Tema 1. Constitución Española
Tema 1. Constitución Española
Tema 1. Constitución Española
ESTRUCTURA
La Constitución Española de 27 de diciembre de 1978 está precedida de un preámbulo y consta de
ciento sesenta y nueve artículos, cuatro disposiciones adicionales, nueve disposiciones transitorias,
una disposición derogatoria y una disposición final. Los artículos se dividen en Títulos y algunos
Títulos se dividen en Capítulos. El Capítulo II del Título I, se divide además en dos secciones.
- Título V- De las relaciones entre el Gobierno y las Cortes- Art. 108 a 116
- 4 Disposiciones Adicionales
- 9 Disposiciones Transitorias
- 1 Disposición Derogatoria
- 1 Disposición final.
La eficacia de estos principios ha desatado importantes polémicas entre la doctrina, que duda
ente su carácter normativo, o meramente programático. Lo primero supondría que estos principios
vincularían por si mismos a los poderes públicos. Por el contrario, la eficacia programática
implicaría una mera guía o recomendación
Los principios generales de la Constitución Española, aunque de una forma muy general y sin
valor normativo, ya vienen reflejados en su preámbulo, al establecer los objetivos que se pretende
alcanzar (tales como la libertad, la justicia, la seguridad, o el bienestar de todos), mediante
mecanismos de convivencia democrática, de consolidación del Estado de derecho, y de protección
de todos los españoles y todos los pueblos del España.
Por otra parte, a lo largo de su articulado la Constitución hace mención expresa a una serie de
principios, estos sí de carácter claramente normativo, que vinculan directamente a los poderes
públicos, como los específicamente recogidos en el art. 9, entre los que se encuentran los principios
de legalidad, de jerarquía normativa, de publicidad de las normas, de irretroactividad de las
disposiciones sancionatorias no favorables, de seguridad jurídica, etc.
Además de estos principios del Art. 9, existen otra serie principios que podríamos denominar
constitucionales no básicos, incluidos también en el Título Preliminar, y son los incluidos en los
Arts. 3 a 8, leguas oficiales y su especial protección (Art.3), bandera (Art. 4), capitalidad (Art. 5)
reconocimiento de partidos políticos como expresión del pluralismo político (Art. 6), reconocimiento
de los sindicatos de trabajadores y de las asociaciones empresariales, (Art. 7) y el papel de las
Fuerzas Armadas (Art. 8).
“La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado” (Art. 1.2)
“La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria” (Art. 1.3)
De estos preceptos extrae la doctrina los siguientes principios, estado social y democrático de
derecho; Monarquía parlamentaria y Estado de las Autonomías.
El artículo 1.1, que prácticamente es una copia de los que refleja la Constitución alemana
(Ley Fundamental de Bonn de 1949) implica la unidad e interdependencia de tres ideas o conceptos
de diferentes orígenes históricos, que fusiona.
No todos los derechos sociales son igualmente exigibles, y en muchos casos se limitan a
informar la actuación de los poderes públicos y la actividad judicial. En tal sentido es lo que algunos
autores han venido a denominar, el horizonte utópico de la Constitución.
No obstante, la consagración de este principio implica que los poderes públicos no solo
permiten la igualdad y la libertad, sino que han de intervenir activamente para promover dichos
valores y remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud. Junto a una serie de preceptos
donde se busca una redistribución de la renta más justa y equitativa, la Constitución también plantea
-Estado democrático. - El Estado democrático tiene una doble vertiente. En primer lugar, el
Art. 1.2 reconoce que la soberanía nacional reside en el pueblo español, principio elemental para
sostener la convivencia democrática contenida en el preámbulo, y que es fuente de la legitimidad
democrática directa del poder legislativo. En segundo lugar, para conseguir esta democracia se
requiere un pluralismo político articulado en los partidos políticos, sindicatos, o asociaciones
empresariales, de estructuras democráticas.
Para completar este abanico, el Art. 9.1 establece el principio de legalidad administrativa,
según la cual la actuación de la administración pública se rige por el derecho, sin que pueda existir
acto que no esté amparado por cobertura normativa. Por otra parte, hay que añadir la interdicción de
los poderes públicos a que hace referencia el Art. 9.3, que a su vez proclama el principio de
publicidad de las normas, y el principio de irretroactividad de las disposiciones sancionadoras
no favorables o restrictivas de derechos individuales.
MONARQUÍA PARLAMENTARIA.
El artículo 1.3 de la Constitución Española proclama “La forma política del Estado español
es la Monarquía parlamentaria”. La forma de gobierno que se establece supone que la Jefatura del
Estado es ocupada por un Rey, que está sometido al control parlamentario, que no controla el poder
ejecutivo, y que es hereditaria.
El Rey, por tanto, simboliza la unidad del Estado, asume la más alta representación del
mismo, y tiene encomendada una labor de arbitraje y moderación entre el resto de poderes del
Estado. Se configura así una monarquía con un poder eminentemente simbólico y que no concede al
Rey una capacidad efectiva de decisión, donde habría que concluir que, el Rey reina, pero no
gobierna.
La constitución dedica a la figura de la Corona el Titulo II, artículos 56 a 65, donde se regula,
no solo su valor simbólico, sino sus funciones, la sucesión al Trono (Art. 57), la Regencia, la tutela
durante la minoría de edad del rey, (Art. 60) y el refrendo de las decisiones del Rey. (Art. 64)
Los principios generales de este Título, que vienen recogidos en los artículos 137 a 139,
establecen que El Estado se organiza en municipios, provincias y Comunidades Autónomas, a
quienes se les garantiza autonomía para la gestión de sus respectivos intereses. Hay que distinguir,
no obstante, la autonomía local (de municipios y provincias) de carácter marcadamente
administrativo, del amplio régimen de autonomía de las nacionalidades y regiones, de mayor calado
político-administrativo, que incluye la transferencia de importantes competencias (art. 148), la
formulación de órganos de gobierno propios (Art. 147) y la potestad de crear normas legislativas
propias (Art. 150)
Estos valores, notas definitorias del propio Estado, y que evidentemente son guía para los
legisladores y para los jueces a la hora de interpretar el derecho, son valores que encierran un ancho
margen de actuación, ya que se trata de conceptos abiertos, que pueden tener diversas lecturas y
donde la evolución social puede modular su interpretación a lo largo de la historia, pero siempre
dentro de su carácter teleológico, destinado a garantizarlos.
LA LIBERTAD.
La libertad en cuanto a valor superior del ordenamiento jurídico, tiene su plasmación más
específica en el Capítulo II del Título I, bajo la denominación de “Derechos y libertades”.
“Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la
igualdad del individuo y de los grupos en que se integre sean reales y efectivas”. (Art. 9.2)
El valor libertad tiene por tanto dos grandes dimensiones, una organizativa que se refleja en
la propia organización de las instituciones del Estado y, otra dimensión directamente vinculada al
status de las personas en esa organización social.
El Tribunal Constitucional ha conectado este valor superior con el antiguo principio liberal
de que a un ciudadano le está permitido todo lo que no está expresamente prohibido, cuando ha
afirmado que “este principio general de libertad autoriza a los ciudadanos a llevar a cabo todas
aquellas actividades que la ley no prohíba o cuyo ejercicio subordine a requisitos o condiciones
determinadas”.
Estas reglas profundas, que siguen siendo la base estructural de cualquier construcción de un
Estado de Derecho, quedaron plasmadas en la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano
de 1789, que en su art. 4 establecía que “la libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudica
a otro; así los derechos naturales de cada hombre, no tienen otros límites que los que aseguran a los
demás miembros de la sociedad el goce de esos mismos derechos. Estos límites no pueden ser
determinados más que por la Ley”
LA JUSTICIA.
Algunos autores identifican el valor justicia con los contenidos de libertad del sistema
democrático.
La Constitución proclama que la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del
Rey, por jueces y magistrados, y reconoce que todas las personas tienen derecho a la tutela
efectiva de jueces y tribunales, sin que en ningún caso pueda producirse indefensión.
Aunque como hemos visto, el valor superior de justicia tiene manifestaciones en numerosos
preceptos constitucionales, en la práctica encierra enormes dificultades para, en base a ello,
pretender la declaración de inconstitucionalidad de leyes que se estimen injustas. No puede extrañar
por tanto que el propio Tribunal Constitucional haya eludido la aplicación directa de este valor,
excepto en su ámbito más estricto, es decir, que se refiere a la Administración de Justicia.
LA IGUALDAD.
La Constitución Española, al incluir junto con la libertad, la igualdad, como valor superior,
opta por entender que ambos valores, lejos de ser contrapuestos, han de ser necesariamente
armonizados de forma conjunta. Sin que el valor de la igualdad pueda ser perseguida en detrimento
del valor superior de la libertad, por tratarse ambos partes inherentes de la condición humana.
La igualdad formal se plasma en la igualdad ante la ley que recoge el Art. 14, cuando afirma
que los españoles son iguales ante la ley sin que pueda haber discriminación por razón de
nacimiento, raza, seco, opinión, religión o cualquier otra condición o circunstancias personal o
social.
Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del
territorio del Estado. (Art. 139)
EL PLURALISMO POLÍTICO.
Su reflejo más claro dentro del texto constitucional lo encontramos en el Art. 6 que afirma
que “los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y
manifestación de la voluntad popular... “. Sin embargo, en sentido más amplio, también se
reconoce el pluralismo en general al regular el derecho a la autonomía de las nacionalidades y
regiones, al regular el pluralismo lingüístico, al regular los sindicatos de trabajadores y las
asociaciones empresariales, y al regular por último el derecho de asociación.
El Tribunal Constitucional ha asumido como función propia “fijar los límites dentro de los
cuales pueden plantearse legítimamente las distintas opciones políticas, pues, en términos generales,
resulta claro que la existencia de una sola opción, es la negación del pluralismo”.
Siguiendo a Peces Barba, los derechos fundamentales pueden ser definidos como “facultad que la
norma atribuye a la persona en lo referente a su vida, su libertad, la igualdad, la participación política
o social o cualquier otro aspecto fundamental que afecte su desarrollo integral como persona, en una
comunidad de hombres libres, exigiendo el respeto de los demás hombres, de los grupos sociales y
del Estado y con posibilidad de poner en marcha el aparato coactivo del Estado en caso de
infracción”.
Las constituciones reconocen a los ciudadanos una serie de derechos fundamentales, que se dividen
por la Doctrina en tres grandes grupos:
2) derechos cívico-políticos
3) derechos socio-económicos.
Frente a esta clasificación doctrinal, en nuestra Constitución se realiza una clasificación atendiendo
al distinto nivel de protección, que se estudia a continuación.
La Constitución española de 1978 regula los derechos fundamentales en su Título I “De los derechos
y deberes fundamentales”, artículos 10 a 55, distinguiendo tres bloques de derechos y libertades con
distinto nivel de protección, en función de su trascendencia, conforme al sistema de garantías
establecido en el artículo 53.
Se comprenden aquí los derechos más dignos de protección por su especial trascendencia para la
persona. Se incluyen en este bloque el principio de igualdad ante la ley, proclamado en el artículo
14; el derecho a la objeción de conciencia reconocido en el artículo 30, y los derechos regulados en
la Sección 1ª “De los derechos fundamentales y de las libertades públicas”, del Capítulo II, artículos
15 al 29:
De acuerdo con el artículo 53, estos derechos gozan de las siguientes Garantías:
Este segundo bloque comprende aquellos derechos que tienen indudable trascendencia, pero a los
que la Constitución les otorga un grado de protección menor.
Son los regulados en la Sección 2ª “De los derechos y deberes de los ciudadanos” del Capítulo II,
artículos 30 al 38: Art. 30: derecho y deber de defender a España.
- Art. 31: deber de contribución a los gastos públicos de acuerdo con la capacidad
económica.
- Art. 32: derecho al matrimonio.
- Art. 33: derecho a la propiedad privada y a la herencia.
- Art. 34: derecho de fundación.
- Art. 35: derecho y deber de trabajar.
- Art. 37: derecho de negociación colectiva y a la adopción de medidas de conflicto
colectivo.
- Art. 38: derecho a la libertad de empresa.
De acuerdo con el artículo 53, este bloque de derechos goza de las siguientes Garantías:
Se incluyen aquí aquellos derechos que, si bien son normas de obligado cumplimiento para el
legislador, no poseen tanta importancia como los anteriores y por tanto gozan del menor nivel de
protección.
Son los regulados en el Capítulo III “De los principios rectores de la política social y económica”,
artículos 39 al 52:
De acuerdo con el artículo 53.3, este bloque de derechos goza de las siguientes Garantías:
El anterior sistema de garantías se completa con la institución del defensor del Pueblo, que será
regulada por una ley orgánica, como alto comisionado de las Cortes Generales, designado por éstas
para la defensa de los derechos comprendidos en el Título I, a cuyo efecto podrá supervisar la
actividad de la Administración, dando cuenta a las Cortes Generales (artículo 54). 2