M.N. Forgy - The Fear That Divides Us

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M. N.

FORGY
El Miedo Que Nos Separa
The Devil´s Dust 3

Sinopsis:

Bobby, el capitán de ruta de los Devil's Dust MC, tiene cicatrices para demostrar
cuán peligrosa es su vida. Él da al mundo que conoce infierno y amor a cada momento.
Siendo portador de una sonrisa que hace caer las bragas de las mujeres a su paso, su
salvaje vida nunca ha significado un problema para él, hasta ella. Jessica es la única
mujer que lo distrae en su juego. Después de llevarla a la cama, es la única mujer que le
dice que se marche. Al despertarse sin ella, no puede resistirse a su atracción. Él ha visto
las marcas en su cuerpo, las que cuentan los horrores que ha vivido. También ha visto el
miedo en sus ojos cuando se permite flaquear ante sus avances. Bobby tiene que tomar
una decisión. ¿Puede ayudar a Jessica, o eso significará renunciar a su vida sin
preocupaciones?
Jessica, también conocida como Doc, vive la vida con miedo. Años atrás, ella corrió
hacia los Devil’s Dust para que la protegieran, buscando la desaparición de su abusivo y
dominante esposo. Con su mente y su alma torturadas por su pasado, no puede
permitirse seguir adelante. Lo único en su mira es la seguridad de su hija. Incluso si
tiene la atención de un motero tatuado, no puede sucumbir a su encanto y arrastrar a su
hija de vuelta a un mundo de peligro, por mucho que él piense que puede salvarla.
Se cometerán errores.
Los miedos serán enfrentados.
El dolor será recordado.
¿Pueden Bobby y Jessica sobrevivir a los peligros que llevan a cuestas?

*** ADVERTENCIA *** Esta novela contiene lenguaje explícito, sexo, drogas,
violencia y situaciones sexuales que a algunos les pueden resultar ofensivas. Este libro
está dirigido a adultos mayores de 18 años.
Dedicatoria
Este libro es para todos aquellos que han sido atormentados por el dolor.
La clase de dolor que te impide ver algo bueno cuando está justo frente a ti, que te
impide buscar el camino que tanto deseas.
Un dolor que puede venir en muchas formas, tanto buenas como malas.
Hay un azote juguetón, y uno que desea lastimar.
Hay palabras de risa y otras destinadas a juzgarte. No dejes que lo peor te tome de
rehén impidiéndote vivir.
No temas al dolor; teme al mensaje detrás de eso.
6 AÑOS ANTES
Jessica
Mirándome en el espejo esta mañana, me estremezco ante la espantosa vista de mi
cara. El lado de mi mejilla está completamente negro y azul, y mi cabeza zumba con un
dolor constante. Una muestra de mi falta de respeto hacia Travis anoche. Esto es
exactamente por qué no puedo volver a trabajar pronto, sin importar cuánto echo de
menos ser doctora.
—Soy tan estúpida—mascullo, agarrando un par de pantalones y una camisa para
ponerme. Me duele el cuerpo y mi muñeca grita de dolor por haber estado encadenada.
Mi coño está en carne viva. Anoche estuve sangrando por el sucesivo e implacable
abuso de Travis. Soy un desastre, un maldito desastre. Un día me va a matar, física y
mentalmente, de eso estoy segura.
Travis llegó a casa anoche, borracho, apestando a alcohol y perfume caro. El hospital
tuvo otro evento y estoy segura de que se folló a alguna enfermera en el armario. Pero
al parecer, ella no pudo satisfacerlo, quien podría con sus deseos sádicos. Terminó
viniendo a casa por otra ronda.
Estaba dormida en la cama cuando deslizó su mano en mi pelo, tirando con fuerza
para despertarme.
—Hora de bajar las escaleras—dijo respirando en mi pelo, con los dientes apretados con ira.
Ahí es donde siempre me lleva para denigrarme, al sótano. Su ira no es nada nuevo, mi
sola presencia lo enoja. La mirada de asco con la que me persigue por la habitación
cuando regresa a casa del trabajo, es suficiente para hacerme temblar.
—Travis, acabo de dormir a Addie, por favor, ahora no—le susurré mientras continuaba
tirando de mi cabello, con un agarre dolorosamente fuerte. Sabía que era estúpido resistirme,
desafiarlo cuando estaba en ese estado; pero por alguna razón anoche, me había
hastiado. Vivo aterrorizada día tras día; tengo miedo de que decir o hacer algo
incorrecto frente a Travis.
—¿Con quién crees que estás hablando?—gruñó, tirando de mi cabeza hacia atrás con tanta
fuerza que me provocó un instantáneo dolor de cabeza. Sabía que iba a pagar por mi arrebato de
cólera, pero qué bien se sintió desafiarlo. Me dio una sensación de esperanza, de control, que
tampoco me estaba permitido. La esperanza era para aquellos que no tienen dueño, y el control
era para los fuertes. Travis me había dicho esas palabras incontables veces, rompiendo mi alma
cada vez, en nada más que desesperanzadoras posibilidades.
Se puso de pie, arrastrándome del pelo a lo largo de la cama mientras yo trataba de no gritar.
No quería despertar a Addie, pero no pude evitarlo. Entre el miedo que golpeaba mi pecho y el
dolor de mi cabeza, no pude contenerlo. Grité y me moví agitadamente contra el colchón mientras
él me sacaba de la cama como una manta vieja, mis pies golpearon contra el suelo de losa radiante
cuando me sacó por completo.
—¡Creo que necesitas un recordatorio de quién es tu amo!—gritó él, saliendo de la
habitación, mientras todavía me llevaba a rastras.
La parte trasera de mis tobillos golpeaba contra cada escalón mientras bajaba corriendo las
escaleras hacia el sótano, la habitación se iluminó levemente cuando encendió las luces.
Soltó mi cabello, el alivio inundó mi cuero cabelludo, pero no pude recuperar el equilibrio lo
suficientemente rápido, haciendo que mis palmas golpearan contra el implacable hormigón
mientras caía de cara al suelo.
—Travis, por favor—supliqué. No sé por qué suplicaba; no servía de nada. De hecho, eso
cebaba al hijo de puta. Mi gramo de valentía fue imprudente. ¿En qué estaba pensando? Tenía
mejor criterio que eso.
Miré hacia arriba, mi visión era borrosa por la cantidad de lágrimas que se acumulaban en
mis ojos. Parpadeé para apartarlas, tratando de ponerme de pie, pero antes de que pudiera
levantar la pierna, una mano se clavó a un lado de mi cabeza, haciendo que volara hacia atrás y
que mi cabeza chocara violentamente contra la pared.
Solté un alarido cuando mi cabeza se golpeó y los sonidos a mi alrededor se desvanecieron.
Cuando el collar fue puesto alrededor de mi cuello, mi cuerpo al instante entró en modo
supervivencia. Lo que significaba que estaría haciendo lo que Travis quisiera que hiciera sin
pelear. Yo era una esclava con ese collar, pero al menos viviría para ver otro día.
—Ponte en posición—me exigió Travis y su voz resonó en mi cabeza. Me levanté lentamente,
mis piernas estaban inestables mientras caminaba hacia la gran cama cubierta con sábanas color
plata. Sábanas que tuve que lavar con lejía muchas veces para eliminar el hedor de la
desesperación y la tortura. Arrodillándome al final de la cama, esperé mi siguiente orden, las
lágrimas corrían por mi rostro tan rápido que mis mejillas estaban en carne viva.
Travis agarró mi cabello, retirándolo bruscamente, haciéndome mirar hacia sus amenazantes
ojos azules; ojos azules que tenían una forma enfermiza de penetrar lo que quedaba de mi psique.
Que no era mucho. Lo único que estaba allí era el amor feroz por mi hija. Tenía que mantenerme
fuerte por ella. Mi trabajo era mantenerla a salvo y si me quebraba al punto de no retorno, ella
quedaría abandonada a los lobos.
Muchos me llamarían loca si les dijera que amé a este hombre hasta no hace mucho
tiempo, estaba locamente enamorada de él. Compartimos lo que sentían todas las
parejas nuevas, las mariposas cuando nos conocimos, las noches en las que no hacíamos
más que acostarnos en la cama y hablar de tonterías sin sentido, nutriendo al otro con
bobadas. Sin embargo, todo era una fachada que me llevó a recibir un collar y ser la
esclava de un marido abusivo. Al igual que todos los cielos cristalinos, finalmente
aparece una tormenta, oscureciendo tu visión perfecta de la vida. Es inevitable. Con
cada latigazo, con cada apretón en la garganta, me pregunto dónde me equivoqué, pero
cuando el dolor se afinca, y el aire llena mis pulmones, recuerdo dónde me equivoqué:
me enamoré de un monstruo.
Travis se inclinó y deslizó su lengua a lo largo de mi mejilla, absorbiendo mi pena.
—Tu tristeza me hace saber que eres consciente de tu posición. Estás aquí para servirme y
entregarme todo lo que te pida, esposa mía. —Él dice la última parte furioso, haciéndome cerrar
los ojos con fuerza, tratando de ahogar sus palabras, de construir una barrera.
—¿Lo entiendes?—me preguntó. Asentí con la cabeza mientras un quejido se escapaba de mi
garganta—. Dilo—dijo con los dientes apretados, agarrando mi mejilla con dureza, sus dedos
magullándome la piel.
—Sí, Amo—escupí, tratando de liberarme de su agarre. Mi tono me toma por sorpresa. No
tenía idea de lo que me había pasado.
—Veo que alguien tiene actitud esta noche. Perfecto. Sé exactamente lo que necesitas. —Me
agarró por el cuello y me levantó, arrojándome sobre la cama boca abajo. Mis piernas se crisparon
con la urgencia de correr hacia el otro lado de la cama, pero el collar, ajustado alrededor de mi
cuello, me recordó el castigo al que me enfrentaría por desobedecer.
A horcajadas sobre mi cuerpo, esposó mis muñecas con los rígidos grilletes, empujando mi
cabeza contra el colchón lo suficientemente fuerte para sujetar el cuello, que estaba convencida de
que me ahorcaría. Que por fin la pesadilla podría terminar.
La puerta del baño se abre, rompiendo mi flashback de la noche anterior.
—Te ves como una mierda. Ponte un poco de maquillaje o algo así—me insulta
Travis.
—No tengo más maquillaje. Tuve que usar lo que me quedaba la última vez que me
usaste como saco de boxeo—digo cortante, cerrando los cajones bruscamente. Me
estremezco por mi arrebato, sabiendo que no será ignorado.
—¿Qué me dijiste? —Travis agarra mi rostro con dureza, haciéndome lamentar al
instante mi elección de palabras. ¿Pero por qué contenerme de lo que realmente siento
por el bastardo? Hoy no será peor que mañana; él me seguirá tratando como basura.
—Dije que te odio—gruño y le escupo en la cara. Travis cierra los ojos mientras se
limpia la cara.
—¿Piensas que eres fuerte, verdad? —Él extiende la mano hacia atrás y me da una
bofetada en la boca, partiéndome el labio.
Caigo contra la encimera del baño, mi respiración se vuelve dificultosa por la
cantidad de dolor que está sufriendo mi cuerpo.
—Jessica, puedo decir que no he sido muy detallista contigo en el sótano. He estado
siendo deficiente en tu castigo, haciéndote sufrir a cambio, provocando que te
comportes mal. Esta noche te entregaré el dolor que tan desesperadamente anhelas,
puedes contar con eso, mi querida esposa—dice, empujando mi cabeza contra la
encimera con dureza. Las lágrimas llenan mis ojos. Estoy cansada, malditamente
cansada de todo esto. No puedo soportar más esta mierda.
—¡NO!—grita Addie, entrando corriendo al baño. Mi corazón tiembla al escucharla,
de inmediato me siento asustada por su seguridad, y aterrada de que me vea así.
Addie ataca la pierna de Travis, gritándole, arañándolo para que me suelte. Escucho
a Travis exhalar con ira mientras la empuja, haciéndola tropezar y caer al suelo.
Addie comienza a llorar al instante.
—No tengo tiempo para esta mierda, me tengo que ir a trabajar—se burla Travis,
soltándome y saliendo del baño. Rápidamente caigo al suelo y voy hacia Addie,
meciéndola en mi regazo. Acuno sus mejillas y la beso en todas partes, notando que
aterrizó sobre su cara cuando se cayó.
—Mierda—susurro, abrazándola fuertemente contra mi pecho.
No puedo hacer esto nunca más. Una cosa era cuando era solo yo, pero puedo
advertir que se está volviendo hostil con Addie; es cada vez peor. La forma en que se
burla de ella, la mira con disgusto por el rabillo del ojo cuando está a su alrededor; es
una bomba de relojería lista para explotar en cualquier momento. Tengo que
marcharme de aquí, pero tengo que ser inteligente al respecto. Solo pensar en escapar
hace que mi corazón se acelere a un ritmo peligroso. La última vez que escapé, casi me
mata. Niego con la cabeza; no puedo pensar así. Tengo que intentarlo. Tengo que tratar
de escapar. Por mi hija. Eso significa no llamar a mi madre, no usar las tarjetas de
crédito. Levanto a Addie y entro en el dormitorio, abro la caja fuerte y tomo todo el
efectivo. Agarrando mi bolso del mostrador, corro descalza hacia mi coche tan rápido
como puedo, rezando para que nadie del personal de la casa nos vea.
—¿Adiós, adiós?—me pregunta Addie.
—Sí, cariño, nos vamos muy, muy lejos. Donde papá ya no pueda hacernos daño,
donde no tengamos que tener miedo—le susurro, sujetándola en el asiento del coche.
Las lágrimas resbalan de mis ojos cuando pienso en alejar a Addie de su padre, pero él
no es un padre para ella. Tampoco es un esposo. Es solo el guardián de una jodida vida
en la que nos ha encarcelado a las dos. Me subo detrás del volante, mis manos tiemblan
por la adrenalina. ¿Y si me atrapa de nuevo? ¿Y si me persigue? Negando con la cabeza;
enciendo el motor y solo conduzco. ¿A dónde? No tengo ni idea, pero seguiré
conduciendo, hasta el punto en que no podamos conducir más. Con suerte para
entonces, tendré un plan.

Bobby
Mientras tomo un sorbo de lo que queda de mi cerveza, mis ojos atrapan a Babs
viniendo de la cocina por encima de la botella. Su pelo rojo se pega a su cara por el calor
del verano, y ella está mascullando algo. Coloco la botella vacía sobre el mostrador y la
observo recoger vasos y llenar el depósito de hielo. Está tranquilo aquí. Muy tranquilo.
Las noches en la casa club generalmente están llenas de mujeres fáciles y drogas. Bueno,
un poco fácil. Al ver que todavía soy un candidato, no me acerco a la cantidad de culos
de los hermanos con parche, pero me va bien. Quito la etiqueta de la cerveza y la pliego
por aburrimiento.
De repente, Old Guy atraviesa las puertas del club, llamando la atención de todos.
—¿Dónde está Bull?—pregunta Old Guy, con voz frenética.
Me encojo de hombros, no estoy seguro.
—Creo que está en su habitación. ¿Quieres que lo llame?—pregunta Shadow,
sentado a mi lado. Miro por encima del hombro a Shadow y sonrío. Desde que nos
convertimos en candidatos, él ha estado besando culos. No puedo evitar burlarme de él,
y puedo salirme con la mía porque lo conocí mucho antes de estar en el club.
—Sí. Date prisa—le exige Old Guy. Él se pasa las manos a lo largo de los lados de su
cabeza, retirando el largo cabello que escapó de su coleta.
Me deslizo del taburete y arrojo la botella a la basura. Tengo curiosidad sobre qué
tiene a Old Guy en tal estado. Bull sale de su habitación, abrochándose el cinturón.
—Mejor que sea algo importante, maldita sea—masculla Bull mientras se dirige
hacia la puerta principal.
Antes de lleguemos a la puerta, Old Guy entra con una mujer. Ella está acurrucada
en su pecho por lo que es difícil ver si la conozco o no. Tiene el cabello rubio, manchado
de sangre en algunos lugares y ropa que parece que no se lavó en días.
—¿Pero qué mierda?—susurra Shadow con incredulidad. Mis ojos se abren
ampliamente, sorprendido por el estado en que se encuentra la mujer.
—¿Quién es?—pregunto.
—No estoy seguro. Llegó en un cochazo y no dejó de preguntar quién era el que
estaba a cargo porque quería hacer un trato, antes de caer desmayada al suelo—me
informa Old.
—¿Un trato?—pregunta Bull. Se acerca a la mujer y le quita el pelo de la cara—.
Alguien le hizo mucho daño.
—Hay más. —Old gira sobre sus pies y mira hacia abajo. El movimiento atrapa mis
ojos. Miro hacia abajo para encontrarme a una niña aferrada a las piernas de Old.
—Que me den—se escapa de mi boca en estado de shock. Una niña pequeña con
largos cabellos rubios y mejillas rojas se abraza a Old Guy como si su vida dependiera
de ello. Observo su vestido rosa y me arrodillo a la altura de la pequeña.
—Hola, dulzurita, ¿es tu mamá?—le pregunto en voz baja. Noto que su mejilla
izquierda está un poco más roja que la derecha, lo que me hace preguntarme si se cayó
o se tropezó con algo. Su cara está manchada de lágrimas, y tiene mocos corriendo hacia
los labios. Sus ojos parpadean un par de veces, mientras su labio inferior hace pucheros.
Ella mira a la mujer en brazos de Old y comienza a sollozar. Mierda.
—No creo que sepa hablar todavía. Parece que solo tiene dos años—dice Old Guy,
moviendo a la mujer inconsciente en sus brazos. Me encojo de hombros. No sé nada de
niños.
—¿Qué quieres que haga, Prez?—pregunta Old.
Bull se pasa las manos por el pelo negro nerviosamente.
—Mierda, llévala a una de las habitaciones. —Old Guy se dirige al pasillo con la niña
pequeña aferrada a sus piernas, llorando.
—¿Qué estás pensando, Prez, adoptar a un animal perdido?—pregunta Shadow,
negando con la cabeza.
—Esa mujer obviamente no tiene a nadie más. No voy a arrojar a una niña, con una
madre desmayada a la calle—dice Bull, con voz aguda y enojada.
Shadow asiente, sabiendo que sobrepasó sus límites.
—¿Pero que mierda te pasa, hombre?—le pregunto a Shadow. Sé que tiene
problemas, pero me sorprende que no tenga compasión por la mujer y la niña.
Shadow me mira fieramente con esos crueles ojos azules.
—La limpiaré y me encargaré de la niña—dice Babs, dirigiéndose al pasillo.
La sigo por el pasillo hacia una de las habitaciones vacías. Noto que la niñita todavía
se aferra a las piernas de Old Guy mientras Babs aplica un paño húmedo sobre la cara
de la mujer. Me inclino sobre Babs para ver mejor a la mujer que yace en la cama sin
hacer. Tiene una cara redonda que está amoratada en un lado. Sus labios son rojos y el
superior está partido. Tiene cabello largo y rubio y una figura más rellenita que la
mayoría de las chicas de por aquí. Su delantera también es buena, por lo que puedo ver
de ésta presionando contra su camiseta. Su camiseta blanca sin mangas tiene sangre y
está sucia, y sus pantalones vaqueros están en el mismo estado. Sus pies están
descalzos, mugrientos de barro, lo que me llama la atención. No lleva zapatos. Debe
haber tenido prisa para irse sin siquiera agarrar sus zapatos. Los ojos de la mujer se
abren trémulamente, atrapando mi atención. Son azules y están inyectados en sangre.
Al instante, la niña se aferra a la mujer rubia, el contacto hace que ambas lloren.
—¿Cómo te llamas, hermosa?—le pregunto a la mujer, mientras me siento en la
cama.
Sus ojos se disparan a los míos, sus largas pestañas están apelotonadas por su llanto.
—Me llamo Jessica. ¿Estás al mando?—pregunta con voz quebrada. Su ceño se
frunce y espera mi respuesta.
—No. No, no lo estoy—respondo con una sonrisa amable. Mi corazón golpea contra
mi pecho cuando sus tristes ojos atrapan los míos, haciéndome contener la respiración
repentinamente.
—Éste es Bobby. Soy Bull. Yo sería el que estaría al mando—dice Bull, poniéndose
delante de mí—. ¿Quién arruinó tu cara, cariño? —Bull gesticula hacia el corte en su ojo.
—Necesito protección. —Jessica mira a su hija—. Necesitamos protección.
—¿De quién?—le pregunto.
Ella levanta la vista de su hija que está sentada a horcajadas sobre su regazo y frunce
el ceño. Sus labios se separan mientras las lágrimas caen en cascada de sus ojos azules,
como si lo que está a punto de decir fuera lo más difícil que hubiera dicho jamás.
—De mi esposo—dice en voz baja.
Ella agarra el pequeño cuerpo de su hija y la acerca, más lágrimas escapan de sus
ojos cansados.
—¿Quién es tu marido?—le pregunta Bull, cruzándose de brazos.
—Su nombre es doctor Travis Norwell, y tiene influencias en todas partes, todos
están en su bolsillo—susurra Jessica en el cabello de su hija, meciendo a la niña de un
lado a otro.
—Está bien, déjame hablar con mis muchachos, y veremos qué podemos hacer—dice
Bull gravemente, antes de salir de la habitación.
—¿Has comido?—le pregunto, examinándola a ella y a la niña; se ven como la
mierda.
Ella sorbe por la nariz y se pasa la mano por la parte inferior de ésta.
—No, me fui con el dinero que pude agarrar. Me quedé sin dinero esta mañana, y
hemos estado conduciendo hasta agotar el combustible durante la última media hora.
—¿De dónde eres?—pregunta Shadow, ampliando su postura.
—Nevada—responde rápidamente.
—Es un viaje infernal. ¿Qué te hizo venir aquí?—la interroga Shadow.
—Estaba en la ciudad; vi las motos yendo y viniendo. Decidí probar suerte y las
seguí hasta aquí, esperando un intercambio de servicios—dice con voz quebrada,
levantando la cabeza para encontrarme con sus preciosas esferas azules. Sus ojos
esconden una luz vibrante, un enigma que dice que su carácter está oculto.
Hay algo acerca de esta mujer. Además de su bello rostro y valentía, algo sobre ella
me atrapa y no puedo descifrar qué es. Sus labios se separaron cuando una lágrima
rueda por el puente de su nariz y cae, plantándose justo en la parte superior de su labio.
Sus ojos siguen mirándome, cautivándome, me acerco y limpio la lágrima en su labio
partido. Ella respinga, haciéndome retirar rápidamente la mano.
—Si el club vota en tu contra, puedes quedarte conmigo—le ofrezco, las palabras me
toman por sorpresa.
—¿Pero qué mierda, hombre?—gruñe Shadow, golpeando mi pie con su bota—. Eres
un maldito candidato. Si enfureces a Bull puedes olvidarte de eso.
Lo fulmino con la mirada.
La niña se mueve en su regazo, captando la atención de Jessica. Ella comienza a
mecerla otra vez y tararea. No puedo apartar la mirada. La mujer dañada, que posee
una belleza como ninguna que haya visto antes, me intriga. Su vibrante tarareo me
recuerda a un colibrí. El sonido es tan sensual, tan inocente. Mi boca pasa de fruncir el
ceño a una sonrisa tonta.
—¿Qué edad tiene? —Mi pregunta sorprende a Jessica, sus ojos se abren
bruscamente y deja de tararear.
—Acaba de cumplir tres—dice, apartando un mechón de cabello de la cara de la
niña.
—Es hermosa. ¿Cuál es su nombre?
—Addie—susurra. Addie mueve su cabeza ligeramente y me mira, sus inocentes
ojos se clavan en los míos. Una repentina sensación de protección hacia Addie y su
madre surge en mí, tomándome por sorpresa, pero acepto la idea de proteger a la pareja
sentada frente a mí. Ellas necesitan protección y yo soy el hombre para hacerlo. Haré
que el que les hizo esto sufra.
—Shadow, Bobby, llevad a Jessica a la capilla—grita Old desde el pasillo.
Jessica se para con pies inestables, la niña pequeña se aferra a su cuello.
—Sígueme—ordena Shadow severamente, mientras sale de la habitación.
Ella me mira con ojos asustados, con los labios abiertos por el terror.
—Estarás bien—le aseguro, colocando mi mano en la parte baja de su espalda.
Después de que Jessica entra a la capilla, me deslizo en el taburete en el que estaba
sentado hace unos minutos, antes de que ella apareciese.
—Será mejor que te tranquilices—me regaña duramente Shadow, sus cejas
levantadas en señal de advertencia.
—Que te den, Shadow. Este club es la última esperanza de esa mujer. Cualquiera
puede verlo—le respondo con brusquedad.
Hawk atraviesa las puertas de la capilla tambaleándose, su bigote se mueve mientras
refunfuña por lo bajo, y se dirige hacia la puerta principal rápidamente.
—¿A dónde demonios irá?—pregunta Shadow, mirando hacia la puerta de entrada.
—No tengo idea—digo encogiéndome de hombros.
Segundos después, Hawk entra al club con un gran bolso negro debajo del brazo,
maldiciendo por lo bajo un poco más. Ese debe ser el bolso de Jessica.
—Bueno, eso lo explica—me río entre dientes. Quince minutos más tarde, Jessica sale
de la capilla con lágrimas corriendo por el rostro. Inmediatamente me pongo de pie,
nervioso por el destino que el club le dio.
—Regresa por el pasillo a la habitación en la que estabas antes—la instruye Old, con
la mano apuntando hacia el pasillo. Jessica me mira, su rostro grabado con tristeza y se
queda inmóvil, antes de dirigirse hacia el pasillo débilmente iluminado.
—Bobby, Shadow, Bull os quiere a los dos—nos informa Old, antes de regresar a la
habitación.
—Mierda—maldice Shadow, deslizándose del taburete.

—Vamos a aceptar el trato de Jessica—nos informa Bull, con los brazos doblados
mientras apoya las manos en la parte posterior de su cabeza.
—Bien—lo animo a continuar, me suda la frente por su orden.
—¿Cómo nos encargaremos del marido?—pregunta Shadow hablando cuando no le
corresponde.
Bull aparta su mirada de la mesa hacia Shadow.
—Estoy muy contento de que lo hayas preguntado, hijo. Parece que este tipo es tan
sucio como el que más. Vendrá a buscar a la mujer y a la niña, y cuando lo haga, no
tengo dudas de que las hará sufrir, posiblemente las mate—dice Bull, con un tono bajo
de ira.
—¿Él golpea a la niña?—pregunta Shadow, frunciendo el ceño con sorpresa.
Bull asiente, con los ojos cerrados.
Cuando entró, la niña tenía la mejilla roja. Supuse que siendo niña se había caído, no
que un hombre adulto la golpeara.
—¿Cuál es el plan?—pregunto mientras la ira inunda mi torrente sanguíneo.
—Despacharlo—dice Bull con naturalidad—. Y Shadow y tú vais a hacerlo. —Bull
desliza algo sobre la mesa en dirección a Shadow. Me adelanto y lo agarro antes de que
Shadow tenga la oportunidad de agarrarlo, descubriendo que es una fotografía.
—Ese es el marido—informa Bull—. Aseguraos de atrapar al correcto. Jessica dijo
que tiene un hermano que se le parece, pero ha estado desaparecido en combate
durante el último mes.
Estudio la foto. El tipo tiene pelo rubio pero está corto, un poco más largo en el
flequillo. Sus ojos son azules, tan claros que parecen grises, y tienen un tono
amenazante. Sus pómulos son altos y su mandíbula está curvada en una brillante
sonrisa blanca cegadora. Se ve como uno de los villanos de una película. Mis dedos se
curvan alrededor de la foto, las ganas de mutilarlo son insoportables.
—Despachadlo, ahora—exige Bull con tono amenazante mientras golpea el martillo.
***

11 Horas Después
—Este coche huele mal—olfateo, mirando las bolsas de comida rápida y los vasos
vacíos que cubren el suelo.
—Si no tuvieses que parar cada tres horas para comer, no olería como a un
contenedor de basura—dice Shadow de manera terminante, mirando fijamente por el
parabrisas. Me burlo; solo nos detuvimos dos veces.
—¿Cuándo se suponía que terminaría de trabajar? —Busco entre la basura en el
suelo la fotografía que Bull nos dio para identificar al esposo.
Shadow mira el reloj digital en el tablero.
—En cualquier momento.
Miro hacia el hospital. Es un edificio alto y blanco, con una línea de ventanas en cada
piso. Jessica le dijo a Bull que este hospital sería el mejor lugar para atrapar al marido,
porque su casa estaría plagada de seguridad.
Los sonidos de un agudo chillido captan mi atención. Miro por la ventanilla a un
tipo que hace girar a una morena con un uniforme rosado, justo en frente de las puertas
del hospital. Él pone a la morena flaca de pie y le da un fuerte azote en el culo,
haciéndola reír a carcajadas. Él niega con la cabeza y camina hacia el estacionamiento
brillantemente iluminado mientras ella entra al hospital. Las luces de la calle proyectan
una luz brillante sobre él cuando pasa a nuestro lado, pero él parece no darse cuenta de
que alguien está aquí. Mira hacia la farola cuando pasa, haciendo que la luz ilumine sus
facciones. Su cabello es rubio muy claro, se corresponde con el del sujeto en la
fotografía. Su rostro es puntiagudo, amenazante y cruel. Se da vuelta para mirar hacia la
calle y sus ojos atrapan los míos. Inhalo bruscamente, mi corazón late violentamente en
mi pecho por venganza.
—Es ese—digo en voz baja.
—¿Estás seguro?—pregunta Shadow, agarrando la foto de mi mano y entrecerrando
los ojos mientras la examina.
—No puedo asegurarlo. Está demasiado oscuro para tener una identificación clara—
dice Shadow, dando un golpe ligero a la fotografía con el dedo.
Un Corvette de color oscuro sale del estacionamiento, apartando la atención de
Shadow de la foto.
—¿Qué tipo de coche dijo Bull que conduciría?—le pregunto mientras sigo con la
mirada al vehículo deportivo.
—Un Corvette negro, es lo que Jessica le dijo—dice Shadow, suspirando.
Shadow tiene una habilidad especial para este tipo de cosas, cazar personas y
despacharlas para el club. He estado con él en un par de estas salidas. Él toma nota de
todo, analiza cada escenario posible; es muy minucioso. Lo he visto tomarse varios días
para reunir información sobre un objetivo antes de pasar a la acción. No tenemos días.
Este tipo se dará cuenta de que su esposa y su hija están desaparecidas, y va a tener un
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pelotón de búsqueda a la caza de ella rápidamente. Arranco el SUV y acelero.
—¿Qué diablos estás haciendo, Bobby?—pregunta Shadow con tono fuerte y
enojado.
—Despacharlo. —Aprieto el acelerador para alcanzar al Corvette saliendo del
estacionamiento del hospital.
—No sabes si es él. ¡No puedes hacer esto de manera mediocre! —me grita Shadow,
tratando de agarrar el volante.
—¡Es él! Es idéntico a la foto y conduce un coche del mismo color, Shadow. No
tenemos tiempo para un programa de diez pasos sobre cómo matar un objetivo—
explico mientras alcanzamos al veloz automóvil.
—Que te den, Bobby. Mi trabajo no es negligente, y esto lo es—me insulta Shadow,
apuntando con su dedo hacia abajo. Aparto la vista de la carretera y alzo la ceja ante el
tono de Shadow; me está cabreando.
—No voy a hacer un trabajo así, así que bien podrías darle la vuelta a este vehículo
—me informa Shadow. Enojado, golpeo el puño en el volante. La goma que lo rodea
corta mis nudillos. Cuando hacemos un trabajo como éste, Shadow es quien se ensucia
las manos, asestando el golpe de gracia para eliminar el objetivo. Él sabe que matar no
es lo mío. Esa mirada final en los ojos de alguien antes de quitarle la vida hace que
dude. Sin embargo, no siento esa duda por el tipo al que estoy siguiendo. Todo lo que
veo es la mejilla roja de esa niña pequeña y la cara de Jessica manchada de sangre.
Aprieto los dientes y vuelvo a pisar el acelerador.
—¿Quién dice que eres tú el que vas a eliminar a esta bolsa de mierda?—le pregunto
temerariamente.
—¿Qué estás haciendo, Bobby?—me pregunta Shadow, negando con la cabeza en
dirección hacia mí.
Doblamos en una esquina cerrada, nuestro coche está a pocos metros del paragolpes
del Corvette. Presiono mi pie en el acelerador para impulsarnos hacia adelante.
—Bobby—me advirtió Shadow, lanzándome una mirada de preocupación, mientras
nuestro coche se acerca al paragolpes.
—Sujétate—le advierto, respirando hondo y presionando el pedal a fondo.
Nuestro SUV se adelanta, apenas golpeando un costado del Corvette. Nuestro
vehículo se desvía, mientras el Corvette se sale de la carretera y choca violentamente
contra un árbol.
Lucho con el volante, tratando de recuperar el control, los neumáticos chirrían
cuando damos un giro completo antes de detenernos.
Miro a Shadow, ambos respiramos con excitación.
—Estás jodidamente loco—dice Shadow sin aliento.
Salgo del SUV y saco la pistola de mi cintura, amartillándola para cargar una bala en
la recámara.
Oigo el ruido de los pasos de Shadow detrás de mí, su arma hace el clic característico
de cuando la carga.
Me acerco a ese lado de la carretera y veo el Corvette aplastado contra un grueso
tronco de árbol, humo y silbidos agudos viniendo del capó.
La puerta del conductor se abre y un hombre con un uniforme azul sale gimiendo,
su cabeza está sangrando, y hay sangre manchando el parabrisas agrietado.
—Creo que podría estar herido—se queja el tipo.
—Lo lamento mucho. Déjame ayudarte—me burlo. Estrello mi bota en su estómago,
haciéndolo perder el equilibrio. Él cae de espaldas, sus ojos me contemplan. Son azules
y me hacen pensar en la diosa rubia a la que destrozó como a una muñeca de trapo. Le
pateo duramente las costillas, haciéndolo rodar de dolor. Presiono mi bota en su
espalda, me agacho y saco su billetera.
—Travis Norwell—leo en voz alta, confirmando a Shadow que éste es el cabrón que
estamos buscando. Shadow resopla, cruzando los brazos delante de su pecho.
—No tenemos tiempo para esta mierda, Bobby. Estamos a la vista aquí. Haz el
trabajo para que podamos largarnos—me regaña Shadow.
Arrojo la billetera a Shadow, y agarro la parte posterior del cabello de Travis, mi
bota aún en su espalda, haciéndolo arquear dolorosamente el cuello hacia atrás.
—Las cosas que te haría si tuviera tiempo. Te arrancaría cada extremidad, quemaría
la piel de tu puta polla. Te torturaría muchísimo—lo amenazo, mis dientes están
apretados y mi cuerpo tiembla con una ira incontrolable.
—¿Qué quieres de mí?—solloza, con la voz tensa por la posición incómoda en que se
encuentra su cuello.
—Merecido castigo—le susurro al oído. Suelto su pelo, dejando que la cabeza golpee
con fuerza contra el suelo. El impacto lo hace apretar la mandíbula y gemir de dolor.
Cierro los ojos, tratando de controlarme, pero todo lo que veo es la expresión de
miedo escrita en la cara de Jessica y su hija. Mis fosas nasales se ensanchan y mi sangre
se enfría. Grito en el aire de la noche, golpeando con mi bota la cara de Travis tan duro
como puedo. El hueso se quiebra debajo de mi bota, la sangre contra la suela produce el
más desagradable de los ruidos mientras me salpica todo el pie. Aplasto mi bota una y
otra vez, hasta que mi rodilla y mi tobillo gritan por los impactos.
—¡Bobby!—me grita Shadow. Miro hacia abajo a Travis. Su rostro está destrozado,
su boca gimiendo de dolor y de miedo.
—Maldición, hazlo ya—exige Shadow. He visto a Shadow matar. Él nunca juega
con su comida; lo hace limpio y rápido. Así que no es de extrañar que me esté mirando
con preocupación.
Tomo una respiración entrecortada y apunto a la cabeza del marido de Jessica.
Cuando se da cuenta de mis intenciones, sus ojos se abren de par en par, lo que queda
de ellos de todos modos. Esa mirada, la mirada de la vida que escapa de un cuerpo
cuando la Parca respira pesadamente en su nuca, sale a la luz. Cierro los ojos y aprieto
el gatillo. Acabando con el sufrimiento de Jessica y de su hija, permitiéndoles vivir en
libertad y sin miedo. Mis fosas nasales arden cuando una descarga de alivio se me
escapa. Travis ya no será más un peligro para Jessica o para su hija. Yo lo hice. Yo fui
quien las liberó de su pesada carga. La sensación de finalmente hacer algo bueno y no
joderlo por completo es ensordecedora.
—¿Estás bien?—me pregunta Shadow, acercándose, sacándome de ese lugar de
entumecimiento.
Abro los ojos y miro a Shadow, la ira de la situación aún late a través mío.
—Estoy bien. Vamos a limpiar esto. —Paso junto a Shadow y me dirijo al SUV para
sacar el plástico.
—Tenemos que asegurarnos de eliminar el vehículo—murmura Shadow, caminando
detrás de mí—. Hay evidencia por todas partes.
—Sí, pero el trabajo está hecho—le recuerdo.
***
Entro en el club en busca de Jessica y su hija, pero está vacío. Necesito ver a la mujer
por la que maté, y a la niña que salvé.
—¿Qué estás buscando?—pregunta Hawk con cara torcida.
—¿Dónde está la mujer y la niña?—le respondo.
—Los envié de vuelta a Nevada—interrumpe Bull, saliendo de las puertas de la
cocina.
—¿Qué? ¿Por qué? Pensé que habíamos hecho un intercambio de servicios—
pregunto confundido.
Bull inclina su cabeza hacia un lado; sus ojos me miraron con preocupación.
—Necesitaba que interpretara el papel de la esposa acongojada cuando su marido no
regresara a casa al día siguiente. Volverá en un mes o dos, si no, tú y Shadow la
recuperarán para mí—dice Bull, golpeando con sus nudillos en el mostrador del bar.
Asiento con la cabeza entendiendo.
Me dirijo al exterior, apoyo las manos en mis caderas, inclino la cabeza hacia atrás, y
respiro el aire fresco. Qué jodida noche. Cierro los ojos, la imagen de Jessica mirándome
baila detrás de mis párpados. Dejo escapar un suspiro y agacho la cabeza. Hay algo
acerca de esa mujer, la forma en que me miró, la forma en que me hizo sentir como...
como si el maldito mundo que yo era consciente estaba patas para arriba, se acomodara
de repente cuando ella entró. Levanto la cabeza y abro los ojos. Tengo que controlarme.
Ella volverá, y cuando lo haga, la estaré esperando.
Capítulo 1
PRESENTE
Bobby
Mis ojos se abren a causa de los rayos de sol que se filtran dentro de la habitación y
aterrizan en mi rostro, cegándome. Gimo y me incorporo, mi cuerpo está dolorido por
el abuso de la noche anterior. Froto mis ojos tratando de sacarme el sueño y siento que
algo está presionando suavemente mi pierna. En un acto reflejo, vuelvo la cabeza
bruscamente hacia ese lado, haciendo que lata al instante. Encuentro a una rubia joven
durmiendo profundamente, con una manta color rosa alrededor de su cuerpo desnudo.
Joder, otra vez no. Echo la cabeza hacia atrás y suspiro, pasándome la mano por la cara.
Odio cuando me despierto en lugares desconocidos, lo que sucede a menudo.
Miro alrededor de la habitación y noto una abundancia de color rosa. Las cortinas
con muchos volantes rosa, las paredes cubiertas de mierda rosa, y los estantes
abarrotados de mierda inútil de color rosa. Parece que una Barbie vomitó aquí.
Lentamente salgo de la cama intentando no hacer ruido, rezando para no despertar a...
Trina, Sara, joder, no tengo ni idea de cómo se llama. Agarro la ropa del suelo y me
dirijo a la puerta, asegurándome de abrirla y cerrarla tan silenciosamente como me sea
posible.
Entro en un pasillo e inmediatamente siento una gruesa alfombra azul aplastada
entre mis dedos. Recorro con la mirada el pasillo y veo puertas una al lado de la otra a
ambos lados, con mierdas femeninas colgando de ellas. Me pongo los vaqueros y me
visto rápidamente. No tengo ni idea de dónde estoy. Realmente me tengo que tomar
con más calma lo de las drogas y el alcohol. Me arriesgo y voy hacia la izquierda,
llegando a un tramo de escaleras de mármol blanco. Miro por encima de la barandilla y
veo un piano de cola colocado debajo de unas ventanas de cristal alineadas a lo largo de
la pared. Me apresuro a bajar las escaleras de dos en dos mientras me pongo el chaleco.
Casi tropezándome con el último peldaño, me detengo para atar mi bota.
—Hola.
Lentamente aparto mi mirada de mi vieja bota hacia la voz. Mi corazón acelera su
ritmo poco a poco mientras mi mirada pasa sobre un grupo de chicas semidesnudas
sentadas alrededor de una barra de desayuno y una mesa de cocina. Captando un par
de las camisetas que llevan puestas, con unas extrañas A y O impresas, me doy cuenta
de dónde estoy. Estoy en una hermandad de mujeres. Mierda. Hay rubias, morenas y
pelirrojas. Un buffet de hermosas mujeres jóvenes. Dejo escapar el aliento que estaba
conteniendo, mis hombros se doblan con alivio. No estaba seguro de lo que iba a ver
cuando mirara, ¿un padre enojado con una escopeta tal vez? No sería la primera vez.
Agito la mano y sonrío levemente.
—Hola, señoras—respondo, poniéndome de pie.
Saco el teléfono mirando la hora. Maldita sea, tengo que llegar al club, no hay tiempo
para jugar. Soy el capitán de ruta de los Devil's Dust MC, pero incluso con la libertad de
vivir según nuestras propias leyes dentro del club, mi presidente, Bull, no dudará en
patearme el culo si llego tarde a nuestras reuniones, también conocidas como Misa. Le
sonrío a las chicas sexys y me dirijo a la puerta doble que está justo frente a mí,
esperando me conduzca al exterior.
Veo mi moto estacionada justo al frente, y un tacón rosado tirado en la grava justo
junto a la rueda. Subiéndome a la moto, no puedo evitar reírme mientras alejo el tacón
del neumático de una patada.
Me dirijo al club por una carretera secundaria, deseando evitar la autopista tanto
como me sea posible a esta hora del día. A pesar de que puedo zigzaguear entre los
2
vehículos en mi moto, el tráfico de la hora pico de la mañana es una pesadilla.
Cuando llego a la casa club, aparco mi moto junto a la de Shadow. Shadow y yo nos
conocemos desde hace años. Él fue mi primer amigo de verdad cuando yo era niño, y
estoy bastante seguro de que yo fui el de él. Al crecer, no hice amigos fácilmente, al
menos no amigos verdaderos. Para los tipos que me solían pegar, yo era un nerd. Así
era como me llamaban. Solo por eso, fui víctima de un montón de bullyng; agrégale
gafas y ser inteligente, y es fácil ver por qué fui un blanco. Aunque pensé que lo había
superado, en verdad todavía lo hago. Estaba fascinado por cómo funcionaban las cosas,
cómo encastraban las piezas para componer una imagen más grande. Por eso me intrigó
Shadow cuando lo conocí. Él era diferente de los otros niños. No quería hacer amigos;
no podría importarle menos lo que todos los demás estaban haciendo, y apestaba en
cualquier cosa educativa. Cuando hablé con él por primera vez, me di cuenta de que
teníamos algo en común: meternos en problemas. Él era un rompecabezas que yo quería
armar. Cuando lo hice, me mostró lealtad y se convirtió en mi familia. Él era todo lo que
tenía después de que mi madre y mi padre fallecieran, asesinados por un conductor
ebrio. De hecho, daría mi vida por Shadow, y él haría lo mismo por mí. Con los años, él
me ha mostrado las profundidades de la verdadera amistad. Solo hay otra persona en
este mundo que me ha intrigado. La imagen más grande que parece que no puedo
ensamblar. Esa es Jessica, Doc, como es conocida en todo el club. Le di mi número poco
después de que ella regresara al club años atrás, ayudándonos como pago por su
protección. Ella terminó por soltar el mismo cuento que suelto a las chicas que no tengo
intención de volver a llamar.
—Sí, está bien—dijo vacilante, evitando el contacto visual y se metió el papel que tenía mi
número en el bolsillo trasero.
Me he acostado con ella de vez en cuando en el transcurso de los años; lo que no es
mucho. Después de las veces en que nos acostamos, me despertaba con la intención de
escabullirme, no queriendo complicar las cosas, para encontrarme con que ella me había
ganado de mano. Se había marchado.
Ella suele venir al club para un par de fiestas aquí y allá, y después se distancia
durante semanas. Intenté descifrar lo que pasa en esa hermosa mente suya, pero eso la
empuja a alejarse más de mí. Lo que probablemente es algo bueno. Me gusta tal como
me están yendo las cosas. Estoy sin preocupaciones, ni ataduras. Conocer más a Jessica
me llevará a pasar por sobre la línea de la libertad y meterme en algo complicado. He
visto de primera mano lo que eso le hace a un hombre. Mira a Shadow y Dani. Se
volvieron descuidados después de que se acercaran demasiado, ¡y eso me costó dos
balas!
Entro en la casa club y paso junto a todos en el bar, yendo a la cocina porque necesito
algo para enjuagar mi boca seca. Debí haber fumado mucha hierba anoche. Mierda,
siempre me queda la boca muy seca.
Agarrando el jugo de naranja de la nevera, bebo directamente de la jarra. Volviendo
a colocar el recipiente donde lo encontré, me limpio la boca con el dorso de la mano y
cierro el refrigerador antes de salir de la cocina.
Está tranquilo, muy tranquilo. Camino de regreso al área común y veo a todo el
mundo apiñado sobre la barra mirando el televisor de pantalla plana colgado en la
pared.
—¿Dónde está todo el mundo?
—¡Shhhh!—me grita Shorty con su cabello castaño cayendo sobre su hombro cuando
vuelve bruscamente su cabeza en mi dirección. La intensidad de sus ojos marrones
cuando me mira con ceño me hace sonreír. Shorty fue traída por las damas varios meses
después de la muerte de Babs. Babs era la madre del MC, y nunca podría ser
reemplazada, pero es bueno tener a Shorty limpiando por aquí. Ella es pequeña y linda
como el infierno. No estoy del todo seguro de cuál es su historia. Escuché algo sobre
que su padre abusó de ella, pero no estoy seguro de si es verdad. Ella ayuda detrás de la
barra, y aunque su comida sabe a mierda, intenta cocinar.
Vuelvo la vista hacia el televisor y veo a un periodista intentando frenéticamente
adelantarse a una multitud de personas que miran estúpidamente.
—Un gran choque en la autopista—susurra Shadow, mirando la televisión
atentamente, con los brazos cruzados delante del pecho mientras la mira fijamente.
—Maldición, entonces me alegro de haber tomado el camino alternativo para volver
—respondo.
—¿Camino alternativo? ¿De dónde vienes?—me pregunta Shadow con tono curioso.
Levanto las cejas y sonrío.
—Una hermandad de mujeres.
Shadow sonríe con suficiencia, negando con la cabeza.
Jessica
Me despierto con un fuerte zumbido, haciendo que me dé la vuelta y apague de un
manotazo el despertador.
—No, todavía no—mascullo en la almohada. El fuerte zumbido continúa, haciendo
que levante la cabeza de la almohada para inspeccionar la alarma. La alarma no está
sonando; es mi teléfono. Mierda, estoy de guardia en el hospital. Me apresuro a salir de la
cama y saco el teléfono del cargador.
—Doctora Wren—respondo, mi voz se quiebra por hablar tan rápido, y no estar
completamente despierta.
—Necesitamos que te acerques a la intersección de la 10 y la 405—me instruye mi
jefe.
—¿Por qué? —Normalmente no recibo una llamada para ir a un lugar. En realidad,
nunca ha sucedido.
—Ha habido un choque múltiple y te necesitamos allí ahora. Hay varias víctimas y
no hay suficientes ambulancias ni técnicos de emergencia para ayudar. —Su voz es
temblorosa como si estuviera abrumada.
—Sí, está bien, estaré allí tan pronto como pueda—digo bostezando en el teléfono.
Termino la llamada y gimo. Esto siempre sucede teniendo el trabajo que tengo.
Planifico cosas, pero me llaman, y me hacen reprogramarlas. El día de hoy se suponía
que sería mío y de Addie y ni siquiera puedo llevarla a la escuela. Me pongo mi bata
blanca y me dirijo por el pasillo al apartamento que está justo frente al mío. Parece que
Bree tendrá que llevarla. Bree es la niñera de Addie. Afortunadamente, vive al otro lado
del pasillo y adora a mi hija. Ella es genial con Addie, la ayuda con la tarea escolar, e
incluso deja que Addie se quede a pasar la noche cuando estoy de guardia o en el turno
de la noche.
Golpeo mis nudillos contra la puerta, y me apoyo contra el marco de la puerta.
La puerta se abre de golpe y una Bree sonriente me da una taza de café. Su cabello
oscuro está recogido en un moño desordenado, y sus gafas están apoyadas en el puente
de su nariz, dejando una ligera marca roja arrugándola. Sus ojos están inyectados en
sangre; debe haber estado estudiando toda la noche para sus exámenes de la
universidad. Conocí a Bree cuando me mudé. Se le quedó trabada la puerta del
apartamento, así que le ofrecí que se quedara en mi casa hasta que el propietario la
llamara. Descubrí que asistía a la escuela de enfermería, tomando clases online y
nocturnas cuando podía pagar la matrícula. Le di recomendaciones para estudiar y
consejos sobre los exámenes que estaría dando. Lo siguiente que supe es que estaba de
visita cada dos días, haciéndome preguntas que no podía entender sobre su tarea, y en
los descansos, jugaba con Addie.
—Vi las noticias. Y pensé que te llamarían—dice, señalando por encima del hombro
a un periodista en el televisor.
—Más como que me requirieron en el lugar. Supongo que es bastante malo. Necesito
llegar rápido. ¿Puedes despertar a Addie y llevarla a la escuela?—pregunto, tomando
un sorbo del café.
—Claro—dice, cerrando la puerta detrás de ella y siguiéndome a mi apartamento.
***
Mientras conduzco hasta el lugar del accidente, puedo adelantar que va a ser un caos
total. Hay camiones de bomberos que pasan volando a mi lado, y ambulancias en todas
direcciones, y unos kilómetros más adelante, el humo se eleva. Me preparo
mentalmente para la carnicería que veré cuando llegue, pasando el tráfico detenido. Me
acerco lo más que puedo al lugar y me estaciono. Al salir, saco mi maletín de médico del
asiento trasero. Meto la mano y agarro mis guantes, poniéndomelos por protección. Es
entonces cuando lo escucho. Los gritos angustiados de los heridos; médicos gritando
órdenes y las sirenas de los vehículos de emergencia sonando de fondo. Cierro los ojos,
respiro profundamente y me dirijo hacia todo eso.
Cuando paso detrás de la cinta amarilla que rodea el enorme lugar, mi corazón se
detiene. Hay coches volcados, con cuerpos mutilados colgando medio salidos del
habitáculo. Camiones apilados encima de otros camiones, la sangre está manchando el
pavimento.
Miro hacia abajo, a mi bolso y me doy cuenta de que necesito más suministros,
mucho más. Giro y vuelvo corriendo a mi Jeep. Revuelvo en la guantera y encuentro
más gasas y toallitas antibacterianas. Agarro todo lo que puedo encontrar, incluidos
bolígrafos. Pueden ser una gran herramienta cuando no te queda nada más. Lo tiro todo
en mi bolso y vuelvo a la escena lo más rápido que puedo. Y de repente, unos dedos
pequeños y delicados me tiran hacia atrás a solo unos centímetros de la cinta amarilla,
haciendo que casi me tropiece con los desperdicios esparcidos por el suelo.
—Señora, ¿puede decirnos qué ve al otro lado de los automóviles destrozados?
¿Cuántos heridos sospecha que hay? ¿Cuántos muertos? ¿Puede decirnos algo?—me
pregunta un reportero frenéticamente, poniendo una cámara en mi cara. Me vuelvo
tratando de ocultar mi cara, no quiero la exposición.
—¡Doctora Wren, por aquí! —me gritan desde el otro lado de la cinta. Libero de un
tirón mi brazo del reportero y me dirijo hacia el doctor Meldon, que está parado sobre
alguien que quedó atrapado debajo de un automóvil. El doctor Shane Meldon fue
recientemente trasladado de un hospital en Nueva York. Al parecer a menudo
coincidimos en el mismo turno. Él está bien, pero insiste en invitarme a una cita. Solo le
digo que no tengo citas con aquellos con quienes trabajo. Pero con toda honestidad,
tiene escrito Acosador e Inseguro por todo su cuerpo.

Bobby
Observo cómo el reportero habla frenéticamente sobre el conductor de un camión
que causó el accidente de tráfico durante la hora pico.
Empiezo a pellizcar un pedacito de madera suelta de la barra, escuchando al
reportero hablar incansablemente, diciendo que es el peor choque que ha visto este
estado en años.
—Señora, ¿puede decirnos qué está viendo al otro lado de los automóviles
destrozados? ¿Cuántos heridos sospecha que hay? ¿Cuántos muertos? ¿Puede decirnos
algo?
Alzo la vista después que nada excepto silencio sigue a las repentinas preguntas del
reportero, y encuentro a una Jessica aturdida. Sus redondas mejillas se sonrojan, y sus
labios rosados se separan mientras mira fijamente a la cámara. Dios, es hermosa. No la
he visto en semanas. Ella me está evitando; evitar es lo que mejor hace. Mi pecho se
aprieta cuando miro la expresión de miedo en el rostro de Jessica, mi puño se cierra con
fuerza con la urgencia de protegerla.
Se escucha un ruido fuerte como de un choque fuera del club, llamando la atención
de todos hacia la puerta de entrada.
—¿Qué mierda fue eso?—pregunto, levantándome del bar.
—No estoy seguro—dice Bull, mirando la puerta.
Me dirijo a la entrada y veo a Tom Cat en el suelo, con su moto detenida, tumbando
un par de motos en un efecto dominó.
—¡Oh, mierda!—maldigo, corriendo hacia él.
Está mascullando de dolor, y su cuerpo está temblando.
—¿Qué demonios te pasó?—le pregunto, poniéndome en cuclillas junto a él.
Él mueve ligeramente su cuerpo, su pierna está sobresaliendo, asemejándose a carne
cruda molida. La pernera de su pantalón está rasgada y hecha jirones hasta el muslo,
con estrías y cortes a lo largo de la pierna. Pequeños puntos con diferentes matices de
rosa en la parte superior de la rodilla, que se vuelven rojos en su pierna. El rojo es muy
oscuro; se ve negro en la parte más gruesa que rodea la pantorrilla. Es sarpullido de la
carretera. Lo he tenido antes después de tomar una curva demasiado rápido y dejar caer
mi moto. Sé como luce esa mierda, y como se siente.
—Joder—mascullo, mirando su pierna destrozada.
—¿Qué pasó?—le pregunta Shadow, deslizando su brazo por debajo de los brazos
de Tom para levantarlo del suelo. Ni siquiera noté que Shadow me seguía; estaba tan
concentrado en la pierna de Tom. Me muevo alrededor de Shadow y envuelvo mi brazo
alrededor de la cintura de Tom para ayudarlo a llevarlo al club. Tom fue parchado hace
unos meses atrás. Ahora que Shadow ha sido nombrado Vicepresidente, Tom está
ocupado aprendiendo a llevar las riendas de un sargento de armas, el antiguo cargo de
Shadow.
—El puto choque en la autopista—dice Tom, con el cuerpo destrozado por el dolor.
Lo metemos en el club y lo tendemos en el sofá.
—¿Qué hiciste? ¿Chocaste y decidiste conducir hasta aquí? —le pregunto con un
pequeño toque de humor.
—Ni de coña me quedaba en los alrededores. La gente gritaba. —Hace una pausa,
tragando saliva—. No se parecía a nada que haya visto antes.
—Maldita sea, hermano—dice Bull, mirando la pierna de Tom—. Llamaré a Doc, ella
podría apreciar un respiro por lo que se ve en la televisión.
Tom gruñe de dolor, cierra los ojos y apoya la cabeza en el reposabrazos. Es una
putada que sienta tanto dolor, pero no puedo evitar estar un poco entusiasmado por ver
a Jessica.
Capítulo 2
Jessica
Entro en la casa club de los Devil's Dust y me encuentro con esos contundentes ojos
azules de Bobby. Maldición, esperaba que él no estuviese aquí. Mis ojos viajan a sus
labios llenos que se destacan contra la desalineada barba rubia incipiente creciendo en
sus mejillas bronceadas. Detengo por un momento el paso, manteniendo la puerta
abierta mientras entro. Sus ojos hambrientos me escanean de la cabeza a los pies, de
manera implacable, causando que un calor florezca entre mis piernas.
Él es jodidamente hermoso y difícil de evitar, cuando eso es todo lo que necesito
hacer; mantenerme alejada de él. Cada vez que lo veo, su presencia es un desafío; él
ataca con dureza con su encanto y sus maneras seductoras. Por lo general, puedo
resistirme, pero de vez en cuando me siento débil y cedo. Solo para despertarme al día
siguiente, asustada y arrepentida. Bobby es conocido por su estilo de playboy. Es sin
duda un donjuán. Sería estúpido por mi parte dejar que algo entre nosotros se
intensificara. Sin mencionar su estilo de vida. Ese peligro del que bebe tan
vigorosamente junto con las leyes del club, reclamar mujeres como su propiedad y no
dejarlas ir, es exactamente de lo que me escapé años atrás. Tengo que pensar en mi hija
y en su seguridad, y mantenerme alejada de Bobby y sus hermanos. Es lo más difícil
que he tenido que hacer en mi vida, y me enfrento a eso cada vez que lo veo. Quiero
estar con él, pero he visto los peligros que rodean a este club. Seguro, no es la palabra
que utilizaría para describirlo. Sin embargo, confusamente, Bobby me hace sentir
segura. Me hace querer que sea mío cada vez que me colma de dulces zalamerías y se
abre camino en mis bragas.
Bobby sonríe, poniendo a trabajar a esos hoyuelos. La lujuria se filtra a través de mi
cuerpo y hace que mis mejillas se sonrojen y que rápidamente aparte la mirada. Él
escala mi muro de defensa cada vez que lo veo, dejando atrás cada pensamiento de
mantenerse alejada de él. ¿Pero a quién estoy tratando de engañar? El encanto de Bobby
es implacable y soy débil resistiéndolo.
—Bull, cuando dijiste que alguien tenía una erupción cutánea, pensé que estabas
hablando de Bobby. Incluso traje un poco de penicilina para cualquier bicho que
pudiera tener—bromeo mientras entro, rompiendo el contacto visual con Bobby.
Camino hacia el bar y me arriesgo a mirarlo. Se está riendo de mi broma mientras el
resto de los muchachos se ríen a costa suya.
Escucho un gemido profundo y estrangulado y miro hacia atrás, notando a Tom en
el sofá y su pierna cubierta por una erupción cutánea de la carretera.
—Estaba en ese accidente que está en todas las noticias—me informa Bull, parado
junto a él. Me acerco a Tom y me arrodillo.
—¿Por qué no te quedaste en el lugar del accidente?—le pregunto, mi tono es severo
mientras examino su pierna.
—Tú estabas ahí. Lo viste. No podía soportar esos gritos, los gritos de las personas
sufriendo. No podía hacer nada para ayudarlos. Apenas podía conducir mi moto de
vuelta al club —responde Tom gravemente, con los ojos cerrados y la mandíbula
marcada por la cantidad de dolor que tiene.
Asiento con la cabeza. Entiendo lo que quiere decir. Fue terrible. Encontré a cuatro
fallecidos, y dos murieron cuando intentaba detener horrendas hemorragias. Me quedé
sin suministros rápidamente, teniendo que usar lo que pude encontrar en los vehículos
volcados, y las servilletas de las bolsas de comida rápida que se habían caído de la parte
trasera de los camiones. La sensación de no poder hacer todo lo que eres capaz es difícil
de soportar.
—De acuerdo, bien, necesito limpiar esto y va a dolerte. También voy a tener que
coser la herida más grande en tu pantorrilla, y probablemente tenga que aplicarte una
vacuna antitetánica—le informo, colocándome unos guantes de látex. Tom recuesta la
cabeza en el borde del sofá y asiente silenciosamente, preparándose para el dolor que
sigue.

Una hora y media después, finalmente termino con la pierna de Tom. Se desmayó
por las drogas que le suministré, lo cual fue lo mejor, teniendo en cuenta la forma en
que estaba respingando mientras lo limpiaba. Todo el tiempo que trabajé en Tom, una
llamarada de deseo corrió por mi piel de los ojos de Bobby quemando en mi espalda.
Me saco los guantes ensangrentados, los arrojo a la basura y voy a lavarme las manos en
la cocina.
—¿Por qué no te quedas un rato?
Me doy vuelta y veo a Bobby apoyado contra un mostrador con las piernas cruzadas
frente a él. Su camiseta negra se ajusta cómodamente contra su torso, delineando las
curvas de sus músculos maravillosamente. Me muerdo el labio y vuelvo a mi lavado de
manos.
—No puedo. Debo ir al hospital y controlar a mis pacientes —le digo. No es una
mentira, dada la cantidad de personas admitidas en la sala de emergencias, sé que me
necesitan. Agarro algunas toallas de papel y me seco las manos.
—¿Qué hay de después?—me sugiere Bobby. Sé lo que está haciendo; está
apostando a su implacable encanto.
Arrojo las toallas a la basura y me vuelvo para mirarlo. Él tiene la sonrisa de
satisfacción, la que hace que todo mi cuerpo lo desee ardientemente. Sus manos
tatuadas están apenas dentro de los bolsillos de sus pantalones vaqueros, y sus ojos
están entornados mientras me devora con la mirada. Cierro los ojos y giro la cabeza
hacia un lado, con la esperanza de que cuando los abra, estarán mirando algo que no
sea a Bobby.
—No puedo. —Me aparto de la encimera, y paso junto a él. Tengo que salir de aquí.
Agarro mi bolso del suelo junto a Tom y me dirijo hacia mi Jeep.
—¿No puedes o no quieres?—pregunta Bobby, trotando fuera del club detrás de mí.
Me detengo y suspiro, deseando que él deje de perseguirme.
Giro mi cabeza ligeramente pero continúo caminando.
—Bobby, puedes conseguir a cualquier chica que desees, eso es mucho más fácil de
conseguir que yo. Déjame en paz—digo secamente, las palabras son difíciles de escupir.
Pensarías que después de tantas veces como las he dicho a lo largo de los años, serían
más fáciles de decir, pero no lo son, y él nunca escucha.
—Solo estoy teniendo una conversación. ¿Quién dice que voy detrás de ti? Estamos
un poco presuntuosos, ¿verdad—se burla él. Me muerdo el interior del labio para no
sonreír mientras continúo caminando.
—Me tengo que ir—respondo suavemente, agarrando la manija de la puerta de mi
Jeep.
Bobby asiente y mira hacia el patio.
—Sí. De acuerdo—responde, mientras se mete las manos en los bolsillos. Le echo
una última mirada. Ese cabello rubio, los ojos azules y sus tatuajes me hacen inspirar
bruscamente, antes de subir a mi Jeep y alejarme.
Bobby
Camino de regreso al club y todos los chicos entran a la capilla, listos para una
reunión.
Bull y Shadow se sientan en la cabecera de la mesa, mientras yo tomo mi lugar
habitual en el medio. Todavía no estoy acostumbrado a ver a Shadow sentarse al lado
de Bull. Cuando Locks, nuestro vicepresidente, murió, Bull nombró a Shadow como su
nuevo vicepresidente. Shadow se lo merece. Haría cualquier cosa por este club.
—Bien, parece ser que hemos hecho caja con algunas de nuestras inversiones, como
todos sabéis por las ganancias que habéis recibido últimamente—afirma Bull,
recostándose en su silla. Brillando con la luz proveniente del techo, su cabello negro se
ilumina con algunas canas. Estoy seguro de que su hija Dani tuvo algo que ver con una
parte de esas canas. Cuando ella y Shadow se juntaron, fue la mayor tormenta de
mierda que este club ha tenido que atravesar.
—No me puedo quejar por ganar dinero—pronuncia mal Tom Cat, un poco aturdido
por las drogas que Jessica le dio. Nos han pagado bastante bien últimamente. No puedo
negar eso. Conseguí un pequeño Chevy azul de un hombre en la llanura central de
Estados Unidos, estoy ansioso por ponerlo en marcha.
—Necesitamos encontrar una tapadera, un negocio legal para blanquear el dinero—
dice Bull, encendiendo un cigarrillo—. Lip me comentó que su tío va a abrir un bar de
putas en la carretera y pensó que podríamos estar interesados en el negocio. —Bull se
mueve hacia Lip sentado a mi lado.
—¿Quién dejó entrar a una de las chicas aquí?—bromeo, mirando alrededor de la
mesa. Solíamos tener una chica rondando por aquí que se acostaba con todos los
hermanos. Su nombre era Lips; ella tenía unos labios grandiosos para las mamadas, que
podrían poner en marcha una Harley chupando. Nuestro hombre, Phillip, abreviado
terminó en Lip, estaba en la cárcel cuando ella llegó y se fue justo antes de que él saliera.
Sin embargo, me gusta hacerle pasar un mal rato por su apodo. Es lo que mejor se me
da.
Me giro en mi asiento y sonrío abiertamente a Lip, tiene su cabello castaño cobrizo,
todo levantado como si acabara de levantarse de la cama y ni siquiera se hubiera
tomado el tiempo para deslizar las manos a través de él, y esa maldita argolla
sobresaliendo de su labio brillando intensamente contra la luz. Él me mira con sus ojos
marrones entrecerrados, entrelaza los dedos sobre la mesa y se sienta más erguido.
—Es jodido Phillip—escupe con rabia.
Todos en la mesa se ríen, haciendo que Lip se cabree más.
—¿Tienes noticias para mí o no?—pregunta Bull a través de su risa.
—Sí, mi tío Warner va a abrir un bar a pocos kilómetros de distancia…
—¿Ese que acaba de construirse?—interrumpe Shadow, su voz suena un poco
demasiado animada para ser el tipo que se casó con la hija del presidente del club.
—¿Wicked Birds?—pregunta Old con ansiedad, sus ojos llenos de arrugas por la
edad, mientras éstas aumentan por la excitación.
—Sí—responde Lip rápidamente—. Creo que hoy están contratando chicas para la
pista—nos informa, con la punta de la lengua jugando con la argolla labial.
—Creo que deberíamos ir allí y familiarizarnos con las posibles empleadas—sugiero
con una sonrisa.
—Solo quieres un coño. Vi que Doc te rechazó allí afuera—dice Hawk, riendo desde
el fondo de la mesa, antes de tener una tos convulsiva. Nadie aquí cree que me he
acostado con Jessica, y ella no hace nada para demostrar que se ha acostado conmigo.
Los chicos a menudo piensan que estoy fabulando cuando digo que estuve con ella. Me
irrita que no haga nada en absoluto para admitir que estuvo conmigo, ¿pero qué se
supone que debo decir? Ella dejó claro desde el primer día que no estábamos juntos.
—Ella no me rechazó, y ¿qué sabrías tú sobre coños? No has visto ninguno desde
que saliste de uno. —Hawk y yo no estamos de acuerdo en nada. Me ha estado
haciendo la vida imposible desde que era un candidato. Pero sé que él cuidaría mi
espalda en la batalla; me lo dijo una noche cuando estaba borracho y todo sensiblero.
Hawk se pone de pie enojado, tiene el ceño fruncido y eso hace que sus labios se
acerquen a sus ojos porque él no tiene ningún maldito diente.
—Está bien, muchachos—advierte Bull. Aparto mi mirada de Hawk y miro a Bull,
que me está mirando con seriedad. Me encojo de hombros. Vivo para cabrear a Hawk.
***
Aparcamos en Wicked Birds y vemos un grabado rosado alrededor de la parte
superior del edificio y de las puertas dobles negras. No es más que ladrillo negro, y no
tiene ventanas. Hay un pequeño toldo rosa asomando desde el edificio protegiendo las
puertas.
Salgo de mi moto y sigo al resto de los hermanos hasta la puerta donde dos hombres
vestidos con pantalones vaqueros y camisa, ambos de color negro, hacen guardia. Sus
brazos están cruzados sobre el pecho, sus caras sin rastros de humor. Junto a la entrada
hay una alfombra de terciopelo rosa, con altos setos en macetas a cada lado de la
entrada.
—Cerrado—dice uno de los guardias despectivamente, mirando hacia el
estacionamiento en lugar de en nuestra dirección mientras habla. Ambos son calvos y
de piel blanca, sus brazos son más grandes que el ancho de mi cabeza.
—Está bien. Están aquí para conocer a mi tío, machote—lo insulta Lip, pasando junto
a ellos. El tipo de la derecha que es un poco más delgado que el otro, se baja las gafas de
sol negras por el puente de su nariz torcida y mira de arriba a abajo a Lip antes de
alejarse de las puertas, volviendo a colocar las gafas de sol sobre sus ojos pequeños.
Cuando entro en el club, me golpea el abrumador aroma de perfume y cerveza,
mezclado con un toque de pintura fresca. Las luces embutidas en el techo muestran tres
escenarios con caños cromados junto con uno que tiene una jaula. La alfombra es negra
y las paredes están pintadas de un púrpura oscuro y sensual.
—¡Mi sobrino favorito!
Miro por encima del hombro y veo a un hombre alto y calvo de pie detrás de una
barra, con una caja de madera en las manos. Mirando por encima de la barra, noto un
columpio de cuero negro colgando sobre él. ¿Es eso un columpio sexual? Nunca he
jugado en un columpio sexual, pero al mirar el artilugio de cuero negro que se exhibe
sobre la barra, la idea de tener a una mujer desnuda allí me hace querer ir a comprar
uno.
—Tío Warner, qué bueno verte. Dijiste que estabas interesado en hacer negocios con
mi gente. ¿Esa oferta sigue en pie? —pregunta Lip, caminando hacia la barra.
—Por supuesto. ¡He estado esperando que los trajeras para que puedan ver lo que
tengo para ofrecer! —Warner se ríe, irradiando arrogancia. Sale de detrás de la barra,
tendiendo su mano para estrecharla. Bull se adelanta para corresponder el saludo.
Warner lleva una camisa de vestir blanca elegantemente metida en sus pantalones
vaqueros de aspecto caro, dando una imagen de profesionalidad, pero por el aspecto de
la cadena de oro colgando de su cuello y la cabeza afeitada, sé que es una fachada. Sus
ojos son oscuros, pequeños, redondos y brillantes, corroboran peligro, como si hubiera
pasado por mierda. Solo eso me dice que es la clase de tipo que “no se deja pisotear”.
—Tienes un sitio agradable aquí—dice Bull, mirando atentamente el lugar.
—Por supuesto que sí. —Warner cruza sus musculosos brazos sobre su pecho, su
comentario está lleno de arrogancia—. Es mío, y si trabajas conmigo, sacarás buen
provecho. —Warner sonríe, revelando un diente de oro.
—¿Hablamos de negocios en otra parte?—pregunta Warner y su sonrisa se
desvanece de repente. Me alejo de los muchachos que revisan detenidamente el lugar.
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—Demasiado gorda. Demasiado falsa. Mantente alejada de la cama de bronceado y
tal vez... —Un tono de zorra suena desde detrás del escenario a nuestras espaldas.
Camino hacia el sonido, siempre curioso, y veo a una mujer con un portapapeles
arrojando insultos a una hilera de mujeres medio desnudas.
—Tal vez una de ellas se compadezca de ti lo suficiente como para follarte—dice
Shadow con voz seria. Miro por encima del hombro y lo veo sonreír como un lobo,
mirando a las mujeres.
—¿Qué se supone que significa eso?—le pregunto, mirándolo atentamente. Dobla su
brazo izquierdo sobre su pecho mientras que con el derecho se frota la barbilla como si
estuviera pensando en una réplica inteligente y rápida.
—Doc rechazándote frente a todos en el club—recuerda.
—Sí, pero ya sabes cómo es ella—respondo. Él sabe lo que Jessica y yo tenemos; sabe
cómo ella es caliente y fría porque nos ha visto juntos y eso lo volvió metiche como una
maldita mujer, así que por supuesto lo vomité todo. Me alivió que alguien supiera que
no estaba inventando patrañas.
Shadow se ríe.
—Sí, pero tal vez si lo cuentas a una de las strippers, sentirán lástima por ti y mierda
por el estilo. Ellas parecen estar a la altura de tus estándares. Respiran—bromea,
haciéndome sonreír burlonamente.
—Oye, Bobby también necesita amor—le respondo, mirando a las hermosas mujeres
en una línea perfectamente recta.
Una voz interrumpe mi atenta mirada.
—Ay, sí. Éstas son las últimas damas. Muy talentosas, pero no puedo contratarlas a
todas, desafortunadamente.
Miro y veo a Warner parado a mi lado con el resto de los hermanos a cuestas.
Examino la fila otra vez viendo a un grupo de mujeres sexys.
—Me alegra no tener tu trabajo—se ríe Bull.
Rechazar a cualquiera de estas mujeres sería un trabajo difícil, todas son hermosas, y
parece que pertenecen a una película porno.
La dama lanzando insultos da un paso atrás mientras Warner camina por la fila de
mujeres, mirándolas de arriba a abajo. Las mujeres se paraban derechas, algunas
girando sus cabellos y lanzándole miradas de fulanas. Saben quién está a cargo y no
tienen miedo de jugar el juego para obtener lo que quieren. Amo a las mujeres así.
Camino detrás de él, devorándolas con la mirada. Una rubia con una argolla en la
ceja me sopla un beso y empuja sus pechos hacia arriba, haciéndome gemir de
excitación.
—No diría talentosas, Warner—escupe la astuta mujer.
Warner aparta su mirada del magnífico talento que tiene frente a él y mira a la mujer
de cabellos oscuros que está observando a las mujeres, con el rostro retorcido por el
disgusto.
—Birds, ¿qué tal si le bridamos un espectáculo a los Devil? Mostrémosles lo buenas
que son mis chicas—sugiere Warner, con los brazos extendidos a los lados, mirando a
las mujeres con una sonrisa.
Las chicas comienzan a aplaudir y brincar, provocando más tetas salidas que en un
concierto de rock. Miro a Bull curioso por lo que piensa sobre el intento de Warner de
vendernos una sociedad. Bull se reclina con una sonrisa satisfecha en su rostro, y
engancha los pulgares en las presillas de su cinturón, aparentemente disfrutando del
discurso.
—Todavía estoy en la mitad de la selección—dice la mujer, tirando su portapapeles
al suelo. Su cabello negro está suelto, enmarcando sus afilados pómulos. Lleva puesto
un sujetador negro, ribeteado con una mierda dorada brillante, pantalones cortos
negros y medias negras que suben por sus piernas. Sus costillas y clavícula sobresalen
de su cuerpo. Definitivamente no es mi tipo de mujer, necesito algo más para agarrar.
—Cierra el pico, Sasha—chasquea Warner con tono rudo y amenazante. Así que la
perra tiene un nombre, Sasha.
Miro a las chicas una vez más, una chica bajita con cabello oscuro y ojos color miel
capta mi atención. Parece mejicana, y es jodidamente caliente. Lleva puesto un corsé
negro con encaje rojo asomando entres sus pechos abundantes. Gimo
incontrolablemente, necesito salir de aquí antes de correrme vergonzosamente en mis
vaqueros.
Veo que Warner me mira por el rabillo del ojo. Él sigue mi mirada, mirando a la
chica a la que estoy follándome con los ojos y chasquea los dedos en su dirección.
—Tú, ven aquí. —La chica que estoy mirando sale de la fila, sus ojos conservan una
energía seductora mientras aletea las pestañas y me tiene listo para inclinarla sobre el
escenario y follarla.
—¿Nombre?—pregunta secamente Warner.
—Diamond—responde ella con voz de seda.
—Baila—exige con dureza, ordenándole como si fuera ganado.
Su lengua se asoma y lame sus labios rojos y llenos mientras asiente con la cabeza.
—Klines, pon algo de música—ordena Warner, señalando hacia la cabina de DJ
detrás de nosotros.
Diamond sube los escalones que conducen a uno de los escenarios, y sus tacones
negros fóllame suenan contra el suelo del escenario.
El club se llena de repente con I want to Fuck You de Snoop Dogg, y Diamond se frota
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contra el pole , su cuerpo sabe instintivamente cómo hacerlo. Sus dedos juegan con la
cinta negra que sujeta su corsé. A medida que la cinta se afloja, más de ese sujetador de
encaje rojo aparece, haciendo que mi polla se hinche. Ella desliza su pierna bronceada
alrededor del pole y hace un movimiento básico mientras la música se eleva. Lentamente
camina alrededor de él, mis ojos se arrastran por sus piernas antes de atrapar sus ojos
inmovilizándome. Su culo lleno se hace visible mientras monta el pole, y me muerdo el
labio inferior, pero lo que quiero es morder ese culo.
Ella es sexy como el infierno. Una jodida provocadora, pero caliente. Baila alrededor
del pole como si estuviese hecha para esto, cada movimiento hace que mi polla se ponga
más dura.
Cuando la canción termina, agarra el pole con una mano y se columpia alrededor de
él. Sus rodillas se doblan cuando finalmente lo rodea antes de aterrizar en el suelo.
—Te felicito, querida, ahora eres una Wicked Bird—dice Warner en voz alta,
aplaudiendo.
—Ahora, conversemos los detalles, ¿de acuerdo?—pregunta Warner, señalando un
pasillo con poca luz. Diamond sale del escenario, guiñándome un ojo antes de regresar
a la fila.
Niego con la cabeza ante su coqueteo y me dirijo al pasillo. No puedo evitar
preguntarme cómo se vería Jessica desnuda y deslizándose seductoramente contra un
pole. La idea hace que un gruñido escape de mi garganta y busque comprar uno para mi
habitación cuando regrese al club. Entro en la oficina y me siento en un sofá de
terciopelo negro mientras Warner se abre paso detrás de un gran escritorio de madera
con una computadora sobre él.
—Entonces, ¿qué ofreces?—pregunta Warner, yendo directo al grano.
—Depende. ¿Qué es lo que estás buscando?—le pregunta Bull, apoyándose contra la
puerta cerrada.
Warner se relaja en su sillón, juntando la punta de los dedos y formando una V
delante de él.
—¿Qué estás buscando?—dice sarcásticamente Warner, entrecerrando los ojos
mientras observa a Bull.
—Necesito asociarme en el negocio. Eso es todo. —Bull dice las cosas como son, sin
vueltas.
Warner asiente lentamente, pensando en ello.
—Me mandas a algunos de los de tu equipo los fines de semana para cuando las
cosas se pongan ruidosas; me dejas meter los dedos en tus drogas cuando quiera. Me
das el cincuenta por ciento de lo que estás moviendo en negro y te convertiré en mi
socio—dice Warner con calma. Mis labios se contraen con diversión. Ha perdido el
juicio si cree que va a conseguir todo eso.
Bull ríe.
—Joder, no.
—¿A qué exactamente?—pregunta Warner, con los ojos entrecerrados por la
confusión.
—A lo del cincuenta por ciento—declara Shadow con incredulidad. Asiento de
acuerdo. Esa es una oferta de mierda.
—Bien, ¿qué sería lo razonable?—pregunta Warner, encogiéndose de hombros.
Llaman a la puerta e interrumpen a Bull antes de que tenga la oportunidad de
contraofertar.
—¿Qué?—grita Warner, su tono de frustración.
Entra Sasha, sus labios rojos están fruncidos por la irritación.
—Una de las chicas no se está tomando muy bien el rechazo y se ha encerrado en la
jaula—afirma, exasperada.
—Maldita sea—maldice Warner, levantándose del escritorio—. Vuelvo enseguida—
masculla, dejando la habitación y cerrando la puerta detrás de él cuando sale.
—¿Qué pensáis?—pregunta Bull a nadie en particular.
—Pienso que no más del veinticinco por ciento—sugiero, encogiéndome de
hombros.
—¿Por qué?—pregunta Bull, mirando hacia mí.
—Él es una tapadera. Una forma de ocultar lo que estamos ganando en negro. Un
intercambio de servicios nos vendría mejor que darle efectivo. He visto abrir y cerrar
clubes de striptease. Lip, con esto no digo nada malo acerca de tu tío, pero ¿quién nos
puede decir que éste no se cerrará en un mes y nos dejará donde estamos, pero con
menos dinero para atraer a un nuevo socio?—le contesto.
—¿Crees que aceptará el veinte por ciento?—nos pregunta Shadow. Por la apariencia
del tío de Lip, los favores y las drogas no serían un problema.
—Es un maldito convicto, por supuesto que lo aceptará—me quejo.
—¿Lo es?—pregunta Old, mirando a Lip por la respuesta.
—¿Cómo lo sabías?—pregunta Lip, con los ojos entrecerrados.
—Puedes decirlo solamente por su apariencia—respondo sin rodeos.
Warner regresa a la habitación, casi golpeando a Shadow contra la pared con la
puerta.
—¿Qué carajo, hombre?—chasquea Shadow, apartando la puerta con fuerza.
—Lo siento por eso, y por la interrupción. Ahora, ¿dónde estábamos?—pregunta
Warner, sentado detrás del escritorio.
—Porcentajes—le recuerda Bull.
—Bien, entonces, ¿en qué estamos pensando?—pregunta Warner.
—Veinte por ciento, drogas y algunos de mis hombres los fines de semana—ofrece
Bull. Warner apoya los codos en el escritorio mientras entrecierra los ojos
concentrándose. Justo cuando creo que va a rechazar la oferta, sonríe y muestra su
diente de oro.
—Trato hecho. —Warner se pone de pie, con el brazo extendido para estrecharle la
mano a Bull.
—Trato hecho—repite Bull, estrechando su mano a cambio.
Capítulo 3
Jessica
Agarro mi portapapeles del mostrador, mirando a los pacientes que todavía están en
la sala de emergencias desde el accidente. Veo doble por el agotamiento luego del día
que he tenido.
—Hoy ha sido una locura—dice el doctor Meldon, acercándose a mí.
—Hola, doctor Meldon—respondo. Él ha estado aquí todo el día por lo que parece.
—¿Dejarías de llamarme así? Llámame Shane—me exige con la cabeza inclinada
hacia un lado, molesto.
—Bien. ¿Dónde está mi residente? Esto no puede estar bien—le digo, hojeando las
historias de los pacientes que están a medio completar.
—Tenemos a Debra—responde Shane vacilante. Levanto la mirada y veo sus ojos
marrones brillar cuando se encuentran con los míos. Su cabello rubio oscuro está
peinado, y sus pómulos definidos tienen una barba crecida. No puedo evitar mirarlo.
Sus brazos están tonificados, pero no son musculosos, y con su camisa azul metida en
los pantalones del uniforme médico, mis manos se retuercen por desatarlos. Mis
mejillas se tiñen por los pensamientos que van a la deriva en mi cabeza.
—¿Alguien dijo mi nombre?—pregunta Debra, caminando hacia mí. Su cara está
enrojecida y tiene pelos sueltos por todas partes. Ella es la residente más desorganizada
que tengo y un dolor gigante en mi culo. La semana pasada casi mata a un paciente
porque no pudo leer correctamente su gráfica de alergia. Cosa que aprendes a hacer
como ritual con un paciente desde el primer día. Así que su culo está a prueba y
haciendo mi papeleo, por ahora.
—Arregla esto—suelto, apilando las carpetas en sus brazos.
—Lo haré—responde con voz temblorosa mientras se aleja.
—Entonces, ¿quieres ir a comer un bocado?—me pregunta Shane, apoyándose
contra el mostrador. Es casi tan implacable como Bobby, pero no tengo problemas para
decirle que no a Shane, a diferencia de Bobby. Shane es un tipo guapo y tiene muchas
cosas a favor, pero no quiero una relación. A juzgar por el comportamiento de Shane
desde que vino aquí, quiere algo serio, y yo no soy el tipo de chica que quiere algo serio.
No quiero el amor o la angustia que lo acompaña.
—No, no quiero—respondo rotundamente, mirando los papeles de las altas médicas
que la enfermera acaba de darme.
—Vamos, Jessica. No puedes rechazarme siempre—dice riendo ahogadamente
Shane, golpeando ligeramente con los nudillos sobre el mostrador.
—Oh, sí que puedo. —Levanto la vista de los papeles y le sonrío de forma lobuna.
—Doctora Wren, siento decirle pero fue puesta de guardia durante la noche—me
informa una enfermera. Miro sobre el escritorio con incredulidad, mis ojos la perforan.
Se suponía que debía tener la noche libre. Sé de hecho que me llamarán cinco minutos
después de salir de aquí.
—¿Qué?—casi grito.
—No mate al mensajero—responde dócilmente, alejándose.
—Mierda. Se suponía que debía llevar a Addie a ver una película esta noche—
mascullo, deslizando mis manos por mi cabello con ira. Mi trabajo tiene horarios
imposibles, lo que hace que el tiempo que tengo con Addie sea limitado. Ella estará
furiosa cuando se lo diga. Ya cancelé la noche de cine tres veces debido a que tuve que
trabajar horas adicionales inesperadamente.
—Ten una cita conmigo y te cubriré el turno. Puedes ir a casa con tu hija sin
interrupciones—dice Shane en tono melodioso, centrándose en su portapapeles y
fingiendo indiferencia.
Echo mi cabeza hacia atrás y gruño de frustración. Las únicas citas que tengo son
ligues de una noche. Sin ataduras. Sin complicaciones. Pero no quiero volver a saltarme
las películas con Addie. ¿Qué daño podría hacer una cita con Shane? Iremos a comer y
después me iré a casa. Puede que finalmente él entienda que no soy lo que está
buscando y me deje en paz.
—O puedo conformarme con un polvo en el cuarto de suministros—sugiere Shane.
Mi cabeza se inclina y lo miro, tratando de averiguar si está bromeando o no. Su cabeza
se inclina hacia un lado, y sus ojos marrones me están mirando fijamente.
—Oh, Dios mío, lo harías—susurra Shane, sus cejas levantadas. Mi indecisión le hizo
pensar que sería muy fácil echar un polvo en el cuarto.
—¿Qué? No yo…
—Tenemos una cita. Te veo este fin de semana—se ríe Shane, marchándose.
***
Al final de mi turno un tipo entró corriendo a Urgencias porque se había engrapado
el pulgar a una tabla, eso significó que llegué tarde a casa. Sorprendentemente, tenemos
muchos de esos casos. Me encanta Urgencias, la adrenalina que bombea por mis venas
cuando alguien entra corriendo después de una experiencia caótica, dependiendo de ti
para curarse. Sin embargo, no es tan emocionante cuando sucede justo antes de que esté
a punto de fichar la salida.
Voy a introducir el código de seguridad de la puerta de mi edificio de apartamentos
y ésta se abre antes de que siquiera tenga la oportunidad de presionar un botón. Frunzo
el ceño y trato de cerrarla, tengo curiosidad de saber por qué no está cerrada. No va a
cerrar para nada. Está rota.
—¿Qué demonios?—grito, abriendo la puerta.
Maldito casero de mierda, está dejando que este lugar se vaya a la mierda. Un
muchacho de veintitantos años, al que le gusta sentarse y drogarse, heredó el lugar
después de que su padre falleciera. Ha sido un 'arréglelo usted mismo' desde entonces.
Subo las escaleras hasta mi apartamento y encuentro una nota pegada en mi puerta que
dice que Addie se queda con Bree, ya que su sobrina vino a pasar la noche. A Addie le
encanta jugar con la sobrina de Bree, así que no me sorprende que quiera quedarse a
pasar la noche.
Miro hacia la puerta de Bree contemplando llamar para poder ver a Addie. Que la
puerta de seguridad no funcione me va a tener despierta toda la noche preocupada. Sé
que es tarde y probablemente esté dormida. Abro mi puerta y la cierro con el pie,
dejando caer la compra al suelo. Saco la botella de vino y me dirijo a la cocina para
quitarle el corcho. Ni siquiera me molesto en buscar un vaso; bebo de la botella. Soy así
de elegante.
Bebo más alcohol de lo que debería. Ayuda a olvidar el dolor, los recuerdos y el
miedo. ¿Y qué madre soltera no necesita vino ocasionalmente? No obstante, no tengo
ningún problema con eso. Nunca bebo cuando estoy de guardia o cerca de mi hija. Me
dirijo a mi dormitorio, tomando un gran trago de la botella, me detengo en la puerta y
veo los cajones de mi tocador todos abiertos. Mi ropa fue sacada y desperdigada por
todo el dormitorio. Parece que Addie jugó a vestirse de nuevo. Mis camisas están
colocadas en fila, junto con todos mis lápices labiales esparcidos a lo largo de la parte
superior de la cómoda. Juro que tiene nueve años pero parece de dieciséis. Voy a tener
mucho trabajo con ella. Quizás debería comenzar a comprar lápices de labios góticos y
dejarlos a su alcance, entonces ella puede ir por ahí pareciéndose a un miembro de
KISS; eso sería mucho mejor que el rojo o rosa intenso que obviamente debe estar
usando.
Caigo sobre la cama, aterrizando sobre mi espalda, mi mano sosteniendo la botella
de vino pende sobre la cama mientras miro al techo. Me pregunto qué estará haciendo
Bobby. Me estremezco ante mi íntimo pensamiento, y cierro los ojos con fuerza.
—Esto es tu culpa—le susurro a la botella de vino en mi mano. El vino me ayuda
cuando tuve un día atareado, pero a menudo me hace pensar en Bobby. Odio cómo me
hace desearlo; me tiene pensando en él todo el tiempo. Sin mencionar que Bobby es una
estrella de rock en la cama, por lo que me es mucho más difícil mantenerme alejada.
Normalmente estoy tan drogada de deseo por sus hábiles dedos y la atención que le
muestra a mi cuerpo, que no me doy cuenta de lo que estoy haciendo hasta que se
acaba. Él no es el que tiene miedo de tomar lo que tenemos y complicarlo. Bobby ha
dejado claro, como yo, que no tiene ningún deseo de llevar las cosas más allá. Eso no es
lo que necesariamente deseo, pero ciertamente necesito. Lo que tenemos funciona: sin
apego, sin corazones rotos.
Gimo y me siento, tomando otro trago grande, el suave sabor frutal adormece mis
sentidos. El teléfono vibra en mi bolsillo trasero haciéndome saltar y derramar el vino
sobre mi cuerpo.
—¡Mierda!— grito, lamiéndome los dedos para beber cada gota.
Deslizo el dedo por la pantalla para que el teléfono cobre vida, maldiciendo al
mismo tiempo. Hay un mensaje de Bobby.
Bobby: ¿Desnuda?
Debería decirle que estoy usando unas bragas de abuelita color canela y un camisón
que mi abuela me regaló. A ver si eso lo pone caliente y molesto. Pero conociendo a
Bobby, probablemente lo excitaría.
Yo: Difícilmente.
Bobby: ¡Puedo ayudarte con eso!
Yo: Yendo a la cama.
Bobby: Piensa en mí, Colibrí.
Suspiro. Odio cuando me llama así. Él dice que yo hago muchos zumbidos,
recordándole a un colibrí.
Lanzo el teléfono al suelo, y tomo otro trago de vino, dejándolo deslizarse por mi
garganta, rezando para que me ayude a adormecer este sentimiento de pena en mi
alma. Corrí hacia el club unos años atrás, como último recurso para salvarnos a mi hija
y a mí, de Travis, mi difunto esposo. Nunca pensé que cambiaría una vida en peligro
por la tentación de otro infierno.
Me doy la vuelta y veo mi armario iluminado, mis ojos atrapan mi caja de zapatos
prohibida en la parte superior.
—No lo hagas, Jessica—me susurro. Sé que nada en esa caja ayudará con lo que
estoy sintiendo. La caja que guarda pequeños fragmentos de mi pasado. No sé por qué
la conservo. A decir verdad, si sé. Me recuerda por qué estoy haciendo todo esto.
Viviendo cuidadosamente y sin amor. Estoy enjaulada por el miedo y atormentada por
el recuerdo, lo que hace que mi vida sea bastante monótona.
Tomo otro gran trago, mi cabeza se aligera por el efecto del vino mientras me
levanto de la cama, y me dirijo al armario. Mis dedos rozan la caja marrón. Mientras
una lágrima escapa lentamente de mis ojos cansados, las cicatrices en mi espalda
llamean por los terroríficos recuerdos.
—Tu vida como la conoces será mía. Depende de ti, cuánto tiempo durará y cómo.
Aprenderás tu rol como mi esposa, y tu felicidad dependerá de eso—susurró Travis con voz
tranquila y solemne contra mi oído. Mi cuerpo se aterrorizó cuando escuché el leve sonido de algo
arrastrándose por el suelo mientras él se paseaba detrás de mí.
El vino me salpica los pies, junto con un fuerte estallido, espabilándome de mi
espantoso recuerdo. Miro hacia abajo y noto que la botella se ha zafado de mi agarre,
aterrizando junto a mis pies. Recuerdo esa noche más que la mayoría. Salí con mi amiga
Heather, nos volvimos un poco locas y bebimos demasiado. Un oficial de policía nos
llevó a casa para que no tuviéramos que conducir. Travis estaba furioso cuando el
oficial me dejó. Tan pronto como la puerta se cerró detrás de nosotros me agarró por el
pelo y me llevó al sótano.
Bobby
Estoy soplando para enfriar mi taza de café cuando Jessica entra al clubhouse. Su
uniforme rosa ajustado contra su cuerpo y su cabello rubio recogido en una cola de
caballo apretada, llaman mi atención inmediatamente. Sus vívidos ojos azules me
divisan en mi taburete y sonríe. Su sonrisa es contagiosa, manteniéndome como rehén
por un momento antes de que logre devolverle la sonrisa. Su cara es redonda de la
manera más sexy. La pizca de rojo neutro en sus definidas mejillas habla de los veranos
que pasó al sol cuando era niña, manchando sus mejillas con un brillo permanente. Juro
que cada vez que la veo, mi pecho se acalambra y mi polla se hincha dolorosamente.
—Estoy aquí para cambiar la venda de la pierna de Tom—explica, sosteniendo en
alto su maletín negro. Ella ha estado aquí a diario, durante los últimos días desde que
ocurrió el accidente. He estado aquí todas las veces, y he intentado todos los días hacer
que se quede después, ir a tomar un café, algo. Mis intentos han sido rechazados, como
de costumbre. Pero cuando finalmente rompa su muro, ella valdrá cada dolorosa
puñalada en el pecho, causada por sus innumerables rechazos. Sé que está asustada,
aterrorizada de entregar su corazón a alguien en quien confía solo para que se lo
arranque violentamente del pecho. Necesita ser empujada más allá de su umbral de
seguridad para saber que nunca la lastimaría. Sin embargo, también estoy aterrorizado.
Temo empujarla hasta el punto de quiebre y que nunca regrese a mí. Así que le digo lo
que ella quiere oír… que sólo somos amigos y nada más. Sin complicaciones.
—Iré por él—le respondo, levantándome de mi taburete y guiñándole un ojo.
Camino por el pasillo y abro la puerta de la habitación de Tom sin llamar. Tom está
desmayado, la mitad de su cuerpo desnudo cuelga fuera de la cama. Levanto mi bota y
pateo el costado de la cama.
—Levántate. Jessica está aquí para cambiarte el vendaje.
Gime y rueda, sus tatuajes de brillantes colores subiendo por su brazo me llaman la
atención. Juro que intensifica el color retocándolos cada pocos meses.
—Estoy levantado—gime, pasándose la mano por el cabello largo y enmarañado.
Regreso al bar y encuentro a Jessica bebiendo mi café. Sus labios ligeramente rosados
se curvan sobre el borde de la taza, tomando un pequeño sorbo.
—Sírvete—la corto.
—Es lo que hice, y sabe a mierda. —Ella hace una mueca de repugnancia.
—Lo hice yo mismo—respondo con orgullo.
—Me lo imaginé—dice riendo, antes de volverse y sonreír.
—El club está de fiesta esta noche. Deberías pasar—le sugiero, rozando mi dedo
contra su mejilla.
Ella se sonroja y su espalda se endurece por mi toque.
—No puedo—responde rotundamente. Su rechazo se siente como si un caballo me
pateara en el maldito pecho.
—¿No puedes o no quieres?— le pregunto. Ella me mira, apoyando la taza de café.
—No puedo—responde suavemente con una débil sonrisa.
Sonrío burlonamente y asiento. Supongo que llamaré a Diamond de Wicked Birds.
Parece que no estoy rompiendo la resistencia de Jessica esta vez. Antes de que los
muchachos y yo dejáramos el club el otro día, Diamond me agarró del brazo y escribió
su número en mi palma con un rotulador. Después me besó en la mejilla antes de
alejarse, balanceando ese culo suyo de primera.
Jessica sabe que tengo sexo por ahí. Ella y yo no somos más que un ligue nocturno.
No vamos en serio y no tenemos un rótulo sobre lo que somos. Pero, aun así, todavía
me encuentro volviendo a ella, siempre pensando en ella. No puedo entender por qué.
Me he acostado con un montón de mujeres; apenas puedo recordar a ninguna de ellas y,
por supuesto, me olvido de sus nombres. Pero nunca he olvidado la primera vez con
Jessica, o alguna otra vez después de esa.
Fue en el club unos seis meses después de que ella regresara de interpretar a la
esposa acongojada. Parecía reacia a mis avances, como si llevara un repelente para mi
encanto. Esa noche el club tuvo una fiesta casual y ella se quedó. Finalmente vencí sus
defensas.
—¡Hay tanto ruido aquí!—grita Jessica, su frente marcada con pequeñas arrugas mientras
miraba alrededor del club. Ella estaba sexy como el infierno, con una camisa larga negra
ajustada, unos shorts cortados y zapatillas de deporte. Cada vez que se inclinaba, mis ojos se
movían entre su escote y su culo como una pelota de ping-pong.
—¿Quieres salir de aquí?—le respondí a los gritos, apoyándome en ella para que pudiera
oírme. Ella asintió, haciendo que su pelo rubio cayera sobre su cara y frunciendo su linda nariz.
Tomé su mano, arrastrándola a través de la multitud antes de que cambiara de opinión.
Tan pronto como salimos, todo estaba casi en silencio. Lo único que se podía oír eran grillos
cantando en lo profundo de la oscuridad que las lámparas de las calles no alcanzaban a iluminar.
No había nadie alrededor; todos estaban en el club, dejándonos solos a Jessica y a mí delante del
edificio.
—¿Quieres ir a dar un paseo?—le pregunté, señalando con la cabeza hacia mi moto. Miró en
mi dirección, sus ojos se abrieron de par en par y sus labios se entreabrieron mientras
contemplaba mi moto.
—No lo sé—balbuceó, mirándome bajo sus gruesas pestañas.
—Vamos, solo uno corto—la alenté, con el mentón levantado y los ojos entornados mientras
la persuadía.
Ella se rió, su boca se convirtió en la más linda de las malditas sonrisas que había visto en
una mujer. Se echó el pelo sobre el hombro y me miró. Pequeños y adorables hoyuelos se formaron
debajo de sus mejillas.
—Solo uno corto—dijo respirando hondo y mordiéndose el labio inferior mientras
enganchaba los pulgares en la cintura de sus shorts recortados. Dios, ayúdame. Esta mujer me
iba a poner de rodillas.
Sonreí y tomé su mano.
—Te daré un paseo infernal—le comenté y mi sonrisa de satisfacción se convirtió en una
sonrisa lobuna.
—Oh, no tengo dudas de que lo harás. —Ella me arrastró hacia mi moto.
Dirigiéndome hacia el océano, sus brazos rodeaban mi cintura y sus dedos se arrastraban a lo
largo de mis abdominales mientras observaba los edificios pasando. No pude evitar la maldita
sonrisa de satisfacción que se deslizó por mi rostro, la sensación de ella en mi moto y sus brazos
rodeándome era excitante. Jessica era diferente. Por la forma en que me volvía loco, no pude
evitar sentirme en el séptimo cielo en ese momento que finalmente estaba cediendo ante mí.
Aceleré solo un poco, una sonrisa arrogante se apoderó de mí. Sabía que ella finalmente cedería.
La llevé debajo de un puente de madera, con la playa y el océano a unos metros de distancia.
Tirando mi chaqueta sobre la arena, me volví hacia ella. Tomándome por sorpresa, ella saltó a mis
brazos y se aferró a mí.
Apartándose brevemente, se inclinó y me besó, su suave boca tomó la mía con una pasión que
aún no había experimentado. Había hecho el amor, al menos eso pensaba, pero nunca tuve esa
conexión tácita como la tenía con Jessica. Hasta ese beso, nunca supe realmente lo que me estaba
perdiendo. Besar a una mujer antes no era nada comparado con la forma en que la boca de Jessica
y la mía estaban conectadas. Sus labios se ajustaron perfectamente a los míos. La forma en que mi
estómago revoloteó de emoción cuando su lengua probó la mía fue una experiencia que quería
experimentar una y otra vez. Jessica me devoró.
Ella se apartó de nuestro beso dejándome sin aliento, y se alejó unos pasos. Hipnotizado,
observé mientras se quitaba la camisa, revelando sus tetas desnudas. Saber que ella no llevaba
sujetador, hizo que mi boca se secara instantáneamente, sedienta por ella. Ella se miró y entonces
me miró con nerviosismo. Sus manos se deslizaron sobre su abdomen, alcanzando los botones de
sus pantalones cortos, desabrochándolos y bajándolos por sus largas piernas.
Incapaz de resistir por más tiempo, me incliné y coloqué mi mano detrás de su cuello tirando
de ella hacia mí.
—Eres tan jodidamente hermosa—susurré, repasando su cuerpo.
Ella lanzó una risa suave, haciéndome sonreír. Bajé mi mano, sintiendo su calor detrás de mi
palma. El toque suave hizo que mi polla se hinchara de excitación. Mi mano se deslizó más abajo
de sus hombros sobre su espalda, sintiendo surcos ásperos. Fruncí el ceño, y miré por encima de
su hombro, encontrando su hermoso cuerpo lleno de cicatrices.
—¿Qué diablos?—pregunté, tratando de hacerla girar para poder ver mejor.
—No es nada. —Ella se liberó de mi toque y se cruzó de brazos, tratando de ocultar su
cuerpo. Se agachó y agarró su camisa, empujando sus brazos a través de las mangas. Sentí que
mi pecho se agarrotaba mientras trataba de esconderse, para terminar lo que acabábamos de
comenzar.
—Alto, alto. —Agarré su camisa y se la quité.
—No quiero hablar de eso, Bobby—resopló.
—No tenemos que hablar de eso—coincidí. Deslicé mi mano debajo de su barbilla levantando
su rostro para mirarme.
—Eres jodidamente bella. Nunca te sientas avergonzada de tu cuerpo. Nunca.
Aparté sus brazos de su cuerpo y acaricié sus pechos. Siseando entre mis dientes por su
firmeza. Su cuerpo reaccionó instantáneamente a mi toque, haciendo que me rodeara con sus
brazos, susurrando mi nombre. La bajé lentamente sobre mi chaqueta y me quité la camiseta
mientras ella se ponía cómoda. Cuando nuestros ojos se encontraron, supe que estaba arruinado.
Ella me miraba con tanta confianza, como si yo fuera su mundo. Todo a nuestro alrededor era
blanco y negro, y estaba tranquilo. Nada importaba excepto nosotros.
Jessica me enseñó el lado emocional de estar con alguien íntimamente. La forma en que me
tocó con tanto cariño, su cuerpo encendiéndose por los toques más simples, me llevaron a otro
reino mientras tenía relaciones sexuales con ella y respondí ahogándola de placer. Haciéndola
sentir admirada y deseada... porque lo era.
Aquella noche le hice el amor. Fue increíble y alucinante. No sabría qué
desmerecerle; ella sacó un lado de mí que nunca supe que existía. Después de eso, no
apareció en el club durante cuatro semanas. Pensé que mi corazón se había roto cuando
era niño, pero que Jessica no me devolviese las llamadas y se comportara como si nada
hubiera pasado; fue jodidamente brutal. Cuando finalmente regresó al club, fue para
decirme que solo podíamos ser amigos; que no podría ser más aunque quisiera. He
accedido desde entonces. Prefiero tener lo que pueda de ella, que nada en absoluto.
Capítulo 4
Jessica
Espero fuera de mi apartamento para que Shane me recoja. La noche está muy
húmeda lo que hace que me suden las piernas. Solo es primavera pero el verano se está
adelantando.
—Esto es estúpido—susurro, mirando mi teléfono para ver la hora. No tengo citas,
sin embargo, ésta es una cita. Shane es un buen tipo, pero no quiero darle la impresión
equivocada. Las citas conducen a sentimientos, que conducen al amor y terminan en
sufrimiento. Bajo la mirada a mi vestido y tacones negros. ¿En qué estaba pensando,
acicalándome así? Debería haberme puesto unos pantalones de gimnasia o algo poco
atractivo. Con seguridad esto le dará una idea equivocada.
Justo cuando estoy a punto de dar la vuelta y regresar al edificio, Shane se detiene en
un descapotable rojo. Me pregunto si está tratando de compensar el tamaño de su pene
con un coche tan llamativo. Me muerdo el labio tratando de sofocar la risa que sube por
mi garganta ante ese pensamiento.
—Siento llegar tarde—dice. Me aproximo al coche y me deslizo en el asiento del
pasajero antes de que él tenga la oportunidad de salir. No quiero que me abra la puerta,
o tenga la idea de que esto es algo más que dos colegas saliendo a cenar. Eso es todo.
—¿A dónde te gustaría ir?—me pregunta cerrando su puerta y girando en el asiento
para mirarme. Como siempre, su cabello rubio está peinado hacia atrás y lleva una
camisa de vestir blanca con las mangas arremangadas y lo que parecen unos caquis.
Realmente no puedo decirlo en la oscuridad del coche.
—¿A mí? ¿Me estás preguntando a mí?—pregunto sorprendida, señalándome.
—Sí. Primero tuve que sobornarte para que salieras conmigo, por lo tanto, ¿dónde
podemos ir a beber vino y cenar? ¿Dónde te sentirás más cómoda?—me pregunta Shane
con una sonrisa cruzando por su rostro—. Con suerte no en un cuarto de suministros—
bromea Shane, haciéndome reír.
Le doy la dirección y él conduce. Se enojará cuando vea a dónde lo estoy llevando,
pero el sitio no despedirá una vibración romántica, o la idea de que voy a pedirle una
segunda cita.
***
—¿Una cafetería?—pregunta Shane, mientras mira por la ventanilla del automóvil.
—Oye, dijiste en cualquier lugar—me río.
—Realmente quieres deshacerte de mí, y rápido—se ríe, apartando la mirada del
establecimiento hacia mí. Su frente tiene arrugas de preocupación.
—Vamos, puedes comprarte un donut—bromeo, saliendo del coche.
—Oh, ¿puedo?—se burla Shane.
—Me debes otra cita, una real en el sitio que yo escoja—exige, su voz está seria
cuando abre la puerta de la cafetería.
—No, el trato fue una cita. Tenemos una cita. No había segundas citas en este trato—
le recuerdo.
—Ésta no es una cita. Esto es una salida para tomar un café, cosa que hacemos en la
sala de descanso. Por lo tanto, me debes una cita—me explica Shane, sonriendo de oreja
a oreja.
Bueno, este plan salió mal.
Me siento en el suave sofá marrón en la parte posterior de la cafetería mientras
Shane pide un café para cada uno. Él sabe cómo me gusta, solo con dos sobres de
azúcar. En realidad, me beberé cualquier tipo de café, de cualquier forma; me encanta.
Soy adicta y podría necesitar ayuda terapéutica para las cosas que haría por una taza de
café.
—Justo cómo te gusta. —Shane deja el café mientras se sienta a mi lado en el sofá,
cruzando las piernas mientras se reclina.
—Bueno, Jessica, he estado trabajando contigo durante un par de meses y sé muy
poco acerca de ti. Cuéntame sobre ti. —Él gira la cabeza ligeramente, inmovilizándome
con sus ojos marrones. Me muevo incómoda.
Tal vez la cafetería no fue una buena idea. Debería haber elegido un lugar que no
permitiera hablar, como una sala de cine.
—No hay mucho que contar. Trabajo y cuando no estoy trabajando, estoy con mi hija
—respondo rápidamente, evitando el contacto visual.
—Mmm, ya veo—dice Shane, tomando un sorbo de su café—. ¿De dónde eres?—
continúa preguntando.
Suspiro y coloco mi café sobre la mesa de mimbre a mi lado.
—Nevada.
—Veo que no eres de mucho hablar—dice con una risa sofocada.
—Yo solo…
—Está bien, Jessica. Sé que no eres de las que te sumerges en tu vida personal. Sin
embargo, te conozco mejor de lo que crees—dice con una sonrisa, levantando la ceja
derecha.
—¿Eso crees? ¿Y qué es lo que sabes?—pregunto, encogiéndome de hombros. Él deja
el café sobre la mesa e inspira profundamente. Esto debería ser gracioso, porque ni
siquiera yo me conozco.
—Sé que amas los deportes—responde mirándome y sus ojos marrones
resplandecen porque cree que me ha descifrado—. Sé que te encanta el color rosa, y
odias las reuniones de la empresa—continúa, sin apartar los ojos de los míos.
—¿Cómo sabes todo eso?—le pregunto.
Él se inclina más cerca, demasiado cerca, sus labios rozan mi oreja.
—Te he visto entrar furtivamente a la sala de descanso para ver el resultado de un
partido de fútbol—responde en voz baja—. Siempre vistes uniformes rosas, y nunca te
veo en las fiestas de la empresa.
Aparto mi rostro de él, mis mejillas están sonrojadas por la cantidad de sangre que
bombea a través de mi cuerpo por lo cerca que lo tengo, pero está equivocado. Llevo
uniformes rosas porque la última vez que fui de compras eran los únicos que quedaban
de mi talla. Y odio los deportes con toda mi alma. Ese día que entré furtivamente a la
sala de descanso, fue porque había escuchado que encontraron un cadáver en Nevada;
estaba en todas las noticias de todos los estados vecinos. Tenía miedo de a quién podía
pertenecer ese cadáver, así que aquel día vi las noticias en cada oportunidad que tuve.
Vivo con el constante temor de que se encuentre el cuerpo de Travis. Tengo miedo de
mi pasado, a que pueda presentarse y repetirse. Resultó ser de un juez que había
desaparecido debido a la enfermedad de Alzheimer. No puedo entender cómo no han
encontrado un cuerpo que pertenezca a mi ex marido. Adivino que los Devil´s Dust son
muy buenos, lo cual es aterrador.
Sonrío débilmente a Shane y miro hacia la cafetería. Una joven pareja, ambos con
cabellos rubios están acurrucados muy cerca. El chico es joven y guapo y susurra al oído
de la chica. Ella mira hacia abajo, hay un brillo manchando sus mejillas. Noto la mano
de ella deslizarse por su pierna debajo de la mesa, moviéndose subrepticiamente para
tocarlo. Están tan inmersos el uno en el otro, completamente ajenos al resto del mundo.
Aparto la mirada, echando un vistazo a mi café. No quiero amor. Comienza como algo
salido de un cuento de hadas, pero termina como una película de terror. Vuelvo a
levantar la mirada y observo a la pareja. Mentiría si dijera que no extraño esos días de
sentir mariposas y reírme por pequeñeces por estar tan estúpidamente enamorada. El
repentino pensamiento de amor me consume, deslumbrando mi mente. A veces, me
pregunto si estoy enamorada de Bobby. La manera en que me hace sentir cuando estoy
con él y cómo nuestros cuerpos se hablan el uno al otro cuando tenemos sexo siempre
permanece conmigo. Pero luego recuerdo lo que se siente cuando tu mundo es puesto
patas para arriba; cómo se sentía escapar cuando el sol salía, aterrorizada. Rápidamente
me doy cuenta de que el amor no es algo bueno, ni algo que quiera intentar con nadie.
—Necesito ir a casa. Mañana trabajo—le digo, poniéndome de pie. Mis
pensamientos giraron hacia lo peor y de repente me siento incómoda.
Shane sonríe burlonamente y se pone de pie conmigo.
—De acuerdo, entonces vamos a llevarte a casa. Pero hablo en serio; me debes una
cita.
Al salir de la cafetería, un brillante destello brilla cegadoramente en mi cara,
haciéndome respingar y cubrirme los ojos.
—¡Vuélvete!—me grita Shane, en dirección de los cegadores destellos, agarrando mi
mano, y tirándome bruscamente hacia adelante. Miro más allá del destello y veo a un
hombre con una cámara que frunce el ceño ante el tono áspero de Shane.
Shane abre la puerta de su coche y me empuja adentro, antes de rodear el vehículo
rápidamente y entrar por el otro lado.
—¿De qué se trataba todo eso?—le pregunto, mis manos tiemblan por la excitación.
—Quién sabe. Vamos a llevarte a casa—responde, su cuerpo está rígido y poco
amistoso. Por primera vez desde que conozco a Shane, no me está mirando mientras me
habla, y sus cejas están fruncidas con frustración. Está mintiendo. Lo puedo asegurar.
Suspiro. Solo necesito llegar a casa. Esta cita fue un gran error. Tengo los nervios de
punta y podría vomitar. Mi mente va instantáneamente a Bobby, queriendo buscar
consuelo en algo familiar.
Tan pronto como Shane me deja en mi apartamento, le digo adiós y me dirijo hacia el
edificio. Sin darle la oportunidad de pedir subir o la incomodidad del “deberíamos
besarnos” que puede seguir después de salir con alguien. Entro y busco otra botella de
vino en mis gabinetes, necesitando el entumecimiento reconfortante que trae consigo.
Suspiro y bajo la botella. En lo profundo, sé que podría ir a buscar a Bobby y él sofocaría
la abrumadora soledad que está consumiendo mi mente, pero sé que no debería.
Bobby
Unas manos pequeñas se deslizan por mis piernas y me despiertan de mi sueño.
Un familiar aroma de café y perfume me saludan: Jessica. Me incorporo, solo para
ser tumbado sobre la cama cuando Jessica choca contra mí. Sus manos me agarran a
cada lado del rostro mientras sus labios llenos besan los míos febrilmente. Envuelvo mis
manos alrededor de su espalda, y la tiro encima mío, mi polla se endurece sabiendo lo
que está por venir. El cuerpo de Jessica me hace algo, hace que mi polla anhele más.
Cuando Jessica y yo estamos juntos, el resto del mundo no existe. Nada de hoy o de
ayer importa. Somos solo nosotros, entregando lo que el otro necesita... mutuamente.
Deslizando sus manos en mi cabello, ella se acerca aún más. Su lengua se clava en mi
boca, profundizando el beso.
Ésta es Jessica: para que ella se acueste conmigo tiene que ser en sus términos. Yo
pongo en juego todo mi encanto, pero ella se niega en el acto. Ella eventualmente
aparece, por lo general en mitad de la noche.
Ella aparta su cuerpo de mí, sus manos ahuecan mis mejillas.
—Bobby. —Apoya su frente contra la mía, el olor a café y alcohol escapa de su
aliento.
—Sí—respondo.
—¿Qué sabes de mí?—pregunta, su voz emana una sensación de vulnerabilidad.
—¿Qué anda mal, cariño?—le pregunto, sintiendo que algo le está pasando. Me
siento, con ella todavía en mi regazo. La luz del pasillo se desliza debajo de mi puerta y
proporciona la suficiente claridad para ver que su cara está ruborizada. Su ceño está
fruncido y sus ojos tienen una expresión de dolor.
—Solo dime lo que sabes de mí—me exige, su tono es bajo pero severo. Me froto la
cara y pienso en ello, tratando de asegurarme de no decir nada equivocado.
—Sé que te encanta el café. Te preocupas por tu hija más que nada. Eres fuerte y no
aceptas mierdas. —Hago una pausa, tratando de pensar en algo personal, como un
hobby—. Sé que te encanta surfear, te encanta el cheesecake de cereza…
—¡Detente!—exige, pasando su mano por mi cabello.
—¿Cómo sabes esas cosas?—me pregunta, inclinándose hacia mí, sus labios rozando
los míos. Cierro los ojos e intento calmar mi respiración ansiosa.
—Siempre me robas mi café; además, hueles a eso. Haces hasta lo imposible para
proteger a tu hija, y he visto la mierda por la que has pasado para hacerlo. Te he tenido
en mi cama con las mejillas bañadas por el sol y el olor a sal que queda en tu cuerpo, los
moretones que marcan tus rodillas cuando has surfeado ese día, sin mencionar que tu
tabla de surf está atada a tu Jeep para confirmarlo. Y cuando tenemos fiestas familiares,
siempre vas directo al cheesecake—le explico, tirando de su cara para hacer que me
mire—. Te conozco, Jessica Wren—murmuro. Conozco casi todo sobre ella, pero no sus
secretos más oscuros. Eso es lo que me mata. Quiero conocer todo sobre ella.
Ella estrella sus labios llenos contra los míos, su lengua codiciosa ataca la mía. Mis
manos se deslizan de su cintura a sus muslos y encuentran piel desnuda. Lentamente
deslizo las manos hacia arriba y por debajo de su vestido, mis dedos juguetean con el
dobladillo de sus bragas. Mi polla late dolorosamente, suplicando estar dentro de ella.
Sé que no soy un buen hombre. He hecho muchas cosas que justificarían eso. Pero lo
que siento por Jessica, la forma en que su aroma me rodea y la reconfortante euforia que
obtengo de su piel cálida contra la mía mientras estamos juntos, hace que todo parezca
como si finalmente estuviera en el lugar correcto; haciendo lo que debo hacer. No hay
armas disparando, negocios del club de los que deba encargarme o sangre siendo
derramada. Es emoción en carne viva; Jessica saca un lado de mí que no consigo
experimentar lo suficiente.
Ella aparta sus labios bruscamente, y su cabeza cuelga hacia atrás mientras un
seductor gemido escapa de su boca entreabierta.
—Maldición—gruño. Ese gemido sexy que escapa de su boca cuando ella se excita,
me provoca algo, me desquicia y quita cualquier pizca de autocontrol que tenga. Mi
única misión es tenerla, estar dentro de ella y hacerla mía por la noche.
Hundo mis dedos en sus muslos, frotando su clítoris contra mi dura polla. Lo único
que me impide estar dentro de ella son mis bóxers y su delicada ropa interior.
Deslizo el índice y el pulgar debajo del elástico de sus bragas, y las arranco de su
excitado cuerpo. Nuestras respiraciones pesadas y el sonido de la tela al rasgarse hacen
eco a través de la habitación oscura. La fricción se siente malditamente asombrosa,
haciendo que apriete los dientes.
Su coño se abre, listo para que la folle, mientras atraviesa el material de mis bóxers,
deslizándose sobre mi polla que está erguida debajo de la delgada tela. Está mojada, su
calor húmedo se filtra a través de mis bóxers mientras se frota contra mí con dureza.
Mis manos ásperas suben por su espalda, buscando una manera de quitarle el vestido.
Estoy listo para tomarla.
—Tiene una cremallera—me dice, su voz entrecortada y casi incoherente.
Encuentro la cremallera y la abro, mis manos se deslizan a lo largo de sus curvas a
medida que el material se afloja. Quiero tomarme mi tiempo, saborear cada segundo
que tenemos juntos, porque sé que dentro de unas horas, ella se irá. Excepto que es casi
imposible tomarme mi tiempo e ir despacio cuando lo único que quiero es sentir su
cuerpo envuelto en el mío y susurrando mi nombre mientras ella se corre.
Se quita los tirantes de su vestido de los hombros, haciéndolo caer hasta su cintura.
Acuno su nuca e inclino mi cabeza hacia abajo, rozando la curva de su pecho con mis
dientes, haciendo que su aliento se atore en su garganta. Mis manos se deslizan desde
su cuello hacia abajo, antes de que se deslicen a través de sus ásperos surcos; las
cicatrices que estropean su cuerpo perfecto. Su cuerpo se pone rígido, y se aparta de mí.
Ella tira mi brazo, insinuando que está lista para estar abajo.
Es la posición que Jessica generalmente exige cuando tenemos relaciones sexuales;
ella tiene que estar abajo. Ella tiene estas reglas, o rituales, cuando follamos. Sin luces,
nada más que misionero, así que ella siempre está sobre su espalda, y sin preguntar por
qué. El sexo sigue siendo excelente con ella; es lo mejor en realidad.
Ella tira de mi brazo otra vez, tratando de hacer que la suelte para que pueda darse
la vuelta. Me pongo rígido y la miro, deseando que ella me monte, que se deje ir.
—Bobby, no puedo, ya lo sabes—me susurra. Arrastro mi lengua por mi labio
superior, y asiento.
Ella no va a decirme lo que sea que le impida hacer algo más aventurero que el
misionero. Intenté que hablara al respecto, pero presionarla para hablar de sus
cicatrices, o intentar algo más que con lo se siente cómoda, le trae malos recuerdos. El
dolor que destella en su rostro y me mata el modo en que sus ojos cobran esa mirada de
terror, es por eso que no la presiono. Sin embargo, estoy bastante seguro de que tiene
que ver con su marido.
Lanzo a Jessica sobre su espalda, mi cuerpo se cierne sobre el de ella. Su cabello
rubio se esparce por la almohada mientras me mira con ojos llenos de lujuria. Agarro el
vestido enredado en su cintura y lo bajo por sus piernas. Ella se levanta, agarra el
elástico de mis bóxers abrazando mis caderas y los baja hasta las rodillas. Le separo las
piernas con mis manos y me deslizo entre ellas, descansando mis codos a cada lado de
su cabeza. Mi polla encuentra su coño rápidamente, y se desliza con una bienvenida
excitación. Ella es la única mujer que dejaré montar mi polla sin un condón. Ella es la
única en la que confío que esté limpia y además me dijo que toma anticonceptivos. Su
espalda se arquea y un gruñido sexy escapa de su pecho. Agacho la cabeza y me llevo
un pezón a la boca, el dulce sabor de su piel se desliza por mi lengua.
Empujo las caderas con fuerza, haciendo que la cama golpee contra la pared, y ella
gime en el aire de la noche. Ella empuja su cabeza hacia atrás en la almohada y las
caderas hacia arriba, deseando ávidamente más.
—Dilo, Jessica—exijo.
—¿Decir qué?—me pregunta, mientras jadea por aire.
—Dime que deseas más—respondo.
—Deseo más—dice arrastrando las palabras y volviendo a empujar las caderas.
Meto violentamente mi polla en ella. Sus manos vuelan a mi cabello y se enredan en
él, sus piernas me rodean la cintura mientras comienzo a follarla implacablemente. Su
jadeo se transforma en pequeños gemidos mientras su cuerpo se mece con cada una de
mis embestidas. Un impulso eléctrico se acumula en mis pelotas a medida que mi
orgasmo se acerca. Sus gemidos se vuelven más ruidosos y salvajes mientras sus
piernas me aprietan las caderas como una prensa. Ella cierra su boca bien apretada
tratando de sofocar el ruido, y gime por la nariz, emitiendo un zumbido.
Me incorporo, poniendo todo mi peso sobre mis rodillas, y agarro uno de sus
pechos, acariciándolo. Su coño aprieta mi polla, su cuerpo se mueve agitadamente por
la cama, y sus gemidos controlados se pierden en un ramalazo de gritos placenteros.
Mis pelotas se contraen con fuerza cuando una presión se dispara por mi polla y se
expande, provocando que todos los músculos de mi cuerpo se pongan rígidos,
haciéndome gruñir mientras me corro violentamente. Aprieto los dientes mientras
bombeo dentro de ella unas cuantas veces más, no queriendo que termine. Sus gritos se
calman mientras cae sobre el colchón, respirando pesadamente, y yo la sigo.
Me tiendo a su lado y escucho su áspera respiración. Su pelo rubio está enredado en
la almohada, y el olor del sexo llena el aire. Me duele el pecho tratando de recuperar el
aliento, mis ojos están pesados queriendo dormir, pero trato de luchar contra eso. Odio
lo jodido que estoy por Jessica, y odio aún más cuando me levanto y se ha ido. A veces
desearía que ella nunca hubiese entrado al clubhouse buscando ser salvada. No hubiese
sabido lo que me estaba perdiendo, si nunca me hubiese mostrado la sensación de
desear a alguien tan desesperadamente, solo para no tenerlo plenamente. Miro a la
chica que me deja estupefacto y meto un pelo suelto detrás de su oreja mientras se va
quedando dormida. Sin embargo, estoy jodidamente emocionado de que escogió mi
club para salvarla. Un día, ella se entregará a mí.
***
Me levanto cuando el sol está apenas comenzando a salir, produciendo la claridad
suficiente para ver alrededor de la habitación. Me siento, miro a mi lado y encuentro
una cama vacía. Solo las sábanas arrugadas me saludan, recordándome el increíble sexo
que tuvimos. Ella se ha ido. Caigo hacia atrás contra la almohada y suspiro, antes de
cerrar los ojos y volver a dormir.
Finalmente me despierto alrededor del mediodía y agarro unos jeans y una camiseta
para vestirme. Deslizo mis manos por mi cabello como un acto de peinarme antes de
caminar por el pasillo. Me acerco a la barra, mis ojos parpadean rápidamente tratando
de despertarme.
—Dormiste hasta tarde—observa Hawk, sus ojos están entrecerrados mientras me
mira con ceño. Su pelo y barba, una vez salpicados con canas aquí y allá, están
comenzando a volverse de un blanco rotundo, el color de la vejez. Es jodidamente viejo.
Ni siquiera sé cuántos años tiene. Es nuestro tesorero, ya estaba aquí mucho antes de
que yo entrara al club.
—Tuve compañía—declaro, devolviéndole la mirada.
Hawk se ríe entre dientes.
—No vas a decir que Doc te visitó de nuevo, ¿verdad?—pregunta con tono
incrédulo. Su barba se mueve de un lado a otro sobre su boca como si estuviera
masticando algo, pero no veo ningún alimento a su alrededor. Él hace eso mucho, y es
jodidamente irritante. Lo miro, curioso sobre por qué me preguntaría si Doc me visitó
anoche, apenas me habla.
—¿Por qué? ¿No estarás celoso?—le pregunto, moviendo mis pies y apoyándome
contra el mostrador.
Hawk me lanza un periódico y se ríe entre dientes. Levanto una ceja y lo agarro,
sacudiéndolo para alisar los pliegues.
En la primera plana está Jessica y un tipo saliendo de una cafetería. El titular, en
grandes letras negras, reza:
LO MEJOR DE HOLLYWOOD RETIRADO DEL MERCADO
Mis ojos saltan al verlo mientras acerco el periódico y leo la letra pequeña. Dice que
el doctor Shane Meldon está comprometido con la doctora Jessica Wren. Las fuentes
dicen que compró un anillo ayer antes de la cita.
Agarro los lados del periódico con enojo. Mi nariz llamea de ira, un fuego crece en
mi pecho. ¿Qué carajo? ¿Ella tuvo una cita, se comprometió y después vino y se acostó
en mi cama? ¿Me dejó follarla mientras llevaba un maldito anillo de compromiso?
***
Yo: ¡Necesitamos hablar, ahora!
Jessica: Estoy trabajando.
Yo: O sales al estacionamiento, o voy a entrar.
Estoy apoyado contra el Jeep azul de Jessica. La ira consume mi cuerpo y un millón
de pensamientos inundan mi mente. Le daré dos minutos para que saque su culo aquí
para dar explicaciones, sino entraré en ese hospital y la encararé. Sé que Jessica y yo no
somos exclusivos, pero pensé que significaba algo para ella y que me diría si estuviera
en una relación seria, antes de follarme.
Me aparto del Jeep; su tiempo se acabó. No puedo esperar aquí durante dos malditos
minutos. Doy unos pasos y veo a Jessica saliendo del hospital.
—¿Qué diablos, Bobby?—pregunta Jessica, con los brazos extendidos a cada lado
mientras camina hacia mí. Saco el periódico enrollado de la parte de atrás del bolsillo de
mis pantalones vaqueros y se lo lanzo.
Ella resopla, se inclina y lo recoge.
Sus ojos se abren de par en par, y acerca el periódico, las arrugas se forman en el
rabillo de sus ojos mientras lo mira perpleja con los ojos entrecerrados. Inclino mi
cabeza hacia un lado, confundido por su reacción.
Ella niega con la cabeza, con los labios fruncidos.
—No es verdad—afirma, sin dejar de mirar el periódico.
Yo resoplo.
—Entonces dices que no te comprometiste. ¿El periódico está mintiendo?—pregunto,
mi tono es de incredulidad.
—No es que sea de tu incumbencia, pero sí, es pura mierda—me responde,
frunciendo el ceño irritada. No es que sea de tu incumbencia, una frase que escucho
mucho de ella, más veces de las que quiero.
Me acerco y me paro justo delante de su cara. Mi visión desenfocada por la furia que
corre por mis venas.
—¡Es de mi puta incumbencia cuando te metes en mi cama con un jodido anillo de
compromiso en tu mano, y te corres sobre mi polla!— le grito, mi cara a centímetros de
la de ella.
—¡No estoy comprometida con nadie!—me grita, mostrándome la mano.
El alivio inunda mi cuerpo, mi cabeza que una vez palpitaba por la corriente de
sangre fluyendo a través de mí se despeja. Respiro hondo y me alejo de Jessica.
—¿Quién es este hombre?—le pregunto, señalando con la cabeza el periódico en sus
manos. Tiene que ser alguien importante para que las cámaras lo sigan a todas partes y
le tomen fotos.
Ella vuelve a mirar el periódico, y niega con la cabeza.
—Solo un tipo con el que trabajo—comenta. Me vuelvo a mirar el estacionamiento e
inspiro audiblemente. Estoy enojado, más que nunca. La idea de que Jessica esté
comprometida o teniendo citas con alguien tan serio ha acabado con todo mi mundo.
Pero aun así, ¿por qué vino a mi cama anoche si tuvo una cita con ese tipo? ¿Ella hace
esto a menudo?
—¿Fue por eso que viniste a mi cama anoche? —Su cabeza se levanta bruscamente
de mirar el periódico, sus ojos me clavan en el lugar mientras frunce el ceño. Ella mira a
su alrededor y se acerca.
—¿Qué? ¿Es ese otro de tus límites? ¿Se supone que no debemos hablar sobre
nosotros?—le pregunto, mi tono es duro. Ella abre la boca para responder, pero la
interrumpo—. No te puedes ver con los que parecen delincuentes, es de lo que trata
todo esto, de lo que siempre se ha tratado—señalo, casi gritando.
—¿Por qué estás actuando así? —Jessica inclina su cabeza hacia un lado, sus ojos
escanean mi pecho hinchado y mis puños cerrados. Nunca me había comportado así
antes; mis emociones me tienen actuando como un idiota.
—¿Hablas con él? ¿Le cuentas cosas que no me cuentas? —Me acerco a ella, me
inclino y le levanto la barbilla con el dedo. Quiero que me mire a los ojos cuando me
responda.
—Es suficiente. Necesito volver al trabajo—dice Jessica, liberando su barbilla de mi
agarre y entregándome el periódico. Me burlo. La típica Jessica. Si empiezo a hacer
preguntas, ella se larga. Cuando quiere que se detenga, ¿verdad?
Inhalo profundamente, tratando de calmarme.
—Todo lo que siempre quise fue protegerte, y todo lo que pedí a cambio fue que te
abrieras conmigo—murmuro.
Ella nunca se abrió a mí. Jamás. Anoche, cuando me preguntó si la conocía, me
sorprendió. Su tono era sentimental pero desesperado. No era como Jessica, en absoluto.
Anoche tomó mi polla como si fuera su salvavidas.
—Bobby, tú y yo sabíamos en lo que nos estábamos metiendo cuando comenzamos a
follar. No hay nada entre nosotros y nunca lo habrá. No puede haberlo—responde en
voz baja, sus palabras me enojan.
Siempre pensé que solo negábamos que no queríamos nada más que ser amigos,
salvándonos de la realidad de lo que podría pasar si no funcionábamos. Pero oírla
pronunciar esas palabras sin pestañear, me hace sentir como si me dispararan en el
maldito pecho, sacando a la luz que no soy nada para Jessica y nunca lo seré. Me doy la
vuelta para mirarla, está con los brazos cruzados frente a ella, su cabello rubio ondea
con la brisa. Me observo, todo resoplidos y enojado. He perdido el control. He estallado.
No puedo hacer esto nunca más.
—Hemos terminado—mascullo.
—¿Qué?—pregunta agotada y sus ojos se abren de par en par ante mi declaración.
—No quieres que nada de tu vida sea de mi incumbencia. ¡No quieres contarme
nada sobre tu pasado, aunque fui yo quien te alejó de él!—grito—. Déjame
simplificártelo. Hemos. Terminado—digo con los dientes apretados, mi mandíbula
latiendo.
—Bobby—grita Jessica, su tono es angustiado. Levanto mi mano despidiéndola,
caminando de regreso a mi moto.
Me coloco el casco y miro los ojos suplicantes de Jessica mientras pongo en marcha
la moto. Mi corazón está martilleando contra mi pecho y mi cuerpo está sudando con
mi arrebato impulsivo. No quiero alejarme de Jessica. No quiero que terminemos. Pero
ella claramente ha decidido sobre mí; que no soy más que un buen polvo. Ya terminé de
tomar lo que ella arroja en mi camino. Necesito más de ella. Que rompamos la hará salir
de su zona de confort y darme más de ella, o nos destruirá para siempre. Mi pecho se
aprieta con ese último pensamiento, mi mano pica por quitarme el casco y acunar a
Jessica en su angustiado estado. Todo lo que siempre quise fue mantenerla a salvo,
hacerla feliz. ¿Pero cómo puedo hacerlo cuando ella no me deja entrar? No tiene nada
que ver con cruzar la línea y complicar las cosas. Se trata de confianza.
Capítulo 5
Jessica
¿Está hablando en serio? ¿Se está alejando de mí y dejándome? Mi pecho quema y
mi garganta se cierra por las emociones que burbujean dentro de mí, exigiendo ser
liberadas. Él me descartó en el medio de un estacionamiento. Agarro el periódico y
entro al hospital buscando a Shane. Quiero saber por qué me tomaron una jodida foto,
por qué supuestamente estoy comprometida con él, y por qué a alguien le importaría
ponerla en el periódico.
Justo cuando entro por las puertas del hospital, lo encuentro saliendo de la
habitación de un paciente. Lo agarro por la camisa y lo guio a la sala. Lo arrastro y él
tropieza mientras trata de seguirme.
—¿Qué diablos es esto?—gruño enojada, golpeando el periódico contra su pecho
una vez que estamos solos.
Él me mira confundido, la conmoción se muestra en sus cejas levantadas ante mi
tono áspero mientras agarra el periódico.
—Mierda—masculla y mira el periódico, pasándose la mano por su cabello
perfectamente peinado.
—¿Qué demonios, Shane?—le pregunto.
—Lamento esto, Jessica— me responde... mirando el periódico.
—¿Por qué le importa al periódico si estás comprometido? ¿Quién eres? —exijo, las
preguntas salen volando de mi boca.
Shane suspira, dejando caer la cabeza, sus dedos están pellizcando el puente de su
nariz.
—Mi padre—comenta Shane, como si eso respondiera todo—. Es un actor retirado.
Reece Meldon—detalla.
Mis ojos se abren ampliamente. Sé exactamente quién es. Estuvo en algunas de las
grandes películas de acción años atrás.
—Desde que era niño, he tenido personas siguiéndome a todas partes y poniendo
cámaras en mi cara. Todos con la esperanza de que algún día seguiría los pasos de mi
padre—continúa, dejando el periódico en una mesa cercana—. Fui a la joyería ayer para
arreglar mi reloj. Debe haberme atrapado algún chismoso. A las personas se les paga
por los chismes y el periódico simplemente los imprime, sean o no ciertos—agrega.
Esto es lo que él estaba escondiendo anoche, cuando ese tipo nos tomó una foto fuera
de la cafetería. Podría haber solucionado fácilmente este problema entonces. Podría
haber agarrado la cámara, golpeado al tipo, cualquier cosa. Cierro los ojos y suspiro.
Escúchame, ‘golpeado al tipo’. Bobby me ha contagiado; el club ha contaminado mi
mente. Bobby, su mirada de enojo y desilusión cuando me arrojó el periódico sigue
titilando en mi mente. Él se alejó de mí debido a esta mierda. Me dejó sintiéndome más
vacía de lo que alguna vez me he sentido.
—Esto me causó muchos problemas—le digo, señalando el periódico. Las lágrimas
amenazan con derramarse de mis ojos.
—No volverá a suceder—afirma Shane, asintiendo y mirando el periódico que ahora
descansa sobre la mesa.
***
Conduzco hasta la escuela de Addie, aparco en el estacionamiento circular y espero a
que salga. Noto a todas las parejas casadas recogiendo a sus hijos, riendo y sonriendo;
son una foto perfecta. Les gruño, disgustada por su felicidad. Me enoja la forma en que
hacen que parezca tan fácil encontrar un alma gemela, que parezca que están muy
enamorados, sin que nada más importe. Aprieto la mandíbula, mis ojos se entrecierran.
Me miro los dedos, ensimismada. He estado furiosa desde esta mañana. Bobby
declarando que hemos terminado, es todo culpa mía. Veo por qué el amor es un
desastre latente, al menos para mí. Quiero ser franca con Bobby. Quiero contarle todo lo
que me ha pasado, pero ¿de qué serviría? Cuando estoy con él, cuando estamos juntos,
estoy libre de todas las cargas. Estoy en otra dimensión, en otro mundo. Lo único que
tengo en mi mente, los únicos pensamientos en mi cabeza, son el placer entre él y yo.
No quería complicar eso contándole de mi jodido pasado. Ahora no tengo a Bobby en
absoluto, lo cual es peor.
—¡Hola mamá!
Miro detrás de mí y encuentro a Addie subiendo en el asiento trasero. Se ve tan
hermosa hoy, su cabello rubio con coletas y su lindo vestido rojo con leotardos negros.
Había excusado a Bree de llevarla a la escuela esta mañana.
—Oye, cariño, ¿cómo estuvo tu día?—le pregunto, sonriendo. No importa qué tipo
de día haya tenido o qué sensación tan terrible esté experimentando, Addie con su
inocencia y brillante personalidad, siempre hace que esos momentos oscuros se
desvanezcan. Ser madre soltera es difícil, pero no lo cambiaría por nada en el mundo.
Cada recuerdo de ella vomitando sobre mí en medio de la noche, la pérdida de su
primer diente es un recuerdo que atesoro.
—Eh, fui a la escuela. ¿Podemos recoger algunas películas para esta noche?—me
pregunta, poniéndose el cinturón de seguridad.
—Sí, podemos—respondo, saliendo del estacionamiento. Como ella se quedó con
Bree la otra noche, no tuvimos nuestra noche de película como previamente le había
prometido.
Miro por el espejo retrovisor, y noto que Addie está sonriendo de manera bobalicona
por la ventanilla mientras salimos a la carretera principal.
—Qué es lo que te tiene tan alegre hoy? —Me río, mirando por el espejo. Addie
aparta la mirada de la ventanilla y me mira, sus pequeños frenillos resplandecen con la
luz del sol mientras sus mejillas suaves y redondas toman un tono rosado.
—Creo que le gusto a un chico—chilla, sus mejillas van del rosa al rojo. Me quedo
boquiabierta y mi corazón cae en picado.
—¿Qué? —Me giro, quitando los ojos de la carretera, haciendo que un coche toque la
bocina al pasar.
—Mierda—maldigo, tirando del volante para volver a mi carril.
Miro por el espejo retrovisor a Addie, su sonriente carita roja ha desparecido y ahora
está frunciendo el ceño. Niego con la cabeza, maldiciéndome en silencio por mi
arrebato. Pero mi niñita solo tiene nueve años, ¿chicos ya?
—Eso es genial—trato de recomponerme, poniendo una falsa sonrisa. Su rostro se
ilumina cuando sus frenillos se vuelven visibles nuevamente con una gran sonrisa.
—Él es muy lindo, mamá. Su nombre es Anthony, y es muy bueno en el baloncesto
—habla locuazmente, su voz cautivada y feliz—. No tienes que preocuparte. No es uno
de los chicos malos en clase ni nada. Es muy inteligente—me consuela, tratando de
tranquilizarme. Le doy una sonrisa de labios apretados y entro en el estacionamiento
del local de alquiler de películas. No me preocupa que sea un chico malo, no a la edad
de nueve años. Me preocupa que le rompa el corazón a mi hija. Todos los chicos son
rompecorazones, usando lo que tienen en la manga para romper el corazón de una niña.
***
Amo a mi hija, pero las películas que eligió esta noche me dan ganas de arrancarme
los ojos.
Armagedón, Nunca me han besado, y Un paseo para recordar. Que alguien me dispare.
—¿Qué tal si miramos primero las mías?—le sugiero, tirando los DVD sobre la
mesita de café. Addie da la espalda al sonido de las palomitas de maíz estallando, y su
rostro se retuerce mientras levanta la nariz.
—¿Chuckie?—me pregunta, su voz mezclada con desaprobación por mi selección de
películas. ¿Qué puedo decir? Me encantan las películas de terror.
—No, gracias, mamá—responde, sacando la bolsa de palomitas del microondas.
Suspiro y me dejo caer en el sofá. Sensibleras historias de amor serán entonces.
Addie ni siquiera llegó a ver todas sus películas. Se desmayó hace treinta minutos,
dejándome con una almohada apretada contra el pecho y lágrimas corriendo por mi
rostro mientras veo el final de Un paseo para recordar. Niego con la cabeza, me limpio las
lágrimas y maldigo silenciosamente a Addie y su inocente amor. La tapo con una
manta, no queriendo despertarla y apago el televisor y las luces. Entro a mi habitación,
me quito los pantalones de chándal y me suelto la coleta.
Mis ojos aterrizan en mi teléfono junto a mi mesita de noche mientras me subo a la
cama. Quiero llamar a Bobby. No quiero que terminemos. No sé lo que somos el uno
para el otro, pero cuando hoy se marchó, el suelo de debajo de mis pies se abrió. Él es la
única seguridad que tengo en este mundo. No puedo perderlo.
¿Tengo que luchar contra mi miedo? ¿Derrotar el terror que atormenta mi mente y
mi alma y apostar con la esperanza de que Bobby pueda arreglar todo, hacerme olvidar
mi pasado y comenzar de nuevo a construir una vida sin miedo? ¿O hago lo que sé
mejor, me resisto, corro a casa detrás de mi puerta con tres cerrojos y me pregunto y si?
Probé terapia, probé medicamentos estúpidos para superar lo que me asusta a
diario, con la esperanza de que algún día pueda encontrar un tipo genial y ampliar
nuestra pequeña familia, pero nada de eso funcionó. No tengo nada debido al terror que
habita en mi interior, y no tengo idea de cómo deshacerme de él. Pero Bobby, él quiere
ayudarme. Quiere hacer que me mejore. ¿Pero cómo? ¿Cómo puede mejorarlo cuando
nadie más puede? Él ni siquiera sabe por qué soy como soy. Suspiro, cierro los ojos y
siento cómo la soledad se cuela en mi alma.
Bobby
Lio un porro, tratando de escaparme de los pensamientos de Jessica que están
plagando mi mente. Extiendo la mano hacia el encendedor cuando suena mi teléfono
móvil, deteniéndome. Lo agarro en lugar del encendedor, y respondo.
—¿Qué quieres saber?—me pregunta Jessica, su voz es suave y pero temblorosa.
Dejo caer el porro al suelo y mi boca se abre en estado de shock. ¿La escuché bien? He
intentado conseguir información sobre el pasado de Jessica durante años, y aquí me está
preguntando qué es lo que quiero saber, como un libro abierto. Me paso las manos por
el pelo y me siento derecho en mi silla. ¿Por qué quiere contarme ahora? ¿Es mi
alejamiento un gran problema para ella también?
—¿Por qué estás dispuesta a contarme ahora después de todos estos años?—le
pregunto. Tengo que saber, necesito saber qué es lo diferente.
La escucho inspirar a través del teléfono, mientras se prepara para responder.
—Porque eres la única persona que podría liberarme de mi pasado, del miedo que
significa planificar mi agenda diaria. Confío en ti—responde ella. Asiento, sabiendo
exactamente a qué se refiere. Incluso conmigo, sin saber mucho sobre Jessica, ella
siempre está a salvo. Nunca podría alejarme completamente de ella, incluso si
realmente lo quisiera, y realmente a veces me cabrea.
—Quiero saber de dónde vienen las marcas en tu espalda. Por qué están ahí. Quiero
saber por qué follas conmigo en una sola posición y con las luces apagadas. Quiero
saber por qué tienes tanto miedo de vivir. —Las preguntas que tengo rondando en mi
mente cada vez que veo a Jessica escapan de mi boca sin control.
La escucho atragantarse mientras el sonido de ella sorbiendo por la nariz suena a
través del altavoz. La escucho quebrarse, haciéndome dudar sobre todo esto. Jessica es
una mujer fuerte. Nunca la escuché tan destrozada desde el día en que apareció en el
club y eso me hace pedazos.
—¿Por qué, por qué quieres saber esas cosas tan desesperadamente, Bobby?—
susurra dolorosamente.
—Maté a un hombre por una mujer de la que no sabía nada; de la que todavía no sé
nada. Pero al matarlo, pensé que te salvaría, te liberaría Jessica, pero no lo hice. Algo
todavía te persigue—respondo sombríamente.
Ella se sorbe la nariz, su respiración es entrecortada.
—Comencemos por algo pequeño. ¿Cómo conociste a tu ex marido?—le pregunto,
tratando de ayudarla a entrar en los recuerdos difíciles. La comunicación está en
silencio, lo que hace que me pregunte si colgó.
—Travis no siempre fue un monstruo. En un momento dado lo amé—ríe con
amargura—. Eso es lo que lo hace tan difícil. Crees que conoces a alguien, solo para
descubrir que estabas malditamente equivocado.
Me he encontrado con algunas personas así dentro del club antes, así que sé dónde
está yendo.
—Entiendo eso, créeme—murmuro.
—Mi padre era un hombre ambicioso, quería lo mejor para la familia. Tenía que
seguir sus pasos y unirme solo a lo mejor de las prácticas médicas en el estado. Pero
todo eso salió volando cuando mi padre conoció a Travis Norwell. —Sus palabras se
llenan de ira cuando dice el nombre de su ex marido—. Travis fue el boleto de oro de mi
padre para la Junta Directiva del hospital más prestigioso del estado. Eso terminó con lo
que era mejor para su hija y su familia. Lo único que importaba, era lo que era mejor
para él. Me dijo que me casara con Travis y honrara a mi familia llevando el nombre
Norwell. Cuando conocí a Travis, era sorprendentemente atractivo, inteligente y muy
amable. Podría haber sido mucho peor, así que no me resistí. Las cosas se pusieron
serias entre nosotros durante el verano. Yo era muy inexperta, donde él no. Nos
volvimos ardientes y dominantes el uno para el otro rápidamente. Después de unos
pocos meses de inocente amor, decidimos casarnos—responde, su tono es un poco
menos tenso. Travis sonaba como un maldito muñeco Ken. ¿Dónde empezó a ir todo
mal?
—¿De dónde vinieron las marcas en tu espalda?—le pregunto, saltando hacia
adelante. Puede que esté equivocado. Tal vez las marcas no son del marido.
—Las marcas en mi... —Se interrumpe y su voz quiebra. Ella carraspea como si
tratara de controlarse.
—Las marcas en mi espalda son de Travis—comienza en un tono sin emociones; es
como si estuviera leyendo un libro en voz alta—. Después de varios meses, mi nuevo
esposo me dijo que estaba aburrido de nuestra vida sexual. Que necesitaba más
excitación en el dormitorio. Yo estuve de acuerdo. ¿A quién podría lastimar, ya sabes?
—comenta ella. Me encojo de hombros a pesar de que no puede verme—. Las cosas
fueron espectaculares cuando fuimos hacia las nalgadas y los juguetes sexuales. Me
encantó. Él quería profundizar más con el BDSM, y yo acepté—explica, su tono es
excitado, pero con una pizca de dolor. Mi polla salta ante la idea de zurrar a Jessica,
haciéndome frotar mi entrepierna para aliviar la tensión.
—Una noche trajo a casa látigos y esposas. Yo estaba totalmente de acuerdo con eso,
realmente excitada. Cuando nosotros… —Ella se detiene, el sonido de su respiración a
través del teléfono haciendo que mi cuerpo se dispare y mi polla se ponga flácida.
Literalmente escucho el dolor en su respiración. Quiero decirle que se detenga, que no
traiga más recuerdos dolorosos, pero soy egoísta. Tengo que saber, necesito saber si
tengo alguna posibilidad de ayudar a Jessica a dejar atrás su pasado.
—Él se puso muy rudo—continúa en voz baja—. Dejó marcas por todo mi cuerpo y
mi rostro por el látigo barato y mi muñeca se rompió dentro las esposas, por estar
demasiado apretadas. Seguí pidiéndole a gritos que se calmara, que me estaba
lastimando, pero era como si se alimentara de mis gritos de dolor—continúa, su tono
está mezclado con sufrimiento. Mi mandíbula se tensa y cierro los ojos. Golpear la
cabeza de ese hijo de puta con mi bota y dispararle fue demasiado fácil para él.
—Al día siguiente me dijo que lo sentía, que no sabía lo que le había sucedido, que
sería más amable la próxima vez—dice con un resoplido—. La próxima vez no estuvo
mejor. Cuando terminó conmigo, estaba sangrando por la nariz y por abajo... —Se
detiene, y trago pesadamente. No estoy seguro de poder manejar mucho más de esto
sabiendo lo que le hizo, y no puedo traerlo de la muerte para matarlo de nuevo.
—Después de unas cuantas semanas, me curé, y él quiso volver a los látigos y las
esposas. Yo me negué. Le dije que se había convertido en un monstruo cuando le di ese
tipo de control. —Respira profundamente—. Me arrastró a nuestro sótano, me dio unas
cuantas bofetadas y me obligó a someterme a él. Pasaron muchos meses ocurriendo este
tipo de cosas. Para entonces se había puesto al corriente de todo tipo de dispositivos
sexuales para usarlos conmigo. No me permitió trabajar más. No podría hacerlo con
todas las marcas en mi cuerpo. Debía pedir permiso para casi todo, y llamarlo Amo. Si
no accedía, sufría las consecuencias.
—Jesús—susurro, pellizcándome el puente de mi nariz. Nunca supe que era tan
malo. Sabía que su marido era un monstruo, pero incluso los monstruos tienen más
remordimiento que su ex marido.
—Un día descubrí que estaba embarazada e intenté huir. Lo que cualquier persona
normal haría. No podía tener a mi hijo cerca de ese tipo de abuso, pero Travis tenía
hombres esperándome en el aeropuerto. Me agarraron y me tiraron en la parte trasera
de un coche. Cuando me trajeron de vuelta a la casa, Travis me sacó del vehículo por el
pelo, me arrastró hasta el porche delantero y me esposó a una gran columna. Me
desnudó, sacó un látigo de sauce y lo golpeó tan fuerte contra mi espalda que hizo que
todo lo que había soportado antes pareciera un paseo por el parque. Me hizo gritar que
lo obedecería, y que nunca más lo abandonaría, que era mi amo. Me hacía gritar que lo
amaba y, a cambio, me decía que no era digna de amar, que era incapaz de tener el
amor de otro. Si me negaba u objetaba, me volvía a azotar con el látigo—dice
sollozando en el teléfono—. De ahí vinieron las cicatrices en mi espalda—susurra
solemnemente.
—Maldita sea, Jessica— mascullo en el teléfono, imágenes de ella esposada a un
porche y siendo azotada parpadean en mi mente.
—Y eso Bobby, es por lo que soy como soy. Veo su cara todo el tiempo, siento la
quemadura de las cicatrices en mi espalda cuando estoy haciendo algo que él no habría
permitido—continúa, su tono un toque más fuerte que antes.
—Él ya no puede hacerte daño, cariño—le aseguro, tratando de consolarla.
Tengo más preguntas, pero después de todo eso, no puedo soportar más. Mis tripas
se retuercen con empatía hacia Jessica. Pasó por una vida de infierno con ese hijo de
puta, e incluso muerto, todavía la persigue.
—No te dije todo esto por piedad. Te lo dije para que entendieras—explica,
haciéndolo con confianza.
—Quiero ayudarte, Jessica. —Me paso la mano por la cara, estoy estresado.
—¿Cómo?—Su voz tiembla, dejándome entrever que me quiere, me necesita, incluso
si todavía no se da cuenta.
—No lo sé, pero lo averiguaré—respondo con sinceridad. Lo averiguaré, y la
ayudaré. Me hice cargo cuando Jessica entró en el club años atrás, aceptando matar a su
esposo para que ella y su hija no tuvieran que vivir con miedo, pero el trabajo no está
terminado.
***
No tengo idea de cómo ayudar a Jessica. Ni una maldita pista. Pero me follé a esta
terapeuta unas pocas veces algunos meses atrás y hablaba sin parar sobre las personas a
las que estaba tratando, antes que folláramos. Incluso la amordacé en un momento para
callarla. Tal vez ella pueda darme una idea de con lo que estoy tratando y cómo hacerlo.
Marco el número de Hilary, esperando que no fuese demasiado tarde para que
respondiese.
—¿Bobby, listo para otra sesión terapéutica, bebé?—dice arrullando, su voz es suave
y seductora. Sonrío burlonamente; esta chica podría usar alguna clase de terapia para sí
misma.
—Necesito algunos consejos sobre qué hacer con algo—le respondo, haciendo caso
omiso de sus avances.
—¿Como qué, dulzura?—me pregunta con ternura, su tono sensual ha desaparecido.
—Hay una chica. Ha pasado por una relación abusiva; en resumen un pasado de
mierda. Estaba casada con un hombre que da la impresión era un sádico hijo de puta.
La convirtió básicamente en una esclava sexual, abusando de ella si desobedecía. Ella
está atormentada por eso y no puede librarse de los recuerdos de lo que ha pasado—le
explico.
—Suena como un trastorno de estrés postraumático—responde rápidamente. Bajo la
cabeza, pasando mis manos por mi cabello. Mierda, estoy fuera de mi liga aquí.
—De acuerdo, ¿cómo la ayudo?—le pregunto. He oído hablar del término pero no sé
nada al respecto.
—La terapia es una opción. La medicación puede ayudar—divaga ella como si
estuviera en modo terapeuta. Conozco a Jessica y ella ya lo ha intentado o es muy terca
para pedir ayuda.
—¿Qué más tienes?
—Mmm. Podrías probar con la terapia de exposición. He tenido un poco de suerte
con eso. Además, te encantarían los beneficios que ofrece—se ríe, su tono es de nuevo
cachondo.
—¿Qué demonios es eso?—pregunto, estupefacto.
—La expones a lo que teme. Reemplazas sus malos recuerdos por buenos recuerdos.
Por ejemplo, si tiene miedo a la oscuridad, envías a la paciente a la oscuridad. En un
entorno seguro, por supuesto. No la arrojaría en el medio de un callejón por la noche y
le diría buena suerte. Comenzaría en un dormitorio contigo guiándola, reconfortándola
mientras transcurre—agrega—. Por lo tanto, en su circunstancia, la meterías en un
entorno sexual fuera de su comodidad, enseñándole cómo hacerlo confortable y
placentero de nuevo. Pero te lo advierto, he visto pacientes ponerse muy alterados y
físicamente violentos con este tipo de terapia—me advierte.
—Mierda—mascullo.
—Si el tratamiento fracasa, podría hacer más daño que bien, y si esta mujer significa
algo para ti, podrías perderla para siempre—masculla, con un tono severo y
profesional.
—Gracias por la información, Hilary—respondo.
—Buena suerte, cariño. Si me necesitas pégame un grito—agrega antes de colgar.
—Joder—susurro para mí. Estoy asustado. No voy a mentir. Hay una gran
posibilidad de que haga más daño que bien, y me convierta en el Demonio que Jessica
cree que soy.
Jessica
Esta mañana me despierto sintiéndome un poco más liviana de lo habitual. Tal vez
sea porque le conté a Bobby algo de mi pasado; cosas que he tratado de olvidar pero
que no parecen estar desapareciendo. Como dicen, la verdad te hará libre. Sonrío
burlonamente y salgo de la cama. Mierda, hoy me encuentro con mi madre para
almorzar. A pesar de las cosas que han sucedido con mi padre y Travis en mi pasado,
todavía hablo con mi madre. Cuando aparecía en la casa de mis padres años atrás con
mangas largas en verano o con gafas de sol en la casa tenuemente iluminada, mi padre
siempre actuaba como si fuera un comportamiento normal y hacía la vista gorda. Mi
madre siempre me miraba con cautela, pero nunca dijo nada.
Creía que ella era tan cruel y codiciosa como mi padre, hasta la noche en que regresé
a casa después de pedir ayuda a los Devil's Dust. Mi madre estaba en mi casa cuando
volví a altas horas de la madrugada, preocupada por saber adónde había ido. No le dije
nada por supuesto. Después de ignorarla y meter a Addie en la cama, insistió en
quedarse a dormir para asegurarse de que Addie y yo estuviéramos bien. La policía
apareció en mi puerta horas después, sin darme la oportunidad de informar que mi
esposo aún no había regresado a casa del trabajo.
Me hicieron un millón de preguntas, pero la persona que me salvó el culo, fue mi
madre. Ella me dio una coartada. Dijo que estaba con su colección de recortes. Incluso
consiguió que el ama de llaves lo confirmara. ¿Cómo? No lo sé. Nunca le conté lo que
pasó con el club y Travis, pero creo que ella sabe que tuve algo que ver con la
desaparición de Travis. La veo dos veces al mes aquí en California para almorzar,
poniéndome al día con algunas cosas y dándole tiempo para ver a Addie.
Entro en la sala de estar y encuentro a Addie mirando dibujos animados en la
televisión. Su cabello es un enredo rubio y todavía está usando el pijama, un recipiente
conteniendo un poco de cereal sobrante y leche está sobre la mesita de café.
—Oye, hoy voy a ver a la abuela Wren. ¿Quieres venir, dulzura?—le pregunto,
tomando mi selección de café. No puedo conseguir suficiente café, sin él, no hubiese
habido forma de sobrevivir a Addie en los primeros años de bebé, o a las difíciles
horas de mi trabajo.
—No, gracias—contesta, sin apartar los ojos de la pantalla.
—¿Por qué?—pregunto, sacando una taza grande del armario.
—Simplemente hoy no tengo ganas de eso—responde ella. Me encojo de hombros.
No voy a obligarla a ver a mi madre. Sé que puede ponerse un poco demasiado
emocionada cuando ve a Addie, volviéndose loca con sus fuertes gritos y sus extensos
abrazos.
Me visto con una camisa blanca y vaqueros, me calzo unos zapatos sin tacón y me
dirijo a través del vestíbulo al apartamento de Bree.
Llamo a la puerta, sorbiendo mi café caliente. Con suerte, no tendrá ningún examen
hoy y podrá vigilar a Addie, de lo contrario, Addie tendrá que venir conmigo.
—Hola ¿qué pasa?—me pregunta Bree, abriendo la puerta. Su cabello oscuro está
recogido en unas coletas desordenadas, y todavía está usando su pijama.
—¿Te has acostado?—me río, miro sus ojos inyectados en sangre.
—Sí, tengo un par de horas de sueño. Tengo un trabajo pendiente y esperé hasta el
último minuto—dice bostezando y se levanta las gafas.
—¿Puedes cuidar a Addie, hoy? Voy a ir a ver a mi madre y Addie no está con
ganas.
—Sí, claro, cariño, déjame agarrar mis libros—responde ella, haciendo girar su coleta
izquierda.
—Genial, siéntete como en casa. Tengo mucha comida por si te da hambre —agrego,
regresando a mi apartamento para agarrar mi bolso y mi teléfono. Me inclino sobre el
mullido sofá y le doy un gran beso en la cabeza a Addie, su olor a champú de goma de
mascar flota a mi alrededor. Nunca me cansaré de ese olor. Es un olor que me
reconforta y un recordatorio de lo afortunada que soy de tenerla. Si Travis y yo hicimos
algo bien en nuestra relación, fue gestarla.
—Sé buena, cariño. Llámame si me necesitas—murmuro en su pelo.
Ella asiente, mientras mantiene los ojos pegados al televisor.
***
Conduzco hasta el club de campo que está a más de dos horas de distancia. Mi
madre me respalda con la desaparición de Travis, pero no puedo arriesgarme. Desearía
poder verla más, pero ponernos a Addie y a mí tan cerca, de la familia de Travis en
Nevada es demasiado arriesgado. Afortunadamente, nadie hizo preguntas cuando dije
que me estaba mudando después de la desaparición de Travis, lo que me permitió
alejarme de cualquier sugerencia de que tenía algo que ver con la desaparición de él.
Simplemente dije que ya no podía estar en nuestra casa; que me traía demasiados
recuerdos. Todos lo tomaron como algo entrañable, pero en realidad lo dije de manera
traumática.
Me detengo en el edificio de mármol blanco, un gigantesco campo de golf verde
intenso rodea la finca, a la distancia se ve una caballeriza roja llena de caballos pura
sangre. Es un club de campo para los ricos; es el único lugar que mi madre quiere
poseer.
Conduzco hacia la rotonda, estaciono debajo del dosel donde un valet se para
profesionalmente con sus brazos cruzados detrás de la espalda. Con un sombrero negro
y un chaleco granate, sus mejillas están pulcramente afeitadas y sus ojos marrones me
saludan alegremente.
Sus ojos se fruncen de manera adusta mientras mira mi Jeep. Estoy segura que mi
coche no es algo que esté acostumbrado a ver en un establecimiento de este tipo.
Salgo y le lanzo las llaves, haciendo que me mire como si hubiera perdido la cabeza.
Le guiño un ojo y entro, dirigiéndome al restaurante del club. La alfombra es suave
debajo de las plantas de mis pies, y el olor a cigarros y perfumes caros me seducen
cuando entro.
Echando un vistazo al mar de mesas vestidas de blanco, veo a mi madre de
inmediato. Su cabello rubio está impecable, llegando sobre sus hombros, lleva un
pomposo sombrero en la cabeza y un horrible vestido de color melocotón. Le da un
tenedor a un camarero con una expresión de disgusto en el rostro, antes de que sus ojos
atrapen los míos. Ella se levanta inmediatamente, sus ojos chispean de emoción. Sonrío
tontamente y me dirijo a ella.
—Jessica, mi amor—saluda mi madre y me da un fuerte abrazo. Su perfume es
fuerte; ni siquiera puedo distinguir a lo que huele además de alcohol. Hace que mi
cabeza nade por los vapores.
—¿Dónde está Addie?—pregunta mi madre, mirando detrás de mí como si Addie
fuera a aparecer mágicamente.
—Hoy no tenía ganas—le respondí, sentándome en la elegante silla frente a ella.
—Entiendo—contesta, decepcionada mientras toma asiento—. Desearía que ella
hubiera venido. Apenas consigo verla tal como están las cosas—continúa, su tono
maquinador y severo.
Sonrío con los labios apretados y tomo el menú. Mi madre puede parecer muy
remilgada, pero realmente no lo es. La he visto cuando no está en público, o alrededor
de mi padre. Es asombrosa y realmente genial. Pero ella jadearía de horror si me
escuchara referirme a ella como genial.
—¿Me vas a dar más bebés geniales, Jessica?—pregunta de manera casual, mirando
por encima del menú—. ¿Ya conociste a alguien?—continúa preguntando después de
que elegí ignorarla. Suspiro fuertemente; tenemos esta conversación cada vez que nos
vemos.
—Voy a darte la misma respuesta que la última vez; no—respondo de manera
casual, mirando por encima de mi menú.
Mi madre deja caer los brazos sobre su menú y gime. Su cara no mira con ceño, ni
ella frunce el ceño debido a todo el Botox, pero puedo decir que está disgustada.
—Eres libre, Jessica. Puedes estar con alguien ahora. ¿Por qué te estás haciendo esto?
—me regaña, negando con la cabeza.
Mi madre no sabe acerca de mi miedo, o que tengo terrores nocturnos por Travis.
Ella no tiene ni idea de que tengo terror a enamorarme de alguien. De hecho, mantengo
a todo el mundo a raya para evitar que eso suceda. Amé a Travis. Me enamoré
perdidamente de él después de que tomó mi virginidad cuando éramos muy jóvenes.
Sí, yo era una de esas chicas. Después de que literalmente me arrancó el amor a palos,
predicándome al oído que no era digna de ser amada, lo último que quiero hacer es
relacionarme íntimamente con un hombre.
Mi madre no sabe nada de eso. Ella se refiere a que soy libre y puedo estar con
cualquier persona que quiera, y lo he hecho desde que era un adolescente, o más
específicamente, desde la primera vez que me rebelé contra mi padre. Estábamos en una
de nuestras habituales y presuntuosas reuniones familiares. Mi madre estaba haciendo
alarde de sus nuevos muebles mientras mi padre estaba repartiendo cigarros caros y yo
estaba afuera en el patio lejos de todo. Ni siquiera los conocía a todos. Mis reuniones
familiares consistían en un puñado de miembros reales de la familia y parejas de alto
perfil que mis padres conocían. Si mi padre o mi madre me veían, me llamaban y se
jactaban de lo bien que lo estaba haciendo con mis cursos educativos. Cómo ya tenía
universidades interesadas en mí. Era humillante. Me encantaba la medicina, no me
malinterpreten. Pero a veces, solo quería correr con el viento para ver dónde me llevaba.
Estaba sentada afuera con un vestido negro que mi madre insistía en que usara en
pleno verano, aburrida cuando conocí a Vincent. Lo había visto en las fiestas que mis
padres habían dado antes. Él me miraba desde lejos, con una sonrisa seductora en el
rostro mientras sus ojos me devoraban. Me hacía sentirme prohibida. El
desconocimiento en la madura edad de mi adolescencia.
El día que realmente hablé con Vincent, él vestía pantalones de vestir negros y una
camisa desabotonada en el cuello, tenía las mangas enrolladas hasta los codos. Él no era
muy atractivo en realidad, pero era diferente de la mayoría de las personas que conocía.
—¿Por qué estas de mal humor? ¿La princesa no se salió con la suya?—me ridiculizó
Vincent mientras yo me sentaba en la mullida silla del patio.
—¿Perdón?—le pregunté, levantando mi brazo para protegerme los ojos del ardiente sol. Él
sonrió burlonamente y miró hacia la piscina, pasándose las manos por su corto cabello color
arena. Sacó un cigarrillo de detrás de su oreja y lo encendió. Apartó su mirada de la piscina y me
miró, sus vibrantes ojos me observaban de arriba abajo mientras arrojaba humo por la nariz hacia
el calor del verano.
—Entonces, ¿por qué estás tan triste?—preguntó, dando una calada al cigarrillo.
—No estoy triste. Estoy aburrida—respondí, abrazándome. Nunca antes había tenido a
alguien que me hablara así.
—¿Aburrida?—se burló, deslizando su lengua sobre su labio inferior que parecía estar
sanando de haber sido partido—. ¿Qué haces para divertirte?—me pregunta, el humor mezclado
en sus palabras, dando a entender que no sabría lo que era la diversión.
—No sé, cosas—respondí, metiendo un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—¿Cosas? —Resopló—. ¿Como estar metida hasta la nariz en algún libro de medicina?—me
preguntó condescendientemente, inclinando la cabeza hacia un lado mientras colocaba el
cigarrillo entre sus dientes. No podía dejar de mirarlo. Él era malo, muy malo, pero
hermosamente malo.
—Todos aquí han escuchado cómo Jessica Wren está destinada a grandes cosas. Demonios, mi
padre no se va a callar sobre lo genial que es la hija del doctor Wren. —Él resopló, caminando a
mi alrededor. Negué con la cabeza y apreté los dientes. Odiaba cómo fanfarroneaba mi padre; yo
no era nada especial. La única razón por la que me iba tan bien en mis estudios académicos era
porque me taladraba la cabeza con libro de medicina, tras libro de medicina. En mi casa me
educaron para la excelencia.
Me puse de pie y agarré su cigarrillo de su boca, colocando la colilla entre mis labios con gloss
.
—Me divierto a lo grande; te lo haré saber—respondí, dando una calada. Su sabor metálico
me quemó la garganta, instándome a toser, pero lo contuve. Él sonrió burlonamente, sus ojos
grisáceos me miraban con interés.
—Entonces, ¿qué estás esperando?—me preguntó, con una sonrisa atrevida y escandalosa
mientras tomaba el cigarrillo de entre mis dedos.
—¿Qué?—pregunté y mis ojos se abrieron ampliamente con pánico.
—Vamos. Muéstrame lo que haces por diversión—continuó suavemente, agarrando mi mano.
Mi corazón latía más rápido de lo que nunca lo había hecho mientras corría hacia un establo rojo
brillante cerca del límite de la propiedad, mi mano en su sudorosa palma.
Mi padre nos encontró detrás del establo, liándonos un par de horas después.
Vincent fue mi primer beso. Sentí cosas que nunca antes había sentido. Me hizo reír, me
hizo sentir como una mujer real en solo un par de horas. Ese día, me quité los tacones y
trepé a un árbol, atrapé mi primera rana con la mano en el estanque detrás de la
caballeriza. También logró llegar a la segunda base. Me sentí libre de los ojos
acusadores, sin preocuparme, si era una dama o tenía buenos modales.
Recuerdo a los amigos de confianza de mi padre arrastrar a Vincent de los brazos y
meterlo en un cobertizo en la propiedad que siempre estaba cerrado después de que nos
encontraron. Nunca volví a verlo. Grité que estaba huyendo y que odiaba a mi padre;
que era una prisionera en su casa. Mi padre me dijo que Vincent era el tipo de escoria
que me usaría. Que Vincent se fue sin dudar cuando mi padre le pidió que se alejara.
Que si Vincent realmente quería estar conmigo, vendría de nuevo. Esperé en nuestra
puerta de seguridad durante tres días, pero él nunca volvió a aparecer.
—¡Jessica! —Mi cabeza se levanta de estar mirando fijamente el mantel blanco,
perdida en mis recuerdos de lujuria adolescente.
—¿Sí?—pregunto, mi voz chirriando en mi boca repentinamente seca.
—No sé mucho de lo que pasó entre tú y Travis—murmura. Ella levanta sus manos
y me clava los ojos—, y no quiero saberlo, pero creo que tienes suerte de tener una
segunda oportunidad en la vida después de escapar de un matrimonio tan atroz. No lo
desperdicies.
Le doy una sonrisa silenciosa y vuelvo a mirar el menú mientras los pensamientos
de Vincent todavía nadan en mi cabeza.
—¿Qué le pasó a Vincent?—barboteo.
Las mejillas de mi madre enrojecen mientras se lame los labios lentamente.
La miro fijamente, esperando.
—Tu padre le dijo que nunca se acercara a ti otra vez—responde rápidamente,
mirando su menú.
—¿En serio? ¿Regresó Vincent alguna vez? —le pregunto. Mi madre suspira y baja el
menú.
—Sí, pero él no era bueno para ti, como dijo tu padre. Eras muy joven, capaz de
tantas cosas. Vincent era un adolescente rebelde. El habría tomado todo, por lo que te
habías esforzado tanto y huido con eso antes de que incluso tuvieras la oportunidad de
descubrir lo que realmente querías en la vida. No sé qué estaba haciendo uno de los de
su clase en nuestra fiesta—continúa, negando con la cabeza. Cierro mi menú enojada.
Ésta no es mi madre hablando; ésta es la mujer que mi padre ha esculpido.
—Deja de actuar—respondo con dureza. Ella salta y me mira con los ojos muy
abiertos.
Mi madre asiente, tomando una respiración profunda.
—¿Por qué no saliste en defensa de Vincent, de mí?—sigo interrogando. Tal vez si lo
hubiera hecho, nunca hubiera terminado con Travis.
—En ese momento, tu padre tenía los ojos puestos en Travis, Jessica. Ningún
entrometimiento con eso—responde en voz baja, frunciendo los labios—. Si pensara que
hubiese servido, habría intervenido—continúa—. Después de que tu padre conoció a
Travis, todo lo que pudo ver fue estar en la Junta Directiva del hospital y tú trabajando
en ese hospital; era su sueño. —Intento no poner los ojos en blanco. Mi madre ama a mi
padre. Nunca hablará mal de él. Para ella, mi padre, ignorando mis moretones y ojos
negros, estaba alcanzando su sueño.
—¿Cómo le está resultando eso, estar en la Junta Directiva?—interrumpo,
terminando de hablar de mí. Ella niega con la cabeza y mira por encima de las mesas.
—Desde que Travis desapareció años atrás, las cosas fueron cuesta abajo
rápidamente con la familia de Travis. Tu padre prácticamente se hizo cargo de todo en
el hospital. El padre de Travis se convirtió en un borracho y fue retirado de la Junta
Directiva poco después de la desaparición de Travis. Lo último que supe es que estaban
en bancarrota y viviendo en la peor parte de la ciudad—continúa. Cierro los ojos,
odiando escuchar que la familia de Travis está sufriendo. Supuse que superarían la
pérdida de su hijo y continuarían controlando la industria de la medicina. ¿Pero por qué
iba a saber eso? No hablo con ellos y mi madre sabe que no debe hablar de ellos a mi
alrededor.
Asiento, y levanto mi mano lista para ordenar. Lista para comer e irme.
Durante el resto de nuestra comida, hablamos de los deseos de mi madre de volver a
pintar una habitación en la casa, y chismes de celebridades. Le doy un fuerte abrazo y
un beso, y casi corro hacia mi Jeep, lista para alejarme de los recuerdos que siempre
parecen aparecer cuando estoy cerca de mi madre.
Me inclino y enciendo el estéreo, His Mistakes de Usher está sonando. Travis, Vincent
y Bobby vienen a mi mente de inmediato. Poniendo mi cuerpo tenso. Soy más que
consciente de que Vincent y Bobby tienen más que unas pocas similitudes. ¿Por qué
corrí hacia Vincent pero me escapo de Bobby? Respiro hondo y bajo la ventanilla.
Escapo por Travis, el intermedio entre todo eso.
Capítulo 6
Bobby
Estaciono mi moto frente al apartamento de Jessica y me dirijo a su puerta. Cuando
voy a marcar los números, la puerta se abre. No está bloqueada.
—¿Pero qué carajo? —Empujo abriendo la puerta por completo, y me dirijo hacia el
apartamento de Jessica.
Al entrar, noto manchas en la alfombra y el pasillo tiene un olor a almizcle. No he
estado aquí en unos pocos meses, pero la última vez que estuve era un lugar exclusivo,
y si mal no recuerdo, Jessica dijo que el alquiler no era barato.
Llamo a la puerta de Jessica, esperando que no la hubiesen llamado para trabajar.
La puerta se abre de golpe y Jessica está parada vistiendo una camiseta blanca sin
mangas, bragas blancas y una bata azul desatada. La corriente de aire frío que viene del
pasillo hace que sus pezones se asomen a través del delgado material de su camiseta.
No puedo apartar la mirada, se me hace agua en la boca por tenerlos allí.
—Mierda, pensé que eras Bree—chilla Jessica, tratando de cubrirse con las manos—.
¿Qué estás haciendo aquí?—me pregunta con dureza, envolviendo la bata alrededor de
su cuerpo semidesnudo. A ella no le gusta cuando voy a su casa, pero lo hago de todos
modos.
—Me aseguré de esperar hasta que Addie estuviera en la escuela, relájate—
respondo, rodeándola y entrando en la casa.
Ella suspira y cierra la puerta detrás de mí. Su apartamento está limpio y huele a
café. El mullido sofá marrón oscuro se encuentra frente a un centro de entretenimiento,
5
y hay un escritorio en la esquina con una computadora grande. Mirando hacia la
derecha, se encuentra una pequeña cocina con una isla con encimera de madera, con
taburetes blancos y electrodomésticos de acero inoxidable alineados en la pared de
atrás. Ella cambió de lugar algunas cosas desde la última vez que estuve aquí, pero está
más o menos igual.
—Tenemos que hablar—le informo, sentado en uno de los taburetes. Sus ojos se
asoman por encima de su gran taza de café mientras toma un sorbo, mirándome con
una mirada preocupada. Mis ojos viajan por su cuerpo, la parte superior de sus pechos
sobresale por encima de la camiseta, y una porción de su vientre se muestra entre la
camiseta y las bragas. Giro la cabeza y ajusto mi polla semi dura. Jessica es la mujer más
impresionante que conozco. Maldición si sigo mirándola, nunca conseguiré soltar lo que
vine a decirle.
—Creo que puedo ayudarte—comienzo, mordiéndome el labio inferior con
nerviosismo.
El cuerpo de Jessica se pone rígido y ella aparta la mirada de mí.
—¿Cómo?—susurra, instintivamente sabiendo de lo que estoy hablando. Entrelazo
mis dedos apoyados en la encimera de la isla y trago.
—Creo que tienes un trastorno de estrés postraumático—le digo en voz baja,
esperando que ella me arranque la cabeza y discuta. No lo hubiera dicho si no lo
creyera. Busqué TEPT todo el día de ayer, y estoy seguro de que es lo que tiene Jessica.
—No, no lo tengo—espeta Jessica ofendida, sus ojos azules me apuñalan
furiosamente y sus dedos se clavan en su taza.
—Sí, lo tienes, Jessica. Vives con miedo por tu ex marido. Él ha condicionado tu
mente, te ha entrenado para que te comportes de cierta manera. No puedes hacer cosas
que solías hacer porque él todavía está en tu mente, obsesionándote severamente—
ladro, señalando mi cabeza para enfatizar mi punto.
Jessica se apoya en la encimera, frunciendo el ceño y negando con la cabeza hacia mí.
—Tengo una amiga que es terapeuta. Brevemente le conté lo que estaba pasando y
ella dijo que era TEPT—respondo, mi tono es más suave que antes.
Jessica cierra los ojos y resopla. Puedo decir que no está feliz de que le contara a
alguien más lo que me dijo, pero esto me excedía y necesitaba consejo.
—La medicina no funciona. La terapia no funciona, así que aunque tenga un
trastorno de estrés postraumático es inútil. Nada ayuda—me corta, encogiéndose de
hombros.
—Tengo una medicina diferente—sonrío. Su ceño fruncido se convierte en una
mirada de curiosidad.
—¿Qué?—pregunta ella, sus ojos azules mirándome como si fuera su última
esperanza.
También busqué terapia de exposición todo el día de ayer. Tiene una alta tasa de
efectividad, por lo que estoy más que ansioso por probarla. Preocupado, clavo los
dientes en mis labios y respiro profundamente. Estoy un poco nervioso por cómo va a
reaccionar ella.
—Sexo—le respondo.
Jessica se ríe, poniendo su taza en la encimera. Ella no me toma en serio. Sabía que
no lo haría.
—Está bien, es hora de que te vayas—comenta, todavía riendo.
—Lo digo en serio, Jessica—interrumpo—. Se llama terapia de exposición. Por lo que
me dijiste, la mayor parte de tu abuso fue cuando tu esposo te obligó a someterte a él
sexualmente, abusando de ti en el dormitorio—le digo serio, bajándome del taburete. La
cara de Jessica se congela, su carcajada se desvanece en un ceño fruncido. Se pasa la
mano por su largo cabello rubio, las puntas enroscadas en sus dedos. Su pecho asciende
mientras respira con fuerza por mi confrontación.
—Entonces, ¿debería tener tanto sexo como pueda? Lo he intentado. No funciona Es
solo... —Se detiene, inspirando profundamente. Cierro los ojos, no me interesa saber
que ella se tiró a alguien, para ayudar a superar su atormentada vida.
—No con cualquiera, sino conmigo—digo con los dientes apretados—. Tomaré esas
situaciones, el condicionamiento que programó en tu cabeza y las volveré a hacer, en un
entorno que te hará sentir segura, reemplazando los malos recuerdos por buenos,
brindando placer en lugar de dolor. —Rodeo la encimera y la agarro por las caderas,
haciendo que me mire. Sus ojos azules brillaban con lágrimas, sus mejillas están
sonrojadas.
—¿Cómo eres diferente con respecto a tener sexo con cualquier otro?—me pregunta,
una lágrima se desliza por sus labios.
Levanto la mano y limpio la lágrima del labio inferior con el pulgar.
—Porque confías en mí y estás a salvo conmigo—la consuelo honestamente. Ella
sonríe burlonamente, lamiendo el resto de la lágrima de sus labios.
—¿Qué pasa si no funciona?—me pregunta, encogiéndose de hombros.
—¿Qué tienes que perder?—le digo, pasando mi nariz por su mejilla.
Jessica se pasa la mano por debajo de la nariz tratando de controlarse.
—No lo sé. Esto suena tonto. ¿Qué sacas tú de esto? —Ella me implora, agarrando su
taza de la encimera, soltándose de mi agarre.
Yo resoplo y sonrío burlonamente.
—¿En serio? —Me río—. Tendré sexo. —No voy a mentir. Soy bastante bueno en el
sexo; es una de las pocas cosas en las que soy asombroso. Sé de hecho que puedo llenar
de placer a Jessica fácilmente. Superar esos recuerdos, será los más difícil.
Ella ríe y toma un sorbo de su café.
—También puedo ayudar a una amiga—respondo con sinceridad, dejando de lado
mi broma.
—No creo que esto vaya a funcionar—dice en voz baja.
Asiento y le coloco el pelo detrás de la oreja.
—He investigado mucho sobre esto. Funcionará si lo dejas funcionar—le informo.
Sus ojos se abren ampliamente, e inclina la cabeza hacia un lado, mirándome con
curiosidad.
—¿Lo investigaste?—me pregunta, sus ojos me miran con anhelo. A ella le encanta
cuando uso mi inteligencia; haciendo que sus ojos se pongan cachondos y me mira con
avidez. Me fascina eso. Puedo ser inteligente cuando quiero serlo. Pero así cómo es;
tengo que estar interesado en aprenderlo.
—Tienes que confiar en mí, Jessica—mascullo, pasando la mano por su suave
mejilla.
Los ojos de Jessica me miran fijamente, mi cuerpo se eleva sobre el de ella en su
pequeña cocina.
—Creo que necesitamos algunas reglas, Bobby—susurra, empujándome hacia atrás
un paso. Respiro hondo y retrocedo. Reglas. Odio esa palabra. Todo el mundo las tiene
y yo soy un profesional en romperlas.
—¿Cómo cuáles?—le pregunto exasperado, caminando de regreso a mi taburete al
otro lado de la encimera.
—No lo sé. Tengo la impresión de que esto va a salir mal—dice, recostándose sobre
la isla, dándome una clara muestra de sus pechos. Gimo cuando mi polla late por la
atormentadora vista que tengo de ellos.
—No quiero esto cerca de mi hija—dice severamente, levantando una ceja para
enfatizar su argumento. Inclino la cabeza hacia un lado y me cruzo de brazos. He visto a
Addie solo un puñado de veces desde la noche en que Jessica y Addie vinieron al club
en busca de ayuda.
—¿Qué tienes en mi contra, soy tan malo que no puedo estar cerca de Addie?
Ella se encoge de hombros y se levanta de la encimera, quitándome la vista de sus
tetas, haciendo que lamente mi pregunta.
—El club es peligroso. No necesito que un matón se aproveche de mi hija para
vengarse de vosotros—continúa. Quiero discutir, pero ella tiene un buen argumento.
—Está bien—respondo, claramente derrotado—. ¿Es esa la única regla?
—Y… —Ella hace una pausa, apoyando su café. Levanta la vista y se acomoda el
pelo detrás de la oreja.
—No puedes enamorarte de mí. No podemos dejar que esto se vuelva emocional—
masculla, sus ojos se asoman por debajo de sus gruesas pestañas.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué es eso? ¿Soy tan malo para enamorarse?
—He visto a los hombres en el club cuando aman a una mujer. Ya estuve atrapada
en una relación. No seré una dama—continúa, con la mandíbula apretada. Me trago el
nudo en la garganta y asiento.
—Bueno, no estoy buscando nada serio, así que no tendrás que preocuparte por eso
—respondo asintiendo. Bajo la mirada a mis manos, evitando el contacto visual.
—Creo que ésta es solo una manera de conseguir meterte en mis bragas cuando lo
desees, pero en este punto, estoy desesperada por intentar cualquier cosa—informa con
una risa nerviosa.
Me río y me paro. Poniendo mis manos en la encimera, bajo la cabeza y la miro con
ansia.
—Voy a follarte hasta el olvido, Jessica. Voy a darte esa excitante sensación de tu
cuerpo entumecido y los dedos de los pies doblados por el abrumador clímax de mi
polla golpeándote en lugares que nunca supiste que podría. —Me inclino sobre la
encimera, apartando un cabello que cayó frente a sus ojos—. Cuando termine contigo,
nunca querrás alejarte de mí, Jessica—susurro, mi tono profundo y arrogante.
—Y ahora que lo menciono. —Doy la vuelta a la encimera, mis botas golpean contra
su suelo de baldosas. Sus ojos se entornan, sus labios se entreabren.
La agarro por las caderas, la acerco bruscamente y me apoyo en ella. Rozo mis labios
contra el lóbulo de su oreja, haciendo que su cuerpo se levante con un aliento repentino.
—¿Sí?—susurra, su tono gotea de lujuria.
—Durante todo este proceso, solo serás mía—susurro, mordiéndole el lóbulo de la
oreja. No voy a compartir a Jessica. No si no tengo que hacerlo.
—No sé si eso es una buena idea—dice jadeante, inclinando la cabeza e invitándome
a su cuello. Mi polla salta con la invitación, excitado de que ceda.
—Eres mía ahora mismo—le informo, raspando mis dientes contra su cuello, solo lo
suficiente para hacerla gemir.
La agarro de los muslos y la levanto sobre el mostrador, sus manos arañan debajo de
mi camiseta, sintiendo mis abdominales.
Presiono mis labios contra su cuello, el olor de las manzanas y los lirios se
desprenden de su piel. Mis manos aprietan sus nalgas mientras mis labios suben por su
cuello y su mandíbula, encontrando su camino hacia sus espléndidos labios.
Su lengua se desliza en mi boca ávidamente, devorándome con un lametazo. Agarro
los lados de su bata y la bajo por sus hombros. Ella contonea su cuerpo tratando de
ayudar a quitársela por completo.
—Joder—gruño, agarrando el dobladillo de la camiseta y levantándola por encima
de su cabeza. Sus senos pesados y perfectos se liberan, sus pezones rosados duros y
descarados. Envuelvo mi brazo alrededor de su espalda y me inclino, tomando un
pezón entre mis dientes. Sus piernas vuelan y me rodean y sus manos se enredan en mi
cabello mientras jadea.
—Dime que eres solo mía, Jessica—susurro contra la piel caliente entre sus tetas.
Sus manos tiran de mi camiseta mientras su cuerpo comienza a arder a mi alrededor.
—Solo soy tuya—susurra suavemente, por lo que es difícil escucharla.
Mis manos se deslizan por su torso mientras mi boca chupa sus pezones, haciendo
su camino en el valle entre ellos. Mis dedos se deslizan debajo de sus bragas, abriéndose
paso entre su calor húmedo. Meto dos dedos con facilidad, su coño se contrae en torno a
ellos cuando entran. Meto y saco los dedos lentamente, mi pulgar girando su clítoris.
Ella jadea, su espalda está arqueada hacia mí mientras la manoseo implacablemente.
Sus ojos me inmovilizan mientras su boca se abre de placer. El deseo emana de su
cuerpo arqueado mientras la follo con los dedos.
Mi polla palpita con un dolor leve, está tan dura que duele. Bombeo mis dedos una
vez más, antes de sacarlos, y deslizarlos en mi boca, saboreando su dulzura. Agarro los
lados de sus bragas y las bajo por sus piernas mientras ella agarra mi cinturón para
desabrocharlo, sacándolo de las presillas de mis pantalones vaqueros, y dejándolo caer
al suelo. La hebilla del cinturón hace un ruido metálico cuando golpea la baldosa. Sus
pies agarran los lados de mis pantalones vaqueros y los empujan por mis piernas,
haciendo que mi polla salte libre instantáneamente, rozando el lado de la encimera
—¿Sin ropa interior?—jadea, mirando mi polla como un postre.
—Hoy no, bebé—respondo con una sonrisa. La agarro del culo desnudo y me dirijo
a su habitación, mis vaqueros envueltos alrededor de mis tobillos y mis botas hacen que
sea difícil caminar.
La arrojo sobre su cama perfectamente hecha, su cuerpo desnudo rebota en el
colchón cuando aterriza. Me quito las botas y los pantalones, y me saco la camiseta y el
chaleco de cuero de un tirón.
La mano de Jessica agarra firmemente mi polla, una mano la bombea mientras que la
otra juega con mis bolas. Mi verga se aprieta, deseando mucho más de ella. Eyacularía si
envolviera su boca alrededor de mi polla. Ella nunca me ha hecho una mamada.
Todavía.
Ella suelta mi polla y usa sus codos para arrastrarse hacia atrás sobre el colchón,
tomando la habitual postura del misionero. Sus rodillas se separan lentamente,
revelando su coño dulce y rosado. Mis bolas palpitan solo mirándolo, pensando en su
ceñida humedad ordeñando mi polla.
La agarro del pie y la arrastro al borde de la cama, haciéndola chillar. Me inclino y la
levanto, haciendo que envuelva sus piernas alrededor de mi cintura. Mi polla se desliza
a lo largo de su calor, haciendo que una gota de semen brote en la punta de la
excitación. Estrello mis labios contra los de ella, mordiéndole el labio inferior mientras
nos giro y caigo de espaldas sobre la cama. Ella se aparta de mí, la expresión de miedo
en su rostro cuando se da cuenta de que no la dejo ser sumisa.
—Móntame—susurro, mi voz ronca con el deseo de correrme.
—Yo...—tartamudea ella y su cuerpo se tensa. Su cabeza cae hacia abajo, con los ojos
cerrados. Yo ya quiero ceder; no quiero verla sufriendo, asustada.
—Toma el control—la aliento en voz baja. Se muerde el labio y mira hacia el tocador.
Su rostro se ilumina con una sonrisa diabólica y ella se baja de encima de mí, camina
rápidamente hacia el tocador y agarra dos cintas para la cabeza.
—Sube a las almohadas—exige, señalando hacia el cabecero de la cama.
Sonrío y me subo hacia el cabecero de la cama.
Jessica siendo dominante es jodidamente caliente.
Ella trepa seductoramente a la cama y se sube encima mío, sus pechos rozan mi
cuerpo mientras agarra una de mis muñecas y la coloca contra uno de los postes de la
cama. Ella envuelve una cinta negra alrededor de mi muñeca y la ata al poste blanco. Se
mueve por mi pecho, su coño mojado se desliza sobre mis pectorales mientras me ata la
otra mano.
Mi corazón se salta un latido mientras observo su coño rosado y afeitado con avidez,
ansiando verla montarme, y a la luz del día, para más. Estoy a punto de correrme solo
de pensarlo.
Ella se sienta mirando su obra. Cierra los ojos y se pasa ambas manos por el cabello
con ansiedad. Baja la cabeza, sus ojos cautelosos me miran, cautivándome.
—No voy a ninguna parte. Confía en mí—murmuro, admirando su pose de zorra. Su
cabello cayendo sobre su cara enrojecida, arrodillada con las piernas bien abiertas.
Ella inspira profundamente, mira hacia el techo y exhala. Después de luchar contra
sus demonios, se sienta a horcajadas sobre mis caderas, sus nalgas descansando justo
encima de mi polla. Compruebo las restricciones dándome cuenta que son débiles.
Podría soltarme fácilmente, pero no lo haré. Necesito que se sienta segura. Necesito que
ella me las quite.
Jessica cierra los ojos y toma otra respiración profunda. Veo que todavía está
nerviosa por estar al mando. Su respiración es trabajosa y sigue jugueteando con las
manos.
—Solo somos nosotros, Jessica—la aliento.
Ella se levanta, agarra la punta de mi polla, y la coloca debajo de su coño, la calidez
proveniente de ella se irradia sobre mi eje. Ella se desliza lentamente sobre mi polla, su
boca se abre mientras la lleno; mi polla la estira. Apoya sus manos en mi pecho mientras
se levanta con sus rodillas, deslizándose hacia arriba y hacia abajo sobre mi polla.
Cierro los ojos y siseo, deseando que esto dure para siempre, pero por la forma en
que mis bolas se aprietan, no durará.
Las rodillas de Jessica tiemblan en mis costados mientras gime de placer. Me inclino
hacia adelante queriendo sentir sus tetas, pero soy detenido bruscamente por las cintas
restringiéndome.
—Desátame—susurro, empujando mis caderas hacia arriba, encontrando su empuje.
—No, no puedo—responde, echando la cabeza hacia atrás mientras me monta con
avidez, su boca vibra con un suave zumbido. Sonrío, complacido con el placer que le
estoy dando.
—Desátame, Colibrí—murmuro, llamándola por el apodo que le di.
—¡No! —Ella gime ruidosamente, sus uñas clavadas en mi pecho mientras monta mi
polla febrilmente. Muevo mis caderas hacia atrás, haciendo que la cabeza de mi polla
pierda su punto G. Su cabeza cae hacia adelante y frunce el ceño. Gira sus caderas
tratando de recuperar el ritmo, pero yo voy en la dirección opuesta.
—Desátame, Colibrí—exijo roncamente.
Ella mira mis muñecas atadas, todavía bombeando sus caderas hacia arriba y hacia
abajo, tratando desesperadamente de recuperar ese placer construyéndose.
Empujo mis caderas, golpeando su punto dulce, dándole una saboreada de dicha.
—Hazlo—susurro, viendo la chispa de deseo encenderse en sus ojos.
Ella me mira con cautela, su cabello cayendo alrededor de su cara sudorosa. Las
manos plantadas firmemente en mi pecho, anclándola en mi polla.
—Vamos, desátame—la persuado.
—No puedo, Bobby. No estoy lista para eso—jadea, deteniendo todo movimiento.
Me congelo, el pánico golpea mi pecho mientras el placer que recorre mi polla se disipa.
—¿Qué pasa? ¿Por qué te detuviste?
—No puedo hacer esto. Pensé que tal vez yo... —Hace una pausa, su voz se agrieta
de dolor, sus ojos se cierran con fuerza.
—Puedes confiar en mí—susurro, empujando mis caderas. Sus ojos se abren,
inmovilizándome—. Puedes hacer esto—la animo haciendo girar mis caderas para
golpear ese punto sensible en lo más profundo de ella.
Su cabeza cae hacia atrás cuando su placer vuelve a dispararse por su cuerpo.
—Oh, Dios—gime, empujando el colchón con sus rodillas para encontrar mis
embestidas.
—Ahí vas, bebé—jadeo, mi polla se calienta con una presión abrumadora.
Su cabeza cae hacia adelante, mirando mis muñecas. Puedo decir que quiere
desatarme, pero está atormentada por su pasado traumático.
—Desata solo una—gimo, mi polla vibrando de placer.
Ella asiente con la cabeza, su sedoso cabello se mueve hacia adelante y hacia atrás
mientras lo hace.
Ella se inclina y desata mi mano derecha, su coño no deja mi polla. Tan pronto como
desata mi mano derecha, clavo los talones en el colchón y me impulso hacia arriba,
envolviendo mi brazo libre alrededor de su cintura con fuerza. Taladro mi polla dentro
y fuera de ella, golpeando repetidamente ese punto que la debilita. Ella envuelve sus
brazos alrededor de mi cuello, acercando sus pechos a mi cara. Lamo y después muerdo
la parte superior de su pecho derecho mientras continúo follándola, sus piernas
estrangulando mis caderas. Mi hombro, el de la muñeca atada al poste, está
acalambrado, pero la tensión que rodea mi polla anula el dolor. Giro mis caderas,
haciendo que su cuerpo entero se apriete en torno a mí, un gruñido animal deja sus
labios mientras su cabeza cae hacia atrás. Mi polla instantáneamente pulsa, derramando
semen caliente dentro de ella. Mi eje se enciende mientras un rayo de electricidad se
dispara por mis extremidades.
Me recuesto en la cama con su cuerpo desnudo y sudoroso tendido sobre el mío, y
deslizo mi mano libre por su espalda, mis dedos se encuentran con sus cicatrices. Jessica
se tensa bajo mi toque y rueda apoyándose sobre su espalda.
—¿Cómo hiciste eso?—susurra, mirando al techo.
—¿Qué?—pregunto.
—Estaba segura de que no te desataría. Saber que no podías tocarme y que yo estaba
en control me hizo sentir que ser dominante estaba bien, pero aun así te desaté—
responde en voz baja, confundida por sus acciones.
Mis habilidades en la cama me hacen sonreír arrogantemente. Tener sexo con Jessica
siempre ha sido un subidón extremo, pero hoy fue un placer infinito.
—¿Me vas a desatar?—le pregunto, arqueando una ceja mientras mi mano tira de la
última restricción.
—No—responde rotundamente.
Mi cara se cae, mi hombro arde por la tensión debido al ángulo impío en el que está,
y mis ojos se abren ampliamente. Ella me mira y se ríe, completamente divertida
consigo misma y trepa encima mío.
—No eres tan linda como crees—me río, mientras ella me desata.
—Sí, lo soy—bromea.
Mi brazo cae a la cama sin peso, toda mi extremidad quema mientras la sangre
recupera la circulación. Siento que el dedo de Jessica se desliza a través de la cicatriz
que mella mi costado mientras yace sobre mí. Recibí un disparo por Shadow un par de
años atrás. Morí varias veces camino al hospital, pero valió la pena por salvar a mi
mejor amigo. No podía dejar que un capo barato llamado Augustus lo matara.
El teléfono de Jessica suena desde la mesita de noche, haciéndola sacar su mano de
mi estómago para contestar.
—Doctora Wren—responde profesionalmente. Respiro profundamente y salgo de la
cama en busca de mi ropa. Agarro mis pantalones y botas, poniéndomelos mientras
Jessica habla por teléfono. Siento que debería irme. No estoy seguro de por qué. Por lo
general, cuando Jessica y yo tenemos relaciones sexuales, es en el medio de la noche y
ella es la que se va. Sin embargo, para que las cosas sean menos complicadas, más
fáciles para ella, debería salir corriendo.
Jessica continúa hablando por teléfono en voz baja, mirando por encima del hombro
mientras me dirijo a la puerta del dormitorio.
—Me voy a ir—le susurro. Ella asiente con la cabeza y se da vuelta, despidiéndome.
Salgo de su apartamento, el aroma de ella y de café persisten en mi piel. Mi teléfono
zumba en mi bolsillo, haciéndome buscarlo dentro de mis pantalones vaqueros.
No prestando atención, tropiezo con alguien, lo que hace que deje caer el teléfono.
—¡Cuidado!—espeta la voz de un hombre. Levanto el mi teléfono del suelo y miro a
la persona con la que tropecé. Su cabello es oscuro, corto por delante y largo por detrás.
Su camisa blanca está salpicada de manchas de mostaza y sus pantalones vaqueros
están cortados en las rodillas.
—Ten cuidado—le ladro, poniéndome de pie. Él mide casi sesenta centímetros
menos que yo, lo que lo hace encogerse debajo de mí.
—Oh, lo siento, amigo—responde cuando lo miro fieramente, mis labios con una
mueca de disgusto—. Soy Dudley, el propietario—continúa, su tono amistoso mientras
limpia las migas de su barriga cervecera.
Cruzo mis brazos y ensancho mi postura.
—El propietario, ¿eh?—pregunto—. Entonces tú eres la razón por la cual este lugar
se ha ido a la mierda—afirmo.
Su boca se abre con un grito ahogado.
—No es tan fácil como parece, hombre. Este lugar es un basurero—se defiende,
cerrando su boquiabierta boca y frunciendo los labios.
Clavo mi dedo en su pecho con fuerza, frunciendo el ceño ante su respuesta.
—Sé de hecho, que el alquiler no es barato aquí, y antes estaba en bastantes mejores
condiciones. Será mejor que vuelva a estar así antes de que regrese aquí de nuevo.
Puedes comenzar con esa puerta de seguridad de afuera—le gruño, clavándole el dedo
en el pecho una vez más. Sus ojos se abren ampliamente con miedo ante mi tono
agresivo mientras asiente.
—Sí. Sí, lo haré—responde, pasándose la mano por el pelo grasiento. Resoplo y
camino a su alrededor. Claramente ha estado tomando el dinero de los inquilinos de
este edificio y embolsándoselo, dejando que todo se destruya.
***
Al volver al club, veo a Cherry apoyada en su coche. Ella tiene esos pantalones
cortos lindísimos que se deshilachan en la parte inferior, y una camiseta blanca sin
mangas tan apretada, que hace que sus pezones rocen ligeramente contra el material. Es
linda como el infierno, pero puede ser un dolor en el culo.
Me dirijo al garaje, curioso por saber si mi camión Chevy ha llegado, cuando Cherry
grita mi nombre.
—Mierda—mascullo, tratando de actuar como si no la hubiera escuchado.
—¡Bobby!—vuelve a gritar Cherry.
—¿Sí?—respondo, entrando al garaje. Mis ojos se iluminan; ¡mi camión llegó! ¡Joder,
sí! Paso la mano sobre el capot azul, mirando atentamente los detalles de la pintura. Es
vintage y en general completamente rudo. Me dirijo al lado del conductor, emocionado
por escuchar su ronroneo cuando ponga en marcha el motor.
—¿Sabes cómo soldar?—pregunta Cherry, apoyándose en el camión mientras me
subo al volante. Desprendiendo un olor reconfortante, el cuero de los asientos flota en el
aire a mi alrededor mientras observo estúpidamente el trabajo artesanal del tablero.
Aparto mi mirada del tablero gris y miro a Cherry con una ceja levantada.
—¿Por qué?—pregunto, mi mano sobre las llaves, esperando a que escupa lo que
quiere para poder en marcha el camión.
—Necesito ayuda con algo—responde ella vagamente, mirando para otro lado.
Gimo y dejo caer la mano del contacto. Ella no va a hacer esto fácil.
—¿Qué es lo que quieres?—respondo exasperado.
—Hay una zona de juegos que tiene unas barras infantiles de metal todas
destartaladas, y una parte se ha destrozado cortando a los niños. Me preguntaba si
podrías arreglarlo—me dice finalmente, metiéndose el pelo fresa detrás de la oreja, sus
ojos grisáceos brillan con esperanza.
—¿Por qué te importa?—la interrogo un poco más. ¿Por qué diablos ella estaría en
una zona de juegos?
—Solamente me importa. ¿Puedes hacerlo o no?—suelta bruscamente, sus cejas
fruncidas.
—¿Dónde están esas barras infantiles?—le pregunto, apoyando mi cabeza contra el
asiento.
Ella se lame el labio inferior, respirando profundamente.
—En el lado sur, en Gold Trailer Park. —Sus ojos grisáceos dejan los míos mientras
gira, mirando hacia la distancia.
Niego con la cabeza, mis ojos se abren con incredulidad.
—¿Qué carajo estás haciendo en ese lado de la ciudad, Cherry?—casi grito. Con
seguridad Lip no la dejaría ir allí. No es seguro; ahí es donde ocurren más crímenes en
toda la ciudad. Donde viven personas en libertad condicional o que huyen de la ley.
—¿Lip sabe que estuviste por allí?—continúo, mi mano probando el volante
mientras espero que responda.
—Solo me preocupo por el vecindario. Yo crecí allí. ¿Puedes ayudarme o no?—me
habla con insolencia, poniendo su mano en la cadera.
Niego con la cabeza, burlándome. Aparto la mirada de los manómetros de mi
camión y la miro, con una mirada más sentida que molesta. ¿Ella creció allí? No puedo
imaginar qué tipo de vida tuvo creciendo en ese lugar. No sé mucho sobre Cherry,
muchas personas no lo saben. Phillip conoció a Cherry brevemente antes de que fuera
llevado a prisión. Hizo a Cherry una dama para que tuviéramos que cuidar de ella
mientras estaba encerrado. Todos saben eso.
—No, no puedo. No me voy a meter en medio de la historia tuya y de Lip—
respondo tan amablemente como puedo. Quiero ayudarla, pero lo último que necesito
es ir contra un hermano.
Cherry se burla, y pone los ojos en blanco.
—Bien—dice entre dientes, volviéndose. Se detiene frente a una caja de
herramientas, agarrando un rollo de cinta adhesiva—. Lo arreglaré yo misma—dice
bruscamente, saliendo del garaje.
Qué fastidio. Agarro la llave en el encendido y la giro. El camión se pone en marcha
con un fuerte rugido que resuena en todo el garaje. Sonrío de oreja a oreja, el olor del
tubo de escape bramando desde la parte trasera del camión. Presiono mi pie en el
acelerador, haciéndolo tronar. ¡De puta madre!

Jessica
Estoy sentada en la cama, mirando el teléfono en mi mano. El señor Lanks me acaba
de llamar; es el abogado del club. Él básicamente es sucio, pero confiable. El club lo
contrató por mí después de todo lo que había pasado con Travis, asegurándose de que
no dijera ni hiciera nada que levantara sospechas. Descubrí que el testamento de Travis
era astronómico después de su desaparición. Desde la casa y la tierra que Travis había
heredado de su abuelo, la cantidad mortal de dinero que su abuelo le dejó cuando
murió, junto con el dinero del seguro, Travis resultó valer más muerto que vivo.
Todo iba a ir para Addie y para mí, pero no hemos visto ni un centavo de eso. Lo
cual está bien; no lo necesito. Pero sería bueno ahorrarlo para Addie, para la
universidad. No hemos visto nada del testamento porque se necesitan siete años para
que un tribunal firme un certificado de defunción, después de que alguien desaparece si
no hay evidencia o signos de una muerte inmediata. Por lo que me dijeron el señor
Lanks y la policía en aquel momento, lo único que encontraron fue el coche de Travis
embestido contra un árbol, con la puerta abierta y algunas salpicaduras de sangre en el
suelo. Sin huellas dactilares ni partes del cuerpo. El señor Lanks me acaba de decir que
Travis oficialmente ha sido declarado muerto. El tribunal firmó hoy su certificado de
defunción. Mi mano suda mientras sostengo el teléfono, mi pecho transpira
copiosamente por la abrumadora ansiedad que me atraviesa. Me paso las manos por el
cabello y froto los dedos sobre la pantalla del teléfono móvil.
La foto de Addie me devuelve la sonrisa. Quizás el señor Lanks es una señal de que
hoy es un día para un nuevo comienzo. Tan loco como Bobby sonaba más temprano
hoy, quizás él pueda ayudarme. Tal vez pueda controlarme y construir la vida que
siempre quise. Encontrar un hombre cariñoso y quien sabe, darle a Addie un hermano o
hermana. Con la llegada del dinero, puedo trabajar menos, incluso pasar más tiempo
con ella.
Me levanto de la cama, todavía desnuda y camino hacia el armario con la mirada en
la caja que me atormenta. Respiro hondo y la agarro, deslizándola desde su lugar en el
estante. Me acerco a la cama y me siento justo en el medio, cruzando las piernas
mientras contemplo abrirla. Paso las manos por la tapa, mi corazón se acelera al mirarla.
No he abierto esto en más de dos años. Mordiéndome el labio, levanto la tapa, la caja
llena de fotos, un collar, y mis anillos de boda me devuelven la mirada. Mi dedo recorre
el collar de cuero blanco, el que Travis ponía alrededor de mi cuello cuando quería que
lo obedeciera. Lo aparto y tomo la primera foto que veo. Una foto de la familia de
Travis, junto con Addie de la mano de Travis. Yo sonrío. Addie era tan pequeña; es una
locura cómo ha crecido.
Mi dedo recorre la cara de Travis, su mandíbula cincelada y sus ojos penetrantes. Era
guapo, pero tenía una presencia severa. Estar encima de Bobby hoy fue aterrador en
muchos niveles. No se me permitía mucho estar encima de mi esposo; daba una
sensación de control que no me estaba permitida. Cuando Travis me permitía estar
arriba, se aseguraba de que supiera quién tenía el control, y no era placentero. Los actos
de hoy con Bobby hicieron que los recuerdos con Travis aparecieran en mi mente. La
voz de Travis sonó en mi oído, sus manos agarrándome dolorosamente, causándome un
ataque de pánico. Nunca me deje ir, nunca sentí nada más que miedo. No hasta hoy.
Después de atar a Bobby y sentir el calor de la combustión viniendo de las
profundidades donde Bobby estaba golpeando, me olvidé por completo de Travis, hasta
después. ¿Qué era tan diferente?
Deslizo mi dedo sobre una imagen del hermano de Travis, Grant, que se ve idéntico
a él. Nunca lo vi mucho; él siempre estaba ausente, casi nunca en las reuniones
familiares. Lo que Travis decía sobre Grant me llevó a creer que era el hijo problemático
de la familia. Por lo que entendí, fue porque Grant no quería seguir los pasos de la
familia en la medicina, pero no tenía idea de si era la verdad. Miro la caja, imágenes
siendo arrastrada a ese sótano y gritando de dolor se disparan en mi mente como un
collage. Mi corazón se acelera, haciéndome inhalar bruscamente. Agarro la tapa y la
vuelvo a colocar sobre la caja, regreso al armario y la guardo en su lugar.
—Mierda, ¿qué hora es?—mascullo, mirando el reloj del teléfono. Noto que he
estado sentada en el mismo lugar durante horas. Ya son las tres de la tarde y es hora de
recoger a Addie.
Capítulo 7
Bobby
Estoy sentado en el club, mirando las noticias y bebiendo una cerveza, los
pensamientos de Jessica devanando mi mente. La forma en que ella se abrió y se hizo
cargo superó mis expectativas. La imagen de ella montándome es una que juro que
nunca olvidaré. La expresión de su rostro ruborizado, los cabellos sueltos que le caían
sobre la cara y su boca entreabierta mientras montaba mi polla, hacen que mi verga se
mueva con avidez solo de pensarlo. Cierro los ojos y sacudo la cabeza para aclarar la
imagen, tomando un sorbo de cerveza.
Al escuchar risitas, miro por encima del hombro, viendo a Juliet, una pelirroja
tatuada, arrastrar a Tom Cat por el pasillo. Parece que alguien está teniendo suerte esta
noche. Saco el teléfono y lo coloco sobre la mesa, contemplando llamar a Jessica. Quiero
llamarla, pero después de los límites que cruzamos hoy... no estoy seguro si es una
buena idea. Ella podría querer espacio y mierda.
—¿Qué pasa contigo?—pregunta Lip secamente, deslizándose en un taburete junto a
mí.
—Nada. —Me llevo la botella de cerveza a los labios—. ¿Dónde está Cherry?—le
pregunto, manteniendo la vista en el televisor.
—No sé. Ella no está en la casa, y no puedo encontrarla. Parece ser una tendencia
con ella desde que salí de la cárcel—refunfuña, pasándose las manos por el pelo. Me
muerdo el labio, preguntándome si debería mencionar su deseo de que fuera a ese
camping para remolques de mierda. Lo pienso mejor y decido no hacerlo. No sé si
Cherry lo está engañando, o qué está pasando, pero sé que no quiero estar en medio de
eso.
Mi teléfono vibra, atrapando mi atención. Leer el nombre en la pantalla me hace
abrir los ojos ampliamente.
Cora.
No he tenido noticias suyas en años. Solo llama cuando necesita robar un automóvil.
Mi lengua sale rápidamente y me lamo el labio inferior al pensar en algo de acción,
haciéndome responder.
—Cora—saludo informalmente.
—Bobby, cariño, ¿cómo estás?—responde Cora, su voz tiene un sentido de autoridad
y clase. Que es ella exactamente; solo una delincuente culta y con clase.
Conocí a Cora cuando tenía alrededor de dieciséis años. Vi un Corvette aparcado en
un estacionamiento vacío, ubicado justo al lado de unos muelles, y decidí tomarlo para
dar un paseo alocado. Veinte minutos después, Cora, su padre y sus hombres me
sacaron violentamente del automóvil. Aparentemente, acababan de robar el automóvil
y estaban en proceso de cargarlo en un contenedor naviero antes de que me lo llevara.
Ella estaba impresionada por la forma en que lo puse en marcha, sin dañar el
encendido. Me arrojó un fajo de billetes y se convirtió en mi mentora durante años.
—Bien, ¿qué pasa?—pregunto, yendo al grano.
—Te necesito para un robo. Eres el único en quien confío para el trabajo—respira en
el teléfono.
—¿Cuándo lo necesitas?
—Esta noche—responde rápidamente. Suspiro. Es por eso que me está llamando.
Necesita a alguien rápido y eficiente. Ése sería yo. Puedo poner en marcha un
automóvil y llevarlo donde deba estar sin un rasguño y en un abrir y cerrar de ojos. He
estado practicando eso desde que era un niño.
—Envíame los detalles de la ubicación del auto y todo—le pido, tomando un sorbo
de mi cerveza.
—La ubicación es donde sea que puedas encontrarme un Lamborghini negro—me
informa, su tono está despidiendo un toque de insolencia.
—¿Un jodido Lambo?—le grito, preguntándome si la escuché bien.
—¿Es eso un problema?—me pregunta, su voz sedosa mientras habla por el
receptor.
—No, encontraré uno—respondo, colgando. No he robado un auto desde hace un
tiempo. Estaría mintiendo como un bellaco si dijera que robar autos no era uno de los
chutes más grandes de mi vida. La sensación de ser atrapado en cualquier momento y el
lujo donde tu culo está sentado mientras conduces a más de ciento sesenta kilómetros
por hora. Mi corazón está golpeando mi pecho de excitación de solo pensarlo.
Levanto la vista y veo a Lip mirándome con una enorme sonrisa en el rostro.
—¿Qué?
—Quiero estar dentro hermano—comenta Lip, asintiendo.
—No—me río, negando con la cabeza—. Trabajo solo—le informo, mirando el
teléfono.
—Sé dónde encontrar un Lamborghini—dice melodiosamente, estirando el brazo
sobre el mostrador y robando mi cerveza.
—Tú y Cherry son perfectos el uno para el otro. Ambos son un dolor en el culo—me
burlo, haciendo reír a Lip—. Bien—respondo exasperado, agarrando mi cerveza de sus
manos.
—El Ivory Gentlemen's Club está lleno de esos cabrones arrogantes que manejan
buenos autos, con mujeres fáciles colgando de ellos. Sin embargo, no estoy seguro de
cómo vas a conseguir el automóvil estando tan concurrido como estará—me informa
Lip, encogiéndose de hombros. Sonriendo, tomo un sorbo de cerveza.
—Descubriré una manera. Siempre lo hago—sonrío lobunamente.
***
Lip aparca su coche en un garaje por la parte de atrás y me sigue. Me dirijo hacia la
parte trasera del club de caballeros, sonriendo a todos los que pasan.
—¿Qué carajo tienes planeado, hombre?—me susurra Lip, trotando para seguirme el
ritmo.
—Cállate y sígueme—le susurro.
Nos abrimos paso a través de la cocina, sin que nadie se dé cuenta de que estamos en
el maldito lugar, incluso después de que Lip se roba una fritura de la bandeja de alguien
de pasada. Nos desplazamos por la parte trasera del club hasta que encontramos el
salón de los empleados. Muy despacio abro para mirar, asegurándome de que está
vacío antes de entrar. Veo un televisor en la esquina y unos casilleros grises a lo largo de
la pared, con pegatinas en algunos de ellos. Comienzo a abrir los casilleros y busco
entre los percheros.
—¿Qué estás buscando?—me pregunta Lip, abriendo una taquilla a mi lado.
—Una chaqueta de aparcacoches—mascullo, abriendo otro casillero.
—¿Te gusta ésta?—me pregunta Lip, sosteniendo una chaqueta de terciopelo rojo.
—Perfecta—susurro, tomándola de sus manos.
—Hay dos aquí dentro—masculla, agarrando la otra.
Deslizo la chaqueta de terciopelo sobre mis hombros, me queda muy ajustada.
—Te ves ridículo—se ríe Lip.
—Funcionará—le digo, tirando de la tela que se amontona fuertemente alrededor de
mis bíceps.
Lip se pone su chaqueta y cierra el casillero.
—¿Y ahora qué?—pregunta, arreglándose el cuello.
—Nosotros encontraremos un Lambo y esperemos que sea negro—murmuro,
saliendo de la habitación.
—Oye, Mike se va a tomar un descanso—dice un hombre con una chaqueta roja a
juego entrando en la habitación y confundiéndonos con alguien que trabaja aquí.
—Sí, nosotros nos haremos cargo—responde Lip, sin alterarse.
Nos dirigimos al pasillo y encontramos una puerta de acero con un letrero que dice
Aparcacoches.
—¿Podrían hacerlo más fácil?—se ríe entre dientes Lip, abriendo la puerta.
Salimos, y encontramos a un chico alto, de cabello castaños, parado detrás de un
atril.
—Nos haremos cargo, Mike—le informo, abofeteándolo en el hombro.
—Gracias a Dios, tengo que mear—gime, corriendo hacia la puerta.
—Ve a encontrarme un Lambo—ordeno a Lip, mientras abro la caja en la pared llena
de llaves.
—Tenemos un pequeño problema—dice Lip con su voz aguda. Cierro la caja y lo
miro con curiosidad.
—Cámaras—comenta Lip, apuntando a una cámara en la esquina del garaje.
—Mierda—susurro, mirando la cámara que señala apuntando en dirección opuesta a
nosotros, un pequeño carrito de golf ubicado debajo de ésta. Me quito la chaqueta de
aparcacoches y me dirijo hacia allí. Me subo al carrito de golf, agacho la cabeza para que
la cámara no vea mi cara y le echo la chaqueta encima.
—Será mejor que encuentres un automóvil de prisa; van a notar esto bastante rápido
—le informo, saltando del carrito. Con eso, Lip corre por el garaje, y regreso a las llaves.
Unos segundos más tarde, Lip corre hacia mí.
—Encontré uno, y es negro o al menos se ve negro—grita Lip, jadeando sin aliento.
—¡Número de lote!—grito, sabiendo que nuestro tiempo se está acabando.
—Lote 41A—jadea. Mis manos agarran las llaves y corremos. Sigo a Lip, pasando
junto a algunos coches de alta gama por el camino, antes de que se detenga frente a un
brillante Lambo negro.
—Joder, es hermoso—susurro, pasando mi mano por la carrocería.
—Santa mierda—masculla Lip, mirando los detalles.
—Tengo una erección—me río, abriendo el coche.
—Yo también. Yo también, hermano—se ríe entre dientes Lip.
Me deslizo en el asiento; su lujo me abruma. Los asientos son negros con costuras
rojas en el medio y el tablero y la consola están revestidos en cromo.
Lip se desliza conmigo, sus ojos devoran la belleza del trabajo artesanal.
—¿Y ahora qué?—me pregunta, mirándome en busca de directivas.
Aparto la vista de los botones y miro a Lip con una sonrisa lobuna en la cara.
—Nos escapamos en un viaje de placer.
Pongo el pie en el freno y presiono un botón en la consola, haciendo que el Lambo se
encienda con un ronroneo embriagador. El automóvil retumba con potencia, cuando lo
pongo en marcha.
—Me encanta cuando me habla sucio—me río, refiriéndome al rugido glorioso del
motor.
Pongo la marcha atrás y retrocedo. Deslizo la primera, los mecanismos de su caja de
cambio responden sin problemas y lentamente salimos del garaje. Tan pronto como
estamos fuera, meto la segunda y lo suelto.
Lip se agarra a la puerta cuando somos arrojados contra nuestros asientos por la
potencia de los caballos de fuerza del motor.
—Creo que el plan no es llamar la atención sobre nosotros—me fastidia Lip,
haciendo que ponga los ojos en blanco.
Giro el volante, mi pie presiona el acelerador mientras derrapamos por una esquina
como si estuviéramos sobre hielo.
—¿Qué diversión hay en eso?—me río entre dientes.
Corriendo a toda velocidad pasamos junto a un policía estacionado en un callejón.
Mirando por el espejo retrovisor, noto que se mueve, enciende las luces, pero cuando su
auto se acomoda para perseguirnos, nos hemos ido hace rato.
—¡Increíbleeeee!—grita Lip mientras entramos volando a la autopista camino a la
ubicación de recogida de Cora.
—¿Desde cuándo has estado haciendo esto?—me pregunta Lip.
—He estado robando coches desde que era un niño—le informo, buscando por el
espejo retrovisor a cualquier policía, pero no hay nada.
—¿Alguna vez te atraparon?—me pregunta, pasando su mano sobre la consola.
—Un par de veces cuando era más joven, me metieron en el reformatorio, pero todo
lo que hizo fue enseñarme cómo ser mejor robando coches—me río y entro en un
camino lateral.
Me detengo en un muelle, una enorme embarcación está atracada a él y salgo.
—Sabía que no me decepcionarías. Nunca lo haces—dice Cora, saliendo de un BMW
negro, abotonándose la chaqueta de su traje. Su cabello corto y rizado, se agita con el
viento. Su piel de porcelana se ilumina en la noche mientras camina hacia nosotros, sus
tacones haciendo clic contra el asfalto roto.
—¿Quién es éste?—me pregunta, inclinando su barbilla puntiaguda hacia Lip.
—Éste es Lip—le digo, cerrando la puerta del Lambo.
—Aquí está tu parte—dice ella. Uno de los tipos que están detrás de ella, me arroja
un sobre amarillo.
Lo abro mirando una gran suma en efectivo.
—Uno de mis hombres arruinó este robo y está en prisión, el automóvil destrozado.
Te debo una por tu entusiasta participación en tan poco tiempo, Bobby—comenta, su
voz fuerte y segura.
Asiento, metiendo la mano en el sobre y sacando la mitad del efectivo.
—Sí, hacía mucho que no tenía noticias tuyas—le digo, caminando alrededor del
coche hacia Lip.
—Solo uso mis buenos recursos cuando tengo que hacerlo. Mis otros hombres no son
tan buenos para hacer el trabajo, pero son más baratos—responde cruzando los brazos.
Le entrego a Lip la mitad del efectivo y cierro el sobre.
El tipo con el pelo trenzado en la espalda le susurra al oído a Cora, haciéndola
asentir.
—Me tengo que ir, pero estaré en contacto, Bobby—advierte Cora y sus labios se
curvan en una sonrisa.
—Entonces, ¿cómo llegamos a casa?—me pregunta Lip, mirando a su alrededor.
—Puedes sacar uno de los cacharros del lote—sugiere el guardaespaldas con el pelo
largo, apuntando hacia un Neón destrozado, la pintura no es más que pintura base.
—No es ningún Lambo—se ríe Lip.
Nos dirigimos hacia el automóvil mientras guardo el sobre en mi bolsillo trasero.
—Por favor dime que te follaste a esa hembra—dice Lip riendo.
—Una vez. Está tan tensa en la cama como se ve fuera de ella—le informo y entro en
el lado del pasajero del automóvil.
—Caramba, gracias por dejarme conducir algo esta noche—ríe Lip, subiéndose al
volante.
—¿Qué te puedo decir? Soy un hombre generoso—respondo encogiéndome de
hombros y me deslizo en el asiento roto del pasajero.
Capítulo 8
Jessica
Han pasado tres días desde la última vez que vi a Bobby. Por lo general, no cuento
los días transcurridos entre verlo, pero he pensado en él todos los días desde entonces,
en el sexo que tuvimos en mi dormitorio. Cuando me voy a la cama por la noche, lo
huelo, su hombría persiste en mis mantas. Me alegra que me esté dando espacio,
permitiéndome lidiar con el progreso que he logrado. Ser la parte dominante me daba
miedo en muchos niveles. Solo de pensarlo hace que mi cuerpo sienta escozor y mi
cabeza se maree. Cierro los ojos, tratando de estabilizarme.
—¿Me escuchas cuando hablo contigo, Jessica?—siseó Travis desde debajo de mí. Apreté los
dientes con ira, mi cuello doliendo fuertemente mientras él agarraba mi nuca.
—Yo estoy al mando. No tú—gruñó, sacando sus manos de mi garganta y llevándolas a mis
muslos, pellizcándolos increíblemente fuerte. Solté un grito, tratando de agarrar sus manos para
detener el punzante dolor que acribillaba mis muslos, solo para encontrar mis muñecas sujetas
con las esposas. Miré a Travis, mis ojos se llenaron de lágrimas por lo quebrada que estaba.
—No me mires. Mira la pared—me ordeno Travis, volviendo a poner sus manos alrededor de
mi garganta mientras me follaba violentamente.
Abro los ojos y jadeo cuando los duros recuerdos desaparecen. A veces es difícil
librarse de ellos por lo real que se sienten.
No sé cómo lo hice; cómo me dejé ir. Perder el control con Bobby me asusta más que
nada.
Entro en el vestíbulo principal de mi edificio de apartamentos y veo a un hombre
lavando las alfombras con champú, el olor a lavanda enmascara el olor a almizcle.
Levanto una ceja, un poco sorprendida de que alguien esté limpiando este lugar. Me
dirijo a la puerta de mi apartamento, jugando con las llaves en mi mano cuando mi
teléfono suena dentro del bolso. Lo busco, abriendo la puerta al mismo tiempo.
Bobby: Creo que necesitas terapia ;)
Sonrío tontamente.
—Mamá, ¿puedo quedarme en casa de Izzy?—me pregunta Addie, entrando al
apartamento desde la casa de Bree.
—¿Por qué? Pensé que íbamos a tener una noche de mani-pedi?—le pregunto,
colocando mi bolso y mi teléfono en el mostrador.
—Mamá—dice Addie secamente, sus ojos mirándome por debajo de las pestañas.
—Bien, pero tienen que venir por ti y debes regresar mañana por la mañana—le
respondo, tomando agua de la nevera.
—¡Sí!—grita, corriendo hacia su habitación.
Mi teléfono suena apoyado en el mostrador.
Bobby: Tú no quieres ignorarme.
Niego con la cabeza y hago exactamente eso.
Después de que Addie se fue con su amiga, opto por un gran baño de burbujas en mi
bañera de porcelana. Entro en mi habitación e inhalo la dulzura de mi jabón en el baño
caliente, invitándome. Enciendo el estéreo y me dirijo hacia la bañera. Meto el pie,
probando el agua antes de deslizarme hasta el fondo.
El agua caliente sensibiliza mi piel y hace que se ponga roja. Inhalo profundamente,
absorbiendo el aroma de la miel mientras esparzo agua y burbujas por mi pecho. La
sensación de mis manos sobre mi piel me hace pensar en Bobby. Deslizo mi mano hacia
abajo por mi abdomen, y mi coño se aprieta con tensión. Estoy cachonda. Debería
haberle dicho a Bobby que viniera, pero quiero asegurarme de que tenemos cierta
distancia entre nosotros. No necesito nada más entre él y yo, y tener relaciones sexuales
constantemente lo complicará. Pude haber vendido mi alma a un Diablo, pero no me
enamoraré de uno.
Me abro con la punta de los dedos, pasando mi mano hacia adelante y hacia atrás
sobre mi sexo. Mi boca se abre y mi cuerpo comienza a excitarse, haciendo que mi
respiración se atasque. Los hábiles dedos de Bobby juegan en mi mente mientras deslizo
mi mano libre por mi pecho, pellizcando mi pezón, haciendo que el deseo vibre por mi
cuerpo y doble involuntariamente las rodillas para poder alcanzar mi clítoris con la otra
mano. Manoseo mi clítoris, haciendo que mi cabeza caiga hacia atrás a un lado de la
bañera y mis ojos se cierren mientras hago círculos con el dedo en el sensible manojo de
nervios.
—Podrías haberme invitado a que hiciera eso.
Mis manos salen volando del clítoris y del pezón, aferrando rápidamente los lados
de la bañera y tirando de mí hacia arriba. Mi cuerpo se levanta cuando veo a Bobby de
pie en mi puerta, con una sonrisa maliciosa jugando en su rostro.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí?—le grito, metiendo mi cuerpo debajo de las
burbujas para cubrirme. Él se pasa la mano por su enmarañado pelo rubio, y me mira
implacablemente. Sus ojos me miran con una promesa oculta; el fuego encendiéndose
detrás de ellos mientras devora mi cuerpo mojado cubierto de una masa de burbujas.
—Te dije que no me ignoraras—responde serenamente, colocando los dedos en los
bolsillos de los vaqueros, un bulto evidente sobresale a través de la tela.
—Te ignoré por una razón. ¡Ahora vete!—grito, señalando la puerta. Mis mejillas
rojas de vergüenza por ser atrapada por él durante un momento tan privado.
—No—responde.
—¿No?—dudo, la frustración apoderándose de mí.
—Tu rutina clásica es tener sexo conmigo y después no hablarme durante semanas.
Eso ya no sucederá—responde, negando con la cabeza.
Resoplo y vuelvo la cabeza hacia el grifo.
—¿Cómo entraste aquí?—le pregunto, sin mirarlo.
—Tu puerta no estaba cerrada.
Niego con la cabeza ante su respuesta. Debo haber olvidado cerrarla después de que
Addie se fuera.
Las botas de Bobby suenan contra el suelo de baldosas mientras avanza hacia mí.
Aparto mi mirada del grifo hacia él, su mano sostiene una toalla blanca.
—Bobby, vete de aquí—mascullo, mirando la toalla que está colgando cómodamente
de su agarre.
Lo escucho inspirar, claramente irritado por mi rechazo.
Deja caer la toalla en el suelo, mete las manos en la bañera y me agarra por las
caderas.
—¡Bobby!—grito cuando me saca de la bañera, y me arroja sobre su ancho hombro.
Las burbujas que se adhieren a mi piel empapan su camiseta de color oscuro.
—¡Bobby! ¿Has perdido la cabeza?—grito, mientras me lleva al cuarto.
Él me lanza a la cama, y se quita la camiseta. Sus abdominales y su pecho tonificado
a la vista hacen que mi clítoris palpite con tanta intensidad que siento que podría arder.
—Sabes que lo deseas tanto como yo. Deja de pelear—murmura con voz ronca.
—No lo deseo—protesto en voz baja, pero es una maldita mentira.
Lentamente se inclina, sus puños presionan en el colchón a cada lado de mí. Sus ojos
están entornados y su boca entreabierta.
—La forma en que me miras contradice las mentiras que salen de tu boca, Jessica—
susurra, su tono tranquilo y fuerte, lleno de confianza.
Trago lentamente, y respiro profundamente. Por la forma en que mi cuerpo zumba
por él, y por como se me quiebra la voz cuando le digo que se vaya, él podría tener
razón.
—Tal vez—susurro, mis ojos recorren su pecho. Él suelta un bufido, y se endereza,
una sonrisa juguetea en su hermoso rostro.
Se desabrocha los vaqueros y los baja, sus bóxers negros revelan una impresionante
erección. Me lamo el labio inferior mientras clavo los ojos en ella. Quiero devorar esa
cosa, pero ahora no. Se desliza sobre mi cuerpo, su peso sobre el colchón me hunde aún
más en su agarre. Su polla acaricia la cara interna de mi muslo, haciendo que arquee mi
espalda y jadee. Quiero decirle que no, rechazarlo, pero mi cuerpo me está desafiando
en muchos niveles. A estas alturas es una pelea sin esperanza.
Besa mi cuello, su barba abrasiva contra mi piel deja una deliciosa quemadura. Sus
manos suben por mis muslos, abriéndose paso lentamente entre mis piernas. Él acaricia
mi clítoris suavemente, haciendo que involuntariamente empuje mis caderas hacia
arriba. Siento una quemadura entre mis muslos que hace que mire, encontrando a
Bobby con su cara a un pelo de distancia de mi sexo. Él sonríe, y me guiña un ojo antes
de que yo pueda protestar, y chupa mi clítoris. La excitación que alcancé en la bañera
regresa con una velocidad abrumadora. Me impulso hacia adelante con el gemido más
fuerte que jamás haya dejado mi cuerpo. Ni siquiera puedo describir las sensaciones
que corren por mi coño y lamen mi cuerpo; son tan intensas.
—Dios, tienes mejor sabor de lo que imaginaba—murmura Bobby contra mí,
haciéndome estremecer por las vibraciones. Nunca he dejado que Bobby me haga esto.
De hecho, nadie jamás me ha hecho sexo oral antes. Nunca me sentí tan cómoda con
alguien o confié en ellos lo suficiente como para sumergirme en algo tan personal e
íntimo.
Él se aleja, mi cuerpo se enfría por la pérdida de contacto, se levanta bajándose los
bóxers por las caderas y tirándolos al suelo.
—Quiero comerte hasta que te corras durante toda la noche, cariño, pero tengo que
tenerte ahora—admite, haciéndome sonreír.
Su polla se mantiene erecta, hinchada y lista para follarme. Amo la polla de Bobby.
Nunca he visto nada como eso. Se curva ligeramente hacia arriba, así que cuando me
folla, la punta siempre golpea mi punto G a la perfección. Nada que alguna haya tenido
se pueda comparar con su pene, los mejores orgasmos de mi vida provienen de él. No
se puede negar que Bobby conoce muy bien el cuerpo de una mujer y su habilidad entre
las sábanas es perfecta.
Él agarra mis rodillas, su boca baja por mi pierna mordisqueando la parte interna de
mi muslo, y luego besando el aguijonazo que deja el mordisco. Subo mis manos por mi
pecho, pellizcando mis pezones, deseando más ahora mismo
—Dios, eres hermosa cuando te tocas—gruñe—. Toca tu coño—exige Bobby,
agarrando su polla.
Deslizo mi lengua a lo largo de mi labio inferior y bajo las manos desde mi pecho
por mi vientre hasta el clítoris. Hago círculos con el dedo y provoco que un estallido
de hormigueos me atraviesen. Mi coño se contrae deseando la polla de Bobby.
—Eso es todo, cariño—dice Bobby con voz ronca, su mano deslizándose arriba y
abajo por su eje mientras se echa para atrás y observa—. Vuélvete—me instruye Bobby,
sus manos me empujan sobre un lado. Mis ojos pierden su bruma de lujuria y se abren
ampliamente con miedo, mi cuerpo se pone tenso.
—¿Qué?— pregunto, rendida.
—Ponte a cuatro patas—me aclara, sus ojos azules entornados, cargados de deseo.
—Bobby, no—respondo nerviosamente, levantándome sobre los codos para
sentarme.
—Confía en mí—susurra, bajándose y rozando sus labios sobre mi ombligo. Aparto
mi cabeza y mis ojos aterrizan en mi armario. El armario que guarda mi pasado. Quiero
seguir adelante, y Bobby es la única persona en el mundo en quien confío para
ayudarme a hacerlo.
Relajo los codos y me pongo sobre mis manos y rodillas, mi cuerpo está expuesto en
pantalla completa para que Bobby lo vea, para que haga lo que quiera. Mi cuerpo vibra
con tensión, mi corazón se acelera. Cierro los ojos y veo a Travis destellar ante mí. Sus
ojos enojados me miran mientras estoy sobre mis manos y rodillas tratando de contener
mis sollozos mientras se pasea de acá para allá con un látigo.
Bobby desliza su mano sobre mi culo sensualmente, haciéndome saltar de mis
aterradoras imágenes. Levanto la vista y me veo en el espejo en la parte posterior de mi
tocador, Bobby está sentado de rodillas detrás de mí. Ni siquiera me di cuenta de que se
había subido a la cama; tan perdida en mi pesadilla.
Acaricia mis nalgas con ambas manos, su tosco tacto saboreando la sensación de mi
piel sedosa. Desliza sus manos alrededor de mi entrepierna, hasta que su pulgar golpea
mi clítoris. Él hace círculos con el pulgar, sus dedos se deslizan hacia adelante y hacia
atrás suavemente sobre mi abertura. Se siente bien, pero estoy demasiado alterada y
asustada como para permitirme sentir algo más. Bobby presiona su duro pecho contra
mi espalda, sus labios rozan mi oreja.
—¿Por qué estás tan tensa? No hemos hecho nada todavía—susurra suavemente en
mi oído.
—Tengo miedo—susurro, mis dedos aferrando el edredón. Es difícil para mí admitir
que tengo miedo. Soy una persona con una fuerte voluntad. He soportado el nivel más
bajo del infierno y ni siquiera una vez he mencionado el temor que tenía, por
precipitarme para superarlo, me cuesta mucho expresar mis miedos en voz alta.
—¿De qué?—pregunta, subiendo la mano por mi vientre y acariciando mi seno
pesado. Hay tantas respuestas a esa pregunta, tantos temores recorriendo mi mente,
pero hay solo una palabra responsable de este efecto dominó.
—Del dolor—mascullo, cerrando los ojos con fuerza.
Bobby me retira el pelo de la cara y respira hondo.
—No temas al dolor; teme al mensaje detrás de eso—comenta, metiendo el pelo
suelto detrás de mi oreja. Abro los ojos y miro mi reflejo en el espejo al otro lado de la
habitación. Bobby me mira fijamente con una mirada de cariño escrita en todo su
cuerpo mientras me envuelve con él.
—¿Quieres parar?—pregunta con sinceridad. Aparto la mirada del espejo y giro la
cabeza mirando por encima de mi hombro. Los ojos de Bobby me contemplan con
sinceridad y no con enojo.
—No—respondo.
—Solo dime que me detenga si llega a ser demasiado—susurra en mi cabello.
Asiento, mi respiración se acelera. Me recuerda a una palabra de seguridad, solo que la
mía nunca funcionó con Travis. Gritaba nuestra palabra de seguridad y él se ponía más
duro y más brusco.
El dedo de Bobby se desliza debajo de mi barbilla girando mi cabeza ligeramente y
presiona sus suaves labios contra los míos, besándolos. Mi labio inferior se desliza entre
los suyos y así, mi cuerpo se enciende de inmediato, arqueándose contra él.
El estéreo, que había olvidado que estaba encendido, reproduce Animals de Adam
Levine. La sensación de los dedos de Bobby bajando por mi vientre, sobre mi montículo
y entre mis labios inflamados, me deja jadeando necesitada.
Gruñe contra mi boca mientras su polla presiona en mi culo exigentemente.
—Te he querido así durante tanto tiempo, Jessica—dice apretando los dientes con un
aliento pesado.
—Entonces fóllame—jadeo, echando la cabeza hacia atrás.
—Es lo que pienso hacer—responde.
La punta de su longitud presiona contra mi abertura, haciéndome inhalar
rápidamente. Se empuja dentro de mí, un fuerte gemido escapa de su boca mientras me
llena hasta la base de su polla. Quema mientras soy estirada y en la posición en la que
está, siento toda su largura. Él se retira y empuja hacia adelante, provocando que mis
brazos tiemblen de placer, haciéndome casi caer de cabeza en el colchón.
—Te sientes tan apretada así—gime, su voz tan cruda que apenas comprendo lo que
dice.
Gimo en respuesta, empujándome contra él, mi codicioso cuerpo está listo para
correrse hasta perder la conciencia. Él me folla, su cuerpo baja sobre el mío y sus brazos
me rodean, acercándome más. Respirando pesadamente en mi oído, besa la parte
superior de mi hombro, su pene penetrando en mí. Levanta su duro pecho de mi
espalda mientras mete y saca la polla, su mano se desliza por mi espalda, sobre mis
cicatrices. Mi cuerpo se tensa de inmediato. La arteria en mi cuello late con severidad
mientras cierro los ojos y los latidos de mi corazón se aceleran. Detrás de mis párpados,
veo a Travis aparecer en la memoria, su mano en mi pelo gritándome cruelmente, su
otra mano apretando fuertemente mi garganta causándome ver negro por la falta de
oxígeno.
—No vayas allí, Jessica. Quédate aquí conmigo—me susurra Bobby al oído,
sospechando a donde se ha ido mi mente. Mis ojos se abren, rompiendo el oscuro
recuerdo. Asiento, tratando de alejar los recuerdos y reemplazarlos por Bobby aquí y
ahora.
Cerrar los ojos cuando su mano apenas roza mi costado, hace que mi cuerpo se tense
de miedo.
—No cierres los ojos. Ábrelos, déjame ver tus bellos ojos—me instruye suavemente.
Abro los ojos y me miro en el espejo. Mi pelo está mojado en las puntas de sumergirme
en el agua del baño. Tengo las mejillas sonrojadas y mi boca se abre cuando Bobby me
penetra por detrás. Su pecho está suspendido sobre mi espalda, agarrándome por las
caderas mientras hace movimientos circulares con su polla dentro de mí con precisión,
haciéndome gemir fuerte.
Se mueve con agilidad, su ritmo es impecable. Los tatuajes a lo largo de sus brazos
musculosos son impresionantes; me concentro en su belleza pintada mientras veo los
músculos tensarse con cada empuje. Bobby está en su mejor momento, en su elemento
cuando está dando placer. Bajándose sobre mi espalda otra vez, desliza una mano
alrededor de mí para apoyarla en mi clavícula. Los pelos de mi nuca se levantan, la
mano demasiado cerca de mi cuello como para sentirme cómoda, mis dedos se clavan
en el colchón.
—Respira, Colibrí, nunca te haría daño—susurra en mi oído, impulsando sus
caderas hacia adelante haciendo que su polla golpee mi punto G con fuerza. Ante la
sensación renovada, suelto la respiración que no sabía que estaba conteniendo.
—Eso es todo, cariño. Mira qué bien se siente eso. Escucha solo mi voz, solo mírame
—murmura en mi cuello, su polla acariciando mi manojo de nervios mientras me
penetra. Noto que mi cuerpo florece con excitación y mis rodillas comienzan a temblar.
Miro a Bobby en el espejo. Él me está mirando por encima de mi hombro, sus ojos
son atentos y sensibles. Su mandíbula está apretada mientras persigue su orgasmo, el
cabello está pegado en la frente por el sudor, sus ojos están llenos de deseo, nunca
apartan la mirada de mí.
—¿Qué me estás haciendo?—gimo, sin intención de hacerle esa pregunta mientras
me empujo hacia atrás para encontrarme con su estocada, ansiando con desesperación
llegar al clímax.
—Te muestro cómo vivir—susurra Bobby, reduciendo la velocidad de sus caderas a
un ritmo tortuoso.
Mi cuerpo estalla en éxtasis y todo sucede en cámara lenta. Tiemblo mientras un
calor trepa por mi coño y se derrama, lamiendo mis extremidades. No escucho nada
más que la respiración áspera de Bobby en mi oído y no veo nada más que sus ojos
azules mirándome en el espejo. Su polla atinando en todos los lugares correctos, hace
que me corra violentamente. Mi coño se aprieta fuertemente en torno a él y mis brazos
se agotan, haciendo que mi frente caiga sobre la cama mientras tengo el orgasmo más
intenso de mi vida.
—¡Joder!—ruge Bobby, bombeando sus caderas incontrolablemente, alcanzando el
clímax segundos después de mí.
Después de que Bobby se serena, extiendo lentamente mis piernas doloridas de estar
arrodillada hasta tumbarme, su pecho sudoroso está descansando sobre mi espalda
mientras late dentro de mí. Su pecho se eleva en mi espalda cuando jadea por aire. Sus
ojos me inmovilizan en el espejo frente a nosotros.
De repente, algo se rompe dentro de mí mientras lo miro fijamente, sus ojos me
devuelven la mirada apasionadamente. La forma en que su mirada me mira mientras
me devora, sin hablar, sin moverse, solo devorando todo lo que soy mientras mis
paredes comienzan a desmoronarse. No puedo describir el crujido; no puedo entender
lo que significa, pero puedo sentir que continúan resquebrajándose en mi interior
mientras miro el reflejo de Bobby en el espejo. Esta emoción que crece dentro de mi
pecho se parece mucho a la primera vez que Bobby y yo tuvimos relaciones sexuales. Es
una sensación gloriosa pero aterradora.
Giro la cabeza rápidamente y miro la pared. Un huso de emociones circulan a través
de mí como un virus. Una vez más, cierro los ojos y veo a Travis, pero es apenas visible;
no es tan terrible como antes. Abro los ojos y veo a Bobby sonriéndome. Su mano se
estira y frota mis brazos antes de tirar de mí hacia él, mi frente contra su frente.
—¿Estás bien?— susurra en la parte superior de mi cabeza.
Inhalo su olor a coco y sudor. Mis ojos se entornan mientras asiento. Bobby acaba de
desarmar mi mundo y todo lo que pensé que sabía.

Bobby
—¡Mamá, estoy en casa!
Jessica se levanta rápidamente, cubriendo su pecho desnudo con las manos. Su
cabello completamente despeinado mientras mira a la puerta con los ojos muy abiertos.
—Mierda, mierda, mierda—maldice, cayéndose de la cama. Me desperezo, mis
músculos están acalambrados por el sueño.
Echo una mirada y veo a Jessica corriendo por la habitación, sacando ropa del
tocador y del armario. Se pone unas bragas blancas y un sostén deportivo a juego, su
cara está ruboriza en completo pánico.
—Vístete—sisea en voz baja, pasándose las manos por el pelo, apartándoselo de la
cara.
Bostezo y doy la vuelta, divisando mi ropa en el suelo.
Jessica resopla y agarra mi bóxer y mi ropa, tirándolos en mi regazo.
—¡Apúrate!—susurra con poca amabilidad. Levanto mi ceja mientras la veo correr al
baño.
Me pongo la ropa interior y me rasco el pecho, mi estómago retumba de hambre.
—¿Mamá?
Me vuelvo y veo a Addie mirándome con ojos sorprendidos. Ha crecido mucho
desde la última vez que la vi y se parece a su madre. Cara redonda, cabello rubio, ojos
azules.
—Ella está en el baño—le digo, poniéndome los vaqueros rápidamente.
—Oh, está bien—responde, mirando a la puerta del baño.
—¿Tienes hambre?—, le pregunto.
—¿Qué?—pregunta, mirándome como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Tienes hambre?—repito.
Se apoya contra el marco de la puerta y se cruza de brazos, sus ojos recorriendo mi
rostro con curiosidad antes de sonreír satisfecha.
—En realidad, sí—admite—. La familia de Liz es vegana, así que no desayuné
mucho—responde, encogiéndose de hombros. Ella entrecierra los ojos e inclina la
cabeza, mirándome intensamente.
—¿Qué?—indago, nervioso, preguntándome por qué me está mirando así.
—Te ves familiar—responde, golpeando levemente su barbilla redondeada con su
pequeño dedo índice.
—¡Addie! —Jessica se muestra sorprendida mientras sale del baño.
—Mamá—saluda Addie.
—Eh —Jessica mira entre Addie y yo nerviosamente, su frente arrugada con líneas
de preocupación. Está claramente disgustada de que esté hablando con su hija—.
Addie, éste es Bobby—continúa, su voz temblorosa.
Addie aparta la mirada de su madre hacia mí y sonríe burlonamente.
—¿Qué hay de esa comida?—sugiere Addie.
—¿Comida?—pregunta Jessica, su voz un tono más alto que antes.
—Sí, ya sabes, del tipo que comes—dicen con ironía Addie. No puedo evitar reír.
Addie se parece mucho a su madre.
—Necesito ir de compras. No tenemos suficiente para alimentar a todos—dice
Jessica, pasando por delante de nosotros y yendo a la sala de estar.
—Está bien. Lo tengo—respondo, agarrando mi teléfono del suelo.
—¿Qué? —Jessica se detiene, y se da la vuelta, su cara enojada. Le envío un mensaje
de texto a nuestro candidato más nuevo y le pido que me traiga algo para desayunar
antes de guardar el teléfono en el bolsillo. Al levantar la vista, noto que Jessica empuja
la espalda de Addie, instándola a salir de la habitación. Seh, estoy en problemas.
—¿Qué acabas de hacer?—susurra, acercándose a mí.
Sonrío y me encojo de hombros.
—Nada—miento.
—Tienes que irte. —Sus ojos me suplican que vaya.
—¿Por qué?—le pregunto, inclinando mi cabeza hacia un lado. Ella siempre
mantuvo a su hija alejada de mí y del club. Le he preguntado por qué antes y ella solo
sonríe y cambia de tema. Tal vez ahora que estamos siendo honestos el uno con el otro,
me lo dirá.
—Estoy… —Hace una pausa, y cierra los ojos mientras suspira—. Estoy tratando de
hacer lo correcto por mi hija, Bobby. No necesito a alguien en su vida que vaya a
marcharse—afirma con tono inquebrantable. Lo entiendo; ella no le presenta hombres a
Addie que no vayan a quedarse por un largo tiempo. Mi historial con las mujeres es tan
grueso como un diccionario, pero no planeo dejar la vida de Jessica.
Asiento, y me dirijo a la encimera, abriendo los gabinetes en busca de café,
ignorándola.
—¿Qué te pasa, mamá?—le pregunta Addie, sentada en un taburete. Su pequeña
nariz fruncida con signo de preocupación.
—Sí, ¿qué te pasa, mamá?—me burlo, buscando en otro gabinete.
—Nada, estoy segura de que Bobby tiene mucho que hacer hoy, eso es todo—miente
ella.
—No, estoy bien—respondo, tratando de no reírme. No me doy la vuelta para mirar
a Jessica, pero sé que sus labios estarán fruncidos y sus ojos me apuñalarán con dagas.
—Ves—responde Addie.
Jessica resopla y me aparta a codazos, metiendo la mano en un gabinete que aún no
había revisado. Saca una lata de café. Me recuesto contra la encimera, cruzo los brazos,
y la observo hacer un berrinche, tirando la tapa sobre la encimera y arrebatando la
cafetera de su lugar. Aprieto los labios, tratando de no estallar en una carcajada. Estaría
furiosa si supiera que yo pienso que ella es linda como el infierno cabreada.
Jessica se inclina sobre el fregadero para abrir el grifo y sus pechos desbordan de la
camiseta apretada mientras se cierne sobre el fregadero vacío. Mi polla palpita,
deseando otra ronda con ella. Es la única mujer con la que puedo tener relaciones
sexuales y me despierto aún más cachondo que antes. Mi polla es insaciable por Jessica,
incluso diría adicta.
Siempre he querido hacerlo al estilo perrito con Jessica, quería su cuerpo entero para
poder tomarlo. Anoche fue más de lo que podría haber imaginado. Los ruidos que ella
hizo cuando mi polla la golpeó en lugares que nunca antes había golpeado, la forma en
que su cuerpo se movió y respondió a mi toque y los sonidos; fue épico. Además, tenía
el espejo para ver cada mirada que cruzaba su rostro, y cada rebote de sus tetas. Me
sorprende que durara tanto como lo hice. Estaba listo para eyacular tan pronto como la
encontré masturbándose. Sonrío ante el pensamiento. Apuesto a que lo pensará dos
veces antes de ignorar uno de mis mensajes de textos otra vez.
—Mamá, alguien está en la puerta—comenta Addie, haciendo que deje de follar con
los ojos a su mamá. No oí el golpe.
—Lo traeré—anuncio, alejándome de la encimera. Abro la puerta y encuentro a Kane
sosteniendo dos bolsas de papel y un portavasos de cartón lleno de bebidas. Su largo
cabello oscuro se asienta más allá de sus anchos hombros, y lleva puesto su chaleco
parchado como un candidato. Solo lleva unos días de candidato y ya consigue más
coños que yo. Él dice que es porque a las mujeres les gusta su bronceado durante todo
el año. Él es nativo americano y las chicas devoran esa mierda.
—Aquí—refunfuña, empujando la bolsa de papel contra mi pecho y sosteniendo los
vasos para que los agarre. Sus gruesas cejas oscuras se fruncen con enojo.
—Gracias, hombre—respondo, agarrando la mierda de él.
—¿Quién sabía que tenías hombres sexy a tu entera disposición?—me dice
socarronamente Jessica por encima del hombro. Me giro y le frunzo el ceño, Kane se ríe
en la entrada. Me giro y pateo la puerta cerrándola, negando con la cabeza hacia Jessica.
—Tienes a un hombre sexy a tu entera disposición y te niegas a usarlo en tu
beneficio—disparo, empujando los vasos en el portavasos contra su pecho. Ella resopla
y los pone en el mostrador, sacando uno de su lugar. Addie se coloca de rodillas en el
taburete y se inclina, sacando un vaso del portavasos de cartón.
—¿Quieres ver algo genial?—le pregunto, agarrando una pajita de la bolsa.
Los ojos de Addie se iluminan mientras ella me observa. Quito el papel apretado de
la pajilla, arrugándolo como un acordeón y lo coloco sobre la encimera. Tomo la pajita,
tomo un poco de líquido del vaso y lo tiro en el medio del papel, haciendo que parezca
como si se estuviera arrastrando.
—Es como una oruga—le digo, sonriendo, dejando caer otra gota sobre el envoltorio
de la pajilla para volver a hacerlo.
—Es genial—se ríe Addie, agarrando una pajilla de la bolsa.
Miro hacia arriba y veo a Jessica observándome atentamente con sus suaves y
entrañables ojos azules mientras interactúo con su hija.
—¿Quién te enseñó eso?—pregunta Jessica en voz baja al ver a Addie intentando
hacer su propia oruga.
—Mi padre—murmuro. Ella asiente y abre la bolsa de papel, buscando comida. No
pregunta más. Nunca lo hace cuando la conversación va sobre mis padres. Va en contra
de cruzar la línea de simple y fácil, a complicado.
Jessica y yo comemos en silencio, escuchando a Addie hablar sobre un chico por el
que tiene un enamoramiento. Jessica no parece aprobar su amor de adolescencia, pero
yo digo que es joven. Ella no ha vivido, a menos que le hayan roto el corazón un par de
veces.
Arrugo la bolsa de papel, la arrojo a la basura, y me dirijo al dormitorio para
ponerme el resto de la ropa.
—Creo que tenemos que distanciarnos el uno del otro.
Me pongo la camiseta sobre la cabeza, la tela roza mi labio inferior cuando gimo
fuertemente ante la declaración de Jessica.
—¿Por qué?—le pregunto, buscando mis botas para calzarme.
—Creo que es lo mejor. De esa forma no desarrollaremos sentimientos el uno para el
otro—masculla, masticando la yema de su dedo. Sé que Jessica no quiere nada de amor;
me lo ha dicho antes.
—La idea de enamorarse de alguien, darle tu corazón, el órgano que te mantiene
vivo, es suicida. —Ella lo ha dicho repetidas veces. Anoche fue más que emocional.
Pensé que se despertaría loca y mi sospecha fue correcta.
Me pongo de pie después de atar los cordones de mis botas y me acerco a ella, su
mano se envuelve alrededor de su cuerpo mientras continúa mordisqueándose el dedo.
Deslizo mi mano debajo de su barbilla y la inclino hacia arriba, haciendo que me mire a
los ojos.
—¿Estás desarrollando sentimientos por mí, Jessica?
Ella comienza a hablar, pero sale en un tartamudeo.
—¿Tal vez debería haber hecho la regla de que no te enamores de mí?— la
interrumpo, mi voz es baja y áspera. Vi la forma como me miraba después de tener
relaciones sexuales. Ella me miraba con una vibra completamente diferente.
Los ojos de Jessica se entrecierran con ira mientras toma mi dedo debajo de su
barbilla y lo aparta.
—Esto es solo un juego para ti—sisea, sus ojos azules vibran con ferocidad.
Sonrío y paso mis manos por mi cabello.
—No, no es un juego para mí. Solo creo que estás siendo ridícula—continúo,
poniendo las manos en los bolsillos.
—Yo queriendo proteger a mi hija no es ridículo—dice, colocando las manos en las
caderas.
—He estado cerca por años, Jessica. No me he ido a ningún lado. No cuando me
alejaste, y tampoco a la brevedad. Entonces, ¿por qué no me dices realmente de qué se
trata esto? Deja de usar a Addie como excusa. Deja de protegerte—le respondo, mi tono
está sonando más enojado de lo que pretendía.
—¡Disculpa!—chilla ella. ¡Oh, mierda! Aquí viene lo loco.
—Creo que debes tomar una puta tila. Y dejar de sobrepensar las cosas—la corto,
agarrando mi chaleco del suelo. Necesito separarme antes de que esto se vaya a la
mierda . Además, de todos modos tengo que ir al club.
—Yo… —Ella se detiene cuando niego con la cabeza, y me inclino, besando su
frente.
Entro en la cocina y revuelvo el cabello de Addie. Ella está sentada en el mostrador
aun comiendo.
—Nos vemos—mascullo. Addie gira la cabeza y sonríe mientras camino hacia la
puerta y me voy.
Capítulo 9
Jessica
¿Qué demonios acaba de pasar? Me siento en el sofá recordando todo lo que ocurrió
a partir de ayer. Vi la mirada en sus ojos anoche cuando estábamos teniendo sexo, la
sensación de sus brazos alrededor de mi cuerpo mientras me tranquilizaba, y la forma
en que actuó como si fuera el mejor amigo de Addie esta mañana. Cierro los ojos y
suspiro. Quizás él tenga razón. Tal vez soy yo la que está rompiendo las reglas, o tal vez
estoy pensando demasiado todo.
—Parece realmente agradable—comenta Addie, sentada en el sofá. Me vuelvo y la
miro, tratando de leer entre líneas si está bromeando o no, pero la sonrisa en su rostro es
una prueba de que Bobby la ha enamorado por completo.
No se puede negar que Bobby y yo tenemos química, pero no permitiré que se
enamore de mí y me reclame. No estaré atrapada así de nuevo. Pero eso no hace que
Bobby sea menos atractivo o encantador. Incluso con los defectos del peligro que
acechan a su alrededor, soy completamente impotente a la forma en que mi cuerpo se
enciende por él.
—Es agradable—le respondo. Me agacho, le doy un beso en la frente y camino hacia
la comida que está sobre la encimera.
***
Estoy mirando un gráfico de uno de mis pacientes, tratando de concentrarme, pero
mi mente sigue reproduciendo a Bobby y a mí en mi dormitorio, mi mente revive las
imágenes de cómo él y Addie encajaron tan bien ayer. Cierro los ojos y niego con la
cabeza, tratando de controlarme.
—Coloca una intravenosa en su brazo. Está deshidratada por el calor—le informo a
la enfermera mientras camino hacia el escritorio. Cuando las cosas comienzan a ponerse
calurosas afuera, las personas se olvidan de hidratarse, lo que provoca una visita a la
sala de emergencias.
—Doctora Wren, me debes una cita, ya sabes—interrumpe Shane, colocando su
portapapeles en el mostrador. Aparto mi mirada de la gráfica en la pared y lo miro.
Sabía que esta conversación estaba por venir. Lo he estado esquivando durante días, y
él lo sabe.
—¿Por qué, así puedo terminar en el periódico otra vez?—me burlo, agarrando la
carpeta de un paciente del estante sobre el mostrador.
—Oh, pero te veías tan bien apareciendo en primera plana. ¿Por qué ocultarlo?—se
ríe—. Tengo que alimentar a los cazadores de chismes con algo, entonces ¿por qué no
una doctora ardiente?
—No me parece—le respondo, mirándolo por el rabillo del ojo.
—Qué tal si alguien toma tu foto esta noche, le romperé la cámara—responde y no
puedo evitar reírme. Shane haciendo algo violento es una imagen para ser vista.
—Hicimos un trato—me informa, su rostro sin emociones. Un trato, mi cabeza gira
alrededor de esa palabra, haciéndome pensar en Bobby. Necesito distanciarme de él. Me
siento vulnerable. No quiero amar. No puedo amar a Bobby. Me puse la maldita regla
de no enamorarme.
—No lo sé, Shane—susurro exasperada.
—Es solo como amigos—se encoge de hombros, haciéndome sentir tonta pensando
que Shane quiere más. Tal vez sea verdad que últimamente estoy pensando demasiado
las cosas.
—Mi turno termina en una hora. Entonces nos iremos y esta vez yo voy a escoger el
lugar—dice caminando hacia el pasillo.
—¿Esta noche?—le grito, sorprendida por la urgencia. Él se ríe, alejándose.
Miro hacia abajo al escritorio y veo a la enfermera Helga mirándome, sus ojos
oscuros muy abiertos.
—¿Qué?—le pregunto, con curiosidad sobre por qué me está mirando con esos ojos
confundidos.
—¿Sabes cuántas enfermeras han estado detrás de ese culo de primera?—se ríe,
mirando hacia el pasillo donde Shane se aleja. Helga se pasa la mano por el pelo oscuro,
moviendo su cabeza hacia arriba y hacia abajo apreciando el trasero de Shane.
Golpeo el mostrador y me río.
—¿Quién necesita ser visto a continuación, Helga?—le pregunto, cambiando de
tema.

Bobby
Sentado en una silla de cuero en el centro del salón, observo a la creciente multitud
en el club de striptease Wicked Birds, mientras escucho a Trove Lo cantando Habits.
Acerté a entrar en el Devil's Dust en el momento correcto, o incorrecto, dependiendo de
cómo lo mires. Bull me ordenó que viniera aquí y me asegurara de que las cosas no se
pusieran agitadas. Ver chicas desnudas montar un poste durante unas horas, ¿por qué
no? Podría encontrar cosas peores que hacer con mi tiempo.
—Bobby, bebé, he estado esperando que me volvieras a llamar—dice Diamond
seductoramente, caminando hacia mí con unos tacones “fóllame” negros y un corsé
adornado con lazos negro. Su cabello oscuro cae sobre sus hombros con unos rizos
perfectos, mientras sus ojos recorren mi cuerpo.
—Hola—le respondo, sentándome más derecho en la silla. Mierda, he estado
ignorando sus llamadas, pero solo porque he estado ocupado con Jessica.
—¿Dónde has estado?—me pregunta, arrodillándose en el suelo entre mis piernas.
—He estado ocupado, eso es todo—le respondo, dándole a la mano que se desliza
por mi pierna, un suave apretón. De repente, el volumen de la música baja y el DJ
presenta a las próximas bailarinas que subirán al escenario, Diamond es una de ellas.
—Bueno, me alegra que estés aquí ahora. Espero que disfrutes del espectáculo, bebé
—dice ella, levantándose y alejándose. Admiro su buen culo, haciéndome gemir en
respuesta. Diamond es una chica hermosa. Tengo curiosidad de por qué no la he follado
todavía. En realidad, lo sé. Ella no es Jessica, ni mucho menos. Y Jessica es todo lo que
he tenido en mente últimamente. Suspiro. En algún lugar en el camino, me convertí en
alguien dominado por un coño.
Un poco de conmoción me llama la atención en uno de los escenarios. Echo una
mirada y encuentro a un tipo gordo inclinado sobre el escenario agarrando la pierna de
una de las chicas. Ella mira hacia abajo, alarmada, tratando de liberar su pierna.
—Mierda—mascullo, levantándome de la silla.
—Vamos, cariño, quítate esas bragas molestas—alienta el tipo, tirando de su pierna
con más fuerza.
—Suéltala—le ordeno, dándole un golpe en el hombro. Apenas gira su cabeza en mi
dirección, mirándome por el rabillo del ojo.
—Vete a la mierda, esto no te concierne, mocoso—me gruñe, curvándome los labios
con ira, su mano todavía está agarrada con fuerza de la pierna de la chica.
—Estás en mi club, acosando a una de mis chicas. Me concierne—gruño, furioso.
Extiendo los hombros, listo para golpear al imbécil por su tono irrespetuoso.
El tipo mira a la rubia asustada que se tambalea, tratando de mantener el equilibrio.
—Tal vez si hicieras que tus coños valgan la entrada... —Estrello mi puño en su cara,
sin dejar que termine la frase. Llamarla coño hace que pase del enojo a la ira. ¿Quieres
que te falten los dientes delanteros? Llama a una mujer coño delante de mí y mira qué
mierda pasa.
Él cae sobre su culo, arrastrando a la delgada rubia con él.
—¡Mierda!—grito, agarrando a la mujer medio desnuda antes de que caiga al suelo.
La pongo de pie y la estabilizo.
—¿Estás bien, cariño?—pregunto preocupado, mirándola con atención por si está
herida.
—Sí, estoy bien—murmura sin aliento, pasando sus manos por su estómago
desnudo.
—Ve y tómate un descanso—le ordeno, sacándola del escenario.
Mientras ella se aleja, veo al gordo tratando de ponerse de pie, sacudiendo su cabeza
de acá para allá donde lo golpeé. Su boca está ensangrentada, goteando sobre su
grasienta camisa.
Me adelanto, lo agarro por el cuello y lo acerco.
—Sal de mi club, ahora—siseo, mi tono es una amenaza prometedora.
—Bueno, hombre—responde, tratando de zafarse de mi agarre. Lo suelto y lo
observo salir tambaleándose del club, sosteniéndose la boca.
—Maldición, hermano, ¿solo te hiciste cargo por un par de horas y te la has
arreglado para golpear a un cliente?—pregunta Tom Cat, observando al tipo salir. Miro
por encima del hombro, no había notado que Tom estaba aquí.
—Estaba malditamente cerca de sacar del escenario a una de las chicas arrastrándola
de una pierna—me defiendo, señalando el escenario ahora vacío.
—Voy a asegurarme de que no esté herida—continúo, abriéndome paso hacia el
vestidor.
Pude haber perdido los estribos, no manejar las cosas de la manera más profesional.
Pero una cosa que mi padre me enseñó es a tratar a las mujeres con respeto. Amo a las
mujeres, y ver a una siendo lastimada por un maldito hijo de puta consigue que le
arranque las pelotas por tratarlas como mierda, no lo puedo manejar. He sido testigo de
cómo mi padre le rompía los dientes a un tipo por abofetear el trasero de una chica
menor de edad en una gasolinera. El recuerdo todavía me hace sonreír satisfecho. Mi
padre era rudo cuando quería serlo.
Empujo la puerta roja con un diseño dorado y entro en el vestidor de las damas. Hay
un montón de tocadores a ambos lados de la habitación. Pequeñas mesas con enormes
espejos anexados y pequeñas bombillas alineadas, junto con unas mujeres charlatanas
sentadas en ellos. Paso frente a un grupo de ellas, sus tetas están colgando, un poco de
perfume atomizado sobre ellas. En la parte de trasera de la habitación, veo a la chica
que estaba siendo acosada y voy hacia ella.
—¿Estás segura de que estás bien?—le pregunto, deteniéndome a unos pocos
centímetros de su lugar.
—Sí, estoy bien—me responde, poniéndose de pie. Ella tiene un tanga blanco y un
top de encaje. Es sexy. No me di cuenta antes, por todo el alboroto.
—¿Qué pasó?—pregunta Diamond, caminando hacia nosotros.
—Me rescató de un cabrón tratando de sacarme del escenario—informa la rubia,
poniendo los ojos en blanco.
—¿Salvaste a Sugar?—me pregunta Diamond, sus ojos bien abiertos en señal de
elogio—. Quiero decir que vi algo de conmoción desde mi escenario, pero no sabía que
fue tan malo.
Me encojo de hombros.
—Supongo que salvé a Sugar—me río nerviosamente, pasando mi mano por mi
cuello.
—Creo que Bobby merece un regalo—sugiere Diamond escandalosamente mientras
su mano se desliza por mi pecho.
—Ooh, esa es una gran idea—acepta Sugar, su voz es como la seda mientras camina
detrás de mí, pasando su mano por mi hombro.
La idea de que dos strippers me follen es atractiva, pero independientemente de lo
que piense Jessica, no voy a renunciar a ella. Acostarme con estas dos chicas me haría
sentir que estoy haciendo trampa, y mi madre me crió mejor que eso.
—No puedo señoras. Estoy de turno—me río, mi corazón golpea contra mi pecho en
completo pánico porque esté rechazando un trío.
—Ohh, bebé—ronronea Diamond.
—Maldición, eso hubiera sido divertido—agrega Sugar, alejándose.
—Mi turno ha terminado. ¿Quieres llevarme a buscar algo para comer?—sugiere
Diamond.
Bajo la mirada y veo sus ojos de color miel mirándome. Me siento como una mierda
ignorando sus llamadas en los últimos días.
—Sí, puedo hacer eso. ¿Dónde quieres comer?—le pregunto, pasando mi mano por
mi barbilla, mis ojos tienen dificultades para no lanzarse hacia la pelirroja desnuda que
pasa.
—Mexicano, cualquier mexicano—me deja saber—. Conozco exactamente el lugar—
continúa, señalándome mientras camina hacia su espejo.
Sonrío y asiento con la cabeza.
Jessica
Me siento frente a Shane, un plato de patatas fritas nos separa y un poco de música
en español suena de fondo. Afortunadamente, aún no ha aparecido ningún fotógrafo.
—Te ves diferente—comenta Shane, metiéndose una patata en la boca y haciéndola
crujir ruidosamente.
—¿En serio?— le pregunto, agarrando una patata del cuenco también.
—Sí, menos estresada. ¿Has estado trabajando menos?—me pregunta, mordiendo
otra patata y mirándome fijamente.
—No, más o menos lo mismo—respondo, tomando un bocado.
Shane asiente y mira hacia afuera.
Saco mi teléfono y lo compruebo, asegurándome de no haber perdido ninguna
llamada por la música. Estoy de guardia esta noche, así que tengo que estar alerta.
—¿Estás viendo a alguien?—continúa Shane, sus ojos mirándome fijamente.
Abro la boca para responder, pero la cierro rápidamente, no estoy segura de cómo
responder eso. No estoy saliendo con nadie, pero con este trato que Bobby y yo
tenemos, tampoco estoy realmente disponible. Por otra parte, tampoco quiero una
relación, así que tal vez decirle a Shane que estoy con alguien lo hará retroceder un
poco.
Mi piel eriza con un escalofrío repentino, y la habitación adquiere una carga súbita
que me provoca piel de gallina en los brazos. Miro alrededor del restaurante curiosa de
lo que hace que mi cuerpo reaccione así y distingo a Bobby. Él tiene el cabello rubio
completamente despeinado de conducir su moto, una camiseta gris ajustada, y su
chaleco encima.
Sus ojos examinan las mesas y atrapan los míos. Mi corazón tiembla de pánico y el
aire escapa volando de mis pulmones. ¿Por qué está aquí? Rápidamente miro hacia otro
lado y veo a Shane, moviendo su cabeza al ritmo de la música, mis ojos se abren de par
en par tomando conciencia. ¿Va a golpear a Shane?
Suelto el aliento que no sabía que estaba conteniendo, y arriesgo un vistazo a Bobby.
Veo a una mujer bajita cerca de él, su brazo rodeándole la cintura íntimamente. Ella está
usando un vestido negro corto y los tacones negros más altos que he visto en una mujer.
Ella no tiene miedo de mostrar algo de piel, eso es seguro.
Shane se gira en el asiento, mirando lo que me tiene en trance y ve a Bobby.
—¿Los conoces?—me pregunta, y se coloca otra patata en la boca.
—Eh, lo conozco—comento nerviosamente. Preguntándome si debería decirle a
Shane que corra por su vida. Bobby y yo hemos salido con otras personas a lo largo de
los años en que nos hemos estado viendo, pero en todo ese tiempo jamás nos hemos
visto uno a otro en una cita.
Bobby y la chica caminan hacia nosotros, sus ojos azules me perforan mientras se
acerca. A medida que la temperatura de mi cuerpo aumenta, pienso en todas las cosas
que podrían salir mal en los próximos treinta segundos.
—Jessica, ¿qué estás haciendo aquí? —El tono de Bobby me desestabiliza cuando
mira entre Shane y yo.
—Shane, éste es Bobby. Bobby, éste es Shane—los presento, gesticulando mi mano
entre ambos hombres, e ignorando su pregunta.
—Shane—asiente Shane, tendiéndole la mano. Bobby la mira, antes de finalmente
darle un apretón.
—Bobby—responde con gravedad.
—Hola, soy Diamond—agrega la chica de piel morena, acercándose para
estrecharme la mano. Extiendo la mano y se la estrecho. Es hermosa, impresionante en
realidad. Noto brillo corporal destellando en su pecho, por la luz sobre nuestra mesa, y
su perfume flota hacia mí mientras me estrecha la mano. Ella me mira con asco, como si
acabara de salir gateando de debajo de la mesa. Yo la fulmino con la mirada. No sería la
primera vez que una de las zorras de Bobby me daba esa mirada. Cuando asisto a una
fiesta en el club, las chicas pueden arrojar dagas de sus ojos por la manera en que me
miran.
Un camarero aparece y coloca una mesa junto a la mía y la de Shane, llamando
nuestra atención. Aparentemente, el dueño cree que todos nosotros estamos juntos.
¡Mierda!
—Um—exclama Shane, tratando de mirar alrededor de Bobby para corregir al dueño
por su error.
—Ooh, una cita doble—dice Diamond aplaudiendo con entusiasmo y se sienta a mi
lado.
—Cita, ¿eh? ¿Es ésta una cita, Jessica? —me pregunta Bobby, sentándose frente a mí,
arqueando las cejas maliciosamente. Le diría que sí, y que se la metiera en el culo si no
temiese por la vida de Shane. No hay forma de que Shane sobreviva a una pelea contra
Bobby.
—En realidad lo es. Ella me llevó a una cafetería cuando le dejé escoger el lugar de
nuestra primera cita. Así que conseguí escoger esta vez, un lugar para una verdadera
cita—explica Shane, tomando un sorbo de su cerveza.
Sonrío apretadamente, mi estómago de repente no tiene hambre.
—¿Es eso correcto?—cavila Bobby—. Es gracioso, Jessica nunca te ha mencionado—
miente Bobby, frunciendo el ceño mientras me mira. Respiro hondo y me preparo para
una competencia de meadas.
—Sí, ella es de la clase reservada—continúa Shane, sonriéndome brillantemente y
hablando como si fuéramos cercanos.
—Ella no es muy reservada conmigo. De hecho, ella estaba bastante abierta conmigo
anoche—continúa Bobby, su tono animoso, haciendo que mis mejillas se pongan rojas
de vergüenza. Mis manos agarran un menú, buscando algún tipo de distracción.
—¿Qué es lo rico aquí?—pregunto, tratando de cambiar de tema.
—Bueno. Me alegro de que tenga a alguien con quien pueda abrirse—menciona
Shane, completamente ajeno a lo que Bobby está insinuando.
—Oh, amigo, soy la persona más abierta que conozco—agrega Diamond, sonriendo
alegremente a Bobby. Bobby ni siquiera la mira, haciendo que Diamond se recline en su
silla con una expresión de enfado en el rostro.
Trago el nudo en mi garganta y dejo el menú, mi aversión no funcionaba. Esto es
demasiado. No estoy seguro de si quiero reírme o salir corriendo hacia la puerta.
Inspiro profundamente tratando de ganar algo de autocontrol.
—Bobby no tiene mucho para abrir—respondo, arrastrando mis ojos hacia la
entrepierna de Bobby, dando a entender que tiene una polla pequeña aunque sé que no
es cierto, pero volver el juego en su contra es algo que no puedo resistir—. Pero tiene
una A por el esfuerzo—continúo, mirando a Bobby lobunamente. Bobby sonríe
burlonamente, conociendo el juego que estoy jugando. La mirada del gato que está a
punto de comerse el canario, atraviesa su cara.
—Es curioso, no te escuché quejarte anoche—dice Bobby, haciendo que mi sonrisa se
desvanezca rápidamente. La mesa se calla, Diamond y Shane finalmente se dan cuenta
de la verdadera conversación.
—Voy al baño—informo, mi cuerpo está sudando nerviosamente por la confesión de
Bobby. Tiro mi silla hacia atrás y me dirijo hacia los baños rápidamente. Tal vez haya
una ventana allí dentro y pueda salir por ella y correr como el viento. Resoplo ante la
imagen de mí tratando de pasar mi culo a través de una ventana en el baño de un
restaurante, tratando de escapar de una mala cita.
Tan pronto como mi mano agarra el picaporte del baño, soy tirada hacia atrás, dada
vuelta y mi espalda golpea contra la puerta. Mis ojos aterrizan en dos enojados iris
azules, pertenecientes a Bobby.
—¿Una A por el esfuerzo?—pregunta, con una sonrisa cruzando su rostro. Agarra
mis dos muñecas, las coloca sobre mi cabeza y me abre las piernas con la rodilla—.
¿Qué tal si te muestro lo duro que me esfuerzo por un excelente?—dice, frotando la
rodilla contra mi clítoris. Mi cuerpo se inflama de deseo y mi cabeza cae contra la
puerta. Estamos en público, este pensamiento me excita tanto como me horroriza.
Bobby desliza su nariz por el lado de mi cuello, dejando un rastro ardiente de
necesidad detrás. Esto está muy mal. No está bien hacer esto aquí, pero se siente
asombrosamente bien.
—Sigue adelante y niega que nuestros cuerpos están indudablemente hechos el uno
para el otro—me susurra al oído, tirando del lóbulo de la oreja con sus afilados dientes.
Mi cuerpo se arquea hacia el de él por impulso, y me muerdo el labio inferior tratando
de evitar gemir.
—Yo... —tartamudeo, no queriendo hacer esto en un restaurante—. No puedo hacer
esto aquí—murmuro sin aliento.
—Te lo dije. Cuando eres mía, eres mía, y en este momento, eres mía—susurra
contra mis labios, tirando de mi labio inferior que está entre mis dientes con los suyos.
Desliza sus manos por mi abdomen y debajo de la cintura de mis pantalones de trabajo.
Mi cuerpo tiembla de pasión y mi respiración se vuelve trabajosa.
—¿Por qué estás aquí con él?—susurra en mi oído, sus manos deslizándose debajo
de mis bragas.
—¿Por qué estás aquí con ella?—pregunto, mi coño está vibrando de excitación
cuando los dedos de Bobby rozan mi clítoris.
—Solo somos amigos, cariño—susurra contra mi oreja, sus dedos presionando con
fuerza contra mi clítoris haciéndome gemir.
—Él no es más que un amigo—gimoteo.
—Eres mía, ¿recuerdas?—gruñe Bobby, metiendo un dedo en mi coño, haciendo que
mi cabeza caiga contra la puerta, y suspiro porque Bobby finalmente está dándole a mi
cuerpo lo que anhela, a él.
—Ejem.
Bobby y yo nos volteamos y encontramos a una viejecita esperando para entrar al
baño que Bobby y yo estamos bloqueando. Ella está agarrando su bolso con fuerza, sus
ojos miran hacia cualquier lado menos a nosotros.
Bobby se aparta de mí vacilante. Sus ojos prometiéndome que esto no ha terminado,
su sonrisa de satisfacción forma un delicioso hoyuelo. Justo cuando se aleja, su teléfono
suena. Lo saca del bolsillo y responde mientras se aleja.
—Lo siento—susurro a la dama, alejándome de la puerta. Me bajo la camisa y trato
de controlarme antes de volver a la mesa.
Cuando vuelvo, Shane me mira con torpeza, su rostro torvo en lugar de radiante de
alegría como de costumbre. Tan pronto como me siento, mi teléfono emite un pitido con
una notificación.
—Mierda—maldigo.
—¿Te están llamando?—pregunta Shane, su tono tiene una energía solemne.
—Sí—respondo.
—Oye, Diamond, lo siento, pero también tengo que irme—dice Bobby, dándole un
beso en la mejilla. Me detengo en seco y observo mientras ella se enciende. Mi estómago
se anuda al verlo besarla. Estoy celosa. Bobby me contempla, sus ojos firmes.
—Está bien, bueno, supongo que la cita ha terminado—interrumpe Shane,
rompiendo mi contacto visual con Bobby.
—Sí, tengo que irme, lo siento—mascullo. Me paro y salgo rápidamente del
restaurante, sin querer ver más de Bobby y Diamond.
Empiezo a caminar por la acera, pero me agarran del brazo y me detienen.
—¿De verdad tienes que irte?—pregunta Bobby.
—Sí, me llamaron—le respondo, mirando los edificios.
—¿De verdad tienes que irte?—pregunto, jugueteando con mi teléfono.
—No, pero puedo ver que no me quieres con Diamond—admite. Mis ojos se vuelven
hacia él y el alivio hace que mi cabeza gire hasta el punto de sentirme mareada.
Me encojo de hombros, tratando de plantar cara como si no me importara. Excepto
que el dolor en mi pecho por verlos juntos imploraría estar en desacuerdo.
—¿No hay más citas para ninguno de los dos mientras hacemos esto? Incluso si solo
son citas de amigos—sugiere, metiéndose las manos en los bolsillos.
Lamo mi labio inferior y asiento. No sé lo que está pasando conmigo, pero no puedo
verlo con otra zorra. Se inclina y le da a mi boca un beso que raja la tierra. Pongo mis
manos en su pecho mientras él me devora, sintiendo su corazón latiendo contra su
pecho a un ritmo violento. Sintiendo que los límites que establecimos el uno al otro se
están desvaneciendo en algo más, me pregunto si Bobby está tan asustado como yo.
Su boca suave devorando la mía es embriagadora. Labios posesivos que toman los
míos bajo el cielo de la noche y me animan a hundirme en él. Él agarra la parte de atrás
de mi cabeza, y profundiza el beso como si yo fuera la única en la acera. En este
momento, no podría importarme menos quién pase.
—Nos estamos viendo, cariño. —Bobby me besa en la frente y se aleja, dejándome
sin aliento y en completa bruma.
Camino a grandes pasos y giro en la esquina. El hospital está a solo un bloque, así
que decido caminar. Mi mente está en un completo torbellino. No sé lo que estoy
sintiendo o lo que estoy pensando. Solo sé que estaba celosa de Bobby por primera vez
y odio la sensación. Quema y siento que mi pecho se está hundiendo todo al mismo
tiempo. He visto chicas trepar por todo Bobby, y él sobre ellas, pero ni siquiera una vez
me ha importado tanto como esta noche. Necesito esforzarme más por tomar distancia,
pero para hacer eso, necesitaría mudarme al otro lado del mundo.
Capítulo 10
Bobby
Me siento en la mesa de madera en la capilla del club, esperando que algunos de los
hermanos aparezcan. Después de salir del restaurante, Shadow me llamó y me dijo que
llevara rápidamente mi culo al club. Lip se metió en una mierda y necesitamos
reunirnos rápidamente.
Mis dedos golpean ligeramente la astilla de la madera mientras pienso acerca de ver
a Jessica con ese médico. Me enojó cuando me restregó por la cara lo cercanos que eran
Jessica y él. Consideré lanzarla sobre la mesa y follarla justo delante de él.
—Estás aquí—observa Bull, entrando con un cigarrillo colgando de su boca. Con su
cabello oscuro peinado hacia atrás, se coloca su chaleco sobre los hombros
cómodamente.
—Sí—respondo, todavía golpeando ligeramente la mesa. Un grupo de muchachos
entran detrás de Bull y se sientan en sus lugares habituales. Miro hacia arriba y veo a
Lip sosteniendo su brazo que está vendado con una gasa blanca, su cara manteniendo
una sombra de dolor. Manchas de sangre cubren su ropa y su rostro, lo que hace que lo
mire con escepticismo—. ¿Qué te pasó?—le pregunto, mirando la sangre roja que se
filtraba a través de la gasa.
—Me rozó una bala—gruñe, con voz áspera.
—Me suena a un maldito lío. ¿Por qué no lo explicas?—insiste Shadow, sentado
cerca de la cabecera de la mesa. Me doy la vuelta y miro a Shadow, curioso por saber
qué diablos está pasando. Se ve nervioso mientras se pasa las manos por su negro
cabello. Esto no puede ser bueno.
—Me dirigía a Greg's Pizza y tomé el camino de atrás. Me detuve a encender un
cigarrillo y vi un intercambio entre algunos SUV en un callejón. Me quedé allí por un
segundo para ver mejor lo que estaba pasando. Algunos hombres me vieron, y al
instante comenzaron a dispararme, así que contesté el fuego—explica Lip, arqueando
las cejas mientras habla.
—¿Por qué comenzaron a disparar?—le pregunto, encogiéndome de hombros.
Tenían que andar en cosas malas para sacar sus armas y disparar.
—Me pregunté lo mismo al principio—nos informa—. Corrí alrededor de un edificio
para volver a cargar mi arma cuando un hombre estaba siendo conducido desde el
edificio hacia un automóvil negro. Cuando se acercó a su lado del automóvil para
entrar, me vio y sacó el arma, pero yo fui más rápido. Le disparé y huí—dice Lip
hablando ansiosamente sin parar, negando con la cabeza.
—¿Por qué huiste?—pregunta Shadow gravemente. Asiento con la cabeza
preguntándome por qué carajos huiría. Nosotros no huimos. No somos maricas.
Lip levanta la mirada de la mesa de madera, sus ojos tienen una sensación de dolor
al mirar a Shadow.
—Porque—masculla—era Augustus—continúa Lip, sin dejar de mirar a Shadow.
Me paro inmediatamente, mi silla cae contra el suelo por la fuerza.
—¿Le disparaste a Augustus?—grito, mi corazón golpea fuerte contra mi caja
torácica. Mis manos se ponen húmedas y pegajosas, y la cicatriz cortando mi abdomen
estalla con dolor, un recordatorio de cómo Augustus casi me mata.
—Sí, era yo o él. Cuando cayó, sus hombres corrieron hacia él, y yo escapé—
confirma, mirando hacia abajo. Siento que hay más en la historia que no me está
diciendo, sus ojos evitan a todos en la mesa.
—¿Qué no nos estás diciendo?—mascullo.
Él mira hacia arriba y suspira.
—Puede que no sea nada, pero mientras huía, corrí directo hacia Doc—explica,
negando con la cabeza como si lo sintiera. Todo el aire sale precipitadamente de mis
pulmones ante la idea de que los hombres de Augustus vean a Lip con Jessica.
—¿Cómo sucedió eso?—le pregunta Bull, apagando el cigarrillo en un cenicero.
—Solo huí, hombre. Estaba a unas pocas cuadras del hospital, y cuando estaba
huyendo, me estrellé contra ella. Ella se preocupó por mi brazo, pero le grité que me
soltara, que se alejara de mí—dice casi a los gritos Lip, su tono suplicándome que
entendiera que hizo lo que pudo para que ella se fuera.
—¿Te siguieron? ¿Alguien los vio hablando?—le pregunto, colocando mis puños
sobre la mesa y cerrando los ojos tratando de mantener la calma. Jessica podría estar en
peligro si alguien los vio conversando.
—No estoy seguro—responde Lip, su tono solemne. Me froto la cara y exhalo
lentamente. Mis puños se aprietan y se relajan, queriendo golpear a Lip en la jodida cara
por poner a Jessica en esta posición. Finalmente siento que Jessica y yo estamos
progresando, y esto podría arruinarlo todo. Probándole que mi estilo de vida es
demasiado para ella y su hija.
—Si algo le sucede, te mataré, ¿me entiendes?—digo furioso, mis dientes apretados
con tanta fuerza que podrían partirse. Lip se estremece ante mi amenaza, el resto de los
hombres en la mesa se quedan mudos mientras clavo la mirada en un hermano con una
promesa de muerte.
Me he asegurado de jamás poner en peligro a Jessica durante todo el tiempo que la
he conocido. Entonces un hermano va y la arroja en la situación más peligrosa que este
club ha tenido que soportar. Augustus es un salvaje y no le importa a quién despedaza
para dejarlo claro.
—Bobby, es suficiente. ¡Siéntate para que podamos resolver esta mierda! —grita
Bull, sacándome de la bruma de mi ira.
—Esto no está bien. Tan pronto como Augustus tenga la oportunidad, va a
identificarte y ordenar a sus hombres que vayan detrás de ti—señala Old Guy desde la
parte de atrás, poniéndome más nervioso.
—¿Por qué te disparó?—le pregunta Bull, su tono exasperado mientras mira
confundido la pared—. Pensé que estábamos en buenos términos.
—Porque estaba haciendo algo que no quería que supiéramos. Vio a Lip con el
chaleco y trató de deshacerse de él, antes de que pudiera regresar aquí y contarnos. —
La mandíbula de Shadow tiene un tic nervioso por la ira.
—Apuesto a que es exactamente eso—agrego. Augustus es la peor persona para
hacer negocios. La última vez, para dejarnos bien en claro lo que pensaba trató de
acabar con cada una de nuestras damas, matando a una en el proceso. Él tiene a todos
en su bolsillo, lo que lo convierte en uno de los peces gordos del lado oeste. Su
reputación no se forjó en la confianza, sino en la sangre y el miedo. Si alguien vio a Lip
con Jessica, podrían ir tras ella. No hay forma de que ella sobreviva a sus tácticas para
lograr que hable, pero tampoco hay forma de que vaya a dejar que eso suceda.
Augustus necesita irse, y hoy.
—Mierda, necesito llamar a Jessica y advertirle—refunfuño, alejándome de la mesa.
Jessica
Miro mi teléfono con incredulidad mientras las enfermeras están cerrando al
paciente sobre la mesa de operaciones. Es Augustus para ser exacta. Me vuelvo para
verlo mejor, su largo cabello negro recogido en una gorra azul. Su cara estaba
manchada por la edad y hay marcas de acné en sus mejillas. Fue ingresado rápidamente
por una herida de bala en el pecho. Trabajando en urgencias, lo asistí al instante. Si
hubiera sabido quién era, me habría tomado mi tiempo para sacar esa bala.
Bobby acaba de llamar, preocupado de que me hayan visto con Lip que estaba
huyendo después de dispararle a Augustus. Estaba doblando la esquina después de
salir del restaurante y Lip se estrelló contra mí, casi tirándome sobre mi culo. Él estaba
sosteniéndose el brazo, la sangre corriendo por su codo a un ritmo veloz. Estaba
preocupada, pero él me apartó bruscamente y me dijo que me fuera a la mierda. En ese
momento no sabía que estaba en problemas, o que podría estar siendo perseguido. Solo
pensé que estaba siendo un imbécil. Aunque no me vieron con él. Cuando llegué a las
puertas del hospital, en ese instante Augustus estaba siendo llevado a urgencias. Lo
ayudé a entrar, sus hombres justo a mi lado. Si me hubieran visto, podrían haberme
agarrado fácilmente, arrojado a la parte trasera de su automóvil y torturado para
obtener información sobre el club.
Tratando de controlar mi mente, cierro los ojos y respiro hondo. Este tipo mató a una
buena mujer de los Devil's Dust, casi mata a Bobby, y ahora podría tener la oportunidad
de finalmente matar a Bobby y al resto del club. Salvé un monstruo, una plaga a punto
de hacer desaparecer a todos los que conozco. Una serie de recuerdos estallan en mi
mente, imágenes de Bobby entrando en el hospital cuando Augustus le disparó años
atrás. Pensé que Bobby estaba muerto cuando llegó a la sala de emergencias. Las cosas
que dije que haría de manera diferente si Bobby salía de esa situación, simplemente
nunca sucedieron. Hice vanas promesas de ser una mejor persona, vivir más
abiertamente, pasar más tiempo con Bobby y aceptar al club como familia. Todas las
promesas fueron olvidadas a lo largo de los años. Pero ahora, parece que mis mentiras
están pagando sus deudas, y el destino final del club y la vida de Bobby podrían
reanudar su cronología de muerte.
Acabo de sellar el certificado de defunción del club, y de alguien que me importa
más de lo que estoy dispuesta a admitir.

Bobby
Veo el vestíbulo iluminado con fluorescentes, el olor a antiséptico es fuerte mientras
asimilo todo. Dejé mi chaleco de cuero en el club y me puse una sudadera azul oscuro,
con la capucha ocultando mi rostro. Me bajo la capucha sobre la cara asegurándome de
que no me vean mientras me siento en una silla directamente frente al pasillo. Veo
dónde está la habitación de Augustus; hay dos hombres voluminosos montando
guardia, sus cabezas envueltas en un pañuelo verde, lo que indica que son hombres de
Augustus. Todos los hombres que trabajan para él usan verde. Les dije a los hermanos
que venía al hospital para ver cómo estaba Jessica, pero ahora que estoy aquí, no puedo
alejarme de Augustus hasta que sepa que está muerto. Él es demasiada carga. Si se
despierta y les dice quién le disparó, podría ordenar un golpe a todo el club.
Acomodo el arma en mi cintura mientras observo el pasillo por debajo de la capucha
de mi suéter. No puedo entrar allí hasta que los hombres de guardia se vayan o se
duerman. No necesito ninguna atención no deseada con un enfrentamiento.
No sé qué demonios voy a hacer cuando llegue allí. Sé que va en contra del negocio
del club. Él trafica drogas en nuestro lado de la ciudad, y nosotros contrabandeamos
armas en su lado. Él está haciendo algo en contra de nosotros; de lo contrario, ¿por qué
habría intentado matar a Lip?
Jessica me aseguró que no siguieron a Lip y que nadie la vio con él, pero no quiero
arriesgarme. Augustus muere hoy, incluso si tengo que sentarme aquí toda la noche.
—Señor, ¿ha sido visto...?
No miro a la persona que me interroga, no quiero que vean mi cara. Mantengo la
cabeza gacha y asiento. Ella palmea mi brazo y se aleja, dejándome mirando fijamente la
sala de espera. Veo a Jessica caminar hacia la habitación, su cabello rubio está recogido,
y lleva uniforme azul. Ella habla con uno de los guardias fuera de la habitación de
Augustus y una descarga de adrenalina sube por mi médula dejándome mortalmente
tieso. Mis manos se crispan por el miedo de lo que podrían hacerle si descubrieran con
quién estaba afiliada.
Asienten y ella entra a la habitación, escribiendo algo en un portapapeles. Después
de cinco minutos, uno de los guardias se aleja de la puerta, caminando por el pasillo.
Me levanto lentamente y doy un paso adelante. Tendré que arriesgarme con un tipo. No
hay forma de que dejen la puerta completamente desprotegida.
Veo a Jessica salir de la habitación y darle una palmadita en el hombro al tipo que
todavía está parado afuera de la puerta, antes de caminar hacia el final del pasillo. Noto
que guarda algo en el bolsillo del pantalón, mirando nerviosamente por encima del
hombro. Me detengo y levanto una ceja ante su inquietud. Las luces blancas comienzan
a parpadear a lo largo del pasillo mientras una computadora en el escritorio de las
enfermeras suena como loca. Aparto mis ojos del escritorio y miro hacia el fondo del
pasillo hacia Jessica alejándose rápidamente.
¿Qué mierda acaba de hacer?
Jessica
Camino hacia mi casillero, agarro mi bolso, meto mis cosas en él, y cierro la puerta.
Mi corazón está latiendo contra mi pecho en puro pánico mientras la prueba de que
acabo de matar a un hombre está en mi bolsillo. La sangre fluye velozmente por mi
cuerpo, tratando de mantener mi corazón latiendo. Mi visión se nubla. Yo. Acabo. De.
Matar. A. Un. Hombre. Inhalo bruscamente al pensarlo. Un sollozo escapa de mi boca,
y mis manos tiemblan cuando tiro los cordones de mi bolso cerrándolo. Apoyo mi
frente húmeda contra la fría puerta del armario, inhalando y exhalando lentamente,
tratando de estabilizar los latidos del corazón. Llené una jeringa con epinefrina, y la
inyecté en el brazo de Augustus, provocándole un ataque al corazón. No sé en que
estaba pensando. En lo único que podía pensar era en Augustus matando a Bobby. Me
alejo del casillero y sacudo mis manos crispadas, ganando algo de control. Después de
unos momentos para calmarme, salgo del vestidor. Tengo que salir de aquí. No puedo
estar aquí en el estado de pánico en el que estoy.
—Doctora Wren tiene que hacer algo—me suplica uno de los hombres a los que
ayudé a ingresar a Augustus cuando paso por la habitación que tiene a su jefe muerto.
Mi cabeza late instantáneamente con remordimiento mientras el hombre suplica que
salve a su mentor, pero sé que lo que hice no solo salvará a Bobby y al club, sino a
cualquier otra persona que se cruce con gente como él.
Le doy una sonrisa apretada y le froto el brazo.
—Lo siento. Hice todo lo que pude—respondo, mi voz es suave y baja para ocultar el
temblor de miedo crepitando en el fondo. El tipo se aleja, se pasa la mano por la barbilla
y niega con la cabeza.
—Lo siento—vuelvo a disculparme, mi tono es la voz firme que uso con todos
cuando han perdido a alguien cercano.
Continúo avanzando hacia la salida, con la espalda mojada por el sudor nervioso y
las manos temblando incontrolablemente.
—Doctora. Wren—me llama la enfermera Helga, deteniéndome a escasos metros de
la salida. Todavía inmóvil, cierro los ojos antes de volverme con una brillante sonrisa en
el rostro.
—Te necesito para derivar la atención de este paciente. No estoy segura de si
deberíamos buscar cirugía, o enviarlos a pediatría y dejar que decidan. —Ella se pasea,
hojeando la información de un paciente, sus labios chasquean mientras la lee. Mierda, la
razón por la que me llamaron, me olvidé de todo lo que sucedió con Augustus.
Camino hacia el escritorio y ella me da la historia clínica. Al revisarla, veo que no es
nada serio, y parece que el paciente será manejado mejor en el piso de pediatría.
—Envíalo a pediatría—murmuro, apoyando la historia sobre el mostrador.
—Eso haré. Te veo mañana—dice la enfermera Helga, sentada en el escritorio y
levantando el teléfono para llamar a pediatría. Levanto mi mano, saludo, y camino
hacia la salida, sin vacilar en mis pasos. Intento reducir la velocidad de mis pasos
mientras me dirijo hacia el Jeep, pero no puedo evitar acelerar el paso. Mi corazón está
golpeando contra mi pecho con cada latido, mis pulmones están ardiendo tratando de
mantener el ritmo de mi esporádica respiración. Tengo que llegar a casa. Tengo que
deshacerme de la prueba.
No puedo contarle a nadie sobre esto.
***
Subo los escalones a mi apartamento, mis manos aún temblorosas, y mis ojos llenos
de lágrimas ante la idea de matar a alguien a propósito. Soy doctor. Salvo a las
personas, no las mato.
Busco las llaves en mi bolsillo y mi mano choca contra la evidencia en mis
pantalones. Cierro los ojos y niego con la cabeza, sacando las llaves. Al levantar la vista,
veo a alguien apoyado contra la puerta de mi apartamento, con las piernas cruzadas
frente a él. Me detengo mientras observo a la persona. Está usando una sudadera con
capucha de color oscuro, la capucha colocada sobre su cara mientras mira hacia abajo.
¿Es uno de los hombres de Augustus? Retrocedo un paso, y mis manos temblorosas se
aflojan por el miedo. Las llaves caen de mi mano, haciendo un fuerte ruido cuando
golpean el suelo.
Mierda.
Levanto la vista de mis llaves que yacen en el suelo y veo a Bobby mirándome por
debajo de la capucha.
—Bobby—lloriqueo, las lágrimas de alivio llenan mis ojos. Intento mantenerme
entera. No quiero que sepa que acabo de matar a Augustus. No quiero que nadie lo
sepa.
Él se aparte de mi puerta y avanza hacia mí rápidamente. Me agacho y recojo las
llaves, cerrando los ojos con fuerza para contener las lágrimas, tratando de enmascarar
mis emociones con una sonrisa falsa.
Bobby me agarra la cara, sus dos grandes manos acunan firmemente mis mejillas.
Mis ojos llorosos se clavan en sus ojos azules abiertos de par en par. Sus cejas se
levantan, y sus fosas nasales se ensanchan por la entrecortada respiración que sale de su
nariz.
—¿Qué fue lo que hiciste? —Su voz es temblorosa, pero severa.
—Yo... —Él sabe. Él sabe que le hice algo a Augustus—. Maté a Augustus—susurro
y las lágrimas comienzan a derramarse de mis ojos. Bajo la cabeza, maldiciéndome por
soltar a boca de jarro una confesión que juré no contarle a nadie.
Bobby inhala bruscamente mientras sus manos presionan mis mejillas con más
fuerza.
—¿Por qué harías eso?—susurra con incredulidad.
—Por ti—susurro, una lágrima cae sobre mis labios mientras miro fijamente dos
orbes azules pertenecientes a este hombre a quien he tomado cariño.
Justo cuando pienso que está a punto de gritarme, él aplasta sus labios contra los
míos. Agarro sus muñecas y le devuelvo el beso. Mi labio superior está apoyado
cómodamente entre los suyos. Él mordisquea mi boca mientras sus pulgares acarician
mis mejillas. Este beso, no es como ningún otro beso que nos hayamos dado. Este beso
es desesperado, desgarradoramente desesperado.
—Eres una estúpida, estúpida mujer—susurra Bobby contra mis labios, con tono
emocional.
Me agarra por debajo de los muslos y se da la vuelta, llevándonos a mi puerta, sus
labios nunca dejan los míos. Me quita las llaves de la mano, dejándonos entrar. Tan
pronto como estamos dentro y la puerta está cerrada, me empuja contra ésta, deslizando
una de sus manos por la parte de arriba de mi uniforme, amasando mi pecho. Quito las
manos de su nuca y me saco la camisa, exponiéndome en mi sostén rosa. Él me acerca,
ahogando su cara contra mi pecho y dejando un rastro de mi perfume en su cara. Nos
aparta de la puerta, avanzando a tropezones hasta el sofá en el medio de la habitación,
derribando una lámpara en el proceso. Él nos baja al suelo, sus manos están
desabrochando su cinturón de cuero, ansioso por bajarse los pantalones. Su polla está
dura e hinchada hasta el punto de que se ve doloroso. Lamo mis labios ante la curva
que muestra su pene, mi coño ansiando tenerlo dentro de mí. Deslizo las manos por su
camiseta, mis dedos se deslizan contra sus músculos definidos. Se deja caer sobre mí,
mis dedos bajan por su pecho hasta su cicatriz; la cicatriz que Augustus causó. Bobby
mira entre nosotros, mirando mis dedos acariciando su cicatriz antes de mirarme. Sus
ojos fuertes y profundos mientras me miran con una pasión más intensa que ayer.
Envuelvo mis manos alrededor de su cuello, y vuelvo a acercar sus labios bruscamente
hacia los míos. Su boca devora desesperadamente la mía en un abrazo impresionante. Él
se aleja, rozando sus labios a lo largo de mi mejilla mientras se sienta sobre las rodillas.
—Te voy a follar, Jessica—susurra contra mi cara, acariciando su polla.
—Por favor—gimo, arqueando la espalda, agarrando el dobladillo de su camiseta y
quitándosela.
***
Bobby me folló en el suelo de mi apartamento como si uno fuera para el otro el
remedio para el mundo jodido en el que vivimos. Nuestras manos se aferraron a todo lo
que pudieron para permitirnos restregar nuestros cuerpos y clavarnos las uñas en los
hombros del otro por el inmenso placer, dejándonos marcas por todo el cuerpo. Sin
mencionar que ambos tenemos quemaduras en las rodillas, los codos y las caderas de la
alfombra. Fui colocada encima de Bobby, debajo, e incluso a su lado. Todo el tiempo
estuve perdida en Bobby, en su respiración dificultosa en mi oído, en los ruidos que
hacía cuando me penetraba. Esos sonidos alcanzaron algo profundamente dentro de mí,
rompiendo la emoción reprimida que he intentado negar por tanto tiempo. El olor a
coco y cuero que emanaba de Bobby fue un consuelo para mi miedo; fue mi serenidad e
hizo que el terror se convirtiera en felicidad y puro placer.
Cuando cerraba los ojos, todo en lo que pensaba era en Bobby, y cuando los abría,
todo lo que veía era a Bobby. Travis no era ni siquiera una ceniza en el infierno de
emoción en carne viva en el suelo de mi apartamento. El tormento de Travis, el miedo a
vivir hoy o el terror de ayer habían desaparecido.
—Jessica—susurra Bobby en mi oído detrás de mí, sus brazos empujando mi cuerpo
en la curva del de él.
—¿Sí?—mascullo medio dormida, mi cuerpo y mi mente incapacitados después de
tener el sexo más vigoroso de todos.
—Sabes, me hubiera encantado llevarte a una cafetería—exhala, rozando el lóbulo de
mi oreja. Mis ojos se abren cuando pienso en lo mucho que Shane se quejó de que lo
llevara a una cafetería.
—Nunca he conseguido llevarte a ninguna parte, a una cita adecuada. —Las manos
de Bobby suben y bajan por mi costado mientras habla.
Giro la cabeza ligeramente, escuchándolo hablar.
—Quiero llevarte a una cita, Jessica—susurra contra mi cuello, rozando sus tatuados
nudillos en mi mejilla.
—Bobby—interrumpo.
—Solo déjame llevarte a una—me interrumpe. Una cita. Me recuerda a nuestra
primera vez, cuando solo quería llevarme a un paseo. Esa noche fue la noche en que
noté que me estaba encariñando con Bobby. Estaba más que asustada por los
sentimientos hacia él. Estaba brutalmente aterrorizada. Cierro los ojos con fuerza y
suspiro. Es Bobby; probablemente me lleve a una barbacoa, un salón de juegos, o algo
para el club de todos modos. Inofensivo. Pero no tendría importancia dónde me llevara
Bobby. Lo disfrutaría, y ahí radica el problema: disfruto estar con él.
—Está bien—murmuro sin pensar.
—¿Sí?—responde, levantándose del suelo para ver mi cara, aparentemente
sorprendido por mi falta de rechazo.
—Solo una. No quiero arruinar lo que tenemos. Tu vida y la mía son demasiado
diferentes, demasiado complejas para que podamos mezclarlas, Bobby—murmuro,
acomodando mi cabeza en el pequeño almohadón del sofá que sostiene tanto la mía
como la cabeza de Bobby.
—Odio decirte esto Jessica, pero nuestras vidas son poco convencionales. Eso no
significa que nosotros estando juntos sería algo malo —murmura en la parte posterior
de mi cuello, su aliento me hace cosquillas.
Respiro hondo mientras sus manos se deslizan tiernamente por las cicatrices de mi
espalda, pero mi cuerpo no se tensa y mi mente no parpadea con recuerdos angustiados
de lo que fue. Sonrío, la sensación de los dedos de Bobby acariciando mi imperfección
es acogedora en lugar de abochornante.
—Sí. Tal vez—susurro, cerrando los ojos para dormir. Sabía que esto sucedería y que
los dos quebrantaríamos nuestras reglas. El plan de mantener distancia está yendo en la
dirección opuesta. Era inevitable con el abrumador agarre que tenemos el uno sobre el
otro. Me asusta que pueda perder a la única persona en este mundo que podría tomar lo
que queda de mi corazón y consumirlo.
***
AL despertarme esta mañana, mi cuerpo está adolorido por el abuso que Bobby le
dio tan deliciosamente la noche anterior. Mi mano aparta el pelo de mi rostro y una nota
pegada a mi brazo me golpea la mejilla. Despego el post-it azul de mi brazo y lo miro.
Volveré – Diosa del Sexo
—¿Diosa del Sexo? —Me río.
Estiro mis brazos y miro alrededor de la habitación, encontrando mi ropa
desparramada en el suelo y sobre la lámpara caída. Se puso muy salvaje anoche.
Camino hacia el dormitorio, encuentro unos pantalones cortos de gimnasia y una
camiseta blanca sin mangas, y me los pongo. No quiero que Addie entre y me vea
desnuda. Esa sería una conversación incómoda.
Estoy atando mi cabello en una cola de caballo y la puerta de entrada se abre. Bobby
entra con una bolsa en la mano y un portavasos en la otra con un par de vasos.
—Solo para ti—comenta, entregándome un vaso. Sonrío y lo tomo, los lados del vaso
calientes contra mi palma. Lo sostengo en mi nariz e inhalo.
—Mmm. Café—respondo, agradecida.
Bobby sonríe, revelando dos sexys hoyuelos en sus mejillas y coloca la bolsa sobre la
encimera. Hurga en su bolsillo y saca su teléfono móvil que está vibrando.
—Mierda, tengo que ir al club—masculla, volviéndolo a guardar. Me mira
atentamente con los ojos entrecerrados, y se apoya contra la encimera con ambas manos
agarrando los lados.
—¿Dónde está la evidencia?—me pregunta con gravedad. Mi boca se seca
repentinamente y mi garganta se cierra ante su pregunta.
—¿Por qué?—pregunto, empezando a escarbar en la bolsa de comida.
—Así puedo deshacerme de ella, cariño—responde, su tono es como si debiera
saberlo.
—No lo llevarás al club, Bobby—le aseguro—. No quiero que sepan nada de lo que
hice—le digo cortante, sacando un sándwich de desayuno. Bobby resopla y sale de
detrás de la encimera, cruzando los brazos, frunciéndome el ceño.
—¿Y por qué es eso exactamente?—pregunta, claramente ofendido.
Girándome para mirarlo, suspiro. Su cabello rubio sigue siendo un desastre de la
noche anterior, y sus ropas están arrugadas por estar tiradas al revés en el suelo.
Todavía se ve sexy, incluso con una expresión de desaprobación escrita en su rostro. El
club ha tenido algunos casos en que algunas personas han reclamado ser parte del MC,
solo para descubrir que eran enemigos del club, causando una tormenta de mierda a su
paso y muertos en el proceso. No puedo correr el riesgo de que todavía haya un soplón
en el grupo que no haya sido eliminado.
—¿La verdad?—le pregunto, lamiéndome el labio inferior nerviosamente.
—Por favor—masculla.
—Tu club tiene un historial malo. ¿Cuántas personas han entrado y han dicho que
eran leales y resultaron no ser lo que pensabas que eran? Lo último que necesito es que
se corra la voz que liquidé al mayor capo de la droga de California—le explico, mi tono
es serio. Bobby asiente con la cabeza comprendiendo, su mano frotando la barba de su
mentón, haciendo un ruido chirriante contra su palma.
—Entiendo eso, así que no diré nada al club—responde, sorprendiéndome—. A
menos que sea necesario que salga a la luz—continúa vacilante, haciéndome gemir en
respuesta.
—Está bien—mascullo. Sé que ir contra su club lo convertiría en una de esas
personas que traicionan a la hermandad, por lo que le pido que no diga nada a menos
que tenga que hacerlo.
—Entonces, ¿dónde está la evidencia?—me pregunta, encogiéndose de hombros.
—Está en mi bolsillo—le respondo, señalando mis pantalones tirados junto a la
puerta.
Bobby camina hacia mis pantalones arrugados, deslizando cuidadosamente sus
manos en el bolsillo, sacando la jeringa tapada.
—Me aseguraré de que nadie encuentre esto—masculla, metiéndosela en el bolsillo.
Él mira hacia abajo y ve los pantalones de mi uniforme con mi ropa interior rosa
enredada entre ellos. Me mira y sonríe. Se inclina, agarra mis bragas y las mete en el
bolsillo de sus vaqueros.
—Déjalas, amigo. Esas son mis bragas caras. —Lo apunto con el dedo. Él sonríe y se
levanta, ignorándome.
—Te veré mañana para esa cita—agrega, guiñándome un ojo antes de abrir la
puerta, cerrarla e irse.
Mis ojos se abren de par en par y mi corazón se hunde. Mierda, me olvidé de la cita.
Suspiro fuertemente y me siento en el taburete, sorbiendo mi café, mi mente
descontrolándose con lo que ha sucedido en las últimas veinticuatro horas.
Oigo que el picaporte de la puerta se mueve, haciéndome mirar con recelo.
—¿Addie?—pregunto en voz alta. El picaporte se detiene y me hace levantar una
ceja. Me deslizo del taburete y camino hacia la puerta. Me pongo de puntillas para
mirar por la mirilla, pero no veo nada más que la puerta de Bree frente a mí. Le quito la
traba a la puerta y la abro, sin encontrar a nadie allí. Miro hacia el fondo del pasillo y
veo pisadas de barro que manchan la alfombra desde mi puerta hasta las escaleras. Por
curiosidad, miro dentro del apartamento a ver si Bobby trajo barro en la suela de sus
zapatos, pero no hay rastro en el suelo de mi apartamento. Miro las huellas dejadas por
los zapatos en el pasillo y me doy cuenta de que la huella del zapato es demasiado
pequeña para ser de Bobby. Mi corazón late erráticamente. Alguien estaba tratando de
entrar a mi apartamento. ¿Estaban esperando a que Bobby se fuera? Cierro la puerta
bruscamente y la trabo rápidamente. Los latidos de mi corazón aumentan su ritmo en
mi pecho. ¿Podría ser uno de los hombres de Augustus?
—¿Mamá?—chillo y me doy la vuelta rápidamente, encontrando a Addie frotándose
los ojos tratando de despertarse, vistiendo su pijama de Hello Kitty.
—Dulzura, pensé que estabas con Bree—respondo, agarrando mi pecho en pánico.
Ella casi me da un ataque al corazón.
—Vine tarde anoche a dormir. Bree está en mi habitación durmiendo sobre el teclado
de su portátil—dice riendo Addie. Bree es una tonta del estudio. No es la primera vez
que se queda dormida en su portátil y babea sobre el teclado.
Suelto una media risa, mis nervios deshechos me impiden ver todo lo graciosa que
es la situación.
—¿Qué pasó aquí anoche? —Addie levanta una ceja, mirando las secuelas de mi
estimulante sesión sexual con Bobby. Gracias a Dios, Addie duerme profundamente y
ruego que Bree haya tenido puesto los auriculares.
—¿Hambrienta?— le pregunto, señalando hacia la encimera, a la bolsa que trajo
Bobby, evitando su pregunta.
Addie asiente y corre hacia allí, abriendo la bolsa con entusiasmo. Me apoyo contra
la parte posterior de la puerta y me muerdo las uñas nerviosamente, viendo a Addie
sacar los alimentos de la bolsa.
Matar a Augustus fue un movimiento estúpido, estúpido. Más peligroso que
cualquier cosa que haya hecho jamás. ¿En qué mierda estaba pensando? ¿De dónde
vino el coraje y la bravura?
—Oye, mira, pajillas extra para hacer orugas—agrega Addie con entusiasmo,
sosteniendo un puñado de pajitas.
Mis ojos se abren ampliamente, y mis labios se separan en un gesto sincero; Bobby
pensó en mi hija.
***
Entro al trabajo, mis nervios están al límite. Debería haberme reportado enferma,
pero eso hubiese sido sospechoso, porque nunca lo hago. No hay evidencia de que haya
tenido algo que ver con la muerte de Augustus, no hay razón para que nadie sospeche
de una trastada, pero si hubieran sospechado y hecho una autopsia, una descarga de
adrenalina en la sangre de Augustus, podría señalarme. Respiro profundamente y salgo
del Jeep. El cielo está lleno de nubes grises y está relampagueando a la distancia. Corro
hacia la entrada cuando la lluvia comienza a caer sobre mi piel.
—Buenas tardes, doctora Wren—grita la enfermera Helga desde el escritorio.
—Buenas—le respondo, dirigiéndome al vestidor.
Entro en la habitación y encuentro que la puerta de mi casillero está abollada y
abierta, mis cosas esparcidas por todo el suelo.
—¿Qué diablos?—susurro, mis palmas sudan ansiosamente. Alguien forzó mi
casillero y registró todo.
—Oh, hombre, parece que te han robado—dice la enfermera Helga detrás de mí. Me
vuelvo para mirarla con las mejillas ruborizadas. Sé que no me robaron. Alguien estaba
buscando algo, posiblemente una jeringa con mis huellas dactilares.
—¿Quieres que llame a seguridad, cariño?—me pregunta Helga. Ella pone su mano
sobre mi hombro y me hace saltar.
—¿Qué?—le pregunto. Estaba tan concentrada en lo que estaba viendo que la había
ignorado—. No, está bien—respondo, agarrando los papeles y los uniformes del suelo.
—Está bien, bueno, vine aquí para decirte que estamos atascados y te necesitamos
aquí fuera rápidamente—me explica, caminando hacia la puerta.
—Si, vale. Saldré en un minuto—murmuro, exasperada. Debería llamar a Bobby,
contarle sobre las huellas de barro, y ahora esto, pero eso hará que le diga al club lo que
hice, y no quiero eso. Quienquiera que estuviese aquí obviamente no encontró lo que
estaba buscando. Así que con suerte, nada más ocurrirá.
Me limpio y salpico un poco de agua fría en mi cara, los nervios están controlando
mi cuerpo. Soy un desastre sudoroso. Me limpio el sudor perlado que ya se está
formando en mi frente y salgo del vestuario.
—Doctora Wren—saluda Shane, casi chocando conmigo cuando salgo. Su tono es
formal y antipático.
—Shane—le respondo, inclinando la cabeza hacia un lado, curiosa de saber por qué
está actuando de esa manera—. ¿Estás bien?— le pregunto.
—Sí, estupendo—contesta, escribiendo en el portapapeles en sus manos. Él me da
una sonrisa falsa antes de largarse de prisa. Suspiro y dejo caer la cabeza contra la
puerta. Con la cita que tuvimos, y la forma en que Bobby se metió en una competencia
de meadas con él, no culpo a Shane por tratarme con frialdad.
—¡Shane!—grito, corriendo por el pasillo—. Shane, lo siento—le digo, alcanzándolo.
Se detiene y mete el portapapeles debajo del brazo.
—Lo siento por lo de ayer—continúo.
Shane, exhala un suspiro cansado, pellizcándose el puente de la nariz.
—Mira, Jessica, eres una gran doctora y una mujer increíblemente talentosa, pero no
estás disponible, sin importar lo que pienses. La forma en que ese tipo te estaba
mirando anoche, la forma en que lo estabas mirando... —resopla—. Hazme un favor, y
al resto de la población masculina también, y dile de antemano al siguiente pobre
bastardo que se cruce en tu camino que estás viendo a alguien…
—No es una relación. Quiero decir... Bobby y yo... —Me cuesta encontrar las
palabras, no estoy segura de lo que somos exactamente. Shane resopla, lamiendo sus
labios mientras entrecierra los ojos y me fulmina con la mirada.
—Me estoy refiriendo a lo que vi anoche. Teniendo en cuenta lo defensivo que se
puso desde el vamos, diría que estás ocupada, ya sea que elijas verlo de esa manera o no
—comenta Shane, negando con la cabeza—. Pensé que el tipo iba a romperme el cuello
solo con la mirada, Jessica—se queja Shane. Aprieto los labios y miro hacia el pasillo.
También temía que Bobby matara a Shane, así que, ¿qué puedo decir al respecto?
—¿Te lo estás follando? —Mi cabeza se mueve bruscamente en dirección a Shane, mi
boca se abre en estado de shock.
—¿Qué?—pregunto, mis mejillas echando vapor del calor.
—¿Te lo estás follando? Porque los dos regresaron del baño con la cara bastante
ruborizada—afirma Shane con un tono tranquilo.
—Yo... —Lucho por responder, nerviosa por lo atrevido que él se está poniendo.
—Seh, eso es lo que pensé—responde Shane, riéndose a medias, antes de darse la
vuelta para marcharse. Aprieto mi mandíbula, mis manos se cierran en puños. La ira
sale a la superficie burbujeando ante su brusco tono.
—Oye, Shane. —Él se da la vuelta, su sonrisa es arrogante.
—Traté de advertirte que no quería salir contigo, ya que no tengo citas con cobardes.
La próxima vez que una mujer te diga eso, podrías aceptar la indirecta—digo de
manera insolente, mis ojos entrecerrados con ira—. Y tienes razón. Ese tipo
probablemente te habría roto el cuello. Alfas como Bobby tienden a liquidar al más
débil de la manada. —Se le cae la mandíbula y su color se vuelve blanco fantasmal.
Sonrío antes de darme la vuelta y marcharme.
Capítulo 11
Bobby
—¿Así que murió de un ataque al corazón?—pregunta Lip, sentado a mi lado en la
mesa de la capilla. Él se ve como una mierda. Sus ojos están inyectados en sangre con
bolsas oscuras debajo de ellos, y su vendaje en el brazo necesita cambiarse.
—Sí, eso es lo que me dijo Jessica—le explico, entrelazando mis dedos y apoyando
las manos sobre la mesa. Odio no decirle al club todo lo que sé; va en contra de todo en
lo que creo. Pero Jessica me pidió que no lo hiciera, asustada por su seguridad si alguien
se ponía de parte de Augustus, por debajo de la mesa. Me siento como la mierda por no
confiar en mi hermandad como sé que debería, pero si soy sincero, nuestro club ha
tenido algunos hijos de puta sospechosos moviéndose de manera campante por aquí en
el pasado.
—Bueno, eso es una solución para todo el mundo—se ríe Bull, encendiendo un
cigarrillo. Asiento y le doy una sonrisa de labios apretados.
Miro y veo a Shadow mirándome suspicazmente, con una ceja levantada.
Mierda.
Aparto la vista y tamborileo mis dedos contra la mesa. Como Shadow y yo crecimos
juntos, sabemos cómo nos vemos y conocemos el tono de nuestra voz cuando estamos
diciendo pura mierda, como ahora. Él sabe que le estoy mintiendo. Con suerte, ese
parche VP no se le ha subido a la cabeza. Hace un tiempo, lo defendí contra el club
cuando Dani y él se metieron en una mierda. Recibió una bala por salir con la hija del
presidente y yo estaba allí a su lado. Será mejor que ahora me cubra la espalda.
—Nos llegó el rumor que los Howlerz estaban comprando armas de Augustus. Creo
que iremos a dar un pequeño paseo—comenta Bull, mirando el humo de su cigarrillo
subiendo hacia el techo. Los Howlerz son un pequeño MC aquí en la ciudad. Por lo
general, nos compran armas y, a veces, ocasionalmente un lote de hierba, revendiendo
ese lote y pagándonos nuestra parte. Como club pequeño, pagan con efectivo y por
adelantado, por lo que no nos importa que estén en nuestro territorio, hasta ahora.
Comprarle a otra persona mientras estás en nuestro territorio es humillante. Era
diferente cuando comercializaron nuestra mercancía y obtuvimos un parte, pero al
tratar con alguien más, al final terminamos jodidos. Perdemos negocios y nuestra
credibilidad en la calle al tener a otro MC compitiendo tan cerca de casa.
—Estoy dentro—agrega Lip, sacando su pistola de la cintura. Lo miro alzando una
ceja.
—¿Tienes algunos problemas con el manejo de la ira con esto, Lip?—le pregunto,
riéndome.
—Ese imbécil de Augustus me disparó. ¿Para qué? ¿Para hacer negocios con estos
idiotas?—grita, señalando su brazo.
—Vamos a montar, niños—grita Shadow, poniéndose de pie.
Todos se levantan de sus sillas y comienzan a salir. Me pongo de pie, mi silla queda
pegada al suelo de madera, haciéndome patearla para que se mueva.
Justo cuando alcanzo la puerta, una mano agarra mi hombro, apretando con fuerza.
—Entonces, ¿qué pasó realmente?—gruñe Shadow en mi oído detrás de mí, su voz
baja asegurándose de que nadie pueda oírlo.
—No sé a qué te refieres—le respondo, girando mi cabeza para mirarlo a la cara.
Shadow resopla, sabiendo que estoy mintiendo.
—Inténtalo nuevamente—me exige, apretando mi hombro, tratando de intimidarme.
Flexiono mis músculos bajo su control, disipando el dolor. Él es fuerte; le concedo eso,
pero he estado trabajando con las pesas aquí últimamente y puedo patearle el culo con
facilidad. Estiro mi otro brazo y agarro el de él, lo retuerzo rápidamente detrás de su
espalda y lo empujo sobre la mesa. Él comienza a reírse mientras retuerzo su brazo con
más fuerza.
—Lo entiendo. Lo entiendo—grita Shadow, su tono risueño se ha ido. Me aparto y
me paso la mano por el cabello, observando a Shadow de cerca en caso de que intente
tomar represalias.
—Dije que no pasó nada, así que no pasó nada—le repito, mi voz seria.
—Creo que estás protegiendo a Doc, y lo entiendo. Solo no permitas que eso a la
postre meta al club en mierda profunda, hermano—responde Shadow, estirando el
brazo que retorcí en su espalda.
—Protegí tu espalda cuando conociste a Dani, cuando la mierda fue rápidamente
cuesta abajo aquí. No dejes que ese parche de VP se te suba a la cabeza, hermano—me
enfrento a él.
—¿Qué carajo me dijiste? —Shadow frunce el ceño de ira.
—Me escuchaste. No sabía la mitad de la mierda que estaba sucediendo entre Dani y
tú, sin embargo, recibí una maldita bala por ello. Amo a Dani como a una hermana y lo
volvería a hacer, no me malinterpretes. Pero estar parado ahí diciéndome lo que va a
pasar después de todo lo que he hecho por ti, no está pasando. —Niego con la cabeza,
mi mandíbula está apretada. El rostro de Shadow se suaviza cuando asiente.
—Tienes razón. Simplemente no quiero que alguien salga lastimado o algo peor—
admite.
—No saldrán—le respondo.
Shadow camina hacia mí y me da una palmada en la espalda.
—Te cuido la espalda, hermano.
Asiento y me dirijo hacia la puerta, declarando terminada esta conversación.
La lluvia cae, golpeándome en la cara mientras montamos hacia los Howlerz. Lip
pasa a mi lado poniéndose entre Shadow y Bull. Será mejor que se relaje o va a
conseguir más que la rozadura de una bala. Él va decididamente en busca de sangre,
enojado porque huyó como una perra de Augustus, pero no lo culpo. Estaba solo y no
tenía ninguna posibilidad. Fue inteligente huir.
Nos detenemos ante un pequeño escaparate que tiene el logotipo de los Howlerz
pintado en el vidrio en marrón y blanco. Así es como sabes que no se han formado hace
mucho tiempo. Ningún club con una trayectoria pondría sus colores en el frente de un
edificio. No solo atrae a la policía, sino también a los enemigos.
Aparco mi moto en una zona de estacionamiento y apago el motor. Un trueno
retumba en el cielo cuando la lluvia cae con más intensidad. Bull se baja de su moto,
coloca el casco sobre el manillar y camina hacia la puerta de entrada, abriéndola y
entrando sin haber sido invitado.
Lo sigo y sacudo la cabeza, despidiendo las gotas de lluvia que se adhieren a mi
cabello.
—Bueno, bueno, bueno—dice Bull, echando una mirada al club de mierda. He visto
casas de crack en mejores condiciones que este lugar.
Hay un sofá de cuero roto en el centro del club, un poste de stripper en la esquina
con una cuarentona en busca de tipos jóvenes bailando a su alrededor, y lo que creo se
supone que es un bar en el lado opuesto de la habitación. Es pequeño y está hecho de
baldosas marrones, con estantes hechos a mano que tienen botellas de whisky barato.
—¿Qué estáis haciendo aquí?—pregunta uno de los hombres, levantándose del sofá
destrozado. Él avanza, en su parche se lee Leo mientras mira ferozmente a Bull.
—¿Dónde está Bain?—pregunta Bull, apoyando su mano sobre el arma en su funda.
Advirtiéndole al hijo de puta que si intenta algo, no dudará en dispararle. Bain es el
presidente de este establecimiento miserable, y el que tiene que explicar sus acciones de
cruzarse con nosotros.
—No sé—dice Leo, inclinando su barbilla hacia arriba a la defensiva.
—Tal vez los Howlerz deberían cambiar tu inútil trasero por una camarera caliente.
Este lugar es un basurero—lo insulto, pateando una tabla del suelo suelta con mi bota.
—¿Estás insultando nuestros colores, hombre?—dice Leo con los dientes apretados,
apuntando su sucio dedo en mi dirección. Lo peor que un hermano puede hacer, es
insultar el parche o los colores de otro club. ¿Acabo de hacer eso? Más o menos.
—De acuerdo, solo buscamos a Bain para que podamos seguir nuestro camino—
interviene Bull, empujando a Leo en el pecho y haciendo que retroceda.
—¿Qué puedo hacer por ti, Bull? —Miro alrededor de Leo y veo a Bain. Él es
aproximadamente dos centímetros más bajo que yo, con cabello oscuro y un mechón de
canas que se extiende a través del frente. Pero él es fanático como la mierda, y por lo
que escuché, practica esa mierda de karate.
—Oí que estás haciendo negocios con alguien más a escondidas. ¿Es cierto? —le
pregunta Bull, inclinando su cabeza hacia un lado. Una linda muchacha rubia camina
detrás de Bain, atando la parte delantera de su blusa con un nudo. Levanta la vista, se
quita el pelo de la cara y me guiña seductoramente un ojo. Sonrío y le devuelvo el
guiño.
—No fue nada personal, Bull. Él era más barato—explica Bain, chasqueando los
dedos hacia un tipo joven sentado detrás del bar de mierda. El tipo se inclina y saca una
botella de cerveza polvorienta, la abre con los dientes y se la entrega a Bain.
—Pensé que teníamos un acuerdo. Ustedes nos compran a nosotros, nos dividimos
las ganancias, y pueden quedarse en mi territorio—le recuerda Bull mientras saca un
cigarrillo del paquete.
—No recuerdo haber firmado nada—dice Bain con arrogancia. Riendo como si la
broma fuese sobre nosotros, haciendo que el resto de sus hombres se rían con él.
Comienzo a reírme, Bull y Shadow también. Dejo de reír y bajo la mano, saco la pistola
de su pistolera, apuntándola directamente a Bain, Shadow y Bull hacen lo mismo.
Los Howlerz dejan de reírse de inmediato, sus caras están pálidas.
—¿Qué te pasa? ¿Algo no es gracioso?—pregunta Bull, inclinando la cabeza hacia un
lado condescendientemente, haciéndome reír.
La rubia se lame los labios, mirándome mientras apunto con un arma al hombre con
el que acaba de salir de la habitación de atrás.
—Mira, hombre, sentémonos y pongamos algo de mierda por escrito. Eso es todo—
comenta Bain, soltando una media sonrisa. Se escucha un disparo que hace que la rubia
salte y grite. La arrugada cuarentona que montaba el poste escapa corriendo por una de
las puertas de atrás lloriqueando.
Leo mira su pierna, la sangre se filtra a través de sus pantalones vaqueros.
—Me gusta firmar con sangre—dice Shadow, apuntando su arma de nuevo hacia
Bain.
—¡Maldición él me disparó!— grita Leo, mirando su pierna como si se fuese a
desprender.
Dirijo mi arma hacia otro de los hombres sentado en el bar.
—¿Deberíamos negociar los términos? ¿Firmar algo más? Porque tengo muchas
balas—me río.
—No, es suficiente. No iremos a ningún otro lado. Has dejado claro tu punto—grita
Bain, levantando los brazos en el aire. Él está claramente en inferioridad numérica; él es
inteligente al rendirse tan fácilmente.
—Bien—comenta Bull, guardando el arma en su funda.
—Si tan solo firmar la documentación para una nueva moto fuera así de fácil—me
río, colocando mi arma en mi funda.
—No me hagan volver aquí—amenaza Bull a los Howlerz.
Empezamos a salir, Shadow mirando a Bain mientras lo hacemos solo para
asegurarnos de que nadie intente ser estúpido.
***
De vuelta en el club, aparcamos nuestras motos y nos dirigimos hacia la casa club.
—Esa chica te estaba dando una completa mirada de fóllame—dice Lip, caminando a
mi lado.
—Sí, lo hacía—se ríe Tom Cat, caminando a zancadas a mi lado, cojeando por el
raspón de la carretera en su pierna.
—¿Cómo está la pierna?—le pregunto, haciendo caso omiso de su observación sobre
la mujer que me coqueteaba.
—Eh, es bastante desagradable. —Tom se mira la pierna y se encoge de hombros.
—Me sorprende que no hayas intentado llevarla contigo. ¿Qué te pasa? —me
pregunta Lip, golpeando ligeramente el anillo de la lengua con su lengua y frunciendo
el ceño confundido. Él tiene razón. Algún otro día, hubiera agarrado a esa rubia y la
hubiera llevado conmigo. Solo para enojar a Bain.
—Tengo mi mente en otro lugar—le respondo, encogiéndome de hombros.
No es una mentira. Jessica aceptando ir a esa cita conmigo me tiene jodidamente
nervioso.
—¿Cómo qué?—pregunta Lip.
—Voy a salir con Jessica esta noche—informo escuetamente.
—¡Nooo! —Lip se detiene, mirándome como si estuviera loco. Entrecierra los ojos y
abre la boca mientras me observa buscando cualquier indicio de broma.
Me detengo y sonrío como un colegial que lleva a la chica caliente al baile de
graduación, y sus amigos acaban de descubrirlo.
—¿En serio?—se ríe Lip, dándome palmaditas en la espalda.
—Todo este tiempo pensé que estabas loco cuando contabas historias sobre estar con
Doc. Ciertamente, estabas diciendo la verdad—continúa negando con la cabeza
mientras habla sin parar.
Frunzo el ceño ante su confesión y abro las puertas del club, terminando la
conversación; de lo contrario, podría patearle el culo por llamarme loco.
Se me cae la mandíbula y mis ojos se abren de par en par. El whisky a lo largo del
bar está hecho pedazos esparcidos por todo el suelo. El sofá está volcado, junto con los
taburetes y las sillas, y el televisor encima del bar está roto.
—Mierda—masculla Bull mirando el caos. Shadow agarra mi hombro y se inclina.
—¿Podría ser esto un vuelto de lo que estás ocultando al club?—me pregunta
Shadow. Miro alrededor de la habitación; el daño es mínimo. Sin duda, los hombres de
Augustus no hicieron esto como una advertencia de guerra; no es su estilo.
—No sé, amigo—le respondo, pasándome la mano por el pelo con ansiedad.
Capítulo 12
Bobby
Deslizo la mano sobre mis mejillas, preguntándome si debería afeitarme antes de
recoger a Jessica. Mi barba ha crecido un poco.
—Nah—susurro, dejando caer las manos a mi lado.
Mis manos están sudando y mi corazón está palpitando. Estoy nervioso y maldición
creo que puedo vomitar. Me peino el pelo hacia atrás con un cepillo y me miro en el
espejo.
—A la mierda—mascullo, pasando mis manos hacia adelante y hacia atrás
despeinándolo. Me veo como un idiota con el pelo peinado—. A la mierda—mascullo,
alejándome del espejo. Sintiendo calor, enrollo mis mangas hasta los codos. Decidí
vestirme bien con una camisa negra abotonada y unos jeans azules que no tienen
agujeros. Ésta es mi idea de vestir bien. Cierro los ojos, tratando de calmar mis nervios
mientras arreglo el último puño de mi manga. Jessica ha progresado mucho, anímica y
mentalmente. La oscuridad que una vez la consumió, ahora se está retirando y dejando
que esa luz suya salga de forma vibrante. Creo que toda esta dura experiencia nos ha
cambiado a los dos. La conexión que una vez sentí, es ahora más profunda. Cuando
estoy con ella, mi pecho literalmente se contrae hasta el punto de ser doloroso por la
acometida que recibo, pero la sensación es embriagadora. Estoy vivo. Cuando estamos
separados, no me siento nada más que disfuncional.
Niego con la cabeza ante la idea. Eso explica mucho. Todas las chicas con las que me
he acostado a lo largo de los años, estaban tratando de llenar un vacío que Jessica plantó
en mi alma. Hay un millón de razones por las que debería haber dejado salir a Jessica de
mi vida, un millón de rechazos de los que debería haberme dado por aludido, pero no
me importaba. Me quedé y seguí presionando por lo que sentía cuando estábamos
juntos.
Camino hacia la sala principal, pensando en tomarme una cerveza para calmar mis
pensamientos cuando veo a Cherry y Dani sentadas en un par de taburetes en el bar.
Dani está bebiendo una cerveza y Cherry desliza su mano sobre un chaleco de cuero
que está sobre la barra. El lugar está limpio; las damas hicieron la mayor parte de la
limpieza, mientras los muchachos y yo discutimos sobre quién iba a reponer el
televisor. Todos le echamos una mano, al final.
—Mierda, te ves deslumbrante, Bobby—dice Cherry, mirándome de arriba a abajo.
Me detengo y me miro de arriba abajo.
—Bien limpio, supongo. —Tomo la cerveza de Dani, bebiendo un gran sorbo.
—Estás nervioso—observa Dani, sonriendo.
—¿Qué? No, no lo estoy. Es como cualquier otra cita—señalo, bebiendo un trago más
grande.
—Ajá. Es posible que quieras limpiar esa fuente de sudor de tu frente antes de verla
—se ríe Dani, señalando mi rostro. Gimo y me limpio la frente con el dorso de la mano.
Dani se pone de pie, con una mirada de preocupación tallada en su frente arrugada.
—¿Vas a estar bien?—masculla ella, tirando de mí hacia un lado del bar, lejos de
Cherry.
—Soy un jodido desastre—le admito.
—Bobby Whitfield, nervioso por una mujer. Ésta tiene que ser la primera vez. Si solo
Shadow estuviera aquí—dice socarronamente Dani. Sonrío y paso mis manos por mi
cabello.
Yo amo a Jessica. Admitírmelo hace que una descarga de adrenalina atraviese mi
pecho. Una oleada de excitación y miedo se mezclan para formar un pensamiento
coherente; no me siento capaz de enfrentarme a esto.
—Jessica es diferente. Siempre ha sido diferente—admito.
—Lo sé. Me alegro de que finalmente lo admitas. —Dani coloca las manos en sus
caderas, sus ojos se entrecierran. Hombre, cómo han cambiado las cosas. Solía ser yo el
que le hacía pasar un mal rato a Dani, por ella y Shadow; ahora ella me lo está
devolviendo con Jessica.
—¿Qué es eso?—pregunto, haciendo un gesto hacia el chaleco en el mostrador,
cambiando de tema. Parece nuevo, y hasta donde yo sé, los muchachos y yo no hemos
discutido parchear a ningún hermano nuevo, por lo que debe estar fuera por otra razón.
Cherry se da vuelta, su rostro está serio mientras pasa las manos sobre el chaleco de
cuero.
—Un pajarito me dijo que ibas a tener una cita con Doc—informa Cherry,
recogiendo el chaleco.
—¿Este pájaro sería una pequeña mierda con un anillo en el labio? —Me río,
refiriéndome a Lip, su hombre. Ella se ríe y sostiene en alto el chaleco, en la parte
trasera se lee Propiedad de Bobby, con los colores del club debajo.
—¿Qué carajo es eso?— le pregunto, mi tono serio a medida que mis ojos se abren de
par en par.
—Todos sabemos que quieres que Doc sea tu dama. Hemos escuchado la forma en
que hablas de ella. Visto como la miras—se ríe Cherry, pero yo no me estoy riendo. De
hecho, siento que no puedo respirar dentro de esta camisa.
—Queremos ser su familia tanto como tú—dice Dani suavemente, levantándose del
taburete.
—No creo…
—No intentes negarlo, Bobby—me interrumpe Cherry. Inflo mis mejillas mientras
exhalo, mi transpiración aumenta con el giro en la conversación.
Cherry lanza el chaleco contra mi pecho y se levanta del taburete.
—¿Cuántos años han pasado, Bobby? ¿Cuánto tiempo más vas a negar que quieres
estar con ella?—pregunta Dani, su tono es sincero. La miro y veo sus ojos verdes y
cariñosos suplicándome que rompa mis muros. Me paso la mano por mi cabello y
exhalo lentamente. Siempre ha habido algo sobre Jessica, siempre algo acerca de ella.
—Nunca dije que no quería a Jessica. Nunca. Ella tenía su forma de hacer las cosas, y
yo la mía. Parecía correcto no complicar las cosas antes—respondo, doblando el chaleco
en mis manos.
—Parece que estás hablando en tiempo pasado—observa Dani. Me chupo el labio
inferior y asiento.
—Seh. Bueno, las cosas han cambiado—murmuro.
—Es hora de hacerla parte de la familia de forma permanente—continúa Cherry,
sonriendo.
No voy a mentir, la idea de ver esto en Jessica tiene mi polla endureciéndose de la
excitación. Puedo verla usando esto, y solo esto en mi cama.
Suspiro audiblemente y tiro el chaleco sobre mi hombro. Agarro las llaves de mi
nuevo Chevy azul y me dirijo hacia el garaje, dejando que las chicas reanuden su
malvado complot de mi vida amorosa.
—¡Buena suerte!—me grita Dani.
Guardo el chaleco debajo del asiento del camión, temeroso de que si Jessica lo ve,
correrá hacia las colinas. Pongo en marcha el motor, el camión se mueve de lado a lado
con cada presión del acelerador. Lentamente salgo del garaje y me dirijo hacia la
carretera. Al estar en mi moto con tanta frecuencia, me parece extraño conducir un
vehículo cerrado.
Dejo la radio apagada mientras me dirijo a lo de Jessica, reflexionando sobre los
límites que he cruzado en la última semana más o menos.
—Joder—mascullo, sabiendo que esto podría ser malo. Esta noche podría ir muy
bien o destruirnos a Jessica y a mí.
Aparco afuera de la casa de Jessica y salgo del camión. Alcanzando la puerta de
seguridad, ésta se abre, la cerradura sigue rota.
La cierro con un furioso portazo y entro al edificio en busca del propietario.
Asumiendo que está en el primer apartamento justo cuando entras, golpeo con los
puños en la puerta repetidamente.
La puerta se abre y una rechoncha excusa de un hombre sale. Tiene un control
remoto en la mano, y está usando una camiseta blanca manchada que es demasiado
corta para cubrir su barriga. Sus ojos se abren ampliamente y su boca suelta un jadeo
cuando me ve.
—La puerta de acceso, todavía está rota, ¿por qué?—pregunto, mi mano apuntando
hacia la entrada.
—Llamé por eso y me dijeron que vendrían aquí tan pronto como pudieran, amigo—
explica Dudley, con voz temblorosa.
—Hazla arreglar, y rápido—lo amenazo.
Camino hasta el apartamento de Jessica y llamo a la puerta, mis sienes palpitan por
el torrente de sangre fluyendo a toda prisa por mi cabeza debido al nerviosismo. La
puerta se abre lentamente y se me corta la respiración. Ella está usando un vestido
blanco que cae justo antes de sus rodillas. La tela se apoya contra sus bronceados
muslos. Recorro sus largas piernas hasta sus tacones altos y tengo que acomodar mi
polla y mirar hacia arriba. Su cabello rubio está suelto y rizado en los extremos y su cara
brilla. Sus labios rosados se levantan en una sonrisa, revelando dos hoyuelos
mortalmente sexys.
—Joder, eres hermosa—le susurro, haciéndola reír. Mi corazón golpea contra mi
pecho mientras la miro.
—La sutileza nunca fue tu punto fuerte—comenta, sus mejillas se vuelven de color
rojo oscuro.
—¿Sutil? Estoy pensando en decir a la mierda con la cita, llevarte de vuelta a ese
apartamento y follarte con ese vestido con el que luces muy caliente—le respondo,
cerrando la boca abierta y sonriendo con expresión lobuna.
Se ríe y sale, cierra la puerta y echa llave.
—¿Dónde está Addie?—le pregunto.
—Quedándose en casa de Bree durante la noche—responde, señalando la puerta
frente a nosotros.
—¿Así que te tengo toda la noche?—le pregunto, subiendo y bajando las cejas de
manera sugestiva.
—Como si necesitaras toda la noche—se burla, caminando por el pasillo.
—Touché—comento.
Mis ojos al instante encuentran su culo apretado. Mis manos se aprietan en puños
involuntariamente, deseando apretarlo.
—¿A dónde me llevas? —Su comentario hace que mis ojos suban bruscamente desde
su culo hasta su cara.
—¿Qué?—pregunto, confundido.
—Oye, los ojos aquí, amigo. —Ella mueve los dedos hacia su rostro.
—No estoy haciendo ninguna promesa—respondo honestamente, haciéndola negar
con la cabeza.
La llevo hasta mi camión y ella se detiene de repente, sus ojos miran de arriba abajo
el Chevy azul.
—¿Esto es tuyo?—me pregunta sorprendida, su mano se desliza a lo largo del capot.
—Sí, es mío—le informo.
—Bueno, me preguntaba cómo iba a montar en la parte posterior de tu moto con esto
—agrega, mordiéndose el labio inferior.
Me río y abro la puerta para que pueda subir.
Ella pone un pie en la cabina, su vestido se sube justo debajo de sus nalgas mientras
trepa. No puedo soportarlo más, estiro la mano y le aprieto el culo antes de que se
siente. Ella vuelve la cabeza y me mira furiosa, haciéndome reír juguetonamente.
Cierro la puerta y camino rápidamente al otro lado del camión para entrar.
—Guau, esto es realmente agradable—admira Jessica, pasando la mano por el
tablero apreciativamente.
—Gracias—respondo, girando la llave. Presiono mi pie sobre el acelerador, haciendo
rugir el motor. Miro a Jessica y levanto mis cejas cada vez que presiono el acelerador,
haciéndola reír.
—Los niños y sus juguetes—se ríe Jessica entre dientes, negando con la cabeza.
Pongo la primera marcha, y lo acelero, haciendo que los neumáticos chirríen contra
el asfalto. Jessica se agarra de mi brazo y de la puerta, y se ríe histéricamente.
La noche es cálida y ruidosa con la naturaleza llamando mientras conducimos hacia
el océano con las ventanillas bajas. Echo un vistazo, la veo observar a través de la
ventanilla pasar la noche volando con el cabello al viento y no puedo evitar sonreír. Es
tan increíblemente hermosa. Cada vez que estamos juntos, estoy más convencido de
que deberíamos estar juntos. Me detengo en el estacionamiento pedregoso, solo hay un
par de viejos camiones de pesca estacionados. Mirando más allá de los pocos vehículos,
hay un montón de muelles con barcos.
Salgo de prisa del camión y me dirijo hacia Jessica, ayudándola a salir. El olor salado
del océano es intenso y las olas hostiles chocando contra los muelles son fuertes. Miro
hacia el cielo, esperando que la tormenta se posponga lo suficiente como para que
disfrutemos de la noche.
—¿Me trajiste a la playa?—me pregunta ella, mirando hacia el océano.
—No—respondo, agarrando su mano y guiándonos hacia el olor a sal y las olas del
océano.
Bajamos por los escalones de cemento hasta un muelle de madera. Dejamos atrás un
par de pequeños barcos de pesca y otras embarcaciones. Giro a la derecha, tirando de
nosotros hacia otro muelle con barcos más grandes y de aspecto más rápido.
—Mmm, ¿Bobby?—murmura Jessica mientras pasamos bote tras bote.
—Éste—susurro, arrastrándonos por el muelle hacia una lancha rápida roja y blanca.
Subo y tomo la mano de Jessica para ayudarla a subir.
—¿Tú, eh, sabes cómo conducir esta cosa?—pregunta nerviosamente, mirando
atentamente la embarcación.
—Sí, sé cómo conducir esto—me río—. Mi padre me enseñó a conducir una
embarcación. Una vez que aprendes, nunca lo olvidas.
—¿Es tu barco?—me pregunta Jessica, avanzando por la lancha.
—Más o menos, lo estoy alquilando—respondo, caminando alrededor de ella. La
lancha es grande cuando está anclado en el muelle, reflejando su sombra sobre éste y
otros barcos cercanos, pero una vez que estás en ella, maldición en realidad es un poco
pequeña. La parte trasera tiene un motor interno, ocupando la mayor parte de ésta. Más
allá del motor, hay una fila de asientos de cuero rojo y blanco en la parte posterior,
mientras que frente a eso está el asiento del capitán con un asiento de acompañante al
lado. Me acerco a la proa y admiro el triángulo de cojines rojos y blancos.
—Lo será — susurro, dando un paso atrás.
Jessica se pasea hasta el triángulo de cojines, mirando por el borde de la lancha antes
de tumbarse boca abajo sobre los almohadones y quitarse los tacones altos pateando.
Me río, desatando la lancha del muelle. Ella se ve a gusto y parece estar divirtiéndose.
Temía que luchara contra mí toda la cita, haciendo de esto una pesadilla. Me ubico en el
asiento del capitán y busco las llaves.
Las encuentro en un cubículo debajo del timón y la pongo en marcha. La lancha
vibra cuando el motor resuena a través del aire de la noche.
—Agárrate—le advierto, alejándola del muelle. Una vez que estamos fuera y en
nuestro camino, tiro el acelerador hacia adelante, dejando que el barco atraviese la
marea. Jessica chilla mientras volamos en la noche, el sonido de su risa es uno que no
había escuchado antes. Claro, ella se rió, pero verla así, escuchar la profundidad de su
risa... es nueva y no puedo evitar la arrogante sonrisa que se muestra en mi rostro por
haber provocado la risa de ella. Conduzco hasta que estamos lo suficientemente lejos
como para que nadie nos vea o escuche, y apago el motor.
—Oh, Dios mío—jadea Jessica. Dejo el timón y me tambaleo hacia ella. Las olas que
el barco causó salpican a lo largo del lado de la lancha, sacudiéndola de un lado a otro
haciendo que sea difícil caminar mientras nos mecemos con dureza.
—Las estrellas son tan brillantes aquí—murmura Jessica, mirando el cielo de la
noche. Me arrastro a su lado y giro, mirando las estrellas.
—Guau—murmuro.
—Apuesto a que tienes sexo cada vez que traes a una mujer aquí—se ríe Jessica, con
los ojos muy abiertos mientras mira hacia arriba. Mis cejas se fruncen, y trago el
repentino nudo en mi garganta que se sube ante su declaración.
Jessica deja de mirar las estrellas y se incorpora sobre sus codos.
—¿Qué pasa?—pregunta en voz baja.
Me siento y me levanto de los cojines, la conversación se dirige a un lugar que no
esperaba. Me paso las manos por el pelo y encuentro el estéreo. Levanto la cubierta de
plástico que lo protege y lo enciendo. Painted On My Heart de Cult está sonando. No he
escuchado esta canción desde hace rato. Subo el volumen y bajo la tapa.
—¿Qué fue lo que dije?—continúa Jessica.
—Nada—miento, deseando que lo deje ir.
Exhalo un aliento firme y regreso a los cojines, me tiendo sobre la espalda, de cara a
las estrellas. Estrellas que vi muchas veces cuando era niño, simplemente me olvidé de
lo vibrantes que se veían con el pasar de los años. Jessica rueda de costado, su vestido se
sube hasta las caderas, revelando un delicado triángulo azul entre los muslos. Extiendo
la mano, deslizo mi dedo por la parte superior del elástico de sus bragas. Jessica mira
hacia abajo, sus ojos se vuelven pesados de lujuria mientras deslizo mi dedo
profundamente para rozar su clítoris. Ella levanta su muslo, invitándome a entrar.
Ruedo encima de ella, extiendo sus piernas con mi rodilla y bajo la mano, deslizando
mi dedo entre su humedad. Presiono mis labios con los de ella y beso sus labios
cubiertos de gloss con sabor a cereza y no me contengo. Ella separa mi boca con su
lengua, moviéndola contra la mía. Agarro ambos lados de su cara, mi pulgar rodeando
las manzanas de sus mejillas mientras la miro, el cabello rubio extendido a su alrededor
como un halo, el sexy rubor de sus mejillas. Ella se adelanta y desabotona mi camisa, un
botón a la vez, sus ojos entornados mirándome intensamente todo el tiempo. Deslizo mi
mano entre su espalda y el cojín encontrando la cremallera del vestido. La bajo, el ajuste
ceñido del vestido se afloja a lo largo de su cuerpo. Deslizo mi dedo a lo largo de las
tiras del vestido que se aferran a sus hombros y lentamente las deslizo por sus brazos,
mis labios besan el recorrido de las tiras.
Sus firmes pechos sujetos en unas tazas azules me saludan; cautivándome. Lanzo mi
lengua entre el valle de sus senos, antes de darle un mordisco al lado de su teta. Ella
arquea la espalda y gime ruidosamente, sus dedos se enredan en mi cabello. Una vez
sobre mis rodillas, me quito la camisa mientras Jessica se incorpora y pasa sus manos
por mis abdominales, sus labios rozan mi ombligo. Ella me desabrocha el cinturón y me
baja los pantalones por las caderas. Me los saco a patadas junto con las botas mientras
ella acaricia la cintura de mis bóxers y lentamente los baja, liberando mi polla.
Paso la mano por su cabello mientras me mira con los ojos entornados.
Jessica agarra mi polla. Siseo sorprendido de que ella exija este control. Ella se
inclina hacia adelante y da un golpe ligero a mi polla con la punta de la lengua,
haciendo que mis piernas tiemblen de anticipación y que brote una gota de semen.
Lame el rocío de mi pene, sus acciones parecen estar en cámara lenta. La luna ilumina
su piel y sus ojos azules me miran desesperadamente. Es una imagen que programo
tener en mi mente para siempre; se ve inocente, aunque completamente erótica.
Arrancándome de mi aturdimiento, cierra su boca alrededor de la punta de mi polla
causando que mi mundo explote. Dicha, innegablemente se siente como dicha absoluta.
La sensación de su cálida boca chupándome la polla es increíble. Soñaba con el día en
que ella me chuparía la polla, anhelaba el día en que lamiera el semen de la punta. Ella
baja la cabeza por mi eje; no contengo el gemido cuando mi cabeza cae hacia atrás
mirando hacia las estrellas.
Por mucho que quiera lanzar mi carga en su dulce boca, tener mi sabor en su lengua,
deseo su cuerpo. Cierro los ojos y salgo de su boca.
—Jesús, eso fue—resoplo, buscando las palabras para explicar la sensación. Ella
sonríe y se recuesta en los cojines, satisfecha consigo misma. Sabe que he querido eso
desde siempre—. Oh, no, no. Vuelve aquí—jadeo, tomándola por las caderas, tirando de
ella hacia mí. La giro sobre su vientre y rompo sus bragas en pedazos. Mis labios se
curvan en una sonrisa mientras mi polla pulsa con la urgencia de correrme. Observo
que tiene dos pequeños hoyuelos justo encima de su culo y son jodidamente lindos.
Deslizando mi mano entre sus piernas, las muevo por la abertura de su coño,
encontrándola húmeda y lista para mi polla. Ella levanta el culo en el aire y gime por mi
toque suave.
Froto la humedad que brilla sobre mis dedos sobre la punta de mi pene y me guío
entre sus piernas. Encontrando su coño al instante, empujo profundamente, mis bolas se
contraen por la sensación de tenerla envuelta en torno a mi polla.
Echa hacia atrás la cabeza, haciendo que su cabello se extienda sobre sus hombros,
una cortina rubia. Acaricio mi mano hacia arriba y hacia abajo por su espalda mientras
la follo lentamente. Su coño palpita alrededor de mi polla y sus rodillas tiemblan contra
los cojines mientras me toma por completo.
Me inclino y la agarro por los hombros, levantándola y trayéndola contra mi pecho.
Envuelvo uno de mis brazos alrededor de sus tetas, los pezones presionados
firmemente contra mi antebrazo, y deslizo mi otro brazo a lo largo de su abdomen
mientras la follo vigorosamente.
Sus gemidos vibran a través de su pecho contra mi brazo, haciendo que mi polla se
apriete. Ella gira la cabeza ligeramente, mirándome, su respiración en breves
borbotones mientras continúo follándola. Subiendo un brazo, Jessica lo envuelve detrás
de mi cuello, sin quitarme los ojos de encima. La mirada que me da, la forma en que
penetra mi alma, es como si fuera la única persona que ella ve, que nada tiene sentido,
excepto nosotros dos, cada uno envuelto alrededor del otro.
Mis manos se deslizan a lo largo de sus curvas, observando cada cicatriz, cada peca y
la perfección de su cuerpo.
—Eres tan jodidamente hermosa—le susurro al oído. Ella apoya su cabeza en mi
hombro, y gime mientras continúo empujando mi polla dentro de ella.
Me inclino levemente y beso sus labios. Me doy cuenta mientras nos besamos que no
estoy jodiendo a Jessica, no estoy teniendo sexo con ella, sino haciendo el amor.
La humedad cubre mi polla cuando se contrae a lo largo de mi eje.
—Bobby—susurra, advirtiéndome que está cerca. Al escuchar mi nombre en sus
labios, mi polla se tensa y mis bolas se prenden fuego.
—¡Bobby!—grita Jessica al viento, su cuerpo llegando al clímax. Sus uñas se clavan
en mi cuello y sus piernas se abren más a medida que se corre, permitiendo que mi
polla golpee profundamente dentro de ella. Nos caemos sobre los cojines, mi cuerpo
está sobre el suyo mientras bombeo mis caderas de un lado a otro lentamente.
Gimo ruidosamente en el costado de su cuello, la presión se propaga por mi polla y
provoca que me corra dentro de ella. Después de que ambos nos calmamos, el cenit de
la sensación descendiendo, caigo junto a ella, ambos jadeando, llevando todo el oxígeno
a nuestros pulmones, que podamos conseguir.
—Parece que también soy una tonta, no puedo resistirme a un barco y las estrellas—
se ríe, todavía jadeando. Me alejo de ella y miro al cielo.
—No he traído a nadie aquí—admito, haciendo que su risa desaparezca—. Mi padre
solía sacarme a navegar todo el tiempo. Cuando era más joven, pescábamos durante la
noche. Una vez me dijo que logró que mi madre finalmente aceptara ser más que
amigos llevándola en su bote. —Hago una pausa, recordando cómo él siempre me
estaba predicando acerca de cómo amar a una mujer. Tenía tan altas expectativas; nunca
sentí que podría entregar lo que una mujer se merecía—. Mi padre me dijo que sacara a
una mujer durante la noche en un bote, pero no a cualquier mujer. Una que significara
algo para mí. —Me giro para mirarla, su cara está relajada y sus ojos azules enfocados
en mí sin perderse nada.
Giro la cabeza y vuelvo a mirar al cielo.
—Tu padre suena como si fuera un buen hombre—murmura Jessica, ignorando el
hecho de que elegí llevarla en un bote.
—Sí, algo así—me río sin ganas. Mi padre era una especie de bruto a espaldas de mi
madre, pero un caballero frente a ella. Aprendí todo lo que sé sobre las mujeres de él.
Era un mujeriego en sus días antes de conocer a mi madre.
—¿Estaba él con los Devil´s Dust?—pregunta Jessica, rodando sobre su espalda para
mirar las estrellas. Mis ojos recorren su cuerpo desnudo, la luz de la luna brillando en el
sudor perlado entre sus tetas.
—No, era bombero—le digo.
—¿Qué hay de tu madre?—continúa preguntando Jessica.
—Mi madre era el tipo de mujer que siempre ayudaba a la comunidad, a las iglesias,
a las escuelas, lo que sea. Era una santa—le respondo, pensando en mi madre y en lo
amable que era—. Mis padres fueron geniales. Me metí en problemas creciendo solo
porque los problemas me gustaban. No tengo ninguna razón loca o un pasado jodido
para justificar por qué soy como soy, o por qué me gusta causar estragos a veces. Lo
disfrutaba principalmente, bueno, aún lo disfruto—me río, haciendo reír a Jessica.
—Cada vez que me metían en la cárcel o en el reformatorio, cuando era niño, mi
padre me recogía y me llevaba a casa cuando me dejaban salir. Cuando entraba por la
puerta, mi madre me daba una colleja y un plato de comida caliente. Nunca pagaron mi
fianza, ni suplicaron que me liberaran antes de tiempo; me hacían cumplir la condena
por mi delito, pero nunca me juzgaron. Estaban allí para mí mientras pagaba el precio
por gustarme los problemas—le informo, sonriendo por los recuerdos.
—Parece que eran grandiosos, Bobby. Lamento que los perdieras—susurra Jessica.
—Sí, yo también—mascullo. Un trueno suena desde las nubes mar dentro,
moviéndose hacia nosotros. El viento se hace más intenso mientras avanza en dirección
a nosotros.
—¿Qué hay de tus padres?—le pregunto. Jessica suspira, quitándose el pelo del
cuello.
—Mi padre es el tipo de persona que lo sabe todo y conoce a todo el mundo; tiene
influencias en todas partes. Su principal objetivo en la vida es tener éxito, y no hará
nada menos que exceder lo que se espera de él—me informa con los labios apretados.
—Suena como un estúpido—respondo honestamente.
—Lo es—se ríe.
—¿Y tu madre?—le pregunto, preguntándome si ella es la perra para estar con el
estúpido.
—Ella es realmente genial cuando quiere serlo. Es la única con la que hablo—
susurra, frunciendo el ceño. Sabía que solo hablaba con su madre, pero nunca dijo por
qué no habla con su padre.
—¿Por qué es eso?
Jessica inhala profundamente, y niega con la cabeza.
—Por un lado, porque no soy un cirujano cerebral como mi padre quería que fuese, y
no estoy casada con un pez gordo que sea el centro de atención pública, así él puede ser
alabado por sus excelentes consejos paternos—me explica—. No soy lo que él quiere de
una hija, y para ser honestos, él no es lo que yo quiero de un padre—continúa,
encogiéndose de hombros.
—Él sabía que yo estaba viviendo en el infierno con Travis, pero miró para otro lado.
Todo lo que quería era estar en la Junta Directiva del hospital de la familia de Travis—
masculla Jessica, haciendo que mi cabeza se mueva en su dirección.
—¿Quieres que le patee el culo?—le pregunto serio. El ceño fruncido de Jessica se
convierte en un ataque de risa, relajando mi ceño fruncido y uniéndome.
—Creo que estoy bien—susurra, mirando hacia el cielo nublado que de repente es
golpeado por un rayo.
—Será mejor que volvamos al muelle—le sugiero, agarrando mi camisa de detrás de
su cabeza. Me pongo la camisa de botones, pero la dejo desabrochada. Agarrando mis
jeans y bóxers, me los pongo mientras Jessica se viste. Me inclino y la beso en la frente
mientras me dirijo al timón.
Navegando de regreso al muelle, miro a Jessica. Ella está sentada en la parte
delantera, mirando las olas, su cabello ondeando en el viento.
Anclo la lancha y vuelvo a colocar la llave donde la encontré. Saltando fuera, la
amarro en el muelle, alcanzo la mano de Jessica y la ayudo a bajar.
—Eso fue increíble, Bobby. No puedo creer que hayas alquilado una lancha—
comenta Jessica, admirando la embarcación moviéndose de un lado a otro en las olas.
—¡Aléjense de mi barco antes de que llame a la policía!
Jessica y yo miramos hacia la costa y encontramos a un hombre mayor que levanta el
puño y corre por el muelle hacia nosotros, enojado.
—Um, Bobby—dice Jessica, volviéndose para mirarme con recelo.
—De acuerdo, tal vez no la he alquilado. ¡Corre!—le grito, empujándola por la parte
baja de la espalda. Jessica toma sus zapatos y corre riéndose. Con el viejo
alcanzándonos, agarro a Jessica por la cintura y la tiro sobre mi hombro, corriendo con
ella colgada sobre mi hombro. Corremos todo el camino hasta el muelle de madera y
por la playa riendo todo el tiempo. Sin aliento, me detengo y bajo a Jessica que está con
la cara roja por reírse tan fuerte.
—Oh, Dios mío, eso fue muy divertido—jadea Jessica, mirando el muelle para ver si
viene el anciano.
Con mis manos en sus caderas, empujo su culo hacia mí. Al ver el horizonte
encenderse con los rayos, coloco mi barbilla en su cabeza, aun riéndome por haber sido
atrapado robando una lancha y dando un paseo. Cualquier otra chica se habría enojado
porque la robé, pero a Jessica le encantó y amó que la atraparan.
—Te amo—susurro en su cabeza. Siento que Jessica se pone rígida bajo mi agarre y
gira lentamente, lo que hace que la suelte. Mi corazón late violentamente contra mi caja
torácica, dándome cuenta de lo que acabo de decir.
—Quiero decir yo…
—No, dijiste que me amabas—reafirma Jessica, abriendo mucho los ojos con
sorpresa.
Inhalo y trago el nudo en mi garganta. ¿Por qué negarlo?
—Lo dije. Te amo—susurro, mirando la arena bajo sus pies descalzos.
—Dijiste que no lo harías. Me lo prometiste—masculla Jessica, su voz quebrada por
la emoción y cortante por la ira.
—Te he amado desde el día en que Addie y tú entraron en mi vida, Jessica.
Simplemente no me di cuenta hasta hace poco. No me permitiría creer que me enamoré
antes de ahora. Sé que hay una docena de razones por las que no deberíamos estar
juntos, pero no me importa—le digo, mi tono ganando hostilidad al pensar en ella
apartándome a la fuerza. Otra vez.
—¡NO!—grita Jessica, empujando mi pecho enojada. Doy vuelta la cabeza y respiro
por su reacción—. No quedaré atrapada en otra relación. ¡No estaré con otro hombre
peligroso!—grita Jessica a viva voz.
Levanto violentamente mi cabeza y aprieto la mandíbula.
—Mataste a un hombre, Jessica. ¡Eres tan peligrosa como yo!—grito enojado,
haciéndola enojar aún más—. Y me amas—mascullo, con los ojos entrecerrados
mientras la hago bajar la mirada.
—No, yo… —Hace una pausa e inhala rápidamente—. No te amo—susurra, con voz
vacilante.
—Sí, me amas—la presiono, mi tono es serio.
Jessica niega con la cabeza, las lágrimas caen por su rostro.
—No tiene importancia si te amo o no. No podemos estar juntos por las jodidas
reglas del club, Bobby—protesta Jessica.
—Pura mierda—mascullo, frotándome las manos y mirando las olas del océano
volviéndose hostiles por la tormenta.
—¿Qué? —Ella se vuelve hacia mí con ojos despiadados.
—Pura mierda, Jessica—repito—. ¿Cuándo vas a parar con las excusas de mierda y
admitir que solo tienes miedo de que te hagan daño, de que te rompan el corazón?—
grito, mi voz retumbando a través de la noche. Jessica toma aliento repentinamente, sus
fosas nasales abriéndose por mi confrontación—. ¡Admítelo!—gruño, señalándola.
—¡Lo admito! Tengo miedo de amarte, Bobby. Eres un jugador, un manipulador al
que le gusta vivir la vida al límite. ¿Cuánto tiempo después de estar conmigo vas a
aburrirte y a alejarte de Addie y de mí?—solloza Jessica, las lágrimas caen por su cara,
una mano se enreda en su cabello con consternación.
—No haría eso. ¡No soy Travis! —Jessica respinga cuando oye que el nombre de su
ex marido sale de mi boca. Suelta una risa a medias, rompiendo el repentino shock
escrito en su rostro.
—Tú mismo lo dijiste, Bobby, no puedes comprometerte. Míranos. Ni siquiera
podemos ir a una cita sin pelear—continúa, limpiándose las lágrimas de la cara. Me
giro, pasándome la mano por la nuca irritado.
Yo dije eso. Ambos hemos dicho muchas cosas a lo largo de los años, defendiendo el
por qué no deberíamos estar juntos. Pero solo eran excusas, mentiras. En realidad, tengo
tanto miedo de ser herido como ella; miedo de no poderle entregar lo que ella necesita
de mí. Pensé que tal vez Jessica estaba rompiendo el miedo que la enjaulaba, pero
parece que no es más libre de lo que era cuando la conocí. Travis siempre será parte de
ella, aterrorizándola, evitando que me abra su corazón.
—Sí, peleamos, todo el mundo pelea. Te digo cuando estás siendo una perra, y me
dices cuando estoy siendo un idiota—murmuro. Los ojos de Jessica se abren
ampliamente antes de volver a entrecerrarse de ira.
Los rayos caen justo encima de nosotros mientras las nubes salpican lluvia fría.
—Llévame a casa, Bobby—me exige Jessica, girando y subiendo los escalones de
cemento, de vuelta al camión. La rabia corriendo a través de mí hace que mi cara se
enrojezca con el calor, mi mandíbula tensa hasta el punto que duele.
—¿Qué carajos? Estás loca, ¿lo sabías, verdad?—le gruño, teniendo suficiente de la
negativa que atraviesa cada palabra que sale de la boca de Jessica.
Ella se da la vuelta y me fulmina con la mirada. Sus labios se abren con incredulidad
mientras baja los escalones dando pisotones.
—¡Vete a la mierda, Bobby!—me grita, empujándome en el pecho con la mano que
lleva uno de sus tacones.
—Muévete—espeto, apartando su mano y pasando a su lado con paso impetuoso.
Todavía parada en el último escalón, la escucho jadear mientras subo. Nunca le he
hablado así, nunca la he tratado nada menos de lo que ella merecía. Hasta ahora. Estoy
malditamente furioso y mi pecho quema de dolor. Le expliqué todo, le dije cómo me
siento, mierda, cómo me he sentido desde el primer día pensando que finalmente
podría ver que lo que tenemos puede triunfar sobre el miedo. Nuestro amor es un
camino poco claro, pero está lleno de posibilidades. Como el miedo en nuestra relación
se basa en un camino previamente transitado, imprimiendo sus dolorosos recuerdos en
el corazón.
Capítulo 13
Jessica
La tensión empaña el viaje de regreso a mi apartamento. Estoy tan lejos en mi lado
del camión como puedo, dejando una gran cantidad de espacio entre nosotros, mientras
miro por la ventanilla. Tenía una regla. Una. No te enamores. Me aseguré de no
permitirme enamorarme de Bobby desde el día que lo conocí. He mantenido los límites
y las reglas, pero me volví estúpida y jugué con fuego.
El camión se detiene y Bobby apaga el motor. Él me mira y suspira pesadamente.
—Jessica—murmura Bobby, su voz exasperada.
Abro la puerta y salgo, cerrándola con fuerza detrás de mí. La lluvia me cubre la cara
mientras me dirijo a la puerta de seguridad. Las gotas de lluvia que se mezclan con mis
lágrimas crean un cóctel de miseria. Los neumáticos del camión de Bobby chirrían
cuando muerden el asfalto por la tracción mientras sale de prisa. Mi corazón se hunde y
la culpa monta mi espalda con todo lo que ha sucedido. ¿Qué hice? ¿Por qué lo negué?
¿Por qué estoy tan asustada?
Ni siquiera me molesto en tratar de ingresar mi código en la puerta de seguridad; sé
que no está reparada y se abrirá sin él. Una vez dentro, me dirijo al apartamento. Me
detengo frente a la puerta de Bree y escucho música y risas. Dejaré que Addie se quede
allí durante la noche; necesito un poco de tiempo para mí. Cuando saco la llave del
bolso y la meto en la cerradura, la puerta se abre sin que yo descorra el cerrojo. Inclino
la cabeza hacia un lado y la miro. Noto marcas negras a lo largo del marco de la puerta
y mi corazón salta a mi garganta. Empujo ligeramente la puerta para abrirla. Mi
apartamento está destrozado. El sofá está volcado y todos los gabinetes de la cocina
están abiertos, la comida en cajas tiradas por el suelo. Doy un paso para ver mejor el
desastre. La lámpara está en el suelo, la bombilla parpadea, emanando un brillo
escalofriante.
Mi pecho está ardiendo por el violento latido de mi corazón que empuja contra mi
caja torácica mientras veo la devastación en la que se encuentra mi apartamento. Esto
no puede ser bueno. Esto no está bien. Me doy la vuelta para irme, pero la puerta se
cierra, deteniéndome donde estoy. Cuando la puerta se cierra, una sombra se mueve
desde la pared. Retrocedo un paso, tratando de identificar a la figura que estaba
escondida detrás de mi puerta.
—Me preguntaba cuándo volverías a aparecer. —Un escalofrío recorre mi espalda
con su voz. No puedo ubicarlo, pero trae el miedo a la superficie.
La sombra se aleja de la pared y entra en la luz parpadeante. Mi visión vacila, todo
alrededor de la persona se vuelve borroso por el terror. Todo lo que escucho es la
oleada de sangre fluyendo en mi cabeza y el latido de mi corazón tamborileando en mis
oídos.
—¿Grant?—susurro, aterrorizada por completo del hombre parado frente a mí, mi
voz haciendo eco en mi cabeza mientras mi labio superior se cubre con una capa de
sudor. Clavada en el lugar por el miedo, mi cuerpo se agarrota y mis ojos se abren
ampliamente. Con los pulmones ardiendo por la urgencia de reanudar la respiración,
respiro dolorosamente.
Es Grant, el hermano de Travis. Para el ojo inexperto, sería fácil confundir a Grant
con Travis; se ven casi idénticos. Pero Grant no es tan distinguido. Las facciones de
Grant son relajadas, cuando las de Travis eran agudas y cuadradas. El cabello rubio de
Grant está peinado hacia atrás, un mechón en el frente rizado sobre su frente. Los ojos
inyectados hundidos con unas ojeras me devuelven la mirada. Su cuerpo es delgado,
pero los músculos de sus brazos hablan de su fuerza. Él entrecierra los ojos, arqueando
las cejas maliciosamente.
—Hola, Jessica—sisea con tono agudo y su voz rebana mi espalda con alarma.
Me tropiezo con un marco de retrato en el suelo y caigo contra la isla de la cocina.
—¿Qué estás haciendo aquí?—le pregunto nerviosamente.
—Oh, ya sabes, lo de siempre. Estaba en el vecindario, quería pasar y ver a mi
cuñada, la que mató a mi hermano, y ahora está heredando todo su dinero—comenta
condescendientemente. Los pelos de mi nuca se erizan mientras recobro el equilibrio y
me enderezo. Grant siempre fue tranquilo y distante cuando lo veía mientras estaba con
Travis, lo que lo hace impredecible.
—No sé de lo que estás hablando—le digo con voz más fuerte.
Él se adelanta, haciendo que mi cuerpo se encoja sobre un taburete ubicado frente a
la isla. Me recuerda tanto a Travis; todo lo que puedo hacer en respuesta es temblar de
miedo.
Rechinando los dientes, con ojos enojados y decididos, me mira con el ceño fruncido
con puro odio. Me agarra por el cuello y me saca del taburete, mis tacones caen de mis
pies cuando me levanta del suelo.
—Sabes exactamente de lo que estoy hablando. Mi padre me dijo que la muerte de
Travis había terminado, y que su testamento para ti y esa niña—dice con los dientes
apretados, sus dedos se clavan en mi piel dolorosamente, pero no lo suficiente como
para cortarme la respiración. Cierro los ojos. Grant luciendo como su hermano está
trayéndome recuerdos.
Harás como digo si quieres respirar otro día, Jessica. La voz de Travis resuena en mi
cabeza. Aunque son los dedos de Grant alrededor de mi cuello, todo lo que siento, pero
todo lo que escucho es a Travis.
—¿Sabes la vida que he vivido gracias a ti?—me pregunta, el odio es evidente en su
voz. La aspereza de su tono me saca de mi familiar agitación, haciéndome abrir los ojos
—. Mis padres renunciaron a sus puestos en la Junta Directiva del hospital y gastaron
cada centavo que tenían para encontrar a Travis. Dejándome en la calle—dice,
misteriosamente calmado.
Sé que no era de los que seguían los pasos de la familia en medicina, pero ¿por qué
viviría en la calle? No tiene sentido que sus padres le hicieran eso. Intento mover el
cuerpo con la esperanza de tocar el suelo con los pies para aliviar la presión que tiene
alrededor de mi garganta. Puedo deslizarme ligeramente, permitiendo que las puntas
de los dedos de los pies aguanten algo de mi peso, consiguiendo que una ráfaga de aire
fresco entre en mis pulmones.
—¿Dónde está el dinero?—me pregunta Grant, su voz misteriosamente calmada a
pesar de su mano apretada alrededor de mi garganta.
—¿Qué dinero?—me atraganto, arañándole los brazos para que me suelte, los dedos
de mis pies están doloridos por todo el peso que están sosteniendo. Mis ojos encuentran
los de Grant que están dilatados y más inyectados de sangre de lo que pensaba. Miro su
brazo y noto marcas de agujas. Pequeños puntos brillantes de tinta negra le suben por el
brazo. Es un drogadicto. Sus padres lo arrojaron a la calle, no están apoyando su
adicción a las drogas, y él en la puerta de mi casa pidiendo dinero significa una sola
cosa. Quiere el dinero del testamento de Travis.
—¿Qué?—gruñe Grant, frustrado. Abro la boca para tratar de hablar, pero solo salen
ruidos roncos de mi boca. Él me suelta y me deja caer al suelo. Toso, tratando de llevar
todo el oxígeno que puedo a mis pulmones.
—No lo tengo—gruño, levantándome usando el taburete.
Él se da la vuelta rápidamente y me da un revés. Tambaleándome hacia atrás, de
alguna manera logro permanecer de pie, mis oídos suenan ruidosamente por el golpe.
Agarro mi mejilla dolorida, el calor y el dolor suben por la delicada piel mientras miro a
Grant.
—Mira, podemos hacer esto de la manera fácil o de la difícil. —Se gira y sonríe con
una sonrisa sarcástica de Cheshire. Manteniendo su brazo en alto, mis ojos aterrizan en
su mano sujetando el collar que Travis solía ponerme; el que está en mi caja de zapatos
en el armario. Mis ojos se abren de par en par y mis pulmones tratan de respirar cuando
lo veo.
—¿Qué pasa? ¿Te trae viejos recuerdos?—se burla, caminando hacia mí,
desabrochándolo—. Travis me dijo las cosas que te haría con esto puesto, incluso
presumió—continúa Grant, se acerca y desliza sus dedos a lo largo de mi cuello donde
el collar me aprisionaría.
—Por favor, no—lloro, tratando de alejarme, pero él me agarra violentamente del
pelo. Extiendo mi mano hacia atrás golpeándolo en la cara lo más fuerte que puedo. La
furia inmediata destella en sus ojos mientras mi palma arde ante el duro contacto. Él
empuja su brazo hacia adelante para agarrarme, pero rápidamente lo esquivo y corro
alrededor de la isla en busca de algo para protegerme.
—A menos que quieras sentir dolor, vendrás aquí y harás lo que te digo—habla
lentamente Grant, su voz recordándome a Travis. De hecho, Travis me dijo esas
palabras exactas antes. Mi cuerpo quiere obedecer por miedo, las cicatrices en mi
espalda un recordatorio de lo que sucedería si no hiciera como me decían. Luchando
contra el impulso, cierro los ojos. Bobby aparece instantáneamente detrás de mis
párpados, sus ojos azules mirándome con anhelo.
Mi cabello es tirado hacia atrás violentamente y mis ojos se abren de golpe. Antes de
que pueda reaccionar, mi cara es golpeada contra la encimera con fuerza. El frío vinilo
es fijado alrededor de mi cuello y lo escucho trabarse. Mis ojos se llenan de lágrimas
cuando mi pasado levanta su fea cabeza. Todo lo que alguna vez intenté olvidar está
volviendo a suceder. En puro terror, hiperventilo, mi cuerpo tiembla y lucha por
respirar. Una vez más, cierro los ojos, recordando a Bobby sosteniéndome por el cuello
mientras me traía placer. Exhalo un suspiro tembloroso mientras reemplazo todos los
recuerdos dolorosos con momentos llenos de placer, calmándome en el proceso. La
mirada en los ojos de Bobby mientras me abrazaba. Cada encuentro sexual que tuve con
él. Todas las miradas que Bobby mostraba ahora claras como el día. Bobby siempre me
ha amado y lo amo. Él tenía razón. Solo tengo miedo de ser lastimada; estaba tratando
de protegerme.
—No temas al dolor; teme al mensaje detrás de eso—murmuro. Grant gruñe de
frustración mientras agarra mi cabello con ambas manos golpeando mi cabeza en el
mostrador una vez más, esta vez dejándome en completa oscuridad.
Bobby
Me detengo a la mitad de la calle y saco el chaleco de debajo del asiento. Aferro el
cuero con ambas manos y mis dientes se aprietan de ira. Si me voy, Jessica no me
llamará por semanas, posiblemente nunca. Ella hará todo lo que esté a su alcance para
ignorarme y deliberadamente alejarse de mí. Lo jodí. Nunca debería haber dicho nada.
Nunca debería haberme permitido llegar a este punto. Pero lo hice, y lo que le dije era
verdad. Tiro el chaleco en el asiento y giro el volante. Piso el pedal y doy un giro
completo, retomando el camino a lo de Jessica. No puedo dejarla escapar, y no puedo
rendirme tan fácilmente.
Entrando en el estacionamiento, una minivan roja sale volando, atropellando la orilla
de la calle y casi arrancando la parrilla del frente de mi camión.
—¿Qué mierda, hombre?—grito por la ventanilla de mi puerta. El tipo en la
camioneta lentamente gira la cabeza, sus ojos son amenazantes y levanta el labio en un
gesto de furia mientras me mira desde detrás de la ventanilla del lado del conductor.
Me parece familiar, pero no puedo ubicar de donde lo conozco. Por otra parte, me cruzo
con un montón de hijos de puta que se ven amenazantes, siendo parte de los Devil's
Dust. Estaciono el camión y subo corriendo las escaleras hasta el apartamento de Jessica.
Cuando me acerco a su puerta, noto que está abierta, y hay sangre manchando el suelo.
Lentamente la abro y veo el apartamento destrozado, parecido a la entradera del club.
—¡Jessica!—grito, corriendo por el apartamento. Corro hacia la habitación de ella, el
baño y la habitación de Addie, pero no la encuentro. Cierro los ojos tratando de pensar,
tratando de calmar mis acelerados pensamientos. Ese tipo en la minivan irrumpe en mi
mente, la forma en que conducía ese vehículo como si hubiese robado la puta cosa. La
forma en que se veía conocido. Tuvo que haber tenido algo que ver con esto.
Miro hacia el otro lado del pasillo y corro hacia la puerta del apartamento que está
junto al de Jessica. Jessica me dijo que su niñera vive frente a ella. Tal vez está allí. Tal
vez la niñera escuchó algo.
Golpeo la puerta rápidamente, sin detenerme hasta que se abre.
Una mujer de cabello negro y edad universitaria abre la puerta, con el pelo recogido
en coletas y gafas gruesas en la cara.
—¿Qué demonios?—dice bruscamente ella, mirándome enojada.
—¿Jessica está allí contigo?—le pregunto, mirando por encima del hombro.
—No, ella tenía una cita—responde la chica, mirándome sospechosamente.
—¡Bobby!—grita Addie emocionada desde el sofá.
—Hola, dulzurita. Quedaos aquí dentro. Traba la puerta. No salgan de aquí, ¿me
entiendes? —grito, señalando a la niñera. Sus ojos se abren ampliamente, el miedo
escrito en su rostro—. ¿Lo entiendes?—le gruño, golpeando mi mano contra el marco de
la puerta tratando de llamar su atención.
—Sí—dice con un chirrido, sus ojos están llenos de lágrimas. Me doy la vuelta y bajo
corriendo las escaleras.
Me subo al camión y corro en la dirección en que iba la furgoneta, esperando poder
alcanzarla.

Jessica
Mi cara arde y duele donde mi frente fue golpeada contra la encimera. Intento abrir
los ojos, los músculos de mis párpados se resisten. Noto el asiento desgastado debajo de
mis brazos, y el zumbido de un motor a mi alrededor. Estoy en un vehículo. Me siento
derecha lentamente, mi cabeza nada dentro de una nebulosa. Mis ojos aterrizan sobre el
rubio en el frente y todo se vuelve claro. Grant. La furgoneta da un viraje, lanzándome
contra la ventanilla con un fuerte golpe. Grant mira por el espejo retrovisor, sus ojos se
traban con los míos.
—Te dispararé en la cabeza si intentas algo—amenaza Grant, golpeando ligeramente
el volante con el cañón de una pistola. Asiento en comprensión y me recuesto en el
asiento. Apenas puedo respirar con el miedo corriendo por mi pecho. La idea de morir
hoy es demasiado para soportar. No tengo lo que él quiere. Nunca fui y me reuní con el
abogado para terminar los últimos detalles.
—No tengo el dinero, Grant. Aún no he firmado los papeles—le digo, tratando de
hacerle entender que no tengo nada que darle. Mis manos tiemblan de terror,
induciéndome a jugar con ellas.
—Mentira—se burla, pasándose la mano por la nariz moqueando. Se mira por el
espejo y frunce el ceño furioso. Sus ojos me hacen respingar en el asiento. Está
malditamente loco. No importa lo que diga, a él no le importará. Tiene sangre de Travis
en él lo que hace que comparta sus genes sádicos.
—Será mejor que lo consigas esta noche, o te mataré. No estoy jugando—grita,
claramente agitado.
—¿A dónde me llevas?—le pregunto, mirando por la ventanilla, tratando de tener
una idea de si hay una manera de escapar o gritar para que alguien me escuche.
—Cuando vine aquí, te observé. Te vi enganchada con ese motero, así que lo seguí.
Lo que me llevó a un MC. Fue entonces cuando junté todas las piezas—responde,
ignorando mi pregunta—. Mataste a mi hermano, hiciste que una pandilla matara mi
sangre, y eres la razón por la que mis padres me dijeron que me fuera al infierno, que si
yo fuera más como Travis, no se sentirían tan inútiles como padres. ¡Tú, es tu culpa!—
grita, sacudiendo el volante en un arrebato.
Miro al suelo, la gravedad de la situación se vuelve clara. Grant me va a matar esta
noche. Incluso si tengo suerte y no me mata, si consigo pagarle y me deja vivir, él piensa
que maté a Travis. Volverá corriendo con sus padres jugando al buen hijo, diciéndoles
lo que pasó. Las autoridades destruirán el club y nunca más veré a Bobby. Cierro los
ojos con fuerza, las palabras de Bobby, de lo aterrada que estaba de amar se filtran en
mi mente. Cómo utilicé excusa tras excusa de por qué no podía estar con él. Él tenía
razón. Solo tengo miedo de amarlo, miedo de que se cansara de mí, al igual que Travis.
Pero él no es Travis. Él nunca fue Travis.
Suelto un largo aliento, contemplando la idea de que las autoridades me lleven a la
cárcel y me quiten a Addie. Todos estos años viví cautelosamente, sin hacer nada para
llamar la atención sobre mí, tratando de evitar el peligro lo mejor que pude, ¿y para
qué? El pasado del que huía, volvió para mostrarme que desperdicié mi vida por miedo
y dolor. Tengo que hacer algo. No puedo seguir así. No puedo dejar que esto suceda. Al
levantar la vista, observo a Grant despotricando acerca de lo perra que soy. Él está
distraído. Levantándome del asiento, hundo mis pies descalzos en el suelo para
apalancarme. Me preparo mentalmente para lo que estoy a punto de hacer, sabiendo
que podría matarme.
Con una lenta exhalación, me obligo a avanzar y me arrojo al regazo de Grant. Las
manos agarran el áspero volante y lo giro para que la furgoneta se incline violentamente
hacia un lado. Los neumáticos chirrían ruidosamente mientras volcamos, el motor
suena con un fuerte zumbido mientras nos despegamos del suelo. Todo se ralentiza
mientras el vehículo está en el aire. Bolsas de comida rápida y botellas de plástico se
vuelcan mientras nos inclinamos. Soltando un suspiro, parpadeo; el tiempo vuelve a su
ritmo acelerado. La furgoneta se estrella contra el suelo. Todo lo que estaba volando
dentro de ella cae.
Violentamente, me empujan hacia el techo y luego hacia el suelo, una y otra vez
como si bajáramos rodando una colina antes de que finalmente, mi cuerpo dé con un
repentino descanso. Me duele todo el cuerpo y mi cuello palpita por el duro latigazo
cervical. Toso y tengo dificultad para respirar tratando de llevar aire a mis pulmones.
Con los ojos firmemente cerrados, mi cara se estremece por pequeñas gotitas
húmedas golpeando mis mejillas. Al abrir los ojos abiertos, descubro que estoy fuera de
la furgoneta. Fui expulsada en algún momento. Lentamente giro y la busco. La
encuentro a solo un par de metros de distancia. Está produciendo un sonido sibilante y
humeando, arrugada como una vieja lata de refresco golpeada contra una gran piedra.
Un fuerte crujido atrae mi atención hacia la puerta abierta; apenas está colgando de
sus bisagras. La adrenalina corre por mi corazón cuando Grant se cae de la puerta,
tosiendo y gimiendo. Me giro y empiezo a tratar de alejarme gateando. Mi cuerpo está
tenso y dolorido por el vuelco, lo que dificulta los movimientos.
—Oh, no, no lo harás—se ríe Grant. Lloriqueo en un intento de moverme más
rápido.
Obligando a mi cuerpo dolorido a cooperar, me arrodillo tratando de pararme y
correr, pero uno de mis tobillos es tirado hacia atrás, golpeando mi pecho contra el
suelo de nuevo. Me vuelvo y encuentro la mano ensangrentada de Grant pegada a mi
pierna. Su cabeza está sangrando profusamente, empapando un lado de su rostro en un
exudado rojo espeso. Agarro la hierba, tratando de soltarme de su agarre cuando noto a
6
unos centímetros de distancia una barreta negra, sin duda caída de la furgoneta.
Supervivencia. La palabra se estrella contra mi mente. Es mi única opción si voy a
sobrevivir. Vuelvo la mirada atrás hacia Grant, que se está riendo de mi débil intento de
escapar, el collar de vinilo restringiendo mi cuello, recordándome que todavía lo estoy
usando. Aprieto los dientes y me muerdo el labio. Puedo hacer esto. Me vuelvo sobre mi
espalda, enviando una oleada de dolor que atraviesa mi cuerpo magullado, y uso la otra
pierna para golpear las bolas de Grant. Instantáneamente suelta mi tobillo y yo me
adelanto, agarrando el acero frío con una de mis manos.
—¡Zorra!—maldice Grant enojado. Miro hacia atrás justo cuando Grant agarra mi
brazo, dándome la vuelta para mirarlo. Mientras me tira, levanto la barreta,
golpeándola contra un lado de su cabeza. El sonido de metal y hueso produce un
sonido escalofriante. Él se queda inmóvil y sus ojos se ponen en blanco mientras suelta
mi brazo, cayendo al suelo. Un sollozo escapa de mi boca mientras me alejo de él,
viendo su cabeza sangrar por la herida que la barreta infligió.
Sabiendo que es él o yo, recupero mi concentración y trato de contener mis sollozos
mientras me arrastro de rodillas hacia él. Levanto la barreta sobre mi cabeza con manos
temblorosas, las lágrimas nublan mi visión. Respiro hondo y lo golpeo de nuevo en la
cabeza. Su cara que se parece a la de Travis me hace recordar. Todo el dolor que me
causó, la forma en que habló a Addie. La primera vez que la hirió físicamente me viene
a la mente como una película de terror. El dolor. La tortura. El menosprecio. Todo
nublando mi cabeza en una bruma de ira incontrolable.
Grito con fuerza mientras golpeo la barreta sobre su cráneo de nuevo. Levanto mis
cansados brazos para golpearlo en la cabeza una vez más, pero no puedo reunir la
fuerza. Ya no puedo sentir las manos, las extremidades en general. Todo está
entumecido. Mi instinto de supervivencia es lo único que puedo sentir; está latiendo tan
fuerte en mi cerebro que apenas puedo ver bien.
—Ya no puedes hacernos daño—sollozo en voz baja, cayendo sobre mis manos,
jadeando.
Neumáticos que chillan en la cima de la colina atrapan mi atención. Me congelo
preguntándome si debería escapar y esconderme, pero sé que no tengo más remedio
que quedarme. Mi cuerpo se está apagando.
—¡Jessica! —La voz de Bobby es un bálsamo para el caos que me rodea. Miro hacia
su voz y observo con alivio mientras baja corriendo la colina.
—¡Bobby!—lloro, mi cuerpo libera su tensión.
Él corre a toda velocidad cuesta abajo. Su camisa negra desabrochada aleteando
contra él.
Haciendo caso omiso de mis extremidades heladas, me levanto y voy a tientas hacia
él, con la barreta todavía en la mano.
Bobby se estrelló contra mí dolorosamente, envolviendo ambos brazos alrededor de
mi cuerpo y metiendo mi cabeza en el hueco de su cuello.
—Bobby, te amo—lloro, manteniendo mis ensangrentadas manos a un lado,
acariciando mi rostro contra el de él. Bobby me acerca, apoyando su nariz justo encima
de mi oreja.
—Tenías razón. Estaba asustada. Tengo miedo—hablo confusamente contra su
camisa.
—Yo también te amo, Jessica—susurra.
Él se aleja mirándome cautelosamente. Me echo un vistazo, mi vestido blanco está
salpicado con manchas de sangre, mis manos cubiertas de salpicaduras por golpear a
Grant con la barreta. Me veo como una psicópata.
—Maldición—susurra Bobby, pasando su mano por mi bíceps. Me vuelvo y miro lo
que está mirando. Mis ojos captan mi brazo con un trozo de cristal clavado.
—No lo saques. Sangrará peor—le advierto. Ni siquiera puedo sentirlo, así que sé
que es malo.
Él alcanza mi brazo y agarra la barreta que aún tengo en la mano, tomándola. Me
rodea y se pone en cuclillas cerca de Grant.
—Es el hermano de Travis—digo en voz baja, acercándome a él.
—Es por eso que se ve familiar. Le diste muy duro, Jessica—comenta Bobby. Él se
adelanta y voltea a Grant, poniendo las manos en el cuello en busca de un pulso—.
Definitivamente muerto—informa Bobby, tirando la barreta al suelo.
—Tuve que hacerlo. Él armó el rompecabezas de que contraté al club para matar a
Travis—explico, defendiendo mis acciones. Bobby se encoge de hombros, mirándome.
—Lo hubiera matado por casi golpear mi camión—agrega serio—. Creo que tienes
una muy buena razón para hacer lo que hiciste. —Bobby se levanta y camina hacia mí,
metiendo su brazo detrás de mi cabeza.
—¿Qué diablos es esto?—susurra Bobby, sus dedos tirando del collar aún envuelto
alrededor de mi cuello.
—Era de Travis. Grant me lo puso—mascullo, tratando de quitármelo ansiosamente.
Sé que con Bobby estoy a salvo, pero la idea de ser una prisionera en este collar es
sofocante.
Bobby maldice por lo bajo y me da vuelta, sus manos se deslizan sobre mis hombros
hasta el broche en la parte posterior del cuello. Hace un ruido fuerte cuando lo
desabrocha, el ruido se parece al mecanismo de bloqueo de una jaula. La piel de gallina
se eleva por todo mi cuerpo mientras un fuerte aliento sale de mi boca. Me giro, mis
ojos vidriosos de emoción, y encuentro a Bobby mirando el collar con ira.
—Me aseguraré de que nada te vuelva a hacer daño nunca más, Jessica—me
promete Bobby, tirando de su brazo hacia atrás todo lo que puede y arrojando el collar a
lo lejos; rápidamente se funde en la oscuridad de la noche.
De repente, las sirenas me llaman la atención en la cima de la colina, junto con unos
neumáticos chirriando hasta detenerse.
—Oh, mierda, ¿qué hacemos?—le pregunto nerviosamente, mirando a Bobby con
miedo.
—¡Quietos!—grita un policía, apuntando un arma en nuestra dirección.
Capítulo 14
Bobby
—Mierda—susurro.
Reconozco el escuálido policía que baja la colina como Skeeter. Está tan sucio como
todos ellos lo están. El club le pagaba a esta escoria, pero se volvió codicioso y quería
más por debajo de la mesa de lo que se merecía. Cuando no estuvo complacido, intentó
chantajearnos. Así que le dimos la vuelta, haciendo que pareciera un jodido tonto para
la fuerza policial. Él ha estado decididamente detrás de nosotros desde entonces.
—Jessica, esto es todo mío—digo entre dientes, haciendo que se gire y me observe
con confusión—. No le digas a ese policía nada, excepto que Grant te secuestró. Cuando
te encontré, él me atacó y reaccioné. Eso es todo—le informo.
Si el hospital agrega en su expediente profesional que mató a alguien, ya sea en
defensa propia o no, su carrera habrá terminado. Observo su cuerpo temblar de miedo,
su vestido y su cuerpo cubiertos de sangre. Sangre. Mierda, no tengo suficiente para
convencer a nadie de que hice esto. Miro hacia la gran colina y veo a Skeeter y a otro
policía bajando lentamente, atentos en sus pasos en lugar de en mí.
Me inclino y agarro la barreta, y la estrello contra el cuerpo sin vida de Grant,
haciendo que salpique sangre sobre mis manos y mi ropa.
—¡Al suelo, Bobby!—grita Skeeter, a solo unos pasos de mí ahora. Paso mi mano
arriba y abajo de la barreta de forma rápida, tratando de borrar cualquier huella que
Jessica haya dejado atrás—. ¡Al suelo!—repite Skeeter, apuntando su arma y la linterna
directamente a mi cara.
Extiendo las manos mientras lentamente me arrodillo, la barreta todavía en mi
mano.
—Tú también, al suelo—le grita Skeeter a Jessica. Jessica cae al suelo y pone sus
manos sobre su cabeza. Sonrío. Jessica se ve bien como una proscrita.
—Déjala en paz—lo aliento mientras me bajo al suelo por completo.
—¡Cállate!—grita Skeeter, pateándome fuerte en el hombro, haciéndome soltar un
bufido.
—Eso estaba de más, ¿no crees?—rezongo, mirando a Skeeter que se acerca a Jessica.
Otro policía finalmente baja la colina y avanza hacia mí, jadeando y resoplando.
—Ya los llamé. Los refuerzos están en camino—jadea el gordo bastardo.
—Si, vale. Gracias, Bow—responde Skeeter, mirando el cuerpo de Grant.
—Tiene un arma—informa Bow a Skeeter.
Skeeter me mira y frunce el ceño.
—Déjala a tu lado, Bobby. No intentes nada estúpido o te dispararé donde estás
tendido—amenaza Skeeter, apuntándome con el arma.
Lentamente estiro mi brazo hacia un lado y arrojo la barreta al suelo.
Bow se sienta a horcajadas sobre mí y me ata las muñecas, jadeando todo el tiempo.
—¿Tienes otras armas encima?—jadea Bow encima mío.
—No—mascullo, mi barbilla apoyada en el suelo húmedo.
Miro y veo a Skeeter agarrar los codos de Jessica levantándola del suelo. Él desliza
sus manos por sus costados un poco demasiado lento para mi gusto.
—¿Tienes armas contigo?—le pregunta al oído, sus ojos me miran mientras le
pregunta. Él sabe lo que está haciendo. Está tratando de cabrearme.
—No—responde Jessica en voz baja.
Él se inclina y desliza sus manos entre sus piernas, yendo un poco demasiado arriba,
causando que Jessica se estremezca.
—¡Oye!—grito, forcejeando con el policía gordo que me sujeta.
—Quítate de encima—masculla Jessica, alejándose de Skeeter. Skeeter frunce el ceño,
su bigote de macho porno se crispa sobre sus labios. Agarra deliberadamente el brazo
de Jessica donde está herida, haciéndola llorar de dolor.
—No tienes el poder aquí, cariño. Yo sí—gruñe Skeeter, lamiéndose los labios
mientras la mira. Él la sacude por el brazo y la empuja hacia adelante, haciendo que
caiga al suelo.
Jessica se pone de rodillas, tratando de levantarse mientras Skeeter empuja su bota
en su espalda obligándola a volver al suelo. Mis fosas nasales arden de rabia y mis
manos se aprietan con el deseo de golpear salvajemente a Skeeter por haber maltratado
a mi chica.
—No te resistirías al arresto, ¿o sí?—se burla Skeeter de ella, haciendo que me
sacuda.
Gruño fuertemente mientras me alejo del policía que me sujetaba. Tiro mis muñecas
en direcciones opuestas, las ataduras pláticas me cortan las muñecas hasta que
finalmente se rompen. El policía que está detrás de mí le grita a Skeeter una advertencia
mientras me acerco a él, mis muñecas están ardiendo por los cortes que dejaron las
ataduras.
Skeeter aparta la mirada de Jessica, una sonrisilla se convierte en una repentina
mueca de disgusto. Muevo hacia atrás mi puño y lo estrello contra la mandíbula de
Skeeter, tirándolo al suelo.
Jessica levanta la mirada, sus ojos azules mirándome con alabanza mientras una
sonrisa sube por sus mejillas redondas.
Su cara rápidamente frunce el ceño, sus ojos se abren ampliamente. Ella extiende el
brazo, separando los labios para hablar. Pero antes de que pueda hablar, hay un fuerte
golpe en la parte superior de mi espalda. Me volteo y veo a dos oficiales de policía
levantando sus manos, bromeando, y chocando fuertemente sus palmas. El policía
golpea contra la parte posterior de mis rodillas, causando que caiga de rodillas. En
segundos, vuelan sobre mí, esposándome las muñecas. Skeeter está de pie, sosteniendo
su mandíbula. Sus ojos se entrecierran con ira, y saca su porra. Sus ojos entrecerrados
con una violenta promesa de que voy a pagar por mis acciones.
—¡No!—grita Jessica.
—Mira hacia otro lado—le digo con la boca, sabiendo que esto sería feo. Jessica
asiente, las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Valió la pena—me río mientras gira la cabeza, una risa escapando de su sollozo.

Jessica
DOS SEMANAS DESPUÉS
—Bobby asumió la responsabilidad de todo. Le dijo a los policías que mató a Grant
en defensa propia después de descubrir que Grant se había llevado a Jessica contra su
voluntad. Teniendo a Jessica como testigo, y el hecho de que los antecedentes penales
de Bobby demuestran que no evita el enfrentamiento, la policía no discutió cuando lo
arrestó. Por lo que dice nuestro abogado, Bobby está en serios problemas por dislocar la
mandíbula de Skeeter, y en devolución Skeeter está tratando de echar a perder la
declaración de defensa propia contra Grant, induciendo a las autoridades a cuestionar
su declaración y la de Jessica—nos informa Bull, fumando un cigarro.
—Eso significa que examinarán la prueba con un peine de dientes finos—borbotea
Hawk desde el fondo de la mesa, rascándose la barba en su barbilla.
—Nah, Skeeter es un maldito idiota. Estoy seguro de que tiene poca luz sobre la
evidencia—me anima Shadow, haciéndome sentir un poco esperanzada.
Suspiro, pasándome las manos por la cara. Mi sangre fluye con rabia feroz ante la
idea de que Bobby esté sentado en la cárcel por mi culpa. Después de que el abogado
del club llegó a la estación de policía y confirmó que yo era una víctima de toda la farsa,
y explicó cómo me manché con sangre tratando de separar a Bobby atacando a Grant,
me dejaron ir. Pero para ser honesta, después de que Bobby golpeó a Skeeter, la policía
no me preguntó mucho. Querían que Bobby terminara mal por atacar a uno de los
suyos. En realidad, no parecen preocuparse por mi participación.
—Él tiene presente cumplir una condena, cariño—continúa Bull, mirándome con sus
ojos llenos de dolor, sus palabras hacen que mi corazón se hunda.
—Ese hijo de puta Skeeter es una comadreja—dice Lip, sacudiendo la cabeza.
—Él hostigó a Bobby—le digo. Alcanzándolo, saco el cigarrillo de los dedos de Bull y
tomo una gran calada. Bull levanta una ceja y se sorprende cuando exhalo.
—Estoy estresada—señalo, tomando otra calada. He sido conocida por fumar de vez
en cuando, y también he fumado algún que otro porro con Bobby. No soy una santa.
—¿Consigues visitarlo?—me pregunta Lip, moviendo el anillo labial con la punta de
la lengua.
—Sí, me dirijo hacia allí ahora, pero antes tengo que recoger a Addie—agrego,
apagando el cigarrillo en un cenicero. Bobby ha estado en la cárcel del condado durante
dos semanas y eso me está matando. No puedo esperar para verlo.
—Ve a verlo. Dale nuestro amor, cariño—me dice Bull, levantándose de su asiento
en la cabecera de la mesa.
—Lo haré—le digo.
***
Estoy sentada en una silla de plástico amarilla en un lado del vidrio doble. La
iluminación es tenue, y huele como a orín aquí. La pintura blanca en las paredes está
resquebrajada y revela el cemento gris y al suelo le faltan baldosas. Solo puedo imaginar
cómo Bobby lo está llevando. Suspiro y niego con la cabeza. Todo esto es mi culpa.
Bobby no debería estar aquí por mi culpa. Travis y Grant fueron mi problema, y ahora
Bobby está sufriendo tras las rejas. Sonrío, Bobby. Mi caballero de brillante armadura.
Una gigantesca puerta de metal hace un zumbido al otro lado del cristal y Bobby
sale. Cuando lo veo mi cuerpo se arroba y se me dificulta a respiración. Observo a
Bobby caminar arrastrando los pies hasta una silla de plástico amarilla a juego, al otro
lado del plexiglás. Viste un mono azul con las manos esposadas frente a él. Su cabello
rubio está más enmarañado que de costumbre, y se ve pálido por la falta de sol.
—Tienes diez minutos, recluso—se mofa un oficial, pasando por nuestro box.
Bobby levanta el teléfono, usando sus dos manos esposadas, y se lo acerca al oído.
Su frente tiene un parche cuadrado de gasa que oculta una herida, su ceja cosida con
pequeñas puntadas zigzagueantes con hilo negro. Aquellos policías lo molieron a palos
esa noche. Giré la cabeza como él me dijo, pero nunca podré olvidar el sonido que
hicieron las porras cuando impactaban con violencia en el cuerpo de Bobby.
Su cara se enciende con ansias cuando me ve y sus ojos se iluminan.
—Hola, cariño—me saluda, con esa sonrisa lobuna de él.
—Hola—susurro, empujándome hasta el borde del asiento, queriendo estar más
cerca de él.
—¿Cómo estás?—me pregunta, mirándome a través del cristal.
—Estoy bien, supongo. —Me encojo de hombros.
Él asiente, mordiéndose los labios.
—¿Y tú?— le pregunto, apartando mi pelo del hombro.
—Eh, la cárcel no ha cambiado. La comida una mierda, buenas drogas—se ríe.
Revelando dos hoyuelos que me recuerdan cuánto lo extraño. También me recuerda lo
gran perra que fui cuando estuvimos juntos por última vez.
—Voy a conseguir sacarte de aquí—le informo, mirándolo con los ojos entornados.
Bobby sonríe y asiente, sus ojos se arrugan en los rabillos mientras se concentra en
mí.
—Sé que lo harás—responde.
—Se acabó el tiempo—comenta un oficial, de pie detrás de Bobby.
—¡No fueron ni diez minutos!—le grito a través del vidrio al policía gordo. El policía
sonríe arrogantemente, estira la mano y toma el teléfono de la mano de Bobby,
colgándolo en el gancho.
Bobby me guiña un ojo antes de ponerse de pie. El guardia empuja a Bobby por la
espalda haciéndolo caminar, y la puerta de acero zumba antes de abrirse y ocultar a
Bobby de mi vista.
Cuelgo el teléfono, me recuesto en la silla y suspiro. No sé cómo sacar a Bobby de
aquí. No soy abogado. No conozco a un abogado creíble y no tengo ese tipo de
conexiones. Mis ojos se abren ampliamente ante el pensamiento. Conexiones. Mis
padres. La única forma en que Bobby saldrá de aquí es si hablo con mis padres. Las
conexiones que tienen podrían funcionar a favor de Bobby. Tendré que atravesar la
última puerta de mi atribulado pasado.
—Mierda—rezongo.
***
Entro en el club de campo en el que suelo encontrarme con mi madre y espero. La
llamé apenas salí de visitar a Bobby ayer y le pedí que se reuniera conmigo en el
estacionamiento hoy. Ella, por supuesto, estaba muy preocupada, considerando que
acabábamos de vernos y no deberíamos volver a vernos hasta el próximo mes.
Los dedos golpean contra el cristal de mi puerta, haciéndome saltar de mis
pensamientos.
—Jessica, ¿está todo bien?—me pregunta mi madre cuando bajo la ventanilla.
—Entra—le exijo, echando una mirada furtiva a mi fatigada madre. Se nota que saltó
en su automóvil y condujo directamente hasta aquí. Ella tiene pantalones deportivos y
una chaqueta. Nada de cabellos esponjosos o sombreros gigantes que puedas ver desde
lejos.
Ella asiente y camina alrededor de mi Jeep.
—¿Qué está pasando? ¿Addie está bien?—me pregunta incluso antes de subir al
Jeep.
—Sí, ella está bien—respondo, girándome en mi asiento para mirarla.
—¿Has oído algo de la familia de Travis?—le pregunto, apoyando mis manos en mi
volante.
—No, no nos hablan desde que salieron de la Junta Directiva del hospital—me
informa, negando con la cabeza. Cierro los ojos y trago. Mi lengua se pega al paladar
como papel de lija. No estoy segura de cuántos detalles debo darle sobre lo que sucedió
con Grant, pero tengo que revelar alguna información si voy a conseguir algo de ayuda.
—Grant vino a verme—escupo finalmente, haciéndola jadear en reacción.
—Sugirió que tenía algo que ver con la desaparición de Travis y quería el dinero del
testamento que debía recibir—comienzo. Mi madre se da vuelta en su asiento,
agarrando su pecho.
—Me secuestró y amenazó con matarme si no le daba el dinero—me detengo,
pensando si debería decirle que lo maté. ¿Alguna vez me mirará igual si supiera que
tenía el alma de otro manchando mis manos?—. Hice lo que tenía que hacer—le
susurro, sin darle los detalles escabrosos. Ella inclina su cabeza hacia un lado,
claramente queriendo que explique, pero elijo ignorarla—. Por eso, alguien que me
importa está siendo castigado en mi lugar. Él estará cumpliendo un largo tiempo en la
cárcel si no hago algo, mamá. —Mis ojos se llenan de lágrimas.
—¿Él?—pregunta mi madre, quitando la mano de su pecho, y extendiéndola para
agarrar la mía para consolarme. Asiento, limpiando las lágrimas que se han escapado y
salpican mis mejillas.
—¿Quién es él, este inesperado héroe tuyo?—pregunta mi madre con tono sincero.
Me río, pensando en Bobby como un héroe. Pero cuando lo pienso, él ha sido mi héroe
desde que lo conocí.
—Él estuvo allí para Addie y para mí desde el primer día. Sin embargo, he hecho
todo lo que estaba a mi alcance para mantenerlo alejado. No estaba preparada para la
idea de enamorarme, depender de otro y conseguir ser lastimada más de lo que podría
soportar. —Cierro los ojos solo de pensar en los años perdidos, y niego con la cabeza
mientras jugueteo nerviosamente con los dedos—. La forma en que vive su vida, no
estoy segura de poder ser lo que él necesita que sea—admito.
—No te entiendo, Jessica. ¿A qué te refieres con su forma de vida?—pregunta mi
madre, con la cara retorcida por la confusión.
Me río nerviosamente.
—Es parte de un MC—respondo dócilmente.
Mi madre comienza a reír incontrolablemente, su mano descansa sobre su boca
mientras trata de contener su ataque de risas.
La miro con una ceja levantada. Su reacción fue inquietantemente diferente de lo que
esperaba.
Después de contenerse, aparta la vista de la ventanilla y me mira, con el rostro
brillante y alegre.
—Pobrecita. Te pareces a tu madre más de lo que pensé—murmura, sonriendo de
oreja a oreja.
—¿Qué quieres decir?—le pregunto encogiéndome de hombros.
—Antes de conocer a tu padre, me enamoré locamente de otro hombre. Un amor que
solo ves en las películas, y resultó ser un motero. —Mi madre enfatiza la palabra motero
—. Hacía algunas cosas ilegales, y yo viajaba en la parte posterior de esa moto sexy suya
mientras las hacía. Su padre también era motero, pero él no creía que su hijo fuera capaz
de ser un motero, así que Leo salió por su cuenta para demostrarle a su padre que era el
hombre indicado para el trabajo. —Ella cierra los ojos y sacude la cabeza como si lo
estuviera recordando con vívidos detalles—. Tenía tatuajes y cabello largo. Era casi
demasiado para mirar. Hombre, éramos salvajes—se ríe, abriendo los ojos.
—¿Qué pasó?—pregunto, sacudiendo la cabeza confundida. ¿Dónde está este
misterioso tipo motero?
—Mi padre, al igual que el tuyo, no lo aprobó. Me prohibió ver a Leo de nuevo.
Cuando no acaté sus reglas, nos mudamos en el medio de la noche y nunca volví a ver a
mi amor—dice mi madre, sus palabras graves mientras recuerda.
Mamá sacude la cabeza en mi dirección, como si la idea de perder al hombre del que
se enamoró se alejara sacudiendo la cabeza.
—Amo a tu padre. Lo amo, pero también amaba a Leo. —Ella gira la cabeza y sus
mejillas se ponen rojas—. Leo me hizo enamorarme de él. Fue implacable. Siempre
persiguiéndome, diciendo las cosas más escandalosas—continúa, riéndose. Sonrío.
Suena como Bobby.
Ella se acerca y toma mi mano, sus ojos brillantes mirándome fijamente.
—No luches, Jessica. No luches contra tus sentimientos si realmente te importa este
hombre tuyo. —Ella le da a mi mano un fuerte apretón. Yo inspiró repentinamente y
asiento.
—Tu padre y yo nos haremos cargo de esto—continúa, soltando mi mano sudorosa.
—Pero papá… —comienzo, sabiendo que mi padre no querrá tener nada que ver con
Bobby si viera al forajido tatuado que es.
Mi madre resopla.
—Cuando estabas con Travis, yo no fui la madre más atenta. No supe lo grave que
era, Jessica. Tu padre me dijo que no me entrometiera, que lo dejara estar, y lo hice. Me
he arrepentido de esa elección todos los días desde que te fuiste. Tu padre
recientemente tuvo un ataque al corazón y está viendo las cosas bajo una luz diferente.
Hará lo que le pida, estoy segura, pero si no lo hace, lo abandonaré—informa
seriamente. Recuerdo cuando mi madre me dijo que había tenido un ataque al corazón;
dijo que estaba diferente. Sin embargo, no sabía que cambió por completo su
perspectiva de la vida.
—Eres nuestra hija—continúa—. Está en nuestra naturaleza joderla a lo largo de la
crianza, pero cuando tenemos la oportunidad de corregir nuestras malas acciones,
debemos hacerlo, y ésta es una de esas veces. Con la edad viene la sabiduría—agrega mi
madre, sonriendo.
Sin pensarlo, me arrojo sobre ella, abrazándola. Ella se tensa, dudando antes de
rodearme con sus manos. La mujer ante mí se ha transformado en una madre que nunca
me había atrevido a imaginar.
—Acabas de decir la palabra joder—me río en su hombro.
—Sin embargo, tienes que venir para Acción de Gracias y traer a este héroe motero,
junto con Addie—susurra contra mi oído, ignorando por completo mi observación de
su lenguaje sucio, haciéndome reír.
—Mamá, no sé—empiezo, sabiendo que hay tantos malos recuerdos en Nevada, y la
idea de que mi padre conozca a Bobby ya me está haciendo sudar las palmas.
—Cariño, por lo que entiendo, no queda nada en Nevada que pueda hacerte daño—
se ríe. Me encojo de hombros y le doy una sonrisa torcida, sin confirmar o negar esa
noción.
—Sí, pero papá…
—A pesar de las acciones de tu padre, Jessica, te echa de menos a ti y a Addie. Él
vendrá si quiere que su hija vuelva a su vida—interrumpe, con los labios fruncidos con
determinación.
—Está bien, vendremos—digo, exasperada
Capítulo 15
Jessica
Han pasado dos días desde que vi a mi madre, y estoy cada vez más ansiosa por
cada hora que pasa. Ella me aseguró que estas cosas toman tiempo y que había planes
en proceso para sacar a Bobby de la cárcel.
—¿Te cepillaste los dientes?—le pregunto a Addie entrando a su habitación desde el
baño, preparándose para irse a la cama.
—Sí, te amo, mamá—me grita, cerrando la puerta del dormitorio.
—También te amo—balbuceo, sabiendo que ella no puede oírme.
Me siento, mirando el apartamento ahora limpio. Estoy tan agradecida de que
algunos de los muchachos del club ayudaran a limpiarlo después de que Grant lo
destrozó. Me dirijo a mi dormitorio y me dejo caer en la cama. Echando un vistazo hacia
mi armario, veo la caja de zapatos vuelta a guardar. Frunzo el ceño. Esa caja debe irse.
Ya no hay una razón verdadera para padecer una sensación de miedo. Con la decisión
tomada, una que hace que mi corazón se salte un latido dentro de mi pecho, me paro,
arrebatando la caja del estante. Compruebo a Addie en su dormitorio, la encuentro
acurrucada en la cama y ya dormitando. Cierro la puerta y me dirijo al cajón de la
cocina. Después de sacar un encendedor de uno de los cajones, me dirijo a la puerta
principal.
Bajo las escaleras y salgo por la puerta trasera del vestíbulo hacia la parrilla
comunitaria. Tiro la caja de zapatos sobre la parrilla carbonizada y la enciendo. La
observo quemarse. El olor a libertad y el sonido de mis miedos crepitan cuando las
llamas reclaman toda la caja. No muchas personas entenderían por qué conservé esta
caja. Por qué iba a conservar algo que estaba tratando de superar. Para mí era simple.
Alimentaba mi miedo. Todos los días la veía, y me recordaba por qué necesitaba andar
con mucho cuidado, tomar decisiones juiciosas que nos protegerían a Addie y a mí. Era
un recordatorio diario de que estar sola no era tan malo teniendo en cuenta cuánto
dolor padecí antes. Solo en las últimas semanas, me di cuenta de que vivía con más
miedo tratando de asegurarme de nunca volver a vivir lo que había pasado, que el
miedo que había soportado cuando estaba viviendo esa pesadilla.
A salvo, protegida, segura. Esas son palabras, pero nada más. Su significado es un
manto de realidad. Es imposible controlar por completo tu bienestar. La vida nos
recuerda que somos humanos; a menudo elegimos ignorarlo. Intento sobrevivir en este
jodido mundo, y finalmente me niego a ponerme cómoda y permitir que la bestia
salvaje del miedo dicte mi vida.
Cuando maté a Grant, una montaña de miedo que me separaba de Bobby finalmente
fue aniquilada. Tal vez fue la experiencia cercana a la muerte, Bobby diciéndome que
me amaba, o tal vez fue cuando Bobby me quitó ese collar y lo arrojó a la oscuridad
devoradora. Lo que haya sido, todo lo que sé es que estoy enamorada de Bobby, y por
supuesto, duele. Duele llegar a un acuerdo con la idea, y no tenerlo aquí conmigo para
decírselo una y otra vez.
Después de que la caja no es más que cenizas y un par de anillos carbonizados, me
vuelvo y regreso corriendo. Dejando mi pasado esfumarse en la brisa de verano.
***
Estoy sentada en el club esperando que Bull nos cuente el destino del futuro de
Bobby. Mi madre llamó esta mañana y dijo que habló con tantas personas como pudo
en su círculo. Ellos habían tenido buena suerte. Aparentemente, mi padre le sacó una
bala al jefe de policía en Nevada hacía dos meses y le está devolviendo el favor a mi
padre poniéndose en contacto con el jefe de policía aquí, quien tirará de algunas
cuerdas por Bobby. Varias horas después, Bull llamó por el veredicto del abogado.
Bull se rasca la cabeza de cabello oscuro, antes de apoyar sus brazos sobre la mesa
suspirando pesadamente. Su vacilación me pone nerviosa.
—Bobby está zafando con defensa propia con Grant, pero debido a sus antecedentes
penales y al ataque de Skeeter, estará cumpliendo tres meses en la cárcel, después de
eso lo soltarán en libertad condicional—informa Bull a la mesa—. Tiene suerte, alguien
está cuidando de él; definitivamente—agrega Bull, mirándome directamente.
—Cabrón afortunado—corta Lip, sonriendo. Me río, estoy agradecida de que hayan
sido meses y no años en la cárcel. Puedo con tres meses. No puedo con tres años.
Enloquecería extrañándolo, y saber que estaba tras las rejas por mi culpa, me mataría.
Los muchachos comienzan a gritar y a vitorear por las noticias mientras me levanto
y salgo de la habitación. Sonrío y me río, aliviada de que Bobby saldrá pronto.
El sol brillante y caliente me golpea, cuando salgo de la casa club; gotas y chorritos
de sudor bajan por mi espalda. Un familiar rugido de motor atrae mi atención a través
del patio.
El camión azul de Bobby entra al estacionamiento, el ruidoso motor vibra en el patio
del club mientras Shadow lo conduce al garaje y apaga el motor. Él se baja del vehículo
al mismo tiempo que Dani sale del lado del pasajero.
—Es lindo, pero me gusta más tu Mustang, cariño—adula Dani a Shadow, rodeando
la parte trasera del camión.
—Hola, Doc—saluda Shadow, deslizando su mano a lo largo de la caja del camión
de Bobby.
—Hola—respondo, mirando el vehículo de Bobby. La última vez que lo vi fue
cuando estaba precintado, en la escena del crimen.
—Fue liberado como evidencia esta mañana—responde Shadow mi pregunta no
formulada. Camino alrededor del camión y abro la puerta, el olor de Bobby me saluda.
Veo el chaleco de Bobby apoyado en el asiento, me estiro y lo agarro, llevándomelo a la
cara. Pero no huele a Bobby; huele a cuero fresco. Desdoblo el chaleco y observo que en
la parte posterior dice Propiedad de Bobby. Jadeo y lo miro. ¿Esto era para mí?
—Iba a pedirte que fueras su dama—dice Dani, ahora de pie a mi lado.
La miro, sus ojos verdes vibrantes de emoción, antes de volver la mirada al chaleco.
—Es un privilegio, ya sabes. Aceptando ese chaleco te conviertes en nuestra familia,
y hacemos cualquier cosa por la familia—sonríe, arrastrando el dedo por los parches
cosidos en el cuero.
—Pero si tomas ese chaleco, eres de Bobby. Doc no te pongas ese chaleco, si tienes
dudas sobre eso—instruye Shadow, su tono serio. Miro a Dani para ver si él está
bromeando.
Ella asiente ante sus palabras.
—Es verdad, pero de todos modos estoy bastante seguro de que ya eres de Bobby.
Aunque todavía no llevas el parche de propiedad—sonríe, haciéndome reír. Ella tiene
razón. Fui de Bobby desde el día en que puso los ojos en mí. Él incluso dijo eso mismo.
Ya sea que use este chaleco o no, eso no le impedirá reclamarme como suya. Lo haría
feliz mostrarle a su mundo que soy su mujer.
Bobby
Salgo en un mes. He estado contando los días durante los tres jodidos meses. Jessica
me ha visitado un par de veces, y he recibido cartas que huelen a ella, pero no es
suficiente. Me he masturbado tantas veces desde que estoy aquí; ya no recuerdo cómo
se siente un verdadero coño.
—¿Es eso una pelea?—pregunta Yuki, acercándose a los barrotes dorados que nos
contienen como si fuéramos animales. Yuki es un cabrón pequeño, con tatuajes
serpenteando por su cuello. Él no ha sido tan malo como compañero de celda.
Observamos a Geo y Sandler luchando en su celda frente a nosotros. Siempre están
discutiendo, maldiciéndose el uno al otro. Puede ser un buen entretenimiento, pero es
jodidamente molesto en medio de la noche. Eso es lo que hacemos durante la mayor
parte de nuestro tiempo aquí: ver a otros destrozarse y pelear por basura insignificante.
Hasta el momento, no he tenido ningún altercado con nadie, pero eso es porque estoy
en la cárcel del condado y no en la prisión. La mayoría de las personas que querrían
joderme están en la prisión, no en la cárcel del condado.
Sandler cae sobre su espalda cuando Geo lo lanza. Dándole ventaja a Geo, se sube
sobre Sandler y le da un puñetazo en la cara. Tanto Yuki como yo nos estremecemos
con eso.
—¿Apostamos?—sugiere Yuki. Si quieres cosas aquí dentro, la mejor manera de
conseguirlas es ganando apuestas. Así es como el comercio del mundo funciona aquí.
He conseguido un montón de mierda ganando apuestas. Debería ir a Las Vegas cuando
salga; probar mi suerte con efectivo verdadero en lugar de cigarrillo, playboy y
pastillas.
Observo a Geo, deliberando sobre sus pros y contras. Es enorme, como un luchador
de sumo, su grasa lo hace fuerte, pero su gran tamaño lo hace lento. Sandler es alto y
flaco, lo que lo convierte en un blanco fácil, pero tiene músculos en los brazos, y es
rápido. Si es lo suficientemente rápido, podría ganar fácilmente.
—Sí, dos paquetes de cigarros que gana Sandler—apuesto.
—Oh, tonto movimiento, hermano—se ríe Yuki, claramente feliz con apostar por
Geo.
Sandler envuelve sus brazos alrededor de Geo y tira de él hacia abajo, envolviendo
sus piernas alrededor del tórax de Geo. Geo se pone de pie, choca contra la parte
posterior de la pared y cae de espaldas, dando a Sandler la oportunidad. Sandler agarra
a Geo por la cabeza y la golpea contra el suelo de hormigón, causando que Geo se
quede flácido.
—Paga, perra—señalo arrogantemente, tendiendo mi mano por el pago.
—Joder, no lo vi venir—masculla Yuki, negando con la cabeza.
—¡Dispérsense!—grita un guardia, golpeando su porra contra los barrotes.
—Malditos cerdos—maldice Yuki, volviendo a su litera.
—Cuatro semanas más—refunfuño, alejándome de los barrotes de acero.

Jessica
Me recuesto en mi tabla de surf y miro el brillante cielo azul, el sol arroja calor sobre
mi cuerpo sudoroso mientras las olas me llevan lentamente a la orilla. Una semana más
y Bobby estará en casa. Diablos, siento que estoy en prisión también. Todo lo que quiero
es tocar el rastro de barba en su cara, pasar mis manos por su pelo rubio y escuchar las
tonterías de su engreída boca. Nunca antes no tener a Bobby allí para mí fue difícil. Era
fácil alejarse de él antes de que supiera que siempre estaría allí cuando lo necesitara. Sin
embargo, tenerlo en la cárcel, y lejos de mí todos los días es una tortura. Me estoy
volviendo loca.
Admitir que le he dado al amor una segunda oportunidad, exponerme
deliberadamente, sabiendo que el destino podría terminar con la fuerza de mi barrera
llena de cicatrices, me hace inspirar repentinamente y la conmoción se filtra en mi
interior. No sé si soy estúpida por permitirme ser tan vulnerable, o si simplemente estoy
lista para el viaje. Mi futuro inminente ahora está fuera de mi control.
En los últimos tres meses, acepté al club como familia y llevé a Addie para conocer a
todos. Todavía puedo ver la cara atónita de Bull y Shadow cuando llegué al club, Addie
montando conmigo en mi Jeep.
—Bull, Shadow, ésta es Addie, mi hija—expliqué, pasando mi mano por el largo cabello rubio
de Addie.
Los ojos de Bull estaban tan abiertos que sus cejas casi chocaban con el nacimiento de su
cabello. Shadow solo la miró con la boca abierta con asombro. Ambos se sorprendieron de que les
trajera a Addie. Pensé que la estaba protegiendo, guardando las distancias, pero en realidad la
estaba apartando a prudente distancia de una familia que iría hasta el fin del mundo por ella,
debido a mis propios temores egoístas.
—Encantado de conocerlos—dijo Addie dulcemente, extendiendo su mano para estrecharla.
Su vestido blanco ondeando al viento mientras miraba a los dos hombres fornidos.
—Bueno, hola, cariño—saludó Bull, estrechándole la mano. Se puso en cuclillas, poniéndose
a la altura de los ojos de Addie y sonrió con una de las sonrisas más sinceras que he visto en Bull.
—Hola—respondió Shadow, estrechando la mano de Addie. Su cara estaba tensa, mirándome
entre Addie y yo como si no pudiera creer que en realidad trajera a Addie al club.
—Mira como has crecido—murmuró Bull, mirando a Addie atentamente. Addie sonreía y se
movía de un lado a otro mientras Shadow y Bull la miraban fijamente.
Una ola me empuja con fuerza, obligándome a abrir los ojos ante el recuerdo y
aferrarme a los lados de mi tabla.
Me sorprendió la confianza de Addie cuando conoció a Bull y Shadow. Pensé que se
pondría nerviosa conociendo a un grupo de recios moteros, pero en realidad, Bull y
Shadow parecían estar más nerviosos que ella.
Cada una de las damas aceptó rápidamente a Addie, hablando sin parar de cuánto
se parecía a mí, y si no me equivoco, creo que el hijo de Dani, Zane, ya está enamorado
de ella. Gracias a Dios, su brecha de edad nunca dejará que eso vaya más allá de un
enamoramiento. Dani me alentó a llevar a Addie a su estudio de baile para el ballet, y
por supuesto, Addie estaba más que dispuesta a recordarle su oferta.
Me incorporo perezosamente en mi tabla y veo que estoy a solo unos metros de la
orilla. Los miembros del club están parados allí y hablando, algunos de ellos alrededor
de la parrilla cocinando y riendo. Esta es la primera reunión a la que traje a Addie, y
hasta ahora parece que le está encantando.
Saliendo del agua, pongo mi tabla debajo del brazo y me dirijo por la playa hacia el
grupo.
—Puedo darte algo para montar, mamá hot. —Miro por encima de mi hombro y veo
a un grupo de muchachos con sus tablas de surf mirándome con avidez. Sus cuerpos
están bronceados más allá de lo saludable, y sus cabellos están blanqueados por el sol y
el océano.
—Sigue hablando así y será tu madre la que irá montando a tu funeral—digo con
insolencia, cambiando mi tabla de brazo, mirándolos ferozmente. Dejan de reírse,
mirándome como si claramente hubiera perdido la cabeza. Para ser honesta, lo hice.
Esperar a que Bobby salga ha sido una tortura.
—La escuchaste. Ahora vete—ordena Lip, arrojando su brazo tatuado alrededor de
mi cuello.
El grupo de surfistas refunfuña entre dientes y se dirigen al estacionamiento.
—Creo que lo tenía cubierto—me río.
—Sí, sé que lo tenías. Solo quería asegurarme de que no enloquecieras. Bobby me ha
dicho que puedes ponerte loca—informa Lip serio.
—¿Él dijo eso?—pregunto, retrocediendo e intentando actuar ofendida. Pero no
puedo enmascarar la sonrisa que se arrastra en mi cara; suena como algo que Bobby
diría de mí.
Lip se ríe y se pasa la mano por el pecho. Su pezón perforado atrapa mi atención.
Maldición, luce como que dolió; me duele el pezón de solo mirarlo, y no en una buena
manera.
—Creo que Dani dijo que la cena está lista. Si quieres sacar a Addie y Zane de la
construcción de su serio castillo de arena y agarrar un plato—informa, tirando de mi
cuello con el brazo.
Camino hacia Cherry, Zane y Addie, todos construyendo un enorme castillo de
arena. Cherry lleva un escaso bikini amarillo y está cubierta de arena de pies a cabeza.
Addie y Zane no se ven mucho mejor con toda la arena que los está cubriendo también.
Mierda. Esa arena va a ser una pesadilla para sacarla del pelo de Addie.
—Oye, vamos a conseguir algo para comer y tomemos un descanso—sugiero,
tendiendo mi mano a Addie.
—Oh, vamos, mamá, casi hemos terminado—se queja Addie, llenando un cubo de
arena.
Zane se levanta de su posición de rodillas y me señala:
—¡No, no!—grita, haciéndome reír.
—En serio, cinco minutos más. Éste es el rey de todos los castillos de arena—dice
Cherry, con un cubo verde en la mano lleno de arena. No puedo evitar reírme ante su
petición desesperada de jugar en la arena con los niños. Me recuerda algo que haría
Bobby.
—¿Jesús, Cherry, en serio?—se ríe Lip, negando con la cabeza.
—Oye, esto es grandioso, amigo—dice Cherry seriamente, rascando un círculo
alrededor del castillo con ambas manos, imitando un foso.
—Estás segura de que no quieres huir, Doc, porque ahora es tu oportunidad—se ríe
Lip, cruzando los brazos con un palillo de dientes asomando de la boca.
—Eres una buena chica, pero quédate, quién sabe en lo que te convertirás—continúa
él, mirando a Cherry.
Sonrío, sacando el palillo de su boca.
—De todos modos, nunca fui una buena chica—respondo, colocando el palillo de
dientes en la parte superior del castillo.
—¡Oh, hombre, ese fue el toque perfecto, Doc!—grita Cherry, poniéndose de pie para
mirar el palillo.
—Ni siquiera sé qué decir—se ríe Lip, caminando en la dirección contraria.

Bobby
—Saldrás hoy, hermano—observa Yuki, mirando el calendario en la pared.
—Sí—respondo.
—Ustedes tienen algo de tiempo en el patio. ¡Vamos! —grita un guardia, su voz
resuena en toda la celda. Bajo los pies del fregadero, y me levanto de estar reclinado en
la litera de abajo.
El guardia me mira mientras paso frente a él.
Yuki me da un cigarrillo y lo tomo; golpeándolo contra mi palma.
—¿Qué es lo que no extrañarás de la cárcel?—pregunta Yuki, rascándose la nuca,
hablando ociosamente.
—No más comida de mierda, y no más trabajo en el jardín—me río, colocando un
cigarrillo entre mis dientes para encenderlo.
—Cinco meses más y estoy fuera—responde Yuki, apoyándose contra la valla. A
Yuki lo atraparon traficando con drogas y aterrizó aquí. El idiota vendió hierba a un
policía encubierto. Por suerte para él, es su primer delito y tiene un gran abogado.
—Entonces, ¿qué vas a hacer cuando salgas?—pregunta Yuki, entrelazando sus
dedos en la cerca y mirando hacia afuera.
—Follar a mi chica—respondo rápidamente, haciendo reír a Yuki. Esa es la única
cosa que echo de menos, el sexo. En los últimos tres meses, me he preguntado si Jessica
volvió a sus miedos y a sus viejas costumbres, y corrió a su casa encerrándose detrás de
puertas trabadas. Claro, tengo cartas y hablo con ella por teléfono de vez en cuando,
pero eso no significa ni mierda. El tiempo distanciados cambia a las personas. He visto
suficientes reclusos enfurecidos en la cárcel porque su esposa o novia se cansaron de
esperarlos y se follaron al vecino, o la familia las convenció para que buscaran un mejor
hombre.
Después de verlo a diario aquí los últimos tres meses, puedo admitirlo; estoy
jodidamente nervioso.
—¿Qué vas a hacer cuando salgas?—le pregunto, dando una calada a mi cigarrillo.
—Regresar a traficar—masculla, exasperado.
—¿En serio?—pregunto. ¿Por qué demonios haría eso? Él no es un distribuidor de
primera categoría. No está en una pandilla o hermandad, así que estoy confundido por
qué volvería a vender drogas de mierda solo para volver a aterrizar aquí.
—El dinero es demasiado bueno para alejarse—responde, encogiéndose de hombros
—. Mi madre está en un hogar de ancianos, mi esposa es diabética. Esas cuentas no se
pagan solas, hombre—continúa Yuki.
—Bobby, vámonos—grita el oficial Smith desde la puerta.
—Ese soy yo—mascullo, exhalando humo.
Le doy una palmada a Yuki en la espalda y le entrego mi cigarrillo a medio fumar.
—Te veo en el otro lado, hombre—sonríe Yuki, dándome una palmada en la espalda.
Me dirijo hacia la puerta cerrada que me conduce fuera de este agujero infernal,
pasando guardias cabreados a lo largo del camino. Impaciente, me apoyo contra la
puerta esperando a que uno de ellos descorra el cerrojo.
Me devuelven mi ropa de civil, junto con mi chaleco de cuero. Me lo pongo al
instante, la sensación del cuero gastado en mi espalda es reconfortante.
—Hasta pronto, Bobby—masculla el oficial Smith, sabiendo que volveré.
Probablemente lo haga.
—Mantenga mi litera caliente—le respondo, caminando hacia la puerta cerrada.
Zumba y la abro con un empujón. Cerrando los ojos, inspiro el satisfactorio olor de
la libertad, mucho más dulce en este lado de la cerca y el sol más caliente desde este
lado de la cárcel.
—¡Bobby! —Mis ojos se abren bruscamente. Esperándome están mis camaradas,
aparcados al final del estacionamiento. Motos, de un extremo al otro, y mi Chevy azul
estacionado junto a todas. Sonrío y corro hacia ellos, listo para alejarme de aquí tan
rápido como pueda. La puerta del camión se abre y Jessica sale volando, corriendo hacia
mí. Al verla, corro más rápido.
Ella se estrella contra mí, sus labios chocan con los míos agresivamente. La agarro
por las caderas y la levanto, y sus piernas se envuelven alrededor de mi cintura. Mis
manos aprietan su espalda, acercándola más. El olor de ella, la sensación de ella, jodida
felicidad. La agarro más fuerte y siento el cuero debajo de mis palmas. Retrocedo y la
miro, notando que lleva puesto un chaleco de cuero.
—Estás usando mi parche de propiedad—susurro con incredulidad.
—Sí—responde, sonriendo. Sonrío y la miro con los ojos entrecerrados.
—Sabes que eso significa que eres mía. Para siempre—gruño, inclinándome y
mordiéndole el labio inferior.
—Sí, creo que fui tuya desde el principio—se ríe ella.
—Sí, lo fuiste—coincido—. Necesito cinco minutos a solas contigo, usando nada más
que esto—le susurro, la idea de ella en nada más que un chaleco de cuero me endurece
la polla dolorosamente.
—¿Solo cinco minutos?—me pregunta, inclinando la cabeza hacia un lado.
—¿Qué puedo decir? He estado encerrado, cariño. Cinco minutos y estará
terminado.
Epílogo
Jessica
Estoy sentada en el bar observando a Addie jugar con Zane.
—Es un gran mujeriego—comenta Shadow, entregándome una cerveza. Me río,
viendo a Zane sonrojarse mientras se ríe de las caras tontas de Addie.
—Al igual que su tío Bobby—insiste Bobby, estirando los brazos por encima de su
cabeza con indiferencia, haciendo que su camiseta se suba revelando sus abdominales
tatuados.
—Sí, por ahí va la cosa—se ríe entre dientes Shadow, llevándose la cerveza a los
labios.
Entro en la cocina para conseguir un plato de comida para Addie, antes de que los
hombres literalmente se la coman toda.
—Tu hija es hermosa—alaba Cherry, cortando tajadas de carne desde detrás de la
encimera de la cocina. Ella tiene su cabello color fresa recogido en una descuidada cola
de caballo, y lleva una blusa verde brillante que apenas puedo ver por encima de la
encimera.
—Gracias—respondo, sacando un plato de papel de la encimera—. ¿Necesitas ayuda
aquí?—pregunto, mirándola maltratar una tabla de carne con un cuchillo de carnicero.
—Oh, no, lo tengo—contesta, mirándome con una gran sonrisa.
—Addie puede ser difícil, pero supongo que la mayoría de los niños lo son—le digo,
sacando un poco de fruta de un tazón.
—No lo sé—se ríe Cherry, limpiándose la frente con el dorso de la mano.
—¿Tienes hijos?—le pregunto, tomando algunas patatas fritas de una bolsa.
—Eh—comienza nerviosamente, sus mejillas ruborizadas de un rojo brillante.
Cherry me mira, sus ojos abiertos de par en par y su rostro en un súbito pánico—. ¿A
Addie le gustaría un poco de helado? Dani compró un montón de helado, y si los niños
no se lo comen, Shadow lo hará. —Se da la vuelta para abrir la puerta del congelador
rápidamente para evitar mi pregunta.
Saca un balde gigante de helado de chocolate y lo deja caer sobre la encimera. Ella
me mira y sonríe, haciéndome dudar si había una sensación de pánico antes o si lo
imaginé.
Asiento, sin apartar los ojos de ella, curiosa por lo que la hizo reaccionar de la
manera en que lo hizo. Como si ni siquiera se diera cuenta de lo que había dicho o algo
así.
Le llevo un plato a Addie y a Zane, y me siento en un taburete viendo a Lip, Bobby y
Shadow riéndose de algo.
Bobby alza la vista, sus ojos se clavan en los míos. Sonríe, palmea a Shadow en la
espalda y camina hacia mí. Una vez delante de mí, me agarra por las caderas y me
acerca, su boca haciéndome cosquillas en el lóbulo de mi oreja.
—Quiero follarte—susurra, haciendo que mis bragas se humedezcan
instantáneamente.
Me muerdo el labio inferior y observo a Addie y Zane haciendo arte con los
alimentos.
—Ella está bien—masculla, empujándome hacia atrás. Mi cabeza cae hacia atrás y
me río histéricamente mientras soy arreada por el pasillo.
Me doy la vuelta y lo agarro por la camiseta, llevándolo a rastras hasta que llego a su
habitación. Abro la puerta de una patada y nos meto dentro.
Bobby cierra la puerta y me agarra por las nalgas, levantándome. Él presiona sus
labios contra los míos, besando mi boca con fuerza. Nuestros cuerpos enredados en un
abrazo golpean ruidosamente contra la puerta antes de que tropecemos con la cómoda,
tirando todo lo que estaba encima al suelo. Mis piernas tiemblan de anticipación, un
fuego se extiende salvajemente entre ellas.
Agarro el dobladillo de mi camiseta y la levanto, mi chaleco de cuero cae al suelo
con ella. Sin perder el tiempo, Bobby dirige su cabeza hacia adelante, besándome a lo
largo de mi pecho, sus manos apretando posesivamente mis tetas.
Gimo mientras sus manos alcanzan mi espalda desabrochando mi sostén de seda. El
sonido que escapa de mi boca suena más animal que humano. La seda cae de mis
pechos, liberando el peso de ellos.
Bobby desliza sus ásperas manos por mis muslos, a través de mi abdomen, sobre los
pezones, y a lo largo de mis brazos, inmovilizándolos sobre mi cabeza. Él raspa sus
dientes contra mi pezón, encendiendo una chispa, que cubre mi piel con piel de gallina.
Se mete el pezón en la boca y chupa, su lengua se arremolina alrededor de éste, antes de
liberar lentamente la punta húmeda. Caigo en el momento y las sensaciones que me está
dando, suplicándole en silencio que me folle ahora mismo.
Él se retira, soltando mis brazos, y se quita la camiseta, revelando su pecho
perfectamente delineado por los músculos. No puedo evitar pasar las manos sobre sus
pectorales, antes de deslizar mis uñas sobre sus abdominales y hacer que sisee. Mis
manos manosean torpemente el botón de sus pantalones vaqueros mientras sus manos
desabrochan mis pantalones cortos.
Tan pronto como sus pantalones se sueltan, los empujo hacia abajo por sus muslos
tonificados, usando mis pies para patear sus bóxers el resto del camino. Él tira
bruscamente mis pantalones hasta mis tobillos y baja suavemente mis bragas por mis
caderas.
Desliza sus dedos entre mis piernas y dentro de mi sensible calor. El deseo se
inflama dentro de mí con su toque. Mi cabeza cae hacia atrás por la conexión
abrumadora. Pongo mis pies en el borde del tocador y separo ampliamente las piernas,
animándolo a ir más profundo.
—Alguien está excitado—jadea Bobby, extendiendo mi humedad alrededor de mi
clítoris. Aprieto los dientes y asiento con la cabeza mientras la sensual sensación de
placer aumenta en torno a su diestra mano.
Bobby coloca ambas manos sobre mis rodillas y se detiene, llevando mis ojos a los
suyos. Él me sonríe antes de bajar la cabeza entre mis muslos. Mi cuerpo tiembla
cuando Bobby golpea ligeramente la lengua contra mi clítoris y sus dedos atormentan
mi abertura.
—Oh, Dios mío—jadeo, perdida en el momento.
Bobby chupa mi clítoris mientras sus dedos entran lentamente en mí. Mi coño se
contrae en torno a ellos, persiguiendo ese reino de placer que tan desesperadamente
necesito.
Un calor floreciente se extiende en mi mitad inferior, haciendo que mis dedos se
curven en el borde del tocador. Justo cuando creo que ya no puedo tomar más, las
estrellas estallan detrás de mis párpados. La cálida lengua baja, lamiéndome,
mordisqueando y devorando mi clímax con avidez.
Bobby se levanta de entre mis piernas, su boca brilla, y me agarra de las caderas,
tirando mi culo hasta el borde de la cómoda. Mi cuerpo todavía está bajando del clímax,
todo lo que puedo hacer es acceder aturdida.
En un movimiento rápido, me empala con su polla, mi cuerpo jadea en respuesta.
Sus vivaces ojos azules me inmovilizan. Hablando en silencio conmigo mientras coloca
su mano sobre mi espalda y me levanta, girándome hasta que mi espalda choca contra
la pared. Mis brazos rodean su cuello mientras él sostiene una de mis piernas y la
levanta hasta apoyarla sobre sus hombros, mientras que la otra pierna está envuelta
alrededor de su cintura con fuerza.
Él empuja sus caderas hacia adelante haciéndome gemir por la profundidad que su
polla está alcanzando.
—Oh, mierda, sí—masculla Bobby, cerrando los ojos.
Él me folla vigorosamente. La curva de su polla golpeándome es celestial. Paso mi
mano por su pelo, mirando los mechones que se adhieren a su frente por las gotas de
sudor formadas. Sus ojos se abren, me abrazan mientras me folla contra la pared. Su
boca se entreabre y su ceño se frunce. Su agarre sobre mis caderas se vuelve más rudo, y
su ritmo se vuelve errático con la necesidad. Su polla late, advirtiéndome que está a
punto de correrse.
—Bobby—jadeo, y con eso Bobby cierra los ojos con fuerza y se corre. Bobby
gruñendo junto a un lado de mi cuello, y la sensación de él agarrándose a mí como si
fuera su próximo aliento me hace caer sobre el precipicio segundos más tarde. El placer
subiendo por mis piernas y encendiendo mi coño es demasiado para contenerlo. No
reprimo el fuerte gemido que escapa mientras mi cuerpo aún está envuelto
apretadamente alrededor del de él.
Bobby nos sostiene en la misma posición y nos acerca a la cama, antes de caer sobre
mí.
Gozando de la placentera relajación después de nuestra vigorosa follada, debo
moverme, pero no tengo ganas de hacerlo. Estoy más que contenta de quedarme en los
brazos de Bobby.
—Necesito ver a Addie—murmuro, levantándome de la cama.
—A Zane realmente parece gustarle—se ríe Bobby.
—Han sido prácticamente inseparables los últimos tres meses—le digo, agarrando
mi ropa del suelo y vistiéndome.
—Mmm—responde Bobby, levantándose y buscando sus bóxers para vestirse.
Salgo de la habitación, Bobby justo a mi lado mientras regresamos a la zona común.
Bobby se inclina y me besa apasionadamente, antes de pegarme en el culo, y regresar
con los hombres.
Me siento en una silla de metal y observo a Bobby en su elemento alrededor de los
otros hombres, mientras que Addie y Zane juegan.
Sé que he recorrido un largo camino, pero también sé que todavía tengo mucho
camino por recorrer. He superado mi miedo en su mayor parte, y he aprendido a
reemplazar mis dolorosos recuerdos.
Espero el día en que Bobby pueda esposarme a la cama, hacerme suya, y darle ese
control. Me encantaba ser zurrada y perder el control. Eso fue antes de que Travis lo
llevara a otro nivel, volviendo aterrador ese reino de éxtasis para mí. Me encantaría
volver a ese lugar otra vez con Bobby. Pasará. Sé que a la larga sucederá. Sólo tomará
tiempo.
Me vuelvo y miro a Addie, su cariño y soltura con Zane mientras él trata de hacerle
cosquillas. Apuesto a que Bobby tendría hermosos bebés. Mis ojos se abren
ampliamente, sorprendida por la idea.
—Oye, cariño, ¿está bien si llevo a Addie a dar un paseo?—me susurra al oído por
detrás Bobby, haciéndome saltar.
—Eh—vacilo. Tratando de ordenar mis pensamientos de sexo, bebés, a Addie
montada en una moto.
—¿Qué estabas pensando?—me pregunta, colocando un pelo detrás de la oreja.
—Nada—respondo rápidamente—. No sé si Addie está lista para eso—respondo
nerviosamente. No sé si yo estoy lista para que ella viaje en una moto.
—Mamá, ¿puedo ir a dar una vuelta en una moto? Zane va—grita Addie, corriendo
hacia mí.
—Sí, parece bastante nerviosa—comenta Bobby, riendo.
Pongo los ojos en blanco y me río.
—¡Ve despacio, Bobby!—exijo, apuntando mi dedo en su cara.
—Lo haré. Lo haré —canta, tomando la mano de Addie y caminando hacia la puerta.
—Con los ojos cerrados todo el tiempo—bromea, haciendo que mi corazón se hunda
de miedo.
—¡Bobby!—grito, poniéndome de pie y siguiéndolo afuera. Se detiene de repente, y
se precipita hacia mí, acunando ambas mejillas en sus manos.
—Confía en mí, Colibrí. —Lo miro ferozmente por usar ese apodo en público. Sonríe
a sabiendas y me da un rápido beso en los labios antes de alejarse.
Gimo, y lo veo alejarse de la mano de Addie.
—Pensé que Lip era difícil. Chica, te espera un paseo salvaje con ese—se ríe Cherry,
acercándose a mi lado.
Gimo y niego con la cabeza.
—No lo sé—murmuro.
Veo a Bobby ponerle un casco a Addie, y la forma en que muestra tanto cuidado a su
alrededor es suficiente para hacer que cualquier mujer se desmaye. Él monta a
horcajadas sobre su moto, ayudándola a ponerse detrás de él. Addie abraza su vientre,
su cara radiante de alegría. Ella echa un vistazo y me ve, sonríe al instante y agita las
manos.
Bobby agarra el manillar, quita el soporte de la moto de una patada y me mira. Sus
ojos atrapan los míos mientras sonríe y me hace un guiño sexy.
—No estás viviendo a menos que estés conduciendo una moto, ¿verdad?—pregunto,
mirando a Cherry. Algo que escuché decir a los hombres antes. Nunca lo creí, pero
ahora sí.
Ella se ríe y asiente.
—Correcto.
El futuro no está claro para Bobby y para mí, y Dios sabe que el siguiente capítulo
para nosotros será uno que estará lleno de dificultades y razonamientos. Pero no me
importa porque sobreviviremos. Hemos enfrentado el mayor temor que nos aquejaba
como pareja; el miedo a enamorarnos, nada nos puede detener ahora.

Fin… Más o menos


EL CONO del SILENCIO
Traducción

Colmillo
Corrección

La 99
Edición
El Jefe
Diseño
Max

EL CONO del SILENCIO


Notas
[←1]
El acrónimo SUV proviene del inglés y significa Sport Utility Vehicle o, traducido
al español, Vehículo Utilitario Deportivo. Son automóviles mixtos, que combinan el
pragmatismo de un turismo con la robustez de un todoterreno.
[←2]
Hora punta si vives en España.
[←3]
Cama solar, Rayos UVA. Elije según tu país.
[←4]
Se dejó el término en inglés porque según la región donde vives esto recibe el
nombre de caño, poste, barra. Es un caño cromado adjunto al escenario que permite
un baile muy sensual, llamado pole dance.
[←5]
Ordenador si vives en España.
[←6]

Barreta es una barra de acero, por lo general no muy grande.

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