Fallen - Callie Hart

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Staff
Moderadora
Yani

Traducción
Emotica G.W
MadHatter
yiany
RRZOE
astrea75
IsCris
3

Corrección y lectura final


Yani

Diseño
Bruja_Luna_
Robsten
Índice
Sinopsis _____________________________________________ 5
Prólogo ____________________________________________ 6
1 ____________________________________________________ 11
2 ____________________________________________________ 16
3 ____________________________________________________ 27
4 ____________________________________________________ 37
5 ____________________________________________________ 42
6 ____________________________________________________ 51
7 ____________________________________________________ 62
8 ____________________________________________________ 68
9 ____________________________________________________ 78
10 ___________________________________________________ 85
11 ___________________________________________________ 92 4
12 __________________________________________________103
13 __________________________________________________109
14 __________________________________________________115
15 __________________________________________________121
16 __________________________________________________129
17 __________________________________________________136
Sobre la autora __________________________________141
Próximo Libro ____________________________________142
Sinopsis
Sloane
Durante más de dos años, Sloane Romera ha centrado todo en
encontrar a Alexis. La vida iba a mejorar. Sería más fácil. Más feliz. Se
suponía que la pesadilla de tener una hermana desaparecida
terminaría, y se suponía que todo volvería a la normalidad.
Sin embargo, ahora que ha encontrado a su hermana, Sloane está
descubriendo que la vida tiene una forma de ridiculizar lo que
esperamos de ella.
Nada es más fácil.
Y lo "normal" se está enamorando de un hombre que quizás nunca
podría sentirse de la misma manera.

Zeth 5
Una larga historia de romper cosas con los puños le ha dado a Zeth
Mayfair una idea bastante buena de cómo salirse con la suya. Pero
cuando su objetivo, la única mujer soltera en la faz del planeta que
realmente siempre ha querido, solo es posible alcanzarlo arreglando
cosas en lugar de destruirlas, ¿cómo puede ajustar una vida de
violencia para hacerla suya de una vez por todas? ¿Y cómo puede
asegurarse de que ella esté a salvo?
La primera parte llevará tiempo. Pero la segunda...
La segunda parte es fácil.
Debe matar a Charlie Holsan.

Blood & Roses #4


Prólogo
Sistemas de Seguridad Castle

Jimmy Renford
Traducido por Emotica G. W

Cinco cuarenta y siete de la mañana. Son las jodidas cinco cuarenta


y siete de la mañana. Odio marcar para el primer turno. Sin embargo, he
estado haciendo el turno de noche durante los últimos tres meses, y creo
que decidieron que era hora de que me metiera en terrenos pantanosos.
Eso es bastante justo, supongo. Sin embargo, trabajar con Myers es algo
completamente distinto. El hombre no tiene sentido de la higiene
personal, y tampoco tiene idea de cuándo callarse la jodida boca. Solo he
estado asignado con él tres o cuatro veces desde que comencé a trabajar
aquí. Desde entonces, he oído de los otros chicos que conseguir un turno
con Myers es una especie de castigo. Estoy aquí a tiempo; nunca llego
tarde. Hago bien el trabajo, así que no tengo idea de qué he arruinado
6
para merecer esta mierda. Sin embargo, no desaparecerá. Hoy será un
total infierno.
El grupo de pantallas frente al escritorio donde Myers y yo estamos
sentados ya está lleno de imágenes de personas, despiertas y haciendo
sus rutinas matutinas. Nunca me pareció correcto, que pareciera que el
mundo nunca dejara de moverse. Que haya personas siempre despiertas,
sin importar la hora del día o de la noche, para que podamos verlas en
las pantallas de estos monitores. Somos Gran Hermano, supervisando los
rituales mundanos y las actividades a veces altamente ilícitas de los
residentes de Seattle. Lo vemos todo, y me refiero a todo. Incluso me
asusta a veces, y yo trabajo aquí.
―Entonces le dije, "perra, si realmente quieres llevarte bien con mi
hermana, no puedes estar hablándome así delante de ella. Soy su
hermanito, ¿sabes? Ella siempre me va a defender..." ¡Oye! Oye, Renford,
mira eso. La transmisión se ha activado para la nueva cuenta de la
gasolinera. ¿Te diste cuenta? No puedo creer que quieran que vigilemos
más de dieciocho nuevos lugares. ―Myers me da un codazo un poco
demasiado fuerte, y la taza de café para llevar en la que he estado
revolviendo azúcar se balancea peligrosamente, casi derramando el
líquido negro caliente sobre mi entrepierna.
―¡Cuidado, imbécil! Casi me quemas la polla.
Myers solo ríe como el rebuzno de un burro molesto,
completamente impávido por el claro disgusto en mi voz. Ni siquiera estoy
intentando esconderlo. No que a Myers parezca importarle.
―Lo que sea, hombre. Oye, y mira eso. ―Clava el dedo en la pantalla
inferior derecha, la que está justo frente a mí, señalando el vehículo que
acaba de entrar en el patio delantero de una gasolinera. Conozco la
gasolinera; es la que sale del aeropuerto. He ido suficientes veces antes
para reconocer el diseño y la calle concurrida por la ventana del edificio,
mientras la vista de la cámara gira desde el exterior hacia una toma
interna.
Myers todavía está mirando fijamente con asombro el auto que
acaba de detenerse junto a las bombas. Es un Aston Martin One-77; el
tipo de super auto que los niños pequeños sueñan con tener un día,
mientras están jugando con la versión de juguete. Este monstruo de auto
está bien cuidado. El lustre brillante del capó habla de un esmalte de
cera que debe haberse hecho muy recientemente. Incluso tengo que
aceptar que es una máquina hermosa.
―He pensado en probar en carretera una de esas cosas ―dice
Myers, metiéndose una tostada con mantequilla en la boca―. Sabes,
puedes ir al concesionario y fingir que estás interesado en comprar uno.
Usar algo bonito, hacerles pensar que tienes un poco de dinero o algo así.
Me imagino que esa es la única forma en que podré subirme detrás del
volante de un auto como ese ―dice Myer, limpiándose las migas de la
boca―. Sin embargo, nunca sabes. Podría ganar la lotería uno de estos
7
días. ―Myers continúa divagando acerca de jugar con las probabilidades
en algún tipo de anillo de apuestas en el que está involucrado,
ofreciéndome una entrada si estoy interesado, pero no estoy escuchando.
Estoy mirando al hombre que acaba de salir del asiento trasero del auto.
Conozco al hombre, aunque mucha gente no lo hace. Es una celebridad
de primer nivel. El tipo de celebridad que solo las personas en ciertos
círculos conocerían. A veces lo mencionan en las noticias, pero no en la
sección de entretenimiento; informan sobre él en la sección que cubre los
asesinatos sin resolver y las palizas brutales que a veces tienen lugar en
los rincones más oscuros de esta ciudad. Nunca dicen su nombre,
aunque lo sé bien: Charlie Holsan.
Charlie Holsan acaba de salir de ese auto ridículamente caro y
ahora está entrando a la gasolinera. Un hombre alto, de aspecto
desconocido se levanta del asiento del conductor y sigue a Charlie al
interior. No conozco al conductor, pero conozco a Charlie bastante bien;
ha sido el empleador de mi hermano durante los últimos ocho años. Ocho
años de Sammy nunca contestando el teléfono, y nunca apareciendo en
los eventos familiares. Ocho años de sacar a Sammy de la cárcel cuando
su jefe ha estado demasiado ocupado para enviar a alguien. Ocho años
de mi hermano volviéndose cada vez más corrupto, mientras este maldito
inglés hunde sus garras un poquito más profundo.
Odio al hombre.
Charlie y su conductor no buscan gasolina; ambos entran al
edificio, vestidos con sus trajes ridículamente caros, sus zapatos de cuero
italianos destellando bajo el resplandor brillante de las luces
fluorescentes de la gasolinera. Empiezan a examinar los estantes,
buscando… buscando no sé qué. Hemos sido entrenados para detectar a
personas así, personas que parecen estar matando el tiempo. En general,
significa que están a punto de robar el lugar a punta de pistola, pero de
alguna manera creo que el robo a mano armada está un poco debajo del
nivel de Charlie. Si le faltara dinero en efectivo, lo cual no creo que sea el
caso, entonces tiene un equipo completo de matones salvajes que pueden
realizar tales tareas serviles para él.
―Bastardo con suerte ―dice Myers, metiéndose más de su
desayuno en la boca―. ¿Qué crees? ¿Banquero personal? ¿Abogado?
Parece un jodido abogado. Tiene que tener algo de dinero para pagar un
Aston.
Si Myers fuera uno de los otros tipos, alguien con quien de verdad
me gustara pasar el rato, podría romper mi silencio y decirle a qué se
dedica este hombre. Tal como es, simplemente extiendo el brazo hacia
adelante y presiono el botón de bloqueo que evita que la pantalla frente
a mí se desplace hacia otra cámara en otro lugar de la ciudad. Charlie y
su ayuda contratada continúan paseando por la tienda, agarrando
artículos al azar de los estantes y hablando entre ellos. Charlie selecciona
un artículo del estante y le dice algo a su secuaz, riendo. Lanza el artículo
empaquetado al otro hombre, que lo abre y comienza a comer el 8
contenido. Sobre el hombro de Charlie, la puerta se abre y entra una
joven, hablando por su teléfono celular. No levanta la vista. No se da
cuenta de que Charlie y el otro tipo dejan de reír y la miran. Tiene un
gran bolso atado al hombro; se ve poco manejable y difícil de llevar.
Camina hacia la caja y lo deja a sus pies, riéndose de algo que la persona
al otro lado del teléfono está diciéndole.
Tengo un mal presentimiento sobre esto. No sé qué es, pero algo…
algo simplemente no está bien. Los hombres no están comprando nada,
y parecen demasiado concentrados en esta joven para estar mostrando
simplemente un interés pasajero. Pienso en alcanzar la radio y hacer que
los chicos se ocupen de esto, pero ¿qué diría? No puedo explicar cómo
conozco a Charlie, cómo sé que este tipo de mediana edad que se ve como
un hombre de negocios promedio en realidad es un capo del crimen,
buscado por innumerables asesinatos y delitos de narcotráfico. Si lo
hiciera, eso definitivamente estaría metiendo a Sammy en problemas. El
delincuente se lo merece con seguridad, pero mi madre como el infierno
que no.
La chica ha pagado por algo en el mostrador, y Charlie y su amigo
han dejado su jugueteo y han hecho cola detrás de ella. El conductor se
mueve a un lado, mientras Charlie se inclina y recoge el bolso de la chica
por ella, ofreciéndoselo mientras ella se da vuelta. Es un acto amable, y
la chica le sonríe mientras acepta la bolsa.
―¡Guau! Espera un segundo ―dice Myers. Se inclina sobre mí,
frunciendo el ceño―. ¿Qué demonios está haciendo ese tipo?
He estado demasiado ocupado observando a Charlie mientras
engaña a esta chica haciéndole creer que es un caballero para darme
cuenta del otro tipo; está parado muy cerca detrás de ella, y parece que
está sosteniendo algo en su nuca. Algo afilado; algo plateado; algo
brillando en un borroso parche blanco a través de la transmisión de baja
resolución de la cámara CCTV. La adrenalina golpea mi cuerpo.
―¡Santa mierda! Va a robarle o algo así. De verdad lo hará.
Antes de reaccionar, la sirena en la pared detrás de mí comienza a
aullar, fuerte y penetrante; el cajero, parado al otro lado del plexiglás,
justo enfrente de las tres personas en la gasolinera, tiene una visión más
cercana de lo que está sucediendo allí, y obviamente también piensa que
esta chica está en peligro. Ha presionado la alarma.
―Mierda. Hazlo. Llama a la unidad de respuesta de emergencia.
Myers podría ser un imbécil, pero reacciona rápidamente. Está en
la línea, dando a los policías los detalles del robo en curso, y luego está
enviando a la unidad de seguridad empleada por Castle. Estoy teniendo
problemas para quitar los ojos de la pantalla. El conductor y Charlie se
han alejado de la mujer, y lo que sea que el conductor estaba sosteniendo
en el cuello de la mujer lo han vuelto a esconder ahora; el cajero se ha
acercado al frente de la cabina (¡Imbécil! Se les dice que nunca hagan
eso) y está tratando de obligar a Charlie y al otro hombre a salir de la
9
gasolinera.
El conductor de Charlie saca una pistola. Las cosas han caído en
el terreno de "jodidas" muy rápidamente, pero tan pronto como sale esa
pistola, sé que se acabó el juego. Puedo verlo todo sucediendo, el cajero
intentando ser un gran tipo, apurando a los otros dos hombres, el arma
disparándose, el cajero cayendo al suelo...
Pero el arma nunca se dispara, y no es el cajero quien cae al suelo.
Es la mujer. El cajero gira, y su completo horror es perfectamente visible
incluso a través de las imágenes cutre de la cámara. Charlie dice algo, y
luego el conductor está empujando al cajero para pasar, sacando algo del
mostrador. Se agacha, empuja a la chica y le levanta la camisa, dejando
al descubierto su estómago.
―Oh, joder. Él no… no va a... ―dice Myers. Sé lo que está pensando.
Está pensando que el conductor va a agredirla sexualmente además de
lo que sea que ya ha hecho, pero no lo hace. Se inclina sobre su cuerpo,
bloqueando lo que sea que esté haciendo. Su hombro se mueve hacia
arriba y hacia abajo por un momento y luego baja la camisa de la chica
para cubrir su vientre. Arroja algo encima de ella donde yace, algo largo,
delgado y negro, riendo. Ahora que ya no está obstruyendo la vista de la
cámara sobre ella, es evidente que hay algo mal con la chica. Hay algo
muy mal con ella. Lucha para ponerse sobre manos y rodillas en el suelo,
y parece que está vomitando, su cuerpo sacudiéndose violentamente. El
cajero se apresura al lado de la chica, colocando una mano insegura
sobre su espalda, moviendo la boca mientras le habla frenéticamente.
Charlie y el conductor salen lentamente de manera casual de la
gasolinera… y la mujer arrodillada comienza a vomitar sangre.

10
1
Zeth
Seis días antes
Traducido por MadHatter

Alexis Romera está a salvo.


A veces una frase te perseguirá durante horas.
Alexis Romera está a salvo.
A veces, no importa lo mucho que lo intentes, un cierto
pensamiento es todo lo que puedes seguir repitiendo en tu cabeza, una y
otra vez.
Alexis Romera está a salvo.
Esta es la frase que repito y me atormenta mientras nos alejamos
de San Jacinto, hasta que las palabras comienzan a joderme la cabeza.
11
Sloane se encuentra sentada en el asiento del pasajero, con un par de
pantalones cortos que le abrazan el culo, que me encuentro seguro de
haberlos soñado y se hicieron realidad, tiene sus largas y perfectas
piernas estiradas en el espacio para los pies, y todo lo que puedo pensar
es que Alexis Romera está a salvo. Alexis Romera se encuentra
jodidamente a salvo.
Estas palabras, más o menos traducidas, también significan que
Sloane Romera ya no te necesita, Sloane Romera ya no te necesita, por eso
están atrapadas dentro de mi cabeza en un maldito bucle que parece que
no me puedo sacar de encima.
—Derecha. Derecha. ¡Derecha! ¡Te pasarás la salida! —Sloane
coloca una mano sobre el volante como si fuera a desviarnos hacia la
rampa de salida, pero le doy una mirada de muerte. La mirada de muerte.
La que le dice que es mejor que retire la mano del volante lo antes posible
o se arriesgará a perderla. Nadie conduce el Camaro además de mí. Y
nadie toca el maldito volante, tampoco.
—Conozco el camino a Dana Point, Sloane. —Tomo la rampa de
salida, asegurándome de hacerlo hasta el último minuto para asustarla
cuando me desvío. Sloane inhala bruscamente, pero no dice nada.
Desaprueba mi conducción imprudente. Lo que me vuelve aún más
imprudente. Me encanta encender un fuego en esta mujer, por cualquier
medio que sea necesario.
—Crees que eres tan inteligente, ¿no? —dice, mirando por la
ventanilla mientras comenzamos a dirigirnos hacia el sur.
—La mayoría del tiempo.
—Bueno. Supongo que, en general, no te importa que no le hayas
dado a Michael y a los demás la oportunidad de ver a dónde ibas,
¿entonces?
Mi chico, Michael, nos ha estado siguiendo en su sedán desde que
salimos de San Jacinto, acompañado por Cade y otro Widow Maker
llamado Carnie en sus motocicletas. Dejé la salida hasta el último
segundo para enojar a Sloane, claro, pero también lo hice por otra razón;
quería perder a esos tipos. Le doy a Sloane un encogimiento de hombros
sin comprometerme con la respuesta, ante lo que ella frunce el ceño. No
veo el ceño fruncido; lo siento, ardiendo con la intensidad de una
supernova en el costado de mi cara.
—¿Por qué le dijiste a Michael que viniera con nosotros si en
realidad no quieres que lo haga?
—Porque necesito que haga algo por mí después de que recojamos
a Lacey. Sin embargo, no pensé que Cade y Carnie insistieran en venir
en una jodida caravana. Lo último que quieres es que la tripulación de
Rebel se presente en el jardín delantero de ma y pa Romera. Lo enviaré
directamente al trabajo.
Sloane gruñe ante esto. 12
—Mi padre tendría un ataque al corazón. Pero entonces…
—¿Qué?
Se ríe un poco, y no me gusta el borde retorcido.
—Bueno, mi padre tendrá un ataque al corazón de todos modos,
en el momento en que te vea. Cade y Carnie serían la guinda del pastel.
Oh, he estado esperando esto.
—Cariño, es mejor que te prepares para bajarte y correr. Este auto
ni siquiera se detendrá frente a la casa de tus padres. Y seguro como la
mierda que yo no saldré de él. Daré una vuelta o dos mientras les dices
adiós y luego iré a buscarlas, muchachas.
Espero que Sloane diga algún tipo de objeción ante esta negativa
en conocer a sus padres, pero no lo hace. No quiero ni siquiera darme la
vuelta y mirarla por si me está dando la mirada de muerte, pero no puedo
evitarlo. Quiero ver ese lindo ceño fruncido. Sin embargo, cuando la miro
rápidamente por el rabillo del ojo, no está frunciendo el ceño. Ni siquiera
se siente desconcertada. Solo se queda viendo por la ventanilla.
No está desconcertada. Si no lo está, tiene que sentirse aliviada. Es
mejor para ella si sus padres nunca me conocen; lo sé. Probablemente
solo estén esperando el día en que ella llame para decirles que se casará
con un maldito cirujano plástico confiable o algo así. Alguien que trabaje
con ella en el hospital, ¿dónde conocería a alguien más, dado su horario?
Y en su opinión, eso sería lo mejor. Él entendería sus prioridades. Las
compartiría. Sabría que ella no estará disponible las veinticuatro horas
para salir a cenar o cocinar y limpiar. Pero los padres de Sloane, son
personas de la iglesia. Probablemente esperarán esa vida para ella en
algún momento. Querrán que sea el ama de casa. Esperarán que
renuncie a su carrera para quedarse sentada, engordando el culo
mientras cuida a sus dos o cinco hijos.
Dudo mucho que eso esté en los planes de Sloane, pero es posible
que todavía no quiera tener esa pelea con ellos. Y aparecer conmigo
agarrada del brazo, definitivamente causaría una pelea. No soy el tipo
que le dará los dos o cinco niños. No soy el tipo que la obligará a quedarse
en casa y a cocinar mis comidas. Soy el tipo de persona que hará que se
haga tatuajes y malgaste todo su dinero para sacar de la cárcel mi culo
inútil todos los fines de semana. O así es como me verían. Estoy seguro
de que así es como me ve el resto del mundo. Qué bueno que no me
importe lo que piense el mundo. Pero los padres de Sloane... ¿ahora por
qué carajos me siento como una mierda? Hace dos segundos me reía al
pensar en conocerlos.
No me debería importar. Realmente ellos no deberían importarme
una mierda. Sloane nunca parece sentir la necesidad de ajustarse a la
voluntad de sus padres; es poco probable que me evite a petición suya.
Pero aun así... que no me pelee por esto se siente... se siente jodidamente
mal.
—¿Estás apretando los dientes?
13
Sloane ha notado que aprieto los dientes. Perfecto.
—No.
—Sí, lo haces.
—Solo prepárate. Este es tu barrio, ¿verdad? —Junto las cejas,
enfocándome en las calles que cortan las cuadras frente a mí, parece que
el lugar está habitado por dentistas y jodidos contadores.
—La siguiente a la derecha —me instruye Sloane. No oculta el tono
curioso de su voz en absoluto. De hecho, estoy bastante seguro de que
ella sabe por qué estaba tratando de triturar mis dientes y hacerlos polvo
en este momento. Encontramos la casa de su familia y hago lo que dije
que haría: apenas me detengo para dejarla salir del auto. Las llantas
chirrían cuando arranco por la calle, y estoy seguro de que he dejado
unos centímetros de goma sobre el asfalto.
Maldito estúpido bastardo. Maldito estúpido hijo de puta bastardo.
Me llamo una combinación de estas palabras durante treinta segundos,
solo parando cuando me suena el teléfono. Es Michael.
—Hola.
—Hola, jefe. Entendí por el giro cerrado en la salida que necesitabas
un momento. ¿Algo que quieras que haga?
—Sí, en realidad. Rick Lamfetti. Los muchachos de Julio, lo
golpearon bastante feo. Lo escondí en Anaheim. Rastréalo, ve si todavía
está con vida. —Tengo una esperanza razonable de creer que Rick está
vivo. Suficientemente razonable como para desperdiciar la mañana de
Michael tratando de cazar al hijo de puta. Por los comentarios de Julio
en el complejo, el tipo le contó todo: sobre Sloane, Alexis, mi ruina con
Charlie. Y por las fotos que Julio compartió con nosotros, parecía que lo
maltrataron mucho más que a Michael, pero aun así. Sin duda sabían
que hacer daño a Michael no les habría hecho ningún bien, por lo que
ahorraron su energía. Rick probablemente chilló después del primer
golpe. Y la información que la gente como Rick imparte después del
primer golpe nunca es verdad. Es lo que dicen para que quienquiera que
sea el de los puños pesados, deje de causarles dolor, generalmente una
verdad a medias, en un intento débil pero típicamente inútil de mantener
su lealtad.
Cualquier profesional decente sabe todo lo que hay que saber sobre
el tipo que chilla desde el principio. Conocen lo suficiente como para
darse cuenta que si se esfuerzan un poco más, los joden un poco más,
las medias verdades se convierten en verdades y, por lo general, se mean
en sus pantalones, escupiendo todo lo que saben sobre todos, relevante
o no, en sus intentos de salvar sus propias vidas. Siempre he sentido un
poco de menosprecio por personas como Rick. Un tipo tan grande y
jodido, con la parte superior del cuerpo ridículamente tonificada y las
patas de gallina. Qué manera de no preocuparse por ejercitar las piernas,
imbécil.
14
Hay un silencio en el otro extremo del teléfono por un momento
mientras Michael reflexiona sobre mi solicitud: sabe que le estoy pidiendo
que vaya a buscar una jodida tumba poco profunda en las partes oscuras
y tenebrosas de Anaheim. El sonido de la exhalación resignada de
Michael distorsiona la línea.
—Claro, jefe. No me gustaban estos zapatos de todos modos.
—Buen chico.
—¿Qué quieres que les diga a los Widow Makers? ¿Y Alexis sabe lo
que está haciendo tu chica? Tengo la sensación de que tu viejo amigo de
la prisión está muy apegado a su hermana.
—No, Alexis no sabe nada. Sloane quiere mantenerlo así. Será
mejor que no digamos ni una palabra.
—¿Entonces ahora somos diplomáticos?
Sí, eso es justamente lo que pienso, amigo. Pero no lo digo. Gruño
al teléfono, transmitiendo mi leve disgusto por ser interrogado. A
cualquier otra persona lo habría increpado, pero Michael se sale con la
suya como un jodido asesino.
—Solo trato de mantener la paz. No nos ayudará si Sloane y Alexis
están enfrentadas.
Michael se ríe suavemente de esto.
—Ahhh, quieres que las hermanas se lleven bien.
Pongo los ojos en blanco; si el tipo estuviera aquí, le haría una llave
con el brazo. Le haría al hijo de puta un moretón por ser tan mierda.
—No, hombre. Nos iremos de este estado olvidado tan pronto como
sea posible. Y mi vida será jodidamente insoportable si Sloane todavía se
queja de sus problemas familiares en el camino de regreso a casa.
—Te das cuenta de que hay una solución muy simple para este
problema, ¿no? —dice Michael.
Sé cuál es esa solución muy simple: irse. Levantarse y marcharse.
No, a la mierda con eso. Nada de huir maldita sea.
—Sí, imbécil. Soy consciente. Solo dirígete a Anaheim, está bien.
Las bocinas de los autos suenan en el otro extremo de la línea; el
profundo y gutural rumor de los motores de motocicletas también.
—Bien, de acuerdo. Estoy en ello. ¿Oye, Zee?
—¿Sí?
—No tenía idea de que mi primo estuviera involucrado con Alexis.
¿Lo sabes?
Gruño, sí, hubiera sido mucho más fácil encontrar a la hermana
de Sloane si Michael se mantuviera en contacto con sus parientes de
forma regular, pero no es su culpa. Las familias son jodidas. Yo debería
saberlo.
15
—Sí, hombre. No hubieras estado deambulando afuera del lugar de
Julio buscando un fantasma si lo hubieras sabido.
Michael se ríe del comentario.
—Sí, me habría ahorrado media paliza. Entonces, ¿crees que ella
realmente lo ama?
He estado pensando en esto. Pensando mucho en eso. He
escuchado las peores cosas sobre Rebel, pero estoy seguro de que la gente
también ha escuchado cosas terribles sobre mí. Eso no significa que yo
sea el demonio encarnado. Rebel podría no serlo tampoco. No soy quien
para darle a la gente el beneficio de la duda, pero generalmente puedo
decir cuándo la gente me está engañando.
—¿Quién sabe, hermano? Cosas más extrañas han sucedido en el
mar.
También han sucedido cosas más extrañas en Dana Point. Esto se
me ocurre cuando me doy cuenta de que de alguna manera me encuentro
estacionando afuera de la casa de los padres de Sloane.
Y me estoy bajando del auto.
2
Sloane
Traducido por Yiany, RRZOE & Astrea75

—Estás... cariño, lo siento. ¿Puedes por favor repetirlo?


Desde que era niña, mi madre ha sido igual; simplemente no puede
manejar las sorpresas. El otro día que aparecí con Lacey probablemente
la dejé anonadada, y ahora vuelvo aquí y le digo estas palabras: su
cerebro no está equipado para lidiar con este tipo de conmoción. La
pequeña cruz plateada que lleva puesta alrededor del cuello desde que
tengo memoria, sube y baja por la cadena mientras miro sus dedos. Es
curioso cómo realmente puedes distinguir la edad de alguien por sus
manos. Difícil de ocultar ese tipo de envejecimiento. Hace mucho tiempo
aprendí a mirar las manos de una mujer californiana antes de asumir
que su apariencia facial era una verdadera guía de la edad que tenía. No
es que mi madre se haya hecho algún trabajo, por supuesto. Pero muchas 16
mujeres californianas sí. Especialmente las casadas con médicos. Todos
sus maridos conocen al mejor tipo en la mejor práctica, que puede darles
un descuento para una pequeña cirugía aquí o un corte allá.
—Dije que encontré a Lexi —repito. Cuando entré a la casa, traté
de pensar en una forma de amortiguar esto, para que tuviera más sentido
para ellos, y sin embargo, cuando se trata de eso, estas son las únicas
palabras que importan. Durante años, son las palabras que mi madre y
mi padre han estado esperando que alguien, cualquiera, dijera. Y ahora
se las digo yo. Preferiría que vinieran de la policía. O a la luz de la verdad
detrás del estado de desaparecida de mi hermana, de mi propia hermana.
Pero resulta que es demasiado cobarde para hacer eso. Decir que estoy
enojada con ella ni siquiera estaría cerca de cubrir lo que estoy sintiendo
en este momento. Traicionada. Engañada. Mintió sobre mí... ¿cómo
demonios pudo decirle esas cosas terribles sobre mí a ese tipo? Pero sobre
todo me siento abandonada. Durante tanto tiempo, esta terrible culpa me
presionó, despojándome de cualquier emoción positiva que pudiera sentir
accidentalmente durante mi vida cotidiana antes de recordar la pérdida
de Alexis, y cómo parecía que estaba siguiendo adelante, o considerando
la rara ocasión de reírme de una estúpida broma, como si la estuviera
abandonando a su sufrimiento. Que yo también debería estar sufriendo.
Cuando en realidad, mi hermana fue quien me dejó. Me abandonó, en el
lugar más oscuro, y me dejó revolcarme en todo ese sufrimiento
innecesariamente. ¿Y por qué?
Quién sabe por qué. Todavía no lo sé.
Mi madre tira tan fuerte de su cruz que la fina cadena le muerde la
nuca y blanquea la piel.
—¿Has encontrado a Alexis? —pregunta esto como si acabara de
afirmar que encontré la ciudad perdida de El Dorado y que el lugar está
poblado de flamencos que hablan.
—Sí, mamá. La encontré. O más bien ella me encontró. Resulta que
todo este tiempo ha estado enferma. No podía recordar quién era, de
dónde venía. Nada.
Esta es la mentira que he elegido contar. La mentira que significará
que Alexis puede mantener su condición de niña dorada de la familia
Romera. No se lo merece. No se merece que intente salvar la relación que
comparte con mis padres. Sin embargo, Alexis ni siquiera sabe que estoy
inventando la mentira, y realmente no lo estoy haciendo por ella. Lo hago
por la mujer destrozada sentada en el sofá frente a mí, que ha estado
pagando por unas fotos obsoletas que salían impresas en los cartones de
leche durante demasiado tiempo.
Mi mamá empieza a llorar. Estas son las lágrimas lentas e
incrédulas de una mujer que perdió la esperanza hace mucho tiempo.
—¿Pero cómo, Sloane? ¿Puedes explicarme de qué estás hablando?
Estoy hablando de cómo tu egoísta, irreflexiva y mentirosa hija no
regresó a casa en el momento en que recuperó la libertad. Al final, eligió a
un tipo sobre su familia. 17
Un tipo.
¿Y dónde estaba la justicia para las personas que se la llevaron?
No hubo ninguna. Por lo que dijo Julio, tan pronto como Rebel "compró"
a mi hermana, ella regresó repetidamente a la villa por su propia
voluntad, a propósito, para ver a las otras chicas. Como si esos hombres
no la hubieran secuestrado, arrebatado de la calle y mantenido
prisionera. Como si no la hubieran forzado, u obligado a hacer Dios sabe
qué para ellos. Solo... simplemente no puedo entenderlo. Cualquiera de
sus razones, de verdad.
—No lo sé todo, mamá. Lo siento. No puedo darte todas las
respuestas que necesitas. —Suspiro, lamentándome en mi cabeza. Sí, no
puedo darte esas respuestas, porque Alexis ni siquiera ha tenido la
decencia de dármelas. Mi mamá todavía está llorando. Siempre ha sido
una llorona; llora de un momento a otro. Sorprende a la mujer demasiado
y estará sollozando durante una hora. Papá dice que es un reflejo
nervioso, que no puede controlarlo, pero en este momento me molesta
que sea tan débil. Quiero alcanzar la mesa del comedor, agarrarla por los
hombros y sacudirla. Agitarla realmente fuerte hasta que le suenen los
dientes. Sorbe, frotándose la nariz con un pañuelo de papel.
—¿Cuándo volverá a casa? ¿Tienes un número de contacto? Es solo
que no entiendo, Sloane. ¿Por qué? ¿Por qué no está aquí?
Sí, tú y yo, las dos. En lugar de decir algo que pueda alertar a mi
madre de mi vertiginoso mal humor, miento con la voz enfermiza, dulce
y calmante que aprendí a usar con ella.
—Está bien. Estará aquí tan pronto como pueda. Solo se está
tomando su tiempo... recordando, es todo. Lleva dos años viviendo una
vida totalmente diferente, ¿sabes?
Soy la peor persona imaginable. No soy de las que mienten en el
mejor de los casos. Probablemente, eso fue lo que me atrajo de Zeth en
primer lugar, cuando definitivamente debería haber estado corriendo, el
hecho de que pudiera decir que es totalmente honesto. Pero en este
momento, las mentiras están saliendo de mi boca más fácil y más rápido
que el agua.
—Debería, probablemente debería prepararle una habitación,
entonces. ¡Oh! Oh, tú no... —Una mirada de pánico cruza la cara de mi
madre. Alcanza a través de la mesa, agarrándome la mano—. Ella nunca
ha estado aquí antes. Nos mudamos mientras no estaba. No crees que le
moleste, ¿verdad? Tal vez quiera su antigua habitación.
Maldición. Tengo ganas de decirle que todo lo que le importa a Lexi
en estos días es el séquito de moteros peludos con los que ha estado
montando, casándose y recibiendo un disparo.
—No, mamá. No creo que le importe. Entenderá...
La puerta principal se cierra de golpe, interrumpiéndome. Los ojos
de mamá, azul pálido y todavía llenos de lágrimas, se ensanchan.
18
—Dios mío. Ese será tu padre.
—¡Hola! —Efectivamente, la voz de papá suena exageradamente
alegre desde el porche delantero. El sonido de las bolsas pesadas que
arroja y el quitarse los zapatos nos llegan a la cocina.
—Aquí —llama mi madre.
Mierda. De repente me siento muy enferma. Pensé que estaba lista
para esto, pero no lo estoy. Mentirle a mamá es una cosa, ¿pero a papá?
En las pocas ocasiones raras e inútiles en que traté de mentirle cuando
era adolescente, me descubrió de inmediato. Él aparece en la puerta,
sonriendo, con espeso cabello gris que se extiende por todos lados. Tiene
las gafas encaramadas en la punta de la nariz, donde generalmente le
gusta tenerlas. Me saca de quicio. Sus ojos se iluminan tan pronto como
me ve.
—¡Oh, hola, calabaza!
Calabaza. Aún insiste en llamarme así.
—Hola papá. —Me siento aliviada cuando veo rizos rubios detrás
de él: Lacey. La chica tiene las mejillas sonrojadas, tiene un tinte rosado
saludable y está sonriendo. Parece tímida al respecto, pero aún así... la
expresión es lo suficientemente genuina. Había permanecido estoica
cuando la dejé. Me preocupaba dejarla con mis padres, pero parece que
los pocos días que ha estado aquí no le han hecho ningún daño.
—Hola —dice, dándome un pequeño saludo con una mano. Le
devuelvo la sonrisa y el saludo.
Mi madre ni siquiera se molesta en saludar a ninguno de los dos;
ella salta con ambos pies.
—Sloane ha encontrado a su hermana, Al. Ha encontrado a Lexi.
—Su voz se rompe cuando pronuncia el nombre de mi hermana, y siento
una oleada de remordimiento por estar enojada con ella. Esto es enorme
para ellos. Enorme. Su hija ha estado desaparecida por tanto tiempo, es
natural que esté emocional.
Mi papá palidece.
—¿Qué?
Mamá comienza a reír, sonriendo a través de un ataque de lágrimas
completamente nuevo.
—Ha sufrido algún tipo de amnesia o algo así. Sloane, dile a tu
padre exactamente qué le pasa.
Y esta es otra parte difícil. No solo le estoy mintiendo a papá,
también estoy tratando de engañarlo desde el punto de vista médico. El
hombre tiene treinta años de medicina. Ha visto casi todo, ha oído hablar
de todo. Nunca he tenido un paciente con amnesia. Solo he hecho
estudios para mis exámenes de la Junta, y fue todo teórico. Mi padre
enfoca los ojos en mí, adoptando una apariencia profesional y de
evaluación instantánea. Una mirada que me hace sudar frío. 19
—Sí. Tuvo un accidente automovilístico. Fue golpeada de lado por
una motocicleta, irónicamente, esto es cierto. Un tipo en una motocicleta
parece haberla chocado de lado, y ella se golpeó la cabeza bastante fuerte.
Fue diagnosticada con amnesia retrógrada. Ha estado recuperándose
desde entonces. Tuvo un avance hace unos cinco días y comenzó a
recordar. Ella me encontró en el hospital.
Mentiras, mentiras, mentiras. Prácticamente puedo escuchar a
papá cantando en su cabeza mientras recito mi discurso demasiado
ensayado. Sin embargo, quiere creer lo mejor de las personas, que son
innatamente honestas, por lo que frunce el ceño mientras intenta darle
sentido a mi historia.
—Pero... si hubiera sido atropellada por un automóvil, ¿no habría
terminado en St. Peter? Alguien la habría visto. Todos conocían su rostro.
Me lo habrían dicho de inmediato. E incluso si hubiera sido llevada a un
hospital diferente, la policía revisó a todos los proveedores médicos
dentro de un radio de cincuenta millas. Una chica sin memoria
seguramente habría levantado una bandera roja.
Maldito sea por ser tan jodidamente lógico. Maldito sea. Digo lo
único que se me ocurre.
—Ella realmente no recuerda mucho del accidente, papá. Piensa
que estuvo despierta y caminando por un rato. Muy confundida.
Aparentemente, un camionero la recogió al costado de la carretera en
Nuevo México y la llevó a ver a alguien. Había estado haciendo autostop
o algo así. —Al menos la parte de Nuevo México es cierta; terminó allí
eventualmente.
Papá lo considera, pero parece dudoso. Es comprensible que sea
así. Alguien con una lesión en la cabeza lo suficientemente grave como
para darle amnesia habría encontrado notablemente difícil viajar a través
de cinco estados antes de buscar atención médica. Probablemente habría
habido mucha sangre.
Lacey ha estado observando este intercambio con una mirada
confusa en su rostro. Sin embargo, la chica es una profesional. Ella sabe
cuándo mantener la boca cerrada. Entra silenciosamente en la
habitación y viene a sentarse a mi lado en la mesa de la cocina. Es un
movimiento informal y muy familiar que dice que ha sido aceptada en la
casa Romera. Mis padres son recolectores de niños abandonados; no se
necesita mucho para que eso suceda. Simplemente me sorprende que
Lacey se haya llevado tan bien con el medio ambiente. Mi padre se sienta
al lado de mi madre y le toma la mano, solo sonriendo con cautela cuando
ella lo mira a través de sus ojos llorosos. Todavía duda en creer mi
historia, pero fingirá que la compra por su bien. Por ahora.
Probablemente seré interrogada cuando él y yo estemos solos. Mi apuesta
más segura es evitarlo a toda costa. Se vuelve hacia mí y frunce el ceño,
entrecerrando los ojos nuevamente.
—No vi el auto enfrente. ¿Dónde lo estacionaste? 20
Oh, santa mierda. Olvidé por completo el pedazo de basura
deteriorado que él se niega a reemplazar. Lo ha tenido desde que éramos
niñas. Lo pedí prestado bajo estrictas instrucciones de devolverlo en
perfectas condiciones. ¡Ah! No solo no voy a poder devolverlo, es probable
que Julio ya haya compactado el auto. O algo igualmente destructivo. Me
imagino a la vieja camioneta siendo comida por las llamas hambrientas
en algún lugar del desierto. ¿Qué demonios le voy a decir? ¡Piensa,
piensa, piensa!
—Uh... —Sí, hasta ahora no tengo nada. Tal vez si empiezo a
hablar, algo creíble saldrá de mi boca—. Sobre eso, papá...
Golpe, golpe, golpe.
Un golpeteo fuerte y decisivo en la puerta me impide decir más
mentiras. No es un golpe común, del tipo que se hace con los nudillos
que tocan madera. Es el tipo de golpeteo hecho con el lado de un puño
cerrado. Escuché ese golpe antes, una vez, cuando intentaba
incesantemente derribar la puerta de mi casa.
¡Oh, mierda! ¿En serio?
Me levanto de mi asiento, casi tirando la silla para salir a toda
prisa.
—¡Yo abro!
Pero mi padre, al otro lado de la mesa, está más cerca y es más
rápido que yo. Me mira perplejo.
—No vives aquí, calabaza. Probablemente sean los testigos de
Jehová, de todos modos. Siempre aparecen a esta hora del día.
No son los locos testigos de Jehová. El hombre al otro lado de esa
puerta no podría estar más lejos de ser un testigo de Jehová. Realmente
quiero empujar a mi padre fuera del camino y correr hacia la puerta como
solía hacer cuando era adolescente y un chico me recogía de la casa;
conocer a mi padre era una forma de posponer a un futuro chico de por
vida; pero no puedo. Eso parecería demasiado sospechoso. Y además, ya
es demasiado tarde.
Tanto mamá como Lacey me están mirando raro. Me doy cuenta de
que me estoy mordiendo la uña del pulgar como un animal salvaje
mientras escucho el sonido de la puerta abriéndose y las voces que
hablan. Meto las manos debajo de la mesa, encogiéndome de hombros
sin remedio. Bien podría ir con eso ahora. Quiero decir, ¿qué tan malo
puede ser esto?
Veo las tontas fotos mías de cuando era adolescente, aún creciendo
en mi cuerpo desgarbado y alto. Una par de cuando recién comencé en
la universidad, tan emocionada de estar lejos de casa y estudiar. Se
encuentran colgadas en las malditas paredes, entre las imágenes
religiosas y las copias enmarcadas de mis títulos. Ni siquiera han colgado
ninguna foto de Alexis para quitar la tensión. Mi madre llora cada vez que
ve la cara de mi hermana, por lo que las guardaron en el ático. Es como
un santuario en mi honor; Zeth tendrá un día de campo. Casi me ahogo
con la risa que burbujea dentro de mi garganta ante ese pensamiento.
21
¿Qué tan malo puede ser? Realmente, absolutamente,
monumentalmente malo.
Mi padre vuelve a entrar en la habitación, y yo me preparo,
esperando ser atrapada en su mirada de desaprobación. Pero... algo no
está bien. Mi papá está sonriendo. En realidad está sonriendo.
—Sloane, no puedo creer que hayas dejado a tu amigo esperando
afuera en el auto. El pobre hombre podría haber estado tomando una
taza de té mientras conversábamos.
Zeth entra a la cocina después que mi papá y mi mundo entero da
un vuelco. Se ha quitado la chaqueta de cuero, está usando una camisa
blanca de manga larga, apretando lo suficiente sobre su pecho para que
pueda distinguir la curva tensa y el bulto del músculo definido, y no está
frunciendo el ceño. De hecho, parece... ¿relajado? Parece algo de todos
modos. Algo que no había visto en él antes. Y tal como esperaba, lo
primero que hace es mirar todas las fotos ridículas... y me da esa sonrisa
privada y escandalosa. Tendrá una o dos cosas que decir sobre esto más
tarde, puedo decirlo.
—Oh, está bien, doctor Romera. Solo estaba respondiendo correos
electrónicos del trabajo. Le dije a Sloane que se adelantara —dice.
—Ah, ya veo. ¿Y qué haces para trabajar? Zeth, ¿verdad? Ese es un
nombre realmente interesante...
En ningún mundo se suponía que esto sucediera. Se suponía que
estos dos hombres, uno que me crio y me llevó a la iglesia todos los fines
de semana; el otro que recientemente administró algún castigo corporal
positivamente pecaminoso a mi trasero, nunca se reunirían. Parece que
un agujero negro se formará en cualquier momento y nos absorberá a
todos en su vórtice, destruyendo toda evidencia de que esta reunión haya
tenido lugar. O tal vez solo deseo que eso suceda.
—Estoy en seguridad de la información. Principalmente trabajo con
computadoras. Y sí, he tenido algunos comentarios sobre mi nombre. Es
más fácil si dejo que la gente me llame Zee a veces.
—¿Seguridad de la información? —Mi papá frunce la boca y
asiente, así es como se ve cuando está sorprendido o impresionado—.
Apuesto a que es un trabajo interesante. Es un placer conocerte, Zee. —
Extiende una mano y Zeth la toma, sin perder el ritmo.
¿Zee? Mi papá acaba de llamarlo Zee. Solo he escuchado a Michael
y Lacey llamarlo así antes. Esto está mal. Esto está muy mal. Y sin
embargo... mi estómago se aprieta al ver a Zeth estrechando la mano de
mi padre. Parecen completamente a gusto. Soy la que casi está
arrancando partes de la mesa con mi agarre de hierro.
—Realmente deberíamos irnos ahora, supongo. Zeth, ¿No dijiste
que teníamos que irnos de inmediato? Tráfico. El tráfico será horrible. —
Es como si mi boca solo escupiera las palabras en un nervioso y agudo
vómito sobre la mesa de la cocina. Lacey resopla, y mi madre me da su 22
mirada patentada de eso fue increíblemente grosero, Sloane. Levantando
las cejas y todo.
—Sí, lo dije —dice Zeth, metiendo las manos en los bolsillos de sus
vaqueros. Su voz es tan baja que me hace zumbar los huesos del cuerpo.
Sin embargo, nadie más parece verse afectado por el tenor retumbante
cuando habla. Solo yo... y tal vez mi madre. Un ligero sonrojo mancha
sus mejillas. Oh, Dios, no. Por favor, por favor, no. Ya estoy bastante
asustada. No necesito que me asusten los ojos errantes de mi madre
también—. Aunque —continúa Zeth, completamente ajeno a la expresión
de horror que se desarrolla en mi rostro—, ¿escuché algo sobre una taza
de té?
Podría dispararle. Tal acto de violencia parece totalmente
apropiado y, sin embargo, nos encontramos haciendo algo
completamente civilizado. No nos vamos de inmediato. Mis padres, Lacey,
Zeth y yo nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina, y mi madre
nos vierte Lady Gray de una tetera como si fuera la maldita Reina de
Inglaterra. Las manos gigantescas de Zeth Mayfair de alguna manera
logran manipular la mejor porcelana de bodas de mis padres sin romper
nada ni derramar ni una sola gota. Y siento como si me acabara de caer
ácido.
Esto... esto simplemente no puede estar sucediendo.
Las cosas se ponen más raras cuando Lacey apoya la cabeza sobre
el hombro de Zeth, sonriendo alegremente para sí misma, y mi padre casi
se ahoga con un sorbo de té. Obviamente, asumió que Zee y yo estamos
juntos, por lo que Lacey manifestando su afecto, realmente lo debe estar
desconcertando. No me molesto en explicarlo. Tendría un trabajo
increíble incluso intentándolo; Todavía no entiendo qué está pasando con
esta historia desde el punto de vista de Zeth. Sí, Lacey es su hermana,
pero él no lo sabe. Tal vez debería preguntarle uno de estos días. Tal vez
debería tragarme el orgullo y olvidarme del hecho de que él pensará que
estoy lo suficientemente celosa como para querer descubrir qué
demonios pasa con su arreglo de vivienda.
—Entonces, ¿Sloane me dice que han encontrado a Alexis? —Mi
madre. Mi pobre, pobre madre. La conozco; Sé cómo funciona su cerebro.
No le importa cómo se ve Zeth, cuán grande o alto, aterrador o tatuado
puede ser. Podría ser un asesino en serie condenado y no le importaría
en este momento. Lo único que le importa es la intrigante mierda de mi
hermana pequeña.
Zeth se aclara la garganta y me mira de reojo. Se ha perdido la
parte en la que mentí sobre Lexi, por lo que no tiene ni idea de lo que les
dije.
—Sí, bueno. La conocí. Brevemente. En realidad soy el compañero
de viaje de Sloane.
Agradable. El bastardo es demasiado suave. Eludir todo
conocimiento de la situación con un pequeño y muy conciso doblez de la
verdad. Zeth, mi compañero de viaje. Zeth, mi mayor dolor de cabeza 23
constante, más bien.
—Oh sí. Correcto. Por supuesto. —Mi madre toma otro sorbo de su
té. El silencio sigue después de eso. El tipo de silencio que causa dolor
físico a aquellos a los que aflige. Cortés como siempre, mi madre persiste
en tratar de llenar ese silencio—. Y Alexis... se veía... ¿bien? —Esta
pregunta está dirigida a los dos. Lacey sorbe por la nariz, se levanta de
la mesa, mira rápidamente a su alrededor con otra sonrisa de
satisfacción, y luego se va. Solo se va, como si fuera la cosa más fácil del
mundo. ¿Por qué demonios no pensé en eso? Pero no puedo irme. Dios
sabe lo que Zeth podría decirles a mis padres. O lo que podrían
preguntarle en mi ausencia. Prácticamente me estremezco ante la idea.
—Sí, la última vez que la vi se veía... saludable —le informa Zeth.
Otro sorbo de té. Él levanta y muerde la galleta que mi mamá le dio,
encontrando mi mirada y sonriendo muy levemente. ¿Quién demonios es
este impostor, y dónde demonios ha escondido el cuerpo del aterrador
Zeth Mayfair? Porque este tipo... es galletas y crema en comparación con
la versión de acero afilado del Zeth que conozco.
Le frunzo el ceño, tratando de comunicarle mi severa molestia por
irrumpir aquí y asustarme, y él tiene la audacia de guiñarme un ojo a
cambio. ¡Guiño! Me estoy poniendo demasiado excitada y molesta por esto
cuando hace algo aún peor. Siento un golpe contra la pierna. Oh, él no…
pero cuando siento sus fuertes dedos apretando mi rodilla, sé que lo hizo.
Agarra mi muslo debajo de la mesa. Le doy una patada, con la intención
de darle un poco de sentido, pero mi puntería está un poco errada.
—¡Ay! ¡Qué demonios! —grita mi padre como un perro pateado y se
agacha para agarrarse la pierna. La pierna que acabo de patear.
—¡Oh! Papá lo siento. Espasmo muscular —explico débilmente,
haciendo una mueca. Zeth desliza la mano más arriba de mi pierna. No
puedo evitarlo: le doy una mirada escandalizada. ¿Qué demonios está
pensando ahora? Se está comportando como un ángel sobre la porcelana
fina que mi madre nos ha tendido, pero debajo de la mesa se comporta
como siempre: un demonio encarnado. Llevo una mano debajo de la mesa
y encuentro sus ofensivos dedos, deslizándose rápidamente hacia el
norte, en dirección a territorio peligroso.
Por supuesto que haría esto. Es tan propio de él. Venir a la casa de
mis padres, como si no estuviera haciendo nada malo, ¿seguridad de la
información? ¡Sí, claro! Y todo el tiempo está tratando de pervertirme un
poco más. Porque bajo ninguna circunstancia imaginé que estaría
sentada hablando con mi madre y mi padre mientras un tipo hace todo
lo posible para tocarme debajo de la mesa. Le agarro la mano, sujetando
el primer dedo que encuentro, y lo doblo bruscamente, haciendo todo lo
posible para causarle dolor. Parece que le romperé el maldito si lo doblo
un poco más y, sin embargo, cuando miro a Zeth, todavía está sonriendo
levemente, como si no le importara el mundo.
Con un movimiento fácil y descuidado, se retuerce de mi alcance y 24
cierra su agarre en mi muñeca, apretando. Hago lo mejor que puedo para
evitar tirar de mi brazo, pero requiere mucho trabajo. Papá luce un poco
confundido, como si pudiera ver que algo extraño me está sucediendo,
pero por su vida, no puede adivinar qué.
—Entonces ¿cuándo vendrá Alexis a casa, Sloane? —pregunta.
—Pronto. Muy pronto. Solo tiene que organizar algunas cosas en
casa. En su nuevo hogar. ¿Será un par de semanas tal vez? —Esta noticia
los va a matar. Después de esperar tanto tiempo y luego, milagro de los
milagros, descubrir que Alexis sigue viva, van a querer verla de
inmediato. La expresión de mi madre decae, pero mi padre simplemente
asiente, como si todo esto fuera de esperar. De hecho, se ve un poco
demasiado tranquilo. Eso no tiene mucho sentido, pero tengo otras cosas
en mente en este momento, principalmente liberarme de Zeth.
Tiro del brazo, tratando de salirme de su agarre, pero él solo se
aferra con más fuerza. Muy lentamente, me tira del brazo hacia sí mismo.
Me aprieta la muñeca, lo suficiente para que pueda sentir mi sangre
bombeando ferozmente en todos y cada uno de mis dedos, y luego coloca
mi mano, con la palma hacia abajo, en su regazo.
Mi sorpresa ante lo que siento allí me hace chocar la rodilla contra
la mesa; cuatro juegos de tazas de té resuenan contra sus platillos y Lady
Grey se derrama por todas partes. Una erección. Tiene el comienzo de
una erección, y está inclinando sus caderas hacia arriba contra mi mano,
empujando la cosa contra mí mientras mis mejillas estallan de repente
en llamas.
—¿Qué demonios te pasa? —jadea mamá, estirando la mano para
acomodar los diversos objetos temblorosos sobre la mesa.
—Lo siento, yo… —Estoy tratando de contarte sobre tu hija, y tengo
agarrada una polla en el puño. La improcedencia de toda la situación solo
hace que parezca aún más surrealista. ¿Qué tipo de persona se excita
cuando se sienta para ser agradable con los padres de la chica a la que
está follando? ¿No solo para ser agradable, sino para decirles que la hija
que sospecharon muerta durante tanto tiempo, está realmente viva? Zeth
aparentemente. Ni siquiera debería haberme molestado en plantearme la
pregunta en mi mente. Zeth es definitivamente el tipo de persona que
merece recibir serias patadas mientras me retuerzo como un pez en un
anzuelo—. Solo estoy inquieta después del largo viaje en auto.
Los ojos de mi papá se iluminan de nuevo.
—Ah sí, el auto. Así es. ¿Te importaría explicar dónde lo dejaste?
—Ahora hay más interés en su voz que cuando estuvo hablando de Lexi,
algo oficialmente está mal en eso. Realmente mal.
—Sí, tu auto. Correcto. Bien.
Zeth empuja las caderas nuevamente, presionando su polla ahora
sólida como una roca en mi mano aún inmovilizada.
—Sí, es completamente mi culpa, doctor Romera. Quería salir a la 25
carretera y no quería dañar su vehículo. Aprecio un auto bien mantenido,
ya sabe. Y no es frecuente que vea una camioneta en condiciones tan
prístinas. Los paneles de madera... —Zeth hincha las mejillas y mi padre
hace un sonido de aprobación. Poco sabe él que Zeth no está enamorado
de sus paneles de madera. La verdad del asunto es que Zeth odia su
maldito auto y odia los paneles de madera de los setenta sobre todo.
—Bueno, ¡tengo que decir que es genial conocer a un amigo
entusiasta del automóvil! Entonces, ¿dónde la dejaste?
¿Por qué demonios no me pregunta más sobre Alexis? Quiero
gritarle por ser tan insensible, pero estoy demasiado aturdida. Ese
maldito auto. Mientras tanto, las mentiras continúan saliendo de la boca
de Zeth sin problemas.
—De vuelta en casa de mis padres en San Jacinto. Mi amigo
Michael te lo traerá en los próximos días. ¿Espero que no te moleste?
—Oh, no, para nada. —Mi padre mira a Zeth, completamente
imperturbable por la falsedad que acaba de salir de su boca. Parece que
esta ha sido una mañana para ellas. Simplemente estoy estupefacta por
la idea de que acabo de presenciar la mentira de Zeth, cuando dijo que
siempre decía la verdad. Siempre. Como si fuera un pecado capital para
él hacer lo contrario. No es que un hombre como Zeth se moleste mucho
por los pecados capitales, que yo sepa. Ha hecho mucho, mucho peor que
mentir a los ojos de la iglesia. Y la sociedad en general. No parece
demasiado molesto por eso.
Lacey vuelve a aparecer en la cocina, con su pequeña bolsa colgada
sobre su hombro, abultada con objetos de formas desiguales. La deja caer
a sus pies, exhala profundamente y sonríe al grupo.
—Entonces —dice—. Esto ha sido divertido, ¿eh? Probablemente
deberíamos irnos ahora.

26
3
Zeth
Traducido por IsCris, Emotica G. W & MadHatter

Llevamos cinco minutos conduciendo en un silencio casi completo


antes de que Sloane hable.
—¿De verdad crees que fue apropiado? —pregunta, tamborileando
los dedos contra sus rodillas desnudas. Desde la parte trasera del auto,
Lacey hace una pausa en su suave tarareo y se inclina hacia adelante.
—¿Si pienso que fue apropiado qué? —pregunta.
Sloane y yo respondemos al mismo tiempo.
—Nada.
—Sloane estaba jugando con mi polla debajo de la mesa del
comedor. 27
Lacey se desploma en su asiento, jadeando escandalizada.
—No, Sloane. No, no creo que haya sido un comportamiento
apropiado en absoluto.
La cara de Sloane se enrojece, ya sea por vergüenza o rabia, no
estoy seguro, pero forma puños con sus pequeñas manos de médico y los
levanta lo suficientemente alto como para hacerme pensar que está
considerando pegarme. La posibilidad de que Sloane me golpee me hace
cosas notables; Le doy mi sonrisa más lasciva.
—Hazlo, chica enojada.
Frunce el ceño y baja los puños.
—¿Crees que al menos podrías decirme a dónde conduces ahora?
Noté que nos dirigimos hacia el norte. No hay mucho en esa dirección
aparte de Seattle, y sé que no me estás llevando en serio de regreso.
No se da cuenta de que Seattle es el único lugar al que podemos ir.
Podríamos viajar a cualquier parte de este país y no importaría, Charlie
me encontraría. Charlie nos encontraría a los dos. No, la única opción es
ir a casa y enfrentar las consecuencias. Tengo que hacer todo lo posible
para que que se haga la idea sin asustarla al mismo tiempo.
—¿Qué pasa, Sloane? Pensé que te gustaba tu trabajo. Tu casa.
¿No quieres volver a eso?
Arruga la nariz y me mira con tan descarada incredulidad que creo
que podría comenzar a reírse. No lo hace, sin embargo. Solo sacude la
cabeza lentamente.
—¿Estás completamente loco? ¿Te has olvidado de tu ex
empleador? Ah, pero claro, te encontrabas bien y seguro cuando comenzó
a enviar gente a mi casa para matarme. No es una gran sorpresa que
quieras regresar directamente a tu loco departamento de sexo tan pronto
como recuperé a mi hermana.
Ahh, si tan solo pudiera ver dentro de mi cabeza. Le habría
sorprendido mi pequeña letanía anterior de Sloane Romera ya no te
necesita más. En realidad al diablo con eso. Esa sería una pesadilla.
—No vivo en mi loco departamento de sexo. Y tampoco me he
olvidado de Charlie.
—Entonces, ¿por qué tienes tanta prisa por regresar? No es seguro.
Saben dónde vivo, Zeth. Saben dónde trabajo.
Lacey sale de la parte de atrás otra vez, confiada y segura de sus
palabras.
—Vivirás con nosotros por un tiempo. Y Zeth te mantendrá a salvo.
¿No es así? —Extiende una mano hacia el frente del auto y me empuja
con fuerza en el brazo. Podría matarla. De acuerdo, así que iba a abordar
el tema de que Sloane viniera a quedarse en el almacén por un tiempo,
solo hasta que las cosas con Charlie se resolvieran de una forma u otra.
Pero pensaba hacerlo más sutilmente. Intentando hacer que pareciera su
28
idea. Si ella realmente viniera a mí queriendo protección... ¿cómo
cambiaría eso la dinámica de nuestra relación? Cambiaría las cosas
enormemente. La verdad del asunto es que tengo formas de conseguir lo
que quiero, y Lacey ha metido la pata con eso. Está jodiendo
completamente mi juego.
—Sloane puede quedarse donde quiera. —Tengo un aire de total
indiferencia. Sé la reacción que esto normalmente provocaría en una
mujer ardiente, he tenido mucho tiempo a lo largo de los años para
estudiar a las personas y sus reacciones ante diferentes situaciones.
Ellas dicen infiernos no. Prefieren morir que venir y quedarse conmigo.
Incluso por un día. Una sola noche. Media puta hora. Pero con Sloane,
nunca puedo confiar en lo que he aprendido de otras personas. Nunca
reacciona como creo que lo hará. Estoy medio pensando que se dará
vuelta y dirá que está bien.
Ella resopla, crujiendo los nudillos del pulgar, moviéndose
torpemente en su asiento.
—Esa es una oferta increíblemente valiente, Zeth, pero creo que
esta vez la rechazaré, muchas gracias.
De acuerdo, tal vez no estaba demasiado lejos con mi primera
suposición. Lo embelleció un poco, pero la respuesta sigue siendo un
infiernos no. Será alrededor de las diez y media cuando reciba un mensaje
de ella pidiéndome que vaya a buscarla. Estará enojada. Furiosa.
Probablemente diga algo sobre cómo, dado que es completamente mi
culpa que se sobresalte cada vez que la casa cruje, entonces al menos
podría tener la decencia de cuidarla. Reprimo la sonrisa que quiere
florecer en mi cara.
—Lo suficientemente justo. Hazlo a tu manera. —Es una cosa tan
hermosa que su manera siempre termine siendo la mía. Dejo a Sloane en
su casa justo como me lo pide. Puede que la deje aquí por un par de
horas, pero no soy una completa basura. Me bajo del auto.
—Uh, ¿a dónde crees que vas? —pregunta, con su bolso en la
mano. Me dirijo al maletero del Camaro y lo abro. Saco una pieza de mi
propio equipaje y luego abro la puerta trasera, agachándome para poder
ver bien a Lacey.
—Me iré por dieciocho minutos —le digo. Ella sabe cómo son las
cosas; ya lo hemos hecho antes, aunque esta vez no parece impresionada.
Extiende una mano.
—Eres un jodido imbécil —me dice. Me quito el reloj pulsera y lo
coloco en su palma abierta.
—Lo sé, niña. Dieciocho minutos. —Cierro la puerta de golpe, y
luego paso junto a Sloane y llego a su puerta principal. Me mira arrojar
mi bolso y giro para esperarla, con los brazos cruzados sobre mi pecho.
Parece que acaba de recibir un balde de agua fría. Se precipita por el
camino, sus caderas balanceándose en esos malditos pequeños
pantalones cortos. En serio. Mierda.
29
—¿Qué demonios estás haciendo? —sisea—. No vas a entrar.
—Voy a entrar —le informo, recostándome contra la puerta—. Me
vas a dejar entrar.
—No. No lo haré. —Cruza los brazos sobre su propio pecho,
reflejando mi pose. Es jodidamente adorable.
—Lo harás. Me aseguraré de que ninguno de los hombres de
Charlie esté al acecho. ¿Por qué crees que traje la bolsa? —Sus mejillas
se sonrojan, y mi polla comienza a levantarse en mis pantalones. Sé por
qué pensó que traía la bolsa. No puedo evitar sonreír mientras me agacho,
desabrocho la bolsa y saco la pistola. Se la tiendo—. Parece que sabes
cómo hacer que un hombre se cague en los pantalones con esto. ¿Quizás
te gustaría hacer un barrido perimetral por ti misma?
Pone los ojos en blanco, aunque veo que duda por un segundo.
Espero que me dé una palmada en el brazo y se ría o algo así y luego me
envíe a la casa a buscar al tipo malo, pero en su lugar, me arrebata la
pistola de la mano.
—Bien. Espera aquí. Iré y haré un barrido perimetral, y luego
podrás recuperar tu arma e irte.
Me balanceo sobre mis talones, mi cara palpita con el esfuerzo que
está tomando para mantener la sonrisa fuera de mi rostro. No recuerdo
la última vez que sentí la necesidad de sonreír tan desesperadamente.
Pelear contra ella es tan difícil como tratar de meter a un gato mojado
dentro de un saco de arpillera, casi imposible. Me encojo de hombros,
fingiendo indiferencia.
—Adelante.
Me frunce el ceño, abre la puerta principal y luego entra. Empuja
la puerta medio cerrada detrás de ella, pero adivina qué... no esperaré
afuera. Sloane debe oírme seguirla con mi bolso negro en la mano, pero
no dice nada. Realmente está realizando una genuina búsqueda en la
planta baja, con el arma levantada y lista para disparar. Es lo más sexy
que he visto nunca.
Revisa el salón, la cocina, la despensa, el baño de abajo, el patio
trasero. Bien podría estar viendo a un policía trabajando. Tiene que haber
hecho esto antes. Tiene que. La sigo a cierta distancia, por si hay personas
adentro y necesita que les saque la mierda a golpes, pero aparte de eso,
la dejo hacer lo suyo y mantengo la boca cerrada.
Una vez que se ha dado cuenta de que no hay nadie esperándola
entre los arbustos, camina de regreso a través de la casa, me mira
mientras pasa y sube las escaleras. El baño, una habitación libre, un
armario de sábanas, otra habitación, su habitación. La huelo tan pronto
como entro. El aroma es fresco y brillante, a pesar de que no ha estado
aquí en una semana.
—Ahí tienes. Ahora puedes recuperar tu estúpida arma —dice
Sloane, presionando el arma de lado contra mi pecho. Agarro la cosa y le
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subo el seguro, alzando una ceja.
—¿Estás contenta de que no haya nadie aquí? —Una pequeña
burla se abre paso en mi tono; Parece que no puedo evitarlo.
—Oh, no —dice, inclinando la cabeza hacia un lado—. Hay alguien
aquí. Hay alguien aquí que realmente no debería estar, y realmente me
gustaría que se fuera ahora, por favor.
Dejo caer mi bolso en el suelo.
Agranda los ojos.
Pongo el arma encima de su tocador y merodeo hacia ella,
sintiéndome positivamente depredador cuando comienza a retroceder. En
cinco pasos cortos, he cerrado la brecha entre nosotros y su espalda está
presionada contra la pared de su habitación. Coloco mis palmas contra
la pared a cada lado de su cabeza.
—No voy a ir a ningún lado por otros quince minutos, Sloane.
—No deberías haber hecho eso en casa de mis padres —dice. Su
voz suena entrecortada y distraída, lo que es una maldita luz verde si
alguna vez he escuchado una. Me inclino un poco más, de modo que mi
cara está a solo unos centímetros de la suya. No parpadea, me devuelve
la mirada, me recorre la cara y sé en qué está pensando. Sé lo que quiere.
Es bastante jodidamente cruel, pero tengo ganas de molestarla un poco...
así que me lamo los labios. Sloane al instante aparta la cabeza de mí y
respira hondo. Sí. Quiere besarme.
—¿Por qué no debería haber hecho eso en casa de tus padres? —le
gruño al oído. Saco la punta de la lengua y golpeo con cuidado el lóbulo
de su oreja; mi polla se agita de nuevo, ya casi completamente dura por
el pequeño espectáculo que acaba de montar con el arma.
No se vuelve ni me mira, pero su cuerpo reacciona,
estremeciéndose un poco.
―Porque son mis jodidos padres. No sé en qué tipo de hogar
creciste, pero en el mío no vamos por ahí masturbando a los hombres
debajo de la mesa mientras estamos tratando de tener una discusión
importante.
Suena enojada, pero su cuerpo es tal traidor. Me desea; puedo
decirlo por el vaivén de su pecho y la forma en que está frotándose las
palmas contra los muslos desnudos. Le gustó que la tocara cuando no
debería haber estado tocándola, y también le gustó tocarme. Está enojada
consigo misma por ello, pero supongo que cuando coloque mi mano en la
parte delantera de esos reveladores pantalones cortos, ya estará húmeda
por mí.
―No lo lamento ―digo en voz baja―. Y tienes razón. No sabes en
qué tipo de hogar crecí.
Eso parece haber llamado su atención. Me mira por el rabillo del
ojo, y luego… luego jodidamente se chupa el labio inferior. Sloane es una
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de las personas más carnales que alguna vez he conocido, y he conocido
a mucha gente. Toma la idiosincrasia corporal más regular y la realiza de
la forma más sexual. Ninguna otra mujer podría hacer lo que hace y
provocar la misma reacción palpitante, que golpea sangre en mis venas;
cuando otras mujeres hacen cosas así, es para llamar la atención sobre
su boca, y generalmente es descaradamente obvio. Es un poco
entretenido, claro, pero todo es un acto. Nada de esas cosas convierte mi
polla en un acero jodidamente reforzado como los coqueteos totalmente
inconscientes de Sloane.
Parece darse cuenta de lo que está haciendo y la acción de
chuparse los labios se detiene abruptamente.
―Le mentiste a mis padres ―dice, como si de repente hubiera
acabado de recordar ese punto―. Mentiste sobre cómo te ganas la vida,
y mentiste sobre ser mi jodido compañero de viaje. ¿Pensé que no hacías
eso?
―No lo hago normalmente. No le miento a nadie. Ciertamente
nunca te mentiré, Sloane, pero mentiré por ti. Solo por ti. ―Tal vez lo del
labio me ha hecho bajar la guardia por un minuto, porque incluso casi
me sorprende cuando me escucho decir eso. Sloane abre la boca,
luciendo ligeramente aturdida. Ahora probablemente es el momento
perfecto para volver a levantar esa jodida guardia, antes de que algo más
se me escape―. ¿Hay algo más, Sloane? Solo nos quedan trece minutos.
Hace un sonido de pssshhh, colocando sus manos contra mi pecho,
como si estuviera a punto de alejarme, pero me adelanto a ella, inclinando
mi cuerpo para presionarla con fuerza. Sé que puede sentirme. Sé que
puede sentir mi polla cavando en el espacio entre sus piernas, rogando
que la dejen entrar. Traga saliva y curva los dedos ligeramente contra mis
pectorales. La tengo totalmente.
―No podemos hacer nada en trece minutos ―murmura.
Este quizás es uno de los mayores desafíos que alguna vez se me
han presentado. Finalmente cedo y dejo ir la sonrisa a la que he estado
aferrándome; sin embargo, ha cambiado ahora. Antes, simplemente me
entretenía lo increíble que es esta chica. Ahora, voy a mostrarle lo
increíble que puedo ser.
―Oh, chica enojada. Estoy a punto de hacerte comer esas palabras.
―Qué...
Ignoro por completo lo que está a punto de decir y bajo la cabeza
para presionar labios, dientes y lengua contra la piel de su cuello. No
logra decir más que esa palabra. Debería haber estado esperando esto.
Debería haber sido más sensata cuando se puso esos jodidos pantalones
cortos esta mañana. Agarro sus manos y las sujeto detrás de su espalda,
alejándola de la pared. Hace un sonido de jadeo cuando la sostengo, no
es completamente ingrávida contra mí, lo que me hace increíblemente
feliz. Tiene curvas. Buenas curvas a las que pienso constantemente en
palmear, lamer, morder y hacer todo tipo de cosas sucias. Si fuera piel y
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hueso y no pesara nada, entonces no la desearía como lo hago. Me
arrodillo en el piso justo donde estoy parado, y luego me tiro sobre ella,
sujetándola debajo de mi cuerpo. Me lleva dos segundos encontrar el
camino debajo de la endeble camisa que está usando. Nada de esta
mierda es a prueba de Zeth. Ni siquiera cerca. No puedo llegar a ella
correctamente, así que rasgo el material, arrancándolo directamente de
su cuerpo. Me alejo y me permito disfrutar de la vista por un momento.
Sin. Jodido. Sostén.
Los brazos de Sloane están a sus costados, sus manos apretadas
en puños, pero se encuentra relajada. No está preocupada. No está
tratando de defenderse de mí, o luchando para liberarse. Está diciéndome
todo lo que necesito saber con sus ojos; con la forma en que su pecho
sube y baja como si hubiera acabado de terminar una carrera de cien
metros; por cómo sus pezones están tensos y rosas oscuro, suplicando
un poco de atención; por cómo está meneando la pelvis debajo de mí,
empujando hacia arriba, haciéndome saber lo que quiere.
―¿Cuánto tiempo? ―jadea.
―Once minutos.
―Oh, Dios. ―Agarra mi mano, tirando de ella hacia su boca. Su
lengua rosa separa sus labios, y me lame la punta del dedo índice. Como
si eso no fuera suficiente para hacer rugir mi cabeza, luego me muerde
suavemente con sus dientes perfectos, enviando lo que se siente como
una descarga eléctrica corriendo por mi cuerpo.
―Joder, no ―le digo, retirando la mano―. No tenemos tiempo para
eso.
Se ve dolorida, sus senos agitándose mientras se le acelera la
respiración.
―Entonces, ¿tiempo para qué tenemos?
Me balanceo sobre mis talones, alcanzando mi bolsa. Tengo algo
para ella. Tengo algo para ella que creo que le va a gustar. La escucho
gemir cuando ve lo que estoy haciendo, tiene sentimientos encontrados
acerca de esta bolsa, lo sé. Pero también sé que sus niveles de emoción
acaban de dispararse por el techo, porque ha agarrado el tejido de la
alfombra de su habitación con ambas manos y está apretando tan fuerte
que sus manos se han vuelto blancas.
―Paciencia, chica enojada. Paciencia. ―Sí, claro. A la mierda la
paciencia. Abro con fuerza la cremallera de la bolsa y encuentro lo que
busco casi de inmediato. Es un dispositivo pequeño, de forma ovalada,
una nueva adición a mi bolsa de trucos. Nunca he usado algo así antes,
pero sé lo que va a hacerle. Lo dejo mientras la agarro por el tobillo,
tirando de ella por la alfombra hacia mí.
―¿Qué demonios es eso? ―pregunta―. No voy a hacer...
―No estoy interesado en eso. Me interesa que cierres los ojos. Me 33
interesa que te sueltes.
Deja de hablar, mirándome fijamente, mientras le desabrocho el
botón y le rasgo los pantalones cortos bruscamente sobre los muslos.
Mierda. Sloane en sus bragas, jodido encaje negro, y nada más es una
vista increíble. Sus mejillas están sonrojadas, y tiene los labios hinchados
y rojos, y sé que ha estado mordiéndolos de nuevo. También quiero
morderlos. Quiero… quiero... No. Sacudo ese pensamiento de mi cabeza,
aplastándolo con una fuerza colosal. No en este jodido momento. Ahora
tengo otras cosas que atender.
―Abre tus piernas para mí, Sloane.
Paso mis manos por el interior de sus muslos, disfrutando de la
suave sensación de seda de su piel debajo de las yemas de mis dedos.
Obedece, levantando las rodillas y luego dejándolas caer a ambos lados,
exponiéndose a mí. No hay más comentarios. No hay más objeciones. No
hay más charla en absoluto. El único sonido es nuestra respiración
irregular mientras acaricio con cuidado su coño con mis dedos. Un
violento aumento de adrenalina me atraviesa cuando siento cuán
húmedas están sus bragas.
Nunca he sido uno de los que se emocionan por las chicas que
arruinan su ropa interior, pero con Sloane es diferente. Ha sido diferente
desde el principio, cuando la follé en el departamento. Reclamé su ropa
interior entonces y también reclamaré este par. Quito la prenda ajustada
de sus caderas, y luego desciendo sobre su cuerpo como una fuerza
imparable. Soy una fuerza imparable. Ni siquiera yo puedo detenerme
ahora. Subo, descansando sobre un codo, y luego paso la lengua sobre
su pecho, sintiendo el peso de su pecho en mi mano. Paso la lengua por
el pezón, lamiendo y chupando; mi polla palpita dolorosamente cuando
inhala con fuerza y levanta las manos y las entierra en mi cabello.
Se siente tan jodidamente bien tenerla atrayéndome hacia ella,
pero no puedo permitir eso ahora mismo. Si lo hace, estaré arrancándome
la ropa y hundiéndome profundamente dentro de ella, y eso volaría mi
plazo restante de siete minutos. Lo último que necesitamos en este
momento es a Lacey parada en la puerta, quejándose de que me demoro
demasiado. Me siento, agarrando las dos muñecas de Sloane.
―Sin tocar ―gruño. Una mirada de sorpresa se apodera de su
expresión, y me doy cuenta de que ha tomado mi orden completamente
de la forma equivocada. Piensa que no quiero sus manos sobre mí. Joder.
Este es el problema, aquí mismo. Este es el problema con el hecho de que
te importe lo que la otra persona está pensando. Las cosas eran mucho
más fáciles cuando me importaban dos mierdas.
Seis minutos.
Agarro mi pequeño juguete nuevo, y luego me inclino, recorriendo
con mis ojos la longitud del cuerpo de Sloane. Algunos chicos no hacen
sexo oral. Pero, aun así, algunos tipos no son tan buenos como yo. Es la
mejor forma de hacer terminar a una chica, la forma más divertida que
he encontrado. Y hacer que Sloane se corra con mi lengua es quizás el 34
subidón de adrenalina más increíble que he sentido. Punto.
Empiezo despacio. Ahora está tan mojada y sabe jodidamente
increíble. Gimo, arrastrando mi lengua sobre su coño, alrededor de su
clítoris, dando vueltas y moviendo la punta sobre ella para que empiece
a temblar. Ya se encuentra preparada, pero le doy un minuto para que
se acomode antes de presionar el extremo más estrecho del vibrador
contra su coño. Sin embargo, este no es un vibrador promedio. Es un
vibrador de decenas, del tipo que no solo vibra sino que produce una
descarga eléctrica. Para empezar, lo tengo en la configuración más baja,
pero no permanecerá allí por mucho tiempo.
Sloane mueve las caderas contra mi boca, gimiendo por lo bajo, y
deslizo el objeto en su interior, de forma lenta, esperando que ella se
tense. Se aquieta ligeramente, pero luego emite un gemido bajo y arquea
el cuerpo hacia el techo, sí, eso es lo que pensé.
Tengo tantas ganas de follar a esta chica. Quiero atarla y penetrarla
con tanta fuerza que no pueda caminar derecho durante una semana,
pero no es posible. Desgraciadamente. Sin embargo, no puedo seguir sin
algo. Algo para apagar este fuego que arde dentro de mí. Solo hay una
cosa que puede hacer eso de inmediato.
Soy rápido cuando encuentro el cuchillo en la lona. Lo saco y lo
agarro con el puño antes de que Sloane tenga la oportunidad de ver lo
que estoy haciendo. Echa la cabeza hacia atrás de inmediato cuando
empiezo a mover la lengua sobre su clítoris de nuevo. Ahora su
respiración comienza a salir en jadeos entrecortados. Quiero probarla.
Quiero probarla mientras se corre en mi boca, y lo quiero ahora. Suelto
el cuchillo el tiempo suficiente para mover el ajuste del vibrador de
decenas, subiéndolo al siguiente nivel. Sloane estira las piernas y suelta
un grito de sorpresa.
—Puedes con esto —gruño—. Puedes aceptarlo.
Y sí, puede. Lo hace. Mis bolas están estiradas y apretadas en mi
cuerpo, exigiendo furiosamente que haga algo para liberar la tensión bajo
la que estoy siendo casi aplastado en este momento, pero me deshago de
la idea. Esto es para ella. Solo para ella.
—Córrete para mí, chica enojada —le digo—. Hazlo por mí. Ahora.
No me hagas esperar.
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, obedece mi pedido.
Obtengo lo que quiero, y al mismo tiempo aprieto el puño alrededor de la
hoja del cuchillo, sintiendo algo tan poderoso e intenso junto a ella.
Y luego Sloane hace algo que logra que el sentimiento se transforme
en algo completamente diferente. Grita cuando se corre, pero no grita
Dios, ni dice mierda, como lo haría la mayoría de la gente. No grita eso.
Grita mi maldito nombre.
Suelto el cuchillo y silbo un poco al soltar la presión. El corte en el
centro de mi palma es bastante profundo, pero no voy a detenerme a
revisarlo en estos momentos. Estamos en nuestro último minuto antes 35
de que Lacey comience a apoyarse en la bocina del automóvil. Además,
no sé por qué, pero Sloane al gritar mi nombre, me ha hecho querer
olvidar por completo el plazo que le di a Lacey y quiero quedarme aquí
con Sloane toda la puta noche. Hacer que grite de nuevo mi nombre.
Me pongo de pie y Sloane permanece en el suelo, desnuda, en una
maraña de brazos y piernas. Parece que apenas puede moverse. Tiene los
ojos vidriosos, como si apenas pudiera ver. Siento una inmensa oleada
de orgullo. Sí. Hago que un ser humano se vuelva un charco. Vuelvo a
colocar el vibrador en la bolsa, junto con las bragas de Sloane, dije que
me las quedaría, y ella levanta una ceja. Sin embargo, no se opone.
—Será mejor que te apures —dice, con los ojos centrados en mí.
Me encanta que no se cubra de mí; me encanta que estemos más allá de
eso.
—No te preocupes. Ya me voy —gruño. Aprieto el puño en una bola,
dejando que el dolor golpee mis terminaciones nerviosas.
DISFRUTÁNDOLO. Tengo ganas de decirle que la veré más tarde, pero
Sloane no sabe que llamará esta noche y me pedirá que la busque, así
que no lo digo. En cambio, digo—: ¿Dónde aprendiste a revisar un edificio
de esa forma?
Se ríe, cerrando los ojos.
—¿En dónde crees? Call of Duty.
¡Ja! Esta chica es única. Suelto una risa aguda, y luego me doy la
vuelta y me voy. Mi erección me está causando un dolor de mierda
cuando me alejo del cuerpo desnudo y perfecto de Sloane. Me está
matando, pero cuando se te acaba el tiempo, se te acaba el tiempo.
Además, si te niegan la oportunidad de hundir tu polla en una chica como
Sloane, eso solo puede hacer que la espera sea más dulce. Es una chica
por la que vale la pena esperar. Quiero decir, vamos. ¿Call of Duty? No
conozco a una chica soltera en la faz del planeta que juegue ese
videojuego. Ese último pequeño detalle me tiene entretenido hasta que
salgo de la casa y veo que Lacey me está mostrando una expresión de
amargura por la ventanilla.
—Llegas diecinueve segundos tarde —me informa mientras me
subo al auto. A pesar de que el asiento delantero ahora está vacante,
Lacey se quedó en la parte de atrás como siempre—. Nunca has llegado
tarde.
—Llegué tarde muchas veces, Lace. —Enciendo el motor y respiro
hondo cuando me olvido de mi mano, que sangra copiosamente por todas
partes, y trato de agarrarme al volante. Parece que lo devolveré al
almacén.
Sé que Lacey se da cuenta de que estoy sangrando; lo nota todo,
pero no dice nada. No hasta que sale con esta pequeña joya.
—Estás tan enamorado de esa chica.
La miro por el espejo retrovisor, con la intención de dedicarle la
36
mirada más odiosa jamás inventada por un hombre, pero en cambio veo
la casa de Sloane desapareciendo entre los árboles detrás de nosotros. Mi
estómago se retuerce un poco cuando desaparece de la vista.
—No la amo —le digo—. No amo a nadie.
Lacey hace un suave sonido de risa sobre mi hombro.
—Por supuesto que sí. Me amas a mí. Y ahora también amas a
Sloane. —Suspira suavemente, terminando su indignante declaración
con unas pocas palabras distraídas que me hacen girar la cabeza—.
Verás, una vez que le abres tu corazón a una persona, Zeth... es mucho
más fácil que otros también pasen desapercibidos.
4
Zeth
Traducido por Yiany

Hay una nota pegada en la entrada del almacén cuando llegamos


a casa.
El hijo pródigo regresa. Ven cuando estés listo. Mataremos al
ternero gordo.
C.
No tengo idea de cómo Charlie sabe que ya he vuelto, pero sabía
que no sería capaz de ocultarlo. El bastardo nunca mostró interés en el
lugar donde vivo una vez que me mudé de su casa hace doce años, pero
si me ha estado espiando, es razonable suponer que conoce el almacén
desde hace mucho tiempo. Años, estoy seguro. Arranco la nota de la
puerta y entro, echando humo. 37
Ven cuando estés listo. Sí, claro. Eso es claramente una invitación.
Charlie haciéndome saber que está listo y esperándome. Bueno, ¿adivina
qué, imbécil? No estarás listo para lo que traeré.
Arrojo mi bolso y la bolsa que traje para Lace, y luego empiezo a
revisar el almacén, calculando. No me doy cuenta de que aún tengo en la
mano la nota arruinada hasta que Lacey me la quita. La lleva al sofá,
donde se envuelve en su manta favorita, y luego la lee.
—¿Sabes sobre el hijo pródigo? —pregunta.
—Sí. —Sigo revisando el lugar. Jodido hijo pródigo. Charlie piensa
que es tan jodidamente inteligente, y me cita referencias bíblicas.
También sabe que entenderé fácilmente esa referencia. La duquesa, su
compañera, siempre fue silenciosamente fuerte en su fe. Católica. Me leía
la biblia todas las noches cuando fui vivir con ellos por primera vez siendo
un mocoso. Lo hizo durante años, independientemente de si lo quería o
no.
—Charlie cree que le has quitado algo —me dice Lacey—. Algo que
requiere perdón.
—¿Qué?
Asiente, sus rizos dorados se mecen alrededor de su rostro.
—Sí. El padre de Sloane me lo explicó durante el camino de regreso
del campamento de la iglesia. El hijo pródigo: exigió su herencia a su
padre antes de morir. Eso fue realmente grosero, incluso en aquel
entonces. Tomó un tercio de todo lo que su padre tenía, y su padre se lo
dio de buena gana. El hijo se fue y desperdició todo lo que su padre le
había dado, y finalmente se encontró hambriento y solo. Decidió volver a
casa y rogarle a su padre que le permitiera ser uno de sus sirvientes. Para
que su padre se apiadara de él. Su padre en lugar de estar enojado,
perdonó a su hijo y lo recibió en casa. Hubo una gran celebración y al
hijo pródigo se le dio toda esta ropa elegante para que se pusiera. Fue
reincorporado a su posición original como hijo de la familia. —Lacey
dobla cuidadosamente el trozo de papel, borrando el garabato escrito a
mano de Charlie. Me mira—. Charlie cree que has pedido demasiado, y
ahora te está haciendo saber que... si vuelves a casa y dices que lo
sientes, todo será olvidado.
Miro fijamente a Lacey. ¿Cuándo demonios se volvió tan
malditamente inteligente? No hubiera esperado que leyera tanto en la
nota, a pesar de que es exactamente lo que quería transmitir Charlie en
su breve mensaje. Esa parábola es una metáfora del incesante perdón de
Dios al alma arrepentida. Solo Charlie sería lo suficientemente vanidoso
como para identificarse con el personaje del padre en esta historia.
Estúpido. Y no hay forma de que me den ropa elegante si vuelvo a la casa
de Charlie cuando me esté esperando. Me cortarán la garganta y no me
equivoco.
—¿Ahora eres miembro del rebaño del pastor Romera? —pregunto,
retomando mi ritmo. 38
Lacey se desploma en el sofá y pone los ojos en blanco.
—Es un buen hombre.
—No le importó que hubiéramos encontrado a su hija. —Un hecho
que todavía me parece extremadamente sospechoso. No le dije nada a
Sloane, pero tuvo una actitud muy fría.
Lacey se encoge de hombros y levanta el control remoto del
televisor.
—Creo que le importó. Simplemente no podía demostrarlo.
***
Jodidamente once y treinta. Once y media de la noche, y Sloane
todavía no ha enviado un mensaje de texto para que la vaya a buscar. La
chica tiene unas pelotas de acero o es más orgullosa que cualquiera que
haya conocido en la faz del planeta. Conociéndola, me inclino a favor de
la opción de las pelotas de acero (fue ridícula y estúpidamente valiente
en casa de Julio) pero eso no me impide caminar por el almacén, recoger
alguna basura de Lacey y volverlas a poner en casi el mismo lugar unos
minutos después.
—¿Se supone que estás ordenando? —pregunta Lacey. Todavía se
encuentra frente al televisor, golpeándose la punta de los dedos contra
las rodillas: índice, medio, anular, meñique. Meñique, anular, medio,
índice. Golpear y repetir. Es una de sus cosas. Sin embargo, esta es la
primera vez que la veo en mucho tiempo. Es un mecanismo de defensa
que hace distraída cuando ya está relativamente tranquila. Los
mecanismos de defensa que estuvo alternando antes de que yo huyera a
California fueron los más drásticos que emplea cuando no está
relativamente tranquila, los que involucran píldoras y cuchillas de
afeitar.
—No puedo evitarlo si tu mierda está desparramada por todas
partes —gruño. Realmente lo está; Lacey no es la persona más ordenada
que he conocido, pero en este momento el almacén luce como si una
bomba hubiese explotado en su interior. Y está muy relacionado con el
hecho de que ella lo destrozó cuando se cortó las muñecas hace un par
de semanas y no me encontraba aquí como para dejar entrar a un equipo
de limpieza. Permitir la entrada de extraños en mi casa no es una buena
idea con Charlie alterado. No me sorprendería que ese hijo de puta ya
haya estado aquí, revolviendo el lugar, buscando una pista sobre dónde
me escondí durante una semana. Es difícil saberlo con seguridad con
toda la basura desparramada.
—Deberías usar un delantal. Te quedaría bien —dice Lacey, todavía
dando golpecitos con los dedos. Da vueltas por los canales mientras
recojo un montón de ropa y se la tiro encima, donde se sienta en el sofá.
Justo sobre la cabeza—. ¡Oye!
—Tienes una habitación, Lacey. Y un armario. Y un montón de
otros muebles que se usan para albergar ropa. Úsalos. Úsalos, úsalos.
No uses el maldito piso.
39
Estoy de mal humor. Primero la pequeña provocación de Charlie, y
ahora esto. Ella debería haber enviado un mensaje de texto para ahora.
Incluso debería haberme llamado, rogándome que fuera a recogerla. Para
que pueda mantenerla a salvo. Y, sin embargo, la obstinada mujer no ha
emitido un sonido. Lacey se quita la ropa y me arroja un par de vaqueros
manchados de pintura.
—¡Arreglaré mi mierda, Zeth, cuando arregles la tuya!
No sé de qué demonios está hablando ahora; vivía como un maldito
monje antes de que apareciera. Ni siquiera tenía televisión. Tenía
suficientes muebles para asegurarme de contar con un lugar para
guardar mi reserva de whisky añejo y tenía un lugar para sentarme y
beberlo, y eso era todo. Me conformaba muy bien. Sin embargo, complací
a Lacey.
—¿Y qué se supone que significa eso?
—¡Significa —dice, luchando para salir del sofá, agarrando sus
cosas mientras avanza—, que dejes de pasear por este lugar y ve a
buscarla! Y después, deberías dormirte temprano y no mantenerme
despierta con todo ese ruido extraño que hacen cuando tienen sexo.
Tengo una cita por la mañana y tú —me clava el dedo índice en el pecho—
, tienes que llevarme.
—¿Qué tipo de cita? —Ya sé qué clase de cita. Sé exactamente qué
tipo, el único tipo que Lacey ha tenido en los seis meses en que ha estado
ocupando como una vagabunda mi vivienda. Del tipo que involucra a esa
perra Newan.
—No te hagas el tonto, amigo —dice Lace, gruñendo. Es hilarante
cuando intenta actuar con dureza, pero apruebo el intento. Es mucho
mejor que cuando se encierra en su habitación y se queda tan callada
que creo que en realidad podría estar realmente muerta—. Es a las diez
de la mañana. Ya conseguí que Sloane concertara una cita.
—¿Cómo? ¿Cuándo hablaste con ella? —Hago las preguntas
demasiado rápido, como un maldito niño de escuela preguntando a sus
amigos sobre su maldito enamoramiento. Necesito controlarme—. No le
mencionaste nada en el auto.
Lacey se mete la mano en el bolsillo y saca su teléfono celular. Me
golpea con eso justo entre los ojos. Pienso en matarla.
—Usé esto. Ella es bastante buena para responder. Pero debes
enviarle un mensaje de texto primero. Puedes usar el mío si el tuyo está
roto. —Golpea el teléfono en mi mano y luego se apresura por el pasillo
hacia su habitación, pateando las ropas que escapan de su montón a
medida que avanza.
***
—¿Oye, amigo, qué pasa? 40
—Solo llamé para decirte que encontré a Rick.
No he llamado a Sloane. Me descargué golpeando mi saco pesado,
jurando con cada golpe, usando la ira extra para golpear la tela gastada
con el puño un poco más fuerte. Es la una de la madrugada cuando
Michael llama.
—¿Sí? —Me limpio el sudor de la cara, evitando que me caiga en
los ojos—. ¿Dónde estaba? ¿Qué tenía que decir?
—Estaba dividido en tres pedazos dentro de un contenedor de
basura a una cuadra de Disneylandia. Y no estaba realmente de buen
humor.
Le doy un último golpe furioso al saco. El impacto me sacude todo
el brazo, sonando campanas dentro de mi cabeza.
—Mierda. Mierda.
—Sí, jefe. Fue bastante malo. Y cuando digo malo, estoy hablando
de órganos internos.
Mierda. Sí, no me gustaba mucho Rick, pero lo metí en Anaheim.
Le dije que me esperara allí. Y fue mi estúpida admisión a Julio lo que
hizo que enviara a sus chicos a investigar. También podría haberle
disparado en la cabeza en los muelles cuando se reunió con esos
motociclistas. Hubiera sido una desaparición mucho más agradable por
lo que parece.
—¿Dónde estás ahora? —le pregunto a Michael.
—Ya de vuelta en el otro lugar. Solo estoy haciendo algo de...
limpieza.
El otro lugar. Mi casa de sexo, como lo llama Sloane. Ella es la
última chica que follé dentro de esas cuatro paredes; no se realizarán
más reuniones allí. Solo es una succión ridícula de mis fondos ahora que
no sirve para nada. Debería venderlo.
—Está bien, cuando hayas terminado allí, hazme un favor y pasa
por el lugar de la chica. ¿Asegúrate de que todo esté tranquilo allí?
—Seguro.
—Avísame en cuanto veas el edificio. —Termino la llamada y dejo
el saco. Continúo con las flexiones. Estoy presionando cuando Michael
vuelve a llamar una hora después.
—Tengo visual, jefe.
Extrañamente se siente como si me hubiera quitado un peso de
encima tan pronto como dice esto. Sin embargo, esa sensación ligera y
sin peso dura cinco segundos. Michael continúa:
—Tengo los ojos puestos en el lugar y está totalmente vacío. Ella
no está aquí. El lugar está sellado herméticamente. Sin luces. Sin auto.
Sin Sloane.
Sin luces. Sin auto. Sin Sloane. 41
Cada una de esas declaraciones se siente como un gran golpe en el
estómago.
—Bueno, ¿dónde diablos está, entonces?
Michael hace un breve sonido estrangulado en el otro extremo del
teléfono. Para todos, suena como si el hijo de puta se hubiera reído.
—Había una nota debajo de una roca en la puerta principal, jefe.
No está dirigido a nadie, pero estoy bastante seguro de que es para ti.
—Dime —le grito.
Otro sonido de tos estrangulada en el otro extremo de la línea.
—Dice: te lo merecerías si estuviera muerta, imbécil.
5
Sloane
Traducido por RRZOE

Pippa es la persona más insoportable en la faz del planeta.


Literalmente quiero dispararle en la cara. Anoche conduje mi auto a su
departamento, pensé mejor en dejarlo cerca de su edificio, lo dejé a ocho
cuadras en un estacionamiento subterráneo y luego caminé un kilometro
bajo la lluvia torrencial para aparecer en su puerta a medianoche,
empapada hasta los huesos.
—Veo que fue un viaje de mierda y terminaste empapada —es lo
que me había dicho. Esas fueron las primeras palabras que eligió decir
cuando me vio por primera vez después de que me dispararon, de que
una horda de pandilleros mexicanos me amenazara y de confrontar luego
la cruda realidad de que mi hermana ahora es la mujer del presidente de
algún club de motociclistas. Supongo que no debería esperar mucho más 42
de ella, siendo realista. Le dije que estaba sentada en una playa bebiendo
mai tais en Hawai. Su humor sombrío cuando me dejó entrar a su
departamento anoche indicaba que estaba más que un poco enojada
porque no le había consultado. Su estado de ánimo tampoco parece haber
mejorado después de una buena noche de descanso.
—¿Asumo que Lacey estará acompañada por tu buen amigo el
señor Mayfair esta mañana? —Agita su té con tanta violencia que es una
sorpresa que el líquido permanezca dentro de la taza.
—Probablemente. Por eso me aseguraré de no estar.
—¿Qué te pasa? ¿Pensé que te gustaba este chico? ¿Qué pasó con
el y si no quiero a nadie más que me enviaste hace dos noches?
Por supuesto que lo mencionaría. La verdad es que... desde que
Zeth me alejó de mi hermana en el hospital, lejos de la casa de mis padres
y volví a mi antigua vida, he querido... he querido mi antigua vida.
Completa. Total. La rutina aburrida y mundana de ir a trabajar, comer,
dormir, volver al trabajo. Apenas puedo mentirme a mí misma; por
supuesto, sé que estoy desarrollando sentimientos ridículamente fuertes
por un hombre que seguramente no puede ser más que malas noticias
para mí, pero por un momento, solo un par de días, sería agradable sentir
que mi mayor preocupación en la vida es descifrar la letra de los otros
doctores para asegurarme de no duplicar la dosis de ninguno de los
pacientes.
—El hecho de que no quiera a nadie más no significa que sí lo
quiera a él, Pip. No de la manera en que estás pensando, de todos modos.
—Me como las tostadas, tratando de interrumpir la conversación. Sin
embargo, Pippa no es el tipo de persona que deja que una boca llena se
interponga en una confrontación. Y eso es lo que es esto: una
confrontación. Ha estado ansiosa por tenerla conmigo desde hace un
tiempo, lo sé.
—¿Recuerdas aquella vez que me pediste Valium y te escribí una
receta? ¿Sin hacer preguntas? —cuestiona en voz baja. Parece que la
sangre en mis venas acaba de convertirse en agua helada. ¿Lo recuerdo?
¿Recuerdo agarrar esa botella en un puño y mirarla durante una hora
completa antes de salir de mi casa y viajar a través de Seattle, casas y
edificios que pasaban por mi lado borrosamente, mientras viajaba para
encontrarme con Zeth por primera vez?
—Ah sí. Por supuesto. —El recuerdo está grabado como una marca
dentro de mi cerebro. El momento me cambió para siempre. Sin embargo,
Pippa no lo sabe. O no debería. Que incluso lo mencione ahora parece
estar afectándome demasiado—. ¿Por qué preguntas?
—Porque no estaba preocupada por ti entonces, Sloane. Me pedías
medicamentos de forma clandestina, realmente fuertes y adictivos, y
también estabas actuando como una jodida loca en ese momento. Y sin
embargo, nunca estuve preocupada por ti. No lo suficiente como para
exigir saber qué estaba pasando en tu vida. Te sentías estresada por tu
hermana. Teníamos juntas directivas. Lo que sea. Sabía todo eso y no
43
quería hacerte pasar un mal rato. Entonces, en cambio, te di la receta, y
nunca dije una palabra más al respecto. Pero ahora, es como... Siento
que este tipo es diez veces peor para ti que tomar un montón de Valium.
Incluso si fueras adicta, todavía pensaría que este tipo es peor para ti que
las drogas.
Puedo sentir la sangre drenándose de mi cara. Nunca me ha
hablado así antes; es cierto, ella siempre ha sido un poco dura y más que
un poco sobreprotectora, pero en serio, esta es la primera vez que me
habla como si fuera una idiota en la que no se puede confiar para que
tome sus propias decisiones.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto.
Pippa deja su té sobre la encimera de la cocina, la rodea y toma mis
manos entre las suyas. Sus ojos están llenos de preocupación, con el
ceño fruncido.
—Te amo, Sloane. Eres como una hermana para mí. Sé que no es
un consuelo para ti, que has estado aterrorizada por tu verdadera
hermana y ha sido una prioridad para ti, pero debes saber que siempre
te cuidaré. Este tipo... —Sacude la cabeza—. Este tipo es una mala
noticia. El tipo de persona que evitas como la plaga. Y no lo estás
haciendo. Lo he visto antes, Sloane. Esta atracción que sientes, es como
ser arrastrada a las sombras, y también sé que eso probablemente se
siente realmente bien. Es casi indudable, seguramente. Has luchado
durante tanto tiempo y con tanto esfuerzo para mantener la cabeza fuera
del agua que hundirse ahora parece ser la mejor opción posible. Pero
confía en mí, no lo es. Ceder ante alguien así, ante un tipo controlador
que se niega a dejar que nadie más tenga poder sobre él, no terminará
bien. Él te destruirá. Tomará todo lo que has construido y lo derribará, y
regresar de algo así es mucho más difícil que recuperarse de cualquier
adicción regular.
He permanecido tan quieta mientras me dijo esto. Parpadeé tal vez
dos veces, pero aparte de eso me he quedado helada en silencio, tratando
de entender las palabras que salían de su boca. No puedo quedarme
quieta por más tiempo.
—¿Dices que me amas como a una hermana, Pip?
—Sí. —Asiente y sus ojos son brillantes, un poco demasiado
brillantes. Parece que está al borde de las lágrimas—. Sí, Sloane.
Aprieto sus manos, inclinándome hacia adelante y siento que mi
corazón se rompe un poco.
—Entonces, ¿cómo puedes no conocerme en absoluto?
Separa los labios, abriendo la boca y sé cómo irá esto. Las dos
somos personas volátiles. Estamos a punto de tener la pelea. La pelea
que cambiará nuestra amistad, tal vez para siempre. Quizás
irreparablemente. Retira sus manos de las mías.
—Te conozco. Sé que tu… 44
BRRRRRRRRRNNNNNNNN.
El zumbido robótico de su intercomunicador apaga todo lo que
estaba a punto de decirme. Me está empezando a doler la mandíbula y
me doy cuenta de que he estado apretando los dientes. Por un segundo,
permanecemos congeladas en silencio, mirándonos la una a la otra.
Cuando la vibración vuelve a sonar, Pippa parpadea y mira hacia otro
lado, pasándose una mano por el cabello inmaculado.
—Esa debe ser Lacey —dice.
—Sí —respondo—. Lo será. —Me levanto y agarro mi abrigo, que
todavía está ligeramente húmedo por la lluvia de la noche anterior—. Dile
que me llame más tarde si quiere tomar un café o algo así, ¿sí?
—¿No te vas a quedar para la sesión?
Ya estoy en la puerta, siento la presión de la fría manija de metal
debajo de mi palma.
—No es realmente estándar que un civil esté presente durante el
tratamiento de un paciente, ¿verdad?
Pippa me mira con dureza.
—Podría no hablar si no estás aquí.
—Hablará. Ella organizó la cita. —Aprieto el botón de acceso en el
intercomunicador junto a la puerta, luego la abro y me apresuro a bajar
la escalera antes de que Lacey, y probablemente Zeth, lleguen al piso en
el ascensor.
***
En mi libro, bajar las escaleras corriendo es tan difícil como
subirlas. Mis muslos y mi culo me están matando cuando llego a la planta
baja. El aire fresco me golpea como una pared de hielo, sacando el
oxígeno de mis pulmones. Hace frío. Mucho más frío de lo que suele hacer
en otoño, pero por una vez no hay viento, dejando el día quieto y
tranquilo. Estoy esperando cruzar el parque cuando suena mi celular.
Maldición. Tal vez me equivoqué. Quizás Lacey no hable a menos que yo
esté allí. Sin embargo, no veo por qué mi presencia sería tan importante.
Quiero decir, ella tiene a Zeth. Él ha sido su mejor y último lugar durante
meses. Estoy a punto de contestar la llamada y decirle a Pippa que Lacey
tendrá que arreglárselas con su hermano cuando veo el número.
Es un número de otro estado. No uno que yo reconozca. No tengo
la costumbre de responder llamadas de números extraños, pero la fuente
de la llamada esta vez me obliga a romper las reglas. Tal vez… solo tal
vez…
—¿Hola?
Hay una pausa en el otro extremo de la línea, y luego una voz
entretenida y completamente masculina dice:
—¿Qué pasa, Doc? 45
Un estremecimiento me atraviesa. Uno muy violento y
desagradable.
—¿Qué demonios quieres? —exijo. Sé perfectamente quién es: es el
hombre que descubrí recientemente que está casado con mi hermana.
Pensé que tal vez era Alexis quien me estaba llamando, no sé, para
disculparse por todo lo que nos hizo pasar a mí, a mamá y a papá. Pero
no. No es ella; es su marido que monta una motocicleta, está cubierto de
tatuajes y sonríe con aire de suficiencia.
—Bueno, hola a ti también, preciosa. ¿Está lloviendo allí? ¿El
tiempo te puso de mal humor?
—El sonido de tu voz me puso de mal humor —replico. Quiero
dirigirme hacia el norte por el parque, pero no puedo. No puedo
concentrarme en nada más que agarrar este teléfono y escuchar
intensamente al idiota del otro lado. Me siento en el banco a la entrada
del parque y comienzo a hacer agujeros con los ojos en el hormigón a mis
pies—. ¿Es Lexi? ¿Se encuentra bien?
—Por supuesto. Ya ha sido dada de alta. Estamos de regreso en
Nuevo México.
—¿Fue dada de alta? ¡Necesita descansar! No puedes dejar que la
den de alta todavía. Debería estar…
—¿Crees que la quiero levantada y apresurada antes de que esté
lista, Doc? No pude encadenar a la chica a la cama. Tiene piernas,
¿sabes? Las usó. Me levanté y salí de allí antes de que alguien lo supiera.
Así que sí. Tal vez te calmes.
Odio su tono. Odio tener que escucharlo ahora mismo.
—Entonces, ¿por qué llamas, Rebel?
—Porque tienes que venir a Nuevo México —responde—. Tienes que
venir para asegurarte de que mejore.
Un peso muerto se asienta en mi estómago.
—Estás loco. No puedo ir a Nuevo México.
—¿Por qué no? Déjame adivinar. Regresas al trabajo, ¿verdad? ¿La
gente del hospital te necesita?
Había estado a punto de decir eso, pero ahora me muerdo el labio
inferior. Sobre todo para evitar insultar muy fuerte.
—¿Vas a elegir trabajar sobre tu hermana? ¿Cuando te necesita?
¿De nuevo? —El tono en la voz de Rebel ahora es burlón. Soy una persona
fuerte, pero casi se necesita más fuerza de la que poseo para evitar gritar
al teléfono.
—Sabes que lo que te dijo no es cierto. Sabes que nunca tomé esa
decisión. Alexis ni siquiera me dio la oportunidad.
—Sí, sí, lo sé. Pero aun así... estás teniendo la oportunidad ahora.
Te necesita. Es demasiado orgullosa y está demasiado humillada para
decírtelo ella misma, así que te lo digo yo. Tú. Debes. Venir.
46
La línea se corta. Bajo la cosa para asegurarme de que mis oídos
no me engañan, y una mirada a la pantalla confirma que acaba de colgar.
En realidad solo colgó.
Qué de…
—Por la expresión de tu rostro, alguien te molestó. Y por una vez,
no puedo ser yo. Acabo de llegar aquí.
Me quedo sin aliento en la garganta. Esta voz. Su voz. ¿Cómo
demonios me encontró? Lentamente levanto la cabeza y ahí está, parado
frente a mí, con las manos en los bolsillos, mirando... completamente en
blanco.
—Pensé que llamarías —dice simplemente.
—Sí. Sé que lo hiciste. De ahí el que no haya llamado. De ahí la
nota. Por lo tanto, no quiero verte en este momento. —Puede que le esté
diciendo que no quiero verlo, pero estoy mintiendo. Cuando estoy lejos
de él, a veces pienso que podría ser lo mejor. Mis pensamientos en el
departamento de Pippa hace solo cinco minutos son testimonio de eso. Y
sin embargo, con él justo frente a mí, nunca lo querría en ningún otro
lado. No porque lo necesite. No porque me haga sentir segura o porque lo
necesite para protegerme. Soy fuerte y capaz, y si realmente sintiera la
necesidad, simplemente iría a la policía. Lo quiero muy cerca porque cada
vez que miro al bastardo ahora, lo siento abrazarme y descansar la
barbilla sobre mi cabeza. Siento el lento sube y baja de su pecho que se
expande mientras respira, abrazándome a él. He hecho todo lo posible
para no pensar en ello, pero todo cambió cuando Zeth me retuvo en casa
de Julio.
Me he sentido atraída por él por el sexo. Me he sentido atraída por
él por el poder que exuda. Demonios, me he sentido atraída por su
arrogancia pura, que es exasperantemente atractiva. Sin embargo, sé que
en mi corazón podría haberme alejado fácilmente de todas esas cosas.
Hubiera apestado, pero podría haberlo hecho. Pero el lado más débil de
este hombre, que parece tan indestructible, es la razón por la que me he
sentido caer, deslizarme por una pendiente aterradora e innombrable. Y
sí, soy la última cobarde porque esa pendiente tiene un nombre; estoy
demasiado aterrorizada para reconocer mi descenso. Si fuera un viaje
más fácil, me sentiría más como si estuviera flotando suavemente,
maravillosamente, borracha a través de todo el asunto como lo hacen la
mayoría de las personas, y pensé que podría tener un aterrizaje
amortiguado al final, entonces podría estar menos preocupada. Pero este
tipo de caída implica golpes, rasguños y heridas demasiado crudas para
comprender. Y si soy sincera conmigo misma, probablemente un corazón
magullado, si no totalmente roto.
Mieeeeeerda.
Me da una mirada severa, pero lo conozco ahora. Sé por el ligero
parpadeo en sus ojos que no está cien por ciento seguro de si debería
estar aquí.
47
—Sí. Sobre eso —dice gruñendo—. Tendremos una conversación,
tú y yo.
—¿Oh, en serio? —Tengo ganas de tirarle el maldito teléfono. Sé
que ve que estoy teniendo esa idea, porque mira con interés el teléfono
celular que aún sostengo. Como si esperara que lo hiciera realmente, solo
está esperando que vuele hacia su cabeza, y tiene curiosidad por cómo
se desarrollará todo.
—¿Te importa si me siento?
Levanto el cuello de mi chaqueta, me arrastro a lo largo del banco,
presionando mi cuerpo contra el fondo.
—No creo que haya alguna posibilidad de que te vayas si digo que
no, ¿verdad?
Zeth sonríe ante esto; se sienta a mi lado, colocándose mucho más
cerca de lo que pretendía, dado todo el espacio que le acabo de hacer.
—Si realmente quieres que me vaya, Sloane, me iré. No soy un
acosador espeluznante. Y tengo algo de orgullo. Hay muchas cosas que
podría estar haciendo en este momento en lugar de tratar de hacer las
paces contigo.
Sí, claro. Zeth debe tener muchas otras mujeres que “podría estar
haciendo en este momento”. El pensamiento me da ganas de vomitar.
—Entonces odiaría alejarte de ellas.
—¿Entonces quieres que me vaya? —Se inclina hacia mí, su
hombro más cercano se inclina hacia abajo para presionar su cuerpo
contra el mío. Se siente cálido a través de mi chaqueta; tenerlo tan cerca
hace que mis palmas hormigueen con anticipación. Quiero alcanzarlo.
Quiero sentir la presión de su piel debajo de la mía, pero después de lo
que sucedió cuando estábamos teniendo sexo, él diciéndome que no lo
tocara, no quiero volver a pasar por eso. Me dolió más de lo que me
gustaría admitir. Aprieto las manos con fuerza alrededor de mi teléfono.
—¿Sloane? Todo lo que tienes que hacer es decir la palabra. —Su
voz siempre ha sido baja, pero ahora se sumerge en una octava que
nunca antes había escuchado. Casi derrite mis huesos. Habla despacio,
y veo que en realidad lo dice en serio: sus ojos no parpadean, se centran
únicamente en mí y hay una tensión en ellos que me hace temblar todo
el cuerpo.
—Yo... yo no... —¿Cómo hago esto? ¿Cómo puedo decirle? Incluso
pensar en volverme tan vulnerable hace que mi corazón palpite en mi
pecho.
—Son solo palabras, Sloane. Nunca han matado a nadie. Son las
acciones las únicas responsables de eso. Y en este momento, solo
estamos hablando.
Dios. ¿Realmente puede ser así de simple? ¿Con él? Respiro hondo.
—Está bien No quiero que te vayas —sigo hablando antes de que
48
incluso pueda abrir la boca para responder—: Pero, ¿puedes por favor no
ser un imbécil insoportablemente presumido al respecto? Ya he tenido
una mañana de mierda. No necesito eso además de todo lo demás.
Para su crédito, Zeth ni siquiera pestañea.
—Estoy renunciando a tratar de entenderte —anuncia. La
declaración realmente me deja sin aliento. Había estado esperando algo
mordaz o imperioso, no una admisión de derrota. ¿Y ha estado tratando
de entenderme? Pensé que era completamente al revés.
—Demasiado complejo para ti, ¿verdad? —Trato de mantener mis
ojos firmes, pero la forma en que me mira, directamente a mí, me hace
sudar nerviosamente. Zeth levanta un hombro y todavía me nivela con
esos profundos ojos marrones. Ojos hechos para atrapar a una persona
indefinidamente dentro de su violencia, pero también en su brutal
verdad.
—Bastante —dice—. Sigo pensando que lo he descubierto todo,
creo que puedo anticipar lo que vendrá después contigo, pero luego
pruebas que estoy equivocado. Y casi nunca me equivoco con la gente.
—¿Eso te molesta?
—Tienes miedo de que me aburra de ti —dice simplemente. Como
si llegara a mi mente y sacara el miedo más irracional, pero más real, que
está dando vueltas allí. Y luego lo dice, como si el sacarlo a la luz no me
hiciera increíblemente vulnerable.
—¡No! No, yo no...
—Las mentiras no son parte de esta conversación, Sloane. Nunca
serán parte de ninguna conversación que tengamos nuevamente. ¿Lo
entiendes?
No me pregunta si entiendo de una manera que pueda hacerme
temer por mi vida. Me pregunta claramente. Me pregunta como si fuera
una pregunta genuina, y necesita que esté de acuerdo. Cualquier
pretensión que haya habido entre nosotros se disuelve como el humo.
—De acuerdo. Bien. Entonces esto es todo, ¿eh? ¿Esta es la parte
donde ponemos nuestras cartas sobre la mesa?
Zeth se encoge de hombros.
—Solo si entiendes. Solo si puedes dejar de fingir durante cinco
minutos y ser honesta conmigo.
Asimilo lo que dijo. Esto no es un desafío como lo han sido muchas
de nuestras interacciones. Casi todas ellas, de hecho. No, esto… es algo
completamente diferente. Es el principio o el fin. De qué, no estoy
completamente segura. Supongo que estoy a punto de averiguarlo.
—De acuerdo. Lo prometo. Prometo que nunca más te mentiré.
Zeth asiente, aún sin sonreír, sin mostrar nada de su arrogancia 49
habitual.
—Bueno. Entonces admítelo. Tienes miedo de que me aburra de ti.
Aguanto la respiración Estoy tambaleándome en el borde; parece
que esto es una trampa de algún tipo, y supongo que lo es. Darle este
tipo de información se siente como darle la ventaja. Pero a la mierda.
Estoy tan cansada de dar tantas vueltas con él sin saber qué demonios
está pasando. Todo eso está en el pasado.
—Sí. —Mi voz no tiembla—. Tengo miedo de que te aburras de mí.
Antes de traer a Lacey al hospital, claramente vivías una vida muy
diferente a la que has estado viviendo en las últimas semanas. ¿Cuánto
tiempo pasará hasta que follar a una chica no sea suficiente para ti?
Básicamente es una sorpresa cada vez que te veo ahora. Supongo que un
día dejarás de venir, y cuándo será. Será cuando hayas tenido suficiente.
Supongo que será pronto.
Zeth me mira mientras digo esto. No reacciona. No se mueve ni una
pulgada. Cuando termino, él se sienta derecho y se aleja de mí, mirando
hacia el parque frente a nosotros. El silencio que sigue me hace sentir
ganas de vomitar. Pero luego dice:
—Nunca he estado buscando lo suficiente, Sloane. Siempre he
estado buscando menos. Y estoy tentado a alejarme de esta situación
unas cincuenta veces al día porque eres más que eso. Eres demasiado.
Siento que mi corazón está explotando en mi pecho. ¿Demasiado?
Me siento absolutamente ridícula cuando mi respiración hace un sonido
de asfixia audible en mi garganta. Lo he sabido todo el tiempo, pero
¿escucharlo decirlo? Se siente como si no pudiera respirar.
—Yo tampoco soy una acosadora psicópata, Zeth. No quiero nada
de ti. No me voy a sentar en mi auto afuera de tu casa bajo la lluvia
torrencial, escuchando a Depeche Mode, tramando formas de
conquistarte o algo así. —Me enojo hacia el final, me siento estúpida, y
elevo la voz. Odio que pueda hacerme sentir así. Tan inútil.
Baja la cabeza y mete la barbilla en el cuello de la chaqueta.
Todavía sin mirarme.
—Eso no es lo que quise decir, Sloane —dice suavemente—. No me
estás pidiendo demasiado. Eres demasiado buena para mí.
Si hubiera sido golpeada con un mazo, me sentiría menos
sorprendida. Él piensa... ¿en serio piensa eso?
—Zeth…
No me da la oportunidad de cuestionarlo. Se para abruptamente,
entrecerrando los ojos, aunque todavía no me mira.
—Voy a esperar a Lacey. Pasaré por tu casa esta noche. Reúne
algunas cosas y estate lista para las ocho.
50
6
Zeth
Traducido por astrea75, IsCris,
Emotica G. W & MadHatter

No vuelvo directamente al departamento de la psiquiatra. Camino


por el parque y trato de arrastrar los pies en el camino de regreso, no
queriendo pisar el edificio. No hay forma de que me arriesgue a
encontrarme con esa mujer Newan. Hoy no. Estoy de mal humor después
de la confesión de Sloane; Casi quería que me dijera que me fuera a la
mierda y que nunca más la moleste. Eso habría resuelto esta situación
precaria y extraña en la que me encuentro. Pero ahora me doy cuenta de
mi situación y me está volviendo loco.
No me alejó. Así que ahora estoy con ella. No hay espacio para
ninguna otra opción. No habrá ninguna opción de dejarla. No habrá
51
vuelta atrás ni cambio de opinión o aburrimiento. Es un poco gracioso
que Sloane piense que me cansaré de ella y la echaré a la calle tan pronto
como aparezca algo más fascinante. Para mí, nunca ha habido ni habrá
nada más fascinante que ella. Lo supe en esa habitación de hotel cuando
me acosté con ella por primera vez. Por eso corrí tan rápido y tan lejos
como pude. No estaba listo para esto en ese entonces. No estoy listo para
eso ahora, pero tendré que jodidamente prepararme. Y rápido. Ella había
querido que fuera a buscarla anoche, pero caí preso del juego estúpido
en el que siempre dije que no participaría. Odio admitirlo, pero toda esta
maldita cosa me está haciendo comportarme de una manera que juré que
nunca haría. Necesito arreglar mi puta mierda.
—¡Zeth! ¡Oye! —Lacey baja trotando las escaleras saliendo del
lujoso edificio de Newan, sonriendo de oreja a oreja. Tiene una carpeta
A4 roja apretada contra su pecho, su cabello es una sacudida de rizos
dorados que le golpean la cara mientras corre hacia mí. Dios mío. A
veces... a veces se parece a...
—Tengo tarea. —Golpea la carpeta en mi pecho, riendo, y el
momento de dolor del casi recuerdo se desvanece—. Es como una jodida
escuela secundaria —me dice, susurrando.
—Dulce. Veintiséis y todavía haciendo tareas. ¿Por qué susurras?
—Casi inmediatamente lamento preguntar. La razón se vuelve muy clara,
ya que Newan aparece en la puerta.
—Pensé que podría ser un poco reticente a unirse a nosotras, señor
Mayfair. Vine a conversar rápidamente contigo sobre nuestra última
charla.
Sí, apuesto a que lo hiciste, perra. Realmente no me gusta esta
mujer. Me gusta que esté ayudando a Lacey, pero aparte de eso,
felizmente nunca volvería a verla. Nunca.
—¿Oh, sí?
—Sí. —Me levanta una ceja, arrastrando su mirada sobre mí como
si realmente no pudiera soportar lo que está viendo tampoco—. Teníamos
un acuerdo, ¿no? Y hasta donde yo sé, todavía estás viendo a mi amiga.
Así que, por lo tanto…
—Por lo tanto, crees que debería acudir a ti para terapia —gruño—
. He estado pensando en eso, y he decidido buscar ayuda en otro lado.
Sin ofender.
—¿Oh? —Pone una mano sobre su cadera, apoyada contra el
marco de la puerta de su edificio—. ¿Y quién te está tratando?
—El doctor Phil. —Lacey me golpea en el brazo con su carpeta,
riéndose de mi respuesta sarcástica. Newan no parece tan divertida.
—Correcto. Bueno, tengo que admitir que esperaba que actuaras
así. No importa. Solo esperaba que Sloane te importara lo suficiente como
para arreglar las cosas antes de profundizar demasiado con ella.
Me está molestando. Lo sé, puedo verlo a un kilómetro de distancia
52
y, sin embargo, me sigue alcanzando.
—¿Y qué cosas necesito arreglar?
Su insulsa mirada de aburrimiento está tan en desacuerdo con sus
siguientes palabras.
—Bueno, está el tiempo que pasaste en prisión. Indudablemente,
eso dejó algunos problemas residuales. Y el abuso de niño. Las víctimas
de violencia a una edad temprana tienden a convertirse en delincuentes
violentos más adelante en la vida.
Me hierve la sangre en las venas. Durante medio segundo creo que
Sloane le contó a esta mujer todo sobre mí, pero luego dice algo más y sé
con certeza que no fue Sloane. No pudo haber sido.
—Y luego, por supuesto, está la historia con tu madre.
Sloane no sabe sobre mi madre. Nadie sabe de ella. Ni siquiera
Lacey. Las únicas personas que tienen algún tipo de registro sobre su
pasado son los policías, lo que significa que la doctora Newan debe haber
sacado mi archivo para obtener mis detalles, y luego, a su vez, se ha
metido en mi mierda.
A Lacey parece que la han abofeteado en la cara.
—¿Qué significa eso? ¿Qué pasó con tu mamá? —Lentamente subo
tres de los escalones hacia la amiga de Sloane, con las manos
temblorosas a los costados. Tengo que recordarme respirar, no reaccionar
sin pensar.
—De ahora en adelante te ocuparás de tus propios asuntos, Pippa
Newan. Vas a mantener tu nariz fuera de mi pasado. Tampoco te
preocuparás por mi futuro. Si te vas a desquitar con Lacey, que así sea.
Puedo encontrar fácilmente a otro médico que pueda darle su
tratamiento. Y finalmente, vas a darle a Sloane el respeto que se merece.
Es una mujer inteligente. Puede darse cuenta de lo que quiere por su
cuenta sin que estés tirando de los hilos e interfiriendo en sus asuntos
tampoco. ¿Me entiendes?
Ella nunca debería haber mencionado a mi madre. Nunca debería
haberse metido en cosas que no le conciernen ni a ella ni a nadie más.
La miro hacia abajo, apretando la mandíbula, desafiándola a decir otra
maldita palabra.
A mi derecha, parece que Lacey se ha derrumbado después de la
sesión, y lágrimas silenciosas caen por sus mejillas. Se acurruca a mi
lado, sin darse la vuelta para mirar a Newan. Me siento como una mierda
enorme por probablemente arruinar cualquier progreso que Lace haya
hecho con el médico, pero jódeme si seré manipulado o maniobrado de
cualquier forma o manera.
Newan me mira fijamente, con la mano todavía en la cadera. No
parpadea. Es buena, no regala nada. No puedo decir si su plan era hacer
que reaccionara mal para expresar su punto de vista, o si los últimos 53
minutos no han salido exactamente como ella esperaba. De cualquier
manera, está manteniendo la calma.
—Hay dos tipos diferentes de víctimas en esta vida, señor Mayfair
—dice, su voz es del tipo frío que solo un verdadero científico puede
afectar—. Los que se desmoronan bajo el peso de las cosas horribles que
les han sucedido a ellos o a sus seres queridos, y luego están los que
usan sus experiencias para aislarse de todo. ¿Y esas personas, las
personas que se encierran? Nunca hay espacio para dos en el mundo
seguro y cómodo que construyen para sí mismos. Si intentas encajar a
Sloane en el tuyo, Zeth, la vas a destrozar.
Rodeo los hombros de Lacey con un brazo, girándome para alejarla
de la otra mujer.
—Estás equivocada —digo por encima de mi hombro—. No todos
somos malditos moldes de galletas. ¿Y viviendo en mi mundo? Eso solo
hará que Sloane sea más fuerte.
Siento la certeza de esas palabras en mis huesos.
***
Hay otro mensaje esperándome cuando regreso al almacén. Solo
ha pasado un maldito día y ya se está impacientando. Esta vez, su nota
es un poco más concisa. Un poco más exigente.
No dejaría pasar demasiado tiempo, Zee. Me haces esperar
mucho más y otras personas comenzarán a pagar el precio.
En la parte inferior del papel, hay una foto de Sloane. No es
reciente; su cabello está mucho más corto y posa para la foto, sonriendo.
Dudo mucho que hubiera sonreído para Charlie. Podría haber sido
tomada de cualquier parte, pero tengo la sensación de que reconozco
esta. Recuerdo haberla visto en la casa de los padres de Sloane, en la
pared. De ninguna manera. Él no lo haría.
Lacey corrió directamente al baño tan pronto como regresamos,
pero dejó su teléfono celular. Lo agarro, registrando (¿ella lo tiene? ¿lo
tiene? ¡Sí!) y encontrando el número que estoy buscando.
El teléfono suena cuatro veces antes de que alguien conteste. Una
mujer. La madre de Sloane.
—Residencia Romera.
—Hola, señora Romera. Me llamo Zeth. Soy uno de los amigos de
Sloane. ¿Fui a la casa con ella el otro día?
—Oh, sí, el hombre con los tatuajes —dice—. Sí, por supuesto.
Viniste a recoger a Lacey, ¿verdad?
—Sí, así es, yo…
—Mi esposo quería hablar contigo, en realidad. Quería agradecerle
por recuperar el auto en una sola pieza. Dijo que ahora está funcionando
mejor que antes de que Sloane lo tomara. ¿Lo reparaste? Si te debemos
algo de dinero, por favor házmelo saber.
Guau, guau, espera. ¿El auto? Mi cerebro está trabajando horas
54
extras, corriendo diez pasos por delante. Me sobreviene una
comprensión, enviando una explosión de adrenalina por mis venas.
—¿Recuperó el auto, señora Romera?
—Sí, tu amigo lo dejó ayer a primera hora de la mañana. ¿Por qué?
¿Está todo bien?
Le dije al padre de Sloane que haría que Michael le devolviera su
vehículo, pero la verdad era que el auto ya no estaba. No había forma de
recuperarlo de Julio. Asumí que tendría que comprar otro auto e intentar
pasarlo como suyo, como se hacía con un niño cuando se le moría un pez
dorado. ¿Pero ahora me dice que mi amigo ya lo devolvió?
—¿Era inglés, señora Romera? ¿El hombre que trajo el auto de
vuelta? —Aprieto mi mano libre en un puño, esperando que responda.
—Sí, lo era. Charles, ¿verdad?
Maldición. Exhalo, tratando de respirar a través del infierno de ira
que está tratando de dominar todo mi sistema.
—¿Lo invitó a entrar?
Hay una pausa incómoda en el otro extremo de la línea, y luego la
señora Romera dice:
—Sí. Lo invité a entrar. Se quedó a tomar el té de la mañana; fue
muy encantador. ¿Hay algo mal, Zeth? Suenas tenso.
—No, no, no es nada —digo entre dientes—. Solo estoy esperando
a Charles aquí, en Seattle, eso es todo. No sabía cuánto se iba a retrasar.
—Oh, ya veo. Bueno, dijo que tenía que apresurarse a tomar un
vuelo inmediatamente después de terminar nuestro té, así que apuesto a
que ya está en casa. El vuelo desde aquí a Seattle no dura mucho.
—Sí, tiene razón, señora Romera. Tiene toda la razón. Supongo que
lo llamaré, entonces. Muchas gracias por su tiempo.
—No es ningún problema. Gracias por cuidar a Sloane también,
Zeth. Lacey nos dijo que eres bastante cercano a ella.
Cuelgo, cerrando los ojos con fuerza.
Esto.
No.
Es.
Malditamente.
Bueno.
¿Fue a su casa? ¿Charlie fue a la puta casa de los padres de
Sloane? Y peor que eso, peor que el hecho de que podría haberles hecho
absolutamente cualquier cosa, fue a Julio primero. No podría haber
conseguido el auto de otra manera. Eso significa que deben estar en
términos relativamente buenos entre sí... y su atención se centra en mí. 55
Mierda.
Lanzo el teléfono de Lacey sin pensar; explota contra la pared en
una lluvia de plástico negro y vidrio. Puedo lidiar con Charlie viniendo
por mí. Con Julio también. Puedo lidiar con los dos viniendo por mí
juntos, pero no puedo lidiar con ellos jodiendo con Sloane. Los padres de
clase media de Sloane que desconocen lo que está pasando. No dejaré
que eso suceda.
Destrozaré sus jodidos mundos antes de permitir que eso suceda.
Es hora de hacer un movimiento.
***
―¿Estás drogado?
―No.
―Sí, lo estás, hombre. Estás jodidamente drogado. Es plena luz del
día. Al menos déjame ir contigo.
―No. Quiero a alguien vigilando la casa de los padres de Sloane.
Veinticuatro horas al día, Michael. Encuentra a alguien. Y quiero que
vigiles a Sloane. Asegúrate de que los chicos de Charlie no se acerquen a
ella. Si lo hacen, no escatimes en balas.
Michael suspira al otro lado del teléfono. Ha aprendido a no discutir
conmigo, especialmente cuando estoy encargándole que vigile a Sloane.
Sin embargo, esta vez quiere discutir. Sabe a dónde me dirijo y cree que
me he vuelto loco. Tal vez sí, pero no hay otra forma de manejar esto.
Michael cuelga, y continúo mi viaje por Hunt's Point. Me detengo
en un semáforo en rojo y una mujer se detiene a mi lado en una minivan.
Me sonríe, un niño golpeando su mano cubierta de chocolate contra la
ventanilla en el asiento trasero, mostrando una sonrisa que enseña todos
los dientes, y le frunzo el ceño. Solo es cuando la expresión de la
conductora cambia de un saludo cortés, amable a una leve preocupación
que me permito sonreír un poco.
Sam y O'Shannessy están haciendo guardia en el auto estacionado
en la calle afuera de la casa de Charlie. Paddy rocía coca por la nariz
cuando me ve detenerme en el Camaro. Me estaciono directamente frente
a las verjas, bloqueando la entrada para que nadie pueda entrar o salir,
para cuando él y Sam salen de su sedán y corren por el camino.
Paddy me alcanza primero.
―¿Qué mierda estás haciendo aquí, Zee? Tienes que estar loco.
Estás muerto, sabes eso, ¿verdad? ¡Estás jodidamente muerto! Charlie
va a …
Lo golpeo en la tráquea con el puño, cortando lo que sea que fuera
a decir sobre lo que Charlie me haría. Paddy cae al suelo, y luego solo
somos Sam y yo. Ha tenido tiempo de sacar un arma ahora, así que el
tipo piensa que tiene un jodido par de pelotas. Lamentablemente, está
equivocado. Me enfrento a su arma en lugar de huir. Avanzo hasta que el
56
extremo del arma se presiona firmemente contra mi pecho. Fulmino con
la mirada al bastardo, sintiendo la picazón creciendo dentro de mí. Esa
picazón ardiente, insaciable que dice que esto no le saldrá bien. Ve la
mirada en mis ojos y también lo sabe.
―Crees que no dispararé, ¿o no? ―pregunta.
Me encojo de hombros.
―Tal vez lo harás. Tal vez no. Si estás planeando apretar ese gatillo,
es posible que quieras apuntar unos cinco centímetros más arriba.
Porque ahora, solo vas a perforar un pulmón y puedo trabajar con medio
pulmón, maldito. El tiempo suficiente para arrancarte las jodidas bolas,
de todos modos.
El hijo de puta palidece un poco ante esto.
―No sé cuál es tu problema, Zee. Si Charlie dice que hagamos algo,
lo hacemos. Actuabas igual hasta hace unas semanas. Sabes que no es
personal.
Me meto en su cara, gruñendo por lo bajo:
―Ahí es donde te equivocas. Esto no podría ser más personal.
―¿Huh? ―En realidad luce confundido. Bastardo estúpido.
―Tú y Paddy fueron los que irrumpieron en la casa de Sloane
Romera, ¿verdad? Son los únicos imbéciles en la historia del crimen
organizado a quienes una mujer los ha humillado.
Luce ofendido por esto.
―Esa zorra me inyectó suficiente analgésico para destruirme el
jodido hígado. Si alguna vez la vuelvo a ver, deseará...
Mi puño conecta con su sien. No. Debió. Haberla. Llamado. Así.
―No, cabrón, tú desearás. Vas a desear no haber escuchado nunca
su nombre siquiera. Vas a desear haber tenido la sensatez de mantener
tu jodida boca cerrada a mi alrededor. Vas a desear haber jodidamente
corrido tan pronto como me viste hoy.
Con cada palabra, echo el brazo hacia atrás y lo golpeo en la cabeza
con el puño. El arma ha desaparecido hace mucho. Sam se derrumba en
el suelo, con sangre cayéndole por la cara. Levanta las manos, tratando
de protegerse, pero no estoy de humor para contenerme. En todo caso,
solo hace que darle una paliza sea más agradable. Porque no solo
persiguieron a Sloane esa noche. También fueron tras Lacey.
―Charlie pensó en secuestrar a mi amiga para llegar a mí, y tú lo
aceptaste. ¿Y eres lo suficientemente estúpido para pensar que esto no
es personal? ―Una, dos, tres veces bajo mis puños y lo golpeo donde yace
en el concreto. Arremete, clavando las uñas en mi antebrazo, tratando de
rasguñarme para liberarse. Jodida chica. 57
―Él no estaba… no es por eso que quería...
Sam sigue luchando, jadeando por aire; aflojo lo suficiente para
dejarlo hablar. Estoy vagamente interesado en lo que tiene que decir.
―No quería a la chica para llegar a ti, hijo de puta. ¡Quería… la
quería para asegurarse… asegurarse de que estuviera a salvo!
No puedo creer a este imbécil. Las jodidas mentiras simplemente
son demasiado descabelladas. Paddy está empezando a recuperar la
conciencia. Le meto la punta de mi bota en las entrañas, ligeramente
molesto por las molestias de su despertar. Pronto se desmaya de nuevo,
quizás lo más inteligente que Paddy O'Shannessy alguna vez ha hecho en
su notablemente estúpida vida, y luego vuelvo mi atención a Sam.
―¿Estás tratando de decirme que Charlie te envió a secuestrar a
Lacey por su propio bien?
Los ojos de Sam giran un poco, mostrando mucho más blanco de
lo normal. Estuvo en una posición de poder hace un momento; fácilmente
podría haberme matado si hubiera querido hacerlo, pero dudó. Tal vez es
mi tamaño. Tal vez son todas las cosas que este tipo ha escuchado sobre
mí, toda la mierda desagradable, malvada que he hecho, todas las
personas con las que he lidiado en el pasado. Tal vez es el estúpido rumor
de que simplemente no pueden matarme, me han disparado y apuñalado
innumerables veces antes, debería haber muerto al menos cinco veces,
y, sin embargo, sigo caminando por ahí, causándoles problemas a
personas como Sam y Paddy. Cualquiera sea la razón, está funcionando
a mi favor. Este hijo de puta está cagándose.
―Es verdad ―escupe―. Charlie dijo que no estaba a salvo.
―Sí. ¿Cómo demonios podría estarlo con malvados hijos de puta
como él yendo tras ella?
Está sacudiendo la cabeza, le tiemblan las manos, tratando de
enderezar su camisa, la cual tiene manchas carmesí de su propia sangre.
―No está en peligro por él. Dijo que ella estaba en peligro por ti.
Esto me da razones para hacer una pausa. En mi cabeza, he estado
esperando el momento adecuado para terminar lo que he empezado;
golpear a Sam hasta que pierda el conocimiento. Pero esta declaración
me hace retroceder. No puede estar hablando jodidamente en serio. No
puede estar hablando jodidamente en serio. ¿Charlie cree que Lacey está
en peligro por mí?
Ni siquiera me molesto en ponerle las manos encima a Sam. Es
demasiado jodidamente patético. Me doy la vuelta y me alejo, medio
preguntándome si va a recuperar el arma y a dispararme por la espalda.
Puedo imaginar cómo se sentiría con cada uno de los pasos que doy
alejándome, la quemadura abrasadora de metal abriendo mi cuerpo. El
impacto inicial sin dolor, y luego la presión de aumento constante que
lleva al dolor. El dolor que adormece la mente, que lo consume todo que
trata de apropiarse de tu cerebro, por lo que no puedes pensar, sentir ni
moverte más allá de él. Sin embargo, el dolor nunca llega.
58
―¡Bien! ¡Sabes qué, adelante! Entra ahí. ¡Charlie va a desollarte
vivo, jodido psicópata!
Sigo caminando. La posibilidad de que Charlie incluso lo intente
es… bueno, es jodidamente deliciosa. Me ha presionado demasiado.
Cazaré al bastardo hasta los confines de la tierra y clavaré su cabeza en
una jodida estaca antes de que descanse tranquilo nuevamente.
Sonrío de lado mientras camino, porque estoy bastante seguro de
que estoy a punto de incendiar el mundo de Charlie Holsan.
Charlie no está en su estudio. Tampoco en la biblioteca pretenciosa
ni en ningún otro lugar de la planta baja de su casa. Busco en los terrenos
bien cuidados de la parte trasera del edificio, y también reviso en la casa
de la piscina. Nada. El bastardo se está escondiendo o está arriba. Si se
esconde, lo encontraré. Si está arriba, eso significa que probablemente se
encuentre con la duquesa. Eso podría causar problemas. Grandes. La
duquesa es quizás una de las personas más estúpidas que he conocido,
ella todavía, después de todos estos años, piensa que Charlie es un
contador público, pero también es una de las más simpáticas. No serviría
de nada lastimarla.
—¡Charlie! —grito escaleras arriba, lo suficientemente fuerte como
para que mi voz llegue a todos los rincones de la casa—. ¡CHARLIE! —
Ven y deja que te patee jodidamente el culo.
Sin respuesta. Ni un sonido.
Jodidamente perfecto.
Comienzo a subir las escaleras, extendiendo la mano hacia atrás
para agarrar el arma que se encuentra allí: la Desert Eagle. No ha tenido
mucha acción recientemente. La última persona a la que le disparó fue a
Frankie Monterello. Hoy, va a dispararle a Charlie Holsan, y luego... luego
nunca volverá a dispararle a otra persona.
La cima de las escaleras; el corredor; dormitorios de invitados uno
y dos; un baño; otro estudio: todas estas habitaciones están vacías
mientras cruzo la casa. Pronto, las únicas habitaciones restantes son las
de Charlie y la de enfrente. En la que dormí durante tantos años: mi
antigua habitación. Primero reviso la de Charlie.
La lámpara de la mesita de noche sigue encendida, a pesar de que
la luz del día entra por las ventanas. Las sábanas están retiradas,
arrugadas en un montón en el medio del colchón, y hay medio vaso de
agua descansando sobre un libro en la mesita de noche. Un blíster de
medicamentos se encuentra junto a él. Entro en la habitación revisando
detrás de la puerta como un jodido perdedor para asegurarme de que
Charlie no se encuentre allí al acecho, listo para golpearme la cabeza con
algunas de sus obras de arte increíblemente caras y jodidamente feas. No
está; ese no es el estilo de Charlie, pero en este momento no voy a tomar
ningún riesgo.
Llego al lado de la cama y recojo el blíster: Degarelix. ¿Degarelix?
59
Siento que el ceño se forma en mi cara. ¿Por qué demonios Charlie toma
Degarelix1? Nunca antes he oído hablar de esa droga; no tengo idea de
para qué sirve. ¿Está enfermo? Seguramente…
El sonido del agua corriendo, la descarga de un inodoro, atraviesa
el pesado silencio de la casa de Charlie que por lo general es bulliciosa.
El baño en suite. Maldición, debería haber notado que la puerta estaba
cerrada. Tengo la Desert Eagle en mi mano, cerrada y cargada, y
apuntado a la puerta en un instante. Suena el grifo, alguien se lava las
manos y luego gira la manija de la puerta. Parece que le toma una
eternidad abrir la puerta.
Mierda. Joder, joder, joder. Vamos, imbécil. Trae tu trasero hasta
aquí para que pueda dispararte.
Mi dedo se encuentra a medio camino apretando el gatillo antes de
darme cuenta de que la persona parada en la puerta no es Charlie. Es la
duquesa.
—Maldita sea, Sophie. Pensé que eras... —dejo de hablar. Ella está
llorando. La máscara de pestañas negra surca su rostro, dejando unos
canales oscuros, y su nariz luce roja. Es hermosa, siempre lo ha sido,
creo que tuve mi primera erección gracias a esta mujer, y la tristeza

1
El Degarelix o degarelix de etilo es una terapia hormonal usada en el tratamiento de
cáncer de próstata.
devastadora en su rostro solo la hace lucir aún mejor—. ¿Qué pasa,
Sophie?
Se sorbe los mocos, levantando una mano para secarse las
lágrimas. Ahí es cuando veo el cuchillo. Y la sangre, Y la forma en la que
todo su cuerpo está temblando. La parte delantera de su lencería de seda,
un sutil diseño de marfil, tiene una violenta mancha roja sobre su
estómago, y una de las correas se ha caído de su hombro, dejando al
descubierto la curva y la hinchazón de uno de sus senos.
—No deberías estar aquí, Zeth —susurra, con la voz quebrada.
—¿Qué ha pasado, Sophie? ¿Dónde está Charlie?
La duquesa solo me mira con la cara completamente en blanco.
Sus ojos llenos de lágrimas, de un azul más oscuro que de costumbre y
llenos de un dolor distante. Realmente no sé qué debo hacer. Algo terrible
obviamente ha sucedido; tiene que estar conmocionada. Doy un paso
adelante y su rostro se transforma instantáneamente, volviéndose una
máscara de dolor y horror. Comienza a sollozar, cubriéndose la cara con
las manos. Sus manos cubiertas de sangre. El cuchillo malvadamente
afilado que está blandiendo, se halla peligrosamente cerca de su cara.
—Oye, oye, vamos. Vamos. —Doy los últimos tres pasos hacia ella
justo cuando sus piernas se derrumban. La atrapo antes de que golpee
el piso, sosteniéndola por debajo de los brazos como una niña—. Dime,
Sophie. Dime qué fue lo que sucedió.
Solloza en mi pecho, su piel pegada a mi camisa con la sangre
60
pegajosa, casi seca, que mancha sus dedos y sus palmas.
—Lo sé. Lo sé, lo sé... —dice, una y otra vez—. ¡Lo sé! —Se levanta
entonces, y se mueve rápidamente, sorprendiéndome. Me golpea tan
fuerte que me suenan los oídos—. Lo sé. Sé todo sobre él. ¡Y también
sobre ti! —Trata de abofetearme otra vez, pero le agarro la muñeca. Tal
vez me había adelantado un poco a este momento. Parece que Sophie ya
no puede creer que Charlie es un contador. Y aparentemente también
conoce mi papel en la organización de Charlie. Durante treinta años, ella
ha estado al lado de Charlie. Treinta años y acaba de enterarse de la
verdad sobre él.
—¿De quién es esta sangre? —pregunto, sacudiéndola por los
hombros.
Deja de luchar, haciendo una pausa para mirarme, y la locura deja
sus ojos. Una cierta claridad lo reemplaza.
—Es tuya —dice.
—¿Qué?
—Es tuya. Tuya y mía, Zeth. Nosotros... oh, somos los más tontos
en la faz de esta tierra.
Miro hacia abajo, confundido, tratando de ver de qué demonios está
hablando. Una oleada de horror me atraviesa cuando veo dónde está el
cuchillo, enterrado hasta la empuñadura en mi costado. No puedo
sentirlo. No puedo sentirlo enterrado dentro de mí. No puedo sentir nada.
—Sophie…
—Lo siento, Zeth —susurra. Levanta la mano para acariciar mi
mejilla. Su muñeca está destrozada, hecha pedazos y bombeando sangre
con una fuerza determinada que hará que muera muy pronto. Muy, muy
pronto—. Pero algunas injusticias son demasiado graves para
perdonarlas. —Esa claridad que poseía en sus ojos hace un momento se
desvanece, y el resto de su ser parece esfumarse con ella. La fuerza
abandona sus extremidades, su cuerpo cayendo flácido en mis brazos.
Me tenso, agarrándola de nuevo, y una ola de dolor me atraviesa: el
cuchillo. La vista del cuchillo incrustado en mi estómago no ha sido más
que una ilusión visual hasta ahora, pero los dientes del acero
precalentado han comenzado a morderme, diciéndome que la hoja es
muy real y está empeñada en matarme. De todas las personas... de todas
las jodidas personas...
La duquesa cae al piso en un montón endeble. No está del todo
muerta, pero pronto lo estará. Toco el mango que sobresale de mi
estómago, y una voz fría y tranquila hace eco dentro de mi cabeza.
—No lo toques. No lo saques.
Entonces no lo hago. Me doy la vuelta y salgo de la habitación, de
la casa de Charlie. Sam y Paddy han desaparecido, junto con su sedán.
El vecino de Charlie, su amigo con el que a veces juega al golf, se
61
encuentra al otro lado de la calle, cortando el césped.
—¡Hola! —llama, saludando. Sonriente. Cortando el césped. En sus
jodidos polo y pantalón chino de Ralph Lauren—. ¿Cómo va el día? ¡Oh!
Oh Dios. ¿Estás... está todo...?
Cierro la puerta del Camaro, cortando su sorpresa al verme
arrastrando sangre por su vecindario. El auto ruge. Me da vueltas la
cabeza, maldita sea. El mundo se vuelve brillante y luego se atenúa, unas
manchas negras danzan en mi visión. Este dolor es un viejo amigo. Parece
que mi viejo amigo esta vez, vino para quedarse. Tal vez salga de este
maldito vecindario abandonado antes de que no pueda ver nada en
absoluto. Arranco el motor, giro el volante y me marcho a toda prisa del
lugar antes de desangrarme y morir en un suburbio de mierda.
7
Sloane
Traducido por Yiany & RRZOE

Zeth llega tarde.


Dijo que llegaría a las ocho y no está aquí. He regresado a mi
departamento hace aproximadamente una hora, el tiempo suficiente para
tomar algo de ropa y artículos de tocador, además de mi computadora y
mi bolso médico, y el resto del tiempo he estado sentada en mi sofá,
esperando. Esperando a que Zeth aparezca. Y hasta ahora no lo ha hecho.
Son las ocho cuarenta y cinco. Cuarenta y cinco minutos tarde. ¿Dónde
demonios está? Zeth no me parece exactamente un hombre que llegue
tarde a cualquier lado. Va de la mano con todo lo de la honestidad. Si
dice que va a hacer algo, es el tipo de persona que lo hace, sin excusas.
Lo que ha causado un profundo pozo de dudas en mí; tal vez no debería
haber admitido que lo quería en mi vida. Tal vez eso fue lo más estúpido 62
que podría haberle dicho a un hombre como él. Mi madre siempre decía
que un chico perdería interés en el momento en que le hicieras las cosas
demasiado fáciles. Sin embargo, estoy bastante segura de que se estaba
refiriendo al sexo en ese momento, y Zeth ya lo ha conseguido conmigo.
No, el sexo nunca ha sido el verdadero desafío entre nosotros. Es lo que
hay en nuestro interior lo que ha sido más difícil de descifrar, y cedí
antes, después de esperar tanto tiempo. Y ahora Zeth Mayfair no ha
venido a recogerme.
Siento que voy a vomitar.
Son las nueve y cuarto cuando suena mi celular. Respondo, con el
corazón palpitando en mi pecho.
—¿Zeth? ¿Dónde estás? Yo...
—¿Ya lo perdiste, cariño? —pregunta el hombre del otro lado de la
línea. Rebel. Maldito Rebel, no es Zeth. ¡De nuevo! Hace un suave sonido
de risa, la respiración distorsionando la línea—. ¿Necesitas que envíe a
un grupo de búsqueda?
No puedo creerlo. Este tipo simplemente no parece saber cuándo
no es bienvenido, ya sea en persona o al otro lado del teléfono.
—¿Qué demonios quieres, Rebel?
—Solo estoy verificando a qué hora vas a llegar. Tengo problemas
para mantener a tu hermana en la cama. Extraño, de verdad. Nunca he
tenido ese problema antes. Por lo general, tengo problemas para sacarla
de allí.
—Oh, Dios mío, no acabas de decir eso. —Me pellizco el puente de
la nariz y exhalo bruscamente. Esta noche sigue mejorando. Primero, he
arruinado las cosas con Zeth, y ahora mi nuevo cuñado está hablando
sobre su vida sexual con la idiota de mi hermana. Algo más va a suceder,
algo completamente horrible: dicen que estas cosas suceden de a tres. Ni
siquiera quiero pensar en lo que podría ser la tercera.
—Rebeld, no voy a ir. Ya te dije...
—Revisa tu correo electrónico —dice. Y luego cuelga.
—¡Maldito! ¡jódete, imbécil! —Miro mi teléfono, apretando los
dientes, deseando por un momento que el chico estuviera parado frente
a mí para poder golpearlo en la cara. Increíble. ¿Y quiere que revise mi
correo electrónico? ¿Cómo demonios obtuvo mi maldita dirección de
correo electrónico? No se la doy a nadie. Solo tengo mi cuenta de trabajo,
y las únicas personas que la tienen son el hospital y Pippa. Ni siquiera
mi familia la tiene. Pero, efectivamente, cuando reviso el ícono de correo
en mi celular, allí, entre los numerosos avisos no leídos del St. Peter, hay
un mensaje de una dirección que no reconozco:
[email protected].
¿Fastfuck83? ¿En serio? Eso suena como una cuenta de spam de
un sitio de sexo. El asunto es la única razón por la que incluso abro el
maldito mensaje. Se lee: temperatura corporal: 102, 140/90, PaCO22 36
63
mmHG3. Solo alguien que quisiera llamar la atención de un médico
enviaría números como esos. Son estadísticas de pacientes... y son
malas.
Dentro del correo electrónico, el mensaje dice:
3412 Freemantle
Ribera, NM
87560
No hay nada más. Busco en Google Ribera, Nuevo México, y
rápidamente descubro que es una pequeña comunidad no muy lejos de
Santa Fe. La población es de poco más de mil personas. Obviamente es
donde Rebel se ha llevado a mi hermana.
Esas estadísticas son terribles. Indican que mi hermana tiene una
infección grave que afecta el resto de su cuerpo, a punto de matarla. Su
presión sanguínea es peligrosamente alta y su temperatura está por las
nubes. Además, esos niveles de CO2 también son reducidos. Todo apunta
a la sepsis. O Alexis está en muy mal estado, o Rebel ha descubierto cómo
hacer que parezca que lo está. De todos modos, todavía no me atrevo a
apresurarme allí. Simplemente no puedo. Desde que dejamos el hospital

2
La pCO2 es la presión parcial de dióxido de carbono (CO2) en la sangre arterial.
También se representa como PaCO2.
3
mmHG: milímetros de mercurio.
en San Jacinto, me he esforzado tanto por liberarme de la ira que me ha
estado carcomiendo. La ira que causó Lexi cuando mintió y
conscientemente tomó la decisión de dejarnos, a mamá, a papá y a mí
viviendo en el infierno en los últimos años. Fue imperdonablemente
egoísta. ¿Y luego decirle a este tipo que ella no me importaba, que mi
trabajo era más importante, después de todo lo que hice y a lo que
renuncié para tratar de encontrarla? No, simplemente no. Le respondo:
Llévala a un hospital.
Eso es. Es todo lo que le ofrezco. Si quiere mantener las cosas
concisas y dulces, entonces estoy más que feliz de devolverle el favor. Si
él la ama como Lexi dice que lo hace, no se arriesgará a no darle la
atención que pueda o no necesitar. Incluso para conseguir esas lecturas
de CO2 en primer lugar, habría necesitado acceso a un médico y a un
laboratorio, por lo que claramente no soy la única persona a la que puede
recurrir.
Afuera, el horizonte se ilumina en la distancia, todo naranjas, rojos
y blancos. La vista de todas esas personas solo sirve para hacerme sentir
aún más sola. Me mudé hacia las afueras para alejarme de todos. Para
esconderme. Y ahora, desesperadamente, no quiero estar escondida. No
es seguro para empezar, pero quiero que me vuelvan a ver. Quiero sentir
que existo. Quiero saber que alguien realmente se dará cuenta si
desaparezco. A las diez en punto, Zeth todavía no se ha presentado y ya
he tenido suficiente. Agarro mi bolso y mi chaqueta y salgo por la puerta
principal. Cierro detrás de mí, no estoy segura de cuándo volveré.
64
***
El motor de un auto es algo hermoso. La forma en que funciona es
tan organizada, tan precisa: una parte mecánica trabaja en armonía con
una multitud de otras para crear movimiento. El cuerpo humano es igual.
Una cadena de reacciones monitoreadas por órganos que están tan
delicadamente sintonizados, cooperan y funcionan juntos en un delicado
equilibrio. Si uno de esos órganos falla, el cuerpo falla. Si una de las
partes del motor falla, el auto falla.
Sin embargo, todo funciona bien mientras conduzco el Volvo en
dirección a la ciudad; se siente como si mi cuerpo y el auto fueran casi
una máquina, coordinándose al unísono. Izquierda. Derecha, izquierda,
derecha. Paso a los otros vehículos en la autopista, el ruido de los
neumáticos sobre el asfalto mojado se hace más fuerte y se desvanece
cuando los sobrepaso y los dejo atrás. El chirrido del limpiaparabrisas,
mi respiración; el bajo zumbido de la radio, locutores de radio hablando
con voces profundas; la lluvia tamborileando ligeramente en el capó del
auto. La unidad es casi hipnótica.
Sé a dónde me dirijo y no es a lo de Pippa. Puede que haya sido un
poco socialmente distante con mis colegas de trabajo, pero nunca estuve
completamente cerrada. Tengo a Oliver y tengo a Suresh. Y tengo una
sala de guardia en el hospital donde puedo pasar la noche fácilmente sin
que nadie me moleste. No será un problema; todos los demás parecen
vivir ya en el hospital. Tengo que volver a trabajar más tarde en la
semana, de modo que nadie se sorprenderá tanto de verme.
Me siento cada vez más segura de mi decisión mientras viajo en
dirección a St. Peter. Incluso espero que tal vez el turno nocturno necesite
cobertura y pueda pasar algunas horas en la sala de emergencias. El
ajetreo, la prisa de revivir a alguien. Sí, eso es exactamente lo que
necesito. Fuera del hospital me siento menos en control. Dentro de las
paredes de mi lugar de trabajo, todo cambia. Todo se solidifica, se vuelve
más real. Tengo el control allí. Soy la que tiene el poder.
Cambio de carril, pasando más vehículos. Los brillantes faros de
los otros autos crean lanzas blancas de luz en la oscuridad, iluminando
las gotas de lluvia individuales por un momento antes de que se
desvanezcan en un abrir y cerrar de ojos. Una luz intensa me fulmina en
el retrovisor, un imbécil con sus luces altas encendidas. Inclino el espejo
hacia abajo, pero las luces parecen volverse aún más brillantes.
—Retrocede, amigo. ¿Quieres meterte en mi trasero? —No es
seguro que esté tan cerca. Regreso al carril de la derecha, gruñendo un
poco por lo bajo mientras le doy al bastardo espacio para pasar a mi lado.
Sin embargo, no me pasa. Me sigue al otro carril.
Un acorde de temor se hunde dentro de mí mientras el auto detrás
se acerca aún más esta vez. Muy, muy, muy cerca. Me siguen. La
adrenalina me golpea, y siento que en mis venas circulan corrientes
eléctricas, como si hubiera cables demasiado calientes ardiendo justo 65
debajo de mi piel. Esto es malo. Es realmente malo. No hay forma de que
salga de la carretera, no hay una salida que pueda tomar para que me
lleve a un lugar seguro. He olvidado todo acerca de llegar a St. Peter
ahora; a la primera tienda, gasolinera o estación de policía con la que me
encuentre, me bajaré de este auto y me pondré frente a algunos testigos.
Los muchachos de Charlie no pueden dispararme delante de testigos.
¿Pueden? Piso el acelerador, haciendo rugir el Volvo. A la mierda el límite
de velocidad. A la mierda conducir con cuidado bajo la lluvia. Me estoy
alejando mucho de este tipo. Sin embargo, parece que podría tener otras
ideas.
Choque.
El Volvo se tambalea cuando el auto impacta desde atrás. El sonido
del metal chocado bloquea todo otro sonido. No más neumáticos en el
asfalto mojado. No más gotas de lluvia golpeando el techo. Solo el chirrido
del acero quejumbroso.
—¡Mierda! —El auto se mueve hacia adelante, patinando un poco,
y casi pierdo la parte trasera—. ¿Qué mierda?
Piso el acelerador otra vez mientras giro.
—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —le grito, como si la fuerza de voluntad
enderezara el auto y lo hiciera moverse más rápido. Pero no se mueve
más rápido. En todo caso, parece que se mueve más lento. Emito una
serie de improperios que harían que mi padre se sonrojara rápidamente
mientras me inclino hacia adelante en el asiento—. ¡Vamos!
El otro auto todavía está justo en mi trasero. A través de un breve
descanso bajo la lluvia, puedo verlo un poco más claro por un momento:
una cosa negra y elegante, cerca del suelo. Parece un auto deportivo. Me
asesinará alguien que conduce un maldito auto de peluquero. ¿En serio?
Los autos me tocan bocina cuando los paso, tratando de
deshacerme del tipo, pero no sirve de nada. Un kilómetro, luego dos, y
todavía está sobre mí, pegado como un chicle. Tengo que hacer algo.
Tengo que hacer algo. ¡Tengoquehaceralgo!
Tropezando, alcanzo mi bolso en el asiento del pasajero. Mi celular
está en el pequeño bolsillo del costado donde siempre lo guardo, al
alcance de la mano. Gracias a Dios que no está enterrado debajo de toda
la basura del interior. Aprieto el número 1 y luego el botón verde de
llamada.
Suena. Nada. Repiques...
—¿Hola?
El alivio estalla en un sudor frío sobre mis hombros.
—Oh, gracias a la mierda.
—Romera, ¿eres tú? —Oliver. El doctor Oliver Massey, quien en
broma almacenó su número de celular como número uno de marcación
rápida cuando obtuve mi teléfono por primera vez, porque sabía que no
66
sabía cómo demonios cambiarlo. Mierda. Debería haberlo cambiado a los
servicios de emergencia. Debería colgar y marcar el 911. Debería…
—¿Sloane? ¿Hola, estás ahí?
Al escuchar su voz, mi corazón late un poco más lento. Oh, a la
mierda.
—¿Oliver? Oliver, sí, soy yo. Escucha. Necesito que me hagas un
favor. Necesito que vengas al vestíbulo y salgas. Creo, creo que me siguen.
Otro choque todopoderoso mece el auto. Esta vez sí pierdo el
control. El pánico significa que mis tiempos de reacción se ralentizan, a
pesar de que mi cuerpo está tratando de contrarrestarlo llenándome de
adrenalina.
De repente giro ciento ochenta grados, mirando hacia el lado
equivocado por la autopista, y he golpeado el asfalto. Los autos pasan a
mi lado, desviándose, a centímetros del capó.
—Mierda, mierda, mierda. —No me funciona el cuerpo. Estoy
buscando las llaves, tratando de encender el motor, pero parece que no
puedo lograrlo. Siento las manos como si tuviera guantes de goma llenos
de agua helada, completamente entumecidas y sin huesos.
Finalmente lo hago, finalmente pongo en marcha el auto, justo a
tiempo para mirar hacia arriba y ver otro juego de faros, que se dirige
directamente hacia mí. Sé la expresión que pongo: he visto a
innumerables personas en las películas usándola, justo antes de que su
auto se vea involucrado en una horrible colisión que generalmente los
aplasta contra la acera. Este auto está demasiado cerca para desviarse.
Me congelo; espero. Veo al otro conductor, un hombre de mediana edad
con una pelada incipiente. Veo la expresión de pánico en sus ojos cuando
se da cuenta de lo que está por suceder también.
Y luego me choca.
El auto gira y, por un momento, parece que estoy atrapada en los
autitos chocadores. Excepto que este es un auto chocador que se parte.
Mi cuerpo se da vuelta; golpeo la puerta del conductor con el hombro.
Registro un crujido desagradable que viene de mi brazo, por favor, no te
rompas, por favor no te rompas, y el mundo se vuelve blanco, negro y rojo
a medida que la noche, los faros y las luces traseras se hacen cargo.
Vueltas y vueltas, se siente como si el auto nunca se detuviera. Cierro los
ojos, me protejo la cabeza mientras llueven vidrios rotos. Respiro; tomo
aire después de cada respiración, mis costillas se hinchan de dolor, el
latido de mi corazón golpea mis oídos.
Y luego me doy cuenta de que se acabó.
El Volvo sigue derecho. Mi visión se tambalea mientras trato de
concentrarme en mi entorno: el auto que me golpeó está abollado contra
la barrera. Ya hay personas que salen de sus vehículos y corren tanto
hacia mi auto como hacia el otro. Las formas negras parpadean en mi
visión cuando una mano alcanza el interior del auto y me desabrocha el 67
cinturón de seguridad.
—¿Se encuentra bien? ¿Señorita? ¿Puede escucharme? ¿Está
herida?
Me suenan los oídos. Unas manos firmes me ayudan a salir del
auto. La lluvia está cayendo con más fuerza ahora, golpeando la calzada,
volviendo a levantarse como flores que brotan del asfalto. Me hacen una
serie de preguntas, pero no escucho ninguna. Estoy mirando hacia el otro
extremo de la autopista, donde un Aston Martin aerodinámico está
parado en el arcén a cincuenta metros más adelante. Definitivamente es
el auto que me golpeó primero, estoy segura.
Se detiene allí, como si la persona en el interior estuviera evaluando
el daño, luego su motor se enciende y quema en la noche.
8
Sloane
Traducido por astrea75, IsCris & Emotica G. W

—Si te duele la cabeza, no vayas a dormir. Tienes que avisarle a


alguien tan pronto como...
—¿En serio? Olly, soy una maldita doctora.
Oliver deja de frotar la multitud de pequeños cortes que marcan mi
cara, haciendo una pausa para darme una mirada de disgusto.
—Oh, lo eres, ¿verdad? Gracioso, eso. No te he visto por aquí desde
hace un tiempo. Pensé que tal vez habías dejado todo esto y te habías
unido al circo o algo así.
Intento sonreír, pero me duele la cara.
—¿No lo harías? Mejores horarios y la comida es realmente 68
comestible.
—Sí. Lo apuesto. —Tira el hisopo en el contenedor HAZMAT y cruza
los brazos sobre el pecho. Conmigo sentada en la camilla en la sala de
emergencias, de repente veo lo desconcertante que es cuando un médico
de aspecto severo se cierne sobre ti. Sin embargo, nunca soy tan sombría.
Al menos espero que no—. ¿Vas a decirme dónde has estado, Sloane? —
pregunta Oliver.
Me estremezco.
—¿Hawai?
—Muy bien, bien. Has estado en Hawai. —Se quita los guantes de
goma y también los tira a la basura. Se da vuelta para irse.
—¿Oliver, espera? ¿Qué demonios te pasa?
Se da la vuelta, sus zapatillas de deporte chirrían en el piso de
linóleo. Me encuentro inclinándome para alejarme de él cuando lo veo
frunciendo el ceño y su mandíbula firme.
—¿Recuerdas a esa niña que tratamos por fotodermatitis el año
pasado?
—¿La niña que era alérgica a la luz del día?
—Sí, esa. Te pareces a ella en este momento. No has estado
tomando sol en una playa de Hawai, Sloane. Parece que no has salido de
Seattle en los últimos diez años.
—Bueno, te equivocas. Dejé Seattle.
—Pero no te fuiste de vacaciones, ¿verdad?
Me muerdo el labio. No esperaba el interrogatorio de Oliver. Es un
amigo, uno bueno si soy sincera conmigo misma, pero nunca he
considerado que le molestaría tanto lo que estoy haciendo con mi tiempo.
—¿Y qué, Ol? ¿Importa?
Se inclina, coloca las manos sobre las rodillas y baja para que sus
ojos estén a la altura de los míos.
—Sí, importa, Sloane. Importa cuando recibo una llamada
telefónica de pánico tuya y luego descubro que te trajeron a la sala de
emergencias en una maldita ambulancia. Importa cuando veo una
circular de un tipo, un tipo jodidamente peligroso, pegado al tablón de
anuncios en el vestuario y lo reconozco, Sloane. Lo reconozco como
alguien con quien te he visto hablar en el pasillo. Importa cuando el tipo
Monterello que recibió un disparo y fue llevado a la UCI, el que los policías
nos advirtieron que el mismo tipo con el que estabas hablando podría
matar, es asesinado la misma noche. Importa cuando desapareces
inesperadamente del trabajo sin decirle a nadie a dónde vas, cuando no
contestas tu teléfono o respondes a tu correo electrónico, o permites que
alguien que se preocupa por ti sabe que estás a salvo. Y es especialmente
importante cuando me mientes.
Mierda. ¿Monterello fue asesinado? Y Oliver reconoció a Zeth. Esa
estúpida circular que trajeron los policías: Oliver no la había visto
69
correctamente cuando nos interceptaron, pero ni siquiera había tenido
en cuenta la posibilidad de que la foto de Zeth pudiera estar clavada en
un maldito tablón de anuncios. Que Oliver pudiera verlo más tarde
después de pasarme a mí y a Zeth en el pasillo y reconocerlo. No digo
nada. Estoy demasiado ocupada tratando de encontrar una manera de
salir de esto sin comprometerme a mí ni a Zeth.
Oliver se endereza.
—¿No quieres negar el hecho de que conoces a este tipo? —
pregunta.
—No. Lo conozco. Y sé que no mató a Archie Monterello.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Porque se fue de la ciudad justo después de verme. Lo vi alejarse
conduciendo.
—Correcto. Así que lo viste alejarse. Y no hay absolutamente
ninguna manera de que pudiera estacionarse en algún lado, irse y comer
una deliciosa carne de cena y luego volver y cortarle la garganta a un
paciente más tarde, ¿entonces?
—¿Alguien le cortó la garganta?
El cuerpo de Oliver se tensa, cruza los brazos sobre su pecho
nuevamente.
—Había sangre arterial en el maldito techo, Sloane.
Mi estómago se retuerce. Vemos muchas cosas en el hospital, pero
nunca he visto a alguien a quien le hayan cortado la garganta. Disparos
y puñaladas, pero nunca eso.
—No lo hizo, Oliver. Tienes que confiar en mí en eso.
Oliver se ríe.
—Confío en ti. Pero no confío en que te des cuenta de en lo que te
has metido. No puedes conocer a este tipo apropiadamente, Sloane. La
policía tiene una orden de captura sobre él. Nos dijeron que pasó un
tiempo en prisión por matar a un hombre, ¿y adivina qué? También le
habían cortado la garganta. ¿No te suena la alarma?
Por eso Zeth estuvo en la cárcel. ¿Mató a un hombre? Y
exactamente de la misma manera que mataron a Monterello. Y ya sé que
él mató a Frankie. De repente siento la cabeza muy llena, apretada desde
el interior, como si una presión enorme y viva tratara de escapar.
—¿Me encuentro bien para irme? —pregunto.
Oliver respira hondo.
—Probablemente deberías pasar la noche, pero sé que no lo harás.
—No, no lo haré.
—Entonces al menos volverás a mi casa. Puedes dormir en mi
cama; Tomaré el sofá. Al menos de esa manera sé que puedo controlarte
70
cuando termine mi turno.
Me pongo de pie, tratando de introducir algo de fuerza en ellos, ya
que amenazan con ceder directamente debajo de mí. Estoy aturdida y mi
hombro magullado está latiendo como una perra.
—Voy a estar bien. No estoy en peligro, Oliver.
Sacude la cabeza y se frota la mandíbula con la mano, frustrado.
—Pero obviamente lo estás, Romera. No puedes aceptarlo todavía.
Mi teléfono comienza a sonar; sonó al menos ocho veces en el
camino hasta aquí, pero los técnicos de emergencias médicas no me
dejaron responder hasta que terminaron de revisarme. Recojo mi bolso y
limpio los pequeños cubos cuadrados de vidrio del parabrisas que
cayeron dentro. Mi teléfono parece haber sobrevivido al accidente en una
pieza. Esperaba que fuera Zeth, pero la única letra en la pantalla es una
M en lugar de una Z.
—Tengo que atenderlo, Ol.
Oliver pone los ojos en blanco, suspirando.
—Solo... en el momento en que te des cuenta de que esto es
demasiado para ti, ven a verme, ¿de acuerdo? No dejes que sea
demasiado tarde. —Me da una última mirada infeliz, y luego se da vuelta
y se aleja.
No pierdo el tiempo; Presiono responder:
—¿Hola?
—¿Dónde estás? —Es Michael. El sonido de su voz me causa alivio,
pero luego registro el tono entrecortado y el pánico vuelve a aparecer.
—¿Qué está pasando, Michael? Alguien acaba de intentar sacarme
de la carretera. ¡Casi me mato!
La línea permanece en silencio por un momento, como si el hombre
del otro lado del teléfono no estuviera esperando esta noticia y es un
asunto complicado.
—¿Estás bien? —finalmente pregunta.
—Sí, estoy bien. Estoy bien. No tenía noticias de Zeth, así que me
dirigía al hospital. Sin embargo, mi auto es una pérdida total. ¿Dónde
diablos está tu empleador?
—Ha sido herido. Necesitaba un doctor. Traté de contactarte pero
nadie respondió.
Siento como si mi corazón se detuviera en mi pecho.
—¿Qué quieres decir con herido?
—Me refiero a que lo apuñalaron en el abdomen. ¿Dónde estás?
Me invade un sentimiento que nunca antes había experimentado.
Sentí algo así el día que Lexi desapareció, pero no fue tan intenso como 71
esto. Un pánico, mezclado con una sensación de caída, náuseas y
paralización se apodera de mis sentidos. Zeth está herido. ¿Él... ha sido
apuñalado? Oh, Dios mío. ¿Fue por eso que no vino por mí? ¿Qué tan
malo es? ¿Dónde está? Pero no tengo tiempo para hacer estas preguntas.
No puedo. Solo tengo que llegar a él.
—Estoy en St. Peter.
—Gracias a Dios. Necesitamos sangre. ¿La puedes conseguir?
Mi mente siente que está disparando salvas. ¿Puedo conseguir
sangre? ¿Puedo conseguir sangre? La respuesta a eso es simple, pero
plantea cientos de preguntas más. ¿Me atraparán tomando la sangre?
¿Hay cámaras en el pasillo afuera del banco de sangre? ¿Llegaré a Zeth
a tiempo para administrarla?
—¿Sloane? ¡Sloane!
—Uh... sí, lo siento. ¿Cuál es su tipo de sangre?
—No lo sé.
Eso solo arroja otra variable a la mezcla. ¿Seré capaz de conseguir
el tipo O negativo? Supongo que tendré que esperar lo mejor.
—Bueno. Muy bien, lo resolveré. Ven y recógeme.
Michael exhala por el teléfono.
—Bien. Ya estoy en camino. Y Sloane, hay otra cosa.
¿Una cosa más? No creo que pueda hacer frente a una cosa más.
Una cosa más probablemente sea suficiente para romperme. Sin
embargo, puedo decir por la nota seria en la voz de Michael que esto es
importante. Aguanto la respiración.
—¿Qué es?
—Charlie sabe dónde viven tus padres. Fue allí, dejó el auto de tu
padre. Pero no te preocupes. Tengo a dos chicos vigilándolos en todo
momento. Están bien. Están a salvo.
***
Llamo a mi madre mientras robo la sangre. No puedo...
simplemente no puedo creerlo. Charlie estuvo allí, en su casa. Bebiendo
el estúpido té de Lady Grey de mi madre. La idea es tan aterradora que
estoy contemplando saltar a un avión y dirigirme directamente allí, solo
para ver con mis propios ojos que están bien. Se siente como que no
puedo respirar. Todavía me siento así, incluso después de escuchar la
voz de mi madre y de que comience a parlotear sobre la fiesta de Navidad
que celebrarán en el hospital de papá.
—Estamos apenas a mitad de noviembre. ¿Qué tiene de malo tener
una fiesta de Navidad en Navidad? Eso es lo que quiero saber. ¿Sloane?
Sloane, ¿estás ahí?
Tomo una segunda bolsa de O negativo de la nevera y la guardo en
mi cartera, tratando de pensar en el dolor de cabeza paralizante que me
golpea las sienes.
72
—Sí, sí, estoy aquí, mamá.
—Bueno, tu padre está en casa ahora, así que mejor empiezo la
cena. ¿Has oído algo más de Alexis? ¿Ha dicho cuándo volverá a casa?
—¿Puedes ver a papá? —pregunto, mi corazón late con fuerza en
mi pecho.
—¿Qué quieres decir?
—¿Puedes realmente verlo? ¿Está parado justo frente a ti?
—No... no justo frente a mí, solo está atravesando la puerta. Ahora
está delante de mí. Al, habla con tu hija. No puedo entenderle nada.
La línea se queda en silencio y cuelgo. Michael tenía razón; Ambos
están a salvo. ¿Pero por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo antes de que no
lo estén?
Salgo del banco de sangre, pero no sin ser vista por una de las
enfermeras. Es Grace. Me ve, sin uniforme con mi tarjeta llave apretada
entre mis dientes y mi bolso abultado con fluidos corporales robados. Me
pregunta cómo estoy, preocupada por mí después del choque; Luego mira
mi bolso, me da una cálida sonrisa y se dirige a sus rondas. No tengo
idea si he sido atrapada o no, y si lo he hecho, no sé si Grace me delatará.
Robar del hospital es un delito muy grave. No puedes tomar un analgésico
para un simple dolor de cabeza sin tener que rendir cuentas. Hay papeles
que documentan cada píldora, vendaje, orinal y miligramo de sangre en
este lugar; en algún momento, y en algún momento muy pronto, alguien
notará la sangre que falta y se harán muchas preguntas. Existe una
posibilidad real de que Grace recuerde haberme visto salir del banco de
sangre e informe a las personas relevantes. Sin embargo, no hay nada
que pueda hacer al respecto ahora. Es un problema con el que tendré
que tratar más adelante.
Michael se detiene afuera del hospital y la puerta del lado del
pasajero ya se está abriendo antes de detener el auto.
—Entra —me dice. Se estremece cuando ve el estado en el que
estoy.
—Hay cortes en todo tu rostro —me informa.
—¿De verdad? Oh, no me había dado cuenta. —Me cruzo el
cinturón de seguridad (el que lo haya usado antes probablemente es la
única razón por la que estoy viva en este momento) y lo abrocho
violentamente con un clip, enviando una punzada de dolor a través de mi
dolorido brazo—. Supongo que estar en un accidente automovilístico te
hace eso. ¿Dónde está él? ¿Cómo demonios terminó apuñalado? Y dime
una vez más que mis padres ya no se verán involucrados en esto.
Michael es un conductor profesional; conduce el auto por la curva,
derrapando como alguien que ha tenido que hacerlo antes. Muchas veces.
—Tus padres están cien por ciento seguros, Sloane. Lo juro
personalmente. Y te estoy llevando con Zeth ahora mismo. Fue apuñalado
73
por la mujer de Charlie. Aparentemente se suicidó, pero pensó que sería
prudente tratar de llevar a Zee con ella.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué demonios haría eso?
Michael solo se encoge de hombros, frunciendo el ceño en el
camino. No presiono. Me aferro al borde del asiento. Intento obtener más
información sobre la lesión de Zeth.
—¿Qué tan profunda es la herida? ¿En qué ángulo fue hecha?
¿Exactamente en qué lugar de su abdomen? ¿Qué tipo de cuchillo? —
Pero todo lo que dice es que no necesito preocuparme. Todo está siendo
atendido.
Me entero de lo que quiere decir veinte minutos después cuando
entra en el astillero y estaciona el auto frente a un edificio de aspecto
industrial, un piso, con ventanas altas y una sola entrada al costado.
Parece una unidad de almacenamiento.
—Ve y entra. No puedo dejar el auto aquí —me dice Michael.
—¿Que entre? Qué…
—Tiene una llave, señorita Romera, ¿recuerdas? Zeth me hizo
entregártela personalmente. ¿La has perdido?
Me transporto de regreso al hospital, al día en que Mikey, el interno,
vino a avisarme que había alguien esperándome. Michael me había dado
la nota y la llave de Zeth... de la casa de Zeth.
—¿Aquí... aquí es donde vive?
—¿Esperabas una mansión?
Tal vez esperaba algo un poco más agradable dada la propiedad
donde Zeth celebró su fiesta. Pero esto, en realidad tiene mucho más
sentido.
—No. Simplemente estoy sorprendida de que no haya guardias
armados, eso es todo.
Michael gruñe, apretando los labios.
—Estoy tan cerca como tú vas a estar.
Salgo del auto y localizo mis llaves dentro de mi bolso. La pequeña
llave todavía se encuentra allí, hasta ahora sin usar; La tomo y abro el
candado, que actualmente mantiene una cadena industrial bloqueada a
través de dos enormes manijas de acero. Tengo que tirar hacia atrás todo
el peso de mi cuerpo para que la puerta de dos metros y medio de altura
se deslice, y me atraviesa el dolor en mi brazo herido. Lo retiro y entro,
sorprendida por lo que encuentro. No es la cáscara hueca de un edificio,
lleno de ratas y cajas de embalaje vacías como esperaba. Es una casa
totalmente renovada. Una que no tengo tiempo para explorar en este
momento. Sigo el sonido de voces y termino en un gran espacio abierto 74
que está iluminado por tres lámparas de alta potencia, cada una dirigida
a la forma vulnerable de Zeth, donde yace en un banco alto de madera.
Lacey está parada a un lado, mordisqueándose la uña del pulgar, con el
brazo cruzado sobre ella. En el momento en que me ve, corre, se estrella
contra mí y me rodea con los brazos.
—Sloane, no... no me gusta. No confío en él. Por favor. Por favor.
El él al que ella se refiere es un hombre grande, parecido a un
pájaro, con el cabello rubio oscuro atado en un nudo, cerniéndose sobre
Zeth. Su chaqueta está arrugada pero parece ser de un blanco bastante
limpio. Me mira, observando por encima de sus lentes protectores de
grado hospitalario y me da un breve asentimiento.
―Entonces, usted será ella ―dice.
―Sí. Soy ella.
―Le he dado Ceftibuten. Es todo lo que tenía. Raspé y cerré la
herida, acabo de terminar de coserlo. Puede echarle un vistazo si quiere,
pero llega un poco tarde, señora. Todo ha sido hecho.
―Todo ha sido... ―Apenas puedo entender lo que está diciendo.
¿Este tipo puso las manos sobre Zeth? ¿Este tipo lo trató y lo cosió? Los
latidos de mi corazón están palpitando en cada centímetro de mi cuerpo
mientras me salgo del agarre de Lacey con un encogimiento de hombros
y me apresuro hacia la mesa. Zeth está inconsciente, sus labios teñidos
de azul pálido. Le falta la camisa, se encuentra arrugada en el suelo junto
a la mesa, y hay una herida de unos ocho centímetros justo debajo de la
caja torácica. Es larga, pero es limpia y recta. Eso significa que el cuchillo
que usó esta mujer probablemente era muy afilado. Algo bueno en
algunos casos. No tan bueno en otros. Depende de lo que cortó en el
interior.
―¿Qué pasa con el sangrado interno? ¿Cuánta sangre perdió?
El chico frunce los labios.
―No podría decirle. Estaba fuera de combate cuando llegué aquí,
así que debe haber sido mucha. Y no pude ver ningún sangrado interno.
Como dije, simplemente lo limpié y lo cerré.
―¡Idiota! ―Lo empujo fuera del camino, colocando mis manos sobre
el estómago de Zeth. Sin rigidez. Sin signos de nada grave. Sin
decoloración. Sin forma de saber cómo es el daño interno ahora que
este...esta persona lo ha cosido. Las puntadas son regulares y ordenadas,
la obra de alguien que está acostumbrado a tales tareas. Me giro hacia el
otro hombre―. ¿Quién demonios eres, de todos modos?
Levanta las manos, sonriendo.
―Soy usted ―dice―. Soy un médico que quedó atrapado en esta
mierda. Quedé atrapado en algo en lo que no debía meter la nariz.
¿Terminamos aquí? Tengo otros pacientes que ver.
―¿Otros pacientes? ¿Dónde está tu consultorio? ¿En qué hospital
estás radicado? 75
Solo ríe.
―Mi hospital está en el sótano de un edificio en un lugar que
francamente no quiere saber, señora. Y tengo otras personas con otras
lesiones que también necesitan ser cosidas, así que si me disculpa...
Se está yendo, pero lo agarro del brazo.
―¿Siquiera tienes licencia?
―No, encanto. No tengo licencia. Perdí eso cuando perdí todo lo
demás.
―¡Sloane! ¡Sloane, está despertando! ¡Oye! ¡Oye, Zeth! ―Lacey se
apresura hacia la mesa, lágrimas corriendo por su rostro cuando alcanza
a su hermano. Sus ojos realmente están abiertos, aunque inyectados en
sangre y desenfocados.
―Lace ―grazna. Levanta un brazo, probablemente en un intento de
tratar de tocarla, pero luego cae a su lado.
El sonido de la enorme puerta de metal al abrirse hace eco a través
del edificio, y me doy cuenta de que el médico del mercado negro se fue.
En su lugar, Michael atraviesa corriendo la puerta, buscando a Zeth con
los ojos. Lo encuentro a medio camino y lo abofeteo tan fuerte que su
cabeza se mece a un lado.
―¿En qué demonios estabas pensando, al dejar que un monstruo
de callejón no registrado lo tocara? ¡Podría haberlo matado, Michael!
Michael se gira lentamente para mirarme, tocando su labio inferior
con la lengua. Sus ojos están desprovistos de ira, aunque puedo sentirla
pulsando constante justo debajo de su exterior tranquilo.
―Estaba pensando en que él iba a morir si te esperaba. ¿Esa habría
sido una solución preferible?
La ira se me pega a la garganta.
―No. No, claro que no. Lo siento. Yo... ―Estaba asustada. Estaba
aterrada. Aun lo estoy. Sin embargo, mantengo todo eso dentro―. No
debería haberte golpeado. Lo siento.
No dice nada, solo me rodea maniobrando para encontrar a su jefe.
Lo sigo, tragando la vacilación que siento. No quiero ver a Zeth así, duele
mucho más que cualquier cosa que alguna vez haya experimentado
antes. Y definitivamente no quiero que Zeth me vea tan asustada. Yo
solo… simplemente no puedo. Respiro profundamente de manera
dificultosa, reuniendo todas mis fuerzas antes de enfrentarlo.
Parece que Lace está haciendo su mejor esfuerzo para no llorar.
―No te atrevas a morir ―dice. Se sujeta del borde la mesa , sin
tocarlo. Quiere hacerlo, puedo verlo en sus ojos, pero no lo hace.
Zeth sonríe. 76
―No voy a morir. Estoy bien. ―Intenta demostrar esto moviendo su
cuerpo, intentando sentarse. También lo logra, el bastardo terco. Michael
se apresura a su lado, ofreciéndole un brazo para apoyarse, pero Zeth le
lanza una mirada que estoy segura ha marchitado las bolas de muchos
hombres. Michael retrocede, una ceja levantada.
―Si quieres comer concreto, por mí está bien.
Sigo parada y observo todo esto, presionando los dedos de mi mano
derecha contra mis labios, abrazándome con mi otro brazo. Me siento
estúpida. Me siento tan, tan estúpida. Mentalmente planeé todo lo que
tendría que hacer para ayudar una vez que llegara aquí, y ahora que estoy
aquí y mi ayuda aparentemente no es necesaria, me siento... Ni siquiera
sé cómo me siento. Principalmente cuatro tipos diferentes de asustada.
Asustada porque ese médico podría haber hecho más daño que bien;
porque vayan a agarrarme por tomar esa sangre del trabajo; porque he
aparecido en la casa de Zeth sin que él personalmente me trajera aquí.
Pero lo más importante, estoy asustada porque hubo un segundo allí
cuando contemplé a Zeth muriendo. Y el puro terror que la idea me
inspiró no me abandonará.
¿Cuándo pasó esto? ¿Cuándo comencé a necesitarlo tanto?
Siempre me jacté de nunca necesitar a nadie. Me siento mal del
estómago. Zeth levanta la mirada a través del alboroto que está
recibiendo de Lacey y Michael, y sus ojos se encuentran con los míos. Su
expresión se tensa, frunciendo profundamente las cejas.
―¿Qué pasó?
Oh, sí. He olvidado por completo que me veo como si hubiera tenido
una pelea en la calle.
―Un raspón ―susurro.
―Uno de los chicos de Charlie casi la obligó a salir de la autopista
―facilita Michael amablemente.
―¿Ellos qué? ―No contento con el pequeño milagro de simplemente
sentarse, Zeth intenta ir hasta el final y se desliza de la mesa, tratando
de ponerse de pie. Fracasa gloriosamente. Sus piernas ni siquiera fingen
que están en forma para sostenerlo; se doblan de inmediato, y cae como
un saco de piedras. Me apresuro hacia adelante, como si tuviera una
maldita esperanza de atraparlo sin ser aplastada, pero Michael ya se está
ocupando. Zeth está inconsciente nuevamente, su piel de un blanco
pálido, mortal.
―¿Qué tal esa transfusión, señorita Romera? ―sugiere.
―Sí. Por supuesto. ―Voy y tomo la sangre de mi bolso, sintiendo el
peso del fluido fuerte en mi palma. Antes de las transfusiones de sangre,
la gente moría a causa de heridas como la de Zeth. Demonios, la gente
todavía muere por ellas, con las transfusiones de sangre. Mientras pongo
una línea en el brazo de Zeth y observo que la sangre oscura, casi negra
ingresa lentamente en su cuerpo, solo puedo esperar haber traído
suficiente. Y solo puedo esperar que Zeth despierte de nuevo. 77
9
Zeth
Cuatro días más tarde
Traducido por MadHatter & Yiany

Algo me dice que he perdido el tiempo. Tiendes a saber estas cosas


cuando te suceden; puedes sentirlas en tus huesos. Hay una sensación
de vigilia cuando te levantas de dormir, una experiencia agradable,
principalmente letárgica. Luego está el despertar repentino de la
conciencia restableciéndose y volviéndose a encender, como si se hubiera
apagado mientras tu cuerpo realiza trabajos de mantenimiento, y
después se ha pulsado el botón de reinicio cuando las cosas son lo
suficientemente tolerables para que puedas despertarte nuevamente.
Al despertar en este momento, se siente como si estuvieran
golpeando el botón de reinicio. Y duele como un hijo de puta. Me esfuerzo
en abrir los ojos cuando escucho voces. La vibración de un teléfono
78
celular.
—¿Quién es? —Es la voz de Lacey, suave y silenciosa, hablando
con alguien más. Otra vibración de un teléfono. Un profundo suspiro.
—Es Pippa. Quiere hablar conmigo. Peleamos antes de tu última
sesión. —Ahora es Sloane. La voz de Sloane. Me siento jodidamente
hormigueante cuando la escucho hablar. Es como si un gran peso se
hubiera levantado de mi pecho. Ella estaba herida. Recuerdo eso. Alguien
la lastimó.
—¿La vas a llamar? —pregunta Lacey.
Hay una pausa por un momento, y luego Sloane dice:
—En este momento no tengo energía. No es de las que deja el tema
en paz.
—Deberías ser honesta con ella. Eso es lo que me dijo.
Otra pausa, más larga esta vez.
—¿Y vas a seguir su consejo? ¿Estás... no crees que deberías
decirle todavía? —Sloane tropieza con sus palabras como si estuviera
esquivando un tema muy delicado.
—Yo… no lo creo… no, todavía no. Será mejor si espero un poco
más. —Lacey también parece estar teniendo problemas para pronunciar
sus palabras. Me golpea el recuerdo repentino de Sam diciendo que
Charlie los envió a buscarla para protegerla.
—Puedo entender totalmente que estés nerviosa por esto, Lace —
dice Sloane suavemente—. ¿Pero no crees que tiene derecho a saberlo?
Quiero decir, no puedes ocultárselo para siempre, ¿verdad?
Comienzo a apretar mis manos en puños. Me viene a la cabeza esta
imagen absurda: Lacey con una barriga enorme y redonda, y el imbécil
que la embarazó, de pie junto a ella. Si alguien la metió en problemas,
voy a seguir el maldito sendero de la guerra. Sin embargo, hasta donde
sé, Lace ha estado alejándose de todos y cada uno de los tipos en la faz
del planeta. Tal vez conoció a alguien en el campamento de la iglesia del
padre de Sloane. Un hippy imbécil que toca la guitarra y le gusta tostar
malvaviscos. La idea misma... sí, es jodidamente ridícula. Pensar en reír
me hace darme cuenta de lo seca que se encuentra mi garganta. Empiezo
a toser.
—Está despierto. Él... ¡Dios mío, está despierto! ¿Qué tengo que
hacer? —Lacey entra en pánico.
Algo frío y firme me toca la frente, y luego abro mis párpados y la
luz me da directamente en ellos. Lucho por cerrarlos de nuevo.
—Hijo. De. Puta —gruño.
—Y ahí está él. Tan elocuente —dice Sloane. Hay un toque de
diversión en su voz. 79
—Estás tratando de matarme, ¿verdad? —gruño.
—De matarte no. Simplemente te quería animar a que arrastraras
tu trasero idiota a la tierra de los vivos. —Abro los ojos por mi propia
voluntad, y ella está sentada al borde de la cama, con una pequeña
linterna apoyada en su regazo—. ¿Dolor de cabeza? —pregunta.
Podría decirle que se siente como si alguien hubiera estado
pisoteando mi cráneo durante los últimos, Dios sabe cuánto tiempo, pero
en cambio solo doy un asentimiento. Incluso eso me hace sentir una
oleada de náuseas.
—Estás deshidratado. Te coloqué suero, pero probablemente no
sea suficiente. Toma. —Sostiene un vaso de agua y mi estómago se resiste
ante la idea de beberlo. Ella tiene razón, sin embargo; tengo que
aceptarlo. Lo alcanzo y mi mano se engancha: hay una cánula en el dorso
de mi puta mano. No, gracias, maldita sea. La saco y Sloane protesta a
medias. La tiro sobre la cama, la solución salina se derrama en las
sábanas, y le quito el vaso de agua.
Se necesita un esfuerzo considerable para tratar de evitar que me
tiemble la mano mientras bebo. Mierda, necesito hacer un esfuerzo
considerable para no dejar caer el maldito vaso por completo. Puede que
no lo haya querido hace un momento, pero en cuanto el agua toca mis
labios no puedo evitarlo. El líquido sabe mejor que cualquier cerveza o
aguardiente que haya bebido.
—Tranquilo. Ve más despacio. Bebes demasiado rápido, vomitarás
—dice Sloane.
Dejo de tragar el agua y la coloco en la mesita al lado de mi cama.
Tengo alrededor de treinta preguntas diferentes dando vueltas dentro de
mi cabeza y estoy decidido a hacerlas a todas, pero tan pronto como miro
a Sloane, todo eso cambia. El sol brilla a través de la claraboya sobre mi
cama, iluminando la bruma de los cabellos individuales que se pegan a
su cabeza, escapándose del lápiz que está haciendo un trabajo a medias
para retener su cabello. Solo me quedo allí sentado y la miro por un
momento. Casi he muerto un par de veces, pero nunca antes había
experimentado este tipo de jodida emoción. Solo me ha interesado
levantarme y moverme para poder encontrar al imbécil que intentó
acabar conmigo para vengarme. Esta situación no es así. En este
momento, simplemente estoy lleno de alivio. Me alivia ver a la mujer
sentada al borde de mi cama otra vez. ¿Qué demonios es lo que me pasa?
Lace está apoyada contra la pared, las mangas del suéter que lleva
puesto, el mío, le cuelgan en las manos. Le queda grande. Y también luce
pálida; mucho más pálida de lo que debería. Todo esto, que me
apuñalaran, es la cosa más estúpida y parece que estas mujeres han
estado sufriendo por ello. Eso me hace sentir muy jodidamente de
mierda.
—Tus padres —le digo, mirando a Sloane.
Menea la cabeza, sonriendo suavemente. 80
—Están bien. No pude soportar dejarlos en casa, no si Charlie sabía
dónde encontrarlos, así que pagué para que se fueran de vacaciones.
Están disfrutando del sol en el Caribe mientras hablamos y durante dos
semanas.
Mmm. Inteligente. Eso significa que tengo dos semanas para tratar
con Charlie antes de que vuelvan a estar en peligro.
—¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? —
pregunto.
—Cuatro días. —Sloane se inclina y recoge un plato pequeño con
algunas galletas secas. Me lo ofrece, pero niego.
—¿Estuve en coma durante cuatro días?
Se ríe de esto, ofreciéndole el plato a Lacey, quien toma una de las
galletas y muerde obedientemente la cosa frágil. Tal vez intentan liderar
con el ejemplo, pero no hay forma de que me meta esa mierda polvorienta
en la boca.
—No en coma —dice Sloane—. Tenías fiebre alta. Decías
incoherencias. Dormiste durante largos períodos a la vez. —Sonríe—.
Pero estuviste durmiendo y despertándote por un tiempo.
Ni siquiera quiero saber por qué lo encuentra tan entretenido.
Probablemente estuve haciendo ruido como un pollo o algo así. Con
suerte, Michael ha estado ocupado o habrá grabado todo el asunto con
su teléfono celular. Estúpido.
Como si fuera una señal, la puerta de mi habitación se abre y el
hombre mismo entra. Le falta la chaqueta del traje y tiene las mangas de
la camisa enrolladas hasta los codos.
—Finalmente —es todo lo que dice.
—Sí. Finalmente.
—Sloane dijo que hoy te despertarías bien —susurra Lacey,
acercándose cada vez más. Se detiene por un segundo antes de
obviamente darse por vencida y decidir que al diablo con eso. Se posa
cuidadosamente en el borde de la cama en el lado opuesto a Sloane—.
Ella no se ha ido de tu lado —dice, asintiendo hacia Sloane—. Todo ha
sido muy Florence Nightingale4.
Sloane la mira con incomodidad, sus mejillas se ponen rojas.
—Sí, bueno, no dejas pacientes enfermos cuando necesitan ser
monitoreados.
Una mirada extraña pasa por la cara de Lacey. Nos mira a los dos,
su mirada oscila de mí a Sloane, de un lado a otro por un minuto, y luego
suspira. Suena extrañamente contenta.
—Ustedes dos son realmente raros, saben. Tú —me empuja en la
pierna—, te preocupas por ella. Y tú —le dice a Sloane—, te preocupas
por él. ¿Por qué demonios andan de puntillas como estudiantes de primer
81
año de secundaria en su primer baile?
Podría estrangularla. Michael se aclara la garganta, se rasca la
mandíbula y dice:
—Correcto. Está bien, entonces. —Y sale directamente de la
habitación de nuevo. Tenemos un acuerdo tácito de que no hablamos de
emociones y mierda femenina, lo hace sentir tan incómodo como a mí. Lo
cual es bastante incómodo. Al menos cuando viene de la boca de Lacey,
de todos modos.
—¿Puedes dejarnos solos, Lace? —pregunto. Por lo general, eso
sería suficiente para hacerla enojar, pero parece bastante contenta con
el hecho de que estoy vivo. Me obedece y se va, con mi sudadera tan larga
que casi le llega a las rodillas.
—Ha estado durmiendo aquí —dice Sloane en voz baja.
Oh, Dios. ¿Ha estado en la misma habitación que yo mientras
duermo? Eso es jodidamente peligroso. Podría haberla lastimado. Si
estuviera delirando y medio dormido, podría haberla matado.

4
Florence Nightingale fue una enfermera, escritora y estadística británica, considerada
precursora de la enfermería profesional moderna y creadora del primer modelo
conceptual de enfermería.
—¿Yo...? —Ni siquiera sé cómo preguntar. Quizás Lacey está
usando ese suéter gigante mío porque le puse las manos encima y está
cubierta de malditos moretones.
—No, no. No te preocupes. —Sloane niega con la cabeza—. Estabas
demasiado débil para siquiera levantar la cabeza y mucho menos para
arrojar a alguien al otro lado de la habitación.
Fijo mis ojos en ella y veo que luce cansada. Completamente
agotada.
—¿Has estado durmiendo aquí también? —pregunto, aunque sé la
respuesta. No ha estado durmiendo en ningún lado. Apenas parece que
haya dormido en absoluto. Se encoge de hombros.
—Como dije, un médico no deja a un paciente que requiere
monitoreo.
Gruño ante eso.
—¿Entonces no fue porque estuvieras aterrorizada de que fuera a
morir y te sintieras loca de pánico?
Abre grande los ojos. Ya debería saber que no me gusta adivinar
las emociones de las personas. Particularmente cuando puedo verlas
claramente. Nunca he entendido por qué las personas esconden lo que
piensan o sienten. Carece de sentido. No los lleva a ninguna parte, y
tampoco me ayuda, nunca.
—Sí —dice, levantando la barbilla. Todo esto de ser honestos es tan
82
nuevo para ella que aún cree que es la forma más difícil de hacer las
cosas en lugar de la más fácil—. Está bien, sí, estaba preocupada. Más
que preocupada. No quería que murieras.
—Bien.
—¿Bien? —Se ríe, sacudiendo la cabeza—. No tienes idea de la
mierda que hemos pasado en los últimos días, esperando a ver si estarías
bien. Tuve que robar suministros del trabajo. Podrían despedirme si se
dan cuenta de que fui yo. Tenía...
La interrumpo.
—¿Valió la pena?
Con la boca abierta, solo me mira por un momento.
—¿Si valió la pena que tuviera que robar en mi trabajo para que
mejoraras? —pregunta.
Asiento, maldito dolor de cabeza, y me acomodo un poco más en la
cama.
—Sí. ¿Valió la pena que arriesgaras tu trabajo y tu reputación para
salvarme?
Ni siquiera piensa en su respuesta esta vez.
—Sí.
—Entonces bien. Me alegra que estemos en la misma página.
Un delicado sonrojo comienza a surgir de su cuello, manchando
sus mejillas y volviendo la punta de su nariz rosa. Junto con la línea
apretada de sus labios, creo que la hice enojar.
—Así que básicamente no te importa una mierda mi trabajo, ¿es
eso lo que estás diciendo? —exige. Piensa que estoy siendo un imbécil,
diciéndole que valoro mi vida sobre cualquier cosa que pueda importarle.
—No. —Me inclino hacia adelante lo mejor que puedo, tratando de
no mostrar cuánto me duele el estómago—. Sé exactamente lo importante
que es tu trabajo para ti. Estoy diciendo que si estás dispuesta a arriesgar
tu trabajo, que es lo más importante para ti, por mí, entonces tú y yo...
estamos en el mismo lugar. —Supongo que esta es mi forma de
agradecerle; intentando, aunque realmente jodidamente mal, hacerle
saber que estoy agradecido por lo que ha hecho. Que yo hubiese hecho
lo mismo. Que arriesgaría todo también... Sé que no lo he formulado bien.
Podría comenzar de nuevo y decirlo, pero la expresión de enojo en su
rostro se suaviza y cae y creo que entiende la idea.
—Ibas a ir a buscarme, ¿no? —pregunta.
—Dije que sí. No digo algo y luego no lo hago, Sloane.
Asiente, sus ojos caen sobre las sábanas.
—¿Entonces no quieres que me vaya?
Esta chica. Esta jodida loca. Me pregunta lo mismo que le pregunté
83
en el parque fuera de la oficina de Newan. Una vez que establecimos que
ella realmente podía reconocer sus sentimientos y adueñarse de ellos,
pensé que estábamos bastante establecidos. Que a pesar de que podría
haber tenido algunos problemas para aceptar su atracción hacia mí,
estaba completamente consciente de mi necesidad por ella. Pero, de
nuevo, sé que soy un imbécil frío como una piedra la mayoría de las veces.
—Te impedí perder tu virginidad con un chico que pensé que te
trataría mal —le digo, intentando suavizar mi voz—. Te confié la vida de
alguien de quien soy responsable cuando no podía hacer nada para
ayudarla; fui contra el hombre que me crio para encontrar a tu hermana;
me puse directamente en peligro cuando fui a buscarla por ti; la única
vida que he conocido no solo se ha puesto patas arriba sino que se ha
quemado hasta los cimientos desde que te conocí. Y sigo volviendo,
Sloane. No necesitas preguntarme si quiero que te vayas. Nunca
necesitas preguntarme eso. En esta etapa del proceso, no creo que haya
salida para ninguno de nosotros.
Observo que hasta el último destello de color se drena de su rostro.
No soy de discursos o de explicarme expertamente, pero no puedo
explicárselo más claro que eso. Le tiemblan las manos cuando entrelaza
sus dedos y luego cambia de opinión, deslizándolos rápidamente debajo
de sus muslos para sentarse sobre ellos.
—Oh —dice.
No puedo decir si se ve feliz o realmente jodidamente asustada. Es
una chica inteligente, así que sé lo que está pasando por su cabeza. Cuán
atrapada podría sentirse en este momento. Porque soy el malo. La sombra
oscura de la que huyes. La pesadilla de la que te alivia despertar.
Y ahora está conmigo, le guste o no.

84
10
Sloane
Traducido por RRZOE & Astrea75

El almacén de Zeth está bien compartimentado en áreas donde me


siento segura y en áreas en las que no. La cocina, el baño y su habitación
son bastante seguras, pero la sala de estar abierta me mata. Los sofás de
cuero negro; la estantería con tantos libros apilados y encajados en ella
que tienes que usar la fuerza bruta para incluso extraer uno; las revistas
y las zapatillas para correr junto a la puerta, y la bolsa pesada, pegada
una y otra vez con cinta adhesiva donde se ha roto por todos los abusos
que ha sufrido. Todo ello. Es solo él, y plantea demasiadas preguntas.
Quiero saber si realmente ha leído Dostoievski, o si acaba de comprar
Crimen y Castigo para parecer inteligente, o para impresionar a alguna
chica que ha traído aquí una vez. Quiero saber si es consciente de cómo
corre; que las suelas de sus zapatillas me dicen que golpea demasiado
fuerte y que si pisa un poco más plano, le dolería menos. Quiero saber si
85
él trabaja aquí, golpeando esa bolsa pesada, porque está frustrado o
enojado, o simplemente porque se siente bien aplastando los puños
contra algo.
Estoy muy, muy, muy cerca.
Y no tengo idea de cómo, o si quiero escapar.
Venir al lugar de Zeth era una necesidad, pero ahora que estoy
aquí, me pregunto cosas extrañas y desconcertantes. Como ¿dónde
encajo yo en este mundo suyo? ¿Cómo sería tener mis revistas médicas
apiñadas allí junto a su Dostoievski, o mis zapatillas para correr
colocadas justo al lado de las suyas?
Después de la admisión de Zeth, no tengo dudas en mi mente de
que él quiere eso. Nunca hubiera pensado que fuera posible, pero
aparentemente es verdad. Él me quiere a mí. Quiere que esté con él. En
qué condiciones, no tengo idea. Quizás solo espera mantenerme aquí
como su juguete; para follarme cuando le apetezca y luego ignorarme
cuando se aburra de mí. Lo que sea que él quiera, ahora me enfrento a
la pregunta de qué quiero yo. Un lugar para mantenerme a salvo hasta
que todo esto pase, o algo más.
Estoy mirando la gran estantería, pensando en esto, cuando
Michael me encuentra. Me dan ganas de abofetearlo. Ha sido muy bueno.
Incluso condujo de regreso a mi casa y recogió más ropa para mí, ya que
mi bolso se fue con mi auto destrozado después del accidente. Ha estado
prácticamente radiante desde que Zeth despertó; su sonrisa es suave
mientras se sienta cuidadosamente a mi lado.
—¿Sigue durmiendo? —pregunta.
Asiento ausente.
—Sí. Estará cansado unos días más, creo. Entonces puede
comenzar a rehabilitarse. Tal vez podamos tenerlo caminando en una
semana más o menos.
Michael casi se ahoga. El sonido de tos y chisporroteo no parece
ser causado por alguna obstrucción en la garganta, sino más bien como
una risa mal contenida.
—¿Estás bromeando, verdad? —dice jadeando.
—¿Qué? Le tomará un tiempo recuperarse.
Michael me mira como si casi sintiera pena por mí.
—Zeth volverá a funcionar por la mañana, confía en mí.
—De ninguna manera. —Sacudo la cabeza—. Regresaré a trabajar
mañana. Tienes que asegurarte de que no salga de esa cama. Ni siquiera
para ir al baño.
Desde que lo conocí, Michael ha sido el epítome de la gracia digna,
pero no se ve muy digno en este momento, aullando de risa en el sofá.
También yo podría ser la comediante más divertida del mundo porque
86
Michael está encontrando que todo lo que digo es hilarante. Se pone de
pie y extiende la mano. A partir de ahí, comienza a desabotonarse la
camisa.
—¡Guau! Guau, ¿qué demonios estás haciendo?
—Necesito mostrarle algo, señorita Romera —dice, finalmente
recuperando la compostura. Termina de desabotonarse y baja el hombro
derecho de su camisa, girando para mostrarme una cicatriz irregular de
cuatro pulgadas de largo que se extiende por la parte posterior de su
omóplato. Se ha desvanecido, pero habrá sido bastante desagradable
alguna vez—. Recibí eso por mis problemas la última vez que intenté que
Zeth Mayfair se recuperara en la cama. No lo intentaré de nuevo. Aprendo
mis lecciones la primera vez.
—¿Él te lo hizo?
Michael levanta ambos hombros, imperturbable.
—Me dijo que lo dejara en paz. No lo hice. Me lo dijo de nuevo.
Todavía no escuchaba, así que demostró que estaba lo suficientemente
bien como para salir de la cama pateándome el culo.
Tengo ganas de gemir. Eso definitivamente suena como algo que
haría Zeth.
—Neandertal —murmuro.
—Argumentaría que en realidad está muy evolucionado, estoy
seguro —dice Michael, sonriendo—. De todos modos, voy a llevar a Lacey
a ver a la psiquiatra. ¿Quieres venir? Zee estará bien solo por un par de
horas.
La cita de Lacey con Pippa. Oh, Dios, en serio parece que estuve
allí ayer. No puedo enfrentar eso ahora. ¿Y Pippa viendo mi cara? Los
cortes y arañazos se están curando muy bien, pero aún son visibles.
Inmediatamente saltará a conclusiones: que Zeth es de alguna manera
responsable. Incluso si le dijera la verdad de que fue uno de los hombres
de Charlie quien lo hizo, ella todavía lo verá como culpa de Zeth. Mi
relación con él poniéndome en peligro. Simplemente no puedo soportar
la idea de discutir con ella en este momento, y ciertamente no puedo
soportar la idea de que ella me critique por no decirle antes que tuve un
accidente automovilístico grave.
—No, sabes qué, está bien, Michael. Me quedaré aquí en caso de
que incluso piense en salir de esa cama.
—Solo lo dejaría pasar si fuera usted, señorita Romera. No vale la
pena el dolor de cabeza. ¿Puedo traerte algo al regresar?
—No, estoy bien. Gracias Michael.
Trabaja con los dedos rápidamente, subiéndose la camisa de
nuevo.
—Bueno. Tengo mi celular si cambias de opinión. 87
—Gracias. ¿Y Michael?
Hace una pausa a mitad de camino, volviéndose para mirarme.
—¿Sí, señorita Romera?
—Por favor... llámame Sloane.
Está oscureciendo cuando decido que probablemente sea hora de
que Zeth intente comer algo. Le preparo algo de comida y un vaso de agua
y voy hasta su habitación, lista para despertarlo con cuidado en caso de
que se asuste, pero inmediatamente veo que ya está despierto y sentado
encima de las sábanas. Debe haber salido de la cama para hacer eso.
—Tienes que estar bromeando —gruño.
—No haré pis en esto —me informa, agitando hacia mí uno de los
orinales que "tomé prestados" del trabajo.
—¡No necesitabas orinar en eso! ¡Tenías un maldito catéter!
Zeth se ve asesino.
—Sobre eso. ¿De quién fue la idea de meter algo en mi polla?
—Uh, esa sería yo, considerando que de lo contrario habrías
orinado por toda la cama —Esto parece confundirlo. La indignidad de un
catéter es mucho menor que la indignidad de tirar lo que parece ser un
colchón bastante caro arruinado por la orina. Dios sabe cómo demonios
sacó la cosa también; habría tenido que desinflar el globo y atrapar el
líquido. Los estudiantes de medicina de segundo año luchan por hacer
eso sin arruinarlo.
—Nunca más —dice con firmeza.
—¿Qué tal si te esfuerzas más en no ser apuñalado? Eso anularía
la necesidad de cualquier cosa remotamente similar a un catéter que se
acerque a tu pene en el futuro.
Se producen más quejas. Empujo el plato de comida hacia él,
emparedado de jamón y queso y fruta en rodajas, y me siento allí y lo
miro fijamente hasta que comienza a comer. Es la comida más básica que
puedes hacer y, sin embargo, siento una extraña sensación de calor
dentro de mí. Esta es la primera vez que hago algo para él. Consigue
llegar a la mitad y luego se niega a comer más. Decido no presionarlo,
principalmente porque es más de lo que hubiera pensado que comería de
todos modos, pero también porque no tengo la energía para discutir sobre
algo tan pequeño. Necesito elegir mis batallas. Y Zeth dándose el tiempo
suficiente para recuperarse adecuadamente es definitivamente la batalla
que necesito ganar.
Como si él pudiera decir exactamente lo que estoy pensando y está
listo para probar algunos límites, hace una mueca de dolor mientras trata
de sentarse derecho en la cama, con las vendas apretadas sobre su
abdomen. Si sigue así, se abrirá todos los puntos.
—Inmóvil, señor. —Coloco mi palma contra la piel plana y
tonificada de su estómago. El calor que emana me hace arder la mano.
88
Se mira a sí mismo, estudiando el punto donde nuestros cuerpos se
tocan.
—Estoy bien, Sloane.
—No estás bien. —Y yo tampoco. Quiero decírselo, pero mi orgullo
no me deja. Incluso cuando era niña, nunca admitiría tener dolor físico.
Me pareció una debilidad entonces, y seguro que ahora se siente como
una debilidad. Sin embargo, Zeth no es estúpido. Me ha visto palidecer
cada vez que intento mover mi brazo izquierdo.
—¿Está roto? —pregunta, pasando sus dedos sobre mi hombro
desnudo.
—No, no roto. Solo dolorido.
—¿Entonces vas a estar bien? —Hay una vieja quietud en él cuando
me pregunta. Es completamente nuevo, y me hace pensar que está
aguantando la respiración. Es un hombre tan enorme, el físico de un
luchador, una pared de músculos intimidantes. Parece que fue hecho
para destruir cosas, para molerlas y, sin embargo, puede ser amable. Es
tan gentil cuando me toca en este momento. Eleva una mano hacia mi
rostro, rozándome la frente con los dedos, explorando un área que todavía
palpita dolorosamente. Uno de los cortes más profundos provocado por
el cristal que se hizo añicos sobre mí.
—No estás enloqueciendo por esta cicatriz —dice. No es una
pregunta. Es una observación.
Ni siquiera había pensado en eso. Mis heridas realmente no son
tan malas. Sí, un par de cortes fueron lo suficientemente profundos como
para dejar una cicatriz, pero los mantuve limpios y dejé que las costras
se formaran correctamente. Lo acabo de dejar al destino. Si estoy
destinada a que me queden un par de marcas, entonces las tendré. Si no
estoy destinada a hacerlo, entonces no las tendré.
—Conozco a un buen cirujano plástico —le digo, sonriendo,
aunque nunca lo consideraría. No por algo tan estético. Zeth luce tenso
mientras pasa las yemas de sus dedos por mi mejilla, acariciando
suavemente los pequeños cortes.
—No me gusta esto, chica enojada —me informa. Me congelo,
completamente inmóvil, en un leve estado de conmoción. La forma en que
me toca... sus manos nunca antes habían sido así conmigo. Casi con
reverencia. Junto con el tono bajo y suave de su voz, y de repente me
siento un poco vulnerable.
No estoy segura de estar lista, después de todo lo que ha sucedido
en los últimos días, para sentirme así. Mi fuerza ha sido lo único que me
mantuvo en marcha; Necesito aferrarme a eso un poco más.
—Mmmm. Bueno, tampoco puedo decir que estoy completamente
contenta con la situación. —Comienzo a empacar los suministros
médicos que he estado usando durante el día, volviéndolos a colocar
cuidadosamente en mi bolso. Es bueno tener algo que hacer con mis
manos. Es mucho mejor mantenerse ocupada que colapsar bajo el peso 89
de todo lo que acaba de suceder.
—Vamos a terminar nuestra conversación del parque ahora —me
dice Zeth.
—¿Qué? —Levanto la cabeza. De todas las cosas de las que hablar,
realmente no tengo ganas de repetir eso. Este realmente no es el momento
ni el lugar. Además nuestra charla en el parque, bueno, fue incómoda
por decir lo menos. Dudo que alguna vez deje de sentir que me traicioné
cuando le dije lo que le dije.
—Fuiste honesta conmigo, Sloane. Lo que significa que fuiste
honesta contigo misma. He estado esperando eso.
Tengo ganas de reír. ¿Honesta conmigo misma? Tiene toda la
razón. Pensarías que es imposible engañarte a ti misma, esconder algo y
fingir que no lo sabes, ni lo ves ni lo sientes, pero he estado haciendo eso
durante años. Soy buena para ocultar todo. Me he estado escondiendo
de mí misma, de él, de mis padres. De absolutamente cualquier persona
que se acerque remotamente. Ha sido más seguro de esa manera. Mis
padres han estado lo suficientemente felices como para fingir que estaba
bien, incluso si probablemente pudieran ver por sí mismos que no lo
estaba, y conseguí engañarme y creer que si me mantenía ocupada y no
dejaba de buscar a Lexi, entonces podría esconderme y simplemente
sobrevivir. Zeth, por otro lado... Zeth sabe. Lo ha sabido siempre. Sabe
que no estoy bien, que no he estado bien por mucho tiempo. Ve
directamente a través de toda mi mierda, y ahora sabe cómo me siento
por él desde hace un tiempo. Lo más irritante de toda esta situación
desordenada es que no puedo ver nada de él tan claramente como él me
ve a mí. Puedo contar con las manos cuántas cosas reales sé sobre su
pasado, pero el hecho es que tengo demasiado miedo para preguntar.
Tengo miedo porque me dirá la verdad, y luego lo sabré todo, y ya no
podré correr y esconderme. Tendré que enfrentarlo todo. A él. Esa
oscuridad en su interior que me aterroriza y me emociona al mismo
tiempo.
—Sloane.
Dejo de enrollar el vendaje suelto alrededor de mi mano.
—¿Me vas a preguntar?
Mi piel estalla en carne de gallina. De alguna manera encuentro el
coraje suficiente para mirarlo. Me devuelve la mirada, sin pestañear, los
ojos oscuros ardiendo con intensidad.
—¿Si te voy a preguntar qué? —respondo.
—Lo que siempre quisiste preguntarme —dice, una pequeña
sonrisa burlona en la comisura de su boca. Sin embargo, sus ojos todavía
son serios. Centrados y fijos en los míos—. La pregunta en la que has
estado pensando desde el día en que nos conocimos en esa habitación de
hotel. No te importa la cantidad de sangre que manchen mis manos. —
Abro la boca, estoy segura de que no estoy de acuerdo con eso, pero él
me interrumpe—. No te importa la prisión, ni Charlie, ni Lacey. No te
importa de dónde obtengo mi dinero, o cuántas mujeres jodí antes de ti.
90
Puedes decirte a ti misma que lo haces. Incluso podría molestarte un
poco, pero nada de eso te quema como esta pregunta. —Se sienta hacia
adelante, gruñendo en el fondo de su garganta mientras se mueve. Ya no
le digo que se quede quieto. Estoy demasiado enojada con él por ver
dentro de mí tan fácilmente. Me hace sentir simple, como un libro abierto
que cualquiera puede simplemente venir y leer en cualquier momento.
—No sé de qué estás hablando. —Sin embargo, creo que sí, y esa
es la parte preocupante.
Inclina la cabeza hacia un lado, con expresión plana. Un poco
enojado.
—Sloane
—Zeth. Lo siento si…
Se lanza hacia adelante, agarrándome de la cara con las dos
manos, atrayéndome hacia él. Por un loco latido de corazón, creo que va
a suceder. Maldita sea si no soy la mujer más estúpida en la faz de este
planeta. Pensé que me iba a besar. Se siente como si mi corazón estuviera
ardiendo en mi pecho cuando no lo hace. Se detiene a solo dos
centímetros de mis labios.
—Pregúntame, Sloane. Jodidamente pregúntame.
Estoy a punto de liberarme de su agarre, pero tan pronto como toco
sus muñecas, cambio de opinión. Coloco mis manos sobre las suyas,
sosteniéndolas contra mis mejillas para que ya no me sienta atrapada,
sino más bien segura. Es la mirada en sus ojos lo que lo hizo. Lo cambió
todo y me dejó tambaleándome. Mira... con esa mirada en sus ojos, es
casi como si me estuviera rogando que lo hiciera. Así que lo hago.
—Bueno, bien. ¿Por qué? ¿Por qué eres como eres? —Se enciende
una luz detrás de los ojos de Zeth. Suelta el aliento que ha estado
conteniendo, sus párpados revoloteando. Es como si una tensión dentro
de él hubiera sido cortada o extinguida de alguna manera. Sé
instantáneamente que hice la pregunta correcta—. ¿Por qué tienes esa
bolsa de lona negra? ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te hizo como eres? —
Me detengo. Tomo una respiración profunda—. ¿Quién te lastimó?
La presión de sus manos aumenta a medida que aprieta su agarre
en mi cara. Se inclina aún más, para que nuestros labios estén separados
por un pelo. La proximidad es tortuosa; Estoy temblando cuando él
habla. Incluso el movimiento de sus labios rozando ligeramente los míos
mientras habla es suficiente para hacer que mi corazón golpee contra mi
caja torácica.
—Ahí vamos, chica enojada. La pregunta del millón de dólares.
¿Estás lista para la respuesta?
No sé si lo estoy o no, pero ha llegado el momento. Asiento solo una
vez, mareada por la sensación de su aliento deslizándose sobre mi boca.
—Nadie me hizo daño, Sloane. Nadie me hizo quien soy. No me
molestaron ni abusaron, ni me hicieron participar en actos sexuales
91
perturbadores. Debes saber que no siempre hay una sombra siniestra
sobre el hombro de alguien como yo. Somos una raza rara y oscura. Llevo
esa bolsa porque me gusta. A veces me corto mientras follo porque me
gusta. Juego de vez en cuando con un cuchillo porque me gusta. Hago
todas las cosas que te hago porque me gusta. ¿Y sabes qué, chica
enojada? Lo que más te molesta...
Me quedo sin aliento en la garganta. Apenas puedo respirar. Zeth
saca la lengua cuidadosamente, provocando mi labio superior solo una
vez. Cierro los ojos cuando sus palabras golpean, palabras susurradas
que son aún más poderosas que un grito.
—… Es que a ti también te gusta. Eres igual que yo, Sloane. Eres
igual que yo.
11
Sloane
Traducido por IsCris, Emotica G. W
& MadHatter

Desde que conocí a Zeth Mayfair, mis hábitos de sueño se han


arruinado. De a poco me estoy acostumbrando al hecho de que tengo
suficientes problemas para mantenerme despierta por la noche en estos
días, pero en este momento no dormir es una mierda. Son las tres de la
mañana. Tengo que trabajar en tres horas y realmente me vendría bien
un descanso, pero ya he estado acostada por lo que parece una eternidad
y sé que no hay forma de que vuelva a dormir.
Estar en una cama diferente no ayuda. Anoche me colé en la
habitación de invitados de Zeth, se negó a dejar que Lacey o yo lo
siguiéramos “cuidando”, aunque en realidad no me dormí hasta después
de la medianoche. Estaba demasiado preocupada por todo lo que
92
rondaba en mi cabeza. Pippa, y ahora Oliver, están enojados conmigo.
Lexi. Charlie. Julio. Mis pobres padres. Todo. Todo girando y girando,
una nube de problemas que aparentemente no tenía fin.
Al diablo. Creo que bien podría levantarme y comenzar el día
ridículamente temprano. Mejor eso que estar aquí al borde de un ataque
de pánico, de todos modos. Una ducha caliente me despierta un poco y
me ayuda a aclarar un poco la cabeza, pero todavía estoy tratando de
desenredarme del lío en el que me encuentro, cuando vuelvo a la
habitación en la que dormí... y veo una silueta oscura sentada al final de
la cama. Reprimo el grito de sorpresa que amenazo con arrancar de mis
cuerdas vocales, mi cuerpo se desploma contra la puerta.
—¡Zeth! ¿Qué demonios estás haciendo?
Tiene una forma imponente incluso en la oscuridad: músculos
contraídos, brazos impresionantes. Las líneas de su cuerpo son apenas
visibles, pero son notables. Se inclina hacia adelante, apoyando los codos
sobre sus muslos.
—Esperando por ti —dice, su voz retumbando en ese hermoso
tenor suyo.
Todavía estoy envuelta en una toalla por la ducha, el agua gotea
sobre mis hombros. Estoy temblando, desesperada por secarme y
ponerme algo de ropa, pero tengo la sensación de que Zeth tiene otras
ideas.
—¿Hablas en serio? No hay forma de que puedas hablar en serio.
—Completamente —me informa. Mis ojos se acostumbran a la
oscuridad y puedo distinguir su forma, ver el tenue resplandor de la luz
de la luna sobre su piel desnuda. Está completamente desnudo. Tampoco
veo vendajes en ningún lado, por lo que estoy a punto de recriminarle,
pero me habla en un tono de voz que me reta a intentarlo—. Suelta la
toalla, Sloane.
Tal vez hace una semana habría discutido. Tal vez menos. Pero
después de nuestras conversaciones de ayer, he terminado de tratar de
resistirlo. Al menos por ahora. Dejo caer la toalla.
Inhala bruscamente por la nariz.
—Date la vuelta —gruñe. Obedezco, conteniendo la respiración.
Sonidos susurrantes me alcanzan; Parece que está de pie. El médico en
mí objeta: realmente hará más daño que bien si sigue este camino, pero
sé que no tiene sentido discutir con él. Y después del accidente y de que
lo apuñalaran y de verlo luchar para superar la fiebre, necesito esto. Lo
necesito mucho.
—Pon tus manos contra la pared, Sloane. —Se encuentra de pie
justo detrás de mí. La sensación de su cálido aliento contra mi piel fría
me hace revivir. Salto cuando un calor abrasador toca mi hombro y luego
me sube por el cuello, su lengua, lamiendo las gotas de agua de mi piel—
. Necesito algo de ti, chica enojada —susurra.
—¿Oh, sí? —Se me corta la respiración en la garganta. La profunda
93
resonancia de su voz mientras susurra la orden envía una oleada de
anticipación que me atraviesa, a pesar de que tengo la sensación de que
está a punto de pedirme algo que podría ser incómodo.
—No puedo hacer lo que me gustaría en este momento. No puedo
atarte y follarte hasta que explotes, así que tengo un pequeño juego en
mente. ¿Quieres jugar?
Ahora ya no anda con rodeos. No, no lo haré digo en mi cabeza.
Incluso antes de que Zeth me acusara de que somos iguales, de que esto
me gusta tanto como a él, sabía que era verdad. Simplemente no estaba
lista para aceptarlo por completo. Pero ahora... ahora a la mierda. No
tengo idea de lo dócil que quiere hacerme, pero estoy de acuerdo. No hay
otra forma de avanzar.
—Sí. Sí, quiero jugar.
Traza con el dedo mi columna vertebral, enviando una oleada de
nervios a través de mí.
—Bien. Lo descubrirás a medida que avancemos. Cierra los ojos,
Sloane.
Uh. Así que no me ayudará a resolver esto. ¿Y quiere que cierre los
ojos? El cuarto ya está oscuro, y quiere que lo haga aún más oscuro. Sin
embargo, supongo que así es entre nosotros. Nos conocimos en la
oscuridad, algo que Zeth arregló a propósito. Agrega un elemento
electrizante al sexo. Y conozco a Zeth lo suficientemente bien como para
saber que no apagó la luz de esa habitación de hotel porque estaba
avergonzado o porque no quería que le viera la cara. Lo hizo porque te
roba un mecanismo de defensa.
De niños, la mayoría de nosotros tenemos un miedo innato a la
oscuridad. Es una entidad desconocida y puede ocultar innumerables
sustos y sobresaltos. El cuco; los monstruos debajo de la cama; Los
fantasmas escondidos en el armario. Se necesita fuerza para superar esos
miedos a medida que envejecemos. Fuerza para analizar nuestro temor y
aprender a aceptarlo. Para aprender de eso. Para abrazarlo. A su manera
deformada, creo que Zeth nos esconde en la oscuridad porque quiere
hacerme valiente. Está tomando tiempo, pero lentamente me estoy
sintiendo cada vez menos presa del pánico cuando me encuentro en esta
posición.
—Ahora pon las manos detrás de tu espalda —me dice.
Mis pezones rozan la pared fría frente a mí mientras cierro las
muñecas detrás de la espalda. Jadeo en silencio, sorprendida por el frío.
¿Qué está haciendo? ¿Qué es lo que hará? Puedo sentirlo merodeando
detrás de mí. Tengo esa sensación: una expectativa vibrante e
hiperconsciente en la piel que se produce cuando alguien está a solo unos
centímetros de tener contacto contigo. Mi cuello, mi hombro, mi espalda.
Mi trasero. Me está provocando con la cercanía de su mano. Lo sé; Puedo
sentirlo. Y estoy desesperada por ello. Me doy cuenta de que me balanceo
un poco, me balanceo ligeramente sobre mis talones cuando mi cuerpo
94
responde al tirón que siente hacia el suyo.
Se me erizan los pelos de la nuca cuando siento que me roza
suavemente la oreja con los labios.
—Quédate quieta, Sloane. De lo contrario no seré feliz. ¿Quieres
hacerme feliz?
Una parte de mí se resiste a esto. La feminista en mí que piensa
que una mujer nunca debe permitirse ser subyugada por un hombre.
Pero luego está la parte de mí sobre la que Zeth Mayfair respira, y parece
que esa parte tiene la última palabra.
—Sí. Sí, quiero hacerte feliz.
Zeth hace un sonido retumbante en la base de la garganta. Hay
más movimiento detrás de mí y luego algo se eleva sobre mi cabeza.
Sobreviene medio segundo de pánico donde me pregunto qué demonios
está haciendo, y casi me arriesgo a abrir los ojos. Sin embargo, sé que
me está mirando. Los mantengo cerrados.
—Buena chica. Esa es mi buena chica —dice, repitiéndolo una y
otra vez, como si estuviera calmando a un animal salvaje. Así me siento
ahora: insegura y nerviosa. Además está la emoción. La emoción de
entrar en lo desconocido. De entregar las riendas a otra persona y confiar
en ella implícitamente. Respiro hondo cuando algo increíblemente frío
toca mi cuello: metal. Se siente como el metal. Zeth recoge mi cabello
mojado en una mano y lo levanta del camino cuando termina de colocar
algo duro y sólido alrededor de mi cuello.
Un collar. Es una especie de collar.
Siento la sangre como si estuviera hirviendo con adrenalina cuando
escucho un clic firme y definitivo detrás de mí. Sea lo que sea, ahora está
realmente abrochado alrededor de mi cuello.
—Puedes respirar, Sloane. No es apretado. —Zeth pasa una mano
por mi frente y pasa los dedos sobre mis pechos—. No hasta que quieras
que lo sea.
Inhalo, dándome cuenta de que tiene razón: estoy conteniendo la
respiración y el collar no está realmente apretado. Se ajusta
cómodamente en la base de mi cuello, lo que le da a mi tráquea mucho
espacio. Entonces Zeth me sorprende. Pasa sus manos por mi frente
nuevamente, arrastrando dedos exigentes sobre mis senos, bajando por
mi estómago, lentamente sobre los huesos de la cadera. Los desliza sobre
mis nalgas, se dirige hacia arriba y luego sube por mi columna vertebral.
Cuando alcanza mis manos, que todavía las tengo obedientemente donde
me dijo que las pusiera, sujetas detrás de mí, entrelaza los dedos con los
míos, sosteniendo una de mis manos. La acción es tan íntima y
tranquilizadora que cualquier duda persistente sobre nuestro pequeño
juego se desvanece en una nube de humo. Incluso cuando me levanta el
brazo un poco más arriba de mi espalda y siento otra prensa de metal
frío y escucho otra serie de clics: una esposa. También me esposa la otra 95
muñeca. Trato de soltar los brazos para que descansen sobre mi trasero,
pero llego a la mitad y no puedo. Mi lesión en el hombro comienza a doler,
pero no es suficiente para hacerme objetar. Mantengo las manos
levantadas hasta la mitad de mi espalda, incluso cuando Zeth me suelta,
sostenida por una tensión, conectada desde las esposas al collar. Tiene
que haber una cadena o algo, conectado entre los dos.
Zeth arrastra sus dedos por el surco de mi columna, haciendo un
sonido hambriento.
―Tu piel es jodidamente increíble ―dice―. Eres como la estatua de
una jodida diosa griega, hecha del mármol más perfecto. ―Lleva las
manos a mis caderas, y luego está guiándome firmemente hacia adelante,
presionando todo mi cuerpo contra la pared. Tengo que girar la cabeza,
apoyando la mejilla contra el enyesado, lo cual acerca mi oreja a la boca
de Zeth. Se mueve hacia adelante, aplastándose contra mí para que mis
manos atrapadas en mi espalda estén llenas de músculos y piel ardiente,
su temperatura aún no es la correcta, pero creo que su elevado calor tiene
más que ver con la enorme erección que está clavando en mis nalgas que
con cualquier otra cosa. Desliza una pierna entre las mías y las abre un
poco más para tener un mejor acceso a lo que hay entre ellas.
Ya estoy lo suficientemente mojada para que él pueda empujarse
dentro de mí en este momento y no me quejaría. Sin embargo, no lo hace.
En cambio, desliza una mano entre mis muslos, gimiendo un poco
cuando siente lo lista que estoy.
―Estás matándome, chica enojada ―gruñe en mi oído―. Quiero
follarte tan fuerte. Quiero sentir que te corres en toda mi polla. ―Desliza
los dedos hacia adelante, pasando por alto deliberadamente mi clítoris,
solo desviándose lo suficientemente cerca para hacer que mi cuerpo vibre
por la expectativa. Se detiene demasiado pronto, pero luego reemplaza su
mano con su polla, frotando de un lado para el otro entre mis piernas.
Estoy desesperada, desesperada por empujar hacia atrás y dejar
que se meta en mi coño, pero sé que lo desaprobará. Además está su
herida en el estómago; Es sorprendente que incluso pueda hacer esto
ahora mismo.
No debería estar tolerándolo. No debería estar...
Mi mente se queda completamente en blanco cuando Zeth se
balancea hacia atrás y luego empuja hacia adelante otra vez, finalmente
provocando mi clítoris con los dedos con tal precisión que casi salto
medio metro en el aire ante la momentánea e intensa explosión de
sensaciones que atraviesa mi cuerpo.
Un agudo pinchazo de dolor traspasa el placer y sigo la fuente hasta
mi dolorido hombro, Zeth me está mordiendo allí, sin contenerse. El dolor
es vertiginoso, pero también es despertar. Puedo sentir cada centímetro
cuadrado de él, sentir la energía vibrando entre nuestros cuerpos. Me
pasa una mano por la cintura y de repente me doy cuenta de que soy
muy vulnerable. Él es mucho más grande que yo; me levanta con un
brazo y ligeramente me carga de regreso a la cama en la que dormí. Las 96
sábanas se encuentran al final de la cama, todavía exactamente donde
las pateé antes de meterme en la ducha. Zeth me deja en el suelo y
arranca las sábanas del colchón, tirándolas al suelo.
Entonces se sienta en el borde de la cama, frente a mí. Con la luz
tenue de la luna, plateada, brillando a través del tragaluz sobre nosotros,
casi puedo ver la sonrisa tortuosa en su rostro.
―¿A dónde crees que vamos desde aquí? ―pregunta.
―No sé. Tengo una muy buena idea.
―¿Por qué no me muestras tu muy buena idea, Sloane?
Tanto como cuando me dijo que seleccione algo de su bolsa en la
casa de Julio, estoy segura de que este es un experimento para él. Por
supuesto, este es el juego. Quiere ver si ya lo he descubierto. Quiere saber
si puedo intentar adivinar sus pequeñas fantasías oscuras. No lo sé con
certeza, pero probablemente puedo hacer una conjetura. Con las manos
atadas a la espalda, me encuentro un poco limitada, pero todavía me
quedan algunas opciones abiertas.
Zeth me sigue con los ojos, brillando intensamente en la oscuridad
mientras caigo de rodillas. No me dice si tengo razón o no. Simplemente
extiende el brazo y me acaricia el cabello con cuidado. Su pene está rígido,
la punta rozando su vientre mientras se sienta allí, respirando
suavemente. Me acerco a él arrastrando los pies, y cuidadosamente lamo
desde la base de su erección hasta arriba, temblando un poco cuando
deja de acariciar mi cabello y lo agarra en un puño. El que me tiren del
cabello no es algo que pensé que me gustara, pero esto no es solo tirar
del cabello. Este es Zeth exigiendo más de mí. Este es él reafirmándose
sobre mí, estableciendo las reglas básicas. Soy suya, y debo
comportarme. Si no lo hago, habrá consecuencias. A pesar de la parte en
mí que acaba de decir que ninguna mujer debería permitir nunca que un
hombre tenga completo poder sobre ella, la autoridad de Zeth sobre mí
no parece que esté conquistándome. No está dominándome. Se siente
como si estuviera arrojando un ultimátum, esto es lo que soy y lo que
necesito de ti para que lo nuestro funcione, puedo aceptar o abandonar, y
mi decisión es cien por ciento mi elección. Eso no significa que tenga un
poder violento sobre mí. Tampoco el que acepte su ultimátum significa
que ha ganado algo, o si lo hace, entonces simplemente significa que ha
ganado mi confianza.
Lo miro, y nuestros ojos se traban. Está esperándome, y la presión
(una presión que me habría aterrorizado antes de conocerlo) solo hace
que quiera hacerlo esperar un poco más. Sin embargo, no lo hago. Lo
llevo a mi boca, moviéndome lentamente. No cierro los ojos; los mantengo
fijos en él mientras me deslizo de arriba abajo, pasando mi lengua sobre
su polla, chupando suavemente. Zeth aprieta la mano en mi cabello,
tirando un poco más fuerte. Inclina ligeramente las caderas hacia arriba,
aunque puedo decir que el movimiento hiere su estómago. Aprieto,
llevándolo más profundo, y mi garganta se contrae cuando la punta toca
la parte posterior. No es una sensación agradable, pero la reacción de
Zeth la hace placentera.
97
―Joder. Dios, Sloane. Tu boca... ―Tu boca es jodidamente perfecta.
Esas son las palabras que me dijo en el hotel cuando nos conocimos.
Palabras que me excitaron incluso antes de conocer al hombre que me
las había dicho. Palabras que se me han quedado grabadas desde
entonces. Acelero, encendida por la tensión que puedo sentir
acumulándose en los músculos de sus piernas, las cuales están
presionadas contra mis costados.
Me encanta hacer esto. Me encanta sentir su polla endureciéndose
más en mi boca. Pippa me dijo una vez que hacerle una mamada a un
chico es algo que solo hace si siente que tiene que hacerlo, pero santa
mierda si no me encanta hacerle una mamada a Zeth. Su simple sabor
es suficiente para volverme loca.
Le han comenzado a temblar las piernas cuando decido que quiero
más. Empujo hacia arriba, y Zeth suelta mi cabello inmediatamente,
levantando las manos. Su pecho está subiendo y bajando mucho más
rápido ahora, aunque parece que está tratando de ocultarlo. Me pongo
de pie e inclina la cabeza hacia un lado.
―¿Ahora qué, chica enojada? ¿Qué crees que quiero?
Camino hacia él entre sus piernas, de modo que mi cuerpo está
casi al ras con el suyo, mis pechos a la misma altura que su rostro. Me
subo cuidadosamente para arrodillarme sobre él, mis rodillas a cada lado
de sus caderas.
―Creo que quieres subir en la cama. Creo que quieres descansar
tu espalda contra la cabecera ―le digo.
Sueno tan segura de mí misma. No reconozco la voz que estoy
usando para decirle esencialmente qué hacer, pero me gusta. No hay
duda en esa voz. No hay lugar para discusión. Zeth se chupa el labio
inferior mientras piensa, probablemente considerando si realmente
quiere hacer lo que le estoy ordenando, y luego entrecierra los ojos,
moviéndose cuidadosamente de nuevo arriba en la cama para acomodar
su espalda exactamente como le dije, descansando contra la cabecera.
―¿Y ahora?
No contesto esta vez. Solo lo sigo arriba de la cama, avanzando
sobre mis rodillas para estar a horcajadas sobre él nuevamente. Quisiera
usar mis manos. Sobre todo quisiera poder tocarlo. Clavar mis uñas en
su pecho. Causarle algún tipo de dolor. En cambio, me presiono en su
regazo, gimiendo un poco mientras froto mi coño contra su polla. Lleva
las manos hacia mis caderas, haciéndome bajar un poco más fuerte, y
arqueo la espalda, empujando mis pechos hacia su cara.
Sé lo que él haría ahora, aunque no estoy segura de querer que lo
haga. Sin embargo, mi vacilación no es parte de este juego. La desestimo,
diciéndole lo que sospecho que querría después.
―Quieres morderme, Zeth.
Me mira con una sonrisa muy pequeña, imperceptible. 98
―Sí, quiero morderte ―acuerda. Retira las manos de mis caderas, y
luego aprieta mis senos, mordiendo mi pezón izquierdo. No simplemente
me roza; muerde tan fuerte que lloro de dolor.
―Déjalo entrar ―dice―. Tu miedo al dolor te restringe. Si lo dejas
simplemente ser, te libera, Sloane. ―Me muerde de nuevo, y esta vez
presiono en él, haciendo lo que dice. La punzada aguda que me provoca
atraviesa mi cuerpo, incendiando mis terminaciones nerviosas.
Milagrosamente, su consejo parece funcionar. Ahora, en lugar de
sorprenderme, la fuerza de la sensación me hace arder el cuerpo.
―Mierda, Zeth. ¡Oh, joder!
Zeth gime su aprobación.
―¿Qué quiero ahora? ―jadea.
—Quieres... —Me cuesta un poco más decir esto—. Quieres
apretarme el cuello —jadeo. Recuerdo la última vez que me cortó la
tráquea, y recuerdo cómo me hizo sentir: en pánico. Aterrorizada incluso,
pero también extraordinariamente encendida al mismo tiempo. El solo
pensarlo me marea. Me duele el coño, lo quiero tanto dentro de mí, pero
sé que todavía no me va a follar. Me hará esperar. Todavía estoy
balanceando mis caderas contra él, su polla palpitante e hinchada entre
nosotros, y nuestros cuerpos comienzan a sudar. Zeth hace un gruñido
en el fondo de su garganta. Se inclina hacia adelante y me muerde la
mandíbula, rozando sus dientes allí, mordisqueándome.
—No engañas a nadie, Sloane. Sé que tú también lo quieres.
No lo niego. No puedo. Tan pronto comienza a apretar el cierre del
collar, un violento escalofrío recorre todo mi cuerpo. Mi expresión se
contrae; siento como si una presión se acumulara en mi cabeza mientras
me esfuerzo para respirar. Todavía hay suficiente espacio para hacerlo,
pero solo muy poco.
Zeth gruñe, y luego se inclina y me lame la piel del pecho.
—Tu sudor es adictivo. Es como una droga. Quiero lamerlo todo de
tu cuerpo. —Con las manos en mis caderas nuevamente, se empuja hacia
adelante, presionando su erección contra mi clítoris—. ¿Eso se siente
bien, chica enojada? ¿Qué más quiero, que tú también quieras?
Este es un ligero cambio en el juego. Ahora quiere que admita que
disfruto las cosas que me hace. Con la cabeza mareada debido al reducido
oxígeno que está recibiendo, siento que de repente estoy increíblemente
liviana. Como si estuviera flotando. Todavía siento que me sonrojo un
poco cuando me encuentro admitiendo algo que pensé que nunca
admitiría. Zeth me hizo algo en la villa de Julio y me gustó mucho. Parece
demasiado sucio como para admitirlo, pero de alguna manera lo logra.
—Tú… quieres jugar con mi trasero.
Zeth se aferra a mí con tanta fuerza que estoy segura de que sus
dedos me dejarán magullada. Inhala en una rápida extracción de oxígeno
que me dice que lo he sorprendido. 99
—Oh, Sloane... —dice, sentándose un poco hacia adelante—.
¿Quieres que te toque?
Asiento, y el collar se tensa un poco más. Mierda. Joder, realmente
lo quiero. Siento que voy a explotar si no me penetra pronto.
—Sí —jadeo—. Sí, quiero que me toques. Quiero que me toques allí.
Con lo que casi podría confundirse con una risa divertida, Zeth
desliza ambas manos entre nuestros cuerpos. A su izquierda, toma su
polla y comienza a deslizar su mano hacia arriba abajo muy lentamente,
apretando con fuerza. Extiende la otra mano debajo de mí, acariciando
ligeramente mi coño con los dedos. Sin embargo, no se queda mucho
tiempo allí. Se acerca aún más, y luego me frota suavemente en un lugar
que nunca pensé que pediría específicamente que le prestara atención.
Se siente... se siente increíble. Me encuentro moviéndome de nuevo,
inclinando la pelvis para que Zeth tenga mejor acceso, pero también para
poder empujarme contra él. Quiero más. Quiero que él vaya más lejos.
No parece que esté siendo demasiado sutil al respecto, porque Zeth
aumenta cuidadosamente la presión, hasta que el dedo que está usando
se encuentra parcialmente dentro de mí. Es una sensación impactante,
pero después de la picadura inicial, el dolor desaparece, envía una oleada
de calor ardiente alrededor de mi cuerpo.
—Oh, oh, maldita sea... —No puedo hablar. No puedo pronunciar
palabras. Zeth sisea, como si mi reacción fuera más de lo que esperaba.
Y a él le gusta. Lentamente comienza a presionar la punta de su polla
contra mi coño otra vez, pero esta vez se mueve más allá de mi clítoris y
se inclina hacia atrás para que casi se deslice dentro de mí. De ida y
vuelta, repite esto, hace todo mientras me mete el dedo un poco más en
el culo. Es todo... no puedo... parece que mi cerebro no puede hacer frente
a la multitud de sensaciones. Mi cabeza comienza a girar tanto que creo
que podría desmayarme.
—¿Qué quiero ahora, Sloane? —pregunta, su voz tan baja y ronca
y llena de necesidad que tengo ganas de gritar. Esto lo excita tanto como
a mí; puedo leerlo en cada una de sus líneas. En el feroz destello en sus
ojos, mientras me mira intensamente, cayendo a pedazos en sus manos.
—Quieres estar dentro de mí —le digo—. Quieres estar dentro de
mí con muchas ganas. Vas a venirte por todo mi coño si no me penetras
en este momento.
—Hijo de puta —sisea Zeth—. No lo quería hasta que lo dijiste. —
Se guía de regreso, de modo que me está penetrando con la punta de su
polla otra vez—. ¿Estás lista, Sloane? ¿Me necesitas?
—¡Sí! ¡Dios, sí!
No se detiene después de eso. Inmediatamente comienza a
penetrarme, pero me levanto de él, deteniéndolo en seco.
—No. —Meneo la cabeza—. Allí no, Zeth. No quieres estar allí.
Quieres estar donde está tu dedo. 100
Incluso en la oscuridad, puedo ver el fuego intensificarse en sus
ojos. De repente, todo su cuerpo vibra debajo de mí, pero aun así dice:
—¿Estás segura de que eso es lo que quiero? —Sin embargo, no
quiere decirlo. Me pregunta si es lo que yo quiero. Nunca ha hecho eso
antes. Jamás.
—Sí, Zeth. Es lo que quieres. Es lo que realmente quieres.
No necesita que se lo diga dos veces. Inserta sus manos debajo de
mis muslos y me levanta, deslizándose hacia adelante para acostarse un
poco más sobre el colchón y lentamente, se empuja con cuidado hacia
arriba. Siento un dolor como ningún otro, pero luego está pasando los
dedos sobre mi clítoris, burlándose de mí, obligando al placer a volver a
mi cuerpo. La guerra entre las sensaciones parece librarse durante no
más de treinta segundos antes de que el dolor y el placer parezcan
combinarse. Empiezo a empujarme contra él. Apenas puedo respirar; mi
cuerpo se siente como el extremo de un cable con corriente, listo para
chispear y estallar en llamas tan pronto como me toquen.
Zeth se desliza un poco más plano sobre su espalda, cruzando las
piernas. Las manos fuertes presionan la parte plana de mi estómago, y él
me guía hacia atrás para que me apoye contra sus muslos. Mis manos
esposadas están en el lugar perfecto para acariciar esos muslos; tensos
y poderosos, se sienten increíbles al tacto. En esta posición, Zeth tiene
un mejor dominio para penetrarme, pero no lo hace. Se queda
completamente quieto, mirándome, dejándome moverme tan rápido como
quiera, lo que significa que yo tengo el control total. Incluso saber eso me
vuelve más valiente; utilizo mis isquiotibiales para levantarme, y luego
encuentro un ritmo, moviéndome de arriba abajo. Me duele, pero es el
dolor más intenso que he experimentado en mi vida.
Zeth retumba profundamente en su pecho, me clava los dedos en
la piel en todas partes: mis senos, mis caderas, mi espalda, mis muslos.
Parece que no sabe dónde quiere tocarme más. Parece que quiere
empujarme en todas las direcciones y aplastarme con él al mismo tiempo.
Realmente empiezo a perderlo cuando me pellizca el clítoris. Me golpeo
contra él, jadeando, y se produce como una reacción en cadena de
sensaciones, un estallido de placer en rápido aumento, que emana de lo
más profundo de mí misma.
—Oh, mierda. Mierda, Zeth. Voy a... no puedo...
—Móntame, chica enojada. Haz lo peor que puedas —gruñe, y
luego me corro. No puedo evitarlo. Este orgasmo es diferente a cualquier
otro que me haya dado antes. Es tan intenso que literalmente me lloran
los ojos. No parece que me estuviera venciendo, sino más bien como si
estuviera rompiéndome. Destrozándome. Puedo sentir la humedad de mi
venida sobre los dedos de Zeth, sobre su pelvis, y no me da vergüenza.
Me encuentro tan, tan excitada, que apenas puedo ver bien.
—Oh, mierda, Sloane, estás tan jodidamente apretada. Voy a
penetrarte. —Los músculos de Zeth se tensan tanto que se siente como
si estuviera encerrado en un torno. Ruge, su cuerpo se cierra con fuerza 101
debajo de mí, su espalda doblada hacia arriba. Es como si hubiera
perdido el control total sobre sí mismo; se balancea hacia arriba y hacia
adelante, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuerpo, presionando la
frente contra mi hombro.
Mi corazón todavía retumba en mi pecho. Zeth permanece allí,
jadeando, y tengo una necesidad insoportable de extenderme y rodearlo
con los brazos. Para abrazarlo. Sin embargo, no puedo; mis muñecas
todavía están esposadas a mi espalda. Mi neblina post-orgásmica
tampoco dura mucho. De repente se vuelve muy, muy doloroso tener a
Zeth posicionado donde todavía se encuentra. Aún duro y palpitante.
Me retuerzo, y Zeth instantáneamente me levanta de él. Sin decir
una palabra, me suelta y me quita el collar del cuello. Me derrumbo en
un montón de nada en la cama, haciendo una mueca por el dolor extraño
y moderadamente desagradable con el que ahora tengo que lidiar.
Zeth solo me mira, sus ojos un poco distantes.
—¿Valió la pena? —pregunta.
Siento que la risa se acumula en mi pecho, pero la sofoco
rápidamente; la risa parece una muy mala idea en este momento. Dios
sabe en qué lío me encuentro, y estoy segura de que no quiero
empeorarlo.
—Valió la pena —le digo.
Me levanto con cuidado, tenso mis músculos contra la
incomodidad única en la que me encuentro ahora, y me giro para mirarlo.
No puedo ver sangre saliendo de su herida, pero eso no significa que no
tenga mucho dolor después de eso.
—¿Qué hay de ti? —le pregunto—. ¿Valió la pena?
Una leve sonrisa se extiende por su rostro. Dudo que sea algo
consciente: probablemente no tenga idea de lo impresionantemente
hermoso que es cuando sonríe así. Puede parecer una forma extraña de
pensar en él, pero es cierto. Es hermoso de la manera salvaje en que lo
son la mayoría de las creaciones verdaderamente peligrosas de la Madre
Naturaleza.
—Sí —me dice—. Valió mucho más.
Eso también me hace sonreír, pero logro esconder la mía mientras
recojo la toalla que abandoné en el suelo hace una hora atrás. Es
extremadamente gratificante saber que él disfruta estar conmigo tanto
como yo disfruto estar con él. Nunca pensé que sería tan importante para
mí, pero lo es. Zeth no me pregunta a dónde voy cuando me dirijo a la
puerta. Basta decir que siento la necesidad de otra ducha. Me encuentro
a medio camino de la puerta cuando dice:
—Oye, ¿chica enojada?
—¿Sí? —Oh chico. Incluso estoy respondiendo al sobrenombre
ahora. Zeth me muestra una de sus sonrisas patentadas de soy un
imbécil.
102
—Para que lo sepas —dice—. Eres muy buena en ese juego.
12
Sloane
Traducido por Yiany & RRZOE

Primer día de regreso.


6:14 a.m.
Absolutamente perfecto.
Como mi automóvil fue remolcado al depósito de autos después del
accidente, Zeth ofreció a Michael como voluntario para llevarme a
trabajar. El pobre tipo conducía como un loco, pero aún así... incluso el
tráfico de la madrugada que se dirige a Seattle es una mierda, y ahora
llego tarde.
La Sloane de antes de Zeth estaría perdiendo la calma en este
momento, pero cuando entro por las puertas de St. Peter, la yo que toma
riesgos y hace cosas que podrían llevar a una persona a la cárcel, no se
103
molesta tanto. Catorce minutos en la historia de mi carrera como médica.
Catorce minutos no matarán a nadie. La voz ronca de Pippa se escucha
en la parte posterior de mi cabeza, expresando su desaprobación: catorce
minutos podrían matar a alguien. Si hubo un accidente y llegaste tarde al
trabajo, y no había nadie disponible para tratarlo...
Corto la narrativa sin sentido mientras reviso mi casillero y saco
un uniforme limpio. La cinta para retirarme el cabello, el desinfectante
para manos en el bolsillo, los zapatos planos cambiados a zapatillas y
esta médica está lista para trabajar. Estoy guardando mi ropa en mi
casillero cuando noto el sobre naranja que está metido entre mi cepillo y
una lata de emergencia de Red Bull sin abrir en el estante superior.
Trabajar en el hospital es muy parecido a la escuela secundaria en
algunos aspectos: hay mucho drama y las personas se acuestan con otras
que no deberían, y cuando queremos pasarnos notas, las empujamos a
través de las rejillas de ventilación del casillero de cada uno. O más bien,
otras personas ponen notas en los casilleros de otros. No lo he hecho
antes. Recojo el sobre y lo guardo en el bolsillo de mis pantalones. Tal vez
me tome un momento para leerlo más tarde, después de tratar de
ingresar al piso de la sala de emergencias sin que se note mi tardanza.
A medida que avanzo, nadie hace ningún comentario porque el
lugar está alborotado cuando llego. Hay un charco de sangre que se
extiende rápidamente en el piso, y tres enfermeras están tratando de
atrapar a una paciente: una mujer joven, que vomita dicha sangre, que
parece estar convulsionando al mismo tiempo.
—¡Doctora Romera, si tiene un minuto! —llama el enfermero,
luchando para evitar que los brazos de la mujer se agiten tan
salvajemente. Si la mujer tiene una convulsión, el procedimiento
estándar es apoyar la cabeza y dejar las extremidades sueltas, pero esta
mujer está en una camilla. Podría romperse el brazo si golpea los rieles.
Me apresuro hacia el paciente, alcanzando mi linterna. Cuando
hago brillar la luz en los ojos de la mujer, sus iris se tensan aún más.
—¿Alguien le ha hecho análisis de sangre? —pregunto.
—¡Dudo que le quede algo! —gruñe el enfermero, es Paul, uno de
los miembros más antiguos del personal de St. Peter—. Lo hubiéramos
intentado pero no podemos sostenerla lo suficiente.
—¿Cuánto tiempo ha estado convulsionando?
Una paramédica aparece en la refriega, con la cara salpicada de
sangre. Parece que está conmocionada; una estrecha banda amarilla en
su bolsillo superior derecho podría parecer normal en el uniforme para
un miembro del público, pero a mí me dice que está a prueba.
—Cuatro minutos en la ambulancia. Se quejaba de dolores de
estómago y luego... yo no... ¡había tanta sangre!
Busco a la pareja de la chica, pero no veo a nadie. 104
—¿Dónde está tu paramédico principal?
—No lo sé, no lo sé. Corrió al baño tan pronto como ingresamos a
la paciente.
Una serie de posibilidades se están formando dentro de mi mente.
—Está bien, de cualquier manera ha estado convulsionando
durante demasiado tiempo. Inyecte diez centímetros cúbicos de
Fosfenitoína. Necesitamos trasladarla a radiología. Necesitamos ver qué
sucede en su interior. ¿Señora? ¿Señora? —No recibo respuesta. No es
que realmente esperara una. Aun así, tengo que intentarlo—. ¿Señora?
¿Ha tomado alguna medicación?
Nada.
—¿Qué tienes? —Oliver aparece de la nada, aliviando a una de las
enfermeras que intenta agarrar las piernas de la mujer. Una sensación
instantánea de alivio me inunda. Una cosa es meterte de lleno después
de estar un tiempo alejada del trabajo, pero es totalmente diferente que
alguien muera en los primeros tres minutos de tu turno.
—Vomita Sangre. Convulsiones de epilepsia. Podría ser de Wilson5
—le digo.

5
Trastorno heredado que provoca la acumulación excesiva de cobre en los órganos.
Otra enfermera regresa con la Fosfenitoína y levanta la manga de
la mujer para encontrar una vena. La conmoción recorre al equipo que
trabaja en ella mientras todos vemos las ampollas llenas de líquido que
marcan la piel de la mujer.
—Esto no es de Wilson —digo, casi para mí misma. Le levanto la
camisa del estómago y las ampollas también le cubren el vientre. Están
por todas partes. Prácticamente formándose ante mis ojos. No, esta no es
la enfermedad de Wilson. Esto es algo mucho, mucho peor—. Todos,
pónganse trajes para materiales peligrosos. Ahora mismo —espeto—. Ella
tiene envenenamiento químico.
***
Lo que pasa con el envenenamiento químico es que, desde el 11 de
septiembre, cada vez que se presenta un caso, una pequeña parte de tu
cerebro comienza a gritar instantáneamente ¡ATAQUE TERRORISTA!
¡ATAQUE TERRORISTA! en mayúsculas gigantes. Los reporteros de
noticias a menudo tienden a hacer lo mismo.
Para cuando nuestra paciente muere, hay cuatro camionetas de
noticias fuera de St. Peter. Nannette Richards tenía solo veintiséis años,
acababa de terminar una maestría en biología marina y aparentemente
se dirigía al aeropuerto para visitar a su novio en Florida cuando cayó al
suelo y comenzó a convulsionar en una estación de servicio a cinco
kilómetros del aeropuerto.
Probablemente habría menos pánico en torno a la muerte de
105
Nannette si el paramédico que la trajo y le dio respiración boca a boca no
se hubiera enfermado de inmediato y también comenzara a vomitar
sangre. Ahora parece que todo el hospital se está desmoronando. Una
orden de cierre se emitió hace treinta minutos, momento en que cuatro
enfermeras vinieron y confiscaron nuestros teléfonos celulares, para
evitar el “pánico innecesario al público” en caso de que decidiéramos
decirles a nuestros familiares o seres queridos algo que podría ser tomado
fuera de contexto.
—Mi mamá me llamó ocho veces antes. Probablemente esté
enloqueciendo en este momento. Pensará que mi cara se ha derretido
como la de ese tipo en The Rock —me informa Oliver, mientras estamos
en la periferia del piso de la sala de emergencias. Hemos estado
observando el colapso de la civilización a medida que los pacientes
intentan irse y, posteriormente, la seguridad les dice que regresen a sus
asientos hasta que los buenos médicos, mis colegas y yo, podamos
determinar si todos han sido infectados con una cepa violenta y mortal
de guerra biológica. Los guardias no usan esas palabras, por supuesto.
La expresión “es por su propia seguridad” está muy extendida, como
“gracias por su paciencia”.
Oliver se mueve, frotándose la cara con las manos.
—¿Crees que saldremos de aquí para la cena? Necesito estar en un
lugar.
—¿Cita caliente? —pregunto. Su ceño se vuelve significativamente
más profundo.
—Mi hermana está en la ciudad. Se supone que se quedará en mi
departamento, pero si no puede entrar…
Luce enojado. Todos están enojados. Los pacientes, la seguridad,
las enfermeras, los otros médicos. Yo. Estoy enojada porque algo tan
absoluto y categóricamente inaudito tenía que suceder en mi primer día
de regreso al trabajo. Como si no hubiera tenido suficiente drama en las
últimas semanas.
—Lo siento, Ol. ¿Quizás pueda reservar en un hotel para pasar la
noche?
Oliver se burla de eso.
—Claramente nunca has conocido a mi hermana. Oye. —Me da un
codazo en las costillas—. Ahí está Bochowitz.
Efectivamente, la cabeza medio calva de Bochowitz, completa con
mechones de cabello blanco y rizado, es visible a través de la sala de
emergencias. Su andar torpe y poco convencional lo está trayendo
directamente hacia nosotros. Bochowitz y yo sentimos una debilidad
mutua; él me enseñó mucho cuando solía ir a visitarlo a las entrañas del
hospital, donde se encuentra la morgue. Y a cambio solía mantenerlo
permanentemente abastecido de parches de reemplazo de nicotina. Si no
le traía los parches, al menos fumaría un paquete al día. El hombre suele
ser obscenamente feliz, pero hoy me da una sonrisa sombría cuando nos
106
alcanza.
Va directo al punto.
—No es un contagio. Había una laceración en la dermis en la parte
posterior de su cuello. Ese parece ser el punto de entrada. No hay
evidencia de ningún veneno en su sistema, pero sus síntomas antes de
la muerte indican que fue envenenada.
—¿Y qué, se ha desvanecido de su cuerpo? —pregunta Oliver.
Parece un poco incrédulo, como si hubiera estado esperando que fuera
Sarín6 o algo realmente desagradable. Algo de lo que todos podamos estar
bien preocupados. El doctor Bochowitz exhala impaciente.
—No. Estoy diciendo que aún no lo he encontrado. Es algo muy
sofisticado. Algo que llevará más de tres horas detectar, doctor Massey.
—Entonces, ¿podemos abrir el hospital otra vez?
—Podemos, pero la Jefa Allison no lo hará. No hasta que pueda
averiguar exactamente qué es esto. Aparentemente, sería malo para las
relaciones si nos vieran dando el alta a los pacientes sin determinar la
causa exacta de la muerte de Nanette. —La mayoría de los patólogos se

6
El sarín o GB es un compuesto organofosforado con la fórmula C₄ H₁ ₀ FO₂ P. Es un
líquido incoloro e inodoro usado como arma química debido a su extrema potencia como
agente nervioso. Fue clasificado como arma de destrucción masiva en la resolución 687
de la ONU.
referirían a la paciente como la señorita Richards, o algo un poco más
formal, de todos modos, pero no Bochowitz. Ella ha sido Nannette para
él desde que la llevaron a la morgue. La forma en que habla con los
pacientes fallecidos solía asustarme al igual que asusta a todos en el
hospital, pero rápidamente me di cuenta de que no lo hace porque está
loco. Lo hace como un acto de amabilidad, de modo que cuando los
cuerpos de los muertos se someten a su examen médico final y más
invasivo, no se queden solos con un extraño. Se les deja pasar por eso
con un amigo. Eso fue lo primero que me hizo amar al hombre.
—El paramédico se está recuperando —continúa Bochowitz—, por
lo que obviamente solo entró en contacto con una cantidad insignificante
de la toxina, y eso fue a través del contacto directo. Aquellos que tocaron
al paciente deben hacerse un análisis de sangre solo para estar seguros,
pero supongo que ya se habrían enfermado y muerto si fuese así.
Oliver mete las manos en los bolsillos y alza las cejas al mortuorio.
—Eres un rayo de sol, Bochowitz. Gracias por alegrarme el día. —
Se apresura por el pasillo hacia la cantina, tratando de no parecer un
hombre que le teme a las agujas y está huyendo ante la perspectiva. Que
es exactamente lo que es.
—¿Te sacaré sangre si quieres? —ofrece el doctor Bochowitz.
—Por supuesto. —Lo sigo a una sala de examen, mi cuerpo se relaja
ahora que la amenaza de muerte inminente está fuera de la mesa.
Aunque me tenso bastante rápido cuando veo la expresión de
107
preocupación en el rostro de Bochwitz. Su expresión, generalmente
serena y no afectada por mucho, se torna en un ceño contemplativo.
Cruza los brazos sobre el pecho tan pronto como me siento.
—¿Qué? ¿Qué es?
—¿Viste bien el abdomen de la chica?
—¿A qué te refieres? Vi las ampollas en su caja torácica y di la
alarma.
—Nannette tenía algo escrito de un lado. Lo encontré cuando hice
la autopsia.
Una sensación de temor que se hunde me recorre. Este algo que
encontró escrito en ella posiblemente no puede ser bueno si es tan serio
al respecto. El doctor Bochowitz recupera su teléfono celular de su
bolsillo y manipula los botones hasta que encuentra lo que está
buscando. Me tiende el dispositivo para que lo vea y de repente parece
que todo mi estómago está tratando de salirse de mi cuerpo por la boca.
Propiedad de la doctora Sloane Romera.
Las letras están dibujadas en un garabato inclinado y desordenado
sobre la piel pálida con lo que parece ser un sharpie. ¿Cómo diablos lo
pasé por alto? ¿Y por qué? ¿Por qué alguien habría hecho eso? ¿Mi
nombre? ¿En mi paciente? ¿En mi hospital? Oh Dios mío.
—Es relativamente fresco —me dice Bochowitz—. Por lo general, el
sudor o el desprendimiento natural de la dermis significa que cosas como
esta se desvanecen con bastante rapidez, pero la tinta en Nannette sigue
siendo prominente, lo que significa que sucedió muy recientemente.
—Estaba allí... —Tragué, sintiendo que la bilis se elevaba en el
fondo de mi garganta—. ¿Hubo algo más?
Bochowitz hace una mueca; se rasca un mechón de cabello a un
lado de la cabeza.
—¿Aparte de la etiqueta notablemente personal que marca a la
víctima como de tu propiedad personal? No. No, hasta ahora no he
encontrado ninguna otra pista de por qué Nannette fue blanco de este
ataque. O cualquier cosa para confirmar que realmente fue un ataque.
Acabo de ver la tinta y pensé que sería mejor decírtelo primero, antes de
mostrárselo a alguien más.
Cierro los ojos, tratando de entender esto. Una mujer. Una mujer
cualquiera de la calle, muere. Me duele la cabeza al considerar la vida de
esta mujer. Su prometido en Florida que todavía no sabe que está muerta;
los hijos que pudieron haber tenido juntos; la carrera por la que Nannette
trabajó tanto; si tiene padres que se sentirán afligidos por su muerte.
Cada nuevo pensamiento me golpea como una sucesión de bombas
explotando dentro de mi cabeza. Lo sé con una seguridad repugnante: su
muerte está vinculada a mi relación con Zeth. Tiene que estarlo. Nunca
tuve ningún cuerpo dirigido a mí antes de comenzar a pasar tiempo con 108
él, eso es seguro. Llevo la mayor cantidad de aire posible a mis pulmones.
—¿Ya se lo has dado a la policía? —pregunto.
—Nuestros sistemas están vinculados. Tendré que bajar y
presentar mis hallazgos ahora. Hay mucha gente esperando esta
información, Sloane. Dudo que pase mucho tiempo antes de que vengan
a buscarte.
Asiento, con los ojos aún cerrados.
—Querrán hacerte preguntas, ¿comprendes?
—Lo sé. —Tomo otra respiración profunda. Abro los ojos. La
expresión de Bochowitz ahora se ha suavizado por la preocupación.
Extiende la mano y la coloca sobre mi hombro.
—Es sorprendente lo que se puede ver desde mi punto de vista en
el sótano —dice suavemente—. Puede que esté fuera de la vista, Sloane,
pero tiendo a ver muchas cosas. Y también tiendo a escuchar muchas
cosas. Has estado ausente, pero también has estado preocupada. No
tengo idea de qué complicaciones pueden estar afectando tu vida, querida
niña, pero hay más complicaciones en el horizonte. Espero... —Suspira,
sonando levemente arrepentido. Como si todo ya estuviera perdido—.
Espero que estés lista. Y espero que estés a salvo.
Pobre Bochowitz. Quiero decirle que lo estoy, que todo está bien,
pero honestamente, en este punto, lo menos que siento es que me
encuentre a salvo.
13
Zeth
Traducido por astrea75 & IsCris

—Creo que ya no quiero ver a la doctora Newan.


Lacey está sentada en el sofá, jugando con un hilo entre sus dedos
al cat’s cadle7. Ha insistido en tener la televisión encendida toda la
mañana, a pesar de que no la está viendo, mientras yo he estado
paseando por la bodega, intentando y fallando en evitar que me sienta
como un animal cada vez más estresado atrapado en una jaula de
mierda. Una jaula que es, sin duda, mi propia casa muy cómoda, pero
aún así. Quiero salir.
—¿Pensé que te gustaba Newan? —Me rasco la barba incipiente en
mi mandíbula, estirando cuidadosamente mi cuerpo. Me duele, no solo
mi jodido estómago donde me apuñalaron, sino también en cualquier otro
lugar. Lloriquear en la cama suena muy atractivo en este momento, pero
109
conozco mi cuerpo y sé lo que necesita: necesita ser desafiado para sanar.
He permanecido quieto por mucho tiempo. Estoy acostumbrado a hacer
ejercicio todos los días. Para llevar mi cuerpo al límite. Ser destruido por
la fiebre y estar acostado durante cuatro días me ha jodido de verdad.
Lacey me muestra el cat’s cadle, el hilo manipulado alrededor de
sus dedos y pulgares, y me mira expectante. Frunzo las cejas, mirando a
la cosa.
—¿En serio?
—En serio —responde. Tiene esa mirada en su rostro; la terca que
me indica que puedo aceptar su demanda, o lidiar con las consecuencias.
Y no puedo estar jodidamente lidiando con una Lacey que ha sido llevada
al límite esta mañana. Resoplo, pellizcando los hilos tensos y doblándolos
alrededor y debajo, empujando hacia arriba para que el hilo se transfiera
a mis manos en un nuevo patrón.
Una sorpresa infantil se apodera de sus rasgos.
—¿Cómo sabes cómo hacerlo? —pregunta, riendo.

7
Cat's Cradle es uno de los juegos más antiguos de la historia humana registrada e
implica la creación de varias figuras de cuerda, ya sea individualmente o pasando un
bucle de cuerda de un lado a otro entre dos o más jugadores.
Considero decirle que se ocupe de sus propios asuntos, pero luego
me imagino cuál es el punto.
—A mi madre le gustaba hacerlo conmigo —le digo. Su sonrisa se
desvanece.
—¿Te acuerdas de ella?
—La recuerdo —confirmo—. De forma imperfecta. Recuerdo
pequeños trazos de ella. Como este. —Le ofrezco el cat´s cadle para que
tome su turno en la manipulación del patrón—. Pero esos fragmentos no
forman a una persona completa.
Lacey toma su turno. Se queda mirando el juego, ahora enrollado
y retorcido alrededor de sus dedos una vez más, y se ve... increíblemente
triste.
—¿Era hermosa? —pregunta—. Tu mamá. ¿Era realmente
hermosa?
Me aclaro la garganta, conteniendo el deseo de callarme y evitar la
pregunta por completo.
—Sí. Sí, lo era.
—¿Tú…? —duda, como si no estuviera segura de si debería
continuar con su línea de pensamiento—. ¿Tienes alguna foto de ella? Me
gustaría verla.
Su interés es comprensible dado que nunca he mencionado a mi 110
madre antes y de repente estoy hablando de ella. Probablemente Lacey
también esté intrigada por la astuta observación que Newan hizo sobre
ella cuando dijo Y luego, por supuesto, está la historia con tu madre. Una
historia de la que no tengo intención de hablar abiertamente. Le
mostraría una foto a Lace, pero solo tengo una foto de la mujer que a
veces me visita cuando duermo. La he mantenido en secreto durante
años, y aunque no la he mirado, el saber que se encuentra dentro de este
almacén es una tortura jodidamente suficiente. No he podido mirar su
rostro sin experimentar una rabia oscura que me consume durante días,
así que pienso en mí mismo en lugar de en la curiosidad de Lacey.
—No. Desearía tenerla.
Lacey solo asiente. Cierra las manos en puños, aflojando los hilos
y señalando que mis deberes han terminado. Vuelvo a pasearme.
Necesito concentrarme en el juego. Hay tanto que tengo que hacer,
y estar herido no es parte del plan. Necesito averiguar dónde está Charlie
ahora. He estado furioso desde que me enteré que me tendió una trampa
y me envió a Chino, y quiero que pague. Y para mantener a Sloane a
salvo, pensé que la mejor manera de hacerle pagar era matando al hijo
de puta. Entonces no hay posibilidad de que pueda volver a ponerla en
peligro, pero aunque esa solución atrae mi lado más pragmático, el lado
vicioso de mí quiere que Charlie sufra.
Chino no fue un paseo por el parque para mí. Tampoco fue bueno
que Charlie asesinara a uno de mis amigos más cercanos, el mismo
asesinato que me llevó a prisión. Las mentiras, el engaño, la vigilancia, la
colosal sensación de traición completa. Ninguna de estas ofensas se
resolverá con la rápida y sangrienta desaparición de Charlie. No, se
merece algo un poco más... apropiado.
Se merece descubrir cómo es Chino de primera mano. Se merece
perder todo lo que aprecia. Ya ha perdido a la Duquesa, y con toda
honestidad, solo sé una cosa más de la que Charlie realmente se
preocupa en esta vida: su dinero.
Es una lástima que Rick esté muerto. Hubiera sido genial saber
más sobre lo que estaban haciendo esos moteros, recabando información
de Rick sobre los negocios de Charlie y sus ubicaciones. Hay otra forma
de averiguarlo, supongo. Podría preguntarle a los Wreckers. Podrían
decirme, considerando cuánto claramente parece no gustarles Charlie,
pero de nuevo podrían enterrarme en la arena hasta el cuello, verter miel
sobre mi cabeza y dejar que las jodidas hormigas rojas me coman vivo.
Los Wreckers generalmente no trafican con drogas o armas, el método
preferido de Charlie para pagar sus cuentas. Ellos compran bienes
robados para vender y son ladrones. Robarán y venderán todo lo que no
esté clavado, y si no lo robaron, quien lo haya hecho puede llevárselo a
ellos, sabiendo que la pandilla no tendrá reparos en vender artículos en
una de sus sórdidas tiendas de empeño. Por una tarifa razonable, por
supuesto. Su base está en Aurora Lane, al norte de la ciudad.
Si solo pudiera hacer que... 111
—¿Zee?
…me digan directamente lo que quieren con la operación de
Charlie, entonces tal vez yo...
—¡Zeth!
Dejo de pasear, levantando la cabeza. Lacey sostiene el control
remoto del televisor y lo apunta a la pantalla.
—¿Estás escuchando esto? —pregunta. Todavía está congelada, un
tazón de Lucky Charms vacío se balancea sobre sus rodillas.
…Dicen que no hay riesgo de contagio que afecte a ninguno de los
pacientes del hospital en esta etapa, aunque no menos de tres enfermeras
dentro de St. Peter han confirmado un detalle preocupante. Uno de los
paramédicos que respondió a la solicitud de emergencia del 911 para
atención médica urgente en la estación de servicio en Burien, donde la
mujer desconocida cayó misteriosamente enferma, también muestra los
mismos síntomas. Los médicos no tienen idea de qué causó la muerte de
la mujer, o si el personal y otros pacientes en el interior ahora corren algún
tipo de riesgo, pero la administración del hospital ha cerrado el edificio,
negándose a dejar entrar o salir a nadie. Nuestras fuentes afirman que...
Mi corazón parece un martillo neumático en mi pecho.
—¿Qué demonios? —Mi voz es firme, pero con cada segundo que
pasa el periodista pregunta o responde más preguntas, puedo sentir una
sensación muy desagradable y enferma que se me forma en la boca del
estómago—. ¿Es de St. Peter?
—Sí —responde Lacey—. Hay tantos patrulleros allí. Piensan que
esto es algún tipo de ataque. Y Sloane está allí, ¿verdad?
—Sí. Sí, jodidamente lo está —Lacey tiene razón sobre los
patrulleros; Hay cuatro patrullas estacionadas afuera del hospital,
visibles sobre el hombro de la periodista. Pero no son los patrulleros los
que me ponen nervioso. Es el Aston Martin One-77 estacionado junto a
la entrada de emergencia.
Charlie Jodido Holsan.
Este es otro mensaje. Excepto que no está escrito en papel. Lo
conozco. Lo conozco demasiado jodidamente bien. Este mensaje está
escrito en sangre.
Es perfecto, de verdad. La manera perfecta de llamar mi atención.
Los padres de Sloane ya no están cerca para que él los amenace, por lo
que ha subido la apuesta, sabiendo que no podré resistirme. Algo feo y
muy desagradable me pone los nervios de punta. Tomo mi teléfono y
llamo rápidamente. Tengo que hablar con Sloane. Tengo que hacerle
saber que el hijo de puta está dentro del edificio con ella.
La línea hace clic mientras se conecta, luego comienza a sonar.
Cuatro timbres. Cinco. Seis. ¿Cuántos jodidos timbres se necesitan para
que alguien conteste su teléfono? 112
—Mierda.
—Se supone que ella no debe tener el teléfono mientras trabaja,
Zeth —dice Lacey en voz baja. Se está masticando la uña del pulgar, con
las piernas ahora debajo suyo, los ojos fijos en la pantalla del televisor—
. No te asustes —me dice.
Me dice que no me asuste. Oh, joder, debo parecer un completo
psicópata en este momento si Lacey está tratando de calmarme.
—Estoy bien —le digo. Suena el teléfono por novena vez y cuelgo,
maldiciendo por lo bajo. Bien. No esperaré más. Agarro mi chaqueta de
cuero y empiezo a dirigirme hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —Lacey salta del sofá y prácticamente corre para
llegar primero a la salida del almacén.
—¿Dónde piensas?
—Sabes que te están buscando. Todos los trabajadores de ese
hospital han visto tu rostro debido al hermano de Frankie; Sloane lo dijo.
Los policías te arrestarán en el momento en que llegues allá.
Inconvenientemente, Lacey tiene un punto válido. El jodido Frankie
Monterello y su dolorosa familia todavía me causa dolores de cabeza
desde más allá de la tumba.
—No voy a perder el tiempo aquí mientras Charlie está en ese
hospital.
—¿Estás preocupado por ella? ¿Crees que la matará?
Mi caja torácica se contrae al escucharla decir eso. Sin embargo,
es como si hubiera un bloqueo dentro de mis cuerdas vocales que me
corta cada vez que pienso en decir algo que no sea una amenaza o una
palabra para maldecir lo suficientemente fuerte como para volver el aire
azul. No puedo admitir estar tan aterrorizado. Aprieto la mandíbula y
miro hacia otro lado.
—Porque eso es lo que me preocupa —dice Lacey—. Estoy
realmente preocupada por eso en este momento. Amo a Sloane. —¿Ama
a Sloane? Bueno, eso es nuevo. Echo la cabeza hacia atrás, entrecerrando
los ojos hacia ella. Lacey en realidad me devuelve el ceño fruncido—. No
así, idiota. Amo a Sloane como a una hermana. Me trata de esa manera,
como si fuera de la familia. Y tú también la amas. Estoy tan harta de
ustedes, chicos...
—¿Quieres venir conmigo o no? —digo. No puedo escucharla
quejarse de lo inútil que soy diciéndole a la gente, en particular a Sloane,
lo que siento por ellos. Tengo que hacer algo para sacarla de ese hospital.
Lacey parpadea, la sorpresa marca su rostro.
—Sí, quiero ir contigo —dice.
—Entonces cállate y toma tu chaqueta.
***
—Estaré allí en quince minutos. También traeré a Cade. 113
—¿Cade está contigo?
Michael hace un sonido afirmativo.
—Él y Carnie se presentaron antes. Vino a preguntarme algo en
nombre de mi primo. Cade quería verte, pero le dije que te estabas
recuperando. ¿Puedo suponer que estás haciendo todo lo contrario,
ahora?
—Ya me recuperé —gruño en el auricular—. Asegúrate de que no
traiga su chaleco. Y deja a Carnie también. Tres de nosotros es suficiente.
No queremos llamar la atención no deseada.
—Entendido. —Michael cuelga, y golpeo mis cambios de marcha
como si la palanca de cambios hubiera hecho algo para ofenderme.
Apenas levanto el pie del acelerador para tomar las esquinas.
—Ella está bien. Lo sabes, ¿no? —me dice Lacey, inclinándose a
través del espacio entre los asientos del conductor y el pasajero.
—No contesta su teléfono.
—Probablemente solo esté ocupada. Debe ser un caos allí.
—Debería haber respondido su maldito teléfono.
—Vas a entrar allí y reaccionarás de forma exagerada, ¿verdad?
Doy vueltas al volante y giro el Camaro hacia el estacionamiento
del hospital. El lugar está lleno. Las camionetas de noticias no se han
movido: están estacionadas lo más cerca posible de la fachada de vidrio
de St. Peter, y dos reporteros se encuentran parados frente al edificio,
cada uno hablando por micrófonos mientras los camarógrafos los graban.
El Aston Martin de Charlie todavía está estacionado en la entrada de
emergencia también. El cielo se oscureció significativamente desde que
salimos del almacén, y apenas comienza a llover. Puede que no haya
asistido a la escuela secundaria por mucho tiempo, pero eso no significa
que no haya leído. Leí todo, desde Platón hasta Sun Tzu, hasta Vonnegut.
En este momento el clima huele a una patética falacia que coincide
perfectamente con mi humor negro. Lacey agarra mi muñeca desde el
asiento trasero antes de que pueda salir del auto.
—No me has respondido —dice—. ¿Piensas reaccionar
exageradamente?
Con una expresión de acero dirigida al espejo retrovisor, la miro
fijamente.
—Lacey, nunca reacciono de forma exagerada. Si no puedo entrar,
reaccionaré en consecuencia. Voy. A. Terminar. Con. Toda. Esta. Mierda.
—Comienza a objetar, pero ya es demasiado tarde; Ya he salido del
Camaro.
Evalúo la situación lo más rápido posible. La entrada a St. Peter
está cerrada y dos policías se encuentran afuera; Además de ellos y los
equipos de noticias, hay pocas personas esperando en el
estacionamiento. Un puñado de espectadores preocupados esperan en el 114
frío, presumiblemente por sus seres queridos que se encuentran dentro.
Parece que el resto de Seattle asumió la amenaza de envenenamiento
químico y se mantuvo alejado. Cabrones inteligentes.
Lacey sale del auto, haciendo una mueca cuando una ráfaga de
viento helado nos golpea, con el cabello volando alrededor de su cara.
—No me dejarás, ¿verdad? —pregunta.
—No, no te dejaré, Lace. —Ojalá pudiera. Desearía que se quedara
en el maldito auto si le dijera que lo hiciera, pero sé que incluso decir las
palabras es una completa pérdida de aliento. La última vez que le dije
que esperara en el auto, entró y me encontró disparándole en la cara a
Frankie, su ex folla amigo—. No necesitas preocuparte. Vamos a hacer
esto agradable y tranquilo. No tengo ganas de volver a familiarizarme con
el sistema penal. ¿Eso te hace sentir mejor?
Sacude la cabeza y se encoge de hombros para protegerse del frío.
—Realmente no.
—Excelente. Entonces vamos.
14
Sloane
Traducido por Emotica G. W & MadHatter

La policía tarda dos horas completas en venir a buscarme. Dos


horas, donde atiendo a pacientes en un estado de aturdimiento y
trabajando de forma mecánica, solo esperando y conteniendo la
respiración. Mi primer instinto fue contactar a Zeth, para hacerle saber
lo que ha sucedido, pero sin mi celular eso es físicamente imposible.
Realmente debí haber memorizado su número. De esa forma, podría
haberme colado en una de las áreas más tranquilas del hospital y haber
usado uno de los teléfonos fijos en alguna estación de enfermeras, pero
nunca se me ocurrió que podría necesitar hacer algo así. Y ahora todo
eso es irrelevante, porque llaman mi nombre a través de los parlantes y
están convocándome a la oficina de la jefa en el nivel tres.
―Aquí, doctora Romera, puedo terminar esto por usted ―ofrece 115
Grace, extendiendo su mano para quitarme la aguja de sutura. He estado
cosiendo una herida desagradable en el brazo de una mujer mayor; Grace
ocupa mi lugar y continúa con el trabajo, dándome una cálida sonrisa. A
pesar del giro único de acontecimientos que el día de hoy ha dado, ella
ha sido totalmente normal conmigo; estoy empezando a pensar que no
sospechó al instante cuando me descubrió saliendo del banco de sangre
con esas unidades para Zeth.
―Gracias, Gracie. ―Me tomo mi tiempo para caminar hacia los
ascensores. No tengo prisa por ser interrogada por la policía,
especialmente porque no he podido averiguar qué demonios voy a
decirles. Básicamente, no puedo decirles nada. O ciertamente no la
verdad, de todos modos.
Cuando llego a la oficina, la jefa se encuentra sentada en el borde
de su escritorio, hablando con una mujer de poco más de treinta años.
La mujer claramente hace cumplir la ley; está usando un traje sastre azul
marino oscuro y una almidonada camisa blanca en lugar de un uniforme,
pero se sostiene de la misma forma en que lo hacen todas las figuras de
autoridad.
―Ah, doctora Romera. ―La jefa Allison sonríe cuando me ve. Ha
sido la jefa desde que comencé en el hospital, pero trabajó junto a mi
padre durante años antes de eso. Muy respetada, una autoridad en su
campo, pediatría, la doctora Allison es una excelente médica, pero
también una mujer dura. Nunca sonríe. Nunca. Algo pasa aquí
totalmente―. Esta es la agente Lowell de la Administración para el
Control de Drogas. Ha pedido un momento de tu tiempo.
¿La DEA? ¿En serio? Habría pensado que enviarían al FBI en su
lugar, pero, por otro lado, tal vez esta toxina es algo que la DEA ha visto
antes. Tal vez esto tiene más que ver con el medicamento que el riesgo
real de contagio. La agente parece casi una pizarra en blanco, el traje de
sastre genérico; el cabello en una cola de caballo genérico; los zapatos
bajos genéricos, hechos para correr. Ya que no es miembro del
Departamento, no necesariamente tiene que usar ropa tan formal (he
visto a agentes de la DEA usando camisas hawaianas caminando por este
hospital) lo cual significa que ha elegido usar el traje. Eso ya me dice
mucho sobre ella. Le doy a la mujer una breve sonrisa, ofreciendo mi
mano.
―Por supuesto. Cualquier cosa que pueda hacer para ser de ayuda.
―Excepto decirle la verdad. O divulgar cualquier cosa que realmente podría
ayudarla en su investigación.
Es como si esta mujer, la agente Lowell, literalmente pudiera oírme
pensar esto mientras estira la mano y me la da. Su expresión seria vacila
y veo rápidamente lo que hay debajo, desaprobación completa. No me
conoce. Nunca me ha visto antes, y sin embargo, puedo decir que ya
sospecha algo. Quizás solo estoy siendo increíblemente paranoica. Es
reconfortante creer esto, hasta que...
―Si nos da un momento, por favor, jefa Allison. La señorita Romera 116
y yo necesitamos hablar un poco.
La Jefa, a pesar de su actitud pasiva desde que entré, todavía tiene
bolas de acero.
―Oh, yo diría que eso depende completamente de la doctora
Romera, ¿usted no, señorita Lowell? Me parece que su solicitud de hablar
con una de mis empleadas no tiene ningún mandato oficial que podría
forzar el asunto. ―A la doctora Allison no le gustó la flagrante frase
despectiva de la policía cuando decidió no usar mi título, por lo que ahora
Allison no se dignará a tratarla por el título a la agente Lowell tampoco.
Los rasgos faciales de la agente Lowell se quedan en blanco.
―Oh, le aseguro que habrá un mandato oficial si creo que la justicia
está siendo obstruida aquí. Puedo obtener una orden de arresto para esta
mujer en cualquier momento que yo elija.
―Entonces quizás debería... ―comienza a decir la Jefa Allison, pero
yo me meto rápidamente; no me gusta hacia dónde está dirigiéndose esta
conversación. Realmente no quiero que esta mujer Lowell salga
directamente a buscar una orden de arresto.
―¡No! No, está bien, jefa. Puedo hablar con ella. No es un problema.
No tengo nada que ocultar. ―Nunca se ha dicho una mentira más grande,
pero es mucho mejor pasar media hora siendo interrogada por esta mujer
aquí que ser interrogada por mucho más tiempo en una estación de
policía. La verdad del asunto es que no sé nada sobre Nannette Richards,
o por qué terminó con mi nombre garabateado en su piel antes de ser
envenenada y enviada a este hospital para que yo la atienda. No tendré
que mentir sobre eso.
La Jefa Allison me asiente levemente antes de mirar fríamente a
Lowell y salir de la habitación. Sigue un momento de silencio incómodo
donde la agente Lowell camina lentamente alrededor del escritorio de la
jefa y empuja su papeleo fuera del camino, haciendo espacio para que
pueda posarse en el borde, directamente frente a mí.
Y luego comienza a hablar, y todo gira como trompo.
―¿Dónde está su hermana, doctora Romera?
El discurso sobre no conocer a mi paciente fallecida muere en mis
labios. ¿Mi hermana? ¿Qué demonios? ¿Qué puede tener esto que ver con
mi hermana?
―Uh...¿Alexis? ―pregunto, dando evasivas por un momento. Un
momento para pensar. Para entender este cambio de dirección.
―¿Tiene alguna otra hermana? ―pregunta la agente Lowell, su voz
seca.
―Supongo que ya sabe que no.
La mujer asiente, su cola de caballo pulcra y prolija balanceándose
de arriba abajo. Solo es seis o siete años mayor que yo, pero su cabello
recogido y su expresión severa la hacen parecer mucho mayor. 117
―En aras de ahorrar tiempo, probablemente es seguro asumir que
ya sé muchísimo más de lo que usted cree que podría, Sloane. Sé que su
hermana fue secuestrada por una pandilla de motociclistas, y sé que ha
reaparecido. Ahora necesita decirme dónde está. Ahora mismo.
La intensidad ardiente en los ojos de la agente destella como el
acero templado: en un día normal no es el tipo de persona con la que
estaría jodiendo, pero hoy no tengo otra opción.
—No sé nada sobre mi hermana, agente, pero si usted sabe algo,
me alegraría saberlo. ¿Está viva? La desaparición de Lexi ocurrió hace
mucho tiempo; mis padres y yo, hemos creído por un tiempo que está
muerta. —No es una actuación ganadora de un Premio de la Academia
por ningún tramo de imaginación, pero mi voz no tiembla. La agente
Lowell aprieta la mandíbula, entrecerrando un poco los ojos.
—Bueno. Le diré lo que sé. Su hermana recibió un disparo en la
espalda hace ocho días. Fue ingresada en un hospital privado en San
Jacinto, donde fue tratada y dada de alta dos días después. Una
enfermera en el hospital afirma que una mujer que coincide con su
descripción estaba peleando con un miembro de una pandilla de
motociclistas en los pasillos, y casi hizo sacar a la mujer de las
instalaciones. Estamos esperando que el video de vigilancia llegue a
nuestra oficina, pero estoy segura, un noventa y nueve por ciento, afirmo
que cuando llegue ese video de vigilancia, nos mostrará claramente a
usted y a sus amigos esperando noticias sobre el bienestar de su
hermana. Ahora, ¿por qué no terminamos con esta mierda y me dice lo
que quiero saber?
Me arden las mejillas; seguramente debe estar a medio camino de
una admisión de culpabilidad cuando la persona que entrevista comienza
a sonrojarse furiosamente. Excepto que mi temperatura no sube porque
me siento atrapada o descubierta. Aumenta porque ella piensa que soy
estúpida. No había cámaras en San Jacinto. Por supuesto que no había
cámaras. Es un hospital privado, donde los clientes aprecian su
privacidad y no quieren ninguna evidencia de que los llevan a su tercer
estiramiento facial. Tanto Zeth como Michael se aseguraron de que no
estuvieran siendo grabados, y apuesto a que Rebel también lo hizo. Si
hubieran descubierto que estaban siendo filmados, las imágenes de video
habrían sido borradas "accidentalmente" antes de que terminara el día.
Entonces, esta perra me está mintiendo y espera que sea lo
suficientemente estúpida como para caer, lo que me pone
excepcionalmente enojada.
—Me temo que tendrá que esperar sus pruebas, agente Lowell —le
digo lo más dulcemente que puedo—. Esta enfermera parece haber
descrito a alguien que suena como yo, pero seguramente hay muchas
mujeres que son de mi estatura y complexión con cabello castaño,
¿verdad?
Le dije una mentira, y por el aspecto de la agente Lowell no podría
estar menos impresionada. No creo que mucha gente se niegue a darle lo
que quiere, cuando lo quiere.
118
—Es un juego peligroso el que está jugando —dice—. Su relación
con Zeth Mayfair ha sido de particular interés para nosotros. ¿Le
importaría decirnos dónde está ahora?
Entonces sabe de Zeth. Pero tengo la sensación de que ahora está
intentando volver a jugar conmigo. Si supiera algo, no necesitaría que le
dijera dónde se encuentra; ella lo sabría. Sabría su ubicación exacta en
todo momento. Más importante aún, sospechan que Zeth tuvo algo que
ver con el asesinato de Archie Monterello, por lo que lo habrían arrestado.
—Me temo que no conozco a nadie con ese nombre —le digo
cortésmente. Lowell mira hacia otro lado, apretando las manos en su
regazo. La punta de cuero pulido de su zapato derecho comienza a
golpear rápidamente la alfombra.
—¿Qué crees que está ganando al quedarse con esta información,
doctora Romera? ¿Cree que protege a su hermana? ¿Que protege a este
personaje Mayfair? Déjeme preguntarle esto: ¿ha considerado que la DEA
está tratando de protegerla a usted y al resto de este país? Zeth no es lo
que parece ser. Puede que la haya engañado para que crea que es
inofensivo; puede que le atraiga ese rudo exterior, pero déjeme asegurarle
que es un asesino, Sloane. Un asesino. ¿Sabe que pasó un tiempo en
Chino por asesinato?
No dejo que mis pensamientos se manifiesten en mi rostro, pero
tengo ganas de lanzarme sobre el escritorio de la Jefa y envolver mis
manos alrededor de la garganta de esta mujer. Es ridículo que crea que
Zeth me ha estado engañando para que esté con él. También es ridículo
que piense que Zeth me ha engañado haciéndome creer que es inofensivo.
Si hubiera pasado algún tiempo con él, si alguna vez hubiera conocido al
hombre cara a cara, entonces sabría que sería imposible para él
convencer a nadie de eso. Zeth está tan lejos de ser inofensivo como un
hombre puede llegar a serlo.
—Como dije... no conozco a nadie con ese nombre. Lo siento, no
puedo ser de ninguna ayuda en lo que a él respecta. Y en cuanto a mi
hermana, ¿dice que cree que le dispararon por la espalda? ¿Cómo lo
sabe? ¿Está gravemente herida?
Lowell ladea la cabeza hacia un lado, sus labios fruncidos en una
línea apretada.
—No creo que le hayan disparado por la espalda; sé que así fue. Yo
le disparé ¿En cuanto a si está gravemente herida? —Se encoge de
hombros—. Dudo mucho que esté muerta. San Jacinto dijo que...
Yo le disparé.
—…su paciente había recibido asistencia médica profesional en el
campo. —Levanta las cejas en mi dirección, indicando claramente que
sabe que fui yo quien le proporcionó esa atención—. Así que supongo
que...
Yo le disparé. 119
—…sigue recibiendo la atención adecuada.
Yo le disparé.
Las palabras están sonando en mi cabeza. Esta mujer, la mujer de
pie tan casualmente frente a mí, ¿es el agente que le disparó a Alexis?
Una vez más, me mira con complicidad, como si me escapara cada cinco
minutos para cambiar los apósitos de mi hermana. Ella le disparó a
Alexis, y me observa como si yo fuera una delincuente por atender las
lesiones mortales de mi propia hermana.
Si ella supiera algo, sabría que ese no es el caso. En mi cabeza,
estoy alcanzando el arma de esta mujer y golpeando su cabeza con tanta
fuerza como puedo manejar; no puede decirme algo así y luego esperar
que no tenga un problema importante con eso.
—¿Por qué demonios necesitaría atacar a mi hermana? Lexi fue
secuestrada y llevada en contra de su voluntad. Que yo sepa, ese no es
un delito que requiera dispararle cuando la ve.
Una sonrisa deformada se retuerce en la cara de la agente Lowell.
—El secuestro no, no. Pero su hermana no es una santa. Está
hasta el cuello en agua caliente, y la temperatura solo aumentará de aquí
en adelante. Tal vez debería decirle eso cuando hable con ella la próxima
vez.
Me estoy cansando de decirle que no estoy viendo o hablando con
mi hermana, y me estoy cansando de jugar. Me pongo de pie,
enderezando la silla en la que estaba sentada.
—¿Va a preguntarme sobre Nannette Richards, agente Lowell, o me
acosará por información que no tengo?
—No necesitamos preguntarle nada sobre Nannette Richards —
dice la agente Lowell, mostrándome una sonrisa fría—. Ya sabemos todo
lo que necesitamos saber sobre ella. Es una víctima; una inocente que
fue asesinada para dar un mensaje. El ex empleador de Zeth es un
hombre violento, con una forma interesante de dar un mensaje. Lo jodes,
y puedes apostar tu trasero a que te va a joder en respuesta. Debería
acostumbrarse a tener la sangre de otras personas en sus manos. Charlie
Holsan seguirá acumulando los cuerpos en la puerta de St. Peter
mientras esté relacionada con Zeth Mayfair. Y por esta conversación,
doctora Romera, puedo ver que no renunciará fácilmente a esa relación.
Cruzo los brazos sobre mi pecho, dirigiéndole una mirada oscura.
Me dice que soy responsable de la muerte de Nannette, y que básicamente
seré responsable de muchas más si no le cuento todo lo que sé. Sé que
hasta cierto punto tiene razón; tengo la sangre de Nannette en mis
manos, tanto en sentido figurado como literal, pero no sucumbiré a las
tácticas de intimidación solo para que esta víbora pueda obtener lo que
quiere. Quiero que Charlie Holsan sea encerrado de por vida, pero algo
me dice que Charlie no es el enfoque principal de esta mujer en este
momento. Cooperar con ella no me llevará a ningún lado.
120
—Tengo pacientes que atender, agente —le digo—. ¿Hemos
terminado aquí?
La sonrisa de la agente Lowell tiene una cualidad bastante lobuna
cuando me enseña los dientes.
—Oh, no, me temo que no. He reevaluado la situación. Me parece
que, después de todo, deberíamos llevarla a la estación. Es posible que
no desee ayudarnos en nuestra investigación, doctora Romera, pero creo
que quizás un período de cuarenta y ocho horas en una cárcel pública
podría persuadirla de lo contrario. Así que por favor —sonríe dulcemente,
señalando la silla—, ¿por qué no se sienta?
15
Zeth
Traducido por Yiany & RRZOE
La lluvia ha aumentado bastante mientras esperamos a Michael y
a Cade. Los hijos de puta tardan una eternidad en aparecer, y cuando
hacen acto de presencia están empapados hasta la piel y vestidos de
negro de pies a cabeza. Básicamente lucen como jodidos criminales.
Le doy a Michael un fuerte golpe en el brazo tan pronto como está
a mi alcance.
—¿Qué demonios te pasa? ¿No dije que no queríamos llamar la
atención?
—Me dijiste que me asegurara de que Cade no trajera su chaleco
—dice Michael, frotándose el brazo con una expresión de orgullo distante
pero herido—. ¿Y trajo su chaleco? No, no lo hizo.
Cade señala su espalda para demostrar que Michael tiene razón. 121
—Esto es todo lo que teníamos, hombre. Ahora vamos, ¿pensé que
querías entrar en este lugar?
—Lo hacía. Pero ahora que mis compañeros son un maldito ex
convicto cubierto de tatuajes de la prisión y un negro con una jodida
sudadera, no estoy tan seguro. No grita exactamente respetable.
Michael me golpea en el brazo ahora.
—Jódete, Zee. Y de todos modos, un hombre negro con un traje de
Armani sin duda siempre llamará más la atención.
—¿Y qué hay de mí? ¿No soy un compañero? —Lacey tiene las
manos en las caderas, su cabello pegado al cuero cabelludo y cayendo
sobre su rostro en rizos mojados. Parece un gato medio ahogado.
—¡Mierda! Sí, eres una maldita compañera. ¡Por el amor de Dios!
—Estoy empezando a pensar que sería mejor hacerlo solo, pero ahora no
hay forma de deshacerme de Lace. Y Michael apenas es alguien que
obedezca mis órdenes si cree que es necesario—. Muy bien, bien,
hagamos esto —gruño. No es ideal, pero ¿qué es?
Cade extiende sus nudillos para que choquemos los puños.
—Extraño giro de los acontecimientos, ¿eh, hermano? Ambos
expulsados por algo que no tenía nada que ver con nosotros, y ahora,
cuando estamos afuera, es cuando estamos haciendo la mierda ilegal.
¿Vamos a matar a este cabrón inglés o qué?
—No. Vamos a evitarlo como la peste. Es demasiado público para
armar una pelea aquí. Y tampoco estamos haciendo nada ilegal. Solo
romperemos la cuarentena. Y tal vez algunos códigos de salud.
Michael me da una mirada dudosa.
—Dices eso todo el tiempo.
Ni siquiera lo justifico con una respuesta. Cade echa un vistazo
rápido a su alrededor, buscando a los policías, que todavía están parados
afuera del hospital. Están demasiado ocupados charlando con una
periodista de noticias, que lleva una de las faldas más cortas que he visto,
como para notarnos.
—¿Cuál es el plan?
—El plan es simple. Ustedes dos, pónganme debajo de cada brazo.
Lace, una vez que llegamos a un lado del edificio, corres hacia adelante y
le dices a los policías que tu amigo está herido y necesita atención médica
urgente.
Cade levanta una ceja y sacude la cabeza.
—¿Y qué haremos cuando los policías que custodian la entrada
lateral vean que en realidad no tenemos a un hombre herido para llevar
adentro?
Con un nivel de arrogancia que ni siquiera yo puedo manejar,
Michael me da una mirada de "te lo dije". Se adelanta y agarra la parte
inferior de mi camiseta, levantándola rápidamente antes de que pueda
122
detenerlo.
—Oh, de alguna manera no creo que una lesión real vaya a ser un
problema, ¿eh, jefe?
Cade ve la sangre derramándose por mi estómago, los puntos rotos
que salen de mi herida ahora reabierta, y palidece un poco. Me había
olvidado por completo de eso: Cade Preston nunca se sintió cómodo al
ver sangre. No parece que haya cambiado mucho.
—Ouch, ¡por el amor de Dios! —dice, frotándose una mano sobre
la boca—. ¿Eso no duele, hombre?
Les dirijo a los tres la mirada más desagradable que puedo reunir.
Sí, duele jodidamente. Sí, me siento como una mierda. Si soy sincero, no
estoy completamente seguro de cuánto tiempo voy a permanecer
consciente si sigo perdiendo sangre a este ritmo.
—No, imbécil. Estoy bien. Ahora vamos, vámonos.
***
La otra entrada a St. Peter es solo para el personal, no utilizada
para emergencias. Aquí hay menos gente, pero todavía hay un par de
policías que vigilan la puerta, impidiendo que alguien entre o salga. Justo
como le dije, Lacey corre hacia adelante y hace una buena actuación al
llorar como una Magdalena.
—¡Mi amigo, él ha... ha sido apuñalado! Está perdiendo mucha
sangre. ¡Tienes que dejarnos entrar!
Los policías no le están creyendo hasta que Cade y Michael
prácticamente me arrastran a la vuelta de la esquina, con las piernas
detrás de mí y ven la sangre. Ahora tengo sobre mis manos y mi cara,
cortesía de una aplicación generosa de mi herida estomacal, solo para
hacer que las cosas se vean un poco más dramáticas.
—Guau, guau, ¿qué carajo hombre? ¡Tienes que llevarlo al frente!
—le dice a Cade el más joven de los policías, levantando las manos.
—¿Te parece que tiene tiempo para que lo lleve al frente, imbécil?
¡Se está desangrando!
Toso para un mayor efecto, haciendo un gemido de dolor y
doblándome. Debo parecer una mierda. No tengo un bronceado
particular, pero en este momento supongo que si mi coloración se
fabricara como una pintura, se llamaría Inicio de Muerte Prematura.
Los policías se miran unos a otros, sin saber qué hacer.
—En este momento hay un confinamiento en curso en este
hospital, señor. Es posible que desee dirigirse a uno de los otros
hospitales en su lugar —dice el hombre mayor y con más experiencia.
—Estará muerto antes de que lleguemos allí —sisea Michael,
—Sí. Y si él muere, será su culpa —agrega Lacey, con lágrimas
todavía corriendo por sus mejillas. Tal vez en realidad son gotas de lluvia;
123
De cualquier manera, está funcionando a nuestro favor. Parece que los
policías están a punto de retroceder. Se miran vacilantes y creo que
hemos terminado... pero luego el mayor dice:
—Lo siento, muchachos. Una cuarentena es una cuarentena por
una razón. No podemos arriesgarnos. Puedo enviar una ambulancia a...
Cade casi se cae en el barro cuando me enderezo, saliendo del
sostén de los dos hombres que supuestamente me apoyan. En dos breves
zancadas he cubierto el terreno entre el tipo que estaba hablando y yo, le
agarró la cara con la palma de la mano, empujándolo hacia atrás. Se
tambalea al retroceder un paso; lo suelto, empujo hacia atrás el brazo y
me balanceo con todas mis fuerzas, golpeándole el pómulo con el puño.
Todo sucede tan rápido que el chico más joven apenas tiene tiempo de
reaccionar. Lo golpeo en las piernas para que pierda el sostén, y luego
Cade se precipita hacia adelante y le da un puñetazo en la cara, lo
suficientemente fuerte como para que su cuerpo se debilite con el
impacto.
Ambos policías yacen inconscientes en el piso.
Roplando, Cade se endereza, oscilando la mirada desde los cuerpos
hacia mí, y de regreso.
—No es ilegal, ¿eh? Estoy seguro de que el estado de Washington
considera ilegal el asalto a un oficial de policía —dice.
Michael lo rodea, agachándose y recogiendo a uno de los policías
inconscientes por los tobillos. Comienza a arrastrarlo lejos, sonriendo
sombríamente mientras lo hace.
—¿Qué dije? Cada jodida vez.
En mi defensa, que se jodan esos bastardos. No nos iban a dejar
entrar, y con este dolor en mis entrañas, carcomiéndome, no estoy
exactamente en el estado de ánimo más paciente. Alejamos a los dos
policías y los apoyamos sentados contra la pared baja de un pequeño
edificio que, por el zumbido que emana de su interior, alberga uno de los
generadores de energía del hospital. Esposamos juntos a los policías,
aplastamos sus radios y los dejamos allí bajo la lluvia, pero no antes de
sacarles una tarjeta que nos permitirá ingresar al hospital.
La tarjeta llave funciona. Dentro del hospital, los cuatro miramos
las señales de la sala, tratando de hallar la mejor manera de encontrar a
Sloane. Separarse es generalmente una mala idea, pero St. Peter es
jodidamente enorme. Necesitamos cubrir mucho terreno y rápidamente.
Esa es la razón por la que llamé a Michael en primer lugar; Cuantos más
ojos, mejor. Después de organizar una reunión en la salida lateral en
treinta minutos y de decirles expresamente que se mantengan alejados
de Charlie, Cade y Michael se dirigen a buscar la sala de emergencias;
este es el lugar más probable donde encontraremos a Sloane, pero
también es el lugar donde hay más personas que podrían reconocernos
a mí y a Lace. Esas jodidas fotos policiales mías que los policías
publicaron son un gran dolor de cabeza, y también lo es el hecho de que
124
Lacey se escapó de una sala de tratamiento ni doce horas después de
despertarse de un intento de suicidio bastante intenso. Eso significa que
los dos debemos apegarnos a las áreas más tranquilas: la cafetería, los
vestuarios, los niveles de administración de arriba y las salas de
recuperación.
La cafetería está llena de gente. En su mayoría pacientes y sus
familiares, obviamente queriendo mantenerse alejados de cualquier área
donde creen que podrían infectarse con algún súper virus desagradable.
Envío a Lacey al piso de la cafetería para revisar el área un poco más de
lo que puedo desde la entrada; regresa sin nada. Afortunadamente no sé
encuentra Charlie. Ni Sloane. Tampoco hay médicos en absoluto, aparte
de un tipo, un tipo indio que entra en la habitación cuando nos vamos.
Lo reconozco de inmediato: es el médico que ayudó a Sloane con Lacey
cuando la traje y colapsé con ella, sangrando por todo el piso del vestíbulo
de la sala de emergencias. Sin embargo, no es Lacey quien está
sangrando por todo el piso del hospital esta vez. Soy yo.
Afortunadamente, el tipo no nota las brillantes gotas carmesí golpeando
el suelo mientras nos alejamos.
Buscamos en las salas de recuperación, deslizándonos de una
habitación a otra tan silenciosamente como podemos. Lacey toma el lado
derecho del corredor; tomo el izquierdo. Sloane no está, pero me
encuentro con algo que me hace girar la cabeza. O más bien, encuentro
a alguien.
—Nada por aquí, Zeth. Quizás tengamos que subir un piso. Vamos
—dice Lacey, pero su voz está amortiguada por el rugido dentro de mi
cabeza. Siento su pequeña mano sobre mi hombro y siento que mira a mi
alrededor para ver qué me detiene. Ella no conoce a la mujer acostada en
la cama, conectada a mil máquinas, pero seguro como el infierno que yo
lo hago—. ¿Quién es? —pregunta, su voz repentinamente cristalina y
afilada cuando el rugido se detiene abruptamente.
—Es la novia de Charlie —le digo, aunque novia es una pobre
palabra para describir a la duquesa. Al estilo de la vieja escuela, ella es
el epítome de la amante de un gángster. Bella mafia. Excepto que Charlie
es inglés, no italiano. Parece que podría estar muriendo, pero eso no es
lo sorprendente. Lo sorprendente es el hecho de que todavía esté viva. Y
también que mi ex empleador no esté aquí.
—Ella te apuñaló —dice Lacey simplemente. Aprieta el marco de la
puerta con su pequeña mano, sus nudillos se vuelven blancos.
—Sí. Lo hizo. —Entro en la habitación, conteniendo la respiración.
Si la persona en esta cama fuera otra, una persona diferente que hubiera
decidido clavarme un cuchillo en el estómago, mi reacción en este
momento sería decididamente más violenta. Pero a Sophie le han mentido
durante mucho tiempo. No estoy enojado con ella. Estoy enojado porque
me apuñalaron, claro, pero apenas puedo culparla. No sé cómo, pero ella
descubrió todo lo que Charlie había estado haciendo durante los últimos
treinta años, y se enteró de mí. Ella misma lo dijo. Su voz, ahogada por
la ira, juega en mi cabeza, ¡Y también sé de ti! Supongo que la traicioné
125
de la misma manera que Charlie. Prácticamente crecí con ella
interpretando el papel de una madre sustituta poco entusiasta y
extremadamente poco confiable, y le escondí quién era realmente. Ella es
quizás la única persona en la tierra que me he molestado en proteger de
eso. Siempre fue tan... ajena al mundo.
Observo cómo su pecho sube y baja, acompañado por el bajo
silbido de la máquina que está llenando sus pulmones de oxígeno. Se
encuentra muy mal. Lacey se acerca a la cama de la duquesa, mirando
con cautela el cascaron vacío de un cuerpo que yace en la cama. Parece
fascinada, mórbidamente intrigada por lo que ve. La mira lentamente de
arriba abajo, y luego, con mucho cuidado, estira la mano y toma la de la
duquesa.
En la mesita de noche, se ha dejado afuera una biblia maltratada.
Es una que he visto miles de veces antes, no una biblia de Gideón con la
que la mayoría de las mesitas de noche vienen equipadas, sino la propia
biblia de la duquesa; la misma que ha tenido por años. La cubierta de
cuero se está despegando y tiene las esquinas dobladas, y la impresión
dorada en el frente se ha desgastado. Lacey también la ve y
distraídamente levanta la tapa. Un pequeño rectángulo de papel se agita
y cae al suelo, deslizándose debajo de la cama. Me agacho para
recuperarlo, y tan pronto como capto la imagen en su frente, lucho en
formar un puño con la mano. No es un papel, sino una fotografía. Una
jodida fotografía de la duquesa y otra mujer que reconocería
absolutamente en cualquier lugar.
Es una foto de ella y mi madre.
Sonríen, se abrazan los hombros y miran directamente a la cámara.
Se ven tan jóvenes y tan despreocupadas, como si no tuvieran un maldito
problema en el mundo. Es una foto de mi madre siendo muy joven,
mucho antes de que muriera, el color oscuro de su cabello que siempre
recuerdo. No puede tener mucho más que diecinueve. No tenía idea de
que conocía a la duquesa. No tenía idea de que estaba ligeramente
conectada con alguna de estas personas. Maldito infierno. Mi mente de
repente está corriendo a un millón de kilómetros por hora.
—¿Qué es? —pregunta Lacey, tendiéndome la mano. Trago, mi
lengua se siente demasiado gruesa en mi boca. Miro fijamente la imagen,
grabándola en mi memoria, y luego se la paso a Lacey.
—No es nada; solo una foto. Guárdala de nuevo. Vamos, tenemos
que encontrar a Sloane.
Salgo de la habitación sintiéndome enfermo hasta el fondo del
estómago. ¿Qué tan bien conocía la duquesa a mi madre? ¿Y cómo
mierda logró mentirme todos esos años?
***
Mi teléfono suena mientras esperamos el ascensor hasta el tercer
piso. En el otro extremo de la línea, la voz baja de Michael suena 126
demasiado fuerte en el silencio del pasillo abandonado.
—No hay señales de Charlie. Y Sloane no está aquí abajo —me
dice—. Una enfermera dijo que la llamaron a la oficina de la Jefa de
Medicina hace unos veinte minutos. Deberías subir allí.
—Ya vamos en esa dirección.
—Perfecto. ¿Vamos hacia allí también?
—Sí. Rápido.
Cuelgo justo cuando llega el ascensor. Lacey y yo subimos dos
pisos y salimos justo cuando pasa una mujer con un traje oscuro,
hablando por teléfono. No se da cuenta de mí y de Lace, pero estoy seguro
que la reconozco. La mujer tiene escrito FBI sobre ella. Incluso Lacey
puede percibirlo.
—¿Probablemente ella sea alguien a quien debamos evitar? —
pregunta, encogiéndose de nuevo en el elevador.
—Alguien a quien tú debes evitar —le digo—. Ve a buscar a Sloane.
Estaré allí, lo prometo. —Lace se balancea en las puntas de sus pies y
sacude la cabeza.
—No, vamos. Vamos a buscar a Sloane y vayámonos, Zeth. ¡Por
favor!
Coloco mis manos sobre sus hombros, agachándome para mirarla
a los ojos.
—No tardaré mucho. Y no voy a lastimarla. Está bien. Ve. Y.
Encuentra. A. Sloane. —Siento que le estoy dando una orden a Lassie,
inseguro de si comprende completamente lo que le estoy pidiendo que
haga, pero Lace me da un leve movimiento de cabeza y sale del ascensor
justo cuando las puertas están a punto de cerrarse... Gira a la derecha...
y yo a la izquierda, siguiendo a esa agente del FBI.
No ha llegado lejos. Me detengo en la primera curva del pasillo,
mirando alrededor de la esquina para explorar su ubicación. Se
encuentra a solo un metro de distancia, presionando con el índice los
botones de una máquina expendedora de café, todavía en su teléfono. Su
voz se eleva mientras habla con alguien, que claramente no es tan
inteligente como le gustaría que fuera.
—No me importa cuánto tiempo tome, Jarvis, ¡solo hazlo! Solo
podemos mantenerla legítimamente durante veinticuatro horas, y quiero
que todo sea intervenido. Su celular, su casa, su auto. Todo. Eso significa
que tienes una hora para encontrar al juez Thomas y lograr que lo firme.
Esta mujer no tiene antecedentes. Sin historial. Es una maldita doctora,
por el amor de Dios. No querrá dar luz verde a una observación completa,
pero es tu trabajo convencerlo, ¿de acuerdo? —Golpea la palma contra la
máquina de café, silbando por lo bajo. Estoy bastante seguro de que en
esas pocas oraciones he escuchado lo suficiente. Está hablando de
Sloane; Tiene que estarlo. Si planean intervenir su casa, entonces no hay
127
opción. Con Charlie o sin Charlie, tengo que sacar a Sloane de aquí.
La mujer cuelga el teléfono, y recibo la más breve mirada a su
tarjeta de identificación mientras desliza el celular en su bolsillo. No estoy
lo suficientemente cerca como para leer el nombre impreso en el frente,
pero seguro que estoy lo suficientemente cerca como para captar la gran
insignia de la DEA. ¿Qué mierda? ¿Qué demonios está haciendo la DEA
aquí? Esto no me lo esperaba. No sé si es mejor o peor que esta chica no
esté con los federales, pero no me voy a demorar para averiguarlo. Me
doy vuelta, a punto de ir a buscar a Sloane, cuando escucho algo que me
detiene en seco.
—Denise, ahí estás. Tengo el... hombre, ¿qué demonios estás
haciendo? Sal del camino. —Doy otra rápida mirada a la vuelta de la
esquina y aparece un segundo agente: traje oscuro; brillantes zapatos de
cuero italiano; cabello engrasado hacia atrás. Se parece a la versión
gubernamental de un puto muñeco Ken. Juega con la máquina
expendedora, y luego se inclina y comienza a servir el café. Esta mujer,
Denise, se rasca la cabeza y respira hondo.
Denise. Denise era el nombre del contacto de la DEA de Rick.
Agente Denise Lowell. ¿Una coincidencia? ¿Una increíble y enorme
coincidencia fuera de lo común? Sí, no lo creo. Tiene que ser la misma
mujer. Parece que una pieza del rompecabezas bastante grande acaba de
caer en su lugar, pero aún no puedo entender cuál es la imagen completa.
Sacudo la cabeza, gruñendo por lo bajo.
—Gracias —dice la mujer.
—No hay problema. —El tipo le entrega el pequeño vaso de plástico
y luego se apoya contra la pared, cruzando los brazos sobre el pecho—.
Estás dejando que esto te afecte, ¿sabes?.
—También lo harías si hubieras estado trabajando en el caso
durante tanto tiempo. Estoy tan jodidamente cerca que puedo saborearlo,
y esta mujer es la clave para cerrar esta cosa para siempre.
El agente masculino sacude la cabeza, sonriendo suavemente.
—Cariño, está bien. Has hecho todo lo que puedes. Esto es un
hecho. —Él se aleja de la pared y planta un beso en la parte superior de
su cabeza.
Entonces la agente Denise Lowell se está follando a su compañero
de trabajo. ¿Y ella ha estado trabajando en este caso durante mucho
tiempo? Eso confirma mis sospechas: tiene que ser la misma mujer que
sobornó a Rick para que le proporcionara información a los Wreckers.
¿Pero qué demonios quiere con Sloane?
No me voy a quedar para preguntar personalmente. Me dirijo tan
silenciosamente como puedo por el pasillo. Tres vueltas después y creo
que es seguro correr. Estoy a punto de ponerme en movimiento cuando
doblo otra esquina y camino directamente hacia el hombre que he estado
tratando de evitar desde que entré en St. Peter.
El demonio de cabello gris esboza una sonrisa gloriosa. 128
—¡Ah! ¡Zeth Mayfair! Mientras vivo y jodidamente respiro.
16
Sloane
Traducido por astrea75, IsCris & Emotica G. W

Diez segundos después de que el Agente Lowell se va, la puerta de


la oficina de la jefa Allison se abre y una mujer pequeña y rubia se acerca.
—¡Lacey! Qué…
Levanta una mano, colocando el dedo índice sobre su boca.
—Shhh. Vamos, nos vamos.
—¿Nos vamos? Lacey, estoy bastante segura de que me están
arrestando.
Frunce el ceño ante esto.
—¿Te han leído tus Derechos?
Tengo que pensar por un segundo. ¿Me leyeron mis derechos?
129
Lowell me dijo que me sentara y luego se fue.
—No. No, no me han leído mis derechos.
—Entonces nos vamos —repite Lacey, como si todo esto fuera obvio
y totalmente dentro del marco legal—. Charlie está aquí, y necesitamos
irnos antes de que nos vea. Zeth viene en un segundo. Tenemos que bajar
las escaleras sin regresar por el ala oeste de este piso; ahí es donde están
los policías. ¿Hay alguna manera?
Hay una manera. Un ascensor por el corredor este, más allá de
contabilidad. Asiento, poniéndome de pie. Si Charlie está aquí, entonces
definitivamente quiero hacerlo bien. Sin embargo, una pequeña parte de
mí se resiste. Un miembro de la fuerza policial me dijo que esperara aquí.
Y no solo de la fuerza policial, un miembro de la DEA. Si voy en contra
de lo que me han dicho, estoy cruzando una línea. Una línea que nunca
he cruzado antes. No podré volver a trabajar, eso es seguro.
—No estoy tan segura de esto —digo—. ¿Cómo llegaste aquí?
—Probablemente sea mejor si no preguntas —dice Lacey, haciendo
una mueca en una especie de sonrisa triste—. No fue de la manera fácil,
eso es seguro —Se da la vuelta, repentinamente sorprendida por un ruido
en el pasillo. Sus hombros se relajan visiblemente, y luego veo a Michael
y a Cade llegar detrás de ella.
—Hola, preciosa —dice Cade, sonriéndome. Mientras que Michael
siempre ha sido un poco formal con sus saludos, parece que Cade será
exactamente lo contrario. Michael resopla y se apresura a entrar en la
habitación.
—No hay tiempo para detalles. Vamos a movernos. —No me da
opción. Es una especie de alivio. Sacar la elección de mis manos hace
que huir de la agente Lowell parezca un poco más aceptable. Me conduce
al corredor, y solo tengo una pregunta:
—¿Dónde diablos está Zeth?
***

Zeth
—Siempre pensé que sería Sam quien arruinaría tanto las cosas
que tendría que meterle una bala. Tengo que decir... nunca pensé que
serías tú.
Sam. Sí, Sam. El chico queda atrapado haciendo algo nefasto cada
vez que sale de su puerta principal. Ni siquiera sabía a dónde apuntar su
arma para dispararme en el corazón. Lamentablemente, no se puede
decir lo mismo de Charlie Holsan. Charlie sabe exactamente dónde está
mi corazón. Su FN Herstal Five-Seven, una de las pistolas más difíciles
de conseguir, pero la más eficiente en su trabajo, está justo contra mi
130
caja torácica. Y mientras que Sammy nunca hubiera tenido las pelotas
para apretar el gatillo, sé que Charlie ciertamente las tiene. Tiene esa luz
salvaje en sus ojos otra vez, la locura que me hace pensar que ha estado
fumando marihuana.
—Sabía que si lastimaba a ese pequeño coño tuyo, vendrías
corriendo —dice, con la boca en una amplia sonrisa. Habría sido
desacertado para él llamar a Sloane de cualquier manera, pero llamarla
así... Cada palabra que sale de mi boca es una maldición, pero nunca
digo esa palabra. Es una palabra fea, usada por gente fea. Formo puños
con las manos, preparándome.
—Siempre fuiste cruel, Charlie, pero nunca pensé que eras el tipo
de hombre que vendiera mujeres. También, estoy seguro de que nunca
pensé que me traicionarías.
Charlie resopla, entrecerrando los ojos hacia mí.
—Soy el tipo de hombre al que le gusta ganar dinero. Ese es el único
tipo de hombre que he sido. —Entrecierra aún más los ojos—. ¿Crees que
vender esas perras es peor que poner balas en la nuca de las personas?
Al menos las chicas están vivas cuando las vendo. En su mayoría. ¿A
cuántas personas has matado para mí, Zeth? ¿A cuántas personas has
eliminado de la faz de esta tierra?
Asiento, mirándolo.
—Más de las que puedo contar. Pero todos eran malvados, asesiné
a bastardos como tú. Y puede que haya sido verdugo, pero tú fuiste quien
dio las órdenes. Su sangre también está en tus manos. Nunca he hecho
daño a una persona inocente.
Charlie echa la cabeza hacia atrás, abriendo la boca mientras se
ríe.
—Si eso te ayuda a dormir por la noche, hijo, ¿quién soy yo para
discutir?
—Duermo muy bien, Charlie. —Me presiono contra el cañón de su
arma. Estoy tan jodidamente cansado de esto. Ya terminé con su loca
paranoia, las amenazas, preguntándome cuál de sus secuaces imbéciles
está merodeando por la siguiente esquina, esperando para poner a mi
chica en peligro—. Intentaste sacar a Sloane de la carretera, ¿no? —gruño
Charlie se encoge de hombros y baja las comisuras de la boca.
—Esto es Seattle. Se sabe que llueve mucho. No es mi problema si
tu mujer no puede manejar un automóvil cuando la ruta está mojada.
—Jódete, Charlie. Mientras estabas jodiendo con Sloane, tu mujer
estaba en casa cortándose las muñecas. Se encuentra un piso abajo en
un puto estado de coma; ¿Has ido a verla?
Charlie reacciona rápidamente, retrocediendo y balanceándose,
golpeándome fuerte en el estómago. Me doblo, no puedo evitarlo, y el aire
deja mis pulmones en un jadeo agonizante. Puedo sentir la herida en mi 131
estómago desgarrarse aún más. Antes era malo, pero ahora es realmente
malo. Una oleada de náuseas me inunda, haciéndome vomitar.
—Sería prudente que no mencionaras eso. —Charlie se inclina para
que nuestros ojos estén nivelados—. Sé que estuviste allí. Sé que tuviste
algo que ver con eso.
Escupo al suelo, sin sorprenderme cuando veo el tinte rosado de
mi saliva.
—Ya estaba haciéndolo cuando llegué, imbécil. Solo tendrás que
aceptarlo; los años de mentiras, drogas y engaños, la hiciste tan infeliz
que quiso morir. —Estoy presionando los botones de un hombre
desquiciado, pero es lo que me va a sacar de esta situación. Solo estoy
esperando. Esperando el momento adecuado para arrebatarle el arma y
dispararle con ella. Mientras tanto, Charlie mueve el arma para poder
golpearme con la culata en la parte posterior de la cabeza. Mi visión se
rompe en un caleidoscopio de colores y formas.
—¡Oh! ¡Oh Dios mío! —Oigo el chirrido de las zapatillas de tenis en
el linóleo y el ruido de algo que se estrella contra el suelo. Alguien se
cruzó con Charlie y conmigo en nuestra posición comprometedora, y está
enloqueciendo.
—Detente donde estás, amor —dice Charlie. Levanto la mirada y
una enfermera se encuentra congelada, inmóvil, con una bandeja tirada
a sus pies, y pequeños viales de drogas rodando a sus lados por el pasillo
hacia nosotros. Parece que se acaba de cagar en el uniforme.
Probablemente porque Charlie la está apuntando con el arma. No puedo
ir por el arma de Charlie ahora; es muy arriesgado. Podría dispararle a la
enfermera. Pero ahora que está distraído, puedo sacar mi propia arma.
La agarro de mi cintura y siseo entre dientes por el dolor que me atraviesa
el estómago—. Suéltala, Charlie.
Charlie inclina la cabeza hacia mí, sonriendo. Se ve aún más
enojado ahora, mostrando el blanco de sus ojos. Comienza a reír.
—Oh, esto es jodidamente perfecto, ¿no? Vas a tener que
dispararme en un hospital. Serás atrapado y enviado de vuelta a la
mierda de Chino, excepto que esta vez meterán tu culo en el corredor de
la muerte. No habrá libertad anticipada por buen comportamiento, hijo.
¿Y si no me matas? Imagina toda la mierda desagradable y depravada
que puedo hacerle a tu pequeña doctora mientras te pudres.
Todavía está apuntando con su arma a la enfermera, pero ya he
tenido suficiente. Años. Años que pasé en ese infierno por él, por un
crimen que no cometí. Sin embargo, esa injusticia palidece contra la
amenaza que está haciendo hacia Sloane. No le puedo permitir que la
lastime; No lo dejaré, maldita sea. Jamás. Rujo, lanzándome hacia él;
Golpeo fuerte, estrellándolo contra la pared, y la enfermera grita. Una
bruma roja cae sobre mi visión, y estoy golpeando con los puños la cara
de Charlie, su costado, su estómago. Dejo caer mi arma, pero no me
importa. No me importa el dolor. No me importa si pierdo hasta la última
gota de sangre de mi cuerpo. Mataré a este hijo de puta así sea lo último
132
que haga.
Charlie gira la pistola de nuevo, golpeándola contra un lado de mi
cara. El dolor explota dentro de mi cabeza, pero sigo adelante. Sigo
balanceándome. Solo me detengo cuando Charlie logra recuperar el
equilibrio y gira, apuntándome con el arma nuevamente. Agarro el arma,
y luego la apunto hacia él.
—¡Quietos! Suelten sus armas.
Mi corazón está golpeando en mi pecho, y mi cabeza está girando.
Apenas puedo ver bien, pero no hace falta mucho para ver a los dos
agentes de la DEA por encima del hombro de Charlie. Ambos tienen sus
armas desenfundadas, y Lowell nos mira con los ojos muy abiertos, como
si se hubiera sacado el premio gordo.
—¡DEA! ¡BAJEN SUS ARMAS! —grita ella.
Charlie me mira y comienza a reír de nuevo.
—Me temo que no tengo muchas ganas de hacerlo —grita—. Ves,
estamos en medio de una conversación aquí. —Gira y dispara con un
movimiento rápido, demasiado rápido para que los policías reaccionen a
tiempo. La enfermera en el otro extremo del pasillo comienza a gritar de
nuevo, y el chico detrás de Lowell cae hacia atrás, con los brazos y las
piernas estirados mientras vuela por el aire. Una nube de niebla rosada
florece detrás de él, y eso es todo para el amante de Denise Lowell.
Llaman a la FN Herstal Five-Seven el asesino de policías por una
razón. Esta es la razón. Sus rondas perforarán cualquier cosa, incluso el
chaleco antibalas de un policía. Sin embargo, dudo que el compañero de
Lowell estuviera usando alguno, no querría arruinar la línea de su traje,
y ahora el hijo de puta está muerto. Esta mierda ahora está oficialmente
fuera de control.
Hago lo único que puedo; Me doy vuelta y corro.
***

Sloane
Casi hemos recorrido todo el hospital antes de encontrarnos con
Zeth; escuchamos disparos, gritos, y luego ahí está él, con la frente
cubierta de un brillo enfermizo de sudor.
―¡Oh Dios mío! ¿Qué demonios te pasa? ―Me dirijo a su camisa,
para levantarla, para ver qué daño ha hecho(¡corriendo! ¡Estaba
corriendo!), pero aparta mi mano.
―Más tarde, Sloane. Más tarde, ¿está bien?
―¡Oye! ¡Oye, detente! ―Un grito resuena por el pasillo, y lo siguiente
que sé es que Zeth me ha agarrado de la mano y está arrastrándome en
la dirección opuesta, lejos de la agente Lowell―. ¡ALTO AHÍ MISMO!
133
―grita.
Sin embargo, tenemos unos buenos nueve metros sobre ella.
Doblamos la esquina deslizándonos, los cinco, y sigo adelante, tirando de
Zeth por la izquierda que nos llevará a la escalera de servicio; nunca
vamos a llegar al ascensor a tiempo. Atravieso la salida de emergencia y
empiezo a correr por los escalones de hormigón, con el corazón
retumbando en mis oídos. Esto es estúpido, esto es estúpido, esto es TAN
jodidamente estúpido. El canto es como un metrónomo, manteniendo mis
piernas en movimiento. Estoy huyendo de la ley. Nunca, jamás, jamás en
mi vida pensé que era así, o lo sería para el caso.
Bajamos, escalera tras escalera. Me da vueltas la cabeza cuando
llegamos a la planta baja, y me pitan los oídos con el sonido de pisadas y
gritos incoherentes.
―¡Sigan moviéndose, sigan moviéndose! ―ruge Zeth. Me giro y
Lacey está justo detrás de mí, con los ojos muy abiertos, una máscara de
pánico congelada en su rostro. Zeth está detrás de ella, seguido por los
otros hombres. Y tres vueltas de la escalera sobre nosotros, la agente
Lowell se asoma al hueco, apuntando con su… apuntando con su arma.
―¡No se muevan! ―grita. Sin embargo, Zeth sigue presionando;
obviamente tiene toda la intención de moverse. Y rápido. Salimos
abruptamente por la salida de emergencia al estacionamiento trasero,
directamente a una lluvia que es tan fuerte que me empapa al instante.
―Vayan al estacionamiento frontal ―dice Zeth, empujándonos a mí
y a Lacey a la derecha. Ya estoy moviéndome, pero Michael agarra a Zeth
por el hombro.
―Dame tus llaves ―dice. Zeth lo despacha, pero él no se rinde―.
Zeth, dame tus jodidas llaves. ¡Ahora!
―Solo cállate y muévete.
Michael golpea a Zeth en la espalda, tan fuerte que cae de rodillas.
Un chillido sale de mi boca, ¿qué demonios está haciendo? Michael mete
la mano en la chaqueta de Zeth y saca el juego de llaves, y luego ayuda a
Zeth a ponerse de pie. Zeth está muy pálido y balanceándose sobre sus
pies, pero todavía parece que quiere matar a su amigo.
Michael se vuelve hacia mí entonces.
―Esperen a la vuelta de la esquina. ¡Vayan! Ella nos seguirá a los
autos. Enviaré a alguien por ustedes. ¡Solo espera allí! Vas a tener que
ayudarlo. Ha perdido mucha sangre. ―Como demostrando su punto, la
cabeza de Zeth se balancea hacia atrás y casi se cae al suelo. Lacey y yo
lo agarramos por debajo del brazo y obedecemos. Esto no funcionará. Esto
no funcionará. Pero aun así avanzo, tropezando bajo el gran peso que
desesperadamente estoy tratando de no dejar caer sobre mí.
Afortunadamente, Zeth puede tambalearse hacia adelante, de lo
contrario estaríamos jodidos. Michael y Cade arrancan, gritando y
llamando a medida que avanzan. El edificio a nuestra izquierda cambia
de plano y giramos, entrando en un pequeño patio donde se guardan los
134
bloques del generador. Lacey parece saber a dónde va. Nos insta a
avanzar, llevándome justo detrás de una de las casas estilo Génova de
ladrillo.
Tengo que parpadear tres veces antes de creer lo que veo.
―¡Policías! ―Me vuelvo hacia Lacey, que parece un poco
avergonzada―. Lacey, ¿por qué hay dos jodidos policías jodidamente
esposados a las puertas de este jodido edificio? ―No creo que alguna vez
haya dicho la palabra joder tantas veces, pero la situación parece
justificarlo.
―Solo están inconscientes. No están muertos ―dice Lacey, como si
eso lo mejorara todo.
―Oh, Dios mío. ―Suspiro, y lo digo en serio. Intervención divina es
la única forma en que puedo ver un resultado positivo en todo esto. Tengo
ganas de arrodillarme y rezar para que podamos superar esto. Lacey y yo
bajamos a Zeth al suelo. Sus ojos están abiertos, pero no parece que
estuviera viéndonos. Reviso su pulso y es lento y débil. Va a morir, y todo
porque no se quedó en la cama. Todo esto porque jodidamente no me
escuchó. Le doy una cachetada en la cara, fuerte, y solo parcialmente es
para evitar que caiga en coma. La otra mitad es porque jodidamente se lo
merece.
Michael nos dijo que esperemos aquí, que enviaría a alguien por
nosotros. Las sirenas de la policía suenan en el estacionamiento frontal
y no hay nada más que podamos hacer. Lacey y yo nos sentamos allí, y
esperamos.
***
Un Widow Maker aparece doce minutos después. Es Carnie, uno
de los hombres que conocí en casa de Julio; no tengo idea de cómo logró
llegar tan rápido, y no hago preguntas. Es un milagro que aún no nos
hayan descubierto. Por suerte, los policías inconscientes tampoco se han
despertado, aunque eso es más preocupante. Llevan tanto tiempo fuera
que empiezo a preocuparme de que estén realmente muertos, pero una
rápida revisión de sus pulsos revela que todavía están vivos.
Al igual que nosotros, Carnie está completamente empapado; se ve
ligeramente divertido con nuestra situación, aunque su sonrisa se
desvanece cuando se da cuenta de que depende de él levantar a Zeth. Al
final, incluso él no es lo suficientemente fuerte para hacerlo solo. Toma
los brazos de Zeth, y Lace y yo tenemos una pierna cada una. Es tan
indigno que casi me alegro de que el bastardo finalmente se nos haya
desmayado; conscientemente nunca toleraría tal maltrato.
Carnie tiene una furgoneta industrial esperando en la parte trasera
del hospital, con el motor aún en funcionamiento. A un lado, la pintura
dice Encore Dry Cleaning. La ha estacionado justo frente a las puertas
del área de carga, como si estuviera esperando una entrega de ropa sucia
del hospital. El hospital limpia sus propias sábanas y batas, pero es un
disfraz razonable. Nos las arreglamos para arrastrar a Zeth a la parte de 135
atrás (la camioneta en realidad está repleta de sacos de ropa limpia) y
luego Lacey y yo nos subimos justo detrás de él.
―¿De dónde demonios sacaste esto? ―le pregunto a Carnie, ya
sospechando la respuesta.
―Lo tomé prestado ―responde, y luego cierra las puertas de golpe.
Cae la oscuridad. Un momento después, la furgoneta se tambalea y
estamos moviéndonos. En la oscuridad, el motor y nuestra respiración
parecen muy ruidosos. De repente me doy cuenta del frío que tengo, y de
lo húmeda y cansada que estoy. Lacey hurga alrededor y encuentra mi
mano, apretándola con fuerza.
―¿Estará bien? ―susurra.
Aprieto su mano de regreso y le digo la verdad.
―No sé. Espero que sí.
17
Sloane
Traducido por MadHatter

El hombre al que llamé un médico de callejón en el almacén de Zeth


me dijo que su consultorio se encontraba en un sótano, pero mintió; en
realidad se encuentra encima de una tienda de tatuajes en Greenwood.
Parece menos feliz de vernos cuando entramos por su puerta, aunque su
mueca de labios apretados no es de sorpresa. Sabía muy bien que íbamos
a venir.
La unidad desde la que opera es claramente donde también vive,
aunque la habitación a la que nos guía se encuentra inmaculadamente
limpia y equipada con casi todos los aparatos hospitalarios que pueda
necesitar, incluida una máquina de soporte vital empujada hacia un
rincón.
—Ponlo sobre la mesa —ordena, arremangándose la camisa.
136
Carnie, Lacey y yo levantamos a Zeth sobre la mesa y yo trato de no
sucumbir a la abrumadora necesidad de vomitar. Todo me golpea de una
vez. Acabo de arruinar cualquier posibilidad de continuar con mi carrera.
Nunca debí haber huido, pero era difícil negarme cuando todos parecían
tan frenéticos y desesperados por moverse. Cuando parecía que todo el
mundo había venido a buscarme, para evitar que Charlie hiciera algo que
pudiera dañarme. Realmente no tenía otra opción.
Sin embargo, ahora nada de eso importa. No en comparación con
la forma inmóvil que yace de espaldas en la mesa de operaciones
improvisada de este desconocido. Mi corazón se siente... se siente como
si estuviera envuelto en alambre de púas, y cada vez que respiro y mi
pecho se expande, mi corazón se hincha y presiona contra ese alambre,
y se perfora un poco más profundo. La cuidadora que hay en mí quiere
comprobar los signos vitales de Zeth, para establecer qué le está pasando,
pero me siento demasiado asustada. Me preocupa lo que pueda encontrar
y me preocupa cómo me afectará. Ya se siente como si estuviera a punto
de perder el control; si compruebo por mí misma que se está muriendo,
sé exactamente lo que sucederá. Será el final de todo para mí. Lo he
criticado, he luchado y lo he negado, pero no tenía mucho sentido ni
siquiera intentarlo. Me he enamorado de esta alma temeraria, peligrosa
y aterradora, y ahora que me di cuenta, no estoy lista para renunciar a
ella.
Salgo de la habitación y me dirijo directamente a donde Lacey está
sentada en un sofá de cuero completamente gastado, mirando al vacío.
Ya parece bastante traumatizada, pero voy a preguntarle una cosa más.
—Lacey, ¿cuál es tu tipo de sangre?
Agita los párpados, y luego se vuelve a enfocar, mirándome.
—No lo sé.
Exhalo, cierro los ojos y me tomo un momento. Yo soy tipo A; eso
ya lo sé. Solo puedo donar a personas con el mismo tipo de sangre o tipo
AB. Si Zeth es del tipo O, como la mitad de la maldita población del
mundo, entonces transfundirlo con mi sangre podría matarlo fácilmente.
Y ahora Lacey no conoce su tipo de sangre. Si ella es AB, el santo grial de
las transfusiones de sangre, no importará lo que sea Zeth; ella podrá
ayudarlo de todos modos. Sin embargo, la probabilidad de que eso ocurra
es casi nula. Pero darle a Zeth la sangre de Lacey sigue siendo nuestra
mejor apuesta en esta etapa. Ella es su hermana. Aunque eso no significa
necesariamente que tengan el mismo tipo de sangre, sí significa que es
más probable que sean compatibles.
—¿Puedo ayudarlo? —susurra Lacey, sacándome de mis
pensamientos de pánico.
—Solo podemos intentarlo —digo. No hay forma de que pueda robar
más sangre del hospital y es poco probable que encontremos un mejor
candidato. 137
Dejo que el otro médico los conecte y no me quedo sentada a mirar.
Camino de un lado a otro en la otra habitación, luchando contra el
cosquilleo del miedo con el que ahora me siento más que familiarizada.
Lacey luce más blanca que una sábana una vez que se realiza la
transfusión de sangre. Viene y se sienta en la habitación conmigo,
enciende la televisión, aunque no la mira. El sonido de Los Simpson
sonando de fondo está ahí para llenar el silencio, y me alegro. Me impide
gritar.
Tres horas después, aparece Cade. Lleva su chaleco y una
expresión peligrosamente irritada en su rostro.
—Esa perra seguro que puede conducir —es todo lo que dice.
Después de algunas indicaciones, confirma que Michael se llevó la peor
parte del fuego, pero que escapó y vendrá tan pronto como pueda.
También confirma que, por lo que él o Michael pueden decir, Charlie no
fue arrestado. Dios sabe lo que hizo el psicópata para evitarlo.
Cade se sienta junto a Lacey en el sofá, y sus ojos se agrandan por
la sorpresa cuando ella se gira y se enrosca en una bola, acurrucada en
su costado. Solo se conocieron brevemente esta tarde, pero él no sabe
que la simple necesidad de Lacey de ser abrazada a veces anula todas las
formas de etiqueta social. Sin embargo, se lo toma bien; se encoge de
hombros y la rodea con el brazo, y siento ganas de besarlo en la mejilla.
Es medianoche cuando Zeth se despierta. El médico, se llama West,
me dice Cade, viene a avisarme.
—Está bien vendado y le he dado un sedante para que no intente
moverse. ¿Crees que podrías intentar no emocionarlo demasiado?
Bastardo descarado. Le doy a West una sonrisa severa y entro en
la habitación, empujándolo. Los ojos nublados de Zeth miran
directamente al techo mientras frunce el ceño, parpadeando lentamente
contra la luz.
—Deberías saber que estoy bastante enojada contigo —le susurro
en voz baja. Zeth gira la cabeza lentamente hacia un lado como si fuera
más pesada que una bola de boliche. Esboza una sonrisa perezosa.
—Yo también estoy bastante enojado conmigo —dice. Para alguien
a quien claramente se le ha inyectado suficiente tranquilizante como para
sedar a un pequeño elefante, sorprendentemente su habla no se ve
afectada. Mi corazón tira un poco, me duele el pecho.
—¿Por qué estás enojado contigo mismo, Zeth?
—Porque... te vas a ir —dice, sus palabras requieren algo de
esfuerzo para salir. Un rayo de algo doloroso y demasiado caliente recorre
mis venas, iluminándome. ¿Cree que me iré? Tengo que tomarme un
momento para considerar eso. Si él ya lo piensa, tal vez debería hacerlo.
Quizás debería salir por la puerta y nunca mirar atrás. Tan pronto como
considero esta opción, sé que nunca va a suceder.
—¿Por qué dices eso? —Entro más en la habitación y me siento con
cuidado en el borde de la mesa donde está inmovilizado bajo el peso de
las drogas que recorren su cuerpo.
138
—Por esto... por... mí.
No tengo ninguna duda en mi mente de que no estaría hablando
así si se encontrara en mejor forma. Estaría gruñendo algo acerca de que
yo podía hacer lo que quisiera y que todo era mi decisión. Pero creo que
las drogas podrían estar aflojando un poco esa lengua suya.
—Sí, bueno. No voy a decir que probablemente manejaste la
situación del hospital un poco precipitadamente, pero no soy ciega, Zeth.
Veo el motivo que había detrás.
Zeth gruñe, meneando la cabeza lentamente, como si de repente se
sorprendiera pensando en algo que no quiere estar pensando. Un hombre
tan grande, cubierto de tinta, con una dureza feroz que a menudo engaña
a los demás, pero he visto este lado de Zeth escondido debajo del exterior
frío. Solo estaba esperando conocerlo adecuadamente.
Tomo su mano, sin importarme más. Sin importarme mi orgullo, o
su arrogancia, o ambas cosas, nuestra estupidez. Me he cuestionado a
mí misma, y lo he interrogado a él en innumerables ocasiones, y también
he dudado de nosotros dos tantas veces, pero las cosas ya no serán así.
Este es el punto de inflexión. Aquí es donde dejo de contenerme. Aquí es
donde me convierto en suya. Casi perderlo dos veces me ha hecho darme
cuenta de que realmente lo deseo. Quiero esto. Lo quiero a él. Quiero que
haya un nosotros. Y lo voy a tener.
—No voy a ir a ninguna parte —digo.
Las pupilas de Zeth son como la lente de una cámara que se
agranda y contrae, tratando de forma desesperada de enfocar
correctamente. Este puede ser un mal momento para hacer esto, pero
está sucediendo de todos modos. Entrelazo mis dedos con los suyos, las
ásperas callosidades de sus palmas y dedos me recuerdan que trabaja
con los puños. Lo acepto. Ahora mismo lo estoy aceptando. Parpadea de
nuevo, y luego un leve intento de una sonrisa arrogante aparece en su
rostro.
—Sabía que no podrías resistirme —dice en voz baja.
Solo puedo reír.
—Contra todo pronóstico, no —admito—. No puedo.
—Entonces soy un hombre feliz, doctora Romera —dice, dejando
que sus párpados se cierren por un momento—. Porque desde el
momento en que te vi... no tuve ninguna oportunidad. —Mueve los dedos
y me doy cuenta de que está tratando de liberar su mano. La decepción
me atraviesa (¿todavía no puede tomarme de la mano?), pero luego
levanta el brazo por encima de la cabeza y lo deja allí, esperando—.
¿Vienes aquí o qué? —me pregunta.
Quiere que me acueste en la mesa con él. Está cubierto de sudor y
sangre, y luce muy mal, pero, francamente, no hay otro lugar en el mundo
en el que prefiera estar. En esa acción pequeña y concentrada, la última
parte frágil de mi corazón que he estado tratando de guardar para mí, de
139
repente se pierde. Es toda suya. Está envuelto por completo a su
alrededor, y no tengo ninguna esperanza de recuperarla. Subo tan
cuidadosamente como puedo a la mesa y dejo que mi cabeza descanse
suavemente sobre su hombro; me rodea con un brazo y tengo ganas de
hacer algo completamente ridículo, tengo ganas de llorar. No hemos
estado aquí antes, pero esto, él y yo juntos, nuestros cuerpos tan juntos,
y no solo presionados, sino con él acercándome aún más, se siente como
si estuviéramos hechos para encajar así todo el tiempo, y si nos
hubiéramos dado por vencidos y lo hubiéramos intentando, lo habríamos
visto desde el principio.
—¿Qué es esto? —pregunta Zeth, murmurando las palabras en voz
baja en mi cabello. Descansa la mano sobre mi costado, sobre el bolsillo
de mis ahora totalmente repugnantes pantalones de médica. Busco
dentro y saco el sobre naranja que encontré esta mañana, al comienzo
del peor turno en la historia de todos los tiempos.
—Oh sí. Quise leer esto más temprano. —La abro con cuidado,
sintiendo una pizca de arrepentimiento. Ya sospecho que qué será esto;
cuando saco la tarjeta gruesa y grabada del interior del sobre, mis
sospechas se confirman—. Está cordialmente invitada a asistir a la boda
de la señora Rebecca Gibbs con el señor Suresh Patel, el 30 de noviembre
de este año. Las celebraciones se llevarán a cabo en The Grand Alms
Hotel, comenzando a las once de la mañana para el servicio y los votos
—leo. Sí, estaría mintiendo si dijera que no estoy inmensamente triste en
este momento. Después de escuchar a Suresh hablar sobre ello durante
tanto tiempo, estaba deseando que llegara su boda. Paso los dedos por el
papel una vez más y luego deslizo la tarjeta dentro del sobre.
—¿Me invitarás para que sea tu acompañante? —pregunta Zeth,
su voz retumbando en mi oído.
—Oh, vamos. Difícilmente voy a ir. No sería seguro.
—¿Recibiría la invitación si fueras?
Quiero más que nada en este mundo besar a Zeth en este
momento, pero sé que no es una buena idea. En cambio, lanzo la
precaución al viento y presiono mis labios contra su caja torácica,
cerrando los ojos.
—Sí —digo—. Recibirías la invitación.
Zeth inhala profundamente, de la misma manera que lo hacen los
pacientes cuando han tenido demasiado alivio del dolor y se siente bien
estirar los pulmones al máximo de su capacidad. Está inmensamente
drogado en este momento, pero hace un gran trabajo para controlar su
mierda. Exhala lentamente y luego habla. Lo hace tan por lo bajo, que
tengo que esforzarme para escucharlo.
—Una vez te dije que esto podría ser un cuento de hadas si lo
permites. Y te dije el papel que jugaría en ese cuento de hadas. Pero si
quieres ir a esto... —Deja de hablar durante tanto tiempo que supongo
que se ha quedado dormido. Pero luego gira la cabeza, sus labios se 140
mueven mientras los pasa contra mi cabello—. Si quieres ir, Sloane... lo
haré realidad. Por ti, puedo cambiar de personaje. Seré el príncipe azul
por una noche.
Sobre la autora
Callie Hart es una de las autoras más
vendidas de novelas románticas dark de USA
Today. Es una romántica obsesiva a la que le
encanta dar un giro oscuro a sus historias.
Sus personajes son individuos imperfectos y
defectuosos que dictan cuándo come,
duerme y respira. Le encanta viajar y, a
menudo, escribe sus libros cuando está de
viaje, inspirándose en su entorno, a menudo
único y salvaje.

Si no está escribiendo, sin duda la


encontrarás con la nariz hundida en un
libro, o viendo programas en CW 141
Próximo Libro

142

Sloane
¿Cuántas veces puede una persona caerse y volver a levantarse?
¿Cuántas veces pueden salir mal las cosas antes de que te rindas?
Lo he perdido todo. Mi casa, mi trabajo, mi propósito en la vida, todo se
ha puesto patas arriba. Pero aunque la vida no ha resultado
exactamente como me hubiera gustado, no cambiaría nada. Si las cosas
fueran diferentes, no tendría a Lacey. No tendría a Michael.
Pero lo más importante es que no lo tendría a Él.
Me he dado cuenta de lo que siento. Él lo supo antes que yo. Solo queda
una pregunta:
¿Es capaz de sentir lo mismo?
Zeth
Los secretos son una prisión y he estado tras las rejas durante años.
Sloane Romera ha estado girando llaves en todas mis cerraduras,
arrojando luz en rincones de mi mente que pensé que siempre estarían
envueltos en la oscuridad. O al menos esperaba que lo estuvieran.
He cometido muchos errores en esta vida y, sin embargo, esta mujer me
ha perdonado. Ha hecho algo que nunca creí posible: ha aprendido a
comprenderme y no ha huido. Ella me asombra. Ella me ha salvado.
Ella se enamoró de mí.
Si está en mi poder, estoy a punto de hacer lo mismo por ella.

Blood & Roses #5


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