Resumen Manual Derecho Penal Zaffaroni
Resumen Manual Derecho Penal Zaffaroni
Resumen Manual Derecho Penal Zaffaroni
Sin embargo, es necesario resaltar que las agencias y corporaciones del sistema penal han cometido
los peores crímenes de la humanidad y en mucho mayor número a los cometidos por los individuos
que delinquieron sin el paraguas protector de los estados. Ejemplos son la inquisición europea y
española, la Gestapo (policía secreta del estado nazi), la KGB soviética, las policías de todas las
dictaduras del mundo y los escuadrones de la muerte, éstos mataron a muchas más personas que
todos los homicidas individuales del mundo, y lo han hecho con mucha mayor crueldad. Y casi todo
se hizo por obra de las agencias del sistema penal y en buena medida al amparo del discurso del
pobre derecho penal.
Si bien la historia del poder punitivo es la de los crímenes de este poder y si el aparato que lo ejerce,
apenas se descuidan los controles, pasa a ser el peor de los criminales, no puede dejar de señalarse
que todos los progresos de la dignidad humana se obtuvieron en la lucha contra este poder.
La función del derecho penal no es legitimar el poder punitivo, sino contenerlo y reducirlo, elemento
indispensable para que el estado de derecho subsista y no sea reemplazado brutalmente por un
estado totalitario.
Existen dos usos estatales de la fuerza (coerciones jurídicas) que nunca han sido puestos en duda en
cuanto a la legitimidad de su función. Puede discutirse su eficacia concreta, pero no su modelo
abstracto. Son:
Nadie puede dudar de que si alguien comete una lesión a un derecho ajeno, es correcto el modelo de
coerción estatal que le impone el deber de restituir o de reparar. Tampoco puede dudarse que la
lesión genera un conflicto y que la reparación o restitución lo resuelve en forma efectiva (un sujeto no
paga el alquiler y lo desalojan; otro no cancela una deuda, lo embargan y le ejecutan bienes hasta
cubrir la deuda). Tampoco puede dudarse de que si alguien o algo hace inminente un proceso lesivo o
La legitimidad de los modelos abstractos de coerción jurídica recién mencionados es poco discutible.
Pero no sucede lo mismo con el modelo punitivo, porque no resuelve ningún conflicto.
En que en el modelo punitivo no hay dos partes como en el reparador o restitutivo. En el proceso civil
hay dos partes (demandante y demandado), pero en el proceso penal no, porque en éste el estado
(señor, soberano, rey, república) usurpó o confiscó el derecho de la víctima. En el proceso penal el
estado dice que el lesionado es él, y la víctima, por más que demuestre que la lesión la sufre en su
cuerpo, o que el robo lo sufre en su patrimonio, es ignorada. Sólo excepcionalmente la víctima
dispone del derecho a mover el aparato punitivo, porque la regla es que está confiscado su derecho
como lesionado, que lo usurpa completamente el estado, aun contra su voluntad expresa. Por ende,
el modelo punitivo, incluso abstractamente y a diferencia del modelo reparador (civil) no es un
modelo de solución de conflictos, sino sólo de suspensión de conflictos. Es un acto de poder vertical
del estado que suspende (o cuelga) el conflicto. Nada hace por la víctima, por definición y esencia.
Este modelo punitivo no resuelve los conflictos más graves, sólo se limita a penar. Hay diversos
modelos de solución de conflictos:
El inconveniente del modelo punitivo es que impide la aplicación de los restantes –o al menos
dificulta–, en tanto que los otros modelos pueden combinarse y aplicarse conjuntamente. El poder
punitivo no sólo no es un modelo de solución de controversias (es un mero modelo de poder
vertical), sino que también es una traba para la solución efectiva de los conflictos. Cuanto mayor es el
número de éstos que una sociedad somete al poder punitivo, menor es su capacidad para
solucionarlos. El exceso de poder punitivo es la confesión de la incapacidad estatal para resolver su
conflictividad social.
La función del derecho penal y la delimitación del poder punitivo respecto de otras formas de
coerción jurídica estatal que hemos proporcionado, chocan con la visión que del sistema penal
impera en el imaginario social.
El sistema penal es el conjunto de agencias que coinciden en la cuestión criminal. Algunas son
exclusivamente penales (policías, servicio penitenciario, tribunales penales, órganos políticos de
interior, seguridad, inteligencia, etc.), otras participan del poder punitivo pero sus funciones son más
amplias como las agencias políticas (ejecutivos, legislativos); las agencias de reproducción ideológica
(universidades, facultades, academias); las cooperaciones internacionales (agencias de países
acreedores que financian programas en países deudores); los organismos internacionales que
organizan programas, conferencias, seminarios, etc. (ONU,OEA, etc.); y, por supuesto, el gran aparato
de propaganda sin el que no podría subsistir, o sea, las agencias de comunicación masiva (de prensa,
Esto es un sistema en el sentido de un conjunto de entes y sus relaciones tanto recíprocas como con
el ambiente. Cada una de estas agencias tiene sus propios intereses sectoriales y sus propios
controles de calidad de sus operaciones. Por ello tienen discursos hacia adentro, que justifican para
sus miembros la disparidad entre sus fines manifiestos (oficiales) y lo que realmente hacen (fines
latentes).
El sistema penal opera ejerciendo un poder punitivo represivo en forma de criminalización primaria y
secundaria.
• Criminalización primaria es la formalización penal de una conducta en una ley, o sea que es
un acto legislativo de prohibición bajo amenaza de pena; más claramente, una conducta está
criminalizada primariamente cuando está descripta en una ley como delito. Es un programa
abstracto, un deber ser, llevado a cabo en la legislación.
• Criminalización secundaria es la acción punitiva ejercida sobre personas concretas. Es el acto
del poder punitivo por el que éste recae sobre una persona como autora de un delito.
El poder punitivo alcanza a los que son vulnerables por portación de estereotipo y comisión de
hechos groseros y poco sofisticados, grotescos, trágicos y pérdida de cobertura (aunque en ínfima
minoría). El resto de la delincuencia prácticamente no se registra ni conoce.
La pena más grave es la privación de libertad (prisión), que se aplica incluso anticipadamente, como
prisión preventiva, es decir, para evitar que el procesado se fugue y no se lo pueda condenar. La
mayoría de los presos, por ende, no son condenados, sino que están presos por las dudas. Y la prisión
es una institución que deteriora, porque sumerge en condiciones de vida especialmente violentas,
totalmente diferentes de las de la sociedad libre. Además, asigna roles negativos (posiciones de
liderato internas) y fija los roles desviados (se le exige asumir su papel y comportarse conforme a él
durante años, no sólo por el personal sino también por el resto de los presos). Estas son
características negativas no coyunturales de las prisiones (que pueden ser más o menos
superpobladas y limpias), sino estructurales de la institución. Por más que se quiera no se pueden
eliminar y producen estos efectos, que en conjunto y técnicamente se llaman prisionización.
Las agencias jurídicas reciben el producto de la selección policial y sólo pueden decidir si la
criminalización sigue adelante o se interrumpe, y en el primer caso la cantidad de poder punitivo que
puede ejercerse sobre la persona. Esto muestra claramente que el poder punitivo no es ejercido por
las agencias jurídicas del sistema penal, sino por las policiales, y las jurídicas lo único que pueden
hacer en la práctica y hasta cierto punto es contenerlo.
Pero no sólo es selectiva la criminalización que lleva a cabo el sistema penal, sino que éste opera de
modo que la victimización también se hace selectiva y va recayendo sobre los de menores rentas. Los
servicios de seguridad se deterioran y en los últimos años se privatizan, de modo que goza de mayor
seguridad quien puede pagarla o vivir en barrios de más alta renta en que el servicio es mejor. La
seguridad es un derecho, que importa el de exigir la prestación del servicio de seguridad, pero, por
regla general, éste se reparte en relación inversa a la renta.
La vulnerabilidad a la victimización no es sólo clasista, sino también de género, etaria, racista y, por
supuesto, prejuiciosa.
También la selección con que se recluta a la policía es tremendamente injusta. El personal de menor
jerarquía es reclutado entre los sectores de menores recursos. Se lo somete a un entrenamiento
breve, a actividades legitimadas con falso discurso, a riesgos continuos para los que no suelen estar
preparados, a una férrea dictadura institucional que los deja a merced de la arbitrariedad de las
cúpulas, y a salarios muy bajos, sin condiciones de protesta, reclamos, sindicalización, discusión
horizontal de las condiciones laborales, etc.
Todo esto genera una seria lesión a la autoestima y devalúa la imagen pública del servicio. La policía
es el segmento que corre mayores riesgos de vida en el sistema penal y, además, carga con un
estereotipo casi tan negativo como el propio estereotipo criminal, teñido de racismo, clasismo y
demás pésimos prejuicios. Su servicio es reclamado y al mismo tiempo es rechazado y marginado en
el plano personal.
En décadas pasadas se difundió otra perspectiva bélica, conocida como de seguridad nacional, que
comparte con la visión comunicativa del poder punitivo su carácter de ideología de guerra
permanente (enemigo disperso que da pequeños golpes). Por ello, sería una guerra sucia,
contrapuesta a un supuesto modelo de guerra limpia, que estaría dado por una idealización de la
Primera Guerra Mundial.
Se razonó que, dado que el enemigo no juega limpio, el estado no estaría obligado a respetar las
leyes de la guerra, argumento con el cual se entrenaron fuerzas terroristas que no siempre
permanecieron aliadas a sus entrenadores. Con este argumento,se montó el terrorismo de estado
que victimizó a todos los sectores progresistas de algunas sociedades, aunque nada tuviese que ver
con actos de violencia.
De este modo, así como la guerrilla habilitaba el terrorismo de estado y el consiguiente asesinato
oficial, el delito habilitaría el crimen de estado. Por este camino, la guerrilla habilitaba al estado a ser
terrorista y el delito a ser criminal: en cualquier caso la imagen ética del estado sufre una formidable
degradación y, por ende, pierde toda legitimidad.
De cualquier modo, en toda sociedad contemporánea conviven ambos modelos. La imagen bélica
legitirnante del ejercicio del poder punitivo, por vía de la absolutización del valor seguridad, tiene el
efecto de profundizar el debilitamiento de los vínculos sociales horizontales (solidaridad, simpatía) y
el reforzamiento de los verticales (autoridad, disciplina). El modelo de organización social comunitaria
(horizontal) pierde terreno frente al de organización corporativa (vertical). El modelo de estado que
corresponde a una organización social exclusivamente corporativa es el del estado de policía.
Al poder de los sectores hegemónicos de toda sociedad le interesa tener a los excluidos neutralizados
(haciéndolos matar entre ellos) y a los incluidos peligrosos bien controlados (mediante el poder de
vigilancia).
La lucha entre el modelo del estado de derecho y el de estado de policía continúa en todo el mundo,
pero no sólo frente a los autoritarismos instalados, sino también en el seno de las democracias. El
estado de derecho ideal es justamente ideal, o sea, que no hay estados de derecho perfectos en la
realidad, sino que todos los estados reales de derecho (por supuesto que también los
latinoamericanos) lo son hasta cierto grado de perfección.
Todos los sectores hegemónicos tienden a someter al resto.En la medida en que esta tendencia esté
controlada y contrapesada, el estado de derecho existe y controla, encierra o encapsula al estado de
policía, que no desaparece, sino que queda en su interior, en constante pulsión. En cuanto el estado
de derecho se debilita (fallan los controles) las pulsiones del estado de policía perforan la coraza que
le coloca el estado de derecho e incluso pueden reventarla. Por eso el estado de derecho no es algo
estático, instalado para siempre, sino una constante dialéctica con el estado de policía que
inexorablemente lleva en su interior.
Cuanto más poder punitivo autorice un estado, más alejado estará del estado de derecho, porque
mayor será el poder arbitrario de selección criminalizante y de vigilancia que tendrán los que
mandan. Cuantas más leyes penales tenga a la mano quien manda, más pretextos tendrá para
criminalizar a quien se le ocurra y para vigilar al resto.
Las agencias jurídicas no son las que ejercen el poder punitivo. El poder punitivo tiene un aspecto
represivo (el ejercido con la criminalización secundaria, que carece de relevancia política), y un
aspecto de vigilancia (ejercido sobre toda la población peligrosa para el poder y centrado en los
potenciales disidentes, que es el que tiene verdadera importancia política).
En el poder punitivo represivo la selección criminalizante la llevan a cabo las agencias ejecutivas del
sistema penal y las agencias jurídicas sólo tienen poder para interrumpir un proceso de
criminalización secundaria en curso o para habilitar su continuación.
En cuanto al poder de vigilancia, es obvio que las agencias jurídicas no tienen nada que ver en su
ejercicio.
La función de las agencias jurídicas sólo es dar luz verde o no al proceso de criminalización
secundaria. Se trata de un eventual poder de contención, pero bien puede degradarse a un continuo
poder de legitimación; todo depende de la estructura del estado y del poder judicial respectivo.
El Derecho Penal es la rama del saber jurídico que, mediante la interpretación de las leyes penales,
propone a los jueces un sistema orientador de decisiones que contiene y reduce el poder punitivo,
para impulsar el progreso del estado constitucional de derecho.
Se trata, ante todo, de una rama del saber jurídico o de los juristas. Como tal, persigue un objeto
práctico: busca el conocimiento para orientar las decisiones judiciales.
En la forma republicana de gobierno, las decisiones judiciales –que también son actos de gobierno–
deben ser racionales, lo que demanda que no sean contradictorias, aunque la racionalidad no se
agote con esta condición (el estado no puede condenar a veinte años de prisión a una persona y
condecorar a otra porque hizo lo mismo). De allí que su objeto no se limite a ofrecer orientaciones,
sino que también deba hacerlo en forma de sistema.
El sistema orientador de decisiones se construye en base a la interpretación de las leyes penales, que
se distinguen de las no penales por la pena. El derecho penal requiere, pues, un concepto de pena
que le permita delimitar su universo. Este concepto de pena debe tener amplitud para abarcar las
penas lícitas tanto como las ilícitas, porque de otra forma el derecho penal no podría distinguir el
El sistema orientador que le propone a los jueces, debe tener por objeto contener y reducir el poder
punitivo. El poder de que disponen los jueces es de contención y a veces de reducción. La función
más obvia de los jueces penales y del derecho penal (como planeamiento de las decisiones de éstos),
es la contención del poder punitivo. Sin la contención jurídica (judicial), el poder punitivo quedaría
librado al puro impulso de las agencias ejecutivas y políticas y, por ende, desaparecería el estado de
derecho y la República misma.
La contención y reducción del poder punitivo, planificada para uso judicial por el derecho penal,
impulsa el progreso del estado de derecho. La función de contención y reducción del derecho penal
es el componente dialéctico indispensable para su subsistencia y progreso. El estado de derecho
contiene los impulsos del estado de policía que encierra, en la medida en que resuelve mejor los
conflictos (provee mayor paz social). El poder punitivo no resuelve los conflictos porque deja a una
parte (la víctima) fuera de su modelo. Como máximo puede aspirar a suspenderlos, para que el
tiempo los disuelva, lo que dista mucho de ser una solución, pues la suspensión fija el conflicto (lo
petrifica) y la dinámica sociallo erosiona hasta disolverlo. Un número exagerado de formaciones
pétreas puesto en el camino de la dinámica social, tiene el efecto de alterar su curso y de generar
peligrosas represas. El volumen de conflictos suspendidos por un estado, será en razón inversa, el
indicador de su vocación de proveedor de paz social y, por ende, de su fortaleza como estado de
derecho.
CAPITULO 02
LA PENA COMO DELIMITACIÓN DEL DERECHO PENAL
Este universo del derecho penal está constituido básicamente por las leyes que habilitan el ejercicio
de poder punitivo: las leyes penales.
Pero las leyes que habilitan poder punitivo no siempre lo dicen. Hay casos en que esto es patente,
pero hay otros en que no surge con claridad, porque el discurso con que se justifica la ley es otro.
Desde hace mucho tiempo la sociología sabe que es necesario distinguir las funciones manifiestas de
las instituciones (las declaradas o expresas) y sus funciones latentes (las que realmente cumple en la
sociedad). Siguiendo este criterio, se puede observar que hay
• Leyes penales manifiestas como el código penal, las leyes penales especiales y las
disposiciones penales de leyes no penales, y
• Leyes penales latentes que, enunciando cualquier función manifiesta no punitiva
El derecho penal interpreta para ofrecer a las agencias jurídicas un sistema coherente de decisiones
que sirva para acotar y reducir al poder punitivo:
a) en el caso de las leyes penales manifiestas, orientará a las agencias para que limiten la
selectividad de la criminalización
b) tratándose de leyes penales latentes, la interpretación procurará que los jueces declaren su
inconstitucionalidad y arbitren lo necesario para la efectiva tutela de los derechos que ese
poder punitivo lesiona
c) en los casos de leyes eventualmente penales, procurará que los jueces determinen los
momentos punitivos ejercidos al amparo de las mismas, para excluirlos o para proceder como
en el caso de las leyes penales latentes.
Respecto de la pena se han sostenido y se sostienen teorías positivas, es decir, que creen que el
castigo es un bien para la sociedad o para quien sufre la pena. Se trata de posiciones que hacen acto
Quien sostenga la función de prevención general estará apuntando a la gravedad del hecho cometido,
en tanto que quien se centre en la prevención especial preferirá atenerse al riesgo de reincidencia
que haya en la persona.
Aunque ninguna teoría positiva es verdadera, todos adoptan alguna de ellas porque es lo más
cómodo. Es posible que alguna vez una pena cumpla alguna de las funciones que le asigna la teoría,
pero eso no autoriza la generalización a todo el poder punitivo.
Cualquier de los discursos jurídicos penales sobre la teoría positiva que se adopten, se componen de
tres clases de elementos:
1. Legitimantes: son los que sustentan la misma teoría positiva de la pena que se elige, le
asignan un al poder punitivo un efecto social positivo y mediante éste legitiman el todo poder
criminalizante y de control social punitivo.
2. Pautadores: se derivan de los Legitimantes; son los que determinan cuando hay delito y en
que medida debe hacérselo.
3. Elementos negativos del discursojurídico- penal: su función en legitimar por omisión todo el
poder punitivo no manifiesto.
Los tres elementos de los discursos jurídico-penales tradicionales son importantes, pero los más
curiosos son los terceros, o sea, los negativos.De este modo a partir de la teoría positiva de la pena,
se sostiene que el poder que no responde a esos objetivos no es punitivo (penal), y por ende se lo
deja fuera del derecho penal. Así una multa, no tiene por objeto intimidatorio, tampoco de
resociabilización, sino es de índole administrativa quedando fuera de las garantías penales. Lo curioso
de este elemento, al adoptar falsas funciones positivas de la pena legitiman un poder ajeno (de las
agencias ejecutivas, porque las jurídicas sólo lo pueden contener al poder punitivo), y además,
mediante los elementos negativos del discurso, se esfuerzan por dejar fuera de su poder de
contención amplios ámbitos de ejercicio del poder punitivo. Los elementos negativos, le son útiles a
la agencia jurídica para evitar conflictos, porque le permite inmiscuirse en el ejercicio arbitrario del
poder punitivo de los funcionarios ejecutivos.
Teorías absolutas
Son aquellas que se basan en deducciones, ya que no hay ningún dato empírico que las pueda
comprobar. Se puede decir que las teorías absolutas más conocidas son las de Kant y Hegel. Para
Kant, la pena talional (ojo por ojo y diente por diente) era necesaria para el estado social, porque de
lo contrario, se vuelve al estado de naturaleza (guerra). Para Hegel, el delito como negación del
derecho es cancelado con la pena, como negación del delito y por ende, como afirmación del derecho
(la negación de la negación, es la afirmación).
Son las que le asignan a la pena funciones prácticas y verificables (tiene funciones políticas
declaradas). Entre estas se encuentran las de prevención general, que actúan sobre los que no han
delinquido, y las de prevención especial, que actúan sobre el que ha delinquido. Ambas se subdividen
en positivas y negativas.
Positiva o reforzadora
(mantener la fidelidad al
derecho)
Absolutas Prevención General
(venganza) (la sociedad como destinataria)
Negativa o disuasoria
Teorías
(atemorizar a la población
Positivas de la Pena
vulnerable)
Relativas
(funciones políticas declaradas)
Positiva
(socialización)
Prevención Especial
(individuo como destinatario)
Negativa
(eliminación física,
neutralización)
Respecto de las otras formas más graves de la criminalidad, el efecto de disuasión parece ser menos
sensible: en algunos casos con personas invulnerables (cuello blanco, terrorismo de estado), en otros
sus autores suelen ser fanáticos que no tienen en cuenta la amenaza de pena o la consideran un
estímulo (ataques con medios de destrucción masiva indiscriminada), a otros los motivan estímulos
patrimoniales muy altos (sicarios, administradores de empresas delictivas) o porque sus motivaciones
son fuertemente patológicas o brutales(violaciones, corrupción de niños). Las únicas experiencias de
efecto disuasivo del poder punitivo que se pueden verificar son los estados de terror, con penas
crueles e indiscriminadas, que conllevan tal concentración del poder que los operadores de las
agencias pasan a detentar el monopolio del delito impune, aniquilando los espacios de libertad social
y neutralizan las agencias judiciales.
En la práctica, la prevención general negativa hace que las agencias políticas eleven los mínimos y
máximos de las escalas penales, en tanto que en las judiciales impongan penas irracionales a unas
pocas personas hábiles, que resultan cargando con todo el mal social.
Esta teoría permite legitimar la imposición de penas más graves, porque nunca se logrará disuadir a
una sociedad donde el conflicto social es estructural. Esta lógica nos conduce a la pena de muerte a
todos los delitos, pero no porque con ella se logre la disuasión, sino porque agota el catálogo de
males crecientes con que se puede amenazar. Por otro lado, el grado de dolor que debe infringirse a
una persona para que otra sienta miedo no depende de la tolerancia de la persona para que otra
sienta miedo sino de la capacidad para atemorizar a los otros.
La pena, desde esta perspectiva, no debiera guardar ninguna relación con la gravedad del hecho
cometido, sino que su medida debiera depender de hechos ajenos. La persona humana queda
reducida en una cosa a la que se hace sufrir para atemorizar a otra.
Para limitar la medida de la pena los partidarios de este discurso buscan en préstamo la disuasión de
la retribución en derecho privado. La contradicción entra cuando la retribución no alcanza para
disuadir la permanencia del fenómeno delictivo en la sociedad.
Para esta teoría una persona sería criminalizada porque de este modo tranquiliza la opinión pública.
Aunque no dice que esa opinión pública es alimentada a base de un considerable empobrecimiento
material y cultural. La pena no sirve pero debe hacerse creer que sí lo hace para bien de la sociedad.
Una consecuencia sería que los crímenes de cuello blanco no alteran el consenso mientras no sean
percibidos como conflictos delictivos su criminalización no tendría sentido. Se trata de una ilusión que
se mantiene porque la opinión pública la sustenta, y conviene seguir sosteniéndola porque sostiene el
sistema social (poder).
La criminalización del más torpe, mostrada como tutela de los derechos de todos no robustece los
valores jurídicos, porque quienes siguen cometiendo los delitos en razón de su invulnerabilidad del
poder punitivo, se les garantiza que puedan seguir haciéndolo, recayendo únicamente sobre los
menos dotados la pena. Esta teoría conduce a la legitimación de los operadores políticos que falsean
la realidad y los de los medios de comunicación que los asisten en una relación de cooperación.
La criminización sería un símbolo que se usa para sostener la confianza en el sistema, de modo que
cosifica a la persona, utilizando el dolor como símbolo, priorizando el sistema por sobre la persona.
De manera que, para este discurso el delito sería una conducta que lesiona la confianza en el sistema,
aunque no afecte los derechos de nadie. La medida de la pena sería la que resulte adecuada para re
normalizar el sistema produciendo consenso (tranquilizando a la gente), aunque el grado de
desequilibrio no provenga de la conducta del penado, sino de la credulidad del resto.
Las teorías acerca de la prevención general positiva describen datos que corresponden a lo que
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 12
sucede en la realidad , por lo cual su falla más notoria es la ética, porque legitiman lo que sucede, por
el mero hecho de que lo consideran positivo para que nada cambie, llamando al sistema statu quo y
asignándole valor supremo.
La base de esta concepción fue precedida por la versión etizante (Wenzel) de la prevención general
positiva, la cual pretende que el poder punitivo refuerce los valores éticos sociales, mediante el
castigo de sus violaciones. La tarea del derecho penal sería la protección de bienes jurídicos mediante
la protección de valores socio-éticamente elementales.
En la práctica, los valores éticos sociales se debilitan cuando el poder jurídico se reduce y las agencias
del sistema penal amplían su arbitrariedad (y a su amparo comenten delitos), siendo el poder
punitivo el pretexto para cometerlos. Tampoco refuerza los valores sociales la imagen bélica que
siembre sensación de inseguridad para que la opinión exija represión, y por ende mayor poder
descontrolado para las agencias ejecutivas
Tiende a la retribución de una vida desobediente al estado, no a reprimir un hecho sino una
personalidad contraria a la ética del estado que parece ser la correcta.
Desde hace mucho tiempo se pretende legitimar el poder punitivo asignándole una función positiva
de mejoramiento sobre el propio infractor. En la ciencia social hoy está demostrado que la
criminalización secundaria deteriora al criminalizado y más aún al prisionalizado.
Se sabe que la prisión comparte la característica de las demás instituciones totales (manicomios,
conventos, cuarteles, etc.) y se condice en su efecto deteriorante (efecto regresivo).
La prisionización no puede mejorar a nadie. Se trata de una imposibilidad estructural que hace
irrealizable todo el abanico de las ideologías “RE” (resocialización, reeducación, reinserción,
repersonalización, etc).
Estas ideologías se hallan tan deslegitimizadas frente a los datos de la ciencia social que hoy suele
esgrimirse como argumento en su favor la necesidad de sostenerlas para no caer en un
retribucionismo irracional, que legitime la conversión de las cárceles en campos de concentración
(imposibilidad estructural de la teoría).
Como este discurso considera a la pena como un bien para quien la sufre, oculta su carácter penoso y
llega a negarle incluso su nombre, reemplazándolo por sanciones y medidas y otros eufemismos. Si la
pena es un bien para el condenado, su medida será necesaria para realizar las ideologías “re” que se
sostengan y no requiera de otro límite. El delito será solo un síntoma de inferioridad que indicaría al
estado la necesidad de aplicar el beneficio o remedio social de la pena.
Por ello estas ideologías no pueden reconocer mayores límites en la intervención punitiva: el estado
conocedor de los bueno, debe modificar el ser de la persona e imponerle su modelo de humano, la
pena no conoce medida. Como la intervención punitiva es un bien, no sería necesario definir muy
precisamente su presupuesto (el delito) bastando una indicación orientadora general.
El delito sólo sería un síntoma de inferioridad que indicaría el estado de necesidad para aplicar el
remedio social de la pena. El estado conocedor de lo bueno, debe modificar el ser de la persona e
imponerle su modelo humano.El estado de derecho es reemplazado por un estado de policía
partenalista.
La pena opera sobre la persona criminalizada, para neutralizarla de los efectos de su inferioridad, a
costa de un mal para la persona, pero que es un bien para el cuerpo social. Cuando las ideologías RE
fracasan se apela a la neutralización y eliminación de los incorregibles.
A nivel teórico para el liberalismo jurídico y político resulta incompatible la idea de una sanción
jurídica con la creación de un puro obstáculo metafísico, porque este no motiva el comportamiento
sino que lo impide, lo que lesiona el concepto de persona (Art. 1º de la Declaración Universal de
Derechos Humanos).
Lo importante es el cuerpo social, o sea se corresponde con una visión organicista de la sociedad,
cuando las personas no pueden corregirse deben eliminarse. La característica del poderpunitivo
dentro de esta corriente es su reducción a la coacción directa administrativa, no hay diferencia entre
esta y la pena porque entre ambas buscan la neutralización del peligro actual.
Para algunos el delito es una infracción o lesión jurídica, y el desvalor se agota en el acto mismo
(lesión). Este criterio es lo que se denomina Derecho Penal del Acto.
Para otros es el signo o síntoma de una inferioridad moral, biológica o psicológica; el acto es sólo una
lente que permite ver una característica del autor en la que se deposita el desvalor. El conjunto de
teorías que comparte este criterio configura el llamado Derecho Penal de Autor.
El derecho penal de autor imagina que el delito es síntoma de un estado del autor, siempre inferior al
del resto de las personas consideradas normales. Este estado de inferioridad puede sostenerse desde
el espiritualismo o desde el materialismo mecanicista.
Espiritualistas
Este estado de inferioridad tiene naturaleza moral y, por ende, se trata de una versión secularizada de
un estado de pecado jurídico.
Para los espiritualistas el ser humano incurre en delitos (desviaciones) que lo colocan en estado de
pecado penal. El delito es fruto de este esta- do, en el cual el humano ya no es libre en acto, pero
como fue libre al elegir el estado, continúa siendo libre en causa, porque quien eligió la causa eligió el
efecto, conforme al principio versan in re illicita Por ende, se le reprocha ese estado de pecado penal
y la pena debe adecuarse al grado de perversión pecaminosa que haya alcanzado su conducción de
vida. El delito no es más que el signo que revela la necesidad de que el sistema penal investigue y
reproche toda la vida pecaminosa del autor. No se reprocha el acto sino la existencia de la persona, o
sea, no lo que ésta hizo sino lo que se supone que es.
En su coherencia completa, el derecho penal de autor parece ser producto de un desequilibrio del
juicio crítico deteriorarte de la dignidad humana de quienes lo padecen y también de quienes lo
practican.
A la inversa del derecho penal de autor en sus dos versiones, el derecho penal de acto concibe al
delito como un conflicto que produce una lesión jurídica, provocado por un acto humano como
decisión autónoma de un ente responsable (persona) al que se le puede reprochar.
Si bien no puede legitimar la pena, porque la retribución del reproche se deslegitima éticamente
frente a la inevitable selectividad del poder punitivo, tiene incuestionables ventajas sobre el anterior:
1. Requiere que los conflictos se limiten a los provocados por acciones humanas (nullum crimen
sine conducta
2. Exige una estricta delimitación de los mismos en la criminalización primaria, porque no
reconoce ningún delito natural (nullum crimen sine lege)
3. La culpabilidad por el acto opera como límite de la pena (nullum crimen sine culpa 4. En el
plano procesal exige un debate de partes ceñido a lo que sea materia de acusación
5. Separa las funciones del acusador, del defensor y del juez (acusatorio).
Aunque ninguno de estos principios se cumple estrictamente, no cabe duda que las agencias jurídicas
que los asumen deciden con menor irracionalidad y violencia que el resto.
a. Locos y lunáticos porque su comportamiento molesta, deben ser recluidos en una prisión
especial
b. Quienes cometen pequeños delitos, porque las penas son breves
c. Los que comenten delitos no tan leves, porque se amontonan en las cárceles, donde
provocan motines y se matan
d. Los sospechosos a los cuales no se pueden probar sus delitos: prostitutas, gays, ebrios,
desempleados, etc.
Para penar a las personas molestas que no cometen delitos, lo primero que se hizo fue cambiarle el
Se tuvo que esbozar un discurso con un gran esfuerzo ideológico para garantizar la arbitrariedad,
producto de una mezcla del derecho penal en sus dos versiones, pretendiendo retribuir el pecado y
neutralizar la peligrosidad del sujeto, sin preocuparse de que se están utilizando dos antropologías
incompatibles (penas por no delitos legitimo).
Estas mezclas llegan con los sistemas pluralistas, que establecen para las penas de delitos(retributivas)
otros castigos por los no delitos (neutralizantes), llamadas medidas.
Las penas predeclictuales para sospechosos están desacreditadas. Las medidas posdelictuales, penas
que se imponen en razón a las características del autor y que no guardan relación con la culpabilidad,
eluden límites y garantías del derecho penal. El código penal prevé en el Art. 52 la reclusión accesoria
por tiempo indeterminado. Esta es inconstitucional debido a que excede la medida del injusto y de la
culpabilidad del acto, viola con el non bis in ídem.
Las medidas de seguridad para personas incapaces de delito que protagonizan un conflicto
criminalizado implican una privación de la libertad por tiempo indeterminado, que no defiere de una
pena más que en su carencia de límite máximo, y por ende total desproporción por la magnitud de la
lesión causada, así se entendió en el siglo XX. Hoy corresponde al juez civil en cualquier caso de
dolencia mental grave.
Nadie sabe cuáles son las funciones de la pena: si las teoría de la penas formulada en el campo
jurídico ignorando los datos sociales son falsas y si a partir de estos se observa una complejidad tal
que hace imposible enunciar una teoría. En conclusión no se sabe cuál es la función del poder
punitivo. Todo esto nos indica que resulta imposible obtener un concepto positivo de pena (es decir,
a partir de sus funciones reales), por lo que por su complejidad nos tenemos que remitir a un
concepto negativo de la pena y también agnóstico.
Por agnóstico se refiere a que la pena y su utilidad no es ni puede ser una cuestión de fe; la fe en un
Dios omnipotente se desplazó hacia el poder punitivo del estado. Parte del desconocimiento de su
función, yo creo o yo no creo (pero no sé por qué)
El concepto negativo podría construirse como una coerción que impone una privación de derechos o
un dolor que no repara y sustituye y ni tampoco detiene las lesiones en curso ni neutraliza los
peligros. El concepto que se obtiene es negativo, porque no le asigna ninguna función positiva a la
pena por ser obtenido por exclusión.
Condiciona a los que supone debemos saber y provoca un entrenamiento jurídico apto para la
interiorización de los discursos de poder que ocultaron el carácter de pena de la mayoría de ellas y
que han conseguido la legitimación de su imposición fuera de cualquier hipótesis delictiva y por
Entonces es posible esbozar un concepto de derecho penal amplio que abarca el poder punitivo
ejercido al margen de la ley, incluyendo torturas, victimizaciones del poder subterráneo,
fusilamientos. El ejercicio de este poder es ilícito, pero al fin y al cabo es penal. Lo que nos lleva a
adoptar un concepto amplio de pena que involucra penas lícitas e ilícitas.
El poder punitivosolo muy eventualmente es un ejercicio racional del poder, y por ende debe ser
considerado como un fenómeno extrajurídico, meramente político, igual este no es el único hecho
político, sino también la guerra. Lo jurídico es el esfuerzo nacional e internacional por el acotamiento
y contención del poder punitivo y la guerra.
Este hecho de poder no se puede eliminar, porque el poder de los juristas no alcanza para lograrlo,
sólo para limitarlo y contenerlo.
El derecho penal como programación acotante y contenedora del poder punitivo ejercido por
agencias no jurídicas, cumple una función de seguridad jurídica: ésta es siempre seguridad de los
bienes jurídicos individuales y colectivos de todos sus habitantes, y estos bienes se encontrarían en
gravísimo estado si no existiese una acción programada y racional de las agencias jurídicas que tienda
a acotar el poder punitivo, puesto que de otro modo, avanzaría sin límites la tortura, el homicidio, etc.
Destruyendo al propio estado de derecho.
EL derecho penal tutela los bienes jurídicos de los habitantes en la medida en que neutraliza la
amenaza de los elementos del estado de policía encerrados en el estado de derecho. El poder
punitivo, por el contrario, confisca el derecho de la víctima, debe soportar ésta el resultado lesivo de
un conflicto que queda sin resolución, si ninguna otra área jurídica no le proporciona tutela.
El derecho penal basado en la teoría negativa del poder punitivo, queda libre para elaborar elementos
pautadoresde decisiones que refuercen la seguridad jurídica, entendida como tutela de bienes
jurídicos, pero no de las víctimas de delitos, que están confiscados por la criminalización en los pocos
casos en que tiene lugar; sino de bienes jurídicos de todos los habitantes, pues de no ejercer su poder
de limitación, éstos serían fatalmente aniquilados por el poder ilimitado de agencias del sistema
penal.
CAPITULO 03
MÉTODO, CARACTERES Y FUENTES DEL DERECHO PENAL
El método dogmático o dogmática jurídica trata de descomponer el texto legal en elementos simples
(dogmas) con los que luego se procede a construir una teoría interpretativa que debe responder a tres
reglas básicas:
El método dogmático requiere unadecisión previa. Si bien el saber jurídico pretende orientar las
decisiones de la jurisdicción (sentencias) de modo racional y previsible, siempre lo hará para que esas
decisiones tengan cierto sentido y objetivo político. Esto es inevitable en el fenómeno jurídico,
porque los actos de los jueces son actos de gobierno, y por ende, son actos políticos.
No hay sistema de decisiones políticas sin objetivo político: Esas decisiones no contradictorias deben
dirigirse coherentemente a cierto resultado de poder (político), la mera coherencia del sistema daría
por resultado una seguridad de respuesta y previsibilidad que no se debe confundir con la seguridad
jurídica, la utilidad del método dogmático (o jurídico) y del sistema con que él se construye, para el
reforzamiento del estado de derecho, dependerá del objetivo político que lo oriente.
El método dogmático es como ciertas fuerzas de la naturaleza, puede servir para el bien pero también
para el mal. La dogmática jurídico penal no siempre sirvió para proveer seguridad jurídica, en varias
oportunidades operó al servicio del estado de policía u oculto el objetivo político quedando reducida
a una función mercenaria. La perversión no es del método sino del uso que los funcionarios (jueces)
hacen de él.
Una de las formas más usuales de aplicación perversa del método consiste en confundir datos
normativos y fácticos. Así se desvirtúa completamente el principio republicano de gobierno que
impone que los actos de gobierno sean racionales. Si los legisladores son racionales, los jueces no
deben corregir nada de lo que hagan, y así se cancelaría el poder de control constitucional de los
jueces y vaciar el principio republicano de gobierno. El estado constitucional de derecho se degrada a
estado legal con legisladores omnipresentes. La voluntad política debe ser acatada por jueces que no
tienen poder de revisión ni control sobre ella.
Este sistema concebido conforme a esta teleología no es estático y definitivo, sino dinámico y
dialéctico.
Los principios son de realización progresiva, porque el poder punitivo pulsiona al estado de derecho
para perforarlo y hacerlo estallar, pero la resistencia de éste es de realización progresiva. La eficacia
reductora del derecho penal estará en razón directa con su grado de dinamismo, que permitirá
proponer nuevas metas más limitadoras.
El uso equivoco de la expresión (a veces referida al saber jurídico penal, otras a la legislación penal y,
en algunos casos, al mismo poder punitivo), dio lugar a que la tradición le asignase caracteres
también equívocos (ora como caracteres del saber, ora de la legislación, a veces del poder punitivo).
En un uso más depurado del nombre (referido exclusivamente al saber jurídico penal), corresponde
sostener que el derecho penal es:
En cuanto a las leyes penales manifiestas son sancionatorias y habilitan poder punitivo de modo
fragmentado y discontinuo.
Por todo ello, es necesario separa cada uno de los entes señalados y revisar su contenido y alcance
desde la perspectiva de un sistema de comprensión basado en la teoría negativa o agnóstica de la
pena.
Der
ech
o
En principio el derecho penal es una rama del derecho público y, desde la perspectiva contentora este
carácter se refuerza, pues puede ser considerado como apéndice del derecho constitucional y en él
hallar sus principales fundamentos.
Es represivo pero de la pulsión del estado de policía. El derecho penal debe operar como un dique
para represar ese poder punitivo. El carácter represivo subsiste pero como contenedor de las
pulsiones irracionales de las personas que operan el poder punitivo del estado.
El derecho penal es continuo y fragmentador en tanto que el poder punitivo habilitado por las leyes
penales manifiestas debe mantenerse discontinuo y fragmentario, por ello el poder penal (poder
jurídico) debe contener su estructural tendencia a la continuidad, pues sin esa contra pulsión el poder
punitivo dejaría de ser fragmentario para convertirse en continuo o total (desembocaría en un estado
totalitario). Es continuo porque el derecho penal debe ser un saber sin fracturas, que abarque en
todo su horizonte toda la tendencia a la continuidad del poder punitivo, para eliminar el que se ejerce
sin el presupuesto del delito, tanto como para contener el que se ejerce en estos casos, de esa
manera obtener la fragmentación del ejercicio del poder punitivo y acentuarla en la medida del poder
de las agencias judiciales.
El carácter sancionador es de la ley penal. Conforme al discurso por el cual el derecho penal regularía
el ejercicio del poder punitivo, se ha derivado otro debate, sobre si tiene carácter sancionador o
también es constitutivo. Con ello se quiere averiguar si la criminalización primaria recae sobre
acciones lesivas que ya son antijurídicas (ilícitas) para el derecho en general, dado que lo son para
algunas de sus otras ramas, o bien se puede operar la criminalización respecto de acciones cuya
antijuridicidad es creada directamente por la ley penal.
La tesis sancionatoria y no constitutiva se objeta en base a que unas pocas conductas criminalizadas
no constituirían ilícitos civiles ni de ninguna otra naturaleza (maltrato a los animales, omisión de
pedido de auxilio, tentativas no calificadas). Esta afirmación es discutible, no es determinante para
negar el carácter sancionador, porque lo que importa es que la ley penal no crea bienes jurídicos: los
conflictos primariamente criminalizados deben afectar bienes que son siempre jurídicamente
valorados en otros ámbitos del derecho. La finalidad del derecho penal se logra a través de la
aplicación de sanciones (multas, prisión reclusión, inhabilitación, etc.)
El derecho penal es normativo como lo es todo saber jurídico, pero no por estar constituido por
normas ni ocuparse del deber ser y desentenderse del ser, sino, simplemente porque es un saber que
tiene por objeto el estudio de normas.
Ante todo, las únicas normas que existen en el mundo como entes reales son las leyes penales,
escritas y publicadas son parte del mundo real, de estas normas reales o leyes penales, inferimos
normas deducidas como recurso metodológico. Estas normas deducidas expresan una función
dialéctica, que en el momento político habilita eventual criminalización secundaria, pero que en el
momento jurídico sirve para limitar ese mismo poder.
a. Cuando la agencia política sanciono la norma real (ley penal) quiso prohibir algo (norma
deducida) y para ello habilito el ejercicio del poder punitivo. Esta es la función de norma
deducida en el momento político de la prohibición.
b. En el momento jurídico, la misma norma deducida nos sirve para decirle a los jueces que no
pueden habilitar ningún poder punitivo por más que la acción se halle descripta por la ley
(que se haya apoderado de cosa mueble total o parcialmente ajena) si con ello no lesiono la
propiedad ajena (se apodero de algo que la persona había dejada frente a su domicilio para
que el recolector de servicios se la lleve).
Entonces la norma deducida no es pues , nada más que un instrumento metódico que evita
irracionalidades porque permite precisar el alcance prohibitivo de la ley, pero no es real, no existe en
el mundo factico, sino que es un ente o instrumento lógico, un ente ideal.
El derecho penal es normativo por se ocupa de normas; entendiendo por tales las normas penales
reales o leyes penales porque para la determinación de su alcance se vale de las normas deducidas
como instrumentos metodológicos.
Hacia quienes van dirigidas? en principio desde la perspectiva realista están dirigidas a todos los
habitantes en el momento político, pero en el momento jurídico están dirigidas a los jueces, para
indicarles como decidir, en tanto que las normas deducidas no están dirigidas a nadie porque son
instrumentos para el conocimiento del alcance de la prohibición, inferidos por el jurista.
La cuestión del destinatario está vinculada a la llamada teoría de los imperativos. Dicha teoría sólo
admitía la existencia de mandatos y prohibiciones, por lo cual no había lugar para los permisos. Todas
las acciones sociales podían clasificarse en ordenadas, prohibidas o indiferentes. De este modo
desaparecían los derechos subjetivos.
Para evitar este disparate se afirmaba que los destinatarios de la ley penal eran los órganos
encargados de su aplicación. Era necesario separar nítidamente las leyes penales y las normas: en
tanto que las primeras están publicadas oficialmente y son penales, las segundas llamadas normas
deducidas son previas a la ley penal y se hallan en todo el orden jurídico.
También es necesario distinguir entre norma de valoración y norma de determinación en forma tal
que cuando para caracterizar lo ilícito se acentúa la violación a la norma de valoración, su esencia es
la lesión al bien jurídico; y si se acentúa la norma de determinación, su esencia es la violación al deber
mismo.
La pretendida existencia real de las normas deducidas oculta la naturaleza del poder punitivo, porque
pasa a segundo plano la coacción punitiva de las únicas normas que realmente existen. Si la norma es
un ente real, el poder punitivo quiere prevenir su violación.
Desde el realismo puede observar que este argumento pretende imponer la pena para asegurar la
vigencia de una deducción que sirve para aclarar el alcance de la prohibición legal.
Son las que nos permiten conocerla, en tanto que las fuentes de producción son los órganos de los
que emanan y producen las leyes. Es necesario el conocimiento de las leyes penales para que el
derecho penal pueda:
a. Precisar cuáles son las leyes penales constitucionalmente lícitas, en tanto que las fuentes de
producción serán las instituciones constitucionalmente habilitadas para intervenir en la
sanción de esas leyes. De este modo se precisa un tipo normativo de leyes penales
formalmente constitucionales (lícitas).
b. Deben conocerse todas las leyes en sentido material, constitucionales e inconstitucionales
(lícitas e ilícitas) que habiliten o posibiliten el ejercicio de algún poder punitivo, y los órganos
de que emanen serán sus correspondientes fuentes de producción.
c. Debe comparar el tipo normativo de legislación penal constitucional con la legislación vigente
que habilita o posibilita el ejercicio de poder punitivo, para programar la declaración de
inconstitucionalidad de la que no resulta adecuada al tipo normativo de leyes penales
formalmente constitucionales.
Cabe distinguir:
a. Fuentes de conocimiento: datos que debe tomar en cuenta para elaborar sus construcciones
(constitución, tratados internacionales, leyes penales formales, leyes penales materiales,
leyes no penales, datos sociales y de otras disciplinas, información histórica, derecho
comparado, jurisprudencia, filosofía, etc.).
b. Fuentes de información del derecho penal: son las que permiten conocer el presente o
pasado de este saber (tratados, manuales, revistas especializadas, comentarios, artículos,
cursos, monografías, ensayos etc.).
El derecho penal abarca todas las leyes que habilitan o posibilitan el ejercicio del poder punitivo y, por
ende, las decisiones formalizadas de las agencias políticas son parte sustancial de su ámbito de
conocimiento.
a. Para interpretar las leyes penales también son necesarios otros datos de la realidad:
b. Para construir el tipo normativo de leyes penal constitucionalmente admitidas necesita
conocimientos del derecho constitucional y del internacional
c. Para interpretar ciertas leyes penales se necesitan datos del derecho administrativo, civil,
comercial, etc.
d. Conocer la jurisprudencia existente
e. Tener en cuenta los datos históricos tanto en el plano político, social y económico como la
dinámica cultural y científico.
Son fuentes de información del derecho penal las que permiten conocer el estado del saber jurídico
penal presente (contemporáneo) o pasado (histórico). Consiste en la bibliografía penal o literatura
penal.
Con el método jurídico se construye el sistema del derecho penal para ser aplicado por la agencia
jurídica con ciertos objetivos políticos, como el de acotar y reducir el poder punitivo. Por eso, la
coherencia interna del sistema es un requisito de racionalidad necesario pero no suficiente, pues la
verificación de la corrección del sistema no dependerá sólo de que no sea contradictorio. No será
válido si contradice los principios limitadores que le impone la previa decisión política sobre la
función que el sistema debe cumplir.
En el derecho penal, los principios limitadores condicionan la labor de construcción sistemática del
penalista. Pese a la importancia de esa función, estos principios:
En la pugna ente el estado de derecho y el estado de policía, las agencias jurídicas deben empujar
para que el estado de derecho avance; para ello, los principios deben aumentar en número y también
subir el nivel de su standard de realización.
Todos los principios limitadores demandan la legalidad, evitan choques groseros con el derecho
internacional de los derechos humanos, y pueden derivarse más o menos directamente del principio
republicano de gobierno.
a. De legalidad
b. De la necesidad de evitar violaciones groseras a los derechos humanos
c. Del principio republicano de gobierno
Principios de acotamiento
Lesividad material:
Legalidad formal •Proscripción de grosera
inidoneidad de la
crimilización
•Proscripción de la grosera
Humanidad inidoneidad del poder
punitivo
Irretroactividad •Limitación máxima de la
respuesta contingente
La única ley penal es la ley formal emitida por los órganos políticos habilitados por la Constitución
Nacional. En esto consiste el principio de legalidad: nullum crimen, nullapoena sine
proevialegepenale.
El artículo 18 CN establece la legalidad procesal (juicio previo fundado en ley anterior) y el llamado
principio de reserva del artículo 19 CN, ambos las dos caras de la misma moneda. Con la ratificación
de los tratados internacionales los artículos 9° de la CADH y del PIDCP consagran expresamente el
principio de legalidad penal con jerarquía de norma constitucional.
La principal fuente de la legislación penal en nuestro sistema son los órganos del gobierno federal
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 25
(Poder Legislativo y Poder Ejecutivo en cuanto órgano de colegislador).
• Código Penal
• Leyes penales especiales (no codificadas)
• Disposiciones penales de leyes no penales
Una segunda fuente de producción legislativa formal son los órganos legislativos previstos en cada
constitución provincial y en la CABA, competentes para legislar penalmente en materias de prensa y
contravencional.
Los municipios son entes políticos y en sus respectivas competencias pueden sancionar leyes
(ordenanzas municipales) que establezcan sanciones para la violación de las normas de su
competencia y que pueden tener naturaleza de faltas o contravenciones.
El Poder Ejecutivo no puede legislar en materia penal, fuera de la función de colegislador: promulgar
o vetar las leyes del Congreso, enviar proyectos de ley para ser tratados por las Cámaras. En ningún
caso puede legislarse por decreto ni por esta vía reglamentar una ley penal. Esta garantía, como toda
la de legalidad, rige también para la ley procesal penal.
En nuestro sistema del llamado derecho escrito, los usos, las costumbres, la doctrina y la
jurisprudencia no generan ley penal.
Se llaman leyes penales en blanco a las leyes en que la criminalización primaria (tipificación) se
complementa remitiendo a otra ley.
En el caso de las Leyes Penales en Blanco Propias el órgano competente está delegando su
competencia legislativa, lo que es inadmisible porque ésta es indelegable.
Si bien las Leyes Penales en Blanco nunca fueron constitucionales, durante años se aceptaron en
algunas materias tradicionales. Las únicas que son constitucionales son las que remiten a las leyes
emergentes del mismo órgano político.
B.- IRRETROACTIVIDAD
El principio de irretroactividad de la ley penal es una parte del principio de legalidad. La ley penal rige
La ley penal es retroactiva cuando es más benigna. La determinación de la ley más benigna se aplica
de pleno derecho, y siempre debe oírse al interesado cuya opinión no es vinculante pero sí necesaria,
en especial en los casos dudosos.
Es ley más benigna la que habilita menor ejercicio de poder punitivo conforme a las particularidades
del caso y del agente, puesta en vigencia después del comienzo de ejecución de la conducta típica y
antes del agotamiento de los efectos de la pena impuesta. Entre estos momentos pueden sucederse
más de dos leyes penales, siempre se aplicará la más benigna, aunque sea la intermedia o una de las
intermedias.
Toda ley más benigna sancionada antes del comienzo de ejecución no sería retroactiva sino
directamente aplicable al caso, toda ley posterior al agotamiento de cualquier efecto de la pena
impuesta o de la condenación, carecería de materia a la que aplicarse, aunque esto es discutible, si se
trata de una cuestión que afecta el honor de la gente.
Las leyes desincriminatorias son más benignas. Las leyes de amnistía son leyes desincriminatorias
anómalas y un reverso de las leyes temporales. Es atribución del Congreso dictar amnistías generales.
Las amnistías generales implican que no son personales, sino que levantan la tipicidad de uno o más
hechos identificados por características objetivas. Amnistía importa olvido, es por ello que: a.
Extingue la acción penal
b. Hace cesar la condena y todos sus efectos
c. No se tiene en cuenta para la reincidencia
d. No puede ser rechazada por el beneficiario
e. Opera de pleno derecho y oficio
La ley penal se expresa en palabras y éstas siempre dejan dudas interpretativas, es por ello que es
necesario el mayor esfuerzo de precisión semántica, no la simple legalidad sino la legalidad estricta.
Las agencias políticas no siempre cumplen con esta exigencia, de modo que el juez se encuentra con
leyes que con demasiada frecuencia violan la exigencia de estricta legalidad.
En la jurisprudencia es corriente el llamado postulado de prudencia, según el cual, una ley debe ser
declarada inconstitucional cuando no exista ninguna interpretación que la haga compatible con la
Constitución Nacional. Pero en materia penal este postulado tiene valor relativo, porque los casos de
violación de la legalidad estricta son producto de la irresponsabilidad legislativa, y siendo ésta un
vicio, las agencias jurídicas deben exigir su corrección.
Hoy todas las naciones consagran la prohibición de integración analógica de la ley penal como una
Toda ley es un discurso que se genera en un contexto cultural y civilizatorio. En muchos casos el
cambio muy profundo del contexto puede dejar atípica una conducta. Pero hay otros casos en que un
cambio civilizatorio, como una innovación tecnológica, puede conferir a un tipo penal un ámbito de
prohibición inusitado respecto del imaginado por la agencia política que criminalizó la conducta.
Se impone de alguna manera que el juez y el intérprete mantengan el ámbito de lo prohibido dentro
de lo abarcado originariamente. La criminalización solo puede ser obra de legislaturas, nunca por su
omisión. Si los legisladores quedasen impávidos frente a un cambio que produce una desmesura
prohibitiva, estarían criminalizando por omisión.
El primer párrafo del art. 19 CN consagra la limitación a la injerencia del poder más definitoria del
modelo de estado que regula: las acciones que no lesionan a nadie están fuera de toda injerencia
estatal. Esta reserva está referida a todo ejercicio de poder estatal, aunque interesa principalmente al
poder punitivo. Esto obedece a que es absurdo que se pretenda una coacción reparadora o restitutiva
cuando nada se afectó.
El derecho argentino es personalista, y por tal debe respetar y garantizar al ámbito moral de todas las
personas, lo que implica que no puede imponer una moral sino garantizar el espacio para el mérito
moral.
El derecho personalista garantiza un espacio de libertad para que la persona elija comportarse
conforme o contra lo que su conciencia le indica y, con ello, actúe con mérito o demérito moral. El
derecho no puede reprimir acciones que sólo interesan al ámbito moral.
El primer párrafo del art. 19 CN consagra el principio del derecho personalista cuya más importante
expresión la tiene en el derecho penal, con el llamado principio de lesividad: mientras no hay una
lesión no hay un conflicto, mientras no hay un conflicto no puede haber un delito y por ende, sería
absurdo que el poder punitivo pretenda entrometerse.
El principio de lesividad se introdujo en la construcción del sistema penal con el concepto de bien
jurídico. Así este principio exige que en todo delito haya un bien jurídico lesionado, y esta es una
B.- HUMANIDAD
Son penas o manifestaciones del poder punitivo abstractamente crueles la muerte, las lapidaciones,
las marcas en el cuerpo, las mutilaciones, etc. Son crueles también las penas realmente perpetuas y la
muerte civil.
Las violaciones más frecuentes al principio de humanidad tienen lugar en los casos particulares
cuando por ejemplo:
• El agente ha sufrido una pena natural (lesiones que por ejemplo lo dejan parapléjico)
• Cuando la pena es inadecuada a las perspectivas de vida del sujeto
• Cuando las condiciones de cumplimiento real de la pena pongan en peligro la vida o la
integridad corporal
Para el derecho penal argentino la pena es personal, no puede trascender de la persona del agente.
La multa penal la debe la persona, no pasa a sus herederos.
No se puede juzgar (ne bis in idem) ni tampoco penar dos veces a una persona por el mismo hecho.
Cuando la doble punición importa un doble juzgamiento, los casos suelen ser evidente. Pero hay
supuestos menos claros, en que la doble punición opera sin violación del principio procesal,
existiendo tres grupos de casos de esta naturaleza.
a. Penas con otro nombre: tiene lugar cuando la administración imponen penas tratándose de
coerciones que no tienen carácter reparador o restitutivo ni de coacción directa, pero
conforme a los elementos negativos del discurso penal no son consideradas penas. Suelen
tratarse de multas, cesantías, inhabilitaciones.
b. Penas ilícitas ejecutadas: son los casos de personas que sufren lesiones, enfermedades o
perjuicios patrimoniales por acción u omisión de los agentes del estado en la investigación o
represión del delito cometido.
c. Penas impuestas en culturas indígenas: cuando se trata de personas que, por pertenecer a
pueblos originarios con culturas diferenciadas, tienen su propio sistema de sanciones y de
solución de conflictos. El reconocimiento constitucional de la preexistencia étnica y cultural
de los pueblos indígenas argentinos (art. 75.17 CN) obliga a tomarlas en cuenta, pues no
puede afirmarse que el derecho no las reconoce cuando lo hace el mismo texto supremo,
dado que todo sistema de solución de conflictos es cultural.
El principio de buena fe exige que los tratados internacionales sean siempre interpretados de buena
fe. El principio pro homine impone que, en caso de duda, se decida siempre en el sentido más
garantizador del derecho de que se trate. En rigor, el principio de buena fe es válido para todo el
derecho internacional, en tanto que el pro homine es su expresión particular en los tratados
internacionales de derechos humanos.
• Textos constitucionales
• Tratados con jerarquía constitucional
• Tratados con jerarquía superior a las leyes pero inferiores a la CN
Entre estas fuentes no hay jerarquía, sino que son interdependientes, deben ser consideradas en
conjunto, configurando un plexo normativo, construido por las remisiones recíprocas existentes entre
ellas y que configuran prácticamente una red de ligaduras.
El derecho internacional de los derechos humanos prohíbe interpretar un tratado como limitativo de
lo dispuesto en otro, por lo que ninguno de ellos puede interpretarse sin tener en cuenta los otros.
Los tratados con jerarquía constitucional deben interpretarse como complementarios de los derechos
y garantías consagrados en la CN.
Casi no hay límites materiales. El art. 29 CN prohíbe la cesión de poder al ejecutivo cuando se hace en
un único acto legislativo; pero por sucesivas criminalizaciones, se van entregando a las agencias
ejecutivas mayores áreas de selectividad punitiva arbitraria, configurando una entrega de la suma del
poder público que no puede dejar indiferentes a las agencias jurídicas.
Por lo menos hay tres principios de limitación material que las agencias jurídicas deberían oponer a
las políticas.
El estado de derecho tiene al menos una aspiración ética; el de policía sólo tiene racionalizaciones de
su fuerza. La diferencia entre el estado de policía y la conflictividad criminalizada es sólo de fuerzas. A
medida que en la dialéctica entre modelos de estado va abriéndose camino el del estado de policía, el
real o histórico se degrada y pierde legitimidad, y cuando este deterioro alcanza niveles
considerables, el propio sistema penal se convierte en criminal y va asumiendo el monopolio de
algunas formas de criminalidad; el estado pierde toda legitimidad y carece de autoridad ante la
opinión pública para exigir comportamientos adecuados al derecho.
Cuando la ley autoriza formas de ejercicio de poder punitivo realmente inquisitoriales y al margen de
toda ética, deben ser descalificadas en función de su incompatibilidad con el principio republicano y
declaradas inconstitucionales.
Los tipos penales surgen en un cierto contexto y los legisladores imaginan dentro de ese marco los
efectos de la criminalización primaria.
D.- CULPABILIDAD
La ley penal es aplicable a los delitos cometidos en el territorio del Estado y en los lugares sometidos
a su jurisdicción. Se basa este principio en la soberanía, expresión que sintetiza la idea de
independencia de los Estados. Naturalmente la exclusividad del principio de territorialidad lleva a
establecer que los delitos perpetrados fuera del territorio no son punibles por la ley del país.
El Código Penal en su Art. 1 Párr. 1 consagra la primacía del principio territorial. El concepto de
territorio no es meramente físico sino jurídico. De este modo no serán casos de extra territorialidad
aquellos en que se aplique la ley fuera de los límites físicos del territorio, sino solamente fuera de los
límites jurídicos de él.
Esto se debe a que el CP somete a la ley argentina no solo los delitos cometidos en el territorio de la
república, sino también “en los lugares sometidos a jurisdicción y los cometidos por autoridades
a. El espacio físico dentro de los límites internacionales de la república, de acuerdo con los
antecedentes históricos y geográficos y de conformidad con los tratados.
b. Los mares territoriales hasta la distancia que determinan las legislaciones especiales,
independientemente del poder jurisdiccional sobre la zona contigua.
c. El subsuelo del territorio físico
d. El espacio aéreo que cubre tanto el territorio físico como el mar territorial
e. Las naves públicas y privadas
f. Las aeronaves.
La ley del país a que el individuo pertenece es la que debe aplicársele; un francés o un argentino
cualquiera sea el lugar donde el delito se cometió, deberán ser juzgados conforme con la ley francesa
o argentina. Se funda ésta tesis en el sentido de dependencia personal de cada súbdito a su estado.
Se basa en la necesidad de proteger los intereses nacionales, y lleva a castigar los delitos que ataquen
esos intereses, con arreglo al derecho del país atacado, sin tomar en consideración el lugar en que se
cometió el delito.
La aplicación de este principio también se encuentra en el Art. 1 CP, la producción de los efectos no
significa otra cosa que el resultado del delito, como ocurre en el supuesto de los delitos a distancia.
En ellos la manifestación externa se produce en un país y el resultado en otro.
Además dicho principio tiene aplicación cuando refiere a los delitos cometidos en el extranjero por
empleados, funcionarios, y autoridades argentinas.
Cada estado como miembro de la comunidad internacional, debe proceder a juzgar a todo
delincuente que detenga en su territorio, cualquiera sea su nacionalidad y el lugar de ejecución del
delito.
La CN en su Art. 118 prevé el juzgamiento por los tribunales argentinos de delitos internacionales;
El principio de territorialidad se combina con el principio de defensa. El art. 1 CP establece que la ley
es también aplicable a los delitos cuyos efectos deban producirse en el territorio de la Nación
Argentina, o en los lugares sometidos a su jurisdicción. Para comprender la verdadera extensión que
la ley ha querido dar a sus palabras es necesario distinguir tres hipótesis.
a) Delitos iniciados en el extranjero y aún cumplida allí parte de su ejecución, pero que se
consuman en el territorio nacional.Es el caso del individuo objeto de un ataque en territorio
extranjero y cuya muerte se produce en el nuestro: el delito se consuma en la Argentina.
b) La mayoría de las legislaciones enumeran los delitos que, por atacar la existencia política o
económica del Estado, pueden ser enjuiciados y penados según la ley del país que afectan. Nuestro
Código no lo hace, sin embargo es indudable que los delitos contra la seguridad pública y la
falsificación de moneda son de competencia Argentina.
c) Por último, se ha sostenido alguna vez la aplicación de la ley argentina a hechos comenzados
y consumados en el extranjero, cuyos resultados lesionen intereses argentinos o de ciudadanos del
país.
La fecha de vigencia de las leyes penales se rige por los principios generales. Es frecuente que las
leyes fijen la fecha en que han entrado a regir. El principio básico, no es sino un derivado del dogma
reconocido como fundamentos de toda la construcción jurídico–penal: nullum crimen, nulla pena
sine legem.
En conclusión: el principio general básico, que rige la validez de la ley penal, es el de irretroactividad,
según el cual, las leyes solo rigen para casos futuros, posteriores a su sanción, y no pueden aplicarse a
hechos ocurridos antes de su entrada en vigencia.
En base al principio de irretroactividad, la ley aplicable al respecto de un delito, es aquella que estaba
en vigencia al tiempo de cometerse el delito.
Las leyes son válidas a partir de su entrada en vigencia, la cual se produce luego de su publicación, y a
partir del día en que ellas mismas lo determinen, cuando no determinan día, entran en vigencia a los
ocho días siguientes a su publicación en el boletín oficial. Una vez que entró en vigencia, la ley se
aplica hasta el día de su derogación; lo cual ocurre generalmente, cuando se sanciona una ley nueva
que la reemplaza.
Los principiosbásicos que en este tópico entran en juego son: el de reserva de la ley penal, por una
parte, por otra, el de la cosa juzgada y el que podríamos llamar de la mínima suficiencia de la
represión.
Al sucederse una o varias leyes penales, la cuestión que se presenta es la de investigar con que ley
debe juzgarse un hecho, a saber: si con aquella que regía cuando el hecho se cometió, o con la que
rige cuando se dicta la sentencia, o mientras se cumple la pena, o con una ley intermedia. Al haber
varias leyes, las diferencias posibles se concretan en 5 casos:
1. La ley nueva crea una figura delictiva nueva y aplica una pena a un hecho anteriormente
impune. En este caso la ley deberá aplicarse irretroactivamente, es decir, que solo será
aplicable a hechos posteriores, y no podrá aplicarse a hechos ocurridos antes de su entrada
en vigencia (conforme al principio de legalidad: “no haydelito ni pena, sin ley previa”
2. La ley nueva quita carácter delictivo a un hecho reprimido por la ley anterior, derogando
expresa o tácitamente una incriminación. En este caso opera retroactivamente, se podrá
aplicar a hechos anteriores a su entrada en vigencia.
3. La aplicación de la nueva ley a hechos anteriores se justifica por ser ella más benigna, y
además, porque, si el legislador ha considerado innecesario para la defensa social mantener
bajo sanción una conducta, sería injusto mantener esa sanción para hechos anteriores.
4. La nueva ley puede importar una modificación de la ley anterior que la haga menos
gravosa.En este caso también procede la aplicación del principio de retroactividad, pues
cuando la ley es más benigna se puede aplicar a hechos anteriores.
5. La nueva ley establece condiciones más gravosas, ya sea en los elementos de la figura
delictiva, en la sanción, en las condiciones de aplicabilidad. Si la ley es más severa se debe
seguir el principio de irretroactividad, y en consecuencia la ley podrá aplicarse solo a hechos
futuros. Los hechos anteriores seguirán juzgándose por la ley derogada. Esta aplicación de la
ley después de haber terminado su vigencia, se denomina ultractividad de la ley derogada.
La retroactividad en la aplicación de una ley a un determinado acto, se da cuando dicha ley entró en
vigencia tiempo después de haberse suscitado dicho acto.
Según este principio las leyes solo rigen para casos futuros posteriores a su sanción y no pueden
aplicarse a hechos ocurrido antes de su entrada en vigencia.
• Absoluta: según ésta, la relación jurídica penal queda firme y definitivamente establecida por
el delito mismo, con referencia a la ley vigente en la época de su comisión, y esa alteración no
puede en ningún sentido ser alterada por el derecho posterior. Se habla aún de un derecho
del sujeto a la pena establecida en la ley transgredida.
• Irretroactividad: salvo en casos de ley más benigna (sistema del CP argentino).La ley aplicable
es en principio, la de la fecha de la comisión del hecho, esa es la ley que el delincuente
conocía y en consecuencia la que transgredió. Pero a la par de esa consideración, que como
se ve deriva del principio de reserva no puede olvidarse del de mínima suficiencia, y si la ley
posterior declara excesiva una pena y establece una más benigna, a ella debe ajustarse la
sanción; porequidad según algunos, por razones de carácter jurídico fundamentales.
Ante una ley que establece condiciones más gravosas para un hecho en concreto, se debe seguir el
principio de irretroactividad y en consecuencia la nueva ley se aplica a hechos futuros. Los hechos
anteriores se seguirán juzgando por la ley derogada, esta aplicación de la ley luego de haber sido
derogada se denomina ultractividad.
Se llaman leyes intermedias a aquellas que son dictadas entre medio de la ley que rige al cometerse el
delito y la ley que rige al dictar sentencia.
En el caso de que estas leyes tengan distinta severidad, se aplicara la más benigna.
Esta solución, no rige tratándose de ciertas leyes intermedias: las leyes temporarias y las transitorias.
Leyes temporarias son aquellas que se fijan a sí mismas su periodo de duración, pues establecen en
su texto cuando dejaran de tener vigencia.
Leyes transitorias son aquellas que se dictan por motivos extraordinarios o excepcionales. Así, por
ejemplo, con motivo de una guerra, una epidemia, un terremoto, etc. La duración de estas leyes
transitorias, termina cunado cesan los motivos excepcionales de las motivaron.
En el caso de estos tipos de leyes, la doctrina y la jurisprudencia consideran que ellas se deben seguir
aplicando a los hechos ocurridos durante su vigencia, aunque haya ley posterior más benigna.
El fundamento de esta solución es que las leyes temporarias ytransitorias son dictadas con fines
especiales o por motivos excepcionales, por lo tanto si se permitiera que una ley posterior más
benigna las dejara sin efecto, ellas carecerían de utilidad y de eficacia, pues no se cumplirán los fines
para los cuales fueran sancionadas.
El Art. 2 CP dice: “si la ley vigente al momento de cometerse el delito fuere distinta de la que existía al
pronunciarse el fallo o en el tiempo intermedio, se aplicará siempre la más benigna. Si durante la
condena se dictase una ley más benigna, la pena se limitará a la establecida por esa ley. En todos los
casos del presente artículo, los efectos de la nueva ley operaran de pleno derecho”.
Los fundamentos de nuestro sistema legislativo en materia de aplicación de la ley con relación al
tiempo están dados por los siguientes principios:
1. La ley que contiene una nueva incriminación no puede aplicarse a hechos anteriores, porque
ello importaría vulnerar el principio de reserva.
2. La nueva ley que quita carácter delictivo a un hecho anteriormente reprimido cobra plena
aplicación, por ser innecesaria para la defensa social mantener bajo penaesa determinada
clase de actos.
3. La ley nueva que establece condiciones más graves no es retroactiva en virtud del principio de
reserva.
4. La ley nueva es menos gravosa, se aplica de pleno derecho desde la época de su
promulgación, en virtud del principio general, según el cual las leyes rigen desde su
publicación, y en conformidad con el principio enunciado en el punto 2 todos los principios
rigen de pleno derecho sin excepciones.
El art. 2 no hace referencia solamente a las variaciones que pueda haber en el monto y calidad de la
pena, sino a las variaciones contenidas en la ley, es decir, que habrá lugar en la retroactividad de la ley
posterior o a la ultractividad de la ley derogada, según sea el resultado de la comparación no de las
penas, sino de las leyes mismas.
Esa comparación debe, pues, se hecha con referencia a todo el contenido de la ley, partiendo de la
pena de los elementos constitutivos de la figura delictiva, de las circunstancias agravantes o
atenuantes del a infracción, y tomando en cuenta también las demás situaciones que en la ejecución
de la pena, suspensión, perdón, etc.
La constatación de la ley más benigna debe hacerse en relación concreta con el caso en particular. El
juez no resuelve cuál de las dos aplica a ese caso. Ese examen comparativo debe conducir por la
elección de una ley que será ilícita en la aplicación del mismo caso, simultánea o sucesivamente, de
disposiciones de leyes distintas, en cuyo caso no se aplicaría en realidad ninguna ley, dictado por el
poderlegislativo, sino una nueva ley confeccionada por el juez, con elementos de distintas leyes, para
un caso concreto.
Este principio que prohíbe la simultanea aplicación de dos leyes, tiene, sin embargo, una excepción en
nuestro Código Penal con referencia al cómputo de la prisión preventiva, para el cual la ley establece
que se observara separadamente la ley más favorable al sujeto procesado.
Si tenemos que comparar entre dos leyes (una derogada y una nueva) es más benigna aquella que
reúna alguno de los siguientes caracteres:
Siendo la esencia de nuestro estado su base y organización democrática, la norma dominante y casi
sin excepción es la de la total y plena validez de las leyes penales para todos los habitantes de la
Nación (Art. 1 CC), en ella no hay “fueros personales” y todos los habitantes son iguales ante la ley
(Art. 16 CN).
Sin embargo, tratándose de ciertos funcionarios, la ley limita su aplicabilidad. Cuando el individuo
cumple determinadas funciones se establecen algunas limitaciones a la aplicación de la ley penal;
pero las mismas no se establecen en razón de la persona, sino en razón de la función que dicha
persona cumple. De ahí que se las denomine limitaciones funcionales.
1. Privilegios procesales
2. Exenciones de responsabilidad penal (o privilegios de irresponsabilidad).
Son aquellos de que gozan el presidente, el vice, los ministros, los jueces y los miembros del congreso.
Los privilegios procesales consisten en que dichos funcionarios no se les puede aplicar la ley penal ni
someter a juicio penal, mientras que no se los destituya de sus cargos mediante juicio político. De
modo que estos funcionarios no se eximen que se les aplique la ley penal, sino que previamente se
los debe destituir y recién, entonces, se les aplicará la ley penal.
Como se ve el hecho de ser funcionariono les da irresponsabilidad por los delitos cometidos, sino que
posterga el proceso penal hasta que se concluya el juicio político.
Ellos implican que quienes goce de ellos no responsan por sus actos delictivos, en otras palabras: no
se les aplica ley penal.
Pero este privilegio no tiene en nuestro derecho el carácter de personal, a que aludimos al referirnos a
monarquías absolutas, por el contrario, también estas funciones son de carácter funcional y son las
siguientes:
Dice el Art. 68 CN: “Ninguno de los miembros del congreso puede ser acusado, interrogado
judicialmente, ni molestado por las opiniones o discursos que emita desempeñando su mandato de
legislador”.
De acuerdo con esta disposición, el legislador no responde por las opiniones que vierta en el
La única excepción a esta inmunidad está dada por el Art. 29 CN, es decir; la exención de
responsabilidad no alcanza al legislador, cuando en un discurso parlamentario, por ejemplo,
propusiera conceder al Poder Ejecutivo facultadesextraordinarias o la suma del poder público, etc.
Respecto de la exención de responsabilidad debemos recalcar que ella solo corresponde al legislador
cuando actúa en cumplimiento de su función.
La irresponsabilidad del legislador respecto de los delitos cometidos a través de sus discursos
parlamentarios es total y absoluta; no se los puede juzgar por ellos, ni aún después de haber
concluido su mandato. Esto es así, pues este privilegio procura la más amplia libertad de opinión del
legislador, en mira al mejor equilibrio de los poderes del estado; y tal libertad se vería coartada si el
legislador pudiera ser enjuiciado por esas opiniones, al concluir su función.
Este privilegio comprende a los representantes de estados extranjeros, abarcando además al jefe de
estado extranjero cuando este de visita en nuestro país.
Tratándose de delitos comunes (cualquiera que no tenga relación con la función que desempeña) el
funcionario extranjero debe ser juzgado por la ley argentina, pero para ello la CSJN debe pedir
autorización del estado al cual represente el funcionario. Entonces puede ocurrir:
El Art. 18 consagra en primer lugar el principio de legalidad de los delitos y las penas: “ningún
habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del
proceso…”. La ley es la única fuente del Derecho Penal y debe ser anterior al hecho. Este principio se
complementa con el de reserva, que se comprende en el art. 19, in fin: “ningún habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.
La primera parte del art. 19 fija el carácter del Derecho Penal como regulador de hechos externos, al
reservar el ámbito de la intimidad y de lo que no trasciende de la esfera del pensamiento: “las
acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública ni
La Constitución proscribe en forma absoluta las penas corporales (“toda especie de tormentos y los
azotes”, art. 18) y la confiscación de bienes (art.17). La prohibición de la confiscación resulta
concordante con el principio establecido en el art. 119, ya que ello afectaría, no solo al así penado,
sino a su núcleo familiar. El texto constitucional (art.18) consagra asimismo la abolición de la pena de
muerte por causas políticas.
La parte final del art. 18 dispone, con referencia a las penas privativas de la libertad: “Las cárceles de
la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigos de los reos detenidos en ellas, y
toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija,
hará responder al juez que autorice”.
Las más importantes disposiciones jurisdiccionales referentes al Derecho Penal son las que deslindan
los correspondientes ámbitos legislativos de la Nación y las provincias.
•Principio de Legalidad
•Principio de Legalidad Procesal
•Principio de Reserva
•Principio de Irretroactividad Penal
•Prohibición de Analogía
•Prohibición de Aplicar Penas Inhumanas
Teoría de la Acción
Teoría Ubicuidad
EN EL ESPACIO
Principio de la Nacionalidad
Excepción: Principio de
Principio real o de defensa
Extraterritorialidad
Principio de Irretroactividad
EN EL TIEMPO Principio Universal
(excepción: Ley más benigna)
• De funcionarios nacionales
PRIVILEGIOS PROCESALES Y DE • De funcionarios extranjeros en el país
IRRESPONSABILIDAD • Privilegio de legisladores por sus opiniones
parlamentarias
El conocimiento de un saber o ciencia no puede construirse sin el auxilio de otros saberes con los que
se conecta en una red de interdisciplinariedad.
No jurídicos
con la criminología
Derecho Procesal
Saberes Secantes
Derecho de Ejecución
Penal
Derecho
Jurídicos
Contravencional
No jurídicos Muchísimos
Derecho Constitucional
Saberes Tangentes
Derecho Internacional
Público
Derecho Internacional
Jurídicos
Humanitario
Derecho Internacional
Privado
Derecho Adminsitrativo
CAPITULO 06
DINÁMICA HISTÓRICA DE LA LEGISLACIÓN PENAL
Cuando se estudia la legislación penal de civilizaciones muy lejanas, se hace referencia a avances del
segundo modelo, quizá la más antigua sea el Código de Hammurabi del siglo XXIII a.c.
Recién en la república romana hubo delitos públicos perseguidos por iniciativa del Estado y delitos
privados perseguidos por iniciativa de los particulares.
Intentan relacionar la idea de derecho penal con la de lo prohibido en grado supremo. Esta idea se
muestra en la prehistoria, constantemente vinculada a un sistema sumamente extendido y complejo,
en el cual lo prohibido se confunde en un solo principio mágico, fundamentalmente religioso.
Si bien tienen un carácter fundamentalmente religioso, también tienen una función civil. Este tipo de
prohibiciones tiene un fundamento mágico, el hechizo, consistente en hacer una cosa para que ocurra
un suceso deseado, constituye la acción mágica positiva, y su opuesto, es decir la forma negativa, es
el tabú: “si haces tal cosa, sucederá tal desgracia”.
La finalidad de los tabúes era aislar a estas personas del resto del mundo para que el peligro espiritual
no los alcance a ellos o se expanda a los demás.
B- VENGANZA DE SANGRE
Alcanza su mayor desarrollo en el derecho germano, era una forma del modelo de partes, quizá la
más conocida. Así, cuando alguien lesionaba a otro, se refugiaba en la iglesia (asilo eclesiástico), con
lo cual eludía las consecuencias del primer inevitable impulso vindicatorio. Se producía, entonces la
faidao enemistad, entre los clanes de la víctima y el victimario, que obligaba a la venganza a los
miembros del clan de la víctima (la llamada venganza de sangre).
Dado que la guerra con otro clan importaba un costo muy alto, los jefes de ambos clanes se reunían y
trataban de evitarla, es decir, de resolver el conflicto mediante una indemnización o mediante un
procedimiento de lucha u ordalía (la prueba de Dios).No interesaba mucho el aspecto subjetivo de la
infracción, porque se apuntaba a reparar la lesión que sufría el clan.En caso de lucha, la función del
juez consistía en cuidar la igualdad de las partes para que no se impidieses o dificultase el juicio
divino.
Consistía en la separación de un sujeto del conjunto social al que pertenecía; algo semejante a lo que
hoy llamamos destierro. La gravedad de esta institución radicaba en que a la personas, los derechos le
corresponden no como persona aislada, sino como miembro de una gens, tribu o pueblo
determinado. Cuando el poder colectivo retiraba su protección a un individuo expulsándolo, su
situación equivalía a la esclavitud o a una muerte segura.
Parece admisible, que la hipótesis de que la expulsión de la paz constituye un progreso hacia la
individualización de la pena.
D- SISTEMA TALIONAL
En el código de Manú, se puede observar la indiferenciación, por una parte, de los conceptos de
delito y pecado, y por las otras, de los de magia, moral, religión y derecho.
Para este código la pena cumplía una función eminentemente moral, porque purificaba al que la
soportaba. Este texto daba adecuada importancia a los motivos y distinguía nítidamente el dolo de la
culpa y el caso fortuito.
Su sistema de penas presentaba una característica especial, frecuente en las legislaciones antiguas, la
multa aumentaba con la jerarquía social de la persona, al tiempo que a las personas de mayor
jerarquía se las eximia de ciertas penas corporales.
El Código de Hammurabi es el más antiguo que se conoce, fija claramente el carácter público del
derecho penal. Su característica más destacada es el gran número de disposiciones de carácter
talional. También se encuentra la distinción entre dolo, culpa y caso fortuito. Se admite el juicio de
Dios. La autoridad de la ley y del rey mismo tiene un sentido firmemente protector de la víctima de la
injusticia.
El derecho del pueblo israelita se encuentra en el Pentateuco. En él, el derecho tiene un marcado
carácter religioso, la pena está dotada de un sentido expiatorio, y es impuesta por mandato de la
divinidad. Existen numerosas prohibiciones de carácter tabú; por otra parte, las formas de represión
talional son muy frecuentes, e incluso recepta algunas formas de venganza privada.
Es de destacar que ni el código de Manú, ni el de Hammurabi ni las Leyes Mosaicas lograron una
personalización total de la pena.
A través de la evolución de las instituciones helenas se produce la secularización del derecho penal y
se sustituye la venganza por la justicia. Se pasa de la responsabilidad colectiva a la individual.
La ley penal griega no tenía una base teocrática: no juzgaban en nombre de los dioses.Si bien el genio
griego no mostró predilección por lo jurídico, sentó las bases por las que circularían las primeras
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 43
escuelas jurídicas romanas.
En los comienzo de Roma el derecho penal tuvo origen sacro. No obstante, a partir de la ley de las XII
tablas, el derecho se encuentra laicizado y se establece la diferencia entre delitos públicos y privados.
Los delitos públicos se formaban en torno de dos grandes delitos: el de perduellioy el parricidium.
Estos delitos son los padres de los dos grandes grupos de delitos: delitos contra el Estado y delito
contra los particulares.
Con posterioridad, los mismos delitos privados pasan a ser perseguidos por el Estado y sometidos a
pena pública. Así fue como el derecho penal afirma su carácter público. Este cambio tiene lugar con el
advenimiento del Imperio. Durante la Republica, el pueblo romano había sido simultáneamente
legislador y juez, quedando como delitos privados los más leves. Paulatinamente se fue entregando la
facultad de juzgar a las quaestiones, que lo hacían por “exigencias de la majestad del pueblo romano”
y de “la salud de la cosa pública”, lo que estaba bien distante de la concepción teocrática oriental. El
derecho penal romano se fundaba, así, en el interés del Estado.
En síntesis el derecho penal romano muestra una lucha que seguirá a lo largo de toda la historia de
nuestra legislación: el derecho penal republicano contra el derecho penal imperialista o viceversa.
Las características privatistas de los germanos se fueron perdiendo a lo largo de los Siglos, en que el
derecho penal también se fue haciendo público, así la faidafue perdiendo terreno con la composición
que de optativa devino en obligatoria.
Lo que hay que destacar del derecho germánico es su tendencia al restablecimiento de la paz social
por vía de la reparación, y por ende, su función verdaderamente reparadora del bien jurídico.
Se formó a través de varias fuentes y tratando de sintetizar el concepto público de la pena de los
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 44
romanos y el privado de los bárbaros. Aparece recopilado en el siglo XV en el Codex JurisCanonici.
Tuvo la virtud de reivindicar el elemento subjetivo del delito en mucho mayor medida que el derecho
germánico. Su concepto penitencial le inclinaba a ver en el delito y en el pecado la esclavitud, y en la
pena la liberación. De allí que la pena se incline hacia un sentido tutelar que extremado, desemboca
en el procedimiento inquisitorial. Tuvo como merito introducir la prisión mediante la reclusión en
celdas monásticas.
Mediante el instituto del asilo estableció un límite a la venganza de sangre. Se mostró contrario a los
medios procesales mágicos y a las ordalías.
El derecho penal canónico distinguía entre delitos eclesiásticos, en los que tenía exclusividad, delitos
seculares y delitos mixtos, que afectaban tanto al poder divino como al humano.
Dada la relación entre la religión y el sacro imperio, los atentados contra la religión asumen la forma
de crímenes públicos, denominado “delito de herejía”.
C- GLOSADORES Y POST-GLOSADORES
Cuando se produce el movimiento conocido como “recepción del derecho romano”, se otorga gran
autoridad a los comentadores de los textos romanos que se llaman “glosadores” y “post-glosadores”.
Este movimiento de los prácticos se inicia en el Siglo XII y perdura hasta entrada la edad moderna.
Eran comentaristas de textos, es decir, que en el sentido moderno de la expresión eran “positivistas
jurídicos”.Su mayor función fue que prepararon en gran medida la labor que posteriormente viene a
cumplir la dogmática jurídica.
El saber penal a construir una interpretación de estos textos que, muchas veces, no era más que una
elaboración libre de soluciones a casos particulares.Uno de los más importantes glosadores, símbolo
de este nuevo saber penal, fue Bártolo.
El método deductivo aplicado por los glosadores perduro durante años, y luego los post-glosadores
fueron dándole una mayor sistemática.
En realidad, su elaboración no estaba regida por ningún principio constructivo general ni se asentaba
en una posición filosófica; su método pretendía ser deductivo, aunque en la práctica traicionaba con
demasiada frecuencia sus premisas.
CAPITULO 07
GENEALOGÍA DEL PENSAMIENTO PENAL
El siglo XVII es importante para la historia del derecho penal porque se produce su secularización.
Adquiere el carácter de derecho de policía, rigurosamente ordenancista. Se destaca por su reacción
contra la crueldad de las penas, como las persecuciones religiosas y la represión de la hechicería.
Las características del sistema penal de esa época, desencadenaron críticas contra la arbitrariedad y el
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 45
despotismo. Los caracteres del derecho penal eran los siguientes:
Se había ocupado de cuestiones penales en sus Cartas Persas, al criticar las penas a los suicidas y al
sostener la necesidad de atenuar las penas y llegar a una justa proporción entre ellas y el delito. Pero
fue en el “Espíritu de las leyes” donde se ponen de manifiesto sus ideas esenciales al respecto.
La pena no es hija del capricho del legislador, sino de la naturaleza del delito. Se opone a la idea de los
delitos de hechicería y herejía, porque las leyes no deben penar más que los hechos. Manifiesta
asimismo su oposición a las penas contrarias a la dignidad humana. En los Estado republicanos es de
rigor ajustarse a la letra de la ley. No se puede acudir a interpretaciones cuando se trata del honor, de
la vida, o de la hacienda de un ciudadano.
Señaló con toda claridad la naturaleza sancionatoria del derecho penal. En el Contrato Social expone
con toda claridad su posición acerca de la pena. Aunque en el pacto pueda justificarse la pena de
muerte, considera que la frecuencia de los suplicios es signo de debilidad moral. No hay derecho a
hacer morir ni como ejemplo, sino a aquel que no pueda conservarse sin peligro.
Este proceso consagro la prisión casi como única pena. Las personas molestas no podía ser eliminadas
por medio de la pena de muerte (no cometían hechos muy graves), las pestes se reducían, la
población aumentaba, las posibilidades de deportación se limitaban con la perdida de colonias o con
el enriquecimiento de sus habitantes.
En este marco se generalizó el uso de la prisión y del manicomio como instituciones fiscales o de
secuestro.
El poder punitivo casi ilimitado de los príncipes se explicaba mediante una idea de la sociedad como
organismo, que lo ejercía en forma natural, así como una función biológica.
Pero la clase industrial en ascenso necesitaba limitar el poder de la nobleza para controlarla y luego
La idea del contrato social fue el paradigma de la disputa política en el espacio abierto por la
revolución industrial. En el campo penal, en tanto que el paradigma organicista había pedido prestado
su discurso de legitimación a la coacción directa policial o administrativa, el paradigma del contrato se
inclinó por pedirlo a la coacción reparadora, en función de una retribución cuya mayor dificultad
consistía en que no se imponía a favor de la víctima.El sujeto debía reparar (pagar) el daño causado
con su violación al contrato social.
Pero dentro del nuevo paradigma contractualista las opiniones se dividieron. En principio, hubo
quienes apelaron al contrato para rechazar toda salida revolucionaria y quienes lo hicieron para
justificarla.
Las ideas de la época, principalmente de los contractualistas, fueron receptadas por la Revolución
Francesa, principalmente mediante los códigos revolucionarios de 1791 y 1795, siendo un claro
ejemplo de humanización de las penas “la guillotina”, la cual era para todos iguales.
El enciclopedismo fue un movimiento del siglo XVIII que trato de sintetizar y organizar todo el saber
humanos por ramas: cada sección pretendía resumir ordenadamente lo que se sabía de esa materia.
Una tendencia paralela se dio en el campo legislativo con el movimiento codificador. Se distinguen
dos conceptos de código:
El primer código importante del siglo XIX fue el de Napoleón de 1810, el cual estuvo vigente en
Francia con reformas hasta 1994. Era un código duro, con penas severas, que no relevaba el estado de
necesidad, de base pragmática y cuya parte especial comenzaba con los delitos contra el Estado.
Con este código confronta otro de verdadera inspiración alemana, que fue el de Baviera de 1813
elaborado por Feuerbach. Era un código técnicamente muy superior, de gran precisión conceptual y
de base liberal contractualista. Es el texto que inspiro el código Tejedor en nuestro país.
El código de las Dos Sicilias (1819) no se alejaba mucho del modelo napoleónico, y junto con este
inspiro el primer código Penal español (1822).
A- ESCUELA CLÁSICA
La denominación clásica no es correcta, ya que es una invención de Ferri que agrupa muy y muy
diversos autores. Pero como grandes rasgos se puede señalar:
• Método: considera a la ley como un dogma, como algo que no admite discusión, porque
emana de una ley Suprema del Orden, de una ley natural dictada por Dios. Así, cuando la ley
del Estado impone pena al “que matare a otro”, no hace más que recoger los enunciados de
una ley Suprema que prohíbe matar. Por tanto, siendo esa ley del Estado u dogma
indiscutible, solo habrá que ver si el acto externo del hombre está contemplado en ella. Para
eso, se emplea el método deductivo, es decir: se va de lo general (norma penal) a lo
particular (el acto externo del hombre).
• Delito: no es otra cosa que la trasgresión a la ley del Estado. No importa la conducta en si
misma, sino en la medida en que aquella constituyere una trasgresión a la ley. El delito era
considerado como “ente jurídico”, y no como conducta. Con esto se destaca la tendencia
lógica y abstracta.
• Imputabilidad (responsabilidad): este aspecto se relaciona con la pregunta ¿Por qué se hace
al delincuente responsable de un delito? Porque ese hombre es libre de elegir lo bueno y lo
malo, entre lo justo y lo injusto, lo legal y lo ilegal. Por lo que si se inclina por lo malo, lo
injusto o lo ilegal debe sufrir la consecuencia (sanción) impuesta por la ley. El hombre es
responsable de sus actos, porque los ejecuta libremente. Esto es lo que se llama “Libre
albedrío”, y la responsabilidad fundada en el mismo, es la denominada responsabilidad
moral.
B- ESCUELA POSITIVA
• Método: apartándose del método lógico empleado por los clásicos, los positivistas prefieren
dejar de lado la ley, lo abstracto, y dedicarse al estudio de los hechos concretos y de los
individuos que lo llevan a cabo. El método empleado es de carácter inductivo experimental:
se estudia determinado número de actos delictivos, se estudia la personalidad de sus
autores, y con esos datos experimentales, se elabora una norma penal adecuada a esa
realidad. Se parte de hechos concretos, particulares para elaborar una norma general que los
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 48
abarque. La elección de este método responde al concepto que ellos desarrollaron acerca del
delito.
• Sanción: no tiene carácter de pena, de castigo, de retribución por el mal causado, sino más
bien cumple funciones de medida de seguridad, es decir: a la vez que preserva el bienestar de
la sociedad procura la readaptación del delincuente a la vida social. La sanción no tiene
carácter punitivo, sino tuitivo y educativo. Con la escuela positiva desaparece la distinción
entre pena y medida de seguridad.
5. No se aplica a quienes no obran voluntaria, 5. Se impone una sanción a todos los autores de un
inteligente y libremente. delito.
6. Normalidad del delincuente no se adapta la pena. 6. Anormalidad del delincuente, se adapta la sanción al
grado o condición de esa anormalidad.
CAPITULO 10
ESTRUCTURA DE LA TEORÍA DEL DELITO
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 51
1.- LAS FUNCIONES DE LOS SISTEMAS TEORÍCOS DEL DELITO
El derecho penal contiene y limita el ejercicio del poder punitivo de diferentes maneras, pero la más
importante función limitativa la lleva a cabo interpretando las leyes penales manifiestas.
El saber del derecho penal debe operar como dique de contención del estado policía. Como el poder
punitivo ejerce su violencia selectivamente, la contención reductora que debe oponerle el derecho
penal también debe ser selectiva. Esto supone dos grandes divisiones:
1. Un primer orden para verificar si están dados los presupuestos para requerir de la agencia
judicial una respuesta que habilite el ejercicio del poder punitivo. Teoría del Delito
2. Dado esos supuestos, un segundo sistema que pregunte cómo debe responder la agencia
jurídica a ese requerimiento. Teoría de la Pena
La teoría del delito constituye la más importante concreción de la función reductora del derecho
penal en cuanto a las leyes penales manifiestas. Cumple una importante función práctica.
Los datos sociales enseñan que el poder punitivo selecciona personas y la conducta es sólo el
pretexto con que opera. Para contener este impulso selectivo personal del estado policial, el derecho
penal debe asegurarse que cualquier pretensión de ejercicio punitivo se lleve a cabo sobre la base de
una acción.
No es tolerable que se pretenda formalizar jurídicamente un poder punitivo sobre otra cosa que no
sea una persona y en razón de una acción de ésta.En consecuencia, desde la base mínima de la
construcción, se debe excluir del concepto de delito toda pretensión de ejercicio del poder punitivo
sobre cosas, animales, personas jurídicas, etc., como también el que quiera ejercerse sobre personas
por algo que no sea una acción o por algo que se cause sin relación a la voluntad de una persona.
Esta es la consagración teórica del nullun crimen sine conducta. Pero no cualquier acción humana
puede ser relevante como base teórica para el concepto reductor de delito: no se pena el
pensamiento. Todo pensamiento, sentimiento, disposición que no trasciende el mundo exterior, no
puede servir de base teórica para el delito. Cuando el pensamiento se manifiesta en el mundo, sin
duda hay acciones.
El nullum crimen sine conducta es un requisito reductor mínimo, que permite asentar los tres
caracteres filtrantes específicos: la tipicidad, la antijuridicidad y la culpabilidad.
Para que el poder punitivo se formalice la acción debe generar un conflicto, se debe proyectar en el
mundo afectando por lesión o por peligro y en forma importante un bien jurídico ajeno.
Si el conflicto está resuelto no puede habilitar poder punitivo. Por eso la conflictividad debe ser
confirmada mediante la constatación de que no existe ningún permiso en la ley que autorice la
conducta, o sea, que la acción no sólo debe ser típica, sino también antijurídica. Esta característica no
existe cuando opera una causa de justificación como la legítima defensa, el estado de necesidad o el
ejercicio regular de cualquier otro derecho.
Aun cuando exista un injusto o ilícito penal (acción típica y antijurídica) lesiona cualquier criterio de
mínima racionalidad la pretensión de que el poder punitivo se habilite respecto el agente, cuando no
se le pueda reprochar que en el contexto en que actuó no haya obrado de otro modo no lesivo o
menos lesivo, sea porque actuaba con la conciencia seriamente perturbada, porque estaba en error
invencible sobre la antijuridicidad de su conducta o porque las circunstancias hacían que no sea
razonable exigirle otra conducta. Este juicio de reproche personalizado se llama culpabilidad.
1. La antijuridicidad tiene por objeto descartar todo lo que racionalmente no puede ser
considerado un conflicto con relevancia penal
2. La culpabilidad tiene el fin de descartar toda pretensión punitiva cuando razonablemente no
se le puede reprochar al agente la producción del conflicto
Cualquier reproche requiere un objeto, que debe ser previamente definido. El delito no es un
concepto que se compone sumando elementos, sino un doble juego de valoraciones acerca de una
acción humana.
Técnicamente se llama tipos a estos elementos de la ley penal que sirven para individualizar la
conducta que se prohíbe con relevancia penal.
Cuando una conducta se adecua a alguno de los tipos legales, se trata de una conducta típica o lo que
es lo mismo, que la conducta presenta la característica de tipicidad.
De este modo, hay ya dos caracteres del delito: genérico uno (conducta) y especifico otro (tipicidad),
es decir que la conducta típica es una especie del genero conducta.
Hay supuestos en que operan permisos para realizar acciones típicas. Tales como los casos de estado
de necesidad, de legítima defensa y, en general, de supuestos de legítimo ejercicio de derecho.
Técnicamente, en todos estos casos, que opera una causa de justificación se excluye el carácter
delictivo de la conducta típica.
De esto resulta que a veces hay permiso para cometer conductas típicas. Cuando la conducta típica no
está permitida, además de típica, será también contraria al orden jurídico funcionando como unidad
armónica, porque de ninguno de sus preceptos surge un permiso para realizarla. A esta característica
de contrariedad al orden jurídico funcionando como conjunto armónico que se compraba por la
ausencia de permisos se denomina antijuridicidad y entonces la conduzca es, además de típica,
antijurídica.
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 53
Consecuentemente, para que haya delito, no será suficiente con que la conducta presente la
característica de tipicidad, sino que se requerirá que presente también un segundo carácter
específico: la antijuridicidad.
En doctrina, la conducta típica y antijurídica es un injusto penal, reconociendo que el injusto penal no
es aún delito sino que, para serlo, ha menester serle reprochable al autor en razón de que tuvo la
posibilidad exigible de actuar de otra manera. A esta característica de reprochabilidad del injusto al
autor es a lo que se denomina culpabilidad y constituye el tercer carácter específico del delito.
De esta forma esquemática se construye el concepto de delito como conducta típica, antijurídica y
culpable.
DELITO
CARACTER
GENERICO CARACTERES ESPECIFICOS
El concepto de delito como conducta típica, antijurídica y culpable se elabora conforme a un criterio
sistemático que corresponde a un criterio analítico que trata de reparar primero en la conducta y
luego en el autor: delito es una conducta humana individualizada mediante un dispositivo legal (tipo)
que revela su prohibición (típica), que por no estar permitida por ningún precepto jurídico (causa de
justificación) es contraria al orden jurídico (antijurídica) y que, por serle exigible al autor que actuase
de otra manera en esa circunstancia, les es reprochable (culpable).
CAPITULO 11
LA ACCIÓN COMO CARÁCTER GENÉRICO DEL DELITO
Los hechos humanos se subdividen en voluntarios e involuntarios, y los hechos humanos voluntarios
son, precisamente, las conductas.
VOLUNTARIOS
INVOLUNTARIOS
(CONDUCTAS)
Casi unánimemente se admite que toda conducta debe ser voluntaria, es decir, que sin voluntad no
hay conducta.
La voluntad implica siempre una finalidad porque no se concibe que haya voluntad de nada o
voluntad para nada; siempre la voluntad es de algo, es decir, siempre la voluntad tiene un contenido,
que es una finalidad.
En razón de que es inconcebible la conducta sin voluntad, y la voluntad sin finalidad, resulta por
consecuencia que la conducta requiere siempre una finalidad.
Es necesario precisar que la circunstancia de que una acción sea voluntaria no implica en modo
alguno que sea libre: lo querido no siempre es libremente querido. El loco puede querer matar a
alguien; su acción será voluntaria, pero no puede decirse que sea libre, precisamente por su
incapacidad psíquica. Para que haya conducta basta con que haya voluntad.
En la base del concepto de delito se halla su característica más genérica, a la que se llama acción,
conducta o acto indistintamente. Es el género o sustantivo del delito, porque la tipicidad, la
antijuridicidad y la culpabilidad son adjetivaciones de la conducta. La conducta vincula todos los
caracteres del delito.
El concepto de conducta como carácter genérico, fundante o vinculante del delito, debe servir
también para realizar el principio de que no hay delito sin acción humana (nullum crimen sine
conducta, nulla injuria sine actione). Se trata de un concepto que debe ser apto para cumplir una
doble función:
• Función limitadora o política del poder punitivo (nullum crimen sine conducta)
Siendo necesario un concepto jurídico penal de acción o conducta, que se imponga a los tipos
sirviendo para evitar o impedir que prohíban lo que no sea conducta, el apoyo legal de este concepto
funcional reductor debe buscarse en la Constitución Nacional y en el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos, cuyas normas prohíben que el legislador sancione ciertas leyes.
Se puede adelantar una definición jurídico-penal de acción, acto o conducta diciendo que es una
voluntad humana exteriorizada en el mundo.
La acción debe vincular o enlazar entre sí a todas las concretas categorías del delito, volviendo a
introducirse en cada elemento de la estructura del delito y experimentando una caracterización cada
vez más exacta mediante atributos adicionales. Así pues, en primer lugar la acción se determina como
tal y después se dota de predicados valorativos cada vez más ricos en contenido como acción típica,
antijurídica, culpable y punible.
• Es un concepto jurídico
• El procedimiento constructivo es la abstracción desde la realidad de la conducta, que no
impone ningún concepto, sino que limita su construcción
• La base legal no está en los tipos, sino en la Constitución y en el derecho internacional
• El concepto debe elaborarse atendiendo al general objetivo de contención del poder punitivo,
propio de todo el saber jurídico-penal
• Debe ser idóneo para servir de base y vínculo en cualquiera de las estructuras típicas
fundamentales
Como el concepto de conducta debe cumplir también la función de carácter genérico vinculante, no
se podría introducir la finalidad en el concepto jurídico-penal de acción, si de ello no resultase un
concepto apto para ser captado por las formas estructurales básicas de los tipos penales (comisión y
omisión; dolosos y culposos) pues ello impone se impone en el mismo texto constitucional. Se ha
objetado en este sentido que un concepto de acción con finalidad no abarcaría ciertos actos
automatizados ni algunos tipos amplios (particularmente los olvidos) y tampoco las omisiones.
Los tipos son construcciones legales abstractas, que dibujan grandes trazos de acción conflictiva. En
algunos casos no individualizan las acciones por su finalidad, pero no porque esas acciones no tengan
finalidad.
Los tipos omisivos no definen acciones, dado que describen la conducta debida y prohíben sólo su no
realización. De este modo, antes del tipo no se sabe qué es una omisión. La observación más atenta
del tipo omisivo revela que también prohíben acciones, solo que en lugar de describir la acción
prohibida, describe la debida, resultando prohibidas todas las que difieran de ella.
Todas las acciones humanas tienen un sentido y se dan en un contexto social. El tipo penal omisivo
siempre tipifica la acción precisando el marco, pues de lo contrario la prohibición carece de sentido.
Por eso todos los tipos omisivos son circunstanciales, describen el contexto en que la acción diferente
de la debida tiene lugar.
Como los tipos no pueden captar acciones privadas, las únicas captables como prohibidas son las que
manifiestan sus efectos lesivos como obra del agente en el mundo. Los tipos captan pragmas
conflictivos, o sea, la acción y su obra.
Solo después de conocer el tipo se sabe que obras interesan al derecho penal como pragma
conflictivo, y apenas entonces se puede investigar si el efecto producido es una obra que pertenece
normativamente al autor.
Toda acción se dota de sentido en un contexto de efectos, asimismo este contexto se integra con
circunstancias y roles, expectativas, exigencias, costumbres, hábitos, etc. Toda acción se da en un
cierto lugar de significados y significantes. Es en estos contextos donde se define un efecto como obra.
Al analizar la tipicidad se interroga no sólo con relación a la conducta sino también a los efectos y al
contexto que interesan al tipo. En ningún momento se separa artificialmente el sentido de su
exteriorización en el mundo.
Los supuestos en que no hay voluntad pese a participar un hombre son los siguientes: a.
b. Involuntabilidad.
Por fuerza física irresistible deben entenderse aquellos supuestos en que opera sobre el hombre una
fuerza de tal entidad que le hace intervenir como una mera masa mecánica.
En ningún momento debe confundirse la fuerza física irresistible con los casos de la segunda parte del
mismo inc. 2 del Art. 34 Código Penal: “el que obrare violentado por… amenazas de sufrir un mal
grave e inminente…”.
Por otra parte, se hace necesario distinguir lo siguiente: la ausencia de conducta se limita a la
causación del resultado, pero colocarse bajo los efectos de una fuerza física irresistible es una
conducta, y debe investigarse también su tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad para determinar si
hay delito.
La fuerza física irresistible que elimina la conducta debe provenir de fuera del sujeto, es decir, ser
externa.
B.- INVOLUNTABILIDAD
Se requiere una capacidad psíquica de voluntad para que haya conducta, una cierta capacidad
psíquica para que haya tipicidad y otra para que haya culpabilidad (llamada imputabilidad). A la suma
de las tres la llamamos capacidad psíquica del delito.
Cuando hay inconsciencia no hay voluntad y, por ende, no hay conducta. La inconsciencia está
expresamente prevista en el inc. 1 del Art. 34 del CP.
Para mantener la fórmula del inc. 1 del Art. 34 CP a la inimputabilidad suele sostenerse que la
inconsciencia de que se habla no es una inconsciencia absoluta.
Se entiende que cuando la insuficiencia de las facultades o la alteración morbosa de las mismas, da
lugar a una incapacidad para dirigir los movimientos, habrá un caso de Involuntabilidad, es decir de
ausencia de conducta (al tiempo que, cuando dé lugar a una incapacidad para dirigir sus acciones en
forma adecuada a la comprensión de la antijuridicidad, habrá inculpabilidad).
Ejemplos de estos supuestos de Involuntabilidad son aquellos en que el sujeto tiene conciencia pero
se encuentra incapacitado psíquicamente para actuar. Tal sucede con quien sufre un accidente del
que sale ileso y ve a su compañero desangrarse, sin poder acudir en su auxilio como resultado de una
parálisis histérica.
El sujeto que se procura un estado de incapacidad psíquica de conducta realiza una conducta (la de
procurarse ese estado), que puede ser típica, según las circunstancias. Así, el señalero que toma un
fuerte narcótico para dormirse y no hacer las señales, para provocar de este modo en desastre, se
vale de sí mismo en estado de ausencia de conducta. En estos casos la conducta de procurarse la
incapacidad causa directamente el resultado lesivo, pues el individuo se vale de su cuerpo como si
fuese una maquinaria, ya que una vez en ese estado solo hay causalidad. Las soluciones son las
mismas que para los casos de sujetos que se colocan bajo los efectos de una fuerza física irresistible.
TIPOS DOLOSOS
TIPOS ACTIVOS
Prohiben conductas cuya finalidad es
Describen la conducta prohíbida
causar el fin típico
ESTADO DE Sonambulismo
Por total ausencia de la
INCONSCIENCIA Desmayos
psiquis del autor
ABSOLUTA Estado de coma
Consecuencia de Estornudos
ACTO REFLEJO reacciones biológicas
del cuerpo Reacciones epilépticas
CAPITULO 12
EL TIPO Y LA TIPICIDAD EN GENERAL
El tipo es una fórmula textual de selección de acciones, pero que en la mayoría de los casos el poder
punitivo usa para seleccionar, vigilar y molestar a personas por sus características, aunque nada tenga
que ver con las acciones que esta fórmula criminaliza. Por ende cuanto mayor sea el número de tipos
penales, mayor será el número de personas sometidas a vigilancia, mayor será el arbitrio de las
agencias para el ejercicio de su poder sobre la población en general. Si cuanto mayor es el ámbito
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 60
total de las prohibiciones típicas menor es el respeto al principio del estado de derecho, el derecho
penal deberá limitar aquel ámbito para apuntalar este último.
Debido a ello, el plano de la tipicidad es un terreno de conflicto en el que colisionan el poder punitivo
y el derecho penal, pues mientras el primero quiere habilitar mayor ejercicio arbitrario, el segundo
procura su limitación racional, dando lugar a que el tipo sea una moneda de dos caras:
Se puede afirmar que el tipo penal es la fórmula legal necesaria al poder punitivo para habilitar su
ejercicio formal, y al derecho penal para reducir las hipótesis de pragmas conflictivos y para valorar
limitativamente la prohibición penal de las acciones sometidas a decisión judicial.
a. Es una fórmula legal porque pertenece a la ley, está expresada en un texto legal.
b. Es necesario al poder punitivo formal para habilitarse.
c. Es necesaria al derecho penal porque sin ella éste no puede llevar a cabo una interpretación
reductora del ámbito de lo prohibido, que debe partir de una limitación semántica.
Es predominantemente descriptivo porque los elementos descriptivos son los más importantes para
individualizar una conducta, y entre ellos de especial significación es el verbo, que es la palabra que
sirve gramaticalmente para connotar una acción. No obstante, los tipos no son a veces absolutamente
descriptivos, porque en ocasiones acuden a conceptos que remiten o se sustentan en un juicio
valorativo jurídico o ético, tales como “funcionario público” o “mujer honesta” (elementos
normativos de los tipos penales).
El tipo capta todo el supuesto de hecho fáctico, concreto y particular, dado en el mundo. El pragma es
lo particular y concreto; es la conducta reamente realizada, pero con un resultado y sus
circunstancias.
Los tipos requieren una interpretación técnica, sin la cual el ámbito de lo prohibido se extendería de
modo inusitado, y esta tarea interpretativa no puede ser sino jurídica, y por ende, valorativa. La
interpretación de los tipos penales está ligada al juicio por el cual se determina si una acción real y
concreta es típica, o sea, si constituye materia prohibida, lo que también es un juicio valorativo
(jurídico) acerca de una acción y de su obra (un pragma).
La interpretación técnica de los tipos y la valoración de una acción como típica o atípica, son dos
facetas de una misma actividad valorativa o juicio de tipicidad.
• Elementos interpretables
• Remisiones valorativas del comportamiento
Pero a veces los tipos contienen elementos que no son interpretables, pues remiten a otros órdenes
valorativos que obligan al juzgador a realizar o aceptar un juicio sobre un comportamiento (Ej. en la
vieja fórmula de estupro, se exigía la honestidad de la víctima). Estos elementos valorativos o
remisiones valorativas del comportamiento deben ser reducidos a elementos descriptivos o
plantearse seriamente su constitucionalidad.
La tipicidad de una acción señala su prohibición penal, es decir, su conflictividad penal, a partir de la
cual se averigua su antijuridicidad y su culpabilidad, que son caracteres de esa acción típica y no de
otra. En este sentido, la antijuridicidad y la culpabilidad también son típicas (son desvalores de una
acción típica determinada, particular y concreta), pero no por ello es necesario construir nuevos
conceptos de tipo, lo que confunde todo el planteamiento.
TIPO
TIPICIDAD
•Es la característica que tiene una conducta en razón de estar adecuada a un tipo penal, es decir,
individualizada como prohibida por un tipo penal.
Una acción que no reúna todos y cada uno de los elementos contenidos en la descripción típica o que
no se adecue a ella no es delito. Lo que no se encuadra en un tipo no es delito y cae en la zona de
libertad, resultando indiferente penalmente.
Los caracteres limitativos y garantizadores guardan relación con el principio de legalidad, esto dado
que no se puede penar ninguna conducta previamente a su estipulación en la ley.
Cuando un poder punitivo autoritario se dirige contra enemigos del poder, no interesa la lesión que
sufre la víctima y pasa a primer plano la enemistad, con lo cual la tipicidad tiene valor negativo sólo
como signo de enemistad del poder. Así se instruye al juez para que detecte a los enemigos que el
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 62
legislador no tuvo en cuenta, de esta forma los tipos legales dan paso a los tipos judiciales y los tipos
de acto a los tipos de autor. Se puede afirmar que si bien no todos los tipos legales son de acto, todos
los tipos judiciales son de autor.
El derecho penal de acto es el esfuerzo del estado de derecho por reducir y limitar el poder punitivo
de autor; mientras que el derecho penal de autor renuncia a este esfuerzo y su expresión más grosera
es el tipo de autor, es decir, la pretensión de que el tipo legal mismo capte personalidades y no actos,
prohíba ser de cierto modo, en lugar de prohibir la realización de ciertas acciones conflictivas. Es la
máxima consagración del estado de policía.
Llamase leyes penales en blanco a las que establecen una pena para una conducta que resulta
individualizada en otra ley (formal o material).
La norma no puede deducirse del tipo de la ley penal sino que habrá que acudir a otras disposiciones
de leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas municipales, etc.
El poder que completa la ley en blanco debe cuidar de respetar la naturaleza de las cosas porque, de
lo contrario, con tal recurso puede enmascararse una delegación de facultades legislativas penales.
La ley formal o material que completa a la ley penal en blanco integra el tipo penal, de modo que si la
ley penal en blanco remite a una ley que aún no existe, no tendrá vigencia hasta que se sancione la
que la completa.
Dado que nunca hay un estado de policía total ni un estado de derecho perfecto, la tensión típica
entre los tipos legales y judiciales es constante y paralela a la selección típica de acto y de autor o de
enemigo. El derecho penal es el encargado de complementar y traducir la legalidad en términos de
legalidad estricta, sea mediante una interpretación limitativa de los tipos penales o a través de la
inconstitucionalidad de alguno de ellos.
Los tipos activos individualizan directamente las acciones a las que asocia el poder punitivo, el tipo
asocia poder punitivo a la acción que individualiza, el resultado es causado (nexo de causalidad) por el
agente.
En tanto que en los tipos omisivos las acciones se individualizan porque son dispares respecto de un
modelo de acción debida; el tipo lo asocia a cualquier acción diferente del modelo típico; el resultado
no es evitado (nexo de evitación) por el agente.
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 63
TIPO DOLOSO ACTIVO
•FINALIDAD + CAUSACIÓN
TIPO DOLOSO OMITIVO
•FINALIDAD + EVITACIÓN
TIPO CULPOSO ACTIVO
•CAUSACIÓN + MODO DE REALIZAR EL FIN (VIOLATORIO DE UN DEBER DE
CUIDADO)
De Resultado
Por las características de la
acción
De Actividad
Simples
Por los Bienes Jurídicos que
tutela
Complejos
De lesión
Por cómo afecta al bien
CLASIFICACIÓN DE LOS TIPOS
jurídico
De peligro
Básicos
Calificados atenuados
Comunes
Por las características
exigidas a su autor
Especiales
Cerrados
Según se individualice o no
la conducta prohibida
Abiertos
Doloso
Culposo
Según su estructura
Omisivo
Comisivo o activo
Los tipos dolosos activos son los primeros que la ley tiene en mira, en razón de que los considera más
graves por la mayor probabilidad de causar el resultado: es mucho más probable que el resultado lo
produzca quien con su acción quiere producirlo que quien actúa por mero descuido.
El tipo doloso es complejo, y es necesario dividir su análisis en un aspecto objetivo y otro subjetivo,
llamados usualmente tipo objetivo y tipo subjetivo.
Lo primero que es necesario averiguar es si existe un espacio problemático. Los tipos captan pragmas
conflictivos, pero antes de averiguar si son conflictivos es preciso saber si concurren los elementos
objetivos de un pragma. Por ende, primero hay que averiguar si existe la objetividad de un pragma y
luego si es conflictivo, porque solo con la objetividad de un pragma se abre el espacio problemático
que tiene prelación sobre las otras preguntas de la tipicidad objetiva.
Este orden de prelación impone primero comenzar por el tipo objetivo, y dentro de éste preguntar
ante todo si existe el espacio problemático (aspecto objetivo del pragma) y luego verificar que el
mismo sea conflictivo. El tipo objetivo importa, de este modo, dos momentos, por lo cual en su
interior deben distinguirse:
1. Una función sistemática que permite afirmar la existencia del espacio problemático,
descartando todas las conductas inocuas
2. Una función conglobante que permite averiguar la conflictividad
La tipicidad sistemática, o sea, la existencia del espacio problemático, se establece con el tipo legal
aislado, es decir, con la mera fórmula que aparece en el texto de la ley.
Así, si el agente lesionó a una persona (Art. 89) en este primer momento se constata:
A esta primera etapa de comprobación típica objetiva (comprobación de la existencia del aspecto
objetivo del pragma típico) se la denomina sistemática; y a la parte o conjunto de elementos del tipo
objetivo que se toman en cuenta para su constatación se lo denomina tipo objetivo sistemático.
Una vez afirmada la presencia del espacio problemático (mediante la función sistemática) será
necesario determinar si lo abarcado por éste constituye un conflicto (función conglobante). Para este
segundo paso no basta con la consideración aislada del tipo, sino que hay que valerse de la misma
fórmula legal considerada ahora como parte de todo un conjunto orgánico normativo (el orden
normativo), es decir, conglobada con todo el resto de normas vigentes. De este modo se averigua la
tipicidad objetiva conglobante, mediante el tipo conglobante, que es el conjunto de elementos del
tipo objetivo que se toma en cuenta para afirmar la conflictividad.
Estas son las dos preguntas a las que debe responder la función conglobante.
Aunque haya lesividad, no habrá tipicidad objetiva si falta el conflicto porque el resultado, por mucho
que se lo haya causado, no puede considerarse como obra perteneciente a un agente.
La tipicidad objetiva se afirma sólo cuando se hayan agotado ambas funciones del tipo objetivo (la
sistemática y la conglobante). La tipicidad sistemática y la conglobante no son independientes, ya que
se trata de una consideración diferenciada de elementos del tipo objetivo que sirven para
cumplimentar las dos funciones que éste debe cumplir para permitir afirmar la tipicidad objetiva.
Ambas tipicidades permanecen vinculadas como consecuencia de que las funciones para las que son
construidas se mantienen ligadas por una necesaria relación dialéctica: la función del tipo
conglobante opera como contrapulsión de contención de la pulsión ampliatoria del canal de paso del
poder punitivo que importa la individualización de la acción a través de la función meramente
sistemática.
Acción
Resultado
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 66
Nexo Causal
PRAG
Función Sistemática
(establece el espacio
A
Sujeto Pasivo
Tipo Objetivo
Otros elementos típicos
+
Insignificancia
Cumplimiento de un deber
Lesividad
CONFLICTIVIDAD
Consentimiento
TIPICIDAD
OBJETIVA
Los delitos de resultado son los tipos que exigen la producción de determinado resultado (como el
homicidio).
Los tipos de mera actividad no precisan el resultado típico (la injuria). Cuando no se exige la
producción de un resultado determinado en el tipo objetivo, éste puede ser cualquier mutación del
mundo, con tal que resulte lesiva del bien jurídico.
• Falsos tipos de actividad iniciada: el verbo denota una acción cuyo mero emprendimiento es
inseparable del resultado (declarar falsamente).
• Falsos tipos de actividad completa: implican que el resultado es inseparable de la acción sólo
cuando ésta se ha completado (transportar, que importa un destino; apoderarse, que importa
adquisición de disponibilidad)
Esta fórmula tuvo que ser corregida para abarcar los casos en que concurren varias condiciones, pero
que conjuntamente pueden producir el resultado (Ej. dos personas proporcionan veneno a un
tercero, en dosis que aisladamente no tienen capacidad para matarlo, pero que sumadas resultan
mortales). Si diversas condiciones pueden ser mentalmente suprimidas en forma alternativa, sin que
desaparezca el resultado, pero no acumulativamente, cada una de ellas es causa del resultado.
Existe una confusión muy seria entre la causalidad y el criterio de atribución del hecho como propio
del agente, que forma parte del tipo conglobante, debido a que durante mucho tiempo se pretendió
que la causalidad era un criterio imputativo, cuando en realidad es sólo un dato que permite afirmar
la existencia del espacio problemático, proporcionando una base elemental de imputación, o sea, un
presupuesto de ésta.
Los elementos necesarios son la exteriorización de la voluntad y el nexo de causación entre la acción y
el resultado. Los elementos eventuales son de muy diversa naturaleza. Entre estos últimos cabe
mencionar, por su problemática los llamados elementos normativos que aparecen cuando los tipos
acuden a valoraciones jurídicas o éticas.
En definitiva, lo que interesa desde el punto de vista del derecho penal reductor o contentor del
poder punitivo, es precisar que en los tipos objetivos pueden distinguirse
Los tipos que individualizan conductas que pueden ser cometidas por cualquiera dan lugar a los
llamados “delictacomunia”, en tanto que los que requieren características especiales en el sujeto
activo dan lugar a los denominados “delicia propia”.
• Tipos unisubjetivos, monosubjetivos o individuales: solo pueden ser cometidos por una
persona.
• Tipos plurisubjetivos, colectivos o de concurso necesario, también mal llamados de
participación necesaria: deben ser cometidos necesariamente por varias personas se llaman
CAPITULO 14
EL TIPO DOLOSO ACTIVO
FUNCIÓN CONGLOBANTE DEL ASPECTO OBJETIVO
Se trata de una barrera infranqueable al poder del estado en general, y al poder punitivo en
particular. El art. 19 CN no sólo exige que haya una lesión, sino que, además, requiere que ésta sea
jurídicamente imputable al agente, conforme a criterios que varían en las diferentes ramas del
derecho.
Estos son los requisitos para que el pragma, cuya existencia se comprueba con los elementos
requeridos en el tipo objetivo sistemático, resulte conflictivo. La conflictividad del pragma se
comprueba con la existencia de los elementos contenidos en el tipo conglobante.
El tipo conglobante es necesario para descartar la tipicidad objetiva de una acción cuando no existe
La tipicidad objetiva conglobante debe responder tanto a un qué como a un a quién. No tiene sentido
preguntarse por la imputación objetiva de un pragma que no es lesivo, pero un pragma lesivo que no
sea imputable a alguien como agente no será conflictivo sino accidental. Por tanto, la conflictividad
exige que haya lesión y sujeto imputable.
Lesividad e imputación son los ejes problemáticos de la tipicidad objetiva conglobante y, por ende, las
exigencias básicas del tipo conglobante.
La lesividad se comprueba constatando la afectación (por daño o por peligro cierto) del bien jurídico
en forma significativa, pero también constatando que se trata de un bien jurídico, que su afectación
está prohibida por la norma.
La imputación se verifica con la comprobación de que el agente, si fue autor, tuvo la dominabilidad
del hecho y, si fue partícipe, hizo un aporte causal no banal ni inocuo.
La elemental racionalidad de cualquier decisión judicial exige que no se prohíba una acción que no
lesiona a otro; tampoco es racional la prohibición de una acción que otra norma ordena o fomenta.
La consideración conglobada de la norma que se deduce del tipo limita su alcance en función de otras
normas del universo u orden normativo del que forma parte, excluyendo la lesividad cuando:
La ley penal se limita a seleccionar algunas conductas que los lesionan y a tipificarlas. En modo alguno
con ello los protege o tutela. La tutela penal del bien jurídico en la realidad y en lo jurídico es un mito.
Si la ley penal no fundamenta los bienes jurídicos, por ende, no decide su tutela.
Donde hay un delito debe haber una lesión, el legitimante de bien tutelado tiende a decir donde hay
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 70
una lesión debe haber un delito. De este modo el mito del bien jurídico penalmente tutelado abre el
camino para una criminalización ilimitada.
El bien jurídico es un concepto lógicamente necesario, del que no se puede prescindir, pues con su
renuncia desaparece todo sentido en la prohibición: se prohíbe porque se prohíbe. Nunca se suprime
el bien jurídico, sino que se reducen todos los bienes jurídicos a uno, que es el poder.
Bien jurídico lesionado y bien jurídico tutelado son polos opuestos en la dialéctica entre estado de
derecho y estado de policía, entre derecho penal liberal y autoritario. La idea de tutela sirvió para
legitimar la confiscación de la víctima y nació con el propio asentamiento del poder punitivo.
Como consecuencia del principio de ofensividad, el estado no puede imponer una moral individual,
por imperio del art. 19 CN, en función del cual no es admisible la moral como bien jurídico; por el
contrario, el ámbito de autonomía moral es , sin duda, un bien jurídico protegido constitucional e
internacionalmente.
La ofensa al bien jurídico puede consistir en una lesión en sentido estricto o en un peligro.
La creación de peligros, y por ende, de ofensas artificiales, no sólo pretende presumir ofensas
inexistentes, sino que inventa y clona bienes jurídicos.
En cada situación concreta debe establecerse si hubo o no peligro para un bien jurídico, y en caso
negativo, no es admisible la tipicidad objetiva.
Juegan en este sentido el principio de última ratio y el propio principio republicano, del que se deriva
la exigencia de cierta relación (proporcionalidad) entre la lesión y la punición.
En todos los tipos en que los bienes jurídicos admitan lesiones graduales, es posible concebir actos
que sean insignificantes. Lo mismo cabe decir de los tipos de peligro, por ser éste un concepto
eminentemente graduable.
Nada de esto sucede cuando se admite que puede haber colisión de deberes, o sea, que alguien
pueda encontrarse ante dos deberes jurídicos simultáneos y contrapuestos, porque la opción por
alguno lo hará incurrir en violación de una norma. Cabe pensar que de admitirse esa situación, no se
hallaría el habitante en una república sino en un estado de policía demencial.
El cumplimiento de un deber jurídico tiene lugar cuando un mandato recorta una norma prohibitiva,
prevaleciendo sobre ella.
Es errónea la equiparación que suele hacer la doctrina entre el cumplimiento de un deber jurídico y el
ejercicio de un derecho. Este último es la fórmula general de la justificación. Quien tiene un deber
jurídico debe cumplirlo porque de lo contrario es penado. Por ello la antinormatividad no se
comprueba con el mero choque de la acción con la norma deducida del tipo, sino que requiere la
consideración conglobada de esa norma con las deducidas de los otros tipos penales.
En un estado de derecho todas las colisiones de deberes que puedan plantearse con falsas o
aparentes. Siempre debe haber un deber que prevalezca.
La intervención punitiva alcanza un grado intolerable de irracionalidad cuando pretende que el titular
use el bien jurídico sólo en determinada forma. La pretendida tutela de un bien jurídico más allá de la
voluntad de su titular es un pretexto para penar un pragma no conflictivo y, por ende, es violatoria del
art. 19 constitucional.
Se prefiere llamar aquiescencia al género y distinguir el acuerdo, que elimina la tipicidad objetiva
sistemática, del consentimiento, que elimina la tipicidad objetiva conglobante.
En el caso en que el acuerdo haga operar un elemento normativo de recorte, es una causa de
atipicidad objetiva sistemática, en tanto que en los restantes casos, el consentimiento excluye la
tipicidad objetiva conglobante: el error sobre el primero es un error del tipo porque elimina el dolo,
en tanto que el error sobre el segundo es un error de prohibición. Cuando un tipo requiere como
ingrediente estructural inseparable la ausencia de acuerdo está señalando que quien actúa creyendo
que cuenta con acuerdo del otro. Inevitablemente debe creer que está haciendo algo diferente y, por
ende, no puede actuar con dolo.
No es necesario que el agente conozca la aquiescencia del titular, sea que ésta opere como acuerdo
(atipicidad sistemática) o como consentimiento (atipicidad conglobante). Quienes consideran que el
consentimiento da lugar a una causa de justificación exigen que el agente deba conocerlo.
La voluntad de quien acuerda o consiente no debe estar viciada, la persona debe estar en completa
capacidad de comprensión de la situación y que no haya engaño, violencia, coacción o error.
Las lesiones consentidas se tratan de actos privados que no afectan a terceros y que, por ende, están
fuera del alcance de la ley penal por expresa disposición constitucional.
El consentimiento presunto solo puede darse cuando es imposible obtener el acuerdo real o efectivo,
en supuestos en que se supone que el titular del bien, de conocer la circunstancia o de estar en
condiciones de expresarse lo hubiese prestado. Si se trata de una situación de estado de necesidad, el
acuerdo no se requiere, siendo el derecho el que presume el acurdo del titular del bien que habría
sufrido el mal mayor evitado.
El verdadero problema se plantea cuando no hay estado de necesidad, y no obstante, el agente tiene
razones objetivas para creer que el titular estará de acuerdo. Si su presunción se confirma en los
hechos no habrá tipicidad, por lo cual el interrogante queda limitado a los casos en que el agente,
fuera del estado de necesidad, haya presumido erróneamente el acuerdo del titular. Son errores de
tipo, porque recaen sobre elementos normativos de recorte del tipo objetivo sistemático, dado que
no hay dolo de hurto por parte de quien cree que toma prestado.
La única teoría de la causalidad que respeta la realidad es la de la equivalencia de las condiciones que
mediante el conditio sine qua non, renuncia a distinguir entre causas o a privilegiar unas sobre otras.
La teoría individualizadora de la causalidad adecuada sostenía que la única causalidad que puede
considerarse fuente de imputación, era sólo la adecuada al tipo, atendiendo al verbo típico.
El neokantismo reubicó la pregunta de modo correcto: no se inventaba una causalidad penal, sino que
se preguntaba por la relevancia jurídica penal de la causalidad.
La teoría del desvalor de acto sostiene que el tipo pretende impedir finalidades prohibidas. Es
suficiente para la imputación con que el agente actúe con voluntad de producir el resultado
Para Roxin el criterio general para determinar la imputación objetiva es el argumento del riesgo. Un
resultado causado por el agente sólo se puede imputar al tipo objetivo (a) si la conducta del autor ha
creado un peligro para el bien jurídico, no cubierto por un riesgo permitido, y (b) si ese peligro se ha
realizado en el resultado correcto. En este esquema, no sólo no hay imputación cuando no se creó un
peligro que excede el riesgo permitido sino tampoco cuando, pese a haberse creado, el resultado no
es una realización de ese riesgo. (c) No habría imputación cuando el alcance del tipo no abarca la
evitación de los riesgos y sus repercusiones. (Se trata de casos de incitación o cooperación a una
autopuesta en peligro que los tipos no tienden a evitar).
De estas reglas básicas, Roxin deduce las reglas generales para excluir la imputación objetiva. No
habrá riesgo prohibido cuando el autor modifique un curso causal y provoque un resultado lesivo
pero disminuyendo el peligro existente para la víctima.
Roxin sostiene que con la producción de un riesgo prohibido y con el resultado como su realización se
da por regla la imputación al tipo objetivo, aun sí admite que ello puede fracasar cuando el fin de
protección del tipo penal no abarca resultados de la clase de los productos, es decir, cuando el tipo no
está destinado a impedir tales sucesos. Esta problemática tiene importancia preferente en los delitos
culposos, y aunque presenten todos como denominador común la aquiescencia, los diferencia en:
Para Jakobs la respuesta está dada por la defraudación de las expectativas derivadas de un rol. La
persona es un ente portador de roles. El poder punitivo garantizaría para este autor la seguridad de
las expectativas conforme a estos roles.
Jakobs normativiza el rol, y por ende, en todos los casos considera que el autor se halla en posición de
garante respecto del bien jurídico. La posición de garante es un criterio de imputación propio de las
omisiones, porque los tipos omisivos no imputan objetivamente todo lo que no impedimos, sino sólo
lo que no impedimos cuando tenemos el especial deber de hacerlo.
El autor, en el tipo doloso, es quien es señor (dominus) del hecho, o sea, quien tiene el dominio del
hecho. Tiene el dominio del hecho quien dispone sus condiciones, su sí, su cuando, su dónde, etc. Es
quien decide si el hecho se realiza, sigue, se detiene. Sin embargo existen al menos dos supuestos
claros en los cuales, pese a que el sujeto tiene el dominio del hecho, no es considerado autor sino
cómplice a quien en doctrina se denomina partícipe primario. Se trata de los casos de delitos de
propia mano y de delicta propia.
El dominus del hecho opera conforme a un programa o plan racional (plan concreto del hecho).
Conforme a cada plan concreto se establece quién o quiénes son los señores del hecho.
La tipicidad objetiva exige la existencia de un sujeto con la posibilidad objetiva de dominar el hecho
(dominabilidad), y de este principio surgen las siguientes reglas:
El rol no será banal siempre que implique peligros de los que se deriven deberes de abstención o de
cuidado para la evitación de lesiones del género de las producidas por la causalidad a la que ser
aporta.
El rol banal deja de ser tal cuando las circunstancias objetivas concretas y presentes alteran
notoriamente la originaria banalidad del rol.
Dolo es la voluntad realizadora del tipo, guiada por el conocimiento de los elementos del tipo
objetivo necesarios para su configuración. En el dolo, este conocimiento es siempre efectivo (no es
una posibilidad de conocimiento sino un conocimiento
recae real)
sobrey los elementos del tipo
objetivo sistemático (incluyendo los elementos normativos de recorte), como también sobre los
imputativos del tipo conglobante.
No hay definición del dolo en el Código Penal. El dolo es un concepto que cumple su función
reductora al impedir la responsabilidad meramente objetiva o por el resultado, exigiendo ciertas
finalidades como condición para su relevancia típica, en tanto que la culpa opera como la otra
alternativa, completando la limitación con la exigencia de una particular forma de realización de la
finalidad.
El conocimiento en el dolo siempre es efectivo, es decir, que debe referirse a contenidos reales
existentes en la consciencia. Por ende, no admite el llamado conocimiento potencial, que es no
conocimiento, pues no puede orientar ninguna finalidad, porque sólo es una posibilidad de
conocimiento que no existió. El dolo no se organiza sobre la base del debía haber sabido, sino del
sabía.
3.- ASPECTO
VOLITIVO O CONATIVO DEL DOLO
Según su aspecto volitivo o conativo el dolo se distingue tradicionalmen
te en:
En el dolo eventual el agente se dice si sucede, que se fastidie, que se la aguante o mala suerte.
Es necesario a su respecto distinguir el fin y los resultados concomitantes que quedan abarcados en la
voluntad realizadora como posibles. Cuando se persigue el fin, aunque no se tenga la certeza de
alcanzarlo, el dolo continúa siendo directo: en ocasión los resultados concomitantes son los que
devienen de los medios elegidos y pueden dar lugar a casos de dolo directo (consecuencia necesaria
del medio, cuando su probabilidad de producción es muy alta), dolo eventual (consecuencia posible
del medio incluida en la voluntad realizadora) o culpa con representación (consecuencia posible del
medio no incluida en la voluntad realizadora).
Los límites entre el dolo directo de segundo grado o de consecuencias necesarias y el dolo eventual o
Habrá dolo eventual cuando, según el plan concreto del agente, la realización de un tipo es
reconocida como posible, sin que esa conclusión sea tomada como referencia para la renuncia al
proyecto de acción. Se trata de una resolución en la que se acepta seriamente la posibilidad de
producción del resultado. Esta posibilidad considerada por el agente como parte del plan, distingue el
dolo eventual de la imprudencia consciente.
El agente no obra con dolo eventual cuando confía en que puede evitar el resultado. Sin embargo, la
mera apelación al azar no lo excluye, la confianza en la evitación debe basarse en datos objetivos.
El mero deseo de que la afectación no ocurra no excluye el dolo eventual, dado que en éste el sujeto
no acepta el resultado sino la posibilidad de producción del resultado.
Para que haya dolo debe haber tipicidad objetiva conglobante, es decir, dominabilidad, o sea que si
un tercero observador no dijera en el caso que existe un plan dirigido a producir el resultado típico,
no es admisible plantear la duda en el tipo subjetivo. Los supuestos en que pese a haber
dominabilidad no hay dolo, son los que se denominan culpa consciente temeraria y éstos serían los
únicos casos en que puede lindar la culpa con el dolo eventual.
El dolo nunca puede presumirse, pues sólo su presencia efectiva permite habilitar poder punitivo.
El momento del dolo debe coincidir con el de la realización de la acción: no hay dolo anterior al
comienzo de ejecución ni dolo posterior a la realización del tipo objetivo.
Son dos conocimientos netamente diferentes el saber qué hago y el de saber que lo que hago es
contrario a derecho.
El error de tipo
no es más que la falta de representación requerida por el dolo. El error de tipo será
vencible cuando el sujeto, aplicando el cuidado debido, pueda salir del error en que se halla y, por
ende no realizar el tipo objetivo
. En tal supuesto, si existelposo
tipo cu
y se dan los demás requisitos
de esa tipicidad, la conducta será típica por imprudencia, pero nunca por dolo.
Cuando el agente, aplicando el cuidado debido, tampoco hubiese podido salir del error en que se
hallaba, la acción no sólo será atípica del tipo doloso sino también de su eventual tipicidad culposa.
1. Cuando el error recae sobre elementos cuyo conocimiento es indispensable para elaborar el
plan (finalidad típica) habrá error de tipo
2. Cuando se trata de componentes cognoscitivos que hacen a cierto aspecto de la
antinormatividad (ofensividad) o a la antijuridicidad de la acción, el error será de prohibición
El error de tipo puede estar determinado por incapacidad psíquica permanente o transitoria. Cuando
por razones patológicas o por cualquier otra alteración grave de la consciencia el agente no puede
reconocer los elementos del tipo objetivo que son necesarios para configurar el dolo, se está ante un
error de tipo psíquicamente condicionado.
Estas situaciones no deben confundirse con las alteraciones de la sensopercepción que dan lugar a
ilusionar a alucinar circunstancias objetivas de justificación, o con las de juicio crítico que llevan a
7.- LOS ELEMENTOS DEL TIPO OBJETIVO SOBRE LOS QUE PUEDEN
RECAER EL ERROR
El error de tipo puede recaer sobre cualquiera de los elementos del tipo objetivo abarcados por el
conocimiento del dolo.
6. La banalidad del aporte en la participación secundaria (no actúa con dolo de participación el
que ignora la no banalidad de su aporte)
También constituye un error de tipo el que tiene lugar sobre la banalidad del aporte en la
participación secundaria: quien cree estar haciendo un aporte banal al hecho cuando en realidad
hace un aporte no banal, no actúa con dolo de anticipación. En el caso inverso, quien imagina hacer
un aporte no banal y sólo realiza un aporte banal, actúa atípicamente, pues la no banalidad de su
aporte es sólo un componente imaginario de su acción que, conforme a su naturaleza, no puede
alterar la tipicidad objetiva.
Puede existir dominabilidad (tipicidad objetiva) y el agente asumir el dominio obrando dolosamente,
pero la pregunta es hasta qué punto puede imputarse subjetivamente (al dolo) una mutación en el
mundo no exactamente coincidente con el plan del autor.
Si bien no existe capacidad humana de previsión de un curso causal en todos sus detalles, el plan
concreto abarca más o menos precisiones.
La mayor discusión se produjo siempre alrededor de la llamada arrebatio ictus o error en el golpe: el
que dirige el ataque contra un objeto y alcanza a otro equivalente (dispara contra Juan y mata a
Pedro). La mayor parte de la doctrina considera que existe una tentativa de homicidio en concurso
ideal con un homicidio culposo. Conforme a la tesis de la concreción del dolo, la solución para la
llamada aberratio ictus dependerá de que lo realmente sucedido sea o no indiferente para el plan
concreto.
1. Básicos
2. Calificados o agravados
3. Privilegiados o atenuados
El error sobre agravantes o atenuantes no elimina la tipicidad, sino que siempre debe jugar el tipo
básico, por ser la definición genérica de la acción, en la cual, formalmente, estaría incurso tanto
objetiva como subjetivamente.
En los supuestos de falsa suposición de agravante: el que cree matar al padre pero mata a una
persona que en realidad no era su padre, no comete parricidio, pero de toda forma come un
homicidio.
En los casos de ignorancia de atenuantes existentes en la tipicidad objetiva: cuando el sujeto cree que
falsifica moneda de curso legal y en realidad sólo falsifica moneda extranjera, sólo puede ser penado
por falsificación de moneda extranjera, porque el curso legal es imaginario.
En los supuestos de ignorancia de las circunstancias calificantes de la tipicidad objetiva: quien mata a
alguien sin saber que es su padre, comete un homicidio simple porque no tiene dolo de parricidio.
1. Ultrafinalidades: tipos en los que se exige que la finalidad tenga una particular dirección que
exceda el tipo objetivo. Son los tipos que exigen una para, con el fin de, con el propósito de,
etc. Dan lugar a tipos que se han llamados delitos de intensión. Y se distinguen según que:
a. El agente tenga la ultrafinalidad que después de consumado el delito se produzca
cierto hecho sin su intervención: Delitos cortados de resultado-
b. La ultrafinalidad sea la realización de una segunda acción por el propio agente:
Delitos incompletos de dos actos.
Como el querer del dolo se agota en este querer, todo requerimiento del tipo subjetivo diferente del
dolo, en estos tipos asimétricos, es un elemento subjetivo del tipo distinto del dolo.
CAPITULO 16
EL TIPO ACTIVO CULPOSO
En tanto que el tipo doloso individualiza la acción prohibida por el fin perseguido por ella, el tipo
En el tipo doloso la conducta se prohíbe porque está prohibido el fin que se propone el autor, la
selección mental de los medios y la causalidad que se pone en funcionamiento para la obtención del
fin prohibido.
En el tipo culposo el fin no cuenta por sí mismo (aunque resulta esencial para saber cuál es el deber
de cuidado infringido) porque la prohibición se funda en que, la selección mental de los medios viola
un deber de cuidado y la cadena causal termina en un resultado que, de no haberse violado el deber
de cuidado, no se hubiera producido.
La finalidad es indispensable para averiguar cuál era el deber de cuidado que incumbía al agente,
porque no hay un cuidado debido único para todas las acciones.
Esto obedece a que los tipos culposos son tipos abiertos, es decir, que necesitan una norma de
cuidado que los complete o cierre, lo que no se explica por efecto de mera arbitrariedad legislativa,
sino porque es imposible prever las innumerables formas en que la realización de una acción puede
violar un deber de cuidado y crear un peligro. El tipo culposo impone un avance en dos momentos
para cerrar el tipo de tipicidad: en el primero averiguar conforme a la acción realizada cual es el deber
de cuidado; en el segundo se averigua si la acción lo viola.
El tipo culposo no castiga al autor por la forma en que un fin es perseguido, sino porque el resultado
distinto al final presupone de parte del causante un peligro prohibido previsible y evitable, y ello se
explica porque la mera creación de un peligro no es suficiente para la imputación culposa. Por
supuesto que esto no significa que la acción no tenga una finalidad, sino sólo que no está prohibida
en razón de esa finalidad. De cualquier manera es necesario averiguar la finalidad ante cada hecho
concreto, para saber de qué acción se trataba y, conforme a ello, determinar cuál era el cuidado
correspondiente a esa clase de acciones, indispensable para cerrar el tipo y verificar la tipicidad.
No hay una definición de culpa en el código penal, aunque aparentemente enuncia como forma la
imprudencia, la negligencia y la impericia.
La imprudencia es un vicio en el que incurre aquel que realiza una acción de la cual debió abstenerse
por ser en sí misma peligrosa y capaz de ocasionar daños.
Así como la imprudencia es un hacer más de lo debido, la negligencia consiste en no hacer lo que se
debe. En su origen, es mirar con indiferencia. Equivale a despreocupación, falta de cuidado, omisión
de la atención debida, falta de preocupación. En definitiva, es un defecto, en el sentido de carencia de
las cualidades necesarias para observar una conducta acorde con los requerimientos del orden
jurídico.
Así, la negligencia puede ser considerada como falta de atención, de inercia psíquica, etc.
Generalmente coincide con la culpa inconsciente o sin representación; pero también puede darse el
caso de quien previendo la posibilidad de un resultado y sin quererlo ni ratificarlo, omite no obstante
realizar la conducta necesaria para impedirlo y así obra negligentemente.
La impericia se trata lo opuesto a pericia, y ésta es sabiduría, práctica, experiencia y habilidad en una
ciencia o arte. Por lo tanto, supone un saber no sólo teórico sino práctico y la capacidad necesaria
para desarrollar esos conocimientos en el específico campo de que se trate, de modo tal que sea
posible aspirar a un resultado satisfactorio, que es lo deseado por el derecho. Por lo tanto, obra con
impericia aquel que no posee los conocimientos imprescindibles o que, si los posee, no los aplica; y
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 87
que solamente tiene nociones teóricas y no sabe cómo llevarlas a la práctica.
A pesar de que las fronteras entre estas formas de culpa no son nítidas, debe distinguirse la impericia
de la imprudencia y de la negligencia. Se puede incurrir en culpa por haber actuado sin pericia en el
arte o profesión de que se trate, y aun actuando con pericia se puede ser imprudente o negligente.
Hay infinidad de acciones –las más- que no están reglamentadas, y por consiguiente no se le ha
señalado al individuo qué debe hacer y de qué debe abstenerse, por lo tanto, el obrar con cuidado
queda librado a su propia apreciación. Hay otro grupo de acciones –las menos- que están
reglamentadas, de manera que el Estado ya está indicando el rumbo que deben seguir. En las
primeras la imprudencia, la negligencia, la impericia, derivan de hacer, no hacer o hacer mal, cosas
que el sujeto debía realizar de otra manera. En las segundas, el hecho de no observar los reglamentos
revela en algunos casos imprudencia y en otros negligencia respecto de lo que está mandado; pero
no constituye de por si la culpa.
En cualquier caso, para la tipicidad culposa basta con el conocimiento actualizable, es decir, que no es
necesaria la actualización (el pensar en ello o la consciencia de la creación del peligro).
Estas clases de culpa no señalan grados de la misma: desde el punto de vista del injusto, la gravedad
de la culpa está señalada por su temeridad, que tiene lugar cuando hay dominabilidad. Esta culpa
temeraria puede confundirse con el dolo eventual cuando es consciente, única razón por la que es
necesario mantener en el injusto la distinción con la culpa inconsciente.
Esta clasificación tiene mucha mayor importancia práctica que la de culpa consciente e inconsciente.
Esta última, fuera de su utilidad para distinguir el doloeventual de la culpa temeraria, no puede
indicar ningún grado: no es cierto que la culpa consciente sea más grave que la inconsciente, pues
muchas veces es mayor el contenido injusto de la acción de quien ni siquiera se representa la
creación de un peligro con altísima probabilidad de concreción.
Cuando en el tipo culposo objetivo conglobante no exista dominabilidad, lo único que se descarta es
la culpa temeraria, pero subsiste la posibilidad la posibilidad de culpa no temeraria.
Cuando en el tipo objetivo no hay dominabilidad, no puede haber tipicidad subjetiva dolosa. Por esta
razón, la culpa no temeraria nunca plantea problemas de límite con el dolo eventual.
• Especificidad: si bien existen pautas y normativas generales que sirven de marco para la
determinación del deber de cuidado y en ese sentido las regulaciones normativas de las
diferentes actividades son pautas de determinación, pero el deber de cuidado debe ser
determinado en cada caso concreto en virtud de las circunstancias fácticas que rodean la
acción y, de ahí su otra característica.
• Circunstanciación: cada deber de cuidado ha de ser delimitado por las circunstancias del
factum y a su vez el contenido del deber de cuidado abarca diferentes circunstancias hacia las
que se proyecta.
Ahora bien, existen una infinidad de actividades riesgosas y permitidas que no encuentran ni
mínimamente reglamentadas, de modo que sobre ellas se carece de indicio.
Cierto sector de la doctrina utiliza para examinar el deber objetivo de cuidado en estos casos el
baremo del hombre ideal. Sin embargo es necesario recurrir a los patrones sociales de prudencia, en
contraposición con los baremos del buen padre de familia, buen vecino, buen conductor, etc.; los
cuales, en la actualidad, tienden a ser desterrados por ser demarcables.En síntesis, no existe la figura
de un hombre prudente, sino tantos hombres prudentes como específicos ámbitos de actuación
existan.
La averiguación de la relación de determinación del resultado por la creación del peligro prohibido
obliga a realizar un doble juego hipotético, en concreto y en abstracto.
En concreto se imagina la conducta del autor dentro del marco normativo, sin violar el deber de
cuidado. No habrá determinación cuando la acción así imaginada hubiese producido igualmente el
resultado. Esta hipótesis se denomina Exclusión de la imputación por falta de la realización del riesgo
no permitido, pues impide que se sancione el incumplimiento de deberes inútiles.
Existen acciones que son impuestas por el orden jurídico y que generan peligros susceptibles de
concretarse en resultados lesivos. Las acciones correspondientes a estas actividades se consideran
como productoras de peligros no prohibidos siempre que:
La conformidad del titular del interés jurídicamente tutelado para que otro altere el statu quo en el
que el bien se encuentra puede llegar a eliminar la tipicidad de la conducta del extraño. Ésta será la
consecuencia siempre que: a) la ley la haya previsto expresamente, o b) por vía de una interpretación
fundada en la ley, resulte que no provocará un conflicto intersubjetivo individual, ni generará alarma
social la circunstancia de que se dejen de proteger penalmente determinados intereses.
En los casos en que habitualmente funciona el consentimiento como causal de atipicidad, el que da su
acuerdo lo hace sabiendo que el bien que le pertenece será lesionado; en cambio, en aquellas
hipótesis en las cuales acepta participar en un suceso que entraña riesgo, ambos interventores
confían en que el resultado dañoso no se producirá.
DOLO DIRECTO
DOLO INDIRECTO
DOLO EVENTUAL
CULPA CONCIENTE
LIMITE MINIMO
CULPA INCONCIENTE DE RESP. PENAL
(LMRP)
CASO FORTUITO
La diferencia entre el tipo activo y el omisivo se halla en la forma de enunciar la norma. La norma que
se deduce de un tipo activo asume un enunciado prohibitivo, la deducida de un tipo omisivo asume
un enunciado imperativo.
En los tipos omisivos la norma imperativa prohíbe toda acción diferente de la prescripta en ese
mandato.
Antes del tipo, es decir, a nivel de la conducta, no hay omisiones, sino que todas son acciones. Ello
obedece a que omitir no es un puro no hacer: omitir es solo no hacer lo que se debe hacer y esto
último nunca puede saberse hasta que no se alcanza la norma, es decir, hasta que no se llega a la
tipicidad.
La acción indicada debe realizarse sólo en una situación típica, dado que todos los tipos omisivos son
circunstanciados.
El núcleo del tipo objetivo es la exteriorización de una conducta distinta de la ordenada. Se demanda
la existencia de una conducta que no se dirija al fin ordenado. Es indiferente que el fin se logre, pues
si existe una conducta con el fin ordenado no habrá omisión dolosa pudiendo haberla quizá culposa.
El sujeto activo debe tener la efectiva posibilidad de realizar la conducta ordenada, pues de lo
contrario, su conducta distinta de la ordenada será atípica.
En el aspecto objetivo del tipo omisivo encontramos ante todo una situación típica, que en el Artículo
108 del Código Penal es el encontrarse frente a la persona necesitada de auxilio. En este sentido, el
tipo objetivo omisivo siempre es un tipo circunstanciado. En esa concreta situación típica debe darse
también la exteriorización de una voluntad distinta de la voluntad realizadora de la conducta debida.
Además el tipo objetivo omisivo requiere que la conducta debida sea físicamente posible.
• Tipos de omisión propia: tipos en que la estructura omisiva no se corresponde con una
estructura activa, solo aparecen en forma que la norma deducida siempre es imperativa. Se
trata de tipos en los que cualquiera que se halle en la situación típica puede ser autor, pues la
obligación de actuar en esa situación deviene de la mera condición de habitante y no por
particulares relaciones jurídicas. (art. 108)
• Tipos de omisión impropia: son los que tienen una estructura que se corresponde con otra
activa con la que se equipara. Como la estructura omisiva es equiparada a una estructura
activa, requiere que el bien jurídico se afecte de la misma forma que en el caso de la
estructura activa. Sus autores son siempre calificados, porque la ley, debido a la mayor
amplitud prohibitiva de esa formulación, limita el círculo de autores a quienes se hallan en
una particular relación jurídica que se considera fuente de la obligación de actuar en la
situación típica.
Los tipos de omisión impropia tienen un tipo activo equivalente y la posición en que debe hallarse el
autor se denomina “Posición de Garante”. Solo pueden ser autores de conductas típicas de omisión
impropia quienes se hallan en posición de garante, es decir, en una posición tal respecto del sujeto
pasivo que les obligue a garantizar especialmente la conservación, reparación o restauración del bien
jurídico penalmente tutelado.
El problema más grave que plantea la omisión impropia es que, conforme a la doctrina dominante, no
todos los tipos de omisión impropia (y ni siquiera los más importantes) se hallan escritos. Se
argumenta que es imposible la tipificación legal de todos los supuestos en que un sujeto se halla en
una posición de garante que haga que su conducta distinta de la debida equivalga a la causación del
resultado típico. Se trataría de un caso similar a la culpa y, por ende, no quedaría más recurso que
considerar que prácticamente detrás de casi todos los tipos activos hay una suerte de “falcete”, que
es el tipo omisivo equivalente no escrito, que funciona como un tipo abierto y que el juez tiene que
cerrar en cada caso con la norma que incluye al autor en la posición de garante.
Según las tesis más corrientes en cuanto a la posición de garante como base limitadora de la
construcción analógica, se sostiene que el deber de actuar derivado de la ley misma se erige en deber
de garantía cuando:
a. Imponga el cuidado de una persona, como es el del padre para los hijos; pero no cuando se
trate de un deber legal general como el de ayuda
b. El sujeto es legalmente responsable de un determinado ámbito o sector de la realidad: tal
sería el caso del médico de guardia respecto de la asistencia de un paciente, porque tiene a
su cargo un ámbito concreto
c. El sujeto activo tuviese un especial poder respecto de la protección o vigilancia para los
bienes jurídicos de terceros: algunos incluyen aquí el deber de vigilancia de los padres
respecto de los hijos menores
d. El deber legal que emerge de la relación del sujeto con una fuente de peligro: como puede
ser el que tiene un automóvil en cuanto a la seguridad del tránsito.
Otra de las fuentes clásicas para la construcción analógica de los tipos es el contrato, pero tampoco
cualquier deber emergente de contrato se considera fuente de posición de garante. Sólo puede serlo
cuando de la confianza depositada emerja un particular deber de cuidado, vigilancia o protección,
como es el caso de la enfermera.
La conducta precedente o el hacer anterior es la tercera de las fuentes clásicas del deber de actuar
del siglo pasado. Suele reconocerse el principio de que las conductas peligrosas que se realizan,
pueden obligar a apartar el peligro que se ha creado. No obstante, nunca se ha logrado una
formulación del todo satisfactoria a este respecto, especialmente en cuanto al deber de evitación de
conductas de terceros.
Se sostiene que un cuarto grupo de fuentes del deber de actuar, que es el más indefinido y que
mayores problemas ha acarreado es el de las relaciones en la sociedad de vida. Así en las relaciones
de familia, no bastaría con lo formal si no fuesen reales: una prolongada separación de hecho
excluiría la posición de garante. Las dudas se acrecientan en otro tipo de relaciones, sembrando
mayor inseguridad: se duda que el parentesco extramatrimonial pueda ser fuente de posición de
garante; se la acepta de abuelos a nietos, pero se duda en cuanto al parentesco por afinidad; se las
niega en las relaciones de concubinato.
Si bien la posición de garante presenta notorias ventajas frente al mero enunciado del deber de
actuar, pues reduce el círculo de autores, nunca pudo ofrecer la certeza que prometía y no deja de ser
un criterio difuso para la construcción analógica de tipos penales. Dada esta inseguridad se ha exigido
la mencionada correspondencia de la omisión impropia con la acción, o sea, la exigencia de que el
injusto omisivo presente similar gravedad que el activo. No obstante, tampoco esto ha aportado
mayor seguridad, dada la disparidad de criterios para establecerla.
En la ley argentina no existe ni siquiera la fórmula general de equivalencia que habilita la construcción
analógica de los tipos no escritos y, de existir, ella misma sería inconstitucional frente a la general
prohibición de la analogía in malampartem.
En la ley vigente, el caso encuadraría en el tipo del art. 106, calificado por el parentesco conforme al
art. 107. Esto significa que el delito está conminado con una pena máxima de veinte años. Dada la
escala penal prevista, la solución sería idéntica en los códigos que establecen la cláusula de
equivalencia con el correctivo de correspondencia, con la ventaja de que en el texto argentino no se
viola la legalidad. También cabe preguntarse si la difícil construcción teórica acerca de la posición de
garante resulta irrelevante cuando ella está legislada y sólo se relevan los tipos omisivos escritos. Es
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 94
claro que la teoría pierde gran parte de su significado, toda vez que ya no está incumbida en la
inadmisible tarea de poner coto a la analogía constructiva de tipos.
En segundo término, es preciso que conozca los elementos de los que surge la posición de garante, y
además asuma el resultado como consecuencia de su comportamiento omisivo.
El dolo no requiere el conocimiento del deber que surge de la situación de garantía, siendo suficiente
por ejemplo que la omitente sepa que es la madre del bebé a quien no proporciona alimentos,
aunque ignore que la ley civil le impone el deber de hacerlo. Este error no es de tipo sino de
prohibición, y debe en consecuencia resolverse en el ámbito de la culpabilidad.
En los tipos de impropios delitos de omisión, el círculo de autores es limitado, tratándose de delicia
propria, definiéndose por la posición de garante, que surge sólo en la situación típica. Es discutida la
posición que debe ocupar el conocimiento de la posición de garante. En general, parece razonable
distinguir entre:
a. El error que recae sobre el deber mismo de actuar que emerge de la posición de garante y
que sería un error de prohibición, usualmente llamado error de mandato, (el error del padre
respecto de sus deberes deactuar)
b. El que recae sobre la situación o estado que funda la posición de garante (el que ignora su
condición de padre) y que no puede menos que pertenecer al tipo objetivo
Las características que hacen a la posición de garante en particularpertenecen al tipo objetivo, pero
no así el deber de evitar el resultado de ella emergente que como tal pertenece a la antijuridicidad.
En consecuencia, el primero será un error de tipo que, como tal, eliminará la tipicidad dolosa de la
conducta, sin perjuicio de que, en el supuesto de ser vencible, pueda dar lugar a la tipicidad culposa
de ésta.
Por el contrario, el error que recaiga sobre el deber que emerge de la posición de garante será un
error de prohibiciónque, en el supuesto de ser invencible, eliminará la culpabilidad de la conducta.
Las normas jurídicas configuran un orden (orden normativo, de normas), pero el orden jurídico no se
agota en las normas prohibitivas sino que se integra también con preceptos permisivos, que puestos
también en un cierto orden con las normas culminan el orden jurídico: el orden jurídico se compone
del orden normativo completado con los preceptos permisivos.
El injusto penal es la acción típica y antijurídica. En tanto que la antijuridicidad es la característica que
resulta del juicio negativo de valor que recae sobre la conducta humana, injusto es la misma conducta
humana desvalorada. El injusto penal es una acción prohibida por el derecho penal, pero respecto de
la cual ninguna ley penal o no penal le reconoce el carácter de ejercicio de un derecho.
La antinormatividad (tipicidad) no pasa de ser un indicio de antijuridicidad, puesto que sólo con el
juicio de antijuridicidad se verifica definitivamente la limitación al espacio social de libertad.
La antijuridicidad no surge del derecho penal, sino de todo el orden jurídico, porque la
antinormatividad puede ser neutralizada por un permiso que puede provenir de cualquier parte del
derecho. La Antijuridicidad es el choque de la conducta con el orden jurídico, entendido no solo como
un orden normativo (antinormatividad), sino como un orden normativo y de preceptos permisivos. El
método según el cual se comprueba la presencia de la antijuridicidad consiste en la constatación de
que la conducta típica (antinormativa) no está permitida por ninguna causa de justificación (precepto
permisivo) en ninguna parte del orden jurídico.
La relación de
contradicción entre la
Formal
conducta y el
ordenamiento jurídico.
Antijuridicidad
La ofensa al bien
Material jurídico que la norma
busca proteger.
Mucho más problemática que esta desacreditada teoría de la justificación supralegal fue la creación
de un injusto supralegal. La magnitud de los crímenes contra la Humanidad hacía insostenible el
punto de vista del positivismo jurídico, reverdeciendo entonces los ecos del concepto material de
antijuridicidad. El orden jurídico nacional e internacional, ofrece hoy soluciones mucho más simples y
ya no hace falta apelar a ninguna construcción de un injusto supralegal. La adhesión de los Estados a
la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los principios fundamentales asentados en
nuestra Constitución nos evitan este problema, pudiendo solucionarse todos los planteos sin
necesidad de acudir a conceptos Supralegales.
Nuestro Código Penal tiene perfectamente estructuradas las causas de justificación, incluyendo el
legítimo ejercicio de un derecho, que implica la remisión al resto de las disposiciones permisivas que
hay en cualquier atraparte del orden jurídico.
Por lo tanto, la antijuridicidad no puede tener otro fundamento que la ley, aunque para su
determinación en los casos concretos se deba eventualmente acudir a valoraciones sociales. La
antijuridicidad es una, pues siempre es material porque implica invariablemente la afirmación de que
se ha afectado un bien jurídico, y al mismo tiempo es formal en cuanto a que su fundamento no
puede hallarse fuera del orden jurídico. Como consecuencia, tampoco existe un injusto legal, y otro
supralegal, sino que todos los injustos son legales con un contenido material de lesividad.
Cuando se construye el concepto de antijuridicidad como juicio que verifica que un precepto
permisivo confirma la vigencia de un ámbito de licitud o libertad, la exigencia de cualquier elemento
subjetivo en la justificación aparece como totalmente innecesaria e incluso aberrante en un estado de
derecho: nadie tiene por qué conocer en qué circunstancias actúa cuando está ejerciendo un
derecho, pues el ejercicio de los derechos no depende de que el titular sepa o no sepa lo que está
haciendo.
CAPITULO 19
CAUSAS DE JUSTIFICACIÓN
Son causas de justificación aquellas circunstancias que dándose, hacen que la acción típica no tenga
carácter de antijurídica.
Estas causas tienen aspectos objetivos y subjetivos, por lo que no basta que se presente
objetivamente la situación justificante, sino que además el sujeto debe tener conocimiento de la
situación justificante y actuar en consecuencia.
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 99
La configuración de este elemento subjetivo se asemeja a la del dolo, es así que se requiere que el
agente tenga un conocimiento referido a la situación en sí (al presupuesto) y por otro lado el
elemento volitivo se plasma en esa consciente respuesta a la situación, aunque sea a costa de
lesionar un bien jurídico. Ejemplo: quien actúa en legítimadefensa debe saber que está siendo objeto
de una agresión ilegítima, ante la cual responde para defenderse.
Las causas de justificación tienen como presupuesto la existencia de una situación de amenaza a
bienes jurídicos, siendo ésta la que impulsa la acción lesiva del autor y hace que ésta sea justificada.
Este presupuesto está representado en la legítima defensa por la agresión ilegítima y en el estado de
necesidad por la situación de peligro. Pero las causas de justificación no se agotan en el presupuesto
sino que requieren de elementos adicionales, por ejemplo en la legítima defensa que se da entre la
necesidad racional del medio empleado y la falta de provocación suficiente.
Tiene lugar cuando media una situación de necesidad, lo que la vincula a otra causa de justificación:
el estado de necesidad. No obstante, ambas se mantienen nítidamente separadas: en el estado de
necesidad se hace necesario un medio lesivo para evitar un mal mayor, en tanto que en la legítima
defensa el medio lesivo se hace necesario para repeler una agresión antijurídica.
Como todo derecho, el ejercicio de la legítima defensa tiene límites, de modo el límite que reconoce
la ley es la racionalidad.
La racionalidad es una característica del derecho en general. El requisito de racionalidad significa que
se excluyen de la legítima defensa los casos de lesiones inusitadas y desproporcionadas. Mientras que
en el estado de necesidad el orden jurídico acepta la producción del mal menor, y por ello, el límite
de justificación está dado por la determinación de éste, en la legítima defensa el límite es la
racionalidad y no la ponderación de males propios.
Cuando la ley dice necesidad racional del medio empleado se está refiriendo a la conducta con que se
lleva a cabo la defensa. La ley no exige equiparación ni proporcionalidad de instrumentos, sino la
ausencia de desproporción aberrante entre las conductas lesiva y defensiva, precisamente en sus
respectivas lesividades.
La racionalidad consiste en que el agente no pueda llevar a cabo otra acción menos lesiva o inocua
para neutralizar la agresión que sufre.
Todos los bienes jurídicos son legítimamente defendibles. La ley expresa que la defensa puede ser
propia, de sus derechos, de la persona o de los derechos de otro. Puede defenderse cualquier bien
jurídico, a condición de que la defensa no exceda los límites de la necesidad racional.
No hay legítima defensa contra conductas conforme a derecho. No caber la legítima defensa contra el
que actúa en estado de necesidad justificante, ni frente a quien ejerce un derecho o cumple un deber.
La conducta defensiva es legítima sólo cuando se dirige contra el agresor. Los terceros extraños a la
agresión que sufran efectos de la conducta defensiva podrán defenderse legítimamente de la
conducta.
Si no hay agresión no puede haber defensa, y quien no ha realizado ninguna conducta antijurídica no
puede ser lesionado.
El carácter antijurídico de la agresión excluye la posibilidad de una legítima defensa contra una
legítima defensa. Nadie puede defenderse legítimamente contra quien a su vez se está defendiendo
legítimamente.
La agresión antijurídica no es necesario que se haya iniciado. La ley dice que la defensa puede ser
para impedirla o repelerla: se la repele cuando ya se ha iniciado, pero se la impide cuando aún no ha
tenido comienzo. Nuestra doctrina y jurisprudencia exige que la agresión sea inminente. Este
requisito es coherente si por tal se entiende que el agresor puede llevarla a cabo cuando quiera,
porque es inequívoca su voluntad de hacerlo y ya tiene aprestados los medios para ello, pero no debe
ser entendida en el mero sentido de inmediatez temporal.
La legítima defensa es posible desde que el agresor hace manifiesta su voluntad de agredir y tiene a
su disposición los medios idóneos para hacerlo, o sea que puede hacerlo en cualquier momento,
provocando así un peligro inmediato para los bienes jurídicos.
En el art. 34 CP sostiene “falta de provocación suficiente por parte del que se defiende”. El derecho no
fomenta el innecesario y gratuito aumento de conflictividad y, por ende, reconoce el derecho de
legítima defensa en la medida en que el agente no haya caído en provocación.
La conducta debe ser provocadora, debe operar como motivo determinante para la conducta agresiva
antijurídica.
La provocación es la conducta anterior del que se defiende, que da motivo a la agresión y que se
desvalora jurídicamente como suficiente cuando la hace previsible, sin que a este efecto puedan
tomarse en cuenta las características personales del agresor contrarias a los principios elementales de
coexistencia, salvo que la agresión que se funde en esas características sea desencadenada por una
conducta lesiva al sentimiento de piedad (ejercer la legitima defensa contra quien sistemáticamente
agrede a un débil mental, a un anciano o un discapacitado).
El que provoca suficiente crea la situación de necesidad de defensa. No cabe distinguir entre
provocación dolosa y culposa.
No es punible el que obrare en defensa de la persona o de los derechos de otro, siempre que
concurran las circunstancias a y b del inciso anterior y caso de haber precedido provocación suficiente
Se trata de defensas privilegiadas porque, en primer lugar, en las situaciones previstas, la ley deja de
lado la proporcionalidad de bienes jurídicos; justifica cualquier daño, aun la muerte del agresor, o sea,
la ley otorga a la incolumnidad del domicilio un valor supremo, por encima de todos los demás bienes
jurídicos que quien se defiende puede ofender con su defensa y en segundo lugar, porque la norma
crea una verdadera presunción “juris tantum” de que se dan los requisitos de la legítima defensa en
esos casos, bastará que se acredite la agresión conforme la configuración prevista por la ley, sin que
sea necesario acreditar la real existencia de peligro para un determinado bien jurídico del agente;
éste se da por reconocido mientras no se pruebe lo contrario.
Por “offendiculas” se designan todos aquellos obstáculos “que oponen una resistencia conocida y
notoria contra el que pretende violar una esfera cerrada de custodia de determinados bienes. Por
defensas mecánicas predispuestas se entienden aquellos mecanismos que permaneciendo ocultos,
funcionan agresivamente contra la persona que realiza una determinada actividad sobre alguna cosa,
que es la que la defensa predispuesta procura proteger.
F.- EXCESO.
Art 35: El que hubiere excedido los límites impuestos por la ley, por la autoridad o por necesidad, será
castigado con la pena fijada para el delito por culpa o imprudencia.
En general, puede conceptualizarse como excesiva a toda acción que, inicialmente dirigida a cumplir
con las finalidades del derecho, lo hace de un modo tal que se desvía de las mismas.
Algunos sostienen que hay culpa, otros que hay dolo. En realidad el exceso, para ser punible tiene que
ser “querido” pero el problema estriba en resolver si debe ser “querido como exceso”, en cuyo caso
habría dolo; o debe ser “querido siempre como u medio para actuar justificadamente” en cuyo caso
habría culpa.
a. En la legítima defensa la necesidad justifica, salvo que la lesión que se causa sea aberrante en
la relación a la que se evita
b. En el estado de necesidad se justifica sólo la lesión menor que la que se evita
c. En el estado de necesidad exculpante la conducta sigue siendo antijurídica, el mal que se
causa es igual o mayor que el que se evita y solo exculpa cuando no es exigible una conducta
menos lesiva.
Artículo 34: “El que causare un mal por evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño”.
Aquí a diferencia de la legítima defensa, en que solo tiene valor correctivo para los extremos en que
excede la racionalidad, la ponderación de los males (el que se evita y el que se causa) tiene una
importancia capital.
El mal mayor debe ser extraño al autor. Se entiende con ello, excluir de las situaciones de estado de
necesidad aquellos casos en los cuales el mal mayor que amenaza al autor ha sido provocado
intencionalmente por él.
El autor no debe estar jurídicamente obligado a soportar el mal mayor. No puede invocar el estado de
necesidad quien realiza un acto típico para evitar un mal mayor que lo amenaza en una situación de
peligro que jurídicamente está obligado a afrontar, son los casos en que la ley impone al individuo el
deber de intervenir en situaciones riesgosas para determinados bienes jurídicos propios, sin darle
opción a rehuir ese peligro. Ej: militares, policías, bomberos.
El mal mayor deber ser inminente. El concepto de inminencia refiere tanto a lo temporal cuanto a la
probabilidad del mal. El mal mayor debe ser efectivo y próximo. Quedan excluidas del estado de
necesidad aquellas situaciones en que el mal es remoto, es decir, que si va a ocurrir es en un futuro
indeterminado, como así también cuando sólo es posible eventualmente. Sin embargo algunos casos
Si la ley penal menciona el ejercicio de un derecho, es porque se refiere al caso en que haya un
precepto permisivo especial para autorizar en una circunstancia determinada la realización de una
conducta típica, es decir, prohibida. En este sentido, no puede considerarse esa mención como una
causa de justificación o precepto permisivo, sino como el enunciado genérico que remite para su
solución a cualquier parte del ordenamiento jurídico, donde se halle el respectivo precepto
permisivo.
El derecho puede nacer directamente de una disposición de carácter general del orden positivo
vigente. Para que el ejercicio del derecho justifique su ejercicio legítimo debe ser ejercido por vía
jurídica autorizada y no resulte abusivo; es abusivo el que contraríe los fines que aquélla (la ley) tuvo
en mira al reconocerlos o el que exceda los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas
costumbres.
En cuanto al legítimo ejercicio de una autoridad, el límite de la conducta justificada está determinado
por las necesidades a que debe atener el ejercicio de la autoridad; así la misma ley exige que la
corrección que implica el ejercicio de la patria potestad sea moderada.
El cargo implica solo el ejercicio del poder de imperio correspondiente a un cargo público. Ej: el
agente de policía que priva de libertad a una persona. Para que justifique debe tratarse de un
ejercicio legítimo, cuando la autoridad que se ejerce lo es en virtud de una designación en legal
forma. No debe ser una autoridad usurpada y debe actuar además dentro de la competencia que la
ley asigna a la autoridad propia del cargo.O también de quién, sin poseer el cargo ejerce la autoridad
pública en virtud de una autorización legal.
A nuestro juicio, tanto la antijuridicidad como la culpabilidad son características graduables. Así como
puede decirse de un camino que es curvo, será más o menos curvo según el grado de curvatura que
presente, del mismo modo se puede decir que un injusto era mayor o menor según el grado de
antijuridicidad del mismo. Si la antijuridicidad no es graduable, no sabemos de dónde resulta el
mayor o menor injusto.
Esta disposición ha dado lugar a las interpretaciones más dispares. Para unos son conductas culposas.
Para oros son conductas dolosas, solo que sin culpabilidad disminuida. Para nosotros son conductas
dolosas, solo que con un menor contenido de antijuridicidad, es decir, un injusto menor.
CAPITULO 20
CONCEPTO, UBICACIÓN Y ELEMENTOS POSITIVOS DE LA
CULPABILIDAD
Por supuesto que el reproche personalizado al autor de un injusto es un reproche del acto, o sea, que
se le reprocha lo que hizo (la acción típica y antijurídica) y no lo que es. Desde este punto de vista del
derecho constitucional (art. 19 CN) se debe mantener estrictamente el derecho penal de acto,
rechazando todas las pulsiones del derecho penal de autor.
El derecho penal de autor es contrario al art. 19 de la C.N. Este derecho penal es donde el estado y las
agencias en particular, logran el tinte más autoritario es por eso que solo se le debe hacer reproche
sobre el acto que cometió.
Si bien no hay que regañar a la persona por lo que es, es claro, que la personalidad del agente forma
parte en las circunstancias en que actuó, pero será diferente el papel que se le dará en el derecho
penal de acto al de derecho penal de autor.
Ya refiriendo al derecho penal de acto, en la reprobabilidad hay que reafirmar el concepto de analizar
al sujeto en forma particular, porque si se hace en base a un modelo típico para todos los casos
similares, estaríamos ampliando el poder punitivo. En cambio, hay que tener en cuenta el ámbito de
aplicación de la conducta y si se le puede pedir otro actuar.
El juicio de reproche es discriminatorio y selectivo, ya que por sus carencias, no persigue a los grandes
promotores de delitos sino a aquellos pequeños delincuentes, por ejemplo si un ministro de
economía desvía fondo designado a el arreglo de un hospital, este nunca será penado por ese delito
pero si le será penado por mala praxis el médico o enfermero que por carencia de elementos no
realice bien su trabajo. O sea que el juicio de reproche no es ético y como no es ético no legitima el
ejercicio del poder punitivo.
Es por eso que la Culpabilidad no es un juicio de reproche que tiene como fin legitimar al poder
punitivo, sino señalar un filtro, o sea proporcionar un criterio racional de limitación del ejercicio de
ese poder. Solo dota de racionalidad a la actividad de contención.
Las agencias jurídicas disponen de un limitado poder de contención del ejercicio del poder de policía
que debe administrar racionalmente. Pero que no por ello se vuelve racional, sino que lo racional es
la distribución equitativa que hace la agencia jurídica de su poder.
Las distintas sociedades siempre se caracterizaron por ser estratificadas, dando mayor espacio social a
algunos que a otros según es status social al que pertenecía.
Es claro que esa reducción del ámbito social, que muchas veces es hasta los límites de subsistencia,
influye en el ámbito de autodeterminación de cada uno.
Fue Jean Paul Marat quien puso atención a este suceso y 100 años más tarde el Juez Magnaud
escandalizó a todo Europa con sus sentencias referidas al tema. Se decía que había una
Coculpabilidad de la sociedad cuando no se le brindaba un espacio social adecuado para su
desarrollo. Pero sin embargo la idea de la Co-culpabilidad pese a ser un progreso es insuficiente en
varios sentidos:
1. Porque es ilógico pensar que los únicos que delinquen son los pobres.
2. El planteo anterior traería como consecuencia soluciones tales como penas más duras para
los ricos y más blandas para los pobre que no llegan a entender las normas de convivencia.
3. Produciría una arbitrariedad selectiva.
La culpabilidad de acto de esta manera marca el máximo de reproche que permite habilitar al poder
punitivo.
El poder de policía pugna por la culpabilidad de autor o construyendo cualquier otro puente entre el
injusto y la pena habilitando poder punitivo sobre la base del reproche de lo que el agente es y
reduciendo el injusto a un mero síntoma.
La culpabilidad penal del estado de derecho no puede ser la simple culpabilidad por el acto, sino que
debe surgir de la síntesis de ésta (como límite máximo del reproche) y otro concepto de culpabilidad
que incorpore el dato real de la selectividad. Sólo de esta manera resulta ético y racional el reparto
del poder jurídico para contener el poder punitivo.
La selección criminalizante se lleva a cabo por estereotipos y que estos recaen sobre la clases
subalternas que son las que cometen crímenes más groseros.
Esto muestra que el sistema penal presenta diferentes grados de peligrosidad, según características
personales o status social de los habitantes. La peligrosidad del poder punitivo es mayor para los
hombres, jóvenes, los desocupados y sin inserción estudiantil, los inmigrantes de países vecinos; y
por el contrario presenta menos peligrosidad para las mujeres, los ancianos, los que tienen trabajo o
inserción estudiantil, los nacionales, los más hábiles.
Dado el deterioro de las condiciones sociales puede afirmarse que la mayoría de la población se haya
en estado de vulnerabilidad, o sea, que el poder punitivo presenta un alto grado de peligrosidad para
la mayoría de la población.
No obstante la criminalización recae sobre unos pocos. Esto indica que no es el mero status o estado
de vulnerabilidad lo que decide la selección criminalizante.
A nadie se le puede reprochar el estado de vulnerabilidad, sino que solo el esfuerzo personal por
alcanzar la situación en el que el poder punitivo se concreta y que en efecto el esfuerzo según el caso.
Hay persona que nacen con un estado de vulnerabilidad muy bajo y deben hacer un esfuerzo enorme
para alcanzar la situación concreta. Ej: grandes delincuentes económicos.Hay otros supuestos que
partiendo de un estado de vulnerabilidad muy alto no necesitan realizar esfuerzos muy altos para que
se concrete en ellos la peligrosidad del poder punitivo.Estos son casi el 100 % de los casos porque es
más fácil seleccionar al que camina por la calle vestido de ladrón.
Resulta legítimo que el derecho penal reproche el esfuerzo personal por alcanzar la situación de
vulnerabilidad, porque esa es la medida del esfuerzo que la persona realiza conspirando contra el
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 107
propio derecho penal, en cuanto a su contenido pacificador y reductor de la violencia.
En otras palabras, el esfuerzo por la vulnerabilidad es la contribución personal del sujeto a las
pretensiones legitimantes del poder punitivo y, por ende, contrario al esfuerzo reductor y pacificante
del derecho penal.
Así se puede concluir que el concepto de culpabilidad penal sería el juicio necesario para vincular en
forma personalizada el injusto a su autor y, en su caso, operar como principal indicador del máximo
de la magnitud de poder punitivo que puede ejercerse sobre éste. Este juicio resulta de la síntesis de
un juicio de reproche basado en el ámbito de autodeterminación de la persona en el momento del
hecho (formulado conforme a elementos formales proporcionados por la ética tradicional) con el
juicio de reproche por el esfuerzo del agente para la alcanzar la situación de vulnerabilidad en que el
sistema penal ha concretado su peligrosidad, descontando del mismo el correspondiente a su mero
estado de vulnerabilidad.
No se invierte el principio de inocencia dar por presupuesto que toda persona tiene un ámbito de
autodeterminación en cada circunstancia, porque eso no es más que una condición indispensable
para ser persona. Sin el ámbito no podría haber proceso por falta de sujetos procesales.
Cada vez que el ámbito de autodeterminación no alcance un umbral mínimo, no se le podrá exigir
jurídicamente al agente una conducta diferente de la efectivamente realizada. Por ello, todas las
causas de inculpabilidad son supuestos de inexigibilidad de otra conducta adecuada al derecho, o sea
que la inexigibilidad no es una causa de inculpabilidad, sino el común denominador, género o
naturaleza última de todas las causas de inculpabilidad.
Dando que el ámbito autodeterminable siempre existe, es incuestionable que las características
personales, el carácter y la personalidad, la vida y las experiencias anteriores a la persona, también
forman parte de las circunstancias que lo condicionan.
El carácter y las demás circunstancias personales y biográficas de la persona son relevantes a los
efectos del reproche de culpabilidad, pero con la advertencia de que en ésta son datos que no se
reprochan sino que se computan para determinar la magnitud del ámbito de autodeterminación
concreto.
2. Pese a que esa comprensión le sea exigible, exista una constelación gravemente conflictiva
que reduzca considerablemente sus posibilidades de decisión. Estos casos tienen lugar en:
a. El estado de necesidad exculpante (inc. 2 del art. 34: el que obrare violentado por
amenazas de sufrir un mal grave e inminente)
b. La incapacidad psíquica para adecuar la conducta a la comprensión de la
antijuridicidad (inc. 1 art. 34: el que no haya podido en el momento del hecho, ya sea
por insuficiencia de sus facultades, por alteraciones morbosa de las mismas dirigir sus
acciones).
Tanto las situaciones que afectan la comprensión de la antijuridicidad como las que sin afectarla
reducen el ámbito de autodeterminación por su conflictividad, son abarcadas por el carácter genérico
de inexigibilidad, común a todas las causas que excluyen la culpabilidad. Por tanto no se hallan en una
relación de prioridad, lo que posibilita una eventual concurrencia de causas de inculpabilidad. Esta
posibilidad implica que si concurre alguna causa de inculpabilidad que, no obstante, habilita alguna
forma de coacción sobre la persona con otra que no la habilita, no es admisible esa coacción en el
caso.
Comprensión no es lo mismo que conocimiento, sino un concepto más amplio que presupone el
conocimiento, porque sin conocimiento nunca puede haber comprensión.
La ley no exige que se haya comprendido efectivamente la criminalidad, sino que se haya podido
comprender.
La conciencia disidente es la voz de la conciencia individual, que no puede servir para hacer perder
validez al derecho, porque de reconocérsela con generalidad, la vigencia del derecho quedaría
Mal puede la ley exigir una comprensión efectiva de la antijuridicidad, porque ella casi nunca se da.
En lugar, lo que la ley requiere, y está dado en la mayoría de las veces, es la posibilidad de
comprender la antijuridicidad.
Lo que se requiere es la posibilidad del conocimiento que se caracterizó como “valoración paralela en
la esfera del profano”, que es la posibilidad de conocimiento análogo al efectivamente requerido
respecto de los elementos normativos de los tipos legales.
Para que haya conducta, es necesario que el sujeto activo tenga capacidad de voluntad
(voluntabilidad). Si la persona no puede conocer los elementos del tipo objetivo, habrá un error de
tipo psíquicamente condicionado que elimina la tipicidad.
Para reprocharle una conducta típica y antijurídica (un injusto o ilícito penal) a un autor es menester
que este haya tenido cierto grado de capacidad psíquica, que le hubiera permitido disponer de un
ámbito de autodeterminación.
No hay una clasificación de las personas en imputables o inimputables, sino los injustos pueden ser
imputables o inimputables por razones de capacidad psíquica del autor.
La capacidad psíquica requerida para reprocharle a un sujeto un injusto es la necesaria para que le
haya sido posible comprender la naturaleza antijurídica de lo que hacía y que le hubiese permitido
adecuar su conducta conforme a esa comprensión de la antijuricidad.
La imputabilidad, entendida como capacidad de culpabilidad, tiene dos niveles: uno que debe ser
considerado como la capacidad de comprender la antijuricidad, y el otro que consiste en la capacidad
de adecuar su conducta a la comprensión.
Parta la ley penal vigente, el inimputable enfermo mental debiera permanecer manicomisado el resto
de su vida, cualquiera sea el injusto en que hubiera incurrido. Esto implica que la declaración de
inimputabilidad puede significar una privación de libertad mayor a la propia pena de prisión
perpetua.
Por los años 60 del siglo pasado hubo un movimiento que denunció la politización de los conceptos
del sistema psiquiátrico, llegando a una negación de la psiquiatría tradicional, que fue la
antipsiquiatría.
El concepto de imputabilidad, si bien es político como todo concepto jurídico-penal debe ser
construido sin prescindir del límiteóntico que le impone la existencia innegable dela psicopatología y
peligrosidad del poder punitivo para la persona con una padecimiento psíquico, como realidades del
mundo.
1. El poder punitivo no se ejerce solo por agencias del sistema penal, pero cualquiera sea la
forma que asuma, el derecho no puede habilitarlo ilimitadamente ni fuera de las pautas de
mínima racionalidad en ningún caso, sea la persona capaz o incapaz.
2. Hay situaciones en que la condición psíquica de la persona hace que nadie pueda reprocharle
razonablemente que no se haya comportado conforme al derecho.
4. El derecho penal debe contener tanto el poder punitivo de las agencias del sistema penal
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 113
como el que ejerzan las agencias de la salud.
5. No se puede tolerar el ejercicio del poder punitivo para señalar que al estado no le gusta que
la gente consuma ciertos tóxicos o que se suicide o autolesione, pero tampoco para simular
que los pacientes psiquiátricos son ciudadanos, manicomizando a los disidentes o
masacrando psicóticos en las prisiones.
6. A la personas cuyo comportamiento las hacen más vulnerables que al resto, debe
preservárselos hasta donde sea posible de un poder punitivo que los aniquilara.
7. Los pacientes psiquiátricos deben ser ampliamente escuchados por los jueces en el proceso
penal y posteriormente, en especial cada vez que sea necesario discutir su capacidad jurídica.
En los casos de inconciencia no hay voluntad y, por ende, no hay conducta. En cambio, los casos en
que la conciencia funciona pero perturbadamente, pueden dar lugar a otras incapacidades más
profundas, es decir, si la perturbación de la conciencia no ha motivado una ausencia de tipicidad, nos
encontraremos con la posibilidad de una ausencia de culpabilidad.
A todo complejo funcional que desemboca en la conciencia se lo llama sensorium, no hay una
definición satisfactoria. Para determinar su perturbación se toman en cuenta fundamentalmente la
ubicación en el tiempo y el espacio psíquicos. Para la imputabilidad lo que interesa es solo el grado de
esfuerzo que la persona debe haber realizado para comprender la antijuricidad de su conducta, sin
importar si esta es normal o patológica. Cuanto mayor sea la perturbación de la conciencia observada
por el juez con ayuda del perito, mayor debió ser el esfuerzo del sujeto para comprender al
antijuricidad y menor debe ser la reprochabilidad.
La imputabilidad es una característica de la conducta que depende de un estado del sujeto. Por ende,
la capacidad de culpabilidad debe establecerse para cada delito concreto. Lo que interesa es que haya
una perturbación de la conciencia, producidas por insuficiencia o por alteración morbosa de las
facultades.
Las alteraciones morbosas son un supuesto más de insuficiencia, pero se lo precisa por separado,
porque algunas defecciones provocan aumento de ciertas funciones, como por ejemplo la
taquipsiquía (aceleración de la ideación), tanto que la persona no llega a completar las ideas que
expresa.
Existe una interpretación tradicional de la fórmula del inc.1 del art. 34, según la cual el estado de
inconciencia debe identificarse con el trastorno mental transitorio, sea o no patológico. Esta
interrelación es objetable porque, en sentido semántica la alteración morbosa no es sinónimo de
alineación mental y la insuficiencia de estas no se agota en oligofrenias.
La identificación de la alteración morbosa con la alineación mental es conocida como tesis alienista y
proviene de un discurso médico que clasifica a las personas en imputables e inimputables, según
fuesen o no alienados mentales. Cuando el código se refiere a la insuficiencia de las facultades y a la
alteración morbosa, precisa sus efectos psíquicos, de origen morboso o no, que pueden sintetizarse
en perturbación de la conciencia.
Dentro de la insuficiencia de las facultades caben todas las oligofrenias, es decir, los casos en que hay
una falta de inteligencia congénita o producida por detención del desarrollo, que reconocen tres
grados, (profundo, medio y superficial, llamados tradicionalmente idiocia, imbecilidad y debilidad
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 115
mental), a condición de que no provoquen una incapacidad más profunda. También pueden generar
incapacidad las demencias, las psicosis endógenas y exógenas.
En el delirio, el paciente en apariencia esta lucido y guarda una relación normal con el mundo
objetivo, salvo en cuanto a la temática delirante. El delirante posee un grave alteración de toda su
relación con el mundo. Hoy se coincide que la conciencia es un todo y semejante alteración no es más
que la manifestación de que todo el sesorium está muy perturbado.
La neurosis, que algunos llaman “enfermedad por causas psíquicas” y otros no las consideran
enfermedades, por lo general no dan lugar a inimputabilidad. No obstante, toda neurosis tiene un
núcleo problemático y provoca una alteración de la personalidad., llevando al sujeto a un estado en
que no comprenda la antijuricidad de su conducta.
En cuanto a las toxicofrenias, el problema es muy amplio. En general, la conducta realizada durante
un episodio de intoxicación aguda protagonizado por un individuo que puede calificarse de
toxicofrénico, es decir, que tiene incorporado el tóxico a su forma de vida, especialmente cuando lo
tiene incorporado a su metabolismo en forma que no puede prescindir de él sin padecimiento físico,
es un claro caso de inimputabilidad, en que ni siquiera puede pensarse en la responsabilidad por
tipicidad culposa de la conducta de intoxicarse, puesto que el sujeto es inimputable también por esa
conducta, porque si bien tendrá la capacidad de comprender la antijuridicidad, no tiene la de dirigir
sus acciones conforme a esa comprensión.
Entre las perturbaciones graves y transitorias de las conciencia que dan lugar a la inimputabilidad,
suelen mencionarse los episodios de intoxicación aguda siempre que no llegue a coma, la llamada
ebriedad del sueño, ciertos estados oníricos y crepusculares, la psicosis postparto y las alteraciones
emocionales que dependiendo de su intensidad, pueden perturbar la conciencia hasta provocar la
inimputabilidad.
En el caso en que la embriaguez hay sido provocada por el propio agente debe analizarse la posible
tipicidad culposa de la provocación o, en los casos en que la mera conducta de intoxicarse configure
por si misma una tentativa, la posible tipicidad dolosa. La tipicidad culposa queda eximida en los
casos en que no haya tipo culposo como también cuando la intoxicación aguda sea un episodio
dentro de un cuadro general de intoxicación crónica.
El toxico criminógeno es el alcohol que provoca graves hechos de sangre y muertes en el tránsito. La
ley 23.737 tipifica una serie de conductas referidas a tóxicos prohibidos. Se pena la tenencia, incluso
cuando sea para uso personal. Si es para uso propio y el tenedor es dependiente, se lo someterá a un
tratamiento y si en 2 años está curado se extinguirá la acción penal, sino se le impondrá la pena.
Desde el siglo XIX se sostuvo otra tesis que apelaba a las teorías de las acciones liberae in causa. La
acción del ebrio o de cualquier inimputable voluntario es una actionliberae in causa, no es libre en el
momento del hecho, pero lo es su causa, por lo que la culpabilidad se traslada a ese momento previo,
a la conducta realizada para ponerse en ese estado: si el sujeto se incapacitó accidentalmente, no hay
culpabilidad. Si lo hizo por puro gusto, pero sin poder prever el resultado, tampoco. Pero si lo hizo
para causar el resultado, la responsabilidad será dolosa.
En nuestro CP no hay una fórmula general de la culpabilidad disminuida. No obstante, hay claros
casos de culpabilidad disminuida en el mismo, uno de los cuales es la emoción violenta del Art. 81 inc.
1 del CP.
El menor no es punible y se aplica el régimen de los menores de 16 años más medidas de seguridad.
b) Si el delito no es de acción privada, tiene pena privativa de libertad mayor a 2 años o haya
sido declarada su responsabilidad penal o civil.
Se aplican medidas tutelares; cumpliendo 18 años bajo las medidas el juez recibe un informe y
determina si:
CAPITULO 22
LA INEXIBILIDAD DE COMPRENSIÓN DE LA CRIMINALIDAD
PROVENIENTE DE ERROR (ERRORES EXCULPANTES)
Por cierto que quien cree estar haciendo otra cosa tampoco puede comprender la prohibición o la
punibilidad, pero porque no hay tipicidad (dolosa), lo que hace innecesario analizar la culpabilidad.
No tiene sentido preguntarse si podía comprender la ilicitud del homicidio quien no sabía que
causaba una muerte
En los errores exculpantes las consecuencias son diferentes, eliminan la culpabilidad cuando son
invencibles o no imputables (como dice la ley Art. 34 Inc. 1) pero no tienen nada que ver con la
tipicidad, de modo que aunque sean imputables o vencibles no pueden generar tipicidad culposa.
En tanto que el error de tipo vencible puede dar lugar a tipicidad culposa, el exculpante vencible
nunca puede convertir en culposo el injusto doloso.El error exculpantes solo afecta la reprochabilidad
del injusto, pero no lo altera.
La vencibilidad del error debe determinarse conforme a las condiciones personales del agente, y
nunca en función de una pretendida objetividad que acuda a una figura de la imaginación. Siempre se
reprocha a una persona concreta, en situación y circunstancias también concretas.
El error exculpante y la imputabilidad no son conceptos que deban separarse completamente, sino
que el grado de capacidad psíquica de culpabilidad puede incidir en la invencibilidad del error.
Para esta tesis, todo error eliminaba el dolo y, siendo vencible, podía dar lugar a un caso de culpa. Era
la teoría única del dolo o unitaria del error.
La teoría unitaria del error (derivada de la teoría del dolo) tiene dos consecuencias insalvables:
1. De carácter sistemático:Como para ella todo error elimina el dolo y el vencible da lugar a la
culpa, la consecuencia más notoria es que debe admitir la tentativa culposa, lo cual es un
verdadero monstruo lógico. Además, es difícil explicar cómo puede haber culpa o negligencia
en los casos en que el agente quiso el resultado que produjo.
La teoría de la culpabilidad también se bifurcó entre una teoría estricta y la llamada limitada. Esto
obedece a que, para quienes sostienen que la tipicidad es ratio essendi de la antijuridicidad las
circunstancias objetivas de una situación de justificación (que el sujeto crea que lo están agrediendo,
etc.) Formaría parte del tipo objetivo, debiendo ser captadas por el dolo y por ende, cuando se las
supone falsamente, ese error seria de tipo y no de prohibición. Por lo tanto estiman que la llamada
justificación putativa vencible da lugar a un delito culposo.
En cambio para la teoría estricta de la culpabilidad no es posible sostener que la justificación putativa
elimine el dolo, puesto que este queda afirmado en el nivel de la tipicidad, de modo que cualquier
error que recaiga sobre el carácter o entidad del injusto del acto producirá sus efectos en el estrato
analítico de la culpabilidad.
La llamada teoría limitadora de la culpabilidad tiene casi las mismas consecuencias sistemáticas y
político-penales que la teoría unitaria del error, debe admitir la tentativa culposa y deja impunes los
errores vencibles de esa naturaleza cuando no existe tipo culposo. El esfuerzo por quitar el error
vencible sobre la situación de justificación del ámbito del error exculpante (para considerarlo error
vencible de tipo, al igual que la teoría unitaria del error) choca con el inconveniente de que no puede
negar la voluntad dirigida a lesionar) Por ello, no faltan quienes admiten que se trata de tipicidad
dolosa, sosteniendo que solo por razones político-criminales es aplicable la pena del delito culposo
Pero quienes pueden beneficiarse con estas razones político-criminales son, por regla general, los
agentes del propio estado.
Mientras el ciudadano contribuyente que yerra en su declaración impositiva por error vencible
En general, casi siempre que haya un error exculpante vencible, particularmente cuando hizo actual al
agente sin conocimiento del contenido injusto del hecho, la culpabilidad será de menor intensidad,
porque la comprensión tuvo dificultades que no le son imputables totalmente al agente.
Como el código no contiene una formula general de la culpabilidad disminuida o atenuada, se plante
la dificultad de establecer las escalas penales en los errores vencibles sobre la criminalidad que
determinen un menor grado de culpabilidad.
Para ello se propuso aplicar el art. 35 que señala la pena del delito culposo. Pero este artículo no
presupone un error, por lo que no corresponde su aplicación. Por ende, la única solución es hacer uso
de los criterio del Art. 41 sin perjuicio de que, en los supuestos en que los mínimos legales resulten
desproporcionados respecto del grado de culpabilidad, se imponga una pena por debajo de ello, que
siempre se han de considerar indicativos atacando las leyes de mayor jerarquía (constitucional e
internacional) que imponen la adecuación de las penas al grado de culpabilidad.
5. El error indirecto de prohibición por falsa suposición de un supuesto de justificación (cree que
es agredido y se defiende)
El error puede ser inverso, o sea llevar al agente a creer que comete una acción típica y antijurídica,
cuando la conducta no tiene ese carácter (delito putativo o imaginario) Existe general acuerdo en que
estas acciones no son punibles, porque la imaginación del autor no crea la antijuridicidad.
La única dificultad que se plantea es su eventual distinción con la tentativa inidónea o delito
imposible, sobre lo cual suele decirse que el delito imaginario es un error de prohibición invertido, en
tanto que la tentativa inidónea es un error de tipo invertido.
El delito imaginario no se puede relevar, ni siquiera cuando en un error de prohibición invertido, por
efecto del error sobre la situación objetiva, resultare que en realidad se comete una acción típica) el
llamado doble error). Se pone como ejemplo quien imagina que el ratón es un animal cuya caza está
vedada y dispara sobre uno de ellos, creyendo que su conducta es antijurídica. En realidad actúa
antijurídicamente porque confundió una comadreja-cuya caza esta verdaderamente prohibida- con
un ratón.
a. Se asemeja al error de tipo en que este último también impide esa comprensión, pero se
distingue de él en que no afecta para nada la tipicidad.
b. Se parece al error sobre una situación objetiva de inculpabilidad (el que empuja a otro para
salir antes de un supuesto incendio que no es tal) en que también elimina la culpabilidad,
pero este último lo hace sin impedir la comprensión de la antijuridicidad, sino porque limita
el ámbito de autodeterminación.
c. Se distingue del error sobre la punibilidad (el que cree que le hurta al padre y lo hace a un
El error de conocimiento de la prohibición que impide la comprensión del carácter antijurídico del
acto, puede ser un error directo o un error indirecto de prohibición.
El error directo de prohibición es el que recae sobre la norma misma, es decir, sobre la representación
de la valoración jurídica del acto conforme a la norma prohibitiva (el del turista mencionad)
Otra forma que puede asumir es la de error limitado a la relevancia penal o típica de la antijuridicidad,
lo que tiene lugar cuando el agente de la antijuridicidad de su acción, pero cree que esta solo acarrea
sanciones civiles o administrativas. Este error afecta el conocimiento de la relevancia penal de la
antijuridicidad, que es requisito implícito en la exigencia de posibilidad de comprensión de la
criminalidad requerida por la ley.
En cualquiera de estas hipótesis se trata de claros casos de error de prohibición directo, por
desconocimiento de la norma pues el error en cuanto a la interpretación no es mas que un
conocimiento insuficiente acerca de ella (es decir, en definitiva también un desconocimiento) en
tanto que el error de validez importa análoga insuficiencia, pero de la norma encuadrada dentro del
orden normativo.
El error directo que recae sobre el conocimiento de la prohibición puede ser tanto error facti como
Un caso lo configura la ignorancia del agente acerca del deber jurídico que le incumbe, siempre que
este no se derive en el desconocimiento de algunos de los elementos requerido por el tipo objetivo
(cuando el sujeto ignora la calidad de la que emerge el deber en cualquiera de los cualquiera de los
delictapropria: ignora que es pariente, funcionar, depositario, etc.) en cuyo caso se trata de un error
detipo.
Configura un error directo de prohibición la falsa suposición de un conocimiento inexistente o sea, los
errores acerca de la aquiescencia cuya ausencia no sea elemento configurados del tipo objetivo. Se
trata de supuestos en los que el agente supone que el sujeto pasivo ha aceptado, por ejemplo:
conductas de riesgo que en realidad no había consentido porque desconocía el peligro o quien
suponeque el sujeto pasivo ha consentido.
Error de prohibición directo sobre el alcance de la norma es también el de quien cree erróneamente
estar realizando una conducta que es fomentada por el derecho, como puede ser la práctica de una
cirugía con finalidad terapéutica, pero que en realidad se ignora que no es necesaria.
En los delitos omisivos es necesario distinguir entre el error que recae sobre la situación objetiva de la
que se deriva la posición de garante (padre, cónyuge, médico de guardia, etc.) cuyo desconocimiento
dará lugar a un error de tipo, y el relativo al desconocimiento de deber de cuidado que de esa
posición se deriva, cuya ignorancia debe ser tratada como errorde prohibicióndirecto.
El tema se superpone en parte con la llamada conciencia disidente o autoría por conciencia que tiene
lugar cuando los valores personales del agente no coinciden con los de la ley y este experimenta el
apartamiento de sus valores como un sufrimiento de conciencia. si bien resulta obvio que no es
posible dejar la exigencia del derecho librada a la conciencia individual este principio tiene límites que
no es sencillo establecer, pues la libertad de conciencia constitucional debe balancearse
adecuadamente con ella, especialmente en todo lo derivado de la libertad de cultos.
El error de comprensión permite eludir la absurda teoría de que los indígenas son inimputables, la
apelación a una genérica y supralegal inexigibilidad de otra conducta o la artificiosa construcción de
un estado de necesidad. El matrimonio indígena a temprana edad no es delito simplemente porque
los pertenecientes a esa cultura no pueden comprender que lo sea, y no por inexigibilidad ni por esta
de necesidad
a. La falsa suposición de que existe una causa de justificación que la ley no reconoce (falsa
creencia en la existencia de un precepto permisivo).El autor cree que la ampara una causa de
justificación que la ley no reconoce y presenta las mismas modalidades que el error directo
de prohibición por desconocimiento de la norma misma, es decir puede consistir en un falsa
suposición de la norma, pero también en un error de validez de ésta y, por ende, asumir la
forma de un error juris o de un error facti, caso este último en que tendría lugar cuando el
agente creyese estar en un ámbito territorial diferente o estar en otra fecha.
a. Los que recaen sobre la situación objetiva de necesidad exculpante, (falsa suposición de una
situación objetiva de necesidad exculpante)
b. Los referidos a causas personales de exclusión de la punibilidad (falsa suposición de causas de
exclusión de penas).
CAPITULO 23
LA INEXIBILIDAD DE OTRA CONDUCTA POR LA SITUACIÓN
a. La comprensión de la antijuridicidad
b. De la adecuación de la conducta a esa comprensión
a. El estado de necesidad exculpante, el cual halla fundamento en el Art. 34 Inc. CP : “el que
obrare violentado por amenazas de sufrir un mal grave e inminente”.
Hay que tener en cuenta que cuando concurren dos o más causas de inculpabilidad, debe primar la
que importe menor injerencia en los bienes jurídicos del agente. Así, cuando concurra la inexigibilidad
de comprensión de la antijuricidad por incapacidad psíquica y un estado de necesidad exculpante, no
podrá imponerse la medida de derecho psiquiátrica del Inc. 1 Art. 34, sino la de derecho psiquiátrico
civil, si fuese procedente. Cuando la concurrencia sea de causas de inculpabilidad que tienen los
mismos efectos jurídicos, no prima ninguna de ellas.
“[…] el que obrare violentado por amenazas de sufrir un mal grave e inminente.”
El estado de necesidad exculpante tiene lugar cuando el mal que se evita no es mayor que el que se
causa, pues de lo contrario cabría estado de necesidad justificante. El mal puede provenir de un acto
humano tanto como de acontecimientos naturales. Se ha pretendido interpretar este dispositivo
como limitado a una acción humana (coacción). Para ello se ha tomado la palabra amenazas en
sentido literal, como indicador de un acto humano. Pero junto al sentido estricto, el verbo amenazar
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 126
también tiene un sentido figurado, que es el de presagiar un daño. En este segundo sentido, la
amenaza puede ser una vivencia y el daño puede provenir de un peligro generado por otro o por la
naturaleza.
El Estado de necesidad exculpante tiene lugar cuando entran en conflicto males equivalentes o
cuando se sacrifica el bien mayor.
Se necesitan causas mucho más limitativas de la autodeterminación para excluir el reproche del
injusto más grave.
La culpabilidad jurídico penal, la misma reducción del ámbito de autodeterminación que neutraliza el
reproche de un injusto menor (el cometido pro quien no tiene un debe especial) no puede neutralizar
el de un injusto mayor (el cometido por quien viola el deber especial). La exigencia de abstenerse del
injusto más grave siempre es mayor que la de abstenerse del más leve y por ende, se necesitan
causas más poderosamente limitativas de la autodeterminación para excluir el reproche del mas
grave leve.
• Que dicho mal sea “grave”; ya que resultaría irracional exculpar injustos contra inocentes
para evitar males menores.
• Que además de grave, sea “inminente”, es decir, que se haya efectuado la provocación del
mal.
En cuanto a la gravedad del mal amenazado, no sólo pueden ser graves los peligros para la vida, la
salud o la libertad sexual, sino también los que pueden afectar la propiedad, la libertad e incluso
bienes jurídicos colectivos, o los que directamente pueden afectar la libertad individual; sin gravedad
el sujeto no puede hallarse violentado, puesto que nadie es violentado por la amenaza de un mal
ínfimo.
Se pueden destacar los ejemplos conocidos, como el de “La tabla de Carneades”, en el que un
náufrago le quita la tabla a otro, la cual sólo alcanza para mantener a flote a uno de ellos; o el “Caso
de la cigüeña”, en el que los trabajadores de una empresa amenazaban a la persona que hacía nacer a
En la ley argentina, tiene efecto exculpante la necesidad creada por la amenaza de pérdida del
empleo, único medio de subsistencia, que sin duda es un mal grave e inminente.
El código penal no exige que el mal que se quiere evitar deba recaer directamente sobre bienes
jurídicos del necesitado, sino sólo que constituya para él un mal grave e inminente. Es cuando la
afectación directa recaería sobre bienes jurídicos de personas estrechamente ligadas al sujeto.
En el caso de que la situación de necesidad sea provocada por el propio sujeto, cualquiera haya sido
su intención, la única solución es la tipicidad culposa de la conducta, ya que se considera típica,
antijurídica y culpable la conducta que provoca la situación de necesidad que causa una muerte.
El fundamento legal de la inculpabilidad en caso de Error Invencible, se halla en el inciso 1° del Art. 34
del CP:“El que no haya podido en el momento del hecho, *…+ por error o ignorancia de hecho no
imputable, comprender la criminalidad del acto *…+”. Pues dentro de la criminalidad, debe
entenderse incluida la culpabilidad, es decir, la comprensión de que se dispone de un ámbito de
autodeterminación.
Esta particular categoría de error, no deriva de una construcción paralela a la del error de prohibición
indirecto, sino que se traduce necesariamente en un error de punibilidad. Como se ejemplificó
anteriormente, quien por error invencible cree que es exculpado ocultar a la justicia al hijo de su
primo, porque cree que ese grado de parentesco se halla comprendido en determinada norma, está
en un error invencible acerca de la punibilidad de su injusto y debe ser exculpado, pero por error
invencible de punibilidad.
La necesidad exculpante putativa invertida, tiene lugar cuando se da la existencia real de la situación
La necesidad exculpante en los delitos culposos, ofrece un ámbito de aplicación importante; tales
como el cansancio físico y psíquico, que provocan agotamiento del cuerpo y de la mente, los cuales
sin duda se traducen en claras violaciones al deber de cuidado y que, frecuentemente, son supuestos
de inculpabilidad.
La mayoría de la doctrina coincide en que se trata de la obediencia que se debe al superior jerárquico
administrativo; ya que el código no establece la clase de obediencia a la que se refiere.
Aunque no se deben descartar los casos de obediencia doméstica o laboral, si configuran situaciones
de necesidad exculpante.
Se la ha considerado como caso de ausencia de conducta, como causa de justificación, como causa de
inculpabilidad, y hasta podría ser tratada como supuesto de causa personal de exclusión de la
punibilidad.
La fórmula legal no distingue según que el contenido de la orden sea lícito o ilícito; tampoco tiene en
cuenta si el inferior podía revisarla o no, y ni siquiera si es formalmente válida o si el contenido ilícito
es evidente; con lo cual, es absolutamente inútil, ya que sólo exime cuando opera alguna de las otras
eximentes.
Los distintos supuestos que pueden presentar obediencia debida o jerárquica son los siguientes:
1. Orden legítima y contenido lícito: es deber del inferior cumplirla y, por consiguiente, el caso
es un simple cumplimiento de deber jurídico.
3. Orden formalmente lícita y contenido antijurídico manifiesto (o que el inferior tenga el deber
de revisarla): no obstante todo esto, el inferior la cumple porque de esa manera evita un mal
mayor. Son supuestos de estado de necesidad justificante.
4. Orden manifiestamente antijurídica: que el inferior no haya revisado la legalidad, que lo haya
El sujeto se encuentra seriamente limitado, en forma análoga a la coacción, sólo que la limitación no
proviene en este caso del medio externo, sino del propio psiquismo del autor en cuadros que, con
frecuencia, presentan dificultades de diagnóstico.
En el caso de las compulsiones, la culpabilidad queda eliminada, ya que ésta se define como un tipo
de conducta que el sujeto se ve obligado a realizar por acción de una exigencia interna cuyo
incumplimiento genera angustia, que en casos extremos, puede llevar a la despersonalización. En
cambio, en los casos de impulsiones habrá disminución de culpabilidad, dependiendo del grado de
limitación de la autodeterminación del sujeto.
B.- LA TÓXICODEPENDENCIA
La dependencia tóxica, se caracteriza por modificaciones del comportamiento, que pasan del abuso
grave a la compulsión irremediable, un consumo continuo a fin de evitar malestares producidos por
su privación (abstinencia). El dependiente tiene la posibilidad de comprender la criminalidad de sus
conductas, pero mediando un cuadro de dependencia física carece de suficiente capacidad para
actuar conforme a esa comprensión si se presenta el síndrome de abstinencia, que siempre se
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 130
traduce en un fuerte malestar físico, el cual según la sustancia puede ir acompañado de convulsiones,
delirios, pérdida del conocimiento, etc. Cuando el cuadro es tan grave, no es exigible la adecuación de
la acción del sujeto a la comprensión de la antijuridicidad y, por tanto, debe concluirse en la
inimputabilidad de la conducta.
Nadie en la doctrina ha pretendido negar esta consecuencia, ya que implicaría el disparate de hacer
típico el curso de una enfermedad; o pretender que el dependiente siempre tenga la alternativa de
someterse a tratamiento antes de cometer un injusto, ya que es un enfermo y no un sujeto sano en
estado de necesidad.
AUTORES
INSTIGADORES
CONCURSO DE PERSONAS quien induce a alguien a hacer
EN EL DELITO algo
PARTICIPES
CÓMPLICES
quien coopera con el autor.
Coopera en el delito ajeto
Pero el código adopta un criterio especial para la fijación de las penas, introduciendo una distinción
entre los cómplices, según que estos sean cómplices secundarios o cómplices primarios, que prestan
al hecho una cooperación imprescindible para su realización conforme al plan concreto, pero que no
pueden ser considerados autores porque carecen de los requisitos típicos para serlo. En tanto que los
cómplices secundarios tienen una pena atenuada, los primarios tienen la misma que el autor.
El autor es quien realiza la conducta típica. Resulta absurdamente estrecho, porque si dos personas
asaltan a un tercero, y mientras uno lo amenaza con una arma, el otro lo despoja de sus
pertenencias, la primera había cometido un delito de coacción y la segunda uno de hurto y ninguno
seria autor de robo.
También quedarían fuera de la autoría todos los casos de la autoría mediata, porque quien cambia las
balas de fogueo de una representación teatral por balas de plomo, no realiza la acción típica de matar.
Procura establecer una diferencia cuantitativa entre el aporte del autor y el del participe en el plano
de la causalidad (diferenciando causas determinantes coadyuvantes). Sin embargo fracaso el intento
de todos los ensayos de distinción limitativa de la causalidad.
La doctrina se inclinó a busca la delimitación conceptual entre autores y participes por el camino de lo
subjetivo. Dicho intento partía de la tesis de la equivalencia de las condiciones, pero caracterizaba al
autor mediante un elemento del ánimo (subjetivo); así, seria autor quien quiere el hecho como
propio en razón del animus auctoris con que opera (a diferencia del animus socii que configuraría un
rasgo propio de la participación).La crítica que se le hace a esta teoría es que no se explica cómo
pueden ser autores los que no reúnen requisitos típicos para no serlo.
La teoría final objetiva tiene se sienta sobre la base del dominio del hecho, y hasta hoy es seguida por
la doctrina mayoritaria; según ella, el autor es quien domina el hecho, retiene en sus manos el curso
causal, puede decidir sobre si y el cómo, quien puede decidir la configuración central del
acontecimiento. De varios concurrentes en un hecho, es autor quien actúa con plenitud de su poder
tal que es comparable con la del autor individual.
En efecto autor y hecho son término de un juicio analítico y no sintético, pues sin dominio del hecho
no hay autoría dolosa. La dominabilidad es el presupuesto objetivo del dominio.
La tesis del dominio del hecho tiene antecedentes en Argentina, en el siglo XIX, Adán Quiroga
enunciaba un criterio que es exactamente el que maneja la dogmática: “los que ejecutan el delito por
su hecho y los que toman y conducen a la víctima, los que han cometido violencia en la persona de los
dueños de casa; en fin hasta los criados que abren las puertas, siempre que ese acto haya sido
indispensable para el delito, son autores de rapto; pero no sucede lo mismo con los que vigilan la
casa, los que prestan los instrumentos que puedan suplirse, los que borran los rastros del delito, etc.,
porque su participación es indirecta y accesoria”.
El concepto de dominio del hecho se asienta sobre la finalidad de la conducta, que lo aproxima al
dolo, del que debe distinguirse, toda vez que con dolo también actúan los partícipes que no tienen el
El dominio del hecho se presenta en forma concreta, que puede ser la de dominio de la acción (es el
que tiene el autor que realiza el tipo de propia mano), la de dominio funcional del hecho (es la idea
central de coautoría, cuando se presenta en la forma de una división de tarea en la etapa ejecutiva), y
la del dominio de la voluntad (es la idea decisiva de la autora mediata, y tiene lugar cuando se domina
la voluntad del otro, sea por necesidad o por error).
Autor Directo
Autor Mediato
•Aparece cuando el agente se vela de otro que actúa pero no conoce el injusto, sea porque
actúa sin tipicidad objetiva, sin dolo o justificadamente. Será el que para cometer un homicidio
se vale del actor mediante el reemplazo de balas de fogueo por otras de plomo,
indiscutiblemente tiene en sus manos el dominio del hecho, pues el actor no sabe lo que hace
(error de tipo, ausencia de dolo).
•También será el que amenaza de muerte a otro colocándole una ametralladora en la sien
para que escriba una carta injuriante a un tercero, tiene el dominio del hecho respecto del
delito de injurias, porque si bien quien escribe actúa con dolo, el que tiene la ametralladora
domina el hecho al crear la situación de necesidad para el otro, colocándolo en una posición en
la cual el derecho le permite la conducta antinormativa. En otras palabras tiene el dominio del
hecho porque se esta valiendo del permiso legal que tiene otro a raíz de la situación en que él le
ha colocado.
La autoría mediata no siempre presupone una autoría directa por parte del interpuesto, porque en el
caso del que actúa sin dolo (el actor con las balas de plomo) no puede ser actor doloso del delito
(como máximo podrá ser culposo).
Suele decirse que hay autoría mediata cuando el agente se vale de otro que actúa inculpablemente,
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 134
es decir, de otro que comete un injusto inculpable, osea, que es inimputable, se halla en error de
provisión o en una situación de necesidad exculpante. Zaffaroni no cree que este supuesto configure
una autoría mediata por entender que la falta de reprochabilidad de la acción del interpuesto no
siempre proporciona al determinador el dominio del hecho.
En efecto, el determinador tiene el dominio del hecho cuando es autor directo porque se vale de
quien no realiza una conducta. También tiene el dominio del hecho el que se vale que otro se halla en
error de tipo, porque el interpuesto no tiene la dirección de la acción al resultado (el actor no dispara
para matar). También tiene dominio del hecho quien se sirve del que cumple con un deber jurídico,
porque el determinado esta conminado por el orden jurídico a realizar la conducta y el determinador
crea la circunstancia en que esa conminación opera. Quien se vale del que actúa justificadamente,
también domina el hecho al colocar o usar la situación del otro, que el derecho ampara con un
permiso y cabe suponer que hará uso del mismo antes el mal mayor que lo amenaza.
La determinación del inculpable por lo general es instigación pero no autoría, y esto se confirma
cuando se tipifica la instigación al suicidio y se lo hace precisamente como instigación, porque si la
determinación del inculpable fuese autoría, la gran mayoría de los casos de instigación al suicidio
serian homicidios. La existencia del dominio del hecho en caso de inculpabilidad del interpuesto no
puede presumirse.
5.-LA COAUTORÍA
Pueden concurrir varios autores en un delito. Si cada uno de ellos realiza la totalidad de la conducta
típica, habrá una autoría concomitante, pues cada uno de ellos tendrá el dominio del hecho. Pero
también puede desarrollarse los hechos de otra manera, donde haya una división de tarea.
Estos casos de reparto de tareas se resuelven por el llamado dominio funcional del hecho, que tiene
lugar cuando el aporte que cada uno realiza al hecho es de tal naturaleza que, conforme al plan
concreto, sin ese aporte el hecho no podría llevase a cabo según dicho plan. En este caso tenemos un
supuesto caso de autoría y no de participación. No puede decirse a priori si el llamado campana es
coautor o participe, sino frente al plan concreto del hecho, si la campana solo facilita la consumación,
de modo que esta pueda lograse más rápidamente, será un participe, pero cuando sin el campana el
hecho no podría haberse cometido, sería un coautor.
Naturalmente en la coautoría, cada uno de los coautores debe reunir los requisitos típicos exigidos
para ser autor. Cuando estos falten, por mucho que medie la división de trabajo y un aporte necesario
para la realización del hecho conforme al plan concreto, no habrá coautoría, sino complicidad
necesaria. Se trata de una limitación legal al principio del dominio del hecho.
No hay participación dolosa en un delito culposo. Si un sujeto le indica a un miope que solo ve un
bulto que dispare sobre esté porque se trata de un jabalí, es absurdo pretender que media una
instigación dolosa al delito de homicidio culposo, porque se trata de una autoría mediata del delito de
homicidio doloso.
No hay participación culposa en un delito culposo. Cuando quien va junto al chofer y le convence de
que viole una norma de tránsito y con ello produce lesiones a una persona, al convencerle ha puesto
una causa, y resulta autor culposo y no partícipe.
Cuando un sujeto quiere jugar a otro una broma y le convence de que no hay profundidad en las
aguas en las que nada, sabiendo que el otro no sabe nadar, y un tercero desde la costa le dice lo
mismo, y decide al sujeto a arrojarse al agua, el que está en la costa es tan autor como el que está en
el agua, porque ambos han sido causantes del resultado. Todas estas son consecuencias de que la
diferencia de que el autor doloso es quien tiene el dominio del hecho y el culposo es el causante del
resultado.
Los delicta propia o delitos propios son aquellos en los que el autor debe presentar ciertos caracteres
que están exigidos en el tipo objetivo, por oposición a los delictacomunia, en que el autor puede ser
cualquiera. Así, no puede cometer cohecho pasivo el que no es funcionario, ni charlatanismo quien
no es médico, tampoco prevaricato quien no es juez ni abogado, ni parricidio el que no es pariente,
etc. En estos delitos no cabe la autoría mediata por parte de quienes no tienen esos caracteres.
El código penal se refiere a los que prestaren al autor o autores un auxilio o cooperación sin los cuales
no habría podido cometerse, es decir si ese auxilio o cooperación debe prestarse al autor o autores,
esto significa que quienes lo prestan no son autores. Pues solo quienes pesea hacer un aporte
indispensable, no pueden ser autores por tratarse de delitos propios o de delitos de propia mano. El
que ejerce fuerza inmovilizando a una mujer mientras otro la viola, no es coautor de la violación,
La participación debe ser siempre accesoria de un injusto doloso ajeno; no puede haber participación
criminal (instigación o complicidad) en la conducta de otro, si está no es típica y antijurídica.
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 137
De la última parte del artículo 47 del código penal surge que la pena del cómplice, en caso de que el
autor hay intentado el delito sin consumarlo, se determina conforme a los principios de tentativa y de
la participación, lo que indica claramente que la participación es accesoria del hecho principal, es
decir que si el hecho penal se intenta, el participe será penado conforme a la escala del delito en
grado de tentativa y con la propia de la participación (puede ser la pena igual a la del autor o una
pena reducida en caso de complicidad secundaria). Si el autor se queda en la etapa preparatoria, o
sea, si no intenta en hecho, la tentativa de complicidad será atípica y por ende, no habrá manera de
penarla.
10.-ESTRUCTURA DE LA PARTICIPACIÓN.
Dado que la participación lo es en un injusto doloso, externa u objetivamente requiere que el hecho
principal se halle en una etapa ejecutiva para que la participación sea punible, es decir, que por lo
menos el injusto se haya intentado. Mientras no media un acto de tentativa por parte del autor del
injusto, la conducta del participe en los actos preparatorios es atípica. Si alguien paga una suma de
dinero a otro para que mate a un familiar y el supuesto sicario la emplea para pagar el alquiler de su
casa y no mata a nadie, no hay tipicidad alguna de instigación, salvo la de posible estafa del supuesto
sicario.
Hay tentativa atípica de participación, cuando esta es ineficaz; cuando alguien quiere instigar a quien
ya está decidido, cuando alguien quiere cooperar aportando un elemento inútil (una información que
ya dispone el autor).
Participación en Cadena
La participación puede darse en forma eslabonada, es decir, la participación en cadena, que tiene
lugar cuando se instiga a instigar, se induce a la complicidad, se es cómplice en la instigación o se es
cómplice del cómplice. Así, hay participación en cadena cuando se decide a alguien para que
convenza a otro de que elimine a su enemigo, cuando se mueve a otro a que opere en el asalto a un
banco que cometerá un tercero, cuando se ayuda a otro a convencer a un tercero para que defraude
a la empresa en la que trabaja, o cuando se le repara el arma que otro va a entregar al que ejecutara
un homicidio. En todos estos casos, la tipicidad de todos los participantes dadas en cadena
dependerá de que el auto al menos comience a ejecutar el injusto y no de que el otro participe
intente la participación.
Es posible que concurran diferentes formas de participación; el que instiga también puede cooperar
en la ejecución del hecho. En tales supuestos las formas más graves de participación absorberán las
más leves; la instigación y la complicidad primaria absorberán a la complicidad secundaria.
El 47 del CP dispone: “Si de las circunstancias particulares de la causa resultare que el acusado de
complicidad no quiso cooperar sino en un hecho menos grave que el cometido por el autor, la pena
será aplicada al cómplice solamente en razón del hecho que prometió ejecutar”. De aquí resulta el
requisito de que la participación sea siempre dolosa y al participe se le pene en la medida de su dolo.
La tipicidad de la participación cesa tanto por el error vencible como por el invencible, dado que no
hay participación culposa. Así, quien quiere cooperar en un hurto, pero ignora que el autor, antes de
recibir su cooperación, rompió la puerta del lugar, objetivamente está cooperando en un robo con
fuerza de las cosas, pero sólo será penado como cómplice de hurto. El que quiere cooperar con un
homicidio, pero ignora que esté es el hijo de la víctima, objetivamente cooperara en un parricidio,
pero solo será penado como cómplice del homicidio simple.
En todos estos casos no interesa si el cómplice, poniendo la normal diligencia, hubiese conocido la
fractura de la puerta o la calidad de hijo del homicida, porque al no haber participación culposa es
circunstancia es irrelevante.
Cuando el error recae sobre la magnitud e importancia del aporte, como sucede cuando quien cree
estar solamente cooperando, en realidad hace una contribución indispensable según el plan concreto
del hecho, o sea, que quien en realidad tiene el dominio del hecho (es coautor) lo ignora y cree que
Manual de Derecho Penal Parte General – Eugenio Zaffaroni Pá gina 139
es cómplice, debe decidirse conforme a los principios del error sobre atenuantes.
Es el ejemplo de quien conduce el vehículo creyendo que solo facilita la tarea de los ladrones, cuando
en realidad su intervención es necesaria para que éstos consumen el hecho, conforme a un plan
concreto al que aquél desconoce.
11.-INSTIGACIÓN
La instigación es una forma de determinación en la que el determinador no tiene el dominio del
hecho; determinar significa aquí hacer surgir en el autor la determinación al hecho, es decir, provocar
que el autor se decida.
El dolo del inductor debe estar dirigido a un determinado hecho y, por lo que la inducción desaparece
cuando no puede individualizarse la persona a quien se dirige la instigación o da lugar a otra tipicidad
cuando es pública e indeterminada. A su vez, debe estar referido a la ejecución de un hecho definido
en sus elementos esenciales o rasgos fundamentales. No puede ser objeto idóneo de la instigación el
que ya está decidido al hecho. No lo está quien duda si cometerá o no el injusto. No es necesario que
el instigador haga surgir la idea misma en el autor, sino que esta puede estar instalada en el autor,
siempre y cuando el instigador sea el quien decida a ejecutarla.
Siempre la instigación se lleva a cabo por un medio psíquico, intelectual o espiritual, desde que debe
influirse al psiquismo ajeno para que el autor tome la decisión. Por consiguiente, para que haya
instigación siempre debe haber un contacto psíquico entre el instigador y el autor.
La mayor parte de la doctrina expresa que la mera creación de la ocasión favorable no configura la
instigación. En el derecho argentino, se exige que la instigación sea hecha directamente, expresión
que no tiene el sentido de excluir la instigación en cadena, sino los medios indirectos, esto es, las
incitaciones sutiles, tales como las tentaciones o las sugerencias veladas y ambiguas.
12.-COMPLICIDAD SECUNDARIA
La complicidad secundaria consiste en una cooperación dolosa que se presta al autor de un injusto
penal doloso.
La cooperación es la ayuda que el autor acepta, en forma tácita o expresa, es decir que la misma
siempre requiere una cierta coordinación entre el autor y el cómplice hacia la obtención del resultado
típico.
El conocimiento de la ayuda y su aceptación por parte del autor, son presupuestos objetivos de la
tipicidad de la participación secundaria. Si el autor no se entera de la ayuda que se le presta, o si
En cuanto a la forma de la complicidad no obsta para que ésta pueda tener lugar por omisión, como el
funcionario que deja de cumplir su deber de vigilancia para permitir que otro cometa un delito.
Para que haya complicidad secundaria, la cooperación no debe ser necesaria para la comisión del
hecho, pues en tal caso el agente tiene el dominio del hecho y será autor.
Es requisito necesario que el aporte que hace el cómplice sea causal del resultado. La mediación de
una relación causal entre el aporte y el resultado es requisito de cualquier forma de participación y,
por consiguiente, también de la complicidad, sea que ésta asuma la forma de participación por
cooperación física o psíquica con el autor.
• El consejo técnico: es la que proporciona quien da indicaciones que facilitan al hecho, sea
que éstas lleguen a su conocimiento por vía de su experiencia, su capacitación personal o
profesional o sus indagaciones previas. En este sentido, el llamado entregador es cómplice
psíquico o intelectual, como también lo es el planificador (en tanto ninguno de ambos asuma
el papel de instigador).
• El reforzamiento de la decisión del autor: esta otra forma de cooperación psíquica debe ser
manejada con cuidado, pues la única forma de participación por fortalecimiento de la
decisión del autor que hay en nuestra ley es la promesa anterior al delito y está sometida a la
condición de ser cumplida con posterioridad. En otras palabras es cómplice quien promete al
ladrón que lo ocultara en su casa, pero no será punible si luego no lo oculta, o sea, que el
incumplimiento de la promesa es causa de cancelación de la penalidad. Pero no será
complicidad la conducta de quien aprueba entusiastamente la decisión ya tomada por el
autor de cometer el delito.
Dado que la naturaleza de las cosas impide la posibilidad de participar de un hecho pasado, las
promesas deben ser anteriores y la ayuda posterior al mismo; esto significa que la promesa puede
formularse durante la ejecución y mientras la misma se mantenga, debe cumplirse con posterioridad
a la ejecución y no durante el curso de la misma, cado en el cual sería un aporte material.
Una característica general de la complicidad secundaria es que ésta puede tener lugar tanto en los
actos preparatorios como en los ejecutivos y aun después de la consumación, con tal que sea antes
del agotamiento. Esto implica que es perfectamente posible la complicidad sucesiva, es decir, que el
cómplice puede intervenir en distintas etapas del desarrollo del delito.
La tentativa es una forma específica de estos últimos: sintetiza una formula general con la q se
criminaliza en razón del peligro de lesión, o sea, peligro de las conflictividades lesivas en que el
resultado se releva en el tipo como requerimiento ineludible. Siempre su contenido injusto es menor
que un delito de lesión.
La tentativa de delito es la más general de todas las anticipaciones punitivas, y señala el límite que el
poder punitivo no puede exceder.
Desde la decisión como producto de la imaginación del autor hasta el agotamiento de la ejecución del
delito, tiene lugar un proceso temporal: camino del crimen o itercriminis. Son sucesivos momentos
cronológicos:
• Concepción
• Decisión
• Comienzo de ejecución
• Culminación de la acción típica Acontecer del resultado típico Agotamiento del hecho.
1. Las etapas que corresponden al fuero interno del sujeto no pueden ser alcanzadas por la
tipicidad.
La prohibición de penar actos preparatorios reconoce excepciones; se siguen dos caminos diferentes:
1. Extender lo prohibido hasta abarcar una parte de la actividad preparatoria. Este grupo de
Las anticipaciones punitivas para estos supuestos son las únicas admisibles en el derecho argentino
como excepciones al principio general establecido en el artículo 42 del código penal.
La ley pena la tentativa porque implica un peligro para el bien jurídico. Es atípica toda acción q no
hubiera determinado q el bien jurídico en concreto haya corrido algún peligro. Consecuencia
necesaria, la pena de la tentativa es inferior a la del delito consumado, porque el peligro importa un
injusto menor q la lesión.
Teoría subjetiva
Teoría de la impresión
Convierte la tentativa en un delito de lesión, pues exige una afectación al sentimiento de confianza.
Para saber si este sentimiento está lesionado debe apelarse a lo que realmente sucede en la
confianza pública. Dicha lesión puede definirse: conforme a la construcción de la realidad de los
medios masivos de comunicación y dentro de estos habría que elegir cuales; o conforme a los
criterios subjetivos o intuitivos de los jueces. Ningún camino provee seguridad jurídica.
Esta teoría pretende fundar la paridad de gravedad de la tentativa con la consumación del dolo: si
este es ex ante racional en la imaginación del autor, no habría diferencia con el dolo del delito
consumado, aunque el resultado fuese imposible. Exceptúa solo el dolo irracional: matar con un
grano de sal.
El dolo es un dato más que se agrega al aspecto objetivo. Cumple la función de reducir lo abarcado
por el aspecto objetivo del injusto y nunca de ampliarlo. No basta con una causalidad lesiva si falta la
voluntad realizadora. No hay dolo sin cierta causalidad en el mundo real que ponga en peligro un bien
jurídico.
La pretensión de fundar la tentativa en el animus como dolo, lleva a extender el ejercicio del poder
punitivo a acciones no peligrosas por sistemáticamente atípicas o conglobantemente atípicas.
La idea del dolo siempre idéntico e inmutable, no permite q se conciba su alteración en el curso de un
proceso en que aun no es lo que tiende a ser. La condición humana es dinámica y por ende cambia
confrontándose identidad y diferencia.
Entre una lesión a la integridad física y la tentativa del mismo delito, la única identidad subjetiva que
puede establecerse esta dada por la razón necesaria y suficiente q orienta el desarrollo como fuerza
que tiene que llegar a ser, pero esta es otra subjetividad producto de una idealización que no puede
confundirse con el dolo ni con las intenciones en general.
Otro caso en que el agotamiento se separa de la consumación, es en los tipos que anticipan la
criminalización al estado previo al comienzo de lesión, también se presenta esta separación en los
tipos que no la requieren: sucede cuando alguien hurta una cantidad de sillas y las lleva en varios
viajes, el delito esta consumado con el apoderamiento de la primera carga de sillas, pero no se agota
hasta que no se lleva las últimas.
Están quienes niegan la posibilidad de distinguir entre actos preparatorios y ejecutivos y por ende,
pretenden penar todos los actos preparatorios.
a. Formal objetiva: exige q el autor haya realizado en forma efectiva una parte de la propia
conducta típica, penetrando así el núcleo del tipo. Indica como comienzo de ejecución el
inicio de la realización del respectivo verbo típico.Se ha criticado porque deja fuera de la
prohibición los actos inmediatamente anteriores a la realización de la conducta típica.
b. Material objetiva: parte de un principio q incluye en la tentativa las acciones que por su
vinculación con la acción típica, aparecen como parte integrante de ella, según una natural
concepción. Se fija en la conducta en general. Critica: apela mucho al lenguaje.
Siempre que un delito queda tentado es porque falló el plan concreto del autor, es decir, error en la
programación de la causalidad. Dicho error en la programación de la causalidad reconoce grados, q
van desde el error casi inevitable hasta la grosería desopilante. Para decidir ese plan concreto, desde
la teoría del dolo como representación, se sostiene que debe decidirse conforme a representación del
autor, lo que lleva a la punición de todas las tentativas in idóneas.
El peligro para el bien jurídico no debe ser imaginario sino real, que solo puede darse conforme al
criterio de lo que realmente hacia el autor y también se representaba correctamente como tal, es
decir, si realmente era la acción con q daba comienzo al verbo típico o era la inmediata anterior en la
particular forma por la que había optado para su ejecución.
Sin embargo, la teoría objetiva individual tampoco proporciona una regla del todo cierta para señalar
el límite entre los actos preparatorios y los de tentativa. Lo correcto es apelar a la ley.
La referencia al delito determinado del artículo 42 no excluye la posibilidad de una tentativa con dolo
eventual.
No debe confundirse el problema del dolo eventual con el requerimiento de una decisión cierta y
procesalmente probada de obtener el resultado o abarcativa de su producción, porque sin ella no
existe dolo. Por el contrario hay decisión cuando un sujeto ha tomado la resolución y solo deja la
ejecución condicionada a ciertos requisitos. Existe decisión cuando se da comida envenenada al perro
condicionando el robo a que la coma.
Es opinión dominante que la tentativa del robo comienza cuando se inicia la ejecución de la conducta
calificada. En el supuesto inverso, cuando la conducción calificante precede al tipo fundamental, cabe
entender que la tentativa se inicia con el comienzo de ejecución de la conducta calificante
precedente. Sin embargo también se ha sostenido que cuando la conducta calificante precede al tipo
básico, no habrá tentativa hasta que no comience la ejecución de este último, con el argumento de
que la tentativa no presupone el comienzo de ejecución de la conducta calificante, sino de la
totalidad del injusto.
Los delitos de pura actividad, cabe insistir en que admiten tentativa, y que esta es solo inadmisible
para los que sostienen la teoría formal objetiva. Vale recordar que estos no son delitos donde no hay
resultado, sino que se trata de tipos en que la mutación del mundo no está determinada en la ley.
En la autoría mediata, hay tentativa cuando se determina el sujeto interpuesto para que cometa el
hecho, y no cuando se determina a otro que actúa en forma meramente inculpable.
Se ha sostenido que los delitos que exigen habitualidad no admiten la tentativa, lo cual solo es
correcto desde la perspectiva de considerar que estos tipos demandan una pluralidad de acciones. La
solución no puede sostenerse que la habitualidad es un elemento subjetivo del tipo distinto del dolo y
la repetición de acciones forma parte de la misma tipicidad. Así, puede decirse que el tipo que exige
habitualidad demanda una acción acompañada de la intención de su repetición habitual, de modo
que mientras ese elemento subjetivo acompañe a la tentativa, esta será típica.
También es posible que quien comienza una ejecución con un injusto reprochable lo continúe hasta
su consumación en circunstancias que no hacen censurable la conducta.
Cuando la tipicidad posterior resulta punible, la anterior se mantiene interferida, pero cuando la
tipicidad posterior desaparece o se hace no punible por cualquier circunstancia, la tipicidad anterior
la subsidia o reemplaza.
Cualquiera sea la circunstancia x la que desaparezca la punibilidad de la etapa posterior, esta hará
desaparecer el obstáculo que interfiere la operatividad de la etapa anterior y, por consiguiente,
surgirá con toda su magnitud y en acto. Esto sucede también cuando la etapa posterior sea atípica.
Lo propio sucederá si la etapa posterior resulta justificada. Análoga será la situación cuando la etapa
posterior sea inculpable y también cuando sea meramente no punible por operar una causa que
impide la pena.
Esto plantea otro problema de tipicidad objetiva: si bien hubo actos ejecutivos, no puede decirse que
cualquier acción dirigida al resultado sea típica de tentativa, pues a veces la inadecuación puede ser
totalmente disparatada. Cuando no hay peligro para el bien jurídico no puede habilitarse el poder
punitivo.
Por lo general se identifica a la llamada tentativa inidónea con el delito imposible del último párrafo
del art. 44 del CP.
• Una ausencia de tipicidad objetiva sistemática, que solo daría lugar a una apariencia de
tentativa, que llamamos tentativa aparente.
• Una acción que, ex ante, observada por cualquier tercero es idónea y peligrosa, pero ex post,
se verifica una imposibilidad y absoluta de consumación del delito, que sería el delito
imposible.
• Cuando el medio ex ante fue idóneo y hubo peligro, y ex post no se comprueba ninguna
Se trata de casos en que ab initie faltan elementos del tipo objetivo, como la cosa ajena en el hurto, la
calidad en el sujeto activo, etc. En estos supuestos la tentativa es aparente, porque los elementos del
tipo objetivo solo existen en la imaginación del autor.
En el delito llamado putativo o imaginario, el agente cree que lo que hace está prohibido por la ley, es
un error de prohibición al revés, y en el caso de tentativa aparente por ausencia de tipo, existe un
error de tipo al revés, pues los elementos de tipo objetivo solo existen en su imaginación.
Cuando el agente cree poner en práctica su plan por aplicación del medio y este en realidad no existe,
tampoco existe ningún comienzo de ejecución, por lo cual la tentativa también es meramente
aparente. Se trata de los casos de tentativa aparente por falta del medio., ej: el que cree poner
veneno y pone sal. El agente no comienza a ejecutar nada porque en realidad hace algo
completamente diferente de lo planeado. La atipicidad obedece a q el medio empleado realmente no
es el que había escogido.
Se da atipicidad también cuando en la realidad existe el medio q el autor eligió conforme a su plan
concreto, pero es incapaz de producir el resultado lesivo. Tampoco hay comienzo de ejecución,
porque nadie comienza a matar x ej agujereando con alfileres a un muñeco. Son los supuestos de
tentativa supersticiosa o de gravísimos errores sobre la causalidad real, en que el medio ex ante
carece en absoluto de cualquier idoneidad para consumar el hecho. Falta la tipicidad objetiva, porque
el agente no está comenzando la ejecución de un delito, dado que eligió un medio absolutamente
inadecuado para producir el resultado.
El art 19 CN impone como condición elemental para la habilitación del ejercicio del poder punitivo,
que ex ante el medio haya sido idóneo y, por ende, haya existido peligro y verdadero y comienzo de
ejecución. El último párrafo del Art. 44 trata de casos en los cuales, pese q ex ante el medio haya sido
idóneo y el observador tercero pueda haber creído que existía un peligro para el bien jurídico, la
consumación o perfeccionamiento del delito haya sido imposible.
El código indica que existe un injusto de menor entidad en la tentativa cuando ex post se verifica q la
consumación del delito era imposible. Esta distinción se vincula al Art. 41 CP que, al referirse a la
extensión del daño y del peligro causado, se está refiriendo a un peligro que no solo es juzgado ex
ante, sino también ex post. Considerando, pues, que la fórmula del delito imposible es una tentativa
atenuada o privilegiada por el nulo peligro ex post o peligro causado, puede considerarse que no
hubo posibilidad alguna de consumar el delito cuando el medio se usó de modo absurdamente
inadecuado, tenía un defecto muy grave, el objeto se volvió invulnerable por accidente o por una
neutralización previa del peligro.
• La consumación es imposible por la forma muy inadecuada en que se usó el medio, cuando
alguien pretende cometer un delito electrónico sin saber operar una computadora.
• Por un grave defecto del medio empleado, sería el caso del arma in idónea para disparar y
con las balas húmedas.
Si no se consuma el delito por la propia voluntad del autor, la conducta será atípica.
Art 43: … el autor de tentativa no estará sujeto a pena cuando desistiere voluntariamente del delito.
Se objeta que el desistimiento no puede borrar una tipicidad que ya existe. El pensamiento que
objeta la atipicidad parte de la equiparación del dolo del delito consumado con el del delito tentado,
no observando que es un dolo que se interrumpe porsí mismo.
En la dialéctica del itercriminis, siempre la etapa posterior cancela a la anterior, y cuando lo posterior
es un desistimiento, la cancelación se traduce en atipicidad de la anterior e inexistencia de la
posterior.
Los que objetan se ven obligados a explicar la impunidad dentro y fuera de la teoría del delito:
La tentativa del delito puede desistirsemientras objetivamente no exista para el autor una
imposibilidad de consumación. Cuando la consumación se ha vuelto imposible, el desistimiento no es
voluntario. Si la ley no exige una motivación especial, nada autoriza a considerar no voluntario lo que
es voluntario.
Son revocaciones voluntarias las que no son impuestas por la voluntad de un 3ro o por la autoridad o
por la ineficacia del plan verificada ex post. Si estas circunstancias fuesen imaginadas por el agente,
motivándolo a abandonar el hecho, lo hará atípicamente, pues solo en su imaginación están los
motivos de la revocación de la tipicidad.
La imputación del desistimiento como hecho voluntario del agente tiene lugar cuando no está
El art 43 no distingue entre tentativa inacabada o acabada, pero es necesario distinguir el supuesto en
que se interrumpe la acción ejecutiva (tentativa inacabada) de aquel en cual se realiza toda la acción
ejecutiva sin que sea necesaria ninguna intervención del autor para consumar el resultado (tentativa
acabada).
Debe entenderse que hay desistimiento cuando la víctima evita intencionalmente el efecto
interruptivo del desistimiento. No importa que el autor haya evitado el resultado mediante el auxilio
de un 3ro (quien pone una bomba y luego da aviso a la policía para que la desactive, pero el artefacto
estalla por una imprudencia grave o por accidente).
No siempre el descubrimiento del hecho por parte del sujeto pasivo o la policía impide el
desistimiento de la tentativa acabada. Al igual que la tentativa inacabada, lo decisivo es el carácter
voluntario de ese desistimiento, lo cual será discutible en caso de haberse descubierto el plan, lo que
impone decidir según que las circunstancias objetivas permitan un curso salvador a cargo del autor y
siempre que no sea coaccionado para ello.
Latentativa calificada es la que tiene lugar abarcando simultáneamente la consumación de otro delito,
cuya tipicidad interfiere por progresión (el que dispara sobre otro para matarlo, pero solo lo hiere; la
tipicidad de lesiones queda interferida por la tipicidad de tentativa de homicidio). En estos casos, el
desistimiento voluntario elimina la tipicidad del delito consumado en el curso de la tentativa y, por
ende, el agente debe responder por ese delito.
El instigador solo puede desistir mientras el autor no haya consumado el delito, y siempre que su
desistimiento tome la forma de una intervención activa para impedir el resultado.
En los casos en que se limita al dominio del hecho. Pero la participación está acabada, rigen los
principios generales conforme a los cuales el desistimiento solo puede tener lugar mediante la
evitación del resultado.
El cómplice común o no necesario, para desistir le basta con retirar su aporte, sin necesidad de
impedir el resultado o desbaratar el plan.
Los coautores, le valen las mismas reglas q para los autores, debiendo aclarar que es necesario de su
parte un curso de acción seguro tendiente a la evitación del resultado.
Como hay un momento en que comienza el deber de actuar y otro en que este se ha violado de forma
segura, por ser el último donde es posible la intervención que evitaría el resultado, se ha sostenido
que todo este periodo esta abarcado por la tentativa. Los únicos obligados a la evitación de un peligro
o lesión al bien jurídico son quienes se encuentran en la ley. El deber de actuar para el autor se inicia
cuando se encuentra en la situación típica, de modo que mientras no exista peligro de lesión no habrá
situación típica ni autor a quien le incumba el deber de actuar.
En la estructura típica omisiva de lesión, la tentativa puede resultar tanto acabada como inacabada.
El deber de evitar surge con el inicio del peligro, lo que solo puede ocurrir en la situación típica: no
hay situación típica sin peligro, aunque el autor crea lo contrario.
• Hay pluralidad de conductas que concurren en una misma sentencia judicial, de allí a que
también se lo denomina material, por oposición al formal (como suele llamarse al concurso
ideal);
• En este concurren conductas en una sentencia, es decir, concurren delitos a los que debe
dictarse una única sentencia y una única pena;
• Pena: es única y se forma mediante la acumulación de todas con los límites que se indicarán.
El código penal para este caso aplica el principio de aspersión, se forma una escala penal que
parte del mínimo mayor de todas las escalas, y llega a un máximo que es el resultado de la
suma de todos los máximos, pero que nunca puede exceder los 50 años de prisión;
• Puede ser homogéneo (varios delitos típicos del mismo tipo penal) o heterogéneo (varios
delitos con tipicidades diferentes);
• Para que este opere debe presuponerse que hay una única conducta;
• Debe existir una unidad de conducta con una pluralidad de tipos diferentes (concurso ideal
heterogéneo), porque el llamado concurso ideal homogéneo, es decir, la conducta que viola
varias veces la misma norma incurriendo en el mismo tipo no tiene relevancia práctica
alguna.
• En este concurren leyes (también se lo llama concurso de leyes) para calificar pluralmente a
un mismo delito.
• Pena: es única, y se forma mediante la absorción que la mayor hace de las menores, el CP
adopta el principio de la absorción (cuando un hecho cayera bajo más de una sanción penal,
se aplica solo la que fijar pena mayor).
También es necesario que haya un factor normativo que la convierta (a la conducta) en una unidad
de desvalor.
Es decir, los movimientos que siguen un plan común (factor final) necesitan ser abarcados por un
sentido unitario a los efectos de la prohibición (factor normativo), que sólo puede dárselo el tipo
penal.
Hay unidad de conducta cuando hay un plan común en la realización de varios movimientos
voluntarios (factor final) y además se da el factor normativo porque:
a) Hay unidad de conducta en los casos de movimientos voluntarios que responden a un plan
común y que son típicos de un tipo que admite una pluralidad eventual de movimientos.
Ejemplo: homicidio, este se puede configurar con un solo movimiento, como arrojar una
granada, pero también con una pluralidad de ellos;
c) Integran dos tipicidades, en que la primera contiene a la segunda como elemento subjetivo
(rapto y violación). El que mata para robar y luego consuma el robo realiza una sola conducta
doblemente típica;
d) Integran dos tipicidades en que la segunda es una forma usual de agotamiento de la primera,
porque si bien no se exigen el tipo la finalidad de realizar el segundo, se presume su
posibilidad o peligro. (Es lo que sucede en el caso de la falsificación y ulterior circulación de
billetes);
e) En el delito permanente o continuo, los actos que tienen por objeto mantener el estado
consumativo presentan una unidad de conducta. Ejemplo: todos los movimientos realizados
para mantener al secuestrado privado de la libertad, son una unidad de conducta;
f) Cuando se trata de tipos que admiten o requieren el cumplimiento por un medio simbólico,
todos los movimientos que tienen unidad simbólica deben ser considerados como una
conducta. Ejemplo: el que escribe una novela extensa en que ridiculiza en forma injuriante a
varias personas, comete una sola conducta injuriante.
h) En la tipicidad culposa la unidad de acción tiene lugar aunque sobrevengan una multiplicidad
de resultados y aun cuando todos ellos provengan de una multiplicidad de infracciones a
cuidados debidos, siempre que los resultados se deriven en forma simultánea.
Hay supuestos en los que parece que concurren varios tipos penales, pero en la interpretación
adecuada de los tipos la concurrencia resulta descartada dado que uno de los tipos excluye al otro o
a los otros, lo cual nos permite advertir que el fenómeno es aparente. Estos casos son llamados
“Concurrencia Impropia”, “Concurso aparente de tipos o leyes”, o “unidad de ley”, lo que denota que
no hay concurrencia de leyes.
Hay 3 principios que se usan para descartar la aplicación de tipos penales en los casos de
concurrencia aparente:
• Principio de Especialidad: la ley especial deroga a la ley general. Conforme a este principio un
tipo que tiene, además de los caracteres de otro, algunos más deviene especial respecto del
que tiene menor número de características, al que excluye por general. La especialidad es un
fenómeno que tiene lugar en razón de un encerramiento conceptual que un tipo hace del
otro y que presupone una relación de subordinación conceptual entre ellos
• Principio de Consunción: en función de este un tipo descarta a otro porque consume o agota
su contenido prohibitivo, es decir, porque hay un encerramiento material. Otro supuesto
tiene lugar cuando una tipicidad va acompañada de un eventual resultado que es
• Principio de subsidiariedad: produce el descarte de uno de los tipos y tiene lugar cuando hay
una progresión en la conducta típica, en que la punibilidad de la etapa más avanzada
mantiene interferida la tipicidad de las etapas anteriores. Es el fenómeno de la interferencia
por progresión que se produce cuando la tentativa queda interferida por la consumación
punible por ejemplo.
El mecanismo que rige este principio es la interferencia, y es lo que explica la razón por la que es
punible el delito consumado en el curso de una tentativa calificada cuando por desistimiento no
resulta punible la tentativa: se trata de un fenómeno de interferencia y, desaparecido el mecanismo
interferente al desaparecer la punibilidad de la etapa posterior, resurge la tipicidad punible de la
anterior.