Parlett, M. - Reflexiones Sobre La Teoría de Campo

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Reflexiones sobre la teoría de campo

 Parlett, Malcom
The British Gestalt Journal, 1991.
Comentario: lo que sigue es una versión impresa de una conferencia
plenaria dada en la Cuarta Conferencia Británica de Gestalt en
Nottingham, en julio de 1990. En ella presento las características
básicas y la historia de la teoría de campo y sugiero que ésta
proporciona un fundamento para la teoría y práctica de la terapia
Gestalt. Exploro cinco principios básicos de la teoría de campo.
Después argumento que los modelos del conocimiento y del conocer
considerados desde la teoría de campo forman parte de la
epistemología emergente que caracteriza muchas de las nuevas áreas
de búsqueda, por ejemplo, la medicina holística y la ecología. En la
segunda parte de la conferencia aplico el pensamiento de la teoría de
campo al debate sobre el Self en terapia Gestalt y a los efectos
mutuos de una sobre otra cuando dos (o más) personas se
relacionan. Me centro en algunas nuevas formas de pensar sobre el
campo psicoterapéutico de terapeuta y paciente y finalizo hablando
sobre la importancia de la presencia.

Introducción
Ken Evans, el organizador de esta conferencia, me invitó a
hablar sobre la teoría de campo, y estoy contento de haber tenido la
oportunidad de revisar esta área. Como Gary Yontef ha dicho, la
teoría de campo es “el aspecto de la Terapia Gestalt  menos discutido
adecuadamente y su ignorancia distorsiona seriamente la
comprensión conceptual  básica”.
Mis intenciones hoy son, en primer lugar, presentar los
principios de la teoría de campo como yo los entiendo desde el punto
de vista de un terapeuta Gestalt. En segundo lugar, quiero sugerir
que pensar en la teoría de campo puede ser un aliado del movimiento
global del pensamiento que está teniendo lugar hoy, como se refleja,
por ejemplo, en la ecología, la medicina holística, y muchos otros
enfoques alternativos que han reaccionado contra los supuestos
predominantes  de la ciencia convencional. En tercer lugar, elaboraré
el pensamiento de la teoría de campo como se aplica a una unidad
social simple: el sistema de dos personas y, específicamente, la
relación entre terapeuta y paciente.
 

“Mapas” gestálticos
Todos sabemos que “el mapa no es el territorio” y en el trabajo
gestáltico generalmente hay varios mapas aplicables a los que nos
podemos referir para dar sentido a lo que nos encontramos en el
territorio. Enfrentados, digamos, con los  esfuerzos de una mujer
joven  para aclarar su experiencia, o  para  librarse de nudos de una
confusión pasada, hay formas alternativas de caracterizar o de dar
sentido a su experiencia y al encuentro. Así, podemos estar pensando
en términos del equilibrio entre, por un lado, el apoyo y, por el otro,
el reto o contacto. [N. de los T.: el término con el que más
frecuentemente se ha traducido al castellano el opuesto a apoyo es
confrontación y frustración. Aquí Malcolm Parlett no utiliza ninguno de
éstos términos sino “challenge”  que parece mejor traducido como
reto.] Éste era el mapa favorito de Laura Perls.
Un mapa alternativo, el ciclo gestáltico de la experiencia, fue
desarrollado originalmente en el Instituto Gestalt de Cleveland (p. ej.
Zinker 1977) y ha sido ampliado  recientemente por Petruska
Clarkson (1989) en su útil y bienvenido libro nuevo. El mapa utilizado
aquí daría sentido al territorio describiendo lo que ocurre en la
experiencia de la mujer como una secuencia de pasos en la auto-
regulación organísmica, como una gestalt que se despliega en el
tiempo.
Hay muchos mapas así en terapia Gestalt, y como
abstracciones todos son potencialmente útiles. Y también pueden
atraparnos, si los usamos de forma demasiado exclusiva o sin
referencia a otros. (Y desde luego hay variación respecto a cuáles
utilizamos en momentos distintos. Por ejemplo, me he dado cuenta
de que en mi trabajo durante las semanas previas a esta conferencia
he tendido a llevar a mis encuentros terapéuticos puntos de vista que
se derivan de la teoría de campo).
Al hablar sobre teoría de campo estoy llamando vuestra
atención no hacia un mapa específico sino hacia la sección completa
del atlas. Se puede argumentar que esta sección incluye todos los
mapas que se refieren a cómo el organismo se relaciona con el
entorno, de manera que el ciclo de necesidades, la autorregulación
organísmica, y la frontera-contacto y sus  perturbaciones podrían
todas ser representados en términos de teoría de campo. Sin
embargo, aquí el foco va a ser  solamente en llamar vuestra atención
sobre qué es la teoría de campo y en explorar un área específica de
aplicación. Mi esperanza es que reconozcáis que la teoría de campo
no es simplemente una abstracción, un conjunto de ideas que existe
en los libros y en las mentes de unos pocos teóricos, sino que es la
base de un modo de percibir, y de conocer y de entender que puede
ser asimilada, como lo fue, en nuestra visión y nuestras
sensibilidades como terapeutas gestálticos cuando trabajamos. 
 

Holismo, Contexto y la “Situación Total”


Los mapas de la teoría de campo dibujan bien el territorio de
los seres humanos en sus contextos, es decir, de gente en relación,
en comunidad. La esencia de la teoría de campo es que una
perspectiva holística hacia la persona se amplía para incluir el
entorno, el mundo social, las organizaciones, la cultura. Cuanto más
asiduamente podamos navegar con los diversos mapas de la teoría
de campo, más probable será que podamos realmente percibir y
reconocer la indivisibilidad de las personas con su entorno y
situaciones de vida.
“La teoría de campo no puede fácilmente ser llamada una
teoría en el sentido usual” (Lewin 1952, p. 45). Más bien es un
conjunto de principios, una mirada, un método y una forma completa
de pensar que tiene que ver con la íntima interconectividad que hay
entre los acontecimientos y los marcos o situaciones en las que éstos
tienen lugar. Por lo tanto recordad que “teoría” en este caso tiene un
significado amplio, denotando una mirada teórica general o forma de
apreciar la realidad.
La idea de “el campo” viene de la de campo eléctrico o
magnético, originalmente en sí misma una metáfora. Lo que ocurría a
algo colocado en este campo de fuerza es una función de las
propiedades globales del campo tomado como una totalidad
dinámicamente interactiva. El campo como una totalidad es también
cambiado como resultado de la inclusión de algo nuevo.
Los primeros psicólogos de la Gestalt adoptaron esta metáfora
de la Física, interesados como estaban tanto por la fenomenología de
la percepción como por intentar ser científicamente respetables en
una época en la que había una intensa presión académica para serlo.
Desarrollaron la metáfora del campo eléctrico para explicar por
ejemplo, su “Ley de Pregnancia”; ésta se refiere a la experiencia que
se da cuando, al mirar algo que es, aparentemente, sin sentido y al
azar (p. ej. manchas de color), se transforma repentinamente en una
forma reconocible y significativa (p. ej., un dibujo de una cara). El
efecto de encajar en el sitio vino a ser explicado como una corrección
de un desequilibrio en el campo  perceptivo; “un agrupamiento de
ciertas fuerzas... operan en un período dado y solo cesan de
transformarlo cuando la forma se vuelve estable (Hartman, 1935, p.
418). O, dicho de otra forma, cuando la gestalt se completa, es decir,
se vuelve una gestalt bien formada, fuerte, el campo se equilibra.
Mientras que la teoría de campo es discutida en los escritos de
los primeros psicólogos de la Gestalt,  especialmente Kohler (1969),
su más famoso exponente fue Kurt Lewin, un profesor judío-alemán
refugiado en Norteamérica, cuya contribución a la psicología, según
algunos dicen, rivaliza con la de Freud en su impacto a largo plazo en
la psicología del siglo XX (Marrow, 1969). Asociados con su nombre
están no solamente la teoría de campo, sino también la investigación-
acción, la dinámica de grupos y los grupos de entrenamiento en
sensibilidad. Es considerado el fundador de la moderna psicología
social y una influencia importante en la formación de directivos y el
desarrollo organizacional (Weisbord, 1987). Mucha gente identifica a
Lewin como un psicólogo de la Gestalt, aunque, como Kurt Goldstein,
él nunca se describió a sí mismo como tal, a pesar de haber trabajado
de joven con Wertheimer, Kohler y Koffka.
El pensamiento de Lewin ha sido extensamente infravalorado
en la terapia Gestalt. Una de sus más famosas citas es “No hay nada
tan práctico como una buena teoría”, que yo creo que es lo que es la
teoría de campo: una buena teoría que, una vez entendida, nos
proporciona un lenguaje conceptual muy adecuado para toda la
práctica de la terapia Gestalt.
El  sello distintivo esencial  de la teoría de campo, en palabras
de Lewin, es que “hay que mirar la situación total” (Lewin, 1952, p.
288) más que ir paso a paso, o ítem tras ítem, o haciendo un análisis
de variable tras variable. En lugar de reducir los fenómenos
complejos interactivos separándolos en partes, el cuadro general o la
situación total son apreciados como una totalidad, con sus aspectos
total-ísticos reconocidos como tales. [N. de los T.: Aquí el autor hace
un juego de palabras entre "whole" y "whole-istic" en el que enfatiza
los aspectos que tienen las partes en relación al todo.] Hay una
voluntad de tratar e investigar la naturaleza organizada,
interconectada, interdependiente e interactiva de los complejos
fenómenos humanos.
Obviamente la teoría de campo no es la única teoría o
perspectiva con esta clase de mensaje. Durante el mismo período, los
años 30 y los 40, en los que Lewin estaba desarrollando sus ideas, la
teoría general de sistemas estaba evolucionando también (von
Bertalanffy, 1968). Ésta se ha convertido en un atlas formidable en sí
misma, con muchas aplicaciones bien conocidas, por ejemplo en
terapia de familia y en organizaciones. Intento rodear los complejos y
a la vez oscuros argumentos que han tenido lugar en The Gestalt
Journal (ver Latner, 1983, y los siguientes números) sobre si la teoría
de campo o la teoría de sistemas son compatibles teóricamente, y
sobre si ambas pueden ser igualmente válidas en la Terapia Gestalt.
El hecho es que ambos enfoques proporcionan formas útiles de
representar holísticamente los fenómenos complejos, esto es, no
tratándolos aisladamente sino en sus contextos, situaciones,
entornos. Cualquiera que sea el enfoque seguido, lo que es seguro es
que un punto de vista de esta clase de amplitud es esencial para la
teoría y práctica de la terapia Gestalt.
Sin embargo, como entre dos conjuntos cualesquiera de mapas,
hay diferencias en énfasis y en detalles, y como practicante
gestálticos, mi propia preferencia, ciertamente, es el mapa de la
teoría de campo más que uno basado en la teoría de sistemas, entre
otras cosas porque este último enfoque ha sido más ampliamente
sobresimplificado y mal aplicado, y hablando históricamente
representa una importación más tardía en la teoría y práctica de la
Gestalt.
 

Cinco Principios de la Teoría de Campo


Hoy trato de remodelar la teoría de campo en la forma de cinco
principios o proposiciones que caracterizan esta forma general de
percibir y de pensar sobre el contexto, el holismo y el proceso, y que
yace en el centro mismo de nuestro punto de vista y trabajo como
terapeutas gestálticos.
Antes de empezar me gustaría reconocer mi deuda no solo con
Lewin y también con Kohler, sino también con Gregory Bateson
(1979), y en el mundo de la Gestalt contemporánea a Gary Yontef
(1984), y Carl Hodges (1990), quienes me han ayudado a captar
mejor el punto de vista de la teoría de campo. Ellos están, por
supuesto, absueltos de cualquier inadecuación en el presente
informe. Los cinco principios son los siguientes:
1. El principio de Organización
2. El principio de Contemporaneidad
3. El principio de Singularidad
4. El principio de Proceso Cambiante
5. El principio de Relevancia Posible.
 
 

(i) El principio de organización


El significado deriva al considerar la situación total, la totalidad
de factores co-existentes. Lewin escribe:          
Que ocurra o no un cierto tipo de conducta depende no de la presencia o
ausencia de un hecho o un número de hechos vistos aisladamente, sino de
la constelación (estructura y fuerzas) de un campo específico como una
totalidad. El “significado" de un solo hecho depende de su posición en el
campo (Lewin, 1952 p. 150)
  Todo está interconectado y el significado deriva de la situación
total. Si, mientras hablo, una bomba explotara a doscientas o
trescientas yardas de esta sala de conferencias, habría una
importante perturbación del campo. Vosotros os levantaríais y
yo pararía mi charla. Nos reorganizaríamos completamente. En
este nuevo marco todo adquiriría un significado diferente. Esta
habitación podría ser reorganizada en un hospital provisional, o
en el centro de mando para los servicios de emergencia, o en
una morgue. Las propiedades de las cosas están, en último
extremo, definidas por sus contextos de uso. Podríamos
encontrarnos con que tenemos que poner sillas juntas para
formar “camas” provisionales para los heridos, con que las
mesas podrían convertirse en camillas. El significado deriva de
su contexto de uso en la “constelación del campo específico
como una totalidad" (Lewin 1952, p 150). En otras palabras,
más que pensar en términos de las propiedades duraderas de
los objetos que están tomadas como constantes, sus
características están definidas por una organización más amplia
del significado general, que “enfatiza la interdependencia” (ibid.
P. 149)
Por supuesto, durante la mayor parte del tiempo, el campo, tal
y como está estructurado ahora, permanece invariable: la sala de
conferencias mantiene sus funciones cotidianas de sala de
conferencias, repleta de las expectativas habituales sobre cómo se
usa, sobre los muebles y sobre el espacio. Los campos, por tanto,
difieren a lo largo de un continuo entre si su organización es familiar
o novedosa. Por un lado, las funciones se pueden fijar en ladrillos y
mortero y suposiciones arquitectónicas y, por otro lado, la estructura
puede ser nuevamente revelada, improvisada con un propósito
presente y transitorio. En cualquier caso, "estructura" y "función" no
están rígidamente separadas, sino que ambas son intentos de
expresar cualidades de la totalidad interrelacionada.
Permitidme decir unas palabras sobre la aleatoriedad. Como
terapeutas gestálticos sabemos que mucho de lo que puede parecer
aleatorio o inconsecuente está, de hecho, organizado; es decir, tiene
sentido en algún contexto del que podemos no ser conscientes en
parte o completamente. Si observamos que hay una persona
rascándose la rodilla, o dando golpecitos con el dedo, o dudando
momentáneamente, a veces llevamos la atención a estos
epifenómenos aparentemente triviales y pasajeros. Lo hacemos
porque sabemos por nuestra experiencia que, muy a menudo, no son
triviales en absoluto. En una exploración más concienzuda
encontramos que son parte de un esquema mayor, quizá una
situación inacabada en la cual se han retroflectado los impulsos. El
significado del pequeño acontecimiento se revela conforme se aclara
el contexto más amplio o la situación total. El comportamiento y la
experiencia fenomenológica que son vistos como parte del campo
total, o que son contextualizados, se perciben como organizados,
como dotados de significado.
 

(ii) El principio de contemporaneidad


Este principio apunta al hecho de que es la constelación de
influencias en el campo presente la que “explica” la conducta
presente. No se da ningún estatus causal especial específico a los
acontecimientos del pasado que, en muchos sistemas, son planteados
como “determinantes” de lo que está ocurriendo ahora. De la misma
forma, a los acontecimientos futuros, planeados o fantaseados, no se
les atribuye un estatus especial como “metas” o “incentivos”  para lo
que se ve que está ocurriendo en el presente.
Lewin señala que “el carácter de la situación en un momento
dado” debe incluir el-pasado-como-es-recordado-ahora o el futuro-
como-es-anticipado-ahora, que formarán parte del campo
experiencial de la persona en el presente. Así, el individuo  no solo ve
su situación presente, también tiene ciertas expectativas, deseos,
miedos, ensoñaciones  respecto a su futuro (ibíd. p. 53), y estas
nociones, junto con sus conceptos sobre el pasado, constituyen parte
de su realidad presente:
El pasado psicológico y el futuro psicológico son partes simultáneas  del
campo psicológico en un momento dado. La perspectiva temporal está
cambiando continuamente. De acuerdo con la teoría de campo, cualquier
tipo de conducta depende del campo total, incluyendo la perspectiva
temporal en ese momento, pero no, además, de cualquier campo pasado o
futuro  y sus perspectivas temporales (Lewin, 1952, p. 54, la cursiva es
mía)
En resumen, no son los acontecimientos reales, pasados o
futuros, los que nos preocupan, porque las condiciones reales del
campo de estos otros momentos no estén presentes ahora.
Podemos observar aquí que está implicada una concepción de la
causalidad radicalmente diferente a la que  es más general en
nuestra cultura y en otras variedades de psicoterapia. Como
terapeutas gestálticos, con nuestro foco en la experiencia presente,
no explicamos los fenómenos  haciendo referencia a “causas” pasadas
o futuras.  En lugar de ello nos concentramos en “lo que es” más que
en “lo que fue” o “en lo que será”, no porque queramos hacer caso
omiso de la historia de una persona o de sus futuras intenciones,
como por ejemplo, su pasado de abusos sexuales o sus planes para
casarse, sino porque nuestra atención se dirige, en el caso del abuso,
en primer lugar, a cómo es recordado o evitado o se le quita
importancia o es magnificado ahora  y, con sus planes de boda,
estamos interesados no tanto en los planes en sí mismos sino en la 
manera  global en la que forman parte de su realidad presente, o,
utilizando otro término de Lewin, de su “espacio vital”.
Llevando este ejemplo más allá, podemos ver en la terapia
misma que lo que también forma parte del campo presente es la
persona y la presencia de su terapeuta. El recordar o el anticipar (el
abuso pasado y el futuro casamiento respectivamente) están 
teniendo lugar, por lo tanto, en un contexto humano cotidiano donde
habrá un mayor o menor grado de confianza en el terapeuta, mucho
o poco apoyo ofrecido, y en el que el terapeuta puede tener claras o
no las fronteras. Estas circunstancias  actuales son, inevitablemente,
parte del campo presente, y a su vez afectarán a cómo el pasado o el
futuro se recuerdan; así como su recuerdo presente, a su vez afecta
a la situación total (quizás al futuro curso de la terapia) conforme va
evolucionando posteriormente. La terapia Gestalt, como un enfoque
fenomenológico,  examina por tanto los acontecimientos  reales
presentes en la situación de terapia en sí misma.
 
 

(iii) El principio de singularidad


Cada situación, y cada campo persona-situación, es único.  Por
más que a muchos psicólogos les guste pretender otra cosa, que la
conducta humana pueda ser asimilada en la ciencia normal y en
“leyes” generalizadas aplicadas para explicar la conducta, nuestra
experiencia conocida, directa y personal es otra cosa. Las
circunstancias nunca son exactamente las mismas, y  diferentes
personas tienen inevitablemente diferentes perspectivas o puntos de
vista, incluso aunque parezca que están localizadas en el mismo
tiempo y lugar. Todos nosotros escuchamos  juntos esta conferencia,
pero nuestras experiencias fenomenológicas  reales son todas
distintas. Como hemos observado tantas veces en grupos, lo que 
destaca como interesante o relevante para las diferentes personas  es
extremadamente variado, relativo a su fondo, a su necesidad
presente, a las preocupaciones presentes que lo impregnan todo y a
asuntos inconclusos antiguos.  Del mismo modo, cada persona que
escucha (o que lee) lo que estoy diciendo estará haciendo distintas
conexiones, absorbiendo ciertas cosas e ignorando o poniendo a un
lado otras. Los significados serán construidos individualmente y las
conclusiones que se extraigan no van a ser idénticas.
Las generalizaciones son, por lo tanto, sospechosas. Implican
un orden y una predictibilidad que a menudo no se mantienen cuando
atendemos a “lo que es”. A menudo los recién llegados a la TG se
sienten frustrados,  ya que quieren respuestas a cuestiones tales
como “¿cómo trabajas en TG con la cliente que padece de anorexia ?"
cuando uno les señala cuidadosamente que no hay un procedimiento
general que se derive de una noción fija de anorexia; sino que en su
lugar, el terapeuta atenderá a las circunstancias  individuales, al nivel
de auto-apoyo de la cliente, al grado de consciencia inmediata,  [N.
de los T.: Traducimos awareness por consciencia inmediata e
implícita del campo presente o consciencia inmediata. Además
siguiendo el planteamiento de Carmen Vázquez en la traducción de
Terapia Gestalt, de Perls, Hefferline y Goodman, el término
consciousness lo traduciremos por consciencia reflexiva cuando haya
lugar.] al tiempo disponible, a la naturaleza de las resistencias, a la
urgencia de la necesidad presente y a las formas en las que la
persona interrumpe el contacto, por mencionar unos pocos de los
muchos aspectos de la situación total presente que pueden influir en
lo que el terapeuta va a atender.  El honrar la singularidad de cada
grupo de circunstancias y de cada persona requiere, por consiguiente,
tanto respetabilidad como voluntad de tolerar la ambigüedad y la
falta de certeza. Las generalizaciones, que implican similitudes
inherentes, pueden llevar a  estructuraciones de la realidad percibida
prematuras o apriorísticas, que pueden fácilmente llevarnos, después,
a encontrar en la situación presente lo que uno está buscando.
No estoy queriendo decir que no haya continuidades,
similitudes y consistencias en absoluto, ni que lo prudente sería evitar
toda la masa de generalizaciones teóricas que  se relacionan con la
psicoterapia. Sin embargo, si nuestra atención se concentra en ellas
como pasa tan a menudo, en un intento de explicar o dar cuenta de
algo en términos de cómodos parecidos, bajo leyes y verdades
generales,  entonces la realidad de la situación presente puede no ser
apreciada en toda su especificidad. Como Lewin nos recuerda,
estamos siempre tratando con una “multitud de factores coexistentes
e interdependientes”,  así como con “condiciones que influyen  en la
conducta en una dirección o en otra” y necesitamos una mirada y un
método que cubra “lo excepcional” y también el “caso habitual” (ibíd.,
pp. 150-51).
 

(iv) El principio del proceso cambiante


Este principio se refiere a que el campo sufre continuos
cambios: “uno nunca se mete en el mismo río dos veces”. Mientras el
principio de singularidad enfatiza la necesidad de perspectivas únicas
para acontecimientos únicos, el principio del proceso cambiante se
refiere al hecho de que la experiencia es provisional más que
permanente. Nada es fijo ni estático de un modo absoluto.
Incluso con el mismo individuo, el campo es nuevamente
construido momento a momento; no podemos tener dos veces la
misma experiencia. Como William James (1905) señaló: “Es obvio y
palpable que nuestro estado de mente nunca es precisamente el
mismo... cuando un hecho idéntico vuelve a ocurrir, debemos
pensarlo de una manera nueva, verlo bajo un ángulo de alguna forma
distinto, aprehenderlo en relaciones diferentes de ésas en las que
apareció la última vez” (p. 156)
“El momento oportuno lo es todo” es un axioma terapéutico en
el trabajo gestáltico. Todos hemos experimentado ocasiones en las
que una intervención específica hecha en un  momento determinado
parece exactamente “adecuada” (como un juicio estético), es decir,
es perceptivo, apropiado y útil para el cliente. Igualmente, todos
hemos tenido ocasiones  en las que las intervenciones llegan un
momento o dos demasiado tarde, cuando la experiencia del individuo
o del grupo se ha movido y la intervención es, si es algo, una
distracción, o bien cuando una intervención es un poco prematura y
se le priva al cliente de hacer su propia conexión.
Considerando un marco temporal más amplio de una relación
en curso, existe la misma necesidad de permanecerse “actualizado”.
La realidad se despliega de formas que nunca pueden ser predichas
del todo, y lo que pensábamos que era conocido, con certidumbre, 
puede ya no ser aplicable. Hay una inevitable e inherente falta de
certeza sobre cómo la gente se adapta a nuevas circunstancias, se
acomoda a los cambios en su situación y aprende nuevas formas para
manejarse con los problemas en curso.
La teoría de campo es,  por lo tanto, relativista. Si el campo es
un flujo, si nuestras percepciones de la realidad están siendo
recreadas continuamente, y la estabilidad y el equilibro del campo
son restablecidos momento a momento, no hay, obviamente,  puntos
de corte absolutos (p.ej., “aquí termina la percepción y empieza la
proyección”)  ni dicotomías fijas de tipo "o esto o lo otro" (“o eres una
persona asertiva o no”). Tienen lugar forzadas y rápidas distinciones
como resultado de la conceptualización y de la clasificación,  por la 
naturaleza del lenguaje,  y no a partir de la experiencia
fenomenológica  en sí misma.
De forma apropiada, los gestálticos son cautelosos con las
categorías que efectivamente se convierten en etiquetas
permanentes, y las descripciones que se vuelven definiciones fijas de
una situación. Así, en lugar de dividir a la gente, digamos, en
"retroflectadores" y "no-retroflectadores”, nosotros preferimos pensar
el retroflectar como un proceso, y uno en el que todos entramos
alguna vez, dadas ciertas circunstancias. Incluso alguien que
retroflecta frecuentemente no siempre lo hace. Como Lewin (1952)
puntualiza:
Un estado dado de una persona corresponde a una variedad de
comportamientos y puede ser inferido solo a partir de una
determinada combinación entre la  conducta explícita y  la situación.
Vamos, por lo tanto, a ser cautos con la tendencia a sistematizar,
hacer permanente y fijar en categorías y definiciones. Al mismo
tiempo permitámonos también ser cautos en la creación de una
gestalt fija o nueva dicotomía en la que nosotros  “nunca utilizamos
categorías diagnósticas”
 

(v) Principio de posible relevancia


Este principio afirma que ninguna parte del campo total puede
ser excluida de antemano como inherentemente irrelevante, por muy
mundana, omnipresente o aparentemente tangencial que pueda
parecer que es. Todo en el campo es parte de la organización total y
es potencialmente significativo. Los terapeutas gestálticos están
interesados en “lo obvio”, en volver a convertir en novedad lo que se
ha vuelto invisible y automático, o está siendo dado por supuesto o
considerado irrelevante.
Así, en terapia, por ejemplo, una arraigada gesticulación, una
forma de moverse, o un estilo de hablar pueden ser considerados,
por la mayoría de la gente, incluido el cliente, como un aspecto
personal “permanente”, una característica fija y, por tanto, dada, y
como algo no relevante para el tema en cuestión. Por lo tanto, en
terapia Gestalt y en la teoría de campo nada puede ser excluido a
priori de la investigación.
Si tomamos la analogía del mirar críticamente cuadros que han
sido expuestos,  es como si el teórico del campo no  se sintiera
satisfecho con mirar sólo los cuadros en sí mismos, sino que
estuviera abierto, por lo menos, a la posibilidad de que el estilo de los
marcos pueda jugar un papel importante en cómo se aprecian los
cuadros, o que el contexto de la exposición como una totalidad
proporciona un brillo especial a la naturaleza de las pinturas.
Esta apertura a cualquier cosa en el campo no es una llamada a
una inclusión exhaustiva en la que todas y cada una de las influencias
que contribuyen a la realidad de una persona o de un grupo tenga
que ser incluida. No solo sería un ejercicio imposible y nos llevaría a
una concepción estática del campo, sino que además sería
innecesario. El campo está organizado y lo que es más relevante o
que presiona se descubre con facilidad en el presente. En lugar de
documentar exhaustivamente lo que hay en el campo, se atiende a lo
que es momentánea o persistentemente relevante o interesante, y
esto va a mostrar cómo se organiza el campo en ese momento. La
clave es, sin embargo, que la gama de lo posiblemente relevante no
esté restringida sólo a algunas partes del campo total.
Por ejemplo, si una médica especialista le da a un paciente una
explicación de su enfermedad, esta especialista puede imaginarse que
lo relevante para el paciente es cómo de clara ha sido ella al darle la
información. Aunque supongamos que lo que realmente es más
relevante (es decir, la preocupación presente) sea el grado de interés
personal y calidez (o falta de ella) con los que la doctora se comunica
en el proceso de dar la información; esto puede ser lo que está
realmente organizando el campo para el paciente, no solamente el
contenido de la información. De forma parecida, uno puede
empeñarse en poner atención a una agenda previa sin dar espacio a
lo que surge en el momento debido a un criterio fijo respecto de lo
que es relevante. La realidad es que tenemos que estar abiertos a la
configuración presente del campo, tanto si se ha anticipado como si
no.
Un aspecto específico del campo puede ser tan “invisible” que
sea pasado por alto sistemáticamente como si no tuviera ninguna
relevancia: la presencia del observador. Sin embargo el observador, o
el comentarista, o el investigador, siempre es parte de la situación
total y, con seguridad, no puede ser excluido de ella. De forma
parecida, en los grupos de terapia Gestalt al viejo estilo, la presencia
de una “silla caliente” inevitablemente es una parte muy importante
del encuadre o contexto de lo que ocurre en el grupo. De la misma
forma la presencia de una videocámara puede afectar profundamente
la situación total. El principio de posible relevancia nos recuerda que
tener en cuenta la situación total sólo requiere hacer precisamente
eso. 
 

Formas de conocimiento
Los cinco principios expuestos más arriba se superponen y no
son individuales. Más bien son cinco ventanas a través de las cuales
podemos considerar la teoría de campo, explorando su relevancia en
la práctica. En cierto sentido, no debería haber sorpresas: los
principios son intrínsecos a la práctica de la Terapia Gestalt, incluso si
los profesionales no se han dado cuenta antes de que estos insights 
podían ser descritos en términos de la teoría de campo.
Como una perspectiva general, una forma de hablar de la
experiencia humana y dotarla de sentido, la teoría de campo intenta
captar el flujo interrelacionado de la realidad humana sin desplegar,
impregnada como está con nuestros significados e importancias
personales. Ya que la mayoría de nosotros somos miembros de
familias, comunidades, grupos sociales, organizaciones, es también
un vehículo para explorarnos a nosotros mismos en relación. No hay
un punto de corte claro entre “interno” y “externo”; el campo
unificado es el lugar de encuentro de los dos.        
La teoría de campo, como he dado a entender, aporta una
manera de apreciar la realidad. Como tal, como un sistema global de
conocimiento, puede decirse que es una “epistemología” (Bateson
1979, Berman 1981) que no concuerda con la epistemología general
o predominante de la ciencia normal, con la actual psicología
académica y clínica, y con muchas formas de psicoterapia distintas a
la Terapia Gestalt.
 

La epistemología dominante de nuestro tiempo


Lo que se da por sentado en muchos círculos son una serie de
suposiciones que nos son familiares a todos nosotros, en gran medida
por las formas en las que hemos sido educados. Así, la experiencia
subjetiva “no es de fiar”; la posibilidad de que se repita el fenómeno
tiene que establecerse antes de poder ser tomado en serio; las
causas específicas de los acontecimientos necesitan ser aisladas si los
acontecimientos han de ser entendidos; los problemas complejos
tienen que ser traducidos a variables, parámetros o partes
componentes, para ser estudiados sistemáticamente; el conocimiento
cuantitativo supera al conocimiento cualitativo; el ser capaz de medir
algo es un paso de gigante hacia su entendimiento adecuado; el éxito
en argumentos racionales es el árbitro supremo de las diferencias
entre puntos de vista; el pensamiento holístico es vago y confuso; la
objetividad es desapasionada y políticamente neutral; y
prácticamente en todos los asuntos  el esforzarse en “ser científico”
es altamente recomendable.
Esta condensada caricatura es sin duda alguna demasiado
simple. "Criticar la ciencia" se ha puesto también de moda y es
demasiado fácil (justo acabo de escribir estas palabras en mi
procesador de textos).  No obstante, la epistemología dominante es
tan poderosa y está tan difundida, que las formas de pensamiento
que están basadas en un conjunto de principios y presupuestos
fundamentalmente diferentes, como la teoría de campo, lo tienen
muy difícil para ser aceptadas generalmente, de manera especial en
círculos que han invertido mucho en la preservación de los
presupuestos y puntos de vista del statu quo epistemológico.
Tal y como está documentado (p.e., por Capra, 1982 y Berman,
1981) la epistemología dominante durante los siglos diecinueve y
veinte surgió de la revolución científica y filosófica que asociamos con
Galileo, Newton y Descartes. Antes de este momento, hace
cuatrocientos o quinientos años y antes de que comenzara la era
científica, la epistemología existente era muy distinta, y era
congruente con el sistema económico y social que existía en aquel
tiempo.
Antes del año 1500 la visión dominante del mundo en Europa,
así como en la mayoría de las civilizaciones, era orgánica. La gente
vivía en pequeñas comunidades cohesivas y  experimentaba la
naturaleza en términos de relaciones orgánicas, caracterizadas por la
interdependencia de los fenómenos espirituales y materiales y la
subordinación de las necesidades individuales a  las de la
comunidad... (Capra 1982, p. 53).
Esta perspectiva iba a cambiar radicalmente en los siglos XVI y
XVII. En palabras de Capra: “la noción de un universo orgánico,
viviente y espiritual fue reemplazada por la del mundo como una
máquina, y el mundo-máquina se volvió la metáfora dominante de la
era moderna” (1982, p. 54). Y con la metáfora de la máquina vino la
convicción, primero en filosofía, y después en psicología cuando se
materializó en una disciplina académica, que los seres humanos
también podían ser considerados como máquinas, y su experiencia
personal presente puesta a un lado y relegada a favor de “medidas
objetivas” de conducta en condiciones de laboratorio.
Una consecuencia importante de lo que ocurrió con este gran
cambio fue que los seres humanos se consideraron cada vez menos
relacionados e interdependientes entre sí y con la naturaleza. Berman
lo dice elocuentemente:  
La visión de la naturaleza que predominaba en el Oeste hasta las vísperas
de la revolución científica era la de un mundo encantado. Rocas, árboles,
ríos y nubes eran vistos todos como maravillosos y vivos y el ser humano se
sentía en casa en este entorno. El cosmos era un lugar de pertenencia.  Un
miembro de este cosmos no era un observador alienado de él sino un
participante directo en su drama. Su destino personal estaba vinculado con
el destino del cosmos, y esta relación daba sentido a su vida.  Este tipo de
conciencia, “conciencia participante”, implicaba.... la identificación con lo
que a uno le rodea, y sugiere una totalidad psíquica que hace mucho tiempo
que desapareció de la escena (1981, p 16).
Así podemos empezar a ver cómo la epistemología que representa la
teoría de campo tiene un largo pedigrí; al menos, en algunas formas
encaja con la más “primitiva” y natural visión del pasado remoto en la
que el dualismo estaba, si no ausente totalmente,  había,
ciertamente, una división tan profunda como se ha puesto de
manifiesto en los últimos trescientos a cuatrocientos años. La frase
“Conciencia participante” es una buena forma alternativa de describir
el campo unificado en el que no hay una radical ni rápida división
entre el observador y lo observado, el sujeto y el objeto.
Berman describe el “desencantamiento” que ocurrió con el
crecimiento de un enfoque más dualista: 
La historia de la época moderna, al menos a nivel de la mente, es la de un
progresivo desencantamiento... La conciencia científica es una conciencia
alienada; no hay éxtasis fundiéndose con la naturaleza, sino más bien
separación total de ella. El sujeto y el objeto son siempre vistos cada uno
en oposición. Yo no soy mis experiencias, y por lo tanto, no soy realmente
una parte del mundo que me rodea (1981, p. 16).
La perspectiva de la teoría de campo reintroduce el sentido de 
una totalidad unificada en la que el sujeto y el objeto dejan de estar
en oposición; mi campo experimental incluye los significados que
encuentro en mi entorno;  hablar de lo establecido o del entorno
tomando una realidad independiente y objetiva, separada de mi
experiencia de ella y de la experiencia de otros, es crear una entidad
conceptual tal vez  necesaria para la clase de ciencia que sobrevino y
para el  “mundo máquina” al que dio lugar, pero no apropiada para
describir la naturaleza fenomenológica de la experiencia humana
real. Además, el cambio al dualismo no fue, en conjunto, saludable.
Como menciona Berman:
El punto final lógico de ésta visión del mundo es un sentimiento de
cosificación total. Todo es un objeto, un extraño, un no-yo, y finalmente yo
soy también un objeto, una “cosa” alienada en un mundo de otras cosas,
igualmente sin sentido. Este mundo no es  mi propia obra, al cosmos no le
importo y realmente no tengo la sensación de pertenecer a él. (1981, p. 16)
R.D. Laing llegó a una conclusión similar; como resultado de
varios cientos de años de incremento de la influencia científica sobre
nuestras formas básicas de apreciar la realidad, mucho de lo que es
intrínseco a la vida humana (con V mayúscula) se ha perdido:
Quitada la vista, el sonido, el gusto, el tacto y el olor y junto
con ellos se han ido la sensibilidad ética y estética, los valores, la
cualidad, la forma; todos los sentimientos, motivos, intenciones, el
alma, la conciencia, el espíritu. La experiencia como tal es arrojada
fuera del universo del discurso científico (Capra, 1982, p. 55).
Para resumir: con el crecimiento de la perspectiva científica, de 
la mecanización, y la importancia dada a los enfoques cuantitativos,
la objetividad y la racionalidad, tuvo lugar una separación
fundamental entre el mundo como yo lo experimento de forma
natural y “el mundo como realmente es” (supuestamente), es decir,
como es descrito por la ciencia. Y es esta separación, o alienación
como Berman la llama, la que se ha vuelto sagrada en la
epistemología dominante de hoy en día y la que la teoría de campo,
que viene de una perspectiva totalmente diferente, sustituye para
contrastar.
 
 

Nuevas direcciones
Pues bien, es justo reconocer que la epistemología dominante
es ahora atacada desde muchos frentes, no únicamente por los
teóricos del campo. Es admitido por todos, que lo que Donald Schon
(1988) llama “racionalidad técnica” ha tenido un éxito estupendo en
la promoción del  mundo-máquina.
Aunque ahora es encontrada inadecuada por muchos,
incluyendo a los ecologistas, los físicos modernos (las consecuencias
de la relatividad y de la mecánica cuántica), los practicantes de
medicina holística, los arquitectos comunitarios, los economistas
alternativos y muchos otros, incluyendo a los terapeutas gestálticos.
De hecho, vivimos en un tiempo de una actividad e innovación
sin precedentes, en la que el nuevo pensamiento está siendo aplicado
a muchas áreas de la ciencia y del esfuerzo humano. Hay
movimientos hacia enfoques más holísticos, puntos de vista más
relativos, y hay más reflexividad en lo que se refiere al  rol del
observador; las relaciones interdependientes son más ampliamente
reconocidas, y las limitaciones de aplicar el pensamiento tipo-
mecánico a  áreas más allá de la ingeniería son también más
frecuentemente reconocidas (Ver Capra, 1982, para una temprana
discusión de lo que él llama “la cultura creciente”).
Específicamente, a medida que la vieja estructura
epistemológica de trabajo empieza a fallar, y la totalidad del clima 
intelectual y cultural siga en movimiento, podemos esperar cambios
tanto en la práctica psiquiátrica convencional como en muchas
derivaciones de la terapia psicoanalítica. Me imagino que la tendencia
de algunos de re-inventar la terapia Gestalt continuará. Otros pueden
unirse al tren en el que los terapeutas gestálticos han estado viajando
durante muchos años. Lo que digo es que mucho de lo asumido y las
creencias de trabajo intrínsecas de la terapia Gestalt, como el holismo
y la auto-regulación organísmica y el centrarse-en-el-presente, 
entrelazados todos juntos en el enfoque de la teoría de campo, están
siendo  descubiertos independientemente y el pensamiento de gente
como Lewin reconocido por estar por delante de su tiempo. El
movimiento Gestalt tiene que desempeñar un papel importante en la
nueva era que emerge.9
 

Teoría de campo en la práctica


En esta visión de conjunto de la teoría de campo he tratado de
mostrar que es una perspectiva útil y de largo alcance. Hasta aquí
mis observaciones han sido generales. Ahora es el momento de ser
más específico.
Habiendo planteado la teoría de campo como una perspectiva
para la terapia Gestalt, es necesario considerar primero qué idea del
“self” es compatible con esta perspectiva. Desde ahí examinaré la
idea de la co-creación de un campo articulado por dos partes o dos
selves[N. de los T.: “selves” es el plural de “self"], y esto lleva,
naturalmente, a la cuestión de la relación terapéutica uno-a-uno.
 

El self
En Perls Hefferline y Goodman (1973),  el self es “el sistema de
contactos en cualquier momento... el self es la frontera contacto en
actividad. Su actividad consiste en formar figuras y fondos” (p.15 de
la versión española). Joel Latner (1986) se refiere al self como
“nuestra esencia, (el self) es el proceso de evaluar las posibilidades
en el campo, integrándolas  y llevándolas hasta su formación según
las necesidades del organismo… el self trabaja por su
completamiento....el self es nosotros-en-proceso (p. 38-39). Y para
citar a Goodman otra vez – el “self es el integrador… el artífice de la
vida”  (Perls et al. p. 16 de la versión española). Quizás la mejor
descripción fenomenológica del self que he oído es atribuida a Sonia
Nevis: “El self es la masa vibrante de nuestro potencial”.
Hunter Beaumont (1990) ha sugerido que nos ayudaría
enormemente si adoptásemos la práctica alemana y usáramos  la
palabra “Gestalt” no sólo como nombre y adjetivo sino también como
verbo. Así, gestaltear algo es crearlo o constelarlo en un patrón
global y comprenderlo dentro de una configuración. Intento seguir
esta práctica y utilizar Gestalt  como verbo y como sustantivo.
Utilizando el lenguaje de la teoría de campo, y de nuevo estoy
en deuda con Hunter, podemos pensar en el self como  el que
configura el campo. Ésta es una definición distinta del self, pero
compatible con las otras dadas aquí. ¿Cómo enmarco mi realidad en
un momento determinado? ¿Cómo organizo mi “espacio vital”?
¿Cómo organizo mi experiencia? Hago esto constelando u
organizando (o configurando) el campo de acuerdo con significados
específicos, un proceso personal en el que ciertas partes de mi
experiencia global se vuelven figuras y otras partes se organizan
alrededor de ellas, como fondo. Y este proceso puede ser
considerado  como el self en acción o, en la frase de Latner,
“nosotros-en-proceso”. El self es por lo tanto (como en todas las
teorías gestálticas del self) definitivamente un proceso y no una
entidad mental abstracta y estática; nos da una forma de describir un
proceso en marcha, evolucionando y transformándose, en el que
estamos implicados continuamente, configurando el campo de la
experiencia, o eligiendo nuestra realidad.
 
 

Dos personas, dos “selves” 


Entonces ¿qué pasa cuando hay dos personas, relacionándose
juntas y ambas configurando sus campos al mismo tiempo? En lugar
de pensar solamente en dos campos fenomenológicos separados,
vamos a admitir que cuando dos personas conversan o se relacionan
con otra de alguna forma, algo pasa a formar parte de la experiencia
que no es producto exclusivo de ninguna de ellas. Lo que ocurre
entre ellos es una función de ambos juntos. Es una realidad co-
creada (Beaumont 1990) que potencialmente incluye todo lo que está
en el campo de la experiencia  o espacio-vital de cada uno de los dos
participantes pero no son, simplemente, dos conjuntos de
experiencias añadidos juntos. Más bien hay un campo compartido,
una tierra común de comunicación que es mutuamente construida.
¿Cómo es esta realidad compartida traída a la existencia? Bien,
si dos individuos se sientan calladamente mirando uno al otro, como
pasa en muchas salas de espera del dentista, el espacio entre ellos va
a permanecer indiferenciado y sin forma y habrá muy poca realidad
compartida. Como mucho, el espacio se llenará con mezclas de
proyecciones y adivinaciones, prejuicios sin comprobar y estereotipos
no reconocidos. Si hay un poco de contacto visual, si hay
intercambios de palabras o expresiones faciales hechas uno al otro, si
se da un esbozo de comunicación y de conexión, el espacio entre
ellos empieza a volverse vivo. En una de las charlas de Fritz Perls
(1969) dice “Empezamos a comprender que la gente.... puede
comunicarse con otros...” Creando lo que él llama Mitwelt (el mundo
social tal y como es experimentado...) el mundo común que tú tienes
y que otra persona tiene.
Continúa:
Te das cuenta  si la gente se encuentra, empiezan el gambito del encuentro,
uno dice “¿Cómo estás? Hace un tiempo estupendo” y el otro contesta algo
más. Así van a la búsqueda de un interés común, o un mundo común donde
tienen... comunicación y disfrute juntos, cuando van de repente del Yo y Tú
al Nosotros. Así hay un nuevo fenómeno en desarrollo, el Nosotros que es
diferente del Yo y del Tú. El  “Nosotros”... es una frontera siempre
cambiante donde dos personas se encuentran. Y cuando nos encontramos
ahí, entonces yo cambio y tú cambias, a través del proceso de encuentro
mutuo. (ibid. Pp. 6-7)
O  por citar a Carl Hodges (1990): “El contacto organiza el
campo” y la realidad compartida, la relación empieza a tomar forma.
Podemos utilizar la analogía del baile: dos bailarines están
juntos; ambos tienen disponibles (potencialmente) toda la
experiencia de baile previa a lo largo de sus vidas, probablemente
incluyendo la exposición a distintas miradas y enseñanzas; y cada
bailarín tiene un repertorio de secuencias preferidas, movimientos,
ritmos o pasos de baile. A uno puede gustarle mucho saltar por el
aire, al otro moverse muy lentamente; a uno le puede gustar trabajar
en el suelo, al otro estar moviéndose a toda costa. Crean un baile
juntos, que es el producto de dos creatividades, y  las cualidades
gestálticas de su danza, y como observadores de ella, nuestra
satisfacción estética con la danza, dependerá de la cualidad de su
interacción, de cómo se compenetren.
Cuando empiezan, el campo compartido o la realidad común es
informe e indiferenciada. Con el contacto, con el encuentro o la
interacción, el campo empieza a estructurarse. Se dan unos pocos
pasos y esto sienta un precedente. Es un poco como el pintor
expresionista abstracto que pone un manchón de pintura en el medio
de un óleo vacío. Esto empieza a estructurar el campo, empieza a
organizar ésta realidad particular. La segunda aplicación de pintura
tiene que estar en relación con la primera. Y, según el pintor va
añadiendo más pinceladas, las oportunidades para hacer algo
totalmente distinto se vuelven más difíciles. Hay cada vez menos
grados de libertad. Se le ha dado forma al campo, ha sido
conformado.
A medida que  el campo se vuelve progresivamente más
diferenciado, más organizado, más estructurado, el giro inevitable se
da cuando el campo mismo, como si dijéramos, empieza a determinar
lo siguiente que ocurra, las posibilidades creativas para el pintor, el
bailarín, las partes de la relación dependen ahora de lo que ha
ocurrido antes. El principio se puede aplicar de un modo general:
damos forma a nuestras vidas, a nuestras actitudes, a nuestros
hogares, a nuestras carreras, a nuestros caracteres, a nuestras
organizaciones, y de vuelta, ellos nos dan forma a nosotros. Cuanto
más fija es la configuración del campo en un momento cualquiera,
más difícil se vuelve el disolver el patrón existente o hacer algo
enteramente nuevo o fuera de él. Todos conocemos el poder del
precedente, del hábito y de la repetición, y la dificultad, incluso el
terror, que puede estar presente en el proceso de deshacer la
configuración fija, la Gestalt fija.
Por lo tanto, el self es la función de hacer gestalts, el proceso
de crear nuestro espacio-vital individual en el momento, el construir
nuestra realidad personal. Dos individuos, relativamente libres de
neurosis, pueden aproximarse a la creación de una realidad
compartida con mucha creatividad disponible. La danza, la gestalt co-
creada, puede ser divertida, puede ser jugar.
Vamos a suponer, sin embargo, que una o ambas partes de
esta actividad tienen unas formas especialmente estereotipadas en
las que configuran sus campos, de tal forma que el proceso de
formación de gestalt o la constelación en sí misma se ha vuelto fija,
¿qué pasa entonces? Vamos a suponer que un hombre se acerca a
una mujer más bien como si tuviera filtros en sus ojos, quizás el
espectáculo específico y distorsionado resultante de considerar a las
mujeres siendo como su madre o una antigua maestra de escuela
(¡como sabemos que ocurre muy raramente!). En estos casos él está
introduciendo dentro del campo mutuo co-creado un elemento
significativo de inflexibilidad (otra forma más familiar de entender
este proceso sería hablar de que está habiendo una perturbación en
la frontera-contacto, la proyección).
Por seguir con la analogía del bailar, cuando el proceso de
contactar es interrumpido de esta forma por una parte, la danza
entre los dos bailarines es afectada inevitablemente. Así, supongamos
que siempre que ella baila de una forma específica o tiene una cierta
expresión, él la percibe, debido a su proyección, a su modo fijo de
configurar, siendo crítica, o estando necesitada, o coqueta, o
cualquiera que sea el significado global que él esté elaborando, él
bailará con ella como si fuera crítica, o  necesitada o que coquetea,
independientemente de cuál sea realmente la experiencia de ella o de
cómo ella esté configurando su realidad de estar con él. Bailando con
ella de esta forma específica, él se moverá, percibiendo y
reaccionando de modos que van con su forma específica de
configurar el campo y de una forma diferente a si la estuviera viendo
de otra forma, digamos creativa, fuerte, agresiva. Dado que su
realidad de él y del baile es gobernado en parte por cómo él está
bailando con ella, su propia danza estará, naturalmente, influenciada.
El baile, el acontecimiento común, será llevado hacia una dirección de
ser fijo y estereotipado, incluso si solo una parte de las dos está
configurando su campo de una forma auto-limitante.
 

Nosotros ayudamos a crear la realidad de los otros


La idea, de que en la creación del campo mutuo cada uno está
ayudando a crear la realidad de los otros, es para meditar.
Obviamente tiene significado para lo que nosotros hacemos como
psicoterapeutas practicantes. También suscita preguntas más
globales en relación con la práctica de estar en comunidad.
En una edición reciente de The Gestalt Journal, Raymond Saner
(1989) ha reflexionado sobre la moda cultural de la Gestalt en un
artículo donde se refiere a “la terapia Gestalt hecha en USA”. Se
refiere a la moda concreta de exagerar el individualismo “una
sobrevaloración del cuidarse de sí mismo, de la identidad individual,
de la independencia emocional”, y lo que él llama una calculada
participación en las organizaciones. En contraste ha habido
infravaloraciones de los polos opuestos; del cuidar de la comunidad o
del entorno, de la conciencia del nosotros, del reconocimiento de
nuestra dependencia personal de la organización, y de nuestra
implicación moral con ellas.
Saner, en este importante artículo, enfatiza la necesidad de un
correctivo, lejos de lo que Beaumont (1990) ha llamado la ideología
del “Yo soy quién yo soy y si no te gusta que te jodan” que ha
caracterizado algunos escritos y terapias gestálticos.  La suposición
de Saner es que la mayoría de los miembros del movimiento
americano de la terapia Gestalt han sobreenfatizado  la “Yo-idad”,
porque no son conscientes de su predisposición cultural hacia el
individualismo con su corolario, la aversión o evitación de la intimidad
duradera o del “nos-otros” comprometido (1989, p. 59). Desde luego
confinar esta moda cultural a los USA puede ser demasiado
restrictivo. También hay otras posibilidades: por ejemplo que la
tendencia individualista pueda haber sido una consecuencia del propio
estilo de Fritz Perls (Yontef, 1991).
Saner argumenta que esta moda cultural es, parcialmente
debida, porque el trabajo de Lewin y el pensamiento de la teoría de
campo no han sido adecuadamente asimilados a la teoría de la
terapia Gestalt. Tomando los más relevantes principios de la
perspectiva de la teoría de campo, interconectividad, mutualidad y
co-influencia. Citando a Lewin “(La interacción humana es)... tanto
una función de la persona como la persona es una función de la
situación”. Saner sigue: “la situación terapéutica está caracterizada
por el interaccionar del terapeuta y del paciente y el co-influenciarse
cada uno simultánea, continua y consistentemente (1989, p. 61)”
Esta afirmación refuerza la puntualización hecha al principio de
esta sección, que nosotros ayudamos a crear la realidad de los otros
a través de la creación de un campo mutuo. Sus implicaciones son
muchas, y son radicales para la práctica de la psicoterapia en
general.
Así, cualquier sugerencia de que el terapeuta puede actuar más
o menos como si él fuera un observador objetivo, “meramente” un
intérprete de lo que está ocurriendo en la terapia, sin ser un
participante al completo, se vuelve altamente sospechosa.
Recuerdo hace muchos años al ser entrevistado por una
socióloga que se enorgullecía de sí misma sobre  lo “científica” y
“objetiva” que era. Hacía preguntas en un tono parecido al de un
robot y no mostraba ni una pizca de expresión cuando yo las
contestaba. No quería “introducir ningún sesgo”  ni “influir mi
respuesta en una u otra dirección”. El efecto fue que yo me
momifiqué. No hay ningún entrevistador a prueba de entrevistas y
desde la perspectiva de la teoría de campo no lo puede haber. Mi
entrevistadora estaba confinada en la vieja epistemología y todavía
estaba operando con sus preconceptos erróneos sobre la objetividad
y la ciencia libre-de-valores.
De forma similar, argumentaría que los intentos de los
psicoanalistas de “acotar” (por utilizar una expresión bancaria) la
relación terapéutica completa, estableciendo fronteras tan
inflexiblemente que, por ejemplo, no hablan si se encuentran por la
calle, y no hay auto-revelación por parte del terapeuta excepto en
circunstancias extremas, son tan absurdas como los intentos de la
socióloga para tratar de no influirme. El paciente del analista,
respondiendo al campo total, a todas las circunstancias, no puede ser
sino afectado por ellas; “no hablar” es, por lo tanto, un mensaje tan
significativo como el hablar más naturalmente. Esto no implica que
las fronteras no sean importantes, que no ayuden a estructurar el
campo mutuo de formas que puedan ofrecer seguridad y construir
confianza. Pero  podría darse el caso de que el hipotético analista en
éstas circunstancias, siguiendo un punto de vista teórico que
objetivice al paciente e ignore las condiciones del campo de la
terapia, esté actuando con una forma fundamental de falta de
respeto, enseñando el distanciarse, la artificialidad y la
inautenticidad.
 
 

Ignorando lo obvio
Antes de que volquemos todo nuestro criticismo fuera, hay una
tendencia similar entre algunos terapeutas y formadores gestálticos;
probablemente todos nosotros algunas veces no contamos con
algunos aspectos de la situación total en la que estamos metidos,
otra vez como si, o con el supuesto de que no importan. A veces,
cuando hacemos esto estamos ignorando lo que he llamado el
Principio de Posible Relevancia y muestra que no tenemos totalmente
asimilada la perspectiva de la teoría de campo.
En nuestra historia colectiva, hay muchos ejemplos de obviar
factores significativos en la situación total. En la década de los
sesenta no era extraño para algunos formadores el tener relaciones
sexuales con diferentes miembros del grupo durante la vida de un
grupo de formación, y esto lo sabían los miembros del grupo, aunque
no era comentado directamente, ni reconocido ni discutido en el
grupo mismo. Tampoco quiero minimizar los aspectos éticos, ni los
efectos potencialmente adversos que éstas prácticas conllevaban en
las mujeres implicadas. Pero por el momento quiero simplemente
señalar lo absurdo del creer que tales encuentros no reconocidos no
afectan al total, la realidad mutuamente creada, la vida del grupo, de
formas muy significativas. Lo que he oído, de miembros de ésos tipos
de grupos, y no es sorprendente, es que el grupo era sentido como
un entorno inseguro y estresante. (Vemos aquí el triunfo de la
individualidad sobre la comunidad, de hecho el clamoroso descuido de
los efectos más globales en la comunidad  al seguir un plan privado.
Como bien sabemos, las acciones individuales raramente carecen de
consecuencias más globales y efectos dominó que afectan a otros en
nuestras familias, grupos y comunidades).
Otro ejemplo de ignorar aspectos de la situación total se refiere
a la amplia y continua persecución, dentro de algunas partes de la
Terapia Gestalt, de un estilo de liderazgo de grupo en el que el
trabajo del proceso grupal es deliberadamente excluido. En su lugar,
el formador o terapeuta trabaja con los miembros individuales de
forma secuencial y no hay un tiempo dado para trabajar lo que está
ocurriendo de forma simultánea en la vida del grupo como una
totalidad. Hay formadores incluso que de forma abierta reconocen
que los temas de los procesos de grupo son importantes y aún así no
los trabajan.
De nuevo, en estas situaciones, es como si algo del campo
fuera considerado simplemente como “dado”, tomado por supuesto y
asumido como que es irrelevante o al menos no suficientemente
importante para gastar tiempo examinándolo. Me recuerda los
especialistas médicos que piensan que la forma del tratamiento
médico en sí misma es lo que importa mientras que otros aspectos de
la realidad del paciente, otras partes del campo total, como el
contexto del hospital, o la actitud de los médicos, o de los auxiliares,
son de poca relevancia para el progreso del paciente y no merece la
pena dedicarles mucha atención, alguna puede ser pero no mucha. Si
bien la teoría de campo nos recuerda, primero, que la gente es
afectada por la experiencia total, por el contexto global de la
actividad además de por la actividad en sí misma; y, segundo, que la
reacción global de la gente es a la realidad entera, no a aspectos
parciales de ella. El concepto de campo unificado significa que todas
las influencias interdependientes actúan juntas: la gente responde al
campo unificado, no a partes aisladas o a factores separados; éstos
son, por decir algo, solo conceptos.
Es así con los grupos, la publicidad, el método de selección, la
habitación en la que tiene lugar, las relaciones del líder con cada uno,
las fronteras establecidas, las consignas del comienzo, la historia
colectiva percibida por grupo, todo esto puede (y lo hace), algunas
veces, afectar las vidas completas de los grupos, no como una única
y sola influencia sino como parte de una totalidad interdependiente.
Si la perspectiva de la teoría de campo se ha entendido plenamente e
integrado en la práctica, entonces todos los aspectos de la situación
total están abiertos, por así decir, al escrutinio y a experimentar.
 

El campo terapéutico
Como individuos, entonces, quienes estamos también
inevitablemente en relaciones y comunidades de un tipo u otro,
experimentamos un doble proceso: tenemos efectos sobre nuestras
relaciones y comunidades y somos también afectados por ellas.
Ayudamos a crear u organizar la realidad mutua o el campo
compartido y a su vez somos creados y organizados por él. La
influencia recíproca de este tipo, como hemos visto, tiene
importantes implicaciones para la práctica profesional.
Para los terapeutas se deduce una idea especialmente
provocativa de la noción de influencia recíproca, es decir, que el
cambio en el cliente se puede conseguir por el cambio del terapeuta.
Dado que es un campo co-creado, una función de lo que el terapeuta
trae a él así como de lo que el cliente trae, un cambio en la forma en
la que el terapeuta actúa o siente hacia su cliente y se interrelaciona
con él afectará al campo mutuo y tendrá consecuencias para el
cliente. El alcance de lo que es posible a través de esta ruta es
obviamente difícil de medir. Pero apoya fuertemente la idea de que
en una práctica impecable de la terapia Gestalt tiene que haber un
lugar central para la supervisión continua, así como una atención
diaria a nuestra preparación-para-la-práctica.
Más generalmente, la implicación es que para volvernos
mejores terapeutas, necesitamos convertirnos en seres más
evolucionados, no simplemente siendo más conscientes, ni incluso
siendo más conscientes de nuestros patrones de no ser conscientes a
veces, sino permitiendo lo que Yontef (1988, p. 31) llama una
“actitud fundamental fenomenológica que impregne la vida
cotidiana”, efectivamente como una forma de estar-en-el-mundo.
En este sentido, quiero argumentar, que la terapia Gestalt no es
algo que  utilizamos simplemente, como un conjunto de vestidos que
nos ponemos temporalmente y después nos quitamos. No es solo un
puñado de técnicas, ni es ninguna clase de equipamiento terapéutico
que empujamos hacia un propósito clínico específico y después lo
substituimos rápidamente por otro tipo de equipo para otra meta. Si
elegimos trabajar con la disciplina Gestalt, encontramos las formas de
pensar y de percibir que caracterizan el enfoque filtrándose a través
de y en nuestras vidas y relaciones. Si vamos a actuar congruente y
auténticamente como terapeutas,  tenemos que reconocer que la
forma como somos, el modo en el que vivimos, no puede estar
separado, de ningún modo, de nuestro trabajo como terapeutas
gestálticos profesionales. Cualquier cosa en nuestro campo
fenomenológico se vuelve parte de la matriz desde la que nosotros
co-creamos campos con los otros. Y cuando hay claridad en nuestro
propio campo presente, un mínimo de asuntos inconclusos que
distraigan, y buen auto-apoyo, mayor será la posibilidad de que
nuestro bailar sea creativo y de estar centrado y disponible en
nuestras interacciones con otros.
 

La danza terapéutica
Otra implicación del pensamiento de la teoría de campo, ya
mencionada antes, se relaciona con cómo “la función de crear
gestalts” puede en sí misma volverse estereotipada: el campo de un
individuo o un grupo puede configurarse de una forma fijada,
familiar, incluso, a menudo, auto-punitiva.
Un ejemplo puede ser que un cliente individual pueda estar
intentando construir el campo compartido o la situación de forma tal
que el otro, el terapeuta, le encaje en sus expectativas
estereotipadas, es lo que necesita, que encaje en el rol diseñado que
el cliente quiere crear. Si yo soy el terapeuta, necesito, por lo tanto,
estar atento a lo que está ocurriendo, y reconocer en qué “baile”
estoy siendo invitado a participar. Si me doy cuenta de lo que está
ocurriendo, puedo elegir cómo respondo – ya sea doblegarme o
mantenerme firme en contra, comentar o no, declinar amablemente o
aceptar durante un tiempo el rol que me están pidiendo que juegue.
Naturalmente la realidad del cliente también cambia
constantemente: no hay una configuración del campo en oferta, por
decirlo así, el campo está siendo constantemente re-configurado.
Puede haber muchas danzas diferentes. En el curso del encuentro de
una hora la persona puede ser un joven, un niño quejicoso, un jefe
oprimido volviendo a recrear una situación de trabajo, un 
adolescente resistente recordando el irse del hogar, o alguien
negociando con el terapeuta sobre días de vacaciones y honorarios.
Estas diferentes configuraciones del campo representan diferentes
estados del ser: implicando quizás cambios en la postura corporal, la
voz, los patrones de pensamiento y el modo de relacionarse conmigo
como terapeuta; todos éstos pueden cambiar con cada “secuencia de
baile” diferente. Y necesito reconocer éstos cambios y también el
hecho de que estoy observando diferentes “selfings” (o selves).
Estos diferentes estados del ser corresponden, de alguna forma,
a los estados del yo en Análisis Transaccional o a subpersonalidades
en  Psicosíntesis (Rowan, 1990). La cuestión es que con cada clase de
danza, con cada forma de configurar el campo, la realidad que es
conformada por el individuo y que me incluye a mí como terapeuta, 
está pidiéndome  que adopte una parte diferente de mí (Beaumont,
1990). Así, puedo ser, como si dijéramos, creado como un
“perseguidor” por alguien que tiene una forma paranoide de
conformar su campo o (por otros) como un “ayudador potencial”, o
como un “experto que me dirá que hago”. Desde luego, si soy
consciente de lo que está ocurriendo, estoy más preparado para
evitar la confluencia en la constelación de mi campo en la forma en la
que se espera de mí.
Petruska Clarkson (1989) habló en la conferencia gestáltica
anterior sobre los diferentes patrones de relación que pueden darse
en terapia. Los describió en términos de arquetipos familiares. Por
ejemplo, como terapeuta, puedo ser como si fuera uno de los
abuelos, o me puedo relacionar con mi cliente como un hermano, o
como una forma maternal o paternal. Éstas son algunas de las formas
en las que puedo estar. La implicación que estoy perfilando es que
cada una de éstas representa constelaciones mutuas diferentes del
campo que, dentro o fuera del awareness, estoy co-creando con mi
cliente.
Por lo tanto si soy seleccionado en el rol de, o juego parte de,
uno que escucha paciente, o un confrontador y establecedor de
límites o, una presencia apoyadora, soy inextricablemente parte del
baile, parte del campo co-creado, la tierra común interpersonal.
 
Comentarios finales
Hoy he examinado con vosotros algunos de los mapas que se
relacionan con la teoría de campo, y he intentado mostraros que la
terapia Gestalt está enraizada en las perspectivas específicas que
caracterizan la teoría de campo. Cuanto más se realiza esta conexión,
más se verá la terapia Gestalt como una terapia verdaderamente
contextual. Específicamente me he concentrado en cómo atender al
“entre” en las relaciones, y el co-influenciar, la naturaleza interactiva
de la danza entre la gente, puede hacernos ver el trabajo terapéutico
con una luz nueva.
En esta sección final, quiero concentrarme en algunos temas
que van incluso más allá del tema de cómo podemos afectar a otros y
ser afectados por ellos. Al hacerlo voy a tocar temas que raramente
son tratados en terapia Gestalt pero según mi opinión necesitan
serlo. Algunos pueden ser  fácilmente integrados en el pensamiento
de la teoría de campo como la he descrito antes. Otros, sin embargo,
como tratan con el “entre dos”, van más allá de las esferas del
pensamiento convencional, y abarcan preocupaciones “periféricas” del
tipo de las que, normalmente y por casualidad, son descartadas por
la clase médica y científica. Creo que los gestálticos necesitan estar
abiertos a áreas de búsqueda que indaguen dentro de fenómenos que
han sido, a menudo,  notados  y se ha informado de ellos de forma
anecdótica pero que lo que sucede es que caen fuera de la realidad
de la ciencia “respetable” o al menos no parecen tener una
explicación sencilla.
Permitidme dar algunos ejemplos.
Primero, estoy a menudo sorprendido por cómo llegan a
establecerse realidades y procesos paralelos. Por ejemplo, en
supervisión, muy fácilmente puede ocurrir y frecuentemente ocurre,
que lo que está pasando en la sesión de terapia que se discute resulte
re-hecho y representado en la misma sesión de supervisión. Así, el
terapeuta/supervisado puede ser excesivamente pasivo en el vis-a-
vis con el paciente y de pronto, el supervisor se da cuenta de su
propia respuesta pasiva al supervisado. Este fenómeno es bien
conocido, y a menudo es atribuido a “procesos inconscientes” por
aquellos que hablan de inconsciente. Pero, ¿cómo trata la terapia
Gestalt dichos paralelismos? Bien, parece posible pensar en el campo
co-producido que está siendo configurado en un determinado patrón,
y esto estar siendo transferido a otra localización/período de tiempo,
quizás (en la supervisión) porque están dándose características
comunes en las dos situaciones. Ésta es, naturalmente, nada más
que una explicación como la que se refiere al inconsciente, pero
puede ser un punto de partida descriptivo más fructífero. Y podemos
ver aquí, en miniatura, el mismo proceso, que implica transferencias
masivas de configuraciones-de-campo, como puede ocurrir cuando se
extienden por todo el globo habilidades, actitudes y modas, o cuando
una “atmósfera” se comunica rápidamente por toda una organización
(Ver nota 1).
Segundo, hay un fenómeno a lo largo de un período de tiempo
específico, digamos que en el curso de una semana, en el que todos
los pacientes parecen estar comentado temas similares que les
ocurren y que son similares a los que le preocupan al terapeuta en su
propia vida, actualmente. En el tiempo en el que un familiar mío
estaba muriendo de cáncer, había tantas referencias al cáncer por
parte de mis pacientes que perdí cualquier sensación de sorpresa,
casi llegué a esperar que los pacientes mencionaran el cáncer, o que
dijeran conocer a alguien que lo tuviera, y lo hacían, mucho más de
lo que podría haber esperado por casualidad, y sin sugerencia alguna
por mi parte en absoluto. Pero ¿les “sugerí” yo de alguna otra forma
que hablaran de cáncer? ¿Había algún proceso de configuración
mutuo y sutil del campo compartido en el que yo mismo estaba
implicado, que llevaba a una mayor posibilidad de que ciertos temas
fueran evocados? ¿Influimos a los que nos rodean con lo que estamos
pensando? Aunque estos problemas son difíciles para ser
investigados, merecen ser examinados cuidadosamente, si es
necesario por otros métodos de investigación distintos a  los
normales  (p. ej. investigación co-operativa, Reason 1989)
Tercero, a menudo hay referencias informales de cómo niños
pequeños, especialmente en la etapa  pre-verbal, pueden ”captar” el
tono emocional y los sentimientos no hablados de sus padres y de la
vida del hogar. Seguramente lo que debe estar ocurriendo aquí es
algún tipo de reacción general sensorio/afectiva al todo, a la cualidad
holística del campo total (ver nota 2). Hasta ahora, ha habido sobre
este tipo de fenómenos una escasa investigación, especialmente
debida a los gestálticos. De igual forma, echando la red más lejos,
hay numerosas referencias anecdóticas de animales que anticipan el
peligro antes de que llegue. Estos fenómenos no se pueden entender,
no lo son, al menos de forma importante, salvo reconociendo el pleno
alcance de la interacción organismo/entorno, y el extraordinario
número de formas en que somos influidos por lo que nos rodea,
quizás deberíamos, como teóricos del campo prácticos, al menos
mostrar curiosidad y estar más abiertos a examinar tales fenómenos.
Los escritos de Jung, por ejemplo, sobre sincronicidad (p. Ej. Jung,
1952) examinan estas diversas clases de experiencia, y sin dejar la
sólida fundamentación de la tradición gestáltica, los terapeutas
gestálticos bien podrían volverse más abiertos para hablar sobre, y
documentar, algunos de estos fenómenos.
Cuarto, más directamente evocativas de la teoría de campo,
con la metáfora científica del “campo de fuerzas”, están las
sugerencias de que existen realmente campos electromagnéticos
alrededor y entre los humanos; hay quienes se atribuyen que pueden
ver auras; y los acupuntores, los especialistas de shiatsu,  y quienes
practican medicinas alternativas de muchos tipos se toman, muy
seriamente, las nociones de flujo de energía y la capacidad de sanar
de otras personas. No me voy a perder en las controversias que esto
hace surgir entre la medicina complementaria y ortodoxa (Fulder,
1988; Staeker y Gilmour, 1989) pero simplemente digo que estas
cuestiones sobre los efectos de los seres humanos sobre otro forman
una parte del debate.
Siguiendo con esto, sospecho que muchos de nosotros podemos
haber tenido la experiencia de haber sido afectados marcadamente
solo por estar en presencia de alguien con una conciencia altamente
desarrollada. Quizás un maestro espiritual o incluso alguien que
simplemente medita mucho. Y esto hace surgir la pregunta sobre
nuestra propia presencia como terapeutas. Algunas veces pienso que
la función más importante que podemos tener como terapeutas es
estar plenamente presentes, para ser claro, estar “todo ahí”, estar
presente totalmente, con una consciencia limpia.  Incluso si la clienta
no está en contacto conmigo ni con su propio proceso, puedo, al
menos, permanecer con ella y con mis necesidades, sentimientos y
pensamientos. Podría decirse que, simplemente por estar plenamente
presente, ya estamos ayudando a conformar el campo mutuo de una
forma más vital. Y estando "plenamente presente" es, desde luego,
otra forma de hablar de “presencia”.
Joseph Zinker (1987) ha escrito sobre presencia y estoy
impresionado por lo que dice. Por lo tanto voy a acabar citándole de
una forma extensa.
Presencia, (escribe), sugiere un estado especial de estar
plenamente aquí con todo uno mismo, el propio cuerpo y el alma. Es
una forma de estar con, sin hacer a. La presencia implica estar
plenamente aquí, abierto a todas las posibilidades. La presencia del
terapeuta es fondo contra el que la figura de otro self (o selves)
puede florecer, brillar, distinguirse completa y claramente.
Para el cliente, para el otro, “el intrínseco-estar-aquí del
terapeuta conmueve las partes más profundas del propio ser”. Sigue:
Cuando experimento la presencia de otro, me siento libre de expresarme,
de ser yo mismo, de revelar ternura, alguna parte vulnerable, confiar en
que seré recibido sin juicio o evaluación. La presencia de mi terapeuta me
permite afrontar mis propios conflictos internos, contradicciones, temas
problemáticos, paradojas; sin sentirme distraído por directrices o preguntas
demasiado determinadas. La presencia de mi terapeuta me permite
confrontarme a mí mismo, sabiendo que tengo un sabio testigo. 
Zinker sigue para decir lo que no es presencia:
Presencia no es una forma de poner posturas o un posar auto-consciente o 
luciéndose ante otro. La presencia no es estilo. La presencia no es carisma.
El carisma pide atención, admiración. El carisma se llama a sí mismo
mientras que la presencia “llama al otro”. El carisma es una figura
compitiendo con otra figura, mientras que la presencia es fondo, “pidiendo 
que se escriba sobre”. La presencia no es una humildad religiosa que posa
(que es en realidad una forma secreta de orgullo). La presencia no es
polémica, no toma partido, ve totalidades. La presencia no compite. La
presencia no es recargada o dramática.
Y para acabar, Zinker examina el desarrollo de la presencia.
“Algunas veces”, escribe:
Los terapeutas han aparecido como quienes, simplemente, siempre tienen
presencia. Parecen haber nacido de esta forma. (Sin embargo) la mayoría
de la gente adquiere presencia por el continuo pasar del tiempo, tiempo que
les recuerda, una y otra vez, cuánto hay que aprender y qué poco saben.
Presencia es el estado de admiración conseguido frente a un universo
infinitamente complejo y maravilloso.
 

Agradecimientos
Me gustaría agradecer a Hunter Beaumont, Marianne Fry, Peter
Hawkins, Gary Yontef, Ray Edwards, Judith Hemming y Pat Levitsky
por sus comentarios y ánimo.
 

Notas
1. Para los lectores familiarizados con las revolucionarias ideas
sobre biología de Rupert Sheldrake (1987), en relación con
“resonancia mórfica”, hay algunos solapamientos interesantes
con el pensamiento de la teoría de campo, incluyendo el
fenómeno mencionado aquí de la transferencia de patrones
complejos de comportamiento y experiencia.
2. En un proyecto de investigación a pequeña escala, dirigido por el
autor, están  surgiendo algunas evidencias de que los bebés muy
pequeños responden a las cualidades globales del campo total.
Dicho proyecto está investigando los efectos a largo plazo de
haber participado como niño en la Segunda Guerra Mundial.
Parece que mientras unos pocos, recuerdos ‘conscientes’, si es
que hay alguno, pueden estar disponibles en el adulto, puede
haber recuerdos ‘presconscientes’ de las experiencias originales
del tiempo de guerra en la forma de difusos y no específicos
estados de sentimiento. Bien pudiera ser que ambos, la madre y
el niño, pudieran haber tenido parecidas reacciones globales, a
nivel de sentimiento a las condiciones del campo compartidas en
aquella época, incluyendo la atmósfera y el  estado de ánimo
popular en aquel momento de la historia, pero, mientras la
madre,  podría haber tenido todo tipo de formas de manejo y
auto-gestión, el niño no las tenía, y simplemente respondió al
clima reinante, el ethos o atmósfera de guerra en la que estaba
inmerso/a.  Hallazgos recientes sugieren que las reacciones
sentidas de los nacidos en circunstancias extremas similares (por
ej., en Londres, en 1940-1944), pueden ser sorprendentemente
similares, junto con los efectos a largo plazo.
 

Referencias
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