Naturaleza y Vida Moral (Cicerón - Sto Tomás)
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pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del Copy-
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Mª IDOYA ZORROZA
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Nº 101
Laura E. Corso de Estrada, Naturaleza y vida moral. Marco Tulio Cicerón y Tomás de Aquino
ISBN: 978-84-313-2579-4
Depósito legal: NA 3.036-2008
Introducción.................................................................................................................. 19
Capítulo 4. La tradición ciceroniana sobre la ley natural en Tomás de Aquino ..... 197
1. Cicerón como fuente de la índole del conocimiento de ley natural.............. 197
2. Citas tomistas de la noción ciceroniana de derecho natural............................ 199
3. Recepción tomista de la concepción ciceroniana de ley natural y de dere-
cho natural ........................................................................................................... 201
3. Uno de los muchos aciertos de este libro de Laura Corso estriba en haber
investigado lo que de Cicerón recibe Tomás de Aquino tanto en lo concerniente
al estatuto natural de la razón moral –primera parte del trabajo– como en lo re-
ferente a la naturalidad misma de las virtudes –segunda parte–. Y en este últi-
mo caso, no sólo en la perspectiva más general, sino también en el aspecto con-
creto de la división de las diferentes virtudes.
El conjunto de virtudes adquiridas, ya tratadas por Cicerón en De Oficiis,
aparece ahora como una estructura coherente, a la vez psicológica y moral. O
sea, la pluralidad de virtudes no expresa una suma de elementos atomizados
–tampoco así lo quería Cicerón–, sino una unidad de orden y, por lo tanto, una
pluralidad jerarquizada. A ese orden de las virtudes le cabe el nombre de unidad
teleológica.
Lo cual significa que en una personalidad bien formada –o lo que es igual,
en el hombre virtuoso–, las varias fuerzas morales se refieren a una principal,
guardando una disposición gradual. Cada una de las virtudes, en este caso, vie-
ne a ser parte o modo de un todo dinámico.
Prólogo 15
En realidad, de las virtudes cardinales expuestas por Cicerón hizo Santo To-
más una pluralidad viva, un todo organizado, cuyas condiciones de existencia
provienen de distintas causas: como la eficiente, la final y la formal.
5. Ahora bien, dada la urdimbre causal que existe en ese todo teleológico
que es la personalidad, no es suficiente decir que la prudencia es la más princi-
pal entre las virtudes cardinales: debe añadirse que a ella se reducen las otras
como a su causa. O mejor: la prudencia es la causa de todas las otras virtudes
que pertenecen a la parte apetitiva; eso explica que de ella provenga la rectitud
y el complemento de la bondad moral que poseen las demás virtudes.
Ésa es la conclusión que Santo Tomás muestra una y otra vez, desde distin-
tos ángulos: todos los hábitos referidos a las fuerzas apetitivas deben su carácter
de virtud a la rectitud racional, de modo que la prudencia es la causa de todas
las virtudes de los niveles apetitivos. La prudencia es una virtud radicalmente
16 Juan Cruz Cruz
7. Subraya también Santo Tomás el modo causal concreto en que cada una
de las virtudes cardinales contribuye etiológicamente al “orden racional” que es
asimismo un “bien racional” –el de la personalidad formada–: la prudencia emi-
te su causalidad constituyendo tal bien racional en su esencia; la justicia, ha-
Prólogo 17
ciéndolo eficazmente, o sea, poniendo orden racional en cada uno de los actos;
la fortaleza y la templanza, conservándolo y eliminando los impedimentos. Este
orden jerarquizado es el propio de un organismo real e internamente diferen-
ciado, donde tanto la justicia como la fortaleza y la templanza participan real e
intrínsecamente de la dirección y del imperio de la prudencia, cuyo acto se
introduce en el dinamismo de las demás virtudes.
Esto significa que el arte de vivir rectamente las obras personalizantes, pro-
pio de la prudencia, es participado por las demás virtudes cardinales que están
dirigidas por aquélla. Hasta tal punto es así, que las virtudes de la parte apetitiva
–la fortaleza y la templanza– vienen a ser como formas que la razón imprime y
sella en los niveles apetitivos.
Es éste otro modo de decir que la prudencia es la “forma” de las otras virtu-
des cardinales, por cuanto les asigna el “recto medio” racional que constituye la
naturaleza de la virtud. Lo que es superior perfecciona y completa a lo inferior,
comportándose con éste como la forma con la materia: la forma de la prudencia
es un “orden impreso” sobre las otras virtudes morales, y ese orden es el que
otorga a los hábitos allí existentes el carácter de virtud. En tal sentido la pruden-
cia se comporta como causa ejemplar: pero no es ejemplar al estilo de una re-
presentación –en sentido psicológico e intencional–, a cuya imagen se hace al-
go; sino ejemplar ontológico, a cuya semejanza surge algo que tiene un ser lo-
grado por participación. Esta forma ejemplar no constituye necesariamente uni-
dad específica con lo causado: pues los participantes no siempre realizan su par-
ticipación conforme al modo mismo de lo participado.
Lo cual quiere decir que las virtudes cardinales que –como la justicia, la for-
taleza y la templanza– siguen a la prudencia poseen también, diferenciadamen-
te, su propia esencia y forma específica, justo porque tienen un objeto propio –
una materia sobre la que versan–; pero esto no es suficiente para pertenecer al
organismo dinámico de la personalidad, también psicológico y ontológico: es
preciso que, para ello, estén orientadas por una “forma común” de la virtud car-
dinal, y lo estén jerarquizadamente, constituyendo así una totalidad dinámica-
mente viva, donde hay un elemento principal y varios elementos subordinados.
1
Cfr. J. Weisheipl, Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina, traducción de F. Hevia, Pam-
plona, 1994, p. 15.
2
Cfr. al respecto las lúcidas reflexiones de J. Weisheipl en la consideración de las vías de acce-
so filosófico-doctrinales y asimismo histórico-filosóficas que supone la comprensión del pensa-
miento de un autor; cfr. J. Weisheipl, Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina, pp. 19-21.
3
Cfr. R. Busa, Index Thomisticus; Sancti Thomae Aquinatis operum omnium indices et concor-
dantiae. Stuttgart, 1974: s/v Tullius y Cicero. En relación con el corpus ciceroniano, se ha aten-
dido a H. Merget, Lexikon zu den Philosophischen Schriften Cicero’s, Hildesheim, New York,
1971.
20 Laura E. Corso de Estrada
4
E. Rand, Cicero in the Courtroom of St. Thomas Aquinas, Milwaukee, 1946.
5
E. Rand, Cicero in the Courtroom of St. Thomas Aquinas, pp. 26 y ss., 35 y ss., 47 y ss.,
passim. En su trabajo Rand presenta un Apéndice en el que recopila un número importante de
pasajes de la Summa Theologiae que recogen posturas ciceronianas.
6
Cfr. C. Vansteenkiste, “Cicerone nell’opera di S. Tommaso”, Angelicum, 1959 (36, 3/4), pp.
343-382.
7
Cfr. S. Pinckaers, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su contenido, su historia,
traducción de J. García Norro, Pamplona, 1988, pp. 514-518, en particular p. 516.
8
Cfr. M. Pohlenz, La Stoa. Storia di un movimento spirituale, trad. de O. De Gregorio, Firenze,
1967, vol. II, pp. 191 y ss.; passim.
Introducción 21
9
Cfr. M. Spanneut, “Influences stoïciennes sur la pensée morale de Saint Thomas D’Aquin”,
Studi Tomistici, Vaticano, 1984, pp. 59-79. Cfr. también de M. Spanneut, Permanence du Stoï-
cisme. De Zénon à Malraux, Gembloux, 1973, en particular pp. 112 y ss. y pp. 187 y ss.
10
Cfr. entre los estudios de G. Verbeke sobre el tema: The Presence of Stoicism in Medieval
Thought, Washington D.C., 1983, en particular y en relación directa con lo que hemos indicado
supra pp. 1-8.
11
Cfr. G. Verbeke, The Presence of Stoicism in Medieval Thought, pp. 15 y 16, passim.
22 Laura E. Corso de Estrada
II
EL NÚCLEO TEMÁTICO
NATURALEZA Y VIDA MORAL
EN LOS ESCRITOS FILOSÓFICOS
CICERONIANOS
CAPÍTULO 1
RASGOS DE LA FISONOMÍA FILOSÓFICA DE CICERÓN
1
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 1 y II, 2, 4-5.
2
M. J. Bruto, cuyo nombre lleva por título una historia sobre la elocuencia que Cicerón com-
pone en el 46 (cfr. Brutus), y a quien también dedica otras obras (Tusculanae disputationes,
Paradoxa Stoicorum, De oratore), no sólo fue políticamente afin a Cicerón en su apoyo a Pom-
peyo (y en la causa que lo compromete como autor de la muerte de César), sino también en sus
intereses filosóficos y retóricos; fue discípulo de Aristo de Ascalón, hermano de Antíoco de As-
calón, escribió sobre la materia y se declaró académico.
Tito Pomponio Ático, destinatario de parte importante de la correspondencia ciceroniana (cfr.
Ad Atticum), quien debe el apelativo de Ático a su prolongada estadía en Atenas durante la que
adhirió al epicureísmo, es reconocido en el marco de esta postura filosófica en el De legibus
ciceroniano I, 7, 21; cfr. Cornelio Nepote, Vidas, XXV, 1, 1 y ss., en particular 13, 1 y ss. Tito
Pomponio Ático se halló vinculado a Cicerón por una estrecha amistad y por lazos familiares en
razón de la unión de su hermana con Quinto Cicerón (hermano de Marco Tulio), quien si bien se
distinguió en la vida militar, frecuentó el diálogo filosófico y fue seguidor del estoicismo.
3
Cfr. M. Ruch, Le préambule dans les oeuvres philosophiques de Cicéron. Essai sur la genèse
et l’art du dialogue, Paris, 1958, pp. 421 y ss., y A. Guillemin, Le public et la vie littéraire à Ro-
me, Paris, 1937, pp. 18-19.
28 Laura E. Corso de Estrada
4
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 1, 1: “Non eram nescius, Brute, cum, quae summis ingeniis
exquisitaque doctrina philosophi Greco sermone tractavissent, ea Latinis mandaremus, fore ut hic
noster labor in varias reprehensiones incurreret”.
5
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 2, 4: “sermo patrius”.
6
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 1, 1.
7
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 1, 1; I, 4, 11.
8
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 1, 2: “philosophiae vituperatores”.
9
Cfr. Cicerón, Academica, 2, 5: “verbis quoque nobis cogimur uti, quae docti […] a Graecis
petere malent”.
10
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, II, 2, 5: “videatur, philosophia nascatur Latinis”.
11
Cfr. Cicerón, Lucullus, 2, 5.
12
Cfr. Cicerón, Lucullus, 2, 5; cfr. también Academica, 2, 5; Tusculanae disputationes, II, 1, 4.
13
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, II, 1, 4: “Est enim philosophia paucis contenta iudici-
bus”; cfr. también V, 2, 6.
14
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, II, 5, 13: “ut agri non omnes frugiferi sunt qui colun-
tur … sic animi non omnes culti fructum ferunt”.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 29
Boyancé15 indica entre otros, que en el siglo XIX la obra de T. Mommsen sobre
la historia de Roma ha contribuido a establecer una tradición adversa en rela-
ción con la figura de Cicerón como autor filosófico. Por una parte, cabe indicar
que Mommsen concede a Cicerón el mérito de haber procurado un retorno a las
tradiciones romanas, y que reconoce en él a un hábil estilista, al autor de un
nuevo clasicismo de la lengua latina en el ámbito de la prosa y en el de la orato-
ria16. Pero por otra parte, juzga negativamente ciertas etapas significativas de su
desempeño político, su aptitud para propósitos intelectuales de la talla expuesta
y su motivación misma con respecto a ellos17. En este contexto, Mommsen
juzga el contenido de los escritos filosóficos de Cicerón como una mera emula-
ción de exposiciones griegas18. Sin embargo, no omite conceder a algunas de
sus obras sobre tal materia (entre las que menciona De republica y su libro VI
sobre el Sueño de Escipión, De legibus) las cualidades literarias que revelan: la
composición expresiva del ámbito local propiamente romano, las alusiones
históricas representativas, el estilo esmerado y, entre otros rasgos semejantes, la
manifestación de la conciencia romana en su compromiso para la vida pública19.
Parte de los cuestionamientos sobre la talla de Cicerón como autor filosófico
parece ser efecto de la proyección de un juicio histórico negativo sobre sus
opciones políticas, en el campo de la valoración de su obra escrita. En este sen-
tido, G. Boissier20 sale al paso de las críticas a Cicerón procedentes de historia-
15
Cfr. P. Boyancé, “Le problème de Cicéron”, en Études sur l’humanisme cicéronien, Bruxe-
lles, 1970, pp. 21 y ss.
16
T. Mommsen sostiene que el interés romano en materia filosófica se hace manifiestamente
presente en el círculo de los Escipiones, en el que se acoge a los hombres más destacados del
ámbito de la cultura, principalmente como una reacción ante el acervo griego clásico. Si bien
subraya que, tiempo después, en un medio ya netamente helenizado, la cultura latina se vuelve
servil a los modelos griegos. En este contexto, Mommsen reconoce a Cicerón un papel renovador
de la índole propia de la lengua latina, en los terrenos de la prosa y de la oratoria. Cfr. T. Momm-
sen, Römische Geschichte, Berlin, 1933; II, p. 430; III, pp. 580, 619.
17
Cfr. T. Mommsen, Römische Geschichte, III p. 620.
18
Cfr. el texto de la severa crítica de Mommsen en relación con la figura personal e histórica de
Cicerón, y en el terreno de su obra filosófica y de sus fuentes en Römische Geschichte, III pp.
620-623.
19
Cfr. T. Mommsen, Römische Geschichte, III pp. 622-623.
20
Cfr. G. Boissier, Cicéron et ses amis. Étude sur la société romaine du temps de César, Paris,
1865, pp. 23 y ss.; pp. 83 y ss. Boissier se expresa críticamente con respecto a la modalidad inter-
pretativa de T. Mommsen y asimismo de W. Drumann en sus respectivas concepciones del papel
de Cicerón en la historia de Roma, pues juzga esa visión común bajo el efecto de los supuestos
que genera la adhesión de estos autores a la personalidad histórica de otros hombres. Cfr. también
E. Ciaceri, Cicerone e i suoi tempi, Milano, 1939, vol. I, pp. XIV y ss., quien analiza críticamente
la postura de oposición orgánica del ya citado Drumann a la figura de Cicerón en el dominio de su
30 Laura E. Corso de Estrada
vida política y personal, y en el de su obra escrita. En relación con la crítica de Drumann a Cice-
rón, cfr. también P. Boyancé, “Le problème de Cicéron”, p. 22.
21
En este sentido, Boissier se distingue de quienes caracterizan los rasgos personales de Cicerón
que se derivan de su epistolario, al modo de J. Carcopino, Les secrets de la correspondance de
Cicéron, Paris, 1947; cfr. en particular: vol. I, 69-307, pp. 374-385; y asimismo en J. Carcopino,
Rencontres de l’histoire et de la littérature romaines, Paris, 1963, pp. 14-15.
22
Cfr. P. Grimal, Cicerón, traducción de H. Bauzá, Buenos Aires, 1990, pp. 11 y ss.
23
Cfr. P. Boyancé, “Le problème de Cicéron”, pp. 23-24.
24
Cfr. M. Colish, The Stoic Tradition from Antiquity to the Early Middle Ages, Leiden, 1985,
vol. I, p. 65.
25
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus. Recherches sur les Académiques et sur la philosophie
cicéronienne, Paris-Roma, 1992, pp. 59-74.
26
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 61-62, en su análisis de la postura de Madvig como
cierto arquetipo de las interpretaciones que, si bien admiten alguna aportación a los escritos filo-
sóficos ciceronianos, no concluyen favorablemente sobre ellos de un modo neto.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 31
27
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 64 y ss.
28
Cfr. P. Boyancé, “Les méthodes de l’histoire littéraire. Cicéron et son oeuvre philosophique”,
en Études sur l’humanisme cicéronien, pp. 199, 200 y ss., p. 204.
29
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 2, 6: “nos non interpretum fungimur munere”.
30
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 2, 6: “ea, quae dicta sunt ab iis quos probamus eisque nostrum
iudicium et nostrum scribendi ordinem adiungimus”.
31
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 2, 6: “ut solemus, e fontibus eorum iudicio arbitrioque nostro,
quantum quoque modo videbitur, hauriemus”.
32
Cfr. P. Steinmetz, “Beobachtungen zu Ciceros philosophischem Standpunkt”, en Cicero’s
knowledge of the Peripatos, W. Fortenbaugh / P. Steinmetz (eds.), New Brunswick-London,
1989, p. 18.
32 Laura E. Corso de Estrada
De finibus, Cicerón expresa a Bruto su queja ante las críticas de sus con-
temporáneos, afirmando que en su obra filosófica ha buscado “conservar”33 las
enseñanzas de escuelas griegas en lengua latina. Por lo que resulta manifiesto
que, más allá del juicio de valor acerca de sus logros en dicha empresa, su labor
de verter en ese corpus el acervo griego en vistas a desarrollar una filosofía
latina, lo ha constituido en una vía de documentación sobre posturas filosóficas
de esa procedencia. Cicerón mismo subraya esta aportación suya, asignando a
su tarea el mérito de ser la primera realización de tal cometido en el medio
latino34; a lo que cabe añadir su esfuerzo especulativo por traducir formulacio-
nes técnicas de expresiones griegas de doctrinas diversas en lengua latina35. De
hecho, en el proceso de penetración del pensamiento griego de la antigüedad en
otras etapas de la historia, los escritos filosóficos ciceronianos han suplido fuen-
tes perdidas o no conocidas, como revela la tarea de indagación acerca de las
vías de documentación medievales sobre tesis de escuelas del período helenís-
tico; temática que bajo cierto aspecto nos ocupará en el presente estudio36. De
este modo, parece justificado sostener que, al menos conforme a estas conside-
raciones, cabe conceder mérito al conjunto de escritos ciceronianos en materia
filosófica.
Sin embargo, podemos escuchar a Cicerón decir: si yo me limitara a “tradu-
cir a Platón o a Aristóteles […] creo que me cabría un pobre mérito entre mis
conciudadanos, por transportar a su conocimiento aquellas divinas inteligen-
33
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 2, 6: “nos … tuemur”.
34
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 2, 6; cfr. también Academica, 2, 6; Tusculanae disputationes, I,
4, 7; Cicerón exacerba en ocasiones las posibilidades de la filosofía latina ante la griega, cfr.
Tusculanae disputationes, I, 1, 1; II, 2, 5, passim.
35
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 2, 5; III, 15, 4; III, 5, 17; III, 6, 20-21; III, 7, 26; Lucullus, 8, 24
y 27; Tusculanae disputationes, V, 2, 7; De officiis, I, 3, 8, passim. Se debe a Cicerón la creación
del adjetivo latino moralis –tomado del sustantivo mos– con el que traduce el griego ethikós, el
que introduce en De fato, I, 1, 1; cfr. A. Ernout / A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la
langue latine. Histoire des mots, Paris, 1959; s/v mos. Con anterioridad Cicerón emplea el adje-
tivo honestus, y el sustantivo honestas, por kalós y tò kalón respectivamente. Cfr. la rica y amplia
compilación de H. Rose de los términos griegos empleados por Cicerón en sus escritos, en “The
Greek of Cicero”, The Journal of Hellenic Studies, 1921 (41/I), pp. 91-116.
En este sentido cabe mencionar el análisis de C. Lévy a propósito del aporte ciceroniano en
materia de transmisión de títulos de escritos griegos que hoy serían ignorados sin su mediación:
“Quelques remarques à propos des titres des oeuvres théoriques chez Cicéron”, en Titres et arti-
culations du texte dans les oeuvres antiques. Actes du Colloque International de Chantilly 13-15
décembre 1994, Paris, 1997, pp. 191-207.
36
Cfr. en este mismo trabajo, pp. 167 y ss.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 33
37
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 3, 7: “si plane sic verterem Platonem aut Aristotelem […] male,
credo, mererer de meis civibus, si ad eorum cognitionem divina illa ingenia transferrem”.
38
Cfr. P. Grimal, Le siècle des Scipions. Rome et l’Hellénisme au temps des Guerres Puniques,
Paris, 1953, pp. 13 y ss., p. 116.
39
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, V, 2, 5, De natura deorum, I, 3, 6, De officiis, I, 1, 1,
passim.
40
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 1 y II, 2, 4.
41
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 3 y II, 2, 4-5.
42
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 3: “philosophia vir bonus efficitur et fortis”.
43
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, II, 4, 11: “efficit hoc philosophia: medetur animis,
inanes sollicitudines detrahit, cupiditatibus liberat, pellit timores”; cfr. III, 3, 6.
34 Laura E. Corso de Estrada
44
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, V, 2, 5: “Cuius igitur potius opibus utamur quam tuis,
quae et vitae tranquillitatem largita nobis est et terrorem mortis sustulisti?”, cfr. también Ad Atti-
cum, II, 5, 2.
45
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, V, 2, 5: “O vitae philosophia dux, a virtutis indaga-
trix expultrixque vitiorum! […] tu magistra morum et disciplinae fuisti; ad te confugimus, a te
opem petimus”; cfr. también V, 2, 6; De natura deorum, I, 4, 9.
46
Cfr. Cicerón, De senectute, I, 1, 2: “Numquam igitur digne satis laudari philosophia poterit,
cui qui pareat omne tempus aetatis sine molestia possit degere”.
47
Cfr. Cicerón, De officiis, II, 2, 5: “Quid enim est, per deos, optabilius sapientia, quid praestan-
tius, quid homini melius, quid homine dignius? Hanc igitur qui expetunt, philosophi nominantur,
nec quidquam aliud est ‘philosophia’, si interpretari velis, praeter studium ‘sapientiae’”; cfr.
también II, 2, 6.
48
Cfr. P. Boyancé, “Le problème de Cicéron”, p. 23.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 35
49
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 26, 64 y 27, 66: “Hanc nos sententiam secuti his
ipsis verbis in Consolatione expressimus: Animorum nulla in terris origo invenire postest […]
enim in naturis nihil inest, quod […] vim mentis”.
50
Cfr. P. Boyancé, “Le problème de Cicéron”, p. 24.
51
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 2, 4: “Ars est enim philosophia vitae”; cfr. también: Tusculanae
disputationes, I, 1, 1: “et cum omnium artium, quae ad rectam vivendi viam pertinerent, ratio et
disciplina studio sapientiae quae philosophia dicitur contineretur”; y II, 4, 12.
52
Esta vinculación intrínseca de la filosofía con el plano operativo de la vida humana se halla
expresada en el ámbito doctrinal de la primera Stoa; cfr. al respecto la formulación: scholastikós
bíos (estudioso de la vida) en H. F. A. Von Arnim, Stoicorum Veterum Fragmenta, III, 702; cfr.
también con relación al desarrollo de este tema: M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 49, 50 y ss.
donde se examina, en el contexto de la tripartición de la filosofía en: lógica, física y ética –que la
primera Stoa incorpora en su escuela– el papel de la ética, en la que la filosofía recoge los frutos
de la teoría.
36 Laura E. Corso de Estrada
53
Cfr. Cicerón, Lucullus, 8, 23: “scientiam dicimus (quam nos non comprehensionem modo
rerum sed eam stabilem quoque immutabilem esse censemus), itemque sapientiam, artem vivendi,
quae ipsa ex sese habeat constantiam”.
54
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, I, 2, 2: “Nam fuit quoddam tempus, cum in agris
homines passim bestiarum modo vagabantur […] nec ratione animi quicquam, sed pleraque viri-
bus corporis administrabant […]. Ita propter errorem atque inscientiam caeca ac temeraria domi-
natrix animi cupiditas ad se explendam viribus corporis abutebatur […]. Quo tempore quidam
magnus videlicet vir et sapiens cognovit quae materia esset et quanta ad maximas res opportunitas
in animis inesset hominum, si quis eam posset elicere et praecipiendo meliorem reddere; qui
dispersos homines in agros et in tectis silvestribus abditos ratione quadam compulit unum in
locum et congregavit et eos in unam quamque rem inducens utilem atque honestam primo propter
insolentiam reclamantes, deinde propter rationem atque orationem studiosius audientes ex feris et
immanibus mites reddidit et mansuetus”.
55
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 7, 23, passim.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 37
gencia con sus desenvolvimientos como retórico, como jurista y como hombre
político.
Cicerón aspiró a un ideal humano en el que, como indica C. Lévy, se des-
pliega una unidad entre vida contemplativa y vida práctica56; por lo cual, buscó
establecer en su obra escrita las relaciones entre ambos planos. Así, entre las
inclinaciones naturales del hombre, sobre las que me detendré más adelante57,
Cicerón enuncia: “el deseo de explicar las causas de las cosas y disputar acerca
de ellas”58. Pero como sus escritos revelan, y como efecto de su talante propio y
de sus compromisos vitales, su especulación filosófica se centra en la búsqueda
de una verdad específicamente práctica en vistas al desarrollo de una filosofía
moral. Nuestro autor se aboca al “estudio afanoso de la sabiduría, que se de-
signa filosofía”59, la cual indaga, como ya indiqué: “la vía del recto vivir”60.
Según él mismo expresa en De divinatione, pretendió investir su obra filosó-
fica de un cierto orden orgánico-temático en la búsqueda de una vía justificativa
de la vida práctica61. En este sentido, también cabe mérito a los escritos
ciceronianos, en tanto constituyen un esfuerzo de integración de la tradición
filosófica de fuente principalmente griega en la elaboración de una filosofía
práctico-moral que, desarrollada a la luz del ámbito latino, aspiró a la
universalidad propia del saber y a ejercer un papel regulador en el campo de la
vida individual y social del hombre. De este modo, tales escritos de Cicerón
tienen por objeto la propuesta de la “humanitas” como un paradigma que, en el
lenguaje de nuestro autor, conviene a “aquel [hombre] que ha cultivado el alma”
como “cierto alimento de su humanidad”62; pues “sólo son hombres quienes han
sido cultivados por las artes propias de la [condición de] humanidad”63. Pero tal
arquetipo, como subraya P. Boyancé, trasciende el contexto de Roma y del me-
56
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, p. 111.
57
Cfr. en este estudio, Parte Primera, capítulos 2, 3, 4 y 5.
58
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 7, 18: “Principiis autem a natura datis amplitudines quaedam
bonorum excitabantur […] erat insitus menti cognitionis amor, e quo etiam rationis explicandae
disserendique cupiditas consequebatur”; passim.
59
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 1, 1: “studio sapientiae quae philosophia dicitur”;
cfr. asimismo De oratore, I, 15, 68-69, passim.
60
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 1, 1: “ad rectam vivendi viam”.
61
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 1-3; cfr. también De natura deorum, I, 4, 9, passim.
62
Cfr. Cicerón, De finibus, V, 19, 54: animi cultus ille; cfr. entre otros pasajes: De oratore, II,
17, 72; III, 15, 58, De officiis, II, 14, 51. Atiéndase al desarrollo del concepto ciceroniano de
humanitas y a su uso en Terencio y en Panecio, en M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 565-569.
63
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 28: “qui essent politi propriis humanitatis artibus”; cfr.
también De finibus, V, 19, 54: “quasi quidam humanitatis cibus”.
38 Laura E. Corso de Estrada
dio latino en general 64, pues sus rasgos se predican de la “humanitas” propia de
la naturaleza humana que se despliega en el cultivo de sí misma65.
Lo expuesto permite apreciar que la concepción ciceroniana de la filosofía
abraza radicalmente el vasto ámbito del orden práctico de la vida humana. Pues,
como ha expresado C. Lévy, en su aspiración por especular sobre el hombre
total y el desarrollo de sus potencialidades, Cicerón se propone hacer converger
el pensar, el decir y el obrar66. De ahí que, como subraya J. Cruz Cruz, Cicerón
ha aplicado una reflexión filosófica profunda sobre el dominio “inabarcable de
la acción humana, siempre tanteante, deshabitada de aciertos, despoblada de
fulguraciones permanentes”67.
Excede los propósitos de este estudio la consideración particular de los
vínculos que Cicerón establece entre filosofía y retórica. Sin embargo, mencio-
naré que Cicerón exige expresamente entre ellas una relación inescindible. En
este sentido, sostiene en De divinatione: “dado que Aristóteles y Teofrasto,
varones de excelencia tanto por su penetración como por la abundancia [de sus
escritos], también unieron las normas del decir con la filosofía, parece que nues-
tros libros de oratoria deben incluirse en el mismo conjunto de libros [filosófi-
cos]”. Así, De oratore, Brutus y Orator quedan incluidos en este cuerpo de
trabajos68.
Según A. Michel, aún sin desconocer los antecedentes griegos y romanos de
los trabajos ciceronianos de retórica, cabe indicar que su elaboración no es
reductiva a sus fuentes 69. En De oratore, Cicerón señala a Sócrates como el
responsable de la ruptura entre el pensar y el decir. Allí afirma que quienes
precedieron a Sócrates “unían el conocimiento y la ciencia con la aptitud del
64
Cfr. P. Boyancé, “La connaissance du Grec à Rome”, Revue des Études Latines; 1956 (34), p.
121 y, asimismo, el estudio específico de Boyancé sobre la humanitas ciceroniana, a la que des-
cribe como equivalente de la paideia griega, en P. Boyancé, “Préface”, en Études sur
l’humanisme cicéronien, pp. 5 y ss.
65
Cfr. P. Boyancé, en “Préface”, p. 6, y el estudio de A. Michel, “Humanisme et anthropologie
chez Cicéron”, Revue des Études Latines, 1984 (62), pp. 98-142.
66
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, p. 111.
67
Cfr. J. Cruz Cruz, “Cicerón: de la ley a la virtud”, Anuario Filosófico, 2001 (34, 2), pp. 262-
263.
68
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 4: “Cumque Aristoteles itemque Theophrastus, excellentes
viri cum subtilitate, tum copia, cum philosophia dicendi etiam praecepta coniunxerint, nostri
quoque oratorii libri in eundem librorum numerum referendi videntur”.
69
Cfr. A. Michel, Les rapports de la rhétorique et de la philosophie dans l’oeuvre de Cicéron.
Recherches sur les fondements philosophiques de l’art de persuader, Paris, 1960, pp. 84-86.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 39
decir”70 y, por ello, la filosofía designaba “el conocimiento de todas las cosas
más elevadas y la ejercitación en ellas”71. Pero fue Sócrates quien “arrebató ese
nombre común, y con sus discusiones separó la ciencia del pensar con sabiduría
y la del decir con elocuencia, las cuales se hallan vinculadas en la realidad”72,
en tanto que “de ahí surgió aquella división entre la lengua y el corazón, absolu-
tamente absurda, inútil y censurable, para que nos enseñara, a unos, el saber, a
otros, el decir”73. Este pasaje es expresivo de algunos aspectos centrales del
modelo ciceroniano del “orator”, el que no se concibe -según ya indiqué- sino
en una concepción sapiencial de integración con la filosofía como “ars vitae”.
Al sostener con firmeza la figura del orador, Cicerón busca superar –entre otras
cuestiones– la visión de una elocuencia vaciada de contenido. Y así lo expresa:
“¿Qué hay, pues, tan arrebatado como el sonido vano de las palabras, aun de las
óptimas y más ornamentadas, cuando no hay bajo ellas ni doctrina ni ciencia
alguna?”74.
Nuestro autor tiene presente la tradición adversa a los sofistas que encarna
Platón, aun cuando en su discurso contra los oradores se revelaba como “orator
summus”75. Pero el ornato de la palabra, el estilo del decir, la belleza de la
expresión, y la misma búsqueda de la perfección en este orden, no constituyen
algo secundario, ya que la persuasión de la palabra está vinculada a la eficacia
del decir76, que otorga al orador –como subraya Michel– la capacidad para
representar la sabiduría en acción, por la que hallamos los vínculos entre el
ámbito teorético y la vida práctica77. Pues, según expresa Ruch, el modelo
ciceroniano del orador aspira a la reconciliación entre filosofía y elocuencia en
una “paideia” única78. Lo afirma el mismo Cicerón en Tusculanae disputatio-
70
Cfr. Cicerón, De oratore, III, 19, 72: “veteres illi usque ad Socratem […] cognitionem et
scientiam cum dicendi ratione iungebant”.
71
Cfr. Cicerón, De oratore, III, 16, 60: “omnis rerum optimarum cognitio atque in eis exercita-
tio philosophia nominaretur”; y III, 15, 57: “Nam vetus quidem illa doctrina eadem videtur et
recte faciendi et bene dicendi magistra”; passim.
72
Cfr. Cicerón, De oratore, III, 16, 60: “hoc commune nomen eripuit sapienterque sentiendi et
ornate dicendi scientiam re cohaerentis disputationibus suis separavit”.
73
Cfr. Cicerón, De oratore, III, 16, 61: “Hinc discidium illud exstitit quasi linguae atque cordis,
absurdum sane et inutile et reprehendendum, ut alii nos sapere, alii dicere docerent”; cfr. también:
III, 19, 69 y 72.
74
Cfr. Cicerón, De oratore, I, 12, 51: “Quid est enim tam furiosum, quam verborum vel optimo-
rum atque ornatissimorum sonitus inanis, nulla subiecta sententia nec scientia?”.
75
Cfr. Cicerón, De oratore, I, 11, 47.
76
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, II, 1, 3.
77
Cfr. A. Michel, Les rapports de la rhétorique, pp. 656 y 662.
78
Cfr. M. Ruch, L’Hortensius de Cicéron. Histoire et reconstitution, Paris, 1958, p. 33.
40 Laura E. Corso de Estrada
nes, considerando la filosofía a la luz del arte del decir: “filosofía perfecta,
siempre fue mi parecer, es aquélla que puede hablar copiosamente y con ornato
de las más elevadas cuestiones”79. De ahí que la búsqueda de la belleza literaria
en los escritos filosóficos de Cicerón no suple una falencia, ni responde a una
utilización servil que el orador hace de un contenido filosófico, sino que consti-
tuye un cometido expreso de su autor, y también una propuesta: la de participa-
ción de la experiencia filosófica en la experiencia estética del lenguaje80.
79
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 4, 7: “perfectam philosophiam, semper iudicavi,
quae de maximis quaestionibus copiose posset ornateque dicere”. Cfr. también acerca de la per-
suasión en materia filosófica, la exposición de A. Michel en “Rhétorique et philosophie dans les
traités de Cicéron”, Aufstieg und Niedergang der Römischen Welt, 1973 (I, 3), pp. 174-200.
80
Sobre este aspecto, cfr. también el rico desarrollo de A. Michel, “Rhétorique et philosophie”,
pp. 202 y ss.
81
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, p. 103.
82
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 3, 9: “nos quidem sine ulla affirmatione simul
quaerentes dubitanter unum quicque dicemus […]. Verum hoc quidem nos et in hoc tempore et in
omni vita studiose, quoad facultas feret, consequemur”.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 41
ellos, decimos que unas cosas son probables, otras improbables. Por tanto, ¿qué
me impide que siga aquellas cosas que me parecen probables, que desapruebe lo
contrario, y que huya sustrayéndome de la arrogante temeridad de dar por
cierto, lo cual está demasiado distante de la sabiduría?”83.
En el mismo pasaje del De officiis en el que me he detenido, nuestro autor
remite a su Academica, como el locus donde se ha extendido sobre el tema84. Y
si bien excede el propósito de este estudio examinar las posiciones en
controversia en los textos conservados de Academica, subrayaré ciertos aspec-
tos de la postura que allí Cicerón asume, en relación con sus proyecciones sobre
problemáticas que me ocuparán un poco más adelante, como la de su concep-
ción sobre el conocimiento humano del bien moral 85. En el sentido indicado,
cabe decir que en Academica Cicerón sustenta su propia postura ante las
posibilidades del conocer humano en la tradición socrático-platónica, conside-
rada como acervo matriz de la Academia Antigua. Y allí mismo explica que tal
postura consiste en indagar y disertar “en un sentido y en otro”86. ¿Con qué ob-
jeto? Cicerón responde: “nuestras discusiones no hacen otra cosa que debatir las
razones a favor y en contra, hacer brotar y como extraer algo que o bien sea
verdadero o que se acerque a ello lo más posible”87. En rigor, las dificultades y
la falibilidad que comporta el conocimiento humano, sobre las que Cicerón se
extiende ampliamente en Lucullus88, lo conducen a sostener que su alcance pro-
pio reside en ser próximo a lo verdadero89. Esto es: el saber humano queda com-
83
Cfr. Cicerón, De officiis, II, 2, 7-8: “Occurritur autem nobis, et quidem a doctis et eruditis,
quaerentibus satisne constanter facere videamur qui, cum percipi nihil posse dicamus, tamen et
aliis de rebus disserere soleamus et hoc ipso tempore praecepta officii persequamur. Quibus
vellem satis cognita esset nostra sententia. Non enim sumus ii quorum vagetur animus errore nec
habeat umquam quid sequatur. Quae enim esset ista mens vel quae vita potius, non modo dispu-
tandi sed etiam vivendi ratione sublata? Nos autem, ut ceteri alia certa, alia incerta esse dicunt, sic
ab iis dissentientes alia probabilia, contra alia dicimus. Quid est igitur quod me impediat ea quae
probabilia mihi videantur sequi, quae contra improbare, atque adfirmandi adrogantiam vitantem
fugere temeritatem, quae a sapientia dissidet plurimum?”; I, 1, 2.
84
Cfr. Cicerón, De officiis, II, 2, 8: “Sed haec explanata sunt in Academicis nostris satis, ut
arbitror, diligenter”.
85
Cfr. en este estudio, Parte Primera, capítulo 3, pp. 102 y ss.
86
Cfr. Cicerón Academica, 12, 46: “in utramque partem multa disserunt”; y Lucullus, 3, 7: “in
utramque partem dicendo”.
87
Cfr. Cicerón, Lucullus, 3, 7: “nostrae disputationes quidquam aliud agunt nisi ut in utramque
partem dicendo eliciant et tamquam exprimant aliquid quod aut verum sit aut ad id quam proxime
accedat”; cfr. también Lucullus, 3, 8-9.
88
Cfr. Cicerón, Lucullus, 3, 7; 36, 114 y ss.; 37, 119, y ss., passim.
89
Cfr. Cicerón, Lucullus, 3, 7, passim.
42 Laura E. Corso de Estrada
90
Cfr. Cicerón, Lucullus, 3, 8: “nos probabilia multa habemus”; passim. Atiéndase al estudio de
M. Liscu relativo al vocabulario filosófico ciceroniano, cuando afirma que Cicerón emplea el
término latino probabile para traducir con éste el nombre griego pítanos, y asimismo probabilitas
para verter pithanotés; cfr. M. Liscu, L’expression des idées philosophiques chez Cicéron, Paris,
1937, pp. 66-67.
91
Cfr. Cicerón, Lucullus, 20, 66: “simile veri”.
92
Cfr. Cicerón, Lucullus, 23, 73: “nos, qui veri esse aliquid non negamus”; y Lucullus, 34, 111:
“Id ita esset si nos verum omnino tolleremus; non facimus, nam tam vera quam falsa cernimus”.
93
Cfr. Cicerón, Lucullus, 32, 105: “non enim lucem eripimus”.
94
Cfr. Cicerón, Lucullus, 33, 105; 35, 113, 114; 46, 141, y en particular cfr. Lucullus, 21, 68:
“Nobis autem primum, etiam si quid percipi possit, tamen ipsa consuetudo adsentiendi periculosa
esse videtur et lubrica”.
95
Cfr. Cicerón, Lucullus, 32, 105: “sed ea quae vos percipi comprehendique, eadem nos, si
modo probabilia sint, videri dicimus”.
96
Cfr. asimismo la definición que Cicerón enuncia en De inventione Rhetorica, I, 29, 46 de
probabile donde ya lo distingue de lo verdadero o de lo falso: “Probabile autem est id quod fere
solet fieri aut quod in opinione positum est aut quod habet in se ad haec quandam similitudinem,
sive id falsum est sive verum”.
97
Cfr. Cicerón, Lucullus, 20, 65-66: “Ego enim si aut ostentatione aliqua adductus aut studio
certandi ad hanc potissimum philosophiam me adplicavi, non modo stultitiam meam sed etiam
mores et naturam condemnandam puto […] me et ardere studio veri reperiendi et ea sentire quae
dicerem. Qui enim possum non cupere verum invenire, cum gaudeam si simile veri quid invene-
rim? Sed, ut hoc pulcherrimum esse iudico, vera videre, sic veris probare falsa turpissimum est”.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 43
98
Cfr. Cicerón, Lucullus, 2, 3: “non sine causa antiquissimi et doctissimi invenire se posse quod
cuperent diffisi sint, tamen nec illi defecerunt neque nos studium exquirendi defatigati relinque-
mus”; cfr. también Lucullus, 3, 9.
99
Cfr. al respecto el análisis de C. Lévy cuando subraya que, precisamente, la vinculación
ciceroniana entre la semejanza o aproximación a lo verdadero con lo probable, expresa su con-
fianza en la realidad de la verdad; cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, p. 290.
100
Cfr. Cicerón, Lucullus, 41, 127: “si vero aliquid occurrit quod veri simile videatur, humanis-
sima completur animus voluptate”.
101
Cfr. Cicerón, Lucullus, 41, 128: “Quaeret igitur haec et vester sapiens et hic nostrum, sed
vester ut adsentiatur credat adfirmet, noster ut vereatur temere opinari praeclareque agi secum
putet si in eius modi rebus veri simile quod sit invenerit”.
102
Cfr. Cicerón, Lucullus, 33, 108; 34, 108, 109 y ss.
103
Cfr. Cicerón, Lucullus, 34, 110: “Non enim, quem ad modum si quaesitum ex eo sit stellarum
numerus par an impar sit, item si de officio multisque aliis de rebus in quibus versatus exercita-
tusque sit, nescire se dicat; in incertis enim nihil est probabile, in quibus autem est, in iis non
deerit sapienti nec quid faciat nec quid respondeat”; cfr. también De natura deorum, I, 5, 12.
104
Cfr. Cicerón, Lucullus, 22, 69: “Sed prius pauca cum Antiocho, qui haec ipsa quae a me
defenduntur et didicit apud Philonem tam diu”.
44 Laura E. Corso de Estrada
105
Cfr. Cicerón, Academica, 4, 13: “Antiochi magister Philo, magnus vir […] negat in libris,
quod coram etiam ex ipso audiebamus, duas academias esse”. Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus,
p. 299 en sus consideraciones relativas a Filón como la fuente ciceroniana de la interpretación de
la unidad de filiación de los maestros académicos y de su contexto.
106
Cfr. Cicerón, Academica, 12, 44: “inquam, ut accepimus, Arcesilas sibi omne certamen insti-
tuit, non pertinancia aut studio vincendi […] sed earum rerum obscuritate quae ad confessionem
ignorationis adduxerant Socratem et etiam ante Socratem […] omnes paene veteres, qui nihil
cognosci […] in profundo veritatem esse demersam”.
107
Cicerón, Academica, 12, 46: “haec nova nominetur, quae usque ad Carneadem perducta, qui
quartus ab Arcesila fuit, in eadem Arcesilae ratione permansit”.
108
Cfr. el uso del término epoché como suspensión del juicio, en Cicerón, Lucullus, 18, 59:
“epoké, id est adsensionis retentio”; cfr. también Lucullus, 48, 148.
109
Con todo, atiéndase a ciertos pasajes, como el de Cicerón, Academica, 12, 45, donde se atri-
buye a Arcesilao una suspensión del juicio cabalmente generalizada; cfr. asimismo en relación a
la interpretación de la epoché en Arcesilao, C. Lévy, Les Philosophies hellénistiques, Paris, 1997,
pp. 190 y ss. Asimismo, parece de interés mencionar la aproximación de la postura de Arcesilao
con la de Platón, en Cicerón, Academica, 12, 46.
110
Cfr. Cicerón, Academica, 12, 46: “Hanc Academiam novam appellant, quae mihi vetus vide-
tur, siquidem Platonem ex illa vetere numeramus”.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 45
111
Cfr. Cicerón, Academica, 12, 44 y, asimismo, cfr. Lucullus, 23, 74. V. Brochard, quien no
desestima la interpretación ciceroniana acerca de la continuidad de filiación entre los maestros
académicos, indica que si bien Cicerón introduce la epoché en la Academia a partir de la figura de
Arcesilao, la vincula con el desarrollo de la enseñanza académica a partir de Platón mismo; cfr.
V. Brochard, Les sceptiques grecs, Paris, 1969; pp. 93-95, 119-120, passim.
112
Cfr. Cicerón, Lucullus, 5, 15: “sic Arcesilas qui constitutam philosophiam everteret, et in
eorum auctoritate delitesceret qui negavissent quidquam sciri aut percipi posse?”. Este pasaje
parece tener un sentido próximo al del De finibus, V, 4, 10, donde se atribuye a Arcesilao una
postura de negación generalizada: “ab Aristoteleque principe de singulis rebus in utramque par-
tem dicendi exercitatio est instituta, ut non contra omnia semper, sicut Arcesilas”.
113
Tal postura de Antíoco es referida por Cicerón mismo en Academica, 3, 13.
114
Cfr. el detenido tratamiento del tema sobre la base de los diversos testimonios relativos a la
cuestión en C. Lévy, “Scepticisme et dogmatisme dans l’Académie: l’ésotérisme d’Arcesilao”,
Revue des Études Latines, 1978 (56), pp. 335, 336 y ss.
115
Cfr. Cicerón, Lucullus, 4, 12; V, 13-15, passim. Cfr. asimismo el tratamiento de C. Lévy de
los pasajes ciceronianos sobre el tema en “Scepticisme et dogmatisme dans l’Académie”, pp. 342
y ss.; y el amplio estudio de J. Barnes, sobre los rasgos propios de la posición que ocupa Antíoco
entre los académicos tras su separación doctrinal de Filón, en “Antiochus of Ascalon”, Philoso-
phia Togata I. Essays on Philosophy and Roman Society, M. Griffin / J. Barnes (eds.), Oxford,
1997, pp. 51-95 (en particular en pp. 78 y ss.).
116
Cfr. Plutarco, Vitae, Cicero, 1028 III f.
117
Cfr. Cicerón, Brutus, 89, 306.
46 Laura E. Corso de Estrada
118
Cfr. Cicerón, De natura deorum, I, 3, 6, donde también profesa la continuidad de sus intereses
en filosofía y sus vínculos con sus maestros: “principes illi Diodotus Philo Antiochus Posidonius
a quibus instituti sumus”.
119
Cfr. Cicerón, Academica, 4, 17-18.
120
Cfr. Cicerón, Brutus, 89, 306.
121
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, II, 3, 9; II, 11, 26.
122
Cfr. Cicerón, Brutus, 91, 315
123
Cfr. Plutarco, Vitae, Cicero, 1029 IV d.
124
Cfr. Plutarco, Vitae, Cicero, 1029 IV d.
125
Cfr. Cicerón, De oratore, III, 16, 61- III, 17, 62 y ss.; y III, 18, 67-68. Parece también de
interés mencionar que en la misma obra se indica la proyección favorable que tuvo en Roma la
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 47
figura de Carnéades, quien contó entre sus oyentes a Q. M. Escévola, el augur; cfr. Cicerón, De
oratore, III, 18, 68.
126
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 1, 1.
127
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 1, 2: “percontando atque interrogando elicere solebat eorum
opiniones quibuscum disserebat, ut ad ea quae ii respondissent, si quid videretur, diceret”.
128
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 1, 2: “Arcesilas eum revocavit instituitque”.
129
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, II, 3, 9: “Itaque mihi semper Peripateticorum Acade-
miaeque consuetudo de omnibus rebus in contrarias partes disserendi […] placuit”; II, 2, 5; V, 4,
11.
130
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 4, 8: “vetus et socratica ratio”; cfr. también IV, 3, 6
y De finibus, II, 1, 2.
131
Cfr. Cicerón, De natura deorum, I, 3, 6: “quasi noctem quandam rebus”; cfr. también I, 5, 11.
132
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 72, 150: “tenebimus hanc consuetudinem, a Socrate tradi-
tam”.
133
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 72, 150: “proprium sit Academiae […] ea probare quae
simillima veri videantur, conferre causas, et quid in quamque sententiam dici possit expromere”.
Atiéndase también al pasaje ciceroniano de Ad Atticum, II, 3, 3, donde se vierte la formulación
griega del método socrático como: eis ekáteron, es decir, in utramque partem. Cfr. asimismo el
alcance central que asigna C. Lévy a la adhesión ciceroniana a la epoché en la Academia, en
Cicero Academicus, pp. 6, 103, passim.
48 Laura E. Corso de Estrada
134
En relación con el desarrollo de las principales posturas sobre el tema, cito sólo a modo de
mención: el análisis del problema de esta etapa de la Academia en J. Glucker, Antiochus and the
Late Academy, Göttingen, 1978, pp. 31 y ss.; el estudio ya mencionado de C. Lévy, Les Philoso-
phies hellénistiques, donde se aborda el tema examinando las posturas de los maestros de la así
llamada Academia nueva y del pirronismo, pp. 181-212 y asimismo la extensa exposición que
dedica al tema en C. Lévy, Cicero Academicus, I, cap. I y II, pp. 10 y ss., II, cap. II, pp. 244 y ss.,
passim. En el artículo de A. Ioppolo, “Doxa ed Epoché in Arcesilao”, Elenchos, 1984 (5, 2), pp.
317-363, se expone un rico examen de los comentarios que aún suscita la interpretación cicero-
niana sobre las posturas de la Academia.
Parece oportuno añadir a este conjunto de referencias, la detenida recopilación de fuentes
recogidas para la reconstrucción de la historia de la Academia en: H. Dörrie, Die geschichtlichen
Wurzeln des Platonismus, vol. I/1-35: Text, Übersetzung, Kommentar, Stuttgart, 1987. Pues este
analítico estudio pone de manifiesto el valor de los testimonios ciceronianos en la vía de docu-
mentación histórico-doctrinal sobre los maestros académicos; cfr. la reiterada apelación a Cicerón
como fuente a propósito de las figuras de: Polemón, Arcesilao, Filón de Larisa, Antíoco de As-
calón entre otros representantes de la escuela, pp. VI-X, passim.
135
Cfr. C. Lévy, Les Philosophies hellénistiques, p. 183.
136
En efecto, ese desarrollo traería también consigo la consideración histórico-filosófica de
dichas posiciones en el contexto de la disputa que, en ciertas etapas, la Academia sostuvo con el
dogmatismo de la Stoa.
137
No habría en Cicerón la indicación de la existencia de una Academia Media.
138
Cfr. Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, I, 33, 220.
I. 1. Rasgos de la fisonomía filosófica de Cicerón 49
139
Cfr. Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, I, 33, 232-234.
140
Cfr. Agustín, Contra Academicos, III, 17, 38-39 y 18, 40, passim.
141
Cfr. Agustín, Contra Academicos, III, 18, 41. Adviértase el carácter esotérico de la
reconstrucción agustiniana de la historia de la Academia conforme a la cual habría tenido lugar
una tarea expresa de ocultamiento de la ortodoxia del auténtico platonismo en virtud de la indis-
posición y de los errores vigentes que impedían su debida recepción, exégesis que, según indica
Lévy, ya tiene antecedentes en autores de la antigüedad, algunos de ellos neoplatónicos; cfr. C.
Lévy, Cicero Academicus, p. 643.
Con todo, por una parte, Agustín expresa que dicho análisis de la historia de la Academia
responde a una interpretación que él mismo se ha forjado, pero que, asimismo, asienta en Acade-
mica, de Cicerón; cfr. Agustín, Contra Academicos III, 20, 43. Tal vez, el pretendido sustento en
Cicerón, responda a la exégesis del pasaje de Lucullus, 18, 60, según sugiere Lévy, donde se hace
referencia a un ocultamiento de las conclusiones del ejercicio dialéctico para que el oyente no
repose en la autoridad de quien las enuncia, lo cual no parece ofrecer justificación suficiente a la
interpretación de Agustín; cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 642-643, y el texto ciceroniano
de Lucullus, 18, 60 donde se dice: “dicunt veri inveniundum causa contra omnia dici oportere et
pro omnibus. Volo igitur videre quid invenerint. ‘Non solemus’, inquit, ‘ostendere’”.
Por otra parte, también parece de interés mencionar el modo cómo Agustín explica la razón
de ser del probabilismo de Carnéades, al sostener que en virtud del conocimiento del paradigma
que es propio del sabio se denominó: “probable [verosimile] lo que en este mundo puede seguirse
como norma del obrar; pues reconoce una imagen [imaginem] quien contempló su modelo [eius
exemplum]”; cfr. Agustín, Contra Academicos III, 18, 40.
50 Laura E. Corso de Estrada
142
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, p. 3, passim.
143
Cfr. M. Ruch, Le préambule dans les oeuvres philosophiques de Cicéron, pp. 73-74. Cfr. el
trabajo de M. J. Buckley, “Philosophic Method in Cicero”, Journal of the History of Philosophy,
1970 (3, 2), pp. 143-154.
144
Cfr. A. Gardeil, “La certitude probable”, Revue des Sciences philosophiques et théologiques,
1911 (5, 2), pp. 246-248. Cfr. asimismo, sólo a modo de ejemplo, atendiendo a las citas del
mismo Gardeil: Alberto Magno, Topicorum, I, I, 2, donde el autor considera la materia del silo-
gismo dialéctico, al que allí califica como tal “quia procedit ex probabilibus”.
145
Cfr. sobre el análisis de la etimología del término probable: A. Gardeil, “La certitude proba-
ble”, p. 240, y C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 287 y ss.
CAPÍTULO 2
NATURALEZA Y VIDA MORAL EN DE REPUBLICA
1. Consideraciones preliminares
1
Cfr. Cicerón, Ad Quintum fratrem, II, 12, 1.
52 Laura E. Corso de Estrada
2
Cfr. Cicerón, Ad Atticum, IV, 16, 2.
3
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 2.
4
Cfr. Cicerón, Ad Atticum, V, 12, 2; Ad familiares, VIII, 2, 4. La ubicación cronológica indica-
da sobre De republica resulta generalmente aceptada; cfr. entre otros: J. Powell (ed.), Cicero the
Philosopher. Twelve papers, Oxford, 1995, p. XIII; C. Keyes, Cicero, De Re Publica, De Legi-
bus, Introduction and translation, London-Cambridge, Massachusets, 1961, pp. 2-3.
5
Cfr. Cicerón, Ad Quintum fratrem, III, 5, 1.
6
Cfr. P. Boyancé, “Les problèmes du De republica de Cicéron”, en Études sur l’humanisme
cicéronien, p. 189.
7
Cfr. Cicerón, De republica, I-IV.
8
Cfr. Cicerón, De republica, I, 42, 65-45, 69, passim.
9
Cfr. Cicerón, De republica, I, 44, 68, passim.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 53
gico desde el que se determina la índole de autoridad que conviene al bien co-
mún debido a la res publica corresponde a un dominio filosófico-moral.
A propósito de una consideración en torno al valor de la vida teorética y de
la vida práctica, en el inicio del De republica, I, Cicerón evoca distinguidas
figuras de la historia latina y, entre ellas, personajes especialmente representati-
vos como Marco Catón y miembros de la familia de los Escipiones,
comprometidos en hechos de la patria10. Pero la mención de esas figuras y de
sus meritorias acciones sólo constituye el punto de partida de una reflexión que
se dirige de modo directo a fundar la razón de ser de tales conductas en la
universalidad de la tesis filosófica que sostiene: “la necesidad de virtud exis-
tente por naturaleza en el género de los hombres”, y “el amor” también dado por
naturaleza, “para defender el bien común”11, los que constituyen una vis natural
y, por ende, un poder efectivo interno que, según testimonian las conductas
humanas mismas, ha logrado trascender la búsqueda del placer y del reposo 12.
El texto del De republica, I, prosigue con un insistente reclamo de la realiza-
ción concreta de la “virtus”, y una terminante observación sobre la insuficiencia
de una consideración sólo teórica de la misma, pues la mentada realización de la
vida virtuosa alcanza su “máxima práctica en el gobierno de la ciudad”13. Ahora
bien, esta postura que sostuvieron con persistencia numerosos filósofos, es con-
vergente con las “mores maiorum” que porta la tradición romana y con el conte-
nido de sus leyes 14. Por esto, los esfuerzos que conlleva la defensa del bien que
concierne a la vida pública, sus dificultades y riesgos, e incluso el ideal mismo
de morir “pro patria”, se hallan investidos del más alto mérito de naturaleza
moral 15. Sin embargo, a la vez que Cicerón observa críticamente la negativa de
los doctos a comprometerse en el campo de la vida cívica cotidiana16, también
subraya enfáticamente que no puede tomar a su cargo la “res publica” sino
quien tiene la “potestas” de hacerlo17. Y ella no es la propia de hombres mera-
mente prácticos, sino la de hombres doctos y sabios 18. Su paradigma corres-
ponde a aquél que tiene sabiduría pero que no relega la ciencia de estas cuestio-
10
Cfr. Cicerón, De republica, I, 1, 1 y ss.
11
Cfr. Cicerón, De republica, I, 1, 1: “hoc definio, tantam esse necessitatem virtutis generi
hominum a natura tantumque amorem ad communem salutem defendendam datum”.
12
Cfr. Cicerón, De republica, I, 1, 1.
13
Cicerón, De republica, I, 2, 2: “virtus in usu sui tota posita est; usus autem eius maximus
civitatis gubernatio”.
14
Cicerón, De republica, I, 2, 2.
15
Cicerón, De republica, I, 3, 4.
16
Cfr. Cicerón, De republica, I, 6, 11; I, 6, 10, passim.
17
Cfr. Cicerón, De republica, I, 6, 10.
18
Cfr. Cicerón, De republica, I, 6, 11.
54 Laura E. Corso de Estrada
nes de la vida de la ciudad, pues ha de estar preparado para lo que puede ser
necesario poner en práctica en alguna ocasión; y este ideal encuentra una de sus
concreciones más próximas en aquellos que la tradición reconoce como los siete
sabios de Grecia19.
En un marco literario notablemente evocador de los diálogos platónicos mas
en el ámbito que cabe a la realidad romana, se introduce a continuación en De
republica, I, el personaje central de la obra: Publio Cornelio Escipión Emi-
liano20. Aquél que la historia recuerda como el segundo Africano, destructor de
Numancia y de Cartago, a la vez que hombre de reconocida cultura, quien fuera
adoptado por Publio Cornelio Escipión, el primer Africano, vencedor de Aníbal
y figura capital del texto del Sueño de Escipión (perteneciente a De republica,
VI). El segundo Africano fue hijo natural de Lucio Emilio Paulo, también pre-
sente en el citado Sueño, a quien Roma debe la victoria en la batalla que definió
en Macedonia su dominio sobre Grecia. En su análisis de la puesta en escena
del De republica, M. Ruch subraya el alto valor significativo que conlleva la
presencia de la familia de los Escipiones y de su círculo, en la medida en que
ello expresa una vía de confluencia del pensamiento político y filosófico de
19
Cfr. Cicerón, De republica, I, 6, 11 y I, 7, 12. Cicerón menciona al respecto la autoridad de su
propia conducta, en su empeño constante en los estudios y en su compromiso en la vida pública;
cfr. De republica, I, 8, 13.
20
Cicerón ubica el diálogo que tendrá lugar en De republica, en el año 129 a.C., y sitúa su ám-
bito en los jardines de la finca que Escipión Emiliano poseía en las proximidades de Roma, el que
se hallaba residiendo en ella con motivo de las ferias latinas que se prolongaban durante tres días,
los que precisamente emplea Escipión Emiliano para el desarrollo del diálogo que conservamos
en la obra. Del mismo participan, en proporción diversa: a) Lelio, a quien unía una amistad fami-
liar con la familia de Escipión, la que conserva por su parte en la estrecha relación que lo vincula
con Escipión Emiliano a lo largo de la vida de ambos, y quien asimismo es el interlocutor princi-
pal de Escipión en De republica; fue cónsul en el 140. b) Lucio Furio Filo, vinculado con Esci-
pión y Lelio; cónsul hacia el 136. c) Manio Manilio, uno de los juristas más distinguidos de su
tiempo, y cónsul en el 149. d) Espurio Mummio, discípulo de la Stoa y compañero de Escipión y
de Panecio en cierta travesía hacia el Mediterráneo oriental en el 149; e) Quinto Tuberón, hijo de
la hermana de Escipión; discípulo de la Stoa que mereció el reconocimiento de Panecio. f) Publio
Rutilio Rufo, quien gozó de la protección militar de Escipión, siendo asimismo discípulo de Pane-
cio; cónsul en el 105. g) Quinto Mucio Escévola, conocido como el Augur (primo de Q. M. Escé-
vola, el Pontífice); yerno de Lelio y uno de los más importantes juristas latinos. h) Cayo Fannio,
yerno de Lelio, quien se desempeñara como aquél bajo las órdenes de Escipión; fue cónsul en el
122; no participa con ninguna intervención propia en el diálogo de este círculo de personalidades
en el texto conservado. Si bien en la presente nota he procurado reunir con suma brevedad los
rasgos más significativos de las figuras mencionadas, para una mayor amplitud de datos: cfr.
Cicero, De Re Publica, Selections, J. E. Zetzel (ed.), Cambridge, 1998, pp. 9 y ss.; también Ci-
cero, The Republic. The Laws, translation by N. Rudd, Oxford-New York, 1998, pp. 222 y ss.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 55
21
Cfr. M. Ruch, Le préambule dans les oeuvres philosophiques de Cicéron, pp. 15 y ss.
22
Cfr. Cicerón, De republica, I, 10, 15.
23
Cfr. Cicerón, De republica, I, 10, 16; el texto sigue con la mención de Arquitas de Tarento y
de Timeo de Locris, ambos de tradición pitagórica, como influencias de las que Platón fuera
particularmente receptivo tras la muerte de Sócrates.
24
Ya en el círculo de los Escévola, en el que Cicerón inicia sus estudios de la práctica judicial
en Roma, Cicerón no solamente encuentra un ámbito que confirma sus vivencias familiares de la
tradición romana, sino también el espíritu que conserva los ideales de la República que conoció su
apogeo en tiempos de Escipión Emiliano. Y por los vínculos que Cicerón establece con dicho
medio, establece relaciones con hombres que han concebido la moralidad pública bajo el influjo
de tesis filosóficas; como las que caben a las enseñanzas de Panecio, a quien se refiere el texto
citado supra.
En este sentido, subraya M. Pohlenz que la cosmología teológica estoica, que bajo el influjo
de Panecio fuera acogida en el círculo de los Escipiones, tuvo una proyección decisiva en la
justificación del mos maiorum romano; cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 538-542. Y asimismo,
C. Lévy señala los contactos de este medio social conservador con filósofos académicos, y su
influencia en la concepción de la continuidad de las antiguas tradiciones que con persistencia se
hace presente en Cicerón; cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, p. 75.
25
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 26: “quid porro aut praeclarum putet in rebus humanis, qui
haec deorum regna perspexerit, aut diuturnum, qui cognoverit quid sit aeternum, aut gloriosum,
qui viderit quam parva sit terra, primum universa, deinde ea pars eius, quam homines incolant”.
56 Laura E. Corso de Estrada
acostumbra ni a estimar ni a designar los campos, las fincas, los ganados, las
ilimitadas cantidades de plata y de oro como bienes, porque su fruto le parece
insignificante, exiguo su uso, incierta su posesión y también porque, a veces, la
posesión sin límites es propia de los peores hombres!”26.
Pero, ¿a qué responde la conducta moral del hombre que es objeto de tal ala-
banza? El mismo Escipión Emiliano responde de un modo preciso cuando ex-
plica en qué consiste el “ius” que sólo cabe al “sapiens” y que distingue del “ius
Quiritium”, por el que se establece una relación de índole civil entre los ciuda-
danos de Roma27. Escipión afirma que el sabio obedece a una “lex naturae com-
munis”, a la que también respondieron sus mayores, como el primer Africano 28;
la que constituye, por tanto, una justificación universal de la conducta moral hu-
mana, no restricta a alguna comunidad particular. Mas la concreción de la regu-
lación moral de tal ley supone un arquetipo humano que se constituye en el des-
pliegue de la propia racionalidad que le revela su condición específica y su fina-
lidad perfectiva; así lo expresa en su discurso: “¿qué autoridad máxima, qué
magistrado, qué reino puede ser superior al de quien menospreciando todas las
posesiones humanas y estimándolas inferiores a la sabiduría, no reflexiona en su
alma sino acerca de lo que es sempiterno y divino? El que se halla persuadido
de que aunque los otros sean llamados ‘hombres’, [esa denominación] sólo ca-
bría a quienes hubiesen sido cultivados por las artes de lo propiamente hu-
mano”29.
26
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 27: “agros vero et aedificia et pecudes et inmensum argenti
pondus atque auri qui bona nec putare nec appelare soleat, quod earum rerum videatur ei levis
fructus, exiguus usus, incertus dominatus, saepe etiam deterrimorum hominum immensa posses-
sio, quam est hic fortunatus putandus”.
27
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 27.
28
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 27: “cui soli vere liceat omnia non Quiritium, sed sapien-
tium iure pro suis vindicare, nec civili nexo, sed communi lege naturae … ut Africanum avum
meum”. En el texto latino del De republica, I, 17, 27 vierto la expresión: “ut Africanum avum
meum”, del modo que sigue: “como mi antepasado el Africano”, y tomando el término avus del
modo expuesto, como “antepasado” de un modo general, en tanto que el apelativo de “Africano”
corresponde tradicionalmente, en un primer término, al padre adoptivo de Escipión Emiliano. Sin
embargo, las versiones del pasaje pueden ser divergentes a la que ahora propongo. A pesar de la
dificultad del mismo he considerado pertinente el incluirlo en la medida en que reviste interés el
hecho de que Escipión Emiliano atribuya a un antepasado propio el reconocimiento de la mencio-
nada lex naturae, puesto que con ello indica su pertenencia a las mores maiorum y, por ende,
como se sostuvo algo antes, subrayaría así la convergencia del saber filosófico con esas costum-
bres.
29
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 28: “quod autem imperium, qui magistratus, quod regnum
potest esse praestantius quam despicientem omnia humana et inferiora sapientia ducentem nihil
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 57
umquam nisi sempiternum et divinum animo volutare? cui persuasum sit appellari ceteros homi-
nes, esse solos eos, qui essent politi propriis humanitatis artibus”.
30
Cfr. Cicerón, De republica, I, 36, 56: “senserunt omnem hunc mundum mente”.
31
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 161: “Naturae ius est, quod non opinio genuit,
sed quaedam in natura vis insevit”.
32
Cfr. De republica, III, 3, 4, passim: “¿qué puede ser superior a reunir el ejercicio del cultivo
de lo más elevado con el estudio afanoso de las artes y disciplinas [que le conciernen]?”.
33
Cfr. en este estudio, pp. 35 y ss.
34
Cfr. Cicerón, De republica, III, 5, 8: “ita facillume verum invenire”.
35
Cicerón, De republica, III, 5, 8.
36
Cfr. en este estudio, pp. 40 y ss.
37
Cfr. en este estudio, pp. 44 y ss.
58 Laura E. Corso de Estrada
Filo aduce en su discurso que sólo puede admitirse la existencia del derecho
civil en particular, pues no hay “ningún derecho natural”38. Ahora bien, la nega-
ción de la existencia del derecho natural, sobre la que Filo se extiende apelando
al hecho de la diversidad “de concepciones del derecho, de disposiciones, de
normas y de costumbres” que no solamente hallamos en los distintos pueblos
sino en una misma ciudad 39, conlleva la negación de la existencia de que las
cosas sean “justas o injustas” del mismo modo para todos los hombres 40. Así,
sostiene este orador conforme a su vía argumentativa: “[si la naturaleza]
hubiese establecido las leyes para nosotros, [éstas] serían las mismas para todos,
y los mismos hombres no harían uso de leyes diversas para unos y para otros.
Pero me pregunto, si es propio de hombres justos y de buenos varones obedecer
las leyes, ¿a cuáles?”41. Y por ello, “dado que la naturaleza no es la madre de la
justicia”, ni tampoco suele serlo “la voluntad” de los hombres, “la indigencia”
humana es la que conduce a un “pacto” entre los pueblos y quienes los gobier-
nan en vistas a la concordia cívica42.
En esta ocasión cabe a Lelio43, de estrecha amistad con Escipión Emiliano,
sostener a continuación la postura que se contrapone a la de Filo. Cicerón pone
en su boca el siguiente discurso del De republica, III, en el que retoma tesis
centrales de su teología cósmica con mayor amplitud y densidad: “Ciertamente
la verdadera ley es la Recta Razón conforme a la naturaleza, diseminada44 en
todos, invariable, eterna; la que exhorta a lo que ha de hacerse con sus mandatos
38
Cfr. Cicerón, De republica, III, 8, 13: “ius enim, de quo quaerimus, civile est aliquod, natu-
rale nullum”.
39
Cfr. Cicerón, De republica, III, 10, 17: “Genera vero si velim iuris, institutorum, morum
consuetudinumque describere, non modo in tot gentibus varia, sed in una urbe, vel in hac ipsa”.
En lo que concierne a la justificación de Filo en su referencia a la diversidad concreta de disposi-
ciones y costumbres de los pueblos: De republica, III, 9, 14 y ss.
40
Cfr. Cicerón, De republica, III, 8, 13: “naturale nullum; nam si esset, ut calida et frigida, ut
amara et dulcia, sic essent iusta et iniusta eadem omnibus”.
41
Cfr. Cicerón, De republica, III, 11, 18: ¡sanxisset iura nobis, et omnes isdem et iidem non
alias aliis uterentur. Quaero autem, si iusti hominis et si boni est viri parere legibus, quibus?”.
42
Cfr. Cicerón, De republica, III, 13, 23: “iustitiae non natura nec voluntas, sed inbecillitas
mater est”. Por lo cual, como asimismo se enuncia en el pasaje: “pactio fit inter populum et po-
tentis”.
43
Cfr. nota al pie n° 20 de este trabajo.
44
Atiéndase al uso del participio diffusa que he vertido supra como diseminada, en vistas a la
concordancia doctrinal y lingüística del pasaje con otros textos ciceronianos que exponen de un
modo semejante, conforme a una tradición académica y asimismo netamente estoica, la modali-
dad de participación de la Razón en el cosmos y en particular en el hombre; en este caso y con-
forme al uso semántico del vocablo diffusa, introduciendo en la visión de una realidad diseminada
como la que cabe a lo que es fruto de la siembra.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 59
45
Cfr. Cicerón, De republica, III, 33, 22: “Est quidem vera lex recta ratio naturae congruens,
diffusa in omnes, constans, sempiterna, quae vocet ad officium iubendo, vetando a fraude dete-
rreat; quae tamen neque probos frustra iubet aut vetat nec improbos iubendo aut vetando movet.
Huic legi nec abrogari fas est neque derogari ex hac aliquid licet neque tota abrogari potest, nec
vero aut per senatum aut per populum solvi hac lege possumus, neque est quaerendus explanator
aut interpres eius alius, nec erit alia lex Romae, alia Athenis, alia nunc, alia posthac, sed et omnes
gentes et omni tempore una lex et sempiterna et immutabilis continebit, unusque erit communis
quasi magister et imperator omnium deus, ille legis huius inventor, disceptator, lator”.
46
Cfr. Cicerón, De republica, III, 33, 22: “cui qui non parebit, ipse se fugiet ac naturam hominis
aspernatus hoc ipso luet maximas poenas, etiamsi cetera supplicia quae putantur, effugerit”.
47
Cfr. el rechazo de esta observación crítica por parte de sus contemporáneos supra, pp. 40 y ss.
48
Empleamos el lenguaje ciceroniano que cabe al tratamiento del tema en Lucullus, 41, 127,
passim, y para cuyo análisis también remitimos a este trabajo, pp. 41 y ss.
49
Cfr. Cicerón, De republica, III, 30, 42: “Quae cum dixisset Laelius, etsi omnes, qui aderant,
significabant ab eo se esse admodum delectatos, tamen praeter ceteros Scipio quasi quodam
gaudio elatus”.
60 Laura E. Corso de Estrada
50
Cfr. Cicerón, De republica, III, 33, 22.
51
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 159: “virtus est […] naturae modo”. Retomaré
esta definición –en su formulación completa– un poco más adelante a propósito del análisis del
De legibus, pp. 111 y ss.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 61
52
Cfr. el texto ya expuesto de Cicerón, De republica, I, 1, 1.
53
Cicerón, De republica, I, 1, 1.
54
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 503-504. A propósito de lo expuesto en el pasaje ci-
tado, C. Lévy subraya con penetración el papel central que el vínculo entre la filosofía y la histo-
ria tiene en el pensamiento ciceroniano.
55
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 28: “quis vero divitiorem quemquam putet quam eum, cui
nihil desit, quod quidem natura desideret”.
56
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 27-28, passim.
62 Laura E. Corso de Estrada
bien “el pueblo no es toda agrupación de hombres reunidos de algún modo, sino
la agrupación de la multitud que constituye una sociedad a partir del acuerdo en
un derecho y en un beneficio en común”57. Mas la primera causa de dicha
asociación “no es tan sólo la indigencia humana sino, por así decirlo, cierta
tendencia natural a la asociación; pues el género humano no es de hombres
solitarios ni aislados, sino que de tal modo fue engendrado”58. En este sentido,
también resulta de interés el pasaje del De republica, III, donde parece evocarse
el uso de la tesis aristotélica por la que el lenguaje humano constituye un vehí-
culo natural de la vida social, cuando se dice: “unió por el vínculo agradabilí-
simo de la palabra a los hombres que antes se encontraban disociados entre
sí”59. Estos pasajes se insertan también en los lineamientos que he procurado
subrayar, pues como acertadamente observa E. Berti, la virtud aparece presen-
tada en el De republica ciceroniano como el punto de encuentro de la teoría y
de la praxis60, dado que la acción humana en la vida práctica manifiesta la
naturaleza de su causa y, por ende, si procede de un hombre que ha alcanzado la
excelencia que cabe a su condición. Según expresa la noción de “pueblo” enun-
ciada por Cicerón, la agrupación de hombres que lo constituye se halla esencial-
mente constituida en base a un sustento moral, de ahí que –como se enuncia en
ella– no conforma un pueblo toda agrupación de hombres. Y en este sentido, la
mera indigencia no constituye de suyo un factor suficiente para generar la bús-
queda de un bien común; de ahí que, siguiendo a E. Berti en la interpretación de
57
Cicerón, De republica, I, 25, 39: “Est igitur, inquit Africanumus, res publica res populi, popu-
lus autem non omnis hominum coetus quoquo modo congregatus, sed coetus multitudinis iuris
consensu et utilitatis communione sociatus”.
58
Cfr. Cicerón, De republica, I, 25, 39: “eius autem prima causa coeundi est non tan inbecillitas
quam naturalis quaedam hominum quasi congregatio; non est enim singulare nec solivagum
genus hoc, sed ita generatum”, el pasaje queda interrumpido sólo unas pocas palabras más ade-
lante por una laguna en el texto.
El texto parece subrayar que la satisfacción de la indigencia no supone de suyo la existencia
de una inclinación natural a la vida social, aunque en los hechos una situación de indigencia
pueda conducir a la vinculación con otro u otros. Pues si bien es cierto que para satisfacerla un
hombre se inclina a buscar auxilio en otro, ello podría no ser causa de una tendencia a la natural
asociación sino de la apropiación de un bien común con independencia de su participabilidad.
Pero como indicaré más adelante, en De finibus, Cicerón interpreta la relación de la indigencia
humana con la vida social en un contexto aristotélico y, conforme al mismo, como signo de la
existencia de la sociabilidad natural; cfr. en este trabajo, pp. 135 ss.
59
Cfr. Cicerón, De republica, III, 2, 3: “ut signa quaedam sic verba rebus impressit hominesque
antea dissociatos iucundissimo inter se sermonis vinclo conligavit”. A propósito del examen del
De finibus, retomaré el tema del influjo aristotélico en la postura ciceroniana acerca de la
sociabilidad natural del hombre, cfr. en este trabajo, pp. 135 y ss.
60
Cfr. E. Berti, Il ‘De republica’di Cicerone e il pensiero politico classico, Padova, 1963, p. 9.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 63
este aspecto del tema, no parece que Cicerón pretenda con esta tesis negar el
valor de la indigencia del hombre individualmente considerado en la vía
justificativa de la constitución de una comunidad, sino subordinarla a la tenden-
cia humana a la sociabilidad natural en su apertura al bien común61.
61
Cfr. E. Berti, Il ‘De republica’ di Cicerone, p. 33. A propósito de la interrelación de esta
postura ciceroniana con desarrollos platónicos y aristotélicos como antecedentes del tema; cfr.
también pp. 33 y ss.
62
Cfr. en este trabajo, pp. 120 y 121.
63
Cfr. Cicerón, De republica, III, 3, 4: “quorum animi altius se extulerunt et aliquid dignum
dono, ut ante dixi, deorum aut efficere aut excogitare potuerunt”.
64
Cfr. Cicerón, De republica, III, 25, 37: “An non cernimus optimo cuique dominatum ab ipsa
natura cum summa utilitate infirmorum datum? Cur igitur deus homini, animus imperat corpori,
ratio libidini iracundiaeque et ceteris vitiosis eiusdem animi partibus?”. Me detendré más ade-
lante, en la proyección de esta jerarquía en el orden de la vida moral que concierne a las cosas
públicas. En la consideración de otras obras, y en continuidad con el tratamiento de este estudio,
64 Laura E. Corso de Estrada
se retomará esta vía metodológica ciceroniana por la que se lleva a cabo una proyección del orden
de la naturaleza en la vida práctico-moral.
65
Cfr. Cicerón, De republica, IV, 1, 1: “Etenim, si nemo est quin emori malit quam converti in
aliquam figuram bestiae, quamvis hominis mentem sit habiturus, quanto est miserius in hominis
figura animo esse efferato! Mihi quidem tanto videtur, quanto praestabilior est animus corpore”.
66
Cfr. Cicerón, De republica, V, 4, 6: “verecundia, quam natura homini dedit quasi quendam
vituperationis non iniustae timorem”.
67
Cfr. Cicerón, De republica, V, 1, 1: “Moribus antiquis res stat Romana virisque”.
68
Cfr. en este estudio, p. 60.
69
Cfr. Cicerón, De republica, V, 1, 1: “Nam neque viri, nisi ita morata civitas fuisset, neque
mores, nisi hi viri praefuissent, aut fundare aut tam diu tenere potuissent tantam et tam fuselate-
que imperantem rem publicam. Itaque ante nostram memoriam et mos ipse patrius praestantes
viros adhibebat, et veterem morem ac maiorum instituta retinebant excellentes viri”.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 65
70
Cfr. Cicerón, De republica, V, 1, 2: “quid enim manet ex antiquis moribus, quibus ille dixit
rem stare Romanam? […] non modo non colantur, sed iam ignorentur. Nam de viris quid dicam?
Mores enim ipsi interierunt virorum penuria”.
71
Cfr. Cicerón, Ad Quintum fratrem, III, 5, 1: “de optimo statu civitatis et de optimo cive”.
72
Cfr. Cicerón, De republica, I, 21, 34.
73
Cfr. el texto ya citado de Cicerón, De republica, I, 25, 39.
74
Cfr. Cicerón, De republica, I, 26, 41: “omnis res publica, quae, ut dixi, populi res est, consilio
quodam regenda est, ut diuturna sit”.
75
Cfr. Cicerón, De republica, I, 26, 42: “Quare cum penes unum est omnium summa rerum,
regem illum unum vocamus et regnum eius rei publicae statum. Cum autem est penes delectos,
tum illa civitas optimatium arbitrio regi dicitur. Illa autem est civitas popularis (sic enim appe-
llant), in qua in populo sunt omnia”.
66 Laura E. Corso de Estrada
76
En relación con el análisis de la postura de Polibio y su tesis sobre la justificación natural
[katà physin] de las constituciones y de las leyes que regulan su surgimiento y sucesión cíclica,
cfr. el estudio de P. Pédech, La méthode historique de Polybe, Paris, 1964, pp. 302 y ss.; consúl-
tense asimismo pp. 322 y ss., donde el autor se detiene en el análisis de Polibio sobre la aplica-
ción de la ley de sucesión cíclica de las constituciones a la historia de Roma, y en sus manifiestas
proyecciones en el De republica ciceroniano. Sobre la tesis de Polibio acerca de la constitución
mixta y sus relaciones con el círculo de los Escipiones, cfr. A. Michel, Histoire des doctrines
politiques à Rome, Paris, 1971, pp. 13 y ss.
77
Cfr. Cicerón, De republica, I, 29, 45: “itaque quartum quoddam genus rei publicae maxime
probandum esse sentio, quod est ex his, quae prima dixi, moderatum et permixtum tribus”.
78
Cfr. Cicerón, De republica, I, 32, 49: “iure societas civium”.
79
Cfr. Cicerón, De republica, I, 27, 43-I, 29, 45; I, 43, 66 y ss., I, 45, 69, passim.
80
Cfr. Cicerón, De republica, I, 33, 50: “Cur enim regem appellem Iovis optimi nomine homi-
nem dominandi cupidum aut imperii singularis, non tyrannum potius?”; cfr. también: I, 40, 62,
passim.
81
Cfr. Cicerón, De republica, I, 34, 51; I, 35, 55, passim.
82
Cfr. Cicerón, De republica, I, 34, 51: “nomen illi principes optimatium mordicus tenent, re
autem carent”; cfr. también: I, 35, 55, passim.
83
Cfr. Cicerón, De republica, I, 35, 55: “ecce autem maxima voce clamat populus neque se uni
neque paucis velle parere”; passim.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 67
84
Cicerón, De republica, I, 44, 68: “libertas ipsa servitute adficit. Sic omnia nimia […] in con-
traria fere convertuntur”. Cfr. también: De republica, I, 43, 66; I, 31, 47; y en De republica, III,
33, 45, las terminantes críticas de Escipión y de Lelio al gobierno del pueblo librado a sí mismo,
passim. Cfr. además: R. W. Carlyle / A. J. Carlyle, A History of Medieval Political Theory in the
West, Edinburgh- London, 1950, vol. I, especialmente pp. 14 y ss.
85
Cicerón, De republica, I, 34, 52: “virtute vero gubernante rem publicam quid potest esse
praeclarius?”; cfr. también: I, 45, 69, passim.
86
Cicerón, De republica, I, 34, 52: “cum is, qui imperat aliis, servit ipse nulli cupiditati, cum,
quas ad res civis instituit et vocat, eas omnis complexus est ipse nec leges imponit populo, quibus
ipse non pareat, sed suam vitam ut legem praefert suis civibus?”
87
Cicerón, De republica, I, 34, 51: “in paucis est”.
88
El texto hace mención del pitagórico Arquitas de Tarento.
89
Cfr. Cicerón, De republica, I, 38, 60: “Archytas iracundiam videlicet dissidentem a ratione
seditionem quandam animi vere ducebat, atque eam consilio sedari volebat; adde avaritiam, adde
imperii, adde gloriae cupiditatem, adde libidines; et illud vides, si in animis hominum regale
imperium sit, unius fore dominatum consilii scilicet (ea est enim animi pars optima), consilio
autem dominante nullum esse libidinibus, nullum irae, nullum temeritati locum”.
90
Con todo, exigido por sus interlocutores, Escipión sostiene en relación a la evaluación de las
tres formas puras de gobierno que sus preferencias se inclinan a favor de la real: cfr. Cicerón, De
republica, I, 35, 54, e incluso admite la posibilidad de que cada una de dichas formas de gobierno
pueda llegar a tener una modalidad concreta aceptable en De republica, I, 26, 42.
68 Laura E. Corso de Estrada
91
Cfr. Cicerón, De republica, I, 45, 69: “facile in contraria vitia convertuntur”.
92
Cfr. Cicerón, De republica, II, 39, 65: “sin autem sine ullius populi exemplo genus ipsum
exquiris optimi status, naturae imagine utendum est nobis”; atiéndase en este pasaje la proyección
de la tesis de Polibio en relación con la realidad “por naturaleza” de las constituciones en la his-
toria de los pueblos.
93
Polibio había sostenido lo que aquí, en De republica, responde a la postura que desarrolla
Cicerón a través de Escipión Emiliano, esto es, que Roma misma en su historia pone de mani-
fiesto la armonía que genera en la vida social el régimen mixto de gobierno. De este modo, como
explica A. Michel, la monarquía se realiza en Roma republicana a través del poder político de los
cónsules; por otra parte, el gobierno de los mejores por vía del senado y, finalmente, la presencia
efectiva del poder del pueblo, por mediación de los comicios en los que éste elige a sus magistra-
dos y vota en relación a las leyes senatoriales; cfr. A. Michel, Histoire des doctrines politiques a
Rome, Paris, 1971, p. 13. Con todo, como se indicará a propósito del De legibus, Cicerón vuelve a
pronunciarse con un mayor detenimiento sobre el tema de la interrelación armónica de los pode-
res que deben regir la vida pública.
94
L. Perelli, Il pensiero político di Cicerone. Antologia degli scritti politici, Torino, 1964, p. 56.
95
Cfr. Cicerón, De republica, II, 43, 69: “harmonia a musicis dicitur in cantu, ea est in civitate
concordia, artissimum atque optimum omni in re publica vinculum incolumitatis, eaque sine
iustitia nullo pacto esse potest”.
96
Cfr. también en este estudio.
97
Cicerón, De republica, III, 25, 37: “ut rex civibus suis aut parens liberis, libidini autem ut
servis dominus”.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 69
en la vida pública: del primer modo se ejerce el poder político debido a los
ciudadanos y, del segundo, el poder opresivo sobre el pueblo98. En definitiva, no
de cualquier modo hay “res publica”. La “civitas” exige –como ya expuse si-
guiendo a Cicerón– una sociedad aunada en un derecho común 99: “con el fin de
que todos puedan hacer uso de los bienes comunes y de los individuales”, pues
“no puede vivirse debidamente sino en una república buena, ni puede haber ma-
yor felicidad que en una ciudad bien constituida”100.
98
Cfr. en esta tesis del De republica ciceroniano la manifiesta proyección del pasaje de
Aristóteles, Politica, I, 5, 1254 b 4 y ss.; 1254 b 32 y ss., passim.
99
Atiéndase al texto ya citado de Cicerón, De republica, I, 32, 49, y asimismo al pasaje del De
republica, III, 33, 45 y ss., donde se retoma esa concepción para reprobar severamente, en este
caso, el gobierno ejercido por el pueblo sin regulación moral.
100
Cfr. Cicerón, De republica, V, 5, 7: “ut omnes et communibus commodis et suis uterentur.
Nec bene vivi sine bona re publica posset nec esse quicquam civitate bene constituta beatius”. En
el pasaje, Cicerón aplica a la vida de la ciudad, lo que expresa respecto de la opción por el genus
vitae que puede conducir al hombre a su realización de su condición específica y que es de un
solo modo: el conforme a su naturleza; cfr. De finibus, III, 7, 23, passim.
101
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 11, 11 y VI, 12, 12. En dicho encuentro, el primer Africano
anticipa a su hijo adoptivo, Escipión Emiliano, que con el correr del tiempo cabrá a él el apelativo
de segundo Africano en razón de sus méritos para con la patria.
102
Cfr. E. Berti, Il ‘De republica’ di Cicerone, p. 31.
70 Laura E. Corso de Estrada
Escipión se expresa del modo que sigue ante Escipión Emiliano en relación con
el premio no perecedero que espera al hombre que en la vida pública ha vivido
con virtud: “para que tengas más ardor en defender la república, ten por cierto
que para todos los que hayan respetado la patria, la hayan auxiliado y acrecen-
tado, hay un lugar reservado en el cielo, donde gozarán de la felicidad eter-
namente. Pues respecto de lo que acontezca en la tierra no hay nada más digno
de ser amado por aquel dios supremo que rige el mundo entero, que las asocia-
ciones y agrupaciones de los hombres por su unión en el derecho, las cuales son
denominadas ciudades. Quienes las han gobernado y respetado, de aquí han par-
tido y aquí han de retornar”103. Escipión Emiliano, pregunta al primer Africano
si esta visión supone que él mismo y que Paulo, su padre carnal, aún viven; para
obtener una respuesta que asienta de modo neto, en un lenguaje de manifiesta
resonancia platónica, la supervivencia de lo específicamente humano en un
ámbito no mortal: “viven quienes se han liberado de las ataduras de [sus] cuer-
pos como de una cárcel; la que vosotros llamáis vida es por el contrario muer-
te”104.
El primer Africano advierte a Escipión Emiliano de la presencia de Pau-
105
lo y, tras su aparición, éste último toma la palabra. En continuidad con la
exposición precedente, Paulo confirma la existencia de una destinación perfec-
tiva humana. Con tal objeto, retorna a tesis centrales de la cosmología teológica
en la que ya me he detenido a propósito de los primeros libros del De republica.
Conforme a su discurso: existe “un dios, cuyo templo es todo lo que puede ver-
se” y una condición que sujeta al hombre al aprisionamiento del cuerpo 106. Mas
el hombre fue engendrado por el dios con un “alma, que procede de aquellos
sempiternos fuegos que denominamos constelaciones y estrellas […] animados
por mentes divinas107, y le ha asignado “una obra”, una tarea en este mundo, a la
que no debe rehuir; pues, su liberación del cuerpo y del mundo no puede darse
sin aprobación del mismo dios108. A saber: “el cultivo de la justicia y de la
103
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 13, 13: “alacrior ad tutandam rem publicam, sic habeto: omni-
bus, qui patriam conservaverint, adiuverint, auxerint, certum esse in caelo definitum locum, ubi
beati aevo sempiterno fruantur; nihil est enim illi principi deo, qui omnem mundum regit, quod
quidem in terris fiat, acceptius quam concilia coetusque hominum iure sociati, quae civitates
appelantur; harum rectores et conservatores hinc profecti huc revertuntur”.
104
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 14, 14: “vivunt, qui e corporum vinculis tamquam e carcere
evolaverunt, vestra vero, quae dicitur, vita mors est”.
105
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 14, 14.
106
Cicerón, De republica, VI, 15,15: “enim deus is, cuius hoc templum est omne, quod conspi-
cis”.
107
Cicerón, De republica, VI, 15, 15: “animus datus est ex illis sempiternis ignibus, quae sidera
et stellas vocatis […] divinis animatae mentibus”.
108
Cicerón, De republica, VI, 15, 15: “munus humanum adsignatum a deo”.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 71
piedad para con los mayores y para con la patria […] esa vida es el camino al
cielo”109. Y estas almas, “dadas como don de los dioses al género de los hom-
bres”, constituyen la última realidad no mortal ni caduca que existe bajo las
órbitas celestes en las que todo es eterno 110.
En un plano de proyección moral de la concepción cósmico-teológica y an-
tropológica que las exposiciones de los antepasados de Escipión Emiliano han
asentado, el primer Africano añade la siguiente reflexión sobre la jerarquía de
los bienes humanos, cuando ante el despliegue de la realidad celeste observa a
su hijo adoptivo dirigir su mirada hacia la tierra: “Si te parece pequeña, como
sin duda lo es, contempla siempre estas realidades celestes y desdeña aquellas
cosas humanas. Pues ¿qué clase de celebridad o qué gloria puedes tú esperar
alcanzar por las palabras [de alabanza] de los hombres?111. […] ciertamente ves
en qué recortado ámbito quiere extenderse vuestro deseo de gloria”112. ¿Y cuál
es la vía hacia la auténtica gloria? El primer Africano retorna de modo contun-
dente a la tesis expuesta sobre la necesidad de la realización de la virtud: “si
desesperas de volver a este lugar en el que están los grandes y eminentes hom-
bres […] si quieres dirigir tu mirada hacia este lugar y hacia esta casa eterna, ni
atiendas a las palabras del vulgo, ni pongas tus esperanzas en las retribuciones
humanas. Es necesario que, con sus estímulos, la virtud misma te lleve a la ver-
dadera gloria”113.
Hacia el término de su discurso exhortativo a propósito de la vida digna de la
condición humana, el primer Africano apela nuevamente al origen divino del al-
ma humana, para asentar en ello la entidad participada del ser del hombre, pues
su dependencia de origen con la divinidad, conlleva su ordenación teleológica.
Y así dice: “Pues haz de saber que eres divino, dado que la divinidad es la que
vive, piensa, la que tiene en mente, provee; la [divinidad] que rige, modera y
109
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 16, 16: “sic, Scipio, ut avus hic tuus, ut ego, qui te genui, ius-
titiam cole et pietatem, quae cum magna in parentibus et propinquis, tum in patria maxima est; ea
vita via est in caelum”.
110
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 17, 17: “infra autem nihil est nisi mortale et caducum praeter
animos munere deorum hominum generi dato, supra lunam sunt aeterna omnia”.
111
Cicerón, De republica, VI, 20, 20: “si tibi parva, ut est, ita videtur, haec caelestia semper
spectato, illa humana contemnito. Tu enim quam celebritatem sermonis hominum aut quam ex-
petendam consequi gloriam potes?”.
112
Cicerón, De republica, VI, 20, 22: “in angustiis vestra se gloria dilatari velit”.
113
Cicerón, De republica, VI, 23, 25: “si reditum in hunc locum desperaveris, in quo omnia sunt
magnis et praestantibus viris […] si voles atque hanc sedem et aeternam domum contueri, neque
te sermonibus vulgi dedideris nec in praemiis humanis spem posueris rerum tuarum; suis te opor-
tet inlecebris ipsa virtus trahat ad verum decís”. Parece de interés la compulsa del pasaje citado,
entre otros, con el de Platón, Teeteto, 175 c-d, 176 b; Platón, Republica, 517 a, passim.
72 Laura E. Corso de Estrada
mueve este cuerpo en el que ha sido puesta, como aquel dios supremo [que go-
bierna] este mundo. Y del mismo modo como el mismo dios eterno mueve el
mundo, que en cierta medida es mortal, así también el alma sempiterna mueve
al cuerpo perecedero”114; de ahí que: “no eres tú mortal sino tu cuerpo”115.
Por cierto, otro es el destino que cabe a las almas humanas que no han cum-
plido el fin que cabe a la condición de su naturaleza, las que han profundizado
su vínculo con el cuerpo, y entregándose a sus inclinaciones “violaron las leyes
que existen entre los dioses y los hombres116”, porque éstas no retornarán al
lugar celeste del que proceden hasta que “atormentadas” hayan purgado durante
siglos su falta en el ámbito perecedero de la tierra117.
Por otra parte, y extendiéndose sobre las consecuencias de la naturaleza
participada del alma humana, el primer Africano expone que la realidad de suyo
divina y eterna posee en sí el principio del movimiento, por lo que no solamente
no requiere de un agente exterior sino que también es fuente del movimiento de
todo otro ente capaz de mutación. De ahí que, puesto que las almas humanas
proceden de la divinidad, reciben de ésta la participación de su naturaleza y, por
ello, también poseen en sí el principio del movimiento, son principio del movi-
miento de un cuerpo y, como su principio generador, son eternas 118.
114
Cicerón, De republica, VI, 24, 26: “deum te igitur scito esse, siquidem est deus, qui viget, qui
sentit, qui meminit, qui providet, qui tam regit et moderatur et movet id corpus, cui praepositus
est, quam hunc mundum ille princeps deus; et ut mundum ex quadam partem mortalem ipse deus
aeternus, sic fragile corpus animus sempiternus movet”.
115
Cicerón, De republica, VI, 24, 26: “sic habeto, non esse te mortalem, sed corpus hoc”.
116
Cicerón, De republica, VI, 26, 29: “deorum et hominum iura violaverunt”.
117
Cicerón, De republica, VI, 26, 29: “nec hunc in locum nisi multis exagitati saeculis revertun-
tur”.
118
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 25, 27 y VI, 26, 28.
119
Cfr. Lo expuesto al respecto en este estudio, pp. 27 y ss.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 73
120
Cfr. Cicerón, Academica, 12, 43: “exposita est […] veteris Academiae ratio et Stoicorum;
verum esse autem arbitror, ut Antiocho nostro familiari placebat, correctionem veteris Academiae
potius quam novam aliquam disciplinam putandam”; passim. Bajo este respecto el estudio ya
citado de J. Barnes, “Antiochus of Ascalon”, pp. 78 y ss. se detiene en el propósito de Antíoco de
revivir durante su jefatura de la Academia, el patrimonio que legaran Platón y sus sucesores
inmediatos. Tiene interés mencionar que, en el texto de Esbozos Pirrónicos de Sexto Empírico, I,
33, 235, se hace también referencia a la dependencia doctrinal que de la Stoa respecto de la Aca-
demia, conforme a las enseñanzas de Antíoco.
121
Cfr. Cicerón, Lucullus, 43, 132-133. Asimismo, cfr. Lucullus, 5, 15, donde se afirma la uni-
dad doctrinal de los académicos y de los peripatéticos, donde asimismo se presenta a la Stoa con
una pretendida independencia doctrinal respecto de los primeros y que sólo alcanza en las formu-
laciones lingüísticas de sus posturas.
122
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 3, 10, passim. Expondré con un mayor detenimiento sobre este
aspecto de la postura ciceroniana un poco más adelante. Por otra parte, y sólo a modo de una
breve mención, indico que constituye una problemática especial el discernimiento preciso entre la
interpretación ciceroniana de Antíoco y las posturas de Antíoco mismo, en la medida en que
Cicerón es una de las fuentes más importantes para el conocimiento de éste. Cfr. como expresión
de esto último, y en relación a las enseñanzas de Antíoco, la recopilación de testimonios de H.
Dörrie, Die geschichtlichen Wurzeln des Platonismus, vol. I/11-35, cfr. capítulos 19-24, pp. 449 y
ss.
123
Cfr. J. Barnes, “Antiochus of Ascalon”, p. 79.
124
Cfr. Cicerón, De finibus, V, 5, 14: “Antiquorum autem sententiam Antiochus noster mihi vi-
detur persequi diligentissime, quam eandem Aristoteli fuisse et Polemonis docet”.
125
En apoyo de la interpretación de J. Barnes, puede tomarse, por ejemplo, el pasaje de Lucullus,
42, 131, en el que Cicerón parece describir una modalidad de enseñanza como la indicada, en
relación con la tesis que concierne al contenido del fin sumo: “honeste autem vivere fruentem
74 Laura E. Corso de Estrada
rebus iis quas primas homini natura conciliet et vetus Academia censuit, ut indicant scripta Pole-
monis quem Antiochus probat maxime, et Aristoteles eiusque amici huc proxime videntur acce-
dere […]. Honeste autem vivere, quod ducatur a conciliatione naturae, Zeno statuit finem esse
bonorum, qui inventor et princeps Stoicorum fuit”.
Entre los estudios sobre el tema: J. Glucker, Antiochus and the late Academy, pp. 55 y ss.; J.
Dillon, The middle platonism. A study of Platonism, London, 1974, pp. 57-58; S. Gersh, Middle
Platonism and Neoplatonism. The Latin Tradition, Notre Dame, 1986, vol. I, pp. 66-67; J. Barnes,
“Antiochus of Ascalon”, pp. 78 y ss.; C. Lévy, Les Philosophies hellénistiques, pp. 213-215.
126
Cfr. el desarrollo de este aspecto de la postura de Antíoco en el artículo de A. Long, “Cicero’s
Plato and Aristotle”, en J. Powell (ed.), Cicero the Philosopher, pp. 40 y ss.; y M. Pohlenz, La
Stoa, vol. I, p. 527; cfr. también pp. 525 y ss.
Cicerón refiere el discipulado inicial de Antíoco respecto de Filón hasta el momento de su
separación crítica, cfr. Cicerón, Lucullus, 32, 69-70, passim.
127
Cfr. en este estudio, pp. 43 y 44.
128
Bajo este respecto, Boyancé se pronuncia a favor del importante influjo de Antíoco en la
visión ciceroniana del platonismo; cfr. P. Boyancé, “Sur le songe de Scipion”, Études sur
l’humanisme, p. 195. A propósito del influjo particular de Antíoco en la documentación cicero-
niana sobre el platonismo y asimismo sobre la Stoa, cfr. el trabajo ya citado de S. Gersh, Middle
Platonism and Neoplatonism, pp. 67-71y ss. y también p. 66.
129
La transmisión ciceroniana resulta particularmente relevante para explicar el origen y la
persistencia de ciertas visiones de escuelas filosóficas de la antigüedad en la patrística latina y en
el ámbito del pensamiento medieval, como consideraré más adelante, en más adelante, en Partes
Segunda y Tercera de este estudio.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 75
130
Tesis que fuera expresada en las enseñanzas de la Stoa acerca del lógos spermatikós; cfr.
Diógenes Laercio, Vitae VII, 136.
131
Cfr. J. Moreau, L’ame du monde. De Platon aux Stoïciens, Paris, 1939, p. 2 y ss., passim.
132
Cfr. J. Moreau, L’ame du monde, pp. 187-188.
Como testimonio directo de la primera Stoa cabe mencionar el Himno a Zeus de Cleantes, y
revisar en él los rasgos que se asignan a Zeus, Principio rector de la naturaleza [physeos arché,
nomos]; Razón universal [koinós lógos] impresa en todo lo existente, bajo cuyo poder y orden
todo se halla sujeto (cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, I, 537). Sobre este tema contamos asi-
mismo con el testimonio de Cicerón, en especial: en De natura deorum, II, sobre cuyo contenido
expondré más adelante, en pp. 151 y ss. Entre los testimonios indirectos sobre las tesis que nos
ocupa, cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, I, 160; I, 161; I, 162; II, 1077; passim.
133
Cfr. J. Pépin, Théologie Cosmique et Théologie Chrétienne (Ambroise, Exam. I, 1, 1-4), Paris,
1964, pp. 128-130. Cfr. también Platón, Filebo, 30 d.
134
Cfr. los pasajes examinados de Cicerón, De republica, I, 17, 26; I, 17, 27-28; III, 33, 22; VI,
13, 13.
76 Laura E. Corso de Estrada
135
Cfr. los lugares ya citados del De republica, VI, 17, 17; VI, 24, 26, passim.
136
Cfr. el desarrollo sobre la participación ciceroniana en la constitución de la gnosis pagana, en
P. Festugière, La Révélation d’Hermès Trismègiste, Paris, 1953, vol. III, pp. 27 y ss.
137
Cfr. entre los pasajes que asientan el vínculo de naturaleza del alma propiamente humana con
la divinidad, Platón, Fedón, 73 a; Protágoras, 322 a; República, 589 d; Fedro, 245 c y d; Timeo,
69 c, 90 a, Las leyes, 899 a-b, 901 e, 905 a, passim.
Para un estudio sobre el examen del posible influjo pitagórico, platónico y de otros escolarcas
académicos, y de la postura de Posidonio en la tesis ciceroniana en De republica, VI, sobre el
origen divino de las almas de los hombres, cfr. P. Boyancé, Études sur le Songe de Scipion. Es-
sais d’histoire et de psychologie religieuses, Paris, 1936, pp. 130 y ss.
138
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 17, 17, passim; cfr. J. Moreau, L’ame du monde, p. 186.
139
Sin ingresar ahora en la consideración del corporalismo propio de la filosofía estoica, sólo
menciono en cuanto a la tesis sostenida por la Stoa en relación con la participación de la natura-
leza humana de la divinidad por su procedencia divina, como testimonio directo, el ya citado
Himno de Cleantes, Stoicorum Veterum Fragmenta, I, 537. Entre los testimonios indirectos: cfr.
Diógenes Laercio, Vitae, VII, 134, 136, 137, 142, 143, y Stoicorum Veterum Fragmenta, I, 85; I,
102; I, 143; II, 526; II, 633; II, 637 (pasajes expresivos de la omnipresencia divina en el cosmos);
y sobre la comunidad divina-humana, cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, II, 1077; III, 338-339,
passim; nos detendremos más adelante en el desarrollo ciceroniano de esta tesis.
140
Cfr. P. Boyancé, Études sur le Songe de Scipion, pp. 123 y ss.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 77
forme a la enseñanza que, más allá de las divergencias de doctrina, formó parte
de la tradición socrático-platónica, del peripato y de la Stoa. Sin embargo, como
acertadamente ha subrayado J. Pépin, no puede dejar de advertirse que la pos-
tura antropológica expuesta por Cicerón en De republica, pone en evidencia
ciertas diferencias en la postura que su autor sostendrá en desarrollos ulteriores
como, como en De finibus, V141. A saber, la que se manifiesta entre la visión an-
tropológica integradora del cuerpo y del alma en la visión de lo concerniente a
lo humano, y la de pasajes en De republica en los que Cicerón se refiere de mo-
do terminante al cuerpo como obstáculo para el verdadero ser del hombre, el
que identifica con su alma142. En la determinación de fuentes de las exposicio-
nes del De republica ciceroniano sobre las relaciones del alma con el cuerpo, J.
Pépin indica el neto influjo platónico y, de un modo especial, las similitudes
que manifiestan pasajes del Timeo de Platón 143. Atendiendo a esta línea interpre-
tativa de J. Pépin, cito los passus: Timeo, 44 b, donde se hace mención expresa
del estado de degradación que cabe al alma cuando se halla encadenada a un
cuerpo 144; Timeo, 44 a, donde se describe al cuerpo como una realidad envol-
vente del alma145; pero me detengo además, en las similitudes de la postura cice-
roniana en De republica con la de los pasajes platónicos: Alcibíades, 130 a y
130 e146, donde se procede a la misma identificación entre hombre y alma147, Fe-
dón, 67 c, donde se exhorta a la liberación del cuerpo y al recogimiento del
hombre sobre su alma para alcanzar el conocimiento de sí y de su condición
propia. Y no puede dejar de advertirse que el De republica ciceroniano revela la
141
Cfr. el análisis del tema en J. Pépin, Idées grecques sur l’homme et sur Dieu, Paris, 1971, pp.
55-62.
142
Atiéndase a los pasajes que ya he considerado a propósito del De republica, II, 40, 67; VI, 14,
14; VI, 17, 17; VI, 24, 26. J. Pépin también trae a colación el pasaje ciceroniano de Tusculanae
disputationes, I, 22, 51-52, cuyo contenido corresponde a la misma visión antropológica de los
textos del De republica que examinamos. Así, en el pasaje de Tusculanae disputationes, I, 22, 52,
se dice: “neque nos corpora sumus […]. Nam corpus quidem quasi vas est aut aliquod animi
receptaculum; ab animo tuo quicquid agitur, id igitur a te”; cfr. J. Pépin, Idées grecques sur
l’homme et sur Dieu, p. 71.
143
Atiéndase al hecho del conocimiento directo que Cicerón tuviera del Timeo platónico, que se
cuenta entre sus traducciones de obras platónicas.
144
Cfr. también: Platón, Timeo, 86 e.
145
Cfr. J. Pépin, Idées grecques sur l’homme et sur Dieu, p. 71.
146
Especialmente este segundo pasaje de Platón, Alcibíades, 130 e, guarda una notable seme-
janza con el texto de Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 22, 52; Cfr. J. Pépin, Idées grecques
sur l’homme et sur Dieu, pp. 75-76.
147
Cfr. el análisis detenido de textos de J. Pépin, Idées grecques sur l’homme et sur Dieu, sobre
todo en pp. 71-75.
78 Laura E. Corso de Estrada
148
Cfr. lo que ya he enunciado a propósito de la naturaleza del alma en Cicerón, De republica,
VI, 25, 27 y VI, 28, y la exposición sobre el mismo tema en Platón, Fedro, 245 c-246 a. En este
sentido, como observa P. Boyancé, Cicerón mismo remite a Fedro como su fuente en el tema
cuando dice en sus Tusculanae disputationes, I, 22, 53: “Sed si qualis sit ipse animus nesciet, dic,
quaeso, ne esse quidem se sciet, ne moveri quidem se? Ex quo illa ratio nata est Platonis, quae a
Socrate est in Phaedro explicata, a me autem posita est in sexto libro de re publica”; cfr. P. Bo-
yancé, “Sur le songe de Scipion”, p. 278.
Atiéndase también, por una parte, a los pasajes de La República platónica sobre: la concep-
ción de la condición inferior que cabe al alma cuando se halla unida a un cuerpo (611 c) debido a
su parentesco con la divinidad (611 e); la expresa afirmación de la naturaleza inmortal del alma
racional (608 c y 614 b-621 d); el relato del mito de Er, el cual sugiere con firmeza la presumible
fuente de inspiración ciceroniana del Sueño de Escipión, en cuanto versa sobre un guerrero muer-
to en batalla quien, al tiempo de hallarse en la pira fúnebre, resucita y refiere su visión de las rea-
lidades celestes y del juicio que los dioses aplican a las almas. Y por otra parte, a los pasajes ya
examinados de Cicerón, De republica, I, 25, 39; II, 43, 69; III, 2, 3; III, 3, 4; III, 25, 37; IV, 1, 1.
149
Cfr. los pasajes examinados de Cicerón, De republica, I, 17, 28; I, 36, 56; III, 33, 22.
150
Cfr. el pasaje ya citado de Cicerón, De republica, III, 33, 22.
151
Cfr. Cicerón, De republica, I, 17, 28.
152
Cfr. Cicerón, De republica, I, 1, 1.
153
Cfr. Cicerón, De republica, I, 1, 1.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 79
154
Cfr. Cicerón, De republica, V, 4, 6.
155
Cfr. Cicerón, De republica, VI, 13, 13; VI, 20, 20; VI, 20, 22; VI, 23, 25.
156
Cfr. entre la vasta serie de textos expresivos de aspectos centrales de la postura platónica
enunciada supra: Platón, Apología, 38 a, 39 c; Fedón, 63 e y 64 a, 65 a, 67 a; Republica, 439 d y
ss., 490 b, 518 a y b; Teeteto, 175 c y ss., en particular 176 b y 176 e y c; Filebo, 30 e; Timeo, 90
a y ss.; Las leyes, 904 d, passim.
157
Cfr. como testimonio directo de la primera Stoa, en Stoicorum Veterum Fragmenta, el ya
citado Himno de Cleantes. Entre la numerosa serie de testimonios indirectos citables, me ciño
ahora sólo a indicar algunos de los textos que exponen la definición estoica de virtud como con-
formidad con la Naturaleza, en tanto expresión cabal del paradigma que alcanza el sabio estoico:
Diógenes Laercio, Vitae, VII 87, Estobeo, Ecoglae, II, 62, 64; Cicerón, De finibus, III, 6, 21-22,
passim.
80 Laura E. Corso de Estrada
158
Acerca de la asimilación ciceroniana del precepto délfico, cfr. P. Boyancé, “Cicerón et le
Premier Alcibiade”, en Études sur l’humanisme cicéronien, especialmente pp. 268 y ss.; cfr.
también O. Velásquez, “La conexión romana: la divinidad en Cicerón”, en Anima mundi. El alma
del mundo en Platón, sobre todo pp. 106-107.
159
Cfr. en este estudio a propósito de De finibus, pp. 127 y ss.
160
En su denso estudio sobre las fuentes del De republica ciceroniano, Galbatius se detiene en
las similitudes entre contenidos de esta obra y La república de Platón; y entre dichas similitudes
menciona: la crítica a las formas individuales de gobierno y la visión de la ciudad regida por la
justicia; cfr. I. Galbatius, De fontibus. M. Tulli Ciceronis librorum qui mansuerunt De Re Publica
et De Legibus Quaestiones, Milano, 1916, pp. 347 y ss. y pp. 426 y ss. Cfr. también, para un
consideración comparativa entre La República de Platón y el De republica ciceroniano, la com-
pulsa sobre el tema de A. Neschke-Hentschke, Platonisme politique et théorie du droit naturel.
Contribution à une archeologie de la culture politique européenne, Louvain-Paris, 1995, vol. I,
pp. 192-202, passim.
Por otra parte, cabe asimismo, si bien supera el propósito de este estudio, un examen de la
filosofía política ciceroniana en relación con tesis aristotélicas. A modo de mera mención, y de un
modo lato, indico entre los núcleos temáticos comunes: la necesidad de la virtud en vistas a la
consecución del bien común social y político y la relevancia de la justicia en tal contexto. Cfr.
atendiendo sólo a algunos de los pasajes más salientes: a) la determinación de la mejor forma de
gobierno a partir de la consideración de la virtud de quienes gobiernan (en especial, en lo que
concierne a sus aptitudes para obrar con la justicia que exige el bien común de la ciudad), Aristó-
teles, Politica, III, 6, 1279 a 17-21; III, 9, 1280 a 4 y ss.; III, 9, 1280 a 30 y ss.; III, 16, 1287 b 10
y ss., passim; b) la crítica a las formas de gobierno examinadas supra, en la exacerbación de las
mismas, Politica, III, 7, 1279 a 25 y ss.; III, 8, 1280 a 6 y ss., passim; c) la definición misma de la
sociedad política como la comunidad del bien vivir; Politica, III, 9, 1280 b 34 y ss.; como
comunidad que encuentra su razón de ser en la finalidad de un bien común; Politica, III, 9, 1281 a
2 y 3, passim.
I. 2. Naturaleza y vida moral en De republica 81
bre, las aptitudes que porta su naturaleza para la realización de la vida moral, y
cuya clasificación –como examinaré progresivamente– su autor extiende en el
desarrollo de su corpus. A saber:
–Inclinación natural a la virtud; De republica, I, 1, 1.
–Inclinación natural al bien común; De republica, I, 1, 1.
–Inclinación natural a la vida social; De republica, I, 25, 39; III, 2, 3 161.
161
A propósito de dicha inclinación natural, en un vocabulario de resonancia aristotélica, se
menciona en De republica la inclinación natural a la vida social por razones de indigencia (Cice-
rón, De republica, I, 25, 39) y la existencia del lenguaje humano como vehículo natural con res-
pecto a la misma (De republica, III, 2, 3).
CAPÍTULO 3
NATURALEZA Y VIDA MORAL EN DE LEGIBUS
1. Consideraciones preliminares
1
Cfr. en este estudio la tesis ya expuesta por Cicerón sobre el tema de la ley natural en De
inventione Rhetorica y en De republica, en este trabajo, pp. 57 y ss.
2
Cfr. sobre el código religioso y su comentario: Cicerón, De legibus, II, 7, 18-27, 69. Cfr.
sobre el código de las magistraturas y cuestiones anejas: De legibus, III, 1, 1-20, 49.
3
El hecho de la ausencia de la mención de la obra en la recopilación de los títulos de sus traba-
jos que hace Cicerón en De divinatione, II, 1, 1 y ss., genera especiales dificultades para su data-
ción, a las que los estudios sobre la obra añaden: las circunstancias políticas precisas que corres-
ponden al período de su redacción, el grado de desarrollo de su lenguaje filosófico en relaciones a
otras obras de los últimos años de su autor, etcétera. Cfr. sobre estos aspectos del tema, entre
otros trabajos: Cfr. J. Turpin, “Cicéron, De legibus I-II et la religion romaine: une interprétation
philosophique à la veille du principat”, Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, 1986 (II, 3),
84 Laura E. Corso de Estrada
las disposiciones subjetivas apropiadas para una especulación libre de perturbaciones fundamen-
tales; cfr. también Cicerón, De officiis, III, 1, 1.
12
Cfr. en especial Cicerón, De legibus, I, 4, 11-12.
13
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 4, 13.
14
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 4, 14.
15
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 4, 14.
16
Cicerón, De legibus, I, 4, 14: “Quam ob rem quo me vocas, aut quid hortaris? ut libellos
conficiam de stillicidiorum ac de parietum iure? An ut stipulationum et iudiciorum formulas
conponam?”. Cfr. sobre el mismo tema: De legibus, I, 5, 17.
17
Cicerón, De legibus, I, 5, 15: “quaeramus aliquid uberius quam forensis usus desiderat?”.
18
El texto hace manifiesta referencia a la Lex duodecim tabularum, la que debe su nombre al
número de tablas en que las leyes fueron redactadas, por cuya legislación se normó en Roma has-
ta los tiempos de Justiniano, y de cuya tradición Cicerón constituye una de sus fuentes en De
republica, II, 36, 61 y ss.
19
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 5, 17: “Non ergo a praetoris edicto […] neque a duodecim tabulis,
ut superiores […] iuris disciplinam putas?”.
20
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 5, 17: “penitus ex intima philosophia hauriendam iuris discipli-
nam putas?”. Cfr. también como sugiere L. Kenter, la misma formulación: ex intima philosophia,
en Cicerón, Academica, 2, 8; y otra formulación equivalente a ella: e media philosophia, en Ci-
cerón, Orator, 3, 11; De oratore, I, 19, 87; cfr. L. Kenter, M. Tullius Cicero, De legibus. A Com-
mentary on Book I, Amsterdam, 1972, p. 78.
21
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 5, 15: “quoniam scriptum est a te de optimo rei publicae statu,
consequens esse videtur ut scribas tu idem de legibus: sic enim fecisse video Platonem illum
tuum, quem admiraris, quem omnibus anteponis, quem maxime diligis”.
86 Laura E. Corso de Estrada
22
Cicerón, De legibus, I, 5, 17: “in hac disputatione tota causa est universi iuris ac legum”.
23
Cicerón, De legibus, I, 5, 17: “ab hominis repetenda natura, considerandae leges quibus
civitates regi debeant”.
24
Cicerón, De legibus, I, 6, 18: “lex est ratio summa, insita in natura, quae iubet ea quae fa-
cienda sunt, prohibetque contraria”.
25
Cfr. la formulación expresada en Cicerón, De legibus, I, 6, 19: “naturae vis”.
26
Cicerón, De legibus, I, 6, 19: “ea mens ratioque prudentis, ea iuris atque iniuriae regula”.
27
Cicerón, De legibus, I, 6, 19: “Constituendi vero iuris ab illa summa lege capiamus
exordium”; cfr. también: I, 6, 20.
28
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 6, 19: “in populari ratione”.
29
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 6, 19: “loqui necesse erit, et appellare eam legem, quae scripta
sancit quod vult aut iubendo aut prohibendo, ut vulgus appellare solet”.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 87
30
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 6, 19: “capiamus exordium, quae, saeclis communis omnibus,
ante nata est quam scripta lex ulla aut quam omnino civitas constituta”; cfr. también en Pro Mi-
lone, IV, 10 la expresión: “lex non scripta, sed nata”.
31
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 21. Con todo, luego de la exposición de Tulio Cicerón, la que a
continuación abordaremos, Ático parece adherir a ciertas tesis centrales de la postura de su
amigo; cfr. las palabras de Ático en I, 13, 35.
32
Cfr. el comentario al respecto de Cicerón en De legibus, I, 7, 21. A propósito de este aspecto
del tema en particular, entre otros estudios que consideran los rasgos propios de la postura epicú-
rea sobre los dioses en confrontación con la de Platón, la de Aristóteles y la de la Stoa, cfr. C.
Lévy, Les Philosophies hellénistiques, pp. 59-61.
33
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 21: “Dasne igitur hoc nobis, Pomponi, […] deorum immorta-
lium nutu, ratione, potestate, mente, numine, […] naturam omnem regi? […] ab eo nobis causa
ordienda est potissimum”.
34
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 22: “hoc […] quem vocamus hominem, praeclara quadam
conditione generatum esse a supremo deo. Solum est enim ex tot animantium generibus atque
naturis particeps rationis et cogitationis”.
35
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 23: “nihil est ratione melius”.
36
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 23: “homines deorum agnatione et gente teneantur”; cfr. una
formulación equivalente en I, 8, 24: “agnatio nobis cum caelestibus”.
37
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 24: “genus vel stirps appellari potest”.
88 Laura E. Corso de Estrada
largo de la tierra, fue elevado con el don divino de las almas”; pues “el alma fue
infundida en los hombres por el dios”38.
Esta comunidad de naturaleza del hombre con la divinidad por su participa-
ción en la Razón, causa que entre los dioses y los hombres exista una comuni-
dad en la Recta Razón, en la Ley y, por ende, en el derecho 39. De ahí que los
dioses y los hombres sean “de una misma ciudad”40, por lo que existe “una pri-
mera sociedad del hombre con el dios en virtud de la razón”41; esto es: “este
mundo en su conjunto ha de ser considerado como una ciudad común de los
dioses y de los hombres”42.
Atentos al desenvolvimiento de esta cosmología teológica, debemos indicar
que la exposición ciceroniana nos sitúa ante los rasgos esenciales del hombre en
base a los cuales puede concluirse en qué consiste la excelencia de su natura-
leza. Pues conjuntamente con la descripción de las notas específicas del hom-
bre, Cicerón ha asentado su ordenación teleológica originaria, por lo que cabe
concluir que “la virtud no es otra cosa sino la naturaleza perfecta y conducida a
su estado de excelencia”43. Ahora bien, ¿cómo descubre el hombre en qué con-
siste la perfección o estado de excelencia de su naturaleza? Nuestro autor lo
responde expresamente, en un pasaje que evoca desarrollos del De republica:
“el que se conozca a sí mismo, en primer lugar percibirá que posee en sí algo
divino y apreciará su razón como una imagen consagrada que existe en él, y
siempre realizará y tendrá algo digno de un don tan grande de los dioses; y
cuando se examine a sí mismo y se perciba integralmente comprenderá de qué
modo hemos sido provistos por la naturaleza al llegar a esta vida”44. Esto es, el
38
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 24: “Nam cum de natura hominis quaeritur, haec disputari
solent […] exstitisse quandam maturitatem serendi generis humani, quod sparsum in terras atque
satum divino auctum sit animorum munere […] animum esse ingeneratum a deo”.
39
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 23; cfr. también: I, 12, 33.
40
Cicerón, De legibus, I, 7, 23: “ei civitatis eiusdem habendi sunt”.
41
Cicerón, De legibus, I, 7, 23: “prima homini cum deo rationis societas”.
42
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 23: “iam universus sit hic mundus una civitas communis deo-
rum atque hominum existimanda”.
43
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 25: “virtus nihil aliud, nisi perfecta et ad summum perducta
natura”.
44
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 22, 59: “qui se ipse norit, primum aliquid se habere sentiet divi-
num ingeniumque in se suum sicut simulacrum aliquod dicatum putabit, tantoque munere deorum
semper dignum aliquid et faciet et sentiet, et quom se ipse perspexerit totumque temptarit, intelle-
get quem ad modum a natura subornatus in vitam venerit”; cfr. en relación con este pasaje, en
particular: De republica, VI, 24, 26; también: I, 17, 28; IV, 1, 1, passim.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 89
45
Cicerón, De legibus, I, 8, 24: “Itaque ex tot generibus nullum est animal praeter hominem
quod habeat notitiam aliquam dei”.
46
Cfr. el pasaje ya citado del De legibus, I, 5, 17.
47
Cicerón, De legibus, I, 21, 56: “ex natura vivere summum bonum”.
48
Cicerón, De legibus, I, 21, 56: “naturam sequi et eius quasi lege vivere […] ea quae natura
postulet consequatur”. En cuanto a la atribución de dicha formulación a la enseñanza de la Stoa,
cfr. Diógenes Laercio, Vitae, VII, 87-89; Estobeo, Ecoglae, II, 87, passim.
49
Cfr. M. Santos, “El concepto ciceroniano de ley: una confrontación con el procedimentalismo
contemporáneo”, Anuario Filosófico, 2001 (34, 2), p. 478. Cfr. también el concepto de Ley como
principio de la sabiduría en P. Festugière, La Révélation d’Hermès Trismègiste, vol. III, p. 430.
50
Cicerón, De legibus, I, 22, 58: “mater omnium bonarum rerum sit sapientia […] nihil praesta-
bilius hominum vitae datum est”.
90 Laura E. Corso de Estrada
por cuyo “amor” ha sido creada en griego “la palabra philosophia”51. Cicerón
describe muy vivamente ese pasaje interior que transforma la visión que el
hombre tiene de sí, del todo, y de sí mismo en ese todo: “Cuando haya exami-
nado el cielo, la tierra, los mares y la naturaleza de todas las cosas, y comprenda
cuál es el Principio del que éstas han sido generadas y a dónde deben retornar.
Cuando [conozca] de qué modo han de perecer, qué hay en ellas de mortal y de
perecedero, qué de divino y eterno, y cuando de algún modo se haya asido al
mismo dios que dispone y gobierna, y advierta que él no es el habitante de una
región limitada que se encuentra cercado por los muros de una ciudad, sino un
ciudadano del mundo entero considerado como una sola ciudad, en medio de
esta magnificencia de las cosas, y a través de esta contemplación y de este
conocimiento de la naturaleza, ¡oh dioses inmortales, cómo será el conoci-
miento que alcance de sí mismo [según aquello que prescribió Apolo Pitio]!52.
¡Cuánto desdeñará, cuánto menospreciará y tendrá en nada todas aquellas cosas
designadas por el vulgo como las más grandes!”53.
La realidad del ámbito divino es así un elemento central en los supuestos de
la filosofía moral de Cicerón, porque confiere al mundo en su conjunto y a los
seres que lo habitan su naturaleza específica y, con ella, su disposición perfec-
tiva. En el caso del hombre, la conciencia lúcida de su participación en la
naturaleza divina resulta determinante en el desenvolvimiento de su vida prác-
tica, en la medida en que ese conocimiento trae consigo el del orden natural que
51
Cicerón, De legibus, I, 22, 58: “a quoius amore Graeco verbo philosophia nomen invenit”.
52
Atiéndase a la claridad expositiva del texto para poner de manifiesto las proyecciones del
conocimiento en la configuración del yo individual, y asimismo en cuanto al influjo que el cono-
cimiento de la realidad en su conjunto y de su orden cabal conlleva cualitativamente en el cono-
cimiento que el hombre tiene de sí mismo. De este modo, si bien se ha partido del conocimiento
de sí, éste ha alcanzado su verdad en el retorno de la mirada del hombre sobre sí, tras su indaga-
ción y percepción del todo y de su orden.
53
Cicerón, De legibus, I, 23, 61: “quom caelum, terras, maria rerumque omnium naturam pers-
pexerit, eaque unde generata quo recursura, quando, quo modo obitura, quid in iis mortale et
caducum, quid divinum aeternumque sit viderit, ipsumque ea moderantem et regentemtem deum
paene prenderit, seseque non oppidi circumdatum moenibus popularem alicuius definiti loci, sed
civem totius mundi quasi unius urbis agnoverit, in hac ille magnificentia rerum, atque in hoc
conspectu et cognitione naturae, dii inmortales, qualem, se ipse noscet! [quod Apollo praecepit
Pythius]. Quam contemnet, quam despiciet, quam pro nihilo putabit ea quae volgo dicuntur am-
plissima!”. Adviértase la similitud de esta última parte del pasaje con textos ya examinados a
propósito del De republica ciceroniano, en particular del sueño de Escipión Emiliano: VI, 13, 13;
17,17; 20, 20, passim. Cfr. también: Cicerón, De legibus, I, 23, 62: “Quomque se ad civilem
societatem naturam senserit, non solum illa subtili disputatione sibi utendum putabit sed etiam
fusa latius perpetua oratione, qua regat populos, qua stabiliat leges, qua castiget improbos, qua
tueatur bonos, qua laudet claros viros […]. Quae quom tot res tantaeque sint, quae inesse in
homine perspiciantur ab iis qui se ipsi velint nosse, earum parens est educatrixque sapientia”.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 91
54
Sobre la relación específica entre razón y bien humanos, cfr. M. Santos, “El concepto cicero-
niano de ley”, en especial pp. 478 y ss.
55
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 25: “Ex quo efficitur illud, ut is agnoscat deum, qui, unde ortus
sit, quasi recordetur ac cognoscat”.
56
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 24.
57
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 5, 11: “Ergo ut illa divina mens summa lex est, item quom in
homine est perfecta ratio, sedet in mente sapientis”; passim.
58
Cicerón, De legibus, I, 8, 25: “natura largita est, ut ea, quae gignuntur, donata consulto nobis,
non fortuito nata videantur, nec solum ea quae frugibus atque bacis terrae fetu profunduntur, sed
92 Laura E. Corso de Estrada
etiam pecudes, quom perspicuum sit plerasque esse ad usum hominum, partim ad fructum, partim
ad vescendum, procreatas”.
59
Cicerón, De legibus, I, 8, 25; y ss.; I, 23, 61; pasajes en los que nuestro autor describe los
rasgos de un universo pródigo para el hombre y los atributos físicos y psicológicos con los que la
naturaleza dotó al hombre (en la especie y en su individualidad). Estos textos guardan ciertamente
similitudes de interés con numerosos desarrollos del De natura deorum, II, donde Cicerón expone
acerca de las razones que sostuviera la escuela estoica para justificar la existencia de la divinidad;
si bien expondré sobre ello un poco más adelante; menciono ahora: II, 5, 15, donde se presenta la
postura de Cleantes sobre el orden y belleza del mundo como vía de justificación de la existencia
de los dioses; II, 14, 37 y ss. donde se presenta la postura de Crisipo sobre la perfección del
mundo y de los astros para probar la existencia de la divinidad; II, 33, 98 y ss.; y en relación con
los dones particulares que la divinidad ha otorgado al hombre: II, 58, 145 y ss. y 59, 147 y ss.,
passim.
60
Cicerón, De legibus, I, 8, 24: “Itaque ex tot generibus nullum est animal praeter hominem
quod habeat notitiam aliquam dei, ipsisque in hominibus nulla gens est neque tam mansueta
neque tam fera, quae non, etiamsi ignoret qualem haberi deum deceat, tamen habendum sciat”.
Esta vía probatoria del conocimiento espontáneo y universal de la existencia de la divinidad,
tiene también fuente estoica, como Cicerón documenta en De natura deorum, II, 2, 5; II, 4, 12:
“Itaque inter omnis omnium gentium summa constat; omnibus enim innatum est in animo quasi
insculptum esse deos”, passim. En el estoicismo, la afirmación de la existencia de la divinidad
forma parte de las “pre-nociones” o “anticipaciones” [prólepseis] existentes en los hombres en
relación con ciertos juicios en materia teórica y práctica; como examinaré un poco adelante,
Cicerón recoge esta tesis, cfr. en este trabajo, pp. 102 y ss.
61
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 2, 5: “duas esse censeo patrias, unam naturae, alteram civitatis
[…] rei publicae nomen universae civitatis est”; y cfr. en general II, 1, 3-3, 6. En Cicerón ya
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 93
adulto, Arpino se halla vinculado, junto a factores emocionales, a las simientes de su vocación
política, y así los expresa cuando se refiere a ella: “si verum dicimus, haec est mea et huius fratris
mei germana patria. Hinc enim orti stirpe antiquissima sumus, hic sacra, hic genus, hic maiorum
multa vestigia […]. Gaudeo igitur mea incunabula paene mea tibi ostendisse”; cfr. De legibus, II,
1, 3-II, 2, 4.
Del mismo modo que en De legibus, I, en el comienzo del De legibus, II, 1, 1- 3, 7, nos halla-
mos ante un proemio de notables semejanzas platónicas en su estilo literario y en la composición
escénica; cfr., por ejemplo la mención de cierto gesto atribuido a Sócrates en el Fedro platónico
(Fedro, 230 b) en Cicerón, De legibus, II, 3, 6. Para un análisis detenido de los rasgos más im-
portantes del segundo proemio del De legibus (II, 1, 1-3, 7), cfr. M. Ruch, Le préambule dans les
oeuvres philosophiques de Cicéron, pp. 252-255.
62
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 3, 7: “nunc item ab eodem et a ceteris diis immortalibus sunt
nobis agendi capienda primordia”.
63
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 8: “Hanc igitur video sapientissimorum fuisse sententiam,
legem neque hominum ingeniis excogitatam, nec scitum aliquod esse populorum, sed aeternum
quiddam, quod universum mundum regeret imperandi prohibendique sapientia”.
64
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 8: “Ita principem legem illa et ultimam mentem esse dicebant
omnia ratione aut cogentis aut vetantis dei”.
65
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 9: “caelestis legis […] quae non modo senior est quam aetas
populorum et civitatum, sed aequalitas illius caelum atque terras tuentis et regentis dei”.
66
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 10: “lex vera atque princeps, apta ad iubendum et ad vetan-
dum, ratio est recta summi Iovis”.
67
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 5, 11: “illa divina mens summa lex est”.
94 Laura E. Corso de Estrada
carecer del poder de establecer lo que es recto y lo que es torcido”68. Pero según
ha justificado antropológicamente, el entendimiento humano tiene la aptitud de
participar de la rectitud del divino, lo que se realiza en el sabio69. Y para
establecer el principio de rectitud de la razón, Cicerón retoma la tesis enunciada
en De legibus, I, por la que apela a la racionalidad de la naturaleza como princi-
pio normativo matriz del orden moral: “la ley es la distinción de lo justo y de lo
injusto cuando es expresada conforme a lo más antiguo y primordial de todas
las cosas, la naturaleza, a la que se ordenan las leyes de los hombres que conde-
nan a los malos con el castigo y defienden y protegen a los buenos”70.
En De legibus, II Cicerón vuelve sobre su postura a favor de la existencia del
ámbito divino en el discernimiento de los planos de realidad y, como en el libro
precedente de este escrito, afirma su realidad entitativa fundante respecto del
modo de ser propio de lo particular y mutable del mundo generado: “Los dioses
son señores de todas las cosas y quienes las gobiernan, todo lo que se realiza se
lleva a cabo por su juicio y por su potestad”71. Pero allí también retoma la
problemática de las vías de justificación de la existencia de realidades divinas.
Como en De legibus, I, también en este segundo libro de la obra, nuestro autor
se detiene en la manifestación de la racionalidad del mundo ante el entendi-
miento humano, como prueba de la existencia de la divinidad: “¿quién conside-
raría apropiado contar plenamente entre los hombres a aquél al que no mueven a
gratitud las series regulares de los astros, las sucesiones alternadas de los días y
de las noches, el equilibrio de las estaciones, y todas las cosas que son engen-
dradas para nuestro provecho? […] la Razón se halla ínsita en la Naturaleza”72.
Pero en De legibus, II, añade otra vía probatoria: la de la experiencia de la
68
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 10: “Neque enim esse mens divina sine ratione potest, nec
ratio divina non hanc vim in rectis pravisque sanciendis habere”. Atiéndase al uso de la significa-
ción etimológica que Cicerón hace en el pasaje del término “derecho” [in rectis] y de lo opuesto a
él [praxis]. Cfr. s/v rectus y s/v pravus el sentido moral que comprende la significación de ambos
términos, y la oposición recíproca bajo ese respecto, en A. Ernout / A. Meillet, Dictionnaire
Étymologique.
69
Cicerón, De legibus, II, 5, 11.
70
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 5, 13: “est lex iustorum iniustorumque distinctio, ad illam
antiquissimam et rerum omnium principem expressa naturam, ad quam leges hominum dirigun-
tur, quae supplicio improbos adficiunt, defendunt ac tuentur bonos”.
71
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 7, 15: “dominos esse omnium rerum ac moderatores deos, eaque
quae gerantur eorum geri iudicio ac numine”.
72
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 7, 16: “Quem vero astrorum ordines, quem dierum noctiumque
vicissitudines, quem mensum temperatio, quemquem ea quae gignuntur nobis ad fruendum, non
gratum esse cogunt, hunc hominem omnino numerari qui decet? […]. Quomque omnia quae
rationem habent praestent iis quae sunt rationis expertia […] rationem inesse in ea confitendum
est”.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 95
propia razón humana como realidad participada, en tanto que por su conoci-
miento del todo, no puede sino percibirse como parte del mismo: “¿qué es más
cierto que no debe haber alguien tan neciamente arrogante que piense que la
razón y que el entendimiento que hay en él no existen en el cielo y en el uni-
verso; o quien crea que todo aquello que, con el mayor esfuerzo de su inteligen-
cia apenas alcanza a comprender, se mueve sin estar sometido a una Razón?”73.
73
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 7, 16: “Quid est enim verius quam neminem esse oportere tam
stulte adrogantem, ut in se rationem et mentem putet inesse, in caelo mundoque non putet? Aut, ut
ea quae vix summa ingenii vis concipiat, nulla ratione moveri putet?”.
74
Cfr. el estudio de R. Mondolfo, La conciencia moral de Homero a Demócrito y Epicuro,
Buenos Aires, 1997, sobre todo pp. 9-27, donde ofrece una rica exposición sobre las manifesta-
ciones del surgimiento de la interioridad del juicio moral y sus efectos subjetivos comunes.
Ciertamente, en los poetas y en los autores trágicos, se advierte la afirmación de un orden
normativo superior al de las leyes de la ciudad, que se expresa de algún modo en la interioridad
del hombre que no escapa al juicio de su conciencia moral, lo que también se manifiesta en los
intentos de codificación de los antiguos legisladores. R. Pizzorni expone sobre testimonios que
documentan la concepción de una ley natural rectora del mundo en el ámbito del pensamiento
religioso del antiguo Oriente y en el desarrollo de las primeras especulaciones filosóficas; cfr. R.
Pizzorni, Il diritto naturale dalle origine a S. Tommaso d’Aquino, Bologna, 2000, pp. 23-28; 29 y
ss. Cfr. también en relación a la elaboración del concepto de Lógos en la mitología egipcia y en
sus proyecciones en el ámbito filosófico greco-romano, el estudio de J. Lebreton, “Les théories du
Logos. Au début de l’Ère Chrétienne. Les origins et la théorie stoïcienne”, Études, 1906 (106,
43), pp. 310 y ss.
75
Cfr. M. Crowe, The Changing Profile of the Natural Law, The Hague, 1977, p. XIII.
96 Laura E. Corso de Estrada
76
Cfr. sobre el tema C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 509 y ss.; cfr. también la exposición del
presente estudio, pp. 72 y ss.
77
Cfr. al respecto el examen de J. Moreau, L’âme du monde, pp. 173 y ss., p. 178, passim.
78
Este rasgo de la concepción ciceroniana de la realidad, el que ya se ha vuelto manifiesto en su
concepción del alma y de su destinación en De republica, VI, es relevante y particularmente
significativo en vistas a la recepción que el pensamiento medieval ha llevado a cabo de tesis de
Cicerón relativas a su postura acerca del hombre, del fin que cabe a su alma y en relación con las
virtudes, como expondré más adelante a propósito de su influjo en Tomás de Aquino. Así, atién-
dase por ejemplo, al desarrollo del tema que he vertido sobre la naturaleza de la virtud cardinal en
el presente estudio, Parte III, capítulo I, pp. 236 y ss. Cfr. sobre el tema C. Lévy, Cicero Academi-
cus, pp. 509 y ss., pp. 513, 517, passim.
79
En esta línea interpretativa de la concepción ciceroniana de la lex naturae atiéndase al dete-
nido examen de A. Neschke-Henschke, Platonisme politique, pp. 184 y ss. y pp. 204 y ss. donde
se presenta la tradición ciceroniana sobre la lex naturalis como una aportación histórico-doctrinal
en su reelaboración de los antecedentes de tradición platónica y estoica.
80
Cfr. el preciso desarrollo sobre el tema en C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 516-517.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 97
81
Cfr. Von Arnim, Stoicorum Veterum Fragmenta, I, 537; y cfr. también: Hymnes philoso-
phiques. Aristote, Cléanthe, Proclus, traducción anotada de M. Meunier, Paris, 1935, pp. 35-43;
A. Long / D. Sedley, The hellenistic philosophers, Cambridge, 1997, vol. I, pp. 326-327.
82
Este testimonio resulta de peculiar valor ya que constituye el único legado directo de la pri-
mera Stoa; cfr. A. Long / D. Sedley, The hellenistic philosophers, vol. I, p. 8. Con todo, podremos
apreciar más adelante que Cicerón en De natura deorum, II, y a propósito de su exposición sobre
la teología estoica, revela tener conocimiento de que dicha concepción del Lógos divino pertenece
a las enseñanzas de la Stoa y que incluso, expresamente, indica su aprobación de la misma.
Tiene interés mencionar también el examen que J. Guillén Cabañero dedica al vínculo etimo-
lógico entre deus y Iuppiter a partir del testimonio de Varrón. Conforme a ello, procederían de
una base lingüística común, a la que también pertenece la denominación de dios como pater; cfr.
J. Guillén Cabañero, Teología de Cicerón, Salamanca, 1999, pp. 538-539.
83
Me he referido supra a la identificación entre Zeus y Júpiter, a partir de una consideración de
naturaleza filosófica y en el contexto expuesto, pero no ingreso con ello en un examen histórico-
religioso sobre el tema; cfr. al respecto el estudio que a ello dedica G. Dumézil, La religión ro-
maine archaïque; avec un appendice sur la religion des Étrusques, Paris, 1974, pp. 187 y ss.
84
Cfr. también, Stoicorum Veterum Fragmenta, III, 333 y ss.
98 Laura E. Corso de Estrada
una misma Ley común y a un mismo orden 85; en convergencia con lo cual ha
expuesto Cicerón en los textos examinados del De legibus, I y II86.
De este modo, la definición de virtud de tradición estoica en su formulación:
“vivir en conformidad con la naturaleza”87, es equivalente a sostener: vivir en
conformidad con la ley de la naturaleza; lo que en definitiva es: vivir en
conformidad con la razón. Ello expresa, como hemos visto en De legibus, I y II,
el sentido cabal que Cicerón asigna en su correlato óntico a las nociones de
Razón y de Ley, como supuestos del orden moral. Razón y ley, en su sentido
propio y en el orden real, constituyen el principio matriz de la vida práctica; de
ahí que toda rectitud moral sólo puede proceder de la “conformidad” con dicho
principio y que de tal acuerdo proceda la excelencia o la virtud humana. Cice-
rón acoge así de la enseñanza estoica la concepción de la Naturaleza que, inte-
gralmente considerada, es Razón y Ley. Y como observa J. Moreau, tal identifi-
cación cósmica es la que el hombre debe consumar en sí mismo como para-
digma del orden de su vida práctica88, para la consecución de la cual se halla
dotado por naturaleza de aptitudes intrínsecas que lo disponen para alcanzar la
virtud que le es propia. De ahí que, sin dejar de atender al hecho de la asimi-
lación de esta concepción en el dominio de la complejidad de la religión romana
y de sus divinidades cósmicas 89, parece de valor subrayar que la noción esencial
de ley con la que Cicerón inicia su exposición sobre el tema en De legibus, I,
esto es: “Razón Suma, ínsita en la naturaleza”, y principio normativo cabal del
obrar humano 90, queda comprendida de un modo fundamental en la tradición de
enseñanza estoica al respecto 91.
85
Cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, I, 262, passim.
86
Cfr. en este estudio, Parte Primera, capítulos 2 y 3.
87
Formulación que expresa la norma moral matriz de la vida virtuosa conforme a Zenón:
homologouménos zên [vivere convenienter] la que luego deriva en la expresión más amplia y
comúnmente citada: homologouménos têi physéis zên [vivere convenienter naturae], la cual no
sólo expresa como la primera: vivir en conformidad, en armonía, sino: vivir en conformidad con
la naturaleza; cfr. dicha formulación en Diógenes Laercio, Vitae, VII, 87, passim; y un examen
sobre ambas definiciones en J. Moreau, “Rationalisme et naturalisme dans la morale stoïcienne”,
Stoïcisme, Épicurisme, Tradition Hellénique, Paris, 1979, pp. 43- 45; cfr. también V. Juliá / M.
Boeri / L. Corso, Las exposiciones antiguas de ética estoica, pp. 92-94; y allí mismo el testimonio
de Estobeo al respecto en Ecoglae, II, 57, 76.
88
Cfr. J. Moreau, “Rationalisme et naturalisme”, p. 45.
89
Cfr. al respecto J. Bayet, Histoire politique et psychologique de la religion romaine, Paris,
1957, en particular pp. 108 y ss.
90
Cicerón, De legibus, I, 6, 18: “lex est ratio summa, insita in natura, quae iubet ea quae fa-
cienda sunt prohibetque contraria”; y cfr. el desarrollo del tema en este estudio, pp. 86 y 87.
91
Cfr. también a propósito de la reelaboración que en el ámbito latino lleva a cabo Cicerón de la
tradición propiamente estoica sobre la ley natural; G. Watson, “The Natural Law and Stoicism”,
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 99
en A. Long (ed.), Problems in Stoicism, London, 1971, p. 225; M. Crowe, The Changing Profile,
pp. 36-37, 40-41; A. Neschke-Hentschke, Platonisme Politique, pp. 195 y ss.
92
Cfr. Diógenes Laercio, Vitae, VII, 117. Entre los nombres de dios, Diógenes Laercio indica
que dios es llamado “Zeus” en relación con uno de los rasgos a él atribuidos y mencionado supra:
porque es autor de la vida y porque la penetra; cfr. también el comentario del texto citado en A.
Long / D. Sedley, The hellenistic philosophers, vol. I, p. 331.
93
Cicerón, De natura deorum, II, 23, 62: “Utilitatum igitur magnitudine constituti sunt ei di”;
cfr. también II, 23, 60-61. D. Babut explica que la teología estoica intentó conciliar la religiosidad
popular, a la que haciera objeto de severas críticas, con una visión de la divinidad asentada en la
elaboración filosófica de su realidad y de su naturaleza; cfr. D. Babut, La religion des philosophes
grecs. De Thalès aux Stoïciens, Paris, 1974, en particular pp. 172-185.
94
Cfr. P. Boyancé, “Cicéron et les semailles d’âmes du Timée. De legibus, I, 24”, en Études sur
l’humanisme cicéronien, p. 295.
95
Cfr. P. Boyancé, “Cicéron et les semailles d’âmes”, p. 295.
96
Cfr. P. Festugière, La Révélation d’Hermès Trismègiste, IV, p. 430.
100 Laura E. Corso de Estrada
en los hombres “la simiente” que los volverá partícipes de la naturaleza divina
por la posesión del alma inmortal 97, la que tras su caída cósmica resulta inmersa
en el ámbito de lo mortal 98. Y ciertamente, como Festugière observa, este pasaje
tiene manifiesto influjo doctrinal y lingüístico en desarrollos ya examinados del
De legibus ciceroniano, como aquél en el que se expone sobre la generación del
linaje de los hombres, diciendo que éste ha sido “sembrado a lo largo de la tie-
rra […] elevado con el don divino de las almas; y en tanto que los demás atribu-
tos del hombre proceden de su naturaleza mortal, y son inestables y perecede-
ros, el alma le fue implantada por el dios”99.
Parece relevante tener asimismo presente la versión ciceroniana latina del Ti-
meo platónico y el pasaje en el que Cicerón vierte el anuncio demiúrgico de las
“simientes” divinas que sólo han de ser otorgadas a los hombres. Cicerón tra-
duce dicho passus del texto griego del siguiente modo: “en lo que respecta a
[los hombres] quienes son creados de tal manera que han de ser al modo de la
familia de los dioses inmortales, sean designados con el divino linaje y tengan
primacía sobre todos los vivientes”100. Y así expresa el mandato del demiurgo a
los dioses inferiores: “os entregaré su principio y simiente, y vosotros, por vues-
tra parte añadid a lo que será inmortal la parte mortal”101.
97
Cfr. P. Festugière, La Révélation d’Hermès Trismègiste, IV, p. 430; Platón, Timeo, 41 c (cfr.
speiras). El P. Festugière también cita un texto paralelo del Político de Platón, 272 e, en el que,
en efecto, también se emplea la misma formulación para indicar la generación de la parte divina
de las almas humanas, expresando que cual semillas éstas caen en tierra.
98
Cfr. Platón, Timeo, 41 c; cfr. también 41 d; 42 d; 69, c; 90 a, passim.
99
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 24: “Nam cum de natura hominis quaeritur, haec disputari
solent […] existitisse quamdam maturitatem serendi generis humani, quod sparsum in terras atque
satum divino auctum sit animorum munere, cumque alia quibus cohaererent homines e mortali
genere sumpserint, quae fragilia essent et caduca, animum esse ingeneratum a deo”.
100
Cicerón, Timaeus, 11, 41; 7-9: “in quibus qui tales creantur ut deorum inmortalium quasi
gentiles esse debeant, divini generis appellentur teneantque omnium animatium principatum”.
101
Cfr. Cicerón, Timaeus, 11, 41; 10-12: “quorum vobis initium satusque tradetur a me, vos
autem id quod erit inmortale partem adtexitote mortales”.
Entre el vasto conjunto de pasajes del corpus platónico que permiten una rica compulsa con
textos ciceronianos del De legibus, I y II, atiéndase a: Platón, Fedón, 79 d, 80 b; Protágoras, 322
a; Banquete, 209 b; República, 490 b, 589 d, 611 e; Fedro, 246 c y ss.; Filebo, 16 c (pasaje en el
que cabe subrayar la tesis, también presente en Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 12, 26 y I
12, 27-29, en la que se afirma que los antiguos vivían de un modo más próximo a los dioses);
Timeo, 28 a y ss., 30 a y ss., 69 c, 90 a y b; Las leyes, 726 a, passim (con respecto al origen y
naturaleza divina del alma racional humana, los supuestos cósmico-teológicos de esta concepción
y el parentesco entre los hombres y la divinidad). Cfr. también: Platón, Protágoras, 322 a;
República, 517 c; Fedro, 247 d; Filebo, 28 c y d, 30 d y e; Las leyes, 716 c, 885 d y e, 886 a, 888
b, 889 c y d, 899 d y ss., 903 b, passim (con respecto a la existencia de un Lógos divino universal,
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 101
causa providente del orden del universo, y asimismo a las aptitudes humanas para el
conocimiento de la existencia de las realidades divinas y del orden del cosmos).
En relación con la compulsa entre la cosmología-teológica de Platón y de Cicerón, cfr. el
estudio de C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 513 y ss., 516. Allí el autor examina y discierne de
qué modo la postura ciceroniana de identificación cabal entre la naturaleza, la razón y la ley sobre
la que se asienta la cosmología estoica, lo separa de Platón, quien rechaza dicha identificación y
la autonomía de la naturaleza y afirma la primacía de la razón (cfr. en relación con ello: Platón,
Las leyes, IV, 713 e y 714, a; IX, 875 b, c; X, 890 d). En este sentido C. Lévy, subraya la presen-
cia doctrinal indiscutiblemente estoica en De legibus, I y II, más asimismo la neta influencia del
acervo platónico en los rasgos de la antropología ciceroniana que trascienden la cosmología es-
toica, como la tesis de las “semillas” del alma, y las notas no reductivas a una visión corporalista
del hombre.
102
Cfr. Platón, Apología, 29 d y e, 38 a; Fedón, 63 e y 64 a, 65 d; 67 c; República, 611 c; Fedro,
249 c, d, e y ss.; Las leyes, 689 d; passim.
103
Cfr. Platón, Banquete, 212 a; República, 383 c, 613 a y b; Teeteto, 176 b; Fedro, 249 d; Las
leyes, 716 d, passim.
104
Cfr. Platón, Fedón, 79 d; Timeo, 47 b; passim.
105
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 509 donde el autor refiere la interpretación de las fuen-
tes de escritos ciceronianos, como De legibus, que subrayan el influjo de Antíoco por sobre el de
la Stoa (cfr. también pp. 517, 631). Dicha interpretación, como indica Lévy, responde a la reela-
boración del tema por parte de P. Boyancé, en estudios de su autoría como “Les problèmes du De
republica de Cicéron”, p. 195.
106
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 509, 517.
102 Laura E. Corso de Estrada
ral que suscita la vida común 107. Por ello, como expresa acertadamente L.
Troiani, el sentido radical del De legibus parece proceder del anhelo de
reconducir el derrotero de la vida pública romana108. Pero la especulación
filosófica ciceroniana sobre esta problemática y su universalidad, constituye una
tradición latina reelaborada y una de las vías de transmisión más importantes
procedente del mundo antiguo que trasciende las fronteras de la Roma de su
tiempo.
107
Cfr. lo expuesto en este estudio, pp. 35 y ss.
108
Cfr. L. Troiani, “Per una interpretazione delle leggi ciceroniane”, Athenaaeum, 1982 (60), pp.
322-323, 335, y también cfr. L. Troiani, “La religión y Cicerón”, en Cicerón, un alma ardiente.
Santiago de Chile, 1994, pp. 159-160.
109
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26: “natura […] ornavit”.
110
Me detendré más adelante, a propósito del examen del De finibus, III, en la asimilación
ciceroniana de esta vía de justificación de la sociabilidad humana que evoca la postura aristotélica
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 103
que aduce la aptitud natural del hombre para el lenguaje como signo de su sociabilidad natural;
cfr. pp. 135 y 136
111
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26-27: “figuramque corporis habilem et aptam ingenio humano
dedit. Nam cum ceteras animantes obiecisset ad pastum, solum hominem erexit et ad caeli quasi
cognationis domiciliique pristini conspectum excitavit, tum speciem ita formavit oris, ut in ea
penitus reconditos mores effingeret. Nam et oculi nimis argute quem ad modum animo affecti
simus, loquuntur et is qui appellatur vultus, qui nullo in animante esse praeter hominem potest,
indicat mores […]. Omitto opportunitates habilitatesque reliqui corporis, moderationem vocis,
orationis vim, quae conciliatrix est humanae maxime societatis”.
Como podrá apreciarse un poco más adelante, este pasaje guarda especial semejanza con
otros desarrollos ciceronianos del De natura deorum, II, 59, 147; II, 4, 12; y De officiis, I, 4, 14; I,
30, 107, passim; cfr. en este estudio: Parte I, capítulo 5.
112
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26: “natura […] ornavit […] ei et sensus tamquam satellites
attribuit ac nuncios”.
113
Si bien los manuscritos del pasaje citado ofrecen dificultades en cuanto al empleo del término
indoavit en lugar de inchoavit, sigo en el pasaje la variante textual: inchoavit atendiendo, por una
parte, a la opción de K. Ziegler (M. Tullius Cicero. De legibus, Heidelberg, 1950) y, por otra
parte, al fundamento lingüístico-doctrinal que el término inchoavit posee en el desarrollo de
textos paralelos al citado supra en De legibus, I, como el enunciado en I, 9, 27, donde se expresa
que la naturaleza ha dotado al hombre de: “Prima et inchoata intellegentia”, en el cual me deten-
dré un poco más adelante.
114
Vierto el término nociones por la expresión latina intellegentiae debido a que una exégesis
apropiada del pasaje permite advertir que, con dicha formulación, no se hace referencia a un
poder cognitivo sino a su objeto. Por otra parte, cfr. Oxford Latin Dictionary, s/v intelligentia, ap.
3, la significación que he propuesto, y la aplicación de la misma al caso del pasaje ciceroniano del
De legibus, I, 9, 26.
115
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26: “Ipsum autem hominem eadem natura non solum celeritate
mentis ornavit […] et rerum plurimarum obscuras nec satis expressas intellegentias inchoavit,
quasi fundamenta quaedam scientiae”.
104 Laura E. Corso de Estrada
todos los hombres [koinai énnoiai] que, entre las primeras manifestaciones del
“lógos” humano participado por la divinidad, constituyen ciertas “pre-nociones”
o “anticipaciones” [prolepseis] con respecto al conocimiento de ciertos conteni-
dos. Como indica M. Liscu116, esta temática se halla inserta en la densa cuestión
que ocupó a las escuelas helenísticas en torno a los criterios de verdad. De
acuerdo al seguimiento de las etapas centrales del proceso del conocimiento
humano, según la recepción ciceroniana de las enseñanzas del estoicismo al
respecto: puede indicarse que: 1°) dada la “impresión” o “representación”
[phantasia117: visum118) del objeto en el ámbito del sentido, lo que puede descri-
birse como un estado pasivo del sujeto en tanto que es meramente receptivo de
una “imagen real”119 procedente de un objeto exterior; 2°) se sigue el juicio
relativo al “asentimiento” [synkatáthesis: adsensio, approbatio120] que con-
cierne a la validez de la representación, esto es, un juicio de reconocimiento en
relación con la realidad de dicha representación, mas no con el de su conte-
nido121; 3º) luego tiene lugar la “aprehensión” [katálepsis: comprehensio122,
cognitio, perceptio123] del “lógos”, el acto propiamente cognitivo del objeto en
cuanto tal. Al detenerse en este último nombre griego, Cicerón precisa sobre la
significación del mismo: “[Zenón] la llamaba aprehensión, de un modo seme-
jante a estas cosas que son asidas por la mano”124. Y refiere de este modo la
116
Cfr. M. Liscu, L’expression des idées philosophiques chez Cicéron, Paris, 1937, pp. 29 y ss.,
donde también hallamos una rica selección de textos ciceronianos concernientes al tema que
ahora nos ocupa.
117
Cfr. Diógenes Laercio, Vitae, VII, 45, quien describe este primer momento del proceso
cognoscitivo: efecto del objeto en el sujeto, “como el anillo del sello imprime en la cera”; etapa
que impropiamente se designa conocimiento en tanto que aún no hay distinción entre sujeto y
objeto; cfr. V. Arnim, Stoicorum Veterum Fragmenta, II, 54, passim.
118
Cfr. la versión latina visum que Cicerón emplea para verter el nombre griego phantasia, en
Cicerón, Academica, 11, 40, passim.
119
Cfr. al respecto la explicación de E. Bréhier quien se detiene en el sentido propio del término
imagen en el contexto de esta doctrina, conforme al cual y de un modo no asimilable al aristoté-
lico, designa el producto mismo de la percepción sensible directa; cfr. E. Bréhier, Chrysippe,
Paris, 1910, p. 82.
120
Cfr. Cicerón, Lucullus, 12, 37; Academica, 11, 41-42.
121
Según M. Pohlenz en este momento del proceso cognitivo hay intervención del lógos, si bien
es una consideración susceptible de divergencias; cfr. la posición de M. Pohlenz, La Stoa, vol. I,
p. 100. En este sentido cabe indicar la diversidad de posiciones entre figuras de las diversas etapas
de la Stoa.
122
Cfr. Cicerón, Lucullus, 10, 31.
123
Cfr. Cicerón, Lucullus, 6, 17.
124
Cfr. Cicerón, Academica, 11, 41: “comprehensionem appellabat, similem iis rebus quae manu
prenderentur”. Cicerón refiere que Zenón ejemplificaba dicho proceso de conocimiento del modo
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 105
que sigue con el caso de la mano humana: a) cuando los dedos se hallan extendidos, permitiendo
apreciar plenamente la palma de la mano: corresponde al caso de la impresión del objeto [visum];
b) cuando los dedos se encuentran algo contraídos: equivale al asentimiento [adsensus]; c) cuando
el puño está cerrado: representa la aprehensión [comprehensio]; d) finalmente, una mano sobre el
puño: expresa la ciencia [scientiam]; cfr. Cicerón, Lucullus, 47, 145. De hecho, en A. Long / D.
Sedley, se ofrece como traducción de phantasia kataleptiké: “impresión capaz de aprehender su
objeto (“impresión capable of grasping its object”), mencionando asimismo la figura táctil que
Zenón habría atribuido a la noción; cfr. A. Long / D. Sedley, The hellenistic philosophers, vol. I,
p. 250.
125
Cfr. Cicerón, Lucullus, 6, 18: “visum igitur impressum effictumque ex eo unde esset quale
esse non posset ex eo unde non esset”; cfr. también Von Arnim, Stoicorum Veterum Fragmenta,
I, 59.
126
Cfr. E. Bréhier, Chrysippe, pp. 99-100. Cfr. también la explicación al respecto de A. Virieux-
Reymond, quien a propósito del tema introduce e interpreta las palabras de Aecio cuando indica
que para los estoicos las sensaciones son siempre verdaderas, en tanto que las representaciones
pueden ser verdaderas o falsas (Stoicorum Veterum Fragmenta, II, 78); cfr. A. Virieux-Reymond,
La logique et l’épistémologie des stoïciens. Leurs rapports avec la logique d’Aristote, la logisti-
que et la pensée contemporaines, Paris, 1949, p. 58.
127
Cfr. Diógenes Laercio, Vitae, VII, 46; VII, 54.
128
Cfr. Epicteto, Dissertationes, III, 3, 2.
129
Cfr. C. Lévy, Les Philosophies hellénistiques, p. 134.
106 Laura E. Corso de Estrada
130
Cfr. Diógenes Laercio, Vitae, VII, 54.
131
Sostiene E. Bréhier que el estoicismo medio, por influjo de las críticas de Carnéades, aban-
dona la tesis de la percepción inmediata como rasgo propio de la representación comprehensiva,
para describirla como resultado de una crítica razonada que supone discurso; cfr. E. Bréhier,
Chrysippe, p. 100.
132
Cfr. el pasaje citado supra de Cicerón, De legibus, I, 9, 28.
133
Cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, III, 218, passim.
134
Cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, II, 69.
135
Cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, II, 83, y el testimonio ciceroniano sobre la equivalencia
entre: énnoiai y prólepseis en Lucullus, 10, 30. Debemos subrayar de modo especial el hecho de
la transmisión de la doctrina de la primera Stoa sobre las koinai énnoiai en el ámbito de otras
etapas de la escuela, y en las versiones latinas de: Séneca, Epistulae, XX, 120; Epicteto, Disser-
tationes, II, 11.
136
Cfr. el estudio de F. Sandbach, “Ennoia and Prolepsis in the Stoic Theory of Knowledge”, en
A. Long (ed.), Problems in Stoicism, en especial pp. 30-31.
137
Cfr. Von Arnim, Stoicorum Veterum Fragmenta, III, 218; Diógenes Laercio, Vitae, VII, 53.
Cfr. la continuidad de esta doctrina en la versión latina de la Stoa imperial, Séneca, Epistulae,
XX, 120; Epicteto, Dissertationes, III, 24, 3, passim.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 107
138
Cfr. Plutarco, De Stoicorum repugnantiis, 17, 1041 e (Von Arnim, Stoicorum Veterum Frag-
menta, III, 69) donde atribuye a Crisipo el haber sostenido que su doctrina acerca del bien y del
mal es coincidente con las pre-concepciones naturales; De communibus notitiis contra Stoicos
32, 1075 e; Séneca, Epistulae, XIX, 117.
139
Cfr. E. Bréhier, Chrysippe, p. 105, y asimismo el testimonio de Séneca, Epistulae, XIX, 117.
140
Cfr. el examen de M. Pohlenz al respecto en La Stoa, vol. I, pp. 107-109.
141
Cfr. Stoicorum Veterum Fragmenta, II, 83; y cfr. también la traducción de A. Long / D. Sed-
ley, The hellenistic philosophers, vol. I, p. 238, texto E.
142
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26.
143
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26. Este importante pasaje es doctrinalmente semejante a otro
de Academica, 11, 42, en el que se afirma que la naturaleza ha impreso en las almas las nociones
de las cosas [notiones rerum], a partir de las cuales se vuelven accesibles al conocimiento del
hombre los principios [principia] y ciertas vías más amplias [latiores quaedam viae] para indagar
a través de la razón. En este sentido, también cabe mencionar el locus del De finibus, IV, 13, 34,
sobre el que volveré más adelante, donde Cicerón emplea el participio inchoatum para formular,
como en De legibus, I, 9, 26 con el verbo inchoavit, el modo de ser en el que la naturaleza ha
108 Laura E. Corso de Estrada
jante al que empleará más tarde Séneca cuando al exponer sobre el conoci-
miento humano del bien sostendrá que la naturaleza no nos ha conferido la
“scientia”, sino sus “gérmenes” o sus “semillas” [semina scientiae]144.
En este contexto, es pertinente hacer mención de la observación de E. Bré-
hier cuando subraya que la tesis estoica sobre las “prólepseis”, supone una con-
cepción de la realidad en la que se asiente la connaturalidad de las aptitudes
cognoscitivas del hombre con la verdad 145. Bajo este respecto, y a pesar de dife-
rencias de peso con ciertas enseñanzas de la Stoa al respecto146, la exposición
ciceroniana del De legibus, I que he seguido hasta el momento, es expresiva del
esfuerzo especulativo de su autor por desarrollar una visión de la realidad en su
conjunto en la que la omnipresencia de la racionalidad del “Lógos”147 causa, por
una parte, que el mundo sea intrínseca y plenamente inteligible148 y, por otra,
que también en su caso haya una neta correspondencia entre el alma humana y
la verdad.
Atendiendo al desarrollo del De legibus, I, me permito sostener que, en otros
pasajes de este locus, Cicerón sostiene con formulaciones equivalentes el
mismo contenido filosófico expresado en la cita ya expuesta en la que afirma
que la naturaleza “incoó” en el hombre:
impreso las disposiciones teleológicas en el hombre. En el texto citado del De finibus, Cicerón
compara la obra que cabe realizar al hombre con su naturaleza específica, con la del escultor
Fidias ante el caso de llevar a cabo el desarrollo y acabamiento de una estatua que ha recibido
comenzada por otro [ab alio inchoatum]. Y allí Cicerón reitera, subrayando el modo en que la
natura ha sido artífice del hombre: la naturaleza incoó [inchoavit] en el hombre aptitudes que, con
la guía de la sabiduría, él habrá de desarrollar y consumar; cfr. De finibus, IV, 13, 35.
144
Cfr. Séneca, Epistulae, XX, 120, expresión que ciertamente ya había empleado Cicerón en
pasajes de sus obras, como en De finibus, IV, 7, 17, passim.
145
Cfr. E. Bréhier, Chrysippe, p. 68.
146
Como es manifiesto, Cicerón no asimila el corporalismo que conlleva la teoría estoica sobre
la realidad y la naturaleza del hombre; muy probablemente, como ya ha indicado M. Pohlenz, en
razón del influjo fuertemente platónico del que Cicerón también es receptivo. Cfr. M. Pohlenz, La
Stoa, vol. I, p. 107. Esto mismo es indicado por G. De Plinval, en su estudio introductorio a la
edición crítica del De legibus, ciceroniano, cuando subraya la fuerte impronta de la presencia
doctrinal platónica en la postura ciceroniana, y su efecto en la visión no materialista de las ense-
ñanzas de neta tradición estoica que Cicerón incorpora en su obra; cfr. Cicerón. Traité des Lois,
Texte établi et traduit par G. De Plinval, Paris, 1968, en particular pp. XXIII y XXV.
147
Cfr. Diógenes Laercio, Vitae, VII, 147 (Stoicorum Veterum Fragmenta, II, 1021).
148
Cfr. al respecto el desarrollo de M. Colish, The Stoic Tradition, vol. I, pp. 52-53.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 109
149
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26: “obscuras nec satis expresas intelligentias enodavit”.
150
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 27: “Nunc quoniam hominem, quod principium reliquarum
rerum esse voluit, ita generavit et ornavit deus, perspicuum fit illud […] ipsam per se naturam
longius progredi, quae etiam nullo docente, profecta ab iis quorum ex prima et inchoata intelle-
gentia genera cognovit, confirmat ipsa per se rationem et perficit”.
151
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 10, 30: “quaeque in animis imprimuntur, de quibus ante dixi,
inchoatae intellegentiae, similiter in omnibus imprimuntur […]. Nec est quisquam gentis ullius,
qui ducem naturam nactus ad virtutem pervenire non possit”.
152
Parece conveniente indicar que el sustantivo latino honestas y, asimismo, el adjetivo hones-
tus, a, um se hallan semánticamente vinculados con lo concerniente a la moralidad. Cicerón fue el
creador del adjetivo latino moralis con el que traduce el griego ethikós, pero no emplea dicho
adjetivo hasta la redacción del De fato, I, 1, 1 (sobre esto último cfr. A. Ernout / A. Meillet, Dic-
tionnaire Étymologique, s/v mos). De ahí que, desde un punto de vista de consideración genético
de la elaboración filosófica ciceroniana, en cuanto a su contenido y a su formulación lingüística,
parace más apropiado verter supra el término: honesta –en el contexto del De legibus– sin em-
plear aún precisiones posteriores en el desarrollo del vocabulario de Cicerón.
153
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 16, 44: “Atqui nos legem bonam a mala nulla alia nisi naturae
norma dividere possumus. Nec solum ius et iniuria natura diiudicatur, sed omnino omnia honesta
et turpia. Nam ita communis intellegentias natura effecit easque in animis nostris inchoavit,
honesta in virtute ponuntur, in vittis turpia”. En el pasaje citado, sigo el texto latino propuesto por
Ziegler, en lugar de la variante de G. De Plinval: “nam ut communis intellegentia nobis notas res
effecit”; para enunciar de un modo más ajustado la concepción ciceroniana sobre las communes
intellegentiae existentes en todo hombre; cfr. también L. Kenter, M. T. Cicero. De legibus, pp.
179-181.
110 Laura E. Corso de Estrada
154
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 22, 59: “et quom se ipse perspexerit totumque temptarit, intelleget
quem ad modum a natura subornatus in vitam venerit, quantaque instrumenta habeat ad obtinen-
dam adipiscendamque sapientiam, quoniam principio rerum omnium quasi adumbratas intelle-
gentias animo ac mente conceperit, quibus inlustratis sapientia duce bonum virum et, ob eam
causam, cernat se beatum fore”.
155
Cfr. también las formulaciones ciceronianas sobre las koinai énnoiai o prólepseis en general
en: M. Liscu, L’expression, p. 62, donde el autor recopila expresiones latinas que corresponden a
las vertidas en el caso del De legibus. Cicerón también hace uso de formulaciones latinas investi-
das de la significación técnico-filosófica que concierne a las prólepseis en otros escritos, como De
finibus, De natura deorum; lo que consideraré más adelante en relación con el examen de estos
escritos.
156
Cfr. en este estudio, pp. 146 y ss.
157
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 11, 32: “Quae autem natio non comitatem, non benignitatem, non
gratum animum et beneficii memorem diligit? Quae superbos, quae maleficos, quae crudeles,
quae ingratos non aspernatur, non odit? Quibus ex rebus cum omne genus hominum sociatum
inter se intellegatur, illud extremum est […] quod recte vivendi ratio meliores efficit”; cfr. tam-
bién: De legibus, I, 10, 30 y de un modo particular en lo pertinente a las aptitudes naturales
humanas para el conocimiento de la divinidad y la universalidad de esta concepción como signo
de su verdad: Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 13, 30, passim; con todo, volveremos a este
último pasaje más adelante, p. 147.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 111
5. Naturaleza y virtud
158
Me detendré más adelante en este tema, a propósito del examen del De natura deorum, II; cfr.
en este estudio, pp. 146 y ss.
159
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 24-25: “ex tot generibus nullum est animal praeter hominem
quod habeat notitiam aliquam dei, ipsisque in hominibus nulla gens est neque tam mansueta
neque tam fera, quae non, etiamsi ignoret qualem haberi deum deceat, tamen habendum sciat. Ex
quo efficitur illud, ut is agnoscat deum, qui, unde ortus sit, quasi recordetur ac cognoscat”.
160
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 23, 61: “Idemque quom caelum, terras, maria rerumque omnium
naturam perspexerit, eaque unde generata quo recursura”; cfr. también I 8, 25; II, 7, 16.
En lo pertinente a las aptitudes naturales humanas para el conocimiento de la divinidad y la
universalidad de esta concepción como signo de su verdad, cfr. Cicerón, Tusculanae disputatio-
nes, I, 13, 30: “Ut porro firmissimum hoc adferri videtur cur deos esse credemus, quod nulla gens
tam fera, nemo omnium tam sit inmanis, cuius mentem non imbuerit deorum opinio […] omnes
tamen esse vim et naturam divinam arbitrantur; nec vero id conlocutio hominum aut consensus
effecit; non institutis opinio est confirmata non legibus; omni autem in re consensio omnium
gentium lex naturae putanda est”; passim.
112 Laura E. Corso de Estrada
161
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 10, 30: “Nec est quisquam gentis ullius, qui ducem naturam nac-
tus ad virtutem pervenire non possit”.
162
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 12, 33: “tantam autem esse corruptelam malae consuetudinis, ut
ab ea tamquam igniculi exstinguantur a natura dati, exorianturque et confirmentur vitia contraria”.
Adviértase el valor de esta tesis en vista a la elaboración ciceroniana del poder cognitivo del
entendimiento para el discernimiento de los primeros principios del orden moral, y su proyección
reflexiva en la conciencia individual.
163
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 16, 45: “Quod si ita est, honesta quoque et turpia natura diiudi-
canda sunt”.
164
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 16, 45: “Nam nec arboris nec equi virtus quae dicitur (in quo
abutimur nomine) in opinione posita est, sed in natura […] virtus boni alicuius perfecta ratio,
quod certe in natura est: igitur omnis honestas eodem modo”.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 113
165
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 17, 45: “Nam ut vera et falsa, ut consequentia et contraria sua
sponte, non aliena iudicantur, sic constans et perpetua ratio vitae, quae virtus est, itemque in-
constantia, quod est vitium, sua natura probabitur, nos ingenia iudicemus non item?”.
166
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 17, 46: “Nam ni ita esset, beati quoque opinione essemus, quo
quid dici potest stultius?”.
167
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 14, 40: “Itaque poenas luunt, non tam iudiciis –quae quondam
nusquam erant, hodie multifariam nulla sunt, ubi sunt tamen, persaepe falsa sunt– at eos agitant
insectanturque furiae, non ardentibus taedis sicut in fabulis, sed angore conscientiae fraudisque
cruciata”.
168
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 14, 40: “Quorum tamen nemo tam audax umquam fuit, quin aut
aubnueret a se commissum esse facinus, aut iusti sui doloris causam aliquam fingeret, defensio-
nemque facinoris a naturae iure aliquo quaereret”.
114 Laura E. Corso de Estrada
más despreciable que la cobardía, y qué más reprochable que la torpeza [de la
mente] y la necedad? […]. Y lo mismo puede decirse, en contrario en alabanza
a propósito de la virtud”169.
En su neto rechazo al convencionalismo moral, queda comprendida su radi-
cal oposición al convencionalismo jurídico. Como en De republica 170, en De
legibus, I, Cicerón vuelve a sostener con firmeza la tesis que tempranamente
había enunciado en De inventione Rhetorica 171, la que los autores medievales
citarán con notable insistencia172: “el derecho se funda en la naturaleza y no en
la opinión”173. Pues, “hemos sido constituidos por naturaleza para participar
unos con otros, y para compartir entre todos el [mismo] derecho. Y principal-
mente quiero que en todo este debate se entienda que, cuando digo ‘derecho’,
designo al que es tal por naturaleza”174. El “ius” común humano es correlativo a
la sociabilidad natural, por “el hecho de que estamos inclinados por naturaleza a
amar a los [otros] hombres, lo que constituye el fundamento del derecho”175.
El ius, conforme a la significación del mismo que Cicerón exige en su dis-
curso, a saber: el que es tal por naturaleza, “instaurado por una sola ley […] sea
169
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 19, 51: “An corporis pravitates, si erunt perinsignes, habebunt
aliquid offensionis, animi deformitas non habebit? Cuius turpido ex ipsis vitiis facillime perspici
potest. Quid enim foedius avaritia, quid immanius libidine, quid contemptius timiditate, quid
abiectius tarditate et stultitia dici potest? […]. Quod item ad contrarium laudem de virtute dici
potest”.
Tiene interés mencionar también un pasaje paralelo del De officiis, I, 32, 117 en el que
expresamente su autor alude a la índole de la personalidad moral que cada hombre genera en sí
mismo; allí dice: “en cuanto al personaje [persona] que queremos representar [en nuestra vida],
depende de nuestra voluntad [a nostra voluntate]”, passim.
170
Cfr. Cicerón, De republica, III, 22, 33, passim.
171
Resulta de interés atender una vez más al contenido de la definición ciceroniana del ius en el
pasaje ya citado del De inventione Rhetorica, II, 53, 161: “Naturae ius est, quod non opinio
genuit, sed quaedam in natura vis insevit”, y confrontarla con la enunciada en De legibus y que se
cita supra a continuación.
172
Cfr. en este estudio, pp. 199-200.
173
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 10, 28: “Sed omnium quae in hominum doctorum disputatione
versantur, nihil est profecto praestabilius, quam plane intellegi, nos ad iustitiam esse natos, neque
opinione sed natura constitutum esse ius”.
174
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 12, 33: “ad participandum alium cum alio communicandumque
inter omnes ius nos natura esse factos. Atque hoc in omni hac disputatione sic intellegi volo,
quom dicam naturam [esse]”; cfr. también I, 12, 34; I, 15, 42, passim.
175
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 15, 43: “ex eo quod natura propensi sumus ad diligendos homines,
quod fundamentum iuris est”.
Veremos un desarrollo más extenso de la concepción ciceroniana acerca de la sociabilidad
natural a propósito de su De finibus.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 115
que se encuentre escrita en alguna parte o no […] quien la ignora es injusto […]
y no hay cabalmente justicia alguna si no es tal por naturaleza”176. Nuestro autor
sostiene de modo terminante: “sería una completa necedad considerar que es
todo lo justo lo decretado por las normas o por las leyes de los pueblos; ¿aun en
el caso de que sean leyes de tiranos?177 […]. No podemos distinguir una ley
buena de una mala, por ninguna otra norma que la de la naturaleza”178.
En De legibus, II, Cicerón retoma su exhortación al conocimiento de sí, adu-
ciendo que existe “una razón emanada de la naturaleza de las cosas impeliendo
a hacer lo que es recto y apartando del delito, la que siendo de origen simultá-
neo con el Entendimiento divino”179, no sujeta a los rasgos propios de la
temporalidad, tampoco requiere ser escrita para que el hombre la conozca como
ley. Ilustra vivamente esta postura con el caso de Horacio Cocles, quien según
la tradición se enfrentó al rey Porsena ante su pretensión de restablecer la dinas-
tía etrusca de los Tarquinos expulsada de Roma. Y conforme a la interpretación
ciceroniana del suceso, Cocles llevó a cabo dicho servicio al bien público de un
modo heroico respondiendo con su obrar a la rectitud natural ínsita en la natura-
leza humana por participación de la Recta Razón divina que es Ley. Es decir,
Cocles puso de manifiesto la aptitud natural humana para acceder al conoci-
miento de la ley natural rectora de la vida práctica y obró conforme a ella. Cice-
rón refiere el caso diciendo: “porque no haya sido escrito en alguna parte que un
solo hombre [tenía el deber] de apostarse en un puente frente a todas las tropas
del enemigo, y que debía ordenar cortar el puente a su espalda, consideraremos
de acuerdo a la ley y al poder que Cocles no realizó cabalmente una hazaña de
tal magnitud”180. Y en sentido opuesto, presenta un hecho de violencia vincu-
lado con la familia del último rey de Roma Lucio Tarquino, que protagonizara
su hijo Sexto contra la hija de un cónsul romano, con fin de hacer manifiesto
que tampoco es necesario que haya una ley escrita, para que se condene lo que
176
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 15, 42: “lex constituit una […] qui ignorat, is est iniustus, sive est
illa scripta uspiam sive nusquam […]. Ita fit ut nulla sit omnino iustitia si neque natura est”.
177
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 15, 42: “illud stultissimum, existimare omnia iusta esse quae scita
sint in populorum institutis aut legibus. Etiamne si quae leges sint tyrannorum?”; cfr. también I,
16, 43-44.
178
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 16, 44: “nos legem bonam a mala nulla alia nisi naturae norma
dividere possumus”.
179
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 10: “ratio, profecta a rerum natura, et ad recte faciendum
inpellens et a delicto avocans […]. Orta autem est simul cum mente divina”.
180
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 10: “quia nusquam erat scriptum, ut contra omnis hostium
copias in ponte unus adsisteret a tergoque pontem interscindi iuberet, idcirco minus Coclitem
illum rem gessisse tantam fortitudinis lege atque imperio putabimus”.
116 Laura E. Corso de Estrada
181
Cfr. Cicerón, De legibus, II, 4, 10: “Nec si regnante L. Tarquino nulla erat Romae scripta lex
de stupris, idcirco non contra illam legem sempiternam Sex. Tarquinius vim Lucretiae Triciptini
filiae attulit”; cfr. también II, 5, 11, passim.
182
Cfr. lo indicado en Parte Primera, capítulo 3, nota al pie n° 31. Sin embargo, cabe indicar que
Atico, portavoz del epicureísmo en De legibus, no hace manifiesta una posición contraria a la de
la exposición ciceroniana; cfr. Cicerón, De legibus, I, 13, 35 y ss.
183
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 13, 37: “nec tamen spero fore ut omnibus probentur –nam id fieri
non potest–”.
184
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 13, 38.
185
Cfr. lo expuesto sobre esta calificación ciceroniana de la escuela estoica y su fuente principal,
en este estudio. En De legibus, I, 20, 53-54, Cicerón reitera su postura ante la Stoa con acritud,
aplicando en este caso la crítica fundamental ya expuesta al caso de la interpretación del sumo
bien del hombre, el cual, como habría sido sostenido en la Academia y en la Stoa, consiste en el
vivir conforme a la naturaleza.
Cfr. también en L. E. Corso, “Notas en torno a la naturaleza del testimonio ciceroniano sobre
la Stoa en el De finibus bonorum et malorum”, Méthexis, 1994 (7, Suplem.), pp. 33-38, donde me
he detenido en la persistencia de esta crítica de Cicerón a la Stoa y en sus diversas expresiones.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 117
186
Sobre la postura de Aristón de Quíos en particular, quien fuera inicialmente discípulo de
Zenón, cfr. el detenido estudio de J. Porter, “La filosofía de Aristón de Quíos”, en R. Bracht
Branham / M. O. Goulet-Cazé (eds.), Los cínicos. El movimiento cínico en la antigüedad y su
legado, traducción de V. Villacampa, Barcelona, 2000, pp. 208-250, donde el autor también
considera la naturaleza del testimonio ciceroniano sobre Aristón. Como pasaje paralelo del enun-
ciado supra sobre Aristón en De legibus, cfr. Cicerón, De finibus, III, 9, 31 donde se hace una
referencia crítica a la afirmación de indiferencia como rasgo de la escuela.
187
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 13, 39.
188
Cfr. en este trabajo, pp. 43 y 44.
189
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 13, 39: “Perturbatricem autem harum omnium rerum Academiam,
hanc ab Arcesila et Carneade recentem, exoremus ut sileat […]. Quam quidem ego placare cupio,
submovere non audeo”.
190
Cfr. el examen detenido de C. Lévy en relación con el pasaje del De legibus, en el que nos
hemos detenido supra, en Cicero Academicus, pp. 515-516. Cabe también mencionar la observa-
ción de A. Michel al respecto, cuando sostiene que en el pasaje en cuestión Cicerón revela su
conciencia de que la postura que ha asumido sobre el tema de la ley natural no será convincente
de una manera absoluta para Arcesilao y para Carnéades; cfr. A. Michel, Les rapports de la rhé-
torique et de la philosophie, p. 476.
118 Laura E. Corso de Estrada
gan” usufructuando el “deseo de placer” que nos penetra, sobre todo cuando
somos inmaduros e inexpertos 191. Pues estos son quienes exhortan a identificar
la virtud principalmente con la voluptuosidad192. Parece razonable que Cicerón
advierta en la enseñanza epicúrea una actitud disolvente respecto de la índole de
bienes a los que por su parte exhorta para la constitución de una renovada res
publica. Sin ingresar ahora en un examen del grado de conocimiento que nues-
tro autor haya tenido acerca del epicureísmo, cabe indicar, por una parte, que es
razonable que sus enseñanzas sobre la prescindencia de la divinidad en el ám-
bito de las realidades humanas, sobre la identificación entre felicidad y placer y
la connotación principalmente subjetiva que conlleva tal identificación, acerca
de la justicia primariamente orientada a la protección de intereses individuales
en un convenio colectivo, y la exhortación al sabio para desligarse de cuestiones
que conciernen a la vida pública, hayan conducido al neto rechazo de Cice-
rón193. Por otra parte, tal vez quepa atender al hecho de que Cicerón no ha
desconocido la oposición de Platón y sus discípulos al hedonismo moral de los
sofistas, y que las enseñanzas epicúreas constituyen en su tiempo una respuesta
vigente ante el problema de la naturaleza del bien que retoma aspectos centrales
de aquella postura194.
191
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 17, 47: “At vero animis omnes tenduntur insidiae, vel ab iis quos
modo enumeravi qui teneros et rudes quom acceperunt, inficiunt et flectunt ut volunt, vel ab ea
quae penitus in omni sensu implicata insidet, imitatrix boni voluptas, malorum autem mater om-
nium; quoius blanditiis corrupti, quae natura bona sunt, quia dulcedine hac et scabie carent, non
cernimus satis”.
192
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 19, 52: “Nam si propter alias res virtus expetitur, melius esse
aliquid quam virtutem necesse est […]. An id quod turpissimum dictu est, voluptatem? At in ea
quidem spernenda et repudienda virtus vel maxime cernitur”. Cicerón retorna en De finibus, III, 1,
2, su condena a la mencionada identificación de la virtud con el placer.
193
Para una consideración general de dichos factores en el contexto de la postura epicúrea men-
cionamos, entre otros trabajos citables: el estudio de A. Long, La filosofía helenística. Estoicos,
epicúreos, escépticos, traducción de P. Jordán de Urries, Madrid, 1994, en especial pp. 49-56 y
68-80; el examen de J. Salem, Tel un dieu parmi les hommes. L’éthique d’Épicure, Paris, 1994,
sobre todo en su análisis de la concepción epicúrea sobre la abstención política, en pp. 140 y ss.
194
El estudio de R. Mondolfo, La conciencia moral, aporta elementos de valor para asentar el
peso que la enseñanza epicúrea alcanza como postura filosófico-moral; cfr. sobre todo pp. 36 y ss.
donde ubica la posición de Epicuro en el contexto de la disputa precedente sobre el hedonismo
entre Platón y los sofistas. En definitiva, como subraya L. Robin, las teorías de la antigüedad
sobre la problemática filosófico-moral constituyen, sin atender ahora a su signo, teorías sobre el
arte de vivir, que comprometen vitalmente a quienes las elaboran y sustentan, y que en este sen-
tido se apartan de una mera ciencia de costumbres; cfr. L. Robin, La moral antigua, traducción de
R. Premat, Buenos Aires, 1947, pp. 184-185.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 119
Así cabe apreciar, como se consideró supra, que la opción ciceroniana a fa-
vor de la indagación dialéctica y aporética de las problemáticas filosóficas que
aborda, no conduce a la neutralidad del juicio195, y que en tanto se avanza en el
desarrollo de su corpus propiamente filosófico, se advierte la continuidad del
pensamiento de un autor que hace manifiesto su esfuerzo especulativo por
elaborar, como acertadamente describe J. Cruz Cruz, la “contrafigura” filosófica
del “del nihilismo antropológico, del nihilismo moral y del nihilismo polí-
tico”196.
195
Cfr. en este estudio, pp. 40 y ss.
196
J. Cruz Cruz analiza con detenimiento las tesis antropológicas, filosófico-morales y políticas
que expresan la antítesis de las posturas ciceronianas en esos ámbitos. Así, su afirmación de la
condición específica del hombre, fuente de la exhortación a la realización de la humanitas en
contra del nihilismo antropológico, su búsqueda de la justificación de la objetividad del bien
moral en contra del relativismo propio de la subjetividad y del mero convencionalismo moral, y
su decidida afirmación de la existencia de la ley natural y de sus proyección matriz en la regula-
ción de toda ley legítima en contra del nihilismo político; cfr. J. Cruz Cruz, “Cicerón: De la ley a
la virtud”, Anuario Filosófico, 2001 (34, 2), pp. 264-268.
197
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 161.
198
Cfr. en particular las conclusiones expuestas en este estudio a propósito del De república, pp.
72 y ss.
120 Laura E. Corso de Estrada
199
Cfr. los pasajes examinados de Cicerón, De legibus, I, 5, 17, 18 y ss.; I, 7, 21; II, 4, 8-10; II,
7, 15.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 121
200
Cfr. los pasajes examinados de Cicerón, De legibus, I, 7, 22 y ss.; I, 9, 26-12, 33; I, 16, 44; II,
5, 11, passim.
122 Laura E. Corso de Estrada
hombre de justificar las razones de su conducta aún cuando fuese viciosa; pues
constituyen expresiones de la existencia de un orden natural al que no se ha
correspondido o en conformidad con el cual no se ha obrado. Cada hombre
lleva en sí las simientes que lo inclinan al conocimiento de la ley moral univer-
sal; y esta inclinación en el dominio de la verdad práctica confiere a todo hom-
bre una aptitud natural para tal conocimiento.
El orden moral natural del que la Ley de la naturaleza es Principio, conlleva
la existencia de un ius también natural y, por ende, universal, en conformidad
con el cual deben ser regidas las ciudades, y a la luz del cual los legisladores
deben elaborar las leyes escritas. Mas el sustento de su inmutabilidad y
universalidad se funda en el de la índole propia de la Ley de la que procede: la
Naturaleza que penetrada de racionalidad divina es Ley y, por ende, Principio
de discernimiento del bien moral. De ahí el estrecho vínculo que Cicerón tam-
bién establece en De legibus, como en De republica, entre naturaleza y derecho.
De ahí que nuestro autor se detenga en los rasgos del arquetipo de la res publica
que se desarrolla en conformidad con la Ley primera y cabalmente verdadera
que todo hombre puede hallar en sí y realizar en el desenvolvimiento de la vida
social; lo que distingue de modo neto de las notas que caben a las asociaciones
humanas que proceden del mero convencionalismo jurídico201.
Darío Composta subraya la aportación ciceroniana de vincular las inclinacio-
nes naturales del hombre con la Ley divina universal, con su desenvolvimiento
moral y con el desarrollo de la vida social202. Es posible recoger del De legibus
el siguiente listado de inclinaciones naturales que el hombre porta para la
realización de la vida moral. A saber:
1) En el plano tendencial:
a) Inclinación natural a la virtud –en general– y, por ende, a la vida humana
feliz203.
b) Inclinación natural a la vida social en general y, por ende al bien común
que la finaliza; asimismo, a la vida social que es propia de la res publica y a la
consecución de su fin 204.
2) En el dominio de la razón humana:
201
Cfr. pasajes examinados de Cicerón, De legibus, I, 6, 19; I, 10, 28; I, 12, 33; I, 14, 40; I, 15,
42-17, 46; II, 5, 13, passim.
202
Cfr. D. Composta, Natura e ragione. Studio sulle inclinazioni naturali in rapporto al diritto
naturale, Zurcí, 1971, p. 35.
203
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 8, 25; I, 10, 30; I, 11, 32; I, 12, 33; I, 16, 44; I, 16, 45; I, 17, 45; I,
17, 46; I, 19, 51; I, 21, 56; I, 27, 59, passim.
204
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 23; I, 15, 42; I, 23, 61.
I. 3. Naturaleza y vida moral en De legibus 123
205
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 9, 26; I, 9, 27; I, 10, 30; I, 16, 44.
206
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 24; I, 8, 24; I, 8, 25; I, 10, 30; I, 11, 32; I, 15, 42; I, 116, 43-44;
I, 23, 61; II, 4, 10; II, 5, 11; II, 7, 16.
207
Cfr. Cicerón, De legibus, I, 7, 23; I, 10, 28; I, 11, 32; I, 12, 33-34; I, 15, 42; I, 17, 40; II, 5, 11;
II, 5, 13.
CAPÍTULO 4
NATURALEZA Y VIDA MORAL
EN DE FINIBUS BONORUM ET MALORUM
1. Consideraciones preliminares
Plutarco refiere que, tras la victoria de César en Farsalia (en el 48), Cicerón
se retiró de sus actividades públicas y se abocó a la redacción de sus escritos
filosóficos1. La declinación de su protagonismo político, acompañada por una
serie de infortunios privados, parece haber generado en Cicerón –como conje-
tura M. Ruch 2– una actitud de reconcentración espiritual que se tradujo en la
intensificación de su aplicación a la filosofía3. Así, durante el 46, y como fruto
de las consecuencias de la derrota de los pompeyanos, tras el suicidio de Catón
en Útica, Cicerón escribe un Elogio de Catón; también durante el 46 redacta
Paradoxa stoicorum4, y en 45 –tras la muerte de su hija Tulia– su Consolatio5.
La labor de Cicerón durante los años 45 y 44 ha legado un vasto conjunto de
escritos en materia filosófica. Pertenecen a esta etapa, entre otros trabajos de los
que haré mención más adelante, su recordado Hortensio, el cual habría tenido
una de sus principales fuentes en el Protréptico aristotélico6, y a cuya temática
Cicerón se refiere en De divinatione cuando explica que en él buscó exhortar “al
afanoso estudio de la filosofía”7. Del 45 data la obra genéricamente denominada
1
Cfr. Plutarco, Vitae, Cicero, 1051, XL.
2
Cfr. M. Ruch, L’Hortensius de Cicéron, p. 34.
3
Cfr. Cicerón, Ad Atticum, XII, 14, 3; XII, 18, 1, y Plutarco, Vitae, Cicero, 1051, XLI, passim.
4
Cfr. M. Ronnick, Cicero’s Pradoxe Stoicorum: A Commentary, an Interpretation and a Study
of its Influence, Frankfurt-Bern-New York- Paris, 1991.
5
Cfr. Cicerón, De divinatione, II, 1, 3 acerca de los efectos curativos que genera la consolatio
filosófica en él.
6
Cfr. P. Mackendrik, The Philosophical Books of Cicero, London, 1989, pp. 109-113.
7
Cicerón, De divinatione, II, 1, 1: “ad philosophiam studium”. Cfr. también en relación con el
propósito ciceroniano de hacer converger en esta obra las proyecciones de la sabiduría filosófica
en la vida práctica y la reconciliación de la filosofía con la elocuencia (en una búsqueda de supe-
ración de los efectos de la sofística en la Academia): M. Ruch, L’Hortensius de Cicéron, pp. 27 y
ss.
126 Laura E. Corso de Estrada
8
Esto es, la primera redacción de la obra que comprende dos libros: Catullus y Lucullus (en
razón de sus principales interlocutores); cfr. Ad Atticum, XII, 34, 4. Una segunda redacción en la
que los interlocutores de aquella primera versión son reemplazados por Catón y Bruto; cfr. Ad
Atticum, XIII, 19, 5. Finalmente, una tercera redacción, compuesta en cuatro libros, en la que
intervienen Varrón, Ático y Cicerón; cfr. Ad Atticum, XIII, 13, 1. Hoy se conservan: el primer
libro de la tercera redacción, y Lucullus de la primera.
9
Cfr. J. Powell, Cicero The philosopher. Twelve Papers, Oxford, 1995, pp. XIV y XV.
10
El que podría verterse: Sobre el sumo bien y el sumo mal; De los bienes y males extremos, o
con alguna otra formulación equivalente. Si bien, como observa J. Martha, la expresión: de fini-
bus bonorum enunciaría una innecesaria reiteración, bajo la consideración de la moción subjetiva
del “fin”, el que no es tal sino bajo la índole de “bien”. Y en este sentido la formulación: de fini-
bus malorum, parece oscurecer el sentido del título de la obra, en tanto que el “mal” no es como
tal, objeto de una inclinación subjetivamente considerada; cfr. J. Martha, en su estudio introduc-
torio a Cicéron, Des termes extrêmes des biens et des maux, Texte établi et traduit par J. Marha,
Paris, 1961, pp. VII y VIII.
11
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 4, 11: “quid sit finis, quid extremum, quid ultimum, quo sint om-
nia vivendi recteque faciendi consilia referenda quid sequatur natura ut summum ex rebus expe-
tendis, quid fugiat ut extremum malorum? Qua de re cum sit inter doctissimos summa dissensio,
quis alienum putet eius esse dignitatis, quam mihi quisque tribuat, quid in omni munere vitae
optimum et verissimmum sit, exquirere?”.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 127
12
Cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, p. 226.
13
Cfr. Von Arnim, Stoicorum Veterum Fragmenta III, nn. 178-189.
14
Cfr. S. Pembroke, “Oikeiosis”, en A. Long (ed.), Problems in Stoicism, p. 143.
15
Con esta segunda opción coincide la interpretación de M. Valente, L’ éthique stoïcienne chez
Cicéron, Paris-Brésil, 1956, pp. 14-15; en dicha obra el autor analiza también con detenimiento
otras posibles atribuciones de fuentes, cfr. pp. 4 y ss.
128 Laura E. Corso de Estrada
dignidad y la firmeza del alma […]. Realmente, nada que esté privado de virtud,
a la que nada puede ser superior, debe admitirse como sumo bien”16.
El texto enunciado de algún modo remite a temas centrales de los libros
precedentes del De finibus. Si bien no concierne al propósito de este estudio
desarrollar la postura filosófico-moral de Epicuro según el testimonio cicero-
niano del De finibus, I, tiene interés indicar que el punto de partida para la
exposición de la misma es, como anticipé supra, la consideración de las inclina-
ciones naturales ínsitas en el hombre en relación con el sumo bien. En efecto,
allí se afirma que existe “en todo viviente, al punto de nacer”, una inclinación
natural que lo conduce a “apetecer el placer y a gozarse en él como sumo bien,
así como a rechazar el dolor como el mal sumo, y a repelerlo en cuanto le es
posible”; lo cual, según la enseñanza de Epicuro, no requiere de prueba dada su
evidencia sensible17. En De finibus, II, Cicerón expone un discurso adverso a la
enseñanza epicúrea. Allí, retoma su crítica a la postura de la escuela sobre el fin
del hombre considerando la insuficiencia del placer como bien para expresar el
contenido de la felicidad humana18 y lo que propiamente constituye lo “hones-
tum”19. Por ello, en ese locus y, en ese contexto, Cicerón afirma que ha sido una
posición de la Antigua Academia (en la que menciona expresamente a Pole-
món) y de los peripatéticos, el sostener que el sumo bien consiste en “vivir se-
gún la naturaleza”, es decir: “gozarse de las primeras inclinaciones dadas por
16
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 1, 1y 2: “Voluptatem quidem, Brute, si ipsa pro se loquatur nec
tam pertinaces habeat patronos, concessuram arbitror convictam superiore libro dignitate. Etenim
sit impudens, si virtuti diutius repugnet, aut si honestis iucunda aanteponat aut pluris esse conten-
dat dulcedinem corporis ex eave natam laetitiam quam gravitatem animi atque constantiam […]
nec vero ullum probetur [ut] summum bonum, quod virtute careat, qua nihil possit esse praestan-
tius”.
A propósito de la traducción castellana del De finibus, III, sigo principalmente mi propia
versión publicada en: “Marco Tulio Cicerón, De los bienes y males extremos. L. III”, en V. Juliá /
M. Boeri / L. Corso, Las exposiciones antiguas de ética estoica, pp. 239-300.
17
Cfr. Cicerón, De finibus, I, 9, 30: “Hoc Epicurus docet in voluptate ponit, quod summum
bonum esse vult, summumque malum dolorem, idque instituit docere sic: omne animal, simul
atque natum sit, voluptatem appetere eaque gaudere ut summo bono, dolorem aspernari ut sum-
mum malum et, quantum possit, a se repellere”; cfr. también I, 12, 40-42, passim.
18
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 11, 34: “In his primis naturalibus voluptas insit necne, magna
quaestio est. Nihil vero putare esse praeter voluptatem, non membra, non sensus, non ingeni
motum, non integritatem corporis, non valetudinem, summae mihi videtur inscitiae. Atque ab isto
capite fluere necesse est omnem rationem bonorum et malorum”.
19
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 11, 35 donde incluye la postura de Epicuro entre la propuestas de
fines de la vida humana: “expertes honestitatis”.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 129
20
Para la traducción de esta formulación sigo el sentido del texto que explicita U. Moricca en
relación con este pasaje, al indicar que es la versión latina de la expresión griega de tradición
estoica: tá próta katá physin, la que denomina los movimientos primeros de la apetición natural o
del deseo natural; cfr. U. Moricca, M. T. Cicerone, De finibus bonorum et malorum, Torino, 1945,
vol. I, p. 114.
21
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 11, 34: “est sententia veterum Academicorum et Peripateticorum,
ut finem bonorum dicerent secundum naturam vicere, id est virtute adhibita frui primis a natura
datis”. Para la traducción expuesta supra de la formulación: “inclinationes primis a natura datis”,
sigo el sentido del texto que explicita U. Moricca, cuando indica que es la versión latina de la
expresión griega de tradición estoica: tá próta katá physin, la que designa los movimientos pri-
meros de la apetición natural o del deseo natural; cfr. U. Moricca, M. T. Cicerone, De finibus
bonorum et malorum, vol. I, p. 114.
Sobre la cita expresa de Polemón entre los veteres Academici en el pasaje que nos ocupa, cfr.
J. Glucker, Antiochus ande the Late Academy, p. 57, nota 153.
22
Cicerón, De finibus, II, 14, 45: “Honestum igitur id intelligimus, quod tale est, ut detracta
omni utilitate sine ullis praemiis fructibusve per se ipsum possit iure laudari”. Y en estte contexto,
como subraya U. Moricca, Cicerón parece identificar lo honestum con la virtud, de modo equiva-
lente a como Cicerón ha descripto esencialmente la justicia en De legibus, I, 18, 48: “iustitia nihil
expetit praemii, nihil pretii: per se igitur expetitur”; cfr. también U. Moricca, M. T. Cicerone, De
finibus bonorum et malorum, vol. I, pp. 125-126.
23
En relación con la cita de Aristóteles en el pasaje, comenta oportunamente U. Moricca que no
parece poder hallarse en los escritos del autor, al menos en los que han llegado hasta nosotros, un
pasaje que corresponda propiamente a ésta; si bien observa que su contenido puede ser atribuido
de un modo fundamental a su filosofía del hombre; cfr. U. Moricca, M. T. Cicerone, De finibus
bonorum et malorum, vol. I, p. 120.
24
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 13, 40: “Hi non viderunt, ut ad cursum equum, ad arandum bo-
vem, ad indagandum canem, sic hominem ad duas res, ut ait Aristoteles, ad intelligendum et ad
130 Laura E. Corso de Estrada
agendum esse natum, quasi mortalem deum, contraque ut tardam aliquam et languidam pecudem
ad pastum et ad procreandi voluptatem hoc divinum animal ortum esse voluerunt”.
25
Como acertadamente indica U. Moricca, el texto platónico en cuestión es: Platón, Cartas, 358
a, donde el contenido del mensaje de Platón a Arquitas expresa lo que Cicerón refiere supra.
26
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 45: “Homines enim, etsi aliis multis, tamen hoc uno pluri-
mum a bestiis differunt, quod rationem habent a natura datam mentemque acrem et vigentem
celerrimeque multa simul agitantem et, ut ita dicam, sagacem, quae et causas rerum et consecu-
tiones videat et similitudines transferat et disiuncta coniungaat et cum praesentibus futura copulet
omnemque complectatur vitae consequentis statum. Eademque ratio fecit hominem hominum
appetentem cumque iis natura sermone et usu congruentem, ut profectus a caritate domesticorum
ac suorum serpat longius et se implicet primum civium, deinde mortalium societate atque, ut ad
Archytam scripsit Plato, non sibi se soli natum meminerit, sed patriae, sed suis, ut perexigua pars
ipsi relinquatur. Et quoniam eadem natura cupiditatem ingenuit homini veri videndi, quod faci-
llime apparet, cum vacui curis etiam quid in caelo fiat scire auemus, his initiis inducti omnia vera
diligimus, id est fidelia, simplicia, constantia, tum vana, falsa, fallentia odimus, ut fraudem, pe-
riurium, malitiam, iniuriam. Eadem ratio habet in se quiddam amplum atque magnificum”; cfr.
también De finibus, II, 16, 51; II, 34, 111-114, passim. Cfr. en particular las coincidencias doctri-
nales de este pasaje con De legibus, I, 7, 22, passim.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 131
En la situación escénica que Cicerón dispone para De finibus, III, tiene lugar
su encuentro con Marco Porcio Catón 27, distinguido discípulo de la Stoa, a
quien se asigna en la obra el papel de expositor de la doctrina moral de la es-
cuela. M. Bruto, es el destinatario del relato en el que Cicerón refiere su diálogo
sobre el tema con Catón. Mas tras la crítica de la postura de Epicuro acerca del
sumo bien del hombre28, Cicerón procede a expresar a Bruto su juicio adverso
en relación con la autonomía doctrinal de la Stoa. Esto es, y como ha sido abor-
dado ya29, no concede que Zenón haya sido propiamente fundador de una es-
cuela, sino solamente el creador de una terminología nueva que en realidad
encubre su apropiación del patrimonio doctrinal académico y peripatético; lo
que ciertamente, también enseñó Antíoco en la Academia30. De ahí que, cuando
Catón reclama con pesar a Cicerón el que no se cuente entre los estoicos, éste le
responde: “nuestro pensamiento es acorde, la divergencia está en el lenguaje”31.
Refutar lo que considera un grave equívoco conduce a Catón a desarrollar la
postura de la Stoa sobre el sumo bien del hombre, y conforme a la firme orto-
doxia de su primer período comienza por sostener que hay un único bien: la
virtud32. Pero cabe advertir, como se anticipó, que la vía metodológica por la
que opta Catón para exponer la ética estoica, es partir de la consideración de las
inclinaciones naturales del hombre para poder determinar por su intermedio
cuál sea su fin cabal. Cicerón pone en boca del portavoz del estoicismo la
exposición de la doctrina de la “oikeíosis”, la que según M. Pohlenz puede asig-
narse a Zenón en su formulación central 33: “estos, dijo Catón, cuya doctrina
apruebo, sostienen que desde el momento en que el animal ha nacido (ya que a
partir de aquí se ha de comenzar), se siente atraído hacia sí mismo y es condu-
27
Marco Porcio Catón es nieto de Marco Catón (originario del municipio del Túsculo, en el
Lacio), el reconocido político, también recordado por su severo y honorable servicio como cen-
sor, por su desempeño militar, por su oratoria y habilidades agrícolas en tiempos de paz; cfr.
Cornelio Nepote, De illustribus viris, Cato, XXIV. Su nieto, a quien Cicerón evoca en De finibus,
es también identificado como Catón de Útica, por el lugar de su muerte tras la derrota de los
seguidores de Pompeyo en Farsalia.
28
Cfr. lo expuesto supra en este estudio, p. 117, 127.
29
Cfr. en este estudio, pp. 116 y ss.
30
Cfr. lo expuesto al respecto en este estudio, pp. 44 y ss.
31
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 3, 10: “Ratio enim nostra consentit, pugnat oratio”; cfr. también
III, 2, 5; IV, 3, 7; IV, 22, 60; passim. He desarrollado con cierta extensión algunos aspectos de
esta crítica de Cicerón a la Stoa en “Notas en torno a la naturaleza del testimonio ciceroniano
sobre la Stoa en el De finibus bonorum et malorum”, Méthexis, 1994 (VII, Supl.), pp. 33-38.
32
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 3, 10: “si cuiusquam, certe tuum nihil praeter virtutem in bonis
ducere”; III, 3, 11: “Nam nisi hoc obtineatur, id solum bonum esse, quod honestum sit, nullo
modo probari possit beatam vitam virtute effici”; cfr. también: III, 4, 12.
33
Cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 223 y ss.
132 Laura E. Corso de Estrada
34
He vertido el verbo commendare conforme a su sentido de encomendar, conferir una obliga-
ción; cfr. Oxford Latin Dictionary, s/v commendo, ap. 1 y 2.
35
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 4, 16: “his, inquit, quorum ratio mihi probatur, simulatque natum
sit animal (hinc enim est ordiendum), ipsum sibi conciliari et commendari ad se conservandum et
ad suum statum eaque quae conservantia sunt eius status diligenda, alienari autem ab interitu
iisque rebus quae interitum videantur offerre. Id ita esse sic probant, quod ante, quam voluptas aut
dolor attigerit, salutaria appetant parvi aspernenturque contraria, quod non fieret, nisi statum
suum diligerent, interitum timerent. Fieri autem non posset, ut appeterent aliquid, nisi sensum
haberent sui eoque se diligerent. Ex quo intellegi debet principium ductum esse a se diligendo”.
Esta doctrina supone, por parte de los estoicos, el neto rechazo a la postura epicúrea que
sostiene la búsqueda del placer como primer impulso de la naturaleza del viviente. Tiene interés
subrayar que en De finibus, III, 5, 17, Catón apela a la complacencia espontánea de los niños en el
desarrollo de las representaciones de la razón, como signo de la existencia de inclinaciones natu-
rales ordenadas a un objeto que trasciende la concepción del epicureísmo acerca del contenido del
bien.
36
Sobre este término griego en el lenguaje ciceroniano, cfr. Cicerón, De finibus, III, 7, 23:
“appetitio animi, quae hormé Graece vocatur”.
37
M. Pohlenz sostiene que en la primera Stoa dicho impulso se asigna al bruto, al hombre y, de
un modo análogo, a los vegetales; cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 228-229.
38
Cfr. T. Engberg-Pedersen, “El descubrimiento del bien: oikeíosis y kathékonta en la ética
estoica”, en M. Schofield / G. Striker (comps.), Las normas de la naturaleza. Estudios de ética
helenística, versión castellana de J. Fombona, Buenos Aires, 1993, p. 157. Cfr. también el testi-
monio sobre la oikeíosis estoica en Diógenes Laercio, Vitae, VII, 85, cfr. también Diógenes Laer-
cio, Vitae, VII, 86, a propósito de la crítica de la Stoa a la postura epicúrea al respecto.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 133
una capacidad de “atracción de sí” [ipsum sibi conciliari]39, la que sobre el fin
del pasaje también se expresa como “amor de sí” [a se diligendo]. Pero este im-
pulso natural “hacia sí”, en tanto tiene por objeto radical el ser mismo del sujeto
que lo porta, converge con una inclinación también natural a la “conservación
de sí y de su constitución” [commendari ad se conservandum et ad suum sta-
tum], la que se despliega en la apetición de todos aquellos objetos que convie-
nen al viviente y en el rechazo de lo contrario. En este sentido, este primer
impulso hacia sí se ordena, en el caso del hombre, a la autoconservación, en una
plenitud de la significación del término que, si bien comprende, también excede
la tendencia natural a la conservación de la vida en un sentido primario.
En rigor, esta doctrina conduce a poner de manifiesto el papel de la natura-
leza en el conocimiento y en la apetición del bien moral, en la medida en que
procura justificar la aptitud que la condición humana naturalmente porta para
descubrir en sí los principios germinales de su orden natural perfectivo y para
su realización en la vida práctica. La inclinación natural “hacia sí”, como objeto
de apetición y de conocimiento, aporta la clave antropológico-moral, que per-
mite al estoicismo avanzar en la vía de justificación del conocimiento del bien
moral a través de un paulatino proceso de autoconocimiento. Pero además, en la
medida en que el “amor de sí” es fuente de lo que conviene a sí y rechazo de lo
contrario, es raíz de disposiciones vinculadas al obrar conforme a la ordenación
teleológica natural 40.
“La atracción hacia sí” conduce a detenerse cognitivamente sobre sí mismo
y a alcanzar una conciencia progresiva del “yo”. Cicerón pone en boca de Catón
una exposición analítica sobre el desenvolvimiento del primer impulso natural
que, en el caso del hombre, lo dispone a descubrir, guiado por su propia natura-
leza, el primer “deber” [kathêkon: officium] moral. Así dice Catón que:
“establecidas las primeras inclinaciones de la naturaleza, de modo tal que lo que
es conforme a la naturaleza debe ser escogido por sí mismo y, a su vez, recha-
zado lo contrario, el primer deber –en efecto, de esta manera vierto el término
katêkon–, consiste en que [el hombre] se conserve en su constitución natural.
Luego, que procure aquello que es conforme a la naturaleza y que rechace lo
contrario, por cuanto ya descubierto [este principio] de selección y de rechazo,
sigue después una selección con [sentido] del deber. Una vez que ésta sea conti-
nua, entonces finalmente se torna permanente y conforme a la naturaleza; [es
cuando] todo comienza a hacerse manifiesto y a comprenderse qué es aquello
39
En mi versión de dicha formulación de valor técnico en el vocabulario filosófico ciceroniano,
he considerado una significación ajustada al contexto doctrinal del texto –entre otras posibles– la
que se sugiere para el mismo en Oxford Latin Dictionary, s/v concilio, ap. 2.
40
Cfr. T. Engberg-Pedersen, “El descubrimiento del bien: oikeíosis y kathékonta en la ética
estoica”, p. 158.
134 Laura E. Corso de Estrada
41
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 6, 20: “Initiis igitur ita constitutis, ut ea quae secundum naturam
sunt ipsa propter se sumenda sint contrariaque item reicienda, primum est officium (id enim
appello kathekon), ut se conservet in naturae statu, deinceps ut ea teneat quae secundum naturam
sint, pellatque contraria; qua inventa selectione et item reiectione sequitur deinceps cum officio
selectio, deinde ea perpetua, tum ad extremum constans consentaneaque naturae, in qua primum
inesse incipit et intelligi quid sit quod vere bonum possit dicit”; cfr. también III, 6, 21.
42
Cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, p. 227.
43
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 6, 21: “Quod cum positum sit in eo quo ‘homologian’ Stoici, nos
appellemus ‘convenientiam’”. He desarrollado algunos de los aspectos que conciernen a la ela-
boración ciceroniana sobre la oikeíosis en “Naturaleza y Lógos según el testimonio ciceroniano
del De finibus bonorum et malorum”, Ethos, 1994 (21-22), pp. 79-88.
44
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 7, 23: “sic appetitio animi, quae ‘hormé’ Graece vocatur, non ad
quodvis genus vitae, sed ad quandam formam vivendi”.
45
Cicerón, De finibus, III, 7, 24: “sic vita agenda est certo genere quodam, non quolibet”.
46
El término oikeíosis es un nombre verbal próximo al adjetivo oikeíos, el cual deriva de oikía,
y se aplica a personas designando a miembros de la familia; cfr. S. Pembroke, “Oikeiosis”, p. 114.
De ahí la sugerente versión de J. Annas de oikeíosis como familiarization; cfr. J. Annas, The
Morality of Happiness, Oxford, 1993, p. 392.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 135
47
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 19, 62: “Pertinere autem ad rem arbitrantur intellegi natura fieri,
ut liberi a parentibus amentur; a quo initio profectam communem humani generis societatem
persequimur”.
48
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 19, 63: “Ex hoc nascitur, ut etiam communis hominum inter
homines naturalis commendatio, ut oporteat hominem aab homine ob id ipsum, quod homo sit,
non alienum videri”.
Adviértase la notable similitud de este pasaje con lo que sostiene Aristóteles en Ethica
Nicomachea, 1155 a 16-28; 1163 b 22-26; Política, 1280 b 36-38.
49
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 19, 64: “Mundum autem censent regi numine deorum, eumque
esse quasi communem urbem et civitatem hominum et deorum, et unum quemque nostrum eius
mundi esse partem; ex quo illud natura consequi, ut communem utilitatem nostrae anteponamus”.
136 Laura E. Corso de Estrada
la unión con los otros hombres, y para constituir una comunidad natural con
todos ellos”50.
–“De este modo no es fácil encontrar a quien no comunique a otro lo que él
mismo sabe; de tal forma que no sólo tenemos la propensión a aprender sino
también, por cierto, a enseñar”51.
–“Pero no existen vínculos de derecho entre el hombre y los animales como
los que establecen los hombres entre sí”52.
50
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 20, 65: “Ex hac aanimorum affectione testamenta commendatio-
nesque morientium natae sunt. Quomque nemo in summa solitudine vitam agere velit ne cum
infinita quidem voluptatum abundantia, facile intellegitur nos ad coniunctionem congregationem-
que hominum et ad naturalem communitatem esse natos”.
51
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 20, 66: “Itaque non facile est invenire qui quod sciat ipse non
tradat alteri; ita non solum ad discendum propensi sumus, verum etiam ad docendum”.
52
Cfr. Cicerón, De finibus, III, 20, 67: “Sed quo modo hominum inter hominis iuris esse vincula
putant, sic homini nihil iuris esse cum bestiis”.
53
En De finibus, V, 3, 7, Cicerón pone en boca de uno de los personajes del diálogo la transmi-
sión de las enseñanzas de Antíoco, según el cual la Academia no solamente comprehende a Platón
y sus discípulos, sino también a Aristóteles y los peripatéticos: “Tum Piso: Etsi hoc, inquit, for-
tasse non poterit sic abire, cum hic adsit (me autem dicebat), tamen audebo te ab hac Academia
nova ad veterem illam vocare, in qua, ut dicere Antiochum audiebas, non ii soli numerantur qui
Academici vocantur, Speusippus, Xenocrates, Polemo, Crantor ceterique, sed etiam Peripatetici
veteres, quorum princeps Aristoteles, quem excepto Platone haud scio an recte dixerim principem
philosophorum”.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 137
54
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 2, 3: “Existimo igitur, inquam, Cato, veteres illos Platonis
auditores, Speusippum, Aristotelem, Xenocratem, deinde eorum, Polemonem, Theophrastum,
satis et copiose et eleganter habuisse constitutam disciplinam, ut non esset causa Zenoni, cum
Polemonem audisset, cur et ab eo ipso et a superioribus dissideret”.
55
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 6, 14.
56
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 3, 7: “Nova verba fingunt, deseunt usitata; passim”.
57
Cicerón, De finibus, IV, 2, 4: “Qui cum viderent ita nos esse natos, ut et communiter ad eas
virtutes apti essemus quae notae illustresque sunt, iustitiam dico, temperantiam, ceteras generis”.
58
Cicerón, De finibus, IV, 7, 17: “in his iustitiae semina […]. Atque ab his initiis profecti om-
nium virtutum et originem et progressionem presecuti sunt. Ex quo magnitudo quoque animi
exsistebat”.
59
Cicerón, De finibus, IV, 7, 18: hoc solum animal natum est pudoris ac verecundiae particeps
[…] ut ne quid ab eo fieret nisi honeste ac decore, his initiis et, ut ante dixi, seminibus a natura
datis temperantia, modestia, iustitia et omnibus honestas perfecte absoluta est”.
60
Cicerón, De finibus, IV, 2, 4: “etiam insitam quandam vel potius innatam cupiditatem scien-
tiam”.
138 Laura E. Corso de Estrada
61
Cicerón, De finibus, IV, 5, 11: “cognitio rerum caelestium affert iis qui videant, quanta sit
etiam apud deos moderatio, quantus ordo, et magnitudinem animi deorum, opera et facta cernen-
tibus, iustitiam etiam cum cognitum habeas, quod sit summi rectoris ac domini numen, quod
consilium, quae voluntas; cuis ad naturam apta ratio vera illa et summa lex a philosophis dicitur”.
62
Cicerón, De finibus, IV, 7, 18: “erat insitus menti cognitionis amor, e quo etiam rationis expli-
candae disserendique cupiditas consequebatur”.
63
Cicerón, De finibus, IV, 2, 4: “natosque esse ad congregationem hominum et ad societatem
communitatemque generis humani”.
64
Cicerón, De finibus, IV, 7, 17: “natura tributum esse docuerunt, ut ii qui procreati essent a
procreatoribus amarentur”.
65
Cicerón, De finibus, IV, 7, 17: “ut coniugia virorum et uxorum natura coniuncta esse dicerent,
qua ex stirpe orirentur amicitiae cognationum”.
66
Cicerón, De finibus, IV, 7, 18: “appetensque coniunctionum hominum ad societatem”.
67
Cicerón, De finibus, IV, 7, 16: “Omnis natura vult esse conservatrix sui, ut et salva sit et in
genere conservetur suo”.
68
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 8, 19: “Habes, inquam, cato, formam eorum de quibus loquor
philosophorum”.
69
Puede apreciarse en la exposición de la doctrina del De finibus, V, que, bajo la autoría acadé-
mico-peripatética, se exponen enseñanzas convergentes con las que Cicerón ha vertido en su
discurso del De finibus, IV. Así, desde un punto de vista antropológico: a) se sostiene la necesi-
dad de partir de la consideración de la naturaleza humana para poder determinar la índole de su
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 139
había sostenido Polemón, a saber, que “el sumo bien consiste en vivir en
conformidad con la naturaleza”70.
Puede apreciarse que en De finibus, V, Cicerón retoma con firmeza, como lo
hiciera Antíoco, la crítica a Zenón de apropiación del acervo doctrinal acadé-
mico-peripatético y que, conforme a ello, acoge bajo la autoría propia de la
Academia enseñanzas convergentes con las que ha expuesto en su testimonio
del De finibus, IV, en relación con la postura moral de la Stoa. Así, desde un
punto de vista antropológico, en De finibus, V: a) se asume la vía metodológica
de apelación a la condición de la naturaleza humana para proceder a la
determinación de su sumo bien 71; b) se afirma como primer impulso de la
naturaleza el de la conservación y amor de sí72; c) se sostiene la existencia de
aptitudes o incoaciones naturales en relación con el fin perfectivo del hombre,
por lo que la vida moral se encauza en la conformidad con la naturaleza que éste
porta como principio normativo73.
Sin embargo, en De finibus, IV nuestro autor presenta su reelaboración de al-
gunas de las tesis expuestas. Como se expuso supra, Cicerón asimila la
formulación estoica del sumo bien: “vivir conforme a la naturaleza” como pro-
pia de la tradición académica, pero con un contenido divergente del que con-
viene a la ortodoxia de la primera Stoa que sólo admite la virtud como bien,
dado que sostiene la postura académico-peripatética que afirma la necesidad de
una pluralidad jerárquica de bienes para la consecución de la felicidad humana.
Así dice, en actitud crítica, que Crisipo no sólo atribuye excelencia al alma, sino
que concibe al hombre como si no fuera “otra cosa que alma”74. Por esto, si bien
bien sumo (cfr. De finibus, V, 17, 17); b) se afirma como primer impulso de la naturaleza el de la
conservación y amor de sí (cfr. De finibus, V, 9, 24 y ss.); c) se sostiene la existencia de aptitudes
o incoaciones naturales en relación al fin perfectivo del hombre, por lo que la vida moral se en-
cauza en la conformidad con la naturaleza que éste porta como principio normativo (cfr. De fini-
bus, V, 15, 41-16,45, passim).
70
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 6, 14: “Cum enim superiores, e quibus planissime Polemo,
secundum naturam vivere summum bonum esse dixissent”.
En relación con esta postura de Cicerón, cabe decir que puede apreciarse también en ella el
influjo de Antíoco. Pues, según indica M. Pohlenz, fue Antíoco quien vió en Polemón una figura
de autoridad y relieve como mediación entre la Academia y la Stoa; cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol.
I, pp. 520-521.
71
Cicerón, De finibus, V, 17, 17.
72
Cicerón, De finibus, V, 9, 24 y ss.
73
Cicerón, De finibus, V, 15, 41-16, 45, passim.
74
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 11, 28: “Chrysippus […] cum autem hominem in eo genere
posuisset, ut ei tribueret animi excellentiam, summum bonum id constituit, non ut excellere ani-
mus, sed ut nihil esse praeter animum videretur”.
140 Laura E. Corso de Estrada
75
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 10 25: “Sed primum positum sit nosmet ipsos commendatos esse
nobis primamque ex natura hanc habere appetitionem, ut conservemus nosmet ipsos”.
76
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 10, 25: “Sumus igitur homines; ex animo constamus et corpore
[…] oportet, ut prima appetitio naturalis postulat, haec diligere constituereque ex his finem illum
summi boni atque ultimi”.
77
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 13, 33: “Quo modo igitur evenit, ut hominis natura sola esset,
quae hominem relinqueret, quae oblivisceretur corporis, quae summum bonum non in toto
homine, sed in parte hominis poneret?”.
78
Cfr. lo expuesto al respecto en este estudio, pp. 63 y ss., 76 y ss.
79
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 9, 23: “Itaque homo in primis ingenuus et gravis, dignus illa
familiaritate Scipionis et Laeli, Panetius, cun ad Teuberonem de dolore paatiendo scriberet, quod
esse caput dedebat, si probari posset, nusquam posuit non esse malum dolorem, sed quid esset et
tale, quantumque in eo inesset alieni, deinde quod ratio esset perferendi; cuius quide, quoniam
Stoicus fuit, sententia condemnata mihi videtur esse inanitas ista verborum”.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 141
80
Subraya M. Pohlenz la relevancia y la influencia que la Stoa tiene en Roma a través de Pane-
cio y de sus relaciones políticas con el círculo de Escipión, pero asimismo la recepción que Pane-
cio llevó a cabo de aportes platónicos y aristotélicos. Panecio contribuye así a la constitución de
una visión más unitaria y orgánica de la filosofía que integra el estoicismo en una tradición más
amplia, por la que éste accede a la incorporación de tesis procedentes de la academia y del perí-
pato. Cfr. el extenso estudio de M. Pohlenz sobre el tema en La Stoa, vol I, en particular pp. 394,
395 y ss. Con respecto a la aceptación de Panecio de la no autarquía de la virtud para la consecu-
ción del sumo bien humano, cfr. Diógenes Laercio, Vitae, VII, 128; M. Pohlenz, La Stoa, vol. I,
pp. 405-406.
81
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 13, 34: “Ut Phidias potest a primo instituire signum idque perfi-
cere, potest ab alio inchoatum accipere et absoluere, huic similis est sapientia; non enim ipsa
genuit hominem, sed accepit a natura inchoatum; hanc ergo intuens debet institutum illud quasi
signum absoluere”.
82
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 7, 17: “Sed cum saapientiam totius hominis custodem et
procuratricem esse vellent, quae esset naturae comes et adiutrix, hoc sapientiae munus esse dice-
bant, ut, cum tueretur qui constaret ex animo et corpore, in utroque iuvaret eum ac contineret”.
Sobre este aspecto del tema cfr. también M. Valente, L’ éthique stoïcienne chez Cicéron, pp. 120
y ss.
83
Cfr. al respecto el detenido examen de C. Lévy, Cicero Academicus, pp. 382-386.
142 Laura E. Corso de Estrada
84
Cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, p. 386; cfr. también pp. 404-441.
85
Cfr. también lo expuesto a propósito del De finibus II, 13, 40; II, 14, 45; IV, 2, 4; IV, 5, 11;
IV, 7, 17; IV, 7, 18; passim.
86
Cfr. D. Pesce, L’etica stoica nel terzo libro de finibus, Brescia, 1977.
I. 4. Naturaleza y vida moral en De finibus bonorum et malorum 143
87
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 7, 16; IV, 13, 33; y lo expuesto a propósito del De finibus, IV, 2,
3; IV, 7, 17; passim.
88
Cicerón, De finibus, IV, 2, 4; IV, 7, 17; IV, 7, 18.
89
Cicerón, De finibus, IV, 2,4; IV, 7, 18.
90
Cicerón, cfr. De finibus, IV, 5, 11.
91
Cicerón, De finibus, IV, 2, 4, passim.
92
Cicerón, De finibus, IV, 7, 16.
CAPÍTULO 5
TEXTOS PARALELOS
1. Paradoxa Stoicorum
1
Sobre la naturaleza de Paradoxa stoicorum y sus tesis centrales, cfr. M. Colish, The Stoic
Tradition, vol. I, pp. 128-131.
2
Cfr. Cicerón, Paradoxa stoicorum, I, 9: “Quid est igitur quaeret aliquis bonum? Si quod recte
fit et honeste et cum virtute id bene fieri vere dicitur”; cfr. también I, 15, 23-24.
3
Cfr. Cicerón, Paradoxa stoicorum, I, 11 y ss.
4
Cfr. Cicerón, Paradoxa stoicorum, I, 14: “deus sive mater ut ita dicam rerum omnia natura”.
5
Cfr. Cicerón, Paradoxa stoicorum, II, 18: “omnem orbem terrarum unam urbem esse ducunt”.
Cfr. también en relación con el necesario vínculo entre la ciudad y el bien común: Paradoxa
stoicorum, IV, 27-28.
146 Laura E. Corso de Estrada
2. Tusculanae disputationes
6
Cfr. Cicerón, Paradoxa stoicorum, II, 18: “Te miseriae te aeurumnae premunt omnes, qui te
beatum qui florentem putas, tuae lubidines torquentur, tu dies noctesque cruciaris, cui nec sat est
quod est et id ipsum ne non diuturnum sit futurum times, te conscientiae stimulant maleficiorum
tuorum, te metus exanimant iudicorum atque legum; quocumque aspexisti ut Furiae sic tuae tibi
occurrunt iniuriae, quae te suspirare libere non sinunt”.
7
Cfr. Cicerón, Paradoxa stoicorum, III, 22: “virtus est, consentiens cum ratione et perpetua
constantia”, 23-24.
8
Cfr. J. Powell, Cicero The philosopher. Twelve Papers, pp. XVI.
9
Cfr. el pasaje ya citado de Cicerón, De divinatione, II, 1, 1: “Cumque fundamentum esset
philosophiae positum in finibus bonorum et malorum […]. Totidem subsecuti libri Tusculanarum
disputationum res ad beate vivendum maxime necessarias aperuerunt”.
10
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 12, 27: “Itaque unum illud erat insitum […] esse in
mortem sensum, neque excessu vitae sic deleri hominem, ut funditus interiret; idque cum multis
aliis rebus, tum e pontificio iure et e caerimoniis sepulcrorum intellegit licet, quas maxumis inge-
niis praediti nec tanta cura coluissent nec violatas tam inexpiabili religione sanxissent, nisi hae-
reret in eorum mentibus mortem non interitum esse omnia tollentem atque delentem, sed quan-
dam quasi migrationem commutationemque vitae, quae in claris viris et feminis dux in caelum
soleret esse, in ceteris humi retineretut et permaneret tamen”.
I. 5. Textos paralelos 147
11
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 13, 30: “omnes tamen esse vim et naturam divinam
arbitrantur, nec vero id conlocutio hominum aut consessus effectit, non institutis opinio est con-
firmata, non legibus; omni autem in re consensio omnium gentium lex naturae putanda est.
12
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 12, 27: “in eorum mentibus”.
13
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 12, 26: “Expone igitur […] si potes, animos rema-
nere post mortem, tum, si minus id obtinebis (est enim arduum), docebis carere omni malo mor-
tem. Ego enim istuc ipsum vereor ne malum sit, non dico carere sensu, sed carendum esse. Auc-
toribus quidem ad istam sententiam, quam vis obtineri, uti optimis possumus, quod in omnibus
causis et debet et solet valere plurimum, et primum quidem omni antiquitate, quae quo propius
aberat ab ortu et divina progenie, hoc melius ea fortasse quae erant vera cernebat”; cfr. también I,
12, 27-29.
Atiéndase asimismo a la convergencia de esta tesis ciceroniana con la postura de Platón en
Filebo 16 c (cfr. nota al pie n° 101).
14
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 13, 30: “Ut porro firmissimum hoc adferri videtur
cur deos esse credamus, quod nulla gens tam fera, nemo omnium tan sit inmanis, cuius mentem
non imbuerit deorum opinio”; adviértase la notable semejanza de este pasaje con el texto ya
examinado del De legibus, I, 8, 24, passim.
15
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 13, 30: “sed illa lugubris lamentatio fletusque
maerens ex eo est, quod eum quem dileximus vitae commodis privatum arbitramur idque sentire.
Atque haec ita sentimus natura duce, nulla ratione nullaque, doctrina”.
148 Laura E. Corso de Estrada
neos acerca de lo que acontecerá tras la muerte, en la medida en que revelan que
“la naturaleza juzga tácitamente sobre la inmortalidad de las almas”16.
–Reitera que “la naturaleza ha puesto en nuestras mentes un deseo insaciable
de contemplar lo verdadero”17, del que ha surgido la filosofía18.
–Sostiene como en escritos precedentes el origen divino de las almas, su
participación en la naturaleza divina y la consecuente capacidad para elevarse
por sobre la realidad mutable y corpórea al conocimiento del ámbito de lo real
propiamente verdadero 19.
Este conocimiento es la vía por la que el hombre accede a la conciencia lú-
cida de la existencia de una Razón divina rectora del cosmos y de todo lo que en
él ha sido generado 20.
16
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 14, 31: “Maximum vero argumentum est naturam
ipsam de inmortalitate animorum tacitam iudicare, quod omnibus curaae sunt, et maxumae qui-
dem, quae post mortem futura sint”; passim.
17
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 19, 44: “natura inest in mentibus nostris insatiabilis
quaedam cupiditas veri”.
18
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 19, 45: “Haec enim pulchritudo etiam in terris […]
philosophiam cognitionis cupiditate incensam excitavit”.
19
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 26, 65: “animus quoque, ut ego dico, divinus est”.
Cfr. también I, 27, 66-67: “Animorum nulla in terris origo inveniri potest […]. Singularis est
igitur quaedam natura atque vis animi seiuncta ab his usitatis notisque naturis […]. Hoc e genere
atque eadem e natura est humana mens […]. Haec magna, haec divina, haec sempiterna sunt”.
20
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 27, 68-29, 70: “cum videmus speciem primum
caandoremque caeli, dein conversionis celeritatem tantam quantam cogitare non possumus, tum
vicissitudines dierum ac noctium commutationesque temporum quadrupertitas ad maduritatem
frugum et ad temperationem corporum aptas eorumque omnium moderatorem et ducem solem
lunamque aadcretione et deminutione luminis quasi fastorum notantem et significantem dies, tum
in eodem orbe in duodecim partes distributo quinque stellas ferri eosdem cursus constantissime
servantis disparibus inter se motibus nocturnamque caeli formam undique sideribus ornatam, tum
globum terrae eminentem e mari, fixum in medio mundi universi loco […] haec igitur et alia
innumeralia cum cernimus, possumusne dubitare, quin iis praesit aliquis vel effector”; cfr. tam-
bién I, 29, 71.
21
Cfr. dicha formulación: enfermedades del alma en Platón, Timeo, 86 b.
I. 5. Textos paralelos 149
condición natural, las que nos vuelven aptos para ser conducidos a la vida fe-
liz22.
2. Reitera que existe en todo hombre una inclinación connatural a lo que es
“honorable”, lo cual es descrito como “aquello a lo que máximamente la natura-
leza se inclina”23.
3. En relación con las enfermedades del alma, el saber filosófico es presen-
tado como la vía curativa24, en la medida en que el conocimiento de lo verda-
dero al que accede por su intermedio –en la condición presente del alma–, le
permite acceder a la guía normativa que conduce a la felicidad propiamente
humana25.
4. Subraya el papel de la configuración moral recta en el sujeto que padece
una aflicción como vía de disminución de dicho pesar. La rectitud moral se
alcanza por el cultivo de la sabiduría filosófica y de las virtudes, las que
constituyen las fuentes de un recto vivir humano 26.
22
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, III, 1, 2: “Quodsi talis nos natura genuisset, ut eam
ipsam intueri et perspicere eadem optima duce cursum vitae conficere possemus, haut erat sane
quod quisquam rationem ac doctrinam requireret. Nunc parvulos nobis dedit igniculos, quos
celeriter malis moribus opinionibusque depravati sic restinguimus, ut nusquam naturae lumen
appareat. Sunt enim ingeniis nostris semina innata virtutum, quae si adolescere liceret, ipsa nos ad
beatam vitam natura perduceret”.
23
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, III, 2, 3: “Ad quem fertur optumus quisque veramque
illam honestatem expetens quam unam natura maxime anquirit”.
24
Sobre la filosofía como medicina del alma, cfr. lo desarrollado sobre el tema en este estudio
pp. 35 y ss.
25
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, III, 3, 6: “Est profecto animi medicina, philosophia;
cuius auxilium non ut in corporis morbiss petendum est foris, omnibusque opibus viribus ut nos-
met ipsi nobis mederis possimus elaborandum est”. Cfr. también, aunque su análisis excede el
objetivo de este estudio el desarrollo ciceroniano del tema en Tusculanae disputationes, II, 26, 64
y ss.; III, 6, 13 y ss.
26
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, III, 28, 68: “Philosophi summu nequedum tamen
sapientiam consecuti nonne intellegunt in summo se malo esse?”; III, 25, 60-61, passim.
27
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 15, 34: “virtus est adfectio animi constans conve-
niensque”.
28
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 159.
150 Laura E. Corso de Estrada
2. Nuestro autor insiste en la importancia del cultivo del saber como vía de
moderación de las perturbaciones o aflicciones. Pues por él se accede a la con-
ciencia lúcida acerca de la realidad humana, de su lugar como parte en la totali-
dad del mundo, y de la presencia rectora de un orden superior29.
3. Cicerón aplica las nociones de “salud” [sanitas] y de “enfermedad” [mor-
bus, aegrotatio] del campo físico, al de la “salud del alma” [sanitas animi] y su
opuesto al plano de la vida moral30.
En Tusculanae disputationes, V:
1. Cicerón retoma su concepción de la naturaleza como “progenitora co-
mún”, la cual “quiso que cada cosa fuera perfecta en su clase”31. Subraya asi-
mismo la “vis naturae” que se advierte en los seres por ella generados y la suje-
ción de todos estos a la “lex naturae”32. Pero, en el mismo contexto, también se
refiere de un modo particular al hombre en un pasaje de contenido asimilable al
de otros textos que ya hemos examinado en De republica y De legibus: “el alma
humana, desprendida de la mente divina, no puede compararse con ninguna otra
cosa sino con el mismo dios”33.
29
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 27, 37: “Ergo hic, quisquis est qui moderatione et
constantia quietus animo est sibique ipse placatus, ut nec tabescat molestiis nec fragatur timore
nec sitienter quid expetens ardeat desiderio nec alacritate futtili gestiens deliquescat, id est sapiens
quem quaerimus, id est beatus cui nihil humanarum rerum aut intolerabile ad demittendum ani-
mum aaut nimis laetabile ad ecferendum videri potest. Quid enim videatur ei magnum in rebus
humanis, cui aeternitas omnis totiusque mundi nota sit magnitudo?”; cfr. IV, 38, 84, passim.
30
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 13, 28-14, 31: “Quo modo autem in corpore est
morbus, est aegrotatio, est vitium, sic in animo […]. Est enim corporis temperatio, cum ea con-
gruunt inter se e quibus constamus, sanitas sic animi dicitur […]. Et ut corporis est quaedam apta
figura membrorum cum coloris quadam suavitate, eaque dicitur pulchritudo, sic in animo opinio-
num iudiciorumqque aequabilitas et constantia cum firmitate quadam et stabilitate virtutem sub-
sequens aut virtutis vim ipsam continens pulchritudo vocatur”.
31
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 13, 37: “Unde igitur ordiri rectius possumus
quam a communi parente natura? quae, quicquid genuit, non modo animal, sed etiam quod ita
ortum esset e terra, ut stirpibus suis niteretur, in suo qquidque genere perfectum esse voluit”.
32
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 13, 38: “Facillius vero etiam in bestiis […] vis
ipsius naturae perspici potest […]. Atque earum quaeque tenens munus […] manet in lege natu-
rae”.
33
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 13, 38: “humanus autem animus decerptus ex
mente divina cum alio nullo nisi cum ipso deo”; cfr. la similitud de este pasaje con textos ya
analizados del De republica, VI, 24, 26; De legibus, I, 8, 25; passim.
I. 5. Textos paralelos 151
3. De natura deorum
34
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, V, 13, 39: “mens perfecta, id est absoluta ratio, idem
virtus”.
35
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, V, 23, 67: “bonum autem mentis est virtus”.
36
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, V, 24, 69: “Inde est indagatio nata initiorum et tam-
quam seminum, unde essent omnia orta”; cfr los pasajes paralelos ya citados del De finibus, IV, 7,
17; IV, 7, 18.
37
Cfr. J. Powell, Cicero The philosopher, p. XVI.
38
Cfr. Cicerón, De natura deorum, III, 40, 94: “mihi Balbi ad veritatis similitudinem videretur
esse propensior”; Q. Lucilius Balbo es el portavoz de la teología estoica en De natura deorum, II,
y a pesar de los escasos testimonios sobre su formación filosófica, parece haber sido próximo a
Posidonio y a Antíoco de Ascalón; cfr. Dictionnaire des Philosophes Antiques, R. Goulet (ed.),
Paris, 1994; s/v Balbus.
152 Laura E. Corso de Estrada
39
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 6, 18: “Et tamen ex ipsa hominum sollertia esse aliquam
mentem et eam quidem acriorem et divinam existimare debemus”.
40
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 6, 17: “An vero si domum magnam pulchramque videris
non possis adduci ut etiamsi dominum non videas muribus illam et mustelis putes: tantum ergo
ornatum mundi, tantam varietatem pulchritudinemque rerum caelestium, tantam vim et magnitu-
dinem maris atque terrarum si tuum ac non deorum inmortalium domicilium putes, nonne plane
desipere videare?”; cfr. también II, 5, 15: “Quartam causam esse eamque vel maximam aequabi-
litatem motus conversionumque caeli, solis lunae siderumque omnium distinctionem varietatem
pulchritudinem ordinem, quarum rerum aspectus ipse satis iudicare non esse ea fortuita; II, 29,
73: doceam deorum providentia mundum administrari”, passim.
41
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 7, 20-8, 21: “Zeno sic premebat: ‘Quod ratione utitur id
melius est quam id quod ratione non utitur; nihil autem mundo melius; ratione igitur mundus
utitur’. Similiter effici potest sapientem esse mundum, similiter beatum, similiter aeternum; om-
nia enim haec meliora sunt quam ea quae sunt his carentia, nec mundo quicquam melius. Ex quo
efficietur esse mundum deum”.
42
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 8, 22: “‘Nihil’ inquit ‘quod animi quodque rationis est
expers, id generare ex se potest animantem conpotemque rationis; mundus autem generat ani-
mantis compotesque rationis; animans est igitur mundus composque rationis’”.
Bajo este respecto, J. Martín analiza con detenimiento los rasgos de neta tradición estoica que
revela la concepción de Providencia expuesta en De natura deorum, II; cfr. J. Martín, Providentia
deorum. Aspects religieux du pouvoir romain, Paris-Roma, 1982, pp. 33 y ss.
43
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 33, 85: mundum regi confitendum est.
44
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 33, 86-34, 86: “Etenim qui reliquas naturas omnes
earumque semina contineat qui potest ipse non natura administrari? […]. Omnium autem rerum
quae natura administrantur seminator et sator et parens ut ita dicam atque educatur et altor est
mundus omniaque sicut membra et partes suas nutricatur et continet”.
I. 5. Textos paralelos 153
samente atribuida a Zenón, quien sostuvo que los seres de la naturaleza son
engendrados, desarrollados y conservados a “partir de sus propias semillas”, y
que en la naturaleza hay “impulsos” y “apeticiones”45. En este sentido es de par-
ticular valor el texto del De natura deorum, II, que, en el contexto de la doctrina
de la “oikeíosis”, asigna al bruto y al hombre la existencia del “movimiento” y
del “apetito” natural a “inclinarse hacia las cosas que conservan la salud y a re-
chazar las nocivas”; y al hombre, de un modo superior, por hallarse dotado de
“la razón, por la que puede regir los apetitos del alma”46.
–En cuanto a los bienes que los seres del mundo poseen por naturaleza, son
relevantes los pasajes que describen el ámbito de las inclinaciones naturales en
los animales, sus aptitudes profundas para persistir y desarrollarse en su indivi-
dualidad47. Pero, en especial, atendemos a aquellos que describen los dones en
los que los hombres superan a todo otro viviente: en las disposiciones naturales
de las partes de su cuerpo48 y, de un modo específico, en la presencia divina en
su propia naturaleza por la participación de la razón. Como expresa de modo
neto el texto que sigue: “¿quién no advierte que la misma alma y la razón del
hombre, su capacidad de deliberación, su aptitud para la previsión, han sido
consumadas por el cuidado divino?”49.
Ahora bien, en De natura deorum como en De legibus y otros escritos, se
sostiene que existen en el hombre ciertas incoaciones naturales en el ámbito
45
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 22, 58: “Zeno igitur naturam ita definit […] plane artifex
[…]. Atque ut ceterae naturae suis seminibus quaeque gignuntur augescunt continentur, sic natura
mundi omnes motus habet […] connatusque et adpetitiones quas ‘hormai’ Graeci vocant”.
46
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 12, 34: “Bestiis aautem sensum et motum dedit et cum
quodam adpetitu accessum ad res salutares a pestiferis recessum; hoc homini amplius quod addi-
dit rationem, qua regerentur animi adpetitus, qui tum remitterentur tum continerentur”.
47
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 51, 128 y ss: “Quid loquar quanta ratio in bestiis ad
perpetuam conservationem earum generis appareat? Nam primum alia mares aliae feminae sunt,
quod perpetuitatis causa machinata natura est, deinde partes corporis et ad procreandum et ad
concipiendum aptissimae […]. Atque ut intelligamus nihil horum esse fortuitum et haec omnia
esse opera providae sollertisque naturae, quae multiplices fetus procreant, ut sues ut canes, iis
mammarum data est multitudo, quas easdem paucas habent bestiae quae pauca gignunt”.
48
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 58, 145 y ss: “Omnesque sensus hominum multo antece-
llunt sensibus bestiarum. Primum enim oculi in iis artibus quarum iudicium est oculorum, in pictis
fictis caelatisque formis, in corporum etiam motione atque gestu multa cernunt subtilius, colorum
enim et figurarum venustatem atque ordinem et ut ita dicam decentiam oculi iudicant; atque etiam
alia maiora, nam et virtutes et vitia cognoscunt, iratum propitium, laetantem dolentem, fortem
ignavum audacem timidumque”.
49
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 59, 147: “Iam vero animum ipsum mentemque hominis
rationem consilium prudentiam qui non divina cura perfecta esse perspicit, is his ipsis rebus mihi
videtur carere”.
154 Laura E. Corso de Estrada
50
Cfr. en el presente estudio, en particular: pp. 102 y ss.
51
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 4, 12: “enim innatum est in animo quasi insculptum esse
deos”; II, 2, 5.
52
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 5, 15-6, 16: “statuat necesse est ab aliqua mente tantos
naturae motus gubernari. Chrysippus quidem, quamquam est acerrimo ingenio, tamen ea dicit ut
ab ipsa natura didicisse non ut ipse repperisse videatur. ‘Si enim’ inquit ‘est aliquid in rerum
natura quod hominis mens quod ratio qquod vis quod potestas humana efficere non possit, est
certe id quod illud efficit homine melius; atqui res caelestes omnesque eae quarum est ordo sem-
piternus ab homine confici non possunt; est igitur id quo illa conficieuntur homine melius; id
autem quid potius dixeris quam deum?Etenim si di non sunt, quid esse potest in rerum natura
homine melius? […] ergo est aliquid melius; est igitur profecto deus’”.
53
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 2, 5: “Opinionis enim commenta delet dies, natura iudicia
confirmat. Itaque et in nostro populo et in ceteris deorum cultus religionumque sanctitates exsis-
tunt in dies maiores atque meliores”; II, 5, 13: “Cleantes quidem noster […] in animis hominum
informatas deorum esse notiones”; II, 16, 44: “Esse igitur deos ita perspicuum est ut id qui neget
vix eum sanae mentis existimem”.
54
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 31, 78: “Atqui necesse est cum sint di […] esse […]
rationis compotes inter seque quasi civili conciliatione et societate coniunctos, unum mundum et
communem rem publicam atque urbem aliquam regentis”.
55
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 31, 79: “Ex quo intellegitur prudentiam quoque et men-
tem a deis ad homines pervenisse […]. Cumque sint in nobis consilium ratio prudentia, necesse
est deos haec ipsa habere maiora, nec habere solum sed etiam uti in maximus et optimus rebus”;
II, 6, 18: “Et tamen ex ipsa hominum sollertia esse aliquam mentem et eam quidem acriorem et
divinam existimare debemus. Unde enim hanc homo ‘arripuit’?”.
La participación que el alma humana tiene de la divinidad, también da sustento a la afirma-
ción de la posibilidad de una adivinación natural que es fruto de la proximidad del alma con los
I. 5. Textos paralelos 155
4. De senectute
5. De fato
dioses y de la aptitud humana para percibir la divinidad presente en el mundo; cfr. Cicerón, De
divinatione, I, 49, 110.
56
Cfr. J. Powell, Cicero The philosopher, p. XVI.
57
Cfr. Cicerón, De senectute, II, 5: “in hoc sumus sapientes, quod naturam optimam ducem
tamquam deum sequimur eique paremus”.
58
Cfr. Cicerón, De senectute, XIX, 67: “Mens enim et ratio et consilium in senibus est”.
59
Cfr. Cicerón, De senectute, XXI, 77: “est enim animus caelestis ex altissimo domicilio
depressus et quasi demersus in terram, locum divinae naturae aeternitatique contrarium; cfr. tam-
bién XXI, 78: Audiebam Phytagoram Phytagoreosque, incolas paene nostros, qui essent Italici
philosophi quondam nominati, numquam dubitasse quin ex universa mente divina delibatos ani-
mos haberemus. Demonstrabantur mihi praeterea quae Socrates ssupremo vitae die de inmortali-
tate animorum disseruisset, is qui esset omnium sapientissimus oraculus Apollinis iudicatus”.
60
Cfr. J. Powell, Cicero The philosopher, p. XVI.
156 Laura E. Corso de Estrada
hombres hay diferencias”61. Pero añade: “no porque algunos se encuentran más
propensos con respecto a algunas cosas por causas naturales y antecedentes,
tiene que haber causas naturales y antecedentes de nuestros actos voluntarios.
Pues si de tal modo fuese no habría nada en nuestro poder”62.
Adviértase la determinación neta de Cicerón ante la especificidad de los ac-
tos voluntarios, en convergencia con su afirmación de la existencia de
inclinaciones naturales propias de la condición humana y, asimismo individua-
les, que se proyectan en su ejercicio 63.
6. De amicitia
Numerosos pasajes del De amicitia, cuya redacción data del 44 64, confirman
la continuidad de la consideración ciceroniana en torno al núcleo temático:
naturaleza y vida moral.
61
Cfr. Cicerón, De fato, IV, 8: “in naturis hominum dissimilitudines sunt, ut alios dulcia, alios
subamara delectent, alii libidinosi, alii iracundi aut crudeles aut superbi sint, alii a talibius vitiis
abhorreant; quoniam igitur […] tantum natura a natura distat, quid mirum est has dissimilitudines
ex differentibus causis esse factas?”.
62
Cfr. Cicerón, De fato, V, 9: “Non enim, si alii ad alia propensiores sunt propter causas natura-
lis et antecedentes, idcirco nostrarum voluntatum atque adpetitionum sunt causae naturales et
antecedentes. Nam nihil esset in nostra potestate, si ita se res haberet”.
63
Para una consideración detenida del nombre voluntas y de su significación en los escritos
ciceronianos, atiéndase el estudio de J. Hatinguais, en el que se reconoce a nuestro autor la ela-
boración del término y de su noción respectiva en el ámbito de la filosofía latina. Hatinguais se
detiene –entre otros pasajes– en la exposición de Tusculanae disputationes, IV, 6, 12, en la que
Cicerón afirma que traduce el nombre griego “boúlesis” como voluntas conforme a la significa-
ción estoica del mismo, esto es: “Quam ob rem simul obiecta species est cuiuspiam quod bonum
videatur, ad id adipiscendum impellit ipsa natura. Id cum constanter prudenterque fit, eius modi
adpetitionem Stoici ‘boúlesis’ apellant, nos appellamus ‘voluntatem’”. Pero también subraya el
influjo platónico en la elaboración ciceroniana del tema y, en particular, en la consideración del
movimiento de atracción del bien respecto de la voluntad. En efecto, Cicerón examina la natura-
leza de la voluntas en la interioridad de la conciencia humana; cfr. De officiis, I, 32, 115, passim.
Mas en De fato, como indiqué supra, cabe subrayar la definida posición ciceroniana de la aptitud
de autodeterminación del hombre frente a la realidad del fatum de tradición estoica. Este desarro-
llo que Cicerón ha legado del tema, constituye ciertamente un antecedente de notable valor en
elaboraciones posteriores. Cfr. J. Hatinguais, “Sens et valeur de la volonté dans l’humanisme de
Cicéron”, Bulletin de L’association Guillaume Budé. Supplément. Lettres d’Humanité, 1958 (17,
4), pp. 51-69.
64
Cfr. J. Powell, Cicero The philosopher, p. XVI.
I. 5. Textos paralelos 157
65
Cfr. Cicerón, De amicitia, IV, 13: “qui iudicatus es sapientissimus oraculo Apollinis, qui non
ut plerisque, tum hoc, tum illud, sed semper idem, animos hominum esse divinos reditumque in
coelum patere iis, cum excessissent e corpore”.
66
Cfr. Cicerón, De amicitia, IV, 14: “Quod videbatur item Scipioni; qui quidem, quasi praesagi-
ret, perpaucis diebus ante mortem […] disseruit triduum de republica; extremum cuius disputatio-
nis fuit fere de inmortalitate animorum: quae dicebat se audisse ex Africano, in quiete, per vi-
sum”; en relación con esta última referencia, cfr. lo expuesto en este estudio, pp. 69 y ss.
67
Cfr. Cicerón, De amicitia, V, 17: “Ego tantum possum hortari vos ut anteponatis amicitiam
omnibus rebus humanis; enim nihil es tam aptum naturae”; cfr. también XXI, 80.
Apréciese su desarrollo sobre la amistad natural que, en sentido lato y en una jerarquía infe-
rior, proyecta entre los animales en De amicitia, XXI, 81: “Quod si hoc apparet in bestiis: volu-
cribus, nantibus, agrestibus, cicuribus, feris, primum, ut ipsae se diligant (enim id nascitur pariter
cum omni animante); deinde, ut requirant atque appetant animantes eiusdem generis, ad quas se
applicent; faciuntque id cum desiderio et cum quadam similitudine amoris humani; quanto magnis
fit id natura in homine, qui et ipse se diligit, et anquirit alterum, cuius animum misceat cum suo
ita ut paene efficiat unum ex duobus?”.
68
Cfr. Cicerón, De amicitia, V, 18: “Sed sentio hoc primum, amicitiam non posse esse nisi in
bonis”; cfr. también IX, 29 y 32; XVII, 61 y 65; XXI, 82–84; XXIV, 88-89; XXVII, 100, passim.
69
Cfr. Cicerón, De amicitia, V, 19: “quia, quantum possunt homines, sequantur naturam opti-
mam ducem vivendi bene”; cfr. también VI, 20, passim.
70
Cfr. Cicerón, De amicitia, V, 19: “Enim videor mihi perspicere sic: nos natos esse ita ut quae-
dam societas esset inter omnes”; cfr. también VI, 20, passim.
158 Laura E. Corso de Estrada
que son más próximos por lazos de nacionalidad o de familia; pues “la natura-
leza misma generó esta amistad” entre los más cercanos71.
Sin embargo, esta amistad “por naturaleza” puede no tener la suficiente fir-
meza, y ser aventajada por la amistad que el hombre lleva a cabo por elección
propia del amigo. Aunque esta segunda clase de amistad, también se funda en la
sociedad del género humano que constituyó la naturaleza misma72. En un rico
desarrollo fenomenológico de la amistad, subraya los vínculos familiares, de
similitud y de convergencia personal que favorecen la amistad73.
7. De officiis
Hacia fines del 4474 Cicerón habría acabado la redacción del De officiis, es-
crito por el que lega a su hijo un tratado filosófico moral donde retoma y deter-
mina tesis centrales tesis ya expuestas en otras obras75, y en el que expresa-
mente declara el haber seguido para su elaboración la posición doctrinal de
Panecio 76. Sin embargo, su metodología de indagación no es reductiva a sus
fuentes, como él mismo advierte al inicio de su obra77.
En De officiis, Cicerón expone tesis centrales que conciernen al desarrollo de
su elaboración de la apelación a la naturaleza en la vía justificativa de tesis
morales.
71
Cfr. Cicerón, De amicitia, V, 19: “natura ipsa peperit amicitiam”.
72
Cfr. Cicerón, De amicitia, V, 19-20; cfr. también sobre la amistad por elección: VII, 23; VIII,
27; passim.
73
Cfr. Cicerón, De amicitia, VIII, 27-28.
74
Cfr. J. Powell, Cicero The philosopher, p. XVI.
75
Cfr. Cicerón, De officiis, III, 33, 121: “Habes a patre munus, Marce fili, mea quidem sententia
magnum, sed perinde erit ut acceperis”.
76
En efecto, ya en el inicio del De officiis, en I, 2, 6-7, Cicerón sostiene que en el desarrollo del
De officiis y, en virtud de su materia, atenderá a la doctrina estoica sobre el tema, y de un modo
particular a Panecio, autor de un Perí kathékontos. De hecho, Cicerón se refiere a posturas de
Panecio a propósito de los temas que aborda por su parte en De officiis en sucesivas ocasiones;
cfr. I, 3, 9; I, 3, 10; III, 2, 7; III, 3, 12, passim; e incluso sostiene que en este escrito aborda cues-
tiones que Panecio no llegó a considerar pero que siguen la línea de su pensamiento, cfr. De
officiis, III, 7, 33. Asimismo, menciona a Posidonio en relación con su clasificación de los debe-
res, en De officiis, I, 45, 159. Cfr. entre otros estudios sobre el tema: A. Dyck, A Commentary on
Cicero, De officiis, Ann Arbor, 1999, pp. 17-18.
77
Cicerón, De officiis, I, 2, 6 y cfr. C. Lévy, Cicero Academicus, en particular pp. 534-535.
I. 5. Textos paralelos 159
78
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 11: “Principio generi animatium omni est a natura tributum ut
se vitam corpusque tueatur, declinat ea quae nocitura videantur, omniaque que sint ad vivendum
necessaria anquirat et paret, ut pastum, ut latibula, ut alia generis eiusdem”.
Cfr. también, a propósito de la oikeíosis como punto de partida del análisis de lo honestum,
M. Valente, L’éthique stoïcienne chez Cicéron, pp. 178 y ss., donde el autor precisamente subraya
el hecho de que Cicerón inicia el camino de acceso a la ética a través de una reflexión sobre la
naturaleza –p. 180–.
79
Cfr. el tratamiento del tema en De finibus, en este estudio, pp. 131 y ss.
80
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 11: “inter hominem et buelam hoc maxime interest, quod haec
tantum quantum sensu movetur ad id solum quod adest quodque praesens est se accomodat, pau-
lum admodum sentiens praeteritum aut futurum. Homo autem, quod rationis est participes, per
quam consequentia cernit, causas rerum videt earumque praegressus et quasi antecessiones non
ignorat, similitudines comparat rebusque praesentibus adiungit atque adnectit futuras, facile totius
vitae cursum videt ad eamque degendam praeparat res necessarias”.
81
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 12: “Eademque natura vi rationis hominem conciliat homini et
ad orationis et ad vitae societatem”.
160 Laura E. Corso de Estrada
dos de sociedades humanas, esto es, a partir de aquélla sin límites [de la
humanidad], la más inmediata es la del mismo linaje por la nacionalidad y por
la lengua […] más próxima aún es la de los que pertenecen a una misma ciudad
[…] más estrecho el vínculo de la sociedad de los que son familiares”82. Y allí
mismo caracteriza la sociedad que constituye “la casa” [domus], fruto de la
realización de la inclinación natural a la procreación, por la que tiene lugar “la
primera sociedad que se lleva a cabo en la misma unión conyugal”, como “el
principio de la ciudad y el semillero de la vida pública”83. También se extiende
sobre la clase de sociedad que constituyen los que “son semejantes” en la amis-
tad, y en particular los que tienen en común la virtud, la que alcanza el bien más
alto en la vida de la República84.
En De officiis, Cicerón también examina el egoísmo que conduce al usu-
fructo del otro, como la raíz de la disgregación de la sociedad humana, la que es
“máximamente conforme a la naturaleza”85; de ahí la primacía de los bienes
comunes sobre los que sólo poseen un alcance perfectivo individual86.
82
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 17, 53: “Gradus aautem plures sunt societatis hominum. Ut enim
ab illa infinita discedatur, propior est eiusdem gentis nationis linguae […]. Interius etiam est
eiusdem esse civitatis […]. Artior vero conligatio est societatis propinquorum”. Cfr. también en
un desarrollo más detenido sobre las formas de expresión concretas de la sociabilidad natural De
officiis, I, 17, 57-58; I, 47, 157.
83
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 17, 54: “Nam cum sit hoc natura commune animatium, ut habeant
libidinem procreandi, prima societas in ipso coniugo est, proxima in liberis, deinde una domus,
communia omnia; id autem est principium urbis et quasi seminarium reipublicae”.
84
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 17, 55-56: “Nihil autem est amabilius nec copulatius quam morum
similitudo bonorum; in quibus enim eadem studia sunt, eaedem voluntates, in iis fit aeque quisque
altero delectetur ac se ipso, efficiturque id quod Phytagoras vult in amicitia, ut unus fiat ex pluri-
bus […]. Cari sunt parentes, cari liberi propinqui familiares; sed omnes omnium caritates patria
una complexa est, pro qua quis bonum dubitet mortem oppetere si ei sit profuturus?”.
85
Cfr. Cicerón, De officiis, III, 5, 21: “Si enim sic erimus adfecti ut propter suum quisque
emolumentum spoliet aut violet alterum, disrumpi necesse est eam quae maxime est secundum
naturam humani generis societatem”; cfr. también III, 5, 22-23. Bajo este respecto se inscribe su
crítica a la vía de justificación platónica y aristotélica de la sociabilidad natural humana en razón
de la indigencia del individuo para la consecución de los bienes necesarios para su vida, la que
presenta como una visión estrecha de las necesidades humanas que se extienden a la búsqueda del
otro mismo en razón de tal; cfr. Cicerón, De officiis, I, 44, 158; y cfr. las posturas platónica y
aristotélica mencionadas en Platón, República, II, 369 b; Aristóteles, Política, I, 2; 1252 a 26 y
ss., passim.
86
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 44, 157: “Atque ut apium examina non fingendorum favorum
causa congregantur, sed cum congregabilia natura sint fingunt favos, sic homines, ac multo etiam
magis, natura congregati adhibent agendi cogitandique sollertiam”; cfr. también II, 21, 73; y III,
5, 22: “illud natura non patitur, ut aliorum spoliis nostras facultates copias opes augeamus”.
I. 5. Textos paralelos 161
87
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 13: “In primis hominis est propria veri inquisitio atque
investigatio. Itque cum sumus necesariis […] cognitionemque rerum aut occultarum aut admira-
bilium ad beate vivendum necessariam ducimus”.
88
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 14: “unum hoc animal sentir quid sit ordo, quid sit deceat, in
factis dictisque qui modus”.
89
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 14; I, 4 15-17; I, 6, 18; I, 7, 20; I, 20, 66; I, 27, 93; passim.
90
Cfr. en este estudio, pp. 236 y ss.
91
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 28, 100: “Officium aautem quod ab eo ducitur hanc primum habet
viam, quae deducit ad convenientiam conservationemque naturae”.
92
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 7, 22: “in hoc naturam debemus ducem sequi”; cfr. también: I, 43,
153; III, 25, 127, passim.
93
Cfr. Cicerón, De officiis, III, 17, 71: “ius civile ductum a natura”.
94
Cfr. Cicerón, De officiis, III, 17, 72: “iuris natura fons”.
162 Laura E. Corso de Estrada
leza, la cual es ley divina y humana, a la que buscan obedecer todos los que
quieren vivir respondiendo a lo que es conforme a la naturaleza”95.
4. Es de interés mencionar también que en De officiis, I, Cicerón introduce
una consideración acerca de ciertos términos asimilables al de virtus y que in-
dica que “lo honesto” [honestum], “lo decoroso” [decorum], “el ser decente”
[decet], en la medida en que se implican entre sí y no pueden excluirse uno de
otro96. Y asimismo son aplicables a ellos, como a la virtud, las nociones de “sa-
lud” [sanitas, valetudo], “belleza” [pulchritudo] y “gracia” [venustas], por
derivación del uso de dichos términos del plano corpóreo al ámbito de lo que
concierne al alma97.
5. En De officiis, I, Cicerón también se extiende sobre los rasgos individua-
les que porta la naturaleza de los hombres y que se proyectan en la constitución
del ethos propio98.
En relación con ello explica: “se ha de considerar que la naturaleza nos ha
investido como de dos personas. Una de las cuales, común, es por la que todos
somos participes de la razón y de esa excelencia por la que nos hallamos por
sobre los brutos, de la que procede todo lo honesto y decoroso, y por la que se
nos demanda el conocimiento del deber. Pero nos es concedida otra naturaleza
que es propia de cada uno. Pues, así como hay grandes diferencias entre los
cuerpos (vemos que algunos hombres son aptos para la carrera por su velocidad
al correr, que otros gozan de fuerzas para la lucha, y que asimismo en los ros-
tros de algunos hay dignidad, en los de otros belleza), así también entre las al-
mas hay aún mayores variedades”99.
95
Cfr. Cicerón, De officiis, III, 5, 23: “ratio, quae est lex divina et humana; cui parere qui velit
(omnes aautem parebunt qui secundum naturam volent vivere)”; cfr. también III, 5, 26 y III, 6,
27: “una continemur omnes eadem lege naturae”; III, 17, 69: “Hoc quamquam video propter
depravationem consuetudinis neque more turpe haberi aut lege sanciri aut iure civili, tamen natu-
rae lege sanctum est”.
96
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 27, 93-95.
97
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 27, 95.
98
Como veremos un poco más adelante, la distinción ciceroniana relativa a los rasgos propios
de toda naturaleza humana respecto de los que son individuales, resulta particularmente sugerente
en el contexto de cierto desarrollo de Tomás de Aquino anejo al tema.
99
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 30, 107: “Intelligendum etiam est duabus quasi nos a natura indu-
tos esse personis; quarum una communis est ex eo quod omnes participes sumus rationis praes-
tantiaeque eius qua antecellimus bestiis, a qua honestum decorumque trahitur et ex qua ratio
inveniendi officii exquiritur, altera autem quae proprie singulis est tributa. Ut enim in corporibus
magnae dissimilitudines sunt –alios videmus velocitate ad cursum alios viribus ad luctandum
valere, itemque in formis aliis dignitatem inesse, aliis venustatem- sic in animis exsistunt maiores
etiam varietates”.
I. 5. Textos paralelos 163
Un poco más adelante, Cicerón se extiende sobre otras “dos personas, una
tercera y una cuarta” que pueden “añadirse” a las dos primeras; esto es, en
cuanto a la tercera: “la que nos comporta alguna circunstancia o el correr del
tiempo”; en cuanto a la cuarta: “la que nosotros mismos por nuestro propio jui-
cio nos aplicamos”100.
De ahí que Cicerón sostenga la necesidad de que cada hombre, en la
constitución de su yo humano en cuanto tal, y en el que concierne a los rasgos
propios de sí, deba escoger un modo de vivir que sea conforme a su natura-
leza101 y, por ende, deba alcanzar la excelencia humana encarnada en su propia
realidad individual.
100
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 32, 115: “Ac duabus iis personis quas supra dixi tertia adiungitur,
quam casus aliqui aut tempus imponit, quarta etiam quam nobismet ipsi iudicio nostro accommo-
damus”. Cfr. también: I, 32, 118, donde desarrollando el tema, Cicerón subraya las aptitudes
individuales que conducen a que algunos, sin el ejemplo de sus mayores, sean capaces de condu-
cirse en una vida recta.
101
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 33, 120: “ad naturae sua”; cfr. también 119 y 121.
164 Laura E. Corso de Estrada
EL INFLUJO DE LA CONCEPCIÓN
CICERONIANA SOBRE LA RELACIÓN
ENTRE NATURALEZA Y VIDA MORAL
EN TOMÁS DE AQUINO
CAPÍTULO 1
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
1
C. Vansteenkiste explica que en tiempos de Santo Tomás las obras: De Inventione Rhetorica
y Ad Herenium, llevan el nombre común de Rhetorica, si bien en ocasiones De inventione Rheto-
rica se designa de un modo independiente; cfr. C. Vansteenkiste, “Cicerone nell’opera di S. Tom-
maso”, Angelicum, 1959 (36, 3/4), pp. 343-382, p. 379.
2
He llevado a cabo las indicaciones numéricas de las citas de obras mencionadas con el mayor
detenimiento posible y sobre la base del Index Thomisticus de R. Busa. Con todo, nos expresamos
de un modo no terminante, pues no descontamos alguna omisión no querida, y asimismo las
variaciones textuales que pueden presentar las obras de Tomás de Aquino que aún no cuentan con
ediciones críticas.
3
Cfr. M. Spanneut, “Influences stoïciennes”, p. 51.
4
Cfr. M. Spanneut, “Influences Stoïciennes”, p. 51.
168 Laura E. Corso de Estrada
más adelante teniendo en cuenta los desarrollos del pensamiento filosófico mo-
ral ciceroniano que Tomás de Aquino revela conocer, corresponde advertir que
habría tenido acceso a una información al menos suficiente sobre contenidos
comprehendidos en las obras mencionadas.
C. Vansteenkiste publica en 1959 un artículo que recopila trescientas citas
que Tomás de Aquino hace de Tullio 5, algunas de las cuales se extienden a
temáticas que no ocupan el cometido central de este estudio. Atendiendo a su
recopilación de textos, parece de interés indicar que Santo Tomás menciona el
Somnium Scipionis6, que también cita: De republica (en general)7, De amicitia8,
De divinatione9, y que puede haberse hallado en posesión de algún grado de
conocimiento del contenido del De senectute10.
En numerosas ocasiones Tomás de Aquino enuncia tesis que atribuye a
Cicerón sin indicar la obra de procedencia de la misma y, en otros casos, cita a
“Tulio” de un modo indirecto, a partir de las referencias de otro autor sobre él.
En relación con esta segunda modalidad, puede advertirse que una de las fuen-
tes indirectas más frecuentes sobre el pensamiento de Cicerón parece ser Agus-
tín11; y que ocupa un papel semejante, aunque en una proporción notablemente
menor, Isidoro en sus Etimologiae12 .
En continuidad con esta primera aproximación a los datos significativos que
revelan las citas tomistas de Cicerón, me detengo brevemente en algunas consi-
deraciones.
1. Santo Tomás identifica a Cicerón como una fuente de transmisión de testi-
monios estoicos. Así, por ejemplo, en Summa Theologiae (III, q15, a4, ob2), se
aduce que Tulio en Tusculanae disputationes afirma que “las pasiones del alma
son ciertas enfermedades”13, y en ad2 nuestro escolástico precisa que “Tulio allí
5
Cfr. C. Vansteenkiste, “Cicerone nell’opera di S. Tommaso”, pp. 342-382.
6
Cfr. Tomás de Aquino, In Iob, I, 37.
7
Cfr. Tomás de Aquino, De regno, I, 8, 22.
8
Cfr. Tomás de Aquino, In I Sententiarum, d48, q1, a4, sc2.
9
Cfr. Tomás de Aquino, Contra Gentes, III, c94.
10
Cfr. Tomás de Aquino, In Iohannes, XXI, 4.
11
Cfr. Tomás de Aquino, In II Sententiarum, d25, q1, a2, sc1, De veritate, q5, a10, c, passim, en
ambas citas se refiere a posturas de Cicerón conforme a San Agustín en De civitate Dei, obra
agustiniana a la que apela al respecto con gran frecuencia. Cfr. también, Summa Theologiae, I,
q67, a1, c, I-II, q65, a1, sc, passim, citas donde menciona el De Trinitate agustiniano.
12
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q81, a1, c.
13
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, III, q15, a4, ob2: “Praeterea Tullius, in libro Tuscula-
nae Quaestiones, dicit quod pasiones animae sunt ‘quaedam aegritudines’”.
II. 1. Consideraciones preliminares 169
14
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, III, q15, a4, ad2: “Ad secundum dicendum quod
Tullius ibi loquitur secundum opinionem Stoicorum”.
15
Tomás de Aquino, In Ethicam, II, lect11: “Via tamen quam Stoici posuerunt […] ut scilicet
homo paulatim recedat ab his in quae inclinatur, ut Tullius narrat in libro de Tusculanis Quaestio-
nibus”. Tal formulación: “via Stoici / Stoicorum” o también: “opinio Stoicorum”, o simplemente:
“Stoici, aliqui Stoicorum”; sin la mención precisa de algún filósofo, es frecuente en las menciones
que Tomás de Aquino hace en relación con las posturas de esta escuela. Cfr. a modo de ejemplos:
Contra Gentes, III, c73; III, c84; In Ethicam, I, lect12; Summa Theologiae, I-II, q24, a3, c; I-II,
q34, a2, c; II-II, q123, a10, c, II-II, q158, a1, c, passim.
16
Cfr. Tomás de Aquino, In Ethicam, II, lect1; Summa Theologiae, I-II, q73, a2, c, passim.
17
Cfr. Tomás de Aquino, Contra Gentes, III, c84, passim.
18
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q 26, a8, ad2.
19
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q26, a8, ad2.
20
Cfr. al respecto el extenso registro de textos al que permite acceder el Index Thomisticus de
R. Busa; cfr. In II Sententiarum, d33, q2, a2, sc2; De malo, q5, a4, ob1; Summa Theologiae, II-II,
q106, a1, ad2, passim.
21
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q66, a1, c, passim.
22
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q26, a8, ad2; Summa Theologiae, I-II, q59, a2, c, passim.
23
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q73, a2, c: “opinio Stoicorum fuit, quam Tullius
prosequitur in Paradoxis III, quod omnia peccata sunt paria”.
170 Laura E. Corso de Estrada
estoicos sostuvieron que las pasiones del alma no pueden existir en el sabio, es
decir, en el virtuoso. En cambio los peripatéticos, cuya escuela fundó Aristóte-
les […] afirmaron que las pasiones se dan conjuntamente con la virtud moral
[…]. Pero esta controversia como dice Agustín, era más bien de palabras que de
sus posturas doctrinales”24.
El pasaje agustiniano en cuestión al que Tomás de Aquino hace referencia es
De civitate Dei (IX, 4, 1), donde efectivamente su autor aborda lo que se le atri-
buye en el texto expuesto. Sin embargo, Agustín es más explícito. Pues afirma
que los movimientos del alma que los griegos denominaron “pathe”, y algunos
latinos como Cicerón: “perturbationes”, y otros “passiones”, han dado lugar a
dos posturas filosóficas fundamentales en controversia: por una parte, la de los
platónicos y los aristotélicos (a quienes enlaza a través del hecho del discipu-
lado que Aristóteles tuvo de Platón)25; y por otro lado, la de los estoicos. Y tras
exponer, en términos semejantes a los que emplea Santo Tomás, la razón de ser
de la divergencia doctrinal entre ambas posturas, sostiene que esta pugna entre
los platónicos y los peripatéticos por un lado, y los estoicos, por otro, “como
prueba Cicerón en su obra De los fines y males extremos, es más de palabras
que de pensamientos”26.
24
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q59, a2, c: “circa hoc fuit discordia inter
Stoicos et Peripateticos, sicut Augustinus dicit, IX De civitate Dei. Stoici enim posuerunt quod
passiones animae non possunt esse in sapiente, sive virtuoso; Peripatetici vero quorum sectam
Aristoteles instituit […] posuerunt quod passiones simul cum virtute morali esse possunt […].
Haec autem diversitas ibidem dicit, magis erat secundum verba, quam secundum eorum senten-
tias”.
25
En relación con la filiación que Cicerón establece entre la Academia y el Perípato, cfr. lo
expuesto en este estudio, pp. 44, 46, passim.
26
Agustín, De civitate Dei, IX, 4, 1: “Duae sunt sententiae philosophorum, de his animi moti-
bus, quae Graeci ‘pathe’, nostri autem quidam, sicut Cicero, ‘perturbationes’, quidam ‘affectio-
nes’, vel ‘affectus’ […]. Has ergo perturbationes, sive affectiones, sive passiones quidam philo-
sophi dicunt etiam in sapiente cadere, sed moderatas rationique subiectas, ut eis leges quodam-
modo, quibus ad necessarium redigantur modum, dominatio mentis imponat. Hoc qui sentiunt,
Platonici sunt sive Aristotelici, cum Aristoteles discipulos Platonis fuerit, qui sectam Peripateti-
cam condidit. Aliis autem, sicut Stoicis, cadere ullas omnino huiuscemodi passiones in sapientem
non placet. Hos autem, id est Stoicos, Cicero in libris de Finibus bonorum et malorum, verbis
magis quam rebus adversus Platonicos seu Peripateticos certare convincit”. Cfr. también el pasaje
ya citado de Cicerón, De finibus, III, 2, 5: “Quamquam ex omnibus philosophis Stoici plurima
novaverunt, Zenoque, eorum princeps, non tan rerum inventer fuit quam verborum novorum”.
Atiéndase a lo abordado supra en cuanto a la recurrente exposición de esta crítica en los
escritos ciceronianos, a la asimilación que dicha postura supone respecto de la de Antíoco y,
asimismo, al desarrollo particular del tema en De finibus, donde, como apropiadamente indica
Agustín, Cicerón se detiene en el tema a propósito de la disputa sobre la predicación del término
bien. Conforme a la ortodoxia de la primera Stoa, la noción de bien sólo es aplicable a la virtud,
II. 1. Consideraciones preliminares 171
A través del examen analítico de las obras del corpus ciceroniano propia-
mente filosófico –en su desenvolvimiento genético– se ha podido advertir la
continuidad del propósito de su autor en la vía de justificación del orden moral
–más allá de la diversidad temática de sus escritos–, y la unidad orgánica de su
elaboración en torno al núcleo temático: naturaleza y vida moral. Así, en De
republica, De legibus, De finibus bonorum et malorum, como en el temprano
De inventione Rhetorica y en textos paralelos de Paradoxa Stoicorum, Tuscula-
nae disputationes, De natura deorum, De senectute, De fato, De amicitia, De
officiis, Cicerón apela a la naturaleza para asentar en ella un principio regulador
matriz universal de la rectitud moral. Pero debe subrayarse con el debido énfa-
sis que, en rigor, Cicerón elabora una concepción de la naturaleza que, como he
procurado hacer manifiesto supra, se desarrolla en un orden de fundamentación
cósmico-teológico y antropológico, que proyecta en el ámbito filosófico-moral.
Esto es, la noción ciceroniana de la ley natural moral y su teoría de la virtud
se fundan en la realidad entitativa de la naturaleza en su conjunto, la que pene-
trada de una racionalidad primera y superior, se halla investida de una ordena-
ción perfectiva universal, participada en el hombre y en sus inclinaciones
34
Atiéndase, entre los textos críticos de Tomás de Aquino respecto de Cicerón, en su disenso
respecto de las relaciones entre la providencia y el libre albedrío: Contra Gentes, III, c94: “Ar-
gumentatur sic Tullius in libro De divinatione: Si omnia a Deo provisor sunt, certus est ordo
causarum. Si autem hoc verum est, omnia fato aguntur. Quod si omnia fato aguntur, nihil est in
nostra potestate, nullum est voluntatis arbitrium. Sequitur igitur quod tollatur liberum arbitrium, si
divina providentia sit certa, et eodem modo sequetur quod omnes causae contingentes tollantur
[…] quod Tullius obiicit, secundum praemissa frivolum apparet”.
Cfr. también: De veritate, q5, a10, c: “Quidam enim posuerunt actus humanus ad divinam
providentiam non pertinere, nec reduci in aliquam causam, nisi in providentiam nostram. Et huis
positionis videtur fuisse Tullius, ut dicit Augustinus in V De civitate Dei”; Summa Theologia, I,
q116, a1, c: “Fuerunt igitur aliqui qui huiusmodi casualia et fortuita, quae in his inferioribus
accidunt, in nullam superiorem causara reducere voluerunt. Et hi fatun et providentiam vega
verunt; ut de Tulio Augustinus recitat in V De civitate Dei”. Esta temática merece una considera-
ción que excede el cometido de este estudio, en el contexto de la postura doctrinal de Tomás de
Aquino con respecto a la cuestión y sus fuentes al respecto. Como puede advertirse en los pasajes
citados de Contra Gentes y de Summa Theologiae, la cita de las tesis ciceronianas es en ellos
indirecta.
II. 1. Consideraciones preliminares 173
35
He desarrollado algunos aspectos de este tema en: “Proyecciones de la concepción cicero-
niana de naturaleza en la ética escolástica del s. XIII”, Anuario Filosófico, 2001 (34, 2), p. 337.
174 Laura E. Corso de Estrada
1
Cfr. la definición ciceroniana del De inventione Rhetorica, II, 53, 159, que cita insistentemen-
te Santo Tomás: “virtus est animi habitus naturae modo atque rationi consentaneus”.
2
Tomás de Aquino, In I Sententiarum, d39, q2, a2, ad4: “Tullius comparat virtutem naturae,
dicens quod est habitus voluntarius in modum naturae rationi consentaneus”.
3
Tomás de Aquino, In II Sententiarum, d27, ql, a1, c: “Dicit Tullius in Rhetorica quod virtus
est habitus modo naturae rationi consentaneus”.
4
Tomás de Aquino, In II Sententiarum, d41, a1, ob6: “Secundum Tullium virtus est habitus
quidam in modo naturae rationi consentaneus”.
5
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qcla2, sc1: “Nihil alud virtus est quam
quaedam facilitas et inclinatio per modum naturae ad bonum rationis, ut dicit Tullius”.
176 Laura E. Corso de Estrada
5) In III Sententiarum, d33, q2, a5, sol: “En efecto, como dice Tulio, la vir-
tud mueve al modo de la naturaleza, esto es, por cierta inclinación del afecto”6.
6) De veritate, q24, a10, c: “Tulio [dice] en la Rhet. que la virtud es con-
forme a la razón al modo de la naturaleza”7.
7) Summa Theologiae, I-II, q56, a5, c: “Dice Tulio en su Rhet. acerca de la
virtud que es un hábito al modo de la naturaleza conforme a la razón”8.
8) Summa Theologiae, I-II, q56, a6, obj1: “En efecto, como dice Tulio en su
Rhetorica, la virtud es un hábito al modo de la naturaleza conforme a la razón”9.
9) Summa Theologiae, I-II, q58, a1, obj3: “Tulio dice en su Rhetorica que la
virtud es un hábito al modo de la naturaleza conforme a la razón”10.
10) Summa Theologiae, I-II, q71, a2, ad1: “En efecto, dice Tulio en su Rhet.,
que la virtud es un hábito al modo de la naturaleza conforme a la razón”11.
11) Summa Theologiae, II-II, q47, a7, ob3: “Como dice Tulio en el libro II
de la Rhetorica, la virtud es un hábito al modo de la naturaleza conforme a la
razón”12.
12) Summa Theologiae, II-II, ql37, a4, obj1: “La virtud obra al modo de la
naturaleza, como dice Tulio en su Rhetorica”13.
13) De virtutibus, a6, obj4: “Según Tulio, la virtud obra al modo de la
naturaleza”14.
14) De virtutibus, a8, ob10: “En efecto, dice Tulio que la virtud es un hábito
al modo de la naturaleza conforme a la razón”15.
6
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a5, sol: “Virtus enim, ut dicit Tullius, movet
in modum naturae, scilicet per quamdam inclinationem affectus”.
7
Tomás de Aquino, De veritate, q24, a10, c: “Tullius in Rhetorica quod virtus consentit rationi
in modum naturae”.
8
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q56, a5, c: “De virtute dicit Tullius in sua Rheto-
rica, quod est habitus in modum naturae rationi consentaneus”.
9
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q56, a6, ob1: “Virtus enim est habitus per modum
naturae consentaneus rationi, ut Tullius dicit in sua Rhetorica”.
10
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q58, a1, ob3: “Tullius dicit in sua Rhetorica quod
virtus est habitus in modum naturae rationi consentaneus”.
11
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q71, a2, ad1: “dicit enim Tullius, in sua Rheto-
rica, quod virtus est habitus in modum naturae rationi consentaneus”.
12
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q47, a7, arg3: “ut dicit Tullius in II Rhetoricae,
virtus est habitus per modum naturae rationi consentaneus”.
13
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, ql37, a4, obl: “Virtus, ut Tullius dicit in sua
Rhetorica, agit in modum naturae”.
14
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a6, ob4: “Virtus secundum Tullium agit in
modum naturae”.
II. 2. Cicerón en la concepción tomista de virtud 177
15) De virtutibus, a12, ob6: “En efecto, como dice Tulio, la virtud es un
hábito al modo de la naturaleza conforme a la razón”16.
15
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a8, ob10: “dicit enim Tullius, quod virtus est
habitus in modum naturae, rationi consentaneus”.
16
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a12, ob6: “Est enim virtus, ut Tullius dicit,
habitus in modum naturae rationi consentaneus”.
17
Cfr. Tomás de Aquino, In I Sententiarum, d39, q2, a2: “Utrum providentia sit omnium”.
18
Cfr. Tomás de Aquino, In I Sententiarum, d39, q2, a2, ob4 donde se aduce: “Praeterea, omne
quod est provisum, est ordinatum in unum. Sed liberum arbitrium non est ordinatum in unum, sed
se habet utrumlibet. Ergo ea qua sunt a libero arbitrio, providentia divina non subjacent”.
19
Tomás de Aquino, In I Sententiarum, d39, q2, a2, ad4, donde, en el contexto de una amplia
respuesta, se expone lo indicado supra: ipsa natura humana in se considerata aequaliter se habet
indifferenter ad omnia vel intelligentia vel facienda […]. Sic enim considerata natura humana,
nondum est ut agens perfectum, nisi respectu naturalium operationum; sed tunc est agens perfec-
tum quantum ad omnes suas operationes, quando iam perfecta est perfectionibus secundis, quae
sunt virtutes; et ideo quando determinatur per perfectionem secundam vel infusam vel acquisitam,
tunc determinatur ad unum. Et ideo Tullius comparat virtutem ad naturam, dicens quod est habi-
tus voluntarius in modum naturae rationi consentaneus”.
178 Laura E. Corso de Estrada
20
Cfr. lo ya examinado en este estudio supra.
21
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 32, 115: “ipsi autem gerere quam personam velimos a nostra
voluntate proficiscitur”. Cicerón reflexiona con hondura a propósito de los supuestos lógicos y
metafísicos de la autodeterminación voluntaria del hombre en De fato, como se indicó supra; cfr.
De fato, V, 9, passim.
22
Tomás de Aquino, In II Sententiarum, d27, q1, a1, c: “Hinc etiam est quod potentia perfecta
per habitum virtutis tendit in actum consimilem per modum cujusdam naturae: propter quod
Tullius, in proem. Rhetorica, quod virtus est habitus, modum naturae, rationi consentaneus; sicut
enim gravitas deorsum tendit, ita castitas casta operatur”.
23
Tomás de Aquino, In II Sententiarum, d41, a1, ob6: “Secundum Tullium, virtus est habitus
quidam in modum naturae rationi consentaneus. Sed quaelibet natura per seipsam tendit in finem
suum”.
24
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1: “Videtur quod virtutes morales
insint nobis a natura”.
II. 2. Cicerón en la concepción tomista de virtud 179
25
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla2, sc: “Philosophus in libro De memo-
ria et reminiscentia: consuetudo est quasi natura. Ergo a consuetudine efficitur aliquid homini
connaturale et facile. Sed nihil aliud virtus est quam quaedam facilitas et inclinatio per modum
naturae ad bonum rationis, ut dicit Tullius”.
26
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a5, sol: “sic est patet. Virtus enim, ut dicit
Tullius, movet in modum naturae […] oportet quod per rationem quam perficit prudentiam et
rectam facit, praestituatur finis aliis virtutibus”.
27
Tomás de Aquino, De veritate, q24, a10, c: “Secundum est inclinatio habitus: qui quidem
cum sit quasi quaedam natura habentis, ut Philosophus dicit, quod consuetudo est altera natura, ut
Tullius in Rhetoriciis, quod virtus consentit rationi in modum naturae”.
180 Laura E. Corso de Estrada
(I-II, q56, a5, c), el escolástico hace converger las posturas de Aristóteles y de
Cicerón, conforme a las formulaciones ya enunciadas, a saber: “la costumbre es
una segunda naturaleza”, según Aristóteles; la virtud obra “al modo de la
naturaleza”, de acuerdo a Tulio 28.
8. En Summa Theologiae (I-II, q56, a6, ob1), la definición ciceroniana de
virtud es empleada, como en casos anteriores, para subrayar a partir de ella la
ordenación con respecto a algo determinado que toda virtud adquirida confiere a
su sujeto, y que toda naturaleza posee de suyo 29.
9. En Summa Theologiae (I-II, q58, a1, ob3) se enuncia la definición cicero-
niana de virtud con el objeto de considerar si toda virtud se ordena a la razón30.
Allí, en ad3, Tomás de Aquino retoma la definición en cuestión para explicar a
partir de ella, que ésta expresa que la virtud consiste a la vez: en “ser semejante
a la naturaleza” y “en conformarse a la razón”31; lo que en el contexto del pasaje
aplica al caso de las virtudes que tienen por sujeto la parte apetitiva del alma.
En razón de lo cual, Tomás de Aquino asienta un vínculo teleológico de la natu-
raleza respecto de la razón recta.
10. En Summa Theologiae (I-II, q71, a2, ad1), Tomás de Aquino asimila y
reelabora de un modo neto el vínculo ciceroniano entre naturaleza y vida moral
expresado en la definición de virtud expuesta en De inventione Rhetorica. Allí
sostiene: “aunque las virtudes no sean causadas por naturaleza en cuanto a su
modo de ser perfecto, sin embargo inclinan a lo que es conforme a la naturaleza,
es decir, según el orden de la razón”; y a continuación introduce la definición
ciceroniana: “en efecto, dice Tulio en su Rhetorica que la virtud es un hábito al
modo de la naturaleza conforme a la razón”. Para concluir: “éste es el modo” de
acuerdo con el cual “se dice que la virtud es conforme a la naturaleza, y por el
contrario […] el vicio es contrario a la naturaleza”32.
28
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q56, a5, c: “Philosophus dicit […] consuetudo,
quae est quasi quaedam natura […]. Unde de virtute dicit Tullius, in sua Rhetorica quod est habi-
tus in modum naturae, rationi consentaneus”.
29
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q56, q6, ob1: “De ipsa ratione voluntatis […] est
quod tendat in id quod est bonum secundum rationem, ad quod ordinatur omnis virtus, […] virtus
enim ‘est habitus per modum naturae, consentaneus rationi’”.
30
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q58, a1, ob3: “Tullius dicit, in sua Rhetorica,
quod virtus est habitus in modum naturae, rationi consentaneus. Sed cum omnis virtus humana
ordinetur ad bonum rationis, oportet quod sit consentanea rationi […]. Et ideo non omnis virtus
dicitur moralis, sed solum illa quae est in vi appetitive”.
31
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q58, a1, ad3: “Et ideo assimilari naturae in
consentiendo rationi, est proprium virtutum quae sunt in vi appetitiva”.
32
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q72, a2, ad1: “dicendum quod virtutes, etsi non
causentur a natura secundum suum esse perfectum, tamen inclinant ad id quod est secundum
II. 2. Cicerón en la concepción tomista de virtud 181
naturam, idest secundum ordinem rationis: dicit enim Tullius, in sua Rhetorica, quod ‘virtus est
habitus in modum naturae rationi consentaneus’. Et hoc modo dicitur esse secundum naturam: et
per contrarium intelligitur quod vitium sit contra naturam”.
33
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q47, a7, ad3: “quia medium non eodem modo
invenitur in omnibus, ideo inclinatio naturae, quae semper eodem modo operatur, ad hoc non
sufficit, sed requiritur ratio prudentiae”.
34
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a6, ob4: “Sed modus agendi naturae opponitur
contra modus agendi rationis”.
35
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a6, ad4: “verbum Tulli intelligitur quantum ad
inclinationem appetitus tendentis in aliquod bonum commune”.
182 Laura E. Corso de Estrada
36
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a8: “Utrum virtutes insint nobis a natura”.
37
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a8, ad10: “homines autem nati sunt pervenire ad
perfectum bonum secundum virtutem; et ideo oportet quod habeat inclinationem ad omnes actus
virtutes: quod cum non possit esse a natura, oportet quod sit secundum rationem, in qua existunt
semina omnium virtutum”.
38
Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a12, ob6: “virtus necessaria est ad hoc quod
homo inclinetur ad id quod est virtutis per modum naturae: est enim virtus, ut Tullius dicit: habi-
tus in modum naturae rationi consentaneus”; ad6: “dicendum, quod respectu finis qui est naturae
humanae proportionatus, sufficit homini ad bene se habendum naturalis inclinatio; et ideo philo-
sophi posuerunt aliquas virtutes, quarum obiectum esset felicitas, de qua ipsi tractabant”.
II. 2. Cicerón en la concepción tomista de virtud 183
39
Aristóteles, Praedicamenta, 8 b 27 y 28, passim.
40
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de Bono, III, II.A q.1; 526, 12.
41
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de Bono, III, II.A q.1, De definitionibus diversis virtutis, ob.
Item, Philosophus: “virtus est habitus in modum naturae rationi consentaneus”; “Philosophus”, de
modo manifiesto aquí indica a Tulio Cicerón en el pasaje ya citado del De inventione Rhetorica;
cfr. también el aparato crítico al pie del pasaje en Summa de Bono, studio et cura N. Wicki, pars
posterior, p. 256, nota al pie n° 12. Y cfr. c.: “Quandoque datur respectu prinicipii inclinativi
intra, et sic datur illa qua est Philosophi: ‘virtus est habitus in naturae modum rationi consenta-
neus’”.
184 Laura E. Corso de Estrada
42
Cfr. Alberto Magno, De Bono, q. V: Quid sit virtus secundum substantiam et deffinitionem,
a1, De deffinitionibus virtutis in se, ob1: “a Tullio ante finem Primae rhetoricae, haec scilicet:
‘virtus est animi habitus naturae modo rationi consentaneus’”.
43
Cfr. Alberto Magno, De Bono, q. V, a1, ad17: “dicendum, quod cum dicitur ‘modo naturae’,
notatur similitudo virtutis ad naturam in movendo ad opera”.
44
Cfr. Alberto Magno, De Bono, q. V, a1, ad18: “virtus, secundum quod est habitus, non est nisi
ad unum, hoc est ad obiectum determinatum”.
45
Cfr. Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d49, q3, a2, c: “Habitus inclinat in actum per
modum naturae, ut Tulliius dicit de virtute”.
En este mismo sentido Tomás de Aquino emplea la formulación ad modum naturae de la
definición ciceroniana con respecto al movimiento propio de las virtudes morales en particular, en
un pasaje que tampoco hemos citado antes, y que corresponde a In III Sententiarum, d23, q1, a4,
qla2, ad4, donde dice que la virtud moral alcanza el medio virtuoso al modo del que sigue y se
inclina al medio.
II. 2. Cicerón en la concepción tomista de virtud 185
46
Cicerón, De inventione Rhetorica, I, 25, 36: “Habitum autem appellamus animi aut corporis
constantem et absolutam aliqua in re perfectionem, ut virtutem aut artis alicuius perceptionem aut
quamvis scientiam et item corporis aliquam commoditatem non natura datam, sed studio et in-
dustria partam”. Atiéndase a la expresa distinción ciceroniana en el texto entre la naturaleza y el
hábito consumado como obra de la adquisición humana en la vida práctica; cfr. también De in-
ventione Rhetorica, I, 24, 35.
47
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 15, 34: “virtus est adfectio animi constans conve-
niensque”.
48
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 13, 29, passim.
49
Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 8, 30: “Habitus autem quoniam in aliqua perfecta et
constanti animi aut corporis absolutione consistit, quo in genere est virtus, scientia et quae con-
traria sunt”.
50
Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “Iustitia est habitus animi […] eius initium est
ab natura profectum; deinde quaedam in consuetudinem ex utilitatis ratione venerunt”.
Como puede apreciarse, en el pasaje enunciado Cicerón se refiere, por una parte, a la inco-
ación natural con respecto a las virtudes, en este caso en relación con la justicia, y por otra, a la
consumación acabada de la misma como virtud en sentido propio, por vía de la reiteración de
actos y la costumbre en su ejercicio.
186 Laura E. Corso de Estrada
51
Cicerón, Tusculanae disputationes, I, 33, 80: “tanta vis est ad habitum mentis in iis”.
52
Cfr. C. Nederman, “Nature, ethics, and the doctrin of ‘habitus’: Aristotelian moral psycholo-
gie in the twelfth century”, en Medieval Aristotelianism and its limits. Classical Traditions in
Moral and Political Philosophy, 12th-15th Centuries, Aldershot-Brookfield, 1997, p. 109. En este
sentido, C. Nederman abre un camino de indagación, el de precisar las tesis centrales de la ética
aristotélica que fueron conocidas antes del acceso directo que los autores medievales pudieron
haber tenido de la Ethica Nicomachea.
En lo que concierne a las vías de transmisión de la noción de la virtud como hexis durante el
siglo XII, C. Nederman sostiene que Categorías y Tópicos se cuentan entre los escritos aristotéli-
cos principales al respecto, pero también el hecho de su transmisión por medio de autores latinos
como nuestro Cicerón; cfr. C. Nederman, “Nature, ethics, and the doctrin of ‘habitus’”, pp. 89 y
91.
CAPÍTULO 3
CICERÓN EN LA CONCEPCIÓN TOMISTA
SOBRE EL ORIGEN DE LA VIRTUD MORAL
Los textos del corpus de Tomás de Aquino constituyen una muestra cierta de
la tesis de M. Spanneut cuando dice que Cicerón ha legado principalmente al
pensamiento medieval su teoría sobre las virtudes1. Pero me permito sostener
que, asimismo, la postura doctrinal ciceroniana acerca del núcleo temático:
naturaleza y vida moral ha sido la transmisora de una concepción definida de la
naturaleza en la que se ha asentado la convergencia de naturaleza y racionali-
dad. Esto es, como ya se dijo supra, la apelación a la naturaleza que Cicerón lle-
va a cabo en la vía de justificación del orden moral objetivo conlleva un rasgo
esencial: la apelación a la racionalidad intrínseca que tal naturaleza porta. Por lo
cual, en rigor, la naturaleza cumple una función mediadora entre el arquetipo
divino y los seres del mundo; en cuya jerarquía entitativa, la condición de la
naturaleza humana constituye la manifestación plena de la racionalidad divina
participada en la racionalidad del hombre que puede hacerse consciente. Ahora
bien, las inclinaciones de la naturaleza existentes en todos los vivientes del
universo son las expresiones de la racionalidad que la naturaleza lleva interior-
mente. Pero en el caso del hombre su desenvolvimiento exige la autode-
terminación individual para que, en el proceso de la progresiva “apropiación”
de sí, se lleve a cabo la “conformidad” moral –que es propia de la virtud– con el
orden natural de la condición humana. De ahí que la teoría ciceroniana de la
virtud, de las virtudes principales de la vida moral y sus partes, se funda en la
naturaleza en tanto que ésta porta la ley de la naturaleza o de su racionalidad
intrínseca.
Como procuraré justificar, Tomás de Aquino identifica, recoge y reelabora
esta posición doctrinal ciceroniana que justifica los vínculos ontológicos, cós-
mico-antropológicos y filosófico-morales entre naturaleza, racionalidad y vir-
tud; lo cual será objeto de los capítulos de la Sección II y de la Sección III de
este estudio, y lo que asimismo se proyectará sobre lo abordado a propósito de
1
Cfr. M. Spanneut, Permanence du Stoïcisme, pp. 187-188.
188 Laura E. Corso de Estrada
2
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1: “Videtur quod virtutes morales
insint nobis a natura”.
3
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1, ob1: “Damascenus dicit: ‘Naturales
sunt virtutes, et naturaliter et aequaliter insunt omnibus’”; cfr. Juan Damasceno, De fide ort-
hodoxa, 3, PG 94, 1046, 229 A.
4
Para la traducción de los textos citados de In III Sententiarum, d33, sigo en todos los casos,
mi propia versión del texto en el volumen correspondiente a Tomás de Aquino, Comentario a las
Sentencias de Pedro Lombardo, vol. III/2, Eunsa, Pamplona, en preparación; editado por Juan
Cruz Cruz.
5
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1, sol: “sicut in naturalibus posuerunt
quidam formas omnes existere in materia, et quod agens naturale extrahit eas de occulto ad ma-
nifestum, inquantum removet ea quae prohibebant formam illam apparere; ita etiam dixerunt
quidam de habitibus animae. Unde Plato dixit quod omnes scientiae sunt in anima a natura, et
addiscere non est aliud quam recordari. Et similiter videtur dicere Damascenus de virtutibus quod
insunt nobis a natura et per exercitium tolluntur impedimenta virtutum”.
6
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1, sol: “Omnes autem istae opiniones
secundum aliquid verae sunt […]. Verae quidem sunt, inquantum praedictorum aliqua inchoatio
est in natura”.
7
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1, sol: “virtutes praeexistunt in naturali
ordenatione ad bonum virtutis”.
II. 3. Cicerón en la concepción tomista sobre el origen de la virtud moral 189
hay quienes “al punto de nacer son fuertes y templados”; b) que “Tulio” haya
sostenido que “las semillas de las virtudes, o [sus] inicios, son naturales”8.
Tomás de Aquino añade, precisando así el alcance de su tesis anterior, que
quienes afirman que las virtudes son obra de la naturaleza de un modo absoluto,
sostienen “posturas falsas”. Pues explica que “el acabamiento de las formas”
incoadas, presupone la acción de un agente exterior; tanto para el caso de las
disposiciones naturales intelectuales, como para el de las morales, ya que en el
primer caso se requiere de la “ciencia”, y en el segundo de la “costumbre” (en el
plano de las virtudes del orden natural)9. Lo que sustenta en las palabras de
Aristóteles en Ethica Nicomachea, II, cuando dice que “somos aptos por natura-
leza para recibir las virtudes, pero que su perfección procede de la costumbre”10.
8
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1, sol: “secundum quod Philosophus
dicit in VI Eth. quod quidam confestim a nativitate sunt fortes et temperati. Et ideo a Tullio dici-
tur quod seminaria virtutum sive initia, sunt naturalia”.
9
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1, sol: “Falsae autem sunt praedicta
opiniones inquantum complementum formarum, secundum quod sunt in actu, est ab agente ex-
trinseco; scientiae vero complementum ex doctrina vel inventione; virtutem aautem ex assuefac-
tione vel infusione”. Cabe señalar que Santo Tomás allí mismo precisa la necesidad de la infusión
de las virtudes del orden sobrenatural.
10
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a2, qla1, sol: “Et hoc est quod philosop-
hus dicit: ‘innatis nobis eas suscipere, perfectis vero per assuefactionem’”.
11
Cfr. Aristóteles, Ethica Nicomachea, VI, 13, 1144 b 8 y 9.
190 Laura E. Corso de Estrada
12
Cfr. Aristóteles, Ethica Nicomachea, VI, 13, 1144 b 13-24.
13
Cfr. Tomás de Aquino, In Ethicam, VI, lect11: “virtus naturalis, quae praesupponitur morali,
patet per hoc quod singuli mores virtutum vel vitiorum videntur existere aliquibus hominibus
naturaliter; statim enim quidam homines a sua nativitate videntur esse iusti, vel temperati vel
fortes propter naturalem dispositionem, qua inclinatur ad opera virtutum”.
14
Cfr. Tomás de Aquino, In Ethicam, VI, lect11: “sunt duae species, scilicet virtus naturalis et
moralis, quae es principalis: et haec non potest fieri sine prudentia”.
15
Cfr. Aristóteles, Ethica Nicomachea, II, 1, 1103 a 24-26.
16
En esta exposición sobre la postura de Aristóteles acerca del origen de la virtud, retomo cier-
tos aspectos de lo desarrollado en un estudio precedente del tema: “Aristóteles y Cicerón en la
doctrina tomista sobre el origen de la virtus”, Philosophica, 1995 (17), en particular pp. 33-38,
donde también he incluido algunos pasajes aristotélicos, los que que si bien no son materia del
análisis tomista, amplían el desarrollo de la cuestión. En particular, un texto de Historia anima-
lium, VIII, 1, 588 a 15 y ss. donde Aristóteles sostiene que en el niño es posible apreciar como el
germen [spermata] de su modo de ser futuro.
17
Cfr. Tomás de Aquino, In Ethicam, II, lect1: “Sed igitur patet quod virtutes morales non sunt
in nobis a natura, neque sunt nobis contra naturam. Sed inest nobis naturalis aptitudo ad susci-
piendas eas […]. Perficiuntur autem in nobis per assuetudinem, inquantum scilicet ex eo quod
multoties agimus secundum rationem, imprimitur forma vi rationis in appetitiva. Quae quidem
impressio, nihil est aliud quam virtus moralis”.
II. 3. Cicerón en la concepción tomista sobre el origen de la virtud moral 191
18
Cfr. el pasaje ya considerado de Aristóteles, Ethica Nicomachea, II, 1, 1103 a 24-26.
19
Cfr. el pasaje ya considerado de Aristóteles, Ethica Nicomachea, VI, 13, 1144 b 5 y 6.
20
En su In Ethicam, Tomás de Aquino añade claramente, y en el contexto de una clasificación,
que la virtus naturalis (considerada del modo expuesto supra) puede entenderse de dos modos: 1)
como virtud natural común a todos los hombres, 2) como virtud natural ínsita in quidam; cfr. In
Ethicam, VI, lect11, donde Tomás de Aquino también expone sobre las modalidades de dichas
virtudes naturales, extendiéndose, al menos en ciertos casos, más allá del alcance estricto del
texto aristotélico.
21
Cfr. Aristóteles, Ethica Nicomachea, II, 1, 1103 a 24; y cfr. también el pasaje ya citado de
Tomás de Aquino, In Ethicam, II, lect1, nota al pie n° 17.
192 Laura E. Corso de Estrada
22
Cfr. lo expuesto en este estudio, Parte Primera, capítulo 2.
23
Cfr. lo expuesto en este estudio, Parte Primera, capítulo 3.
24
Cfr. lo expuesto en este estudio, Parte Primera, capítulo 4.
25
Cfr. lo expuesto en este estudio, Parte Primera, capítulo 5.
26
Cfr. Cicerón, De finibus, IV, 7, 17, passim.
27
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, III, 1, 2, passim.
28
Cfr. Cicerón, De natura deorum, II, 33, 86, passim.
29
Cfr. la recopilación de textos al respecto en Parte Primera, capítulo 5, pp. 158 y ss.
30
Cfr. lo expuesto sobre De officiis en este estudio, pp. 158, 159 y ss.
II. 3. Cicerón en la concepción tomista sobre el origen de la virtud moral 193
31
Cfr. Le ‘Guide de l’Étudiant’ d’un Maître anonyme de la Faculté des Arts de Paris au XIIIe
siècle, publicación de C. Lafleur, con la colaboración de J. Carrier, Édition critique provisoire, II
Philosophia Moralis, ap. A.74, Québec, 1992.
32
Cfr. C. Lafleur / J. Carrier, Le ‘Guide de l’Étudiant’ d’un Maître anonyme, II Philosophia
Moralis, ap. A.74.
33
Cfr. F. Bertelloni, “Loquendo Philosophice-Loquendo Theologice. Implicaciones ético-políti-
cas en la Guía del estudiante de Barcelona. A propósito de una reciente publicación de C. La-
fleur”, Patristica et Medievalia, 1993 (14), en particular pp. 34-37.
34
Cfr. C. Lafleur / J. Carrier, Le ‘Guide de l’Étudiant’ d’un Maître anonyme; y F. Bertelloni,
“Loquendo Philosophice-Loquendo Theologice”, pp. 36 y ss.
35
C. Nederman, “Nature, sin and the origins of society: The Ciceronian Tradition in Medieval
Political Thought”, en Medieval Aristotlianism and its limits. Classical Traditions in Moral
Political Philosophy, 12th-15th Centuries, Aldershot-Brookfield, 1997, pp. 6-7.
36
Cfr. C. Nederman, “Nature, sin and the origins of society”, p. 6.
37
Hago referencia al pasaje central de Tomás de Aquino, In III Sententiarum que me ha ocu-
pado: d33, q1, a2, qla1, sol.
194 Laura E. Corso de Estrada
alma está en nosotros por naturaleza”38, bajo cierta significación precisa del
término natural; esto es, lo que se denomina de este modo en cuanto a su “inco-
ación natural”, pero “no en cuanto a su perfección”39.
Tomás de Aquino sabe que Cicerón ha concebido tales “semina” o princi-
pios germinales, como una realidad incoada en la misma naturaleza, conforme a
un modo de ser inacabado que aún requiere de una participación propiamente
humana a través del ejercicio de la razón en el discernimiento concreto del bien
moral y por vía de la realización del mismo en la vida práctica. De ahí la
propiedad doctrinal de la equivalencia que nuestro escolástico establece en In
libros Sententiarum entre las “aretai physikai” aristotélicas y las “semina virtu-
tum” ciceronianas. Pues asimila en ambas una visión de la naturaleza humana
por la que rechaza expresamente una concepción de la naturaleza humana ca-
rente de disposiciones teleológicas. Según Santo Tomás sostiene, el hombre
posee una condición natural originariamente inclinada a su excelencia especí-
fica, como ciertamente sostuvieron –conforme prueba el examen de fuentes–
Aristóteles y Tomás de Aquino en la afirmación de un orden natural. Esto es, el
escolástico afirma la convergencia de Aristóteles y de Cicerón en sus respecti-
vas concepciones de la condición natural del hombre para la consecución de la
vida virtuosa. Lo cual expresamente afirma: “la inclinación natural se halla en
cualquier hombre para esto, para que obre conforme a la razón. Y esto es obrar
según la virtud”40. De este modo observa M. Rhonheimer, a propósito del papel
de las inclinaciones naturales en la ética tomista, que esta postura no consiste en
la afirmación de la mera existencia de una “ordinatio naturalis”, sino del “ordo
rationis” en dichas inclinaciones naturales 41.
Me permito subrayar brevemente (pues no es éste el lugar para compulsar la
diversidad de rasgos de la concepción ciceroniana de naturaleza respecto de la
aristotélica y de la tomista), que la tesis de las “semina virtutum” que Santo
38
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus in communi, a8: Utrum virtutes insint nobis a natura,
ob5: “Tullius dicit, quod celsitudo animi est nobis a natura”.
39
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus in común, a8, ad5: “virtutes dicuntur naturales quantum
ad naturales inchoationes virtutum quae insunt homini, non quantum ad earum perfectionem”.
40
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q94, a3, c: “naturalis inclinatio inest cuilibet
homini ad hoc quod agat secundum rationem. Et hoc est opere secundum virtutem”.
Parece de interés observar también que nuestro escolástico ha hecho converger a Cicerón con
Aristóteles en In libros Sententiarum en sus respectivas concepciones de la virtud, para apoyarse
en ambas, en lo que atañe, por una parte, al problema de si las virtudes son naturales: In III Sen-
tentiarum, d33, q1, a2, qla1, sol, y, por otra, si pueden ser adquiridas por actos: In III Sententia-
rum, d33, q1, a2, qla2, sc1.
41
Cfr. M. Rhonheimer, Ley natural y razón práctica. Una visión tomista de la autonomía
moral, traducción de M. Espiña Campos, Pamplona, 2000, pp. 109 y 111.
II. 3. Cicerón en la concepción tomista sobre el origen de la virtud moral 195
42
Cfr. Tomás de Aquino, In I Sententiarum, d17, q1, a3, sol: “Acquisitae enim perfectiones
ssunt in natura ipsius animae in potentia, non pure materiali, sed etiam activa, secundum quod
aliquid est in causis seminalibus. Sicut patet quod omnis sscientia acquisitae est in cognitione
primorum principiorum, quae naturaliter nota sunt, sicut in principiis activis ex quibus concludi
potest. Et similiter virtutes morales sunt in ipsa rectitudine rationis et ordine, sicut in quodam
principio seminali”; cfr. también pasajes paralelos de obras de otras etapas de su corpus como en
De virtutibus in communi, a8, c, donde retoma la noción de potentia passiva et activa simul en
relación con los principios naturales eficientes de la adquisición de la virtud humana.
43
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q144, a1, ob3: “Tullius probat in libro De
officiis quod nihil potest esse utile quod non sit honestum”.
44
Cfr. lo expuesto sobre el tema en este estudio, pp. 161 y 162. Cfr. también con respecto al te-
ma, Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q145, a2, ad1, donde se vinculan honestum y
decorum en particular con bonum. A propósito del concepto de honestum en cuanto apetecible por
sí y no por su utilidad, en relación con el tratamiento del tema que desarrolla Cicerón en De
officiis, cfr. Tomás de Aquino, In I Sententiarum, d1, q2, a1, ob3; De veritate, q22, a8, ob3;
Summa Theologiae, I, q5, a6, ob2; II-II, q145, a3, ob3; II-II, q145, a3, ad3; II-II, q145, a1, sc,
passim. Y atiéndase a lo expuesto por Cicerón en Tusculanae disputationes, IV, 13, 30.
196 Laura E. Corso de Estrada
45
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q55, a2, ob1: “Dicit enim Tullius, in IV De
Tuscul. quaest., quod sicut est sanitas et pulchritudo corporis, ita est virtus animae”; cfr. II-II,
q142, a2, c.; y también: Cicerón, De officiis, I, 27, 95.
46
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q59, a2, ob2: “Virtus quaedam sanitas animae
esse videtur, ut Tullius dicit in IV de Tusculanis Quaestionibus”.
47
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q24, a2, c: “eorum (Stoicorum) sententiam
sequens Tullius in III libro de Tusculanis Quaestionibus, omnes passiones vocat animae morbos”.
Cfr. también: I-II, q22, a2, sc, en el que Agustín es transmisor de la postura ciceroniana sobre las
pasiones; I-II, q28, a5, ad1; I-II, q59, a2, ob2; I-II, q59, a2, ob3; I-II, q71, a1, ad3, donde vincula
enfermedad [morbus, aegrotatio] y vicio [vitium]; I-II, q77, a3, sc; III, q15, a4, ob2; De malo,
q12, a1, ob12; passim.
CAPÍTULO 4
LA TRADICIÓN CICERONIANA SOBRE LA LEY NATURAL
EN TOMÁS DE AQUINO
1
Si bien en In libros Sententiarum Tomás de Aquino expresa esta identificación entre la lex
naturalis y el ius naturale, no conserva la misma postura en Summa Theologiae, donde precisa
que, “propiamente hablando, la ley no es el derecho mismo, sino cierto fundamento del derecho
[ratio iuris]”, cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q57, a1, ad2.
2
Cfr. Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a1, sol: “naturalis conceptio ei [homini]
indita, qua dirigatur ad operandum convenienter, lex naturalis vel ius naturale dicitur”; cfr. tam-
bién ad2.
3
Cfr. Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a1, ad1: “Consuetudo non praeiudicat
legi naturae quantum ad prima praecepta ipsius, quae sunt quasi communes animi conceptiones in
speculativis. Sed ea quae ex istis trahuntur ut conclusiones, consuetudo auget, ut Tullius dicit in
libro Rhetoricae”.
4
Cfr. Tomás de Aquino, In de Hebdomadibus, I, lect1.
198 Laura E. Corso de Estrada
“concepción común del alma”, a saber, “la enunciación que alguien aprueba una
vez oida5. En su análisis del tema explicita que se trata de una noción común,
pues puede ser conocida por todos los hombres en la medida en que cualquier
intelecto comprende al punto que el predicado conviene al sujeto de dicha enun-
ciación; de ahí que califique las concepciones de tal índole como “principia per
se nota”6. Ahora bien, retomando el pasaje de In libros Sententiarum, que ha
dado lugar a esta consideración, cabe sostener que, por semejanza con las “con-
cepciones comunes especulativas”, las del orden práctico son también “comu-
nes” porque, el juicio que expresan en materia práctica, puede ser conocido
como verdadero por todo hombre al punto de la aprehensión intelectiva de su
enunciado. Dichas concepciones comunes del alma en materia práctico-moral,
según también se indica en el texto de In libros Sententiarum7, se hallan ínsitas
en el hombre como ley de la naturaleza reguladora de la acción humana perfec-
tiva. Así lo expresa el escolástico cuando dice que la ley natural “no es otra cosa
que la concepción del hombre naturalmente ínsita [en él] por la que es dirigido a
obrar de un modo conveniente”8.
El pasaje de la Rhetorica ciceroniana al que Tomás de Aquino hace referen-
cia supra en el texto de In IV Sententiarum, corresponde a De inventione Rheto-
rica (II, 54, 162). Allí, tras enunciar la noción del “naturae ius” ya examinada,
la que expresa que éste es “el que no procede de la opinión sino de cierta fuerza
que fue sembrada en la naturaleza”, Cicerón sostiene, como nuestro escolástico
le atribuye, que “la costumbre” desarrolla las nociones que tienen su fuente en
5
Cfr. en Tomás de Aquino, In de Hebdomadibus, I, lect1: “communis animi conceptio est
enuntiatio quam quisque probat auditam”.
6
Cfr. Tomás de Aquino, In de Hebdomadibus, I, lect1, donde se afirma que en su Hebdomadi-
bus Boecio señala que: “communis animi conceptio est enuntiatio quam quisque probat auditam”,
por lo que la identifica con los que, por su parte, designa: “principia per se nota”, los que “dicun-
tur communes animi conceptiones”, porque “communiter cadunt in conceptione cuiuslibet inte-
llectus: cuius ratio est, quia praedicatum est de ratione subiecti, et ideo statim nominato subiecto,
et intellecto quid sit, statim manifestum est praesicatum ei inesse”.
Es pertinente añadir que Tomás de Aquino subdivide las “communes animi conceptiones”
conforme a una distinción que toma de Boecio: a) las concepciones comunes a todos; b) las con-
cepciones comunes sólo a algunos, al intelecto de los que saben; y éstas últimas son aquéllas que
versan sobre realidades incorpóreas, de dificultad particular para el intelecto común de los hom-
bres; cfr. Tomás de Aquino, In de Hebdomadibus, I, lect1. Sobre las “comunes animi conceptio-
nes” en el plano especulativo en el corpus tomístico, cfr. también: De veritate, q10, a12, c;
Summa Theologiae, I, q2, a1, c; In Metaphysica, IV, lect16; passim.
7
Esto es: Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a1, ad1.
8
Cfr. Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a1, ad9: “Lex ergo naturalis nihil est
aliud quam conceptio homini naturaliter indita, qua dirigitur ad convenienter agendum”.
II. 4. La tradición ciceroniana sobre la ley natural en Tomás de Aquino 199
Numerosos pasajes del corpus tomístico revelan la presencia del vínculo que
Tomás de Aquino establece entre la noción ciceroniana del “naturae ius” del De
inventione Rhetorica y la regulación de la vida práctica que concierne a la vida
común. A continuación, un conjunto de pasajes que expresan formulaciones de
contenido asimilable, en las que nuestro Tomás de Aquino cita expresamente a
Tulio como fuente del tema:
1. In III Sententiarum, d37, a, sol: “Esas leyes que se asemejan a lo que de
un modo frecuente sucede en la naturaleza, directa e inmediatamente se reducen
al derecho natural. Y por ello, en la Rhetorica Tulio designa a esta clase de
derecho como el que procede del derecho natural”10.
2. In IV Sententiarum, d15, q3, a1, qla4, sol: “Como dice Tulio, el derecho
positivo deriva del [derecho] natural”11.
3. In IV Sententiarum, d17, q3, a1, qla2, sol: “Como dice Tulio, el derecho
natural es el que no procede de la opinión sino de cierta fuerza innata que ha
sido sembrada”12.
4. In IV Sententiarum, d33, q1, a4, ad4: “Derecho natural se dice de múlti-
ples modos. Pues algo se dice derecho natural, de un primer modo, por [su]
principio, porque se encuentra ínsito en la naturaleza. Y así lo define Tulio en
su libro de la Rhet. diciendo que el derecho natural es el que no procede de la
opinión, sino de cierta fuerza innata que ha sido sembrada”13.
9
Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 161: “Naturae ius est, quod non opinio genuit, sed
quaedam in natura vis insevit […]. Consuetudine ius est, quod aut leviter a natura tractum aluit”.
10
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d37, a3, sol: “Quaedam veto leges sunt, quae secun-
dum id quod sunt, habent rationem ut observari debeant, quamvis aliquibus concurrentibus earum
observatio impediatur, sicut quod depositum reddatur deponenti reddendus esset. Et hae leges
similantur his quae frequenter in natura accidunt, et ideo directe et immediate ad ius naturale
reducuntur. Et ideo Tullius in prima Rhetorica nominat huiusmodi ius a naturali iure profectum”.
11
Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d15, q3, a1, qla4, sol: “Ius positivum, ut dicit Tullius,
est a naturali derivatum”. Cfr. también d33, q1, a1 ad2.
12
Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d17, q3, a1, qla2, sol: “Ius naturale est quod non
opinio genuit, sed innata quaedam vis inseruit, ut Tullius dicit”.
13
Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a4, ad4: “aliquod ius dicitur naturale ex
principio, quia natura est inditum. Et sic definit Tullius in libro Rhetorica dicens: ius naturae est
200 Laura E. Corso de Estrada
quod non opinio genuit, sed quaedam innata vis inseruit”. Cfr. también d33, q1, a3, ob2; d36, q1,
a1, ob3.
14
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q91, a3, c: “Tullius dicit in sua Rhetorica quod
imitium iuris est a natura profectum, deinde quaedam in consuetudinem ex utilitate rationis ve-
nerunt, postea res 2 natura profectas e a consuetudine probatas legum metus et religio sanxit”.
15
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q95, a2, sc: “Sed contra est quod Tullius dicit in
sua Rhetorica: ‘Res a natura profectas, et a conssuetudine probatas, legum metus et religio
sanxit”.
16
Tomás de Aquino, De malo, q13, a4, ob6: “Ius positivum a iure naturali derivatur, ut Tullius
dicit in sua Rhetorica”.
17
Tomás de Aquino, In Ethicam, V, lect12: “iustum legale sive positivum oritur semper a natu-
rali, ut Tullius dicit in sua Rhet., II”.
Atiéndase en este caso a la relación que Tomás de Aquino establece entre Aristóteles y Cice-
rón a propósito de la noción de lo que es justo por naturaleza; vinculación que parece poder
interpretarse como expresión de la búsqueda de convergencia que Tomás de Aquino aspira a
determinar entre la concepción aristotélica del derecho y la romana. Sobre esta visión del texto
enunciado, cfr. el estudio de R. Pizzorni, Il diritto naturale dalle origine a S. Tommaso d’Aquino,
pp. 268 y ss.; O. Lottin, Le droit naturel chez Saint Thomas d’Aquin et ses prédécesseurs, Belgi-
que-Paris, 1931, pp. 62 y ss. Por otra parte, subraya M. Crowe que ya Alberto Magno en su In
Ethicam, se había ocupado de conciliar las posturas de Aristóteles y de Cicerón a propósito de la
ley natural, y de introducir junto a la noción aristotélica de lo justo natural, la ciceroniana sobre el
derecho natural en De inventione Rhetorica; cfr. M. Crowe, The Changing Profile, p. 122.
II. 4. La tradición ciceroniana sobre la ley natural en Tomás de Aquino 201
Como indica M. Crowe los textos medievales revelan una rica y compleja
terminología en torno al nombre “natural”, predicado de la “lex”, del “ius”, del
“habitus”, de la “conscientia”, de la “vis” o de la “potentia” entre otras
expresiones anejas 18. Según se examinó, por una parte, Tomás de Aquino asi-
mila la índole de la “communis animi conceptio” en el terreno especulativo con
la que concierne al orden práctico moral; y por vía de la aplicación de los rasgos
de la primera a la segunda, cabe decir que ésta es percibida como verdadera por
el intelecto de todo hombre de un modo inmediato, por lo que no requiere
demostración y es descrita como “per se nota”19. Pero por otra, en In libros Sen-
tentiarum el escolástico ha vinculado expresamente la “communis animi
conceptio” en materia práctico-moral con la tradición ciceroniana que porta la
concepción de la “lex naturalis” y del “ius naturale”. Asimismo, en numerosos
pasajes de su corpus expone –con formulaciones equivalentes– la sentencia
ciceroniana que establece el origen del “ius” en la naturaleza, al modo de una
“fuerza” [vis] “sembrada” [inseruit] en la naturaleza.
Conforme a lo expuesto, Cicerón ingresa en la elaboración de Tomás de
Aquino a través de su concepción de la condición de la naturaleza humana con
respecto a sus inclinaciones profundas para el conocimiento de la ley natural y
para la adquisición de la virtud moral. El análisis y la compulsa de textos per-
mite sostener que el escolástico acoge y asimila estas tesis ciceronianas en
apoyo de su propia posición doctrinal, por lo que expresa su neta convergencia
con ellas. Como subraya G. Verbeke20, en la medida en que la filosofía cicero-
niana del hombre asigna a éste una naturaleza inclinada al orden que la conduce
a la virtud y, asimismo, las aptitudes para el conocimiento de una ley natural
intrínseca por la que accede a los principios rectores de la vida práctica, pone de
manifiesto la conformidad de tal naturaleza con el orden de un todo regido por
una Razón Primera y Superior. Su teleología natural es vía del conocimiento de
su Causa. Y en este sentido, según observa A. Festugière, la cosmología teoló-
gica ciceroniana y sus proyecciones antropológicas y filosófico-morales, han
18
Cfr. M. Crowe, “Natural law terminology in the late 12th and early 13 th centuries”, Tijdsch-
rift voor Filosofie, 1977 (39), pp. 409-420.
19
Cfr. el texto ya examinado de In de Hebdomadibus, I, lect1, y las observaciones a continua-
ción, pp. 197 y 198.
20
Cfr. G. Verbeke, “Aux origines de la notion de ‘Loi naturelle’”, en La Filosofia della Natura
nel Medioevo, Milano, 1964, pp. 167 y ss.
202 Laura E. Corso de Estrada
21
Cfr. A. Festugière, L’idéal religieux des Grecs et l’Évangile, Paris, 1932, pp. 88 y ss.
22
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q94, a3, c: “ad legem naturalem pertinet omne
illud ad quo homo inclinatur secundum suam naturam […]. Unde secundum hoc, omnes actus
virtutum sunt de lege naturali: dictat enim hoc naturaliter unicuique propria ratio, ut virtuose
agat”.
23
Cfr. también G. Verbeke, “Aux origines de la notion de ‘Loi naturelle’”, p. 167.
24
R. Pizzorni, Il fondamento etico-religioso del diritto secondo S. Tommaso d’Aquino, Roma,
1968, en particular pp. 138 y ss.
25
Cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 327 y ss. donde el autor subraya el influjo de Panecio, en
especial a través de la presencia de sus tesis en escritos ciceronianos, sobre la visión teológica del
cosmos y la providencia; cfr. también La Stoa, vol. II, p. 261 y ss., donde se indica la relevancia
de la moral estoica como patrimonio familiar a las elaboraciones cristianas del siglo IV (p. 377).
26
Cfr. con respecto a las reelaboraciones doctrinales de las enseñanzas de la primera etapa de la
Stoa y sus proyecciones en el medio intelectual romano por vía de Panecio y de Posidonio, el
analítico estudio de M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 387-420 (sobre Panecio), en particular pp.
424-441 (sobre Posidonio).
II. 4. La tradición ciceroniana sobre la ley natural en Tomás de Aquino 203
27
Cfr. entre el rico conjunto de textos que pueden citarse al respecto el estudio de P. Boyancé,
“Sur la théologie de Varron”, Revue des Études Anciennes, 1955 (57), pp. 56-84 donde el autor
desarrolla algunos aspectos del encuentro doctrinal entre el estoicismo, la Academia y la religión
romana a través de Varrón; cfr. también M. Pohlenz, La Stoa, vol. I, pp. 557-558.
28
Cfr. E. Elórduy, “Estoicismo y cristianismo”, Estudios Eclesiásticos, 1994 (18), en particular
pp. 382 y ss. sobre el estoicismo de Séneca en encuentro con la visión cristiana del hombre.
29
Cfr. en el estudio de A. Jagu, “La morale d’Epictète et le christianisme”, Aufstieg und Nider-
gang der Römischen Welt, 1989 (II/36.3), pp. 2165-2199, el análisis de las concepciones estoicas
en materia moral que establecen vínculos temáticos de peso entre la Stoa y el cristianismo, así
como sus posturas en divergencia.
30
Cfr. al respecto, sobre el peculiar énfasis que Marco Aurelio aporta a la transmisión de la
visión sobre la caducidad de la vida mundana y la correlativa necesidad de participación en el
ámbito divino, en E. Dodds, Pagan and Christian in an age of anxiety. Some aspects of religious
experience from Marcus Aurelius to Constantine, Cambridge, 1965, pp. 7, 8 y ss.
31
Cfr. M. Pohlenz, La Stoa, vol. II, pp. 262 y ss.; cfr. en particular su análisis en relación con
Pablo de Tarso, vol. II, pp. 265 y ss., y la exposición del autor sobre la importancia de la teleolo-
gía estoica en la elaboración del pensamiento cristano sobre las relaciones entre el mundo y Dios
como Lógos trascendente (pp. 397-398). En este último aspecto cfr. también M. Crowe, The
Changing Profile, p. 40. En este sentido, parece pertinente hacer mención del estudio de G. Ver-
beke sobre las tesis estoicas acerca de la naturaleza y el destino del hombre en relación con el
Lógos divino, el papel del género humano en su conjunto, la justificación del vínculo de los hom-
bres entre sí y sus proyecciones en la vida práctica, y la proximidad de estas temáticas entre otras
con el pensamiento reflexivo humano en general. Cfr. G. Verbeke, “Le stoïcisme, une philosophie
sans frontières”, Aufstieg und Nidergang der Römischen Welt, 1973 (I/4), pp. 3-40.
32
Cfr. G. Verbeke, The presence of stoicism, pp. 1 y ss.
33
Cfr. el desarrollo de esta visión del influjo de Cicerón a través de la expansión de Roma en G.
Verbeke, “Le stoïcisme, une philosophie sans frontières”, en particular pp. 38-39.
204 Laura E. Corso de Estrada
34
Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q103, a1, c: “Ipse ordo certus rerum manifeste
demonstrat gubernationem mundi, sicut si quis intraret domum bene ordinatam, ex ipsa domus
ordinatione ordinatoris rationem perpenderet, ut ab Aristotele dictum Tullius introducit in libro de
Natura Deorum”.
35
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q16, a1, c: “Unde et in natura humana, in quantum attin-
git angelicam, oportet esse cognitionem veritatis sine inquisitione et in speculativis et in practicis;
et hanc quidem cognitionem oportet esse principium totius cognitionis sequentis, sive speculati-
vae sive practicae”.
36
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q16, a1, c: “sicut et in omnibus naturis […] naturalia
semina praeexistunt”.
37
Tomás de Aquino, De veritate, q16, a1, c: “habitus naturalis quo principia speculativarum
scientiarum cognoscit”; y denomina a tal princpio: inteligencia de los principios [intelligentia
principiorum].
38
Tomás de Aquino, De veritate, q16, a1, c: “habitus naturalis primorum principiorum operabi-
lium, quae sunt naturalia principia iuris naturalis”; y denomina a tal primer principio práctico:
sindéresis [synderesis].
39
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q16, a1, c.
II. 4. La tradición ciceroniana sobre la ley natural en Tomás de Aquino 205
Por otra parte, también en De veritate Tomás de Aquino explica que “nada
puede ordenarse al fin a no ser que preexista en él cierta relación con respecto
al fin, de la cual proceda en él mismo el deseo del fin. Y conforme a ello hay
cierta incoación del fin en hombre […]. De ahí que en la misma naturaleza
humana hay cierta incoación del bien que es proporcionado a su naturaleza. En
efecto, preexisten en ella los principios de las demostraciones conocidos por sí
mismos, que son como ciertas semillas de la sabiduría, y ciertos principios del
derecho natural, que son al modo de semillas de todas las virtudes morales”40.
Tomás de Aquino enfatiza el papel matriz que poseen tanto el hábito de los
primeros principios especulativos como el de los prácticos con respecto a todo
conocimiento ulterior que procede respectivamente de estos. Así también lo
expresa en De veritate cuando dice que el conocimiento de los primeros princi-
pios, tanto especulativos como prácticos, son ciertas “semillas de todo conoci-
miento que sigue a ellos”41.
Como han examinado O. Lottin42, J. Aubert 43, S. Cotta44, R. Pizzorni 45, Darío
Composta46 y M. Crowe47, entre otros estudiosos, la postura tomista acerca de la
ley natural supone una compleja consideración temática en la que ingresan
fuentes variadas. De hecho, ya en In libros Sententiarum, cuando Tomás de
Aquino procede a incorporar la noción de “ius naturale” de Tulio en De inven-
40
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q.14, a.2, c: “Nihil autem potest ordinari in aliquem finem
nisi praeexistat in ipso quaedam proportio ad finem, ex qua proveniat in ipso desiderium finis; et
hoc est secundum quod aliqua inchoatio finis fit in ipso, quia nihil appetit aliquam illius similitu-
dinem. Et inde est quod in ipsa natura humana est quaedam inchoatio ipsius boni quod est natura
proportionatum: praexistunt enim in ipsa naturaliter principia demosntrationum per se nota, quae
sunt semina quaedam sapientiae; et principia quaedam iuris naturalis, quae sunt semina quaedam
virtutum moralium”. Cfr. también Tomás de Aquino, In II Sententiarum, d42, q2, a5, c.
41
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q16, a1, c: “Unde et hanc cognitionem oportet homini
naturaliter inesse, cum hoc quidem cognoscat quasi quoddam seminarium totius cognitionis
sequentis”. Cfr. también: De veritate, q11, a1, c, y ad5; q11, a3, c, passim.
42
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale aux XIIe et XIIIe siècles, Louvain, 1948, vol. II, pp. 9-
30; pp. 72 y ss.; cfr. también O. Lottin, Le droit naturel chez Saint Thomas d’Aquin, en particular
pp. 61-67.
43
Cfr. J. Aubert, Le droit romain dans l’oeuvre de Saint Thomas, Paris, 1955, en particular pp.
97-105.
44
Cfr. S. Cotta, Il concetto di legge nella Summa Theologiae di S. Tommaso d’Aquino, Torino,
1955, en particular pp. 55 y ss.
45
R. Pizzorni, Il diritto naturale dalle origine a S. Tommaso d’Aquino, pp. 257-309.
46
D. Composta, Natura e ragione, pp. 76 y ss., en particular 101.
47
M. Crowe, The Changing Profile, en particular pp. 140 y ss., 143 y ss.
206 Laura E. Corso de Estrada
tione Rhetorica48, explicita –como se dijo supra–, en qué sentido la acoge, esto
es, en cuanto constituye una definición que concierne al principio de dicho
“ius”, esto es, la “natura”49. Pero en ese mismo pasaje atiende a otras considera-
ciones procedentes de origen diverso: a Graciano 50 en cuanto el “ius naturale”
es asimilado al derecho divino, y “así derecho natural es lo que se encuentra
contenido en la Ley y en el Evangelio”; a Ulpiano, tomando la formulación
derecho natural “del modo más estricto” [strictissimo], es decir, “conforme a lo
cual lo que es por naturaleza se opone a lo que es por la razón”51, y así se define
por su objeto: “aquello por lo que la naturaleza de todos los animales es condu-
cida”52. La elaboración de la cuestión conduce a Tomás de Aquino a establecer
precisiones posteriores en relación con este texto de In libros Sententiarum53, y
a la cita e incorporación de otras posturas: la noción aristotélica de “iustum
naturale”54, las clasificaciones del “ius” en Isidoro55, desarrollos de Agustín56, la
presencia de la tradición paulina57; lo cual es netamente expresivo de la bús-
queda de convergencia entre “auctoritas” y “ratio”.
48
Nos referimos al pasaje ya abordado en variadas ocasiones de Cicerón, De inventione Rheto-
rica, II, 53, 161.
49
Cfr. el texto ya abordado de Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a1, ad4.
50
En el texto de In IV Sententiarum, d33, q1, a1, ad4: “et sic accipitur ab Isidoro, qui dicit, quod
ius naturale est quod in lege et in evangelio continetur”; en el pasaje se cita erróneamente a Isi-
doro por Graciano, cfr. J. Aubert, Le droit romain dans l’oeuvre de Saint Thomas, p. 98.
51
Cfr. Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a1, ad4: “quia natura contra rationem
dividitur”.
52
Cfr. Tomás de Aquino, In IV Sententiarum, d33, q1, a1, ad4: “ius naturale est quod natura
omnia animalia docuit”. Cfr. también en el análisis de estas distinciones, O. Lottin, Le droit
naturel chez Saint Thomas d’Aquin, en particular pp. 61-62.
He desarrollado con cierto detenimiento las posturas de diversos autores de la tradición jurí-
dica como Ulpiano, Gayo, Paulo, Isidoro de Sevilla y Graciano entre otros en: “Natura y Ratio en
la especulación sobre el cosmos: Guillermo de Auxerre y Felipe el Canciller”, Anuario Filosófico,
2008 (41, 1), pp. 69-82.
53
Como indica O. Lottin, respecto de la interpretación de la postura de Graciano, cfr. O. Lottin,
Le droit naturel chez Saint Thomas d’Aquin, p. 61.
54
Cfr. Tomás de Aquino, In Ethicam, V, lect12: “Est autem hic considerandum, quod iustum
legale sive positivum oritur semper a naturali, ut Tullius dicit in sua Rhetorica”.
55
Cfr. el análisis sobre su influjo en O. Lottin, Le droit naturel chez Saint Thomas d’Aquin, pp.
62 y ss.
56
Cfr. entre otros pasajes Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q91, a2, ob1: “Sufficien-
ter enim homo gubernatur per legem aeternam: dicit enim Augustinus, in I De libero arbitrio,
‘quod lex aeterna est qua iustum est et omnia sint ordinatissima’”, passim.
57
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q91, a2, sc: “Sed contra est quod Rom. II, 14,
super illud, ‘Cum gentes, quae legem non habent, naturaliter ea quae legis sunt faciunt’”, passim.
II. 4. La tradición ciceroniana sobre la ley natural en Tomás de Aquino 207
Pero el hecho de que Tulio no constituya una fuente única, no ofrece sus-
tento para ignorar o desvalorizar su influjo. No es concluyente el análisis de O.
Lottin para privar de peso el aporte de Cicerón a Tomás de Aquino en lo que
concierne al tema58. Pues no es razón suficiente que el escolástico no cite De
legibus donde, en efecto, Cicerón ofrece uno de los testimonios más amplios y
ricos sobre su concepción de la “lex naturae”, para estimar poco probable su
proyección directa en la concepción tomista de la ley eterna59. Ni tampoco pa-
rece una línea de análisis apropiada, el ceñirse al peso de los aportes aristotélico
y agustiniano sobre la cuestión, para no computar el alcance del ciceroniano, y
circunscribirlo al ámbito de la transmisión difusa del mismo por vía de su
influencia en Agustín 60.
No podría no concederse a O. Lottin, que Tomás de Aquino refiere tesis
ciceronianas a través de testimonios de Agustín –como se ha considerado ya–, y
que además, en ciertos casos, el escolástico parece carecer de elementos
suficientes para tener un juicio crítico sobre testimonios que recoge de Tulio61.
Pero la compulsa de textos ciceronianos y tomistas llevada a cabo no hace posi-
ble concluir que Santo Tomás no conoce la vía metodológica ciceroniana de
apelación a la naturaleza para justificar el orden moral, desde el momento en
que la recoge, la reelabora y la asimila en su definición de virtud, en su desarro-
llo sobre el origen de la virtud y en su propia postura doctrinal acerca de la con-
cepción de la ley natural.
Estimo de valor atender al hecho de que uno de los núcleos temáticos centra-
les a través de los que Cicerón ingresa en el corpus tomístico, corresponde con
propiedad doctrinal a lo que elabora en sus propios escritos. Como ha podido
apreciarse, Cicerón no se propone examinar de un modo autónomo el tema de la
ley natural. Pues ha llevado a cabo una afirmación de la realidad ontológica de
la “ley de la naturaleza” y de su proyección como principio matriz del orden
moral, en el contexto de un tratamiento orgánico de la noción de naturaleza en
su conjunto, de la condición natural del hombre y de su desenvolvimiento
perfectivo en el dominio cognitivo y afectivo-tendencial. En este sentido la
expresión de la “ley de la naturaleza” en las inclinaciones naturales específicas
del hombre, revela la participación de la teleología universal en el orden natural
que cabe al dominio de lo propiamente humano. Pero como asimismo ha podido
apreciarse, Tomás de Aquino acoge y asimila posturas de Tulio para asentar en
ellas su posición doctrinal acerca de las relaciones entre la naturaleza humana y
la vida moral, y acoge sus tesis relativas a la participación de la ley rectora
58
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, vol. III, pp. 14-19.
59
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, vol. III, p. 16.
60
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, vol. III, en particular pp. 15, 16 y 18.
61
Cfr. lo expuesto en este estudio, pp. 167 y ss.
208 Laura E. Corso de Estrada
62
Cfr. M. Spanneut, Permanence du Stoïcisme, en particular, pp. 188-190. En este sentido es de
interés también mencionar el aporte de M. Chabot, en su compulsa entre textos ciceronianos y
tomistas, vinculado con el tema que nos ocupa, esto es, el modo como ambos autores han abor-
dado la relación entre naturaleza y razón; Cfr. M. Chabot, “Nature et raison chez Cicéron”, Laval
Theologique et Philosophique, 1958 (14/1), pp. 89-139; 1958 (14/2), pp. 237-286.
G. Verbeke avanza en la necesidad de indagar sobre las proyecciones de la teoría de la oikeío-
sis, en particular en la versión latina de Cicerón en De finibus en el terreno de las elaboraciones
cristianas de los primeros principios práctico-morales, y supraya la apertura semántica del tér-
mino naturalis y expresiones anejas en el ámbito de la filosofía medieval, en particular en rela-
ción con las concepciones de la ley natural y de hábitos naturales; Cfr. G. Verbeke, The presence
of stoicism, pp. 53-55; 58 y 59, passim.
En su denso estudio sobre las fuentes de la moral cristiana, S. Pinckaers subraya el papel de
Cicerón y de su De officiis en la concepción tomista de las inclinaciones naturales, como el suge-
rente paralelismo entre la enumeración ciceroniana de inclinaciones naturales que pueden reco-
gerse a través de sus obras, y la enumeración tomista de Summa Theologiae, I-II, q94, a2, c,
aunque el escolástico no establezca fuente expresa al respecto; Cfr. S. Pinckaers, Las fuentes de la
moral cristiana, pp. 515-518.
63
Cfr. A. M. González, Moral, razón y naturaleza. Una investigación sobre Tomás de Aquino.
Pamplona, 1998, pp. 358 y 359. Atiéndase también al tratamiento que allí mismo hace la autora
sobre las inclinaciones naturales y el papel prescriptivo de la razón práctica; en particular, su
desarrollo sobre la asistencia que aporta la naturaleza a la razón práctica para el conocimiento del
bien moral, cfr. pp. 150 y ss, p. 152.
64
Cfr. también J. Aubert, Le droit romain dans l’oeuvre de Saint Thomas, p. 98.
II. 4. La tradición ciceroniana sobre la ley natural en Tomás de Aquino 209
65
Tomás de Aquino conserva la formulación que expresa que la vis que existe in natura ha sido
sembrada [insevit] como expresa la definición ciceroniana de ius del De inventione Rhetorica, II,
53, 161. Cfr. asimismo las citas tomistas de esta definición en este estudio, pp. 199 y 200.
66
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q51, a1, c: “potest dici aliquid naturale dupli-
citer: uno modo, quia totum est a natura; alio modo, secundum aliquid est a natura, et secundum
aliquid ab exteriori principio”. Cfr. también el estudio de L. Lindon, “The significance of the term
‘virtus naturalis’ in the Moral Philosophy of St. Thomas Aquinas”, Proceedings of the American
Catholic Philosophical Association. Ethics and other knowledge, Washington D.C., 1957 (31),
pp. 97-104.
67
Cfr. por ejemplo, la correspondencia de las citas ciceronianas de Tulio en: Summa Theolo-
giae, I-II, q91, a3, c; I-II, q95, a2, sc, y Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160, in fine.
PARTE TERCERA
EL INFLUJO DE CICERÓN
EN LA TEORÍA DE LAS VIRTUDES
DE TOMAS DE AQUINO
CAPÍTULO 1
LA DENOMINACIÓN DE VIRTUD CARDINAL
Y SUS SUPUESTOS ONTOLÓGICOS
1
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2.
2
En efecto, Tomás de Aquino enuncia al inicio de su estudio: “quaeritur specialiter de virtuti-
bus cardinalibus”; cfr. In III Sententiarum, d33, q2.
3
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2: “Primo, quae et quot debent dici cardina-
les”.
4
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “de quatuor virtutibus quae principales vel
cardinales vocantur disserendum est”.
5
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33.
6
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “Sobrietatem et prudentiam docet, justitiam et
virtutem”.
214 Laura E. Corso de Estrada
7
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “quibus in hac mortalitate bene vivitur, et post ad
aeternam pervenitur”.
8
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “quatuor eximiis virtutibus”; y Beda, De taberna-
culo et vestibus sacerdotum, I, 8; PL 91, 446 A: “quatuor columnae, ante quas appensum est hoc
velum […] quatuor eximiis virtutibus praeclarae”; cfr. también: Commentaria in Pentateuchum,
II; PL 91, 207 C.
9
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33, y Tomás de Aquino, In III Sententiarum, III, d33,
divisio textus.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 215
10
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, III, d33, q1: De virtutibus moralibus in communi,
donde aborda de modo precedente a su consideración: en q2: De virtutibus cardinalibus y en q3:
De partibus virtutum cardinalium, las problemáticas que siguen y que constituyen un estudio de
estructura sistemática sobre las virtudes morales –al que he hecho referencia supra–. A saber: III,
d33, q1, a1: sobre la distinción de las virtudes morales (qla1-3); a2: sobre el origen de las virtudes
morales (qla1-4); a.3: acerca de si las virtudes morales consisten en un medio, y cuál es su natu-
raleza en cada caso (qla1-4). A partir de esta exposición, Tomás de Aquino presenta ya su distin-
ción entre virtutes acquisitae e infusae. Entre las primeras, discierne las virtudes morales de las
intelectuales; y en relación específica con las virtudes morales, considera la naturaleza de la pru-
dencia como hábito perfectivo del intelecto práctico, y justifica su participación en las potencias
apetitivas.
11
Cfr. en este estudio, p. 188.
12
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, qla1: “Videtur quod nullae virtutes
debeant dici cardinales”.
13
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, sol.
14
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, III/II, pp. 155, 160, 171, 174, passim.
15
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, qla1, passim.
16
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, qla1.
216 Laura E. Corso de Estrada
17
Cfr. A. Ernout / A. Meillet, Dictionaire Étymologie de la Langue Latine. Histoire des mots,
s/v princeps: de primo caps, del que deriva principium.
18
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, sol: “principium cuislibet rei est
potissima pars eius”.
19
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, sol: “illud quod est potisssimum in
quolibet genere dicitur principale in genere illo”.
20
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, sol: “virtutes principales dicuntur
quae sunt circa illud quod est potissimum in materia vel materiis virtutum”.
21
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, sol: “ad illud quod est potissimum in
qualibet re, ordinantur omnia quae sunt illius rei”.
22
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a2, sol: “actus moti fundatur super ac-
tione moventis”.
23
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a2, sol: “sicut fundatur super cardinem
ostii motus”.
24
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a2, sol: “ideo virtus principalis dicitur
esse cardinalis, et virtus secundaria dicitur adjuncta illi”.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 217
25
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a2, sol: “quod movetur ab aliquo, agit in
virtute moventis sicut instrumentum eius […] ideo etiam motus virtutis cardinalis participatur
quodammodo in virtutibus adjunctis”.
26
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a2, sol: “virtus cardinalis dicitur genera-
lis, inquantum pluribus virtutibus adjunctis modum suum communicat”.
27
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a2, qla1, sol.
28
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 159-54,164.
29
Cfr. Parte Segunda, capítulos 2, 3 y 4.
30
Cfr. también la cita de la postura ciceroniana en De inventione Rhetorica, sobre las partes de
las virtudes principales de la vida moral, en la apelación a la misma para asentar la existencia de
partes de las virtudes morales en el locus de In III Sententiarum que nos ocupa: d33, q1, a, qla3,
ob1.
31
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3: De partibus virtutum cardinalium, a1-a4.
218 Laura E. Corso de Estrada
32
Cfr. el pasaje ya citado de In III Sententiarum, d33, q2, a1, ob1. Cfr. asimismo: d33, q1, a1,
qla3, ob1: “Pars enim non dividitur contra totum. Sed harum aliae omnes partes esse dicuntur a
Tullio”.
33
Cfr. Tomás de Aquino, In Sententiarum, In III Sententiarum, d33, q1, a1, qla3, ob1: “Pars
enim non dividitur contra totum. Sed harum aliae omnes partes esse dicuntur a Tullio”.
34
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a1, qla3, ob1 y ad1; en el ad1, Santo
Tomás acoge la postura de Cicerón en un contexto doctrinal más amplio que abordaré más ade-
lante, en en este estudio, p. 217.
35
Cfr. en este estudio, Parte Tercera, capítulos 2 a 6.
36
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a3, sc: “Tullius in sua Rhetorica ad has
quatuor omnes alias reducit”.
37
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus, a12, ob27: “aliae virtutes ponuntur a Tullio (in lib. De
Inv.) partes istarum quatuor; scilicet prudentiae, justitiae, fortitudinis, et temperantiae”.
38
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a1, ad5: “Tullius in II Rhet. ponit alias
virtutes esse partes harum quatuor”.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 219
39
Cfr. Agustín, De Trinitate, XIV, 9, 12.
40
Cfr. Agustín, De Trinitate, XIV, 9, 12: “Nunc autem quod agit justitia in subveniendo miseris,
quod prudentia in praecavendis insidiis, quod fortitudo in praeferendis molestiis, quod temperan-
tia in coercendis delectationibus pravis, non ibi erit, ubi nihil omnino mali erit”.
41
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “Iustitia enim inmortalis est et magis tunc perficie-
tur in nobis quam esse cessabit, cum beate vivemus contemplatione naturae divinae quae creavit
omnes caeterasque instituit naturas, qua nihil melius et amabilius est, cui regenti esse subditum,
iustitiae est. Et ideo immortalis est omnino iustitia, nec in illa beatitudine esse desinet, sed talis ac
tanta erit perfectior ac maior esse non possit. Fortassis et aliae tres virtutes: prudentia sine ullo
iam periculo erroris, fortitudo sine molestia tolerandorum malorum, temperantia sine repugnantia
libidinum, erunt in illa felicitate, ut prudentiae ibi sit nullum bonum praeponere Deo vel aequare,
fortitudinis ei firmissime cohaerere, temperantiae nullo defecto noxio delectari”.
220 Laura E. Corso de Estrada
42
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “in caelis servantur ab angelis et animabus sanctis,
quam hic a fidelibus”.
43
Cfr. Agustín, De Trinitate, XIV, 9, 12: “ille tantus orator”.
44
Cfr. el fragmento del texto ciceroniano citado por Agustín como perteneciente a “Tullius in
Hortensio” en De Trinitate, XIV, 9, 12: “inquit ‘cum ex hac vita emigraverimus, in beatorum
insulis immortale aevum, ut fabulae fuerunt, degere liceret, quid opus esset eloquentia, cum judi-
cia nulla fierent; aut ipsis etiam virtutibus? Nec enim fortitudine egeremus, nullo proposito aut
labore aut periculo; nec justitia, cum esset nihil quo appeteretur alieni; nec temperantia, qua re-
geret eas quae nullae essent libidines; nec prudentia quidem egeremus, nullo delectu proposito
bonorum et malorum. Una igitur essemus beati cognitione naturae et scientia, qua sola etiam
deorum est vita laudanda. Ex quo intelligi postest, caetera necessitatis esse, unum hoc volunta-
tis’”.
45
Cfr. Agustín, De Trinitate, XIV, 9, 12: “recolens ea quae a philosophis acceperat”.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 221
conjeturarse que tal postura se encuentra de algún modo aludida por el Lom-
bardo, si atendemos a la mención de cierta tesis que en el texto sentenciario juz-
ga errónea, aunque sin mencionar su autoría ni detenerse en otras considera-
ciones, cuando dice a propósito de la supervivencia de las virtudes cardinales:
“parece a algunos que dejarán de existir”46.
En su comentario al texto de Pedro Lombardo, Tomás de Aquino se pronun-
cia en relación con la postura agustiniana a favor de la supervivencia de las
virtudes cardinales en la vida futura, en el mismo locus que ha sido objeto de
nuestras reflexiones, y en el que examina –según dijimos– la propiedad de la
predicación del nombre cardinal respecto de alguna índole de virtud47. En la
cuarta de las razones del status quaestionis de dicho pasaje, Santo Tomás re-
toma el contenido de la cita de Agustín de De Trinitate que sigue Pedro Lom-
bardo, en lo relativo a la existencia de las virtudes cardinales en la vida sobrena-
tural, y en el contexto de la siguiente argumentación: “Si son llamadas cardina-
les porque por ellas se alcanza la vida eterna, como se dice en el texto [del libro
de las Sententiae], por la misma razón todas las virtudes deben ser denominadas
cardinales, porque por todas somos merecedores de la vida eterna”48. Mas en su
determinación ante tal planteamiento, Santo Tomás no sigue la posición del
Lombardo, porque no admite la predicación del término cardinal sino para la
especie de virtud que –como ha sostenido en la solutio– es cardo [gozne] de la
vida moral y, por consiguiente, aquella virtud sobre la que se asienta el movi-
miento de las otras. Por esto, sostiene que “aunque todas las virtudes gratuitas
introduzcan en el Reino de los Cielos, no por ello obtienen el nombre de gozne
sino de puerta. En cambio aquellas virtudes por las cuales se alcanza la vida
eterna y sobre las que se funda el movimiento de las otras virtudes, son llama-
das propiamente cardinales”49.
Tomás de Aquino se ocupa del mismo problema, pero con un estudio indivi-
dual, en otro passus de su comentario al texto de Pedro Lombardo sobre las
virtudes cardinales. En efecto, aborda si la justicia, la fortaleza y la templanza
permanecerán en la beatitud en el pasaje de In III Sententiarum (d33, q1, a4)50
46
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “Quibusdam visum est esse desituras”; el subra-
yado no pertenece al texto.
47
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1.
48
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum. d33, q2, a1, ob4.
49
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, ad4: “quamvis omnes virtutes gratui-
tae introducant ad regnum caelorum, ex hoc tamen non nanciscuntur nomen cardinis, sed ostii.
Illae autem virtutes quibus ad aeternam vitam pervenitur et super eas aliarum virtutum motus
fundantur, dicuntur proprie cardinales”.
50
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4: “Videtur quod virtutes morales non
maneant in patria”.
222 Laura E. Corso de Estrada
en el que trata sobre las virtudes morales en general 51. En la objeción 1 de dicho
locus se argumenta, sobre la base de la primacía de la fe y de la esperanza sobre
las virtudes morales, que si las primeras dejan de ser en la vida eterna, del
mismo modo las virtudes morales (algunas de las cuales son cardinales). En el
mismo status quaestionis no se enuncia luego expresamente la postura cicero-
niana sobre el problema, pero sí razones que guardan similitud en un factor de
justificación común: la diversidad de condición entre esta vida y la futura52. De
este modo se aduce en la objeción 2: “Las virtudes morales perfeccionan en la
vida activa. Pero esta vida activa cesará en la patria [celestial], en la cual sola-
mente habrá contemplación. Por tanto, también las virtudes morales dejarán de
ser en la patria [celestial]”53. Asimismo en la objeción 3: “Algunas virtudes
morales conciernen a las pasiones. Pero éstas no permanecerán en la patria
[celestial]. Por lo tanto, tampoco las virtudes morales”54. Finalmente, en la obje-
ción 4: “la fortaleza y la templanza están en el irascible y en el concupiscible.
Pero, según algunos, las facultades sensibles no permanecerán en el alma sepa-
rada. Por lo tanto, tampoco la templanza y la fortaleza”55.
En los sed contra del artículo que examinamos, Tomás de Aquino retoma las
posturas de Pedro Lombardo y de Agustín expuestas en las Sententiae. En el sed
contra 1, la sentencia del Lombardo: “esas virtudes han sido y son con total
plenitud en Cristo”56; en el sed contra 2, las palabras de Agustín: “la justicia es
perpetua e inmortal”57. Pero en el sed contra 3 introduce la postura de Macrobio
en su Commentarium in somnium Scipionis: “estas virtudes en Dios son
51
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1.
52
En tal índole de justificación en contra de la supervivencia de la prudencia, la justicia, la
fortaleza y la templanza en la vida futura, quedaría comprehendida la razón de ser de la postura de
Cicerón que ya hemos referido.
53
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, ob2: “Virtutes morales perficiunt in
vita activa. Sed haec vita cessabit in patria, in qua erit tantum contemplatio. Ergo et virtutes mo-
rales non erunt in patria”.
54
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, ob3: “Virtutes morales quaedam sunt
circa passiones. Sed hae non erunt in patria. Ergo nec virtutes morales”.
55
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, ob4: “Fortitudo et temperantia sunt in
irascibili et concupiscibili. Sed, secundum quosdam, vires sensibiles non remanebunt in anima
separata. Ergo nec temperantia et fortitudo”.
56
Cfr. Pedro Lombardo, Sententiae, III, d33: “Quae in Christo plenissime fuerunt et sunt”, y
Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, sc1.
57
Cfr. supra el pasaje de Agustín ya considerado del De Trinitate, VI, 9, 12, y el texto de Pedro
Lombardo, Sententiae, III, d33; cfr. asimismo Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4,
sc2.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 223
58
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, sc3 (enuncio la argumentación com-
pleta en la que figura la cita de Macrobio): “In patria erunt homines Deo conformes. Sed hae
virtutes in Deo sunt exemplares, ut dicit Macrobius (Super somnium scipionis). Ergo et in santis
erunt aliquo modo”. Santo Tomás vuelve a considerar el grado de las virtudes ejemplares en el
ad4 de este locus, donde las asigna a los ángeles.
59
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3.
60
Cfr. Plotino, Enéadas, I, 2, 19.
61
Cfr. Plotino, Enéadas, I, 2, 19.
62
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8: “quartae sunt quae in ipsa divina
mente consistunt […] a quarum exemplo reliquae omnes per ordinem defluunt”.
63
Cfr. Plotino, Enéadas, I, 2, 19.
64
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8.
65
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8: “prudentia est mens ipsa divina,
temperantia quod in se perpetua intentione conversa est, fortitudo quod semper idem est nec
aliquando mutatur, iustitia quod perenni lege a sempiterna operis sui continuatione non flectitur”.
224 Laura E. Corso de Estrada
las virtudes de la vida humana son sólo semejanzas de aquéllas66. Pues la tradi-
ción platónica, más allá de la diversidad singular de sus formulaciones históri-
cas, supone una progresiva asimilación de lo inferior en lo superior, y de lo
humano en lo divino; por lo que el término virtud en su sentido pleno se des-
plaza hacia una identificación con el principio originario mismo 67.
Así lo expresan las palabras mismas de Platón cuando define en Teeteto el
derrotero humano hacia la perfección como el desenvolvimiento de la “seme-
janza [omoiosis] con la divinidad”68, en lo que consiste la virtud perfecta69. Pero
conforme a los supuestos metafísicos de su postura, toda realidad terrena con-
lleva con necesidad la ausencia de tal grado de perfección. De este modo, y si
seguimos a Macrobio en el contexto doctrinal de la cita tomista vertida supra,
debemos indicar que el autor neoplatónico admite la existencia de otras modali-
dades de las mismas virtudes que nos ocupan: prudencia, justicia, fortaleza y
templanza, mas con la naturaleza que cabe a ellas según cada uno de dichos pla-
nos –jerárquicamente considerados– en la vía hacia la perfección plena y sin
mezcla.
En efecto, citando la autoridad de Plotino, Macrobio discierne en su
Commentarium in somnium Scipionis tres grados de virtudes inferiores al que es
propio de las ejemplares. El primero de ellos, el de mayor distancia respecto de
la virtud divina, es el de las “políticas” [politicae] que Macrobio describe como
esencialmente moderadoras de la parte apetitiva del alma humana, las que asi-
mismo extienden su ámbito perfectivo a las acciones que vinculan a los hom-
bres en la vida cívica. Pero en este grado de perfección virtuosa, la prudencia, la
justicia, la fortaleza y la templanza, tienen objetos propios que convienen a la
condición del alma unida al cuerpo. En razón de lo cual, y si atendemos a algu-
nos de los rasgos descriptivos que nos ofrece Macrobio: la prudencia reside en
la razón humana, la fortaleza se relaciona con los peligros, la templanza con las
concupiscencias, la justicia con lo que conviene a cada una de las partes 70. El
segundo grado de virtudes es el de las “purificadoras” [purgatoriae], por las que
el hombre se vuelve apto para alcanzar lo divino, en la medida en que decrece el
influjo del cuerpo y sus pulsiones sobre el alma. También aquí, las virtudes ya
mencionadas tienen cabida, mas con una naturaleza diversa a la de aquéllas que
convienen al primer grado, pues el alma ha logrado una “huida” [fuga] del vín-
66
Cfr. J. Trouillard, La purification plotinienne, Paris, 1955, p. 189.
67
Cfr. J. Trouillard, La purification plotinienne, p. 166.
68
Cfr. Platón, Teeteto, 176 b.
69
Cfr. Platón, Fedón, 69 b.
70
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 225
culo con lo corpóreo 71. El tercer grado, corresponde al alma “ya purgada” [pur-
gata iam]. Y en acuerdo con lo que sostuviera Plotino cuando determina que la
meta de la vida del hombre no es la liberación de la culpa, sino ser dios72,
Macrobio afirma que cabe al alma en este tercer grado una vida concentrada en
el espíritu y, por ende, las virtudes que nos ocupan, no poseen en este plano los
objetos que caben a los anteriores, puesto que nos hallamos ante un alma libe-
rada de vínculos corpóreos y contemplativa de lo divino73. De ahí que no cabe a
la prudencia un saber discursivo, a la fortaleza vencer sobre las pasiones, a la
templanza atemperar las concupiscencias, ni a la justicia el esfuerzo de conser-
var un orden74. Sin embargo, son jerárquicamente virtudes más semejantes a la
plenitud del modelo que las políticas, que versan sobre materias que –en este
grado– ya no constituyen objetos perfectivos.
Puede apreciarse a esta altura de la exposición sobre el contexto histórico-
filosófico ante el que se encuentra la elaboración de Tomás de Aquino, que la
determinación de una postura ante el problema de la posibilidad de la super-
vivencia de las virtudes cardinales en la vida beata, se enlaza doctrinalmente
con el problema de la propiedad en la predicación de la noción de virtud prin-
cipal; y que asimismo, ambas cuestiones suponen una metafísica de la virtud
irrenunciablemente vinculada con las tradiciones del pasado filosófico greco-
latino en torno a la jerarquía ontológica de los planos de predicación del ser. En
el artículo de In III Sententiarum que nos ha ocupado en último término, Santo
Tomás ha mostrado claramente dos líneas interpretativas ante las que expondrá
su solutio del problema: a) la que se hace presente a través de razones que cen-
tran la predicación de la noción de virtus principal en la naturaleza de aquélla
que es matriz de la realización perfectiva de la condición humana en cuanto tal;
concepción en la que queda comprehendida la posición ciceroniana ante la
cuestión; b) la que predica la principalidad de la virtud de la plenitud perfectiva
de la realidad divina, conforme a una tradición de fuente platónica, de la que
son expresivas las posturas de Agustín y de Pedro Lombardo en los pasajes exa-
minados. Y como pone de manifiesto el progresivo tratamiento que Tomás de
Aquino hace de este tema a lo largo de sus escritos, se ha ocupado de tal
71
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8. Atiéndase también al neto contexto
doctrinal plotiniano y originariamente platónico de este pasaje. Plotino mismo refiere expresa-
mente la fuente de esta enseñanza, cuya postura sigue Macrobio en su comentario, cuando en
Enéadas, I, 2, 19 cita el locus de Teeteto, 176 a-b, en el que Platón indica que el camino de
omoiosis [semejanza] del hombre con la divinidad, es una phygué [huida] de la condición de la
naturaleza humana mortal.
72
Cfr. Plotino, Enéadas, I, 2, 19.
73
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8.
74
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8.
226 Laura E. Corso de Estrada
En In III Sententiarum (d33, q1, a4, sol), ante las posturas supra expuestas
que se aducen en sentido negativo y afirmativo en relación con la tesis de la
supervivencia de las virtudes morales en la vida eterna, Santo Tomás explica
que toda virtud moral tienen dos clases de actos: a) “el que ejerce acerca de la
materia propia” [circa propriam materiam], b) “el que tiene cuando alcanza el
fin” [quando pervenit ad finem], y ejemplifica: “así como el fuerte, mientras
está en peligro de combate, ejercita el acto que es acerca de la materia propia,
esto es, acerca de los temores y de las audacias, pero cuando ya vuelve victo-
rioso al hogar, tiene entonces el acto que consiste en gozar de la victoria alcan-
zada a través del combate anterior”75. Pero entre las virtudes morales, las que
son adquiridas por nuestros propios actos, ordenan al hombre “en la vida civil”
[in vita civili], la que no tendrá lugar en la vida celeste. De lo cual Tomás de
Aquino concluye en In III Sententiarum que “no se conservarán algunos de sus
actos, ni los que versan sobre el fin, ni los que versan acerca de la materia pro-
pia, en tanto que tienden al fin; y por ello, los hábitos [de tales virtudes] serán
suprimidos”76.
Otro es el caso de las virtudes morales infusas, puesto que perfeccionan “en
la vida espiritual, según la cual el hombre es ciudadano de la ciudad de Dios y
miembro del cuerpo de Cristo que es la Iglesia”77, condición que no sólo no
quedará suprimida en la vida sobrenatural sino que será perfeccionada. Pues
bien, en este caso, por ende: “permanecerán los actos de esas virtudes que ver-
75
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, sol: “Sicut fortis dum est in periculo
pugnae, exercet actum qui est circa materiam propriam, scilicet timores et audacias; sed quando
iam domum victor revertitur, habet hunc actum qui est gaudere de victoria per pugnam praece-
dentem adepta”. En la solutio del pasaje que ahora examinamos, Santo Tomás no sostiene aún la
postura que como veremos enunciará en Summa Theologiae, donde distingue en la especie los
actos de las virtudes que son necesarias en esta vida del de aquéllas que existirán en nosotros en la
vida futura.
76
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, sol: “non remanebit eis aliquis actus,
nec circa finem, nec circa materiam propriam, secundum quam tendunt ad finem; et ideo habitus
tollentur”.
77
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, sol: “in vita spirituali, secundum
quam homo est civis civitatis Dei, et membrum corporis Christi quod est Ecclesia”.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 227
san acerca del fin próximo de cada virtud y, por ello, permanecerán los hábitos
de las virtudes morales infusas”78.
En ad2 del mismo locus de In III Sententiarum, nuestro escolástico vuelve
sobre Macrobio y, asimismo, sobre la diversidad en la especie de los actos de
virtud en la vida activa y en la vida contemplativa, subrayando la subordinación
de la vida activa a la contemplativa como a su fin 79. Conforme a lo cual sostiene
que no es necesario que las virtudes adquiridas que perfeccionan para el ejerci-
cio de la vida activa, dejen de ser en absoluto en relación con la vida contempla-
tiva. Y apoyándose en la distinción de los grados de las virtudes de Macrobio,
interpreta que las virtudes “políticas” [politicae], las “purgatorias” [purgato-
riae] y las “virtudes del alma purificada” [virtutes purgati animi] que éste ha
clasificado, responden a las diversas modalidades que cabe a las virtudes con-
forme a estados jerárquicamente diferentes en la condición del hombre. Así,
según Santo Tomás, queda justificado que “Macrobio distinga tres grados de
estas virtudes, según que se dan en los hombres. En efecto, hay [virtudes] políti-
cas, en tanto que el hombre se rectifica por ellas en sus obras como ciudadano;
[virtudes] purgatorias, según que desempeñándose en la vida civil alguien an-
hela la quietud de la contemplación” y, en tercer término, “hay [virtudes] del
alma purificada en cuanto que alguien expuesto a todo ejercicio de la vida civil,
se consagra totalmente a la quietud de la contemplación”80. Y en dicho estado
no caben, en efecto, ciertos actos, a saber: “la templanza no consiste ya en refre-
nar la concupiscencia, sino en olvidarla de un modo absoluto; y [el acto] de la
fortaleza en ignorar las pasiones, no en vencerlas, y así en los otros casos”81.
En ad4 del mismo locus, precisa que en el alma separada “las potencias
sensibles no permanecen en acto” aunque “permanecen en la esencia del alma
como en su raíz”, tales los casos del irascible y del concupiscible; de ahí que, y
de un modo equivalente, puede considerarse que “también permanecen los hábi-
78
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, sol: “remanebunt istis virtutibus actus
qui sunt circa finem proximum uniuscuiusque virtutis, et ideo remanebunt habitus virtutum mora-
lium infusarum”; cfr. también ad3.
79
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, ad2.
80
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, ad2: “distinguit Macrobius harum
virtutum tres gradus, secundum quod sunt in hominibus. Sunt enim politicae, secundum quod
homo per eas in civilibus operibus rectificatur; purgatoriae autem, secundum quod civilibus utens
ad quietem contemplationis aliquis anhelat; sed dicuntur purgati animi, inquantum aliquis objecto
omni exercitio civilis vitae, quieti contemplationis totum se tribuit”.
81
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, ad2: “temperantia est cupiditatem
non jam refrenare, sed penitus oblivisci; fortitudinis autem passiones ignorare, non vincere; et sic
de aliis”.
228 Laura E. Corso de Estrada
tos de las virtudes de la parte inferior como en su raíz en las virtudes que están
en la razón y en la gracia misma”, como la fortaleza y la templanza82.
En Summa Theologiae, Santo Tomás retoma la cuestión. Y allí hace expreso
su conocimiento de la postura ciceroniana acerca de la no supervivencia de las
virtudes cardinales en la vida beata, sobre la base del texto de Agustín que es
fuente central del Lombardo en sus Sententiae (III, d33) –como se indicó–. En
I-II, en el contexto de su tratado De virtutibus (q67: De duratione virtutum post
hanc vitam; a1: Utrum virtutes morales maneant post hanc vitam), sostiene una
postura en la que retoma las sentencias de Cicerón y de Agustín al respecto,
conforme a una elaboración del tema que no se identifica pura y simplemente
con una u otra de tales fuentes. Ahí inicia el corpus recogiendo la cita agusti-
niana del Hortensio de Cicerón (en el que nos detuvimos antes) e indica que,
“como dice Agustín en De Trinitate, Tulio sostuvo que las cuatro virtudes car-
dinales no permanecerán después de esta vida”83. En prueba de lo cual Tomás
de Aquino transcribe el pasaje de la obra donde el romano dice que: “en la otra
vida los hombres ‘son bienaventurados por el solo conocimiento de la natura-
leza, en la cual nada hay mejor ni más amable’”, acerca de lo que “Agustín dice:
‘por esta naturaleza que creó todas las naturalezas’”84.
En su lectura del De Trinitate (XIV, 12, 9), nuestro escolástico prosigue el
análisis del tema exponiendo la divergencia ya referida entre las posiciones de
Cicerón y de Agustín. Pero por su parte discierne en las virtudes cardinales: a)
“un aspecto de algún modo material” [aliquid quasi materiale], y b) “un aspecto
formal” [aliquid formale]. Designa material: “cierta inclinación de la parte
apetitiva con respecto a las pasiones u operaciones conforme a alguna medida.
Pero porque esa medida se determina por la razón, lo formal en todas las virtu-
des es el orden mismo de la razón”85. Ahora bien, ambos planos de considera-
82
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a4, ad4: “vires sensibiles non manent
actu in anima separata […] manent in essentia animae sicut in radice […] etiam manent habitus
virtutum inferioris partis, sicut in radice, in virtutibus quae sunt in ratione et in ipsa gratia”.
83
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q67, a1, c: “Tullius possuit post hanc vitam
quatuor virtutes cardinales non esse”.
84
Atiéndase al hecho de que el texto enunciado por Tomás de Aquino no se corresponde exacta-
mente desde un punto de vista textual con el pasaje ciceroniano citado por Agustín; si bien cabe
indicar que su versión del pasaje del Hortensio de Summa Theologiae, converge con el sentido
fundamental del texto.
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q67, a1, c: “sicut Augustinus dicit, in XIV De
Trin., Tullius posuit post hanc vitam quatuor virtutes cardinales non esse; sed in alia vita homines
‘esse beatos sola cognitione naturae, in qua nihil est melius aut amabilius’, ut Agustinus dicit
ibidem, ‘ea natura quae creavit omnes naturas’”.
85
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q67, a1, c: “Materiale quidem est in virtuti-
bus inclinatio quaedam partis appetitivae ad pasiones vel operationes secundum modum aliquem.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 229
ción en las virtudes morales permiten a Santo Tomás sostener que: a) “en cuan-
to a lo que es material en ellas, esta clase de virtudes no permanecen en la vida
futura”; y ejemplifica: “en efecto, no habrá lugar en la vida futura para las con-
cupiscencias y delectaciones relativas al alimento y a la vida de placer sexual, ni
temores y audacias concernientes a los peligros de muerte, ni tampoco distri-
buciones y conmutaciones de las cosas empleadas en la vida presente”86; lo que
había reflexionado Cicerón en su Hortensio y que Santo Tomás concede en esta
exposición.
Pero la sentencia de Agustín, es recogida y aceptada en la postura tomista
frente al tema. Puesto que, “en cuanto a lo que es formal” en las virtudes mora-
les, “permanecerán del modo más perfecto en los bienaventurados después de
esta vida”87. Y ello encuentra su razón de ser en lo que constituye a las virtudes
cardinales como tales desde un punto de vista formal: el orden de la razón. Así,
en la vida beata, prosigue Santo Tomás, “la razón de cada uno será rectísima
con respecto a lo que le concierne según aquel estado, y la fuerza apetitiva será
movida totalmente conforme al orden de la razón en estas cosas que a aquel
estado pertenecen”88. Por lo que concluye que en el pasaje del De Trinitate en el
que nos hemos detenido, Agustín sostiene una posición correcta al describir el
modo de ser propio de los actos de las virtudes con materia moral en la vida
celeste89 .
En un contexto doctrinal semejante, sostiene en relación con la justicia, en
Summa Theologiae (I-II, q136, a1, ad1): “las virtudes morales no permanecen
en la patria [celestial] con el mismo acto que tienen en la vida [presente], esto
es: en relación con los bienes de la vida presente, los que no permanecerán en la
patria [celeste], sino en relación con el fin que habrá en dicha patria. Como en el
caso de la justicia, que no versará en el cielo sobre la compra y la venta, y otras
Sed quia iste modus determinatur a ratione, ideo formale in omnibus virtutibus est ipse ordo
rationis”.
86
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q67, a1, c: “dicendum est quod huiusmodi
virtutes morales in futura vita non manent, quantum ad id quod est materiale in eis. Non enim
habebunt in futura vita locum concupiscentiae et delectationes ciborum et venereorum; neque
etiam timores et audaciae circa pericula mortis; neque etiam distributiones et communicationes
rerum quae veniunt in usum praesentis vitae”.
87
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q67, a1, c: “quantum ad id quod est formale,
remanebunt in beatis perfectissimae post hanc vitam”.
88
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q67, a1, c: “ratio uniuscuiusque rectissima
erit circa ea quae ad ipsum pertinet secundum statum illum; et vis appetitiva omnino movebitur
secundum ordinem rationis, in his quae ad statum illum pertineat”.
89
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q67, a1, c.
230 Laura E. Corso de Estrada
cosas que pertenecen a la vida presente, sino en esto: que esté sujeta a Dios”90;
postura que allí expresamente también vincula con el contenido del pasaje
agustiniano del De Trinitate (XIV, 9, 12) en el que nos hemos detenido.
El seguimiento de estos pasajes permite apreciar que Tomás de Aquino con-
verge con la postura agustiniana frente al problema en cuestión; pero que asi-
mismo concede sustento a la posición de Cicerón en el Hortensio. La cual, si
bien no parece aportar una justificación suficiente como para negar la super-
vivencia de las principales virtudes de la vida moral, exige una reconsideración
de la naturaleza de los actos propios de las mismas en el plano de una vida ya
beata, como revelan las exposiciones mismas de Agustín y de Tomás de
Aquino. En este sentido, cabe subrayar que en De musica, a propósito de la mis-
ma cuestión, Agustín reitera su tesis acerca de las supervivencia de las virtudes
cardinales en la vida futura, pero en dicho passus se extiende considerando la
justificación de la postura opuesta91. Así, sopesando el juicio de quienes niegan
la supervivencia de las virtudes cardinales en la vida celeste por aducir que no
habría lugar en ella para sus operaciones propias dado que no se dan las con-
diciones de esta vida, concluye que tal respuesta “no es absurda”92, y admite que
“algunos doctos han visto que las cosas son [de este modo]”93.
Si tenemos en cuenta la cronología establecida por P. Mandonnet, conforme
a la cual las Questiones disputatae De virtutibus habrían sido escritas por To-
más de Aquino en un período próximo al de la redacción de la secunda pars de
la Summa Theologiae94, tiene particular interés ocuparnos a continuación de lo
expuesto sobre el tema en De virtutibus cardinalibus. Pues en dicha obra, Santo
Tomás aborda el problema: “si las virtudes cardinales permanecen en la patria
[celestial]”95. Allí también hace presente la posición de Macrobio, y plantea en
el status quaestionis: “según Plotino, como refiere Macrobio, unas son las
90
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q136, a1, ad1: “virtutes morales non rema-
nent secundum eundem actum in patria quem habent in via, scilicet per comparationem ad bona
praesentis vitae, quae non remanebunt in patria: sed per comparationem ad finem, qui erit in
patria. Sicut iustitia non erit in patria circa emptiones et venditiones, et alia quae pertinent ad
vitam praesentem: sed in hoc quod est subditum esse Deo”.
91
Cfr. Agustín, De musica, VI, 16.
92
Cfr. Agustín, De musica, VI, 16: “non absurda”.
93
Cfr. Agustín, De musica, VI, 16: “quibusdam doctis visum hoc esse”.
94
Esto es: entre 1269 y 1272, si bien no es ésta una postura de plena coincidencia, al menos en
cuanto a la inclusión del De virtutibus cardinalibus en dicho período; cfr. P. Mandonnet, “Cro-
nologie sommaire de la vie et des écrits de Saint Thomas”, Revue des Sciences Philosophiques et
Théologiques, 1920 (9), p. 151.
95
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4: “Utrum virtutes cardinales maneant in
patria”.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 231
virtudes del alma ya purificada y, otras, las virtudes políticas. Pero las virtudes
del alma ya purgada parecen ser principalmente las virtudes que se dan en la
patria [celestial]; mientras que las virtudes que se dan aquí, son virtudes políti-
cas. Por lo tanto, las virtudes que se dan aquí no permanecen, sino que son re-
movidas”96. En su respuesta Santo Tomás discierne las virtudes del alma “ya
purificada” [purgati animi] que clasificó Plotino como las propias de quienes
acceden a un orden beato, pues sus actos ya no versan sobre bienes de natura-
leza terrena; de ahí que, como nuestro escolástico afirma atendiendo con propie-
dad a la concepción de Plotino y de Macrobio al respecto: “la prudencia es allí
solamente contemplar las cosas divinas; la templanza no tiene en cuenta los
deseos; de la fortaleza [es propio] ignorar las pasiones; de la justicia, tener un
perpetuo acuerdo con Dios”97. Pero las virtudes “políticas” [politicae] poseen
otra naturaleza. Sobre ellas y la problemática de sus vínculos con la vida sobre-
natural Santo Tomás ha expuesto en el corpus con amplitud, y nos detendremos
a continuación en algunas tesis centrales directamente relacionadas con este
propósito.
En De virtutibus cardinalibus como en In libros Sententiarum el escolático
sostiene la necesidad de distinguir el alcance de las virtudes cardinales adquiri-
das del que conviene a las infusas. Por ello afirma, a partir de la definición
aristotélica del De caelo 98 según la cual la virtud designa lo último de la poten-
cia, que aquello que es último puede ser considerado de modos diversos con-
forme a la diversa naturaleza de las cosas y a las relaciones que pueden darse en
una serie de movimientos. A saber: a) si lo último a lo que se ordenan las virtu-
des difiere en la especie, pero sus movimientos se encuentran subordinados: ta-
les virtudes tienen “actos diversos en la especie pero la virtud es la misma”99;
b) si lo último a lo que se ordenan las virtudes difiere en la especie, pero no hay
entre ellas un orden de subordinación: “no serán las mismas virtudes ni actual ni
habitualmente”100. Como en los lugares paralelos precedentes, cita el locus
agustiniano de De Trinitate (XIV, 9, 12) –fuente central de Pedro Lombardo en
96
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4, ob7: “secundum Plotinum, ut Macro-
bius refert, aliae sunt virtutes purgati animi, et aliae virtutes politicae. Sed virtutes purgati animi
maxime videntur esse virtutes quae sunt in patria; virtutes autem quae sunt hic: sunt virtutes
politicae. Ergo virtutes quae sunt hic, non manent, sed evacuantur”.
97
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4, ad7: “prudentia ibi est sola divina in-
tueri; temperantia, cupiditates oblivisci; fortitudinis, passiones ignorare; iustitiae, perpetum
foedus cum Deo habere”.
98
Cfr. Aristóteles, De caelo, I, 11, 281 a 14 y 15.
99
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4, c: “actus differens specie, sed virtus est
eadem”.
100
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4, c: “non erunt eaedem virtutes nec
secundum actum nec secundum habitum”.
232 Laura E. Corso de Estrada
el tema que nos ocupa–, y a partir del mismo y de lo asentado supra, sostiene
que “las virtudes adquiridas, de las cuales han hablado los filósofos se ordenan
solamente a perfeccionar a los hombres en la vida civil, no según que se orde-
nan a alcanzar la gloria celestial”; de ahí que tales filósofos hayan afirmado que
“esta clase de virtudes no permanecen después de esta vida, como acerca de
Tulio testimonia Agustín”101. Por el contrario: “las virtudes cardinales en tanto
que son gratuitas e infusas […] perfeccionan al hombre en la vida presente en
orden a la gloria celestial”102 y, en razón de dicha subordinación al fin último,
pueden permanecer en la patria celestial. Si bien “es necesario decir que el
hábito de estas virtudes es el mismo aquí y allí, pero que sus actos son diferen-
tes; pues aquí tienen actos que corresponden a los que tienden al último fin, y
allí tienen actos que ya convienen a los que descansen en la posesión del último
fin”103.
Como puede apreciarse atendiendo a los pasajes considerados, en su comen-
tario a las Sententiae de Pedro Lombardo, nuestro escolástico aborda el tema de
la determinación de “cuáles y cuántas [entre las virtudes] deben denominarse
cardinales”104, en el contexto de una compleja analítica histórico-doctrinal que
pone en debate el contenido del texto sentenciario mismo. Pues lleva a cabo una
recepción de fuentes que amplía el ámbito de discusión en el que el Lombardo
expone su propia sentencia sobre la cuestión. Y como he procurado probar, la
concepción ciceroniana sobre la naturaleza de las principales virtudes se halla
aún vívamente presente en el acervo de tradiciones antiguas que Santo Tomás
acoge y reelabora en su propia especulación del problema.
Ciertamente la posición de Cicerón forma parte de un status quaestionis en
el que aparece reconocida en el ámbito de la aretología cristiana, aunque se dis-
crepe de ella105. De hecho, Agustín la encuentra ya presente en sus propios
101
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4, c: “virtutes acquisitae, de quibus locuti
sunt philosophi, ordinantur tantum ad perficiendum homines in vita civili, non secundum quod
ordinantur ad caelestem gloriam consequendam. Et ideo posuerunt, quod huiusmodi virtutes non
manent post hanc vitam, sicut de Tullio Augustinus narrat”.
102
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4, c: “virtutes cardinales, secundum quod
sunt gratuitae et infusae, prout de eis nunc loquimur, perficiunt hominem in vita praesenti in
ordine ad caaelestem gloriam”.
103
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a4, c: “necesse est dicere, quod sit idem
habitus harum virtutum hic et ibi; sed quod actus sunt diferentes: nam hic habent actus qui com-
petunt tendentibus in finem ultimum; illic autem habent actus qui competent iam in fine ultimo
quiescentibus”.
104
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2: “Primo, quae et quot debent dici cardina-
les”.
105
Como lo revelan sus escritos, el conocimiento de Agustín sobre la posición ciceroniana es
ciertamente amplio. Así, en Contra Julianum (PL 44, 747, passim), donde expresamente dice:
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 233
“No fue definida la virtud de un modo absurdo por aquellos que dijeron: ‘La virtud es un hábito
del alma, conforme a la naturaleza y a la razón’”, esto es: la definición ciceroniana del De inven-
tione Rhetorica (II, 53, 159): “Non enim absurde virtus definita est ab eis qui dixerunt: ‘Virtus est
animi habitus, naturae modo atque rationi consentaneus’”; para indicar en el mismo pasaje como
virtudes centrales: la prudencia, la fortaleza, la templanza y la justicia.
106
En este sentido, si bien G. Madec concede el propósito de Ambrosio de subrayar la distancia
entre la moral de los filósofos y la moral cristiana, observa las poco frecuentes citas que realiza de
Cicerón, de quien revela manifiesta influencia a través de formulaciones y documentaciones filo-
sóficas; Cfr. G. Madec, Saint Ambroise et la philosophie, Paris, 1974, pp. 141, 165, passim.
107
Cfr. Ambrosio, De virginitate, 18, 113-114, PL 16, 295 BC: “in omni sapiente viro prudentes
Graeciae esse memoraverunt logistikón, thymetikón, epithymetikón, dioratikón. Latini vero pru-
dentiam, fortitudinem, temperantiam, atque iustitiam”.
108
Cfr. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, V, 49; PL 15, 1649 C: “quidem scimus
virtutes esse quatuor cardinales, temperantiam, iustitiam, prudentiam, fortitudinem”.
109
Cfr. Ambrosio, De sacramentis, II, 9; PL 16, 434 B: “sed istae quasi cardinales sunt, quasi
principales”. En un rico conjunto de pasajes Ambrosio retoma dicha clasificación, como en su De
officiis ministrorum, II, 2; PL 16, 116 A donde reitera su denominación como cardinales; cfr.
también De Paradiso, III, 2; PL 14, 279 C, passim.
110
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, qla1, sol. Cfr. también en J. Faccio-
lati, A. Forcellini, J. Furlanetti, Lexicon totius Latinitatis, Patavii, 1864, s/v: cardinalis, su signifi-
cación como: “ad portae cardinem pertinens”.
111
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, qla2, sol: “in quo motus ostii firma-
tur”.
234 Laura E. Corso de Estrada
vía de la puerta se ingresa en el interior de la casa, pues hay “en ellas naturaleza
de puerta”112. Santo Tomás enseña esta tesis con continuidad a lo largo de escri-
tos de diversas etapas de su corpus, como en su maduro De virtutibus113, o en
De virtutibus cardinalibus, donde apoya la significación de cardo en la referen-
cia de Proverbios (26, 14): “la puerta gira en su gozne”114, para sostener que:
“se dicen virtudes cardinales aquellas en las cuales se funda la vida humana; y
vida humana es la relacionada con el hombre”115.
La lectura del pasaje del Hortensio revela que Cicerón predica la principali-
dad de estas virtudes en su papel directriz en el ámbito de las operaciones
humanas que conciernen a la vida terrena. Y aunque Tomás de Aquino expresa-
mente discierna la limitación de este grado de virtud ante la superioridad de
otros que guardan mayor similitud con la ejemplaridad de la virtud perfecta, no
por ello deja de subrayar la principalidad que la enseñanza ciceroniana asigna a
las virtudes que son cardo de la vida moral que cabe al hombre en la existencia
terrena116. En un pasaje del tratado De virtutibus cardinalibus de su Summa
Theologiae, pone de manifiesto de modo particular su visión orgánica del tema,
cuando se ocupa de determinar: “si las virtudes cardinales se distinguen de un
modo conveniente en virtudes políticas, purgatorias, del alma purgada y ejem-
plares”117. Pues la concepción neoplatónica de los grados de virtud, que Santo
Tomás allí recoge del In Somnium Scipionis de Macrobio, le permite poner de
manifiesto la pluralidad y jerarquía de la predicación de principalidad conforme
a una consideración no unívoca de la virtud.
En efecto, en dicho locus nuestro escolástico revela su conocimiento del
contexto histórico de esta postura, cuando en el único sed contra del artículo ex-
112
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a1, qla2, sol.: “in eis ratio ostii”. Tiene
interés hacer presente el uso de esta misma figura por parte de San Alberto, en De natura boni,
III, 1, 2, a propósito del empleo del nombre cardinal para designar las virtudes de la vida civil,
donde dice: “Cardinales autem dicuntur, eo quod in illis tamquam in quattuor cardinibus totum
volvatur ostium humanae consuetudinis in opere civili et legali”.
113
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus, a12, ad24.
114
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a1, c: “sicut ostium vertitur in cardine
suo”.
115
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a1, c: “virtutes cardinales dicuntur in
quibus fundatur vita humana […] vita autem humana est quae est homini proportionata”.
116
Atiéndase a pasajes de su corpus en los que no admite denominar cardinales a las virtudes
teológicas o a las virtudes intelectuales contemplativas, aún cuando sus objetos sean jerárquica-
mente superiores al de las virtudes a las que asigna tal denominación; cfr. Tomás de Aquino, In
III Sententiarum, d33, q2, a1, sol, y ad4; d33, q1, a4, sol; De virtutibus cardinalibus, a1, c; De
virtutibus, a12, ad24.
117
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5: “Utrum virtutes cardinales conve-
nienter dividantur in virtutes politicas, purgatorias, purgati animi, et exemplares”.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 235
plicita el vínculo doctrinal que ella supone entre Platón, Plotino y Macrobio118.
En su resolución del problema, apela a la autoridad de Agustín119, para predicar
el sentido “ejemplar [ejemplar] de la virtud humana, [de la virtud] que preexiste
en Dios, así como en Dios preexisten los ejemplares de todas las cosas”120. Y
allí, siguiendo la enseñanza de Plotino, Santo Tomás describe del modo que
sigue la virtus que es “de modo ejemplar en Dios”121: “la misma Mente divina
en Dios se dice prudencia; templanza, la conformidad de la inclinación divina
hacia Él mismo, así como en nosotros se dice que hay templanza porque el con-
cupiscible es conforme a la razón; la fortaleza de Dios es su inmutabilidad; y la
justicia de Dios, la observancia de la ley eterna en sus obras”122.
Ahora bien, ya en el ámbito de la condición humana, Santo Tomás discierne
los siguientes grados de virtud. El que conviene a las virtudes “políticas” [poli-
ticae]: por las que alguien “se dispone con rectitud en las cosas humanas”123. Y
al respecto explicita, en concordancia con otros pasajes de sus escritos en los
que ya nos hemos detenido, que “de este modo”, es decir: “de esta clase de vir-
tudes”, ha tratado hasta el momento en el tratado que lo ocupa –en Summa
Theologiae– sobre las virtudes cardinales124.
Tomás de Aquino admite asimismo otros dos grados de virtud, los que cali-
fica como virtudes intermedias entre las políticas y las ejemplares, y que se
118
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5, sc: “Macrobio dice allí mismo (en su
Comentario al Sueño de Escipión) que Plotino, quien como Platón es príncipe entre los maestros
de filosofía”, y a continuación expone la tesis plotiniana de los cuatro grados de virtud que ya
hemos vertido; “Macrobius ibidem dicit: Plotinus, inter philosophiae professores cum Platone
princeps”.
119
Cfr. Agustín, De moribus Ecclesiae, VI; PL 32, 1314 (in fine), 1315, donde examinando el
papel de la virtud en el alma, sostiene que “es necesario que el alma siga en pos de algo otro para
que en ella pueda surgir la virtud”, “oportet ut aliquid aliud sequatur anima, ut ei virtus possit
innasci”, lo cual es Dios.
120
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5, c: “exemplar humanae virtutis in
Deo praeexistat, sicut et in eo praeeexistunt omnium rerum rationes”.
121
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5, c: “virtus […] est exemplariter in
Deo”.
122
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5, c: “ipsa divina mens in Deo dicatur
prudentia; temperantia vero, conversio divinae intentionis ad seipsum, sicut in nobis temperantia
dicitur per hoc quod concupiscibilis conformatur rationi; fortitudo autem Dei est eius immutabi-
litas; iustitia vero Dei est observatio legis aeternae in suis operibus, sicut Plotinus dixit”.
123
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5, c: “recte se habet in rebus humanis
gerendis”.
124
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5, c: “Secundum quem modum hacte-
nus de his virtutibus locuti sumus”; cfr. también ad1, donde observa que éste es el sentido en que
acerca de estas virtudes ha hablado Aristóteles.
236 Laura E. Corso de Estrada
distinguen entre sí por su movimiento y su término. Por una parte, las virtudes
“purgatorias” [purgatoriae]: “virtudes de los que están en camino y tienden a la
semejanza divina”125; en cuyo orden, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la
templanza, tienen ciertamente objetos de naturaleza ya diversa al de las virtudes
políticas126. Finalmente, las virtudes “del alma ya purgada” [iam purgati animi]:
“las virtudes de quienes ya han alcanzado la divina similitud”127; en cuyo orden,
la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, tampoco se relacionan con
los objetos propios de las virtudes políticas128 (las que poseen los bienaventura-
dos, o algunos pocos que en esta vida alcanzan la perfección).
125
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q 61, a5, c: “sunt virtutes transeuntium et in
divinam similitudinem tendentium”.
126
En efecto, el alma ya se encuentra en un proceso ascendente, por lo que no se halla sujeta a
las realidades mundanas. Así, según describe Santo Tomás, siguiendo la enseñanza de tradición
neoplatónica en esto: la prudencia tiene por objeto las cosas divinas, la templanza se aparta de las
exigencias del cuerpo, la fortaleza sostiene al alma en la orientación a las cosas divinas, y la
justicia consiste en ser conforme a los propósitos de tal vida; cfr. Tomás de Aquino, Summa
Theologiae, I-II, q61, a5, c.
127
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q61, a5, c: “sunt virtutes iam assequentium
divinam similitudinem”.
128
El objeto de estas virtudes en el estado del alma purificada, también diverso de los propios de
las virtudes políticas, pues: la prudencia sólo atiende a lo que concierne a Dios, la templanza no
tiene por objeto deseos propios de la vida terrena, la fortaleza no se relaciona con pasiones, y la
justicia tiene con Dios mismo una alianza perpetua; cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-
II, q61, a5, c; cfr. también sobre estos cuatro grados de virtud: ad2.
129
Cfr. A. Festugière, L’idéal religieux des Grecs et l’Évangile, pp. 17-18.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 237
130
Cfr. A. Festugière, L’idéal religieux des Grecs et l’Évangile, pp. 18-19.
131
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 15.
132
Cfr. en este estudio, pp. 158 y ss.
133
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 4, 14 (el subrayado no pertenece al texto).
134
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15: “omne quod est honestum, id quattuor partium oritur ex
aliqua”.
135
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 16: “quasi materia quam tractet et in qua versetur subiecta est
veritas”; passim.
136
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15: “in homine societate tuenda tribuendoque suum cuique et
rerum contractarum fide”, passim.
238 Laura E. Corso de Estrada
137
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15: “in animi excelsi atque invicti magnitudine ac robore”,
passim.
138
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15: “in omnium quae fiunt quaeque dicuntur ordine et modo”,
passim.
139
Cfr. en este estudio, p. 119, passim.
140
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 159: “virtus est animi habitus naturae modo
atque rationi consentaneus”.
141
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 159.
142
Abordaremos las partes constitutivas de cada una de las virtudes cardinales, un poco más
adelante; cfr. capítulos 2 a 6 de esta Parte Tercera.
143
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “Prudentia est rerum bonarum et malorum
neutrarumque scientia”.
144
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “Iustitia est habitus animi communi utili-
tate conservata, suam cuique tribuens dignitatem”.
145
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 162: “Fortitudo est considerata periculorum
susceptio et laborum perpessio”.
146
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 164: “Temperantia est rationis in libidinem
atque in alios non rectos impetus animi firma et moderata dominatio”.
147
En un extenso desarrollo, el citado personaje que toma a su cargo la exposición de la ética
epicúrea comienza por considerar la naturaleza de la virtud y, con tal propósito, describe con ricas
apreciaciones psicológico-morales las notas propias de la sapientia que es ars vivendi, de la tem-
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 239
perantia, de la fortitudo y de la iustitia, esto es: de las virtudes principales de la vida moral. El
propósito de Torcuato es poner de manifiesto de qué modo cada una de ellas es causa de placer y
conlleva un beneficio para la vida humana. Cfr. Cicerón, De finibus, II, 13, 42-16, 54. La vincula-
ción de las virtudes con el placer y la utilidad, será objeto de la crítica de Cicerón que, como
veremos un poco más adelante, sostendrá que las virtudes constituyen bienes por sí mismos, sin
identificar su postura por ello con la tesis estoica conforme a la cual la virtud es el único bien.
148
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 45.
149
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 45: “Homines enim, etsi aliis multis, tamen hoc uno pluri-
mum a bestiis differunt, quod rationem habent a natura datam”.
150
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 45: “causas rerum et consecutiones videat et similitudines
transferat et disiuncta coniungat et cum praesentibus futura copulet omnemque complectatur vitae
consequentis statum”.
151
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 46: “Eadem ratio habet in se quiddam amplum atque magnifi-
cum, ad imperandum magis quam ad parendum”.
152
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 46: “omnia vera diligimus […] tum vana, falsa, fallentia
odiamus, ut fraudem, periurium, malitiam, iniuriam”.
153
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 46: “omnia humana non tolerabilia solum, sed etiam levia
ducens […] nihil timens, nemini cedens, semper invictum”.
154
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 14, 46: “inest ordo et moderatio”.
240 Laura E. Corso de Estrada
155
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 15, 48: “Habes […] expletam et perfectam […] formam honesta-
tis, qua tota quattuor his virtutibus […] continetur”. Para el seguimiento del sentido de este pasaje
ciceroniano, atiéndase a la lectura que del mismo hace U. Moricca, en su M. T. Cicerone, De
finibus bonorum et malorum, vol. I, pp. 125-129, passim.
156
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 15, 47: “transitum est ad honestatem dictorum atque factorum”.
157
Cfr. Parte Primera, pp. 69 y ss, 75 y ss.
158
Cfr. Parte Primera, pp. 69 y ss, 75 y ss.
159
Cfr. Cicerón, De finibus, II, 16, 51; De officiis, I, 5, 15; cfr. también U. Moricca, M. T. Cice-
rone, De finibus bonorum et malorum, vol. I, p. 133, su nota de comentario al pasaje citado del
De finibus.
160
En relación con la concepción estoica del bien moral, Cicerón expresamente indica en De
finibus, IV, 13, 33, que en tanto que el hombre es un todo de cuerpo y alma, el sumo bien debe
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 241
secución del bien moral exige el descubrimiento de una verdad práctica directriz
del acto moral, participada en el plano tendencial del todo humano; la que
conlleva el reconocimiento del principio divino161 intrínseco que gobierna al
hombre que ha conquistado su excelencia.
A modo de mención, indicamos que ya Platón, en República, 427, enuncia
cuatro virtudes por las que se constituye el bien moral en la ciudad: las que la
volverán “sabia, prudente” [sophé], “valerosa” [andreía], “moderada” [soph-
rón] y “justa” [dikaía]; y sobre cuya naturaleza individual se extiende en el mis-
mo locus162. Sin detenerme tampoco, pues excedería el actual propósito, en las
diferencias doctrinales que este tema conlleva con desarrollos de Aristóteles y
de Cicerón, me ceñiré a indicar algunas tesis fundamentales.
Aún sin ingresar en la compleja analítica que cabe al objeto específico de la
prudencia en Platón, puede advertirse que había asignado a la virtud que vuelve
a la ciudad sophé, una materia que comprehende la vida práctico-moral; y así en
República se afirma que es cierta clase de conocimiento que no versa sobre
acciones práctico-productivas, sino que vuelve a la ciudad acertada en sus op-
ciones163. Tesis presente en un desarrollo paralelo del Menón, donde se afirma
que los buenos no lo son por naturaleza164, y que la phrónesis como virtud es un
conocimiento que dirige el alma con rectitud en el plano operativo y que con-
duce al hombre a la felicidad 165.
Platón también aborda en su República la materia de la andreía, como en el
caso del pasaje en el que describe al valeroso afirmando que es quien conserva
en su irascible el juicio de la razón sobre lo que es temible y sobre lo que no lo
es, ante situaciones que generan en él dolor y placer166. La sophrosyne, seme-
jante a una sinfonía o a la armonía167, constituye un orden sobre los placeres y
abarcar esa totalidad. Por ende, la felicidad no sólo puede consistir en la virtud, como pretendió
Crisipo, sino en una pluralidad jerárquica de bienes. He considerado esta crítica de Cicerón a la
Stoa en L. Corso de Estrada, “Naturaleza y Lógos según el testimonio ciceroniano del De finibus
bonorum et malorum”, pp. 84-87.
161
Cfr. Platón, República, 590 d: “to theion archon”.
162
Cfr. Platón, República, 428 a-434 c.
163
Cfr. Platón, República, 428 b-d, passim.
164
Cfr. Platón, Menón, 89 a.
165
Cfr. Platón, Menón, 88 c-89 a.
166
Cfr. Platón, República, 442 b y c, passim. Es de particular interés el pasaje de Menón, 88 b, en
el que se muestra el papel de la prudencia en relación con la fortaleza, cuando Sócrates afirma
que: “la prudencia es fortaleza” [estí phrónesis e andreía], de lo contrario sería temeridad. Allí
Sócrates añade que lo mismo ocurre con la templanza, por lo que insiste en el papel rector de la
prudencia en la virtud considerada integralmente.
167
Cfr. Platón, República, 430 e: “symphonía tiní kai armonía”.
242 Laura E. Corso de Estrada
168
Cfr. Platón, República, 430 e-431 b; 442 d, passim.
169
Cfr. Platón, República, 443 d.
170
Cfr. Platón, República, 444 b; cfr. también 444 c.
171
Cfr. Platón, República, 444 c-e, passim.
172
Cfr. Platón, República, 443 b, passim.
173
Cfr. Platón, República, 433 b y d.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 243
174
Cfr. Jerónimo, Commentaria in Zachariam, I, 1; PL 25, 1429 B.
175
Cfr. Jerónimo, Commentaria in Ezechielem, I; PL 25, 23 c, passim.
176
Cfr. Isidoro, Etymologiae, II, 24; PL 82, 141 C: “instituit […] quatuor virtutes animae, id est,
prudentiam, iustitiam, fortitudinem et temperantiam”.
177
Cfr. Isidoro, Etymologiae, II, 24; PL 82, 141 C.
178
Cfr. Isidoro, Etymologiae, II, 24; PL 82, 141 C: “Prudentia est […] qua discernuntur a bonis
mala. Fortitudo, qua adversa aequanimiter tolerantur. Temperantia, qua libido, concupiscentiaque
rerum frenatur. Iustitia, qua recte iudicando sua cuique distribuuntur”.
179
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, III/II, p. 100. Cfr. Hugo de San Víctor, De sacramentis,
VI, 17; PL 176, 273 B: “virtutes dupliciter […] secundum naturam et secundum gratiam”.
180
Cfr. Hugo de San Víctor, Summa Sententiarum, III, 9; PL 176, 104 A: “Aliud est velle
simpliciter, alliud est velle bonum […]. Velle est nobis per naturam; velle bonum per gratiam”.
244 Laura E. Corso de Estrada
181
Cfr. Hugo de San Víctor, Adnotatiunculae in Threnos, PL 1175, 272 A: “no por la naturaleza
sino por la gracia, se tienen las virtudes, que la misma gracia obra empero no sin el natural con-
senso del libre albedrío”, “anima non ex natura, sed ex gratia virtutes habet, quas tamen virtutes
eadem gratia, non sine naturali consensu liberi arbitrii in hominis operatur”.
182
Cfr. Hugo de San Víctor, Quaestiones in Epistolas Pauli, q324; PL 175, 511 B: “Nulla virtus
vera est, nisi quae formatur agnitione aeternae veritatis”.
183
Cfr. Hugo de San Víctor, Quaestiones in Epistolas Pauli, q324; PL 175, 511 B: “nec etiam in
optimis moribus, ut in philosophis apparet […] tamen falsa virtute nituerunt, quia aeterna veritatis
caruerunt cognitione”.
184
Cfr. Parte Primera.
185
O. Lottin, Psichologie et morale, III/II, p. 75.
186
La tesis ciceroniana que asienta el principio incoado de las virtudes en la existencia de un ius
naturale es recogida con continudad en el ámbito del pensamiento ya cristiano. Entre otros auto-
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 245
res, subrayamos ahora las aportaciones de Rabano Mauro y de Alano de Insulis, a propósito de las
cuales hemos realizado un estudio detenido en “Teoría de la realidad y antropología ciceronianas
en la concepción de la virtud de Alanus de Insulis”, Metafísica y antropología en el siglo XII, M.
J. Soto-Bruna (ed.), Pamplona, 2005, pp. 335-348; y “La tradición ciceroniana en Rabano Mauro.
Razón divina y razón del cosmos”, Metafísica y dialéctica en los períodos carolingio y franco, J.
Cruz Cruz / M. J. Soto-Bruna (eds.), Pamplona, 2006, pp. 35-51. En el caso de Alano, hallamos
un antecedente neto de las posturas de Guillermo de Auxerre y del Canciller Felipe en la bús-
queda de justificar la dimensión perfectiva de la virtud adquirida por los actos humanos en la
debida relación jerárquica con la que es infundida por Dios.
187
Guillermo de Auxerre, Summa aurea, III, 18, 1: “ius naturale origo et principium est omnium
virtutum et motuum ipsarum”.
188
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, IV, 17, 3, q2, sol: “Ius naturale […] quoddam
universalissimum. Istud quod est in omnibus rebus, scilicet in concordia omnium rerum; et de tali
iustitia naturali agit Plato in Thimeo”.
189
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, IV, 17, 3, q2, sol: “Ius naturale […] quoddam universale
[…] quod omnia animalia natura docuit”.
190
Guillermo de Auxerre, Summa, III, 18, proem.
191
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, IV, 17, 3, q2, sol: “Ius naturale quoddam est speciale”.
192
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, III, 18: “Stricte sumitur ius naturale secundum quod ius
naturale dicitur quod naturalis ratio sine omni deliberatione aut sine magna dictat esse facien-
dum”; el subrayado no pertenece al texto. Cfr. también IV, 17, 3, q2, sol.
246 Laura E. Corso de Estrada
193
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, III, 18, 4: “Quomodo ius naturale scriptum sit in corde
hominis”, sc: “propter hoc dicit Tullius quod Deum esse est vox naturae”.
194
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, III, 18, 3, sol, passim.
195
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, III, 19, “De virtutibus politicis: Dicto de preceptis iuris
naturalis, quae sunt origo et quasi semina virtutum politicarum”.
196
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, III, 19: “Sapientia docet sobrietatem, id est temperan-
tiam, et prudentiam, iustitiam et virtutem, id est fortitudinem”.
197
Cfr. Guillermo de Auxerre, Summa, III, 19: “Istae enim quatuor virtutes habilitant hominem
ad habendum theologicas virtutes et faciunt per exteriora opera hominem similem Deum”.
198
Felipe el Canciller, Summa de bono, II, 8, 11; 1027, 93: “ius naturale dicitur quod natura
dictat ut natura”.
199
Felipe el Canciller, Summa de bono, 1026, 61: “ius naturale dicatur a natura”.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 247
200
Cfr. N. Wicki, en su comentario acerca del uso que el Canciller hace del término philosophus
y que emplea para designar ciertamente a Aristóteles, pero asimismo a Cicerón, Séneca y Boecio;
cfr. Introducción, p. 45.
201
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II (III/II), q1, 282 y 283: “virtus est habitus in mo-
dum naturae rationi consentaneus”.
202
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II (III/II), q1, 535, 285 y ss.
203
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II (III/II), q1, 298 y 299: “ratio […] est natura quae-
dam”.
204
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II (III/II), q1, 299: “ratio […] est inclinativa ad
habitum qui est virtus”.
205
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II (III/II), q1, 300: “non est ab ea virtus”.
206
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II, q1, 540, 410 y ss.
207
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, 1026, 63: “potest accipi natura ut natura vel natura
ut ratio”.
208
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, 1026, 63: “secundum hoc ratio est ipsa natura”.
248 Laura E. Corso de Estrada
entre las primeras cuestiones: por qué se designan de este modo209. Y aporta en
este locus un desarrollo que O. Lottin juzga como punto de partida de las elabo-
raciones de gran parte de los autores que retomaron luego esta problemática,
entre los que pueden citarse: Alejandro de Hales, Juan de la Rochelle, Odon Ri-
gaud, Alberto Magno y Buenaventura, en el contexto de un amplio derrotero en
el que también hallamos a Tomás de Aquino210.
En su determinación ante el problema, el Canciller Felipe aduce tres vías ar-
gumentativas para atribuir la predicación debida del nombre cardinales: 1) por
las condiciones de la virtud en cuanto tal; 2) por la significación del nombre de
cardinal; 3) por sus actos. Conforme a lo primero, nuestro autor sostiene que
toda virtud, cualquiera sea su naturaleza, exige cuatro notas: “saber, querer, per-
severar y tener medida”211. Pues bien, esto compete a las cuatro virtudes que nos
ocupan: “saber es propio de la prudencia, querer de la justicia, perseverar de la
fortaleza, tener medida entre lo que excede y lo que es inferior es propio de la
templanza”212. De acuerdo a lo segundo, el Canciller afirma que solamente cabe
esta significación del nombre a aquellas virtudes que son cardinales por ser:
“principales o initiales”, y a las que se reducen las otras como partes, species o
disposiciones213. Por ello, y en conformidad con esta tesis, aporta otras precisio-
nes en respuesta a objeciones posibles, al explicar que la denominación de car-
dinales se predica respecto del fin al que se ordenan 214 y no del principio del
que proceden 215. De ahí que las virtudes que se dicen cardinales tienen por ma-
teria “lo que es con respecto al fin y no el fin, esto es, Dios”216. Finalmente y, en
tercer lugar, su denominación como cardinales se establece en razón de sus
actos propios, respecto de lo cual ha determinado algo antes que es el principio
209
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C “De quatuor cardinalibus virtutibus”, q3:
“Quare dicuntur cardinales”.
210
Cfr. O. Lottin, Psichologie et morale, II/I, pp. 174-180, y también pp. precedentes: 156 y ss.
211
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q3; 10-13: “scire, velle et perseverare […] et
tenere”.
212
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q3; 10-13: “scire est a prudentia, velle a
iustitia, perseverare a fortitudine, tenere modum inter superfluum et diminutum a temperantia”.
213
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q3; 16-20.
214
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q3; 62: “respectu termini ad quem”.
215
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q3; 61 y 62: “respectu principii a quo”.
216
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q3, 62 y 63: “circa ea que sunt ad finem y
non in finem, scilicet Deum”. En este sentido, el Canciller subraya la nobleza de las virtudes
teológicas, pero no admite su denominación como cardinales, y asimismo admite una doble
consideración de la justicia, en lo que concierne a la materia humana y a las cosas divinas; cfr.
Summa de bono, II, II.C, q3, 63-71.
III. 1. La denominación de virtud cardinal y sus supuestos ontológicos 249
de la diferenciación específica de las virtudes217. Así, en las cosas que son con
respecto al fin cabe discernir tres aspectos: el acto racional de discernimiento de
lo que es bueno, el del concupiscible respecto de los bienes que son requeridos
para el fin, el acto del irascible respecto de lo que es arduo, y el acto de la justi-
cia en cuanto causa el orden al fin próximo en los actos de todas las potencias.
Conforme a lo cual, ratifica la predicación del nombre cardinal para la pruden-
cia, la templanza, la fortaleza y la justicia218.
Alberto Magno es asimismo un antecedente particularmente significativo en
relación con Tomás de Aquino a propósito de esta temática. Por su parte, acepta
la propiedad de la definición ciceroniana de virtus: “hábito del alma al modo de
la naturaleza, conforme a la razón” entre las “definiciones de los filósofos” que
presenta en el status quaestionis sobre el tema de su Summa de bono 219, en tanto
que en dicha definición ciceroniana se determina lo que es virtud “en razón del
sujeto en el que está”220. Y en el mismo tratado, a propósito de su examen sobre
la clasificación de las virtudes221, aborda en particular el problema relativo a la
denominación de las principales virtudes de la vida moral, esto es: “por qué son
llamadas cardinales o políticas”222. Allí, San Alberto define una postura que re-
vela su neta convergencia con Tomás de Aquino, cuando expone que la pruden-
cia, la justicia, la fortaleza y la templanza, es decir: “esas cuatro [virtudes] se
denominan cardinales, por esto: porque son como el gozne de los actos prin-
cipales de los movimientos de las potencias del alma, con cuyos actos las otras
virtudes tienen conexión como con un gozne”223. De ahí que, en una postura
doctrinal con la que ciertamente coincide Tomás de Aquino, ante argumenta-
ciones que aducen la superioridad de otras virtudes según otros respectos, como
217
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q1, 46-48 y ss.
218
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C, q3, 36-44.
219
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, tract. I, q5, “Quid sit virtus secundum substantiam et
deffinitionem”, a1 “De diffinitionibus virtutis in se: Duae diffinitiones accipiuntur a philosophis.
Una a Tullio ante finem Prima rhetoricae, haec scilicet: Virtus est animi habitus naturae modo
atque rationi consentaneus”. La que examina junto a la de Aristóteles, en Ethica Nicomachea, II,
6, 1106 b 36-1107 a 2; el texto sigue: “Altera ab Aristoteles in II Ethicorum, ubi sic dicit: Virtus
est habitus voluntarius in medietate consistens quoad nos, determinata ratione, et ut sapiens de-
terminabit”.
220
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, tract. I, q5, a1, ad13: “rationi subiecti, in quo est, dici-
tur virtus habitus consentaneus rationi”.
221
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, tract. I, q6: “De divisione et sufficientia virtutum”.
222
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, tract. I, q6, a2: “Quare dicantur cardinales vel politi-
cae”.
223
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, tract. I, q6, a2, sol: “istae quattuor ideo cardinales
dicuntur, quia sunt ut cardo principalium actuum motivarum portentiarum animae, ad quos actus
aliarum virtutum habent conexionem sicut ad cardinem”.
250 Laura E. Corso de Estrada
224
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, tract. I, q6, a2, ad1: “Ad id autem quod obicitur in
contrarium, dicendum, quod fides, spes et caritas non sunt virtutes consistentes in medio, sed
potius dirigentes in finem”.
225
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, tract. I, q6, a2, sol: “Politicae vero, idest civiles, dicun-
tur, eo quod in ipsis et in operibus earum perfectionem habet res publica secundum optimum
statum civium. Cuis signum est, quod omnis legislatio construit aliquam harum virtutum”.
CAPÍTULO 2
LA NOCIÓN DE PARTE EN LAS VIRTUDES CARDINALES
1
Cfr. Parte Tercera, p. 217.
2
Cfr. Parte Tercera, p. 217.
3
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 159 y ss.
4
En un rico conjunto de pasajes de sus escritos Tomás de Aquino cita a Séneca con el propó-
sito de asentar en sentencias de este filósofo, a quien identifica de modo expreso como estoico,
tesis relativas a las virtudes en su relación con las pasiones y con la felicidad humana. En Summa
Theologiae, II-II, q123, a10, ad2, dice: “Seneca autem sectator fuit Stoicorum”, y en numerosos
pasajes cita sus enseñanzas sobre las virtudes: Summa Theologiae, II-II, q129, a5, ob1 y ad2;
q157, a3, sc1 y ad1; q159, a1, ob1; q159, a2, sc; De malo, q8, a3, ad18. Entre ellas, y en relación
con la temática que nos ocupa, tiene especial interés el texto que sigue en el que Santo Tomás trae
a cuento la postura de Séneca sobre la relevancia de la prudencia en la configuración del acto
virtuoso: “quia per delectationes et alias passiones corrumpitur aestimatio prudentiae, ut dicitur in
VI Eth., ideo apud Senecam (Epistulae, 59) et alios morales Philosophos translatum est nomen
sapientiae ad temperantiam et alias virtutes morales, inquantum passiones refrenant, et sic pru-
dentiam conservant; unde dicunt quod sapiens non perturbatur et hujusmodi”, cfr. In III Senten-
tiarum, d35, q1, a2, qla2, c. Son también de particular interés, los pasajes del corpus tomístico en
los que se atribuye a Séneca sentencias sobre la tesis estoica de la autosuficiencia de la virtud:
Summa Theologiae, II-II, q128, a8, ob1; sobre los rasgos del sabio estoico: In I Sententiarum,
d46, q1, a4, ob1; II, d53, q2, a2, sc2; III, d15, q2, a2, qla1, ob2; sobre la concepción estoica de la
252 Laura E. Corso de Estrada
virtud como único bien, y la muerte no concebida como pena: In III Sententiarum, d36, q1, a1, c;
De malo, q5, a4, ob1: a8, ob18, passim.
5
Cfr. Tomás de Aquino, In Ethicam, II, lect8: “sic locuti de his virtutibus Tullius et Seneca et
alii quidam. Unde posuerunt has virtutes esse quasi generales, et dixerunt omnes virtutes esse
earum species”.
6
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, III/II, pp. 189-190.
7
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, III/II, pp. 187-188. Cfr. en Guillermo de Conches,
Dragmaticon Philosophiae, Belgique, 1997, la recopilación de pasajes de escritos ciceronianos:
De finibus, De inventione Rhetorica, De natura deorum, De officiis, passim, pp. 507-508. Cfr. en
Pedro Abelardo, Dialogus inter philosophum, Judaaeum et Christianum, su tratamiento sobre la
justicia y sus partes (PL 178, 1654 C y D), sobre la fortaleza y sus partes (PL 178, 1657 A y B);
sobre la templanza y sus partes (PL 178, 1657 B y C).
8
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, sol: “integralis […] pars intrat in
constitutionem totius”.
9
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, sol: “universalis […] pars suscipit
praedicationem totius”.
10
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, sol: “potentialis […] pars neque
praedicationem totius recipit, neque in constitutionem ipsius oportet quod veniat, sed aliquid de
potentia totius participat”.
III. 2. La noción de parte en las virtudes cardinales 253
11
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q48, a1, c: “triplex est pars: scilicet integra-
lis, ut paries, tectum et fundamentum sunt partes domus; subiectiva, sicut bos et leo sunt partes
animalis; et potentialis, sicut nutritivum et sensitivum sunt partes animae”.
12
Cfr. Tomás de Aquino, De virtutibus cardinalibus, a1, ad5.
13
Cfr. O. Lottin, Psychologie et morale, III/II, p. 192.
14
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, trac. II, q2, a10, ob1 y ob2: “Omnis pars aut est integra-
lis aut subiectiva […]. Si subiectiva […] totum universale non habet esse nisi in suis partibus
subiectivis. Ergo nulla esset fortitudo extra has partes et esset in singulis tota fortitudo. Quod
254 Laura E. Corso de Estrada
mismo locus, enuncia una tercera clase de partes, “las potestativas: aquellas
partes que reciben cierta predicación del todo según una medida imperfecta y
tienen un orden, de tal manera que el acto de la primera parte está supuesto en la
segunda parte y se añade algo”15.
Conforme a los textos citados puede sostenerse que: 1) las partes subjetivas
que describen Alberto Magno y Tomás de Aquino, son constitutivas de un tipo
de todo universal que puede ser predicado de las mismas; 2) el todo constituido
por partes integrales, como explicita San Alberto no puede predicarse de tales
partes singulares en tanto que las excede; 3) las partes potestativas que describe
San Alberto guardan semejanza con las potenciales que propone Santo Tomás 16,
en cuanto descriptas como partes a las que cabe cierto grado de participación en
el todo que constituyen.
Estos esfuerzos de unificación del todo orgánico de la vida virtuosa que,
bajo la disposición perfectiva de las virtudes que son gozne [cardo] de la vida
moral, comprehende la diversidad específica de otras virtudes, tienen sus
antecedentes en los inicios del siglo XIII, en las ya citada Summa del Canciller
Felipe17. Tal avance en la configuración sistemática de la pluralidad de las virtu-
des, es claramente expresivo de la búsqueda de una visión integradora del
desenvolvimiento del orden moral en la vida práctica; la que ciertamente tam-
falsum est, quia fidentia non est fortitudo nisi secundum quid, similiter et magnificentia […]. Si
[…] sunt partes integrales […] totum non praedicatur de parte integrali”.
15
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, trac. II, q2, a10, sol: “partes potestativae […]. Partes
autem illae recipiunt quidem praedicationem totius secundum rationem imperfectam et habent
ordinem, ita quod actus partis primae supponitur in secunda parte et aliquid additur”; cfr. también:
trac. I, q2, a1, sol.
16
O. Lottin asienta la identificación enunciada, cfr. en Psychologie et morale, III/II, p. 192.
17
En su analítico estudio sobre las virtudes cardinales en particular, el Canciller Felipe dedica
un desarrollo específico a las partes de la fortitudo, a las de la continentia y cuestiones anejas, a
las de la iustitia; y en su examen sobre las partes de la fortaleza expone la formulación de partes
integrales que acoge para la consideración de las mismas en reemplazo de la consideración de las
partes como species. Cfr. en Summa de bono, II/II/C, II, q7, “De partibus fortitudinis, utrum sint
species”; III, q7, a2, “Utrum continentia habeat partes, a.3 Utrum fornicatio et huiusmodi sint
partes vel species incontinentiae”; IIII, q6, “Quae sunt partes iustitiae et primo latria”, q7, “De
alia parte iustitiae quae est dulia”, q8, “De tertia parte iustitiae quae est obedientiae”. Con todo, y
como indica acertadamente O. Lottin, el seguimiento de fuentes no parece contener aún desarro-
llos precisos sobre la noción misma de pars, como se hace presente en los textos de Tomás de
Aquino que hemos examinado supra, y que ya revelan su postura doctrinal desde el juvenil In
libros Sententiarum. En el In III Sententiarum, d33, dub2, sol, de Buenaventura, sólo hallamos
una mención de la formulación pars a propósito de las partes de la prudencia sobre las que ex-
pone en relación con el pasaje ciceroniano del De inventione Rhetorica, II, 53, 160. Cfr. sobre los
antecedentes tomistas en el tema: O. Lottin, Psychologie et morale, III/II, pp. 189-191.
III. 2. La noción de parte en las virtudes cardinales 255
18
Cfr. Buenaventura, In III Sententiarum, d33, q3, ob5: “virtus est in genere honesti, secundum
quod vult Tullius […] bonum, quod est honestum”.
19
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15: “omne quod est honestum”; De inventione Rhetorica, II, 53,
159.
20
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15: “id quattuor partium oritur”; De inventione Rhetorica, II,
53, 159.
21
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15: “inter se colligata atque implicata”.
22
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 5, 15; De inventione Rhetorica, II, 53, 159.
CAPÍTULO 3
PARTES DE LA PRUDENCIA
1
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1: “Videtur quod partes prudentiae a
Tullio male assignentur”.
2
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160; y cfr. lo expuesto en p. 238.
3
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “Partes ius: memoria, intellegentia,
providentia. Memoria est per quam animus repetit illa quae fuerunt; intellegentia, per quem ea
perspicit quae sunt; providentia, per quam futurum aliquid videtur ante quam factum est”.
4
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1: “dividit […] in memoriam prae-
teritorum, intelligentiam praesentium et providentiam futurorum”.
5
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q48: “De partibus prudentiae”, a1: “Utrum
convenienter assignentur partes prudentiae”, ob1: “Tullius enim, in II Rhet. ponit tres partes pru-
dentiae: scilicet memoriam, intelligentiam et providentiam”.
258 Laura E. Corso de Estrada
cia6. En numerosos pasajes de sus escritos Santo Tomás recoge la tesis cicero-
niana en cuestión; en De veritate7, De memoria et reminiscentia8, In Metaphysi-
cam9, y en otros pasajes de la Summa Theologiae10. En su análisis de In III Sen-
tentiarum, el escolástico sostiene que las partes de la prudencia propuestas por
Cicerón son partes integrales de la misma11, como afirma también en Summa
Theologiae, y en otros passus. Postura que justifica diciendo que se dan “partes
en cierto modo integrales cuando, a saber, las partes de alguna virtud son inclui-
das entre las cosas que se exigen para la virtud y en lo cual consiste la perfec-
ción de la virtud. Estas partes, propiamente hablando, no designan de suyo
virtudes sino condiciones de una virtud, integrantes de la misma”12.
La prudencia versa sobre materia práctica, en la que determina el medio vir-
tuoso a partir de los primeros principios. Ello exige, según Santo Tomás pre-
cisa, el conocimiento universal de lo que debe hacerse y, a la vez, del acontecer
singular en el que ha de concretarse la realización del bien moral, lo que queda
contenido en la “inteligencia” [intelligentia]13. Pero asimismo: “memoria”
[memoria] respecto de actos del pasado 14, y “previsión” [providentia] de lo que
podría acontecer, lo que ciertamente se proyecta sobre la percepción misma de
lo que ha de hacerse en el presente. Éstas son partes de la prudencia como vir-
6
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49: “De singulis prudentiae partibus”, a1
“Utrum memoria sit pars prudentiae”; a2: “Utrum intellectus (vel intelligentia) sit pars pruden-
tiae”, a6: “Utrum providentia debeat poni pars prudentiae”.
7
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q5, a1, c: “Tullius providentiam ponit prudentiae partem
in II Vetus Rhetorica […]. Aliae enim duae partes, scilicet memoria et intelligentiae”; De veritate,
q6, a1, c: “Providentia etiam a Tullio ponitur respectu futuri”; De veritate, q10, a2, sc: “Sicut
memoria est praeteritorum, ita providentiaa futurorum, secundum Tullium”, y cfr. ob1.
8
Cfr. Tomás de Aquino, In de memoria et reminiscentia, I: “Tullius in sua Rhetorica partes
prudentiae ponit non solum providentiam, per quam futura disponuntur, sed etiam intelligentiam,
per quam considerantur praesentia, et memoria, pero quam apprehenduntur praeterita”.
9
Tomás de Aquino, In Metaphysicam, I, lect1: “Cum enim prudentia ex praeteritorum memoria
de futuris provideat unde secundum Tullium in secundo Rhetorica partes eius ponuntur memoria,
intelligentia et providentia”.
10
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q22, a1, ob1; I-II, q56, a5, ob3; I-II, q57, a6,
ob4; II-II, q49, a1, sc, ad2; a2, sc; a6, sc; III, q11, a1, ad3; passim.
11
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q1, a1, qla1, sol: “dico quod partes quas
assignat Tullius prudentiae sunt partes integrales”.
12
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1, sol: “partes quasi integrales,
cum scilicet partes virtutis alicuius ponuntur aliqua quae exiguntur ad virtutem, in quibus perfec-
tio virtutis consistit. Et hae partes, proprie loquendo non nominant per se virtutis, sed conditiones
unius virtutes integrantes ipsam”.
13
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1, ad1.
14
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1, ad2.
III. 3. Partes de la prudencia 259
tud principal, conforme al modo de lo que es requerido para que dicha virtud se
constituya como tal. Y según precisa en Summa Theologiae, las partes que
Cicerón asigna a la prudencia son constitutivas de la misma “en tanto que es
cognoscitiva”15.
En In III Sententiarum subraya el papel de la providencia como “parte com-
pletiva y formal de la prudencia”16, en tanto que la memoria y la inteligencia
“son reducidas, por así decirlo, como a elementos de la misma”17. Lo que asi-
mismo retoma en De veritate, donde recuerda una vez más la sentencia cicero-
niana que asigna a la prudencia la previsión como su parte completiva, en tanto
que “la memoria y la inteligencia no son sino algo preparatorio en relación con
el acto de la prudencia”18.
En este contexto de análisis, memoria, inteligencia y providencia no forman
parte de un todo “al modo de partes subjetivas porque éstas designan ciertas vir-
tudes distintas entre sí, pero no ciertamente del todo al que se asignan como
partes, puesto que aquél es predicado de ellas”19; y no podría sostenerse que la
prudencia es alguna de las partes que enuncia Cicerón. Pero tampoco podrían
ser partes de un todo potencial, en cuanto en él “algunas virtudes participan en
algo del modo que principalmente y acabadamente se encuentra en alguna vir-
tud”20; lo que tampoco corresponde al caso de las partes que propone Cicerón,
dado que ninguna consiste en una participación de la virtud misma de la pru-
dencia, pues son partes dispositivas para su constitución como virtud
En Summa Theologiae Santo Tomás interpreta, ya en el contexto de precisio-
nes antropológicas de su propia elaboración, que “inteligencia: no se toma aquí
por la potencia intelectiva, sino en cuanto importa cierta estimación recta de un
15
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a1, c: “secundum id quod est cognosci-
tiva”.
16
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1, sol: “providentia est completiva
et formalis pars prudentiae”.
17
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1, sol: “quasi materiales ad ipsam
reducuntur”; cfr. también De veritate, q5, a1, c.
18
Cfr. Tomás de Aquino, De veritate, q5, a1, c: “memoria et intelligentia, non sunt nisi quae-
dam praeparationes ad prudentiae actum”.
19
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1, sol: “per modum partium sub-
jectivarum. Et sic partes illae nominant quidem virtutes et ad invicem distinctas, sed non quidem
a toto cujus partes assignantur, quia illud de eis praedicatur”.
20
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla1, sol: “per modum totius poten-
tialis, inquantum scilicet aliquae virtutes participant aliquid de modo qui principaliter et perfecte
invenitur in aliqua virtute”.
260 Laura E. Corso de Estrada
21
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a2, c: “intellectus non sumitur hic pro
potentia intellectiva, sed prout importat quandam rectam aestimationem alicuius extremi principii
quod accipitur ut per se notum”.
22
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a2, c y ad1.
23
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a2, c: “totus processus prudentiae ab
intellectu derivetur”.
24
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a1, ad1: “prudentia applicat universa-
lem cognitionem ad particularia”.
25
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a1, ad1.
26
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a1, ad2.
27
Cfr. Tomás de Aquino, In de memoria et reminiscentia, I, lect1; en el pasaje Santo Tomás
indica que la existencia de “cierta semejanza” [aliqua similitudo] con el acto de la prudencia en la
operación de algunos animales, se explica por la moción de la propia naturaleza hacia bienes
perfectivos. En este sentido, en De virtutibus, a6, c, nuestro autor ofrece un amplio desarrollo en
el que justifica la existencia de cierto iudicium naturalis en el bruto y la imposibilidad de su
radicación en la razón práctica del hombre.
III. 3. Partes de la prudencia 261
fin de la vida humana”28 y, por ende, “no se dice propiamente providencia res-
pecto de lo especulativo sino solamente en las cosas prácticas”29.
En In III Sententiarum, como en Summa Theologiae, Santo Tomás amplía el
número de partes integrales de la prudencia, más allá de la enumeración pro-
puesta por Cicerón, aunque en relación con ella. En efecto, en In III Sententia-
rum30 explica que han sido asignadas a quibusdam31 ciertas partes de la pruden-
cia que también pueden considerarse partes integrales, a saber: “previsión, pre-
caución, circunspección y docilidad”32. Con motivo de esta segunda fuente, re-
itera la importancia de la previsión en vistas a la consecución que el hombre
prudente ha de hacer del fin –en el sentido ya antes indicado–, es decir: en tanto
es requerida en la constitución de la virtud de la prudencia para “que conjeture
sobre las cosas futuras, a partir de las pasadas y de las presentes”33. Pero en
relación con la previsión y su ordenación con respecto al fin, Tomás de Aquino
discierne tres obstáculos posibles para cuyo impedimento establece la necesidad
de otras tres partes integrales de la prudencia –que hemos enunciado supra–.
28
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a6, c: “contingentia futura, secundum
quod sunt per hominem in finem humanae vitae ordinabilia”.
29
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a6, ad1: “providentia non proprie dici-
tur in speculativis, sed solum in practices”. Con todo, en Summa Theologiae, II-II, q47, a2, ad2,
Santo Tomás observa que Tulio, y con él Ambrosio, “toman el nombre prudencia con mayor am-
plitud: por cualquier conocimiento humano, tanto especulativo como práctico”, teniendo en mente
tal vez –si atendemos a los textos ciceronianos por él conocidos–, al pasaje del De officiis, I, 4,
15, donde se enuncia entre las principales virtudes: “sapientia et prudentia” como equivalente a
“indagatio atque inventio veri”, sin precisar como materia propia de esta virtud el orden práctico-
moral. No parece que Santo Tomás haya encontrado sustento suficiente para su juicio en la defini-
ción ciceroniana de prudencia del De inventione Rhetorica, II, 53, 160 sobre la que ya nos hemos
detenido, en la que se determina como objeto de esta virtud el conocimiento de los bienes y de los
males (“prudentia est rerum bonarum et malorum […] scientia”), asignándole por ende materia
moral. La formulación que también es parte de esta segunda definición y que sigue a la denomi-
nación de los bienes y de los males como objeto de la prudencia: “ne utrarumque” (“ni alguna de
ambas cosas”; cfr. nota al pie n° 143) no parece concluyente como para ampliar su objeto a una
materia especulativa sino, antes bien, a discernir la materia moral de la que no lo es. En este
sentido, y ya en el contexto propio del pensamiento ciceroniano: ne utrarumque puede hallarse
vinculado con los planteamientos helenísticos relativos a los indiferentes.
30
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2.
31
O. Lottin, conjetura que el uso de quidam está principalmente destinado en el pasaje a aludir a
Guillermo de Conches; cfr. Psychologie et morale, III/II, p. 194.
32
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2: “a quibusdam assignantur partes
prudentiae providentia, cautio, circumspectio, docilitas”.
33
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, sol: “quod de futuris conjectat ex
parte praeteritorum et praesentium, ex quibus procedit”.
262 Laura E. Corso de Estrada
34
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, sol: “ex parte ipsius viae inveniendae
[…] a virtutibus vitia virtutum speciem […] discernere”.
35
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, sol: “ne […] via quae de se apta est
ad finem, aliquo extrinseco impediatur”.
36
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, sol: “cautela vitiorum contrariorum,
quibus praecipue prudentia impeditur”.
37
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, sol: “ex parte ipsius hominis tenden-
tis in finem qui vias accommodas ad finem intentum invenire non potest”.
38
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, sol. Cfr. también Summa Theologiae,
II-II, q49, a3, ad3.
39
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, sol, donde asimismo Santo Tomás
discierne en la enumeración de partes que recoge de Andrónico, otras especies de partes de la
prudencia. Así, designa como partes potenciales: la eubulia o rectitud en la deliberación del me-
dio virtuoso, “solercia” [solertia], rectitud en el juicio súbito en materia especulativa (necesaria o
contingente) y práctica; las que junto con la parte integral referida supra, la “previsión” [provi-
dentia], conciernen a la prudencia en relación con el individuo que opera. Pues, considerando la
prudencia en tanto que se extiende a otros, Santo Tomás le asigna las partes que siguen aten-
diendo a la enumeración de Andrónico: a) como partes subjetivas: prudencia “militar” [militaris],
prudencia “económica” [oeconomica] o de la casa, y prudencia “política” [politica] o de la ciu-
dad; b) como partes potenciales: la ciencia “física” [physica], la “dialéctica” [dialectica] y la
“retórica” [rhetorica], en tanto que a partir de ellas la prudencia ordena a quienes deben ser ejer-
citados.
III. 3. Partes de la prudencia 263
40
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q48, a1, c.
41
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a2, sc: “Tullius ponit intelligentiam
partem prudentiae, et Macrobius intellectum, quod in idem redit”.
42
Cfr. Macrobio, Commentarium in Somnium Scipionis, I, 8, 7: “prudentiae ad rationis normam
quae cogitat quaeque agit universa dirigere”.
43
Cfr. Macrobio, Commentarium in Somnium Scipionis, I, 8, 7: “ratio, intellectus, circumspec-
tio, providentia, docilitas, cautio”.
44
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a7, ad3: “ad circumspectionem pertinet
considerare an sit conveniens fini secundum ea quae circumstant”; cfr. también c.
45
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a3, ad3: “nullus in his quae subsunt
prudentiae sibi quantum ad omnia sufficit”; cfr. también c.
264 Laura E. Corso de Estrada
46
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a5, c: “ad prudentiam necessarium est
quod homo sit bene ratiocinativus”.
47
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a5, ad1: “pro eius bono usu”.
48
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a8, c; en este caso y de un modo
equivalente al de su exposición de In III Sententiarum, d33, q3, a1, qla2, aduce la dificultad de
discernir el bien en el ámbito operativo donde puede verse impedido por el mal moral, y por
males que tengan la apariencia de bienes; de ahí el papel específico de la precaución en relación
con lo que puede impedir el acto prudencial.
49
En este sentido Santo Tomás expresa su divergencia de Andrónico de Rodas, cuya clasifica-
ción de la las partes de la prudencia también refiere en Summa Theologiae, I-II, q48, a1, ob1.
Pues sostiene que Andrónico identifica solercia y eustochia; y una y otra no son disposiciones
respecto de la misma materia; cfr. Summa Theologiae, II-II, q49, a4, c. En In III Sententiarum,
d33, q3, a3, y en Summa Theologiae, II-II, q48, a1, ob1, Tomás de Aquino enuncia la enumera-
ción aristotélica de partes de la prudencia: eubulia o buen consejo, synesis o rectitud de juicio en
lo operable, y gnome o rectitud de juicio en aquella materia que ofrece especial dificultad porque
excede lo prescripto por la ley; cfr. su tratamiento detenido del tema en II-II, q51, a1-a4 sobre las
partes potenciales de la prudencia; In Ethicam, VI, lect8 y lect9, a propósito de Ethica Nicoma-
chea, VI, 9, 1142 b 1 y ss.; VI, 10, 1142 b 35 y ss.
50
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a4, c.
51
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q49, a4, ad1, donde se observa que la soler-
cia no solamente cabe a la indagación del término medio en la demostración especulativa, sino
que se extiende al dominio de lo operativo; en relación con lo cual retoma el ejemplo que, en
efecto, da Aristóteles en el pasaje que lo ocupa, cuando dice que puede advertirse de qué modo se
manifiesta la solercia en el caso de un hombre que percibe con prontitud que dos hombres se
vuelven amigos a causa de su enemistad con otro; cfr. Posteriores Analíticos, I, 89, b 13 y ss.
III. 3. Partes de la prudencia 265
52
Alberto Magno examina el tema de las partes de la prudencia tomando como fuentes principa-
les del status quaestionis a partir del que debate el tema, las posturas del citado Tulio, junto a
Macrobio y Aristóteles. Cfr. Summa de bono, IV, q2: “Deinde quaeritur de partibus prudentiae”,
para detenerse en “tres divisiones philosophorum, scilicet Tulli, Macrobii et Aristotelis”, cuyas
posturas expone con precisión doctrinal: “Dicit enim Tullius in fine primae Rhetoricae: ‘Partes
prudentiae sunt memoria, intelligentia, providentia’. Macrobius autem Super somnium Scipionis
dicit: ‘Prudentiae insunt ratio, intellectus, circumspectio, providentia, docilitas, cautio’. Aristote-
les autem in fine I Ethicorum dicit intellectuales virtutes esse sapientiam, phronesim et intelligen-
tiam”.
53
San Alberto difiere de Santo Tomás en el modo de clasificar las partes asignadas por Cicerón
a la prudencia; cfr. por ejemplo, el pasaje de Summa de bono, IV, q2, a3, sol, donde clasifica la
inteligencia como “pars potestativa prudentiae”, y no como parte integral.
54
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, a2, sol: “memoria est pars prudentia, secundum
quod memoria cadit in rationem reminiscentiae […] oportet ipsam procedere inquirendo et sic
necesse est eam progredi a principio determinato et per media probabilia devenire in propositum
operabile; et ideo cum proceditur ex praeteritis, utitur memoria, secundum quod est pars reminis-
centiae”.
55
Cfr. nota al pie n° 52.
56
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, a3, ad3: “intelligentia non est sine collatione
praesentium”, passim.
57
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, a3, ad2: “intelligentia […] dicitur in compara-
tione ad memoriam et providentiam”.
266 Laura E. Corso de Estrada
en lo sutil de estas cosas que están en torno del propósito actual”58. Finalmente,
y en relación con la previsión, Alberto Magno sostiene su propiedad como parte
de la prudencia, en tanto que “ayuda en la elección de lo operable por vía de la
consideración de los hechos posibles del futuro”59. Pero precisa con fineza al
respecto que: “la providencia no procede respecto de lo futuro en tanto que se
halla en dependencia del libre albedrío, sino antes bien en cuanto es efecto o
secuela del hecho que la previsión supone”60.
En relación con esta consideración del tema, San Alberto expresamente se
pronuncia a favor del valor del testimonio ciceroniano del De inventione Rheto-
rica61 como fuente, diciendo que “Tulio toca las principales partes de la pruden-
cia, en las caules se perfecciona y es integrada toda su potestad”62. En tanto que
juzga que Macrobio, junto a otros: “no enuncian solo las partes de la prudencia,
sino también las condiciones de los actos, del modo, y del efecto que de un
modo general siguen a todas las partes de la prudencia”63.
La complejidad de la constitución de la prudencia justifica, como Santo To-
más sostiene, que le sean asignados “diversos géneros de partes” [diversa ge-
nera partium] a partir de consideraciones diversas de su naturaleza como virtud
y de su concreción en el plano operativo, lo cual puede conducir también al
dicernimiento de partes subalternas comprehendidas en algunas de las partes de
58
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, a3, sol: “Intelligentia enim est discretio et lu-
men, quod nascitur in animo ex penetratione subtili eorum quae circumstant praesens negotium”.
59
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, a4, sol: “providentia est pars prudentiae, iuvans
electionem operabilium ex consideratione futurorum possibilium”.
60
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, a4, ad1: “providentia non procedit in futurum,
ut est dependens a libero arbitrio, sed potius ut est effectus vel sequela facti, quod supposuit
providentia”.
61
Esto es, el pasaje reiteradamente citado del De inventione Rhetorica, II, 53, 160 sobre las
partes de la prudencia.
62
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, sol: “Tulius tangit partes prudentiae principales,
in quibus perficitur et integratur potestas eius tota”.
63
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, IV, q2, sol: “Macrobius autem et alii non tantum
ponunt partes prudentiae, sed etiam conditiones actus ex modo et effectus generaliter consequens
omnes partes prudentiae”. En este sentido, y sin pretender ingresar con ello en la complejidad del
análisis de San Alberto acerca del tema, considero pertinente subrayar su aportación en orden a la
noción de parte integral de una virtud –en este caso de la prudencia– que ofrece el pasaje citado,
en el que expresamente discierne en la constitución de dicha virtud lo que es conditio, de otras
consideraciones al respecto.
En la Summa de bono del Canciller Felipe hallamos una cita de Tulio en De officiis, I, 5, 15,
que caracteriza a la prudencia como “indagatio et inventio veri”, a propósito de su estudio sobre
los actos propios de la prudencia; cfr. II/C, I, q3.
III. 3. Partes de la prudencia 267
64
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q48, a1, ad1: “diversae assignationes diffe-
runt secundum quod diversa genera partium ponuntur, vel secundum quod sub una parte unius
assignationis includuntur multae partes alterius assignationis”.
CAPÍTULO 4
PARTES DE LA TEMPLANZA
1
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2: “Videtur quod partes temperantiae
male assignentur a Tullio in prima Rhetorica. Dicit enim quod partes temperantiae sunt continen-
tia, clementia et modestia”.
2
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 164: “Temperantia est rationis in libidinem
atque in alios non rectos impetus animi firma et moderata dominatio. Eius partes continentia,
clementia, modestia. Continentia est per quam cupiditas consilii gubernatione regitur; clementia
per quam animi temere in odium alicuius iniecti comitate retinentur; modestia, per quam pudor
honestus caram et stabilem comparat auctoritatem”.
3
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla1, ob1: “clementia, ut dicit Tu-
llius, est virtus per quam animus concitatus in odium alicuius, benignitate retinetur”; ob4: “Tu-
llius dicit quod modestia est pudor honestatis; puram et stabilem comparans auctoritatem”; sol:
“continentia […] ut dicit Tullius, est per quam cupiditas consilii gubernatione regitur”. En rela-
ción con la continencia como parte de la virtud de la templanza, Santo Tomás subraya su natura-
270 Laura E. Corso de Estrada
postura ciceroniana sobre las partes de la templanza, o bien para retomar sus
respectivas definiciones a propósito de cuestiones diversas 4. Así, en su tratado
de la templanza de Summa Theologiae recoge las definiciones de esta virtud
expuestas por Cicerón y por Ambrosio en sus respectivos De officiis para vincu-
lar, a través de la cita de Ambosio, los planos natural y sobrenatural de su
regulación sobre las pasiones del alma. Pues, según Santo Tomás sostiene: “a la
templanza pertenece el don de la medida, como dice Ambrosio en el De officiis,
I. Y Tulio dice en De officiis, I que pertenece a la templanza el calmar toda
perturbación del alma y moderar todas las cosas”5.
En un denso análisis sobre la índole de los afectos humanos, Santo Tomás
justifica en In III Sententiarum por qué la templanza es virtud principal o cardi-
nal y continencia, clemencia y moderación sus partes potenciales. Explica que
en las pasiones “es difícil retraer de la realización [del acto] y es fácil el reali-
zarlo”6 y, por ello, la templanza que versa sobre lo deleitable consiste principal-
mente “en retraer” [in retrahendo] en la materia de mayor dificultad en este
género, esto es, en las delectaciones del tacto7. Ahora bien, el movimiento de
los afectos tiene dos modos: “uno, por el que el afecto es inclinado a la pasión;
otro por el que por las pasiones del afecto mismo hay una inclinación a manifes-
taciones exteriores, que son signos de las pasiones interiores”8. En relación con
lo primero, Santo Tomás subraya que “el afecto inclina a seguir el bien propio o
el mal ajeno, en cuanto es contrario al bien propio”9, por lo que juzga correcta la
leza como virtud especial apelando a la comunidad de interpretación que advierte entre Cicerón y
Aristóteles en Ethica Nicomachea, VII, 9; 1152 b 35 y ss. donde, como más tarde sostendrá Tulio,
asigna a la continencia una materia comprehendida bajo la templanza.
4
En efecto, en Summa Theologiae, hallamos numerosos pasajes relativos a la templanza y sus
partes: II-II, q143, a1; a) sobre la clemencia: II-II, q157, a1, ob2 y ad2; II-II, q157, a3, sc; b)
sobre la modestia: II-II, q120, a2, ob3; II-II, q160, a1, sc; II-II, q160, a2, c; II-II, q161, a4, c; c)
sobre la continencia: II-II, q155, a2, ob3; II-II, q155, a4, sc.
5
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q141, a3, ob3: “ad temperantiam pertinet
moderationis gratiae, ut Ambrosius dicit, in I De officiis. Et Tullius dicit, in I De officiis quod ad
temperantiam pertinet omnis sedatio perturbationum animi, et rerum modus”. Y cfr. Ambrosio,
De officiis, I, 43; PL 16, 86 B.
6
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla1, sol: “difficile est retrahi a
prosecutione et facile est prosequi”.
7
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla1, sol.
8
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla1, sol: “Una qua affectus inclina-
tur per passionem; alia qua ex passionibus ipsius est inclinatio ad exteriores gestus, quae sunt
signa interioris passionis”.
9
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla1, sol: “Affectus autem inclinat ad
prosequendum vel bonum proprium […] vel malum alienum, inquantum est contrarium bono
proprio”.
III. 4. Partes de la templanza 271
10
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla1, sol.
11
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla3, sol, y la enumeración de partes
citada de Macrobio, en In III Sententiarum, d33, q3, a2, qla3: “Quidam Philosophus Graecus
ponit septem partes temperantiae, scilicet austeritatem, continentiam, humilitatem, simplicitatem,
ornatum,bonam ordinationem, per se sufficientiam”; cfr. también Summa Theologiae, II-II, q143,
a1, ob3, donde Santo Tomás identifica la enunciación de partes de la templanza asignada en In
Sententiarum, a cierto filósofo griego con la postura de Andronicus.
12
Cfr. en particular: Aristóteles, Ethica Nicomachea, 1118 b 1 y ss.
272 Laura E. Corso de Estrada
aunque “en algunas otras materias en las cuales no hay tanta dificultad”13. Como
en In III Sententiarum, en Summa Theologiae Tomás de Aquino acoge la distin-
ción ciceroniana de partes: continencia, clemencia y moderación bajo la clasifi-
cación de partes potenciales de la templanza, pero extiende la enumeración a un
conjunto de virtudes contenidas bajo la moderación tomando no solamente a
Andrónico sino también a Macrobio como fuente, y añade a las partes poten-
ciales junto a la división en tres partes de Cicerón, la humildad que también
recoge de la propuesta de Andrónico.
En el status quaestionis del locus de Summa Theologiae que ahora nos
ocupa, se presenta la enumeración de partes de la templanza de Macrobio, en su
Commentarium in somnium Scipionis: “moderación, discreción, abstinencia,
castidad, honorabilidad, moderación, parquedad, sobriedad, pudor”14, y asimis-
mo la de Andrónico que ya se ha expuesto en In III Sententiarum15, las que To-
más de Aquino confronta expresamente con la sentencia ciceroniana del De in-
ventione Rhetorica que ha presentado en primer término16. Pero en su respuesta
ante el problema, considera que “bajo la moderación, Tulio ha comprehendido
todas aquellas partes que pertenecen a la mesura respecto de los movimientos
corporales y de las cosas exteriores”17, introduciendo así con la incorporación
del aporte de Macrobio ciertas variaciones en su desarrollo paralelo de In III
Sententiarum18. Pues en Summa Theologiae incluye entre las partes potenciales
de la templanza, virtudes que siguen a la moderación: ya sea en relación con los
13
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q143, a1, c: “in quibus non est ita difficile”.
14
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8, 7, donde Macrobio describe esen-
cialmente la índole de la templanza que conviene a las virtudes políticas: “no se retrae en apetecer
nada y en nada se excede de la ley de la moderación, bajo el yugo de la razón doma las pasiones;
a la templanza siguen: modestia, discreción, abstinencia, castidad, honestidad, moderación, par-
quedad, sobriedad, pudor”, “temperantiae, nihil appetere paenitendum, in nullo legem moderatio-
nis excedere, sub iugum rationis cupidditatem domare; temperantiae sequuntur modestia, vere-
cundia, abstinentia, castitas, honestas, moderatio, parcitas, sobrietas, pudicitia”.
15
Cfr. supra, nota al pie n° 11.
16
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q143, a1, ob4: “Macrobius, Super somnium
Scipionis, ponit multo plures temperantia partes: dicit enim quod temperantiam sequitur modestia,
verecundia, abstinentia, castitas, honestas, moderatio, parcitas, sobrietas, pudicitia. Andronicus
etiam dicit quod familiares temperantiae sunt austeritas, continentia, humilitas, simplicitas, orna-
tus, bona ordinatio, per se sufficientia”, y prosigue con el objeto de compulsar estas sentencias
sobre las partes de la templanza con la de Cicerón que ha expuesto en ob1: “Videtur igitur insuf-
ficienter Tulius enumerasse temperantiae partes”.
17
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q143, a1, ad4: “Tullius sub modestia
comprehendit omnia illa quae pertinent ad moderationem corporalium motuum et exteriorum
rerum”.
18
Cfr. supra, nota al pie n° 11.
III. 4. Partes de la templanza 273
19
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q143, a1, c: “motus interior in aliquid ten-
dens est motus spei, et audaciae […] et hanc motum moderatur sive refrenat humilitas”.
20
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q143, a1, c: “Praeterea, Macrobius, Super
Somnium Scipionis, ponit multo plures temperantiae partes: dicit enim quod temperantiam se-
quitur modestia, verecundia, abstinentia, castitas, honestas, moderatio, parcitas, sobrietas, pudi-
cia”.
21
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 164.
22
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, III, q1: “De temperantia in se”, a1: “Quid sit temperan-
tia secundum deffinitiones eius”, ob1: “Dicit igitur Tullius in fine prima Rethoricae: Temperantia
est in libidinem atque in alios non rectos impetus animi firma et moderata dominatio”.
274 Laura E. Corso de Estrada
23
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, III, q1, a1, a1, sol: “Dicendum, quod prima deffinitio,
quae est Tulli, data est de virtute temperantiae, quae est civilis et assuetudine perficitur. Et datur
per ea quae exiguntur ad cognitionem virtutis, quae sunt actus et materia et ratio medii et ratio
difficilis, quia circa difficile est ras et virtus”.
24
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, III, q1, a1, sol: “Actus autem importatur per ‘dominium
vel dominationem’, ratio autem medii per ‘moderationem’, ratio vero difficilis per hoc quod dicit
‘firma’, et materia specialis per ‘libidinem’; generalis autem importatur per hoc quod dicit ‘et
alios illicitos impetus’”. A continuación San Alberto repara en la amplitud que Cicerón confiere a
la materia de la templanza en relación con otros filósofos, en cuanto no la ciñe al tacto y al gusto.
Santo Tomás se detiene en una cuestión aneja por el mismo motivo, cuando en Summa Theolo-
giae, II-II, q155, a2, ad3, observa en relación a la continentia que Cicerón parece haber tomado
este término bajo una significación más amplia en tanto que no ciñe su materia al tacto, conside-
rando entonces una noción no estricta [stricte] de continencia.
25
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, III, q1, a1, ob1: “ex verbis Macrobii, quid sic dicit:
Temperantia est nihil appetere paenitendum, in nullo legem moderationis excedere, sub iugo
rationis cupiditatem domare”. Definición que San Alberto también recoge en cuanto que expresa
el orden que es propio de la templanza. Esto es: en cuanto a la materia que a ella subyace respecto
de la que no debe haber exceso, en cuanto a la forma específica del acto que consiste en la me-
dida, y en relación con su sujeción al orden racional que establece la medida, cfr. q1, a1, sol.
26
Felipe el Canciller, Summa de bono, II C.III, q1, st.q.: “Deffinitur autem secundum philosop-
hos ita: ‘Temperantia est in illicitos animi impetus firma et discreta dominatio’”; en la edición
crítica se identifica al pie el pasaje ciceroniano al que responde la cita del Canciller, que no iden-
tifica su cita de un modo expreso con la autoría ciceroniana, sino la de philosophos como se
indicó supra. Parece de interés indicar también que esta concepción de la temperantia como la
III. 4. Partes de la templanza 275
virtud que “domina” [dominat] “movimientos no rectos del alma” [motus illicitos] es una tesis de
cita recurrente y regularmente aceptada como expresión de una noción amplia y no estricta de
templanza, como se aprecia también en Guillermo de Auxerre, Summa aurea, III, 21, st.q.
27
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II C.III, q1, sol: “definitio illa non est data per
essentiam sed per causam disponentem aut efficientem. Dominatio enim rationis efficit refrena-
tionem cupiditatis in concupiscibili vel disponit ad eam”; cfr. también ss.
28
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II C.III, q1, sol: “Unde Tullius, De officiis: Duplex
est vis, una ratio altera appetitus […] rationis est dominari, appetitus obtemperare”.
29
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 28, 101: “Duplex est enim vis animorum atque natura: una pars in
appetitu posita est, quae est horme Graece, quae hominem huc et illuc rapit, altera in ratione, quae
docet et explanat quid faciendum fugiendumque sit. Ita fit ut ratio praesit, appetitus obtemperet”.
La continuidad lingüística permite advertir la propiedad de la cita del Canciller en su Summa en
relación con el pasaje del De officiis, cuando el autor medieval enuncia: “Unde Tullius, De offi-
ciis: Duplex est vis, una ratio altera appetitus, quae animum rapit; rationis est dominari, appetitus
obtemperare”.
276 Laura E. Corso de Estrada
ciencia de estas cosas que son realizadas o dichas en el lugar que es debido”30,
lo que ejemplifica con el caso que evoca Cicerón en el mismo locus en relación
con la propiedad y la impropiedad que puede convenir a una misma expresión
en circunstancias diversas 31. Pero allí también trae a colación la clasificación
ciceroniana acerca del decoro en De officiis: a) el que cabe “a todo lo honora-
ble” y que, por ende, está presente en toda virtud32, por lo que tiene gran ampli-
tud en su predicación, b) el que “es de tal manera conforme con la naturaleza
que en él aparecen unidas la moderación y la templanza”33, y que concierne al
tema del Canciller en este pasaje de su Summa; pues hay asimismo, un tercer
modo: c) relativo al modo como los poetas vinculan los personajes que crean y
sus caracteres 34.
30
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II.C.III, q5: “Tullius dicit De officiis: ‘Modestia est
scientia earum quae aguntur aut dicuntur rerum loco suo collocandarum’”; la formulación del
Canciller enuncia con propiedad la afirmación ciceroniana del De officiis, I, 40, 142: “modestia
sit scientia rerum earum quae agentur aut dicentur loco suo conlocandarum”.
31
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 40, 144, donde se ejemplifica sobre el ordo de la conducta con el
caso de la exclamación a que diera lugar un subordinado de Pericles al mando del ejército y ante
un joven soldado, y que no habría sido reprensible si la misma manifestación hubiese tenido lugar
en una competencia atlética.
32
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 27, 95: “Quare pertinet ad omnem honestatem hoc quod dico
decorum […] est cum virtute confusum”.
33
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 27, 96: “quod ita naturae consentaneus sit ut in eo moderatio et
temperantia appareat”.
34
Cfr. sobre este tercer modo de decoro: Cicerón, De officiis, I, 28, 97; y sobre sus tres modali-
dades en relación con el testimonio ciceroniano: Felipe el Canciller, Summa de bono II.C.III q.5,
sol.
CAPÍTULO 5
PARTES DE LA FORTALEZA
1
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, st.q.: “Videtur quod partes fortitudi-
nis male assignentur a Tulio. Assignat enim has partes: magnificentiam, fidentiam, patientiam,
perseverantiam”.
2
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 163: “Fortitudo est considerata periculorum
susceptio et laborum perpessio”.
3
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 163: “Magnificentia est rerum magnarum et
excelsarum cum animi ampla quadam et splendida propositione cogitatio atque administratio”.
4
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 163: “fidentia est, per quam magnis et honestis
in rebus multum ipse animus in se fiduciae certa cum spe collocavit”.
5
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 163: “patientia est honestatis aut utilitatis causa
rerum arduarum ac difficilium voluntaria ac diuturna perpessio”.
6
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 163: “perseverantia est in ratione bene conside-
rata stabilis et perpetua permansio”.
278 Laura E. Corso de Estrada
7
En otros pasajes de la Summa Theologiae, Tomás de Aquino apela a la definición ciceroniana
de fortaleza del De inventione Rhetorica, enunciada supra, cfr: II-II, q123, a3, ob2 y ad3; a9, ob1;
a11, ob2.
8
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 24, 53: “intelleges eam stomacho non egere”.
9
Cfr. Tomás de Aquino, De malo, q12, a1, ob6: “Tullius etiam dicit in IV de Tusculanis
quaestionibus: Fortitudo non indiget advocata iracundia; satis suis armis munita perfecta est”; cita
que si bien no corresponde textualmente al escrito ciceroniano vertido, es asimilable a su signifi-
cación.
10
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 24, 53: “Crysippus: Fortitudo est, inquit, ‘scientia
rerum perferendarum vel adfectio animi in patiendo ac perferendo summae legi parens sine ti-
more’”.
11
Cfr. Tomás de Aquino, De malo, q12, a1, ob12: “sicut Tullius dicit in IV de Tusculanis
quaest., passiones sunt quidam morbi animae”.
III. 5. Partes de la fortaleza 279
12
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 6, 11: “Est igitur Zenonis haec definitio, ut
perturbatio sit, quod páthos, ille dicit, aversa a recta ratione contra naturam animi commotio”.
13
Cfr. Cicerón, Tusculanae disputationes, IV, 5, 10.
14
Cfr. Tomás de Aquino, De malo, q12, a1, ob12.
15
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q129, a7, sc: “Tullius dicit, in I De offic.
quod ad magnanimum pertinet ‘neque perturbationi animi, neque homini, neque fortunae suc-
cumbere’”.
16
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 20, 66: “cum persuasum est nihil hominem nisi quod honestum
decorumque sit aut admirari aut optare aut expetere oportere, nullique neque homini neque per-
turbationi animi nec fortunae succumbere”.
17
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 20, 66: “res geras magnas illas quidem et maxime utiles, sed vehe-
menter arduas plenasque laborum et periculorum cum vitae, tum multarum rerum quae ad vitam
pertinent”.
280 Laura E. Corso de Estrada
18
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 20, 67: “Nam et ea quae eximia plerisque et praeclara videntur
parva ducere eaque ratione stabili firmaque contemnere fortis animi magnique ducendum est, et
ea quae videntur acerba, quae multa et varia in hominum vita fortunaque versantur, ita ferre ut ni-
hil a statu naturae discedas, nihil a dignitate sapientis, robusti animi est magnaeque constantiae”.
19
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q128, a1, ob1: “Tullius enim in sua Rheto-
rica, ponit fortitudinis quatuor partes: scilicet magnificentiam, fiduciam, patientiam et perseve-
rantiam”.
20
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q128, a1, ob4: “Praeterea, patientia, secun-
dum Tullium, importat ‘difficilium perpessionem’: quod etiam ipse attribuit fortitudini”.
21
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, sol: “partes quas Tullius assig-
nat, sunt partes potentiales inquantum participant aliquid de materia fortitudinis”.
22
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, sol: “in quibus consistit
difficultas ex aggresione alicuius ardui, vel ex sustinentia difficilis, aliquid de fortitudinis partici-
pant”.
III. 5. Partes de la fortaleza 281
23
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla3, sol: “a fortitudine deficiunt
quantum ad difficultatem materiae”.
24
Santo Tomás indica en In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, ad1, que aunque la magnificen-
cia tiene en común con la liberalidad su materia, sin embargo se subordina a la fortaleza “en el
modo” [in modo].
25
En Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, ad2, Santo Tomás introduce
algunas precisiones que parecen desplazar la confianza y la esperanza que ésta conlleva hacia su
clasificación como partes integrales de la fortaleza como virtud cardinal. Lo que es pertinente en
su análisis, cuando lo justifica diciendo que ello responde a que se relacionan con ella “al modo
de ciertas condiciones del fuerte” [ut quaedam conditiones fortis].
26
Cfr. también, Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, ad4, donde se distin-
gue la perseverancia como virtud especial, según ha sido descripta supra, esto es: porque tiene
una materia en común con la fortaleza, lo que es grande y arduo, de la perseverancia en cuanto
designa de un modo general la continuidad en la realización de la virtud, y se halla presente en los
actos de todas las virtudes.
27
Cfr. también, Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, ad3. Cfr. los lugares
ya citados de Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 163; Tomás de Aquino, In III Sententia-
rum, d33, q3, a3, qla1, sol, cfr. también ad3.
282 Laura E. Corso de Estrada
28
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla2, st.q.
29
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8, 7: “fortitudinis animum supra
periculi metum agere nihilque nisi turpia timere, tolerare fortiter vel adversa ver prospera”.
30
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla2, sol.
31
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla2, sol.
32
Santo Tomás se refiere al citado Andrónico en In III Sententiarum, de un modo genérico
como “cierto filósofo griego” [quidam philosophus graecus], a saber: “eupsychia”, “lema”,
“magnanimidad” [magnanimitas], “virilidad” [virilitas], “perseverancia” [perseverantia], “mag-
nificencia” [magnificentia], “andragathia”; cfr. d33, q3, a3, qla4, st.q.
33
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla4, sol: “tendit ad magna in com-
munitatibus facienda”. De ahí que Santo Tomás reflexione acerca de sus vínculos con la
III. 5. Partes de la fortaleza 283
Santo Tomás añade una cuarta postura a las expuestas en relación con las
partes potenciales de la fortaleza, la que se diferencia de las precedentes porque
enuncia partes potenciales que no se distinguen de la virtud principal por la
dificultad de la materia, sino “en cuanto a la rectitud del motivo”34. Tal posición
es la de Aristóteles en Ethica Nicomachea (III, 8, 1116 a 16 y ss.), donde se
expone acerca de cinco modalidades del valor que Santo Tomás recoge en In III
Sententiarum: “fortaleza civil” [fortitudo civilis], “militar” [militaris], valor
“por ira o por tristeza” [ex furore vel tristitia], “por experiencia” [ex experien-
tia], y “por ignorancia” [ex ignorantia]35. En su análisis del tema el escolástico
explica que el motivo del acto de fortaleza puede ser triple: la intención del bien
o la rectitud moral, la remoción de lo que causa dificultad para la realización del
acto de fortaleza, y pasiones como la ira, el temor, o la desesperación. Atento a
la primera clase de motivo, recoge de la clasificación aristotélica enunciada el
caso de la fortaleza civil o política: por la que el acto de fortaleza tiene por ob-
jeto el bien mismo al que se ordena el acto y para consecución del cual se
enfrentan condiciones de peligro, esto es –y como Aristóteles explicita al res-
pecto–, los ciudadanos obran por celo de las leyes, por la honra que ello com-
porta y por rechazo a la deshonra36. Santo Tomás vincula la segunda clase de
motivo del acto de la fortaleza, con la modalidad de valor por ignorancia y con
la fortaleza militar, conforme a la clasificación de Aristóteles; pues en uno y
otro caso se remueve la magnitud del peligro, sea por falta de conocimiento de
su gravedad, sea por la intensidad del afán de victoria. Y respecto de la fortaleza
militar distingue otras dos modalidades: la que se lleva a cabo por el arte militar
mismo, o por la experiencia de sucesivas victorias, como también Aristóteles
liberalidad, si bien ésta es perfectiva en vistas a un bien singular, y con la materia de la justicia, si
bien considera correcta su subordinación a la fortaleza en cuanto al modo; cfr. a3, qla4, ad3.
Según Tomás de Aquino examina la eupsychia es equivalente a la constancia porque, como en la
clasificación de Macrobio, designa el “vigor del alma” [robur animae] en la realización de la obra
virtuosa; y lema parece equivalente a la tolerancia que enuncia Macrobio, o a la paciencia en la
clasificación ciceroniana, pues es perfectiva para “sobrellevar y resistir” [tolerare et sustinere]
con prontitud ante las circunstancias, en vistas a la conformidad con el juicio recto. Magnanimi-
dad y virilidad son presentadas como equivalentes a las dos formas de confianza que enunciara
Macrobio, la primera, respecto de objetos de gran magnitud, la segunda respecto de objetos de
menor dificultad. Asimismo, como Macrobio, Andrónico también enuncia entre las partes de la
fortaleza: la perseverancia, para “permanecer” [immanendum] en lo que es debido, y no hacerlo
con respecto a lo que no lo es o a las que son indiferentes, y la magnificencia, que perfecciona
confiriendo “grandeza” [elatio].
34
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla3, sol: “quantum ad rectitudinem
motivi”.
35
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla3, st.q.
36
Cfr. Aristóteles, Ethica Nicomachea, III, 8, 1116 a 20 y ss.
284 Laura E. Corso de Estrada
37
Cfr. Aristóteles, Ethica Nicomachea, III, 8, 1116 a 20 y ss.; 1116 b 4 y ss.; Tomás de Aquino,
In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla3, ad2.
38
Cfr. Aristóteles, Ethica Nicomachea, III, 8, 1116 b 24 y ss.
39
En efecto, en las objeciones 2, 3 y 4: expone una argumentación en relación con la confianza,
en tanto que en la objeción 3 introduce a la magnificencia, y en la objeción 5, a la perseverancia.
40
Como se recordará en In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, ad2, Santo Tomás ya sugiere que
la confianza, la esperanza, y otras partes de esta virtud, “también pueden denominarse de algún
modo como partes integrales de la fortaleza”, “etiam possent dici aliquo modo partes quasi inte-
grales fortitudinis”, como en Summa Theologiae, conforme se indica supra, expresamente dis-
cierne en corpus del artículo; cfr. nota al pie n° 20.
III. 5. Partes de la fortaleza 285
que, en relación con materias de menor dificultad, estas mismas virtudes podrán
considerarse “virtudes distintas de la fortaleza según la especie”41, y por consi-
guiente anejas a ella como virtudes secundarias a la principal; es decir: al modo
de las partes potenciales, como sostuviera en In III Sententiarum.
De modo equivalente, y en relación con el acto propio de la fortaleza que
consiste en resistir las dificultades para la realización del acto virtuoso, la
paciencia y la perseverancia enunciadas por Cicerón, constituyen partes integra-
les de la fortaleza. En cambio, en relación con objetos de menor dificultad, po-
drán constituirse como virtudes distintas de la fortaleza, anejas a ella como
virtudes secundarias a la principal 42 y, por ende, al modo de partes potenciales,
como sostuviera en In III Sententiarum.
La recepción de la postura ciceroniana sobre las partes de la fortaleza en este
passus de Summa Theologiae que ahora nos ocupa, no desdibuja la atención que
Tomás de Aquino concediera en In III Sententiarum a la postura ciceroniana.
Aún más, en Summa Theologiae emplea como vía probatoria de la corrección
de las posturas de Macrobio y de Andrónico su similitud con la ciceroniana43.
Así, concluye acerca de su propiedad en tanto que las partes de la virtud de la
fortaleza por estos propuestas “se reducen a las cuatro [partes] principales que
enuncia Tulio”44. Santo Tomás sostiene que, en rigor, Macrobio enuncia las
cuatro partes de la fortaleza sobre las que expusiera Cicerón en De inventione
Rhetorica; pues conforme a su análisis de la cuestión, la paciencia y la perseve-
rancia en la enumeración ciceroniana son equivalentes a la tolerancia y a la
firmeza en la de Macrobio. Sin embargo Santo Tomás advierte que Macrobio
añade la magnanimidad y la seguridad como partes de la confianza45. Explica
que la esperanza que presupone el apetito “hacia grandes cosas” [in magna], lo
cual es propio de la magnanimidad, también conlleva “la certeza” [certitudo]
41
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q128, a1, c: “virtutes distinctae a fortitudine
secundum speciem”; cfr. también ad1, ad2 y ad3.
42
Cfr. también en Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q128, a1, ad4 y ad5.
43
Por otra parte, hace manifiesto que la clasificación aristotélica sobre las modalidades del valor
no es pertinente como expresión de partes integrales o subjetivas de la fortaleza; cfr. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, II-II, q128, a1, c.
44
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q128, a1, ad6: “ad quatuor principales redu-
cuntur quas Tullius ponit”.
45
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q128, a1, ad6, donde expresa una divergen-
cia respecto de su postura en In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla1, sol, donde afirma, que la
“fidentia” [confianza] que propusiera Tulio, se subdivide en la clasificación de Macrobio en:
“magnanimitas” [magnanimidad] respecto de grandes objetos, y en “fiducia” [confianza] respecto
de objetos de menor jerarquía; pero no en magnanimidad y en seguridad como hemos expresado
supra, p. 280.
286 Laura E. Corso de Estrada
46
En este sentido podemos advertir también una divergencia con lo expuesto en In III Sententia-
rum, d33, q3, a3, qla1, sol, donde Tomás de Aquino presenta la constancia y la firmeza como
partes de la fortaleza.
47
Hallamos también en este pasaje de Summa Theologiae, algunas diferencias con lo expuesto
en In III Sententiarum, d33, q3, a3, qla4, sol, pues allí Santo Tomás presenta: la eupsychía como
equivalente a la constancia.
48
No sostiene Tomás de Aquino aquí una postura que parece más precisa de la que enunciara en
In III Sententiarum, d33, q3, qla3, sol, donde había afirmado que tales modalidades del valor se
distinguen de las propuestas de Cicerón y de Macrobio por apartarse de la fortaleza en cuanto a la
rectitud del motivo, y no por la menor dificultad en la materia, si bien bajo tal respecto pueden
considerarse de algún modo partícipes de la virtud de la fortaleza.
III. 5. Partes de la fortaleza 287
cosas externas”49, y asimismo otro texto de este escrito en el que el romano dice
que es propio del fuerte: “soportar estas cosas que se presentan penosas […] de
tal manera que no te apartes en nada de la condición de [tu] naturaleza, en nada
de la dignidad del sabio”50; y asimismo retoma en otros contextos su postura
acerca de la denominación de sus partes 51.
49
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 20, 66: “in rerum externarum despicientia”. Santo Tomás evoca
este pasaje, como se indicó supra (p. 128), en Summa Theologiae, II-II, q128, a8, ob2: “dicit enim
Tullius, in I De officiis, quod ‘magnus animus in externarum rerum despicientia commendatur’”.
50
Cicerón, De officiis, I, 20, 67. Pasaje que Santo Tomás recoge en el locus citado de Summa
Theologiae, II-II, q129, a8, ob3: “ibidem Tullius subdit quod ad magnum animum pertinet ‘ea
quae videntur acerba ita ferre ut nihil a statu naturae discedat, nihil a dignitate sapientis’”. En
relación con la magnanimidad, cfr. asimismo: Summa Theologiae, II-II, q129, a5, ob1; a6, sc y
ad3; q131, a2, sc.
51
Cfr. sobre la magnificencia: Summa Theologiae, II-II, q134, a4, sc; sobre la paciencia: II-II,
q136, a5, c; sobre la perseverancia: II-II, q137, a1, ob3; a2, sc; q138, a2, sc.
52
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, II, q1, “De partibus fortitudinis”: “Sequitur quaerere de
partibus fortitudinis, quae enumerantur a Tullio in fine primorum Rhetoricorum sic dicente: For-
titudinis partes sunt maagnificentia, fidentia, patientia, perseverantia”.
53
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, II, q1, a11, sol: “non constringatur per metum, et
certitudine quadam sive securitate non succumbendi, sed propulsandi arduum et vincendi”.
54
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, II, q1, a11, sol.
55
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, II, q1, a11, sol.
288 Laura E. Corso de Estrada
de tales partes, y a propósito de ello determina que si bien no son partes propia-
mente subjetivas, “convienen con las partes subjetivas en esto: en que reciben
predicación del todo”56 de modos diversos y conforme a la ordenación entre las
mismas que hemos referido inmediatamente supra. Pero asimismo concede que
de algún modo pueden clasificarse como partes integrales, si se consideran par-
tes de un todo “integrado por virtudes parciales consecuentemente ordenadas”57.
En el status quaestionis que concierne a su examen sobre la naturaleza de la
fortaleza como virtud, el Canciller Felipe tiene en cuenta la definición cicero-
niana del De inventione Rhetorica: “Tulio la define así, ‘la fortaleza es enfrenta-
miento racional de las cosas más atemorizantes con firmeza consecuente ante
ellos’”58. Definición que no sigue con exactitud textual el pasaje ciceroniano
aludido59, pero que recoge las notas esenciales que se asignan en él a dicha vir-
tud. Al explicitar la definición citada el Canciller indica, como hemos apreciado
en las exposiciones de Alberto Magno y Tomás de Aquino, que “el acto de la
fortaleza es doble”; y su exposición evoca análisis posteriores cuando indica
que dicho acto puede considerarse “según lo anterior y lo posterior” en dicha
virtud, esto es: por un lado, “enfrentar las cosas más atemorizantes” y, por otro,
“resistir a las pasiones”60.
El Canciller parece distinguir dos aspectos en la definición ciceroniana ex-
puesta: por una parte una consideración de la fortaleza “por la causa material”
[per causam materialem], en tanto que “enfrentar es acto material” y “resistir
del modo debido es el acto completivo”61, si bien cuando se apela a la firmeza
de la resistencia del acto se define “casi por la forma” [per formam vel quasi],
pues ésta es “la principal disposición en el resistir”62. Reviste interés su fino
56
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, II, q1, a10, ad1: “non sunt partes subiectivae, sed con-
veniunt cum partibus subiectivis in hoc, quod recipiunt praedicationem totius”; cfr. también sol.
57
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, II, q1, a10, ad2: “integratum ex virtutibus partialibus
consequenter ordinatis”. Tiene interés mencionar que, en el mismo locus, a11, sol, San Alberto
toma también en cuenta la enunciación de partes de la fortaleza de Macrobio, respecto de las que
se pronuncia sosteniendo que son “partes de partes” [partes partium] y explicitando su reducción
a la enumeración ciceroniana.
58
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q1, st.q.: “Tullius autem ita definit: ‘Forti-
tudo est rationalis aggressio terribilium cum constanti eorundem perpessione’”.
59
Cfr. el pasaje ya citado de Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 163.
60
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q1, sol: “nam cum duplex sit actus secun-
dum prius et posterius fortitudinis, scilicet aggredi terribilia et sustinere passiones, aggredi est
actus materialis, sustinere debito modo est actus completivus”.
61
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q1, sol: “aggredi est actus materialis,
sustinere debito modo est actus completivus”.
62
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q1, sol: “est principalis dispositio in
sustinendo”.
III. 5. Partes de la fortaleza 289
63
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q3, st.q.: “fortitudinis virtutis non est
actus principalis actus qui dicitur irasci, sed aggredi et sustinere”, passim.
64
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q3, sol: “Dicitur actus principalis stricte a
quo denominatur virtus […] et sic est principalis aactus vis rationalis discernere inter bonum et
malum et eligere bonum a malo”.
65
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q3, ad4.
66
Cfr. Cicerón, De officiis I, 20, 66: “fortis animus et magnus duabus rebus maxime cernitur,
quarum una in rerum externarum despicientia […]. Altera est res, […] res geras magnas illas
quidem et maxime utiles, sed vehementer arduas plenasque laborum et periculorum”.
67
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q3, ad6.
68
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q3, q7-q9.
69
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II, II.C.II, q3, q7, sol: “sed dispositiones secundum
prius et posterius ordinate ad perfectam virtutem”.
CAPÍTULO 6
PARTES DE LA JUSTICIA
1
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1: “Videtur quod partes iustitiae
male assignentur a Tullio. Assignat enim iustitiae sex species quae sunt, religio, pietas, gratia,
vindicatio, observantia, veritas”.
2
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “Iustitia est habitus animi communi utili-
tate conservata, suam cuique tribuens dignitatem”.
3
Cfr. Parte Primera y Parte Segunda.
4
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “Eius initium est ab natura profectum;
deinde quaedam in consuetudinem ex utilitatis ratione venerunt; postea res et ab natura profectas
et ab consuetudine probatas legum metus et religio sanxit. Naturae ius est, quod non opinio ge-
nuit, sed quaedam in natura vis insevit, ut religionem, pietatem, gratiam, vindicationem, obser-
vantiam, veritatem”.
292 Laura E. Corso de Estrada
leza superior, que se designa divina”5. “La piedad, aquélla por la cual se tributa
un deber benevolente y un respeto fervoroso a quienes estamos unidos por los
lazos de la sangre y de la patria”6. “La gratitud, aquella en la cual se hallan
contenidos los testimonios de la amistad y de los servicios de otro y la voluntad
de retribuirlos”7. “La vindicación, aquélla por la cual se rechaza la violencia o la
afrenta, y todo lo que, de un modo general es un perjuicio, en actitud de defensa
o de castigo”8. “El respeto, aquélla por la cual son juzgados dignos de cierta
distinción y honor los hombres que nos preceden en alguna dignidad”9. Final-
mente, “la verdad, por la cual se expresan sin alteración alguna las cosas que
son, las que han sido y las que serán”10.
Tras su exposición sobre las partes de la virtud de la justicia, en cuanto tie-
nen su origen en el ius naturae, Cicerón considera los rasgos del “derecho por
costumbre” [ius consuetudine], para sostener que es fruto del desarrollo que el
ejercicio continuado causa en el derecho que procede de la naturaleza, o de la
aprobación de antiguas costumbres por parte de la comunidad. Y tal ius que
tiene su fuente en la “ley” [ius lege], se expresa en el escrito que se da a conocer
al pueblo para que sea observado 11.
En su consideración del tema en In III Sententiarum, el escolástico comienza
por establecer la naturaleza de la “moderación” [moderatio] en las operaciones
sobre las que versa la justicia, a diferencia de virtudes ya consideradas, como la
fortaleza y la templanza, cuya materia son pasiones intrínsecas. Pues, la índole
de tal moderación en la virtud cardinal de la justicia, no se establece “por la
relación de la operación con el mismo que opera”12, sino “por la relación con
5
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “Religio est, quae superioris cuiusdam
naturae, quam divinam vocant, curam caerimoniamque affert”.
6
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “pietas, per quam sanguine coniunctis
patriaeque benivolum officium et diligens tribuitur cultus”.
7
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “gratia, in qua amicitiarum et officiorum
alterius memoria et remunerandi voluntas continetur”.
8
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “vindicatio, per quam vis aut iniuria et
omnino omne, quod obfuturum est, defendendo aut ulciscendo propulsatur”.
9
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “observantia, per quam homines aliqua
dignitate antecedentes cultu quodam et honore dignantur”.
10
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 53, 160: “veritas, per quam immutata ea, quae sunt
aut fuerunt aut futura sunt, dicuntur”.
11
Cfr. Cicerón, De inventione Rhetorica, II, 54, 162.
12
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “per comparationem
operationis ad ipsum operantem”.
III. 6. Partes de la justicia 293
13
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “per comparationem ad
alium”.
14
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol.
15
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “non secundum totum
salvatur, sed secundum aliquid”.
16
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “aliquid de modo ejus
participans”.
17
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “reducitur ad iustitiam ut
pars potentialis”.
18
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “non tamen tantum”.
19
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “quia reddunt quod debent
et ex obligatione legis, sed non quantum, quia impossibile est”.
20
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, ad1 y ad 2, donde se extiende
sobre los rasgos propios de las virtudes de la religión y de la piedad en tanto no constituyen partes
subjetivas en sentido propio de la virtud de la justicia, ya que no realizan en sus respectivos actos
294 Laura E. Corso de Estrada
la adecuación que es propia de la justicia, reiterando a la vez su proximidad con ella como partes
potenciales.
21
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “non ex necessitate legis,
sed quadam honestate”.
22
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “aliquantulum magis dis-
tant a vera iustitia”.
23
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, ad4, donde explicita la índole
propia de la vindicación en tanto restituye el castigo que cabe a alguien conforme al derecho, esto
es, conforme a la adecuación que conviene a la justicia, y no por un deseo de venganza.
24
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol: “partes subiectivae verae
iustitiae, quia vindicatio reddit malum debitum, observantia autem bonum ad quod se obligavit”.
25
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a5, ob4: “Propter iustitiam intermittuntur
omnes alias virtutes, ut probat Tullius in I De officiis”.
26
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d35, q1, a4, qla1, ob1: “Tullius enim, in libro De
officiis, probat praeminentiam iustitiae ad alias virtutes; quia propter exercitium actus eius, actus
aliarum intermittuntur”.
27
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 7, 20 y ss.
28
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 43, 152.
III. 6. Partes de la justicia 295
29
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 43, 155: “intelligitur studiis officiisque scientiae praeponenda esse
officia iustitiae, quae pertinent ad hominum utilitatem, qua nihil homini esse debet antiquius”.
30
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 43, 153: “Princeps omnium virtutum illa sapientia quam sophiam
Graeci vocant”.
31
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 43, 153.
32
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 43, 153: “Placet igitur aptiora esse naturae ea officia quae ex
communitate quam ea quae ex cognitione ducantur”.
33
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d35, q1: “De vita activa et contemplativa”.
34
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q2, a5, ad4: “per comparationem privati boni
[…] ad commune bonum”. En In III Sententiarum, d35, q1, a4, qla1, ad1, también se ocupa de
esta tesis ciceroniana, y allí concede la suspensión de la vida contemplativa por necesidades de la
vida activa, pero “no en absoluto” [non simpliciter], es decir: “en razón de su servicio” [ratione
utilitatis], o “en razón de su dignidad” [ratione dignitatis], sino en relación “con cuestiones tem-
porales” [ad tempus].
35
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, ob1. Sobre la religión: d9, q1,
a1, qla4, sc1; sobre la piedad: d34, q3, a2, qla1, ob3; sobre la vindicación: IV, d14, q1, a1, qla5,
sc1; sobre la verdad: IV, d46, q1, a1, qla, ob2.
296 Laura E. Corso de Estrada
36
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q80, a1, ob1: “Tullius enumerat sex: scilicet
‘religionem, pietatem, gratiam, vindicationem, observantiam, veritatem’”.
37
Cfr. Sobre la religión: Summa Theologiae, I-II, q99, a3, ob2: “Divinus cultus est actus virtu-
tis, scilicet religionis, quae ut Tullius dicit in sua Rhetorica, divinae naturae cultum caeremo-
niamque affert”; I-II, q99, a5, ob1; II-II, q81, a1, sc: “Tullius dicit in II Rhetorica quod religio est
quae superioris naturae, quam divinam vocant, curam caeremoniamque affert”; II-II, q81, a5, ob2;
II-II, q89, a4, ob2; II-II, q92, a1, ob2; II-II, q186, a1, ob2; In de Trinitate, q2, lect1, q1, a2, ob1:
“Sed cultus Dei est actus religionis, ut patet per definitionem Tullii, qui dicit quod religio est quae
cuidam superiori naturae, quam divinam vocant, cultum caeremoniamque affert”; In de Trinitate,
q2, lect1, q1, a2, sc1; Liber contra impugnantes Dei cultum et religionem: “Tullius religionem
definit in Veteri Rhetorica dicens: religio est quae superiori cuidam naturae, quam divinam
vocant, curam caeremoniamque affert”. Sobre la piedad: I-II, q60, a3, ad2: “Tullius ponit unam
specialem virtutem, pietatem, quae ordinat ad bonum patriae”; II-II, q101, a1, sc: “Tullius dicit in
sua Rhetorica quod pietas est per quam sanguine iunctis patriaeque benevolis officium et diligens
tribuitur cultus”; II-II, q101, a2, c y ad3; II-II, q101, a3, sc. Sobre la gratitud: II-II, q106, a1, sc:
“Tullius ponit gratiam specialem iustitiam partem”; III, q88, a4, ob2: “Tullius in II Rhetorica
ponit quod gratia est specialis virtus”. Sobre la vindicación: II-II, q108, a2: “Dicit enim Tullius in
sua Rhetorica, quod vindicatio est per quam vis aut iniuria et omnino quidquid obscurum est, id
est ignominiosum, defendendo aut ulciscendo propulsatur”; II-II, q108, a2, sc; III, q85, a3, sc.
Sobre la observancia: II-II, q102, a1, sc: “Tullius condividit observantiam aliis iustitiae partibus,
quae sunt speciales virtutes”; II-II, q102, a2, sc. Sobre la verdad: II-II, q109, a1, ob3: “Dicit enim
Tullius, quod veritas est per quam immutata ea quae sunt aut fuerunt aut futura sunt, dicuntur”; II-
II, q109, a3, sc; De veritate, q1, a5, ob13: “veritas est pars iustitiae, ut dicit Tullius in Rhetorica”;
In de Trinitate, II, q3, a1, c.
38
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q80, a1, c: “in aliquo cum principali virtute
conveniant”.
39
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q80, a1, c: “in aliquo deficiant a perfecta
ratione ipsius”.
III. 6. Partes de la justicia 297
40
Cfr. pp. 291 y 292.
41
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q80, a1, c: “debitum quidem alteri reddunt,
sed non possunt reddere aequale”.
42
Al respecto Santo Tomás distingue entre el débito moral –enunciado supra– y el débito legal
o por imposición de la ley, que concierne a la justicia como virtud principal; cfr. Summa Theolo-
giae, II-II, q80, a1, c.
43
Santo Tomás menciona un tercer tipo de débito moral, en relación con aquél a quien se debe,
con respecto al cual menciona otras virtudes, como la liberalidad, la amistad, la afabilidad; las que
concede que Tulio omitiera en su enumeración por su mayor distancia en la participación de lo
que es debido; cfr. Summa Theologiae, II-II, q80, a1, c. En el mismo sentido, determina su posi-
ción respecto de la liberalidad, en In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla1, sol.
44
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q81, a1, c y ad2.
45
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q81, a2, c: “ad religionem pertineat reddere
honorem debitum alicui, scilicet Deo”.
298 Laura E. Corso de Estrada
46
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q81, a4, c: “inquantum omnia in infinitum
transcendit”.
47
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q101, a1, c: “homo efficitur diversimode
aliis debitor secundum diversam eorum excellentiam, et diversa beneficia ab eis suscepta”.
48
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q101, a1, c: “parentes et patria, a quibus et
in qua et nati et nutriti sumus”.
49
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q101, a1, c. Cfr. también II-II, q101, a1,
ad3: “communicatio consanguineroum et concivium magis referentur ad principia nostri esse
quam aliae communicationes. Et ideo ad hoc nomen pietatis extenditur”; y II-II, q101, a2, ad3,
donde Tomás de Aquino subraya, atendiendo a la definición ciceroniana de piedad, la prioridad
de la piedad para con los padres y a los demás, esto es, a los consanguíneos y a los que nos halla-
mos unidos por la patria, conforme a la dignidad y méritos de tales personas.
50
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q102, a1, c: “sub pietate invenitur observan-
tia, per quam cultus et honor exhibetur personis in dignitate constitutis”.
51
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q102, a3, c; cfr. también ad 2: “ex ea parte
qua personae in dignitate constitutae ordinantur ad bonum commune, non pertinet earum cultus ad
observantiam, sed ad pietatem”.
III. 6. Partes de la justicia 299
52
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q106, a1, c: “quae benefactoribus gratiam
recompensat”.
53
Inclinación en la que reconocemos la postura de procedencia estoica –ya expuesta– sobre la
oikeíosis, conforme a la que se afirma la existencia de una inclinación natural a apetecer lo que es
conforme a la propia conservación, pero asimismo a rechazar lo que es nocivo con respecto a ella;
y a esto segundo Santo Tomás apela en el pasaje: “Est autem quaedam specialis inclinatio naturae
ad removendum documenta”, a lo que por su parte añade: “unde et animalibus datur vis irascibilis
separatim a vi concupiscibili”; cfr. Summa Theologiae, II-II, q108, a2, c.
54
En este sentido atiéndase al supuesto antropológico que Tomás de Aquino mismo evoca en el
pasaje al sostener que: “las virtudes nos perfeccionan para seguir del modo debido las inclinacio-
nes naturales, las que pertenecen al derecho natural”, “virtutes perficiunt nos ad prosequendum
debito modo inclinationes naturales, quae pertinent ad ius naturale”.
55
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q108, a2, c: “ad quamlibet inclinationem
naturalem determinatam ordinatur aliqua specialis virtus”.
56
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q108, a2, c: “removendi nocumenta”.
57
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q109, a1, ob3 y ad3.
58
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q109, a1, c: “per eam aliquis dicitur verax”.
59
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q109, a1, c.
60
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q109, a3, c: “in hoc quod est ad alterum”.
61
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q109, a3, c: “adaequat enim signa rebus
existentibus”.
300 Laura E. Corso de Estrada
acerca de la justicia. Así, en Summa Theologiae cita con precisión el pasaje del
De officiis en el que se dice que “por ella se mantienen la sociedad de los hom-
bres y la comunidad de vida”62; tesis en la que apoya su posición afirmativa
sobre la alteridad como nota esencial de la justicia63. También sostiene en otro
pasaje: “como Tulio dice, en De officiis, I, principalmente por la justicia se de-
signa a los hombres de bien. Por lo cual, como él mismo allí dice, en la justicia
se da el máximo esplendor de la virtud”64; tesis a la que apela para asentar su
carácter propio como virtud65 y su primacía entre todas las principales virtudes
de la vida moral66.
En De officiis, como nuestro escolástico le atribuye, Cicerón busca poner de
manifiesto el lugar de superioridad que cabe a las acciones justas entre los otros
“deberes” [officia]67. Con tal propósito describe su efecto unitivo en la vida de
los hombres (según se expresa en el primero de los textos citados por Santo
Tomás), y su bondad cabalmente perfectiva de la condición humana (según se
enuncia en el segundo de los pasajes tomistas)68. A continuación, Cicerón sos-
tiene que “a la justicia se une la beneficencia, la que es correcto llamar también
benignidad o liberalidad”69. Tesis que Santo Tomás recoge en otro locus de
Summa Theologiae de su tratado sobre la justicia, para sostener a partir de ello
que la liberalidad es una virtud aneja a la justicia, a la que clasifica entre las
“virtudes secundarias” [virtutes secundariae] que se relacionan con la virtud
cardinal 70. También en In de Trinitate, el escolástico cita otra sentencia del De
62
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 7, 20: “qua societas hominum inter ipsos et vitae quasi communi-
tas continetur”.
63
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q58, “De iustitia”, a2: “Utrum iustitia sem-
per sit ad alterum, sc: Sed contra est quod Tullius dicit, in I De officiis, […] qua societas homi-
num inter ipsos, et vitae communitas continetur’”.
64
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q58, a3, c: “ut Tullius dicit, in I De officiis,
‘ex iustitia praecipue viri boni nominantur’. Unde, sicut ibidem dicit, ‘in ea virtutis splendor est
maximus’”.
65
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q58, a3, “Utrum iustitia est virtus”, c.
66
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q58, a12: “Utrum iustitia praeemineat inter
omnes virtutes morales”, sc: “Sed contra est quod Tullius dicit, in I De officiis: ‘in iustitia virtutis
splendor est maximus, ex qua boni viri nominantur’”.
67
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 7, 20.
68
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 7, 20: “qua societas hominum inter ipsos et vitae quasi communi-
tas continetur. Cuius partes duae: iustitia, in qua virtutis splendor est maximus, ex qua viri boni
nominantur”.
69
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 7, 20: “huic coniuncta beneficentia, quam eandem vel benignita-
tem vel liberalitatem appellari licet”.
70
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q58, a11, ad1 y ad2. Cicerón dedica en De
officiis, I, 14, 42, y ss., un extenso desarrollo a la liberalidad o beneficencia, desarrollando con
III. 6. Partes de la justicia 301
penetración reflexiva las apariencias de virtud que puede traer consigo la donación a otro que no
procede de la debida regulación racional que tiene su matriz en la equidad de la justicia. De ahí
que no cualquier acto que otorgue beneficios a otro es acto de liberalidad; pues la virtud de la
justicia –de la que la liberalidad debe participar para ser ella misma virtud–, es el fundamento de
tal donación.
71
Cfr. Cicerón, De officiis, I, 7, 23: “Fundamentum autem est iustitiae fides, id est dictorum
conventorumque constantia et veritas”. Y cfr. Tomás de Aquino, In de Trinitate, 2, q3, a1, c: “In
conversatione hominum est fides necessaria, qua unus homo dictis alterius credat. Et hoc est
iustitiae fundamentum, ut Tullius dicit in libro De officiis”.
72
Cfr. Macrobio, Commentarium in somnium Scipionis, I, 8, 7 y 8: “iustitiae est servare uni
cuique quod suum est. De iustitia veniunt innocentia, amicitia, concordia, pietas, religio, affectus,
humanitas”.
73
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla2: “A Macrobio ponuntur hae
partes: innocentia, amicitia, concordia, religio, pietas, humanitas, affectus”; enunciación que
también recoge en Summa Theologiae, II-II, q80, a1, ob2.
74
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla2, sol: “ut nullus alteri quod suum
est auferat”.
75
Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla2, sol. En Summa Theologiae, II-
II, q80, a1, ad2, subdivide las virtudes potenciales por rectitud moral enunciadas supra, según que
se ordenan a iguales: como la amistad y la concordia, y según que se ordenan a inferiores: como
el afecto y la humanidad.
302 Laura E. Corso de Estrada
76
De ahí, según Santo Tomás, la subdivisión propuesta de otras partes de la benevolencia:
“religión” [religio], “piedad” [pietas], “inocencia” [innocentia], “amistad” [amicitia], “reveren-
cia” [reverentia], “concordia” [concordia] y “misericordia” [misericordia]; cfr. Tomás de
Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla4, st. q. y sol.
77
Santo Tomás apela aquí a la etimología de eucharistia como bona gratia; cfr. Summa Theolo-
giae, II-II, q80, a1, ad4. Atendiendo a la enumeración de Andrónico, Tomás de Aquino también
designa entre las partes subjetivas de la justicia: la “ley positiva” [lex positiva] que es causa de la
igualdad en los otros, y la “virtud vindicativa” [vindicativa] cuyo fruto es el castigo por tal falta
de igualdad; la denominada buena conmutación que pertenece a la justicia distributiva y que
consiste en la observación de la igualdad, y eugnomosyne que causa el retorno al recto intercam-
bio para conservar la igualdad. Cfr. Tomás de Aquino, In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla6, st. q.
y sol; Summa Theologiae, II-II, q80, a1, ad4.
También Santo Tomás parece hallar equivalencias en otras posturas, como la que enuncia en
In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla3, en la que asimismo figuran: “verdad” [veritas] y “fe” [fi-
des], la que reduce a “respeto” [observantia]. Si bien recoge como denominaciones propias de
esta propuesta y como partes subjetivas: “obediencia” [obedientia] respecto del superior, “disci-
plina” [disciplina] respecto del inferior, “equidad” [aequalitas] respecto del par, fe y verdad
respecto de todos (en este caso se tomaría verdad de otro modo: como concerniente a los casos
judiciales, y no como parte potencial, según la clasificación ciceroniana).
En In III Sententiarum, d33, q3, a4, qla5, st.q., Tomás de Aquino recoge de Ethica Nicoma-
chea, V, 2, 1130 a 16 y ss., la distinción aristotélica de partes de la justicia en: a) justicia legal:
que ordena con respecto a otro (por ley y por virtud); b) epiqueya o aequitas, la que se extiende
en la aplicación de lo que concierne a la ley en aquello a lo que la ley no puede hacerlo (de ahí
que sea descrita como la que observa la intentio legislatoris); c) justicia metafórica, la que sola-
mente guarda semejanza con la justicia en sentido propio; d) lo justo potestativo y paternal, en lo
que lo debido no se da de modo pleno; e) la justicia distributiva y conmutativa, partes propia-
mente subjetivas; f) lo justo legal y natural, que no se distinguen de la justicia sino que indican su
procedencia. Cfr. In Ethicam, V, lect2-lect17.
III. 6. Partes de la justicia 303
78
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, V, q3, “De iustitia: quaerendum est de iustitia, quae per
ius et legem a Tullio determinatur et denominatur”.
79
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, V, q4, sol; cfr. también q4, a6, ob7.
80
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono V, q4, a3, ad1: “Tullius ponit religionem, per quam
redditur Deo cultus debitus partem iustitiae”.
81
Cfr. Alberto Magno, Summa de bono, V, q4, a3, “Utrum reddere, quod suum est, sit actus
iustitiae specialis in comparatione ad Deum”, sc.
82
Felipe el Canciller, Summa de bono, II.C.IV, q8, a11b.
83
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II.C.IV, q7, a2
84
Cfr. Felipe el Canciller, Summa de bono, II.C.IV, q7, a2: “honor qui debetur patri debetur
secundum ius naturae, similiter et timor reverentiae et dicitur pietas in parentes secundum Tu-
llium”.
CONCLUSIONES FINALES
I. CICERÓN
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Alberto Magno: 50, 173, 183, 184, 200, 234, Bracht Branham, R.: 117.
248-250, 253, 254, 265, 266, 273-275, Bréhier, E.: 104-108.
287, 288, 302, 303. Bruto: 27, 32, 126, 127, 131.
Alejandro de Hales: 248. Buenaventura, San: 248, 254, 255.
Alonso del Real, C.: 23. Busa, R.: 19.
Ambrosio, San: 171, 233, 261, 270.
Andrónico de Rodas: 262, 264, 272, 273, Carcopino, J. : 30, 84.
282-286, 302. Carlyle, A. J.: 67.
Aníbal: 54. Carlyle, R. W.: 67.
Annas, J.: 134. Cármidas: 49.
Antíoco de Ascalón: 27, 43-46, 48, 73, 74, Carnéades: 45, 47-49, 57, 106, 117.
95, 101, 120, 131, 136, 139, 151, 169, Carrier, J.: 193.
170. Catón de Útica: 131.
Antístenes: 46. Catón el Censor: 145.
Apolo Pitio: 90. Catón, Marco: 54, 131.
Arcesilao: 44-49, 117. Catón, Marco Porcio: 61, 125, 126, 131-136,
Aristipo: 46, 129. 138.
Aristo de Ascalón: 27. Cayo Fannio: 54.
Aristón: 116, 117. Cayo Mario: 84.
Aristóteles: 32, 38, 46, 69, 73, 80, 87, 116, César: 27, 29, 125.
129, 135, 136, 170, 171, 178-180, 183, Chabot, M.: 208.
184, 186, 189, 190, 191, 194, 200, 231, Ciaceri, E.: 29.
235, 241, 247, 249, 264, 265, 270, 271, Cicerón, Marco Tulio:
280, 283, 284. Cleantes: 75, 76, 79, 92, 96, 97.
Arpino: 84, 92, 93. Clitómaco: 48.
Arquitas de Tarento: 55, 67, 130. Cocles, Horacio: 115, 145.
Aubert, J.: 205, 206, 208. Colish, M.: 30, 108, 145.
Composta, D.: 122, 205.
Babut, D.: 99. Cornelio Sila: 46.
Balbo, Q. Lucilius: 151. Corso, L. E.: 13, 14, 17, 98, 116, 128, 173,
Barnes, J.: 73. 241, 245.
Bayet, J.: 98. Cotta, S.: 205.
Beda: 214, 219. Craso, Lucio L.: 46.
Bertelloni, F.: 22, 193. Crisipo: 92, 107, 127, 139, 154, 241, 278.
Berti, E.: 62, 63, 69. Crowe, M.: 95, 99, 200, 201, 203, 205.
Boecio, A. M. T. S.: 169, 186, 197,, 198, 247. Cruz Cruz, J.: 38, 119, 188, 245.
Boeri, M.: 98, 128.
328 Laura E. Corso de Estrada
Ulpiano: 206. Zenón de Citio: 98, 104, 105, 116, 117, 131,
136-140, 152, 153, 279.
Valente, M.: 127, 141, 159. Zetzel, J. E.: 54.
Vansteenkiste, C.: 20, 167, 168ñ. Ziegler, K.: 103, 109.
Varrón: 97, 126, 202, 203. Zorroza, M. I.: 23.
Velásquez, O.: 80.