Merino Jose Antonio - Juan Duns Escoto
Merino Jose Antonio - Juan Duns Escoto
Merino Jose Antonio - Juan Duns Escoto
ESTUDIOS y ENSAYOS
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I KOI. O (i I A
B ib l io t e c a d e A utores C r is t ia n o s
MADRID • 2007
Ilustraciones de cubierta: Franciscano al que se identifica con Duns I:scoto en el Tríptico deMotne-
_/w«r (1472) de Cario Crivclli.
Diseño: B A ( ;
PRHbUNTACION........................................................................................... XI
Introducción gf .neral ......................................................................... xvii
1. V id a y o b r a s ....................................................................................................................... XVII
2. Ediciones.............................................................................................. XIX
3. Interpretaciones................................................................................... XXI
B i b l i o g r a f í a ............................................................................................................................. xxvn
PRTMKRA PARTI i
FILOSOFÍA ESCOTISTA
Capítulo I. Presupuestos filosóficos eseo tistas............................ 5
1. Contexto cultural de E scoto............................................................... 6
2. Filosofía y teología.............................................................................. 9
3. Metafísica y teología............................................................................ 13
4. Concepto unívoco del s e r................................................................... 17
Excursus I. Relación entre ciencia y filosofía..................................... 22
Capítulo II. Sobre la teoría del conocim iento............................... 29
1. Sujeto y objeto del conocimiento........................................................ 30
2. La operación abstractiva..................................................................... 33
3. El objeto propio del entendimiento humano.................................... 35
4. Intuición del singular e innatismo...................................................... 38
5. El saber sistemático............................................................................ 4-0
CAPÍTULO III. Estructura metafísica del ser sen sib le................... 43
1. Contingencia y creación..................................................................... 43
2. El hilemorfismo................................................................................... 47
3. La naturaleza común............................................................................ 49
4. El principio de individuación............................................................. 51
5. Esencia y existencia............................................................................ 55
6. El ser y los trascendentales................................................................. 56
Capítulo IV. El ser infinito o D ios................................................... 59
1. No tenemos intuición de Dios.............. .............................................. 60
2. Pruebas de la existencia de D io s ........................................................ 61
3. Dios como infinito....................... ....................................................... 65
4. Atributos divinos................................................................................. 68
5. Las ideas divinas y el mundo.............................................................. 69
Excursus II. Vigencia de la teología natural escotista........................ 70
VIII ÍNDICE GENERAL
Págs.
SRCil’NOA PARTE
THOLOGÍA ESCOTJSTA
P r i . wuh i . n ............................................................................................................................... 95
1. Cometido de la te o lo g ía ........................................................................... 95
2. ¿Es ciencia la teología?.............................................................................. 97
3. La teología como ciencia p rá c tic a ........................................................... 99
C apíti .'i.() 1. N atural y sob ren atu ral.........................................................................103
1. La perfección de la n atu raleza..................................................................... 103
2. El poder de la gracia.................................................................................. 106
3. Deificación del hom bre.............................................................................. 109
4. El deseo natural de D ios........................................................................... 112
5. ¿Está predestinado el h o m b re?............................................................... 114
C apíti.'i,o II. D ios uno y t r in o .................................................................. 119
1. Dios u n o ...................................................................................................... 119
2. Dios t r i n o ........................................................................................................ 121
3. Persona, sustancia y esencia....................................................................... 122
4. Las personas divinas.................................................................................. 127
C a p í i t mo ITL C risto c e n trism o .................................................................. 135
1. Dimensión histórica de Jesucristo........................................................... 136
2. Cristo, causa fin al....................................................................................... 139
3. í.a predestinación de Cristo....................................................................... 141
4. Motivo de la encarnación......................................................................... 143
5. Encarnación y creación.............................................................................. 148
Excursus V. El cristocentrismo como cosm ovisión.............................. 153
1N D I C F. O NO M Á ST I ( X ) ................................................................................ 189
PRESEN TACIÓN
1. Vida y obras
De la vida de Juan Duns Escoto se conoce poco. Por eso, las con
jeturas han sido bastantes, hasta lograr datos definitivamente fiables
de su biografía, gracias a las investigaciones del siglo XX. A partir del
descubrimiento de la fecha de su ordenación sacerdotal, 17 de mar
zo de 1291, se estima que el año de su nacimiento puede ubicarse
en 1265 o 1266.
El lugar de su nacimiento ha sido también bastante cuestionado,
pues se le ha hecho inglés, irlandés y escocés. Lo cierto es que el so
brenombre de Escoto evoca el nombre de su región, Escocia, mien
tras que el de Duns es el lugar de su nacimiento. Duns es una peque
ña ciudad escocesa cerca del confín inglés.
Pertenecía a una familia bien acomodada económicamente. Su
padre se llamaba Niniano Duns de Litteldean; y un tío suyo, con el
nombre de Elias Duns, entró en los franciscanos. Hacia 1278, ten
dría unos trece anos, frecuentó la escuela de los franciscanos de
Haddington, en donde estaba su tío. Parece ser que cuando cumplió
quince años (en 1280) ingresó en el noviciado de la orden francisca
na, en el que lo recibió su tío Elias, que por entonces era el custodio
de la Custodia de Escocia.
Estudió en los colegios de la propia Orden, completando su for
mación en Oxford, donde tuvo como maestro, hacia 1291-1293, a
Guillermo de Ware. Hay opiniones encontradas sobre si estuvo
en París para perfeccionar su formación. El conocimiento que tenía
de la lógica de París se puede explicar por el hecho de que los ma
nuscritos y la enseñanza de Simón de Faversham circulaban por
Oxford.
Entre 1300 y 1301 comentó las Sententias de Pedro Lombardo en
Oxford. No está claro que enseñara en Cambridge en* 1297 y
1300. En el Capítulo General de junio de 1302, por recomendación
del ministro provincial de Inglaterra, fue llamado a enseñar en la
XVIII INTRODUCCIÓN GENERAL
2. Ediciones
3. Interpretaciones
Gracias a la nimia y rigurosa labor crítica de la Comisión Escotis
ta de Roma, que está logrando darnos el verdadero pensamiento
de Escoto, como asimismo a los serios y profundos estudios desde
hace casi un siglo, va emergiendo la figura del Doctor Sutil como
un gran pensador profundo y original. Nos encontramos al final
de un largo tiempo de contrasentidos tragicómicos y al inicio de una
nueva era de ser objetivos en la apreciación de un autor tan cuestio
nado por razones no siempre muy razonables.
Frecuentemente la obra de Escoto se ha presentado como una
crítica exasperada a sus predecesores y a sus contemporáneos, en
particular se le ha visto como el adversario de santo Tomás. Por lo
general, los manuales preconciliares de teología, con no pocas remí
niscencias en algunos actuales, colocaban siempre a Juan Duns
Escoto entre los adversarios del Aquinate. Al Doctor Sutil se le ha
tenido en cuarentena durante tanto dempo como si tuviera el virus
de la contaminación doctrinal. Escoto ha solido entrar en el imagi
nario teológico como el eterno contrincante de santo Tomás y, por
tanto, sospechoso, poco fiable y casi herético. Incluso se le ha pre
sentado como el destructor de la metafísica, precisamente a quien
más trató de defenderla, aunque desde otros presupuestos distintos
de los que circulaban en las aulas académicas.
Una anécdota trivial, pero significativa, sucedió días antes de la
beatificación del Doctor Sutil (20 de marzo de 1993). Un alto perso
naje eclesiástico hacía propaganda en Roma para que no se beatifi
cara a este pensador francisco, alegando que con ese reconocimien
to de su santidad se haría sombra a santo Tomás. Curiosamente, la
preocupación «intelectual» de dicha persona influyente no era el in
terés por la luz o la sombra de la verdad, por la clarificación u oscu
recimiento del mensaje evangélico y de la fe, sino por la posible pe
numbra que se podría hacer al Doctor Angélico. Es una anécdota
risible, irónica, pero que, revestida de otras maneras poco intelec
tuales, ha circulado generosamente por ciertos ambientes teológi
cos. Menos mal que todo eso parece haber desaparecido.
Gracias a los serios y profundos estudios sobre el pensamiento
escotista que se han realizado en el siglo pasado, hemos podido lie-
XXI! INTRODUCCIÓN GENERAL
1 E. Gn sí )\, JeüH D m : Seat, hitroduction a ses potitiom fondamentales (J. Vrín, París 1952).
- Íd., L ’efre et /kriwt (J. Vnn, París 1948).
3 I d., ¡ean Durts Seot,.., o.c., 10.
INTRODUCCIÓN GENERAL XXIII
humcitia (Guida, Nápoles 1994) 103. Para el Heidegger de 1936, la expresión «onto-teoiogía»
no rienc el aspecto negativo que )e dará posterior mente.
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9 L. Vki i ¡ ¡i'.'., «La philosophie augustino-franciscainc au moyen áge», en Achí Congressus
Sebolastía íntemationaiis (Pontificio Ateneo Antonianum, Roma 1951) 644. Por su parte,
P. RaY:VKi\>d ha llegado a decir que «Duns Escoto es discípulo de Aristóteles lo mismo que
Santo Tomás»: A.rt. «Duns Scot», en Dictionnam de ihéologie catholicjue, 1V/2 (Lctouzev et Ané,
París 1939) cois. 1.865-1.947.
INTRODUCCIÓN GENERAl XXV
111 E. Longpró., jybilosopbie du íí. I)uns Scot (Fímim-Didot, París 1924) como respuesta a
B. Landry, L¿?phihsophk de Dum Scot (París 1922).
11 P. VtGNAl'X, «Liie Duns Scot aujomd’hui», en IKegnunt Howinis e,t Regnurn Dri, VI (SIS,
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PRIMERA PARTE
FILOSOFÍA ESCOTISTA
1 E. Gll.S< Lw filosofiu nel medievo. Dalle ominipatristíche aliafine del X I I ' sema (La Nuova
Ttalia, Florencia Í983) 724-725. Como se ha demostrado, detrás de la condena del obispo de
París estaba la voluntad de la Curia de Roma, ya que el papa Juan XXI era simpatizante del
agustinismo y avicenismo. Cf. A. Cm.i.í.iuut, «Jean Peckam et Taugustinisme». Anhimm
jranchcanum hisíoricum 18 (1925) 441-447; F. van Stickmhiju.hkn, ni a philosophte á la veiJle
de J’entrée en scéne'de J. Duns Scot», en De doctrina loantus Dutts Sentí, I f (SIS, Roma 1968)
65 78.
8 P.l. FILOSOFÍA ESCOTISTA
R. Hism'.ti i;, Bnquete sur íes 2 19 arficks condamnir á París k 7 man 1277 (Puhlications Uni-
veristaires, T.ovaiiva-París 1997).
3 A. Di-, Lmi RA, «La “Lcttre sur le principe de l’univers” et le condamnations de 1277»,
11 Moisjsoii (ed.), Historia pbrlosophiae Medii A m (Gruñe r, AmstetdanvFiladelfia 1991)
543 560.
1 L, B i a n c h i , Ji vescovo e i filosofa. La ¡otidannn piirigina del 1277 e revolucione ded'aristotebsmo
scolustim (Lubrina, Bergamo 1990).
F. \\M.rn-.u, D»‘ Trinitdtskbre des ¡ohanms Duns Scotus (Aschendorff, Münster 1967);
R Wüi.i'l-i., Sánsstmktur und J ’nmtaiproblem. Untersuchungen ?ur Grundkgung der natürlicher l'be.n-
logie het¡chames Dms Scotus (Aschendorff, Münster 1965); H. Mnm.i-, Yithik ais “saentiapracti
ca’ nach johanms Duns Seatus. Bine pbilosophische Grundkgung (Aschendorff, Münster 1995);
R. Cross, Dms Scotus (University Press, Oxford 1999); A. Vos, The philosophy of Duns Scotus
(Oxford University Press, F.dimburgo 2006).
C 1. PRESUPUE5TOS FILOSÓFICOS ESC.OTI5TAS 9
2. Filosofía y teología
7 Qrdtnatio (— Ord.). Proi., n.5 (i, 4). Se citará según la edición vaticava en los volúmenes
va publicarlos, [.as Distincticnes no recocidas en la Ordinatio se citarán según el Opus Qxomtnsv
(= Ox.) de la edición Vives. Pata la exposición de las tesis filosóficas escotistas me sirvo de
mi texto Historia de lafilosofía franciscana (BAC, Madrid 1993) 177-266; cf. también mi Historia
de la filosofía medieval (BAC-, Madrid 2001).
C . -. PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS ESCOTISTAS
3. Metafísica y teología
211 La fe teológica puede alumbrar la razón natunil en lo siguiente: que Dios ha creado el
mundo libremente; que en la mente divina están los arquetipos, las ideas o las esencias posi-
16 Pl. FILOSOFÍA ESCOTISTA
bles; que el alma humana está destinada a ver la esencia divina. Verdades cjue ensanchan la
capacidad de la razón puramente natural.
Sobre el concepto de /brioloyu, saber de lo divino más que de Dios, cf. J. L . M a r i ó n ,
C. 1. PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS ESCOTISTAS 17
Dieu sans l’é/re (Fayard, París 1982) 96ss, siguiendo en esto al Heidegger de Hol^wege (trad.
esp. Sendasperdidas |Ix>sada, Buenos Aires 1979]). Heidegger no busca a Dios, sino lo miste
rioso, lo sagrado, lo numinoso.
22 Ord. I, d.8, n.89 (IV, 195).
23 Ord I, d.3, n.26 (III, 18).
18 P l. FILOSOFÍA tSCOTISTA
?i) P. Vt(/KAi.'\, Crhti qui est, o.c., 11 .S. Si Escoto no ataca la analogía tomista ¿significa que
está de acuerdo con ella? A este respccto responde Gil son: «Evidentemente perdería el
tiempo quien quiera conciliar las dos doctrinas e igualmente si quisiera refutarlas la una con
la otra. El origen de las divergencias es anterior al conflicto que aquí las enfrenta». E. Gil.-
Si )N, ]mi Drns Scot, o.c., 102. Gilson, en este libro, p.84-11 5, prefiere hablar del ente común
en ve/ de] ente unívoco por la relación que, según él, existe entre tal noción y la metafísica
escncialista de Avicena, quien se apoya precisamente en la naturaleza común. Sin embargo,
para Beltoni la tesis del eme unívoco debe desvincularse de cualquier referencia metafísi
ca para verla en su pura funcionalidad gnoseológica. E. B h t t o n i , Duns Scoto, filosofo, o.c,
143-179; del mismo, L 'nscesa a Dio m Duns Scoto (Universitá Cattolica del Sacro Cuore, Milán
1943) 80-104. Entre los múltiples y valiosos trabajos de T. Bartm véase «De univocationis
entis scotistica intentione principali necnon valore critico»: Antonumum 28 (1953) 72-110.
■" O. Be H 'I.n ois, «íntroduction», en j. D u n s S c o t , Suría comuussance de Oku et l'umvocité ck
l'etanl (PUF, París 1988) 35; cf. 11-81.
C.l. PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS ESCOTISTA5 2)
Excursus I
R e l a c ió n e n t r e c ie n c ia y f il o s o f ía
«El científico parece realista en cuanto trata de explicar el mundo con in
dependencia de su acto de percepción; idealista en cuanto interpreta los
conceptos y teorías como libres invenciones del espíritu humano; positi
vista en cuanto considera sus conceptos y teorías justificados únicamente
porque ofrecen una representación lógica de las relaciones entre las expe
riencias sensibles. Aún más, puede parecer platónico o pitagórico porque
considera la simplicidad lógica como el instrumento indispensable y efecti
vo de su investigación».
Este mismo científico afirma que «el objeto de todas las ciencias
es coordinar nuestras experiencias y aunarlas en un sistema lógico».
Muy cerca de esta interpretación está la de Niels Bohr cuando escri
be que «el propósito de la ciencia es extender el alcance de nuestra
experiencia y reducirla al orden». La ciencia tiene como meta elabo
rar una teoría y, a través de ella, lograr una imagen completa del
mundo físico; proporcionar un esquema conceptual que explique
los fenómenos que observamos, las mutuas relaciones que se dan
24 P.l. FILOSOFÍA ESCOTISTA
visión más adecuada posible del mundo y de la vida. Con este excur-
sus no se pretende, en modo alguno, renovar el pensamiento esco
tista como solución a la gran problemática actual de convergen
cia entre los diferentes saberes, sino de penetrar sutilmente en
esa dimensión eidética tanto ontológica como epistemológica de las
diversas ciencias para alcanzar la necesaria convergencia del saber
interdisciplinar.
Somos conscientes de la enorme problemática actual, que emer
ge de las distintas disciplinas del saber. Ciertamente, ninguna mente
humana puede abarcarlas todas, pero al menos hay que hacer lo po
sible para que el científico tenga mente de filósofo, y el filósofo sepa
escuchar al científico. Tal vez esté reservado para el futuro a una es
pecie de senado de la intelectualidad, donde pensadores de los di
versos saberes se encuentren para llegar a una síntesis aproximativa
de las distintas disciplinas al servicio de un humanismo integral.
C a pítu lo II
1 Cf. Ord. I, d.3, n.40l 485 (III, 245-288), en donde se enumeran seis soluciones al pro
blema y los argumenta con gran atención y espíritu crítico; cf. también Ijectura I, d.3,
n.308-373 (XVI, 349-370). Bscoto sigue el esquema clásico en el proceso del conocimiento:
a) speciessensibilis: el punto de partida es la sensación o la percepción sensible; b) species i/i/eJH
gibi/is: el resultado de la intuición sensible es iluminado por el entendimiento agente; c) specia
impressa: es la recepción en el espíritu de la speciesiníeHijiibiUs; d) species expressa: el entendimien
to posible aplica las imágenes espirituales impresas (species bi/ellinibilis) a sus objetos corres
pendientes.
C.2. SOBRE LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO 31
Si, por una parte, dice el gandense que es necesaria la presencia del
objeto para que haya conocimiento, por otra parte niega a tal objeto
el valor de auténtica causa de la intelección. Afirmar que la presen
cia del objeto es ocasión necesaria o condición sine qua non equivale a
admitir, de hecho, que las causas del devenir no son cuatro, sino cin
co, lo que va contra la doctrina común 2. Además, con esa importan
cia máxima que se da al sujeto, en el acto cognoscitivo, se corre el
riesgo de hacerle casi un infinito en potencia \ y, con ello, poder
concluir que el hombre es siempre inteligente en acto, aunque limi
tado en la experiencia.
A los defensores de la teoría aristotélica les critica el excesivo pro
tagonismo del objeto en el proceso del conocer. Si el objeto deter
mina al entendimiento, uniéndose a él como causa formal o como
causa eficiente, la iniciativa del conocimiento está más en el objeto
que en el alma. Lo que creará serios inconvenientes a la hora de ex
plicar la formación de los conceptos 4. Si el objeto determina el acto
del conocer, resulta que el hecho cognoscitivo aparece más como
fenómeno padecido que vivido por el espíritu. ¿Dónde está, pues, el
acto inmanente del conocer? Habrá que concluir que depende más
de las propiedades del objeto que de la fuerza del sujeto5; y que el
hombre conoce no tanto porque está dotado de inteligencia sino
porque las cosas son inteligentes y se imponen al pensamiento. Si
los agustinianos comprometían la importancia del objeto, los aristo
télicos comprometen la fuerza actuante del alma.
Frente a estas dos teorías, Escoto hace una fenomenología de la
experiencia, en su aspecto interno y externo, subrayando que «el co
nocimiento intelectual no es algo perpetuo en nosotros, sino que
adquiere el ser después del no-Ser» fl. Cualquier acto cognoscitivo
implica el paso de la potencia al acto; lo que exige la presencia activa
de una causa eficiente. Ahora bien, la causa eficiente del acto cog
noscitivo no puede atribuirse únicamente ni al alma ni al objeto. «Si
ni el alma ni el objeto solo es causa total de la intelección actual —y
2. La operación abstractiva
Para poder entender las cosas sensibles, en el estado del homo ma-
iory el entendimiento humano necesita el recurso de la abstracción.
En la formación de un concepto abstracto recurren varias concau
sas, como dijimos anteriormente: el objeto del conocimiento, sin el
cual no es posible el conocimiento; y el entendimiento, que debe
elaborar los conceptos a través de los cuales conocemos las cosas
individuales.
El conocimiento humano no es una cosa fácil, sino compleja, que
supone todo un proceso de análisis y de síntesis. El punto de partida
hacia la meta del conocer es la sensación, que tiene su sede en el
aparato sensorial, constituido por los cincos sentidos externos. Des
pués viene el sentido común, o sentido interno, que elabora y coor
dina los datos individuales que le llegan de cada uno de los cinco
sentidos del cuerpo, completando así el proceso sensitivo; y dando
lugar a la representación sensible o speáes semibüis o fantasma, que se
imprime en la memoria sensitiva. Con todo este material disponible,
el entendimiento construye el concepto o la jpedes inhíligibilis I2.
que la. segunda nos presenta esas mismas cosas particulares despojadas de las condiciones
espacio temporales y a la lux de la esencia universal.
' ’ E. Bí'TK v\i, E., Duns Scoto, filosofo, o.c., 153.
C2 SÜBRt LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO 35
Hay que tener muy claro que para Escoto sólo existe el individuo.
Y todo lo que existe en el individuo es de un modo individual o in
dividualizado. La naturaleza común no existe como común en el
individuo, que no la agota, ya que se da también en todos los de
más individuos. El doctor franciscano dice, por otra parte, que el
entendimiento humano es capaz de conocer por sí mismo la exis
tencia concreta, ya que el entendimiento, en cuanto tal, está abierto
cognoscitivamente a todo lo existente.
De hecho, el hombre es capaz de ver a Dios en el cielo a través
de una visión intelectual. Y Dios es un ser concretísimo. Por tanto,
el entendimiento humano dene en sí la capacidad de ver y de co
nocer lo individual concreto. No obstante, y aun contando con
este dato teológico, el entendimiento humano actual sólo puede
captar lo abstracto. Escoto no olvida la posibilidad intrínseca del
entendimiento, pero la analiza según las exigencias del estado ac
tual del homo viator.
Este filósofo da mucha importancia al tema del objeto propio o
primario del entendimiento; y en la solución que ofrece trata de su
perar tanto la corriente agustmiana como la tomista.
Al hablar del objeto propio o primero del entendimiento, el Doc
tor Sutil distingue claramente entre:
a) el objeto primero en orden del tiempo (in ordim generatioms);
es decir, qué es lo que el hombre conoce en primer lugar;
b) el objeto primero en orden de la perfección (in ordineperfectio-
nisj; es decir, cuál es la cosa más perfecta;
c) el objeto primero en orden de la propia naturaleza (in ordine
adaequationis); es decir, hacía qué cosa se orienta el entendimiento
humano según su propia naturaleza. En este último sentido lo en
tiende y analiza Escoto.
Se trata de detectar aquello que hace inteligible todo lo demás, es
decir, individuar el objeto que determina el horizonte cognosciti
vo del entendimiento humano. Escoto habla de «aquello que es pri
mer objeto de nuestro entendimiento, por cuya razón se endende
36 P.l. FILOSOFÍA ESCOTISTA
11 De anima, q.21, n.2 (ed. Vives III, 613); cf. también Quaesiiones in Metaph., lib. IV, cj.l,
n.5 (ed. Vives VII, 148).
|S Ord. 1, d.3, n.110 (III, 69).
,fl Ibíd., n. 125 (III, 78).
17 Cf. E. B rn <>ni, l/processo astrattiro ne/la concerione di Unrico di Cand (Vita e Pensiero, Mi
lán 1954).
C.2. SOBRE LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO 37
■’ «Jn proccs.su y rn c n itio n i.s s e m p e r c r c v ir n o titia v e ri inris». O.v. IV , d. I , c|.3, n.K (cd.
Y n c s W l , 13 6 ).
C.2 . SORRE LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO 39
5. El saber sistemático
que repetir que el Doctor Sutil fue por igual filósofo y teólogo, sir
viéndose de las diversas disciplinas, no como compartimentos es
tancos, sino como regiones interdependientes del continente llama*
do «realidad». Se interesa apasionadamente por el ser porque ello
supone al mismo tiempo la pasión por la verdad. La lógica y la onto
logia se reclaman en la misma exigencia por la verdad y por el ser.
Siguiendo a Aristóteles, en las notas esenciales del saber científi
co, Escoto escribe:
«Digo que la ciencia, tomada estrictamente, incluye cuatro condiciones:
primera, que sea conocimiento cierto sin engaño ni duda; segunda, que sea
de un necesario conocido; tercera, que sea motivada por una causa evidente
al entendimiento; cuarta, que sea aplicada a lo conocido a través dei silogis
mo o del discurso silogístico» 1(\
1. Contingencia y creación
los seres que pretenden ser; y desde el creador que los pasa del no
ser al ser, de ía pura posibilidad a la realidad concreta. Ei problema
filosófico no es, pues, el problema del cambio y del movimiento,
sino otro más radical: el salto de la nada al ser. La solución a este
grave problema no se encuentra en la razón humana, sino en la fe
teológica.
Las verdades teológicas pueden iluminar y condicionar la especu
lación filosófica. Como subraya Oro mí, tres verdades teológicas ilu
minan la comprensión de una cosmología filosófica:
1 M. Oro.mÍj «Introducción general», en Obras dd Doctor Sutil Duns Escoto (BAC, Madrid
1%0) 56. Sobre la relación en Escoto entre la creación y la interpretación del mundo, c f
C. Soi.AGi 'Rj-N, «Contingencia y creación en la filosofía de Duns Escoto», en De doctrina loan
nis. Duns Scoti, II, 297-359; L. Iammariu >\i «Contingenza e crcazionc ncl pcnsicro di Duns
Scoto», en Deas et homo ad mtntwi loannis Duns Scoti, V (SIS, Roma 1972) 461-480.
? Qtunst. tn Met/Tpb., llb. 9, q.l 5, n .l2 (ed. Vives VII, 615).
C.,T ESTRUCTURA MfclAFÍSICA DEL SER SENSIBLE 45
< Ox. 111, d .l8, q.un., n.17 (ed. Vives XIV, 693).
4 Ord. I, d.8, n.32 (IV, 165).
" Ibíd, n.36 (IV, 167).
6 Ord. 1, d.2, n.437 (II, 375).
7 Cf. Ord. 1, d.8, n.223-306 (IV, 279-328); Ord. I, d.2, n.83 y 86 (II, 177-178).
46 P.l FILOSOFÍA ESCOTISTA
de Heidegger: «¿Por qué hay ente y no más bien nada?» lM, y a aque
lla tesis sartriana que considera la existencia como algo que está
de más.
2. El hilemorfismo
3. La naturaleza común
las del individuo concreto, pero suficientes para que lleguen a ser
objeto de consideración metafísica del entendimiento, por una par
te; y elemento constitutivo de la sustancia singular, por otra
La naturaleza común es indiferente a lo singular y a lo universal,
pues no es ni única ni múltiple, ni singular ni universal, ya que pre
cede naturalmente a todos estos modos de ser l(\ En cuanto que
no se identifica con ninguno de los modos posibles de ser y los
precede a todos, la naturaleza común posee una quididad que la
hace capaz de ser objeto del entendimiento y de ser definida 17.
Esta naturaleza común o específica tiene una quididad y unidad
propias y es indiferente a la singularidad y a la universalidad; puede
convertirse en sustancia concreta y singular o en concepto univer
sal. Si se vincula al principio de individuación, la naturaleza común
constituye el elemento específico de la sustancia singular. Si se
vincula al entendimiento, se convierte en el objeto del concepto
universal.
Kl cometido de la naturaleza común se desarrolla en dos frentes:
en la línea de ia constitución de la sustancia concreta, que se verá en
el apartado siguiente, al tratar el tema de la individuación, y en la lí
nea de la constitución dei concepto universal, es decir, en su rela
ción con el entendimiento ls.
La tesis escotista sobre la naturaleza común, en relación con el
entendimiento, puede sintetizarse del siguiente modo: la naturaleza
común constituye ei fundamento remoto del universal, ya que es
indiferente tanto a la singularidad como a la universalidad. La natu
raleza común, considerada en el existente concreto, es el univer
sa] físico. Conceptualizada por el entendimiento (prima mtentio) es el
universal metafísico. Pero aplicada a todos los individuos de la espe
cie (secunda intentio) es el universal lógico. Por tanto, entre la unidad
concreta de lo individual sensible y la unidad universal inteligible de
la predicación lógica, existe la naturaleza común, como unidad espe
cífica, unidad de esencia y de inteligibilidad.
4. El principio de individuación
111 l i. I liiM Soi ;i ti, l uis setsgrandes temas de Lt metafísica occidental (R evísta de O ccidente, M a
drid 1974), 181 -18 3 . La defen sa que E scoto hace del individuo, a través de la heceidad, le
acerca a tos autores c o n te m p o rán e o s co m o , p o r ejem plo, a Z ubtn con su teoría de la talidad.
Q\ O, M \k i i\i y S \\i \m vid A, «E structura del ind ivid uo en ). D uns E scoto y X a vier /aibi-
ri», en } lomo el ftiuttdtís (SIS, R om a 1984) 3 8 9 -4 0 0 , G . Mam/.a\u, «P osición de l'-, scoto y ’/ u-
biri sobre el individuo», en ibíd., 3 7 7 -3 8 7 . Incluso la m ism a genética actual parece confirm ar
cu riosam ente las intuiciones filosóficas de E scoto sob re el p rincipio de individuación. «En
esta lar^ii c o n tro versia so b re e! código genérico— nos alineam os en el cam po <lej. D uns
E scoto», dice C. T r i s\k >\t\vi , SávHivs de l ’umvers e l pmhlbmes meti/pbysienes (Senil, París 1976)
80; cf. í \ Bl.ritM, « 11 p rin cip io di indíviduazione in Sco to e il códice gene tico», en ¡lomo ct
n/nndus, o.c., 3 6 3 -3 7 5 .
C.3. ESTRUCTURA METAFISICA DEL SER SENSIBLE 55
5. Esencia y existencia
C f. IC. Ciii s o x , J et essena (}. Vrín, París 1978); F. A. Rri ./k >, «II concedo di c m s -
tenza da D uns Se o to a K ant»: Raseqtia di atiende, filosofiehe 22 (197 0 ) 2 7 8 -2 99.
31 Ox. II, d . 12, q . i , n. 16 (cd. V iv e s XI), 564).
'2 Ox. IV, d. 13, q .l, n.38 (cd. V iv e s X V II, 692).
Ox. II, d. 16, q . l , n. 10 (ed. V iv e s X I ll, 28,.
Ord. I, d.H, n 11 2 (IV, 205).
B. M\STHic>,11, \íet¿ipby.uoi speúalis (Vene*ia 1678), purs posterior, d.H. q.2, a.4, n.14!;
56 P.l. FILOSOFÍA E5COTIS1A
cf. M. GiiAiKWskt, '¡'be forttialdixtinction of Duns Scotus (Catholic L'nivcrsity o f America Press,
Washington 1944), T . B a rti i habla de distinción puramente conceptual o de razón en «De
fundamento univocationis apud 1. Duns Srorum»: Antomunum 19 (1939) 181-206; K. ("ín.
so\ apoya la distinción formal en }um Duns Scot, o.c., 140-244; K. B<m a k , «De fundamento
distinctionis formalis scotisticae»: l^aurmiumum 6 (1965) 157-1 81; M. T r a í n a , «II fondamen-
to metafísico deila distin^ione fórmale ex natura rei in D. Scoto», en De doctrina loanuís Duns
Scoti, o.c., 143 173.
* Ord. I, d.8, n. 108-111 (IV, 202-204).
■
1T Ord I, d.3, n.26 (III, 18).
-,s Ord. I, d.8, n.88 (IV, 195).
Ibíd., n.l 14 (IV, 206).
C.3. ESTRUCTURA METAFÍSICA DEL SER SENSIBLE 57
I’- ( !f. A. B. \V< ii '['i-.it, 7 ÍH’/ríJHsattíitntal'i ¿nul their funcHon itt thc mtapbysks o[Duns Scot (Fran-
ciscíin Institute Publications, St. Bonavenlure, ny 1946). No es fácil para una mentalidad
moderna comprender la metafísica. Desde Aristóteles hasta nuestros días la metafísica ha
vivido toda una historia desconcertante de aventuras. Piénsese en los ataques de Hume,
kant, Nietzsche, el neopusitivtsmo, i Jeidegger, eí estructuraiismo, etc. Kn la actualidad se
sigue hablando de metafísica, incluso abundantemente. Se habla de metafísica expansiona
ría, descriptiva, revisionaria, visionaria, etc. La palabra «metafísica» ya ha entrado en el len
guaje periodístico como recurso fácil y como sustituto del justo concepto cuando no se tie
ne. Ahora circula una metafísica embalsamada que contiene las esencias y los secretos
misteriosos de lo indecible e inexpresable. Por eso no dice ya nada, ni siquiera produce irri
tación. De ahí la gran dificultad para entrar en el pensamiento metafísico del Doctor Sutil.
C apít u lo IV
E L SER INFINITO O D IO S
to, como lo. hizo Santo Tomás. Pretiere partir de nuevos presupues
tos metafísicas. La prueba del ser infinito presupone la existencia
del ser en general, y tiende hacia la existencia actual de aquel que se
autodenomina: E l que es.
Escoto se plantea tres cuestiones diferentes:
a) Entre los entes ¿es necesario aceptar un ser existente que sea
infinito en acto?
b) La existencia de un tal ser infinito ¿es evidente para el
hombre?
c) ¿Hay un solo Dios?
El Doctor Sutil ofrece una serie de pruebas para demostrar la
existencia de Dios o, mejor aún, la existencia de un primum en el or
den del ser. Tanto en la lectu ra como en la Ordinatio y en el De primo
principio se elaboran tres vías para demostrar la existencia de un pri
mero: la de la eficiencia, la de la finalidad y la de la eminencia.
La primera cuestión que se formula Escoto es ver si alguna cosa
efectiva (aliquodeffectivum) sea necesariamente el primero en el orden
de la existencia. De tal modo, que no sea efectible ni efectuado por
otro !2. No se trata, pues, de un hecho, sino de una posibilidad. No
que algo sea producido, sino que sea produáble. A Escoto no le inte
resa tanto partir de un dato experimentable y real —cosa totalmente
legítima— cuanto de la posibilidad misma para poder llegar al ne
cesario. Si alguna cosa es efectible, significa que puede venir a la
existencia.
Pero la posibilidad de una cosa implica necesariamente la posibili
dad de una causa que la produzca. Por eso, es lógico preguntarse si
algo efectible lo es por sí mismo, por la nada o por otro. Las dos pri
meras hipótesis son absurdas, pues ninguna cosa puede producirse
a sí misma y, mucho menos, que la nada sea causa de algo. Lo que
presupone que la efectibilidad de algo remite a un ser distinto, hasta
llegar a un efectivo que no sea efectible. Es decir, a una causa última
que no sea causada o que sea totalmente incausada
cano, la existencia de Dios necesita una prueba racional, pero debe ser oposkrivn. Nosotros
no podemos demostrar apodícticanientc apnori que el ser perfectísimo es posible; por eso,
recalca que el argumento anselmíano pertenece a las pruebas que son simplemente persua
siones probables (Report. Par. I, d.2, q.3, n.8). A priort sólo puede conocerse a Dios como el
ser en general, en cuanto predicado ontológíco que es común a él y a las demás criaturas;
pero la realidad que le compete en virtud de su divinidad puede y debe ser demostrada por la
experiencia, es decir, a posteriori.
14 OrA. I, d.2, n .57-58 (11, 162-165).
^ Ibíd., n.27 (II, 139-140); Deprimo principio, n.27. Rn el De primo principia sigo la edición
bilingüe de Alluntis citada (BAC 1989).
lr' Ord. I, d.2, n.29-33 (II, 140 144); De primo principio, n.32.
17 Ibíd., n.58 (II, 164-165); ibíd., n. 33. Escoto anticipa la tesis de Leibniz de demostrar
que la noción de Dios es la idea de un ser posible, en cuanto que dicha idea no implica con
tradicción; y la idea de un ser que no implica contradicción, es la idea de un ser posible que
debe ser rea).
64 P.l. FILOSOFIA ESCOTISTA
4. Atributos divinos
'f' Cf. N. P i - . t r i i . i ,is, N., «L’inflmto ncl pensiero de S. Tommaso e di G. Duns Scoto»,
en De doctnna loannis Duns Scoti, o.c., 436-445; E. Frutan, «De argumentatione Duns Scoti
pro infinítate De i», en ibíd., 427-434. El infinito mctafísico de Escoto se escapa a la crítica
de la primera antinomia de la Critica de la rayón pura de Kant, ya que no es el infinito de la du
ración ni de la cantidad ni de la extensión, que no es auténtico infinito. Hi infinito escotista
está muy lejos del infinito físico de la ciencia moderna como nos lo describe A. Koyri-, Del
mundo cerrado ai universo infinito (Siglo XXI, Madrid 1979). El infinito escotista supera las am
bigüedades y oscuridades del infinito del pensamiento griego. Sobre el concepto de infinito
en los griegos cf. R. Momx «lio, R., 1. 'infinito mi pensiero dell’anticbitá classica (La Nuova Italia,
Florencia 1956).
27 Cf. De primo principio, c.4.
C.4. EL SER INFINITO O DIOS 69
E x c u r su s II
V ig e n c ia d e l a t e o l o g ía n a t u r a l e sc o t ist a
1 M. Soii.ij.r, M., Hlpuesto del hombre en el cosmos (Tx>sada, Buenos Aires 1967) 24.
7 M. Hkidi-cjcikr, Kjint und das Problem derKUtaphyúk (Klostcrmann, Francfort 1951) 18*).
I¿s diversas corrientes contemporáneas reflejan la insatisfacción ante la cuestión humana.
Sobre este problema véase J A. Ml-RlNn, Antropología filosófica (Reus, Madrid 1981)
76 P.l. FILOSOFÍA ESCOTIS'IA
temente dispuesto para ella; y esta alma tiene una actitud especial
para este cuerpo. Lo que quiere decir que el alma no puede ser indi
viduada por la materia, ya que el alma ha sido infundida en un cuer
po; y la creación de esta alma es lógicamente anterior a su unión con
el cuerpo 6.
Escoto defiende que es el hombre, el ser compuesto, el acto ter
minal y conclusivo de la creación divina, y no el alma o el cuerpo to
mados separadamente. Es la unidad la que justifica al hombre, no
sus partes constitutivas. La unión del alma con el cuerpo no se reali
za «m para la perfección del cuerpo ni para la perfección del alma
sola, sino para la perfección del todo, que está compuesto de estas
partes. De este modo, aunque no pueda derivar alguna perfección
de la una o de la otra parte que no hubieran tenido sin la unión, esta
unión no es inútil porque la perfección del todo, que es la finalidad
esencial de la naturaleza, no se puede lograr si no es de este modo» 7.
En esto también se separa del Aquinate, para quien la unidad del
alma con el cuerpo se orienta para beneficio del alma. Escoto expre
sa una vez más su optimismo hacia la materia, tan característico en
la escuela franciscana.
" ibíd.
1,1
O.v. IV , d .l 1, q.3, n.SS (ecl. Vives X V U , -1M>).
80 P.l. FILOSOFÍA ESCOTISTA
4. La persona humana
«I,a posición ele Kscoto me parece que se debe precisar en estos térmi
nos: un filósofo está en grado de demostrar que el alma humana puede so
brevivir a) cuerpo, pero no está en grado de formular argumentos que de
muestren apodic ticamente que debe sobrevivir al cuerpo. Ahora bien, sólo
en este caso la proposición “el alma sobrevive al cuerpo”, “el alma es in
m ortal”, tendría el valor de una conclusión científica» ■'l|.
E x c u r s u s III
P r e s u p u e s t o s p a r a u n a a n t r o p o l o g ía r e l a c ió n a l
dad de cosas que nos rodean, el hombre se siente solo con ellas como
asimismo con otros seres humanos, pues él está solo con ellos. La per
sona humana conecta inevitablemente con cosas, animales y seres
humanos, pero, en último término, la vida humana es, por esencia,
soledad».
Sólo a través del ensimismamiento, del propio recogimiento, po
drá conectar con su propia soledad radical y dar respuesta al acoso
incesante de los otros y de lo otro. Lo que quiere decir que la autén
tica filosofía, la verdadera filosofía «es retirada, anábasis, arreglo de
cuentas de uno consigo mismo, en la pavorosa desnudez de sí mis
mo ante sí mismo».
Pero desde el fondo de la soledad radical del hombre, que es su
propia vida, late también un ansia, no menos radical, de compañía:
E x c u r su s IV
S ig n if ic a d o d e l c u e r p o h u m a n o
TEOLOGÍA ESCOTISTA.
1. Cometido de la teología
2 Ord. Prol., n.2l>8 (I, 141), Cf. L Vj.u'i )ii-.y, Giovann't D um Scot: Ira aristotelhwó e cigostinumn
(Miscellanea Franciscana, Roma 1996) 15-22.
98 P.IL TEOLOGÍA ESCOTISTA
pios, que a ello conducen, son prácticos. Por consiguiente, los prin
cipios de la teología son principios prácticos. Lo mismo que las
conclusiones que de ellos se derivan. «La inteligencia, iluminada por
el espíritu teológico, se orienta a Dios como objeto de amor y según
las reglas que orientan la vida práctica. Por tanto, la teología es una
ciencia práctica» i0.
N ATURAL Y SOBRENATURAL
1. La perfección de la naturaleza
Los filósofos «niegan todo conocimiento sobrenatural porque
sostienen que el poder adquirir la propia perfección está en la capa
cidad de la naturaleza» Los filósofos subrayan el poder intrínseco
de la naturaleza en su dinamismo y capacidad propios. La misma na
turaleza puede lograr su propia perfección sin recurrir a un más allá.
Esta postura es expresión del necesitarismo griego, continuada y de
fendida por Averroes. Los filósofos se ciñen sólo a la naturaleza, tal
y como se presenta a la razón, sosteniendo que la naturaleza huma
na es completa en sus límites y que encuentra en sí misma la propia
perfección. La finitud es autárquíca y autosuficiente. No necesita de
más añadiduras. Escoto ofrece una serie de argumentos, atribuidos
a los «filósofos», que sostienen la no necesidad deí hombre de una
verdad y perfección sobrenaturales 2.
las leyes que él mismo ha presento a ios seres creados, y que puede
producir él mismo eJ efecto de las causas segundas. Lo sobrenatural
implica, por tanto, una condescendencia por parte de la causa supe
rior, que accede a no producir un efecto natural correspondiente a
su naturaleza.
Al hombre se 1c ha dado la «capacidad de Dios», que se manifiesta
en su tendencia tanto de la inteligencia como de la voluntad median
te el deseo de un conocimiento y de un amor sin límites. Ahora
bien, el ser humano no logrará este impulso de felicidad infinita sin
la ayuda de Dios. Aunque la criatura humana tenga ese deseo de
infinito, no lo alcanzará si no es con la ayuda divina. «Dios es el fin
natural del hombre, pero tal fin no se podrá realizar si no es so
brenaturalmente» \ Dios, libre y gratuitamente, ha creado al ser hu
mano para un fin sobrenatural, que, de por sí, no puede alcanzar sin
la condescendencia divina, es decir, sin la gracia.
2. El poder de la gracia
Keport. Par. IV, ti. 12, q.l, n.4 (ed. Vives XXIV, 136).
Ord. I, d .l7, p.l, q.1-2, n.17tí (V, 219).
H Ord. III, d .l3, q.4, n.A9-70 (IX, 412-413).
15 Ord. II, d.26, q.un., n.1f> (VIII, 275).
Ih Ox. IV, d.6, cj.1l, n.4 (ed. Vives XVI, 650).
108 P.ll. TEOLOGÍA ESCOTISTA
un fin» 31. «Todo agente que obra por un fin actúa gracias al apetito
del mismo» 32. El deseo o la tendencia o el apetito naturales son in
clinaciones e impulsos hacia la propia perfección. Junto a los varios
y diversos deseos del cuerpo humano, que tienden hacia su propia
finalidad, están además los deseos y tendencias de la inteligencia y
de la voluntad, que se orientan hacia sus objetos propios, como son
el conocimiento y el amor. Abstractamente, buscan no sólo el pro
pio objeto, sino también la causa primera del ser, como es Dios, La
misma inteligencia tiene gran tendencia al infinito. La inteligencia
no tendrá reposo hasta que no haya visto la misma esencia divina, y
ésta en su infinitud
Eso que se dice de la inteligencia vale también para la voluntad.
«Toda voluntad creada está hecha de tal modo que nada en la natu
raleza la puede satisfacer porque sólo puede satisfacerla el bien infi
nito» M. Es decir, únicamente Dios, visto y poseído a través de la in
teligencia y plenitud del amor, puede satisfacer la inteligencia y la
voluntad en su tendencia al infinito. Las potencias intelectiva y voli
tiva encuentran su objeto adecuado sólo en el ser infinito, único ca
paz de satisfacer su deseo.
La satisfacción del apetito es la perfección del ser, su felicidad y
su paz. La satisfacción de la inteligencia y de la voluntad, en la visión
y posesión de Dios, concreto e infinito, consiste en la beatitud en
cuanto seres humanos. «Es evidente que la voluntad, en virtud del
apetito natural, tiende necesaria, constante e intensamente a la bea
titud. Y esto, no en general, sino en concreto. Ello es evidente, por
que la naturaleza no puede permanecer tal sin ese tender hacia
la propia perfección. Si se suprime dicha tendencia, se destruiría la
misma naturaleza»
bre albedrío? Los teólogos siempre han tratado de dar una razona
ble solución a esta aporía, enigma o misterio.
En este tema, como en otros, los adversarios de Escoto le han he
cho decir lo contrario de lo que el pensó y escribió. Parece que en al
gunos de aquellos, que tratan de aclarar el misterio divino, se da no
poca confusión, por no decir distorsión, cuando pretenden explicar
lo humano. Pues han adjudicado al Doctor Sutil la teoría de que, se
gún él, deformando su tesis sobre el voluntarismo, Dios condena
o salva arbitrariamente, sin otro motivo que el de su despótica
voluntad.
Un texto escotista aclara su mismo pensamiento en esta cuestión
tan debatida. «Se puede decir que para la predestinación no existe
razón alguna, ni siquiera por parte del predestinado, anterior a la
misma predestinación. Sin embargo, para la reprobación hay una ra
zón antecedente no a la acción de Dios, ya que en tal caso él sería
pasivo, sino al acto mismo de la reprobación, la cual tiene en sí la
propia causa» 42.
El cielo es puro don divino, aunque también merecido por la per
sona con sus méritos. La beatitud es un don divino, porque el méri
to mismo depende de la gracia. La reprobación, sin embargo, es
querida y merecida por la libre voluntad del hombre, no por decreto
divino.
Esta tesis escotista contrasta no poco con el siguiente texto, muy
sorprendente, del Aquinate, que; encontramos en su Suma teológica:
«Dios quiso evidenciar, entre algunos de los hombres, su bondad bajo
forma de misericordia, teniendo piedad de dios. En otros, que condena,
quiso manifestar su bondad en forma de justicia, castigándolos. He ahí, por
qué elige a unos y reprueba a otros [...] Pero la única raxón, por la que elige a
unos para la gloria y condena a otros, es la voluntad divina» 4 \
()rd. I, d.41, q.un., n. 4<>(VI, 332). Cf. W. P \n\í\bi r<. , f m dottmn detlnpredestiiui^ioin' di
Dun.\' S coUj nel contesto ddh snluppo ildla dultrin. t scolasiica (Biblioteca Franccscana, Milán 1994).
1' S a n t o T o m á s d i. A o i in o , Suma holóinca, I, q.23, a.5 ad 3.
44 Ord. I, d.41, q.un., n.42 (VI, 333).
116 P.ll. TEOLOGÍA E5COTI5TA
DIOS UN O Y TRINO
1. Dios uno
1 Ord. L, d.3, p.1 „q.1-2 n.56 (III, 38). Para h exposición de t^tc capítulo me sirvo, funda
mentalmente, del estudio de L Via nu.v, G/ommtj Duns Scoto: ira añstotclismo e ü^ostnmnw,
120 P.ll. TEOLOGÍA ESCOTISTA
mente, puede decirse que todos los pueblos han llegado a reconocer
la existencia de Dios, aunque de muy variadas formas. Sin embargo,
la idea del verdadero Dios, uno y trino, y como Espíritu infinito,
únicamente la revelación bíblica ha sido capaz de desvelarla. Será a
partir de este hecho como podremos saber quién es Dios en sí
mismo y en sus manifestaciones exteriores. «Ninguna inteligencia
creada puede conocer a Dios en sí mismo; y ninguna esencia cog
noscible puede hacernos conocer naturalmente la esencia de Dios
como tal» 2.
Sabemos, por todo el testimonio de la Biblia, que Dios es uno. Y
que el politeísmo es el gran pecado que más se persigue en los libros
bíblicos. Ahí están los textos de Moisés y de los profetas. No obs
tante, Escoto somete la misma razón a un profundo proceso de mo
tivos en la defensa del Dios uno. Para demostrar la unicidad de
Dios, el Doctor Sutil prueba la unidad del entendimiento infinito,
de la voluntad infinita, del ser necesario y del bien infinito. De todos
ellos, deduce la unicidad de la naturaleza divina. Para conocer sus ar
gumentos finos y su dialéctica profunda, se remite al lector a la con
clusión 11 de su breve y bello tratado sobre E¡ prim er principio.
Pero es en la luz de la revelación de Jesucristo, como Verbo en
carnado, en la que el maestro franciscano trata de penetrar en la in-
travida de Dios, como ser uno y trino, como ser infinito, creador del
mundo y totalmente distinto de él. Siendo totalmente diferente
del universo, Dios es en sí mismo el Ser eminentemente personal.
Como introducción y propedéutica a este apartado remitimos a lo
que ya se dijo en la primera parte, al hablar sobre la cuestión de Dios
desde la perspectiva metafísica.
Dios es un ser incausado y, por ello, subsiste por sí mismo, en sí y
para sí. Es el Ser perfectamente personal. Y, siendo el Ser infinita
mente personal, debe poseer todas las perfecciones que en sí mis
mas no entrañen imperfección alguna, como son: la simplicidad, la
inmensidad, la inmutabilidad y la omnipotencia.
o.c., 23-49; como, asimismo, tic L. I a m m a k r o s i -:, Giovanni Duns Scoto, metafísica e teolosp (Mis
celánea Franciscana, Roma 1999) 509-.537, íu., «La Trinidad», en J. A. - F. M.
F r j -.s n i -.i m (eds.), Manual de teologíafranciscana (BAC, Madrid 2003) 118-144.
? Orel. I, d.3, p .l, q.1-2, a.57 (III, 39).
C.2. DIOS UNO Y TRINO 121
2. Dios trino
a) Hl Padre
En Dios, ser infinito, el principio es el Padre, centro fontal eterno
del acto puro de la esencia divina en su operación intelectiva y voliti
va. El Padre, «la primera persona, no está constituida en su ser per
sonal por la divinidad porque ésta no es incomunicable. Tampoco
por la espiración activa porque le es común al Padre y al Hijo. Ni por
la innacibilidad, que es un hecho puramente negativo [...] La primera
persona está constituida por una relación positiva con la segunda
persona, el Hijo» lís.
Para la explicación de las relaciones interpersonales se sirve una
vez más de la psicología del conocimiento humano. La relación del
Padre con el Hijo es una relación de generación. El Padre genera al
Hijo como el alma genera la idea, el verbo, la palabra, en un acto in
telectivo. Asimismo la relación del Padre y del Hijo con el Espíri
tu Santo es una común espiración de amor en cuanto acto de la
voluntad.
El maestro franciscano distingue entre entender (intelligere), que es
un acto de la inteligencia, y el decir (’dicere), Palabra interior o Verbo:
b) E¡ H ijo
c) E l Espíritu Santo
Ord. II I, (1.6, q . l , n.45 (IX, 247). Sobre el ciistocentrismo escotista cf. K. L o m íp r i-:, lu/
royante de Jésus-Cbrist che£ S. bonaventun et le. B. Duns Scot (Iibrairie Saint-Fran^ois, Montreal
21927); I n ., «Le B. Buns Scot docteur du Verbe Incarné»: Iji France franciscaine 17 (1934)
6-36; G. B<>n\i i <>Y, I mprimauté du Christ selon l’limture et la tradition (Ilerder, Roma 1959);
W. Dkitix)I l , «Die Geistigkeit des hl. Franzisktis in der Christologie des J. Duns Scorus»:
Wissensckajt und Weisbeit 22 (1959) 17-28; R . R o s in i, IIcristocentrismo di Giovanni Duns Scoto e la
do/trina del Vaticano Secondo (L.I.E.F., Vicenza 1993); L. V r u t h k y , «Dio principio e fine di
tutto», en I n ., (¡ioranni Duns Scoto: tra aristotelismo e agastinismo, o.c., 51 -64; G. Ia m m a r k o m , I m
cristolociafracescana (Messagero, Padua 1997) 232 279.
140 P.ll. TEOLOGÍA ES COTI 51A
3. La predestinación de Cristo
4. Motivo de la encarnación
O rii. III, d.32, q, un,, n.2l ÍX 136-13 7} ; K epart. í\ n . II, d.20, t|.2, n.2 (Vil. Vives
XX1I1,
^ S v \ Bi i \.1\ I M T K \, 111, ti. 1, u.2, t|.2 (III, 24).
1 S.Wl'n Toma-, d i ; A<11 I S O , te o ló g ic a , III, cj. 1. :i.3.
,;s Así suele ofrccer.se en la nv.iv< >ri;¡ d é l o s manuales de teología. <.f. lí. I lrc;< >n, 1 s///y.rfére
¡k l'lH ttin uü io)! (Pierre Trqui, Piri.s i 91 3) 76; Cli. V. Hi lu\ «Le motit de rincarnau on»: fí/dk-
ti» d e Lí S o a é te /■r¡n){,íiu' d'\ ilu d es M a rio Íes (193 8) 24.
1 44 P.ll. TEOLOGÍA E5COTI5TA
Cf. P. H j )í « in i.s , P , «Place d a í'h n sr dan.s le- plan de la creación selon le B. jea.n D uns
S c o t» ; lm \'raneeJhmásatine l ll ( 1963) 38.
^ Rsfwrf. Par. III, d.7, q.4, n.5 (ed. V ives X X III, 303), Ord. UI, d.7, q.3, n.58 (IX, 284).
C.3. CRISTOCENTRISMO 147
2'* Reporí. Par. III, d.7, q.4, n.4 (rd. Vives XXIII, 303).
Ord. III, d.7, q 3, n.64 (IX, 288).
Ord. III, d.13, q.1-4, n.53 (IX, 406).
;'2 Ord I, d.41, q.un., n.40-41 (VI, .332- V33).
Ord. III, d.32, q.un., n.21 (X., 136); ttjpoti. Par. III, d.7, q 4 (ed. Vives XXIII, 303).
1 48 P.ll. TEOLOGÍA ESCOTISTA
5. Encarnación y creación
El mundo, con todas las criaturas que hay en él, ha sido hecho y
configurado con vistas a los elegidos Todos los seres creados llevan
en sí un impulso de orientación intrínseca y una intencionalidad natu
ral hacia el ser en el que tienen su propia consistencia. Es decir, las co
sas no se agotan en su contenido empírico, sino que tienden hacia el
principio que les ha dado origen y significado, y es su última razón de
existencia. Toda la realidad creada tiende hacia su autor y creador.
Según Escoto, todo ser busca su propia perfección terminal en la
inmediata comunicación y comunión con el ser superior al mis
mo tiempo que entabla una relación vinculante entre todos los de
más seres; y todos, conjuntamente, se ordenan al «primer princi
pio» 36. De tal modo que en la jerarquía de los seres se aspira a la per
fección más elevada, del inferior al superior, del superior al supre
mo, hasta concluir en el hombre privilegiado, que es Cristo, hacía el
cual se orienta todo el universo y, a través de él, se vincula a Dios.
En esta dinámica ascensional, la perfección del universo concluye
en el punto de unión del Verbo divino con la naturaleza humana, es
decir, en Cristo. Para esta visión cristocéntrica, el Doctor Sutil se ha
inspirado en la «recapitulación» y en la «instauración» paulinas (Col
1,20; Ef 1,10). Cristo está visto y considerado como síntesis y punto
de convergencia de todas las criaturas y, por tanto, el camino privile
giado y excepcional que conduce al Padre. El cosmos, por consi-
«H1 cono, o la pirámide del hombre, con el cual se vincula a Dios, es aún
de una anchura menor, porque se polariza en el único hombre Cristo,
v también de una altura racional mayor que cualquier otro hombre. Obser
va el orden de las cosas y el vínculo de las mismas que se alxan en forma de
pirámide» ’'s.
's Ibíd., q .lü , a.i (ed. Vives IV, 453). La teología escotista es luminosa y abre inmensos
horizontes al hombre para que pueda continuar su aventura natural y sobrenatural. Testigo
excepcional de esta posibilidad es el jesuíta Teilhard de ( ’hardin que, encontrándose en se
rias dificultades ituelecluviles, descubrió el pensamiento escotista y lleno de alegría exclamó:
«,He aquí la teología cósmica, la teología del futuro!». «Con esta teología no sólo se respira
sino que se avanza». ( A. G. M. Ai.i.i-.oha, «Dialogo con P. T. de Charclin», en Dv <lo(trnut han
/lis i >ttns Saiti, o. c., 111, p.21 9 2 5 N.
C.3. CRISTOCENTRISMO 15!
E x c u r su s V
E l c r ist o c e n t r ism o c o m o c o sm o v isió n
' 1 A. Toitm :s Qt [•iiu c: \, lispvran-^a a penar del mal (Sal Terrae, Santander 2005) 15 y <>3.
«La confesión en el Dios creador del cielo y de la tierra ha estado tnulicionalmente encua
drada en un esquema mental caracterizado por la neta separación entre la creación y la re
dención. Hay un esquema muy difundido, de indudable claridad pedagógica, pero angosto y
simplista, que se ha impuesto en los campos teológico, catequético y litúrgico: el mundo y el
hombre han sido creados por el Señor, pero el hombre cayó en pecado, y sólo puede obte
ner el perdón y la salvación a través de Cristo. F.l carácter reductivo de tal perspectiva es evi
dente. Ante todo, porque la creación aparece como una realidad neutra con respecto a la
Salvación, como una especie de “atrio de los paganos”, lugar de encuentro de rodas ías po
sibles creencias religiosas c incluso campo abierto a la reflexión racional de la filosofía».
G. Barkaí.i.k >,«Creación», en G Barhac.i.k i • S. Di w rin (dirs.), Nuevo dicrinnarro de teología, I
(Cristiandad, Madrid 1982) 186.
1 56 P.ll TEOLOGÍA ESCOTISTA
M AR ÍA IN M ACULAD A
Verbo encarnado, Madre del Cristo total. Ésta es la raíz de todos los
privilegios y gracias especiales de María; el principio de su materni
dad divina y la causa de su incardinación al misterio salvador de su
Hijo.
Dado que el Verbo de Dios asumía, en la persona divina, un cuer
po humano y un alma humana, María se convertía en la Madre de
Dios, puesto que ella es madre de un hijo que, a su vez, es Hijo
de Dios. «La bienaventurada Virgen María fue verdaderamente Ma
dre de Dios, y no de un hombre solamente» *. Sigue diciendo el
Doctor Mariano: «Ella es la Madre del Verbo porque éste subsiste
en la naturaleza humana con la que está unido hipostáticamente» 2.
Y dado que esta naturaleza humana, formada en el seno de la Vir
gen, subsiste en el Hijo de Dios, se sigue que Jesús es el hijo de Ma
ría en cuanto Hombre-Dios.
María, pues, es verdaderamente Madre de Dios y, al mismo tiem
po, plenamente madre, con una maternidad humana completa:
«María fue verdaderamente madre según la total potencialidad de
una madre ordinaria» \ Ella fue activa y no simplemente pasiva bajo
la acción divina. «Ella colabora al acto de la maternidad según su
propia causalidad, porque nada le fue quitado de su participación
activa por el hecho de que el Espíritu Santo suplió la acción pater
na» '. En oposición a la antigua teoría, según la cual la madre sólo
tenía una función pasiva, en tanto que la función activa de la forma
ción humana correspondía al hombre, el Doctor Sutil resalta la acti
vidad positiva de parte de la mujer. «Ella fue madre con toda su vir
tud activa como cualquier madre»
En sintonía con la tradición teológica, el maestro franciscano de
fiende la tesis de la maternidad divina y la explica con argumentos
teológicos, apoyados en la cristología, como ya lo hicieron los con
cilios de Constantinopla, de Efcso y de Calcedonia. «Sostenemos
que la Virgen María fuc Madre de Dios. Lo mismo que Dios ha sido
engendrado verdaderamente por ella, de igual modo hay que decir
2. La Inmaculada
'-1 Cf. C. Bai.ic, «loannes Duns Seo tus ct historia Inmaculatae Conceptionis»: Antottianum
30 (1955) 349-388; cf. L. A\k híos, «La significación de Juan Duns Kscoto en la historia del
dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen María»: Verdad y vida 14 (1956) 265-378.
Ksre excelente estudio es un auténtico tratado sobre el tema inmaculista con nco contenido
y abundantes citas de autores en cuestión; cf., también, A. Pompi .I, «Mariología», en J. A.
Mi.RINi »- F. M. F ri’sm.ií \ (cds.), Manual de teologíafranciscana, o.c., 251 -322, esp. 294-322, de
dicadas a Kscoto, cf. S. G •:(.( .»un, «Giovanni Duns Scoto dottore deH’imrnacolata conexio
ne. Alcune questioni», en Id. (ed.), «scuolafrancescana» e l'lmmacolata Conce^ione. AttidelCon-
gresso Mariológica francescana. V. María degli AngeU-Assiú, 4-8 dic. 2003 (Pontificia Academia
Mariana Internarionahs, Roma 2005) 219-271.
164 P.ll. TEOLOGÍA ESCOTISTA
FiJ maestro del Aquinate, Alberto Magno, fue más duro al acusar
de heréticos a los inmaculistas: «Sostenemos que la Santísima Vir
gen María no fue santificada antes de la animación. Algunos defien
den la tesis opuesta, pero se trata de una herejía condenada por san
Bernardo en la epístola a los de Lyon y por todos los maestros de
París» ,6.
También los primeros maestros de la familia franciscana como,
por ejemplo, Alejandro de Hales, san Buenaventura, Juan de la Ro
chela, Odón Rigaldo, Guillermo de Meliton, etc., se limitaban a de
fender la santificación de María después de su concepción, estando
aún en el seno materno. Dado el peso doctrinal del Seráfico Doctor,
quien defendía la tesis maculista, fue seguido por otros teólogos
franciscanos, anteriores o contemporáneos de Escoto, como: Ma
teo de Aquasparta, Ricardo de Mediavilla y Ubertino de Casale. Pe
dro Juan Olivi incluso sostenía que la tesis, que defiende que María
estuvo libre de pecado original, es herética e impía |7. La doctrina,
que sostenía y defendía que María había sido concebida con el peca
do original, era casi unánime y era muy arriesgado tomar partido en
contra.
Sin embargo, Duns Escoto tuvo la audacia inteligente de ir en
contra de la doctrina común y aceptada como verdadera y segura.
En sus diversos escritos defiende la tesis inmaculista. Hay que sub
rayar sobre todo determinados textos de sus Coméntanos a las Senten
cias 1Hdonde critica la tesis del pecado original según E. de Gante, y
dice cjue Dios puede, si lo desea, infundir la gracia en un alma, sin
que ésta haya sido manchada antes por el pecado y, con ello, se hacía
la defensa de la Inmaculada Concepción.
¿Tu verdad?
No, la Verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela.
tica? Según el Doctor Sutil, la praxis implica «el acto de otra poten
cia respecto al entendimiento, naturalmente posterior a la intelec
ción, que debe ser un producto en conformidad con la intelección
recta para que eso mismo sea recto» -. Ahora bien, la praxis cumple
con tres requisitos:
a) Es praxis todo aquello que depende de un acto de la volun
tad. Ningún acto intelectivo alcanza la dimensión práctica, ya que su
acto no tiende fuera de sí, a no ser mediante un impulso de la volun
tad. Una ciencia es práctica no porque piense el hacer, sino porque
presenta a la voluntad algo para decidir u ordenar en la acción 3,
b) Sólo es un acto práctico aquello que está en poder de quien
lo conoce. El acto intelectual, que dirige otros actos intelectuales,
no es práctico. Sólo si la voluntad ejecuta los actos del deseo según
la razón, entonces ésos lograrán ser virtuosos y pertenecer a la
práctica.
c) La praxis consiste sobre todo en el querer de la misma voli
ción. Es decir, la razón práctica no es otra cosa que la voluntad aun
que con el concurso de la razón.
Según esto, Escoto refuta la tesis de Aristóteles, para quien la rec
ta decisión es suscitada gracias a la conformidad con la recta ra
zón 4. Para el maestro franciscano la voluntad es la causa principal
de la determinación, aunque necesite la colaboración de una causa
parcial concurrente, como es el entendimiento o la razón 5. No es el
deseo de ser informado por la razón, como sostiene Aristóteles,
sino que es la voluntad la que ordena a través del concurso y colabo
ración de la razón.
E^s práctico todo acto que proviene del querer de la voluntad,
pero con la condición de conformarse a la recta razón. Ello implica
claramente la conformidad de la voluntad a una ley, dándose, de esc
modo, una identidad entre lo práctico y lo normativo.
En esta perspectiva, Duns Escoto refunda la ética sobre bases di
versas de las de Aristóteles, pues para el E^staginta un acto es libre si
6 Cf. O. B<m¡i.N<>!s, «La. base et le sommel; la noblesse de la voionlc selon Duns Scot», en
B. C B.\/,an (dif.), lu!sphilmophks morales et politiques au Mayen Age. ActesAu 9. Coneres Intmtaho-
¡itdde Pbilosophk Médiévak, Otta-wa, 17-22 aóut 1992, II I (Legas, Orrawa 199.1) 1.183-1,198; A.
B. Woi.it.r, Duns Status on the mil and morality (Catholic University of America Press, Wa
shington 1986).
7 Ruport. Par. II, d.39, q.2, n.7 (ed. Vives XXIII, 206).
176 P II. TEOLOGÍA ESCOTISTA
11 Escoto repite frecuentemente esta expresión; cf., por ejemplo: Ord. III, d.32, q.un.,
n.21 (X, 136); Keporí. Par. III, d.7, q.4 (ed. Vives XXIII, 303). Cf. E. Longprí-., /¿ipbilosopbie
du Duns Scot, o.c., 62-63, n.4, hace notar esta expresión y define a Escoto como «el filósofo
del orden al que repugna una síntesis fraccionada o una multiplicidad desarticulada». Aun
que el término «voluntarismo» es reciente y dene lugar en la filosofía moderna, se ha aplica
do generosamente al pensamiento escotista, pero con falta de juicio crítico y con poco rigor
histórico. El voluntarismo impreciso, atribuido a Escoto, pasa de un autor a otro con sor
prendente ingenuidad. Valga como ejemplo el libro de (1 FaBRO, Introdu^ione alfa teísmo mo
derno (Studium, Roma 1964) 18-19, dondt cita y asume la afirmación de J. Maritain: «Los
modernos sistemas metafísicos libertarios pueden conectarse con Descartes en cuanto
abandonó el intelectualismo de Santo Tomás y aceptó el voluntarismo de Escoto».
12 Report. Par. 1, d.8, q .l, n.l (ed. Vives XXII, 153).
13 Ord. I, d.10, n.48 (IV, 359).
17 8 P.it. TEOLOGÍA ESCOTISTA
jó la unión del profeta Oseas con una prostituta |7. En este campo,
Escoto ocupa una posición intermedia entre santo Tomás, que dice
que el Decálogo es inalterable, y Ockham, que sostiene que todo él
puede ser alterado.
5. Conclusión
’4" Cf. Paih.o VI en su carta apostólica Alma parem; C. B a i .i c , «San Bonaventura Alrrr
scolasricorum princeps e G. Duns Scoro eius porfector», en San tionaventura maestro di nía
francescana e di tapíenla cristiana. Atti (kll Cnnmsso Internationaleper i¡ \‘1I centenario di S. bar/aven
tura da Bagnorcg/o, Roma, 19-26 set. 1974, I (Pontificia Faculta Teolojrica S. Bonaventura,
Roma 1976) 429-446.
ÍNDICE ONOMÁSTICO