El Zonda

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El Zonda

El viento Zonda es un mal augurio en la región Noroeste de nuestro país; su paso es terrible
y temido por los lugareños, porque aleja la lluvia que tanto necesitan los áridos suelos
norteños.
El nacimiento del Zonda tiene su origen en la ambición desmedida de un hombre, que
desafío los poderes de la “Madre Tierra” y del Llastay (dos de las deidades más importantes
de la mitología calchaquí que encontraremos en esta leyenda).
Gilanco era un indio nativo del Huanco, que sirvió a los conquistadores como traductor y
guía en la región. Su diversión preferida era la caza, y no solo la practicaba para alimentar a
su tribu.
El Llastay (dios protector de la fauna del Altiplano) estaba disgustado con la voracidad sin
límites del cazador, que no perdonaba ni a la más pequeña presa. Una tarde de calurosa
primavera, cuando el y sus compañeros se sentaron a descansar bajo la sombra de un árbol,
solo Gilanco se mantuvo despierto, acosado por un extraño presentimiento. Vencida la
vigilia y caídos los parpados, se abandono a la siesta.
Pero no todo fue tan plácido como pensaba… Se desperezo bruscamente al oír cerca pasos
poco familiares. El Llastay en persona estaba ante sus ojos y Gilanco sintió miedo por
primera vez en su vida. Jamás pudo borrar la mirada penetrante del dios de la Puna, que lo
persiguió en cada una de sus mortales cacerías. El cuerno de caza, sus flechas y sus
yaravíes resonaban en quebradas, laderas y peñas, como señales de muerte lanzadas por el
cazador.

Un día de calor agobiante lo encontró al amparo del mismo árbol junto al que se le había
aparecido el Llastay.
Apoyo su cabeza sobre una piedra cubierta por una piel de vicuña, pero cuando intentaba
conciliar el sueño sintió un extraño rumor de viento y otra vez aquellos temidos pasos.
Quiso incorporarse, pero le falto vigor. No entendía como sus pies se clavaban a la tierra,
parecían estar manejados por una fuerza sobrenatural que los adhería a ella.
Una voz que lo increpaba surgió de las entrañas de la tierra: “Gilanco, soberbio y cruel
cazador, yo soy Pachamama. No te quitare el préstamo de la vida antes de que pruebes la
amargura de otro castigo por el cual te maldecirán tus hijos y tus nietos. Vendrá el Zonda,
hijo del viento que yo mando y refreno; el alejara de tus campos la lluvia, derramara la
flor del árbol antes de cuajar y los frutos tiernos antes que maduren; veras vuestros
campos y los de las tribus oprimidas por ti, cubiertos por mantos de arena de médanos que
sus soplidos trasladan de día y de noche…”

Desde aquel día, llega el Zonda implacable para alejar la lluvia, esparcir el polen de las
flores, secar las yemas, trasladar los medanos… Y cuando se enfurece arrasa montes,
arranca el techo de los ranchos, ahuyenta las aves y destruye sus nidos, extravía las majadas
por los cerros, azota, derriba, todo lo destruye.

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