Desafios de La Educacion Costarricense en El Siglo Xxi

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Desafíos de la educación costarricense en el

siglo XXI. Reflexiones desde experiencias en


espacios rurales.
Challenges of Costa Rican education in the 21st Century: Reflections from
experiences in rural areas

Marta Vargas Venegas1 
1
Escuela de Planificación y Promoción Social, Universidad Nacional, Costa
Rica. [email protected]

INTRODUCCIÓN

En este ensayo, se busca compartir reflexiones que giran en torno a los


desafíos que enfrenta la educación costarricense en el siglo XXI, recuperando
aportes del VIII Estado de la Educación como informe referente en Costa Rica
(CR) sobre el tema (Programa Estado de la Nación, PEN, 2021) y una perspectiva internacional a
partir del documento Miradas sobre la Educación en Iberoamérica (Organización de
Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, OEI, 2020
). También, se consideró a Avilés
(2012
), quien analizó retos de la educación en el país, de manera diagnóstica y
propositiva, que continúan vigentes diez años después. Como complemento a
estos documentos, se tomó en cuenta la postura de diferentes personas
autoras reconocidas por sus aportes en la educación basada en un nuevo
paradigma (Assmann, 2002; Najmanovich, 2016; Maturana, 1999; Gutiérrez & Prado, 2014), quienes piensan
en ella como un proceso integral.

Desde ese nuevo paradigma, la educación no se limita a un espacio físico ni


formal, sino que es permanente y debe gestarse-desarrollarse desde y para la
vida. Esto implica considerarla en la cotidianidad y lo común, al reconocer a las
personas como seres relacionales que, de esta manera, impregnan de sentido
el proceso educativo.

Se considera importante compartir desde dónde se sitúa y escribe este ensayo.


Lo hago como mujer, originaria de un cantón rural en Costa Rica; formada en el
sistema de educación público; actualmente, docente de una institución de
educación superior pública y estudiante de doctorado de educación con énfasis
en mediación pedagógica. Además de ejercer la docencia, participo
principalmente en proyectos de extensión en zonas rurales del país. Con esto,
quiero decir que involucraré mi propia historia, contexto, singularidad y
experiencia en la educación, como un proceso continuo y necesario para
aproximarme a la resignificación de posturas sobre aspectos que tienen que
ver con cómo la pensamos, actuamos y convivimos.

Hacia el final de este recorrido descriptivo y reflexivo, se proponen ideas que,


se considera, deben ser el punto de partida en todos los esfuerzos y acciones
que tengan como horizonte potenciar la educación: la cobertura, la equidad en
el acceso, la permanencia y la calidad, así como el compromiso hacia una
educación como proceso de aprendizaje significativo, inspirador, motivador,
contextualizado, pertinente y emancipador.

Una mirada al funcionamiento actual de la educación en la región


iberoamericana y en Costa Rica

Para aproximarse a la educación como fenómeno social, es importante partir


de que esta es considerada un derecho humano fundamental desde la
Declaración proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas del
10 de diciembre de 1948. Por tanto, se requiere de un trabajo colectivo y
articulado que garantice el disfrute pleno de este derecho a todas las personas.

En la Constitución Política de Costa Rica (1949a; 1949b), se hace referencia, en sus artículos 77
(inciso a) y 78 (incisos: b, c y d), a que la educación debe ser un proceso
integral correlacionado en sus diversos ciclos, desde la preescolar hasta la
universitaria. También, se dice que la educación preescolar, general básica y
diversificada es obligatoria y, en el sistema público, gratuita y costeada por la
Nación (p. 17).

Con lo anterior, puede afirmarse que, para el Estado costarricense la educación


ha sido uno de los pilares sociales que lo han caracterizado. La inversión
realizada, los esfuerzos por cobertura y acceso, respaldarían tal afirmación y
han formado parte fundamental de la democracia. Es de destacar la
importancia en la práctica educativa, la obligatoriedad y gratuidad de la
educación, asunto que se retoma más adelante.

La educación ha sido, y sigue siendo, la vía que permite a los países mejorar
sus indicadores socioeconómicos, así como contar con sociedades
comprometidas social y ecológicamente. Para las personas, se trata de una
opción para transformar y mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias,
especialmente las que provienen de poblaciones que, de acuerdo con Fanon
(2010, citado en Grosfoguel, 2011), se ubican en la “zona del no ser1”.
Según Avilés (2012) la educación permite a las personas

Comprender la realidad compleja y muchas veces dolorosa en la que vive… se


le ha de ayudar a adquirir las competencias necesarias para desenvolverse en
esta realidad. El objetivo de la formación no puede ser otro que brindarle a
cada persona, la oportunidad de comprometerse con su propio desarrollo vital y
con el de sus semejantes (p. 115).

En Costa Rica, desde el año 1869 se crea el Ministerio de Instrucción Pública,


actual Ministerio de Educación Pública (MEP), el cual funge como ente rector
de la materia educativa en preescolar, I, II y III Ciclo, tanto pública como
privada. Desde aquel entonces, la estructura y funcionamiento del sistema
educativo dirigido por el MEP, a pesar de algunas modificaciones de forma y
ampliación de servicios (telesecundaria y currícula, por ejemplo), de fondo ‒y
en la práctica‒ ha permanecido casi inmutable.

La inmutabilidad del sistema educativo ha ocurrido a pesar de que se reconoce


que el cambio es una de las constantes innegables de la vida y, por tanto, de
todos los procesos, espacios y actividades que realizan las personas los roles
que cumplen dentro de la sociedad (familia, trabajo, recreación, comunicación,
entre otros). Aceptar el cambio como parte de la vida implica que el sistema
educativo debe también renovarse y, así, ser pertinente a las dinámicas
sociales.

Está claro que el sistema educativo en Costa Rica es centralizado; sin


embargo, a nivel de las regiones, algunos procesos y funciones no; y ello
responde a una estructura organizacional territorial. Las regiones deben
responder y atender las directrices que se emiten desde el Ministerio de
Educación a nivel nacional, de manera estandarizada.

Es de esperar que, para muchas personas, el carácter centralizado del sistema


educativo resulte conveniente, pues promete que, independientemente de la
ubicación del centro educativo, los contenidos, metodología y evaluación
estarán normados. Con ello, se pretende garantizar un mismo nivel de
conocimiento, no como el único resultado esperado, pero sí el más importante
y valorado. Un ejemplo son las conocidas en Costa Rica como Pruebas de
Bachillerato, que se aplican en todo el territorio nacional, de manera indistinta a
la zona y contexto de las personas que la realizan.

Esta forma de concebir y organizar la educación requiere ser repensada y


transformada, pues se aleja de la realidad local y es uno de los desafíos de
fondo que se enfrenta. Cabe iniciar la reflexión planteando la pregunta: ¿se
conoce un fenómeno que no sea afectado por su entorno y que lo modifique,
como parte de una relación recíproca y configurativa? Nada es independiente a
su entorno o contexto; por el contrario, este último marca diferencia, aporta
significados, necesidades e intereses particulares que no deben quedar fuera
del proceso de aprendizaje. La particularidad de las realidades
transversalizadas de los espacios y poblaciones rurales debe ser siempre
consideradas como punto de partida en el diseño y mediación de los procesos
de enseñanza y aprendizaje.

Debe existir correspondencia entre la visión global de la educación y la


nacional, así como la regional y local, para dirigir los esfuerzos hacia un destino
caracterizado por ser inclusivo, acompañado y orientado a la construcción de
oportunidades para el bienestar singular y colectivo. Lo que debe discutirse es
la poca flexibilidad y libertad que tienen las regiones y, específicamente, las
personas que trabajan como docentes de preescolar, primaria y secundaria,
para decidir y crear los caminos que los lleve al destino país (o a uno muy
próximo), sin dejar de lado sus condiciones, intereses y particularidades, donde
prive, además, el aprendizaje con sentido y el disfrute del trayecto.

La centralización y rigidez del sistema educativo promueven la disociación


entre el proceso de aprendizaje y el contexto en el que se desarrolla,
privilegiando los resultados e invisibilizando el proceso de construcción y sus
condiciones. Esto demuestra que el paradigma mecanicista 2 está presente en
el sistema educativo costarricense y en todos sus niveles: preescolar, primaria,
secundaria y universitario.

Para Najmanovich (2016)

El sistema educativo de la modernidad se construyó desde una perspectiva


jerárquica-piramidal basada en la obediencia, la planificación, y la transmisión
“vertical” de saberes. Una de las consecuencias de este adiestramiento, es la
invisibilización, tanto entre alumnos como entre los docentes, de los pares
como fuentes de saber y compañeros de exploración (p. 49).

Si se piensa la educación como proceso vivo, dinámico y en constante cambio,


se puede afirmar que la rigidez de la estructura educativa es uno de los retos
más importantes por resolver en el país. Aunado a esta estructura rígida,
vertical y rezagada, así como al paradigma mecanicista predominante, no se
puede omitir el momento particular de la historia que corresponde vivenciar
como sociedad. En palabras de Asmann (2002), “nos sumergimos en la sociedad de
la información (SI), la cual ha venido para quedarse e intensificarse. No espera
a nadie” (p. 17).

Es fácil reconocer los cambios vertiginosos en las formas de convivencia, de


comunicación y realización de las actividades cotidianas de las personas, así
como en las formas de hacer los trabajos conocidos. También, es una realidad
que surgen gran cantidad de nuevos trabajos como respuesta a los
requerimientos del mercado globalizado. Ante esto, la OEI (2021) menciona:

Una vez más, desde una mirada educativa, nuestro reto es cómo podemos
garantizar que, llegado el momento, las personas (todas ellas) puedan vivir una
vida de aprendizaje, porque solo la capacidad para el aprendizaje nos capacita
para afrontar la complejidad e incertidumbre del mundo por venir (p. 36).

El aprendizaje no finaliza, las sociedades cambian y, con ellas, las formas en


que las personas viven y se relacionan; esos cambios exigen brindar, desde la
educación, las condiciones y competencias requeridas para garantizar una
sociedad de aprendizaje que impulse la inclusión social, el bienestar y
crecimiento tanto de los países en general como de las poblaciones en
particular. Sin el apoyo requerido, estas últimas tendrán la tarea aún más difícil,
pues como menciona Assmann (2002), no van a ser esperadas y, por tanto, quedarán
fuera, serán excluidas.

Esto lleva a preguntar: ¿cuál es el modelo de educación que se quiere como


sociedad?, ¿uno para aquellos pocos y pocas que logren, por sus propios
medios, “incluirse”?, situación al estilo “sálvese quien pueda”, ¿o uno en el que,
de manera solidaria y comprometida, sea en sí incluyente y propicie a las
personas la oportunidad de soñar, desde la educación, con una vida plena y
dignificante, con oportunidades reales para concretar esos sueños?, lo que
sería “salvémonos todos y todas, conjuntamente, que nadie quede atrás, que
nadie quede fuera”.

No es poesía, aunque pareciera, es solamente la propuesta de una postura de


coherencia que, como sociedad y sector educativo, debe asumirse,
considerando que es la educación un derecho humano y, además, una
respuesta al pleno convencimiento personal de que las personas con
educación en la sociedad de la información, se hacen visibles socialmente.

Esa visibilidad responsabiliza a las personas a trabajar para proveer a las


poblaciones en riesgo social de las condiciones necesarias para su inclusión de
manera equitativa. Y es que la educación es la vía más directa para lograrlo;
claro que retomando la educación integral, que implica basarse en la
promoción de valores éticos y ambientales, desde una perspectiva más
holística de nuestra existencia.

Según la OEI (2021):

En la base de la pregunta sobre qué debemos enseñar hoy (y qué debemos


aprender), se encuentra el doble reto de una educación para la conservación
(de los valores y la herencia del mundo) y para la transformación. Uno de los
mayores desafíos que los sistemas educativos deben abordar hoy, por tanto,
es dotar a los alumnos de las competencias y las habilidades que les permitan
responder de manera flexible y proactiva a los cambios (p. 39).

La educación, entonces, es afectada y configurada en relación interactiva con


los cambios políticos, sociales, económicos, culturales y tecnológicos que
requieren ser considerados dentro de la docencia y su práctica pedagógica.

En ese sentido, si bien han sido reconocidas las debilidades estructurales del
modelo educativo en Costa Rica, en los últimos cuatro años se han enfrentado
situaciones particulares que han marcado hitos importantes en el sector de la
educación y han intensificado los índices de exclusión y repitencia, como lo
fueron las huelgas dadas en el 2018 y 2019, que según Chaves (2020) han generado
serios problemas en el sistema educativo nacional; donde las personas
aprendientes vieron interrumpido su proceso formativo y se afectó el
cumplimiento de los objetivos de aprendizaje.

Lo anterior sin mencionar las afectaciones que provocaron estos cierres dentro
de los hogares más empobrecidos, pues los centros educativos representan un
sitio de cuido de personas menores de edad (PME) mientras asisten a clases, y
que le permite a sus padres y madres, especialmente a las jefas de hogar y de
zonas rurales, asistir a sus trabajos. Otro aspecto importante es que los centros
educativos fungen como lugar de alimentación, conocido en CR como
“comedor estudiantil”. Según el Estado de la Educación ( PEN, 2021), en el 2020
fueron 430 000 personas estudiantes en condición de pobreza y pobreza
extrema las que recibieron este servicio complementario (p. 114). Lo anterior
sin dejar de lado que los centros educativos son uno de los principales
espacios de socialización entre pares.

Con ese precedente, y justo a inicios del 2020, cuando se estaba ejecutando el
plan remedial para lograr cubrir contenidos pendientes de cada nivel educativo,
tocó a la puerta de la educación una visita inesperada y no grata: el Covid-19.
Esta situación de salud pública ha afectado a todas las dimensiones y áreas
humanas, donde la educación no fue excepción, sino que ha sido golpeada con
fuerza, afectando su funcionamiento, procesos y haciendo emerger debilidades
y desigualdades conocidas pero vistas por muchas personas, como ajenas y
distantes.

Esa distancia se difuminó, ya que ha tocado encarnar la situación e


incertidumbre generada, a todas las personas vinculadas directa o
indirectamente con el sector educativo; quienes han debido hacer frente a la
tarea de atenderlas casi de manera inmediata. Justamente, ha sido en la
capacidad de atender la tarea impuesta por la “nueva normalidad”, donde se
han potenciado las diferencias entre la educación pública-urbana, privada-
urbana con respecto a la educación pública-rural y privada-rural.

Según el VIII Estado de la Educación (PEN, 2021):

El “apagón educativo” ocurre en una época en la que, por el fin de la transición


demográfica, el país requiere avances rápidos y sustantivos en el acceso y la
calidad de los servicios educativos, en especial dentro de las poblaciones
atendidas por el sistema público, provenientes mayoritariamente de hogares de
bajo clima educativo (p. 30).

La conectividad, la posesión de dispositivos o equipo tecnológico y el clima


educativo en los hogares son estratégicos, pues marcan la diferencia entre el
acceso y, más importante aún, la permanencia y calidad del aprendizaje en el
sistema.

Por su parte, permanece y amplía la brecha entre las personas que asisten a
centros educativos privados y las que asisten a centros públicos,
especialmente en las zonas rurales y en los niveles de preescolar, primaria y
secundaria.

Según la Cepal-Unesco (2020, citada en PEN, 2021


):

Las brechas digitales por nivel socioeconómico, áreas geográficas y por niveles
de vulnerabilidad limitaron el acceso de cientos de millones de estudiantes a la
educación, uno de los temas más acuciantes que han dificultado la efectiva
respuesta de los sistemas educativos ante el shock pandémico (p. 33).

Según el Estado de la Educación ( PEN, 2021) “el punto de fondo es el


reconocimiento de que la pandemia exacerbó los problemas existentes, y creó
nuevas y complejas dificultades” (p. 34). No es que la situación de crisis en el
sector de educación sea causa de la pandemia, sino que esta ha puesto en
evidencia las falencias del sistema educativo y ampliado la brecha entre
territorios y poblaciones.

Reflexiones sobre lo planteado: puntualizando en territorios rurales

Las anotaciones anteriores invitan a pensar en la situación de las poblaciones


que, desde antes de la pandemia, ya se encontraban en desigualdad de
condiciones como, por ejemplo, las personas de zonas urbano-marginales, de
zonas rurales; personas en condición de pobreza y pobreza extrema; personas
indígenas; personas migrantes; y personas con discapacidad. Me atrevo a
mencionar, por mi experiencia en trabajos con territorios con poblaciones que
poseen esas características, que muchas de esas personas en edad escolar (I,
II, III Ciclo y universitarias) no están logrando acceder al sistema; muchas que
sí lo logran, no lo “soportan” y desertan; y quienes permanecen, lo hacen con la
limitante de no contar con procesos ni evaluaciones formativas personalizadas,
que acompañen su aprendizaje significativo y potencien sus capacidades. En
concreto, estas poblaciones son víctimas de las viejas y nuevas formas de
exclusión.

La conectividad y el acceso a dispositivos tecnológicos son ciertamente la


principal nueva forma de exclusión, siempre profundizada en grupos de
población históricamente vulnerados y acogiendo a aquellos otros que, por la
situación económica y de desempleo provocado por la pandemia, se suman.
Ante este contexto, como menciona De Sousa ( Ministerio de Educación de la República de Argentina,
2020
), el Covid-19 es un pedagogo cruel que está diciendo algo sobre el modelo
económico, pero además está subrayando y agravando las desigualdades
sociales de las poblaciones que ya venían de otras vulnerabilidades como el
hambre, la pobreza, la falta de atención de sistemas de salud o sea se está en
un proceso de profundización de las discriminaciones ya existentes.

Esta situación retoma el necesario involucramiento y trabajo colaborativo desde


los territorios, por parte de todas las personas involucradas en el proceso
educativo: autoridades, personas docentes, personas aprendientes, familias y
comunidades. Solo de manera articulada se podrá incidir en la transformación
requerida para construir sociedades más justas y equitativas.

Las características y habilidades formativas y actitudinales de las personas


docentes son clave en esa labor transformadora de la educación. Sobre
nuestros hombros recae la tarea enorme de ser personas mentoras que
inspiren y provoquen en las personas aprendientes, el deseo y gozo del ser
parte del aprendizaje.

Para Assmann (2002), la labor de la persona docente:

Implica una concepción más alta y valorada del profesorado. Se trata de


plantear un enfoque pedagógico distinto, en el que el aprendizaje se ve como
un proceso de verdaderas experiencias de aprendizaje, y no como un simple
repaso de conocimientos supuestamente ya preparados.

En este sentido se propone una superación del modelo de instrucción porque


su modo de concebir el “estar aprendiendo” no concuerda con lo que hoy se
sabe, con razonables bases científicas, sobre cómo se produce el aprender. El
lema de enseñar a aprender quiere subrayar este profundo cambio en la
concepción de la relación pedagógica (p. 167).

Los espacios y momentos que, desde la educación formal se destinen para el


aprendizaje, deben ser seguros, contextualizados, innovadores, acogedores e
inspiradores, donde cada persona se sienta y sea partícipe de la construcción
colectiva del aprendizaje (sujeto), de manera que no sea “un castigo” asistir a
clases y/o participar, sino que sea un momento anhelado, al inspirar la
exploración, el descubrimiento, el asombro, la creatividad y la expresión
múltiple como parte de nuestra esencia relacional y humana. Esto implica que
los procesos de aprendizaje deben ser multisensoriales, acoger lo emotivo
como parte fundamental de la generación de sentido en la aprendiencia 3,
disfrute y apoderamiento de lo descubierto.

Desde la propuesta de Maturana (1999), presentada en su libro Transformación en la


Convivencia, sobre educar en la biología del amor (pedagogía del amor), se
hace referencia al amor como parte intrínseca de la emocionalidad y
racionalidad y, por tanto, constituyente fundamental dentro de un proceso de
educación que valida y acepta a los otros y otras como otros y otras legítimos.
Textualmente, menciona:

El aprendizaje de habilidades operacionales manuales. Conceptuales o de


reflexión se produce en la práctica real en el aprendizaje de habilidades. y esas
habilidades se aprenden en la expansión de la conducta inteligente en relación
con ellas cuando tal práctica se lleva a cabo en el espacio relacional de mutuo
respeto de la biología del amor. Es sólo en la biología del amor que los
estudiantes pueden dar a las habilidades que aprenden un sentido relacional
significativo a sus vidas (p. 68).
Esta propuesta pedagógica podría contribuir en la atención de lo expuesto por
Avilés (2012
) sobre las principales problemáticas y restos de la educación en
espacios rurales:

El analfabetismo, el abandono escolar temprano, el trabajo infantil, el bajo


rendimiento académico del estudiantado y la escasa calidad de la oferta
educativa pública. Aunado a ello, centros educativos con carencias en
equipamiento, con pocas horas de clases, poca pertinencia de la educación,
deserción escolar y un cuerpo docente desfavorable.

Como consecuencia de ello, sujetos excluidos del sistema educativo donde son
marginados y marcados por grandes brechas entre educación rural y urbana,
condiciones paupérrimas para estudiantes socialmente desfavorecidos,
sistemas educativos desarticulados, violencia en centros educativos, falta de
cobertura, falta de presupuesto, repitencia y desmotivación estudiantil (p. 114).

Lo mencionado por Áviles hace casi diez años permanece hoy sin resolver, de
manera que se pone en evidencia que quizá las decisiones tomadas y las
acciones realizadas no fueron las adecuadas o al menos no suficientes.

Deben pensarse, entonces, nuevas formas en las que se podrí incidir en la


atención de esos retos aún vigentes, ya con carácter de deuda. En la propuesta
de Maturana (1999) se encuentra una alternativa, ya que se lograría convertir los
centros educativos en sitios donde se quiera estar, donde se disfrute y aprenda
de manera respetuosa y comprometida.

Todos los seres humanos tienen necesidades básicas e inmediatas que toman,
en el día a día, una posición prioritaria por atender, como la alimentación, el
techo, la salud y el trabajo, por mencionar algunas. Es común encontrar en
territorios rurales familias que no logran cubrirlas y que, ante el carácter de
urgencia, se encuentran en la encrucijada de decidir si sus hijos e hijas
asistirán a los centros educativos o si se sumarán a la tarea familiar de cubrir
las necesidades no atendidas. Es, entonces, donde encuentran en el trabajo
infantil una alternativa a la situación apremiante.

En Costa Rica, y en la mayoría de los países del mundo, el trabajo infantil está
prohibido (no así las actividades de aprendizaje que sí son consideradas como
parte de la formación dentro del núcleo familiar) y es catalogado como un delito
para quienes contratan a PME; sin embargo, no deja de tratarse de un tema
complejo, precisamente porque en muchos casos se da como la forma que
encuentra la familia de atender sus necesidades biológicas. En otros casos se
presenta, además, como una práctica cultural-familiar aceptada al considerar
más beneficioso el trabajo, que el estudio.

Al hacer referencia al aprendizaje para la vida, es precisamente porque no se


puede dejar de lado que el aspecto laboral es parte fundamental en la vida de
las personas como forma de cubrir las necesidades básicas personales y
familiares. En este sentido, es vital que los procesos de enseñanza y
aprendizaje consideren que la educación debe preparar a las personas para el
mercado laboral como parte, precisamente, de la pertinencia que he
mencionado. Esta pertinencia, además, está ligada al modelo de desarrollo y a
la escala de valores sociales que, con frecuencia, contraponen algunas
profesiones o actividades económicas como más importantes que otras y, por
ende, mejor remuneradas.

¿Qué pasa con las personas de zonas rurales cuando finalizan estudios de
secundaria y deben elegir una carrera profesional?, ¿la oferta universitaria,
pública y privada, es pertinente a las prácticas y actividades que se realizan en
sus comunidades, distritos y cantones?, ¿o están obligadas a ser migrantes de
las zonas urbanas mientras estudian y casi condenadas a no regresar, pues lo
que estudiaron no es pertinente en sus sitios de origen?, ¿será que las
personas jóvenes consideran como una alternativa de vida dar continuidad a
las actividades económicas que han realizado sus familias, como agricultura,
en la zona norte; lechería en zonas como Santa Cruz de Turrialba; artesanía
chorotega en Nicoya, Guanacaste, por mencionar algunas? Y si no lo hacen,
¿cuál es la razón detrás de preferir dejar a sus familias y entorno conocido?
Claro que, como parte de la libertad que se debe tener, es válido decidir buscar
otras actividades por preferencia, pero solo si existe oportunidad real de
elección, cuando existe más de una alternativa, ambas con ofrecimiento de
oportunidades concretas.

En muchas ocasiones he escuchado a personas jóvenes de estas


comunidades decir que “les gusta la actividad, pero consideran que son muy
mal pagadas”; poco valoradas, a final de cuentas, a expensas de su aporte
social, económico, cultural, así como del conocimiento requerido y esfuerzo
físico que conlleva realizarlas. Y es que ordeñar vacas, por ejemplo, ¿no
requiere de saberes propios de la actividad? Y así, podría preguntarse por cada
actividad y práctica económica particular. De manera que el problema se da no
por conocimiento, esfuerzo y aporte, sino por valoración, dignificación y
remuneración justa de estas labores, muchas de las que depende la vida
humana.
Sobre estas preguntas, recuerdo una ocasión en la que, trabajando con
agrupaciones comunales en Tanque de La Fortuna de San Carlos, un señor
tomó la palabra y dijo: “¿qué vamos a comer cuando todas nuestras personas
jóvenes estudien derecho, ingeniería e inglés?”. Bueno, una gran pregunta que,
considero, reafirma que la educación debe ser para la vida y que la escala de
valores actuales debe ser ajustada de manera tal que la educación promueva
la dignificación del ser humano y sus prácticas socioeconómicas de la mano
con la equidad y calidad de vida.

Por último, con respecto a la calidad, que es muy mencionada cuando se lee
sobre educación y casi sobre cualquier tema, no se pretende profundizar, pues
es un término tan polisémico que implicaría mucho trabajo abordarlo como
corresponde; pero, tampoco quiero dejar de mencionarla. Para ello, se acude a
lo mencionado por Avilés (2012) al respecto:

Para la atención de una educación de calidad, deberán prestar atención a la


pobreza, al desempleo, a la violencia, a los conflictos, a la marginación, a las
diferencias entre los géneros. En consecuencia, a los contextos políticos,
sociales y culturales donde se desenvuelve el educando.

Es urgente brindar una educación de primera, renovando procesos educativos


en la medida en que el alumno se constituye en sujeto capaz de llevar a cabo
estrategias pedagógicas, donde la educación no sea una simple transmisión de
conocimientos, que pone al alumno como receptor pasivo, sino que sea una
construcción en la que se desarrolle una relación pedagógica en la cual tanto el
alumno como el docente se asignen roles y expectativas de manera horizontal.
(p. 119, subrayado propio).

Lo anterior está ligado a las particularidades de los espacios rurales y las


poblaciones en condiciones socioeconómicas de riesgo.

Conclusiones

Todo buen proyecto y proceso nace de una idea que se ha configurado singular
y colectivamente en el inconsciente y la práctica cotidiana. Según Gutiérrez y Prado
(2014
), “para ver las cosas de otra manera, es preciso imaginarlas primero” (p.
34); por lo que, a pesar de que la labor pendiente en la educación costarricense
en pleno siglo XXI sea considerada casi interminable y hasta imposible; yo me
uno, y le motivo a unirse, a la invitación de retomar lo que Paulo Freire llama
“inéditos viables” como aspecto inspirador en la faena educativa, lo cual es
apoyado por la propuesta de Briggs, y Peat, (1999) respecto a la influencia sutil4.
Cada persona docente puede, entonces, aportar desde su propio quehacer
educativo y pedagógico a la transformación hacia sociedades inclusivas, en las
que tal como sugiere Assmann (2002) “tengan cabida todos los seres humanos, sin
distinciones ni exclusiones” (p. 20).

Debe pensarse la educación no como algo que ocurre en un espacio y


momento dado, sino como aquello que transcurre de manera permanente y en
relación con los entornos y contextos que dan sentido a lo que se está
aprendiendo. De manera particular, en los territorios rurales, las personas
tienen esto muy claro y requieren de las personas docentes ese esfuerzo por
conocer sus realidades y vincular los contenidos con ellas, de manera que se
logre, además del sentido, el disfrute en el proceso de aprender.

En el proceso de aprendizaje no solo importan los resultados, sino el proceso.


Esto es importante, ya que el proceso demuestra realmente el esfuerzo y logro
cualitativo de las personas y el colectivo.

La persona y su aprendizaje deben ser el centro del proceso educativo. Claro


que los contenidos son importantes, pero estos carecerán de sentido si las
personas no reconocen el aporte en su cotidianidad y se recupere lo común
como fundamento de lo que las personas son y quieren llegar a ser, tal como
menciona Maturana (1999), el llamado es a “Transformar en la convivencia”. Es una
convivencia basada en el reconocimiento, la validación y el respeto mutuo que
potencie la confianza recíproca entre las partes, así como las capacidades de
aprendizaje, la creatividad y la expresión de las personas que participan del
proceso educativo, el cual, además, debe de ser multisensorial, recuperar las
emociones e involucrar todos los sentidos y la corporeidad en el proceso.

Las políticas que se planteen sobre educación deben considerar las


características de cada territorio, de manera que se favorezca la eliminación
(sí, aspirar a que no existan) de las brechas sociales y, con ello, las
oportunidades de inclusión social, calidad de vida y una ciudadanía
responsable.

La educación es un compromiso social y, por ello, se debe considerar a las


personas involucradas: autoridades, personas docentes, personas
aprendientes, familias y comunidades; de lo contrario, se seguirá sin una ruta
clara y cohesionada que tenga como centro a la persona aprendiente, su
contexto, necesidades, intereses, particularidades y anhelos. Debe
promoverse, desde edades tempranas, la lectura como práctica que contribuye
al autoaprendizaje y, además, acompañar procesos de aprender a aprender, de
manera que las personas sean sujetas en su propio proceso de aprendizaje
permanente.

Si bien la Constitución Política de Costa Rica hace referencia a la


obligatoriedad y gratuidad de la educación, se sabe que en espacios rurales,
principalmente, acceder y permanecer en el sistema educativo representa para
las personas aprendientes y sus familias un esfuerzo económico importante.
De tal manera, se debe, como institucionalidad, velar y garantizar las
condiciones necesarias para la culminación del proceso, de manera integral
entre contenidos, calidad, pertinencia, aprendizaje y disfrute.

Referencias

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Programa Estado de La Nación. (2021). VIII Informe del Estado de la


Educación. CONARE. [ Links ]
1
La Zona del ser y no-ser no es un lugar geográfico específico, sino una
manera de posicionar, en relaciones raciales de poder, que ocurre a escala
global entre centros y periferias, pero que también ocurre a escala nacional y
local contra diversos grupos racialmente tratados como inferiores (p. 100).
2
Este paradigma promueve la estandarización, la linealidad, la dicotomía, la
dualidad y la segregación, entre otros fundamentos.
4
Influencia sutil, según Briggs y Peat (1999), “… es lo que cada persona afirma,
para bien o para mal, por nuestro modo de ser… Si somos genuinamente
felices, positivos, reflexivos, colaboradores y honestos, eso influye sutilmente
en quienes nos rodean” (p. 56).
3
Según Asmann (2002). El vocablo “aprendiencia” expresa mejor, por su propia
forma, este estado de “estar-en-proceso-de-aprender”, esta función del acto de
aprender que construye y se construye, y su categoría de acto existencial que
caracteriza efectivamente el acto de aprender, indisociable de la dinámica de
los seres vivos expresa mejor.

Recibido: 20 de Noviembre de 2021; Aprobado: 26 de Mayo de 2022

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