Noesis - Cap. 6 - Filos y El Anhelo de Felicidad

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Fl¡-osoFíns DE LA o

Épocn HELENísrlcA a

LA F¡LosoFín Y EL
ANHELO DE FELICIDAD

l. Corlo o Meneceo .:

2. (orio XVI o Lucilio


#-
Fuoso-r!4s o! U Épocr Hnr\iqlca: -Lr
Frro-sorÍr v rr ANn¡ro o¡ Frucroao ffi§

I NrnoDUCCróN

Con el helenismo se produce en la filosofia griega un nuevo modo de plan-


tear las cuestiones filosóficas. «Aristóteles es el último filósofo griego que
afronta el mundo alegremente, después de é1, todos tienen de una u otra
forma una filosofia de retirada,, escribió B. RussBLL, refiriéndose a esta
época.
En reLación con tan largo período histórico, que se extiende desde la
derrota de Atenas por Filipo de Macedonia (338 a.C.) hasta la conquista de
Egipto -último reino griego independiente- por César (el año 3O a.C.), nos
vamos a referir solamente a sus dos corrientes filosóficas más importan-
tes: la epicúrea y la estoica.
Como introducción al estudio de la escuela epicúrea y de la estoica, va-
mos a servirnos de la lectura y comentario de dos importantes testimo-
nios:
a) La Carta a Meneceo de EpIcuno, filósofo griego que estableció y diri-
gió su escuela en Atenas desde el ano 306 a.C. hasta su muerte,
acaecida en27O a.C.
b) Una de las Carta.s a Luctlio de SBNBca (s. I d.C.), filósofo y político
hispanorromano, de Córdoba, que en Roma llegó a ser preceptor de
Nerón, por orden del cual murió en el 65 de nuestra era.
Bien es verdad que SÉNoca es un pensador que escribe en latín y desa-
rrolla su actividad en el marco del Imperio Romano (está fuera, por tanto,
del perÍodo helenístico). Pero el estoicismo, corriente filosófica de la que
SÉupce fue un notable representante tardío, surgió en los tiempos de EpI-
cuRo, tuvo plena ügencia en los tres siglos de la época helenística y pene-
tró, con más éxito que el epicureísmo, en Roma, donde se difundió entre
las capas más influyentes de la sociedad.
Epicúreos y estoicos, frecuentemente enfrentados en las ideas y en las
actitudes, nacen, por tanto, de una común circunstancia histórica: la que
se deriva de la desaparición de la polis como forma de organización social
y de los efectos que ello produjo en la üda de los hombres de aquella épo-
ca especialmente inestable e inquietante que los aboca a un deseo vehe-
mente de felicidad.

La orstPARtcróN DE LA PoLrs

La filosofía habia surgido, como forma de superación de la antigua menta-


lidad mítica, en los ambientes «ociosos, e ilustrados de las primeras ciuda-
des de las colonias griegas de Asia Menor. Desde entonces, el destino de la
filosofía fue de la mano del destino de la ciudad. Su época clásica (los so-
fistas, SócnarBs, PrAToN, ARISToTELES) coincide en términos generales con
los momentos más brillantes de la historia de Atenas, la polis democrática
por excelencia.

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Aleiondro Mogno precipitó lo crisis En la ciudad-estado el filosofar, en lo que tiene de libre discusión, de
de lo polis griego y con sus conquis- crÍtica y reflefón sobre los problemas humanos fundamentales, era una
tos en 0riente fue el ortÍfice de un parte del ejercicio de la libertad del ciudadano griego.
proceso de combios que obriríon un
Para los griegos libres de esta época (no hay que olvidar que éstos coe-
nuevo copÍlulo en lo hilorio de lo ci-
vilizoción, el helenismo.
xistían con una masa de esclavos privados de todo derecho) no era posible
llegar a ser hombres en plenitud fuera de la polis. Los que fuera de las
fronteras de las ciudades-estado vivian sometidos a la voluntad tiránica de
sus monarcas eran considerados ntrárbar6s» por los ciudadanos libres de
Grecia.
Los filósofos habían ideado sistemas y planes de reforma para resolver
los problemas de la polis (In Republicay Ltts l-eges de PlaroN; L<t Políttca
de ArusrórBLES, por poner dos ejemplos ilustres) pero hasta entonces se
entendÍa que la perfección y la felicidad del hombre (ciudadano, no indivi-
duo aislado como aparecerá luego) era una y la misma cosa que la felici-
dad y la perfección de la ciudad-estado.
Sin embargo, las rivalidades entre las distintas póLeis pusieron en mar-
cha un proceso de destrucción irreversiLrle con las llamadas guerras del
Peloponeso. La derrota de Atenas en estas guerras marcó el ocaso del es-
plendor de la polis.
El gran artífice de este proceso de cambios fue Alejandro Magno. De
sus conquistas de Oriente nació un inmenso imperio en el que la cultura
griega se mezcló con la de los pueblos conquistados. A su muerte se esta-
blecieron tres grandes monarquÍas: los Lágidas (Egipto), los Seleúcidas
(Asia) y los Antigónidas (Macedonia). En el marco de las nLlevas monarquí-
as territoriales, las antiguas póLeís democráticas perdieron su independen-
cia y fueron subordinadas a los nllevos monarcas absolutos.

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FrLosorírs DE ta ÉpocA Hrr¡Nísncr: La FrLosoría y Er ANHELo DE á€
FEuctDAD ffi

El griego se implrso como la lensua de un irnperio donde los indiriduos,


CRONOLOGIA liLrres de los vÍnculos que les ataban a la antigua ciudad, podian sentirse
ahora cosmopolitas (ciudadanos del mundo). Pero ahora este mundo era
34t a.G. inmenso y se encontrat¡a demasiado agitado como para sentirse en é1 se-
Nacimiento de EprcuRo. guro.
336 a.C.
Advenimiento de Alejandro.
El malestar y la inseguridad fueron sentimientos muy generalizados en-
tre los griegos, que üeron perecer la independencia de la ciudad-estado,
334-323 a.C.
Conquista de Asia por Ale-
vivencia que se üo reforzada por la forma en que se produjeron los cam-
jandro. bios sociales:
332 a.C.
Muerte de Anrsrór¡r¡s.
Entre el año 307 y 261 se suceden 46 años de guerras y alborotos: el gobierno
cambia 7 veces de manos, los partidos se disputan el poder, y cada vez la polí-
322-280 a.C.
Disgregación del imperio
tica exterior de Atenas se altera notablemente. Cuatro veces un principe ex-
de Alejandro. tranjero establece su mandato y modifica las instituciones. Tres moümientos
306 a.C.
de insurrección son sofocados sangrientamente. Atenas sufre cuatro asedios.
Eprcuno funda el Jardín. Sangre, incendios, muerte, pillajes: es el tiempo de Epicuro.
300 a.C. P. NzÁw: l,os materktlÍstas de La antígüedad
Z¡ruóru funda el Pórtico.

210 a.C. Esta situación provocó una gran desconfianza eÍr el ejercicio de la polí-
Muerte de EPrcuBo. tica como marco norrnal de solución de los problemas sociales. En la nue-
215 a.C. va división social del trabajo, en la que se impuso una mayor especializa-
Muerte de Prnnóru (el «es- ción, los filósofos se centraron en la búsqueda de soluciones para el hom-
céptico»).
bre angustiado de la época. La filosofÍa dejó de ser la organización
98-50 a.G. cientÍfica de todo el saber humano, como ocurría en AzusrorBles, para
LucRrcro \60-65): De rerum
convertirse en una forrna de sabiduría moral preocupada esencialmente
natura.
por definir qué es la felicidad y cuál el mejor modo de conseguirla.
60 a.C.
Primer triunvirato: Pompe- La filosofía, sin abandonar la tradición racionalista griega, adoptó un
yo-Cra so -Cesa r. tono moralizante y casi religioso. El filósofo comenzó a aparecer ante sus
46-44 a.C. coetáneos no ya (o al menos no principalrriente) como teórico de la política
ücr¡.óN: De finibus. [a nmedicina, de la polis) o un sabio dedicado a la especulación pura, sino
4-55 como un modelo a imitar, maestro de ürtud y experto conocedor del difÍcil
SÉruEcn. arte de ser feliz (de la «medicina del alma,).
14
Muerte de Augusto.
Si excluimos a cínicos y escépticos, el epicureÍsmo y el estoicismo fue-
ron las filosofÍas más notables nacidas al calor de la nueva situación his-
tórica.

Eptcuno. Los FrLósoros DEL IARDíN


W
Epicuro estableció su escuela en Atenas en Llna especie de voluntario reti-
ro conocido por el hombre de nel Jardín,. A11í ejerció un largo magisterio,
rodeado de familiares y amigos, entre los que había también mujeres y es-
clavos, una curiosa comuna que con frecuencia fue objeto de las crÍticas
de los estoicos.
De sus escritos (unos 300 rollos de papiro) el tiempo y la acción de sus
enemigos hicieron que sólo se haya conservado una mínima parte. La Car
ta a Meneceo pertenece a ese pequeno resto.
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Ftosoríls or rn Épocr HruNísrcr: Ln Frrosorín v + Axr¡rro oe Feucrolo

Para EpIcuRo, el secreto de la felicidad está en la satisfacción del deseo,


o lo que es lo mismo, en la consecución del placer. nYo no sé -decia- cómo
puedo conceLrir el bien, si prescindo de los placeres del gusto y los place-
res del amor, y los del oÍdo y la vista.,
La ürtud no es otra cosa que nla prudencia en la tlúsqueda del placer».
Esta afirmación completa y aclara la primera si se añade además que Eet-
cuRo define el placer negativamente, es decir, como «ausencia del dolor en
el cuerpo y de turbación en el alma,. trl estado ideal sería un estado de
paz y equllibrio interior al que llama ataraxia.
De aquÍ que no todos los placeres son i§ualmente deseables: algunos
producen a la larga efectos dolorosos. En consecuencia, la prudencia debe
aconsejar el camino a seguir. Sólo los deseos ruatursles merecen la apro-
bación de la prudencia epicúrea. La pasión (por el poder, la fama, el dine-
ro, etc.) perturba nuestro equilibrio y produce sufrimiento. Junto con la
pasión, el temor es otra fuente de infelicidad.
La prudencia nos defiende de los deseos cuya satisfacción produce dis-
placer y el conocimiento de la naturaleza de las cosas &artsica) nos ayuda
a librarrros de los temores que producen la superstición y las falsas creen-
cias acerca de los dioses y de la muerte.
La realidad fisica -según EpICuRo- es material y compuesta de átomos
que se mlreven en el vacío (como sostenía DtrMócRITo). También el alma es
material, aunque esté compuesta de átomos más sutiles. Conocemos la
realidad por e1 contacto, a través de las sensaciones, con los átomos de las
cosas y los del alma. Pero al morir, el alma se desintegra, no hay vida de
ultratumt¡a ni posibilidad, por tanto, de castigo en otra üda. De aqui que
el miedo a la muerte no tenga sentido para Eetcuno.
Los movimientos de los átomos no están rígidamente determinados.
Nada ocurre fatalmente (como dirán los estoicos). El hombre es libre y no
está sometido al destino.

Combofir los fontosmos que engen-

dro el miedo o lo muerte y los ideos

osociodos o lo vido de ultrotumbo

seró uno consigno de lo filosofÍo epi-

cúreo en su búsquedo de lo felici-

dod.

t08
-s.4:lE;
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FtosorÍns o¡ t-l Épocn Hruuisrtcn: La FlLosorÍl v ¡l ANHrlo or Frt¡cloeo

Los dioses existen (asÍ se explica la creencia en ellos de la maYoria). pe-


ro los hombres tienen falsas creencias sot¡re su naturaleza, Como pensal
que les mandan premios o castigos. Esto para EPICURo es falso, es una
idea que hay que desterrar porque produce temor y por tanto infelicidad:
oSi dios prestara oidos -nos dice- a las súplicas de los hombres, pronto to-
dos los hombres perecerÍan porque de continuo piden muchos males los
unos contra los otrosr. Los dioses viven eternamente felices lejos de los
hombres, sin preocuparse de premiarlos ni castigarlos. Eptcuno -en con-
tra de los estoicos- no creia en la existencia de una Proüdencia que diri-
giera misteriosamente el destino del mundo.
Sus discÍpulos, que profesaron una gran veneraciÓn por el maestro
-puesto que EeICuRo recomendaba la atrstención en política y veía en la
amistad uno de los mayores placeres de la üda social-, transmitieron con
bastante fidelidad sus doctrinas, que no experimentaron cambios durante
los siglos que duró su influencia. En la época romana el poeta LUCRECIO
reunió sus ideas en el gran poema De rerum natura, que es el documento
más completo que se conserva para conocer la filosofía de Eptcrmo-

Esta carta es un magnÍfico compendio de los temas centrales del epicu-


reísmo, que se pueden resumir en las causas de la infelicidad y su reme-
CARTA A MENECEO dio.

Epicuro a Meneceo, salud:


Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe.
Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma. El que dice que aún no es
edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha 11e-
gado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben
lilosofar tanto el joven como el viejo. Esle para que. aunque viejo. rejuvenezca
en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para qlre seaioven y viejo a
un tiempo por su impavidez ante el futuro. Necesario es, pues, meditar 1o que
procura la felicidad, si cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos fal-
ta, todo lo hacemos por Poseerla.
EPlcuRo: Carta a Meneceo

Falsas ideas sobre la ,§ 4 Según EPICURo, la verdad la conocemos a través de los sentidos.
E * E Las sensaciones son la fuente principal de conocimiento. La
nno-
divinidad
ción de 1o diüno, es común a muchos hombres. Luego debe edstir algo en
la realidad que produce en nosotros esa «prenociónr. Pero el razonamiento
y Ia memoria conducen a veces al error. De aquí la diferenci, s¡f¡s «pre-
nociones» (prolepsís) = idea general que se forma debido a las innumera-
bles percepciones de un objeto (en este caso nlos diosesr) Y *falsas suposi-
ciones» (hipoLepsis) = ideas erTóneas sotrre algo que no existe en la reali-
dad.

Tú medita y pon en práctica los principios que siempre te he aconsejado, te-


niendo presente que son elementos indispensables de una vida feliz. Considera
en primer lugar a la divinidad como un ser üüente incorruptible y feliz, según
la ha grabado en nosotros la común nociÓn de 1o divino, y nada le atribuyas
ajeno a la inmortalidad o impropio de la felicidad. Respecto a ella (la divinidad),

r
t09
Ftosoríls o¡ m Epocl H¡ut¡íslcn: Ln Fllosorin v el ANn¡to os F¡t-lcloao

por el contrario, opina todo 1o que sea susceptible de preservar, con su inco-
rruptibilidad, su felicidad. Los dioses ciertamente eisten, pues el conocimiento
que de ellos tenemos es eüdente. No son, sin embargo, tal como los considera
el r,rrlgo porque no los mantiene tal como los percibe. Y no es impío quien su-
prime los dioses del vulgo, sino quien atribuye a los dioses las opiniones del
l,ulgo, pues no son prenociones sino falsas suposiciones los juicios del vulgo
sobre los dioses. De ahí que de los dioses provengan los más grandes daños y
ventajas; en efecto, aquellos que en todo momento están familiarizados con slls
propias ürtudes acogen a los que les son semejantes, considerando como ex-
trano 1o que les es discorde.
EPICURO: Canfa a Meneceo

El temor a la { t Este magnifico fragmento es un ejemplo excelente de serenidad epi-


muerte L ¿ cúrea, de ataraxia en la vida y ante la muerte.
Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo trien
y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos. Por
lo cual el recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace di-
chosa la mortalidad de la üda, no porque añada una temporalidad infinita sino
porque elimina el ansia de inmortalidad. Nada temible hay, en efecto, en el viür
para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no üvir. De
suerte que es necio quien dice temer la muerte, no porque cuando se presente
¿Por qué temerla? La haga sufrir, sino porque hace sufrir en su demora. En efecto, aquello que con
muefte es como un sueño
su presencia no perturba, en vano aflige con su espera. Asi pues, el más terri-
continuado y ¿hay algo ble de los males, la muerte, nada es para nosotros, porque cuancio nosotros so-
más dulce que el sueño,
mos, la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, entonces ya
en el que estamos ale¡a- no somos nosotros. En nada afecta, pues, ni a los vivos ni a los muertos, por-
dos de la crueldad, de la que para aquellos no está y éstos ya no son. Pero la mayoria unas veces huye
tristeza, de los dolores y de la muerte como del mayor mal y otras veces la prefiere como descanso de las
amarguras de la vida de miserias de la üda. El sabio, por el contrario, ni rehúsa la üda ni le teme a la
vigilia? mlrerte; pues ni el vivir es para él una carga ni considera que es un mal el no
vivir. Y del mismo modo que del alimento no elige cada vez el más abundante
sino el más agradable, asÍ también del tlempo, no del más duradero sino del
más agradable disfruta. Quien recomienda al joven vivir bien y al üejo morir
bien es necio no sólo por 1o agradable de la vida, sino también por ser el mismo
el cuidado del bien üvir y del bien morir. Mucho peor aún quien dice:
«Mejor no haber nacido, pero, una vez nacido, pasar cuanto antes las puer-
tas del Hades.,
Porque si esto dice convencido ¿por qué no deja la üda? En sus manos está
hacerlo, si con certeza es 1o que piensa. Si se burla, necio es en algo que no lo
admite.
Se ha de recordar que el futuro no es ni del todo nuestro ni del todo no
nuestro, para no tener la absoluta esperanza de que lo sea ni desesperar de
que del todo no 1o sea.
EPICURo: Carta a Meneceo

La búsqueda 4 1 Dado que es imposible satisfacer todos nuestros deseos, 1o mejor es


racional del placer L,) [mitarlos. A partir de ahí se establece una sutil jerarquÍa en los de-
seos: naturales y necesarios, sólo naturales, y vanos. Un deseo natural
necesario sería, por ejemplo, comer; un deseo natural no necesario, comer
caviar; un deseo ni natural, ni necesario, por ejemplo, acumular riquezas,
honores, etc.

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ryísi19a: [e FrLoso¡Ír y ¡r Arunrro DE FELTCTDAD

Eetcuno ocepto lo vido en sociedod


pero recomiendo vivir ocultomente,

rodeodo de omigos, ol morgen de lo

polÍtico, de lo octlvidod público. El

bonquete es lo ocosión idóneo poro

diologor y comportir.

Y hay que considerar que de los deseos unos son naturales, otros vanos; y de
los naturales unos son necesarios, otros sólo naturales; )¡ de los necesarlos
unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la
vida misma.
un recto conocimiento de estos deseos sabe, en efecto, supeditar toda elec-
ción o rechazo a Ia salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque esto es la
culminación de la vida feliz. En razón d.e esto todo lo hacemos, para no tener
dolor en el cuerpo ni turbación en el alma. llna vez lo hayamos conseguido,
cualquier tempestad del alma amainará, no teniendo el ser viviente que enca-
minar sus pasos hacia alguna cosa de la que carece ni buscar ninguna otra co-
sa con la que colmar el bien del alma y del cuerpo. pues entonces tenemos ne-
cesidad del placer, cuando sufrimos por su ausencia, pero cuando no sufrimos
ya no necesitamos del placer. y por esto decimos que el placer es principio y
El placer es el bien prime- culminación de la vida feliz. Al placer, en efecto, reconocemos como el bien pri-
ro, pero no siempre debe mero. a nosotros connatural, de él partimos para toda elección y rechazo y a él
elegirse. A veces el dolor llegamos juzgando todo bien con la sensación como norna. y como éste es el
es preferible. bien primero y connatural, precisamente por ello no elegimos todos los place-
res, sino que hay ocasiones en que soslayamos muchos, cuando de ellos se si-
gue para nosotros una molestia mayor. También muchos dolores estimamos
preferibles a los placeres cuando, tras largo tiempo de sufrirlos, nos acompaña
mayor placer. ciertamente todo placer es un bien por su conformidad con la
naturaleza y, sin embargo, no todo placer es elegible; asi como también todo
dolor es un mal, pero no todo dolor siempre ha de evitarse. conviene juzgar to-
das estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil y de 1o inconvenien-
te, porque en algunas circunstancias nos servimos del bien como de un mal y,
viceversa, del mal como de un bien.

EplcuRo: Carta a Meneceo

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€F.
Ftosorias or n Épocr HruNísncl: Ll Fllosoría y r¡- ANnruo or Frucloto

La autarquía 1 rt Autosuficiencia (autarquíal significa aqui la capacidad de bastarse


personal y la virtud
I ¡ T con lo imprescindible de modo que la falta de los bienes más difíci-
les de otrtener no nos produzca sufrimiento.
Puede verse aquÍ que el hedonismo epicúreo nada tiene que ver con el
desorden y el desenfreno que torcidamente le atribuyen sus críticos.

También a la autosuficiencia la consideramos un gran bien, no para que siem-


pre nos sirvamos de poco sino para que, si no tenemos mucho, nos contente-
mos con poco, auténticamente convencidos de que más agradablemente gozafl
de la abundancia quienes menos tienen necesidad de ella y de que todo 1o na-
tural es fácilmente procurable y lo vano difícil de obtener. Además los alimen-
tos sencillos proporcionan igual placer que una cornida excelente, una vez que
se elimina del todo el dolor de la necesidad, y pan y agua procuran el máximo
placer cuando los consume alguien que los necesita. Acostumbrarse a cornidas
sencillas y sobrias proporciona salud, hace al hombre solícito en las ocupacio-
nes necesarias de la vida, nos dispone mejor cuando alguna que otra vez acce-
demos a alimentos exquisitos y nos hace impáüdos ante el azar.
Cuando, por tanto, decimos que el placer es fin no nos referimos a los place-
res de los disolutos o a los qtre se dan en el goce, como creen algunos que des-
conocen o no están de acuerdo o mal interpretan nuestra doctrina, sino al no
sufrir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma. Pues ni banquetes ni orgias
constantes ni disfrutar de muchachos ni de mujeres ni de peces ni de las de-
más cosas que ofrece una mesa lujosa engendran una üda feliz, sino un cálcu-
lo prudente que investigue las causas de toda elección y rechazo y disipe las
falsas opiniones de las que nace la más grande turbación que se adueña del al-
ma. De todas estas cosas principio y el mayor bien es la prudencia. Por ello la
La prudencia es principio prudencia es incluso más apreciable que la filosofía; de ella nacen todas las de-
de una vida feliz. más ürtudes, porque enseña que no es posible viür feliz sin vivir sensata, ho-
nesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir feliz. Las
ürtudes, en efecto, están unidas a la vida feliz y el vivir feliz es inseparable de
ellas.

EprcuRo: Carta a Meneceo

EI destino I f EPTCURoafirma aquí tesis opuestas a las estoicas: la idea de un


I .J destino es rechazatrle porque produce sufrimiento y le impide al
hombre gozar del jueso posible de su libertad que la teoria fisica (el ato-
mismo de DBrroczuro rectificado por EerCuRo) fundamenta.

Porque ¿a quién estimas mejor que a aquel que sobre los dioses tiene opiniones
piadosas y ante la muerte es del todo impávido, que tiene en cuenta el fin de la
nat:uraleza y ha captado que el limite de los bienes es fácil de colmar y de obte-
ner y que el límite de los males üene corta duración o produce ligero pesar; que
se burla del destino por algunos considerado como señor supremo de todo di-
ciendo que algunas cosas suceden por necesidad, otras por uar y que otras de-
penden de nosotros, porque la necesidad es irresponsable, porque ve que el
azar es incierto y 1o que está en nuestras manos no tiene dueño, por lo cual le
acompaña la censura o \a alabanza? (Porque era mejor prestar oídos a los mi-
tos sobre los dioses que ser esclavos del destino de los fÍsicos. Aquéllos, en
efecto, esbozan una esperanza de aplacar a los dioses por medio de la venera-
ción, pero éste entraña una inexorable necesidad). Un hombre tal, que no cree
que el azar es un dios como considera el 'iulgo (pues nada desordenado hace la
diünidad) ni un principio causal indeterminado (pues sin creer que por él les es

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Fllosorils oe rl ÉpoCa HelrNísrtcn: Ln FltOsoría v rL ANH¡to or FrLlclolo

dado a los hombres el bien y el mal en relación con la üda feliz, piensa. sin em-
bargo, que proporciona los principios de los grandes bienes y males) estima
mejor ser desafortunado con sensatez que afortunado con insensatez; pero a su
vez es preferible que en nuestras acciones el buen juicio sea coronado por la
fortuna.
AsÍ pues, estas cosas y las que a ellas son afines meditalas día y noche con-
tigo mismo y con alguien semejante a ti y nunca, ni despierto ni en sueños, su-
frirás turbación, sino que üvirás como un dios entre los hombres. Pues en na-
da se asemeja a un ser mortal un hombre que üve entre bienes inmortales.»
EPICURo: Carta a Meneceo

Et rsrotctsMo. SÉNrcn
W
El fundador del estoicismo, ZBNON, fue rigurosamente contemporáneo de
EeTCURO. Como éste, estableciÓ su escuela en Atenas, que se llamÓ la Stoa
(el Pórtico), por alusión a un tipo de construcción donde solían celebrar
sus reuniones los estoicos.
El estoicismo surgió, por tanto, en el mismo caldo de cultivo que el epi-
cureísmo. Sin embargo, 1o" estoicos combatieron el principio epicúreo de
que «el placer es prirrcipio y fin de la üda feliz». Efi su lugar pusieron la
ürtud:
Aunque hayan muerto unos buenos amigos, o me hayan sido arrebatados unos
hijos irreprensibles, conformes en todo a los deseos paternos, precisamente no
nos faltará la cosa que pueda substituirlos. ¿Me preguntas cuál? Aquella mis-
La virtud colma el alma ma que los habia hecho buenos: la virtud. Ella no deja ningún vacío en el alma,
por enteto. la colma por entero, aleja toda afrorarva ella sÓlo basta, pues la fuetza y el ori-
gendetodoslosbienesaciertanaestarcontenidosenlaürtud.
SÉupce: Carta LXXIV a Ltrcílio

Se es ürtuoso cuando 5s «vive en conforrnidad con la naturaleza»' La


firlafir:aleza es el orden de toda la realidad del universo y éste se ri§e por
üfia razón(el logos o fuego de HpnÁclno) que es proüdente y dirige sabia-
mente el destinó de las cosas y de los homt¡res. Para el estoico todo 1o que
ocurre estaba predeterminado por esla razón que también llaman zeus o
Dios:

Guiame, oh Zeus, Y tú, Destino,


guiame también.
A cualquier tarea que me enües
guiame tú.
Te sigo impertérrito, o, si en la desconfialza
me demoro y no quiero, también te sigo como debo'
CLe¿Nre: Himno aZeus

Se cuenta la siguiente anécdota de ZBNON. Dicen que una vez azotaba a

fi3
F¡ro_1-o¡Ía¡ o¡=ra Énoca H¡r¡¡!s1¡ca: La Flroso¡ir v rL Axu¡ro or Frucloao

un esclavo cogido en un hurto y como éste dijese que era destino suyo eI
hurtar, respondió: nY también el ser azotadoo.
trl sabÍo encuentra el camino de la felicidad cuando en la aceptación de
lo que ocurre como Destino, consiglle una perfecta indiferencia (apatía)
respecto a cualquier tipo de situaciones:

Larazón,el «arma»más Plazca al hombre todo lo que place a Dios; sienta admiración de sÍ mismo y de
poderosa. sus cosas, por cuanto no puede ser vencido y puede tener los males bajo su pie
y someter con Ia razón, la más fuerte de todas las cosas, e7 azar. el dolor y la
injuria. Ama la razÓny este amor te armará contra los ataques más terribles.
Sexoca: CartaLXXN

Las ideas generales anteriormente expuestas fueron compartidas por


todos los estoicos. sin embargo, en los cinco siglos aproximadamente que
duró su influencia, esta escuela sufrió más cambios que el epicureÍsmo,
por lo que los historiadores distinguen tres épocas:

E§CUEIA§ E§TOICAS
Stoo ontiguo Stoo medis Stoo poslerior
(300-200 o.C) (s.llylo.C.) (s.ly lld.C)
IENON PANEcIO 5Ét'l¡cr

ILmrr¡s Posrnouro EpÍono

CRrsrpo Mtnco Aun¡Lro

spNoca nació en córdoba (4 a. de c.), cuando España era una provin-


cia de Roma. uY si algún nombre de sabio -escribe ManÍe ZaMeRANo- vive
todavÍa perenne en la memoria de nuestro pueblo, como encarnación de la
sabiduría misma, es este de sÉNpce que ninguna avalancha ha borrado,
ni es fácil que borrer. senequismo es «norma de vida ajustada a la moral y

El suicidio e$oico tiene un sentido


muy preciso en Io historio de lo cul-
turo por su volor de ge$o y su olto
senfldo morol. En lo ilu$roción, «Lo

muerte de Séneco", minioturo del s.

XV.

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Frrosorias or m Époct HrrrNislct: La Fllosoril y er Axn¡lo o¡ Fructoao

ta filosofia de Séneca» (Diccionario de la Real Academia). Pertenece, por


tanto, al periodo tardÍo del desarrollo del estoicismo. Aunque vivió unos
tres siglos después que ETTCURO, no disfrutó de circunstancias sociales
más se§uras y gratas que el maestro del Jardin.
Los estoicos (a diferencia de EPICURO, que recomendaba üvir retirado y
alejado de las luchas políticas) fueron hombres relacionados con el ejerci-
cio Aet poder. SÉNBCA ocupó diversas magistratllras romanas: fue senador,
cuestor y tribuno. Sintió en su carne el régimen de terror que impuso su
tiránico discípulo, el emperador NerÓn. Acusado de participar en una
conspiración para derrocarlo, NerÓn ordenó a SÉNBCa que se suicidara, lo
que el filósofo hizo, abriéndose él mismo las venas como sllprema muestra
d" creencia en la necesidad de aceptar resignado e impasiblemente el
",
destino.

Se trata de un documento de gran valor literario. Conciso, elegante y so-


brio, SÉupca se dirige a Lucilio y le exhorta a perseverar en el estudio y la
CARTA XVI práctica de la virtud.
A LUCIT¡O Séneca a Lucilio, salud.
Tienes por algo evidente, lo sé Lucitio, que a nadie le es posible llevar una
vida feliz, ni siquiera tolerable, sin el afán por la sabiduría y que una vida feliz
es fruto de haber llegado al culmen de la sabiduría y la tolerable de nuestra ini-
ciación a ella.
pero esta evidencia hay que reforzarla y hacer qlre con la meditaciÓn diaria
eche raices cadavez más profundas: es más difÍcit poner en práctica los propó-
sitos que concebirlos. Hay que perseverar y mediante un trabajo asiduo fortale-
cerse hasta conseguir que los buenos propósitos se conviertan en realidad. No
es necesario, pues, que me 1o asegures con largos discursos; ya sé que has he-
cho grandes progresos. Sé que es 1o que inspira tus escritos: no son ficciones ni
artificios retóricos. Te diré lo que pienso: tengo esperanzas puestas en ti, pero
no todavÍa confianza. Quiero que tú también actúes de i§ual modo: no has de
confiar en ti mismo de modo ligero y tácil. Examínate, estúdiate con detalle y
obsérwate; mira antes que nada si haces progreso en la filosofia o en la vida
misma.
SPtlPca: Carta X\l a Lucilío

Filosofía: un arte no q C Este fragmento revela las preocupaciones soteriológicas del estoi-
especulativo ¿*E co. No póari. ser de otro modo, ya que la ética es el núcleo del filo-
sofar en esta escuela.

No es la filosofÍa un arte para complacer al pueblo, ni ejercicio de ostentación.


No consiste en palabras, sino en obras. No tiene por objeto pasar el dia entrete-
nido, ni restarle tedio a Ia vagiancia. Forma y modela el alma, ordena la üda, ri-
ge nuestras acciones, indicándonos qué detremos hacer o qué evitar, se sienta
al timón y dirige el curso en medio de los bandazos de la vida. Sin ella es impo-
sible viür con valor y seguridad. A cada hora que pasa ocurren múltiples acci-
dentes que requieren un consejo que sólo ella puede dar'
SÉupce: Carta XVI a LuciLio

fi5
I
Ftosorím or u Épocl H¡uruísncn: Ll Fllosoril v tL A¡¡nrlo o¡ F¡llclolo

ta sabiduría estoica r! t con la §uÍa se§ura de la filosofia, el sabio estoico setá capaz de so-
Ar& brellevar el destino, tanto si es un dios el árbitro del universo como
si es el azar quien 1o gobierna.
La filosofia se convierte asÍ, en el marco del estoicismo como en el de
otras filosofias helenÍsticas, en una forma de sabiduría para la vida. Y el
«sabio,, más que instrucción teÓrica, dispensa sus consejos al discípulo en
cuanto que encarna y representa un modelo viüente de esa forma de satli-
duría. Viene a ser una especie de ndirector espiritual, frente a un discipulo
con el que mantiene una relación de confianza y simpatía mutua en el
marco de una particular relaciÓn de amistad.

Misión de la filosofía. Alguien podrá decir: ¿De qué me sirve la filosofía, si existe algo como el desti-
no? ¿Para qué, si es un dios el que gobierna, si todo está sometido al azar?
Pues no podemos modificar lo que ya está fijado de antemano, ni hacer nada
contra lo impreüsible; porque, o el dios se anticipÓ a mi decisión y determinó lo
que habría que hacer, o la suerte cierra toda posibilidad de juego a mi libre de-
cisión. En cualquiera de estos casos, o aunque todas esas hipÓtesis fueran cier-
tas, debemos acudir a la filosofÍa: sea que el destino nos tenga cogidos en una
red de la que no podamos escapar, o que un dios, árbitro del universo, 1o haya
decidido todo, o que el azar empuje y agite sin orden los asuntos humanos, la
filosofía está para protegernos. Nos dirá que obedezcamos al dios de buen gra-
do, que resistamos duramente a la fortuna. Te enseñará cómo seguir al dios,
cómo sobrelleva¡ al destino.
Pero no se trata ahora de que pasemos a discutir qué es lo que depende de
nosotros, ya sea que nos gobierrre una proüdencia, o que nos arrastre una Ca-
dena de acontecimientos fatales, o que sea lo súbito o 1o impreüsto lo que rija
al mundo: yo, volviendo a mi tema, te aüso y exhorto para que no decaiga ni se
enfrÍe tu entusiasmo. No lo dejes escapar y afirmalo para que este entusiasmo
se convierta en un hábito.
Spuoce: Carta XVI a LucíLio

El dominio de Ias
q rl El deseo de Lrienes, riquezas y honores es ajeno al estoico y le apar-
¿ . J ta de la senda de la ürtud, del orden natural.
pas¡ones
Nada más abrirla, si te conozco bien, habrás mirado qué regalo te llega con esta
carta: examínala y lo encontrarás. No se trata de que admires mi actitud. Soy ge-
neroso a costa de lo ajeno. Pero ¿por qué digo nde lo ajeno»? Cualquier pensa-
miento bello, venga de quien venga, lo hago mío. También éste de Epicuro: nsi ü-
ves conforme a la naturaleza, nunca serás pobre; si vives según las opiniones de
Vivir conforme a la
unos y otros nunca serás ricor. La naturaleza se conforma con poco, la opinión
naturaleza.
no encuentra límite: que acumules el patrimonio de muchas ricas familias, que
la suerte te eleve hasta un grado de riqueza fuera de 1o normal, que te cubra de
oro, te üsta de púrpura, que te lleve a tal punto de refinamiento y de riqueza,
que puedas recubrir el suelo con mármoles, que no sólo puedas tener riquezas
sino pisarlas; añade estatuas y pinturas y cuanto para el lujo inventaron las ar-
tes: aprenderás a desear más todavía; los deseos naturales tienen su medida; los
que nacen de una falsa opiniÓn, no. Lo falso no encuentra lÍmite. El que sigue un
camino llega al final. La senda del que yerra no se acaba nunca. Apártate de las
necesidades y cuando quieras saber si tus deseos son naturales o proceden de
una codicia ciega, mira si pueden detenerse en algún punto. Si, hatriendo llegado
lejos, el límite se desplaza más y más, que sepas que esto no es natural. salud,.
SPtqPce: Carta XVI a Lttcitío

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FllOso¡íns o¡ rl Épocn HruNislcl: Ln Fllosoria y el ANnrto oe Fruclolo

1.
W
¿Qué lugar ocupa en la filosofía de Eplcuno la
ieflexión sobre qué es la felicidad y cómo al-
9.
de Eplcuno según la cual nel placer es principio
y culminación de la vida feliz,?

Tanto Eptcuno como SÉNrc,q hablan en los dos


textos de Io que llaman deseos naturales- Anali-
canzarla? za y compara sus respectivas ideas sobre este
punto, extendiendo el comentario a una consi-
, ¿Eslo mismo placer que felicidad para EetcuRo? deración sobre las formas de consumo en las
Explica la respuesta. sociedades modernas.

3. EptcuRo considera las ideas que se tengan sobre


la religión y la muerte como factores muy im-
portantes para conseguir una vida feliz. ¿Qué
dice Eplcuno sobre la religión y la muerte y por
rruffito'
qué establece esa relación con el logro de la fe- Comenta el texto que transcribimos atendiendo al si-
licidad? guiente guión:

4. ¿Qué sería para Eetcuno un hombre virtuoso?


- Breve introducción sobre SÉNrc,c y el estoicismo.
- Análisis de los términos principales (Dios, la ra-
5. ¿Qué importancia tiene en la filosofía de SÉNrcn zón, el azar, el amor a la razón...) y explica-
el concepto de destino? ción del sentido y alcance del texto como ex-
presión de la filosofía de SÉN¡cn.
6. ¿Qué sería para SÉNrcR un sabio?
- Comentario crítico (opinión razonada sobre lo

W
que ahí se defiende).

Plazca al hombre todo lo que place a Dios; sienta


admiración de sí mismo y de sus cosas/ por cuanto
7. EPtcuRo y SÉNrc,t muestran una coincidencia en no puede ser vencido y puede tener los males bajo
Ia forma de concebir el papel de la filosofía' Se- su pie y someter con la razón, la más fuerte de to-
lecciona sobre los textos de ambos autores los das las cosas, el azar, el dolor y la injuria. Ama la
párrafos en que aparece y di en qué consiste' razón y este amor te armará contra los ataques más
terribles.
a Lucilio
¿Cuál sería la opinión de SÉNEc,q sobre la tesis
SÉN¡c,c: Carta LXXIV
8.
\.

,Aíry,'fl$t ¿ íripnl,z'vol' E{! iql Gredos, Madrid, l9?2'

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MARCo AuRELIo: fuIed'itaciones. Editorial Gredos' Madrid, 1977'


'Aeñ*q¿;ii;'Cittqslnbrel**,*,Lugil:ig;2,tol;Editofiel lbérica. Barceiona, 1984.

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fi7

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