Cosmovisión Religiosa de Israel

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COSMOVISIÓN RELIGIOSA DEL

PUEBLO DE ISRAEL
Gonzalo Gómez Yepes, cjm.
Instituto Bíblico de Pastoral Latinoamericano

1. LAS TEOFANÍAS1

En los acontecimientos fundamentales de la historia de Israel podemos aproximarnos a


la experiencia que Dios indujo en aquellos que los vivieron, y a través de tal experiencia
nos es posible captar rasgos importantes del Dios que se revela.

Pero algunos de estos acontecimientos fundamentales de la historia de Israel pueden ser


considerados de manera especial por tratarse, precisamente, de acontecimientos-
experiencia directa del Dios que se revela.

El primero de todos estos acontecimientos es la teofanía: el acontecimiento es una


explícita manifestación de Dios. El Antiguo Testamento refiere varias teofanías o
momentos de explícita manifestación de Dios a personas o a grupos humanos.

Es evidente que toda experiencia de Dios, puede considerarse una verdadera “teofanía”
o manifestación revelatoria de Dios. Pero se ha reservado el nombre de “teofanía” a
aquellos momentos de trascendental importancia que Israel consideró como tales y
tienen que corresponder a una intervención supremamente definida y explícita de Dios,
ya que las tradiciones primero y luego los hagiógrafos mantuvieron a través de siglos
como fenómenos de especial significatividad para el pueblo elegido. Algo muy
extraordinario debió acontecer, la experiencia tuvo que ser extremadamente profunda e
impactante puedo que vino a quedar consignada con tanto cuidado y con tanto realce en
las tradiciones y en los textos.

Estas teofanías son, por otra parte, el prototipo de las experiencias de Dios vividas
durante todo el trascurso de la historia de Israel. Las teofanías pueden situarse en
términos de “aparición” visible de Dios, que, como es lógico, equivale a una experiencia
de Dios con gran impacto en los sentidos.

Los exegetas consideran también teofanías las “apariciones” del ángel de JHWH, la
presencia visible del “kabot” o gloria de JHWH, y las manifestaciones del “rostro” de
JHWH.

Pero la que se considera como la teofanía por excelencia es la del monte Sinaí, al mismo
tiempo que se da gran importancia a los momentos teofánicos vividos por Moisés,
principalmente al de la “entrega del nombre de JHWH”. Un recuento de las principales

1
El presente artículo hace parte del documento “El Misterio de Dios”, del P. Alberto Múnera, SJ.
Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología. Cuaderno de Teología Nº 6. Bogotá, pp. 19-31.

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teofanías del Antiguo Testamento se encuentra en el libro de Van Imschoot, “Teología
del Antiguo Testamento”, pp. 191-194, Ed. Fax, Madrid 1969.

¿Cuál pudo ser el fenómeno vivido por aquellos hombres que fueron los beneficiarios
de las teofanías? Los diversos géneros literarios de los relatos parecen servir de
instrumentos para tratar de explicar simbólicamente una experiencia de especiales
características, de gran impacto y de prolongadas consecuencias en la vida de Israel.
Pero todo el conjunto del lenguaje simbólico no logra dar a conocer la forma exacta del
fenómeno como quisiéramos conocerlo hoy.

Veamos, sin embargo las características que presentan las teofanías: se trata de una
actuación de Dios en un momento determinado de la historia; Dios interviene de tal
manera que los privilegiados testigos son plenamente conscientes de esa intervención
divina y experimentan que se trata de Dios y que solo de Él se puede tratar; parece que
la manifestación divina produce algunas alteraciones en el curso normal de los
fenómenos naturales, y ciertamente produce una alteración en el normal funcionamiento
de los sentidos de los testigos. Estos interpretan el fenómeno como una irrupción de la
dimensión divina dentro de la dimensión histórica o espacio-temporal; ciertamente en
esta “aparición” de Dios, los testigos obtienen una revelación de la personalidad divina
y el acontecimiento es suficiente base para producir efectos decisivos en la vida del
grupo humano de los testigos o en las personas privilegiadas por la teofanía.

Lógicamente las palabras son insuficientes para describir lo experimentado y terminan


por expresar el fenómeno en términos propios de experiencia sensitiva: vieron a Dios,
oyeron a Dios, tocaron, olieron y gustaron algo: fuego, humo, dulzura, etc.

Para nuestro interés que está centrado en obtener datos sobre Dios en la experiencia
vivida por Israel, depositario de la revelación divina en la historia, las experiencias de
teofanías nos ponen de manifiesto que la divinidad pertenece a una dimensión diferente
a la dimensión propia de los hombres. En efecto, estas “apariciones” que en último
término no vienen a serlo porque no “aparece” nada por cuanto Dios permanece
inaccesible, hacen patente la presencia de Dios que irrumpe en la historia y permiten al
hombre ser consciente de que eso es lo que está ocurriendo. En términos sensibles el
hombre percibe que la divinidad, perteneciente a una dimensión no solo superior sino
totalmente diferente, puede ponerse en contacto con el ser humano, puede entrar en
nuestra dimensión sin perder nada de la suya. Esto hace que la dimensión divina
permanezca tal (inaccesible), pero que, a la vez, sea conocido por el hombre, captada
por él experimentalmente, y le sirva además, una vez introducida dentro de la dimensión
histórica, para establecer una relación con la divinidad.

En otras palabras: las teofanías son el acontecimiento experiencial que hace presente a
Dios entre los hombres sin que la historicidad del suceso afecte la trascendencia de
Dios. Es decir, la trascendencia de Dios es tal que puede incorporarse a la historia,
puede introducirse en ella, sin que la temporalidad o la espacialidad lo afecten en
manera alguna en su realidad divina.

Por las teofanías el hombre puede entrar, sin duda alguna, en contacto con el Dios
trascendente y, cosa admirable, no por eso el hombre es aniquilado como
espontáneamente lo podía sospechar. De allí el temor reverencial manifestado en las
experiencias teofánicas por las que se da una sensación de que Dios es el “tremendo”, y

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a la vez la sensación de plenitud y realización de poder acercarse a Dios y establecer
relación con Él, base del orgullo comprensible de los testigos privilegiados.

Los rasgos de Dios a través de estas experiencias se acentúan: liberalidad


inconmensurable de la voluntad divina que ha querido acercarse al hombre, abajarse
hasta la historia para darse y con su don acercar al hombre a Sí, esto es, salvarlo.
Maravilloso don de la intimidad divina sin destruir la trascendencia de su misterio.
Dominio total de la divinidad con respecto al mundo, a la historia, al hombre. Libertad
de Dios que interviene cuando quiere, como quiere; que se manifiesta a quien quiera.
Inaccesibilidad divina que si no hubiera sido por su libérrimo designio, no hubiera sido
imposible al hombre conocerlo en orden a la salvación.

En la teofanía de la entrega de su nombre podemos específicamente percibir que Dios


ha querido entregarse El mismo al hombre (el nombre era la perdona para el semita)
para permanecer en la historia ejerciendo su acción salvífica. Quiere designar su
naturaleza con su acción salvífica, quiere ser llamado no en términos abstractos o
filosóficos sino en términos de lo que Él es para los hombres.

Las teofanías son, por consiguiente, la verdadera “aparición” de la salvación de Dios en


la historia, la garantía de que está con nosotros para que podamos tener acceso a Él. Las
teofanías son la sensibilización de la imanentización de la trascendencia divina.

2. LA PASCUA.

Unida estrechamente a la liberación de Egipto, la fiesta de la Pascua tiene un especial


significado en la vida religiosa de Israel. Se constituye en el memorial de la acción
salvífica de JHWH y, por tal motivo, esta celebración se convierte en centro importante
de la fe israelita.

No nos interesa acercarnos a este tema en búsqueda de sus orígenes pastoriles y agrarios
primitivos, ni nos preocupa la etimología de la palabra, sino el sentido que tuvo para
Israel desde los comienzos de su existencia como pueblo de JHWH.

Parece que en el fondo de la cuestión se encuentra una experiencia especial de Dios que
fue expresada por los primitivos israelitas en términos de banquete y sacrificio cultual.

La interpretación que de esta tradición de la Pascua se presenta en el Éxodo, parece


recoger el sentido legítimo de la experiencia vivida: es la experiencia del “paso de
JHWH” sobre los israelitas para salvarlos del exterminio de Egipto.

¿Qué clase de experiencia de Dios vivieron los primeros celebrantes de la Pascua?


Sometidos a la esclavitud y con la esperanza de una prometida liberación, parece que
Dios “paso” por las familias israelitas llenándolos de confianza y seguridad en medio de
una gran calamidad que se abatía sobre la región. En relación estrecha con la promesa
de próxima liberación y de haber sido elegidos para constituirse en el centro de atención
de JHWH, los grupos humanos que originaron la tradición de la Pascua debieron
experimentar muy profundamente una acción salvadora que claramente percibieron
provenía de JHWH. Esta acción divina debió ser una fuerte señal de confirmación de la
presencia de JHWH en medio de este grupo de esclavos.

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Podemos pensar que la experiencia de fondo se refirió a un comienzo de salvación
liberadora todavía en medio de un contexto de esclavitud: prenuncio y garantía de la
liberación del éxodo y confirmación de la intervención de Dios en la historia con pleno
dominio de ella y de las mismas fuerzas de la naturaleza con vistas a la elección y
constitución de un pueblo de su agrado para operar a través de él todo un proyecto de
salvación de carácter superior al de cualquier beneficio simplemente intramundano.

La expresión de esta misteriosa experiencia de JHWH que “pasa” por su historia para
iniciar la salvación, fue plasmada en términos cultuales de sacrificio y banquete. Puesto
que tanto en el sacrificio como en el banquete se trata de la vida (en el primero se
ofrenda, en el segundo se impulsa), parece que esta experiencia pascual contiene una
dimensión fuertemente ligada a la vida.

Pareciera que la experiencia del paso de JHWH significó la preservación de la vida del
grupo humano israelita y le garantizó la subsistencia vital en el futuro, formas de
captación de lo salvífico en sus términos estrictamente materiales. Es decir, la liberación
inicial operada por JHWH en el grupo humano israelita se experimenta como una
salvación de la muerte física, en vistas a una supervivencia posterior de libertad propia
de los nómadas.

Quiere esto decir que también en la experiencia del “paso” de JHWH, Dios operó una
acción concreta en la historia del grupo humano, acción que fue comprendida como el
don de la vida y primera captación del proceder salvífico de Dios.

Los hagiógrafos que asumieron las tradiciones primitivas sobre la Pascua, desde su
propia experiencia de la continuidad de la acción salvífica divina, espiritualizaron el
sentido de la misma y la proyectaron hacia el futuro mesiánico. La Pascua, por
consiguiente, se proyecta en términos de salvación de Dios que promete una nueva vida
y anuncia un sacrificio que da esa vida y un banquete que la alimenta, el banquete de la
Sabiduría.

De toda esta experiencia de Dios que “pasa” para salvar y dar la vida quedan ciertos
rasgos de la divinidad: la profunda relación entre Dios y vida; la selectividad que Dios
hace de sus escogidos para operar la salvación en el mundo; su intervención
omnipotente dentro de los marcos de la historia y de las fuerzas de la naturaleza; la
comunicación de sus designios salvíficos a través de hechos experienciales que permite
sean interpretados en el sentido propio en que Él quiere lo sean para revelarse así a los
hombres; la permanencia y continuidad de la acción salvífica que permite al hombre la
celebración de un memorial: Dios que se da, Dios que da la vida, su vida; Dios que sin
macular su trascendencia “pasa” por la historia y provoca la salvación. Dios-vida que se
ofrece para la vida del hombre.

3. LA ALIANZA.

Que Dios haya intervenido en la historia de un grupo humano para operar una salvación
que básicamente se refiere a la vida, ya es un beneficio muy grande. Que ese Dios haya
querido “aparecerse” a ese grupo humano y revelarle su intimidad y sus designios
salvíficos es un beneficio todavía mayor; que haya decidido hacer permanente su
presencia y su predilección en la nación de Israel para realizar en él una continua
salvación hacia destinos por el mismo pueblo insospechados, se constituye en un

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extraordinario beneficio por parte de Dios. Pero que Dios decida establecer un trato, un
pacto, una alianza con este pueblo uniendo así la dimensión divina y la humana en una
relación de amistad, es algo que solo se le podía ocurrir a Dios por ser Dios y desear
hacer partícipe de Sí mismo a la humanidad.

La alianza, por tratarse de algo tan descabellado como proyecto humano, es uno de los
temas que más fácilmente garantizan la verdad de las experiencias de Dios vividas por
Israel en su historia. en efecto, difícilmente puede brotar de la mente humana el
figurarse a Dios organizando un tratado con los hombres, en términos de tanta
disparidad. E, realmente, una manera de concebir la salvación operada por Dios, en una
figura que normalmente no se podría esperar de la más exaltada imaginación humana.

Dejando de lado esta garantía indirecta de la veracidad de las experiencias de Dios


vividas por Israel, tratemos de comprender cuál es el contenido de fondo de esta
experiencia tan especial de Israel.

Se trata de una experiencia muy honda de Israel y muy repetida en su historia. ¿Qué fue,
en último término, lo que experimentaron como “alianza” establecida por Dios con
ellos? Pareciera que los grupos humanos fueron conscientes de una decisión tomada por
JHWH de vincularse en forma definitiva y permanente con ellos a la manera como los
hombres se vinculan entre sí.

Fue una conciencia de la voluntad divina que determinó el incorporar la dimensión


humana a la divina estableciendo entre las dos una inseparabilidad definitiva. La
experiencia se refiere al hecho mismo, a la voluntad divina y al profundo sentido de tal
realidad. Se capta, en efecto, en tal experiencia, la finalidad última del designio salvífico
que es la incorporación del hombre a la divinidad.

La experiencia de la alianza constituye en Israel todo un proceso que posiblemente se


inicia en la época de la peregrinación por el desierto, ya que la alianza sinaítica
constituye un momento tan destacado de las tradiciones de experiencias de Dios. Esta
experiencia se proyecta hacia el pasado, hacia el origen de la nación, proponiendo la
alianza de los patriarcas, es decir, ubicando la experiencia de alianza como uno de los
fenómenos más primarios y primitivos de la historia de Israel; y se proyecta también
hacia el futuro, hacia la nueva alianza preanunciada por Jeremías (31), con lo cual se
propone una experiencia como el centro de la relación de Dios con el hombre. Y
permanentemente Israel mantuvo conciencia de la vinculación establecida por Dios.

Es la experiencia no ya de una acción salvífica momentánea, ni siquiera de una


salvación continuada durante algunos períodos de la historia; sino de la inseparabilidad
del hombre con respecto a Dios por haber éste decidido vincularse indisolublemente con
el hombre.

Es la experiencia del amor infinito de Dios, de la elección libérrima, del desposorio


organizado por El con el hombre para entregarse al hombre y recibir a su vez el amor
del hombre como término de su plenitud.

Es la experiencia de lo más misterioso pero lo más maravilloso de Dios: su ser amor,


don, entrega, comunicación, vinculación, inseparabilidad.

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Es la experiencia que sintetiza las demás experiencias de Israel porque cierra el ciclo de
los dones de Dios en el retorno del hombre a Él.

La trascendencia inaccesible de Dios, su misma divinidad, su unicidad absoluta, todo


ello se pone al alcance da la mano de su aliado. Es la inmanentización palpable de la
trascendencia a través de un fenómeno de vinculación libre por parte de Dios y libre por
parte del hombre. Y así experimenta Israel todo el sentido de la vida, de la historia, del
mundo, en términos de esta relación indisoluble entre Dios y el hombre. De tal manera
que la creación es concebida como la creación, por parte de Dios, de aquel que va a ser
su aliado y con quien establece esa alianza desde el principio; el rechazo de Dios por el
pecado es el rompimiento de la alianza; y la renovación continua de la alianza por parte
de Dios significa que el hombre es la contraparte infiel que no logra entender vitalmente
que toda su razón de ser y la única culminación de su destino se encuentra en el
mantener, afianzar y hacer realidad definitiva esa alianza, esa relación indisoluble con
Dios.

Para quienes experimentaron vitalmente en su existencia la acción histórica de Dios que


establecía la alianza con ellos, debió ser un acontecimiento inconcebible que debió
asombrarlo por lo inusitado de las pretensiones de la divinas y por lo que significaba
pertenecer a Dios como Dios se hacía perteneciente a ellos: “Tu serás mi pueblo yo seré
tu Dios”. Experiencia, en síntesis, de mutua posesión, cono todo lo que esto implica de
disponibilidad del Dios trascendente para los hombres y de terminalidad del hombre
como posesión de Dios: el hombre que realiza su finalización en la otra dimensión, la de
la trascendencia.

En esta experiencia de la alianza los rasgos de Dios concentran todas las características
antes enunciadas. Pero muy de manifiesto se pone el amor infinito de Dios, su voluntad
salvífica, su carácter de ser don y comunicación, el sentido propio de su trascendencia
que puede incorporarse a lo intra mundano e incorporar lo mundano a su dimensión sin
que esa misma trascendencia sufra menoscabo alguno; es el Dios de la unión con el
hombre, el Dios de la misericordia infinita, de la fidelidad y permanencia, el Dios de la
indisolubilidad, el Dios del pasado, del presente y del futuro.

4. LA LEY.

En el Antiguo Testamento la Ley ocupa un lugar preponderante como elemento


fundamental de la vida religiosa de Israel. No entendida como la serie de prescripciones
legales que regulan el funcionamiento de la sociedad, sino como una entidad diferente,
superior, referida directamente a JHWH.

Las tradiciones recogidas por los hagiógrafos presentan al menos un momento


fundamental en la peregrinación por el desierto, dentro de la teofanía sinaítica y en
estrecha relación con la alianza, momento referido a la Ley que JHWH entrega a su
pueblo.

Los exegetas discuten, con razón, sobre el significado mismo de la “ley”, por cuanto
parece que las tradiciones primitivas referentes a la entrega de la “Ley” se refieren más
bien a “palabras” que a preceptos. El sentido de la “ley” sería muy posterior y
relacionado con el orden ético de Israel a partir de la relación fundamental que sí

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establece la experiencia primera respecto a este don de JHWH, como es la profunda
religiosidad que unifica la vida toda del pueblo israelita.

En búsqueda de la experiencia fundamental que está a la base de la concepción religiosa


sacral del derecho natural y positivo por parte de Israel, podemos sospechar que se trató
de una comprensión, desde la alianza, de la total y absoluta sacralidad de toda la vida
humana, de toda la actividad del hombre, o en otros términos, de la plena autonomía de
todo el orden “profano” por cuanto todo él está referido al Dios de la alianza.

La experiencia de Israel en su ley parece ser, entonces, la apreciación refleja –pero


inducida por Dios- de que el orden ético no es ajeno a la relación con Dios. En términos
de experiencia de la alianza, es obvio que la relación indisoluble establecida entre las
dos partes, determina que nada ocurra en una de ellas que no afecte de alguna forma a la
otra. En términos de actividad ética, lógicamente puede Israel percibir que su
comportamiento beneficia o perjudica su relación con Dios. Un proceder contrario a las
características de su contraparte Dios, hace que la relación se deteriore; un proceder
conforme a Él, fortalece la relación.

Parece, entonces, que Israel vivió permanentemente una experiencia profunda de


comprensión de su comportamiento en términos religiosos de alianza. Esta experiencia
parece que fue especialmente intensa en aquellos momentos en que experimentó la
intervención divina para establecimiento o renovación de la alianza. Pero es una
constante experiencial en todo el Antiguo Testamento.

Los rasgos de Dios que se descubren a través de esta experiencia de la relación íntima
entre el comportamiento ético y el progreso o el decaimiento de la vinculación con
Dios, pueden centrarse en la manifestación de la voluntad divina, de su santidad moral y
de su misma perfección. Si Dios quiere al hombre como es El mismo, claramente se
pone de manifiesto que El es término de plenitud. La imperfección misma del hombre
hace resaltar su perfección. Es el Dios que expresa su voluntad al entregar a su pueblo
las “palabras” que conducen a una vida acorde con la alianza. Es el Dios que exige a su
aliado una cercanía no de tipo teórico sino vital. Es al mismo tiempo el Dios que conoce
la debilidad humana y perdona tantas veces a su pueblo para que la salvación se opere
más por misericordia que por fidelidad humana a la alianza. Es el Dios que orienta al
hombre indicándole caminos de operatividad del bien, caminos que llevan a la fuente de
todo bien. El Dios de la ley es el Dios pedagogo que conduce a su pueblo-niño hacia la
madurez de un encuentro con El en la ordinaria actividad humana.

5. LOS TIEMPOS, OBJETOS Y LUGARES.

La experiencia de Dios no acontece únicamente en relación con ciertos acontecimientos


de la historia o ciertos elementos de gran importancia en la vida religiosa de Israel.
También los tiempos, los objetos y los lugares parecen ofrecer datos sobre la
experiencia vivida por los israelitas.

Evidentemente hay algunos de estos elementos que adquieren especial relevancia.

Entre los tiempos se pueden contar las fiestas y las celebraciones litúrgicas. Entre los
objetos el arca y los elementos para el culto. Entre los lugares, los sitios para las
teofanías, los santuarios y el templo.

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¿Qué hay detrás de todo esto en cuanto a experiencia de Dios que se revela?

Las fiestas y celebraciones litúrgicas tienen origen inicialmente en el normal proceder


de los pueblos primitivos, acostumbrados a celebrar acontecimientos de importancia en
sus vidas, como las cosechas o las victorias, o momentos decisivos de su historia. Pero
posteriormente, cambiada la interpretación de la vida por la experiencia de JHWH, los
israelitas comprenden que la celebración festiva y litúrgica –que se hacen inseparables
con el tiempo- constituyen un momento de intensidad de la relación con su Dios, quien
ha dado sentido a esas celebraciones en cuanto obró los acontecimientos que los
motivaron.

Así el contenido de la experiencia divina para quienes la vivieron en sus orígenes, se


refiere a la captación de JHWH que opera en los fenómenos naturales como en aquellos
que desarrollan el proceso histórico de salvación de Israel y por eso la festividad
israelita siente la presencia de JHWH en una manera muy especial, llevando al hombre
de fe a rendir culto a su Señor con motivo del memorial de los acontecimientos
festejados.

En la celebración litúrgica JHWH se hace presente de manera especial: es la experiencia


que los israelitas tienen de la cercanía de su Dios para ser adorado, momento esencial de
la relación de alianza y de respuesta en la fe. Dios “baja” para ser celebrado y así el
israelita puede entrar en contacto directo y cercano con su Dios a través de la
celebración litúrgica.

Pero Dios no está únicamente en estos momentos sagrados de la vida de Israel. Dios
está también en algunos objetos que adquieren especial significado para Israel: está en
los elementos de la naturaleza, sometidos ellos a dominio total por parte de JHWH; está
en el maná, en las tablas de la alianza y en el bastón de Moisés conservados en el arca;
está Dios en la misma arca llamada de la alianza. No se trata, evidentemente, de una
toma de posesión divina por parte de los objetos. En realidad ellos son símbolos, para
Israel, de la acción salvífica de Dios. Y la relación de estos objetos con la acción de
Dios es la que hace a los israelitas considerarlos como especialmente sagrados y como
especialmente vinculados con la presencia y acción salvadora de JHWH. Especialmente
el arca viene a constituirse en el “lugar” de la morada de JHWH, y su cercanía está
impregnada de presencia de JHWH.

La experiencia de fondo en este respeto reverencial a ciertos objetos de especial


sacralidad para Israel, parece haber sido en relación con una continuidad de proyección
de la presencia divina con relación a los objetos “tocados” por la acción de Dios que se
incorporó a la historia. Es decir: tan intensa fue la presencia activa de JHWH en un
determinado momento, que algo de esa presencia quedó impregnando los objetos con
que entró en relación. (Recuérdese a este respecto el interés de algunos privilegiados
testigos de teofanías por “consagrar” o ungir con aceite las piedras sobre las que
reposaban cuando JHWH los visitó)

Se trata, pues, de una experiencia de la profundidad e intensidad de la presencia de Dios


que penetra hasta afectar el mismo mundo material.

Algo semejante ocurre con los lugares sagrados: inicialmente se rendía culto a los
dioses en los “altos” o alturas de los montes quizás por considerar el lugar más

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apropiado por su relativa cercanía con el dios que habitaba en los cielos. Para Israel tuvo
sentido adorar a JHWH en las alturas, porque El es el Altísimo, el que está por encima
de todas las cosas, y porque en esos lugares la misma soledad y la naturaleza ayudaban
a la disposición del ánimo propia de un momento de oración.

Pero el templo fue por excelencia la “casa de JHWH”, donde Dios quiso habitar con su
pueblo, después de dejarse “convencer” por David. Israel experimentó siempre la
presencia y la acción de Dios con especial fuerza en su templo.

¿Qué clase de experiencia fue ésta? Reflejo de la alianza; Israel sintió que Dios, fiel a
ella, estaba presente en el centro de su vida, guiando sus destinos en el sedentarismo
como los había guiado en el desierto. Experiencia de inmensa cercanía, que nunca fue
manipulable. Cercanía para la relación de adoración, para escuchar las súplicas de su
pueblo escogido, para estar atento a la protección de su pueblo. El templo, como
verdadera morada de la divinidad, permitió a muchas generaciones de israelitas
sencillos desarrollar una verdadera religión de gran profundidad espiritual y de honda
comprensión experimental de JHWH Dios. Lo mismo que fue el centro de reflexión de
muchos teólogos israelitas, admirados en su fe de la bondad de Dios que quiso “poner
su tienda” y habitar en medio de ellos.

Rasgos de Dios en estas experiencias revelatorias a través de tiempos, objetos y lugares


son aquellos que muestran con especial sencillez la accesibilidad de Dios, su bondadosa
cercanía al pueblo, su disponibilidad para entrar en el profundo trato que se establece
con la adoración. Dios que está en los espacios de nuestra vida, en los lugares que
frecuentamos, en las cosas que tratamos. Es el Dios omnipresente y especialmente
presente en ocasiones de intensificación de nuestra vida espiritual. Dios trascendente al
alcance de las posibilidades del más humilde y sencillo de los hombres.

6. CONCLUSIÓN.

Los elementos fundamentales de la vida religiosa de Israel nos permiten tener acceso a
experiencias de gran trascendencia en el proceso revelatorio de Dios a ese pueblo.

La institucionalización de estos elementos y su permanencia durante tantos siglos


garantizó la conservación de los aspectos fundamentales de las experiencias vividas.

Así podemos hoy, a distancia de siglos, encontrar rasgos tan maravillosos de la


revelación divina como los que hemos enumerado, y que nos permiten ir delineando el
verdadero rostro del Dios del Antiguo Testamento.

FIN
FEBRERO 2014

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