Agujeros Negros

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Agujeros Negros

Un agujero negro es un objeto astronómico extremadamente denso y compacto, que se forma


cuando una estrella masiva se agota de combustible nuclear y se colapsa bajo la influencia de
su propia gravedad. En este proceso, la estrella se comprime hasta tal punto que su densidad
se vuelve infinita y su volumen se reduce a un punto matemático conocido como
"singularidad". La fuerza gravitacional en la singularidad es tan fuerte que nada, ni siquiera la
luz, puede escapar de ella, lo que significa que un agujero negro es completamente invisible.

Los agujeros negros se clasifican en tres tipos principales, según su tamaño y masa: los
agujeros negros estelares, los agujeros negros intermedios y los agujeros negros supermasivos.
Los agujeros negros estelares se forman a partir del colapso de una sola estrella masiva,
mientras que los agujeros negros intermedios y supermasivos se forman a partir de la fusión
de varios agujeros negros estelares o de la acumulación de materia en el centro de una galaxia.

Los agujeros negros tienen varias propiedades interesantes. Por ejemplo, la región alrededor
de un agujero negro donde la fuerza gravitacional es tan fuerte que nada puede escapar se
conoce como el "horizonte de sucesos". La distancia desde el centro del agujero negro hasta el
horizonte de sucesos se conoce como el "radio de Schwarzschild". Además, los agujeros negros
tienen una masa, una carga eléctrica y un momento angular.

Los agujeros negros también pueden interactuar con su entorno de diversas maneras. Por
ejemplo, pueden atraer y devorar materia, lo que crea un disco de acreción alrededor del
agujero negro. Este proceso también puede generar chorros de materia y radiación que se
extienden a grandes distancias. Los agujeros negros también pueden causar lentes
gravitacionales, deformando la luz de objetos que se encuentran detrás de ellos.

Los agujeros negros son un tema importante de investigación en la astronomía y la física


teórica, ya que desafían nuestra comprensión de la física en escalas extremadamente
pequeñas y grandes. Se han propuesto varias teorías para explicar cómo se comportan los
agujeros negros y cómo interactúan con su entorno, como la teoría de la relatividad general de
Einstein y la teoría cuántica de campos.

Agujeros Blancos

En contraste con los agujeros negros, los agujeros blancos son una hipotética solución a las
ecuaciones de la relatividad general de Einstein. Se cree que son el resultado del retroceso de
un agujero negro en el tiempo.

Un agujero blanco sería un objeto con una singularidad en el futuro, en lugar de en el pasado,
como en el caso de los agujeros negros. Es decir, un agujero blanco sería un objeto en el que la
materia no puede entrar, pero solo puede salir. Esto significa que un agujero blanco sería
completamente opuesto a un agujero negro.

Los agujeros blancos son hipotéticos y aún no se ha descubierto evidencia


Agujeros Negros

Los agujeros negros son uno de los objetos más fascinantes y misteriosos del universo. Su
origen se encuentra en el proceso de colapso de una estrella masiva que ha agotado su
combustible nuclear. Cuando esto ocurre, la presión de radiación que sostiene la estrella se
detiene y la estrella comienza a colapsar bajo su propia gravedad. A medida que la estrella se
comprime, su densidad aumenta y su campo gravitatorio se vuelve cada vez más fuerte. Si la
estrella es lo suficientemente masiva, llegará un punto en el que su densidad será infinita y su
volumen se reducirá a un punto matemático conocido como "singularidad".

La singularidad es el lugar donde la curvatura del espacio-tiempo se vuelve infinita y la física


conocida actualmente deja de ser aplicable. Debido a la intensa gravedad en la singularidad,
toda la materia y la energía se concentran en un punto matemático infinitamente pequeño.
Alrededor de la singularidad, hay una región llamada "horizonte de sucesos", que es el punto
de no retorno donde la gravedad es tan intensa que nada, ni siquiera la luz, puede escapar. A
medida que la materia se acerca al horizonte de sucesos, se acelera y se calienta hasta niveles
extremadamente altos, produciendo radiación que se puede observar.

Los agujeros negros se pueden clasificar en tres categorías principales según su masa: agujeros
negros estelares, agujeros negros intermedios y agujeros negros supermasivos. Los agujeros
negros estelares tienen masas de unas pocas veces la masa del Sol y se forman a partir del
colapso de una sola estrella. Los agujeros negros intermedios tienen masas entre cientos y
miles de veces la masa del Sol y su origen es menos conocido, aunque se cree que pueden
formarse a partir de la fusión de varios agujeros negros estelares o por la acumulación de gas
en el centro de un cúmulo estelar. Los agujeros negros supermasivos tienen masas de millones
o incluso miles de millones de veces la masa del Sol y se encuentran en el centro de la mayoría
de las galaxias, incluida la nuestra, la Vía Láctea.

Los agujeros negros también pueden interactuar con su entorno de diversas maneras. Cuando
la materia es atraída por la gravedad del agujero negro, forma un disco de acreción alrededor
del agujero negro. A medida que la materia se acelera hacia el horizonte de sucesos, se
calienta y emite radiación, que se puede observar como rayos X y radiación gamma. Los
agujeros negros también pueden emitir chorros de materia y radiación a altas velocidades, que
pueden extenderse por miles de años luz. Además, los agujeros negros pueden causar lentes
gravitacionales, que son desviaciones en la trayectoria de la luz de objetos que se encuentran
detrás de ellos.

El estudio de los agujeros negros es uno de los campos más fascinantes de la astronomía y la
física

Los agujeros negros juegan un papel importante en el balance del espacio a través de su
influencia gravitatoria en el universo. Debido a su gran masa y densidad, los agujeros negros
atraen la materia y la energía que los rodea, incluyendo estrellas, planetas, gas y polvo.

A medida que la materia es atraída hacia un agujero negro, se forma un disco de acreción
alrededor del agujero negro, donde la materia se calienta y emite radiación. Esta radiación
puede tener un efecto en la regulación del crecimiento de los agujeros negros y en la
formación de estrellas y galaxias.

Además, la gravedad de los agujeros negros puede afectar el movimiento de objetos en su


vecindario. Por ejemplo, la órbita de una estrella puede ser alterada por la presencia de un
agujero negro cercano. Los agujeros negros también pueden influir en la estructura a gran
escala del universo, como la distribución de galaxias y cúmulos de galaxias.

En resumen, los agujeros negros son importantes para el balance del espacio a través de su
influencia gravitatoria en el universo, y su estudio es fundamental para comprender la
evolución y estructura del cosmos.

Un agujero negro1 es una región finita del espacio en cuyo interior posee una concentración
de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal, que ninguna
partícula –ni siquiera la luz–puede escapar de él (en 2021 se observaron reflejos de luz en la
parte más lejana del agujero negro). 2 Los agujeros negros pueden ser capaces de emitir un
tipo de radiación, la radiación de Hawking, conjeturada por Stephen Hawking en la década de
1970. La radiación emitida por agujeros negros como Cygnus X-1 no procede del propio
agujero negro sino de su disco de acreción.3

La gravedad de un agujero negro, o «curvatura del espacio-tiempo», provoca una singularidad


envuelta por una superficie cerrada, llamada horizonte de sucesos. Esto es previsto por las
ecuaciones del campo de Einstein. El horizonte de sucesos separa la región del agujero negro
del resto del universo, y una vez dentro de él, ningún tipo de partícula, sea material o
electromagnética, puede salir, ni siquiera los fotones. Dicha curvatura es estudiada por la
relatividad general, la que predijo la existencia de los agujeros negros y fue su primer indicio.
En la década de 1970, Stephen Hawking, Ellis y Penrose demostraron varios teoremas
importantes sobre la ocurrencia y geometría de los agujeros negros.4 Previamente, en 1963,
Roy Kerr había demostrado que en un espacio-tiempo de cuatro dimensiones todos los
agujeros negros debían tener una geometría cuasiesférica determinada por tres parámetros:
su masa M, su carga eléctrica total e y su momento angular L.

Se conjetura que en el centro de la mayoría de las galaxias, entre ellas la Vía Láctea, hay
agujeros negros supermasivos.5

El 11 de febrero de 2016, las colaboraciones LIGO, Virgo y GEO600 anunciaron la primera


detección de ondas gravitacionales, producidas por la fusión de dos agujeros negros a unos
410 millones de pársecs, megapársecs o Mpc, es decir, a unos 1337 millones de años luz,
mega-años luz o Mal de la Tierra.6 Las observaciones demostraron la existencia de un sistema
binario de agujeros negros de masa estelar y la primera observación de una fusión de dos
agujeros negros de un sistema binario. Anteriormente, la existencia de agujeros negros estaba
apoyada en observaciones astronómicas de forma indirecta, a través de la emisión de rayos X
por estrellas binarias y galaxias activas.

La gravedad de un agujero negro puede atraer el gas que se encuentra a su alrededor, que se
arremolina y calienta a temperaturas de hasta 12 000 000 °C, esto es, 2000 veces mayor
temperatura que la de la superficie del Sol.7
El 10 de abril de 2019, el consorcio internacional Telescopio del Horizonte de Sucesos presentó
la primera imagen jamás capturada de un agujero negro supermasivo ubicado en el centro de
la galaxia M87.89

Los agujeros negros se forman en un proceso de colapso gravitatorio que fue ampliamente
estudiado a mediados de siglo xx por diversos científicos, particularmente Robert
Oppenheimer, Roger Penrose y Stephen Hawking, entre otros. Hawking, en su libro divulgativo
Historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros (1988), repasa algunos de los hechos
bien establecidos sobre la formación de agujeros negros.

Este proceso comienza después de la "muerte" de una gigante roja (estrella de 10 a 25 o más
veces la masa del Sol), entendiéndose por "muerte" la extinción total de su energía. Tras varios
miles de millones de años de vida, la fuerza gravitatoria de dicha estrella comienza a ejercer
fuerza sobre sí misma originando una masa concentrada en un pequeño volumen,
convirtiéndose en una enana blanca. En este punto, dicho proceso puede proseguir hasta el
colapso de dicho astro por la autoatracción gravitatoria que termina por convertir a esta enana
blanca en un agujero negro. Este proceso acaba por reunir una fuerza de atracción tan fuerte
que atrapa hasta la luz en éste.

En palabras más simples, un agujero negro es el resultado final de la acción de la gravedad


extrema llevada hasta el límite posible. La misma gravedad que mantiene a la estrella estable,
la empieza a comprimir hasta el punto que los átomos comienzan a aplastarse. Los electrones
en órbita se acercan cada vez más al núcleo atómico y acaban fusionándose con los protones,
formando más neutrones mediante el proceso:

Este proceso comportaría la emisión de un número elevado de neutrinos. El resultado final es


una estrella de neutrones. En este punto, dependiendo de la masa de la estrella, el plasma de
neutrones dispara una reacción en cadena irreversible, la gravedad aumenta enormemente al
disminuirse la distancia que había originalmente entre los átomos. Las partículas de neutrones
implosionan, aplastándose más, logrando como resultado un agujero negro, que es una región
del espacio-tiempo limitada por el llamado horizonte de sucesos. En la actualidad todavía se
desconoce lo que sucede con la materia que cae en el agujero negro atravesando este límite,
porque para escalas pequeñas solo una teoría cuántica de la gravedad podría explicarlos
adecuadamente, pero no existe una formulación completamente consistente con dicha teoría.

El concepto de un cuerpo tan denso que ni siquiera la luz puede escapar de él fue descrito en
un artículo enviado en 1783 a la Royal Society por el geólogo y clérigo inglés John Michell. Por
aquel entonces la teoría de Newton de la gravitación y el concepto de velocidad de escape
eran muy conocidas. Michell calculó que un cuerpo con una densidad 500 veces mayor a la del
Sol, pero con su mismo radio, tendría, en su superficie, una velocidad de escape igual a la de la
luz y sería invisible. En 1796, el matemático francés Pierre-Simon Laplace explicó en las dos
primeras ediciones de su libro Exposition du Systeme du Monde la misma idea, aunque, al
ganar terreno la idea de que la luz era una onda sin masa, en el siglo xix fue descartada en
ediciones posteriores.
En 1915, Einstein desarrolló la relatividad general y demostró que la luz era influida por la
interacción gravitatoria. Unos meses después, Karl Schwarzschild encontró una solución a las
ecuaciones de Einstein, donde un cuerpo pesado absorbería la luz. Se sabe ahora que el radio
de Schwarzschild es el radio del horizonte de sucesos de un agujero negro que no gira, pero
esto no era bien entendido en aquel entonces. El propio Schwarzschild pensó que no era más
que una solución matemática, no física. En 1930, Subrahmanyan Chandrasekhar demostró que
un cuerpo con una masa crítica (ahora conocida como límite de Chandrasekhar) y que no
emitiese radiación, colapsaría por su propia gravedad porque no habría nada que se conociera
que pudiera frenarla (para dicha masa la fuerza de atracción gravitatoria sería mayor que la
proporcionada por el principio de exclusión de Pauli). Sin embargo, Eddington se opuso a la
idea de que la estrella alcanzara un tamaño nulo, lo que implicaría una singularidad desnuda
de materia, y que debería haber algo que inevitablemente pusiera freno al colapso, línea
adoptada por la mayoría de los científicos.

En 1939, Robert Oppenheimer predijo que una estrella masiva podría sufrir un colapso
gravitatorio y, por tanto, los agujeros negros podrían ser formados en la naturaleza. Esta teoría
no fue objeto de mucha atención hasta los años 60, porque, después de la Segunda Guerra
Mundial se tenía más interés en lo que sucedía a escala atómica.

En 1967, Stephen Hawking y Roger Penrose probaron que los agujeros negros son soluciones a
las ecuaciones de Einstein y que en determinados casos no se podría impedir que se crease un
agujero negro a partir de un colapso. La idea de agujero negro tomó fuerza con los avances
científicos y experimentales que llevaron al descubrimiento de los púlsares. Poco después, en
1969, John Wheeler10 acuñó el término "agujero negro" durante una reunión de cosmólogos
en Nueva York, para designar lo que anteriormente se llamó "estrella en colapso gravitatorio
completo".

El 10 de abril de 2019, el consorcio internacional Telescopio del Horizonte de Sucesos presentó


la primera imagen jamás capturada de un agujero negro supermasivo ubicado en el centro de
la galaxia M87. Se esperaba a su vez el anuncio de otra imagen real de un agujero negro en
Sagitario A*; sin embargo, aclararon que no se había obtenido porque la fuente era muy
variable durante los periodos de observación, resolviéndose en un futuro.89

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