Interès en Deudas de Valor
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cruce entre ambas arterias cuando el conductor del automóvil intentó
realizar un giro a la izquierda pretendiendo ingresar a las calle 107
resultando en el impacto de su parte delantera contra el lateral
izquierdo de la motocicleta, provocando lesiones al conductor.
II.- El juez de grado encuadró la cuestión en los
artículos 1721, 1722, 1726, 1729/1731, 1757/9 y 1769 del Código
Civil y Comercial vigente a la fecha del hecho y tuvo en
consideración también la doctrina que surge del plenario “Valdez
Estanislao F. c. El Puente S.A.T. s/ ds. y ps.” del 10/11/1994 que
impone la responsabilidad objetiva para las cuestiones derivadas del
choque de dos o más vehículos en circulación. Entendió que se
encuentra probado el impacto entre los intervinientes, mas no está
acreditada ninguna eximente de la responsabilidad y, por ende,
condenó a los emplazados en la medida que surge de los
considerandos.
En esta instancia no se encuentra cuestionada la
atribución de responsabilidad, pero las partes se agravian de manera
encontrada por la cuantía de la condena así como de los intereses
dispuestos. Entonces, me abocaré a entender en las críticas sobre cada
uno de los rubros de la cuenta indemnizatoria.
III.- El magistrado de grado fijó en Pesos Un
Millón Sesenta Mil ($ 1.060.000) la indemnización en concepto de
“incapacidad sobreviniente” valorados al momento de la sentencia.
Tuvo en cuenta que la pericia médica determinó que el actor padece
una incapacidad valorada en el 25% de la T.V. derivada de las
secuelas de la fractura expuesta de tibia y peroné espiroidea en tercio
medio distal que curó con secuelas permanentes y evolutivas. A su
vez, que en la faz psíquica se acreditó que presentó una depresión
reactiva severa que le importa una incapacidad del 30%. Sin embargo,
no deriva totalmente del hecho de autos sino también de su estructura
previa y es posible revertirla llevando a cabo un tratamiento adecuado.
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criterio, más que adecuadas las demás consecuencias psicológicas
reseñadas que se relacionan con la dificultad de colaborar con la
manutención de sus hijos y que ello obstaculice el vínculo. Además se
vislumbra lógico que su trabajo en relación de dependencia le
otorgara una identidad y una rutina que difícilmente pueda
reestablecerce. Entonces, dado que el juez ha contemplado el cuadro
de base del actor y también, la posibilidad de que éste remita por
tratarse de un proceso reactivo, no veo que los emplazados tengan
motivos para reiterar su queja, que -por otro lado- no viene
acompañada de nuevos argumentos.
Ahora bien, a los fines de cuantificar este rubro,
buscaré determinar una suma que represente la disminución de la
aptitud del damnificado para realizar actividades productivas o
económicamente valorables como consecuencia del accidente. En este
sentido, comparto el criterio al que viene acudiendo esta Sala al tomar
como pauta orientativa criterios matemáticos para tal determinación,
aunque considere los valores que arrojaron esos cálculos finales como
indiciarios, sin resignar las facultades que asisten al órgano judicial
para adecuarlos a las circunstancias y condiciones personales del
damnificado, de modo de arribar a una solución que concilie lo mejor
posible los intereses en juego. Sin embargo he descartado, por
ejemplo multiplicar los ingresos de la víctima por el número de años,
con sustento en que tal cálculo soslaya que sumar directamente cada
uno de los importes –aún parcialmente- que se devengarían como
salarios, importa ignorar que el fijarse la indemnización en una
prestación única y actual, tal procedimiento conducirá a un
enriquecimiento ilegítimo en beneficio de la víctima que lesiona el
principio sentado en el art. 1083 del C. Civil (Fallos 322:2589; esta
sala, expte. 54613/99 del 14/06/97, entre otros). Del mismo modo he
desechado el temperamento de computar un valor al punto de
incapacidad, pues tal procedimiento se desatiende de las
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entendemos adecuada y que representaría el adelanto por las sumas
futuras, equivalente a la que se podría obtener de una inversión a largo
plazo, 5) el período a computar que estaría dado hasta la edad
productiva de la víctima (75 años), 6) la incapacidad física y
psicológica ponderada conforme lo expusiera en el inicio de esta
acápite - es decir considerando la psíquica parcialmente en relación
causal con el evento y la posibilidad de su remisión- y acudiendo al
método de la incapacidad restante; considero adecuado establecer una
indemnización de Dos Millones ($ 2.000.000), admitiendo con este
alcance la queja de la actora y rechazando la de la citada en garantía.
VI.- El magistrado de grado ha entendido que
corresponde establecer una indemnización de Pesos Cincuenta Mil ($
50.000) en concepto de “tratamiento psicológico”. Los demandados
sostienen que este resarcimiento implica una duplicación del daño
psicológico dado que el cuadro podría remitir. Entiendo que no les
asiste razón.
Tal como explicité en el acápite anterior la
posibilidad de que el cuadro del actor remita con un tratamiento ha
sido considerada al valorar el rubro, sin perjuicio de ello también se
tuvo en cuenta que al momento de la pericial el cuadro que padecía el
actor le importaba una incapacidad del 30%. Esto implica que se trata
de un daño actual y por ende, resarcible. Aunque el tratamiento
psicológico habilite o posibilite la curación, no puede garantizarla. El
presente rubro se trata de un gasto futuro que en el mejor de los casos
impactará de manera positiva en la potencialidades del actor, pero de
ninguna manera logrará por sí sólo revertirlas al estado anterior. Es
por ello que no comparto que se trate de una doble indemnización y
por lo tanto, corresponde desestimar la queja en estudio.
V.- Se quejan ambas partes por la suma otorgada
por el juez de grado en concepto de “daño moral” que asciende a
Pesos Setecientos Cuarenta Mil ($ 740.000). El a quo valoró
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Considerando entonces estas pautas objetivas, así
como las especiales condiciones de la víctima que fueron reseñadas y
que el a quo ha explicitado que la valoración fue realizada a la fecha
de la sentencia y que el monto dado resulta superior al solicitado en la
demanda, considero adecuado el uso que hiciera de la facultad
conferida por el art. 165 del rito y propongo la confirmación de la
partida rechazando ambas quejas.
VI. Las emplazadas se quejan por la valoración en
Pesos Quince Mil ($ 15.000) del rubro “gastos médicos, de farmacia
y traslado”. A su juicio, resulta elevado porque el actor ha sido
atendido en un hospital público. Sin embargo, este argumento no
puede ser atendido dado que ello no implica que la atención sea
totalmente gratuita sino que los usuarios deben abonar medicamentos
e insumos. Por otra parte, cabe considerar que el actor se ha visto
imposibilitado de deambular por un buen tiempo lo que sin dudas le
ha insumido gastos de traslado. Es por eso y considerando además que
este tipo de gastos no requieren prueba directa mientras guarden
congruencia con las lesiones acreditadas - lo que ocurre en el caso-
que corresponde desestimar también esta queja confirmando la
sentencia de primera instancia.
VII.- El demandado y citada en garantía se agravia
de la admisión de la suma de Pesos Dos Mil Diecisiete ($2017) en
concepto de “daños materiales” causados a la motocicleta. Sostienen
que el actor no ha probado ser el dueño de la moto. Sin embargo,
dicha circunstancia no resulta relevante dado que el art. 1772 del
Código Civil y Comercial legitima en su inc. b tanto al poseedor como
al tenedor de buena fe a reclamar los daños producidos sobre las
cosas. De allí que corresponde también desestimar esta queja y
confirmar el fallo en este aspecto.
VIII.- La queja esbozada por la parte demandada y
citada en garantía para cuestionar el monto otorgado en la sentencia
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Ahora bien, dado que los montos asignados fueron
fijados a la fecha de la sentencia, contrariamente a lo sostenido por la
actora, es criterio de esta Sala (cfr. “Aguirre Lourdes Antonia c/
Transporte Automotores Lanús Este S.A. s/ daños y perjuicios” del 17
de marzo de 2009 y sus citas; “Martínez, Eladio Felipe c/Díaz, Hernán
Reinaldo s/ daños y perjuicios” del 15 de marzo del año 2013, entre
otros), que desde la producción del perjuicio hasta el pronunciamiento
apelado se fije la tasa del 8% anual, como tasa pura dado que resulta
suficientemente compensatoria pues se está ante una deuda de valor
cuya entidad se fija a valores actuales y a partir de allí la tasa activa ya
referida hasta su efectivo pago.
Esa interpretación ha sido recientemente sostenida
en doctrina (cfr. Lorenzetti, Código Civil y Comercial de la Nación, t.
V, pág. 158, Rubinzal Culzoni Editores, Bs. As., 2015).
Tiénese en cuenta, asimismo, que como lo destacó
el juez Mayo, la cuantía de la tasa “está en relación directa con el
interés del dinero en una época dada, esto es la que corre en cada
tiempo en el que el acreedor se ve privado de su capital y no el del
momento en que la obligación nació” (cfr. CNCiv., Sala H, su voto
del 24 de abril de 2009, in re, “Northlands Asociación Civil de
Beneficencia c. Solari, Claudia s/ Cobro de sumas de dinero”).
En el caso, aun cuando a diferencia de lo que ocurre
en materia de intereses compensatorios (art. 767 del nuevo Código
Civil y Comercial), la previsión del artículo 768 del citado cuerpo
legal no contempla en forma expresa la facultad judicial de fijar la
tasa de interés moratorio para el caso en que no sea acordada por las
partes (inc. a) o no se encuentre prevista en disposiciones especiales
(inc. b), tal facultad judicial -que en el hoy derogado Código Civil
(art. 622) asistía a los jueces- debe considerarse subsistente.
El principio general en materia de intereses
moratorios está contemplado en la primera parte del artículo 768
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citado, a tenor del cual “[A] partir de su mora el deudor debe los
intereses correspondientes”. Desde esta perspectiva ninguna duda
cabe que la mora genera intereses que precisan ser determinados. La
cuestión se reduce entonces a decidir quién debe determinarlos.
En este sentido, el artículo 768 establece que “[L]a
tasa se determinará: ... c) en subsidio, por tasas que se fijen según las
reglamentaciones del Banco Central”.
La poca claridad de la disposición legal citada
parece evidente. En primer lugar, luce poco adecuado indicar que la
tasa se determinará por tasas que se fijen de acuerdo a una
reglamentación. Pero fundamentalmente, la norma está redactada en
forma impersonal, estableciendo las pautas de acuerdo a las cuales
habrán de fijarse esos réditos moratorios pero sin atribuir a sujeto
alguno su determinación.
Huelga decir la importancia del tema, dado el vasto
ámbito del derecho en el que no existe ni convención de partes ni
previsión legal. Tal el caso de las indemnizaciones resultantes de la
violación del deber de no dañar -actos ilícitos-.
La cuestión se encontraba contemplada en forma
expresa en el derogado Código Civil, cuyo artículo 622 disponía
expresamente que estos accesorios -supuesto de no resultar de la
convención o de las leyes especiales- serían determinados por los
jueces. En cambio, reitero, la nueva disposición -artículo 768 del
Código Civil y Comercial- sólo dispone que ellos se deben y que para
el supuesto de ausencia de convención y ley corresponderá aplicar
“tasas que se fijen según las reglamentaciones del Banco Central” (el
énfasis es agregado). De forma impersonal entonces difiere su fijación
a sujetos indeterminados y sólo indica las pautas a tenor de las cuales
tal tarea debe cumplirse -las reglamentaciones del Banco Central-.
Aun cuando una primera lectura pudiera sugerir
-por cierto equivocadamente- que es al Banco Central a quien le toca
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establecer la tasa moratoria en tal supuesto, no parece que esta
conclusión pueda compartirse. No desconozco que ha sido sostenida
en doctrina (Ossola en Lorenzetti, op. cit, pág. 144; Márquez, José
Fernando, “Las obligaciones de dar sumas de dinero en el Código
Civil y Comercial”, publicado en La Ley, T° 2015-B, pág. 606), pero
no la comparto por las razones que expondré. En primer lugar, porque
no es un hecho aceptado que las decisiones sobre este punto tengan
sin más efectos macroeconómicos como se sostiene en el segundo
trabajo citado (ver en este sentido, Barbero, Ariel Emilio, Intereses
monetarios, Ed. Astrea, Buenos Aires, 2000, núm. 18, pág.52). Y aun
cuando así fuera, tal influencia podría predicarse de múltiples
decisiones judiciales que no por eso se difieren a las autoridades
monetarias.
Pero más allá de ello no es esa la interpretación que
resulta del texto legal citado. El artículo 768 del Código Civil y
Comercial no dispone que el Banco Central es quien fija las tasas,
sino que establece que entre las establecidas de acuerdo a su
reglamentación -no de acuerdo a sus tasas- se determinará la que es
aplicable. En este sentido resulta ilustrativo la lectura de la normativa
del Banco Central de la República Argentina en la materia -Tasas de
Interés en las operaciones de crédito, última comunicación
incorporada: “A” 5771, texto ordenado al 2 de julio de 2015,
publicado en www.bcra.gov.ar/pdfs/texord/t-tasint.pdf- que revela la
normativa a la que las entidades financieras deben atenerse en las
distintas operaciones, a la que parece aludir la nueva previsión legal.
En este sentido entiendo que la disposición legal (art. 76 no guarda la
analogía que el citado autor predica en la nota número 19 de su
trabajo con lo dispuesto por el artículo 8 del decreto 529/91, en tanto
no dispone -como sí lo hacía ese decreto- que el Banco Central
publicará una tasa para uso judicial.
En esas condiciones, y frente a la indeterminación
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legal del sujeto que debe fijar la tasa de interés, no parece adecuado
sostener que esa tarea le esté vedada al juez.
Es dable recordar que es regla de interpretación de
las leyes la de dar pleno efecto a la intención del legislador,
computando la totalidad de los preceptos de manera que armonicen
con el resto del orden jurídico y las garantías de la Constitución
Nacional. Ese propósito no puede ser obviado por los magistrados con
motivo de sus posibles imperfecciones técnicas, toda vez que ellos en
cuanto servidores del derecho para la realización de la justicia no
deben prescindir de la "ratio legis" y del espíritu de la norma. La
exégesis de la ley requiere pues de la máxima prudencia y cuidar que
la inteligencia que se le asigne no lleve a la pérdida de un derecho, o
que el excesivo rigor formal de los razonamientos desnaturalice el
espíritu que ha inspirado su sanción. En esta tarea no es siempre
recomendable atenerse estrictamente a las palabras de la ley, ya que el
espíritu que la nutre ha de determinarse en procura de una aplicación
racional (Fallos 307:1018; 315: 15).
Tales principios conduce en el caso a sostener la
facultad judicial de fijar la tasa en los supuestos a los que alude el
inciso c] del artículo 768. En primer lugar, tal temperamento no
resulta ajeno a la economía del Código Civil y Comercial, que
contempla esa solución para el caso de los intereses compensatorios
(art. 767), reconoce la facultad judicial de morigerarlos (art. 771) y la
de fijar intereses adicionales a los legales en ciertos supuestos (art.
552). En segundo término, porque la que entiendo incuestionable
imprecisión técnica en la redacción de la norma no autoriza a
desnaturalizar la finalidad que ha perseguido la norma que consiste en
“disponer de mayor flexibilidad a fin de adoptar la solución más justa
para el caso” (cfr. Zannoni, Mariani de Vidal, Zunino, Shina, Ramos,
Kemelmajer de Carlucci, Código Civil y Comercial de la Nación
Concordado con el régimen derogado y referenciado con legislación
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vigente. Exégesis de los fundamentos de la Comisión Redactora y las
modificaciones del PEN, Edit. Astrea, Buenos Aires, 2015, págs. 245
y sigte.). Esa necesidad de mayor flexibilidad en la materia y las
consecuentes facultades judiciales ha sido reconocida en materia de
reducción de intereses pactados (Ossola en Lorenzetti, Código Civil y
Comercial de la Nación, t. V, pág. 154, Rubinzal Culzoni Editores,
Bs. As. 2015), lo que resulta difícil de compatibilizar con la ausencia
de facultades judiciales para su determinación por parte de los jueces
ante la ausencia de convención o previsión legal especial. Por lo
demás, parece obvio que no es una tasa general del Banco Central la
que puede otorgar esa flexibilidad que atienda a los “supuestos de
hecho muy diversos” (Zannoni y otros, op. y loc. cit.) con la aludida
flexibilidad; la tarea es propia de los jueces, únicos encargados de
decidir esos diversos supuestos en forma individual.
Lo contrario importaría desentenderse no sólo de la
finalidad de la norma sino también de la razonabilidad de la
interpretación, extremos que como es sabido no pueden presidir la
labor interpretativa (Fallos 302:1611; 302:1284 entre muchísimos
otros).
Más allá de que esas decisiones se hayan originado
en la interpretación de una disposición legal hoy derogada -art. 622
del Código Civil- lo cierto es que los argumentos recién expuestos
permiten trasladar las conclusiones de aquella exégesis a la que
corresponde asignar a las normas actuales, máxime si se repara en que
las tasas del Banco Nación deben suponerse acordes a la
reglamentación del Banco Central.
Por tal motivo corresponde desestimar la queja de
la actora en cuanto se basa en una premisa falsa, dado que los montos
aquí revisados y los fijados han sido cuantificados al momento de la
sentencia explicitándose las bases sobre las que se realizó la
estimación. En el excepcional caso de la “desvalorización del
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relativa a la modificación de la imposición de costas se encuentra
supeditada a que se rechacen los rubros que cuestionó, en orden a que
ese cometido no ha sido logrado, no cabe más que su desestimación
sin necesidad de entrar en mayores consideraciones.
Por lo demás, el límite referido a las sumas que se
fijen en concepto de honorarios será una cuestión que deberá debatirse
en la etapa de la ejecución de sentencia, siendo prematuro su
tratamiento en esta oportunidad.
En suma, propongo al Acuerdo: 1) Modificar la
sentencia elevando la indemnización en concepto de “incapacidad
sobreviniente” a la suma de Pesos Dos Millones ($2.000.000) 2)
Confirmarla en lo demás que decide manda y fue motivo de no
atendibles quejas y 3) imponer las costas de Alzada en el orden del
40% a cargo de la actora y el 60% restante a cargo de la demandada y
su citada en garantía de conformidad con la suerte corrida por los
agravios ( art. 68 2 da parte del ritual)
El Dr. Rodriguez votó en igual sentido y por
análogas razones a las expresadas por la Dra. Guisado.
Con lo que terminó el acto.
MARÍA BELÉN PUEBLA
SECRETARIA
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Igualmente, se regulan los emolumentos del letrado
de la parte demandada y citada en garantía, Dr. Federico Carlos
Tallone, en la cantidad de 475 UMA, que al día de la fecha representa
la suma de $1.516.200.
En cuanto a los expertos, al considerar los trabajos
efectuados y las pautas de la ley de arancel precedentemente citada
junto con el art. 478 del Código Procesal -que permite establecer un
estipendio por debajo del mínimo-, se regulan los honorarios de la
perito psicóloga, Lic. Verónica Carolina Berman, en la cantidad de
100 UMA, que al día de la fecha representa la suma de $319.200; los
del perito médico, Dr. Omar Ramallo, en la cantidad de 100 UMA;
que al día de la fecha representa la suma de $319.200; los del perito
mecánico, Ing. Héctor Alberto Semino, en la cantidad de 100 UMA,
que al día de la fecha representa la suma de $319.200; los del
Consultor técnico Ing. Ricardo Janke en la cantidad de 50 UMA, que
al día de la fecha representa la suma de $159.600; los de la Consultora
técnica Dra. Marta Beatriz Pascale Medina en la cantidad de 50 UMA,
que al día de la fecha representa la suma de $159.600; y los de la
Consultora técnica Lic. Norma Graciela Coria en la cantidad de 100
UMA, que al día de la fecha representa la suma de $159.600.
Teniendo en cuenta lo establecido en el Decreto
2536/15 y lo dispuesto en el art. 2°) del anexo III) del Decreto
1467/11, se fijan los honorarios de la mediadora, Dra. Miriam Rebeca
Noemí Gini, en la cantidad de 120 UHOM, que al día de la fecha
representa la suma de $78.000.
Por la actuación en segunda instancia, atento el
interés debatido en ella y las pautas del art. 30 de la ley 27.423,
regúlense los honorarios de la Dra. Silvia Alejandra Gómez en la
cantidad de 175 UMA,
que al día de la fecha representa la suma de
$558.600; y los del Dr. Federico Carlos Tallone en la cantidad de 150
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PAOLA MARIANA GUISADO – JUAN PABLO RODRÍGUEZ
JUECES DE CÁMARA
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