2021 Libro
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ISBN: 978-607-502-904-7
DOI: https://doi.org/10.25009/uv.2307
Universidad Veracruzana
Índice 7
Introducción
Ernesto Treviño Ronzón 11
Primera sección
Conocimiento, educación y neoliberalismo
Segunda Sección
Neoliberalismo, instituciones y reformas educativas
Tercera Sección
Sensibilidad, narrativa e irredención educativa frente al
neoliberalismo
Cuarta Sección
El sujeto en el entramado neoliberal
L
as Ciencias Sociales y las Humanidades experimentan cada cierto tiem-
po la emergencia de objetos de conocimiento que tienden a concentrar la
atención, la energía y los debates de las comunidades académicas por un
periodo significativo. Algunos de ellos no se contienen en el campo académico,
sino que tienen correlatos empíricos en el campo de la política, de los medios
de comunicación, de los poderes públicos, de las organizaciones civiles o de
las organizaciones internacionales. Es el caso de asuntos como la guerra fría,
la globalización, el terrorismo, las pandemias, las crisis financieras globales
o el cambio climático. Hoy día, y desde hace tiempo, ocurre algo parecido con
el neoliberalismo, que se ha posicionado como uno de los grandes temas de
nuestra época.
En la medida en que el mundo se adentró en el siglo XXI, diferentes pro-
blemas en el ámbito del funcionamiento del gobierno –como la educación o
la salud–, las democracias y, por supuesto, en el funcionamiento de la econo-
mía, comenzaron a tener una explicación cada vez más común o, si se prefiere,
compartida: la presencia o, en su caso, la diseminación del modelo neoliberal a
diferentes ámbitos de la vida de las sociedades contemporáneas.
Entre los aspectos más criticados y comúnmente asociados al proceso de di-
seminación del programa neoliberal en distintas partes del mundo se incluyen
12
los recortes al financiamiento público de la educación, la salud, la seguridad
pública y social, que por lo regular están acompañados de la creciente mercan-
tilización de estos mismos servicios públicos. También se asocia al proceso de
diseminación neoliberalismo la venta o disolución de empresas estatales, así
como la transferencia de responsabilidades del Estado hacia empresa privadas,
la liberación de mercados nacionales e internacionales antes controlados por
el gobierno, la promoción de modelos de competitividad global en diferentes
sectores, el ascenso de los mercados financieros internacionales, la reducción
de impuestos para ciertos sectores, el aumento en las concesiones para el uso
o explotación irracional de los recursos naturales con consecuencias para el
desplazamiento forzado de miles de personas de sus territorios. También el
outsourcing de la mano obra, el aumento de la desigualdad por ingresos, el
aumento del consumo de mercancías como modelo económico y de sociali-
zación con sus correspondientes consecuencias para las deudas personales,
entre otros.
La lista anterior puede extenderse en páginas. Para el caso que ocupa esta
obra, el neoliberalismo es señalado con frecuencia como una de las principales
causas de los problemas en materia educativa y científica. Estas imputaciones
señalan que es debido al neoliberalismo que las instituciones del sector edu-
cación y del sector científico han comenzado a conducirse o regularse como
siguiendo criterios empresariales o, en su caso, orientados al mercado, o por
decisiones y acciones que parecen pensadas para responder a una racionalidad
más bien de competitividad y de maximización de beneficios antes que al bien
común. Estas críticas incluyen desde las dirigidas a los programas de calidad,
de internacionalización, de reformas curriculares flexibles, a las evaluaciones
estandarizadas y las comparaciones internacionales, hasta las planteadas a los
sistemas de incentivos o la distribución de recursos para investigación con base
en concursos, en detrimento de las responsabilidades de los gobiernos y de las
instituciones públicas con el desarrollo de la educación y la ciencia para bene-
ficio de las mayorías. Algunas de estas críticas se pueden encontrar en trabajos
escritos en diferentes partes de México, de América Latina y del mundo hispa-
no, en textos como los de De Sousa (2005), Aboites (2012), Del Valle, Suasnábar
y Montero (2016) y Martínez (2019), por señalar solo algunos.
Por supuesto, como correlato de lo anterior, en diferentes partes del mundo, 13
y marcadamente en América Latina y Europa, diversos académicos y numero-
sos movimientos sociales y políticos han identificado el neoliberalismo como
el principal adversario a combatir o derrotar para resolver las problemáticas
que están afectando tanto a los sistemas educativos y científicos, como a las
sociedades y comunidades de que forman parte.
Ahora bien, si se toma cierta distancia de algunas de las críticas señaladas
y de la bibliografía disponible para tratar de volver sobre ellas y entender el
detalle de sus planteamientos, es posible notar que el adversario neoliberal
en ocasiones parecer ser «evidente», pues se expresa de manera puntual en
algunos de los problemas recién listados. Pero, en ocasiones, es difuso porque
las problemáticas tienen variaciones contextuales o históricas que hacen muy
difícil imputar de manera directa a dicho programa el origen de los problemas.1
También porque lo que se denomina neoliberalismo no significa lo mismo en
todos los contextos ni en todas las escalas. El significante neoliberal es más
difuso o escurridizo de lo que parece y esto tiene diversas implicaciones ana-
líticas y políticas. Es aquí donde la complejidad se va develando conforme se
avanza en el análisis y de manera eventual en la discusión, y es precisamente
aquí donde el diálogo y el debate académico en diferentes escalas adquieren
particular importancia.
1 Esta dificultad tiene diferentes razones. Una de las más importantes es que los problemas
con frecuencia asociados al neoliberalismo se emparejan casi de manera automática con el
ascenso de gobiernos nacionales denominados de derecha, pero la evidencia muestra que
también ocurren bajo el influjo de gobiernos identificados como de izquierda, por decisión o
por herencia (Da Costa y Goulart, 2018; Rifo, 2019). Aspectos de esta paradoja se abordan en
los capítulos de esta obra.
14
expresiones y las consecuencias de la apropiación del programa neoliberal en
el campo de la ciencia y de la educación, así como en otros ámbitos adyacentes.
Otro plano de reflexión tiene que ver con los usos del neoliberalismo en el dis-
curso académico que implica una meta-observación de la diversidad de los usos
de un significante tan prolífico. Esto es muy importante porque el término neo-
liberalismo, en ocasiones, se emplea de manera sustantivada –como si fuera un
sujeto histórico o social activo–, en ocasiones aparece como adjetivo de ciertas
decisiones, procesos o actores; en ocasiones se usa para hacer referencia a he-
chos contemporáneos, y en ocasiones para evocar otros de carácter histórico
que tienen consecuencias en el presente (Ferguson, 2009). Este mismo signifi-
cante en ocasiones forma parte de argumentos que remiten a hechos prístinos,
es decir, que se explicaría si solo apelamos a ciertas evidencias concretas –es el
caso de Harvey (2005) o Wacquant (2009)–, pero también puede formar parte
de otros más sofisticados donde convergen explicaciones de orden cultural,
político o subjetivo como en el caso de Foucault (2006) o Laval y Dardot (2018).
Algunos usuarios de términos como neoliberalismo o neoliberal eluden la
necesidad de aclararlos, de precisarlos, como si se tratara de algo tan eviden-
te que no requiere mayor explicación o detalle, y es por este tipo de usos que
fácilmente llevan a la generalización y a diferentes tipos de esencialismo, que
resulta importante realizar preguntas acerca de los rasgos particulares, histó-
ricos, distintivos del programa neoliberal y sus consecuencias.2
Así, frente a usos apocalípticos, exagerados o superficiales del neoliberalis-
mo, es más que necesario analizar qué sentidos se han instalado en los discur-
sos académicos –sin descuidar sus consecuencias empíricas– para desprender
de ahí algunas explicaciones sobre cómo impactan o direccionan la forma de
generar conocimiento y de desarrollar educación tanto en el nivel de las políti-
cas como en el nivel de la vida cotidiana de las instituciones y de sus principa-
les actores: los investigadores, los docentes, los estudiantes o las autoridades.3
2 Se retoma aquí la expresión de programa neoliberal como la explica Escalante (2015) para
caracterizar la diversidad de procesos intelectuales y políticos que durante varias décadas
han configurado lo que se conoce como neoliberalismo.
3 Hay, por supuesto, otros actores, como el personal no académico, las comunidades en torno
a las instituciones educativas y científicas y los entes sociales, políticos, culturales y econó-
micos con que éstas interactúan.
Ambos planos aparecen con mayor o menor énfasis en los textos de esta obra 15
mediante la discusión de la educación, el conocimiento y los sujetos frente al
programa neoliberal.
Atendiendo los dos planos señalados, para la integración de esta obra convoca-
mos a colegas investigadores de diversas instituciones de México y Argentina.
La elección no fue al azar, pues la mayoría de ellos forma parte del grupo de
discusión interdisciplinar Giros Teóricos que ha trabajado desde hace más de
una década y en el cual convergen académicos de diferentes partes de América
Latina.4 La convocatoria planteaba un reto académico, ya que se les invitaba a
poner en común análisis preocupaciones y propuestas tanto teóricas como me-
todológicas sobre el impacto del programa neoliberal en el campo de la educa-
ción y en el campo de la producción, la diseminación y el uso de conocimiento,
que en el caso de América Latina tienen muchos paralelismos dada la forma
en que se organizan los sistemas de educación básica y superior, de posgrado
y de ciencia.
Asimismo, se solicitó a las y los autores que intentaran asumir la tarea
desplegando recursos conceptuales, no solo descriptivos, con el fin de poner
en juego en algún grado los debates o giros teóricos, filosóficos, políticos, pe-
dagógicos o epistemológicos que orientan sus investigaciones. Dadas algunas
tendencias políticas y teóricas recientes en el campo de las ciencias sociales y
las humanidades, se sugirió que, en la medida de lo posible, se recuperara una
referencia a los sujetos, reconociendo la importancia que tanto la subjetividad
como la sujeción y la agencia tienen en la configuración de identidades indi-
viduales y colectivas.5 Con motivo de estos requerimientos, la huella teórica
tuciones? ¿Hay un conocimiento científico de tipo neoliberal? ¿Es posible teorizar un sujeto
neoliberal? ¿Qué función juega el neoliberalismo en la producción de conocimientos o en
la generación de explicaciones sobre asuntos como la violencia o las desigualdades? ¿Las
herramientas teóricas o metodológicas con se analizan los problemas sociales, políticos, edu-
cativos y científicos disponibles son suficientes frente al programa neoliberal? ¿Cómo es uti-
lizado el neoliberalismo en el discurso político y académico de sus contextos? ¿Las políticas
educativas, las estructuras o las reformas recientes en su respectivos países o instituciones
tienen huellas del programa neoliberal? ¿Qué de eso es propio del neoliberalismo según sus
contextos y perspectivas?
consecuencias del discurso neoliberal y sus implicaciones para el conocimien- 17
to y la educación, con énfasis en el nivel superior. El primer capítulo, «Las
políticas del conocimiento y el programa neoliberal en América Latina», de
Ernesto Treviño, académico mexicano, aborda el vínculo entre conocimiento,
política y neoliberalismo recurriendo a una revisión de estos elementos y su
devenir tanto en materia de políticas como en materia de discurso académico.
Sostiene que las políticas del conocimiento actuales no pueden asociarse esen-
cialistamente al neoliberalismo, pues hay elementos históricos y contextuales
que les han influido y la salida al neoliberalismo no consiste simplemente en
decretos de su extinción. El capítulo «Juicios y análisis: conocimientos sobre
neoliberalismo y privatización de la escuela», de la autoría de Rosa Nidia Buenfil
Burgos, académica mexicana, visibiliza los argumentos y matices soslayados en
posiciones extremas sobre el neoliberalismo y la privatización de los sistemas
educativos. El capítulo «Universidad pública y neoliberalismo. Temporalidades
en conflicto y fronteras en disputa» fue escrito por la colega argentina Sandra
Carli, quien explora algunas transformaciones en el campo de la educación
superior, en particular respecto a la universidad pública. Debate las formas
de la racionalidad neoliberal persistentes y algunos desafíos político-cultu-
rales para profundizar la revolución democrática en y desde la universidad.
Cierra la sección Sebastián Barros, académico también argentino, con el texto
«El neoliberalismo como discurso de verdad. La experiencia de Cambiemos en
Argentina», quien busca precisar la forma en que el neoliberalismo, tratado
como una forma de gobernar o gubernamentalidad –siguiendo el pensamiento
de Michel Foucault–, produce una escansión de lugares sociales en la que se
juega la posibilidad legítima de algunos grupos en aquel país sudamericano.
La segunda sección se titula Neoliberalismo, instituciones y reformas educa-
tivas. Agrupa cinco textos sobre México. El texto de Fabio Fuentes Navarro se
titula «Educación, producción subjetiva y neoliberalismo. Reflexiones y articu-
laciones teóricas en el giro político mexicano». En él aborda las consecuencias
de pensar el neoliberalismo y sus implicaciones en lo educativo a partir de la
lógica de los opuestos irreconciliables tomando como referencia el proceso de
transición política/educativa de México. El segundo texto, «La escuela, el pro-
fesorado y el neoliberalismo. Una relación discursiva distinta», de la autoría
de Ofelia Cruz, propone reflexionar sobre el vínculo competencia-evaluación,
18
que regula el funcionamiento del profesorado a partir de las últimas refor-
mas educativas. El texto de Ana Laura Gallardo se titula «Educación básica
y neoliberalismo en México. Reflexiones en torno al contexto epistémico de
las políticas curriculares»; explora cómo la economía neoliberal de la educa-
ción enmascara y contribuye a generar nuevas formas de racismo, en tanto
reproduce el referente cultural fundacional del sistema educativo mexicano. El
texto «Funcionamiento ideológico y orientación identitaria. Modelos de iden-
tificación profesional docente y reforma educativa», escrito por Silvia Fuentes
Amaya, propone una discusión del juego de resignificación, interpelación e
identificación que abriría un nuevo mandato institucional para el profesorado
a partir de las recientes reformas educativas. El último texto de la sección es
de María Mercedez Ruiz. Se titula «La actoría y la resignificación de la reforma
educativa en el espacio escolar en contextos rurales. Los casos del Estado de
México y Michoacán». El trabajo focaliza el proceso de circulación de políticas
en un momento donde, además del Estado, intervienen diversos organismos
internacionales.
La tercera sección, Sensibilidad, narrativa e irredención educativa frente al
neoliberalismo, integra tres escritos de autoras argentinas. Myriam Southwell
escribe «Sensibilidades, pasiones y emocionalidades: tres concepciones en las
que se sitúa el discurso político-educativo». En él se ocupa del tema de las sensi-
bilidades, los afectos y las pasiones en el análisis político-educativo, abordando
junto con esto los procesos de estetización en la vida escolar, la subjetivación
política en el marco del neoliberalismo. El segundo texto es de Eva Da Porta; se
titula «Narrativa neoliberal, estrategias y discurso educativo», donde propone
analizar algunas estrategias enunciativas, retóricas y narrativas que el discur-
so neoliberal viene desarrollando en los últimos años en torno a la educación
pública. El tercer texto es de Juliana Enrico: «Espectros irredentos frente a
las violencias del neoliberalismo. Fuerzas políticas antagonistas y transfor-
maciones identitarias en el espacio educativo-cultural argentino». La autora
interroga los procesos de inclusión y exclusión en la Argentina macrista recu-
perando en sus análisis referentes del proyecto civilizatorio diseñado Faustino
Domingo Sarmiento que contrasta con trabajos contemporáneos como el de
Adriana Puiggrós.
La cuarta y última sección se titula El sujeto en el entramado neoliberal. 19
Es una parte de la obra que funciona como una focalización hacia una de las
dimensiones más importantes del debate sobre el neoliberalismo tanto en tér-
minos generales como en el campo de la educación y la ciencia: el sujeto y, por
tanto, la subjetividad. El primer texto es de Ana María Valle y Marco Antonio
Jiménez, mexicanos, quienes escribieron «Biopolítica y neoliberalismo. Un
acercamiento a la producción de subjetividades». En él discuten sobre lo que
la biopolítica desprendida del pensamiento de Michel Foucault permite mirar
en la lógica del neoliberalismo fincada en el mercado y reflexionan sobre cómo
se ha dado paso a ciertas prácticas y procesos de subjetivación. El segundo texto
es de Octavio Juárez Némer, colega mexicano, y se titula «El neoliberalismo
y las tecnologías para la constitución del yo científico de posguerra», donde
trata específicamente la relación entre la lógica del capitalismo neoliberal y
el diseño epistémico de investigación social. El tercer texto es de Daniel Saur,
colega de Argentina, y se titula «Mediatización y subjetividad neoliberal. Re-
flexiones sobre complejización social y poder». Ahí desarrolla reflexiones sobre
la complejización social y propone una recuperación de la crítica de la econo-
mía política en diálogo con diferentes giros conceptuales (culturalista, subje-
tivo, afectivo, etc.). El texto de Dulce María Cabrera, de origen mexicano, lleva
por título «Narrativas neoliberales y modos de subjetivación: sujeto doliente».
Analiza teóricamente el interesante tema del dolor como negatividad, como una
experiencia límite que impide la plenitud del poder y al mismo tiempo devuelve
al sujeto su posibilidad de sentir. El libro cierra con un texto de Laura Echava-
rría, titulado «La Barbie como moneda viva: ícono de la violencia neoliberal»,
en el que reflexiona en torno a las huellas del neoliberalismo en dos ámbitos
de la violencia: la sistémica y la subjetiva, tomando como caso la manufactura
de mercancías, su modelización y su venta alrededor del mundo. La obra cierra
con un breve corolario sobre la posibilidad de un futuro posneoliberal.
Este libro, escrito a varias manos con la intención de fomentar un diálogo
internacional a escala continental, constituye una aportación interesante dados
los engarces teóricos, contextuales e históricos desplegados por sus autores. Lo
es también debido a la deliberada intención de ir más allá de las denuncias o
reafirmaciones genéricas del impacto del neoliberalismo como un fenómeno
disruptor. Por supuesto, los autores coincidimos en que es necesario señalar,
20
criticar y combatir todos aquellos aspectos del programa neoliberal que han
contribuido a la erosión de la vida en común, que han fomentado la depreda-
ción del medio ambiente, de las relaciones colectivas, que han incentivado la
desigualdad y que han ocasionado disrupciones estructurales en la subjetivi-
dad. Pero para esto es necesario ir más allá de las denuncias genéricas, superar
las generalizaciones, los esencialismos que parecen atribuir por comodidad o
por estrategia política o intelectual todos los males a dicho programa obviando
con frecuencia el trabajo de análisis.
El programa neoliberal, dados sus orígenes, su semántica, su composición
intelectual, sus derivas, sus modificaciones, las formas tan diversas en que se
ha adoptado, sus impactos en los grupos sociales, las instituciones, los gobier-
nos, las personas, puede constituir uno de los mayores retos intelectuales, cul-
turales, políticos y económicos de nuestro tiempo. Por ello, se requiere mirar
en él con más detalle, con diferentes recursos conceptuales y metodológicos,
interdisciplinarmente, antes incluso que hablar del posneoliberalismo, para
tratar de entender la especificidad de las transformaciones, para identificar
qué problemas actuales son atribuibles al neoliberalismo y, en particular, qué
de eso es posible identificar y enfrentar en el ámbito de la ciencia, la educación
y la política.
Quiero expresar mi agradecimiento a la Universidad Veracruzana6 por el
apoyo para la publicación de la obra. También a la Red Internacional Giros
Teóricos y en particular a los representantes de la Universidad Nacional de
Córdoba y la Universidad de Buenos Aires en Argentina; a la Universidad Na-
cional Autónoma de México y del Cinvestav en México por el sostenido trabajo
de intercambios y debates a escala continental que llevaron a la integración de
este libro sobre uno de los grandes temas de nuestro tiempo.
6 Gracias también a Patricia Aidee Orea Zárate por su apoyo en las tareas de organización de
los documentos y comunicaciones necesarias con los autores. También a los dictaminadores
y revisores.
Referencias 21
Presentación
E
l término neoliberalismo es uno de los más empleados en el ámbito po-
lítico y académico contemporáneo. Desde el inicio del siglo XXI aparece
con frecuencia ascendente en discusiones de orden económico (sobre
el crecimiento, el libre mercado, el consumo, los mercados internacionales,
la pobreza o la desigualdad), de orden político (sobre la transformación de los
Estados modernos, la construcción de la democracia, la gestión de lo público),
de orden medioambiental (como protagonista del cambio climático), en dis-
cusiones sobre la configuración de los sujetos contemporáneos (del consumo,
del ego digital, de la gubernamentalidad competitiva) (Han, 2017; Schram y
Pavlovskaya, 2017), entre otros.
En este gran marco, hay varios vínculos que conectan el neoliberalismo
con la generación, diseminación y uso del conocimiento –particularmente,
con el de tipo científico– que tienen su fuente en las universidades y en otras
instituciones de orientación educativa y científica que, por su lado, son gran-
des protagonistas del cambio social, económico, técnico y político de nuestra
3 Hacking (2007) utiliza la expresión «creación de personas» para referir cómo los sistemas de
pensamiento y de acción crean personas al nominarlas y designarles ciertas características
para guiar sus conductas presentes y futuras.
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existen los académicos o investigadores neoliberales que solo nos preocupamos
por los incentivos y el reconocimiento? ¿El programa neoliberal nos regula a
todos por igual, al punto de que ha logrado ocupar nuestra subjetividad con la
idea de que solo podemos ser actores libres si participamos en el mercado de
la ciencia y la educación? ¿El neoliberalismo habría logrado despolitizar a los
académicos hasta reducirlos a sujetos de mero interés individual?
Estas últimas preguntas no son respondidas del todo en este escrito, pero
subyacen a la idea última de proponer una crítica del neoliberalismo con plan-
teamientos que, mientras precisan algunos de los grandes retos de las políticas
y prácticas científicas, intentan identificar asuntos no tratados todavía, como la
tensión entra la inmediatez de los cambios y la historicidad de los contextos.4
Para avanzar en esa línea, es necesario tomar conciencia de que hoy se requiere
necesariamente ir más allá del neoliberalismo como una metanarrativa uni-
versal e intentar analizarla en las instituciones y los sujetos, en su quehacer
cotidiano, con herramientas teóricas y metodológicas actualizadas a la vez que
flexibles.
5 Me han interesado que sean planteadas de manera individual o incorporadas en las pro-
puestas de algunas organizaciones internacionales y agencias locales o regionales, como la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde), la Comisión Econó-
mica para América Latina y el Caribe (cepal), la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco), el Banco Interamericano de Desarrollo (bid) y
el Banco Mundial (bm).
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clave destaca la crisis de 1929 que incentivó nuevos debates sobre el papel del
Estado en la regulación de las libertades económicas, en el manejo de las crisis
inflacionarias y de los mercados monetarios. Fue un momento clave, también,
la emergencia de intelectuales en universidades europeas y norteamericanas
articulados en diferentes foros, incluido el mítico Coloquio Lippman de 1938
en París, en los cuales la agenda liberal se objetivó con demandas articuladas
en torno a la noción de neoliberalismo.6 También es un momento icónico el
cierre de la segunda guerra mundial y la victoria de los aliados de la mano de
Estados Unidos, que condujo al establecimiento del Plan Marshall y al ascenso
de diversas organizaciones internacionales, como el sistema de la Organización
de las Naciones Unidas (onu) y la eventual creación de la ocde.
Por supuesto, es un momento clave en este recuento la formación de diver-
sos grupos políticos en ciertos centros intelectuales internacionales, algunos
de los cuales se posicionaron al frente de países como Estados Unidos o Gran
Bretaña, y el mimetismo político e institucional alentado por las diferentes mo-
dalidades de globalización (política, tecnológica, económica, cultural). También
son relevantes en esta historia el ascenso de las telecomunicaciones globales, la
caída del Muro de Berlín, la creación del mercado internacional de finanzas, la
proliferación de tratados de libre comercio, entre otros procesos que se desa-
rrollaron durante más de 50 años con epicentro en Europa y Estados Unidos,
pero con numerosas derivaciones y nodos en diversas partes del mundo.
En este largo proceso, el vínculo entre conocimiento y el programa neolibe-
ral se construyó de manera seminal. Una huella indeleble de ello son diversas
publicaciones de la década de los treinta y cuarenta. Se trata de trabajos escritos
por un economista austriaco llamado Friedrich Hayek, y el argumento más ele-
mental desplegado en ellos es que una economía con planeación central jamás
podría igualar la eficiencia de una regida por un mercado abierto porque lo que
conoce un individuo es solo una pequeña fracción del total de conocimiento
disponible en una sociedad.7
9 En este escrito se usa el término saber indistintamente del término conocimiento. Cuando
sea necesario, se harán los matices o las distinciones del caso.
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tendría en el desarrollo de la tecnología y de los mercados. Bell (1968, 1973), por
su lado, trazó las características centrales del paso de una sociedad basada en
producción de bienes a una en la que el conocimiento especializado es el prin-
cipal insumo de trabajo. Esos textos están en la base de una gran cantidad de
escritos de la década de los ochenta y serían referencia en diversos trabajos de
organizaciones internacionales de alcance global, destacadamente la unesco,
la ocde y el Banco Mundial.
Para dirigir la utilidad de los conocimientos hacia un diseño social específi-
co, dichas organizaciones han impulsado agendas, legislaciones y programas
buscando que las instituciones de educación y ciencia prioricen ciertos temas
y problemas de investigación (desde la tecnología avanzada, hasta el desarrollo
de nuevos materiales y cultivos; desde la genética hasta bioinformática). En este
proceso han impulsado, además, formas de financiamiento no gubernamental
intentando asegurar la vinculación de dichas instituciones educativas y de in-
vestigación con sectores como el económico o el tecnológico. En algunos casos,
se ha recomendado la formación de nuevos cuadros científicos para suplir la
falta de personal especializado y crear programas de posgrado de alto nivel,
pero en otros casos se ha sugerido lo contrario, establecer alianzas en el sector
privado para subcontratar a dichos especialistas (unesco, 2005; ocde, 1999,
2003, 2008; cepal, 1992).
Por ejemplo, en diferentes documentos de organizaciones como la ocde se
abrió la discusión sobre quién debería generar el conocimiento, cómo debería
ser financiado y quién debería beneficiarse de él (ocde, 2003, 2013; Martínez,
2008). Una de las afirmaciones más aceptadas y diseminadas en diferentes
países miembros de dicha organización fue que el financiamiento de la investi-
gación debería ser público, pero también privado. Esto abrió el debate acerca de
asuntos como cuánta injerencia deberían tener las empresas en la generación
de las investigaciones académicas (el modelo de las compañías farmacéuticas,
tecnológicas y de alimentos son invocados con frecuencia en estos casos); por
qué y en qué circunstancias el dinero público invertido en investigación en
formación de investigadores, en consolidación de instituciones públicas, po-
dría generar beneficios privados en forma de patentes o productos, o cuándo
se justifica que el Estado financie la investigación y cuándo deben hacerlo los
particulares (Treviño , 2015).
Esta discusión está diseminada en las memorias de numerosas cumbres 33
científicas de los años noventa y se puede seguir con precisión en diversos
documentos de política de la misma época que aparecen publicados o emiti-
dos en forma de boletines o de recomendaciones a numerosos países, incluido
México, por lo que algunas ideas se han transformado en guías de desarrollo
de las agendas educativas y tecnológicas, mientras que en otros casos solo han
tomado la forma de adopciones de términos o de membretes.
Durante la última parte del siglo XX y el inicio del XXI, decenas de académi-
cos y de funcionarios públicos, decenas de rectores y de directores de centros
de investigación y docencia comenzaron a hablar en los términos parecidos
a los de las recomendaciones internacionales. Y decenas de instituciones de
educación superior se desarrollaron convencidas de que ese era el modelo ade-
cuado. Es entonces cuando se da el ascenso del modelo de la universidad red,
también el modelo de Silicon Valley,10 y estos se tejen en paralelo a la adaptación
de las políticas emanadas de los gobiernos de Margaret Thatcher en el Reino
Unido y de Ronald Reagan de Estados Unidos. Es la época de la intensificación
de la globalización en que las políticas de ciencia, tecnología y educación en Mé-
xico cruzaron un umbral inédito, si bien no es posible decir que se modelaron
exactamente frente a estos cambios.11 La ciencia comienza a institucionalizarse
mediante un discurso de innovación, de competitividad, de inclinación hacia
lo económicamente útil.
Paulatinamente, en países como México se introdujo la idea de que se re-
quería tener ciencia para la competitividad económica, para la generación de
riqueza, para resolver problemas nacionales y para el desarrollo sustentable.
Aquí es importante recordar que en gran parte del mundo las políticas de cien-
cia y tecnología se desarrollan a través de numerosos actores (secretarías de
10 En referencia a una forma de relación entre las instituciones de educación superior, el de-
sarrollo tecnológico, las innovaciones y el crecimiento económico que inició en los años cin-
cuenta y devino protagonista del desarrollo científico y tecnológico de las décadas de los
ochenta y noventa (véase al respecto a Castells y Hall, 1994). Expresiones como la Triple Hé-
lice trataban de capturar esta relación. Hoy día, ese modelo se ha sofisticado y, por ejemplo,
la expresión de Quíntuple Hélice ha incorporado la participación de la sociedad civil y a las
personas en su medio ambiente.
11 Un ejemplo de ello es la Declaración sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico (unesco,
1999).
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Estado, universidades, institutos, asociaciones).12 Durante el desarrollo de la
política científica en la transición de siglos se ha incluido una gran variedad de
procesos, algunos conectados de manera evidente. Por ejemplo, en los últimos
30 años las políticas y programas para desarrollar ciencia y tecnología y para
guiar la formación de cuadros científicos han combinado esquemas de finan-
ciamiento directo, externo, mixto y, en su caso, basado en competencia por los
fondos públicos o privados, a los cuales los diversos actores han reaccionado
diferencialmente.
Las políticas y los programas de ciencia han incluido sistemas de evaluación
basados en incentivos y reconocimientos; una constante revisión del trabajo
académico con vinculación directa al salario del personal y a los presupuestos
de las instituciones; procesos de certificación nacional e internacional; incre-
mento en las demandas de «credencialización»; incentivos directos para de-
sarrollar áreas de investigación y formar cuadros en temáticas relacionadas
con subcampos de la biología, la medicina, las comunicaciones y la agronomía,
entre otros. También se ha observado una suerte de obsesión por hacer que las
instituciones, los académicos y sus publicaciones, sean visibles y escalen así
en los rankings, las comparaciones o las mediciones internacionales. Miradas
globalmente a lo largo de estos años, las instituciones se apropiaron y repro-
dujeron a su manera el enfoque de la ciencia y de la educación para la compe-
titividad, que no se ha perdido hasta la fecha (Treviño, 2015).13
Una consecuencia de lo anterior es que en diferentes partes del mundo,
incluido México, hay discursos sedimentados por su grado de iteración, donde
parecería que las políticas han sido exitosas en convencer a los actores insti-
12 La información sobre las decisiones en esta materia se puede analizar principalmente en los
programas institucionales, transversales y especiales del Consejo Nacional de Ciencia Tecno-
logía del conacyt, así como en los respectivos informes sexenales (véase para ello conacyt
2001, 2008, 2014, 2017).
13 En México, históricamente se ha señalado a los gobiernos de adoptar recomendaciones de la
ocde. Esto es verdad hasta cierto punto, porque los gobiernos nacionales siempre han sido
selectivos de qué y cómo recuperar las recomendaciones de la ocde. También es cierto que
los gobiernos de Peña Nieto (2012-2018) y de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) han
declarado abiertamente seguir las recomendaciones de dichos organismos. Véase al respecto
ocde (2012 y 2019) y las presentaciones conjuntas de los equipos de México y de dicha orga-
nización. Pero de ello, sin embargo, no se sigue la adopción de recomendaciones de manera
literal.
tucionales: se ven en afirmaciones del tipo «el conocimiento, resultado de la 35
ciencia, debe servir a resolver problemas sociales», «a formar nuevas gene-
raciones de investigadores», a «incrementar la formación y el desarrollo de
las personas», «a incrementar la competitividad». Estas afirmaciones no son
exclusivas de un tipo de partido político o de un tipo de actor social.
En un estudio desarrollado en 2016 donde se encuestó a cerca de 200 coor-
dinadores de posgrado de la región sur-sureste de México, que además realizan
investigación, se documentó que entre las metas que se han fijado para desa-
rrollar los posgrados destacan: tener más redes, más vinculación, más finan-
ciamientos externos para pagar suscripciones a bases de datos, a revistas, pero
también para mantener funcionando sus proyectos, para sostener la movilidad
de los estudiantes o, incluso, para atraer investigadores externos (Jiménez,
Treviño y otros, 2016).14 Estas parecen respuestas automáticas, incorporadas
y se vuelven problemáticas porque al preguntar por qué o para qué de estas
prioridades, lo que se encuentra son respuestas del tipo: son exigencias, son
tendencias, son las nuevas demandas, es necesario para ser competitivos.
Es posible leer la narrativa del conocimiento útil (la ciencia útil, o la inves-
tigación útil) en respuestas como las anteriores, pero no simétricamente, sino
como efecto, como un eco. Por supuesto, esta narrativa tuvo tales consecuencias
que en la transición de siglos diversas organizaciones y académicos alzaron la
voz, antes tímida, respecto a este modelo de desarrollo científico, el cual estaba
causando desigualdades y problemas por la forma entender el conocimiento,
de producirlo, de sociabilizarlo, de intentar generar ganancias económicas y
hasta de moldear las conductas de las personas a partir de él. Esto no es del
todo nuevo aun para la época, pero parece exacerbarse por la nueva matriz
discursiva y por la nueva escala de críticas ahora dirigidas al neoliberalismo.
Ahora bien, hay que ser cuidadosos para establecer qué de toda esta historia
reciente de las políticas del conocimiento científico como algo útil es asociable
al programa neoliberal y qué de esto es parte de culturas locales, o de tramas
institucionales que mezclan las tendencias globales con sus propias conviccio-
nes o prioridades. Para responder a esto, es necesario, antes, hacer una pausa
18 Se proponen numerosos cambios en la Ley, desde asuntos tan importantes como una modi-
ficación a la estructura del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, hasta otros
como incluir la palabra Humanidades en la misma Ley y en el nombre del actual Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (conacyt), como apelando a la fuerza de la nominación.
19 Como se apuntó, en México el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, se
compone de numerosos actores (universidades, tecnológicos, centros de investigación, se-
cretarías de Estado) coordinados por el conacyt y se ha venido constituyendo en varias
décadas. Uno de los debates más visibles al inicio de la gestión fue sobre el Foro Consultivo
Científico y Tecnológico, al que se la han hecho retenciones de fondos. El presidente mismo
declaró su propósito de desaparecerlo, a pesar de estar reconocido en la legislación nacional
en la materia.
44
de carreras estaban saturadas, lo que hacía de la educación privada un destino
atractivo y necesario para miles de personas (Gil, 2005). Lo anterior, entonces,
no es lo mismo que un diseño de educación de tipo neoliberal, pues en México
ninguna institución de educación superior pública se ha convertido en privada,
a pesar de no poder recibir a todos los solicitantes, mientras que las colegiatu-
ras en las instituciones públicas son de las más bajas del mundo, pues reciben
un significativo apoyo hacendario, si bien no son del todo gratuitas.20
En cuanto a las críticas y acciones sobre la forma en que se entregan salarios
y apoyos a los académicos para realizar viajes al extranjero, los sobresueldos
o incluso para adquirir seguros de gastos médicos, es pertinente señalar que
los primeros son requisitos para incrementar los intercambios y la movilidad
académica, así como los procesos de internacionalización establecidos por el
propio gobierno, no necesariamente privilegios o decisiones de los propios
académicos. El salario y los seguros médicos, por su lado, son resultado de
negociaciones laborales; los seguros, los académicos los pagan en diferentes
porcentajes con sus propios salarios. En algunas declaraciones públicas, la
comunidad científica se construye argumentativamente como si se hubiera
organizado para convertirse en una élite basada en castas, explotadora de los
recursos públicos y sin compromiso social, que habría hecho un trabajo sin
impacto en la resolución de los problemas nacionales, en lugar de tratarla como
ciudadanos que se fueron adecuando a unas decisiones y limitaciones guberna-
mentales y en busca de sus propias prioridades como ciudadanos. 21
20 Las instituciones de educación privadas no solo funcionan desde mucho antes que el pro-
grama neoliberal se diseminara, sino que en varias regiones y países fueron las primeras
escuelas y espacios de investigación.
21 Es interesante el caso del Sistema Nacional de Investigadores (sni) y del Sistema sep-pro-
dep, ambos en México. Estos programas de «incentivos» para los académicos, que ahora se
califican como neoliberales tan fácilmente, surgieron paralelamente al ascenso del programa
neoliberal y funcionaron como formas de «compensar» el salario en un contexto de crisis,
atados a mejoras en procesos educativos, científicos o institucionales, pero no estaba orien-
tados a hacer de los agentes del campo científico actores de un mercado impersonal, indivi-
dual o abstracto. Con el tiempo, como toda política y programa, se han desgastado y deben
corregirse, tal vez sustituirse para mejorar el trabajo académico y la remuneración de los
trabajadores. Diferentes estudios muestran que un porcentaje significativo de los académicos
en el sni dejarían de participar en él, incluso se jubilarían si su salario no fuera suficiente
para solventar sus necesidades (Bensusán, 2013). La representación de los investigadores na-
cionales como una élite privilegiada, individualista o mercantil, devela un desconocimiento
Y en lo que hace a los fondos para investigación o a los apoyos para la for- 45
mación de posgrado, la narrativa es parecida. En 2018 se observaron algunos
recortes, dando pocos elementos para entender el origen de las decisiones to-
madas en asuntos como la designación o suspensión de becas, o la manuten-
ción a estudiantes de posgrado en el extranjero, o la reducción en el número
de becas posdoctorales, entre otros aspectos. No se sabe, en todo caso, cómo
esto se relaciona con la lucha contra el neoliberalismo en la ciencia o si, por el
contrario, solo se trata de medidas administrativas o presupuestales de recorte
para dirigir los recursos a otros programas de mayor prioridad política.
En resumen, en varias de las declaraciones y decisiones del gobierno de
López Obrador, autodenominado de izquierda, se muestran algunos de los pro-
blemas al intentar atribuir al neoliberalismo los problemas sociales y en este
casos científicos de nuestra época: se recurre a generalizaciones, se emplean
descalificaciones poco fundadas y se exhibe cierto desconocimiento de gran
parte de la historia y de las condiciones en que se ha desarrollado la ciencia
en México, de los múltiples intercambios entre ciencia, educación y sociedad,
y de la forma en que personas e instituciones se van conformando entre sí.22
Esto es paradójico porque junto con las críticas y decisiones ya tomadas,
en el actual gobierno no se ha renunciado al discurso de la ciencia para el de-
sarrollo, para la competitividad y el mercado, lo que se puede ver con claridad
en el Plan Nacional de Desarrollo (pnd, 2018), en el plan para reestructurar el
conacyt (Álvarez-Buylla, 2018) y en los pronaces). Mientras, por un lado, se
declara el fin del neoliberalismo,23 no se renuncia en absoluto a intentar impul-
impresionante sobre el sector y las políticas que lo gobiernan; además, por supuesto, una
representación esencialista del campo científico.
22 La nueva política para el desarrollo del posgrado en México exige en el nivel a los científicos
y a los posgrados que muestren su compromiso social. Por supuesto, las reacciones de la
comunidad académica no se han hecho esperar y un litigio amplio se ha venido instalando
en todo el país para contener dichas medidas gubernamentales. En todo este proceso se
han llegado a utilizar expresiones como «mafia de la ciencia» para referirse a las personas u
organizaciones que gestionan recursos públicos de los fondos del conacyt para desarrollar
investigación, pero también a quienes se han manifestado en contra de recortes a salarios
altos o prestaciones. El detalle de todo este debate se puede seguir en la prensa en notas
como «El conflicto entre el Gobierno de amlo y la comunidad científica llega a su punto de
ebullición» (Sin Embargo, 29 de septiembre de 2019).
23 El 17 de marzo de 2019, al cierre de una actividad de planeación, el presidente dijo: «Declara-
mos formalmente desde Palacio Nacional el fin de la política neoliberal, aparejada esa política
46
sar un cierto tipo de ciencia útil que sirva a la nación, que tenga carácter local,
pero también internacional, y ese rasgo sería, por lo menos, compartido con el
programa neoliberal. Al momento de cerrar este escrito, al conjunto de críticas
y de decisiones le ha acompañado la instalación de un litigo de los académicos
y también de los estudiantes de posgrado, radicados en México y el extranjero,
lo que ha obligado al gobierno a corregir y matizar en más de un aspecto. Al
parecer, este será el tono de la relación del actual gobierno con la heterogénea
comunidad científica.
Ahora bien, hasta donde la información permite ver, tanto en Chile como en
Argentina y México, la forma de introducir cambios en las políticas del cono-
cimiento apunta a una delimitación de los efectos del neoliberalismo, pero con
rasgos distintos y alcances limitados. En ellos no es posible trazar una relación
directa entre las críticas teóricas descritas al inicio de este apartado –la teoría
crítica, el pensamiento decolonial– con las políticas y programas públicos vi-
gentes. Por el contrario, las políticas parecen más bien correcciones, algunas
más acotadas que otras, del programa neoliberal. Esto no es menor dadas las
condiciones en que se ha venido gestando la lucha, pero tampoco es una «sali-
da» del neoliberalismo porque, salvo en el caso chileno, no es del todo claro que
el adversario que se enfrenta sea solamente este.
Los tres casos permiten construir numerosos aprendizajes sobre los retos
de identificar el neoliberalismo como adversario, sobre cómo enfrentarlo en el
campo del conocimiento, de la ciencia y la educación. El programa neoliberal
tiene rasgos y efectos parecidos en diferentes contextos geográficos, políticos e
históricos, pero no son exactamente iguales; se trama de maneras diferenciales
y eso hace que la intervención sobre sus orígenes, sus rasgos y efectos, plantee
tantos retos.
El propósito de este capítulo fue explorar algunas de las relaciones que se han
venido estableciendo entre conocimiento y neoliberalismo en el ámbito aca-
démico y político de México y América Latina. Para esto, me he apoyado en
algunos elementos teóricos y también en ejemplos de políticas educativas y
científicas, introduciendo referentes históricos y contemporáneos.
En particular, puse atención en algunas recomendaciones, en políticas y
programas, que han buscado priorizar el conocimiento útil a escala interna-
cional y en los casos de Chile, Argentina y México. También mostré las críticas
que han expuesto las implicaciones de esto. En particular, referí los plantea-
mientos del giro político-argumentativo en torno al conocimiento, que se ha
venido configurado en la transición del siglo XX al XXI y en algunas de las ac-
ciones orientadas a subvertir tendencias consideradas como negativas en esos
mismos países.
En este punto, reitero algunos de los principales planteamientos. Primero,
el vínculo entre conocimiento y neoliberalismo es viejo, y se ha venido tejiendo
con variaciones significativas a lo largo de muchos años. Sin embargo, no era
propuesta inicial del programa neoliberal «apropiarse del saber» o «privati-
zar la ciencia», si bien para dicho programa el conocimiento siempre ha sido
fundamental. De hecho, las tendencias recientes en materia de generación,
diseminación y uso del conocimiento son el resultado de procesos históricos,
institucionales, nacionales e internacionales diferenciados, algunos más influi-
dos por el programa neoliberal que otros.
Por supuesto, al día de hoy es posible identificar algunas acciones que po-
dríamos con facilidad ubicar como claramente influidas por la racionalidad
neoliberal. Estas serían, entre otras, la creciente orientación de diversas uni-
versidades para participar en el mercado internacional de la educación; la pre-
sión por hacer que sus académicos publiquen en revistas de impacto interna-
cional para incrementar su visibilidad, pagando incluso por ser publicados; la
orientación a generar patentes de muy diversos productos; orientar la oferta
educativa a las demandas del mercado nacional o internacional des-atendien-
do las demandas locales; realizar investigación subcontratada o financiada
con fondos externos de manera creciente –provenientes particularmente de
48
empresas privadas–; restringir becas de posgrado y promover contrataciones
temporales para incorporar a académicos en tareas de investigación y desarro-
llo en condiciones desventajosas –sujetos a entrega de resultados para reducir
los costos de operación y los compromisos laborales. También podrían ubi-
carse como acciones de tipo neoliberal los recortes y los condicionamientos de
apoyos en función de su impacto o de los beneficios económicos que podrían
reportar. Y, por supuesto, privilegiar algunas disciplinas y áreas temáticas so-
bre otras siguiendo la misma racionalidad.
Ahora bien, estas acciones en sí mismas no son «neoliberales» si no se
ponen en el contexto de una racionalidad más amplia donde podamos leer o
identificar qué huellas del neoliberalismo hay en ellas. Así, uno de los mayores
retos para las actuales discusiones teóricas y para los movimientos políticos
en contra del programa neoliberal radica en identificar la médula de aquello
propio de dicho programa, que lo distingue de otras formas de pensamiento
y de acción política en el campo específico de las políticas del conocimiento.
La permanente invocación del neoliberalismo como el común denominador
en las explicaciones de los problemas sociales o políticos, el exceso de culpa
asignado a este programa, me parece sintomático de un límite del propio dis-
curso académico, al mismo tiempo que una estrategia exitosa de diferentes
actores políticos que han encontrado el enemigo perfecto para todas sus cau-
sas. En una época donde los análisis deberían ser más detallados, las generali-
zaciones y la ausencia de matices parecen desbordarse.
El adjetivo «neoliberal» que se aplica a diferentes programas o acciones en
diferentes contextos se revela con frecuencia inadecuado, bien porque explica
poco, o bien porque las acciones que se derivan de las críticas resultan fallidas
al haber identificado mal a su adversario. Es el caso de diferentes críticas a
políticas científicas que en ocasiones se atribuyen de manera incorrecta a las
imposiciones neoliberales cuando en realidad se explican mucho mejor a partir
de las decisiones contextuales, nacionales o institucionales que pueden o no
coincidir en algún grado con dicho programa.
Las posiciones críticas contra-neoliberales pueden dar como resultado un
cambio de retórica, pero también nuevos gestos de conservadurismo que ulti-
madamente no rompan con el capitalismo global, ni tomen distancia del pro-
grama neoliberal más allá de la enunciación. Algunas de las políticas educativas
y científicas en países como México obedecen a procesos de fundación, desa- 49
rrollo o ajuste institucional, otras son políticas de reacción a momentos crisis,
algunas eran coyunturales y se volvieron permanentes. La transición que vivi-
mos en México puede dar pie a nuevas políticas más edificantes, provechosas,
pero también a políticas fallidas, cuyo sustento sea incorrecto por ignorar la
trayectoria histórica de los procesos.
El desafío teórico y metodológico que se presenta ahora implica revisar
conceptual e históricamente la relación entre neoliberalismo, políticas y co-
nocimiento, porque muchas de las problemáticas actuales no las inventó el
neoliberalismo por más que nos gustaría atribuírselas. Debemos saber qué de
las políticas, de las acciones y de las decisiones gubernamentales concretas hoy
día pueden coincidir o no con la racionalidad y las convicciones del programa
neoliberal, el cual, por su lado, no es un edificio coherente, sino una trama llena
de contradicciones, para estar en condiciones de mostrarlo o, en su caso, para
prevenir las explicaciones esencialistas.
También es prioritario discutir cómo las formas de racionalidad que orien-
tan nuestras afirmaciones dan paso a cursos y modelos de acción que intenta
cuadricular el campo de acción de nosotros mismos y de los otros, parafra-
seando a Michel Foucault. El debate teórico sobre el neoliberalismo ha lidiado
muy poco con el sujeto académico de tipo neoliberal. ¿Quién es ese sujeto? ¿Es
acaso un académico o investigador que solo se preocupa por los incentivos o
el dinero y el reconocimiento? ¿Es acaso un estudiante de posgrado que solo
busca encontrar una carrera en un campo que le asegure riqueza? ¿Será po-
sible afirmar que el neoliberalismo ha cometido el crimen perfecto al saturar
nuestra subjetividad y volvernos actores plenamente convencidos de que en el
mercado somos plenamente libres? ¿O será que nos hemos conformado con
explicaciones demasiado simples?
Tenemos, me parece, la necesidad de un nuevo litigio conceptual en torno
al saber en las sociedades contemporáneas resguardado de la apelación esen-
cialista a la trama neoliberal como la explicación fundamental de todo en el
campo de lo sensible.
50
Referencias
E
n un ambiente de fuerte castigo a las políticas sociales, incluida la edu-
cativa, es lugar común la afirmación de que la privatización neoliberal
es causa de recortes presupuestales e institucionales, el incremento de
exigencias administrativas y de evaluación del trabajo académico y educativo,
además de muchos problemas que exceden al sistema escolar, como la migra-
ción, la miseria, el daño al medio ambiente y otros más.
Es frecuente encontrar en la literatura y en la opinión pública de diferentes
signos políticos e ideológicos posiciones que satanizan o glorifican el neoli-
beralismo y sus implicaciones sociales. Un poderoso análisis de esta actitud
intelectual puede revisarse en De Lagasnerie (2015: 13), quien señala que asis-
timos a una uniformación de la vida de las ideas, con estudios que movilizan
las mismas percepciones.
Mi emplazamiento de investigación, apoyado en argumentos de diversa pro-
cedencia hermenéutica, genealógica, deconstructiva y otros etiquetados como
posestructuralistas,1 sostiene la imbricación de lo político y lo epistemológico
en las superficies ónticas, es decir, en lo que coloquialmente se conoce como
«la realidad concreta» y, sin embargo, busca precisar las distintas implicacio-
nes de cada uno de ellos en el registro ontológico (de los sentidos del objeto)
que implícita o explícitamente impregna la percepción sobre el neoliberalismo.
1 Que incluyen desde la crítica nietzscheana y la recuperación que Foucault hace en Microfísica
del poder hasta aspectos procedimentales bosquejados en Memorandum de Laclau a sus es-
tudiantes de Essex. En este escrito realizo un análisis para examinar las operaciones político
discursivas predominantes en torno al neoliberalismo y sus consecuencias en el sistema
educativo, en voces de intelectuales críticos de habla hispana. Documento estas operaciones
en seis ejemplos y las recupero analíticamente en la categoría de recursos de intelección, los
cuales contrasto con «otras lógicas» que potencian la visibilización de la diferencia, las fisu-
ras, las excepciones, lo que ocurre en las fronteras, inter alia, recuperadas de otros estudios,
investigaciones y publicaciones.
Asimismo, aunque asumo la imposibilidad de separar nuestros juicios de valor 55
de los análisis informados, sostengo la aspiración de distinguirlos en aras de
una argumentación menos sesgada del conocimiento que generamos.
Este escrito tiene la finalidad de visibilizar los argumentos que se confun-
den y los matices que se soslayan en las posiciones categóricas extremas sobre
el neoliberalismo y la privatización de los sistemas escolares y problematizar
(Foucault, 1977) las versiones maniqueas del «todo o nada», «bueno o malo», en
ocasiones se derivan más de juicios y se inclinan al efectismo ideológico, y aun-
que a veces sí están bien documentadas no se inclinan por el análisis cuidadoso.
Para hacer visible este tipo de escritura, recurro al plano óntico revisando
escritos sobre las reformas educativas neoliberales con ejemplos latinoameri-
canos entre 1987 y 2014 y examinando cómo son caracterizadas desde ciertos
medios y géneros de escritura. Esta revisión se guía por las siguientes pregun-
tas:
• ¿Hasta qué grado en las reformas educativas del siglo XX y lo que va del
XXI han tendido a la privatización?
• ¿Qué sustento tiene este lugar común que se reproduce en diversos me-
dios?
En el periódico El País (28 de enero, 1987) le publican a José Luis López Aran-
guren un texto en el cual reprocha las alteraciones que ha sufrido la enseñan-
za universitaria por causa del «neoliberalismo aplicado a la privatización de la
educación». El llamado tercer ciclo, desde luego, se ausenta de la Universidad
para albergarse en los más diversos institutos, universitarios, mixtos o privados
–pensemos, por ejemplo, en el anunciado doctorado de Estudios Iberoameri-
canos de la Complutense y el ici. Pero también se anuncia y expedirá un títu-
lo privado de masters; master en periodismo de la Universidad Autónoma y el
diario El País; master de administración de empresas del Círculo de Empre-
sarios, master internacional de sexología clínica, y nuevas escuelas de diseño
textil, para no hablar de otros usos y abusos de la palabra universidad o de las
veraniegas, mediterráneas y atlánticas, que se autodenominan universidades.
La confusión –única salida, quizá, del atolladero de la universidad oficial– es
de tal grado que hasta el benemérito y supuestamente filosófico Centro José
Ortega y Gasset anuncia un seminario, dedicado a Pensiones, asistencia sanita-
ria y gestión de hospitales. Todo esto es el fruto del neoliberalismo aplicado a la
2 Sin embargo, los escritos que glorifican el neoliberalismo también merecen un análisis del
tipo que me interesa.
privatización de la educación, vía por la cual las grandes empresas –extranjeras,
57
multinacionales– avanzan aún más al formar e instruir a sus propios emplea-
dos, prescindiendo de la enseñanza oficial o relegándola. Que esté pasando esto
con la Universidad es preocupante, pero, repito, y dado el estado en que ha caído,
probablemente inevitable. Si la cultura socialmente relevante no es ya la adqui-
rida en la enseñanza institucional, sino la que transmiten los medios modernos
de comunicación, ¿cómo extrañarnos de que la instrucción superior se ausente
de la Universidad, como ya ocurrió en los siglos XVI al XVIII?
El complot ontológico se contrasta con los rasgos del ser crítico (su contraparte)
y no termina ahí, sino que se complementa con las políticas, reformas y nor-
matividades educativas, y vuelvo a citarlo:
Este plan que se antoja maligno se expande mediante lo que él mismo describe
en el subíndice «Lo que el desprestigio de lo público esconde», sección en la
cual va evidenciando otras tácticas que favorecen el proceso de privatización:
el desprestigio de los cuerpos de funcionarios públicos y el profesorado como
responsables de la eficiencia y resultados de su alumnado. Sobre los centros
públicos más desfavorecidos, escribe el autor:
Torres Santomé reitera las estrategias con las que se invisibilizan las respon-
sabilidades de la administración, del ministerio y de las consejerías que deja
totalmente indefensas a las instituciones escolares para los más desfavoreci-
dos. Estos centros aparecen ante las familias y la población en general como
los únicos culpables de los resultados del alumnado.
La palabra del autor es acompañada por una imagen que deja muy poco a la 63
interpretación y complementa su escritura.
La reforma educativa, más que objetivos pedagógicos, crea las condiciones para
la privatización del sector. La confrontación de las intenciones públicas de la
reforma con los resultados concretos de su puesta en práctica, revela que: a) la
reducción crónica del presupuesto destinado a la educación supone la trans-
ferencia de recursos públicos al pago de los servicios de la deuda de los países
latinoamericanos. b) El escaso dinero disponible, convertido ahora en subsi-
dios focalizados, se condiciona al cumplimiento de los criterios establecidos en
la reforma educativa. c) Son diversas las formas en que se traspasan cada vez
más los costos de los servicios educativos a la población. d) La reforma crea las
condiciones para el crecimiento de la educación privada en todos los niveles. e)
La supeditación de los planes y programas de estudio a los intereses produc-
tivos del gran capital se da con independencia de las necesidades reales de los
países afectados por la reforma. f) La eliminación sistemática de todo aspecto
formativo que propicie la reflexión y la crítica, es condición fundamental para
la administración ordenada del saqueo de nuestros países. (56).
Un nuevo poder [que ve en el hombre] al sujeto activo que debe participar to-
talmente, comprometerse plenamente, entregarse por entero en su actividad
profesional. […] El nuevo sujeto es el hombre de la competición y rendimiento
[y] es producido por el dispositivo rendimiento/goce. […] Lo que se requiere del
nuevo sujeto es que produzca cada vez más y goce cada vez más, que esté así
conectado con un plus-de gozar. […] Es el nuevo discurso del goce y del rendi-
miento el que obliga a darse un cuerpo tal que sea capaz de ir siempre más allá
de las propias posibilidades actuales de producción y placer. […] El dispositivo
rendimiento/goce se distribuye en mecanismos de control, evaluación e incen-
tivación diversificados y participa de todos los engranajes de la producción, de
todos los modos de consumo, de todas las formas de relaciones sociales (Laval y
Dardot, 2013: 331, 358-360, 363, 367).
De cualquier manera, en los fragmentos que acabo de citar se pueden ubicar sin
dificultad muchas afinidades temáticas, ideológicas, argumentativas y comuni-
cacionales. Los relatos recuperados reiteran en muchos casos los procedimien-
tos del neoliberalismo para lograr la privatización, que han sido documentados
ampliamente por diversos estudios que además comparten posiciones ideoló-
gicas. Coincidieron además en ser todos publicaciones de fácil acceso online, lo
cual delimita un cierto lector y estilo de escritura que no es el de la investigación
y ciertamente, como ensayo, no se ubicaría en los rangos mejor calificados. En
palabras de Lagasnerie (2015: 14):
[…] en los innumerables textos que se asignan el proyecto de denunciar el neo-
68
liberalismo encontramos, de manera casi sistemática, este mismo argumento
bajo la forma del lamento: hoy, todo lo que participa de una lógica de «comuni-
dad» sufriría un proceso de erosión en nombre de una lógica de individualidad
y particularismo.
Estos seis estudios críticos describen y examinan las características del objeto
y muestran su carácter fallido moral, ideológica, pedagógica o políticamente.
En este caso, se encuentran diversas investigaciones sobre los programas y
tendencias educativas que responden a valores del mercado neoliberal, o de la
ideología empresarial, e incluso de la globalización, mostrando (argumentan-
do y documentando), en el mejor de los casos, las diversas correspondencias 69
entre los principios, metas, valores y estrategias de unos y otros; y en el peor
de los casos solo enunciando el repudio moral e ideológico de dichos valores,
principios, estrategias y metas.
Problematizar estos emplazamientos no significa criticarlos desde un su-
puesto lugar de la verdad (que ha sido debilitado desde Nietzsche y Foucault,
pero también desde Rorty y otros más), ni significa desacreditarlos bajo argu-
mentos morales o ideológicos; tampoco quiere decir que mecánicamente pier-
dan toda legitimidad o que en términos analíticos se proponga su eliminación.
Muy por el contrario, son importantes y en muchos casos han brindado argu-
mentos poderosos para el conocimiento minucioso y la denuncia de diversos
planteamientos educativos.
Problematizar, desde mi punto de vista, alude a poner bajo sospecha la su-
puesta linealidad del objeto, su inmediatez, su normalidad y universalidad.
Involucra también activar otras lógicas distintas del maniqueísmo, el dilema
(bueno o malo, blanco o negro, dominante o alternativo, etc.), la determinación
(causalidad necesaria y suficiente) y su inevitabilidad. Problematizar es tam-
bién mostrar lo que, desde los lugares, posiciones, herramientas, momentos
del día y otros conocimientos previos, no facilita ni brinda las mejores opor-
tunidades para captar lo que nos interesa; alude a destacar los límites de tales
emplazamientos, lo que con esos recursos no es posible observar.
Un emplazamiento intersticial no se refiere a una teoría específica o a una
metodología particular. De hecho, el principio básico de este tipo de mirada
puede localizarse en diversas propuestas como la foucaultiana, la de los estu-
dios culturales y algunas didácticas.
En Las palabras y las cosas, Foucault muestra reiteradamente la dimensión
intersticial como espacio en el cual se producen acontecimientos; «el hombre
ha compuesto su propia figura en los intersticios de un lenguaje fragmentado»
(1966: 378). Designa los dos polos del saber, refiriéndose a la relación de signi-
ficación que oscila entre lo formal y lo amorfo, lo determinante y lo indeter-
minado. Afinando la mirada, puede entenderse que se trata, sin embargo, de
pensar la herida, el hiato, la brecha. «Pensar es ver y es hablar, pero pensar se
hace en el entre dos, en el intersticio o la disyunción del ver y del hablar» (cit. en
70
Deleuze 1986: 124).3 Las dos formas heterogéneas del saber se constituyen por
integración y entran en una relación indirecta, por encima de su intersticio o
de su no relación, en condiciones que no pertenecen sino a las fuerzas.4
En los estudios poscoloniales, Homi Bhabha, en su Cultures in Between,
analiza cómo en las migraciones la gente llevó consigo solo un parte de la cul-
tura total:
Esta cultura «en parte», esta cultura parcial, es el tejido contaminado, pero
conectivo entre culturas: a la vez imposibilidad de la inclusividad de la cultura
y límite entre ellas. Se trata de algo así como el «entre-medio» (in-between) de
la cultura, desconcertantemente parecido y diferente (Bhabha, 1996).
Lo que Deleuze y Guattari (1994) llamaban fronteras anexactas no solo son
porosas, movedizas y temporales, sino que esa es precisamente su condición
como fronteras. La noción de anexactitud permite reconocer y hacer inteligi-
3 El lenguaje del siglo xvi –entendido no como un episodio en la historia del idioma, sino como
una experiencia cultural global– está sin duda preso en este juego, en este intersticio entre el
primer Texto y el infinito de la Interpretación. Se habla a partir de una escritura que forma
parte del mundo; se habla al infinito de ella y cada uno de sus signos se convierte a su vez en
escritura para nuevos discursos; pero cada discurso se dirige a esta escritura primigenia…
(1966: 49).
4 Resumiendo, «si ver y hablar son formas de exterioridad, pensar se dirige a un afuera que no
tiene forma. Pensar es llegar a lo no estratificado», y así puede entenderse que «ver es pensar,
hablar es pensar, pero pensar se hace en el intersticio, en la disyunción entre ver y hablar»
(Deleuze, 1986: 92). Es necesario remitirse a un afuera que, a través de su integración-ac-
tualización, dé cuenta de la paradójica relación entre las formas heterogéneas del saber (ver,
hablar); del primado de la una (lo enunciable) sobre la otra (lo visible) que no implica la re-
ducción de esta a aquella; de la necesidad de apelar a una nueva dimensión (poder) informal
(relación de fuerzas esta vez, y no de formas), heterogénea a su vez respecto a la primera
(saber), sobre la cual ejerce, asimismo, un primado sin reducción y con la que también se da
una presuposición recíproca que exige explicar otra vez (segundo modo del problema) cómo
puede darse esta nueva relación (saber-poder).
bles los contornos difusos y cambiantes de alcance e intensidad, borrosos y 71
porosos, si bien usada por ellos para reconocer «esencias» vagas o nomádicas.
Y Arditi (1995) resalta precisamente que estos contornos son «esencialmente»
y no accidentalmente cambiantes y movedizos, anexactos, y lo que cuenta es el
continuo desplazamiento de sus delimitaciones.
La indecidibilidad surge en la lógica matemática y particularmente en el
teorema de la incompletud de Kurt Godel,5 aunque para lo que aquí interesa se
aborda como estrategia de intelección que ofrece una alternativa a la lógica de
disyunción o dilema heredada (e.g., blanco o negro, interno o externo, caja de
Pandora o panacea), comparte la lógica de la tensión constitutiva y nos permite
jugar con una figura de conjunción aporética: algo que no es el dualismo clási-
co, ni el «justo medio» aristotélico, sino permite mirar lo ambivalente, lo que
es interno y a la vez externo. Por ejemplo, a la frontera entre dos países que a
la vez que los separa los une; el tímpano, visto como la membrana que separa
al oído medio del oído interno y a la vez los une, ciertas plantas medicinales
como la digitalina, que son a la vez remedio en una dosis y veneno en otra dosis
(Derrida, 1987). Pensar así las reformas neoliberales permite ver, además de la
privatización, otras experiencias cuyas significaciones resultan políticamente
valiosas. No se trata de la pura indeterminación ni de la libre flotación del sig-
nificante, sino de una condición estructural del lenguaje mismo, que opera en
la tensión irresoluble entre intención y estructura (intersección aporética) en
un texto y que hace posible la generación de significados particulares altamente
determinados y con frecuencia opuestos. Esta lógica resiste la binariedad y la
estructura triádica, es lo que define los límites de lo decidible, lo calculable o la
completud formalizable, y es lo que permanece heterogéneo a ambos signifi-
cados. De acuerdo con lo que es ostensiblemente una paradoja, un indecidible
abre el espacio para decisión y la decidibilidad, en el campo de la responsabili-
dad ético-política: es su condición necesaria. Derrida señala en Políticas de la
amistad que una decisión solo puede llegar a existir en un espacio que excede
el programa calculable que destruiría toda responsabilidad transformándola
en un efecto programable de causas determinadas. No puede haber responsa-
6 Dice Brousseau (1991): «La transposición didáctica es una de las componentes fundamentales
de la propia actividad de los matemáticos». Reorganizar su pensamiento para comunicarlo,
o para enseñarlo, elegir lo que va a convencer, lo que va a ser útil, etc., constituye una parte
importante de la actividad de los productores de matemáticas; pero reorganizar las matemá-
ticas para enseñarlas y para favorecer nuevas investigaciones es una componente esencial de
la propia investigación. Es un acto de matemático que es un efecto, controlado o no, también
del trabajo del enseñante. No es posible ya a los matemáticos controlar esta transposición
didáctica sobre la base de una transparencia ilusoria. La complejidad de los fenómenos les
obliga a ejercer esta fase esencial de su actividad colectiva con la ayuda de los medios nuevos
y apropiados que propone la didáctica.
incremento visible de los privados. En un plano mucho más sutil, profundo 73
y constitutivo, impregnan lo educativo con lógicas y conceptos gerenciales
que rigen las empresas privadas y públicas en el plano financiero, mercantil,
empresarial e industrial, de nuestros esquemas organizacionales, estrategias
administrativas, orientaciones académicas y dispositivos pedagógicos y didác-
ticos. Esta lógica gerencial no es privativa de las empresas privadas, sino que
también opera en las públicas (solamente que ahí se tensa también con otras
historias). Las tendencias gerenciales «privatizadoras» también requieren de
la institucionalidad pública y la regulación del Estado para existir, mostrando
la porosidad de sus fronteras.
Desde mi perspectiva, entre las temáticas a discutir concernientes a las re-
formas educativas neoliberales del siglo XXI se incluyen, aunque no se agotan
en: a) hasta qué punto el carácter público de las orientaciones en las reformas
educativas entra o no en peligro, cómo sí entra en tensión con las crecientes
exigencias de las lógicas gerenciales que han penetrado en las instituciones
educativas. b) En qué medida los diseñadores de políticas públicas han tenido
la capacidad para afrontar la presión internacional y recuperar algunas de sus
recomendaciones, al tiempo que ser sensibles a las condiciones nacionales del
campo educativo y sus actores. c) Qué tanto los agentes afectados (docentes,
funcionarios, representantes de las comunidades) han logrado ubicar la par-
ticularidad de sus intereses en los horizontes más amplios de las exigencias
educativas locales, nacionales o a nivel global. d) Qué tanto hemos analizado
las tensiones entre las metas de calidad educativa y los medios que se plantean
para lograrlas; entre las estrategias y dispositivos razonables y consistentes en
términos de las metas perseguidas y las condiciones políticas y efectos labo-
rales que tales estrategias conllevan. e) En qué medida reconocemos y afron-
tamos la incompatibilidad entre los tiempos políticos de las reformas y los
tiempos de la investigación que permitiría una evaluación de las condiciones
profesionales, laborales, políticas, pedagógicas antes de decretar las reformas.
f) Hasta qué punto estamos conscientes de que la tensión entre lo universal
de las recomendaciones internacionales y el mandato de la política pública
nacional y lo particular de las demandas locales que un gobierno aspira a re-
presentar y responder, es una tensión irresoluble. Algunas de estas tensiones
existen desde antes del inicio formal del neoliberalismo.
74
Los escritos sostenidos más en el juicio de valor que en el análisis matiza-
do no muestran la potencialidad política de los propios procesos y la fuerza
que puede desplegarse al hacerlos visibles. Se concentran más en comprobar
las determinaciones fatales que en indagar qué y cómo suceden las reformas,
más en mostrar la causalidad necesaria y suficiente y menos en los condicio-
namientos múltiples y multidireccionados, más en evidenciar las oposiciones
mutuamente excluyentes y menos en cómo se contaminan los opuestos; más
en buscar evidencias de la pureza de un proyecto ideológicamente correcto y
menos en cómo los protagonistas pueden agenciarse (Deleuze y Guattari, 1988)7
en el intercambio; se soslaya de esta manera una riqueza política y analítica en
aras de una comunicación sin distorsiones, «clara y distinta», mediante una
lógica binaria que establece lo blanco y lo negro.
Para finalizar
Sandra Carli
Universidad de Buenos Aires, Argentina1
Presentación
M
e propongo en este texto explorar y analizar algunas transformacio-
nes que se han producido en el campo de la educación superior, en
particular respecto a la universidad pública. En la primera parte se
indagan los dos presentes históricos signados por el neoliberalismo y la crisis
de la universidad en América Latina, a partir de la noción de régimen de his-
toricidad y la articulación de temporalidades. En la segunda, se problematizan
cuestiones vinculadas con la evaluación científica, la categoría intelectual en
el campo académico y la presencia de los saberes universitarios en la opinión
pública, que indican formas de la racionalidad neoliberal persistentes y desa-
fíos político-culturales para profundizar la revolución democrática en y desde
la universidad.
2 Al liberalismo del siglo XIX, pero también a su revisión que daría origen al «nuevo libera-
lismo» (Keynes) que revisa el rol del Estado, y al «neoliberalismo», que se asocia al Coloquio
Walter Lippmann celebrado en París en 1938, que dio lugar a la declaración de creación de
un centro internacional de estudios para la renovación del liberalismo, y la creación de la
Sociedad de Mont Pélerin en 1947.
84
sociales, a partir de acontecimientos particulares como la caída de la urss, la
reconfiguración trasnacional del capitalismo y la globalización tecnológica y
cultural, con sus componentes de aceleración de la historia que consagrarían
el primer momento neoliberal. François Hartog (2003) ha propuesto la noción
de régimen de historicidad para pensar las formas o modos de articulación del
pasado, el presente y el futuro y las formas de experiencia del tiempo. Sostiene
que
A partir del interés por «el movimiento que desplaza las líneas», ha dado prio-
ridad a los límites y a los umbrales, a los momentos de inflexión o de vuelco, a
las discordancias. En un régimen de historicidad hay un orden dominante del
tiempo, tejido por distintos regímenes de temporalidad, desde el cual es posible
comprender las experiencias del tiempo.
Esa noción permite introducir el registro de la temporalidad en la mirada de
la universidad, tensionada entre los estudios históricos, enfocados en el pasado
y en la reconstrucción de historias institucionales, y las políticas de educación
superior, atentas a la intervención en el presente, a las orientaciones y regula-
ciones de instituciones y sistemas. Permite desmontar la noción de «modelos»
de universidad (napoleónico, alemán, norteamericano y latinoamericano, entre
otros) o relativizar el alcance de las «ideas» (filosóficas) de universidad, para
considerar las hibridaciones históricas. Es decir, se trata de ahondar en los
regímenes de historicidad predominantes (orientados al pasado, al presente o
al futuro) y en momentos de crisis del tiempo y en su impacto en la educación
superior.
Ahora bien, si consideramos estos dos presentes históricos como momentos
de crisis del tiempo por la emergencia y reconfiguración del neoliberalismo con
sus alcances sociales críticos, me interesa explorar los límites y umbrales de la
universidad pública, tomando las expresiones de Hartog.
Un primer momento de inflexión del tiempo, y de crisis de la universidad, 85
correspondió a la década de los noventa del siglo XX. Sobre ese momento, la
reflexión sobre la temporalidad fue recurrente, de la mano del marxismo, del
posmarxismo y de la perspectiva crítica de la colonialidad del poder. Tiene
sentido detenernos en forma sintética en las miradas emergentes de distintos
autores, en tanto dan cuenta de lecturas disímiles respecto a la relación entre
pasado, presente y futuro.
Desde el marxismo, el historiador Eric Hobsbawm (1998) proponía «investi-
gar el futuro» a partir del estudio de tendencias y el estudio de acontecimientos,
reconocía que el margen de incertidumbre sobre el futuro era muy grande y
que solo podían formularse «una serie de hipótesis», sugiriendo prestar aten-
ción a la distinción entre lo previsible y lo imprevisible; era una mirada atenta a
los límites estructurales, pero al mismo tiempo consciente de la incertidumbre
que atravesaba el futuro inmediato en aquel presente histórico, ante el cierre
del «siglo XX corto», como lo denominaría en otros textos. Desde el posmarxis-
mo, Ernesto Laclau en 1990 cuestionaría la «trascendentalidad» de la historia
marxista, a partir de la afirmación de la radical historicidad (1993: 99) plantean-
do la contingencia histórica y la subjetividad como constitutivas, afirmando
el lugar del sujeto como el lugar de la dislocación (forma de la posibilidad),
de lo político. Por último, desde los estudios sobre la colonialidad del poder,
Aníbal Quijano (en Segato, 2018) afirmaba la heterogeneidad irreductible de
América Latina a partir de la metáfora del nudo arguediano en el que se ponía
en juego un «regreso del futuro» para la liberación de los proyectos históricos
interceptados, a partir de la derrota del proyecto del Estado liberal capitalista
y del socialismo real.
Esas reflexividades disímiles en un momento de balance sobre el siglo XX,
sobre un momento de inflexión histórica, eran convergentes en el reconoci-
miento del impacto de la globalización en la discontinuidad del siglo XX y en la
debacle de los proyectos liberales y socialistas. Permiten revisar los procesos
que atravesó a partir de entonces la universidad pública en América Latina
a partir de las tendencias que afectaron a la educación superior y marcaron
límites a sus legados y tradiciones constitutivas. Pero también identificar los
acontecimientos contingentes que afirmaron su radical historicidad, abrieron
umbrales y dieron lugar a nuevas subjetividades, así como a la emergencia de
86
nuevos proyectos utópicos de universidad que se encarnarían en la primera
década del siglo XXI en el momento «posneoliberal», caracterizado según Sader
(2008) por un periodo de decadencia norteamericana y por un debilitamiento
del modelo neoliberal en el mundo, sin un modelo alternativo que disputara
con él.
Tomando como objeto de análisis el caso de Argentina, durante la década
de los noventa en el marco de primer y segundo gobierno de C.S. Menem, se
produjo una reforma de la educación superior. Según Krotsch (2003), el «giro
hacia la autonomía evaluada» que se abre en los setenta para la educación supe-
rior europea se manifestará de manera parecida diez años después en América
Latina y tendrá también como telón de fondo la crisis del Estado de bienestar,
la presión de la crisis fiscal y los requerimientos de una mayor competitividad
(149). Se produce entonces la tercera generación de reformas, caracterizadas
por la intervención sobre la lógica del sistema, con un fuerte peso de la agenda
externa y de organismos internacionales como el Banco Mundial. En la Argen-
tina, el nuevo marco regulatorio será la Ley de Educación Superior 24521 (les),
sancionada en 1995, que según el autor crea un mercado en la esfera estatal,
procesos de privatización y articulación con la empresa y orientación hacia el
conocimiento útil, adquiere importancia estratégica la evaluación, el mercado
y los mecanismos de regulación en el nuevo diseño institucional (157). En el
megasistema universitario argentino, «las propuestas se orientaron hacia el
estímulo a la diferenciación y la competencia entre instituciones, al mismo
tiempo que el Estado, que se reserva un papel regulador y evaluador, aparece
cada vez más teniendo un carácter interventor» (2003: 165). Se produce la crea-
ción de organismos de coordinación (de «amortiguación») en el nivel superior
del sistema y la ampliación de la burocracia gubernamental, a donde se traslada
el poder. Durante el periodo se crean nuevas universidades públicas y priva-
das, la desconcentración de la matrícula, una presencia menos significativa
del área científico-tecnológica en favor de las ciencias sociales y la expansión
de los posgrados.
Para Krotsch, «la nueva racionalidad se orienta a promover la diferencia-
ción horizontal y vertical y la creciente sensibilización de las instituciones al
mercado de distinciones y prestigio» (172); esa nueva racionalidad se combinó
con el debate sobre el financiamiento universitario, produciéndose un ahogo
financiero de las instituciones, que se acentuaría durante el gobierno de la 87
Alianza. Según Buchbinder y Marquina (2008), los temas polémicos del debate
sobre la les fueron el régimen de admisión, la posibilidad en cada institución
de instalar aranceles y la creación de sistema nacional de evaluación y acredi-
tación universitaria.
Resulta evidente que esta nueva racionalidad de la reforma buscó imponer
un límite a las tradiciones que modularon el sistema universitario argentino,
y estuvo ligada con un régimen de historicidad del neoliberalismo global en el
que la temporalidad presente pretendía ser dominante.
Sin embargo, desde el campo académico se elaboraron lecturas críticas y
pesimistas sobre el impacto de la lógica sistémica global sobre la universidad
pública (Villavicencio y otros, 2001). Por otra parte, hacia mediados de la déca-
da, nuevas movilizaciones del movimiento estudiantil contra las políticas de
ajuste de la educación superior provocaron una revitalización del debate sobre
la universidad pública y una renovación del activismo en contacto con los mo-
vimientos sociales, durante la crisis social 2001-2002 (Carli, 2019). Pocos años
después, el triunfo de nuevos gobiernos en América Latina propiciaría nuevos
proyectos y figuras de universidad, como es el caso de la Universidad de los
Movimientos Sociales, cuya propuesta eleva Boaventura de Souza Santos en el
Foro Social Mundial, que cuando se realiza en Porto Alegre en 2005 es debatida
por movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil y presentada
en forma oficial.3 Eran ahora los límites de la globalización neoliberal de la
educación superior los que se hicieron evidentes, así como un nuevo umbral
para, como sostenía Quijano, movilizar historias y proyectos interceptados. Se
abría entonces el debate sobre el posneoliberalismo. Según Sader, «el posneo-
liberalismo es el camino de negación del capitalismo en su fase neoliberal, que
mercantiliza todo, en que todo tiene precio, todo se compra, todo se vende»;
en cambio, «afirma derechos, valores, esfera pública, ciudadanía y ahí se da la
disputa fundamental de nuestro tiempo, en que América Latina es el escenario
más importante, el eslabón más débil de la cadena neoliberal» (2008: 43).
En Argentina, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, entre
2003 y 2015, las políticas universitarias se caracterizaron por la creación de
3 <http://www.universidadepopular.org/site/pages/es/sobre-la-upms/historico.php>.
88
nuevas universidades públicas (17, 7 de ellas en la Provincia de Buenos Aires),
la consideración de las universidades públicas como consultoras del Estado, el
desarrollo de programas orientados a la inclusión y permanencia de estudian-
tes en la universidad, el crecimiento del financiamiento universitario y de los
salarios docentes, el desarrollo de infraestructura universitaria, la expansión
del sistema de ciencia y técnica con la creación de un ministerio del área, las
políticas de formación de doctores mediante la ampliación del número de be-
cas y de ingresos a la carrera del investigador científico, entre otras. Se trata
de una etapa de franco crecimiento de la educación superior, de la ciencia y la
tecnología, que indicó una voluntad de dirección político-estatal y de estrecha
relación entre universidades y políticas públicas.
Comprender el pasaje entre la globalización neoliberal presentista y el nue-
vo tiempo posneoliberal, luego de la experiencia de crisis del tiempo que estuvo
signada en Argentina por los acontecimientos críticos de los años 2001 y 2002,
puede comprenderse a partir del libro El nuevo espíritu del capitalismo, de Luc
Boltanski y Eve Chiapello (2002). Los autores analizan los cambios ideológicos
que acompañaron las transformaciones del capitalismo a partir del corpus de
la literatura de gestión empresarial en auge en la década de los noventa; se
propusieron «abrir la caja negra de los últimos 30 años» (2002: 30) y leyeron
las resignificaciones de las críticas del 68 al capitalismo en el discurso de los
noventa.4 Pero reconocieron que si bien el capitalismo se liberaba de la crítica,
que operaba desde el exterior, ella siempre retornaba y se reanudaba «desde
posturas anacrónicas», en tanto juzgaban el presente desde ideales del pasa-
do y adoptaban en muchos casos una defensa conservadora, combinada con
nuevos dispositivos de protesta y exigencias de justicia (Boltanski y Chiapello,
2002: 637).
Los discursos de resistencia a la reforma neoliberal que desde mediados de
los noventa se enunciaron desde el campo académico y el movimiento estu-
diantil, pueden analizarse desde esta emergencia de un nuevo tipo de crítica,
que fue a la vez una defensa conservadora de la tradición de la universidad
pública que recuperaba ideales del pasado (autonomía, gratuidad, cogobierno,
4 Esos valores fueron las críticas a las jerarquías, las aspiraciones de autonomía, la valoración
de la movilidad, la capacidad rizomática, la pluricompetencia, la liberación de la burocracia,
etcétera.
vínculos con la sociedad), asociados a la tradición reformista y los imaginarios 89
universitarios de los primeros setenta, pero desde nuevo tipo de discursos, ac-
ciones y demandas que conducirían a su parcial renovación. Ciertos elementos
del pasado de la universidad se reactivaron para la apertura de un umbral en
un nuevo presente histórico nacional y global.
Cuando se produce el cierre de un ciclo de gobiernos progresistas en la
región,5 y la llegada al poder de nuevos gobiernos de derecha6 que reinstala el
debate sobre el neoliberalismo y su persistencia, se pudo identificar el alcance
de ese nuevo espíritu del capitalismo que caracterizaron Boltanski y Chiapello,
determinado por relaciones de explotación crecientes asentadas sobre dife-
rencias de movilidad,7 a partir de la cristalización en las políticas educativas,
universitarias y científicas.
Pero ya estamos en un segundo momento de inflexión del tiempo, y de
crisis de la universidad, que corresponde al actual presente histórico del siglo
XXI, en un contexto de reconfiguración del capitalismo financiero en el mundo,
de restauración conservadora en América Latina, aunque con indicios de la
apertura de un nuevo ciclo político.8 Cabe preguntar si estamos, siguiendo a
Hartog, frente a un mismo régimen de historicidad neoliberal con una nueva
inflexión del tiempo, o ante un nuevo régimen.
El libro de Laval y Dardot, titulado La nueva razón del mundo (2013), puede
permitir comprender este nuevo momento neoliberal. Los autores cuestionan
a Boltanski y Chiapello por haber puesto el foco en «la faz seductora y estricta-
mente retórica de las nuevas formas de poder» plasmada en la literatura mana-
5 Nos referimos a los gobiernos de Lula Da Silva (2003-2011) y Dilma Roussef (2011-2016) en
Brasil, de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015) en Argentina, de Evo
Morales (2006-), de Rafael Correa (2006-2017) en Ecuador, de Hugo Chávez (1999-2013) en
Venezuela, de Tabaré Vázquez (2005-2010) y José Mujica (2010-2015) en Uruguay.
6 Asunción en Argentina en diciembre de 2015 de la alianza Cambiemos, encabezada por Mau-
ricio Macri. Asunción de Donald Trump en Estados Unidos en enero de 2017. Asunción de
Jair Bolsonaro en Brasil en enero de 2019.
7 «El espíritu del capitalismo es el lugar de una tensión permanente entre el estímulo del deseo
de acumulación y su limitación mediante las normas correspondientes a las formas adop-
tadas por el deseo engarzadas en otros órdenes de grandeza» (Bostanski y Chiapello, 2002:
604).
8 Tanto por el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México, como el de Alberto Fernán-
dez del Frente de Todos en Argentina.
90
gerial de los noventa (crítica a la burocracia, la organización y la jerarquía, para
desacreditar el modelo antiguo del poder basado la gestión de los diplomas,
estatutos y carreras) y haber subestimado el aspecto disciplinario del discurso
gerencial. Postulan que es necesario prestar atención en el neoliberalismo a
la constitución de una subjetividad particular, un «neosujeto» a partir de la
«unificación sin precedentes de las formas plurales de la subjetividad que aun
dejaba subsistir la democracia liberal» (2013: 331), y a las nuevas formas de
sujeción con técnicas de gestión de sí.9 Ahondan en «el hombre empresarial»
y en la figura del emprendedor, y afirman la necesidad de una nueva perspec-
tiva sobre el mercado que reconozca su dimensión educativa, como «proceso
de formación de sí» (2013: 146).10 A partir de la teoría del conocimiento de F.
Hayek centrada en la utilidad (el knowhow) analizan la relación entre el em-
prender y el aprender y definen al «emprendedor» como «un mediador entre
el conocimiento y la ejecución» (2018: 152). Insisten en el auge y penetración
del gerencialismo y del management, con su énfasis en riesgo/accountability/
rendimiento-goce/eficacia.
En políticas, discursos y medidas del nuevo gobierno que asumió en la
Argentina en diciembre de 2015, a cargo de la Alianza Cambiemos encabezada
por el presidente Mauricio Macri, es posible identificar los rasgos señalados
por los autores como prototípicos de la nueva racionalidad neoliberal. En el
campo de la educación superior y de ciencia y técnica se plasmaron discur-
sos que aspiraron a producir nuevas subjetividades a partir del cambio de las
reglas del juego en las instituciones estatales en general y en las científicas
y universitarias en particular. Una breve caracterización de las políticas del
nuevo gobierno (Carli, 2017) reveló: la generalización del management público
o nueva gestión pública que dio lugar a la ocupación de cargos ministeriales por
Ceos de empresas, la operatoria del nuevo Ministerio de Modernización como
organismo que operó la reforma del Estado, el borramiento de fronteras entre
Un área en la que esas nuevas racionalidades han avanzado desde hace tiempo
es sin duda el de la evaluación científica, pero también el de la producción de
conocimiento, en tanto las modalidades de evaluación en uso revierten sobre
un modo de fabricación del conocimiento. De maneras no siempre conscientes,
la tarea intelectual está amenazada por nuevas reglas que pueden provocar un
vaciamiento de sentido social y político y de compromiso público.
A nivel global, la evaluación científica de las ciencias sociales y humanas no
solo ha replicado las modalidades de las ciencias duras, sino que ante el uso de
bases informáticas como soportes de la rendición de cuentas de la productivi-
dad de la investigación y la ponderación exclusiva del paper publicado en re-
vistas internacionales vinculadas a consorcios editoriales globales indexadas,
con referato, o sea, de la producción individual y cuantificable, convergen con
la competencia meritocrática y las subjetividades contables que busca afirmar
la racionalidad neoliberal. Lo que se debería debatir en forma más amplia es,
por un lado, la idea de «mérito» académico (a cada uno según su contribución,
reconocimiento del esfuerzo/estudio), en plena reivindicación de la «merito-
cracia» como ideología neoliberal que acentúa la idea de ascenso individual a 93
partir de supuestas «oportunidades» comunes. Pero también pensar los pro-
cesos de mercantilización del conocimiento, en tanto el acceso a las publica-
ciones científicas no es libre, sino mediado por el pago. Los intentos de desle-
gitimación académica de las revistas de acceso abierto son convergentes con
las estrategias de mercantilización que buscan justificar la arbitraria ecuación
restricciones en el acceso (monetarias y evaluativas)-calidad científica.
No se trata de introducir miradas homogeneizantes de los espacios y di-
námicas de producción, transmisión y apropiación de conocimiento, signados
por la diversidad de disciplinas, instituciones y profesiones, considerando ade-
más las transformaciones complejas de la «profesión académica», sino de con-
siderar los desafíos de la tarea intelectual en contextos neoliberales y pensar la
co-construcción del conocimiento. Resulta evidente el impacto de las tenden-
cias a la unificación de las formas plurales de la subjetividad que señalan Laval
y Dardot en la profesión académica, en la que las exigencias de productividad
instalan un ritmo de trabajo, provocan una indiferenciación entre tiempo de
trabajo y tiempo de ocio y una aceleración y homogenización del tiempo pro-
pia del neoliberalismo (Bisset, 2018). Cierta forma específica de la alienación
de los y las académicas es una evidencia histórica, así como la nueva cultura
emocional que impregna el trabajo. Sostiene Illouz que «el capitalismo emocio-
nal reorganizó las culturas emocionales e hizo que el individuo económico se
volviera emocional y que las emociones se vincularan de manera más estrecha
con la acción instrumental» (2007: 60). Agrega que
11 Keri Facer alude a «la universidad radicalmente fragmentada» por el avance de empresas
globales del conocimiento que realizan convenios con universidades públicas. La superes-
tructura global excede a la autonomía universitaria y la subordina.
Un plano en el cual esta ofensiva contra la universidad e intelectuales pú- 95
blicos tiene consecuencias impredecibles es el de la opinión pública. Los in-
tentos de destrucción de lo que Laclau denominó «la revolución democrática»,
es decir, la expansión creciente de la esfera de derechos y la multiplicación de
las luchas, a partir de la reactivación del neofascismo y el auge de la denomi-
nada posverdad, se verifican en la construcción a través de los medios de fake
news, noticias falsas, con su potencial comercial y político. Pablo Boczkowski
(2018), al analizar este fenómeno, ubica tres situaciones que lo han propicia-
do: la ambivalencia de la infraestructura de comunicación actual con barreras
para hacerse escuchar, las dificultades del público para detectar información
tendenciosa por la curaduría algorítmica y la crisis cultural en el conocimiento.
Interesa revisar esta última, en tanto compete a la universidad: se trata de la
crisis de la capacidad de moderar el debate en la opinión pública, cuestión que
preocupaba a Dewey, que los medios estuvieran informados por el saber cien-
tífico para que forme la opinión pública. En la actualidad, las universidades y
los organismos científicos no logran imponer en muchos casos la legitimidad
de sus saberes en las luchas y disputas por la interpretación de los fenómenos
actuales; sin embargo, no han dejado de ser activas en debates relevantes, como
los vinculados con los conflictos medioambientales, la educación sexual y el
aborto y la baja de edad de imputabilidad del menor, entre otros.
Con Foucault sabemos que la verdad es una construcción, que hay una
historia interna de la verdad (historia de la ciencia) y una historia externa de la
verdad (aquella que hace nacer formas de subjetividad, dominios de objetivos,
tipos de saberes), pero también una voluntad de verdad (sistemas de exclusión)
que tiene soportes institucionales, entre otros y, centralmente, las universida-
des, y regímenes de verdad que la sociedad acepta. La posverdad podría enten-
derse como parte de nuevos regímenes de verdad que encuentran en las redes
el soporte institucional para su circulación.
La universidad se halla ante el desafío de instalar en la opinión pública la
legitimidad y pertinencia de las verdades que construye. Así como histórica-
mente la investigación (universitaria y periodística) ha sido un procedimiento
de demostración de la «verdad», su ausencia constituye un riesgo para la cons-
trucción de creencias sociales. Disputar la pertinencia de saberes producidos
en la universidad a través de la investigación y dotarlos de legitimidad en la
96
opinión pública requiere potenciar la interface entre la institución universidad
y los medios, expandiendo el espacio público de la educación.
Pero también nos encontramos ante el desafío de repensar los alcances y
formas de la democracia universitaria en plena impugnación neoliberal de la
democracia como sistema político: en qué medida los organismos colegiados,
que en el mundo tienden a perder poder a favor del nivel ejecutivo y gerencial
y a disminuir la representación estudiantil en el gobierno, pueden ser objeto
de autocrítica en vista a problematizar las transformaciones complejas que
experimentan las instituciones universitarias, teniendo en cuenta su historia
y cultura institucional, como ha sugerido Eduardo Remedi, y la crisis de sus
fronteras materiales y simbólicas. Necesitamos avanzar hacia una democracia
universitaria más plural, menos fragmentada en movimientos «autoidentita-
rios» y más tendiente a la articulación de diferencias a través de lo político para
enfrentar las lógicas corporativas, que amenazan el sentido de público de las
universidades.
En un momento de crisis del tiempo en el que el capitalismo global tiende a
ampliar las desigualdades y destruir derechos y conquistas, se trata de pugnar
por nuevas formas de justicia social en la universidad pública propiciando la
revisión y creación de nuevas subjetividades que pongan en cuestión la racio-
nalidad neoliberal.
A modo de cierre
Referencias
Sebastián Barros
unp-conicet, Argentina
Introducción
D
efinir el neoliberalismo como una forma de gubernamentalidad im-
plica que los presupuestos que lo guían pueden articularse por una
serie de contenidos específicos muy variados. En este sentido, el neo-
liberalismo no es solo una manera específica de pensar las políticas públicas,
o solo una manera de gestionar el Estado, o simplemente la extensión de la
lógica mercantil a todas las relaciones sociales. El neoliberalismo como forma
de gobernar la comunidad es una forma de estructurar lo que se puede decir,
esperar y pensar como verdadero. Como tal, a su vez, esa forma de gobernar
implica múltiples resistencias.
En este capítulo reconstruiré algunos aspectos del discurso de Cambiemos
en el gobierno a partir de 2015 para precisar la forma en que la gubernamenta-
lidad produce una escansión de lugares sociales en la que se juega la posibilidad
legítima de algunos grupos de decir la verdad de la comunidad. Mi conclusión
dirá que «la nueva razón del mundo» neoliberal no se impone de la misma ma-
nera a lo largo de toda la comunidad. La racionalidad gubernamental implica
una distribución de lugares sociales que funciona como matriz y que define
cuáles son las diferencias capaces de incluirse en esa racionalidad y cuáles son
aquellas que no. Diré también que la diferencia en la afectación es, a su vez, el
espacio en el cual se podrán inscribir las posturas críticas.
100
Neoliberalismo y gubernamentalidad
1 Para una aproximación a la idea de verdad en Foucault, pueden verse las entradas «Verdad/
Juego de verdad», en Revel (2009), y «Verdad, Juego de verdad, Voluntad de verdad», en Castro
(2004). Por el momento, y para los fines de este trabajo, diremos que un régimen de veridic-
ción es aquello que permite decir y afirmar como verdaderas una serie de cosas.
2 En términos generales, siempre según el análisis foucaultiano, la parrhesía tiene cinco ca-
racterísticas. La primera es la franqueza del sujeto que dice todo lo que realmente cree y de
la forma más transparente y directa posible. La segunda es que la parrhesía implica entonces
decir la verdad. La persona que hace uso de la franqueza dice la verdad, no tanto por la evi-
dencia empírica que pueda dar sobre ella, sino porque esa persona tiene ciertas cualidades
morales. Esa cualidad es el coraje de la persona franca, el riesgo que corre por decir la verdad.
La tercera característica es que decir la verdad es asumir un riesgo. La parrhesía está ligada
al coraje que demanda decir la verdad a despecho de algún peligro. La cuarta característica
es que el hablar franco de quien dice la verdad y que por eso corre un riesgo que enfrenta
valerosamente tiene una función crítica, ya sea hacia la persona o grupo de personas al que
se dirige o hacia la persona misma. Por último, la quinta característica es que decir la verdad,
con todo lo que ella implica, es percibido como una obligación. Nadie la fuerza a hablar, pero
esa persona siente el deber de hacerlo.
La práctica de la parresía (parrhesía de aquí en adelante) es central para 101
precisar el carácter de la democracia en el análisis de Foucault en sus cursos
del Collège de France. Porque entre parrhesía y democracia existe circularidad:
«[p]ara que haya democracia, debe haber parrhesía, y para que haya parrhesía
debe haber democracia» (Foucault, 2009: 167). En esa relación se pone en juego
cierta estructura política en la que opera el estatus social y político de personas
que pugnan por estar «en la primera fila de la ciudad», por pertenecer al primer
rango de la comunidad política y así poder gobernarla (2009: 117-121).3 Foucault
distingue así la parrhesía del puro derecho a la ciudadanía y del ejercicio del
poder. La palabra parresiasta ejerce el poder de una manera particular: deja
libertad para las otras palabras iguales que también quieren y pueden alcanzar
ese primer rango en un juego agonístico en el que solo obedecerán si pueden
ser convencidas: «El ejercicio de una palabra que persuade a aquellos a quienes
se manda y que, en un juego agonístico, deja la libertad a los otros que tam-
bién quieren mandar» (2009: 122). La parrhesía está entonces vinculada con la
dirección de la ciudad, con una dinámica que está más allá de las condiciones
institucionales de la politeia (la isegoría y la isonomía4), pero estructurada por
ellas, una dinámica que supone la ambición y el esfuerzo por llegar a una posi-
ción «tal que sea posible dirigir a los otros» (2009: 169).
La buena parrhesía5 funciona así ajustando correctamente la dynasteia y la
politeia a través de una palabra veraz. La buena parrhesía realiza el buen ajuste
de la democracia y el decir veraz,
3 Interesa entonces resaltar el acento que pone Foucault sobre la existencia de categorías defi-
nidas de ciudadanos, no con base en la situación objetiva de posesión o falta de riqueza, o a la
posesión o no de cierto estatus legal, sino al lugar simbólico que ocupan en tanto ciudadanos
en el reparto del poder comunitario. Esto es importante para la lectura que hacemos del
discurso de Cambiemos.
4 La democracia supone dos instituciones: la isegoría como derecho a tomar la palabra públi-
camente en la asamblea y la isonomía, la igualdad ante la ley.
5 Esto significa que también habrá una mala parrhesía. Para un acercamiento a ella y su rele-
vancia para el análisis de ciertos procesos de constitución identitaria, remito a Barros (2017).
identifican, sin perjuicio de incurrir en una serie de riesgos que conviene com-
102
partir entre quienes persuade y quienes son persuadidos (2009: 187).
6 Sobre este punto, y en relación con el discurso de Cambiemos, Vommaro (2017) lo expresa
en términos de un llamado a «los mejores». Era cuestión de traer a los mejores del mundo
privado para administrar correctamente lo público. En este sentido, en el ingreso de los
managers en el Estado se jugaba la escansión ética de la que habla Foucault, en tanto estos
grupos nuevos en la política sintieron que jugaban su prestigio en un proyecto que venía «a
terminar con el populismo en Argentina».
organizado alrededor de una escansión que es la que separa a los más numerosos
103
de los menos numerosos, y también la escansión ética entre quienes son buenos
y quienes son malos, entre los mejores y los peores (2010: 62).
Sobre la economía
Las cosas no se pueden hacer como uno querría y menos después de 12 años
en los que se invirtió mal, se alentó el sobreconsumo, se atrasaron las tarifas
y se atrasó el tipo de cambio; donde le hiciste creer a un empleado medio que
su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al
104
exterior. Eso era una ilusión. Eso no era normal. No digo si era bueno o malo.
Por supuesto que era bueno, pero no era normal. No era sostenible.7
9 El adjetivo kirchnerista designa las políticas seguidas durante la presidencia de Néstor Kir-
chner (2003-2007) y de su esposa Cristina Fernández (2007-2015); también es utilizado para
denominar a sus aliados políticos.
populista. Es que de las experiencias políticas de la democracia a partir de 1983 107
solo el alfonsinismo10 se caracterizó por una politización de la idea de «tener
derecho a», vinculado especialmente a los derechos civiles y políticos. Sin em-
bargo, esa politización se dio desde una postura discursiva que planteaba la
existencia de un lugar neutral en relación con esa idea de derecho que podía
ecuánimemente dirimir los conflictos que se suscitaran. Ese lugar lo ocuparía
el Estado, y queda plasmado en la teoría de los dos demonios que trataba de dar
sentido a la violencia política: la represión estatal y los abusos a los derechos
humanos durante la última dictadura militar.
En este sentido, el discurso del gobierno de Cambiemos tiene una lógica
equivalente a la que veíamos en relación con la economía y el consumo des-
enfrenado. En este caso, la politización de «tener un derecho a» es presentada
como un abuso y un exceso. Ejemplo de esto es la reconstrucción que hace
Mercedes Barros de la acusación del gobierno de Cambiemos sobre «el uso
indebido de los derechos humanos», o la caracterización de ese uso como «re-
vanchista». En palabras de Mauricio Macri, «Con nosotros, todos esos curros
se acabaron [...] Siento que ha habido un abuso de sectores bajo esas banderas,
el más emblemático es el de las Madres».11 Si en el caso del discurso económico
se presentaba un sujeto que no podía reconocer los efectos nocivos de su con-
ducta de sobreconsumo, ahora los organismos de derechos humanos y quienes
se movilizaban en su defensa son presentados como sujetos cuyo «deber ser»
había sido deformado por los gobiernos kirchneristas. La politización de la
demanda por verdad y justicia llevaba a la pérdida del espacio de neutralidad
que se supone deben mantener el derecho y el Estado, y esto, a su vez, implica-
ba la existencia de un sujeto que perdía su autonomía en pos de la defensa de
intereses de corto plazo espurios a su naturaleza.12
Algo similar plantean para el caso mexicano Luciano Concheiro y Héctor Ro-
bles cuando explican los procesos y efectos de la reforma agraria y afirman
que la estructura agraria actual de dicho país es resultado de las luchas de los
pueblos originarios.
Los nuevos sujetos agrarios que irrumpieron en la escena nacional con renova-
das propuestas de organización y recuperación de espacios no son precisamente
los esperados por los modernizadores. En lugar de inversionistas con deseos
de asociarse con agricultores «prósperos» y emprendedores, aparecen los pro-
pietarios de la tierra pobre que quieren discutir otros temas sobre un mejor
aprovechamiento de los recursos naturales, esquemas de comercialización en
mercados solidarios, construcción de redes de ayuda mutua, que reclaman que
el Estado cumpla con sus funciones sociales, que le brinden a la mujer mejores
condiciones, una política de equidad y un reconocimiento social y político por
su papel en la vida nacional; que reconozca las autonomías y la cultura de los
pueblos indígenas y cumplan con los acuerdos firmados en San Andrés Sacam-
chen de los Pobres; de igual forma exigen programas de acceso a la tierra para
los jóvenes, y el reconocimiento de las prácticas territoriales y de espacios de
acción política para una modernidad alternativa como parte del programa que
los campesinos le arrancaron al gobierno en 2003 con la firma de un importan-
te Acuerdo Nacional para el Campo producto del movimiento «El Campo No
Aguanta Más (Concheiro y Robles, 2014: 213).
Quiero que sepan que tengo mucho orgullo, profundo orgullo, de haber sido el
único presidente de la República sin un diploma universitario, pero fui el pre-
sidente de la República que más universidades creó en la historia de este país
para mostrar a esa gente que no confunda inteligencia con la cantidad de años
de escolaridad. Eso no es inteligencia, es conocimiento. Inteligencia es cuando
sabes tomar decisiones, inteligencia es cuando usted no tiene miedo de discutir
con los compañeros cuáles son las prioridades, y la prioridad es garantizar que
este país vuelva a tener una ciudadanía.
¿Qué es esto de universidades por todos lados? Obviamente, muchos más cargos
para nombrar. Acá hay que hacer más jardines de infantes. Acá falta que todos
los chicos tengan la oportunidad de ir al jardín de infantes. Basta de esta locura.13
Conclusiones
Referencias
Introducción
D
urante la última década del siglo XXI, neoliberalismo ha sido una no-
ción de uso recurrente en el marco de las transiciones, continuidades
o transformaciones de regímenes políticos diversos en México y al-
gunas naciones de América Latina en lo que Caetano (2010) denomina giros
políticos. Con neoliberalismo se han adjetivado y sustantivado tanto prácticas
gubernamentales e intervenciones estatales como aquello que proviene de la
lógica del mercado capitalista o del conservadurismo político. Incluso, es lugar
común –lo que opera ya naturalizado, en automático o de modo inconsciente
(Žižek, 2003)– que se enuncien sentidos en los que se asume el neoliberalismo
con un fundamento positivo que lo define de una vez y para siempre, como si
en este hubiese un contenido óntico que por sí mismo, en la lógica de Laclau
1 Este trabajo forma parte de los avances y resultados del proyecto de investigación «Subjeti-
vidades y discursos educativos en el giro político mexicano», inscrito en el Departamento de
Investigación de la Universidad Pedagógica Veracruzana.
124
(2014), tuviese una significación ontológica fija que lo determina, lo hace tras-
cendental y universal.
En el imaginario colectivo, el significante neoliberalismo condensa signifi-
cados equivalentes y antagónicos de nociones como política, sociedad y educa-
ción, entre otras; y desplaza aquellos que refieren a su reflexión ontopolítica,
por lo que no resulta inadvertido que se ocupe este término de manera indis-
tinta a la vez que contradictoria2 para referir tanto a sujetos como prácticas,
procesos y fenómenos diversos; o que aparezca y desaparezca como fantasma
asediando la significación, dotación de sentido y construcción de subjetivida-
des. Sin embargo, es posible advertir que los sentidos otorgados al término
neoliberalismo generalmente proceden de una matriz de pensamiento ideoló-
gica binaria,3 en la que cualquier significado producido solo puede pensarse en
términos de opuestos irreconciliables, es decir, únicamente en la lógica dico-
tómica de bueno/malo, liberal/conservador, público/privado, e.g., en la que no
hay posibilidades para significaciones intersticiales y en la que neoliberalismo
es significado en uno o en otro lugar/polo de los opuestos irreconciliables. Mis
inquietudes focalizan en dos cuestiones básicas: ¿cómo opera el neoliberalismo
en los procesos de significación y producción subjetiva? y ¿qué implicaciones
tiene el giro político en dicha operación?
Mis reflexiones están orientadas por el supuesto de la imposibilidad de
pensar el neoliberalismo y sus implicaciones en lo educativo al margen de la
lógica de los opuestos irreconciliables. Me interesa cuestionar el modo en que
opera el neoliberalismo en lo educativo y la producción de la subjetividad, y
las implicaciones del giro político en dicha operación, específicamente en un
entorno de profundas transformaciones en distintos órdenes; en condiciones
histórico-político-culturales caracterizadas básicamente por la ingobernabili-
2 Mostraré solo un par de grupo de datos que me permiten sostener lo anterior: con el sustan-
tivo neoliberalism –en inglés– aparecían aproximadamente 6 350 000 resultados en Google,
y con neoliberalismo –en español– 6 110 000. Sin embargo, al introducir esta palabra en
forma de adjetivo, el resultado varía significativamente: en inglés arrojó 16 500 000 resulta-
dos, mientras que en español 12 400 000. En otro paquete de datos, durante el periodo de la
década 2009-2019, los usuarios de la web buscaron mucho más esta noción en español que
en inglés, principalmente en la región latinoamericana. Búsqueda realizada el 19 de junio de
2019 en <https://bit.ly/2N8mYHa>.
3 En el primer apartado referiré con mayor precisión el concepto de ideología.
dad, la injusticia y desigualdad social, la inequidad y la violación de los derechos 125
humanos; en un contexto en el que los servicios públicos no son tan públicos,
los representantes populares no encarnan lo popular y las estructuras institu-
cionales están siendo desestructuradas. Con esa finalidad configuré una matriz
analítica que articulé con herramientas conceptuales procedentes del campo
de la lingüística posestructuralista, la filosofía política y las políticas públicas.
Centré mi atención en el discurso político, ideológico y educativo del Plan Na-
cional de Desarrollo 2018-20244 en su versión doctrinaria,5 en el giro político
mexicano y el cambio educativo. La tesis a la que arribé alude a que, ante la
imposibilidad de un contenido óntico que fije atemporal y universalmente los
sentidos de neoliberalismo procedentes de una matriz de pensamiento ideo-
lógica, el fantasma neoliberal es una categoría que expresa no solo el asedio de
las enunciaciones características de la tradición del pensamiento maniqueo,
sino también la posibilidad de que esto no suceda como tal en la producción
subjetiva.
Para sostener esta tesis, he organizado mis argumentos en cinco apartados:
en el primero, «Más allá de la ilusión de los opuestos irreconciliables», muestro
la imposibilidad de una correspondencia isomórfica entre la noción neolibe-
ralismo y algún objeto concreto específico, y que asumir lo contrario posibilita
adoptar acríticamente posturas maniqueas, opuestas e irreconciliables. En el
segundo, «Neoliberalismo y el giro político latinoamericano», explico que el
neoliberalismo opera más como categoría política en el giro político de las úl-
timas décadas en América Latina que como categoría económica, y que a partir
de su uso político es posible advertir la conformación de identidades colectivas
y formaciones sociales en torno a un programa o proyecto específico. En el
tercero, «El giro político mexicano: entre fantasmas y espectros», afirmo que
el neoliberalismo puede significarse como una figura fantasmal, ya que opera
en la ilusión del isomorfismo nombre-referente asediando la producción sub-
a) porque es una categoría política que posibilita dar cuenta que la disputa
por la hegemonía del poder político no se inscribe solo en la lógica del
poder per se, sino también en la viabilidad de la subversión del orden
social para el logro de fines comunes, públicos;
b) porque neoliberalismo fue un término enunciado ampliamente en el
campo de la disputa por la hegemonía del poder político en los procesos
electorales de esos países latinoamericanos en la segunda mitad de la
segunda década del siglo XXI;
c) porque en el discurso político de los principales actores de estas con-
tiendas por el poder en los procesos electorales, casi a la par del uso
del término neoliberalismo (o neoliberal), se enunciaban promesas de
cambio, de reformas constitucionales y de refundaciones, y
d) porque este giro político –nuevamente a partir de lo expuesto por Cae-
tano– implica un «giro de época» y una afectación radical en las formas
de hacer política (2010: 20).
El sexenio de Miguel de la Madrid fue una transición hacia las políticas neolibe-
rales, las cuales fueron implantadas de lleno en el salinato. El neoliberalismo se
significó por el desmantelamiento sostenido de la presencia del sector público
y la dramática redacción del sector social; la apertura comercial indiscrimina-
da; la desregulación en todos los frentes; la supresión o reducción de derechos
y conquistas laborales; la eliminación de los subsidios generales y su rempla-
zo por sistemas clientelares focalizados en los sectores más depauperados; el
parcelamiento de las facultades gubernamentales en comisiones y organismos
autónomos y la abdicación de potestades del gobierno en diversas instancias
internacionales, en el marco de la inserción del país en la economía global. (pnd,
2019: 5).
Las crisis financieras que padeció México en 1976 y de 1982 en adelante llevaron
al colapso al modelo económico propio, que fue denominado desarrollo estabili-
zador y, a partir de 1982, los gobernantes empezaron a adoptar medidas de claro
corte neoliberal. Seis años más tarde, con la imposición de Carlos Salinas en la
presidencia de la república, la receta fue aplicada de lleno y se inició el desastroso
periodo que culminó en 2018 y que dejó una dolorosa herencia de pobreza mul-
tiplicada, desigualdad social, marginación, corrupción, deterioro institucional,
pérdida de soberanía, inseguridad y violencia. (pnd, 2019: 35).
El ejemplo más claro de lo anterior es el atraco que se cometió en el sexenio de
133
Ernesto Zedillo con el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), que
encubrió los desvíos y los desfalcos perpetrados por un grupo de banqueros,
financieros y empresarios y transfirió la deuda resultante –que originalmente
ascendía a 552 mil millones de pesos de 1997– al conjunto de la población. (pnd,
2019: 47).
Con lo expuesto hasta aquí, debo destacar que la categoría fantasma neoliberal
no soslaya que las acciones o inacciones de gobierno inscritas en alguna matriz
pensamiento ideológica tengan efectos nocivos o no en la población –lo cual es
motivo de otro tipo de análisis–, como tampoco imposibilita pensar el neolibe-
ralismo más allá de su inscripción en la lógica de la tradición del pensamiento
maniqueo y dicotómico; es decir, con esta categoría no renuncio a la crítica de
la acción o inacción gubernamental ante los problemas públicos, como tam-
poco abdico a que esta crítica se produzca desde horizontes de intelección que
potencien más el análisis que la propia crítica desde la militancia de alguna 135
matriz de pensamiento ideológica.
En el entendido de lo anterior, en el análisis político-discursivo del pnd/2018-
2024, el fantasma neoliberal funciona en la latencia, en la posibilidad de que lo
malo, lo adverso, lo perverso o lo negativo sucedan o no como acontecimiento
en sí, o de cualquier otro modo, subvirtiendo constantemente la configuración
identitaria del sujeto, la producción de su subjetividad. En la misma lógica,
pero con una función distinta, opera la categoría espectro.
Para Derrida (1996), espectro es aquello que uno imagina ver, que cree ver y
que proyecta en una pantalla imaginaria en la que no hay algo que ver. En esta
lógica espectral, en la versión doctrinaria del pnd/2018-2024 se distinguen, al
menos, tres espectros clave: el fin del neoliberalismo y el inicio del posneoli-
beralismo.
a) En cuanto a gobierno:
Los gobiernos neoliberales fueron reprobados por su propio fetiche, que eran las
cifras macroeconómicas. En estas más de tres décadas el ejercicio del poder pú-
blico, lejos de resolver los conflictos entre los distintos sectores, los ha agudizado
y llevado hasta peligrosos puntos de quiebre. La aplicación de los preceptos del
Consenso de Washington en el país se tradujo (sic) en un desarrollo desestabili-
zador que incrementó las dificultades y los obstáculos para la convivencia y que
generó una oligarquía político empresarial (pnd, 2019: 5).
b) En cuanto a migración:
Para paliar los sufrimientos, atropellos y dificultades que han padecido los mexi-
canos en Estados Unidos, las presidencias neoliberales mexicanas trataron de
impulsar en el país vecino una reforma migratoria y en ese afán recurrieron al ca-
bildeo legislativo y a la formulación de propuestas de negociación. (pnd, 2019: 30).
c) En cuanto a salud:
En la crisis económica de 1973 los grandes capitales y sus ideólogos, los econo-
mistas neoliberales, vieron la oportunidad de desmantelar en provecho propio
los mecanismos de redistribución, los derechos laborales, los sistemas de en-
señanza y salud y todo lo que fuera de propiedad pública. (pnd, 2019: 34 y 35).
Referencias
Introducción
E
l término neoliberal es un significante que anuda un proyecto intelec-
tual, político y económico, que orienta un modo de pensar y de actuar;
es un modelo de comportamiento social que se expresa como una nueva
forma de concentración del capital. Si bien el neoliberalismo no solo es una
política económica, respuesta del capitalismo a los problemas económicos que
subyugan al mundo, también es una mutación del propio modelo capitalista.
La etapa de impulso y acoplamiento de la lógica neoliberal se puede ubicar
a partir de los ochenta del siglo pasado con el intercambio económico a nivel
mundial; el dinamismo en las finanzas; la liberalización de las restricciones del
Estado; el énfasis en las privatizaciones de las empresas públicas; el cambio
en el sentido de los servicios públicos; la revisión de las condiciones salaria-
les de los trabajadores, al mismo tiempo que el disciplinamiento de la fuerza
trabajadora. A finales de los primeros diez años del siglo XXI, en 2008 inicia
una crisis financiera mundial que se manifestó en una profunda inestabilidad
e incertidumbre económica. Los efectos en las sociedades son desfavorables,
para la región latinoamericana la secuela es más hostil.
A lo largo de este periodo que va de los últimos veinte años del siglo XX y
los primeros diez del siglo XXI, la economía fue colocada en el centro de la vida
individual y colectiva, situación que generó y construyó un discurso político y
social diferente que desencadenó otros valores e incorporó el uso de otro vo-
cabulario como eficiencia, productividad, competitividad para lograr el éxito
del individuo. «El neoliberalismo [aspiró] a la eliminación de la rigidez, incluso
psíquica, en nombre de la adaptación a las situaciones más variadas con las que
se encuentra el individuo tanto en su trabajo como en su existencia» (Laval, 147
2004: 47).
En este sentido, problematizar el discurso, la lógica o la narrativa neoliberal
que tiene como criterio la libertad económica o de mercado, exige analizar las
causas y consecuencias, por ejemplo, de la mercantilización de la vida social
que emplazó al individuo a ser un empresario de sí mismo, concepción que de-
fine algunos de los rasgos de actuación de los individuos. Las personas deben
aprender a concebirse a sí mismas como empresas, es decir, circular su capital
a partir de invertir, gastar y acumular, sobre todo en países con un desarrollo
económico evidente. En América Latina, esta concepción es reconfigurada de
otra manera y agudiza otras prácticas históricas no resueltas; por el contrario,
cada día más enrarecidas: vivienda, deuda, inseguridad, empleo, escolariza-
ción, etcétera.
El neoliberalismo, como en párrafos anteriores se apuntó, dio lugar al uso
de términos que formaron un lenguaje diferente vinculado con la meritocracia
y el individualismo. Un lenguaje que construyó nuevos sentidos sociales, des-
estructurando y transformando los lazos sociales; así se han producido nuevas
formas de pensar y nuevas subjetividades.
Los estudiosos de las ciencias sociales y humanidades tienen diferentes
desafíos ineludibles: a) describir analíticamente lo sucedido en los años re-
cientes para entender y comprender la realidad que vivimos, y b) ofrecer cla-
ves de interpretación y de actuación que sirvan para enfrentar los problemas
sociales y educativos. El reto es de orden onto-epistemológico, pensar el ser
en esta diferente discursividad; develar las nuevas estrategias de control de la
conducta humana dispuestas por el neoliberalismo. Específicamente, por un
lado, repensar categorías que permitan analizar la lógica política que subyace
en el discurso neoliberal; por otro, significar la realidad del día a día con inter-
venciones políticas.
Los términos autorregulación y autoperfeccionamiento en nuestros días
se entienden a partir de involucrar al profesor en la propia regulación de su
trabajo docente. Por un lado, desarrollar competencias para cumplir los están-
dares establecidos; por otro, invertir y gastar en su propio perfeccionamiento
profesional para mejorar su quehacer docente. Identificar estas nociones puede
contribuir a la comprensión de las formas en que el neoliberalismo se infiltró
148
de manera paulatina en el ser humano, es decir, en la manera en que se insti-
tuyó como un modo de producción de la subjetividad (Cruz, 2020: 32-46).
¿Cuál ha sido el impacto de las políticas neoliberales en materia de educa-
ción en general y del profesorado en particular? Este cuestionamiento implica
reconocer varios planos de análisis; por ejemplo: a) que el movimiento de re-
forma educativa desde los ochenta en América Latina se fundó en la crítica a
la escuela pública por la falta de eficiencia y eficacia y, por tanto, de la falta de
productividad. La educación pública y su organización burocrática inspiró la
desconfianza de la lógica neoliberal; b) que la educación es un espacio dispuesto
para la conquista del «espíritu», sesgo en el que ha logrado avanzar el neoli-
beralismo a través de los intersticios de la vida educativa y de la vida escolar
de los profesores. Es decir, reconoce las debilidades del sujeto para someterlo,
puesto que la escuela pública es uno de los campos que confronta la formación
ideológica; c) que el papel del profesorado y la evaluación a su desempeño fue
un eje de disciplina profesional y laboral.
Sin embargo, como sostiene Dubet (2008: 41), a pesar de que el mundo actual
está sometido a una ofensiva liberal, esta no puede ser considerada como la
única causa de la problemática de la escuela pública; la ofensiva no es la misma
en todo el mundo; en América Latina es todavía más diferente. La escuela se
enfrenta a cambios que dependen directamente de las políticas neoliberales,
pero también se inscriben en la difícil transformación de la propia institución
escolar. «Los problemas engendrados por el neoliberalismo [están] situados en
una evolución más profunda, la de la decadencia de una forma escolar canónica
de socialización definida como un programa institucional»1 (Dubet, 2008: 42).
Los programas de desarrollo profesional de los docentes consideran la au-
torregulación como un elemento clave para el desarrollo de competencias y
habilidades que se convierten en sutiles filtros de control del rendimiento del
profesorado. La competencia se articuló con la noción de habilidad, es decir,
Es importante señalar que, si bien esta idea circula como un nuevo discurso
que define una concepción de la profesión, en el caso de México, el tema de la
permanencia en el empleo como garantía laboral de los profesores aún es un
tema importante de reflexionar. Escalante (2019: 226) señala que
[…] no hay un […] verdadero mercado en la educación. Por eso los maestros son
un problema [para el discurso neoliberal]. Los maestros tienen un salario seguro
[…], su ingreso no depende de que sus clientes queden satisfechos; tienen […] de-
finitividad. […] Los maestros no tienen [la mayor parte de las veces un] incentivo
para hacer bien su trabajo y, por lo tanto, [en ocasiones] no les importa.
Este razonamiento implica que los países tienen la obligación de atraer capita-
les que inviertan en la producción de bienes y servicios, con alta productividad,
calidad y flexibilidad.
En suma, reducir la inflación y reducción del déficit presupuestario, reba-
jar los impuestos para favorecer el ahorro y la inversión, erradicar el salario
mínimo y la regulación laboral y hacer posible la flexibilización del mercado de
trabajo (laboral). Estas son algunas ideas y acciones que han tenido diferentes
efectos en las sociedades. Por ejemplo, si lo que el Banco Mundial ofrece son
ideas y estas ayudan a dar forma a políticas clave, entonces la forma en que
se producen y la validez que tienen dichas ideas debe ser analizada con tanto
detenimiento como las condiciones y consecuencias de sus créditos (Coraggio,
1999: 12).
Latinoamérica está marcada principalmente por un proceso de reforma del
Estado y de nuevas definiciones de sus relaciones con la sociedad y la economía,
con el fin de instaurar el mercado mundial como elemento de asignación de re-
cursos entre y dentro de las naciones. Este procedimiento se ha visto reflejado
años cuarenta del siglo XX. Así, la intervención de los empresarios en los últimos años y el
corporativismo sindical se han visto envueltos en diferentes prácticas como mecanismo de
acumulación de poder e incluso de capital; por ejemplo, el uso y distribución de las plazas
docentes.
152
en la movilidad del capital financiero y la polarización social –clases medias
empobrecidas y otros sectores medios han pasado a tener un mejor poder ad-
quisitivo. La región se vuelve cada día más vulnerable, violenta, insegura, po-
bre, desigual e inequitativa. En este contexto, interesa problematizar la lógica
neoliberal en países como México, con profundas desigualdades sociales; un
camino para estudiar este tema es el campo de la educación.
El modelo económico neoliberal, mutación del propio capitalismo contem-
poráneo, tiene como meta ordenar la vida individual y social, es un productor
de subjetividad, puesto que gira en torno a una idea de país y, sin duda, de un
proyecto educativo en el que subyace una concepción de educación como un
bien de capital privado que insta a la escuela a ser guiada por las demandas
individuales, no por una lógica política de igualdad; como una organización
prestadora de un servicio. En otras palabras, se observa la ambigüedad entre
dos escenarios escolares:
[…] una parte de la población privatiza su acceso a la escuela, y los menos favore-
cidos están sometidos a una obligación escolar. La injusticia es doble, la oferta de
mejor calidad está reservada a los más afortunados, pero sobre todo a los mejor
informados, a aquellos que conocen el papel de la escuela y su funcionamiento
(Dubet, 2008: 56).
El neoliberalismo, antes que una ideología o una política económica es una [ma-
triz] de racionalidad [que] estructura y organiza, no solo la acción de los gober-
nantes, sino también la conducta de los propios gobernados […]. Un discurso
al mismo tiempo teórico y político [también económico] que da una razón, una
forma y un sentido a la intervención gubernamental, un discurso nuevo capaz de
producir una nueva racionalidad gubernamental (Laval y Dardot, 2013: 15, 62).
[…] nuevos jefes (llamados ahora entrenadores y líderes), nuevos mandos in-
termedios (conocidos ahora como líderes o jefes de equipo [gestores]), nuevos
trabajadores (llamados ahora asociados, socios, trabajadores del conocimiento)
3 Señalar al neoliberalismo como una lógica política implica reconocerlo también como un
discurso (Laclau) un dispositivo (Foucault); un texto (Derrida) que ha tejido una narrativa que
ha ordenado y estructurado la discursividad educativa. Estos conceptos permiten asumir la
lógica neoliberal como una matriz de razonamiento y gubernamentalidad. El término guber-
namentalidad es analíticamente poderoso para comprender al neoliberalismo y sus secuelas
en el comportamiento humano (Cruz, 2011: 293-312).
y nuevos clientes (conocidos ahora como socios, iniciados, de los que se dice que
156
impulsan todo el proceso) (Gee, Hull y Lankshear, 2002: 54).
sea, el del Estado cuya acción tiende a hacer de la competencia la ley de la economía nacional
(Laval y Dardot, 2013: 198-199). Las organizaciones internacionales, más allá de su potencial
financiero, tienden a desempeñar cada vez más un papel de centralización política y de nor-
malización simbólica considerable (Laval, 2004: 19).
6 El sistema económico occidental en los setenta precipitó el surgimiento de políticas neoli-
berales y neoconservadoras. Los gobiernos representativos fueron M. Thatcher en el Reino
Unido y R. Reagan en Estados Unidos. Además de la caída del Muro de Berlín el 9 de no-
viembre de 1989 y el desplome del comunismo en la Unión Soviética en 1991. Al predominio
del neoliberalismo lo favoreció el fin del comunismo en los países del Este y el colapso de la
Unión Soviética. Se tambaleó la socialdemocracia europea caracterizada por las libertades
públicas y el sistema democrático y la «repulsa» de las democracias populares (Puelles, 2000:
30-31).
7 El término de práctica no es independiente de la noción de discurso; el discurso como una
configuración discursiva implica el concepto de práctica.
158
lo largo de este tiempo se observa más bien una combinación de valores tanto
de la democracia social como de la lógica neoliberal.
Al respecto, Mouffe (2009) apunta que la idea del mundo libre, sin enemigos,
es errónea y que lejos de contribuir a una democratización de la democracia es
la causa de muchos de los problemas que enfrentan en la actualidad las institu-
ciones democráticas. Negarse a reconocer la dimensión antagónica constitutiva
de lo político a través del establecimiento de un mundo más allá de la izquierda
y derecha, más allá de la hegemonía, revela una falta de comprensión de aquello
que está en juego en la política democrática y de la constitución de identidades
políticas (Mouffe, 2009: 9-10).
En los párrafos previos se apuntó que la matriz de razón instalada gira en
torno a la competencia como norma de conducta y de la empresa como modelo
de subjetivación. La competencia tiene su expresión en el campo educativo
en general y de la formación del profesorado en particular; en la evaluación
sesgada a cuestiones de control, más que de una evaluación formativa; por el
contrario, la evaluación es usada en el sentido de la medición, es decir, medir
(aplicar exámenes estandarizados) para competir.8
8 A principios de los noventa del siglo pasado, la evaluación de políticas, programas y otros
componentes de los sistemas educativos se instaló como referente común de los procesos
de reforma educativa en América Latina. En México, la evaluación de políticas y programas
del sector educativo tuvo como propósito mejorar la eficiencia y eficacia de la administración
pública mediante la generación de información confiable que derivara de procesos evalua-
tivos sólidos. En los primeros diez años del siglo XXI, se crearon instancias reguladoras que
permitieron institucionalizar el ejercicio de la evaluación de los programas educativos fede-
rales; por ejemplo, la implementación del Sistema de Evaluación al Desempeño, en el marco
del funcionamiento de las áreas hacendarias y de contraloría pública basada en resultados,
y la creación del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación con el fin de apoyar,
a solicitud de las autoridades educativas federales o estatales, la evaluación de programas y
proyectos prioritarios (Miranda, 2017: 78-79).
ahí la preocupación de todos los padres por el desempeño escolar, por la calidad
159
y la permanencia de la educación (Escalante, 2019: 224).
Las políticas educativas […] están hechas de relaciones sociales, [pero] las re-
laciones no son objeto de políticas. Las políticas tienen como objeto a actores
(docentes, directivos, familias, estudiantes) o procesos (currículum, evaluación,
gestión, financiamiento), pero es infrecuente que haya políticas orientadas hacia
una relación (Navarro, 2009: 41, 45, 54).
Pero se ignora la propia cultura docente y la distancia que separa a los profe-
sores en servicio de un sistema de formación continua riguroso y sistemático.
La problemática de la evaluación comienza en la formación inicial y antes,
puesto que los que eligen la profesión todavía lo hacen porque las barreras
de acceso son menos exigentes que en otras carreras y no propiamente por
un interés en la enseñanza.10 Además, se añade que la docencia es una de las
profesiones donde está más asentada la idea de que la estabilidad laboral no
se asocia a un buen desempeño y que, por lo mismo, se trata de una ocupación
relativamente segura (Navarro, 2009: 67).
11 El concepto de Estado evaluador es retomado de Neave (1988) para señalar que unas políticas
que, en principio, no eran más que respuestas a corto plazo a las dificultades financieras
de los primeros años ochenta, se han desarrollado desde entonces hasta convertirse en un
enfoque estratégico a largo plazo. Este desarrollo tiene dos componentes: 1) la reformulación
de la relación entre la educación y el gobierno que se identifica con la aparición del Estado
evaluador; 2) reformulación de la relación entre la educación y la sociedad que es un intento
de imponer una forma determinada de ética competitiva, definida desde el exterior, como la
fuerza impulsora del desarrollo institucional y, por tanto, del sistema en la educación (Neave,
1988, citado en Whitty, Power y Halpin 1998: 55).
162
Se invita al profesor a que considere los procedimientos de la evaluación
como parte del proceso de autoperfeccionamiento (desarrollo profesional) que
Foucault llama la subjetivación: compromiso activo del sujeto en su autoforma-
ción, operaciones sobre los propios cuerpos (de las personas) sobre sus propias
almas, sobre su propia conducta (Foucault, 1980 citado por Ball, 2001: 163).
El modelo de autoperfeccionamiento subyace en las estrategias de desarro-
llo profesional del profesorado; si el docente fracasa ha de responsabilizarse
de sus problemas y de su propia curación, es decir, el autoperfeccionarse de
las propias personas, haciéndose conscientes de sus debilidades y establecer el
compromiso con los métodos de rendición.
La vida está llena de constantes decepciones, pero hay que llevarlas estoicamente
(no hay que quejarse) y soportarlas, a sabiendas de que solo la buena suerte pue-
de acabar con este dolor […] es más conveniente encontrar la formas de actuar,
afrontar y arreglárselas por uno mismo (Walkerdine, 2000: 103).
Para concluir
Durante las tres últimas décadas, los gobiernos avanzaron en nuevas regula-
ciones y formas de control, con el fin de aumentar el rendimiento educativo.
Las nuevas políticas pro-mercado o simplemente de la inclusión de elementos
propios de un (cuasi) mercado educativo (libre elección, presión a las escuelas y
docentes, competencia, incentivos, subsidios, estándares, etc.) (Navarro, 2009:
90), fueron reconfigurando el discurso educativo, a partir de la creencia del
individualismo económico y en el mercado, dando lugar a la construcción de
un lenguaje asociado con la eficiencia y la eficacia, al mismo tiempo, a una ten-
dencia de autoritarismo moral, expresado en gobiernos conservadores. Estos
cambios fueron paulatinamente instituyéndose a través de acuerdos, alianzas
y leyes educativas que permitieron no solo inspeccionar el rendimiento, sino
también la rendición de cuentas. Cabe señalar que estos énfasis forman parte
de un proyecto de transformación radical en su conjunto.
Por ejemplo, los cambios en la forma en que se gobierna la educación pue-
den ser representados, según Whitty y Power (2008), a través de la metáfora
del triángulo, la rueda y la red:
12 Foucault señala a manera de contextualización que existen cuatro tipos principales de tecno-
logías, y cada una representa una matriz de la razón práctica: a) tecnologías de producción,
que nos permiten producir, transformar o manipular las cosas; 2) tecnología de sistemas de
signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos, símbolos o significaciones; 3) tecnologías
de poder, que determinan la conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o
de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto, y 4) tecnologías del yo, que per-
miten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número
de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta o cualquier forma de
ser, obteniendo, así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de
felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad (Foucault, 1990: 48).
de la rueda] las escuelas están en el borde y el Estado es el eje. Más que relaciones
164
burocráticas son sucesivos niveles de administración, existe un vínculo directo
entre el contorno y el eje. Al contrario que el triángulo, existe menos estabilidad y
mayores posibilidades de movimiento dentro del sistema. [En el modelo de red]
las organizaciones están vinculadas las unas con las otras horizontalmente más
que verticalmente y de maneras visibles. Es más amorfo y fluido que el triángulo
y la rueda (Whitty y Power, 2008: 107).
Referencias
Introducción
D
erivado del análisis sobre el racismo en educación, tomando como caso
el sistema educativo mexicano (Gallardo, 2014), se identificó como lí-
nea de discusión convergente la necesidad de examinar el horizonte
epistémico desde el cual se comprende la realidad educativa en el marco de las
políticas educativas en general y de las políticas curriculares en particular para
indagar sus conexiones.
Como es posible advertir, dicho horizonte epistémico no es un discurso
homogéneo, sino un archipiélago de tendencias y paradigmas que organizados
de cierta manera operan como condición de posibilidad en la construcción
de los marcos de intelección, en la comprensión de los llamados «problemas
estructurales» de la educación: inequidad, abandono escolar y bajos niveles de
aprovechamiento académico, entre otros. Observar las múltiples luchas que los
paradigmas del campo educativo establecen entre sí en este momento en torno
a estos problemas, nos conduce inevitablemente a advertir la lógica epistémica
a partir de la cual las políticas neoliberales en educación comprenden el fenó-
meno educativo y, por tanto, construyen determinados objetos de análisis que
eventualmente se convierten en punto central o leitmotiv de dichas políticas.
En el momento actual, se afirma que la lógica neoliberal de la economía
de la educación es dominante, al situar los problemas educativos en la lógica
interna del mismo modelo de desarrollo neoliberal, sin posibilidad de crítica
sobre sí misma. Por lo anterior, interesa en este trabajo desarrollar este su-
puesto respecto a que la economía neoliberal de la educación, como lógica de
comprensión de los fenómenos educativos actuales, enmascara y contribuye
170
a generar nuevas formas de racismo, dado que reproduce el referente cultural
fundacional del sistema educativo mexicano conformado por el mestizaje y la
ciencia positivista; de ahí que las políticas curriculares hereden, reproduzcan
y resignifiquen dicho referente, generando soluciones compensatorias o de
acción afirmativa para todos «los otros» que no conforman a ese núcleo, se
incluyan sin alterar dicho referente o núcleo.
Lo anterior es altamente conflictivo cuando situamos la discusión en la are-
na de las políticas curriculares en educación básica, porque justo la querella
por lo nacional como un solo referente para todo el país, a través del plan y
programas de estudio, así como de los libros de texto, arenga por la pertinencia
y relevancia de la síntesis cultural que ello supone y en su trasfondo por las
consecuencias que las lógicas instrumentales en torno a la construcción del
conocimiento sobre la educación acarrea.
En este sentido, el texto se organiza en cuatro partes. En la primera se ana-
liza el contexto general en torno a la situación actual de los sistemas educativos
en América Latina para situar el momento de crisis fundacional de la moder-
nidad nacionalista como impronta de su emergencia y cómo ello abre la puerta
a la llamada segunda generación de políticas educativas que arrancan en la
región en la década de los noventa del siglo pasado, las cuales ubican, además
del problema de cobertura y acceso a la escuela, la calidad de los aprendizajes
que ofrecen los currícula, así como las cuestiones de infraestructura y en los
años recientes focalizando en los docentes la responsabilidad de tales fracasos.
En la segunda parte se intenta mostrar la narrativa de los problemas es-
tructurales de la educación básica como correlato de la lógica economicista
de la educación en tanto producción de objetos y comprensión de la realidad
educativa a partir de ellos.
En el tercer apartado, el texto discute las implicaciones de esta lógica en el
marco de la crisis de las políticas educativas en general, y con ellas las políticas
curriculares de la educación básica. Si acaso, cerrar con alguna posibilidad,
aunque el horizonte con el gobierno entrante esté todo por definirse.
Los sistemas educativos latinoamericanos: arena de contienda de las políti- 171
cas educativas neoliberales
Para comenzar con esta discusión, es preciso ubicar la situación de los sistemas
educativos en América Latina como antecedente de las formas en que opera
su constitución como ideología (Žižek, 2003), recordando que son identidades
inacabadas, históricas y contingentes, y que la ideología que permite su movi-
miento al tiempo que afirma, niega su identidad. Con lo anterior en mente, se
retoma la tesis de Puiggrós (1995) sobre el análisis de los sistemas educativos
latinoamericanos de cara a la crisis epocal, caracterizado en las discusiones
sobre la posmodernidad.
Puiggrós afirma que pronunciar la palabra posmodernidad en América
Latina en la última década de los noventa del siglo XX ha traído sin duda las
discusiones en torno a la imposibilidad de la completud que el discurso de la
modernidad traía consigo. La promesa de las repúblicas independientes de
hace un poco más de 200 años ignoraba el papel que la región tiene asignada
en el sistema mundo integrado, como decía Wallerstein (2006). En otras pala-
bras, la discusión sobre el papel de la sociedad industrial construida sobre los
paradigmas del progreso y la razón, el determinismo político y social y, por
ende, una pedagogía escolarizante y normalizadora, entra en tensión y crisis.
No incluye el conflicto que significa la periferia como condición para la mo-
dernidad y niega que la relación entre centro y periferia sea interna y no exter-
na al pensamiento moderno.
No se trata entonces de considerar que en América Latina la modernidad
no ha alcanzado aún su apogeo o que solamente ha llegado a algunas zonas de
la sociedad. La pobreza, la dependencia y el subdesarrollo son condiciones de
producción de la modernidad. La modernidad en América Latina no es una
meta para alcanzar, sino «la particular forma de su inclusión en la división
internacional del trabajo, de la riqueza y de la cultura» (Puiggrós, 1995: 179).
De esta manera, los sistemas educativos latinoamericanos alcanzaron di-
versos grados de desarrollo a partir del modelo de Estado nación, que es la
base de todos los sistemas educativos modernos. Ese modelo se combinó, en
tanto discurso inacabado, de maneras diversas con los elementos culturales,
172
políticos y pedagógicos de las comunidades, que lo han rechazado, se han su-
bordinado, se han articulado o, algunas pocas veces, sintetizado.
El desarrollo pleno de los sistemas que fueron imaginados por los liberales
latinoamericanos del siglo XIX solo ha sido posible como utopía. En el plano po-
lítico pedagógico, han tenido un desarrollo desigual, no llegando a cumplir con
la meta de homogeneización de las sociedades latinoamericanas mediante la
instrucción pública. Mientras concurrían a la reproducción de las desigualda-
des económicas y sociales, intentaban la homogeneización cultural, ideológica
y política, con un éxito también desigual (Puiggrós, 1995: 180).
El intento de conformarse como fuerza educadora hegemónica en el senti-
do de Laclau (1987), realizado por los sistemas de instrucción pública, ha sido
uno de los pilares de la concepción educativa moderna y se tradujo en formas
diferentes de relación entre el sistema educativo y las sociedades. Es decir, que
la ideología nacional ha sido el motor o la fuerza de institucionalización de los
sistemas. Para la autora, la ideología moderna-nacional constituyó modelos
combinados en los cuales las luchas entre clases y culturas son nucleares y
se advierte una tensión constitutiva en su resolución, desde la racionalidad
moderna, y aun desde las propias racionalidades de los pueblos originarios
(Puiggrós, 1995).
Lo anterior conlleva el argumento de si la intención de los sistemas educati-
vos es cumplir con su función ideológica, en tanto dispositivo del programa de
la modernidad; su propia lógica es impermeable, que no monolítica, ante otros
proyectos y discursos que atentan contra este nudo fundante de los sistemas,
porque como ya vimos su identidad es diferencial.
Así, la situación de los sistemas educativos latinoamericanos ha enfrentado
esta impronta en las tres últimas décadas en condiciones de existencia distin-
tas. Con sus distintas variantes, el modelo económico y político neoliberal está
sobredeterminando el discurso moderno de los sistemas de instrucción públi-
ca, básicamente en el desplazamiento que supone la máxima de la educación
como derecho a la educación como un bien. Ello ha significado un cambio en
las estructuras y momentos fundantes que constituyeron esos sistemas que
hoy están sacudidos.
De tal manera que los sistemas educativos latinoamericanos desde la última
década del siglo XX han mostrado una especie de agotamiento en los cimientos
de su fundación, pues la homogeneización, como parte del progreso que impli- 173
caba el combate de la diversidad cultural, ha llegado a un límite ineludible que
tiene una marcha de más de 500 años.
Lo anterior se aprecia con claridad en el ámbito de la educación básica. En
el caso de México, se puede observar cómo –en el marco de las políticas curri-
culares– se reproducen nuevas formas de racismo y discriminación que cada
vez son más evidentes y, por tanto, ayudan a erosionar el carácter monocultural
y monolingüe del sistema.
En el caso de México, además del mestizaje como ideología de la unidad
nacional, se articuló el discurso positivista de la época pre y posrevolucionaria,
dando origen a las ciencias escolares como reflejo de las ciencias de origen.
Esta tradición científica que históricamente se ha agotado (Morin, 2010), sigue
vigente en los contenidos del plan y programas de estudio hasta nuestros días
y sustenta a través de tendencias positivistas otros aspectos curriculares, como
la centralidad psicologicista del aprendizaje, propuesta primero por el conduc-
tismo y luego reorganizada por el discurso del constructivismo.
Por tanto, la crisis en el sistema educativo mexicano, como lo señala Pui-
ggrós, abre la puerta a la comprensión que los problemas estructurales de la
educación básica, se construyen desde una cierta lógica que está agotada (la
modernidad-ciencia positivista), y seguir buscando la solución a tales proble-
mas dentro de dicha lógica conlleva a la repetición y por tanto a agudizar el
colapso del sistema.
Con el contexto delineado, es posible advertir los objetos de análisis y las for-
mas en que se comprende la realidad educativa, mediante el diagnóstico que
el discurso neoliberal ha ido construyendo al menos en los últimos 30 años.
En este sentido, el siglo XX se identifica como un periodo marcado por la
preocupación en el acceso a la educación de todos los sectores sociales en Mé-
xico. El esfuerzo de Vasconcelos con las misiones culturales así lo demuestra,
pues se promovió la educación pública como palanca de la unidad nacional y de
desarrollo económico del país. Por tanto, hubo un incremento en los recursos
para infraestructura, se masificó la educación primaria y posteriormente los
174
siguientes niveles educativos. Lo anterior permitió que se ampliaran los años
de escolaridad obligatoria, que se incorporara a las mujeres y los sectores po-
bres del país (Torres, 2001).
De acuerdo con la Organización de Estados Iberoamericanos (siteal, 2010),
los niveles de escolaridad en el nivel primario para todas las edades aumenta-
ron logrando casi la cobertura total, y aumentaron en los niveles de secundaria,
media y superior. En la literatura economicista de la educación, este logro se
asume como parte de la agenda de combate a la exclusión; se puede entonces
identificar cobertura como equivalente de equidad.
La feminización del sistema es una muestra de esta postura. Mediante me-
didas compensatorias, las niñas y mujeres han llegado a ocupar la mayor parte
de la matrícula escolar, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco, 2012); desde 1970, las tasas
de matrícula han crecido en ambos sexos, pero las niñas lo han hecho con más
rapidez que los niños, tanto en primaria como en secundaria.
Estos avances, al tiempo que muestran el combate a la inequidad (cobertu-
ra) y a la exclusión (género), abrieron la puerta para que los economistas de la
educación advirtieran que otra cara de la exclusión e inequidad educativa era
la mala calidad de la oferta. Es decir, no basta con tener a todos en la escuela,
sino que lo que aprenden debe corresponder con el contexto económico y social
para el que se forman, es decir, la globalización económica.
En este sentido, las dos décadas que lleva el siglo XXI están abarrotadas de
discursos sobre la calidad; en palabras de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos (ocde, 2018) y la unesco (2018), entre otros orga-
nismos internacionales, la calidad de los aprendizajes que reciben los alumnos
debe ser el centro de las preocupaciones de política educativa, ¿pero de dónde
viene esta preocupación?
Entre otras discusiones, lo nodal es que el notable crecimiento de las tasas
de escolaridad en todos los niveles del sistema educativo mexicano, así como
la paridad de sexos en primaria o las políticas de educación intercultural bi-
lingüe, no mejoran los resultados de aprendizaje, pero, sobre todo, no logran
que la educación sea un factor de movilidad social, de acuerdo con la máxima
de educación-empleo.
En este contexto, se afirma que los logros de la expansión, diversificación y 175
mejoramiento del sistema educativo son opacados por los grandes problemas
estructurales (Schmelkes, 2009; Bracho, 2010; Torres, 2001), estos aluden a la
inequidad y exclusión como significantes que condensan diversas problemá-
ticas:
Cobertura
La educación básica de 12 grados para el país sigue sin cubrirse, además de que
reproduce las desigualdades sociales: las escuelas pobres son para los pobres y
las de mayores recursos para las clases sociales medias y altas. Este fenómeno
comprueba que el sistema educativo reproduce la inequidad social como sub-
sidiario del modelo de desarrollo neoliberal en el que se desarrolla y por esa
causa este problema se vuelve una paradoja.
Al respecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (siteal,
2017) señala que el capital educativo mínimo, en términos de acceso al bienes-
tar y al correspondiente ingreso laboral, demanda completar el ciclo secunda-
rio o cursar por lo menos 12 años de estudios. En México, alcanzar ese umbral
educativo se traduce en la percepción de un ingreso que permita situarse fuera
de la pobreza y con ello reafirmar que el nivel de escolaridad es un factor de
movilidad social.
En su análisis «Metas educativas 2021: desafíos y oportunidades», la cepal
(2010) señala que cuando se ingresa al mercado laboral sin haber completado
la secundaria, los pocos o nulos años de escolarización obtenidos no influirán
mayormente en la remuneración percibida, pues en la mayoría de los casos
de poco sirven para salir de la pobreza. En cambio, el ingreso puede aumentar
considerablemente cuando los estudios cursados se suman al umbral de 12
años de escolaridad. Sin embargo, y ahí está la paradoja, también es cierto que
obtener mayores grados de escolaridad no garantiza un mejor ingreso o mayor
movilidad social, debido al lento crecimiento de las oportunidades ocupaciona-
les respecto a los niveles educativos alcanzados por la mayoría (Urzúa, 1996).
Esto es, la sobreoferta de capital humano aumenta los requisitos de acceso a
muchas ocupaciones que antes no los requerían, por lo que las personas que
176
no logran acceder a trabajos de acuerdo con su escolaridad tienen que subem-
plearse.
En México, como en casi todos los países de América Latina, las tasas de
desocupación se han incrementado en 20 años. Casos importantes, los de Ar-
gentina en 2003 que, debido a la crisis económica, implicó que las personas con
secundaria incompleta y completa alcanzaran tasas de desempleo de 17% en
promedio. En contraparte, Costa Rica y El Salvador remontaron esta tendencia
y lograron reducir en dos décadas la tasa de desempleo para las personas que
terminan la enseñanza superior; lo anterior supondría una pequeña confirma-
ción de que a mayor escolaridad mejor empleo, pero en el resto se identifica lo
contrario. El caso extremo es México, donde el porcentaje de la tasa de desem-
pleo es prácticamente igual para el nivel secundario (4.2%), el nivel medio (4%)
y el nivel superior (3.9%); ello quiere decir que en México conseguir un empleo
no depende de tener mayor escolaridad (ocde, 2018).
Analfabetismo
Currículum
Educación indígena
[…] se trata de un servicio público que todos los países democráticos garantizan
a sus ciudadanos más jóvenes. Todos los individuos residentes en un país por
razón de su edad, independientemente de su situación económica y social, de
su sexo y de su origen, incluso de su situación legal, tienen derecho a acceder a
los bienes culturales, a preparase para obtener un puesto de trabajo y a poder
participar activamente en la sociedad (Connell, 1993: 86).
Connell (1993) afirma que el defecto de las políticas neoliberales que subya-
ce a la idea de impartir educación básica como un derecho ‘igual’ para todos
es que no se contempla que la justicia educativa debe ser de acuerdo con la
propia naturaleza de la educación, en tanto proceso social donde el «cuánto»
no se puede separar del «qué». Y es que la falta de pertinencia cultural y lingüís-
tica de la educación a las poblaciones indígenas y no indígenas mexicanas tiene
relaciones diferentes con el currículum de la educación básica actual, puesto
que no representa sus expectativas y contextos. De ahí emana una conclusión
política fundamental. La justicia no se puede alcanzar mediante la distribución
de la misma cantidad de un bien estándar, es decir, no se cumple el derecho a
la educación porque haya cobertura en los servicios.
Que una escuela esté equipada no garantiza una educación intercultural,
por ejemplo. Es decir, que esté «bien» significa cosas distintas para la clase
dirigente, la clase media mestiza, la clase media indígena, las clases pobres 181
mestizas e indígenas, etcétera.
Esta postura sobre la justicia educativa está relacionada con la polémica que
Fraser (1997) sitúa en el campo de la filosofía política y jurídica al distinguir dos
concepciones amplias de la injusticia, analíticamente diferentes. La primera
es la injusticia socioeconómica, arraigada en la estructura político-económica
de la sociedad. Y la segunda es la injusticia cultural o simbólica. En este caso,
la injusticia está arraigada en los patrones sociales de representación, inter-
pretación y comunicación.
Para esta autora, los teóricos de la igualdad han intentado durante largo
tiempo conceptualizar la naturaleza de las injusticias socioeconómicas. En-
tre sus explicaciones se incluye la teoría marxista de la explotación capitalista
(Marx, 1999); la teoría de John Rawls (1995) de la justicia como equidad en la
elección de los principios que han de gobernar la distribución de los ‘bienes
primarios’; la posición de Amartya Sen (1995), según la cual la justicia exige
asegurar que las personas tengan iguales ‘capacidades para funcionar’.1 Para
ellos, la posibilidad de universalización que subyace a sus posiciones parece
complicar su posibilidad dadas las diferencias culturales inherentes a toda so-
ciedad. Lo anterior, desde este punto de vista, no cancela en ninguna circuns-
tancia el necesario reconocimiento de los pueblos indígenas a sus diferencias
culturales y, por tanto, a la redistribución de bienes en el sentido de la equidad,
sino que además interesa enfocar lo que Connell (1993) implica, al decir que la
justicia educativa tiene que ver con el cuánto, pero también con el qué.
Es decir, la educación es un bien socioeconómico al tiempo que simbóli-
co, de ahí que ambas posiciones sobre la justicia tiendan a confrontarse en
esta situación. Pero hay que tener cuidado, porque no se trata de buscar un
justo medio y que ambas posicionen se sumen y se resuelva el problema. En
este tenor, se está de acuerdo con Villoro (1994) en que el asunto de la justicia
implica establecer reglas del juego que no son otra cosa que las condiciones
mínimas para que cualquier sujeto pueda ser partícipe de la asociación, de la
comunidad; esto es: «el respeto a la autonomía, la igualdad de condiciones y
1 Es importante señalar que las posiciones de Sen han ido cambiando; sin embargo, la noción
de capacidades como discurso esencial sigue siendo nodal en su discurso.
182
la posibilidad de perseguir sin coacción los propios fines y valores» (Villoro,
1994: 43). En educación, la construcción de tales condiciones mínimas tiene
que ver con la autonomía educativa y el juego de las diferencias, desde la lógica
de la articulación a la hora de construir un currículum como proyecto político
educativo. Es decir, que la sociedad multicultural mexicana pueda desmontar
los referentes de representación de lo nacional, lo homogéneo y lo común que
ha producido la ideología del mestizaje, reconociendo la falta constitutiva que
supone la construcción de la identidad mexicana.
2 Sánchez Vázquez señala que esta confusión implica pensar que la posmodernidad no existe
en tanto realidad material, y que es solo una actitud; sin embargo, «aunque no existiera
la realidad posmoderna, o aunque esta –de existir– apareciera distorsionada en la visión
posmodernista, el posmodernismo con todas sus vaguedades y variantes es un hecho. Y los
hechos –como decía Lenin– son muy testarudos…» (Sánchez Vázquez, 1997: 319).
una lógica de causa-efecto que desechará cualquier intento por complejizar la 185
comprensión de los sistemas educativos.
Así, el Estado neoliberal sigue partiendo de la máxima de que el factor capi-
tal humano es la clave en la riqueza de las naciones; lo anterior supondría que
las naciones subdesarrolladas que inviertan fuertemente en su capital huma-
no, a través de la educación, iniciarán su desarrollo y crecerán (Frigotto, 2004).
Los individuos que, a su vez, inviertan en mayor educación y entrenamien-
to tendrán mayor movilidad social o mejorarán de clase social. La debilidad,
además de la teoría de la dependencia que señala Puiggrós (1995), es que esta
tesis parte de una lógica causa-efecto o lineal, sin considerar la materialidad
histórica de las relaciones económicas que son relaciones históricas de poder
y de fuerza y no una ecuación matemática. Como señala Foucault (1996: 14),
[…] los discursos generan dominios de saber que hacen nacer formas totalmente
nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento. El mismo sujeto de conocimiento
posee una historia, la relación del sujeto con el objeto o más claramente, la ver-
dad tiene una historia.
Con lo expuesto hasta ahora, se puede afirmar que los problemas estructura-
les de la educación en México hay que analizarlos fuera de la lógica neoliberal
economicista3 de la educación; de otra manera, no hay un análisis de las con-
diciones de producción de dicha inequidad y exclusión; al contrario –como se
dijo líneas arriba–, si se perpetua esta lógica, se seguirán reproduciendo tales
fenómenos.
Es decir, la particular forma en que los discursos sobre la equidad, el aban-
dono escolar y los contenidos nacionales, entre otros, circulan en las políticas
curriculares, contribuyen a conservar el referente cultural en el núcleo del sis-
tema educativo nacional; por ello, los grupos diferenciados, los Otros, aunque
amenacen la completud del sistema, al mantener esta relación de subordina-
ción, de subsistema, de programa compensatorio o de inclusión como riqueza,
no se altera tal referente cultural que se ha erigido como identidad nacional.
Referencias
Introducción
E
n el terreno de las políticas educativas, el pensamiento neoliberal ha
encontrado un lugar de inscripción importante. Se trata de un proceso
global que, en el caso latinoamericano, ha sido sintetizado por algunos
estudiosos como Martínez (2004) por el tránsito de «la escuela expansiva a la
escuela competitiva». En ese contexto, es posible distinguir la hegemonía de un
discurso de la calidad educativa (Rodríguez, 2010), como parámetro ordenador
tanto de las disposiciones institucionales, así como referente normativo de las
prácticas escolares. En México, la reforma educativa última (2013) reiteró y
profundizó, al menos en el plano de la prescripción, un juego de significación
centrado en la calidad educativa (Buenfil, 2016), el cual había sido detonado por
la política modernizadora de los años noventa. El papel asignado a los docentes
de educación básica en el logro de la ya mencionada calidad educativa no solo
ha devenido altamente exigente, sino, incluso, se les adjudicó el éxito o fracaso
de la citada reforma (Díaz Barriga, 2018).
En ese orden de ideas, me parece fundamental llevar el análisis de la política
educativa al ámbito de sus sujetos y actores, en específico de sus destinatarios,
en este caso profesores de nivel primaria; en otro momento hemos avanzado
dicha lectura (Cf. Fuentes, 2010; Fuentes y Cruz, 2016), cuyo interés reside en
problematizar la distancia entre la dimensión prescriptiva de la política edu-
cativa y su posible actualización, en el ámbito de la micropolítica escolar y del
proceso identificatorio docente.
Con base en desarrollos de investigación últimos (Fuentes, 2016, 2018),1 191
propongo una profundización de dicha mirada desde la perspectiva analíti-
ca de funcionamiento ideológico y de orientación identitaria (Fuentes, 2010,
2018), lo cual involucra la reconstrucción discursiva del modelo de identifica-
ción profesional docente prescrito y el juego de resignificación, interpelación e
identificación, que abre un nuevo mandato institucional en conjunción con los
sedimentos simbólico-imaginarios existentes previamente. En ese contexto,
planteo la posibilidad de establecer indicios acerca del proceso de subjetivación
e identificatorio de docentes de educación básica, frente a algunas de las dispo-
siciones de política más relevantes, en el periodo 2008-2016.
Antes de dar paso a ello, es importante precisar que en la coyuntura de cam-
bio gubernamental se han tomado medidas para cancelar la reforma educativa
de 2013, como parte de las promesas de campaña del hoy presidente Andrés
M. López Obrador: Iniciativa que modifica los artículos 3º, 31 y 73 de la Cons-
titución Política de los Estados Unidos Mexicanos (Gaceta Parlamentaria, 14
de marzo: 8), la cual detonó los trabajos llevados a cabo por el Congreso de la
Unión, que culminaron en el Dictamen de las Comisiones Unidas de Educación
y de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, LXIV Legislatura.2
El objetivo central de la «contrarreforma» de 2019 fue la de suprimir el nexo
entre evaluación y permanencia laboral, puesto que ello constituyó para los
profesores de educación básica el tema más sensible y polémico de la reforma
en comento. Sin embargo, es importante señalar que se trata de una modifi-
cación parcial, relativa y gradual; en ese escenario la evaluación se mantiene,
En ese sentido, en una primera revisión del dictamen en comento parece ser
que las pautas subjetivantes de la identidad profesional docente vinculadas a
Uno de los principios del pnd fue la denominada racionalidad funcional, que,
entre otras cosas, buscaba promover la descentralización de la vida nacional y
ser un componente importante de diversos proyectos modernizadores. Preten-
día también ser un nuevo instrumento de asignación y distribución de recursos
en el corto y mediano plazos (152).
La lógica racionalizadora que pretendió asumir el gobierno mexicano formó 195
parte de su gradual constitución bajo un modelo neoliberal, en el que la foca-
lización y racionalización fue incorporada, con mayor o menor éxito, a princi-
pios de los años ochenta y a lo largo de las gestiones posteriores.
En ese contexto, en México, el papel protagónico del discurso de la calidad
educativa ha trascendido a lo largo del periodo de reforma educativa abier-
to a principios de la década de los noventa con el proyecto modernizador del
sistema educativo a nivel básico, el cual fue establecido normativamente con
el Acuerdo Nacional de Modernización Educativa (anmeb), 1992, y la Ley Gene-
ral de Educación (lge, 1993), proceso reformista que ha tenido continuidad en
otras fases o momentos, entre los más sobresalientes: el Compromiso por la
Calidad de la Educación, 2002, la Alianza por la Calidad de la Educación (ace,
2008), y la Reforma Educativa de 2013 (Ley General del Servicio Profesional Do-
cente [lgspd], 2013, y el Modelo Educativo derivado de esta última [me], 2016).
En un balance general del conjunto de políticas enunciado, es posible seña-
lar que las de mayor trascendencia, aunque por razones diferentes, han sido la
de los años noventa (anmeb y lge) y la de 2013-2016 (lgspd) y (me).
En los años noventa, la modernización educativa fue concebida como la
lucha contra el centralismo y la burocratización excesiva, de tal suerte que se
emprendió un vigoroso proceso de descentralización, en lo que competía al sis-
tema de educación básica, proceso que cristalizó en el traslado de los recursos
financieros y su gestión a los estados; sin embargo,
La reforma efectiva, la que se instala en las escuelas, la que encarna en las maes-
tras, los directores, las supervisoras, los directivos, padres de familia y pobla-
dores, es el efecto móvil de múltiples programas, con ritmo desigual y profun-
didades disímiles, pero que ya se están armonizando y produciendo [parcial
y gradualmente] los efectos esperados: subjetividades neoliberales, mercados
educativos, escuelas-empresas de subjetivación y de negocios, entre tantas co-
sas. No se puede, entonces, suponer que alterando uno de los programas –aun
sea de los más perversos, como la evaluación de permanencia–, se quiten los
efectos de conjunto producidos por la reforma (2019: 20).
Referencias
Introducción
L
a presente investigación se enmarca en la línea teórica del ciclo de po-
líticas educativas y de la puesta en acto de las reformas en el entorno
micropolítico escolar. Esta elaboración teórica, iniciada por Stephen Ball
(2012), ha resultado fecunda en las posibilidades de un marco teórico que rei-
vindica la coautoría de los actores escolares en relación con los diseñadores de
políticas y las autoridades públicas, así como con los procesos de resistencia
que son constitutivos de la puesta en acto de las reformas educativas. También
da cuenta del carácter policéntrico que experimenta el proceso de circulación
de políticas, ya que, además del Estado, intervienen organismos internaciona-
les, actores empresariales, gremiales, entre otros. Este eje analítico se comple-
menta con los estudios de caso, como metodología que habilita la observación
de las dinámicas que acontecen en entornos rurales a nivel micropolítico que,
no obstante, se encuentran influidos por su contexto regional, nacional e in-
cluso internacional, y viceversa. Esto pone en evidencia la interconexión de
las diferentes escalas en las que tiene lugar el proceso de puesta en acto de las
reformas y de su resignificación en el espacio escolar, proceso del que surgen
interpretaciones y elaboraciones inéditas. El texto se organiza en cinco apar-
tados. En el primero se exponen la metodología y el marco teórico; enseguida,
se muestran los hallazgos en la literatura que ilustran los diversos procesos
de puesta en acto y resignificación de las reformas, donde se encontraron tres
1 El equipo de investigación en el que se inscribe este trabajo está integrado por Leonardo
Oliver Ortiz Flores, Marco Contreras Ruiz y Alejandra Luna Guzmán.
diferentes líneas de interpretación en función de su escala. El tercer apartado 209
ofrece el marco contextual de puesta en acto de la reforma educativa de 2013
a nivel de los subsistemas estatales, en relación con el nivel micropolítico de
los estudios de caso seleccionados. En el cuarto y quinto apartados se muestra
el proceso de resignificación de la reforma a nivel escolar en comunidades del
Estado de México y Michoacán, respectivamente, relacionando la dinámica de
cada entidad con su entorno micropolítico y cómo se afectan mutuamente. Por
último, se ofrece una síntesis del proceso de resignificación a nivel local y regio-
nal, destacando la particularidad de cada contexto junto con las problemáticas
compartidas que atañen al proceso de puesta en acto de la reforma educativa.
El ciclo de políticas y la puesta en acto de las reformas son dos lógicas de in-
telección interrelacionadas que permiten situar el proceso de resignificación
que las políticas, como textos y discursos, experimentan al desplazarse por
los diferentes contextos que componen el ciclo: de influencia, de producción
del texto y de la práctica, que se encuentran intrincadamente enlazados. Para
situar este proceso, se articuló un estado de la cuestión que da cuenta de cómo
se expresa la resignificación a lo largo de esos contextos, en particular en el
ámbito latinoamericano. De la diversidad de registros recuperados se iden-
214
tificaron dos grandes líneas de abordaje de la resignificación de las reformas
educativas en las aulas: las que se sitúan en un contexto de interacción entre
instancias centrales y periféricas y las que enfatizan el sustrato micropolítico
de la escuela.
La primera línea se caracteriza por enfatizar las estructuras y el peso que
estas tienen en toda acción ejecutada por los actores escolares, tanto como
extraescolares, en el proceso de circulación de las políticas. En este ámbito,
el peso de dichas estructuras llega a ser tan abrumador que queda un margen
de acción muy limitado para la reinterpretación y la resignificación por los
actores en el nivel del aula. En cambio, la línea que aborda la resignificación
en el nivel de la cultura escolar y la micropolítica otorga un papel clave a ese
ámbito, visto como un espacio irreductible del margen de acción del docente,
que resulta difícil de desmontar para las reformas que se impulsan desde ins-
tancias superiores. Usualmente, las investigaciones que se inscriben en esta
línea vienen acompañadas de un estudio de caso o de estudios múltiples, pero
comparten, como rasgo común, las interacciones en el nivel micropolítico y la
cultura escolar sedimentada en ese espacio.
No obstante, en medio de estas dos grandes líneas de abordaje de la resig-
nificación, se encontraron investigaciones que articulan ambos niveles, la di-
námica entre instancias centrales y periféricas o estatal/departamentales, y un
estudio de caso con perspectiva micropolítica. Para la lógica de la puesta en acto
es clave el proceso de resignificación que tiene lugar en el espacio escolar, es
decir, en el nivel de la micropolítica. Sin embargo, dicha fase es indisociable de
los contextos de influencia y de producción del texto político que tienen lugar en
los niveles macro y meso de gestión. Esta tercera línea da cuenta de la interac-
ción entre esas distintas escalas de resignificación. A continuación, se muestra
un repaso de las tres líneas y las condiciones que habilitan su articulación.
El Estado de México fue una de las entidades que armonizó su Ley Estatal de
Educación de acuerdo con la normativa federal, dentro del plazo límite, el 11 de
marzo de 2014. En dicho documento, se señala que la armonización es necesa-
ria en cuanto se concurre en la disposición federal de garantizar la idoneidad
de los conocimientos y las capacidades del personal docente y con funciones de
dirección y supervisión, y que resulta positivo que el ingreso a la docencia y a
puestos de dirección sea mediante concursos de oposición. Hubo un consenso
prácticamente total de los grupos parlamentarios locales para la armonización
con la reforma educativa, a fin de lograr la calidad de la educación, una eva-
luación objetiva en el marco del Servicio Profesional Docente y la preservación
de los intereses de la infancia en favor de los mexiquenses (Periódico Oficial,
Tomo CXCVII, núm. 46, 2014).
En el Estado de México es común que los cargos de las dirigencias del Sin-
dicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (snte) y del Partido Nue-
va Alianza (panal), ligado a la exlideresa Elba Esther Gordillo, confluyan en
las mismas personalidades, de modo que, al momento de la armonización,
el rechazo a la reforma en ambas instancias era unánime. Este tono cambió
radicalmente después del arresto de Elba Esther Gordillo, líder del snte, y la
subordinación de este al gobierno federal. Gustavo Michua, secretario general
de la Sección 17 del sindicato, Valle de Toluca, se refirió de manera positiva a
la reforma, señalando que el magisterio siempre se ha sabido adaptar a los
cambios educativos a lo largo de las décadas. Destacó el apoyo del gobierno
estatal y de la organización sindical para llevar a cabo una mediación exitosa 227
de las reformas impulsadas en el sexenio en turno (Martínez, EdoMex al Día,
4 de agosto de 2013).
El sindicato estatal también mostró su respaldo. El líder del Sindicato de
Maestros al Servicio del Estado de México (smsem) se pronunció en apoyo a
la reforma educativa; señaló que el magisterio no teme a las reformas, ya que
están en constante actualización. También comprometió el apoyo de los 96 mil
afiliados al smsem. No obstante, señaló que la permanencia en el servicio do-
cente no debe depender de un examen (Martínez, EdoMex al Día, 12 de agosto
de 2013). Ante esta alineación unánime de las grandes secciones sindicales a la
reforma educativa, el desplazamiento de la reforma como texto y como discur-
so se canalizaría mediante un mecanismo de negociación con las autoridades
estatales. Esto facilitó ampliamente una armonización casi sin tropiezos en el
Estado de México, pero al mismo tiempo sofocó todo intento de resistencia por
parte de sectores disidentes al interior de las secciones.
En estas condiciones, el entonces gobernador del estado, Eruviel Ávila, se
congratuló de haber cumplido con la reforma. Señaló que esta armonización
se traduciría en una educación de calidad y que, para ascender por medio de
los exámenes, los maestros estarán motivados (Martínez, EdoMex al Día, 13
de marzo de 2014). En medio de estas declaraciones triunfalistas surgió una
voz de advertencia: el presidente de la Comisión Legislativa de Educación del
Estado de México, Lorenzo Roberto Guzmán Rodríguez, señaló que, si bien
se logró la armonización de la reforma en tiempo récord, «ninguna ley queda
lista después de ser aprobada» (Carbajal, EdoMex al Día, 12 de marzo de 2014).
Esta declaración resultó ilustrativa de las expresiones de asimilación y resis-
tencia que la reforma enfrentaría, no solo en el espacio escolar, sino también
entre los niveles medios de la autoridad educativa estatal y las representaciones
sindicales debido, sobre todo, a la falta de una representación democrática en
el magisterio del Estado de México, sedimentada en una inercia en la que las
bases carecen de los medios para hacer valer su voz.
Sin embargo, en la construcción social de las escuelas por parte de los maes-
tros se asume la noción de apropiación de las mismas como espacios social-
mente significativos, que se construyen con base en el trabajo de los docentes,
228
el cual se guía bajo un criterio ético, como trataremos de demostrar a conti-
nuación.
«Entonces dije, esto no me sirve, tengo que buscar otra forma»: la resignifica-
ción de los planes y programas educativos en el espacio escolar
[…] nos llega para 34 niños y tengo que dividírselos a los 63 niños que hay [...]
supuestamente hacen lo de peso y talla y este programa es para los niños que
tienen […] desnutrición, bajo peso y eso, y se hizo el censo y por eso son nada
más 34 niños (Testimonio de informante clave).
Hay guías, pero yo también las fui adecuando, porque te digo que, al principio,
fue muy difícil, de novata; al principio yo hacía eso de los libros, no pues que «sa-
quen su libro», y voy leyendo pero, pues, veía que los otros se aburrían, entonces
dije «esto no me sirve, tengo que buscar otra dinámica, otra forma», entonces, ya
te digo que, casi a mediados de ciclo, fue que dije «yo creo que voy a tener que
leer los libros, leer los temas que se van a abarcar y, los que se relacionan, jun-
tarlos», porque es así como te da resultados (Testimonio de informante clave,
énfasis nuestro).
O sea, por ejemplo, les decimos, a ver, yo les he comentado, los maestros estamos
en esta situación, podemos perder nuestro trabajo, ayúdennos, miren que […]
en las visitas, ¿no?, las visitas, esas instantáneas, que van a venir y, esas instan-
táneas se suben y va a haber un archivo y esas instantáneas, según lo que nos
explicó el supervisor, tienen que checar con el […] con lo que esté […] uno rinda
(Testimonio de informante clave).
[…] yo he tomado dos cursos del sindicato, supuestamente, son para examen, y
el examen que presenté, te digo, era de conocimientos, no tenía nada que ver con
lo que me dieron, y el otro que tomé no tiene nada que ver con el que presenté
ahorita. Entonces, no, no hay ninguna congruencia (Testimonio de informante
clave).
[…] yo digo, ‘tengo que pasar el examen’, por qué, para que siga consiguiendo,
bueno, mi clave, porque yo lo veo así, tu clave, porque ya ni siquiera es tu pla-
za, tienes que ir renovando y luego, ya que consigas tu clave, cada año te van a
hacer una evaluación, y si no la pasas, igual te quitan el apoyo (Testimonio de
informante clave).
Esto, pues, que manejaba Aurelio Nuño, que maestros de primera, de segunda y
de tercera, eso no está bien, decirle eso a un maestro, todos somos compañeros
maestros y no nos deben tachar ni de primera ni de segunda; deben decir que
somos profesores y que han sido capaces de formar durante todo este tiempo
a la educación mexicana; mi papá fue docente, educó y ya ahorita es jubilado, y
este, y hubo personas, maestras que ya son jubiladas y educaron, y aun así está
la sociedad mexicana trabajando, y no siento que es un sistema fallido de parte
de los maestros, yo siento que es un sistema fallido de lo político (Testimonio
232
de informante clave).
[…] por ahí escuché que ya iban a quitar eso de los artículos 43, en este ciclo que yo
entré, según fue con un artículo 43 [...] el artículo 43 yo tengo entendido que es,
abarca […] casi es como si fuera lo de los maestros que tienen plaza, tienes, por
así decirlo, privilegios, pero que no son como un maestro en base (Testimonio
de informante clave, énfasis nuestro).
[…] la reforma me llega a mí por las palabras de los directores y ya después, por
las […] pues por las lecturas que va uno haciendo, ¿no?, que va uno enterándose,
que va a cambiar esto, la aprobación de la ley, la […] los cambios a los artículos,
todo eso ya la tuve que leer (Testimonio de informante clave).
No obstante, en el caso de algunas directrices de evaluación, como la aplica- 233
ción del Plan Nacional de Evaluación de Aprendizajes (planea), se observó una
brecha considerable entre el objetivo del instrumento y su verdadero uso en las
escuelas. De acuerdo con el inee, el instrumento de planea que se aplica en 4°
grado es diagnóstico, como su nombre lo indica, es la Evaluación Diagnóstica
Censal (edc) y sirve para saber el nivel de aprendizaje de los estudiantes, pri-
mordialmente, del tercer grado, razón por la que se aplica a mitad del cuarto
grado para hacer adecuaciones a su planeación, justo durante el ciclo escolar en
curso (inee, 2015). Sin embargo, se encontraron apreciaciones que revelan que
hay docentes que consideran la edc planea como una prueba final que valora
lo realizado en un curso y no como un diagnóstico a mitad de la trayectoria en
4° grado y en primaria:
Yo siento que son buenas, pero al final del ciclo. O sea, si lo voy a aplicar en
cuarto, pues, al final del ciclo presentan, porque ahí sí, digo, ya sé que va a ir
todo el contenido, ya sé que es un examen general, ya sé que se supone que es
todo lo que debimos haber visto dentro del salón de clases, y entonces, ahora sí,
los niños están preparados para eso, ¿no? Porque yo sí siento que el brinco de
un grado a otro, ya de por sí es complicado, el hecho de venir tres años con una
maestra y ahora vete con otra, también es complicado, y llegas y, a los veinte
días, les aplicas un examen en el que vienen contenidos que, aparte, ellos, pues
no (Testimonio de informante clave).
Cuando un docente no asimila a su práctica el uso de determinado instru-
mento, ya sea por falta de orientación en el mismo o porque no le ve la per-
tinencia, es un ambiente propicio para realizar una interpretación escritural
de las políticas y generar sus propias mediaciones al margen de lo instituido:
[…] yo inicio con mi evaluación diagnóstica, ver cómo vienen, pero digo, la eva-
luación diagnóstica hecha por mí. Con base en lo que yo ya sé que va a venir en el
de planea. Y este […] y pues ya de ahí, pues tratar como de […] de […] de apoyar
más los puntos en los que yo sepa que son los que […] pues van bajos, ¿no? (Tes-
timonio de informante clave, énfasis nuestro).
Este uso «no ortodoxo» de los instrumentos involucra una asimilación al mar-
gen de su objetivo explícito y, por tanto, una reelaboración con base en el espa-
234
cio irreductible del aula a nivel microescolar, donde es considerable el marco
de reinterpretación para los instrumentos de evaluación, como planea.
[…] hay quienes sí les gusta todo esto de manifestarse, de las marchas, de estar
en pie de lucha, ¿no?, y habemos, porque hay otra compañera y yo, que somos
como las que nos hacemos a un ladito, ¿no?, como las que no le entramos, no
encajamos, pero aun así, se nos respeta y entre todos nos llevamos muy bien.
(Testimonio de informante clave).
Sin embargo, cuando la mayoría de los miembros del colectivo docente tiene
una posición más crítica y antagónica a la política oficial, consideran que el co-
lectivo, en su conjunto, debería posicionarse de acuerdo con esa postura. Aun-
que respetan la orientación ideológica de sus compañeros, la atribuyen a una 235
formación diferente de la normalista, es decir, carente de la concientización:
[…] nos tocó construir la escuela desde cero, casi que desde la primera piedra,
nos tocó buscar los materiales, buscar tierra y cemento para los materiales,
construirla con ayuda de los papás, con ayuda de toda la comunidad para que la
telesecundaria quedara establecida (Testimonio de informante clave).
Junto con Quintana Roo y Jalisco, Michoacán fue de los primeros estados en ar-
monizar tempranamente la reforma educativa en sus legislaciones, razón por
la cual la facción democrática, la sección XVIII, intensificó sus protestas, con el
argumento de que no fueron consultados (Ramos, 24 Horas, 28 de febrero de
2014). Mientras tanto, el asesor de la Secretaría de Educación de Michoacán,
Marco Antonio Téllez, señaló que la entidad había cumplido no solo con la ar-
monización, sino con la puesta en marcha de acciones que hacen viable la refor-
ma en una serie de aspectos operativos: colaborar en la integración del Sistema
de Gestión Educativa (siged), en particular para detectar las plazas docentes de
personal que realiza otra función; publicar las convocatorias; elaborar perfiles
de ingreso, parámetros e indicadores para docentes y técnico-docentes, etc., in-
volucrando, según reportaron, a maestros en servicio (fim, 17 de abril de 2014).
Sin embargo, en abril de 2014, un mes después del plazo límite para ar-
monizar la reforma educativa, la Presidencia de la República interpuso cuatro
controversias constitucionales con los estados que registraron anomalías en la
armonización de la reforma. Oaxaca, por no haber iniciado la tarea, mientras
que Michoacán, Chiapas y Sonora por invadir atribuciones de la normativa
federal. Estas controversias tienen la capacidad de invalidar las normas apro-
badas y obligar a los estados señalados a armonizarse (Fajardo, Cambio de Mi-
choacán, 16 de marzo de 2014). Dado que esas atribuciones invadían funciones
que no les correspondían, las modificaciones hechas fueron, eventualmente,
anuladas. En el caso particular de Michoacán, que presumía de cumplir con
funciones operativas encaminadas a hacer viable la reforma, quedó patente
que tales acciones buscaban encubrir o reforzar atribuciones que no corres-
pondían al estado: gestionar, bajo su esfera de influencia las evaluaciones y sus
instrumentos.
La controversia fue procedente e invalidó 11 de los artículos que el congreso
de Michoacán había armonizado, atribuyéndose facultades que no le compe-
tían. El principal de ellos, el 27, daba a la entidad la facultad para evaluar a los
maestros y diseñar ella misma los instrumentos. El dictamen enfatizó que esas
competencias son federales y están sujetas al Congreso de la Unión (Fierro, El
Universal, 1 de octubre de 2015). La armonización extralegal que Michoacán 239
intentó institucionalizar en su territorio, al atribuirse el diseño y la evaluación
de los docentes, en función de sus dinámicas e intereses, experimentó un serio
revés, ya que no tuvo pudo concretarse en el terreno legal y fue invalidada. Si
bien el dictamen procedió desde 2015, la validez de la controversia constitu-
cional promovida por el Ejecutivo se publicó hasta el 19 de julio de 2016 en el
Diario Oficial de Michoacán (Periódico Oficial, Tomo CLXV, núm. 14 2016: 2-3).
No obstante, la controversia constitucional que abrió el municipio michoa-
cano de Churintizio, paralela a la del Ejecutivo Federal, ofrece más pistas para
entender los motivos de la armonización a modo a cargo de la legislatura de
Michoacán. El congreso estatal buscaba descargar, en los municipios, respon-
sabilidades directas en la contratación de profesores, así como en la construc-
ción de obra pública en infraestructura educativa, sin realizar una consulta
previa y sin tomar en cuenta la solvencia y los recursos de los ayuntamientos.
Este municipio fue el único, de los 113, que interpuso una controversia. La
peculiar situación le valió que, la entonces ley armonizada de manera irregu-
lar no aplicara en su territorio. El gobierno de Churintizio enfatizó que esto
estableció un precedente para el resto de los municipios (Arrieta, El Universal,
9 de agosto de 2016).
El caso del municipio de Churintizio ofrece una arista del proceso de tra-
ducción e interpretación al interior del nivel intermedio o estatal. La autori-
dad municipal reclamó su autoría al señalar que no se le hizo una consulta y,
además, defendió sus intereses al impugnar la obligación de erogar recursos
con los que no cuenta para el sostenimiento del servicio educativo. Asimismo,
este caso reveló, de manera más precisa, las intenciones de la administración
estatal que armonizó irregularmente, dado que pretendía deslindarse de obli-
gaciones presupuestarias y cederlas a los órdenes municipales de gobierno.
Bajo estas condiciones, la titular de relevo en la sep de Michoacán, Silvia
Figueroa, con el respaldo del gobernador entrante, Silvano Aureoles, enfatizó
que la entidad no es una isla y que seguiría la política educativa nacional. Señaló
que dialogaría con todos los actores, en particular con la facción democrática,
mientras no dejó de reconocer su capacidad de presión (Bustos, El Cambio
de Michoacán, 2 de octubre de 2015). Luego de obtener el compromiso del go-
bierno estatal de respetar los derechos laborales y atender sus demandas, el
240
coordinador regional de la cnte, Luis Fernando Lemus, anunció que la sección
XVIII se prepararía para continuar impartiendo su programa alternativo en las
escuelas (Contreras, La Opinión de Michoacán, 13 de noviembre de 2016).
El sostenimiento del Programa Democrático de Educación y Cultura para
Michoacán (pdcem) de la sección XVIII es parte de la propia elaboración e in-
terpretación del magisterio en torno a la educación. Su legitimidad se funda
en una visión alternativa del aprovechamiento escolar, que para ellos no se
limita a promedios, sino a una formación integral y a un pensamiento crítico,
mediante su propia metodología (Contreras, La Opinión de Michoacán, 13 de
noviembre de 2016). Esta divergencia no necesariamente es antagónica, ya que
el programa alternativo ha contado, si no con la aprobación, al menos sí con
la permisividad de la autoridad estatal para que se lleve a cabo, como señalan,
desde hace 20 años. En este contexto se enmarca la resignificación que elabo-
ran los actores de la comunidad rural de Potrerillos en el municipio de Morelia.
Un aspecto en el que, para algunos docentes, hay coherencia en seguir las pres-
cripciones, tiene que ver con los perfiles de egreso, dado que hay situaciones en
las que los alumnos llegan con un nivel deficiente, en relación con su edad, de
manera que contar con un parámetro de cómo deben ser los logros al término
de cada ciclo sirve de referente para equilibrar los perfiles de los alumnos:
Yo le veo muchas ventajas, es un, como un camino trazado para el que quiera
aprovecharlo, puede llegar más preparado a la meta, con más perfil, los niños, yo
le veo las bondades de que tiene los aprendizajes, los indicadores, para llegar a
la competencia, porque antes nada más quizá nos quedaba, bueno, todavía, fun-
cionábamos con el saber, el niño sabe, pero ahora nos vamos más allá: el saber
hacer, y lo que implica ese saber hacer, el hacer. Entonces, ese es un sustento
que tiene la reforma (Testimonio de informante clave).
En la primera semana, como no dejan que la sep dé el primer curso, nos dan
«El educador popular». Es que el sindicato tiene un plan alternativo que ellos
quieren echar a andar, está más basado en que, tiene sus ventajas, busca que los
niños sean inquietos y que ellos expongan, que busquen ellos aprender y no nada
más estén sentaditos. Con niños muy chiquitos los veo más complicado, hay que
acompañarlos más tiempo (Testimonio de informante clave).
Por parte del sindicato nos han dicho, pues, los contras de la reforma […] todo
lo que conlleva cuando el gobierno dice que las escuelas tendrán, con el consejo
de participación social, autonomía, pues esa autonomía no es nada más que los
papás puedan participar en actividades de la escuela; también es que los papás,
de alguna manera, tienen que hacerse cargo, pues, de mantener a las escuelas
(Testimonio de informante clave).
La crítica que los democráticos dicen: «es que estamos reproduciendo el ser hu-
mano que el gobierno necesita», digo sí, lo reproduces, si quieres, y si no quieres,
no lo vas a reproducir eso. Quién viene y te dice «oye, lo que estás haciendo, está
mal, no lo hagas, hazlo así». Yo tengo 25 años de servicio y jamás un supervisor
me ha dicho «oye, lo que tú haces no está bien, porque estás alienando a los
alumnos o formando ciudadanos que al gobierno le conviene» (Testimonio de
249
informante clave).
Yo, al menos, he sido muy crítico de las medidas que a veces toma el sindicato,
como esta que, ‘si te presentas al examen te voy a correr’. O sea, de dónde sacas
tú el poder o el derecho para decir: ‘porque te evaluaste, tú tienes que salir’; en
ese sentido, vamos a dar la pelea, o sea, yo no voy a quedarme así (Testimonio
de informante clave).
En el caso de los niños, el horizonte de emigrar aparece tan claro entre sus
objetivos que ya tienen memorizada la diferencia de salario entre lo que gana-
rían trabajando en Estados Unidos y lo que obtendrían aquí en México. «aquí
pagan 70 pesos, y allá en un día 1600, que al año son 584 000 pesos, y aquí en
México 15 000». Obtienen esta información a través de sus maestros y de sus
familiares en Estados Unidos:
E. Tienen familiares en Estados Unidos. / A. Yo sí, tengo tres primos, una tía,
un tío.
E. La gente de aquí se va a Estados Unidos. / A. La mayoría, ya tienen tiempecillo.
E. Y ninguno ha regresado. / A. No, allá mi tío ya tiene 20 años y me cuenta cómo
251
está todo y
dice que la chamba está bien pesado, en hacer edificios.
(Grupo focal con alumnos de telesecundaria).
En una casa donde es mal visto que las mujeres estudien, y yo era enemigo de
esa casa, me veían mal, porque me decían ‘usted vino a cambiar la lógica de aquí,
aquí la mujer es para hacer la comida, no para ir a la escuela’, y hoy tres de esas
muchachas están en la universidad (Testimonio de informante clave).
Conclusiones
Los resultados que aporta esta investigación señalan la importancia de las me-
diaciones político-pedagógicas en el nivel micropolítico ante la puesta en acto
de las reformas. Cabe destacar que la resignificación, en primer lugar, se ma-
nifiesta como reapropiación, lo que no es un antagonismo absoluto. En el pro-
ceso, esta reapropiación se desenvuelve como resignificación en el momento
en que se genera una reinterpretación inédita. Este proceso no es unilateral;
se teje a través de la mediación que ejercen las propias políticas prescriptivas
desde el contexto de elaboración del texto político; su labor no es meramente
impositiva, sino también directiva. Esto se constata en los efectos perjudiciales
que tiene en las escuelas la ausencia de orientación y acompañamiento en la
puesta en acto de las políticas. Como se señalaba, cuando ocurre esta falta de
orientación se obstruye la reapropiación de las políticas, independientemente
de qué tan prescriptivas sean y, por consiguiente, el proceso de resignificación
se ve entorpecido y se deteriora, lo que crea una desorientación generalizada.
La complejidad del acompañamiento y la interacción entre las instancias
centrales y periféricas y en el nivel micropolítico se observó, en particular, en
el caso de los subsistemas educativos de las entidades federativas. Señalamos
que, en condiciones de mayor autonomía de estas instancias, se propician las
condiciones para que se generen las mediaciones que habilitan la política a
ensayarse a nivel local, y que incluso permiten que se elabore una reinterpre-
tación inédita. Pero cuando esta autonomía se obstruye, principalmente por el
entorpecimiento de las condiciones que habrán de generar las mediaciones a
nivel local, ya sea por negligencia o por un excesivo centralismo, las instancias
subnacionales se vuelven muy dependientes y surge una improvisación gene- 255
ralizada. Esta relación entre la reapropiación y la resignificación da cuenta de
la bilateralidad como condición necesaria en la puesta en acto de las políticas
educativas.
En ese sentido, una de las nuevas interrogantes e itinerarios que surgen
a partir de esta investigación tiene que ver con la importancia de profundi-
zar en los subsistemas estatales de educación desde un registro cualitativo y
cuantitativo, con el fin de abordarlos como unidades con una lógica interna.
En particular, resulta clave dar cuenta del entramado político-sindical que se
teje en cada entidad, ya que este forma parte del entorno territorial que incide
en la resignificación de las reformas educativas en el nivel micropolítico. Esta
reflexión nos lleva de vuelta a la interdependencia entre las líneas de interpre-
tación de la puesta en acto de las reformas: el nivel centro-periferia, el nivel
micro y la línea mixta. En este caso en particular, la lógica centro-periferia
resultaría pertinente para aplicarse a nivel de los subsistemas estatales, como
niveles clave donde transcurre la puesta en acto.
A su vez, queda en relieve que la influencia del entorno micropolítico en
la relación armónica o conflictiva que se establezca juega un papel contun-
dente en la reapropiación y puesta en acto de las políticas y programas. Si
entre entornos territorialmente cercanos hay brechas profundas en términos
socioeconómicos y culturales, en una misma comunidad puede haber brechas
también considerables entre una escuela y otra, lo cual deviene fragmentación
entre los sucesivos niveles educativos, tanto entre la educación básica como
entre la media superior. De ahí que el enfoque micropolítico se mueva en di-
ferentes escalas que llegan a interrelacionarse entre sí. Estas escalas pueden
ser territoriales, escolares (en términos de gestión o de planes y programas
educativos) o sindicales y afectan la dinámica escolar en distintos niveles, que
a veces incluso se intersectan.
En ese sentido, la legitimidad que los docentes otorgan a las políticas y pro-
gramas no está dada a priori, sino que se va tejiendo en el proceso y pueden
retirársela si consideran que no satisface sus necesidades. Esto da cuenta de
la influencia del criterio de cada docente en la manera en que concretan las
reformas y políticas en el aula y también de que las reformas no son adecuadas
o inadecuadas en sí mismas, sino en función de su contexto de aplicación. Asi-
256
mismo, la asimilación y uso al máximo de los programas en función del criterio
del colectivo docente determina, en última instancia, el logro que se le pueda
extraer, o bien el sentido que se le puede asignar y sedimentar, como el caso
del pec, al que muchos docentes de filiación democrática consideran, de suyo,
privatizador, mientras que otros lo asimilaron de manera más instrumental
sin llegar, necesariamente, a una lógica de desnacionalización.
A escala comunitaria, en los contextos rurales precarizados el vínculo entre
comunidad y docentes llega a ser muy estrecho y, en ocasiones, puede ser el
principal sostén de la escuela, más allá de las autoridades. Como se mencionó,
en estos casos los docentes se convierten en gestores, en articulación con la
comunidad, para concretar derechos tan básicos como la construcción de plan-
teles. Desde esta labor de gestión, paralela a la oficial, los docentes reafirman
su papel como cohacedores de las reformas con el respaldo de su comunidad y
con esa autoridad pueden emitir valoraciones sobre la viabilidad de las políticas
y reformas, como lo muestra el testimonio que demandaba la suspensión de la
reforma educativa hasta que se lograra una igualdad de condiciones. A partir
de estas múltiples dimensiones de la resignificación, se pone en relieve la im-
pronta de los actores del nivel micropolítico en el devenir de las reformas y su
innegable coautoría en su elaboración.
Referencias
Fuentes hemerográficas
Myriam Southwell
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
E
l sistema educativo se constituyó desde sus orígenes en un dispositivo
homogeneizador de sentidos estéticos, reproduciéndolos masivamente
a través de la institucionalización de una universalización de prácticas,
discursos, costumbres, saberes y valores. Esta perspectiva implica entender
que todo proyecto político, como los que conforman los procesos de escolariza-
ción, entrañan necesariamente proyectos estéticos, que, sin caer en una estric-
ta unificación única y unívoca atienden a la distinción –en el sentido sociológico
utilizado por Pierre Bourdieu (1998)– de las identidades colectivas. Queremos
plantear aquí que la estética se vuelve entonces un campo de debate político y
de producción de sujetos y proyectos de alto impacto social.
Con este telón de fondo, partimos de la asunción de que los procesos de
escolarización reproducen significaciones estéticas, haciendo de la escuela una
máquina estetizante, un «dispositivo capaz de garantizar homogeneizaciones
estéticas en grandes colectivos de población como condición de los procesos
modernos y modernizadores impulsados a partir del siglo XIX» (Pineau, Serra y
Southwell, 2018) y desde allí formadora de subjetividades. Como consecuencia,
se produce una particular «estética escolar» que universaliza sentidos a través
de educar los cuerpos y las sensibilidades.
Con este texto queremos aportar a nuestros giros teóricos en el sentido
de reafimar y reforzar la consideración de las sensibilidades, los afectos y las
pasiones en nuestro análisis político-educativo. Los procesos de estetización
constituyen una empresa política presente en la totalidad de la vida escolar, y
no solamente en aquellos espacios específicos a los que tradicionalmente se
circunscribió la estética. Es decir, si históricamente lo estético en las escuelas
pasaba por su reducción a la belleza y a la enseñanza de las artes, establecemos
como segundo punto de partida que la estética escolar trasciende la grilla esco-
262
lar y se afinca en la cotidianeidad de las prácticas educativas institucionaliza-
das. Análogo a pensar que lo estético no se restringe a los espacios dedicados
intencionalmente a transmitir saberes como contenidos, la educación de los
cuerpos y las sensibilidades también resultó tradicionalmente restringida a
determinados espacios curriculares –como la Educación Física, la plástica, la
música, los trabajos manuales, la puericultura, las instrucciones cívicas, las
danzas o lo que hoy se le denomina educación sexual–, cuando en verdad atra-
viesan prácticas, saberes y discursos de la totalidad de los procesos de escola-
rización.
Asumiendo que la estética escolar es un registro constitutivo de la escuela
destinada a la formación de sensibilidades colectivas busca, por tanto, reorde-
nar las sensaciones, valoraciones y moralidades en determinadas sensibilida-
des, es decir, producir una «educación sentimental» a partir de la formación
de las subjetividades. Se entiende que las instituciones formadoras ponen en
funcionamiento dispositivos que materializan sentidos estéticos, éticos y polí-
ticos, característicos por transmitir representaciones sociales, incluso cuando
no necesariamente tengan ese objetivo explícito. Por ello resulta reconocible la
presencia de las emociones, afectos y sensibilidades en la consolidación, pues-
ta en crisis y renovación por la que transitan las instituciones formadoras,
los propósitos generales de escolarización y la vida cotidiana de los sistemas
educativos.
1 Según Freud, el sujeto puede dirigir su energía pulsional hacia un objeto o una representa-
ción e impregnarlo, cargarlo o cubrirlo de parte de ella. Se llaman catexias a estas descargas
de energía psíquica. A partir de la experiencia de catetización, el objeto cargado ya no le
resulta indiferente al sujeto; más bien, tendrá para él un halo o colorido peculiar.
264
de la política, como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cua-
les se crea un determinado orden administrador, organizando la coexistencia
humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político. Pensar la
estética como ‘constructo’ histórico-cultural posibilita poner el foco en cómo
se constituye en uno de los campos de lucha por la imposición de formas de
entender/concebir/actuar en el mundo y la jerarquización de unos repertorios
sobre otros.
Siguiendo a Rancière, asumimos que «[...] la política es un asunto estético,
una reconfiguración del reparto de los lugares y de los tiempos, de la palabra
y el silencio, de lo visible y de lo invisible» (Rancière, 2011: 198). Uno y otro
ámbito, el de la política y el de la estética, el de las disposiciones para expresar
sensibilidades, el de las instancias para decir, hacer o pensar, se articulan de
manera compleja. Esto es así porque la estética es un modo de configuración
sensible, un reparto de lugares y cuerpos cuya ruptura o emergencia determina
la ‘cosa misma’ de la política. Por ende, ello no concierne a la validez moral o
política del mensaje transmitido por el dispositivo escolar, sino al dispositivo
mismo. Consiste antes que nada en disposiciones de los cuerpos, en recortes
de espacios y de tiempos singulares que definen maneras de estar juntos o
separados. Es decir, consiste en los modos de subjetivación política sociocultu-
ralmente legitimados. Jacques Rancière llama la división policial de lo sensible
2 Conviene recordar que, en el marco del Análisis Político del Discurso, lo político remite a la
dimensión antagónica que es inherente a todas las sociedades humanas.
3 Retomo aportes de Cadahia en espacios de trabajo compartido, Cátedra Laclau, 2015.
266
educación estética del hombre», pone la estética y la razón en un pie de igual-
dad; allí las dos partes se necesitan –siguiendo a Cadahia–, pero no se pueden
terminar de reconciliar, son constitutivas de lo humano; no hay entonces una
práctica de la racionalidad desentendida de la sensibilidad. Habría allí una re-
lación agonística entre sensibilidad y razón, por lo que es necesario pensarla
como una tensión irresoluble, que está siempre presente. Yendo aún más atrás,
Baumgarten, un pensador del siglo XVIII, desarrolló la ciencia de lo concreto,
a la que nombra como estética, donde no se circunscribe solo a la dimensión
artística; el arte es un dispositivo dentro de la esfera de la estética, pero la
estética tiene que ver con la noción más amplia de la sensibilidad. Baumgar-
ten (1714-1762) utiliza el término «estética» como la ciencia que analiza las leyes
del conocimiento sensible.
También, entre los pensadores del romanticismo en América Latina, que
tanto tuvieron que ver con el desarrollo de sistemas educativos, rescatamos a
Juan Montalvo (intelectual, ensayista, anticlerical 1832-1889). Montalvo escribió
un ensayo en el que piensa la relación entre Bolívar y Napoleón, que es un modo
interesante de ver cómo se estaba pensando un líder latinoamericano. Cuando
Montalvo piensa a Simón Bolívar, las características que destaca, presentan un
líder que aparece «roto», atravesado, tensionado, por las fuerzas sociales histó-
ricas de América Latina, y es desde esa idea de líder roto que ha posibilitado un
imaginario vinculado con la emancipación y la producción colectiva.
Podemos insistir entonces en una incorporación de la dimensión de los
afectos para pensar la sensibilidad dado que la negación de ella supone una
violencia. Lo que suele pensarse como una anomalía por expresarse en una
dimensión sensible, es en realidad una condición constitutiva de la política
–tal vez la anomalía sean las teorías racionalistas que anulan la dimensión de
la sensibilidad. Lo negado retorna como síntoma una y otra vez y es un sín-
toma de la crisis del relato y por eso es imperioso que sea reencauzado por el
pensamiento político contemporáneo (Cadahia, 2015). De este modo, resulta-
ría imposible comprender la política democrática sin reconocer a las pasiones
como fuerza motriz de lo político y la política (Mouffe, 2014). Cuando no se le
puede dar a las pasiones una forma de expresión democrática, se establecen las
bases para la articulación de políticas esencialistas, así como para la multipli-
cación de confrontaciones en torno a valores morales no negociables (Mouffe,
2014), que es algo que vemos con frecuencia en la dinámica política de nuestros 267
países. Esa confrontación permite que las pasiones se cristalicen a través de
formas políticas y no se cristalicen mediante formas étnicas o morales. En
la construcción de identidades siempre hay una frontera nosotros/ellos y esa
frontera siempre está investida de afectos.
Otra concepción extendida que hay en relación con la sensibilidad, plan-
tea Cadahia, es el supuesto de que los afectos están vinculados a los sectores
populares, atravesados por las pasiones (en contraposición a la existencia de
sectores ilustrados que serían más racionalistas), con ellos se presenta a los
sectores populares como expresión de una inferioridad. Podríamos enumerar
numerosos ejemplos históricos y contemporáneos que sitúen los afectos en las
posiciones desplegadas por los sectores más pudientes. La noción de demo-
cracia racional es una forma de negación que ha estado siempre presente en el
pensamiento político; las formas en que se está expresando contemporánea-
mente la cuestión de los afectos, no es entonces una anomalía, sino el modo de
expresión de un cierto problema clásico.
Emocionalidades y neoliberalismo
4 Consultados en <http://www.bancomundial.org/es/news/feature/2015/06/22/las-emocio-
nes-valen-tanto-como-los-conocimientos>. Y <https://read.oecd-ilibrary.org/education/
habilidades-para-el-progreso-social_9789264253292-es#page161>.
bilidades: autoconciencia, autoregulación y determinación, pensamiento críti-
272
co y creatividad, sociabilidad y conducta social. El vocabulario se completa con
palabras tales como autoestima, autoeficacia, perseverancia, escrupulosidad,
extraversión, simpatía (Abramowski, 2018: web s/n).
Cierre
Nos hemos propuesto en este breve texto develar, hacer más visible, otorgar
centralidad a los afectos, las sensibilidades y pasiones en el análisis social y
político-educativo. Por ello, hemos querido destacar el papel de los afectos en
el momento de construir una hegemonía política. La necesidad de seguir ex-
plorando políticamente esa dimensión estética, sensible, en el momento de
configurarse sensibilidades populares, formas de sentir común.
Sería erróneo pensar que, al agregar el afecto a lo que hemos dicho hasta ahora
acerca de la significación, estamos uniendo dos tipos diferentes de fenómenos
que, al menos analíticamente, serían separables. La relación entre significación
y afecto es, de hecho, mucho más íntima que eso (Laclau, 2005: 142).
274
A partir de su texto La razón populista y en otros posteriores, Ernesto Laclau
ha abordado con mayor profundidad la centralidad de la dimensión del afecto
dentro de su teoría, explicitando su carácter constitutivo de todo proceso de
fijación nodal. La dimensión de los afectos y las pasiones es muy importante en
política. No es del nivel de la verdad, sino que es una forma de identificación.
El deseo ya no será una categoría residual en los análisis sociopolíticos, sino
un eje fundamental para reflexionar sobre la construcción de las identidades.
Esta concepción permite no solo recuperar el énfasis en el carácter discursivo
de la construcción de las identificaciones políticas, sino que también, al in-
corporar la dimensión del afecto al análisis, logran explicar la forma en la que
estas identificaciones se invisten de una energía libidinal. Es decir, que toda
cristalización simbólica hegemónica supone una carga afectiva que permite
comprender tanto su producción y fijación a largo plazo como las dificultades
de su desplazamiento y las resistencias al cambio.
Pero también hemos querido plantear algunas distinciones entre la for-
mación sensible, el reconocimiento de las pasiones en el desarrollo de iden-
tidades políticas y una reciente tendencia más instrumental, que posiciona la
regulación de las emociones con miras a la adaptación a la estructura social y
el mercado laboral. Proponer el cultivo de ciertas emociones como válidas y co-
rrectas, lo que pone en evidencia un fuerte componente moral de la emociona-
lidad. Esas distintas expresiones desarrollaron una especial interlocución para
el sistema educativo. ¿Con qué tradiciones educacionales se entronca? ¿Evoca
las preocupaciones de Stuart Mill o Rabindranath Tagore quienes ubicaban la
cuestión de las emociones a un plano de cierta religiosidad? ¿Se articula con
una formación sensible de ciudadanía liberal o más bien tecnócrata-conduc-
tista? Dejaremos estos interrogantes para futuros trabajos.
Referencias
Eva Da Porta
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Introducción
E
l trabajo se propone reconocer y analizar algunas estrategias enuncia-
tivas, retóricas y narrativas, que el discurso neoliberal viene desarro-
llando en los últimos años en torno a la educación pública. Nos interesa
reconocer los modos en que estas estrategias desplegadas en el espacio público
mediatizado buscan imponer y hacer aceptable un régimen de sentido, donde
el significante educación se desacopla de la configuración discursiva de los de-
rechos universales vinculados a la emancipación social (de Sousa Santos, 2002)
para volverse un componente de la formación de capital humano y un camino
de constitución del capitalismo cognitivo (Blondeau, 2004; Larrosa 2019). Si
bien el vínculo entre educación y economía se viene desarrollando activamente
desde la posguerra, es en las últimas décadas en que la educación comienza a
pensarse no solo como inversión social, con un retorno rentable (Martínez,
2004), sino como estrategia para la división cognitiva del trabajo, como una
herramienta de las políticas neoliberales.
En América Latina estas tensiones están presentes desde hace décadas en
la mayor parte de los países con diversa intensidad, aun en aquellos en los
que, como Argentina, Uruguay o Ecuador, asumieron políticas educativas de
corte inclusivo y progresista en los primeros años del siglo XXI. El paradigma
neoliberal en educación avanza de manera dispar y diversificada no solo en
el marco de las decisiones, las acciones y políticas de la mano de organismos
internacionales, fundaciones y gobiernos locales, sino en el campo del discurso
donde pugna por desplazar el paradigma de derechos para imponer uno afín a
estos propósitos. Nos interesa analizar las disputas discursivas desarrolladas
en el espacio público mediatizado porque es el territorio donde estas apuestas
políticas hoy se juegan, donde se vuelven aceptables y pasan a formar parte de 277
la doxa, del sentido común como horizonte compartido.
Esta operatoria, emprendida por diversos enunciadores (políticos, mediá-
ticos, especialistas, entre otros), viene desplegándose desde que el modelo del
Estado de bienestar comenzó a ser desmontado. Sin embargo, en la última
década se ha intensificado la disputa discursiva para comenzar a formalizar
una particular gramática que amalgama el discurso educativo con el discurso
de management que requiere ser desmontada.
Considerando la matriz globalizada de este discurso y la particular configu-
ración híbrida que ha ido adquiriendo en América Latina, nos vamos a detener
en un conjunto de operaciones discursivas implementadas por distintos enun-
ciadores en Argentina en los últimos años, en particular por el gobierno de la
Alianza Cambiemos (2015-2019) porque consideramos que este periodo permite
analizar con claridad la apuesta hegemónica de transformar un paradigma de
corte inclusivo e igualitario a uno de corte neoliberal, meritocrático y orientado
a la privatización de los servicios educativos. Si bien el discurso neoliberal tiene
en cada realidad social y política sus propios enunciadores privilegiados con
sus rasgos enunciativos particulares y sus referencias contextuales específicas,
hay ciertas operaciones que se repiten y que podrían conformar una gramática
y una pragmática neoliberal con tópicos compartidos y dinámicas discursivas
similares. Podría señalarse que esta apuesta discursiva, más allá de las parti-
cularidades nacionales, marca una tendencia que se viene consolidando a nivel
regional (Da Porta y Cianci, 2016).
En ese sentido es que hablamos de estrategias discursivas, en tanto apuestas
políticas que se llevan a cabo a través de un conjunto de operaciones y decisio-
nes enunciativas, narrativas y retóricas, que buscan imponer un conjunto de
sentidos intentando reducir aquellos que se le oponen. Las estrategias discursi-
vas están asociadas a prácticas no discursivas y van determinando un conjunto
de relaciones interdiscursivas que van definiendo agrupamientos temáticos y
conceptuales que forman según su grado de coherencia, rigor y estabilidad los
discursos organizando conceptos, objetos y tipos de enunciación (Foucault, 1995:
105).
Por ello, las estrategias no se deben pensar en términos de intencionalidad
explícita, sino de relaciones de poder discursivo y no discursivo. En ese sentido,
278
Bruner señala que van configurando un «patrón de decisiones en la adquisi-
ción, retención y utilización de la información que sirve para lograr ciertos
objetivos, para asegurarse de que se den ciertos resultados y no se produzcan
otros» (2002: 129-130).
El discurso social, particularmente el discurso social mediatizado, está atra-
vesado por las disidencias, los malos entendidos, las disputas, las tensiones y
desacuerdos y también por las convergencias discursivas que van definiendo
horizontes de inteligibilidad y de aceptabilidad. En ese sentido, se van configu-
rando diversas narrativas que, como dice Reguillo (2007), buscan monopolizar
la representación legítima de la realidad. «El poder de representación configura
imaginarios, conduce colectivos, compromete voluntades y produce imperati-
vos en cuyo nombre se actúa» (92). La narrativa neoliberal se va constituyendo
en torno a determinados nodos significantes que, más allá de la variedad y dis-
persión, confluyen en la celebración de lógica mercantil, el emprendedurismo,
la competitividad y la lógica empresarial como modelos sociales y subjetivos a
seguir. El dispositivo neoliberal, entendido más como una positividad con una
gran capacidad configurativa, como una racionalidad productiva, viene per-
meando el discurso, las políticas y prácticas educativas de un modo en especial
intensivo en los últimos años.
En líneas generales, estas operaciones buscan borrar aquellos sentidos vin-
culados a un paradigma educativo centrado en la matriz de derechos condensa-
dos en significantes como universalidad, gratuidad y equidad para resignificar
otros como calidad, obligatoriedad, justiciabilidad (Ruiz Muñoz, 2012) orien-
tándolos hacia sentidos más afines a la lógica económica neoliberal.
El discurso neoliberal forma parte ya desde hace décadas de la propia ra-
cionalidad social, como dicen Dardot y Laval (2013: 15), y la idea de gobernanza
como aplicación de la norma de la competencia generalizada permea todas las
esferas sociales. La lógica del mercado, la competencia generalizaba, la búsque-
da de la máxima rentabilidad, se trasladan a la sociedad civil y hasta la propia
operatoria del Estado para instituirse como modelo de funcionamiento de lo
social, lo cultural y lo político.
En el caso de la educación en Argentina, esta situación es en particular sig-
nificativa porque es posible identificar por parte del discurso oficialista, de la
coalición de poderes materiales y simbólicos que conforman la Alianza Cam-
biemos, una clara estrategia dirigida a modificar la matriz educativa y a incidir 279
desde las propias políticas educativas en un cambio ideológico, cultural y sub-
jetivo orientado en esta perspectiva.
La apuesta política de esta alianza en su primer periodo de gobierno (2015-
2019) podría caracterizarse como un intento por inscribir la educación y en
particular la escuela pública en un lugar estratégico para lograr su proyecto po-
lítico neoliberal y conservador. A diferencia del periodo menemista (1889-1999),
también de corte neoliberal, que tuvo un fuerte impacto en la reconfiguración
del sistema, lo que se propuso en este periodo la Alianza Cambiemos no fue
tanto transformar la estructura del sistema como modificar su configuración
simbólica, los valores fundantes y los procesos de subjetivación implícitos. En
su programática política, la escuela pública se definió como vector de trans-
formación político-ideológica para proyectar desde allí las transformaciones
necesarias para hacer viables y aceptables los modos sociales y subjetivos de
la gobernanza neoliberal en la versión vernácula neoconservadora y antipero-
nista de Cambiemos.
Esta apuesta fue tempranamente denominada con diversos nombres como
Revolución Educativa y Batalla Cultural, los que, a modo de eslogan, fueron
incorporando los funcionarios y el propio presidente en sus discursos, decla-
raciones y posteos en redes sociales desde el inicio del mandato. En un es-
quema discursivo claramente confrontativo con el gobierno anterior (Néstor
Kirchner, 2003-2007, y Cristina Fernández, 2007-2015), la educación adquirió
un valor estratégico central. En la Declaración de Purmamarca, firmada por
los ministros de educación de las provincias y representantes del Consejo de
Universidades apenas inaugurado el gobierno en el año 2016, se declara en los
párrafos de inicio la siguiente consigna: «Creemos necesario afianzar las bases
de una revolución educativa cuyo vértice es la escuela donde se gesta el futuro
del futuro». Este estilo declarativo, ciertamente confrontativo, programático
y de tipo inaugural, en el sentido de marcar el fin de una época y el inicio de
otra, marcó el tono discursivo de la Alianza Cambiemos para incorporar, desde
allí, significantes, relatos y argumentos propios de la lógica de mercado y del
gerenciamiento empresarial.
La racionalidad neoliberal (Dardot y Laval, 2013) ha ido logrando instalarse,
no si conflictos, en el mundo del sentido común y de la subjetividad. Esa es
280
quizá su gran victoria, intervenir desde lo dado en la autoconstitución de los
sujetos a través de la lógica del rendimiento y de la voluntad de acumulación
del propio valor, en una mirada instrumental de la educación y la formación
subjetiva. El modelo subjetivo que se propone es volver a la propia vida como
una empresa, gestionarla, manejarla en esos términos. Por eso se plantea la
subjetividad en términos de éxito, rendimiento, ganancia, competitividad,
oportunidades. Esa es la apuesta educativa del modelo neoliberal, transformar
una matriz de interpelación subjetiva de tipo colectiva y de tipo estatal, donde
el modelo identitario ciertamente se define en la igualación de derechos y en
la universalidad del sistema a una matriz donde el modelo de interpelación es
individual, competitivo y estratégico.
En la apertura del VII Foro de Calidad Educativa en 2016 el ministro Bullrich
expresó con claridad esta perspectiva:
El problema es que nosotros tenemos que educar a los niños y niñas del sistema
educativo argentino para que hagan dos cosas: o sean los que crean esos em-
pleos, que le aportan al mundo esos empleos, que generan empleos, que crean
empleos [...] o crear argentinos y argentinas que sean capaces de vivir en la in-
certidumbre y disfrutarla. De entender de que no saber lo que viene es un valor
(YouTube, 2016).
Estoy comprometido con los argentinos y hay que aprender que esto no es un
cambio político o económico, es cultural, es volver a creer que uno se desarrolla
en el esfuerzo propio. Es un cambio de mentalidad en el que la mayoría de los
argentinos tenemos fe. (Télam, 15 de septiembre de 2016).
El suelo nativo del sujeto, el lugar desde donde adviene a su propia existencia,
no es el Poder, sino la estructura del lenguaje que lo precede y lo espera antes de
su propio nacimiento. El sujeto es un accidente fallido y contingente que emerge
en el lenguaje atravesado por la incompletud y la inconsistencia. Radicalmente
dividido, agujereado y que necesita siempre de distintos recursos «fantasmáti-
cos» para soportar su falla constitutiva (2018).
El sistema educativo argentino no sirve más», «hay que cambiarlo», «está dise-
ñado para hacer chorizos, todos iguales, empleados en empresas que hacían todo
el día lo mismo, que usaban el músculo y no el cerebro y nunca lo cambiamos».
«El desafío que tenemos es cambiarlo y la responsabilidad es de todos y no le po-
285
demos echar el fardo a los maestros. (La Voz del Interior, 13 de octubre de 2016).
Estoy orgulloso de ser parte del cambio en la educación que comenzó con Mau-
ricio Macri. Tenemos el desafío de completar la transición de modelos pedagó-
gicos, estamos dejando atrás un sistema educativo obsoleto y en el proceso de
idear otro, que ponga al alumno como protagonista (Ámbito Financiero, 10 de
286
octubre de 2016).
Por eso, tanto el lenguaje neoliberal como los recursos fantasmáticos que les
ofrece a los sujetos son los que se hace necesario explorar y deconstruir. Este
complejo discursivo encuentra en la educación un campo productivo, pero
también un campo de batalla y resistencia. Si consideramos esta operatoria
contemporánea del modelo neoliberal, veremos que no solo busca reducir la
responsabilidad del Estado en la cobertura del derecho a la educación a tra-
vés de procesos de exo y endo privatización, sino que también intenta crear
las condiciones subjetivas para la expansión de esa lógica a todas las esferas
sociales. Esa operatoria expansiva es la que intenta pregnarse en todas las es-
feras sociales mediante el sistema educativo. Pero para ello debe despolitizar
la educación, diluir las identidades colectivas, desarticular los procesos eman-
cipatorios y traccionar las subjetividades hacia un horizonte de competencia
y meritocracia. En ese marco, el modelo del emprendedor aparece como el
deseable, el más apto para sobrevivir en una sociedad cambiante e incierta,
tal es el horizonte de sentido que busca imponer. Dijo Bullrich en el panel la
«Construcción del capital humano para el futuro en el foro de inversiones y
negocios» desarrollado en Buenos Aires: «Debemos crear argentinos capaces
de vivir en la incertidumbre y disfrutarla, de entender que no saber lo que viene
es un valor» (25 de abril de 2017).
El discurso neoliberal actual pretende orientar a los sujetos en la tarea de la
autovaloración ofreciendo recetas, prótesis, tutoriales, coacheo, técnicas ma-
nageriales de dominio de sí. Podríamos decir que brinda un verdadero arsenal 287
de tecnologías autogestivas que implican también una pedagogía que requiere
ser transmitida y aplicada a la población. En esta estrategia no solo la escuela
fue seleccionada como escenario para esta revolución educativa, a través de
proyectos de emprendedurismo, encuentros, foros y capacitaciones docentes
orientados en tal sentido. Los medios y las redes fueron definidos como esce-
narios para la disputa donde, por un lado, se sucedieron numerosos discursos
de seducción tendientes a convencer a los actores educativos de las ventajas de
esta nueva propuesta y por otro se desplegaron estrategias polemizantes para
deslegitimar los argumentos de los opositores.
Sobre el tono
Esta nueva versión del proyecto neoliberal que encarna Cambiemos en la Ar-
gentina debe pensarse como una alianza de distintos sectores hegemónicos que
expresa un intento por transformar la matriz educativa estatal que la reforma
de los noventa no logró disolver y que los años de gobierno kirchnerista recon-
figuraron en torno a la figura del Estado como garante del derecho a la educa-
ción. Como señalamos, en la programática de Cambiemos la educación pública
es definida estratégicamente como el instrumento para lograr esa transfor-
mación subjetiva. Pero para ello debe fisurar o agrietar su matriz educativa
heredada donde el modelo subjetivo ciertamente se define en la interpelación
colectiva, la igualación de derechos y en la universalidad del acceso para volver-
la un tablero de comandos que habilite el ingreso de la racionalidad individual,
competitiva y meritocrática. Ese es quizá su máximo desafío porque allí se topa
con modelos identitarios sedimentados, resistentes y activos, que rechazan de
manera contundente esas reconfiguraciones.
Cambiemos jugó parte de esa batalla cultural en el orden del discurso am-
pliado al espacio público mediatizado, a las redes y a la mensajería por celular
donde la palabra y la imagen polémica y seductora se viralizan sin fin mientras
que la batalla en el orden de las prácticas la da en silencio, invisibilizando los
cambios, desarticulando las políticas por dentro.
Ahora bien, en esta apuesta discursiva que apunta a configurar una nueva
subjetividad, la voz oficial hace canon con otros enunciadores con gran capa-
cidad de imposición simbólica, entre los que se destacan algunas fundaciones
internacionales como Varkey y gems education, Global Educations and Skils
Forum, ong, como Empresarios por la educación, medios concentrados, como
Clarín y La Nación, o empresas multinacionales que expresan su apoyo al mo-
delo subjetivo neoliberal a través de diversos formatos discursivos: declaracio-
nes, acuerdos, foros, artículos de opinión, anuncios publicitarios.
Por ello debe comprenderse este fenómeno como una configuración he-
gemónica que busca cambiar la matriz discursiva y subjetiva de la educación
argentina condensada en la Ley de Educación Nacional 26206 de 2006 para
modificarla profundamente a partir de introducir nuevos sentidos, hasta ahora
bastante ajenos a este campo. Nos referimos a la incorporación de configu-
290
raciones discursivas provenientes del mundo empresarial y del management
donde se vuelve central en el discurso motivacional la promoción generalizada
de la competencia y el emprendedurismo. Una clara muestra de esta operatoria
se observa en las palabras del ministro de Educación Bullrich en una confe-
rencia organizada por la Unión Industrial Argentina (uia) en el año 2016. Dijo:
La palabra escuela, nos recuerda Rancière, viene de scholè, una palabra que se
traduce al latín por otium, ocio, o por tiempo libre. La escuela, por tanto, separa
dos tipos de tiempo: el tiempo libre y el tiempo esclavo o, si se quiere, el tiempo
productivo (de trabajo) y el tiempo liberado de la producción y del trabajo. La
escuela instituye un tiempo liberado, dice Rancière, en el que los que tienen
tiempo pueden dedicarse a perder el tiempo, es decir, al puro placer de aprender.
El tiempo de la escuela, como el aprendizaje de la escuela, no es un instrumento
para otra cosa, no está en función de otra cosa, sino que se caracteriza, precisa-
mente, porque tiene sentido en sí mismo (2019: 25).
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XII 295
Espectros irredentos frente a las violencias del neoliberalismo.
Fuerzas políticas antagonistas y transformaciones identitarias
en el espacio educativo-cultural argentino
Juliana Enrico
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
E
n el contexto de una reflexión tanto teórico-política como histórica so-
bre la constitución y legitimación de las identidades culturales en el
espacio social, y de su transmisión educativa desde diferentes discur-
sos en pugna, interrogamos procesos de transformación del espacio educati-
vo-cultural argentino contemporáneo, a la luz de los persistentes efectos de la
matriz civilizatoria sarmientina, con sus modos inclusivos y a la vez abyectos
de pensar la ciudadanía bajo el paradigma cultural imperante desde el siglo XIX,
sustentado en la relación de identidad «Civilización (y/o) Barbarie»,1 que tien-
de a abyectar todo aquello considerado como «lo otro» de la mirada del poder.
En este marco, la reforma neoliberal del gobierno nacional liderado por el
macrismo (2015 a 2019)2 reintroduce nuevas expulsiones, violencias, impug-
naciones y segregaciones de los sujetos «excedentes», «peligrosos» y «bárbaros»
3 Véase este análisis en Enrico (2014), El imaginario sarmientino y las metáforas augurales de
la identidad argentina moderna.
las operaciones de las alternativas políticas (Aricó, 1985, 2018) y de las alternati- 297
vas pedagógicas (Puiggrós, 1997, 2015) que definen el horizonte teórico-político
crítico de los discursos y experiencias de vida de inscripción latinoamericana,
frente al paradigma universalista moderno de la razón occidental.
Desarrollo
Si la lectura no es, por tanto, una «actividad puramente intersticial», sino que
se sostiene en una actividad social que requiere de ciertos códigos y signos para
manifestarse en toda su complejidad (es decir, en tanto «modo de ver», y «modo
de leer» propios de una comunidad política, ideológica e histórica), es por ende
un proceso que configura y define la actualidad de cada temporalidad e insta
su despliegue significante; y en tal sentido debemos pensar su existencia y su
permanencia (al interrogar los marcos de enunciabilidad, visibilidad, legibili-
dad e inteligibilidad que producen y sostienen imaginariamente las verdades
de cada época, configurando sus simbolismos centrales).
[…] desde esta perspectiva el texto se nos aparece en una distorsión no por fre-
cuente en la historia de la cultura menos sorprendente: si lo entendemos como
un texto rico, lleno de fuerza y de consecuencias que todavía nos antagonizan y
nos proponen lecturas diversas y aun incompletas, [la pregunta es] de qué modo
podemos ligar esa riqueza con la modestia desértica, económica y social y cul-
tural, en la que se engendró, en el corazón de un esquema patriarcal y sofocado.
Quizás por el lado de la contradicción: Buenos Aires ahogó al interior y lo pau-
perizó; la necesidad de entender la fuente de esta desgracia crea las condiciones
como para revertir, desde la escritura, esa tensión: desde la escritura, una zona
empobrecida ofrece un texto rico a una zona rica que no puede engendrar más
que pobreza. (Jitrik, 1993: 37).
Por tanto, en este análisis de la relación entre producción literaria y producción 299
social, Facundo (del mismo modo que el Martín Fierro, sostiene Jitrik)5 6 capta
y traduce los sutiles caracteres de lo que podríamos llamar una cultura o una
antropología de la pobreza: allí donde «los desposeídos» serían meros «datos»
del trabajo cultural (y no actores ni agentes, al ser «carentes» de la posesión y
riqueza de instrumentos expresivos que les devuelve la textura de un imagina-
rio literario superior y supuestamente exterior o metadiscursivo).
Así es que ha ocurrido en nuestra historia que la afirmación y el despliegue
del «pensamiento liberal» –descriptivo de un mundo por venir en el marco del
pensamiento ilustrado y capitalista moderno– ha logrado ordenar «la vida toda
de un país y acaso de un continente; y ese pensamiento, bueno es repetirlo, se
formula vigorosamente antes de ofrecer sus efectos y resultados» (Jitrik, 1993:
38). Por ende, nuestro conocimiento del mundo se sostiene en esta fuerte trama
metafórica que atraviesa toda nuestra historia, con eje en los textos e imágenes
fundamentales y fundantes del paradigma liberal que ha organizado nuestra
vida social y cultural, mediante el ingreso de nuestro territorio al orden econó-
mico, material y simbólico del capitalismo mundial y de la modernidad.
Si la «sombra terrible» del Facundo de Sarmiento atraviesa nuestro imagi-
nario político, asediado por el retorno de la barbarie sofocada e irredenta (que
significaba un excedente pasional para el ordenamiento nacional a lo largo
del siglo XIX, luego de los procesos de independencia), nos interesa entonces,
convocados por el tema que nos reúne en este libro, interrogar los «documen-
tos de cultura» sobre los cuales se inscribe esta historia de dominaciones, ab-
5 Véase en este mismo sentido sus análisis en «El tema del canto en el Martín Fierro», en El
fuego de la especie (1972), y «Muerte y resurrección de Facundo».
6 Figuras paradigmáticas en pugna en la configuración de nuestra identidad nacional, frente a
las cuales hoy es importante reivindicar una multiplicidad de personajes y poblaciones «fue-
ra de escena» (o desplazados de la Historia), bajo el gran velo de invisibilidad de las tramas
historiográfica, literaria y social universalizantes (como es el caso de nuestros pueblos origi-
narios, víctimas del genocidio). Entre los aportes de la narrativa contemporánea pospatriar-
cal, aparece como personaje central la China Iron (en la reciente novela Las aventuras de la
China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, publicada por Literatura Random House en 2017).
En la tradición literaria, la China (que en la tradición social y sexual sería la compañera del
gaucho) es una mujer que nunca tiene nombre: mujer sin nombre a lo largo de las historias;
o bien, como dice más precisamente la autora, «no es un nombre» (por ende, no tiene entidad
significante).
300
yección,7 muerte y resurrección de una violencia impuesta sistemáticamente
sobre nuestros pueblos (presente en la misma gramática del programa de la
educación popular sarmientina, fundante de la nación).
En tal sentido, pensar contemporáneamente la «restauración conservado-
ra» –como denomina Dora Barrancos al momento actual de las prácticas del
«neoliberalismo» a escala global en pleno siglo XXI– en nuestros territorios del
sur, en su dimensión múltiple (universal y a la vez situada –advierte la teoría
crítica feminista, constituyendo un importante giro teórico en el espacio del
análisis social–) es una tarea central en nuestro presente histórico.
En tales marcos, las lógicas necropolíticas del capitalismo gore (Valencia,
2014)8 implican la necesidad de repensar siglos de dominación, colonialidad y
muerte, presentes en las intermitencias cotidianas de las persistentes tramas
de apropiación sistemática de la-vida-la-muerte (Derrida, 1998) –es decir: en
las formas de nuestra sobrevivencia como condición permanente de vida, li-
mitada por los poderes económicos y políticos centrales que mueven el mundo,
deslocalizando y dispersando de forma trans-fronteriza9 y trans-nacional sus
efectos fáusticos en los territorios y en los sujetos.
7 En nuestro trabajo de tesis doctoral (Enrico, [2010] 2018), y en diversos artículos, argumen-
tamos desde diferentes dimensiones analíticas por qué interpretamos no una «conjunción»
simple o lógica de la Civilización (y) la Barbarie de acuerdo con el enunciado fundante del
paradigma sarmientino en Facundo –ante otros usos de estas nociones desde inicios del siglo
XIX en el lenguaje rioplatense (véase Weinberg, Altamirano, 2005)–, sino la enunciación de
una negatividad disyuntiva entre ambos espectros, necesarios, pero opositivos y solo pensa-
bles y nombrables desde uno de ambos horizontes de inteligibilidad: el ideal civilizatorio y el
imaginario ilustrado moderno liberal. Trabajamos luego esta relación a partir de la noción
de «abyección», que implica una lógica identitaria de límites indecidibles –expulsivos– entre
la interioridad y la exterioridad discursivas (Kristeva, 2006; Popkewitz, 2008; Butler, 2005),
noción analítica que nos resulta muy importante, en tanto nos permite pensar irreductibles
vínculos de poder en torno de diversas identidades políticas en pugna que rodean los anta-
gonismos centrales de nuestra cultura. Véase este análisis en Enrico (2015a, 2015b, 2015c,
2017).
8 Esta noción alude al género cinematográfico gore, caracterizado por contener imágenes cru-
das y escenas de violencia literal, extrema y explícita, viscerales y sangrientas.
9 Sayak Valencia analiza, desde una mirada filosófica trans-feminista, el contexto actual de
los procesos de mundialización económica y cultural, propios de las lógicas del capitalismo
gore que produce violencias y vulnerabilidad a través del mundo, en todas sus localizaciones
geopolíticas y en el tráfico de fronteras Norte/Sur, donde los territorios «de abajo» (sures) y
de «entre» del norte global (lxs oprimidxs) «devienen sur de forma acelerada» (cfr. Valencia,
2014). En tal sentido piensa «el sur» como «posicionamiento crítico» geopolítico –deslocaliza-
Educación «común» y crisis civilizatoria 301
Por parte de estos sectores, en función de la inserción del territorio del Río de
La Plata en las lógicas del mundo capitalista letrado (basadas en la alfabetiza-
ción popular y en el libre mercado).
Si hoy interrogamos estas nociones en el contexto del discurso neoliberal
contemporáneo que ha interpretado banal, reductiva y ligeramente a Sarmien-
10 Declaración (fuertemente repudiada por amplios sectores sociales, y desde los gremios y
el campo educativo en particular) que realizó públicamente el entonces presidente, en el
contexto del conflicto con los docentes en marzo de 2017, en medio de las disputas por el
cumplimiento de la discusión de paritarias y por mejores condiciones salariales y labora-
les –mientras docentes de todo el país eran convocados a la masiva Marcha Federal que se
realizaría en la ciudad de Buenos Aires. Véase, entre otras fuentes: <https://www.pagina12.
com.ar/27018-caer-en-la-educacion-publica>.
Video disponible en <https://www.laizquierdadiario.com/Para-Macri-la-escuela-publica-es-el-
lugar-adonde-caen-nuestros-alumnos> (consultado en enero de 2018).
11 Dada la breve extensión de este texto, nos es imposible desplegar aquí los análisis y argumen-
tos expuestos (que desarrollamos en otros artículos donde abordamos tales procesos). Un
profundo análisis de esta vinculación histórica puede seguirse en Puiggrós (2017). La autora
justamente expone la imposibilidad de situar en categorías plenas y dicotómicas las pugnas
dominantes, analizando el enfrentamiento de muy diversos actores, proyectos y matices
En este mismo marco de desprestigio y desprecio hacia la educación pú- 303
blica (lo cual fue inmediatamente enfrentado desde las luchas sociales de la
comunidad educativa en las calles, en los medios y en las propias instituciones
educativas, apelando al sujeto pueblo o al sujeto popular) se afirmó un Estado
represivo (mediante el reforzamiento del dispositivo de seguridad de la nación
y la difusión mediática de escenas de disturbios y violencia ante los reclamos
y las protestas de las maestras, maestros, estudiantes y sindicatos, junto a la
sociedad), lo cual reveló claramente el límite de abyección hacia todo sujeto
crítico –o potencialmente perturbador– del horizonte ideológico neoliberal
encarnado por el gobierno nacional, quien instaló la imagen de la «barbarie»
de los docentes y de las luchas gremiales de los trabajadores de la educación,
referenciados como violentos y agresivos, tomando la plaza pública (de modo
«ilegal» y «violando la ley»), frente a la «civilización» de la política policial.12, 13
14 Voz enunciada en particular por las feministas poscoloniales, decoloniales y del sur.
derecho constitucional de los trabajadores. Y qué miseria de la historia y de 305
la filosofía, dicen que son todos vagos, los que no trabajan, y los que trabajan
también, porque nunca llegan a la altura del Sr. ministro… se ve que no se es-
fuerzan lo suficiente y que les falta adaptarse a la realidad de un sistema que
debe ser injusto para depurarse y perfeccionarse de sus componentes «débiles»
(esos mismos elementos que, mirados desde una perspectiva social vital –y
no solo en tanto voluntad individual aislada– mueven el mundo desde abajo
mismo de todo).
Y aquí es donde, en términos de Hommi Bhabha (en el cruce entre el pensa-
miento posestructuralista y el pensamiento poscolonial, y retomando la clásica
distinción del estructuralismo saussureano entre lengua y discurso), aparece
la necesaria relación cultural entre «la langue de la ley y la parole del pueblo»
(Bhabha, 2010: 13), teniendo lugar la enunciación del otro o de lo otro, que mar-
ca la diferencia subjetiva –o la singularidad– respecto a la dimensión social y
compartida del lenguaje y de la cultura.
16 El retorno neoliberal muestra que los perfiles políticos de los funcionarios en el gobierno de
la nación (y a escala mundial) se ubican cada vez más por fuera del campo teórico-político
que debe encuadrar las macropolíticas públicas estatales y la formación en la función pública
(siendo que se vinculan con las tradiciones conservadoras de sectores concentrados de la
economía de mercado, que devienen centralmente del sector privado –«ceos» o gerentes de
empresas e incluso dueños de industrias y empresas privadas; terratenientes y empresarios
agroganaderos vinculados al campo, a los agronegocios y al negocio inmobiliario, etc.–). Sos-
tiene en este sentido Puiggrós: «Mauricio Macri fue elegido Presidente de la Nación en 2015
por la coalición Cambiemos, representando a grandes corporaciones e intereses nacionales
y trasnacionales que están avorazados por el mercado de la educación. Pero en su triunfo fue
decisivo el voto de la clase media y de sectores populares que habían sido defensores de la
escuela pública durante más de un siglo, lo cual obliga a una profunda reflexión». (Puiggrós,
2017: 9) Y agrega: «El gobierno […] está operando un cambio que pretende dejar en el pasado el
sistema educativo moderno, afectando todos sus niveles y modalidades. Es ortodoxo respecto
al credo de la libertad de mercado en educación; sus políticas producen una brecha profunda
entre la ‘educación pública estatal’ y la ‘pública privada tradicional’, en tanto entrega ambas al
oleaje del mercado» (9). Por otro lado, agrega a este análisis la importante dimensión del rol
de los medios en la formación de los sujetos contemporáneos, en este mismo contexto: «Los
medios de información monopólicos emiten mensajes pedagógicos, sustituyendo al sistema
escolar en una de sus principales tareas, como es la comunicación» (9).
17 Desde el espacio del pro (Propuesta Republicana, partido liderado por Mauricio Macri, que
conforma centralmente la coalición Cambiemos), sostiene la autora, apareció una discusión
central frente a la actual Ley de Educación Nacional 26.206 (2006), poniéndose en escena la
importancia de la «restitución» de la Ley 1420 (1884) –de principios liberales– en torno del
imaginario sarmientino laicizante de hace un siglo y medio; la cual, dadas justamente las
presiones de la iglesia a fines del siglo XIX… «lejos de establecer la laicidad, había excluido la
religión de los programas, pero legalizado su enseñanza en los recintos escolares, en el artí-
culo 8°. Los demás principios, democráticos, están incluidos en la Ley de Educación Nacional
de 2006». (Puiggrós, 2017: 9-10). Esta eterna disputa con los sectores católicos conservadores,
y las permanentes presiones de la Iglesia en el debate «educación laica o libre» (muy fuertes
en los Congresos Pedagógicos de 1882 –antecedente de la Ley 1420– y de 1984 –en el retorno
democrático del gobierno de Alfonsín, antecedente de las discusiones sobre la Ley Federal
del posterior periodo de gobierno del menemismo, que derogaba la ley anterior–) no ha de-
jado de impactar las lógicas del sistema público. El ministro de Educación del pro, Esteban
Por esto mismo, la ruptura del lazo social es una parte sustancial de su fun- 307
cionamiento microfísico, por debajo, lo cual sostiene las lógicas y estructuras
macropolíticas que colonizan y desarticulan desde arriba el espacio público –
sin registrar resistencias reconocibles ni reclamo social y político alguno como
legítimo.
La desvalorización de las demandas populares y la deslegitimación, deses-
tabilización y dispersión de las protestas sociales por los poderes del Estado y
las fuerzas de seguridad de la nación (represivas y violentas) constituyen un
clima de época difícil de sortear en el marco de las lógicas de «la grieta» nacio-
nal: metáfora contemporánea débil del paradigma sarmientino, esta división
identitaria disuelve la especificidad discursiva de diferentes procesos históri-
cos de formación y transformación social, reduciéndolos a una consigna va-
ciada de los contenidos ideológicos que formaron y forman parte de complejas
experiencias de institución y democratización educativa y cultural, fundantes
del espacio público-político de nuestra nación y de los sujetos sociales que per-
mean al sujeto pedagógico.
Dice Puiggrós, recordando la agenda de los noventa, que es propio del «dis-
curso del ajuste educativo» tergiversar y descalificar categorías pedagógicas
tales como evaluación, calidad (cfr. Puiggrós, 1995: 242), autonomía, descentra-
lización, especialización; erosionándolas de modo que difícilmente puedan ser
incluidas en discursos demandantes de reformas progresistas, lo cual deriva
en la desestructuración de importantes valores históricos del espacio educa-
tivo-cultural, que cambian de signo (o de contenidos ideológicos y políticos)
manteniéndose los significantes centrales o nodales del sistema (los cuales
portan y transmiten un gran reconocimiento sedimentado).
La lógica dual (Segato, 2013) o espectral que sostiene estas prácticas hace di-
fícil «anclar» materialmente en los actores responsables de los sistemas de
crueldad (que ocultan, también sistemáticamente –mediante una elaboración
racional y argumental sofisticada–, el daño y la violencia que producen –en
tanto actos disociados–), lo cual vuelve complicado el análisis social (dado que
Los lobos reales atraviesan, sin pedir autorización, las fronteras nacionales e
institucionales de los hombres y de sus Estados-nación soberanos; los lobos en
plena naturaleza, como suele decirse, los lobos reales son los mismos más acá
o más allá de los Pirineos o de Los Alpes; pero las figuras del lobo pertenecen,
a su vez, a culturas, naciones, lenguas, mitos, fábulas, figuraciones, historias.
(Derrida, 2010: 23).
En este marco, el autor alude al poder, que hace posible (o no) la enunciación y
el ordenamiento de los discursos, habilitando o cerrando el espacio democrá-
tico de la libre expresión de los sujetos y agentes sociales en la configuración
de la comunidad. Y claramente en este ordenamiento tienen prevalencia los
sistemas de sentido hegemónicos frente a las manifestaciones alternativas, di-
sidentes, «otras», cuya enunciación se resiste a la totalización: por eso mismo,
la «diferencia» del saber cultural es «enemiga de la generalización implícita del
saber o de la homogeneización explícita de la experiencia» (cfr. Bhabha, 2010:
413): constituye un exceso no coincidente con ninguna semiosis última.
[…] los signos de la diferencia cultural no pueden ser formas unitarias o indivi-
duales de identidad, porque su implicación continua en otros sistemas simbó-
licos siempre los deja «incompletos» o abiertos a la traducción cultural. Lo que
estoy sugiriendo como estructura siniestra de la diferencia cultural se aproxima
a la definición de Lévi-Strauss del «inconsciente como proveedor del carácter
315
común y específico de los hechos sociales […] no porque albergue nuestros yoes
más secretos, sino porque […] nos permite coincidir con formas de actividad que
son nuestras al tiempo que ajenas.» (Lévi-Strauss, 1987:35).
Sostiene el autor que esta diferencialidad surge del momento fronterizo de tra-
ducción que Benjamin describe como la «extranjeridad de las lenguas», donde
finalmente no hay coincidencia ni equivalencia entre la representación y el
referente (dada la radical arbitrariedad del signo al nombrar un mundo de
otra naturaleza). Y por eso la analítica de la diferencia cultural exige el análisis
de huellas inscriptas en los cuerpos y textos, que repiten «en el silencio que
habla», a través de la opacidad de las palabras, la extranjeridad del lenguaje
(cfr. Bhabha, 2010: 414).
Finalmente, entonces, para volver a nuestras reflexiones iniciales sobre la
extracción de humanidad que ha producido y produce sistemáticamente sobre
nuestros vínculos humanos el neoliberalismo contemporáneo, produciendo
formas de transmisión cultural cada vez más incorpóreas, irreflexivas e instru-
mentales (dado que esta lógica necropolítica extractivista garantiza una preca-
riedad fácilmente asimilable), la idea es volver sobre este análisis de un vínculo
de abyección que se ha producido específicamente en las últimas décadas en
torno del deterioro del valor de la educación y sus sujetos, históricamente cen-
trales en la configuración misma del espacio público y de las identidades po-
pulares, al tiempo en que estos mismos sujetos políticos críticos rearman sus
luchas y sus alianzas más hondas, plenos de herramientas ricas que sobreviven
y atraviesan el corazón de las comunidades y de las tinieblas, aún en contextos
de extrema vulneración y pobreza.
En este marco lleno de violencias, múltiples y descentrados sujetos socia-
les enuncian y reafirman sus luchas e impregnan desde sus voces, imágenes,
lenguajes y saberes otros el espacio público, sin ser necesariamente hablados
316
o representados por un poder (histórico, económico, religioso, racial, político,
pedagógico, sexual, lingüístico) que pretende describir o explicar sus circuns-
tancias, orientando sus decisiones y su destino identitario.
Inscribiendo estas memorias, en tanto luchas urgentes de nuestra comu-
nidad política histórica (asediada por el pacto neoliberal global en alianza con
los gobiernos nacionales y con los sectores tradicionales de la economía y de la
cultura), caminamos en plena intemperie hacia la vivencia de la noche sin mie-
do20 que se abre camino en la espesura de este tiempo desolador. ¿Qué significa
hoy esta alternativa de transformación social del campo popular –que sostiene
fuertemente el sujeto político de los feminismos, por ejemplo– para nuestros
países de América Latina?
A los fines del establecimiento de marcos culturales que reinstituyan los acuer-
dos primarios de la vida social, en tanto sistema de exclusión y sanción de las
20 Tomamos esta expresión de Débora Tajer (2019), en la entrevista titulada «Por una psicología
que incluya a todxs», del diario Página 12, de Argentina. Recomendamos especialmente la
lectura de esta nota de Ana María Fernández y Débora Tajer, donde exponen la discusión
epistemológica que plantean las líneas del psicoanálisis postpatriarcal, postheteronormati-
vo, poscolonial y posfeminista en el abordaje de las transformaciones sociales y subjetivas
contemporáneas. Véase <https://www.pagina12.com.ar/189747-por-una-psicologia-que-in-
cluya-a-todxs> (consultada el 26 de abril de 2019). En tal sentido, los enfoques de género y
feministas constituyen un central aporte teórico-político para el análisis social.
violencias. Estos marcos protegerían la vida y los principios de integración de 317
las comunidades humanas (haciendo posible, por ende, el trámite de infinitos y
desordenados impulsos y deseos, a partir de la estructuración social que consti-
tuye el orden simbólico) al configurar los límites mismos de la cultura –que no
puede ignorar el tema de la violencia frente al hecho de que la vida y la libertad
son valores universales.
Retomando el legado del último Durkheim (y sus influencias en Bataille,
Lévi-Strauss y Lacan para pensar específicas teorías de la violencia, tanto an-
tropológicas como culturales), el autor sostiene que el orden social (y sus pro-
hibiciones o interdicciones fundantes) constituyen estructuras cognitivas y
valorativas que dan sustento al campo social y subjetivo, tanto desde un punto
de vista representacional como afectivo.
El giro posfundacional que realiza Lacan refiere a considerar no tanto los
«contenidos» representativos como estructurantes, sino su «función» ordena-
dora y sus efectos sobre el cuerpo social y sobre los sujetos (en torno de afectos
y pasiones inconciliables). En tal sentido, el señalamiento de estos límites cul-
turales «míticos»21 (que definen lo que no debemos permitir como sociedad) es
lo que le da forma a una ética cultural.
Dado que la ética se basa en este mismo tipo de estructuración primaria
vital,22 adviene una pregunta fundamental: ¿cómo es posible un Estado que
reprime y mata a maestras, maestros y estudiantes? ¿Cuándo fue posible que
esto empezara a ocurrir, aun cuando la violencia y la crueldad están presentes
a lo largo de toda la historia de la humanidad, pero en este caso aparecen como
21 En el sentido de «soportes no-lógicos del orden al que articulan», dice el autor (cfr. Tonkonoff,
2016: 132).
22 Por ejemplo, en el marco jurídico y social, en el terreno del discurso ecológico la figura del
ecocidio respondería a la prohibición fundamental de todo acto criminal contra la naturaleza;
como la del crimen de lesa humanidad y el genocidio responderían a la prohibición de todo
acto criminal contra la humanidad o contra poblaciones específicas; y la del feminicidio, a la
prohibición y sanción del crimen contra las mujeres, como forma extrema de la violencia de
género que afecta además a las comunidades LGTBIQ+, entre una multiplicidad de formas de
violencia cotidianas. ¿Cuántas figuras y nombres más tendremos que inventar para poder
nombrar y «sancionar» (lo cual, además, nunca ocurre de modo racionalmente suficiente)
semejante daño del hombre contra todo? ¿De qué sirve, más que para afirmar un estado de
cosas radicalmente inhumano, y por tanto impensable para la razón e inabarcable para una
afectividad restituyente de los lazos sociales, dado que la vida y los principios subjetivos son
diezmados irreparablemente, y no hay ley que pueda hacernos volver atrás?
318
una forma de acción propia de los Estados contemporáneos –y de los gobiernos
de las derechas neoliberales en particular– que reprimen ejemplarmente todo
gesto de lucha y emancipación cultural, arrojando fuera de sí la conflictividad
ardiente de las luchas sociales, y los derechos de ciudadanía y de vida que el
mismo Estado debe garantizar?
El nombre mítico de este «exterior» (límite de un «nosotros») que debe ser
expulsado para configurar las identidades sociales y marcar sus fronteras in-
visibles, es violencia –dice el autor. Dado que este margen es también mítico,
debe ser sostenido por un marco fuerte que suture el espacio social y afirme los
principios que nos hemos dado como comunidad: si su consistencia se torna
frágil y quebradiza, quedamos desprotegidos socialmente frente a los pode-
res de muerte que no admiten ley alguna y sobreimponen sus intereses y su
fuerza al interés colectivo. Por eso mismo es que la ideología capitalista y los
intereses neoliberales coloniales, extractivistas, patriarcales, tradicionales y
privatizadores se empeñan en romper el lazo social (cuya textura debería ser
indestructible en tanto orden cultural democrático socialmente establecido
como vital y solidario).
Ahora bien, el debilitamiento de los imaginarios que dan soporte al orden
simbólico responde también a momentos de transformación social y emer-
gencia de reconfiguraciones de los órdenes hegemónicos históricos (como lo
plantean Laclau y Mouffe en su teoría del espacio social); es decir, que el orden
imaginario es el centro de toda instancia de transformación social, sosteniendo
las creencias en los acuerdos y consensos (es decir, la potencia de los mitos y
narrativas que dan sentido a nuestra vida colectiva), o estallando su capacidad
de estructuración social cuando los lazos fundantes se rompen, dado que el
conflicto es irreductible y es lo que fundamenta, finalmente, la política.
No es casual que, en el marco del devenir-animal del hombre (cuya forma
más canalla se ubica siempre fuera de la ley en nombre de la soberanía de los
Estados, que a la vez dictan y desprecian la ley sembrando hostilidad y violen-
cia),23 Derrida analiza las figuras animales de lo político como formas históricas
23 En su noción de Estado-canalla, Derrida realiza una traducción del inglés rogue de acuerdo
con distintas genealogías de voces (estafador, criminal, son algunas de sus acepciones en el
francés y en el alemán). Al analizar la conceptualización de Rogue States de Chomsky –en re-
ferencia a Estados Unidos en el contexto geopolítico mundial–, Derrida extiende esta noción,
de representación, transculturales, de un exceso de fuerza o animalidad en 319
el establecimiento del contrato social (reconociendo la condición bestial de la
soberanía); por ejemplo, mediante la figura del lobo, en tanto zoopolitikon (De-
rrida, 2010) que instituye «escenas de crueldad devoradora», incluso carnívoras
y criminales, incluyendo el carno-falogocentrismo (Derrida, 2010). Pensando el
establecimiento de los límites entre «el hombre» y «el animal» (o entre cultura/
naturaleza; nomos/physis), Derrida remarca justamente la animalidad política
que atraviesa, en tanto principio constitutivo, complejas formas de organiza-
ción social, humanas y no humanas: entre ellas, formas de imposición y de
transmisión de un mandato o ley soberana. En este mismo marco conceptual
analiza, en Mal de archivo, el poder de la ley (a partir de la noción de arché), en
tanto principio de sentido y de verdad que organiza los textos de toda cultura.
Siguiendo con la argumentación anterior, sostiene Derrida que la noción
misma de «animal social» no quiere decir necesariamente animal político, en
tanto «cualquier ley no es necesariamente ética, jurídica o política». Por tanto,
el concepto de ley y, con él, los de contrato, autoridad, crédito y por consiguien-
te tantos y tantos otros…» (Derrida, 2010: 35), son conceptos nunca heterogé-
neos, sino consustanciales al poder. Incluso, situarse por fuera-de-la-ley que
produce un «parecido turbador» o «coincidencia» entre la bestia y el soberano,24
en función de una cierta «razón animal» (devoradora, voraz, guiada por una
«pulsión de destrucción» que ya planteara Freud en El malestar en la cultura,
Referencias
Presentación
I
nteresa discutir sobre lo que la biopolítica permite mirar en la lógica del
neoliberalismo fincada en el mercado y que pone en juego el conjunto de
las relaciones de poder. En tal sentido, se pregunta cómo biopolítica y neo-
liberalismo han dado paso a ciertas prácticas y procesos de subjetivación. Para
ello, se ha divido el texto en tres apartados: el primero refiere la biopolítica, el
segundo el neoliberalismo y el tercero el sujeto económico y la sociedad civil.
En términos generales, se puede decir que (Jiménez, 2019), en primer lugar,
la biopolítica aparece vinculada con estrategias médicas y con pautas de medi-
calización social; se trata de algo más allá de las ideologías y la conciencia. El
asunto gira frente al control de cuerpos; de hecho, la medicina no es otra cosa
que una estrategia biopolítica. Una segunda aproximación es aquella que rela-
ciona la biopolítica con el concepto de soberanía, bajo la tesis de que el poder
soberano es aquel que hace morir y deja vivir, mientras que el poder biopo-
lítico, de manera contraria, hace vivir y deja morir. Un modo más de hablar
de biopolítica es la consideración de la guerra de razas. Foucault plantea que
el Estado moderno actual es también un Estado interesado en la distribución
y control biológico de su población. Y finalmente, una cuarta forma de mirar
la biopolítica es el arte de gobernar, o también entendido como la guberna-
mentalidad, bajo una forma de la economía política del mercado, es decir, del
neoliberalismo.
El neoliberalismo no es en absoluto el resurgimiento de viejas formas de
economía liberal formuladas en los siglos XVIII y XIX y que el capitalismo reac-
tiva tampoco es la sociedad mercantil; más bien, en el neoliberalismo se busca
que la economía de mercado sirva de modelo para el Estado, es el ajuste de la 325
gubernamentalidad, de cada una de las acciones de los ejercicios de poder del
gobierno a los principios de la economía del mercado. No es que el mercado
devore al Estado, al gobierno o a la política, sino que todas las acciones, la razón
de Estado, los ejercicios de poder, el Estado mismo, estarán dados bajo la lógica
de la economía de mercado. De acuerdo con Foucault (2016: 157),
[…] hay que poner de relieve la novedad del neoliberalismo. Hay que romper con
la problemática de la «pérdida», de la «destrucción», del «duelo» que estructura
la escritura tradicional de la historia del neoliberalismo. No hay que preguntarse
qué «deshacen» las lógicas liberales ni proponerse poner en evidencia lo que
ellas «destruyen»; hay que preguntarse, al contrario, lo que producen. No hay
que lamentar lo que se elabora a través del neoliberalismo sino, a la inversa, a
partir de lo que este es para preguntarse lo que nos impone reconsiderar.
326
Biopolítica
Resulta interesante que en 1979 Foucault haya dictado un curso que tituló «El
nacimiento de la biopolítica», en el que analiza el liberalismo y el neoliberalis-
mo como formas de gubernamentalidad. No necesariamente es un curso que
se proponga definir una «biopolítica neoliberal», tampoco es un desvío de sus
inquietudes sobre el control de la vida de las poblaciones; quizá se pueda decir
que Foucault, en ese curso, asocia su noción de biopolítica a una forma de po-
lítica económica de mercado.
De acuerdo con Edgardo Castro (2019: 20), el término biopolítica aparece en
la obra de Foucault apenas tres veces en sus libros publicados en vida, donde,
en las más de tres mil páginas que los componen, solo unas quince se ocupan
de él. Como bien señala Foucault, la biopolítica remite al propio Aristóteles, ya
que para él el hombre era «un animal viviente y además capaz de una existencia
política», mientras que para el pensador francés «el hombre moderno es un
animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente», por lo
que una de las preguntas centrales de la biopolítica es si esta refiere al poder de
la vida o al poder sobre la vida o a ambas. La biopolítica para Foucault surge en
el siglo XVIII como una forma de control de la vida biológica de las poblaciones.
A continuación, se exponen tres formas de presentarse de la biopolítica: guerra
de razas, estrategias médicas y hacer vivir, dejar morir.
Guerra de razas
Estrategias médicas
[…] irresistiblemente, el derecho adopta esa curva maléfica que hace que si una
cosa es obvia cualquier derecho sea superfluo, y si se impone la reivindicación
del derecho, significa que la cosa se ha perdido; el derecho al agua, al aire, al
espacio, significan la desaparición progresiva de todos esos elementos (Baudri-
llard, 1991: 96).
Por lo que la fórmula «hacer morir, dejar vivir», donde impera el derecho de
espada, y la fórmula «hacer vivir, dejar morir», donde está el derecho de la
medicalización, hacen que la vida y la muerte sean superfluas, porque lo que
importa es la fabricación de la cosa para tener derechos sobre ella.
En la última clase de Defender la sociedad, Foucault (2014: 223) afirma que
«La soberanía hacía morir y dejaba vivir. Y resulta que ahora aparece un poder
que yo llamaría de regularización y que consiste, al contrario, en hacer vivir
y dejar morir». ¿Qué implica el «hacer» del vivir y qué el «dejar» del morir? El
hacer siempre conlleva producción, fabricación o creación. Es una operación,
donde
[…] la producción ya no es la Tierra que produce, el trabajo que crea la riqueza
332
(los famosos esponsales de la Tierra y el Trabajo); el Capital es lo que hace pro-
ducir a la Tierra y al Trabajo. El trabajo ya no es una acción, es una operación. El
consumo no es ya un goce puro y simple de los bienes, es un hacer-disfrutar, una
operación modelada y valorada sobre la gama diferencial de los objetos-signos
(Baudrillard, 1991: 53).
Hacer vivir tiene que ver con la producción de la vida, no solo con la vida pro-
ductiva, con la fabricación del disfrute, no con el gozo de lo fabricado. El hacer
operativo no deja escapar a la muerte, es decir, hay una fabricación de la muerte
y no únicamente una muerte productiva. El hacer vivir y morir se convierte en
una máquina de vida y muerte. Podemos decir que vida y muerte fluyen en el
juego de la economía política de mercado. Se hace vivir y se deja morir en medio
de la guerra de razas y a través de las estrategias médicas.
Cuando el «hacer» y el «dejar» imperan en la vida y la muerte convirtiéndo-
las en índices de natalidad y mortandad, que son la materia prima del derecho y
la economía, lo que se desvanece es la propia vida y muerte. El sujeto abandona
su condición de ser vivo y muerto, se convierte en un extraño de sí, para dar
paso a la maquinación y exhibición de vida y muerte. Surge entonces el sujeto
del rendimiento y de la transparencia, tan característico de la teoría del capital
humano propio del neoliberalismo. Baudrillard (1991: 96) lo dice así:
En una época como esta, en un mundo académico como este, ser sujetos de
derecho solo es un daño colateral del ser sujetos de rendimiento: operativos,
tácticos y estrategas, superándose siempre a sí mismos; y del ser sujetos de
transparencia: en tanto promotores de la propia existencia, exhibicionistas y
actores principales del espectáculo, del performance, que es el «hacer vivir,
dejar morir».
En suma, el neoliberalismo, como una forma de biopolítica: tiene en sus orí-
genes la guerra de razas, este la asumirá como lucha de clases, como ejercicios
de poder entre fuerzas económicas o como competencia entre corporaciones 333
mercantiles; además, asume la nosopolítica al considerar las enfermedades
como un problema político; la nosopolítica es una forma de gestionar la salud
y la enfermedad a través de estrategias médicas; finalmente, hace vivir y deja
morir al sujeto de rendimiento y transparencia, donde la vida y la muerte flu-
yen en el juego de la economía política de mercado.
Guerra de razas, estrategias médicas y hacer vivir, dejar morir, son formas
en que la biopolítica se presenta, y que el neoliberalismo mantiene es sus raíces
como control de la vida biológica de las poblaciones. Algunas de las principales
formas de subjetivación habidas en el neoliberalismo se presentan a continua-
ción.
Neoliberalismo alemán
La sociedad civil está hecha del ideal que es el homo œconomicus. Y el territorio
real del homo œconomicus es la sociedad civil. Esta unión es la materia con la
que se hace la biopolítica neoliberal.
Lo que une a los sujetos en la sociedad civil son los intereses económicos;
mejor dicho, lo que liga a los sujetos económicos como sociedad civil son los
«intereses desinteresados», son intereses egoístas en el desinterés por y del
colectivo. Por eso, una de las características de la sociedad civil es que no es
humanitaria, sino comunitaria. El egoísmo competente, característica del em-
presario de sí, establece el lazo económico; es decir, el individualista aislado
paradójicamente existe por el lazo económico que tiene con otros. Aunque,
como se ha dicho, la economía es un juego a ciegas, por eso el interés colectivo
nace de un juego invisible entre los intereses egoístas, por lo que no debería de
sorprender cierta equivalencia entre neoliberalismo y comunismo…
Referencias
Presentación
D
urante el cierre del siglo XX y los albores del siglo XXI, los organismos
supranacionales han definido los lineamientos que ordenan las polí-
ticas públicas y, en particular, las políticas educativas de los llamados
Estados nacionales. En México, la Organización para la Cooperación y Desa-
rrollo Económico (ocde), a través del Programa Internacional para la Evalua-
ción de los Estudiantes (pisa) y el Estudio Internacional para la Enseñanza y el
Aprendizaje (talis), ha especificado las dimensiones, los rasgos y las escalas
que han constituido los lineamientos para valorar tanto el logro educativo como
la práctica docente eficaz. A través de estos lineamientos se han identificado las
llamadas «buenas prácticas» que se han prescrito a nuestro sistema educativo
por considerárseles como correlatos de eficiencia.
Las denominadas «buenas prácticas» ejemplifican lo que Kant (2006) iden-
tificó como el uso práctico de la razón, es decir, aquello que más que apuntar
teóricamente al ser representa lo que debe ser. Los rasgos específicos de las
llamadas «buenas prácticas» han operado como pruebas que permiten calcular
la probabilidad de que dichas prácticas ocurran y con ello también deducir los
riesgos. El riesgo no solo fue el invento más importante del siglo XVIII para
construir la realidad (Boltanski, 2016), sino que ha sido el componente estruc-
tural más destacado para definir las políticas públicas en el último medio siglo.
Al reconocerse las «buenas prácticas» globales como eje de las políticas na-
cionales, lógicamente se sitúo a las prácticas en sí como centro de la investiga-
ción social. Así, las prácticas generaron simultáneamente efectos tanto en el
orden social como en el campo de la ciencia. Por un lado, la práctica apareció
como mecanismo para diseminar el consenso de un régimen económico y po- 345
lítico y, por otro, como dispositivo para el disciplinamiento del yo científico.
Desde una perspectiva epistemológica, el análisis que la ocde realiza sobre
la puesta en acto de sus lineamientos en contextos específicos, es decir, el es-
tudio de las prácticas educativas particulares podría generar solo un conoci-
miento localmente válido para identificar diferencias. Sin embargo, dentro de
los regímenes económicos neoliberales con soberanías nacionales debilitadas,
el análisis de las prácticas instrumentado por los organismos de gobierno su-
pranacional ha operado, paradójicamente, como dispositivo para generar re-
formas (cambios), pero también para producir efectos de estabilidad. Es decir,
se ha empleado la identificación de las llamadas «buenas prácticas» para gene-
rar efectos de consenso, estandarización y estabilidad sistémica en la gestión
social. En otros términos, las prácticas hablan sobre sí mismas en sentidos
opuestos, no solo como agentes para el cambio y la reforma de los procesos
constitutivos de los sistemas educativos, sino también como instancias para
mantener su estabilidad y permanencia.
Al situarse la práctica como elemento estratégico tanto para el orden como
para el cambio social en el capitalismo tardío, en el diseño epistemológico de
las ciencias sociales de la posguerra II se situó a la práctica como dispositivo
privilegiado para pensar, para hablar y para legitimar la intervención en el
terreno educativo. El nuevo lugar de la práctica en la matriz de razón del ca-
pitalismo tardío nos lleva a preguntar: ¿qué valor adquiere la práctica para la
constitución de un modo de ser en el régimen económico neoliberal?, ¿cómo
se desplaza el valor de la práctica de la lógica económica neoliberal al campo
de la investigación científica?, ¿cómo se sitúa la noción de práctica en el diseño
epistémico del capitalismo de posguerra? y ¿qué dispone y constituye el sujeto
científico en el capitalismo tardío?
En este trabajo enfocaremos la relación entre la lógica del capitalismo tardío
(neoliberal) y el diseño epistémico de investigación social, con el objeto de dar
cuenta del cruce de reglas y categorías que, a la vez que constituyen un modo
de ser en el trabajo, dan un giro en el make up del yo científico. Para identificar
el deslizamiento de la lógica del trabajo al yo científico, se ha definido un dis-
positivo analítico que articula fundamentalmente las lógicas de la Sociología
346
Crítica de Boltanski, la Ontología Histórica de Hacking, el Policy Analisis pos-
fundacional de Fischer y la Historia Crítica de Foucault y Daston.
El análisis se desagrega en tres apartados. En el primero se analiza la crisis
del capitalismo tardío y la intensificación del uso de dispositivos para el con-
trol y la eficiencia en el trabajo, así como la relación de estos mecanismos con
la emergencia de nuevas categorías para describir y prescribir el ser eficaz en
el taller y la constitución de nuevos profesionales en el mundo laboral y en la
ciencia.
En el segundo apartado se analizan las tecnologías para el control y la neu-
tralización del yo científico en el modelo epistémico del capitalismo tardío-neo-
liberal. Finalmente, se revisa el funcionamiento de la práctica como teoría,
referente empírico y método, en la investigación educativa de finales del siglo
XX y principio del siglo XXI.
Entre 1920 y 1970, la crítica al sujeto racional, la crisis del capitalismo patrimo-
nialista que daba paso al capitalismo salarial y el debilitamiento de la soberanía
de los Estados nacionales, por la demanda de intervención de instituciones
supranacionales (Tulmin, 2001), son algunos factores que propiciaron un giro
en el modelo epistemológico de la ciencia social.
Las nuevas ciencias sociales asumieron un enfoque pragmático existencia-
lista en el que la acción apareció como referente objetivo de la existencia, y esta
última como núcleo de la subjetividad. Este enfoque consideraba que la acción
tenía como sustrato a la decisión, pero que el individuo era una entidad racio-
nalmente limitada. Por tanto, una decisión racional solo podía provenir de un
individuo organizado e institucionalizado (Simón, en Hayec, 2013).
Bajo el presupuesto de que el sujeto no es enteramente racional, pero podría
serlo (Hayec, 2013), las ciencias sociales de la posguerra II giraron la pregunta
sobre el núcleo de la identificación, quedó atrás el interés por aclarar si la gen-
te es o no racional y se viró hacia la búsqueda de los sistemas para producir
elecciones y, finalmente, acciones racionales. Este cambio sustituyó al sujeto
por la decisión como objeto de análisis. Analíticamente, la decisión aparecería
constituida por dos momentos: en primera instancia, estaría la articulación de 347
la lógica (elementos, reglas y relaciones) usada por el individuo para racionali-
zar la acción, y en un segundo momento aparecería la puesta en acto de dicha
lógica o sistema de razón.
La crisis del capitalismo de posguerra que impulsó la urgencia por raciona-
lizar la decisión individual para incrementar la eficiencia productiva, así como
el giro en el modelo epistemológico de la ciencia social, propiciaron que la
década de los sesenta y principios de los setenta se distinguiera por la acelera-
ción de los procesos de racionalización del trabajo (Pastré, 1983).1 La acelerada
racionalización del trabajo no solo intensificó la especificación de las tareas,
sino que las subdividió en otras cada vez más simples. Esta acción, que exigía
la tecnificación del trabajo y suprimía la improvisación en la labor industrial,
generó que la matrícula de estudiantes universitarios se quintuplicara por la
necesidad de certificar la incorporación de los algoritmos para la ejecución de
las tareas. Sin embargo, la acelerada tecnificación microespecializada no solo
produjo la descualificación del trabajo, sino que también degradó las esperan-
zas de los individuos de acceder a empleos autónomos y creativos.
Entrada la década de los setenta, el rechazo a la estandarización, a la rigidez,
a la jerarquización y a la falta de autonomía, ocasionó huelgas, ausentismos y
negación a aplicar modos operativos prescritos, que produjo efectos negativos
sobre la producción a tiempo y sin defectos. En este contexto, tenía menos
costo para la empresa negociar el salario del trabajador que tener una desor-
ganización de la producción o una pérdida de control en el taller. Acorde con
Boltanski y Chiapello (2010), en 1979 la desorganización en el trabajo le costaba
a Francia un 4% de su Producto Interno Bruto. La necesidad de controlar el
taller impulsó la investigación en sitio y la observación de las prácticas en el
trabajo. La búsqueda de control trasladó o intensificó en la investigación el uso
de nociones como probabilidad, riesgo, certificación, control, estímulo, etcétera.
El nuevo enfoque de investigación, sus instrumentos y prácticas, así como las
categorías de análisis, constituiría lo que Latour (2001) identifica, en términos
epistémicos, como el conjunto de pruebas para que el actor modifique su acción
y se exprese de un modo que no lo ha hecho. Traspuesta la lógica del nuevo
2 Así lo refiere Isaac (2013), en alusión al estudio que John Milton Roberts habría generado
sobre Navajo households.
350
contrapuestos, como la virtud y la falta, mientras que los efectos sociales de la
acción programada se identificaban en términos de riesgo y de salvación.
Acorde con Isaac (2013), Bale afirmaba que el complejo sistema de categorías
se iba extrayendo poco a poco, a través de pruebas generadas por medio de
múltiples sistemas de observación (psicología, sociología, antropológicas, etc.).
Hasta aquí, el dispositivo analítico generaría conocimiento a través del contras-
te entre los sistemas categoriales extraídos de distintas disciplinas asociadas
al campo de la conducta con las acciones y la interacción de los individuos en
grupos (como el taller o la escuela). Por otra parte, durante la década de los se-
senta emergieron modelos de investigación cualitativa que cuestionaron la en-
trada al campo con categorías construidas ex ante los objetos de conocimiento,
y establecieron que eran los casos de estudio los que generarían las categorías
teóricas. No obstante la emergencia de dichos modelos de investigación, en
términos epistemológicos se mantendría sobre ellos un par de interrogantes:
¿cómo se validan la categorías derivadas del sistema de observación? y ¿qué
determina que la inducción del caso a la teoría conlleve a un tipo de conoci-
miento probable?
Cuando se afirma que las listas de categorías especifican las acciones posibles
para un actor individual en situación de grupo, se sostiene a su vez que el sujeto
no solo se define por lo que se hizo, por lo que se hace, o por lo que hará, sino
también por lo que podría hacer. En otras palabras, el sujeto ontológicamente
fisurado por el límite constitutivo de la razón puede decidirse a través de los
algoritmos que especifican y prescriben su tarea. En el último cuarto del si-
glo XX, los organismos supranacionales como la ocde intensificaron el uso de
categorías que especifican, dimensionan, escalan y ponderan la acción de los
docentes, los estudiantes y los sistemas educativos. Su lógica de conocimiento
se apartó del realismo y se decantó por un nominalismo estático que ordena la
probabilidad (probable) de la acción.
Una acción es probable cuando se tienen pruebas de que ocurrirá. Sin em-
bargo, la determinación de la probabilidad está lógicamente precedida por el
sentido asignado a dicha categoría y a la noción de prueba alojada en su núcleo.
Para analizar el funcionamiento de la probabilidad, la prueba y la validez del 351
conocimiento, que se prescribe desde la perspectiva del nominalismo estático
asociado con la analítica categorial dicotómica de la posguerra, retomaremos el
caso de la producción y uso del conocimiento de organismos supranacionales
como la ocde. Este organismo ha fundado su injerencia a través del desarrollo
de conocimiento práctico que no solo prescribe la acción individual y sistémi-
ca de los actores educativos en los debilitados sistemas nacionales, sino que
también lo hace sobre el subsistema de generación de conocimiento (la comu-
nidad científica en el campo). En la lógica de la ocde, la probabilidad tanto del
conocimiento como de la acción que se prescribe no solo se asocia al moderno
significado de las nociones de probabilidad y prueba, sino que permanecen en
ella fragmentos de significación que provienen del significado primario que
prevaleció hasta entrado el siglo XVII.
A diferencia de la lógica moderna (siglo XVIII) en la que la probabilidad se
determina por los datos numéricos que operan como evidencia y fundamento
para la construcción de categorías, en su sentido primario, probabilitas «no es
sustento evidencial, sino sustento de personas respetables» (Hacking, 2005: 37).
Tanto la noción moderna como la primaria presentan problemas para identifi-
car la evidencia que aparece como la prueba que hace probable el conocimiento.
En el sentido primario, el término probabilitas –que no desarrollaba aun
en el siglo XVII la noción de evidencia, para su fundamentación– encuentra
problemas para validar el conocimiento al presentar como prueba de validez
la «probidad» de la autoridad en el campo (sustento de personas respetables),
porque traslada lo que sería la eventual prueba del testigo como prueba del ob-
jeto que se estudia o que se interviene. En este sentido, la opinión recomendada
por la autoridad es, de hecho, equivocada (Hacking, 2005).
Por otra parte, también es imprecisa la evidencia como prueba en la lógica
de la probabilidad moderna. Es equivocada porque se asume como evidencia
del objeto (o evidencia interna) lo que aparece como evidente a la observación
de investigador. La evidencia, a diferencia de lo evidente (los datos de los sen-
tidos), no es la cosa en sí, sino un signo de ella. La evidencia de que el hombre
caminó en la luna no es el hombre caminando en ella. Eso es la cosa en sí y
no un signo de ella. La evidencia es un signo y todo signo se estructura por los
referentes históricos, normativos y teóricos de quien lo registra. Por tanto, la
352
evidencia es siempre una construcción en la que los referentes del investigador
la convierten en signo del objeto que se analiza. Este signo opera como prue-
ba para que el objeto de estudio se exprese y ponga de manifiesto referentes
que no estaban antes de dicha prueba. En este caso, la construcción del signo
abandona el nominalismo estático para transitar al nominalismo dinámico.
En otros términos, la evidencia circula de los referentes del investigador a los
referentes del objeto y viceversa.
La ocde genera un conocimiento práctico que emerge a través de un sis-
tema de categorías en el que aparecen como pruebas tanto las descripciones
matemáticas derivadas de «los datos a los sentidos», como los significados y
recomendaciones de testigos y autoridades. En ambos casos, los sistemas de
categorías que constituyen el conocimiento de dicho organismo se fundan en
evidencias externas al objeto de conocimiento. Aquí se rompe la circulación de
evidencia y en su lugar ocurre una imposición. Es decir, la prueba del testigo,
la de la autoridad o la del investigador se reubica como evidencia del objeto de
conocimiento.
En sus estudios recientes, la ocde ha empleado como recurso para gene-
rar efectos de consenso efectivos sobre la probabilidad y las pruebas de su
conocimiento práctico, un criterio de validez asignado por las evidencias de
los testigos privilegiados y las recomendaciones de las autoridades teóricas o
en campo. Por ejemplo, en el análisis de las prácticas de formación docente,
«las evidencias» de los testigos privilegiados (algunas experiencias de países,
escuelas y directivos) se trasladan como evidencias de la formación profesional
en abstracto.
Por otra parte, el modelo epistémico neoliberal ha incorporado un compo-
nente moral a sus sistemas categoriales de modo que su funcionamiento no
solo produzca efectos de validez en términos analíticos, sino también en el
ámbito social. Los sistemas categoriales integrados en series de pares opues-
tos (dicotómicos) no solo inciden en el análisis científico, sino también en el
disciplinamiento individual. En el discurso científico de las agencias suprana-
cionales, las categorías de observación dicotómicas identifican a las prácticas
eficientes –«las buenas prácticas»– de aquellas que no lo son; por tanto, apa-
recen como una amenaza. En términos abstractos, como dispositivo analítico,
la lógica dicotómica identifica a «la realidad» a través de los pares riesgo-sal-
vación; virtud y falta, entre otros. El componente moral que se integra a estos 353
pares opuestos subvierte a las categorías e instala a dichos binomios, en térmi-
nos sociales, como centro de lo que Foucault (2011) identifica como la economía
de la obediencia. Así, el dispositivo analítico del modelo epistémico neoliberal
reduce la capacidad crítica sobre el neoliberalismo.
La lógica riesgo/salvación aparece simultáneamente en el diseño epistémico
neoliberal como referente para hacer visible «la realidad», como instrumento
para ordenar cursos de acción a nivel de sistema social y como dispositivo de
cuidado de sí individual. En los órganos de la ocde, como pisa y talis, el dis-
positivo de observación categorial por pares opuestos nutre al conocimiento
práctico que distingue y prescribe las prácticas eficientes. Para hacer eficaz
dicha prescripción, las categorías articulan proposiciones que operan como
mecanismos de clasificación, certificación y jerarquización de individuos.
En suma, el diseño epistémico del capitalismo tardío intensificó la investi-
gación in situ estableció como unidad de análisis a las prácticas de los sujetos
e introdujo a los pequeños grupos como unidad de observación (por ser más
eficiente al diseño experimental y su tratamiento). Este diseño epistémico ha
empleado como dispositivo analítico a sistemas categoriales dicotómicos y ha
utilizado como instrumento para la validación de sus proposiciones, como «evi-
dencia», a las representaciones matemáticas de los «datos de los sentidos» y el
testimonio de observadores y autoridades (un cruce de llamada probabilidad
primaria y moderna) que en ambos casos se ha situado como «evidencias»
externas al objeto.
4 «Esto no es un mero lingüismo, ya que las descripciones están integradas en nuestras prác-
ticas y en nuestra vida. Si una descripción no está, entonces las acciones intencionales bajo
esas descripciones tampoco pueden estar allí» (traducción mía).
356
de Glaser y Strauss en 1967. Aunque en el enfoque de la Teoría fundamentada
se proponía generar conocimiento fuera de los referentes teóricos existentes,
este modelo de investigación ha prevalecido dentro del sistema de razón del
capitalismo tardío-neoliberal. Dicho modelo separa la descripción del objeto
que espera ser descrito mediante la tecnificación de la observación. A diferen-
cia de los modelos de análisis deductivo que emplean la categorización como
dispositivo de tecnificación, la lógica inductiva tecnifica la observación a través
de los instrumentos para recoger y codificar información. Además, mantiene
la autoaniquilación del yo científico al establecer que la teoría resultante de la
investigación proviene del agente, excluyendo al investigador. Por otro lado,
ese y otros modelos de investigación cualitativa mantienen la práctica como
unidad privilegiada de análisis; a los grupos pequeños como entidad de obser-
vación y los testimonios de los agentes como evidencia para la validación del
conocimiento.
Paradójicamente, los modelos de investigación que se rehúsan a emplear la
teoría, más que innovar, ponen en acto los elementos de una teoría del cono-
cimiento dominante que niega justamente la relevancia de la teoría. Además,
los modelos de investigación del capitalismo tardío-neoliberal han desplazado
sutilmente las categorías desarrolladas para el control y la racionalización del
trabajo como la probabilidad, la prueba, el agente, la práctica, la observación, la
certificación y el riesgo, en tecnologías para modular las prácticas de la mente
y el cuerpo que han forjado el yo científico de finales del siglo XX y principios
del XXI.
La práctica, en particular la práctica narrada como experiencia de conoci-
miento válido, ha aparecido como núcleo del diseño epistémico del capitalismo
tardío-neoliberal. La relevancia de la práctica en la investigación no es otra cosa
que la práctica del consenso sobre el pragmatismo existencialista liberal, así
como de la superioridad del conocimiento práctico –que prescribe la acción–
sobre el saber teórico orientado al conocimiento del ser. En todo caso, acorde
con Fischer (2000), la práctica de un consenso sobre la relevancia de la práctica
en la generación de conocimiento genera la evidencia de que la política precede
a la investigación, que se convertirá a su vez en política, entrando así al terreno
de un modelo epistémico pospostivista.
La amplitud del consenso sobre la práctica está determinada por la mul- 357
tirreferencialidad con que aparece esta categoría dentro de la investigación
educativa.
Daniel Saur
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Presentación
E
ste texto tiene una doble finalidad. Por un lado, alentar una recupera-
ción de la Crítica de la Economía Política, que cayera en desgracia lue-
go de los serios cuestionamientos recibidos por el marxismo reificado,
cuestionamientos que erosionaron sus esencialismos, teleológico, de clase, eco-
nómico, etc., y que dieran lugar a lo que se dio en llamar posmarximo. Esta crí-
tica de la crítica –necesaria, por cierto– habilitó una secuencia de despliegues
teóricos y metodológicos que posibilitaron el ingreso de nuevos problemas al
campo de reflexión en las ciencias sociales y humanas, adoptando centralidad
en giros conceptuales sucesivos: culturalista, subjetivo, afectivo, etcétera. En
segundo lugar, este documento está orientado a brindar un ejercicio explora-
torio, a ofrecer una suerte de conjetura en estado de auscultación.
Para lo anterior, intentaré poner en línea tres nudos problemáticos diversos
y distantes en el tiempo. A pesar de ello, los he seleccionado para conformar
una secuencia que resalte ciertas continuidades y muestren puntos de con-
tacto, con el objetivo de ayudar a pensar nuestro tiempo histórico, los modos
en que se expresa la dominación, en particular lo que hoy podemos llamar
formas neoliberales de la regulación y el control social. Lo que intentaré es-
tablecer como serie son tres formas históricas de «despegue brusco» (Verón,
2013) y que aluden a elocuentes mutaciones en los modos de simbolización, en
2 Entre muchas otras deudas que tengo con él, agradezco al Prof. Miguel Haiquel haberme
puesto en contacto con este texto y el pensamiento de Marc Shell.
3 Si esto no alcanzara, por cierto, la fuerza militar ayudaría a convencer al más incrédulo a
aceptar algo que no es evidente ante los ojos, el poder de policía siempre ha promovido que
estos «escamoteos», con el tiempo, la insistencia y el garrote, sean aceptados como algo na-
tural e incuestionable.
ceso de abstracción en las formas de representar el valor. La materialidad del 363
metálico escamoteado es sustituida por la materialidad de la representación
simbólica del mismo. En perspectiva histórica, este proceso que comenzó vin-
culado a la división social del trabajo trajo consigo a los primeros equivalentes
genéricos (obsidiana, sal, saco de granos, metales preciosos, etc.) hasta encon-
trar en la moneda acuñada una forma de representación de alta efectividad que
se impuso durante largo tiempo. En esa línea, la historia de los equivalentes
generales ha tenido continuidad hasta llegar al dinero electrónico actual.
Por su lado, la pregunta que dispara el surgimiento de la filosofía –o sea, de
la metafísica– interroga sobre un más allá elaborado simbólicamente y que está
por detrás de la diversidad de lo existente, una búsqueda que en sus preguntas
y reflexiones atraviesa la materialidad de los objetos y busca lo homogéneo
donde la mirada incauta solo ve diferencia y heterogeneidad. En este punto,
la indagación sobre el «ser» de los objetos es un proceso de idealización que
procura avanzar sobre la pluralidad de formas en las que se expresa el mundo.
En relación con la tiranía, esta no guardaba en su origen el sentido peyora-
tivo y cruel que convoca en el presente; aludía, en cambio, a una nueva relación
establecida entre pueblo y gobierno. Con la llegada de la tiranía, el pueblo había
logrado relegar a la nobleza del poder ocupado por su condición social y eco-
nómica e imponía un nuevo modo de representación. Recuperando distintas
lecturas históricas sobre Giges, como las de Heródoto y Platón, Marc Shell se-
ñala que una de las características de esta nueva forma de gobierno residió en
la capacidad del tirano de descorporeizarse, volverse invisible, lo que podemos
encontrar expresado en la mitología a partir de la alegoría de los poderes má-
gicos de su anillo; la capacidad de este anillo de hacer invisible a su poseedor.
En los hechos históricos analizados, esta capacidad del tirano de «evadir»
las miradas se sostuvo con el establecimiento de todo un sistema de informan-
tes y soplones, los que configuraron una modalidad de visibilidad y escucha
unidireccional, que solo respondía al rey de manera lineal. El tirano estaba en
condiciones de saber y escuchar lo que hacían y decían todos, pero nadie podía
364
ver ni escuchar lo qué hacía o decía él (1981: 43). Giges, entonces, se había des-
corporizado, pasando a constituir una «abstracción» que gobierna.4
Estos tres acontecimientos coincidentes en una misma geografía y un mis-
mo tiempo histórico –una torsión en la representación del valor, una mutación
en la forma de concebir la diversidad del mundo y la descorporeización de la
autoridad– se habilitaron e impulsaron entre sí. Cada cual, a su manera, fun-
gió de condición de posibilidad de los otros, reforzando en su sistematicidad
su efectividad recíproca. De lo que estamos hablando aquí es de un notable
incremento en la complejidad social, resultado de desplazamientos simbólicos
múltiples, que generaron una mayor abstracción y sofisticación de los procesos
semióticos, a partir de un descentramiento significante de la evidencia per-
ceptual de los sentidos. En modo metafórico, podríamos decir que la alquimia
no fue una fantasía, ni un engaño; aconteció y fue exitosa. Llevada a términos
actuales, consistió en convertir papel pintado en dinero (Cabrera, 2006).
4 «Una vida comunitaria compleja requiere el desarrollo de una burocracia, lo que presupone
dos condiciones: el desarrollo de las formas de simbolización como la moneda y la escritura
y la relativa invisibilidad del gobernante» (Shell, 1981: 40).
ro quien regula el uso e intensidad de la herramienta, sino que es ella la que 365
imprime un carácter voluble al trabajador. La máquina le impone una veloci-
dad, una intensidad y una potencia que ya no depende del operario, modula su
cuerpo, su voluntad y lo supedita a la condición de apéndice de la máquina. Esta
metamorfosis plantea un cambio en la sensibilidad, las manos desnudas que
accionan directamente sobre el objeto tienen una sensibilidad distinta a las que
accionan instrumentos; sin embargo, hay instrumentos que pueden conside-
rarse extensión de las manos, pero hay otros que han adquirido tal autonomía,
que ya no pueden distinguir entre objetos y personas.
En el pasaje de los siglos XX al XXI podemos identificar una nueva trans-
formación de las formas de organización laboral que no estuvieron previstas
por Marx y que ya no responden estrictamente a los criterios de la subsunción
formal ni real del trabajo al capital. Para detenerme en esta mutación, me val-
dré del pensamiento de Jorge Larrosa Bondía (2018) y de una serie de autores
y textos que rescata en sus trabajos.
La primera referencia que me gustaría rescatar es la de Richard Sennett y su
libro titulado La corrosión del carácter (2000). En este texto, escrito en la bisagra
entre siglos, el sociólogo estadounidense pregunta: ¿por qué son tan difíciles de
entender las formas modernas de trabajo? Para acercar una respuesta, Sennett
comparte unas observaciones realizadas en una tradicional panadería de la
ciudad de Boston, en Estados Unidos, en dos momentos distintos. En su pri-
mera visita al lugar, a comienzos de los años setenta, el autor sostiene que casi
todos los empleados eran de origen griego, casi todos hijos de panaderos, en
algunos casos por varias generaciones, y habían trabajado allí toda su vida. La
panadería unía a los empleados creando una cierta conciencia de sí mismos y
les daba cierta identidad, donde la preparación del pan era un ejercicio coreo-
gráfico que requería años de entrenamiento. En el lugar se imponía el bullicio,
el olor a levadura y a sudor humano mezclado en las salas calientes, las manos
de los panaderos se sumergían constantemente mezclando la harina y el agua,
los hombres usaban la nariz y los ojos para saber cuándo el pan estaba listo. El
orgullo por el oficio era evidente.
Veinticinco años después, cerca del cambio de siglo, la panadería se ha con-
vertido en parte de una enorme cadena del ramo de la alimentación, que trabaja
según los principios de la especialización flexible usando máquinas complejas.
366
La panadería ya no huele a sudor, sostiene Sennett, es asombrosamente fresca
y bajo las relajantes lámparas fosforescentes todo tiene un aspecto extraña-
mente silencioso y lejano. La panadería informatizada ha cambiado profunda-
mente las actividades físicas coreográficas de los trabajadores; ahora no tienen
contacto con los ingredientes ni con los panes, supervisan todo el proceso en
pantallas mediante íconos y son pocos los panaderos que ven las hogazas del
pan que fabrican.
Frente a esta mutación, Sennett sostiene algo inquietante: «los panaderos
ya no saben cómo se hace el pan». La afirmación es polémica porque el relato
identifica dos tipos específicos de fabricación, solo que ahora se realiza bajo
un notable aumento de la complejidad tecnológica, supeditada a los principios
de la eficiencia, la rentabilidad y la división flexible de las tareas. En esta etapa
laboral, un trabajador puede ocupar cualquier lugar de la cadena productiva
porque solo tiene que aprender a presionar botones, requiere una calificación
rápida ya no necesita años de aprendizaje.5
Por su parte, el filósofo español José Luis Pardo se pregunta en su «Ensayo
sobre la falta de vivienda» (2006): ¿qué significa saber algo en la sociedad de la
información y el conocimiento? Para acercar una respuesta, se puede aludir a
la categoría de «trabajo general» de Adam Smith. El «trabajo general» no alude
a este o aquel trabajo, no es un trabajo específico ni situado, es simplemente
trabajo, una abstracción hecha por sobre cualquier determinación o cualifica-
ción puntual que pudiera precisarlo. La proletarización es exactamente eso,
apunta a un trabajador en general. Ya Marx había advertido en El Capital sobre
una forma de sociedad en la cual los individuos pueden mudar con facilidad de
un trabajo a otro, donde el carácter determinado del trabajo es fortuito y por
tanto indiferente, donde la actividad productiva se convierte en una gelatina
de trabajo indiferenciado. Al igual que el dinero hace desaparecer todas las di-
ferencias cualitativas de las mercancías, este radical nivelador borra, a su vez,
todas las diferencias específicas del trabajo (Marx, 1986).
5 Sobre este punto, Jorge Larrosa se pregunta si ese pan, será el mismo pan. Hubo un tiempo
en que el pan era sagrado, se le bendecía, no se podía tirar; la diosa Seres era la diosa del pan,
sostiene. Este pan posiblemente sea igual de sabroso, pero al no guardar la huella del trabajo
de los hombres seguramente ya no podría ser considerado un elemento sagrado, dice.
Jorge Larrosa recupera la metáfora de la gelatina, un material muy intere- 367
sante, ya que es incoloro, inodoro, insípido, soporte de cualquier colorante y
aromatizando, infinitamente moldeable. El Trabajo en general, y el trabajador
en general, sería como una especie de gelatina que se puede colorear, perfumar
o moldear de cualquier manera. Este trabajador es flexible, multiuso, multi-
funcional, adaptable, intercambiable, permanentemente reciclable y adaptable,
condenado a la obsolescencia programada (Larrosa, 2018).
Volviendo a Pardo, el trabajador flexible de nuestros días es aquel cuyo ofi-
cio carece de toda delimitación rigurosa. No es zapatero, ni sastre, ni siquiera
obrero de una cadena de montaje, sino que debe ser capaz de hacer cualquier
cosa en un periodo de formación permanente que se identifica con la longitud
completa de su vida laboral. A lo largo de su vida, debe estar dispuesto a rein-
ventarse, redefinirse y reajustarse cuantas veces sea necesario y, en la medida
que lo sea, frente a empleos potenciales y efímeros. El trabajador flexible de
nuestra época, permanentemente reciclable y sometido a una formación conti-
nua, sería una especie de trabajador en general, constantemente en formación
y por tanto en irrevocable minoría de edad.
En el contexto de lo que algunos llaman sociedad del conocimiento, otros
de la comunicación y la información, y que Jorge Larrosa prefiere llamar «ca-
pitalismo cognitivo», se produce una precarización y domesticación que no
solo afecta la condición laboral, sino que genera una pérdida de autonomía,
de autoridad simbólica y un vaciado del sentido existencial del trabajo. Hoy el
trabajo se ha hecho enormemente abstracto, fluido, ilegible, como una gelatina,
dice Larrosa (2018). Un operario o un trabajador pueden explicar a su hijo en
qué consiste su tarea cuando se es zapatero, bombero o pescador, pero cómo
explicar la tarea cuando se es asesor financiero, diseñador de costos o gestor de
recursos humanos. Larrosa alude aquí a la metáfora de las «manos que andan
perdidas por el mundo». 6
Lo que nos interesa de estos fragmentos que hemos recuperado, y la carac-
terización del trabajo que se realiza en ellos, es identificar de nuevo la presencia
6 Cuando las manos, dice Larrosa, no tienen objeto alguno al que imprimir una forma y al que
poder adherir un valor (objetivar y sopesar), el mundo pierde literalmente su valor para las
manos (todo pareciera dar igual). En esta situación, sostiene, las manos no pueden encon-
trarse entre sí, ni pueden encontrar su objeto, por lo que su movimiento pierde sentido.
368
de un diferimiento radical y su consecuente despegue brusco. La experiencia
del trabajo ya no es la del contacto del trabajador con su objeto, vehiculizado
por un instrumento que puede manejar, controlar, gobernar. Tampoco es la
experiencia de un desplazamiento mayor, resultado de la colectivización del
trabajo y la maquinización, donde el obrero participa teniendo aún, con cierta
claridad, una comprensión general del conjunto de la actividad y una mirada
comprensiva del proceso en el cual participa, con un lugar asignado en la se-
cuencia creativa y una participación activa en el resultado final.
A lo que nos referimos aquí es a un arranque brusco, que separa con vio-
lencia al trabajador del objeto en transformación, de la comprensión integral
del proceso y de su resultado. Nos referimos a una abstracción creciente que
ha producido un cambio radical en el proceso de valorización y en el vínculo
existencial del trabajador con su objeto. Un cambio que se expresa en la modifi-
cación de sus prácticas y que transmuta al obrero para convertirlo en «función
trabajo», se podría decir. Esta mutación tiene enormes consecuencias identi-
tarias, vinculares, afectivas y por tanto políticas, que repercuten con fuerza
en la forma de habitar el mundo y asignar sentido al propio lugar y el propio
quehacer, serie de modificaciones que han sido largamente reflexionadas por
el pensamiento anarquista. Solo se puede amar lo singular, dice Larrosa, lo que
se puede distinguir del resto, una parte específica y delimitada del mundo. Se
puede ser sensible a una actividad puntual a la que uno le dedica su tiempo, su
esfuerzo, su compromiso y energía. El autor insiste en que se puede amar o
tener pasión por un trabajo particular, definido, singularizado, pero no por el
trabajo en general, por el trabajo en abstracto, no se puede amar en general.7
7 Por los motivos señalados, seguramente, es habitual escuchar en la actualidad frases del
repertorio neoliberal del tipo «amo la innovación», «amo la creatividad», «amo colaborar»,
así, expresadas en general, desancladas de algún tipo de referencia concreta, lo que las hace
sonar tan vacías y sin sentido.
De la comunicación a la sociedad mediatizada 369
El tercer nudo problemático con el que deseamos cerrar esta serie está relacio-
nado con la construcción del espacio público, o con lo que podríamos llamar la
«realidad social en devenir» (Verón, 1995), y nos lleva directamente al corazón
de lo que deseamos mostrar.
Vinculado a lo que tan difusamente se reconoce como lo comunicacional
o informacional, hace ya más de dos décadas Derrida se preguntaba: ¿Quién
pensaría su tiempo hoy y quién podría hablar de él, si no prestara atención a
un espacio público y, por tanto, a un presente político transformado a cada
instante, en su estructura y contenido, por la tele-tecnología de lo que tan con-
fusamente se denomina información o comunicación? (1998: 15).
Esta pregunta cobra relevancia debido a que la dominación político-econó-
mica, la dominación cultural y su doxa resultante, pasa, como jamás lo había
hecho en el pasado, ni en tal grado ni bajo tales formas, por el poder tecno-me-
diático, ya sea a través de los medios tradicionales o de las nuevas virtualidades.
Los medios masivos han sido denunciados desde hace casi medio siglo por
corrientes críticas de pensamiento, señalados como hechuras gobernadas por
grupos económicos y políticos concentrados, con intereses e intencionalidades
sectoriales. Desde ese posicionamiento cuestionador, en el centro del dispositi-
vo productor de información late, desde los noticieros diarios las fake news que
circulan en las redes, la idea de tergiversación, manipulación y falsedad. A una
prudencial distancia de esas lecturas, que apuntan a la «adulteración» inten-
cional de los mensajes, desde perspectivas constructivistas se ha desmentido el
ideal que plantea la posibilidad de una sociedad informativa transparente. Sin
negar el impacto que pueda tener la propiedad y connivencia política y econó-
mica, sin ignorar las recurrentes operaciones de prensa, desde estas miradas
se señala la inevitabilidad de nuestro tiempo histórico como constructo «me-
diatizado», resultado de un inevitable encuadre ideológico siempre presente,
imposible de eludir (selección, tratamiento, edición, etc.). La consecuencia es
la imposibilidad ontológica de establecer un límite que distinga objetividad y
ficción, donde toda recuperación de los hechos es, inevitablemente, un armado,
ya se trate de la producción de contenidos para medios tradicionales o para
redes y comunidades virtuales.
370
Tanto los medios masivos, como las redes en sus distintas variantes y los
usos analíticos que se hacen de los datos que generan, cada dispositivo en su
especificidad se encuentra operando sobre, y en, la construcción de la actua-
lidad y del presente político, poniendo en funcionamiento «tecno-poderes» y
«tecno-saberes» que le son propios, clivando, invistiendo y performativamente
modulando la realidad, conformándola como una hechura ficcional (Derrida,
1998). Son numerosos los intelectuales que coinciden en subrayar la trascen-
dencia del estudio y conocimiento de lo «tecno-mediático», analógico o digital,
para la inteligibilidad de los procesos socioculturales contemporáneos y para
la compresión de su efectividad política. Es que, al analizar los cambios de las
condiciones históricas del presente, es indispensable detenerse en el impacto
que tienen estas tecnologías en las dimensiones simbólico-imaginarias de la
vida social, debido a los múltiples efectos que producen a nivel de las represen-
taciones de la historia y de la actualidad en todos los ámbitos.
El pensamiento comunicacional le ha dedicado tiempo a esta cuestión, los
análisis mediáticos la han tenido en su centro; la semiología, la filosofía de
la técnica y muchos de los estudios sobre la discursividad social han estado
preocupados por estas mutaciones. Vertientes potentes de estos campos de
reflexión apuntan, con centralidad, a señalar la relevancia creciente de los
procesos de diferimiento de sentido en las sociedades contemporáneas, de la
mayor abstracción que adquieren los fenómenos sociales a partir de esos pro-
cesos, del aumento de la complejidad semiótica y de los modos en que estas
lógicas afectan a la experiencia individual y colectiva. Es que hay una estrecha
relación entre los trastocamientos simbólicos de nuestro presente y las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación, ya que lejos de provocar una
simplificación o una ‘unidimensionalización’ de los discursos, la mediatización
vuelve las estrategias discursivas y a la sociedad toda, cada vez más compleja
(Verón, 1996).
En los estudios sobre comunicación y tecnología, pronto comenzó a per-
cibirse la problemática del desplazamiento, producto del incremento de las
interfaces y los problemas conceptuales que planteaba el diferimiento entre
producción y reconocimiento, generados a partir de la mediatización. Una pro-
blemática que se ha profundizado de manera acelerada desde comienzos del
presente siglo, fruto de la difusión generalizada de las redes, las comunidades
virtuales, la presencia de trolls y el enorme acopio informativo empleado para 371
usos comerciales y políticos, conocidos como datos masivos, big data, macro-
datos o mares de datos.
No obstante esta especificidad de la preocupación teórica, el problema no
es solo comunicacional, ni exclusivo de lo que se identifica o reconoce como
comunicación pública, difusión masiva o lógica de las redes; vivimos una época
en que, entre nuestro hacer y el objeto de nuestro hacer, hay innumerables me-
diaciones; las interfases van creciendo exponencialmente arbitrando nuestro
contacto con el mundo.
Cierre parcial
Referencias
Introducción
F
oucault, en el seminario Seguridad, territorio, población (2011), mos-
tró el paso de los procesos de disciplinamiento, basados en el control
de los cuerpos, hacia otra forma de regulación conocida como gu-
bernamentalidad. Recientemente, Han ha señalado que la sociedad ya no
es solo disciplinaria; afirma que la sociedad del rendimiento tardomoder-
na2 se caracteriza por la exacerbada autoexigencia y autoexplotación (2012,
2014a, 2014b). En su planteamiento, Han señala que los efectos del poder
disciplinario «en una particular lectura de Foucault» se combinan con los
mecanismos positivos del poder:
La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber […],
el inconsciente social pasa del deber al poder. El sujeto de rendimiento es más
rápido y más productivo que el de obediencia. Sin embargo, el poder no anula
el deber. El sujeto de rendimiento sigue disciplinado. Ya ha pasado por la fase
disciplinaria. El poder eleva el nivel de productividad obtenida por la técnica
disciplinaria, esto es, por el imperativo del deber. En relación con el incremento
Ahora bien, para que esa sociedad digital se produzca es importante reconocer
algunos supuestos implícitos en los planteamientos de Han. Uno de ellos se
relaciona con la superficie en la que se inscribe la sociedad tardomoderna: el
capitalismo. En el enjambre se sostiene que el capitalismo ya no es un sistema
basado en la dominación y lucha de clases, sino que se ha convertido en un
sistema de autoexplotación.
Los supuestos del pensamiento neoliberal […] predican que los únicos sujetos
relevantes de la vida social son los actores individuales, respecto de los cuales se
asegura que: a) cuentan con plena y adecuada información sobre el universo en
el cual se desenvuelven; b) lo anterior los habilita para tomar decisiones funda-
das racionalmente en la ponderación precisa de costos y beneficios, y por lo tanto
c) pueden actuar con plena libertad y adecuado conocimiento para satisfacer sus
intereses egoístas (Borón, 2005: 3).
La cita anterior nos muestra que los actores individuales son un elemento pri-
mario en el sistema neoliberal y en la sociedad digital, a pesar de que esta no
se concentra únicamente en las relaciones económicas; requiere de ellas para
organizar distintos modos de vida. Se promueve un discurso de autorrealiza-
ción individual que responde a la dinámica hiperproductiva del neoliberalismo
basada en la autoexplotación. «El sujeto de rendimiento está libre de un domi-
nio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano
de sí mismo» (Han, 2012: 20). A la cita anterior agregaríamos que este discurso
de plenitud, satisfacción, realización y orgullo es una manifestación del efecto
positivo del poder (poder-poder). El trabajador no existe. Los procesos con-
temporáneos de producción han desplazado al trabajo por la libre empresa;
el empleado es un ser dependiente, no ha logrado ser productivo, mal visto y
vituperado por no sumarse a las iniciativas emprendedoras del capitalismo.
Las condiciones actuales suponen que el libre mercado se rige por los más au-
daces; abundan frases como las siguientes: «cada uno gana lo que se merece»,
«quien labora más obtiene más», «los más desfavorecidos no hacen lo necesario
para recibir los frutos correspondientes a su trabajo». Aquellos casos en los que
se incumple esa regla son tratados como pequeñas excepciones. A través del
discurso de la autorrealización que encuentra en el «neoliberalismo» un terre-
no fértil, el sujeto ha devenido animal laborans con oportunidades ilimitadas
para ser él mismo enarbolando el rendimiento y el autoemprendimiento.
Sociedades digitales
Ahí la materialidad del objeto no puede ser absorbida por la pantalla verde, la
corporalidad y el rostro son reemplazados por «perfiles» –avatares–, nuevos
símbolos de la identidad. «El medio digital hace que desaparezca el enfrente
real. Lo registra como resistencia» (Han, 2014b: 29). En este sistema de virtua-
lización constante se exalta el progreso, la autonomía y la profesionalización
permanente que nos coloque en mejores condiciones para competir en el mer-
cado global.
¿Quién no desea ser libre?, ¿quién no sucumbe ante la seducción del capital?,
¿cómo no abandonar los procesos tradicionales que implicaban presencialidad
y compromiso por mecanismos más efectivos que utilizan los recursos míni-
mos necesarios para resolver tareas dejando «espacio» para otro tipo de activi-
dades y relaciones? Por ejemplo, los modelos de educación en línea –online–,
los procesos de gamificación y el uso de simuladores humanos con los cuales
se modifica las interacciones y se crea una pedagogía del ambiente controlado.
El sujeto del neoliberalismo puede ser libre, puede hacer más para vivir mejor,
o puede invertir su tiempo libre en actividades que le reditúen algún benefi-
cio, puede hacer ejercicio para estar en forma, puede producir más en menor 381
tiempo, puede profesionalizarse o crear una empresa desde su computadora.
En los tiempos que corren, encontramos que la sociedad del rendimiento
empata con los procesos de globalización, virtualización y desterritorialización
económica impulsada por el neoliberalismo (Berardi, 2003; Sennet, 2006). En
este periodo, los sujetos están convocados a trazar su propia ruta de éxito:
ser más productivo, ser emprendedor, innovador y competente aparece en el
horizonte de realización personal. En ese espacio, Han señala que los indivi-
duos neoliberales avanzan, producen, se mueven sin una dirección propia; sin
embargo, se consideran libres de lograr cualquier iniciativa o empresa. Esta
dinámica es una manifestación más de los efectos positivos del poder. Este pro-
ceso suele percibirse como logro personal, superación o progreso, sin observar
que ese fenómeno forma parte de una economía «global» desterritorializada:
La cita anterior nos recuerda los mecanismos biopolíticos que Foucault había
señalado como formas de autorregulación no disciplinarias, donde el autogo-
bierno es más efectivo que las leyes creadas por los Estados. En ese sentido, la
lógica que Han utiliza para presentar al sujeto del rendimiento, atravesado por
procesos hiperproductivos en la sociedad tardomoderna, es compatible con la
mirada foucaultiana en donde el poder y el deber se encuentran estrechamen-
te ligados. Ahí cobran importancia los procesos de subjetivación explicados a
partir de matrices de pensamiento, mecanismos psíquicos, biológicos y nor-
mativos que funcionaban como rejillas –grillas– de intelección desde los cuales
emerge el sujeto (2011).
En nuestra lectura, Han no establece ruptura, sino continuidad entre los
discursos de disciplinamiento y biopoder planteados por Foucault, los instala
en la sociedad digital, apostando por una idea de poder positivo e ilimitado
donde los procesos de virtualización y desterritorialización han sido favorables
a la producción de sujetos con múltiples perfiles. La crítica de Han señala que
la sociedad digital, lejos de presentar al sujeto de rendimiento como un esclavo,
lo presenta como el poseedor de sí mismo, capaz de lograr sus más íntimos
anhelos. La positividad del poder transforma el efecto de sumisión y control
del sujeto promovido por un discurso disciplinario del poder, en un efecto de
realización y liberación. Esto significa lo siguiente:
a) La positividad del poder se instala en el individuo: El individuo puede
ser.
b) El sujeto de rendimiento puede ser más: más productivo, más exitoso,
más rico, etcétera.
c) El poder positivo parte de una premisa: el individuo está habilitado para 383
ser aquello que desea ser y hacer.
d) «Poder ser» no solo contiene una promesa o instancia pasiva, se trans-
forma en instancia activa: Puedo ser.
e) La capacidad aparece como positividad. Usted es capaz de ser aquello
que desea.
Exceso de positividad
3 En nuestro planteamiento no compartimos la idea expuesta por Han; por el contrario, afir-
mamos que el biopoder permite el despliegue de técnicas de autorregulación que pueden ir
en direcciones distintas a las intenciones políticas del poder soberano y del poder discipli-
nario.
Positividad y negatividad 387
Al inicio de este trabajo introdujimos la siguiente frase «la positividad del poder
es mucho más eficiente que la negatividad del deber […], el inconsciente social
pasa del deber al poder […] Sin embargo, el poder no anula el deber» (Han, 2012:
17). Tal como acabamos de analizar, la positividad se concibe como posibilidad
y la negatividad como prohibición. Y en este punto hacemos algunas preguntas
y comentarios. En primer lugar, reconocemos que la sociedad de la transpa-
rencia se caracteriza por el exceso de identidad, puede considerarse como una
sociedad de la presencia, y para que esta sea plena requiere de la positividad
en todas sus dimensiones (Xolocotzi, 2018: 23). En segundo lugar, asumir sin
cortapisas los argumentos de Han implicaría aceptar que la sociedad del ren-
dimiento es una instancia plena, positiva y transparente (2013). Si esto es así,
su transparencia significaría que
a) Sería posible ver sus vacíos, huecos por llenar con nuevos elementos
o positividades. Empero, si esos vacíos fueran visibles, estaríamos en
condiciones de cuestionar su presencialidad plena.
b) Al ser transparente y, en caso de no tener algún vacío o carencia, la
sociedad del rendimiento estaría plenamente colmada; por tanto, no
habría espacio para introducir otras positividades, de tal manera que
sería imposible desplegar el poder positivo de manera ilimitada.
c) Por el contrario, si la sociedad de la transparencia se establece como
un sistema con límites establecidos, entonces estaría condenada a su
propia extinción, porque no sería capaz de extender su dominio hacia
otros objetos.
d) Y si estuviera en permanente expansión sería imposible determinar su
plenitud, pues estaría en proceso de transformación continua.
+ Negatividad
Volvamos a la pregunta inicial que motiva esta larga disertación: ¿tiene el po-
der un modo de presentarse distinto a la positividad, es decir, además del po-
der-poder es posible pensar en la negatividad del poder? En la sección anterior
ya podíamos atisbar una primera respuesta de Han (2012): el poder es positivo,
pleno e ilimitado. ¿Cómo explicamos la configuración de ese poder positivo?
Conviene recordar que Han ha señalado que el poder positivo que induce a la
productividad es más efectivo que el poder disciplinario. Sin embargo, hemos
sostenido que en este caso encontramos: el poder de hacer y el poder de prohi-
bir. El poder puede oponerse al deber, pero esa relación no representa negativi-
dad alguna porque ambas positividades se articulan: la capacidad del poder no
niega la existencia del deber; por el contrario, el deber se establece ejerciendo
el poder de prohibir o imponer. Ambos son positividades.
Asumir que el poder positivo es pleno e ilimitado significaría que ningún
elemento interior o exterior puede impedir su desarrollo. Empero, nos interesa
sostener que sí existe un elemento capaz de imponer un límite al poder posi- 389
tivo: «la negatividad es el límite en la constitución de la objetividad» (Laclau,
1990: 43). En esa dirección introducimos el siguiente planteamiento:
Si una identidad es negada, esto significa que su plena constitución como obje-
tividad es imposible. Esto abre dos alternativas: o bien el elemento de negativi-
dad es reabsorbido en una positividad de orden superior que la reduce a mera
apariencia, o bien la negación es irreductible a toda objetividad, lo que significa
que pasa a ser constitutiva (Laclau, 1990: 33).
Opacidad y dureza
Reintroducción de la negatividad
En las secciones anteriores hemos visto que Han ha introducido la idea de una
sociedad positiva, plena y objetiva: transparente, donde la negatividad ha sido
erradicada. Lo positivo borra la negatividad de lo otro. En los planteamientos
anteriores, lo positivo ha sido asociado con libertad, posibilidad, productividad,
todo ello en contraposición a la dominación que, «aparentemente», ejercía la
sociedad disciplinaria, a partir de la contraposición entre el poder y el deber.
Hemos visto con la lógica del antagonismo que una sociedad como instancia
plena e ilimitada es imposible por la presencia de una negatividad que simul-
táneamente amenace y confirme su existencia (Laclau, 1990). ¿Qué implicacio-
nes tiene usar esta lógica para comprender los procesos de subjetivación en el
tiempo presente? Nuestra respuesta ofrece dos posibilidades; por un lado, nos
permite poner en suspenso la idea de que todos los procesos contemporáneos
nos conducen indefectiblemente a la sociedad del cansancio como modo de ser,
como autoexplotación. Y, por otra parte, al cuestionar si la sociedad de la trans-
parencia es el único derrotero posible en el contexto neoliberal, enfrentamos la
tarea de pensar nuestras condiciones de existencia.
¿La sociedad disciplinaria consiste, efectivamente, en una sociedad centra-
da en los procesos de dominación y en el ejercicio del poder soberano? Coin-
cidimos con Han en que, en efecto, el control sobre los cuerpos y las almas se
ejercía a través de un poder dominante. Aunque Foucault adelantaba que esas
formas de poder no eran las únicas, para Han la idea un biopoder no resolvía
esta cuestión. «El panóptico digital no es una sociedad biopolítica disciplinaria,
sino una sociedad psicopolítica de la transparencia» (Han, 2014b: 78). La cita
anterior sugiere que los procesos disciplinarios no fueron capaces de penetrar
en el modo de pensar de los sujetos; en cambio, en la sociedad de la transpa-
rencia los procesos de vigilancia y control digital han sido muy efectivos para
leer los pensamientos de los sujetos. La efectividad de este panóptico digital,
como lo describe Han, radica en la ruptura del mecanismo de prohibición que
392
el deber imponía a los individuos y el arribo de un poder positivo que permite
su autorrealización.
Ya hemos señalado que la asociación entre deber-negatividad y poder-posi-
tividad es inadecuada porque la negatividad implica la imposibilidad de cual-
quier objetividad y que tanto el poder como el deber son dos positividades. Sin
desprendernos por completo de la afirmación anterior, reconocemos que el sis-
tema de poder disciplinario es un poder basado en el control y la dominación,
pero no consideramos que este sea la expresión de la negatividad. En efecto, el
poder del soberano y el poder disciplinario representan dos mecanismos que
condicionan el proceso de subjetivación a partir del control de los cuerpos y
el castigo. Sin embargo, Foucault mostró otros mecanismos que no se basan
en el poder represor, sino en el poder productivo que incide en otras formas
de subjetivación. La agudeza de Han radica en que permite identificar algunos
mecanismos y dispositivos digitales que favorecen la emergencia de otros su-
jetos: los individuos neoliberales.
Antes de continuar con ellos, nos detenemos en una precisión interesante:
aceptar que el poder disciplinario se basa en la prohibición –sujeción– y el
poder positivo en la libertad no convierte al primero en la negación del se-
gundo. En cualquier caso, la negatividad está presente tanto en el sistema de
poder disciplinario como en el poder positivo de la sociedad de la transparen-
cia. Introducir la negatividad como amenaza a la plena constitución del poder
no significa regresar a un sistema disciplinario basado en la prohibición, sino
encontrar a un elemento capaz de poner un límite a la positividad del poder y
amenazar su plenitud.
Dolor
Sujetos dolientes
El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacte-
rial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el
trastorno por déficit de atención con hiperactividad (tdah), el trastorno límite
397
de la personalidad (tlp) o el síndrome de desgaste ocupacional (sdo) definen el
panorama patológico de comienzos de este siglo. Estas enfermedades no son
infecciones, son infartos ocasionados no por la negatividad de lo otro inmuno-
lógico, sino por un exceso de positividad (Han, 2012: 7).
Referencias
A Carlos Echavarría
Con hermandad
Introducción
E
l propósito de este capítulo es reflexionar en torno a las huellas del
neoliberalismo en dos ámbitos de la violencia. Para fines de esta in-
vestigación, retomo la categoría de violencia desarrollada por Žižek y
por Balibar, en tanto ambos teóricos enfatizan en la existencia de dos tipos de
violencia: la sistémica y la subjetiva. Žižek (200: 25) plantea
De acuerdo con diversos teóricos (Ianni, 1996; Petras, 2003; Arizmendi, 2003),
una de las principales consecuencias de la globalización neoliberal sobre el
mundo del trabajo se refiere a lo que se conoce como la nueva división inter-
nacional del trabajo, producto de la intensa y generalizada internacionalización
del proceso productivo. Esto involucra dos tendencias. La primera alude a que
las corporaciones ya no se concentran en los países centrales, sino que se des-
plazan hacia los diversos países produciéndose una organización del proceso
de trabajo y producción en términos de subcontratación, flexibilización laboral
y precarización de las condiciones de trabajo, procesos de los cuales la indus-
tria maquiladora es la muestra más representativa.
La segunda tendencia da cuenta de que en sus países de origen las empresas
se enfrenten a una competencia cada vez más fuerte, en la que industrias con
altas tasas de ganancia coexisten con empresas que tienen capacidades cada
vez más precarias de producción y bajas ganancias; estas últimas en mucho
subsisten gracias a la contratación de fuerza de trabajo migrante que ingresa y
402
permanece en el mercado laboral nativo en condiciones similares a las de los
países periféricos.
A este proceso se le conoce también como la «fábrica global» porque, y de
acuerdo con Ianni (1996: 6),
1 Ambos son fenomenos del capitalismo explicados y definidos por Marx en su obra El Capital.
La centralización de capital consiste en el crecimiento del volumen del capital por la unión
de varios capitales en uno solo o por la absorción de uno de ellos por otro. Este proceso
significa que entre los capitalistas se redistribuyen capitales ya acumulados. Se diferencia
de la concentración de capitales precisamente en que solo presupone la redistribución de
los capitales ya existentes y por tanto no depende del aumento absoluto de la riqueza social
ni de la acumulación. Al centralizarse el capital, también se provoca una concentración de
capital. Explica Marx que la competencia entre capitalistas y el desarrollo del crédito capi-
talista sirven de palanca para la centralización del capital. La centralización del capital hace
que la riqueza social se concentre en un pequeño grupo de grandes capitalistas o en una
unión de ellos. Una de las formas en que el capital se centraliza es la sociedad anónima, por
ejemplo, los trust. Con la centralización, ciertos propietarios de medios de producción se
arruinan y son absorbidos por otros, crece la riqueza en manos de los mayores capitalistas.
Según la economía marxista, la centralización del capital, lo mismo que su concentración
[…] conlleva un giro radical del capitalismo, el cual desborda las fronteras nacio-
403
nales y subordina a otras formas de organización social y técnica del trabajo, de
la producción y de la acumulación de capital. La internacionalización de capital
significa simultáneamente la internacionalización del proceso productivo y la
internacionalización de las clases sociales en sus relaciones, reciprocidades y
antagonismos.
La famosa muñeca Barbie dice «Made in América», pero la caja en la que viene
dice «Made in China». Si rastreamos el camino de producción de la muñeca
surgen preguntas acerca de cómo podríamos identificar su lugar de origen y
de cómo la fábrica global de la producción enlaza diversos lugares del centro y
la periferia, del mundo globalizado
En este contexto, y de acuerdo con datos de Tempest (1994), Barbie está he-
cha de plástico inyectado en moldes en dos fábricas al sur de China adyacentes
a Hong Kong, una en Indonesia y otra en Malasia. Barbie jamás ha sido fabri-
cada en Estados Unidos. La primera muñeca fue producida en Japón en 1959. A
medida que los costos se incrementaron en Japón, la producción se trasladó a
otros sitios en Asia. En un tiempo, el productor Mattel tenía fábricas de Barbie
en Taiwán, Hong Kong y Filipinas. En 1988, tras una huelga Mattel cerró sus
dos fábricas de Filipinas con una pérdida de 4000 puestos de trabajo. El plástico
abs está hecho de etileno, refinado de petróleo proveniente de Arabia Saudita y
muy utilizado en la elaboración de juguetes. El pelo de nylon de Barbie proviene
de Japón. Su escenario de cartón está hecho en Estados Unidos. La manufactu-
ración y el embalaje son dirigidos desde Hong Kong.
La historia de su producción comienza en la Corporación Mattel, una de las
más grandes compañías de juguetes del mundo, y fue idea de Ruth Handler,
esposa del cofundador de dicha compañía. Es en esta donde se maneja infor-
mación sobre precios de insumos y salarios para decidir acerca de las mejores
localizaciones para comprar las materias primas necesarias y para ubicar a los
países donde maquilarla resulte más redituable.
En este contexto, el proceso de producción de la Barbie es solo una represen- 405
tación de la forma en que la fábrica global ha venido operando a partir de la di-
visión internacional del capital y el trabajo, de tal manera que el cuerpo obrero
globalizado actúa como fuerza de trabajo sometida a una división social laboral
internacional. A su vez, en este modo de producción de la mercancía Barbie, el
obrero es transformado en mercancía explotada, parcializando y atrofiando su
intelecto y su corporalidad, como desde Marx se desentrañó.
En su análisis de la subsunción formal, venta de la fuerza de trabajo al ca-
pitalista, producción parcial de la mercancía y procesos de trabajo sometidos
al mando y la vigilancia de este, Marx (2005: 36) señala: «Veremos cómo, en
especial con la maquinaria, la ajenidad entre las condiciones del trabajo y la
modalidad del trabajo mismo se fija en la conciencia del capitalista y es presen-
tada al trabajador como algo inobjetable». Es decir, la relación capital-obrero
aparece no solo mediada por la técnica, sino también como relación cosificada;
el obrero, en tanto cosa, trabaja la materia, produce mercancías y se relaciona
con un amo maquinizado; de hecho, la Barbie misma es un espejo de dicha
maquinización.
Por ejemplo, y de acuerdo con Giddens (2014) y a Tempest (1994), si bien
en un tiempo Japón y Taiwán eran los principales productores de juguetes de
la economía mundial, en la medida en que sus economías se diversificaron
en una producción de capital más intensivo, se transformaron en proveedo-
res de los plásticos que hasta entonces habían provenido de Estados Unidos y
de Europa Occidental. La producción se trasladó a lugares de tasas salariales
menores como, por ejemplo, las de China. Fabricar a Barbie es un trabajo ex-
tremadamente intensivo. Los trabajadores deben manejar moldes de plástico,
coser ropa y pintar los detalles sobre las muñecas. Una Barbie típica requiere
15 pasos separados de pintura. Estas tareas no pueden ser realizadas por má-
quinas.2 Así, las dos plantas de Barbie en China emplean aproximadamente
2 Marx conceptúa a la Subsunción formal como «el capitalista […] cuidará, en fin, de que el
trabajador trabaje realmente, que lo haga el tiempo completo y que solo gaste el tiempo de
trabajo necesario, es decir, que trabaje el quantum normal en un tiempo determinado. En
todos estos aspectos, el proceso de trabajo, y con él el trabajo y el trabajador mismo, entran
bajo el control del capital bajo su mando. A esto llamo yo la subsunción formal del proceso
del trabajo bajo el capital». Marx (2005: 21).
406
11 000 trabajadores, fundamentalmente mujeres solteras entre 18 y 23 años de
familias campesinas de regiones pobres del interior de China que son traídas
para trabajar en las fábricas por un periodo de 2 a 5 años. Por tanto, Barbie is
made in China.
Lo paradójico de esta situación es que son mujeres pobres las que fabrican
y visten a la Barbie, ícono de la mujer rica y blanca; son las mujeres chinas las
que reproducen el sometimiento no solo de sus cuerpos a la producción ma-
quiladora, sino también construyen la figura Barbie como cuerpos socialmente
diferenciados, subordinados y publicitariamente sometidos a los controles de
la heteronormatividad; es decir, a través de los controles que se ejercen desde
la publicidad se proponen identidades de género que consolidan los roles tra-
dicionales en la forma de habitar y vestir al cuerpo, especialmente en las Barbie
Siters o las Barbie Fashion.3
Siguiendo a Giddens (2014) y a Tempest (1994), en la balanza comercial –
donde se definen los déficits y superávits del intercambio comercial de un
país– Barbie es un producto de exportación de la China. En realidad, un gran
número de firmas en diferentes países contribuye a su producción y obtienen
sus beneficios del producto final. Las firmas chinas y sus trabajadores obtie-
nen solo aproximadamente 35 centavos de los 2 dólares que tiene cada Barbie
como valor de exportación cuando abandona Hong Kong. El precio de venta
de Barbie en Estados Unidos ronda los 9.99 dólares. En 1995, Barbie reportó
1.4 billones de dólares en ventas para Mattel. Es vendida en 140 países a un
ritmo de 2 muñecas por segundo. Más del 40% de las muñecas son vendidas
en Europa y Japón.
En este aspecto, siguiendo a Foucault (1976 140), quien en su reconocida
obra Vigilar y castigar profundiza en el cuerpo como representación del hom-
bre máquina:
3 Estas muñecas Barbie tiene características específicas, la Barbie siter es la clásica mujer
latina cuidando niños blancos y la Barbie fashion es la representante de diversas modas.
que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado
407
y perfeccionado.
[...] la sutura dentro del relato a través del cual se originan las identidades es, en
parte, en lo imaginario (así como en lo simbólico) y por lo tanto, siempre, en par-
te es construido en la fantasía, o cuando menos dentro del campo fantasmático.
4 Lacan 91990:91) ubica el origen de la identificación del sujeto en el llamado «estadio del es-
pejo», el cual alude a «comprender el estadio del espejo como una identificación en el sentido
pleno que el análisis da a este término: a saber, la transformación producida en el sujeto
cuando asume una imagen […] El hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosa-
mente nos parecerá por tanto que manifiesta, en una situación ejemplar, la matriz simbólica
en la que el yo se precipita en forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la
identificación con el otro...».
de la relación con lo que no es, precisamente con lo que falta, con lo que ha sido 409
llamado su exterior constitutivo que la identidad puede ser construida.
En este contexto, podríamos decir que insertarse en una estructura econó-
mica, política, social y cultural establecida (el orden simbólico mismo, el gran
Otro lacaniano) implica también la búsqueda constante del llenado de la falta
que se oculta en el objeto-causa de deseo; este opera como aquello que dota
de sentido a la búsqueda de una identidad plena, búsqueda que nunca logra el
llenado de la falta, pero que, de acuerdo con Žižek (1998: 74), introduce el deseo
como fundamento del sujetamiento:
[…] el objeto a, el objeto causa de deseo, un objeto que, en cierto sentido, es puesto
por el deseo mismo […] el no existe, ya que no es nada más que la encarnación,
la materialización de esta distorsión, de este excedente de confusión y perturba-
ción introducido por el deseo en la denominada «realidad objetiva».
De esta forma, el objeto a en tanto fantasía del sujeto en falta, cobra una figura
fantasmagórica, lo cual es contrario a la postura sostenida por Remedi (2007:
233), quien señala:
[…] no se trata de una situación que apenas emerge, el problema está tan avanza-
do que, por un lado, a estas mujeres les ha dado por llamar de manera cariñosa
o a modo de clave «Mía» a la bulímica y «Ana» a la anorexia. Así, preguntan en
los chats que promueven la anorexia y la bulimia como modos de vida: ¿eres
una princesa Ana o Mía? Por otro lado, el vínculo identitario que se ha creado en
torno a las imágenes de Ana y Mía señalan una marcada discriminación con las
mujeres que no comparten este estilo de vida, de tal modo que en algunas pági-
nas de la red se leen frases como: «si no eres Ana o Mía, mejor sal del sitio porque
no eres aceptada, no queremos que asquerosas bolas de cebo o mediocres que se
conforman con estar en su justo peso pretendan ser princesas como nosotras.
Esta brillante investigación nos sitúa frente a una imagen corporal de princesa,
de marcas aristocráticas hereditarias, porque detrás del estereotipo de delga-
dez de la Barbie subyace una red compleja de atributos de clase y de raza, red
que se sustenta en una subjetivación5 caracterizada no solo por situar el cuerpo
[…] la plusvalía, es la causa del deseo del cual una economía hace su principio: el
de la producción extensiva, por consiguiente, insaciable, de la falta –de- gozar.
Por una parte, se acumula para acrecentar los medios de esta producción a tí-
tulo de propiedad, por la otra, extiende el consumo, sin el cual esta producción
sería vana, justamente por su inepcia a procurar un goce con que ella pueda
retardarse.
Desde esta articulación puede entenderse que uno de los pilares más impor-
tantes de la acumulación de capital es la esfera del consumo; de hecho, si las
mercancías no se venden, el plusvalor contenido en ellas no se realiza, lo que
implica una lógica que no solo atiende a la satisfacción de las necesidades ma-
teriales (valor de uso), sino también a una construcción incesante de nuevos
deseos de los sujetos, presentificados en este pequeño objeto a, lo que siguiendo
a Baudrillard (1977: 80) supone la extrema manipulación de los signos, fenó-
$ D
Es decir, Ana y Mía son también voces de protesta que usan el cuerpo para
expresarse, pero no por ello dicha rebelión es invisible, fragmentada y subor-
dinada y responde a la pulsión de muerte, goce central del capital.
La segunda manifestación del deseo –deseo de ser deseada por el Otro, de-
seo de prestigio– toma su cuerpo en el fantasma, el cual representa al deseo
como tal, es el sostén del deseo, superficie hueca, pantalla para su proyección.
Si observamos la figura de la Barbie, esta es solo un fantasma de la mercancía,
un fetiche6 que a la manera de Marx responde a un fenómeno social/psicoló-
gico donde, en una sociedad productora de mercancías, estas aparentan tener
una voluntad independiente de sus productores, es decir, son fantasmagóricas.
La crueldad del capital, plasmada fanstasmagóricamente en el fetiche Bar-
bie, genera además la imaginarización del goce, el cual da cuenta del placer en
el displacer, como señala Stavrakakis (2008: 99):
Hay que distinguir la enorme diferencia entre deseo y goce, en el deseo ya desde
la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel y su célebre obra Fenomenología del
espíritu se postulaba la independencia y sujeción de la autoconciencia: señorío
6 Marx (1848: 63) plantea: «El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, pura y simple-
mente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de estos como si fuese
un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural de estos objetos,
como si, por tanto, la relación social que media entre productores y el trabajo colectivo de
la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus
productores».
414
y servidumbre, contextualizada históricamente en la rebelión de 1804 de los
esclavos haitianos. El análisis de las figuras del amo y el esclavo comienza en
Hegel por el desentrañamiento de la conciencia Hegel inicia el capítulo IV, «La
verdad de la certeza de sí mismo», con una reflexión en torno a la autoconcien-
cia, que se refiere al acto de que la conciencia se toma a sí misma como objeto;
Hegel señala (1807/ 1996: 107): «Hay que ver cómo comienza surgiendo esta fi-
gura de la autoconciencia. Si consideramos esta nueva figura del saber, el saber
de sí mismo…»; en este aspecto, la autoconciencia actúa como certeza de sí, es
capaz de producir abstracciones conceptuales. Hegel plantea (1807/1996: 108):
Abolir la propiedad tanto del cuerpo de uno mismo como de otro es una opera-
ción inherente a la imaginación del perverso, el perverso habita el cuerpo del
otro como si fuera suyo, y de este modo atribuye el suyo propio a otro.
Fue este sagaz escritor quien planteó con mayor lucidez los temas del
goce del Otro, del goce del esclavo y del goce del perverso y quien supo
señalar la función corruptora de los servomecanismos orientados a
la producción de gozar en la maquinaria sadiana, tal como hoy en día
la vemos funcionar a nivel mundial.
Es la Barbie la que establece las bases para volver a la subjetividad en un aparato 419
gozogeno, claramente visto en las muñecas sexuales o en los aparatos sexua-
les muy de moda hoy y que solo obedece a un simulacro al servicio de una ley
capitalista de acumulación patriarcal que se mira en su espejo grotesco y sola-
mente así puede reproducirse: como siervos. En suma, la Barbie representa la
autosubjetivación del sí mismo como objeto, objeto que no solo es objeto para
ella misma, sino que vuelve al otro, es decir, al sujeto masculino también ob-
jeto; no eres hombre para una Barbie, sino representas a su fetiche: Ken, rico,
guapo y elegante. Aunque estos dos últimos atributos en nuestro país quedan
subordinados al primero, ejemplo emblemático es el de los porkys, violadores
tumultuarios de Dafne en el estado de Veracruz, quienes por ser ricos tuvieron
penas mínimas, cuando no salieron con multas de 15 000 00 pesos. En palabras
de Sócrates,
[…] no es poca la ganancia que piensas sacar de mí: lo que intentas es adquirir
algo que es bello en verdad a trueque de lo que es bello en apariencia y lo que
pretendes es en realidad cambiar oro por bronce.
Los porkys, reflejos de una clase que todo lo compra con oro, la ramera de los
hombres patriarcales para quien la piel morena de Dafne es bronce, como son
bronce nuestra piel y nuestro país.
De tal suerte que el sujeto-objeto construye objetos y pierde así el sentido de
sí mismo reflejando de esta manera la estructura capitalista en la cual el sujeto
no solo es objeto en tanto fuerza de trabajo, sino también en tanto corporalidad
alienada al mandato capitalista de gozar, destruyendo al otro y a sí mismo. La
Barbie, como objeto-cuerpo, se construye socio-simbólicamente tanto desde lo
simbólico como desde lo imaginario interpelando a las mujeres y generando un
profundo sometimiento, porque les hace creer que son ellas mismas cuando
son solo un fantasma tanto de la industria capitalista patriarcal como de los
mandatos del gran otro lacaniano.
Referencias
E
n los diferentes capítulos de la obra se hace patente cómo, en la pers-
pectiva de los autores convocados, el programa neoliberal ha dejado
profundas huellas en diferentes ámbitos de la educación, la ciencia y la
formación de sujetos sociales en América Latina, y marcadamente en México
y Argentina. Algunas de sus consecuencias son evidentes, en el sentido de que
están a la vista y son duraderas, tienen implicaciones muy graves, pues han
generado exclusión social, desempleo, precarización salarial, deterioro siste-
mático del medio ambiente, pero también de las condiciones de vida. Otras de
sus consecuencias no son tan evidentes y para ser abordadas se requiere de
reflexión, de análisis y de discusión colectiva, ya que apuntan a tramas más
sutiles que pueden fácilmente ser confundidas, trivializadas o esencializadas,
tanto en el debate público como en el debate académico.
El objetivo de esta obra es en buena medida abonar, sobre todo, a este segun-
do punto, detener temporalmente el flujo del debate y capturarlo en renglones,
párrafos y páginas que permitan mostrar cómo diversos académicos, mujeres
y hombres de diferentes latitudes, reflexionan sobre este gran tema de nues-
tro tiempo haciendo foco en asuntos que por lo regular quedan poco visibles
o pasan demasiado rápido en la conversación pública: los sujetos educativos y
científicos, las políticas y las reformas, la regulación social, la mediatización,
la violencia. Se ha tratado, de inicio a fin, de propiciar un diálogo con múltiples
voces y preocupaciones.
Entre las y los autores parece haber consenso en identificar al neoliberalis-
mo como uno de los grandes adversarios políticos de nuestra época, que debe
ser mejor entendido y consistentemente combatido. Parece haber consenso en
cuanto a que el neoliberalismo, en tanto significante estelar en diferentes cir-
cuitos, ha logrado una atención mediática importante que ha obligado a miles
de personas a posicionarse frente a él, aunque no se tenga del todo claro cuál 423
es la naturaleza específica de dicho adversario y qué lo diferencia de otros muy
parecidos, como el capitalismo global.
También parece haber consenso en que la educación, la ciencia y los su-
jetos científico-educativos han sentido fuertemente el embate del programa
neoliberal de diversas formas: a través de políticas y de reformas educativas
agresivas o impositivas, o mediante recortes a financiamientos o apoyos otrora
importantes para desarrollar sus actividades. No menos importante, parece
haber consenso en cuanto a que el neoliberalismo en sus diferentes facetas o
rostros tiende a producir espaciamiento, diferenciación, anomia social, más
que articulación o solidaridad.
Desde otro punto de vista, es claro que los autores que participan en esta
obra, provenientes de diferentes instituciones de América Latina, no estamos
de acuerdo en todo, lo cual hace patente la importancia de sostener y proyec-
tar el debate. Se notan las diferencias sobre las atribuciones causales, sobre
los alcances y las consecuencias de las políticas y de la matriz de valores di-
seminada por el programa neoliberal. Solo algunos ven verdades evidentes o
contundentes sobre las políticas de ajuste, o sobre el desmantelamiento del
Estado que impacta, por ejemplo, la educación. Otros ponen el acento en que
el neoliberalismo requiere, más bien, un Estado funcional y maleable. En la
obra se han podido notar puntos de vista contrastados sobre hasta qué punto
es posible afirmar que el neoliberalismo puede ocupar la subjetividad de las
personas. Mientras en algunos textos se hace patente el efecto del programa de
libre mercado asociado al neoliberalismo en el consumo, la evaluación, la re-
gulación de las conductas con claras consecuencias para la educación básica o
superior, en otros se destaca que los hechos deben ser adecuadamente situados
en su contexto para entender si es solo el neoliberalismo el que ha actuado con
todo su poder, o si fueron otras circunstancias históricas las que han llevado a
una u otra decisión que ahora se puede leer bajo la lógica neoliberal.
Uno de los grandes retos no desarrollados en la obra es cómo enfrentar el
programa neoliberal al inicio de la tercera década del siglo XXI. ¿Cómo encon-
trar alternativas, particularmente en la educación, la ciencia, la formación de
subjetividades políticas, educativas y científicas? Los autores anticipan algunas
ideas al explorar la mediatización, la movilización colectiva, las nuevas sensi-
424
bilidades, el registro estético, el reclamo en la esfera pública, la lucha por los
significantes en las políticas y las reformas. Pero no se llega a la elaboración
detallada o con gran precisión, pues las alternativas no son fáciles, no pueden
ser a-contextuales y no concluyen con la alternancia política o gubernamental.
Al respecto, como en varios textos quedó señalado, la alternancia política en
el gobierno de países como México, Brasil, Argentina o Chile, no ha asegurado
una mejor o más efectiva «lucha» contra el programa neoliberal. Primero, por-
que tal programa tiene varias etapas y facetas; segundo, porque no funciona
solo, convive con otros procesos sociales e históricos; tercero, porque en políti-
ca no hay victorias ni derrotas permanentes y eso complica las acciones de me-
diano y largo plazo, particularmente contra un «adversario» con tantas facetas.
En este marco se han posicionado las promesas de una era posneoliberal. El
pos-neoliberalismo o lo posneoliberal es una noción que se ha venido usando
desde hace algunos años para hacer referencia al final del modelo económico y
político prevaleciente para ser sustituido por uno más igualitario, basado en la
mejor distribución de ingresos y en otros valores que apuntan a una reconstitu-
ción actualizada del bien común. En México, lo posneoliberal está fuertemente
alimentado de las promesas que vienen del ascenso de los regímenes auto-
denominados de izquierda y populares del sur del continente americano y de
otros movimientos localizados en diferentes partes del sur global, incluyendo
algunos gestados en nuestro propio país. Pero, al mismo tiempo, hay quienes
advierten que con la llegada del posneoliberalismo se pueden desencadenar
nuevas medidas, más agresivas y conservadoras. Así, el escenario político está
abierto, pues los nuevos proyectos posneoliberales no aseguran en sí mismos
nada de manera a priori: como todo proyecto, deben ser construidos en su
propia contingencia.
El neoliberalismo tiene un carácter agónico. Estará durante largo tiempo
más al centro de amplios y desiguales debates de tipo económico, político, cul-
tural y social. En el caso de la educación y de la generación de conocimiento,
este debate se ha intensificado de alguna manera porque las crisis contempo-
ráneas en materia de medio ambiente, salud –exacerbada por la pandemia de
Covid-19–, violencia o racismo, hacen volver una y otra vez sobre los valores,
los contenidos y las formas de educar en las sociedades contemporáneas, y
sobre el uso del conocimiento para generar –o no– bien común. Un elemento
discursivo compartido por quienes escriben en esta obra es el rechazo a la hue- 425
lla que el programa neoliberal ha dejado en los sistemas educativos y científicos
que ha minado su capacidad de generar beneficios sociales de amplio alcance.
Pero este común denominador no da como resultado posiciones unificadas
entre los críticos al programa neoliberal, y hay disputas en torno a las interpre-
taciones del presente, del pasado y, sobre todo, acerca del futuro. El neolibera-
lismo no concluyó con la caída de las Torres Gemelas en 2001, tampoco con la
crisis financiera de 2008; parece estar sobreviviendo al cambio climático y al
parecer sobrevivirá a la crisis de la pandemia global del Covid-19, pues en todas
estas crisis varios de sus fundamentos prevalecen. Así, el reto que se despliega
es mayúsculo e incluirá muchos más debates, encuentros, desencuentros, y
muy probablemente nuevas iniciativas de tipo conceptual, político y educativo.
Se trata de un reto generacional que inicia, en mi opinión, con des-esencializar
la discusión y las alternativas. No es un reto fácil, pero se hace más atendible
si se hace colectivamente.
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