Farrés Delgado - 2019 - Dialogar Con Quijano

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Dialogar con Quijano

Article  in  Revista de Sociología · October 2019


DOI: 10.15381/rsoc.v0i28.16895

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Yasser Farrés Delgado


Universidad Santo Tomás, Villaviencio, Colombia
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https://doi.org/10.15381/rsoc.v0i28.16895

Dialogar con Quijano: la colonialidad como


categoría para comprender el ambiente construido
en el sistema-mundo moderno/colonial
Yasser Farrés Delgado
Universidad Santo Tomás, Colombia
[email protected]

RESUMEN
Podría afirmarse que, con la noción colonialidad del poder, Aníbal Quijano abrió una perspectiva de
análisis sobre la realidad del sistema-mundo moderno cuyas potencialidades desbordan ampliamente
los límites de la reflexión por él esbozados. En ese sentido este ensayo argumenta la pertinencia de
aplicar tal perspectiva al entendimiento del ambiente construido moderno y contemporáneo. Para
ello, partiendo de una revisión de los conceptos iniciales del autor y otros posteriores, se expone una
teorización en curso, propuesta para dicho ámbito del conocimiento, centrada en la noción “colonia-
lidad territorial”. Posteriormente se expone un estado del arte de investigaciones en la misma línea.

Palabras clave: Aníbal Quijano, colonialidad, territorio, ciudad, arquitectura.

Dialogue with Quijano: Coloniality as a category to understand


the environment built in the modern/colonial world-system
ABSTRACT
It could be argued that, with the notion of the coloniality of power, Aníbal Quijano opened to per-
spective of analysis on the reality of the modern world-system whose potential exceeds the limits of
reflection outlined by him. In this sense, this essay argues the relevance of applying such a perspective
to the understanding of the modern and contemporary built environment. For this, starting from a
review of the initial concepts of the author and other later ones, an proposed theorization for said
scope of knowledge is exposed, centered on the notion “territorial coloniality”. Subsequently a state
of the art of research is exposed in the same line.

Keyword: Anibal Quijano, coloniality, territory, city, architecture.

Revista de Sociología 28(2019):49-63 unmsm, lima, perú


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1. Introducción

P
odría afirmarse que cuando Aníbal Quijano introdujo el concepto “coloniali-
dad del poder” para explicar el orden mundial contemporáneo, en “Coloniali-
dad y modernidad/racionalidad (1991)1, abrió una perspectiva de análisis de
la realidad histórico-social del sistema-mundo moderno cuyos límites de aplicación
se han visto ampliamente expandidos. Su argumento original, sobre la raza como
elemento fundante de la dominación, la explotación y los conflictos sociales a
escala global, se vio confirmado en sus trabajos posteriores, que ahondaron sobre
los nexos del racismo con otros ámbitos de la experiencia social humana. Ámbi-
tos que una década más tarde el autor habría clasificado en cinco grupos, según
expone Quintero (2010): 1) El trabajo, sus recursos y sus productos; 2) El sexo, sus
recursos y sus productos; 3) La subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y sus
productos; 4) La autoridad colectiva (o pública), sus recursos y sus productos; 5)
Las relaciones con las demás formas de vida y con el resto del universo (naturaleza)
(Quijano, 2001; cit. en Quintero, 2010).
En línea con lo anterior, el presente ensayo expone nuevos horizontes de apli-
cación de la perspectiva de la modernidad/colonialidad: el entendimiento de la
evolución del ambiente construido en el sistema-mundo moderno. Por ambiente
construido se comprende aquí todo aquello que es resultado de la intervención
constructiva humana que modifica el ambiente natural, “lo construido” en sus
distintas escalas: desde los paisajes antropizados, pasando por los asentamientos
poblacionales (megaciudades, ciudades, pueblos, villas…) hasta los espacios ar-
quitectónicos. Como indica Fernández (2009):

Esta definición del “Built environment” nació de los debates y trabajos elaborados
en The Bartlett School of Architecture de Londres, en los años ochenta, en redes de
colaboración entre académicos europeos que estudiaban al sector construcciones.
El análisis avanzado del sector llevó a considerar que su producto es “lo construido”.
Esta discusión es paralela al debate ecológico y ambiental. La consolidación de
la noción de ambiente natural, paralelo al conocimiento de la complejidad de lo
ambiental, dio como resultado que ambas definiciones se integren, forjándose
entonces el concepto de ambiente construido.”

1 A los efectos de hacer una historia de las ideas lo más rigurosa posible, interesa destacar que, siguiendo
diversas referencias, se encuentra que este ensayo fue publicado originalmente en 1991 como capítulo del
libro Los conquistados: 1492 y la población indígena de las Américas, publicado en Bogotá por Tercer Mundo
Editores y compilado por Heraclio Bonilla, reimpreso un año más tarde en colaboración con FLACSO y Libri
Mundi. En ese mismo año (1992) fue publicado como artículo en la revista Perú Indígena. A esta última
versión corresponden las citas que en adelante se presentan.

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Para ello se realizará primero una revisión de algunos de los conceptos funda-
cionales del autor peruano y otros aportes posteriores (suyos y de otras fuentes);
después se expondrá una teorización en curso que explicaría la actualidad del
ambiente construido desde la noción “colonialidad territorial”; y finalmente, rea-
lizará una aproximación al estado del arte de las experiencias investigativas que
apuntan en esa línea.

2. La colonialidad

2.1. Aníbal Quijano y la propuesta de un concepto

Conviene iniciar indicando que para Quijano (1992) el colonialismo es “la relación de
dominación directa, política, social y cultural de los europeos sobre los conquistados
de todos los continentes” (p.11); una relación que en cuanto a su aspecto político,
“sobre todo formal y explícito” (p.11), ha terminado ya en la mayoría de los países
pero no así en cuanto a las demás dimensiones. Al respecto el autor explica que
ciertas “construcciones intersubjetivas discriminatorias” (p.12) impuestas por la
estructura colonial de poder fueron luego asumidas “como categorías (de preten-
sión “científica” y “objetiva”) de significación ahistórica, es decir como fenómenos
naturales y no de la historia del poder” (p.12), para lo cual fueron codificadas como
‘raciales’, ‘étnicas’, ‘antropológicas’ o ‘nacionales’ según los momentos, agentes y
poblaciones implicadas” (p.12).

En efecto, si se observan las líneas principales de la explotación y de la dominación


social a escala global, las líneas matrices del poder mundial actual, su distribución
de recursos y de trabajo entre la población del mundo, es imposible no ver que
la vasta mayoría de los explotados, de los dominados, de los discriminados, son
exactamente los miembros de las “razas”, de 1as “etnias”, o de las “naciones” en que
fueron categorizadas las poblaciones colonizadas, en el proceso de formación de
ese poder mundial, desde la conquista de América en adelante (Quijano, 1992: 12).

La noción de “raza” es, de hecho, el detonante conceptual de la inflexión teórica


de Quijano respecto al pensamiento de raíz marxista en que se inscribía. Con ella
desplaza la centralidad otorgada a la categoría “clase” en la explicación marxista
de la realidad social, misma que Inmanuel Wallerstein (1974, 1979) mantenía en
su perspectiva del sistema-mundo. El argumento de la centralidad de la raza en
la conformación de los estados nacionales modernos y el orden mundial queda

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expuesta de forma muy explícita en 1993, en “Raza, etnia y nación en Mariátegui:


cuestiones abiertas”, cuando escribe:

El racismo y el etnicismo fueron inicialmente producidos en América y reproducidos


después en el resto del mundo colonizado, como fundamentos de la especificidad
de las relaciones de poder entre Europa y las poblaciones del resto del mundo (…)
Toda las otras determinaciones y criterios de clasificación social de la población
del mundo, y su ubicación en las relaciones de poder, desde entonces actúan en
interrelación con el racismo y el etnicismo, especialmente, aunque no sólo, entre
europeos y no-europeos (Quijano, 1995: 4)2

Tal comprensión del rol del racismo y el etnicismo como organizadores de la estructura
social y epistémica del sistema-mundo moderno, quedó validada cuando Quijano y
Wallerstein suscriben Americanity as a concept, or the Americas in the modern world-
system (Quijano y Wallerstein, 1992), y fue reafirmada en trabajos posteriores del
sociólogo y teórico cultural estadounidense (cf. Wallerstein, 1997 y 2006).
Consciente de la persistencia de las relaciones de dominación racistas coloniales,
Quijano (1992) habla de la “colonialidad” como piedra angular del poder global y
marco principal de las formas de explotación y dominación en los últimos 500 años.
La clasifica como “el modo más general de dominación en el mundo actual, una vez
que el colonialismo como orden político explícito fue destruido”, pero reconoce que
no agota “las condiciones, ni las formas de explotación y de dominación existentes
entre las gentes” (p.14). Quiere decir, la colonialidad inició con el colonialismo eu-
ropeo en las Américas pero persiste más allá de la terminación de este.
Habría que reconocer, en cambio, que en ese texto Quijano (1992) no define
de forma muy precisa el concepto “colonialidad”, y más bien genera interrogantes.
Por ejemplo, cuando menciona “colonialidad cultural” (p.13), parece sugerir que
existen otros tipos de “colonialidades” pero no las hace explícitas; duda que se ve
acentuada con su alusión a la “colonialidad del poder” (p.19). Lo mismo cuando se
refiere al “colonialismo político” (p.12), que parece dejar abierta la posibilidad de
hablar también de un “colonialismo social” y un “colonialismo cultural” (atendiendo a
las otras dos dimensiones del colonialismo que señaló junto a la dimensión política),
lo que a su vez conduce a pensar cuáles serían las diferencias entre “colonialismo
cultural” y “colonialidad cultural”.

2 El texto original aparece en las memorias del encuentro “José Carlos Mariátegui y Europa: el otro aspecto
del descubrimiento”, publicado en Lima por la empresa editora Amauta en 1993. Este fue reproducido
íntegramente en 1995 como un artículo en la revista mexicana Estudios Latinoamericanos, 2(3): 3-19. A ella
corresponde la versión citada.

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Otro aspecto remarcable es que no define explícitamente lo que entiende por


“poder”, aunque está implícito que reconoce su ejercicio en las más diversas esferas
de la existencia humana; del mismo modo que parece manejar indistintamente
los términos “colonialidad” y “colonialidad del poder”. De hecho, de este último no
hace una definición muy delimitada, que en cambio queda más explícita cuando
Quijano (2007) afirma:

La colonialidad del poder es uno de los elementos constitutivos del patrón global
de poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de
la población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder, y opera
en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas de la
existencia cotidiana y a escala social. (p.93)

Las interrogantes mencionadas, propias de un texto iniciador darán origen a un


movimiento intelectual, que Arturo Escobar (2003) nombra Programa de Investi-
gación de modernidad/colonialidad Latinoamericano. Ahora bien, lo que Quijano
(1992) sí deja claro es que la colonialidad alude a relaciones de poder “racializadas”;
esto es, marcadas por una jerarquía etno/racial donde el colonizador europeo se
autodefine como superior al resto de poblaciones del mundo y, de este modo,
presenta su racionalidad como superior al resto de racionalidades. En ello reside
el carácter mundial de la colonialidad: hablar de la colonialidad, es hablar de la
colonialidad global.

2.2. Desarrollo de una noción

Sin intenciones de esbozar una historia pormenorizada de cómo evoluciona la con-


ceptuación de la “colonialidad” desde 1992 hasta la actualidad, más bien tratando
de destacar ciertos detalles útiles a los efectos de la presente exposición, interesa
mencionar ciertas contribuciones a la comprensión de las manifestaciones de la
colonialidad. Tales son, la de Edgardo Lander (1998) en torno al concepto “colonia-
lidad del saber” y la de Walter Mignolo (2000) sobre la “colonialidad del ser”. Ambas
fueron fraguadas al calor de fructíferos debates entre pensadores y pensadoras
latinoamericanos de las más diversas procedencias (geográficas, disciplinares y
epistémicas).3

3 Maldonado-Torres cita a Fernando Coronil, Santiago Castro-Gómez, Oscar Guardiola, Edgardo Lander, Walter
Mig- nolo, Aníbal Quijano, Freya Schiwy, Catherine Walsh, entre otros.

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2.2.1. Colonialidad del saber


En el caso de Edgardo Lander (2000), el concepto “colonialidad del saber” surge de
cuestionar las razones por las que los debates políticos y en diversos campos de
las ciencias sociales ven difícil formular alternativas teóricas y prácticas al sistema
neoliberal en curso, a la primacía total del mercado, al modo de vida globalizado.
Sobre ello, defiende la tesis de que el neoliberalismo ha sido confrontado desde
teorías económicas cuando realmente debería ser entendido “como el discurso
hegemónico de un modelo civilizatorio” (p.11) —un modelo impuesto por Occi-
dente que sintetiza de forma extraordinaria “los supuestos y valores básicos de la
sociedad liberal moderna en torno al ser humano, la riqueza, la naturaleza, la historia,
el progreso, el conocimiento y la buena vida (p.11)—, por tanto, las alternativas
deben buscarse en modelos o teorías fuera de la cosmovisión liberal que marca a
la economía como disciplina. En ese sentido agrega que la hegemonía mundial de
tal modelo civilizatorio es posible porque las universidades arrastran la “herencia
colonial” de los paradigmas moderno/coloniales.

(…) la formación profesional [que ofrece la universidad], la investigación, los textos


que circulan, las revistas que se reciben, los lugares donde se realizan los posgrados,
los regímenes de evaluación y reconocimiento de su personal académico, todo
apunta hacia la sistemática reproducción de una mirada del mundo desde las pers-
pectivas hegemónicas del Norte. (Lander, 2000: 65; citado en Castro-Gómez, 2007)

Por ello Lander (2000) habla de “saberes coloniales” y “colonialidad del saber”.
Explica que con la organización colonial del mundo inicia también la constitución
colonial “de los saberes, de los lenguajes, de la memoria y de imaginario” (p.16),
y que hacia el siglo xix ya estará organizada “la totalidad del espacio y del tiempo
-todas las culturas, pueblos y territorios del planeta, presentes y pasados- en una
gran narrativa universal (Lander, 2000: 16).

2.2.2. Colonialidad del ser


Paralelamente al concepto “colonialidad del saber” se desarrolla “colonialidad del
ser”. Maldonado-Torres (2007) expone que el mismo se debe a Walter Mignolo, y
destaca el carácter desencadenante del libro The darler side of the Renaissance (1995)
de este autor. Al respecto resume el argumento de este modo:

(...) La idea era que si en adición a la colonialidad del poder también existía la colo-
nialidad del saber, entonces, muy bien podría haber una colonialidad específica del
ser. Y, si la colonialidad del poder se refiere a la interrelación entre formas modernas

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de explotación y dominación, y la colonialidad del saber tiene que ver con el rol
de la epistemología y las tareas generales de la producción del conocimiento en
la reproducción de regímenes de pensamiento coloniales, la colonialidad del ser
se refiere, entonces, a la experiencia vivida de la colonización y su impacto en el
lenguaje (Maldonado Torres, 2007: 29-130).

Cabe precisar que Mignolo (1995) no hizo alusión directa al concepto “colonialidad”
pero su exposición, sobre las diferencias entre los locus de enunciación de la pos-
modernidad y la poscolonialidad, son afines con lo escrito por Quijano (1992). La
apropiación del término “colonialidad” y la precisión de conceptos como “diferencia
colonial”, “matriz colonial del poder” o “colonialidad del ser” son posteriores. Sobre
ello Mignolo (2009) reconoce que, si bien su libro de 1995 ya estaba redactado
cuando leyó a Quijano (1992), de quien no conocía, su lectura fue “una suerte
de epifanía” y motivación para escribir Local Histories/Global Designs: Coloniality,
Subaltern Knowledge and Border Thinking (2000).4

2.2.3. Una estructura triangular


Integrando todo lo anterior, en una análisis pertinente sobre el rol de las universi-
dades en la persistencia de la colonialidad, Santiago Castro-Gómez (2007) propone
entender esta como como una estructura triangular entre la colonialidad del ser, la
colonialidad del poder y la colonialidad del saber” (Figura 1). Una estructura que es

COLONIALIDAD
DEL SABER

COLONIALIDAD COLONIALIDAD
DEL SER DEL PODER
Figura 1. La estructura triangular de la colonialidad.
Fuente: Farrés y Matarán (2012) siguiendo la idea de Castro-Gómez (2007)

4 Precisamente Mignolo (2000) propone una definición muy sintética del concepto “colonialidad del poder”,
que entiende como el ámbito de la intersubjetividad en que cierto grupo de gentes define qué es lo correcto
y, por lo tanto, sustentan el poder de enunciación.

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perpetuada por la mirada colonial del mundo que profesa la ciencia moderna, que
obedece “a un modelo epistémico desplegado por la modernidad occidental” (p. 79)
y se caracteriza por “la hybris del punto cero”, esto es, la pretensión de “hacerse un
punto de vista sobre todos los demás puntos de vista, pero sin que de ese punto
de vista pueda tenerse un punto de vista” (p. 83).

3. Colonialidad territorial: pensar la dimensión espacial de la colonialidad

3.1. Razones para interpretar el territorio desde una perspectiva decolonial

El territorio5 es un ámbito poco estudiado desde una interpretación decolonial,


a pesar de que es por antonomasia el soporte físico para “(las) relaciones con las
demás formas de vida y con el resto del universo (naturaleza)” a las que se refiere
Quijano (2001; cit. en Quintero, 2010) como uno de los ámbito de la experiencia
social humana a descolonizar. Los problemas territoriales actuales pueden ser
entendidos, de hecho, como un reflejo tangible de la hegemonía del modelo epis-
témico desplegado por Occidente en el sistema mundo moderno/colonial. Son
muchas las relaciones empíricamente contrastables entre la colonialidad global
y la conformación de los territorios en el sistema-mundo, pero estas apenas han
sido tratadas por los estudios urbanos y territoriales. En ese sentido, haciendo un
paralelismo con la afirmación de Edgardo Lander (20002), sobre la economía y los
problemas del neoliberalismo, podría decirse que la búsqueda de alternativas a los
modelos territoriales debe realizarse por fuera de la epistemología dominante en el
urbanismo y el ordenamiento territorial en tanto disciplinas científicas modernas.
Es al respecto que en Farrés y Matarán (2012), guiados por la definición general
de la colonialidad que formuló Mignolo (2000) y las especificaciones de Castro-
Gómez (2007), proponen el concepto “colonialidad territorial” para interpretar las
relaciones de poder que sustentan la praxis territorial moderna y contemporánea
generalizada. El mismo se define como el “conjunto de patrones de poder que en
la praxis territorial sirven para establecer hegemónicamente una concepción del
territorio sobre otras que resultan inferiorizadas” (p.152). Patrones que se articula-

5 En línea con la perspectiva teórica de Magnaghi (2011), se entiende “territorio” como un “neoecosistema”,
esto es, el fruto de las relaciones coevolutivas entre las personas y el ambiente; un producto histórico «de
largos procesos de coevolución entre el poblamiento humano y el ambiente, la naturaleza y la cultura; (...) el
éxito de la transformación del ambiente a través de sucesivos ciclos de civilización estratificados» (Magnaghi,
2011: 47-54)

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rían a partir de la estructura triangular entre “la colonialidad del saber territorial”,
la “colonialidad del poder territorial”, y “la colonialidad del ser territorial” (Figura 2).

Colonialidad del saber


(territorial)

Colonialidad del poder Colonialidad del ser


(territorial) (territorial)

Figura 2.
Fuente: Farrés y Matarán (2012)

La colonialidad del ser territorial está dada por la hegemonía que el ser-urbano
tiene sobre el resto de las formas de existencia humana no-urbana (ser no-urbano).
Por su parte, la colonialidad del saber territorial ha sido establecida en las propias
prácticas profesionales donde ciertos saberes dominan en las decisiones respecto
a cómo concebir y habitar el territorio, la ciudad y la arquitectura. En cuanto a la
colonialidad del poder territorial, puede definirse como el “ámbito de la intersub-
jetividad en que cierto grupo de gentes define qué es territorialmente correcto
y, por lo tanto, sustentan el poder de enunciación” (Farrés y Matarán, 2012: 152).
En Farrés y Matarán (2012) se parte de constatar los límites de las visiones
críticas actuales para explicar el fenómeno de reproducción global de tipos y tipo-
logías arquitectónicas, urbanas y territoriales que tienen mucha relación entre sí
pero poca con los territorios e historias locales (p.145); fenómeno que ven como
un componente de la desterritorialización de la metrópoli, referida por Magnaghi
(2012). Exponen que la crítica a tal reproducción suele tratarse desde perspectivas
económicas de raíces marxistas que hacen énfasis en aspectos económicos (ven el
proceso como inherente al capitalismo) pero observan que el fenómeno también
ocurre en países socialistas (como el caso de Cuba), por tanto tales visiones serían
insuficientes. Siendo así, encuentran otra explicación al considerar que la praxis

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homogeneizadora obedece a la hegemonía del modelo epistémico desplegado


por Occidente en el sistema mundo moderno/colonial (Farrés y Matarán, 2012: 52).
Sobre lo allí presentado Farrés (2013) profundiza, considerando que el discurso
hegemónico del modelo civilizatorio occidental “toma forma en la configuración de
los espacios de la vida humana, es decir, en la arquitectura, la ciudad y el territorio”
(p.105). En ese sentido observa la incapacidad de los debates arquitectónicos post-
coloniales en América Latina para pensar modelos arquitectónicos,urbanos y terri-
toriales que se desprendan del eurocentrismo que marca a la práctica profesional
en arquitectura y urbanismo; debates que, en tanto giran en torno a la posibilidad
de una “modernidad propia”, no pretenden desprenderse del paradigma de la mo-
dernidad. Tales observaciones, puedes decirse, son equiparables a las planteadas
a los “estudios de área” o a los “estudios postcoloniales” desde la perspectiva de la
modernidad/colonialidad: no existe modernidad sin colonialidad.

3.2. Una condición multiescalar: colonialidad arquitectónica y urbana

En línea con la construcción teórica iniciada, Farrés (2016) precisa que si se consi-
deran “la arquitectura, la ciudad y el territorio como manifestaciones, a distintas
escalas, de una categoría de mayor generalidad (el ambiente construido)”, es posible
hablar de modo análogo sobre “colonialidad urbana” y “colonialidad arquitectónica”,
entendidas como especificidades de la colonialidad territorial, y relacionar estos
conceptos en una estructura triangular (Figura 3). En ese sentido, el autor explora
los valores de una obra arquitectónica que considera próxima a una praxis deco-
lonial en Arquitectura, en tanto que representaría una ruptura con la colonialidad
del saber arquitectónico.

3.3. Puntos de contactos con otras construcciones teóricas basadas en la colonialidad

Sin lugar a dudas, la conceptualización de la colonialidad arquitectónico-urbano-


territorial puede ponerse en contacto con otras aproximaciones que de un modo
u otro han abordado desde una perspectiva decolonial la relación de las personas
con su entorno físico-ambiental. Por ejemplo, la noción “colonialidad territorial”
comparte ciertas premisas con el concepto “biocolonialidad del poder” propuesto
por Cajigas-Rotundo (2007) para referirse a la “colonialidad de la naturaleza”, esto es,
“la existencia de un patrón de poder colonial aún vigente sobre la naturaleza” (p. 60);
visión retomada más recientemente por Alimonda (2010) y Albán y Rosero (2016).

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El término biocolonialidad del poder, resignifica bajo otro contexto la noción de


“colonialidad del poder” del sociólogo peruano Aníbal Quijano, y en términos
generales pretende, en cuanto a un enfoque teórico, proponer el entronque entre
la ecología política y el programa de investigación modernidad/ colonialidad. Si
la noción propuesta por Quijano denota la colonialidad como una patrón de po-
der articulado en torno a la idea de raza que produce subjetividades y ejerce un
control del trabajo y del territorio, la biocolonialidad hace énfasis en la producción
de naturalezas en el contexto de una de las manifestaciones del capitalismo con-
temporáneo: el ecocapitalismo engranado a lo que Hardt y Negri han denominado
el Imperio. Esta “colonialidad de la naturaleza” actualiza las asimetrías de poder
presentes en la modernidad/colonialidad; esto es, reconfigura la colonialidad en
el capitalismo contemporáneo (Cajigas-Rotundo, 2007: 60).

Colonialidad
del saber territorial

Colonialidad
del saber urbano

Colonialidad del
saber arquitectónico

Colonialidad Colonialidad
del poder del ser
arquitectónico arquitectónico

Colonialidad del Colonialidad del


poder urbano ser urbano

Colonialidad Colonialidad
del poder territorial del ser territorial
Figura 3. Aproximación a la estructura de la colonialidad territorial/urbano/arquitectónica.
Fuente: Farrés (2016).

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La manipulación genética para producir naturalezas (Cajigas-Rotundo, 2007),


la producción de biocombustibles (Alimonda, 2010) o el extractivismo minero
(Albán y Rosero, 2016), son acciones que hacen posible mantener la “colonialidad
del ser territorial” mencionada por Farrés y Matarán (2012), esto es, la hegemonía
del ser-urbano sobre el resto de las formas de existencia humana no- urbana
(ser no-urbano)6. De hecho, Farrés (2017) ha precisado que el modelo de ciudad
moderna globalizado es esencialmente extractivista, pues no se puede desligar el
origen de la modernidad urbano-arquitectónica (la revolución industrial europea)
del extractivismo propio del colonialismo, vínculo que la historiografía de la arqui-
tectura moderna ha ocultado.
Otra asociación posible sería entre “colonialidad arquitectónica” y “colonialidad
del ver”, concepto, este último, propuesto por Barrientos (2011) para aludir a “(la)
idea progresista que afirma que la transformación histórica de lo visual se estruc-
tura por fases que van de las menos complejas y modernas a las más complejas
y desarrolladas” p.16). Si se entiende “el ver” como una forma de “saber” aplicable
a la arquitectura, es fácil percatarse que la “colonialidad del ver arquitectónico” es
una constante en los libros fundacionales de la historiografía de la arquitectura
moderna, esencialmente eurocéntricos. Quiere decir, dado que la Arquitectura es
una manifestación de las artes visuales, la apreciación del ambiente construido
también ha estado mediada por la hegemonía de la visualidad de raíz occidental
sobre el resto de las apreciaciones visuales.

4. Avances más recientes en el estudio de la dimensión espacial de la


colonialidad

La conceptualización y el estudio de la relación entre la colonialidad y el territorio (y por


extensión, la ciudad y la arquitectura) —o dicho de otro modo, de la dimensión espa-
cial de la colonialidad—, es un tema que ha comenzado a llamar la atención de inves-
tigadores e investigadoras. Ello se verifica al encontrar investigaciones que atienden la
colonialidad en distintas escalas y dimensiones del ambiente construido o antrópico.
Ejemplo de lo mencionado es que CLACSO, para el período 2016-2019 seleccio-
nada como beneficiario de su convocatoria al Grupo de Trabajo: Territorialidades en
disputa. En la sustentación de dicho grupo se menciona el concepto “colonialidad
territorial” cuando se hace referencia a:

6 Incluso sobre las formas de existencias no humanas en general

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(…) los órdenes espaciales hegemónicos (...) hoy defendidos por la “necesidad
del desarrollo” y la “superación de la pobreza” (que) vienen produciendo hambre,
exclusión, dominación, producción masiva de pobreza y desigualdad, racismo
cultural, exclusión, devastación social y ambiental, entre otros múltiples males
(López y Almendra, 2016).7

Dicho texto reconoce el potencial de los ordenamientos territoriales ancestrales y


la gestión comunitaria de los bienes comunes de la humanidad como inspiración
para otros horizontes de sentido, “especialmente para los mundos urbanos, que
siguen esperando el “modelo” de revolución, sin observar y atender la experiencia
de estas otras territorialidades”.
En una línea diferente pero con mucha afinidad porque atiende la escala de
trabajo urbano-territorial, están los argumentos de García (2017), quien realiza una
crítica decolonial al concepto “derecho a la ciudad” porque, como muestra, la voz
de los “condenados de la ciudad” (colectivos autodefinidos como “pobres, negros
y periféricos”) suele quedar silenciada, pues la expresión cultural en la ciudad es
restringida. En ese sentido la autora encuentra relación entre la noción “colonialidad
territorial” y las hegemonías culturales que tienen lugar en la ciudad.
En la escala arquitectónica destaca el trabajo de Isasi (2018), quien asume
la pertinencia del concepto “colonialidad del saber territorial” y deja ver que la
recuperación de las tecnologías de construcción tradicionales, especialmente la
construcción con tierra, representa una posibilidad para desarrollar actitudes de-
coloniales. La autora reflexiona a partir de un trabajo autoetnográfico, que realizó
implicada en procesos de construcción con tierra, y afirma la existencia de cierto
‘estigma de la arquitectura en tierra’ producto de la “dominancia epistemológica
occidental”. En ese sentido, llama a transformar la práctica arquitectónica desde
una actitud pluralista. Considera que la arquitectura en tierra representa no sólo
una posibilidad para realizar prácticas alternativas de sostenibilidad sino, también,
para desarrollar actitudes decoloniales dentro de la práctica profesional, tales como:
(1) adaptación a los cambios en el rol de la arquitecta y el arquitecto; (2) recono-
cimiento de las mingas y los proyectos participativos como transformadores del
rol social de la arquitectura; (3) exploración de culturas constructivas locales como
alternativas sustentables; y (4) valoración de la coexistencia de diversos modos de
conocer el mundo.

7 López Flores, P. C y Almendra Quiguanás, V.R (coord.). (2016). Justificación del grupo de trabajo “Territoria-
lidades en disputa”. Convocatoria de Grupos de Trabajo CLACSO. https://www.clacso.org.ar/grupos_trabajo/
detalle_gt.php?ficha=1239&s=5&idioma=

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Yasser Farrés Delgado

5. Conclusiones

Lo esbozado en este texto permite concluir que la aplicación de la perspectiva de


la modernidad/colonialidad al entendimiento de la evolución del ambiente cons-
truido en el sistema-mundo moderno, o dicho de otro modo, a la comprensión de
la dimensión espacial de la colonialidad, permite comprender que las dinámicas
del ambiente construido actual están marcadas por la hegemonía epistémica
occidental, y por tanto, debe ser replanteadas.
Del mismo modo, es posible afirmar que tal enfoque no es solo una oportu-
nidad para descifrar aristas de las relaciones que la sociedad global occidentaliza
establece con las demás formas de vida y con el resto del universo, mencionadas
por Quijano, sino también un argumento para reevaluar el rol de las epistemologías
otras en la reconfiguración de los espacios de la vida humana (y sus relaciones con
las vidas no humanas).
Queda en evidencia, además, que difícilmente puedan darse por agotados los
límites de la propuesta analítica del orden mundial moderno abierta por Aníbal
Quijano.

6. Referencias

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Yasser Farrés Delgado

Yasser Farrés Delgado. Arquitecto por el Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeve-rría”
(CUJAE), Cuba. Doctor en Urbanismo, Ordenación del Territorio y Medioambiente por la Universidad
de Granada, España. Docente de la Universidad Santo Tomás, Colombia; y la Universidad de Zaragoza,
España. Correo electrónico: [email protected]

Recibido: febrero 2019


Aprobado: mayo 2019

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