Art 7
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Resumen: El excepcional ejemplo de las figuras pintadas en Abstract: The unusual example of the painted figures from
el interior de la cámara funeraria emeritense de los Voconios, the chamber of the funerary building of the Voconios’ family
identificadas como las de los propios difuntos y representadas from Merida is used as starting point of some reflections about
a modo de esculturas, sirve de punto de partida para reflexio- the self-representation of private citizens in imperial Roman
nar, a través también de algunos escasos ejemplos, sobre di- society. The family members –not in an accidental way– are
ferentes aspectos relacionados con el empleo de las imágenes, depicted as sculptures of themselves, feature which is com-
por parte de privados, como instrumento de autorepresenta- mon to a veryfew group of known examples. Behind this par-
ción. Ello parece vincularse, en buena medida, con el logro ticular choice it is maybe possible to read the increasing social
de un cierto ascenso social y la creciente participación en la promotion of the privates and their participation in the local
vida ciudadana que permitió la extensión de los esquemas ad- life. It became more and more frequent thanks to the extension
ministrativos romanos al ámbito provincial. of the Roman administrative patterns to the provinces.
Palabras clave: autorepresentación, retratos, escultura hono- Key words: selfrepresentation, portraits, honorific statues,
rífica, vida municipal, Voconios municipal life, Voconios
variados temas que han despertado su interés en es- menos5, se trata de representaciones de los propios di-
tas décadas. Casi razones nostálgicas nos han llevado funtos (Bendala 1972: 235) (fig. 2). Entre los rasgos
a uno de sus primeros trabajos, el que constituyó su más llamativos, como ya señaló en su momento el pro-
Memoria de Licenciatura, presentada en la Universi- fesor Bendala (1972: 245-248), se encuentra el hecho
dad de Sevilla pero dedicada a un tema de la vecina de que las figuras fueran dibujadas no de forma to-
Emerita Augusta: los célebres mausoleos3 conocidos talmente realista, sino a modo de esculturas, efigies6
como “Los Columbarios”4 (fig. 1, 3), morada última
de los miembros de las familias de los Voconios y los 5. De hecho, no hay pruebas fehacientes para afirmar que en
Julios. Las paredes interiores de las cámaras acogie- la vecina de los Julios también se hubiera representado a los di-
ron decoración pintada; en el caso de los primeros, al funtos, si bien es una posibilidad dado el deterioro generalizado
en el que se encuentran los paneles pintados (Abad, 1976: 164;
1982: 81).
3. Aunque sea frecuente aludir a ellas como “mausoleos” o “cáma- 6. Al respecto de las cuestiones terminológicas que rodean el
ras”, se trata de recintos cerrados pero de interior a cielo abierto (Ben- mundo de la representación humana en el mundo romano, remi-
dala 1972: 224; 2004: 90; Von Hesberg 1994: 83; Márquez 2006: 33). timos, al margen de al libro 34 de la Historia Natural de Plinio,
4. Cuyos resultados principales fueron publicados en la enton- al trabajo de M. Clauss (2001: 295-304) que, aunque centrado en
ces recién creada revista Habis: Bendala 1972. Posteriormente, han las representaciones imperiales, aborda aspectos de nomenclatura a
sido también tratados por el autor, con cierta profundidad, en Ben- partir de las fuentes textuales disponibles; véanse también los de G.
dala 1976, 2002 y 2004. Lahusen (1983: 5-6), P. Stewart (2003: 20-28), J. Fejfer (2008: 32)
Figura 2. Pinturas del Mausoleo de los Voconios (de Bendala 1976: figs. 9 y 10 en pp. 157 y 158).
sobre pedestales (Moormann 1988: 79, cat. 047; Ed- de esculturas exentas7, de acuerdo a modelos bien co-
monson 2000: 302; Guiral 2002: 99-100; Márquez nocidos en Augusta Emerita (Guiral 2002: 99). Por
2006: 47, 57; Bendala 2004: 94). En lo que a los de- otra parte, todo parece indicar que el tipo escultórico
talles de las representaciones se refiere, ya L. Abad del togado, en esta ciudad, estuvo lo suficientemente
(1976:164) llamó la atención al respecto de la notable difundido tanto en ambiente público como funerario
independencia que, entre ellas, presentaban las dos fi- (Nogales 1997: 150), como para ser tomado como re-
guras del matrimonio, a pesar de compartir un pedes- ferente iconográfico en otros soportes.
tal común; ello viene a reforzar aún más su carácter
Figura 3. Lápida sepulcral de la fachada del mausoleo de los Voconios (act. MNAR, Mérida)
cielo abierto; por otro lado, se exportaron a las necrópo- este breve estudio. En él se tratará de reflexionar sobre
lis los modelos empleados para representar a los vivos aspectos tales como la naturaleza de los honores recibi-
tratando así de perpetuar, de algún modo, la vida y la dos por privados, las iniciativas que los promovían, su
memoria en las ciudades de los muertos (Gregory 1994: materialización en forma de imágenes en ambiente cí-
89). Qué mejor testimonio de ello que las dos generacio- vico o los lugares de destino elegidos. En suma, y recu-
nes de Voconios, con diferencias de edad imperceptibles rriendo a un término ya clásico en nuestra bibliografía,
en unas pinturas ejecutadas de forma contemporánea. se profundizará en la voluntad de Selbstdarstellung15
A lo anterior se suma el hecho de que ambos ejem- (Alföldy 1990: 401) de los individuos en diferentes es-
plos cuenten con abundante información contextual ha- feras de la vida social, en las dinámicas que les llevaban
bitualmente muy mermada en el registro arqueológico a buscar canales de autorepresentación, en este caso, en
(Eck 1996: 303-304; Lahusen 2010: 12): se han con- ámbito urbano, y en la sutil frontera que, en el mundo
servado unidas representaciones e inscripciones12, todo romano, existía entre lo público y lo privado.
ello in situ13. Los estudios limitados a aspectos formales Sólo profundizando en estos aspectos y tratando de
y estilísticos pasan frecuentemente por alto la compleji- entender, además, la importancia que en la ciudad/so-
dad de estas dinámicas y contextos concretos; en ellas ciedad romana adquirieron las estatuas en honor de pri-
entran en juego aspectos no fácilmente perceptibles en vados –ya fuera en forma de iniciativas declaradamente
el registro arqueológico tales como los agentes del ho- públicas, enmascaradamente personales o plenamente
menaje, el momento de la vida –quizá tras ella– en el privadas– puede entenderse que se recurra a este tipo
que se realizan, el lugar de destino o la modalidad y ti- iconográfico en otros ambientes más directamente su-
pología que adoptan. jetos al control y voluntad de sus promotores. En este
En esta línea, es mucho lo que en el mundo romano caso, lo más significativo no es solamente que fueran
se ha escrito sobre el retrato, especialmente sobre su ori- representados como esculturas sino que, para ello, se
gen y evolución (Breckenridge 1968; Bažant 1995; He- optara por los tipos propios de las estatuas honorífi-
kler 1972; Balty 1993; entre otros muchos); son asimismo cas, en la medida en que subrayaban la pertenencia de
abundantes los estudios de plástica romana dedicados a la pleno derecho a la comunidad cívica: togati y pudici-
discusión en torno a la eventual identificación de determi- tiae. Éstos podrían, incluso, como se verá más adelante,
nados rasgos como reflejos fieles de la fisonomía del re- completarse con atributos, en absoluto accesorios, que
presentado (Lahusen 2010: 18-26); y muy numerosos, a permitieran matizar determinados cargos o funciones:
su vez, los debates al respecto de la dicotomía entre idea- uolumina, bulla, speculum.
lización y realidad. Es preciso preguntarse, por tanto, por
qué estos individuos eligieron, en estas iniciativas de ca-
rácter personal y de acuerdo a diferentes soportes y técni- 2. EL PAISAJE SOCIAL DE LA
cas, ser plasmados como estatuas de sí mismos. CIUDAD ROMANA
Son, por tanto, ambas representaciones –no obs-
tante muy diferentes entre sí desde los más variados La presencia de semejantes modelos iconográficos
puntos de vista: soporte, datación14, ámbito geográfico, sólo cobrará sentido tras revisar el papel jugado por los
contexto de uso– las que sirven de punto de partida a honores cívicos en forma de esculturas y su protago-
nismo en los ambientes urbanos. J. Fejfer (2008: 3-4),
12. Algunos casos de estudio donde se potencia el carácter com- insiste, con otros autores, en el hecho de que la erec-
plementario de ambos elementos en el marco de la propia concepción ción de una estatua se encontraba en la cúspide de los
romana del conjunto escultura-epígrafe, en Eck, 1996: 302. posibles homenajes que un ciudadano podía recibir; de
13. De hecho, en esta línea de comprensión de las esculturas en
su realidad contextual antigua, una vez superado ya el debate clá-
sico entre formalismo y funcionalismo (Gazda y Haeckl 1993: 297), familiares y atributos. Al respecto, véase, entre otros, Clauss (2001:
avanza un sector de la investigación actual; es el caso de los últimos 254-279 (atributos), 305-311 (estatuas imperiales).
trabajos de H. Lahusen (2010) y, especialmente, de J. Fejfer (2008). 15. Para la investigación en nuestro país y la consolidación en
Véanse también Anderson y Nista (1988), Stemmer (1995) y Stewart la bibliografía de este concepto fue decisiva la celebración, en Ma-
(2003). En un reciente trabajo P. Le Roux (2008) emplea el relativa- drid, en 1987, del coloquio Stadtbild und Ideologie. Die Monumen-
mente bien conocido ejemplo de Baelo Claudia (Tarifa, Cádiz) para talisierung hispanischer Städte zwischen Republik und Kaiserzeit
evaluar la importancia de esta información contextual completa sobre (Trillmich y Zanker 1990). En dicha reunión, entre otros muchos in-
representaciones de carácter honorífico. teresantes puntos de vista, se insistió en “Stadtbilder, las imágenes
14. Aspecto a tener muy en cuenta, en la medida en que el pano- urbanas, se pueden considerar como reflejos de estructuras sociales
rama iconográfico de los homenajes en forma de estatuas en las ciu- (que tienen, evidentemente, siempre un carácter procesual)” (Al-
dades cambió notablemente con la entrada de la figura imperial, sus földy 1990: 401).
hecho, fue el más extendido en el mundo romano (Mel- solamente le señalaba como benefactor de la ciudad sino
chor 1999: 47) a juzgar tanto por las explícitas referen- que, incluso, podía hacerle formar parte de su galería de
cias epigráficas como por las más descontextualizadas ancestros. En ese sentido, el rango del homenajeado y de
pero sí muy abundantes esculturas de privados recupe- los honores recibidos se calibraban igualmente a través
radas en todo el territorio. Ello se debía a que las aris- de aspectos tales como el tamaño de la imagen, el ma-
tocracias romanas –y entre ellas las hispanas– poseían, terial, tipo iconográfico o el lugar de ubicación, dentro
como señas de identidad (Melchor 2009: 394), compor- de un código que, muy probablemente, estaba perfecta-
tamientos y/o valores tales como la filotimia, es decir, el mente tipificado por las autoridades locales, encargadas
deseo de obtención de gloria y honores, estrechamente de sancionarlos en buena parte de los casos. La defini-
vinculados a la propia dignitas, la existimatio (reputa- ción de este paisaje urbano en el que abundaban las es-
ción) y el prestigio familiar, así como la honoris aemu- tatuas honoríficas de las élites ciudadanas servía para
latio, la competencia entre los miembros de estas clases poner de manifiesto públicamente la consolidación de
elevadas por conseguir reconocimiento16. esta clase aristócrata, en cuyas filas se concentraban las
Los rectores de las diferentes ciudades supieron diferentes facetas de la gestión de la ciudad. Más aún,
aprovechar, para el beneficio de ellas, todas estas acti- subrayaba el propio éxito de la organización social ro-
tudes, entendiéndolas como un medio para garantizar la mana que, al menos en esta vertiente administrativa, era
estabilidad económica local. En este contexto, frente a paulatinamente incorporanda en todas y cada una de las
otras concesiones, más efímeras, un retrato personal en ciudades provinciales (Alföldy 1979: 210).
un material duradero –mármol, bronce– permitía perpe- Al margen del eventual trasunto prerromano de ca-
tuar la memoria del representado y el prestigio de sus rácter helenístico/oriental que, en diferentes puntos del
acciones y, con ellas, las de toda su familia durante tanto imperio, pueda encontrarse tras el empleo propagandís-
tiempo como la estatua se mantuviera en pie17; esto no tico de la imagen personal, no es menos cierto que este
tipo de comportamientos se halla estrechamente vincu-
16. Consta incluso un caso en Leptis Magna, el del duóviro lado a la consolidación de la ciudad como entidad. Los
Plautius Lupus (RIT 601b), que obtuvo reconocimiento, entre otras nexos con la perpetuación pública de la memoria colec-
cosas, por estimular, con sus liberalidades, a otros conciudadanos a
tiva, justifican, además, su carácter de fenómeno relati-
hacer lo mismo (cit. en Fejfer 2008: 50, n. 181).
17. De ahí que, para evitar que esto ocurriera demasiado pronto, vamente homogéneo –unido al concepto y a la imagen
hubo quien incluso garantizó su permanencia, por ejemplo, conce- urbanas– en todo el mundo romano. Los ancestros y
diendo donaciones, aparentemente desinteresadas, de dinero o ali-
mentos (sportulae) que debían hacerse efectivas delante de la efigie;
es el caso de M. Gellius Seruandus, séviro augustal de Capena en el conmemoración de sus respectivos nacimientos. A.Quinctilius Pris-
172 d.C. (cit. Fejfer 2008: 50, n. 186) o del difunto Fabius Hermo- cus, en Ferentium, donó dinero para decorar sus estatuas y repartir
genes en Ostia (CIL XIV, 353); en ambos, se hacía coincidir con la dulces y vino anualmente y de por vida (CIL X, 5853).
personajes homenajeados compartidos por una comuni- época altoimperial, se entremezclaban esculturas idea-
dad, especialmente en ambiente provincial, conforma- les y alegóricas de divinidades, retratos imperiales y de
rían, de alguna manera, una identidad común y servirían sus atributos, así como numerosos retratos de privados
a modo de exempla para el resto de ciudadanos. merecedores de este tipo de honores, en mayor o menor
G. Lahusen (2010: 11), a su vez, insiste en la abun- medida vinculados con la política municipal. A ellos
dancia de estatuas honoríficas “unterschiedlicher Ty- pueden sumarse hoy los también cada vez mejor estu-
pik und Grösse” que plagaban las ciudades romanas, diados ejemplos hispanos de Tarraco (Alföldy 1979;
no solamente en los espacios tenidos como plenamente 2011), Segobriga (Abascal, Alföldy y Cebrián 2001;
públicos sino en todos aquellos en los que la imagen 2011; Noguera, Abascal y Cebrián 2008), Iptuci (Mo-
del individuo, de una u otra manera, podía ejercer algún rena et alii 2011: 151-167), Singilia Barba (Serrano,
tipo de efecto sobre el resto de conciudadanos y pro- Atencia y Rodríguez 1991-1992) o Labitolosa (Silliè-
piciar así el intercambio de mensajes y la reacción en res, Magallón y Navarro 1995: 114-126; Jordán 2004-
forma de respuestas concretas más o menos previsibles 2005). En los casos, además, en los que intervenciones
(Gregory 1994: 82). Por ello, estaban también presentes arqueológicas recientes han permitido documentar con
en ambientes semipúblicos (mercados, sedes de corpo- cierta veracidad el aspecto que estos ambientes presen-
raciones, espacios de culto restringidos a determinados tarían en un determinado momento, correspondiente al
grupos, etc.)18 y, por supuesto, en el complejo mundo de su fase final de uso, parece claro que reflejan un no-
privado, tanto doméstico como funerario (Stylow 2002: table carácter acumulativo, en el que, efectivamente, re-
358). En cualquier caso y, como se verá más adelante, tratos de personajes ya “anacrónicos” seguían teniendo
estos últimos ambientes no deben desestimarse en estas validez en el paisaje iconográfico cívico. De hecho, al
dinámicas, ya que tuvieron asimismo una importante parecer, en el Foro Romano a partir de época de Sila co-
proyección pública y las estatuas en ellos ubicadas, no- menzó a ser una práctica relativamente habitual la eli-
table función honorífica (Zanker 1992: 339). minación de estatuas por “sobrecarga”21.
De hecho, habría que imaginar un paisaje urbano En este sentido, un aspecto fundamental repetida-
de notable “superpoblación” de estatuas (Stewart 2003: mente abordado por la investigación y no siempre sus-
128 ss.). Constan ejemplos hoy bien caracterizados ceptible de presentar una interpretación convincente,
como los foros de las ciudades norteafricanas de Ta- procede de la combinación de los lugares de localiza-
mugadi (Zimmer 1992: 301-306, fig. 197 en p. 303; ción de estos honores y los cauces legales y adminis-
Lahusen 2010: 149-150), Cuicul (Zimmer 1992: 308 trativos que los permitían y sancionaban. Esto resulta
y fig. 204 en p. 309; Lahusen 2010: 148-149), Lep- especialmente importante para el estudio que aquí se
tis Magna19, o las noritálicas de Brescia y Verona (Al- acomete, en la medida en que puede dar luz al respecto
földy 1984: 124). En todos los casos se transmite un de a quiénes estaba permitido ofrecer/recibir un home-
panorama en el que las representaciones, en muy di- naje en forma de estatua y, de ser así, dónde podía ser
ferentes modalidades temáticas, de material, tamaño, efectuado y, por último, de acuerdo a qué condiciones
etc., abarrotaban los espacios públicos20. En ellos, en y autorizado por qué instituciones y/o magistrados. La
limitación en alguno de estos estadios podría explicar
la búsqueda de estrategias alternativas en el interés per-
18. P. Zanker (1983) ha señalado que era precisamente en estos
espacios semipúblicos donde determinados individuos cuyo estatus no sonal de manifestación de estatus y éxito social. Algu-
les permitía ser homenajeados en el foro y otros ámbitos privilegia- nas de estas razones parecen estar detrás de la extensión
dos supervisados por las autoridades municipales, podían ver colma- de los honores en forma de estatuas a espacios tenidos
das sus expectativas; más aún, si ellos mismos eran los promotores de por no estrictamente públicos, del mismo modo que,
determinadas iniciativas edilicias para la comunidad. Es el caso, por
ejemplo, del conocido como mercado de Sertius en Tamugadi (Zim-
mer 1992: 312), donde un privado, Marcus Plotius Faustus, colocó, a otros edificios públicos como, al menos, en determinadas curiae (e.g.
fines del período antonino, comienzo de los severos, una serie de es- Labitolosa), parece haberse producido una cierta concentración de
tatuas de él mismo, su mujer e hijo (CIL VIII, 2398, 2399) o el mace- estatuas honoríficas, si bien no sería la tónica general en este tipo de
llum dedicado en Cuicul (Zimmer 1992: 313) por dos hermanos, los ambientes, que precisaban de un espacio diáfano para la reunión del
Cosinii, en tiempos de Antonino Pío, cuyas efigies instalaron en su ac- senado local. Precisamente, contrario a esta interpretación funcional,
ceso (AE 1916, 33, 34), esta vez, con la aprobación de los decuriones. es A.A. Jordán (2004-2005).
19. En esta ciudad, concretamente, destaca el ejemplo mono- 21. A pesar de ello, estas prácticas de eliminar o reutilizar esta-
gráfico de los programas escultóricos del teatro (Caputo y Traver- tuas parecen haber sido consideradas, al menos en determinados mo-
sari 1976). mentos y lugares del imperio, como reprochables: así se interpreta
20. En especial las áreas forenses y las principales vías y pór- de las acusaciones del sofista Dión de Prusa hacia los rodios (Oratio
ticos que conducían a ellas. Aunque parece ser más excepcional, en 31.9). Otros ejemplos en Fejfer (2008: 64).
en muchos casos, en las inscripciones que las acom- representar como efigie pétrea. Cabría preguntarse si
pañaban no aparece, de forma explícita, la alusión al estas representaciones reflajaron la realidad de un ho-
permiso del ordo22 para ello. En otras ocasiones no so- menaje en forma de esculturas exentas24 al uso o si, tan
lamente consta la autorización para la erección de una sólo, trataban de simbolizar una más modesta iniciativa
estatua sino, además, el hecho de que fuera el senado personal frente a unas prácticas que, generalizadas en-
local el encargado de otorgar el lugar preciso para ello tre las aristocracias gestoras como vehículo de autore-
(LDDD), así como de hacer frente a los gastos23. presentación, o no pudieron permitirse o de las que no
De igual modo que muchos individuos recurrieron llegaron a poder ser merecedores. En cualquier caso, si
a la donación de esculturas en honor de otros para po- algo tienen en común ambos ejemplos es el hecho de su-
der participar, de alguna forma, de unas dinámicas de brayar los valores y honores vinculados a la familia, por
las que, por su menor rango, estaban excluidos (Stylow encima de los individuales. Esto, no ausente en home-
2001: 151), también es posible que las representaciones najes en espacios públicos, se verá subrayado en el ám-
aquí analizadas trataran de llenar alguno de estos va- bito de la casa y la tumba, donde la preocupación por
cíos sociales: representarse como esculturas habiendo la transmisión de la memoria se hacía mucho más pa-
carecido de la verdadera oportunidad de hacerlo, ni tan tente, llegando a configurar verdaderas galerías familia-
siquiera, en voluntad testamentaria post mortem. Deter- res (Eck 1992: 360). En el primer caso es el hijo quien
minados grupos que, eventualmente, pudieron adquirir vela por la memoria y logros de sus progenitores; en el
una desahogada posición económica quedaron exclui- segundo, el padre incorpora en su liberalidad a su mujer
dos, desde el punto de vista jurídico, de estas dinámi- e hijo, quien, no de forma casual, aparece ataviado con
cas (Eck 1996: 347); es el caso de determinados rangos la toga praetexta y la bulla, garantizándose así la perpe-
militares, esclavos o, incluso, libertos imperiales, entre tuación de roles y privilegios en el panorama municipal.
otros. De hecho, para muchos de ellos la única vía posi- Tanto Italica como Emerita Augusta han demostrado,
ble para la perpetuación del honor y la memoria, la in- a través del registro arqueológico, ser ciudades plena-
mortalitas en el marco del orden social, era la tumba. mente familiarizadas con el lenguaje no solamente visual
Tras ello parece estar, sin duda, la difusión y consoli- sino también simbólico y propagandístico que suponían
dación de determinados tipos iconográficos de fines de las estatuas exentas de privados realizadas sobre materia-
época republicana y comienzos del imperio, asociados les duraderos (León, 1995; 2001; Nogales 1997; 2009).
a los libertos que, con ello, reivindicaban así una suerte A su vez, tanto las necrópolis como los teatros eran am-
de “legitimidad” (Zanker 1975; George 2005: 38). bientes de los que éstas eran propias, por lo que es plena-
Tanto en el caso de los Voconios como en el de mente lícito pensar que el tipo iconográfico pudiera tener
Marco Cocceyo podría aventurarse un aprovechamiento entrada en ellos en diferentes soportes y modalidades. No
de otros cauces habituales, tales como las honras fami- obstante, la diferencia principal estriba en ser ellos mis-
liares de carácter funerario o el testimonio de iniciativas mos los agentes de las iniciativas, frente a los honores re-
evergéticas más o menos perdurables, para deslizar tras cibidos a instancia de otros, como comunidades, collegia,
ellos, de forma un tanto subliminal, el honor de hacerse corporaciones, clientes, libertos, o familiares.
por diferentes pasajes de las fuentes textuales25, con en la más que frecuente comparecencia junto a las imá-
frecuencia alusivas a unas normativas legales que, al genes de inscripciones con información complementaria
parecer, no siempre fueron observadas. El panorama pero indispensable (Eck 1992: 362).
que traza el registro arqueológico, de la mano de la ya Quizá uno de los más adecuados ejemplos para ilus-
citada combinación de escultura y epigrafía, así como trar el mensaje de propaganda personal susceptible de
el mejor conocimiento de los lugares de hallazgo y/o ser transmitido desde el ámbito funerario y, el empleo
exhibición original, ofrecen un panorama mucho más para ello, de la propia imagen de los difuntos, sean, a
complejo. Como se verá más adelante, existen eviden- lo largo del siglo I a.C., los tipos originados en mode-
cias de esculturas levantadas para el ámbito público los procedentes del ámbito honorífico público (Von
que, en un segundo momento, fueron derivadas a resi- Hesberg 1994: 144-185); es el caso, entre otros, de las
dencias personales o a ambientes funerarios, testimo- tumbas a edicola de uno o varios niveles superpuestos
niando la multiplicidad de lecturas de estas imágenes y (Gros 2002). En ellos la estructura arquitectónica apa-
su polivalencia como vehículo de significado (Stylow rece frecuentemente completada con esculturas exentas
2001: 151). Ésta venía propiciada tanto por elementos –aunque de acusada visión frontal– de los difuntos. Di-
inalterables, inherentes a la representación del indivi- chas tipologías se difundirán en la Península en aque-
duo, como por los susceptibles de mutar a fin de adap- llas regiones con un mayor peso en época republicana de
tarse a los diferentes entornos y destinatarios. las poblaciones itálicas (Beltrán 2002: 244-245; Vaque-
En cualquier caso, para contextualizar los ejemplos rizo 2010: 294-298), pudiendo mantenerse hasta bien
aquí abordados en el complejo ámbito de los honores ciu- entrado el siglo II d.C.27 (Von Hesberg 1993). A ellas
dadanos y la voluntad de autorepresentación individual y podría incluso sumarse el tipo en forma de templete o
familiar, es preciso insistir en lo difusas que resultan las naiskos (Von Hesberg 1994: 209-221) en el que las ga-
fronteras entre lo público y lo privado en la sociedad ro- lerías de difuntos con frecuencia se encuentran en el
mana (Zaccaria 1995: esp. 9-54), especialmente entre los interior de la cámara28. Más aún, se han documentado in-
grupos de rango más elevado (Eck 1992: 363). Ello se cluso variantes como el monumento de Servilio Quarto
aprecia en dos ámbitos: el espacial, dado que ni todo lo en la vía Apia (Von Hesberg 2002: 41, fig. 7), organizado
que concierne a la casa o a la tumba (Von Hesberg 1994: en cinco nichos que alojan otras tantas esculturas sobre
22-23) es exclusivamente privado, ni en los espacios pú- pedestales, que recuerdan al resultado obtenido en el in-
blicos está ausente la propaganda de carácter personal; y terior del emeritense mausoleo de lo Voconios. Al res-
el conceptual: los vínculos familiares aparentemente pri- pecto, resultan enormemente ilustrativas estas palabras
vados se entremezclan con la participación pública y el de J. Fejfer (2008: 73): “Portraits in a funerary context
reconocimiento social colectivo y ciudadano26. were also subject to both private and public concerns.
Era también relativamente frecuente, en las resi- Although beliefs about the afterlife, burial traditions,
dencias de las clases altas, la presencia de retratos tanto and family traditions influenced the use and modes of
personales como, más aún, de los antepasados o de los representation of portraits commissioned for a funerary
familiares muertos prematuramente, ya fuera en bronce, context, there was a strong desire for these images to
piedra o pintados sobre soportes rígidos. Sabemos por be indicative of social status and to interact with an au-
los textos que, en ocasiones, esas tablas eran trasladadas dience which might include strangers as well as family”.
a las tumbas (Nowicka 1993: 171). Sin pretender alejar- La casa es, por último, otro eje fundamental que
nos demasiado del tema que nos ocupa, todo ello redunda discurre entre lo público y lo privado. Dentro de ella,
en la importancia del lenguaje visual y de las representa- en determinados espacios con función propagandística
ciones privadas, así como su relativa fácil lectura como y de autorepresentación, estarán presentes desde gale-
símbolo y vehículo transmisor de información. El código rías de antepasados ilustres de acuerdo a una ordenada
empleado en estas imágenes debía de ser bien conocido
y de fácil lectura para el romano (Stylow 2001: 142). El
27. Aunque se trata de un discurso en el que no conviene profun-
éxito en la comunicación quedaba además garantizado
dizar en esta sede, sí es preciso hacer notar que recientes investiga-
ciones (Prados 2008: 282-289) llaman la atención sobre la influencia
25. Plinio NH, 34.30-31; Plinio NH, 18.15, 34.21-23; Livio norteafricana de raigambre oriental para justificar el éxito en el me-
1.36.5; Casio Dión, Hal. 3.71.5; 4.40.7, 5.25.2, Aulo Gelio 4.5. diodía y levante peninsulares de algunos de estos tipos.
26. Sirvan como buen ejemplo de ello las galerías presentes en 28. Un buen ejemplo de ello lo constituye la tumba de los Veso-
las basilicae/fora de Rusellae, Paestum y Tusculum, recogidas por nii, en la necrópolis pompeyana de Porta Nocera, en cuyo segundo
D. Gorostidi (2011: 327) con la bibliogafía específica, a la que re- cuerpo se incorporan la estatuas togadas de los difuntos (Beltrán
mitimos. 2002: 234, fig. 1; Gros 2002: 13-32).
jerarquía familiar, hasta las propias efigies29, aún en scaenam del teatro italicense, corresponde a una escueta
vida, de los propietarios, pasando por las representa- dedicación llevada a cabo por Amoena a su padre Lu-
ciones, con marcado carácter honorífico, de aquellos cio Pontio, hijo de Lucio, de la tribu Sergia y probable
personajes de la cultura o la política, más o menos co- ascendencia itálica, en forma de estatua ecuestre (Ro-
etáneos, cuyas vidas y acciones servían de especial re- dríguez 2004: 559-560, cat. I7). No consta alusión al-
ferente para el pater familias (Nista 1988: 39; Bartman guna a su eventual cursus honorum o a las virtudes que
1991: 72). De esta forma, constan ejemplos (Musumeci le hicieron merecedor de ese homenaje, tampoco el per-
1978; Eck 1992: 359-362) en los que antiguas escultu- miso del senado local para llevarlo a cabo (Stylow 2001:
ras erigidas en espacios públicos de las ciudades fue- 149). Todo parece indicar que estamos ante una dedica-
ron trasladadas, en un segundo momento, a residencias ción estrictamente privada pero, sin duda, en un espacio
o enterramientos30, mientras que, más ocasionalmente, tenido por público32 o, al menos, frecuentado de manera
ejemplares desde un contexto doméstico inicial fueron libre por la ciudadanía con motivo de actividades y ce-
desplazados a otro público31. Todo ello lo que parece remoniales relacionados con determinados hitos en la
poder demostrar es que en el mundo romano los ho- vida municipal33. Se ha insistido (Stylow 2001: 152) en
nores tanto personales como especialmente de carác- la aparente flexibilidad –y libertad– que parece haber ro-
ter familiar, en mayor o menor medida vinculados con deado a la colocación y dedicación de estatuas públicas.
los antepasados, estarán muy presentes tanto en espa- No obstante, parece más probable que, de forma más ge-
cios públicos como privados y que, por tanto, dinámi- neralizada, se contara con las autorizaciones correspon-
cas hasta el momento bien conocidas para los primeros dientes aunque no se hicieran constar en los epígrafes de
pueden seguirse con notable vigencia en los segundos. forma explícita; por obvia y conocida por todos, esta in-
En ese sentido, sería preciso preguntarse acerca de los formación podía ser prescindible. Al margen de ello, se-
circuitos de acceso, uso y frecuentación que, de ambien- ría preciso indagar sobre los eventuales mecanismos que
tes habitualmente tenidos por muy restrictivos –residen- permitían enmascarar iniciativas estrictamente privadas
cias, enterramientos–, se hacía en diferentes momentos por medio de vías “aparentemente oficiales”34.
y por diferentes colectivos, aspectos todos ellos que
pueden permitir explicar la elección de determinados
programas escultóricos/epigráficos. 4. LAS REPRESENTACIONES DE PRIVADOS
En lo que a los promotores de este tipo de iniciati- COMO ESCULTURAS: ASCENSO
vas respecta, todo parece indicar, que era prácticamente SOCIAL Y ORGULLO FAMILIAR
preceptivo contar con la autorización del senado (ordo
decurionum) para la instalación de una estatua honorí- El motivo elegido por los Voconios para el interior
fica en un lugar público. No obstante, son también mu- de su cámara funeraria (fig. 2) no parece haber sido de-
chas las inscripciones en las que ésta falta, haciendo masiado frecuente en el mundo romano35. Ya C. Guiral
surgir así numerosas dudas al respecto de los cauces le-
gales de estas prácticas. Sin salir del ámbito abordado 32. Se sugiere así, por tanto, que la aprobación por parte de las
en este estudio, el único dado de pedestal recuperado instituciones competentes, al menos cuando ésta queda constatada
del muy nutrido conjunto de esculturas –ecuestres y pe- epigráficamente, no es suficiente para la identificación de lugares te-
nidos por públicos y, por consiguiente, la consideración como priva-
destres– que decoraban las galerías de la porticus post dos del resto.
33. No deja de resultar significativo el hecho de que este pór-
tico trasero fuera ocupado por actividades privadas –tiendas, talleres,
29. W. Eck (1992: 359-361) aborda el interesante ejemplo de la e incluso un iseo ya con anterioridad– aún cuando persistía la acti-
residencia de la villa de los Volusii. Aquí parece existir incluso co- vidad en el área de la orchestra-scaena (Rodríguez 2004: 395-399).
rrespondencia entre las inscripciones en ámbito privado y los hono- Ello podría aportar matices a su consideración como espacio plena-
res recibidos en ambiente público. mente público.
30. Así ha parecido demostrarlo el hecho de que lo hicieran con 34. En Munigua, en uno de los ángulos del foro, consta el caso
sus antiguos epígrafes, manteniendo fórmulas propias de los honores de un individuo, L. Quintius Rufus (CILA 2, 1075; Stylow 2001:
públicos (DD) (Eck 1996: 355). No obstante, sin que se haya podido 153), quien, discretamente, levantó para sí mismo una estatua junto
llegar a una explicación convincente, constan en ambiente funerario a la de su padre.
pompeyano, in situ, esculturas con inscripciones cuyas fórmulas re- 35. No obstante, en uno de los estudios más exhaustivos al res-
miten a los cánones propios del ámbito público; de haber sido encon- pecto, M. Nowicka (1993: 140), distingue, para los retratos pintados
tradas descontextualizadas la adscripción espacial a éste último ha- en ambiente funerario, cuatro modalidades diferentes: las denomina-
bría sido la más probable (Eck 1992). das “pinturas de caballete”, las estelas, las pinturas murales en el ex-
31. Es el caso del cónsul suffectus del 3 d.C., L. Volusius Satur- terior de las tumbas, sobre las fachadas u otros lugares visibles, y en
ninus (Eck 1992: 359-360). el interior de ellas.
(2002: 100), recopilando en líneas generales lo presen- Resulta igualmente del máximo interés, en la infor-
tado por otros autores, insistía en su excepcionalidad mación proporcionada al espectador, la combinación
(Edmonson, Nogales y Trillmich 2001: 41 y 89), más entre el exterior y el interior de la tumba: la lectura
aún, teniendo en cuenta la técnica empleada. A fines conjunta de inscripción/relieve de fachada (HAEp,
de la república e inicios del imperio se había asistido 8-11, 1957-60) y programa pictórico interior38. El he-
a la difusión masiva de los tipos basados en la repre- cho de que los miembros de la familia aparezcan re-
sentación de los difuntos, especialmente entre las fa- presentados como estatuas debería quizá estar más
milias de libertos, en una búsqueda de reivindicar su asociado a la voluntad de señalarse como miembros
acceso a la condición ciudadana36 (Zanker 1992: 343; de pleno derecho de la ciudadanía emeritense, que con
Von Hesberg 1994: 234). Los cambios sociopolíticos una cierta heroización39, como en ocasiones se ha seña-
que tendrán lugar con la instauración del régimen im- lado (Moormann 1988: 119; Bendala 2002: 70; Már-
perial y la paulatina reducción, cuando no pérdida, de la quez 2006: 36, 52). Ello queda además reforzado por el
participación política por parte de los individuos en la uolumen40 que C. Voconio Próculo sostiene en su mano
vida ciudadana (Von Hesberg 1994: 71-73), llevarán a izquierda, sobre el que se escribió Aug(usta) Em(erita)
una creciente idealización con notable valor simbólico (Bendala 2004: 94-95).
(Nowicka 1993: 144) de representaciones y escenas; la En la inscripción exterior (fig. 3), a su vez, consta
representación plenamente realista de los difuntos no el nombre del promotor de la obra, pero se ensalzan
resultará en adelante una opción demasiado difundida, las glorias militares de su padre41, CayoVoconio, a
distanciándose así de motivos más vinculados con la través de la representación de los dona militaria (Ben-
realidad del individuo, propias de esos momentos pre- dala 2002: 69) recibidos. En el interior, sin embargo,
cedentes.
Al respecto de la datación del mausoleo de los Vo-
38. No obstante, cabe traer aquí también una serie de observa-
conios, M. Bendala, en trabajos más recientes (2002: ciones realizadas por P. Zanker (2002: 61), quien parece reconocer, a
68; 2004: 95) con respecto al primero de 1972 (1972: lo largo del siglo I d.C. y con respecto a momentos previos, un cierto
239-240), es favorable al retraso de la propuesta en- repliegue de las representaciones de los difuntos al interior del las
tumbas subrayando así los aspectos familiares sobre los estrictamente
tonces; no obstante, es crítico con algunas lecturas,
cívicos y potenciando rituales funerarios in situ; asocia dicha diná-
basadas en criterios estrictamente estilísticos y tipoló- mica a la progresiva pérdida de participación política que se produce
gicos (Von Hesberg 1994: 67; Nünnerich-Asmus 1993: con el avance del sistema imperial. A nuestro juicio, si bien pudo ser
274, lám. 38). Ciertas evidencias proporcionadas por así en la ciudad de Roma y su área directa de influencia, el papel asu-
mido en ámbito provincial por las elites municipales perpetuó y asu-
el registro arqueológico37 parecen dificultar una fecha mió como propias durante mucho más tiempo las antiguas prácticas.
augustea (Bendala 2004: 95), manteniéndose en la ac- Al respecto del diferente comportamiento en los honores en forma
tualidad una datación julio-claudia, a partir de Tiberio, de estatua en Roma y las ciudades itálicas y provinciales, véase Fej-
para el conjunto (Edmonson 2000: 299-303). El tipo fer (2008: 24, 42).
39. Ésta suele encontrarse asociada, desde el punto de vista ico-
elegido en la cámara debe, por tanto, ser también en- nográfico en el mundo romano, a la desnudez: cfr. Hallett 2005.
marcado en un momento determinado de la evolución 40. A nuestro juicio, parece muy poco probable que M. Vo-
de los tipos iconográficos y de la composición de la es- conio, el padre, también sostuviera un volumen en su mano (Abad
tructura social emeritense. 1982: 355), allí donde la pintura aparece totalmente perdida aunque
no lo suficiente. Sobre la iconografía de los uolumina en las repre-
sentaciones de togados, véanse Schäfer 1989 y Goette 1990. También
en la tumba de Pomponius Hylas, en la vía Apia, de tiempos augus-
teo-tiberianos, el difunto, en compañía de su esposa, porta asimismo
36. En cualquier caso, parece asistirse a una suerte de “debate un volumen (Abad 1982: 354; Guiral 2002: 99). Quizá obvio por co-
interno” en la propia sociedad romana de la época, entre los medios nocido, resulta el retrato pintado del tenido por el panadero Próculo
de control social que se logran a través de la estandarización de la junto a su esposa: él viste la toga y porta una mappa; M. Nowicka
imagen y de los códigos establecidos que permiten la identificación (1993: 130) ve en ello un símbolo cultural, pero también eventual-
de roles a través de ella, y la voluntad de señalarse como individuo mente de su carácter de magistrado, rectificando su identificación con
por medio de los rasgos particulares (Zanker 1995: 473). la del abogado Terentius Neo. La misma autora (Nowicka 1993: 144)
37. La ausencia, por ejemplo, de cognomen, parece hacer poco proporciona otros ejemplos al respecto: el retrato, también en pareja,
probable su datación con posterioridad al reinado de Tiberio (Edmon- de Granius Nestor, de comienzos del siglo I d.C. y las representa-
son 2000: 300). De acuerdo a criterios estilísticos, que siempre nos me- ciones en el interior de su tumba del joven Veturio Prisco, muerto
recen bastante cautela, C. Guiral (2002: 99) también retrasa la fecha en torno al 75 d.C.; en ellas aparece retratado como magistrado, su-
flavia inicial a partir de los paralelos entre los peinados de la madre y de brayando su dignidad y rango (Gabelmann 1984: 198-199, lám. 34).
una estatua hallada al exterior del anfiteatro (Nogales 1997: 59-60). M. 41. En determinados textos se refleja la honra que, para un indi-
Bendala (2004: 95) alude a los ritmos documentados en la monumen- viduo, suponían los honores adquiridos por sus progenitores, parien-
talización de la ciudad y la lógica que implica la composición familiar. tes directos y antepasados, v.g. Plinio, NH, 34.36.
se recurre a unos tipos netamente civiles, de acuerdo elevado rango social, como es el caso de soldados o ve-
a los cánones ciudadanos42. Fue, probablemente, una teranos. En el conuentus Tarraconensis, por ejemplo,
forma de subrayar el importante salto cualitativo entre G. Alföldy en su primer estudio de fines de los años
la primera generación del padre veterano –no obstante, setenta del siglo pasado (1979: 224) hacía notar que,
condecorado– al hijo magistrado quien, muy probable- cuando así ocurría, era preciso leer iniciativas de fami-
mente, debía buena parte de la posición adquirida a la liares o individuos conectados de alguna forma con las
loable labor de su padre en los orígenes de la nueva ciu- elites municipales o, en cualquier caso, con los ordines
dad. No deja de resultar igualmente significativo que en privilegiados44. Más aún, este autor añadía que, en la
la inscripción aparezcan representadas de forma minu- mayor parte de los casos en los que los destinatarios de
ciosa estas condecoraciones –torques, armillae y pha- los homenajes son miembros de la plebs urbana, esta-
lerae– (Von Hesberg 1994: 239) si bien en el texto no mos ante inscripciones propias de ambiente funerario.
se alude en ningún momento de forma explícita ni a Estas conclusiones, a las que se llegó a través de un ex-
ellas ni a la correspondiente carrera militar. De hecho, haustivo análisis de basamentos epigráficos de estatuas
M. Bendala las considera como propias de un discurso honoríficas, desaparecidas, pueden tener un claro ex-
autónomo, según el cual aparecen, además, represen- ponente en el conjunto de los Voconios. En todo ello el
tadas de acuerdo a una suerte de exhibición43 (Bendala énfasis puesto en el éxito social familiar es fundamen-
2002: 69). Por supuesto que, sin olvidar que la parti- tal: “Voconio Próculo, con el monumento funerario de-
cipación en el ejército romano era reconocida como dicado a sus progenitores y a su hermana procedía a
un honor ciudadano en sí mismo, la comparecencia de un ejercicio de afirmación familiar –de pietas para con
las recompensas obtenidas vendría a exaltar la figura ellos–, y lo hacía con una remisión a la uirtus paterna
del padre, merecedor por sus servicios, en un grado que se sumaba al tributo a la primera generación de
máximo de centurión (Bendala 1972: 244; Edmonson los emeriti que pregona la “primera generación” de
2000: 300), de dichos honores. La vitalidad económica retratos emeritenses. Son valores de exaltación de la
y social de la nueva ciudad habría favorecido una activa familia, de los ciudadanos romanos como conquistado-
movilidad y el dinamismo entre los miembros de estas res, que evocan perfectamente el ambiente ideológico
clases emergentes. de una ciudad como Augusta Emerita, marcada por la
No obstante, raramente parece documentarse la impronta de su pertenencia al programa imperial au-
erección de estatuas honoríficas dedicadas a personas gusteo”, dirá M. Bendala (2002: 70).
que no hayan llegado a desempeñar ningún cargo mu- La tumba de los Voconios (fig. 1) se convierte así
nicipal ni presenten indicio alguno de haber poseído un en un espacio propicio para la exaltación de las vir-
tudes ciudadanas de la familia45 –aún en vida de su
promotor–. De hecho, a fines de la república y en la pri-
42. Al menos a partir de los repertorios publicados parecen poco mera época imperial, una tomba di bell’aspetto era ri-
habituales las representaciones de difuntos con atuendo militar; ya
J.‑C. Balty (1993: 29, n. 240) hacía notar la inexistencia de un cor-
tenuta la quintessenza del successo borghese (Zanker
pus al respecto y no nos consta que exista en la actualidad. Entre 2002: 61), incluso, a modo de monumento honorario.
los escasos ejemplos: relieves de Licinius, de Teramo, en el Pala- En sólo una generación se ha producido un importante
zzo Comunale (Zanker 1975: 275, fig. 7; Frenz 1985: 75, cat. 147, salto cualitativo en la posición social de esta familia y
lám. 62.2); de Sexto Vettio, de Vasanello (Frenz 1985: 86, cat. 13,
lám. 7.1) y de los Gessii, como el anterior, del entorno de Viterbo, y la tumba es un buen lugar para ponerlo de manifiesto46.
conservado en el Museo de Fine Arts de Boston (Zanker 1975: 304;
Frenz 1985: 86-87; cat. 14, lám. 6); de Mentana, en las cercanías de
Roma (Zanker 1975: 305, fig. 44) y un último hoy conservado en Co- 44. No obstante, algunos autores (Stylow 2001: 145) han cues-
penhague (Zanker 1975: 306, fig. 46). En todos los casos se trata de tionado la validez de lo observado en Tarraco como modelo de lec-
grupos (tres o cinco), en los cuales tan sólo uno de los individuos tura del comportamiento social en otros territorios hispanos.
aparece ataviado con distintivos militares –o con el torso desnudo ¿o 45. Una vida familiar, estar casado, tener descendencia, for-
coraza? y paludamentum–; el resto, ya sean hombres o mujeres, res- maba también parte del comportamiento normativo propio del ciuda-
ponde a los cánones ciudadanos de toga y/o palla. dano romano, y podía estar considerado dentro de sus “virtudes” cí-
43. Como paralelos, aunque sin la calidad ni el realismo de los vicas, de ahí que sea también un recurrente iconográfico del que se
relieves emeritenses, cabe citar los augusteos de Nápoles (?) (Frenz sirvan determinados individuos para subrayar este carácter (Zanker
1985: 142, cat. 119, lám. 50.2) y Teramo (Frenz 1985: 157-158, cat. 2002: 345).
147, lám. 62.2) donde, en ambos, las condecoraciones acompañan a 46. Dirá, muy atinadamente, Paul Zanker (1992:39) al referirse
las representaciones de los difuntos. En el último de ellos se trata tan a los individuos que emplean este tipo de vías como medio de pre-
sólo de brazaletes o quizá torques, por lo que la interpretación fun- sentación ante la sociedad y entre los que podemos reconocer a Vo-
cional resulta algo más ambigua, si bien, uno de los fallecidos, había conio Próculo: “In der Regel waren es vor allem die „Aufsteiger“,
sido militar (vid. n. anterior). diejenigen, die es als erste ihrer Familie zu Wohlstand und Ansehen
Más aún si, como se ha propuesto, el recinto de los Vo- relativamente privilegiada (Von Hesberg 1994: 13-14)
conios, tal y como hoy lo conocemos, hubiera monu- que garantizaría, así, el éxito del mensaje propagandís-
mentalizado, de acuerdo a la evolución reconocida en tico-ideológico que las tumbas pretendían transmitir.
otras necrópolis, un antiguo bustum previo (Bendala A una iconografía semejante responde, también, la
1972: 233) que habría que relacionar con los padres di- segunda de las representaciones objeto de nuestro es-
funtos. La propia tipología del monumento, de recinto tudio, la de M. Cocceyo Juliano sobre el ara hexagonal
rematado con merlones, podría tener el propósito de hallada en el entorno del hyposcaenium del teatro de
simbolizar una identificación con la propia ciudad, una Itálica (fig. 4). El altar, dedicado por el propio Marco
autoafirmación como ciudadano y de los derechos y de- Cocceyo, presenta en una de sus caras, una inscripción
beres inherentes a tal condición (Bendala 2004: 91). en la que se alude a una donación personal a la ciu-
Son conocidos numerosos momentos de la tradición ri- dad ([reipublicae] Italicens(ium)), de acuerdo a una
tual funeraria romana en la que los enterramientos son promesa. Junto a su esposa e hijo –y por tanto, tam-
frecuentados y visitados, con motivo de conmemora- bién, en el marco de la familia nuclear– ofrece una serie
ciones y celebraciones periódicas47 (Zanker 1992: 339) de elementos muy probablemente destinados al teatro
por lo que es también de esperar que la tumba de los romano (Rodríguez 2008: 222-223)48, lugar en el que
Voconios pudiera ser accesible con motivo de ceremo- fue encontrada la pieza en el curso de las excavacio-
nias y rituales vinculados con el culto a los difuntos nes de la década de los setenta del siglo pasado. En
(Edmonson 2000: 302). La posición de determinados las cinco caras restantes aparecen otras tantas figuras
grupos y el establecimiento de distancias con otros sec- (fig. 5), incluidas en el interior de arquitecturas colum-
tores de la sociedad no vendría solamente dado por las nadas y rematadas, según los casos, en arcos de medio
imágenes y su disposición, sino también por el pro- punto, frontones o, incluso, en el caso de Cocceyo Qui-
pio comportamiento ritual en el que éstas participaban rino, unas aves entrelazadas, al modo de los recursos
(Gregory 1994: 87). En el caso de la tumba de los Vo- arquitectónicos empleados en los coetáneos sarcófagos
conios, en el curso de las excavaciones de J.R. Mélida conocidos en la bibliografía al uso como Säulensarko-
y M. Macías (Bendala 1972: 229), al parecer, se docu- fage (Koch y Sichterman 1982; Koch 1993). Entre las
mentaron en la cámara interior los restos de lo que se figuras representadas, a modo de esculturas sobre al-
interpretó como un pequeño pódium o mesa de escasa tos pedestales moldurados, se encuentra una probable
altura, muy probablemente empleado en estas prácticas diosa Fortuna y un personaje masculino tradicional-
relativas a la honra y memoria de los difuntos, quizá co- mente identificado con un genius (Luzón 1978: 189)
midas rituales (Bendala 1972: 233). o bonus euentus (Canto 1985: 266). Los tres restantes
A su vez, la garantía en la transmisión del mensaje no ofrecen duda alguna: son los miembros de la fami-
vendría además reforzada por la posición y notable vi- lia: Marco Cocceyo Quirino, Junia Africana y el hijo
sibilidad de las tumbas en el contexto de la ciudad. Los de ambos, Cocceyo Quirino. Las iniciales de cada uno
enterramientos de los Julios y los Voconios estarían si- de sus nombres aparecen en el centro del campo epi-
tuados muy cercanos a la muralla, a pesar de que su tra- gráfico del pedestal correspondiente. Los recursos ico-
zado concreto no se conoce con total seguridad en este nográficos empleados, por poco frecuentes, parecen
sector (Márquez 2006: 124); es incluso muy probable constatar el carácter parlante de la pieza, su valor na-
que en las inmediaciones de los sepulcros se encontrara rrativo (Gregory 1994: 83). A pesar de que, como ya
situada una de las puertas de acceso. Se lozalizaban se ha indicado, el esquema general de la misma parece
igualmente cercanos al conjunto teatro-anfiteatro, en poder asimilarse a composiciones decorativas conoci-
una vía, por tanto, de tránsito fluido del elevado nú- das en relieves, especialmente en sarcófagos, no deja
mero de población que con motivo de celebraciones de ser atractiva la propuesta de que el propio ara hu-
y espectáculos se congregaría en estos edificios. Se biera reflejado el aspecto que presentaba algún espacio
trata, por tanto, en el contexto de la ubicación de las del entorno organizado rítmicamente con hornacinas
áreas de enterramiento emeritenses, de una localización cubiertas con semicúpulas/arcos de medio punto, en-
cargadas de cobijar estatuas de privados y divinidades,
como pudo ser el postscaenium. La evidencia arqueo-
gebracht hatten, Freigelassene und Veteranen, Handwerker und lógica ha dejado fuera de toda duda el papel jugado por
Händler, die sich um die Grabräpresentation besonders bemüten“.
47. Entre las oficiales pueden citarse las Parentalia, Rosalia o
Lemuria, a las que habría que sumar otras muchas ceremonias y cele- 48. Al razonamiento sugerido por los elementos dedicados, se
braciones de carácter privado (Von Hesberg 1994: 26-27). suma el hecho de que también ofreciera unos ludi (sic).
la porticus post scaenam como espacio para la autore- conocidos, como los ya citados norteafricanos50, pare-
presentación ciudadana, donde, al menos en los inter- cen demostrar que una configuración determinada de
columnios de sus galerías occidental y meridional, se las galerías –con atributos imperiales, emperadores,
han documentado numerosos pedestales tanto equestres privados, divinidades, alegorías, especialmente avan-
como pedestres49; al dedicado a Lucio Pontio, el único zada la época imperial– podía definir una intención y
conservado con evidencia epigráfica, ya se ha aludido lectura muy concreta. En este caso, ambas presentan
más arriba. actitud sacrificial, justificada por el carácter sacro de
En cualquier caso, lo más llamativo de la pieza, la pieza –un ara– en el propio contexto de la orches-
a efectos del presente trabajo, parece ser el hecho de tra del teatro italicense; no obstante, también podrían
que se emplee una iniciativa totalmente personal –una haber sido esculturas existentes en la realidad, incluso
donación en virtud de un voto–, destinada a la comu- formando parte de una liberalidad del propio Cocceyo.
nidad y a un espacio público, para realizar una mani- Lamentablemente, no constan pruebas al respecto.
festación de reafirmación social de carácter familiar. Por tanto, son varios los elementos que tienen en co-
Sin embargo, en el epígrafe, en ningún caso se consig- mún las representaciones de los promotores de las ini-
nan los cargos eventualmente desempeñados por el de- ciativas: tanto Voconio Próculo como Marco Cocceyo
dicante, sino tan sólo el objeto de la donación. Es más van ataviados con la toga y portan en sus manos sendos
que probable que esa información quedara sobreenten- uolumina. De hecho, recurren a un tipo iconográfico
dida y reforzada a través de los relieves. A través de propio de las estatuas honoríficas de carácter cívico, es-
ellos podría intuirse el carácter de decurión de Cocceyo fera desde la cual, a nuestro juicio, se integra en el ám-
padre – con toga y volumen– y de sacerdotisa de Iu- bito funerario sin perder su simbolismo. Su presencia
nia Africana –cubierta y en actitud sacrificial–. Es pro- es una constante en las representaciones de togados en
bable, además, que, recurriendo a la representación de su variante de magistrados y es más probable que aquí,
sus tres miembros, quisiera subrayarse el prestigio fa- en las manos de Voconio Próculo tenga ese sentido, más
miliar susceptible de allanar la eventual carrera política que una asociación al cultivo de las artes y las ciencias
del joven M. Cocceyo Quirino. Aunque el rango decu- en clave funeraria51, como se ha propuesto en lecturas
rional no era ni oficial ni jurídicamente hereditario, en anteriores (Bendala 1972: 250; Márquez 2006: 48).
la práctica el status social de las familias hacía que los En esta línea, es preciso también insistir en el sig-
hijos sustituyeran o se unieran a sus padres en el ordo nificado adquirido por la iconografía del togado, en un
decurionum y de éste pasaran, como muchos de sus pa- repertorio estatuario netamente estandarizado y repe-
dres, a desempeñar diferentes magistraturas y sacerdo- titivo (Gregory 1994: 83). Este tipo (togata effigies),
cios (Melchor 2009: 394). Es más, en muchos casos para esculturas de privados fue, con diferencia, el más
las liberalidades se llevarán a cabo una vez culminada difundido tanto en la república como en el imperio
la carrera política por lo que no deberán ser entendi- (Lahusen 1983: 46) y ya lo señala incluso Plinio (NH
das como medio de conseguir o reforzar ésta; el agra- 34.18) como el más adecuado para los ciudadanos ro-
decimiento a la comunidad de los honores recibidos se manos. Ello se debió, fundamentalmente, a que la toga
presentaba así como una vía para perpetuar la memo- se convirtió en todo un símbolo de estatus, de ahí que
ria de la familia y facilitar el camino a los descendien- fuera el preferido por los romanos para ser represen-
tes (Melchor 2009: 404). tados en el marco de su pertenencia a la comunidad y
Habría por último que preguntarse el valor aña- a su participación ciudadana (Goette 1990), especial-
dido al conjunto aportado por las representaciones de mente desde el punto de vista de las connotaciones
las esculturas de divinidades, Fortuna y genius/bo- jurídicas que ello suponía; de ahí que resulte especial-
nus euentus. De hecho, algunos de los ejemplos mejor mente simbólico en el caso de determinados grupos
como los veteranos o los libertos (Zanker 1992: 344).
Más aún, con la estandarización de los tipos estatua-
rios el togado se convertiría en la representación del
49. Ya planteamos en su momento (Rodríguez 2004: 559) que
los pedestales dedicados a M. Lucretio Iuliano (Rodríguez 2004: cat.
I5 e I6), reutilizados en un segundo momento como soportes de ma- 50. Vid. n. 18.
quinaria en el hyposcaenium, hubieran sido desplazados desde la ga- 51. En general estos objetos se han atribuido a un mero ambiente
lería del pórtico trasero. También, como parte de la reforma del área culto (Guiral 2002: 101), quizá parte de un ajuar tomado de las prácti-
de la escena correspondiente a comienzos del siglo III, se reutilizaron cas de la vida cotidiana. Más allá, hay quien los ha vinculado, incluso,
unos antiguos togados (León 1995: 164-169) que, es muy posible, hu- a círculos pitagóricos, para quienes el cultivo de las artes y las cien-
bieran formado parte de la propia decoración escultórica del edificio. cias propiciaba el acceso a la inmortalidad (Abad 1982: 354-355).
ciudadano (Gregory 1994: 85), resultando de lectura u olumen –tanto Voconio Próculo como Marco Cocceyo
inequívoca para aquellos que lo contemplaran52. En lo hacen–, o la bulla (Cocceyo Quirino), símbolo, junto
ambiente funerario, en la medida en que los difuntos a la toga praetexta, de los hijos de las clases dirigen-
sean celebrados como ciudadanos ejemplares, la toga tes con anterioridad a la mayoría de edad (Goette 1986:
en los hombres y la palla en las mujeres adquirirán 137). En cualquier caso, se trata de un símbolo encar-
pleno valor simbólico (Zanker 2002: 61). En el estu- gado de subrayar el nacimiento libre de aquellos que lo
dio, ya clásico, de H.G. Niemeyer (1968: 40) se insis- portan (Balty 1993: 18-19), en un clima de dinámica
tía en que la representación de un hombre togado venía movilidad social en la que, no obstante, determinados
a equipararse con la imagen honorífica de un ciuda- grupos, especialmente los libertos y sus descendientes,
dano que había desempeñado con éxito sus respon- se siguen contemplando como advenedizos. De hecho,
sabilidades ante la comunidad, desarrollado una vida H.R. Goette55 (1986: 146) identificó la consolidación
pública ejemplar y consolidado o incluso visto aumen- del uso de la bulla, a comienzos de la época imperial,
tar su estatus y prestigio entre los de su clase. En el con dos fenómenos que no tendrían por qué ser exclu-
caso de las provincias, además, venía a identificar a yentes: por un lado el creciente ascenso de los libertos,
las aristocracias locales y, por extensión, denotaba el por otro, la difusión de la iconografía de los príncipes
avance de la municipalización y de la integración cre- julio-claudios, con toga y bulla.
ciente en el esquema político y administrativo romano
(Melchor 1999: 48). En el caso de Marco Cocceyo no
deja de resultar enormemente atractivo, en aras de do- 5. CONSIDERACIONES FINALES
cumentar dichas dinámicas, el hecho de que diferentes
evidencias parezcan identificarlo con un origen nor- Como ya se ha señalado más arriba56, diferentes es-
teafricano (Rodríguez 2004: 161; Caballos 2010: 275). tudios insisten en la importancia del contexto para la
No sería por consiguiente extraño que este individuo, comprensión del mensaje que las esculturas pretendían
miembro de una nueva élite foránea de incorporación transmitir y los muy limitados casos en los que éste es
más o menos reciente entre la sociedad italicense, se conocido, permitiendo así llegar a conclusiones váli-
sirviera de estos mecanismos iconográficos/evergéti- das al respecto. En el caso de los ejemplos analizados,
cos para afianzar y consolidar su posición y la de su fa- resulta imposible afirmar si se trata de la trasposición
milia en la comunidad. y/o evocación en diferentes soportes (paneles pintados
Aunque el creciente deterioro de las pinturas no lo y bajorrelieve) de unos honores en forma de escultu-
haga hoy del todo perceptible53, al parecer, la túnica de ras exentas existentes en la realidad. Sería quizá más
Voconio Próculo (fig. 2) presentaba, además, una estre- probable pensar en unas manifestaciones más discretas
cha banda vertical de color púrpura (Edmonson 2000: en inversión y medios, así como destinadas a escena-
302), el angustus clauus, signo inequívoco de su iden- rios más restrictivos, encargadas de sustituir, de alguna
tificación como activo participante en la vida munici-
pal. A ello se suman otros símbolos54 como portar un
permita explicar la elección de este elemento y no otro en este con-
texto funerario en el que tratan de subrayarse las virtudes ciudadanas.
52. Lo estricto del código que en Roma establece la vestimenta, Frente al caso del uolumen para los togados, el speculum o κάτοπτρον
por ejemplo con motivo de la asistencia al teatro, queda de mani- no resulta frecuente en los tipos estatuarios femeninos equivalentes.
fiesto en un pasaje de Suetonio: Aug. 44. Véase también al respecto En el ya citado relieve de Teramo (vid. n. 43) sobre las jambas de la
Parker (1999: 166). arquitectura figurada en cuyos nichos se integran los tres difuntos se
53. Aunque sobre las esculturas en mármol en pocas ocasiones reconoce, además de las condecoraciones a las que se ha aludido an-
se ha conservado la policromía, otros soportes como el metal y, espe- teriormente, un espejo doble (Zanker 1975: 275, fig. 7). Lamentable-
cialmente, las representaciones pintadas permiten distinguir, dentro mente, el estado fragmentario de la inscripción no permite reconstruir
del togado genérico, estas diferencias entre los ordines. las relaciones de parentesco entre los representados; tan sólo sabemos
54. De los escasos símbolos presentes en el conjunto resulta me- que el promotor fue L. Licinius Mancia, aunque no deja de ser signifi-
nos evidente, desde el punto de vista semántico, el objeto que Cae- cativo el hecho de que respondan, respectivamente, a un togado, una
cilia Anus, madre de Voconio Próculo, sujeta en su mano izquierda. mujer cubierta y un soldado. Un último ejemplo de espejo doble, en
Una vez analizados los paralelos iconográficos (De Ridder 1873: un relieve funerario de Pesaro, acompañando a la representación de
1425; Von Netoliczka 1921: cols. 29-45; Hurschmann 2001: 822) la difunta (Zanker 1975: 302, fig. 41).
parece fuera de duda que se trata de un espejo doble, en este caso 55. Quien dio a conocer la pieza italicense cuando aún se encon-
abierto, caracterizado por dos piezas circulares –una vez cerrado, una traba inédita, sin llegar a dar una interpretación satisfactoria para la
queda encastrada en la otra– con una manilla metálica sobre la su- presencia en ella el motivo de la bulla, que también porta el genius:
perior, la tapadera, que permite asirlo. En el estado actual de la in- Goette (1986: 148-150, cat. 101, figs. 17-20).
vestigación no contamos aún con una interpretación convincente que 56. Vid. n. 13.
forma, a los habituales cauces de autorepresentación el funerario, sin perder buena parte de estas connota-
a los que no se había podido tener acceso57. Sin duda, ciones que subrayaban los méritos del difunto en el
los promotores, C. Voconio Próculo y M. Cocceio Ju- marco de la comunidad de referencia. Así, al respecto
liano eligieron de forma consciente el tipo no sólo de la tumba de los Voconios señalará M. Bendala
del togado, sino, más aún, el de la escultura honorí- (1972: 252) que, en ella, lo honorífico llega incluso a
fica asociada a dicha iconografía destinada a subrayar imponerse a lo funerario. En ese sentido, y al margen
la condición ciudadana, con lo que ello conllevaba de de la obvia ausencia de fórmulas sepulcrales que sólo
buenas prácticas en el marco del orden social estable- se consolidarán más adelante, el contenido del epi-
cido. tafio emeritense (fig. 3) se caracteriza por subrayar,
Sin obviar los notables cambios sufridos por di- por encima de los aspectos funerarios, los de carác-
cho orden a lo largo del aproximadamente siglo y me- ter familiar (difuntos y sus relaciones) y cívico-militar
dio que separa a los ejemplos que nos ocupan, se hace (condecoraciones). De hecho, todo parece indicar que
preciso insistir en su condición de individuos que rei- en los dos casos analizados se insiste en la relevancia
vindican su posición e integración de pleno derecho de los lazos familiares en las vías de promoción po-
entre las clases gestoras de sus respectivas comuni- lítica en ámbito municipal ya sea en segunda genera-
dades ciudadanas; estos mecanismos, de hecho, han ción –Voconio– o tratando de sancionar el futuro de
sido especialmente bien caracterizados en lo que se los descendientes –Cocceyo–.
refiere a la clase emergente por excelencia de la so- A su vez, a juzgar por las diferentes iniciativas que,
ciedad romana: los libertos58 de fines de la república al menos, han llegado hasta nosotros: la construcción
y comienzos de la época imperial (Zanker 1975). En del mausoleo familiar y las donaciones y liberalida-
nuestro caso, se trata, por un lado, del hijo de un mi- des vinculadas al teatro, respectivamente, todo lleva a
litar, integrante de los primeros grupos de veteranos pensar que nos encontramos ante personajes con una
asentados en la nueva colonia, en el caso emeritense; próspera situación económica. Ésta habría sido la que,
por otro, de un probable norteafricano y su familia en eventualmente, les habría permitido acceder a la par-
la “itálica” Itálica, a fines de la segunda centuria o co- ticipación en la política municipal, siempre que la re-
mienzos del siglo III d.C. Es más, C. Voconio Pró- presentación del togado con volumen se tenga como
culo pudo, para honrar a su padre, hacer representar indicio de magistrados y miembros del ordo, y no como
sobre la lápida funeraria de acceso al sepulcro los un mero tipo estandarizado con implicaciones ideológi-
dona militaria conseguidos por éste en vida, si bien cas y propagandísticas de amplia difusión entre los ciu-
no debieron de existir ni razones suficientes ni darse dadanos libres. No obstante, todo parece indicar que, a
los cauces legales adecuados que le permitieran erigir pesar de que las estrategias personales para lograr di-
una estatua honorífica a un veterano de rango medio. chos homenajes pudieran llegar a tener cierto éxito, lo
Sólo en su tumba, y de acuerdo a un programa de ca- canónico era hacerse merecedor de ellos por parte de la
rácter privado y familiar quedó representado solemne comunidad en sus diferentes variantes (ordo decurio-
y con toga, al modo de los ciudadanos merecedores num, plebs urbana, collegia, corporaciones, familiares,
de homenajes públicos. A partir de este modelo ico- clientes, libertos). En buena parte de los casos, además,
nográfico, fraguado en el ámbito de las honras cívi- dichos honores solamente se lograban con carácter pós-
cas, habría pasado a otros ambientes como pueda ser tumo. La erección e instalación de estatuas honoríficas
tenía, por tanto, una trascendencia tal en el orden so-
cial y sus mecanismos que era una práctica regulada
57. Dirá G. Alföldy (1979: 225-226): “Die öffentliche statuari- por las autoridades y que no podía ser llevada a cabo li-
sche Ehrung […] war ein Privileg der Mitglieder der Oberschicht;
sie und nur sie, die honesti, in eindeutigem Urterschied zu den humi- bremente, al menos en buena parte de los espacios ur-
les, konnten darauf Anspruch erheben, auf den fora und in weiteren banos públicos. No obstante, si bien este panorama de
öffentilichen Bauten der Städte durch statuarische Darstellungen den estrictas normativas ha sido el tradicionalmente trazado
Zeitgenossen und der Nachwelt vorgestellt zu werden. Darüber hin-
por las fuentes textuales, las evidencias arqueológicas
aus spiegelte sich in der Verwirklichung derartiger Bildprogramme
auch die aristokratische Hierarchie innerhalb der Oberschicht wi- y epigráficas parecen transmitir, si no un panorama de
der, ersichtlich daran, wer von wem, aus welchem Anlass, auf wessen mayor flexibilidad sí, al menos, unas fronteras mucho
Kosten Ehrenstatuen erhalten konnte”. más tenues y difusas entre los espacios tenidos por pú-
58. Éstos, por regla general, no podían llevar a cabo dedicacio-
blicos y aquéllos considerados privados, que, en mul-
nes en suelo público (Eck 1992: 361). En este sentido, no parece ca-
sual que a este colectivo pertenezcan los Julios, enterrados en el mau- titud de dinámicas, compartirán idénticos códigos y
soleo vecino al de los Voconios. medios de expresión.
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