Quema de Conventos de 1931 en España
Quema de Conventos de 1931 en España
Quema de Conventos de 1931 en España
Con el tiempo la derecha antirrepublicana convertiría la quema de conventos de mayo de 1931 en un mito
que enlazaría con la Revolución de Octubre de 1934 y los desórdenes de la primavera de 1936 bajo el
gobierno del Frente Popular para justificar el golpe de Estado de julio de 1936.2
Índice
Antecedentes
La política religiosa inicial del Gobierno Provisional y la respuesta católica
La movilización de los monárquicos y el inicio de la conspiración antirrepublicana
Los sucesos
Madrid
Málaga
Valencia
Sevilla
Granada
Córdoba
Cádiz
Murcia
Alicante
Reacciones
Consecuencias
La responsabilidad de los hechos y la pasividad del Gobierno
La tensión entre la República y la Iglesia católica
El «caso Segura»
El «caso Echeguren»
Valoración
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
Antecedentes
Con la proclamación de la Segunda República Española, el nuevo orden constitucional debía amparar la
libertad de conciencia y desarrollar un proceso de secularización que permitiera superar la tradicional
identificación entre el Estado y la Iglesia católica, que era considerada por los republicanos como uno de
los elementos clave de legitimación de la monarquía. "Los republicanos anunciaron su determinación de
crear un sistema de escuelas laicas, introducir el divorcio, secularizar los cementerios y los hospitales y
reducir en gran medida, si no eliminar, el número de órdenes religiosas establecidas en España".3
Sin embargo, para evitar reacciones por parte de los católicos españoles, las primeras decisiones del
Gobierno Provisional de la Segunda República Española sobre la secularización del Estado fueron
moderadas, en sintonía con la decisión de poner a su frente al católico liberal Niceto Alcalá Zamora y
nombrar en la cartera clave de Gobernación, a su compañero de la Derecha Liberal Republicana, el
también católico Miguel Maura. En la regla tercera del Estatuto jurídico del Gobierno Provisional,
promulgado el mismo día 14 de abril de 1931, y hecho público al día siguiente en el diario oficial, la Gaceta
de Madrid, se proclamó la libertad de cultos:
En aplicación de esta declaración en las tres semanas siguientes el Gobierno aprobó algunas medidas
secularizadoras, como la “disolución de la órdenes militares, supresión de la obligatoriedad de asistencia a
actos religiosos en cárceles y cuarteles [22 de abril y 19 de abril, respectivamente], prohibición de
participación oficial en actos religiosos [Circular del Ministro de la Gobernación del 17 de abril], fin de las
exenciones tributarias a la Iglesia, privación de sus derechos a la Confederación Nacional Católico-Agraria,
etc. Entre todas, quizá la medida más destacada fue el decreto de 6 de mayo declarando voluntaria la
enseñanza religiosa”.5 Por un decreto de 5 de mayo se privó a la Iglesia católica de su representación en
los Consejos de Instrucción Pública, con lo que la jerarquía católica ya no pudo intervenir en la elaboración
de los planes de estudios, un derecho que venía ejerciendo desde hacía mucho tiempo.6 Además se
prohibió la asistencia a actos religiosos de los militares no siendo a título personal y se suspendieron las
festividades de los Patronos de Armas y Cuerpos del Ejército. Por último se modificó la ley electoral de
1907 para que los sacerdotes pudieran presentarse como candidatos en las elecciones.7
Al mismo tiempo el Gobierno Provisional inició los contactos con el nuncio Federico Tedeschini para
asegurarle que el Gobierno hasta que no se aprobara la nueva Constitución respetaría el Concordato de
1851 y a cambio la Iglesia debía dar muestras de que acataba el nuevo régimen. Así el día 24 de abril el
nuncio envió un telegrama a todos los obispos en el que les transmitía el «deseo de la Santa Sede» de que
«recomend[asen] a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles de su[s] diócesis que respet[ase]n los
poderes constituidos y obede[ciese]n a ellos para el mantenimiento del orden y para el bien común».8
Junto al nuncio, el otro miembro de la jerarquía eclesiástica que encarnó esta actitud conciliadora hacia la
República fue el cardenal arzobispo de Tarragona Francisco Vidal y Barraquer, que ya había realizado
algunos gestos de deferencia hacia las nuevas autoridades como su visita al presidente de la Generalidad de
Cataluña Francesc Macià, el día 18 de abril, o como el envío el día 22 de una carta de saludo y felicitación
al Gobierno provisional de la República por parte de la conferencia de obispos catalanes.9 Otro prelado
que estaba en la misma línea era el cardenal arzobispo de Sevilla, Eustaquio Ilundáin y Esteban, y el diario
católico que la apoyaba era El Debate, dirigido por Ángel Herrera, fundador de la Asociación Católica
Nacional de Propagandistas, que al día siguiente de la proclamación de la República había manifestado en
el editorial publicado en primera página, aunque acompañado de un retrato y de un “homenaje al Rey
Alfonso XIII”: “La República es la forma de gobierno ‘de hecho’ en nuestro país. En consecuencia,
nuestro deber es acatarla. (…) Y no le acataremos pasivamente… le acataremos de un modo leal, activo,
poniendo cuanto podamos para ayudarle en su cometido”.10
Sin embargo un sector numeroso del episcopado estaba compuesto por obispos menos conciliadores e
incluso abiertamente opuestos a la República (muchos de ellos nombrados durante la Dictadura de Primo
de Rivera) que no estaban dispuestos a transigir con la República a la que consideraban una desgracia pues
entendían que estaba en clara oposición a la Iglesia. La cabeza visible de ese grupo era el Cardenal Primado
y arzobispo de Toledo, Pedro Segura, que ya se había manifestado claramente contrario a la República
antes y durante la campaña de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, afirmando que la
República era obra de los “enemigos de la Iglesia y el orden social”, por lo que estaba justificada la
formación de un “compacto frente unido” en defensa de la Monarquía y de la Iglesia católica.11 Ya en su
primera intervención desde el púlpito después del 14 de abril se refirió a la República como un castigo
divino,12 lo que levantó las iras de la prensa republicana, señalándolo como el símbolo del clericalismo
monárquico, y provocó el envío de una nota de protesta del gobierno a la nunciatura. Pero el
pronunciamiento de mayor trascendencia del Cardenal Segura se produjo el día 1 de mayo cuando hizo
pública una pastoral en la que, tras abordar la situación española en un tono catastrofista, hacía un
agradecido elogio de la monarquía y del destronado monarca Alfonso XIII, “quien, a lo largo de su
reinado, supo conservar la antigua tradición de fe y piedad de sus mayores”.13 14 La prensa republicana
interpretó la pastoral como una incitación a los fieles a unirse para salvar los derechos amenazados de la
iglesia15 y los partidos y organizaciones de izquierda la consideraron una declaración de guerra,
incrementando el sentimiento anticlerical de muchos ciudadanos.16 El Gobierno Provisional de la Segunda
República Española presentó una nota de "serena y enérgica" protesta al Nuncio Federico Tedeschini por
lo que consideraba una intervención en política del Cardenal Primado, "cuando no hostilidad al régimen
republicano", y pidió que fuera apartado de su cargo. La prensa, por su lado, arreciaba en su campaña
contra Segura.17
Mientras que para el poeta Antonio Machado la Proclamación de la Segunda República Española
«¡aquellas horas, Dios mío, [estuvieron] tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando
unos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en Ayuntamiento de Segovia!»,18 para el exministro
de la Dictadura de Primo de Rivera José Yanguas Messía, el 14 de abril había sido un «día aciago para
España» porque ese día se «consumó la gran traición a España, decretada por las logias masónicas y por el
Kremlin de Moscú», con el objetivo de destruirla «en su cuerpo y en su espíritu, entregándola a las fuerzas
disgregadoras y corrosivas del separatismo político y el comunismo marxista».19 Así, la primera reunión
conspirativa de los monárquicos tuvo lugar el mismo día 14 de abril en casa del conde de Guadalhorce,
Rafael Benjumea y Burín, exministro primorriverista, a la que asistieron los también exministros
primorriveristas Yanguas Messía y José Calvo Sotelo, aunque la presencia de este último no está
confirmada ―al poco tiempo se exilió en Portugal―. Tampoco está confirmada la presencia de Ramiro de
Maeztu o de José Antonio Primo de Rivera. En la reunión se habló de la creación de un partido
monárquico cuyo fin sería derrocar a la República recién proclamada y también se discutió del «nervio de
la guerra»: las finanzas.20
Ese partido monárquico se fundó a finales de abril con el nombre de Acción Nacional (que en abril de 1932
pasaría a llamarse Acción Popular), aunque en él predominaron los «accidentalistas» para los que la vuelta
de la monarquía no era el objetivo esencial sino la defensa del catolicismo y de los valores tradicionales.
Pocos días después Juan Ignacio Luca de Tena, director y propietario de diario ABC, viajó a Londres para
consultar con el exrey Alfonso XIII la formación de un comité electoral monárquico y para informarle de
las primeras reuniones conspirativas.21 Al mismo tiempo realizó una entrevista periodística al exrey que
publicó su diario. En ella, se ofreció la imagen de un rey patriótico y sacrificado, que ponía el bien de su
país por encima de las formas de gobierno y pedía a los monárquicos que se organizaran para participar en
la vida pública, incluso apoyando al gobierno «en todo lo que sea defensa del orden y de la integridad de la
Patria». Al final de la entrevista el diario ABC hacía una expresa declaración de principios monárquica:
«ABC permanece donde estuvo siempre: con la libertad, con el orden, con la integridad de la Patria, con la
Religión y con el Derecho, que es todavía decir, en España, con la Monarquía Constitucional y
Parlamentaria». Esta declaración fue seguida de un llamamiento «A los monárquicos españoles» publicado
en el diario el 8 de mayo en el que se pedía que los simpatizantes con la monarquía se inscribieran en el
Círculo Monárquico Independiente, cuya finalidad era coordinar todas las organizaciones monárquicas de
cara a las elecciones constituyentes, y que acudieran el día diez a la constitución de su comité ejecutivo.1
Por esas mismas fechas de principios de mayo tuvo lugar una nueva reunión de los monárquicos en el
palacio del marqués de Quintanar a la que por primera vez asistieron militares (los generales Luis Orgaz y
Miguel Ponte y el comandante Heli Rolando de Tella). También asistieron el periodista Juan Pujol, director
del diario filofascista Informaciones y hombre de confianza del financiero Juan March, y otros notables
monárquicos como el conde de Vallellano, Julio Danvila y Santiago Fuentes Pila.22 23
Los sucesos
Madrid
A las once de la mañana del domingo 10 de mayo de 1931 se inauguraba en la calle Alcalá el Círculo
Monárquico Independiente, fundado por el director del diario monárquico ABC, Juan Ignacio Luca de
Tena, que acababa de regresar de Londres donde se había entrevistado con el exrey Alfonso XIII con el
objetivo de formar un comité electoral del que surgiera una candidatura monárquica para presentarla en las
elecciones a Cortes Constituyentes que se iban a celebrar al mes siguiente. El acto contó con la aprobación
del director general de Seguridad, Carlos Blanco Pérez, que habría dado autorización verbal a Luca de
Tena para su celebración, aunque sin llegar a comunicárselo al Ministro de la gobernación Miguel
Maura.24 La convocatoria la había realizado dos días antes el diario ABC que había publicado el
llamamiento A los monárquicos españoles. Acudió bastante gente y, tras unos discursos muy acalorados en
defensa de la monarquía, se eligió el Comité del Círculo, integrado, entre otros, por el conde de Gamazo, el
periodista Federico Santander, el banquero Arsenio Martínez Campos y los abogados Eduardo Cobián y
Luis Garrido Juaristi. También se discutió cómo celebrar el cumpleaños del exrey el 17 de mayo.25
Durante el acto, hicieron sonar la "Marcha Real" en un gramófono y algunos de los asistentes se asomaron
al balcón para dar vivas al rey y a la monarquía y lanzaron pasquines del periódico clandestino El
Murciélago en el que se llamaba a «hacer la vida imposible a esta caricatura de República».26 27
Varios jóvenes monárquicos se unieron a los vivas al rey y a la monarquía desde la calle, lo que fue
respondido por el taxista que los había llevado hasta allí con vivas a la República. Al oír los vivas uno de
los jóvenes golpeó al taxista con su bastón y este cayó al suelo. Cuando varios transeúntes se acercaron
para ayudarlo increpando al grupo monárquico también fueron golpeados. Otros monárquicos salieron de la
sede de Alcalá para apoyarlos pero cuando se vieron superados en número se refugiaron dentro del edificio
y cerraron las puertas. Entonces algunos de los que se habían enfrentado a los monárquicos, encolerizados,
quemaron tres coches que estaban allí aparcados, uno de ellos el del director de ABC Luca de Tena.
También lanzaron piedras contra el edificio rompiendo algunos cristales. Apareció la policía que, tras pedir
calma a la multitud que se había congregado, procedió a detener a los monárquicos que habían participado
en los altercados, pero no los pudo sacar de allí por la actitud levantisca del público que llegó a asaltar dos
coches de policía que habían llegado de refuerzo. Hasta las cinco de la tarde no consiguieron conducirlos a
pie hasta la sede la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, mientras un grupo numeroso de
personas seguía sus pasos y los insultaba.28 Un antiguo ministro de la monarquía, Leopoldo Matos y
Massieu, se tuvo que refugiar en casa de un amigo que vivía cerca de la calle Alcalá cuando fue reconocido
e increpado por la multitud. Allí fueron a rescatarlo los Sánchez Guerra, padre e hijo, que lo llevaron al
ministerio de Gobernación utilizando un curioso ardid para calmar los ánimos: atar la mano de Matos a la
de un obrero que los acompañó hasta la Puerta del Sol.29
En seguida se extendió el rumor por Madrid de que el taxista republicano había muerto, lo que unido a la
noticia publicada ese día por los periódicos de que el general Berenguer había salido de la cárcel y a que
tampoco se había olvidado la pastoral del cardenal Segura de tres días antes, desencadenó una ola de
violencia y disturbios por toda la ciudad. Empezó con el intento de asalto a la sede del diario ABC en la
calle Serrano que estaba custodiada por la policía. Hubo un tiroteo que ocasionó dos muertos: el portero de
una finca cercana y un niño. Algunos grupos intentaron detener la circulación de los tranvías, aunque la
intervención de los socialistas consiguió reanudar el servicio. También paraban a los taxis alegando que se
había declarado la huelga del sector y les amenazaban con quemar sus vehículos si seguían trabajando.
Varias armerías fueron asaltadas, con lo que hubo más tiroteos a lo largo del día.30 31 Cuando el ministro
socialista Indalecio Prieto se enteró del intento de asalto a una armería, salió a la calle para convencer a los
alborotadores de que volvieran a sus casas, mientras esperaba la llegada de la policía.29 Al mismo tiempo
grupos de exaltados quemaban un quiosco del diario católico El Debate, apedreaban el casino militar y
rompían los escaparates de una librería católica. Además se producían disparos contra una unidad montada
de la Guardia Civil.32
Cuando el gobierno estaba reunido a primeras horas de la mañana del lunes 11 de mayo le llegó la noticia
de que la Casa Profesa de los jesuitas de la calle Flor estaba ardiendo. El ministro de la Gobernación
Miguel Maura de nuevo intentó sacar a la calle a la Guardia Civil para restablecer el orden pero al igual que
la noche anterior se encontró con la oposición del resto del gabinete y especialmente de un ministro —a
quien Maura en sus Memorias identificó como Manuel Azaña—, quien afirmó, según relató Maura al
diario Luz en 1932, que «todos los conventos de España no valen la vida de un republicano. Si sale la
Guardia Civil, yo dimito»» —sin embargo, Alcalá Zamora escribió en sus Memorias que Azaña «no se
opuso ni por un instante a la declaración del estado de guerra»—.36 A otro ministro, según Maura, le hizo
gracia que fuesen los jesuitas los primeros en pagar «tributo» al «pueblo soberano». El que presentó su
dimisión —que luego retiraría— fue Maura, que abandonó la sede de la Presidencia del Gobierno.37
Ardieron seis de los ciento setenta conventos de Madrid, «incendiados por pequeños grupos, ante la
pasividad de policías, bomberos y ciudadanos», afirma Pilar Mera Costas.33
Un testigo de los acontecimientos fue un muy joven Julio Caro Baroja que relató más tarde lo que vio:38
A las doce de la mañana, a las doce y cuarto, a la una y cinco, se avisó del Colegio de Jesuitas
de la calle de la Flor a la Dirección de Seguridad que el incendio cobraba proporciones
grandes. La gente pasaba, o medrosa o indiferente, por las proximidades, viendo salir el humo
por las ventanas. Los incendiarios desaparecieron rápidos y organizados. El que vio aquello (y
yo lo vi) no podía imaginarse que se desenvolviera así una clásica acción anticlerical. En una
de las paredes ahumadas podía leerse después este letrero:
por ladrones.
Tiempo después vi incendiada una pequeña iglesia cerca de la plaza de Santa Ana, en la calle
del Príncipe. La gente pasaba una vez más junto a ella torva o medrosa, y hubo algún gesto
claro de disgusto. Una mujercilla desgreñada lo observó y dijo que los padecimientos del
obrero tenían más importancia que aquella crema.
El Gobierno declaró el estado de guerra el martes 12 de mayo y a medida que las tropas fueron ocupando
la capital, los incendios cesaron. Para comandarlas el Gobierno Provisional nombró al general Queipo de
Llano, que acababa de volver del exilio tras haber huido a París por su implicación en la sublevación
republicana de Cuatro Vientos. Por ello gozaba de una enorme popularidad entre los republicanos. No en
vano cuando leyó el bando de guerra apeló a la cordura en bien de la República, de la que dijo que «es
obra del pueblo». Queipo de Llano se acabaría sublevando en julio de 1936.39
Pero mientras Madrid recuperaba la calma, la quema de conventos y de otros edificios religiosos se
extendía a otras poblaciones del este y el sur peninsular (los sucesos más graves se produjeron en Málaga).
Por el contrario, allí donde los gobernadores civiles y los alcaldes actuaron con contundencia no hubo
incendios.40
Entre los días 11 y 12 de mayo de 1931 se quemaron intencionadamente en Madrid los siguientes edificios
religiosos:
Casa Profesa ubicada en la calle Isabel la Católica de los jesuitas haciendo esquina con la
calle Flor Baja y su iglesia aneja. En este incendio se quemó su biblioteca, considerada en
aquel momento la segunda mejor de España. Contaba con más de 80 000 volúmenes,
entre ellos incunables irreemplazables. En el incendio se perdieron para siempre ediciones
príncipe de Lope de Vega, Quevedo, Calderón de la Barca o Saavedra Fajardo.41
Colegio de la Inmaculada y San Pedro Claver y el Instituto Católico de Artes e Industrias
(ICAI) de la calle de Alberto Aguilera. Se perdieron para siempre 20 000 volúmenes de su
biblioteca. Toda la obra del P. García Villada entre ella sus libros particulares, colección
Razón y Fe, papeles y todas las fichas.42 También se perdieron más de 100 000 copias de
canciones populares recopiladas por el P. Antonio Martínez.43
El centro de enseñanza de Artes y Oficios de la calle de Areneros regentado también por
religiosos de la Compañía de Jesús.
Iglesia parroquial de Santa Teresa y San José de los Carmelitas Descalzos de la Plaza de
España.
Colegio de Sagrado Corazón de Chamartín.
Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas de Cuatro Caminos. Se destruyó su museo de
mineralogía y diverso material científico.
Convento de las Mercedarias Calzadas de San Fernando.
Colegio de María Auxiliadora de las Salesianas.
Convento de las Bernardas de Vallecas.
Málaga
En Málaga la quema de conventos estuvo precedida por un intento de incendio del Palacio del Obispo en
1930 y varios sucesos el mismo día de la proclamación de la República el 14 de abril con el asalto a la sede
del diario La Unión Mercantil y un intento de asaltar la Residencia de los Jesuitas y el Seminario al día
siguiente.
Cuando llegaron a la ciudad las noticias de los sucesos de Madrid, las turbas de incontrolados se echaron a
la calle por la noche y comenzaron los asaltos a la Residencia de los Jesuitas y el Palacio del Obispo. Los
incidentes se prolongaron durante la madrugada y todo el día 12. Un periodista subido en su coche por la
carretera de Colmenar, describió la ciudad: "El panorama que desde allí presenciamos no se borrará
fácilmente de nuestra retina. Era verdaderamente aterrador, dantesco, producía escalofríos en el cuerpo y
una intensa amargura en el espíritu. La ciudad estaba silenciosa y tétrica. El cielo veíase rojo, negras
columnas de humo hacia él ascendían. Era el resplandor de las tremendas hogueras, que desde diversos
sitios de la capital, elevaban hacia el infinito sus llamas intensas".44 Cuando se declaró el estado de
guerra, que no logró contener a los saqueadores, se constituyó una Guardia Cívica con militantes
republicanos y socialistas y la CNT, que publicó un manifiesto pacificador.45
Existen dudas razonables sobre la actitud y acciones del, por entonces, recientemente nombrado por el
gobierno republicano, general Juan García Gómez-Caminero, gobernador militar de Málaga, que incluso
pudo ser condescendiente para con las masas incendiarias de iglesias. El citado gobernador militar no sólo
no reprimió a las masas anticlericales, anarquistas y a los radicales de izquierda pirómanos, sino que mandó
retirar las fuerzas de la Guardia Civil durante los disturbios, y envió un telegrama a Azaña con el siguiente
contenido: "Ha comenzado el incendio de iglesias. Mañana continuará".46 Dicho gobernador militar fue
destituido a los pocos días,44 para al poco tiempo ser ascendido a General de División y posteriormente
nombrado Inspector General del Ejército.
Málaga fue la ciudad española más afectada durante estos trágicos sucesos, y buena parte de su patrimonio
religioso, artístico, cultural e histórico fue destruido para siempre. No solo la destrucción o semidestrucción
de edificios, sino las pérdidas de archivos históricos importantísimos, piezas de orfebrería, ricos bordados,
imágenes de incalculable valor, antiquísimas pinturas, bibliotecas, etc. serían de inviable cuantificación e
imposibles de recuperar.44 Entre las numerosas obras que fueron pasto de las llamas destacan las esculturas
del Nazareno del Dulce Nombre de Jesús del Paso, el Crucificado de la Buena Muerte y la Virgen de Belén
de la Iglesia de Santo Domingo, paradigmas del barroco español, ambas obras del imaginero Pedro de
Mena. De Fernando Ortiz, la imagen de Jesús Orando en el Huerto, que era una escultura de talla
completa,47 y la Urna con el Cristo yacente del antiguo Santo Sepulcro de la Iglesia de San Agustín, que
fue quemado en una hoguera en la Plaza de la Merced, 48 así como la imagen del Nazareno Caído,
conocido como "El Chiquito" de la Hermandad perchelera de la Misericordia, del escultor José de Mora.
Y los conventos e iglesias de San Manuel, San Lázaro, Catalinas, Reparadoras, San José, Concepción, San
Bernardo, Encarnación, Servicio Doméstico, Esperanza, Sagrada Familia, Adoratrices, Mercedarias, Cruz
del Molinillo, San Carlos, Terciarias Franciscanas, San Pedro y Santísima Trinidad.
Durante los sucesos hubo cuatro muertos, y los incendios y asaltos también afectaron a residencias y
comercios de civiles.
Valencia
En Valencia ardieron los conventos de San José de las Carmelitas, San Julián de las Agustinas y el Colegio
de la Presentación. Asimismo, fueron asaltados los conventos de Teresianas, la Residencia de los Jesuitas y
el Seminario Conciliar de Valencia.
Sevilla
En Sevilla durante el 11 de mayo se quemó el colegio de los Jesuitas en la Plaza de Villasís, la Iglesia del
Buen Suceso, la Residencia de los Capuchinos, la Capilla de San José y los conventos de las Mínimas y los
Paúles. También se intentó incendiar el Palacio Arzobispal y los conventos de San Buenaventura, San
Leandro y San Juan de Dios, aunque estos incendios fueron sofocados por la intervención ciudadana. La
Guardia Civil impidió la quema de la iglesia de los Jesuitas de la calle Trajano y las iglesias de los
Salesianos y Reparadoras.
El día 12 de mayo se declara el estado de guerra en Sevilla, pero a pesar de ello, la violencia se extiende a
los pueblos. En Lora del Río se reproducen los incidentes contra la iglesia parroquial, la ermita de Nuestro
Padre Jesús y el convento de las Mercedarias Descalzas. En Coria del Río se incendian tres iglesias. En
Alcalá de Guadaíra un grupo de asaltantes expulsa a las Franciscanas del convento de Santa Clara.
Sucedería lo mismo en Carmona donde tuvieron que abandonar su convento las Agustinas. No sucedió así
en otros pueblos como Olivares, Carrión, Puebla del Río y Espartinas donde los propios vecinos hicieron
unas "guardias cívicas" y armados impidieron que las partidas organizadas de incendiarios quemaran sus
iglesias y conventos.50
Granada
En Granada el 12 de mayo se intenta quemar el diario católico La Gaceta del Sur y el monárquico El
Noticiero Granadino. Respecto a edificios religiosos se intentan quemar el colegio de los Maristas, el
convento de los Agustinos y el de las monjas de Realejo. Todos estos incendios fueron sofocados por la
rápida intervención de los bomberos. Pero los acontecimientos se desbordan cuando los asaltantes
consiguen entrar en el citado diario católico, en los Luises, la residencia de los Redentoristas, la iglesia de
Hospitalicos y el convento de las religiosas de Santiago. También estallará un artefacto en el convento de
las Carmelitas y se intenta agredir a varios sacerdotes en la Gran Vía. El general González Carrasco decreta
el estado de guerra y logra impedir la quema del convento de las Trinitarias, pero no logra que el convento
de los Capuchinos sea pasto de las llamas.51
En la provincia de Granada se reproducen los actos violentos en Loja donde se queman el convento de
Santa Clara, la residencia de los Jesuitas en Santa Fe y es saqueada la iglesia de la Macarena. En Atarfe se
produce un violento incidente entre vecinos y unos presuntos incendiarios que se salda con seis muertos y
varios heridos.51
Córdoba
Cádiz
En Cádiz se quemó el Convento de los Dominicos, el Convento de Santa María, el
Convento del Carmen y el Convento de la Merced.
En Sanlúcar de Barrameda se intentó incendiar el Convento de los Capuchinos.
En Jerez de la Frontera se asaltó el Convento de San Francisco, el de los Carmelitas y la
Residencia de los Jesuitas.
En Algeciras se quemaron todos los templos de la ciudad, la Iglesia de Nuestra Señora de
la Palma, la Capilla de Nuestra Señora de Europa, la Capilla del Cristo de la Alameda y la
Capilla de la Caridad.52 53
Murcia
En Murcia fue quemada la Iglesia de la Purísima y fueron asaltados los conventos de las Isabelas y de las
Verónicas. También se incendió el quiosco del diario La Verdad.
Alicante
En Alicante se incendiaron las Escuelas Salesianas, el Colegio de las Carmelitas, la Parroquia de Benalúa,
el Convento de San Francisco, la casa de ejercicios de la Compañía de Jesús, el Convento de las Oblatas, la
Iglesia del Carmen, Convento de la Preciosísima Sangre de Cristo (Alicante), el Convento de Capuchinos,
el Convento de Agustinos, el Palacio Episcopal, el Colegio de Jesús María, el Colegio de la Compañía de
María y el Colegio de los Maristas. Gracias a la intervención del alcalde Lorenzo Carbonell se logró evitar
la quema de Santa Faz.
Reacciones
La Agrupación al Servicio de la República condenó los hechos en un artículo publicado en El Sol el 11 de
mayo, firmado por Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y R. Pérez de Ayala:
El pueblo, que siempre dio pruebas de la más noble elevación espiritual (…) no puede olvidar
en estos momentos que junto a los edificios que pretende destruir hay casas donde habitan
millares de convecinos (…) ancianos (…) a los que las llamas (…) no podrían distinguir ni
respetar. Por ello, si la indignación prendió el fuego, apáguenlo los corazones generosos de los
madrileños.55
El diario El Socialista publicó el 12 de mayo de 1931:
La reacción ha visto ya que el pueblo está dispuesto a no tolerar. Han ardido los conventos:
ésa es la respuesta de la demagogia popular a la demagogia derechista56
Consecuencias
No se sabe con absoluta certeza quién quemó los alrededor de cien edificios religiosos que ardieron total o
parcialmente aquellos días (además de la destrucción de objetos del patrimonio artístico y litúrgico y la
profanación de algunos cementerios de conventos), y durante los cuales murieron varias personas y otras
resultaron heridas,57 pero la hipótesis más admitida es que los incendiarios fueron elementos de extrema
izquierda republicana y anarquista que pretendían presionar al Gobierno Provisional para que llevara a cabo
la «revolución» que significaba ante todo arrancar de cuajo el «clericalismo».58
Los historiadores están de acuerdo en la irresponsabilidad del gobierno en el manejo de la situación, que
solo se explica, además de por una difusa simpatía que pudieran sentir algunos ministros por los
alborotadores, por «una mezcla de perplejidad, error de cálculo, debilidad y miedo a la impopularidad
derivada del empleo de la fuerza contra el pueblo».59 En esta misma línea explicativa se manifiesta el
historiador Gabriel Jackson, que señala que la «mayoría de los ministros» no quería que «el nuevo régimen
comenzara su existencia disparando contra españoles», convencidos de que «las masas odiarían a un
Gobierno que recurriera a la guardia civil ante las primeras señales de un motín».60 Algo parecido piensa
Pilar Mera Costas, quien tras preguntarse «¿por qué el Consejo de Ministros esperó y no pudo controlar la
situación hasta dos días después?» responde lo siguiente:61
Recién proclamada la República, los ministros temían que si respondían con excesiva
contundencia y resultados violentos, el régimen perdiese la legitimidad popular al igualarse
con la represión de la dictadura ante la primera dificultad. [...] El recurso evidente habría sido
utilizar a la Guardia Civil, pero a pesar de la adhesión explícita de Sanjurjo el 14 de abril, su
utilización represiva por parte de la monarquía había dañado de tal modo su imagen ante los
ciudadanos que, llegado el momento, el Gobierno prefirió optar por una medida tan poco
republicana como dejar el orden en manos del Ejército.
El propio presidente Niceto Alcalá Zamora, en una alocución radiada el mismo día 11, justificó
implícitamente la actitud del gobierno, diciendo que se había evitado un baño de sangre. Sin embargo, el
Papa Pío XI el 17 de mayo se referiría a la «gravísima» responsabilidad de los que no habían «impedido
oportunamente» que los sucesos se produjeran.57
Por otro lado, la quema de conventos contribuyó al endurecimiento de la posición de la derecha (al igual
que la de la Iglesia católica) y asustó a los sectores conservadores, partidarios del orden, que consideraron
excesivamente blanda la respuesta del Gobierno. Con el tiempo la derecha convertiría la quema de
conventos en un mito que enlazaría con la Revolución de Octubre de 1934 y los desórdenes de la
primavera de 1936 bajo el gobierno del Frente Popular para justificar el golpe de Estado de julio de 1936.2
El gobierno se sumó a la interpretación de la izquierda republicana y de los socialistas y por eso ordenó la
suspensión de la publicación del diario católico El Debate y del monárquico ABC, así como la detención de
varios significados monárquicos (que semanas después serían absueltos por los tribunales, lo que provocó
una dura reacción de la prensa de izquierdas que lo consideró una nueva y vergonzosa maniobra
monárquica).63 El gobierno llegó a acordar incluso la expulsión de los jesuitas, aunque finalmente no se
consumó.64 Y en ese contexto se produjo la expulsión de España el 17 de mayo del obispo integrista de
Vitoria Mateo Múgica, por negarse a suspender el viaje pastoral que tenía previsto realizar a Bilbao donde
el gobierno temía que, con motivo de su visita, se produjeran incidentes entre los carlistas y los
nacionalistas vascos que compartían su oposición a la República y su defensa del clericalismo, y los
republicanos y los socialistas anticlericales.65
El Gobierno Provisional aprobó también algunas medidas dirigidas a asegurar la separación de la Iglesia y
el Estado sin esperar a la reunión de las Cortes Constituyentes. El 13 de mayo una circular de la Dirección
General de Enseñanza Primaria concretaba el decreto de 6 de mayo que había declarado voluntaria la
enseñanza religiosa. En ella, además de establecer que sería necesaria una manifestación expresa de los
padres en la matrícula indicando que deseaban recibirla, se ordenaba la retirada de crucifijos de las aulas
donde hubiese alumnos que no recibieran enseñanza religiosa. El 21 de mayo un decreto declaraba
obligatorio el título de maestro para ejercer la enseñanza, lo que afectaba especialmente a los colegios
religiosos ya que los frailes y monjas que impartían las clases carecían del mismo. El 22 de mayo otro
decreto reconocía la libertad de cultos y la libertad de conciencia en la escuela y otra disposición prohibía a
los religiosos «enajenar inmuebles y objetos artísticos, arqueológicos o históricos» sin permiso de la
administración.66
El «caso Segura»
La Iglesia católica, que en general había reaccionado con moderación a los incendios de mayo, criticó todas
estas medias laicistas, especialmente la retirada de los crucifijos de las aulas donde hubiera alumnos que no
querían recibir enseñanza religiosa, y sobre todo el decreto de 22 de mayo que provocó incluso la protesta
del Nuncio asegurando que no era legal legislar sobre libertad de cultos o enseñanza religiosa en las
escuelas sin tener en cuenta el Concordato de 1851.66 El 30 de mayo la Santa Sede negó el plácet al recién
nombrado embajador de España, Luis de Zulueta.67 La reacción más radical partió de nuevo del cardenal
Segura que el 3 de junio en Roma, donde se encontraba desde el 12 de mayo, hizo pública una pastoral en
la que se recogía “la penosísima impresión que les había producido ciertas disposiciones gubernativas” a los
obispos y todos los agravios que a su juicio había padecido la Iglesia hasta esos momentos, incluido el
último decreto, del que no aceptaban que la enseñanza religiosa desapareciera de la escuela pública,
poniendo de manifiesto el antiliberalismo que la Iglesia católica seguía manteniendo.68 La pastoral del
cardenal Segura de nuevo desató las iras de la prensa republicana y socialista que la calificó de “intromisión
intolerable”. El Gobierno Provisional expresó a la Santa Sede su deseo de que el cardenal no retornase a
España y que fuese destituido de la sede de Toledo. En estas
circunstancias el cardenal Segura volvió inesperadamente a España
el 11 de junio y fue detenido tres días después por orden del
gobierno en Guadalajara, y el día 15 fue expulsado del país. De
este hecho quedó una famosa foto que dio la vuelta al mundo con
el cardenal abandonando el convento de los paúles de Guadalajara
rodeado de policías y guardias civiles, que se presentó como prueba
de la persecución que estaba padeciendo la Iglesia católica en
España.69 El Cardenal Segura no volvería a España hasta después
de iniciada la guerra civil65 Al día siguiente se celebró en la plaza
de toros de Pamplona un gran mitin católico para protestar contra la
expulsión del cardenal.3
Valoración
A juicio del historiador Julián Casanova:72
Referencias
refirió a las circunstancias españolas del
1. Mera Costas, 2021, p. 43. momento como un castigo divino ».
2. Mera Costas, 2021, p. 49-50. 13. Casanova, Julián (2007). República y
3. Jackson, 1976, p. 47. guerra civil. Historia de España, vol. 8.
4. De la Cueva Merino, Julio (1998). «El Barcelona: Crítica-Marcial Pons. p. 23.
anticlericalismo en la Segunda República y ISBN 978-84-8432-878-0.
la Guerra Civil». En Emilio La Parra López 14. Jackson, Gabriel (1976). La República
y Manuel Suárez Cortina, ed. El Española y la Guerra Civil, 1931-1939 (2ª
anticlericalismo español contemporáneo. edición). Barcelona: Crítica. ISBN 84-7423-
Madrid: Biblioteca Nueva. p. 215. 006-3. «En la carta Segura se refería
5. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. repetidamente a las graves conmociones y
pp. 224-225. amenazas de anarquía a que España se
6. Juliá, Santos (2009). La Constitución de veía expuesta. Aunque la Iglesia no se
1931. Madrid: Iustel. p. 31. ISBN 978-84-9890- preocupaba de formas de régimen,
083-5. deseaba expresar la gratitud de la Iglesia a
S.M., por haber consagrado España al
7. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Sagrado Corazón de Jesús y por haber
Anticlericalismo y libertad de conciencia.
preservado las tradiciones de piedad de
Política y religión en la Segunda República
sus antepasados. Apeló a las mujeres de
Española. Madrid: Centro de Estudios
España para que organizaran una cruzada
Políticos y Constitucionales. p. 87. ISBN 84-
de oraciones y sacrificios para defender la
259-1202-4.
Iglesia contra los muchos ataques a sus
8. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. derechos. Recordó el ejemplo de Baviera
p. 215. en 1919, cuando la población católica
9. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. salvó al país de una breve ocupación
p. 216. «Ambos sabían que la instalación bolchevique, sugiriendo, por tanto, por su
en el poder de los republicanos significaba analogía, que el Gobierno provisional era
que éstos, antes o después, habrían de de la misma categoría que el régimen
llevar a cabo la política anticlerical que comunista de la breve revolución bávara ».
siempre habían propugnado. Ambos 15. diario La Libertad, Nº 3472, edición del 7
confiaban en la prudencia, la deferencia y de mayo de 1931. Página 4.
la negociación, más que en el 16. Álvarez Tardío, Manuel (2002).
enfrentamiento, para reducir al mínimo los
Anticlericalismo y libertad de conciencia.
efectos de esa política ».
Política y religión en la Segunda República
10. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. pp. 93- Española. Madrid: Centro de Estudios
94. Políticos y Constitucionales. pp. 97-98.
11. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. p. 79. ISBN 84-259-1202-4. «Desde finales de abril
12. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. [los socialistas y la izquierda republicana
p. 215. «Lo que dijo el cardenal en la más extrema] exigieron al Gobierno la
primera «sabatina» de la catedral de suspensión del Primado, por considerar
Toledo tras el 14 de abril no está del todo sus pastorales como una actividad política
claro. La prensa republicana lo acusaba de intolerable. No se dijo nada sobre el
haberse despachado en términos como comportamiento de otros prelados. (Se
éstos: «Que la ira de Dios caiga sobre explicaría así que gran parte de la opinión
España si la República persevera.» Los pública pensara que la iglesia en bloque
periódicos católicos -y algún otro como estaba conspirando contra la República) ».
Ahora- negaron la verdad de estas 17. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. p. 97.
acusaciones, si bien parece que Segura se 18. Mera Costas, 2021, p. 19.
19. Viñas, 2019, p. 22. 47. De la talla de Ntro. Padre Jesús Orando en
20. Viñas, 2019, p. 23. el Huerto se pudo salvar parte, destacando
la testa, que le fue restaurada (y
21. González Calleja, 2011, p. 28-29; 34.
sustancialmente modificada), además de
22. Viñas, 2019, p. 24-25. esculpido un nuevo cuerpo durante el resto
23. González Calleja, 2011, p. 32. del siglo XX. En 2006, cumpliéndose 250
24. Tuñón de Lara, 2000, p. 305. años de su ejecución por parte de
25. Mera Costas, 2021, p. 43-44. Fernando Ortiz, el imaginero Manuel
Carmona recupera la policromía original y
26. González Calleja, 2011, p. 28-30.
realiza un nuevo cuerpo, fiel al original, al
27. Mera Costas, 2021, p. 44. que se integraron los brazos primigenios.
28. Mera Costas, 2021, p. 44-45. 48. Diario Sur (ed.). «El gran taller de la
29. Mera Costas, 2021, p. 48. escultura barroca» (http://www.diariosur.es/
30. Mera Costas, 2021, p. 46-47. v/20111008/cultura/gran-taller-escultura-ba
rroca-20111008.html). Consultado el 8 de
31. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid.
octubre de 2011.
pp. 100-101.
49. Diario Sur Digital, La Merced, en el
32. González Calleja, 2011, p. 30-31.
recuerdo (http://www.diariosur.es/prensa/20
33. Mera Costas, 2021, p. 47. 070219/malaga/merced-recuerdo_2007021
34. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. p. 102. 9.html)
35. De la Cueva Merino, Julio (1998). «El 50. Leandro Álvarez Rey, "La derecha en la II
anticlericalismo en la Segunda República y República: Sevilla, 1931-1936".
la Guerra Civil». En Emilio La Parra López 51. José Manuel Macarro Vera, "Socialismo,
y Manuel Suárez Cortina (Eds.), ed. El república y revolución en Andalucía (1931-
anticlericalismo español contemporáneo. 1936)"
Biblioteca Nueva. p. 221.
52. Blanco Cuenca, Juan Luis (2004). «La
36. Juliá, 1990, p. 124. proclamación de la Segunda República en
37. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. Algeciras» (http://www.ateneorepublicano.o
pp. 219-221. rg/descargas/proclamacionrepublica.pdf).
38. Caro Baroja, Julio (2008) [1980]. Historia Ateneo republicano del Campo de
del anticlericalismo español. pp. 219-220. Gibraltar.
39. Mera Costas, 2021, p. 47; 49. 53. VVAA (2001). Historia de Algeciras III.
40. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. p. 104. Diputación de Cádiz. pp. 138, 141, 148,
154.
41. Pío Moa, "Los personajes de la República
vistos por ellos mismos". Pág. 198. 54. El Sol, La Agrupación al Servicio de la
República condena la quema de conventos
42. Luis García Iglesias, "El P. Zacarías García
(http://www.rebeliondigital.es/memoriahisto
Villada, académico, historiador y jesuita".
rica/1930-1939/1931/1931_documento_44.
43. Alejandro Barcenilla, "La Universidad htm), 11/05/1931.
Pontificia Comillas: cien años de historia".
55. Heraldo de Madrid, 13-5-31.
Pag. 199.
56. El Socialista, 12-5-31.
44. CEDMA, Diputación de Málaga (ed.). «La
quema de conventos en Málaga en mayo 57. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid.
de 1931» (http://www.cedma.com/archivo/ja pp. 105-106.
bega_pdf/jabega7_68-70.pdf). Consultado 58. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid.
el 9 de septiembre de 2011. p. 220. «El incendio de edificios religiosos
45. Diario Sur Digital, La quema de conventos era una manera simbólica y expeditiva de
(http://servicios.diariosur.es/fijas/esp/malag hacer efectiva la anhelada destrucción del
asigloxx/tema7.htm). poder clerical, que por medios políticos no
llegaba, y de así avanzar, mediante el
46. Cfr. J. ARRARÁS, Historia de la segunda
fuego purificador, hacia la regeneración de
república española, Madrid 1969, I, pág.
España. Bastó la provocación monárquica
116
y el ambiente creado en torno a Segura y
otros clérigos refractarios para que saltase
la chispa y se produjese la acción de los sobre la política a seguir si el Gobierno
exasperados revolucionarios ». aprobaba por decreto las medidas de
59. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. secularización que reclamaba la izquierda.
p. 220. La conferencia de metropolitanos aprobó
dos textos, uno dirigido a los fieles que
60. Jackson, Gabriel (1976). Ibid. (2ª edición).
p. 51. «Los socialistas, especialmente, debería ser publicado en el boletín de
Toledo y otro que era una protesta al
consideraban a la guardia civil como
Gobierno por los agravios cometidos hasta
enemiga de la clase trabajadora, un
entonces contra la Iglesia. A diferencia de
enemigo peor, bien considerado, que la
Segura, Vida y Barraquer no deseaba que
propia Monarquía. Los liberales opinaban
que el pueblo español, aun en sus actos el segundo se hiciera público -por razones
más deplorables, había sido más vícitima de oportunidad pero también de fondo-.
Convenció a sus compañeros y logró que
que verdugo. La República debía dirigir al
pasara todo el complicado mes de mayo
pueblo tan sólo por la persuasión ».
sin que se publicara ninguno de los dos.
61. Mera Costas, 2021, p. 47-49. "Azaña sabía Pero al final Segura, que estaba en el
que la decisión [de hacer intervenir al extranjero desde el 11 de mayo, decidió
Ejército para restablecer el orden] era publicar el segundo por su cuenta y riesgo.
arriesgada, pues se mantenían al frente los Lo hizo además fechándolo en Roma, de
mismos mandos que durante la monarquía tal forma que, como temía Vidal, aquel
y no había garantías que no se excediesen, documento acabó siendo interpretado por
pero tras ver la impotencia de policías y los republicanos como la oposición del
guardias de seguridad corriendo detrás de Vaticano a la política del Gobierno
los incendiarios sin conseguir nada, no Provisional ».
quedaba más opción que confiar en que la
capacidad disuasoria de su despliegue 69. Casanova, Julián (2007). República y
Guerra Civil. Vol. 8 de la Historia de
fuese suficente"
España, dirigida por Josep Fontana y
62. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. Ramón Villares. Barcelona: Crítica/Marcial
pp. 108-109. Pons. p. 24. ISBN 978-84-8432-878-0.
63. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. p. 103. 70. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid.
64. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. p. 225.
p. 221. 71. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid.
65. De la Cueva Merino, Julio (1998). Ibid. pp. 143-145.
p. 224. 72. Casanova, Julián (2007). Ibid. pp. 25-26.
66. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. p. 115.
67. Jackson, 1976, p. 52.
68. Álvarez Tardío, Manuel (2002). Ibid. p. 116.
«Los obispos se habían reunido el 9 de
mayo en Madrid para tomar una decisión
Bibliografía
Álvarez Tardío, Manuel (2002). Anticlericalismo y libertad de conciencia. Política y religión
en la Segunda República Española. Madrid: Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales. ISBN 84-259-1202-4.
Caro Baroja, Julio (2008). Historia del anticlericalismo español. Madrid: Caro Raggio.
ISBN 978-84-7035-188-4.
Casanova, Julián (2007). República y Guerra Civil. Vol. 8 de la Historia de España, dirigida
por Josep Fontana y Ramón Villares. Barcelona: Crítica/Marcial Pons. ISBN 978-84-8432-878-0.
De la Cueva Merino, Julio (1998). «El anticlericalismo en la Segunda República y la Guerra
Civil». En Emilio La Parra López y Manuel Suárez Cortina, ed. El anticlericalismo español
contemporáneo. Madrid: Biblioteca Nueva. ISBN 84-7030-532-8.
González Calleja, Eduardo (2011). Contrarrevolucionarios. Radicalización violenta de las
derechas durante la Segunda República. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-6455-2.
Jackson, Gabriel (1976). La República Española y la Guerra Civil, 1931-1939 (2ª edición).
Barcelona: Crítica. ISBN 84-7423-006-3.
Juliá, Santos (1990). Manuel Azaña, una biografía política. Del Ateneo al Palacio Nacional.
Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-9606-4.
Mera Costas, Pilar (2021). 18 de julio de 1936. El día que empezó la Guerra Civil. Col. ‘La
España del siglo XX en 7 días’, dirigida por Jordi Canal i Morell. Barcelona: Taurus.
ISBN 978-84-306-2269-6.
Tuñón de Lara, Manuel (2000). La España del siglo XX. Volumen I. Madrid: Akal. ISBN 84-460-
1105-0.
Viñas, Ángel (2019). ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración. Barcelona:
Crítica. ISBN 978-84-9199-090-1.
Enlaces externos
Sucesos del 11 de mayo de 1931 en Madrid (http://www.rtve.es/alacarta/videos/archivo-hist
orico/sucesos-del-11-mayo-1931-madrid/2925455/) (cortometraje de 7:32 minutos). España:
Filmoteca Española / Radiotelevisión Española. 1931. Consultado el 7 de mayo de 2016.
Desórdenes antimonárquicos en Madrid. Quema de conventos (http://www.segundarepublic
a.com/index.php?id=28&opcion=6)
Obtenido de «https://es.wikipedia.org/w/index.php?
title=Quema_de_conventos_de_1931_en_España&oldid=144990151»
Esta página se editó por última vez el 26 jul 2022 a las 22:30.
El texto está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0;
pueden aplicarse
cláusulas adicionales. Al usar este sitio, usted acepta nuestros términos de uso y nuestra política de privacidad.
Wikipedia® es una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc., una organización sin ánimo de lucro.