Fallen - Callie Hart
Fallen - Callie Hart
Fallen - Callie Hart
Traducción
Emotica G.W
MadHatter
yiany
RRZOE
astrea75
IsCris
3
Diseño
Bruja_Luna_
Robsten
Índice
Sinopsis _____________________________________________ 5
Prólogo ____________________________________________ 6
1 ____________________________________________________ 11
2 ____________________________________________________ 16
3 ____________________________________________________ 27
4 ____________________________________________________ 37
5 ____________________________________________________ 42
6 ____________________________________________________ 51
7 ____________________________________________________ 62
8 ____________________________________________________ 68
9 ____________________________________________________ 78
10 ___________________________________________________ 85
11 ___________________________________________________ 92 4
12 __________________________________________________103
13 __________________________________________________109
14 __________________________________________________115
15 __________________________________________________121
16 __________________________________________________129
17 __________________________________________________136
Sobre la autora __________________________________141
Próximo Libro ____________________________________142
Sinopsis
Sloane
Durante más de dos años, Sloane Romera ha centrado todo en
encontrar a Alexis. La vida iba a mejorar. Sería más fácil. Más feliz. Se
suponía que la pesadilla de tener una hermana desaparecida
terminaría, y se suponía que todo volvería a la normalidad.
Sin embargo, ahora que ha encontrado a su hermana, Sloane está
descubriendo que la vida tiene una forma de ridiculizar lo que
esperamos de ella.
Nada es más fácil.
Y lo "normal" se está enamorando de un hombre que quizás nunca
podría sentirse de la misma manera.
Zeth 5
Una larga historia de romper cosas con los puños le ha dado a Zeth
Mayfair una idea bastante buena de cómo salirse con la suya. Pero
cuando su objetivo, la única mujer soltera en la faz del planeta que
realmente siempre ha querido, solo es posible alcanzarlo arreglando
cosas en lugar de destruirlas, ¿cómo puede ajustar una vida de
violencia para hacerla suya de una vez por todas? ¿Y cómo puede
asegurarse de que ella esté a salvo?
La primera parte llevará tiempo. Pero la segunda...
La segunda parte es fácil.
Debe matar a Charlie Holsan.
Jimmy Renford
Traducido por Emotica G. W
10
1
Zeth
Seis días antes
Traducido por MadHatter
26
3
Zeth
Traducido por IsCris, Emotica G. W & MadHatter
1
El Degarelix o degarelix de etilo es una terapia hormonal usada en el tratamiento de
cáncer de próstata.
devastadora en su rostro solo la hace lucir aún mejor—. ¿Qué pasa,
Sophie?
Se sorbe los mocos, levantando una mano para secarse las
lágrimas. Ahí es cuando veo el cuchillo. Y la sangre, Y la forma en la que
todo su cuerpo está temblando. La parte delantera de su lencería de seda,
un sutil diseño de marfil, tiene una violenta mancha roja sobre su
estómago, y una de las correas se ha caído de su hombro, dejando al
descubierto la curva y la hinchazón de uno de sus senos.
—No deberías estar aquí, Zeth —susurra, con la voz quebrada.
—¿Qué ha pasado, Sophie? ¿Dónde está Charlie?
La duquesa solo me mira con la cara completamente en blanco.
Sus ojos llenos de lágrimas, de un azul más oscuro que de costumbre y
llenos de un dolor distante. Realmente no sé qué debo hacer. Algo terrible
obviamente ha sucedido; tiene que estar conmocionada. Doy un paso
adelante y su rostro se transforma instantáneamente, volviéndose una
máscara de dolor y horror. Comienza a sollozar, cubriéndose la cara con
las manos. Sus manos cubiertas de sangre. El cuchillo malvadamente
afilado que está blandiendo, se halla peligrosamente cerca de su cara.
—Oye, oye, vamos. Vamos. —Doy los últimos tres pasos hacia ella
justo cuando sus piernas se derrumban. La atrapo antes de que golpee
el piso, sosteniéndola por debajo de los brazos como una niña—. Dime,
Sophie. Dime qué fue lo que sucedió.
Solloza en mi pecho, su piel pegada a mi camisa con la sangre
60
pegajosa, casi seca, que mancha sus dedos y sus palmas.
—Lo sé. Lo sé, lo sé... —dice, una y otra vez—. ¡Lo sé! —Se levanta
entonces, y se mueve rápidamente, sorprendiéndome. Me golpea tan
fuerte que me suenan los oídos—. Lo sé. Sé todo sobre él. ¡Y también
sobre ti! —Trata de abofetearme otra vez, pero le agarro la muñeca. Tal
vez me había adelantado un poco a este momento. Parece que Sophie ya
no puede creer que Charlie es un contador. Y aparentemente también
conoce mi papel en la organización de Charlie. Durante treinta años, ella
ha estado al lado de Charlie. Treinta años y acaba de enterarse de la
verdad sobre él.
—¿De quién es esta sangre? —pregunto, sacudiéndola por los
hombros.
Deja de luchar, haciendo una pausa para mirarme, y la locura deja
sus ojos. Una cierta claridad lo reemplaza.
—Es tuya —dice.
—¿Qué?
—Es tuya. Tuya y mía, Zeth. Nosotros... oh, somos los más tontos
en la faz de esta tierra.
Miro hacia abajo, confundido, tratando de ver de qué demonios está
hablando. Una oleada de horror me atraviesa cuando veo dónde está el
cuchillo, enterrado hasta la empuñadura en mi costado. No puedo
sentirlo. No puedo sentirlo enterrado dentro de mí. No puedo sentir nada.
—Sophie…
—Lo siento, Zeth —susurra. Levanta la mano para acariciar mi
mejilla. Su muñeca está destrozada, hecha pedazos y bombeando sangre
con una fuerza determinada que hará que muera muy pronto. Muy, muy
pronto—. Pero algunas injusticias son demasiado graves para
perdonarlas. —Esa claridad que poseía en sus ojos hace un momento se
desvanece, y el resto de su ser parece esfumarse con ella. La fuerza
abandona sus extremidades, su cuerpo cayendo flácido en mis brazos.
Me tenso, agarrándola de nuevo, y una ola de dolor me atraviesa: el
cuchillo. La vista del cuchillo incrustado en mi estómago no ha sido más
que una ilusión visual hasta ahora, pero los dientes del acero
precalentado han comenzado a morderme, diciéndome que la hoja es
muy real y está empeñada en matarme. De todas las personas... de todas
las jodidas personas...
La duquesa cae al piso en un montón endeble. No está del todo
muerta, pero pronto lo estará. Toco el mango que sobresale de mi
estómago, y una voz fría y tranquila hace eco dentro de mi cabeza.
—No lo toques. No lo saques.
Entonces no lo hago. Me doy la vuelta y salgo de la habitación, de
la casa de Charlie. Sam y Paddy han desaparecido, junto con su sedán.
El vecino de Charlie, su amigo con el que a veces juega al golf, se
61
encuentra al otro lado de la calle, cortando el césped.
—¡Hola! —llama, saludando. Sonriente. Cortando el césped. En sus
jodidos polo y pantalón chino de Ralph Lauren—. ¿Cómo va el día? ¡Oh!
Oh Dios. ¿Estás... está todo...?
Cierro la puerta del Camaro, cortando su sorpresa al verme
arrastrando sangre por su vecindario. El auto ruge. Me da vueltas la
cabeza, maldita sea. El mundo se vuelve brillante y luego se atenúa, unas
manchas negras danzan en mi visión. Este dolor es un viejo amigo. Parece
que mi viejo amigo esta vez, vino para quedarse. Tal vez salga de este
maldito vecindario abandonado antes de que no pueda ver nada en
absoluto. Arranco el motor, giro el volante y me marcho a toda prisa del
lugar antes de desangrarme y morir en un suburbio de mierda.
7
Sloane
Traducido por Yiany & RRZOE
2
La pCO2 es la presión parcial de dióxido de carbono (CO2) en la sangre arterial.
También se representa como PaCO2.
3
mmHG: milímetros de mercurio.
en San Jacinto, me he esforzado tanto por liberarme de la ira que me ha
estado carcomiendo. La ira que causó Lexi cuando mintió y
conscientemente tomó la decisión de dejarnos, a mamá, a papá y a mí
viviendo en el infierno en los últimos años. Fue imperdonablemente
egoísta. ¿Y luego decirle a este tipo que ella no me importaba, que mi
trabajo era más importante, después de todo lo que hice y a lo que
renuncié para tratar de encontrarla? No, simplemente no. Le respondo:
Llévala a un hospital.
Eso es. Es todo lo que le ofrezco. Si quiere mantener las cosas
concisas y dulces, entonces estoy más que feliz de devolverle el favor. Si
él la ama como Lexi dice que lo hace, no se arriesgará a no darle la
atención que pueda o no necesitar. Incluso para conseguir esas lecturas
de CO2 en primer lugar, habría necesitado acceso a un médico y a un
laboratorio, por lo que claramente no soy la única persona a la que puede
recurrir.
Afuera, el horizonte se ilumina en la distancia, todo naranjas, rojos
y blancos. La vista de todas esas personas solo sirve para hacerme sentir
aún más sola. Me mudé hacia las afueras para alejarme de todos. Para
esconderme. Y ahora, desesperadamente, no quiero estar escondida. No
es seguro para empezar, pero quiero que me vuelvan a ver. Quiero sentir
que existo. Quiero saber que alguien realmente se dará cuenta si
desaparezco. A las diez en punto, Zeth todavía no se ha presentado y ya
he tenido suficiente. Agarro mi bolso y mi chaqueta y salgo por la puerta
principal. Cierro detrás de mí, no estoy segura de cuándo volveré.
64
***
El motor de un auto es algo hermoso. La forma en que funciona es
tan organizada, tan precisa: una parte mecánica trabaja en armonía con
una multitud de otras para crear movimiento. El cuerpo humano es igual.
Una cadena de reacciones monitoreadas por órganos que están tan
delicadamente sintonizados, cooperan y funcionan juntos en un delicado
equilibrio. Si uno de esos órganos falla, el cuerpo falla. Si una de las
partes del motor falla, el auto falla.
Sin embargo, todo funciona bien mientras conduzco el Volvo en
dirección a la ciudad; se siente como si mi cuerpo y el auto fueran casi
una máquina, coordinándose al unísono. Izquierda. Derecha, izquierda,
derecha. Paso a los otros vehículos en la autopista, el ruido de los
neumáticos sobre el asfalto mojado se hace más fuerte y se desvanece
cuando los sobrepaso y los dejo atrás. El chirrido del limpiaparabrisas,
mi respiración; el bajo zumbido de la radio, locutores de radio hablando
con voces profundas; la lluvia tamborileando ligeramente en el capó del
auto. La unidad es casi hipnótica.
Sé a dónde me dirijo y no es a lo de Pippa. Puede que haya sido un
poco socialmente distante con mis colegas de trabajo, pero nunca estuve
completamente cerrada. Tengo a Oliver y tengo a Suresh. Y tengo una
sala de guardia en el hospital donde puedo pasar la noche fácilmente sin
que nadie me moleste. No será un problema; todos los demás parecen
vivir ya en el hospital. Tengo que volver a trabajar más tarde en la
semana, de modo que nadie se sorprenderá tanto de verme.
Me siento cada vez más segura de mi decisión mientras viajo en
dirección a St. Peter. Incluso espero que tal vez el turno nocturno necesite
cobertura y pueda pasar algunas horas en la sala de emergencias. El
ajetreo, la prisa de revivir a alguien. Sí, eso es exactamente lo que
necesito. Fuera del hospital me siento menos en control. Dentro de las
paredes de mi lugar de trabajo, todo cambia. Todo se solidifica, se vuelve
más real. Tengo el control allí. Soy la que tiene el poder.
Cambio de carril, pasando más vehículos. Los brillantes faros de
los otros autos crean lanzas blancas de luz en la oscuridad, iluminando
las gotas de lluvia individuales por un momento antes de que se
desvanezcan en un abrir y cerrar de ojos. Una luz intensa me fulmina en
el retrovisor, un imbécil con sus luces altas encendidas. Inclino el espejo
hacia abajo, pero las luces parecen volverse aún más brillantes.
—Retrocede, amigo. ¿Quieres meterte en mi trasero? —No es
seguro que esté tan cerca. Regreso al carril de la derecha, gruñendo un
poco por lo bajo mientras le doy al bastardo espacio para pasar a mi lado.
Sin embargo, no me pasa. Me sigue al otro carril.
Un acorde de temor se hunde dentro de mí mientras el auto detrás
se acerca aún más esta vez. Muy, muy, muy cerca. Me siguen. La
adrenalina me golpea, y siento que en mis venas circulan corrientes
eléctricas, como si hubiera cables demasiado calientes ardiendo justo 65
debajo de mi piel. Esto es malo. Es realmente malo. No hay forma de que
salga de la carretera, no hay una salida que pueda tomar para que me
lleve a un lugar seguro. He olvidado todo acerca de llegar a St. Peter
ahora; a la primera tienda, gasolinera o estación de policía con la que me
encuentre, me bajaré de este auto y me pondré frente a algunos testigos.
Los muchachos de Charlie no pueden dispararme delante de testigos.
¿Pueden? Piso el acelerador, haciendo rugir el Volvo. A la mierda el límite
de velocidad. A la mierda conducir con cuidado bajo la lluvia. Me estoy
alejando mucho de este tipo. Sin embargo, parece que podría tener otras
ideas.
Choque.
El Volvo se tambalea cuando el auto impacta desde atrás. El sonido
del metal chocado bloquea todo otro sonido. No más neumáticos en el
asfalto mojado. No más gotas de lluvia golpeando el techo. Solo el chirrido
del acero quejumbroso.
—¡Mierda! —El auto se mueve hacia adelante, patinando un poco,
y casi pierdo la parte trasera—. ¿Qué mierda?
Piso el acelerador otra vez mientras giro.
—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —le grito, como si la fuerza de voluntad
enderezara el auto y lo hiciera moverse más rápido. Pero no se mueve
más rápido. En todo caso, parece que se mueve más lento. Emito una
serie de improperios que harían que mi padre se sonrojara rápidamente
mientras me inclino hacia adelante en el asiento—. ¡Vamos!
El otro auto todavía está justo en mi trasero. A través de un breve
descanso bajo la lluvia, puedo verlo un poco más claro por un momento:
una cosa negra y elegante, cerca del suelo. Parece un auto deportivo. Me
asesinará alguien que conduce un maldito auto de peluquero. ¿En serio?
Los autos me tocan bocina cuando los paso, tratando de
deshacerme del tipo, pero no sirve de nada. Un kilómetro, luego dos, y
todavía está sobre mí, pegado como un chicle. Tengo que hacer algo.
Tengo que hacer algo. ¡Tengoquehaceralgo!
Tropezando, alcanzo mi bolso en el asiento del pasajero. Mi celular
está en el pequeño bolsillo del costado donde siempre lo guardo, al
alcance de la mano. Gracias a Dios que no está enterrado debajo de toda
la basura del interior. Aprieto el número 1 y luego el botón verde de
llamada.
Suena. Nada. Repiques...
—¿Hola?
El alivio estalla en un sudor frío sobre mis hombros.
—Oh, gracias a la mierda.
—Romera, ¿eres tú? —Oliver. El doctor Oliver Massey, quien en
broma almacenó su número de celular como número uno de marcación
rápida cuando obtuve mi teléfono por primera vez, porque sabía que no
66
sabía cómo demonios cambiarlo. Mierda. Debería haberlo cambiado a los
servicios de emergencia. Debería colgar y marcar el 911. Debería…
—¿Sloane? ¿Hola, estás ahí?
Al escuchar su voz, mi corazón late un poco más lento. Oh, a la
mierda.
—¿Oliver? Oliver, sí, soy yo. Escucha. Necesito que me hagas un
favor. Necesito que vengas al vestíbulo y salgas. Creo, creo que me siguen.
Otro choque todopoderoso mece el auto. Esta vez sí pierdo el
control. El pánico significa que mis tiempos de reacción se ralentizan, a
pesar de que mi cuerpo está tratando de contrarrestarlo llenándome de
adrenalina.
De repente giro ciento ochenta grados, mirando hacia el lado
equivocado por la autopista, y he golpeado el asfalto. Los autos pasan a
mi lado, desviándose, a centímetros del capó.
—Mierda, mierda, mierda. —No me funciona el cuerpo. Estoy
buscando las llaves, tratando de encender el motor, pero parece que no
puedo lograrlo. Siento las manos como si tuviera guantes de goma llenos
de agua helada, completamente entumecidas y sin huesos.
Finalmente lo hago, finalmente pongo en marcha el auto, justo a
tiempo para mirar hacia arriba y ver otro juego de faros, que se dirige
directamente hacia mí. Sé la expresión que pongo: he visto a
innumerables personas en las películas usándola, justo antes de que su
auto se vea involucrado en una horrible colisión que generalmente los
aplasta contra la acera. Este auto está demasiado cerca para desviarse.
Me congelo; espero. Veo al otro conductor, un hombre de mediana edad
con una pelada incipiente. Veo la expresión de pánico en sus ojos cuando
se da cuenta de lo que está por suceder también.
Y luego me choca.
El auto gira y, por un momento, parece que estoy atrapada en los
autitos chocadores. Excepto que este es un auto chocador que se parte.
Mi cuerpo se da vuelta; golpeo la puerta del conductor con el hombro.
Registro un crujido desagradable que viene de mi brazo, por favor, no te
rompas, por favor no te rompas, y el mundo se vuelve blanco, negro y rojo
a medida que la noche, los faros y las luces traseras se hacen cargo.
Vueltas y vueltas, se siente como si el auto nunca se detuviera. Cierro los
ojos, me protejo la cabeza mientras llueven vidrios rotos. Respiro; tomo
aire después de cada respiración, mis costillas se hinchan de dolor, el
latido de mi corazón golpea mis oídos.
Y luego me doy cuenta de que se acabó.
El Volvo sigue derecho. Mi visión se tambalea mientras trato de
concentrarme en mi entorno: el auto que me golpeó está abollado contra
la barrera. Ya hay personas que salen de sus vehículos y corren tanto
hacia mi auto como hacia el otro. Las formas negras parpadean en mi
visión cuando una mano alcanza el interior del auto y me desabrocha el 67
cinturón de seguridad.
—¿Se encuentra bien? ¿Señorita? ¿Puede escucharme? ¿Está
herida?
Me suenan los oídos. Unas manos firmes me ayudan a salir del
auto. La lluvia está cayendo con más fuerza ahora, golpeando la calzada,
volviendo a levantarse como flores que brotan del asfalto. Me hacen una
serie de preguntas, pero no escucho ninguna. Estoy mirando hacia el otro
extremo de la autopista, donde un Aston Martin aerodinámico está
parado en el arcén a cincuenta metros más adelante. Definitivamente es
el auto que me golpeó primero, estoy segura.
Se detiene allí, como si la persona en el interior estuviera evaluando
el daño, luego su motor se enciende y quema en la noche.
8
Sloane
Traducido por astrea75, IsCris & Emotica G. W
4
Florence Nightingale fue una enfermera, escritora y estadística británica, considerada
precursora de la enfermería profesional moderna y creadora del primer modelo
conceptual de enfermería.
—¿Yo...? —Ni siquiera sé cómo preguntar. Quizás Lacey está
usando ese suéter gigante mío porque le puse las manos encima y está
cubierta de malditos moretones.
—No, no. No te preocupes. —Sloane niega con la cabeza—. Estabas
demasiado débil para siquiera levantar la cabeza y mucho menos para
arrojar a alguien al otro lado de la habitación.
Fijo mis ojos en ella y veo que luce cansada. Completamente
agotada.
—¿Has estado durmiendo aquí también? —pregunto, aunque sé la
respuesta. No ha estado durmiendo en ningún lado. Apenas parece que
haya dormido en absoluto. Se encoge de hombros.
—Como dije, un médico no deja a un paciente que requiere
monitoreo.
Gruño ante eso.
—¿Entonces no fue porque estuvieras aterrorizada de que fuera a
morir y te sintieras loca de pánico?
Abre grande los ojos. Ya debería saber que no me gusta adivinar
las emociones de las personas. Particularmente cuando puedo verlas
claramente. Nunca he entendido por qué las personas esconden lo que
piensan o sienten. Carece de sentido. No los lleva a ninguna parte, y
tampoco me ayuda, nunca.
—Sí —dice, levantando la barbilla. Todo esto de ser honestos es tan
82
nuevo para ella que aún cree que es la forma más difícil de hacer las
cosas en lugar de la más fácil—. Está bien, sí, estaba preocupada. Más
que preocupada. No quería que murieras.
—Bien.
—¿Bien? —Se ríe, sacudiendo la cabeza—. No tienes idea de la
mierda que hemos pasado en los últimos días, esperando a ver si estarías
bien. Tuve que robar suministros del trabajo. Podrían despedirme si se
dan cuenta de que fui yo. Tenía...
La interrumpo.
—¿Valió la pena?
Con la boca abierta, solo me mira por un momento.
—¿Si valió la pena que tuviera que robar en mi trabajo para que
mejoraras? —pregunta.
Asiento, maldito dolor de cabeza, y me acomodo un poco más en la
cama.
—Sí. ¿Valió la pena que arriesgaras tu trabajo y tu reputación para
salvarme?
Ni siquiera piensa en su respuesta esta vez.
—Sí.
—Entonces bien. Me alegra que estemos en la misma página.
Un delicado sonrojo comienza a surgir de su cuello, manchando
sus mejillas y volviendo la punta de su nariz rosa. Junto con la línea
apretada de sus labios, creo que la hice enojar.
—Así que básicamente no te importa una mierda mi trabajo, ¿es
eso lo que estás diciendo? —exige. Piensa que estoy siendo un imbécil,
diciéndole que valoro mi vida sobre cualquier cosa que pueda importarle.
—No. —Me inclino hacia adelante lo mejor que puedo, tratando de
no mostrar cuánto me duele el estómago—. Sé exactamente lo importante
que es tu trabajo para ti. Estoy diciendo que si estás dispuesta a arriesgar
tu trabajo, que es lo más importante para ti, por mí, entonces tú y yo...
estamos en el mismo lugar. —Supongo que esta es mi forma de
agradecerle; intentando, aunque realmente jodidamente mal, hacerle
saber que estoy agradecido por lo que ha hecho. Que yo hubiese hecho
lo mismo. Que arriesgaría todo también... Sé que no lo he formulado bien.
Podría comenzar de nuevo y decirlo, pero la expresión de enojo en su
rostro se suaviza y cae y creo que entiende la idea.
—Ibas a ir a buscarme, ¿no? —pregunta.
—Dije que sí. No digo algo y luego no lo hago, Sloane.
Asiente, sus ojos caen sobre las sábanas.
—¿Entonces no quieres que me vaya?
Esta chica. Esta jodida loca. Me pregunta lo mismo que le pregunté
83
en el parque fuera de la oficina de Newan. Una vez que establecimos que
ella realmente podía reconocer sus sentimientos y adueñarse de ellos,
pensé que estábamos bastante establecidos. Que a pesar de que podría
haber tenido algunos problemas para aceptar su atracción hacia mí,
estaba completamente consciente de mi necesidad por ella. Pero, de
nuevo, sé que soy un imbécil frío como una piedra la mayoría de las veces.
—Te impedí perder tu virginidad con un chico que pensé que te
trataría mal —le digo, intentando suavizar mi voz—. Te confié la vida de
alguien de quien soy responsable cuando no podía hacer nada para
ayudarla; fui contra el hombre que me crio para encontrar a tu hermana;
me puse directamente en peligro cuando fui a buscarla por ti; la única
vida que he conocido no solo se ha puesto patas arriba sino que se ha
quemado hasta los cimientos desde que te conocí. Y sigo volviendo,
Sloane. No necesitas preguntarme si quiero que te vayas. Nunca
necesitas preguntarme eso. En esta etapa del proceso, no creo que haya
salida para ninguno de nosotros.
Observo que hasta el último destello de color se drena de su rostro.
No soy de discursos o de explicarme expertamente, pero no puedo
explicárselo más claro que eso. Le tiemblan las manos cuando entrelaza
sus dedos y luego cambia de opinión, deslizándolos rápidamente debajo
de sus muslos para sentarse sobre ellos.
—Oh —dice.
No puedo decir si se ve feliz o realmente jodidamente asustada. Es
una chica inteligente, así que sé lo que está pasando por su cabeza. Cuán
atrapada podría sentirse en este momento. Porque soy el malo. La sombra
oscura de la que huyes. La pesadilla de la que te alivia despertar.
Y ahora está conmigo, le guste o no.
84
10
Sloane
Traducido por RRZOE & Astrea75
5
Trastorno heredado que provoca la acumulación excesiva de cobre en los órganos.
Otra enfermera regresa con la Fosfenitoína y levanta la manga de
la mujer para encontrar una vena. La conmoción recorre al equipo que
trabaja en ella mientras todos vemos las ampollas llenas de líquido que
marcan la piel de la mujer.
—Esto no es de Wilson —digo, casi para mí misma. Le levanto la
camisa del estómago y las ampollas también le cubren el vientre. Están
por todas partes. Prácticamente formándose ante mis ojos. No, esta no es
la enfermedad de Wilson. Esto es algo mucho, mucho peor—. Todos,
pónganse trajes para materiales peligrosos. Ahora mismo —espeto—. Ella
tiene envenenamiento químico.
***
Lo que pasa con el envenenamiento químico es que, desde el 11 de
septiembre, cada vez que se presenta un caso, una pequeña parte de tu
cerebro comienza a gritar instantáneamente ¡ATAQUE TERRORISTA!
¡ATAQUE TERRORISTA! en mayúsculas gigantes. Los reporteros de
noticias a menudo tienden a hacer lo mismo.
Para cuando nuestra paciente muere, hay cuatro camionetas de
noticias fuera de St. Peter. Nannette Richards tenía solo veintiséis años,
acababa de terminar una maestría en biología marina y aparentemente
se dirigía al aeropuerto para visitar a su novio en Florida cuando cayó al
suelo y comenzó a convulsionar en una estación de servicio a cinco
kilómetros del aeropuerto.
Probablemente habría menos pánico en torno a la muerte de
105
Nannette si el paramédico que la trajo y le dio respiración boca a boca no
se hubiera enfermado de inmediato y también comenzara a vomitar
sangre. Ahora parece que todo el hospital se está desmoronando. Una
orden de cierre se emitió hace treinta minutos, momento en que cuatro
enfermeras vinieron y confiscaron nuestros teléfonos celulares, para
evitar el “pánico innecesario al público” en caso de que decidiéramos
decirles a nuestros familiares o seres queridos algo que podría ser tomado
fuera de contexto.
—Mi mamá me llamó ocho veces antes. Probablemente esté
enloqueciendo en este momento. Pensará que mi cara se ha derretido
como la de ese tipo en The Rock —me informa Oliver, mientras estamos
en la periferia del piso de la sala de emergencias. Hemos estado
observando el colapso de la civilización a medida que los pacientes
intentan irse y, posteriormente, la seguridad les dice que regresen a sus
asientos hasta que los buenos médicos, mis colegas y yo, podamos
determinar si todos han sido infectados con una cepa violenta y mortal
de guerra biológica. Los guardias no usan esas palabras, por supuesto.
La expresión “es por su propia seguridad” está muy extendida, como
“gracias por su paciencia”.
Oliver se mueve, frotándose la cara con las manos.
—¿Crees que saldremos de aquí para la cena? Necesito estar en un
lugar.
—¿Cita caliente? —pregunto. Su ceño se vuelve significativamente
más profundo.
—Mi hermana está en la ciudad. Se supone que se quedará en mi
departamento, pero si no puede entrar…
Luce enojado. Todos están enojados. Los pacientes, la seguridad,
las enfermeras, los otros médicos. Yo. Estoy enojada porque algo tan
absoluto y categóricamente inaudito tenía que suceder en mi primer día
de regreso al trabajo. Como si no hubiera tenido suficiente drama en las
últimas semanas.
—Lo siento, Ol. ¿Quizás pueda reservar en un hotel para pasar la
noche?
Oliver se burla de eso.
—Claramente nunca has conocido a mi hermana. Oye. —Me da un
codazo en las costillas—. Ahí está Bochowitz.
Efectivamente, la cabeza medio calva de Bochowitz, completa con
mechones de cabello blanco y rizado, es visible a través de la sala de
emergencias. Su andar torpe y poco convencional lo está trayendo
directamente hacia nosotros. Bochowitz y yo sentimos una debilidad
mutua; él me enseñó mucho cuando solía ir a visitarlo a las entrañas del
hospital, donde se encuentra la morgue. Y a cambio solía mantenerlo
permanentemente abastecido de parches de reemplazo de nicotina. Si no
le traía los parches, al menos fumaría un paquete al día. El hombre suele
ser obscenamente feliz, pero hoy me da una sonrisa sombría cuando nos
106
alcanza.
Va directo al punto.
—No es un contagio. Había una laceración en la dermis en la parte
posterior de su cuello. Ese parece ser el punto de entrada. No hay
evidencia de ningún veneno en su sistema, pero sus síntomas antes de
la muerte indican que fue envenenada.
—¿Y qué, se ha desvanecido de su cuerpo? —pregunta Oliver.
Parece un poco incrédulo, como si hubiera estado esperando que fuera
Sarín6 o algo realmente desagradable. Algo de lo que todos podamos estar
bien preocupados. El doctor Bochowitz exhala impaciente.
—No. Estoy diciendo que aún no lo he encontrado. Es algo muy
sofisticado. Algo que llevará más de tres horas detectar, doctor Massey.
—Entonces, ¿podemos abrir el hospital otra vez?
—Podemos, pero la Jefa Allison no lo hará. No hasta que pueda
averiguar exactamente qué es esto. Aparentemente, sería malo para las
relaciones si nos vieran dando el alta a los pacientes sin determinar la
causa exacta de la muerte de Nanette. —La mayoría de los patólogos se
6
El sarín o GB es un compuesto organofosforado con la fórmula C₄ H₁ ₀ FO₂ P. Es un
líquido incoloro e inodoro usado como arma química debido a su extrema potencia como
agente nervioso. Fue clasificado como arma de destrucción masiva en la resolución 687
de la ONU.
referirían a la paciente como la señorita Richards, o algo un poco más
formal, de todos modos, pero no Bochowitz. Ella ha sido Nannette para
él desde que la llevaron a la morgue. La forma en que habla con los
pacientes fallecidos solía asustarme al igual que asusta a todos en el
hospital, pero rápidamente me di cuenta de que no lo hace porque está
loco. Lo hace como un acto de amabilidad, de modo que cuando los
cuerpos de los muertos se someten a su examen médico final y más
invasivo, no se queden solos con un extraño. Se les deja pasar por eso
con un amigo. Eso fue lo primero que me hizo amar al hombre.
—El paramédico se está recuperando —continúa Bochowitz—, por
lo que obviamente solo entró en contacto con una cantidad insignificante
de la toxina, y eso fue a través del contacto directo. Aquellos que tocaron
al paciente deben hacerse un análisis de sangre solo para estar seguros,
pero supongo que ya se habrían enfermado y muerto si fuese así.
Oliver mete las manos en los bolsillos y alza las cejas al mortuorio.
—Eres un rayo de sol, Bochowitz. Gracias por alegrarme el día. —
Se apresura por el pasillo hacia la cantina, tratando de no parecer un
hombre que le teme a las agujas y está huyendo ante la perspectiva. Que
es exactamente lo que es.
—¿Te sacaré sangre si quieres? —ofrece el doctor Bochowitz.
—Por supuesto. —Lo sigo a una sala de examen, mi cuerpo se relaja
ahora que la amenaza de muerte inminente está fuera de la mesa.
Aunque me tenso bastante rápido cuando veo la expresión de
107
preocupación en el rostro de Bochwitz. Su expresión, generalmente
serena y no afectada por mucho, se torna en un ceño contemplativo.
Cruza los brazos sobre el pecho tan pronto como me siento.
—¿Qué? ¿Qué es?
—¿Viste bien el abdomen de la chica?
—¿A qué te refieres? Vi las ampollas en su caja torácica y di la
alarma.
—Nannette tenía algo escrito de un lado. Lo encontré cuando hice
la autopsia.
Una sensación de temor que se hunde me recorre. Este algo que
encontró escrito en ella posiblemente no puede ser bueno si es tan serio
al respecto. El doctor Bochowitz recupera su teléfono celular de su
bolsillo y manipula los botones hasta que encuentra lo que está
buscando. Me tiende el dispositivo para que lo vea y de repente parece
que todo mi estómago está tratando de salirse de mi cuerpo por la boca.
Propiedad de la doctora Sloane Romera.
Las letras están dibujadas en un garabato inclinado y desordenado
sobre la piel pálida con lo que parece ser un sharpie. ¿Cómo diablos lo
pasé por alto? ¿Y por qué? ¿Por qué alguien habría hecho eso? ¿Mi
nombre? ¿En mi paciente? ¿En mi hospital? Oh Dios mío.
—Es relativamente fresco —me dice Bochowitz—. Por lo general, el
sudor o el desprendimiento natural de la dermis significa que cosas como
esta se desvanecen con bastante rapidez, pero la tinta en Nannette sigue
siendo prominente, lo que significa que sucedió muy recientemente.
—Estaba allí... —Tragué, sintiendo que la bilis se elevaba en el
fondo de mi garganta—. ¿Hubo algo más?
Bochowitz hace una mueca; se rasca un mechón de cabello a un
lado de la cabeza.
—¿Aparte de la etiqueta notablemente personal que marca a la
víctima como de tu propiedad personal? No. No, hasta ahora no he
encontrado ninguna otra pista de por qué Nannette fue blanco de este
ataque. O cualquier cosa para confirmar que realmente fue un ataque.
Acabo de ver la tinta y pensé que sería mejor decírtelo primero, antes de
mostrárselo a alguien más.
Cierro los ojos, tratando de entender esto. Una mujer. Una mujer
cualquiera de la calle, muere. Me duele la cabeza al considerar la vida de
esta mujer. Su prometido en Florida que todavía no sabe que está muerta;
los hijos que pudieron haber tenido juntos; la carrera por la que Nannette
trabajó tanto; si tiene padres que se sentirán afligidos por su muerte.
Cada nuevo pensamiento me golpea como una sucesión de bombas
explotando dentro de mi cabeza. Lo sé con una seguridad repugnante: su
muerte está vinculada a mi relación con Zeth. Tiene que estarlo. Nunca
tuve ningún cuerpo dirigido a mí antes de comenzar a pasar tiempo con 108
él, eso es seguro. Llevo la mayor cantidad de aire posible a mis pulmones.
—¿Ya se lo has dado a la policía? —pregunto.
—Nuestros sistemas están vinculados. Tendré que bajar y
presentar mis hallazgos ahora. Hay mucha gente esperando esta
información, Sloane. Dudo que pase mucho tiempo antes de que vengan
a buscarte.
Asiento, con los ojos aún cerrados.
—Querrán hacerte preguntas, ¿comprendes?
—Lo sé. —Tomo otra respiración profunda. Abro los ojos. La
expresión de Bochowitz ahora se ha suavizado por la preocupación.
Extiende la mano y la coloca sobre mi hombro.
—Es sorprendente lo que se puede ver desde mi punto de vista en
el sótano —dice suavemente—. Puede que esté fuera de la vista, Sloane,
pero tiendo a ver muchas cosas. Y también tiendo a escuchar muchas
cosas. Has estado ausente, pero también has estado preocupada. No
tengo idea de qué complicaciones pueden estar afectando tu vida, querida
niña, pero hay más complicaciones en el horizonte. Espero... —Suspira,
sonando levemente arrepentido. Como si todo ya estuviera perdido—.
Espero que estés lista. Y espero que estés a salvo.
Pobre Bochowitz. Quiero decirle que lo estoy, que todo está bien,
pero honestamente, en este punto, lo menos que siento es que me
encuentre a salvo.
13
Zeth
Traducido por astrea75 & IsCris
7
Cat's Cradle es uno de los juegos más antiguos de la historia humana registrada e
implica la creación de varias figuras de cuerda, ya sea individualmente o pasando un
bucle de cuerda de un lado a otro entre dos o más jugadores.
Considero decirle que se ocupe de sus propios asuntos, pero luego
me imagino cuál es el punto.
—A mi madre le gustaba hacerlo conmigo —le digo. Su sonrisa se
desvanece.
—¿Te acuerdas de ella?
—La recuerdo —confirmo—. De forma imperfecta. Recuerdo
pequeños trazos de ella. Como este. —Le ofrezco el cat´s cadle para que
tome su turno en la manipulación del patrón—. Pero esos fragmentos no
forman a una persona completa.
Lacey toma su turno. Se queda mirando el juego, ahora enrollado
y retorcido alrededor de sus dedos una vez más, y se ve... increíblemente
triste.
—¿Era hermosa? —pregunta—. Tu mamá. ¿Era realmente
hermosa?
Me aclaro la garganta, conteniendo el deseo de callarme y evitar la
pregunta por completo.
—Sí. Sí, lo era.
—¿Tú…? —duda, como si no estuviera segura de si debería
continuar con su línea de pensamiento—. ¿Tienes alguna foto de ella? Me
gustaría verla.
Su interés es comprensible dado que nunca he mencionado a mi 110
madre antes y de repente estoy hablando de ella. Probablemente Lacey
también esté intrigada por la astuta observación que Newan hizo sobre
ella cuando dijo Y luego, por supuesto, está la historia con tu madre. Una
historia de la que no tengo intención de hablar abiertamente. Le
mostraría una foto a Lace, pero solo tengo una foto de la mujer que a
veces me visita cuando duermo. La he mantenido en secreto durante
años, y aunque no la he mirado, el saber que se encuentra dentro de este
almacén es una tortura jodidamente suficiente. No he podido mirar su
rostro sin experimentar una rabia oscura que me consume durante días,
así que pienso en mí mismo en lugar de en la curiosidad de Lacey.
—No. Desearía tenerla.
Lacey solo asiente. Cierra las manos en puños, aflojando los hilos
y señalando que mis deberes han terminado. Vuelvo a pasearme.
Necesito concentrarme en el juego. Hay tanto que tengo que hacer,
y estar herido no es parte del plan. Necesito averiguar dónde está Charlie
ahora. He estado furioso desde que me enteré que me tendió una trampa
y me envió a Chino, y quiero que pague. Y para mantener a Sloane a
salvo, pensé que la mejor manera de hacerle pagar era matando al hijo
de puta. Entonces no hay posibilidad de que pueda volver a ponerla en
peligro, pero aunque esa solución atrae mi lado más pragmático, el lado
vicioso de mí quiere que Charlie sufra.
Chino no fue un paseo por el parque para mí. Tampoco fue bueno
que Charlie asesinara a uno de mis amigos más cercanos, el mismo
asesinato que me llevó a prisión. Las mentiras, el engaño, la vigilancia, la
colosal sensación de traición completa. Ninguna de estas ofensas se
resolverá con la rápida y sangrienta desaparición de Charlie. No, se
merece algo un poco más... apropiado.
Se merece descubrir cómo es Chino de primera mano. Se merece
perder todo lo que aprecia. Ya ha perdido a la Duquesa, y con toda
honestidad, solo sé una cosa más de la que Charlie realmente se
preocupa en esta vida: su dinero.
Es una lástima que Rick esté muerto. Hubiera sido genial saber
más sobre lo que estaban haciendo esos moteros, recabando información
de Rick sobre los negocios de Charlie y sus ubicaciones. Hay otra forma
de averiguarlo, supongo. Podría preguntarle a los Wreckers. Podrían
decirme, considerando cuánto claramente parece no gustarles Charlie,
pero de nuevo podrían enterrarme en la arena hasta el cuello, verter miel
sobre mi cabeza y dejar que las jodidas hormigas rojas me coman vivo.
Los Wreckers generalmente no trafican con drogas o armas, el método
preferido de Charlie para pagar sus cuentas. Ellos compran bienes
robados para vender y son ladrones. Robarán y venderán todo lo que no
esté clavado, y si no lo robaron, quien lo haya hecho puede llevárselo a
ellos, sabiendo que la pandilla no tendrá reparos en vender artículos en
una de sus sórdidas tiendas de empeño. Por una tarifa razonable, por
supuesto. Su base está en Aurora Lane, al norte de la ciudad.
Si solo pudiera hacer que... 111
—¿Zee?
…me digan directamente lo que quieren con la operación de
Charlie, entonces tal vez yo...
—¡Zeth!
Dejo de pasear, levantando la cabeza. Lacey sostiene el control
remoto del televisor y lo apunta a la pantalla.
—¿Estás escuchando esto? —pregunta. Todavía está congelada, un
tazón de Lucky Charms vacío se balancea sobre sus rodillas.
…Dicen que no hay riesgo de contagio que afecte a ninguno de los
pacientes del hospital en esta etapa, aunque no menos de tres enfermeras
dentro de St. Peter han confirmado un detalle preocupante. Uno de los
paramédicos que respondió a la solicitud de emergencia del 911 para
atención médica urgente en la estación de servicio en Burien, donde la
mujer desconocida cayó misteriosamente enferma, también muestra los
mismos síntomas. Los médicos no tienen idea de qué causó la muerte de
la mujer, o si el personal y otros pacientes en el interior ahora corren algún
tipo de riesgo, pero la administración del hospital ha cerrado el edificio,
negándose a dejar entrar o salir a nadie. Nuestras fuentes afirman que...
Mi corazón parece un martillo neumático en mi pecho.
—¿Qué demonios? —Mi voz es firme, pero con cada segundo que
pasa el periodista pregunta o responde más preguntas, puedo sentir una
sensación muy desagradable y enferma que se me forma en la boca del
estómago—. ¿Es de St. Peter?
—Sí —responde Lacey—. Hay tantos patrulleros allí. Piensan que
esto es algún tipo de ataque. Y Sloane está allí, ¿verdad?
—Sí. Sí, jodidamente lo está —Lacey tiene razón sobre los
patrulleros; Hay cuatro patrullas estacionadas afuera del hospital,
visibles sobre el hombro de la periodista. Pero no son los patrulleros los
que me ponen nervioso. Es el Aston Martin One-77 estacionado junto a
la entrada de emergencia.
Charlie Jodido Holsan.
Este es otro mensaje. Excepto que no está escrito en papel. Lo
conozco. Lo conozco demasiado jodidamente bien. Este mensaje está
escrito en sangre.
Es perfecto, de verdad. La manera perfecta de llamar mi atención.
Los padres de Sloane ya no están cerca para que él los amenace, por lo
que ha subido la apuesta, sabiendo que no podré resistirme. Algo feo y
muy desagradable me pone los nervios de punta. Tomo mi teléfono y
llamo rápidamente. Tengo que hablar con Sloane. Tengo que hacerle
saber que el hijo de puta está dentro del edificio con ella.
La línea hace clic mientras se conecta, luego comienza a sonar.
Cuatro timbres. Cinco. Seis. ¿Cuántos jodidos timbres se necesitan para
que alguien conteste su teléfono? 112
—Mierda.
—Se supone que ella no debe tener el teléfono mientras trabaja,
Zeth —dice Lacey en voz baja. Se está masticando la uña del pulgar, con
las piernas ahora debajo suyo, los ojos fijos en la pantalla del televisor—
. No te asustes —me dice.
Me dice que no me asuste. Oh, joder, debo parecer un completo
psicópata en este momento si Lacey está tratando de calmarme.
—Estoy bien —le digo. Suena el teléfono por novena vez y cuelgo,
maldiciendo por lo bajo. Bien. No esperaré más. Agarro mi chaqueta de
cuero y empiezo a dirigirme hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —Lacey salta del sofá y prácticamente corre para
llegar primero a la salida del almacén.
—¿Dónde piensas?
—Sabes que te están buscando. Todos los trabajadores de ese
hospital han visto tu rostro debido al hermano de Frankie; Sloane lo dijo.
Los policías te arrestarán en el momento en que llegues allá.
Inconvenientemente, Lacey tiene un punto válido. El jodido Frankie
Monterello y su dolorosa familia todavía me causa dolores de cabeza
desde más allá de la tumba.
—No voy a perder el tiempo aquí mientras Charlie está en ese
hospital.
—¿Estás preocupado por ella? ¿Crees que la matará?
Mi caja torácica se contrae al escucharla decir eso. Sin embargo,
es como si hubiera un bloqueo dentro de mis cuerdas vocales que me
corta cada vez que pienso en decir algo que no sea una amenaza o una
palabra para maldecir lo suficientemente fuerte como para volver el aire
azul. No puedo admitir estar tan aterrorizado. Aprieto la mandíbula y
miro hacia otro lado.
—Porque eso es lo que me preocupa —dice Lacey—. Estoy
realmente preocupada por eso en este momento. Amo a Sloane. —¿Ama
a Sloane? Bueno, eso es nuevo. Echo la cabeza hacia atrás, entrecerrando
los ojos hacia ella. Lacey en realidad me devuelve el ceño fruncido—. No
así, idiota. Amo a Sloane como a una hermana. Me trata de esa manera,
como si fuera de la familia. Y tú también la amas. Estoy tan harta de
ustedes, chicos...
—¿Quieres venir conmigo o no? —digo. No puedo escucharla
quejarse de lo inútil que soy diciéndole a la gente, en particular a Sloane,
lo que siento por ellos. Tengo que hacer algo para sacarla de ese hospital.
Lacey parpadea, la sorpresa marca su rostro.
—Sí, quiero ir contigo —dice.
—Entonces cállate y toma tu chaqueta.
***
—Estaré allí en quince minutos. También traeré a Cade. 113
—¿Cade está contigo?
Michael hace un sonido afirmativo.
—Él y Carnie se presentaron antes. Vino a preguntarme algo en
nombre de mi primo. Cade quería verte, pero le dije que te estabas
recuperando. ¿Puedo suponer que estás haciendo todo lo contrario,
ahora?
—Ya me recuperé —gruño en el auricular—. Asegúrate de que no
traiga su chaleco. Y deja a Carnie también. Tres de nosotros es suficiente.
No queremos llamar la atención no deseada.
—Entendido. —Michael cuelga, y golpeo mis cambios de marcha
como si la palanca de cambios hubiera hecho algo para ofenderme.
Apenas levanto el pie del acelerador para tomar las esquinas.
—Ella está bien. Lo sabes, ¿no? —me dice Lacey, inclinándose a
través del espacio entre los asientos del conductor y el pasajero.
—No contesta su teléfono.
—Probablemente solo esté ocupada. Debe ser un caos allí.
—Debería haber respondido su maldito teléfono.
—Vas a entrar allí y reaccionarás de forma exagerada, ¿verdad?
Doy vueltas al volante y giro el Camaro hacia el estacionamiento
del hospital. El lugar está lleno. Las camionetas de noticias no se han
movido: están estacionadas lo más cerca posible de la fachada de vidrio
de St. Peter, y dos reporteros se encuentran parados frente al edificio,
cada uno hablando por micrófonos mientras los camarógrafos los graban.
El Aston Martin de Charlie todavía está estacionado en la entrada de
emergencia también. El cielo se oscureció significativamente desde que
salimos del almacén, y apenas comienza a llover. Puede que no haya
asistido a la escuela secundaria por mucho tiempo, pero eso no significa
que no haya leído. Leí todo, desde Platón hasta Sun Tzu, hasta Vonnegut.
En este momento el clima huele a una patética falacia que coincide
perfectamente con mi humor negro. Lacey agarra mi muñeca desde el
asiento trasero antes de que pueda salir del auto.
—No me has respondido —dice—. ¿Piensas reaccionar
exageradamente?
Con una expresión de acero dirigida al espejo retrovisor, la miro
fijamente.
—Lacey, nunca reacciono de forma exagerada. Si no puedo entrar,
reaccionaré en consecuencia. Voy. A. Terminar. Con. Toda. Esta. Mierda.
—Comienza a objetar, pero ya es demasiado tarde; Ya he salido del
Camaro.
Evalúo la situación lo más rápido posible. La entrada a St. Peter
está cerrada y dos policías se encuentran afuera; Además de ellos y los
equipos de noticias, hay pocas personas esperando en el
estacionamiento. Un puñado de espectadores preocupados esperan en el 114
frío, presumiblemente por sus seres queridos que se encuentran dentro.
Parece que el resto de Seattle asumió la amenaza de envenenamiento
químico y se mantuvo alejado. Cabrones inteligentes.
Lacey sale del auto, haciendo una mueca cuando una ráfaga de
viento helado nos golpea, con el cabello volando alrededor de su cara.
—No me dejarás, ¿verdad? —pregunta.
—No, no te dejaré, Lace. —Ojalá pudiera. Desearía que se quedara
en el maldito auto si le dijera que lo hiciera, pero sé que incluso decir las
palabras es una completa pérdida de aliento. La última vez que le dije
que esperara en el auto, entró y me encontró disparándole en la cara a
Frankie, su ex folla amigo—. No necesitas preocuparte. Vamos a hacer
esto agradable y tranquilo. No tengo ganas de volver a familiarizarme con
el sistema penal. ¿Eso te hace sentir mejor?
Sacude la cabeza y se encoge de hombros para protegerse del frío.
—Realmente no.
—Excelente. Entonces vamos.
14
Sloane
Traducido por Emotica G. W & MadHatter
Zeth
—Siempre pensé que sería Sam quien arruinaría tanto las cosas
que tendría que meterle una bala. Tengo que decir... nunca pensé que
serías tú.
Sam. Sí, Sam. El chico queda atrapado haciendo algo nefasto cada
vez que sale de su puerta principal. Ni siquiera sabía a dónde apuntar su
arma para dispararme en el corazón. Lamentablemente, no se puede
decir lo mismo de Charlie Holsan. Charlie sabe exactamente dónde está
mi corazón. Su FN Herstal Five-Seven, una de las pistolas más difíciles
de conseguir, pero la más eficiente en su trabajo, está justo contra mi
130
caja torácica. Y mientras que Sammy nunca hubiera tenido las pelotas
para apretar el gatillo, sé que Charlie ciertamente las tiene. Tiene esa luz
salvaje en sus ojos otra vez, la locura que me hace pensar que ha estado
fumando marihuana.
—Sabía que si lastimaba a ese pequeño coño tuyo, vendrías
corriendo —dice, con la boca en una amplia sonrisa. Habría sido
desacertado para él llamar a Sloane de cualquier manera, pero llamarla
así... Cada palabra que sale de mi boca es una maldición, pero nunca
digo esa palabra. Es una palabra fea, usada por gente fea. Formo puños
con las manos, preparándome.
—Siempre fuiste cruel, Charlie, pero nunca pensé que eras el tipo
de hombre que vendiera mujeres. También, estoy seguro de que nunca
pensé que me traicionarías.
Charlie resopla, entrecerrando los ojos hacia mí.
—Soy el tipo de hombre al que le gusta ganar dinero. Ese es el único
tipo de hombre que he sido. —Entrecierra aún más los ojos—. ¿Crees que
vender esas perras es peor que poner balas en la nuca de las personas?
Al menos las chicas están vivas cuando las vendo. En su mayoría. ¿A
cuántas personas has matado para mí, Zeth? ¿A cuántas personas has
eliminado de la faz de esta tierra?
Asiento, mirándolo.
—Más de las que puedo contar. Pero todos eran malvados, asesiné
a bastardos como tú. Y puede que haya sido verdugo, pero tú fuiste quien
dio las órdenes. Su sangre también está en tus manos. Nunca he hecho
daño a una persona inocente.
Charlie echa la cabeza hacia atrás, abriendo la boca mientras se
ríe.
—Si eso te ayuda a dormir por la noche, hijo, ¿quién soy yo para
discutir?
—Duermo muy bien, Charlie. —Me presiono contra el cañón de su
arma. Estoy tan jodidamente cansado de esto. Ya terminé con su loca
paranoia, las amenazas, preguntándome cuál de sus secuaces imbéciles
está merodeando por la siguiente esquina, esperando para poner a mi
chica en peligro—. Intentaste sacar a Sloane de la carretera, ¿no? —gruño
Charlie se encoge de hombros y baja las comisuras de la boca.
—Esto es Seattle. Se sabe que llueve mucho. No es mi problema si
tu mujer no puede manejar un automóvil cuando la ruta está mojada.
—Jódete, Charlie. Mientras estabas jodiendo con Sloane, tu mujer
estaba en casa cortándose las muñecas. Se encuentra un piso abajo en
un puto estado de coma; ¿Has ido a verla?
Charlie reacciona rápidamente, retrocediendo y balanceándose,
golpeándome fuerte en el estómago. Me doblo, no puedo evitarlo, y el aire
deja mis pulmones en un jadeo agonizante. Puedo sentir la herida en mi 131
estómago desgarrarse aún más. Antes era malo, pero ahora es realmente
malo. Una oleada de náuseas me inunda, haciéndome vomitar.
—Sería prudente que no mencionaras eso. —Charlie se inclina para
que nuestros ojos estén nivelados—. Sé que estuviste allí. Sé que tuviste
algo que ver con eso.
Escupo al suelo, sin sorprenderme cuando veo el tinte rosado de
mi saliva.
—Ya estaba haciéndolo cuando llegué, imbécil. Solo tendrás que
aceptarlo; los años de mentiras, drogas y engaños, la hiciste tan infeliz
que quiso morir. —Estoy presionando los botones de un hombre
desquiciado, pero es lo que me va a sacar de esta situación. Solo estoy
esperando. Esperando el momento adecuado para arrebatarle el arma y
dispararle con ella. Mientras tanto, Charlie mueve el arma para poder
golpearme con la culata en la parte posterior de la cabeza. Mi visión se
rompe en un caleidoscopio de colores y formas.
—¡Oh! ¡Oh Dios mío! —Oigo el chirrido de las zapatillas de tenis en
el linóleo y el ruido de algo que se estrella contra el suelo. Alguien se
cruzó con Charlie y conmigo en nuestra posición comprometedora, y está
enloqueciendo.
—Detente donde estás, amor —dice Charlie. Levanto la mirada y
una enfermera se encuentra congelada, inmóvil, con una bandeja tirada
a sus pies, y pequeños viales de drogas rodando a sus lados por el pasillo
hacia nosotros. Parece que se acaba de cagar en el uniforme.
Probablemente porque Charlie la está apuntando con el arma. No puedo
ir por el arma de Charlie ahora; es muy arriesgado. Podría dispararle a la
enfermera. Pero ahora que está distraído, puedo sacar mi propia arma.
La agarro de mi cintura y siseo entre dientes por el dolor que me atraviesa
el estómago—. Suéltala, Charlie.
Charlie inclina la cabeza hacia mí, sonriendo. Se ve aún más
enojado ahora, mostrando el blanco de sus ojos. Comienza a reír.
—Oh, esto es jodidamente perfecto, ¿no? Vas a tener que
dispararme en un hospital. Serás atrapado y enviado de vuelta a la
mierda de Chino, excepto que esta vez meterán tu culo en el corredor de
la muerte. No habrá libertad anticipada por buen comportamiento, hijo.
¿Y si no me matas? Imagina toda la mierda desagradable y depravada
que puedo hacerle a tu pequeña doctora mientras te pudres.
Todavía está apuntando con su arma a la enfermera, pero ya he
tenido suficiente. Años. Años que pasé en ese infierno por él, por un
crimen que no cometí. Sin embargo, esa injusticia palidece contra la
amenaza que está haciendo hacia Sloane. No le puedo permitir que la
lastime; No lo dejaré, maldita sea. Jamás. Rujo, lanzándome hacia él;
Golpeo fuerte, estrellándolo contra la pared, y la enfermera grita. Una
bruma roja cae sobre mi visión, y estoy golpeando con los puños la cara
de Charlie, su costado, su estómago. Dejo caer mi arma, pero no me
importa. No me importa el dolor. No me importa si pierdo hasta la última
gota de sangre de mi cuerpo. Mataré a este hijo de puta así sea lo último
132
que haga.
Charlie gira la pistola de nuevo, golpeándola contra un lado de mi
cara. El dolor explota dentro de mi cabeza, pero sigo adelante. Sigo
balanceándome. Solo me detengo cuando Charlie logra recuperar el
equilibrio y gira, apuntándome con el arma nuevamente. Agarro el arma,
y luego la apunto hacia él.
—¡Quietos! Suelten sus armas.
Mi corazón está golpeando en mi pecho, y mi cabeza está girando.
Apenas puedo ver bien, pero no hace falta mucho para ver a los dos
agentes de la DEA por encima del hombro de Charlie. Ambos tienen sus
armas desenfundadas, y Lowell nos mira con los ojos muy abiertos, como
si se hubiera sacado el premio gordo.
—¡DEA! ¡BAJEN SUS ARMAS! —grita ella.
Charlie me mira y comienza a reír de nuevo.
—Me temo que no tengo muchas ganas de hacerlo —grita—. Ves,
estamos en medio de una conversación aquí. —Gira y dispara con un
movimiento rápido, demasiado rápido para que los policías reaccionen a
tiempo. La enfermera en el otro extremo del pasillo comienza a gritar de
nuevo, y el chico detrás de Lowell cae hacia atrás, con los brazos y las
piernas estirados mientras vuela por el aire. Una nube de niebla rosada
florece detrás de él, y eso es todo para el amante de Denise Lowell.
Llaman a la FN Herstal Five-Seven el asesino de policías por una
razón. Esta es la razón. Sus rondas perforarán cualquier cosa, incluso el
chaleco antibalas de un policía. Sin embargo, dudo que el compañero de
Lowell estuviera usando alguno, no querría arruinar la línea de su traje,
y ahora el hijo de puta está muerto. Esta mierda ahora está oficialmente
fuera de control.
Hago lo único que puedo; Me doy vuelta y corro.
***
Sloane
Casi hemos recorrido todo el hospital antes de encontrarnos con
Zeth; escuchamos disparos, gritos, y luego ahí está él, con la frente
cubierta de un brillo enfermizo de sudor.
―¡Oh Dios mío! ¿Qué demonios te pasa? ―Me dirijo a su camisa,
para levantarla, para ver qué daño ha hecho(¡corriendo! ¡Estaba
corriendo!), pero aparta mi mano.
―Más tarde, Sloane. Más tarde, ¿está bien?
―¡Oye! ¡Oye, detente! ―Un grito resuena por el pasillo, y lo siguiente
que sé es que Zeth me ha agarrado de la mano y está arrastrándome en
la dirección opuesta, lejos de la agente Lowell―. ¡ALTO AHÍ MISMO!
133
―grita.
Sin embargo, tenemos unos buenos nueve metros sobre ella.
Doblamos la esquina deslizándonos, los cinco, y sigo adelante, tirando de
Zeth por la izquierda que nos llevará a la escalera de servicio; nunca
vamos a llegar al ascensor a tiempo. Atravieso la salida de emergencia y
empiezo a correr por los escalones de hormigón, con el corazón
retumbando en mis oídos. Esto es estúpido, esto es estúpido, esto es TAN
jodidamente estúpido. El canto es como un metrónomo, manteniendo mis
piernas en movimiento. Estoy huyendo de la ley. Nunca, jamás, jamás en
mi vida pensé que era así, o lo sería para el caso.
Bajamos, escalera tras escalera. Me da vueltas la cabeza cuando
llegamos a la planta baja, y me pitan los oídos con el sonido de pisadas y
gritos incoherentes.
―¡Sigan moviéndose, sigan moviéndose! ―ruge Zeth. Me giro y
Lacey está justo detrás de mí, con los ojos muy abiertos, una máscara de
pánico congelada en su rostro. Zeth está detrás de ella, seguido por los
otros hombres. Y tres vueltas de la escalera sobre nosotros, la agente
Lowell se asoma al hueco, apuntando con su… apuntando con su arma.
―¡No se muevan! ―grita. Sin embargo, Zeth sigue presionando;
obviamente tiene toda la intención de moverse. Y rápido. Salimos
abruptamente por la salida de emergencia al estacionamiento trasero,
directamente a una lluvia que es tan fuerte que me empapa al instante.
―Vayan al estacionamiento frontal ―dice Zeth, empujándonos a mí
y a Lacey a la derecha. Ya estoy moviéndome, pero Michael agarra a Zeth
por el hombro.
―Dame tus llaves ―dice. Zeth lo despacha, pero él no se rinde―.
Zeth, dame tus jodidas llaves. ¡Ahora!
―Solo cállate y muévete.
Michael golpea a Zeth en la espalda, tan fuerte que cae de rodillas.
Un chillido sale de mi boca, ¿qué demonios está haciendo? Michael mete
la mano en la chaqueta de Zeth y saca el juego de llaves, y luego ayuda a
Zeth a ponerse de pie. Zeth está muy pálido y balanceándose sobre sus
pies, pero todavía parece que quiere matar a su amigo.
Michael se vuelve hacia mí entonces.
―Esperen a la vuelta de la esquina. ¡Vayan! Ella nos seguirá a los
autos. Enviaré a alguien por ustedes. ¡Solo espera allí! Vas a tener que
ayudarlo. Ha perdido mucha sangre. ―Como demostrando su punto, la
cabeza de Zeth se balancea hacia atrás y casi se cae al suelo. Lacey y yo
lo agarramos por debajo del brazo y obedecemos. Esto no funcionará. Esto
no funcionará. Pero aun así avanzo, tropezando bajo el gran peso que
desesperadamente estoy tratando de no dejar caer sobre mí.
Afortunadamente, Zeth puede tambalearse hacia adelante, de lo
contrario estaríamos jodidos. Michael y Cade arrancan, gritando y
llamando a medida que avanzan. El edificio a nuestra izquierda cambia
de plano y giramos, entrando en un pequeño patio donde se guardan los
134
bloques del generador. Lacey parece saber a dónde va. Nos insta a
avanzar, llevándome justo detrás de una de las casas estilo Génova de
ladrillo.
Tengo que parpadear tres veces antes de creer lo que veo.
―¡Policías! ―Me vuelvo hacia Lacey, que parece un poco
avergonzada―. Lacey, ¿por qué hay dos jodidos policías jodidamente
esposados a las puertas de este jodido edificio? ―No creo que alguna vez
haya dicho la palabra joder tantas veces, pero la situación parece
justificarlo.
―Solo están inconscientes. No están muertos ―dice Lacey, como si
eso lo mejorara todo.
―Oh, Dios mío. ―Suspiro, y lo digo en serio. Intervención divina es
la única forma en que puedo ver un resultado positivo en todo esto. Tengo
ganas de arrodillarme y rezar para que podamos superar esto. Lacey y yo
bajamos a Zeth al suelo. Sus ojos están abiertos, pero no parece que
estuviera viéndonos. Reviso su pulso y es lento y débil. Va a morir, y todo
porque no se quedó en la cama. Todo esto porque jodidamente no me
escuchó. Le doy una cachetada en la cara, fuerte, y solo parcialmente es
para evitar que caiga en coma. La otra mitad es porque jodidamente se lo
merece.
Michael nos dijo que esperemos aquí, que enviaría a alguien por
nosotros. Las sirenas de la policía suenan en el estacionamiento frontal
y no hay nada más que podamos hacer. Lacey y yo nos sentamos allí, y
esperamos.
***
Un Widow Maker aparece doce minutos después. Es Carnie, uno
de los hombres que conocí en casa de Julio; no tengo idea de cómo logró
llegar tan rápido, y no hago preguntas. Es un milagro que aún no nos
hayan descubierto. Por suerte, los policías inconscientes tampoco se han
despertado, aunque eso es más preocupante. Llevan tanto tiempo fuera
que empiezo a preocuparme de que estén realmente muertos, pero una
rápida revisión de sus pulsos revela que todavía están vivos.
Al igual que nosotros, Carnie está completamente empapado; se ve
ligeramente divertido con nuestra situación, aunque su sonrisa se
desvanece cuando se da cuenta de que depende de él levantar a Zeth. Al
final, incluso él no es lo suficientemente fuerte para hacerlo solo. Toma
los brazos de Zeth, y Lace y yo tenemos una pierna cada una. Es tan
indigno que casi me alegro de que el bastardo finalmente se nos haya
desmayado; conscientemente nunca toleraría tal maltrato.
Carnie tiene una furgoneta industrial esperando en la parte trasera
del hospital, con el motor aún en funcionamiento. A un lado, la pintura
dice Encore Dry Cleaning. La ha estacionado justo frente a las puertas
del área de carga, como si estuviera esperando una entrega de ropa sucia
del hospital. El hospital limpia sus propias sábanas y batas, pero es un
disfraz razonable. Nos las arreglamos para arrastrar a Zeth a la parte de 135
atrás (la camioneta en realidad está repleta de sacos de ropa limpia) y
luego Lacey y yo nos subimos justo detrás de él.
―¿De dónde demonios sacaste esto? ―le pregunto a Carnie, ya
sospechando la respuesta.
―Lo tomé prestado ―responde, y luego cierra las puertas de golpe.
Cae la oscuridad. Un momento después, la furgoneta se tambalea y
estamos moviéndonos. En la oscuridad, el motor y nuestra respiración
parecen muy ruidosos. De repente me doy cuenta del frío que tengo, y de
lo húmeda y cansada que estoy. Lacey hurga alrededor y encuentra mi
mano, apretándola con fuerza.
―¿Estará bien? ―susurra.
Aprieto su mano de regreso y le digo la verdad.
―No sé. Espero que sí.
17
Sloane
Traducido por MadHatter
142
Sloane
¿Cuántas veces puede una persona caerse y volver a levantarse?
¿Cuántas veces pueden salir mal las cosas antes de que te rindas?
Lo he perdido todo. Mi casa, mi trabajo, mi propósito en la vida, todo se
ha puesto patas arriba. Pero aunque la vida no ha resultado
exactamente como me hubiera gustado, no cambiaría nada. Si las cosas
fueran diferentes, no tendría a Lacey. No tendría a Michael.
Pero lo más importante es que no lo tendría a Él.
Me he dado cuenta de lo que siento. Él lo supo antes que yo. Solo queda
una pregunta:
¿Es capaz de sentir lo mismo?
Zeth
Los secretos son una prisión y he estado tras las rejas durante años.
Sloane Romera ha estado girando llaves en todas mis cerraduras,
arrojando luz en rincones de mi mente que pensé que siempre estarían
envueltos en la oscuridad. O al menos esperaba que lo estuvieran.
He cometido muchos errores en esta vida y, sin embargo, esta mujer me
ha perdonado. Ha hecho algo que nunca creí posible: ha aprendido a
comprenderme y no ha huido. Ella me asombra. Ella me ha salvado.
Ella se enamoró de mí.
Si está en mi poder, estoy a punto de hacer lo mismo por ella.