Resumen Laissez Faire Mayra Morales

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Keynes, J. M.

: El Final del Laissez-Faire, Ideas para la Conjunción de la Economía

Privada con la Colectiva. Munich y Leipzig, Duncker & Humbldt, 1926, 8°, 40 pp.

Sobre el Autor

John Maynard Keynes (5 de junio de 1883 – 21 de abril de 1946) es uno de los

economistas más influyentes en la historia del pensamiento económico. Keynes nació

en Inglaterra en 1883 y su libro más importante fue La teoría general sobre el empleo, el

interés y el dinero, publicado en 1936. Después de más de 80 años su pensamiento lo

seguimos viendo todos los días en la televisión, periódicos y revistas.

Sobre el texto

La base de este texto es una conferencia que dio el economista John Maynard

Keynes el 23 de junio de 1926 en la Universidad de Berlín. Intenta hacer una crítica

profunda al sistema del liberalismo y del capitalismo y, aunque critica la propiedad

privada de los medios de producción, tampoco pretende ser socialista. Más bien,

recomienda como solución algo intermedio entre la propiedad privada de los medios de

producción, por un lado, y, por otro, la propiedad colectiva: una propiedad privada

regulada por la intervención social. No es el Estado el que debería practicar este control
social, sino “agencias semiautónomas del ámbito del Estado”; es decir, “en cierta

manera, un regreso hacia las formas medievales de las autonomías independientes entre

sí”.

Keynes no propone otra cosa, por lo tanto, que aquello que hace décadas y en

todos lados, pero especialmente en los países alemanes, recomiendan la ciencia oficial y

toda la opinión pública como “solución de la cuestión social”. No habría, por tanto,

ninguna razón para ocuparse del pequeño escrito, ya que todo lo que contiene ya ha sido

dicho –también en idioma alemán—cientos de veces, aunque quizá no con mejor estilo

(tampoco con alguno mucho peor) pero sí, en todo caso, ya ha sido expuesto más

exhaustivamente. Sin embargo, el título que Keynes ha dado a su trabajo con el énfasis

de certificado de defunción amerita algunas observaciones críticas.

La conocida máxima dice, de manera completa, Laissez faire et laissez passer.

Aunque no estemos completamente de acuerdo con la historia de esta máxima, con ella

se ponía en relación el faire [hacer], que consistía en disponer de los bienes con

excepción de un traslado de lugar, y el passer [pasar], que se refería a la libre

circulación de las personas y los bienes materiales. De hecho, estas reivindicaciones van

juntas y no se las puede separar arbitrariamente, pues ambas son derivadas de la misma

ideología social. Keynes, sin embargo, deliberadamente habla sólo del Laissez faire.

Menciona el proteccionismo muy brevemente (p. 26), y no habla en absoluto del

problema de la libre movilidad de las personas. La razón de esta autolimitación es fácil

de entender. El proteccionismo y la restricción al libre tránsito internacional también

son, de hecho, bellas herencias de la Edad Media, pero hoy sus consecuencias se

reconocen inmediata y tan claramente, que un reformador social que luche contra el

liberalismo hace bien en callar sobre ello.


En particular, un anglosajón que, en Berlín, quiera irrumpir contra el liberalismo

tendrá que evitar tocar estos temas sensibles. Con seguridad, entre sus oyentes se deben

haber encontrado muchos que, en los últimos años, fueron desplazados del lugar en el

que trabajaron y vivieron, y otros muchos que, desde la sobrepoblada Europa Central,

quisieron emigrar y no pudieron porque los trabajadores de las regiones menos

densamente pobladas se resistieron a la inmigración de los competidores. Y Keynes

tendrá que saber perfectamente que el proteccionismo generó las más difíciles

condiciones económicas tanto para Alemania como para Inglaterra. Si Keynes hubiera

hablado del “Final del Laissez faire y laissez passer”, no habría podido ignorar que el

mundo precisamente enfermó a partir de que, desde hace décadas, ya no ha sido regido

más por esta máxima. El que quiera celebrar con júbilo el abandono del liberalismo por

los pueblos no debería olvidar que guerra y revolución, pobreza de las masas y

desempleo, tiranía y dictadura no son azarosos efectos secundarios sino inevitables

consecuencias del antiliberalismo dominante en el mundo entero. (L. Mises)

(https://misesperu.org/wp-content/uploads/2017/12/Mises-Recensi%C3%B3n-de-El-

final-del-Laissez-Faire-de-J-M_01.pdf)

¿Qué es el Laissez Faire, Laissez Passer?

Expresión de origen francés que literalmente traducida significa "dejar hacer,

dejar pasar", identifica una doctrina económica basada en la proposición de que el

funcionamiento de la economía debe dejarse al libre juego de la Oferta y la Demanda,

evitando la intervención del Estado o de cualquier autoridad.

La frase fue acuñada por los Fisiócratas y en su totalidad es "Laissez faire et

laissez passer, le monde va de lui même" «Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo».

Se transformó en un pilar del Liberalismo económico.


Adam Smith desempeñó un papel muy importante en la popularización de las

teorías económicas del laissez-faire, siendo considerado el padre de las teorías de libre

mercado o librecambismo. La idea principal de estas teorías era la no injerencia de los

estados en asuntos económicos. Según Adam Smith, había una mano invisible que

guiaba a la economía capitalista en beneficio de toda la sociedad y el desarrollo de la

economía.

Según esta doctrina los individuos, actuando independientemente y guiados por

sus propios intereses, encontrarán las mejores formas de organización económica para

maximizar la Riqueza, no sólo individual, sino que también la de toda la Sociedad.

(http://www.eumed.net/diccionarios/conceptos/l/laissez.html)

Resumen

Sobre cómo se consolido el Laissez-Faire

Keynes, presenta como la idea del Laissez-Faire fue calando en la sociedad de

una forma tan sólida y contundente, que abarcaba todas las esferas del individuo.

Una nueva corriente de pensamiento basada en el individualismo se hizo fuerte

al final del siglo XVIII. El derecho divino de los reyes y de la iglesia cedió su lugar a la

libertad natural, al contrato, al principio de tolerancia y a la idea de que la iglesia es

“una sociedad voluntaria de hombres” que caminan juntos de manera “absolutamente

libre y espontánea”

Se impone la idea de la nueva ética; los derechos del individuo, el egoísmo

racionalizado coloco al individuo en el centro. Estas ideas conciliaban los conceptos de

los conservadores y los letrados. Fueron capaces de proporcionar un fundamento

intelectual que satisficiera los derechos de la propiedad y la libertad del individuo para

hacer lo que le plazca consigo mismo y con aquello que le pertenece.


La idea de la armonía entre los intereses privados y el bien públicos ya eran más

que evidentes, pero, además, los economistas le dieron una base científica sobre la que

apoyar su teoría, ¡suponer que, por la acción de las leyes naturales, los individuos que

persiguen sus propios intereses con conocimiento de causa, en condiciones de libertad,

tienden siempre a promover, al propio tiempo, el interés general! Quedan resueltas, por

tanto, todas las dificultades del hombre practico que se dedica a partir de entonces a

asegurar esas condiciones de libertad.

El principio del Laissez-Faire había conseguido armonizar el individualismo con

el socialismo. Conciliaba el egoísmo de Hume con el mayor bien para mayor numero.

Todo estaba resuelto. Ya no hacían falta filósofos pensadores para resolver problemas

trascendentales. Los hombres de negocios realizarían esa labor simplemente mirando

por sus propios intereses.

Además, la corrupción e incompetencia del gobierno del siglo XVII que todavía

en el XIX sobrevivía. La extraordinaria ineptitud de los administradores públicos

empujaba al hombre práctico hacia el Lassiez-Faire como la corriente de un río hacia el

mar, ya que, casi todo lo que había hecho el gobierno en el siglo XVIII había sido o

parecido perjudicial o desafortunado.

Otro de los ingredientes, es que los progresos que había habido en la segunda

parte del siglo XVII y la primera del XVIII habían venido de la mano de la iniciativa

individual sin, prácticamente, influencia de los poderes públicos. Filósofos y

economistas corroboraron tal teoría. El hombre de negocios estaba encantado.

Queda fertilizado el terreno, por tanto, para que, a base de teorías científicas o

naturales, la acción del estado deba limitarse estrechamente, y la vida económica deba
dejarse, sin regular hasta donde pueda ser, a la habilidad y el buen sentido de los

ciudadanos.

En esta atmosfera, podemos llegar a entender como la preferencia por el

individualismo y el Laissez-Faire caló tan profundamente en la sociedad y por qué la

acción del Estado para regular el dinero, el curso de la inversión o la población

provocaba tan profundas suspicacias en tantos corazones íntegros.

Los economistas facilitaron el pretexto científico para resolver la contradicción

entre socialismo y egoísmo. El egoísmo contribuía al bien social. La idea quedo fijada

en la mente popular como conclusión práctica de la idea ortodoxa.

Finalmente, el dogma se había apropiado de la máquina educativa; había llegado

a ser una máxima para ser copiada.

Keynes muestra las carencias de la doctrina del Laissez-Faire

Según Keynes, los economistas han escogido las hipótesis de las que parten, que

ofrecen a los principiantes, por ser estas más simples y no porque sean lo más próximo a

los hechos. Han empezado presuponiendo que el estado de las cosas es el de la

distribución ideal de los recursos productivos y que este, puede producirse a través de la

actuación independiente de los recursos productivos, mediante el método de prueba y

error, de tal modo que aquellos individuos que actúan correctamente eliminaran por

competencia a aquellos que lo hagan de forma equivocada.

Desgraciadamente, esto conlleva que no debe haber piedad ni protección para las

personas que invierten su capital y su trabajo en la dirección equivocada. Podríamos

estar hablando de una autocorrección del sistema. El método permite el ascenso de los

que tienen más éxito en la persecución del beneficio, a través de la lucha despiadada por

la supervivencia, que selecciona al más eficiente mediante la ruina del menos eficiente.
Solo cuentan los resultados. Las jirafas con el cuello más largo dejaran morir de hambre

a aquellas que tienen el cuello más corto. Pero, si dejamos que las jirafas actúen

libremente:

- Se cortará la máxima cantidad de hojas, porque las jirafas con el cuello más largo, a

fuerza de matar de hambre a las otras, se colocarán más cerca de los árboles.

- Cada jirafa tratará de tomar las hojas que le parezcan más suculentas entre las que

estén a su alcance.

- Las jirafas a las que apetezca una hoja dada más que cualquier otra, se estirarán al

máximo para alcanzarla. De esta manera, más y más jugosas hojas serán engullidas,

y cada hoja alcanzará la garganta que ella crea que ha acreditado un mayor esfuerzo.

La eficacia y la necesidad de la oportunidad para hacer dinero privado

ilimitadamente, como un incentivo al máximo esfuerzo, aumenta en beneficio de aquel

que se haya con sus recursos productivos en lugar correcto y en tiempo adecuado. De

esta forma, Uno de los motivos humanos más poderosos, el amor por el dinero, toma

especial protagonismo en la tarea de distribuir los recursos económicos del modo mejor

para aumentar la riqueza.

Así, el individualista invoca el amor por el dinero actuando a través de la

persecución del beneficio, como ayuda de la selección natural. Esto nos conduce a una

serie de complicaciones que los economistas suelen dejar para su posterior

argumentación:

- Cuando las unidades eficientes de producción son grandes en relación con las

unidades de consumo.

- Cuando los gastos generales o costes comunes están presentes.

- Cuando las economías internas tienden a la agregación de la producción.


- Cuando el tiempo necesario para el ajuste es largo.

- Cuando la ignorancia prevalece sobre el conocimiento.

- Cuando los monopolios y las concentraciones interfieren en la igualdad en la

negociación

Se debe analizar, además, cuestiones de gran importancia; el cálculo del coste y

del carácter de la propia lucha competitiva y la tendencia a que la riqueza se distribuya

donde no es muy apreciada. Si nos preocupa el bienestar de las jirafas, no debemos

pasar por alto los sufrimientos de aquellas que tienen los cuellos más cortos y se están

muriendo de hambre frente el hartazgo de aquellas de cuello largo.

Todos estos elementos han contribuido a la tendencia intelectual corriente. La

fuerza de muchas de las razones originales ha desaparecido, pero, como de costumbre,

la vitalidad de las conclusiones las sobrevive. Sugerir una acción social en favor del

bien público de la ciudad de Londres es como discutir el Origen de las especies con un

obispo de hace sesenta años, explica Keynes. El individualismo se ha arraigado tanto en

la sociedad que ya no responde a la razón, sino a la moralidad. La primera reacción no

es intelectual, sino moral.

Conclusiones de Keynes

1. No es verdad que los individuos tengan una libertad sancionada por la costumbre de

sus actividades económicas. No es una deducción correcta de los principios de la

economía que el interés propio produzca siempre el interés público. Tampoco es

verdad que el interés propio sea generalmente el más ilustrado, al contrario, los que

actúan por separado persiguiendo sus propios fines suelen ser los más ignorantes o

demasiado débiles para alcanzar estos.


La medida ideal para la unidad de control y organización está situada en

algún punto entre el individuo y el Estado moderno. Keynes sugiere que el progreso

radica en el aumento de reconocimiento de cuerpos semiautónomos dentro del

Estado. Cuerpos cuyo criterio de acción dentro de este campo quede reducido

exclusivamente al interés público. Keynes nos propone una vuelta hacia las

concepciones medievales de autonomías separadas. En Inglaterra, las corporaciones

son un modo de gobierno que jamás ha dejado de ser importante y es consustancial a

sus instituciones. Las universidades, el banco de Inglaterra, el puerto de Londres.

Uno de los desarrollos más interesantes e inadvertidos de las épocas fuero las

tendencias de las grandes empresas a socializarse. En los casos de un gran

ferrocarril, un gran banco o una gran compañía de seguros los propietarios del

capital están totalmente disociados de la dirección. Estas buscan más la estabilidad

general y el prestigio de la institución. No se trata de ganancia pura.

2. A Keynes le parece especialmente relevante establecer un criterio de agenda en

relación con lo que es urgente y relevante en el futuro próximo. Hay que tender a

separar aquellos servicios que son técnicamente individuales de aquellos que son

técnicamente sociales. La agenda del estado no debe referirse a aquellas actividades

que ya están desarrollando los individuos privados, sino a aquellas funciones que

caen fuera de la esfera del individuo, aquellas decisiones que nadie toma si el estado

no lo hace.

Muchos de los males de nuestro tiempo son la consecuencia del riesgo, la

incertidumbre y la ignorancia. Los individuos particulares, afortunados en situación

o capacidad, suelen aprovecharse de la incertidumbre y la ignorancia. La solución a

estos problemas no está al alcance de estos individuos, todo lo contrario, lo que a

estos les conviene es agravar la enfermedad. Es por esto por lo que Keynes propone
un control deliberado del crédito por medio de una institución central y una

publicación completa de los datos relativos a la situación económica.

También nos sugiere una reflexión inteligente de lo que es deseable que la

comunidad como un todo ahorre, y si la organización actual del mercado distribuye

los ahorros por los canales más productivos para el país.

Keynes, por otra parte, entiende que ya ha llegado el momento de que el país se

plantee una política nacional meditada sobre el tamaño de la población. Habiendo

desarrollado esa política, deberá tomar las providencias necesarias para desarrollarla.

Keynes, hace una reflexión acerca del papel que ocupa el motivo monetario en nuestras

vidas y propone una profunda reflexión acerca de cuál sería el espacio que este debería

abarcar.

La mayoría de las discusiones más vehementes sobre economía, no se

producirán en torno a cuestiones técnicas, con argumentos meramente económicos, sino

a aquellas meramente psicológicas o, tal vez, morales. Sugiere organizar nuestros

asuntos de forma que el motivo monetario ocupe el espacio más pequeño posible, en

lugar del mayor posible. El hombre medio desvía su atención del problema y no tiene

una idea clara de lo que realmente piensa y siente sobre esta confusa y difícil cuestión.

La confusión de pensamiento y del sentimiento lleva a la confusión del lenguaje.

(https://es.scribd.com/document/53367670/Keynes-El-Final-del-Laisser)

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