Tomo 13 - Vida en Comunidad - Capitulo 3
Tomo 13 - Vida en Comunidad - Capitulo 3
Tomo 13 - Vida en Comunidad - Capitulo 3
Vida en
comunidad
III
Simbología
Categoría
Región
ISBN: 978-9942-22-357-9
Presentación
VIDA EN COMUNIDAD 3
Prólogo
VIDA EN COMUNIDAD 5
cuentos, las novelas, las tradiciones y leyendas escritas) no solo
está para ejercitar el razonamiento y comprender el contenido de
las narraciones, sino también para sentir con nuestro corazón lo
que otros nos cuentan; por ello a veces nos hacen reír, nos ponen
contentos, hacen que se nos escapen unas lágrimas (o al menos se
nos hace un nudo en la garganta), o nos dejan pensando un rato.
Siempre creí en las capacidades y las ganas de escribir que
tienen las personas que forman parte de la comunidad educativa:
estudiantes, docentes, y también madres y padres de familia. Solo
necesitaban una oportunidad, un empujoncito.
Al inicio, cuando en el Ministerio de Educación se planteó esta
propuesta, muchos dudaron que el programa “Nuestras propias
historias” pudiera dar resultados cuantitativos altos. En un
principio tal vez se lo veía como un proyecto un poco soñador, que
pretendía convocar a un gran desafío a la comunidad educativa
del país. Por ahí incluso escuché decir: “pero si la gente ni siquiera
lee, va a ser muy difícil que se ponga a escribir”.
Sin embargo, no ocurrió así. Esta propuesta ha revelado algo
que va más allá de la estadística o del cuadro de alcance de
metas cuantitativas. Esto es un resultado concreto en términos
educativos y culturales. Al interior de la comunidad educativa,
la cifra final de 3 729 participantes —entre estudiantes, docentes,
personal administrativo, madres, padres, abuelas y abuelos de
todo el Ecuador, en unas provincias más que en otras— nos
reveló que las personas tienen interés por narrar lo que les ha
sucedido, lo que han escuchado o lo que han inventado también.
De este gran total, para la publicación se seleccionaron más de
ochocientas narraciones que tratan una gran variedad de temas:
artes, oficios, profesiones y pasatiempos; leyendas y tradiciones;
realismo social; relatos de amor, de terror o fantásticos; o historias
de la comunidad, la familia o la escuela.
VIDA EN COMUNIDAD 7
Contenido
Aquel calcinado paladín 11
SHINA DARINY PANAMÁ
El atropellamiento 20
ENRIQUE CORO
Perdidos en Sangolquí 30
JOSUÉ IVÁN RODRÍGUEZ
El cementerio y yo 34
LIGIA GEOVVANNA MORA
Mirada de mujer 44
RUTH CECILIA TOGRA
El regalo de Navidad 65
RICHARD ALAVA
El susto de Gabriela 73
EDUARDO ANCHUNDIA
Perro callejero 77
KORAIMA TORRES
¡Mama Michi! 88
IRENE CABAY
Los centavos 92
RAIMUNDO GERMÁN CADENA
Aquel calcinado
paladín
VIDA EN COMUNIDAD 11
tan solo un día para poder construir futuros hogares, por lo que
era recompensado con miserables quejas y un miserable sueldo
que para él no era mucho, pero era necesario para poder seguir
manteniendo a su familia.
Así, Innad veía salir a su caballero paladín de casa para
seguir buscando la forma de mantener con vida a su pequeño
mundo, y esa era su tarea diaria, hasta que un día, en tan solo
unos minutos, todo cambió. Se encontraban en las fiestas de
la Virgencita de la comunidad, una fiesta religiosa a la cual
siempre Innad, su familia y el caballero acudían a ayudar en lo
que pudieran. Entonces Innad observó que un señor necesitaba
ayuda con los fuegos artificiales; el caballero inmediatamente
fue a ayudarlo: sostuvo los quince o veinte explosivos con
ambas manos, como abrazándolos, mientras que el señor los
encendía de cuatro en cuatro. Cuando ya los encendió, nadie
VIDA EN COMUNIDAD 13
MARIELA CLARIVEL
SUAREZ
nació en el recinto
Bocana de Abajo,
Guayas, en 1973.
Actualmente se dedica
a los quehaceres
domésticos. Su hijo
Josué David Morán
estudia en la Escuela
Rafael Morán Valverde.
El momento de las
decisiones
VIDA EN COMUNIDAD 15
exceso de velocidad. En una curva cerrada, mi amiga trató de bajar
la velocidad de la moto pero fue imposible, ya que el bus pasó tan
cerca que nos asustamos. Fue entonces cuando mi amiga intentó
frenar, pero ya era muy tarde: habíamos caído y rodábamos sobre
la carretera, inconscientes las tres.
Despertamos en el hospital de Salitre. Apenas reaccioné,
no sabía qué hacer, a quién acudir ni cómo decirle a mi familia
lo que me había sucedido. Entonces se me ocurrió pedir ayuda
a una enfermera de turno, decirle que llamara a un familiar. Ella
llamó a mi mamá, sin obtener respuesta alguna, así que le rogué
que intentara con mi prima Lady. A ella le pedí que me ayudara
porque yo estaba en el centro asistencial por un accidente, y ella
no dudó en acudir.
Fue entonces cuando comprendí que la desobediencia no es
buena y que hay que tomar precauciones ante cualquier decisión.
No sabemos a todo lo que vamos a estar expuestos en cualquier
momento de nuestras vidas.
Mis ángeles
guardianes
VIDA EN COMUNIDAD 17
busco protección, Él me la ha dado siempre, por ello, como
muchos dicen, “Gracias a Dios no me ha pasado nada malo”.
Fue un sábado por la tarde. Había quedado con mi amiga,
una verdadera amiga, de esas que ya no hay muchas, por su
honestidad, sinceridad y, sobre todo, por su desinterés; una de
esas amigas con la que compartes una tarde completa y parte de
la noche y es como si hubiera pasado apenas una hora. Quedamos
en encontramos para tomar un café y así lo hicimos. Luego de tres
tazas, se hizo tarde, así que decidimos salir a pasear y cenar juntas.
El tiempo era corto para todo lo que debíamos conversar. Ya caída
la noche nos dirigimos a su casa y nuestra despedida, entre tema y
tema, duró hasta las once.
Como mi casa queda a una hora de viaje de la suya, dejamos
la conversación a medias y empecé a bajar al Valle. Entonces
¡recordé que no había pedido a Dios que me cuidara! En el primer
VIDA EN COMUNIDAD 19
ENRIQUE CORO
nació en Palmira,
Chimborazo, en 1998.
Estudia en tercer año
de Bachillerato de la
Unidad Educativa José
Mejía Lequerica. Su
actividad favorita es el
ciclismo.
El atropellamiento
VIDA EN COMUNIDAD 21
era feo: los doctores, los gritos de las demás personas, todo; y yo no
podía dormir, eso sí me molestaba porque a mí me gusta dormir
mucho. Pero mientras pasaban los días, me fui acostumbrando, ya
me sentía mejor; además, mis familiares me consentían mucho,
en especial mi mamá. Yo les decía que me llevaran cuentos para
leer porque de pequeño me gustaba leer mucho; pero lo más
importante, que no se les olvide, era comprarme chocolates
porque me gustaban mucho y me siguen gustando.
Lo que me puso bien fue que algunos vecinos me visitaron:
ellos me conocían mucho porque algunos me fiaban alguna cosa
hasta que mi mamá les pagara; ellos también sabían que vivía
solo con mi hermano mayor. Que me visiten ellos sí me alegraba.
También me visitaban algunos amigos de la escuela.
Lo malo era que en el hospital había una doctora amargada que
casi siempre venía a ver cómo seguía y me hacía preguntas; me
VIDA EN COMUNIDAD 23
ROMMEL PAUL
IGLESIAS
nació en Lago Agrio,
Sucumbíos, en 2001.
Estudia en segundo
año de Bachillerato de
la Unidad Educativa
Fiscomisional Pacífico
Cembranos. Su
actividad favorita es
leer.
VIDA EN COMUNIDAD 25
Me cuestionaba si era completamente creíble, pero a mi edad aún
no había comprendido las diferencias de la fantasía y la realidad.
Fue en la escuela, a los cinco años, cuando me separé de mi madre
y mi hogar. Fue un tormento. Fui muy tímido durante mis años de
aprendizaje, algunos de mis compañeros formaron el pilar de mi
camino que más adelante se volvería sorprendente e irreconocible.
Todo corría a su tiempo y las desventuras se acercaban. Fue un viernes
cuando mi madre me fue arrebatada por la justicia: unos hombres de
negro entraban y salían del hogar al que yo llamaba refugio, aquellos
seres me miraban de manera despreciable. Vi cómo estos personajes
agarraron a mi madre. En un segundo mi mundo se desmoronó, era
como si un puñal entrara en mi corazón. Caí al suelo y grité. No había
nada que hacer, para mí fue el final de todo.
¿Cuánto se necesita para destruir el alma de una persona? En
aquellos momentos de infinita tristeza y angustia, esa pregunta
VIDA EN COMUNIDAD 27
Un sentimiento parecido desarrollé con mis nuevos
compañeros de curso, con quienes, por el destino, nos
encontramos en las paradojas de una nueva etapa con nuevas
aventuras. Es así como mis nuevos sentimientos retomaron mi
angustia desequilibrada y me dieron las agallas para enfrentar al
mundo que yo temía rechazar.
Mi curiosidad se abrió nuevos caminos. Sabía que mi destino
me llamaba a continuar en la búsqueda de mi ser: la encontré
en una biblioteca de mi localidad, cercana y olvidada pues en
esta época los estudiantes están invadidos por la tecnología. La
olvidaron, pero algunas personas aún se resistían a los cambios
y seguían asistiendo a este templo del saber. El día que llegué a
quel lugar desconocido fue una sorpresa porque encontré una
gran variedad de pinturas y libros en tres estantes parecidos a
mi biblioteca, pero con la diferencia de que esta era más amplia.
Norma, la bibliotecaria, me divisó al llegar. Fijó en sus ojos en
mí, me regaló una sonrisa y me dio la bienvenida, algo inusual
para alguien como yo. Fue entonces cuando mi amistad creció,
fue como una conexión entre ella y yo. Su mirada en la mía me
convertía en un literato. Ella mencionó que dos almas se conectan
mediante la mirada porque son personas con gustos plenos en la
literatura. Ella definía a la literatura como un conjunto de sueños
que las personas plasman con la magia de una pluma y un papel,
instrumentos donde no hay límite para nuestra imaginación; solo
cuando dejes de creer en la magia, aquella imaginación dejará de
existir.
Nos veíamos después de clases, cuando la ayudaba a ordenar
la biblioteca y recibir a las personas que la visitaban, que eran
muchos adolescentes. En muchas ocasiones les ayudaba a
encontrar el libro correcto para sus gustos. En una ocasión una
joven muy impetuosa me preguntó cuál sería el libro correcto para
VIDA EN COMUNIDAD 29
JOSUÉ IVÁN
RODRÍGUEZ
estudia en segundo
año de Bachillerato de
la Unidad Educativa
Leopoldo Mercado.
Perdidos en
Sangolquí
VIDA EN COMUNIDAD 31
centavos de mi hermano, y como no tenía, me tocó llevarle en las
piernas por un rato, porque pensé que nos bajarían del bus.
Ya íbamos cuarenta minutos en el bus. Estaba viendo por la
ventana por si algo se me hacía conocido, para ver si ya estábamos
cerca, pero como era el bus equivocado nada se me hacía conocido.
Pasó una hora de que subimos y el señor del bus gritó: “¡Última
parada!”. Ahí nos dimos cuenta de que el bus que cogimos era el
equivocado.
Nos quedamos sentados en el bus. Estábamos desesperados.
Empezamos a llorar. Una señora nos preguntó qué nos pasaba,
que por qué llorábamos. Le contamos lo que nos pasó. Ella se
sorprendió y nos dijo:
—Vengan conmigo, les llevaré a Sangolquí, luego les diré qué
bus coger para llegar a su casa. —Nosotros confiamos en ella.
VIDA EN COMUNIDAD 33
LIGIA GEOVVANNA
MORA
nació en Pasa,
Tungurahua, en 1963.
Trabaja en la Unidad
Educativa Mario Cobo
Barona. Su actividad
favorita es enseñar.
El cementerio y yo
VIDA EN COMUNIDAD 35
el camino por donde tenía que ir. En la oscuridad no pude ver
mucho, solo observé que una parte de la pared del cementerio
estaba caída. Eché a correr. Abría y cerraba los ojos de vez en
cuando, hasta que me golpeé duro con algo. Abrí los ojos y me di
cuenta de que estaba dentro del cementerio y era una puerta con
lo que me había golpeado.
Allí empezó mi tormento. Me aferré a la puerta con tanta fuerza
que ya no sentía mis dedos. Todo estaba oscuro. Sentía que detrás
de mí los muertos se levantaban para agarrarme y llevarme a sus
tumbas. Veía fantasmas en forma de nubes que paseaban a mi
alrededor. El miedo me paralizó tanto que hasta sentí el frío de la
muerte a mi lado. No podía gritar, me quedé paralizada.
Mientras tanto mi hermana ya había llegado a la casa. Mi mami
le preguntó dónde estaba yo, a lo que mi ñaña contestó que por allí
venía, que ella se apresuró por traer el terno.
VIDA EN COMUNIDAD 37
ANA CECILIA MOLINA
nació en Sangolquí,
Pichincha, en 1967.
Trabaja en la Unidad
Educativa Ramón
González Artigas. Sus
actividades favoritas
son leer y escuchar
música clásica.
Vida en la época
de mis padres y de
mis abuelos
VIDA EN COMUNIDAD 39
Los permisos eran muy restringidos. De niños y jóvenes
aprovechábamos las fiestas de los adultos porque, eso sí, eran
constantes: compromisos de santos, como San Ramón, Santa
Rosa, Santa María, San José y no faltaba el “santo pretexto”. Los
adultos bailaban y bebían, nosotros jugábamos a las cogidas,
escondidas, párame la mano, ollas encantadas, canicas y, por
qué no, teníamos una cita rápida con el enamorado, con el que,
por cierto, nos comunicábamos muy pocas veces y con citas
puntuales, caso contrario, perdíamos el contacto. En esos casos,
los varones eran muy respetuosos y galanes, aguardaban la hora
que llegábamos del colegio o salíamos de casa al colegio, etc. Algo
muy gracioso eran los silbos: las mujeres debíamos grabarnos el
ritmo para reconocerlos.
Para proceder al matrimonio, el novio visitaba a la novia en
su casa, llevando alimentos para el pedido de mano. Si entre las
VIDA EN COMUNIDAD 41
Mi madre me dijo que escuchaba música en discos de acetato
de cuarenta y cinco revoluciones, que era el disco pequeño:
una canción a un lado y otra al reverso. Los discos de treinta
y tres revoluciones contenían seis canciones, igual cantidad al
reverso.
Para la integración entre vecinos, familiares y amigos, se
organizaban las famosas humoradas, que eran bailes con
discomóvil, a partir de las 15h00 hasta las 19h00 como máximo,
y controlados por uno o dos adultos de confianza. Para calmar la
sed, era una delicia disfrutar de las colas (gaseosas) y muy poca
cerveza (uno o dos vasos pequeños).
En las instituciones educativas, los señores profesores
organizaban las fogatas bailables y las kermeses, con orquestas
de prestigio, como Don Medardo y sus Players, Los Fabulosos, Los
Duques, Los Graduados, Los Joker’s, Bocia Junior. También a los
jóvenes les gustaba la música romántica de Los Iracundos, Sandro,
Raphael, etc. Los adultos también disfrutaban de la mencionada
música: en las fiestas, además, ellos bailaban con bandas de
pueblo y orquestas.
En los momentos dolorosos como sepelios, todo el pueblo
acompañaba a los dolientes, llevando velas encendidas y
formando dos columnas. El féretro iba en el centro, con el cura
párroco caminando desde la iglesia al cementerio.
Sobre la vestimenta, una de las manifestaciones de la cultura
evidencia la tendencia de la época, que es lo que se llama la moda.
Los varones con pantalones cortos y tirantes hasta sus dieciocho
años y luego el pantalón largo; eso sí, bien peinados con brillantina,
pañuelo limpio y peinilla de cacho.
Para acudir a misa los domingos, que era una obligación, toda
la familia se vestía elegante; aunque el resto de la semana, sus
VIDA EN COMUNIDAD 43
RUTH CECILIA TOGRA
nació en Paute, Azuay,
en 1962. Trabaja en la
Unidad Educativa 26 de
Febrero. Su actividad
favorita es aprender.
Mirada de mujer
VIDA EN COMUNIDAD 45
representando la ley; cada uno, con su sequito, luchó por dar
bienestar a la población sumida en la triste desolación.
En ese ambiente perturbado, florecieron los comentarios
en las esquinas de las calles, en las casas comunales y en los
templos del lugar. Las habladurías se ensañaron por igual con
las mujeres del campo y con las de la ciudad: un derroche de
machismo en todo su esplendor. Se dijo que hubo romances,
se dijo que alguien robó colchones, mentirillas sin perdón, se
dijo que se robaron atunes a punto de caducar, se habló de un
uniformado a la sombra de cuya mirada las féminas se rendían,
se dijo que en unos meses habría un auge de recién nacidos.
Se dijo tanto que luego todo se silenció por completo, porque
nunca nada fue probado.
Se vivía de alerta en alerta: roja, verde y amarilla. La verdad
es que muchos indiferentes rehicieron su vida en Cuenca,
VIDA EN COMUNIDAD 47
La furia de las aguas turbias inundó el hermoso valle, las
villas de la planada se levantaron como barquillos, las casas
patrimoniales de Luntur y Pancalle sucumbieron, una nube de
polvo se vio perderse en el aire, las playas de Yumacay eran un mar
de aguas oscuras, el templo de la Inmaculada desapareció en un
segundo. Pero de todo eso solo algo quedó: la torre de color azul,
símbolo de poder del Dios, de la vida y del amor.
El puente de Chicty se rompió, se levantó y cayó a un lado. El
locutor de la radio, al relatar esta tragedia, embriagado de temor,
llegó al punto de clamar “¡Misericordia, Señor de los cielos y de
la tierra!”. Luego el agua llegó hasta el parque central. El sombrío
espectáculo duró dos horas más.
Paute quedó incomunicado, la hidroeléctrica sin abastecimiento,
los pueblos del otro lado sin puentes ni vías alternas. Había que
cruzar el río, donde uno que otro bote lleno de gente se hundía. Los
entendidos dijeron que era urgente reconstruir el puente de Chicty.
En pocos días, con mucha alegría, vinieron el puentero Toni y el amigo
Walter para iniciar la gran tarea, con voluntarios llenos de anhelo.
Navegando sobre el río crecido, mi querida hermana y
yo asumimos la tarea de alimentar a Toni y a los demás. Al
puentero de bellos ojos y sonrisa angelical le gustaban los
chumales, la trucha, el chocolate, el jugo de mora y el mote
pillo; saboreaba la comida con la ternura de un pequeño y
agradecía devotamente como un anciano sabio. Trabajó día y
noche, sin descanso, hasta que concluyó la obra esperada: el
puente colgante de Toni tenía un injerto que llevaba la savia de
vida a las comunidades, de lado y lado. Toni, que era de pocas
palabras, conversaba de vez en cuando al concluir el día, a la
vera del camino y a la tenue luz de la luna. Contaba historias
bonitas de su misión y de su familia, sus sueños y utopías de
hombre naturalista.
VIDA EN COMUNIDAD 49
SONNIA CECILIA
HERRERA
nació en Milagro,
Guayas, en 1962.
Trabaja en la Unidad
Educativa Gorky
Elizalde Medranda. Su
actividad favorita es
enseñar y aprender.
El mundo según mi
abuela
VIDA EN COMUNIDAD 51
funcionaban con kerosene, hechos por ellos mismos, o con velas.
Los de más posibilidades tenían una Petromax1.
Ya en la década del sesenta, la vía a Naranjito era solamente
polvo. Había unos cuantos carros de carga en los que transportaban
los productos al mercado, en la madrugada de los martes y viernes,
que eran días de comercio de frutas; también comenzaron a rodar
los primeros carros de pasajeros, llamados ahora chivas.
En esta década, la radio ya se había hecho muy popular y
todos tenían una en sus casas. Escuchaban noticias, música,
programas como “Don Toribio y su caravana de la alegría” y
“Los huasos chilenos”; cantantes como Juan Álava, las hermanas
Mendoza Sangurima, los hermanos Montecel, el Dúo Ecuador,
etc. Las emisoras que más escuchaban mis abuelos eran: Radio
VIDA EN COMUNIDAD 53
noche, eso significaba que alguien iba a morir, lo que efectivamente
sucedía. Cuando escuchaba cantar a la valdivia, echaba sal en
la candela para que les arda el trasero y se marcharan, decía, y
las aves alzaban el vuelo y se iban. También nos comentaba que
cuando muere una persona, se mueren dos más; así, en menos
de tres semanas, tres personas del sector fallecían por diversas
circunstancias.
Sabía muchas historias escalofriantes, que solía contarnos
acostada en su hamaca. Con miedo le escuchábamos hablar
acerca de las canillas del muerto, la canción del diablo, “Funde
que funde, funde nomas”, historias de duendes, la caja ronca, los
gagones, la aparición del samán.
Esta última me llamaba mucho la atención: nos contaba que un
compadre suyo había salido muy tarde al centro. Pasadas las siete
de la noche regresaba a casa caminando por la línea del tren, en
la oscuridad de la noche, pues no existía el alumbrado eléctrico,
la única luz que había era la de la luna y solo cuando se la veía.
Avanzaba presuroso, cuando comenzó a sentir un poco de temor.
No era la primera vez que regresaba a su casa por ahí, antes ya lo
había hecho varias veces, pero nunca había sentido miedo. Siguió
caminando, estaba cerca de un árbol de samán muy frondoso,
que daba sombra media cuadra a la redonda. De pronto, delante
de él vio una caja de muerto, cuya tapa se abría. Muy asustado
retrocedió de prisa, luego volteó la mirada y, a lo lejos, vio la luz
de un foco potente. Él creyó que era el tren que venía porque la
luz se acercaba más y más, pero se elevó hacia la copa del samán,
después descendió por las ramas y desapareció.
El hombre, contaba mi abuelita, con los pelos de punta,
santiguándose e invocando a Dios, apretó una veloz carrera por la
línea férrea, alejándose rápidamente del lugar. A ratos caminaba y
a ratos corría, veía unas luces, como de un foco, que desaparecían.
VIDA EN COMUNIDAD 55
DOLORES
MAGDALENA ALCÍVAR
nació en Portoviejo,
Manabí, en 1974.
Trabaja en la Unidad
Educativa María Piedad
Castillo de Leví. Su
actividad favorita es
enseñar.
Cómo fue mi
experiencia en el
terremoto del 16 de
abril de 2016
VIDA EN COMUNIDAD 57
llamar a mi mami, a mis hermanos, a mis cuñadas y suegra,
amigos, pero no podía.
Cuando estábamos ya sin luz, empezamos a escuchar un
derrumbe. Entonces mi esposo me abrazó y yo le dije, muy triste:
—¡Javi, se cae nuestra casita!
Él me respondió con una voz de consuelo:
—¡No importa, mija!, eso se recupera.
Entonces escuchamos gritos de auxilio de algunas vecinas. No
sabíamos cómo y en qué ayudar porque todo estaba cubierto de
un polvo que inclusive impedía respirar. Valientemente mi esposo
sacó su moto, la prendió y empezó a alumbrar al lugar de donde
salían los llantos para pedir socorro. Nos dimos cuenta de que mi
amiga Betita estaba debajo de su escalera, en el balcón de su casa,
con su hijo en brazos, desesperada para que lo cogieran porque
VIDA EN COMUNIDAD 59
Puedo concluir dando gracias a Dios por todo lo que me ha
dado, por esta nueva oportunidad de vida que nos dio después
del terremoto del 16A. He aprendido a valorar más a mis seres
queridos, a mis vecinos y amigos que lo perdieron todo, y que
fueron, poco a poco, quedándose sin trabajo.
El terremoto despertó en nosotros, los manabitas, un
sentimiento de respeto a la vida, a la solidaridad, al amigo y, sobre
todo, a la familia. Espero que nunca más pase algo así, es mi deseo,
pero sabemos que la naturaleza es compleja y ella sabrá cuándo
despertar y levantar su voz de protesta, de alguna u otra forma nos
hará saber qué debemos hacer para ser mejores cada día.
Hay tanto que recomendar y quiero hacerlo de la mejor manera,
sin herir a nadie: a las autoridades municipales de Manabí les
pido que realicen eventos preventivos en todo el sentido de la
palabra, para que esto nos sirva para estar preparados como
ciudadanos. Quiero agradecerles también porque, a pesar de la
poca capacitación, dieron su aporte profesional en situaciones de
desastres.
Les pido a las familias que vivimos esta experiencia de la
naturaleza que valoremos más a quienes tenemos a nuestro lado.
Soy sanmigueleña
VIDA EN COMUNIDAD 61
Fui concebida en los albores de la colonización del noroccidente
de Pichincha y adoptada como madre por ese hijo que nació antes
que yo. Él, mi hijo predilecto, ha dado lustre a mi nombre y juntos
nos hemos proyectado a nivel mundial; eso me ha permitido
ser una madre prolífera y crear otros hijos igualmente hermosos
y llenos de encanto, que me fortalecieron con el trabajo diario
basado en el tesón de la gente.
Poseo una naturaleza única y especial que me ha concedido la
gracia de crecer adornada por delicadas orquídeas, junto a singulares
bromelias, heliconias, helechos, musgos y líquenes; soy aromada
permanentemente por suaves efluvios que brotan de las multicolores
flores nacidas en la exuberancia de mi biodiversidad. Aún conservo
árboles primarios, escapados de la vorágine maderera que diezmó
mis bosques: ellos brindan acogedora sombra y protector cobijo a
la gran variedad de aves que cada amanecer me despiertan con sus
VIDA EN COMUNIDAD 63
soy yo! Sanmigueleña amada por todos los que llegan a mi seno,
fortalecida por los empresarios y emprendedores que creen en
mí, que me tienen confianza, que están convencidos de que soy
cobijo y abrigo presente para sus familias y futuro seguro para sus
descendientes.
Sanmigueleña con orgullo de tierra joven y milenaria, libre,
valiente y audaz. Sanmigueleña consciente de la responsabilidad
que significa heredar una historia enriquecida con trabajo,
sacrificio, constancia y amor; tomando cada una de esas fortalezas
como incentivos que nos permitan avanzar por caminos, no de
esperanzas sino de certezas, para alcanzar objetivos no utópicos
sino reales, porque debemos convencernos de que el progreso de
nuestro cantón debe ser un compromiso de todos, de que la unión
es necesaria porque juntos debemos buscar la transformación del
cantón para llegar más alto y más lejos.
El regalo de
Navidad
VIDA EN COMUNIDAD 65
iban a realizar un acto para los niños huérfanos para celebrar
la festividad. A tres días de la fiesta, los vecinos preguntaron en
qué podían ayudar y ellos respondieron pidiendo dinero para los
pobres niños que lo necesitaban de corazón.
La mañana del 25 de diciembre, el día tan esperado por
los vecinos, ya que se llevaría a cabo la fiestita para los pobres
huérfanos, Javier se levantó muy temprano porque ese día era su
cumpleaños.
—¿Adónde se van? —preguntó Javier a sus padres.
—Hijo, arregla tus cosas que saldremos de la ciudad con todo el
dinero recaudado —respondieron los padres.
El joven entró llorando a su habitación, sin saber qué hacer
para no irse de la ciudad; él sí quería de verdad realizar la fiestita
para los huérfanos. Por eso decidió contar a los vecinos todo lo
VIDA EN COMUNIDAD 67
CHRISTIAN JAVIER
NAVARRETE
nació en Quito,
Pichincha, en 1985.
Trabaja en la Unidad
Educativa Ambato. Su
actividad favorita es
leer y aprender.
A veces es difícil
encontrar las
palabras
VIDA EN COMUNIDAD 69
aquellas personas pobres, porque si le agradas a alguien siendo
pobre, el dinero pierde su poder”, pensó desde el silencio de su
mirada perdida en el papel que poseía como un pájaro enfermo en
su mano. Continuó pensando en las posibilidades de su maniobra.
Mientras la fila continuaba a baja velocidad, las personas se
acostumbraron a su posición de letargo. Elías pensó que ese era
el momento preciso para hacer lo que tenía que hacer. Ligero,
carraspeó para afinar la voz, se disponía a largar su participación,
pero en ese instante, cuando iba a salir la primera palabra de su
boca, se percató de que alguien lo observaba: parecía que sabía lo
que iba hacer.
Era una chica alta, de mirada desconfiada, con una cartera
roja, al igual que sus labios; tenía los ojos puestos en él, como
alentándole a que hiciera lo que quería hacer, sin embargo, aquello
frenó todo intento. La miró ocultando su plan, leyó otra vez su
VIDA EN COMUNIDAD 71
ese poema del otoño en mi pueblo, y pienso, pienso, pienso, y se
fue otro mes y no hicimos la revolución todavía”. Esta frase aún se
escucha en aquella agencia bancaria cuando impera el silencio.
El susto de Gabriela
VIDA EN COMUNIDAD 73
—Fíjate que hoy amanecí acordándome del viejo alemán
Federico von Buch Fol. ¿Dónde lo habrán enterrado?
—Dicen que se fue a vivir a Salinas, otros comentan que regresó
a su Alemania. Don Federico fue el dueño de una gran hacienda que
estaba a las orillas del río Quevedo. ¡Era una hacienda hermosa!, con
una casa grande de dos pisos y un largo balcón —dijo doña Digna.
Lo describía todo como si hubiese visitado ayer la hacienda—. Un
buen día don Federico fue al banco a retirar dinero para pagar a
sus trabajadores. Él ni siquiera contó los billetes delante de la chica
que lo atendió. Al caer la tarde, empezó a pagar a cada uno de sus
trabajadores, según el orden de la lista. Ya te imaginarás la alegría
de los campesinos al recibir su semana de pago, así podrían volver
a sus casas, cargados de galletas, mortadela y otros víveres, para
calmar el hambre de sus familias; aunque algunos se iban a gastar
la plata en el salón JJ, que en esos tiempos quedaba en el malecón
VIDA EN COMUNIDAD 75
apellido extranjero. Don Federico no habló, buscó apresurado
con su mirada a la guapa chica de la ventanilla. Ella ni siquiera se
había percatado de la extraña presencia del cliente, pues estaba
concentrada en ajustar sus cuentas que, a esa hora, estaban todas
descuadradas.
—Señorita, buenas tardes. ¿Es usted Gabriela? —preguntó don
Federico. Ni siquiera la dejó responder, puesto que del maletín sacó
varios fajos de billetes, que puso junto al vidrio, y de inmediato le
dijo—: ¡Usted me pagó de más, este dinero no es mío!
La chica de la ventanilla se quedó muda, no podía expresar
palabra alguna, sus manos estaban temblorosas. Al rato, tomó las
manos de su salvador y le dijo:
—Muchas gracias, señor, usted sí es un hombre honrado.
Los sorprendidos clientes, al darse cuenta de lo ocurrido,
murmuraron entre sí, diciendo que don Vonbúfalo era un hombre
honesto. Ahora sí Gabriela podría cuadrar sus cuentas y poner en
orden su cabeza, que había estado perturbada todo el día.
—Fue el susto de mi vida —repetía a cada rato—. ¡Gracias a
Dios aún hay hombres honestos!
—Aprende —me dijo doña Digna—. No todo en la vida es
dinero. El mayor tesoro que tenemos las personas está en nuestras
buenas acciones, que enriquecen la personalidad del ser humano.
Así concluyó nuestro diálogo. De verdad que aprendí mucho
ese día. Y es que uno aprende de los ejemplos de otras personas.
Perro callejero
VIDA EN COMUNIDAD 77
pegado a las costillas, con mi estómago herido y hambriento.
Arriesgando mi vida recurro a diversos lugares, en muchos no soy
bienvenido, me miran con asco, miedo y desprecio; a veces no
bastan las miradas, recibo golpes y gritos. Ya cansado de maltratos
e indiferencias, decido emprender la búsqueda de nuevos lugares,
impulsado por la angustia y soledad, pero para llegar debo realizar
largos viajes bajo el intenso sol y buscando un poco de agua en
lugares desolados y desérticos para así calmar mi garganta seca.
Voy casi inconsciente, sin energía. Muchas veces, con la
esperanza de encontrar sombra para calmar el ardor que siento,
algunas personas que me miran también me ignoran; y aunque
no tengo voz, dentro de mi ser doy gritos desesperados a oídos
sordos, suplicando ayuda y piedad.
Sigo con mi camino. Cuando el ocaso cae, la luna despierta y
desesperados chorros de agua caen sobre mí, caminando a ciegas,
VIDA EN COMUNIDAD 79
CÉSAR MARTÍN
GARCÉS
nació en Quito,
Pichincha, en 2001.
Estudia en segundo
año de Bachillerato de
la Academia General
Carlos Machado. Su
actividad favorita es el
tenis.
VIDA EN COMUNIDAD 81
Dice mi papi que, de seguro y sin dudar, en varios hogares
otavaleños, desde las aulas del colegio, hay muebles de madera
hechos por las manos hábiles de mi abuelito que hasta hoy deben
dar servicio. Algo más que podemos recordar, y que vivieron cada
6 de enero, es el desfile de Día de Inocentes creado por mi abuelito;
yo no pude verlo directamente, pero las fotografías testimoniales
me indican que la fiesta se encendía; en las fotos puedo ver, en su
taller, las caretas y disfraces que utilizaban; además, tengo la suerte
de escuchar de sus labios las historias que año a año se creaban
en los desfiles, cuando escucho estas historias me doy cuenta del
amor y la pasión que entregaba a cada una de sus tareas asignadas.
Hoy, viviendo con los beneficios de la jubilación, volcó
todos sus esfuerzos a crear juguetes, muchos de los cuales hoy
colecciono con orgullo. Cómo olvidar sus nacimientos en la época
navideña, los mismos que, con la complicidad de la abuelita
VIDA EN COMUNIDAD 83
MÓNICA PATRICIA
GALLEGOS
nació en Cotacachi,
Imbabura, en 1972.
Trabaja en la Unidad
Educativa Eloy Proaño.
Su actividad favorita es
hacer deporte.
La bicicleta de don
Juanito
VIDA EN COMUNIDAD 85
establecimiento, fue testigo de cómo el colegio fue surgiendo y
adquiriendo un prestigio que le llenaba de orgullo y satisfacción.
Don Juanito y su bicicleta, siempre al servicio de la comunidad
educativa ulpianina, con mucho pesar tuvieron que ver partir a
grandes compañeros de trabajo, que por una u otra situación se
retiraban del colegio.
No solo en el colegio conocían a don Juanito, Cotacachi y toda
la ciudadanía fueron testigos de los recorridos que él realizaba
por las calles, cumpliendo con su trabajo de mensajería en su
indispensable bicicleta. Así pasó cuarenta y cinco largos años
como empleado público del Instituto Tecnológico Luis Ulpiano
de la Torre, hoy unidad educativa; él miró el derrumbamiento de
aulas y oficinas que, por largo tiempo, fueron su vivienda y, por
qué no decirlo, su propia casa. Estas se reemplazaron por grandes
estructuras, no obstante, a pesar de los cambios, siempre hubo
VIDA EN COMUNIDAD 87
IRENE CABAY
nació en Guayaquil,
Guayas, en 1967. Trabaja
en la Unidad Educativa
Particular Pdte. Carlos
Julio Arosemena Tola.
Su actividad favorita es
enseñar con alegría y
paciencia lo divertido de
la Literatura.
¡Mama Michi!
VIDA EN COMUNIDAD 89
—Cierto es, ojalá ya siente cabeza la guambra.
Y así pasaron como veinte minutos, quizás un poco más: mi
abuela escuchaba, sonreía y a ratos opinaba, pues la señora la
puso al tanto de todas las venturas y desventuras de la familia,
hasta que en un momento dijo:
—Bueno, Mama Michi, me despido: voy aquí nomás a La
Merced a comprar motecito. Qué gusto encontrarla y conversar un
ratito. No se pierda, vaya el martes de carnaval a la casa, que doña
Carmen mata el chancho que engordó, y usted sabe que un buen
hornado con cariucho y un canelazo no han de faltar.
—Mejor con chichita huevona —dijo mi abuela.
—También, también: ¡qué bandida, Mama Michi! Vaya para
bailar unos sanjuanitos hasta el amanecer.
—Bueno, hijita, ya le diré a Alonsito para ir, salude a la familia y
al viejo Tarquino de mi parte.
VIDA EN COMUNIDAD 91
RAIMUNDO GERMÁN
CADENA
nació en Tulcán, Carchi,
en 1971. Actualmente es
docente. Su hijo Diego
Mauricio Cadena Ayala
estudia en la Unidad
Educativa Cristóbal
Colón.
Los centavos
VIDA EN COMUNIDAD 93
que no somos indispensables, decimos “De esta agua no he de
beber” y la dejamos correr. Justo un día pasamos por un hospital
donde llegaban heridos que necesitaban donantes de sangre: no
importaba quien fuera —no se veía el estatus social, la religión o el
partido político a cual perteneciera, ni ninguna otra cosa—, lo que
importaba era salvar la vida del otro. ¡Qué importantes fuimos!
Nos desprendimos de toda vanidad y, como los centavos, como
yo denominaba a las personas que parecen no ser importantes,
salvamos vidas. Esa fue nuestra tarea de ese día: una nueva
oportunidad para enmendar nuestros errores y poder vivir mejor.
Nuestra misión se cumplió: pudimos colaborar con lo que
teníamos. Cuando salió una persona, no sabíamos qué reacción
tendría, pero, al final de cuentas, nos estrechó la mano y nos
agradeció. Nosotros no conocíamos a quiénes habíamos ayudado,
pero, a los pocos días, una mañana se acercó alguien desconocido,
VIDA EN COMUNIDAD 95
DIEGO PICÓN
nació en Tena, Napo,
en 2002. Estudia
en segundo año de
Bachillerato de la
Unidad Educativa San
Francisco Javier. Su
actividad favorita es
andar en la bicicleta.
El zapato del
malecón
VIDA EN COMUNIDAD 97
así que corrimos y corrimos, y el guardia nos siguió; no sé cómo
pero él resistía.
Para salir a la avenida principal tocaba pasar por una subida
bien alta. Eso hicimos. Cuando ya casi llegamos a la principal, se le
salió el zapato a nuestro amigo. Él pretendió regresar a recogerlo,
pero como el guardia estaba cerca de nosotros, mis amigos le
dijeron que no, y por el tremendo susto que teníamos, decidió
dejarlo ahí tirado. Y ya pues, ni modo, tuvo que regresar a su casa
chulla zapato.
Durante la bajada se nos ocurrió contar historias de terror,
justo a lo que pasábamos por una parte que es oscura. El miedo
que teníamos nos comía y justo comenzó a cantar un búho. Eso,
junto con la experiencia del malecón, nos mató del miedo, así que
decidimos pegarnos la carrera hasta nuestras casas. En mi casa me
metí en la cama y no salí hasta el siguiente día.
La Virgen de los
Dolores
VIDA EN COMUNIDAD 99
Ellos fueron mis bisabuelos. Yo adoraba visitar su casa: en ella
había tantas curiosidades y cosas bonitas traídas desde París,
pedidas expresamente por mi bisabuelo, a quien cariñosamente
decíamos Papá Lucho. Me gustaban sobre todo los perfumes que
tenía mi bisabuela Mamita Lola. Las bisnietas los visitábamos con
frecuencia para acompañarlos y disfrutar de las historias que él nos
contaba. Para que estuviésemos cómodas, él mandó a construir,
en la mitad de la sala, un graderío tipo cine, con una chimenea en
la mitad, que forma figuras con los ladrillos decorados de la casa.
A mí me gustaba escuchar la historia de la Virgen de los Dolores,
que ahora les voy a relatar de la mejor manera que mis recuerdos
me lo permiten. La Virgen de los Dolores, conocida en el pueblo
como La Lolita, había sido traída de París por pedido expreso
de Papá Lucho, junto con un Cristo crucificado. La Virgen tiene
una estatura aproximada de un metro cincuenta, quizá un metro
Ya no se siente la
etnia indígena