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El siglo XIX termina con una grave crisis: el final del imperio colonial español (España pierde
Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Este acontecimiento provoca una ola de indignación y protesta que
se manifesta en la literatura a través de los escritores de la Generación del 98. Todos ellos adoptan
una actidud crítica ante la situación política y social del momento. A partir de 1902, escritores como
Baroja, Valle- Inclán y Unamuno inician un camino innovador, alejándose del Realismo y buscando
la expresión de la realidad personal e interior.
Pío Baroja constituye un caso especial en la producción novelística de las primeras décadas del
siglo XX: no responde a las nuevas fórmulas narrativas, pero tampoco sigue las pautas de la novela
realista. Sin embargo, resulta de gran importancia su aportación a la novela. En 1902, publica
“Camino de perfección” cuyo protagonista Fernando Ossorio, es un joven confuso y con el alma
atormentada, debido a un fuerte existencialismo, ya que sus experiencias siempre han estado ligadas
a la muerte. La realidad no presenta más que desorden; en consecuencia, la verdad que Baroja trate
de lograr en sus obras no podrá estar basada en interpretaciones absolutas de la vida. El camino será
otro: reflejar en la obra aspectos de la realidad que tengan valor por sí mismos. Por tanto, en la
novela, no hay una única perspectiva (la del sujeto tradicional) para ver y conocer la realidad: la
escisión del sujeto se refleja en el multiperspectivismo. En los primeros dos capítulos1 aparece un
yo-testigo extradiegético (el condiscípulo), que mira a Fernando con el afecto de un amigo, con
quien conversa en los pasillos de la facultad y recorre con él los círculos culturales de Madrid.
Asistimos a una narración en primera persona pretendidamente objetiva, “realista”. Luego, como la
mirada tiene que detenerse sobre la mirada de Ossorio y su “pasión mística”, es necesario pasar a un
narrador omnisciente cuyo punto de vista se identifica con el del mismo Ossorio: narrador
extradiegético heterodiegético que se distancia de nuestro protagonista en busca de un relato de
mayor objetividad2 . Es así hasta el capítulo XLVI, cuando toma la palabra el mismo protagonista
Fernando Ossorio3 , lo cual significa la disolución completa del narrador realista: narrador intra-
homodiegético. Pero este punto de vista no puede ser definitivo: Ossorio no puede contar su derrota
(y no puede hacerlo, entre otras cosas, porque no se da cuenta de su fiasco). Así que al final se pasa
a un narrador omnisciente “tradicional”4 , cuyo punto de vista ya no es el de Ossorio. Es un hombre
el que lo cuenta.
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1 Pío Baroja, Camino de perfección, trilogía la Vida Fantástica, Vol. 2, 1902, pp. 3- 7
2 Pío Baroja, Camino de perfección, trilogía la Vida Fantástica, Vol. 2, 1902, pp. 8-106
3 Pío Baroja, Camino de perfección, trilogía la Vida Fantástica, Vol. 2, 1902, pp. 107- 121
4 Pío Baroja, Camino de perfección, trilogía la Vida Fantástica, Vol. 2, 1902, pp. 122- 128
En la faceta realista entraría el deseo de claridad, de precisión y, sobre todo, de verdad. Pero el
espejo que se pasea a lo largo de un camino no es todo. Parece que para que se dé una obra literaria,
no basta con la faceta realista, hay que añadirle humanidad, la presencia del hombre que escribe
para otro hombre. La mezcla de las dos tendencias parece producir un fuerte desequilibrio interno y
una serie de inconsecuencias (que serían reflejo de la vida en definitiva) opuestos al arte, a la
perfección formal: deseo de exactitud y precisión, elecciones estilísticas que dan una sensación de
dinamismo y naturalidad. Estas innovaciones tienen su base en el argumento fragmentado al
principio de la novela y el cambio de punto de vista. Por su originalidad, la novela barojiana ha
influido poderosamente en todo el siglo XX. Otro autor muy importante de la generación del 98 es
Miguel de Unamuno. En 1914 publica “Niebla”, que relata la historia de Augusto Pérez, un hombre
de alta clase social cuya vida se encuentra en un vaivén por sus pensamientos y preguntas. Muy
interesante es la relación que se establece entre el autor y sus personajes: Augusto Pérez y su autor
Unamuno viven una relación de mutua dependencia y creación. Del capítulo I al capítulo XXV 5 , el
lector tiene la percepción ilusoria de que las historias del protagonista son contadas en tercera
persona por un narrador indistinto: que resulta ser un narrador heterodiegético. Sin embargo, en el
capítulo XXIII6 , el narrador da una primera sugerencia de su naturaleza ambigua: durante la
descripción sarcástica del erudito Antolín S. Paparrigópulos, la voz narrante se refiere a sí misma
como una entidad plural (nosotros) que lleva al lector a dudar de quién está contando los hechos.
Además, al final del capítulo XXV7 , mediante una voz en primera persona singular, Unamuno
comenta el comportamiento de sus personajes dirigiéndose explícitamente al lector y declarándose
autor de la novela; la figura de Unamuno de esta manera se coloca dentro del texto como autor-
narrador. Después de este intervalo, la narración vuelve en tercera persona hasta el capítulo XXX 8 .
En los últimos tres capítulos9 la narración pasa a ser en primera persona: Unamuno se ha
transformado en un personaje narrador, de heterodiegético, se transforma en un narrador intra-
homodiegético, está al mismo nivel que Augusto.
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Ambos autores imprimen de manera diferente un cambio sustancial en la novela, cambio neto
respecto a la novela realista.
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Sin embargo, con la crisis del final de siglo, cambia completamente el modo de percebir la realidad:
para comprenderla hay que reflexionar sobre ella, hay una pérdida del nexo causal, los
acontecimientos no son todos consecuenciales (la vida es múltiple y caótica), predominio de los
diálogos, punto de vista variable, falta de un proyecto preestablecido (la trama se hace poco a poco,
así como la vida). Para Baroja la novela no es un género bien definido dentro de sus límites, para él
es una representación total de la realidad, por lo tanto mucha acción y muchos personajes si no se
acaba por tener una demostración exclusiva de la técnica: en sus novelas utiliza la retórica del tono
menor o un estilo simple y sincero (frases cortas, sintaxis elemental, léxico simple y cotidiano), por
lo tanto hay una gran ruptura con el pasado. Además, en Baroja, no hay largas explicaciones
psicológicas hechas por el narrador sobre sus personajes (redimensionar la función del narrador), la
psicología de los personajes debe surgir de su comportamiento y hablar, por lo tanto, es el lector
quien se hace una idea, para interpretar el carácter de los personajes. Para Baroja hay una
descripción total de la realidad, sin embargo Unamuno cierra su novela a las descripciones y se
centra única y exclusivamente en los sentimientos y experiencias existenciales de sus personajes. En
Niebla hay monólogos (ausentes en Baroja): la presencia de monólogos reduce la presencia del
narrador y hace entrar en la intimidad del personaje. En definitiva, el proceso de implosión de los
modelos positivistas y realistas se observa muy claramente en las obras de Barroja que no distan
mucho del realismo. Unamuno por su parte, fue mucho más innovador, se alejó completamente de
los modelos anteriores, creando un nuevo genero literario la “nivola” y sitúandose de esta manera
desde el principio muy lejos del legado realista. ¿Por qué Unamuno quiere romper con las
fronteras? Él quiere utilizar la literatura como herramienta filosófica. A él no le interesan los
generos literarios, sino como puede plasmar su pensamiento a través de la novela: es una revolución
muy importante que solo alguien como Unamuno que conocía tan bien la filosofía y la
literatura podía hacer.
Marta Di Lillo
(erasmus)