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1. Introducción
Reconstruir la imagen visual de dos grandes figuras de la Revolución
mexicana, Emiliano Zapata y Francisco Villa, en el siglo XXI, es un
reto mayor, teniendo como antecedente que se han escrito y filmado
una larga lista de productos sobre ellos. Y siendo este movimiento
armado el primer fenómeno político massmediático del siglo XX,1 y el
principal detonante del nacimiento del documental en nuestro país,
hay que ser cautelosos con una nueva aproximación.
Entre los primeros trabajos de compilación que rescataron parte de
los materiales filmados en los años de 1910 a 1920 por los pioneros de
la cinematografía nacional como: Salvador Toscano Barragán, Jesús
Hermenegildo Abitia, los hermanos Alva y Guillermo Becerril,2 Me-
morias de un mexicano (1950) de Carmen Toscano y Epopeyas de la
Revolución (1961) de Gustavo Carrero, son, sin lugar a dudas, los más
conocidos y difundidos. Décadas después, y gracias al interés y dedi-
cación de investigadores (Orellana 1998; Reyes 1985; Miquel 1997;
2004; Pick 2004; Pérez Turrent 1979) y creadores, el tema sigue vi-
gente. Los rollos perdidos de Pancho Villa de Gregorio Rocha (2003)
se puede citar como un ejemplo sui generis, y que abre nuevas vetas
de estudio. En este documental ensayo, Rocha relata su búsqueda de la
película ‘perdida’ The Life of General Villa (de William Christy Ca-
bane, 1914), film producido por la “Mutual Film Corporation” y con
3 Para mayor información sobre los avatares de la filmación de esta mítica película,
que hasta la fecha no ha sido localizada, con testimonios del fotógrafo estadouni-
dense Charles Rosher, quien filmará por varios días a Villa, remitirse al artículo
de Tomás Peréz Turrent (1979).
4 Para mayores datos sobre este documental cf. Rocha (2005).
5 Francisco Taboada Tabone, egresado de la carrera de Ciencias de la Comunica-
ción, se ha dedicado a la investigación y al rescate de la tradición oral. Ha ejerci-
do la docencia en Historia de México y la realización de documentales en dife-
rentes universidades de México. Su formación de cineasta ha sido autodidacta.
6 Este trabajo colocó a Francisco Taboada a la vanguardia del documental latinoa-
mericano al recibir más de diez premios internacionales (Cine Documental San-
tiago Álvarez, Cine Chicano de Los Ángeles, Festival de Cine Latino de Santa
Cruz, California, y nominación al Ariel por la “Academia Mexicana de Artes y
Ciencias Cinematográficas”), por citar los más importantes.
7 Al igual que con los Los últimos Zapatistas, en este trabajo sobre Pancho Villa,
Taboada mereció los galardones en los siguientes festivales: Festival de la Me-
moria en Tepoztlán, Festival de Cine Latino en San Francisco, California, Premio
José Rovirosa de la Filmoteca de la UNAM, Festival de Cine Documental San-
tiago Álvarez, Cuba. Y lo más importante es que el documental ha sido proyecta-
do en casi todas las comunidades del Estado de Morelos, y ciudades principales
de la República Mexicana.
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genas. Sorprende la astucia, a la vez que el tono lúdico que los vetera-
nos entonan para iniciar la retahíla de parangones muy directos entre
Zapata y Villa: “Era muy sereno y callado. No se torcía el bigote”;
“Los zapatistas no perjudicaban”; o “Zapata nunca traicionó su ideo-
logía”. Y en seguida, estamos ya en una suerte de short cuts sobre el
episodio de la emboscada que el general Joaquín Guajardo le tendió a
Zapata para acribillarlo. Una a una las voces de los veteranos se van
entrelazando y en cámara directa y montaje de video clip se van re-
construyendo los hechos, acompañados de efectos especiales que de-
tonan fuertes disparos hasta alcanzar el silencio. Tras una fugaz pausa,
se pauta la entrada a otra serie de testimonios que aluden a uno de los
rumores de dominio popular: “Zapata no murió, se lo llevó un compa-
dre a Arabia”.
Cierra este segmento otra foto en blanco y negro de Zapata mon-
tado en su caballo y leemos en letras grandes: “TIERRA Y LIBER-
TAD”. Abruptamente nos encontramos con la figura de Carlos Salinas
de Gortari, y escuchamos nuevamente su discurso demagógico: “Jua-
réz y Zapata son inspiradores de nuestro régimen. Por eso modifica-
mos el artículo 27 de la Constitución, para llevar más recursos al cam-
po”. La traición a los ideales de Zapata, puesta en boca de uno de los
presidentes mexicanos que más daño ha hecho al país, se vinculan con
las denuncias de los veteranos que aluden a la miseria en la que tienen
que vivir con los 600 pesos que el gobierno les da para sus gastos.
Con el ánimo de reconfirmar las tremendas falacias que Salinas expre-
saba en su demagogia discursiva, Taboada decidió echar mano de los
testimonios de uno de los hijos de Zapata, Mateo Zapata Pérez, y su
nieta, Margarita Zapata, quienes van advirtiendo las lamentables con-
secuencias que las nuevas disposiciones de Salinas trajeron a los cam-
pesinos mexicanos: la migración del campo a la ciudad, la miseria y la
barbarie.
Los enfrentamientos de zapatistas campesinos con antimotines en
Tepoztlán, Morelos, en 1995, van cerrando este viaje por la memoria
visual, y culminan con tomas de archivo del carismático subcoman-
dante Marcos y del escritor Carlos Monsiváis, haciendo trabajo políti-
co y de campaña. Estas imágenes tantas veces vistas en la televisión
mexicana de estos años recuperan una nueva dimensión al fusionarse
con uno de los veteranos, quien de pie y muy garboso, declama tajan-
temente: “La tierra es el patrimonio del hombre”.
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dignidad, ésta que Taboada inició con Los últimos zapatistas, héroes
olvidados y que ahora ha convertido en su propuesta cinematográfica.
El montaje paralelo, narrador, localización de lugares y testimo-
nios, se entrelaza con la representación de los sucesos históricos; a
veces en ficción dramatizada, como la emboscada a Villa, otras recu-
rriendo a las fotografías antiguas, a materiales hemerográficos, a los
archivos fílmicos, y a toda suerte de puestas en escena, que van mol-
deando un montaje postmodernista. La fusión de pasado con presente
no choca, se entrecruza con la magia que produce este montaje en
Super 8 y video digital.
El mito de Villa es revisitado en los gestos de este montaje, como
cuando Ernesto Nava arriba a la casa donde nació su padre, y va escu-
driñando cada objeto y espacio, a la vez que resignificando su memo-
ria personal. Primero lo vemos en formato de video digital, y en se-
guida en formato de Super 8, lo cual coloca este retazo de memoria en
el marco de una visión contemporánea. Otro indicio de esta propuesta
de Taboada es cuando el chofer de Villa, después de haberlo visto en
su lugar de origen aparece en el corazón mismo de la Ciudad de
México, el Zócalo, subiéndose al inconfundible taxi “vochito verde”,
presumiendo al chofer chilango su identidad revolucionaria.
No obstante, lo destacable es la narración de lo que significó la
Revolución para estos ancianos, misma que se construye desde un
colectivo de voces: “Peleaba por hambre. No había nada. Entonces la
revolución era un juego”. “Me enrolé a los 14 años en la revolución.
Nunca agarrábamos dinero”.
Estos y muchos otros testimonios, vuelven una y otra vez a dibujar
una biografía y una hazaña, donde se reiteran los distintos capítulos
por los que atraviesa la construcción de una vida azarosa y donde se
desencadenan los recuerdos de un pasado, que quedaron en la memo-
ria y en el olvido.
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Cada uno de estos componentes tienen una razón de ser, al igual que
la intervención de la voz del narrador, a veces en off, otras in situ, que
disimulan las diversas geografías sin fronteras expuestas en el docu-
mental, acompañadas del corrido “Carabina 30-30”, del Gatillero de
Durango. Elemento que encaja muy bien porque nos remite a una
imagen/sonido presente en el cine revolucionario de los años treinta y
cuarenta. Y en otro sentido, reviste de modernidad los tonos tradicio-
nales de una oralidad cargada de dolor.
Al tenor de este tono y estilo, en Pancho Villa, la revolución no ha
terminado, Taboada traza un documental de investigación performati-
vo, que evita el abigarramiento del discurso denso y largo y decide
darle un enfoque humano, respetuoso, como lo hemos visto en los
trabajos del documentalista Juan Carlos Rulfo. Esto favorece, porque
lejos de desvirtuarlo, lo pone en perspectiva. Es decir, que Bernarda
Canana, (prima hermana de Pancho Villa), Julián Jiménez (hijo de Los
Dorados de Villa, y ahijado de Villa), Pablo López Aguirre (coronel
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