Hora Santa Por La Vida

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Parroquia Santa María de Guadalupe

-HORA SANTA POR LA VIDA-


-ORACIÓN INICIAL-
Señor, Dios nuestro, que a través de este gran sacramento llegamos a la
presencia de Jesucristo, tu Hijo, nacido de la Virgen María y crucificado para
nuestra salvación. Que nosotros, quienes declaramos nuestra fe en esta fuente
de amor y misericordia, bebamos del agua de la vida eterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor.

Todos: Amén.

Se hace un momento de silencio o canto

-LITURGIA DE LA PALABRA-

PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro de Génesis 9, 1-7

En aquel tiempo, Dios bendijo a Noé a sus hijos, diciéndoles: “Crezcan y


multiplíquense y llenen la tierra. Todos los animales los temerán y los
respetarán a ustedes; les aves del cielo, los reptiles de la tierra, los peces del
mar están sujetos a ustedes. Todo lo que vive y se mueve les servirá a ustedes
de alimento; se lo entrego a ustedes, lo mismo que los vegetales.
Pero no coman carne con sangre, pues en la sangre está la vida. Por eso yo
pediré cuentas de la sangre de ustedes, que es su vida; se las pediré a cualquier
animal; y al hombre también le pediré cuentas de la vida de su hermano. Si
alguien derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya; porque Dios
hizo al hombre a su imagen. Ustedes crezcan y multiplíquense, extiéndanse
por la tierra y domínenla”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL:
Salmo 138

R. Guíame, Señor, por el camino eterno.

Señor, tú me sondeas y me conoces;


me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
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distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

R. Guíame, Señor, por el camino eterno.


Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras.
R. Guíame, Señor, por el camino eterno.
Sondéame, Señor, y penetra mi interior;
examíname y conoce lo que pienso;
observa si estoy en un camino falso
y llévame por el camino eterno.
R. Guíame, Señor, por el camino eterno.

Oración en silencio.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO:


Juan 6, 51
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este
pan vivirá para siempre.
R. Aleluya.
EVANGELIO:
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a
dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron
a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”.
Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no
beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
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Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que
me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá
por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus
padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.
Palabra del Señor.

Reflexión y canto

-PLEGARIA UNIVERSAL-
Celebrante: Dios es el autor de la vida. En Él, ponemos nuestra confianza y
esperanza y elevamos nuestras peticiones:
Todos: Señor, escucha nuestra oración.

+ Que la justicia, la verdad y el amor por el don de la vida, pueda inspiran


a todos los legisladores, gobernadores y a nuestro presidente, roguemos
al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

+ Por todos aquellos que no apoyan los derechos de los no-nacidos, para
que, en amor, ellos puedan llegar a conocer la dignidad de cada persona
en los ojos de Dios, roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

+ Por todos aquellos que se preparan para recibir el Sacramento del


Matrimonio, para que puedan abrazar su papel como co-responsables
en el amor creativo de Dios, roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

+ Por todos aquellos que llegan a las vidas de los condenados, de los
ancianos y de los olvidados, que puedan tener compasión, respeto y
aprecio por la dignidad de toda vida humana, roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.


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+ Por los moribundos, que, a través del amor, el cuidado y la devoción de


otros, puedan conocer la belleza de la vida en estos momentos,
roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

+ Por todas las víctimas de la cultura de muerte, que al igual que Lázaro,
olvidado y pobre, ellos puedan ser bienvenidos a la paz eterna de Dios,
roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

Se hace un momento de oración en silencio o canto.

-LECTURA PAPA JUAN PABLO II-


Evangelium Vitæ, núm. 25
La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre,
manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el
valor de su vida. Nos lo recuerda el apóstol Pedro: «Sabéis que habéis sido
rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo
caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha
y sin mancilla, Cristo» (1 Pe 1, 18-19). Precisamente contemplando la sangre
preciosa de Cristo, signo de su entrega de amor (cf. Jn13, 1), el creyente
aprende a reconocer y apreciar la dignidad casi divina de todo hombre y puede
exclamar con nuevo y grato estupor: « ¡Qué valor debe tener el hombre a los
ojos del Creador, si ha “merecido tener tan gran Redentor” (Himno Exsultet
de la Vigilia pascual), si “Dios ha dado a su Hijo”, a fin de que él, el hombre,
"no muera sino que tenga la vida eterna" (cf. Jn3, 16)! ».
Además, la sangre de Cristo manifiesta al hombre que su grandeza, y por tanto
su vocación, consiste en el don sincero de sí mismo. Precisamente porque se
derrama como don de vida, la sangre de Cristo ya no es signo de muerte, de
separación definitiva de los hermanos, sino instrumento de una comunión que
es riqueza de vida para todos. Quien bebe esta sangre en el sacramento de la
Eucaristía y permanece en Jesús (cf. Jn6, 56) queda comprometido en su
mismo dinamismo de amor y de entrega de la vida, para llevar a plenitud la
vocación originaria al amor, propia de todo hombre (cf. Jn1, 27; 2, 18-24).
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Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para
comprometerse en favor de la vida. Esta sangre es justamente el motivo más
grande de esperanza, más aún, es el fundamento de la absoluta certeza de que
según el designio divino la vida vencerá. « No habrá ya muerte », exclama la
voz potente que sale del trono de Dios en la Jerusalén celestial (Ap21, 4). Y
san Pablo nos asegura que la victoria actual sobre el pecado es signo y anticipo
de la victoria definitiva sobre la muerte, cuando «se cumplirá la palabra que
está escrita: “La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh
muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?”» (1 Cor15, 54-55).
Se hace un momento de oración en silencio. A continuación, el celebrante dice
las Letanías por la Vida.

-LETANÍAS POR LA VIDA-

Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.


Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
Tú diste vida a Adán. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú formaste a Eva de la carne. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú escuchaste el llanto de la sangre inocente. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú salvaste la vida de Caín. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú salvaste a Noe del diluvio. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú llenaste el vientre estéril de Sara. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú diste a Abraham un hijo. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú preservaste la vida de Jacob. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú castigaste aquellos que tomaron la vida de otros. R. ¡Señor, Tú nos das
vida!
Tú pones delante de nosotros la vida y la muerte. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú restauraste la vida perdida. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú nutres al anciano y al débil. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú liberaste a Saúl de David. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú redimiste la vida de David. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
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Tú diste a Salomón largos días. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú resucitaste al niño por el clamor de Elías. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú eres la vida que es la luz de los hombres. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú eres el pan de Vida. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú tienes las palabras de eterna vida. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú eres la resurrección y la vida. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. R. ¡Señor, Tú nos das vida!
El celebrante dice o canta: Oremos juntos como Cristo nos enseñó:
Todos: Padre nuestro…

- ORACIÓN POR LA VIDA -


Padre, tú eres la fuente de toda vida. Por Jesucristo, tu Hijo, ofreces la vida
eterna a todo el que la desea. Nosotros creemos en esa vida, Padre. Te damos
gracias por ella y esperamos con gozo el día en que podamos compartirla
contigo. Pero hoy te pedimos por la vida humana creada a tu imagen; la vida
de todas las personas del mundo entero. Por tu amor y tu misericordia,
santifica y fortalece nuestros esfuerzos por lograr que se respete y dignifique
el fundamento de toda vida humana, especialmente por los médicos y
legisladores de nuestro mundo. Que tu rostro brille sobre nosotros y que, en
ti, la humanidad entera encuentre la felicidad y el valor de vivir en ayuda
mutua, haciendo de esta vida un anticipo de la vida futura que gozaremos
eternamente.

BENDICIÓN DEL SANTÍSIMO …

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