L7 Singletary Mike. UN EQUIPO DE AGUILAS

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UN EQUIPO DE AGUILAS

Por: Mike Singletary

De todos los seres de la tierra, al que yo más admiro es al águila. Su fuerza, su gracia
y su confianza son magníficas; ahí está, volando muy alto, en paz con ella misma,
manteniendo un control total.

Algunas veces me gusta imaginarme como si yo fuera un águila, un ser único,


alguien que tiene una total confianza en sus habilidades para sobrevivir y tener éxito
por sí mismo. Mis amigos me miran de un modo raro cuando me escuchan hablar
así: Mike Singletary, el hombre que predica el trabajo en equipo día y noche, el
capitán de la línea defensiva por diez años seguidos, el defensa de media línea
superball, el campeón mundial de fútbol americano de los Osos de Chicago; Mike
Singletary, el águila solitaria.

Sí, muy bien, pero están olvidando un punto: convertirse en un águila es el primer
paso para poder hacer un verdadero trabajo en equipo, es el sustento, es el lugar para
empezar si desea desarrollarse como el mejor jugador en equipo que pueda haber.

Yo empecé la vida más como un gorrión que como un águila. Yo era un niño pobre
en un barrio de Houston. Salí de un hogar con dificultades, no tuve muchas
oportunidades, pero yo era un niño que tenía un sueño: quería tener éxito en el
salón de clases y en el campo de fútbol.

En la universidad no me fue muy bien en varias ocasiones, pero me enseñaron dos


cosas que me convirtieron en un mejor jugador de equipo. La primera lección me la
dio el entrenador del equipo de fútbol; él no estaba impresionado para nada
conmigo, le gustaba mi determinación, pero me dijo que estaba justamente en la línea
divisoria entre ser muy presumido y demasiado independiente para ser un buen
jugador de fútbol. El insistió en que me comportara como un caballero, que
escuchara a mis entrenadores y que aprendiera todo lo que pudiera de mis
compañeros de equipo.

Recibí otra lección muy dura de la profesora Ann Miller, del departamento de inglés.
El primer día de clases ella nos dejó una tarea por escrito. No pensé mucho para
hacerla; simplemente escribí algo en mi tiempo libre y lo presenté. Me la regresó con

Cortesía: MATIZ Y ASOCIADOS 2009


una F muy grande. Cuando me dio el papel ella me miró directamente a los ojos y
me dijo: “Nunca entregues un trabajo en donde no hayas puesto todo el corazón”.

El entrenador y la profesora Miller me enseñaron dos lecciones que llevaré conmigo


durante mi vida entera: me enseñaron cómo comunicarme, me enseñaron cómo dar
siempre lo mejor. Estas son las habilidades que usted va a necesitar si quiere llegar a
ser un águila. Son las habilidades necesarias si quiere volar.

¿Y qué quiere decir ser un águila? Las águilas son seres en equilibrio, las águilas
saben exactamente lo que son, conocen sus fuerzas y debilidades. Si usted es un
águila estará tan a gusto con usted mismo que entenderá el papel que tiene que
desempeñar en la vida; usted no necesita esconderse, usted da la cara y es sincero
con todos.

Un águila es única. Un águila es entera. Un águila es el componente fundamental


de un equipo triunfador, porque un equipo triunfador está hecho de individuos que
se desempeñan muy bien individualmente, que dan su talento especial, su
conocimiento y su sabiduría, y sobre todo su compromiso.

Como ven, un miembro eficaz de un equipo es primero un águila que se desempeña


con un alto grado de conciencia y un reconocimiento positivo de él mismo. Pero se
requiere algo más que las contribuciones individuales del águila para perseverar,
para triunfar. Se necesita valor, madurez. El valor y la madurez para compartir
estos talentos especiales que usted posee y darlos sin egoísmo a los demás en su
equipo para que todos triunfen.

Los Osos de Chicago

Cuando me integré al equipo, inmediatamente al salir de la universidad, cada uno


era un águila. Cada jugador había traído algo especial al equipo: cómo bloquear,
cómo pasar, cómo correr la línea ofensiva y la línea defensiva. Todos teníamos el
talento que era necesario, pero no habíamos aprendido a colocar las piezas juntas.
No éramos tan maduros para hacer un equipo; aún no. Teníamos que aprender algo
nuevo: teníamos que aprender a trabajar juntos, teníamos que aprender a apreciar
las diferencias que cada uno de nosotros había traído al equipo, teníamos que
aprender cómo triunfar.

Lo primero que tuvimos que aprender fue a estar de acuerdo en un objetivo común.
Para nosotros eso parecía sencillo. Queríamos ganar el Super Bowl

2 Cortesía: MATIZ Y ASOCIADOS 2008


-no sólo el próximo juego, o el siguiente campeonato de la liga-, queríamos ganar el
premio mayor. Queríamos ser reconocidos como el primer equipo de fútbol en el
mundo, y como teníamos un objetivo muy claro y común a todos:
el saber a dónde dirigirnos, todos bailábamos con la misma música.

Luego aprendimos las habilidades y capacidades de los otros jugadores del equipo.
Esto era más difícil, porque para lograrlo uno tiene que poner atención a las
necesidades de sus compañeros y no sólo a las propias. Uno tiene que preguntarse:
¿Podrían tus fortalezas equilibrar mis debilidades? ¿Podrían mis fortalezas
equilibrar tus debilidades? ¿Podemos compensarnos unos con otros, pensando en el
bien del equipo como un todo?

Nuestra tercera lección fue más difícil: aprender a comunicarnos con los otros en el
equipo. Esto puede ser muy duro, porque algunas de las cosas que tienen que
compartirse pueden no ser muy placenteras. Usted tiene que encontrar el balance
entre la retroalimentación positiva y negativa, o puede ser devastador. Tiene que
decir las cosas buenas sin ser egoísta o avaro; tiene que decir las cosas malas sin ser
cruel o destructivo, y tiene que escuchar la crítica sin enojarse; superarla, mejorar. Es
una experiencia muy dura, pero hace que un equipo crezca fuerte.

El número cuatro requirió de mucha concentración: mejore su oficio. No puede


convertirse en el mejor sólo con buenas intenciones. Tiene que saber lo que está
haciendo y mantenerse siempre mejorándolo. Tiene que hacer otra pregunta, leer
otro reporte, compartir otra idea; usted tiene que saber que nunca lo sabrá todo,
reconocer que siempre hay algo más por aprender, pero también tendrá que
entender la verdad de que si sus conocimientos y habilidades dejan de crecer, usted
y su equipo dejarán de crecer y al final todos pierden.

También hubo otra lección por aprender, muy difícil por cierto: tuvimos que
aprender la ejecución. Si en realidad es un águila y sabe su oficio, usted sabe cómo
hacer su parte, pero tiene que aprender cómo lograr que sus habilidades se enlacen a
la perfección con las de todos los demás de su equipo. Esto lleva práctica, golpes
fuertes, experimentos, fracasos y éxitos, hasta que todos en el equipo comparten la
misma mente, la misma base para la acción. Así, la ejecución es absolutamente
perfecta.

Si desea jugar en un equipo triunfador no puede dejar de hacer las pequeñas tareas,
ni ignorar los pequeños detalles; no puede ignorar nada, debe estar totalmente
comprometido.

Cinco lecciones sencillas pero muy difíciles. Eso se necesitó para convertir a un
grupo de águilas en un equipo, un equipo listo, ¡listo para triunfar!

3 Cortesía: MATIZ Y ASOCIADOS 2008


Ya habíamos aprendido a tener confianza uno en otro, habíamos aprendido a
ventilar nuestros problemas y a alcanzar una solución, habíamos aprendido a
derribar los muros, habíamos aprendido a compartir los peligros y los dolores de
cada uno, y al final de una de las temporadas más exitosas en la historia de la liga de
fútbol, lo logramos: ganamos el superball. Éramos los mejores. Estábamos volando
alto; éramos un equipo de águilas, aunque nos llamaban Los Osos.

Pero no nos habíamos dado cuenta entonces de que había una lección adicional por
aprender en lo que se refiere a ser un equipo, y esa lección iba a ser la más difícil de
todas: nosotros no pensamos que alguien podría ganarnos. Tal vez nadie hubiera
podido. Nos derrotamos nosotros mismos: el orgullo, el egoísmo, la complacencia se
convirtieron en nuestros nuevos enemigos; nos volvimos avaros, cada uno empezó a
pensar que él era la razón de haber triunfado; nos volvimos independientes, cada
uno pensó que no necesitaba al otro: no lo necesito a él y él no me necesita; lo que él
haga es asunto suyo. Solos llegaremos, trabajaremos y eso es todo.

Empezamos a jugar el juego de culpar a alguien; cuando algo no resultaba bien,


teníamos muchos pretextos. Perdimos un tipo muy particular de fuerza: la habilidad
de reconocer nuestra responsabilidad; dejamos de comunicarnos; dejamos de
compartir nuestras metas y de equilibrar nuestras habilidades; perdimos nuestras
visiones, olvidamos las lecciones que nos convirtieron en compañeros después de ser
águilas cada uno de nosotros, dejamos de jugar como un equipo; ya no éramos
águilas, estábamos cargando mucho equipaje personal y el resultado, nunca, nunca
más volvimos a ver el Super Bowl.

Espero que nunca tengan que aprender la lección que aprendimos. No entendimos
que un equipo, aun un equipo de águilas, es una cosa muy especial y muy frágil; un
equipo es como una familia, se mantiene unida con honestidad, con confianza y
respeto; cada uno de nosotros tiene su propio lugar en la familia, y si uno de nosotros
no concuerda, la familia se hundirá.

No hace mucho mi esposa dio a luz a nuestra hija más pequeña, una niña que se
llama Jaklyn. Dos de nuestros niños estaban enamorados de ella, jugaban con ella, la
arrullaban, le cantaban canciones. Pero Crystel, la mayor, se mantuvo aparte, no
quería cargar a la bebé, no quería hablar de ella, no estaba participando en el equipo.
Un día hablé con Crystel, le recordé la gran alegría que sentí el día que ella había
nacido y le expliqué cuál era su nuevo trabajo, le pedí enseñar a la bebé, a compartir
con ella todo lo que ella había aprendido cuando estaba creciendo. Cuando terminé
se iluminó la carita de Crystel con una enorme sonrisa; ella dijo: “Yo puedo hacer
esto, yo lo puedo hacer”.

4 Cortesía: MATIZ Y ASOCIADOS 2008


En ese momento Crystel aprendió que en un equipo cada quien tiene que hacer su
parte; en un equipo todos tienen que saber que su trabajo es el trabajo más
importante de todos; en un equipo todos tienen que estar comprometidos; no puede
haber alguien que se cuelgue de los demás, es demasiado pesado, es demasiado
costoso. En un equipo, si alguien no alcanza a lograr todo, alguien tiene que llenar
ese pequeño vacío. En un equipo, si alguien tiene un problema, el problema se
convierte en problema de todos. Si llegáramos al punto de pensar que la persona
que está cercana a nosotros, o la que está abajo de nosotros, o la que está sobre
nosotros no es importante, entonces nos estrellaremos.

No importa que tan alto volemos, la capacidad individual muy especial del águila
tiene que estar ahí o no será posible jugar el juego. ¡Pero un equipo, un equipo de
águilas comprometidas entre ellas, es lo que se necesita para triunfar!

5 Cortesía: MATIZ Y ASOCIADOS 2008

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