Qué Es La Globalización de Hirsch
Qué Es La Globalización de Hirsch
Qué Es La Globalización de Hirsch
“Globalización”: Para unos contiene una promesa de un mundo mejor y más pacífico; para otros, en cambio, se vincula
con la idea de un caos global. La “globalización”, es, así, algo más que un concepto científico. De cierta manera, hoy en
día es un fetiche; describe algo así como un poder oculto que agita al mundo, que determina toda nuestra vida y que nos
domina cada vez más. Sea como sea, prácticamente no existe en la actualidad un problema social, ninguna catástrofe y
ninguna crisis, que no pudiera ser relacionada con la “globalización”. Al mismo tiempo, se enlazan con ello tremendas
esperanzas en un mundo unido, seguro, pacífico; hasta se considera la posibilidad de un “gobierno democrático mundial”;
“aldea global”, “sociedad mundial” “comunidad de los pueblos”. Desmentida. El origen moderno del pensamiento global
está relacionado muy esencialmente con el colonialismo y el desarrollo del Estado nacional y del capitalismo ligado a él.
En el concepto “globalización” resuena siempre una contradicción real: el amplio y decisivo triunfo del capitalismo,
simultáneamente podría socavar sus bases naturales y sociales. Con el término “globalización”, por lo tanto, se asocia
siempre una doble significación. El concepto simboliza la esperanza de progreso, paz, la posibilidad de un mundo unido y
mejor y, al mismo tiempo, representa dependencia, falta de autonomía y amenaza. Visto así, “globalización” es, en rigor,
un concepto profundamente escéptico. Y desde este carácter contradictorio siempre remite también a su opuesto: o sea a
localidad y regionalidad, a las pequeñas comunidades, pero también al nacionalismo agresivo y al racismo que acompañan
con tanta persistencia el proceso actual.
En lo técnico, se relaciona sobre todo con la implementación de nuevas tecnologías. Se pueden unir regiones muy
distantes. A esto se lo conoce como “aldea global”.
En lo político se lo relaciona con el “fin de la guerra fría” y la división del mundo en dos bloques enemigos. Se
basa en un papel que desempeña la ONU, que se espera que algún día desempeñe la función de “gobierno
mundial” general.
En lo ideológico-cultural, el reconocimiento general de los principios liberales democráticos y de los DD HH
fundamentales.
En lo económico, el capital se extendió fuera de las fronteras, (ejemplo que una empresa se puede mudar a otra
parte del mundo y seguir trabajando como si nada).
La globalización se refiere, en esencia, a un proceso económico. La pregunta será entonces, si y de qué manera asistimos a
una modificación estructural histórica del capitalismo que le da a esta forma social un rostro y un significado
completamente distintos. FORDISMO creó las condiciones para un mejoramiento estructural de la rentabilidad del capital
en escala mundial. Capitalismo fordista: característico ante todo es la imposición de una estrategia de acumulación que
descansaba en una producción taylorista en masa con una fuerte expansión del trabajo asalariado a expensas de la
producción tradicional agrícola y artesanal; también se impuso un modelo de consumo masivo. Con ello, el capital transitó
hacia la ampliación sistemática del mercado interno. Esto significó que el consumo de la clase trabajadora pasaría a ser él
mismo parte del proceso de reproducción del capital. Como consecuencia de este desarrollo se produjo una extensa y
profunda capitalización de la sociedad en su conjunto a tal grado que las formas tradicionales de la producción de
subsistencia se comercializaron en una medida considerable. La implantación de este nuevo modo de acumulación estaba
vinculada al establecimiento de una forma de regulación política y social que se caracterizaba por un alto grado de
dirección económica, por una expansión de la política estatal de crecimiento, ingreso y ocupación. El fordismo de las dos
décadas siguientes a la segunda Guerra Mundial parecía una “Edad de Oro” del capitalismo. Simultáneamente, esto fue la
base para una extensa reforma política relacionada con la posibilidad de moldear democráticamente y de “civilizar” al
capitalismo. Todo esto constituyó la base decisiva de la efectividad de los partidos políticos reformistas de tipo
socialdemócrata. El fordismo puede considerarse en conjunto como un sistema global. Esta “época de oro” del
capitalismo no duró realmente mucho tiempo. En los años setenta se originó una nueva crisis económica mundial, la cual
persiste hasta nuestros días. “Globalización”: la decisiva estrategia del capital como solución a la crisis del fordismo; es
decir, que la liberalización radical del tránsito de mercancías, servicios, dinero y capital debe ser la condición previa de la
renovada racionalización sistemática del proceso de trabajo en la producción capitalista, y ello, a la vez, está vinculado
con la destrucción del compromiso fordista de clases y de sus bases institucionales. En forma esquemática todo esto
significa:
Primero, la implantación de tecnologías y procesos de trabajo que prometen al capital un amplio y renovado
impuso de racionalización, es decir, una revolución tecnológica para la apertura de nuevos mercados y fuentes de
ganancias. Lo cual indica que la imposición de nuevas tecnologías no es de ninguna manera el origen y la causa
sino la finalidad de la globalización.
Segundo, el desplazamiento del reparto social del ingreso a favor del capital, la desintegración del Estado social y
la destrucción de los compromisos sociales que se basan en él.
Tercero, que el capital internacional se traslade de un lugar a otro sin considerar las fronteras nacionales para
aprovechar las mejores ubicaciones de producción a costos favorables y en el marco de una combinación de las
redes de empresas de amplia cobertura mundial.
Lo decisivo es que esto conduce al cambio estructural y funcional de los Estados, que los lleva a una incapacidad total
para llevar adelante una regulación social y una política de bienestar en la forma tradicional. El neoliberalismo dominante
desde los años setenta otorga la legitimación ideológica de esta estrategia capitalista para superar la crisis. Con esto queda
contestada la pregunta formulada: la globalización actual es en esencia un proyecto capitalista en la lucha de las clases.
No es un mecanismo económico “objetivo” ni menos un desarrollo político cultural propio, sino una estrategia política. Lo
que podemos derivar de la globalización es, en todos los sentidos, la vigencia del viejo capitalismo, es decir, una sociedad
de clases se basa en la explotación del trabajo vivo.
Por un lado, es cierto que la globalización significa unificación económica; pero no es menos cierto que significa también
una creciente fragmentación económica, social y política. Esto puede comprobarse en distintos niveles:
1) un nivel es la pluralización del centro capitalista. La crisis del fordismo también significó el fin de la
hegemonía estadounidense. Bajo la protección garantizada por Estados Unidos en el orden mundial de la
posguerra, Japón y Europa Occidental pudieron crecer como competidores del mismo nivel. Tras la caída de la
Unión Soviética, Estados Unidos es ciertamente la potencia militar dominante, pero ya no cuenta con la capacidad
económica necesaria para una posición hegemónica como antaño. El centro capitalista tiene la forma de una
“tríada”, es decir, de polos diversos, entretejidos por una competencia intensificada. Con esto se recorre el eje de
los conflictos internacionales desde la antigua confrontación Este-Oeste hacia la disputa entre la metrópolis
capitalistas. Es decir, el conflicto interior imperialista dominante hasta la segunda Guerra Mundial, vuelve otra
vez al primer plano. Este es el motivo por el cual ha quedado fracturada la tendencia hacia el libre comercio que
se tomó como base de la globalización; hay un creciente proteccionismo regional y existen guerras económicas al
menos latentes. Cierto es que el conflicto entre las metrópolis capitalistas, en vista de la superioridad técnica
armamentista de Estados Unidos, prácticamente ya no se puede dirimir por medios militares. Por eso las potencias
“tríada” compiten entre sí, especialmente en el terreno económico y político, y simultáneamente se encuentran
juntos bajo la dirección de Estados Unidos para operaciones militares contra la periferia, como en el caso de la
Guerra del Golfo o la intervención en Somalia. Aquí estados Unidos adopta tendencialmente la función de una
policía rentada (“rentcop”), que las metrópolis pagan mancomunadamente. Este desequilibrio de potencia militar
y económica conduce a que el imperialismo tome una forma nueva y muy compleja.
2) Al mismo tiempo se llega a una amplia diferenciación de la periferia capitalista. Ya no se puede hablar de un
“tercer mundo” localizable sin ambigüedad en el sentido tradicional. Como consecuencia de la implantación de la
política neoliberal y de las rupturas sociales que genera, se desarrollan condiciones de vida tercermundistas
también dentro de las metrópolis capitalistas, por ejemplo, en Los Ángeles, París o Londres. Mientras que el
modelo de desarrollo latinoamericano quedó prácticamente derrotado, se registraron triunfos en los “tigres” del
sureste asiático en el sentido de un crecimiento capitalista. La relación entre el “centro” y la “periferia” se
transmuta actualmente de manera considerable; de hecho, se vuelve más compleja y diferenciada porque adquiere
nuevos sentidos en términos espaciales y sociales.
3) En conjunto, estas tendencias conducen a crecientes desigualdades internacionales. La visión fordista de un
desarrollo general y relativamente regular del mundo capitalista resultó ser completamente irreal. Las diferencias
de riquezas son mayores que nunca y un conjunto de regiones del mundo parecen estar desconectadas de los
desarrollos económicos y expuestos a caer en la miseria absoluta. Lo anterior es válido sobre todo para grandes
partes de África y posiblemente también para muchos países derivados de la antigua Unión Soviética. De este
modo se llega a una intensificación de los movimientos de migración y de huidas. Éstos se topan con fronteras
nacionales cada vez más bloqueadas y herméticas.
4) La esperanza de que la globalización condujera a una paulatina desaparición de los Estados nacionales, ha
recibido una fuerte decepción. Es cierto que los Estados nacionales han cambiado notablemente su función y su
significado, pero siguen determinando, como antes, el orden político mundial. La globalización capitalista
significa al mismo tiempo una renacionalización de la política. Si la Organización de las Naciones Unidas es
capaz de negociar, lo hace solamente por tratarse de intereses de los Estados dominantes. Más allá de los Estados
nacionales nunca ha existido una instancia política capaz de negociar y legitimar de manera democrática un orden
social mundial.
5) Esto ha conducido a que la actual sociedad mundial se caracterice de hecho por una creciente cantidad de
guerras y de guerras civiles. La creencia de que con la globalización se ha abierto una nueva época de democracia,
de bienestar, de paz y de humanidad, queda refutada por el claro crecimiento del nacionalismo, el racismo y el
chauvinismo de bienestar. La idea según la cual después de la caída de la Unión Soviética se hacía posible un
triunfo de la democracia y una realización general de los derechos humanos, evidentemente resultó ser una simple
ilusión.
Ciertamente sería falso contemplar como absolutas estas tendencias. Sin duda que el “nuevo orden mundial” en su
conjunto parece tener más bien los rasgos de un caos global. Al mismo tiempo la globalización une realmente cada vez
más a los seres humanos. Con las transformaciones de los últimos años se han fortalecido los impulsos hacia la
democracia, el bienestar social y los derechos humanos. Tras la conclusión de la guerra fría, todos los sistemas capitalistas
se encuentran ante una más intensificada presión de legitimación democrática.
La globalización capitalista de ninguna manera es un proyecto exitoso y completo, sino un desarrollo disputado y
conflictivo cuya salida no está asegurada.