Persecución Religiosa Durante La Guerra Civil Española
Persecución Religiosa Durante La Guerra Civil Española
Persecución Religiosa Durante La Guerra Civil Española
Civil Española
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Ruinas de la Iglesia del Colegio de las Escuelas Pías de San Fernando, en el popular
barrio de Lavapiés, en Madrid. El edificio fue incendiado y destruido al comienzo de la
Guerra Civil Española en 1936. En ruinas, se mantuvo abandonado durante el
franquismo hasta que una gran parte del mismo fue rehabilitado y recuperado como
biblioteca de la UNED por el arquitecto José Ignacio Linazasoro y en espacio de ocio y
cultura, inaugurado en el 2006
La interpretación del origen y motivaciones generales de estos hechos, así como de las
circunstancias de algunos de ellos, en particular en lo que respecta a su consideración
desde la dimensión política y religiosa, pero también sobre su terminología, la actitud de
la Iglesia y sus consecuencias en el desarrollo de la contienda y la posterior represión
del régimen franquista, son todavía objeto de fuerte controversia entre los especialistas.
Contenido
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1 Antecedentes: anticlericalismo y desencuentros con el republicanismo
2 La Guerra Civil
8 Referencias
9 Bibliografía
10 Véase también
11 Enlaces externos
Durante la campaña electoral para las elecciones municipales de abril de 1931, que
llevaría al cambio de régimen en España, y a pesar de la presencia de católicos como
Niceto Alcalá Zamora o Miguel Maura en las filas republicanas, buena parte de los
miembros de la Iglesia vincularon la doctrina católica con la del ideario de los partidos
monárquicos7 pero tras la derrota de estos y en los días posteriores inmediatos a la
proclamación de la Segunda República, la jerarquía católica, a pesar de sus reticencias
iniciales, justificadas en que el gobierno se llamaba a sí mismo "provisional" y en que el
rey no había abdicado, terminó por acatar formalmente la forma del nuevo régimen.8
Así, esta línea de actuación se pudo constatar en las instrucciones que los distintos
obispados transmitieron a los sacerdotes para que no intervinieran en cuestiones
políticas, como reflejó la nota del obispado de Gerona del 18 de abril en el boletín de la
diócesis:9
3º Guarden con las autoridades seculares todos los respetos debidos y colaboren con ellas, por
los medios que les son propios, en la prosecución de sus nobles fines.
El cardenal primado, Pedro Segura declaró a las pocas semanas que "monarquía y
república caben en la doctrina católica" y en una pastoral fechada el 30 de abril de 1931,
aconsejó a los monárquicos "discutir noblemente cuando se trate de la forma de
gobierno de nuestra noble nación".9
Sin embargo, a medida que se fueron conociendo los planes de actuación del nuevo
Gobierno, en el mes de mayo de 1931, la prensa madrileña reflejó la división de
opiniones en el seno de los sectores católicos, divididos entre los que desde las
posiciones más "integristas" o "rupturistas", encabezada entre otros por el cardenal
primado Segura10 mantenían la identificación del catolicismo con la monarquía, y los
que aceptaban la República8 según la posición llamada "vaticana", que aunque
conservadora, abogaba por posturas legalista y conciliadoras.
Fue la primera declaración pública del cardenal desde la proclamación de la República. En ella
se refería repetidas veces a las graves amenazas de anarquía a que España se veía expuesta.
Aunque la Iglesia no se preocupaba de formas régimen, deseaba expresar la gratitud a S.M.[...]
Recordó el ejemplo de Baviera en 1919 [durante la revolución espartaquista], cuando la
población católica salvó al país de una breve ocupación bolchevique, sugiriendo, por tanto, por
analogía, que el gobierno provisional de la República era de la misma categoría que el régimen
comunista de la breve revolución bávara. Por ataques a los derechos de la Iglesia, el cardenal
entendía la bien conocida determinación del nuevo régimen de separar la iglesia del Estado,
organizar un sistema de enseñanza laica e introducir el matrimonio civil y el divorcio.
Gabriel Jackson; 48
Al día siguiente, Segura prosiguió, ignorando los consejos de moderación de la
Secretaría de Estado del Vaticano, enviando una circular interna en la que instaba a los
religiosos a retirar los fondos de sus cuentas bancarias del país y depositarlos en el
extranjero,11 acción que en caso de producirse, contravendría las disposiciones en contra
de la fuga de capitales adoptadas por el Gobierno provisional. La respuesta del ministro
de la Gobernación, el católico Miguel Maura, a ambos escritos fue la de decretar la
expulsión del país del cardenal, hecho que no se completó hasta varias semanas más
tarde. La actitud del sector "integrista" fue entonces considerada como una
provocación,10 contribuyendo a avivar el sentimiento anticlerical que surgiría en los
episodios del 10 de mayo de 1931 en Madrid.
Fue a partir de aquel día cuando comprendí que nada se conseguiría por medios legales, que
para salvarnos tendríamos que sublevarnos antes o después.
En los meses que siguieron, durante los debates de ponencia de la nueva Constitución se
plasmó nuevamente la divergencia entre los sectores católicos, una parte de ellos
representados desde abril por la asociación Acción Nacional, que iría aumentando
progresivamente su influencia en la escena política, y los republicanos laicistas. La
Constitución estipulaba, en su artículo 26, párrafo 3, la separación entre Iglesia y Estado
y el sometimiento de las órdenes religiosas "que estatutariamente impongan, además de
los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima
del Estado" (en referencia a su obediencia al Vaticano), a un Estatuto especial por el que
se les prohibía la enseñanza. También se contemplaba la finalización de las partidas del
presupuesto del Estado correspondientes a Culto y Clero, extinguiendo la vía pública de
financiación de la Iglesia Católica. En un parlamento en el que, en virtud de la ley
electoral, la conjunción republicano-socialista había obtenido una holgada mayoría
parlamentaria, tras las elecciones de junio de 1931, el artículo 26 fue aprobado con 178
votos a favor y 59 en contra, pero sumó numerosas abstenciones y provocó la retirada
de 42 diputados de los partidos agrarios y de los representantes vasconavarros. Las
disposiciones constitucionales, una vez aprobado el texto el 9 de diciembre de 1931,
llevaron a la disolución en el país de la Compañía de Jesús, el 24 de enero de 1932, lo
que provocó que la mayoría de los jesuitas partiera al exilio.
...ante la amenaza de daños tan enormes, recomendamos vivamente a los católicos de España
que, dejando a un lado recriminaciones y lamentos y subordinando al bien común de la patria y
de la religión todo otro ideal, se unan todos, disciplinados, para la defensa de la fe y para alejar
los peligros que amenazan a la misma sociedad civil.
La movilización religiosa del electorado, que en estas elecciones tuvo una candidatura
única a la que votar, tras una dura campaña en la que los medios conservadores y de
extrema izquierda acentuaron por una y otra parte la sensación de "persecución" y de
amenaza del "fascismo", fue una de las causas de la recuperación de la derecha no
republicana en las elecciones de noviembre de 1933 que permitieron la formación de un
nuevo Gobierno de carácter conservador18 que iniciaría una etapa de revisión de las
decisiones tomadas durante el bienio precedente.
La Revolución fue acompañada en los primeros meses por una escalada de terror
anticlerical que sólo entre el 18 y el 31 de julio, causó la muerte a 839 religiosos,
prosiguiendo durante el mes de agosto con otras 2.055 víctimas, incluyendo a 10 de los
13 obispos asesinados en el total de la guerra, es decir, un 42% del total de víctimas
registradas.20 Los efectos de esta violencia, dirigida no solo contra la Iglesia, sino contra
todos aquellos que se consideraban identificados con la sublevación o, simplemente,
enemigos de clase, corrieron en paralelo con la que se ejerció en el mismo período en la
zona de control de los sublevados, con casi el 80% de los 7.000 civiles asesinados en
Zaragoza y el 70% de los 3.000 de Navarra en toda la contienda, víctimas durante el año
1936.21
La mayoría de las víctimas asesinadas fueron parte del clero masculino y por
fusilamiento en los llamados paseos, nombre eufemístico con el que se conoció al
procedimiento y aplicación arbitraria del asesinato político, sin ningún tipo de juicio o
tribunal previo. A imagen de otros numerosos episodios de brutalidad en ambos bandos,
hubo casos en que las víctimas sufrieron torturas y otros abusos antes de morir, como
los casos de Carmen García Moyón, muerta tras ser quemada viva en Torrente el 30 de
enero de 1937, Plácido García Gilabert, muerto tras sufrir mutilaciones el 16 de agosto
de 1936 o Carlos Díaz, enterrado aún con vida en el cementerio de Agullent, siendo
poco más tarde fusilado.24
Uno de los ejemplos más destacados entre los casos de la brutalidad revolucionaria
durante el verano de 1936 aconteció en la diócesis de Barbastro, la de mayor mortandad
del país entre sus miembros incardinados pues se causó la muerte a 123 de los 140
sacerdotes, es decir, el 88% de sus miembros,25 26 incluyendo a su obispo, además de 51
frailes claretianos, 18 benedictinos y 9 escolapios, pero en la que no sufrió la misma
suerte ninguna de las religiosas.27 En otras diócesis la proporción de religiosos
asesinados alcanzó cifras considerables, como la de Lérida con el 66% de miembros
ejecutados, Tortosa el 62%, Málaga al 48%, Menorca el 49%, Segorbe el 55% o la de
Toledo, que perdió al 48% de los religiosos. En las grandes ciudades, los porcentajes
relativos son inferiores, pero superan a muchas otras en términos absolutos: Madrid, con
334 sacerdotes fusilados, perdió al 30% de su comunidad religiosa, Barcelona al 22%
con 279 muertos y Valencia al 27%, con 327 víctimas.26
Tras el sangriento mes de agosto del 1936, diversos dirigentes del bando republicano
realizaron declaraciones justificando la violencia anticlerical desde la perspectiva
política, considerando que la Iglesia se había posicionado ella misma, por su apoyo al
bando sublevado, como parte beligerante de la contienda y por lo tanto, enemigo de la
República.26 Aunque visibles desde los primeros días de la guerra en algunas unidades
de combate como las de Navarra, donde muchos religiosos se habían integrado en las
unidades de requetés para acompañar a los combatientes, como recuerda un testigo,28 los
casos en la que los religiosos empuñaron armas fueron escasos y en circunstancias poco
claras, como recuerda el hispanista Ranzato, pues según él, solo se ha podido confirmar
un único episodio en los una iglesia participó en los combates armados, el caso de las
Carmelitas de la Diagonal de Barcelona.29
La violencia en contra de la Iglesia Católica era asumida por los líderes obreros. Así, el
líder del POUM, Andrés Nin, en un mitin llevado a cabo el 1 de agosto de 193630
proclamó que la "cuestión religiosa", a diferencia de la ineficaz legislación republicana
"burguesa", había sido "resuelta" gracias a la acción revolucionaria de la clase obrera:
Los templos no servirán más para favorecer alcahueterías inmundas. Las antorchas del pueblo
las han pulverizado (...) Las órdenes religiosas han de ser disueltas. Los obispos y cardenales
han de ser fusilados. Y los bienes eclesiásticos han de ser expropiados.
Irujo, que fue ministro sin cartera de septiembre de 1936 a mayo de 1937 en los dos
Gobiernos de Largo Caballero, y ministro de Justicia en de Negrín el 18 de mayo de
1937, fue el encargado del memorándum sobre la persecución religiosa presentado al
Consejo de Ministros33 en el que se daba cuenta de la magnitud de lo acontecido:
La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el
vasco, es la siguiente: a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas
excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio. b) Todas las iglesias se han cerrado al
culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido. c) Una gran parte de los templos, en
Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron. d) Los parques y organismos oficiales
recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y
aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales. e) En las iglesias
han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y
otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo -los organismos oficiales los han ocupado
en su edificación obras de carácter permanente. f) Todos los conventos han sido desalojados y
suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas
clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos. g) Sacerdotes y religiosos han sido
detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien
amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y
muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes
ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de
sacerdote o religioso. h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de
imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el
interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia
imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda.
Los planteamientos de Irujo comenzaron a dar sus frutos tímidamente cuando entró
como titular de Justicia en el Gobierno de Negrín, al proponer el restablecimiento,
aunque de manera restringida, del culto católico y el retorno de los obispos catalanes.
Pero las medidas llegaron demasiado tarde y así, el mismo vicario de Barcelona se negó
a exponer el culto público, como tampoco aceptó el retorno del arzobispo de Tarragona
Francisco Vidal y Barraquer, quien había sido salvado por la Generalidad de las milicias
anarquistas y se había negado a firmar la Carta colectiva del Episcopado Español, ni el
Vaticano el envío de un legado a la Cataluña republicana.
Cerro Rojo La prensa del Frente Popular publicó en portada y en primera página las
fotografías del "fusilamiento" y comentó favorablemente el hecho ("Desaparición de un
estorbo").
Si la inmensa mayoría de las muertes fueron causadas por acción de partidarios del
bando republicano, en el otoño de 1936 tras la toma de control, por parte de las tropas
del general Mola, de la práctica totalidad de Guipúzcoa, tampoco pudieron escapar de la
represión 16 sacerdotes, 13 diocesanos y 3 religiosos miembros de la Iglesia Católica34
considerados hostiles por el bando sublevado en el País Vasco, donde mientras se había
mantenido el control por parte del gobierno leal a la República, no se produjeron
episodios masivos de violencia contra las personas o los bienes eclesiásticos como en el
resto del territorio republicano.
...esta lealtad de los católicos vascos a la democracia ponía en un aprieto a los propagandistas
que insistían en que los moros y los nazis estaban luchando para salvar a la religión cristiana del
comunismo.
Isidro Gomá fue informado de los casos el 26 de octubre por una nota del presidente de
la Junta de Acción Católica de San Sebastián y tras reunirse con Franco, envió una nota
el 8 de noviembre a la Santa Sede en la que daba parte de que lo ocurrido se había
producido "por abuso de autoridad por parte de un subalterno" y de la promesa de
Franco de que "no ocurrirá fusilamiento alguno de sacerdotes sin que se observen
juntamente con las leyes militares las disposiciones de la Iglesia".35 Sin embargo, la
opinión pública no supo del posicionamiento de Gomá y el 22 de diciembre, el
lehendakari José Antonio Aguirre en una alocución para Radio Bilbao denunció además
del asesinato, la persecución y destierro de sacerdotes por "ser amantes del pueblo
vasco", intervención que fue replicada desde Pamplona el 13 de enero de 1937 por el
cardenal en su Carta abierta al Sr. Aguirre negando los motivos expuestos por Aguirre,
y explicando que dichos religiosos fueron fusilados "por haberse apeado del plano de
santidad en el que tenían que haber permanecido".36 La posición oficial de la Iglesia
Católica española y de autores afines insisten en afirmar la diferenciación, por motivos
políticos "asociados al separatismo vasco",37 de éstas víctimas.
...si creen que han de matar, en nombre del orden social o de la nación, lo cual ya es bastante
horrible, pero que no maten en nombre del Cristo Rey, que no es un jefe guerrero, sino un rey
del perdón y de la caridad.
Jacques Maritain en "El mito de la Cruzada de Franco" de Herbert R. Southworth, citado por
(Casanova 2005; 164)
Otros actos de represión contra religiosos que acontecieron en territorio bajo control
franquista y que cayeron en el olvido, han sido investigados desde los años noventa. En
Mallorca fue ejecutado el 7 de junio de 1937, tras consejo de guerra, Jeroni Alomar
Poquet, sacerdote acusado por los franquistas de utilizar un radiotransmisor para
comunicarse con sus enemigos y abandonado por la jerarquía eclesiástica de la isla, que
justificó su asesinato al consideralo "díscolo" e "izquierdista". En Galicia, Andrés Ares
Díaz, párroco de Val do Xestoso fue asesinado por falangistas el 3 de octubre de 1936,
acusado de ofrecer el dinero de una colecta al Socorro Rojo.41
El profesor Antonio Aramayona por su parte, destaca el caso de José Pascual Duaso,
cura de Loscorrales, fusilado según el autor, por "comunista" al distribuir la leche de su
vaca entre los necesitados del lugar42
La magnitud e intensidad de la tragedia, para la cual hay un consenso general entre los
especialistas e historiadores, es destacada por Antonio Montero Moreno, autor del
estudio de los años sesenta, en su concentración en el tiempo[cita requerida]:
Hugh Thomas, La República Española y la Guerra Civil, pg. 257, ISBN 84-7530-847-X
La forma en que se llevó a cabo la rebelión militar y la forma en que respondió a ella el
gobierno en las primeras horas provocaron un desenfreno que no se había visto en Europa desde
la Guerra de los Treinta Años. En una zona se fusilaba a maestros de escuela y se quemaban
casas del pueblo y en la otra, se fusilaba a sacerdotes y se quemaban iglesias.
La persecución de la Iglesia católica fue la mayor jamás vista en Europa occidental, incluso en
los momentos más duros de la Revolución francesa.
Durante la contienda, resultaron destruidas 20.000 iglesias, entre ellas varias catedrales,
incluyendo su patrimonio artístico y sus archivos47 tanto como resultado de las acciones
revolucionarias como por efectos de bombardeos indiscriminados como el de Guernica
y Durango.
...este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas.
En Madrid se destruyeron casi todas las iglesias mientras que en la vecina localidad de
Getafe el monumento al "Sagrado Corazón" situado en la cima del Cerro de los Ángeles
fue volado con dinamita el 7 de agosto de 1936.
Tras el decreto del 16 de noviembre de 1938, se colocaron en todas las iglesias placas
conmemorativas de los «caídos». Aunque no legislado en el decreto, todas las
inscripciones acabaron con José Antonio Primo de Rivera en lugar prominente.
Desde los primeros días del conflicto, diversas unidades combatientes del bando
sublevado adoptaron la simbología católica en sus distintivos e integraron a numerosos
religiosos en labores de asistencia religiosa pero también de adoctrinamiento. Aunque
como recordaba en 1993 Gabriele Ranzato49 no existen practicamente casos
documentados y contrastados de participación directa de religiosos en la violencia, salvo
en circustancias no muy claras, algunos casos adquirieron popularidad como el ejemplo
citado en las memorias del general sublevado Queipo de Llano recopiladas por Antonio
Bahamonde,50 sobre los "curas guerreros", que el autor denomina los "anti-mártires",
como el llamado el "cura-legionario" de Zafra.
Esta Causa, utilizada por la propaganda del régimen franquista para legitimar la
sublevación contra la República y empleada como instrumento de represión, es desde
entonces la única versión oficial de los hechos ofrecida a la sociedad51 sin que tras la
Transición, las autoridades democráticas hayan realizado una investigación imparcial
que asegure el esclarecimiento de los hechos atribuidos y la responsabilidad de las
personas condenadas sobre tales fundamentos.
Hasta el 2007 se han realizado diez ceremonias de beatificación, que incluyen a 471
"mártires", de los que 4 son obispos, 43 sacerdotes seculares, 379 religiosos, y 45 laicos.
También ha habido varias ceremonias de canonización, las de los nueve Hermanos de
las Escuelas Cristianas de Turón muertos en 1934, otro religioso de la misma orden
asesinado en Tarragona en febrero de 1937, y Pedro Poveda Castroverde, fundador de la
Institución Teresiana, asesinado en Madrid el 28 de julio de 1936.
Se les pidió renunciar a su fe y ellos se mantuvieron firmes en esa fe y en su amor a Cristo. Con
ello se pretendía borrar la fe y toda huella religiosa, en aras de una ideología totalitaria llena de
odio contra Dios y contra la religión. Ideas marxistas y laicistas, plasmadas en personas
concretas, se proponían borrar a Dios del mapa. Y en medio de tanta destrucción y de tanto odio,
prevaleció el amor más grande. La Iglesia, experta en humanidad, con dos mil años de historia,
reconoce en ellos a sus mejores hijos.
Ante el anuncio del proceso de beatificación del otoño de 2007, diferentes sectores de la
sociedad han manifestado sus críticas. Para el catedrático y estudioso de las relaciones
entre la Iglesia española y el franquismo, Julián Casanova, afirmó el 16 de junio de
2007 que resulta paradójico que la Iglesia Católica, que durante los cuarenta años de
dictadura franquista honró a sus víctimas al tiempo que colaboraba en la represión de la
dictadura y ninguneaba a las víctimas del bando perdedor se embarque en la actualidad
en la canonización y beatificación de "mártires" siendo así "la única institución que, ya
en pleno siglo XXI, mantiene viva la memoria de los vencedores de la Guerra Civil y
sigue humillando con ello a los familiares de las decenas de miles de asesinados por los
franquistas", mostrándose contraria a la Ley de Memoria Histórica promovida por el
gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero:56
Prefiere su memoria, la de sus mártires, la que sigue reservando el honor para unos y el silencio
y la humillación para otros. Como hizo siempre la dictadura de Franco.
La Iglesia, que sostuvo la idea de Cruzada Nacional para legitimar la sublevación militar, fue
beligerante durante la Guerra Civil, aun a costa de relegar a algunos de sus miembros. Sigue
siendo beligerante, en su insólita respuesta a la Ley de Memoria Histórica, acudiendo a la
beatificación de 498 “mártires” de la Guerra Civil. Entre ellos no se cuentan los sacerdotes
ejecutados por el ejército de Franco. Sigue siendo una Iglesia incapaz de superar sus posiciones
de parte, de hace 70 años, y dispuesta a que tal pasado nos persiga siempre. En este uso político
de reconocimientos religiosos se percibe su indignación por la reparación a las víctimas del
franquismo. Los criterios selectivos sobre los religiosos que militaron en sus filas resultan
difíciles de comprender. ¿Los sacerdotes que fueron víctimas de los republicanos son “mártires
que murieron perdonando” y los que fueron ejecutados por los franquistas los olvida la Iglesia?
Esta actitud brutal, que quiere además aprovechar el acto para una gran peregrinación de
resonancias públicas, señala quizás la incapacidad de la Iglesia española para superar sus
rencores del pasado.
7. ↑ Javier Tusell
16. ↑ Según datos de Fernando de los Ríos, había 350.000 estudiantes de primaria y
17.000 de secundaria, además de 100.000 en cursos de formación profesional. (Pío
Moa: Los personajes de la República vistos por ellos mismos pág. 248. Ed. Encuentro
(2000) ISBN 84-7490-579-6)
20. ↑ Estudio de Alfonso Álvarez Bolado, "Para ganar la guerra, para ganar la paz",
citado en (Casanova 2005; 58)
21. ↑ Santos Juliá, "Víctimas de la guerra civil", Temas de Hoy, 1999, pag. 57-185.
Citado en (Casanova 2005; 58)
24. ↑ Vicente Cárcel Ortí, “Mártires del siglo XXI. Cien preguntas y respuestas”,
pg. 101-109, Valencia, 2001. ISBN 84-7050-628-5
28. ↑
Juan de Iturralde, "El catolicismo y la Cruzada de Franco", Egi-Indarra, 1955-1965, pg. 68-69.
Citado en (Casanova 2005; 64)
35. ↑ "Carta del Cardenal Gomá al Cardenal Pacelli: informe del fusilamiento de
sacerdotes por la autoridad militar del Gobierno nacional", Archivo Gomá, pp. 283-286,
citado en (Casanova 2005; 162)
55. ↑ Revista católica Aciprensa,02/05/07, "Futuros 498 beatos "no son caídos de la
guerra, sino mártires de Cristo", aclara Obispo
58. ↑ Diario El País, 2/07/2007, "Una iglesia para 'los mártires del 36'
[editar] Bibliografía
Montero Moreno, Antonio, Historia de la persecución religiosa en España.
1936-1939. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1961, 1999, ISBN 84-
7914-383-5.
Casanova Ruiz, Julián, La Iglesia de Franco. Ed. Crítica, 2005. ISBN 84-8432-
675-6.
Jackson, Gabriel, La Republica Española y la Guerra Civil (1931-1939).
Editorial Crítica S. A. 1976, 1979. Ediciones Orbis S.A. ISBN 84-7530-947-X
Gabriele Ranzato, Ambiguïté de la violence politique: la persécution religieuse
durant la guerre civile espagnole (1936-1939), Cultures & Conflits n°9-10
(1993) pp. 99-112
Tuñón de Lara, Manuel, Tres claves de la Segunda República. Alianza Editorial
S.A. Madrid 1985
Tusell, Javier, Historia de España en el siglo XX (I) Del 98 a la proclamación
de la República. Editorial Taurus, Madrid, 1999.
Tusell, Javier, Historia de España en el siglo XX (II) La crisis de los años
treinta. Republica y Guerra Civil. Editorial Taurus, Madrid, 1999.
Thomas, Hugh, La Guerra Civil Española. Ediciones Grijalbo S.A. 1976