Propiedad de Las Corrientes de Agua
Propiedad de Las Corrientes de Agua
Propiedad de Las Corrientes de Agua
\IICBOS ltEAL119
tercero. Esto es ele derecho común, (1) Y sin duda que re-
cibe su aplicación á los manantiales.
Si el propietario del manantial transmite las aguas á los
propietarios inferiores, no puede transmitirlas alteraelas
y corrompidas, porque esto sería agravar la servidumbre
del predio inferior, lo que prohibe el arlo 040. Esta es una
servidun~bre natural, lo que implica que las aguas conser-
'·en la pureza que la naturaleza les da. El principio es in-
contestable, pero la aplicación suscita Hna dificultad que
interesa en gran manera á los propietarios ele los manan-
tiales. Ellos tienen el derecho de emplear las aguas en
usos industriales, ¿y cómo emplearlas en una fábrica sin
alterarlas más ó menos? La alteración puede Ileg¡ar hasta
1 Véa.5'\B el tOlDO 6~ ue esta obra, nlÍm. 136. COlUpál'e3~, DaviE~l,
"De las ctJrrientlls de ag'llll," t. 3~, núm. 794.
lllIalMrOB RlIALI!
1 Allbry y Ran, t. 3°, p. 36, llota 14; p. 38, llota 18, y . 2", p. 351 t
nota 26, y"laa nutori!lades qne allí se oitan.
IlE LAS SEIIVIDUMBRE6 !!75
dum bre del art. 643, lo mismo que la que puede consti-
tuirse por titulo ó por prescripción, tiene, pues, por objeto,
impedir que el propietario del manantial lo use á discre-
ción, como en pincipio se lo permite el art. 641. Síguese
,le aqui que los habitantes únicamente tienen el derecho
1 Yé"se la ley eu la exposición de Illotiros, y el dictAmen en Da.
l!on, 18fJ6, 4, 85.
P. de D. TOMO VII.-39
d.e emIl¡e~r el agua áau PMO, según el derecho comÚn
!!\ln~ªgFado por el arto 644; con esta diferencia, sin embar-
go, q.ue no deben ser ribereilo~ para ser vise del agua, pues-
to qllfl 111 arto 643 aplica el agua al uso de todos. Esto
cPIIciernjl á las. relaciones de los habitantes entre sí; por
Ell, ~Qmflr.W, nosotro& estamos examinando cuáles son sus
rela.ciones con el propietario del manantial. Ellos pueden
op.onerse á que éste cambie la corriente del manantial: tal
es el \Í.nico derecho que les concede el arto 643.
218. Se p,egunta si los habitantes tieue!!- el derecho de
Pll.so, de tom.~ de agua y de acueducto; es d~cir, si pueden
Jl1',B~r por el predio del propietario á quien pert~llece la
fnente para tomar el agua que necesitan, y si pueden cons-
truir un acueducto para llevar el agua á la comuna. Gene-
ralmente se adopta la negativa, y si se ajusta uno al tex-
to del artículo 643, á penas se comprende que se haya sus-
citado la cuestión (1). Se trata de restt'ingir el derecho de
propiedad del dueño del manantial. Este de,recho es, en
principio, absoluto, según el arto 545 y según el 641; las
restricciones del 643 son, pues, de la más estricta inter-
pretación. Proudhon, que establece ese principio, lo olvi-
da en el caso actual. El concede á los habitantes el dere-
cho de paso, cuando no pueden aprovechar el agua si no
es penetraudo al predio en donde esté el manantial. El
agua no puede tomarse sino en donde está, dice Proud-
hon. Esto supone que el agua no tiene corriente fnera del
. predio en donde brota el manantial. Si así es, no hay lu-
gar á la servidumbre del art. 643. El mismo Proudhon
dice. más ad~lante qne esa servidumbre consiste únicamen-
te en prohibir al propietario del manantial que le cambie
la dirección, cuando el arroyo lleva el tributo de sus agua.
á una aldea á la que son necesarias. Este último principio
" Anbry y Rall, t. 3·, p. 42, notas 35_36, y las autoridades que
el108 citan. En sentido contrario, Proudhon, Del dominio público, nú·
meros 13f!1-1<l82; C)9)npl\rese el núm. 1391.
DE LAS SEllvIDuMlinJ!S 307
1 Véanse las autoridades citadas por Aubry y Rau, t. 3", p. 54, no·
ta 39, y la jurisprudenoia en Dalloo, en la palabra servidumbre, nú_
mero 23, y en la palabra leyes, núm. 91, 2".
2 Sentencia de casación, de 21 de Julio de 1834 (Dalloi, &rvidum·
ore, número 252, 4°).
aso
da de los señore~, lea en su calidad de propietarios sea en
BU calidad de señores que tenían la policía de las aguas (1).
286. Según los términos del arto 644, "aquél cuya h€-
redad atraviesa una agua corriente, puede también em-
plearla en el intervalo que rrecorre, pero con la condición
de devolverla, á 1& salida de su predio, á su curso ordina-
rio." La palabra también de que se sirve la ley marca que
quiere establecer una diferencia entre el propietario que
posee las dos orillas y el que sólo posee una. Sin embar.
go, la expresión usar, que se haya en el segundo inciso,
tiene el mismo sentido que la expresión servirle que se en-
cuentra en el primero. De esto infiere Proudhon que los
derechos de los ribereños son los mismos, en el sentido de
que no puede servirse del agua sino para la irrigación de
sus propiedades, aun cuando posean las dos orillas (2).
N"osotros decimos también que sus derechos son los mis·
1 Matz) 5 do Junio de 1806 (Dalloz, 1806, 2, 124), Dem~nte, t. 2~,
.580, numo 495 bis, 2. Anbry y Rau, t. 3", p. 50, Y notas 24 y 25; Dc_
\olombe, t. 11, p. 191, núm. 155.
2 Prondhon, Dei dominio público, t.4", núm. 1427,
DE LAS SBRVIDU_~ 3\1,9
P. de D. TOMO vIl.-51
á. penas si puede decitse que estén motivadas; se limitan á
declarar que tal es el sentido de la ley. Esta es una afir-
mación gratuita que para nada tiene en cuenta la tradi-
ción, ni la discusión, ni aun el texto del art. 645. La cor-
te de París, á. la vez que decide que el propietario cuya
heredad atraviesa el agua tiene el derecho de emplearla y
de a1Jsorberla en la irrigación, admite una restricción en
virtud del arto 645, el cual, en caso de contienda entre los
ribereños, da á los tribunales un poder de conciliación,
poder que la administración ejerce igualmente (1). Esta
restricción destruye el pretendido principio, porque allí
en d\lnde hay lugar á conciliación, ya no hay cuestión de
derecho absoluto. Este es un paso dado hacia la opinión
contraria, que es sin duda la que predomina en la juris-
prudencia.
Quedan, sin embargo, muchas vacilaciones en la opinión
general. La corte de Angers proclama el verdadero prin-
cipio, el derecho igualde todos los ribereños paraaprove-
char Iel agua, pero no lo motiva (2). Una sentencia de la
corte de Caen penetra al fondo de la dificultad, ateniéndose
álanatnraleza del "agua corriente." ¿Por qué se le da este
nombrer ¿no es porque todos los ribereños son llamados
lI,ucesivamenteá aprovechar sus beneficios? Y bien, ¿qué es
lo q.u.e. dice el arto 644? Que el propietario de las dos ori-
lla!!, después de haber usado el agua, la debe devolver, á
lluwid:a de su predio, á sucnrso ordinario. ¿ Y absorber-
h~ es devolverla á su curso ordinario? Así, pues, el texto
quiere que el propietario respete la naturaleza del agua
<lor,riente y su destino. Nada mejor que esto; pero la cor-
te hace una restriccióu; parece que considera la irrigación
como un derecho absoluto, colocado por encima de toda
contienda.; dil donde resultaría que 111 propietario superior
1 Parl" 19 de Marzo de 1838 (Dalloz, Sert'idumbre, núm. 222,5").
2 Angera, 4,-de Eneroile 1819 (Dalloz, Servidumbre, núm. 223, 2'):
DH LAS SEaVUlUIIIJlR&'l
1 Anbri y Hall, t.:3", p. 51, Ilota 27, y las autorida~es qne ellos ci~
tall, SenteTwj,l de üell,~gada apelaeiólI, de 25 de NOVIembre de 1837
(Dalloz, f 8::;8, 1,86). Sentl'llcia de Ctls,toión, de 15 de l?ebrero de 1860
(Dalloz, 1860, 1, 3:1 7). BrnRela~, 7 de Marzo de 183:! (Pasicrisia, 1832,
2, GG).
:3 Hiom, 1(, llo Fehrero de 18:30 (Dalloz, Propjedad, núm. 576).
P. de D. TOMO VII.-52
410 l)ERl!CBOe I\EAUIl'
f)- De la prescripción.
306. ¿El derecho de los ribereños puede modificarse por
la prescripción? En principio, la afirmativa no es dudosa.
Los derechos que pueden normarse ó modificarse por me·
dio de convenciones, están por esto mismo sujetos á la
prescripción; ésta implica las más de las veces una con-
vención prexistente. Podría objetarse la máxima según la
cual el agua coniente siendo común á todos los ribere-
ño~ está. por esto mismo colocada fuera del comercio, y
es por lo mismo, inalienable é imprescriptible (núm. 269).
La máxima es, verdadera, pero únicamente en el sentido
1 SIIIj.t;eW)ia de dencg'lda apelación, de 30 tle Julio ue 1856 (Da_
Jloz, 1856,1, 29,1).
2 Grenoble, 28 .10 Agosto .Ie 1856, y sentenoia ,le denegalla apela-
oión, ,de 5 <le Mayo, ,le 1857 (Dalloz, 1857, 1, 297),
3 Sentencia de la corte de casación, de 28 do Noviembre .Ie 185!
(Dalloz, 1854, 1, 416).
DE LAS SERVIDUMBltES 425
de que el agua corriente se escapa ti, nna apropiación ex-
clusiva; lo que no impide que los ribereños tengan en ella
derechos que se han comparado tÍ la propiedad, derechos
(Jue en todo caso se hallan en el comercio, puesto que son
objeto de convenciones, luego pueclen prescribir.
Sin emb:trgo, en muchas sentencias se lee que el dere-
cho sobre el agn:t es imprescriptible; preciso es que vea-
mos en qué concepto es esto cierto. Existen derechos que
no se pierden por la prescripción, y que se llaman de pu-
ra facultacl, porque es una facultad natural ó legal ejercer-
los, y usarlos de esta ó de la otra manera. Luego no usar
de estos derechos, de ninguna ¡nanera implica la voluntad
de abdicarlos, de renunciarlos; así como tampoco puede ini-
ciarse el uso contra aquél á quicn no ha parecido bien hace
de ellos Ullllsodiferente. Ahora bien, allí en donde no pnede
suponerse ningnna voluntad de renunciar á un derecho, no
puetle tratarse de la extinción de este derecho por la falta de
llSOÓ la prescripción; ¿cómo podía haber ]lerdido su dere-
cho no usándolo, cnando teuía la fa',nltad! de no usar? De
snerte que podría decirse que al no ejercer sn dere(:ho, ha
hecho uso de él (1). Tal es el derecho de los ribereños en
el agua que ciñe ó atraviesa sus predios. Ellos no han usa-
do desde tiempo inmemorial; ¿ por esto han perdido su de-
recho? Nó; si ellos no han usado es porque no lo necesi-
taban; presentándose la necesidad, sn derecho se abre; ja-
más han renunciado á él, su inacci6n no implica ninguna
renuncia, ~tlpuesto que su n1Íslua inacción era un derecho.
Poco importa que, por un tiempo inmemorial, otro ribe-
reño haya usado el agua exclusivamente; d no ha podido
adqnirir por esa larga posesión un derecho exclnsivo en
el agua, porque su posesión no implica ninguna contradic-
1 DIlIllouliIl, 8obr(~ el art. 10 de Lt "Oostnmbrü de París," gloslI. 4,
núnl. 5. Demolombe, t. 11) p. 219, núm. 177. Aubry y Han, t. 3~, pá_
gina 52 j' nota. 3·:1.
P. <le D. TOMO vlr.-M
426 DERECHOS REALES
ó ). De las concesionus.
1 Sentencia <le casación, 11<, 24 lle Enero lle 1831 (Dalloz, SerrL
dumbre, núm. 327, l~).
2 Sentencias de <lenegalla apelación, ,le 19 ue Abril de 1841 (Da-
lloz. Servidumbre, n(,01. 327, 2°). y de 8 de Septiembre de 1814 (ibid.,
núm. 327, 4~). .
3 Sentlmcia de uenegada apelación, de 19 ue .Julio de 1830 (Da
Hoz, Servidumbre, núm. 327,3').
490 DERECHOS REA.LE.
le~ lo~ que se han expedido antes del código civil? La doc-
trina y la jurisprudenci;: -P pronuncian por la afirmati-
va (1). Hay, sin embargo, algunos motivos para dudar.
Los reghtmentos sou leyes locales; ahora bien, todas las
leyes antiguas han sido abrogadas por la ley de 30 ven-
toso, "uO XII, (art. 7). Se contesta, y la respuesta es pe-
rentoria, que el art. il45 mantiene los reglamentos, sin
distingnir entre los antiguos y los expedidos después de
la publicación del código. Hay otra razón para dudar; los
reglamentos anteriores ú SH emanan, en su mayor parte,
de los antiguos señores, y ¿acaso no han sido abrogados
por las leyes de la Hevolución que abolieron el feudalis-
mo? Nososros hemos contestado (lc antemano á la obje-
ción. N o se trata en dichos reglamentos de relaciones en-
tre soberauo y vasallo; los señore~ han reglamentado las
aguas COmo ejerciendo una especie de soberanía; éste no
es uuo de esos abusos feudales i los que ha puesto térmi-
no la Hevolución. Los reglamentos anteriores oí 89, cuan·
do contienen coucesiones, tienen una autoridad mayor que
los reglamentos administrativos; que emanen de nuestros
antiguos soberanos ó de los señores, poco importa; ellos
han pO(li,lo conceder á los ribereños derechos absolutos
de propiedad, mientras que los reglamentos modernos no
hacen más que reglamentar derecllOs que tienen su prin-
cipio en la ley. Estos derechos de propiedad no han sido
abrogados por las leyes de la Hevolución; y esto ya lo he-
mos hecho observar (núm. 332).
350. ¿El uso, comprobado por una larga posesión, hace
veces de reglamento? Antes hemos dicho qne la corte de
casaci6n parece que confunde los usos antiguos con los
rio (1). Así es que hay que ver si los ribereños pueden
transmitir sus derechos.
Se presenta una primera cuestiono ¿Los ribereños pueden
servirse del agua. para regar un predio no ribereño que les
perte tece? Nosotros (núm. 280) hemos contestado negati-
vamente, apoyándonos en el código civil; pero hay una
opinión más favorable á los ribereños que es la que ha
predominado desde que la ley nueva permit'3 á los que
pueden disponer del agua pedir su paso por los predios
intermedios, á efecto de regar una heredail no ribereña.
La servidumbre de acueducto casi no seria de utiliilad si
no la pudieran reclamar los ribereños de las corrientes de
agua no navegables. La doctrina y la jurispruilencia es-
tán en este sentiilo (2). Queda por saber de qué volumen
de agua puede disponer el riberéño si quiere regar un pre-
dio no ribereño. Más adelante trataremos este punto.
Al suponer que los ribereños tengan el derecho de em-
plear el agua para la irrigación de un predio no ribereño,
difícil es no concederles la facultad de disponer de ese
derecho en provecho de otro propietario. Esta cuestión,
sin embargo, es muy debatida. En el informe renilido
acerca de la ley francesa de 1845, se lee que esta cuestión
se habia provocado en el seno de la comisión, y que se la
había dejado indecisa por tener que ser resuelta conforme
á los principios del derecho común (3). Cuando se discu-
tió la ley de 1847, se insistió en la cuestión; fué vivamen-
te debatida, sobre todo en lo concerniente á las conceóio-
nes hechas por el gobierno respecto á agua5 navegables.
La comisión de la Cámara de diputados declaró que la ley
de 1847 no prejuzgaba el seutido de la ley de 1845 y que
1 OompMese el decreto del consejo de Estado de 8 de. lVlarzo de
1860 (Dalloz, 1860, 3, 83).
2 Véanse las autori(lades citadas por Aubr.r y Rau, t. 3', l"ígi_
na 14, y uota 5.
3 Dalloz, "Recopilación periódica," 1845, p. 149, nota 4.
DE LAS SERVIDUMBRES (,21
d) Establecimiento de la sert·id1l1nbre.
por evidede que parezca esta regla, TIa deja de . 'TIer su~
ddieultadcs de aplicacióll. '\0 hay más lindes que los que
',;lll si,lo implantados de común acuerdo por lo. pro-
pietarios interesado., (1 en virtud de una sentencia judi-
1,:,,1 (1). De a'luí lIace la cuestión <le saber si es suficie¡Jte
(lue Ilaya, en el límite de ambas heredades, cualquier es-
pecie ,le seiiales (lue parl'zcan demarcalas, para que deba
rechazrse 'la acción de deslinde. En más de ulla sentencia
se lee que si los lindes son fintiguos (2:1, hay presunción
de que fueron puestos con el concurso de ambos vecinos.
Ciertameute 'lue esto es posible; ¿pero qué torlo probabi-
lidad es presunción? Aquí volvemos á tropezar con la
c()lIfusión que hemos seiialatlo en mú:-; L1e una OC'ls~ún en
la jurisprudencia cuando se trata de presunciones. En una
sentencia de la corte pe J3n:selas se lee que la presunción,
en el caso <le que se trala, es una ,le aquellas que son lla-
madas presunciones del hombre, las cuales admiten prue-
ba en contrario (3). Abramos el código. Este establece
descle luego ia regla elemental, 'lue al actor corresponde
probar el fLllIdamento de su c1emanda, y sábese que el de-
mandado se torwl actor cuando opone una excepción á la
acción que contra (,[ se ha intent;l<lo, arto 1315. El actor
en deslinc1e nada ticne que prob"r, si no es que las dos son
rústicas y contiguas; su derecho está escrito en la ley.
¿Qué es 10 que el demunclaclo lc~ opone? Que hay lindes.
¿Basta para esto que haya ciertos signos materiales que
parezcan delimitar las dos heredades? Estos signos nada
prueban por sí s(,los, y se necesita que se hayan fijado de
común Hcuerdo pOI' las partes interesadas. Así, pues, se
necesita que el demandado establezca este acuerdo. En
1 HeuJlPs, 11 <le Julio do lS~U \Dalloz , en la palaura de~linde, nÍL
JIl~ro
19). Demolornhfl t. 11 p. 209 núm. 26S.
3 Aix:. 7 (le Julio üe 1838 (Dalloz, Deslinde, núm. 20). Liejil, ]3 ;le
Marzo !le lR3! (Fasicrisia, 1834, 2,27).
3 Bruselas, 13 !le Agosto !le 1855 (Pasicris;a, 1856,2,29).
560 DI!RECHOS REALES
435. S"gúu los términos del arto 646, los gastos del des-
linde se hacen en común. Lo que quiere decir que cada
una de las partes soporta la mitad ,le 108 gastos, sea cijal
fnere la extensión de los dos predios. A primera vista,
esta proporción parece injusta; pero el legislador á tenido
en consideración, que el deslinde era igualmente ventajo-
so pafa los dos vecinos, porque previene las anticipaciones
y los pleitos. ¿Es absoluta la regla? ¿se aplica ti todoa los
g:lsto.s q \1" la demanda de deslinde puede originar? Nin-
guna duda hay acerca de los gastos qne requiere la plan-
tación de los lin<les; és~s se hacen por interés de 108 do.
vecinos; luego es justo que los soporten por mitad, como
lo expresa Id ley de 28 de Septiembre de 1791. En cuan-
to á los gastos de apeo, la cuestión es dmlosa; puede de-
l Sentencia ,le 29 de .Julio de 1856 (Dalloz, 1856, 1,411).
p. de D. TOMO VII.-i3
e~r!le .qlle el texto no distingue; pero ¿es perfectamente
:exacto que comprende estos últimos gastos? Al hablar de
lQl\ ga.tos de deslinde, el legislador sólo ha pensado en
lo. gastos que todo amohonamiento I'eq uiere, y no hay
otros más :¡ue los mohones mismos. El apeo no siempre es
necesario; sus gastos no son los de deslinde, son mo'ts bien
galtos del litigio; ahora bien, todos están de acuerdo en
'cargar estos últimos al que pierde el pleito; en efecto, éste
,ha h,echo mal en disputar la delimitación, y su resistencia
J'8collocidamente injusta es lo que ha hecho necesario el
apeo, luego debe soportar las consecuencias de su falta.
Por excepción, el juez podrá repartir los gastos de apeo, si
'l~s dos partes )0 han solicitado así; pero en este caso, ten-
drá en cuenta la extensión y el valor de los predios cuyo
deslinde se pide (1).
436. ¿Cuál es el efecto del deslinde en cuanto á la pro-
piedad? Acabamos de decir que la acción de deslinde no
recae sobre la propiedad; sin embargo, puede tener por
efecto una restitución de terreno, Esto no quiere decir que
el fallo que ordena esa restitución sea translati vo de pro-
,piedad. El juez declara cuáles son los derechos de las par-
~es; esto es verdad del fallo que admite la reivindicación,
y con mayor razón del que no hace más que deslindar los
predios. Hay que decir más: el juez que prescribe que se
planten mohones en el límite separativo de dos heredades
no juzga una cuestión de propiedad, y ni siquiera tiene
derecho á juzgarla. Signese de aquí que el deslinde no im-
pedirla que la parte que pierde intentase una acción de
reivindicación; el rlemandado no podría rechazar la de-
manda por la excepción de cosa juzgada, porque la rei-
vindicaciÓt. constituye una nueva demanda. Esto ha sido
1 Véanllfl las ,Uver...... opiniones en Demolombe, t; 1\, p. 307, nú_
mero 276, '1 en Anbry y Ran, t.2·, p.226, notas 23 y 24. Compárese,
IIflntenoiade Besangon, de 31 de Julio de 1828 (Dalloz, Deslinde, nú_
mero 67).
DE LAS SEJ\VIDÚ1IIIIJ8 519
así resuelto por la corte de casación en otro caso. La de-
manda de deslinde se habia hecho en apelación; la corte
juzg6 que no podía hacerse en apelación, en una instancia
ele reivindicación, porque el deslinde esencialmente dife-
rente de la reivindicación, constituia una demanda nue-
va (1). El deslinde, pues, no tiene efecto si en cuanto á la
delimitación.
437 ¿Puede atacarse el amohonamiento? Si las partes
interesadas consienten en el deslinde, se forma entre ellas
un contrato; esta convención puede anularse por las cau-
sas que, según el derecho común, permiten que 1Ie pida la
nulidad de un contrato. Se ha fallado que la convención
por la cual dos propietarios se comprometen á dilimitar
sus heredades según una linea de demarcación que ell08
indican, puede anularse por error de hecho. En el caso
juzgado, descubriéronse unos mahones antiguos en el mo-
mento en que se procedía al deslinde; la existencia de ta-
les marcas era ignorada de las partes al celebrar 8US con-
venios; constituyendo esta ignorancia un error esencial,
habia lugar á aplicar los prillcipios generales que rigen!
108 vicios de consentimiento (2).
Si hubiese recaido un fallo, habría que aplicar loS prin-
cipios sobre los recursos que se admiten contra 138 ded-
~iones judiciales de oposición, la apelación y la c&S!1ción.
438. Si por algún accidente se destruyesén los lindes,
claro es que las partes interesadas temlrían derecho á pe-
dir su restablecimiento. Pero supongamos que no promue-
van y que tal inacción dure treinta años; ¿podrán después
de este plazo, invocar todavía BUS convenios? Estaudo to-
da acción limitada á treiuta años, es fuerza decidir que la
acción que nace en el momento en que los lindes desapll-
454. Según los términos uel arto 645, "el propietario que
quiere cercarse pierde su derecho á la reciplOcidau ó pac-
to y al pasto vano, en proporción del terreno que s\lbs-
trae." Este principio está tomado de la ley de 1791, cuyas
disposiciones son el comentario del código civil. Cada pro-
pietario puede enviar al pasto una cantidad de ganado pro·
porcionada á la extensión uel terreno que él posee en la
COmuna; esta cantidad se fija á tantas cabeza. por fanega,
según los reglamentos y usos locales, y á falta de docu·
méntos positivos á este respecto, provee el consejo de la'
comuna (art. 13). Cuanuo un propietario cierra una par-
te de su propiedad, el número de cabezas de ganauo que
puede seguir mandando á las tierras particulares de los
1 Sentenoia lle 21 de Noviemurello de 1811 :(Dalloz, Dereeho rural,
número 57, 3'), Compárese, J,ieja, 19 do Dicieui l>re <le 1826 (Pasicrisa,
1826, p. 324).
DE LAS SERVIDÚMllttES