Capítulo 5
Capítulo 5
Capítulo 5
El poder sometido
I. INTRODUCCIÓN
No resulta sencillo resumir, en pocas páginas, lo que significa el
Estado de Derecho. La primera dificultad estriba en que, como afirma
F. Rubio, la idea de que el poder está sometido a Derecho está en las
raíces de nuestra civilización y, probablemente, de todas las civiliza-
ciones. A lo largo del tiempo ha recibido, pues, diferente interpreta-
ciones que responden, además, a sistemas jurídicos distintos. En su
forma actual confluyen, por ejemplo, la noción del rule of law que
empieza a surgir con las revoluciones inglesas para afirmar la supre-
macía del parlamento sobre el rey, con la idea alemana del Rechtstaat,
construida durante el siglo XIX para explicar la relación entre la Ad-
ministración y el poder legislativo durante la época de la monarquía
constitucional [Rubio Llorente: 2012, 1103].
Hay otro factor que complica la aproximación al tema. Como
toda construcción doctrinal, el Estado de Derecho está sujeto a múlti-
ples interpretaciones. Por esta razón, no hay unanimidad a la hora de
154 Paloma Biglino Campos
esto es, la sumisión de todos los poderes del Estado a las leyes apro-
badas por el parlamento, subordinación que, lejos de constituir una
mera declaración de principios, se garantiza atribuyendo a los jueces
el control de la administración. La lucha contra la arbitrariedad del
poder conlleva, además, la exigencia de certeza jurídica que, desde el
punto de vista de los ciudadanos, se traduce en la idea de seguridad
jurídica.
individuos y los poderes públicos. Por eso, cualquier medida que pue-
da afectar a la libertad y a la igualdad de las personas sólo puede ser
adoptada por la ley que, además, no puede prohibir cualquier acción,
sino sólo aquellas que sean perjudiciales para la sociedad.
Esta concepción justifica el principio de reserva de ley que ya
examinamos como garantía de los derechos fundamentales en el
capítulo tercero. Para ilustrarla, merece la pena volver a la De-
claración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. El art. 4 de
dicho texto afirma que “la libertad consiste en poder hacer todo
lo que no perjudique a los demás. Por ello, el ejercicio de los dere-
chos naturales de cada hombre tan sólo tiene como límites los que
garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos
mismos derechos. Tales límites tan sólo pueden ser determinados
por la ley”. A su vez, el art. 5 declara que “La ley sólo tiene dere-
cho a prohibir los actos perjudiciales para la sociedad. Nada que
no esté prohibido por la Ley puede ser impedido, y nadie puede ser
obligado a hacer algo que ésta no ordene”.
La concepción de la ley como expresión de la voluntad de la co-
munidad, elaborada por un órgano de naturaleza representativa, im-
pone que el parlamento, a la hora de producirla, siga determinados
procedimientos. A principios del siglo XIX, en los primeros manuales
de Derecho Parlamentario y en los reglamentos que rigen el funciona-
miento de la vida de las cámaras, se exige que la ley sea la expresión
de la voluntad de la mayoría, se elabore respetando los derechos de la
minoría y en condiciones de publicidad [Biglino: 1991, 73]
En 1815 se publicó por primera vez “La Tactique des Assem-
blées législatives”, elaborado por S. Dumont sobre las notas de J.
Bentham. El libro, que constituye uno de los primeros tratados
de derecho parlamentario, tuvo una notable influencia sobre las
reglas de procedimiento de numerosas asambleas legislativas que
comenzaron a funcionar en Europa en la primera mitad del si-
glo XIX y recoge con propiedad lo que se siguen considerando
elementos esenciales del procedimiento legislativo [Dumont, Ben-
tham, 1888].
La regla de la mayoría se justifica, en aquella época, más por ra-
zones relacionadas con la idea de justicia que por motivaciones prag-
máticas, como sucede sin embargo ahora. En el siglo XIX, se pensaba
que durante el debate parlamentario y a través de las opiniones mani-
158 Paloma Biglino Campos
tipo de casos, la ley puede no ser anulada con carácter general para
todos los agentes jurídicos, sino que únicamente no se toma en cuenta
para resolver el asunto en concreto. Nada impide, pues, que otro juez
pueda seguir aplicando la misma ley en otros tipos de procesos, hasta
que la Corte Suprema no decida sobre el asunto. La decisión de este
último Tribunal tiene carácter vinculante para el resto de los órganos
judiciales, por lo que sólo cuando este haya tomado una decisión so-
bre el asunto la ley pierde su aplicabilidad.