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El presente ensayo pretende abordar el pensamiento y la escritura sobre la alteridad animal otra-
que-humana en una correspondencia entre filosofía y literatura, a través de los trabajos de Jacques
Derrida y Hélène Cixous. De las cuestiones planteadas en L'animal que donc je suis - y teniendo
en cuenta la propia centralidad de la cuestión animal en la empresa deconstructivista - leeremos
algunos pasajes de L'amour du loup et autres remords y Rêve je te dis, dos colecciones de
narraciones híbridas publicadas por Cixous en 2003.
Palabras clave: zoopoética, alteridad, animalidad, deconstrucción
O presente ensaio pretende abordar o pensamento e a escrita sobre a alteridade animal outra-que-
humana numa correspondência entre filosofia e literatura, através das obras de Jacques Derrida e
Hélène Cixous. A partir das questões suscitadas em L'animal que donc je suis – e levando em
conta a própria centralidade da questão animal ao empreendimento desconstrutivista – leremos
algumas passagens de L’amour du loup et autres remords e Rêve je te dis, duas coleções de
narrativas híbridas publicadas por Cixous em 2003.
Palavras-chave: zoopoética, alteridade, animalidade, desconstrução
This essay aims to examine the question of animal alterity through a correspondance between
philosophy and literature, through the works of Jacques Derrida and Hélène Cixous. Taking into
account the importance of the question of the animal to deconstructivism, broadly speaking, and
the arguments raised in L’animal que donc je suis more specifically, we’ll read a few passages from
L'amour du loup et autres remords and Rêve je te dis, two collections of hybrid narratives published
by Cixous in 2003.
Keywords: zoopoetics, alterity, animality, deconstruction
506
1. Bombyx mori
En el último tramo de Un ver à soie, texto escrito en tránsito entre Buenos Aires, Santiago
de Chile y São Paulo, en 1995, Jacques Derrida, a punto de quedarse dormido, es invadido
por una escena de su infancia en El-Biar: transportado a su habitación de niño, se
encuentra frente a una casa dentro de su casa - la casa de los gusanos de seda que creaba,
una modesta caja de zapatos donde se desarrollaba el meticuloso trabajo de la cultura, del
conocimiento absoluto de los animales que aman esconderse, es decir, la producción de
uno mismo hacia afuera, en seda, para luego involucrarse en la noche blanca del capullo
(Derrida, 1998, pp. 83-84).
El pasaje del capullo a la mariposa llega a Derrida - nos cuenta él - poco después
de leer un texto que trata de otra especie de noche blanca: es Savoir, de Hélène Cixous,
una especie de testimonio-confesión de la miopía de la escritora que acababa de someterse
a una cirugía correctiva con láser: un procedimiento que le permitió ver que las pestañas
son como manos y los ojos son como labios que tocan los labios de un mundo que se le
daba a sí mismo como una especie de dádiva (Cixous, 1998, p. 16).
Estos dos textos, publicados inicialmente en la revista Contretemps 2/3, en 1997, y
posteriormente recogidos en un solo volumen titulado Voiles, contienen algunos
elementos que me gustaría destacar como conductores de la breve lectura que haré de la
correspondencia sobre la cuestión animal entre estas dos voces. Estos son: a) el
tratamiento de la alteridad otra-que-humana; b) el desplazamiento de la escritura a un
terreno ajeno de la propiedad de la certeza, es decir, un movimiento fuera del (falo)
logocentrismo; y c) el lugar de la literatura en estos peculiares tratamientos y movimientos.
Esta lectura estará guiada por un conjunto muy limitado de textos: de Derrida, el
clásico L'animal que donc je suis; de Cixous, L'amour du loup et autres remords y Rêve je
te dis, dos colecciones de narrativas híbridas publicadas en 2003. Si tenemos en cuenta
que Derrida sitúa expresamente la cuestión del animal en el centro del esfuerzo
deconstructivista (Derrida y Roudinesco, 2004, p. 64) y que las figuras de animales otros-
que-humanos cubren una miríada de textos (de la inmensa bibliografía) de Cixous, esta
elección sólo puede haberse hecho con alguna dosis de arbitrariedad; una arbitrariedad
que constituye, sin embargo, la condición misma de posibilidad del presente ensayo.
Creo, sin embargo, que se trata de una elección justificable, ya que de este par de obras de
Cixous podemos extraer algunas huellas fuertes de la ética / política de la animalidad que
subyace en su zoopoética; y en cuanto a L'animal que donc je suis, creo que sigue siendo
507
un texto que todavía muestra toda su potencia filosófica a disposición de los estudios en
zoopoética, y en el caso de la zoopoética de Cixous, entiendo que tiene una relevancia
particular. Además de ellos, invitaré brevemente al texto el Bisclavret de Maria de França.
La dominación sobre pájaros y peces, por parte del vegetariano Adán y sus
sucesores, es del orden del concepto, no de la práctica. El título de soberano de los
animales no es un honor, porque no hay mención en el Génesis de una necesidad
de ser dirigidos a cumplir sus destinos (Baratay, 2015, p. 17) 1
Tenemos algo así como una sugerencia de vida compartida en Génesis, 1, 29-30: el
hombre, que se alimenta con las hierbas que dan semilla y los árboles que dan fruto,
dispone de los mismos alimentos que se atribuyen "a toda bestia de la tierra, y a todas las
aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida": el verdor de
las plantas. En cualquier caso, un factor a tener en cuenta, además de esta vida común
1
Excepto cuando se indique en la bibliografía, las traducciones son nuestras.
509
interespecífica, es la diferenciación radical instituida por la imago dei. Vestido con esa
máscara divina, el hombre recibe una dignidad y soberanía particulares, y los animales
están sujetos a él, pero no exactamente como objetos o cosas.
La narrativa del Génesis, 2, la que interesa a Derrida, marcada por las tradiciones
yahvistas, antropogónica, es la que envuelve la precedencia de la creación adánica, la
creación de animales como posibles compañías, la posterior nominación de estos por el
primer hombre, y el nacimiento de la mujer (îsha) en la mutilación del hombre (îsh)
entorpecido. Según Baratay, el nombre aquí no significaría apropiación, sino que de hecho
establece un privilegio, y debe leerse en conjunto con la posibilidad de comunicación
entre los vivientes - como es el caso de la serpiente, “el más astuto de todos los animales
del campo” (Génesis, 3, 1), quien habla con îsha, convenciéndola de que coma del fruto
del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuyas consecuencias introducen la
hostilidad interespecífica (“pondré hostilidad entre tú y la mujer, entre tu linaje y su
linaje”, dice el Dios autoritario a la astuta serpiente) y que establece la contención de los
animales por la violencia y por la autorización de consumo de sus cuerpos, en la comida
o en prácticas rituales. En cualquier caso, Baratay enumera una serie de escenas bíblicas
que reforzarían el sentido de este establecimiento de una comunidad entre humanos y
animales incluso después de la caída (Baratay, 2015, p. 14).
La cristalización de un pensamiento violentamente antropocéntrico (y también
etnocéntrico) debe, al parecer, atribuirse principalmente al influjo del helenismo en el
Oriente Próximo2. La Sabiduría de Salomón, por ejemplo, un libro escrito en griego cuya
autoría se atribuye a un judío helenizado, residente en Alejandría (Bíblia, 2002, p. 1103),
de imaginación fuertemente platónica - "un cuerpo corruptible pesa sobre el alma"
(Sabiduría, 9, 15) - es donde se inscribe la identificación entre la serpiente astuta y el
Diablo - "fue por envidia del diablo que la muerte entró en el mundo" (Sabiduría, 2, 24).
La formación del discurso cristiano que cristaliza en esta actitud de desvalorización del
animal definitivamente profanado, tomado del espacio ritual para aparecer como un
2
Keith Thomas escribe: “Además, el legado judeocristiano era muy ambiguo. Además del énfasis en el derecho del
hombre a explorar las especies inferiores, presentaba una doctrina diferente, del hombre como administrador o
lugarteniente de Dios y responsable por Sus criaturas. (...) Ellos [teólogos ingleses] pasaban por encima del vergonzoso
tramo de Proverbios (XII, 10), que enseña que el justo cuida la vida de sus animales, y por parte de Oseas (II,18), en el
que estaba implícito que los animales eran parte de la alianza divina. (...). Pero se puede argumentar, con cierta validez,
que la influencia griega y estoica distorsionó el legado judío, de modo que la religión del Nuevo Testamento fuera
mucho más antropocéntrica que la del Antiguo; y que el cristianismo enseña, en una escala nunca encontrada en el
judaísmo, que el mundo entero está subordinado a los objetivos del hombre." (Thomas, 1988, p. 30).
510
instrumento creado para el libre uso de los hombres, corresponde a las convergencias de
la necesidad de afirmar un Dios trascendente frente a las divinidades zoomorfas del
paganismo (institución de las particularidades de la Iglesia) y las demandas políticas y
comerciales que marcarían los siglos siguientes. Abrazar una ontología, como puede
verse, tiene mucho más que ver con pisar la tierra y estar en el mundo del poder, de la
política y la economía, que con caminar inocentemente por el jardín edénico de las
delicias de la abstracción desinteresada.
En cualquier caso, las fábulas que narran la creación de este animal tan especial
que nunca quiere reconocerse entre los animales, fábulas basadas en su soberanía y
soledad, no son exclusivas de las grandes tradiciones teológicas. Miremos, por un
segundo, los ejemplos que Derrida enumera entre las narrativas de una tradición
filosófica que, a pesar de sus innumerables variaciones y avatares, siempre transmite la
antropogénesis del silencio y de la denegación. Es una historia de la negación de la mirada
del animal, una historia de hombres que fingen ver sin ser vistos:
Sus discursos son sólidos y profundos pero, en estos discursos, todo sucede como si
aquellos no hubieran sido nunca mirados, sobre todo desnudos, por un animal que
se hubiera dirigido a ellos. Todo sucede, al menos, como si esta experiencia
turbadora, suponiendo que les haya ocurrido, no hubiese sido teóricamente
grabada, precisamente allí donde hicieron del animal un teorema, una cosa vista
pero no vidente. La experiencia del animal que ve, que los observa, no la han tenido
en cuenta en la arquitectura teórica o filosófica de sus discursos. En resumen, la
han negado tanto como la han desconocido. A partir de ahora, volveremos a esta
inmensa denegación cuya lógica recorre toda la historia de la humanidad, y no solo
la configuración casi "epocal" que acabo de evocar. Es como si los hombres en esta
configuración hubieran visto sin ser vistos, como si hubieran visto al animal sin ser
vistos por él, sin haberse visto vistos por él: sin haberse visto vistos desnudos por
alguien que, desde el fondo de una así llamada vida animal, y no solo a través de
la mirada, les habría obligado a reconocer, en el momento del destino, que esto les
concernía.
(...)
Este no podría figurar como una negación entre otras. Dicha denegación instituye
lo propio del hombre, la relación consigo de una humanidad ante todo preocupada
y celosa de lo proprio. (Derrida, 2006, p. 32)
511
3
"Hay una differance (con una a) tan pronto haya un rasgo viviente, una relación de vida/muerte o presencia/ausencia.
Esto está relacionado, desde muy temprano, con la dimensión problemática de la animalidad. Hay differance tan pronto
haya algo vivo, tan pronto haya algo de un trazo, a lo largo y a pesar de todos los límites que la tradición filosófica y la
cultura más fuertes pensaban reconocer entre hombre y animal". (Derrida y Roudinesco, 2004, p. 21)
4
"Siempre que algo como "el animal" es nombrado, las más graves, las más resistentes, también las más ingenuas y más
autocentradas presuposiciones dominan lo que se llama cultura humana (no sólo la cultura occidental); en cualquier
512
caso, ellas dominan el discurso filosófico que ha prevalecido durante siglos. En todos mis textos pueden encontrarse
indicaciones explícitas de la creencia activa que siempre he tenido al respecto. Empezando con De la grammatologie, la
elaboración de un nuevo concepto de trazo tuvo que extenderse a todo el campo del viviente, o por la relación
vida/muerte, más allá de los límites antropológicos del lenguaje “hablado” (o del lenguaje “escrito”, en el sentido
ordinario), más allá del fonocentrismo y el logocentrismo, que siempre confía en un simple límite oposicional entre el
hombre y el Animal. Todos los gestos deconstructivistas que lancé sobre los textos filosóficos, los de Heidegger en
particular, consistieron en el cuestionamiento de este reconocimiento autocentrado y equivocado de lo que se llama
Animal en general, y la forma en que estos textos interpretan la frontera entre Hombre y Animal” (Derrida y
Roudinesco, 2004, p. 63).
5
"Con esa pregunta (Can they suffer?), no tocamos esta roca de indudable certeza, este fundamento de toda garantía
que encontraríamos por ejemplo en el cogito, en el je pense donc je suis. Pero de otro modo, nos fiamos aquí en una
instancia también radical, aunque esencialmente diferente: el innegable. Nadie puede negar el sufrimiento, el miedo o
el pánico, el terror o el pavor que pueden apoderarse de ciertos animales, los cuales nosotros, humanos, podemos
atestiguar" (Derrida, 2006, p. 49).
513
¿De dónde vendría este ímpetu de poner voz en la costa infinita de la animalidad?
Llored piensa en la posibilidad de dirigirse a la zootobiografía de Derrida, donde se leería
la violencia especista y la consecuente compasión por los animales, así como la exposición
de los entresijos políticos de este problema, como directamente relacionada con la
experiencia personal del antisemitismo, algo que compartiría con Kafka, Singer, Canetti,
Horkheimer y Adorno (Llored, 2012 p. 11).
Derrida nació el 15 de julio de 1930 en El-Biar, Argelia, una colonia francesa desde
1830, en una familia judía. Si la población judía durante mucho tiempo fue tomada por el
poder colonial como aliada potencial en el proceso de colonización de los árabes (aunque
haya llevado al menos cuatro décadas al estado francés “naturalizar” a los judíos argelinos,
en 1870), después de la ocupación nazi en Francia seguiría una política antisemita en la
colonia bajo las directivas de Phillippe Pétain, que derivó en la expulsión de un joven
Derrida del lycée Ben Aknoun de El-Biar, en octubre de 1942, hecho que sería decisivo
para la formación de su pensamiento: la herida abierta de la violencia antisemita y la
repulsión a la integración en una escuela solo para judíos expulsados sería el hecho
zootobiográfico decisivo para la posterior dedicación del filósofo a la crítica de la “sujeción
identitaria” y al compromiso en la “descentralización del concepto de soberanía, el cual
negaba el acceso a los vivientes en su conjunto, especialmente a los animales, que se
convertirían en miembros del pensamiento político derridiano plenamente” (Llored,
2012, p. 17). La fabricación del sujeto soberano 6 exige la reducción ontológica del animal
como presencia ambigua y necesaria, que juega el papel de pharmakon: en esta dinámica
de identificación individual y comunitaria basada en una lógica (auto)inmunitaria de un
propio, la reducción y aislamiento del animal son factores constitutivos, pero también
vehículos potenciales para su descomposición. En esta fábula, el animal funciona como
ese elemento contagioso que debe ser domesticado o exterminado como condición para
formar algo así como un sujeto político y constituir algo como un cuerpo político, los cuales
6
En "Il faut bien manger" ou le calcul du sujet, entrevista con Jean-Luc Nancy publicada en la edición 20 de Cahiers
Confrontation, en el invierno de 1989, y reunida posteriormente en Points de suspension, Derrida habla de la "estructura
falocéntrica del concepto de sujeto, al menos en su esquema dominante". Dando un paso más allá, la virilidad asociada
al sacrificio animal - una estructura presente en el humanismo profundo del pensamiento que “perturba el humanismo
tradicional”, como es el caso de Heidegger y Lévinas – él hablaría de un “carnofalogocentrismo, si esto no fuera una
especie de tautología o más bien, una hetero-tautología, como síntesis a priori, se podría traducir por "idealismo
especulativo", "deviene-sujeto de la sustancia", "conocimiento absoluto" pasando por "viernes santo especulativo”
(Derrida, 1992, p. 294)
514
están siempre asediados por la imagen, fantasmal e invertida, del hombre y del Estado
como regresión, como la bestialidad misma.
El escenario de esta formación del “propio” del hombre, que privilegia la palabra
y la razón e instituye la dominación masculina 7, inscrita en un amplio gesto de violencia
contra el animal, es una escena de sacrificio, que Derrida llama carnofalogocéntrica. En
este escenario, al animal se le niega el acceso a la dimensión simbólica, relegándolo a los
bastidores de una dimensión ontológica, jurídica y políticamente inferior que se propone
justificar la máquina de explotación de la soberanía:
7
En artículo, Llored defiende la importancia de recuperar el carnofalogocentrismo como concepto fundamental en la
lectura de Derrida, algo que “bien podría constituir la marca más radical de la deconstrucción derridiana". El concepto,
a pesar de no haber reverberado tanto en la recepción de la deconstrucción, tendría un papel crítico central en su tarea
principal: la deconstrucción del supuesto propio del hombre (Llored, 2016, p. 62). Además, sería una categoría desde
la que pensar en un feminismo animalista en Derrida.
8
"Todo animal, diferente del animot, es por esencia fantástico, fantasmático, fabuloso, de una fábula que nos habla, que
nos habla de nosotros mismos, aquí mismo donde un animal fabuloso, es decir, un animal hablante, habla de sí mismo
para decir yo – y diciendo yo, siempre, de te fabula narratur" (Derrida, 2006, p. 95).
9
Término que condensa la pluralidad de lo que es viviente (se lee como animaux, "animales") y denuncia el propio
artificio de fijación del viviente en palabra (mot, "palabra").
515
10
La etimología más aceptada es la propuesta por William Sayers: Bisclavret es una forma del bretón bleiz ("lobo") claffet
(participio pasado de voz pasiva formado por claff - "enfermo", "rabioso" - con marcas del cognado galés claf - "enfermo",
“leproso", “escorbútico") y del cognado irlandés antiguo clam ("leproso", “sarnoso”), o bleiz klañvet en la ortografía
actual. Bliz claffet combina animalidad y enfermedad, que, en una forma de lectura compuesta – bleizclaffet o
bleizglañvet en la ortografía actual, significa no lobo enfermo, pero alguien acometido por la enfermedad del lobo (Boyd,
2013, p. 199).
11
Utilizo aquí la edición de los lais de Maria de França publicada por Jean Rychner (1983) acompañada del estudio de
Burgess (1987).
516
12
Crane se refiere aquí a los términos del prefacio de Fábulas, escrito alrededor de 1190, donde María de Francia escribe:
"No hay fábula tan tonta que no ofrezca 'filosofía' en el apólogo que la sigue, donde se encuentra todo el peso de la
historia" (n'i ad fable de folie / U il nen ait philosophie / Es essamples ki sunt aprés / U des cuntes est tut li fes). El Lai de
Bisclavret forma parte de otro cuerpo de textos, que datan de 1170, y, aunque es muy probable, no sería del todo seguro
que tengan la misma autoría (Crane, 2013, p. 43).
517
Bernhardt-House destaca así los esquemas en los que este tipo de maldición es similar a
las actitudes hacia la homosexualidad, sugiriendo que el hombre-lobo puede verse como
una metáfora adecuada para la exploración de la homofobia y el heterosexismo modernos
(Bernhardt-House, 2008, p. 164). Quizás el Bisclavret hecho humano ha contado su
condición de la misma manera que Christine Angot escribió su fuerte y controvertido
lamento homofóbico: He sido hombre-lobo durante un año. Más precisamente, durante
un año pensé que estaba condenado a ser un hombre-lobo. Realmente lo tenía, no me estaba
imaginando cosas 13.
Dicho esto, el autor también apunta a otras posibilidades de lectura: en cuanto a
la relación entre marido y mujer, María de Francia opera una sutil inversión de la mirada
(aquí quien asume el poder de mirar el cuerpo desnudo es la mujer que roba la ropa del
hombre); en cuanto a la relación entre el sujeto y el rey (entre amigos) y entre los
miembros de la corte y el lobo, podríamos considerar la introducción de una fascinación
homoerótica.
La lectura modesta y precaria que me gustaría sugerir aquí es una que puede ser
útil solo dentro de los límites muy estrechos de este artículo. Está lejos de ser una lectura
bien informada de la literatura francesa del siglo XII, y corre el riesgo de ser demasiado
anacrónica e instrumentalizada. En cualquier caso, es una lectura más centrada en la
figura del rey y lo que le hace a Bisclavret y su esposa. Carl Gray Martin llama la atención
sobre el hecho de que se pone poco énfasis en la escena de la tortura de la mujer. Suele
leerse como un incidente menor en la narrativa o un aspecto natural como manifestación
del poder eclesiástico y feudal en la Edad Media (Martin, 2013, p. 24). Larissa Tracey
argumenta que esto se debe a una "mala representación de las creencias medievales sobre
la práctica y aceptación de la tortura como norma legal". Lejos de tener una aceptación
uniforme, "fuentes medievales - religiosas, laicas y cómicas - denuncian el uso de la tortura
y la brutalidad judicial como herramientas de una autoridad inestable" (Tracey apud
Martin, 2013, p. 24).
Mucho se ha escrito sobre el cuerpo mutilado, pero poco sobre el cuerpo torturado,
que, siguiendo a Martin, me parece quizás el punto crucial desde donde se puede pensar
en los términos del reequilibrio de las posiciones de Bisclavret y la mujer en lo lai. La
13
Al comienzo de Incesto, Angot escribe: "Yo fui homosexual durante tres meses. Más precisamente, durante tres meses
pensé que estaba condenada a ser homosexual. Realmente lo tenía, no me estaba imaginando cosas. Los tests fueron
positivos" (Angot, 2017, p. 9)
520
escena en la que la mujer se convierte en un cuerpo de suplicio, de donde la voz que cuenta
la historia de Bisclavret es invariablemente el eco de un grito, es el momento en el que "la
esposa se convierte entonces, análoga al hombre-lobo, en aquel ejemplar objeto de mala
interpretación, no como una criatura caracterizada por su vileza (viciousness) sino por su
falta de voz (voicelessness)” (Martin, 2013).
Pero este equilibrio es fugaz, y pronto el rey maniobra su inversión, haciendo de
Bisclavret un hombre de nuevo. Aquí sigo la indicación de Giorgio Agamben quien, en
Homo sacer: il potere sovrano e la nuda vita, tratando del lai en un breve pasaje del capítulo
Il bando e il lupo, señala que Bisclavret se hace hombre en el lecho del soberano
(Agamben, 2018, p. 103), destacando la buena vecindad entre los dos además de la
amistad previa que mantuvieron. En suma, este es un arco que comprende, en un mismo
acto de imperio, tanto la antropogénesis del cuerpo domesticado masculino, que ha sido
acogido no por la particular sensibilidad del rey a la comunicación no verbal, sino porque
la actitud humana de Bisclavret fue un gesto leído como sumisión, el hobby predilecto del
poder, cuanto a la expulsión del cuerpo torturado femenino, expulso por rebelarse contra
"una institución, un sistema jurídico que ata, aliena, obliga, para asegurar la reproducción
de la sociedad en sus estructuras, y, sobre todo, en la estabilidad de poderes y fortunas ”
(Martin, 2013, p. 40).
La fabricación del hombre animal pacificado y el exilio de la mujer violada por el
poder soberano, basados en la misma economía patriarcal de la animalidad donde los
términos primordiales son propiedad y control, son así dos caras de la misma moneda.
Dejemos por ahora el desvío por el bosque zoopoético bretón y pisemos de nuevo
en el sendero de la zoopolítica argelina: precisamente porque aquí la política se piensa de
forma estrecha con la fábula del carnofalogocentrismo, es decir, estrictamente relacionada
con las historias que los hombres se cuentan a sí mismos para construirse como un
cuerpo-sujeto-de-derecho y como un cuerpo político, a diferencia del animal viviente
apolítico, del que se habla en zoopolítica, y no biopolítica - la cuestión animal toma una
posición central, no más periférica, de modo que la violencia particular de la soberanía
moderna no es ni bestial ni animal: es la violencia civilizada, una historia de extremos,
que conocemos bien (Llored, 2012).
521
14
Me refiero aquí a los libros The dream of a common language e The will to change. Los tramos de poemas que les
corresponden respectivamente son de Twenty-one love poems y The burning of paper instead of children. La traducción
de los versos citados realizada por Maria Irene Ramalho y Monica Varese Andrade, en la colección de la poeta editada
en Portugal por la editorial Cotovia, bajo el título de Uma paciência selvagem, es: "uma vez abertos os livros, é preciso
enfrentar o avesso de tudo o que se amou" (2008, p. 127) "esta é a língua do opressor/ contudo, preciso dela para falar
523
contigo” (2008, p. 85), “a máquina de escrever está sobreaquecida, a minha boca arde, não posso tocar-te e esta é a
língua do opressor" (2008, p. 91)
15
No conviene en este momento rastrear la historia de esa recepción. Para esto, consultar Aneja (1992), Banting (2008),
Kamuf (1995) y Sellers (1986).
524
16
En L'amour du loup, hay una pequeña sección, titulada Le perroquet de Madison, donde se narra un episodio de
crueldad, una escena de asesinato carnofalogocéntrico, contra un loro doméstico. Hablar de crueldad aquí – como en
el caso de la tortura de la mujer en el lai de Bisclavret, para más allá de la muerte, también significa un acto de reducción
de la potencia comunicativa del animal, que tiene sus últimas palabras registradas en forma de página en blanco. El
breve texto que sigue es su tumba (Cixous, 2003a, p. 128). En este episodio de pasión animal, el asesino es un típico
representante de la "virilidad" que necesita la muerte de todo lo que es su "opuesto" como forma de autofabricación: es
hijo de un entrenador del equipo de fútbol americano de la Universidad de Madison, seguro de la "inmunidad
futbolística" y de la indiferencia de las autoridades (uno tiene que pensar cuánto estos dos espacios comulgan del mismo
ethos destructivo) que normalizarán su acto (Cixous, 2003a, p. 131). "Del sufrimiento del loro, solo quedan las plumas
de la palabra sufrimiento. Ruego para escribir con las plumas del loro", escribe Cixous (2003a, p. 131)
525
17
Sarah-Anaïs Crevier Goulet, en un artículo a propósito de la diferencia sexual en Cixous, escribe: “Sabemos, la
diferencia sexual es pensada, en los parajes de la deconstrucción, no como una esencia, una ontología o cualquier cosa
localizable, sino como algo que se puede leer, descifrar, desde donde su afiliación con la escritura, con el pensamiento
del trazo y de la inscripción del otro en sí/mismo. (...) O, y esto es lo que nos enseña el psicoanálisis, no se puede hablar
propiamente del cuerpo sin una imagen del cuerpo, no hay cuerpo si este no es tocado, acariciado, visto: el cuerpo es lo
que, observado, tocado, acariciado, gana contornos, límites” (Goulet, 2010, p. 311)
526
Llegar a la escritura exige la presencia del huésped que es otro más otro que todo
otro, en la expresión de Mónica Cragnolini (2016), incluso aquel que la educación enseña
a abominar. Es el caso del lobo, que aquí a veces puede “caer en la garganta del cordero"
(Cixous, 2003a, p. 39) y ser una imagen de amor, en correspondencia con nuestro deseo
de devoración - el lobo, que es "la verdad del amor, su crueldad, sus caninos, sus garras,
nuestra aptitud para la ferocidad”, siempre activa “el deleite” de ese ímpetu caníbal, pero
a veces - y aquí está el júbilo, el motivo de la “risa del cordero”- él renuncia a la comida
(Cixous, 2003a, p. 33). Llegar a la escritura también exige la presencia de aquellos a
quienes la educación tolera y nos permite amar. Es el caso del gato, de la gata Thessie, la
niña que, al entrar en una habitación de la casa de Cixous sin que ella espere o desee,
arroja la escritora a un estado nebuloso - "me quedo como cuando no sabemos que
soñamos" – que la hace comunicarse en otro idioma: where do you come from?, ella
pregunta (Cixous, 2003a, p. 67)
En este sentido, la ética en Cixous es hospitalidad, más que tolerancia, una
diferencia que me hace volver a la larga entrevista de Derrida con Giovanna Borradori,
en Nueva York, poco después del 11 de septiembre, y, por supuesto, sobre este hecho,
publicado en Philosophy in a time of terror. En esa ocasión, Derrida habla de una
democracia que trasciende la idea de cosmopolitismo, más allá de la imaginación de la
ciudadanía global. Al filósofo le interesa algo más acorde con lo que permitiría a los seres
individuales (cualquiera) vivir juntos, allí donde aún no han sido definidos por la
ciudadanía, es decir, por su condición de sujetos de derecho o miembros legítimos de un
estado-nación o incluso confederación o estado global. En definitiva, implicaría un tipo
de alianza que va más allá de la “política” como se la suele tratar - lo que jamás implica
una despolitización (Derrida, 2003, p. 130).
Hospitalidad y tolerancia son términos opuestos fundamentales aquí. La
hospitalidad de la que habla Derrida no es la del sentido común, la que solemos practicar,
o la que permiten los estados; es decir, permitir, siempre condicionalmente, una acogida
momentánea: el permiso de estancia depende de la buena educación del huésped, que
debe seguir las reglas de la casa. Es el sello en el pasaporte de relaciones, la última etapa
527
después de una búsqueda minuciosa sobre el otro. Derrida se refiere a una hospitalidad
incondicionada - algo que es del orden de la visitación, de la intrusión, y no de la
invitación. La imagen es de alguien que llega, una nube ambigua se cierne sobre él,
sospechosa: un lobo, una serpiente, por ejemplo - pero también uno que no habla el mismo
idioma. Derrida se pregunta:
La visita puede ser incluso peligrosa - y no debemos ignorar este hecho, pero ¿sería
hospitalidad la hospitalidad sin riesgo, la hospitalidad asegurada por ciertas
garantías, la hospitalidad protegida por un sistema inmunológico contra el todo
otro (wholly other) sería hospitalidad? (Derrida, 2003, p. 129)
No el cosmopolitismo del sujeto kantiano - aquel sujeto que odia sobre todo la
animalidad en sí misma y odia a los animales en la tierra (Derrida, 2006, p. 146) -, sino
algo más cercano a la cosmopolítica que reclama su nombre a pesar de la historia idealista
del término. En esta lectura de lo cosmopolítico que se separa del recogimiento en una
metanarrativa del progreso del género humano hacia un estado de paz, de una “sociedad
civil mundial, según el derecho de los ciudadanos”, que demanda la imaginación de una
tierra unificada, es indispensable la perturbación que se ha traído un personaje conceptual
que Isabelle Stengers recupera de la lectura deleuziana de Dostoievski: el idiota, aquel que
resiste a la presentación de la situación en el presente 18, que impone otro ritmo - con su
urgencia - a la urgencia general, aquel que, sin hablar el griego, separado de la comunidad
civilizada, es en sí mismo una prueba de multiplicidad:
Hay que distinguir aquí al cosmos de todo cosmos particular, o de todo mundo
particular, tal como pudiese pensarlo una tradición particular. Y él no designa
tampoco un proyecto que buscara englobarlos a todos, porque es siempre una mala
idea designar un englobante para lo que se niega a ser englobado por otra cosa. El
cosmos, tal como figura en el término, cosmopolítica, designa lo desconocido que
constituye estos mundos múltiples, divergentes; las articulaciones de las que
podrían llegar a ser capaces, contra la tentación de una paz que se quisiera final,
ecuménica, en el sentido en que una trascendencia tendría el poder de exigirle a lo
18
"Sabemos, hay saberes, pero el idiota exige que no nos apresuremos, que no nos sintamos autorizados a pensarnos
poseedores de la significación de aquello que sabemos" (Stengers, 2018, p. 444)
528
que diverge que se reconozca como una expresión meramente particular de lo que
constituye el punto de convergencia para todos. En tanto tal, no tiene
representante, no exige nada, no autoriza ningún “y entonces...”. Y por tanto su
pregunta se dirige ante todo a los maestros del “y entonces...”, a nosotros que, a
punta de “y entonces” bien podríamos, con toda buena voluntad, volvernos los
representantes de problemas que, lo queramos o no, se les imponen a todos.
(Stengers, 2018, p. 447)
Se cuentan para mí en su lengua, entre gato y lobo, entre mismos o casis, entre
dulzura y crueldad, antes del día, antes de cualquier cosa. No me levanto: el sueño
me despierta una mano, la mano del sueño abre la mesita a la izquierda de mi
lecho que sirve como portasueños, quita silenciosamente el bloc de papel y el
bolígrafo pilot V signpen aquella que traza una línea gruesa para que no haya
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de la escritura, la propia autora que deviene-animal en sueño, con su tercera mano entre
gato y lobo.
Estos animales recorren el texto, entonces, nunca colonizando a la autora con su
mirada y sus expectativas, sino siempre forzando un desdibujamiento de fronteras,
forzando el abandono de cualquier pretensión de definición esencialista de humanidad o
animalidad - forzando, por tanto, espacios de paso: paso entre las miradas que se
devuelven, entre el signo de los discursos humanos y los signos de los discursos de otros
animales, paso entre el día y la noche. En Conversation avec l'âne, sección de L'amour du
loup, Cixous declara, al comentar su paso entre el día y la noche, amar a la propia palabra
paso: "todas las palabras pasantes y pasajeras, palabras cuyos párpados pasan incluso
dentro de sus cuerpos, son animots mágicas" (Cixous, 2003a, p. 82).
J'écris la nuit. J'écris: la Nuit (Cixous, 2003a, p. 80) - no es una escritura contra o
fuera de la razón: pero es una escritura que no es celosa de ella. Quizás sea más apropiado
hablar en una escritura contra un tipo de racionalidad, contra un uso dogmático,
unidimensional, excluyente y destructivo - o colonizador - de la razón. Es contra esta
racionalidad que los animales y animots mágicos de Cixous invisten, es con ella que
juegan y ríen, pero la inmovilizan y la devoran, si se ven amenazados. Es durante la noche
que los animales surgen y también se insurgen.
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