres relajar por una vez en tu vida? —Echó su cara hacia la mía negando y
sonriendo.
—Por ahí no —me pegué a él, pero nada, sus dedos fueron más rápidos y ya parecía la mano
del ginecólogo.
—Relájate…
—Verás con el ginecólogo —me reí moviéndome porque oye, haber si se me había cerrado,
pues notaba eso a presión con sus dedos y como que costaban entrar —. Creo que me volvió la
virginidad —murmuré riendo y moviéndome, notando que eso no entraba y si dos dedos no
entraban, no quería ni pensar…
Sabía como hacerlo, no era brusco, luego los fue sacando y acariciándome el clítoris, no
dejaba de besarme, mordisquearme y conseguir que, poco a poco, fuera excitándome y
abriéndome a mayores sensaciones.
Lo cogí por los pelos, pero con fuerzas, cuando vi que se iba con su boca directo a mi
entrepierna.
—Ni de coña, la comilona para otro día, a mí no me matas de un infarto de golpe —dije a
carcajadas nerviosas.
—Me lo estás poniendo muy complicado —se reía mirándome mientras yo lo seguía
empujando por los pelos hacia arriba —. Si lo sé me rapo la cabeza.
—A ver, si tú lo que quieres es llevar a pasear a la anaconda, hazlo ya, directamente, los
jueguecitos para otro día.
—No, así no son las cosas —menos mal que se reía el hombre.
Volvió a colocar la mano en mi zona y a estimularla mientras nos besábamos riendo y él,
encima aguantándome para que no me moviera, vamos que de esta se iba a acordar bien, vamos
que no se le iba a olvidar en la vida.
Mis risas se convirtieron en jadeos, al final con una habilidad increíble consiguió que llegara
al clímax.
Se puso un preservativo mientras yo le decía que, cuidado con la anaconda, que quería llegar
viva al final del viaje, él se reía negando con esa mirada que era de otro nivel.
—Voy a ir lento, tranquila.
—Tranquila dice ahora… —me reí notando como la colocaba e iba entrando—¡Para que eso
te juro que no entra ni, aunque me lubriquen un mes!
—Te estás contrayendo.
—¡Qué dices! Qué se me cerró, por mi vida que eso no era así —no dejaba de reír.
—Pues vamos a abrirlo, tranquila.
—¿Tranquila? —Di un respingón cuando entró un poco más y me agarré a sus hombros con
todas mis fuerzas.
Sonreía negando sin dejar de besarme y, poco a poco, fue entrando hasta que aquello por fin
dilató y todo fluyó de una manera más normal, dentro de la que yo había liado, era para verme,
en fin, esto iba a quedar para el recuerdo.
Joder, como era sentirlo dentro de mí y moviéndose de forma sincronizada…
Yo sabía que él hubiese puesto aquella cama patas arriba y que estaba siendo muy generoso en
no ponerme en ningún aprieto, estaba teniendo un tacto grandísimo conmigo y con la situación,
sabía de sobra que por muy graciosa que yo fuera, aquello podía conmigo y me imponía
muchísimo.
Cuando llegó al clímax se puso a besar toda mi cara en plan de broma, me encantaba.
—Ahora quiero un cigarrito para el pecho por lo bien que lo he hecho —dije riendo y
refugiándome en su pecho.
—Venga, te acompaño —sonrió levantándose y entrando al baño.
—Lávate bien que luego se pega y cría liendres —dije asomándome al baño.
Me había puesto la camiseta y la braguita. Salí y me encontré a Alexandra y Luis fumando un
cigarrillo, se rieron al verme aparecer.
—He follado con Don Liam —murmuré, causándole una carcajada a los dos.
—¿Bien? —preguntó Alexandra y el marido le hizo un gesto como diciendo que, vaya las
cositas que pregunta.
—Una anaconda así —hice la medida con las manos y en ese momento apareció Liam.
—Así no hay langostas, pero mañana la buscamos —dijo disimulando Alexandra, mientras
Liam y Luis se echaban a reír. Vamos que no había colado.
—Solo a tu edad se cuentan ciertas cosas —dijo Luis y afirmó Liam riendo.
—Joder, que me he sentido acorralada, pensé que estaba en Jumanji —me estaba meando de
la risa.
—Kendall, a ver si este va a ser un fuera de serie dentro y fuera de la pantalla —Alexandra
como no, seguía buscándome.
—Claro, lo malo es que le tocó un papel hoy un poco difícil —me eché sobre la mesa a reír.
Liam solo sonreía mirándonos, el pobre demasiado tenía con aguantar mis cosas, pero no
dejaba de reír y eso a mí me encantaba.
Nos fumamos el cigarro y un poco después nos volvimos a ir todos a dormir, esta vez diciendo
que ya no nos levantábamos.
Me abracé a Liam con una sonrisa y un bienestar que hacía mucho que no sentía y es que, con
él, estaba comenzando a vivir…
No había encendido el móvil desde la noche en que recibí ese mensaje y Liam contestó y lo
apagó.
—Déjame ver si tienes algún mensaje de él —dijo cuando vio que lo estaba encendiendo —.
Tranquila que no soy cotilla, solo quiero ver si contestó y que no te haga pasar un mal rato.
—Tranquilo —sonreí besándolo, pero me lo quitó de las manos.
—Nada, no contestó, es más, te bloqueó.
—Mañana me desbloquea —me reí volteando los ojos.
—Espero que no se le ocurra escribirte.
—Bueno ¿Desayunamos?
—Claro —me pegó a él y comenzó a besarme.
—Me refiero desayunar de verdad —le di con la almohada en la cabeza.
—Te lo has buscado…
Agarró mi braga y me la quitó en un visto y no visto, vamos ni yo era capaz de sacármela con
esa habilidad.
—No quiero jugar —me reí.
—De juegos nada, ahora es en serio.
—¿Y lo de anoche?
—Eso fue un simulacro —sacó mi camiseta y volvió a dejarme como Dios me trajo al mundo.
—Qué no me mires —murmuré riendo y tapándome con las sábanas.
—Te voy a atar desnuda y me voy a quedar mirando una hora hasta que se te pase la
vergüenza.
—Y te juro que en cuanto pise tierra a dónde sea, te denuncio.
—Atrévete —se metió debajo de las sábanas y comenzó a lamer mis pezones.
—Liam…
Ni caso, cuando me di cuenta ya estaba entre mis piernas y me tuve que agarrar a las sábanas.
Esta vez dio igual todo lo que le dijera que él, lamió cada parte de mi zona y a mí me hizo
gemir como nunca lo habían hecho y sentir un placer al que jamás había llegado.
Me quedé sin respiración, con las piernas temblorosas y me di cuenta que el sexo iba mucho
más allá de lo que nunca había sentido, cosa que imaginaba, ya que yo lo describía algo así en
mis novelas.
Luego me penetró y ahí sí que comenzó el baile, me alzó por las caderas, me giró, me puso de
lado, me sentó sobre él, que también estaba sentado, lo hicimos de mil maneras y me sentí más
mujer que nunca.
Cuando subimos a desayunar ya estaban allí Alexandra y Luis con todo preparado, aparecí
levantando las manos con los dedos en plan victoria.
—Un cigarrito para el pecho, por lo bien que hoy lo he hecho ¿Verdad, Liam? —pregunté,
provocándole una sonrisa floja mientras negaba.
—Anda, siéntate a desayunar.
—Eso, que necesito coger fuerzas —aplaudí emocionada ante tal desayuno y es que estaba
hambrienta.
Alexandra no dejaba de buscarme la lengua y yo contestaba con todo el arte que me
caracterizaba, eso sí, las miradas de Liam las obviaba, como si no fueran conmigo.
Luis nos quitó a todos los móviles, decía que el día era para disfrutarlo y desconectar de todo,
yo en ese momento me acordé que tenía que terminar mi novela y sabía que me iba a costar la
vida en esas condiciones.
Pero bueno, también me merecía un poco de descanso, que no paraba nunca.
Capítulo 10

Salimos hacia tierra firme a pasar el día por ahí, de tiendas, por la zona, en plan turista total,
que también nos apetecía.
Un taxi nos llevó hacia la Plaza Bávaro, lugar de tiendas y ocio, así que ahí que fuimos tan
chulos. Fue bajarnos del coche y una avalancha de turistas de España nos reconocieron y digo
nos, porque gritaron nuestros nombres y vinieron en avalancha a tirarse fotos con nosotros.
Eso de que la tierra te tragase y escupiese en Punta Cana, no podía ser, ya estábamos allí, así
que saqué dientes como él, saludamos a todos, nos hicimos fotos y continuamos como
buenamente podíamos haciendo paradas continuas para tirarnos fotos. Todos decían lo mismo,
era el romance del verano y es que los medios aún seguían especulando y hablando de lo nuestro.
Sentí agobio, hasta compasión por Liam, ahora entendía que quisiera alejarse de todo y estar
lo menos visible, era lo más lógico dada su situación tan fuerte, movía masas.
Compramos, probamos algún licor y regresamos a la playa frente al yate, ahí sí estábamos
relajados y es que había sido imposible andar cinco minutos tranquilos, aquello me había
provocado un shock muy grande, es más, me costaba hasta reírme, había sentido el agobio y
estrés en mi piel, observada por completo.
Me di un baño y Liam vino con una cerveza.
—¿Me comprendes ahora?
—Sí, te comprendo y te juro que me he quedado rara.
—Te acostumbrarás.
—No, esto no me pertenece y sabes que esto tendrá un final.
—Pues si piensas eso no me vuelvas a besar, no juegues conmigo que yo contigo no lo haría
— lo dijo que hasta parecía verdad y con un ligero tono de enfado.
—Liam, no juego contigo, pero sabes que esto…
—Esto es lo que llevo buscando toda mi vida, alguien como tú que me mantenga vivo, me
haga reír y sea natural como la vida misma ¿No entiendes que estoy pillado por ti?
—Pero te tendrás que ir a rodar y tu vida seguirá y no tiene nada que ver con la mía.
—Te puedes venir a los rodajes y quedarte escribiendo, puedes acompañarme sin perjudicar tu
profesión, lo demás son excusas, esas que no quiero.
—Y, ¿por qué esa cara de enfado?
—No es enfado, es dolor a que no me creas por ser un personaje conocido.
—Es por la vida tan diferente que tenemos, yo escribo porque me gusta, pero, sobre todo, para
tener una entrada de dinero con que sustentarme, sin embargo, a ti te sobra el dinero.
—¿Me ves darle importancia? Quitando la casa y el barco, ¿me ves una persona que vaya
presumiendo en ese aspecto? Soy como tú, una cuenta bancaria no cambia nada, es más, soy
actor y lo soy porque personas como tú escriben, estamos en el mismo circulo.
—Me da miedo, Liam —dije mirando a mis pies que se veían perfectamente debajo del agua,
pero tenía ganas de llorar —. Creo que me he enamorado de ti y tengo terror a pasarlo mal —se
me escapó alguna lagrimilla.
—Pues confía en mí —agarró mi mano —. Deja que te demuestre que lo mío va en serio, deja
que te enseñe que no soy como me idealizaste tú y el resto del mundo, yo también necesito amar
y estoy completamente perdido en ti.
—Pues ojalá no te encuentres —reí mientras él, me secaba las lágrimas que me caían.
—No lo compliques, vivamos esto, estoy seguro que saldrá algo de aquí muy bonito que
quiero vivir y estoy dispuesto dejarme la piel en que seas feliz.
—Con solo estar a tu lado, lo soy.
—Eres muy bonita —me abrazó moviéndome hacia los lados —. Eres todo corazón, ese que
no han sabido cuidar, pero es hora de que yo lo haga.
—Ojalá fueras un trabajador normal, con una vida normal para que vieras que te querría igual
—dije con tristeza.
—Soy normal y podemos tener una vida relativamente normal, no me gusta ostentar, salir a
fiestas donde están las cámaras, soy más sencillo que todo eso. Y tienes en mí, un fan, cada día
miro los tops y cuando veo que sigues la número uno, me emociono, lo aplaudo, sé que te van a
llegar muchas cosas bonitas y es porque eres una currante.
—¿Sigo en el uno?
—Sí —sonrió dándome varios besos en los labios.
—Este mes entonces llevo paga doble fijo —me reí.
—¿No has mirado las ventas?
—No, me tienes fuera de mi mundo.
—Yo quiero ser tu mundo, pero que sigas haciendo todo lo que ames, eso sí, te tengo que ver
bailar flamenco.
—¡Tonto!
—Este tonto, te ama, que no se te olvide —apretó mi nalga.
—Ojalá fuera cierto —dije abrazándolo con tristeza.
—Eres tú la que no quieres creerlo.
—Tengo tanto miedo a volver a pasarlo mal…
—Lo pasas mal por esto —señaló a mi cabeza —, ese es tu problema, que piensa más de lo
que realmente es.
—Lo sé —miré las hamacas donde estaban Luis y Alexandra tomando una Piña Colada.
Agarró mis manos, me miró y nos fundimos en un beso precioso, en ese fue en el que noté que
hablaba con su corazón y que debía de comenzar a vivir sin miedos, vale que nos conocíamos de
hacía cuatro días, pero de mucho antes nos seguíamos sin yo saberlo y puede que sí, que hubiese
algo en mí que no vio en otras.
Pasamos el resto de día en aquella playa, nos reímos los cuatro muchísimo, nos hicimos
mogollón de fotos y hasta después de cenar no regresamos al barco, que ya lo iba a poner rumbo
a Jamaica.
Nos fuimos juntos a la ducha, ya iba perdiendo la vergüenza y la verdad es que terminamos
haciéndolo ahí, no me opuse a nada, es más, creo que hasta me puse a la altura de las
circunstancias ¡Punto para mí!
Fue de lo más sensual y fogoso, pero no perdía esa mirada que me hacía sentir tan bien,
siempre tenía una sonrisa en sus labios y un brillo muy especial en su mirada.
Me llevó cogida en brazos sobre su cintura a la cama haciéndome miraditas y gestos que me
ponían de lo más sonrojada, me encantaba demasiado Liam…
Capítulo 11

Por la mañana despertamos en Jamaica, fue alucinante saber que estaba en otro rincón del
Caribe y frente a la playa de Ochos ríos.
Allí que nos fuimos a desayunar en plena playa. Lo que me reí cuando apareció Alexandra de
hablar con el chico de la barra, no tenía precio y es que traía dos cigarrillos de la risa que tanto
fumaban en ese país.
—Yo quiero probarlo —dije aplaudiendo.
—Te puede sentar mal —murmuró Liam, arqueando la ceja.
—No empieces a ponerte en plan padre —resoplé cogiendo uno de su mano que ya estaban
hasta liados.
Di una calada y casi me ahogo, me llegó hasta las Cataratas del Niagara de mi interior, pero
no por eso dejé de fumarlo, vamos, que entre café y café me fumé uno sola, entre pecho y
espalda.
Me dio por reírme que no me podía ni mover del dolor que tenía en el lado, al igual que
Alexandra, que se había empalomado el otro.
—Verás estas dos —dijo Luis riendo y mirando hacia el mar.
Nos tiramos una hora muertas de risa y ellos riendo al vernos a nosotras, pero Liam, no dejaba
de reñirme con la cabeza como diciendo que había sido un poco bruta y que debía de tener
cuidado, con qué, no sé pues yo me lo estaba pasando de muerte.
—Se me acaba de ocurrir un pedazo de escena para mi novela, que cuando suba la escribo.
—Si claro, yo también te hago otra —bromeó Alexandra, como diciendo que para escribir
estaba yo.
—Joder, que yo una vez cogí una borrachera en un camping y me tiré toda la noche
escribiendo, hice siete mil palabras.
—Pues tú hoy no vas a hacer ni doscientas, porque no has bebido, has fumado —dijo a
regañadientes Luis, mientras Liam, ponía caritas como diciendo que ni se metía.
—Yo quiero escribir la escena y es que, llega el tipo todo decidido a recuperarla cuando está
ella de marcha, la coge en volandas, la saca de allí y se la folla nada más entrar por la puerta de
su casa, pero así en plan tengo más ganas de ti que de comerme el potaje que me hace mi madre.
—Sí claro y todo eso, como siempre, pensando en este —dijo Luis, señalando a Liam.
—¿Está bueno el potaje? —preguntó Liam, haciéndose el sueco.
—No sé como estará, pero hoy me toca a mí comerme la anaconda —solté provocando que
Liam, escupiera el trago que tenía en la boca, al pobre siempre lo pillaba de esa manera.
—No vuelvas a traerle nada de fumar —le dijo Liam a Alexandra.
—Basta para que se lo digas que peor lo hace, te lo digo yo —contestó Luis.
—Pues voy a por otros dos ahora mismo —se levantó Alexandra y de forma sincronizada Luis
y Liam, hicieron lo mismo para agarrarla y que se volviera a sentar.
—Ella no, pero yo… —Corrí con dos cojones, que no les dio tiempo a aguantarme.
Me fui directo al jamaicano de la barra con el que vi hablando a Alexandra, no miré hacia
atrás ni de broma, ¿para qué?
Quiero dos de los que le pusiste a mi amiga —me giré para señalar a Alexandra y me veo
detrás de mí a Liam.
—Se refiere a dos zumos de papaya —dijo Liam serio, pero sonriendo con ironía.
—Ahora mismo —le respondió el chico.
—Yo no me refería a los zumos.
—Ni yo te voy a dejar que te fumes otro —dijo en un tono nada bromista.
—Eso lo decidiré yo.
—Si lo haces, nos vamos al barco y salimos de esta isla ya, la damos por finalizada.
—Y en Cuba qué, imagino que podré beber mojitos.
—Claro.
—Pues en Jamaica lo típico es fumar de eso, véase el ejemplo de que aquí vivía Bob Marley.
—Y aquí murió.
—¿Y dónde está su tumba?
—En Nine Milles, muy cerca de aquí.
—¡¡¡Yo quiero ir!!!
—Cuando os toméis el zumo tú y Alexandra —dijo cogiéndolo y dándole las gracias al
camarero —, si queréis vamos.
—¡Sí! —Lo seguí to feliz y dando por zanjado el tema de fumar aquello.
—¿Y los cigarrillos? —preguntó Alexandra, mirándome incrédula por no llevarlo.
—Los he cambiado por irnos a ver la tumba de Bob Marley.
—Esa es mi amiga —me dio un beso en la mejilla y aprovechó para decirme en flojito que allí
al llegar te dan un té de Marihuana.
Me empecé a reír y me iba a dar algo, juro por mi vida que aquello fue lo más bueno que
podía haber escuchado y estaba segura de que Liam, no lo sabía, de lo contrario ya me hubiera
avisado.
Cogimos un taxi de los que había allí, pedimos que nos llevaran y a mí, que aún no se me
había pasado el efecto ya iba pensando que no me dejaba sin té ni Dios.
Íbamos por una selva, además, llevábamos un coche de seguridad detrás que también habían
solicitado y es que en esa isla había mucha criminalidad.
Fue llegar y los chicos quedarse pagando, que corrimos para el chico de los tés y casi le
arrebatamos los vasos de la mano, se quedó alucinado.
—Venga que vienen, entero para dentro —dijo Alexandra, hablando a la velocidad de la luz.
Nos bebimos los vasos y cogimos otros dos de la bandeja e hicimos lo mismo.
Juro por mi vida que en ese momento me di cuenta de que la habíamos cagado, me comencé a
sentir tan rara que me daba hasta miedo.
Sabia que Liam me estaba diciendo algo y que Alexandra le estaba contestando llorando de la
risa, todo eso lo sabía, era consciente de ello, pero lo vivía a cámara lenta, quería contestar, pero
no me salían las palabras, de todas formas, no sabría ni que contestar porque no entendía de que
hablaban, en definitiva, todo era tan raro y diferente que era como si el mundo se hubiese
ralentizado.
—Kendall, ¿estás bien? —eso lo entendí porque me lo repitió unas cuantas veces.
—Sí, sí —lo miré fijamente.
—Toma esto —me dio una lata de Coca Cola fría.
—Quiero ir a ver a Bob —balbuceé como pude.
—Ahora vamos, ven, vamos a sentarnos en aquellos escalones —me cogió en volandas.
—¿Hice algo malo?
—Nada malo y nada que vuelvas a hacer más, a partir de ahora vas a ir pegada completamente
a mi lado, así te ate con una cuerda.
—No soy un perro.
—Ni quiero que acabes mal.
—¿Estoy castigada?
—Claro que no —vi que sonreía, a mí no me salía una risa ni de broma, yo estaba en una
película terrible entre el bien y el mal, como si hubiera hecho la cagada del siglo, lo peor es que
no sabía ni por qué.
—Niña, que eso no era té de limón que era como los cigarrillos —dijo Alejandra, haciéndose
la sueca y viniendo hacia dónde estábamos.
—Ustedes dos sois un problema, no pensáis, no tenéis cerebro —decía muy enfadado Luis.
—A mí no me digas nada que yo estoy que ni tan bien —le contestó su mujer en plan de no
permitir que se le riñera.
Yo ni iba a contestar, a mi me costaba un mundo defenderme, además de que no tenía defensa.
Un rato después en el que estuve tomando la Coca Cola sentada en ese escalón calladita,
entramos al mausoleo al ver la tumba del cantante más querido del mundo, Bob Marley.
Se me saltaron las lágrimas ante aquel féretro de mármol y Alexandra me miró incrédula.
—¿Por qué lloras?
—Por el chaval que se murió —señalé a la tumba.
—Pero si se murió hace cuarenta años y tú ni habías nacido.
—¡Bueno, pero yo lo escuché mucho y ahora me dio la pena! —dije en tono de riña, como
diciendo que no voy a llorar cuando otros quieran, ese era el momento.
—Pues si que te sentó mal el té —se echó a reír.
—Venga, vamos avanzando que hay cola detrás —dijo Luis, para que siguiéramos bordeando
la tumba.
—Adiós, Bob, te llevo en mi corazón —murmuró Alexandra y le quise dar una colleja, pero
no era capaz levantar la mano.
Fue salir del mausoleo a sus jardines, cuando una avalancha de turistas ingleses reconoció a
Liam y se lio en un momento la de Dios, menos mal que a mí no me dijeron ni media y me
escapé a un rincón con Alexandra.
El taxista y seguridad nos abrieron las puertas para que nos fuéramos montando y fueron a por
Liam, que con discreción lo sacaron de ese grupo que no lo dejaban con el tema de las fotos.
Salimos de allí y fuimos a comer a unas cataratas que tenían una terraza espectacular, además
nos bañamos nada más llegar y eso hizo que me fuera viniendo arriba.
—Lo siento —murmuré a Liam, que no se separaba de mí para cuidarme.
—Tranquila, alguna vez lo tenías que probar, normal en tu edad, pero ya sabes que no sienta
bien y has pasado un mal rato.
—Me pasé con los tés.
—Bueno, ya mañana salimos de aquí y estamos más días bordeando Cuba y en la Riviera
mexicana.
—Vale, pero por mí no, prometo que no voy a fumar más.
—Ni que lo jures, de eso me encargo yo —me dio un beso en la sien.
Pasamos el día visitando sitios espectaculares, por la noche cenamos en un restaurante de otra
playa y ya regresamos al yate, el barco se ponía rumbo a Cuba.
Capítulo 12

Amanecí descubriendo que estaba en Cuba, precisamente en La Habana…


Me di otra ducha nada más levantarme, sentía la boca seca y aún tenía una en lo alto que me
duraba del día anterior.
Liam se duchó conmigo y aprovechamos para dejarnos llevar por los deseos y, ¡de qué
manera!
Fuimos al exterior del barco a desayunar, que ya lo tenían todo preparado Alexandra y Luis.
Yo estaba muy emocionada con aquel país del que tanto había escuchado hablar y por fin iba
a conocerlo, además Liam, me había dicho que nos íbamos a quedar algunos días.
Salimos a perdernos por la ciudad, lo bueno es que estábamos en muelle y salíamos del barco
a pie.
Liam me llevaba agarrada de su mano, eso sí, no había calle por la que no nos parasen y
pidieran fotos, además todos nos felicitaban por el enlace ¿Qué enlace? ¡La que habíamos liado!
Le decían de todo y encima antes de soltarlo decían que con mi permiso iban a decir algo, en
definitiva, de todo le dijeron, hasta lo que le harían y no le harían ¡Ay, Dios!
Decidimos ir a tomar un mojito al lugar ese tan emblemático “La bodeguita de en medio”
Alexandra y yo nos pusimos a bailar una canción que sonaba de algún grupo de allí, pero era
movidita y nos hizo desmelenarnos y bailarla como si no hubiera un mañana, mientras los chicos
nos miraban apoyados en la barra.
Liam me observaba con esa sonrisilla de estar pasándolo bien viéndonos ahí de esa guisa, se le
notaba que le gustaba verme disfrutar, pero cuando lo hacía dignamente, ya que el día anterior
por chula me pasé tres pueblos.
Terminamos en la Plaza de la Catedral donde unas cubanas agarraron a Liam y tras tirarse
unas fotos, dos lo agarraron y pusieron a bailar, pero claro, ellas no podían bailar normal, no,
ellas ahí dándolo todo para provocar a Liam, ese que reía mientras les seguía el baile.
—Verás que le meten la teta en la boca —dije en tono muy enfadado.
—Ese pobre hombre no sabe como salir de ahí.
—Mira Alexandra, si quisiera salir ya lo hubiese hecho, lo que me parece lamentable es que
siga bailando.
—Joder, pues ya se pusieron unas cuantas más —murmuró Luis.
—Le den por el culo —dije levantándome con dos cojones y saliendo de allí.
Cogí la esquina de la plaza y ni miré hacia dónde iba, ni me apetecía saberlo, quería coger aire
y quitarme ese asquito que sentía en mi cuerpo.
Terminé sentada en un escalón de una calle llorando de rabia e impotencia, ¿Qué le hubiera
pasado a Liam si fuera él, el que me viera a mi bailando con dos tíos mientras me soban?
Mi madre siempre me dijo que no hiciera lo que no me gustaría que hicieran conmigo, así que
aplicando eso, lo que hizo Liam fue no mirar por mí, pero claro, yo era la tonta que comenzaba a
creer en aquellas palabras de que era una persona normal con una profesión que le ponía en el
candelero, pero no, una persona con dos dedos de frente las hubiera cortado rápido.
Ni móvil, ni dinero, solo llevaba un paquete de tabaco en la mano con un mechero, encima
eso, ni para tomarme un simple refresco ¡Anda que la suerte estaba de mi lado!
—¿Estás bien? —me preguntó una voz femenina que por el acento debía ser más española que
yo.
—Sí —levanté la cara —. Bueno no —rompí a llorar y ella se agachó, estaba junto a un chico
que debía ser su pareja.
—Eres Kendall, ¿verdad?
—Sí —la miré con tristeza.
—¿Estás sola?
Y fue en ese momento que me desahogue y le conté lo sucedido, además de no tener dinero ni
móvil.
—Toma —sacó de su cartera cincuenta dólares.
—No, no, por favor, yo ahora iré para el barco.
—No seas tonta, me lo devuelves si quieres por Bizum, aquí tienes mi número. De toda
maneras si te quieres venir a pasear con nosotros…
—Tranquila, no quiero darle el día a nadie.
—De verdad que no nos lo das, vente con nosotros a comer hasta que te tranquilices.
Me ayudó a levantarme y se presentaron, se llamaban Catalina y Mario.
Me puse a charlar con ellos mientras paseábamos y eran de cerca de donde yo vivía, del sur de
España, a unos cincuenta kilómetros de lo que fue mi casa, al final nos paramos a tomar un
mojito y les conté toda mi vida hasta ahora, se quedaron alucinados.
—No quiero ser entrometida, pero creo que deberías avisar a Alexandra para decirle que estás
bien y luego te acompañaremos más tarde hasta el barco —dijo ofreciéndome su teléfono.
—No me sé su teléfono de memoria, pero podemos llamarla por teléfono al Facebook o
ponerle un mensaje poniendo primero mi nombre para que así lo abra.
—Venga —la buscó con los datos que le di y me la puso en Messenger.
Le escribí y fue ella quién llamó corriendo.
—Estoy bien, estoy con una pareja de España, necesito que me dé un poco más el aire,
Alexandra.
—Liam está buscándote por la ciudad, se fue como loco. Por favor, dime donde estás y
tomamos con esos chicos todos juntos algo y contactamos con Liam.
—No sé donde estoy.
—Estamos por la Fábrica del Arte Cubano —dijo Mario y Alexandra lo escuchó.
—No moveros de allí, vamos para allá y aviso a Liam.
—Vale —colgué —. Vienen para acá y ahora vamos todos juntos a tomar algo, pero vamos,
que no lo quiero ver ni en pintura.
—Relájate —me acarició Catalina el brazo —. Verás como no lo vuelve a hacer, pero ponte
en su lugar, es muy mediático, está en Cuba y no quiso hacer el feo.
—Lo entiendo, pero ponte en mi lugar, por no hacerle el feo a ellas, me hizo sufrir a mí.
—Tienes razón, lo veo desde ambos lados, pero él te está demostrando que quiere estar
contigo y te tiene como primera opción.
Ni cinco minutos después aparecieron los tres, la cara de Liam era desencajada, sonrió al
dirigirse a la pareja que había conocido.
—Gracias por haberla ayudado.
—Nada, no hicimos nada.
—Vamos a tomar algo —dijo Alexandra, cogiendo del brazo a Catalina y Luis, se puso a
hablar con Mario.
—Catalina, toma, ya no me hace falta, muchas gracias —le devolví los cincuenta dólares.
Liam me agarró del brazo para hablarme y quedarnos andando un poco más apartados de los
cuatro.
—Siento el haber sido la causa de que te pusieras así, además con razón, pero me vi cohibido
ahí en medio y…
—¡Cállate! No me hables como si fuera tonta, un tío como tú corta rápido esa situación, pero
claro, fue más fácil disfrutar de esas dos cubanas que te sobaban mientras bailaba.
—Lo siento…
—Yo también lo siento, había comenzado a confiar en ti —me aligeré para ponerme al lado
de las chicas.
Me sequé las lágrimas y las dos me agarraron por un brazo cada una, entramos a un bar a
tomar algo.
Liam hablaba con los chicos, pero estaba mal, se le veía de capa caída, pero que se jodiera, él
se lo había buscado.
Yo tenía un nudo en el estómago que no podía con ello, me costaba hasta comer aquel pollo
con arroz, eso sí, Alexandra con el arte que tenía hizo que las risas no faltaran.
Paseamos todo el día por La Habana y cenamos con esos chicos que tan bien nos lo habíamos
pasado, es más, quedamos con ellos para que navegaran con nosotros a Varadero al día siguiente
y luego regresaríamos por la noche.
Me fui directa a duchar y me metí en el lado de la cama, el hizo el intento de pegarse a mí y
abrazarme.
—Déjame, por favor —murmuré quitando su mano de mi cintura.
—Kendall, siento mucho…
—No sientas nada, en aquellos momentos no lo hacías.
—No sabía el daño que te podía ocasionar.
—Es decepción, pero paso de hablar, quiero dormir.
—Kendall, no quiero quedarme dormido estando con esta sensación.
—Haberlo pensado antes, no te creas que por muy Liam que seas, todo vale.
—No seas injusta.
—Lo que tu digas, pero quiero dormir.
—Déjame abrazarte, por favor.
—¿Con las mismas manos que bailaste con ellas?
—Te pido perdón de todo corazón.
—Y yo te digo de todo corazón que quiero dormir y que me dejes en paz.
—No lo volveré a hacer más.
—Ah no, ahora es cuando puedes hacerlo cuantas veces quieras.
—No seas así —me abrazó fuerte.
—¡Qué me sueltes!
—No quiero, ni puedo —besó mi mejilla.
—Yo no quiero que me toques.
—He pasado el día muy triste por la ciudad y no quiero volverme a sentir así.
—Te lo has buscado tú solito.
—Te amo muchísimo —ese te amo si que me causó unas lágrimas al escucharlo, menos mal
que lo tenía tras de mí y no me veía.
Se hizo un silencio y se quedó abrazado a mí, sinceramente lo necesitaba, aunque estaba de
aquella manera para mí, ya era alguien muy importante en mi vida a pesar del poco tiempo que
llevábamos conociéndonos personalmente.
Capítulo 13

Desperté y aún lo tenía abrazándome.


Le quité la mano de encima y me fui al baño, luego subí a desayunar con los chicos y Liam no
tardó en llegar.
Al igual que aparecieron Mario y Catalina, se quedaron flipados al ver el barco y pese a haber
desayunado, repitieron con nosotros.
Liam puso el yate rumbo a Varadero, allí íbamos a pasar el día y además en un sitio exclusivo
donde había un muelle para atracar directamente y salir a pie.
—¿Sigues enfadada con él? —me preguntó Catalina, cuando me vio mirando hacia el mar,
apoyada en la barandilla.
—Un poquito —le sonreí con tristeza —. Por cierto, dijiste mi nombre cuando me encontraste
llorando en La Habana.
—Sí —sonrió —, soy una de tus lectoras, te sigo en las redes y leo todas tus novelas y
también vi con impacto cuando Liam, te etiquetó en aquella foto que se viralizó al segundo.
—Yo ni sabía que iba a poner esa foto, fue en un momento de bromas, todavía no había nada
entre nosotros.
—Ahora lo sé por lo que me contaste, pero bueno al final estáis juntos.
—Bueno, yo desde ayer estoy que no me lo creo en nada.
—Pero no hizo nada, Kendall —echó su mano por encima de mi hombro y miré hacia dónde
estaba Liam, que nos miraba con tristeza.
—Yo sé que no mató a nadie, pero a mí me desgarró el alma ver a aquellas tipas sobándolo y
que él siguiera bailando.
—¿Y por eso tienes que tirar por tierra todo lo que has vivido?
—Eso mismo me pregunto yo —dijo Alexandra, apareciendo que casi me mata de un susto.
—Chicas, no es tirar por la borda, es no saber ni que pintamos juntos, no creo en esto por
mucho que quiera hacerlo, pero la puta realidad es que algo me dice que voy a sufrir tarde o
temprano y si lo de ayer me mató, más adelante no sabría ni como afrontarlo.
—Piensas sin darte a valer, el regalo de la vida eres tú para él que lo tenía todo y estaba vacío
—murmuró Alexandra y Catalina asintió.
—Me agobio, de verdad, no quiero hablar, iría hacia él y le pondría la tostada de gorra.
—Pues no se lo merece.
—Alexandra, calla —le advertí mientras Cata apretaba los dientes sin querer decir ni “mu”.
—No, Kendall, sabes que eres como mi hermana y te quiero con locura, pero no es para
ponerse como te pusiste. Está claro que te dolió muchísimo y eso lo entiendo y me da pena que
pasases ayer el día con ese dolor, pero él no es malo y lo hizo por seguir el juego, ya que sabes
que él se para con todo el mundo y no le gusta hacer feos a nadie.
—Pues a mí me lo hizo y si eso no te importa… —Me separé de ellas y me puse a llorar
estaba de un sensible increíble.
—No te pongas así —dijo Catalina, echándome el brazo por encima y por la cintura
Alexandra, que se acercaron de nuevo a mí.
—Joder es que me sentí una imbécil, como si no importara nada de lo que a mí me pudiera
causar, que sé que no soy su novia por mucho que él quiera hacérmelo ver, pero estos días estaba
a mi lado, un poco de respeto no hubiera venido mal. Alexandra, tu sabes que bailé contigo en la
bodeguita y un chico intentó acercarse y lo espanté pronto ¿Tan difícil es comprender que ante
todo hay que pensar en quién tienes enfrente?
—Tiene razón —dijo la voz de Liam, detrás de nosotras, ellas se giraron y apartaron para
dejarnos a solas.
—Liam, déjame por favor, ya se me pasará, pero ahora sigo igual que ayer, me siento triste y
decepcionada.
—Dame un abrazo fuerte, por favor —me abrazó con fuerza y yo me quedé con los brazos
inmóvil.
—Apriétame anda —me cogió los brazos para que lo rodeara.
—Me hiciste daño —dije llorando y él se puso con una mano a secar mis lágrimas.
—Veo que te lo hice y lo peor de todo es que no fue mi intención porque yo no lo haría, pero
ten algo claro, a partir de ahora seguiré siendo el mismo que sonríe a sus fans, pero jamás, jamás,
entraré al trapo de nadie, a ti jamás te quiero volver a ver llorar.
—No me digas más nada que parezco María Magdalena.
—Dime que me perdonas, por favor —agarró mi cara con las dos manos —. No quiero pasar
ni un solo día estando como ayer, me faltaba la vida.
—La vida te va a faltar como vuelvas a acercarte a otras como ayer —le metí un puñetazo en
el hombro.
—Joder, me lo has partido —bromeó tocándoselo.
—A ver si en vez de músculos vas a tener relleno de pavo —me reí mientras me abrazaba y
nos fundimos en un beso.
En ese momento escuché los aplausos de esos cuatro que vitoreaban y gritaban, ¡viva los
novios! Nos reímos negando.
—Dime que me amas.
—Un mojón para ti, de eso nada —me reí.
—Dímelo o no te suelto.
—¿Otro secuestro?
—Pero este será mucho más duro —me besó.
—Te amo tonto, te amo y sé que me voy a arrepentir por decirlo, pero sí, te amo.
—Yo más, no se te olvide.
—Bueno, tú eres un putón hasta que no se demuestre lo contrario —solté y salí corriendo
hacia la mesa en la que los chicos seguían desayunando y me eché otro café.
—No te creas que lo que me has dicho se va a quedar así —dijo señalándome con el dedo y
riendo con esos dientes que daban ganas de lamerlos uno por uno.
—Tú preocúpate de solo mirarme a mí hoy, si no quieres perder esa dentadura tan bonita que
tienes.
—No te preocupes que no se me ocurriría ni mirar a un tiburón que asomase la cabeza.
—Así me gusta Liam, que vayas aprendido como es el amor a lo español.
—Joder, esta Kendall ni me imaginaba que tuviera esa sangre americana.
—Pues precisamente por una ciudad de vuestra zona, me puso mi madre ese nombre, así que
algo tendré de aquí.
—Los cojones, los cojones —dijo Luis de nuevo.
—No me toquéis la moral que aún no sabéis los ovarios que me gasto, que buena soy un rato,
pero cuando me enfado…
—Te vas sola por La Habana —soltó Alexandra.
—Eso es lo mínimo, si me pilla en Brasil me voy a bailar Samba, así que todos calladitos que
este ya gastó todos los puntos que tenía.
—Yo no hablo así me amenacen —murmuró Liam, apretando los dientes y riendo.
—Así me gusta, papá.
Se echaron todos a reír, joder que podía ser mi padre, que uno que yo conocía dejó preñada a
una chica de su edad y los dos tenían quince años, pero vamos, que, si este fuera mi padre, mi
madre dormía debajo de la cama, tan claro como el agua.
Navegamos y a mediodía estábamos en Varadero, allí nos bajamos del barco para comer en un
restaurante de playa en el que cogimos unas hamacas, una mesa y ahí que nos pasamos el día
entre baños, copas y demás.
Catalina y Mario estaban flipando, la verdad que para ellos conocer a ese actor tan reconocido
y encima ella a su escritora favorita como decía, como que era un punto, además, eran muy
buenas personas y los teníamos ya como dos más del grupo.
Pasamos un día precioso y antes de cenar navegamos hacia La Habana. Cenamos en el barco
mientras charlábamos los seis, nos reímos un montón con Luis, que no paraba de decir tonterías.
Cuando llegamos desembarcaron Cata y Mario, nos fundimos en un abrazo y les prometí que
estaríamos en contacto.
Los cuatro nos quedamos tomando vino blanco mientras charlábamos antes de dormir. Liam,
no dejaba de acariciarme la espalda y pierna, no dejaba de colmarme de mimos.
Hablamos de pasar todo el día siguiente por La Habana y, sobre todo, prohibido bailar con
extraños, vamos, yo sabía de uno al que no se le volvería a ocurrir.
Nos fuimos a ducharnos y allí de nuevo se desataron los deseos, la pasión y hasta por poco
tiramos bengalas.
Me cogió en brazos, me apoyó en la pared de la ducha y me lo hizo de una manera que ni en
la mejor de las escenas de mis novelas…
Tras hacerlo, me giró, me pegó a él y sujetándome con una mano, la otra la llevó a mi clítoris
y comenzó a hacer esos círculos que me pusieron de nuevo como una moto.
Caí hacia adelante, menos mal que me tenía sujeta, de lo contrario me hubiese estampado
contra el suelo, había sido de lo más intenso.
Salí que me caía de sueño, ni me vestí, me metí directamente en la cama como Dios me trajo
al mundo y creo que me quedé dormida hasta que…
—Liam… —murmuré quejándome, ya que me estaba ahogando con su brazo.
—Dime —abrió los ojos de inmediato.
—Me estás ahogando —le toqué el brazo con el dedo.
—Perdón, perdón, estaba soñando.
—¿Y me querías matar en el sueño? —me reí, levantándome para ir a hacer un pis.
—Todo lo contrario, te estaba secuestrando para llevarte al altar.
—¿Me habían comprado una novela para una peli? —bromeé hablando desde el váter, ya que
había dejado la puerta abierta.
—No, por eso te estaba secuestrando.
—Mi vida es una mierda hasta en sueños —seguí bromeando.
—Anda ven, que quiero darte los buenos días como Dios manda para que no digas más
tonterías.
—Ah no, yo quiero desayunar —dije haciendo la que iba a vestirme para salir.
—Ni de broma —dio un salto que me agarró de inmediato y me echó sobre la cama.
—Liam, no me líes que tengo hambre.
—Yo también y hoy voy a desayunar el primero —metió su cara entre mis piernas.
—¡Papá! —grité muerta de risa y solté un gemido —Como absorbas así los espaguetis, me
dejas traumatizada de por vida —murmuré entre gemidos con esos bocaditos y lengüetazos en
mis partes más sensibles.
Me tuve que callar, me quedé sin fuerzas para hacerlo, aquello me estaba volviendo loca de
placer y mi respiración estaba súper agitada, es más, pensaba que el corazón ya lo tenía en la
boca.
—Ni se te ocurra meterme la anaconda —advertí, cayendo desplomada con el orgasmo.
—Ya verás lo que tardo —ni tiempo a terminar la frase cuando ya la tenía hasta el fondo y
más allá.
—Te vas a librar por estar tan bueno, que, si estuvieras medio normal, te daba una patada y
salías volando hasta babor —me reí mientras jadeaba con aquellos movimientos y él también se
rió negando mientras me besaba.
—Me encantas —sonrió parando y comiéndome a besos.
—Liam…
—Dime preciosa —volvió a besarme.
—-Creo que me he enamorado —me escondí riendo en su pecho.
—Yo no creo que me haya enamorado de ti, yo estoy seguro de que lo estoy y que eres para
siempre.
—¿Es el guion de una de tus escenas?
—Es el guion de lo que siento por ti, aunque no te lo creas.
—La anaconda se va a dormir —la tenía dentro de mí, pero no se movía.
—Eso es imposible — me levantó hacia él y lo hice sentada sobre sus piernas, pero manejada
por sus manos.
Fue un momentazo de esos que sabes que son únicos, inmejorables, entre los dos estaba claro
que existía mucha fogosidad y deseo.
Capítulo 14

Cuando aparecimos por la cubierta exterior ya estaban Luis y Alexandra desayunando en una
acalorada discusión.
—Tiempo muerto —hice el gesto con las manos para que se callaran.
—No, no, escucha, que dice Luis que…
—Hasta que no me tome el café no soy persona, Alexandra —le corté —. Así que os calláis
un ratito y ya si eso, luego nos matamos todos y soltamos estrés.
—No, por favor —dijo Liam, juntando las manos y sentándose en la mesa.
Me puse a revisar las redes y estábamos etiquetados en un montón de fotos en la playa de
Varadero el día anterior, se notaban de lejos, vamos que no podían ser ni Cata ni Mario y,
además, sabía que ellos las fotos que llevaban era porque nosotros la hicimos, los pobres ni
pedían ni se atrevían, eran muy prudentes y respetuosos.
—No me lo puedo creer —dije tirando el móvil sobre la mesa.
—Pues de eso estábamos discutiendo Luis y yo, joder que no nos habéis dejado terminar, que
Luis dice que tal como paréis en un destino debéis subir una foto y así joder a los que van de
listos.
—¿Yo otra foto con mi padre? —Señalé a Liam.
—Venga —cogió mi móvil y se pegó para hacerse un selfi y ni tiempo me dio a quitarme.
—Ni se te ocurra subirla.
—Okey, la guardo en borrador.
—¿Ese no es mi móvil?
—Joder, pues la acabo de liar, la subí entonces a tu Instagram e imagino que se compartió en
todas tus redes.
—Espero que no sea cierto —le quité el móvil y sí, sí lo era.
—¿Y lo guapos que salimos y tú con el café en la mano?
—Te vas a cagar, dame tu móvil.
—Toma —ni dudó en dármelo.
Me levanté, me puse en el borde del barandal y me tiré un selfi, lo subí a su red directamente,
frase incluida.
“Y que ella tenga todo lo que siempre he buscado…
Te amo, Kendall.”
Y encima me etiqueté, eso por hacer como yo, dejar las redes en abierto.
Lo vi que lo estaba viendo desde mi móvil y fui hasta la mesa a desayunar.
—No me habían dicho algo tan bonito en mi vida… —dije con ironía devolviéndole su móvil.
—Las puedo decir mejores —me hizo un guiño.
—Y me he portado bien, iba a poner que estábamos buscando bebé.
—Podemos buscarlo…
—Claro que sí, pero la criaturita iba a salir muy arrugada por lo de tu edad —sonreí.
—Sigue llamándome viejo, pero este viejo sabe comer espaguetis.
—Ay, mi madre —dijo Alexandra —. Nosotros matándonos y estos dos liándola solos.
—Ya te dije, mi amol, que estos dos pasan de todos, están en plena luna de miel sin boda.
—Eso será pronto —dijo Liam, mordisqueando la tostada.
—¿Qué dices? Para que eso pase ya sabes que antes tiene que pasar un milagro.
—No lo dudo que pasará —se rieron los tres pues Alexandra y Luis, sabían de lo que
hablábamos.
—Venga, vamos a desayunar que tengo ganas de irme a la calle a repartir hostias —me froté
las manos y los tres me miraron riendo.
—No seré yo quien provoque nada —puso cara de miedo.
—Así me gusta, campeón, ya te arriesgaste demasiado el otro día.
Terminamos de desayunar y nos tiramos a La Habana. Liam me agarró la mano con tal fuerza
que cualquiera se escapaba, pero a mí ese gesto me encantaba, me sentía cuidada, protegida y lo
veía que me llevaba por delante sin esconderse de nada, eso me hacía sentir bien y es que me
estaba enamorando como una cría.
Plaza vieja, once de la mañana, cuatro cervezas, un grupo cantando una canción muy pegadiza
que nunca había escuchado…
—¡Sorpresa! —escuché tras de mí que estaban los chicos y yo delante hablando con
Alexandra.
Me giré y el cuadro era que ni flamenco, de nuevo las dos chicas de dos días atrás del
problema con Liam, mi cara no la vi, pero la sentí como se transformó en demonio y Alexandra
me miraba como diciendo que por Dios tuviera temple.
—Hombre —me di una palmada en la pierna riendo y vi que la cara de Liam era blanca
tirando a mármol —, las dos chicas del otro día parece que te huelen cariño —dije cogiendo su
mano y acercándolo a mí.
—Es que nos cae muy bien como hombre y actor —dijo la más descarada.
—Y porque no sabéis como folla, de lo contrario cogéis un trauma ¿Verdad, cariño? —Le
cogí la polla ahí en medio y se puso rojo como un tomate.
—Mírala ella como defiende el terreno —contestó la otra.
—Bueno, que nos vamos —dijo Alexandra tirando de los dos para que anduviéramos y
parecía que nos iban a seguir cuando Liam se giró y…
—Si no os importa, estamos de vacaciones y nos gustaría estar solos.
—Tú te lo pierdes señor James, pero tú sí que no sabes cómo nosotras…
—¡Qué te calles! —le grité levantando la mano y Luis me cogió al vuelo viendo que ahí podía
suceder un desastre.
—Os he dicho que paréis —le dijo Liam muy serio.
—Si queremos paramos, estás deseando…
—No me hagáis llamar a la Policía, creo que no les gustará saber que nos estáis molestando
—soltó Alexandra, señalando a uno que había cerca.
—Desgraciados —dijeron de forma sincronizada con cara de asco y se marcharon.
—¡Tu perra cara, calentona! A mí me van a decir desgraciada esas, ni que yo fuera buscando a
sus novios, maridos o lo que sea, anda y que la follen.
Avancé enfadada hacia dentro del bar a pedir otra cerveza, me habían tocado el moño, pero
bien.
—No te enfades ni quemes —dijo Liam, acercándose y echándome la mano por el hombro.
—Yo no quiero aguantar estas cosas, tú no eres normal, esto es una locura que me va a dañar
mucho —dije enfadada.
—Dame un beso —me giró arqueando la ceja y aguantó mi cara.
—No te lo doy, se los da a esas.
—A esas no las amo ni las busqué, así que no digas tonterías —me besó y se giró a pedir otra
ronda de cervezas.
—Joder, ya podrías ser fontanero.
—No te hubieras fijado en mí —me apretó la nalga.
—Estoy enfadada —murmuré cogiendo mi cerveza.
—Pues ese enfado te lo quito yo rápido.
—¿Cómo?
—Así —me agarró apretándome contra él y me dio un beso de película, sí de su profesión, de
esos que cuando nos dimos cuenta, había un grupo de turistas aplaudiendo y Alexandra
animando a que fueran los aplausos más intensos.
—Nos están tirando fotos, esto se hará viral —murmuré y fue cuando me cogió en brazos y
volvió a besarme sin importarle nada lo que sucediera.
Pasamos un día precioso en la ciudad, hasta las doce de la noche que después de haber tomado
unas copas en El Malecón, nos pusimos rumbo a México, directos a la Rivera Maya.
Eso sí, antes de dormir desatamos todo ese calentón que fuimos acumulando por la ciudad en
donde las manos estuvieron de todo menos quietas.
Capítulo 15

Amanecimos en un rincón de ese Caribe mexicano que era una pasada, una isla de esas que
quitan el sentido y llena de columpios y camas balinesas en el mar.
—Me muero —dije mientras me echaba el café y me sentaba con Alexandra, ya que los
chicos seguían durmiendo, Liam se había levantado una hora antes para fondear y luego se
acostó de nuevo.
—No te mueras, aquí lo vamos a pasar en grande y se come de vicio.
—Adoro la comida mexicana —gemí mientras me encendía un cigarrillo.
—Me encantan estos lugares, llevo años viniendo y es que el Caribe es lo mejor del mundo
entero.
—Lo tenéis enfrente al igual que nosotros las Canarias o Baleares, normal que vengas mucho
—me reí —, pero es verdad que es una pasada, me enamoré de cada rincón que conocí.
—Del que te has enamorado perdida es de Liam —se rio.
—Sí, pero sé que esto no tiene futuro.
—No confías en ti, te desvalorizas mucho, no dejo de decírtelo.
—¿En serio tú crees que puedo vivir con alguien como él, o casarme y formar una familia? Yo
no tengo su nivel de vida, yo gano para vivir honradamente y poder comprarme con una hipoteca
un día un piso en España, pero poco más. Viajar, darme algún capricho y ya.
—El dinero no es todo, de todas formas, tú lo ganas bien y tienes los ahorros del piso de tu
madre.
—Bueno, se quedó la cosa en poco, pero sí, aunque no tiene que ver con la vida de él, y vivir
a costa de alguien a ese ritmo, como que no me sentiría bien, al igual que aquí, sí, me trajo
obligada por mucho que lo deseara, pero me sabe mal que no me deje pagar ni el agua.
—Pues aprovecha para seguir reuniendo —se rio.
—¡Tonta!
—No tengas miedo y disfruta, jamás pienses en lo que tienes tú y él, de lo contrario, nadie se
casaría con nadie.
—Casar… —me eché a reír —Me tiene que comprar una novela para peli y…
—Comprar una casa con él a medias —continuó riendo.
—¿Sabes? No he visto jamás a un hombre con su sonrisa, tiene clase y sensualidad hasta para
eso.
—Liam es mucho Liam, yo amo a mi marido, pero joder, una no es de piedra y si estuviera
soltera no me importaría para nada que hiciera conmigo lo que quisiera. Por cierto, ¿cómo folla?
—Te voy a dar envidia, mucha envidia, pero es mortal en la cama, sabe usar el control y
temple de una manera impresionante, me hace sentir bien, pero a la vez me lleva a esa parte
diablilla que tenía encerrada. Bueno, yo solo estuve en la cama con mi ex, así que ahora he
descubierto el placer de otra manera, me hace disfrutar mucho, cuando me deje que me voy a
tener que comprar una colección de succionadores —solté una carcajada y vi la cara de
Alexandra y me temí lo que confirmé al girarme y es que estaba Liam.
—No te pienso dejar —me hizo una caricia en el pelo y se sentó con su café en mano —. Y lo
de los succionadores, cuando quieras te regalo una colección, te puedo complacer con eso —me
hizo un guiño.
—Era una broma, no me hace falta.
—Tampoco es malo que lo quieras —respondió y vi que Alexandra estaba roja como un
tomate.
—Calla y come —le dije poniéndole una de las tostadas por delante —. Por cierto, aquellos
columpios de allí me están llamando.
—Pasaremos todo el día en esa playa, tiene muy buenos restaurantes y zonas de confort.
—A mí, con el columpio, dos Daiquiris y esa agua cristalina, me da igual el resto del mundo.
—¿Qué habláis de mundo? —preguntó entrando Luis y repartiendo besos, hasta a Liam.
—Qué el mundo se nos queda pequeño, my love —le dijo Alexandra, dándole una nalgada.
—Pues construyamos otro mundo —la besó y en ese momento Liam, puso su mano en mi
pierna.
—¿Has dormido bien?
—Sí —sonreí sonrojándome con su sonrisa.
—Me gustaría hablar luego contigo —murmuró flojito mientras Luis y Alexandra, estaban en
otra conversación.
—Dicho así me has cagado —apreté los dientes.
—Para nada, pero me gustaría hacerlo antes de que regresemos de este viaje.
—Liam, si me vas a decir que…
—No hables antes de que yo lo haga —me dio un beso y la verdad que me tranquilizó, el
hecho de querer hablar conmigo como que me había puesto un poco nerviosa.
Desayunamos y bajamos en la Zodiac, aquí había que hacerlo así, no tenía muelle para
embarcaciones que no fueran los barcos de traslados de pasajeros.
Me senté directamente en uno de los columpios del agua y Liam fue por dos cocteles, Luis y
Alexandra se fueron a dar una vuelta por la orilla.
—Un daiquiri para la mujer más bonita de todo el mundo —dijo, poniéndolo en mi mano
cuando regresó.
—Gracias —sonreí esperando que ahora fuera el momento que necesitaba para hablar. Se
sentó en el columpio de al lado.
—Como te dije me gustaría hablar contigo y es que le doy muchas vueltas al tema de cuando
volvamos a Miami, la verdad es que no quiero separarme de ti —estiró su mano y me hizo una
caricia en la cara.
—Bueno, pensé que era algo más grave —sonreí —. La verdad es que para mí es un poco
incierto todo cuando regresemos. Sabes que vivo en casa de Alexandra, pero no será permanente,
por muy bien que se porten conmigo es su casa y yo quiero tener la mía, irme de alquiler, pero
obvio que en Miami se me llevaría una gran parte de lo que gano, así que no sé si me será más
rentable regresar a España en ese caso.
—No me has entendido…
—Sí, si te entendí, pero quiero ser clara Liam —Me levanté del columpio y me puse frente a
él, que seguía sentado en el otro —. Te amo, no te quepa duda y he sido más feliz contigo en
estos días que con mi ex en años.
—No sé si quiero escuchar lo que vas a decir —murmuró mirando la copa y con tristeza.
—Liam, somos de dos mundos diferentes, ni yo me puedo permitir llevar tu tren de vida, ni tú
puede dejar de ser lo que eres.
—Dime donde quieres vivir, si nos tenemos que ir a un barrio y coger un apartamento y
pagarlo a medias, estoy dispuesto a irme por ti para que te sientas bien, pero no te vayas de mi
lado, no lo hagas, por favor, quiero vivir contigo.
—No digas tonterías, tienes tu casa, tu profesión y estás en un momento de lo más alto.
—Te quiero a ti, te juro que dejaría todo por ti, no puedo dejar la serie porque queda otra
temporada por rodar, pero después de eso si quieres nos vamos donde quieras a vivir, lejos del
mundo, en tu país, en este, en el que sea, pero quédate a mi lado, ya perdí un día lo que más
amaba y no lo quiero volver a perder —dijo con los ojos brillosos.
—¿Qué perdiste?
—Perdí a una maravillosa mujer que me amaba con locura, que me hacía reír como tú lo
haces, me llenó de vida, una mujer que jamás quiso salir a la luz, además eran mis principios, me
apoyaba en todo, la perdí por imbécil, por vivir una vida nueva llena de lujos, noches de fiesta y
atenciones por ser el actor revelación ese año. Un día regresé y había una nota en la que me decía
que esperaba que fuese muy feliz, que mientras yo la descuidaba alguien comenzó a cuidarla y
que se había ganado ese corazón que habían dejado olvidado.
—Lo siento.
—Tranquila, dolió mucho tiempo, hoy ya no y desde que comencé a leerte y seguir tus posts
en las redes, me fui olvidando de ella, cosa que jamás pude. Ahora ni se me pasa por la mente,
siempre eres mi primer y único pensamiento, por eso no quiero perderte, déjame que grabe la
última temporada y te prometo que me retiro, me quiero quedar contigo y por suerte, ahorré
mucho de lo ganado y podré vivir cómodamente. Quédate a mi lado, por favor.
—Estaré un tiempo más en Miami, no te preocupes, nos veremos.
—No quiero verte, quiero que estés conmigo, que te vengas a grabar y mientras lo hago tú
escribes, que no te separes más de mí.
—¿Me estás pidiendo que me vaya a New York el tiempo que dure la grabación que son tres o
cuatro meses?
—New York, sí, ahí mismo —me agarró por las caderas y me puso entre sus piernas —. Si es
verdad que me amas, bajemos de este barco en Miami, te vienes para mi casa a vivir, nos vamos
a grabar y luego ya decidiremos qué hacer con nuestras vidas, pero no me puedes dejar —me dio
un beso mientras me miraba con esa mirada tan bonita.
—Tengo que centrarme en escribir.
—Te daré todo el tiempo del mundo en Miami y en New York, podrás hacerlo sin dudas.
—No puedo hacer eso, vamos a alargar algo que no tiene sentido.
—¿Y qué tiene sentido en esta vida? —acariciaba los lados de mi cintura con su dedo pulgar
mientras no dejaba de mirarme con esa cara de ángel tan espectacular. Era lo más bonito que
había visto en mi vida, pero sin dudas.
—Liam nos separan muchas cosas —lo miré con tristeza.
—Nos separa lo que tu mente quiera que nos separe, pero no veo diferencias.
—Unos añitos sí que los hay, papá —me reí.
—Tienes veintiséis años, pero eres una mujer valiente, luchadora, trabajadora, persigues tus
sueños ¿Y vas a ser capaz de dejar ir esto? No quiero ni pensarlo ni creerlo.
—Liam, nos conocemos de hace unos días.
—No, no me vayas por ahí, el tiempo es insignificante cuando dos personas se conocen y
saltan las chispas por los aires, además, ya nos gustábamos de mucho antes, así que no me
vengas por ahí que grandes relaciones se fueron al traste después de muchos años y otras que
comenzaron en locura, y permanecen unidos para siempre.
—Todo esto es porque sabes que tengo menos posibilidades que todas las cosas de que me
compren una novela para peli —me reí echándome en su pecho.
—Para nada, eres una gran escritora, llegas al lector, te lo llevas a la historia con mucha
facilidad y sin necesidad de usar un lenguaje muy rebuscado, son letras con mucha naturalidad,
son muy tú. A todo esto, vas a quedarte conmigo.
—¿Me vas a secuestrar de nuevo? —carraspeé.
—Ya sabes cómo me las gasto —me apretó las nalgas y me dio un beso sin perder esa bonita
sonrisa.
—Liam, me lo pensaré, tengo que sopesar muchas cosas.
—No tienes nada que te ate, eres libre de poder decidir donde y cuando ir ¿Crees que serás
más feliz sola que conmigo?
—Mi felicidad no depende de ti —le di un manotazo en el hombro mientras él sonreía.
—Me encanta que así sea, pero un poquito más feliz creo que eres a mi lado.
—Claro, pero el marrón que me puede caer luego…
—¿Crees que yo sería capaz de hacerte algo malo o hacerte sufrir?
—Eso nunca se sabe…
—Sé cómo soy y no eres un capricho, jamás mentiría a nadie de esa manera, lo que te digo es
de corazón y es que me da miedo imaginar un día sin ti.
—Pues tendrías que estar muchos días sin mí, porque soy de las que me levanto inspirada y
me quedo escribiendo hasta que me acuesto —le saqué la lengua.
—Pero podré observarte mientras preparo la comida y hago otras cosas —me miró los labios
y me mordisqueó el inferior —. De verdad, te pido que lo intentemos, estoy seguro de que saldrá
bien.
—No me conoces enfadada, ni mis despertares horribles, no conoces como me las gasto
cuando me enfado y lo deslenguada que puedo llegar a ser.
—Eso te crees tú, claro que te conozco y sé que puedes formar una montaña de un grano de
arena en dos segundos, pero eso me gusta de ti, tu carácter, tu fuerza y que eres la mujer más
bonita del mundo.
—Si tengo estrías en las caderas —negué.
—Y todas son mis preferidas, eso es lo que te hace especial, eres natural en todos los sentidos
—echó mi mechón de flequillo detrás de la oreja y volvió a apretarme contra él.
—¿Cuántos días nos queda en México?
—Hasta que me digas que sí.
—Eso es trampa, pero vamos, con tal de no irme, ni te respondo en una semana.
—Puedes aceptar y quedarnos unos días.
—Liam ¡Qué la suerte nos acompañe! —exclamé y le di un beso con todas mis fuerzas.
—¿Eso es sí? —preguntó emocionado.
—Sí, claro que sí, que sea lo que la vida quiera —me reí abrazándolo.
Pasamos cuatro preciosos días por las costas de México, que vivimos con intensidad y mucho
amor, además de risas, pero ya íbamos con la ilusión de comenzar una vida en común…
Capítulo 16

Lo primero que hicimos al llegar a su casa fue llevar a Alexandra y Luis, de paso a recoger
todas mis cosas, ya que ellos sabían y les gustaba la idea de que me fuera con Liam, sabían que
ahora mismo los dos deseábamos estar juntos.
Mi libro seguía el número uno y fue cuando llegué a casa de Liam y revisé los emails y
demás, cuando me di cuenta de que la suerte estaba de mi lado.
—¡¡¡Liam!!!
—Dime —apareció por el salón corriendo, pensando que me pasaba algo.
—Lee esto —dije con lágrimas en los ojos.
—No me jodas ¿Qué coño? —Se puso la mano en la boca y me miró con lágrimas en los ojos
—¡Te compran la novela para cine!
Nos abrazamos y lloré como una niña pequeña, llamé al teléfono indicado y se alegraron
mucho de mí llamada, quedamos en reunirnos al día siguiente ya que tenían una sede en Miami y
estaba aquí uno de los responsables.
Esa noche no podía ni dormir, pero nada, ni lo más mínimo, tampoco Liam, que estaba
pendiente a mí en todo momento, era como que los nervios nos habían invadido.
Al día siguiente fuimos allí, Liam vino conmigo y Luis también en representación, casi me
desmayo cuando la cantidad que me ofrecían eran dos millones de dólares.
Luis me dio un pisotón por debajo de la mesa para que ni gesticulara, lo entendí a la
perfección, lo que sé es que salí de allí con un cheque en la mano y sintiéndome la mujer más
afortunada del mundo.
Lo llevamos al banco, lo metí en mi cuenta, luego nos fuimos a celebrarlo los cuatros, estaban
de lo más emocionados con este golpe de fortuna que me había dado la vida.
—Ahora te tienes que casar conmigo —dijo chocando su copa con la mía y luego con la de los
chicos.
—Soy de cumplir promesas, pero cuando vengamos de esa grabación de tu temporada, lo
primero es comprar una casa a medias que yo diga que ese también es mi hogar —me reí.
—Pero aún falta unos meses para comenzar a rodar, podemos buscar la casa, la dejamos
comprada y luego nos vamos a rodar y a la vuelta la estrenamos. La de ahora la dejaré para los
fines de semana que nos apetezca venir.
—Ya veremos —le di un beso.
—De todas formas, me podrías comprar la mitad de mi casa y nos quedamos ahí, me costó
dos millones y medio.
—Trato hecho —le di la mano —. Pero ante notario, la mitad a mi nombre y yo te doy la
mitad de lo que te costó.
—Por supuesto —sonrió.
—Entonces, ya tengo casa —reí.
—Siempre la has tenido, no te hacía falta vender los derechos.
—Hasta las bragas vendo —me reí.
A los dos días estábamos en notaria, firmé el cincuenta por ciento de la titularidad a mi
nombre y le pagué su parte. En mi vida me había sentido más orgullosa que saber que gracias a
mi trabajo iba a llegar a tanto.
Estaba feliz de saber que comenzaba una nueva vida y que había logrado muchas cosas con
las que solo fantaseaba y veía como un sueño imposible y que ahora se habían convertido en
realidad, que estaba de lo más pletórica.
—Es también mi casa —dije levantando las manos al entrar por las puertas de ella.
—Por supuesto —me agarró por detrás y me dio un beso en la mejilla.
—Lástima que el barco no iba en el lote —me reí.
—También es tuyo, claro que va.
—No, que eso no está firmado ni pagado por mí —me reí.
—Voy a preparar dos cafés —mordisqueó el lóbulo de mi oreja.
—Vale —apenas eran las once de la mañana y es que a las nueve ya estábamos en notaría, así
que habíamos regresado pronto.
Me senté en el porche sonriendo, pensando que esto había sido la locura de mi vida, pero,
¿acaso el vivir no lo era como decía Liam?
Miré al cielo y pensé en mi madre, la de veces que le hablaba de Liam y que las dos juntas
vimos sus series y películas mientras comíamos palomitas o nos poníamos guarras de chuches.
Apareció con su vaquero sobre las caderas, pero sin camiseta ¿Cómo se podía tener ese cuerpo
y esa cara? Era simplemente perfecto y es que no tenía ovarios de pillarle un solo fallo.
—Oh, que bonito —sobre la bandeja una rosa y una nota con un “Te amo” —Eso me pasa por
dejarte bajar del coche solo —recordé que entró a por pan a un mercado que también vendían
estas cosas.
—Había pensado esta noche en salir a cenar por ahí ¿Qué te parece?
—Arriesgado, pero me gusta el riesgo —sonreí.
—No nos vamos a esconder de nada, Kendall, quiero ser feliz contigo y vivir cada momento
sin importar quién nos siga o no.
—Pero no vas a dejar de rodar, es tu vida y no quiero que lo hagas por mí.
—Siempre y cuando no ponga en riesgo nuestra relación.
—¿Relación? Somos dos amigos que follan y que tienen una casa a medias.
—No —se agachó y se puso delante de mí —. Eres todo eso que quiero —sacó un anillo de
compromiso de su pantalón, por poco me mareo de nuevo como cuando lo conocí —. Quiero que
te cases conmigo cuando termine de rodar la temporada.
—Se me está bajando la tensión —murmuré sonriendo.
—Pues antes de eso quiero que me digas que sí —me agarró la barbilla y me besó.
—Claro que sí, de perdidos al río, si hay que tirarse a la piscina, nos tiramos —lo abracé y nos
fundimos en un precioso beso.
Me colocó el anillo y yo estaba como loca, era precioso, como una alianza, pero todo rodeado
de diamantes, no había visto algo más elegante en mi vida y es que Liam, tenía muy buen gusto.
—Liam me quiero comprar un coche chiquitito, quiero sentirme en ese sentido independiente.
—Hay aparcado tres coches, puedes coger cada vez que quieras el que te apetezca.
—No, ni de coña, me cargo uno de esos y me da un patatús —me reí —. En serio, me quiero
comprar uno, pero nada de grandes marcas, uno sencillito que me lleve y me traiga.
—Están asegurados a todo riesgo.
—Me da igual, yo quiero el mío, además los tuyos son muy grandes. Uno que me cueste no
más de veinte mil dólares, tampoco quiero despilfarrar el dinero.
—¿Qué coche te gusta?
—Me da igual, algo sencillo y pequeño.
—Iremos a mirar en estos días.
—Vale.
Esos primeros días fueron preciosos, me fui sintiendo cada vez más en mi hogar, mi casa, más
segura de nuestros sentimientos y además los medios no dejaban de perseguirnos e informar de
lo que veían y de lo que se inventaban, pero a nosotros nos daba igual, pasábamos de todo y
disfrutábamos de nuestra relación.
Por las mañanas me dedicaba a escribir mientras él hacía gestiones, salía a comprar comida o
se ponía en el barco a hacer cualquier cosa, eso sí, su deporte todas las mañanas no le podía
faltar, era su vicio y forma de vida.
Era viernes por la mañana y Liam había salido, estuve contestando unos mensajes de Cata,
que me reí de lo lindo al leerlos, me encantaba esa chica, la sentía como una amiga y es que
habíamos conectado muy bien en Cuba.
Dos horas después sentí que había llegado y crucé la casa para salir al jardín de entrada
delantero.
—¿Y esto? —pregunté boquiabierta.
—¿No querías un coche? Ya lo tienes.
—No, Liam, lo iba a comprar yo —puse cara de enfado.
—Es mi regalo por nuestro enlace.
—Ya me regalaste el anillo —dije negando y abrazándolo —. Es precioso, pero no deberías
de haberte gastado el dinero en esto.
El coche era un mini de BMW en color crema metalizado, una cucada y encima con mi
nombre a un lado.
Me monté en él y salimos a dar una vuelta por la urbanización, me encantaba, pequeño y
perfecto, se conducía que iba solo.
Capítulo 17

Liam se levantó temprano ese día, ya que tenía que ir a grabar una entrevista para un canal
importante hablando de su próximo rodaje de la última temporada, sabía que le iban a preguntar
por lo nuestro, pero también lo iba conociendo y sabía que iba a salir con respuestas como un
galán.
Cogí mi coche y me fui para recoger a Alexandra, habíamos quedado en ir a un centro
comercial de compras, la verdad es que me quería hacer de alguna ropa más, tenía que renovar
un poco el armario.
Fue bajarme del coche y un periodista abordarme de una manera que no esperaba.
—¿Eres consciente de que Liam no es hombre de una sola mujer? —joder, esa pregunta me
sentó como una patada en los ovarios.
—¿Eres tú consciente de que para ser periodista hay que tener más clase y ganarse al
personaje para conseguir que hable? —Le hice un guiño y seguí caminando hacia la entrada.
—Puede ser, pero mi forma de trabajar la determino yo.
—Al igual que yo determino a quién contestar —sonreí con ironía y fui hacia dentro, ahí ya
no me podía seguir.
—Joder que imbécil el tío.
—Pues sí hija, le iba a contestar que si él era consciente de que con esa cara iba a follar lo que
pudiera, no lo que quisiera, pero bueno, no la iba a liar tan pronto y no quiero dejar mal a Liam.
—No tienen ni idea de cómo es, Liam no es hombre de muchas mujeres, sé ve que lo conocen
bien poco.
Dos tiendas, unas cuantas de prendas y salí de allí despavorida, me reconocía todo Dios y me
iban pidiendo fotos a cada instante. Yo hice como Liam, sonreír y demás, pero joder, aquello era
un no parar y no era justo, yo quería comprar relajadamente, pero claro, mi vida al lado del
hombre más sexy de la gran pantalla como que era imposible compatibilizarla con la
tranquilidad.
Fuimos hacia el coche y de nuevo el mismo periodista.
—Señorita Kendall, ¿sabes que Liam tuvo una relación con la actriz Johanna Minen?
—No lo sabía, ahora voy y lo dejo por eso —solté con ironía.
—Dicen que él se portó muy mal con ella.
—Cuando tengas una prueba de ello, vienes y me la enseñas, de lo contrario imagino que
conoces la dignidad, ¿verdad? —Me monté el coche y cerré de golpe que casi tiro la puerta
abajo.
—¿No tienes miedo a que haga contigo lo mismo? —escuché tras el cristal y lo bajé muy
enfadada.
—¡Váyase a la mierda! —sonreí con ironía y salí de allí pitando.
—Kendall que no saquen lo peor de ti.
—Ya, pero a mí no me va a hablar nadie mal de Liam, hasta que no se me demuestre lo
contrario.
—Por supuesto, además no lo conocen, hablan por hablar.
—Pues yo respondo alto y claro.
—Bueno, pero que no te envenenen.
—No, no, por supuesto que no, anda y que los follen.
Nos fuimos para su casa que no tardó en llegar Liam de la entrevista y también había visto mis
declaraciones.
—No hagas caso —dijo agarrándome por las caderas —y no te pongas a su altura, es lo que
quieren provocar, lo mejor es sonreír y no contestar.
—Pues no me da la gana de que hablen mal de ti, además, da gracias porque le iba a sacar el
dedo y no lo hice —sonrió y me dio un beso.
—Por cierto, han adelantado los rodajes, en dos semanas comienzan.
—¿Nos vamos ya?
—En unos días, además pedí un apartamento para los dos solos.
—Bueno, mejor, así escribo relajada.
—Pero espero que algún día vengas al rodaje a verme.
—Claro —lo abracé.
Pasamos el día en casa de Alexandra con ella y el marido, además hicimos una videollamada
con Cata y Mario, la verdad es que a todos nos cayeron muy bien y conmigo se habían portado
estupendamente.
Esa noche se emitió la entrevista de Liam y la vimos en la casa ya a solas en el sofá, la verdad
es que me sorprendió que le preguntaron por nuestra relación y se le dibujó una preciosa sonrisa
en su rostro, me definió como el amor que todo el mundo espera encontrar algún día y que ahora
él, lo tiene.
Le preguntaron algo que me encantó como respondió.
—Liam y, ¿cómo se lleva eso de la diferencia de edad?
—Bueno —sonrió con esa sonrisa que enamoraba al mundo —. Digamos que con ella me
siento en muchos aspectos según el momento, saca esa juventud de mí que a veces dejé de lado,
es un torbellino que me mantiene vivo, tiene mucho carácter y gracias a mis años pues sé abordar
esas situaciones para que no se salga todo de madre, a veces tengo que actuar un poco de padre y
aconsejarla, pero es toda una mujer con las ideas claras, una luchadora nata, no solo es esa
belleza que cautiva con solo mirarla, es mucho más que todo lo que jamás imaginé. Me cuesta no
estar encima de ella y abrazándola todo el día, pero comprendo que también se agobia y le doy
un poco de espacio, pero no mucho. Ella es todo lo que quiero, esa persona por la que
desparecería del mapa para vivir lo nuestro a solas —sonreí pensando mientras hablaba.
—Jo, que bonito lo que has dicho —me recosté sobre su falda.
—Decir lo contrario sería mentir —acariciaba mi pelo mirándome sin perder la sonrisa.
Luego en la entrevista contó que me había pedido matrimonio y que después del rodaje nos
íbamos a casar, así quedaba confirmado ante el mundo.
El resto de los días nos lo pasamos organizando equipaje y todo lo demás, nos íbamos y no
sabíamos cuando regresaríamos, pero yo estaba feliz, irme junto a él, era algo que me ponía
pletórica.
Fuimos a conocer a sus padres en esos días y la verdad es que me cayeron de lujo, yo a ellos
también, me llamaron hija en muchas ocasiones y es que eran dos personas humildes llenas de
corazón y de amor, era impresionante ver cómo se miraban el uno y el otro a pesar de los años.
Capítulo 18

Aterrizamos en New York, un chico nos esperó con las maletas, que se encargó de sacar y
fuimos directos al furgón que nos esperaba para llevarnos al apartamento.
La salida del aeropuerto fue caótica, la gente acercándose, pidiéndole fotos a él y a los dos, no
podíamos casi ni avanzar y tuvieron que venir los de seguridad para ayudarnos a llegar al coche.
Llegamos a ese rascacielos donde un señor nos recibió, puso en un carrito todo el equipaje y
nos acompañó hasta la planta diez, donde nos abrió la puerta y nos entregó las llaves. Liam le dio
una propina.
—Joder qué bonito y que vistas…
—Me alegro de que te guste —se puso tras de mí, abrazándome.
—Liam, me da mucho miedo a estar soñando y despertarme en cualquier momento.
—No estás soñando, yo también tengo muchos miedos, estoy siendo tan feliz que no quiero
por nada del mundo que algo pase, no lo podría soportar.
—Estate tranquilo que por otro no te dejo, no lo hay como tú, eres lo más bonito y bueno que
he conocido y no me hace falta saber mucho más para darme cuenta de que lo que me dijiste
desde un principio iba en serio.
—Muy en serio, me fui enamorando de ti antes de conocerte.
—Lo mismo que yo —sonreí agarrando sus manos que estaban en mi barriga rodeándome.
—Bueno, ¿qué tal si nos vamos a hacer una compra y llenamos la nevera y despensa?
—Sí por favor, que vi ahí la cafetera de Nespresso y casi le bailo por Bulerías, necesito
comprar capsulas.
—No me has bailado flamenco aún… —carraspeó.
—El día de nuestra boda —reí.
—¿No me harás antes un espectáculo privado?
—No —reí y salí por la puerta.
Bajamos en el ascensor dándonos un morreo, que menos mal que antes de abrirse las puertas
lo frené, porque nos hubieran pillado de lleno un matrimonio mayor que estaba esperando a
entrar.
En el súper nos pararon mil veces, que agobio me daba esa sensación de no poder mirar nada
tranquila, pero sabía que era el precio que tenía que pagar por estar con alguien como él, así que
me compensaba, pero joder, alguna se pasaba se ponía a chillidos y a llorar delante de él.
Terminamos de comprar y dos chicos nos llevaron todo al apartamento, así que me puse a
ordenar y colocar mientras Liam, hablaba por teléfono con el director de la serie.
Preparé unos sándwiches para cenar, nos sentamos en el sofá charlando y nos acostamos poco
después de la ducha, estábamos agotados del viaje.
Estuvimos los tres días siguientes paseando por la ciudad, me enseñó muchos lugares muy
emblemáticos de la Gran Manzana, nos atosigaron los medios, pero muchas veces pudimos
escurrirnos de ellos. La verdad es que todo era una montaña rusa y yo quería vivirla a su lado.
Comenzaron los rodajes, iba de ocho de la mañana a seis de la tarde, yo aprovechaba para
avanzar en mi novela y la otra seguía ahí en el número uno y más aún, cuando comuniqué que
había vendido los derechos para película, así que los e-books se vendían como rosquillas y yo
alucinaba cada vez que entraba a ver cuánto llevaba ganado.
Un día me dijo que lo acompañara, que me quería presentar a sus compañeros y yo
emocionada que fui sin saber que…
—Hombre, otra de las chicas de Liam —murmuró una de las actrices, pero esta era
secundaria.
—Es la primera vez que traigo a alguien, así que cuida tu vocabulario —le dijo Liam muy
enfadado —Y no es mi ligue, es mi prometida, creo que eres la única que no se enteró o no se
quiere enterar.
—Un telediario le vas a durar —dijo la otra sin amedrentarse, dirigiéndose a mí y me salió esa
vena andaluza, de Cádiz, casi ná…
—Mira imbécil, como si soy su puta ¿A ti que cojones te importa? Es más, nadie te dio vela
en el entierro, que no venía a presentarme a ti precisamente. Así que, si quieres respeto, predica
con el ejemplo y si quieres que te traten como una secundaria, que es lo que eres, también se te
trata, con todos mis respetos a las demás secundarias que creo que conocen el sentido de la
educación, cosa que tú no.
—A mí no te me pongas chula o…
—¿¿¿O qué??? —Me lancé a ella pegando mi cara a la suya y ya Liam corrió a quitarme y
otros se lanzaron a quitarla a ella.
—No ruedo con esta ni una escena, quién le falta el respeto a mi mujer me lo falta a mí —le
dijo al director, señalándola con el dedo muy enfadado—así que pensad en cambiar de escena
cuando aparezca en una de las mías porque a mi lado no la quiero.
—No se puede…
—Pues dejo la serie, me importa una mierda el dinero que me tenéis que pagar, no me hace
falta para vivir.
—Liam…
—Ni una sola escena con ella —advirtió con el dedo y me agarró para presentarme a los
principales.
Hasta disculpa nos pidieron los del reparto avergonzados por lo que la otra había hecho, pero
el caso es que seguía rajando al fondo y al director lo estaba poniendo como una moto.
—Si sigues hablando, la próxima escena será la de tu velatorio —le dijo el director como
diciendo que se cargaba al personaje y a su casa.
Y ahí fue cuando no se le escuchó más, eso sí, el director grabó todo lo de esa chica al
principio para que se fuera ese día lo antes posible, la tensión que había allí no era poca y más
yo, que me estaba mordiendo la lengua y casi sangrando por no irme para ella, y darle dos
hostias que iba a tener una visual de trescientos sesenta grados que le iba a durar un mes.
Mira si la tiparraca era chula que cuando termino sus escenas se marchó diciendo adiós sin
mirar hacia atrás y sacando el dedo para todos nosotros o para mí o quién fuera, levantando bien
la mano.
Me quedé con mal cuerpo, pero sonreía viendo lo bien que lo hacía Liam, no tuvieron que
repetir ni una sola vez, era perfecto, sabía poner en cada momento esos gestos que encima lo
hacían de lo más sensual.
Yo tenía claro que al día siguiente volvía con él, bonita era la otra si se pensaba que me iba a
quedar ya en la retaguardia.
Además, era una casa que se grababa unos días todo lo que pasaba en ella a lo largo de la serie
y luego ya se tiraban a la calle o a otros escenarios.
—No me digas nada —murmuré, cuando me agarró al terminar de trabajar.
—Digan lo que digan, quiero estar cada segundo de mi vida a tu lado, no habrá nada que nos
separe, estamos por encima de todo eso —dijo agarrando mi cara y dándome un beso.
—Mañana vengo, que lo sepas —le advertí para que lo tuviera claro.
—Todos los días que quieras —me besó con una media sonrisa.
—Y cómo me provoque le doy más duro.
—Déjame a mí contestar, por favor, no te pongas a su altura.
—¿Y tú sí?
—Yo saldré a defender a mi chica, a esa que no permitiré que la rocen con un dedo.
—¿Esa soy yo? —me reí ocasionando una gran sonrisa en él.
—No hay nadie en el mundo para mí más que tú.
—Te has ganado un polvo —dije abrazándolo y saliendo de ese edificio.
Pasamos por delante de un sex shop y le agarré con fuerza para tirar hacia dentro, él al
percatarse se rio.
—Sé lo que quieres comprar.
—Pues listo, a tiro hecho, pero yo quiero tener uno de esos tan de moda, esos succionadores
que todas usan.
—Ajá —me hizo un gesto de que me parase y fue a pedirlo al chico.
Apareció con una bolsa de papel con eso dentro, obvio.
—Rápido —me reí.
—Y eso que compré algunas cosas más…
—¿Qué cosas más? A mí no me la juegues —me reí nerviosa.
—Tranquila —me hizo un guiño y me echó la mano por el hombro, en la otra llevaba el
paquete.
Y como no, al salir teníamos a dos cámaras y dos periodistas. ¡Ole nuestros cojones!, y
saliendo del sex-shop.
—¿Os gusta usar juguetes en la intimidad? —soltó el primer tonto y Liam sonrió.
—Nos gusta usar medios y comprar muchos condones —sonreí con ironía y escuché una
carcajada aguantada por parte de Liam que me hizo un gesto en el hombro para que me callara
—pobre iluso —. Siguiente pregunta, quiero ver si sois capaces de mejorarlas —sonreí con
ironía y otra carcajada que escuché que aguantaba él.
—¿Es verdad que te regaló la mitad de su casa legalmente?
—Y la del barco y puso su cuenta a medias conmigo, claro que sí —contesté sin dejar de
sonreír.
—Eso suena un poco a conveniencia, no sé, imagino que el público se estará preguntando lo
mismo.
—Créeme que lo bueno es que el público es inteligente, creo que ni tú entiendes mis ironías y
tampoco tienes muchas luces para soltar algo así sin contrastar la noticia.
—Entonces no es verdad que la mitad de su casa es suya, imagino.
—No es verdad que nadie me regaló nada, si con eso no tienes la respuesta clara, creo que en
tu universidad te regalaron el título.
—Buenas noches a todos —dijo Liam, girándose cuando entré al portal y cerró la puerta.
—¿Le das las buenas noches en vez de una hostia? —me reí llamando el ascensor.
—No puedo ir a hostias por la vida y tú no deberías ni de entrar al trapo —me dio una nalgada
mientras entraba al ascensor.
Capítulo 19

Desperté con Liam acariciándome la barriga y besándomela.


—Liam, deja al bebé que está creciendo —bromeé.
—Ojalá tuvieras ahí un hijo nuestro.
—Calla por Dios, vamos a empezar por la boda —me reí y le agarré la mano en símbolo de
que subiera y se pusiera a mi altura para abrazarme.
—Esta noche vamos a usar todo lo del sex shop —me dio un beso.
—Por Dios, Liam, que no sé ni que compraste —reí.
—Paciencia —murmuró mordisqueando mi labio.
Desayunamos después de una ducha de lo más erótica y nos fuimos para los rodajes.
Fue entrar y la maldita capulla estaba ahí con cara de asco.
—Buenos días, parejita del año —dijo con retintín.
—Buenos días, zorra del siglo —solté sin poder evitarlo, Liam me miró a modo de riña y me
encogí de hombros.
El director fue ver ese comienzo y hacer lo mismo que el día anterior, puso a esta chica a sus
dos escenas y luego ya comenzó Liam con todas las suyas.
Ese día terminó rápido, pues apenas eran las dos, así que nos fuimos a comer y pasear un poco
por la ciudad.
Al final entre comer, tiendas, esquivar reporteros, gente y merendar, llegamos al apartamento
a las ocho de la noche con unas cajas de pizzas.
Primero se duchó él, mientras yo contestaba en mis redes y luego yo, mientras Liam ponía la
mesa para cenar.
—Quiero ir al ginecólogo cuando volvamos a Miami, esta última regla lo pasé tan mal que
todavía de vez en cuando siento un pinchazo en los ovarios.
—¿Y vas a esperar a ir a Miami?
—Sí, ¿por?
—No, mañana mismo por la tarde te verá uno, por la mañana haré un par de llamadas y nos
conseguirán una cita.
—Estoy bien Liam, no me duele nada, solo noto un pinchazo de vez en cuando y las reglas se
me hacen más insoportables, me quité hace unos días y esta mañana sin embargo me noté un
ligero dolor como si aún la tuviera.
—Bueno, mañana iremos a que te vean, no vamos a esperar a volver.
—Vale, papi, pero no vayas a coger uno que cobre dos mil euros la visita, te recuerdo que no
soy millonaria y con uno normalito me vale, uno que no sea más de doscientos dólares, que en
España con sesenta euros te hacen hasta la citología —me reí.
—Iremos al que sea mejor y lo voy a pagar yo.
—De eso nada, lo voy a pagar yo, y como intentes meterte te vas a enterar —le metí mi trozo
de pizza en la boca para que se callara.
Ni diez minutos después me dijo que ya tenía cita, había puesto un mensaje, esa persona habló
con un contacto y ya tenía un buen ginecólogo, en fin, lo que hacía tener amigos por todos lados.
Tras la cena comenzamos a besarnos en el sofá, yo sabía que esa noche iba a ser un poco
intensa y es que Liam, ya me había advertido que íbamos a usar lo comprado…
Se puso entre mis piernas con esa media sonrisa tan sensual y a mí ya se me hizo todo agua,
era imposible lo contrario con un hombre como él.
—Nos vamos a la cama —se levantó y me cogió en su regazo.
—No saques nada de lo que compraste —me reí, poniéndome las manos en la cara.
—Me encanta ese sonrojo que te provoco.
—Liam, sé bueno que yo no estoy preparada para que me marques una escena apoteósica de
sexo.
—¿Apoteósica? —arqueó la ceja sonriendo, poniéndome de pie en el suelo y quitándome la
camiseta que llevaba en plan camisón.
—Dime que has comprado, antes que nada.
—Para empezar un gel de chocolate para el masaje que te voy a dar.
—¡Sí! Pero erótico, para que me crujan los huesos voy a un especialista —le causé una
sonrisa —¿Y lo siguiente?
—Eres muy impaciente —me echó sobre la cama y quitó mi braguita en un visto y no visto.
Lo vi sacar la bolsa de papel y coger de ella ese gel que se echó en las manos.
—Relájate como una bebé, como cuando tu madre te echaba la crema hidratante por el cuerpo
—murmuró con esa picara sonrisa.
—Igualito vamos —me reí poniéndome una almohada en la cara y notando sus manos
masajeando mis piernas de una manera de lo más placentera.
El olor a chocolate ya se podía sentir y daban ganas tirarle un bocado al aire, al igual que
daban ganas de que esas manos ya entraran por todas mis partes, porque me estaba poniendo
como una locomotora.
—Liam, o subes más hacia mi entrepierna, o me da algo —reí.
—Paciencia, mi vida —sonreía.
—Paciencia dice, menudo calentón tengo —me reí.
—Que poco me aguantas —fue subiendo sus manos y noté su pulgar entrando entre mis
labios.
—Joder, quiero todos los dedos, no solo uno —solté una carcajada y él, otra.
—Estás que te lo bordas hoy.
—Hoy dice, si yo soy —gemí cuando noté su dedo jugando con mi clítoris —un angelito
todos los días, menos cuando me tocan las narices.
—Verás, tengo que ausentarme un momento que tengo que hablar con… —abrió mis piernas
y metió su boca con todas mis partes, pero flechado, que habilidad tenía el de los espaguetis.
—Con mis partes bajas —reí jadeando con esos lengüetazos y mordiditas.
Fueron unos momentos en los que me puso tan caliente, que me dolían mis partes y las notaba
de lo más hinchada.
Se quitó sonriendo, fue a la bolsa y sacó un antifaz, su sonrisa lo decía todo.
—¿Me vas a dejar a ciegas con lo bonito que eres?
—Imagíname como cuando escribes tus novelas.
—También es verdad —me reí pensando que imaginarlo y sentirlo, eso era de otro nivel,
porque cuando escribía esas escenas pensando en él, me ponía como una moto, obvio, aunque no
podía sentir que me tocaran, pero ahora sería diferente.
Liam no era consciente de lo guapo y atractivo que era, no había ovarios a pillarle un solo
fallo, todo era perfecto en él y sus gestos. Eso era lo peor, esos gestos que también definían
cualquier momento, era de lo más expresivo, a la vez de lo más elegante, en fin, que me había
tocado la lotería.
Noté como sus dedos acariciaban mis pezones con ese tacto a gel y ese olor que se me metía
por completo por la nariz.
Estaba nerviosa, no podía concentrarme, se me escapaba la risa entre esos jadeos, cuando su
otra mano jugueteaba con mi otra parte.
Paró y volvió al ataque, a lamer y mordisquear mis partes de tal forma, que me corrí de
inmediato, arranqué las sábanas de la cama al agarrarlas con tanta fuerza.
Me dio unos segundos para reponerme y me penetró, lo alucinante fue cuando noté ese
succionador a toda leche en mi clítoris mientras él, se movía lentamente, pero de manera
sincronizada. Cuando me vine arriba sus movimientos fueron más rápidos y bruscos, pensé que
me iba a desmayar de tanto placer y no tardé en llegar a mi segundo orgasmo.
—Me muero, opaito —le dije riendo y quitándome el antifaz de la cara.
—Me he portado bien, no saqué toda la caja de herramientas que pillé allí —se rio, tirándose
en mí y besándome.
—Con razón me dejaste a un lado del pasillo y casi no te podía ver, pero vamos, para pedir
todo tan ligero es que tienes mucha experiencia.
—No soy de juguetes, pero desde que leí tus novelas…
—Por detrás no se te ocurra nunca —me reí recordando la de veces que lo había metido en las
escenas eróticas.
—Solo pasará lo que tú quieras que pase.
—Vamos a ducharnos bonito, que nos duchamos antes, pero otra no nos vendrá mal, que
tenemos gel hasta en las orejas.
Y nos fuimos a la ducha donde no paraba de tocarme, acariciarme, abrazarme, besarme y todo
lo inimaginable porque con Liam, era todo como un volcán en erupción.
Capítulo 20

No estaba Liam cuando me desperté, ya le avisé que pasaba de ir al rodaje para darme un
respiro y escribir, de lo contrario, a esa la arrastraba hoy por todo el plató de lo calentita que me
tenía, vamos ni mirarme podría porque le arrancaba hasta el cuello de un bocado.
Esa mañana estaba inspirada y metí la escena de lo vivido la noche anterior aplicándosela a
los personajes, me salió bordaba.
Le hice una videollamada a Alexandra y la puse al día de lo de la actriz secundaria, que no me
salía ni el nombre de lo feo que era.
—Una zorra, Alexandra, provocándome desde el primer momento.
—Pero haz caso a Liam y no entres en conflictos —se reía.
—No eché a arder el plató porque Dios no quiso —volteé los ojos —. De verdad, cuánta gente
gilipolla hay en este mundo.
—¿Estás bien en esa ciudad?
—Me gusta más Miami, su clima, la paz que da su casa al igual que la tuya, no sé, es
diferente, pero reconozco que New York impresiona, de todas maneras, cualquier sitio al lado de
Liam es perfecto, es su compañía lo que hace el entorno agradable.
—¿Estás sensible?
—Un poco —me reí —. Por cierto, hoy voy al ginecólogo.
—¿Sí? Para lo de los dolores imagino.
—Hombre claro, hace cinco días que me quité de la regla, no va a ser para ver si estoy
preñada —nos reímos.
—¿Te imaginas un bebecito de él?
—Déjame primero disfrutar de la boda y ya luego hablamos de los lagartos.
—No llames de los bebés así —se reía.
—Joder, ¿qué les llamo, jardín de la alegría? Lloran, cagan y solo quieren dormir y comer —
me persigné para hacerla reír.
—No hija, pero más cariño, ya ves, yo queriendo quedar embarazada y nada, pero paso de ir a
eso de los tratamientos, que te tienes que pinchar la barriga y coges kilos, así que, si viene que
venga y si no, pues a seguir disfrutando de la vida.
—Yo no lo pienso ni buscar, por mi vida que no, que quiero disfrutar de la vida, por lo menos
hasta los treinta y cinco años no me lo planteo.
—Él tendrá cincuenta.
—Buena edad —me reí.
—No creo que esperéis tanto.
—Bueno, eso lo decidiré yo, no tú.
—Calla, enana, que todavía te saco la mano por la pantalla y te arreo dos collejas, que mira el
pedazo de historia de amor que estás viviendo y encima te pones chula.
—Dicen que la realidad supera a la ficción y yo digo que conmigo se han superado —me reí.
—Se te ve feliz, enamorada, más mujer, a pesar de tus arrebatos y con una sonrisa más limpia,
más bonita, de verdad. Me alegra verte así, venías derrumbada de España y me partía el corazón
ver cómo estabas.
—Lo sé, fueron muchos palos en muy poco tiempo y la verdad es que a raíz de que me monté
en el avión, todo se fue sucediendo como una aventura que aún no terminó. No sé cómo
explicarlo, pero es como que estoy viviendo el día a día, que no pienso en un futuro, que no
quiero perder ni un minuto en planear, quiero disfrutar de cada segundo a su lado y que todo
fluya, no quiero vivir como ya viví un día, soñando con un futuro y perdiendo el presente, para
luego terminar de una forma muy diferente a lo planeado, ahora doy las gracias a Dios.
—Te entiendo.
—Voy creyendo a Liam como no pensé que llegaría a hacerlo jamás, pero se lo ganó, no
puede un hombre fingir de esa manera, es puro corazón.
—Lo es, te lo dije muchas veces.
—Ya, pero una cosa es la visión como amigo y otra en la intimidad que es cuando los
hombres son más machitos o por lo contrario son unos galanes, como lo es él.
—Él es un señor en todos los sentidos.
—Sí, lo es.
Nos despedimos y seguí escribiendo hasta que paré a hacer la comida, preparé pasta gratinada
y unos panecillos de ajo.
Liam llegó feliz y me comentó que habían propuesto hacer dos semanas intensas sin días
libres de rodaje y ya podríamos terminar.
—Sí, por Dios, así en esas dos semanas termino mi novela y nos vamos ya para casa, que
como allí en ningún lado —sonreí besándolo.
—Menos mal que no compramos otra —rio.
—Tienes razón —lo besé.
Tras la comida nos duchamos y fuimos a tomar un café antes de visitar al ginecólogo, la
verdad es que fue de lo más amable y me hizo una exploración completa y un análisis
instantáneo ya que tenían su propio laboratorio.
Todo estaba perfecto, me mandó unas pastillas para tomar durante las tres próximas reglas,
pensaba que con eso iba a ir aminorando esos dolores menstruales.
Esas dos últimas semanas pasaron volando, pese a que no lo veía hasta la cena, yo estaba
centrada en escribir y me pilló muy inspirada, disfruté mucho de hacerlo mirando a la avenida y
viendo el ir y venir de la gente, hasta eso me inspiraba.
Por las noches siempre traía la cena y nos quedábamos charlando abrazados hasta caer
rendidos.
La verdad es que me alegré de hacer esas maletas y decir que, por fin, nos íbamos y la verdad
es que esta temporada era la que menos capítulos llevaba, así que fue uno de los rodajes más
cortos que tuvieron.
Capítulo 21

Entrar por la puerta de casa y encontrarme algo que no me esperaba, no tenía precio.
—¿Qué es esta preciosura? —pregunté, agachándome a coger el cachorrito de perro que
estaba moviendo el rabito.
—Es un regalo para ti, es una hembra, sé que amas a los perros y yo no tuve uno ahora porque
recientemente murió mi mayor compañero y necesitaba un tiempo para que entrara otro en casa,
pero ahora es el momento, por ti y por mí lo es.
—¡Somos padres! —lo abracé besándolo mientras él, sonreía.
Cogí el cachorrito y lo vi claro.
—¿Qué piensas? —me preguntó al ver cómo lo miraba fijamente mientras lo acariciaba.
—Se va a llamar Cata —sonreí mirándolo.
—¿Cata?
—Sí, por mi salvadora de Cuba —me reí.
—Ya, ya, sé que es por ella, pero hombre, no sé si estará bonito que le pongas su nombre.
—Tú te crees que es americana, los andaluces nos reímos hasta de nosotros mismos, tú calla
que esta se llama Cata ¿Verdad, corazón? —la besé.
—Una cosa, ahora que no te dé por abandonarme por ella, el cariño se reparte.
—Bueno, pero el amor que dan los animales es insuperable, así que lo tienes crudo, se llevará
la mayor parte del amor.
—Me niego —me dio una palmada en la nalga.
—¡Auch! Qué fuerza tienes, hijo.
—No seas exagerada — fue metiendo las maletas y yo pasé de ayudarlo, a mi Cata no la
pensaba soltar ese día, que era una monería y la niña de la casa.
—Cata —me dirigí a la perra a sabiendas de que él, estaba escuchando —, tu padre es muy
gruñón, pero luego se queda en nada, poca cosa, tú tranquila que yo te protejo de él.
—Serás… —se rio.
—Dilo, suelta una barbaridad por esa boca que yo te escuche, que tanta prudencia aburre.
—Te la estás buscando, Kendall.
—No creo que seas capaz de nada delante de nuestra hija.
—Bueno, ponme a prueba.
—Ah no, yo hoy paso de todo, tengo quién requiere con urgencia mi atención.
—No me hagas devolverla de donde vino —se rio.
—No serías capaz y si lo fueras, nos perderías a las dos, a los hijos no se les abandonan.
—Bueno, procura que no robe mi parte.
—Madre mía, cuanto más viejo, más tonto —le dije a Cata, que no dejaba de lamer mi mano.
—Kendall, te la estás buscando…
—Papi ¿Qué vamos a darle de comer a la niña?
—Lo mismo que a ti —se echó a reír —Nada, estáis castigadas.
—Pues nos vamos al McDonald’s, Cata —dije cogiéndola con las dos manos y poniéndola
frente a mí en alto.
—No vais ni a la esquina.
—Yo voy dónde me dé la gana, Liam, eso tenlo claro.
—Si yo quiero —se le escapó esa bonita risa.
—¿Quieres ver cómo me voy en mi coche con Cata, a comprarnos un menú? Porque si no me
abres la verja, tiro la puerta abajo, verás que problema no hay, ya lo pagará el seguro de la casa.
—Me traes otro a mí.
—Así me gusta, te tengo aquí —señalé con el dedo a la palma de mi mano.
—Te lo has buscado.
Vino hacia mí, puso a la perra en el suelo y me cogió en volandas para el sofá donde me quitó
la ropa mientras la perra le ladraba, yo reía y él, la mandaba a callar mientras me penetraba, para
ver la escena, no podía ser mejor.
—Me tendrás ahí como dices —se movía rápido —, pero ahora mismo estás donde yo quiero
que estés —me hizo un guiño mientras contenía esos gemidos que se le escapaban.
—Te vas a enterar, de esta me la pagas —gemí entre risas.
Nos fuimos a la ducha y la puñetera perra se lanzó dentro sin miedos, Liam negó e hizo como
el que se daba chocazos contra la pared, la perra estaba sembrada.
—Vida mía, nuestra niña también quiere ducharse, que linda —sonreí de forma irónica.
—Linda se va a llamar la próxima que tengamos porque esta no va a durar dos días aquí.
—Me voy con ella, advertido quedas.
—¿Al McDonald’s?
—No, a otra casa —ladeé la cabeza —, pero al McDonald´s podrías tu ir ahora y traerme un
menú y a la niña unos Nuggets de pollo que yo le trocearé.
—¿Me estás diciendo en serio que le compre a Linda una caja de Nuggets?
—Se llama Cata, así que no me busques y sí, hablo totalmente en serio, o vas tú, o vamos
nosotras, lo que te apetezca.
—Voy yo —dijo mirando a la perra, que se estaba revolcando en la alfombrilla de fuera de la
ducha.
—Así me gusta —me señalé de nuevo a la palma de la mano.
—Sí, ahí me tienes, pero recuerda una cosa, es porque yo quiero estarlo —me dio un toque en
la nariz y me plantó un beso.
—Estoy bromeando, sabes que tú a mí, me tienes también ahí.
—Lo sé, has hecho muchos cambios por mí en muy poco tiempo y he visto en tu mirada que
siempre lo hacías con un brillo en tus ojos, te he visto feliz.
—Y tú me has metido de lleno en tu vida.
—Me haces feliz.
—Y tú a mí, Liam.
Nos abrazamos y terminamos de duchar, él fue a traer esos menús que nos íbamos a cenar.
Estuve con Cata en el porche, la noche era perfecta, así que la senté en mi falda y comencé a
acariciarla mientras nos balanceábamos.
Miraba al barco y me venían todos los recuerdos de aquel viaje por el Caribe, con sus
momentos buenos y no tan buenos, pero todo como una gran anécdota, fueron unos días para no
olvidar.
Regresó con todo, incluso los Nuggets de Cata, que le fui cortando a pedacitos pequeños y se
volvió loca.
Me miraba negando como diciendo que estaba con un tornillo suelto, pero bueno, que Jorge
tenía una perrita y le dábamos Nuggets, salchichas y de todo y era de lo más feliz y sana.
Al día siguiente lo hice salir conmigo para ir a comprarle una cama a una tienda de animales,
le pillé una rosita y blanca de cuadritos que era una monería.
Salí de lo más feliz con mi niña en brazos y me senté en el asiento del copiloto, ya que
conducía Liam.
—Ahora vamos a salir en los titulares —murmuré acariciando a Cata.
—¿Qué quieres decir? —rio, arrancando.
—Que nos vamos a Miami Beach a tomar un helado en una terracita y mañana seremos
noticia.
—¿Quieres tomar un helado allí?
—Claro, me va el riesgo.
—A mí también —salió del aparcamiento sonriendo.
—Cata, hoy te haces Influencer —solté, causando una carcajada en los dos.
Aparcó de pura suerte en un buen sitio y nos fuimos a la mejor heladería de la zona, yo me
pedí una copa con varias bolas, aquello llevaba calorías para un mes, Liam se pidió otra más
decente, ese no se la jugaba con su cuerpo.
Nos comimos el helado viendo en la acera de enfrente a un montón de reporteros, yo los miré
con la perrita en mi falda y los saludé con su patita.
—Mi niña sale mañana en primera plana —murmuré, mirando de reojo a Liam que no dejaba
de sonreír, me recordaba al “dientes, dientes” de Julián Muñoz y la Pantoja.
Tras el helado nos fuimos hacia el coche escuchando una serie de preguntas acerca de lo que
pasó con la actriz secundaria esa, o sea, que lo había filtrado. Nosotros al “dientes, dientes”.
—La muy zorra lo contó —dije cuando salimos de allí en el coche.
—Ya lo sé, pero déjala, no le vamos a dar el gusto de contestar.
—Eso por supuesto, ni un minuto de gloria.
—¿A casa o nos vamos a comer a los Everglades?
—Sí, vamos a comer cocodrilo que tengo ganas de probarlo.
—¿Dejamos a Cata en casa?
—¿En serio quieres dejar a nuestra hija cuando ella puede comer de eso también que es como
el pollo?
—Entendido —rio doblando para ir hacia el destino que estaba a las afueras de Miami y
bastante apartado.
—¡Allá vamos, cocodrilosss! —grité no muy fuerte para no asustar a Cata.
Estuvimos comiendo aquello y sí, era como me lo había explicado Alexandra, rebozado como
el pollo, como si fueran Nuggets solo que un poco más duro. A Cata le gustó, no dejaba de
relamerse.
Pasamos un día de calle, hasta nos fuimos a merendar y a cenar a unos sitios muy chulos, la
verdad es que me apetecía mucho hacerlo y ese día me vino perfecto.
Capítulo 22

Un mes llevábamos en Miami desde que regresamos de New York y Liam, ya estaba
empezando a mover todo para nuestra boda.
Ese día había quedado con Alexandra para ir a mirar vestidos de novias a un modisto muy
reconocido y la verdad es que tenía modelos de lo más bonitos, y es que yo tenía claro más o
menos que era lo que quería para ese día.
Recogí a mi amiga y nos fuimos a desayunar, antes que nada, así calmaba un poco esos
nervios que se me juntaban en el estómago y me hacían poner en el estado que estaba y es que
hiperventilaba continuamente.
El día anterior me había quedado muerta y es que al año siguiente comenzaban el rodaje de mi
novela y al que le habían ofrecido el papel no era otro que, a Liam, cosa que me encantó la idea y
lo animé a ello.
Así que, entre la boda, los nervios de ver a Liam haciendo el papel de mi novela y demás,
estaba como que me iba a dar algo, feliz como la vida misma.
Eso sí, me había cambiado la vida como escritora, si antes vendía, ahora lo había triplicado
todo, la verdad es que estaba muy contenta.
—Entonces Liam, contento con la peli.
—Sí, el problema que él tiene es que independientemente que le hace mucha ilusión hacer ese
papel que encima es en él, en quien me inspiré y por eso lo querían, son las escenas tan fuertes
que hay de sexo, dice que no quiere que yo lo pase mal.
—Pero no va a follar, son recreaciones.
—Ya, pero es jodido verlo —me reí —. Yo le hago ver qué no, pero me va a costar un huevo.
—Eso lo vemos borrachas y lo ponemos vestido de limpio.
—Yo a las grabaciones no pienso ir —me reí —. Obvio que la película la veré la primera,
pero bueno, estoy feliz de que sea él.
—Y ahora te casas ¿Quién nos lo iba a decir?
—Ahora me caso… —negué sonriente —Y con el hombre con el que siempre me inspiré y si
lo tenía idealizado de una manera, ahora he descubierto que es mucho mejor, parecía insuperable.
—Va a ser una boda preciosa, la verdad es que las ideas que está teniendo para el enlace van a
ser de ensueño.
—Sí, se lo está currando mucho, además es que es tan protector, tan delicado, tan risueño,
hace que mis días sean como un cuento de hadas.
—Es tu gran amor.
—Sin duda, que fuerte… ¿Quién cojones me lo iba a decir?
—Nadie, pero mira que yo sabía que como le hablaba de ti le empezó a picar el gusanillo y te
leía, me decía lo bonita que eras, la sonrisa que tenías y que estaba deseando conocerte, lo que no
me imaginé es que terminaríais así.
—Como te lo callaste…
—Quería darte ese día la sorpresa —se rio.
—Se me bajó la tensión y todo —solté una carcajada riendo.
—Fue buenísimo, que quieres que te diga —negaba llorando de la risa.
—Es increíble cómo pasó todo desde ese día, jamás nos separamos.
—El mundo entero está pendiente de ustedes. Y tus lectoras, me muero leyendo los
comentarios, como te quieren, te apoyan y están viviendo esto como si de algo suyo se tratase.
—Son las mejores del mundo, mis niñas, anda que no las quiero ni nada.
—Bueno, vamos para la tienda que nos esperan para que empiece la búsqueda del vestido de
tus sueños.
—Sí, aunque yo soy de los flechazos, más que nada porque tengo en mente el estilo y cuando
lo encuentre sabré cuál es.
—Pues vamos a ello.
Y eso hicimos, dirigirnos a la tienda donde el chico de la puerta se encargó de coger mi coche
e ir a aparcarlo.
Nos recibieron con dos copas de cava, allí el glamour se respiraba por todos los rincones y me
preguntaron sobre lo que quería, se lo expliqué y comenzaron a salir dos modelos con vestidos
para que yo los viera puesto, era como una especie de pasarela privada.
Y al cuarto vestido…
—Es ese el mío —dije emocionada, hasta la encargada paró el desfile y me dijo de
probármelo.
Cuando me vi con el puesto, se me saltaron las lágrimas.
—Sí, Kendall, es el tuyo —dijo Alexandra, con las manos en la boca y emocionada.
—Claro que lo es, fue un flechazo.
El vestido era de un solo tirante en un hombro y de piqué, sí, tal cual, estrecho hasta la cintura
y luego de tela lisa. Le salía una falda de volantes que llegaban hasta la cola de metro y medio, el
vestido tenía un aire flamenco que más perfecto no podía ser.
Salí de allí de lo más emocionada y al llegar a casa casi se lo detallo a Liam, que sonreía feliz
al verme así.
Él ya tenía el lugar y los menús, iban a ir unas trescientas personas y eso que lo queríamos
íntimo, pero él tenía muchos compromisos y yo le animé a no dejarlos fuera.
Esa tarde fuimos a la joyería con sus padres, que nos querían regalar las alianzas, entre otras
cosas, así que fuimos y las escogimos.
Estuvimos de acuerdo en la misma, uno de los tres colores del oro, además tenía tallada una
especie de ola que cogía toda la alianza, nos enamoramos de esa.
Esa noche nos fuimos a cenar con sus padres, su madre estaba loca con el enlace y me trataba
con un cariño, que para mí se quedaba, era como recordar a mi madre cuando estaba con ella.
Capítulo 23

Los días avanzaban y cada vez estaba más cerca nuestro enlace, los nervios me tenían
consumida, incluso perdí tres kilos y me tuvieron que arreglar el vestido.
Liam seguía pendiente a cada detalle, yo me quería sorprender con todo y no quería saber
absolutamente nada de lo que pasaría, quería vivirlo de una manera especial.
Los medios estaban en la puerta de la urbanización las veinticuatro horas, aquello era una
contrarreloj entre ellos para conseguir cubrir al máximo la noticia de los días previos a nuestro
enlace.
Estaba tan estresada y todo listo, que Liam decidió hacer algo…
—Nos vamos a Las Bahamas dos días —señaló al barco.
—Sí, por favor —aplaudí emocionada.
Y no tardamos nada en coger ropa y montanos en el barco con Cata, que iba moviendo la cola
de lo más feliz.
Terminamos en Nassau, la capital de Las Bahamas, donde atracamos el barco y nos fuimos a
perdernos por la isla.
Me encantaba como me agarraba la mano o me echaba la suya por el hombro, siempre estaba
pendiente a mí y a que me sintiera protegida, esa era la palabra.
Echamos un día de lo más bonito por aquella isla y ahí, aunque nos pararon en varias
ocasiones, como que pasamos más desapercibidos, además íbamos con gorras y gafas de sol, así
que, bien que estuvimos.
Por la noche cuando estábamos en el barco para dormir, comencé a sentirme mal, él viendo
que la cosa podía empeorar cogió el barco y lo puso rumbo a Miami, yo tenía un dolor en el lado
de la barriga que salía de la boca del estómago y me llegaba a la espalda.
Cada vez me estaba poniendo peor y fue llegar a la casa, montarme en el coche y llevarme de
inmediato al hospital, iba muy mal. Liam al verme así, parecía que iba a hacer una competición
de coches, corrió como jamás lo había visto y eso que él para conducir era de lo más tranquilo.
Llegamos al mejor hospital de Miami, que era privado y nos atendieron rápidamente, yo
estaba perdiendo el conocimiento del dolor, lo último que vi es la cara de Liam hablándome y
que me estaban poniendo un gotero.
Desperté un poco perdida, aturdida y vi a dos médicos a mi alrededor hablándole a Liam.
—Hola, Kendall, tranquila, todo está bien —dijo Liam, al ver que abrí los ojos.
—Es un cólico nefrítico, tienes arenilla en el riñón, pero eso es algo que no te dará mayor
problema tomando algunas precauciones —dijo el médico.
Yo no tenía ni fuerzas para hablar, me sentía tan floja que solo escuchaba y como si me
hablaran de lejos.
Liam acariciaba mi mano y se sentó a un lado de la cama a mirarme.
—Mi vida ¿Te encuentras mejor?
—Sí —murmuré afirmando.
—En un rato nos podremos ir, pero ahora quiero que estés tranquila. Te pusieron
medicamentos para cortar el dolor.
—Vale.
—Bueno, os dejamos un rato a solas, luego volveremos para ver si va mejorando para darle el
alta.
—Gracias —dijo Liam.
Salimos del hospital cerca de las seis de la mañana, al no tener seguro médico la factura
ascendió a tres mil doscientos dólares, Liam ni me dejó replicar, puso su tarjeta de forma segura
y sin permitir más nada.
Me metió en la cama y me arropó, me quedé dormida inmediatamente hasta las once, que vi
que él seguía a mi lado.
—¿Cómo estás mi vida?
—Muerta de hambre —sonreí.
—Durante unos días hay que hacer dieta blanda, por cierto, he llamado a mi seguro médico y
te añadí.
—Lo de ayer lo quiero pagar yo.
—¿Eres tonta?
—Un poco, pero no me gusta que…
—Te he añadido a mi seguro no por tener que pagar eso otra vez o diez veces más, es porque
quiero que estés aquí en buenas manos para cualquier cosa que pueda surgir.
—Yo me pago la mensualidad.
—Anda, vamos a desayunar ¿Te quieres duchar antes?
—Sí, por favor —me ayudó a levantarme y a ducharme, no se movió de mi lado en ningún
momento, como los siguientes días que nos dedicamos a preparar esa boda que tanta ilusión nos
hacía y que, gracias a Dios, no me dio ni un cólico más.
Capítulo 24

Nuestra última noche como solteros, y me parecía increíble que fuera a casarme con él, con
ese actor en el que me inspiraba para crear a los protagonistas de mis historias.
Y ahora estaba viviendo la mía propia, esa que, como en un cuento de hadas, se acercaba al
final, a ese “Fueron felices y comieron perdices”.
¿Me atrevería alguna vez a escribir todo esto que he vivido desde aquella primera vez que vi a
Liam en persona?
Sería una locura, pero una vez escuché decir en una película que, para escribir, había que salir
al mundo, vivir y de ese modo nos podía llegar la inspiración.
¿Mi vida en una novela? Sería raro, pero no imposible. Ahí lo dejo.
Como decía, la última noche que Liam y yo, pasaríamos como pareja de novios, de
prometidos, para convertirnos en marido y mujer.
Y lo que me había costado convencerle de que me dejara ir a vestirme para el gran día a casa
de nuestros amigos, Alexandra y Luis.
Se empeñaba en que no, que salíamos de casa juntos y volvíamos juntos, para él, eso de que
no se puede ver a la novia antes de la boda porque trae mala suerte, le entraba por un oído y le
salía por el otro.
Cuando le dije que eso podía conllevar que perdiera su talento y con ello la gran carrera que
tenía, contestó que se hacía un curso exprés de guionista y listo. O de fontanero, lo mismo de
daba. En fin, cosas de mi chico.
Mi chico, aún sonrío al pensar en esas dos palabras.
¿Seguro que no estoy soñando? Porque si me hubieran dicho cuando llegué a Miami, que el
hombre en el que me inspiraba, por el que perdía la cabeza y al que amaba antes de conocerle,
sentía lo mismo por mí, después de haber leído mis novelas, habría dicho que estaban todos
locos.
Pero no, el loco resultó ser Liam, al lanzarse a la aventura de conquistarme, sin miedo a tirarse
a la piscina, sin saber si había agua o no.
Un último vistazo para comprobar que está todo perfecto, y lista para salir.
—Estás impresionante, mi vida —escucho que dice Liam, antes de que me gire.
Bueno, al menos sé que le he sorprendido con el vestido que escogí.
Es blanco con escote recto y sin mangas, la parte delantera de la falda queda a la altura de las
rodillas, mientras que la trasera es larga casi hasta el suelo. Lleva encaje negro en el corpiño, así
como en todo el borde interior del bajo de la falda.
Zapatos negros tipo Stiletto, unos pendientes que conservo de mi madre y su pulsera, así como
el cabello recogido, completan este look para la cena.
Pero es que él no se quedaba atrás, con ese traje color azul marino, camisa azul claro y la
corbata. Es que estaba sexy con lo que se pusiera, de verdad.
—Tú tampoco te ves nada mal, señor actor de cine —sonrío, caminando hacia él, para darle
un beso en los labios.
Momento que mi prometido y futuro marido aprovecha para sostenerme por las caderas.
—No me puedo creer que estemos a punto de casarnos.
—Ni yo, ni yo. Fíjate, que, de escribir a los protagonistas de mis novelas pensando en ti, a
casarme contigo, anda que no va un mundo.
—Eres lo que más quiero, Kendall.
—Hum, no lo creo.
—Ah, ¿no? —arquea la ceja y sonríe como solo él sabe hacer, esos gestos que traspasan hasta
la pantalla cuando lo ves en una de sus películas, o series.
—No. Amas tu profesión, así que, yo quedo en un segundo plano.
—Jamás vuelvas a decir eso, Kendall, eres y siempre serás lo primero para mí —y para que
me quede más claro lo que acaba de decirme, sella sus palabras con un beso de película.
—Me siento como una de tus coprotagonistas de cine —confieso avergonzada, escondiendo el
rostro en su pecho.
—¿Por ese beso? —asiento— Tú no eres una coprotagonista, eres la mujer de mi vida, la
dueña del corazón que encierro en mi pecho y solo late por y para ti.
—Me vas a hacer llorar, con lo que me costó maquillarme y estar bonita para ti.
—Tú ya eres bonita, no necesitas maquillaje para serlo.
—Verás, que me tienes que dar una sábana para las lágrimas.
—¿Salimos a cenar ya?
—Sí, mejor, vamos a que nos dé un poco el aire.
Tras dejarme un beso en la frente, salimos de casa y subimos a uno de sus coches para ir allá
donde sea que me lleve, que no tengo ni idea, y mira que insistí para que me lo dijera, pero nada,
ni mijita salió de su boca.
—No nos van a dejar cenar tranquilos, tendremos a la prensa revoloteando como moscas en
cuanto nos vean aparecer por el restaurante, o salir de él.
—Tranquila —dice, cogiéndome la mano para besarla—, está todo controlado.
—Muy seguro te veo, ¿eh?
—Por supuesto —me hace un guiño y sigue conduciendo, en silencio.
Mientras él nos lleva al destino, yo voy contemplando el paisaje de Miami, ese al que ya me
he acostumbrado y del que no querría marcharme, aunque echo de menos mi tierra, mi lugar de
nacimiento, pero me falta mi madre allí y, como no hay nadie que me espere, pues aquí estoy
bien por el momento.
Liam aparca delante de un restaurante que hay junto a la playa, el chico de la entrada se hace
cargo del coche y nosotros vamos directos a la puerta.
—Oye, pues no hay periodistas ni fotógrafos.
—Te dije que estuvieras tranquila con eso —asegura.
—Bueno, dejemos que avance la noche, que, verás cómo, en cuanto los clientes de ahí dentro
nos reconozcan, tenemos a la prensa haciendo guardia hasta que salgamos.
Liam no dice nada, tan solo trata de contener una risa, pero la sonrisa sí que se le dibuja en el
rostro. Este hombre sabe algo que yo no, y me tiene de los nervios.
Nada más entrar, nos da la bienvenida un hombre de unos cincuenta años, sonriente y de lo
más amable, que nos pide que le acompañemos.
Para mi sorpresa, no hay nadie en todo el restaurante, ni un alma. Y eso es raro, que a estas
horas debería estar cenando aquí la creme de la creme de Miami, que el restaurante tiene pinta de
ser de esos de cinco estrellas Michelín, y porque no hay más.
—Señores, deseamos que disfruten de la velada —dice cuando nos sentamos en la mesa.
—¿Por qué no hay nadie, Liam? —pregunto, con el ceño fruncido.
—Pedí que reservaran el restaurante solo para nosotros. Quería poder tener una cena a solas
con mi prometida, sin el estrés de las cámaras y las preguntas indiscretas.
—¡Ay, Dios! Dime que no te ha costado una fortuna, por favor.
—Tranquila —ríe—, el dueño es muy buen amigo mío y me ha hecho el favor.
—Desde luego, lo que tú no consigas…
—Por ti, lo que haga falta. Como si tengo que bajarte la misma Luna para alumbrar tus
noches.
—Estás de un romántico hoy, que no veas.
—Será que estoy más enamorado de lo que puedes imaginar.
No tardan en servirnos vino y traer un montón de platos que, sin duda, Liam debió dejar y
encargados cuando hizo la reserva.
Hay de todo, desde marisco a una carne jugosa y riquísima. Además de un delicioso postre a
base de mousse de chocolate blanco con arándanos.
Y champán, ese que no falta nunca en una celebración para el brindis final.
—Por la mujer que me fue enamorando poco a poco con sus letras, esas en las que se nota que
pone un pedacito de ella misma, así como de su alma —dice, levantando su copa.
—Madre mía, le ibas a encantar a mi madre, que lo sepas. Siempre dijo que serías el mejor
marido que una muchacha podría tener.
—Brindemos por tu madre, que hizo posible que hoy estemos aquí, a punto de casarnos.
—No quiero llorar —le pido, pestañeando varias veces para que las lágrimas no salgan como
ríos por mis ojos.
Brindamos, bebemos y seguimos disfrutando de ese líquido espumoso y dulzón que entra
solo, espero no emborracharme mucho, porque mal iríamos entonces.
Cuando veo a Liam ponerse en pie, tendiéndome la mano, y de repente empieza a sonar una
melodía que me resulta de lo más familiar, pues ha salido en una de mis novelas, cierro los ojos y
siento que se me van a saltar las lágrimas en cualquier momento.
Mi rubio favorito, el de los ojos azul cielo y sonrisa cautivadora, me lleva al centro del salón,
haciendo que le rodeé el cuello con mis manos mientras él, me sostiene de las caderas.
«Te pedí
Con mi fuerza al universo…»
Liam me mira a los ojos, sonriendo, y siento que es él quien habla a través de la voz de Carlos
Rivera.
«Te soñé
Y te amé sin conocerte…»
Y yo siento lo mismo, cada palabra de esta canción es lo que siempre sentí por él, por ese
hombre que tenía tan lejos, pero sentía tan cercano cuando escribía pensando en él.
«Sí, soy aquel que desde siempre te esperaba…»
No puedo evitar que las lágrimas corran libres por mis mejillas.
Liam me coge el rostro entre sus manos, secándolas con los pulgares, con la frente pegada a la
mía, sin dejar de mirarme.
«Sí, en mi corazón tu espacio yo guardaba»
—Y ahora qué estás aquí, veo el amor convertido en ti —me dice, al tiempo que Carlos canta
de fondo.
Se inclina para besarme y sé que siempre será él, siempre Liam. Mi Liam, el hombre que me
ha acompañado durante años en mis horas de escritura, y que ahora lo hará además hasta el final
de mis días.
—Te amo, Kendall, te amo con toda mi alma.
Capítulo 25

Ni dos minutos tarda cuando entramos en nuestra habitación, en volver a besarme mientras
desabrocha la cremallera del vestido, ese que deja caer a mis pies, y me quedo en ropa interior
ante sus ojos.
—Conjunto nuevo, ¿eh? —sonríe, al ver que llevo un bonito y sexy conjunto de encaje negro
con lazos blancos, a juego con el vestido.
—Ya ves, una que se va a volver más coqueta todavía.
—Me encantas, Kendall, me encantas, de verdad.
Se apodera de mis labios con pasión, con esas ganas que, en este momento, yo también siento
de compartir ese beso con él.
Le voy quitando la corbata, la chaqueta y la camisa, esas que caen junto a mi vestido mientras
él, se deshace del sujetador en un movimiento rápido.
—Menuda práctica la tuya —arqueo la ceja.
—Muchos años, sí —sonríe, acariciándome la mejilla.
Le veo arrodillarse y quitarme la braguita, sin apartar los ojos de los míos, me sienta en el
borde de la cama y me coge la pierna izquierda, retira el zapato, mientras hace lo mismo con el
otro, y comienza a besarla, subiendo por ella hasta llegar a la entrepierna.
Es ahí cuando posa sus labios, dejando un breve beso, antes de pasar la lengua despacio.
Una y otra vez, en lamidas lentas que hacen que me estremezca y quiera que acabe. Y así se lo
hago saber.
—Liam, los espaguetis, mi amor —lo escucho reír, pero sigue yendo despacio.
—¿Tienes prisa? —pregunta.
—Pues, hombre, me tienes aquí jadeando, esperando que devores lo que tienes en la boca,
ardiendo y excitada como nunca. ¿Tú qué crees?
—Que puedes esperar un poquito más —hace un guiño y vuelve a la faena.
—Uf, no sé yo… ¡Ay, por Dios!
Entrelazo los dedos en su cabello cuando comienza a aumentar el ritmo, como él sabe hacer,
devorándome hasta que grito tras ese orgasmo que me invade por completo.
Liam se incorpora, terminando de desnudarse, y me coge en brazos llevándome al cuarto de
baño.
—¿Ya hemos terminado? Pues vaya despedida de soltera, hijo. En un local de Boys, si quiero,
hasta me hecha un pinchito rápido el chiquillo.
—¿Quién ha dicho que ya se ha acabado? Tenemos mucha noche por delante aún, mi vida.
Entramos en la ducha besándonos, noto el agua caer sobre nosotros y Liam, comienza a
tocarme en esa parte sensible y excitada en demasía por las atenciones prestadas en la cama.
Me agarro con fuerza a sus hombros, y es que este hombre sabe cómo y dónde tocar para
hacer que alcances el cielo y veas estrellas y fuegos artificiales, cuando estás en pleno éxtasis
sexual.
Madre mía, es un amante que ya quisieran muchas que conozco y necesitan desfogar un
poquito la mala leche que tienen en el cuerpo.
Sin previo aviso, y cuando termino de correrme, me penetra rápido y con fuerza.
Nuestros gemidos se entremezclan con el sonido del agua al caer sobre nosotros, mientras nos
besamos y disfrutamos de este momento íntimo, lleno no solo de pasión y deseo, sino también de
amor.
Alcanzamos el clímax al unísono, dejando caer ambos la cabeza hacia atrás cuando gritamos.
Y ahora soy yo quien le besa, dejando claro en ese simple gesto que lo amo por encima de todo.
Que estoy y estaré siempre para él, que nunca permitiré que nada ni nadie nos separe.
—Te quiero, futuro marido.
—No más que yo, futura esposa.
—Ahora sí, vamos a dormir, que tenemos que descansar.
—¿Tan cansada estás? ¿No me aguantas otro asalto?
—¿Otro? Madre mía, tú que has tomado, ¿Viagra, o algo de eso?
—Ginseng, que dicen que va muy bien para la gente mayor —hace un guiño saliendo de la
ducha y me echo a reír en su pecho.
—No eres tan mayor.
—Me alegra saber que pienses eso, porque anda que, me la diste mortal con eso de llamarme
viejo.
—Nada, una bromita sin importancia. Si estás hecho un jovenzuelo, hijo mío. Y bueno a
rabiar.
—¿Bueno?
—Ajá, muy, muy bueno. Eres eso que se conoce como un madurito cañón y muy follable.
—Madre mía, te han hecho efecto el vino y el champán de la cena —ríe.
—¿Estás insinuando que estoy borracha? —Frunzo el ceño notando que me recuesta en la
cama, quedándose entre mis piernas.
—¿No lo estás?
—Ni un poquito, “mi arma”, estoy con todas mis facultades mentales perfectamente.
—Entonces, si te pidiera que esta noche me des un hijo, ¿aceptarías?
—No, no, que es muy pronto para eso. Vamos a seguir el orden cronológico de las cosas, por
favor.
—Explícame ese orden —me pide, inclinándose para llevarse un pezón a la boca y comenzar
a lamerlo y mordisquearlo.
—Si haces esas cosas, no me concentro en mi explicación.
—Inténtalo, sé que puedes —contesta, tocándome el clítoris de nuevo con el pulgar.
—Ay Dios, a ver, por dónde empiezo.
—Primer punto para el orden cronológico, por favor —dice, mirándome mientras ese pulgar
no deja de juguetear en mi zona.
—La casa.
—Ya la tenemos, está a medias, ¿recuerdas?
—Sí, sí. ¡Oh, sigue! —digo, cerrando los ojos cuando noto que me penetra.
—Sigo, sigo —ríe él— ¿Segundo punto?
—La boda. Vestido de novia blanco para mí, esmoquin negro para ti… —jadeo.
—Estamos a punto de darnos el “sí quiero” ¿Qué más? —vuelve a mordisquear el pezón, y
comienza a bajar besándome el vientre.
—Luna de miel. La luna de miel en un sitio paradisíaco, idílico, con aguas cristalinas…
—También está preparada.
—¿Dónde vamos?
—Es sorpresa.
—Vaya por Dios.
—¿Siguiente punto, señorita? —y lo siguiente que hace, es volver a lamer toda mi zona,
despacio y haciendo que me excite cada vez más.
—Un año disfrutando como matrimonio, viajar a algún sitio, salir a cenar, a bailar.
—Disfrutar del sexo sin tener que preocuparnos de que el bebé nos escuche gritar como locos.
—Eso, eso. Sigue, no pares con esa lengua.
—A sus órdenes. ¿Algo más, hasta la llegada de nuestro primer hijo?
—Sí, sí. Pensar en los nombres, hay que tener varias opciones tanto para niño como para niña.
Elegir los que más nos gusten a los dos y… ¡Ay, Dios mío! Me voy a correr, Liam.
—Eso quiero —se ríe el muy cabrito.
—Pues… eso… —apenas puedo hablar— Nombres, una lista con varios y… y…
—Córrete, que lo estás deseando —susurra, lamiendo al tiempo que me penetra rápido con
dos dedos.
Y me dejo llevar por el momento, alcanzando un nuevo orgasmo.
Liam me besa con pasión, penetrándome de una sola vez, y nos amamos durante un tiempo
que no sabría decir con exactitud.
Hasta que me abraza con fuerza desde atrás, pegando el pecho a mi espalda, besándome el
cuello y el hombro repetidamente, mientras yo respiro con los ojos cerrados sintiéndome en casa,
en ese lugar en el que quiero pasar el resto de mi vida.
¿Se puede amar a alguien antes incluso de conocerlo en persona?
Sí, se puede, doy fe de ello, como la podría dar Liam, el hombre que comenzó a amarme, tan
solo leyendo mis novelas y viendo los posts que publicaba en mis redes.
Porque así es el amor, llega de la manera más insospechada, en el momento justo de nuestras
vidas.
Capítulo 26

Estaba que me iba a dar algo y además Alexandra, me tenía de los nervios, los maquilladores
y peluqueros también.
Luis me iba a llevar al altar y a Liam su mamá, así que ya estábamos los dos por cada lado
dispuestos a ir a darnos el “sí quiero”, él como marca la tradición se fue primero sin verme.
Durante el trayecto nos siguieron varios coches de la prensa, yo sonreía feliz mirando por el
cristal, no me molestaba nada ese día y quería que viera el mundo lo feliz que era.
Llegué al lugar y me emocioné cuando las puertas se abrieron y esos jardines preparados
mirando al mar con Liam al fondo en el altar secándose las lágrimas y la madre acariciando su
brazo.
Y comenzó aquella música que yo había pedido a Luis que guardara el secreto y organizara,
no, no le iba a bailar como le había prometido, le iba a cantar y no es que fuese cantante, pero
mal no se me daba.
Salió esa música con un coro rociero de España que vivían en Miami y que había contratado
Luis y comenzó a sonar la canción de Nuria Fergó de “Quiéreme” cantada por ellos.
“Eres para mí como la Luna desnuda entre la noche…”
Cantaba el grupo mientras yo lloraba y andaba emocionada hasta que me paré y el grupo
también y me tocaba cantar ese trozo de la canción.
“Siempre para mi eres lo primero, aunque falte el dinero te quiero…”
A él se le transformó la cara y rompió a llorar como un niño pequeño.
“Quiéreme cómo se quiere por primera vez, quiéreme, quiéreme para los restos de la vida…”
Seguí cantando y avanzando cuando me di cuenta de que también estaban ahí Cata y Mario,
los miré y me eché a llorar cantando, menuda sorpresa me había preparado con ellos.
“Susurraré mil veces al oído que jamás buscaré nada fuera de ti”
Miré a Liam, que tenía un nudo en la garganta y no dejaba de llorar.
Llegué hasta él cantando a lo que también siguió haciendo su parte el coro, aquello puso los
vellos de punta a todo el mundo y un trozo de mi tierra estaba allí presente.
—Te amo, Kendall —dijo cuando llegué hasta él y sostuvo mis dos manos.
—Yo también, Liam…
Nos abrazamos llorando y le volví a cantar al oído otro trozo de la canción.
La madre me dio un abrazo precioso antes de comenzar la ceremonia.
—Eres una hija más para nosotros, bienvenida a la familia, te queremos.
—Y yo a ustedes —le acaricié la barbilla y la besé con mucho cariño.
La ceremonia fue de lo más bonita, la ofició un señor que le dio un aire romántico y divertido
a partes iguales, fue precioso.
Allí estaban numerosos personajes de la tele y el cine, todos emocionados, al igual que sus
amigos, aquello estaba abarrotado de gente.
Hicimos el paseíllo para los jardines, pero no de la mano, no, él me cogió en brazos y mientras
me besaba entre aplausos me llevo hasta los dos camareros que nos esperaban con las copas de
champan en la mano.
Lo más fuerte fue que me dijo que lo esperase un momento y salió e hizo pasar a la prensa, les
tenía sus mesas preparadas.
—El mundo entero verá en nuestros rostros lo que sentimos —dijo, dándome un beso.
—Joder, está al que le contesté borde —me reí.
—Sonríe, esa es la mejor respuesta —me dio un beso en los labios y los flases comenzaron a
ser disparados.
Comimos entre risas, momentos que daban los chicos y que nos gritaban de todo, lo pasamos
genial y llegó el momento de cortar la tarta antes de pasar a las copas que se alargarían hasta las
tantas.
Comenzó a sonar otra canción elegida por mí y es que quería que tuviera una parte de mi
esencia ese día, así que con dos cojones como diría yo misma, sonó la canción de Malú “Diles”,
sí, nada romántica, pero en la letra había mucho de lo que sentía.
“Diles, que nuestro amor será infinitamente eterno, que cuando me besas…”
Liam me besaba feliz y con su dedo señalaba a su oído para que la gente escuchara la letra y
supiera que era así, fue un momento tan maravilloso que me puso la piel de gallina.
Merendamos la tarta, café y helados y luego salimos a romper con nuestro baile el momento
de mesas, tocaba la fiesta y como no, ese baile también lo escogí yo la canción que no podía ser
otra que “El mundo” cantada por Sergio Dalma.
Liam no dejó de estar emocionado desde que llegó y en este punto bailando conmigo más,
lloraba como jamás lo había visto.
—Entiende algo, mi vida, te amo por encima de todo y todos, te amo como jamás supe amar y
creí haberlo hecho. Te quiero y te voy a cuidar hasta el último día de mi vida. Sé que esto es para
siempre y que eres todo lo que he necesitado.
—Siento lo mismo por ti, lo sabes, siento que esto es para toda la vida y que, sin necesidad de
mucho más tiempo, sé la clase de persona que eres y lo que me amas.
—Gracias por creerme.
—Hasta el infinito y más allá, jamás dudaría de ti.
Bailé hasta la saciedad con Cata y Alexandra, conocí a mucha gente que no conocía, lo
pasamos en grande.
La fiesta duró hasta las cuatro de la madrugada y eso que comenzó todo a las doce de la
mañana.
Nos fuimos hacia la casa a dormir, al día siguiente salíamos de luna de miel con destino
desconocido, pero a su lado, así me fuera al Congo, iba a ser un viaje para no olvidar, lo tenía
claro.
Capítulo 27

—Tengo resaca —me quejé cuando me levanté.


—Pues te preparo un zumo y una pastilla, el vuelo sale en seis horas.
—Llama al capitán y dile que lo retrase —solté una carcajada y le hice reír.
—A ver si te crees que soy el presidente de los Estados Unidos.
—No por favor, ese es muy feo.
Me levanté y lo seguí hasta la cocina, me dio el zumo la pastilla e hizo unos cafés.
—¿Dónde vamos?
—Ahora lo verás —sonrió y me hizo un guiño.
Pues nada con la intriga en el cuerpo desayunamos entre besos y abrazos comentando lo
bonita que había salido la boda.
Nos dirigimos al aeropuerto y casi me desmayo al facturar las maletas con destino a Madrid.
—¿España?
—Me tienes que presentar a tu madre, se quedó con las ganas de conocerme —me hizo un
guiño y me dio un beso, a mí me cayeron dos lagrimones —. Quiero ver el lugar que te vio nacer
y donde creciste.
—Liam…
—No llores, lo vamos a pasar muy bien y lo tengo todo cuadrado, por cierto, veremos a Cata y
Mario en España cuando regresen del viaje, se quedarán unos días con Alexandra.
—¿Cuánto tiempo nos vamos?
—No lo sé, el billete es en abierto.
—Estoy en shock…
Lo estaba, pero me parecía tan bonito que Liam quisiera ir a la tumba de mi madre y también
conocer el lugar en el que viví toda mi vida, que me había dejado sin habla.
Comimos algo por el aeropuerto, ya que nos levantamos a las dos de la tarde y el vuelo salía a
las ocho, así que eran las seis y necesitaba meterme un buen bocata entre pecho y espalda.
Cuando embarcamos me quedé impactada de la primera clase de ese avión, aquello era como
un dormitorio a parte hasta con una mesa y sofá.
—¿Cuánto te costó el vuelo?
—Nada que no te merezcas.
—Pero, aunque me hubieras llevado en turista y soy igual de feliz —negué riendo.
—Bueno, pues vamos a ir cómodos —me cogió la mano, se la llevó a sus labios y la besó.
El vuelo fue fácil, nos dieron la cena, nos echamos a ver una peli y caí dormida en nada, me
desperté cuando nos trajeron el desayuno y a la nada íbamos a aterrizar.
En Madrid cambiamos de vuelo para Jerez, las maletas nos la darían allí, donde al salir había
periodistas por todos lados, alguien había dado un chivatazo.
Saludamos, contestamos a lo que nos dio la gana y salimos en el cochazo que había alquilado.
Nos fuimos hacia Chiclana de la Frontera, por supuesto al mejor hotel de Novo Sancti Petri
donde nos acompañaron a una suite presidencial que era impresionante, con zona de barbacoa y
todo en la terraza donde contaba con piscina y jacuzzi privado, además, disponíamos de servicio
de mayordomo que estaba en una habitación contigua esperando a que tocáramos el timbre para
aparecer, de película, vamos.
—Tú no eres así, ¿por qué tenemos mayordomo?
—Iba con esta suite, pero si no quieres no tocaremos el timbre en ningún momento.
—No, hombre, que a mí me tiene que poner los gin-tonics —me reí —, pero me impactó
cuando se presentó diciendo que estaría a nuestras órdenes toda la estancia, que te conozco y a ti
no se te caen los anillos y ni te gustan esas cosas.
—Pues si me conoces, ya sabes que era parte del paquete y que serás tú la que lo llames
cuando quieras, —me agarró por las caderas y me pegó a él —. Como bien dices, no se me caen
los anillos y no necesito que nadie me prepare nada.
—Pero te digo una cosa: —le di una palmada en el hombro — eso es desde este punto de
vista, ahora te doy otro. Realmente ese señor está trabajando, al igual que si pedimos a cocina
unos sándwiches, nos lo tienen que hacer, qué más da que sea el mayordomo el que nos cuide si
es su trabajo y bien honrado, vamos que ese se pasa más horas sentados que todas las cosas,
porque la gente no creo que lo llame continuamente, tenemos aquí bebida, hielo, etcétera, más de
uno porque no le rompa su intimidad ni lo llamará, se lo echa y ya.
—Totalmente de acuerdo contigo —me levantó en sus caderas y me llevó a la cama.
—Una cosa, no me pondrás a follar ahora, ¿verdad?
—Nada, tú hazte la misionera —me soltó por la de veces que le dije eso y se reía.
—No, no, ni la misionera ni leches, yo quiero dormir y ojo, que aún te tengo guardada la del
avión, la de veces que te tuve que quitar la mano de debajo del vestido, vamos que me la
hubieras metido hasta el esófago —me reí.
—Eres muy bruta, solo te acariciaba —reía besándome y poniéndose entre mis piernas.
—Con los dedos por debajo de mi braga—volteé los ojos negando.
—Como ahora —metió su mano entre mis piernas.
—¡Liam! —me reí.
—Vamos, misionera, descansa y disfruta —bromeó como diciendo que, a lo misionera, sin
moverme para nada.
—Lo tuyo es para hacer una novela de las buenas, tipo sexy, rico, de éxito, que puede tener a
cualquier mujer que se la chuparía las veinticuatro horas y aquí estás conmigo, que me muevo
menos que un gato de escayola y encima me quejo ¡Dos cojones los tuyos, Liam! —grité,
ocasionándole una carcajada.
—¿Ves cómo eres muy afortunada? —arrancó hacia arriba la braga con tal habilidad que cayó
directo con su boca a mis partes.
—¡¡¡Liam!!!
—Calla, misionera —dijo sacando su cabeza y luego la volvió a meter.
Me reí mientras gemía y me agarraba a las sábanas, me estaba dejando sin fuerzas, sin
respiración y a punto de caer mareada. Haciendo sexo oral era un fuera de serie.
No sé si llegué al clímax o al cielo, pero me dejó que, si antes era la misionera, ahora la
muerta.
—¿Vamos a la ducha?
—Estoy limpita y en el vuelo hacia tanto frío que tenemos la piel perfecta.
—No me seas guarra —reía acariciando mi mano.
—Ya soy tu mujer, ya no tengo que convencerte de nada —cogí la almohada y me puse de
lado.
—No, vestida no vas a dormir, el vestido fuera.
—Como me toques te meto una patada.
—A la ducha…
—No quiero, apaga la luz.
—A la ducha he dicho —me cogió en brazos riendo y besando mi sien y comenzó a
desnudarme, una vez en el cuarto de baño.
—No hay quién te entienda, primero te comes la concha y luego la mandas a la ducha —
resoplé quejándome y causando una risa en él.
—Y bien que sabía, pero una cosa no quita la otra y vas a dormir más relajada duchada.
—Qué coñazo eres a veces, luego no quieres que te diga papá —me reí entrando al plato de la
ducha.
—Soy tu marido, me debes respeto, lealtad, cariño e higiene.
—¡Tonto! Que estoy limpita.
—Lo sé —me besó bajo la ducha agarrando mi cara con sus manos y sonriendo.
Me quedaba dormida bajo el agua, cuando salí no podía ni ponerme la toalla en la cabeza,
cosa que hizo Liam, que de igual manera me lio en el cuerpo otra y comenzó a secarme.
—Me piro a la cama.
—Espera que te seco un poco el pelo con el secador.
—Qué no, que me caigo.
—Son tres minutos —lo enchufó y como si fuera peluquero, se puso con una mano a
desenredarlo y con el secador a moverlo.
Salí corriendo para la cama y me metí en pelotas, me tapé y de ahí no me movía así me
enseñara un Phoskito, ese dulce que tanto me gustaba y comía en España, y que iba a comprar
dos cajas en cuanto los viera.
Se metió en la cama, se pegó a mí por detrás y me echó su mano por la cintura, él también
estaba desnudo. Besó mi cuello.
—Buenas noches, mi vida.
—Te has quedado sin los penaltis —me eché a reír.
—Mientras no te quedes tú, el resto me da igual.
Me giré y le planté un beso en la boca.
—No te vas a quedar sin nada…
Me escurrí entre las sábanas, le cogí su miembro y me lo metí en la boca.
—Kendall —rio, encogiéndose un poco y lo comencé a mover al ritmo de mi boca.
Tras unas lamidas me monté encima de él, me lo metí y comencé a moverme como loca, a la
mierda el sueño, estar así no tenía precio.
Me agarró las caderas y mientras me miraba con esa sensualidad que le caracterizaba, llegó a
un orgasmo que fue cuando nos dimos cuenta de que no habíamos usado preservativo.
—Bueno, por una vez no la vamos a liar, que conozco gente que lo hace durante un año para
quedarse.
—Y si te quedas embarazada no pasa nada, eres mi mujer, lo raro es que le hiciera la barriga a
otra —murmuró bromeando y le di una palmada en el brazo.
—Tú la metes en otra cueva y te corto la picha —reí.
—Sabes que no lo haría, tonta.
—Yo tampoco te la cortaría, te dejaría ir por no ser la persona que creía.
Nos fuimos a la ducha a lavarnos de nuevo, pero sin mojarnos el pelo y luego fuimos a
dormir.
Capítulo 28

Desperté con su mano acariciando mi pierna, él estaba ya fuera de la cama.


—Mi vida, voy a desayunar en la terraza, si quieres te vienes y si no, sigue durmiendo que
luego te pido otro desayuno recién hecho.
—Voy —me froté los ojos y estiré.
Me levanté y me dio un precioso beso con esa media sonrisa que me hacía ver que eso era
comenzar un nuevo día. Me tenía loquita mi marido.
—Tengo un hambre que me muero, creo que estoy preñada —me toqué la barriga mientras
bromeaba.
—No sé si estarás preñada, pero de qué sales de España con una barriga no me cabe duda —
me dio una palmada en el culo —. Después de probar el sexo sin preservativo y añadiendo las
ganas que tengo de tener un hijo contigo, creo que vamos encaminados a dar en el clavo rápido.
—Estás loco —me reí observando el buen desayuno que nos habían puesto.
Me encendí un cigarrillo y cogí mi taza de café mientras miraba al mar, esa playa gaditana tan
bonita que tenía frente a mí.
Salimos del hotel directos a San Fernando a la tumba de mi madre, me derrumbé al acercarme
con las flores y Liam, me echó el brazo por el hombro.
Cuando me fui reponiendo me reí de los nervios.
—Mamá, aquí te traigo al que siempre decía que si lo viera un día lo violaría, pues tranquila,
se dejó solo y hoy es mi marido.
—No seas bruta —me acarició la espalda y me abrazó.
—Ella sabe cómo soy, me sacó adelante sola cuando mi padre nos abandonó siendo yo solo
un bebe de un año —confesé, él me preguntó una vez por mi padre y le dije que prefería no
hablar de eso y es que me hacía mucho daño hablar de ello.
—Está muy orgullosa de ti, seguro.
—Claro, me quería mucho —miraba la tumba y me partía el alma saber que dentro estaban
sus restos y no los podía abrazar.
Hubo un momento de silencio, unos minutos que me quedé interiormente hablando con ella,
luego le di un beso a la lápida y aproveché para enseñarle la de Camarón de la Isla, ya que le
había contado por encima la historia.
De allí le enseñé toda la ciudad paseando con el coche, mi barrio, por donde salía de marcha,
donde tomaba café y terminamos comiendo en un lugar de lo más emblemático junto al mar “El
Bartolo”, donde nos pedimos un surtido de pescado frito y donde me encontré a muchos
conocidos que me abrazaron al verme y les presenté a Liam, todos con cara de impacto, normal.
Pasamos el día por San Fernando y terminamos paseando por el centro comercial Bahía Sur,
aproveché para comprarme algo de ropa y la verdad que poco más, allí teníamos a todo Dios
siguiéndonos con el móvil y tuvimos que irnos rápido.
Durante esos días le fui enseñando todos los rincones de la provincia de Cádiz y estuvimos así
una semana hasta que nos fuimos a la sierra, a casa de Cata y Mario un par de días que ya habían
llegado de Miami.
La sorpresa fue que Mario era militar y habían decidido irse a San Fernando porque tenía que
quedarse siempre allí durante la semana al menos tres días para no dar tantas vueltas, así que se
iban a vivir a mi ciudad pues a ella en el supermercado que trabajaba le habían aceptado el
cambio de lugar y le dieron ahí el nuevo puesto, así que se iban a mi tierra.
Pasamos dos preciosos días con ellos y la verdad que el vínculo se hizo todavía más grande y
prometieron al año siguiente ir a Miami de vacaciones a nuestra casa, ya habían estado unos días
en la de Alexandra y ahora nos tocaba a nosotros.
Dejamos el coche en el aeropuerto de Sevilla y de allí cogimos un vuelo hasta París donde
estaríamos tres días, no le veía yo mucha intención de regresar rápido a América, iba de sorpresa
en sorpresa y a mí me encantaba.
Un hotel a los pies del Sena donde se veía la Torre Eiffel, aquello era de lo más romántico y
solo fue asomarme al balcón y parecer que estaba en una de las escenas de mis novelas.
—A mi ex no le gustaba viajar y yo me veía viajando toda mi vida de forma literaria —me reí
con la copa de champán que me acercó al balcón.
—Te equivocaste al pensar en el futuro, no creías en ti en aquel entonces —me abrazó por
detrás.
—Desde luego que a los que se le suben la fama a la cabeza es porque son tontos, tú eres uno
de los grandes y me has dado una lección increíble, no hay mejor persona que tú en el mundo.
—Vengo de una familia humilde, mis padres todo lo construyeron con esfuerzo, mucho
trabajo y me enseñaron a eso, a que pasara lo que pasara, siempre tuviera los pies en el suelo y
que nunca se me ocurriera mirar a nadie por encima del hombro.
—Son dos grandes personas.
—Sí, la verdad es que me siento afortunado.
Nos duchamos y salimos a cenar, eran las nueve de la noche y nos sentamos en una terraza
donde pidió varias cosas que no entendí, Liam hablaba perfectamente el francés, al igual que el
español y ya no digamos su lengua natal, el inglés.
—Hasta que no ruede tu novela no voy a trabajar, quiero tener una luna de miel en Miami que
sea larga, no quiero separarme de ti ni un momento y quiero disfrutar de todo lo que me he
ganado a base de esfuerzos.
—Pues yo encantada, pero yo sí seguiré escribiendo por las mañanas los días entresemana —
me reí.
—Claro, eres feliz haciéndolo, cuando tú creas te tomas un descanso.
—Si es que eres más bueno que todas las cosas —le apreté la mano por encima de la mesa y
brindamos con las copas de vino blanco.
Pasamos tres días recorriendo París, de compras, visitando cosas y comiendo como locos,
bueno, eso lo llevábamos haciendo desde que salimos de Miami.
De París nos fuimos a Islandia, estaba loca por conocer esa isla y no me podía imaginar que
había apuntado allí.
Lo que menos me pude imaginar al llegar es que fuéramos a pasar la estancia en una cabaña
que toda la parte delantera y el techo eran de cristal, frente a un lago, aquello era lo más bonito y
romántico que había vivido en mi vida.
Liam fue en el coche que habíamos alquilado a hacer una compra y regresó trayendo de todo,
yo me quedé dándome un baño.
Preparó la cena, unos montaditos con pan recién hecho y unos filetes que compró y que había
preparado con ajo, estaba buenísimo, nos lo comimos en la terraza cubierta mientras tomábamos
un vino.
Fueron unos días de lo más felices, durante la mañana salimos a recorrer todos los rincones y
volvíamos por la tarde, siempre cenábamos aquí.
Me quedé en mis retinas con un montón de momentos de este último lugar, además de los
cientos de fotos que tenía de todo el viaje.
El vuelo de vuelta fue con ilusión, sabía que ahora comenzaba una nueva etapa de mi vida
como mujer de Liam y eso me llenaba de felicidad.
Capítulo 29

Un mes había pasado desde que volvimos de la luna de miel y un mes que habíamos estado de
lo más a gusto hasta que de nuevo caí mala, pero esta vez vómitos y mucha flojera.
—Está embarazada —dijo el doctor entrando a la consulta donde lo esperábamos tras unas
pruebas.
—¿En serio? —preguntó Liam.
—Sí, señor James, vais a ser papás —sonrió.
Yo era incapaz de decir nada, me esperaba cualquier cosa menos eso, pero mi marido me
agarró la cara y me dio un beso.
—Vamos a tener un hijo, mi vida.
—Me quiero morir —me puse la mano en la cara.
—Le pilló por sorpresa, pero lo digerirá bien —dijo Liam al doctor.
—Claro, estoy seguro.
Salimos de allí y él me llevaba del hombro, yo andaba como una zombi sin salir del shock.
Estaba preñada…
—Mi vida, sé que te pilló por sorpresa al igual que a mí —dijo al montarnos en el coche —,
pero no te preocupes, estaremos juntos para sacarlo adelante y verás lo bien que lo llevaremos.
—Liam, cállate o sales por la ventanilla —murmuré resoplando y lo escuché sonreír.
Le pedí que no dijera nada hasta que yo asumiera la noticia, pero fue llegar a casa y ya estaba
en todos los medios, alguien de la clínica lo había filtrado, así que Liam, fue atendiendo todo, a
sus padres, Cata, Alexandra, sus compis, yo no me quería mover del rincón del sofá, no quería ni
hablar.
Me pasé llorando cuatro días, pero cuatro, no se me podía decir nada y solo iba de la cama al
sofá, era como que aquello me bloqueó por completo y me dejó fuera de juego.
Ese día estaba desayunando con la mirada perdida en el mar y Liam no pudo más.
—Mi vida, ahora tenemos que hablar.
—¿De qué? —pregunté con desganas.
—Me preocupa verte así, estás en shock, el doctor dice que es normal y que necesitas tus días,
pero me da miedo a que esto que nos está pasando no seas capaz de afrontarlo.
—No me queda otra…
—¿No lo deseas? —me preguntó con lágrimas en los ojos y ahí fue cuando rompí a llorar por
verlo así de triste.
—Sí, pero no estaba preparada, una cosa es casarme con el hombre que amo y otra ser madre,
tengo mucho miedo —me eché a sus brazos y él, vino a ponerse en cuclillas entre mis piernas.
—Sé que eres joven y que no tienes mi edad, pero lo vamos a cuidar con todas nuestras
fuerzas y estoy seguro de que será nuestra felicidad plena.
—¿Y si me pasa algo en el parto?
—Nooo, no digas eso, estarás con el mejor equipo, tenemos un buen seguro médico y
elegiremos los mejores, yo no te soltaré de la mano en ningún momento, estaré para apoyarte y
cuidarte, confía en mí.
—Yo confío en ti, pero no en el destino. Y luego las malas noches ¿Y si me saca de quicio?
—No seas boba, estaré ahí para que te vuelvas a dormir y yo me encargaré.
—No voy a saber cuidarlo —rompí a llorar más.
—No digas eso, mi vida, nadie nace sabiendo, pero cuando lo tengamos ahí delante y veamos
que su vida depende de nosotros, verás lo bien que lo haremos.
—Mi papá quería mucho a mi madre, ella siempre lo decía y fue el que luchó porque el
embarazo saliese adelante y luego nos abandonó —no dejaba de llorar.
—Yo no haría eso por nada del mundo, ahora entiendo lo que temes.
—Me pondré gorda y fea.
—Por favor, no digas eso, por Dios, no seas bruta, pero de igual manera te amaré a ti y a
nuestro bebé.
—Yo quería disfrutar más del matrimonio.
—Lo podemos hacer igual, una cosa no quita a la otra, Kendall, por favor, no te puedo ver así.
—¿Y si no lo asumo?
—¿Cómo qué no? Tú tienes un gran corazón y ahí dentro está creciendo lo más valioso que
tendremos en nuestras vidas, claro que lo asumirás, ahora estás un poco aturdida.
Liam se desvivió en todo momento por ayudarme a entender que era muy bonito lo que nos
estaba pasando, le costó un mes, pero a partir de ahí todo fue maravilloso.
A los tres meses compramos la habitación de nuestra hija, nos acababan de dar la noticia de
que era niña y él se volvió loco, le hacía mucha ilusión que así fuera.
Decidimos que le íbamos a llamar Beth, estaba entre nuestros nombres favoritos.
Amueblamos todos, sus padres nos regalaron cantidad de cosas, Alexandra y Luis también, al
igual que Cata y Mario, que nos enviaron un paquete con un montón de regalos para la niña.
Ya estaba feliz, veía la forma de mi barriguita y era como si lo mejor del mundo estuviera ahí
dentro, además era lo mejor del mundo, mi princesa, esa que tenía muchas ganas de tener entre
mis brazos.
La prensa no dejaba de hablar de ello y mis lectoras me hicieron unos videos preciosos con
nuestra historia de amor, la verdad es que nos sentíamos queridos y respetados, es más,
sentíamos que todos los que comentaban las redes nos querían mucho y trataban con mucho
cariño todo.
Todo iba viento en popa y Liam, no se separaba ni un momento de mi lado, me cuidaba como
nadie sabría hacerlo, bueno sí, mi madre, esa que estaría sonriendo desde donde estuviera y feliz
por ver al hombre que tenía a mi lado y que tanto me amaba.
Capítulo 30

Cinco meses de embarazo…


Estaba desayunando en mi casa con Alexandra, su marido estaba de viaje y Liam, había ido a
comprar marisco para hacer una parrillada cuando de repente no me lo podía creer, estábamos
escuchando la radio cuando se cortó para dar una noticia de última hora.
—El actor Liam James, está involucrado en el accidente que hay en South Beach donde hay
varios coches colisionados. Al actor ya se lo han llevado inconsciente hacia el Hospital Baptist,
el más grande de South.
—Kendall… —escuché decir a Alexandra mientras me entraba un ataque de ansiedad que no
podía ni respirar.
—Vámonos —dije levantándome sin fuerzas.
Salimos directas al hospital donde llegué como una zombi mientras me arrollaban decenas de
periodistas agolpados en la puerta.
Lo que me encontré allí fue terrible, estaba grave, no podían decirme otra cosa ahora mismo,
había sufrido un fuerte traumatismo en la cabeza y estaba en coma…
No, no me podía estar pasando, no podía ser, tenía que despertar, iba a ser papá y no me podía
abandonar en estos momentos. Lloré, grité y hasta me tuvieron que sedar a pesar de mi situación,
pero me puse como loca, quería morirme, no podía soportar aquella bofetada de realidad que la
vida me estaba dando.
Diez días pasé en el hospital en un sillón esperando noticias, solo podía entrar una vez al día,
ese rato que aprovechaba para hablarle de su bebé y de que tenía que ponerse bueno ya, Beth lo
esperaba desde mi barriguita.
Al día once me dijeron que había despertado, pero que no podía entrar hasta que le fueran
hablando poco a poco, porque estaba bastante confuso, me dijeron poco más, pero el hecho de
que hubiese abierto los ojos para mí ya era un mundo.
Dos días después el médico me hizo pasar a su despacho con Alexandra, tenía que hablar
conmigo.
—Tengo buenas y malas noticias —murmuró con tristeza, mirándome.
—¿Va a salir de esta? —pregunté con lágrimas en los ojos.
—Sí, pero nos encontramos ante algo que suele pasar muy poco, pero hemos vivido esta
especie de enfermedad tras un impacto.
—Hábleme claro, por favor —dije cogiendo la mano de Alexandra con fuerza.
—Liam recuerda todo, su vida de actor, sus padres, su casa, pero perdió una parte de la
memoria que afecta a su familia, a la que formáis tú y él, le hemos enseñado fotos y se volvió
loco diciendo que era un montaje, por eso no te dejamos entrar. Liam no te recuerda y no te
quiere ni oír nombrar.
—No, no me puede decir eso, eso no es posible, tengo que hablar con él, cuando me vea…
—No pasará nada, te negará.
—¿Cuánto le durará eso?
—A veces, jamás vuelven a recordar y otras algunas lagunas después de meses o años, no lo
vas a tener fácil.
Fue lo último que escuché porque caí en redondo y estuve así unos minutos hasta que volví en
mí y estaba en una camilla y junto a mí el médico, una enfermera y Alexandra llorando.
Lie tal escándalo para que me dejaran entrar a verlo, que tuvieron que aceptar, me temblaba la
mano al abrir aquella puerta y encontrármelo recostado en aquella cama mirando el móvil tan
impasible.
—¿Tú eres la que se quiere aprovechar de mí diciendo que estás casada conmigo?
—Liam… —dije con lágrimas en los ojos.
—Te crees que por venir con eso —señaló a mi barriga —te vas a aprovechar de mí. Dime
cuánto quieres y sal de mi casa, no te quiero allí cuando regrese.
—Liam, por favor.
—Mi asesor te llamará y te pagará lo que pidas —me señaló la puerta.
—Liam.
—¡Qué te vayas de aquí! —gritó como jamás lo había escuchado. Ahí me di cuenta de que el
Liam que yo conocía ya no existía.
Salí de allí y me tiré a los brazos de Alexandra, lloré durante una hora sin poder ni hablar, lo
peor de todo es que cuando íbamos en su coche me llamó el asesor y me dijo que cuanto quería
por firmar el divorcio.
—Él no se cree que estemos casado ¿Qué divorcio quiere firmar entonces?
—Se piensa que tenéis un contrato de mentira, dice que firméis otro igual de divorcio, yo no
te puedo decir más nada cumplo órdenes. Necesito que me digas cuánto quieres para firmarlo,
quiere tenerlo mañana en sus manos.
—No quiero nada, renuncio a todo —dije y Alexandra me miró con terror por lo que estaba
haciendo.
—Te lo envío en un rato y mañana puedes pasar por mi despacho a las diez para firmarlo.
—Vale.
—¿Qué has hecho? —preguntó Alexandra.
—Quiere el divorcio ya —la miré entre lágrimas.
—Pero creasteis una empresa en común, tienes el dinero ahí, la mitad de la casa también
¿Cómo vas a renunciar a todo?
—No voy a entrar en un litigio con alguien que no recuerda nada y menos con el hombre que
más amé del mundo.
—Tienes que sacar adelante a tu hija.
—Lo haré, tengo diez mil euros en una cuenta, aquí tras el divorcio no tengo seguro médico y
parir me puede costar cien mil euros, me tengo que ir a España y allí comenzar una nueva vida
—dije entre lágrimas.
—No te puedes ir, Luis y yo correremos con los gastos.
—No —apreté los ojos y rompí a llorar mucho más —. Allí en España es gratis la Seguridad
Social y hay muy buenos médicos, me iré, alquilaré algo y comenzaré de cero, me dejaré la vida
escribiendo y sacando adelante a Beth.
—Es todo muy precipitado.
—Ya oíste al doctor, puede que recuerde algo en meses o años y no tiene que ser todo, puede
incluso que no lo haga.
—La gente, los medios, las redes, todo eso le hará recordar.
—Ya lo han intentado y no se cree nada, nació un nuevo Liam y ese no es el que me hubiera
hablado así, él no es Liam, no es el hombre del que me enamoré.
—Y si un día recuerda y quiere recuperar a su hija.
—No tiene nada que recuperar, él no la perdió, la tendrá cuando quiera, no seré yo quien le
prohíba a mi hija el derecho a conocer y estar con su padre también, pero mientras tanto, tengo
que pensar en frío. Beth tiene que nacer y yo casi tengo una mano delante y otra detrás, en sus
manos está hasta lo que vendí de la casa de mi madre.
—Tienes que pedir dinero, él tiene millones de dólares, no le hace falta lo tuyo.
—No quiero pelear contra él, no quiero nada, mi dinero es parte del pasado ese que se quedó
en la carretera.
Capítulo 31

Esa noche no había pegado ojo, además empaqueté todas mis cosas y la ropita de Beth,
Alexandra se quedó conmigo.
Me habían desgarrado el alma, no era capaz de pensar bien, solo quería salir de esa locura, ese
hombre me gritó muy feo, ahí me di cuenta de que no era Liam. Había perdido a mi marido.
Fui al despacho del asesor donde también estaban sus abogados, esos que sabían el dineral que
había mío en este matrimonio, al menos para mí era un dineral, pero no dijeron ni pio, de todas
formas, firmé y les deseé mucha suerte.
Mucha suerte por no tener los cojones de sabiendo la verdad decir ni lo más mínimo y
mirando para que no me llevara nada, pues hala, tranquilos, mi dignidad estaba por encima de mi
dinero, todo para él, no quería nada.
Alexandra me acompañó a ver a los padres de Liam, esos que me recibieron con un abrazo,
pero que me decepcionaron con sus palabras.
—No puedo hacer nada más que cuidar a mi hijo —dijo su madre con tristeza, pero obviando
que su nieta venía de camino.
—Lo entiendo —sonreí entre lágrimas y me levanté —. Espero que a Liam le vaya muy bien,
se lo merece, se lo deseo de corazón.
Se quedaron en silencio y salimos de allí, lloré como nunca, fui a casa de Liam, que ya era
suya, ya que yo había renunciado a todo y recogí mis cosas para irme a casa de Alexandra hasta
que saliera el vuelo, ese que pillé para tres días después.
Fueron tres días terribles, las noticias estaban al tanto de todo, lo sabían todo, que Liam no
reconocía a su mujer e hija, lo que no sabían es que yo había renunciado todo y se hablaba de
que íbamos a tener una buena posición económica, me daba rabia escuchar todo eso.
El día que yo regresaba a España estaba desayunando con Alexandra y salió Liam del
hospital, se me cayó el mundo al escucharlo.
—Liam, dicen que no recuerdas a tu mujer y a tu hija.
—Cualquiera puede vender humo como esa escritora, tiene una cabeza de novela, así que no
decid más tonterías, no tengo familia más que a mis padres —dijo con frialdad, montándose en el
coche que lo esperaba.
Me derrumbé a llorar y vi claramente que había sido un acierto tomar distancia e irme, así que
cuando me dejaron en el aeropuerto me abracé a mis amigos sabiendo que no regresaría más a
este país.
El vuelo lo pasé fatal, no pegaba ojo, las azafatas me hicieron poner en primera clase cuando
me reconocieron y encima estuvieron atentas en todo momento, estaban al día de todo por las
noticias como el resto del mundo, eso sí, con la que hablé mucho tiempo le conté la verdad y se
llevó las manos a la boca al saber que había renunciado a todo.
—Por eso nos extrañó que en tu estado hicieras el viaje en turista.
—Estoy como para gastar mucho —sonreí con tristeza.
—Verás cómo todo irá bien, es muy fuerte por lo que has pasado.
—Me han arrancado la vida, pero como antes de venir, creo que el destino no quiere verme
feliz.
—Eres muy joven, te queda mucho por vivir y seguro que lo bueno estar por venir y más con
esa niña que viene en camino.
—Tenía terror al embarazo, él lo sabía, pero con él me sentía más protegida y ahora, ahora
como mi madre pasaré sola por todo.
—Esto te hará más fuerte de lo que eres, es un proceso, un aprendizaje de vida.
—Lo amaba con toda mi alma.
—¿Ya no lo amas?
—Amo al hombre que conocí, no ese que despertó y que me trató como si fuera una mierda.
—Te entiendo —acarició mi barbilla.
Aterricé en Madrid e hice escala para Jerez, donde me esperaban Cata y Mario, me fui con
ellos a su casa y al día siguiente iba a visitar varios pisos para alquilar uno.
Estuve hablando con ellos hasta las tantas, en sus caras pude ver el dolor de verme así, estaban
incrédulos a todo lo pasado.
Me ofrecieron quedarme con ellos todo el tiempo que necesitara, pero yo tenía que arrancar
mi vida y preparar el nacimiento de Beth.
A la mañana siguiente nos fuimos a ver pisos y una unifamiliar que era preciosa, tenía un
patio y la alquilaban por seiscientos euros, me decanté por ella, además estaba amueblada, solo
tenía que comprar una cuna y poco más.
Di la señal y los propietarios locos de que fuera yo quién me la quedara, me habían
reconocido y tal, lo típico, yo estaba en otra honda.
Firmamos esa misma tarde el contrato por un año renovable y me fui directamente esa misma
noche, eso sí, Mario tenía guardia y Cata se quedó conmigo, por la mañana después de desayunar
Cata se fue al supermercado donde trabajaba, quedamos en ir viéndonos, sabía que los iba a tener
ahí para siempre.
Me dediqué a hacer tramites los siguientes días, además me cuadró que cobré y ese mes era
fuerte, así que aumenté un poco la cuenta y yo miraba por dos euros, quería reunir para poder dar
la entrada de una casa y comprarla con hipoteca, tenía que comenzar a labrarme un futuro, iba a
tener una hija y quería esforzarme para que no le faltara de nada de lo básico, los lujos me daban
igual, yo era feliz con poco.
Una noche en un programa del corazón salieron unas imágenes de Liam de fiesta por Miami
bailando con unas chicas en plan desfasado, me daba pena verlo así, ese no era el hombre que
conocí lleno de valores, de respeto por el mismo y los demás y prudente, no, no lo era, ese Liam
se quedó aquel día en el asfalto.
Me acosté llorando como cada noche, pero esa imagen no se me quitaba de la cabeza, si el
recordara y viera lo que había hecho, se moriría de la pena, pero como me dijeron los doctores,
eso no había muchas posibilidades de que pasara.
Me ofrecieron millonadas por ir a un plató de televisión a hablar, pero por nada del mundo lo
iba a aceptar, prefería comer patatas con huevos a hacer algo que ni iba conmigo, ni me iba a
hacer feliz y menos por respeto a mi hija, esa que cuando creciera, no quería que viese nada feo
de su madre.
Fueron muy duros los últimos meses de embarazo, muy duro, noticias cada dos por tres de
Liam, viviendo una vida que daba pena y la tristeza de haber vivido la historia de amor más
bonita de mi vida y que terminara de aquella manera.
Llamaron al timbre de mi puerta y pensé que era Cata que venía a verme cada día e íbamos a
andar para ayudar con el parto que era inminente para uno de esos días.
La sorpresa fue mayúsculas cuando al abrir me vi a Alexandra con su maleta.
—Si te pensabas que te iba a dejar sola dando a luz, es que no me conoces.
—Alexandra… —me eché a sus brazos a llorar.
—Ya estoy aquí, cariño, no estarás sola.
Pasó y nos sentamos a desayunar, eran las diez de la mañana.
—A Liam se le fue por completo la cabeza, hemos hablado muchas veces con él y no se le
reconoce, no os podemos ni nombrar porque se pone como loco —decía entre lágrimas.
—Lo sé, aquí vi sus salidas y cosas que está haciendo, están todo el día hablando de él y de
mí, pero yo no entré en nada ni entraré, lo respetaré hasta el día que me muera, pues el Liam que
yo conocí, me cuidó por encima de todo y también es el padre de mi hija, lo reconozca o no.
—Ya, te entiendo. Y lo de sus padres fue asquerosos, Luis se los encontró en un restaurante y
les dijo dos cosas bien dicha.
—¿En serio?
—Sí, pero poco le dijo para lo que le debería de haber dicho. Ante todo, son los abuelos de
Beth y que mínimo que ellos sí te hubieran apoyado de alguna manera.
—Ya… —dije con tristeza —Me han decepcionado.
—Muy buena gente cuando su hijo te quería, pero lo hacían por no estar mal con él, porque
otra cosa no entiendo, ahora cómo qué es mejor que te quitaras de en medio, no sé, se portaron
muy mal.
—Bueno, allá ellos, pero es una lástima que se la pierdan —me toqué la barriguita.
Nos fuimos a pasar el día por la ciudad, le enseñé un poco aquello y regresamos por la noche,
justo cuando comencé a sentirme mal y rompí aguas.
Cata y Mario se colaron con el coche en tres minutos, y eso que ya estaban acostados, nos
llevaron al hospital rápidamente.
Yo me había comprado un cochecito de segunda mano por dos mil euros, pero en mi estado
no estaba para conducir.
Alexandra entró conmigo a paritorio y agarró mi mano. Recordé las palabras de Liam, cuando
me dijo que él me la agarraría y estaría conmigo en todo momento, las lágrimas comenzaron a
caer por mis mejillas.
No dio tiempo a la epidural y parí de dos empujones, saqué todas las fuerzas y apreté, quería
que sufriera lo menos posible y es que me daba terror que algo saliera mal.
Cuando me pusieron a mi bebita en mi pecho lloré con todas mis fuerzas, tenía esa nariz
perfecta del padre, me recordó mucho a él, era preciosa.
Alexandra no se movió de mi lado hasta que nos dieron el alta al día siguiente y fuimos al
registro civil para inscribir a la niña, con todo el dolor de mi corazón iba a llevar mis dos
apellidos, sin el padre nada se podía hacer y él, no iba a estar ni ahora ni quizás nunca.
Se quedó conmigo una semana hasta que regresó a Miami prometiendo volver en unos meses,
ahí fue cuando al marcharse, miré a mi hija en la cuna y comencé a llorar con desgarro, estaba
sola con ella, sola, ante todo, había vuelto a perder y esta vez era algo que me mataba por
completo…
Continúa en la segunda parte de la trilogía.
Mis redes sociales

Facebook: Aitor Ferrer


IG: @aitorferrerescritor
Amazon: relinks.me/AitorFerrer

También podría gustarte